Celulas de Purkinje Cerebelo Dendritas CELULAS CALICIFORMES.
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NEUROIM AGEN
Historia de las imágenes cerebralesHoy en día existen numerosas técnicas de neuroimagen, pero
¿cuáles fueron los inicios de esta disciplina? Viajemos con la mirada
por el pasado y presente del estudio cerebral
ISABELLE BAREITHER
NEUROIM AGEN
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Observar directamente la estruc-
tura y el funcionamiento del
cerebro resulta una misión im-
posible, al menos hoy por hoy, a
pesar de que los investigadores
se adentran cada vez más en esa tierra incógni-
ta que alberga el cráneo. Se arman para ello de
costosas técnicas, las cuales, por otra parte, han
marcando, y lo continúan haciendo, la historia de
las neurociencias. La posibilidad de visualizar las
conexiones y los procesos neuronales depende de
los métodos que se aplican para ello. Hagamos un
repaso a una crónica compartida.
Ya en la antigüedad, los ilustrados, como Galeno
de Pérgamo (c.a. 129-199 d.C.), sospechaban que el
cerebro participaba de manera decisiva en la vida
humana [véase «Galeno de Pérgamo (ca. 130-200)»,
por J. M. López Piñero; Mente y cerebro n.o 22,
2007]. Sin embargo, fue el médico inglés Thomas
Willis (1621-1675) quien, por primera vez, en su
obra Cerebri anatome de 1664, vinculó ciertas
áreas cerebrales con diversas funciones cogni-
tivas. Willis creía que la corteza (parte externa
del cerebro con muchos pliegues) controlaba la
memoria y la fuerza de voluntad. Las reacciones
inferiores y automáticas las localizaba, en cambio,
en el cerebelo.
Las descripciones de Willis se basaban, por
un lado, en estudios anatómicos detallados de
precursores; entre ellos Leonardo da Vinci (1452-
1519) o Andrés Vesalio (1514-1564). Por otro,
aceptó la idea de un sistema nervioso mecánico,
propuesta formulada antes por el filósofo René
Descartes (1596-1650). Según indicaba este último,
el alma humana resulta de procesos acreedores
de la inspiración divina pero basados en leyes
tangibles. La creencia en el progreso de la era
moderna concebía el cerebro como un aparato
determinista.
Hubo de pasar mucho tiempo antes de atribuir
diferentes funciones a las distintas áreas de la cor-
teza. El médico y anatomista Franz Joseph Gall
(1758-1828), uno de los pioneros en este campo,
estaba convencido de que el tamaño de una región
cerebral y, en consecuencia, la curvatura del crá-
neo sobre el lugar correspondiente, daban pistas
acerca del talento y la personalidad de un indi-
viduo [véase «Gall y la frenología», por Albrecht
Schöne; Mente y cerebro n.o 3, 2003]. Su cámara
de los horrores contenía las formas craneales de
grandes políticos y pensadores, junto a las de en-
fermos psiquiátricos y criminales.
Sin embargo, Gall ignoraba de forma deliberada
todo lo que se oponía a su teoría; intransigencia
que probablemente le impidió efectuar mayores
descubrimientos. A pesar de que estaba equivo-
cado en muchos aspectos, su doctrina de la lo-
calización (la frenología) supuso un hito que los
científicos han aprovechado hasta nuestros días. A
finales del siglo xix existían cada vez más indicios
de que determinadas funciones cognitivas se lo-
calizaban en áreas concretas de la corteza. Gracias
a los progresos de la microscopía, pronto se logró
dividir la corteza cerebral en unidades más finitas
con ayuda de las características histológicas.
De la estructura a la función
Además de localizar funciones determinadas en
áreas concretas del cerebro, los neurocientíficos
actuales profundizan en las intricadas redes del
cerebro. El conectoma, es decir, la totalidad de las
comunicaciones neuronales, supone un enorme
reto para ellos: ¿cómo pueden representarse
gráficamente todas estas comunicaciones? ¿Qué
ocurre con las alteraciones dinámicas de la red?
Hasta la fecha, la investigación se centraba en
imágenes estáticas. Mas, la comunicación entre
las células nerviosas fluye de forma continua, cesa
por momentos y anega amplias extensiones del
paisaje psíquico al poco rato. Además, las vías de
comunicación cambian de manera constante. Las
técnicas de imagen empiezan a incorporar esta
dimensión temporal, por lo que las formas de
neuroimagen novedosas deben atender a la vez
la conectividad anatómica y funcional.
Con todo, los métodos actuales solo alcanzan la
superficie: debajo se esconde el plano de mensaje-
ros químicos y procesos moleculares, además de,
probablemente, otras dimensiones aún ocultas a
la tecnología. Veamos, en las siguientes páginas,
lo que se ha logrado hasta ahora.
Isabelle Bareither investiga en la Escuela de la Mente y el Cerebro de Berlín, en el grupo de Arno Villringer.
Para saber másPortraits of the mind. Visualizing the brain from anti quity to the 21st century. C. Schoonover. Abrams, Nueva York, 2010.
Visualizing the human connectome. D. S. Margulies et al. en Neuroimage, vol. 80, págs. 445-461, 2013.
En nuestro archivoEl nuevo siglo del cerebro. Ra-fael Yuste y George M. Church en IyC, mayo de 2014.
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Dibujos de detalle exquisitoLas neurociencias modernas iniciaron su andadura en el momento en que los medios
técnicos incrementaron la capacidad visual. A finales del siglo xix, con ayuda de la
microscopía, se crearon herramientas cuyo uso debía aprenderse, con frecuencia, a
partir de largos años de esmerado trabajo. De este modo, científicos como los anato-
mistas Camilo Golgi (1844-1926) y Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) penetraron en
la profundidad del cerebro. El primero descubrió la reacción negra, una técnica para
teñir células individuales mediante nitrato de plata [véase «Camillo Golgi y la reacción
negra», por Paolo Mazzarello; Temas de IyC n.o 29, 2002]. El segundo, perfeccionó el
hallazgo. Ramón y Cajal elaboró, asimismo, ilustraciones detalladas de distintas regio-
nes cerebrales y células nerviosas (a la izquierda, un corte del hipocampo).
Pero una amarga lucha en torno a la interpretación de sus resultados separó a am-
bos investigadores; incluso tras la aceptación conjunta del premio Nobel de Fisiología
y Medicina de 1906. Golgi estaba convencido de que las neuronas del cerebro consti-
tuían una sola masa conectada. Ramón y Cajal, en cambio, consideraba las neuronas
unidades independientes que se comunicaban entre sí a través de sinapsis (término
acuñado por el neurofisiólogo Charles Scott Sherrington en 1897).
La doctrina neuronal, según la bautizó Cajal, constituye la base de la investigación
cerebral moderna. Este histólogo reconoció, por primera vez, el sentido de transmi-
sión de la señal de las células nerviosas: desde las dendritas (pequeñas ramas de las
neuronas), pasando por el soma, hacia los largos axones. En sus dibujos, Cajal marca-
ba este recorrido con flechas. Creó así el prototipo de las posteriores cartografías de
redes neuronales: los conectomas.
Neuronas en vivo y en colorJeff Lichtman y Joshua Sanes, de la Universidad
Harvard, elaboraron el método de cerebroiridis-
cencia (brainbow), una respuesta elegante de este
siglo xxi a las artísticas ilustaciones de Ramón y
Cajal. Bajo la luz fluorescente se visualizan, con
todos los colores del arcoíris, las neuronas de
ratones, moscas o gusanos modificados genética-
mente. De esta manera, los científicos observan
en vivo las alteraciones de las neuronas y de
sus sinapsis; incluso las graban en directo. Pero,
sobre todo, pueden distinguir detalles, caso del
núcleo celular de cada neurona. El contenido de
la imagen contigua, que se asemeja a un confeti
multicolor, no es producto de la naturaleza, sino
resultado de un largo proceso de elaboración.
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A escala microscópicaHoy en día, las neuronas pueden representarse con una resolución cien veces mayor que
con el microscopio óptico de la época de Santiago Ramón y Cajal. Sobre estas líneas se
reproduce una neurona con pequeños pinchos en sus prolongaciones. Estas espinas le
sirven para comunicarse con otras neuronas. En la microscopía electrónica, un haz barre
la superficie de una estructura y un detector se encarga de registrar las partículas que
rebotan de la zona examinada. Para ello, el tejido debe cortarse en cientos de rodajas ul-
trafinas que el microscopio electrónico, una tras otra, escanea. A continuación se juntan
las imágenes de los cortes hasta disponer de una representación tridimensional. Cuanto
mayor es la resolución, más limitada resulta la visualización. Por este motivo, se sigue
utilizando el microscopio óptico si se quieren explorar grandes regiones tisulares. Para
contemplar la microestructura fina, los científicos utilizan el microscopio electrónico.
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En la maraña de fibras nerviosasUn método reciente que está haciendo furor, sobre todo en relación a la medición del conecto-
ma, son las imágenes por tensor de difusión (ITD). El desplazamiento de las moléculas de agua
a lo largo de las fibras nerviosas revela el proceso de comunicación neuronal [véase «Tras las
vías nerviosas de la sustancia blanca», por Rainer Goebel y Jan Zimmermann; Mente y cerebro
n.o 63, 2013]. No obstante, las imágenes que se obtienen se basan en proyecciones matemáticas
y estadísticas. En otras palabras, no reproducen las comunicaciones reales.
«Las técnicas contemporáneas muestran, a menudo, una imagen sesgada de la arquitectura
real del cerebro y revelan patrones neuronales que solo representan parte de la auténtica ana-
tomía», explica Marco Catani, del Colegio King de Londres. Estas proyecciones cerebrales son el
resultado de muchos pasos de análisis, por lo que siempre cabe la posibilidad de elegir, en cada
uno de ellos, entre contenido estético e informativo. Por este motivo, el resultado refleja las
decisiones del propio investigador.
Según Daniel Margulies, director del grupo de investigación sobre neuroanatomía y conecti-
vidad del Instituto Max Planck para la Cognición Humana y las Ciencias del Cerebro de Leipzig,
esta tangibilidad aparente de las imágenes puede inducir a error. «La ITD clásica disipa, cual
cepillo, todas las dudas y describe vías concretas. Este hecho podría hacer olvidar cómo se re-
presentan estas imágenes y la incertidumbre de los datos inferidos», aclara. Sin embargo, no
tiene por qué ser así: las ilustraciones del conectoma podrían ser estéticas y proporcionar, al
mismo tiempo, una información valiosa (véase la figura siguiente).
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Funciones en 3DLos neurocientíficos no miden vías concretas, como sugiere la imagen
por tensor de difusión de la página contigua, sino puntos de datos
concretos (vóxeles). Para obtener una representación tridimensional de
las conexiones neuronales se utilizan desde hace largo tiempo cuer-
pos geométricos (glifos). Gracias a ellos pueden mostrarse conexiones
funcionales en el cerebro. Cada punto de esta visualización resume el
cambio sincrónico en la actividad en los vóxeles medidos: los colores se
corresponden con la orientación espacial en la que se encuentran las
neuronas activas que están coordinadas entre sí (el color rojo indica una
conexión transversal; el verde, longitudinal, y el azul, oblicua). De esta
manera, los glifos aportan información de la conectividad sin presuponer
comunicaciones de fibra concretas. Con este método, Daniel Margulies y
Joachim Böttger, del Instituto Max Planck, prevén visualizar, en un futuro,
la incertidumbre estadística de los datos inferidos.
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NEUROIM AGEN
¿Hasta qué punto las imágenes cerebrales muestran la realidad?
Las proyecciones en color del cerebro abundan en numerosas re-
vistas neurocientíficas y aparecen en los medios de comunicación
más populares. No obstante, cabe preguntarse si revelan cómo tra-
baja nuestra mente. ¿Podrán contemplarse pronto los pensamien-
tos humanos? En absoluto, la visualización de las redes y funciones
del cerebro parece más real de lo que en verdad es. Todas las imá-
genes aquí representadas son el resultado de complejos cálculos
y de la elección subjetiva de los investigadores entre el contenido
informativo y estético. Aunque renegar de la neuroimagen, como
alientan algunos críticos, es una postura exagerada, opina Daniel
Margulies, investigador del Instituto Max Planck: «El objetivo de
las proyecciones consiste en transmitir conocimientos; a ello puede
ayudar una apariencia atractiva. Las imágenes cerebrales pueden
resultar bonitas e informativas al mismo tiempo».
Libertad artísticaCuán amplias son las posibilidades de juego que permiten las neuroimágenes queda patente en el proyecto
del artista y neuroinvestigador francés Etienne Saint-Amant. Su cuadro Autorretrato II surge de una adaptación
libre que el autor ha confeccionado a partir de una imagen por tensor de difusión de su propio cerebro. Por lo
general, estas imágenes muestran fibras nerviosas en color sobre fondo negro ( figura de la página 44). El artis-
ta juega aquí con los colores, pero conserva la resolución detallada de la proyección. El original autorretrato de
Saint-Amant ganó el primer premio en la categoría «representación del conectoma humano» dentro del con-
curso Brain Art de 2013 (www.neurobureau.org).
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MENTE Y CEREBRO 69 - 2014 47
Ruta hacia el conectomaAdemás de la red anatómica del cerebro, hoy en día se investiga,
cada vez más, el modo en que las conexiones cerebrales inter-
vienen en la resolución de tareas determinadas. El método de
neuroimagen principal que se utiliza para ello es la imagen por
resonancia magnética funcional (RMf). Esa técnica registra los
cambios en el contenido de oxígeno en la sangre como resultado
de la actividad de las neuronas. Para ello se mide la actividad de
miles y miles de neuronas en un punto concreto (vóxel). La fuerza
de comunicación entre los distintos vóxeles puede calcularse a
partir de la semejanza de su respectivo patrón de actividad: aque-
llos que descargan con más o menos intensidad al mismo tiempo
se hallan, probablemente, conectados entre sí.
Para representar la totalidad de las conexiones funcionales
mensurables, el equipo de Joachim Böttger, del Instituto Max
Planck para la Cognición Humana y las Ciencias del Cerebro de
Leipzig, ha elaborado un método que se utilizaba ya para visua-
lizar el tráfico aéreo y las corrientes migratorias: la técnica edge
bundling (algo así como «agrupación de bordes»). A través de
este método se reúnen las conexiones con parámetros geomé-
tricos que se asemejan (por ejemplo, la angulación o relación
longitudinal). Los diversos colores señalan distintas redes (en
la imagen, el rojo indica la vía sensitiva motora; el naranja, la
visual).
Sin embargo, las «vías» señaladas no reflejan conexiones ana-
tómicas reales, pues son producto de una inferencia estadística.
El mayor reto que afrontan los investigadores en la actualidad es
crear imágenes cerebrales estéticamente atractivas a la par que
informativas, y que no hagan creer que existe lo que no hay.
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