Historias Sufies

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Sufismo

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HISTORIAS DE

SUFÍES

al-Yafi’i

Kitab rawd ar-rayahín

fi hikayat as-salihín

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Colección Blanca � 9 �

Título: HISTORIAS DE SUFÍES

Autor: AL-YAFI’I

Caligrafía de la portada: «quien busca, encuentra»

Selección, traducción e introducción

©�SANTIAGO MARTÍNEZ DE FRANCISCO

[email protected]

© De esta edición: Mandala Ediciones, 2010

Tarragona 23, Local. 28045 Madrid (España)

Tel: +34 914 678 528

E-mail: [email protected]

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I.S.B.N.: 978-84-8352-279-0

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Diseño gráfico: Violeta Cabal

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De Dios venimos y a Él hemos de volver.

Corán, 2, 156

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9

Introducción

La aparición del islam

Sobre los mimbres de sus escasos conocimientos de las tradicio-

nes judaica y cristiana, en sus vertientes ortodoxa y heterodoxa,

Mahoma (570-632 d. C.) recibe la revelación del Corán entre los

años 610 y 632 después de Cristo. Con ella cambiaron la mentali-

dad y el modo de vida de los árabes, que pasaron de ser un conjunto

de tribus idólatras enfrentadas entre sí a constituir una nación

guiada por Dios que cambiaría la faz de la Tierra, desarrollando la

civilización más brillante de la Edad Media. Incorporando algunas

características y costumbres árabes (verbigracia la peregrinación a

La Meca y el culto a la Piedra Negra, o la creencia en los genios,

así como la consagración de la lengua árabe), el islam no es sino la

enésima restauración de la religión eterna de la Humanidad, cons-

tantemente adulterada por los hombres y constantemente purifi-

cada y renovada por Dios a través de sus sucesivos profetas. El islam

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10

hace suyos los apóstoles del judaísmo (además, y en primer lugar, de

Cristo), así como otros judeo-arábigos, e incluso se alude positiva-

mente a religiones como la de los magos o la de los sabeos1.

Como dice el profesor Cruz Hernández, «el islam no puede

explicarse como peculiar hijuela del judaísmo o del cristianismo,

o como una simbiosis de ambos, como las especies no se explican

surgiendo linealmente una de otra. Lo comprendemos mejor bro-

tando como rama paralela, más o menos convergente, del común

Mundo de la Profecía»2.

Islam, espiritualidad y camino sufí

El Corán, y también los hadices, colección de dichos y hechos referi-

dos a Mahoma, son un vasto corpus de creencias religiosas, consejos

de conducta y leyes civiles. Su resultado no es un culto minoritario

sino un Estado basado en los preceptos divinos que sobrevivió a

través de guerras con los enemigos politeístas y se expandió des-

pués a expensas de otras civilizaciones. ¿Cómo una religión apa-

rentemente tan mundana podría haber producido desde dentro

una vía de contemplación mística y realización espiritual como el

sufismo? Los historiadores y estudiosos occidentales tradicional-

mente se han inclinado a suponer un origen exógeno para el esote-

rismo islámico, bien cristiano, como asevera el padre Asín Palacios

en El islam cristianizado, bien indio u oriental, como apuntan otros

trabajos. Ello no empecería, no obstante, las potencialidades espiri-

tuales del Corán o de las tradiciones proféticas auténticas.

1 Véase Corán, 22, 17, 2, 62 y 5, 69. Con los sabeos se identificará más tarde a los gnósticos paganos de Harrán (Mesopotamia) y a los hindúes.

2 Miguel Cruz Hernández: Historia del pensamiento en el mundo islámico. 1. Desde los orígenes hasta el siglo XII. Alianza Universidad. Alianza Editorial, S.A., Madrid 1981, pág. 42.

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11

En efecto, junto a disposiciones legales aparecen en el Libro

Sagrado historias bíblicas y otras donde se vierten aquí y allá con-

ceptos metafísicos o esotéricos, como las múltiples descripciones

del Paraíso, especialmente la sura del Acontecimiento, donde se

distinguen los compañeros de la derecha y de la izquierda (bue-

nos musulmanes y pecadores) de los adelantados o allegados, que

serían los elegidos o iniciados 3. También suelen inspirarse los

sufíes en el célebre pasaje del mi’rach 4 o ascensión de Mahoma,

donde se alude a su viaje nocturno de La Meca al templo de Jeru-

salén (para los musulmanes la Mezquita al-Aqsà) y de ahí, según

la tradición, al cielo y al infierno, lo que simbolizaría el recorrido

espiritual de los místicos. En el mismo Corán se hace referencia

al significado oculto de algunas aleyas, y la inmanencia y el amor

de Dios a los hombres se hace explícito en algunos pasajes como

los siguientes:

Cuando mis siervos te pregunten por Mí, diles que estoy cerca

y que escucho la oración del que ora cuando Me invoca.

(Cor., 2, 186)

Porque Yo estoy más cerca del hombre que la vena de su

corazón.

(Id., 50, 16)

En verdad hay en la tierra signo para los que realmente creen.

También los hay en vosotros mismos.¿Qué? ¿No los veis?

(Id., 51, 20-21)

Dios suscitará a un pueblo al cual Él ame y del cual sea

amado.

(Id., 5, 54)

3 Corán 56, 8-11.

4 Corán, 17, 1.

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12

Pero donde más guiños hay al tasawwuf, o esoterismo islá-

mico, es en el extensísimo corpus de los hadices, tradiciones o

enseñanzas del Profeta. Para la mayoría de los estudiosos occi-

dentales, y algunos orientales, gran parte de estos hadices serían

apócrifos, fruto de la piedad e imaginación de generaciones de

musulmanes, que harían remontar esa sentencia o anécdota al

Profeta a través de una larga cadena de transmisores para justifi-

car tal o cual punto de vista moral o político. Incluso los compila-

dores ortodoxos de hadices seguros (sahih), como Bujari, Muslim,

Tirmidhi y otros, hubieron de excluir de sus colecciones algunos

hadices por falsos, y otros los dejaron como dudosos o débiles (por

faltar algún eslabón en la cadena transmisoria, por ejemplo). Pero

puede que muchas de esas sentencias fueran efectivamente pro-

nunciadas por el Profeta, entre ellas algunas sapienciales o espi-

rituales. Tienen menos autoridad que el Corán, palabra de Dios

para los muslimes, pero en alguno el propio Mahoma se declara

inspirado, y otros, los hadiz qudsi o santos, serían palabras de Dios

reveladas al Profeta.

Si bien son claras las concomitancias cristianas, neoplatónicas,

hindúes o incluso budistas de gran parte de las doctrinas y prácti-

cas de los sufíes, no se puede pasar por alto la adhesión explícita de

estos a las fuentes islámicas, hasta el punto de referirse continua-

mente en sus escritos al Corán y el hadiz, así como a las propias

revelaciones de algunos santos sufíes. Las cadenas de transmisión

de las tariqas o cofradías místicas remontan de maestro en maestro

hasta el propio Profeta, pasando por alguno de los cuatro califas

ortodoxos, aunque la mayoría de ellas lo hace a través de Alí, quien

también es el primer imam para los shi’íes 5.

5 He oído que la tariqa Naqshbandiyya, implantada en Turquía, dice remon-tarse a Abu Bakr. Más extraño me resultaría imaginarme al impetuoso Omar o al aristócrata Uthmán como maestros sufíes.

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Por tanto, el sufismo podría haberse originado bien con el

propio Mahoma, como pretenden los sufíes, bien por injerto de

otras tradiciones o bien por generación espontánea en contacto

con estas. Ninguna de estas hipótesis es descartable. Recordemos el

pasaje del Evangelio que compara el Espíritu al viento, que «sopla

donde quiere 6».

¿Cuándo se puede reconocer al sufismo como algo compacto

y diferenciado dentro del islam? Parece que los primeros sufíes

reconocibles como tales son del siglo viii o ix después de Cristo

(ii y iii de la hégira). A pesar de que el islam condenó el mona-

cato, ordenó la guerra santa y trazó directrices para vivir en este

mundo (aunque sin descuidar la espiritualidad), muchos musul-

manes piadosos que se vieron de la noche a la mañana rodeados

de las riquezas, lujos y honores que les habían proporcionado las

conquistas, optaron por renunciar a ellos y consagrarse a una vida

de meditación y oración. Según Nicholson, primero habrían sido

ascetas y quietistas para devenir poco después místicos 7. En Persia

oriental se llamaron primero ‘árif o hakim (sabios), pero pronto

se generalizó el término sufí, para el que se han propuesto distin-

tas etimologías, como la raíz arábiga que significa ‘pureza’, safà, o

la que por el momento está más aceptada y que lo haría derivar

del término árabe suf, ‘lana’, siendo sufí, o más bien mutasáwwif 8,

aquel a quien se concedía el sayal de lana o jirqa, semejante al de

los eremitas cristianos, que significaba la renuncia al mundo y la

vinculación al maestro y a la cofradía mística. Personalmente me

convence más la que lo hace derivar del griego sofós, ‘sabio’, siendo

6 Juan, 3, 18.

7 Nicholson, Reynold A.: Poetas y Místicos del Islam. Editorial Barath. Madrid, 1986, pág. 18.

8 El que se ha iniciado en el sendero del sufismo. El sufí es en realidad el que ha realizado la Identidad Suprema.

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el término árabe que designa el sufismo, sufiyya, la transliteración

de la Sofía (Sabiduría) griega.

Los primeros sufíes históricos pueden rastrearse en torno a

(o en connivencia con) las primeras manifestaciones de repliegue

del mundo shi’í, no mucho después del asesinato del imam Husayn

en Kerbela’ (680 d. C.). Hasan al-Basri (Medina 21/642-Basora

110/728) es reivindicado como fundador por la práctica totalidad

de las cofradías islámicas. Propugnaba una comunidad única (ni

shi’í ni sunní) y condenaba tanto la ocultación como la violencia.

Se cree que el iman Alí le habría revestido del manto iniciático. De

Basora fueron también Malik ibn Dinar (m. en 774) y al-Muhá-

sibi (m. en Bagdad en 857). De lo que ahora es Iraq, Irán y más al

este son los más importantes sufíes del siglo ix, como Abu Yazid

Bistami (discípulo del imam shi’í Ya’far as-Sádiq), Sahl ibn Abad

at-Tustari, Shibli, o al-Yunayd; siendo el más llamativo y el más

conocido por los occidentales Husayn Mansur al-Hallach (Irán

857-Bagdad 922), que fue ejecutado por las autoridades ortodoxas

por exteriorizar sus vivencias místicas, incluso más de lo que era

aceptable para la mayoría de los mutasawwifún. No en vano su

doctrina debía permanecer batiní (esotérica). Hubo y hay también

mujeres místicas, como Rabi’a al-Adawiyya y otras que, como ella,

aparecen en esta antología.

De Oriente Próximo el sufismo pasaría enseguida a Egipto con

Du n-Nun al-Misri («el egipcio», 796-859), conocido alquimista y

teósofo, y de ahí al Magreb y al-Ándalus, donde daría figuras de la

talla de Ibn al-Arabi, «el más grande de los maestros» (1164-1240).

Normalmente los sufíes se apartaban del mundo, como

Dawud Ta’i, de Kufa (m. en 778-79 o 781-82), que renunció al

estudio del derecho y arrojó sus libros al Eúfrates, consagrándose a

la ascesis y la vida solitaria. También al-Gazali (m. 1105) renunció

a su posición de jurista para consagrarse al estudio de la teología y

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la mística, y emprender una vivificación del islam. Pero en general

los místicos no desprecian la ley islámica (sharí’a) y recomiendan

su cumplimiento. No obstante, en la zona que va de Irán a la India,

las manifestaciones de los sufíes han sido, por así decirlo, más libres

e iconoclastas, como en el caso del propio Abu Yazid o del persa

Abu Sa’id ibn Abi l-Jayr, que llega a decir, en nombre de los dervi-

ches vagabundos:

Nuestra santa obra no se habrá concluído hasta que yazcan

en ruinas todas las mezquitas que se levantan debajo del sol.

El verdadero musulmán no se manifestará hasta que sean

una sola cosa la fe y la infidelidad 9.

O en el de las sabias extravagancias de Mulá Nasrudín, también

conocido entre los árabes como el tonto Yuha. O las aparentemente

blasfemas e incrédulas Ruba’iyyat del persa Omar Jayyam. Pero en

el Magreb, y en general en el mundo árabe, la enseñanza de los

maestros sufíes se ciñe lo más posible a la ortodoxia, lo mismo que

hace al-Yafi’i, el sufí de origen yemení pero afincado en La Meca,

que recoge las historias que ahora presentamos.

Doctrina y método sufíes

El viajero (sálik) del camino espiritual busca la transformación de

su ser humano para llegar a ser lo que en realidad es, y producir su

identificación con la Realidad suprema que es Dios, haciéndose real

la afirmación de al-Hallach: «Yo soy la Verdad».

Esta vía se divide en etapas espirituales permanentes o maqa-

mat y estados espirituales pasajeros ahwal. La meta es el conoci-

miento (ma’rifa).

9 Nicholson, op. cit., pág. 78.

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Según el Kitab al-Luma’ de as-Sarrach, el sendero consta de las

siguientes siete jornadas: 1. Arrepentimiento de la vida anterior, por

lo que se decide emprender el camino poniéndose a las órdenes de un

maestro (sheij). 2. Abstinencia. 3. Renuncia. 4. Pobreza. 5. Paciencia.

6. Confianza en Dios. 7. Satisfacción.

Estas etapas pueden variar de un autor a otro, pero en general

el místico debe luchar denodadamente contra su alma, nafs, para

eliminar de ella sus bajas tendencias, que son las que le impiden la

contemplación y la unión con Dios. Se cuenta que dijo el Profeta al

volver de una batalla contra los infieles: Hemos vuelto de la guerra

santa menor a la guerra santa mayor 10, refiriéndose a la que se desa-

rrolla en el corazón del creyente.

Hacia el exterior, el místico debe ser todo caridad, desprendi-

miento y servicio a los demás. Es lo que en el Corán se llama ihsán,

es decir, que adores a Dios como si Le vieras, pues si tú no Le ves, Él sí te

ve a ti 11. Hacia el interior debe recogerse y practicar los medios de

propiciar la iluminación divina. Medios como la oración, la vigilia,

el ayuno, la meditación, el dhikr o repetición incesante de breves

jaculatorias o del nombre de Dios, normalmente acompañado del

ritmo respiratorio apropiado, o letanías místicas de origen corá-

nico, e incluso la audición (sama’) de música espiritual, acompa-

ñada o no por la danza, prácticas estas dos últimas condenadas por

algunos sufíes más rigurosos.

La identificación con la Realidad suprema se describe como un

faná, «extinción en Dios», que sería muy similar al nirvana budista

10 Este hadiz no aparece en la recopilación de Wensinck. Sí en la Encyclopedia of Jihad, editada por R. K. Pruthi. Anmol Publications Pvt. Ltd. New Delhi, 110002 (India), vol. 1, págs. 60-71, donde lo cita como débil o dudoso, aunque el autor cita otro hadiz de donde entiende deducirse el término yihad como espiritual. El otro hadiz de la guerra santa mayor también aparece en diccionarios de términos sufíes.

11 Hadiz. Wensinck, tomo I, pág. 467.

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o vedántico si no fuera porque tiene una contrapartida optimista:

el baqá o subsistencia en Dios del alma transformada. Luego puede

incluso venir un nuevo descenso purificado al mundo para ayudar

a los otros. Como dice Fernando Valera, los místicos musulmanes

recorrían tres grandes jornadas. La primera consistía en renunciar

a sí mismos; la segunda, en morar y gozarse en Dios; y la tercera, en

consagrase al servicio y guía espiritual de la Humanidad 12.

Estos son los grandes rasgos del esoterismo islámico o sufismo,

que el lector encontrará reflejados en estas historias.

Vida y obras de al-Yafi’i

Al-Yafi’i nació en el Yemen ca. 698/1298. Después de su primera

peregrinación a La Meca inició una vida de asceta bajo la tutela

del maestro sufí Alí at-Tawashi. En 1319 viajó de nuevo a La Meca

para completar su formación religiosa. Allí renunció a su matri-

monio para vivir como asceta en los dos santuarios, La Meca y

Medina. En 1335 viajó por Palestina y Egipto. Se adhirió a la tariqa

Qadiriyya (que se remonta al maestro Abd al-Qádir al-Yilani), de

la cual fundó una rama, la Yafi’iyya, que todavía existe en el Yemen.

De vuelta de sus viajes se estableció en La Meca, donde gozaba de

prestigio y era solicitado por su conocimiento y por su dirección

espiritual. Entre sus discípulos se cuenta Shah Ni’mat Allah (m.

1431), fundador de la orden Ni’matullahi, que se extendió mucho

por Irán y Turquía. Murió en La Meca en 1367, y sus ropas fueron

vendidas como reliquias. Al-Yafi’i enseñó sobre todo hadiz, comba-

tiendo tanto el racionalismo mu’tazilí como el antropomorfismo de

Ibn Taymiyya. Escribió libros sobre el sufismo, entre ellos el texto

que presentamos, cuyo título original es Rawd ar-rayahín fi hikayat

12 Nicholson, op. cit. pág. 14.

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as-salihín (Jardín de los arrayanes sobre las historias de los virtuo-

sos), y que sin duda es una recopilación de relatos tradicionales. He

preferido traducir Historias mejor que cuentos por el carácter pre-

suntamente verídico con que el autor los presenta. También escri-

bió en defensa de maestros como al-Yilani, Ibn Arabi y al-Hallach,

así como numerosos poemas de índole mística.

El Jardín de los arrayanes. Texto y traducción

Conocí estos cuentos a través de la selección que de ellos publicó

Emilio García Gómez en su Antología de árabe para principiantes,

que aún hoy manejan los estudiantes universitarios de árabe. G.

Gómez dice haber utilizado el resumen que aparece al margen de

las Qisas al-anbiya’ (Historias de profetas), de Za’labi, publicadas

por Alamiyya en El Cairo en 1929. La edición que yo he utilizado

de esta misma Qisas al-anbiya’, sin data ni lugar de edición, es la

publicada por el Hayy Abd es-Salam b. Muhammad b. Shaqrún,

imprenta ‘Atif e hijo, la única que he podido encontrar en las biblio-

tecas de Madrid, que es muy defectuosa, con múltiples errores

de imprenta o de copia, habiendo tenido a veces que deducir qué

letra o qué palabra es la que debería ir en vez de la que aparece, con

muchos puntos diacríticos borrados o cambiados y por supuesto

sin vocales ni signos auxiliares. Pido disculpas por los errores que

puedo haber cometido, especialmente en los versos.

Para la transcripción de los fonemas de los términos árabes

me he valido de los signos normales en el teclado latino, por ser

difícil o muy costoso para las imprentas convencionales emplear

puntos diacríticos. Para algunos fonemas he empleado grupos de

letras conocidos por el lector medio, como el grupo sh que suena

como en inglés o como la ch francesa; o la y, que a veces repre-

senta un sonido como el de la j en francés o inglés, teniendo que

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representar otras veces ese mismo sonido por la ch para que no

se lea como vocal, como en el nombre al-Hayyach, donde se daba

tres veces el mismo sonido. La h es un sonido aspirado en árabe;

el signo z transcribe la silbante alveolar sonora, que suena como

la s francesa intervocálica, mientras que el fonema interdental

de zapato se representa con th; el signo dh es un sonido fricativo

alveolar sonoro, como la th inglesa en this. Este mismo fonema

velarizado, he tenido que representarlo también por el signo z, en

nombres árabes como zuhr (melodía). Un sonido muy caracterís-

tico de la lengua árabe, el ‘ayn, fricativa faringal sonora, así como

la hamza, que es más suave (oclusiva glotal sorda), los represento

por el apóstrofe (‘) si van en medio de palabra, o por nada si van

al comienzo. Como el sonido del artículo al se asimila a las con-

sonantes llamadas solares, así lo reflejo en las transcripciones. La

frecuente locución ibn, ‘hijo de’, es abreviada generalmente en b.

Jaculatorias muy repetidas son a veces eliminadas o reducidas a

las iniciales, por ejemplo e. s., ‘ensalzado sea’, que suele seguir al

término «Dios». A menudo utilizo el vocativo árabe ya en lugar

de oh. Las notas a la Introducción y al texto son siempre del tra-

ductor.

Las historias que ahora ofrecemos, que constituyen la mayor

parte de la recopilación de al-Yafi’i, tratan de la espiritualidad ascé-

tico-mística musulmana, incluyendo desde problemas teológicos

y milagrerías ingenuas hasta moralidades edificantes de enorme

intensidad poética. Desfilan por ellas iniciados bajo la apariencia de

cantantes de tabernas, sabios y sabias que pasan por locos o locas,

príncipes albañiles, princesas bizantinas que se convierten al islam,

ejemplos de virtud de cristianos que indefectiblemente acaban

convirtiéndose al islam, discusiones teóricas entre sufíes y monjes

cristianos y hechos prodigiosos o cotidianos protagonizados por

místicos, así como revelaciones privadas con las que Dios se dirige a

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20

los santos, o estos a Él, con una proximidad inhabitual, todo salpi-

cado de sermones del autor o de poemas profanos utilizados en un

sentido espiritual.

Esperamos que el lector disfrute de la lectura de estas pin-

torescas y edificantes historias, que pueden ayudar a ampliar el

horizonte de nuestros conocimientos de ese vasto mundo que es

el islam.

Santiago Martínez de Francisco

Getafe, 1 de agosto de 2010

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Bibliografía

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Asín Palacios, Miguel: El islam cristianizado. Estudio del sufismo

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Exordio

En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso. Alabado sea

Dios, el Magnífico, el Munífico, el Misericordioso, el Clemente, el

cual creó al hombre y lo adornó con la articulación del lenguaje, que

favorece a quien quiere de sus seguidores y le conduce al camino

de la fe, que distinguió a esta nación con la oración, el ayuno y la

recitación del Corán, y suscitó en ella santos y puros, mártires y

virtuosos, gente del Conocimiento dotados del mérito y la fe,

cuyos pechos abrió para perdonarles sus faltas y guiarles al Camino

Recto, el camino de Dios, el Glorioso, el Munífico, que les favoreció

con su gracia, les prodigó de su generosidad y les escanció con las

copas de su amor, bebiendo de cuya cercanía se reconfortaron los

corazones y los cuerpos, y les prometió que contemplarían Su noble

rostro, coronándoles con la corona de la dignidad y vistiéndoles con

las túnicas de colores de Su satisfacción. Loado sea por Su mérito

universal, Su generosidad magnífica y Su benevolencia antigua; Él

es el Subsistente y todo lo demás es perecedero. Le adoro a lo largo

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de las eras y me vuelvo a Él arrepentido y Le pido perdón con una

petición que hace innegable el perdón; y doy testimonio de que no

hay más dios que Dios Solo y sin asociado, el Misericordioso, el Cle-

mente, y doy testimonio de que nuestro señor Muhammad, Dios le

bendiga y salve, es Su siervo y Su enviado, la mejor criatura entre

los humanos y los genios. Dios mío, bendice a este profeta generoso

y enviado grandioso con una bendición y una paz eternas e insepa-

rables a lo largo del tiempo.

En cuanto a lo demás, he aquí unas advertencias excelsas y

magníficas que transcribí del libro Jardín de los arrayanes sobre los

méritos de los virtuosos, Dios nos prodigue con las bendiciones de

ellos en los dos reinos y por su recuerdo haga descender hasta noso-

tros las misericordias y las bendiciones. Aparecen en estas historias

noticias de las señoras, virtudes de los guías y bondades de la gente

de las felicidades, con relatos verídicos para que la preocupación y

la cavilación se alejen de quienes las lean, y los encantos de aquellas

vidas conmuevan a sus oyentes, de modo que su escucha reanime los

cuerpos y su lectura aleje las tristezas. Este es el momento de comen-

zar con ello, y pedimos a Dios, ensalzado sea, que nos aproveche con

los santos y nos reúna con el grupo de la gente de la santidad.

Entre estas historias está lo que se contó de nuestro señor

Du-n-Nun el egipcio, Dios esté satisfecho de él.

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1. UN SUFÍ SOBRE LAS OLAS

Contó: Navegaba yo una vez por el mar y viajaba conmigo un joven

de hermoso rostro. Cuando estuvimos en medio del mar el dueño del

barco perdió una bolsa con dinero, por lo que empezó a inspeccionar

a todo el que se hallaba en el barco. Y cuando llegó al joven para ins-

peccionarle este saltó del barco para sentarse en el mar, y se elevaron

para él las olas a semejanza de un lecho, y nosotros le observábamos

desde el barco. Luego dijo: Señor mío, estos me han acusado y yo Te

conjuro, Amado de mi corazón, a que ordenes a todas las bestias de

este mar que saquen la cabeza y que en la boca de cada una haya

una joya. Relató Du-n-Nun: Y no había acabado el joven de hablar

cuando vimos a las bestias del mar, que habían sacado sus cabezas

y en la boca de cada una había una joya que destellaba y brillaba

como un relámpago. Luego saltó el joven por segunda vez del mar a

las olas, empezó a andar y no se mojaban sus pies, mientras recitaba:

A Ti adoramos y a Ti rendimos culto 13, hasta que se ocultó de mi vista.

Dijo Du-n-Nun: Y eso me incitó a nadar, mas recordé el dicho del

Profeta, Dios le bendiga y salve: No dejará de haber en mi Comunidad

treinta hombres cuyo corazón será como el corazón de Abraham, el íntimo

del Clemente, y cada vez que muera uno, Dios le sustituirá con otro 14.

�13 Corán, 1, 5

14 Hadiz dudoso. No viene en el índice recopilatorio de los hadices canónicos de Wensinck. Viene en una enciclopedia de hadices de Muh. Al-Sa’id Zaglul, que lo toma de Ithaf al-sadat al-mutt aqin de al-Zubaydi, edición Beirut, 8: 917, y de Ta’rij Asbahan de Abi Nua’im, de Asbahan, edición Europa, 1: 180. Los abdal serían una élite de santos ocultos que gobernarían la Tierra. Según Ibn Arabi sólo serían siete.

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2. EL AMO GENEROSO

Se contó que Ya’far as-Sádiq 15, Dios esté satisfecho de él, tenía un

criado que cierto día vertió agua sobre la mano de su señor. El reci-

piente cayó de su mano a la jofaina y el agua llegó a su ropa. Le

dirigió una mirada reprobatoria, y dijo el criado: Oh mi señor, ¿y

los que contienen la cólera? Dijo Ya’far: Contengo mi cólera. Y dijo

el criado: ¿Y los que perdonan a la gente? Dijo Ya’far: Te perdono.

Y dijo el criado: Pues Dios ama a los bienhechores. Dijo Ya’far: Ve,

eres libre, por Dios, ensalzado sea, y te doy mil dinares de mi pecu-

nio. Y estas son algunas de las generosidades y buenas costumbres

de ellos; Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de ellos.

3. LA BALANZA

Se cuenta de uno de ellos, Dios esté satisfecho de él y nos apro-

veche por él: Vi en sueños a uno de los pecadores después de su

muerte, y le pregunté: ¿Qué ha hecho Dios contigo? Y dijo: Fue-

ron pesadas mis obras buenas y mis obras malas, y pesaron más

las malas que las buenas. Me quedé perplejo, y estando yo así cayó

un envoltorio del cielo sobre un platillo de la balanza, y pesó más.

Luego oí una voz que decía: Y aún si se trata de un grano de mostaza

lo tendremos en cuenta. ¡Bastamos nosotros para ajustar cuentas! 16

Dijo: Luego se desató el envoltorio y había en él un puñado de

tierra que yo había echado a la tumba de un musulmán. Así que

15 Sexto imam shi’í y maestro de sufí es como al-Bistami. Vivió entre 83 h/703 d. C. y 148 h./765 d. C.

16 Corán 21, 47

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Dios me perdonó por aquello y me hizo entrar al Paraíso. Mira la

generosidad de Dios, ensalzado sea, y la dulzura de su benevolen-

cia con sus siervos.

�4. LA MANSIÓN SIN TACHA

Se contó de uno de los virtuosos, Dios, ensalzado sea, esté de él

satisfecho: Un rey construyó una mansión y se esmeró en su cons-

trucción, la engalanó y puso en ella comida. Invitó a la gente a su

casa e hizo sentarse a la puerta a esclavos y criados para que pre-

guntaran a todo el que saliera: ¿Habéis visto algún defecto? Y res-

pondían: No. Y no impedían la entrada a nadie, hasta que llegaron

unas personas de lo más bajo de la escala social, cubiertos de andra-

jos. Y cuando hubieron entrado y comieron del banquete, les salie-

ron al encuentro los esclavos y criados, y les preguntaron: ¿Habéis

observado algún defecto? Y respondieron: Sí, hemos observado dos

defectos. Relató: Y les apresaron y volvieron con el rey, al que infor-

maron de lo que habían dicho. Y dijo el rey: No me satisfaría con

un solo defecto, ¿cómo voy a estar satisfecho con dos defectos? Y

ordenó: Traédmelos. Los llevaron ante él y el rey les preguntó cuá-

les eran los dos defectos. Y explicaron: Esta casa, ¿se vendrá abajo y

morirá su dueño? Dijo el rey: ¿Conocéis una casa que no se venga

abajo y cuyo dueño no muera? Respondieron: Sí. Y dijo el rey: ¿Y

dónde está? Entonces le recordaron el Paraíso y sus delicias y le

hicieron desearlo, y le recordaron también el infi erno y le hicieron

temerlo, invitándole a adorar a Dios, ensalzado sea, a lo que respon-

dió favorablemente: salió de su reino huyendo a Dios arrepentido.

A Él pedimos, ensalzado sea, el arrepentimiento y el perdón.

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5. MISTERIOSO RELEVO

Se cuenta de uno de los santos —Dios, ensalzado sea, esté de él satis-

fecho— que dijo: Yo era un barquero en el Nilo que hacía pasar a la

gente de la orilla oriental a la occidental. Y estando yo un día sentado

en mi barca vi a un jeque de rostro resplandeciente que se acercó

a mí, me saludo y me dijo: Llévame, por Dios. Respondí: Sí. Luego

añadió: Y dame de comer, por Dios. Dije: Sí. Y subió a la barca y le

hice pasar al lado occidental. Llevaba un hábito remendado y en la

mano un bastón y una cantimplora. Y cuando se apeó dijo: Quiero

confiarte un encargo. Pregunté: ¿De qué se trata? Y explicó: Mañana

al mediodía me encontrarás muerto bajo ese árbol. Lávame y amor-

tájame con el sudario que encontrarás bajo mi cabeza, reza por mí y

entiérrame bajo el árbol, pues esa es mi tumba. Y cuando termines

conmigo toma este hábito, la cantimplora y el bastón; y cuando llegue

alguien que te los pida, dáselos. Dijo: Me maravillé de su caso y me

dejó. Se fue y yo pasé la noche meditando. Cuando amanecí esperé la

hora que me había señalado el sheij, mas cuando llegó el momento

del mediodía, me olvidé, y no volví a caer en la cuenta hasta cerca de

la media tarde 17. Fui a él rápidamente y lo encontré muerto bajo el

árbol, y bajo su cabeza encontré un sudario que exhalaba un perfume

a almizcle. Contó: Lo lavé y amortajé con él, recé por él y excavé bajo

el árbol, y he aquí que hallé un sepulcro construido en mármol y lo

enterré en él. Luego volví a mi sitio por la noche, llevando conmigo

el hábito, la cantimplora y el bastón. Y cuando se alzó la aurora y se

aclaró el aire vi que estaba junto a un joven que había llegado. Clavé

mi vista en él y supe que era uno de los muchachos juglares que dan-

zaban y cantaban, llevaba ropas finas, las manos teñidas y un aro bajo

su sobaco. Se acercó a mí, me saludó y me dijo: ¿Eres tú Fulano hijo

17 El zuhr (mediodía) y el asr (media tarde), son dos horas del día y asimismo dos de las cinco oraciones canónicas que debe ejecutar el musulmán.

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de Fulano? Respondí: Sí. Dijo: Dame el depósito que se te ha con-

fi ado para mí. Pregunté: ¿Y qué es? Dijo: Un hábito remendado, un

bastón y una cantimplora. Pregunté: ¿Y cómo lo sabes? Dijo: Sólo

sé que estaba yo ayer en la boda de Fulano bailando y cantando

cuando llamó a la plegaria el muezzín y me dormí para descansar. Y

estando yo dormido un hombre me despertó y me dijo: Levántate.

Dios, loado y ensalzado sea, se ha llevado el espíritu del santo Fulano

y te ha puesto a ti en su lugar, y el jeque te ha dejado un depósito

consistente en un hábito remendado, un bastón y una cantimplora.

Contó el santo: Y se los ofrecí. Entonces se quitó sus ropas y se

lavó e hizo las abluciones rituales en el río, se vistió las ropas viejas

y me entregó las suyas, diciendo: Da estas ropas en limosna. Luego

partió y me dejó, y no se dónde fue. Me pasé el día llorando hasta

la noche, y cuando me dormí vi al Señor de la Gloria que me decía

en sueños: Ya Fulano, ¿acaso es duro para ti que yo sea benévolo con

uno de mis siervos, que era un pecador y le acogí? Es sólo una gracia

mía que concedo a quien quiero, pues mi misericordia lo abarca todo.

�6. EL PRÍNCIPE ALBAÑIL

Se cuenta de uno de ellos —Dios, ensalzado sea, esté de él satis-

fecho— que dijo: Vivía yo en Bagdad y tenía un conventito rui-

noso. Necesitaba construir un muro que se había derrumbado de

él y salí hacia el punto de reunión de los albañiles para buscar un

hombre que me construyera el muro. Vi a un muchacho esbelto, de

rostro limpio, me acerqué a él y me detuve delante de él. Luego le

pregunté: Amigo mío, ¿quieres el trabajo? Y respondió: Sí. Y dije:

Ven con la bendición de Dios, ensalzado sea. Mas precisó: Con una

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condición que te pongo. Pregunté: ¿Cuál? Dijo: Que el jornal sea de

un dirham y un sexto de dirham. Asentí, y él añadió: Y que si llama

el muezzín a la oración me dejes rezar con la comunidad. Dije: De

acuerdo. Y fue conmigo a mi casa. Me hizo un trabajo como no

lo he visto igual ni mejor. Después le recordé que era la hora del

almuerzo, y dijo: No. Y supe que estaba ayunando. Y cuando llegó

el momento de la oración del zuhr y oyó la llamada me recordó:

La condición, señor. Dije: Sí. Se desabrochó el cinturón e hizo una

ablución como no la he visto mejor. Luego salió a hacer la oración

con la comunidad en la mezquita. A continuación volvió a su tra-

bajo, hasta que oyó la llamada del asr 18 y dijo: La condición, señor.

Se la concedí y salió a rezar el asr con la comunidad, luego volvió

a su trabajo. Entonces fui a él y le dije: Querido mío. El trabajo de

los albañiles es hasta el asr, pero tú no descansas. Replicó: Gloria

a Dios, así fuera mi trabajo hasta la noche. Cuando llegó la noche

le saqué dos dirhams, y al verlos dijo: ¿Qué es esto? Respondí: Por

Dios, señor, son una parte de tu jornal, porque te has esforzado en

tu trabajo. Me los tiró y dijo: Por Dios, no aumentaré nada a lo

convenido entre tú y yo. Le supliqué, pero no pude con él. Tomó el

dirham y sexto y se fue. Al día siguiente volví al mismo lugar y no lo

encontré. Pregunté por él y me dijeron: Sólo viene aquí de sábado a

sábado. Y cuando llegó el sábado fui a buscarle y lo encontré. Sonrió

al verme, y le dije: En el nombre de Dios, [trabajarás] bajo la con-

dición que señales. Y dijo: Sí. Se fue conmigo y trabajó su jornada

como anteriormente, e incluso más, le di el jornal, lo cogió y se fue.

Cuando llegó el tercer sábado fui al lugar y no lo encontré; pregunté

por él y me dijeron: Está enfermo en la tienda de Fulana. Era esta

una anciana que tenía una tienda en el cementerio, y era célebre por

su santidad y piedad. Me dirigí a ella y encontré allí al joven, acos-

18 Véase la nota 17

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tado sobre el suelo, sin nada debajo, salvo un ladrillo bajo su cabeza,

y su rostro resplandecía de luz. Contó: Le saludé y me devolvió el

saludo, y me senté junto a su cabeza, llorando por su corta edad y su

alejamiento de su tierra. Entonces le pregunté: Querido, ¿necesitas

algo? Me dijo: Sí, ven mañana aquí hacia el duhà 19, me encontrarás

muerto: lávame y amortájame en esta tienda, y cava mi tumba en

ella; no informes de eso a nadie, rompe el bolsillo de este jubón, saca

lo que hay en él y retenlo contigo; cuando me entierres y acabes con

lo mío, llégate a Harún al-Rashid, dale lo que habrás encontrado en

el bolsillo y envíale mis saludos. Relató: Y al día siguiente llegué a la

tienda y lo encontré muerto —la misericordia de Dios, ensalzado

sea, recaiga sobre él—. Me entristecí mucho por él; luego empecé a

lavarle y a prepararle, lo amortajé y recé por él en la tienda, y cavé

su fosa en ella como me había dicho. Después rasgué su bolsillo y

vi en él un jacinto que valía mil dinares. Me maravillé de aquello y

exclamé: Por Dios, ha practicado en el mundo el mayor ascetismo.

Y cuando terminé con él esperé la salida de Harún al-Rashid en su

cortejo, le salí al paso en su camino y le entregué el jacinto. Cuando

lo vio cayó desmayado y sus sirvientes formaron un círculo a mi

alrededor. Cuando despertó dijo: Dejadle libre. Me tomó la mano

y se fue conmigo a su salón, donde me preguntó: Hermano, ¿qué ha

hecho Dios con el dueño de este jacinto? Le dije: Ha muerto en la

misericordia de Dios, ensalzado sea. Después le conté toda la his-

toria. Y al-Rashid empezó a llorar y a decir: Sacó provecho el hijo

y se malogró el padre. Entonces llamó: ¡Fulana!, y vino una mujer

que parecía una hurí; cuando me vio quiso volverse, pero al-Rashid

le dijo: ¡Entra! Entró y saludó; él le arrojó el jacinto y cuando ella

lo vio dio un grito y se desmayó. Cuando despertó dijo: Ya emir de

los creyentes, ¿qué ha sido de mi hijo, el dueño de este jacinto? Y él

19 Media mañana.

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me ordenó: Cuéntale toda la historia. Y le conté todo lo referente

a su hijo, y ella empezó a llorar y a exclamar: ¡Cuánto te echo de

menos, frescura de mi ojo! ¡Ojalá no te hubiera escanciado cuando

no tenías quien te escanciara, ni hubiera sido tu amiga cuando no

encontrabas un amigo! Luego lloró intensamente.

Y me dijo el emir de los creyentes: Hermano, este hijo mío

estaba conmigo antes de que yo accediera a esta autoridad, fre-

cuentaba a los ulemas y se sentaba con los santos. Y cuando accedí a

esta autoridad huyó y se alejó de mí, y dije a su madre: Tu hijo se ha

abandonado a Dios, loado y ensalzado sea, y sólo pueden alcanzarle

las desgracias y sufrimientos más tristes. Dale este jacinto para que

le aproveche en sus días de necesidad. Y se lo dio y le invitó a que lo

guardara, y no hemos tenido noticia de él hasta ahora, que nos ha

arrojado nuestro mundo y ha encontrado a Dios en un encuentro

sin tacha. Relató: Y salí con él a su tumba y lloró largamente, y me

pidió que le acompañara. Le dije: Oh emir de los creyentes, tengo

en tu hijo una advertencia y una lección. Luego me alejé de él, triste

por ese muchacho, la misericordia de Dios Altísimo sea sobre él y

esté satisfecho de él.

�7. EL PROFETA Y EL BEDUINO

Se cuenta de uno de ellos, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él,

que dijo: Mientras el Profeta estaba dando las vueltas a la Kaaba,

oyó a un beduino que decía: Oh Generoso. Y dijo el Profeta, Dios

le bendiga y salve, tras él: Oh Generoso. Y pasó el beduino al lado

de la esquina yemení y dijo: Oh Generoso. Y dijo el Profeta, Dios

le bendiga y salve, tras él: Oh Generoso. Y pasó el beduino al lado

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del desagüe y dijo: Oh Generoso. Y dijo el Profeta tras él: Oh Gene-

roso. El beduino se dio la vuelta hacia el Profeta y dijo: Oh hermoso

de rostro y esbelto de talle, ¿te burlas de mí porque soy un beduino?

Por Dios, que si no fuera por la belleza de tu rostro y la esbeltez de

tu talle, me quejaría de ti a mi amado Muhammad, Dios lo bendiga

y salve. Refirió: Y se sonrió el Profeta, Dios lo bendiga y salve, y

dijo: ¿No conoces a tu Profeta, oh hermano de los árabes? Y dijo

el beduino: No. Y preguntó el Profeta, Dios lo bendiga y salve: ¿Y

cuál es tu fe en él? Y respondió: Tengo fe en su profecía aunque no

lo he visto, y creo en su misión aunque no me he encontrado con

él. Y dijo el Profeta: Oh beduino, yo soy tu profeta en este mundo

y tu intercesor en el otro. Relató: Y empezó el beduino a besarle los

pies al Profeta, Dios lo bendiga y salve, pero éste dijo: Oh hermano

de los árabes, no hagas conmigo como hacen los bárbaros con sus

reyes, pues Dios, loado y ensalzado sea, me envió como albriciador

y predicador. Relató: Y descendió Gabriel sobre el Profeta, Dios lo

bendiga y salve, y le dijo: Oh Muhammad, el que es Él mismo la

Paz te envía la paz y te hace objeto de las salutaciones y el agasajo, y

te dice: Dile al beduino que no le engañen Nuestra generosidad ni

Nuestra benevolencia, pues mañana le ajustaremos cuentas por lo

poco y por lo mucho, por el pábilo y la película del hueso del dátil. Y

cuando se le dijo, preguntó el beduino: ¿Nos ajustará cuentas nues-

tro Señor, oh Enviado de Dios? Dijo: Sí, te ajustará cuentas, si Dios

quiere. Y dijo el beduino: Por Su gloria y Su Majestad, si me ajusta

las cuentas yo se las ajustaré a Él 20. Y dijo, Dios lo bendiga y salve:

¿De qué le vas a echar cuentas a tu Señor, oh hermano de los ára-

bes? Y dijo el beduino: Si me ajusta las cuentas por mi pecado, yo

se las ajustaré por Su perdón, y si me las ajusta por mi rebeldía, yo se

20 El texto dice «no se las ajustaré», pero entiendo que es un error del copista o del impresor por lo que dice a continuación.

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las ajustaré por Su indulgencia; y si me hace responsable de mi ava-

ricia, yo le haré responsable de Su generosidad. Relató: Y se puso a

llorar el Profeta, Dios lo bendiga y salve, hasta mojársele la barba. Y

descendió Gabriel, sobre él la paz, sobre el Profeta, Dios le bendiga

y salve, y le dijo: Oh Muhammad, la Paz te envía su saludo y te dice:

Oh Muhammad, reduce tus llantos, pues ya se aligeró la carga del

Trono por las alabanzas de ellos. Di a tu hermano el beduino que no

Me juzgue y no le juzgaremos, pues es tu compañero en el Paraíso.

�8. EL LOCO DE DIOS

Se cuenta de Abderrahmán ibn al-Muhallab, Dios esté satisfecho de

él, que dijo: Pasé cierto día por un mercado de esclavos y encontré

a uno que pregonaba a un esclavo diciendo: Lo vendo a pesar de su

defecto. Y pregunté al pregonero: ¿Cuál es el defecto que tiene este

esclavo? Y me respondió: Mi señor, pregúntale. Me acerqué al mozo

y le pregunté: ¿Cuál es el defecto que tienes? Y respondió: Mi señor,

mis defectos son muchos, y no sé por cuál me han dado a conocer. Y

dije al pregonero: ¿Cuál es el defecto de este mozo? Y dijo: La enfer-

medad de la locura. Y pregunté al joven: ¿Cómo viene a ti esta epi-

lepsia; cada año, cada mes, cada semana o cada día? Y respondió:

Mi señor, cuando la enfermedad del amor se apodera del corazón,

se propaga por los miembros; y cuando alcanza a las extremidades,

extiende el velo del amor sobre el resto del cuerpo y golpea a la razón

con el recuerdo del Amado; y le acontece al corazón una posesión

total y al cuerpo el silencio, y el ignorante lo considera locura. Dijo

Abderrahmán: Y comprendí que el joven era uno de los amigos de

Dios, ensalzado sea, y le pregunté al pregonero: ¿Qué precio quie-

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res por este joven? Y dijo: Doscientos dirhams. Dije: Y veinte más

para ti. Le pesé el precio y cogí al mozo y me lo llevé a casa. Allí le

ordené entrar, pero rehusó, diciendo: Mi señor, ¿tienes familia? Dije:

Sí. Alegó: ¿Y quién puede mirar a la mujer 21 de otro? Le dije: Te doy

licencia para eso. Y exclamó: ¡Dios me libre!, pero cualesquiera que

sean tus necesidades yo me haré cargo de ellas, mas a este lado de la

puerta. Dijo Abderrahmán: Me marché y le dejé allí. Más tarde le

saqué el almuerzo, y dijo: Estoy ayunando. Cuando se hizo de noche

le saqué la cena, y dijo: Llamo a tu puerta. Y se instaló en mi casa, en

el pasillo. Fui a él a medianoche y lo encontré de pie, rezando, y no

me sintió. Cuando terminó su plegaria se prosternó y lloró intensa-

mente, y le oí decir en sus confidencias [con Dios]: Dios mío, los reyes

han cerrado sus puertas mientras tu puerta permanece abierta a

los que te imploran. Dios mío, se pusieron los astros y se durmie-

ron los ojos, pero Tú eres el Viviente, el Subsistente al que no cogen el

sopor ni el sueño 22; Dios mío, extendiste la alfombra y cada amante

se retiró a solas con su amado, mas Tú eres el Amado de los que se

esfuerzan y el Compañero de los solitarios. Dios mío, si me expul-

sas de tu puerta, ¿a qué puerta recurriré? Dios mío, si me alejas de

tu lado, ¿en qué puerta me refugiaré? Dios mío, si me castigas, yo

merezco el castigo y el bienestar, y si me perdonas, para eso Tú

posees la longanimidad y la generosidad. Luego se sentó, alzó las

manos, lloró y dijo: Señor mío, a ti se consagran los gnósticos, por tu

merced se salvan los virtuosos y por tu misericordia se arrepienten

los negligentes, oh el del bello perdón, hazme gustar la respuesta de

tu perdón y la dulzura de tu indulgencia, pues si yo no soy digno

de ello, Tú sí lo eres, oh poseedor de la piedad y el perdón. Dijo Abde-

rrahmán: Me volví a mi sitio y no le molesté.

21 Harim o harén: esposa o esposas.

22 Corán 2, 255

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Cuando amaneció fui a él, le saludé y le pregunté: ¿Cómo ter-

minó ayer? Y respondió: Mi señor, ¿acaso puede dormir quien teme

al infierno y a ser presentado al Rey Omnipotente cuando al día

siguiente es la reprensión por los pecados y los crímenes? Luego

lloró largamente, y le dije: Eres libre, por Dios, ensalzado sea. Y lloró

y me dijo: Mi señor, yo tenía dos salarios, el salario de la esclavitud y

el salario del trabajo, y ya he perdido uno de ellos, Dios te preserve

del calor de su Gehenna.

Dijo Abderrahmán: Le quise entregar una cantidad pero se

negó a aceptarla, y dijo: El que garantiza los sustentos está vivo y

no puede morir. Luego salió golpeándose el rostro y no sé dónde

fue, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él. ¡Ay los señores de los

corazones, qué desgracia lo efímero de lo perseguido, oh recluso en

la cárcel del descuido! Fui al valle de las tinieblas y vi las tiendas del

pueblo 23 batidas junto a la orilla del mar, era poco de la noche lo

que dormían, y escuché unos pájaros cuyos pesares estaban sobre

las ramas de sus tristezas, que entonaban unas melodías y encanta-

mientos pidiendo perdón [a Dios]. Y no guardaba su corazón tur-

biedad y se dedicaban al Amado y triunfaban.

Y con el testimonio y la mirada

este Amante con el amado acudió,

y perdonó todo lo que había ocurrido y pasado,

y corrió entre los amantes Su vino,

en un beber puro cuyo esplendor casi arrebata la vista.

¡Qué suerte que se repitió para nosotros el recuerdo del

Amado!24

Ya turbaste nuestros oídos, oh músico de la pobreza.

23 Al-qawm, la comunidad de los místicos o iniciados.

24 Habib, amado o amante. Mahbub, amado en el 2º verso, es claramente pasivo y se refiere al hombre.

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Cuando uno entra en la zona de protección se inclina.

No hay duda de que el Amado del pueblo ha acudido.

Y entonces mira los estandartes que se han levantado.

Los encabeza el estandarte de la unión que ya ha se ha

desplegado:

es la reunión de todos los hombres para el Amado, en su

totalidad.

La copa circula entre ell os al alba,

y quien les escancia resplandece y no tiene semejante,

a menos que se le parezca un sol sin luna.

Quien ll ega a Él pobre no encuentra rechazo,

sino a Él, que le inscribe en la multitud de los faquires.

Este es el Oyente con el que se curan los pechos.

Este es el Amado que deja perplejo el pensamiento.

Sufí es que cuando se angustiaron sus corazones,

apartó de ell os todas las dudas y preocupaciones.

�9. LA ESCLAVA MÍSTICA

Se cuenta de Muhammad b. Abu l-Farag, Dios, ensalzado sea, esté

satisfecho de él, que dijo: En el mes de Ramadán tuve necesidad de

una esclava que me preparase la comida, y vi en el zoco una esclava

por la que me pedían un precio modesto: era de color pálido, cuerpo

delgado y piel seca. La compré, Dios tenga misericordia de ella, y la

llevé a casa. Le dije: Coge recipientes y ven conmigo al zoco para que

compremos las cosas de Ramadán. Y dijo ella: Mi señor, yo estuve

con un pueblo que todo su tiempo era Ramadán. Y supe que era una

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de las virtuosas. Y velaba toda la noche durante el mes de Ramadán,

y cuando llegó la noche de la fi esta le dije: Vamos al zoco a comprar

las cosas para la fi esta. Y preguntó: Mi señor, ¿qué cosas de la fi esta

quieres? ¿Las cosas en general, las cosas de comer que se acostum-

bran en la fi esta o las cosas específi cas para el retiro del mundo, el

aislamiento y el vaciamiento para el servicio [divino], la privación y

el acercamiento por la obediencia al Rey Glorioso con la obligación

de los siervos humildes? Y le dije: Sólo quiero las cosas de comer. Y

repuso: Señor, ¿a qué comida te refi eres, la comida de los cuerpos o la

de los corazones? Y le dije: Descríbemelas. Y explicó: La comida de

los cuerpos es el alimento habitual; en cuanto a la comida de los cora-

zones, es el abandono de los pecados y la corrección de los defectos,

el goce en la contemplación del Amado y la satisfacción de alcanzar

lo buscado, y sus asuntos son la humildad, la piedad, el abandono

del orgullo, la oración de petición, la vuelta al Señor, la confi anza en

Él en la intimidad y la salvación. Luego ella se puso a rezar y en la

primera rak’a 25 recitó la sura de La vaca del principio al fi nal, luego

empezó con La familia de Imrán hasta el fi nal, y no paró de terminar

una sura tras otra hasta llegar a la sura de Abrahán, con la frase de

Dios, ensalzado sea: Lo beberá a tragos y apenas podrá tragarlos, vendrá

a él la muerte de todas partes y no ll egará a morir. Después le espera un

tormento duro 26. Y no cesó de repetir esta aleya y de llorar hasta que

perdió el sentido y cayó al suelo. La moví y vi que estaba muerta,

Dios, ensalzado sea, tenga misericordia de ella.

�25 Conjunto de inclinaciones, prosternaciones y recitaciones que, en grupos de dos, tres o cuatro, constituyen una oración canónica.

26 Corán 14, 17.

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10. LA MUJER Y EL LEÓN

Se cuenta de al-Asma’i —Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de

él—, que dijo: Salí en peregrinación a la casa sagrada de Dios por el

camino de Siria, y mientras avanzábamos salió contra nosotros un

león enorme de aspecto espantoso, interceptando el paso a la cara-

vana. Dije a un hombre que se encontraba a mi lado: ¿No hay en esta

caravana un hombre capaz de coger una espada y alejar de nosotros

este león? Respondió: Un hombre no sé, pero sí sé de una mujer

que lo rechazará sin espada. Pregunté: ¿Y dónde está? Se levantó y

le seguí hasta un palanquín cercano a nosotros, y gritó: Hijita, baja

y aleja de nosotros este león. Dijo ella: Padre mío, ¿acaso place a tu

corazón que me mire el león, siendo él macho y yo hembra? No obs-

tante dile: Mi hija Fátima te envía un saludo y te conjura, por Aquel

al que no afectan ni el sopor ni el sueño: ¡ea, apártate del camino de

la gente! Y por Dios que no había terminado sus palabras cuando vi

al león huyendo de nosotros. Esta, por Dios, es una de las pruebas

de los santos y un signo de los gnósticos, aprovéchenos Dios por

ellos, amén.

�11. ENCUENTRO EN LA ESTEPA

Y se contó de uno de los virtuosos, Dios, ensalzado sea, esté satis-

fecho de él, que vio a una muchacha en la estepa que caminaba y

se regocijaba y no iba con ella nadie. Y preguntó él: ¿De dónde vie-

nes? Y respondió: De junto al Amado. Y le preguntó: ¿Y a dónde

vas? Dijo ella: Hacia el Amado. Dijo él: ¿Y no sientes nostalgia tú

sola en esta estepa? Y ella alzó la voz y clamó en el tono más alto:

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Conoce lo que penetra en la tierr a y lo que sale de ell a, lo que desciende

del cielo y lo que sube a él, y Él está con vosotros donde quiera que estéis,

pues Dios se percata de lo que hacéis 27. Luego dijo: Oh héroes, quien

se acostumbra a Dios siente repulsión por lo que Le perjudica, y

quien busca Su satisfacción es paciente con lo que le destina. Luego

se alejó de mí y ya no la vi. Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de

ella.

�12. LA ESCLAVA CANTORA

Se cuenta de al-Sari al-Saqati, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de

él, que dijo: Cierta noche me desvelé y no podía pegar ojo, y me dije:

Saldré a los cementerios, quizás saque provecho de la visión de las

tumbas y la meditación sobre la resurrección y la otra vida, y cesen

así mi preocupación y mis cuitas. Así que fui allí, pero no encontré

que mi corazón se regocijara, y me dije: Iré a los mercados, acaso el

mezclarme con la gente aleje de mí el infortunio. Lo hice, pero allí

tampoco se alivió mi corazón, y me dije: Entraré al manicomio y me

fi jaré en los enfermos y locos y en sus actos, tal vez saque provecho

de sus estados de ánimo. Entré allí y encontré que mi corazón se

interesaba, y dije: Señor mío, me enviaste a este sitio y por su causa

me arrancaste de mi sueño. Y fui llamado en secreto: «Sólo te tra-

jimos a este lugar porque tenemos en él una noticia y un asunto».

Dijo al-Sari: Y avancé hacia donde estaban los locos y vi allí a una

esclava de color pálido, alterada y con las manos esposadas al cuello,

y ella se dedicaba al recuerdo de Dios, ensalzado sea. Dije al respon-

27 Corán, 57, 4

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41

sable de los locos: ¿Qué le pasa a esta esclava? Dijo: Es una esclava

cuya razón se ha perturbado y su amo la ha encarcelado. Y cuando

la esclava oyó sus palabras suspiró y recitó estos versos:

Oh comunidad de la gente, no me he vuelto loca,

pero yo estoy ebria y mi corazón está sereno.

Me habéis esposado las manos y no he cometido falta,

salvo mi desgarro por Su amor y mi deshonra.

Soy seducida por el amor del Amado.

No deseo abandonar Su puerta.

Mi piedad es lo que visteis como depravación,

y mi depravación es lo que visteis como piedad.

Contó al-Sari: Y cuando oí sus palabras éstas me intranquilizaron,

y la agitación de mi congoja y mis aflicciones me hicieron llorar.

Y cuando vio mis lágrimas corriendo por mi cara dijo: Ya Sari, no

ignoré desde que conocí, ni flojeé desde que serví, ni interrumpí

desde que llegué, ni oculté desde que hice alto, pues la gente de las

etapas [místicas] se conocen unos a otros. Refirió al-Sari: Y le dije:

Oh esclava, veo que te acuerdas del amor y manifiestas la unidad.

¿A quién amas? Respondió: A quien nos gobierna con su agasajo,

nos hace amar su beneficio y prodiga sobre nosotros sus dones

abundantes. Él es el cercano de los corazones y el alivio de los pesa-

res, benévolo con quien se rebela contra Él y respondedor de quien

le invoca. Refirió al-Sari: Y le pregunté: ¿Quién te ha traído aquí?

Respondió: Unos envidiosos que me odian y se han confabulado

para acusarme de locura, pero ellos son más dignos de ese nombre

que yo. Y recitó:

Oh quien me vio solitaria y me familiarizó con la cercanía de Su

unión y me reconfortó. Oh mi morador, no he abandonado la morada

de mi vida ni me he alejado en el tiempo. Me afligió lo que perdí de Él, y

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42

ha llamado con su beneficencia acercándose a mí y desviándose también

así. Y cuando mi Amor me conoció entre el universo fui quien se moría

de amor por la compañía de un íntimo que me acompañara; estuve en el

descuido y me llamó la atención, estuve dormida y me despertó 28.

Relató al-Sari: Y le pregunté: ¿Cómo te llamas? Y respondió:

Deja el nombre, te es suficiente, pues lo que oíste ya te sirve. Y estába-

mos así cuando llegó su amo y dijo al encargado: ¿Dónde está Bid’a?

¿La ha visitado el jeque al-Sari? E intercambiaron unas razones a las

que ella prestó atención. Y entró su amo y vio a al-Sari junto a ella y

le honró y le besó la mano, diciendo: Mi señor, te apiadaste con tu

bendición. Y le dijo [al-Sari]: ¿Qué cosa has desaprobado de ella? Y

respondió: Mi señor, esta esclava tocaba el laúd y me maravilló, por

lo que la compré con toda mi fortuna, que ascendía a 20 000 dirhams,

por su enorme belleza y su habilidad con el laúd; esperaba ganar con

ella una suma similar a su precio. Llegué a ella un día y tenía el laúd

sobre su regazo, mientras cantaba y recitaba estos versos:

Por tu verdad no rompí nunca una promesa,

ni enturbié después de la claridad un amor.

Se llenaron mis costados y el corazón de emoción.

¿Cómo me estableceré, mi contento, y me tranquilizaré?

Oh quien no tengo señor sino Él,

que me ha convertido en un siervo entre la gente.

Y cuando terminó su canto lloró largamente, luego arrojó el laúd

al suelo y lo rompió. Y empezó a insultar y a gritar con la mente

aturdida. Le acusé de amor a lo creado, luego investigué su estado y

no encontré rastro de eso. Refirió al-Sari: Le pregunté: Oh esclava,

¿así aconteció? Y le replicó con estas palabras poéticas:

28 Parece un poema, aunque en el texto árabe no tiene forma de versos ni rimas.

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Me respondió el Verdadero desde dentro

como si mi amonestación estuviera en mi lengua.

Me acercó a Él y me alejó después,

me dedicó a Él y me eligió.

Y respondí a aquello a lo que fui invitada, obedeciendo

y diciendo sí al que me invitaba.

Y cuando enloquecí por Él temí

lo que aflige el amor con los deseos.

Dijo al-Sari: Le pedí a su amo: Libérala contra el pago de un pre-

cio. Y gritó su amo: ¡Pobre de ti! ¿Cómo vas a tener el precio de

esta esclava? Respondió al-Sari: No te apresures y quédate aquí

hasta que vuelva a ti con su precio. Contó al-Sari: Marché a mi

casa con los ojos derramando lágrimas, y el corazón tranquilo a

causa del amor por ella, y comencé a suplicar a Dios, ensalzado

sea, y a dirigirme a Él y a depositar mi confianza en Él para la

resolución de mis asuntos, y estaba yo así cuando alguien llamó

a mi puerta, y pregunté: ¿Quién está a la puerta? Y se me res-

pondió: Uno de los amados. Vi a un joven de los de más bello

rostro entre las personas, al que acompañaba un siervo sobre cuya

cabeza iban cinco sacas, y pregunté: ¿Quién eres, Dios tenga mise-

ricordia de ti? Respondió: Ahmad b. Muthannà. El Todopode-

roso, glorificado y ensalzado sea, me ha dado y no ha escatimado

sus dones. Me ha prodigado de sus bienes lo que no pueden car-

gar los hombres: estando yo durmiendo oí una voz que venía de

Dios, glorificado y ensalzado sea, que me llamaba diciendo: Oh

Ahmad, ¿estás en nuestro trato? Dijo: Y se me había quitado el

sueño a mí y a quien es más digno de eso que yo. Y me ordenó

que llevara al sheij al-Sari cinco sacas para que se las entregara

al amo de Bid’a a fin de que la liberara de la esclavitud y obtu-

viera su manumisión, «pues Nosotros tenemos por ella solicitud,

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benevolencia y consideración». Así es que te he traído este dinero

y te he informado de la situación. Relató al-Sari: Me prosterné

dando gracias a Dios, ensalzado sea, y cogí a Ahmad de la mano

y fuimos juntos al manicomio. He aquí que el encargado estaba al

lado de ella, volviéndose a izquierda y a derecha, y cuando me vio

dijo: Bienvenido, ve con ella, pues está apesadumbrada pero tiene

junto a Dios una santidad y un rango. Refirió: Nos presentamos

ante ella y la escuchamos declamar estos versos:

Fui paciente hasta que

Por tu Amor perdí la paciencia.

Y escondí la emoción, pero

no puede esconderse lo mío contigo.

Si estás satisfecho de mí

no me preocuparé en todo mi tiempo.

Tú eres para mí el mejor Compañero.

Oh, de nosotros mi súplica y mi tesoro.

¿Quién quiere manumitir mi esclavitud

y liberar hoy mis ataduras,

sino Tú, Señor mío y Dios mío?

Tú eres para mí el descubridor de mi mal.

Y mientras ella recitaba llegó su amo llorando y sollozando, y le dije:

No importa, te he traído lo que pesé para la esclava: 5000 dirhams.

Dijo: No, por Dios. Entonces ofrecí: Por 10 000 dirhams. Y dijo: No,

por Dios. Me rendí: Pon tú el precio. Y aclaró: No, por Dios, aunque

me dieras el mundo con todo cuanto contiene, no aceptaría nada

por ella, pero ella es libre, por Dios, ensalzado sea. Contó al-Sari: Y

le pedí: Cuéntame la historia. Y empezó: «Maestro, ayer se me pre-

sentó uno en el sueño que me reprendía y me hablaba duramente,

diciendo: "Estás ofendiendo a una amiga nuestra, enemigo de Dios".

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Y me desperté aterrado y el mundo perdió su valor para mí. Por

Dios, ensalzado sea, me separé de todo cuanto poseía, y huí hacia Él

con la esperanza de que me acoja». Luego lloró y se marchó como

loco.

Siguió contando al-Sari: Me volví a Ahmad b. Al-Muthannà

y lo encontré llorando y sollozando, con las lágrimas corriendo

sobre sus mejillas, y habían aparecido las señales de la acepta-

ción sobre él. Y le pregunté: ¿Qué te hace llorar, Ahmad? Y res-

pondió: Mi Señor no se contentó conmigo, hasta el punto que no

me invitó a Él, y yo no encontré aceptación para mi dinero ante

Él. Te juro que he sido separado de Él, y ello era una limosna, por

Dios, ensalzado sea.

Contó al-Sari: Dije: ¡Qué magníficas fueron las bendiciones

de Bid’a para todos! Entonces se levantó Bid’a, se quitó todo lo que

llevaba encima, se vistió un jubón de lana y un velo de pelo y salió

como loca. Salí con ella, que recitaba este poema:

Huí de mí hacia Él,

lloré por Él.

Su derecho es ser mi Señor,

siempre estoy ante Él,

hasta que reciba y obtenga

lo que Le he pedido.

Contó al-Sari: Y no dejamos de seguirla hasta que salió a las afueras

de la ciudad mientras seguía recitando estos versos:

Oh Amado de los corazones, Tú eres mi Amado.

Alegría de la alegría, Tú eres mi alegría.

Oh vida de las almas, Tú eres mi vida.

Amigo mío, tu eres la Luz de mi luz.

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Luego continuó huyendo hasta que la perdimos de vista. Des-

pués llegó su amo y me acompañó, lo mismo que a Ahmad b. Al-

Muthannà, por un tiempo, hasta que murió el amo y quedamos

Ahmad b. al-Muthannà y yo. Entonces decidimos peregrinar a

la Casa Sagrada de Dios. Y cuando estábamos dando vueltas a la

Kaaba, se oyó una voz lacerada que brotaba de unas entrañas heri-

das y recitaba estos versos:

Me desgarré por Tu amor.

¿Cómo puedo acceder a Tu proximidad?

Eres benévolo con mi corazón

que sufre la violencia de Tu lejanía.

Puesto que, oh alma vil,

dañas a tu Señor con tu pecado,

pide públicamente el perdón,

y la satisfacción por parte de tu Señor.

Relató al-Sari: Seguí la voz y encontré a una mujer como una visión

que aturdía la razón y la mente, y cuando me vio, dijo: La paz sea

contigo, Sari. Y contesté: La paz sea contigo, ¿quién eres, Dios tenga

misericordia de ti? Y respondió: No hay más dios que Dios, sur-

gió el desconocimiento después del conocimiento. Hasta ahora

estás velado, y tu corazón frustrado: soy Bid’a. Contó al-Sari: Le

dije: ¿Qué es lo que te concedió el Verdadero después de tu aparta-

miento de la gente?

Y dijo recitando:

Me concedió todos los deseos

y distinguió a mi corazón con la opulencia.

Apartó mi Señor

de mi interior el peso de la fatiga.

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cuando no me dio lo que

pedía, y si no, ¿quién soy yo?

Refi rió al-Sari: Y cuando terminó sus palabras empezó a llorar y a

sollozar, se turbó y se agitó. Luego alzó la cabeza y dijo: «Mi Amo

y Señor, triunfó una gente que se encontró, y se salvó quien fue pia-

doso y fracasó aquel cuya suerte fue el alejamiento y la desgracia. Y

te pregunto, oh Señor: ¿No acercaste la unión y el encuentro, cuando

había fl ojeado contigo? Pues llévame ahora contigo, ya que no nece-

sito seguir viviendo». Entonces gritó y cayó al suelo. La moví y estaba

muerta, la misericordia de Dios sea sobre ella. Refi rió: Y la miró

Ahmad b. al-Muthannà y voló su corazón y se quedó estupefact a su

inteligencia. Lloró, sollozó, vibró, se agitó, lanzó suspiros y gemidos.

Luego gritó y cayó al suelo; lo moví y ya había muerto. Contó al-Sari:

Me maravillé del caso de ambos y de la proximidad de sus muertes.

Me puse a lavarlos, prepararlos y enterrarlos. Dios, ensalzado sea,

tenga de los dos misericordia y nos benefi cie por su mediación.

�13. HISTORIA DEL SANTO JOB

Se cuenta que cuando se abatió la desgracia sobre Ayyub 29, sobre él

la paz, vino a él el pavo real del cielo, Gabriel, sobre él la paz, con la

orden de Dios, glorifi cado y ensalzado sea. Y le dijo: Ayyub, tu Señor

te hará llegar de desgracias y terrores lo que las montañas no pue-

den soportar. Y respondió Ayyub: Si permanezco en unión con el

Amado tendré paciencia hasta que se diga: Asombroso, asombroso.

29 Job.

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48

Y fue llamado en secreto: Ayyub, prepárate para la prueba junto al

descenso de mi sabiduría y mi decreto. Y la causa de su sufrimiento

era que Iblis 30 el maldito le envidiaba y usaba contra él toda clase de

ardides y malicias, pero no podía con él. Decía: Dios mío, la única

causa del agradecimiento y obediencia de Ayyub a tu respecto es

lo que le prodigaste de riquezas, hijos, propiedades y salud. Si me

dieras poder sobre él para que le arrebatase todo eso, no te obede-

cería lo que dura un pestañeo. Y dijo Dios, glorificado y ensalzado

sea: Ve, te doy poder sobre él, pero él no cambiará. Relató: Y el pri-

mer día de su tribulación se apoderó de sus hijos, pero Job aumentó

en el servicio de Dios y en el esfuerzo hasta el límite. El segundo

día le cogió los bienes y los quemó y los destruyó. Y dijo Ayyub:

Los dones son sus dones, si quiere me los arrebata y si quiere me los

dispersa. Al tercer día sopló Iblis en su cuerpo cuando rezaba la

oración del Fagr 31 y jugaron los gusanos por todo su cuerpo. Mas

no cesó de invocar a Dios, ensalzado sea, en la intimidad y pública-

mente. Y decía: Loado sea Dios que me eligió para servirle, el cual

está sobre mí por su mérito y su bien, y no me ocupó con otra cosa

que Él. Relató: No dejó Ayyub de invocar a su Señor, alabando y

agradeciendo, hasta que se desgarró su piel, se deshizo su carne y se

debilitaron sus huesos, y los gusanos recorrían su cuerpo mañana

y tarde para alimentarse; y él no expresaba una queja, cada vez que

un gusano caía de su cuerpo al suelo, lo volvía a poner donde estaba

y le decía: Cómeme, pues esta es la mesa de mi cuerpo, que ya está

puesta. Relató: Y descendió sobre él el leal Gabriel, sobre él la paz,

le saludó y él no le devolvió el saludo, por estar su lengua impe-

dida de hablar. Le saludó por segunda vez y entonces le devolvió

el saludo. Y le preguntó por la no respuesta la primera vez y dijo:

30 El diablo. N. del t.

31 Oración superrogatoria que se hace al clarear el alba.

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Oh hermano Gabriel, el Rey amoroso me ha enviado huéspedes

de entre los gusanos para que los alimente con mi carne sobre la

mesa de mis huesos. Y estaban algunos de esos huéspedes sobre mi

lengua y temí devolverte el saludo por si se caían de su sitio y fuese

yo la causa del impedimento de su sustento y se me reclamara su

alimento y hubiese sido rebelde a mi Señor y su Señor.

�14. NAUFRAGIO Y CONVERSIÓN DE UN CRISTIANO

Se contó del imam Muhammad b. Idrís al-Shafi ’í, Dios, ensalzado

sea, esté satisfecho de él, que dijo: Vi en La Meca a un cristiano que

imploraba al cielo mientras daba vueltas en torno a la Kaaba, y le

pregunté: ¿Qué es lo que te desencantó de la religión de tus padres?

Respondió: La cambié por otra mejor. Le pregunté: ¿Y cómo fue

eso? Y me contó: Me ocurrió una historia maravillosa y un suceso

insólito. Fue ello que me embarqué en un barco y cuando estába-

mos en medio del mar se nos rompió el barco, y me salvé sobre una

de sus tablas. Las olas no cesaron de empujarme hasta que me arro-

jaron sobre una isla de las que había en el mar. Vi en ella muchos

árboles, que daban frutos más dulces que la miel y más blandos que

la mantequilla. Vi también un río de agua dulce, y dije: Loado sea

Dios, comeré de estos frutos y beberé de este agua hasta que lle-

gue Dios con la alegría. Y cuando se fue el día y llegó la noche tuve

miedo de las bestias y leones, por lo que trepé a un árbol y me senté

sobre una de sus ramas. Me dormí sobre esa rama y cuando llegó

la medianoche vi una bestia sobre la superfi cie del mar que alababa

a Dios, ensalzado sea, con una lengua clarísima, y decía: No hay

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50

más dios que Dios, el Poderoso, el Perdonador; Muhammad es el

Enviado de Dios, el Profeta Elegido; Abu Bakr es su compañero en

la cueva 32; Omar es la llave de las ciudades; Uthmán, el asesinado

en su casa; Alí es la espada de Dios contra los infieles, Alí es su

aborrecedor, el Rey Todopoderoso los maldiga, su morada será el

infierno, ¡qué pésimo paradero! Y no dejó de proferir esas palabras

hasta que alboreó el alba. Y cuando se propuso partir añadió: No

hay más dios que Dios, el Todopoderoso, Muhammad es el Enviado

de Dios, el Guía Recto; Abu Bakr al-Siddiq, el muy sincero; Omar

b. al-Jattab, un muro de hierro; Uthmán b. Affán, el asesinado y

mártir; Alí b. Abu Tálib es el de valor enorme, Alí es su aborrece-

dor [de los infieles], Dios Glorioso los maldiga. Y cuando llegó ese

animal a tierra he aquí que su cabeza era una cabeza de avestruz,

su cara un rostro humano, sus patas eran de camello y su cola de

pez. Tuve miedo de él, y se volvió hacia mí y dijo: Detente. Y me

detuve ante él. Me preguntó: ¿Cuál es tu religión? Le respondí: La

religión cristiana. Me dijo: ¡Qué mala religión! ¡Ay de ti, desgra-

ciado, vuelve a la religión monoteísta, pues tú has hecho alto en la

explanada de un pueblo de creyentes de entre los genios, de los que

no se salva más que el musulmán. Relató: Y le pregunté: ¿Y cómo es

el islam? Me dijo: Testimonias que no hay más dios que Dios y que

Muhammad es el Enviado de Dios. Lo dije y dijo: completa tu islam

con la satisfacción de Abu Bakr, Omar, Uthmán y Alí. Dije eso y

luego le pregunté: ¿Quién os enseñó eso? Respondió: Un pueblo

que habitó junto al Enviado de Dios y le oyeron decir: Cuando sea

el día de la resurrección y lleguen los genios, clama con una lengua

clara: «Dios mío, tú me prometiste que erigirías mis pilares», y les

dirá el Glorioso, ensalzada sea su gloria: Erigí vuestros pilares con

Abu Bakr, Omar, Uthmán y Alí, Dios, ensalzado sea, esté satisfe-

32 La cueva en la que se refugiaron en su huida (hégira) de La Meca a Medina.

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cho de todos ellos. Luego me dijo la bestia: ¿Quieres quedarte con

nosotros o volver con tu gente? Elegí volver con los míos, y me dijo:

Quédate aquí hasta que llegue un barco. Relató: Y permanecí allí y

volvió la bestia al mar, y apenas la había perdido de vista durante

una hora cuando pasó junto a mí un gran barco con pasajeros. Les

hice señas y me llevaron con ellos. Miré y vi que en el barco iban

doce hombres, todos cristianos, y les conté mi caso y mi historia. Se

hicieron todos musulmanes, y supe que aquellos seres guardaban

un gran secreto, pues por su bendición nos había llegado el islam y

se nos había dado el más alto rango, Dios sea alabado por el éxito

y el logro de lo deseado, y recité estos versos:

Un pueblo que tiene junto al Señor del Trono

santidad, hermosuras y honor,

que triunfaron por la compañía del mejor de la creación

y fueron descritos con su descripción.

Comprendieron las gentes las señales,

pues en Abu Bakr al-Siddiq ya aparecieron

las huellas de sus méritos en el recuerdo de las sentencias,

y después Omar al-Faruq, su compañero.

Con al-Faruq se completó el islam,

así como por el pío Uthmán el mártir,

en la noche hay un manantial y en el Corán una dere-

chura,

y al imam Alí al-Murtadà33 se le concedieron

respeto, estima y honor.

Son los compañeros del Elegido, ya se hizo evidente.

Llegó la buena senda y sobre las buenas obras permane-

cieron.

33 El aceptado (por Dios).

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Sobre ell os sea lo mejor de la paz de Dios,

cuando el Día de la Duda la gente rompa el ayuno o ayune.

�15. VISITA AL PARAÍSO

Y se contó de Rafi ’ b. Abdallah, Dios esté satisfecho de él, que dijo:

Me dijo Háshim b. Yahyà al-Kinani: ¿No quieres que te cuente una

historia que he visto con mis propios ojos, he oído con mis oídos, he

sido testigo de ella personalmente y Dios me ha aprovechado con

ella? Tal vez te aproveche a ti también. Le dije: Cuéntamela, ya Abu

l-Walid. Y relató: Atacamos la tierra de los cristianos el año ochenta

y ocho 34, e iba con nosotros un hombre al que llamaban Sa’id b. al-

Harz, y estaba dotado para la adoración, ayunaba por el día y velaba

por la noche, y si marchábamos, estudiaba el Corán, y si nos dete-

níamos, invocaba a Dios, ensalzado sea. Llegó una noche en la que

tuvimos miedo, y salimos él y yo a vigilar a la gente, pues estábamos

asediando al enemigo en una de sus fortalezas que se nos había hecho

difí cil tomar. Y vi de Sa’id esa noche en la oración y en su paciencia

sobre el cansancio lo que me maravilló. Y cuando despuntó la aurora

le dije: Dios tenga misericordia de ti, tu alma tiene un derecho sobre

ti, y si te apiadaras de ella sería mejor para ti. Lloró y dijo: Oh her-

mano, sólo son alientos que son injustos con una vida que termina y

unos días que se acaban, y yo soy un hombre que aguarda la muerte.

Relató: Eso me hizo llorar, y le dije: Te conjuro por Dios a que entres

en el campamento y descanses. Y entró y durmió un poco; yo estaba

sentado fuera de la tienda y oí unas palabras dentro y sólo estaba él

34 De la hégira, lo que equivale al 707 d. C.

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en la tienda. Me acerqué a él y he aquí que reía en su sueño y hablaba.

Recuerdo de sus palabras que decía: No quiero volver. Luego alargó

su mano derecha como si buscara algo; después la devolvió a su sitio

suavemente, mientras reía. Luego dijo: A la noche. Entonces saltó

de su sueño y se estremeció. Le abracé contra mi pecho prolongada-

mente y él se volvía a derecha e izquierda hasta que se tranquilizó y

volvió a él su consciencia; entonces empezó a gritar La ilaha illa Allah

y Allahu Akbar 35, y le pregunté: ¿Qué ha pasado? Cuéntamelo. Res-

pondió: Sí. Le dije: Te oí, hermano, que decías: «No quiero volver», y

te vi alargar la mano y luego volverla a su sitio con suavidad. Y dijo:

No te lo contaré. Y le conjuré y dijo: Pero guárdalo en secreto. Y dije:

Sí, mi señor. Entonces contó: Vi que había llegado la resurrección y la

gente salía de sus tumbas y estaban inmóviles esperando la orden de

su Señor. Y estando yo así llegaron a mí dos hombres tan hermosos

como no los había visto nunca; me saludaron y les devolví el saludo, y

me dijeron: Oh Sa’id, regocíjate, pues han sido perdonadas tus faltas,

agradecido tu esfuerzo, aceptada tu obra y concedidas tus peticiones,

y se te dan albricias por adelantado. Parte con nosotros para que te

enseñemos lo que Dios ha preparado para ti de delicias. Y partí con

ellos hasta que me sacaron de ese lugar, y he aquí que cabalgábamos

unos caballos a los que ningún otro aventajaba, eran como el relám-

pago raudo o el soplo del viento tempestuoso. Cabalgamos y avanza-

mos hasta llegar a un palacio elevado cuyo fin la vista no alcanzaba;

parecía construido de plata y tenía una luz que destellaba. Cuando

llegamos a él se abrió su puerta antes de que llamáramos. Entramos y

vimos lo que no se puede describir ni se le ocurre al corazón del hom-

bre, pues había allí huríes, pajes y esclavos en número semejante a los

astros. Y cuando nos vieron empezaron con las más bellas gracias en

35 No hay más Dios que Dios y Dios es el más grande.

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palabras hermosas en distintas melodías, y decían: Este es un amigo

de Dios que ha llegado, bienvenido, estás en casa.

Seguimos avanzando hasta que llegamos a unas asambleas de

lechos de oro reluciente, coronados de joyas, rodeados de sillones

de jacintos. Sobre cada lecho había una muchacha más bella que el

sol y la luna, ninguna criatura podría describirla. Y en medio de ellas

había una sublime, superior a ellas en altura, perfección y belleza. Y

dijeron los dos hombres: Esta es tu casa y esta es tu gente, y aquí es

el lugar de tu siesta. Luego se alejaron de mí. Y brincaron las mucha-

chas hacia mí con la bienvenida y el saludo efusivo, como se hace

con el ausente cuando vuelve. Luego me llevaron y me sentaron

sobre el lecho del medio, al lado de la muchacha. Y dijeron: Esta es tu

esposa, y tienes otra similar cuya espera por ti se prolonga. Le hablé

y me habló, y le pregunté: ¿Dónde estoy? Y respondió: En la morada

del Paraíso. Le pregunté: ¿Quién eres? Respondió: Yo soy tu esposa

eterna. Dije: ¿Y dónde está la otra? Dijo: En tu otro palacio. Le dije:

Pasaré este día contigo y me trasladaré mañana con la otra. Entonces

alargué mi mano hacia ella y la rechazó suavemente diciendo: Lo que

es hoy no, pues tienes que volver al mundo donde permanecerás tres

días. Repliqué: No quiero volver. Pero insistió: No hay más remedio,

y desayunarás con nosotras después de los tres días, si Dios quiere.

Luego se levantaron de su reunión y me levanté a despedirlas. Y me

desperté, hermano, y no tengo paciencia para esperarlas.

Dijo Háshim: Me embargó el llanto y dije: Felicidades, Sa’id,

renueva a Dios tu agradecimiento pues Dios te ha revelado una

recompensa por tus obras. Preguntó Sa’id: ¿Alguno ha visto lo que

tú has visto? Respondió: No. Dijo: Pues por Dios, hermano, guarda

el secreto de lo que has oído de mí en tanto siga con vida. Luego se

levantó, se purificó y se perfumó, cogió sus armas y se dirigió al lugar

de la batalla, y estaba en ayunas. Y combatió hasta la noche, después

se volvió. La gente se hizo lenguas de su modo de luchar, y dijeron: No

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hemos visto nada como lo que ha hecho Sa’id hoy, hasta se arrojaba

bajo las fl echas y piedras del enemigo; y todos lo elogiaban. Refi rió:

Y me dije a mí mismo: Si conocieran su caso rivalizarían por actuar

como él. Luego se quedó rezando hasta el fi nal de la noche, y enton-

ces empezó a ayunar y a combatir más intensamente de lo que lo

había hecho la víspera. Dijo Abu l-Walid: Me fui con él para ver qué

era de él: no cesó de arrojarse a los peligros hasta el ocaso, y no le

alcanzaba ninguna de las piedras ni las otras cosas que le lanzaban,

hasta que cuando se ponía el sol llegó una fl echa a su garganta y cayó

derribado, y le miré y reía. La gente se alborotó y corrieron hasta él;

le cogieron y le llevaron al campamento y murió, Dios, ensalzado sea,

tenga misericordia de él. Y le dije: Felicidades, Sa’id, ojalá yo estu-

viera contigo allí donde desayunarás esta noche. Dijo Háshim: Y se

mordió el labio inferior y rió por su muerte. Dijo: Loado sea Dios, en

cuya promesa creímos. Y grité: Oh siervos de Dios, este es un ejemplo

para que lo pongan en obra los que obran. Escuchad y os narraré lo

más asombroso que hayáis visto de este vuestro hermano. Y se reunió

toda la gente y les conté su historia y lo que había sido de él. Y no he

visto llantos como los de ese día. Luego exclamamos: Dios es el más

grande, y las tropas se agitaron por su causa y se divulgó su historia,

llegando la noticia a Maslama, al que pusimos a rezar por él. Dije:

Reza por él, oh emir. Y repuso: No, que rece por él el que conoció de

su caso lo que conoció. Y rezamos por él y lo enterramos en su tumba,

y pasamos la noche hablando de él. Y cuando rompió el día discuti-

mos su historia, y los musulmanes profi rieron un grito al unísono y

cargaron contra los asociadores, y Dios, ensalzado sea, conquistó esa

fortaleza aquel día por su bendición, Dios, ensalzado sea, tenga mise-

ricordia de él y nos benefi cie en los dos mundos. Amén.

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16. DOS MONJES MILAGREROS

Se contó de Abu Ya’qub al-Tabari, Dios, ensalzado sea, esté satis-

fecho de él, que dijo: Salí de viaje hacia Siria y me perdí unos días,

llegando a estar a punto de perecer. Y estando en esa situación vi a

dos monjes que caminaban como si hubiesen salido del mismo sitio

y se dirigieran a un convento suyo cercano. Me acerqué a ellos y les

pregunté: ¿Dónde vais? Respondieron: No sabemos. Y les pregunté:

¿Y de dónde venís? Y dijeron: No sabemos sino que estamos en Su

reino y ante Él. Refirió: Y me maravillé de eso y me dije: Vaya, estos

dos monjes tienen confianza firme. Y les pregunté: ¿Me dais per-

miso para acompañaros? Dijeron: Concedido. Y caminamos hasta

que nos atardeció. Rezaron sus plegarias y yo recé la plegaria del

magreb 36. Hice el tayammmum 37 y recé. Y cuando me miraban mien-

tras hacía el tayammum y rezaba se maravillaban de ello. Y cuando

terminaron con sus oraciones se puso uno de ellos a buscar en la

tierra y brotó una fuente de agua y al lado apareció comida colocada.

Y aumentó mi asombro por ello. Me dijeron: Acércate, come y bebe.

Relató: Y comimos y bebimos e hice la ablución para rezar. Luego se

perdió el agua en la tierra y desapareció la comida. Y cuando llegó

la segunda noche hizo el segundo como había hecho el primero. Y

cuando llegó la tercera noche me dijeron: Oh musulmán, esta noche

te toca a ti. Relató Muhammad b. Ya’qub: Me avergoncé de sus pala-

bras y me embargó una gran preocupación, y dije para mí: Dios mío,

sé que mis pecados no me hacen acreedor de un gran honor, pero

te imploro por el honor de tu Profeta Muhammad, Dios lo bendiga

y salve, que no me deshonres ante estos dos y no los decepciones

respecto a la religión de tu Profeta Muhammad, Dios lo bendiga y

36 La que se hace después de la puesta del sol.

37 La purificación con arena que se hace en medio del desierto, cuando no hay agua.

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salve. Refirió: Y he aquí que había allí una fuente de agua que había

brotado, y a su lado comida abundante. Comimos y bebimos, luego

alabamos a Dios, ensalzado sea, por todo. Y seguimos con esa tónica

hasta que llegó el tercer turno 38. Y cuando aparecieron el agua y la

comida estallé en sollozos pues no pude contenerme, y a ellos les

pasó lo mismo. Alzamos nuestras voces llorando y cuando acaba-

mos me preguntaron: ¿Por qué lloras? Y respondí: Yo soy un hom-

bre descomedido con mi alma y no tengo del lado de Dios ni honor

ni dignidad que me hubieran podido transmitir este carisma. Dije-

ron: ¿Y cómo se te manifestó? Expliqué: Yo solamente le imploré

por la gloria de Su Profeta Muhammad, Dios lo bendiga y salve, que

no me deshonrara ante vosotros, y accedió a mi ruego. Y dijeron:

Hemos comprendido que su religión es la verdadera, pues él es grande

al lado de Dios. Extiende tus manos: yo doy testimonio de que no hay

más dios que Dios y que Muhammad es el Enviado de Dios. Contó:

Y se hicieron musulmanes y fuimos juntos a La Meca, a la que Dios,

ensalzado sea, ennoblezca, y permanecimos en ella un tiempo. Des-

pués salimos hacia Siria y nos separamos, y por Dios que no los men-

cioné sino porque el mundo se me hizo despreciable e insignificante

a mis ojos. Y a propósito de esto recité unos versos:

Cuando te vi presente

en el corazón, aumentó en mí el orgullo.

Y mezclo mis copas con la satisfacción

públicamente, pues no tengo paciencia.

Giraron sobre Moisés el interlocutor

y apareció hacia el monte 39 un fuego

38 Parece, según las líneas anteriores, que ya había llegado el turno del musul-mán, había hecho la petición a Dios y se la había concedido. Debe ser un gazapo del editor del texto árabe y/o de los copistas anteriores.

39 El monte Sinaí, donde Dios se reveló a Moisés.

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que era suave, mas cuando lo probaron

los amados, volaron hacia el Amor.

Le entregaron sus almas

y cargaron sobre las cabalgaduras del pueblo.

Y hacia Él por el mar del amor

cabalgaron y con los espíritus corr ieron.

Le pidieron un derecho de los corazones

y cuando le miraron se quedaron perplejos;

le amaron perdidamente, ya

gustaron por su cercanía los aduares,

y vieron las señales del Amor

aparecérseles, y se iluminaron.

A estos dos monjes les apareció una cantidad de fe como el agujero

de una aguja. Y vieron la senda y siguieron el camino del crédito, y

tú, pobre, tu vida se ha desaprovechado en la rebeldía y tu tiempo

se ha perdido en el perjuicio. Estás sumergido en el mar de la negli-

gencia, y las brisas de la aceptación y la fe han desaparecido. Estás

borracho del vino de la desobediencia, y no despiertas.

�17. CONVERSACIÓN CON DIOS

Se contó de Abu Sulaymán al-Darani, Dios, ensalzado sea, tenga

misericordia de él y nos aproveche por él, que solía decir en algu-

nos de sus secreteos [con Dios]: Señor, si me reclamas por mi

culpa, yo te reclamaré por Tu indulgencia, y si me reclamas por

mi avaricia, yo te reclamaré por Tu generosidad y largueza; si me

reclamas por mi mala conducta, yo te reclamaré por tu buena

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conducta, y si me mandas al infi erno, informaré a la gente de mi

amor por Ti. Y fue llamado: Oh Abu Sulaymán, no te mandare-

mos al infi erno ni te castigaremos jamás, al contrario, te envia-

remos al Paraíso para que informes a su gente de Nuestro Amor

por ti, y para que informes a la gente del infi erno de tu amor por

Nosotros, pues el sitio de los amantes es el Paraíso, y el sitio de los

enemigos es el infi erno. Los hermanos del amor son una novia

cuya dote son las voluntades, y a él se someten los cuellos y las

cabezas, pues él revela a su gente los secretos y por él se aclaran

las turbiedades y se hacen transparentes los signifi cados de las

primeras ideas, que son para los conocimientos una luz, mientras

el ignorante es un fuego. Cuando se mezcla el aroma del amor con

la gente del Paraíso de la unión amorosa, se hacen agradables para

ellos las mañanas y los atardeceres, y el Amado se manifi esta para ellos

sin velo, y los ángeles de la alegría entran a ellos desde todas las

puertas. Sobre los que leen el Libro de Dios sean la bienaventu-

ranza y el buen lugar de regreso, apoyados en él sobre estrados, ¡qué

buena recompensa!

�18. REVELACIÓN DE DIOS A DAVID

Se dijo: Dios, ensalzado sea, inspiró a su profeta David, sobre él la

paz: Oh David, ámame y ama a quien me ame, y haz que mis sier-

vos me amen. Y dijo David: Señor, ¿cómo voy a amarte, a amar a

quien te ame y a hacer que tus siervos te amen? Y dijo: Recuérdame

a ellos y recuérdales mis favores y mis gracias, pues ellos no cono-

cían de Mí sino la belleza y la benevolencia.

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19. ADVERTENCIA DE DIOS A ABRAHÁN

Se dijo: Dios, ensalzado sea, inspiró a su profeta más amado, sobre

él sea la paz, y le dijo: Oh Abrahán, tú eres para mí querido y yo soy

para ti querido. Ten cuidado no suba a tu corazón y lo encuentre

ocupado en otra cosa que Yo porque esté interrumpido tu amor a

Mí. Yo solamente escojo para Mi amor a aquellos a quienes si les

prendiera fuego su corazón no se volvería de Mí, ni se ocuparía de

otra cosa que de Mí. Y si es así establezco mi Amor en su corazón

y se suceden sobre él mis bondades, le acerco a Mí y le concedo Mi

Amor. Y, ¿qué dicha se equiparará a ésa junto a Mí, y qué honor

habrá mayor ante Mí? Pues por Mi poder curaré su pecho hacién-

dole mirarme, y ello porque yo amo a quien me ama.

Mis hermanos:

Si su Amor ha precedido al siervo en la solicitud antigua,

¿cómo no va a seguir el siervo el Camino Recto?, así como se dice

que Dios, ensalzado sea, dice: Oh Gabriel: Duerme a Fulano y des-

pierta a Mengano, pues el amante está de pie ante el Amado, inse-

parable de su servicio y estupefacto por su amor, y no hay sobre él

censor ni reprensor.

Oh censor del corazón en su enamoramiento

y reprensor del enamorado en su seducción.

Deja las censuras y abandona mi crítica,

pues el amor es un concepto que no conoces.

En mi conciencia está quien no descubro,

y en mis entrañas quien no nombro.

Ha asombrado a la vista por sus bellezas

y ha dejado perplejo al corazón por sus significados.

Velado, los corazones lo desean,

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invisible, la pasión lo manifi esta,

pues su rostro me encaró donde estuve,

nada lo oculta o lo tapa.

Si ll ego a Él suplicante, mi esperanza

dice «heme aquí» en Su elevación.

Aquí estoy, acercándome a Ti y aproximándome,

toma la unión y responde al amigo sincero.

20. EXIGÜIDAD DEL NÚMERO DE ELEGIDOS

Y se contó de Muhammad b. Ahmad al-Muqayyad, Dios, ensal-

zado sea, tenga misericordia de él, que dijo: Oí a al-Yunayd, Dios,

ensalzado sea, esté satisfecho de él, decir: Estaba cierta noche dur-

miendo en casa de Sari al-Saqati, Dios, ensalzado sea, esté satisfe-

cho de él, y me despertó y me dijo: Oh Yunayd, me he visto a mi

mismo ante Dios, ensalzado sea, y me ha dicho: Oh Sari, he creado

las criaturas y todas ellas pretenden Mi amor, pero creé el mundo

fí sico y huyeron de Mí nueve décimas partes y quedó un décimo.

Creé el Paraíso y huyeron de mí nueve décimos del décimo y quedó

un décimo del décimo. Di poder sobre ellos a un átomo de pesar y

huyeron de mí nueve décimos del décimo del décimo, quedando

un décimo del décimo del décimo. Y dije a los que quedaban: No

quisisteis ir hacia el mundo, ni buscasteis el Paraíso, ni huisteis del

pesar, así pues, ¿qué es lo que queréis y lo que buscáis? Respondie-

ron: Tú eres lo que queremos, si nos mezclaras con el pesar no nos

desligaríamos del amor y el cariño. Y les dije: He impuesto sobre

vosotros de pesar y terrores lo que no pueden soportar las monta-

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ñas: ¿tendréis paciencia con el pesar? Respondieron: Claro que sí,

si Tú eres el que nos afl iges, haz lo que quieras con nosotros. Estos

son mis siervos de verdad y mis amados sinceros.

Hermanos:

La afl icción es la encargada de los amantes. Sus cuerpos se han

debilitado y se han afi rmado sus corazones, y no cesan de estar así

hasta llegar al Amado. Uno de los gnósticos recitó estos versos:

Dios construyó para los amados una casa cuyo cielo

son las preocupaciones y las tristezas; sus paredes, el daño;

sus guijarr os, afl icción y congoja, y su techo,

la enfermedad y los dolores con los que se angustia el pecho.

Y los introdujo en ell a y cerr ó su puerta,

y les dijo: La ll ave de vuestra casa es la paciencia.

21. EL BORRACHO ARREPENTIDO

Y de Sari as-Saqati, Dios esté satisfecho de él, que dijo: Pasé junto a

un borracho que estaba tirado sobre el suelo y el vino rebosaba de su

boca, mientras decía: Dios, Dios. Contó Sari: Me maravillé de ello y

elevé mi vista al cielo, diciendo: Dios mío, una lengua que te invoca

no es así. Luego pedí agua, le lavé la boca y me fui. Cuando despertó,

un grupo de personas le informó: Sari as-Saqati hizo contigo esto y

esto. El hombre se avergonzó y se ruborizó, y se reprendió y se cen-

suró a sí mismo, diciendo: Ay de ti, alma mía, si no te avergüenzas

ante Dios y sus santos, ¿ante quién te avergonzarás? Luego se arre-

pintió de lo que había hecho y juró por su alma que no reincidiría.

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Contó Sari: Pasé aquella noche pensando en el caso de ese hombre y

vi al Señor de la Gloria en un sueño diciendo: Oh Sari, tú purificaste

su boca por Nosotros, y Nosotros hemos purifi cado su corazón por

ti. Dijo Sari: Y cuando amanecí me alegré mucho por ello, después

pregunté por ese hombre y le encontré en una mezquita. Estaba de

pie rezando, y cuando acabó la plegaria me saludó y me dijo: Dios te

recompense por mí con un bien. Y le pregunté: ¿Cómo estás? Y me

dijo: Señor, ¿cómo me preguntas mi estado cuando ya te informó el

Señor Generoso, al decirte: «Hemos purifi cado su corazón por ti»?

Refi rió Sari: Me maravillé de ello y le pregunté: ¿Quién te ha infor-

mado de eso? Respondió: El que purifi có mi corazón de lo que no es

Él y me prodigó con su perdón y su satisfacción.

�22. RABI’A AL-ADAWIYA O EL DESPRECIO DEL PARAÍSO

Se dijo de Rabia al-Adawiyya, Dios esté satisfecho de ella, que pasó

junto a un hombre que invocaba el Paraíso y lo que Dios había pro-

digado en él para su gente. Y le dijo Rabi’a: Oye, ¿hasta cuándo te

ocuparás de las cosas diferentes del Único, el Todopoderoso? Ay

de ti, ten cuidado con el vecino y la casa. Replicó él: Vete, loca. Y

aclaró ella: No estoy loca, el loco es quien no comprende lo que digo.

Y añadió: ¡Pobre hombre! El Paraíso es una cárcel para quien no

es Su íntimo y Su contertulio. ¿No ves cómo Adán, sobre él sea la

paz, cuando estaba en el Paraíso se ahitaba, y cuando Iblis le incitó a

que comiera del árbol se convirtió en una cárcel? Ibrahim el íntimo

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guardó el secreto de su Señor cerca de sí y Lo eligió; y cuando fue

arrojado al Fuego, caminó sobre él, frío y en paz. Y recitó estos versos:

Mi espíritu y mi solaz están cuando estás presente,

y si te ausentas el mundo es para mí una cárcel.

Si no compitiera por tu amor

y no sintiera celos por Ti,

¿por quién podría competir?

�23. PALABRAS DE VARIOS MÍSTICOS

Se dijo: Abu Yazid al-Bistami 40, Dios le tenga en su seno, decía en

sus confi dencias con Dios: Dios mío, no me asombro de mi amor

por Ti, yo soy un siervo miserable, de lo que me maravillo es de

Tu amor por mí, pues tú eres un Soberano Poderoso. Y Yahyà b.

Mu’ad al-Razi decía en su confi dencia: Dios mío, no es maravilla

que un siervo vil ame a un Señor excelso, la maravilla es que un

Señor excelso ame a un siervo vil.

Dijo uno de los gnósticos, Dios e. s. esté satisfecho de él: El amor

es una semilla que se planta en la tierra de los corazones, se riega con

el agua de los intelectos y crece en la medida de la bondad de la tierra

y pureza del agua, pues el terreno bueno hace crecer sus plantas con

permiso de su Señor. Y el que es maligno no produce sino maldad.

�40 Uno de los grandes místicos iranios. Discípulo de Ya’far as-Sádiq, vivió en Tabaristán entre 800 y 874 ó 848 d. C.

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24. LA ESCLAVA PERSA

Y se dijo: Abdallah b. al-Husayn tenía una esclava no árabe 41 que

era de los amigos de Dios, e. s. Relató: Algunas noches la vi que se

había levantado de su sueño, se había esmerado en la ablución y había

comenzado su plegaria. Y cuando la terminó murmuró prosternada

ante Dios: Señor, por Tu amor a mí, ¿hasta cuándo me perdonarás?

Y le dije: ¡Ay de ti!, no digas eso, di más bien por mi amor a Ti. Y

replicó ella: ¡Largo de mi lado, vano! Si no fuera por Su amor a mí no

me haría dormir ni levantarme, ni detenerme ante Él. Por Su amor a

mí me sacó del registro de los asociadores y me inscribió en el registro

de los creyentes. Refi rió Abdalá: Y le dije: Vete, eres libre, por Dios

Altísimo. Y dijo: Mi señor, yo tenía dos sueldos, y se han convertido

en un sueldo único, Dios manumita tu cuerpo del Fuego. Luego aña-

dió: Esta es la manumisión de mi señor menor, pero ¿cómo conseguir

la manumisión de mi Señor el mayor? Luego cayó prosternada ante

Dios, ensalzado sea; la moví y he aquí que estaba muerta, la miseri-

cordia de Dios descienda sobre ella. Y me dije: Estas, por Dios, son las

cualidades de los amantes, cuyos corazones dependen del amor del

Señor de los mundos. Y recité estos versos:

En el amor hay dulzura y amargura

y te consagras y desgarr as con los signos precursores

de lo que quiere hacer con el amante, pues ciertamente

la ley del amor está en la mano del Amado que manda.

Y si yo poseyera en el amor el poder de Aquel a quien amo,

este sería mi compañero íntimo y mi contertulio nocturno.

�41 ‘Ayamí signifi ca 'no árabe' y normalmente, como en este caso, 'persa'.

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25. EL MAR DE LA EXTINCIÓN

Y se preguntó a uno de los amantes: ¿Cómo has visto el amor? Y

respondió: Me paré ante la costa de un mar inmenso que no tenía

fi n, cuando se acercó a mi un bote: Quien se acerca a Mí un palmo,

yo me acerco a él una braza 42. Me subí al bote correspondiéndole y

siguiéndole. Y contestó el espíritu a quien le invocó: En el nombre

de Dios, que navegue y ll egue a buen puerto 43. Y cuando estuvimos

en alta mar se hizo difí cil el camino de la peregrinación. Y no cesé

hasta que me reunió en el lugar de reunión del mar en que los ama y

Le aman. Y yo estaba entre la permanencia y la extinción hasta que

llegué a esa extinción y felicidad.

Las letras del amor mezcladas nos anuncian la consecución de

los deseos, pues la mim es de muerte (mamat), la hà’ de vida (hayat),

la bà’ de pesar (balá’) y la ha’ de felicidad (haná’)44. No te sientas

seguro, pues, con la bondad del encuentro y la duración de la per-

manencia sin extinción. Hemos guardado la unión con el borde de

las puntas de fl echa, pues si encuentras lo moreno de las lanzas nos

encuentras a nosotros. No sustituyas el contacto del sufrimiento y

el calor del daño pues en ellos está la felicidad. Así que muere como

murió la gente del amor.

Murieron de nostalgia y recibieron la muerte, y no les perju-

dicó cuando les llamé desde lo alto del monte Sinaí: Yo soy.

�42 Hadiz qudsi, esto es, que en él habla directamente Dios. Véase Wensick, tome V, pág. 453, y Dr. M. Muhsin Khan: Sahih alBujari (Arabic-English), Islamic Uni-versity-Al Medina al-Munauwara. 1391 Hijry. Vol. IX, Tawhid, 50 (pág. 473).

43 Corán 11, 41

44 La palabra árabe para amor es mahabbah.

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26. MATRIMONIO DE ADÁN Y EVA

Y de Wahhab b. Munábbih, Dios esté satisfecho de él, se cuenta que

dijo: Cuando Dios creó a Adán, sobre él sea la Paz, sopló en él de su

Espíritu y abrió sus ojos, éste miró a la puerta del Paraíso y vio sobre

ella escrito: No hay más dios que Dios y Mahoma es el Enviado de

Dios. Y dijo: Señor, ¿has creado alguna criatura más estimada por Ti

que yo? Y respondió el Glorioso, ensalzada sea su gloria: Sí, Adán,

es un profeta de tu descendencia, a quien enviaré al fi nal del tiempo

con los signos y la Prueba45. Será el mejor de los profetas y su nación

la mejor de las naciones. Y cuando Dios, ensalzado sea, creó a Eva,

inspiró en Adán el deseo, y dijo éste: Señor, despósame con ella. Y

dijo Dios: Aporta su dote. Y preguntó Adán: Mi Señor, ¿cuál sería

su dote? Respondió: Reza sobre el portador de este nombre cien

veces y yo te casaré con ella. Y dijo Adán: Señor, si hago eso, ¿me

casarás con ella? Dijo Dios, glorifi cado y ensalzado sea: Sí. Y Adán,

sobre él sea la Paz, rezó por el Profeta, Dios lo bendiga y salve, cien

veces, y Dios le casó con ella.

�27. LA ORACIÓN POR EL PROFETA

Una mujer vio que su hijo después de morir era castigado, y se

entristeció y lloró por ello. Más tarde lo vio en la luz y la miseri-

cordia. Refi rió la mujer: Le pregunté sobre aquello y me dijo: Pasó

junto a nosotros un hombre que se paró en medio del cementerio

y rezó por el Profeta, Dios lo bendiga y salve, y regaló el premio por

45 El Corán.

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su oración a la comunidad de los muertos. Yo cogí mi parte de esa

misericordia y perdón y Dios me perdonó.

Y contó uno de los gnósticos, Dios, ensalzado sea, esté satisfe-

cho de él: Una noche recé la oración del isha’, la última, y cuando

me senté en el suelo para dar el testimonio de la fe 46 olvidé la ple-

garia por el Profeta, Dios lo bendiga y salve, y más tarde lo vi en

sueños diciéndome: Oye, olvidaste la oración por nosotros 47, y me

disculpé: Enviado de Dios, estaba ocupado con la alabanza a Dios.

Y dijo: ¿No sabes que Dios, alabado y ensalzado sea, no acepta su

alabanza sino con la plegaria sobre mí? ¿No has oído lo que dice

Dios en su Libro Glorioso: Oh los que creéis, rezad por él y deseadle la

mejor paz 48? Y me levanté de mi sueño y recité estos versos:

Rezad sobre aquel cuyas buenas nuevas ya ll egaron,

el hashemí cuyos orígenes fueron buenos.

Es el Profeta, que propagó su mensaje

por la creación múltiple, y se divulgaron sus gestas.

Es el Enviado, por quien se afanan los reyes

sobre las cabezas, y ll egan a ell os sus glorias.

Este médico guía a todo el mundo, cura al enfermo,

y es para el derr otado curandero.

Que le bendiga el Dios del Trono mientras ascienda

el sol y zuree sobre la rama el pájaro.

�46 Que no hay más dios que Dios y que Muhammad es su Profeta, que se dice al fi nal de todas las oraciones.

47 Por el Profeta y su familia. Esta oración superrogatoria la suelen hacer los mís-ticos y otros musulmanes al fi nal de la oración canónica.

48 Corán, 33, 56.

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28. SALVADO POR UN JEQUE EN EL DESIERTO

Y de Abderrahmán b. Ya’far, Dios tenga misericordia de él, se cuenta

que dijo: Estaba en Basora rezando las cinco oraciones en una mez-

quita de mis huéspedes conocida como la mezquita de los madere-

ros. Había en ella un imam magrebí llamado Abu Sa’id, famoso por

el bien y la piedad, que tras la plegaria del sobh 49 pronunciaba en la

mezquita un sermón que no le entendía nadie. Pues bien, un año

que hacía mucho calor, salí como peregrino hacia la Casa Sagrada.

Yo precedía la caravana para que me siguieran mis compañeros.

Una de las noches, como de costumbre, me dormí apartándome

del camino, y la caravana se puso en marcha sin apercibirse de mí.

Continué durmiendo hasta que salió el sol y cuando me desperté

no sabía cuál era el camino. Elevé mi vista al cielo y dije: Señor mío

y Dios mío, me has traído hasta aquí y me has cortado el camino

hacia Tu Casa. ¿Qué mal te haría si me hicieras llegar? Luego

anduve hasta que me vi incapaz de seguir y se me hizo duro el calor

del mediodía. Desesperé de la vida y me arrojé sobre una duna a

esperar la muerte. Y estando en esa situación oí a alguien que me

llamaba por mi nombre. Me levanté a mirar y he aquí que era el

jeque Abu Sa’id. Le saludé y me devolvió el saludo. Después me

entregó un pan caliente, lo comí y se atascó en mi garganta. Enton-

ces me dio una bota con un agua más dulce que la miel, más fría que

la nieve y más blanca que la leche. Bebí de ella y me lavé la cara, con

lo que volvió a mí el espíritu. Luego dijo: Sígueme, Abderrahmán.

Y yo me alegré. Y añadió: Quédate aquí pues la caravana llegará a

ti dentro de tres días. Después me dio una hogaza de pan y se fue.

Y cada vez que comía de ese pan, me saciaba. Duró el pan conmigo

tres días, hasta que llegó la caravana. Me reuní con mis compañe-

49 La que se reza al amanecer, antes de la salida del sol.

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ros y cuando acampamos en Arafat 50 vi al jeque que estaba de pie

junto a las rocas ocupado con una oración de petición. Cuando

acabó le saludé y me devolvió el saludo, diciendo: ¿Necesitas algo,

Abderrahmán? Y dije: Mi señor, quiero que pidas por mí. Y pidió

por mí. A continuación bajamos de la colina y no le vi más. Cuando

terminé la peregrinación y volví a Basora me llegué a su mezquita

para verle. Cuando le vi, vino a mí, le saludé y me estrechó fuerte-

mente la mano, por lo que comprendí que ocultaba su secreto. Y

cuando se rezó la plegaria y salimos, pregunté al almuédano por la

ausencia del jeque de la mezquita durante los días de la peregrina-

ción. El almuédano juró que el jeque Abu Sa’id no había dejado de

rezar las cinco oraciones en su mezquita en absoluto, ni por una

sola hora. Dijo Abderrahmán: Y supe que era uno de los notables

sustitutos, los señores de los hombres, Dios nos reitere sus bendi-

ciones y conceda sus peticiones en este mundo y el otro. Amén.

�29. LAS MORADAS DE LOS PRÓXIMOS

Y de Abu l-Ashhal el Viajero, Dios, ensalzado sea, tenga misericordia

de él y nos aproveche por él, que dijo: Vi a un muchacho en el camino

de La Meca que se ponía a rezar cada cierto número de millas. Se

había separado de la caravana y me puse a observarle y él prolongó su

oración. Y cuando pronunció el saludo fi nal le dije: La paz sea sobre

ti, a lo que respondió: Y sobre ti la paz. Le dije: Te has apartado de

la caravana, ¿tienes un compañero que tenga amistad contigo para

que le alcances? Lloró y dijo: Sí. Pregunté: ¿Dónde está? Respondió:

50 Colina cercana a La Meca, una de las etapas de la peregrinación.

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Delante y detrás de mí, a mi derecha y a mi izquierda. Me dije que era

un gnóstico, y le pregunté: ¿Tienes víveres? Dijo: Sí. ¿Dónde?, pre-

gunté. Repuso: En mi corazón está mi fi delidad a mi Señor. Le dije:

¿Te importa que te acompañe? Y repuso: El compañero distrae del

recuerdo de Dios, y no amo a nadie que me aparte del recuerdo de

Dios, ensalzado sea, ni lo que dura un parpadeo. Le pregunté: ¿Qué

comes? Dijo: El que me alimentó en la oscuridad del vientre de mi

madre de pequeño se hace cargo de mi sustento de mayor, y cuando

necesito comida aparece delante de mí. Aún le pregunté: ¿Necesitas

algo? Y dijo: Sí, si me ves a partir de hoy no me hables. Le rogué: Os

pido, mi señor en Dios, que pidáis por mí. Y dijo: Que Dios te impida

cualquier rebeldía o distracción de lo que te acerca a Él. Le dije: Mi

señor, ¿dónde podemos encontrarnos después de esto? Respondió:

No queda encuentro posible después de hoy; pero si eres de la gente

de la proximidad búscame mañana en las moradas de los próximos.

Luego desapareció de mi vista y no le vi más, Dios, ensalzado sea, esté

satisfecho de él y nos sea provechoso por él. Amén.

�30. EL SANTO PECADOR

Se cuenta de Málik b. Dinar, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de

él, que dijo: Tenía yo un vecino que era descomedido con su alma,

que no distinguía el hoy del ayer, y se congregaron los otros vecinos

ante mí para quejarse. Le hice comparecer y le dije: ¿Qué pasa? Tus

rebeldías se multiplican. O te arrepientes o dejas la casa. Respondió:

Estoy en mi propiedad y no saldré de ella. Le dije: Nos quejaremos de

ti al sultán. Y me replicó: Yo soy uno de los amigos del sultán. Enton-

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ces le dije: Pediremos la ayuda de Dios contra ti. A lo que repuso:

Mi Señor es más misericordioso que vosotros. Luego se levantó y se

fue de mi casa. Cuando se hizo la noche alcé mis manos al cielo a la

hora del alba para pedir la ayuda de Dios contra él, y me llamó una

voz: Oh Málik, no pidas contra él pues es uno de mis santos 51. Al

momento me levanté y llamé a su puerta. Salió creyendo que había

venido a echarlo de su casa. Empezó a llorar y a disculparse, diciendo:

Mi señor, oigo y obedezco; dejaré la casa. Yo le dije: No te preocupes,

no he venido a eso, sino para informarte de lo que me pasó: Elevé mis

manos y quise pedir a Dios contra ti, pero me gritó una voz: Ya Málik,

no nos pidas contra él pues es uno de nuestros santos. Al oír esto

el hombre se puso a llorar intensamente y se arrepintió enseguida.

La gente empezó a visitarle y a desearse bendiciones en su nombre y

se formaron aglomeraciones en torno a su casa. El año siguiente salí

en peregrinación a La Meca, y estando yo en la mezquita sagrada al

mediodía, a la sombra de un muro, vi a una multitud que se había

reunido a un lado del templo y entre ellos había un hombre tumbado

en el suelo. Me le quedé mirando y he aquí que era mi amigo, que

experimentaba las angustias de la muerte. Refi rió Málik: Me senté

junto a su cabeza, llorando, y abrió los ojos y me vio. Entonces dijo:

Ya Málik, ¿crees que mi Señor perdonará esas culpas y faltas y tendrá

compasión de estas lágrimas, después de que abandoné a mi gente

y mi patria y salí de aquel lugar por vergüenza de ti, siendo tú una

criatura? ¿Cómo compareceré mañana ante el Creador, glorifi cado y

ensalzado sea? Luego tomó aliento, dio un estertor y murió. La mise-

ricordia de Dios Altísimo sea sobre él. Amén.

�51 Walí, amigo [de Dios] o santo.

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31. CONVERSIÓN DE LA PRINCESA DE CONSTANTINOPLA

[Se cuenta] de al-Yunayd 52 que dijo: Cierto año decidí hacer la

peregrinación a la Casa Sagrada de Dios, así que monté mi came-

lla y la encaminé hacia la Kaaba —ennoblézcala y engrandézcala

Dios, ensalzado sea—. Pero ella torció su cuello y lo dirigió hacia

Constantinopla. Le corregí la dirección varias veces y ella volvía a

su empeño, y dije para mí: Por Dios, en esto hay un secreto oculto.

Y la solté y exclamé: Señor mío y Dios mío, no puedo hacer nada,

si quieres alejarme de tu casa, tú eres el que manda. Contó: Y la

camella empezó a marchar a buen ritmo hasta que entró en Cons-

tantinopla. Cuando entré en la ciudad vi a la gente en tumulto y

agitación, y pregunté qué pasaba. Me explicó un hombre: La hija

del rey ha perdido el juicio y buscan con urgencia un médico que

la cure. Me dije: Por la gloria de mi Señor, por eso me desvió de Su

templo este año. Dijo al-Yunayd: Y les dije: Ya ha llegado el médico.

Me preguntaron: ¿Tú la sanarás? Y les dije: Sí, si Dios, ensalzado

sea, lo quiere. Contó: Y me cogieron de la mano y me condujeron

hasta el rey, al que refirieron lo que les había dicho. Me pusieron

condiciones, obedecí y pedí ayuda a Dios. Entonces me hicieron

entrar a una cámara donde oí el tintineo del hierro y una voz que

decía: «Ya Yunayd, la camella tiraba de ti hacia Nosotros y tú tira-

bas de ella hacia la Kaaba». Relató al-Yunayd: Mi razón quedó

aturdida con esas palabras; luego entré y vi una muchacha como

no había visto de bella; estaba aherrojada y encadenada. Le dije:

¿Qué estado es este en que te encuentras? Respondió: Ya médico

de los corazones, recétame una medicina que me libre de mis aflic-

52 De familia oriunda de Irán occidental, discípulo de Saqati y maestro de al-Hallach, fue uno de los grandes iniciados del misticismo islámico. Vivió en Bag-dad, donde murió en 298/911.

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ciones. Le dije: Repite: No hay más dios que Dios y Muhammad es

el Enviado de Dios. Y alzó su voz declarando: No hay más dios que

Dios y Muhammad es el Enviado de Dios. En ese momento cayeron

sus grilletes y cadenas, y cuando vio su padre eso, exclamó: ¡Qué

buen médico eres!, te pido por Dios que me cures como has curado

a mi hija. Relató al-Yunayd: Y le dije: Repite: No hay más dios que

Dios y Muhammad es el Enviado de Dios. Y lo dijo y se hizo musul-

mán, y fue bueno su islam; luego vino su madre y se islamizó, y se

islamizaron todos los que estaban en la ciudad con ellos. Me decidí a

partir, pero me dijo la muchacha: No tengas prisa en salir, mi señor,

pues he pedido a Dios que se lleve mi alma y tú estés presente para

ocuparte de mi purifi cación y reces por mí. Entonces pronunció la

profesión de fe y cayó muerta; la purifi camos y la enterramos, Dios,

ensalzado sea, tenga misericordia de ella.

32. EN LA MEZQUITA DE TIRO

Se contó de Abdallah b. al-‘Ahnaf, Dios esté satisfecho de él, que

dijo: Salí de Egipto hacia Ramala para visitar al jeque az-Zayadi,

Dios, e. s., esté satisfecho de él, y me vio por el camino ‘Isà b. Yunus

el egipcio y me dijo: ¿Quieres que te oriente hacia lo que es un bien

para ti? Y dije: Sí. Y dijo: Tienes que ir a Tiro, pues en ella están

un jeque y un joven que se han unido para hacer vigilia, y si les

echaras una mirada te compensaría por el resto de tu vida. Refi -

rió: Y me fui hacia allí hasta llegar donde ellos dos. Tenía hambre

y sed y no llevaba nada que me protegiera del sol. Los encontré

orientados hacia la quibla. Les saludé y les hablé, pero no me res-

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pondieron. Y exclamé: ¡Os conjuro por Dios el Magnífi co a que me

habléis! Entonces alzó la cabeza el sheij y dijo: Oh Ibn al-‘Ahnaf,

¡qué pequeño fue tu afán hasta que llegaste a nosotros! Luego bajó

la cabeza y me puse en pie ante ellos hasta que rezamos la oración

del zuhr y la del ‘asr, y me desaparecieron el hambre, la sed y el can-

sancio. Y dije al joven: Predícame algo que me sea útil. Y repuso:

Nosotros, la gente de las calamidades, no tenemos la lengua de la

predicación. Permanecí con ellos tres días con sus noches sin comer

ni beber, y cuando llegó la tarde del cuarto día me dije: Tengo que

pedirles un sermón que me aproveche. Y levantó la cabeza el joven

y me dijo: Tienes que cultivar la compañía de quienes recuerdan a

Dios, ensalzado sea, con su mirada y te exhortan con la lengua de

sus actos, no de sus palabras. Después se dio la vuelta y no los vi

más, y me entristecí por su separación, Dios, e. s., esté satisfecho de

ambos y nos sea útil con sus bendiciones. Amén.

�33. EL CADÍ AVARO Y EL CRISTIANO GENEROSO

Se cuenta de uno de ellos —Dios le haya perdonado— que dijo:

Había en tiempos del califato de Mu’awiya ibn Abu Sufi án —Dios

esté satisfecho de ambos— una mujer de la familia de Alí que tenía

tres hijas. Su situación era estrecha y su pobreza intensa, y cierto

día que lloraban las hijas de dolor y de hambre les dijo su madre:

Tened paciencia, que voy a pedir al cadí algo para vosotras del

tesoro público de los musulmanes. Siguió contando: Y al oír eso

de ella sus hijas tuvieron paciencia hasta la mañana. Entonces fue

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su madre a casa del cadí, y cuando llegó pidió permiso para entrar,

entró y saludó al cadí, devolviéndole éste el saludo. Luego dijo:

¿Qué necesitas, noble señora? Respondió: Ya mi señor, tengo tres

hijas a las que he dejado hambrientas, y he llegado a ti esperando

que nos des algo de limosna del tesoro público de los musulmanes.

Y cuando oyó el cadí sus palabras le dijo: Mañana te daré algo. Y

salió de casa del cadí y volvió con sus hijas que estaban llorando del

hambre intenso. Y les dijo: Hijas mías, calmad vuestros corazones,

pues el cadí me ha prometido que mañana nos dará limosna; y si

Dios —ensalzado sea— quiere, mañana volveré a él como dijo y os

traeré algo de su casa. Contó: Y pasaron esa noche regocijándose,

y cuando llegó la mañana fue la madre a casa del cadí; lo encontró

sentado a la puerta de su casa, lo saludó y él la devolvió el saludo.

Le dijo la mujer: Mi señor, me habíais prometido darme algo, y

vengo a ti anhelante a pedirlo. Mas cuando el juez oyó sus palabras

la insultó y la rechazó, diciendo: ¡Aléjate de mí! La mujer regresó

entristecida y llorando y llegó a una ruina que había al lado de su

casa, entró allí y lloró intensamente, diciendo: Dios mío, con qué

cara volveré a mis hijas y con qué ojos las miraré, y con qué lengua

las responderé. Y se prolongó su llanto y aumentaron su súplica y

sus sollozos. Continuó el narrador: Y había en el pueblo un cris-

tiano llamado Sayduk que tenía mucho dinero y criados, y era su

corazón amigo del islam; y pasó una vez junto a esas ruinas y oyó el

llanto y las quejas de la mujer; se aturdió su juicio y dijo a algunos

de los mozos: Traedme a esa mujer. Y fueron los criados a ella y la

llevaron ante él. La miró y las lágrimas la corrían sobre las mejillas,

y le dijo: ¿Cuál es la causa de tu llanto, noble señora? Y respondió

ella: Tengo tres hijas y las he dejado hambrientas. Y le contó su his-

toria. Y dijo Sayduk a sus criados: Dadle mil dinares y un vestido

de seda. Contó: Y le dieron eso y lo tomó la mujer, e hizo votos

para que se convirtiera al islam. Se fue con sus hijas y les compró

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con un dinar varias clases de alimentos; entró con ellas, comieron

y se saciaron, luego dijo: Dios mío, provéele de tus beneficios en el

Paraíso. Luego cortó para sus hijas varias clases de vestidos.

Siguió relatando: Y cuando llegó la noche vio el cadí en su

sueño como si el juicio final ya se hubiera celebrado. Luego fue

cogido el cadí y llevado al Paraíso, ante un palacio exento de oro

rojo, con las almenas de perla blanca; entre cada dos almenas lucía

una muchacha de ojos rasgados más brillante que el sol y más bella

que la luna. Y cuando lo vieron le gritaron a la cara: ¡Desgraciado,

éramos para ti todas, y este palacio era para ti, y este Paraíso con lo

que contiene de delicias permanentes, y ahora somos para Sayduk

el cristiano! Luego echaron al cadí, le sacaron del Paraíso y le mos-

traron su sitio en el infierno. Relató: Y se despertó el cadí temeroso

y asustado, diciendo: ¡Qué desgracia, lo que he perdido! Enseguida

salió apresurado hacia casa de Sayduk el cristiano. Llamó a su

puerta y acudió uno de los criados de Sayduk, que dijo: ¿Quién está

a la puerta? Respondió: El cadí. Y volvió el muchacho e informó a su

señor que el cadí estaba a la puerta, y su señor le dio permiso para

entrar. Entró, y cuando Sayduk lo vio, le dio la bienvenida y le hizo

sentarse, y le preguntó: ¿Qué necesitas esta noche? Y le preguntó el

cadí: ¿Has hecho algún bien esta noche? Y dijo Sayduk: He pasado

la noche borracho, ¿qué bien podría haber hecho? Pero el cadí no

le creyó y dijo: El que has hecho esta noche con exactamente mil

dinares. Y dijo Sayduk, deseoso de conocer la historia: Infórmame

para que te sirva. Relató: Y el cadí le informó de lo que había visto

en su sueño y lo que le había sucedido. Y cuando oyó Sayduk el

cristiano esa visión, se puso de pie de un salto sobre sus dos pies,

se vistió un traje nuevo y se sentó delante del cadí, y dijo: Extiende

tu mano, pues yo atestiguo que no hay más dios que Dios, Uno, sin

asociado, y que Muhammad es su Enviado, que envió para traer

el camino de la salvación y la verdadera religión. Relató: Y salió

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el cadí de su casa llorando y triste. Pues mira, —oh hermano—

lo que es la avaricia, cómo fue colocado el cadí entre la gente del

infi erno por su avaricia y el cristiano fue colocado entre la gente

del Paraíso por su generosidad, y terminó en el bien y el islam.

¡Qué asombroso y qué hermosa cosa es!

�34. HISTORIA DE UN HERRERO

Se contó de uno de ellos, Dios, e. s., esté satisfecho de él, que dijo:

Vivía en nuestro barrio un herrero que metía su mano en el fuego y

sacaba con ella el hierro al rojo, y no lo afectaba el fuego. Lo buscaba

un hombre para averiguar la verdad de eso. Cuando entró al pueblo

preguntó por el herrero y se le indicó. Y cuando le miró y le observó

lo vio trabajar como le habían descrito. Dio tiempo al hombre para

que terminara su trabajo. Entonces fue a él, le saludó y el otro le

devolvió el saludo. Y dijo el hombre: Seré tu huésped esta noche. Y

le dijo el herrero: De mil amores. Y se fue con él a su casa, cenó con

él y pernoctaron ambos. Y se abstuvo de trabajar y durmió hasta la

mañana. Y dijo el hombre para sí: Quizás se ha ocultado de mí esta

noche. Y pasó en su casa una segunda noche, y el herrero no variaba

su rutina. Entonces le dijo el hombre: Hermano, he visto lo que te

ha honrado Dios, y lo he visto patente en ti. Luego miré tu esfuerzo

y no vi en ti abundancia de trabajo y no aumentó tu obligación, ¿de

dónde te viene este rango? Y repuso el herrero: Hermano, la mía es

una historia asombrosa y un hecho emocionante y extraordinario, y

es que tenía yo una bella vecina de la que me había enamorado, y la

solicitaba muchas veces sin conseguir nada de ella por buscar ella

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refugio en la piedad. Vino un año de sequía, hambre y carencia de

alimentos, y el hambre se hizo común al género humano. Un día

estaba yo sentado en mi casa cuando alguien llamó a la puerta. Salí

a ver y he aquí que era ella, que de pie junto a la puerta decía: Her-

mano mío, me ha alcanzado un hambre intenso, ¿querrías darme

de comer, por Dios? Le repuse: ¿No sabes dónde estoy yo por tu

amor y lo que he sufrido por ti? No te daré de comer a menos que

te entregues a mí. Y dijo ella: Antes la muerte a la rebeldía contra

Dios, ¡ensalzado sea! Se fue a su casa y cuando pasaron dos días vol-

vió a mí y me dijo lo que la primera vez, y le respondí lo mismo que

entonces. Entró y se quedó en la casa y ya estaba a punto de morir.

Y cuando puse la comida delante de ella se le humedecieron los ojos

de lágrimas y rogó: Hazlo por Dios. Y respondí: No, si no te entre-

gas a mí. Y se levantó sin comer nada; salió de mi casa y se fue a la

suya. Y cuando pasaron dos días he aquí que llamó a la puerta; salí

a ella y vi que estaba de pie a la puerta y el hambre había apagado

su voz y estaba arruinada físicamente. Y rogó: Hermano, me son

imposibles las astucias y no puedo dirigirme a otro que a ti, ¿que-

rrías por Dios darme de comer? Y dije: No, si no me dejas hacerte

mía. Y bajó la cabeza un momento, luego entró y permaneció en la

casa. En mi casa no había comida hecha, así que me levanté, encendí

el fuego y preparé una comida. Y cuando estuvo lista la comida y la

puse ante ella me alcanzó paulatinamente la gracia de Dios, ensal-

zado sea, y dije para mí: ¡Ay de ti! Esta mujer está falta de juicio y la

religión la impide comer, y ella no tiene poder contra la religión. Ha

insistido una y otra vez por el dolor del hambre y tú no te has abste-

nido de pecar contra Dios ¡ensalzado sea! Luego dije: Dios mío, me

arrepiento a Ti de lo que pretendía, no me acercaré a ella en pecado

jamás. Y entré con ella y estaba comiendo, por lo que le dije: Come

y no tengas temor, pues esto es sólo por Dios, loado y ensalzado sea.

Y cuando oyó eso levantó la cabeza hacia el cielo y dijo: Dios mío, si

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es sincero hazle invulnerable al fuego en este mundo y el otro. Dijo:

Y la dejé comer y me levanté para apagar el fuego, era la estación

del invierno. En ese momento me cayó una brasa en el pie y no me

quemó, y volví a ella alegre y contento y le dije: ¡Regocíjate, pues

Dios, ensalzado sea, ha escuchado tu petición! Y arrojó el bocado de

su mano y se prosternó dando gracias a Dios. Y dijo: Dios mío, me

mostraste mi propósito en esto, toma mi espíritu ahora mismo. Y se

llevó Dios su espíritu estando ella prosternada. Dios, ensalzado sea,

tenga misericordia de ella y nos aproveche por intercesión de ella.

Y esta es mi historia, hermano, y Dios, loado y ensalzado sea, sabe

mejor lo que es justo.

�35. EL ASCETA ISRAELÍ

Se cuenta de uno de ellos, Dios, ensalzado sea, le haya perdonado,

que dijo: Había un hombre de los israelíes que adoraba a Dios en

una cueva en la montaña y no se dejaba ver por nadie ni lo veía

nadie. Junto a él había una fuente con cuyo agua hacía sus abluciones

rituales y bebía, y se alimentaba de las plantas de la tierra. Ayunaba

de día, velaba de noche, no abandonaba la adoración y portaba las

marcas de la felicidad. Tuvo Moisés, sobre él sea la paz, noticia de

él y lo buscó por el día y lo encontró ocupado rezando y haciendo

dhikr 53. Después lo buscó por la noche y lo encontró enfrascado en

la confi dencia con el Excelso. Le saludó Moisés, sobre él la paz, y

le dijo: Se benévolo contigo mismo, pues nuestro Señor es gene-

roso. Y respondió: Oh profeta de Dios, temo ser castigado por una

53 Invocación mística encantatoria.

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negligencia y que se decrete mi muerte y esté descuidado en el ser-

vicio de mi Señor. Y le preguntó Moisés, sobre él sea la paz: ¿Acaso

necesitas a tu Señor? Y le respondió: Sí, pídele que me otorgue su

satisfacción y no me distraiga con nadie que no sea Él hasta que se

decrete mi muerte y Lo encuentre. Y cuando Moisés, sobre él sea

la paz, se entregó a la confidencia con su Señor y se sumergió en el

gozo de la conversación con su Creador, olvidó la conversación con

el devoto. Y Dijo Dios, glorificado y ensalzado sea: Ya Moisés, ¿qué

te dijo mi siervo el devoto? Y respondiole Moisés: Mi Señor, Tú

sabes mejor lo que dijo. Y dijo Dios, ensalzado sea: Ve a él y dile que

adore cuanto quiera por la noche o por el día, pues ya es de la gente

del infierno por sus faltas y crímenes anteriores. Y fue a él Moisés,

sobre él la paz, y le informó de lo que le había dicho su Señor y

de sus anteriores culpas y pecados. Y dijo el devoto: Bienvenidos

sean Su decreto y Su dictamen, pues todo está bajo Su poder. Luego

lloró y dijo: Oh Moisés, por Su poder y Su gloria, no abandonaré Su

puerta ni aunque me expulse, ni me apartaré de Su lado aunque me

quemara y me desgarrara. Luego empezó a recitar:

¿Quién sería más dulce como casa si me cortara la pasión

en pedazos?

Hacia Tu encuentro yo no aumentaría sino en amor.

Por él no he cesado de ser prisionero de una emoción y una

pesadumbre

hasta que se decrete por su amor una muerte.

Relató: Y cuando se entregó Moisés, sobre él la paz, a sus con-

fidencias, invocó: Dios mío, Tú sabes mejor lo que ha dicho tu

siervo el devoto. Y dijo Dios, glorificado y ensalzado sea: Oh Moi-

sés, ve a él y albríciale que es de la gente del Paraíso, y que le he

concedido la misericordia y la gracia, y dile: Acogiste mi decreto

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con paciencia y satisfacción, y estuviste satisfecho de Mí con la

más dura de las sentencias y decretos. Por eso, aunque tus cul-

pas llenaran los cielos y la Tierra y el espacio y llenaran todas las

regiones, Yo te las perdonaría, pues soy el Poderoso y Clemente.

Moisés, sobre él sea la paz, se alegró y fue a informarle de lo que

le había dicho el Poderoso y Sapientísimo. El asceta cayó pros-

ternado ante Dios, ensalzado sea, y alabó a su Señor. Y no dejó

de estar prosternado hasta que Dios ensalzado sea decretó su

muerte. Dios esté satisfecho de él, nos aproveche por él y nos per-

done a nosotros y a él. Amén.

�36. EL NOBLE CANTANTE

Se contó de Abu l-Qásim al-Yunayd, Dios, ensalzado sea, esté satis-

fecho de él, que dijo: Estaba en una mezquita mía cuando vi a un

hombre que había entrado y rezó dos rak’ás 54. Luego se acomodó

a un lado de la mezquita y me hizo una señal. Acudí y me dijo: Ya

Abu l-Qásim, ha llegado el momento del encuentro con Dios, ensal-

zado sea. Lávame, amortájame, reza por mí y entiérrame. Cuando

acabes conmigo llegará a ti un joven cantante egipcio. Cuando se

presente, entrégale mis andrajos, mi bastón y esta mi bota. Dijo

al-Yunayd: ¿Cómo puede ser? ¿A un cantante? Respondió: Oh

Yunayd, él ha alcanzado la jerarquía de la ejecución del servicio de

Dios, ensalzado sea, y ha sido establecido en esa estación. Relató:

Y cuando se decretó la muerte del hombre y terminamos de ocul-

54 Conjunto de inclinaciones y prosternaciones que, en grupos de dos, tres o cua-tro, constituyen una oración canónica.

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tarlo en la tierra, llegó a nosotros un joven egipcio que nos saludó

y preguntó: ¿Dónde está el depósito, Abu l-Qásim? Le dije: ¿Cómo

es eso? Infórmame de tu condición, joven. Y dijo: Mi señor, estaba

yo en la fi esta 55 de los hijos de Fulano cuando oí una voz que me

ordenaba: Ve con al-Yunayd y toma el depósito que está con él, que

te dejó Fulano y consiste en esto y aquello, pues tú vas a ocupar su

lugar entre los ‘abdal (sustitutos) 56. Relató al-Yunayd: Le entregué

ese depósito y se quitó las ropas, hizo la ablución mayor, se vistió los

andrajos y se encaminó hacia Siria, por lo que no le volví a ver, Dios,

ensalzado sea, esté satisfecho de él y nos aproveche por él. Amén.

�37. EL POLICÍA LADRÓN

Se contó también de él, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él,

que dijo: Tenía yo una mezquita y vivía a su lado un policía que yo

sabía que robaba sus bienes a los musulmanes. Y cuando le sobre-

vino el deceso le trajeron a mi mezquita para que rezara por él,

mas yo me negué a ello, diciendo: Sacadlo de aquí y rezad por él en

cualquier otra mezquita que esté lo más lejos posible de la mía. Y

lo cogieron y se lo llevaron de mi lado. Cuando llegó la noche vi al

policía vestido con unas ropas verdes y pavoneándose en el Paraíso.

Y dijo al-Yunayd: Y le pregunté: ¿No eres aquel a quien expulsé

ayer? Y dijo: Sí. Inquirí: Infórmame de tu caso. Relató: Cuando me

pasó lo que me pasó y me expulsaste y te negaste a rezar por mí,

me entró un terror intenso, y cuando me sacaron de tu lado oí una

55 Mashrabah, lugar donde se bebe.

56 Véase nota 14.

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voz que me decía: No te entristezcas, pues vas hacia un generoso.

Y me desapareció el miedo que me embargaba, y cuando me pre-

senté ante Él puse mi confi anza en Él. Y dijo Dios, glorifi cado y

ensalzado sea: Siervo mío, ¿qué te dijo al-Yunayd? Y respondí: Mi

Señor, vos sabéis mejor lo que dijo. Entonces dijo Dios, glorifi cado

y ensalzado sea: Por mi poder y mi gloria, si al-Yunayd te ha expul-

sado, yo te he aceptado, pues yo acepto a los expulsados y perdono

a los pecadores: Llevad a mi siervo al Paraíso por mi misericordia.

Yo soy el más misericordioso de los misericordiosos. Dios mío, ten

misericordia de nosotros como la tuviste de él, y apiádate de todos

los musulmanes.

�38. EL SEPULTURERO LADRÓN

Y se contó de uno de los virtuosos, Dios, ensalzado sea, nos benefi cie

por él, que dijo: Había entre nosotros un sepulturero que robaba las

mortajas de las tumbas. Por entonces murió una mujer de las devo-

tas y mucha gente acudió a rezar por ella y entre ellos el sepulturero

de marras. Salieron hacia su tumba y el sepulturero iba con ellos

para indicarles la tumba. Cuando se hizo la noche fue el sepulturero

hacia su tumba y descendió dentro de ella. En ese momento Dios,

glorifi cado y ensalzado sea, confi rió el don de la palabra a la muerta,

que dijo: ¡Loado sea Dios, un hombre al que han perdonado roba la

mortaja a una mujer a la que han perdonado! Y se extrañó el sepul-

turero: Si es cierto que Dios te ha perdonado a ti, ¿cómo es posible

que me haya perdonado a mí? Y respondió la mujer: Dios nos ha

perdonado a mí y a quienes han rezado por mí. Y el sepulturero salió

de la tumba y se arrepintió ante Dios, ensalzado sea, y fue bueno

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su arrepentimiento gracias a la bendición de ella, y se entregó a la

devoción hasta el día en que murió, Dios, ensalzado sea, tenga mise-

ricordia de él, de ella y de los difuntos musulmanes, amén.

�39. UN DEVOTO POCO HABLADOR

Se contó de Du n-Nun al-Misri, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho

de él, que dijo: Andaba yo por las comarcas de la Siria cuando me

encontré en un jardín verde en el que había un joven que rezaba

bajo un manzano. Me acerqué a él, le saludé y no me devolvió el

saludo. Le saludé una segunda vez y abrevió la oración y escribió

con su dedo en la tierra estos versos:

Impide a la lengua hablar porque es

la cueva del pesar y acarr eadora de males.

Si te hacen hablar, sé de tu Señor recordador.

No le olvides y adórale en todas las situaciones.

Relató Du n-Nun: Lloré abundantemente, luego escribí con mi

dedo en la tierra:

¿Y qué escritor no será atribulado

y permanecerá en el tiempo lo que escribió su mano?

No escribas con tu letra más que

lo que te alegre en la Resurr ección cuando lo veas.

Refi rió: Y dio el joven un grito y murió, Dios, ensalzado sea, se

apiade de él. Me puse a lavarle y oí una voz que me decía: Déjale,

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pues Dios, ensalzado sea, le ha prometido que no se encargarán de él

más que los ángeles. Dijo Du n-Nun, Dios, e. s., esté satisfecho de él:

Entonces me dirigí al árbol y recé varias rak’ás. Luego volví al lugar

donde había muerto el joven y no encontré rastro de él ni tuve noti-

cia de él, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él y nos benefi cie por

medio de él y por su bendición. Amén.

�40. BAYAZID EN EL CONVENTO

Y se contó de Abu Yazid al-Bistami 57, Dios esté satisfecho de él, que

dijo: Estaba yo un día de viaje disfrutando de mi soledad y mi tran-

quilidad, ensimismado en mi meditación y dedicándome a la invo-

cación, cuando fui llamado en secreto: Oh Abu Yazid, ve al convento

de Sam’án y preséntate ante los monjes el día de su fi esta y la euca-

ristía. Dijimos: En eso hay una noticia y un asunto importante.

Relató: Y busqué refugio en Dios contra esa ocurrencia 58 y dije:

No me arriesgaré. Y cuando llegó la noche volvió a mí la voz en el

sueño y me repitió las mismas palabras. Me desperté de mi sueño

aterrado y meditando, apesadumbrado del asunto. Entonces fui lla-

mado claramente: Ya Abu Yazid, no te inquietes, tú eres para Noso-

tros uno de los santos y estás inscrito en registro de los

bienaventurados. Ponte un hábito de monje y cíñete por Nosotros el

cíngulo, pues no tienes en eso pecado ni nada reprobable. Refi rió

57 Uno de los más antiguos y más grandes místicos del islam iranio. Vivió en Tabaristán entre 184/800 y 261/874, o bien 234/848.

58 Pues creía que era una ocurrencia de las que acuden fortuitamente a la mente, y no una inspiración divina.

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Abu Yazid: Me levanté rápidamente por la mañana y, obedeciendo

las órdenes, me puse el hábito de monje y me presenté ante ellos en

el convento de Sam’án. Cuando apareció su superior y se reunieron

y le prestaron oídos, se estremeció su estado y no fue capaz de hablar,

como si hubiera un freno sobre su corazón. Y le preguntaron los

sacerdotes y los monjes: ¿Qué es lo que te impide hablar, padre?

Pues nosotros nos guiamos por tu palabra y seguimos el ejemplo de

tu ciencia. Y repuso: Lo que me impide hablar y manifestarme no es

sino un hombre que se encuentra entre vosotros que es mahome-

tano. Tal vez haya llegado a vosotros para probaros y atacaros. Dije-

ron: Muéstranoslo para que le matemos ahora mismo. Respondió:

No lo mataremos si no es con una señal y una prueba. Y dijeron:

Haz lo que quieras, nosotros sólo hemos venido para sacar prove-

cho. Relató: Y se alzó el superior sobre sus dos pies y llamó: ¡Oh

mahometano, por la verdad de Mahoma, yérguete para que te mire-

mos! Abu Yazid se levantó mientras su lengua no dejaba de proferir

alabanzas a Dios y jaculatorias. Y le dijo el patriarca: Mahometano,

quiero hacerte unas preguntas; si las respondes te seguiremos, y si

eres incapaz de responder, te mataremos. Respondió: Pregunta

sobre lo que quieras de lo inteligible y lo transmitido, pues Dios es

testigo de lo que decimos. Dijo el otro: Infórmame de un uno que no

tiene segundo y de dos que no tienen tercero, de tres que no tienen

cuarto, de cuatro sin quinto, de cinco sin sexto, de seis sin séptimo,

de siete sin octavo, de ocho sin noveno, de nueve sin décimo, de un

diez perfecto, de once, de doce, de trece y de catorce que hablaron

con el Señor de los mundos. Infórmanos de un pueblo que negó [la

Revelación] y fueron llevados al Paraíso, de un pueblo que creyó y

fueron llevados al infierno. Infórmame de la morada de tu espíritu

en tu cuerpo, de las que cargan cargas y de las que corren con facili-

dad y de los que distribuyen algo. Infórmame de algo que respire sin

espíritu, de una tumba que marche con su ocupante, de un agua que

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88

no ha caído del cielo ni brotado de la tierra, de cuatro que no son ni

genios ni humanos y no han salido del lomo de un padre ni del vien-

tre de una madre. Infórmame de la primera sangre que fue derra-

mada en la Tierra, de algo que Dios creó y luego tuvo por grande, de

la mejor de las mujeres, del mejor de los mares, de la mejor de las

montañas, de la mejor de las bestias, del mejor de los meses, de la

mejor de las noches, de la catástrofe y de un árbol con doce ramas en

el que en cada rama hay treinta hojas y en cada hoja cinco frutos, dos

al sol y tres a la sombra. De algo que peregrina a la Casa Sagrada de

Dios y no tiene espíritu ni se le han impuesto oraciones obligatorias.

Dinos cuántos profetas ha creado Dios, y cuántos aceptados y no

aceptados. Háblanos de cuatro cosas de diferente sabor y color y un

mismo origen. Infórmanos del tronco de palmera hueco, la cuerda

de palma y la película del hueso del dátil, del pelo y de la lana, del

piélago y la caries. Infórmanos de lo que dice el perro en su ladrido y

el burro en su rebuzno, de lo que dicen el toro en su mugido y el

caballo en su relincho, y de lo que dicen el ruiseñor en su gorjeo y la

rana en su alabanza, y lo que dice el mosquito en su picoteo. Infór-

manos de un pueblo al que se le reveló Dios que no es de los genios,

ni de los hombres ni de los ángeles. Dinos dónde va la noche cuando

llega el día y dónde va el día cuando llega la noche. Y dijo Abu Yazid:

¿Quedan más preguntas? Respondió el otro: No. Y dijo: Si os las

explico y respondo, ¿creeréis en Dios y su Enviado Muhammad,

Dios lo bendiga y salve? Respondieron: Sí. E invocó: Dios mío, Tú

eres testigo de lo que han dicho. En cuanto a vuestra pregunta de un

uno sin segundo, es Dios, glorificado y ensalzado sea. En cuanto a la

pregunta de dos sin tercero, son la noche y el día, según las palabras

de Dios, ensalzado sea: Hicimos de la noche y el día dos signos 59. En

cuanto a vuestra pregunta de tres sin cuarto, son el trono, el solio y

59 Corán, 17, 12

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el cálamo. En cuanto a vuestra pregunta de cuatro sin quinto, son los

libros revelados, a saber: la Torah, el Evangelio, los Salmos y el Cri-

terio (el Corán). En cuanto a vuestra pregunta de cinco sin sexto,

son las cinco oraciones obligatorias para todo musulmán y musul-

mana. En cuanto a vuestra pregunta de seis sin séptimo, son los seis

días que mencionó Dios en su Libro Excelso cuando dijo: Hemos

creado los cielos y la tierra y cuanto contienen en seis días. En cuanto a

vuestra pregunta de siete sin octavo, son los siete cielos, según dijo

Dios, ensalzado sea, que creó siete cielos en estratos. En cuanto a

vuestra pregunta de ocho sin noveno, son la comitiva del Trono, por

el dicho de Dios, e. s. : Llevarán el Trono de Dios sobre sí ese día ocho 60.

En cuanto a vuestra pregunta de nueve sin décimo, son las nueve

personas que corrompen la tierra, conforme al dicho del Altísimo:

Había en la ciudad nueve personas que corrompían la tierra y no eran

virtuosos61. En cuanto a vuestra pregunta de diez completos, son las

obligaciones que se imponen en La Meca al peregrino, que son

sagradas, según las palabras del Altísimo: El ayuno son tres días en la

peregrinación y siete cuando volváis, esos son diez en total. En cuanto a

vuestra pregunta sobre los once, son los hermanos de José, sobre él

sea la Paz, según las palabras del Altísimo: He visto once planetas,

más el sol y la luna 62. En cuanto a vuestra pregunta sobre un pueblo

que mintió y fueron destinados al Paraíso, son los hermanos de

José, que trajeron su camisa teñida de sangre y mintieron. En cuanto

a la pregunta sobre un pueblo que creyó y fue destinado al infierno,

son los judíos: Dijeron los judíos: Los cristianos no tienen razón en nada.

Y dijeron los cristianos: Los judíos no tienen razón en nada 63. Pues ellos

60 Corán, 69, 17

61 Corán, 27, 48

62 Corán, 12, 4

63 Corán, 2, 113

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dijeron la verdad y fueron destinados al infierno. Por lo que se refiere

a vuestra pregunta de la sede del espíritu en el cuerpo, se encuentra

entre tus oídos en la imagen de la cara. En cuanto a vuestra pregunta

sobre los que corren veloces, son los cuatro vientos; y en cuanto a las

que son transportadas, son las nubes. En cuanto a vuestra pregunta

sobre las que corren con facilidad, son las naves que navegan por el

mar. En cuanto a vuestra pregunta sobre los que distribuyen algo,

son los ángeles, que distribuyen sobre la gente sus alimentos en la

noche de la mitad de Sha’bán. Por lo que se refiere a vuestra pre-

gunta sobre catorce que hablaron con el Señor de los mundos, son

los siete cielos y las siete tierras, según las palabras de Dios, ensal-

zado sea, que les dijo a ellos y a la tierra: ¡Venid de grado o a la fuerza!

Y respondieron: Venimos de grado 64. En cuanto a vuestra pregunta

sobre una tumba que marcha con su ocupante, ésta es el pez de

Jonás, sobre él sea la Paz. En cuanto a vuestra pregunta sobre algo

que respira sin espíritu, es el amanecer. Por lo que concierne a la

pregunta sobre un agua que no ha descendido del cielo ni manado de

la tierra, es la que envió [la reina] Bilquís a Salomón en un frasco, del

sudor de los caballos. A la pregunta de cuatro que no son ni genios,

ni humanos, ni ángeles, ni vienen del lomo de un padre ni del vientre

de una madre, la respuesta es: el carnero de Isma’il, la camella de

Salih, Adán y Eva. En cuanto a vuestra pregunta sobre algo que creó

Dios y luego lo desaprobó, es el rebuzno del burro; como dijo Dios,

ensalzado sea: desapruebo el sonido que emite el burro 65. En cuanto a

vuestra pregunta sobre la primera sangre derramada sobre la faz de

la Tierra, es la sangre de Abel cuando lo mató Caín. En cuanto a

vuestra pregunta de algo que creó Dios y tuvo por grande, es la astu-

cia de las mujeres, conforme a las palabras de Dios: Vuestra astucia es

64 Corán 41, 11

65 Corán 31, 19

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91

grande 66. En cuanto a vuestra pregunta sobre algo que su principio es

madera y luego es espíritu, es el cayado de Moisés, según el dicho del

Altísimo: ¿Qué tienes en tu mano derecha, Moisés? 67 En cuanto a vues-

tra pregunta sobre las mejores mujeres, son éstas: Eva, madre del

género humano, Jadiya, Aysha, Asia 68 y María hija de ‘Imrán 69. En

cuanto a vuestra pregunta sobre los ríos más caudalosos, estos son:

Sayhún, Yayhún70, el Eúfrates y el Nilo de Egipto. En cuanto a vues-

tra pregunta sobre la mejor montaña, esta es el Monte [Sinaí]. En

cuanto a vuestra pregunta sobre las mejores bestias, son los caballos.

El mejor de los meses es Ramadán y la mejor de las noches es la

Noche del Destino 71. Por lo que respecta a vuestra pregunta sobre la

catástrofe, es el día de la Resurrección. En cuanto a un árbol que

tiene doce ramas y en cada rama treinta hojas y en cada hoja cinco

flores, dos al sol y tres a la sombra, el árbol es el año y las ramas los

meses, las hojas los días y las cinco flores son las cinco plegarias, las

del día y las de la noche. En cuanto a vuestra pregunta sobre algo que

peregrinó a la Casa Sagrada de Dios y dio vueltas a la Kaaba y no

tiene espíritu ni le impusieron obligaciones rituales (oraciones), es el

arca de Noé, sobre él sea la Paz. Por lo que respecta a vuestra pre-

gunta de cuatro cuyo sabor y color es diferente teniendo una raíz

única, son los ojos, los oídos, la nariz y la boca. Pues el agua del ojo es

66 Corán, 12, 28

67 Corán, 20, 18

68 Las dos primeras fueron esposas de Mahoma. Asia fue esposa de Faraón y según la tradición se convirtió al judaismo.

69 La virgen María. ‘Imrán es Joaquín en la literatura cristiana apócrifa.

70 Nombres míticos de ríos árabes. Aparecen en la enciclopedia geográfica árabe Mu’yam al-buldán, situándolos en el Jorasán, la India, el Sind (en el actual Pakis-tán) Anatolia o Mawarannahr. Véase Yaqut al-Hamawi: Mu’yam al-buldán, Dar al-kutub al-‘ilmiyya , Beirut, 1990, pág. 228. N. del T.

71 La noche 27 o 28 de Ramadán, en la que se cree que fue revelado el Corán íntegramente. N. del T.

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salada, la de los oídos amarga y la de la boca dulce. En cuanto a vues-

tra pregunta sobre la cuerda de palma, la película del hueso del dátil

y el agujero en el hueco del dátil, el agujero es lo que está en el envés

del hueso, la cuerda de palma es lo que está en su interior, y la pelí-

cula es la cáscara que está sobre él. En cuanto a vuestra pregunta

sobre el pelo y la lana, es el pelo de los borregos y las cabras. En

cuanto a vuestra pregunta sobre el piélago y la caries, son las nacio-

nes que pasaron antes de Adán, sobre él sea la Paz. Lo que dice el

burro en su rebuzno, es que ve a Satanás y dice: Maldiga Dios al

publicano. Lo que dice el perro en su ladrido es: ¡Ay de la gente del

infierno, que enfurecieron al Todopoderoso! Lo que dice el caballo

en su relincho es: ¡Alabado sea mi guardián, porque se encontraron

los héroes y se preocuparon los hombres por los hombres! En cuanto

a vuestra pregunta sobre lo que dice el camello adulto en su berreo,

dice: Me basta y me es suficiente Dios como protector. Lo que dice

el ruiseñor en su gorjeo es: Loado sea Dios cuando atardecéis y

cuando amanecéis. En cuanto a lo que dice la rana en sus alabanzas,

dice: Alabado sea el que es adorado en desiertos y páramos, loado

sea el Rey Todopoderoso. En cuanto a lo que dice el mosquito en su

picoteo, dice: Alabado sea Dios por la verdad, de las teorías del hijo

de Adán en este mundo, a occidente o a oriente, no ves una que per-

manezca. En cuanto a vuestra pregunta sobre un pueblo al que se le

reveló Dios y no es de los genios, de los hombres ni de los ángeles, son

las abejas, según las palabras del Altísimo: Tu Señor reveló a las abe-

jas 72, etcétera. En cuanto a la cuestión de dónde va la noche cuando

llega el día, y el día cuando llega la noche, pues ambos están en la

oscuridad de la ciencia de Dios, ensalzado sea. A continuación pre-

guntó Abu Yazid: ¿Os quedan otras preguntas? Respondieron: No.

Y les dijo: Decidme cuáles son la llave del Paraíso y la llave de los

72 Corán, 16, 68

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cielos. Y se callaron y no dijeron palabra. Y dijo Abu Yazid: Me

habéis hecho muchas preguntas y os las he respondido, y os he hecho

una sola pregunta y no la habéis respondido. ¿Os véis incapaces de

hacerlo? Dijeron: Sí. Luego se volvieron a su superior y le pregunta-

ron: ¿También te ves incapaz? Respondió: No me veo incapaz, pero

temo que no estéis de acuerdo conmigo. Dijeron: Nada de eso, esta-

remos de acuerdo pues tú eres nuestro superior y lo que quiera que

digas, nosotros oímos y estamos de acuerdo. Entonces dijo: La llave

del Paraíso y los cielos es: No hay más dios que Dios y Mahoma es el

Enviado de Dios. Y lo repitieron los otros y se hicieron musulmanes

del primero al último, y fue bueno su islam. Salieron del convento, lo

derruyeron, construyeron una mezquita y se cortaron sus cíngulos.

Y entonces fue llamado Abu Yazid: Por nuestra causa fue apretado

un cinturón y cortamos por tu causa quinientos cinturones.

Hermanos: Mirad a todos estos, cómo fueron infieles en las

tinieblas y Dios, ensalzado sea, los salvó de la muerte con la luz de la

buena senda, y todo por la bendición de nuestro profeta Muhammad,

Dios lo bendiga y salve. Mirad la palabra de la fe sincera, qué gran-

des son sus bendiciones y qué provechosos sus efectos. Refrescad

vuestras lenguas con ella para recibir la bendición de su beneficio

y conseguiréis la dulzura de su gracia y entraréis en el santuario de

su seguridad, pues ella es una fortaleza inexpugnable y una coraza

holgada. Y ya dijo Dios, e. s., en sus libros revelados: Repetid la frase

La ilaha illa Allah 73, pues ella es mi fortaleza y quien entra en mi

fortaleza se pone a salvo de mi castigo. Y dijo uno de los compañe-

ros74: Quien dice «No hay más dios que Dios» con corazón sincero

y le extiende la exaltación, Dios le perdona 4000 pecados, y si no

los ha cometido le perdona los pecados de su familia y sus vecinos.

73 No hay más dios que Dios.

74 De Mahoma. N. del T.

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Dijo Ibn Abbás, Dios esté satisfecho de él: La noche y el día tiene

veinticuatro horas y las letras de La ilaha ill a All ah wa-Muhammad

rasulu l-Lah 75 son veinticuatro letras, y quien dice «No hay más dios

que Dios y Mahoma es el Enviado de Dios», Dios le perdona por

cada letra los pecados de una hora, sin que quede pecado sobre él.

Mirad, hermanos, cómo ha distinguido Dios a esta comunidad con

esta misericordia. Haced de su repetición vuestra ocupación y con-

seguiréis la satisfacción de vuestro Señor.

�41. LA ESCLAVA DEFECTUOSA

Y de Málik b. Dinar, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él, que

dijo: Caminaba por las callejas de Basora cierto día cuando vi a una

de las esclavas de los reyes cabalgando, y con ella criados y un esclavo

joven. Me acerqué a ella y le dije: Oh esclava, ¿te vende tu amo? Y

respondió la esclava: Y si me vendiera mi amo, ¿podría uno como tú

comprarme? Respondí: Sí, y a una mejor que a ti. Se rió y me ordenó

que la llevara hasta la casa de su amo. La llevé y cuando entró con

su amo le contó el caso, por lo que se rió y ordenó que entrase yo.

Entré y le saludé, y cuando me vio me dijo: ¿Qué necesitas? Res-

pondí: Véndeme tu esclava. Y dijo: ¿Eres capaz de pagar su precio?

Respondí: Sí. Su precio para mí son dos huesos carcomidos. Y se rió

y dijo: ¿Cómo tiene su precio para ti ese valor? Respondí: Por sus

muchos defectos. Y preguntó: ¿Cuáles son sus defectos? Respondí:

Si no se perfuma huele mal, si no se da almizcle le huele el aliento;

si no se peina y afeita se llena de piojos, y si vive largo tiempo se

75 No hay más dios que Dios y Muhammad es el Enviado de Dios.

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vuelve decrépita, con menstruación, orín, suciedades, tristeza, pesar

y molestias. Y acaso ella no te ama sino por sí misma, y no te quiere

sino para que le des buena vida, sin cumplir su contrato ni ser sin-

cera en tu amor, sin que la falte después de ti nadie a quien no vea

como a ti. Y yo conozco, al margen de lo que te pregunté sobre el

precio de tu esclava, otra esclava que fue creada de cadenas de alcan-

for, de almizcle, ámbar y luz; y si se mezclara con su saliva la sal, sería

agradable; y si fuera convocado por sus palabras un muerto, respon-

dería; y si se mostrara su muñeca al sol éste no se oscurecería ni se

ocultaría; y si surgiera su frente entre las tinieblas, brillarían y res-

plandecerían; y si fueran confrontados los horizontes con su ornato

y sus trajes, se perfumarían y se engalanarían. Creció entre jardines

de almizcle y azafrán, varas de jacinto y coral, y fue confinada en

las tiendas de la delicia y alimentada con bebida de ambrosía. No

falta a su promesa ni cambia su amor. Ella es por tanto más digna de

elevar el precio que esta tu esclava. Dijo el rey: Oh hermano, ¿dónde

está la que me describiste? Dije: Su precio y su novio se encuentran

en todos los tiempos. Dijo: ¿Qué precio tiene, Dios tenga miseri-

cordia de ti? Dije: Aquel en que es poco lo que hay que dar para

conseguir una esperanza importante, y consiste en dedicar una hora

de tu noche para rezar dos rak’ás destinadas a tu Señor, que dejes

la comida y despiertes tu hambre, que quites del camino piedras o

basura, que consumas tus días con escasez de medios, que quites tu

interés de esta morada de engaño y descuido y vivas en el mundo

con el poder del contentamiento y vengas a la parada confiado en el

mañana, y que habites en el jardín de la Casa de la Dicha al lado del

Señor Generoso eternamente. Y dijo el rey: Esclava, ¿has oído lo que

ha dicho este nuestro maestro? Dijo ella: Perfectamente. Preguntó:

¿Dijo la verdad o mintió? Dijo ella: En absoluto, dijo la verdad y fue

sincero. Y dijo su amo: Eres libre, por Dios, ensalzado sea, y te doy

un depósito de esto y esto como limosna para ti. Y vosotras, esclavas

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y esclavos, sois libres, por Dios, ensalzado sea, con un depósito de

esto y esto como limosna para vosotros. Y esta casa y cuanto con-

tiene las entrego en limosna, y todo mi dinero lo pongo en el camino

de Dios. Luego extendió su mano hacia una cortina basta que había

sobre una de las puertas, tiró de ella y se quitó todo lo que llevaba

puesto de seda y brocado. Y cuando la esclava vio lo que había hecho

su amo, dijo: No hay vida para mí después de ti, oh mi señor; luego

arrojó su vestido y se vistió como su amo y salió con él. Málik los

despidió y emprendió su camino. Aquellos dos se consagraron al

servicio de Dios hasta que llegó la muerte y los encontró en estado

de adoración. Dios los perdone y a nosotros nos benefi cie por ellos.

Amén.

�42. TRUEQUE DE PALACIOS

Y se contó de Ya’far b. Sulaymán, Dios, ensalzado sea, esté satisfe-

cho de él, que dijo: Pasamos Málik b. Dinar y yo por Basora y dando

vueltas por la ciudad pasamos junto a un palacio donde estaba sen-

tado un joven con un rostro como no había visto igual de bello.

Daba órdenes para la construcción del palacio y decía: Haced así y

así. Dijo Málik: ¿No ves, Ya’far, este muchacho de bello rostro y su

afán por construir este palacio? ¡Cuánto desearía pedir a mi Señor

que lo salve y lo coloque entre los jóvenes del Paraíso! Y añadió:

¡Ya’far, vamos a él! Refi rió: Y fuimos a él y lo saludamos y nos devol-

vió el saludo; y no había conocido a Málik b. Dinar, pero cuando lo

conoció se levantó hacia él y dijo: ¿Acaso necesitas algo, mi Señor?

E inquirió Málik: ¿Cuánto te propones gastar en este palacio? Dijo:

100 000 dírhames. Y dijo Málik: ¿Por qué no me das ese dinero para

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que lo emplee en lo que lo merece y te garantice, por Dios, ensal-

zado sea, un palacio mejor que éste con sus esclavos y sus criados

coronados de perlas y jacintos incrustados de joyas, siendo su suelo

de azafrán y su pavimento de almizcle, más espacioso que este pala-

cio que tienes ahora, que no se arruinaría ni lo tocarían las manos,

pues no lo construye un constructor, sino que el Excelso le dijo «sé»

y fue? Y le dijo el joven: Mi señor, dame de plazo esta noche, hasta

mañana. Y convino: De acuerdo. Refirió Ya’far: Y Málik pasó la

noche pensando en el joven y cuando llegó la hora del alba invocó

a Dios, ensalzado sea, y multiplicó las invocaciones. Y cuando ama-

necimos fuimos temprano a él y he aquí que el joven estaba sen-

tado, y cuando vio a Málik ibn Dinar dijo: Lo que decías ayer. Dijo

el otro: ¿Lo hacemos? Dijo: Sí. Y trajo el dinero inmediatamente,

así como un tintero y un papel, y Málik escribió: En el nombre de

Dios, el clemente y Misericordioso. Esto es lo que garantiza Málik

b. Dinar a Fulano hijo de Fulano. Te garantizo por Dios un palacio

a cambio de tu palacio, con su descripción como es descrito y lo

que Dios ensalzado sea quiera aumentarlo. Y te compro con este

dinero un palacio en el Paraíso más espacioso que el tuyo, bajo una

sombra espesa, cerca del Glorioso y Excelso. Luego plegó el escrito y

se lo entregó al joven, y nos llevamos el dinero de su casa. Pronto se

quedó Málik sin la cantidad de comida necesaria para un día. Pero

no fue al joven en cuarenta días, hasta que encontró un libro colo-

cado en su mihrab al terminar la plegaria de la mañana. Lo cogió

Málik y he aquí que en su interior estaba escrito sin tinta: Este es

un documento de Dios el glorioso y Sabio para Málik b. Dinar: Ya

hemos pagado al joven el Paraíso que le garantizaste, aumentándolo

setenta veces. Dijo: Y me maravillé de eso y me fui con Ya’far a la

casa del joven, y he aquí que la puerta estaba cerrada y se escuchaba

llanto en la casa. Y pregunté: ¿Qué ha sido del joven? Y me dijeron:

Murió ayer. Y nos trajeron al lavador de cadáveres y le pregunta-

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mos: ¿Lo has lavado tú? Dijo: Sí. Y pidió Málik: Cuéntanos cómo

lo hiciste. Y relató el lavador de cadáveres: Ya sidi, él me hizo venir

antes de morir y dijo: Cuando me laves y me amortajes mete este

libro entre mi mortaja y mi cuerpo. E hice así y lo enterré con ello.

Refi rió: Y sacó Málik el documento, lo leyó el lavador y le dijo: Oh

señor, este es el mismo escrito. Dijo: Y se desbordaron en llantos y

sollozos. Luego se levantó otro joven y dijo: Ya Málik, toma de mí

doscientos mil dirhemes y garantízame lo mismo que garantizaste

al joven difunto. Pero replicó Málik: ¡Quita allá! Ha sido lo que ha

sido y ha pasado lo que ha pasado, y Dios decide lo que quiere. Y

cada vez que Málik se acordaba del muchacho rompía a llorar y

decía: ¡Enhorabuena por él! E imploraba la misericordia de Dios.

Tenga Dios misericordia de nosotros por mediación de todos ellos.

43. EL PRÍNCIPE DISOLUTO

Y se contó de Muhammad b. as-Sammak, Dios esté satisfecho de él,

que dijo: Muhammad b. Sulaymán al-Hashimí era de los que lleva-

ban una vida más regalada de los Banu Omeyya, y el más generoso

consigo mismo. Se entregaba completamente a los apetitos de su

alma por toda clase de placer, en la comida, en la bebida, en el ves-

tir, el perfume, las muchachas y los muchachos. No tenía otro pen-

samiento ni objeto de preocupación que no estuviera en esas cosas.

Era un joven hermoso, de rostro como la redondez de la luna, y la

gracia de Dios se había prodigado en él. Se llevaba cada año unos

trescientos tres mil dinares de oro, que gastaba íntegros en su vida

y sus placeres. Tenía una terraza elevada en la que se sentaba para

mirar a la gente, con puertas que apuntaban a sus jardines. Y había

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construido una cúpula de marfil recubierta de plata y de oro, y él

estaba sobre un lecho vistiendo una túnica de brocado y con un tur-

bante sobre su cabeza coronado con perlas. Y bajo esa cúpula estaban

con él sus comensales y sus contertulios. Los criados estaban de pie

delante de él en una reunión fuera de la cúpula donde podía verlos. Y

cuando quería escuchar a las esclavas cantoras miraba hacia la cor-

tina, y cuando quería que se callaran hacía una señal con la mano

hacia la cortina. Y esta era su costumbre hasta que llegaba la noche

y salían los comensales y se quedaba a solas con quien deseaba. Y

cuando amanecía estaba ocupado mirando a los que jugaban al aje-

drez y otras cosas. No se mencionaba delante de él una muerte, ni

una dolencia, ni enfermedad, ni tristeza o pesar o preocupación. Sólo

se mencionaban el solaz, la alegría y los chistes, y se esparcían de las

diferentes clases de perfumes y aromas lo que había en el momento.

Pasaron veintisiete años, y estaba él cierta noche en su edificio abo-

vedado después de la media noche cuando oyó la melodía de una

voz que emocionaba de manera distinta a lo que había escuchado

de sus cantoras. Y se apoderó de su corazón y se volvió conturbado

por lo que había en ello. Hizo una seña a sus contertulios para que

se contuvieran y después sacó su cabeza por una de las ventanas del

palacio en dirección al campo abierto para oír lo que había llegado a

su corazón, y entonces la melodía a veces la oía y a veces se le ocul-

taba. Gritó a sus criados que buscaran al dueño de esa voz, y ese día

estaba bajo los efectos de la bebida. Salieron los criados a dar vuel-

tas y encontraron a un joven de cuerpo delgado y piel pálida cuyo

vientre se confundía con su espalda, que llevaba dos andrajos con los

que se cubría, con los pies descalzos y los labios ajados, que estaba

en la mezquita manteniendo confidencias con su Señor, glorificado

y ensalzado sea. Relató: Y lo sacaron de la mezquita y se fueron con

él hasta que lo dejaron ante el príncipe. Y lo miró y dijo: ¿Quién es

este? Dijeron: El dueño de la melodía que escuchaste. Y preguntó:

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¿Dónde lo encontrasteis? Dijeron: En la mezquita, rezando y reci-

tando. Y le preguntó: Ya joven, ¿qué recitabas? Dijo: Las palabras de

Dios, ensalzado sea. Y le dijo: Hazme oír esa melodía. Y dijo: «Me

refugio en Dios de Satanás el lapidable. En el nombre de Dios el Cle-

mente y Misericordioso. Los bienaventurados estarán en el Paraíso sobre

estrados desde los que mirarán. Conocerías por sus rostros la belleza del

Paraíso. Se les dará de beber de un néctar sellado con almizcle, y sobre eso

se disputan los disputadores, y su mezcla será de ambrosía, una fuente de

la que beberán los aproximados»76. Luego añadió: Oh tú, engañado,

son diferentes de tu asamblea y tu terraza, son estrados de interiores

acolchados con brocado sobre camas verdes y alfombras excelentes

junto a las que está Dios, ensalzado sea, sobre dos jardines en los que

hay dos fuentes que manan y en los que en cada árbol frutal hay dos

cónyuges no separados ni impedidos, en una vida satisfecha, en un

jardín elevado en el que no oirán futilidades y en el que habrá una

fuente manante, lechos elevados y copas colocadas, cojines alineados

y alfombras extendidas a la sombra, fuentes y frutas de las que pre-

fieren y carne de pájaros de la que tanto gustan comer, por siempre,

y sombras, esa es la recompensa de los que creyeron, mientras que

la recompensa de los infieles será el fuego del fuego, y ¡qué fuego!:

los criminales estarán permanentemente en la gehenna, no podrán

zafarse de ella y estarán allí afligidos, en el extravío y el calor, el día

en que sean arrastrados al infierno a pesar suyo. ¡Gustad el contacto

del fuego infernal! 77 Querría el criminal librarse del castigo ese día,

con sus hijos, su compañera, su hermano, su familia que le acogería

y todo cuanto hay en la Tierra. Pero le comunica Dios: ¡Quiá! Es un

fuego llameante que se inclina a la crepitación. Se lamentará quien

retrocedió y se dio a la fuga para amasar dinero, para despertarse en

76 Corán, 83, 22

77 Sigue de cerca la sura al-Waqi’a, Corán 56, y otros pasajes del Libro, menos de cerca en las siguientes frases.

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una fatiga buscada y un castigo duro, pues fue odiado por el Señor de

los mundos, y ellos no lo sacarán de allí.

Refirió: Y se levantó al-Hashemi de su asiento y abrazó al joven

y lloró por su alma. Y dijo a los contertulios: alejaos de mí. Y salió al

patio de su casa y se sentó sobre una estera con el joven para llorar la

pérdida de su juventud y lamentarse de ella. El joven le estuvo amo-

nestando hasta que amaneció, y se comprometió ante Dios, ensal-

zado sea, a no volver a su desobediencia jamás. Y cuando amaneció

manifestó su arrepentimiento y ordenó que le trajeran la plata, el oro,

las joyas y todas las clases de ropas: lo vendió todo y lo entregó en

limosna y se quitó sus propias retribuciones, y devolvió las fincas reti-

radas y vendió sus cortijos, esclavos y esclavas y manumitió a quien

eligiera la manumisión; donó todos sus bienes como limosna y

vistió la lana áspera y comió la cebada después de haberse dado

a la buena vida con las mejores comidas y bebidas. Se apegó a la

mezquita y a la devoción y vivía por la noche y ayunaba por el día,

hasta el punto de que lo visitaban los piadosos y justos y le decían:

Sé benévolo con tu alma, pues el Señor es generoso y agradece lo

poco y perdona lo mucho. Mas decía: Oh gentes, dejadme, pues

yo me conozco y sé que mi pecado es enorme, pues he desobede-

cido a mi Señor de noche y de día. Y lloraba a mares. Luego salió

en peregrinación, descalzo y vistiendo nada más que un saco,

y llevando sólo una cantimplora y un zurrón, hasta que llegó a

La Meca y cumplió su peregrinación. Y permaneció allí hasta

que fue llevado a la misericordia de Dios, ensalzado sea. Y solía

entrar a su habitación de noche y lloraba por su alma, diciendo:

Mi Señor, se fueron mis apetitos pero quedaron mis secuelas. ¡Ay

de mí el día que te encuentre! ¡Ay, ay de mi página cuando sea

desplegada llena de mis escándalos y mis pecados! Luego recitó

estos versos:

Me rebelé como ignorante, oh el de los méritos.

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Se alivió lo que ves de mi mal estado.

¿Hacia quién se volverá el esclavo sino

a su Señor? Oh Señor de los señores,

Tú eres el dotado de misericordia y perdón,

acogedor de los arr epentidos y generoso en los favores.

�44. EL JOVEN QUE SALIÓ DEL MAR

Y se cuenta del profeta de Dios Salomón ibn David, sobre ellos sea la

paz, que dijo: Estaba yo sentado sobre el trono de mi reino agrade-

ciendo a Dios los benefi cios que me había concedido, cuando me ins-

piró: Sal hacia la orilla del mar tal y verás una maravilla de la creación

de Dios, ensalzado sea. Contó Salomón, sobre él sea la paz: Y salí e

iban conmigo hombres y genios, animales salvajes, pájaros y especies

parecidas. Y cuando llegué a la orilla miré a derecha e izquierda

y no vi nada, y dije a un ifrit 78 de los genios: Sumérgete en este

mar y tráeme lo que encuentres en él. El ifrit se sumergió y volvió

al cabo de una hora, diciendo: Oh profeta de Dios, he buceado una

distancia así y así y no he llegado a su fondo ni he visto nada. Y dijo

Salomón, sobre él sea la paz, a otro ifrit: Bucea en este mar y tráeme

lo que encuentres. Y se sumergió el ifrit y volvió al cabo de dos horas

diciendo lo mismo que el primero. Salomón, sobre él sea la paz, se

asombró de eso, y dijo el ifrit: Oh profeta de Dios, he buceado dos

veces lo que buceó el primero y no he encontrado nada. Y ordenó

Salomón, sobre él sea la paz, a Asaf b. Barjiyya, su visir: Entra en este

78 Especie de genio. Según la tradición islámica Salomón reinaba sobre hombres y genios.

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103

mar y tráeme lo que haya en él. Relató: Y se sumergió Asaf en el mar

durante una hora y le trajo una cúpula grande de alcanfor blanco con

cuatro puertas, una de perla, otra de jacinto, otra de gemas y la otra

de topacio verde. Todas las puertas estaban abiertas y no entraba por

ellas una gota de agua, y estaba la cúpula en un lugar profundo. Salo-

món, sobre él sea la paz, la puso delante de él, la miró y he aquí que en

el centro de ella había un joven, bello con la belleza de los jóvenes, con

ropas limpias, que estaba de pie rezando. Salomón entró hacia él, le

saludó y preguntó: ¿Qué te ha hecho descender al fondo de este mar?

Y respondió: Oh profeta de Dios, ¿te cuento mi historia? Dijo: Sí. Y

relató: Yo tenía un padre paralítico y una madre ciega, y permanecí al

servicio de ambos setenta años, y cuando le llegó la parca a mi madre,

dijo al morir: Dios mío, prolonga la vida de mi hijo en tu obediencia.

Y cuando mi padre falleció dijo al morir: Dios mío, hazte servir por

mi hijo en un lugar donde Satanás no tenga medio contra él. Y res-

pondió Dios [favorablemente] a la súplica de ambos. Y cierto día salí

para esparcirme y llegué a la orilla de este mar. Vi esta cúpula colo-

cada sobre la orilla del mar y entré en ella a mirar lo que había dentro,

y el Rey de reyes la transportó y la bajó al fondo de este mar, como

ves, oh profeta de Dios. Y dijo Salomón: ¿En qué época fue? Dijo: En

tiempos de Abrahán, sobre él sea la paz. Salomón, sobre él sea la paz,

creyó la historia y le calculó dos mil cuatrocientos años, sin embargo

él era un muchacho que carecía de canas. Y se maravilló Salomón,

sobre él sea la paz, de aquello y le dijo: ¿Y qué comías y qué bebías en

este mar? Y respondió: Oh profeta de Dios, todos los días venía a mí

un pájaro verde con algo amarillo, parecido a la cabeza de un hom-

bre, en su pico, y yo lo comía; y encontré comida todos los días en

este mundo y no tuve hambre ni sed, calor ni frío, sueño ni tristeza.

Y dijo Salomón: ¿Quieres venir con nosotros o volver a tu sitio? Y

dijo: Devuélveme a mi lugar, o profeta de Dios. Y ordenó Salomón:

¡Devuélvele a su sitio, Asaf ! Y le devolvió a su sitio y dijo Salomón:

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104

Mirad cómo satisface Dios las súplicas; así pues, guardaos de desobe-

decer a vuestros padres y Dios os tendrá misericordia. Luego se fue

Salomón asombrado del caso, y Dios es más sabio.

�45. GENEROSIDAD DE UN MÉDICO CRISTIANO

Se cuenta del sheij Abu Bakr ash-Shibli 79, Dios, ensalzado sea, esté

satisfecho de él, que dijo: Salí un día a ver a mis discípulos, que eran

cuarenta y tantos hombres, y les dije: Oh pueblo, Dios, ensalzado sea,

ya se encarga de los medios de vida de sus siervos; y ha dicho: hon-

rado sea El que dice: Quien teme a Dios, Dios le saca de apuros y le provee

de donde no pensaba80. Tened confi anza en Dios y apoyaos en él. Luego

los dejé y me fui, y permanecieron tres días en los cuales Dios no les

socorrió con nada. Y cuando llegó el cuarto día fui a ellos y les dije: Oh

gente, Dios, ensalzado sea, ha permitido a sus siervos buscarse la vida

de diferentes maneras, y ha dicho: Él es quien ha hecho para vosotros la

tierr a dócil; id por sus lados y comed su sustento 81. Pues mirad al más sin-

cero de vosotros y hacedle salir, tal vez os traiga algo de comida. Y eli-

gieron a un hombre pobre de entre ellos y fue por las calles de Bagdad

y Dios no le socorrió con nada; lo cogió el hambre, lo fatigó la sed y

acabó deteniéndose junto al establecimiento de un médico cristiano

al que acudía una gran multitud de personas, y él recetaba a cada una

su remedio. El cristiano miró al pobre y le preguntó: ¿Qué te pasa?

79 Sufí de Bagdad (861-945 d. C.).

80 Corán, 65, 2-3

81 Corán, 67, 15

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El pobre aborreció quejarse del hambre al cristiano, pero le extendió

la mano para que la palpara. Y cuando la hubo palpado el cristiano,

dijo: Conozco tu enfermedad y tengo su medicina. Luego se volvió a

su criado y le dijo: Ve al zoco y tráeme un arrelde de pan, un arrelde

de asado y un arrelde de dulce. Y se fue el mozo al mercado y le trajo

aquello, y dijo: Toma, esta es la medicina para tu enfermedad. Y dijo

el faquir al cristiano: Ciertamente eres verídico en tu sabiduría. Pues

esta es la enfermedad de cuarenta hombres como yo. Y dijo el cris-

tiano a su criado: Ve al mercado rápido y tráeme cuarenta arreldes de

eso. Y fue el criado al mercado y le trajo todo eso sobre un mozo

de cuerda. Y dijo el cristiano: Llévale eso a tus compañeros. Y se fue

el faquir con el mozo de cuerda, el cristiano siguiéndolos de lejos para

informarse de la veracidad de aquel faquir. Y cuando llegó el faquir

a sus compañeros en el conventículo se quedó el cristiano de pie tras

la ventana para observarles, y el faquir repartió la comida entre ellos.

Luego llamaron al jeque Abu Bakr al-Shibli, que llegó y les preguntó

por aquello, y el faquir le contó su historia con aquel cristiano. Y les

preguntó al-Shibli: ¿Estáis satisfechos comiendo la comida de un

cristiano sin retribuirle? Preguntaron: ¿Y cuál sería su retribución?

Dijo: Que hagáis votos por él en el islam antes de comer su comida.

E hicieron votos por él y él lo oía. Y cuando el cristiano les vio abste-

nerse de la comida para pedir por él, dejó la ventana e hizo pedazos

el cinturón [cristiano], entró con ellos y dijo: Oh Shibli, extiende tu

mano, pues yo atestiguo que no hay más dios que Dios y atestiguo

que Muhammed es el Enviado de Dios. Y fue bueno su islam y llegó a

ser uno de los discípulos de Shibli. Dios, ensalzado sea, esté satisfecho

de todos ellos y nos aproveche por ellos. Amén.

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46. LA CIUDAD DE LOS INICIADOS

Y se cuenta de uno de ellos, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de

ellos y nos aproveche por ellos, que dijo: Vi junto a la tumba del

Profeta, Dios lo bendiga y salve, a nueve hombres de los santos, de

los compañeros preferidos. Les seguí y se volvió a mí uno de ellos

y me dijo: ¿Dónde vas? Y le repuse: Quiero caminar con voso-

tros dondequiera que vayáis, por mi amor a vosotros. Y dijo uno

de ellos: Tú no puedes ir al lugar adonde nos dirigimos, pues sólo

llegan a él quienes han alcanzado los cuarenta años. Y dijo otro:

Déjale, quizás Dios provea a sus necesidades. Relató: Y fui con ellos

y la tierra se plegaba debajo de nosotros, y el amor decía a los aman-

tes: ¡Buen provecho! Y no cesamos de caminar hasta que llegamos

a una ciudad construida de oro y plata, cuyos árboles se entrelaza-

ban, de ríos transparentes y frutos excelentes. Relató: Y entramos

en ella y comimos de sus frutos. Luego cogí tres manzanas y no me

impidieron cogerlas. Al momento de irnos les pregunté por la ciu-

dad y me dijeron: esta es la ciudad de los santos, y cuando los santos

quieren recrearse aparece ante ellos esta ciudad dondequiera que

se encuentren. Y no ha entrado en ella nadie por debajo de los cua-

renta años salvo tú. Dijo: Y cuando regresamos y entramos en La

Meca di a al-Damagani una manzana. Y la tiró y me censuraron

mis compañeros, diciéndome: Devuelve a su lugar lo que se te dio.

Y cada vez que tenía hambre comía de aquella manzana y ella no

se alteraba. Volví con mi familia y me quedaba de las manzanas

una sola que no era la que me había guardado para mí. Mi her-

mana me abrazó y me preguntó: ¿Dónde está el regalo que nos has

traído de tu viaje? Y repuse: ¿Y qué regalo queréis que os traiga si he

estado alejado del mundo y del descanso, como un faquir? Y dijo mi

hermana: ¿Dónde está la manzana? Dije: ¿Qué manzana? Y dijo:

¡Pobre de ti! A mí me introdujeron en la ciudad teniendo veinte

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años, pero tú no la viste sino después que te rechazaron. Yo, por

Dios, fui atraída hacia ella una larga distancia y avancé hacia ella

por mis pasos. Relató: Y me maravillé de sus palabras y dije: Her-

mana, el noble mayor de ellos me dijo que no había entrado nadie

de menos de cuarenta años excepto yo. Dijo ella: Sí, hermano, de los

aspirantes 82, pero en cuanto a los deseados, entran en ella y no se

satisfacen con ella, y cuando quieras te lo mostraré. Y dije: Ahora

quiero. Y dijo: «¡Oh ciudad verde!». Y por Dios que vi la ciudad en

cuestión, que te apeas ante ella y eres impulsado hacia ella. Exten-

dió la joven su mano y dijo: ¿Dónde están tus manzanas? Y me

cayeron encima desde el manzano gran cantidad. Se rió ella y dijo:

¿Quién viviendo en esta casa necesita tu manzana? Refi rió: Y por

Dios que me desprecié a mí mismo por eso, pues no sabía que mi

hermana era uno de los grandes santos, Dios esté satisfecho de ellos

y nos benefi cie por su mediación en los dos reinos, y nos ofrezcan la

ayuda de sus almas puras. Amén.

�47. LA OVEJA QUE DABA LECHE Y MIEL

Y se cuenta del jeque Abu l-Rabi’a al-Malaqi que dijo: Oí hablar

de una mujer de las devotas y virtuosas en cierta aldea cuyo caso

se hizo famoso. Teníamos por costumbre no visitar a una mujer,

mas la necesidad nos impulsó a visitarla para examinar sus carismas.

Bajamos a la aldea en la que vivía, y como nos habían dicho que en

su casa había una oveja que daba leche y miel, compramos un vaso

82 Murid, discípulo, novicio; hace juego de palabras con murad/muradún, que viene a continuación.

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nuevo en el que no habían echado nada. Nos llegamos a ella y la

saludamos, y le dijimos: Queremos esta baraka 83 que nos han con-

tado que tienes con esta oveja. Y dijo: De mil amores. Nos trajo la

oveja y la ordeñamos en ese vaso; a continuación bebimos y encon-

tramos que era leche y miel como nos habían descrito. Y cuando

vimos eso preguntamos a la mujer por la historia de la oveja, y dijo:

Sí, os lo contaré: Teníamos una ovejita y nosotros éramos gente

pobre y no teníamos más que a ella. Y me dijo mi esposo, que era

un hombre piadoso: Ven con nosotros a degollar a esta oveja hoy,

pues es un día de fiesta. Le respondí: No haré eso, pues Dios, ensal-

zado sea, nos ha hecho una concesión dejándonosla, y Dios sabe

nuestra necesidad de ella. Y en esto estábamos cuando nos pidió

hospitalidad un huésped aquel día y no teníamos nada de comida

que ofrecerle, por lo que necesitábamos degollar la oveja, y le dije:

Hombre, es un huésped y estamos obligados a honrarle, así que

coge esa oveja y degüéllala. Objetó: Tememos que lloren por ella

los niños. Entonces cógela, sácala de la casa y degüéllala detrás del

muro. La cogió y se fue, y cuando derramó su sangre gritó y vi que

la oveja se agitaba desde lo alto del muro y bajó hacia nosotros.

Pensé que ya se había escapado de él, y salí para mirarla y he aquí

que él estaba degollándola, y le dije: Hombre, he visto algo asom-

broso. Y le conté la historia de esta oveja, que había bajado de lo

alto de la tapia, y dijo el hombre: Quizás Dios, ensalzado sea, nos

la sustituya por algo mejor. Y era así, pues aquella oveja daba leche

y esta da leche y miel, y todo esto fue una bendición para honrar

al huésped.

Siguió: Y nos maravillamos de eso, luego dije: Hijos míos, esta

ovejita nuestra pacía en los corazones de los amantes de Dios y,

cuando eran buenos sus corazones, era buena su leche, y cuando

83 Bendición, influencia espiritual.

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se alteraron sus corazones, cambió su leche. Pues haced que sean

buenos vuestros corazones.

Dije: Y quiso decir con eso ella misma y su esposo, pero nos

lanzó unas palabras que se manifi estan a todos con la voluntad de

dedicárselas con camufl aje e inducción a los discípulos sobre el

ennoblecimiento de los corazones. Cuando son buenos los corazo-

nes se consigue toda bondad amada de las luces y los secretos y el

placer de la vida con la intimidad del Rey Perdonador. Lo que signi-

fi ca que cuando se hacen buenos nuestros corazones, se hace bueno

lo que tenemos. Mejorad pues vuestros corazones y mejorará lo

que tengáis, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de ella. Amén.

�48. ACCIDENTE EN EL TIGRIS

Y se contó de uno de los compañeros de Sari Saqati, Dios, ensal-

zado sea, esté satisfecho de él, que dijo: Sari Saqati tenía una

discípula que era una mujer virtuosa y tenía un hijo en casa de

un maestro [de niños]. Un día el maestro lo envió al Tigris. Y

descendió el muchacho al agua y se hundió. Temió el maestro

por su vida y fue a Sari Saqati y le informó de lo ocurrido. Sari

se afl igió y dijo: Venid con nosotros a su madre (estaba con ellos

al-Yunayd). Y habló Sari Saqati con la madre del chiquillo sobre

la paciencia y el contentamiento. Y dijo la mujer: Señor, ¿qué

quieres decir con eso? Y le respondió Sari: Tu hijo se ha ahogado.

Y repuso ella: Dios, ensalzado y glorifi cado sea, no ha hecho eso.

Luego dijo: Venid con nosotros. Y partieron con ella hasta que

llegaron al río, entonces dijo la mujer: ¿Dónde se ha ahogado mi

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hijo? Y dijo el maestro: Aquí. Y le llamó: Hijo, Muhammad. Y

la contestaron desde el río: Aquí me tienes, madre. Y bajó y lo

cogió por la mano y se fue con él a su casa. Sari se volvió hacia

al-Yunayd y dijo: ¿Qué es esto? Y dijo al-Yunayd: Digo que esta

mujer es observadora de lo que atañe a Dios, loado y ensalzado

sea, y esta es la sabiduría de quien era observadora de lo concer-

niente a Dios, glorifi cado y ensalzado sea, y por eso no ocurre

ningún suceso sin que lo conozca, y puesto que era su costumbre

que no ocurría ningún suceso sin que lo conociera, negó aquello

y dijo: Mi Señor no ha hecho eso, y ello por la sinceridad de su

fe en su Señor. Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de ella y nos

benefi cie por ella en este mundo y en el otro y nos ayude por ella.

Amén.

49. UN NIÑO SABIO

Y se contó de al-Buhlul, Dios esté satisfecho de él, que dijo: Un

día paseaba yo por las calles de Basora cuando me encontré con

unos chiquillos que jugaban con almendras y nueces, y había un

chico que les miraba y lloraba. Y me dije: Este niño llora dolido

por lo que tienen los otros niños no teniendo él nada. Me acerqué

a él y le dije: Hijito, ¿qué te hace llorar?, que te lo compraré para

que juegues con ello con los otros chicos. El niño alzó la cabeza y

dijo: Escaso de seso, no hemos sido creados para el juego. Enton-

ces le pregunté: Hijo, ¿para qué hemos sido creados? Dijo: Para la

sabiduría y la adoración. Y le dije: ¿De dónde sabes esto, Dios te

bendiga? Y dijo: De las palabras de Dios, ensalzado sea: ¿Creísteis

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que fuisteis creados como juego y que hacia Nosotros no seríais devuel-

tos? 84 Dijo Buhlul: Me maravillé de lo que había dicho el chiquillo

a pesar de su corta edad, y le dije: Hijo mío, te veo sabio, amonés-

tame pues. Y recitó estos versos:

Veo al mundo dispuesto para partir.

Remangándose los pies y las piernas.

Pues no permanece el mundo con un vivo,

ni hay un vivo que se quede sobre el mundo.

Como si la muerte y el cambio de los tiempos

fueran en él caballos ganadores hacia el alma del muchacho.

¡Oh engañado por el mundo, despacio!

toma en él a tu alma por la amarra.

Dijo. Luego dirigió su vista hacia el cielo y señaló hacia él con su

mano, con las lágrimas corriéndole sobre la mejilla, y cayó desma-

yado. Llevé su cabeza a mi regazo y limpié la tierra de su rostro. Y

cuando despertó, dije: Hijo, ¿qué te ha pasado, si tú eres un chico

pequeño y no tienes pecados? Y dijo: ¡Largo de aquí, Buhlul! Una

vez vi a mi madre encender el fuego con ramas pequeñas de leña

antes de echar las grandes, y le pregunté: ¿Por qué no enciendes el

fuego con las piezas grandes? Y respondió: Hijo mío, no se encien-

den las grandes sino con las pequeñas. Y yo temo ser una de las

ramitas pequeñas del infierno. Dijo al-Buhlul: Y me desvanecí por

un tiempo y se fue el muchacho de mi lado. Cuando desperté miré

a los chicuelos y no vi al chiquillo entre ellos. Pregunté quién era

ese chico, y me dijeron: ¿No lo conoces? Dije: No. Explicaron: Este

es uno de los hijos 85 de al-Husayn b. Alí b. Abu Tálib, el beneplá-

84 Corán, 49, 12

85 Es decir, descendientes.

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cito de Dios sea sobre todos ellos y nos benefi cie por ellos y por sus

almas puras.

�50. LA ESPOSA MALVADA

Y se cuenta de Habib al-‘Ayami, Dios, ensalzado sea, esté satisfe-

cho de él, que dijo: Tenía yo una esposa de mal caráct er, cuyo genio

temía. Un día me dijo: Si no te socorren, no entres a nosotros y no

nos enseñes tu cara. Refi rió: Y me fui de su lado hacia el páramo,

preocupado y apenado. Recé la oración del ‘ishà’, luego llegué a casa

temeroso de sus reprensiones, con el corazón preocupado por su

maldad. Y cuando entré a la casa se levantó contra mí y me dijo:

¿Dónde está tu salario con el que deberías venir? Y le respondí: «El

que me empleó era generoso y me dio vergüenza meterle prisa con

el salario». Y dejó de hablarme y siguió en esa act itud días, y yo iba

al páramo y rezaba hasta la noche y volvía. Y cuando la situación se

le hizo larga, vino a mí y me ordenó: Pídele tu salario o contrátate

con otro. Eso fue penoso para mí, pero le prometí que lo haría. Luego

salí como de costumbre y cuando llegó la noche volví a mi casa con

temor de ella. Y cuando llegué a casa vi humo y una mesa colocada, y

a mi esposa alegre y contenta. Me maravillé de eso y cuando entré en

la casa con mi esposa, me dijo: El que te contrató nos ha enviado lo

que envían los generosos a los pobres, y nos ha dicho su mensajero,

el que nos trajo esto: «Dile a Habib que se esfuerce en el trabajo pues

su patrón no se retrasa en el salario por avaricia ni carencia, sino que

refresca los ojos y perfuma las almas». Luego fue a otra habitación

de la casa y trajo de ella bolsas llenas de oro rojo. Refi rió Habib: Y

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lloré por ello y le dije a mi esposa: ¿Sabes quién nos ha enviado eso?

Dijo: El que te contrató. Y le dije: Por Dios, este salario es de un

Generoso en cuya mano están los tesoros de los cielos y la Tierra.

Relató: Y cuando oyó eso le cambió el color, se estremeció y se arre-

pintió ante Dios, ensalzado sea, por su conducta anterior, y juró que

no volvería a ella nunca. Dios, ensalzado sea, tenga misericordia de

ella y por medio de ellos nos benefi cie a todos.

�51. LA HARINA MILAGROSA

Y se cuenta de ‘Atà’ ibn al-Azraq, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho

de él, que dijo: Me dio mi esposa dos dirhams para que comprara con

ellos harina, pues no teníamos nada con que alimentarnos en todo el

día. Y salí hacia el zoco para comprar la harina y vi un esclavo en el

zoco llorando y le pregunté: ¿Por qué lloras? Y dijo: Oh sidi, mi amo

me dio dos dirhams para que le comprara con ellos algo, pero se me

cayeron de la mano y temo volver a él fracasado y que me golpee. Dijo

‘Atà’: Me entristecí por él y le di los dos dirhams y los cogió y se fue

a sus cosas. Luego me dirigí a la mezquita y me puse a rezar hasta la

hora del magreb. Esperé algo pero [Dios] no me socorrió con nada.

Salí de la mezquita a la puesta del sol y me senté en el zoco junto a la

tienda de un amigo mío que era carpintero. Y cuando vio el zurrón

conmigo dijo: toma estas virutas en tu zurrón para que calientes con

ellas el horno. Relató: Y tomé de él algo de serrín en el zurrón y me fui

a mi casa temiendo el maltrato de mi mujer. Abandoné el zurrón en

la casa y me volví rápido a rezar la plegaria del ‘ishà’. Luego permanecí

en la mezquita hasta pasada la media noche por miedo a ella. Cuando

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llegué a casa miré desde detrás de la pared y la encontré cociendo unos

panes de un olor regocijante, me maravillé de aquello y me dije: ¿De

dónde les ha venido esta harina? Entonces entré, aún maravillado, y

pregunté: ¿De dónde os ha llegado este pan? Y dijeron: De la harina

que había en el zurrón. Y me dijo mi esposa: Desde hoy no compres de

otra harina, pues esta es excelente. Y adoré a Dios, ensalzado sea, por

Su bondad con Sus siervos, Su generosidad y Su favor.

�52. DIÁLOGO ENTRE DOS ÁNGELES

Y se contó de Abu Abdallah al-Yawhari, Dios, ensalzado sea, esté

satisfecho de él, que dijo: Cierto año estaba yo en Arafat 86, y cuando

se hizo de noche me dormí y vi dos ángeles que descendían del cielo. Y

dijo uno de ellos a su compañero: ¿Cuántos peregrinos han hecho alto

sobre este monte este año? Dijo el otro: Seiscientas mil personas, pero

Dios no aceptó de ellas sino a seis almas. Y quise abofetearme el rostro

y lamentarme por mi alma, pero dijo el otro: ¿Y qué hizo Dios con el

resto del grupo? Les miró para que no se malograran sus esfuerzos, e

hizo gracia a cada uno de los seiscientos mil, y perdonó Dios por seis

almas a seiscientas mil almas. Y eso es el favor de Dios que Él da a

quien quiere, pues Dios es el dueño del favor inmenso. Dijo Abdallah:

Y alabé a Dios, ensalzado sea, y cesó lo que había en mí.

�86 Monte próximo a La Meca.

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53. LOS GENIOS Y EL RAMILLETE DE NARCISOS

Y se contó de Ibrahim al-Jawwás, Dios, ensalzado sea, esté satisfe-

cho de él, que dijo: Salí cierto año hacia la Casa Sagrada de Dios y a

visitar la tumba del profeta, Dios lo bendiga y salve. Y mientras yo

avanzaba me salió al paso en mi camino un asunto que exigía el ais-

lamiento y la salida del camino mayor. Y cogí un camino que no era

el camino por el que marchaba. Y anduve tres días con sus noches

sin que se me presentara recuerdo de comida ni bebida ni necesidad

en absoluto, hasta que llegué a una tierra verde en la que había toda

clase de frutos y arrayanes; y vi en el centro de ella una laguna. Y

cuando vi todo esto dije: Esto es el paraíso, y me quedé asombrado.

Y en ese momento vi un grupo que se acercaba a mí cuyos signos

eran los signos de los humanos y que llevaban andrajos hermosos.

Llegaron a mí y me saludaron. Les respondí: Y sobre vosotros sean

la paz y la misericordia de Dios y sus bendiciones. Luego se me ocu-

rrió preguntarles si eran de los genios o de los humanos, y les dije

que el lugar era un lugar extraño. Y me dijo uno de ellos: A veces

surge entre nosotros una cuestión y discrepamos sobre ella. Noso-

tros somos un grupo de genios que, cierta noche, oímos las palabras

de Dios a través de su Profeta Muhammad, Dios lo bendiga y salve,

y la melodía de sus palabras nos arrancó de todo el mundo. Dios nos

destinó esta laguna en esta tierra. Refirió Ibrahim: Y les pregunté:

¿Qué distancia media entre mis compañeros y yo? ¿Ha entrado en

este sitio alguien aparte de mí? Respondieron: A este sitio no ha

venido ningún ser humano antes de ti, con la excepción de un joven

de entre tus compañeros, que murió aquí y esta es su tumba. Y me

señalaron el borde de la laguna y vi una tumba a cuyo alrededor

había dos arrayanes y un jardín verde que no había visto más her-

mosos. Luego preguntaron: ¿Sabes qué distancia hay entre tus com-

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pañeros y tú? Respondí: Dios es más sabio. Y dijeron: La distancia

de un año. Dijo Ibrahim: Me maravillé de ello y pedí: Informadme

del joven que ocupa esta tumba. Y contó uno de ellos: Estábamos

sentados al borde de esta laguna tratando del amor y conversando

sobre él, cuando una persona se llegó a nosotros y nos saludó. Le

devolvimos el saludo y le preguntamos: ¿De dónde viene el joven?

Repuso: De la ciudad de Sapur. Y le preguntamos: ¿Cuándo saliste de

ella? Dijo: Hace siete días. Y le dijimos: ¿Y qué es lo que te molestó

de ella y te hizo salir de tu patria? Respondió: Oír las palabras del

Altísimo: ¡Arrepentíos a vuestro Señor y someteos a Él antes de que llegue

a vosotros el castigo y no seáis socorridos! 87. Y le dijimos: ¿Qué significa

el arrepentimiento, y qué significa la sumisión y qué significa el cas-

tigo? Explicó: El arrepentimiento es que vuelvas contigo de ti hacia

Él. Y no mencionó el sometimiento al principio, y quizás quería

decir que el siervo entregue su alma a Dios, ensalzado sea, sabiendo

que Él es más digno de ella. Luego dijo: Y el castigo..., y dio un grito

enorme y murió, la misericordia de Dios sea sobre él. Lo enterramos

y esta es su tumba, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él. Refirió

Ibrahim: Y me maravillé de lo que me describieron de él, me acerqué

a su tumba y encontré junto a ella un ramillete de narcisos como si

fuera una muela grande que tenía escrito sobre una hoja: Este es el

amado de Dios asesinado por los celos. Y sobre otra hoja la cualidad

del arrepentimiento. Relató Ibrahim: Y les leí lo que estaba escrito

sobre los narcisos y se lo expliqué, por lo que les embargó la emo-

ción. Y cuando volvieron en sí dijeron: Ya hemos encontrado res-

puesta a nuestra cuestión. Y me tomó el sueño y no me desperté sino

cerca de mis compañeros en la mezquita de ‘Aysha, Dios, ensalzado

sea, esté satisfecho de ella. Y encontré entre mi manto el ramillete de

narcisos, que había estado conmigo un año entero sin alterarse, pero

87 Corán 39, 54

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poco tiempo después lo perdí y me apené mucho por ello, por lo que

me volví llorando y triste.

�54. ANTICIPO DE LA RESURRECCIÓN

Y se contó de uno de ellos, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de

él, que dijo: Vi en un sueño que los muertos habían salido de sus

tumbas hacia lo visible del cementerio, y he aquí que recogían algo

que no sabía qué era. Me asombré de eso y vi a un hombre de ellos

sentado aparte y solitario que no recogía con ellos. Me acerqué, le

saludé y le pregunté qué era lo que recogían los otros. Y respondió:

Recogen lo que ofrecen los musulmanes entre lecturas [del Corán],

limosnas y peticiones a Dios. Y le dije: ¿Por qué tu no recoges con

ellos? Y dijo: Yo soy rico de eso. Dije: ¿De qué eres rico? Dijo: De una

recitación íntegra del Corán que me recita mi hijo y me la dedica

cada día y cada noche. Le pregunté: ¿Y dónde está? Dijo: Es un joven

que vende pestiños en el mercado de Fulano. Relató: Y cuando me

desperté de mi sueño fui al zoco y he aquí que allí estaba un joven

sentado que vendía pestiños y movía sus labios. Me llegué a él y le

pregunté: ¿Con qué mueves tus labios? Dijo: Con una recitación

íntegra del Corán cuya recompensa dedico a mi padre en la tumba.

Y pasó después de eso un tiempo. Y vi una noche lo mismo que la

primera, pues era el momento en que la gente de las tumbas reco-

gía algo, mas he aquí que el hombre recogía con ellos también. Me

desperté fatigado y fui al zoco a ver lo que había sido del joven, y

descubrí que ya había muerto, la misericordia de Dios, ensalzado

sea, recaiga sobre él. Y pedí a Dios, ensalzado sea, que me mostrara

las estaciones espirituales de la gente de las tumbas, y vi en mi sueño

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como si la resurrección ya se hubiera producido y las tumbas ya se

hubieran hendido, y entre ellos estaba quien dormía sobre brocado,

y quien dormía sobre seda y raso; entre ellos había quien dormía

sobre arrayanes y quien dormía sobre un lecho, entre ellos el que

reía y el que lloraba. Y dije: Señor, si quisieras los igualarías a todos

en una nobleza única. Y me llamó un heraldo de la gente de las tum-

bas: Oh simple, son las mansiones de las obras y las estaciones de los

hombres: en cuanto a los compañeros del brocado son la gente de

buen natural; en cuanto a los que tienen seda y raso, son los márti-

res; los de los arrayanes son los que dan limosnas, y los de la risa son

los compañeros del arrepentimiento. Los del llanto son los pecado-

res. Relató: Y me desperté de mi sueño meditando sobre ellos. Dios,

ensalzado sea, tenga misericordia de todos ellos y de nosotros los

musulmanes, amén. Por la gloria del Señor de los Enviados.

55. LA MADRE DEL DIFUNTO

Y se contó de Sálih al-Marri, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho

de él, que dijo: Me dirigí una noche de viernes a una aljama y pasé

junto a un cementerio y me senté junto a una tumba. Entonces me

venció el sueño y me dormí. Y vi en mi sueño que la gente de las

tumbas había salido de ellas y se habían sentado en círculo a con-

versar, y he aquí que un joven con unas ropas sucias estaba sentado

al lado de la tumba preocupado, afl igido y aislado. Luego no perma-

necieron más de una hora cuando llegaron los ángeles con platos de

luz sobre sus manos. Y cada uno de ellos cogía uno de esos platos y

entraba a su tumba, salvo este joven. Pegué la hebra con él y le dije:

Siervo de Dios, ¿qué pasa que te veo triste, y qué son estos platos?

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Dijo: Estas son las limosnas y las peticiones de los vivos por sus

muertos, que llegan a ellos cada noche y cada día del viernes. Luego

lloró intensamente y contó que tenía una madre que se había des-

cuidado de él por el mundo, se había casado y le había abandonado,

dejándole la tristeza y el llanto puesto que no había quien le recor-

dara. Dijo Sálih: Le pregunté dónde era la casa de su madre y me

describió el lugar. Y cuando amanecí me fui a la casa de la madre

del joven y llamé a su puerta. Me respondió desde detrás de la cor-

tina y le conté la historia. Cuando la oyó lloró intensamente, luego

dijo: Ya Sálih, toma estos mil dirhams y repártelos en limosnas por

mi hijo, frescura de mi ojo, a quien yo no olvidaré el resto de mis

años, si Dios, ensalzado sea, lo quiere. Dijo Sálih: Y di en limosnas

por él esos dirhams y cuando llegó el siguiente viernes me dirigí a

la mezquita como de costumbre, entré en el cementerio, apoyé mi

espalda en la tumba y me dormí. Entonces vi que la gente había

salido de sus tumbas y el joven llevaba unas ropas blancas, feliz

y contento. Se acercó a mí y me dijo: Dios te recompense con un

bien por mí, Sálih, ya ha llegado el regalo. Narró Sálih: Y le dije:

¿Vosotros conocéis el día del viernes? Dijo: Sí, y los pájaros cono-

cen el día del viernes y dicen al día del viernes: paz, paz. Dios mío,

extiende sobre nosotros tu misericordia y perdónanos a nosotros

y a los musulmanes.

�56. LA HURÍ Y EL AMOR DE DIOS

Y se contó también de Du n-Nun el Misri, Dios, ensalzado sea, esté

satisfecho de él, que dijo: Estaba yo haciendo la circunvalación a la

Kaaba cuando brilló una luz unida a la parte visible del cielo. Me

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asombré de esa luz y terminé mi tawaf 88, y apoyé mi espalda contra

la Kaaba pensando en la luz. Entonces oí una voz afligida en un

tono temeroso. Seguí la voz hasta que me llevó junto a una mucha-

cha que estaba enganchada a las cortinas de la Kaaba, que lloraba y

recitaba estos versos:

Tú sabes, querido mío

quién es mi querido, Tú lo sabes.

Y los delgados de cuerpo, y me peleo

con los que descubren mi secreto

pues oculté el amor hasta que

mi pecho llegó angustiarse.

Contó Du n-Nun: Y cuando la vi y oí eso, lloré. Y dijo ella: Dios

mío, Señor mío y Dueño mío, de no ser por tu amor a mí no me

habrías perdonado. Y le dije: Muchacha, ¿por qué no eres respe-

tuosa con Dios en un lugar como éste, hablándole con esas pala-

bras y diciéndole «por tu amor a mí»? ¿Cómo sabes que Él te ama?

Replicó ella: ¡Largo de mi lado, Du n-Nun! ¿No sabes que de Dios,

alabado y ensalzado sea, son unas gentes a las que ama y que Le

aman, pues Él los amó antes de que le amaran a Él? ¿Y no oíste las

palabras del Altísimo en su Libro Glorioso: Llegará Dios con un pue-

blo a los que ama y que Le aman 89? Y precedió Su amor a ellos al amor

de ellos por Él. Refirió Du n-Nun: Le pregunté: Muchacha, ¿cómo

has sabido que yo soy Du n-Nun, si no me has visto antes de hoy? Y

dijo ella: ¡Largo de mi lado, inútil! Los corazones recorren el campo

de los secretos, y el Glorioso y Perdonador me ha hecho conocerte.

88 Circunvalación a la Kaaba.

89 Corán 5, 54.

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Refi rió Du n-Nun: Le dije: Muchacha, te veo débil y delgada de

cuerpo, ¿cuál es tu dolencia? Y recitó ella estos versos:

El amante de Dios está en el mundo enfermo.

Se prolonga su dolencia y su medicina es una enfermedad.

Así le pasa al que está enamorado del Creador;

entre ell os Le recuerda hasta que Lo ve.

Luego dijo: Ya Du n-Nun, mira detrás de ti. Y me volví detrás de mí

y no vi a nadie; volví mi rostro hacia ella y no la vi, y no supe dónde

se había ido. Me apené por su partida y rogué a Dios, ensalzado sea,

por ella, y vi por su bendición la respuesta, la aceptación y la obten-

ción del bien. Dios nos benefi cie por medio de ella.

�57. ROGATIVA POR LA LLUVIA

Y se contó de uno de ellos, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él,

que dijo: Cierto año faltó la lluvia en Bagdad, hasta el punto de que su

gente casi estaba para perecer. Se lavaron, se purifi caron y salieron al

desierto para pedir a Dios, ensalzado sea, que les diera la lluvia. Pero

no se la dio, y era esto en los tiempos del califa Harún al-Rashid, la

misericordia de Dios, ensalzado sea, recaiga sobre él. Y mientras se

refugiaban y rogaban a Dios, ensalzado sea, he aquí que un hombre

de la gente del bien, la virtud y la devoción había llegado del exte-

rior del desierto, desgreñado y cubierto de tierra, tanto que nadie se

volvía hacia él; y con él iban tres hijas vírgenes que parecían lunas. Y

se detuvo con sus hijas en el camino y pasaba junto a él la gente y le

saludaban y les devolvía la paz, y preguntó: Oh pueblo, ¿qué os pasa

que estáis reunidos? Y le respondieron: Oh jeque, hemos salido al

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desierto a pedir a Dios Altísimo que nos otorgue la lluvia, mas no

nos la otorgó. Y les interrogó el jeque: ¿Acaso Él estaba ausente de

vosotros en la ciudad para que salierais al desierto a pedirle? ¿No se

encuentra en cada lugar y despliega su respuesta a toda su extensa

creación? No habéis oído Sus palabras, ensalzado sea, de que está

con vosotros dondequiera que estéis, y que Dios está enterado de lo

que hacéis? Relató: Y llegaron a Harún sus palabras y dijo: Estas son

las palabras de un hombre que comparte con Dios un pensamiento

secreto. Y añadió: Traédmelo. Y cuando le hicieron comparecer ante

él y unos saludaron a otros, Harún al-Rashid le estrechó la mano y

le hizo sentarse a su lado. Luego le dijo: Oh jeque, pide a Dios, ensal-

zado sea, que nos conceda la lluvia. Tal vez tengas junto a Dios un

honor. Se sonrió el jeque y dijo: Ya Harún, ¿quieres que te pida a mi

Dios y mi Señor? Dijo: Sí. Y dijo el jeque: ¡Arrepentíos con nosotros

a Dios! Contó: Y fue proclamado el arrepentimiento y se arrepintie-

ron a Dios, ensalzado sea. Luego se adelantó el jeque y rezó dos rak’ás

ligeras. Y cuando dio el saludo final cogió a sus hijas a la derecha y a

la izquierda y extendió sus manos hacia su Creador, corrieron sus

lágrimas sobre sus mejillas y empezó a invocar unas peticiones que

no se habían oído más hermosas. Refirió: Y apenas había terminado

sus peticiones cuando se cubrió el cielo de nubes y atronaron relám-

pagos y llovió como bocas de odres. Relató: Y se alegró al-Rashid por

ello y se reunieron con él los notables de su grey y la gente de su reino

para felicitarle y regocijarse con él por eso. Dijo Harún: Traedme al

hombre virtuoso. Lo buscaron y lo encontraron prosternado en el

desierto, entre el agua y el lodo, ante Dios, el Señor de los mundos.

Y dijeron a las hijas: ¿Qué le pasa a vuestro padre que no levanta su

cabeza? Y dijeron: Es su costumbre cuando se prosterna no levantar

la cabeza hasta después de tres días. Relató: E informaron a al-Rashid

de eso, y lloró y dijo: Dios mío, te pido y te ruego, por la santidad de

los virtuosos junto a Ti, que nos otorgues por ellos y que derrames

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sobre nosotros sus bendiciones en las dos mansiones, y sobre todos

los musulmanes, oh el más misericordioso de los misericordiosos.

�58. SALVADO POR LA FE

Y se contó de Málik b. Dinar, Dios, e.s., esté satisfecho de él, que

dijo: Vi en Basora a una gente que transportaba un féretro y no

había con ellos nadie que acompañara al féretro. Pregunté por

ello y se me dijo: Este hombre era uno de los grandes pecadores,

rebeldes y derrochadores. Relató Málik: Y fui con ellos hasta que

rezamos por él, lo metimos en su tumba y se fueron los que habían

venido con él. Luego me dirigí a una sombra junto a su tumba y

me dormí. En mi sueño vi dos ángeles que habían descendido del

cielo y habían abierto su tumba y había bajado uno de ellos hacia el

muerto y dijo a su compañero: Inscríbele entre la gente del infi erno,

pues no tiene un miembro que haya salido sano de las rebeldías y

crímenes. Y le respondió su compañero: Hermano, no te precipi-

tes con él: examina sus ojos. Y dijo el primero: Ya los he exami-

nado y los he encontrado llenos de miradas a las cosas prohibidas

por Dios, ensalzado sea. Dijo el otro: Examina sus oídos. Y dijo:

Ya los he examinado y los he encontrado llenos de la audición de

las fornicaciones y las malas acciones. Dijo: Pues examina su len-

gua. Dijo: La examiné, y la encontré llena de discusión y comisión

de pecados. Dijo: Pues examina sus manos. Y respondió: Las he

examinado, y las he encontrado llenas de la obtención de lo prohi-

bido y de lo que se obtiene de los placeres y deseos. Dijo entonces:

Examina sus piernas. Y respondió: Las examiné y las encontré que

habían corrido hacia las impurezas y las cosas reprobables. Y dijo

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el otro: Hermano, no te apresures con él y déjame que baje hacia él.

Y bajó el ángel segundo con él y permaneció una hora con él. Por

fi n dijo: Hermano, lo he examinado y lo he encontrado lleno de fe.

Inscríbelo feliz y perdonado, pues la gracia de Dios es enorme, así

como su misericordia. Dijo Málik: Y lo oí todo. Y me desperté de

mi sueño asombrado de lo que había visto. Entonces oí una voz que

pronunciaba estas palabras:

Cuando le vieron sojuzgado por Mi obediencia

juzgaron que Yo no soy Excelente en Mi misericordia.

Mi benevolencia es general, y no se angustiará por Mí la

humanidad.

¿Quién pondrá límites a Mis órdenes y a Mi voluntad?

Dijo Málik: Y no resultó esta felicidad para este hombre sino por

una inclinación anterior; y no resulta esto para todo rebelde ni

es engañado el hombre por ello. Pues todos los rebeldes están en

peligro de la voluntad [divina], incluso los obedientes descono-

cen su futuro. Pidamos a Dios, ensalzado sea, un buen fi nal y el

perdón y la indulgencia de Dios, junto con Su asistencia, Su mise-

ricordia, Su favor, Su dispensa, Su generosidad, Su bondad y Su

gracia. Amén.

�59. EL JEQUE Y EL PATRIARCA

Y se contó de Abdallah el Mawsulí, Dios, ensalzado sea, esté satis-

fecho de él, que dijo: Vivía entre nosotros un hombre conturbado

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que era llamado Rama de Sauce Llorón, y nadie podía dirigirle

la palabra por lo grande de su prestigio y su santidad. Lloraba

mucho, y me unieron a él los destinos en la soledad y le pregunté:

Hermano, ¿qué es lo que te distrae de Él? ¿Y cuál es la causa de tu

tristeza y tu aislamiento de las personas? Y me dirigió una mirada

reprobatoria, luego lloró, palideció su color y se desmayó. Cuando

despertó le traté afablemente con las palabras, le traté benévola-

mente con el discurso y le pregunté por aquello, conminándole

por Dios a que me contara la causa. Y me lo contó llorando. Dijo:

Hermano, yo servía a un jeque que era de los nobles sustitutos 90,

y le serví cuarenta años. Se esforzaba en la adoración, y cuando

faltaron tres días para su muerte me rogó: Oh Abdallah, yo tengo

sobre ti un derecho, y tú tienes sobre mí un derecho. Y la plenitud

de mi derecho sobre ti es que escuches lo que te digo y cumplas mi

testamento. Le dije: Sí, mi señor, de mil amores. Y declaró: Hijo

mío, me quedan tres días de vida y voy a morir fuera de la religión

del islam. Si muero, méteme en un ataúd con mis ropas y lleva el

ataúd por la noche a la tierra tal y tal, fuera del pueblo; perma-

nece allí hasta que salga el sol, y cuando veas que llega un grupo

y que con ellos va un ataúd que depositan al lado del mío, coge

el ataúd que traían y vuelve a la zawiya. Saca al hombre que esté

en él y haz con él lo que tenías que hacer conmigo. E inquirí: Oh

señor, ¿cómo así? Y dijo: Hijo mío, eso estaba en el Libro Escrito,

es lo que viene en la Tabla Guardada, pues todo está en manos de

Dios, tanto el pasado como el futuro 91. No se Le pregunta por lo que

hace, pero ellos sí serán preguntados 92. Relató: Y cuando pasaron

los tres días se agitó el sheij y cambió su color y se ennegreció su

90 Abdal, véase nota 14.

91 Corán 30, 4

92 Corán, 21, 23.

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rostro, se giró hacia oriente y se desplomó sobre su rostro. Lloré

intensamente por eso y me alcanzó por él de tristeza lo que sólo

sabe Dios, ensalzado sea. Luego me acordé del testamento del

sheij y lo metí en el ataúd y cuando llegó la noche salí hacia el

lugar que me había indicado. Permanecí allí hasta que salió el sol

y vi a un grupo que se acercaba con un ataúd; lo colocaron al lado

del ataúd del sheij y se adelantó un hombre y trató de cargar ese

ataúd, pero se lo impedí, diciéndole: No habrá forma de que lo

cojas hasta que no me cuentes la historia del dueño de este ataúd.

Y dijo el hombre: Sí, hermano: yo he sido siervo de este patriarca

que está en este ataúd durante cuarenta años, y cuando faltaban

tres días para su muerte me hizo venir y me dijo: «Hijo mío, yo

tengo sobre ti un derecho y tú tienes sobre mi un derecho, y la ple-

nitud de este derecho está en que cumplas mi testamento y escu-

ches lo que te ordeno». Dije: Así haré. Y prosiguió: «Hijo mío, me

quedan tres días de vida y moriré en la religión del islam. Cuando

muera introdúceme en un ataúd con mis ropas y sal conmigo por

la noche hacia tal lugar; allí encontrarás un ataúd colocado, pues

coloca mi ataúd a su lado y coge el ataúd que estará allí y regresa

con él a la iglesia; y lo que tenías que hacer conmigo hazlo con

el ocupante de ese ataúd, pues era uno de los ‘abdal’». Y cuando

pasaron tres días resplandeció el rostro del patriarca de alegría, y

pronunció los dos testimonios y murió como musulmán. Yo hice

lo que me había ordenado y lo traje aquí y esta es mi historia,

hermano. Relató el otro: Y cargué con el ataúd que habían traído

y ellos cogieron el ataúd del sheij y se fueron con él. Llegué con el

otro ataúd a la zawiya, hice venir a los faquires y les abrí el ataúd, y

he aquí que en él había un anciano con una luz brillante. Lo saqué

del ataúd, le quité las ropas, lo lavamos los pobres y yo, rezamos

por él y lo enterramos y rezamos por él, y fue un día memorable.

Y esta es mi historia, hermano. Después de enterrarlo salí errante

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por temor a un mal final, y esta es la causa de mi arrepentimiento.

Pidamos a Dios, ensalzado sea, un buen final, y refugiémonos en

Él de su astucia, su cólera y su castigo.

¡Ay del que dejó el camino de la Buena Senda

y se le escapó de Ti la consecución del anhelo!

A quien acudió a Tu baluarte le diste asilo.

Su apoyo en Tu poder no es agraviado.

¡Cuántos virtuosos colocaron sus pies

en la noche en que vierte sus lágrimas el llorador!

Y no tienen suerte, sino que a ellos

les hizo desgraciados su Señor por lo largo de la existencia.

¡Cuántos cercanos fracasaron en su creencia

y no obtuvieron sino el castigo y la venganza!

¡Cuántos lejanos recibieron lo que esperaban,

y recogió al final la más alta estación [mística]

quien no era de su recepción merecedor,

sin que sirvan la cercanía ni el precaverse!

El azote del destino no transgrede:

¡Despertad pues de vuestro sueño, durmientes!

Oh pecador, levántate y discúlpate,

y arrepiéntete de tu pecado y tus prevaricaciones.

¿Hasta cuándo te veremos acudir mañana

y tarde a la diversión todo el tiempo?

Conviértete y arrepiéntete a Dios, sigue el camino recto,

antes de que bebas la copa de la muerte.

Y si temes la fealdad de los pecados que pasaron,

deléitate en lo mejor de la creación, la luna llena,

Muhammad el elegido de Háshim,

el mejor de los que peregrinaron, respondieron heme aquí

y ayunaron.

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Dios lo bendiga, mientras brill en

los signos precursores de la mañana y siga la oscuridad.

�60. LO IMPORTANTE ES EL FINAL

Y se contó de uno de ellos, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho

de él, que dijo: Había antiguamente dos hombres, uno de ellos

piadoso y el otro libertino, y eran hermanos uterinos. El piadoso

deseaba ver al diablo —Dios lo maldiga— en su mihrab. Y un día

se le apareció y le dijo: Oh Fulano, ¡ay de ti! Has perdido tu vida

fatigando tu alma, han transcurrido cuarenta años y te queda

de tu vida otro tanto. Pues corre a tus pasiones y placeres veinte

años y arrepiéntete de ello y vuelve a la devoción los otros veinte,

pues Dios, ensalzado sea, es perdonador, misericordioso. Y dijo

el devoto: Bajaré con mi hermano que está en la parte baja de la

casa y me conchabaré con él para la diversión, el juego, las pasio-

nes y el placer durante veinte años. Luego me arrepentiré y ado-

raré a Dios, ensalzado sea, los otros veinte. Y no sabía que eso era

una treta del diablo —maldígalo Dios, ensalzado sea—. Mientras

tanto dijo su hermano, el que seguía sus malas inclinaciones: He

consumido mi vida en los pecados, y mi hermano entrará en el

Paraíso y yo entraré en el infi erno. Por Dios, voy a levantarme

y subir donde mi hermano y me uniré a él en la obediencia y la

piedad por el resto de mi vida, quizás Dios, ensalzado sea, me per-

done. Y subió el pecador con el propósito del arrepentimiento y

bajó el piadoso con el propósito de la desobediencia. Y resbaló el

piadoso y cayó sobre su hermano y murieron los dos. Y fue juzgado

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el piadoso por la intención del pecado y fue juzgado el pecador

por la intención del arrepentimiento. Mira pues, hermano, cómo

terminó la cosa para el obediente y cómo terminó para el rebelde.

Como dijo el Profeta, sobre él la salvación y la paz: Los actos valen

por sus fi nales 93. Y también dijo: Las obras valen por las intencio-

nes 94. Y también: Para cada hombre es lo que se propone. Pidamos a

Dios, ensalzado sea, que sea buena la conclusión, y pidámosle la

seguridad en la permanencia de la fe. Amén.

61. EL PÁJARO VERDE

Y se contó del jeque llamado Yawhar al-Shakur, enterrado en Adén,

Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él, que era un esclavo y fue

manumitido. Y vendía y compraba en los zocos, sólo que él asistía a

la reunión de los fuqara’ 95 y creía fi rmemente en ellos y era un hom-

bre leal. Y cuando le llegó la muerte al jeque, el conocedor en Dios,

ensalzado sea, jeque de la tariqa de Adén enterrado allí después, se

reunieron en torno a él los pobres y dijeron: Oh señor, ¿quién va a

ser el sheij después de ti? Y respondió el jeque: Aquel sobre cuya

cabeza se pose el pájaro verde el tercer día después de mi muerte,

cuando la gente y los fuqara’ se reúnan junto a mi tumba. Ese será

el sheij vuestro. Después murió el jeque en la misericordia de Dios,

ensalzado sea. Y se reunieron los fuqara’ junto a su tumba por tres

días esperando lo que les prometió el sheij, Dios, ensalzado sea,

93 Hadiz. Wensinck, tomo II, pág. 10.

94 Hadiz. Wensinck, tomo IV, pág. 385.

95 Pobres en [Dios], plural de faqir, iniciado al misticismo. N. del T.

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esté satisfecho de él. Y estando ellos en esa situación he aquí que

el pájaro verde apareció cerca de ellos y se elevó. Y cada uno de los

fuqara’ empezó a desear ser él el prometido. Y estaban ellos así espe-

rando la promesa noble y lo que había en ella de destino del Glo-

rioso y Sabio cuando el pájaro se posó sobre la cabeza de Yawhar,

cosa que no se le había pasado por las mientes ni a él ni a ninguno de

los fuqara’. Y se pusieron los foqaras a conducirle solemnemente a

la zawiya y lo establecieron en la dignidad del sheij. Y lloró Yawhar

y dijo: ¿Cómo voy a valer para eso si yo soy un hombre del mercado

y no conozco el camino de los fuqara’, además de que tengo res-

ponsabilidades, y entre la gente y yo hay relaciones comerciales? Y

dijeron los fuqara’: Esta es la orden de Dios, glorifi cado y ensalzado

sea, pues Dios te ha investido, te ha designado y te ha conferido

la dignidad de los santos. Y les dijo Yawhar: Pues dadme un plazo

para que vaya al zoco y quede libre de las obligaciones de los hom-

bres. Accedieron a ello y fue al zoco y pagó a todos a los que debía.

Volvió con los fuqara’ y abandonó el mercado y se apegó a la zawiya

y a los fuqara’ y devino una joya como su nombre. Y tuvo de caris-

mas y méritos lo que alargaría demasiado su mención. La alabanza

al Dadivoso, al Generoso Dueño del Trono Excelso. Y perseveró en

la piedad hasta que murió. Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él.

�62. ESPIANDO A BISHR

Se contó de uno de ellos, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él,

que dijo: Había en Bagdad un comerciante del que oí que había

atacado el derecho de los señores del sufi smo con palabras feas.

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Volví a verle poco tiempo después de eso, y se había unido a su

compañía y gastaba su dinero en ellos. Y le dije: Antes los odiabas.

Dijo: Sí, mi corazón estaba lleno de ese sentimiento, pero recé la

oración del viernes cierto día en una mezquita de Bagdad, luego

salí y vi a Bishr al-Hafi, Dios esté satisfecho de él, saliendo de la

mezquita a toda prisa. Y me dije a mí mismo: Mira este hombre,

descrito con la abstinencia y la piedad, que no es capaz de per-

manecer en la mezquita una hora. Le seguí hasta que entró en

el mercado y se detuvo frente al panadero y compró un pan por

un dirham. Luego avanzó hasta el mielero y compró miel por un

dirham. Después compró dulces por un dirham. Y me dije: No le

dejaré hasta que vea qué hace con esto. Salió hacia el desierto y le

seguí, y yo decía: Busca el agua y el verdor. Y no cesó de caminar,

y yo detrás de él, hasta que entró en otra mezquita en la que había

un enfermo. Se sentó a su cabecera y empezó a darle de comer

bocado tras bocado mientras yo le miraba. Me levanté para con-

templar esa mezquita y lo que había alrededor. Me ausenté un

rato, volví a la mezquita y no hallé a Bishr al-Hafi. Pregunté al

enfermo: ¿Dónde está el que te daba de comer? Dijo: ¿Bishr al-

Hafi? Dije: Sí, ¿dónde está? Respondió: Se encaminó a Bagdad.

Le pregunté: ¿Qué distancia hay entre nosotros y Bagdad? Res-

pondió: Cuarenta parasangas, es decir, cinco jornadas. Refirió: Y

dije: ¡No hay fuerza ni poder sino en Dios, el Altísimo, el Gran-

dioso! ¿Qué es lo que he hecho de mí mismo, si no hay aquí nada

que pueda alquilar para cabalgar ni puedo caminar? Relató: Y me

senté junto al enfermo en la mezquita hasta el siguiente viernes.

Entonces llegó ese viernes y Bishr traía algo para dar de comer al

enfermo. Y cuando terminó de hacerlo le dijo el enfermo: Oh Abu

Nasr, este hombre te acompañó desde Bagdad el viernes pasado y

se ha quedado conmigo. Relató: Y me miró Bishr como encoleri-

zado y dijo: ¿Por qué me seguiste? Y respondí: ¿Acaso hice mal,

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mi señor? Pido perdón a Dios el Grande por lo que hice. Y dijo

Bishr al-Hafi : Levántate y anda. Y anduve con él hasta cerca de

la hora del ocaso. Y entró en Bagdad y dijo: ¿Dónde está tu casa?

Dije: En la casa de Fulano. Y dijo: Ve y no vuelvas a hacer esto. Y

me arrepentí a Dios, ensalzado sea, y me hice compañero suyo,

Dios, ensalzado sea, esté satisfecho de él y nos benefi cie por él en

los dos reinos. Amén.

�63. AL-RASHID ENCIERRA A UN MÍSTICO

Y se contó de Harún al-Rashid, Dios, ensalzado sea, esté satisfecho

de él, que vio a un hombre de la gente del bien y le oyó ordenar lo

permitido y prohibir lo prohibido. Y fue eso molesto para Harún al-

Rashid e hizo comparecer al hombre ante él. Y cuando compareció,

ordenó que se le metiera en una casa y se cerraran la puerta y las

ventanas hasta que muriera. Hicieron eso con él, y al cabo de cinco

días dijo uno de los contertulios de Harún al-Rashid: Mi señor, he

visto al hombre al que ordenaste encerrar pavoneándose en el jar-

dín tal. Y dijo al-Rashid: Traédmelo. Y lo trajeron, y cuando lo vio

al-Rashid le preguntó: ¿Quién te ha sacado de la casa? Respondió:

El que me hizo entrar en el jardín. Dijo: ¿Y quién te hizo entrar en

el jardín? Respondió: El que me sacó de la casa. Y se rió al-Rashid

y dijo: Esto es asombroso. Y añadió el hombre: ¿Y qué asunto de

tu Señor no es asombroso? Relató: Y lloró al-Rashid y ordenó que

se le tratara bien, le hizo cabalgar un caballo de los mejores de su

caballería y ordenó a un pregonero que fuera delante de él pre-

gonando: «Este es un siervo que apreció su Señor y al que Harún

quiso ofender y no pudo». Luego le prodigó de benefi cios, honores y

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133

respeto. Estas son algunas de sus cualidades, que Dios nos benefi cie

por ellas. Amén.

�64. LA ENEMIGA DEL AHORRO

Y se contó del sheij Shah b. al-Shuya’ al-Kirmani, Dios, ensalzado

sea, esté satisfecho de él, que tenía una hija que leía el Corán, ayu-

naba por el día y velaba por la noche, y era extraordinariamente

bella y bondadosa. Oyó hablar de ella el rey de Kirmán y fue a

su padre para pedirla en matrimonio, y el sheij le pidió un apla-

zamiento de tres días. Luego empezó el padre a dar vueltas por

las mezquitas para ver a un hombre pobre y casarlo con ella. Y

estaba así cuando vio a un muchacho joven de hermoso rostro que

rezaba y se esmeraba en su oración. Y cuando terminó la plegaria

le dijo: Muchacho, ¿quieres una esposa que lee el Corán, ayuna

por el día y vela por la noche, bella y limpia? Y dijo el muchacho:

¿Y quién va a casarme con ella, mi señor? Y dijo: Yo te casaré con

ella. Toma un dirham de pan, otro de condimento y otro de per-

fume y la cosa está echa. Luego concluyó el contrato matrimonial

de su hija a favor del joven y volvió a su casa e informó a la hija de

aquello. Y cuando ella entró en la casa del muchacho vio un pan

redondo duro sobre la boca de una jarra de agua. Y cuando lo vio

dijo: ¿Qué es esto? Y le dijo el mozo: Esto es un pan que compré

ayer para que desayunáramos con él. Y cuando ella oyó eso quiso

volver a su casa, y le dijo el joven: Ya sabía que la hija de Shah al-

Kirmani no estaría contenta de mi pobreza ni satisfecha de que yo

sea su marido. Mas replicó ella: La salida de la hija de Shah de tu

casa no es por tu pobreza, sino por la debilidad de tu fe. Y no me

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134

asombro de ti, sólo me asombro de mi padre cuando me dijo: Te he

casado con un joven continente. Pues, ¿cómo me ha sido descrito

con la continencia quien no se apoya sobre Dios, loado y ensalzado

sea, sino conservando un pan? Relató: Y cuando el joven escuchó

sus palabras, dijo: Me excuso de eso, será mejor que me perdones.

Y dijo ella: Dalo en limosna a quien lo merezca, pues yo no quiero

establecerme en una casa en la que hay un medio fi jo de subsisten-

cia; o lo das en limosna o yo salgo de la casa. Y lo dio en limosna el

muchacho y ella se quedó en la casa.

Dije: Fue público este casamiento a causa del jeque conocedor

en Dios, ensalzado sea, el mencionado Shah ibn al-Shuya’, después

de lo mucho que hizo ascesis en el mundo abandonando el reino

y entrando en el camino del pueblo, Dios esté satisfecho de ellos, y

por eso he presentado su historia en esta colección. Dios, ensalzado

sea, esté satisfecho de él y nos benefi cie con sus bendiciones en este

mundo y el otro. Amén.

Y si todas las mujeres fueran como la que hemos mencionado,

ciertamente aventajarían a los hombres.

Y no es el género femenino un defecto para el nombre del sol,

ni el masculino un motivo de orgull o para el cuarto cre-

ciente.

65. EL OSO Y LA JARRA DE LA ABLUCIÓN

Y se contó de Sahl b. Abdallah al-Tustari, Dios esté satisfecho de

él, que dijo: Lo primero que vi de las maravillas y los carismas fue

que yo salí cierto día a un lugar desierto fuera del pueblo en el que

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135

habitaba y me plugo permanecer en él, pues encontré mi corazón

próximo a Dios, honrado y ensalzado sea. Y llegó la hora de la ple-

garia y quise hacer la ablución, pues era mi costumbre desde la

infancia renovar la ablución para cada plegaria. Me afl igí mucho

por la falta de agua y me quedé perplejo. Y estaba yo así cuando vi

algo que venía caminando sobre sus dos patas, y me imaginé que

sería un ser humano; pero cuando se acercó a mí he aquí que era

un gran oso y llevaba una jarra de agua agarrada con la mano. Y

cuando se hubo acercado a mí colocó la jarra delante de mí, de lo

que me maravillé enormemente, y dije: ¿De dónde son esta jarra y

este agua? El oso habló y me saludó diciendo: Oh Sahl, nosotros, el

pueblo de las fi eras, estamos consagrados a Dios, ensalzado sea, con

el propósito fi rme del amor y la confi anza en Dios, ensalzado sea.

Y he aquí que, cuando estábamos nosotros hablando con nuestros

compañeros sobre una cuestión, fuimos llamados: «¡Ea, Sahl quiere

agua para renovar su ablución!». Y me levanté de entre mis amigos

y puse esta jarra que estaba vacía entre mis manos, y he aquí que

había dos ángeles cerca de mí. Me acerqué a ellos y vertieron en

ella el agua del aire, y yo oí el murmullo del agua en la jarra. Dijo

Sahl, Dios esté satisfecho de él: Cuando oí aquello caí desvanecido;

y cuando me desperté he aquí que la jarra estaba colocada ante

mí y no sabía dónde había ido el oso. Contó Sahl: Hice la ablución

y recé, y cuando terminé la plegaria quise beber del agua, mas oí

una voz del valle que decía: «Oh Sahl, no te está permitido beber de

este agua». Y la dejé y he aquí que la jarra se agitaba y yo la miraba

asombrado, y no supe dónde se fue. Dios los perdone y nos benefi cie

con sus bendiciones. Amén.

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137

Índice

INTRODUCCIÓN ......................................................................................9

La aparición del islam.............................................................................9

Islam, espiritualidad y camino sufí ................................................. 10

Doctrina y método sufíes ................................................................... 15

Vida y obras de al-Yafi’i ....................................................................... 17

El Jardín de los arrayanes. Texto y traducción ........................... 18

BIBLIOGRAFÍA ......................................................................................... 21

EXORDIO ..................................................................................................... 23

1. UN SUFÍ SOBRE LAS OLAS ............................................................ 25

2. EL AMO GENEROSO ......................................................................... 26

3. LA BALANZA ......................................................................................... 26

4. LA MANSIÓN SIN TACHA ............................................................ 27

5. MISTERIOSO RELEVO ..................................................................... 28

6. EL PRÍNCIPE ALBAÑIL .................................................................... 29

7. EL PROFETA Y EL BEDUINO ........................................................ 32

8. EL LOCO DE DIOS ............................................................................... 34

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138

9. LA ESCLAVA MÍSTICA .................................................................... 37

10. LA MUJER Y EL LEÓN .................................................................... 39

11. ENCUENTRO EN LA ESTEPA .................................................... 39

12. LA ESCLAVA CANTORA .............................................................. 40

13. HISTORIA DEL SANTO JOB ....................................................... 47

14. NAUFRAGIO Y CONVERSIÓN DE UN CRISTIANO .... 49

15. VISITA AL PARAÍSO ....................................................................... 52

16. DOS MONJES MILAGREROS ..................................................... 56

17. CONVERSACIÓN CON DIOS .................................................... 58

18. REVELACIÓN DE DIOS A DAVID ........................................... 59

19. ADVERTENCIA DE DIOS A ABRAHÁN .............................. 60

20. EXIGÜIDAD DEL NÚMERO DE ELEGIDOS ...................... 61

21. EL BORRACHO ARREPENTIDO .............................................. 62

22. RABI’A AL-ADAWIYA

O EL DESPRECIO DEL PARAÍSO ............................................. 63

23. PALABRAS DE VARIOS MÍSTICOS ......................................... 64

24. LA ESCLAVA PERSA ........................................................................ 65

25. EL MAR DE LA EXTINCIÓN ...................................................... 66

26. MATRIMONIO DE ADÁN Y EVA ............................................ 67

27. LA ORACIÓN POR EL PROFETA ............................................. 67

28. SALVADO POR UN JEQUE EN EL DESIERTO .................. 69

29. LAS MORADAS DE LOS PRÓXIMOS ..................................... 70

30. EL SANTO PECADOR ..................................................................... 71

31. CONVERSIÓN DE LA PRINCESA

DE CONSTANTINOPLA .............................................................. 73

32. EN LA MEZQUITA DE TIRO ...................................................... 74

33. EL CADÍ AVARO Y EL CRISTIANO GENEROSO ............ 75

34. HISTORIA DE UN HERRERO ..................................................... 78

35. EL ASCETA ISRAELÍ ........................................................................ 80

36. EL NOBLE CANTANTE ................................................................. 82

37. EL POLICÍA LADRÓN .................................................................... 83

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38. EL SEPULTURERO LADRÓN ...................................................... 84

39. UN DEVOTO POCO HABLADOR ........................................... 85

40. BAYAZID EN EL CONVENTO ................................................... 86

41. LA ESCLAVA DEFECTUOSA ...................................................... 94

42. TRUEQUE DE PALACIOS ............................................................. 96

43. EL PRÍNCIPE DISOLUTO ............................................................. 98

44. EL JOVEN QUE SALIÓ DEL MAR ..........................................102

45. GENEROSIDAD DE UN MÉDICO CRISTIANO .............104

46. LA CIUDAD DE LOS INICIADOS ..........................................106

47. LA OVEJA QUE DABA LECHE Y MIEL ...............................107

48. ACCIDENTE EN EL TIGRIS ......................................................109

49. UN NIÑO SABIO .............................................................................110

50. LA ESPOSA MALVADA ................................................................112

51. LA HARINA MILAGROSA .........................................................113

52. DIÁLOGO ENTRE DOS ÁNGELES ........................................114

53. LOS GENIOS Y EL RAMILLETE DE NARCISOS .............115

54. ANTICIPO DE LA RESURRECCIÓN ....................................117

55. LA MADRE DEL DIFUNTO .......................................................118

56. LA HURÍ Y EL AMOR DE DIOS ...............................................119

57. ROGATIVA POR LA LLUVIA ...................................................121

58. SALVADO POR LA FE ...................................................................123

59. EL JEQUE Y EL PATRIARCA .....................................................124

60. LO IMPORTANTE ES EL FINAL ..............................................128

61. EL PÁJARO VERDE .........................................................................129

62. ESPIANDO A BISHR ......................................................................130

63. AL-RASHID ENCIERRA A UN MÍSTICO ..........................132

64. LA ENEMIGA DEL AHORRO ...................................................133

65. EL OSO Y LA JARRA DE LA ABLUCIÓN ............................134

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99 Haikus de Mu-IVicente Haya / Keiko Kawabe

(selección y traducción)�

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Biomúsica. Afinándonos con la vidaGuillermo Cazenave

COLECCIÓN BLANCA

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�Se terminó de imprimir

Historias de sufíes

el mes de noviembre de 2010en los talleres de Reprográficas Malpe,

Polígono Industrial Los Olivos

(Getafe, Madrid)

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