Gassan Kanafani - Ramallah2
Transcript of Gassan Kanafani - Ramallah2
-
7/24/2019 Gassan Kanafani - Ramallah2
1/5
-
7/24/2019 Gassan Kanafani - Ramallah2
2/5
2
escalofro extrao que sent al ver a una de las muchachas judas empujar,
riendo, la barba de mi to Abu Othman.El no era mi to de verdad: era el barbero de Ramleh y tambin cumpla
las funciones de mdico en la ciudad. Todos gustaban de Abu Othman y le
dieron el apodo de to para mostrar el respeto que le tenan. Ahora estaba
parado all, apretando junto al cuerpo a su hija menor, la pequea Ftima, que
miraba a la juda con sus grandes ojos negros.
-
Es su hija?.
l movi la cabeza, medio inquieto. Sus ojos tenan un fulgor sombro.
Con toda la simpleza del mundo, la juda levant su ametralladora hacia la
cabeza de Ftima. La pequea continuaba mirndola con los ojos negros
llenos de pavor.
Un soldado judo lleg justo en ese instante. La escena le haba llamado
la atencin y se coloc delante de m, impidiendo mi visin de lo que sigui.
O tres balas sucesivas zumbando. Lo que pude ver al seguir fue el
rostro de Abu Othman crispado por un sufrimiento atroz. La cabeza de Ftima
se inclin al frente. Gruesas gotas de sangre escurran de sus cabellos,
derramadas sobre el sol ardiente.
Algunos minutos despus. Abu Othman pas a mi lado, cargando con
sus viejos brazos el cuerpo de Ftima. Estaba callado y miraba apenas para el
frente, con una especie de calma metlica, asustadora. l pas sin verme.
Not como su espalda estaba arqueada mientras avanzaba entre las dos filas
hasta la primera curva. Mi mirada se volvi y se detuvo sobre su mujer, que
se haba cado al suelo. Vi cmo ella puso sus manos en el rostro y explot en
sollozos.
-
7/24/2019 Gassan Kanafani - Ramallah2
3/5
3
Un soldado judo lleg cerca de ella y pidi que se levantase. Ella no
obedeci. Pens que haba llegado al ltimo grado de desesperacin.Esta vez pude ver claramente, con mis propios ojos, lo que ocurra. El
soldado la empuj con el pie y ella se acost de espaldas. Tena la cara roja.
El soldado coloc la punta del fusil sobre su pecho y dispar una nica bala.
Luego, el vino en mi direccin. Pidi con voz tranquila que levantase
el pie que haba puesto en el suelo sin percibir. Obedec y me llev dos
bofetadas. l limpi la mano manchada con mi sangre en mi camisa. Sent un
enorme cansancio e hice fuerza para encontrar a mi madre a lo lejos, entre las
otras mujeres. Ella tena los brazos erguidos bien encima de la cabeza.
Lloraba en silencio. Cuando nuestras miradas se cruzaron, ella sonri
suavemente, entre las lgrimas. Un dolor terrible cortaba mi pierna que se
doblaba sobre mi peso. Intent devolverle la sonrisa triste como para decir que
las bofetadas no me haban dolido, que todo estaba bien y que lo ms
importante era no lamentarse, o actuar como Abu Othman.
l pas otra vez cerca de m. Al verlo, abandon mis pensamientos.
Volva a su lugar sin mirarme. Al llegar cerca del cadver de su mujer, se
detuvo. Slo vea su cuerpo de espaldas, doblado, las ropas ensopadas de
sudor. Poda imaginar su rostro vaco, silencioso y mojado por la
transpiracin.
El se agach para cargar el cuerpo. Muchas veces vi a su mujer sentada
delante de la tienda esperando que l acabase de almorzar, para volver con la
marmita a la casa. l pas, por tercera vez, delante de m, cansado, con el
sudor inundando el rostro arrugado. Pas cerca de m, siempre sin verme, y vi
otra vez su dorso encorvado entre las dos filas de presioneros, que ahora ya no
lloraban.
-
7/24/2019 Gassan Kanafani - Ramallah2
4/5
4
El silencio, de repente, envolvi a las mujeres y a los viejos. Fue como
si los recuerdos de Abu Ohtman penetrases por los huesos de todos.Recuerdos que l acostumbraba a contar a todos los hombres de Ramleh
cuando conversaban en las sillas de la barbera. Recuerdos que ahora henchan
todos los pechos y se infiltraban subterrneamente en los huesos, para
corroerlos como cido.
Era una persona muy querida. Confiaba en todo y en todos, y ms an,
en l mismo. Comenz de la nada y, cuando la revolucin de la Montaa de
Fuego lo empuj a Ramleh, volvi al punto de partida. Recomenz, entonces,
a trabajar duro, siempre til como una planta fecundada por la tierra frtil de
Ramleh. Consigui la estima y el afecto de los habitantes de la ciudad, cuando
comenz la ltima guerra de Palestina, vendi todo lo que tena para comprar
armas, que distribua entre los parientes, pidindoles que cumpliesen con su
deber. La barbera se transform en depsito de armas y municiones. l
nunca pidi nada a cambio de sus sacrificios. Todo lo que deseaba era ser
enterrado en el bello cementerio de la ciudad, a la sombra de los rboles
frondosos. Los hombres de Ramleh saban que Abu Othman esperaba ser
enterrado all cuando llegase el da.
A m alrededor, los rostros cubiertos de sudor reflexionaban el peso de
los recuerdos. Yo miraba a mi madre, parada all con los brazos levantados, el
cuerpo erecto, como si no sintiesen ningn cansancio. Inmvil como una
estatua de plomo, ella segua a Abu Othman con los ojos. Doble un poco la
cabeza para ver al to, que ahora estaba delante de un soldado judo. l dijo
alguna cosa y despus apunt a su barbera. Luego fue andando, solo, en
direccin a ella. Volvi luego, trayendo una sbana blanca que us para
-
7/24/2019 Gassan Kanafani - Ramallah2
5/5
5
envolver el cuerpo de su mujer. Retorn entonces, con ella en los brazos, su
marcha rumbo al cementerio.Volv a verlo un poco despus, viniendo en nuestra direccin con el
caminar muy pesado, el cuerpo an muy encorvado, los brazos cansados
pendulando a lo largo del cuerpo. Se aproxim lentamente a m. Haba
envejecido mucho. Su rostro tena el color del polvo. Jadeaba. Sobre su
pecho se mezclaban trazos de sangre y barro.
Se par a mi lado y qued encarndome como si yo fuese un
desconocido. Permaneci un poco all, parado en medio de la carretera, sobre
aquel terrible sol de julio, cubierto de polvo, mojado con sudor, sus labios
agrietados y la boca, donde la sangre se secaba, entreabierta. Continu
mirndome por un tiempo. Tuve la impresin de ver en sus ojos un mundo de
cosas que me perturbaban sin que yo pudiese llegar a comprenderlas. l
retom su camino, paso a paso, el aliento cortado. Cuando lleg a su lugar, se
detuvo dio vuelta el rostro hacia la carretera y levant los brazos bien alto.
No fue posible enterrar a Abu Othman como l siempre haba soado.
l entr en el escritorio del comandante judo para un interrogatorio. Cuando
coloc los pies all adentro, todos oyeron una pavorosa explosin. El edificio
entero se destruy y el cuerpo de Abu Othman desapareci entre los
escombros.
Ms tarde, mi madre cont, mientras caminbamos por las montaas
rumbo a Jordania, lo que haba sucedido. Abu Othman, al entrar a la barbera
antes de enterrar a su mujer, no haba regresado solamente con la sbana
blanca.