Infortunios Alonso Ramírez (C. Sigüenza) (1)

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CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA INFORTUNIOS DE ALONSO RAMÍREZ Transcritos por Luis Iñigo Madrigal de la editio princeps, México, 1690.

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Sigenza y Gngora de, Carlos

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CARLOS DE SIGENZA Y GNGORA

INFORTUNIOS

DE

ALONSO RAMREZTranscritos por Luis Iigo Madrigal

de la editio princeps, Mxico, 1690.

Universit de Genve

1991

NOTA

[9] La presente edicin transcribe la edicin prncipe de Infortunios de Alonso Ramrez (hecha en Mxico por los Herederos de la Viuda de Bernardo Caldern, en 1690).

He modernizado la ortografa, pero no las formas del espaol del siglo XVII que han experimentado cambios en la evolucin de la lengua. Conservo, en general, las caractersticas tipogrficas de la edicin original (cursivas, versalitas), as como las abreviaturas que en ella se emplean. En el empleo de maysculas, mantengo las que pueden tener alguna significacin filolgica. Corrijo las erratas evidentes de la edicin de 1690, pero, en el caso de agregar algo al original, lo encierro entre corchetes. En el captulo 5, hay, en el original, notas que remiten a los mrgenes del impreso: se trata de nombres de islas que reproduzco aqu en el cuerpo del texto (en el lugar que ocupan las llamadas de las notas originales), pero en cuerpo menor y entre corchetes.

Debo agradecer la generosa ayuda que me han brindado en la preparacin de esta transcripcin al Prof. Luis Lpez Molina, de la Universidad de Ginebra; a la Prof. Juana Martnez Gmez, de la Universidad Complutense de Madrid; y a mi asistente en la Ctedra de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Ginebra, A. Azougarh.

AL EXCMO. SEORD. GASPAR DE SANDOVAL, CERDA, SILVA, Y MENDOZA.

[11] Conde de Galve: Gentilhombre (con ejercicio) de la Cmara de Su Majestad: Comendador de Zalamea y Seclavn en la Orden y Caballera de Alcntara: Alcaide Perpetuo de los Reales Alczares, Puertas y Puentes de la Ciudad de Toledo, y del Castillo y Torres de la de Len; Seor de las Villas de Trtola y Sacedn: Virrey y Gobernador y Capitn General de la Nueva Espaa, y Presidente de la Real Cancillera de Mxico, etc.

Si suele ser consecuencia de la temeridad la dicha, y es raro el error a que la falta disculpa, sobrbanme, para presumir acogerme al sagrado de V. Ex.a estos motivos a no contrapesar en m (para que mi yerro sea inculpable) cuantos aprecios le ha merecido a su comprehensin delicada sobre discreta la Libra astronmica y filosfica, que a la sombra del patrocinio de V. Ex.a en este mismo ao entregu a los moldes. Y si al relatarlos en compendio quien fue el paciente, le dio V. Ex.a gratos odos, ahora que en relacin ms difusa se los represento a los ojos, cmo podr dejar de asegurarme atencin igual? Cerr Alonso Ramrez en Mxico el crculo de trabajos, con que, apresado de Ingleses Piratas en Filipinas, varando en las Costas de Yucatn en esta Amrica dio vuelta al mundo; y, condolindose V. Ex.a de l cuando los refera, quin dudar el que sea objeto de su munificencia en lo de adelante, sino quien no supiere el que templando V. Ex.a con su conmiseracin su grandeza tan recprocamente las concilia que las iguala, sin que pueda dicernir la perspicacia ms lince cul sea antes en V. Ex.a, lo grande heredado de sus progenitores excelentsimos, o la piedad connatural de no negarse compasivo a los gemidos tristes de cuantos lastimados la soliciten en sus afanes. Alentado, pues con lo que desta veo cada da prcticamente y con el seguro de que jams se cierran las puertas del Palacio de V. Ex.a a los desvalidos, en nombre de quien me dio el asunto para escribirla, consagro a las aras de la benignidad de V. Ex.a esta peregrinacin lastimosa, confiado desde luego, por lo que me toca, que en la crisi altsima que sabe hacer con espanto mo de la [12] hidrografa y geografa del mundo, tendr patrocinio y merecimiento, etc.

B.L.M. de V. Ex.a

D. Carlos de Sigenza y Gngora

[13] Aprobacin del Licenciado D. Francisco de Ayerra Santa Mara, Capelln del Rey Nuestro Seor, en su Convento Real de Jess Mara de Mxico.

As por obedecer ciegamente al decreto de V. S. en que me manda censurar la Relacin de los infortunios de Alonso Ramrez, mi compatriota, descrita por D. Carlos de Sigenza y Gngora, cosmgrafo del Rey nuestro Seor y su Catedrtico de Matemticas en esta Real Universidad, como por la novedad deliciosa, que su argumento me prometa, me hall empeado en la leccin de la obra; y, si al principio entr en ella con obligacin y curiosidad, en el progreso, con tanta variedad de casos, disposicin y estructura de su[s] perodos agradec como inestimable gracia lo que traa sobreescrito de estudiosa tarea. Puede el sujeto de esta narracin quedar muy desvanecido de que sus infortunios son hoy dos veces dichosos: una, por ya gloriosamente padecidos, que es lo que encareci la Musa de Mantua en boca de Eneas en ocasin semejante a sus compaeros troyanos: Forsan et haec olim meminisse iuvabit; y otra porque le cupo en suerte la pluma de este Homero (que era lo que deseaba para su Csar Ausonio: Romanusque tibi contingat Homerus) que, al embrin de la funestidad confusa de tantos sucesos, dio alma con lo aliado de sus discursos y al laberinto enmaraado de tales rodeos hall el hilo de oro para coronarse de aplausos. No es nuevo en las exquisitas noticias y laboriosas fatigas del autor lograr con dichas cuanto emprende con diligencias; y, como en las tablas de la geografa y hidrografa tiene tanto caudal adquirido, no admiro que saliese tan consumado lo que con estos principios se llevaba de antemano medio hecho. Bastle tener cuerpo la materia, para que la excediese con su lima la obra. Ni era para que se quedase solamente dicho lo que puede servir escrito para observado, pues esto reducido a escritura se conserva y aquello con la vicisitud del tiempo se olvida, y un caso no otra vez acontecido es digno de que quede para memoria estampado. Quis mihi tribuat ut scribantur sermones mei? Quis mihi det, ut exarentur in libro stylo ferreo, vel saltem sculpantur in scilice? Para eternizar Job lo que refera deseaba quien lo escribiera y no se [14] contentaba con menos de que labrase en el pedernal el buril cuanto l haba sabido tolerar: dura quae sustinet, non vult per silentium tegi (dice la glosa); sed exemplo ad notitiam pertrahi. Este Quis mihi tribuat de Job hall (y hall cuanto poda desear) el sujeto en el autor de esta relacin que para noticia y utilidad comn, por no tener cosa digna de censura, ser muy conveniente que la eternice la prensa. As lo siento, salvo, etc. Mxico, 26 de junio de 1690.

D. Francisco de Ayerra Santa Mara.

SUMA DE LAS LICENCIAS.

Por decreto de el Excelentsimo Seor Virrey Conde de Galve, etc. de 26 de junio de este ao de 1690. Y por auto que el Seor Doctor D. Diego de la Sierra, etc., Juez Provisor y Vicario General deste Arzobispado, provey este mismo da se concedi licencia para imprimir esta Relacin.

MOTIVOS QUE TUVO PARA SALIR DE SU PATRIA:

OCUPACIONES Y VIAJES QUE HIZO POR LA NUEVA ESPAA:

SU ASISTENCIA EN MXICO HASTA PASAR A LAS FILIPINAS.

1.

[15] Quiero que se entretenga el curioso que esto leyere, por algunas horas, con las noticias de lo que a m me caus tribulaciones de muerte por muchos aos. Y aunque de sucesos que slo subsistieron en la idea de quien los finge se suelen deducir mximas y aforismos, que, entre lo deleitable de la narracin que entretiene, cultiven la razn de quien en ello se ocupa, no ser esto lo que yo aqu intente, sino solicitar lstimas, que, aunque posteriores a mis trabajos, harn por lo menos tolerable su memoria, trayndolas a compaa de las que me tena a m mismo cuando me aquejaban. No por esto estoy tan de parte de mi dolor que quiera incurrir en la fea nota de pusilnime; y as, omitiendo menudencias que a otros menos atribulados que yo lo estuve pudieran dar asunto de muchas quejas, dir lo primero que me ocurriere por ser en la serie de mis sucesos lo ms notable.

Es mi nombre Alonso Ramrez y mi patria la ciudad de S. Juan de Puerto Rico, cabeza de la isla que, en los tiempos de ahora con este nombre y con el de Borriquen en la antigedad, entre el seno mexicano y el mar Atlntico divide trminos. Hcenla clebre los refrescos que hallan en su deleitosa aguada cuantos desde la antigua navegan sedientos a la Nueva Espaa; la hermosura de su baha; lo incontrastable del Morro que la defiende; las cortinas y baluartes coronados de artillera que la aseguran. Sirviendo aun no tanto esto, que en otras partes de las Indias tambin se halla, cuanto el espritu que a sus hijos les reparte el genio de aquella tierra sin escasez, a tenerla privilegiada de las hostilidades de corsantes. Empeo es ste en que pone a sus naturales su pundonor y fidelidad, sin otro motivo, [16] cuando es cierto que la riqueza que le dio nombre, por los veneros de oro que en ella se hallan, hoy, por falta de sus originarios habitadores que los trabajen y por la vehemencia con que los huracanes procelosos rozaron los rboles de cacao que a falta de oro, provicionaban de lo necesario a los que lo traficaban y por el consiguiente al resto de los isleos, se transform en pobreza.

Entre los que sta haba tomado muy a su cargo fueron mis padres y as era fuerza que hubiera sido, porque no lo merecan sus procederes; pero ya es pensin de las Indias el que as sea. Llamse mi padre Lucas de Villanueva y, aunque ignoro el lugar de su nacimiento, cnstame, porque varias veces se le oa, que era Andaluz, y s muy bien haber nacido mi madre en la misma ciudad de Puerto Rico, y es su nombre Ana Ramrez, a cuya cristiandad le deb en mi niez lo que los pobres slo le pueden dar a sus hijos, que son consejos para inclinarlos a la virtud. Era mi padre carpintero de ribera, y impsome (en cuanto permita la edad) al propio ejercicio; pero reconociendo no ser continua la fbrica y temindome no vivir siempre, por esta causa, con las incomodidades que, aunque muchacho, me hacan fuerza, determin hurtarle el cuerpo a mi misma patria para buscar en las ajenas ms conveniencia.

Valme de la ocasin que me ofreci para esto una Urqueta del capitn Juan del Corcho, que sala de aquel puerto para el de la Habana, en que corriendo el ao de 1675 y siendo menos de trece los de mi edad, me recibieron por paje. No me pareci trabajosa la ocupacin considerndome en libertad y sin la pensin de cortar madera; pero confieso que, tal vez presagiando lo porvenir, dudaba si podra prometerme algo que fuese bueno, habindome valido de un corcho para principiar mi fortuna. Mas, quin podr negarme que dud bien, advirtiendo consiguientes mis sucesos a aquel principio? Del puerto de la Habana (clebre entre cuantos gozan las Islas de Barlovento, as por las conveniencias que le debi a la naturaleza, que as lo hizo, como por las fortalezas con que el arte y el desvelo lo ha asegurado) pasamos al de S. Juan de Ula, en la tierra firme de [17] Nueva Espaa, de donde, apartndome de mi patrn, sub a la ciudad de la Puebla de los ngeles, habiendo pasado no pequeas incomodidades en el camino, as por la aspereza de las veredas que desde Jalapa corren hasta Perote como tambin por los fros, que, por no experimentados hasta all, me parecieron intensos. Dicen los que la habitan ser aquella ciudad inmediata a Mxico en la amplitud que coge, en el desembarazo de sus calles, en la magnificencia de sus templos y en cuantas otras cosas hay que la asemejan a aqulla; y ofrecindoseme (por no haber visto hasta entonces otra mayor) que en ciudad tan grande me sera muy fcil el conseguir conveniencia grande, determin, sin ms discurso que ste, el quedarme en ella, aplicndome a servir a un carpintero para granjear el sustento en el nterin que se me ofreca otro modo para ser rico.

En la demora de seis meses que all perd experiment mayor hambre que en Puerto Rico y, abominando la resolucin indiscreta de abandonar mi patria por tierra a donde no siempre se da acogida a la liberalidad generosa, haciendo mayor el nmero de unos arrieros sin considerable trabajo me puse en MXICO. Lstima es grande el que no corran por el mundo, grabadas a punta de diamante en lminas de oro, las grandezas magnficas de tan soberbia ciudad. Borrse de mi memoria lo que de la Puebla aprend como grande desde que pis la calzada en que, por la parte de medioda (a pesar de la gran laguna sobre que est fundada), se franquea a los forasteros. Y siendo uno de los primeros elogios de esta metrpoli la magnanimidad de los que la habitan, a que ayuda la abundancia de cuanto se necesita para pasar la vida con descanso que en ella se halla, atribuyo a fatalidad de mi estrella haber sido necesario ejercitar mi oficio para sustentarme. Ocupme Cristbal de Medina, maestro de alarife y de arquitectura, con competente salario, en obras que le ocurran, y se gastara en ello cosa de un ao.

El motivo que tuve para salir de Mxico a la ciudad de Huaxaca fue la noticia de que asista en ella con el ttulo y ejercicio honroso de Regidor, D. Luis Ramrez, en quien, por parentesco que con mi madre tiene, afianc, ya que no ascensos [18] desproporcionados a los fundamentos tales cuales en que estribaran, por lo menos alguna mano para subir un poco: pero consegu, despus de un viaje de ochenta leguas, el que, negndome con muy malas palabras el parentesco, tuviese necesidad de valerme de los extraos, por no poder sufrir despegos sensibilsimos por no esperados; y as me apliqu a servir a un mercader trajinante, que se llamaba Juan Lpez. Ocupbase ste en permutar con los indios Mixes, Chontales y Cuicatecas, por gneros de Castilla que les faltaban, los que son proprios de aquella tierra y se reducen a algodn, mantas, vainillas, cacao y grana. Lo que se experimenta en la fragosidad de la Sierra, que para conseguir esto se atraviesa y huella continuamente, no es otra cosa sino repetidos sustos de derrumbarse por lo acantilado de las veredas, profundidad horrorosa de las barrancas, aguas continuas, atolladeros penosos, a que se aaden en los pequeos, calidsimos valles que all se hacen, muchos mosquitos, y en cualquier parte sabandijas abominables a todo viviente por su mortal veneno.

Con todo esto atropella la gana de enriquecer, y todo esto experiment acompaando a mi amo, persuadido a que sera a medida del trabajo la recompensa. Hicimos viaje a Chiapa de Indios, y de all a diferentes lugares de las provincias de Soconusco y de Guatemala; pero, siendo pensin de los sucesos humanos interpolarse con el da alegre de la prosperidad la noche pesada y triste del sinsabor, estando de vuelta para Huaxaca enferm mi amo en el pueblo de Talistaca, con tanto extremo que se le administraron los sacramentos para morir. Senta yo su trabajo y en igual contrapeso senta el mo, gastando el tiempo en idear ocupaciones en que pasar la vida con ms descanso; pero con la mejora de Juan Lpez se soseg mi borrasca, a que se sigui tranquilidad, aunque momentnea, supuesto que en el siguiente viaje, sin que le valiese remedio alguno, acometindole el mismo achaque en el pueblo de Cuicatlan, le falt la vida. Cobr de sus herederos lo que quisieron darme por mi asistencia, y, despechado de m mismo y de mi fortuna, me volv a Mxico; y, queriendo entrar en aquesta ciudad con algunos reales, intent trabajar en la Puebla para conseguirlos; pero no hall acogida en [19] maestro alguno, y, temindome de lo que experiment de hambre cuando all estuve, aceler mi viaje.

Deble a la aplicacin que tuve al trabajo cuando le asist al maestro Cristbal de Medina por el discurso de un ao, y a la que volvieron a ver en m cuantos me conocan, el que tratasen de avecindarme en Mxico, y consegulo mediante el matrimonio que contraje con FRANCISCA XAVIER, doncella, hurfana de doa Mara de Poblete, hermana del venerable seor Dr. D. JUAN DE POBLETE, den de la Iglesia Metropolitana, quien, renunciando la mitra arzobispal de Manila por morir, como Fnix, en su patrio nido, vivi para ejemplar de cuantos aspiraren a eternizar su memoria con la rectitud de sus procederes. S muy bien que expresar su nombre es compendiar cuanto puede hallarse en la mayor nobleza y en la ms sobresaliente virtud, y as callo, aunque con repugnancia, por no ser largo en mi narracin, cuanto me est sugiriendo la gratitud.

Hall en mi esposa mucha virtud y merecle en mi asistencia carioso amor, pero fue esta dicha como soada, teniendo solos once meses de duracin, supuesto que en el primer parto le falt la vida. Qued casi sin ella a tan no esperado y sensible golpe, y para errarlo todo me volv a la Puebla. Acomodme por oficial de Esteban Gutirrez, maestro de carpintero; y, sustentndose el tal mi maestro con escasez, cmo lo pasara el pobre de su oficial. Desesper entonces de poder ser algo, y, hallndome en el tribunal de mi propria conciencia no slo acusado, sino convencido de intil, quise darme por pena de este delito la que se da en Mxico a los que son delincuentes, que es enviarlos desterrados a las Filipinas. Pas pues a ellas en el Galen Santa Rosa, que (a cargo del general Antonio Nieto y de quien el almirante Leandro Coello era piloto) sali del puerto de Acapulco para el de Cavite el ao 1682.

Est este puerto en altura de 16 gr. 40 mi. a la banda del septentrin, y cuanto tiene de hermoso y seguro para las Naos que en l se encierran tiene de desacomodado y penoso para los que lo habitan, que son muy pocos, as por su mal temple y [20] esterilidad del paraje, como por falta de agua dulce y aun del sustento, que siempre se le conduce de la comarca, y aadindose lo que se experimenta de calores intolerables, barrancas y precipicios por el camino, todo ello estimula a solicitar la salida del puerto.

SALE DE ACAPULCO PARA FILIPINAS:

DCESE LA DERROTA DE ESTE VIAJE,

Y EN LO QUE GAST EL TIEMPO HASTA QUE LO APRESARON INGLESES.

2.

[21] Hcese esta salida con la virazn por el oesnoroeste o noroeste, que entonces entra all como a las once del da; pero, siendo ms ordinaria por el sudueste, y salindose al sur, y sursudueste, es necesario para excusar bordos esperar a las tres de la tarde, porque pasado el sol del meridiano alarga el viento para el oesnoroeste y noroeste, y se consigue la salida sin barloventear. Navegase desde all la vuelta del sur con las virazones de arriba (sin reparar mucho en que se varen las cuartas, o se aparten algo del meridiano) hasta ponerse en 12 gr. o en algo menos. Comenzando ya aqu a variar los vientos desde el nordeste al norte, as que se reconoce el que llaman del lesnordeste y leste, haciendo la derrota al oesudueste, al oeste y a la cuarta del noroeste se apartarn de aquel meridiano quinientas leguas, y conviene hallarse entonces en 13 gr. de altura.

Desde aqu comienzan las agujas a nordestear, y en llegando a 18 gr. la variacin, se habrn navegado (sin las quinientas que he dicho) mil y cien leguas, y sin apartarse del paralelo de 13 gr. cuando se reconozca nordestea la aguja solos 10 gr. (que ser estando apartados del meridiano de Acapulco mil setecientas y setenta y cinco leguas), con una singladura de veinte leguas o poco ms, se dar con la cabeza del sur de una de las islas Marianas que se nombra Guan, y corre desde 13 y 5 hasta 13 gr. y 25 mi. Pasada una isletilla que tiene cerca, se ha de meter de Ioo con bolinas aladas para dar fondo en la ensenada de Humata, que es la inmediata, y, dando de resguardo un solo tiro de can al arrecife que al oeste arroja esta isletilla, en veinte brazas o en las que se quisiere, porque es bueno y limpio el fondo, se podr surgir.

[22] Para buscar desde aqu el embocadero de S. Bernardino se ha de ir al oeste cuarta al sudueste, con advertencia de ir haciendo la derrota como se recogiere la aguja, y en navegando docientas y noventa y cinco leguas se dar con el Cabo del Espritu Santo, que esta en 12 gr. 45 mi.; y si se puede buscar por menos altura es mejor, porque si los vendavales se anticipan y entran por el sursudueste, o por el sudueste, es aqu sumamente necesario estar a barlovento y al abrigo de la isla de Palapa y del mismo Cabo.

En soplando brisas se navegar por la costa de esta misma isla cosa de veinte leguas la proa al oesnoroeste guiando al oeste, porque aqu se afija la aguja; y pasando por la parte del este del islote de S. Bernardino se va en demanda de la isla de Capul, que a distancia de cuatro leguas est al sudueste. Desde aqu se ha de gobernar al oeste seis leguas, hasta la isla de Ticao, y, despus de costearla cinco leguas, yendo al noroeste hasta la cabeza del norte, se virar al oesudueste en demanda de la bocaina que hacen las islas de Burias y Masbate. Habr de distancia de una a otra casi una legua, y de ellas es la de Burias la que cae al norte. Dista esta bocaina de la cabeza de Ticao cosa de cuatro leguas.

Pasadas estas angosturas, se ha de gobernar al oesnoroeste en demanda de la bocaina de las islas de Marinduque y Banton, de las cuales est sta al sur de la otra tres cuartos de legua, y distan de Burias diez y siete. De aqu al noroeste, cuarta al oeste, se han de ir a buscar las isletas de Mindoro, Lobo y Galvn. Luego, por entre las angosturas de Isla Verde y Mindoro, se navegarn al oeste once o doce leguas, hasta cerca de la isla de Ambil, y las catorce leguas que desde aqu se cuentan a Marivlez (que est en 14 gr. 30 mi.), se granjean yendo al nornoroeste, norte y nordeste. Desde Marivlez ha de ir en demanda del puerto de Cavite al nordeste, lesnordeste y leste como cinco leguas, por dar resguardo a un bajo que est al lesnordeste de Marivlez, con cuatro brazas y media de agua sobre su fondo.

Desengaado en el discurso de mi viaje de que jams saldra de mi esfera, con sentimiento de que muchos con menores [23] fundamentos perfeccionasen las suyas, desped cuantas ideas me embarazaron la imaginacin por algunos aos. Es la abundancia de aquellas islas, y con especialidad la que se goza en la ciudad de Manila, en extremo mucha. Hllase all para el sustento y vestuario cuanto se quiere a moderado precio, debido a la solicitud con que por enriquecer los sangleyes lo comercian en su Parian, que es el lugar donde fuera de las murallas, con permiso de los espaoles, se avecindaron. Esto y lo hermoso y fortalecido de la ciudad, coadyuvado con la amenidad de su ro y huertas y lo dems que la hace clebre entre las colonias que tienen los europeos en el Oriente, obliga a pasar gustosos a los que en ella viven. Lo que all ordinariamente se trajina es de mar en fuera, y siendo por eso las navegaciones de unas a otras partes casi continuas, aplicndome al ejercicio de marinero, me avecind en Cavite.

Consegu por este medio no slo mercadear en cosas en que hall ganancia y en que me prometa para lo venidero bastante logro, sino el ver diversas ciudades y puertos de la India en diferentes viajes. Estuve en Madrastapatan, antiguamente Calamina o Meliapor, donde muri el apstol Santo Tom, ciudad grande cuando la posean los Portugueses, hoy un monte de ruinas, a violencia de los estragos que en ella hicieron los Franceses y Holandeses por poseerla. Estuve en Malaca, llave de toda la India y de sus comercios, por el lugar que tiene en el estrecho de Sincapura, y a cuyo Gobernador pagan anclaje cuantos lo navegan. Son dueos de ella y de otras muchas los Holandeses, debajo de cuyo yugo gimen los desvalidos catlicos que all han quedado, a quienes no se permite el uso de la religin verdadera, no estorbndoles a los moros y gentiles, sus vasallos, sus sacrificios.

Estuve en Batavia, ciudad celebrrima, que poseen los mismos en la Java Mayor y adonde reside el Gobernador y Capitn General de los Estados de Holanda. Sus murallas, baluartes y fortalezas son admirables. El concurso que all se ve de Navos de Malayos, Macasares, Sianes, Bugises, Chinos, Armenios, Franceses, Ingleses, Dinamarcos, Portugueses y Castellanos, no tiene nmero. Hllanse en este emporio cuantos artefactos hay en la Europa y los que en retorno de ellos le enva la Asia. [24] Fabrcanse all, para quien quisiere comprarlas, excelentes armas. Pero con decir estar all compendiado el Universo lo digo todo. Estuve tambin en Macn, donde, aunque fortalecida de los portugueses que la poseen, no dejan de estar expuestos a las supercheras de los Trtaros (que dominan en la gran China) los que la habitan.

An ms por mi conveniencia que por mi gusto, me ocup en esto, pero no faltaron ocasiones en que por obedecer a quien poda mandrmelo hice lo proprio, y fue una de ellas la que me caus las fatalidades en que hoy me hallo y que empezaron as: para provisionarse de bastimentos, que en el presidio de Cavite ya nos faltaban, por orden de el General D. Gabriel de Cuzalaegui, que gobernaba las islas, se despach una fragata de una cubierta a la provincia de Ilocos, para que de ella, como otras veces se haca, se condujesen. Eran hombres de mar cuantos all se embarcaron y de ella y de ellos, que eran veinte y cinco, se me dio el cargo. Sacronse de los Almacenes Reales y se me entregaron para que defendiese la embarcacin cuatro chuzos y dos mosquetes, que necesitaban de estar con prevencin de tizones para darles fuego por tener quebrados los serpentines; entregronme tambin dos puos de balas y cinco libras de plvora.

Con esta prevencin de armas y municiones y sin artillera ni aun pedrero alguno, aunque tena portas para seis piezas, me hice a la vela. Pasronse seis das para llegar a Ilocos; ocupronse en el rescate y carga de los bastimentos como nueve o diez, y, estando al quinto del tornaviaje barloventeando con la brisa para tomar la boca de Marivlez para entrar al puerto, como a las cuatro de la tarde se descubrieron por la parte de tierra dos embarcaciones, y, presumiendo, no slo yo, sino los que conmigo venan, seran las que a cargo de los capitanes Juan Bautista y Juan de Caravallo haban ido a Pangasinan y Panay en busca de arroz y de otras cosas que se necesitaban en el presidio de Cavite y lugares de la comarca, aunque me hallaba a su sotavento, prosegu con mis bordos sin recelo alguno, porque no haba de qu tenerlo.

[25] No dej de alterarme cuando, dentro de breve rato, vi venir para m dos Piraguas a todo remo, y fue mi susto en extremo grande reconociendo en su cercana ser de enemigos. Dispuesto a la defensa como mejor pude con mis dos mosquetes y cuatro chuzos, llovan balas de la escopetera de los que en ella venan sobre nosotros, pero sin abordarnos, y tal vez se responda con los mosquetes haciendo uno la puntera y dando otro fuego con una ascua, y en el nterin partamos las balas con un cuchillo para que habiendo municin duplicada para ms tiros fuese ms durable nuestra ridcula resistencia. Llegar casi inmediatamente sobre nosotros las dos embarcaciones grandes que habamos visto y de donde haban salido las Piraguas y arriar las de gavia pidiendo buen cuartel y entrar ms de cincuenta Ingleses con alfanjes en las manos en mi fragata, todo fue uno. Hechos seores de la toldilla, mientras a palos nos retiraron a proa, celebraron con mofa y risa la prevencin de armas y municiones que en ella hallaron, y fue mucho mayor cuando supieron el que aquella fragata perteneca al Rey y que haban sacado de sus almacenes aquellas armas. Eran entonces las seis de la tarde del da martes cuatro de marzo de mil seiscientos y ochenta y siete.

PNENSE EN COMPENDIO LOS ROBOS Y CRUELDADES

QUE HICIERON ESTOS PIRATAS, EN MAR Y TIERRA,

HASTA LLEGAR A LA AMRICA.

3.

[27] Sabiendo ser yo la persona a cuyo cargo vena la embarcacin, cambindome a la mayor de las suyas, me recibi el Capitn con fingido agrado. Prometime a las primeras palabras la libertad si le noticiaba cules lugares de las islas eran ms ricos y si podra hallar en ellos gran resistencia. Respondle no haber salido de Cavite, si no para la provincia de Ilocos, de donde vena, y que as no poda satisfacerle a lo que preguntaba. Instme si en la isla de Caponiz, que a distancia de catorce leguas est noroeste sueste con Marivlez, podra aliar sus embarcaciones y si haba gente que se lo estorbase; djele no haber all poblacin alguna y que saba de una baha donde conseguira fcilmente lo que deseaba. Era mi intento el que si as lo hiciesen los cogiesen desprevenidos, no slo los Naturales de ella, sino los Espaoles que asisten de presidio en aquella isla, y los apresasen. Como a las diez de la noche surgieron donde les pareci a propsito, y en estas y otras preguntas que se me hicieron se pas la noche.

Antes de levarse pasaron a bordo de la Capitana mis veinte y cinco hombres. Gobernbala un Ingls a quien nombraban Maestre Bel; tena ochenta hombres, veinte y cuatro piezas de artillera y ocho pedreros, todos de bronce. Era dueo de la segunda el Capitn Donkin; tena setenta hombres, veinte piezas de artillera y ocho pedreros, y en una y otra haba sobradsimo nmero de escopetas, alfanjes, hachas, arpeos, granadas y ollas llenas de varios ingredientes de olor pestfero. Jams alcanc, por diligencia que hice, el lugar donde se armaron para salir al mar; slo s supe haban pasado al del sur por el estrecho de Mayre y que, imposibilitados de poder robar las costas del Per y Chile, que era su intento, porque, con ocasin de un tiempo que entrndoles con notable vehemencia y tesn por el leste les dur once [28] das, se apartaron de aquel meridiano ms de quinientas leguas y, no sindoles fcil volver a l, determinaron valerse de lo andado pasando a robar a la India, que era ms pinge. Supe tambin haban estado en Islas Marianas y que, batallando con tiempos desechos y muchos mares, montando los cabos del Engao y del Boxeador y habiendo antes apresado algunos Juncos y Champanes de Indios y Chinos, llegaron a la boca de Marivlez, a donde dieron conmigo.

Puestas las proas de sus fragatas (llevaban la ma a remolque) para Caponiz, comenzaron, con pistolas y alfanjes en las manos, a examinarme de nuevo y aun a atormentarme; amarrronme a m y a un compaero mo al rbol mayor y, como no se les responda a propsito acerca de los parajes donde podan hallar la plata y oro por que nos preguntaban, echando mano de Francisco de la Cruz, Sangley Mestizo, mi compaero, con crudelsimos tratos de cuerda que le dieron, qued desmayado en el combs y casi sin vida; metironme a m y a los mos en la bodega, desde donde perceb grandes voces y un trabucazo; pasado un rato y habindome hecho salir afuera, vide mucha sangre y, mostrndomela, dijeron ser de uno de los mos a quien haban muerto y que lo mismo sera de m si no responda a propsito de lo que preguntaban; djeles con humildad que hiciesen de m lo que les pareciese, porque no tena que aadir cosa alguna a mis primeras respuestas. Cuidadoso, desde entonces, de saber quin era de mis compaeros el que haban muerto, hice diligencias por conseguirlo y ,hallando cabal el nmero, me qued confuso. Supe, mucho despus, era sangre de un perro la que haba visto y no pes del engao.

No satisfechos de lo que yo haba dicho, repreguntando con cario a mi Contramaestre, de quien, por Indio, jams se poda prometer cosa que buena fuese, supieron de l haber poblacin y presidio en la isla de Caponiz, que yo haba afirmado ser despoblada. Con esta noticia, y mucho ms por haber visto, estando ya sobre ella, ir por el largo de la costa dos hombres montados, a que se aada la mentira de que nunca haba salido de Cavite sino para Ilocos, y dar razn de la baha de Caponiz, en que, aunque lo [29] disimularon, me haban cogido, desenvainados los alfanjes con muy grandes voces y vituperios dieron en m. Jams me recel de la muerte con mayor susto que en este instante; pero conmutronla en tantas patadas y pescozones que descargaron en m, que me dejaron incapaz de movimiento por muchos das. Surgieron en parte de donde no podan recelar insulto alguno de los isleos y, dejando en tierra a los Indios, dueos de un Junco de que se haban apoderado el antecedente da al aciago y triste en que me cogieron, hicieron su derrota a Pulicondon, isla poblada de Cochinchinas en la costa de Camboya, donde, tomado puerto, cambiaron a sus dos fragatas cuanto en la ma se hall, y le pegaron fuego.

Armadas las Piraguas con suficientes hombres, fueron a tierra y hallaron los esperaban los moradores de ella sin repugnancia; propusironles no queran ms que proveerse all de lo necesario, dndoles lado a sus navos, y rescatarles tambin frutos de la tierra, por lo que les faltaba. O de miedo, o por otros motivos que yo no supe, asintieron a ello los pobres brbaros; receban ropa de la que traan hurtada y correspondan con brea, grasa y carne salada de tortuga y con otras cosas. Debe ser la falta que hay de abrigo en aquella isla o el deseo que tienen de lo que en otras partes se hace en extremo mucho, pues les forzaba la desnudez o curiosidad a cometer la ms desvergonzada vileza que jams vi. Traan las madres a las hijas y los mismos maridos a sus mujeres, y se las entregaban con la recomendacin de hermosas a los Ingleses, por el vilsimo precio de una manta o equivalente cosa.

Hzoseles tolerable la estada de cuatro meses en aquel paraje con conveniencia tan fea; pero, parecindoles no vivan mientras no hurtaban, estando sus navos para navegar se bastimentaron de cuanto pudieron para salir de all. Consultaron primero la paga que se les dara a los Pulicondones por el hospedaje y, remitindola al mismo da en que saliesen al mar, acometieron aquella madrugada a los que dorman incautos y, pasando a cuchillo aun a las que dejaban en cinta y poniendo fuego en lo ms del pueblo, tremolando sus banderas y con grande regocijo, [30] vinieron a bordo. No me hall presente a tan nefanda crueldad; pero con temores de que en algn tiempo pasara yo por lo mismo, desde la Capitana, en que siempre estuve, o el ruido de la escopetera y vi el incendio.

Si hubieran celebrado esta abominable victoria agotando frasqueras de aguardiente, como siempre usan, poco importara encomendarla al silencio; pero, habiendo intervenido en ello lo que yo vide, cmo pudiera dejar de expresarlo si no es quedndome dolor y escrpulo de no decirlo? Entre los despojos con que vinieron de el pueblo, y fueron cuanto por sus mujeres y bastimentos les haban dado, estaba un brazo humano de los que perecieron en el incendio: de ste cort cada uno una pequea presa y, alabando el gusto de tan linda carne, entre repetidas saludes le dieron fin. Miraba yo con escndalo y congoja tan bestial accin y, llegndose a m uno con un pedazo, me inst con importunaciones molestas a que lo comiese. A la debida repulsa que yo le hice, me dijo: Que siendo espaol y por el consiguiente cobarde, bien poda, para igualarlos a ellos en el valor, no ser melindroso. No me inst ms por responder a un brindis.

Avistaron la costa de la tierra firme de Camboya al tercero da y, andando continuamente de un bordo y otro, apresaron un Champn lleno de pimienta; hicieron con los que lo llevaban lo que conmigo y, sacndole la plata y cosas de valor que en l se llevaban, sin hacer caso alguno de la pimienta, quitndole timn y velas y abrindole un rumbo, lo dejaron ir al garete para que se perdiese. Echada la gente de este Champn en la tierra firme y pasndose a la isla despoblada de Puliubi, en donde se hallan cocos y ame con abundancia, con la seguridad de que no tena yo ni los mos por dnde huir, nos sacaron de las embarcaciones para colchar un cable. Era la materia de que se hizo bejuco verde y quedamos casi sin uso de las manos por muchos das, por acabarlo en pocos.

Fueron las presas que en este paraje hicieron de mucha monta, aunque no pasaran de tres, y de ellas perteneca la una al Rey de Siam, y las otras dos a los Portugueses de Macn y Goa. [31] Iba en la primera un Embajador de aquel Rey para el Gobernador de Manila, y llevaba para ste un regalo de preseas de mucha estima y muchos frutos y gneros preciosos de aquella tierra. Era el inters de la segunda mucho mayor, porque se reduca a solos tejidos de seda de la China en extremo ricos y a cantidad de oro en piezas de filigrana que, por va de Goa, se remita a Europa. Era la tercera del Virrey de Goa, y iba a cargo de un Embajador que enviaba al Rey de Siam por este motivo:

Consigui un Ginovs (no s las circunstancias con que vino all) no slo la privanza con aquel Rey, sino el que lo hiciese su Lugarteniente en el principal de sus puertos. Ensoberbecido ste con tanto cargo, les cort las manos a dos caballeros Portugueses que all asistan, por leves causas. Noticiado de ello, el Virrey de Goa enviaba a pedirle satisficin y aun a solicitar se le entregase el Ginovs para castigarle. A empeo que parece no caba en la esfera de lo asequible correspondi el regalo que para granjearle la voluntad al Rey se le remita. Vide y toqu con mis manos una como torre o castillo, de vara en alto, de puro oro, sembrada de diamantes y otras preciosas piedras; y, aunque no de tanto valor, le igualaban en lo curioso muchas alhajas de plata, cantidad de canfora, mbar y almizcle, sin el resto de lo que para comerciar y vender en aquel reino haba en la embarcacin.

Desembarazada sta y las dos primeras de lo que llevaban les dieron fuego y, dejando as a Portugueses como a Sianes y a ocho de los mos en aquella isla sin gente, tiraron la vuelta de las de Ciantn, habitadas de Malayos cuya vestimenta no pasa de la cintura y cuyas amas son crises. Rescataron de ellos algunas cabras, cocos y aceite de estos para la lanta y otros refrescos y, dndoles un albazo a los pobres Brbaros, despus de matar algunos y de robarlos a todos, en demanda de la isla de Tamburln viraron afuera. Viven en ella Macazares y, sentidos los Ingleses de no haber hallado all lo que en otras partes, poniendo fuego a la poblacin en ocasin que dorman sus habitadores, navegaron a la grande Isla de Borney y, por haber barloventeado catorce das su costa occidental sin haber pillaje, se acercaron al puerto de Cicudana en la misma isla.

[32] Hllanse en el territorio de este lugar muchas preciosas piedras y, en especial, diamantes de rico fondo; y la cudicia de rescatarlos y poseerlos, no muchos meses antes que all llegsemos, estimul a los Ingleses que en la India viven pidiesen al Rey de Borney (valindose para eso de el Gobernador que en Cicudana tena) les permitiese fatora en aquel paraje. Pusironse los piratas a sondar en las Piraguas la barra del ro, no slo para entrar en l con las embarcaciones mayores, sino para hacerse capaces de aquellos puestos. Interrumpiles este ejercicio un Champn de los de la tierra, en que vena de parte de quien la gobernaba a reconocerlos. Fue su respuesta ser de nacin Ingleses y que venan cargados de gneros nobles y exquisitos para contratar y rescatarles diamantes. Como ya antes haban experimentado en los de esta nacin amigable trato y vieron ricas muestras de lo que en los navos que apresaron en Puliubi les pusieron luego a la vista, se les facilit la licencia para comerciar. Hicironle al Gobernador un regalo considerable y consiguieron el que por el ro subiesen al pueblo (que dista un cuarto de legua de la marina) cuando gustasen.

En tres das que all estuvimos reconocieron estar indefenso y abierto por todas partes y, proponiendo a los Cicudanes no poder detenerse por mucho tiempo y que as se recogiesen los diamantes en casa del Gobernador, donde se hara la feria, dejndonos aprisionados a bordo y con bastante guarda, subiendo al punto de medianoche por el ro arriba muy bien armados, dieron de improviso en el pueblo, y fue la casa del Gobernador la que primero avanzaron. Saquearon cuantos diamantes y otras piedras preciosas ya estaban juntas y lo proprio consiguieron en otras muchas a que pegaron fuego, como tambin a algunas embarcaciones que all se hallaron. Oase a bordo el clamor del pueblo y la escopetera, y fue la mortandad (como blasonaron despus) muy considerable. Cometida muy a su salvo tan execrable traicin, trayendo preso al Gobernador y a otros principales, se vinieron a bordo con gran presteza y con la misma se levaron, saliendo afuera.

[33] No hubo pillaje que a ste se comparase por lo poco que ocupaba y su excesivo precio. Quin ser el que sepa lo que importaba? Vdele al capitn Bel tener a granel llena la copa de su sombrero de solos diamantes. Aportamos a la isla de Baturin dentro de seis das y ,dejndola por intil, se dio fondo en la de Pulitimn, donde hicieron aguada y tomaron lea y poniendo en tierra (despus de muy maltratados y muertos de hambre) al Gobernador y principales de Cicudana, viraron para la costa de Bengala, por ser ms cursada de embarcaciones, y en pocos das apresaron dos bien grandes de Moros negros, cargadas de rasos, elefantes, gasas y sarampares y, habindolas desvalijado de lo ms precioso, les dieron fuego, quitndoles entonces la vida a muchos de aquellos Moros a sangre fra y dndoles a los [que] quedaron las pequeas lanchas que ellos mismos traan para que se fuesen.

Hasta este tiempo no haban encontrado con Navo alguno que se les pudiera oponer y en este paraje, o por casualidad de la contingencia o porque ya se tendra noticia de tan famosos ladrones en algunas partes, de donde creo haba ya salido gente para castigarlos, se descubrieron cuatro Navos de guerra bien artillados, y todos de Holandeses, a lo que pareca. Estaban estos a sotavento y, tenindose de loo los piratas cuanto les fue posible, ayudados de la obscuridad de la noche, mudaron rumbo hasta dar en Pulilaor y se rehicieron de bastimentos y de agua; pero, no tenindose ya por seguros en parte alguna y temerosos de perder las inestimables riquezas con que se hallaban, determinaron dejar aquel archipilago.

Dudando si desembocaran por el estrecho de Sunda o de Sincapura, eligieron ste por ms cercano, aunque ms prolijo y dificultoso, desechando el otro, aunque ms breve y limpio, por ms distante o, lo ms cierto, por ms frecuentado de los muchos navos que van y vienen de la nueva Batavia, como arriba dije. Findose, pues, en un Prctico de aquel estrecho que iba con ellos, ayudndoles la brisa y corrientes cuanto no es decible, con banderas Holandesas y bien prevenidas las armas para cualquier acaso, esperando una noche que fuese lbrega, se entraron por l [34] con desesperada resolucin y lo corrieron casi hasta el fin sin encontrar sino una sola embarcacin al segundo da. Era sta una fragata de treinta y tres codos de quilla, cargada de arroz y de una fruta que llaman Bonga y, al mismo tiempo de acometerla (por no perder la costumbre de robar, aun cuando huan), dejndola sola, los que la llevaban y eran Malayos se echaron al mar y de all salieron a tierra para salvar las vidas.

Alegres de haber hallado embarcacin en que poder aliviarse de la mucha carga con que se hallaban, pasaron a ella de cada uno de sus Navos siete personas, con todas armas, y diez piezas de artillera con sus peltrechos; y, prosiguiendo con su viaje, como a las cinco de la tarde de este mismo da desembocaron. En esta ocasin se desaparecieron cinco de los mos y presumo que, valindose de la cercana a la tierra, lograron la libertad con echarse a nado. A los veinte y cinco das de navegacin avistamos una isla (no s su nombre) de que, por habitada de Portugueses, segn decan o presuman, nos apartamos y, desde all, se tir la vuelta de la Nueva Holanda, tierra an no bastantemente descubierta de los Europeos y poseda, a lo que parece, de gentes brbaras y, al fin de ms de tres meses, dimos con ella.

Desembarcados en la costa los que se enviaron a tierra con las Piraguas, hallaron rastros antiguos de haber estado gente en aquel paraje, pero, siendo all los vientos contrarios y vehementes y el surgidero malo, solicitando lugar ms cmodo, se consigui en una isla de tierra llana; y, hallando no slo resguardo y abrigo a las embarcaciones, sino un arroyo de agua dulce, mucha tortuga y ninguna gente, se determinaron dar all carena para volverse a sus casas. Ocupronse ellos en hacer esto y yo y los mos en remendarles las velas y en hacer carne. A cosa de cuatro meses o poco ms, estbamos ya para salir a viaje y, poniendo las proas a la isla de Madagascar o de San Lorenzo, con lestes a popa, llegamos a ella en veinte y ocho das. Rescatronse de los Negros que la habitan muchas gallinas, cabras y vacas, y, noticiados de que un navo Ingls mercantil estaba para entrar en [35] aquel puerto a contratar con los Negros, determinaron esperarlo y as lo hicieron.

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No era esto como yo infera de sus acciones y plticas, sino por ver si lograban el apresarlo; pero reconociendo, cuando lleg a surgir, que vena muy bien artillado y con bastante gente, hubo de la una a la otra parte repetidas salvas y amistad recproca. Dironle los mercaderes a los piratas agua ardiente y vino, y retornronles estos de lo que traan hurtado, con abundancia. Ya que no por fuerza (que era imposible) no omita diligencia el Capitn Bel para hacerse dueo de aquel navo como pudiese; pero lo que tena ste de ladrn y de cudicioso tena el Capitn de los mercaderes de vigilante y sagaz, y as, sin pasar jams a bordo nuestro (aunque con grande instancia y con convites que le hicieron, y que l no admita, lo procuraban), procedi en sus acciones con gran recato. No fue menor el que pusieron Bel y Donkin para que no supiesen los mercaderes el ejercicio en que andaban; y, para conseguirlo con ms seguro, nos mandaron a m y a los mos, de quienes nicamente se recelaban, el que pena de la vida no hablsemos con ellos palabra alguna y que dijsemos ramos marineros voluntarios suyos y que nos pagaban. Contravinieron a este mandato dos de mis compaeros, hablndole a un Portugus que vena con ellos, y mostrndose piadosos en no quitarles la vida, luego al instante los condenaron a recebir seis azotes de cada uno. Por ser ellos ciento y cincuenta, llegaron los azotes a novecientos, y fue tal el rebenque y tan violento el impulso con que los daban, que amanecieron muertos los pobres al siguiente da.

Trataron de dejarme a m y a los pocos compaeros que haban quedado en aquella isla; pero, considerando la barbaridad de los Negros Moros que all vivan, hincado de rodillas y besndoles los pies con gran rendimiento, despus de reconvenirles con lo mucho que les haba servido y ofrecindome a asistirles en su viaje como si fuese esclavo, consegu el que me llevasen consigo. Propusironme entonces, como ya otras veces me lo haban dicho, el que jurase de acompaarlos siempre y me daran armas. Agradecles la merced y ,haciendo refleja a las obligaciones con que [36] nac, les respond con afectada humildad el que ms me acomodaba a servirlos a ellos que a pelear con otros, por ser grande el temor que les tena a las balas, tratndome de Espaol cobarde y gallina y, por eso, indigno de estar en su compaa, que me honrara y valiera mucho, no me instaron ms.

Despedidos de los mercaderes y bien provisionados de bastimentos, salieron en demanda del Cabo de Buena Esperanza, en la costa de frica, y, despus de dos meses de navegacin, estando primero cinco das barloventndolo, lo montaron. Desde all, por espacio de un mes y medio, se coste un muy extendido pedazo de tierra firme, hasta llegar a una isla, que nombran de piedras, de donde despus de tomar agua y proveerse de lea, con las proas al oeste y con brisas largas dimos en la costa del Brasil en veinte y cinco das. En el tiempo de dos semanas, en que fuimos al luengo de la costa y sus vueltas disminuyendo altura, en dos ocasiones echaron seis hombres a tierra en una canoa y, habiendo hablado con no s qu Portugueses y compdoles algn refresco, se pas adelante hasta llegar finalmente a un ro dilatadsimo, sobre cuya boca surgieron en cinco brazas, y presumo fue el de las Amazonas, si no me engao.

DANLE LIBERTAD LOS PIRATAS,

Y TRAE A LA MEMORIA LO QUE TOLER EN SU PRISIN.

4.

[37] Debo advertir antes de expresar lo que toler y sufr de trabajos y penalidades en tantos aos, el que slo en el Condestable Nicpat y en Dick, Cuartamaestre del Capitn Bel, hall alguna conmiseracin y consuelo en mis continuas fatigas, as socorrindome sin que sus compaeros lo viesen, en casi extremas necesidades, como en buenas palabras con que me exhortaban a la paciencia. Persudome a que era el Condestable catlico sin duda alguna. Juntronse a consejo en este paraje y no se trat otra cosa sino qu se hara de m y de siete compaeros mos que haban quedado. Votaron unos, y fueron los ms, que nos degollasen, y otros, no tan crueles, que nos dejasen en tierra. A unos y otros se opusieron el Condestable Nicpat, el Cuartamaestre Dick y el Capitn Donkin con los de su squito, afeando accin tan indigna a la generosidad Inglesa.

Bstanos (deca ste) haber degenerado de quienes somos, robando lo mejor del Oriente con circunstancias tan impas. Por ventura no estn clamando al cielo tantos inocentes a quienes les llevamos lo que a costa de sudores posean, a quienes les quitamos la vida?, qu es lo que hizo este pobre espaol ahora para que la pierda? Habernos servido como un esclavo en agradecimiento de lo que con l se ha hecho desde que lo cogimos. Dejarlo en este ro, donde juzgo no hay otra cosa sino Indios Brbaros, es ingratitud. Degollarlo, como otros decs, es ms que impiedad y, porque no d voces que se oigan por todo el mundo su inocente sangre, yo soy, y los mos, quien los patrocina. Lleg a tanto la controversia que, estando ya para tomar las armas para decidirla, se convinieron en que me diesen la fragata que apresaron en el estrecho de Sincapura y, con ella, la libertad para que dispusiese de m y de mis compaeros como mejor me estuviese. Presuponiendo el que a todo ello me hall presente, pngase en [38] mi lugar quien aqu llegare y discurra de qu tamao sera el susto y la congoja con que yo estuve.

Desembarazada la fragata que me daban de cuanto haba en ella y cambiado a las suyas, me obligaron a que agradeciese a cada uno separadamente la libertad y piedad que conmigo usaban y as lo hice. Dironme un astrolabio y agujn, un derrotero Holands, una sola tinaja de agua y dos tercios de arroz, pero, al abrazarme el Condestable para despedirse, me avis cmo me haba dejado, a excusas de sus compaeros, alguna sal y tasajos, cuatro barriles de plvora, muchas balas de artillera, una caja de medicinas y otras diversas cosas. Intimronme (haciendo testigos de que lo oa) el que si otra vez me cogan en aquella costa, sin que otro que Dios lo remediase, me mataran, y que para excusarlo gobernase siempre entre el oeste y noroeste, donde hallara Espaoles que me amparasen, y, haciendo que me levase, dndome el buen viaje o por ,mejor decir, mofndose y escarnecindome, me dejaron ir.

Alabo a cuantos, aun con riesgo de la vida, solicitan la libertad, por ser sola ella la que merece, aun entre animales brutos, la estimacin. Sacnos a m y a mis compaeros tan no esperada dicha copiosas lgrimas y juzgo corran gustosas por nuestros rostros, por lo que antes las habamos tenido reprimidas y ocultas en nuestras penas. Con un regocijo nunca esperado suele de ordinario embarazarse el discurso y, parecindonos sueo lo que pasaba, se necesit de mucha refleja para creernos libres. Fue nuestra accin primera levantar las voces al cielo engrandeciendo a la divina misericordia como mejor pudimos y, con inmediacin, dimos las gracias a la que en el mar de tantas borrascas fue nuestra estrella. Creo hubiera sido imposible mi libertad si continuamente no hubiera ocupado la memoria y afectos en MARA Santsima de Guadalupe de Mxico, de quien siempre protesto vivir esclavo por lo que le debo. He trado siempre conmigo un retrato suyo y, temiendo no lo profanaran los herejes piratas cuando me apresaron, supuesto que entonces quitndonos los rosarios de los cuellos y reprehendindonos como a impos y supersticiosos los arrojaron a el mar, como mejor [39] pude se lo quit de la vista y la vez primera que sub al tope lo escond all.

Los nombres de los que consiguieron conmigo la libertad y haban quedado de los veinte y cinco (porque de ellos en la isla despoblada de Poliubi dejaron ocho, cinco se huyeron en Sincapura, dos murieron de los azotes en Madagascar y otros tres tuvieron la misma suerte en diferentes parajes) son Juan de Casas, Espaol, natural de la Puebla de los ngeles, en Nueva Espaa; Juan Pinto y Marcos de la Cruz, Indios Pangasinn aqul y ste Pampampango; Francisco de la Cruz y Antonio Gonzlez, Sangleyes; Juan Daz, Malabar, y Pedro, Negro de Mozambique, esclavo mo. A las lgrimas de regocijo por la libertad conseguida se siguieron las que bien pudieran ser de sangre por los trabajos pasados, los cuales nos represent luego al instante la memoria en este compendio.

A las amenazas con que estando sobre la isla de Caponiz nos tomaron la confesin para saber qu Navos y con qu armas estaban para salir de Manila, y cules lugares eran ms ricos, aadieron dejarnos casi quebrados los dedos de las manos con las llaves de las escopetas y carabinas; y, sin atender a la sangre, que lo manchaba, nos hicieron hacer ovillo del algodn que vena en grea para coser velas; continuse este ejercicio siempre que fue necesario en todo el viaje, siendo distribucin de todos los das, sin dispensa alguna, baldear y barrer por dentro y fuera las embarcaciones. Era tambin comn a todos nosotros limpiar los alfanjes, caones y llaves de carabinas, con tiestos de loza de China molidos cada tercero da; hacer meollar, colchar cables, saulas y contrabrazas; hacer tambin cajetas, embergues y mojeles. Aadase a esto ir al timn y pilar el arroz que de continuo coman, habiendo precedido el remojarlo para hacerlo harina, y hubo ocasin en que a cada uno se nos dieron once costales de a dos arrobas por tarea de un solo da con pena de azotes (que muchas veces toleramos) si se faltaba a ello.

Jams en las turbonadas, que en tan prolija navegacin experimentamos, aferraron velas; nosotros ramos los que lo [40] hacamos, siendo el galardn ordinario de tanto riesgo crueles azotes, o por no ejecutarlo con toda priesa o porque las velas, como en semejantes frangentes sucede, solan romperse. El sustento que se nos daba, para que no nos faltasen las fuerzas en tan continuo trabajo, se reduca a una ganta (que viene a ser un almud) de arroz, que se sancochaba como se poda, valindonos de agua de la mar en vez de la sal que le sobraba, y que jams nos dieron; menos de un cuartillo de agua se reparta a cada uno para cada da. Carne, vino, agua ardiente, bonga, ni otra alguna de las muchas miniestras que traan lleg a nuestras bocas; y, teniendo cocos en grande copia, nos arrojaban slo las cscaras para hacer bonote, que es limpiarlas y dejarlas como estopa para calafatear y cuando, por estar surgidos, los tenan frescos, les beban el agua y los arrojaban al mar.

Dironnos en el ltimo ao de nuestra prisin el cargo de la cocina y no slo contaban los pedazos de carne que nos entregaban, sino que tambin los medan para que nada comisemos. Notable crueldad y miseria es sta!, pero no tiene comparacin a la que se sigue. Ocupronnos tambin en hacerles calzado de lona y en coserles camisas y calzoncillos y, para ello, se nos daban contadas y medidas las hebras de hilo y, si por echar tal vez menudos los pespuntes, como queran, faltaba alguna, correspondan a cada una que se aada veinte y cinco azotes. Tuve yo otro trabajo, de que se privilegiaron mis compaeros, y fue haberme obligado a ser barbero y, en este ejercicio, me ocupaban todos los sbados sin descansar ni un breve rato, siguindosele a cada descuido de la navaja, y de ordinario eran muchos, por no saber cientficamente su manejo, bofetadas crueles y muchos palos. Todo cuanto aqu se ha dicho suceda a bordo, porque slo en Puliubi y en la isla despoblada de la Nueva Holanda, para hacer agua y lea y para colchar un cable de bejuco, nos desembarcaron.

Si quisiera especificar particulares sucesos me dilatara mucho y, con individuar uno u otro, se discurrirn los que callo. Era para nosotros el da del lunes el ms temido, porque, haciendo un crculo de bejuco en torno de la mesana y amarrndonos a l las [41] manos siniestras, nos ponan en las derechas unos rebenques y, habindonos desnudado, nos obligaban con puales y pistolas a los pechos a que unos a otros nos azotsemos. Era igual la vergenza y el dolor que en ello tenamos al regocijo y aplauso con que lo festejaban.

No pudiendo asistir mi compaero Juan de Casas a la distribucin del continuo trabajo que nos renda, atribuyndolo el Capitn Bel a la que llamaba flojera, dijo que el lo curara y por modo fcil (perdneme la decencia y el respeto que se debe a quien esto lee que lo refiera); redjose ste a hacerle beber, desledos en agua, los excrementos del mismo Capitn, tenindole puesto un cuchillo al cuello para acelerarle la muerte si lo repugnase y como a tan no oda medicina se siguiesen grandes vmitos, que le caus el asco y con que accidentalmente recuper la salud, desde luego nos la recet, con aplauso de todos, para cuando por nuestras desdichas adolecisemos.

Sufra yo todas estas cosas, porque por el amor que tena a mi vida no poda ms, y, advirtiendo haba das enteros que los pasaban borrachos, senta no tener bastantes compaeros de quien valerme para matarlos y, alzndome con la fragata, irme a Manila; pero tambin puede ser que no me fiara de ellos aunque los tuviera, por no haber otro Espaol entre ellos sino Juan de Casas. Un da que ms que otro me embarazaba las acciones este pensamiento, llegndose a m uno de los Ingleses, que se llamaba Cornelio, y gastando larga prosa para encargarme el secreto, me propuso si tendra valor para ayudarle con los mos a sublevarse. Respondle con gran recato; pero, asegurndome tena ya convencidos a algunos de los suyos (cuyos nombres dijo) para lo proprio, consigui de m el que no le faltara llegado el caso, pero pactando primero lo que para mi seguro me pareci convenir.

No fue sta tentativa de Cornelio, sino realidad, y de hecho haba algunos que se lo aplaudiesen, pero por motivos que yo no supe desisti de ello. Persudome a que l fue sin duda quien dio noticia al Capitn Bel de que yo y los mos lo queran matar, porque comenzaron a vivir de all en adelante con ms vigilancia, [42] abocando dos piezas cargadas de municin hacia la proa donde siempre estbamos y procediendo con gran cautela. No dej de darme toda esta prevencin de cosas grande cuidado y, preguntndole al Condestable Nicpat, mi patrocinador, lo que lo causaba, no me respondi otra cosa sino que mirsemos yo y los mos cmo dormamos. Maldiciendo yo entonces la hora en que me habl Cornelio, me previne como mejor pude para la muerte. A la noche de este da, amarrndome fuertemente contra la mesana, comenzaron a atormentarme para que confesase lo que acerca de querer alzarme con el navo tena dispuesto. Negu con la mayor constancia que pude y, creo que a persuasiones del Condestable, me dejaron solo; llegse ste entonces a m y, asegurndome el que de ninguna manera peligrara si me fiase dl, despus de referirle enteramente lo que me haba pasado, desamarrndome, me llev al camarote del capitn.

Hincado de rodillas en su presencia, dije lo que Cornelio me haba propuesto. Espantado el Capitn Bel con esta noticia, haciendo primero el que en ella me ratificase con juramento, con amenaza de castigarme por no haberle dado cuenta de ello inmediatamente, me hizo cargo de traidor y de sedicioso. Yo con ruegos y lgrimas y el Condestable Nicpat con reverencias y splicas, conseguimos que me absolviese, pero fue imponindome con pena de la vida que guardase secreto. No pasaron muchos das sin que de Cornelio y sus secuaces echasen mano; y fueron tales los azotes con que los castigaron, que yo aseguro el que jams se olviden de ellos mientras vivieren; y con la misma pena y otras mayores se les mand el que ni conmigo ni con los mos se entrometiesen; prueba de la bondad de los azotes sea el que uno de los pacientes, que se llamaba Enrique, recogi cuanto en plata, oro y diamantes le haba cabido y, quizs receloso de otro castigo, se qued en la isla de S. Lorenzo sin que valiesen cuantas diligencias hizo el Capitn Bel para recobrarlo.

Ilacin es, y necesaria, de cuanto aqu se ha dicho, poder competir estos piratas en crueldad y abominaciones a cuantos en la primera plana de este ejercicio tienen sus nombres; pero creo el que no hubieran sido tan malos como para nosotros lo fueron, [43] si no estuviera con ellos un ESPAOL que se preciaba de SEVILLANO y se llamaba MIGUEL. No hubo trabajo intolerable en que nos pusiesen, no hubo ocasin alguna en que nos maltratasen, no hubo hambre que padecisemos, ni riesgo de la vida en que peligrsemos, que no viniese por su mano y su direccin, haciendo gala de mostra[r]se impo y abandonando lo catlico en que naci por vivir pirata y morir hereje. Acompaaba a los Ingleses, y esto era para mi y para los mos lo ms sensible, cuando se ponan de fiesta, que eran las Pascuas de Navidad y los domingos del ao, leyendo o rezando lo que ellos en sus proprios libros. Almbrele Dios el entendimiento, para que enmendando su vida consiga el perdn de sus iniquidades.

NAVEGA ALONSO RAMREZ Y SUS COMPAEROS

SIN SABER DNDE ESTABAN NI LA PARTE A QUE IBAN;

DCENSE LOS TRABAJOS Y SUSTOS QUE PADECIERON HASTA VARAR EN TIERRA.

5.

[45] Basta de estos trabajos, que aun para ledos son muchos, por pasar a otros de diversa especie. No saba yo, ni mis compaeros, el paraje en que nos hallbamos ni el trmino que tendra nuestro viaje, porque ni entenda el derrotero Holands ni tenamos carta que entre tantas confusiones nos sirviera de algo y, para todos, era aqulla la vez primera que all nos vamos. En estas dudas, haciendo refleja a la sentencia que nos haban dado de muerte si segunda vez nos aprisionaban, cogiendo la vuelta del oeste me hice a la mar. A los seis das sin haber mudado la derrota avistamos tierra, que pareca firme por lo tendido y alta, y poniendo la proa al oesnoroeste me hall el da siguiente a la madrugada sobre tres islas de poca mbitu. Acompaado de Juan de Casas, en un cayuco pequeo que en la fragata haba, sal a una de ellas, donde se hallaron pjaros Tabones y Bobos y, trayendo grandsima cantidad de ellos para cenizarlos, me vine a bordo.

Arrimndonos a la costa, proseguimos por el largo de ella, y a los diez das se descubri una [La Trinidad] isla y, al parecer, grande; eran entonces las seis de la maana y, a la misma hora, se nos dej ver una armada de hasta veinte velas de varios portes y, echando bandera Inglesa, me llamaron con una pieza. Dudando si llegara, discurr el que, viendo a mi bordo cosas de Ingleses quizs no me creeran la relacin que les diese, sino que presumiran haba yo muerto a los dueos de la fragata y que andaba fugitivo por aquellos mares; y, aunque con turbonada que empez a entrar, juzgando me la enviaba Dios para mi escape, largu las velas de gavia y, con el aparejo siempre en la mano (cosa que no se atrevi a hacer ninguna de las naos [46] Inglesas), escap con la proa al norte, caminando todo aquel da y noche sin mudar derrota.

Al da siguiente volv la vuelta del oeste a proseguir mi camino y al otro, por la parte del leste, tom una [El Barbado] isla. Estando ya sobre ella se nos acerc una canoa con seis hombres a reconocernos y, apenas supieron de nosotros ser Espaoles y nosotros de ellos que eran Ingleses, cuando, corriendo por nuestros cuerpos un sudor fro, determinamos morir primero de hambre entre las olas que no exponernos otra vez a tolerar impiedades. Dijeron que si queramos comerciar hallaramos all azcar, tinta, tabaco y otros buenos gneros. Respondles que eso queramos, y atribuyendo a que era tarde para poder entrar, con el pretexto de estarme a la capa aquella noche y con asegurarles tambin el que tomaramos puerto al siguiente da, se despidieron y, poniendo luego al instante la proa al leste, me sal a la mar.

Ignorantes de aquellos parajes y persuadidos a que no hallaramos sino Ingleses donde llegsemos, no caba en mi ni en mis compaeros consuelo alguno y ms viendo que el bastimento se iba acabando y que, si no fuera por algunos aguaceros en que cogimos alguna, absolutamente nos faltara el agua. Al leste, como dije, y al lesnordeste, corr tres das y despus cambi la proa al noroeste y, gobernando a esta parte seis das continuos, llegu a una isla alta y grande y, acercndome por una punta que tiene al leste a reconocerla, sali de ella una Lancha con siete hombres para nosotros. Sabiendo de m ser Espaol y que buscaba agua y lea y algn bastimento, me dijeron ser aqulla isla de Guadalupe, donde vivan Franceses, y que, con licencia del Gobernador (que dara sin repugnancia), podra provisionarme en ella de cuanto necesitase y que, si tambin quera negociacin, no faltara forma, como no les faltaba a algunos que all llegaban. Dije que s entrara, pero que no saba por dnde, por no tener carta ni Prctico que me guiase, y que me dijesen en qu parte del mundo nos hallbamos. Hzoles notable fuerza el orme esto; y, instndome que de dnde haba salido y para qu parte, arrepentido inmediatamente de la pregunta, sin responderles a propsito, me desped.

[47] No se espante quien esto leyere de la ignorancia en que estbamos de aquellas islas, porque, habiendo salido de mi patria de tan poca edad, nunca supe (ni cuid de ello despus) qu islas son circunvecinas y cules sus nombres; menos razn haba para que Juan de Casas, siendo natural de la Puebla, en lo mediterrneo de la Nueva Espaa, supiese de ellas; y con ms razn militaba lo proprio en los compaeros restantes, siendo todos originarios de la India Oriental, donde no tienen necesidad de noticia que les importe de aquellos mares; pero, no obstante, bien presuma yo el que era parte de la Amrica en la que nos hallbamos.

Antes de apartarme de all les propuse a ma compaeros el que me pareca imposible tolerar ms, porque ya para los continuos trabajos en que nos vamos nos faltaban fuerzas, con circunstancia de que los bastimentos eran muy pocos y que, pues los Franceses eran catlicos, surgisemos a merced suya en aquella isla, persuadidos a que, hacindoles relacin de nuestros infortunios, les obligarla la piedad cristiana a patrocinarnos. Opusironse a este dictamen mo con grande esfuerzo, siendo el motivo el que a ellos, por su color y por no ser Espaoles, los haran esclavos y que les sera menos sensible el que yo, con mis manos, los echase al mar que ponerse en las de Extranjeros para experimentar sus rigores.

Por no contristarlos, sintiendo ms sus desconsuelos que los mos, mare la vuelta del norte todo el da y, el siguiente, al nornordeste; y por esta derrota a los tres das di vista a una [La Barbada] isla y, de all, habindola montado por a banda del sur y dejando [La Antigua] otra por la de babor, despus de dos das que fuimos al oroeste y al oesnoroeste me hall cercado de islotes entre dos grandes [San Bartolom y San Martn] islas. Costme notable cuidado salir de aqu por el mucho mar y viento que haca y, corriendo con slo el trinquete para el oeste, despus de tres das descubr una isla [La Espaola] grandsima, alta y montuosa; pero, habiendo amanecido cosa de seis leguas sotaventado de ella para la parte del sur, nunca me dio lugar el tiempo para cogerla, aunque gui al noroeste. Gastados poco ms de otros tres das sin rematarla, [48] reconocidos [Beata y Altobelo] dos islotes, ech al sudueste y, despus de un da sin notar cosa alguna ni avistar tierra, para granjear lo perdido, volv al noroeste. Al segundo da de esta derrota descubr y me acerqu a una isla [Jamaica] grande; vide en ella, a cuanto permiti la distancia, un puerto [Puerto Real] con algunos cayuelos fuera y muchas embarcaciones adentro.

Apenas vide que salan de entre ellas dos balandras con bandera Inglesa para reconocerme, cargando todo el pao, me atraves a esperarlas, pero por esta accin o por otro motivo que ellos tendran, no atrevindose a llegar cerca, se retiraron al puerto. Prosegu mi camino y, para montar una punta que sala por la proa, gobern al sur y, montada muy para afuera, volv al oeste y al oesnoroeste, hasta que a los dos das y medio llegu a una isla [Caimn Grande] como de cinco o seis leguas de largo, pero de poca altura, de donde sali para m una balandra con bandera Inglesa. Al punto cargu el pao y me atraves, pero despus de haberme cogido el barlovento, reconocindome por la popa y muy de espacio, se volvi a la isla. Llmela disparando una pieza sin bala, pero no hizo caso. No haber llegado a esta isla, ni arrojdome al puerto de la antecedente era a instancias y lgrimas de mis compaeros, a quienes apenas van cosa que tocase a Ingls cuando, al instante, les faltaba el espritu y se quedaban como azogados por largo rato.

Despechado entonces de m mismo y determinado a no hacer caso en lo venidero de sus sollozos, supuesto que no comamos sino lo que pescbamos y la provisin de agua era tan poca que se reduca a un barril pequeo y a dos tinajas, deseando dar en cualquiera tierra para (aunque fuese poblada de Ingleses) varar en ella, navegu ocho das al oeste y al oesudueste y, a las ocho de la maana de aquel en que a nuestra infructuosa y vaga navegacin se le puso trmino (por estar ya casi sobre l), reconoc un muy prolongado bajo de arena y piedra; no manifestando el susto que me caus su vista, orillndome a l como mejor se pudo, por una quebrada que haca lo atraves, sin que hasta las cinco de la tarde se descubriese tierra. Viendo su cercana que, por ser en extremo baja y no haberla por eso divisado, era ya mucha, antes [49] que se llegase la noche hice subir al tope por si se descubra otro bajo de que guardarnos y, mantenindome a bordos lo que qued de el da, poco despus de anochecer di fondo en cuatro brazas y sobre piedras. Fue esto con slo un anclote, por no haber ms, y con un pedazo de cable de camo de hasta diez brazas ajustado a otro de bejuco (y fue el que colchamos en Poliubi) que tena sesenta y, por ser el anclote (mejor lo llamara rezn) tan pequeo que slo podra servir para una Chata, lo ayud con una pieza de artillera entalingada con un cable de guamutil de cincuenta brazas. Creca el viento al peso de la noche y con gran puja,nza y por esto y por las piedras del fondo, poco despus de las cinco de la maana se rompieron los cables.

Vindome perdido mare todo el pao luego al instante, por ver si poda montar una punta que tena a la vista; pero era la corriente tan en extremo furiosa que no nos dio lugar ni tiempo para poder orzar, con que arribando ms y ms y sin resistencia, quedamos varados entre mcaras en la misma punta. Era tanta la mar y los golpes que daba el navo tan espantosos, que no slo a mis compaeros, sino aun a m, que ansiosamente deseaba aquel suceso para salir a tierra, me dej confuso y ms hallndome sin lancha para escaparlos. Quebrbanse las olas, no slo en la punta sobre que estbamos, sino en lo que se va de la costa, con grandes golpes; y a cada uno de los que a correspondencia daba el navo, pensbamos que se abra y nos tragaba el abismo. Considerando el peligro en la dilacin, haciendo fervorosos actos de contricin y queriendo merecerle a Dios su misericordia sacrificndole mi vida por la de aquellos pobres, cindome un cabo delgado para que lo fuesen largando, me arroj al agua. Quiso concederme su piedad el que llegase a tierra, donde lo hice firme, y sirviendo de andarivel a los que no saban nadar, convencidos de no ser tan difcil el trnsito como se lo pintaba el miedo, consegu el que ( no sin peligro manifiesto de ahogarse dos) a ms de media tarde estuviesen salvos.

SED, HAMBRE, ENFERMEDADES, MUERTES

CON QUE FUERON ATRIBULADOS EN ESTA COSTA:

HALLAN INOPINADAMENTE GENTE CATLICA

Y SABEN ESTAR EN TIERRA FIRME DE YUCATN EN LA SEPTENTRIONAL AMRICA.

6.

[51] Tendra de mbitu la pea que terminaba esta punta como docientos pasos y por todas partes la cercaba el mar y aun,tal vez por la violencia con que la hera, se derramaba por toda ella con grande mpetu. No tena rbol ni cosa alguna a cuyo abrigo pudisemos repararnos contra el viento, que soplaba vehementsimo y destemplado; pero, hacindole a Dios Nuestro Seor repetidas splicas y promesas, y persuadidos a que estbamos en parte donde jams saldramos, se pas la noche. Persever el viento, y por el consiguiente no se soseg el mar hasta de all a tres das; pero, no obstante, despus de haber amanecido, reconociendo su cercana nos cambiamos a tierra firme, que distara de nosotros como cien pasos y no pasaba de la cintura el agua donde ms hondo. Estando todos muertos de sed y no habiendo agua dulce en cuanto se pudo reconocer en algn espacio, posponiendo mi riesgo al alivio y conveniencia de aquellos mseros, determin ir a bordo y, encomendndome con todo afecto a MARA Santsima de Guadalupe, me arroj al mar y llegu al navo, de donde saqu una hacha para cortar y cuanto me pareci necesario para hacer fuego. Hice segundo viaje y, a empellones o, por mejor decir, milagrosamente, puse un barrilete de agua en la misma playa y, no atrevindome aquel da a tercer viaje, despus que apagamos todos nuestra ardiente sed, hice que comenzasen los ms fuertes a destrozar palmas de las muchas que all haba para comer los cogollos y ,encendiendo candela, se pas la noche.

Hallronse el da unos charcos de agua (aunque algo salobre) entre aquellas palmas y, mientras se congratulaban [52] los compaeros por este hallazgo, acompandome Juan de Casas, pas al navo, de donde en el Cayuco que all traamos (siempre con riesgo por el mucho mar y la vehemencia del viento) sacamos a tierra el velacho, las dos velas del trinquete y gavia y pedazos de otras. Sacamos tambin escopetas, plvora y municiones y cuanto nos pareci, por entonces, ms necesario para cualquier accidente.

Dispuesta una barraca en que cmodamente cabamos todos, no sabiendo a qu parte de la costa se haba de caminar para buscar gente, eleg sin motivo especial la que corre al sur. Yendo conmigo Juan de Casas y despus de haber caminado aquel da como cuatro leguas, matamos dos puercos monteses y, escrupulizando el que se perdiese aquella carne en tanta necesidad, cargamos con ellos para que los lograsen los campaneos. Repetimos lo andado a la maana siguiente hasta llegar a un ro de agua salada, cuya ancha y profunda boca nos ataj los pasos; y aunque, por haber descubierto unos ranchos antiqusimos hechos de paja, estbamos persuadidos a que dentro de breve se hallara gente, con la imposibilidad de pasar adelante, despus de cuatro das de trabajo nos volvimos tristes.

Hall a los compaeros con mucho mayores aflicciones que las que yo traa, porque los charcos de donde se provean de agua se iban secando y todos estaban tan hinchados que parecan hidrpicos. Al segundo da de mi llegada se acab el agua y, aunque por el trmino de cinco se hicieron cuantas diligencias nos dict la necesidad para conseguirla, exceda a la de la mar en la amargura la que se hallaba. A la noche del quinto da, postrados todos en tierra y ms con los afectos que con las voces, por sernos imposible el articularlas, le pedimos a la Santsima Virgen de Guadalupe el que, pues era fuente de aguas vivas para sus devotos, compadecindose de los que ya casi agonizbamos con la muerte, nos socorriese como a hijos, protestando no apartar jams de nuestra memoria, para agradecrselo, beneficio tanto. Bien sabis, Madre y Seora ma amantsima, el que as pas. Antes que se acabase la splica, viniendo por el sueste la turbonada, cay un aguacero tan copioso sobre nosotros que, [53] refrigerando los cuerpos y dejndonos en el cayuco y en cuantas vasijas all tenamos provisin bastante, nos dio las vidas.

Era aquel sitio no slo estril y falto de agua sino muy enfermo y, aunque as lo reconocan los compaeros, temiendo morir en el camino, no haba modo de convencerlos para que lo dejsemos; pero quiso Dios que lo que no recabaron mis splicas lo consiguieron los mosquitos (que tambin all haba) con su molestia; y ellos eran, sin duda alguna, los que en parte les haban causado las hinchazones que he dicho con sus picadas. Treinta das se pasaron en aquel puesto comiendo chachalacas, palmitos y algn marisco y, antes de salir de l por no omitir diligencia, pase al navo, que hasta entonces no se haba escalimado, y cargando con bala toda la artillera la dispar dos veces.

Fue mi intento el que, si acaso haba gente la tierra adentro, poda ser que les moviese el estruendo a saber la causa y que, acudiendo all, se acabasen nuestros trabajos con su venida. Con esta esperanza me mantuve basta el siguiente da en cuya noche (no s cmo) tomando fuego un cartucho de a diez que tena en la mano, no slo me la abras, sino que me maltrat un muslo, parte del pecho, toda la cara, y me vol el cabello. Curado como mejor se pudo con ungento blanco, que en la caja de medicina que me dej el Condestable se haba hallado, y a la subsecuente maana, dndoles a los compaeros el aliento de que yo ms que ellos necesitaba, sal de all.

Quedse (ojal la pudiramos haber trado con nosotros, aunque fuera a cuestas, por lo que en adelante dir), quedse, digo, la Fragata que, en pago de lo mucho que yo y los mos servimos a los Ingleses nos dieron graciosamente. Era (y no s si todava lo es) de treinta y tres codos de quilla y con tres aforros, los palos y vergas de excelentsimo pino, la fbrica toda de lindo glibo, y tanto, que corra ochenta leguas por singladura con viento fresco; quedronse en ella y en las playas nueve piezas de artillera de hierro con ms de dos mil balas de a cuatro, de a seis y de a diez, y todas de plomo; cien quintales, por lo menos, de este metal; [54] cincuenta barras de estao, sesenta arrobas de hierro, ochenta barras de cobre del Japn, muchas tinajas de la China, siete colmillos de Elefante, tres barriles de plvora, cuarenta caones de escopeta, diez llaves, una caja de medicinas y muchas herramientas de cirujano.

Bien provisionados de plvora y municiones y no otra cosa, y cada uno de nosotros con escopeta, comenzamos a caminar por la misma marina la vuelta del norte, pero con mucho espacio por la debilidad y flaqueza de los compaeros y, en llegar a un arroyo de agua dulce, pero bermeja, que distara del primer sitio menos de cuatro leguas, se pasaron dos das. La consideracin de que a este paso slo podamos acercarnos a la muerte, y con mucha priesa, me oblig a que, valindome de las ms suaves palabras que me dict el cario, les propusiese el que, pues ya no les poda faltar el agua y como vamos acuda all mucha volatera que les aseguraba el sustento, tuviesen a bien el que, acompaado de Juan de Casas, me adelantase hasta hallar poblado, de donde protestaba volvera cargado de refresco para sacarlos de all.

Respondieron a esta proposicin con tan lastimeras voces y copiosas lgrimas, que me las sacaron de lo ms tierno del corazn en mayor raudal. Abrazndose de m, me pedan con mil amores y ternuras que no les desamparase y que, pareciendo imposible en lo natural poder vivir el ms robusto ni aun cuatro das, siendo la demora tan corta, quisiese, como padre que era de todos, darles mi bendicin en sus postreras boqueadas y que despus prosiguiese muy enhorabuena a buscar el descanso que a ellos les negaba su infelicidad y desventura en tan extraos climas. Convencironme sus lgrimas a que as lo hiciese; pero, pasados seis das sin que mejorasen, reconociendo el que yo me iba hinchando y que mi falta les acelerara la muerte, temiendo ante todas cosas la ma, consegu el que aunque fuese muy poco a poco se prosiguiese el viaje.

Iba yo y Juan de Casas descubriendo lo que haban de caminar los que me seguan y era el ltimo, como ms enfermo, Francisco de la Cruz, Sangley, a quien, desde el trato de cuerda [55] que le dieron los Ingleses antes de llegar a Caponiz, le sobrevinieron mil males, siendo el que ahora le quit la vida dos hinchazones en los pechos y otra en el medio de las espaldas, que le llegaba al cerebro. Habiendo caminado como una legua hicimos alto y, siendo la llegada de cada uno segn sus fuerzas, a ms de las nueve de la noche no estaban juntos, porque este Francisco de la Cruz an no haba llegado. En espera suya se pas la noche y, dndole orden a Juan de Casas que prosiguiera el camino ant,es que amaneciese, volv en su busca: halllo a cosa de media legua, ya casi boqueando, pero en su sentido. Deshecho en lgrimas, y con mal articuladas razones, porque me las embargaba el sentimiento, le dije lo que, para que muriese conformndose con la voluntad de Dios y en gracia suya, me pareci a propsito y, poco antes del medioda, rindi el espritu. Pasadas como dos horas hice un profunda hoyo en la misma arena y, pidindole a la divina Majestad el descanso de su alma, lo sepult y, levantando una cruz (hecha de dos toscos maderos) en aquel lugar, me volv a los mos.

Halllos alojados delante de donde haban salido como otra legua y a Antonio Gonzlez, el otro Sangley, casi moribundo; y, no habiendo regalo que poder hacerle, ni medicina alguna con que esforzarlo, estndolo consolando, o de triste o de cansado, me qued dormido y, despertndome el cuidado a muy breve rato, lo hall difunto. Dmosle sepultura entre todos el siguiente da y, tomando por asunto una y otra muerte, los exhort a que caminsemos cuanto ms pudisemos, persuadidos a que as slo se salvaran las vidas. Anduvironse aquel da como tres leguas y en los tres siguientes se granjearon quince; y fue la causa el que, con el ejercicio del caminar, al paso que se sudaba se revolvan las hinchazones y se nos aumentaban las fuerzas. Hallse aqu un ro de agua salada muy poco ancho y en extremo hondo y ,aunque retard por todo un da un manglar muy espeso el llegar a l, reconociendo despus de sondarlo faltarle vado, con palmas que se cortaron se le hizo puente y se fue adelante, sin que el hallarme en esta ocasin con calentura me fuese estorbo.

[56] Al segundo da que de all salimos, yendo yo y Juan de Casas precediendo a todos, atraves por el camino que llevbamos un disforme oso y, no obstante el haberlo herido con la escopeta, se vino para m y, aunque me defenda yo con el mocho como mejor poda, siendo pocas mis fuerzas y las suyas muchas, a no acudir a ayudarme mi compaero, me hubiera muerto; dejmoslo all tendido y se pas de largo. Despus de cinco das de este suceso llegamos a una punta de piedra, de donde me pareca imposible pasar con vida por lo mucho que me haba postrado la calentura, y ya entonces estaban notablemente recobrados todos o, por mejor decir, con salud perfecta. Hecha mansin y mientras entraban en el monte adentro a buscar comida, me recog a un rancho que, con una manta que llevbamos, al abrigo de una pea me haban hecho y qued en guarda mi esclavo Pedro. Entre las muchas imaginaciones que me ofreci el desconsuelo en esta ocasin, fue la ms molesta el que sin duda estaba en las costas de la Florida en la Amrica y que, siendo cruelsimos en extremo sus habitadores, por ltimo habamos de rendir las vidas en sus sangrientas manos.

Interrumpime estos discursos mi muchacho con grandes gritos, dicindome que descubra gente por la costa y que vena desnuda. Levantme asustado y tomando en la mano la escopeta me sal afuera y, encubierto de la pea a cuyo abrigo estaba, reconoc dos hombres desnudos con cargas pequeas a las espaldas y haciendo ademanes con la cabeza como quien busca algo; no me pes de que viniesen sin armas y, por estar ya a tiro mo, les sal al encuentro. Turbados ellos mucho ms sin comparacin que lo que yo lo estaba, lo mismo fue verme que arrodillarse y, puestas las manos comenzaron a dar voces en Castellano y a pedir cuartel. Arroj yo la escopeta y, llegndome a ellos, los abrac y, respondindome a las preguntas que inmediatamente les hice, dijeron que eran catlicos y que, acompaando a su amo que vena atrs y se llamaba Juan Gonzlez y era vecino del pueblo de Tejozuco, andaban por aquellas playas buscando mbar; dijeron tambin el que era aquella costa la que llamaban de Bacalal, en la provincia de Yucatn.

[57] Siguise a estas noticias, tan en extremo alegres y ms en ocasin en que la vehemencia de mi tristeza me ideaba muerto entre gentes brbaras, el darle a Dios y a su Santsima Madre repetidas gracias y, disparando tres veces, que era contrasea para que acudiesen los compaeros, con su venida, que fue inmediata y acelerada, fue comn entre todos el regocijo. No satisfechos de nosotros los Yucatecos, dudando si seramos de los piratas Ingleses y Franceses que por all discurren, sacaron de lo que llevaban en sus mochilas para que comisemos y,dndoles (no tanto por retorno, cuanto porque depusiesen el miedo que en ellos vamos) dos de nuestras escopetas, no las quisieron. A breve rato nos avist su amo, porque vena siguiendo a sus Indios con pasos lentos; y, reconociendo el que quera volver aceleradamente atrs para meterse en lo ms espeso del monte, donde no sera fcil el que lo hallsemos, quedando en rehenes uno de sus dos indios, fue el otro, a persuasiones y splicas nuestra,s a asegurarlo.

Despus de una larga pltica que entre s tuvieron, vino, aunque con sobresalto y recelo, segn por el rostro se le adverta y en sus palabras se denotaba, a nuestra presencia; y, hablndole yo con grande benevolencia y cario y hacindole una relacin pequea de mis trabajos grandes, entregndole todas nuestras armas para que depusiese el miedo con que lo vamos, consegu el que se quedase con nosotros aquella noche, para salir a la maana siguiente donde quisiese llevarnos. Djonos, entre varios cosas que se parlaron, le agradecisemos a Dios por merced muy suya el que no me hubiesen visto sus Indios primero y a largo trecho, porque, si tenindonos por piratas se retiraran al monte para guarecerse en su espesura, jams saldramos de aquel paraje inculto y solitario, porque nos faltaba embarcacin para conseguirlo.

PASAN A TEJOZUCO, DE ALL A VALLADOLID,

DONDE EXPERIMENTAN MOLESTIAS;

LLEGAN A MRIDA; VUELVE ALONSO RAMREZ A VALLADOLID

Y SON AQULLAS MAYORES.

CAUSA POR QU VINO A MXICO Y LO QUE DE ELLO RESULTA.

7.

[59] Si a otros ha muerto un no esperado jbilo, a m me quit la calentura el que ya se puede discurrir si sera grande; libre, pues, de ella, salimos de all cuando rompa el da y, despus de haber andado por la playa de la ensenada una legua, llegamos a un puertecillo donde tenan varada una canoa en que haban pasado; entramos en ella y, quejndonos todos de mucha sed, hacindonos desembarcar en una pequea isla de las muchas que all se hacen, a que viraron luego, hallamos un edificio al parecer antiqusimo, compuesto de solas cuatro paredes y en el medio de cada una de ellas una pequea puerta y ,a correspondencia, otra en el medio, de mayor altura (sera la de las paredes de afuera como tres estados). Vimos tambin all cerca unos pozos hechos a mano y llenos de excelente agua. Despus que bebimos hasta quedar satisfechos, admirados de que en un islote que bojeaba docientos pasos se hallase agua, y con las circunstancias del edificio que tengo dicho, supe el que no slo ste, sino otros que se hallan en partes de aquella Provincia y mucho mayores, fueron fbrica de gentes que muchos siglos antes que la conquistaran los espaoles vinieron a ella.

Prosiguiendo nuestro viaje, a cosa de las nueve del da se divis una canoa de mucho porte. Asegurndonos la vela que traan (que se reconoci ser de petate o estera, que todo es uno), no ser piratas Ingleses como se presumi, me propuso Juan Gonzlez el que les embistisemos y los apressemos. Era el motivo que para cohonestarlo se le ofreci el que eran Indios gentiles de la Sierra los que en ella iban y que, llevndolos al cura de su pueblo para que los catequizase, como cada da lo haca con otros, le haramos con ello un estimable obsequio, a que se aada [60] el que, habiendo trado bastimentos para solos tres, siendo ya nueve los que all ya bamos, y muchos los das que sin esperanza de hallar comida habamos de consumir para llegar a poblado, podamos y aun debamos valernos de los que sin duda llevaban los Indios.

Parecime conforme a razn lo que propona y, a vela y remo, les dimos caza. Eran catorce las personas (sin unos muchachos) que en la canoa iban y, habiendo hecho poderosa resistencia disparando sobre nosotros lluvias de flechas, atemorizados de los tiros de escopeta, que, aunque eran muy continuos y espantosos, iban sin balas porque, siendo impiedad matar a aquellos pobres sin que nos hubiesen ofendido ni aun levemente, di rigurosa orden a los mos de que fuese as. Despus de haberles abordado le hablaron a Juan Gonzlez, que entenda su lengua, y prometindole un pedazo de mbar que pesara dos libras y cuanto maz quisisemos del que all llevaban, le pidieron la libertad. Propsome l que, si as me pareca, se les concediese y, desagradndome el que ms se apeteciese el mbar que la reduccin de aquellos miserables gentiles al gremio de la iglesia catlica, como me insinuaron, no vine en ello. Guardse Juan Gonzlez el mbar y, amarradas las canoas y asegurados los prisioneros, proseguimos nuestra derrota hasta que, atravesada la ensenada, ya casi entrada la noche, saltamos en tierra.

Gastse el da siguiente en moler maz y disponer bastimento para los seis que dijeron habamos de tardar para pasar el monte y, echando por delante a los Indios con la provisin, comenzamos a caminar; a la noche de este da, queriendo sacar lumbre con mi escopeta, no pensando estar cargada y no poniendo, por esta inadvertencia, el cuidado que se deba, salindoseme de las manos y lastimndome el pecho y la cabeza con el no prevenido golpe, se me quit el sentido. No volv en mi acuerdo hasta que, cerca de media noche, comenz a caer sobre nosotros tan poderoso aguacero que, inundando el paraje en que nos alojamos y pasando casi por la cintura la avenida, que fue improvisa, perdimos la mayor parte del bastimento y toda la plvora, menos la que tena en mi graniel. Con esta incomodidad, y [61] llevndome cargado los Indios porque no poda moverme, dejndonos a sus dos criados para que nos guiasen y habindose Juan Gonzlez adelantado, as para solicitamos algn refresco como para noticiar a los Indios de los Pueblos inmediatos, adonde habamos de ir, el que no ramos piratas, como podan pensar, sino hombres perdidos que bamos a su amparo.

Proseguimos por el monte nuestro camino, sin un Indio y una India de los gentiles que, valindose del aguacero se nos huyeron; pasamos excesiva hambre hasta que, dando en un plantanal, no slo comimos hasta satisfacernos sino que, provedos de plntanos asados, se pas adelante. Noticiado por Juan Gonzlez, el