Identidades No. 1

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Revista de Expresiones Culturales Volumen 1, Número 1

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PORTADA

Foto: Juan Rodrigo Llaguno

IDENTIDADESRevista de Expresiones Culturales Volumen 1, Número 1

Carmen Junco Presidenta

Katzir Meza Secretario Técnico

Magdalena Sofía Cárdenas Directora de Desarrollo y Patrimonio Cultural

Alejandro Rodríguez Director editorial

Consejo editorial Genaro Saúl Reyes José Juan Olvera Gudiño José T. Espinosa-Jácome María Zebadúa Serra María Dolores Hernández

Diseño editorial Carlos García

Correción de estilo Tilde Editores

FotografíasJuan Rodrigo LlagunoJairo Ortiz

DIRECTORIO

LegalIdentidades. Revista de expresiones culturales. | Año 2011, Nú-mero 1, es una publicación cuatrimestral editada por el Con-sejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León. | Washington 648 ote. Colonia Centro, Monterrey, Nuevo León, C.P. 64000, Tel. 20206705. | WWW.CoNarte.oRg.Mx. | Editor responsa-ble: Alejandro Rodríguez. | Permisos en trámite.

Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación.

Queda estrictamente prohibida la reproducción total o par-cial de los contenidos e imágenes de la publicación sin pre-via autorización del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León o los autores en su caso.

Esta publicación es apoyada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través de su programa de subsidios.

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Editorial

Ensayo de dos posibles clasificaciones de las comunidades de extranjeros residentes en el área metropolitana de Monterrey.

Artículos y reportajes

Japoneses en Monterrey

Importados para sonar

La comunidad judía en Monterrey: todo un estilo de vida

Galería

Embajadores... ¿por casualidad?

Los números de... los extranjeros

Arte

De Monterrey a Malawi, pasando por Barcelona y Lyon.

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CONTENIDO

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Editorial

Cada vez que pensamos en aquellos símbolos que identifican a los habitantes de la comuni-dad nuevoleonesa, nos encontramos ante una interrogante. Las expresiones culturales que con el paso del tiempo han emergido en nuestro estado, nos llevan a replantearnos el tema de la identidad –o quizá mejor dicho- las identidades que nos conforman. La indumentaria, la gas-tronomía, los oficios, la música, el deporte así como los espacios en los que se hacen mani-fiestas nuestras expresiones culturales son cada vez más diversas y cambiantes. Por otra parte, el impacto de los medios de comunicación nos lleva a ampliar nuestras posibilidades de con-tacto con otras comunidades, lo que se traduce en la adopción de nuevos símbolos que poco a poco se adaptan a nuestro contexto. Muestra de ello son las expresiones culturales de las tribus urbanas, las barras de futbol, los deportes ex-tremos, los lectores de cómics o veganos, entre muchos otros.

Es por ello que hemos emprendido el esfuerzo de publicar una revista en la que sobre un sólo tema, se puedan escuchar diferentes voces. En-tre ellas, las de los académicos, artistas visua-les, poetas, intelectuales, críticos literarios y de las artes, o bien la de los reporteros y cronistas.

Con el primer número de esta publicación, nos proponemos empezar a reflexionar en plural, ya que las comunidades extranjeras que desde hace varios años se han ido conformando en

Nuevo León, son un reflejo de la complejidad de nuestra sociedad. El sólo hecho de saber que los domingos se oficia misa para la comunidad coreana, o que en los campos del Parque Plaza Sésamo juega un equipo llamado los “Japore-gios”, sin contar todas las opciones gastronó-micas que los italianos, brasileños, cubanos, argentinos y un largo etcétera, han aportado a nuestra comunidad, nos obliga a plantearnos algunas preguntas centrales. Entre ellas, una de las que nos ofrece el artículo de Juan Doncel, que le da el título a este número: ¿queremos una sociedad en la que las diferentes comunidades compartan un espacio o una en la que el diálogo y la interacción intercultural sea la norma y no la excepción?

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EnSayo DE DoS PoSiblES ClaSiFiCaCionES DE laS ComuniDaDES DE ExTranjEroS rESiDEnTES En El árEa mETroPoliTana DE monTErrEy

JUAN DONCEL

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través del presente artículo avanza-mos una síntesis de los primeros resultados de un

proyecto más amplio que desde la Universidad Regiomontana se está llevando a cabo, mismo que preten-de brindar una respuesta académica a la importancia creciente que están adquiriendo las comunidades de ex-tranjeros en la vida del país. En este sentido, Nuevo León debe ser visto como entidad clave en el proceso de globalización económica, además de un gran mercado en lo que se refiere a la oferta educativa y a las múltiples implicaciones de su situa-ción fronteriza con Estados Unidos. Monterrey, destacado motor de la economía mexicana, históricamente se ha caracterizado por su poder de atracción para miles de trabajadores provenientes de las más diversas re-giones mexicanas y, recientemente, centroamericanas. Esta ciudad se ha constituido tanto en receptora como en plataforma migratoria (migra-ción eminentemente económica), recibiendo contingentes laborales procedentes de aquellas regiones más desfavorecidas en el plano socioeconómico. A esto debemos

sumar que, por el hecho de tratarse de un espacio muy propicio para los negocios y con una oferta enorme en el terreno de la educación supe-rior, el polo de atracción se ha he-cho extensivo a muchos otros países con mayores niveles de bienestar social y económico.

Esta realidad debe ser ubicada en un contexto mundial cada vez más globalizado y más tendiente hacia la intensificación no sólo de la mo-vilidad de personas, sino también de mercancías, de información, de ideas, de valores… La convivencia entre comunidades procedentes de sociedades culturalmente muy diversas exige dar respuesta a la pregunta ¿queremos una sociedad multicultural o intercultural? Es decir, ¿queremos una sociedad en la que las diferentes comunidades compartan un espacio pero que reduzcan sus contactos intergrupa-les al mínimo necesario o aboga-mos por una sociedad en la que el diálogo y la interacción intercultu-ral sea la norma y no la excepción? Para maximizar las ventajas que esta riqueza cultural nos ofrece, así como para enfrentar los posibles problemas o amenazas procedentes de una riqueza mal gestionada, se

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hace imprescindible una serie de actuaciones a nivel público.

Conscientes de esta necesidad y de la presente tendencia globali-zadora, desde la Escuela de Comu-nicación Social de la Universidad Regiomontana hemos puesto en marcha un proyecto de investi-gación cuyo principal objetivo es conocer esta realidad multicultural, planteándonos así el reto de sentar las bases para la generación de una ciudadanía verdaderamente cosmo-polita. Conjuntamente con alum-nos y alumnas de la Maestría de Comunicación se ha construido un equipo de investigación, experiencia de aprendizaje que ha tratado de aunar y maximizar las ventajas de la docencia con la práctica investi-gadora.

A continuación voy a presentar aquí los primeros resultados del trabajo de campo realizado. Esta entrega debe ser vista como la parte inicial de un proyecto mayor que abordará muchas más temáticas de las que aquí se plantean. Así, esta entrega constituye la piedra angular sobre la cual edificaremos el conjunto de nuestra investigación y hemos optado por comenzar ofre-ciendo una visión más descriptiva

para, en posteriores entregas, tener un contexto en el cual ubicar un estudio que busca más adentrarse en las percepciones subjetivas y en la construcción de identidades ciudadanas. Principalmente, aquí exponemos una aproximación a la obra publicada Extranjeros en Monterrey: construcción de comu-nidades e identidades ciudadanas, buscando establecer una tipología que nos permita clasificar a las diversas comunidades seleccionadas en función de las características mi-gratorias (primordialmente por los motivos para migrar y por ocupa-ciones laborales predominantes), así como reubicar a estas comunidades, en una escala que nos permita co-nocer su grado relativo de cohesión interna y su complejidad organiza-cional.

De esta manera ofrecemos un mosaico de comunidades, que nos brinda una idea de las similitudes y diferencias entre ellas y que resultarán determinantes a la hora de tratar de entender y explicar sus dinámicas de interacción tanto in-tracomunitarias como intercomuni-tarias y en relación a la sociedad de acogida. El hablar de comunidades significa que nuestro interés está

El hablar dE

“comunidadEs”

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enfocado hacia aquellos que se sien-ten miembros de un colectivo hu-mano unido por una nacionalidad o una cultura común y que actúan en consecuencia, es decir, aquellos que interactúan, se reconocen entre ellos y crean tejido social. Aunque no excluimos a los más individua-listas o dispersos, sí priorizamos a los individuos con mayor grado de interconexión.

Clasificación de las comunidades en re-lación a sus caracte-rísticas migratorias

Entre las comunidades selecciona-das durante el trabajo de campo, hemos podido comprobar que mu-chas de ellas responden a caracte-rísticas migratorias muy diferentes. No obstante, existen suficientes regularidades entre algunas de ellas para ensayar aquí una clasificación. En todo caso, las categorías aquí planteadas no deben ser entendidas como absolutas, pues el tránsito y el solapamiento entre unas y otras en cada caso particular son inevitables. Se trata, pues, de tipos ideales que

comunidadEs

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(EmprEsas

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nos permitan ubicar los distintos casos por sus tendencias más domi-nantes en lo que se refiere a la moti-vación y características migratorias del segmento de población más numeroso de cada comunidad.

Dentro de esta categoría hemos ubicado a las comunidades de japo-neses, coreanos, brasileños, indios y de estadounidenses (este último caso se trata de una colectividad mucho más numerosa y compleja que las demás, complejidad que dota a la comunidad de cierto grado de indefi-nición y que hace que se deba ubicar en el límite entre esta categoría y la reservada a las comunidades más heterogéneas, en el sentido de que no presentan características ocupa-cionales claramente dominantes). La principal característica que da a estas comunidades su lugar específico en nuestra clasificación, en lo que se refiere a la motivación migratoria, es que están compuestas mayormente por inmigrantes enviados desde sus respectivas empresas a alguna de sus sedes en Monterrey. Dado que suelen ocupar puestos directivos o ser técnicos altamente calificados, disfrutan de un alto poder adquisiti-vo y por tanto, de un elevado estatus socioeconómico.

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Konrad Komusinski / polonia

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Ahora bien, existen comunidades, como el caso de los coreanos y japo-neses, con importantes circunstan-cias migratorias similares y rasgos culturales esenciales en común, lo que se traduce en respuestas adaptativas igualmente parecidos, encontramos otras comunidades enormemente distantes entre sí en lo que a estos aspectos se refiere, pero que también deben ser eti-quetadas aquí como “comunidades volátiles”. Así pues, no podemos considerar éste como el único factor explicativo de la forma y dirección que adquiere la interacción entre estas comunidades y la regiomon-tana. Por ejemplo, en el caso de la comunidad brasileña encontramos una situación dominante similar en este sentido (es decir, trabajadores de alto nivel enviados por empre-sas cuya casa matriz se encuentra en su país de origen) pero con una respuesta adaptativa muy diferente (más abierta hacia otras comuni-dades de extranjeros con los que comparten un substrato cultural que sienten afín).

Mas; volviendo al caso de las co-munidades de japoneses y coreanos, también encontramos en ambos casos importantes matices que los

diferencian y que condicionan su proceso de adaptación a la sociedad circundante. Por ejemplo, los mi-grantes coreanos enviados por sus empresas viajan más frecuentemen-te con sus familias, mientras que los japoneses suelen viajar solos. Si ésta es finalmente identificada como una tendencia dominante habrá de ser considerada a la hora de entender

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mEntE con sus

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viajar solos

diferentes estrategias de adaptación, pues en cada caso las circunstancias y las necesidades cambian signifi-cativamente. En este sentido, según fuentes consulares, la totalidad de los japoneses enviados por sus em-presas son varones cuya edad oscila entre los 40 y los 60 años. Ambos datos planteados aquí favorecen la posibilidad de que suceda lo consi-derado como una de las máximas expresiones en la profunda integra-ción intercultural (y también una fuente importante de conflictos): el matrimonio interétnico.

Comunidades pro-cedentes de países socialistas o con pasado socialista

La justificación de esta categoría resulta de una coincidencia que va más allá de un pasado político común, aunque se trata de una consecuencia directa de una de las características de estos regímenes políticos. El hecho de que tanto en Cuba como en los países de Europa del Este en la órbita socialista se primase la actividad deportiva, la educación superior pública y gra-tuita, y el acceso a la educación ar-

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tística para toda la población como una de las señas de identidad del sistema socialista ha posibilitado que encontremos, al día de hoy, una pauta común en las ocupaciones predominantes de los inmigrantes en Monterrey provenientes de estos países.

En ese sentido, el caso paradigmá-tico es el de la comunidad cubana, compuesta casi en su totalidad por profesionales dedicados al arte, al deporte, a la medicina o a labo-res intelectuales (concretamente, durante el trabajo de campo hemos encontrado músicos, bailarines, actores, artistas plásticos, fisiote-rapeutas, masajistas, deportistas profesionales, entrenadores depor-tivos, médicos, literatos, científicos y maestros universitarios). Por otra parte, en el caso de Cuba es impor-tante destacar la relativa frecuencia con que artistas y deportistas envia-dos al extranjero por el Ministerio de Cultura Cubano deciden no re-gresar a su país una vez terminada la gira. Por este motivo la cuestión de la regularidad o irregularidad de la situación migratoria se convierte también en una cuestión a conside-rar, aunque en mayor referencia al país emisor que al ser receptor.

Junto al caso cubano, los países del este de Europa nos sirven para completar esta categoría. Concreta-mente, aquí hemos fijado nuestra atención en las pequeñas comunida-des de Monterrey compuestas por búlgaros, húngaros y rumanos. A diferencia del caso cubano, el hecho de que se trate de países que desde hace dos décadas han dejado de pertenecer a regímenes socialistas, entrando a formar parte del mundo y la lógica capitalista, encuentran su fiel reflejo en una mayor heteroge-neidad ocupacional. Así, frente a la “pureza” del caso cubano en estas comunidades encontraremos tanto profesores universitarios y músi-cos de la Orquesta Sinfónica como enviados por empresas transnacio-nales, inmigración más propia de la categoría expuesta al principio de este capítulo. Pueden ser entendi-das estas comunidades como una solución de continuidad entre una y otra categoría, o incluso, con cierta licencia poética o con cierta imagi-nación metafórica, entre el primer y segundo mundo.

Pero tampoco debemos contem-plar estos tres casos como idénticos, pues al igual que sucedía entre las comunidades de japoneses y

coreanos, junto a las similitudes en-contramos importantes diferencias. Por ejemplo, estas tres comunidades pueden ordenarse en una escala según su cercanía o lejanía relativa del ideal. En esta escala, construi-da a partir de la naturaleza de las ocupaciones dominantes en cada comunidad, el caso de la comunidad búlgara se trataría del más cercano al “ideal” cubano, pues entre ellos encontramos dos grupos ocupa-cionales: músicos de la Orquesta Sinfónica y profesores universita-rios. A medio camino, en esta escala que hemos imaginado, aparecería el caso de la comunidad rumana la cual está compuesta tanto por técnicos e ingenieros (que vienen para efectuar trabajos muy concretos tras lo que regresan a su país, algunos contra-tados directamente por empresas mexicanas) como por profesores y músicos de la Orquesta Sinfóni-ca. Por último, aunque entre ellos también hay músicos y profesores la pauta dominante parece ser la de grandes corporaciones, tales como BRITISH AMERICAN TOBACCO o CEMEX, que destinan empleados por dos o tres años.

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Comunidades más he-terogéneas (sin ca-racterísticas ocupa-cionales claramente dominantes)

A falta de profundizar más en la investigación ubicamos aquí a aque-llas comunidades acerca de las que no hemos podido encontrar una tendencia ocupacional clara o con una pauta migratoria común que les de coherencia como categoría. Así pues, podemos considerar que la característica principal de esta clasificación es la de no pertenecer a ninguna categoría, es decir, es la in-determinación quien los define. De toda la muestra seleccionada hemos ubicado aquí a seis países, entre latinoamericanos o de Europa Oc-cidental: Argentina, Chile, España, Panamá, Alemania y Perú. Dada esta heterogeneidad se hace necesario un análisis pormenorizado de las características migratorias de cada una de estas comunidades, pero que por razones de espacio no podemos exponer aquí. Baste señalar en este punto que hemos detectado ciertas coincidencias entre argentinos y chilenos (como la importancia

maría del carmen lópez pinta / argentina

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del pasado político reciente para explicar la motivación migratoria) y entre alemanes y españoles (dentro de un amplio elenco de ocupacio-nes laborales, es raro encontrar miembros de estas comunidades ocupando los estratos más bajos de la estructura social).

El caso de Panamá también resulta peculiar. La categorización de Panamá, país centroamericano también habría podido ubicar en la siguiente categoría, reconsiderada en virtud de su elevado nivel de vida, de su mayor ingreso per cápita (en relación a México) y del tipo de migración que nos hemos encon-trado durante el trabajo de campo. En suma, creemos que la motiva-ción económica y la ilegalidad tan presente en la mayor parte de las migraciones centroamericanas no aplican en el caso de Panamá. En el Consulado Honorario de Panamá en Monterrey se tiene conocimiento de algún panameño que no arregla su situación legal, pero siempre porque se encuentran en tránsito y no les interesa hacerlo, no como resultado de su necesidad económica; además, estos casos son totalmente anecdó-ticos. Al contrario, la motivación de la mayor parte de los panameños en

Monterrey es la de cursar estudios universitarios. Tras esta razón inicial algunos deciden establecerse aquí, generalmente porque se casan con un(a) regiomontano(a). Aunque también hay algunos matrimonios de panameños con hijos residiendo en Monterrey estos son poquísimos casos. Del mismo modo, los casos de panameños que se quedan porque alguna empresa les ofrece un traba-jo y no por motivos sentimentales son cuantitativamente insignifican-tes, tratándose siempre de contratos por tiempo determinado, transcurri-do el cual retornan a su país.

Comunidades más incontroladas y/o desconocidas (a ni-vel político-adminis-trativo)

A pesar de lo polémico que pueda parecer a los ojos del lector mínima-mente sensibilizado con la actual problemática de las migraciones por cuestiones de pobreza, establecer una categoría comunitaria sobre la base del criterio “situación legal” (y en México, creemos que sus ciuda-danos deberían estar especialmente

concienciados, habida cuenta de su problemática migratoria con el ve-cino país del norte), creemos que en este caso aparece como una opción totalmente justificada. Desde un punto vista analítico, es un hecho empírico (aunque, paradójicamente, se hace muy difícil de constatar y describir con precisión) que lo que supone un tema tangencial o mar-ginal en la mayor parte de las co-munidades de extranjeros a las que hemos prestado nuestra atención, en el caso de otras comunidades, muy numerosas, éste se convierte en un problema central. No obstan-te, queremos insistir aquí en que nuestra intención no es contribuir, ni tan siquiera mínimamente, a fundamentar el estigma social y la presión gubernamental y legal que invariablemente deben soportar aquellos inmigrantes que proceden de tantos sures y que van en busca de otros tantos nortes.

Una consecuencia de esta reali-dad, que incide directamente en el curso del proceso investigador, es que se trata, por definición, de co-lectivos que se muestran indóciles no sólo al control gubernamental, sino también al análisis científico, situación que nos obliga por el

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momento centrarnos en el fenóme-no de la inmigración procedente de países centroamericanos (excep-tuando Panamá), aunque el sesgo referido a nuestro objeto de estudio no es tan marcado como podría suponerse en un primer momento.

Dado que nuestro objetivo principal aquí planteado es conocer las características y dinámicas de comunidades de extranjeros enrai-zados en la sociedad regiomontana (pues si no hay arraigo no podemos hacer un estudio comparado de los obstáculos o las estrategias adap-tativas), el caso de muchos inmi-grantes cuya situación en la ciudad es eminentemente de naturaleza transitoria (ya que su objetivo principal está, generalmente, al otro lado de la frontera mexicana) queda fuera de nuestro objeto de interés más directo. Queda aquí, pues, una interrogante abierta, saber si existen en Monterrey comunidades de países centroamericanos que, ya sea porque no han podido continuar su ruta migratoria o por cualquier otra causa, se hayan establecido en la ciudad de un modo estable. Del mismo modo, queda pendiente una investigación centrada en este tipo de migraciones, pues estamos

convencidos de que sus peculiares características exigen distintos plan-teamientos metodológicos de los que hemos establecido para nuestra actual investigación.

En todo caso y a pesar de las difi-cultades expuestas, nos resistimos a dejar en blanco la lista de los ejem-plos que dan contenido a la catego-ría propuesta. Así pues, podemos mencionar el caso de la comunidad china, la cual, a diferencia de las anteriores, sí se ha establecido (no sabemos hasta qué grado ni de qué forma) en el área metropolitana de Monterrey. Al día de hoy sabemos que las dos actividades económicas en las que se ocupan los chinos de un modo más frecuente son el comercio y la restauración. Estas son, por lo menos, las actividades económicas más visibles social-mente, reflejadas en su presencia en incontables centros comerciales (caso de los restaurantes) o de espa-cios urbanos tan centrales como las calles de Colegio Civil y 5 de mayo (caso sobre todo del comercio). Du-rante el trabajo de campo también se ha sugerido reiteradamente que la “fayuca” (esto es, importaciones ilegales) ocupa un espacio impor-tante en el conjunto de su actividad

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hecho de estar compuestas estas co-munidades, en su mayor parte, por segundas, terceras o incluso cuartas generaciones de inmigrantes le unimos la certeza de que a toda identidad étnica se superpone (o se impone) una identidad nacional, encontramos que, paradójicamen-te, nos estamos ocupando de dos grupos compuestos mayormente por individuos de nacionalidad mexicana en un estudio de extranje-ros en Monterrey.

No obstante, creemos que el inte-rés de mencionar aquí algunas de las circunstancias de estas comuni-dades está suficientemente justi-ficado por el hecho de mantener éstas suficientes rasgos identitarios como para considerarlos un grupo sociocultural con entidad propia. En todo caso, y por estas mismas razones (mexicanos en un estudio de extranjeros y perspectiva diacró-nica en un estudio eminentemente sincrónico), son comunidades a las que no pretendemos dedicar dema-siado espacio pues, una vez más, se trata de dos casos que creemos que demandan tratamientos metodoló-gicos y epistemológicos diferencia-dos, en razón de su peculiaridad o excepcionalidad.

económica, pero al igual que la generalización de una determinada situación legal o administrativa, es algo que no hemos podido constatar empíricamente.

Comunidades más arraigadas y sin re-generación reciente (que podemos deno-minar comunidades “históricas”)

Incluimos aquí dos casos (el de la comunidad árabe y el de la comu-nidad judía) que consideremos excepcionales en el contexto de nuestra investigación. El especial carácter de esta categoría viene dado por un doble motivo: por un lado, se trata de colectivos que cuentan con una larga historia de inmigración en la ciudad, pero que recientemente no han experimen-tado una significativa actividad mi-gratoria (ni emigratoria ni inmigra-toria); por otra parte, no se trata de una nacionalidad concreta, sino de grupos étnicos (en un sentido muy extenso del termino). De ambas características emana una tercera, consecuencia directa de éstas, si al

Lo cierto es que se trata de dos comunidades totalmente imbrica-das en la sociedad regiomontana, aunque quizás el término imbri-cación sea más aplicable al caso de los judíos, pues en el de los descendientes de árabes habría que hablar más bien de asimilación. Y es precisamente en esta diferencia entre ambas comunidades donde radica gran parte del interés que representa para nosotros, pues en ellas podemos intuir dos ejemplos extremos de procesos tendentes a la asimilación y a la guetización, respectivamente. De este modo, podemos llegar a considerar que los ejemplos aquí expuestos pueden ser vistos como una muestra experi-mental del resultado del final de un proceso de adaptación de diferen-tes comunidades de extranjeros, ejemplificando los dos extremos de una hipotética escala que midiera el mantenimiento de la diferencia (plena asimilación de los árabes y mantenimiento de la diferencia de los judíos).

Por otra parte, esta categoría, además de servirnos como cierre de esta sección, dedicado a la clasifica-ción de comunidades en virtud de las motivaciones migratorias y/o de

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las ocupaciones laborales domi-nantes, también puede ser vista como introducción o puente hacia el apartado con el que seguimos inmediatamente, dedicado a lo que nos acabamos de referir: el mayor o menor grado de cohesión intraco-munitaria.

Clasificación de comunidades en atención al grado de cohesión social

Así pues, vamos a tratar de ubicar ahora a las distintas comunidades de extranjeros estudiadas en una escala cuyos polos van desde la máxima integración interna hasta la máxima disolución identitaria, diso-lución identitaria no tanto en lo que a nacionalidad se refiere sino en lo que atañe al sentido de pertenencia a una determinada comunidad en un tiempo y un espacio muy con-cretos. Antes de comenzar, debemos señalar que una pregunta que va a quedar aquí pendiente de ser respondida: si existe una relación directa entre el grado de cohesión intracomunitaria y el grado de integración a la sociedad receptora. Sólo anticipamos aquí la hipótesis: creemos que es bastante plausible, de que a mayor cohesión interna corresponda un mayor grado de aislamiento respecto al exterior.

club méxico palestino libanés

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Los criterios que hemos consi-derado para medir esta cohesión o disolución interna van desde la loca-lización de centros de reunión hasta la identificación de redes de ayuda y/o de conflictos internos, pasando por el grado de concentración en la distribución de los lugares donde residen los componentes de las distintas comunidades a lo largo y ancho de la dimensión urbana. Ade-más de espacios, instituciones (más o menos formales) o de la creación de dinámicas sociales forjadoras de lazos (más o menos duraderos), también hemos considerado los tiempos compartidos, principalmen-te en el momento del ocio, y a veces, la centralidad del núcleo laboral para la construcción de los diferen-tes grupos de relación.

Nuestra escala comienza con la comunidad que consideramos tiene un mayor grado de cohesión social, para progresivamente ir descen-diendo en la misma en lo que a este criterio se refiere. Dado que no tenemos espacio para detenernos en cada una de las comunidades objeto de nuestra investigación, vamos a ubicar aquí únicamente aquellos casos que hemos considerado más significativos. Asimismo, como

creemos que existen dentro de esta escala, tres categorías suficiente-mente diferenciadas, procedamos a su separación.

En la primera categoría (las co-munidades más cohesionadas y de organización interna más compleja) entrarían, en este orden: comu-nidad judía, japoneses, coreanos, estadounidenses y chinos. Tras ésta, abrimos aquí una primera línea de fractura en nuestra escala para ubicar comunidades con un nivel medio de integración interna. La mayor parte de las comunidades aquí categorizadas cuentan por lo

menos con una asociación aglutina-dora, aunque muestran una mayor apertura hacia la sociedad regio-montana, tal es el caso de cubanos, brasileños, peruanos, panameños, árabes, argentinos, españoles, alemanes e indios. Finalmente, en la última categoría nos perca-tamos, de manera somera, en las comunidades menos organizadas. De hecho, el principal criterio que hemos considerado para agrupar a estas nacionalidades es su reducido número, lo que impide que sur-jan en su seno dinámicas sociales más complejas. En este sentido es

Restaurante Alemán Bier Stubre, ubicado en la colonia Del Valle

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relevante apuntar que ninguna de ellas tiene asociación o cualquier otra entidad formal que les sirva de espacio comunitario. Dentro de esta categoría entrarían la comunidad chilena, la búlgara, la húngara y la rumana. Pasamos, pues, a comentar los ejemplos seleccionados:

Comunidad judía. La primera de las comunidades a la que nos vamos a referir aquí es la misma con la que cerramos el anterior apartado, la comunidad judía. La razón de comenzar con ésta radica en que constituye, sin duda, una de las comunidades que mantiene una cohesión más sólida y un entrama-do institucional más complejo (en este caso la complejidad organiza-cional no correlaciona, como en las siguientes comunidades, con un marcado aislamiento de la sociedad receptora, pues ya hemos señala-

do que no se enfrenta a muchos obstáculos como son la lengua o la nacionalidad diferente, así como el hecho de ser una comunidad histó-rica plenamente integrada al ritmo ciudadano, por lo menos en el plano laboral y económico). No obstante la existencia de este entramado que da soporte, dirige y posibilita esta cohesión, no debemos pensar que unidad o cohesión social es un tér-mino antitético al de conflicto social, de modo que no debemos creer ésta se trata de una comunidad exenta de con-flictos internos. De hecho, podemos suponer que de una estructura social más rígida, más sujeta a normas, los espacios para el conflicto se sofistican, aunque también se multiplican y sofis-tican los mecanismos institucionales para sofocarlo.

Comunidad japonesa. Aunque en el caso de la comunidad japonesa

también tenemos un claro ejemplo de comunidad altamente cohesio-nada (y con un grado mayor aún de aislamiento respecto a la sociedad receptora), las condiciones que definen y dan forma a la comuni-dad son bien distintas. Por ejemplo, mientras que la parcela de la vida social ocupada por el espacio labo-ral constituye una puerta abierta al exterior en el caso de la comunidad judía, en el caso de la japonesa se convierte en el eje de su sociabili-dad. Es decir, frente a la centralidad de espacios religiosos, educativos y socioculturales en el caso de los judíos, el laboral es el único espacio en el que se confunden con la sociedad, pues en lo residencial, en su religiosidad, en la educación de sus hijos y en la interacción social durante el tiempo de ocio dominan las relaciones intracomunitarias y el

la ComuniDaD juDía ConSTiTuyE una DE laS ComuniDaDES quE manTiEnE una CohE-Sión máS SóliDa y un EnTramaDo inSTiTu-

Cional máS ComPlEjo

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ensimismamiento, ahora aparecerá el núcleo laboral como principal polo de atracción, punto de encuen-tro que justifica y condiciona la forma y dirección de las dinámicas sociales internas a la comunidad.

Comunidad coreana. En el caso de la inmigración coreana encon-tramos una estructura similar a la japonesa, pero con matices. Algunas de las similitudes entre ambas co-munidades es la entrega al trabajo (caso de los empleados transitorios) y el gusto por el golf en su tiempo de ocio (lo que sirve para crear nuevos lazos sociales). Algunos de los matices detectados son: la existencia de una iglesia cristiana que aglutina a la mayor parte de la comunidad y la presencia de las fa-milias de los empleados transitorios viviendo en Monterrey. A la iglesia (con pastor coreano y lengua corea-na) acuden, de un modo regular los domingos exclusivamente coreanos o sus cónyuges de nacionalidad, los cuales representan a la mayor parte de la comunidad de Monterrey. Esto sirve de punto de unión no sólo para reafirmarse en su fe, sino para la realización de otras muchas acti-vidades que abarcan desde la labor de evangelización hasta apoyo a

necesitados mexicanos (hogar, casas de ancianos, pueblos pobres, entre otros). Es decir, les sirve para re-forzarse y reconocerse como grupo pero también para establecer cierto tipo de relación con la sociedad de acogida: una relación de colectivo a colectivo y de arriba hacia abajo (en lo que a la estructura socioeconómi-ca se refiere). El papel de las religio-nes como factor de unidad es algo que hemos encontrado también en la comunidad estadounidense.

Comunidad estadounidense. Mucho más elaborada aparece la or-ganización social de la comunidad estadounidense. De hecho ésta es, después de la judía, la que presenta una mayor complejidad organiza-cional. Durante el trabajo de campo hemos detectado la existencia de cinco instituciones o asociaciones aglutinadoras de una comunidad en alto grado segregada de la socie-dad receptora (son, en definitiva, cinco nodos vitales de comunicación intracomunitaria). Tres de estas ins-tituciones son iglesias de otras tantas confesiones, y dos son asociaciones de apoyo al inmigrante. En suma, hemos detectado y analizado dos aspectos centrales que articulan a la comunidad estadounidense en

Monterrey: la religiosidad y las redes de ayuda e información.

Comunidad china. En la comuni-dad china encontramos la misma dedicación al trabajo que en las otras comunidades orientales ana-lizadas (japonesa y coreana), dato importante porque este hecho va a condicionar de forma determinante la naturaleza de sus relaciones, así como encontramos también un alto grado de ensimismamiento. No obstante, se trata de una comunidad mucho más atomizada, sin contar con la protección de ninguna em-presa o institución que los aglutine. Aun así la ubicamos a esta altura de nuestra escala porque no hay una interacción con la sociedad circundante que haya debilitado su identidad como comunidad, iden-tidad más fragmentada pero que se mantiene como tal. Una conse-cuencia directa de esta estructura relacional, principalmente familiar, es que las redes de ayuda apare-cen mucho más limitadas, pues se ciñen al ámbito de la familia nuclear. Aquí habría que considerar ciertos rasgos y valores culturales centrales –como es el valor de la autosuficiencia- que condicionan la acción social, pero esto es algo que

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no vamos a desarrollar aquí. En esta misma línea, tampoco existe una cultura asociativa, de modo que no hay instituciones que promuevan ni una imagen al exterior ni una dinamización interior existe alguna asociación con fines comerciales, América-Asia, y otra de una región conflictiva de la nación china, La Casa del Tibet, pero en ninguna de las dos están implicados los miem-bros de la comunidad a los que nos referimos aquí.

Comunidad cubana. Un dato, de carácter simbólico, que ayuda a con-solidar la idea de la apertura de esta comunidad hacia el contexto en la que se ubica. Es el hecho de que los locales y negocios propios creados para fomentar la cultura cubana y la interacción entre connacionales sirvan también para la celebración de las fiestas patrias mexicanas. Esta apertura o disposición para la interacción intercultural también se da, de un modo más focali-zado, hacia otras comunidades. Por ejemplo, existe una afinidad cultural importante entre cubanos y panameños, afinidad que ha fa-vorecido la creación de un lugar de encuentro entre ambas comunida-des. Una vez a la semana se reúnen

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para jugar un partido de softball, evento al que acuden jugadores y público, es decir, familias enteras trascendiendo claramente el vínculo profesional (por ejemplo, el grupo de los bailarines, aunque no juegan, también acuden como público) y el nacional. Durante el juego las aficiones de los dos equipos están separadas, pero después llega el mo-mento catártico y celebrativo en el que la barrera nacional, después de la oposición deportiva, se traspasa y se confunde.

Comunidad brasileña. Otra comunidad que presumimos con similares grados de integración interna y de apertura al exterior es la brasileña, además de considerarla también como una comunidad en proceso de crecimiento y de conso-lidación. De hecho, durante el tra-bajo de campo realizado para esta investigación se celebró la fiesta inaugural de una nueva asociación brasileña (que podemos entender como germen de comunidad), fiesta abierta a todas las nacionalidades y con muestras de la cultura tanto brasileña (exhibición de capoeira) como mexicana (mariachis y un humorista mexicano), además de numerosos casos de matrimonios

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Brigitte Läubin / Alemana

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interculturales. La actitud de aper-tura de brasileños y cubanos puede ser entendida como parte de rasgos culturales propios de sus países de origen, como son cierta forma aprehendida de sociabilidad, más expansiva y desinhibida, pero éste es un nivel de análisis que debe-mos abordar en profundidad y con muchas precauciones en posterio-res entregas de resultados de esta investigación.

Comunidad peruana. También la comunidad peruana dispone de su propia asociación, llamada Perú Ayllu, aunque ésta parece ser de carácter más introvertido que en los dos casos anteriores, tratándose de un trabajo (el de la asociación) de naturaleza interna y sin preten-sión de ser difundido más allá de la comunidad. No obstante, sí tienen una cara pública, pues disponen de página web en la que se muestran a la sociedad de manera más amplia. Desde esta asociación convocan a reuniones, informan sobre noveda-

des que atañen a la comunidad y plantean problemas de la misma. También se organizan desde aquí la celebración de las fiestas patrias o, en octubre, una pequeña procesión con La Señora de los Milagros (que genera una devoción similar a la de la Virgen de Guadalupe en México).

Comunidad panameña. En el caso de la comunidad panameña, en el TEC encontramos una asociación, pero de estudiantes, motivo por el que se escapa de nuestro objeto de estudio. No obstante, hay que tener en cuenta que, al contrario de lo que sucede en la mayor parte de los casos, en la comunidad panameña se da una interacción constante y fluida entre la comunidad de estudiantes y la de arraigados, que en muchos sentidos llega a confun-dirse una con la otra. Al igual que la mayor parte de las comunidades na-cionales observadas, los panameños también se reúnen para las fiestas patrias (celebradas el 3 y 4 de no-viembre), además de organizar fre-

cuentemente fiestas (por ejemplo, se reúnen hasta 20 o 30 personas en locales para bailar salsa, comer y beber productos de su país).

Comunidad árabe. Si bien cuen-tan con un Club Palestino-Libanés, fundado en un principio para reproducir las costumbres y hábitos culturales de origen, parece que, al día de hoy, el club es fiel reflejo del imparable proceso de disolu-ción identitaria de la comunidad. De hecho, parece que la tendencia de la asociación camina hacia su conversión en un club social independientemente del origen de sus socios, siendo cada vez más frecuente la entrada de nuevos miembros que no son de origen ára-be, simplemente para disfrutar de sus instalaciones (bar, restaurante, canchas de tenis, de baloncesto y de voleibol, alberca, etc.). Los eventos que organizan giran en torno a festividades mexicanas, cristianas o propias del club (Navidad, Pascua, fin de año, día del niño, 30 aniver-

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CONARTE

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sario del Club, Independencia de México, entre otras), pero no de sus países de origen. Aunque en algún momento se ofrecieron clases de árabe, la experiencia no se concretó, y lo cierto es que ya nadie conserva el idioma de sus ancestros.

El único rasgo cultural árabe que conservan en el club es el gastro-nómico, ya que todos los miércoles, viernes y domingos ofrecen al pú-blico en general un bufet de su co-mida tradicional. Además de fungir como espacio de comensalía, el club sigue sirviendo de lugar de encuen-tro para algunos de los miembros de la comunidad, principalmente hombres. También existen res-taurantes de comida árabe en la ciudad, pero estos no fungen como punto de reunión para los origina-rios de estos países (como sí sucede en el caso de otras comunidades de extranjeros).

En lo que atañe a la religión, la mayor parte de los inmigrantes de Palestina o Líbano eran de confe-

sión cristiana (maronitas en Líba-no). Además, cuando un inmigrante musulmán se casaba con una cató-lica lo más habitual es que sus hijos se convirtiesen al catolicismo. Los pocos musulmanes que hemos po-dido contactar en la actualidad pro-ceden de otros países (Irak, Kuwait, Egipto, por nombrar algunos). Tal es así que podemos considerar la posibilidad de dividir a la comuni-dad árabe en dos colectivos muy diferenciados: los descendientes de palestinos y libaneses (el colectivo más numeroso y al que nos hemos venido refiriendo hasta ahora) y los inmigrantes de primera generación de otras naciones árabes. Serían es-tos últimos los que compondrían la comunidad islámica, cuyo presiden-te estima compuesta por unos 200 miembros (añadiendo a las nacio-nalidades mencionadas a iraníes y a algún mexicano). Utilizan para orar una casa en la Colonia Cumbres como mezquita (de la existencia de esta mezquita el presidente del Club

Palestino-Libanés no tenía cono-cimiento, lo que nos afianza en la idea de una frontera marcada entre ambos sectores de la comunidad).

Por otra parte, las redes de solidaridad han ido decayendo con el paso de los años y de las gene-raciones, visión que comparte un informante clave cuando afirma que también yo creo que ya se acabó eso […] ¿para ayudarlo dices tú?, pues eso si se acostumbraba antes, yo siento que ahora todas esas costum-bres ya se perdieron, esto en lo que se refiere a la solidaridad intraco-munitaria, respecto a la ayuda hacia otros colectivos desde el club han tenido algún gesto solidario hacia la población de Gaza (enviaron me-dicamentos a la embajada palestina por petición de la misma), pero lo cierto es que el vínculo sentimental con Palestina (la mayoría son de ori-gen palestino, más que libanés) casi ha desaparecido. No queda prácti-camente ningún vínculo familiar, y los que viajan allá lo hacen para

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conocer con espíritu turístico. Así, conflictos abiertos y muy reales, como pueden ser el que enfrenta a judíos y árabes, a otro nivel de mu-cha menor intensidad, entre palesti-nos y libaneses, quedan atenuados, cuando no desaparecen, entre las comunidades de Monterrey.

Comunidad chilena. En esta comunidad hemos detectado la existencia de una fractura interna fruto de la más amplia fractura social y política que aún hoy padece la sociedad chilena. Así, parece que la filiación política del inmigrante (pinochetista o allendista) sigue operando como elemento discrimi-natorio interno, cuando no como factor de conflicto abierto. En este sentido es excepcional esta comuni-dad, pues en todos los demás casos analizados hemos apreciado que conflictos sociales o políticos en los países de origen son atenuados, sino desaparecen totalmente, con la distancia y las nuevas circunstan-cias que impone la migración.

Comunidad búlgara. De nuevo en el caso de los búlgaros el factor laboral marca la diferencia tanto para la interacción y constitución de grupos como para la elección del lugar de residencia. Principalmente los grupos son los compuestos por los músicos y por profesoras y amas de casa casadas con mexicanos. Las redes de apoyo entre las integrantes de este segundo grupo funcionan sobre todo entre madres solteras o separadas (redes que en muchas ocasiones trascienden el factor nacionalidad), lo que nos habla de una constante y una categoría de análisis a la que debemos prestar especial atención: el papel socializador y creador de tejido comunitario de la mujer migrante.

Comunidad húngara. El consu-lado húngaro, aunque honorario y con muy pocos ciudadanos húnga-ros en la ciudad, es muy activo en lo que a difusión cultural se refiere. No obstante los esfuerzos del consulado por convertirse en lugar

de encuentro, parece que no ha conseguido captar la atención de los inmigrantes húngaros más jóvenes. En este caso, más que la variable laboral pesa la variable edad para explicar las dinámicas de relación. En este sentido hay cierta activi-dad paralela, tal como la creación de un grupo de yahoo (abierto por los húngaros más jóvenes) con la finalidad de reunirse, lo que puede leerse como los primeros y tímidos intentos por crear una comunidad de connacionales.

Comunidad rumana. También los rumanos se reúnen el día nacio-nal rumano (1 de diciembre) en el consulado, día en que se invita a todos los rumanos de los que tienen noticia. En esta comunidad existe cierta fractura, entre los más cercanos al consulado y los que se han alejado de éste (el consulado, en todo caso, parece que en el caso de las comunidades pequeñas adquiere un protagonismo inusitado). Tal es el grado de alejamiento que este

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grupo ha dejado de reunirse en el consulado el día nacional, lo que no obsta para que organicen una cele-bración paralela (clara expresión del conflicto). En cuanto a la búsqueda de apoyos, al ser un grupo tan poco numeroso, los que necesitan ayuda deben buscarla también entre otros inmigrantes, extranjeros o no, de modo que la nacionalidad deja de ser el nexo que justifica cierta soli-daridad. Por otra parte, no realizan actividades de difusión cultural, se reúnen muy de vez en cuando (car-nes asadas en la casa de una líder informal) y viven dispersos por la ciudad.

Hasta aquí nos hemos centrado en el aspecto más descriptivo, a un nivel dedicado más a la organiza-ción social que a los significados y rasgos culturales enfrentados y compartidos por las comunidades de extranjeros seleccionadas. En el primer apartado hemos establecido una clasificación de comunidades

que, recordamos, no deben ser observadas con demasiada rigidez, pues es una tipología que trata de apuntar a tendencias dominantes (prácticamente todas las caracterís-ticas que definen a cada una las po-demos encontrar en cierta dosis en todas las comunidades observadas). Además, debemos tener en cuenta que esta tipificación es susceptible de revisión, siempre que nuevos datos aportados en un proceso de investigación que todavía sigue abierto así lo aconsejen.

Del mismo modo, los criterios considerados para medir el grado de cohesión social intracomuni-taria, también pueden ser objeto de revisión. Hasta el momento los principales criterios que hemos considerado son: la existencia de centros de reunión o institucio-nes aglutinadoras de masa social; la existencia y frecuencia de las reuniones, ya sean formales o in-formales; la centralidad del núcleo

laboral como eje de interacción y definidor de subgrupos dentro de la comunidad; la coincidencia en el tiempo de ocio entre connacionales y su articulación en torno a eventos deportivos o fiestas; la existencia de redes sociales de apoyo, ya sea de cara al interior de la comunidad o dirigidas a la sociedad de acogida; la existencia de conflictos sociales internos.

El siguiente paso lógico a la descripción de las comunidades de extranjeros en Monterrey creemos que debe apuntar en la dirección de las formas y estrategias adopta-das para llevar a cabo el ineludible proceso de adaptación a la sociedad regiomontana. Tentativamente abordaremos esta compleja cuestión analizando rasgos culturales duros y blandos (es decir, aquellos de los que el inmigrante no puede desprenderse a lo largo de todo un proceso de aculturación y aquellos a los que sí puede renunciar más

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fácilmente para integrarse a la sociedad de acogida); rasgos cultu-rales propios que en mayor medida chocan con los de la sociedad a la que se integran y los que son más afines; valoración subjetiva de rasgos culturales propios y ajenos; desplazamiento de status (un efecto muy común en todas las migracio-nes); datos objetivos y percepción subjetiva del grado de integración a la sociedad receptora; grado de conocimiento de la sociedad regio-montana y de la mexicana; mante-nimiento de vínculos con el país de origen; cuestión intergeneracional.

Otras temáticas que quedan por desarrollar (y que esperamos hacer-lo después) son, por una parte, las relaciones (de afinidad, de conflicto o de indiferencia) entre las diferen-tes comunidades de extranjeros, y por otra, los procesos de construc-ción de estereotipos y su reflejo en la percepción y conducta social entre grupos. En suma, creemos que una vez desarrollados todos los enfoques aquí planteados podremos dar por cerrada la investigación, habiendo podido así asegurarnos de ofrecer una auténtica visión integral del problema analizado.

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Koffi zinsou / togoles

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JAPONESES EN MONTERREY

Entre lo individual y lo colectivo

Guadalupe Cruz

A.1

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V ivir fuera del país de origen puede ser es-timulante y desafian-te, pero también im-plica complicaciones,

confrontación cultural, dificultades con el idioma, y problemas diversos de adaptación.

Monterrey es una ciudad con características económicas y geográ-ficas que la hacen atractiva para la emigración extranjera aun aquella con la que parecería no tener nada en común: los japoneses tienen pre-sencia local desde finales del siglo XIX, ya que México les interesaba por su cercanía con Estados Unidos. Los estados del norte eran sus obje-tivos sin embargo en la actualidad su presencia predominante es en la capital del país, mientras que en el norte la ciudad con más población japonesa es Tijuana; aún así Monte-rrey cuenta con japoneses de segun-da, tercera y cuarta generación.

El doctor en antropología, Shinji Hirai, investigador de migración internacional que está revisando la presencia de japoneses en la entidad, destaca cómo ha cambiado la migración con el paso del tiempo, desde migrantes campesinos que vinieron a trabajar el campo en Chiapas, pasando a pequeños em-presarios, comerciantes y profesio-nistas como dentistas, médicos y veterinarios, para llegar a los años sesenta con las migraciones de téc-nicos y en los últimos años con una presencia importante de empleados

y quienes al cabo de tres o cinco años abandonarán Monterrey sin haber establecido grandes lazos con la población local.

Son hombres que fueron asig-nados por su empresa a pasar una estadía corta en Monterrey, y cuya experiencia laboral trasnacional les permitirá acceder a nuevas posicio-nes dentro de la empresa. La mayo-ría de ellos reciben la notificación para su traslado al extranjero con uno o dos meses de anticipación, entonces no tienen un interés par-ticular en el país a donde viajarán e incluso en ocasiones ni siquiera conocen el idioma local.

Las empresas suelen contratar compañía locales de logística que resuelvan aspectos prácticos de la estadía de sus empleados y que tie-nen que ver con vivienda, traslados y cualquier aspecto doméstico. Los hombres no tendrán que lidiar con el idioma local, pues hablan inglés y si necesitan comunicarse con alguien en español siempre habrá quien les sirva de intérprete.

Ellos se denominan a sí mismos como chuzaiin, empleados asigna-dos temporalmente a una plaza, Shinji los compara con los corres-ponsales de medios de comunica-ción que están asignados a un lugar por cierto tiempo.

Pero así como las empresas les resuelven los asuntos prácticos y les ofrecen salarios altos, incluida una compensación por estar en un país extranjero, las compañías

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ExtranjEra

y ejecutivos de empresas de capital japonés. Las compañías que vienen directamente de Japón se han dupli-cado en los últimos veinte años: de 107 que había en 1991 ahora hay alrededor de 200 en todo el país.

Son estos empleados recién llega-dos los que constituyen el grueso de la población japonesa en la entidad,

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les demandan lealtad y tiempo. La mayoría de ellos no puede regresar a Japón a menos que se presenten imprevistos o acontecimientos importantes como una boda.

También hay japoneses que viven en México por otros motivos; pueden ser académicos, artistas o investigadores, pero eso son los menos. Shinji vive en México desde hace once años, vivió ocho en la capital del país y tiene tres años avecindado en Monterrey. Mientras estudiaba en la Universidad Autó-noma Metropolitana entrenaba un equipo de futbol integrado por hijos de japoneses originarios de Nagano y trabajaba como intérprete. Ac-tualmente es Profesor Investigador Asociado C del Programa Noreste del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropolo-gía Social (CIESAS), y está casado con una mexicana.

“Yo ya había venido como turista a México y me gustaba conocer la cultura mexicana, por eso estudié español y antropología, entonces cuando decidí vivir aquí ya estaba medio preparado para tener una vida independiente, ir aprendiendo más, integrarme más a la sociedad mexicana, pero mis paisanos no tuvieron ese proceso”, indica.

Instituciones de cohesión

Tanto en Monterrey como en el Distrito Federal existe distancia entre los japoneses recién llegados y los que ya tienen más tiempo, pero en la capital del país se cuenta con instituciones sólidas que buscan o contribuyen a la integración.

Está la embajada, el consulado, las asociaciones y clubes de personas originarios de un mismo estado o región, hay oficinas de empresas japonesas, grupos de empresarios, de estudiantes, y grupos de primera, segunda y tercera generación de japoneses. Además cuentan con un Liceo Japonés-Mexicano donde los estudiantes llevan el mismo plan de estudios de Japón y certificación en caso de que decidan continuar sus estudios en ese país. Todo esto, aunado a la programación de activi-dades culturales, permite el acerca-miento entre estas comunidades.

Este tipo de instituciones son importantes para los japoneses de nacimiento ya que “les interesa crear un ambiente donde los hijos o nietos puedan seguir siendo japoneses lejos de Japón”, explica el investigador.

Los hijos de japoneses nacidos en otros países se les llama nikkei

y viven su identidad de manera distinta a sus padres porque nunca han vivido en Japón, por esa razón las instituciones tratan de promo-ver con los gobiernos estatales el otorgamiento de becas para que los jóvenes puedan viajar y capacitarse en territorio japonés.

En Monterrey los niños tienen que estudiar en colegios con programas de estudio estadounidense porque no hay un equivalente al sistema japonés. La única agrupación es la Asociación México Japonesa del Noreste, A. C. donde se dan cursos de japonés, así como talleres de di-versas disciplinas; dicha asociación está impulsada por japoneses de se-gunda, tercera y cuarta generación, es decir mexicanos descendientes de japoneses.

Ultimamente la asociación llevo

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a cabo un festival a beneficio de las víctimas del tsunami y terremoto de Japón, lo que permitió por primera vez acercar diversas comunidades de japoneses. Shinji destaca que se vendió comida típica japonesa, se hicieron exposiciones de bonsáis y arreglos florales y se llevó a cabo un bazar; y la respuesta fue buena con participación de japoneses de reciente ingreso y otros con más tiempo en la ciudad.

El trabajo y la soledad

Monterrey ostenta fama de ser una ciudad de gente trabajadora y emprendedora y en este sentido pa-recería coincidir con la imagen que se tiene de los japoneses como per-sonas con una identidad del trabajo muy arraigada. Shinji destaca que cuando los japoneses les asignan como primera plaza Monterrey se quejan mucho, pero cuando vienen de otras ciudades valoran más el sentido del trabajo que existe aquí en comparación con otros lugares.

Pese a eso los chuzaiin tienen difi-cultades para adaptarse a la ciudad, explica el investigador y recuerda el caso de un amigo que sufrió mucho durante los primeros seis meses porque no podía interactuar con

sus colegas debido a que su trabajo era muy específico y solitario, se sentía un extraño en la compañía y los fines de semana estaba solo y no tenía con quien hablar al grado de que durante los primeros meses gastó alrededor de 7 mil pesos hablando por teléfono con su novia y amigos.

No todos los chuzaiin viajan con sus familias ya que muchos de ellos no están casados: los de 25 a 30 están solteros, los de 30 a 35 están casados o por casarse; pero también hay muchos hombres entre los 30 y los 40 años que son solteros y no tienen novia, debido en gran medi-da a los cambios de residencia que van complicando las relaciones.

Algunos de los que se casan lo ha-cen precisamente después de recibir la noticia de que serán asignados a un país extranjero: adelantan las bodas o viajan y luego regresan a casarse, tal es el caso de un amigo de Shinji que pronto regresará a Monterrey ya con su esposa. También están los casos donde las esposas no quieren acompañarlos a México y viajan solos.

Por cuestiones de seguridad mu-chos trabajadores han optado por no viajar con familia, además de resultar más caro para la empresa trasladar a un grupo. Enviar a un trabajador a México puede costar a

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la compañía entre dos y tres millo-nes de pesos, y trasladar una familia puede representar un gasto de hasta cinco millones, destaca Shinji.

Las mujeres japonesas

“Las compañías japonesas son muy machistas, yo no conozco, no he visto nunca una chuzaiin femenina nunca, no es común, porque cuando las mujeres se casan, muchas dejan su carrera laboral o suspenden y cuando regresan lo hacen en otra compañía, entonces no existe una continuidad laboral para ir ascen-diendo”, indica.

Hay mujeres que consiguieron un contrato viviendo en México, “y cuando consiguen el contrato la condición laboral es totalmente diferente, porque este contrato no permite tener seguro social de allá solo de aquí y el sueldo es muchí-simo menor de los que vienen direc-tamente de Japón”, agrega.

Las prestaciones son distintas: mientras que los hombres que vienen de Japón reciben el pago de la renta que les permite vivir en San Jerónimo o San Pedro, las mujeres viven en Apodaca o San Nicolás, “por género y por el lugar donde consiguieron el contrato se ve la diferencia”, apunta.

Hay otro grupo importante de mujeres: las esposas de los chu-zaiin y que son las que pueden ser más vulnerables. Mientras sus esposos trabajan las mujeres están solas, tienen que cuidar la casa, ir al supermercado y en caso de un accidente deben esperar que llegue alguien que hable español, porque la mayoría no lo habla.

Además los espacios de socializa-ción de las esposas de los emplea-dos están supeditadas a las activida-des sociales de las empresas para las que trabajan sus esposos.

A partir de la experiencia de su esposa, Shinji señala que las mu-jeres en estas situaciones valoran mucho sus relaciones con otras mujeres o las que puedan establecer con mujeres mexicanas, así también consideran todo un logro aprender el español.

La cultura

Hay aspectos de la vida cotidiana que se resienten en las estadías en un país distinto al original, la comi-da es una de ellas, Shinji reconoce que es difícil conseguir ingredientes para la comida japonesa, pero poco a poco los centros comerciales van agregando este tipo de productos y hasta cuenta con opciones de res-

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taurantes de comida popular japo-nesa, e incluso coreana que también le gusta a él y a sus amigos.

En el asunto espiritual Shinji establece diferencias, señala que los nikkei son mayoritariamente católicos o budistas, y que celebran ceremonias como el bautismo, la Navidad, y el Año nuevo, mientras que los chuzaiin no suelen integrar-se a las ceremonias. En general los japoneses viven su espiritualidad de una manera muy íntima, explica.

El deporte unificador

El boliche, el tenis, el softbol y el futbol son los espacios donde los japoneses han encontrado un punto de comunicación con sus paisanos pero también con la población local, la interacción en estos espacios deportivos parece más fácil que si socializaran en otro entorno.

Shinji nos invita un partido donde participan los Japoregios, el primer equipo de futbol integrado totalmente por japoneses en la en-tidad, y nos cuenta que el nombre representa a japoneses viviendo en Monterrey.

Los Japoregios son un equipo de futbol que tiene dos años jugando en ligas locales, cuenta con unos

20 integrantes, en esta ocasión 10 de ellos estaban presentes, no todos hablan español y los que sí lo hablan son los que tienen que hacer el trabajo de coordinadores ante la administración de la liga. Son empleados de empresas en áreas de ventas y administración, maestros universitarios e investigadores.

Fue un juego de futbol intercultu-ral en canchas del Parque Fundi-dora: un equipo intercambiando instrucciones en español y otro en japonés, uno con animada porra de mujeres y niños y el otro con sólo una mujer como espectadora, la esposa de uno de ellos, sentada en el césped al lado de los jugadores de la banca.

Este partido lo perdieron, pero ellos son entusiastas se toman muy en serio su participación en la liga, muestran orgullosos sus camisetas y señalan que uno de ellos la dise-

ñó, y aceptan tomarse una foto de grupo y levantan como bandera una camiseta que intenta parecerse a la de la selección japonesa que es de un azul mas intenso mientras que la suya es azul celeste. La camiseta tiene un logo con el cerro de la silla incluido.

Al final uno de los integrantes del equipo reparte bolsas de globos azules que llevarán al juego de la selección japonesa Sub 17, Shinji dice que muchos japoneses que conoce, incluidas familias comple-tas, compraron boletos para asistir a este Mundial de futbol juvenil, una de las pocas oportunidades de unión con que cuentan los diversos conglomerados de japoneses que viven en la entidad.

Equipo de futbol japoregios

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Los que cambiaron su país por darle música sinfónica a Monterrey

A.2

IMPORTAdOS PARA SONARMario Núñez

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Su vocación los llevó literalmente muy lejos. Por aventura, desarrollo, empleo, amor o mera casuali-dad, 36 músicos extranjeros adoptaron esta ciudad donde cada jueves se presentan junto a 29 de sus colegas mexicanos. Bajo el nombre de orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León guardan historias tan diversas como sus na-cionalidades. Entre sus cuerdas, alientos y percu-siones esconden relatos donde la nostalgia por el terruño se suaviza con la satisfacción que les brin-da producir música

La torre musical

Cada ensayo se divide por un receso de media hora donde parece escenificarse aquel pasaje bíblico conocido como ‘La Torre de Babel’. El bullicio a todo volumen es una mezcla de búlgaro con inglés, de castellano con alemán, armenio revuelto con uzbeko, rumano, checo y hasta un poquito de japonés.

Así suena la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León cuando descansa de producir sinfonías y se relaja un momento para, después, retornar

a esa sala de ensayos donde sus 65 integrantes se entienden a través del llamado idioma universal: la música.

El aparente caos entre razas y personalidades sorprende al público pero aquí es habitual. Desde su debut oficial en febrero de 1960 y aún an-tes de él, la OSUANL ha sido refugio para muchas comunidades extranje-ras que habitan el área metropolita-na de Monterrey.

En 1959, exactamente el 23 de julio, se efectuó el segundo ensa-yo de la institución que iniciaría llamándose Orquesta Sinfónica de

Monterrey, A.C. Entonces llegó el primer músico extranjero: Roberto White, violinista de la Orquesta Sinfónica de Corpus Christi, Texas. Casi 52 años después la tendencia continúa.

Desde febrero de 2011, el arme-nio Areg Hovhannisyan pertenece a la sección de violines primeros. An-ton Guadagno (1925-2002), director fundador de la OSUANL, también fue un extranjero que espontáneamente se unió a la entonces pequeña pero activa comunidad italiana en Mon-terrey. Ahora, en junio de 2011, el 60% del ensamble está constituido por artistas extranjeros que, apor-tando su calidad como instrumen-tistas, encontraron en Nuevo León el sitio adecuado para su desarrollo profesional.

Son 29 músicos mexicanos, entre regiomontanos y de otros estados, quienes laboran junto a 36 extran-jeros de los cuales bastantes ya no son tan extranjeros. Entre quienes llegaron solteros y aquí firmaron su acta matrimonial destaca el maestro búlgaro Daniel Dimov, quien ocupa el puesto de ‘violín concertino’, es decir, el elemento más importante en la sinfónica después del director. Daniel ha formado una familia con la clarinetista Norma Morales y hasta adoptó a los Tigres como su equipo de futbol.

Por su alto nivel de ejecución, la

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sección de cuerdas está respaldada por 13 búlgaros; también hay siete estadounidenses, tres canadienses, dos cubanas, dos suizos y dos ar-menios. El perfil cosmopolita de la OSUANL se eleva considerablemente al contar con un representante por cada uno de los siguientes siete países: Costa Rica, España, Japón, Polonia, República Checa, Rumania y Uzbekistán.

Nueva vida, nueva patria

El Domingo de Ramos es una de las celebraciones más relevantes de Bulgaria. Desde su llegada a Monte-rrey, entre 1996 y 1997, los músicos búlgaros se reúnen para celebrar el inicio de la Semana Santa. La tradición indica que quienes llevan el nombre de alguna flor, reciben trato especial. La violonchelista Temenuzhka Ostreva, cuyo primer nombre significa ‘violeta’, está entre las festejadas.

Adaptados a su nueva vida y nueva patria, la mayoría de los músicos extranjeros son ajenos a las tradiciones y comunidades de sus paisanos radicados en Monterrey. Entre sus cuerdas, alientos y per-

cusiones esconden relatos donde la nostalgia por el terruño se suaviza con la satisfacción que les brinda producir música:

“Voy a ser franca -narra Teme-nuzhka-, yo simplemente huí del poscomunismo”. La caída del Muro de Berlín (1989) fue aplaudida mundialmente pero en sitios como Bulgaria tuvo efectos devastado-res que provocaron el éxodo de 2 millones de personas: “durante el comunismo había limitaciones pero la cultura, las artes y el deporte estaban en gran nivel y ahora eso ya casi no importa, el nivel educativo ha bajado. Ahora puedes expresarte pero no hay empleo y quien tiene empleo, gana una miseria”, revela la violonchelista principal de la OSUANL y catedrática. Egresada del Conservatorio de Sofía, donde fue educada gratuitamente por discí-pulos de la escuela musical rusa, ha realizado una exitosa carrera en Monterrey. Llegó hace 14 años y, desde hace seis, es mexicana. Aunque acá siempre se ha sentido como en casa, algunas veces extraña los aromas búlgaros: el aire fresco, el pan, el queso feta y sobre todo, a su madre.

“La distancia geográfica se acorta con el idioma y las costumbres” a decir de José María López quien dejó Sevilla por perseguir una rela-ción que terminó en matrimonio.

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CONARTE

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El egresado del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid conoció a su pareja durante un curso de música española celebrado en Santiago de Compostela. “Las raíces son las raíces y sí, es difícil, pero también se acostumbra uno a tener una segunda casa, un segundo hogar”, considera el violonchelista de la OSUANL. Ser el único español de la Sinfónica tampoco le causa problemas. “La ventaja está en la música, ese es el vículo que tene-mos para poder convivir a pesar de las nacionalidades”. Aunque la comunidad española en Monterrey no es tan grande como en el Distrito Federal, compensa la carencia de paisanos disfrutando la calidez del regiomontano y un concepto fami-liar al que encuentra muy similar al español.

“Yo aprendí a rezar hasta que llegué a México”. Comenta Merce-des Cisneros que echa de menos el Malecón de La Habana con esas olas que algunos días cruzan la calle completa. Pero no está de acuerdo con un sistema cubano que limita la religiosidad personal. Desde su atril entre los primeros violines de la OSUANL se manifiesta profunda-mente agradecida con los músicos

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Pedro Fundora y Eric Steinman, quienes la apoyaron con trabajo cuando llegó a Monterrey en 1993. “Además de sostener a mis dos hijos, estaba obligada a enviar 300

dólares mensuales al Ministerio de Cultura. Tuve que trabajar duro”. Mercedes estudió su instrumento desde niña bajo el exigente sistema de la Escuela Nacional de Arte, don-de es necesario dedicarse 16 años para obtener sólo la licenciatura. Desde 1996 forma nuevos violi-nistas y cuando hay tiempo para el descanso, acostumbra reunirse con las comunidades cubana y paname-ña que habitan Monterrey.

“Yo también tengo mi lado pesa-do”, asegura el violonchelista polaco Konrad Komusinski. Se refiere a sus actividades fuera de la OSUANL: tiene una banda de metal progre-sivo llamada Dzohl, sabe conducir barcos y tiene entrenamiento como salvavidas. Su grupo surgió en Monterrey, ciudad del mundo don-de nunca imaginó vivir. La pasión por las aguas, el bosque y la pesca las encontró en Krosno, su pueblo natal. “¡Aquí es puro desierto!, pero, bueno, aquí tengo espacios para trabajar como solista, en ensam-bles, dando clases”. Impulsor del método Suzuki para enseñanza musical, Konrad cambió su vida al estudiar en Winchester, Virginia, donde conoció a su ahora esposa Esther de Alba, quien también toca

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el violonchelo en la Orquesta. “La comunidad polaca en Monterrey no es muy grande, casi todos viven al sur de México. Tengo contacto con familias de polacos que tienen hijos, como yo, porque quiero que mis hijos también hablen mi idioma”.

- “Soy un japonés nacido en el D.F. No soy estrictamente extranjero ni un japonés común, tal vez por eso vivo en América”, narra Susumo Araki, trompetista principal de la OSUANL, pasó sus primeros meses en México por una casualidad. Su padre, experto en tecnología, fue contratado por TELMEX. Creció en Matsudo, población ubicada en la inmensa zona metropolitana de Tokio, donde aprendió trompeta en la escuela elemental; para continuar estudiando se mudó a Nueva York. Hace seis años, por otra casualidad, supo que había trabajo en Monte-rrey y llegó para quedarse. Ahora está casado con una mexicana y tiene dos hijos. Aquí, su contacto con Japón se limita a un matrimo-nio vecino: “en México la cultura es más relajada. Aquí tengo la oportu-nidad de hacer las cosas diferente y me adapto mejor a la sociedad. Yo trabajo todos los días para alcanzar el nivel musical que quiero, pero

siento que aún me falta algo y debo seguir”.

Diversidad normal.

Por sus peculiaridades y caracterís-ticas especiales, todas las orques-tas del planeta suelen tener una población fija y otra flotante; Esto también ocurre en Monterrey. Aun-que el conjunto cuenta con personal estable, de una temporada a otra regularmente hay algunas modifi-caciones respecto a su cantidad de integrantes y nacionalidades.

“Esta diversidad de nacionalida-des es algo normal para nosotros porque la música es universal” -ex-plica Jesús Medina, director artístico de la OSUANL-, además de ser un fe-nómeno surgido por la necesidad de contar con los servicios de músicos con ciertas características. Sería raro conocer alguna orquesta del mundo sin integrantes extranjeros.

Como Monterrey no tenía los suficientes músicos de alta calidad para formar una orquesta con puros mexicanos o con puros regios, fue necesario hacer audiciones en otros países y encontrar artistas que tuvieran la calidad y la intención de cambiarse de país, de venirse a vivir

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a la ciudad para formar parte de una sinfónica”.

Para Medina el músico extranjero no desplaza al mexicano. Conside-ra que medidas así han servido a los mismos ensambles nacionales para subir de nivel pues, además de ocupar los primeros atriles, los visi-tantes brindan cátedra y producen músicos mejor preparados. “Son una inversión a mediano y largo plazo cuya finalidad es crear un semillero. Gente preparada en otro país, con otro tipo de maestros, nos ayuda a conocer cómo se hacen las cosas en otros lugares”, considera el director regiomontano.

En la misma OSUANL ya existen casos de integrantes que empeza-ron como alumnos de sus artistas extranjeros. El ejemplo más reciente sería el ingreso de Eyliana Pérez a los violines segundos, luego de estu-diar desde su infancia bajo la tutela de la maestra cubana Mercedes Cisneros.

Precisamente con ese propósi-to de enseñanza-aprendizaje fue contratado Anton Guadagno quien, antes de dirigir su primer ensayo aquel martes 4 de agosto en 1959, ya había debutado en el Carnegie Hall y trabajado como director asis-

tente de la prestigiada Metropolitan Opera de Nueva York.

En su libro Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León: Ascenso por los dominios del espíritu (UANL 2008), el periodis-ta Edmundo Derbez García narra cómo Guadagno se enfrentó al atra-so musical de aquel Monterrey.

Luego de comprometerse a preparar una sinfónica en sólo dos meses supuestamente para cinco funciones de ópera y nada más, el siciliano se enfrentó con 40 músicos inexpertos entre los cuales había ancianos que eran vencidos por el sueño a medio ensayo. Luego de exclamaciones como ¿quién me trajo aquí?, estirarse literalmente los cabellos, azotar la batuta contra el suelo y adaptarse a la pobre can-tidad de instrumentos disponibles, Guadagno se dedicó a recorrer los salones de baile y bares de Monte-rrey y Saltillo, en busca de músicos competentes. “Lo acompañé a recorrer muchos lugares”, recuerda Salvatore Sabella, activo promotor cultural italiano radicado en la ciudad desde 1954.

Las rabietas del director rindieron frutos. El ensamble que después sería acogido por la universidad sacó adelante la VII Temporada de

Ópera Monterrey 1959. Gracias a aquella búsqueda de elementos la Sinfónica tuvo sus dos primeros miembros fundadores extranjeros: el violinista argentino Guillermo Romero y el violonchelista alemán Emilio Diemecke, quienes partici-paron en el primer concierto de la orquesta celebrado bajo el patro-cinio universitario el 2 de febrero de 1960 en el Teatro María Teresa Montoya, aún frente a la Alameda Mariano Escobedo.

Durante los siguientes 35 años la presencia extranjera fue reducida y prácticamente se limitó a los di-rectores y solistas invitados, siendo hasta 1996 y 1997, con apoyo del entonces rector Reyes Tamez Guerra, que se realizaron audicio-nes en Europa Oriental y Estados Unidos con la intención de emplear nuevos músicos para las secciones de cuerdas y metales, principalmen-te. Esos años marcarían la presencia extranjera que ahora es distintivo de la sinfónica nuevoleonesa.

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LA cOMuNIdAd JudíA EN MONTERREY: TOdO uN ESTILO

dE vIdA

Mercedes Saldívar

A.3

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CONARTE

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En 1978 salió de la ciudad de México y se estableció en Monte-rrey.

Ella es Ana Portnoy, nacida en México de descendencia y tradición judía, doctora en historia, catedrática del Tecnológico de Mon-terrey, experta en asesorar viajeros, excelente conversadora, conocedora de la cocina Kosher y sobre todo, madre de familia.

Casada, tiene más de 30 años viviendo en la ciudad, sus tres hijos son nacidos aquí y menciona, todos son totalmente regios-judíos.

Celebra el Rosh Hashana, que es la llegada del Año Nuevo Judío en septiembre, Yom Kippur, el Día del Perdón, el Día del Holocausto luctuoso y Hanukkah, entre otros.

Ella y su familia ingieren comida judía, tratan de ser fieles a sus cos-tumbres, pero sin faltar en la mesa el chile y las salsas típicamente mexicanas.

“Me da algo de risa, porque mis hijos me dicen: ¡Que viva el norte, que viva Monterrey! Son regios; hablan como regios, la transición de la comida, la comida original judía es más mexicana.

En la mesa tradicional hay

tortillas, chile y los guisos tradicio-nales. Ellos me dicen: Oye tráeme el jalapeño, tráeme el chipotle, esto ya no me sabe a nada. Y ha sido un proceso de integración, también de aculturación que ha mantenido la religión porque ha tenido sus ins-tancias para que se mantenga.

Sentada en el comedor de su casa relata quienes fueron los primeros judíos que llegaron a la entidad: aquí en Monterrey hay una peque-ña comunidad judía contemporánea del siglo XX. La tradición del estado es que hubo una presencia judía en la época de la conquista y de la colonización con Luis Carvajal y de la Cueva.

Esta inmigración que se empezó a dar en México, el primero que llegó cuando no había una vía comunitaria judía fue un señor que se llamaba Gustavo Levy, que vino de Alemania por 1870-1880 y se quedó a vivir aquí en Monterrey, su esposa también era de origen judío-alemán, tuvieron 5 o 6 hijos, aquí vivieron y murieron en Monterrey”.

En 1920, según se cuenta se esta-blecieron seis familias con lo que la presencia judía fue más abundante: “la mayoría eran jóvenes, que no estaban casados y tampoco eran

profesionistas. Comenzaron a traer-se a sus familias y entonces primero empiezan a buscar un maestro que diera clases particulares para que les enseñen el idioma de los padres, el hebreo las festividades judías y de la misma religión”.

Ana forma parte de las 120 fami-lias judías que habitan en el estado, contando a cada miembro, no rebasan los 500 judíos entre todos sus integrantes, algunos nacidos en Israel, en el mismo Monterrey o en otras partes del mundo.

Parte de la comunidad judía vive al poniente de la ciudad, una gran cantidad en la colonia Vista Hermo-sa, donde se encuentra la sinagoga, el baño ritual, la escuela y el Centro Comunitario Israelita.

Las tradiciones judías también han sido del agrado de los ciudada-nos regios, pues visitan su carni-cería, abierta al público, por sus normas de higiene y la manera de tratar su carne como lo indican las tradiciones judías.

Pero, ¿cómo es la vida diaria de una mujer judía tan activa como Ana que trabaja como catedrática, imparte cursos, da conferencias y sigue con sus tradiciones en tierras mexicanas?

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“Es parte de la esencia de la tradi-ción judía la convivencia familiar. Para que haya una vida comunitaria tienen que cumplir con el servicio religioso, además debe que llevar un control de higiene en los alimen-tos para cubrir ciertas normas. El

escuela que tengan descendencia ju-día para que no pasen solos la cena del viernes: “por ejemplo, cuando mis hijos eran estudiantes les decía: averigua quién está ahí y tráetelos a cenar, cuantos platos más pongo para que tengan con quien pasar la cena del viernes”.

Al día siguiente acude a la Sina-goga, donde hay tres servicios, uno al amanecer, otro al atardecer y el último por la noche.

“Luego se hace un servicio reli-gioso en la Sinagoga se le da la bien-venida del sábado donde cantan los cánticos para recibirlo y se ofrece un almuerzo.

Termina el servicio religioso y la Sinagoga ofrece un almuerzo a la gente que asiste al rezo y como no puedes viajar, no puedes cocinar y es un día dedicado a la reflexión se ofrece un almuerzo es algo más li-viano, porque no puede ser guisado en el momento.

Luego hay mucha gente observan-te, lo que tiene es una comida en su casa y en las tardes la gente regresa a la Sinagoga para un tipo de estu-dio o algún tipo de comentarios, ahí depende el grado de observancia, el grado de ortodoxa, algunos ya no van el sábado a la Sinagoga se con-

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sábado es el día más sagrado para nosotros y empieza la víspera, al momento que anochece el viernes, según el libro del Génesis que habla de cuando Dios crea todo. Así que todos los viernes tratamos de llevar a cabo, según la tradición judía una cena especial a la víspera del sába-do, que es el Sabbath”.

La mesa se viste estrictamente de color blanco, se colocan los platos, cubiertos y se prenden dos velas.

“La festividad empieza cuando la bendice las dos velas, que represen-tan la llegada del viernes y muchas familias bendicen una vela adicio-nal por cada hijo de la familia, pero la norma es que sean dos.

Lo que hacemos es hacer una ben-dición al Creador que nos dió la luz, la bendición del sábado, que es un día de descanso, no para ver la tele, no para dormir de más, no para ju-gar futbol, es un día de descanso de las labores de la semana cotidiana para continuar con la reflexión, el rezo y a la convivencia familiar, esa es la obligación, no se trabaja.”

Ana aclara que hay gente que sigue al pie de la letra las tradicio-nes judías, otras no tanto, pero en su caso ha llegado a pedirle a sus hijos que busquen compañeros de

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ana portnoy y Enrique / judíos

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forman con el viernes al anochecer”.A pesar de la modernidad y las

prisas del día a día, Ana trata de ser-le fiel a las tradiciones judías, pues implican todo un estilo de vida para quienes las practican.

“Al finalizar el sábado, cuando está ya anocheciendo se hace otra ceremonia para que el día sagrado de lo que va a ser el inicio de la semana cotidiana el sábado en la noche al domingo, se prende una vela trenzada se dice una bendición y se apaga la vela sumergiéndola en una copa de vino.

Ya entonces puedes prender el coche, prender la luz en tu casa. Y empieza la semana regular. Y por otro lado es el disfrute de no pre-ocuparte por nada profano, es para descansar, es para convivir, es para estar a gusto en la mesa, disfrutar a los padres, estar en comunidad, entonces esto marca una diferencia y se convierte en un estilo de vida.”

Pero también tienen sus activida-des recreativas en el Club Israelita donde acostumbran reunirse. Allí se imparten clases de fotografía, confe-rencias de inteligencia emocional, o festividades judías, así como clases de baile, pero no del floklor israelí, sino de salsa o merengue.

Lejos de considerarse una co-munidad cerrada, Ana dice que se integran muy bien con los regio-montanos, pues abren sus puertas al público para ciertas actividades.

“Para unas cosas sí o para la gente que dice ¿me invitas a ver cómo se festeja el sábado? nosotros por su-puesto hemos traído invitados y he invitado por mi parte a que vengan el viernes a mi casa; tienen tanta curiosidad que les digo: no crean que es para tanto la comida pero vénganse a cenar; quieren ver cómo se lleva a cabo la bendición y lo que es la cena y a veces te dicen te voy a dar una receta mejor de pescado porque el tuyo quedó regular”, concluye.

PETER GOLDEN: UN JUDÍO MUY SINGULAR

Peter Golden, nació en Transil-vania, antigua ciudad de Rumania, donde creció para luego ir a vivir a Israel y hace 20 años llegó a Monte-rrey. Sin duda un judío multicultu-ral, distinto a los demás.

Ingeniero aeronáutico de profe-sión, casado con una mujer mexi-cana y padre de tres hijos, uno de ellos fallecido en un accidente. Con

costumbres judías, que dice no cum-plir al pie de la letra, por convicción propia y además porque no había libertad de cultos para profesar en la Rumania comunista, aunque hay varias fechas del calendario judío que sí respeta y trata de convivir con la comunidad judia.

“Hay festividades que siempre he respetado: la llegada del año nuevo, Rosh Hashana, que ya se acerca. El día del perdón, Yom Kippur, que creo que es el más importante. Tratamos de ir a la Sinagoga ese día, mi papá, por ejemplo, sí ayunaba 24 horas, yo me aguantaba hasta que llegaba las ganas de comer”, comenta riendo.

“Hago los 15 minutos de silencio, pero no paso todo el día en la sina-goga para recordar a los muertos, recuerdo a mis papás y a mi hijo que son los que me tocan recordar como jefe de familia”.

Rubio, de ojos de color, de buen humor y relajado, Peter habla de su vida en la ciudad, cómo conserva su cultura, aunque por el hecho de vivir en la entidad combina su tradición con la comida regia que le encanta. Con voz pausada y aun conservando el acento israelí menciona:

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CONARTE

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“Mi idioma materno es húngaro. Me vine de Israel por cuestiones de trabajo hace 40 años, llegué a la Ciudad de México, mi esposa es mexicana y mis hijos son mexica-nos. Bueno yo me calificaría como un ciudadano de Israel que vino a vivir a México

Hay diferentes grados (de obe-decer la ley judía), si lo queremos llamar así: que tan adepto o tan creyente eres. Por ejemplo tengo amigas que van a misa todos los días, pero también hay personas que nada más van una vez a la semana, otras cada quince días y hay quienes una vez al mes, pero todos son católicos, no hay ningún problema.”

Asegura que a la comunidad judía los mantienen unidos solamente sus tradiciones y la religión.

“Yo en lo particular no soy muy asiduo en todas esas costumbres, si me preguntan yo tengo muy clara mi identidad por las guerras, por todo lo que he pasado, pero me pregunto qué tan buen trabajo hice con mis hijos y ahí si me entra la duda, porque no tuve la precaución de enseñarles estas tradiciones por mi particular modo de pensar.”

Luego de darle un trago a su vaso

de agua, Peter menciona emociona-do que, a pesar de todo, se considera mexicano, pero es nacido en Transil-vania y de religión orgullosamente judía.

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Embajadores...¿por casualidad?

Galería

Juan Rodrigo Llaguno

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josé maría lópez / Español

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temenuzhka ostreva / búlgara

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mercedes cisneros / cubana

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vayron solano / colombiano

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shinji hirai / japones

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susumo araki y familia / japoneses

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Los números de…los extranjeros en

Nuevo León

Según el censo 2010 realizado por el

inEGi 29 295 extranjeros residen en nuevo león, 15 058 son hombres y 14 237 son mujeres.

En diez años (2000-2010) la población de extranjeros en nuevo león aumentó un

55%.Fuente: INEGI

nuevo león ocupa el onceavo lugar en población extranjera a nivel nacional.

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En 2010 arribaron a nuevo león

451 855 extranjeros.

133 917 extranjeros ingresaron a nuevo león en el periodo enero – abril del 2011.

Durante el primer cuatrimestre del 2011 el aeropuerto internacional mariano Escobedo

fue el SExTo punto de internación de extranjeros en el país

7 561 américa

2 973 Europa

1 711 asia

83 oceanía

80 áfrica

12 408 Total

Según cifras del instituto nacional de migración, en nuevo león el número de extranjeros por continente con una forma migratoria vigente en 2009 es el siguiente:

6 887 son hombres, 5 543 son mujeres y 69 se desconoce

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Arte

DE monTErrEy a malawi, PaSanDo Por barCElona y lyon.Marco Granados

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Desde el punto de vista exclusivamente artístico y cultural ¿Qué tan seduc-tor puede resultar

Monterrey para alguien extranjero? Partiendo de esa premisa es fácil ubicar y entender porque la activi-dad de extranjeros en ese rubro ha sido históricamente magra y porque además es que en épocas recientes, digamos los últimos veinte años, ha ido decreciendo paulatinamente. Si consideramos que la migración ha-cia la ciudad -entendida ésta con su área metropolitana- se da en aparta-dos más bien relacionados con otras esferas de la actividad productiva, negocios tan diversos como especí-ficos y el ámbito educativo, el flujo relacionado con el espectro artístico termina siendo casi heroico.

Ahora bien, es cierto que ha ha-bido momentos en que personajes extranjeros fueron importantes en la construcción de algo que aporte y se vuelva referencial en el tejido social-cultural de nuestra localidad. No podemos ignorar que desde los españoles y los estadounidenses, pasando por los árabes y los judíos, luego los cubanos y más recien-temente los franceses todos han

dejado su huella en las más diversas manifestaciones culturales. Para fi-nes prácticos mi texto se encamina hacia el ámbito de las artes visua-les y para enmarcarlo en tiempo y forma lo ubico entre 2000 y el 2011, en el Monterrey ajetreado y violento que nos tocó vivir. Además el texto parte de un análisis que pondera a los individuos más que a las instituciones. Al respecto debo apuntar que son la Alianza Francesa y el Centro Cultural Alemán dos de las instancias más importantes que se han mantenido al pie del cañón. Propongo cuatro momentos corpo-rizados en iniciativas diversas que quizás a algunos les hayan pasado de largo o bien estén comenzando a olvidarlos.

El antecedente directo más importante es el que encarnó en su momento la galería BF15, con una estancia breve pero fulgurante en la ciudad, al encargarse de crear en su derredor una suerte de leyenda urbana que los ubicaba como los non plus ultra del arte contempo-ráneo en ese momento. La realidad es que la galería dirigida por Pierre Raine fue un excelente catalizador de diversas instancias que se fueron dando en Monterrey durante la

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segunda mitad de los años noventa. El buen ojo de Raine aunado a una expansiva escena cultural y una vibrante generación de artistas vi-suales trabajando y ampliando sus horizontes provocó que el proyecto de la galería fuera intenso y atípico en el contexto de las instituciones culturales regimontanas. Debo insis-tir en que BF15 se destacó tanto por su bien tino y adecuada dirección como por haber estado en el mo-mento adecuado y el tiempo idóneo. El proyecto como tal, a pesar de su éxito mediático, no logró funcionar en la lógica operacional de la ciudad y terminó cerrando sus puertas a finales del 2000. Hoy Pierre Raine vive en su Lyon natal y regresó a la querencia de hacer diseño gráfico.

En las mismas fechas y trascen-diendo la burbuja generada por la galería, un artista peruano trabajaba con ahínco repartiendo su tiempo entre las clases de la universidad, las clases particulares en su taller y su propia obra, se trataba de Aldo Chaparro. Se asentó en la ciudad, se instaló y finalmente se quedó a vivir. Se casó, entró en conflictos creativos y al final decidió moverse de manera definitiva a la Ciudad de México. Han pasado muchos años,

pero la escuela que dejó Chaparro permeó y quedan todavía por ahí re-sabios de su trato afable, recuerdos de las exposiciones colectivas que armaba y en las que involucraba a un número amplio de creadores en ciernes. El propio Mario García Torres debe a Chaparro mucho del ánimo que requirió en su momento para no claudicar en sus afanes proto-conceptuales. Lo de Aldo iba más allá del mero protagonismo y sobre todo siempre tuvo claro que a la ciudad le faltaba una dinámica y una desprejuiciación de la práctica artística. Hizo lo que pudo cuando La Mesa, el proyecto que junto con Vanesa Fernández había instalado en García, Nuevo León cumplió su ciclo y al estar ya involucrado en el medio editorial decide, también junto con Vanesa, emigrar a la Ciudad de México donde aún viven y editan la revista cultural Celeste, entre otros proyectos.

Para entonces Pierre Raine y su BF15 estaban en Lyon, Alfredo Salazar y su galería fotográfica se habían mudado a París, donde aún reside, mientras, como ya mencioné, Fernández y Chaparro, radicaban ya en el DF. El propio Mario García Torres luchaba por abrirse paso en

Los Ángeles, California y el único que quedaba en la ciudad era yo, aunque ya con proyectos allende las fronteras. En ese contexto hay un caso interesante de los primeros años del nuevo siglo y lo protago-niza Johanna Durand, francesa que a una forzada actividad de maestra de francés le sigue una trepidante escalada de actividades relacionadas con el fenómeno de las artes visua-les. Su formación en promotoría cultural le permite ubicarse como asistente de quien esto escribe para los proyectos de curaduría. El regreso a este tipo de actividades la animó a hacer su maestría y en pa-ralelo a iniciar una tímida actividad como organizadora de proyectos ex-positivos. De ser maestra por horas en la Alianza Francesa brinca a ser la responsable de sus galerías y de su agenda de exposiciones durante un tiempo. Establece relación con una generación de artistas locales que en ese momento vivían ya la resaca imperante. Luego se vuelve responsable del Design Week del CEDIM, donde destaca y consigue poco después viajar a dirigir centros culturales franceses diversos, su pe-riplo africano no ha terminado aún y de hecho recientemente fue nom-

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brada directora del Centro Cultural Francés en Malaui o Malawi, país ubicado en el sureste de Africa.

Termino mencionado a Moishan Gaspar, barcelonés que intentó generar en la ciudad un serio e importante proyecto de galería privada con un tono internacional. Con una breve presencia en la ciudad terminó siendo víctima de la situación reinante y fue forzado a salir de la ciudad aún en contra de su voluntad. Moishan se encontraba en el proceso de conocimiento del aquí y ahora de este Monterrey vio-lento y violentado y no tuvo tiempo suficiente para involucrarse en la escena como hubiera querido. Su galería Flying Circus trajo a Monte-rrey la obra de artistas como Bruno Peinado o Andrés Serrano y se le quedaron en el tintero otros tantos proyectos similares. Lo de Moishan encarna a la perfección las comple-jas implicaciones en las que se mete hoy día quien quiera dedicarse a estos menesteres.

Existen por ahí otros ejemplos más, aunque la complicada situa-ción que vive la ciudad hace pensar que poco cambio podrá haber en el corto plazo, me interesaba en todo caso mencionar un espectro amplio

en el que quedara de manifiesto nombres y datos, algunos más y otros menos conocidos que han formado parte del aparato cultural actual. Mientras las políticas cultu-rales sean tan dependientes de lo político y mientras el entendimien-to de la propia actividad creadora esté tan sujeta a lo veleidoso que solemos ser los regios, será, por un lado el caldo de cultivo perfecto para la irrupción de voces externas, y más si son extranjeras. Pero al mismo tiempo mientras la situación contextual no cambie sustancial-mente y sea la violencia la que dicte las líneas a seguir, creo que más de uno le pensará para apostarle a un apostolado cuyas únicas armas sean el sentido humanista y el pasaporte que los evidencie en su esencia más básica.

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COLABORADORES

Guadalupe Cruz. Egresada de la Facultad de Ciencias de la

Comunicación de la UANL (1988). Trabajó en diversos medios

de comunicación en Nuevo León; fue redactora de noticias en

la xEFB (grupo Radio México), reportera en las secciones cul-

turales de El Nacional y El Porvenir, y editora de la sección

cultural de El Financiero Noreste. Ha colaborado en otros me-

dios locales y nacionales en temas sociales, de cultura y de

género. Como profesionista independiente ha participado en

proyectos e investigaciones culturales, antropológicas y de

género para organismos gubernamentales, culturales y em-

presariales. Desde el 2000 es Secretaria general de Comuni-

cación e Información de la Mujer en Nuevo León, A. C.

Juan Doncel. Licenciado en sociología y doctor en antropolo-

gía social, trabaja como profesor e investigador en la Escue-

la de Comunicación de la Universidad Regiomontana desde

2008. Antes de incorporarse a esta universidad vivió y trabajó

en diversas regiones de España. También pasó varias tempo-

radas en Sudamérica, donde realizó investigaciones en Resis-

tencia (Argentina) y Medellín (Colombia). Actualmente, además

de impartir materias relacionadas con métodos de investiga-

ción social, tanto a nivel de licenciatura como de maestría, está

dirigiendo el Centro de Estudios Interculturales del Noreste

(adscrito a la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales

de la Universidad Regiomontana), así como diversas investiga-

ciones que giran en torno a la construcción de comunidades

extranjeras, a la educación intercultural y a representaciones

mediáticas de minorías socioculturales.

Celina Fernández. Licenciada en sociología por la Facultad

de Filosofía y Letras de la UANL, se ha desempeñado en la

docencia y el trabajo comunitario. Fue coordinadora general

del voluntariado durante el Fórum Universal de las Culturas

Monterrey 2007. Actualmente colabora en el área de investi-

gación y gestión de colección para diferentes proyectos mu-

seográficos.

Marco Granados. Licenciado en Artes Visuales con especiali-

zación en curaduría. Vive y trabaja en Monterrey, Nuevo León.

Curador, investigador y crítico de arte. Ha curado exposiciones

en diversos museos, galerías y espacios emergentes de Méxi-

co, Estados Unidos, Colombia, Francia, España y China.

Juan Rodrigo Llaguno. Estudió comunicación en la Univer-

sidad de Monterrey y postgrados en fotografía y cine en la

Universidad de Nueva York y en la Societe Macley en Paris,

Francia. Ha desarrollado su trabajo en Monterrey por más de

veinte años. Su obra se ha expuesto individualmente en Mon-

terrey, Ciudad de México, Phoenix, Arizona; Madrid, España;

ginza, Japón, entre otras ciudades y publicada en diversos

libros y revistas.

Mario Núñez. Periodista, editor, promotor cultural, aficionado a

la ciencia ficción y a la música. Ha publicado en los periódicos

y revistas El Porvenir, Milenio, El Norte, Vida Universitaria, La

Rocka (Monterrey, N.L.), El Sureste (Tabasco), Imagen (Zacate-

cas), La Jornada, Record, Rolling Stone (México, D.F.) y La opi-

nión (Los Ángeles), entre otros. Tiene estudios de licenciatura y

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maestría en Ciencias de la Comunicación por la UANL. Sus reportajes

han obtenido los premios El Porvenir [Monterrey, N.L., 1991 y 1992],

Crónica de Nuestros Barrios [Monterrey, N.L., 1992] y la Medalla José

Pagés Llergo [Villahermosa, Tabasco, 1997]. Actualmente es coordina-

dor de Comunicación y Prensa de la orquesta Sinfónica de la UANL.

Mercedes Saldívar. Periodista, egresada de la Facultad de Ciencias

de la Comunicación por la UANL. Trabajó como reportera en los perió-

dicos El Sol y El Norte cubriendo reportajes locales y nota roja. Más

tarde, en 1997, se integró como reportera en TV Azteca Noreste en

el noticiero Info 7, realizando enlaces en vivo y a nivel nacional para

Hechos AM de Azteca 13, además de conducir la cápsula de Las 7 del

7 y reportajes de investigación.

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