Inmigración piamontesa sta.clara_rainero1

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Nombre y Apellido: Claudia Margarita Rainero Ribero.

DNI Nº: 37.580.001.

Dirección: Av. Belgrano Nº 267, Santa Clara de

Saguier.

Correo electrónico: [email protected].

Curso: 5º Año.

Colegio: E.E.M.P.I. Santa Clara, Nº 8905.

Autorizo para que ésta obra sea publicada.

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Fare l’América

¿Por qué tantos hombres y mujeres hicieron este viaje tan largo hacia nuestras tierras?

Porque en Italia, a partir del siglo XIX, precisamente en 1870, la gran miseria que se

vivía, la guerra, un gobierno que fomentaba la emigración, impuestos exorbitantes, largas

temporadas sin trabajo, malas cosechas, víveres caros, jornales miserables, ricos

avarientos y sin esperanza de mejorar su condición, pasaban hambre y privaciones; fueron

los motivos de partida de mucha gente hacia tierras lejanas.

Promesas de un futuro mejor, de una buena situación económica en América y Argentina,

de encontrar fácilmente trabajo, la posibilidad de tierras propias, un gobierno que

alentaba la inmigración, fueron algunos de los comentarios que impulsó a la gente de

distintas lugares, principalmente piemonteses, de tomar la decisión de emigrar. Los cuales

se reunían en el mercado donde llevaban, una vez por semana, su producción para poder

venderla y así comprar sólo lo necesario para vivir. Decidieron vender sus pocas

pertenencias para poder comprar los pasajes e ir en busca de un mejor futuro, probando

suerte en un continente nuevo y desconocido: “La América”.

Obreros, campesinos, mujeres con niños, aldeanos, jóvenes y muchachas alegres, con

bolsos, cajas, baúles, y hasta sillas a cuestas, dejaron atrás su patria: su Italia, como así

también sus familiares a los cuales prometieron volver a buscarlos cuando tengan una

mejor posición económica y un lugar en donde vivir en el nuevo mundo. Zarparon del

Puerto de Génova a bordo del “Galileo”, uno de los tantos barcos que emprendieron su

viaje hacia América.

Los primeros días en el barco no fueron fáciles, ya que debían aprender a convivir,

hombres, mujeres, niños y ancianos; que trataban de buscar un pasatiempo como leer,

mirar el mar, hablar de su Italia o de cómo será en América. Mientras que las mujeres se

dedicaban a cuidar sus hijos, a bordar o lavar su ropa. Aunque otros desconformes de

ciertas actitudes, dedicaban su tiempo, para ir en busca del comisario y manifestarle algún

tipo de queja o comentario sobre motivos que no eran de su agrado.

Con el paso de los días la situación fue cambiando, la gente se empezaron a conocer

mejor, formaban pequeños grupos que hablaban de diversos temas, surgieron las bromas,

como así también amores y rencores que daban de que hablar.

Aquellos rencores aparecían, entre otros motivos por diferentes clases sociales, puesto

que la proa era ocupada por gente de clase social baja, mientras que en la popa ocurría lo

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contrario: era ocupada por gente de clase social alta. En ciertos casos debía intervenir la

autoridad policial.

Con el transcurso de los días lo único visible para los tripulantes era el cielo y el océano.

Pero repentinamente se encontraron con un barco que navegaba en sentido contrario,

volvían a su patria. El ánimo se modificó y las esperanzas se vieron renovadas al saber

que ellos también podían volver y así superar ese miedo que sentían, ya que muchos no

veían la posibilidad de regresar al puerto de donde habían partido.

Después de veintidós largos días de navegación, el viaje estaba llegando a su fin y debía

producirse el desembarco, que marcaría el comienzo de una nueva vida quizás, mejor.

Es por eso que la gente preparó su equipaje, se aseguró que no quedara nada en el

Galileo, pasó a registrarse a la oficina del oficial de policía para luego, en tierra, poder

acceder a los beneficios que el gobierno argentino brindaba. Mientras que un médico

controlaba el estado sanitario de los viajeros. Los marineros contaban la cantidad de gente

y muchos sexagenarios se preocuparon porque su entrada al país estaba prohibida como

también a los que traían consigo enfermedades infectocontagiosas.

“…lo parientes que esperaban no se habían presentado”… ¿Por qué? Se preguntaban los

tripulantes del barco. La respuesta la encontraron cuando les anunciaron que hubo una

confusión y que habían arribado al Uruguay. Es por esto que el comisario debió animarlos

ya que se sentían muy defraudados al imaginar que no tendrían un futuro, que no serían

recibidos y tendrían que regresar a Italia.

La gente comenzó a descender del Galileo y subieron a pequeños vaporcillos que los

trasladarían al puerto de Buenos Aires, donde todo era nuevo y desconcertante.

La mayoría de los inmigrantes, pasaban sus primeros días en el “Hotel de Inmigrantes”

un enorme edificio que se encontraba en el puerto, donde recibían alimento y alojamiento.

Mientras tanto buscaban trabajo y un lugar en donde vivir.

El hotel contaba con una oficina, en la cual se inscribían para conseguir con mayor

facilidad empleo, ya que la Argentina se encontraba en pleno crecimiento, debido a que

comenzaba el modelo agroexportador. Marcando la inserción del país en el mercado

internacional europeo, vendiendo materias primas, generado por el avance de la

agricultura y ganadería. A su vez esto demandaba de una importante infraestructura en

ferrocarriles, puertos y frigoríficos.

Gracias a este avance fueron consiguiendo empleo y un lugar en donde vivir. La mayoría

de los inmigrantes eligieron radicarse en ciudades importantes como Buenos Aires.

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Ubicándose, generalmente en el barrio de La Boca donde trabajaban en el puerto, en

almacenes navales, en frigoríficos y en la construcción de edificios. Vivían en conventillos,

junto a otras familias que en algunos casos eran de la misma región y hablaban el dialecto

cocoliche (mezcla de italiano y castellano).

Otros inmigrantes se fueron a vivir y trabajar el campo, que era el lugar donde más se los

necesitaba, eran conocedores de técnicas agrícolas y ganaderas; ya que los habitantes del

país, principalmente gauchos, no tenían demasiada experiencia.

Les resultaba muy difícil acceder aun crédito para comprar tierras, como consecuencia,

una gran mayoría debió emplearse como jornaleros o peones. Se los pagaba con un

porcentaje de la cosecha y de esa forma se facilitaba comprar campo a largos plazos.

Mientras los que contaban con algunos ahorros, podían arrendar una parcela de tierra y

ponerla a producir sembrando y cosechando cereales.

La zona del Chaco, fue la creadora de la industria algodonera, en Mendoza y San Juan se

desarrolló la vitivinícola, se sumo el crecimiento azucarero en Tucumán y la producción

frutícola en el valle de Río Negro, ambas industrias vendían sus productos en el mercado

interno.

Para facilitar el traslado de las mercaderías y las personas fue necesario modificar el

sistema de comunicaciones y transporte mediante la construcción de ferrocarriles, creando

una importante fuente de trabajo para el hombre, desencadenando un cambio en la

economía del país.

En algunas zonas rurales se fundaron pueblos de inmigrantes llamado colonias, como por

ejemplo, Esperanza en Santa Fe, siendo la primera colonia agrícola y Colonia Caroya en

Córdoba, reconocido por sus productos artesanales como ser: vinos pateros y embutidos,

entre otros.

Un tiempo después eran italianos y piamonteses los que llegaron para fundar la Colonia

Santa Clara, en su mayoría jóvenes emprendedores con deseo de progresar.

En su fundación, el 7 de Noviembre de 1883, la esposa del Presidente Julio Argentino

Roca, doña Clara, dio el nombre a la colonia, a la que se le agregó el apellido Saguier para

distinguirla de otras del mismo nombre. Los trabajos más habituales de sus habitantes

fueron los relacionados con la agricultura y el ganado.

El ferrocarril en esta colonia marcó el crecimiento de los comercios al igual que en otras

colonias agrícolas, necesario para el trasporte de: pasajeros, correspondencias, producción

de granos hacia los puertos; como así también la unión de localidades vecinas.

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El pueblo era pequeño habitado por muy poca gente, la mayor cantidad se encontraba en

el campo.

Estaba formado por pocas casas, una comisión de fomento y un juzgado de paz. Se

construyó la parroquia y capillas, celebrando misas, casamientos y bautismos, expresando

así la fe en Dios.

Comienza a surgir las industrias, como el Molino Marconetti, aliviando a los productores

para el traslado de cereal y dando origen a la usina eléctrica, tan necesaria para la

alimentación del pueblo y éste.

La colonia y el pueblo necesitaban almacenes grandes y surtidos, llamados Compañías

Generales de Consumo. Allí se concentraban todos los rubros: almacén, ferretería, tienda,

corralón, zapatería y hasta venta de muebles; los cuales se compraban a través de

libretas, que se abonaban a fin de año. Poseían un bar propio, donde la gente se reunía

charlar distintos temas.

Más tarde pasaron a llamarse Ramos Generales, donde sus ventas crecían los Domingos,

porque los colonos iban a misa, haciendo sus compras para toda la semana y permanecían

allí hasta la noche en donde comían y bailaban.

Herreros, carpinteros, fueron los primeros hombres en brindar esta actividad muy

necesaria para los habitantes del pueblo y la zona.

Con el pasar de los años gracias a los avances tecnológicos, dieron paso al mejoramiento

de las industrias, comercios, creando instituciones y dejando atrás el pequeño pueblo para

hoy ser un futuro mejor.

En el año 2007 se vivió un acontecimiento muy importante, la unión de las raíces italianas

y piamontesas con el hermanamiento de Santa Clara de Saguier (Argentina) y Villanova

d’Asti (Italia).

Gracias a la llegada de los inmigrantes italianos, la Argentina logró un importante avance

y enriquecimiento, no solo en el comercio y la industria, trayendo semillas de trigo,

frutas y hortalizas. Sino también a nivel cultural, aportando sus creencias, costumbres,

religión, lengua; lo que permitió ampliar el patrimonio cultural y espiritual. Es por eso

que para ellos inmigrar representó abandonar su país, establecerse en otro para un

mejor futuro y la nostalgia de no poder ver a sus familiares ni regresar.