Gritos de rebeldía. Movimientos sociales (globales) en … · Los movimientos sociales son,...
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Gritos de rebelda. Movimientos sociales (globales) en el siglo XXI1.
NGEL CALLE COLLADO
Universidad de Crdoba, Comunaria.net
Los movimientos sociales canalizan descontentos y producen participacin frente a dinmicas de
poder ejercidas desde arriba. Hacen y gritan en las calles, se coordinan, deslegitiman las lites y
proponen otras formas de poder desde abajo. Innovan y renuevan la poltica: desarollan
estructuras que permiten a comunidades o grupos sociales expresarse (creando formas de
organizacin, conocimiento, redes de informacin), introducen discursos (ideas, mensajes) y
visibilizan conflictos (demandas, motivaciones) desde valores que no son reconocidos de forma
prctica en el actual orden social. Son, desde esta perspectiva, creadores de gramticas sociales de
democracia2. Lenguajes no tericos, ni institucionales, ni acomodados a las actuales reglas de
juego, como haran los grupos de presin. Por el contrario se encuentran arraigados y construidos en
lo poltico, en lo ms sentido y cercano, donde se organiza cotidianamente la vida social. All, o
mejor dicho desde all, los movimientos sociales proceden a descolonizar saberes y relaciones que
han sido dominadas, mercantilizadas o apartadas de estrategias de supervivencia y bienestar3.
Los movimientos sociales son, fundamentalmente, constructores de otras referencias vitales en
nuestro hacer y en nuestro pensar, a la vez que desafiantes de las actuales estructuras y
oportunidades polticas. Y, como veremos, su reconfiguracin de los territorios, conquistando
espacios sociales o redefiniendo manejos de produccin y de metabolismo socioambiental, no nos
permite verlos slo como creadores de instituciones o de valores, si no de lugares donde
1 Publicado en Activismo digital y nuevos modos de ciudadana: Una mirada global. Coord: Jos Candn Mena y Luca Bentez, editado por el Institut de la Comunicaci de la Universitat Autnoma de Barcelona, 2016.
2 Ver referencias para esta confluencia entre movimientos sociales y procesos de democratizacin social en los textos de: Donatella della Porta y Mario Diani, Los Movimientos Sociales, CIS/UCM, Madrid, 2011; Ibarra, Gom y Mart(coord. de Creadores de democracia radical. Movimientos sociales y redes de polticas pblicas, Icaria, 2002); Traugott (comp. Protesta social. Repertorios y ciclos de accin colectiva, Hacer, 2004); ngel Calle (Nuevos Movimientos Globales. Hacia la radicalidad democrtica, Editorial Popular, 2005).
3 Los movimientos sociales no pueden ser encerrados (o vistos) como navos encerrados en y hacia direcciones polticas definidas: su objetivo y su huella social no es (necesariamente) la institucionalizacin (Calle 2007), si no la reconstruccin de otras aguas en las que navegar, siguiendo la metfora de Heller (1988). Re-hacen el campo de la poltica alterando el campo de lo poltico, por aproximarse a las concepciones de Bourdieu, produciendo otros habitus, otros esquemas de accin y de percepcin de nuestras prcticas. Ello termina alterando las reglas sociales del juego, en lo cultural, econmico y poltico, a lo que aadiramos lo ambiental, creando nuevos habitus para otraspersonas o grupos tambin partcipes del descontento. Para Tapia (2009), lo poltico es tiempo de constitucin, de articulacin de la forma de lo social; y all tiene lugar la poltica salvaje, es decir, el momento de dignificacin de los sujetos que experimentan en carne propia y a partir de su lucha especfica, el participar de demandas que tienen que ver con lo humano (Tapia, 2009: 112).
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acontecen determinadas formas o prcticas de democracia, de protagonismo social4.
No es una democracia estrictamente entendida segn debates previos, academicistas o
politolgicos. Es una apuesta por declarar que (de nuevo) es tiempo de reinventar el protagonismo
social. Y ste toma diversas formas. Al menos, identifico tres como referencia de este emergente
protagonismo social en pueblos, barriadas, calles o en nuestras economas. Como ocurre hoy, se
reivindican en la poltica expresiones de democracias comunitarias alrededor de tradiciones vividas
y asentadas en fuertes lazos sociales (Tapia 2009, Esteva 2006). Para el caso boliviano, por ejemplo,
estas formas de autogobierno estaran en un proceso de disputa por arriba de paraguas
institucionales (Estado, constituciones, parlamentos, autoridades, polticas de desarrollo) y estaran
caracterizadas en su base por la predominancia de la asamblea sobre las autoridades (locales), la
rotacin y la obligatoriedad en funciones de autoridad y la rendicin de cuentas y el control social
en espacios cotidianos y asamblearios (Zegada y otros, 2011).
Tambin, desde una crtica de la modernidad percibida como autoritaria y desperdiciadora de
experiencias desde abajo (Sousa Santos 2003, 2011), los movimientos sociales intensifican las
democracias y animan a la construccin de Estados movimentistas, en expresin del propio
Santos, y que seran formas de democracia participativa que pretenden abrir las actuales
instituciones. En dicha lnea se situaran las demandas de democratizacin del Estado,
particularmente frente un capitalismo que gobierna autoritariamente el sistema formal de
democracia representativa, especialmente en pases de la periferia econmica mundial, y buscando
como alternativa popular instaurar o defender derechos e igualdades, tanto sociales como
econmicas (Born 2003).
Finalmente, desde mi aproximacin a los recientes ciclos de protesta y de rebelda en pases
centrales, latinoamrica o la propia Turqua, tratan de instituir formas de democracia radical (Calle
2013). Tres ideas centrales persiguen y animan esta idea de radicalizar la democracia. La primera
que la democracia no existe slo donde las lites sitan la esfera de la poltica, principalmente
parlamentos y representaciones sindicales, amn de otros espacios que definen agendas
gubernamentales. La democracia acontece (o se pierde) en lo poltico, en lo vivencial, fluido y
4 Mi perspectiva de anlisis se inclina ms hacia las escuelas constructivistas de entender la movilizacin social, donde las oportunidades polticas juegan un papel, pero no es el determinante para determinar, a su vez, la huella social de los procesos de movilizacin (Calle 2007, 2011). Aqu incorporo y exploro tambin la visin de movimientos como productores de lugares, territorios donde se territorializa y entremezcla la naturaleza de diversosconflictos: materiales (cmo sobrevivir? qu bienestar queremos?), expresiva (cmo decidimos? qu equidad demandamos?), de pugna por campos simblicos (qu entendemos por desarrollo o por convivir socialmente?) yde relaciones con la naturaleza (metabolismos).
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prximo, en lo marcado por nuestra cotidainidad. De ella emerge la poltica, los campos
visibilizados y pblicos de nuestras relaciones econmicas, culturales y de gnero. En dicha poltica
se fomenta (o no) la decisin y la implicacin social a travs de dispositivos de deliberacin,
participacin directa, creacin de confianzas y lazos sociales o formas de expresin que permiten
cuestionar las propias democracias autoritarias o de las lites. Una sociedad es democrtica si la
sociedad en sus mltiples espacios cultiva la deliberacin, la solidaridad y el protagonismo social
(Pateman 1970, Barber 2004). La democracia sucede (o se desvanece) en las fbricas, en las fincas
y en las oficinas, en los medios de comunicacin, en la cultura que cultiva la deliberacin entre
otredades, en las organizaciones que animan o desaniman la vida social. La segunda idea se inclina
hacia la necesidad de promover constantemente prcticas de auto-gobierno como expresin de
democracia, gobierno de los muchos que se enfrenta al gobierno de unos pocos5. Y la tercera incide
en el para qu de la democracia, es decir, debe promover un bienestar, una inclusin, una equidad,
una sustentabilidad social (y ambiental, necesariamente)6.
La democracia, en los tres casos, no sera percibida como una regla cerrada si no como principio
que estimula la justicia y la creacin de instituciones sociales que van de abajo hacia arriba, siendo
ste abajo (respectivamente) lo comunitario, lo ciudadano que legitima constantemente una
representacin o la deliberacin y la autogestin directa sobre nuestras necesidades. Frente a la
instauracin de formas de democracia autoritaria, la radicalizacin del protagonismo social
emparenta ambas propuestas y sirve, a su vez, de nexo de las actuales dinmicas de movilizacin
social, sean demandas de territorio, de dignidad o de participacin poltica, como mostrar
posteriormente.
Democracia radical y participativa se enfrentan, no obstante, cuando la primera queda confinada
en la democracia directa, limitndose a procesos de organizacin en asamblea directa y no
considerando procesos de deliberacin, de institucionalidad social y de trabajo sobre problemas en
comunidades ms amplias que implicaran un ir hacia arriba para organizarse socialmente,
manteniendo el retorno del poder. Tambin se distancia de posibles nexos la reduccin de la
democracia participativa al arriba que se abre al abajo. Desde matrices gramscianas en muchos
casos, se aboga por una nueva hegemona por arriba que, si bien considera el empuje social por
5 Siguiendo a Cornelius Castoriadis en su clsico La democracia como procedimiento y como rgimen, pero apoyndome en ideas de una democracia con un para qu, en este caso la produccin de muchos mundos sobre la base de prcticas sustentables de sociedades desde abajo, apuntando al gobierno de los muchos (ver Calle 2013 para una introduccin a este concepto).
6 Conectando entonces nociones de desarrollo a escala humana, descolonizacin de saberes y desarrollo de gestin democrtica de los comunes vitales y sociales (en Democracia en la Tierra, por Vandana Shiva).
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abajo como necesario, establece que son las articulaciones o las equivalencias entre luchas la nica
forma de cuestionar las agendas de las lites (ver Laclau y Mouffe 1987). Con todo, ambas
perspectivas se distancian de la tendencia ms establecida en la arena politolgica de problematizar
la democracia representativa como mero ejercicio de eleccin de candidatos o marcas electorales.
La democracia sucede en muchos lugares y, ltimamente, acontece cada vez menos en los
parlamentos, dada la presin externa de mercados, finanzas, medios e instituciones econmicas
internacionales.
Por consiguiente, bajo el actual ciclo de movilizaciones se invita a repensar radicalmente nuestras
gramticas de democracia, en diferentes mbitos, y no slo la gramtica de la democracia. Dicho
ciclo sirve como paraguas articulador de demandas concretas, entre ellas el derecho al auto-
gobierno. No es cuestin de adjetivos, nos indican. Es cuestin de entender que la democracia es
verbo y que se conjuga para satisfacer nuestras necesidades bsicas desde apuestas de auto-
gobierno para decidir lo que nos afecta.7 La democracia se pone en marcha desde diversidad de
culturas y segn necesidades que van siendo identificadas, que van haciendo tomar asiento a lo que
puede considerarse como un legtimo e interesado protagonismo social, dispuesto a satisfacer
necesidades humanas. Puede que en un momento ilusione una concepcin de la democracia. Pero
caer en la medida en que emerjan nuevos reclamos de participacin, nuevas formas de
protagonismo social, entendidas como eso: esferas y relaciones sociales que nos hacen
protagonistas de la sociedad, de los lazos que nos dan la vida y nos condicionan a su vez.
El reciente auge y la conexin global de formas de movilizacin social tiene su explicacin en la
propuesta de nuevas gramticas de protagonismo social que, de una u otra manera, estn ligadas a
una demanda general de radicalizacin de la democracia (Smith 2008, DellaPorta 2009, Calle
2005y 2013). Estn ligadas, pero no supeditadas. Entre otras cosas porque el protagonismo social,
como analizar ms adelante, puede tomar distintas expresiones: algunas ms comunitaristas y
entendibles desde una ptica que entreteje fuertemente territorios y poltica, propias de
movimientos indgenas o campesinos; otras ms clsicas e inclinadas a una reforma radical de las
instituciones liberales para alcanzar un bienestar, incluso un buenvivir, desde expresiones de
democracia participativa; y, finalmente, algunas ms en consonancia con jvenes iracundos, al
7 Implcitamente estn aqu presentes tres concepciones intersecadas de la democracia: democracia como autogobierno (Castoriadis); democratizar para situar la vida y las economas solidarias (sociales, cuidados) en el centro de nuestras prcticas (feminismos, ver Orozco); y democratizacin como ejercicio de descolonizacin que alienta el protagonismo social para rescatar saberes alternos y prcticas ligadas a sostener la vida en territorios concretos (ver Escobar 2000)
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decir del antroplogo brasileo Darcy Ribeiro8, que se buscan en los nuevos movimientos globales
a travs del desafo de la agenda neoliberal, las luchas en el terreno laboral, el cuestionamiento de la
productividad insustentable y la impugnacin del patriarcado, principalmente.
Tambin subrayar que las variables de oportunidad poltica y las matrices culturales son el terreno
definitivo en el que la protesta toma su forma particular. As, el 15M como espacio poltico surgido
de las acampadas iniciadas en la madrilea Puerta del Sol (mayo de 2011) no puede entenderse sin
su contexto poltico. Entre las ventanas de oportunidad poltica destacan las elecciones
municipales que iban a celebrarse una semana despus; as como el reguero de campaas que lo
antecedieron (como malestar.org, V de Vivienda o movilizaciones frente al control de internet, la
llamada Ley Sinde), incluida la plataforma Democracia Real Ya que convoc las manifestaciones el
15 de mayo de 2011, las cuales explosionaran en los das siguientes en acampadas autnomas por
todo el pas. Pero tampoco sin su contexto cultural, lo que hace que sea difcilmente practicable o
exportable tal cual a pases del entorno europeo, incluso si son mediterrneos, como Francia o Italia,
menos an Alemania. Las tradiciones localistas del Estado espaol, como son el anarquismo y sus
actualizaciones libertarias, los nacionalismos perifricos (opuestos al nacionalismo espaol) y el
hacer local propio de una pennsula atravesada por una diversidad cultural muy significativa, que
llega a otorgar lenguas y tradiciones diferenciadas a cada una de sus comarcas o barrios de grandes
ciudades, son el caldo de cultivo de insurrecciones de carcter asambleario, por lo general renuentes
a subirse a procesos de organizacin que impliquen una centralizacin. Los sucesos revolucionarios
desarrollados por movimientos o juntas locales frente a la ocupacin napolenica de la pennsula
ibrica llamaron ya la atencin de Marx y Engels (1990: 31) por su nfasis en el hacer local y su
escasa coordinacin. Acuden estos autores a una cita de un noble espaol para destacar que en
Espaa no hay nada que se parezca a lo que en Europa se llama direccin social, lo que explicara
las dificultades para la creacin de un centro revolucionario. Algo que, guardando una gran
analoga con la gran capacidad puntual de movilizacin de las redes antiglobalizacin, a juicio de
Marx y Engels (1990: 29) ofreca tambin sus ventajas: los franceses se desconcertaron por
completo al descubrir que el centro de la resistencia espaola estaba en todas partes y en ninguna9.
Francia o Italia, como digo, se encuentran permeadas por otras lgicas ms institucionales y de
conquista del Estado a travs de organizaciones o revoluciones polticas, fruto de su propia historia,
del triunfo de revoluciones burguesas y de resistencias frente a otros pueblos, respectivamente. Y a
8 Expresin acuada por el antroplogo brasileo Darcy Ribeiro para los antisistema de los aos 70 en su libro Losdilemas de Amrica Latina.
9 En Marx, Karl y Engels, Friedrich (1990): Espaa Revolucionaria, Madrid, Ediciones Vanguardia Obrera
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escala globlal, hace que aun manteniendo rasgos comunes y hermanamientos mediticos y de
repertorios de accin (convocatorias sin organizaciones visibles, toma de calles, goras en plazas),
las protestas que dan vida a los nuevos movimientos globales tambin se encuentren mediatizadas
por el contexto cultural y poltico. El proceder del 15M est muy alejado, as mismo, de la constante
propensin brasilea a la articulacin en forma de procesos muy amplios y diversos que tratan de
salvaguardar la autonoma y la horizontalidad a base de propuestas pedaggicas (bien ilustradas por
Paulo Freire) que permitan construir procesos de movilizacin tan amplios, y a la vez enraizados en
distintos contextos, como son las luchas protagonizadas por los sintierra o en la actualidad el
Movimento Passe Livre.
Los nuevos movimientos globales
Sin embargo, s podemos rastrear algunos elementos que nos permiten pensar conjuntamente, sin
caer en la tentacin de suponerlos con una identidad o una praxis homogeneizadas, una multitud
importante de procesos de movilizacin del siglo XXI. Es por ello que me permito hablar de la
emergencia de un nuevo ciclo de movilizaciones, los nuevos movimientos globales, cuya globalidad
residira en:
i) su pensar planetario: ambientalmente, en trminos de repertorios y redes de protesta;
ii) en su conexin de demandas: necesidades bsicas que se enredan fcilmente;
iii) y en su pretensin de transformacin global utilizando el argumento y la prctica de la
radicalizacin de la democracia.
Los aos que van del 2011 al 2014 confirmaron el aldabonazo popular y meditico de protestas
globales tanto en los pases del centro como en los llamados perifricos. Ms adelante habr tiempo
de visitar las races de rebelda de estos jvenes iracundos, los cuales, ahora como en los aos 70,
no slo se dirigen a cambiar el orden social, si no tambin la propia cultura poltica de contestacin
que representa la izquierda clsica. Brasil contina siendo un buen ejemplo de este ciclo de
movilizaciones que, al igual que antes, se conecta con lo nuevo (las protestas internacionales),
pero tambin con lo viejo (las revueltas populares frente al neoliberalismo que anunciara el
caracazo de 1989 en Venezuela). Brasil es un pas que a comienzos de este siglo, ascenda al trono
de las potencias internacionales en el campo econmico, a la par que los gobernantes del PT se
apresuraban a exhibir sus galardones competitivos envueltos en olimpiada y copa mundial de ftbol.
Pero estos xitos eran contestados por quienes no vean el man caer en las ciudades si no, por el
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contrario, la subida de tarifas de transporte o la menor atencin prestada a asuntos como la
educacin o la salud. El patrn FIFA de grandes inversiones para acoger el mundial de ftbol se
exiga en las calles para la calidad de vida y los servicios que pretendera gozar el pueblo brasileo.
De igual modo, el bipartidismo en torno a la agenda neoliberal como frmula de gobierno reciba
una fuerte sacudida en las calles, de la mano de los jvenes iracundos del 15M en el Estado
espaol, a partir de 2011. Fenmeno similar al protagonizado por las asambleas ciudadanas en
Islandia, surgidas a partir de las protestas de 2008 tras el estallido de la burbuja financiera, aunque
en 2013 llegaran de nuevo al poder los viejos partidos y quedaran como ms pasajeros las
experiencias de partidos-ciudadana, de fuerte crtica a las organizaciones establecidos, como el
Mejor Partido. En Mxico, donde la contienda pareca reducirse a un enfrentamiento entre lites
polticas y rebeldes de distinto color territorial (Chiapas, Oaxaca, Atenco, entre otros), surga como
crtica al proceso electoral en curso y al candidato del PRI, Pea Nieto, un movimiento social entre
jvenes universitarios dispuestos a reproducirse desde los campus universitarios bajo el cdigo
#YoSoy132. Tomaba forma aqu, entre jvenes desencantandos, bien formados educativamente y
con un manejo resuelto de las nuevas tecnologas informticas, el lo llaman democracia y no lo es
caracterstico de las plazas espaolas. Sera otra plaza, esta vez en Turqua, en Gezi, la que atraera
a multitud de rebeldes ante la constatacin de la voracidad de las lites por sustituir espacios
pblicos por escenarios de negocio: afectados por la especulacin urbanstica, mujeres en pie de
lucha por sus derechos, jvenes universitarios buscando libertades, grupos contrarios al gobierno
central turco (kurdos, socialdemcratas, sindicalistas opuestos a la agenda neoliberal, entre otros),
etc.
Asistimos a movilizaciones que responden, en gran parte, a expresiones culturales de ida y
vuelta, dinmica caracterstica de procesos contemporneos de protesta (Tarrow y otros 2004). En
la atraccin de descontentos en torno a Gezi, dispuestos a aunar esfuerzos de rechazo al bloque
neoliberal-conservador en el poder, resuenan los ecos de las latitudes chiapanecas, con su lema los
rebeldes se buscan. Cules seran las claves de esas idas y venidas, de estas influencias mutuas
que parecen resonar globalmente? Como desgranar ms tarde, algunas son obvias, como la galaxia
internet que sustituye a la verticalidad de la televisin, la radio o la imprenta. O una lite neoliberal
que necesita gobiernos y agendas polticas que asuman la necesidad de vaciar la democracia (si es
que se di en aquel territorio en su forma institucional) y que han decidido proceder con ms ahnco
a depredar territorios y derechos sociales (dependiendo de los niveles conquistados por el pas,
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derivados en gran parte de su situacin como centro o periferia econmica de otros pases). Pero
otros factores, que se irn exponiendo a lo largo del texto, tienen que ver ms con una remodelacin
de las viejas lgicas de funcionamiento de la llamada izquierda o de los movimientos considerados
emancipatorios en el pasado siglo, hablemos de movilizaciones indgenas, redes feministas o de
la izquierda institucional con orientacin a la conquista de las urnas. En general, la idea de
diversidad, inherente a un protagonismo social, aparece contenida en las nuevas formas de
movilizacin y tambin en sus demandas, ms abiertas a incorporar la idea de proceso en espiral
(circular, plural y aglutinante) como horizonte en el que ir resolviendo contradicciones o dicotomas
(reforma/revolucin, poltica/economa, transformacin hacia fuera o desde el mismo proceso
insurreccional, etc.) y que, nuevamente, los y las zapatistas tan bien lo ilustraran simblicamente en
sus proclamas: detrs de nosotros estamos ustedes, caminamos preguntando, hacia un mundo
en el que quepan muchos mundos. Aparecen aqu, implcitamente, ecos de otros postulados o
reflexiones teorizadas sobre poltica y cambio social como: la creciente necesidad de practicar
democracias de alta intensidad (Sousa Santos), de de-colonizar idearios capitalistas, ilustrados y de
representacin estatal propios de la izquierda ms clsica (Escobar) o de conectar nuestras
economas con la vida (Shiva, Mellor). Como segunda gran aproximacin, entiendo que los
movimientos sociales, desde su hacer comolaboratorios polticos, son esferas de reflexin y puesta
en prctica de dialcticas y debates en torno a derechos, territorios y gramticas de democracia ,
como profundizar ms adelante10.
Una globalizacin conflictiva
Existen, por otro lado, procesos sociales y tecnolgicos que facilitan la interseccin global de los
repertorios de protesta. Son porqus compartidos, fruto de una mundializacin que se refugia en
expresiones benignas y utpicas (globalizacin), pero que aporta razones e instrumentos que
facilitan la confluencia de movilizaciones. Destaco tres elementos comunes en esa conflictividad
mundial-global:
El ascenso de formas autoritarias de gobierno, sean Estados, instituciones internacionales o
grupos multinacionales para los que no hay alternativa, que dijera Thatcher, a la agenda
neoliberal marcada adems por un fuerte extractivismo y sacrificio de la biodiversidad tanto
en el llamado Sur (minera, energa fsil, agrocombustibles, patentes sobre semillas, etc.)
como en el Norte (minera, fracking, patentes). Este autoritarismo refuerza opciones de
10 Ver Smith (2009), Calle (2005) y Porto Gonalves (2002).
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control y represin sobre emergencias o innovaciones sociales. A la par que supedita las
formas de produccin y de relaciones laborales a los intereses de corporaciones
transnacionales, y en ltimo caso, supeditando las economas reales a las economas
financieras. En ese contexto, el Estado, all donde desempeara una labor de igualacin
social desde derechos o servicios, deja de ser una ventanilla a la que pueden acudir la
ciudadana o grupos afectados o marginados. Se posiciona abiertamente a favor del mundo
financiero y de acumulacin material de una lite global. Adems, la tecnologa sirve para,
con excepciones en el tema de la comunicacin e informacin, desarrollar sistemas
expertos que se imponen a los individuos, que ven mediadas sus relaciones por un saber o
un instrumental del que desconocen su funcionamiento, que les quita autonoma para decidir
sobre ellas y les imposibilita para construir lazos sociales por abajo. El consumismo (va
publicidad y educacin prctica en los centros comerciales), la complejizacin financiera
de la economa (que se separa de la economa real, sentida por las personas y de relaciones
con el medioambiente) o las sofisticadas herramientas informtica son aplicaciones de esta
colonizacin por arriba de la vida humana en este planeta.
Las lagunas de este control y la percepcin de conflictos compartidos son elementos
aprovechados por las redes de protesta y las redes de construccin de un saber crtico para
intercambiar acelarada y localizadamente muchas formas de resistencia. Algunos ejemplos:
las llamadas cumbres antiglobalizacin, la creacin de observatorios sobre cuestiones
sociales (desde la llamada sociedad civil), las convocatorias a manifestaciones en las redes
de dilogo en internet, la difusin de herramientas o repertorios de protesta de marcado
acento en el protagonismo social (goras virtuales, plazas como lugar de convergencias,
consultas sobre minera o sobre endeudamientos), la desobediencia civil para la
recuperacin de espacios de encuentro (reclaim the streets o reclama las calles desde los
aos 90, ocupaciones o intentos de rodear espacios de reunin de las lites). Los rebeldes se
buscan gracias a la oportunidad que ofrece la llamada globalizacin para compartir
agendas de contestacin y responsables a los que acusar del descontento, as como a las
formas de cooperacin que surgen ante el vaco que crean las instituciones representativas
(neo)liberales.
Finalmente, la combinacin de la galaxia internet con la emergencia de formas de
contestacin ancladas en una radicalizacin de la democracia permite construir paraguas
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comunes. Por ejemplo, frente a la imposicin del neoliberalismo surge el grito lo llaman
democracia y no lo es a finales de los 90, que retomara con fuerza el 15M espaol, y que
se hermana con el caminamos preguntando zapatista y con las prcticas de celebracin de
consultas frente a la imposicin de polticas extractivistas o de privatizacin de recursos
como el agua en Amrica Latina. Las nuevas tecnologas han acelerado esos viajes de ida y
vuelta, en lo que a herramientas se refiere. Y, a pesar del creciente control del mundo
comunicativo por pautas de mercantilizacin o de espionaje, las democracias virtuales 2.0
(prcticas de deliberacin haciendo uso de las nuevas tecnologas) son expresin de esa
formacin de experiencias ms liberales o libertarias o de creacin de comunidades on-line
que facilitan y dan legitimidad a todo lo que huela de democratizacin radical (ver Subirats
2009, Candon 2013). As, el repertorio de contestacin y los procesos sociales que se
ofrecen como respuesta llevan a la interpretacin de estas luchas como formas de
recuperacin de soberana: energtica, territorial, comunitaria, alimentaria, de internet... y
por supuesto, en la poltica desde el ejercicio de formas de democracia fuertes (Barber 2005)
caracterizadas por la informacin, la deliberacin y la vinculacin desde sociedades
inclusivas.
Tres gritos que recorren globalmente las movilizaciones
Desde estas mimbres, las calles y los caminos se estn llenando de demandas y protestas
compartidas. Son nuevas visibilizaciones de, en algunos casos, viejos descontentos. Ahora la
diversidad, el protagonismo social y la radicalizacin de la democracia ayudan a difundir estos
gritos as como repertorios de accin y organizacin social. Las tres verbalizaciones a las que me
refiero son: queremos decidir, queremos dignidad, queremos territorios habitables. Cada una
enuncia, como expondr brevemente, una forma de entender la democracia. Entendimiento ligado al
creciente auge de democracias autoritarias, tambin siguiendo pautas que atienden a su contexto, al
papel que las lites y la historia ejercen como sombras que ayudan a tejer poderes y contra-poderes.
La Unin Europea es hoy claro ejemplo de formas de dominacin en ascenso11. Una nueva
institucionalidad econmica se levanta para asegurar que la agenda neoliberal sea la poltica real de
los Estados: control sancionable de dficits, fiscalizacin de presupuestos, seguimiento obligatorio
de planes de privatizacin y desposesin de derechos sociales, desregulacin de las relaciones
laborales para construir un mercado humano, etc. Mientras, Amrica Latina se debate entre
11 Ver para la Unin Europea el texto de lvarez y otros (2013); para un anlisis de la crisis global, desde un punto de vista civilizatorio consultar Fernndez-Durn (2011).
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neoliberalismos ms populares y formas de abrir la democracia a otros sujetos, a otras dinmicas de
protagonismo social, sean los ejemplos de autogobierno comunitario en Venezuela, el
plurinacionalismo formulado en Bolivia (con sus ms y sus menos para una reinvencin de los
estados monoculturales) o las innovaciones en materia de protagonismo social que se dan en
mbitos muy concretos en Colombia (territorios indgenas), Brasil (agroecologa), Cuba
(cooperativismo econmico) o Argentina (medios de comunicacin)12.
Estos tres gritos son autnomos, pero se refuerzan entre s. Los podremos situar ntidamente como
provenientes de determinadas culturas polticas, algunas muy recientes. Tal es el caso de los nuevos
movimientos globales y la radicalizacin de la democracia, el queremos decidir. Sus ejemplos ms
recientes son las matrices junveniles de los ciclos de protesta despertados en Europa, Brasil o
Turqua, junto con espacios que gritan Ya Basta! En Senegal Y en Marrre, o bajo la frmula de
#YoSoy132 en Mxico. No hay programa que se ofrezca como alternativa cerrada, o no es un
programa especfico, aunque s hay un detonante de la protesta bien concreto, un descontento que
galvaniza al resto de descontentos hacia las calles. Se repiten las prcticas asamblearias desde
sujetos que no se ven representados en organizaciones formales. Hay aires libertarios en el caso de
Europa detrs de estas movilizaciones. Perspectivas ms comunitarias en Amrica Latina, donde
tambin el queremos dignidad es un elemento importante como rechazo de la agenda neoliberal,
prctica bien asentada en los ltimos aos. Dira que la democracia radical es expresin
organizativa a la vez que reclamacin aglutinante de estas protestas. Hablamos aqu de sujetos ms
difusos, sujetos que se empean en que otros sujetos se movilicen bajo paraguas autnomos. Es
decir, se trata ms de espacios de movilizacin, productores de bienes y herramientas para la
protesta (discursos, organizaciones, formas de hacer). Son conjuntos de accin (Villasante 2006)
antes que movimientos clsicos buscando aglutinar en su interior todo el descontento y proponer
una identidad cerrada bajo una organizacin visiblemente muy estructurada. Se enfatiza el cmo, y
la reproduccin de esos cmos para la rebelda, antes que un fin determinado.
Contaramos tambin entre estos mensajes que alientan sinergias entre movilizaciones (marcos
maestro) con el queremos dignidad. Es una demanda ms tradicional, de races materialistas, en el
12 Para una crtica del desarrollismo extractivista ver Ms all del desarrollo. Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo, Fundacin Rosa Luxemburg/Abya Yala, 2012. El libro plantea la tesis que desde el desarrollismo neoliberal en la Amrica Latina de los 90 se ha pasado a un desarrollismo popular (extractivismo e insercin en la globalizacin con apoyos sociales), pero no a explorar formas de desarrollo endgeno. Sobre el papel de Brasil en la potenciacin del marco desarrollista inserto en la globalizacin y sus demandas de materia yenerga, ver el texto de Zibechi, Brasil potencia. Entre la integracin regional y un nuevo imperialismo, Primera Edicin, Bogot, Ediciones desde abajo.
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sentido que s trata de operativizarse por una propuesta de cambio que sea experimentable y que
pueda representar un modelo social. Las luchas contra las agendas neoliberales, por ejemplo, contra
la deuda externa y por el derecho al trabajo en Argentina se equiparan aqu a las mareas de protesta
contra el desmantelamiento de servicios pblicos y las redes por una auditora ciudadana de la
deuda externa en Europa, y ms concretamente en el caso espaol. Reinventar las instituciones est
en la agenda, con propuestas concretas. Algunas se sitan en la exigencia de volver a reglamentar la
vida social desde las opciones que supuso el Estado del bienestar para los pases del centro, como
en Portugal, Grecia o Espaa (derechos alcanzados, instituciones, presupuestos asignados). En otras
surgen o se renuevan reclamanciones, como es el derecho a la ciudad en sentido amplio en las
movilizaciones en torno al Movimiento Passe Livre en Brasil. Finalmente, dignidad supone tambin
en los mundos andinos o en las sierras mexicanas la idea de descolonizarse de un Estado y de una
nocin de desarrollo que se enmarca en un proceso directo de inclusin subordinada de un pas, y
sobre todo de poblaciones consideradas marginales por las lites globales, dentro del actual proceso
de globalizacin. Aqu las expresiones de democracia participativa (abrir las actuales instituciones
al protagonismo social) ofrecen planteamientos ms radicales (como reformas constitucionales) o
propuestas concretas en la (auto)gestin y recuperacin de servicios que garanticen derechos
sociales. Por lo general la movilizacin arranca ya de sujetos fuertes, construcciones
sociocomunitarias, ancestrales o tradicionales, de partida y no de destino: comunidades indgenas,
campesinos, luchas sociales que disputan territorios, barrios y favelas, sectores de trabajadoras y
trabajadores golpeados por la crisis o por la agenda neoliberal, grupos excludos en la ciudad o en el
campo que se reconocen fcilmente en un nosotros frente a unas lites que organizan sus
territorios sin compartir decisiones y beneficios, slo impactos sociales y ambientales.
Sin ser una tercera opcin, pues como reflexionar ms abajo marca decididamente la agenda de
los movimientos del siglo XXI, se torna cada da ms visible y relevante el queremos (nuestro)
territorio. Este grito entiende el territorio como un triple haz:
ecosistmico: nivel o dimensin donde se desarrollan luchas por la preservacin de
recursos naturales y bienes comunes;
como infraestructura de acceso (comn) a dichos bienes: espacio donde se disputa la
propiedad o el manejo de la tierra, el control y tipo de tecnologa, la circulacin por la
ciudad, la autogestin de medios bsicos de socializacin (dnde verse o encontrarse) o la
soberana y la autogestin de semillas o de biodiversidad, etc.
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y finalmente, es reclamacin de un territorio social (o relacional): fuente de vnculos
culturales (identidades, afectividades, lazos espirituales) donde se critica ampliamente las
bases estructurales y la idea de desarrollo que subyace al paradigma neoliberal:
cosificacin del territorio y creacin constante de mercancas (fsicas, simblicas,
humanas o de trabajo) que sirvan para sostener procesos de acumulacin y legitimacin de
las lites globales.
Es un haz entrelazado y ello est facilitando la conexin de descontentos y la articulacin
subsiguiente de (nuevos) movimientos sociales. Las luchas desatadas desde la infraestructura
(apoyndome en el antroplogo Marvin Harris) seran manifestaciones colectivas de poblaciones
afectadas por los cambios o mutaciones, cada vez ms perceptibles, de nuestros ecosistemas, sea
por la accin local de transnacionales o por su accin globalizadora que ampla el vuelco climtico
y reduce la biodiversidad en el planeta (Tanuro 2011). El ecofeminismo nos recuerda que no hay
supervivencia si no hay una reproduccin de ecosistemas y de las economas de los cuidados13.
Ambas perspectivas encontraran que el bienestar personal y colectivo se encuentra entrelazado (o
supeditado) con el desarrollo de una conciencia de especie. La economa poltica, entonces,
cobrara sentido como foco de estudio macrosocial de los conflictos en torno al capitalismo o al
autoritarismo de matrices patriarcales, si dicho foco mira tambin, de forma sinrgica, hacia
abajo, hacia el espacio que se asienta a su vez en un territorio: hacia las bases socioambientales
que nos dan la vida y hacia las resistencias y formas de cooperacin que se dan en torno al
sostenimiento de dichas bases.
Las luchas en los territorios irrumpen en magnitud y extensin en funcin, pues, de los conflictos
cada vez ms visibles y visibilizados que amenzan nuestra supervivencia; de las oportunidades
polticas que permiten que otros saberes se reconozcan y desafen el paradigma universal de
desarrollo o globalizacin; y la tradicin histrica de defensa de un territorio dado.
Analticamente, el queremos territorio ha sido abordado desde enfoques muy diversos. Por citar
algunas referencias contamos con el ecologismo de los pobres (en autores como Alier), la crtica
feminista de la economa (las feministas Graham-Gibson), la economa moral frente a los
cercamientos de las lites (el antroplogo James Scott) y las perspectivas que conceden a la
ordenacin (fsica y simblica) del espacio una fuente primordial para la reproduccin del poder
(Lefebre o Bourdieu), en particular de los procesos de acumulacin y desposesin capitalistas (el
13 Siguiendo a perspectivas tanto esencialistas (Shiva, Mies) como constructivistas (Mellor, Puleo); ver Ecofeminismo. Para otro mundo posible, por Alicia Puleo (Ctedra, 2011).
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gegrafo marxista Harvey), as como del desplazamiento de la reproduccin vital como eje
vertebrador del sentido de las prcticas en el territorio (las ecofeministas Mies y Shiva).
Territorio, conocimiento, formas de vida y desafos colectivos estn imbricados. En tanto que
saberes en marcha, los movimientos sociales garantizan y enfatizan la reproduccin del
conocimiento como experiencia arraigada, un estar que premite e induce un mirar especfico
atendiendo a las caractersticas del lugar (ver Escobar 2000). El territorio sera el espacio,
desatendido hasta finales del siglo XX por tradiciones europeas y anglosajonas en la literatura de
los movimientos sociales, ms tendentes a ver el poder como disputndose por arriba o en lo
simblico por abajo. En el XXI comienzan a producirse textos donde el lugar cobra sentido como
productor de cultura y como fuente de articulacin y movilizacin social. Hecho ms destacable an
en en comunidades arraigadas, donde su supervivencia material y afectiva se liga directamente a las
luchas por su espacio, sean campesinos reclamando tierra, indgenas hablando desde el lenguaje
del territorio o pequeos extractivistas intentando sobrevivir bajo su forma de vida en una selva
(Martnez Torres y Rosset 2013).
Por todo lo anterior, entiendo que el territorio es un lugar privilegiado, hoy particularmente, para
visibilizar los desencuentros y disputas entre los de arriba y los de abajo (Zibechi 2011): entre
quienes producen innovaciones y quienes promueven paquetes tecnolgicos para el gobierno de un
imperio econmico, especialmente ilustrado en la imposicin de regmenes agroalimentarios (Ploeg
2011) y en las expoliaciones agroextractivistas (Svampa 2011); entre quienes pretenden hablar de
cooperacin para la inclusin (economas sociales, de cuidados) y quienes obligan a una
cooperacin con los de arriba, con los globalizadores, no con otros o con los que se tiene al lado o
trabajando para el mismo fin (ver Coraggio 2011, Herrero y otros coord. 2011, Maran-Pimentel
coord. 2012).
La dinmica (des)arrolladora del capitalismo busca reorganizar espacios y desplazar (invisibilizar,
dominar, mutar) a quienes quieren preservar otro sentido de vida y de reproduccin del territorio
(Porto Gonalves 2002). Se enfrentan, en esta dialctica del poder sobre usos y entendimientos del
territorios, habitus singulares (promovidos por movimientos sociales, nuevos rebeldes, economas
endgenas) frente a las reclamaciones de materia, energa y circulacin de mercancas de ciertas
lites locales en connivencia con lites globales (Sassen 2008, Harvey 2007). Los movimientos
sociales nos proponen cambios de lugar, que son cambios de mentalidad y cambios de prcticas
para recrear o recuperar sentidos de vida no contemplados por estas lites (globales) . Las nuevas
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situaciones sociales producen nuevas experiencias de vida en lo cotidiano. A partir de ah, sobre la
base de conversaciones, roces y vivencias, se marca todo un nuevo saber, una nueva mirada (Heller
1991). Se otorga un nuevo sentido a las prcticas de estar en el mundo, de entender cmo saciar el
hambre, el amor, la libertad o las relaciones con la naturaleza14.
Es decir, los movimientos sociales, al construir protestas y nuevos usos del espacio, modifican las
relaciones espaciales, produciendo por tanto otros lugares cuyo destino hoy, al enfrentarse a
prcticas depredadoras, se vincula furtemente a la construccin de territorios sustentables,
ambiental y socialmente hablando. Las re-localizaciones implcitas en propuestas del buen vivir,
del decrecimiento o de un desarrollo endgeno sustentable muestran hoy como el territorio vuelve a
constituir un espacio privilegiado de luchas sociales por parte de distintos actores. Diversidad
favorecida por los nuevos movimientos globales para captar el papel de mltiples sujetos que dan
vida espacial a un lugar concreto, enmarcado en un ecosistema determinado.
Esa pugna territorializada, en particular entre innovaciones para la democratizacin y paquetes
sociotcnicos para reforzar depredaciones, se extiende a travs de dispositivos de poder (que dira
Foucault) muy concretos. stos toman la forma de disposiciones y reglamentos jurdicos de acceso
a tierra o uso de la ciudad, culturas e infraestructuras que ayudan a fortalecer un consumo o unos
mercados globales; tecnologas que provocan un aumento de la dependencia de productores o
comunidades locales, reduciendo la resiliencia social y ambiental de determinadas formas de vida;
regmenes de verdad que se asientan en ideas de desarrollo que supeditan lo de abajo a lo global;
medios educativos microcapilares que en escuelas, programas sociales, anuncios o festividades
consumistas alientan una legitimidad de lo global producido por las lites (Fernndez Durn
2011).
Queremos (autogobernar nuestro) territorio cobra ms sentido desde prcticas y miradas que se
dan en Amrica Latina, frente a lo que podamos observar en Europa15. En Bolivia o Ecuador, las
organizaciones indgenas son el referente de cambios constitucionales de mayor calado en los
ltimos dos siglos, con el reconocimiento, aunque sea formal, de los derechos de los pueblos
indgenas o de la Pachamama (Svampa y Stefanoni 2007). Colombia y el paro campesino que
14 Satisfactores, lugares y saberes para atender nuestras necesidades humanas estaran ntimamente relacionados. Aqula democracia consistira en un dispositivo de atencin de necesidades sociales encaminado al auto-gobierno por el cual pugnan los movimientos sociales (Calle y Gallar 2011).
15 Como expresin de esa participacin latinoamericana en ciclos mundiales de protesta, y yo dira que como semilla de los nuevos movimientos globales, contamos con el excelente texto coordinado por Gohn y Bringel (2012) analizando tanto las nuevas dinmicas de movilizacin como los desafos terico-metodolgicos que plantea.
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paraliz el pas en agosto de 2013 frente la locomotora del Tratado del Libre Comercio que
propone el gobierno de Santos, es un ejemplo en el que nos detendremos ms adelante para analizar
su conexin con luchas globales16. Sin duda, el agroextractivismo est renovando e intensificando el
despojo de territorios como no haba ocurrido antes, merced a tecnologas muy predadoras, lites
globalizadas y lites locales en connivencia (ver www.ocmal.org) En Per encontramos un
crecimiento exponencial de conflictos hasta contabilizarse cerca de 300 a finales de 2009, con el
xito tras de s, de haber logrado la prohibicin de la megaminera en diversos municipios del pas.
Igual ocurra cinco aos atrs en Argentina, en ciudades como Esquel, cuya rebelda cristalizara a
base de pleibiscitos populares frente a los intereses transnacionales, al igual que ocurriera en Per
(Cneo y Gasc 2013). Consultas que hablan, por tanto, del grito queremos decidir como parte de
estos procesos, en el sentido de que la ciudadana o los habitantes de una determinada comunidad
se involucran para intervenir en agendas, pero otorgando a la poblacin una voz negada por las
lites. Lo que se disputa de manera global, ms all de las condiciones de expresividad para ejercer
una participacin o las ms materiales ligadas a la dignidad, es el territorio concebido y practicado
desde ese triple haz.
Son movimientos sociales, adems, caracterizados por una politizacin de necesidades bsicas, sea
el agua o el sustento que, frecuentemente, ha sido liderado por mujeres y ha permitido la entrada en
la agenda de crticas al patriarcado, dentro y fuera de estos procesos (Zibechi 2011). Las propias
protestas de matriz ms urbana, como los episodios de 2011 en adelante en el Estado espaol o las
convocatorias a partir de 2013 en Brasil, o incluso disturbios en otras ciudades de centros
econmicos (las banlieu parisinas, en la ciudad de los Los ngeles, Gezi en Turqua...) beben de ese
derecho a la ciudad y la rebelin frente a formas de exclusin. Un territorio crecientemente asediado
por especulaciones inmobiliarias, control y mercantilizacin del espacio urbano y malas
condiciones de vida. Un territorio que lejos de servir de referencia, de inclusin, se convierte, bajo
dispositivos de control y una puesta en escena de medidas de pacificacin y seguridad, como
ocurre en Brasil, en un espacio de segregaciones humanas por razones econmicas, culturales o
raciales (ver Davis 2001).
La acumulacin por desposesin a travs de anclajes en el territorio que ordenan la circulacin de
mercancas, energas, materiales, finanzas y decisiones polticas (como sealara Harvey 2007), se
une a querellas histricas sobre (auto)gobierno poltico de territorios. Surge entonces una fuerte
16 Ver El paro nacional agrario: Un anlisis de los actores agrarios y los procesos organizativos del campesinado colombiano, por Leonardo Salcedo, Ricardo Pinzn y Carlos Duarte [disponible en internet]
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alianza articuladora entre los tres gritos. Situamos aqu el eco, con opciones ideolgicas bien
diferenciadas, del derecho a decidir que se establece como referente de una accin poltica en
pases del centro (Catalua, Escocia) o de autonoma frente a la Unin Europea (Islandia). Miedo a
una globalizacin frente a un prximo que ofrece ms seguridades, desafeccin poltica de las
instituciones que se sienten lejanas junto con una recuperacin de reclamaciones histricas
(nacionales, comunitarias) de pueblos sin Estado se alan para hablar del derecho a decidir (lema
del movimiento independentista en Catalua) en clave de ms auto-gobierno. En ocasiones, estos
movimientos de base entran en pugna con las propias lites que reclaman esos discursos a la vez
que ejercen un papel de insercin del territorio en dinmicas globalizadora. Podra ser ste el caso
de Catalua, donde la variable nacionalista se impone en el discurso formal de las propias lites
sobre las apelaciones a dimensiones sociales, ambientales o de auto-gobierno de abajo hacia arriba,
ms presentes en procesos polticos que provienen de plataformas y movilizaciones sociales (Procs
Constituent, Trobada per la Unitat Popular).
En otros casos, como sucede con el campesinado en Colombia, el grito de territorio, derechos y
decisin acaba cuajando en propuestas que s apuntan a la transicin de los rebeldes, propuestas de
cambios sistmicos radicales en lo econmico, laboral y ambiental (sobre la que volver ms
adelante), tales como las zonas de reserva campesina17. Aqu las dimensiones territoriales de
inclusin social, gestin agroecolgica y lgicas de auto-gobierno ms comunitario emergen por
encima de propuestas de enfrentamientos entre nacionalismos conservadores o de reclamacin de
espacios para el disfrute de una minora.
No es balad la presencia de estos nuevos actores de marcado carcter territorial. Las postrimeras
del siglo XX confirmaron que, si bien asistimos a dilogos de ida y vuelta, los vectores provenientes
del llamado Sur (movimientos campesinos, indgenas y espacios barriales y de lucha frente a la
exclusin en grandes ciudades) estn obligando a replantear esquemas y preguntas a las redes
crticas del Norte. Aqu, de nuevo, internet es un altavoz, aunque no un generador por s mismo de
este inters en un protagonismo social desde abajo. Ambos ejes (Sur que invita a caminar
preguntando) y tecnologas (clave de una interaccin por abajo menos mediatizada por los de
arriba) hace acercar los planteamientos de los tres gritos a los nuevos movimientos globales, sobre
todo en los pases del centro. La reclamacin de soberana alimentaria, de la mano de La Va
Campesina, el grito de que se vayan todos y los cacerolazos argentinos, o la ocupacin de plazas
en la primavera rabe son elementos que fueron actualizados en las proclamas y las prcticas del
17 Ver nota anterior
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15M en el Estado espaol. Ello permite, a su vez, que el queremos decidir sea un protagonista
constante de estas luchas, un gran nexo entre las mismas y el gran mensaje de radicalizar la
democracia.
Estos gritos no crean, y opino que no aspiran a hacerlo, un metarrelato que vincule las luchas. Pero
s afirmo que, en presencia de los tres factores que precipitan la radicalizacin de la democracia (en
sus acepciones participativa, ms directa o comunitaria), los gritos encuentran una predisposicin y
una mayor facilidad para resonar conjuntamente. Por ejemplo la reclamacin de una sustentabilidad
territorial autnoma se presenta bajo muy diferentes formas: en Chiapas (Mxico) y sus juntas de
buen gobierno, en el Cauca (Colombia) por parte de campesinos e indgenas que reclaman sus zonas
de reserva para preservar formas de vida, en los procesos sociocomunitarios que se dan al calor de
fbricas recuperadas en Brasil o Argentina, desde propuestas de soberana alimentaria en diversas
partes del mundo, includo los pases del centro, o a partir de la creacin de un sentimiento y unas
prcticas comunitarias en la creacin de conocimiento en internet.
Es ms, con amplitud enfatizo que no se trata de grupos de presin, sino de movimientos-sociedad:
son embriones de nuevos satisfactores de necesidades bsicas contenidos en su hacer y no slo en
sus demandas, como su idea de entender la participacin y el manejo de las nuevas tecnologas, el
consumo y los sistemas agroalimentarios, las relaciones de gnero o sus prcticas econmicas.
Retomando una expresin de Heller (1988), los movimientos sociales modifican las aguas de la
poltica desde lo poltico, las sociedades desde necesidades sentidas, las necesidades generales
desde prcticas cotidianas que se dan dentro y fuera de los procesos de protesta y organizacin
social ms prximos.
As mismo, destaco que los nuevos movimientos globales no tematizan su entendimiento de
dignidad, como hiciera el movimiento obrero (en torno a los derechos laborales, la distribucin de
renta) o los nuevos movimientos sociales en Europa (ecologismo, feminismo, etc.), si no que
pretenden un cambio global, un mundo en el que quepan muchos mundos, de la mano de abordar
cuestiones de poder conjuntamente en torno a la existencia de clases, de un capitalismo depredador,
de un mundo financiero insustentable, de un patriarcado jerarquizante, de una colonizacin de
formas de pensamiento favorable a los de arriba, etc. Son aspiraciones de cambio global, en el
sentido de que son contemplados diferentes ejes de poder y distintas dimensiones y niveles de
realizacin del mismo: se critica la poltica institucional de los Estados, pero tambin la esfera
financiera mundial, como tambin los instrumentos que canalizaron en su momento determinados
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descontentos (partidos y sindicatos mayoritarios).
Ansias de cambio global, sin embargo, que pueden quedar como aspiracin, alejndose de lo que
otrora se consideraran sujetos revolucionarios que serviran de palanca para transformaciones
unitarias del poder institucionalizado en un lugar. Aqu la apertura y la diversidad permite
abrazar descontentos pero no, necesariamente, para articularlos bajo una direccin de cambio social
compartidas. Tomemos el ejemplo del 15-M. Los diferentes discursos beben de la demanda inicial:
democracia real ya: no somos mercanca en manos de polticos y banqueros. Y a partir de ah
surgen propuestas en clave de democracia radical (deliberacin y consultas permanentes, soberana
alimentaria, proteccin de libertades en internet, crtica del patriarcado en lo poltico y en la
poltica, etc.), que se combinan con propuestas de democracia participativa o de abrir las agendas de
las instituciones actuales (derechos sociales, acceso a empleo, redistribucin de riqueza, control
social de mercados y clase poltica). Del 15-M surgieron mareas de protesta (sanidad, educacin,
recortes laborales en sectores como limpieza y otros), reactivando un sindicalismo poco
conestatario en las calles y en los lugares de trabajo. Sirvi ms como espacio de movilizacin que
como proceso de transformacin de la poltica, de agendas o de las lites.
Internet y la poltica del y
Los diferentes usos de las nuevas tecnologas de informacin y comunicacin estn detrs (y no
delante) del actual ciclo de movilizaciones: lo retroalimentan y lo amplifican, pero no lo crean, no le
dan la vida. S lo nutre de manera decisiva pues, desde los aos 90, vienen siendo utilizadas
ampliamente por los movimientos madrugadores. La reticularidad de internet como soporte para
la movilizacin est correlacionada con una cultura de protesta que insiste en radicalizar la
democracia, al facilitar encuentros entre diversidades, horizontalidad comunicativa y organizativa
(Candn 2013, Calle 2013). No se comportan igual, ya que la cultura de protesta funciona con
anclajes territoriales que condicionan social e histricamente el uso de los medios; ni tienen los
mismos horizontes estructurales, pues las nuevas tecnologas son tambin presas fciles del mundo
real de las corporaciones que controlan el hardware, el software o la jerarquizacin social a travs
del consumo. Pero no hay duda de que las nuevas tecnologas han facilitado la eclosin de
movimientos sociales.
En efecto, conflicto visibilizado, legitimacin social y articulacin entre descontentos que ya estn
activados (o detectados por la poblacin) son los tres lados del tringulo societario en el que
funciona toda movilizacin social. E internet se mueve y ha ayudado a cristalizar esos tres lados
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bajo tringulos comunes, inclinando a ciertas audiencias hacia la movilizacin social, ya que:
es una herramienta de confrontacin abierta al permitir la programacin de acciones
directas (dentro y fuera de internet) y la organizacin de encuentros (sean asambleas o
dinmicas en red) que alimentan las protestas;
es una herramienta de legitimacin social al poder eludir el control de las lites y, sin estar al
margen de dinmicas de poder (gestin por parte de transnacionales, espionaje y
seguimiento en internet, reproduccin de desigualdades), facilitar el acceso directo a
informacin proveniente de la ciudadana o de grupos activistas, alienta la creacin de
goras virtuales en torno a problemticas que se vuelven virales en la red y permite
acercar el protagonismo social como demanda y como medio de accin;
y es claramente una herramienta para articular descontentos al favorecer el conocimiento de
otras luchas sociales y, al mismo tiempo, tender puentes para la construccin y visibilizacin
de demandas compartidas.
Definitivamente, muchos procesos iniciados en los aos 90 encontraron su feliz aliado en internet.
Y mediante dicha alianza dejaron su huella en los nuevos movimientos globales, tanto en lo que se
refiere a la cultura del protagonismo social, como a la puesta en escena de ciclos de protestas que
vemos dos dcadas ms tarde (Calle 2005). Las calles de ciudades de Brasil, sacudidas por las
concentraciones en torno a los estadios de ftbol y otras ocupaciones de edificios pblicos, se
parecen mucho a aquellas concentraciones de la mano de Reclaim the Streets frente a la
Organizacin Mundial del Comercio, ocupaciones de espacios y manifestaciones llenas de
desobediencia que daran el salto cualitativo en los eventos de Seattle, en 1999. Las campaas
virales (de rpida y reticular expansin) en internet para impedir un (mayor) control de sus
contenidos tienen tambin su similitud en las iniciativas que llevaron a la retirada en 1998 del
Acuerdo Multilateral de Inversiones (acuerdo para otorgar una carta de derechos de los grandes
inversores econmicos a escala mundial) como consecuencia de la rpida difusin entre redes
activistas de esta propuesta de las lites globales. El lema de los rebeldes se buscan encontr ecos
fsicos en los sucesivos encuentros Intergalcticos contra el Neoliberalismo y por la Humanidad
(Chiapas en 1996, Estado espaol en 1997), imposibles de concebir, junto con la propagacin de
comits de apoyo en pases de Europa, sin la existencia del correo electrnico y las pginas web.
Ecos fsicos de buscarse y ocupar espacios, que encontrara en el nacimiento de Indymedia su
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revulsivo para la explosin de las protestas antiglobalizacin desde 1999 en adelante, frente al
FMI, la Unin Europea, la OTAN, etc.
Toda esta combinacin de tecnologas de la informacin y radicalizacin democrtica como base
de la protesta, junto con los otros gritos de dignidad y queremos territorio, comenzaban a
consolidarse como la referencia de muchos procesos de movilizacin en el mundo, all por los aos
90. Hoy es una realidad encardinada en el ADN de los actuales procesos de movilizacin que
resuenan en las protestas globales, y tambin en el despegue de los rebeldes que buscan y
construyen otras economas, otros sindicalismos, otras formas ms comunitarias de satisfacer
necesidades bsicas, defender territorios y exigir protagonismo social. Ejemplos sobran al analizar
las herramientas de protesta y difusin que siguen y auspiciaron la primavera tunecina, el 15M en
Espaa o la acumulacin de descontentos en la plaza Gezi en Estambul, por poner unos ejemplos.
Pero todo esto, ya vena sucediendo, me atrevo a afirmar (y a documentar). La cultura de
radicalizacin democrtica, del derecho a decidir, estaba recombinndose con el queremos
dignidad, frente a una globalizacin percibida como amenazante y autoritaria. Berln, 1988: el
movimiento okupa protagoniza la oposicin a la cumbre oficial del Fondo Monetario Internacional
y del Banco Mundial, al grito de impidamos el congreso. Toronto, ese mismo ao: la oposicin al
G-7 toma forma de cumbre alternativa (TOES: The Other Economic Summit). Ro de Janeiro,
1992: emerge la contracumbre ms meditica hasta entonces como contrapunto de la Cumbre de la
Tierra auspiciada por la ONU en Ro de Janeiro: El Foro Global. Madrid, 1994: la ciudad asiste a la
celebracin de los 50 aos del Banco Mundial, pero empaada por un foro plural en sus debates y
contestatario en las calles que proclama que 50 Years is Enough! (50 aos Bastan). Diversidad,
reticularidad, contestacin de los poderes autoritarios, articulacin entre debates y toma de calles,
invitacin a la ciudadana a participar (ms all de un sujeto histrico concreto) son elementos que
percibimos aqu y en los nuevos movimientos globales. Y progresiva presencia de internet. En torno
al 1% de la poblacin del Estado espaol tena acceso a internet en 1994. Pero, a pesar de tan escaso
porcentaje, diversas organizaciones estaban ya madrugando en su utilizacin como articulador de
descontentos. As, la contracumbre del Banco Mundial servira de lanzamiento para uno de los
proyectos comunitativos ms emblemticos del panorama en este pas de la informacin alternativa
y de los servicios en internet para colectivos sociales: Nodo50 (ww.nodo50.org).
Desde entonces, el despegue de las protestas llamadas antiglobalizacin, las manifestaciones
contra la guerra y la construccin de foros alternativos irn trabajando los gritos de democracia y
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dignidad. A ellos se sumara o los pondra en otro escenario, las voces provenientes del llamado Sur.
En efecto, los movimientos indgenas de Amrica Latina (1992 contestando la celebracin de los
500 aos del descubrimiento) y la red internacional de La Via Campesina (a partir de 1993, y su
discurso de soberana alimentaria desde 1996) constituirn piezas claves del puzzle que teje
articulaciones frente a la globalizacin. El mundo no es una mercanca se proclama. Mundo-
territorio, planeta herido, donde el sistema-mundo capitalista es a la vez depredador social, va
mercantilizacin de espacios, deseos y relaciones : no somos una mercanca en manos de polticos
y banqueros es el lema con el que el 15M contestar la falta de democracia y las consecuencias
sociales de la agenda neoliberal.
El auge de las nuevas tecnologas como goras virtuales, herramientas de accin y confrontacin o
que facilitan la articulacin de descontentos reside, a su vez, en el despegue de la poltica del y.
Denomino la poltica del y a aquella cultura de organizacin de la protesta que enfatiza la
agregacin, la diversidad y la horizontalidad, permitiendo procesos a la vez que dificultando
sedimentaciones. Desde el fortalecimiento de expresiones comunitarias hasta la agregacin puntual
a campaas de protesta o ejercicios de desobediencia civil, esta cultura poltica se enmarca
simblicamente en el lema zapatista de los rebeldes se buscan. Es expresin a su vez, de una
disconformidad con patrones cerrados, de abajo hacia arriba y donde el proyecto colectivo ahoga la
diversidad. De alguna manera, intenta desmarcarse de la poltica del o. La poltica del o es ms
propicia o caracterstica de la diferencia, de la identificacin con un tema o siglas de actuacin, ms
propia del movimiento obrero pero tambin presente en las corrientes de protesta surgida en los 60
y los 70 que enfatizaron fuertes perfiles identitarios en las luchas sociales.
Como sealo, no se trata de una cultura mejor o peor para construir una estrategia de
emancipacin, aunque ciertamente sito la poltica del o ms cerca de vicios eurocntricos y
patriarcales en la defincin de una verdad en forma de progreso universal, materialista y con ansias
de homogeneizacin.
La poltica del y marca nuevos tiempos de rebelda frente a dinmicas autoritarias y satisfactores
que no pueden sostenerse sin niveles cada vez ms altos de violencia a favor de una minora.
Nuevos tiempos que, a su vez, ofrecen nuevos retos polticos y derivados de la transicin
socioambiental. Lo y es tambin limitante para la emergencia de escenarios alternativos. En lo
poltico, la agregacin es favorecedora de culturas lquidas e individualizadoras (Z. Bauman),
limitando procesos de cooperacin estables (R. Sennet en Juntos. Rituales, placeres y polticas de
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cooperacin). Se obstaculiza as la construccin de estructuras o procesos que puedan ser referencia
para mayoras: cmo pasar de necesidades (diversamente) sentidas a necesidades generales?
cmo construir articulaciones estables ms all de temticas e identidades siempre provisionales?
cmo contemplar, a su vez, la confluencia entre lo viejo y lo nuevo, entre proyectos que buscan
radicalizar la democracia y estrategias de emancipacin asentadas en derechos e instituciones
pblicas que han emanado de los Estados que dan la mano hoy a las democracias autoritarias? La
poltica del y, de la misma manera que la galaxia internet, arroja sombras sobre el paso de lo
poltico y ms vivencial-prximo (Rendueles 2013), a la poltica, que se asienta en la vivencia y
construccin de la sociedad que va ms all de mi cotidianeidad y de las relaciones puntuales que
establezco en un gora, en un barrio o en una acampada de protesta. La visibilizacin y el trabajo
sobre estas contradicciones emanar, a buen seguro, de las propias dificultades que afronten los
movimientos sociales para seguir caminando, mientras se preguntan por nuevos horizontes. No
olvidemos que los movimientos sociales son laboratorios, poltica prefigurativa, agentes de cambio,
constructores de otras gramticas sociales de emancipacin.
Y en lo ambiental, las formas de movilizacin ms lquidas se enfrentan tambin al dilema de
los tiempos y de las magnitudes de los cambios necesarios ante escenarios como el cambio
climtico, las luchas contra la prdida de biodiversidad y las transiciones hacia nuevos sistemas
productivos y energticos (Heinberg 2006). Los tiempos hablaran de urgencia, y la radicalizacin
de la democracia requiere asentar procesos, cambiar conciencias, desarrollar otras memorias para la
emancipacin. La magnitud de transformaciones para una recuperacin de la conciencia de especie,
para un metabolismo que nos permita seguir habitando con dignidad el planeta, requiere incorporar
la sustentabilidad extensa (social y ambiental) en todos nuestros procesos econmicos frente a un
consumismo creciente y una intensificacin de mercados globales fuertemente depredadores.
Internet, por tanto, se presenta como aliado de la poltica del y en la medida en que se haga eco
virtualmente de transformaciones y encuentros reales. La construccin de sociedad, de
sociabilidad, requiere esfuerzos, confianzas, conflictos, actitudes, espacios, hbitos, valores, etc. E
internet pudiera ser, no un aliado, si no un dinamitador de estas rutas donde las otredades se hacen
relaciones. Ya sea por el fenmeno pecera mercantil (estructuras que lo mercantilizan, Sdaba y
otros 2013; Ippolita 2012); o por la creacin de una virtualizacin de lo social, donde individuos
vidos y necesitados de lazos buscan consumir relaciones pero no construirlas vivencialmente
(Rendueles 2013).
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Es necesario, sin embargo, clarificar en este corto texto las relaciones entre socializacin y las
nuevas tecnologas. En primer lugar, toda sociedad, como revel el nacimiento de la escritura o la
evolucin de la agricultura, es en parte hija de su tecnologa; tambin de sus fracasos cuando, por
ejemplo, los sistemas de riego que salinizaron las tierras de Mesopotamia hicieron naufragar todo
un Estado arcaico: las tecnologas pueden alentar la creacin de civilizaciones ecocidas18. Nada
nuevo pues, con las comunicaciones, aunque la intensidad de la esfera virtual es de tal
microcapilaridad que genera transformaciones macrosociales en un breve lapso de tiempo: desde las
protestas globales hasta el re-descubrimiento del uso de nuestro dedo pulgar en las aplicaciones
de telfonos mviles.
En segundo lugar, las relaciones entre internet (I), tomada como referencia de las nuevas
tecnologas comunicativas-informativas, el desarrollo de una protesta (P) y la sociedad (S) son
diversas. Tenemos ejemplos de la combinacin P-I-S: Media Ninja para las protestas en Brasil
(Narrativas Independientes, Periodismo -Jornalismo en portugus- y Accin) se crea en 2011 y es
parte del xito de la difusin de las protestas de 2013 con motivo de la Copa FIFA Confederaciones,
de la misma manera que Indymedia (Independent Media) lo sera para el carrusel de protestas
antiglobalizacin a partir de 1999. Otra posibilidad es S-I-P: grupos sociales se organizan,
utilizan la red y despus generan una protesta: sta es la relacin de los grupos creados por DRY
(Democracia Real Ya) que dieron lugar a las acampadas 15M. Tambin tenemos P-I-P: el 15M se
extendi y auto-organiz merced a la replicacin de modelos, patrones y posibilidad de engrosar la
participacin y deliberacin desde nuevos cauces abiertos en internet para tal fin: twits como #15M
o #acampadasol galvanizaron las acampadas en dos das; espacios como n-1.cc sirvieron para la
organizacin (al margen de facebook) de comisiones y asambleas; webs y videos en internet
dinamizaron los espacios locales del 15M partiendo de direcciones propias como tomalaplaza.net.
El verdadero limitante en internet es cuando la comunicacin insiste en un I-I: las noticias, quejas y
demandas virales que se mueven en la red virtual sin que supongan un esfuerzo para una
sociabilidad real, aunque s crean el caldo de cultivo al dar credibilidad a diagnsticos que, en
ocasiones, podrn saltar a la calle en forma de presin ciudadana.
Por todo ello, me parece pertinente abordar la movilizacin como parte de una transicin ms
amplia, que llamo la transicin de los rebeldes. Son estas nuevas rebeldas, estos nuevos jvenes
iracundos, pero tambin mayores y nuevos sin (sin derechos, sin trabajo, sin territorio, sin18 Civilizaciones que insistieron en reproducirse desde tencologas que imposibilitaron su reproduccin ecosistmica,
ver Franz Broswimmer, Ecocidio. Breve historia de la extincin en masa de las especies, Pamplona, Editorial Laetoli, 2005.
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palabra), embarcados en los gritos de queremos decidir y queremos dignidad, los que
retroalimentarn el sentido y la base social de estas protestas.
La transicin de los rebeldes: ms all de la protesta
Los nuevos o renovados gritos de movilizacin, por tanto, no nacen de las novedades tecnolgicas.
Utilizan la tecnologa para reclamar otros satisfactores, polticos y expresivos, pero tambin de otras
necesidades humanas. Pueden verse como un collage, pero insisto en asociarlos a un proceso de
transiciones inaplazables (Calle 2013, cap. VI): fin de ciclos polticos en clave global como
consecuencia de la primaca de la agenda neoliberal; entrada en una era post-fsil y profundizacin
de un vuelco climtico que alterar las bases estructurales del capitalismo, introduciendo
relocalizaciones y deslegitimando propuestas econmicas globalizadoras (por ejemplo, tratados
de libre comercio a favor de multinacionales); y revisin de culturas de emancipacin a travs de
nuevas dinmicas de movilizacin. Es la transicin de los rebeldes que apuestan por transiciones
humanas.
No slo la protesta nos da la medida de las nuevas rebeldas en la calle. Es una de las patas, pero
hay otras tres conformando esta mesa en la que los rebeldes y las rebeldes se estn buscando. La
mirada desde una sociologa de la protesta, y de la accin colectiva en general, debe acompaarse
de una mirada de otras formas de accin disruptiva que plantean o dibujan otras sociedades, y que a
grandes rasgos consisten en:
la emergencia de iniciativas de economas sociales, especficamente de economas para los
bienes comunes, donde lo comn son elementos naturales (agua, tierra, semillas, etc.), as
como espacios y tecnologas que facilitan compartir el conocimiento y desarrollar
cooperacin social para la satisfaccin inclusiva de necesidades;
la contestacin de las formas de actuacin y de organizacin del sindicalismo clsico,
mayoritario por lo general en cuanto a afiliados se refiere, que encuentra su crtica a partir
de un renovado sindicalismo desarrollado desde una mayor auto-organizacin y ms all del
lugar del trabajo;
la construccin de alternativas polticas bajo la forma partidos-asamblea o partidos-
ciudadana, los cuales incorporan el protagonismo social como referente de accin (partidos
abiertos continumente a la participacin ciudadana); o se consolidan como actores
dispuestos a intervenir en las instituciones locales (municipalismo democrtico). Pretenden
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construir una agenda poltica (bloques crticos) que, conectndose a movilizaciones en las
calles, constituya un freno a las agendas neoliberales, a las prcticas depredadoras
extractivistas, proponiendo el derecho a tener derechos sociales o la gestin ms autnoma
(co-gestin o autogestin) por parte de la ciudadana de satisfactores clave para nuestras
necesidades en torno a salud, educacin, conocimiento, alimentacin.
Son tambin una amalgama de contestaciones que, si bien presentan patrones muy especficos (por
territorio, oportunidades polticas o cultura poltica que lo anima), no podemos dejar de leerlas, al
igual que los ciclos de protesta internacionales, en claves compartidas de: protagonismo social,
contestacin de la agenda neoliberal y articulaciones desde una poltica del y. En gran medida, los
nuevos movimientos globales y los ciclos de protesta internacionales desarrollados al calor de l
(las cumbres antiglobalizacin desde mediados de los 90, contra la guerra de Irak a principios del
2000, ms recientemente la convocatoria Occupy en 2011), han servido para llevar mensajes y
formas de organizacin social frente a conflictos cada vez percibidos como ms compartidos, ms
globalizados. Y eso hace que, en la actualidad, las cuatro dimensiones de la rebelda estn
conectadas entre s, y tambin se conecten internacionalmente, dando lugar a manifestaciones
econmicas, polticas o sindicalistas que viajan entre pases, a la par que las propias convocatorias
de protesta.
Los acontecimientos dirn si estos nuevos rebeldes pueden ofrecer una alternativa a la transicin
dolorosa, aquella que aumenta la exclusin, para convertirla en transiciones humanas, sustentables
en el sentido social y ambiental. Pero esta duda pertenece al maana, aunque no por mucho tiempo,
ni tampoco parece un escenario favorable a las lites tras la irrupcin de estos nuevos movimientos
globales.
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