G09 Triunfo Fe
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Transcript of G09 Triunfo Fe
Lección 9
La trayectoria espiritual de Abrahán es una fuente de conocimiento fundamental para la vida cristiana. Cada experiencia de este héroe de la fe proporciona una com-prensión más cercana a la realidad en lo que respecta a Dios y su manera de relacionarse con el ser humano.
Durante esta semana, se presenta el clímax de la fe del patriarca, demostrando que es posible para todos los hombres participar de una experiencia semejante.
Enfocamos el estudio analizando cada una de las dimen-siones de esa fe, en las que encontramos principios para la práctica cristiana:
La fe que vacila; La fe que se concreta en hechos; La fe que triunfa; La fe que obra; La fe que se perpetúa.
Génesis 18:1-15 conforma el telón de fondo de la experiencia de Abrahán en Génesis 20. El Señor le anunció, de manera directa, que el niño que
nacería, lo sería a través de Sara. Pero las circunstancias en ese
momento parecían no favorecer demasiado el cumplimiento de
esa promesa.
La fe que vacila
Al llegar a Gerar, Abrahán actúa de acuerdo con sus propias deducciones, en vez de confiar en el señorío y
la protección divinas. Llegó a pensar que Abimelec podía matarlo para quedarse con su esposa,
conspirando así contra el plan divinamente revelado.
Intentó superar el problema con una treta que ya había usado al comienzo
de su peregrinación. Acordó con Sara que ésta se presentaría como
su hermana.
Pero Abrahán no contaba con la intervención directa de Dios. En un sueño, le es revelado al rey la
verdadera identidad del peregrino y su mujer, además de de la posibilidad de una maldición
sobre la ciudad.
Abimelec inmediatamente tomó medi-das para resolver la situación. En horas de la madrugada, contó lo que le había sido revelado y llamó a Abrahán para
restituirle su esposa y para que intercediera ante Dios.
Este hecho presenta lecciones interesantes. En primer lugar, Abrahán todavía luchaba contra el padre de la
mentira. Probablemente podríamos disculparlo consi-derando que en verdad era medio hermano de su
esposa, pero no podemos permitir que esta falacia nos exceptúe de decir la
plena verdad.
Antes, Dios ya le había demostrado que no necesitaba mentir para que sus
promesas se concretaran.
En segundo lugar, Abrahán no tuvo en cuenta la afir-mación divina “Sara tendrá un hijo” (Génesis 18:14). Aquí vemos que él está preocupado con su propia vida, en
vez de considerar a la promesa como un todo.
Al permitir con su mentira que Sara fuera tomada por Abimelec, Abrahán puso en riesgo el plan de Dios. Minimizó el hecho de que el hijo era también
una promesa para ella.
Por último, Abrahán, que había sido llamado por Dios para ser una “bendición” para las naciones (Génesis
12:2, 3), en esta instancia estaba actuando como agente de maldición (20:3). Al mentir, causó que las
mujeres de Gerar no pudieran concebir.
Luego de que Abimelec devolviera a Sara, el patriarca ejerció su función
mediadora y el Señor retiró la plaga, permitiendo que la bendición de la
maternidad les fuera restituida.
¿Estamos siendo un canal de bendiciones para aquellos que
nos rodean, o –por el contrario– por nuestros errores somos
agentes de maldición?
Según Hebreos 11, la fe “es estar seguros de lo que esperamos”.
Aquello que Abrahán y Sara esperaban, se hizo realidad y Sara
concibió y dio a luz un hijo.
Pero lo que por un lado fue motivo de alegría, por el otro fue
de aflicción y la situación se tornó en inmanejable.
La fe que se concreta en hechos
Ismael, qua ya era un muchacho, había sido considerado por todo el campamento como el heredero de
la riqueza de Abrahán y de la promesa de la descendencia.
Ahora súbitamente era dejado de lado. Y tanto él como su madre
odiaron al hijo de Sara. El regocijo aumentó su envidia, hasta que
Ismael llegó a burlarse abierta-mente del hijo de la promesa.
Según la costumbre de ese tiempo, un hijo de una concubina
esclava no era necesariamente un heredero legítimo, si le era
concedida la libertad.
Sara forzó esta segunda opción, lo que angustió a Abrahán. Dios entonces le ordenó que siguiera
el pedido de su esposa, puesto que haría de Ismael también
una gran nación.
Partiendo de este incidente, notamos que el autor de Génesis
21 destaca algunos aspectos significativos:
“El Señor visitó a Sara, e hizo por ella como había hablado. Y
Sara concibió y dio a Abrahán un hijo en su vejez, en el tiempo
mismo en que Dios le había dicho”
Resulta evidente que los designios de Dios en relación
con sus escogidos se cumplen de manera absolutamente precisa. Cuando Dios es el soberano en nuestra vida,
todo se da acuerdo con sus propósitos.
Pero también notamos que la desobediencia a esos planes lleva al
ser humano a la frustración, la an-gustia y el sufrimiento. En primera instancia, los actos contrarios a los
designios de Dios parecieran no traer consecuencias. Pero el tiempo demuestra la realidad de las cosas.
Para Abrahán, el tener que des-pedir a su primer hijo fue una ex-
periencia sumamente dolorosa.
Pero aún esta circunstancia ajena al plan original quedó fuera del control de Dios. Es cierto que el
Señor había escogido a Isaac como el hijo de la promesa, mas esto no le impidió hacer grandes cosas en
favor de Ismael.
Su nombre significaba “Dios oye”, lo que demuestra que todo clamor halla eco en el corazón
del Creador.
¿En qué momentos críticos de nuestra vida, en los cuales Dios actuó de manera evidente, nos
permiten afirmar que El oyó nuestro clamor y demostró así
su especial cuidado por nosotros?
Abrahán es probado en lo que le era más precioso: la vida de su único hijo. Dios
indica el sacrificio, la víctima y el lugar, de modo que no quedaron dudas para el patriarca de aquello que se le
estaba requiriendo.
Sin vacilar, comienza la peregrinación al monte Moriah, lugar donde más
adelante Salomón construiría el Templo.
La fe que triunfa
El monte Moriah no quedaba tan cerca de donde estaba habitando, puesto que
no fue visto hasta el tercer día de viaje.
Este indicador de tiempo se vuelve signficativo cuando lo examinamos a a
la luz de la experiencia de Abrahán: tres días de prueba mental y de obediencia;
un tiempo para madurar en la fe y llevarlo a mantenerse fiel al Señor
dejando todo el asunto en sus manos.
Al despedirse de sus siervos, Abrahán pone de manifiesto el producto de sus
reflexiones espirituales: padre e hijo adorarían y volverían con ellos
(Génesis 22:5).
Esta declaración expresa la certeza de que la muerte no sería una barrera
para el cumplimiento de la promesa, si consideramos el hecho de la
posibilidad de una resurrección (comparar con Hebreos 11:19).
La pregunta de Isaac con respecto al animal necesario para el holocausto suscita una enseñanza espiritual de importancia vital: Dios proveería el
cordero, no sólo para ese sacrificio en particular, sino del “Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29)
Este episodio es uno de los más significativos del Antiguo Testamento,
puesto que simboliza el verdadero sacrificio efectuado en favor de la
humanidad. Abrahán experimentó algo de lo que el Padre y el Hijo atravesaron
en la crucifixión.
Podríamos extraer innumerables lecciones de este hecho, pero
reflexionemos solo en tres de ellas.
La primera de ellas, hace referencia a la entrega completa por parte de
Abrahán. El podría haber cuestionado al Señor, pero prefirió confiar. Para él,
la “locura de Dios” era sabiduría todavía no descubierta. Fue fiel hasta
el fin, creyó en la recompensa final.
Asimismo, es digno de destacar la actitud de Isaac. Como hijo, no
cuestionó lo que su padre estaba haciendo, sino que manifestó haber
aprendido junto a él el significado de creer en Dios. Independientemente
de lo que le hubiera podido pasar, se entergó por completo a la voluntad del Señor y esperó la manifestación
de Él en su vida.
Por último, pero no menos importante, notamos que las bendiciones de Dios
están sobre aquellos que le obedecen de manera indubitable. Por grandes
que sean sus pedidos, el ser humano debe confiar y seguir la voluntad
divina. Puesto que Abrahán fue fiel, los cristianos podemos hoy considerarnos hijos suyos, herederos de la promesa,
propiedad exclusiva de Dios.
¿Estamos obedeciendo al Señor de manera indubitable, sin
cuestionamientos, esperando en Él las bendiciones
resultantes de esta entrega personal?
La historia de Abrahán muestra que la entrega completa al Señor
se manifiesta en aquello que se hace (Hebreos 11:8-19).
Desde su llamado, hasta la experiencia en el monte Moriah, la fe revelada por el patriarca se
evidencia por sus iniciativas.
La fe que obra
Por la fe, Abrahán:
3. Obedeció al llamado y partió hacia una tierra que él mismo no conocía (11:8);
5. Peregrinó en tierra ajena, habitando en tiendas (11:9);
7. Ofreció a Isaac en sacrificio (11:17).
La idea de que la fe no se evidencia de manera práctica en la vida de los siervos de Dios es una idea contraria a las Escrituras.
Cuando la gracia salvadora de Cristo alcanza al hombre, no hace otra cosa que llevarlo a
una nueva forma de vida.
Ese “nuevo hombre” debe andar en conformidad con la norma divina, o sea la ley revelada y grabada en el corazón del creyente (Jeremías 31:33).
Es un contrasentido anunciar que alcanza con un asenti-
miento intelectual en el sacrificio de Cristo para
obtener la salvación.
En verdad, el Señor espera de sus siervos una relación creciente, que transforme la mente, a fin de llegar a experimentar “cuál es la voluntad de Dios, que es buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
¿Pueden decir las personas que nos rodean que somos
personas de fe a partir de lo que ellos ven como
resultado de nuestras obras?
La fe que se perpetúa
Después de la muerte de Sara (Génesis 23:1-2), Abrahán tomó
recaudos para que Isaac tuviera una esposa adecuada para
continuar con el legado de fe iniciado por él. Hizo que su siervo
jurara solemnemente que buscaría una compañera para su hijo entre
sus parientes de Harán (24:2-9).
Esta acción fue otro acto de fe del noble patriarca, puesto que aún no teniendo certeza de quién sería la mujer, confió enteramente en la providencia divina
para la prolongación de su descendencia.
El Señor no frustró las expecta-tivas de su amigo (comparar con Santiago
2:23), y dispuso a Rebeca como esposa para Isaac, la madre de Jacob, quien se convirtió más
adelante en Israel (Génesis 32:28).
En relación a Isaac, el relato bíblico dice: “Después de la muerte de
Abrahán, Dios bendijo a Isaac su hijo...” (Génesis 25:11), y de esta
manera lo preparó para perpetuar al pueblo escogido para ser el
portador de las buenas nuevas de salvación.
¿Qué decisiones hemos tomado para perpetuar “la fe que una
vez fue entregada a los santos” en cada una de nuestras
propias familias?
ASOCIAR la verdad ¿Por qué debería estudiar esta lección?DESCUBRIR la verdad ¿Qué dice la Biblia acerca de esta verdad? APLICAR la verdad ¿De qué manera esta verdad impacta en mi vida? PLANIFICAR la práctica de la verdad ¿Cómo puedo usar esta lección? TRANSFERIR la verdad ¿Qué cambios necesito hacer en mi vida?
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