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Publicado en 2017 por la Oficina de la UNESCO en México, Presidente Masaryk 526, Polanco, 11560, Ciudad de México, México.

© UNESCO 2017 © Gobierno del Estado de Coahuila 2017

ISBN: 978-607-9376-47-5

Esta publicación está disponible en acceso abierto bajo la licencia Attribution-ShareAlike 3.0 IGO (CC-BY-SA 3.0 IGO) (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/igo/). Al utilizar el contenido de la presente publicación, los usuarios aceptan las condiciones de utilización del Repositorio UNESCO de acceso abierto (www.unesco.org/open-access/terms-use-ccbysa-sp).

Los términos empleados en esta publicación y la presentación de los datos que en ella aparecen no implican toma alguna de posición de parte de la UNESCO en cuanto al estatuto jurídico de los países, territorios, ciudades o regiones ni respecto de sus autoridades, fronteras o límites.

Las ideas y opiniones expresadas en esta publicación corresponden a los autores; no son necesariamente las de la UNESCO y no comprometen a la Organización.

Esta publicación fue concebida, desarrollada, coordinada y editada en su totalidad por la Oficina de la UNESCO en México:

Concepción, coordinación y edición general del proyecto: Nuria Sanz, Directora y Representante de la Oficina de la UNESCO en México

Desarrollo editorial: Elisa Gutiérrez, Oficina de la UNESCO en México José Pulido Mata, Oficina de la UNESCO en México Dorian Rommens, Oficina de la UNESCO en México

Diseño gráfico y de portada: Rodrigo Morlesin, Oficina de la UNESCO en México

Fotos de primera y cuarta de forros: Elisa Gutiérrez, Oficina de la UNESCO en México

Agradecemos profundamente todo el apoyo brindado por el Gobierno del Estado de Coahuila y su Secretaría de Medio Ambiente. Asimismo, extendemos el agradecimiento al profesor Robin Dennell, miembro del Comité Científico del Programa Temático HEADS (Evolución Humana: Adaptaciones, Migraciones y Desarrollos Sociales, por sus siglas en inglés).

Impreso en México

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Arte rupestre,

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Mensaje

Coahuila, por su situación geográfica y por su his-toria geológica, es un territorio de gran impor-tancia natural, donde el desierto dominante se convierte en bosque al tomar altura en las mon-

tañas, donde hay ríos que al unirse con el Golfo de México permitieron que muchos organismos se desplazaran por estos corredores de vida y agua, donde las dunas nos re-cuerdan que ahí hubo lagos, en este sitio maravilloso que en el largo devenir de las eras geológicas se fue modifi-cando y que de esos cambios nos quedó multitud de seres que hoy sólo aquí se encuentran.

La larga historia está escrita en las montañas, en sus pliegues y en sus capas que son como un gran libro que narra la historia del territorio, donde los fósiles se asoman para mostrarnos que aquí hubo un mar, playas, bosques que ahora son carbón y que dejaron rastros de seres micros-cópicos, de animales marinos y de los increíbles dinosaurios que una vez caminaron por lo que ahora es Coahuila, enti-dad a la que por eso llamamos con orgullo Tierra de Dino-saurios.

En este clima que a algunos pudiera parecerles extre-mo o inhóspito, la vida florece en comunidades vegetales que albergan flora y fauna silvestre de gran valor biológico y ahora económico; esto permitió que, desde la llegada de los seres humanos a estas latitudes, pudieran sobrevivir durante miles de años, moviéndose con las estaciones y con los animales. Estos primeros habitantes nos dejaron una larga y rica historia dibujada y esculpida en las rocas, para que nosotros tratemos de reconocer en estas obras de arte rupestre el valor ancestral de nuestro patrimonio y con ello tratemos de encontrar un mejor sentido del futuro.

Después, a lo que ahora es México, llegaron nuevos habitantes, especies novedosas que vinieron acompañando a las mujeres y hombres que buscaban donde asentarse y con ello cambiar no sólo el uso de los recursos, sino el estilo de vida que conlleva ser sedentario y que implica modificar

el uso del suelo para producir alimentos que hasta entonces eran ajenos a este territorio. Coahuila no fue la excepción de esta nueva oleada de humanos, diferentes en costum-bres a los que aquí vivían, pero similares en la aceptación de ese clima que para ellos, al igual que para nosotros, es ideal para vivir y formar asentamientos novedosos que hoy siguen creciendo.

La vida rural de los primeros años del México inde-pendiente se ha ido transformando como consecuencia de la revolución industrial y de todos los cambios tecnológicos a los que tenemos acceso; sin embargo, la actual situación sigue dependiendo de nuestro patrimonio natural, es por eso que debemos trabajar en su conservación, porque guar-dando esos tesoros y salvaguardando la riqueza cultural, la herencia de arte, de estilos de vida y la actual complejidad en la que vivimos, podremos entender quiénes somos y a dónde vamos.

Documentar el presente y el pasado en un sitio de re-serva de datos y documentos sobre la historia natural y el uso de los recursos naturales en Coahuila servirá como el archivo necesario que nos dé herramientas para entender el porqué de los cambios y prever, a través de políticas pú-blicas acertadas, las estrategias que permitan contribuir al mejor conocimiento de nuestro territorio, y a todos los seres que habitan en Coahuila, vivir en paz.

Rubén Ignacio Moreira ValdezGobernador Constitucional

del Estado de Coahuila de Zaragoza

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Presentación

Más allá de las dunas y de la asociación de la palabra desierto con un espacio desola-do, carente de vida, se encuentra un eco-sistema con una inabarcable diversidad de

especies y hábitats, que es hogar de más de 2 mil mi-llones de personas y que abarca cerca del 40% de la superficie total del planeta. Tales características son las que han hecho ineludible que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), desde su Conferencia General de 1948 y de acuerdo con las líneas de su mandato, sentara las bases para la creación de un instituto in-ternacional para el estudio de las zonas áridas. De esa manera surgió el Programa de Investigaciones sobre las Zonas Áridas, en Jodhpur, India, que es-timuló el estudio científico sobre el desierto y formó centenares de especialistas en el tema.

Al día de hoy, el legado de aquellos científicos sigue avanzando el conocimiento en los modernos institutos de investigaciones sobre el desierto, y la UNESCO, perpe-tuando su tradición de impulsar estudios sobre las zonas áridas del mundo, continúa con el respaldo a proyectos que sumen perspectivas al conocimiento de estos ecosis-temas, cuyas implicaciones ambientales no han quedado fuera de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

En la misma línea, la presente edición materializa y fija los resultados de una estrecha colaboración entre la Oficina de la UNESCO en México y el Gobierno del Estado de Coahuila. Fue en mayo de 2016 cuando tuvo lugar, en las instalaciones de la Universidad Autónoma de Coahui-la, el Foro “Futuro sostenible de la vida en el desierto”, que reunió a prominentes especialistas de diversas latitudes con el fin de diversificar conocimientos y comparar expe-riencias para la instauración del Centro de Documenta-ción e Información del Desierto de Coahuila.

A lo largo de estas páginas, el lector encontrará un abanico de paisajes desérticos, acompañados por reflexivos textos que se contraponen al concepto común del desierto como espacio inhabitable. Naturaleza, tradición, sosteni-bilidad, arte y sociedad son algunos de los elementos que se conjugan en este volumen, que sale de las prensas a poco menos de tres años para que culmine el Decenio de las Naciones Unidas para los Desiertos y la Lucha contra la Desertificación, cuyos resultados, esperamos sean favo-rables y puedan valorarse a la luz de esfuerzos como éste.

Para finalizar este breve preámbulo, la Oficina de la UNESCO en México aplaude el interés y reconoce la disposición del Gobierno del Estado de Coahuila y de su Secretaría del Medio Ambiente, para trabajar y seguir sumando esfuerzos en un tema que nos atañe a todos como sociedad consciente del valor de las zonas áridas: la preservación de la vida en los desiertos.

Nuria SanzDirectora y Representante

de la UNESCO en México

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Prefacio

El Gobierno de Coahuila de Zaragoza se ha pre-ocupado entre muchos aspectos por la cultura, entendiendo que es parte de una rica tradición y de una herencia que mucho aporta al bienestar

de las personas. Esto implica que, además del disfrute de las diferentes manifestaciones de la misma, está íntima-mente relacionada con nuestra historia, nuestras prefe-rencias y la capacidad de comunicarnos, que nos permite estar al tanto de lo que sucede en el mundo.

Cuando vemos la riqueza natural y cultural de la en-tidad, las manifestaciones del arte rupestre, la relación del ser humano con su entorno, la capacidad de transformarlo y la necesidad de conservarlo, tenemos que ver hacia nuestro interior para valorar lo que tenemos y podemos perder si no ponemos todo nuestro empeño en su preservación. Pero para ello también debemos voltear en otras direcciones y nutrirnos de lo que en otros países están haciendo para aprender sin una curva angustiosa y para comprender que en este planeta los diferentes grupos humanos mucho se parecen y que por eso somos la misma especie, no sólo por los aspectos de nuestra biología sino por las enormes coin-cidencias que se dan en la cultura y en el uso de la tierra.

La UNESCO nos da esta oportunidad al acercarnos, a través de su acervo de conocimiento y de las relaciones entre países, a científicos y administradores de recursos naturales y culturales para compartir el valor de los mis-mos, en este caso de los que se desarrollan en el desierto, esos lugares que por definición están deshabitados, faltos de vida, pero donde las adaptaciones naturales no sólo per-mitieron la presencia de una inmensa comunidad de seres vivos, sino también de asentamientos humanos, de grupos nómadas que caminaron hace miles de años desde África hasta América.

El compartir con estos importantes personajes que en diferentes países hacen realidad la conservación a través del estudio de sus culturas ligándolas con la naturaleza

de los sitios donde se desarrollaron nos permite conocer y apreciar todos los intentos y proyectos que desarrollan de la mano de la ONU a través de la UNESCO, como intercesor mundial del patrimonio natural y cultural del planeta.

Esto nos ayuda a planificar mejor el resguardo de la información sobre las especies, los espacios y el impacto que nosotros hemos tenido sobre ellos, porque la informa-ción existe, sólo debemos buscarla en la historia geológica, natural y humana, en las múltiples publicaciones, en las narraciones que no deben de olvidarse.

Contar con un acervo de nuestro devenir en relación con el clima, la geología, la geografía, la ecología, debe ser un insumo para tomar decisiones más acertadas, para ca-minar en un rumbo donde la conservación sea su estrella guía. Las aportaciones que hoy tenemos marcan la pauta para un mejor quehacer; de esa reunión de científicos que al terminar ya consideramos amigos además de maestros, tomamos el ejemplo y el compromiso, para que en Coahuila sigamos considerando que somos afortunados por vivir en el desierto, donde hay bosques, donde llegan las aves mi-gratorias, donde florecen ciudades y donde queremos estar por siempre.

Eglantina Canales GutiérrezSecretaria de Medio Ambiente

del Estado de Coahuila de Zaragoza

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Índice

INTRODUCCIÓN

Cooperación internacional en materia de áreas desérticas Nuria Sanz 13

APROXIMACIONES ARQUEOLÓGICAS

Nuevos Descubrimientos Paleontológicos en México Felisa J. Aguilar 47

Chinchorro, Materialidad y PatrimonializaciónBernardo Arriaza 59

Evidencias arqueológicas y bioarqueológicas del poblamiento humano de desiertos en el Holoceno tardío del sur de PatagoniaRafael Goñi 73

New perspectives in archaeological research of marginal deserts in South America César Méndez, Amalia Nuevo Delaunay and Ramiro Barberena 89

Rock Art Documentation & Preservation: Border Canyonlands Archaeological ProjectCarolyn Boyd 103

El arte rupestre como parte fundamental del patrimonio cultural de las regiones áridas del norte de México y la necesidad de desarrollar proyectos transfronterizos para su registro, documentación y preservaciónJulio Amador Bech 113

Arid lands and deserts in Mongolia: new research perspectives Troy Sternberg and Ariell Ahearn 133

ANTROPOLOGÍAS DEL DESIERTO

Indigenous Cultural Landscape Interactions in the Australian DesertLynley A. Wallis 143

Sociedades del Desierto de Atacama, Norte de ChileVictoria Castro y Calogero Santoro 153

Herramientas de Complejidad para el Futuro Sostenible de la Vida en el DesiertoCarlos Reynoso 173

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DESARROLLO SOSTENIBLE DE LA VIDA EN EL DESIERTO

Desarrollo Sostenible: Planificación y Gestión del Territorio: ¿cuáles son las claves? Roberto Molinari 181

Can we save a world? Lessons from an endangered microbial oasis in the Chihuahuan desert Valeria Souza, Luis E. Eguiarte, Jim Elser, Gabriela Olmedo-Alvarez, Janet L. Siefert and Michael Travisano 191

Estado del conocimiento sobre las cactáceas del Desierto Chihuahuense y su estado de conservaciónHéctor M. Hernández 205

El consumo de agua y la vida en el desierto: la historia ambiental del río NazasHernán Salas Quintanal 211

Manejo de las aguas residuales en la gestión de los recursos hídricos en zonas áridas como un elemento de innovación y desarrollo sustentable Ismael Leonardo Vera Puerto 225

Adaptación de Técnicas Autóctonas para el Desarrollo Sustentable de zonas áridasPedro Berliner 237

La Reserva de la Biósfera El Pinacate y Gran Desierto del Altar, criterios para su inscripción a la lista de Patrimonio de la Humanidad y el valor de su BiodiversidadMiguel Ángel Grageda García, Federico Godínez Leal y Horacio Ortega Morales 243

Retos y estrategias para la conservación de los Desiertos Mexicanos Luis Fueyo Mac Donald, Santiago Gibert Isern y César Sánchez Ibarra 255

Cuatro Cienegas, example of non-sustainable agricultura Gabriela Olmedo-Alvarez, Valeria Souza, Luis Eguiarte, Silvia Pajares, Felipe García-Oliva, Yunuen Tapia 261

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

Para la instalación del Centro de Documentación e Información del Desierto de Coahuila 275

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Introducción Arte rupestre,

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Cooperación internacional en materia de áreas desérticas

Nuria SanzDirectora y Representante de la Oficina de la UNESCO en México

La Oficina de la UNESCO en México agradece la con-fianza del Gobierno de Coahuila para definir objetivos, programa e institucionalización de un Centro dedicado a los estudios del desierto, para la protección y conser-vación integradas de su fauna, flora y de su diversidad cultural, pertinente y útil para la ciudadanía, así como para los sectores productivos público-privados y para el sector académico de la entidad.

Con tal meta, nos propusimos desarrollar un pro-yecto de colaboración que iniciara a partir de una es-cucha activa de la academia, de las asociaciones, ins-tituciones, personalidades, representantes estatales y municipales estatales, orquestado por la Secretaría de Medio Ambiente del Estado de Coahuila. Una vez que se identificaron las necesidades, y habiendo reconocido la necesidad social y no sólo la técnica, nos pusimos manos a la obra para organizar un foro internacional que acogiera a iniciativas semejantes en otras zonas áridas del planeta y que pudiera servir a modo de ilus-tración, para reflexionar sobre cómo avanzar estrate-gias de colaboración interinstitucional en áreas desér-ticas y tierras áridas con otros países y continentes, y con ello poder definir singularidades en el caso que nos ocupaba: reflexionar sobre el futuro de una parte bien significativa de la mancha del gran desierto chi-huahuense, que, con sus más de 450,000 km² de exten-sión, constituye la más extensa superficie desértica de

América del Norte. Coahuila se convierte en un epicen-tro de reflexión y acción para una región transnacional que se enfrenta a un reto internacional que abarca los territorios de Nuevo México, desde la región al oeste del río Pecos, en el Estado de Texas, hasta la región sureste de Arizona, así como la altiplanicie mexicana en los vecinos estados de Sonora y Chihuahua.

En el Foro Internacional, especialistas en arqueo-logía, geología, paleoantropología y arte rupestre arti-cularon sus propuestas con antropólogos, politólogos, legisladores y ambientalistas. El resultado que aquí presentamos da buena cuenta de un diálogo productivo y establece pautas claras sobre cómo iniciar este proce-so en Coahuila. El Néguev, Atacama, el Sahara, los de-siertos transfronterizos de México con Estados Unidos y las masas continentales áridas de Australia encuen-tran en esta publicación espacio sustantivo de análisis y de compromiso con la comunidad internacional, para atender localmente un triple necesidad: la de enfren-tar los retos frente a los procesos de desertificación que afectan áreas productivas fértiles en todo el orbe, la relacionada con el establecimiento de estrategias que frenen los avances de las fronteras agrícolas y ganade-ras y, por último, la necesidad de tratar a los desiertos en su realidad germinal y considerarlos terrenos ex-traordinariamente fértiles para el avance de la ciencia y de las formas biológicas y culturales ligadas al uso

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Tendido eléctrico sobre el desierto, región de Cuatro Ciénegas en el Desierto de Coahuila.

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sostenible de sus recursos. Con ello en mente, nos tra-zamos los siguientes objetivos:

• Presentar experiencias nacionales e internaciona-les sobre gestión de centros de investigación del desierto en otras áreas.

• Analizar las posibles formas de revertir la degra-dación de las tierras y la pérdida de la diversidad biológica.

• Atender a las demandas de información y el inter-cambio de datos entre las entidades responsables del uso y promoción del desierto.

• Establecer lineamientos y discutir las metodolo-gías de base para elaborar un plan de acción para los próximos años.

• Analizar las alternativas del Estado de Coahuila ante una desertificación que avanza.

• Analizar el código ético para vivir en el desierto y los posibles patrones de sostenibilidad.

• Analizar las perspectivas del desierto que tienen sus habitantes, así como la permanencia de las formas culturales desde su relación histórica.

• Generar las bases para la implementación de una currícula de formación para el desarrollo sosteni-ble.

• Analizar los esfuerzos encaminados a la recopila-ción de información, de inventario y de compara-ción de especies.

• Discutir nuevas vías que promuevan la investi-gación hacia la promoción de los ecosistemas del desierto.

Los desiertos forman parte de los llamados “eco-sistemas frágiles”. Las áreas desérticas han sido con-sideradas por las culturas urbanas o agrícolas como tierra de nadie o tierra de tránsito. Hablar de deser-tificación implicaba interrogarse sobre la degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas como consecuencia de diversos factores, incluidas las variaciones climáticas y actividades antrópicas. La desertificación afecta hasta una sexta parte de la po-blación mundial, al 70% de todas las tierras áridas y a una cuarta parte del área terrestre total del mundo. Produce una pobreza generalizada y la degradación

de mil millones de hectáreas de pastizales y tierras de cultivo cada año. Esta perspectiva nos aproxima a con-sideraciones del desierto como el solar de la pobreza y del deterioro, sin persuadirnos de entenderlo como una forma ecosistémica propia y no degradada. Los desier-tos han sufrido de forma generalizada el prejuicio de lo apartado, de lo sin vida, de lo inerte, entendidos como territorios de la soledad o del abandono. Como una forma de no-lugar. El microcosmos invisible de su di-versidad biológica, no apreciable a simple vista, nos ha apartado de una consideración genuina de los desiertos como una forma plena de vida que necesita otra ma-nera de acercamiento, otras consideraciones que tras-cienden a las percepciones y que deben insertarse en el terrenos de la develación científica, entre otras, sin olvidar que los desiertos contemporáneos son la resul-tante de otros cambios climáticos que acontecieron a lo

Grietas en el suelo árido de la región de Cuatro Ciénegas del Desierto

de Coahuila.

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largo de milenios y que los catapultan como deposita-rios de una acumulación de conocimiento bioclimático y cultural ancestral. También es cierto que los desiertos hoy pueden mudar a ecosistemas más húmedos y las consecuencias de ese virar implican un análisis más ri-guroso de lo que significaría la pérdida de esos lugares de aparente simpleza.

Hoy la desertificación afecta directamente a más de 250 millones de personas. Amenaza las vidas de alrededor de 1,200 millones de seres humanos en 110 países que se encuentran entre los más pobres del mundo y que dependen de la tierra para enfrentar las más perentorias de sus necesidades. En la actualidad, un tercio de la superficie de la Tierra, 4 mil millones de hectáreas, está amenazada por la desertificación. Cada año, la desertificación y la sequía causan una pérdida de producción agrícola estimada en 42 mil millones de dólares en todo el mundo. El costo anual de la lucha contra la degradación de la tierra se estima en $ 2,4 mil millones.

Las tradiciones de las culturas del desierto son algunas de las obras maestras del patrimonio oral e inmaterial de la UNESCO. Los patrimonios vernáculos edificados, los sistemas eficientes de gestión del agua, los itinerarios y las rutas de tránsito en áreas desér-ticas y la pericia de recorrerlas constituyen formas de conocimiento irremplazable para enfrentar las dificul-tades y los conflictos que genera el cambio climático. Desde 1997 y hasta el 2020, se estima que aproximada-mente 60 millones de personas habrán mudado su mo-rada en las áreas desérticas del África subsahariana hacia el norte de África y Europa.

En principio podemos definir dos grandes planos de actuación multilaterales en términos de coopera-ción internacional en áreas áridas en el planeta. Una primera, enfocada a frenar los estragos de los avan-ces de la desertificación en cualquier latitud, y otra, una segunda, encargada de proteger las condiciones de preservación de espacios desérticos naturales protegi-dos. Sin duda esta dualidad simplifica el tratamiento de una fenómeno complejo y apasionante para uno de los mayores desafíos en materia de investigación cien-tífica, tanto para la ciencia social como para la ciencia básica.

De acuerdo con la primera forma de actuación, resulta esencial referirse a la Convención de las Na-ciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (UNCCD, por sus siglas en inglés). Se trata de un acuerdo Internacional universal cuyo fin es promover una respuesta global para la desertificación. La Cum-bre para la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992 inició las deliberaciones multilaterales y es aceptada como la reunión generatriz de este tratado, que entra-ría en vigor a partir de 1996. Hoy, la UNCCD reúne a 194 Estados Parte. Es sin duda uno de los instrumen-tos de sostén a toda la agenda sobre cambio climático, ha desarrollado instrumentos de articulación con la Agenda 21, al tiempo que fomenta la participación de la sociedad civil y la transferencia de la ciencia y la tecnología, sin olvidar el justo equilibrio que garantice, a su vez, la transmisión eficaz de los conocimientos tra-dicionales. Adicionalmente es significativo mencionar que, desde 2013, la Iniciativa Global para las Tierras Áridas promovida por la UICN articula sus esfuerzos con la UNCCD con la finalidad de apoyar la gestión sostenible de los ecosistemas en zonas áridas y la con-servación de su biodiversidad, gracias a iniciativas que promueven la investigación aplicada y las políticas pú-blicas orientadas a consolidar una gestión sostenible de áreas desérticas o en proceso de desertificación.

Ambas plataformas de cooperación resultan instru-mentales en la implementación del Decenio para los De-siertos y la Lucha contra la Desertificación (2010-2020), establecido por la Resolución A/64/201 de la Asamblea Ge-neral de la Naciones Unidas. Los mandatos de la Resolu-ción contemplan la consecución de los siguientes objetivos:

• La organización de actividades para celebrar el Decenio con la finalidad de concienciar a la ciuda-danía acerca de (a) las causas y (b) soluciones a la actual degradación del suelo y la desertificación;

• La movilización de apoyo financiero y técnico para la Secretaría de la Convención, que impulse inicia-tivas especiales para la celebración de la Década, así como otros eventos conmemorativos y activida-des alrededor del mundo; y

• El monitoreo y la emisión de informes sobre el pro-greso de la preparación del Informe del Secretario

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General a la Asamblea General en la 69 sesión sobre el estado de la implementación de la reso-lución.

El nuevo Marco Estratégico UNCCD 2018-2030 representa el compromiso global más completo para lo-grar la Neutralidad de Degradación de Tierras (LDN, por sus siglas en inglés), para restaurar la productivi-dad de vastas franjas de tierras degradadas, mejorar los medios de vida de más de 1.3 billones de personas y reducir los impactos de la sequía en poblaciones vul-nerables. Asimismo, se ha creado el primer fondo mun-dial del sector privado, conocido como Fondo de Neu-tralidad para la Degradación de Tierras, que reunirá a inversionistas públicos y privados para financiar pro-

yectos, a fin de restaurar tierras degradadas que bene-ficien al medio ambiente, al sector económico y social.

Desde hace más de una década, todos reconocemos que no habrá políticas nacionales o internacionales que puedan garantizar formas de desarrollo sostenible universal sin que las enormes masas continentales y costeras de áreas desérticas en el planeta sean conside-radas como destino prioritario de la investigación y la gestión pública. Las masas de tierras áridas son terri-torios en su mayoría transnacionales y la cooperación internacional es sin duda una plataforma fértil para el ejercicio de corresponsabilidades y desafíos colectivos. Y fruto de esa necesidad, la nueva Agenda 2030 de las Naciones Unidas incorpora, desde una declaración de intenciones en su Preámbulo, la necesidad de dar a es-

Arte rupestre, Cuatro Ciénegas, Coahuila.

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Desiertos y sostenibilidad: el trabajo internacional de la UNESCO

Desierto de Coahuila,

luces de la puesta del Sol.

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tas áreas la importancia y preeminencia que merecen. A saber:

Párrafo 14 de la “Introducción” de la Declaración de la Agenda 2030:

Nos hemos reunido en un momento en que el desarrollo sostenible afronta inmensos desafíos. Miles de millones de nuestros ciudadanos siguen viviendo en la pobreza y privados de una vida digna. Van en aumento las desigualdades, tan-to dentro de los países como entre ellos. Existen enormes disparidades en cuanto a las oportuni-dades, la riqueza y el poder. La desigualdad entre los géneros sigue siendo un reto fundamental. Es sumamente preocupante el desempleo, en par-ticular entre los jóvenes. Los riesgos mundiales para la salud, el aumento de la frecuencia y la intensidad de los desastres naturales, la esca-lada de los conflictos, el extremismo violento, el terrorismo y las consiguientes crisis humanita-rias y desplazamientos forzados de la población amenazan con anular muchos de los avances en materia de desarrollo logrados durante los últi-mos decenios. El agotamiento de los recursos na-turales y los efectos negativos de la degradación del medio ambiente, incluidas la desertificación, la sequía, la degradación de las tierras, la escasez de agua dulce y la pérdida de biodiversidad, au-mentan y exacerban las dificultades a que se en-frenta la humanidad. El cambio climático es uno de los mayores retos de nuestra época y sus efec-tos adversos menoscaban la capacidad de todos los países para alcanzar el desarrollo sostenible. La subida de la temperatura global, la elevación del nivel del mar, la acidificación de los océanos y otros efectos del cambio climático están afectando gravemente a las zonas costeras y los países cos-teros de baja altitud, incluidos numerosos países menos adelantados y pequeños Estados insulares en desarrollo. Peligra la supervivencia de muchas sociedades y de los sistemas de sostén biológico del planeta.

En el Párrafo 33 de la “Introducción”, la Declara-ción continúa con:

Reconocemos que el desarrollo social y econó-mico depende de la gestión sostenible de los re-cursos naturales de nuestro planeta. Por ello, estamos decididos a preservar y utilizar soste-niblemente los océanos y los mares, los recursos de agua dulce y los bosques, las montañas y las zonas áridas, y a proteger la diversidad biológi-ca, los ecosistemas y la flora y fauna silvestres. También estamos decididos a promover el turis-mo sostenible, hacer frente a la escasez de agua y su contaminación, fortalecer la cooperación sobre la desertificación, las tormentas de arena, la degradación de las tierras y la sequía y pro-mover la resiliencia y la reducción del riesgo de desastres.

De igual manera, la nueva Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible incorpora, en su Objetivo 15, la necesidad de proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar sos-teniblemente los bosques, luchar contra la desertifica-ción, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad. Y solicita a los Estados cumplir metas claras, a saber:

15.3. De aquí a 2030, luchar contra la deserti-ficación, rehabilitar las tierras y los suelos de-gradados, incluidas las tierras afectadas por la desertificación, la sequía y las inundaciones, y procurar lograr un mundo con efecto neutro en la degradación de las tierras.

Los desiertos son valiosos repositorios de restos paleontológicos y expresiones culturales del pasado y del presente y, por lo tanto, proporcionan una gran oportunidad para el estudio científico. Sin embargo, li-mitándonos a los bordes geográficos que no existieron en siglos anteriores, estamos limitando nuestra capaci-dad de reconstruir una imagen completa de entornos y culturas pasadas.

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Cooperación internacional en materia de áreas desérticas

Frente a los esfuerzos por combatir la desertificación, la la-bor en el seno de la UNESCO ha privilegiado la protección de los ecosistemas desérticos como espacios de vida, de versatilidad geológica, de belleza natural, de reserva bioló-

gica, de laboratorios de estudio de los usos culturales de la biodi-versidad, de áreas productivas sostenibles. La Lista del Patrimonio Mundial, las Reservas de la Biosfera y la Red Global de Geoparques dan buena cuenta de este propósito.

Estas tres designaciones de sitios dan una imagen com-pleta de la celebración de nuestro patrimonio y de la con-servación de la diversidad cultural, biológica y geológica del

mundo. También promueven formas de desarrollo económi-co sostenible.

• Los Sitios de Patrimonio Mundial promueven la conservación

integral de lugares donde se justifican Valores Universales Ex-

cepcionales, tanto desde el punto de vista cultural como natural;

• Las Reservas de la Biosfera se centran en la gestión produc-

tiva y en el análisis de los usos culturales de la biodiversidad;

• En el caso de los Geoparques, la UNESCO reconoce interna-

cionalmente sitios que promueven la importancia y el signifi-

cado de la protección de la geodiversidad de la Tierra a través

de la participación activa con las comunidades locales.

Sitios de Patrimonio MundialEn 71 sitios de Patrimonio Mundial, la justificación de su Valor Universal Excepcional se relaciona directamente con entornos desérticos.

SITIOS EN PELIGROCultural:Ciudades antiguas de Djenné, MaliTimbuktú, MaliTumba de los Askia, MaliReservas naturales del Aïr y el Ténéré, NigerCiudad arqueológica de Samarra, IrakCiudad vieja de Gadamés, LibiaSitio de Palmira, República Árabe SiriaCiudad vieja amurallada de Shibam, Yemen

Natural:Oficinas Salitreras de Humberstone y Santa Laura, Chile

En peligro

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Cooperación internacional en materia de áreas desérticas

Tsodilo, Botswana. 2001, sitio cultural http://whc.unesco.org/en/list/1021

Llamado en ocasiones el “Louvre del desierto”, Tsodilo cuenta con una de las mayores concentraciones de arte rupestre del mundo. Este sitio conserva la memoria de las actividades humanas y las mutaciones del medio am-biente de los últimos 100 mil años.

Lagos de Unianga, Chad. 2012, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1400

Este sitio abarca 18 lagos conexos entre sí en el desierto del Sahara, en la región de Enedi. El complejo lacustre abarca una superficie de 62.808 hectáreas y es el más vasto de los existentes en un medio geográfico de aridez extrema.

Macizo de Ennedi, paisaje cultural y natural, Chad. 2016, sitio mixtohttp://whc.unesco.org/en/list/1475

Situado al noreste del país, el macizo de Ennedi está for-mado por arenisca. Con el tiempo, la erosión del agua y el viento esculpieron esta meseta, formando gargantas y valles y creando paisajes espectaculares con arcos y pila-res naturales de piedra, picos y barrancos.

Valle bajo del Awash, Etiopía. 1980, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/10

El valle bajo del Awash posee uno de los más importantes conjuntos de yacimientos paleontológicos del continente africano. Los restos de homínidos encontrados en este lu-gar han proporcionado datos esenciales acerca de la evo-lución de la especie humana, y han modificado nuestra visión de la historia de la humanidad.

Valle bajo del Omo, Etiopía. 1980, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/17

Situado cerca del lago Turkana, el valle bajo del Omo, es un sitio prehistórico de fama mundial. En este enclave se han encontrado numerosos restos paleontológicos que revisten una importancia esencial para el estudio de la evolución del ser humano.

Parques nacionales del Lago Turkana, Kenia. 2001, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/801

El lago Turkana es el más salino de los grandes lagos de África y constituye un laboratorio excepcional para el estudio de diferentes comunidades de plantas y animales de zonas áridas.

ÁfricaSe encuentran inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial con entorno desértico, entre otros:

TsodiloParques nacionales del Lago Turkana Macizo de Ennedi Valle bajo del AwashValle bajo del Omo ©

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Ciudades antiguas de Djenné, Mali. 1988, sitio cultural (en peligro)http://whc.unesco.org/en/list/116

Poblado desde el año 250 a.C., el sitio de Djenné llegó a ser un centro mercantil importante y un eslabón de la ruta transahariana del oro. En los siglos XV y XVI fue un foco de propagación del Islam. Sus viviendas tradicio-nales – de las que se conservan unas 2.000 aproximada-mente – se construyeron en pequeños altozanos (toguere) para protegerlas contra las inundaciones estacionales.

Timbuktú, Mali. 1998, sitio cultural (en peligro)http://whc.unesco.org/en/list/119

Sede de la prestigiosa universidad coránica de Sankoré y varias madrasas, Tombuctú fue durante los siglos XV y XVI una de las capitales intelectuales y espirituales del Islam y un foco de propagación de esta religión en África.

Farallones de Bandiagara (País de los dogones), Mali. 1989, sitio mixtohttp://whc.unesco.org/en/list/516

Además de sus excepcionales paisajes de farallones y me-setas de arenisca con hermosas realizaciones arquitectó-nicas –viviendas, graneros, altares, santuarios y lugares de reunión o “togunas”–, la meseta de Bandiagara con-serva toda una serie de tradiciones sociales ancestrales del pueblo Dogón.

Tumba de los Askia, Mali. 2004, sitio cultural (en peligro)http://whc.unesco.org/en/list/1139

La espectacular estructura piramidal de 17 metros de altura es la tumba de la dinastía de los Askia, erigida en 1495 por Askia Mohamed, emperador de Songhai, en su capital de Gao; atestigua la potencia y riqueza de un imperio que cobró auge entre los siglos XV y XVI gracias al control del comercio de la sal y del oro a través del Sahara.

Arenal de Namib, Namibia. 2013, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1430

Es el único desierto costero en el mundo que incluye ex-tensos campos de dunas influenciados por la niebla.

Reservas naturales del Aïr y el Téneré, Níger. 1991, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/573

Estas reservas se extienden por una superficie de 7.700.000 hectáreas y forman la zona natural protegida más vasta de toda África. El sitio comprende el macizo volcánico del Air, islote saheliano situado en medio del desierto sahariano del Teneré, con un clima, flora y fauna totalmente singulares.

Ciudades antiguas de Djenné Timbuktú Farallones de Bandiagara Tumba de los Askia

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Cooperación internacional en materia de áreas desérticas

Centro histórico de la ciudad de Agadez, Níger. 2013, sitio cultural (en peligro)http://whc.unesco.org/en/list/1268

El sitio está marcado por tradiciones culturales, comer-ciales y artesanales ancestrales que todavía se practican hoy en día y presenta ejemplos excepcionales y sofistica-dos de la arquitectura de tierra.

Paisaje cultural de los ǂkhomani, Sudáfrica. 2017, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1545

Este paisaje cultural se sitúa en la frontera con Botsuana y Namibia, en la parte septentrional del país. Se trata de una gran extensión de dunas que contiene vestigios de ocupa-ción humana desde la Edad de Piedra hasta nuestros días y está asociado con la cultura de los ǂkhomani san. Este pueblo, antaño nómada, elaboró estrategias de subsistencia para hacer frente a condiciones ambientales extremas.

Arenal de NamibReservas naturales del Aïr y el Ténéré

Lagos de Unianga

Centro histórico de la ciudad de Agadez

Paisaje cultural de los ǂkhomani ©

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Valle del M’Zab, Argelia. 1982, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/188

El paisaje del Valle del M’Zab, creado por los ibaditas en torno a cinco aldeas fortificadas (ksur), se conserva prácticamente intacto.

Uadi Al Hitan (El Valle de las Ballenas), Egipto. 2005, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1186

El sitio está situado en el desierto occidental de Egipto y posee inestimables restos fósiles de arqueocetos, cetáceos de un orden específico antiquísimo, hoy en día extinto.

Ciudad arqueológica de Samarra, Irak. 2007, sitio cultural (en peligro)http://whc.unesco.org/en/list/276

Situada a 130 km al norte de Bagdad, a orillas del Tigris, esta ciudad fue la capital de las provincias del Imperio Abasida, que dominó durante más de un siglo el vasto territorio comprendido entre los confines de Túnez y el Asia Central

Refugio de biodiversidad de los “ahwar” y paisaje arqueológico de las ciudades mesopotámicas del Iraq Meridional, Irak. 2016, sitio mixto http://whc.unesco.org/en/list/1481

Este sitio comprende tres áreas de vestigios arqueológicos y cuatro zonas de humedales pantanosos, situadas todas ellas en el sur de Iraq. El “tell” de Eridu y las ruinas de las ciudades de Uruk y Ur forman parte de los vestigios ar-queológicos de asentamientos sumerios en la Baja Mesopo-tamia, que florecieron entre el tercer y cuarto milenios a.C. en el delta pantanoso formado por los ríos Éufrates y Tigris.

Quseir Amra, Jordán. 1985, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/327

Construido en el siglo VIII, este palacio del desierto es-pecialmente bien conservado fue en un tiempo una forta-leza dotada de una fortificación y residencia de recreo de los califas omeyas.

Zona Protegida del Uadi Rum, Jordán. 2011, sitio mixtohttp://whc.unesco.org/en/list/1377

Los petroglifos, así como los restos arqueológicos, constitu-yen un testimonio de 12 milenios de ocupación de sus parajes por el ser humano y de la interacción con el medio ambiente.

Estados ÁrabesSitios se encuentran inscritos como Patrimonio Mundial con entorno desértico, entre otros:

Refugio de los “ahwar” y paisaje arqueológico de Iraq Meridional

Arte rupestre de la región de Hail en Arabia Saudita

Ciudad arqueológica de Samarra Quseir Amra

Ciudad vieja de Gadamés

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Cooperación internacional en materia de áreas desérticas

Ciudad vieja de Gadamés, Libia. 1986, sitio cultural (en peligro)http://whc.unesco.org/en/list/362

Construida en un oasis, Ghadames, “la perla del desierto”, es una de las más antiguas ciudades presaharianas y constitu-ye un ejemplo notable de asentamiento humano tradicional.

Parque Nacional del Banco de Arguin, Mauritania. 1989, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/506

Situado a lo largo la costa del Atlántico, este parque abarca una vasta extensión de dunas, pantanos costeros, islotes y aguas litorales poco profundas.

Antiguos ksurs de Uadane, Chingueti, Tichit y Ualata, Mauritania. 1996, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/750

Fundados en los siglos XI y XII para responder a las ca-ravanas que atravesaban el Sahara, estos centros comer-ciales y religiosos se convirtieron en focos de propagación de la cultura islámica.

Fuerte de Bahla, Omán. 1987, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/433

El oasis de Bahla debió su prosperidad a la tribu de los Banu Nebhan, que impuso su dominación sobre el con-junto de los clanes de la región desde el siglo XII hasta finales del siglo XV.

Tierra del incienso, Omán. 2000, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1010

Los árboles de incienso del Uadi Dawkah y los vestigios del oasis de Shisr-Wubar, lugar de paso de las caravanas, y los puertos de Jor Rori y Al Baleed, ilustran vívidamente el floreciente comercio secular del incienso en esta región.

Sitio arqueológico de Al Zubarah, Qatar. 2013, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1402

Zubarah es el sitio arqueológico más importante del país. Comprende la ciudad fortificada, un puerto, un canal al mar, dos murallas, el fuerte Murair y el más reciente, el fuerte Zubara

El sitio arqueológico de Al Hijr – Madain Salih, Arabia Saudita. 2008, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1293

Conocido en la antigüedad con el nombre de Hegra, es el sitio de la civilización nabatea mejor conservado al sur de Petra (Jordania).

Distrito de At Turaif en ad Dir’iyá, Arabia Saudita. 2010, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1329

El sitio, situado al noroeste de Riad, en el corazón de la Península Arábiga, albergó la primera capital de la di-nastía saudí.

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Fuerte de BahlaEl sitio arqueológico de Al Hijr – Madain Salih

Sitio arqueológico de Al Zubarah

Antiguos ksurs de Uadane, Chingueti, Tichit y Ualata

Parque Nacional del Banco de Arguin

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Arte rupestre de la región de Hail en Arabia Saudita, Arabia Saudita. 2015, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1472

Los djebel al-Manjor y Raat forman escarpes rocosos de un wadi (rambla) hoy cubierto de arena, muestran re-presentaciones humanas y animales a lo largo de más de 10.000 años de historia humana.

Gebel Barkal y sitios de la región napatea, Sudán. 2003, sitio cultural http://whc.unesco.org/en/list/1073

Este sitio incluye 5 áreas arqueológicas que se extienden por el valle del Nilo. Los vestigios arqueológicos comprenden tumbas, con pirámides o sin ellas, templos, viviendas y palacios.

Los sitios arqueológicos de la isla de Meroe, Sudán. 2011, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1336

Están situados en un paisaje semidesértico entre los ríos Nilo y Atbara, en lo que fue el centro del Reino de Kush, una gran potencia comercial del siglo VIII a.C al siglo IV d.C.

Sitio de Palmira, República Árabe Siria. 1980, sitio cultural (en peligro)http://whc.unesco.org/en/list/23

Situado en el desierto de Siria, Palmira alberga las rui-nas monumentales de una ciudad que fue uno de los cen-tros culturales más importantes de la Antigüedad.

Sitios culturales de Al Ain: Hafit, Hili, Bidaa Bint Saud y zonas de los oasis, Emiratos Árabes Unidos. 2011, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1343

Es una propiedad seriada que testimonia de la sedenta-rización humana en una región desértica con vestigios de sucesivas culturas protohistóricas.

Ciudad vieja amurallada de Shibam, Yemen. 1982, sitio cultural (en peligro)http://whc.unesco.org/en/list/192

Esta ciudad amurallada del siglo XVI constituye uno de los más antiguos y mejores ejemplos de planificación urbanísti-ca basada en el principio de la construcción vertical en adobe.

Asia y el Pacífico Sitios de Patrimonio Mundial con entorno desértico, en-tre otros:

Parque Nacional de Uluru-Kata Tjuta, Australia. 1987, sitio mixtohttp://whc.unesco.org/en/list/447

Este sitio posee formaciones geológicas espectaculares que dominan la vasta planicie arenosa del centro de Australia.

Ciudad vieja amurallada de Shibam Sitio de Palmira

Los sitios arqueológicos de la isla de Meroe

Gebel Barkal y sitios de la región napatea

Al Ain: Hafit, Hili, Bidaa Bint Saud y zonas de los oasis

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Cooperación internacional en materia de áreas desérticas

Parque Nacional de Purnululu, Australia. 2013, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1094 Este sitio de 239.723 hectáreas está situado en el Estado de Australia Occidental y comprende el macizo de los Bun-gle Bungle. Este núcleo montañoso de arenisca cuarcítica, sumamente recortado, data del periodo devónico y ha es-tado sometido a la erosión durante 20 millones de años.

El Tianshan de Xinjiang, China. 2013, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1414

Los accidentes geográficos y los ecosistemas del sitio se han conservado desde la época del Plioceno y represen-tan un ejemplo sobresaliente de procesos evolutivos bio-lógicos y ecológicos.

Rutas de la Seda: red viaria de la ruta del corredor Chang’an-Tian-san, China, Kazajstán, Kirguistán. 2014, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1442

Esta propiedad es una sección de 5.000 kilómetros de la red de rutas de la seda, que se extiende desde la capital central de China en las dinastías Han y Tang, hasta la región Zhetysu de Asia Central.

Fuertes de las colinas del Rajastán, India. 2013, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/247

Situada en el estado de Rajasthan, este sitio seriado in-cluye seis majestuosos fuertes.

Bam y su paisaje cultural, República Islámica de Irán. 2004, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1208

El sitio comprende la ciudad fortificada medieval de Arg-e-Bam, que es el ejemplo más representativo de un con-junto arquitectónico regional en barro.

Sistema hidráulico histórico de Shushtar, República Islámica de Irán. 2009, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1315

Inscrito como obra maestra del ingenio creativo, se re-monta a los tiempos de Darío el Grande (siglo V a.C.) con la creación de dos canales principales de desviación de las aguas del río Kârun.

Shahr-i Sokhta, República Islámica de Irán. 2014, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1456

Los restos de la ciudad de adobe representan la aparición de las primeras sociedades complejas al este de Irán.

Paisaje cultural de Maymand, República Islámica de Irán. 2015, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1423

Situado en la parte más meridional de la cordillera cen-tral del Irán, este paisaje cultural abarca una zona aisla-da semidesértica.

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Shahr-i Sokhta Bam y su paisaje culturalFuertes de las colinas del RajastánRutas de la Seda

El Tianshan de Xinjiang

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El jardín persa, República Islámica de Irán. 2011, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1372

Estos jardines ejemplifican la diversidad del arte pai-sajístico persa que supo evolucionar y adaptarse a con-diciones climáticas diferentes, conservando siempre los principios fundamentales que se remontan a los tiempos de Ciro el Grande (siglo VI a.C.).

Desierto de Lut, República Islámica de Irán. 2016, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1505

Situado al sudeste del país, el desierto de Lut (“Dasht-e-Lut”) es una zona subtropical húmeda azotada entre junio y septiembre por vientos de gran fuerza que trans-portan sedimentos y provocan una erosión eólica de proporciones colosales. En este sitio se pueden observar algunos de los más espectaculares relieves eólicos for-mados por crestas onduladas masivas (“yardangs”), así como vastos desiertos de piedra y un campo de dunas, que constituyen en su conjunto un ejemplo excepcional de procesos geológicos.

El qanat persa, República Islámica de Irán. 2016, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1506

En las regiones áridas de Irán, la agricultura es soste-nida por el antiguo sistema de riego de los qanats, que toman el agua de los acuíferos en lo alto de los valles y la hacen circular por túneles subterráneos que a menudo miden varios kilómetros. Los qanats aportan un testimo-nio excepcional de las tradiciones culturales y las civili-zaciones de zonas desérticas de clima árido.

Ciudad histórica de Yazd, República Islámica de Irán. 2017, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1544

La ciudad histórica de Yazd se sitúa en el medio de la me-seta central iraní, a 270 km al sureste de Isfahán y cerca de las rutas de las especias y de la seda. Es un testimonio vivo del uso de recursos limitados para garantizar la vida en el desierto.

Cuenca de Ubs Nuur, Mongolia; Federación Rusa. 2003, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/769

El sitio está dividido en doce zonas protegidas y posee una amplia gama de ecosistemas representativos de los principales biomas áridos de Eurasia Oriental.

El jardín persa Desierto de Lut Ciudad histórica de YazdPaisaje cultural de Maymand Cuenca de Ubs Nuur

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Cooperación internacional en materia de áreas desérticas

Paisajes de Dauria, Mongolia; Federación Rusa. 2017, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1448

Compartido entre Mongolia y la Federación de Rusia, este sitio es un ejemplo sobresaliente de la ecorregión esteparia de Daurian, que se extiende desde el este de Mongolia hasta la Siberia rusa y el noreste de China. Los cambios climáticos cíclicos, con distintos períodos secos y húmedos, conducen a una gran diversidad de especies y ecosistemas de importancia mundial.

Parque Nacional Tayiko (Cordillera del Pamir), Tayikistán. 2013, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1252

Especies de flora de las regiones florísticos del sur-oeste y el centro de Asia crecen en este parque nacional que alberga raras y amenazadas aves y mamíferos.

Parque Nacional Histórico y Cultural de la Antigua Merv, Turkmenistán. 1999, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/886

Merv es la más antigua y la mejor conservada de las ciudades-oasis integrantes de la ruta de la seda en Asia Central.

Europa y América del NorteSitios de Patrimonio Mundial con entorno desértico, entre otros:

Paisaje cultural de arte rupestre de Gobustán, Azerbaiyán. 2007, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1076

Alberga un conjunto excepcional de más de seis mil petroglifos hechos a lo largo de un periodo de 40.000 años. Masada, Israel. 2001, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1040

Encaramada en lo alto de un peñón, en pleno desierto de Ju-dea, Masada es una fortaleza natural de majestuosa belleza que domina el Mar Muerto.

“Tells” bíblicos – Megido, Hazor y Beer Sheba, Israel. 2005, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1108

Los “tells” –montículos con vestigios de asentamientos huma-nos prehistóricos– son característicos de las llanuras del Me-diterráneo oriental y abundan en el Líbano, Siria, Israel y el este de Turquía.

Ruta del incienso – Ciudades del desierto del Néguev, Israel. 2005, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1107

Todos estos sitios constituyen un testimonio del comercio su-mamente rentable del incienso y la mirra entre el sur de la Península Arábiga y la cuenca del Mediterráneo.

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Parque Nacional de Purnululu Parque Nacional Tayiko El qanat persa

Parque Nacional Histórico y Cultural de la Antigua Merv Paisajes de Dauria

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Meseta de Putorana, Federación Rusa. 2010, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1234

Este sitio es un lugar de migración masiva de renos sal-vajes. Se trata de un fenómeno natural extraordinario.

Parque Nacional del Gran Cañón, Estados Unidos de Améri-ca. 1979, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/75

Situado en el Estado de Arizona, este parque está surca-do por el gigantesco cañón excavado por el río Colorado, que con sus 1.500 metros de profundidad es el desfiladero más espectacular del mundo. En sus estratos horizonta-les está plasmada la historia geológica de los últimos dos mil millones de años.

Cultura chaco, Estados Unidos de América. 1987, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/353

Durante más de 2.000 años, los indios pueblo ocuparon una vasta región del sudoeste de Estados Unidos. El Ca-ñón Chaco, núcleo principal de la cultura pueblo entre los años 850 y 1250, fue un centro ceremonial, comercial y político situado en la región prehistórica de Las Cuatro Esquinas. El sitio de Chaco destaca por sus monumen-tales edificios ceremoniales y públicos de singular arqui-tectura.

Pueblo de Taos, Estados Unidos de América. 1992, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/492

Emplazado en el valle de un pequeño afluente del Río Grande, este asentamiento humano construido en adobe comprende un conjunto de viviendas y edificios ceremo-niales representativo de la cultura de los indios Pueblo de Arizona y Nuevo México.

América Latina y el CaribeSitios de Patrimonio Mundial con entorno desértico, en-tre otros:

Quebrada de Humahuaca, Argentina. 2003, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1116

Este sitio se extiende a lo largo de un importante itinera-rio cultural, la Red Vial Incaica, que sigue el curso del Río Grande y su espectacular valle, desde su nacimiento en el altiplano desértico y frío de los Altos Andes hasta su con-fluencia con el Río Leone, unos 150 kilómetros más al sur.

Parques naturales de Ischigualasto / Talampaya, Argentina. 2000, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/966

Las seis formaciones geológicas de los parques albergan el conjunto continental de fósiles más completo del mun-

Paisaje cultural de arte rupestre de Gobustán Cultura chaco

Parque Nacional del Gran Cañón Masada Meseta de Putorana

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Cooperación internacional en materia de áreas desérticas

do correspondientes al Triásico, el periodo geológico que se inició unos 245 millones de años antes de nuestra era y finalizó unos 37 millones de años después.

Qhapaq Ñan, Sistema Andino de Carreteras, Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú. 2014, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1459

El Qhapaq Ñan también conocido como El Camino Prin-cipal Andino, fue la columna vertebral del poder político y económico del Imperio Inca. La red de caminos de más de 23000 km de largo conectaba varios centros de pro-ducción, administrativos y ceremoniales construidos a lo largo de 2000 años de culturas andinas pre-incaicas.

Oficinas salitreras de Humberstone y Santa Laura, Chile. 2005, sitio cultural (en peligro)http://whc.unesco.org/en/list/1178

Las Oficinas de Humberstone y Santa Laura cuentan con un total de 200 lugares de extracción del salitre, donde trabajadores llegados de Chile, Perú y Bolivia vivieron agrupados en campamentos de las compañías mineras.

Santuario de ballenas de El Vizcaíno, México. 1993, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/554

Situado en la parte central de la península de Baja Ca-lifornia, este sitio alberga ecosistemas de valor excepcio-nal. Las lagunas costeras de Ojo de Liebre y San Ignacio

son lugares excelentes para la reproducción e invernada de ballenas grises, becerros marinos, leones marinos ca-lifornianos, elefantes marinos septentrionales y ballenas azules. Esas lagunas albergan también cuatro especies de tortugas marinas en peligro de extinción.

Zona arqueológica de Paquimé (Casas Grandes), México. 1998, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/560

Paquimé (Casas Grandes) desempeñó un papel clave en las relaciones comerciales y culturales entre la Cultura Pueblo, que se extendía por el sudoeste del actual territo-rio de los Estados Unidos y el norte de México y las civili-zaciones más avanzadas de Mesoamérica. Alcanzó su apo-geo en los siglos XIV y XV. Los numerosos vestigios de este sitio, excavado tan sólo en parte, atestiguan la vitalidad de una cultura perfectamente adaptada al medio ambiente.

Islas y Áreas protegidas del Golfo de California, México. 2005, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1182

Este sitio del noroeste de México abarca 244 islas, islotes y zonas litorales del golfo de California. El Mar de Cortés y sus islas son un laboratorio natural para el estudio de la especia-ción y el conocimiento de los procesos de evolución oceánicos y costeros.

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COOficinas salitreras

de Humberstone y Santa Laura Ciudad Sagrada de Caral-Supe

Líneas y geoglifos de Nazca y Pampas de Jumana

Zona arqueológica de Paquimé (Casas Grandes)

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Reserva de biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, México. 2013, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1410

El Pinacate y Gran Desierto de Altar destaca por sus ca-racterísticas físicas y biológicas únicas, por la presencia de un escudo volcánico, así como por las extensas zonas de dunas activas que lo rodean y por la mayor concentra-ción de cráteres tipo Maar.

Ciudad Sagrada de Caral-Supe, Perú. 2009, sitio naturalhttp://whc.unesco.org/en/list/1269

La Ciudad Sagrada de Caral-Supe es un sitio arqueo-lógico de 5.000 años de antigüedad que abarca 626 hectáreas. Está emplazado en una meseta desier-ta y árida que domina el valle verdeante del río Supe.

Líneas y geoglifos de Nazca y Pampas de Jumana, Perú. 1994, sitio culturalhttp://whc.unesco.org/en/list/700

Situados en la árida planicie costera del Perú, a unos 400 kiló-metros al sur de Lima, los geoglifos de Nazca y Pampas de Ju-mana cubren unos 450 km2 de extrensión. Trazadas en el sue-lo entre los años 500 a.C. y 500 d.C., las líneas plantean uno de los mayores enigmas de la arqueología debido a su número, naturaleza, tamaño y continuidad. Los geoglifos representan criaturas vivas, vegetales estilizados, seres fantásticos y figu-ras geométricas de varios kilómetros de longitud. Se supone que tuvieron una función ritual vinculada a la astronomía.

Parques naturales de Ischigualasto / Talampaya

Islas y Áreas protegidas del Golfo de California

El Pinacate y Gran Desierto de Altar Qhapaq Ñan

Quebrada de Humahuaca

Santuario de ballenas de El Vizcaíno ©

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Reservas de la BiosferaLas Reservas de Biosfera son “zonas de ecosistemas terrestres o

costeros/marinos, o una combinación de los mismos, reconocidas por la

comunidad internacional en el marco del Programa MAB de la UNESCO”.

Sirven para impulsar armónicamente la integración de las pobla-

ciones y la naturaleza:

• a fin de promover un desarrollo sostenible mediante un

diálogo participativo,

• el intercambio de conocimiento,

• la reducción de la pobreza,

• la mejora del bienestar,

• el respeto a los valores culturales y

• la capacidad de adaptación de la sociedad ante los cambios.

El día de hoy existen 43 Reservas de la Biosfera cuyos ecosistemas

abarcan entornos desérticos, dentro de un total de 669 reservas en el

mundo en el programa MAB.

África

Mount Kulal, Kenia. 1978http://www.unesco.org/mabdb/br/brdir/directory/biores.asp?-

mode=all&code=KEN+02

Esta reserva de la biosfera está situada en el lado este y el extremo sur del lago Turkana, con el monte Kulal (2.416 metros sobre el nivel del mar) en su centro. El área comprende una variedad de paisajes y hábitats, inclu-yendo agua salobre en el extremo sur del lago, un paisaje volcánico con flujos de lava, un extenso desierto de lava y una isla volcánica dentro del lago, aguas termales, el de-sierto de sal de Chalbi ocasionalmente inundado, dunas de arena y cursos de agua estacionales.

Aïr et Ténéré, Niger. 1997http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/africa/niger/air-et-tene-

re/

La Reserva de la Biosfera de Aïr y Ténéré se encuentra en la región de Agadez, al norte de Níger, y abarca casi 24 millones de hectáreas. Contiene el macizo de roca volcá-nica del Aïr y el desierto sahariano de Ténéré.

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Aïr et Ténéré

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Estados Árabes

Tassili N’ajjer, Argelia. 1986http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/africa/algeria/tassili-najjer/

Esta reserva de la biosfera se encuentra en la parte su-reste del Sahara argelino, cerca de las fronteras con Ní-ger y Libia.

Omayed, Egipto. 1981http://www.unesco.org/mabdb/br/brdir/directory/biores.asp?-

code=EGY+01&mode=all

La Reserva de la Biosfera Omayed está situada cerca de Alejandría y pertenece al bioma de cálidos desiertos y semidesiertos de la región del Mediterráneo occidental.

Wadi Allaqui, Egipto. 1993http://www.unesco.org/mabdb/br/brdir/directory/biores.asp?-

code=EGY+02&mode=all

Wadi Allaqui se encuentra en el desierto sudoriental de Egipto, a unos 180 km al sur de Asuán, en el lado este del lago Nasser. Es un río seco importante, que drena desde las colinas del Mar Rojo hasta el valle del Nilo.

Dana, Jordania. 1998http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/arab-states/jordan/

dana/

Un sistema de wadis y montañas caracterizan el sitio, que se extiende desde la cima de las montañas del Valle del Rift hasta las tierras bajas desérticas de Wadi Araba.

Arganeraie, Marruecos. 1998http://www.unesco.org/mabdb/br/brdir/directory/biores.asp?-

code=MOR+01&mode=all

Ubicada en el suroeste de Marruecos, esta reserva de la biosfera cubre una vasta llanura intramontana de más de 2,560,000 hectáreas, rodeada por el Alto Atlas y las Montañas Anti-Atlas.

Oasis Du Sud Marocain, Marruecos. 2000http://www.unesco.org/mabdb/br/brdir/directory/biores.asp?-

code=MOR+02&mode=all

Esta reserva de la biosfera situada en el este de Marrue-cos abarca altitudes de 680 a 4.071 metros sobre el nivel del mar. Representa regiones montañosas del Alto Atlas en el norte y el Anti-Atlas en el oeste, llanuras aluviales y depresiones, así como desiertos pedregosos (Hamadas).

Lajat, República Árabe Siria. 2009http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environ-

ment/ecological-sciences/biosphere-reserves/arab-states/

syrian-arab-republic/lajat/

El Lajat se encuentra en una intersección de dos regio-nes biogeográficas (praderas templadas y zonas cálidas desérticas y semidesérticas), ocupando así una “encruci-jada biogeográfica” que se considera de alta prioridad en términos de conservación.

Marawah, Emiratos Árabes Unidos. 2007http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environ-

ment/ecological-sciences/biosphere-reserves/arab-states/uni-

ted-arab-emirates/marawah/

La Reserva de la Biosfera Marina de Marawah se en-cuentra en el bioma cálido del desierto de la región biogeográfica del Medio Oriente y Asia Occidental que combina características del desierto de Arabia y las bio-regiones del Paleártico.

Dana

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Cooperación internacional en materia de áreas desérticas

Asia y el Pacífico

Unnamed, Australia. 1977http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/asia-and-the-pacific/

australia/unnamed/

Se encuentra en la región biogeográfica desértica central de Australia e incluye parte del Gran Desierto de Victo-ria. Es uno de los paisajes menos alterados de la región y consiste en un sistema de dunas semidesértico.

Uluru, Australia. 1977http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/asia-and-the-pacific/

australia/uluru-ayers-rock-mount-olga/

La Reserva de la Biosfera de Uluru se encuentra dentro del Desierto Central de Australia. La Reserva de la Bios-fera está dominada por dos formaciones rocosas: Uluru y Kata Tjuta. Alrededor de estas características rocas ex-puestas hay áreas muy grandes dominadas por dunas de arena, llanuras de arena y bosques.

Bogeda, China. 1990http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/ecolo-

gical-sciences/biosphere-reserves/asia-and-the-pacific/china/bogeda/

Cinco paisajes principales se distribuyen en las áreas norte y sur de la reserva de la biosfera: cinturones de hielo y nieve (5.445-3.100 metros sobre el nivel del mar), cinturones de praderas alpinas y subalpinas (3.100-2.500 metros sobre el nivel del mar), cinturones forestales (2.500- 1,600 metros sobre el nivel del mar), cinturones esteparios (1,700-900 metros sobre el nivel del mar) y dunas desérticas sobre arena (460-3,300 metros sobre el nivel del mar).

Bromo Tengger Semeru-Arjuno, Indonesia. 2015http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/asia-and-the-pacific/in-

donesia/bromo-tengger-semeru-arjuno/

La Reserva de la Biósfera Bromo Tengger Semeru-Arju-no incluye la selva baja, la selva de montaña, el desierto, la sabana y los ecosistemas subalpinos. Además, la re-serva incorpora lagos, ecosistemas acuáticos y ribereños.

Golestan, República Islámica de Irán. 1976http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/asia-and-the-pacific/is-

lamic-republic-of-iran/golestan/

La Reserva de la Biosfera de Golestán se encuentra en el norte de Irán y forma parte de la sierra de Caucaso-Irán, situada entre las regiones subhúmedas y semiáridas del mar Caspio.

Kavir, República Islámica de Irán. 1976http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/asia-and-the-pacific/is-

lamic-republic-of-iran/kavir/

La Reserva de la Biosfera Kavir se encuentra en el desier-to iraní de Anatolia. La planicie de Kavir está compuesta principalmente por planicies de inundación y cordilleras bajas. La reserva se caracteriza por tierras salobres y arenosas con vegetación desértica árida y semiárida, y está habitada por comunidades esteparias.

Touran, República Islámica de Irán. 1976http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/asia-and-the-pacific/is-

lamic-republic-of-iran/touran/

La Reserva de la Biosfera de Touran comprende una va-riedad de hábitats de sal, yeso, piedra y arena. El área abarca una variedad de montañas, crestas, llanuras y dunas de arena.

Hamoun, República Islámica de Irán. 2016http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/asia-and-the-pacific/is-

lamic-republic-of-iran/hamoun/

Ubicada en el sureste de Irán, la Reserva de la Biosfera Hamoun incluye ecosistemas terrestres y de humedales que abarcan un total de siete tipos de hábitats, incluidas las áreas desérticas y semidesérticas, así como el lago Hamoun, con sus marismas y cuencas hidrográficas.

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Alakol, Kazakstán. 2013http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/asia-and-the-pacific/ka-

zakhstan/alakol/

La reserva de la biosfera de Alakol abarca 193 089 hec-táreas. Se encuentra en la zona desértica de Eurasia, en la parte central de la depresión entre las montañas de Alakol, en la ruta de migración de aves de Asia cen-tral-India.

Ak-Zhayik, Kazakstán. 2014http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/asia-and-the-pacific/ka-

zakhstan/ak-zhayik/

En su conjunto, la reserva de la biosfera se encuentra en la zona desértica y en la subzona de desiertos septentrio-nales escarpados, y está ocupada por diversos ecosiste-mas acuáticos y terrestres.

Barsakelmes, Kazakstán. 2016http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/asia-and-the-pacific/ka-

zakhstan/barsakelmes/

La Reserva de la Biosfera Barsakelmes se encuentra en la zona del desierto Sahara-Gobi de la cuenca del Mar de Aral. La región del mar de Aral es un área priorita-ria para la conservación de humedales, con varias ru-tas de migración de aves que convergen en la región.

Altyn Emel, Kazakstán. 2017http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/asia-and-the-pacific/ka-

zakhstan/altyn-emel/

Esta reserva de biosfera corresponde al parque natural nacional del estado de Altyn Emel, que es una de las áreas protegidas del país y es muy importante para la conservación de la diversidad biológica de la región. In-cluye una gran cantidad de plantas endémicas. El sitio comprende desiertos, bosques ribereños y llanuras de inundación del río Ili.

Gran Gobi, Mongolia. 1990http://www.unesco.org/mabdb/br/brdir/directory/biores.asp?-

code=MON+01&mode=all

Situada al suroeste de Mongolia, en la frontera con la Re-pública Popular de China, la Gran Reserva de la Biosfera Gobi representa los desiertos de Asia Central. Cercado del mar por las montañas circundantes, el Gran Gobi tie-ne un clima altamente continental. La reserva de la bios-fera cubre altitudes de entre 850 y 2,695 metros sobre el nivel del mar y es compatible con la vegetación de estepa y el desierto.

Uvs Nuur Basin, Mongolia. 1997http://www.unesco.org/mabdb/br/brdir/directory/biores.asp?-

code=MON+03&mode=all

La cuenca Uvs Nuur (1.068.853 ha) es la cuenca más septentrional de Asia Central. Toma su nombre del lago Uvs Nuur, un lago grande, poco profundo y muy salino, importante para aves migratorias, aves acuáticas y aves marinas. El sitio está formado por doce áreas protegidas que representan los principales biomas del este de Eura-sia. El ecosistema estepario es compatible con una rica diversidad de aves y el desierto es hogar de una serie de jerbos raros, jerbos y el turón jaspeado.

Gran Gobi

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Cooperación internacional en materia de áreas desérticas

Lal Suhanra, Pakistán. 1977http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/asia-and-the-pacific/pakis-

tan/lal-suhanra/

La Reserva de la Biosfera Lal Suhanra y el Parque Nacional están situados en el extremo noroeste del desierto de Cholis-tan en la provincia de Punjab en Pakistán. Este árido paisa-je es relativamente llano e intercalado con dunas de arena de hasta 1,000 hectáreas de extensión y 4 metros de altura.

Repetek, Turkmenistán. 1978http://www.unesco.org/mabdb/br/brdir/directory/biores.asp?co-

de=TKM+01&mode=all

La Reserva Repetek, ubicada en la parte central del Desier-to de Karakum Oriental, fue fundada en 1927, cubriendo 34,600 hectáreas de un típico desierto de arena.

Europa y América del NorteBárdenas Reales, España. 2000http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/europe-north-america/

spain/bardenas-reales/

El clima de esta reserva es extremo, con inviernos muy fríos y veranos tórridos. La lluvia, escasa e irregular es frecuen-temente torrencial. La acción de fuertes vientos secos, parti-

cularmente del noreste (cierzos), acentúa la aridez del área. Todo esto ha convertido a las Bárdenas en un verdadero de-sierto frío en el corazón de Europa, donde se reproducen las condiciones de las grandes estepas de Asia central.

Fuerteventura, España. 2009http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/europe-north-america/

spain/fuerteventura/

Los principales tipos de hábitats en Fuerteventura son la estepa, los acantilados y el desierto y semidesierto más grandes de Europa. Sin embargo, a pesar de su carácter ári-do, la isla alberga un importante rango de biodiversidad y también contiene ricos yacimientos paleontológicos de im-portancia mundial.

Big Bend, EEUU. 1976, *Desierto de Chihuahuahttp://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/europe-north-america/

united-states-of-america/big-bend/

La Reserva de la Biosfera Big Bend y el Parque Nacional, ubicados en la gran curva del Río Bravo en el oeste de Texas, representan una de las tres reservas de biosfera en el Desierto Chihuahuense (entre la Reserva de Bios-fera Jornada en Estados Unidos y la Reserva de Biosfera Mapimí en México). Las zonas de vegetación en Big Bend están determinadas principalmente por la elevación

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(533-2388 metros sobre el nivel del mar), que compren-de principalmente desiertos de arbustos y pastizales, así como algunos bosques y vegetación ribereña.

Jornada, EEUU. 1976, *Desierto de Chihuahuahttp://www.unesco.org/mabdb/br/brdir/directory/biores.asp?-

code=USA+14&mode=all

La Reserva de Biosfera Jornada es una de las tres reser-vas de biosfera que representan el Desierto Chihuahuen-se (entre la Reserva de la Biosfera Big Bend en el oeste de Texas y la Reserva de la Biosfera Mapimí en México). El área se extiende desde la cresta de las montañas de San Andrés, que están dominadas por bosques de arbus-tos, hasta las llanuras de Jornada, caracterizadas por pastizales semidesérticos.

Organ Pipe Cactus, 1976, *Desierto de Sonorahttp://www.unesco.org/mabdb/br/brdir/directory/biores.asp?-

code=USA+18&mode=all

La reserva de la biosfera y el monumento nacional de Organ Pipe Cactus se encuentra en el suroeste de Arizo-na, en la frontera con México. Grandes cuencas aluviales separadas por montañas escarpadas caracterizan la to-pografía del área.

Desierto de Mojave y Desierto del Colorado, EEUU. 1984http://www.unesco.org/mabdb/br/brdir/directory/biores.asp?-

code=USA+39&mode=all

Esta reserva de biosfera agrupada está situada en el sudeste de California y comprende cuatro unidades de gestión: el Monumento Nacional Death Valley, el Monu-mento Nacional Joshua Tree, el Área de Manejo de Vida Silvestre de las Montañas Santa Rosa y el Parque Esta-tal Desierto Anza Borrego.

La Bahía de Kizlyar, Federación de Rusia. 2017http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

ecological-sciences/biosphere-reserves/europe-north-america/

russian-federation/kizlyar-bay/

La Bahía de Kizlyar es una de las bahías más grandes en el Mar Caspio y también es una de las rutas migratorias más grandes para aves en Eurasia. Representa una diversidad de ecosistemas marinos, costeros y de estepa desértica.

América Latina y el Caribe

San Guillermo, Argentina. 1980http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environ-

ment/ecological-sciences/biosphere-reserves/latin-ameri-

ca-and-the-caribbean/argentina/san-guillermo/

La convergencia de estas tres ecorregiones otorga al área sus características especiales, creando un singular mo-saico de desiertos y praderas de gran altitud expuestas a bajas temperaturas, con valles bajos caracterizados por una flora que incluye arbustos espinosos y un clima algo más cálido.

Ñacuñan, Argentina. 1986http://www.unesco.org/mabdb/br/brdir/directory/biores.asp?-

code=ARG+04&mode=all

Ñacuñan se encuentra en la provincia de Mendoza en las llanuras al pie de los Andes. El área consiste en pastiza-les altas y semiáridos, estepa arbustiva y matorral, y bos-ques arbustivos y herbáceos, y humedales a 540 metros sobre el nivel del mar. Los principales tipos de ecosiste-mas son los desiertos cálidos y semidesiertos.

Torres del Paine, Chile. 1978http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environ-

ment/ecological-sciences/biosphere-reserves/latin-ameri-

ca-and-the-caribbean/chile/torres-del-paine/

Torres del Paine se encuentra entre la Cordillera de los An-des y la estepa patagónica en el sur de Chile, que desembo-ca en la costa atlántica. Es un área de gran belleza escénica, de crestas, riscos, glaciares, cascadas, ríos, lagos y lagunas.

Mapimí, México. 1977, *Desierto de Chihuahuahttp://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environ-

ment/ecological-sciences/biosphere-reserves/latin-ameri-

ca-and-the-caribbean/mexico/mapimi/

Mapimí se encuentra en el estado de Durango, en el nor-te de México, entre la región biogeográfica neotropical y neoártica, en el ‘Bolson de Mapimí’ a 1.150 metros sobre el nivel del mar. Contiene tres áreas núcleo en la ‘Sierra de la Campana’, la ‘laguna de las Palomas’, una laguna salada y un hábitat del desierto llamado ‘Dunas de la So-ledad’.

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Cooperación internacional en materia de áreas desérticas

El Vizcaino, México. 1993, *Desierto de Sonora http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environ-

ment/ecological-sciences/biosphere-reserves/latin-ameri-

ca-and-the-caribbean/mexico/el-vizcaino/

La protección del sitio se justifica por el valor excepcional de los ecosistemas del desierto, las montañas y los eco-sistemas costeros / marinos, que unen el Océano Pacífico con el Golfo de California.

Alto Golfo de California, México. 1993, *Desierto de SonoraLa reserva de la biosfera comprende el área ‘Pinacate’, el ‘Gran Desierto del Altar’ y la ‘Bahía de Adair’ en la fron-tera del Golfo de California. Está ubicado en el estado de Sonora en el extremo noreste de México. Las formaciones geológicas volcánicas con cráteres, dunas, oasis y playas, y la diversidad de asociaciones de plantas determinan su paisaje singular.

Islas del Golfo de California, México. 1995, *Desierto de Sonorahttp://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environ-

ment/ecological-sciences/biosphere-reserves/latin-ameri-

ca-and-the-caribbean/mexico/islas-del-golfo-de-california/

La Reserva de la Biosfera Islas del Golfo de California, con sus más de 240 islas, se encuentra entre la rocosa y árida península de Baja California, el vasto desierto de Sonora y los abundantes manglares de Sinaloa. El archi-piélago rico y bien conservado es un área importante para los refugios de reproducción de aves y como un corredor de especies migratorias. Las islas son áridas y abruptas, con costas irregulares, acantilados de diferentes alturas y algunas de sus playas son arenosas, o pedregosas, pero la mayoría son rocosas.

Sierra La Laguna, México. 2003La Reserva de la Biosfera Sierra La Laguna se encuentra en el estado de Baja California Sur, cerca del extremo sur de la península de Baja California. Esta zona climática semiárida a subhúmeda templada representa ecosiste-mas contrastados.

Barranca de Metztitlán, México. 2006http://www.unesco.org/mabdb/br/brdir/directory/biores.asp?-

code=MEX+18&mode=all

Es considerada como refugio pleistocénico de la biota desértica mexicana, ya que presenta afinidades que muestran la intensa relación que existió en el pasado con el desierto de Chihuahua y Sonora. Funciona ac-tualmente como corredor biológico de las zonas áridas en el altiplano central del país.

Maderas del Carmen, México. 2006http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environ-

ment/ecological-sciences/biosphere-reserves/latin-ameri-

ca-and-the-caribbean/mexico/maderas-del-carmen-coahuila/

El Área Protegida incluye una porción de la Sierra Madre Oriental en su extremo norte, cuya altura, configuración e interconexiones geográficas permiten la presencia de una gran variedad de plantas y animales, representati-vos del Desierto Chihuahuense y de la propia Sierra Ma-dre Oriental.

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Geoparques globales de la UNESCOLos Geoparques Globales de la UNESCO son áreas geográficas de importancia internacional por su confor-mación geológica y son administradas con un concepto integral de la protección, la educación y el desarrollo sos-tenible.

Los Geoparques Globales de la UNESCO se estable-cen a través de un proceso de ‘abajo hacia arriba’ que involucra a todos los agentes locales y regionales perti-nentes y las autoridades de la zona.

Entre los ejemplos más destacados en áreas desérti-cas encontramos:

Desierto de Alxa, China. 2015http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

earth-sciences/unesco-global-geoparks/list-of-unesco-glo-

bal-geoparks/china/alxa-desert/

Geoparque Desierto Alxa se encuentra en Alxa Liga, el oeste de la región autónoma de Mongolia Interior, Chi-na. Este geoparque abarca una superficie de 683.74 km2. Con reliquias geológicas abundantes en diversas formas, representa un museo natural para la investigación del desierto en su formación, desarrollo y evolución.

Hexigten, China. 2015http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

earth-sciences/unesco-global-geoparks/list-of-unesco-glo-

bal-geoparks/china/hexigten/

El Geoparque Global Hexigten tiene una singular ubica-ción geológica, constituye un maravilloso paisaje natural y cultural, para las culturas mongoles. El geoparque in-tegra vestigios glaciares cuaternarios, lagos, ríos, desier-tos, praderas, fuentes termales y humedales.

Cabo de Gata-Níjar Geopark, España. 2015http://www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/

earth-sciences/unesco-global-geoparks/list-of-unesco-glo-

bal-geoparks/spain/cabo-de-gata-nijar/

El Geoparque Cabo de Gata-Níjar es una de las pocas áreas subdesérticas de la Europa continental y fue la primer área marítima y de zona protegida terrestre en Andalucía. El Geoparque consta de un componente te-rrestre de 380 km2, y de un componente marino de 120 km2, junto a los 50 km de acantilados rocosos mejor con-servados de la costa mediterránea europea.

Desierto de Alxa

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Cooperación internacional en materia de áreas desérticas

La segunda forma de aproximación tiene que ver con los es-fuerzos mundiales encaminados a preservar las áreas natu-rales desérticas en todos los continentes. Prueba de ello es el breve dossier que ofrecemos a continuación para ilustrar el compromiso internacional con los desiertos. En estas páginas se subraya el interés de generar propuestas transnacionales de colaboración, como las que ya avanzan entre el caso del Si-tio de Patrimonio Mundial de El Pinacate y Gran Desierto de Altar y el de la Reserva Organ Pipe en los Estados Unidos, y la articulación con usos habitacionales y rituales de las comuni-dades indígenas que permanecen es estas áreas naturales pro-tegidas, como es el caso de las comunidades Tohono O’odham .

De igual manera, en las páginas subsiguientes se inclu-yen apasionantes investigaciones sobre resiliencia, supervi-vencia y conservación de prácticas culturales de tránsito, enterramiento y habitabilidad en algunas de las geografías más extremas del planeta, tanto en periodos paleolíticos (como el caso de las momias de Chinchorro), como contempo-ráneos (en el caso de las comunidades de aborígenes austra-lianos). No le faltan a esta publicación tampoco propuestas de producción, comercialización y distribución de todas las posibilidades alimentarias de las áreas desérticas. No esca-sean las buenas prácticas en materia de gestión del agua ni tampoco las investigaciones rigurosas en materia de arte rupestre, que encuentran en las áreas desérticas y aisladas los mejores ejemplos de patrimonio ancestral intacto.

En ese sentido me gustaría recordar la significativa aportación del Programa “Evolución Humana: Adaptacio-nes, Migraciones y Desarrollos Sociales” (HEADS, por sus siglas en inglés) a la hora de acercar la investigación en pa-leoantropología, arqueología , genética y geografía humana a lugares donde aún se conservan las evidencias de todas las formas de diversidad biológica y cultural, y de todas las derivaciones adaptativas que han llevado al Homo sapiens a poblar todos los rincones del planeta. Los desiertos deja-ron hace muchos miles de años de ser los espacios de intimi-dación para convertirse en retos para nuestras capacidades físicas y simbólicas. El programa HEADS inicia su anda-dura en marcha en el año 2008, por parte del Centro del Patrimonio Mundial de la UNESCO, con el fin de promover el estudio de los cimientos del comportamiento humano en la colonización de los continentes, así como de los diferentes procesos culturales adaptativos y del papel de la coopera-ción internacional para identificar, investigar y preservar

los sitios y los vestigios biológicos, arqueológicos o paleoan-tropológicos ligados al origen de la diversidad cultural en cada continente. El Programa HEADS pretende contribuir a la identificación y preservación de los lugares que, desde hace 2.6 millones de años, dan cuenta de nuestra evolu-ción biológica y cultural y que, por su antigüedad y vulne-rabilidad, necesitan de la colaboración internacional para asegurar su conservación y encontrar además un mereci-do reconocimiento en la Lista del Patrimonio Mundial que asegure su preservación para las generaciones futuras. Los desiertos, lejos de convertirse en fronteras de conocimien-to, son los repositorios que mejor preservan la evidencia de nuestras primeras formas de gestión medioambiental des-de el Pleistoceno. Los desiertos de Chad, Etiopía, las áreas áridas de Kenia, Tanzania y Sudáfrica, las grandes masas continentales desérticas de Asia central y China, la Penín-sula Arábiga o Australia, junto con la gran área desértica chihuahuense transnacional, son el ámbito irremplazable de la investigación sobre evolución humana.1

Al final de las presentaciones, el lector encontrará los resultados de las Jornadas de trabajo para la realiza-ción del Centro Especializado en los Estudios del Desierto en Coahuila, y encontrará lineamientos construidos colecti-vamente, las sugerencias sobre la operación sostenible de dicho recinto, las formas de relación con la Universidad del Estado de Coahuila y su vinculación con las políticas medioambientales de la entidad. Además del planteamien-to a nivel local, la propuesta podría implicar la creación de un programa federal de colaboración con otros desiertos nacionales, como lo son el Pinacate, el desierto de Sonora, el desierto de Chihuahua o el de Tehuacán. Además, las conclusiones proveen de líneas estratégicas de colabora-ción para construir un plan de investigación conjunto que se inserte en la Agenda Latinoamericana 2030.

De forma comprometida y determinada, Coahuila, desde México, avanza con visión y práctica propositivas en la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sos-tenible de las Naciones Unidas. Larga vida al futuro Cen-tro y al compromiso estatal con el desierto.

1 En el siguiente enlace, se encuentra disponible una amplia des-cripción del Programa HEADS, así como enlaces para descar-gar los diferentes volúmenes: <www.unesco.org/new/es/mexico/work-areas/culture/heads>.

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Aproximaciones arqueológicas

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La paleontología en México, del estudio del pasado a la sostenibilidad del futuro1

Felisa J. AguilarCentro INAH Coahuila

ResumenMéxico es un país con una compleja historia geológica y biológica. En su superficie de 1,973,000 km² es posible encontrar evidencias de esta evolución a través de las marcas dejadas en las rocas, así como de fósiles que permiten conocer los ambientes y los organismos que se desarrollaron.

La paleontología, como disciplina científica en el país, estuvo asociada en sus inicios a la búsqueda de yacimientos mineros, la cual era realizada por grupos extranjeros; algunas veces quedaban listas de nombres científicos sin interpretación sobre la historia del lugar. Hoy existen diferentes grupos de investigación asociados a centros de investigación, universidades, instituciones gubernamentales y museos, que además de establecer es-pacios de resguardo de las pruebas de esa historia están generando información sobre esos momentos de la vida del planeta Tierra, e incluso se están planteando cuestio-nes de conservación de los yacimientos mismos.

A través del presente trabajo se hará un recorrido sobre el desarrollo de la paleontología en México, el tipo de información generada y la divulgación de este conocimiento. Se expondrá una reflexión sobre lo que se está haciendo en las regiones desérticas y la for-ma en que los fósiles, los yacimientos o ambos son una parte de la identidad, o se está buscando que se genere ese vínculo con las comunidades que se han estable-

cido en dichas áreas. Además se abordará el tema de la conservación de los yacimientos, considerando que el cambio del uso del suelo para el desarrollo de otras actividades es un factor potencial para su destrucción incluso antes de su estudio.

Finalmente, se reflexionará sobre los diferentes as-pectos potenciales de la paleontología que son áreas de oportunidad en el desarrollo de una región, no sólo sobre el factor de la generación de conocimiento, sino también el de la forma económica que resulta de trabajar estas zonas como centros de interpretación, de divulgación y como un atractivo más del denominado turismo cultural y del ecoturismo.

IntroducciónMéxico cuenta con una extensión territorial de 5,120,679 km2, suma de la superficie continental (1,960,189 km2) y la marítima (3,160,490 km2) (Figura 1); su historia geográfica y geológica para la conformación de ésta es muy compleja, pero ha permitido un mosaico de paisajes naturales con riqueza en su biodiversidad (Figura 2). Para entender este presente y los procesos de evolución, migración, especiación y, por supuesto, extinción que han ocurrido y ocurrirán es necesario comprender el pasado, aspecto que se trata de estudiar a través del registro fósil, que permite conocer los grupos biológicos y los ambientes que han existido en hace miles o millones de años.

En cuanto a su registro sedimentario y fosilífero, México tiene desde el Precámbrico hasta el Holoceno (Fi-

1 Artículo derivado de la ponencia “Nuevos hallazgos paleonto-lógicos en México”.

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gura 3). Los yacimientos1 de ciertos periodos están mejor representados y con mayor frecuencia algunos grupos biológicos se encuentran en abundancia, mientras que otros son escasos o nulos (Arroyo-Cabrales et al., 2008), además de que por su misma naturaleza, al formar parte del proceso de formación de las rocas, los fósiles al igual que éstas siguen su ciclo natural, es decir, se erosionan o transforman para dar origen a otras rocas (Aguilar y Polaco, 2006a), por lo que se tiene un sesgo en la informa-ción; a pesar de esto, es posible comprender la historia y evolución del territorio.

1 Yacimiento se define como aquellas formaciones geológicas en las que existen fósiles en cualquier estado y concentración (Prado, 2009).

La paleontología en México, su pasado y su presenteLa paleontología como disciplina que estudia a los fósiles2 se establece en el siglo XIX, una vez que se comprende la verdadera naturaleza de éstos, es decir, que se trata de restos de organismos que habitaron en tiempos pretéritos el planeta Tierra. Además se esta-blecen los principios para su estudio; algunos están vi-gentes y otros han tenido modificaciones (Sour Tovar y Rivera O., 1997), otros más se han sumado conforme el conocimiento biológico y geológico también ha crecido, ya que la paleontología siempre está y estará vincula-

2 Entendidos éstos como cualquier evidencia de vida pasada preservada en los estratos rocosos por un proceso llamado fosilización.

Figura 1. Visualización de la extensión territorial de México: superficie continental (lo que está conectado al continente americano y la superficie

de las islas) y superficie marítima (suma del mar territorial con la zona económica exclusiva).

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da con la geología (Ferrusquía-Villafranca, 2013) y la biología.

Por su proceso de formación algunos de los fósiles fue-ron y son utilizados en actividades industriales, artísticas o en la construcción (p. ej., petróleo, ámbar, carbón, lajas) (Sour Tovar y Rivera O., 1997), y es por ello que durante la búsqueda de recursos de utilidad energética, de uso co-mercial o en las exploraciones del inventario de recursos del territorio se hiciera mención de este tipo de hallazgos, ya fueran aislados o haciendo énfasis en la existencia de yacimientos. Esto data de la época de la Colonia hasta la actualidad y los estudios van desde reportes con algunas descripciones sobre lo encontrado hasta listas nominales (Carreño y Montellano-Ballesteros, 2005).

La paleontología en México comenzó a desarrollarse desde principios del siglo XIX con reportes realizados por extranjeros, en los que se hace una asignación a grupos biológicos de los restos recuperados, minimizando las interpretaciones sobre seres mitológicos que se tenían sobre ellos. A finales de ese siglo, al constituirse el Ins-tituto Geológico Nacional, comienzan a desarrollarse in-vestigaciones por mexicanos o extranjeros radicados en el país, contribuyendo a la conformación de las prime-ras colecciones y estudios sobre el pasado del territorio (Gío-Argáez y Rodríguez Arévalo, 2003). Posteriormen-te, durante el siglo XX existen diferentes procesos que enmarcan el desarrollo de esta disciplina, siendo hasta 1960 que se empiezan a formar los primeros cuadros de investigadores nacionales adscritos a instituciones uni-versitarias, culturales y energéticas, quienes se forman ya sea como biólogos y geólogos que se van especializando en esta rama de la ciencia.

Considerando la extensión territorial, en su mo-mento, los centros que contaban con paleontólogos se concentraban en la Ciudad de México y realizaban in-vestigaciones en áreas circunvecinas, en zonas de interés temporal o grupo biológico. Hoy, a través de la creación de diferentes instituciones (educativas, gubernamenta-les y museos) que contemplan como área de investiga-ción a la paleontología, los cuadros de profesionales se encuentran dispersos en la República Mexicana, con lo que se ha incrementado la generación de proyectos para responder necesidades locales, así como la formación de profesionales en el interior del país (Figura 4).

En el país, es común que el hallazgo fortuito de fó-siles se realice durante la construcción de obras civiles, apertura de caminos, labores agrícolas, en los cauces de los arroyos y ríos o en las riberas de los lagos, así como durante la explotación de yacimientos energéticos y mi-neros de origen orgánico (Aguilar, 2007), de ahí la impor-tancia de dar a conocer no sólo que los fósiles son fuente de conocimiento para comprender el pasado, sino que también —que de acuerdo con la legislación vigente— forman parte del patrimonio paleontológico nacional3 (Aguilar-Arellano, 2015).

El tipo de información generada con el estudio de los fósiles también ha ido cambiando conforme la disciplina ha ido creciendo y ha ido sumando nuevas tecnologías a sus técnicas de análisis. Inicialmente, los estudios rea-lizados eran listas de nombres y cronologías, posterior-mente fueron marcadores de distribución o abundancia de ciertos energéticos.

Más adelante, conforme los fósiles dieron más in-formación sobre la evolución de nuestro país (desde el punto de vista de su riqueza en diversidad biológica), se les consideró como un centro de origen, evolución, migración y extinción de muchos grupos a través del tiempo (Carreño y Montellano-Ballesteros, 2005). De esta forma, los estudios pasaron a ser más detallados, involucrando anatomía comparada, paleogeografía, ta-fonomía4 y ecoestratigrafía, además de su aplicación como indicadores de cambio climático y de contami-nación ambiental (Carreño y Montellano-Ballesteros, 2005).

Asimismo, las técnicas empleadas para el estudio de estos restos han ido cambiando conforme la tecnología y los análisis fisicoquímicos se han desarrollado en sus campos de acción. Entre las técnicas que son aplicadas al estudio de los fósiles se encuentra el análisis de isótopos estables, análisis moleculares, la fotogrametría digital, la fotografía de luz ultravioleta, y en el caso de la pros-

3 El patrimonio paleontológico en México se define como los bienes que representan la evidencia del pasado geológico y biológico del país (Agui-lar y Polaco, 2006b).

4 La tafonomía es la parte de la paleontología que estudia los procesos de fosilización y la formación de los yacimientos de fósiles (Sour Tovar y Rivera O., 1997).

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pección tratar de establecer la extensión del yacimiento a través del georadar (Aguilar et al., 2014).

En cuanto al grupo biológico, al menos en un estu-dio realizado a principios del siglo XXI, se indica que la mayor parte de las publicaciones realizadas a esa fecha corresponden a invertebrados (moluscos en su mayoría), vertebrados (mamíferos, principalmente), los microfó-siles (particularmente los foraminíferos) y las plantas (Gío-Argaéz y Rodríguez-Arévalo, 2003). Actualmente,

el panorama es más amplio y con mayor diversidad de grupos estudiados (Reynoso et al., 2015). Además de que existen grandes cantidades de áreas aún no exploradas que son el reto de los paleontólogos (Arroyo-Cabrales et al., 2008).

Los fósiles: de evidencia científica a objetos patrimonialesLos fósiles son las evidencias tangibles del conocimiento generado por la paleontología que son resguardadas en

Figura 2. Mosaico de paisajes que se presentan a lo largo del país.

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colecciones y museos. A través de la divulgación científi-ca han sido comunicados los resultados de esta ciencia, y uno de los tópicos que causa gran interés es el caso de los organismos que habitaron la Tierra en el pasado, como es el caso de los dinosaurios.

Sin embargo, los fósiles no sólo son generadores de conocimiento, sino que también aportan en el ámbito del patrimonio natural, histórico y cultural (Aguilar-Arellano y Ramírez-Almaraz, 2016; Aguilar-Arellano et al., 2016). Forman parte del patrimonio natural por su origen orgá-nico, que se vincula en todo momento con la geología y la biología de la región. A la vez, al formar las colecciones bajo el criterio científico, los fósiles cuentan ya con un va-lor patrimonial, cultural e histórico, por la actividad hu-mana desarrollada para la formalización de la ciencia de la paleontología y como documentos de información del pasado de la vida en la Tierra (Endere y Prado, 2009; Mo-rales, 2010). Una vez que las colecciones o parte de ellas se vinculan a un museo o exposición, adquieren otro valor patrimonial, el que el público les asigne al interactuar con ellas (Aguilar-Arellano et al., 2016). De esta forma, hoy se busca proteger y conservar este singular patrimonio para beneficio de la ciencia y de las generaciones futuras, pero es necesario desarrollar estrategias que sigan reafirman-do su papel como generador de conocimiento del pasado y como parte de nuestro patrimonio, ya puede ser productor de identidad (Aguilar-Arellano y Ramírez-Almaraz, 2016).

Los desiertos en México y los yacimientos paleontológicosUno de los ecosistemas más complejos y ricos en orga-nismos que interactúan entre sí y su medio físico son los desiertos y, desgraciadamente, se perciben como terre-nos inhóspitos e improductivos. En México, se encuen-tran dos de las regiones desérticas clasificadas dentro de Norteamérica: la del Desierto Sonorense y la del Chi-huahuense (Hernández, 2006). Esto ha sido producto de las interacciones tectónicas y magmáticas ocurridas en los límites de las placas que convergen en el entorno del país, y sobre todo por la formación de las mayores cadenas montañosas desde el final del Cretácico (apro-ximadamente 80 millones de años Ma), pero sobre todo durante el Paleógeno (de 65 a 23.5 Ma) y el Neógeno (23.5 a 1.75 Ma) (Morán-Zenteno, 1994; Arroyo-Cabra-les et al., 2008).

Una de las ventajas de los ecosistemas del desierto para la disciplina de la paleontología es que los estratos portadores de evidencia paleontológica forman parte de los paisajes (Figura 2), y por los tanto los fósiles se en-cuentren con mayor facilidad en la superficie terrestre. Aunque por la historia misma de formación de cada área y procesos de erosión más constantes existen huecos en el registro fósil, es posible que en ciertas zonas se encuen-tren secuencias de un momento en la historia del planeta Tierra, ventanas que permiten un viaje al pasado remoto de miles o millones de años.

Coahuila, no sólo tierra de dinosauriosEn el caso particular de Coahuila, estado ubicado den-tro del Desierto Chihuahuense, su registro fósil abarca

Figura 3. Escala del tiempo geológico establecida para la descripción

de los eventos geológicos y biológicos del planeta, se resalta lo que

se encuentra en México de acuerdo con el registro sedimentológico

y fosilífero.

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periodos de las tres eras geológicas: de la Paleozoica el Pérmico, de la Mesozoica el Jurásico y el Cretácico, y, finalmente, de la Cenozoica se tiene evidencia del Pa-leógeno y del Neógeno (Figura 3). Los grupos biológicos representados en estas evidencias paleontológicas son moluscos (bivalvos, caracoles y amonites), peces, repti-les (tortugas, cocodrilos), dinosaurios, aves, mamíferos y plantas (Aguilar y Polaco, 2006a).

Hoy, para Coahuila se tiene un registro de diferen-tes localidades paleontológicas distribuidas a lo largo y ancho del estado, al menos en los últimos 10 años se han descubierto 12 localidades: 9 correspondientes a la era Mesozoica (8 del Cretácico Tardío y una del Jurásico Tar-dío) y 3 de la Cenozoica. El 50 % de ellas se ubica en la región sureste, 33 % en la región carbonífera y 17 % en la región desierto (Aguilar, 2009).

De estas localidades se tiene una diversidad de organismos y paleoambientes asociados que dan pauta para indicar la particularidad del terreno en ese momen-to del tiempo, de éstos resaltan ejemplares que permiten la descripción de especies no descritas previamente para cada temporalidad.

Uno de los grupos más diversos es el de las plantas, que a través de las maderas y hojas proponen especies de climas tropicales y húmedos. De los artrópodos, se tiene el registro más antiguo de una araña, el registro más tardío de la familia de cucarachas Blattulidae y la descripción de la cucaracha Xonpepetla rinconensis. Además, dada la preservación excepcional de cangrejos de la especie Cenomanocarcinus vanstraeleni, fue posible, junto con otros ejemplares de otras localidades del mundo, definir a la familia Cenomanocarcinidae. Para los moluscos, se describieron siete especies de gasterópodos de agua dulce, confirmando que en el estado existen afloramientos de la época del Paleoceno (Aguilar, 2009) (Cuadro 1).De los vertebrados se destaca la descripción de la tortuga Mexichelys coahuilensis, el cocodrilo Cricosaurus saltillen-se y el pterosaurio Muzquizopteryx coahuilensis, mientras que de los dinosaurios resaltan los hadrosaurios Velafrons coahuilensis y Latirhinus uistlani y el ceratópsido Coahui-laceratops magnacuerna. A la fecha, están en proceso dife-rentes proyectos de investigación paleontológica en el esta-do, los resultados derivados de estos estudios darán en un futuro un nuevo listado de hallazgos (Aguilar, 2009, 2011).

Cuadro 1. Taxa fósiles descritos a partir de materiales colectados en localidades paleontológicas de Coahuila.

Plantas Invertebrados Vertebrados

Quercinium centenoae Xonpepetla rinconensis Schizorhiza stromeri

Sabilosilum pasac Gourretia aquilae Mexichelys coahuilensis

Javelinoxylon weberi Cenomanocarcinus vanstraeleni Ophthalmosaurus icenicus

Palmoxylon kikaapoa Pseudoananchytes completa Cricosaurus saltillense

Ophiomusium sp. Sabinosuchus coahuilensis

Viviparus mcbridei Platecarpus planifrons

Melanatria wyomingensis Muzquizopteryx coahuilensis

Melanoides yolandae Velafrons coahuilensis

Melanoides wollebeni Coahuilaceratops magnacuerna

Tympanotonus cretaceus Latirhinus uistlani

Tympanotonus nodosa

Physa cepedaensis

Mesolanistes magnus

Mesolanistes murrayi

Gyraulus zoltani

Recopilación con base en Aguilar (2009, 2011) y Reynoso et al. (2015).

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De evidencia de vida a generador de vida en el desiertoAl ser un bien patrimonial, los fósiles para su estudio, protección y conservación, han tenido que reclasificarse en bienes muebles paleontológicos, es decir, aquellos fó-siles que se recuperan de su contexto y son resguardos en colecciones, y en bienes inmuebles paleontológicos, aquellos yacimientos (en extensión y cantidad) ante los que deben tomarse las medidas para su conservación y protección in situ, por su naturaleza misma y la de los fósiles que ahí se preservan.

En el caso particular de los bienes patrimoniales inmuebles es posible encontrar diferentes ejemplos de estos yacimientos y sus fósiles en las regiones del desier-to de México, principalmente en los sitios con estratos

que conservan rastros de dinosaurios, los cuales por sus dimensiones pocas veces pueden trasladarse en su totali-dad a los museos para su conservación.

Desde la academia, la conservación de estos sitios tiene por objetivo conservar las características y estruc-turas de las rocas sedimentarias que no es posible trasla-dar a una colección, así como los fósiles traza asociados, además de aquellos datos que se puedan colectar a futuro con nuevas técnicas (Lipps, 2009). Lo mismo sucede con los fósiles que por su calidad de preservación y su exten-sión es imposible llevar en su totalidad o construir sobre ellos. Por tanto estos sitios siempre estarán en constante investigación y pueden servir como espacios de enseñan-za y de divulgación de la disciplina.

Figura 4. Instituciones por entidad que se dedican a la paleontología en México, elaborado con datos de la participación en el XV Congreso

Nacional de Paleontología realizado en Múzquiz, Coahuila, en octubre del 2015 (Reynoso et al., 2015).

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Desde el punto de vista social, estos sitios, con la adecuada capacitación y sensibilización sobre su natu-raleza frágil y la necesidad de mantenimiento y control, pueden ser un motor para el desarrollo de una econo-mía alternativa para las comunidades cercanas a éstos, ya sea porque dichos yacimientos forman parte de su propiedad o bien porque los habitantes pueden ser con-tratados por las instituciones responsables de la custo-dia para llevar a cabo actividades. Con ello se puede mitigar la migración que está sucediendo en las áreas rurales y fomentar el establecimiento de actividades re-munerativas adicionales a las que ya se realizan en la comunidad.

Para el caso de Coahuila, se tienen dos zonas pa-leontológicas con un origen distinto pero que parten de fomentar el turismo de la región y por añadidura benefi-ciar a las comunidades (Aguilar y Polaco, 2006b): Rincón Colorado y Las Águilas, ambas en el municipio de Gene-ral Cepeda (Figuras 5 y 6).

Para Rincón Colorado, se inició como un sendero educativo con el objetivo de mostrar el trabajo de un pa-leontólogo, recreando las excavaciones y la forma de en-contrar los restos óseos de dinosaurios, complementando la visita con el paisaje (Figura 5) (Aguilar, 2012), además de tener en la zona habitacional del ejido un museo con parte del material de dinosaurio recuperado tanto ahí

Figura 5. El sitio de Rincón Colorado, emblemático para los visitantes de la tumba de los dinosaurios.

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como en las áreas circunvecinas, algunas réplicas, ejem-plares de invertebrados y frutos fósiles junto con museo-grafía que permite tener un panorama del pasado de la zona (Aguilar y Polaco, 2009a).

Las Águilas, ubicada en el ejido de Porvenir de Jalpa, es una zona paleontológica donde uno de los elementos que afloran en áreas comunes del ejido son varios rastros de dinosaurios, al menos asociados a tres grupos: los hadrosaurios, los ornitomímidos y los tiranosáuridos (Aguilar y Polaco, 2009b). En este caso, a través de una propuesta de los habitantes del ejido, se buscó la forma de construir una infraestructura que

protegiera el área, pudiera visitarse minimizando su deterioro y pudieran controlar el acceso (Aguilar Are-llano, 2009) (Figura 6).

Si bien ambos proyectos siguen en proceso de conso-lidación, es necesario continuar con la investigación para poder comprender la evidencia que se lee de las rocas y los fósiles expuestos y trabajar aspectos de conservación in situ para este tipo de evidencia, aspecto que apenas comienza para el país. Además, es necesario trabajar con las comunidades involucradas con dicho patrimonio, ya que ellas son los actores sociales locales directos y parte importante en la protección y gestión del mismo (Muñoz

Figura 6. Mosaico de los diferentes elementos que integran el sitio paleontológico de Las Águilas, búsqueda por intervenir lo menos posible el

paisaje y comunicar su valor patrimonial.

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Collazos, 2006), con lo que se vería al desierto como una oportunidad para vivir en él.

De la sustentabilidad de un bien patrimonial no renovable, la conservación de los fósilesPara el común de la gente, los fósiles son algo que no se perderá, que si ha resistido el paso de los años (miles o incluso millones) pueden éstos ser perennes. Sin embar-go, esto no es así, los fósiles son frágiles, forman parte del ciclo de las rocas y, por lo tanto, se erosionan o transfor-man para dar origen a otras rocas; ciclo que se interrumpe cuando alguien (p. ej., el profesional de la paleontología) lo extrae de los sedimentos que lo contienen y es reguardo en las colecciones o en museos, donde el deterioro que le esperaría, de seguir su curso natural, es mínimo y siempre en condiciones controladas (Aguilar y Polaco, 2007).

En el caso de las localidades paleontológicas, lo prime-ro que se tiene que hacer para saber sobre su existencia es el registro ante el Instituto Nacional de Antropología e His-toria, a través de la Dirección de Registro Público de Monu-mentos y Zonas Arqueológicos (Aguilar-Arellano, 2015). La primeras localidades en ser dadas de alta son aquellas em-pleadas como atractivos turísticos y que cuentan con visita pública no regulada, como Rincón Colorado y Las Águilas (Figuras 5 y 6), o bien aquellas que pueden ser afectadas por el crecimiento urbano (Oñate Ángulo, 2015).

Además, se ha iniciado la delimitación de zonas pa-leontológicas siguiendo los aspectos técnicos involucrados

en la elaboración de las poligonales de las zonas arqueo-lógicas: 1) elección de la localidad, 2) delimitación (defi-nición del área paleontológica con el trazo de la poligonal envolvente), 3) la formación del expediente técnico y 4) la elaboración de la propuesta de declaratoria (Escartín Adam, 2009). Por lo menos en el caso de Coahuila, tanto Rincón Colorado como Las Águilas cuentan con su res-pectivo polígono de protección (Aguilar-Arellano, 2015).

Si se busca implementar actividades que generen un desarrollo sostenible para la vida en los desiertos, los fósi-les y sus yacimientos deben ser considerados por represen-tar un potencial para seguir conociendo el pasado del terri-torio y comprender las dinámicas actuales, pero también para motivar a los habitantes que vieron en estos paisajes desérticos una oportunidad para su establecimiento.

Es necesario tomar en cuenta que este singular pa-trimonio desaparecerá rápidamente como consecuencia del desarrollo económico no planeado, la construcción, la industrialización, el vandalismo y la recolecta continua de fósiles por profesionales y aficionados, así como por la ambición de algunos colectores comerciales (Lipps, 2009).

De ahí la importancia de que en todo momento la academia, las instituciones que participan en su con-servación y protección —que en México le corresponden al Instituto Nacional de Antropología e Historia (Agui-lar-Arellano, 2015)—, los diferentes niveles de gobierno y, sobre todo, la comunidad, participen, se comuniquen y desarrollen esa sostenibilidad de los vestigios del pasado.

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Bernardo Arriaza Instituto de Alta Investigación, Universidad de Tarapacá, Arica, Chile

ResumenEn el norte de Chile, los vestigios culturales de miles de años, literalmente, florecen en el Desierto de Atacama, esto gracias a la alta salinidad de sus suelos, la carencia de lluvias y a la reutilización milenaria de los mismos espacios por sucesivas poblaciones. Así, antiguos testi-monios de cementerios, sitios habitacionales y zonas de basurales se encuentran tanto a nivel del subsuelo como superficialmente. El estudio sistemático de estos restos ha permitido indagar en los diversos modos de vida de las poblaciones ancestrales, sus sistemas de subsisten-cia, cambios climáticos y culturales en el tiempo, entre otros aspectos.

Considerando la naturaleza del Foro “Futuro sos-tenible de la vida en el desierto” (que tuvo lugar en Sal-tillo, Coahuila, México), este ensayo aborda de mane-ra resumida tres grandes temas: 1) Una síntesis de la cultura Chinchorro, la cultura más temprana y llamativa del norte de Chile que se desarrolló en una región desér-tica costera. En este punto se abordan también algunos antecedentes históricos sobre Chinchorro, la naturaleza de estas momias (los materiales que las componen, etc.), los esfuerzos realizados en Arica para su preservación, el rol de la comunidad y la patrimonialización de este bien. 2) Un resumen de las principales unidades acadé-micas de la Universidad de Tarapacá, ligadas al estudio del pasado en un ambiente desértico. 3) Se presentan, con base en estas experiencias, algunas recomendacio-nes generales para el nuevo Centro que se creará en Coahuila.

Antecedentes sobre la cultura chinchorroLos cazadores-recolectores y pescadores tempranos del nor-te de Chile, hoy denominados chinchorros, homónimo de la playa donde originalmente se encontraron sus primeros restos, se destacan por sus complejas prácticas de momifi-cación artificial y por su temprana adaptación costera. Este tema ha sido ampliamente discutido en diversas literaturas especializadas en tres grandes momentos, las décadas de 1919 a 1922 y 1960, y desde 1983 en adelante. Estos es-tudios han permitido determinar fehacientemente que los chinchorro representan poblaciones que habitaban ambien-tes costeros dedicados casi exclusivamente a la explotación de los recursos marítimos. Durante miles de años no pre-sentaron grandes cambios tecnológicos ni de subsistencia, donde su singularidad cultural recae en el temprano desa-rrollo de una especialización mortuoria con una diversidad de tratamientos que varían en el tiempo y espacio.

Hoy, los diversos estudios y fechados radiocarbóni-cos avalan que la momificación artificial en Chinchorro abarca un marco cronológico amplio de al menos 4 mil años (ca. 5000-1000 a. C.) y que sus primeros esbozos del tratamiento intencional de preservar los cuerpos se encuentran en el Valle de Camarones (sur de Arica). Esta práctica mortuoria tiene su apogeo en complejidad y plasticidad entre el 3000 y el 2000 a. C., y desaparece totalmente hacia el año 1000 a. C. Además tuvo un marco geográfico amplio, de al menos 125 km en Chile (línea recta, Arica-Pisagua) en su área nuclear, pero cuyos lí-mites y distancias de influencia cultural podrían ser de siete a ocho veces mayores si consideramos las evidencias desde Ilo en el Perú hasta Antofagasta en Chile.

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Figura 1. Momia chinchorro,

adulto masculino, preparado

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Figura 2. Momia roja, subadulto.

El área blanca en el cráneo

corresponde a un soporte

de conservación.

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Las primeras momias chinchorro intencionalmente preparadas son rudimentarias y presentan relleno de tie-rras de colores, como en Camarones 14 y Camarones 17 (ca. 5000-4500 a. C.), pero con terminaciones más bien burdas. Luego, en Arica hacia el 4000 a. C., observamos su forma clásica, cuando las momias eran finamente ela-boradas y decoradas, como es el caso de las llamadas mo-mias negras (Arriaza, 1995a; Muñoz et al., 1991, 1993; Schiappacasse y Niemeyer, 1984).

La momificación artificial, a diferencia de la momi-ficación natural, presenta una intencionalidad y una ne-cesidad social, emocional e ideológica de querer preservar el cuerpo, conservando partes importantes del individuo, como los huesos, la piel y el cabello (Figura 1). Es decir, es un tratamiento que requirió de planificación y estructuras sociales que hicieran posible llevar a cabo la gran comple-jidad que representaba la preparación de los cuerpos para la otra vida. En Chinchorro, el cuerpo de un difunto era ampliamente transformado, pasando de un cadáver en proceso de descomposición normal a un cuerpo inodoro, colorido, policromo y duradero que podía ser contemplado y venerado.

Uhle (1919), pionero en el estudio de estos grupos tempranos, los denominó “los aborígenes de Arica”, y a los cuerpos con tratamientos mortuorios, “momias de preparación complicada”. Posteriormente, Arriaza (1995a), utilizando variables visuales y aspectos plás-ticos de la manufactura de las momias, los denominó momias negras y rojas, entre otras variedades. Si bien es cierto que estos tratamientos mortuorios chinchorro varían con el tiempo y la región, podemos agruparlos en las categorías señaladas para su síntesis interpre-tativa.

Las momias negras representan cuerpos desarti-culados y modelados que internamente contienen una estructura muy compleja, con un esqueleto reforzado con maderos y amarras de fibra vegetal. Y de forma intermedia presentan un extenso modelado de arcilla gris, reposición de piel y pintado externo con mangane-so. Las momias rojas, en cambio, constituyen cuerpos rellenados o momificados con un tratamiento interno más simple pero externamente más complejo que el de las momias negras. En el caso de las momias rojas, uti-lizando cuchillos de piedras, primero realizaban incisio-

nes a nivel del estómago y articulaciones mayores para proceder a remover los órganos internos. Luego, para reforzar el cuerpo, introducían maderos en los brazos, piernas y tronco. En general, estos maderos iban desde los tobillos hasta el cráneo. El cuerpo era rellenado con sedimentos (tierras) y motas de lana de camélido (p. ej., guanaco) que contribuían a recuperar el volumen y forma deseada. Una vez concluida esta etapa de relleno, sutu-raban las incisiones. Para adornar la cabeza, elabora-ban una peluca construida con largos manojos de pelo, de unos 60 cm de largo, la cual adherían con una pasta de manganeso. Una vez colocada la peluca, suturadas las incisiones y reforzado el cuerpo con amarres exter-nos (p. ej., en tobillos y abdomen), procedían a pintarlo de rojo con óxido de hierro (común y abundante en la zona), exceptuando la mascarilla facial, la cual elabora-ban con sedimentos negros o rojizos. Los especialistas fúnebres buscaban representar un cuerpo con signos de vitalidad, reconstruyendo la mascarilla facial, con orifi-cios para los ojos, la nariz y la boca.

Es en este marco, bordeado por cazadores-pesca-dores-mariscadores y recolectores, que los chinchorro se presentan como un grupo cultural temprano excep-cional, dada la complejidad de sus ritos mortuorios que nos proyectan más allá de la simple subsistencia de las poblaciones tempranas. La funebria en Chinchorro, por tanto, nos permite discutir la complejidad social, aspec-tos artísticos y cambios culturales en los cazadores-re-colectores tempranos, así como la organización social y la economía, que probablemente giraban en torno al cuidado de sus muertos.

Materiales utilizados para la preparación de las momiasLas diversas materias primas empleadas pueden sub-dividirse en dos grandes categorías: orgánicas e inorgá-nicas. Ciertamente, los materiales utilizados en la pre-paración de los cuerpos no sólo reflejan los recursos del entorno, sino que también, intrínsecamente, representan una carga simbólica que debemos desentrañar. Aunque esto es complejo de descifrar, cada elemento empleado tiene su esencia: lo animado y lo inanimado, lo plástico versus lo rígido, lo humano versus lo no humano, lo tem-poral versus lo imperecedero.

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Elementos orgánicos Dentro de los elementos orgánicos se destaca la pre-servación del esqueleto, el cual a menudo se encuentra completo e intencionalmente muy bien rearticulado ana-tómicamente, incluso en los niños. Como soporte del es-queleto se encuentran delgados maderos dispuestos de forma longitudinal, los que junto a amarras y cordeles de fibra vegetal permitían darle mayor rigidez a la es-tructura interna del cuerpo modelado o rellenado, depen-diendo de la variante de momificación. Muchos cuerpos intencionalmente preparados también conservan su piel y restos de pieles de animales (camélidos o lobos mari-nos) o aves (pelícanos), que servían como cobertores ex-ternos o capas para complementar el proceso de momi-ficación. Sobresale además la excelente conservación de cabellos, los que eran dispuestos en haces y anudados en sus extremos formando una peluca, la que variaba en lar-go de acuerdo con el tipo de momificación. En las momias negras, la peluca es corta, mientras que en las momias rojas, es muy larga.

Elementos inorgánicos Dentro de esta categoría podemos incluir diversos elemen-tos, como sedimentos o suelos que fueron principalmente utilizados como material de relleno. Además, empleaban arcillas para modelar el cuerpo de la momia y minerales para pintarla resaltando sus aspectos faciales. La utiliza-ción de estas materias primas varía según el tipo de mo-mia, pero a grandes rasgos tenemos lo siguiente:

a) Arcillas. De un color gris blanquecino, era utilizada en grandes cantidades, principalmente para el mode-lado interno del cuerpo de las llamadas momias ne-gras. Seguramente la extraían de la desembocadura de los ríos, como el Lluta o San José, por mencionar algunos. Su análisis ceramológico indica que eran pastas de mediana calidad plástica y estaban com-puestas principalmente de un 67.53 % de óxido de si-licio (SiO2), 13.15 % de óxido de aluminio (Al2O3) y un 7.02 % de óxido de hierro (Fe2O3), entre otros elemen-tos. Mineralógicamente, esta arcilla estaba constitui-da por cuarzo (30 %), albita (26 %), sanidina (15 %) y moscovita (12 %), entre otros (Arriaza et al., 2012). Esta arcilla gris era aplicada de forma generosa para

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Figura 3. Radiografía de una momia roja, subadulto. Las áreas blancas

son producto del relleno intencional del cuerpo.

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rellenar todas las cavidades corporales (p. ej., tórax, abdomen, pelvis) y también para el extenso y excelen-te modelado del cuerpo. Agregar esta arcilla sobre la estructura interna esqueletizada permitía al especia-lista darle volumen al esqueleto rearticulado, contri-buyendo a recuperar parte del volumen corporal del individuo, formando una especie de estatua gris o efi-gie imperecedera que sería posteriormente recubierta con piel. Esta aplicación de arcilla gris era una etapa intermedia antes de la finalización de la momia.

b) Minerales. Eran utilizados en algunos casos como parte del relleno, pero principalmente para pintar ex-ternamente los cuerpos. El manganeso, por ejemplo, lo utilizaban para pintar externamente el cuerpo y la cara de las momias negras con una delgada capa de un par de milímetros que variaba entre 35.1 % y 60.7 % de pureza. A menudo, el manganeso se encuen-tra mezclado con otros elementos, como potasio, cal-cio, hierro y silicio, todos en forma de óxidos (Arriaza et al., 2008; Sepúlveda et al., 2013). En el caso de las momias rojas, también aplicaban una gruesa capa de óxido de manganeso pero esta vez en la cabeza, suje-tando la peluca y generando una especie de casquete; además la empleaban en la cara donde modelaban o pintaban la mascarilla facial.El óxido de hierro lo utilizaban para pintar externa-mente las llamadas momias rojas, exceptuando la cara, la que suele ser negra o con otras tonalidades más rojizas. El empleo de estos minerales es relevante porque implica la búsqueda, extracción, procesamiento y traslado desde los lugares de extracción hacia sus campamentos, con el fin de experimentar y lograr las mezclas adecuadas que generaran los colores de-seados o una mejor calidad de las pastas con la cual pintarían a sus momias. Ésta fue una minería a muy baja escala, donde utilizaban sus manos y morteros de piedra para procesar dichos minerales.

Desde una mirada de la arqueología procesual, re-sulta evidente la planificación, especialización y el cono-cimiento del entorno para lograr un acabado tratamiento del cuerpo y la ritualidad, nada era dejado al azar. De esta

variedad de técnicas de momificación, las momias negras y rojas con sus variantes son las más elaboradas y policro-mas, y sin duda, se requirió de especialistas para su ma-nufactura, planificación previa para plasmar cadenas ope-rativas, búsqueda, selección y procesamiento de materias primas, además de diversos ritos durante la elaboración y socialización de las momias con la comunidad.

Aparte de la caza y la pesca, que requerían especia-lización, es notorio que tempranamente surgieron espe-cialistas mortuorios, los cuales debieron jugar un papel central en estos grupos de pescadores. Es indiscutible el cuidado especial que los preparadores fúnebres dedi-caban a sus difuntos, no sólo se preocupaban de trans-formar y decorar el cuerpo, sino que también tenían un cuidado especial con los infantes fallecidos. Incluso pro-curaban despiojar los manojos de cabellos utilizados en la manufacturas de las pelucas, ya que los cuerpos con mo-mificación artificial presentan significativamente menos pediculosis que los cuerpos chinchorro con momificación natural (Arriaza et al., 2013). Los preparadores fúnebres debieron estar a cargo de los numerosos aspectos del tra-tamiento del cadáver y su ritualidad, incluidas las dife-rentes etapas de momificación (obviamente con variantes de acuerdo con su tipo) que incluían desarticulación, lim-pieza o evisceración, rearticulación, modelado o rellena-do, tratamiento externo (pieles, peluca), tratamiento final (pintado, cintillos, etc.), y por supuesto toda la adquisi-ción y preparación de las materias primas para lograr los resultados deseados.

Desde la visión postprocesual, los análisis funera-rios de las momias chinchorro representan una oportuni-dad para estudiar los ritos, interpretar los eventos ocu-rridos y acercarnos a la empatía de los dolientes, a las emociones que se diluyen en la cultura material y a la re-ligiosidad de las poblaciones tempranas (Swenson, 2014).

Patrimonialización de la cultura chinchorroLa patrimonialización de los bienes arqueológicos ad-quiere importancia en la medida que la comunidad logra una identidad con éstos, con su importancia, simbolismo y proyecciones. En el caso de los restos bioarqueológicos de la cultura chinchorro, su paisaje y sus yacimientos to-davía in situ han ido permeando y creando un sentido co-lectivo de apropiación del bien. Así poco a poco las inves-

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tigaciones sobre la cultura chinchorro han incrementado el conocimiento en la cultura colectiva local, traspasando incluso al ambiente nacional e internacional.

Cabe señalar que algunos hitos han marcado este acervo, uno de ellos se da a principios de la década de 1980, cuando la población de la ciudad de Arica se vio fuerte-mente interesada en los hallazgos que fueron desarrollán-dose por parte de los miembros del Museo Arqueológico de la Universidad de Tarapacá San Miguel de Azapa (MAS-MA). Esto gracias a la cantidad, calidad y rigurosidad que se tuvo al momento de excavar en el terreno de las momias chinchorro.

La paulatina y cuidadosa extracción de cientos de cuerpos momificados y sus ofrendas en excelente estado de preservación fue ganando expectación, publicidad y curiosidad. La revelación de que estos antiguos pescado-res habían logrado la momificación artificial más tempra-na de la que se tenía registro a nivel mundial consolidó el interés, tanto de la comunidad como de los científicos, por esta población prehispánica.

Durante los años posteriores, diversas acciones de difusión científica lideradas por diferentes investiga-dores de la Universidad de Tarapacá a través de pre-sentaciones en congresos, publicaciones científicas y reportajes de prensa fueron creando la plataforma del conocimiento además de las bases para la socialización de los chinchorro.

Antes de los años ochenta, la población en general asociaba todos los restos arqueológicos precolombinos de la región de Arica y Parinacota con la cultura inca; sin embargo, hoy, paradójicamente se identifican como “chinchorro”. Sin duda, todo esto forma parte de un pro-ceso de búsqueda de identidad, pero aún queda un largo camino por recorrer, y es necesario valorar y educar so-bre la diversidad de culturas ancestrales que se desarro-llaron en esta región. En ese sentido, es necesario desta-car que el proceso de resignificación patrimonial en esta región se ha realizado desde el ámbito académico hacia la población, donde el museo y la universidad han tenido un importante rol en el desarrollo y construcción de la identidad cultural, así como también en el poner en valor la riqueza arqueológica de la región. Todo esto con sus bemoles obviamente, porque esta gran riqueza arqueoló-gica del norte de Chile no está compuesta por obras mo-

numentales, aparte de los geoglifos y algunos pucaras, sino que se encuentra más bien escondida en el subsuelo en forma de cementerios, asentamientos y antiguos basu-rales. Estos yacimientos arqueológicos de baja visibilidad ameritan una delimitación debido a su destrucción pro-ducto del desarrollo económico de la región. Esta riqueza cultural ancestral, potenciada con los paisajes naturales, conforma un bien de gran riqueza patrimonial para la creación de santuarios de la naturaleza y geoparques o parques arqueológicos

En la década de 1990, en numerosas publicaciones, por ejemplo en National Geographic Magazine, tuvie-ron espacio temas sobre los chinchorro. También se pu-blicó Beyond Death, el primer libro exclusivo sobre los chinchorro (Arriaza, 1995a y b), y se realizó en Arica, en 1998, el Congreso Internacional de Estudios sobre Momias, junto con diversos programas de televisión in-ternacionales y actividades académicas, los cuales esta-blecieron en el discurso local (e internacional) el valor universal de las momias chinchorro, integrándolo en el imaginario y transformándolo en un elemento relevante no sólo para los investigadores, sino para la ciudadanía y la aldea global.

Paulatinamente al quehacer científico, se fueron in-tegrando gestores culturales independientes que contri-buyeron a posicionar la cultura chinchorro como un ele-mento identitario de la población actual de la región de Arica y Parinacota. Los proyectos de difusión y puesta en valor de chinchorro han ido en constante aumento, desde el 2000 a la fecha se acrecientan las obras de teatro, in-tervenciones urbanas, musicales, páginas de internet, li-bros y revistas sobre esta cultura. Coincidentemente con estas manifestaciones, desde el mundo académico se fue consolidando la idea de que Chinchorro debía obtener un reconocimiento aún más amplio. En 1998, con la inclu-sión de las momias chinchorro dentro de la lista tentati-va de bienes para ser nominados por el Estado de Chile como patrimonio mundial de la UNESCO, se difundió esta temática entre la población y contribuyó a que desde distintas esferas de lo público se unieran esfuerzos en ayuda de cumplir este objetivo. Mesas de trabajo y conve-nios entre la universidad, el gobierno regional e incluso empresas privadas han buscado potenciar la formulación del expediente de nominación durante los últimos años.

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Esta apropiación y difusión del bien se potencia aún más cuando en el año 2010, la UNESCO, en conjunto con el Consejo de Monumentos Nacionales y la Universidad de Tarapacá, organizó en Arica un taller internacional de-nominado “La cultura chinchorro: una perspectiva com-parada”, cuyas memorias fueron posteriormente públicas (Sanz, Arriaza y Standen, 2014). Por último, reciente-mente se publica un compendio sobre Chinchorro, con la contribución de 22 autores, que abarca aspectos cultu-rales, ecológicos e históricos (Arriaza y Standen, 2016).

Todo esto ha contribuido al florecimiento de una visión sobre la identidad local basada en la arqueología, donde la imagen de Chinchorro ocupa un espacio relevante. Hoy es común ver rostros de momias chinchorro acom-pañando la organización de eventos tan disímiles como conciertos, congresos académicos, campeonatos de surf y publicidades de negocios locales. Chinchorro traspasó todas las barreras del conocimiento y desde la narrati-va científica se alojó en el sentimiento popular, trans-formándose en un poderoso elemento de identidad de la gente de la ciudad de Arica.

Relevancia chinchorroChinchorro representa un valor cultural excepcional, tanto por su complejidad social y mortuoria, su escatolo-gía y expresiones artísticas reflejadas en sus policromas momias, como por su adaptación cultural de marisca-dores-pescadores-cazadores-recolectores tempranos de ambientes extremos (Arriaza, 1998; Arriaza et al., 1988; 2008). Sin embargo, tan fundamental como los restos en-contrados, excavados, estudiados y depositados en varios museos de nuestro país y del mundo, la puesta en valor de su hábitat prístino es sin duda una tarea pendiente y urgente, donde todavía podemos contemplar ambien-tes costeros de un paisaje cultural inigualable, como Caleta Vitor, Desembocadura de Camarones y Pisagua Viejo, por mencionar algunos. Estos ambientes cobran gran relevancia debido a que otorgan la contextualiza-ción paisajista in situ a Chinchorro. Son estos paisajes naturales y culturales los que deben ser preservados en forma de parques arqueológicos o geoparques, que per-mitan dimensionar un amplio espectro de fenómenos interrelacionados: la vida cotidiana del ayer y del hoy, la biodiversidad costera y de los humedales, la geomorfo-

logía, el desierto en su rol de cambios climatológicos, las investigaciones y excavaciones en curso y la continuidad cultural del uso del espacio como testimonio de vida.

Sinopsis de su conservaciónLas colecciones bioarqueológicas de la cultura chincho-rro, resguardadas en el Museo Arqueológico de la Uni-versidad de Tarapacá, han requerido, en los últimos años, de un cuidado especial. Décadas de condiciones de almacenamiento inadecuado provocaron en estas colec-ciones un importante deterioro que se comenzó a detectar a fines de la década de 1990.

Las frágiles condiciones materiales de los cuerpos con momificación artificial, que consisten fundamental-mente en arcilla sin cocer, huesos, piel humana y restos vegetales, han supuesto un reto de gran envergadura al momento de elaborar estrategias de conservación (San-tos, 2002). Los principales problemas consignados por los especialistas en conservación del museo hicieron énfasis en dos tipos de causas, la de naturaleza mecánica y las de carácter medioambiental. En la primera categoría, destacaron factores como el daño producido durante la exhumación de los restos, el traslado desde el sitio de ex-cavación, manipulación con objeto de investigación, exhi-bición y almacenaje inadecuado. En la segunda catego-ría, los factores más importantes fueron las condiciones inestables de temperatura y humedad relativa de los de-pósitos las que incidieron en el grado de descomposición de tejidos orgánicos, contaminación por microorganismos y fracturas internas producto de la absorción y desorción de humedad.

A partir de este diagnóstico, una serie de medidas fueron desarrolladas. En dos proyectos1 realizados a fines de la década de 1990 se adecuó un depósito especial para los cuerpos con momificación artificial, el que incorporó soluciones no mecánicas en el manejo de las condiciones medioambientales como: un sistema de ventilación, doble techo con aislamiento y revestimiento, paredes de ladri-llo, accesos con amortiguación y registros de condiciones medioambientales a través de data loggers. Además se modificó el sistema de almacenamiento de los cuerpos,

1 Los proyectos fueron: FONDART 03147/98 y Fundación Andes 1989. En Santos, 2002., p.75.

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cambiando los estantes por camillas individuales elabo-radas a partir de materiales especiales sin ácido y camas de arena para replicar las condiciones originales en las que estuvieron los cuerpos.

Las medidas tomadas mejoraron las condiciones ge-nerales de conservación de las colecciones; no obstante, durante el año 2006 se detectó un incremento sustancial en los niveles de descomposición de los cuerpos almace-nados en el depósito reacondicionado. Luego de consultas a varios expertos como Toby Raphael,2 quien desarrolló una visita al Museo UTA, se definió que el sistema de ventilación del nuevo depósito era el causante del incre-mento en la humedad relativa del depósito, por lo que se suspendió su uso. Con el apoyo financiero del proyecto CDE-UTA fue instalado un sistema de deshumidifica-ción. Los niveles de humedad relativa fueron estableci-dos según normas tradicionales de conservación en un 50 % y fueron controlados con la instalación de un nuevo sistema de medición inalámbrico y automatizado de data loggers. Además, y según indicaciones de T. Raphael, se adecuó una serie de depósitos con distintos niveles de ais-lamiento, estableciendo criterios para su uso entre mayor y menor grado de conservación. Los depósitos con bajo ni-vel de aislamiento fueron destinados para las colecciones de materiales arqueológicos de naturaleza inerte, como líticos y cerámicos. Las colecciones bioarqueológicas y textiles requirieron de depósitos con un mayor nivel de aislamiento térmico y de humedad relativa, mientras que las colecciones de cuerpos con momificación artificial fue-ron destinadas a este último tipo de depósitos.

Entre 2010 y 2014, fue reacondicionado el sistema de almacenamiento de los cuerpos. Se mejoró el diseño de estantes, disponiendo los cuerpos de manera horizontal en camillas individuales. Éstas a su vez fueron mejora-das con materiales aislantes y no tóxicos. Se envolvieron los cuerpos y las camillas en fardos de tyvek, ya que se pudo definir que estos enclaustramientos individuales disminuían el impacto de las variaciones de humedad re-lativa, ayudando en las condiciones de conservación.

2 Conservador del National Park Service (Servicio Nacional de Parques) y el National Museum of the American Indian (Museo Nacional del Indígena Americano). En: <http://www.apoyonline.org/blog/toby-raphael-2/>.

Unidades dedicadas a investigaciones del desiertoEn la Universidad de Tarapacá, Arica, hay tres unidades académicas que dentro de sus quehaceres de investiga-ción involucran estudios del desierto: el Departamento de Antropología, el Instituto de Alta Investigación y el Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto.

Departamento de Antropología de la Universidad de TarapacáEste departamento pertenece a la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas de la Universidad de Tarapacá, Ari-ca, Chile, y está enfocado a la docencia de pre y posgrado en Antropología y Arqueología. Bajo su alero se encuen-tran el Museo Arqueológico Universidad de Tarapacá San Miguel de Azapa (MASMA, fundado el año 1957) y el Museo de Sitio Colón 10. En el MASMA se custo-

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Figura 4. Desembocadura del río Camarones, ilustrando diversas

materias primas.

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dian, estudian y exhiben los desarrollos culturales de las poblaciones que habitaron este desierto por miles de años, junto a muestras etnográficas de las comunidades aymaras actuales de la puna. Las investigaciones están orientadas al ámbito arqueológico y al estudio de las co-munidades aymara bajo diferentes enfoques y proyectos de investigación.

El MASMA almacena unas 85 mil piezas y cuenta con numerosos depósitos, laboratorios especializados y sa-las de exhibición que reciben a unas 50 mil visitas al año (http://masma.uta.cl). Sin embargo, cabe señalar que debi-do a la gran riqueza arqueológica de la zona y al desarrollo constante de la región, los depósitos se saturan y los fondos de manutención del manejo de colecciones generalmente son escasos, presentándose un desafío constante entre el incremento de las piezas de museo, su almacenaje y la ca-lidad de los depósitos.

Instituto de Alta Investigación (IAI)El Instituto de Alta Investigación de la Universidad de Tarapacá se fundó el año 2006, y es una unidad acadé-mica formada por un grupo de doctores pertenecientes a distintas áreas del conocimiento, tanto teóricas como experimentales, cuyo objetivo es potenciar y desarrollar un ambiente de investigación científica entre profesio-nales, académicos y estudiantes, obteniendo un inter-cambio de conocimiento entre diversas disciplinas. Esta mirada íntegra e interdisciplinaria busca generar siner-gia en el estudio de los aspectos fundamentales de la ciencia.

A través de los años se ha logrado generar una canti-dad importante de publicaciones a nivel de revistas indi-zadas (ISI) y proyectos de investigación, creándose redes de colaboración tanto nacionales como internacionales, apoyando a jóvenes investigadores y tesistas de pre y posgrado provenientes de variadas disciplinas.

Organización y líneas de investigaciónEl Instituto está conformado por un director, un director subrogante, un consejo directivo, un grupo de investiga-dores titulares y ayudantes de investigación. Su directo-ra actual es la Dra. Gloria Calaf.

En el IAI se estudian diferentes temáticas, tanto teóri-cas como experimentales, entre las primeras encontramos:

• Matemáticas: Área dirigida por los doctores Yurilev Chalco, Sebastián Lorca y Heriberto Román.• Física: Área dirigida por los doctores Juan César Flores y Mauro Bologna. • Estrategia y planificación organizacional: Dirigida por el Dr. Emilio Rodríguez.

Por otro lado, las líneas de investigación que cuentan con laboratorios experimentales son las siguientes:

• Arqueología y Paleoclima: Dirigida por el Dr. Calo-gero Santoro.

• Bioarqueología: Dirigida por el Dr. Bernardo Arriaza.

• Biología del cáncer: Dirigida por la Dra. Gloria Calaf.• Genética humana: Dirigida por el Dr. Francisco Ro-

thhammer.• Nanotecnología: Dirigida por el Dr. David Laroze.

Hoy en día los compromisos académicos contraídos por el IAI se resumen en los siguientes puntos:

1. Promedio de 25 publicaciones ISI al año.2. Promedio de 5 publicaciones Scielo al año.3. Promedio de 5 Proyectos FONDECYT o equiva-

lente en ejecución permanente.4. Promedio de 1 libro de relevancia nacional al año.

Financiamiento El Instituto se financia con aportes operativos de la Uni-versidad de Tarapacá y a través de proyectos concursa-bles (p. ej.: FIC, FONDECYT) dirigidos por los respecti-vos directores de cada línea investigativa.

Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto (CIHDE)El CIHDE es una corporación sin fines de lucro que sur-ge el año 2001 bajo el alero de la Universidad de Tarapa-cá. Nace como un proyecto seleccionado en el marco del Concurso Nacional impulsado por la SUBDERE (Subse-cretaría de Desarrollo Regional y Administrativo) y CO-NICYT (Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica) para la creación de centros regionales de investigación en ciencia y tecnología, mediante alianzas

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de colaboración entre los gobiernos y las universidades regionales.

El año 2004, dando cumplimiento a sus bases fun-dacionales, el CIHDE se oficializa como una corporación de desarrollo científico y tecnológico con personalidad jurídica nueva, título que le confiere una plataforma admi-nistrativa y legal para su operación. Esto dio origen a la Corporación Regional de Desarrollo Científico y Tecnoló-gico del Hombre en el Desierto (CODECITE), oficializada el 20 de mayo del 2004. En su origen, CODECITE (y por ende CIHDE) incorporó como socios fundadores al Go-bierno Regional de Tarapacá, CONICYT y a las Univer-sidades de Tarapacá (UTA, Arica) y Arturo Prat (UNAP, Iquique).

A partir de marzo de 2007, CIHDE y CODECITE debieron enfrentar un cambio determinante a conse-cuencia de la división de la región Tarapacá y con ello la creación de la región Arica y Parinacota. A sugerencia de CONICYT y con acuerdo de las partes, se decidió que la segunda etapa del CIHDE en su inicio se desarrollaría en esta nueva región ligada a la Universidad de Tarapa-cá. Primero en la antigua región de Tarapacá y luego en la recién creada región de Arica y Parinacota, el CIHDE continúa funcionando bajo los mismos objetivos que una vez se plantearon.

Actualmente, este centro tiene como socios a CONI-CYT y la Universidad de Tarapacá y se encuentra ubica-do en la ciudad de Arica. Su oficina central se localiza en el Campus Velásquez de dicha casa de estudios, donde se reparten las 15 personas que se desempeñan en la insti-tución, entre investigadores y equipo de gestión.

Misión El CIHDE es una corporación sin fines de lucro dedi-cada a la investigación científica, tecnológica y a la transferencia de conocimientos referidos a recursos patrimoniales y naturales; temáticas relevantes para el desarrollo estratégico regional, considerando las con-diciones de extrema aridez que caracterizan el paisaje y la vida en la región, poniendo a disposición recursos humanos altamente calificados, con miras a aportar al desarrollo cultural de la humanidad, desde una pers-pectiva regional.

Visión El CIDHE será un referente de investigación científica y tecnológica que contribuirá al mejoramiento de los re-cursos patrimoniales y naturales de la región de Arica y Parinacota.

Hoy uno los objetivos del centro es investigar, fo-mentar y difundir investigación científica y tecnológica de calidad que potencie el uso de los recursos patrimo-niales y naturales de la región de Arica y Parinacota en beneficio de la comunidad a la que pertenece.

Organización Cuenta con un directorio; un director científico, cargo ocupa-do por el Dr. Carlos Echiburu; un director ejecutivo; unida-des de gestión administrativa, y dos líneas de investigación.

• Línea 1: Interculturalidad e Identidades Locales. Esta línea incluye a la rama de la Arqueología y la Antropología, las que se concentran en estudiar, proteger, dar a conocer y poner en valor el valioso patrimonio material e inmaterial de nuestra región. Desde un enfoque interdisciplinario se espera contribuir a develar la historia biológica y cultural de las poblaciones humanas que han habitado los ecosistemas desérticos de esta región. Los investigadores a cargo de esta línea son el Dr. Thibault Saintenoy y Mg. Cristian Cerna.• Línea 2: Recursos Vegetales, Biomedicina y Salud. Esta línea busca poner en valor el patrimonio etnobotánico del altiplano de nuestra región, bien que posee propiedades medicinales y que ha sido conocido y empleado por las etnias locales. Así, con su estudio se espera aportar a la industria alimenticia, cosmética y farmacológica. En esta área se investigan los recursos naturales, generando conocimientos y aplicaciones innovadoras que contribuyan al progreso social, económico y cultural de la sociedad regional.

Financiamiento A través de servicios, proyectos (FIC, FONDECYT) y apor-tes del Gobierno regional de la ciudad (GORE, CORFO). Los investigadores del CIHDE generarán recursos de inves-tigación y extensión mediante la participación en proyectos

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concursables de investigación (p. ej. FONDECYT) y diver-sos programas regionales (FIC, CORFO, ECOS, Explora). Éste se traduce en publicaciones especializadas, lanzamien-to de libros de difusión y talleres a la comunidad. Algunas sugerencias para el centro de estudios del desierto de Cohauila, México

• Definir si será un centro de acopio de información científica que almacena, procesa, interpreta, sintetiza y redistribuye a la comunidad, como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), Web of Science o el National Center for Biotechnology Information (NCBI), o si será un centro de investigación básica o un centro de investigación aplicada.• Definir si será un centro autónomo o dependiente de una universidad o de un consorcio de éstas o de otras instituciones.• Definir la misión y visión del centro.• Generar información sistemática, técnica y

normalizada de acceso público y que sirva para la toma de decisiones de parte de las autoridades correspondientes.• Separar y definir la administración general del centro versus la administración científica o de análisis.• Incorporar líneas de estudio o de información que reflejen las necesidades inmediatas y de largo alien to del Estado y de la macrorregión geográfica.• Definir las principales líneas de trabajo del centro.• Contar con presupuesto operativo permanente y no concursable.• Contar con personal operativo de forma permanente.• Contar con una infraestructura diseñada de acuerdo con los objetivos del centro.• Crear lazos con la comunidad, difundiendo anual mente los resultados obtenidos, ya sea a través de talleres o charlas informativas. • Promover la cooperación y formar alianzas internacionales.• Contar con un equipo asesor consultor internacional.

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Evidencias arqueológicas y bioarqueológicas del poblamiento humano de desiertos en el Holoceno tardío del sur de Patagonia

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Evidencias arqueológicas y bioarqueológicas del poblamiento humano de desiertos en el Holoceno tardío del sur de PatagoniaRafael GoñiInstituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, UBA, Argentina

ResumenLa caracterización como desierto o semidesierto de una región parece adjudicarle una carga negativa a la mis-ma, en especial en términos de poblamiento humano. Sin embargo, procesos de desecaciones a lo largo del Holo-ceno, en particular del Holoceno tardío (últimos 2,500 años A. P.), establecieron nuevos paisajes y ampliaron sustancialmente espacios habitables en Patagonia meri-dional. Grandes extensiones de territorio anteriormente cubiertas de agua fueron gradualmente ocupadas por ambientes de médanos y dunas, y a la vez colonizadas por especies arbustivas, entre las cuales jugó un rol im-portante el molle (Schinus polygamus). Este arbusto, con su envergadura y capacidad cobertora por el follaje, brin-dó a las poblaciones cazadoras la posibilidad de contar con reparo a cielo abierto en las nuevas rutas de pobla-miento. De tal modo, la movilidad humana dejó de estar condicionada por puntos fijos en el espacio, como habían sido las cuevas y los aleros, de vital importancia durante el poblamiento del Holoceno inicial y medio.

Entonces, en este trabajo se está estableciendo que los procesos de desecación ambiental locales lejos estu-vieron de inhibir el poblamiento cazador tardío y que, al contrario, lo habrían favorecido fuertemente; lo que puede también plantearse como que los paisajes hídricos generalizados de buena parte del Holoceno (temprano y medio) restringieron la circulación y movilidad humana,

mientras que los paisajes más secos permitieron una marcada ampliación de nichos, incorporando todos los es-pacios disponibles en un proceso que fuera definido como de extensificación (Goñi, 2010).

El caso que se presenta corresponde a la región de la estepa del noroeste de Santa Cruz, entre las cuencas de los lagos Cardiel y Salitroso. Las condiciones climáti-co/ambientales del Holoceno tardío, con una progresiva desecación que llegara a profundas sequías durante la Anomalía Climática Medieval (ACM) (Stine, 1994), pro-dujeron cambios sustanciales en la movilidad de las po-blaciones humanas, llegando a una casi sedentarización alrededor de los 1,000 A. P.

La señal demográfica que se percibe para los dos últimos milenios, medida a partir de indicadores arqueo-lógicos y bioarqueológicos, es que entre ambas cuencas bajas se establece una pronunciada recurrencia en el manejo de estos hábitats, con una mayor intensidad en la cuenca del Lago Cardiel para 2,000/1,000 años A. P.; luego, lo mismo para el Salitroso, desde 900 años A. P. en adelante. Es decir, que bajo condiciones de aridez progre-siva, las señales se intensifican en todo el nuevo espacio colonizable, planteando una importante recuperación de-mográfica inmediatamente posterior al evento global de la ACM.

En el presente escrito se focalizará particularmen-te la atención en la información proveniente de la bioar-

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queología, la distribución de la vegetación en el paisaje y en el uso de imágenes provenientes de sensores remotos para su análisis.

El área de estudioLa región de estudio es una porción interior mayorita-riamente de estepa, en el Departamento Río Chico de la provincia de Santa Cruz. De tal modo, corresponde al extremo austral del continente americano, en su porción sudamericana más angosta, donde los océanos Atlán-tico y Pacífico están separados por una estrecha franja de tierra, de no más de 500 km. Este dato es de interés porque le confiere a la región características geográficas, ambientales y climáticas particulares, las cuales ayudan a interpretar la información arqueológica y etnográfica (Figura 1).

El clima es seco, con fuertes vientos predominantes del oeste y precipitaciones que oscilan entre los 150 mm en la estepa y los 500 mm en el oeste cordillerano.

En términos de recursos, la presa excluyente para los cazadores en tiempos prehistóricos ha sido el guanaco (Lama guanicoe), tal como lo confirman los trabajos ar-queológicos. Se trata de un ungulado, gregario que llega a pesar hasta 150 kg.

Un rasgo distintivo de la región son los contrastes altitudinales en toda su extensión. Una alta proporción del espacio local está ocupado por mesetas basálticas del Mioceno (Ramos, 2002) o por un área pericordillera-na de altura, como es el Parque Nacional Perito Moreno (PNPM). Como unidad de paisaje, el ambiente de mese-tas ocupa casi el 63 % de la superficie provincial (Maz-zoni y Vázquez, 2004). Las mesetas basálticas ocupan en la provincia de Santa Cruz más de 2,000,000 ha, de las cuales casi la mitad estarían dentro del área de estu-dio (Rial, 2001), a las que se suma el sector elevado del PNPM. A diferencia del resto de las mesetas santacruce-ñas, las correspondientes a este sector, junto con el men-cionado PNPM, presentan alturas promedio mayores, las cuales oscilan entre los 900 y 1,400 msnm. Es decir, que para el análisis que aquí se propone, un factor a tener en cuenta es la altura sobre el nivel del mar de buena par-te del territorio, lo cual supone una estacionalidad muy marcada para su aprovechamiento, dado que durante el invierno las condiciones climáticas son por lo general ex-

tremas. Por otro lado, los sectores más bajos de la región corresponden a una baja proporción del paisaje (Mazzo-ni y Vázquez, 2004). La cuenca de los lagos Pueyrredón/Posadas y Salitroso y la cuenca del Lago Cardiel son los principales; ya que la cuenca del Río Chico es un valle estepario de altura intermedia (promedio de 600 msnm en el área), que ofrece una buena vía de circulación pero no sería, por su alta exposición y topografía llana, un es-pacio adecuado de estancia prolongada para poblaciones humanas. Las cuencas de menos de 300 msnm de los la-gos Cardiel y Posadas/Salitroso ofrecen las condiciones más adecuadas para favorecer ocupaciones invernales.

En síntesis, se trata de una región caracterizada por ser un espacio interior, estepario en general (tanto este-pas arbustivas como herbáceas; Oliva et al., 2001), con una proporción muy alta de sectores por sobre los 900 msnm, con escasas áreas de cotas menores a los 300 m y con una marcada estacionalidad.

Cambio climático, cambio ambiental y la movilidad de las poblaciones cazadoras El objetivo principal de este trabajo es evaluar aspectos de la movilidad y adaptación de poblaciones cazadoras-re-colectoras del noroeste de la provincia de Santa Cruz (Patagonia argentina) a través del análisis de ciertas ca-racterísticas del registro arqueológico en el marco de la estructura ecológica de la región. Si bien las líneas de evi-dencia consideradas en todos nuestros proyectos han sido los estudios tecnológicos, zooarqueológicos, bioarqueoló-gicos, isotópicos y de las representaciones rupestres, en este caso se focalizará en los resultados de los registros bioarqueológicos, cronológicos y espaciales, en el marco de un descenso de la humedad regional registrado para el Holoceno tardío (Ariztegui et al., 2009; Goñi, 2010; Goñi et al., 2000-2002; Goñi et al., 2005, entre otros).

El argumento central de nuestras investigaciones ha sido que durante el Holoceno se produjeron cambios climáticos significativos en Patagonia austral. A partir del Holoceno medio se produjo una serie de variaciones en los vientos del oeste (Southern westerlies, en Gilli et al., 2001) y hacia el Holoceno tardío, unos 2,500/2,000 años A. P., estos vientos se intensificaron (ca. 1,800 años A. P., Gilli et al., 2001; Gilli, 2003). Las nuevas condicio-nes climáticas que se instalaron incidieron directamen-

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Figura 1. Área de investigación en el Departamento Río Chico de la provincia de Santa Cruz, en la Patagonia, Argentina.

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te sobre el sector pericordillerano y estepario central de las cuencas lacustres bajas que se estudian, produciendo condiciones de sequedad crecientes, llegando a momentos de sequías regionales (Stine y Stine, 1990; Stine, 1994). Estas nuevas condiciones ecológicas, con ampliación de espacios habitables por las notables retracciones hídri-cas (tal el caso de los descensos de los niveles del Lago Cardiel y cuenca de los lagos Salitroso y Posadas), favo-recen la colonización de la región por parte de especies de estepa arbustiva, similares a las que allí se encuen-tran actualmente. En esta nueva estructura ambiental y espacial es donde se desarrollan sistemas organizativos sociales diferentes a los estudiados hasta ese momento. La distribución diferencial del recurso crítico del área, el agua, de manera más puntual y heterogénea, habría con-dicionado la movilidad de las poblaciones cazadoras-reco-lectoras. La misma habría sufrido cambios sustanciales, arqueológicamente detectables. En tal sentido, se ha pro-puesto una fuerte reducción de la movilidad residencial, cada vez más progresiva, llegando a su punto crítico para momentos de la Anomalía Climática Medieval (ACM) —entre A. D. 1021 y 1228— (Stine, 1994, 2000; Goñi, 2010; Goñi et al., 2000-2002; Morales et al., 2009). Esta reducción de la movilidad estuvo en concordancia con condiciones ambientales adecuadas para soportar campa-mentos de larga duración, en condiciones de sostenibili-dad relativamente óptimas (agua, leña, refugio invernal, recursos alimenticios inmediatos, entre las de primer orden). Así, las cuencas de los lagos Salitroso/Posadas, en primer término, y del Lago Cardiel, en segundo, se muestran como los espacios y escenarios potencialmente más adecuados para albergar poblaciones humanas por segmentos temporales y estacionales más amplios. Es el argumento de tierras bajas, discretas y restringidas, eco-lógicamente preferenciales para la residencialidad. En contraposición, debido a la baja frecuencia de movimien-to residencial, la movilidad logística o estacional pasa a ser una necesidad de primer orden para dar cuenta de los nuevos espacios y recursos distribuidos o disponibles diferencialmente en tiempo y espacio. En una región donde las tres cuartas partes del territorio son mesetas (Mazzoni y Vázquez, 2004) —de las cuales varias sobre-pasan la cota de 1,000 m— la movilidad logística debió dar cuenta de esta nueva estructuración del paisaje eco-

lógico y geográfico. De tal modo, la colonización y ocupa-ción efectiva de las mesetas durante el Holoceno tardío debió ser la señal más clara de los cambios demográficos verificados en los últimos 2,500/2,000 años A. P. en Pa-tagonia austral (Belardi y Goñi, 2006; Borrero, 2001). El carácter expresamente estacional de estos espacios (dis-ponibles en primavera/verano a causa de la carga nívea) subraya la caracterización de los mismos como logísticos/estacionales, contraponiéndose a las cuencas bajas, en un proceso de complementariedad ecológica, cuyos valores de productividades primarias también se complementan. La región definida para el estudio es eminentemente in-terior y asume una movilidad que opera latitudinalmente y no longitudinalmente, contradiciendo así a una buena parte de la etnografía tradicional que ha sostenido que los grupos grupos tehuelches meridionales presentaban una altísima movilidad muy pautada de la costa (invier-no) a la cordillera (verano) (Boschín y Nacuzzi, 1979).

Según Binford (2001), una movilidad reducida para grupos cazadores-recolectores se explicaría por procesos de intensificación en el aprovechamiento de un recurso particular, de origen vegetal o marino; sin embargo, esto último no se ha verificado en la región bajo análisis, por lo que una reducción de la movilidad debería ser explica-da por un comportamiento diferente. Este proceso pue-de entenderse como extensificación (Binford, 2001; Goñi, 2016).

Entonces, según las investigaciones realizadas, a partir de las condiciones establecidas durante el Holo-ceno tardío, se habrían verificado severos cambios en los sistemas organizativos de las sociedades cazado-ras-recolectoras locales (véanse las condiciones previas y consecuencias derivadas en Goñi, 2000). Los mismos se habrían traducido en: a) una marcada reducción de la movilidad residencial, focalizada en las cuencas bajas de los lagos Posadas/Salitroso y Cardiel; b) un potencial constreñimiento espacial, derivando en un mayor nuclea-miento poblacional (p. ej., aumento demográfico diferen-cial en esas cuencas y ciertos sectores del espacio), y c) un proceso de extensificación con la consecuente ampliación de los rangos de acción, en términos logísticos y estacio-nales (sensu Binford, 1980), hacia sectores altos circun-dantes (v. g., mesetas del Strobel, Cardiel Chico, Pampa del Asador/Guitarra y cuencas altas del Parque Nacional

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Perito Moreno), unificando complementariamente las di-ferentes productividades primarias ambientales, en fun-ción de las estructuras de recursos de los mismos.

Un nuevo paisajeA medida que el proceso de aridización progresaba, la estepa de los sectores bajos se expandía al igual que las dunas de arena y, en especial, una especie arbustiva co-lonizadora: el “molle” (Schinus polygamus). El nuevo pai-saje de amplias dunas fue ideal para la colonización de estas plantas ya que las mismas retienen humedad que es captada por sus largas raíces (más de 3 m de largo). Maduro, el molle puede alcanzar hasta 5 m de altura y cubrir una superficie de unos 8 m²; con lo cual, adecuando

el espacio de dos plantas juntas, se puede llegar a cu-brir hasta 20 m². Estas mismas superficies son las que cubrían los toldos conocidos etnográficamente para los grupos tehuelches de Patagonia meridional; los cuales eran transportados, a partir de la llegada de los europeos a la región, por medio de caballos, ya que la estructura del arbusto había sido reemplazada por postes de madera (Figura 2).

Este arbusto, sobre el cual se podían acomodar cue-ros de guanaco para evitar el fuerte viento preponderan-te del oeste, habría actuado como rompevientos, prove-yendo de un reparo de primer orden a las poblaciones de cazadores, no sólo en lugares residenciales sino tam-bién en rutas de tránsito. Además, esta clase de reparo

Figura 2. Ejemplos de molles (Schinus polygamus). A la derecha, imágenes de sitios arqueológicos en concentraciones de estos arbustos.

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Figura 3. Etnografía: imágenes de toldos tehuelches de los siglos XIX e incluso XX.

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Figura 4. Imágenes de sensores remotos que permiten identificar sectores de concentración de humedad que refieren al crecimiento vegetal y

los ejes de circulación locales relacionables.

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pudo haber permitido un incremento en la movilidad ca-zadora, incorporando progresivamente un nuevo espacio de gran escala, favoreciendo así la colonización humana tanto de cuencas baja como de mesetas.

El uso de arbustos, adecuados para vivienda o repa-ro, es una práctica extendida en el mundo para grupos cazadores y aún pastoriles. Sin esta innovación tecnológi-ca, la movilidad residencial y los asentamientos del Holo-ceno tardío hubieran continuado atados, tal como sucedió en el Holoceno temprano y medio, a puntos fijos en el es-pacio (cuevas y aleros), situación que no está sustentada por el registro arqueológico (Goñi, 2010).

A los efectos de contar con una herramienta actual para poder evaluar movilidad en amplias regiones, se uti-lizaron para el análisis imágenes de sensores remotos, en las cuales se pueden observar los ejes de circulación en las amplias estepas, en los cuales las tonalidades rojizas mar-can la intensidad de la humedad que señala la distribución de la vegetación, en su mayoría arbustos del tipo molle. Es una técnica para comprender ejes de circulación en el pasado, que ofrecen puntos habitables tanto a largo plazo como en periodos cortos de tránsito en el semidesierto, no sólo para algunos individuos sino también para grupos fa-miliares completos. Para tal fin fueron utilizadas imágenes satelitales y de sensores remotos para la cuenca de los la-gos Pueyrredón-Posadas-Salitroso (Image: SPOT4 681-446. Merge: Pancromatic image 2 m x Pixel / Multispectral 10 m x Pixel). El potencial uso residencial se muestra en la señal de reflectancia de vegetación en Estancia Sierra Colorada y posibles ejes de tránsito y circulación en la cuenca del lago Salitroso (Figura 4).

Información bioarqueológicaAl comparar regionalmente la distribución y composición del registro bioarqueológico de los diferentes sectores, se advierte que en la cuenca del lago Salitroso se presentan una serie de estructuras de entierro no registradas hasta esa cronología. Se compone de tres modalidades funera-rias diferentes: nichos (oquedades en las rocas aprove-chadas para depositar cuerpos), entierros bajo bloques (EBB) y estructuras de acomodamiento de piedras super-ficialmente sobre los cuerpos (“chenques”), en la mayoría de los casos sin estructuras de cavado previas. De acuer-do a los fechados disponibles, estas tres modalidades

conforman dos grupos cronológicos: un grupo temprano (ca. 2,800-2,200 años A. P.), constituido hasta el momen-to por 5 nichos y 3 EBB, y un grupo tardío (ca. 1,150 y 350 años A. P.), compuesto por chenques. Ésta última es la modalidad de entierro más representada en la cuen-ca. Esta área en particular presenta la mayor cantidad y densidad de entierros humanos de Patagonia meridional (García Guraieb, 2010; García Guraieb et al., 2015; Goñi, 2010; Goñi y Barrientos, 2004). El resto de las áreas, o bien no presenta evidencia positiva (Pampa del Asador), o bien muestra muy baja frecuencia relativa de entierros (lago Cardiel, meseta Strobel, PNPM y sector correspon-diente a los lagos Posadas/Pueyrredón).

Mayoritariamente los chenques son entierros múl-tiples y primarios y muestran una gran variabilidad en cuanto a la cantidad, al sexo y a la edad de los individuos representados en cada uno (García Guraieb et al., 2015). Algunos de ellos presentan, asimismo, evidencias de re-utilización a lo largo de varios siglos, lo cual marca la redundancia en la ocupación de un mismo territorio como espacio de residencia permanente.

En el grupo más temprano de nichos y EBB (2,600-2,200 años A. P.) dominaban los individuos adultos de ambos sexos. Asimismo, el bloque de chenques iniciales (1,600-1,200 años A. P.) también se componía sólo de adultos. Esta particularidad puede ser entendida como parte de un proceso de recolonización de las cuencas (Goñi y Barrientos, 2004), sin un establecimiento perma-nente de poblaciones.

Sin embargo, las muestras de chenques muestran una alta representación de individuos subadultos (Bernal et al., 2004). Así, se ha sugerido que factores demográficos y organizativos también habrían influido en los patrones observados (García Guraieb, 2010). En primer lugar, se ha planteado que el proceso de reducción de la movilidad residencial a partir de ca. 850 años A. P. podría haber traí-do aparejada una distensión de las restricciones que la alta movilidad imponen sobre la fecundidad, provocando de este modo su aumento y resultando en la alta repre-sentación de los subadultos observables en la muestra de chenques tardíos. En segundo lugar, dado que la reducción de la movilidad residencial habría estado acompañada por un aumento de la movilidad logística por parte de grupos compuestos por adultos, parte de la subrepresentación de

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los mismos podría explicarse por la mayor probabilidad de este grupo de morir y ser enterrado fuera de la cuenca du-rante el desarrollo de esas actividades (Goñi y Barrientos, 2000). Los chenques aislados que suelen hallarse en diver-sos sectores de Patagonia para estas cronologías, apoya-rían esta hipótesis (García Guraieb, 2010).

A nivel mesorregional, se observa que la cuenca del Lago Salitroso presenta características únicas en térmi-nos de cantidad, densidad y variabilidad en el tipo y la composición sexual y etaria de los entierros.

Obsérvese en el gráfico de la figura anterior que se incrementa notablemente la cantidad de entierros a par-

Figura 5. Cronología de entierros en la cuenca del Lago Salitroso (SAC) (tomado de García Guraieb et al., 2015).

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tir de la Anomalía Climática Medieval que produjo las mayores bajas de humedad y sequías en la región.

El gráfico (a) muestra comparativamente la curva de edades de SAC con un modelo etnográfico mundial para cazadores recolectores. La particularidad de SAC es que el rango de 5 a 9.9 años es elevado, lo que podría deberse a diversas condiciones particulares locales, tal como se señalara más arriba.

Isótopos establesEl análisis de isótopos estables para la evaluación de paleodietas humanas, pero también para la de movili-dad y reconocimiento de fuentes de variabilidad isotópi-ca en términos de ecologías isotópicas; ha avanzado de manera notable en las últimas décadas (Tessone, 2010; Tessone et al., 2005). En el caso que nos ocupa, en el cual se plantea un modelo de poblamiento en el que se

Figura 6. Gráfico para grupos de edad en los chenques tardíos de Lago Salitroso (SAC) (Tomado de García Guraieb et al., 2015).

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argumenta a favor de una marcada reducción de la mo-vilidad residencial, los resultados que de estos análisis se han obtenido son implicaciones de contrastación di-rectas de nuestras hipótesis.

El gráfico muestra que el δ13Ccol y δ15N no pre-sentan variación durante los últimos 2600 años; que la fuente proteica de la dieta no cambió durante el Holoce-no tardío y que la dieta proteica de los individuos ana-lizados (n=73) estaba basada en recursos de la estepa circundante (García Guraieb et al., 2015).

Claramente se observa una fuerte concentración de valores isotópicos de la muestra bioantropológi-ca de Sierra Colorada (SAC) o Lago Salitroso, lo cual

se interpreta como una ingesta proteica homogénea, derivada de una fuente animal continental terrestre (principalmente guanaco); es decir, con escasa o nula presencia de componentes marinos. Esta información es de especial interés, no sólo para discutir paleodietas sino también como un fuerte indicador de movilidad de las poblaciones cazadoras en los últimos 2,500 años, ya que SAC manifiesta una característica conservativa de movilidad interior.

Análisis de ADNSi bien buena parte de los análisis de ADN de la mues-tra se están llevando a cabo, se destaca que el mismo

Figura 7. Gráfico que presenta los valores de isótopos estables de carbono (δ13C) y de nitrógeno (δ15N). Referencias: Late Chenques: Chenques

tardíos; Niche/BUB: Entierros Bajo Bloque y Early Chenques: Chenques Tempranos (tomado de García Guraieb et al. 2015).

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juega un papel principal en las conclusiones que se es-tablecen, dado que SAC presenta un efecto fundacional de linajes locales (Moraga et al., 2009, Goñi, 2010); lo cual, cruzado con la característica conservativa de los isótopos estables, conjuga un panorama poblacional muy homogéneo para el interior estepario, durante el Holoceno tardío.

Síntesis del registro bioarqueológico y de las consecuencias de la reducción de la movilidad de poblaciones en Lago SalitrosoGarcía Guraieb y colegas (2015) señalan que la muestra de SAC o Lago Salitroso presenta un alto porcentaje de individuos subadultos y de mujeres en cronología poste-riores a la ACM: 36 subadultos y 35 adultos (12 feme-ninos, 9 masculinos, 14 indeterminados). En momentos previos a la ACM se marca una tendencia hacia indivi-duos adultos (23: 13 masculinos, 4 femeninos, 6 indeter-minados.) con sólo 3 subadultos. Estos datos se interpre-tan, que las condiciones de estabilidad poblacional en un mismo espacio se dieron luego de la ACM, subrayando la idea de una movilidad residencial —de los campamen-tos que comprenden a todas las franjas sociales— redu-cida. Sustenta este planteamiento la ausencia de otras altas frecuencias de entierros agrupados en el resto de Patagonia meridional interior. Asimismo, se interpreta la información previa a la ACM como parte del proceso de recolonización del área luego de la retracción de las cuencas hídricas que se fueron desecando durante el Ho-loceno tardío.

Es importante destacar que los isótopos estables dan cuenta de una dieta continental y terrestre (13C y 15N), es decir, basada principalmente en presas de la es-tepa, cuyo exponente mayoritario es el guanaco. Se trata de poblaciones que durante, al menos, 2,500 años tenían un territorio interior, en el cual las cercanas costas mari-nas (atlántica o pacífica) no formaban parte frecuente de su movilidad. Adicionalmente, la información que brinda el ADN muestra una población de características locales durante el Holoceno tardío. Este argumento deja de lado la imagen etnográfica tardía de grupos altamente móvi-les entre costa atlántica y cordillera de Los Andes.

En cuanto a la información ofrecida por el con-junto total de la muestra bioarqueológica, se propone

que las frecuencias y rangos de edad que se presentan estarían señalando un proceso de recuperación demo-gráfica, acorde con la estabilidad de los asentamientos post-ACM.

Consideraciones finales y conclusionesDurante el Holoceno tardío, se produce un incremento exponencial de espacios libres de agua o generándose un paisaje más árido. Por tal motivo, se presenta una nueva disponibilidad de ejes de circulación humana y de sus presas animales (guanacos). Esta situación conlleva una progresiva colonización humana de es-tos ambientes libres de agua. El tránsito humano se vio modificado usando caminos óptimos de circulación que conectan parches residenciales; se trata de la es-tepa arbustiva con molles en ambientes de dunas. La ampliación de este paisaje generó abrigos ambientales para desarrollo estable y recuperación de poblaciones humanas. La reducción de la movilidad de los campa-mentos mayores implicó un incremento dramático en las posibilidades para la movilidad logística/estacio-nal. Este tipo de movilidad incorporó de manera plena espacios antes poco o nada utilizados, tales como las mesetas que se convirtieron en los lugares favoritos de caza de verano, gracias a sus nuevas pasturas y a que las migraciones de guanacos ganaban plenamen-te tales lugares. La movilidad humana da cuenta de la movilidad de estas presas. Para poder desarrollar todas estas estrategias en espacios tanto más amplios que los disponibles durante el Holoceno temprano y tardío, el rol de la vegetación arbustiva, molle, como herramienta tecnológicamente adecuable como reparo/vivienda, jugó un papel crucial en la colonización de estos enormes espacios.

En síntesis, la evidencia aquí presentada ha bus-cado contribuir, desde una perspectiva del pasado, a la discusión sobre la complejidad de los desiertos como ambientes favorables para los asentamientos humanos basados en economías extractivas de energía del ambien-te, desmistificando no solo que los desiertos han sido in-hóspitos sino que, bajo ciertas circunstancias, ellos han provisto condiciones óptimas para el desarrollo de pobla-ciones humanas.

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AgradecimientosEn primer lugar a la Oficina de la UNESCO en México, en la persona de su Representante y Directora, la Sra. Nuria Sanz, y a su equipo de colaboradoras por la gen-til invitación a participar del Foro Internacional “Futuro sostenible de la vida en el desierto”, desarrollado en Sal-tillo, Coahuila, México.

Estos trabajos han sido llevados a cabo gracias al apoyo y financiamiento del Ministerio de Cultura de la Nación (Instituto Nacional de Antropología y Pensamien-to Latinoamericano, INAPL), la Universidad de Buenos

Aires Proyectos, UBACYT), CONICET (Proyectos PIP) y la ANPCYT (Proyectos PICT).

A la Dra. Solana García Guraieb, al Dr. Augusto Tessone y al Lic. Francisco Guichón, que han sido partí-cipes de este trabajo.

Las imágenes de sensores remotos fueron provistas por la CONAE (Dra. G. Salmuni y Dra. D. Marchionni) y la Dra. R. Lassaponara.

Especial agradecimiento también al equipo de inves-tigación (INAPL) y a los pobladores de los establecimien-tos rurales de Patagonia, en especial a Lito y Rosa García.

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Cultural developments during the terminal Pleistocene and early Holocene in the Central Levant and the western foothills of the Zagros Mountains

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IntroductionNew archaeological studies on South American deserts have produced a fresh perspective on the characteristics and antiquity of the first human presence in these habitats, the continuity of populations over millennia of occupations facing varying degrees of aridity and the possibilities of learning lessons from recent ways of dwelling in deserts. These three topics represent innovative ways in which a new array of research projects have recently managed to assess old and new questions by yielding novel standpoints on previously understudied regions, especially, but not exclusively, in the southern deserts. Focusing research in such areas brings out a multifaceted perspective formerly unseen because prior efforts were concentrated on nuclear regions where much more evident and spectacular findings are common. Core desert regions such as the coast of the central Andes in Peru or the Atacama in northern Chile and north-western Argentina gave way to long sequences of human occupation leading to the development of social complexity, technological innovation, intensification, rapid demographic and urban growth, and intricate religious practices (e.g.,

Dillehay et al. 2012; Marquet et al. 2012; Núñez et al. 2017; Sandweiss et al. 2009). The immense wealth of the archaeological record preserved under remarkably arid conditions provided the empirical grounds for some original and revolutionary theories on the emergence of civilization based on extractive maritime economies (Moseley 1975) or on the articulated use of diverse altitudinal Andean settings (Murra 1972).

This paper takes a different perspective. It highlights archaeological research on desert zones that can be labeled as marginal. Even though definitions stress that “marginality” refers to a location on a border or edge, the common use dictates that it is a concept often charged with the idea of a lesser importance or lower quality. However, we understand marginality in a geographic sense following Luis Borrero (2004). Marginality conceived geographically indicates a reference to a location, distant from the core, where occupation was non-intensive and discontinuous through time. As such, marginal places may be highly sensitive to changes in population dynamics, because these zones may be abandoned at different temporal and spatial scales (Méndez et al. 2016). This, in turn

César Méndez and Amalia Nuevo DelaunayCentro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia, Chile

Ramiro BarberenaCONICET, Laboratorio de Paleoecología Humana, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad Nacional de Cuyo, Chile

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Figure 1. Map of South Ameri-can deserts showing sites and zones discussed in this work.

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is often informative of processes occurring in broader spaces given that these zones were mostly used without cutting communication channels with their nuclei. Societies, whether simple or complex, used marginal places in a complementary fashion to those areas used more permanently or redundantly (e.g. Veth 1989; Murra 1972).

Though this is not always the case, deserts are often marginal landscapes. Because of the climatic risk and unpredictability, the scarcity of permanent sources of water, and the usually low carrying capacity, deserts are regarded as difficult places to live in, and are often used in a complementary fashion to other zones. However, deserts are not homogeneous pieces of barren land and people have chosen to inhabit them since remote times. In fact, modern humans as a species evolved in deserts (Jones and Stewart 2016). In South America, there is a wide variety of deserts. Some of the most traditional archaeological research was favored by the degree of preservation in the Peruvian desert or at the core of the Atacama. But there are also cold deserts in the steppe plains and plateaus of Patagonia and on high-altitudes along the Andean Cordillera and the Altiplano. Recently, these “alternative” deserts have started receiving systematic attention by archaeologists, and their trajectories are now playing a significant role in the understanding of human dwelling in drylands and neighbor areas.

The picture constructed about the first human presence in deserts has changed recently by introducing research efforts not only in newly investigated areas, such as the Bolivian Altiplano, but also by considering in depth studies in marginal environments such as the cold high-altitude Andean deserts and periglacial locations in Patagonia. Although occupations in these areas are not as early as the earliest initial dates in the broader regions, they represent the first steps of humans in areas bursting with challenges, and thus widen the possibilities for researching into early human adaptations, landscape learning, and the exploration of new lands. Ever since South American deserts were settled, they have shown diverse degrees in the intensity of occupations and many researchers have noticed periods devoid of archaeological record, such as

the arid middle Holocene, roughly 9,000 to 6,000 years ago. Focusing on the idea of a discontinuous settlement, a new perspective on regional and macroregional analysis of the distribution of radiocarbon dates has arisen as means for assessing changes in human demography in arid lands. There are alternative explanations for these decreases in chronological signatures, from being an artifact of our own decisions as archaeologists, reflecting the natural destruction of datable material at some points in time, or an actual decrease in the density of humans in the landscape. Finally, a non-traditional archaeology concentrated on the study of the twentieth century occupations in marginal deserts of plateaus of Southern Patagonia, allows us understanding of the trajectories behind a recent case of over exploitation and rapid abandonment. The reduction of ancestral territories once occupied by indigenous peoples and their replacement by a sheep-herding capitalist production mode imposed an overload on desert landscapes, leading to a depopulation of vast portions of the southernmost part of the continent over a few decades. This highlights the rationality behind long-term adaptations that incorporated these marginal lands in a complementary-seasonal way and helps us building models for a sustainable occupation of deserts in South America.

Continuity and diversity in South American desertsDesert areas in South America are a major feature in environmental, geographic and human terms. They cover vast areas and are disposed along a feature that covers the southern continent in a diagonal fashion (Figure 1). The interaction of the major climatic systems operating in South America, the tropical easterlies and the southern westerlies, with the centers of high atmospheric pressure and the location of the Andean massif operate on a diagonally-oriented desert landscape that extends from Northwestern Peru to Southeastern Argentina (Abraham de Vazquez et al. 2000). The arid diagonal is a climatic feature that transverses the continent in a semi-continuous fashion integrating arid and semi-arid environments that has remained stable since before the earliest human occupations. The Andean mountain range plays a major role along

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Figure 2. Image of excavations at Cueva de la Vieja, Aisén, Chile.

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most of this desert, either by providing a rugged steep terrain that shapes the back bone of the subcontinent, or by blocking the westerlies humid air-masses in the southernmost tip, thereby generating the open arid plains of Patagonia. Though South American deserts encompass a diversity of settings, from tropical deserts to mid-latitude cold steppes, they provide a major biome type to be settled with some common challenges.

Paleoclimatic trajectories are divergent along the arid diagonal and shifts in aridity and humidity through time are not necessarily synchronous or still fully understood (Flantua et al. 2016; Maldonado et al. 2016). Therefore, for analyzing desert occupations one must consider first if those areas were or were not deserts at the time they were occupied (Hiscock and Wallis 2005). This consideration is much more significant for the Pleistocene Holocene transition, a period around 11,700 years ago in which not only the major environmental changes occurred, but also when South American deserts were first occupied. However, more recent changes or shifts at shorter time scales have been significant in determining either occupation or abandonment of regions of various dimensions (Grosjean et al. 2007; Méndez et al. 2015; Núñez et al. 2002). For instance, the rich ethnographic record of the Kalahari Desert in southern Africa illustrates that underlying apparent continuities, complex changes occurred in the period from 1850 to the present, resulting from a combination of factors, including short-term and long-term ecological changes, in-migration and outmigration of groups, cycles of population growth and decline, colonization, technological shifts, and implementation of development and conservation programs (Hitchcock 2017).

The first human presence in southern deserts of South AmericaThe traditional archaeological approach to the early occupation of deserts in South America favored looking at the most evident locales, those with the densest archaeological record. The first excavated early-sites are located precisely in the areas where the highest archaeological frequencies are observed. That may be considered the logical first step and probably the optimal strategy to start the study of a new area. But once studies

covered the cores of early colonization, archaeologists started shifting towards marginally located places. There are several recent examples of new sites being studied in distant locations or in places where access is difficult or seasonally restricted. One such example may be the high-altitude discoveries by Kurt Rademaker and his team in the highlands of Arequipa in Peru. Years of coastal investigations at Quebrada Jaguay pointed out the relevance of looking at complementary areas for the acquisition of high quality obsidian for making stone tools as early as 13,000 years ago (Sandweiss et al. 1998). The work conducted in the highlands of Arequipa lead to the recognition of the Cuncaicha rockshelter at ca. 4,500 meters above sea level (masl), which is currently the definitive proof of the highest early site in the world (Rademaker et al. 2014). Redundant occupations in this venue show that occupying high altitude deserts was a reality as early as 12,400 years ago and that probably we should be looking at similar environments for understanding the routes that channeled the initial movements across the Andes. Additionally, these findings highlight the diversity in lifeways and adaptations of the earliest inhabitants of the continent.

A similar situation can be argued for the work of José Capriles and team, who have recently excavated Cueva Bautista in the Bolivian Altiplano (Capriles et al. 2016). This cave yielded archaeological evidence for an occupation as early as 12,800 years ago at ca. 3,900 masl. Before them, no equivalently dated archaeological sites had been reported for this region. Their discovery provides grounds for yet another major shift in the way we view the initial settlement of South America, because for a long-time dispersal models focused on the idea that the initial movement routes occurred along the Pacific and Atlantic rims, but not across the center of the subcontinent. The recent evidence coming from the Andean highlands is contributing to build a new picture of the process of colonization of diverse ecosystems, involving steep landscape learning challenge (Meltzer 2003).

Our own work, in Central Western Patagonia provides another case for marginally settled desert areas in the transition from the late Pleistocene to the early Holocene. The excavations at Cueva de la Vieja (Figure 2) in Aisén, Chile, provided evidence for the

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first occupations of recently deglaciated areas at ca. 12,000 years ago, extending up to the twentieth century (Méndez et al. 2017). By the time of initial occupation, these dry cold steppe environments were probably the result of vast landscape transformations produced by the recently drained pro-glacial lakes. When humans first entered the region, it was not as attractive as areas further to the east, such as the Deseado massif, where the earliest securely dated sites are at least one millennium earlier (Prates et al. 2013). Evidence from Cueva de la Vieja site shows only a handful of discarded expedient tools manufactured on local pebbles around

a hearth. It appears as if this cave site was only a transitory location occupied by an otherwise highly mobile small group of explorers; definitely smaller than the traditional hunter-gatherer bands given the small size of occupied caves in the region and the low discard rates (Méndez et al. 2017).

Evolving landscapes and the discontinuous use of South American desertsThe cumulative work of paleo-ecologists along deserts in South America has allowed the description of complex patterns of environmental change during the

Figure 3. Summed probability plots of radiocarbon dates in three desert zones along the southern Andes based on Barberena et al. 2017.

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millennia following the last glaciation (Maldonado et al. 2016). This is precisely the period in which deserts were inhabited mostly by mobile hunter gatherer groups. Working alongside earth scientists has boosted interdisciplinary intakes into understanding the relationships between climate and humans. Scholars have moved from the use of deterministic approaches in which human beings were conceived as acting in direct response to shifts in climate to holistic views that include complex interaction scenarios and the potential of such human beings for modifying the environments in which they live, or building the niches they occupy. These changes came along with new sets of techniques that aid the comparison between sequences of climate change and the archaeological record. By surpassing the spatial scales in which the archaeological record has been traditionally studied, generally at the level of the individual site or micro-region, the use of large data

sets has been considered appropriate for addressing questions regarding fluctuations in the size of past populations. This is the case of series of radiocarbon dates that can be compared with the nearly continuous sedimentary sections from which the environmental data is produced.

One of the main research questions in this regard has been that, faced with increased aridity and even epic droughts occurring during the middle Holocene (9,000 to 6,000 years ago), populations reorganized their preferred occupied locales as a result of environmental shortages. This hypothesis, originally posited by Lautaro Núñez and colleagues (1999) for the Atacama Desert, suggested that oasis-like areas concentrated hunter-gatherers eventually leading to major social transformations that include intensification, domestication and social complexity (Grosjean et al. 2007; Núñez et al. 2002, 2017). Did

Figure 4. Plan of Laguna Rica site, twentieth Century, Strobel plateau, Argentina.

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hunter-gatherers only relocate to more productive and/or stable landscapes? Or did this process reduce the overall number of people across deserts? While related and likely concurrent, these two alternative hypotheses pose different expectations for the demographic history of South American societies.

Scholars ever since have noted this archaeological trough (either in terms of number of sites, occupational surfaces in previously occupied sites, or radiocarbon dates) in several regions and at different spatial scales during this period. So, the question remains unanswered. Some papers attempted evaluating such query by comparing the available paleoecological archives with sets of regionally-based radiocarbon dates (Méndez et al. 2015; Neme and Gil 2009). These papers followed the long-debated idea proposed by John Rick that, all other things equal, the less dated material was a result of less human intervention producing such datable across the landscape (Rick 1987). Solving this issue requires work at a macro-regional scale, beyond the usual regional scale utilized in archaeological research. By expanding the spatial scope to include the area between 16º and 41º south and both sides of the Andean mountain range, we record a coincidence in the decrease of human chronological signatures across this region with periods of increased aridity, as revealed by several paleo-environmental archives (Barberena et al. 2017; Figure 3). While this analysis still requires further testing, it may imply an overall demographic reduction along vast portions of South American deserts during the middle Holocene. To what point should we enlarge spatial coverage to be able to understand population (i.e. demographic) dynamics? This new scenario opens a new set of questions. How did humans cope with shortages in resources at areas larger than the range of seasonal mobility? Where were the reservoirs for people located and what stable oasis-like characteristics were preferentially selected? Were shortages a trigger for different sets of intensification processes? And, why were these behaviors widespread along several deserts? The debate between these hypotheses is far from finished. At the present stage of research, the formalization of the alternative hypotheses and their testing by means of formal quantitative means will lead to a new ground

of discussion of demographic discontinuities in South American deserts. Interestingly, fossil DNA may shed some light into the debate by focusing on a different proxy (Fehren-Schmitz 2012).

Archaeology of the historic and contemporary use of deserted rural landscapesA different turn has taken the archaeological study of the transformations of the rural landscape in central-western Santa Cruz province (Argentina) during the 20th and 21th century. Contemporary archaeology is not new (Gould and Schiffer 1981), however its application in South American deserts has not been all that common (Nuevo Delaunay and Paterson 2017; Vilches and Morales 2017) despite its vast potential for providing meaningful insights into understanding human behavior since it exemplifies with the material consequences of conducts that are familiar to us. This perspective can even provide complementary explanations with those offered by the main frame of historical reconstruction based primarily on oral and written sources. Contemporary research in this area has been integrated within a long-term regional archaeological perspective. It is focused on the understanding of the complex process of cohabitation of outsiders, mostly European immigrants, with local indigenous communities, and the changes in strategies of use and abandonment of high plateaus (> 700 masl) by the time a cattle economy was incorporated into the region (e.g., Goñi and Nuevo Delaunay 2009; Nuevo Delaunay 2012).

The work of one of us (AND) in the lake Strobel plateau has focused on twentieth and twenty-first century sites, recording their architectural characteristics and material assemblages just as we study the archaeological record of any other period. Research has analyzed how built and occupied surfaces evolved in size, considering them as a degree of human intervention, as the progressive occupation and afterwards abandonment occurred (Figure 4). Structures, sites and areas were rapidly transformed during the twentieth century as indicated by the decadal scale resolution provided by a combination of datable reference material, written and oral sources.

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During the Holocene, this area was occupied by local groups whose wide knowledge of resource availability, carrying capacity, and seasonality dictated that high plateau spaces were only to be incorporated through seasonal occupations as marginal landscapes occupied from lower basins (Goñi et al. 2010). Since the contacts with western peoples became more frequent during the seventeenth century, and particularly during the nineteen and twentieth centuries, the Tehuelche-Aónikenk, indigenous peoples of this part of continental Patagonia experienced a series of transformations in their lifeways, technology and areas available for occupation as their population decreased (Nuevo Delaunay et al. 2017). As the national state of Argentina made an effective occupation of the exploitable land for sheep cattle in Patagonia, most of the indigenous peoples were either recruited or coerced into semi-sedentary “reservations”. However, a minority of Tehuelche-Aonikenk people chose to self-marginalize and opted for occupying distant high plateaus that were not yet interesting for the newcomers (Nuevo Delaunay 2012). As western population pressure continued over this region, even those remote cold landscapes close to the Andes were fenced off and integrated into the newly redistributed land. However, this occupation tended to be year-round. Soon land was barren, carrying capacity overburdened, and inhabitants of the high plateaus became highly vulnerable since this area was used under terms and conditions adequate for much more productive, mild and homogenous lands.

The twentieth century western year-round experiment in the high plateau deserts of Patagonia was “successful” only for over just a generation after it began. Managing seasonally this area from more permanent bases at low basins has proven to be the rational way to occupy these cold deserts. Today, the high plateaus reflect an almost total abandonment. Isolated structures in the landscape testify the overload to which this zone was once subjected. Given the speed of the whole occupation and abandonment process, few written and oral accounts are available. Thus, the analysis of the material evidence through an archeological perspective appears currently as the most appropriate means to account for the complexity and

characteristics of a historical course that was thought to be homogeneous. Archaeology made visible the different actors, indigenous and newcomers, who cohabited this space, alongside showing that the transformations in the rural landscapes of western Santa Cruz were much more complex.

Future directions in the archaeology of South American desertsOver the recent years archaeological research in the deserts of South America has been boosted with new ideas and methods on how to solve specific problems, moving discussion from more traditional ways of conducting archaeology towards a renewed scope in problem-oriented issues. Several of these studies have focused on weighing the role of discontinuities, abandonment of places, and the geographical role of marginal or empty regions (Borrero 2015; Borrero and Martin 2017; Méndez et al. 2013). The main outcome of this perspective has been the identification of archaeological variability across space and time. The three examples described here stress the idea that marginal zones reveal complex trajectories that may include regional abandonments and even demographic failures; thereby challenging the vision of continued and incremental regional knowledge, progress and overall adaptation.

Research in core demographic areas is certainly informative for understanding topics of primary interest to unravel the characteristics of the evolution and growth of past societies. However, studying marginally settled areas may be informative of processes occurring at broader spatial scales and may proof sensitive for disentangling trajectories at a finer level (Méndez et al. 2016). Drylands were neither homogenously settled, nor had they an equivalent role in the past. Some deserts were in fact occupied discontinuously, and only through innovative questions and the use of new methods, such as detailed geoarchaeology, extensive radiocarbon dating, or genomic analysis can we ascertain if broad occupation models account for the variation seen in the archaeological record, or if local-specific trajectories may have resulted of a diversified use of space.

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Desertification is a current problem arising from global warming and other human-induced environmental changes. Drylands will become more extensive as the desert barriers continue to spread. We should learn how to live in the most harmonious possible way in deserts. Assessing complex human environmental problems based on a detailed knowledge of the past is of vital importance for learning from the past and designing sustainable policies (Cooper and Sheets 2012). Archaeology provides the means to enlighten us about how deserts were used in the long-term. Discontinuities in space and time appear as a recurring archaeological image in South American deserts. The archaeological archive also provides insightful lessons on how not to use deserts. We must

integrate these insights into our current environmental and economic policies. This may provide our best shot to achieve sustainable life in deserts worldwide.

AcknowledgementsSupport for our research was provided by FONDECYT grants # 1170408, 1180306 (Chile), CONICET-PIP 0301, FONCYT-PICT 2014-0940, PIP/CONICET N°11220120100406, UBACYT N° 20020130100293BA and the Ministerio de Cultura de la Nación-INAPL (Argentina).

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Carolyn BoydShumla Archaeological Research & Education Center, USA

As the founder and research director of the Shumla Archaeological Research and Education Center, my area of specialization is the documentation and analysis of Pecos River style rock art, which is the great mural tradition produced by desert foragers of Coahuila, Mexico, and south-west Texas, USA, beginning around 4,000 years ago. According to Jean Clottes, Pecos River rock art is second to none and ranks among the top bodies of rock art anywhere in the world and is worthy of being inscribed on the UNESCO World Heritage List.

After decades of archaeological and ethnohistoric research, we have learned that these complex murals are not simply random doodling or representations of shamanic visions. They are visual texts – pictorial narratives. They represent perhaps the oldest known ‘books’ in North America. With this knowledge comes great responsibility. Shumla is a not-for-profit public charity whose mission is to preserve these ancient texts through documentation, research, stewardship and education. In this article, I introduce the documentation methods being used in this important undertaking.

Shumla’s headquarters are located just north of the Rio Bravo in the region we refer to as the Lower Pecos Canyonlands. Although its boundaries are ill-defined, the visual and material culture characterizing the region and its prehistoric inhabitants extend approximately 110 km north and 140 km south of the United States–Mexico border. Within the region are the canyonlands, encompassing the Devils and Pecos Rivers, the Rio Bravo and their canyon tributaries.

Over the millennia, these rivers and their tributaries have sliced through masses of limestone rock to create a dramatic landscape incised by deep, narrow gorges

Figure 1. Pecos River style anthropomorph at Halo Shelter (41VV1230).

© Shumla Archaeological Research and Education Center.

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containing thousands of rockshelters. Along the upper reaches of the canyons grow succulents and rosette-stemmed evergreens, such as the prickly pear, tasajillo, yucca and lechuguilla. These are joined by small trees, such as mesquite, acacia, buckthorn, Texas persimmon and spiny hackberry. Looking south from the Rio Bravo into Mexico are the Planos del Coahuila and, rising out of the plains, less than 100 km away, are the Serranias del Burro.

Due to a unique combination of ecological and geological factors, rockshelters in the Lower Pecos contain some of the best-preserved and longest records of hunting and gathering lifeways – from 11,000 years ago to European contact. As a result, this region is considered one of the most significant archaeological regions in the world.

In addition to a very rich record of lifeways preserved in archaeological deposits, is a long record of expressive culture portrayed on canyon and rockshelter walls. The most recent rock paintings – or pictographs – date to the Historic Period and contain figures easily recognizable to most audiences: cattle, horses, missions and robed figures emblematic of European contact.

The Late Prehistoric period is marked by the appearance of the bow and arrow in the Lower Pecos around ad 1000, along with the emergence of Red Monochrome style rock art. This rock art style portrays people wielding bows and arrows and realistically depicted animals.

One of the earliest rock art styles in the region is referred to as Red Linear. These tiny figures are often portrayed in group activities, such as dancing and hunting. But it is the Pecos River style that is the most complex and compositionally intricate of the regional rock art styles. Artists of these paintings used an array of earth colours to create murals that are extraordinary in the level of skill required to produce them, as well as sheer size and complexity. Thirty-three radiocarbon assays have been obtained from nineteen Pecos River style figures distributed across nine sites and located on both sides of the border. The dates obtained for these figures range from approximately 2700 bc to ad 600.

The Pecos River style is characterized by anthropomorphic figures portrayed with headdresses, spear throwers, staffs and other paraphernalia. They are accompanied by zoomorphic figures, such as felines and

deer, as well as an assortment of enigmatic figures that are neither human nor animal.

Pecos River style paintings can be very large and are often found well out of reach from the shelter floor. Clearly one of the tools of the artists was some form of scaffolding. Some of the murals are enormous, spanning more than 32 m and containing hundreds of figures. Others are small, but still densely packed with imagery.

Figure 3. Small section of the Pecos River style mural at Halo Shelter

(41VV1230).

Figure 4. Conducting elemental analysis using non-destructive

portable X-ray fluorescence spectroscopy (upper left) and

stratigraphic analysis using digital microscopy (bottom right).

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Figure 5. Photographic

documentation at the

Rattlesnake Canyon mural.

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This great mural tradition is a shared legacy. Over 300 sites with rock art have been documented north of the Rio Bravo. Solveig Turpin reports that 35 have been found south of the border with likely many more undiscovered sites in the sierras north of the Arroyo de la Babia. This shared cultural legacy reflects a shared ideological universe. These ancient and complex murals produced by hunter-gatherers as far back as 4,000 years ago contain imagery that equates in stunning detail to mythologies and iconographies of later Mesoamerican cultures.

Recognizing the immense and universal value of these paintings to human history, Shumla has established an intensive programme of rock art research and documentation. I will touch only briefly on our documentation methods.

Our documentation process engages site mapping, figure documentation, a wide range of analyses and rigorous data management. We map sites using tools such as unmanned aerial vehicles to capture the ‘bird’s eye’ view of a site and LiDAR laser mapping to capture in 3 dimensions the shelter’s morphology down to the sub-centimetre and in some cases, submillimetre scale. LiDAR is a remote sensing technology that measures distance by illuminating a target with a laser and analysing the reflected light.

Structure from Motion or SfM Photogrammetry is also used to create 3-D renderings of sites. It generates 3-D structures from 2-D photographic image sequences. The image data collected through SfM photogrammetry can be virtually wrapped onto the texture created from the LiDAR to create a highly accurate 3-D model of the mural and its immediate context. We can also use the data collected through SfM and LiDAR to produce highly accurate site maps.

We then begin identifying and mapping each figure within a mural. The first step in the figure mapping process is the production of a Gigapan. Gigapans provide us with a super high resolution, 2-D, panoramic photograph of the entire rock art panel. The resolution is so high that we can zoom in to see fine details of individual figures. The Gigapan is used in the field as an initial locational map as we work in teams to identify all the figures present in the mural.

Once identified, the figure is assigned a unique identification code, beginning with the archaeological site designation, followed by the figure’s classification and last of all, its number. We use a total data station

(TDS) to map the exact location of individual images. These data points are integrated into the 3-D model to visually represent the figure’s location in the mural. The constellations of figure locations created using the TDS are then integrated into a spatially significant Geographic Information System (GIS) database. This database allows us to explore the density and ratios of figure concentrations within and among rock art sites.

Then the figure photography begins. Photographs are taken with the help of a calibrated light meter and a grey scale to ensure proper exposure and white balance. An IFRAO scale is used for both scale and manual colour calibration if needed and we use a colour checker passport for automated colour calibration.

Photographs taken with a very short depth of field can result in images that are not uniformly in focus. To resolve this problem, we use a digital image processing technique called Multi-focal Stacking. This involves taking a series of photos from the exact same position. The only thing that changes is the focus adjustment. What you are left with is photographs, sometimes in the hundreds, with each one having sharp focus on a specific part of the image. All of these are then stacked together to create one perfectly in focus image with a greater depth of field.

Another very helpful tool used throughout the recording process is a camera with digital image enhancement capabilities. This technology, known as Dstretch, allows for on-site enhancement of faint images virtually invisible to the naked eye. As a result, we are able to catalogue figures never documented before and capture additional data for producing digital illustrations. This tool has just recently become available for use on phones and tablets as well.

Many people have tried to convince me over the years that with the advent of super high-resolution digital photography there is no longer a need for illustrations. I disagree; photographic documentation cannot replace illustrating the art, for as Frederick Franck says, ‘what I have not drawn I have never really seen.’ Therefore, we produce layered, digital illustrations of figures using Adobe Photoshop and an Interactive Pen Display. Using a digitizing stylus directly on the screen, we digitally apply the paint—layer by layer—reproducing the painting sequence followed by the original artist. Each layer represents one stratigraphic unit or layer. ©

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Figure 6. Small section of

the Pecos River style mural

at Halo Shelter (41VV1230).

Photo by Shumla

Archaeological Research and

Education Center.

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Rock Art Documentation and Preservation

To determine the painting sequence of a single image or of an entire mural, we use a hand held digital microscope with variable magnification between 20 and 200 power. The microscope is connected via a USB cable to a laptop where the photographs are stored. We collect images at 50 and 200 power. The locations analysed are added in Adobe Photoshop as a separate layer. This ensures that the results can be verified and replicated.

To manage and diagram the complex stratigraphic relationships identified through digital microscopy we use a software program called Harris Matrix Composer. This software is designed to build up and graphically represent an archaeological stratification in the form of a sequential diagram. We adapted this program for diagramming mural stratigraphy. Each node in a Harris Matrix represents a single unit of stratification. For example, if a figure is composed of two colours it contains two units of stratification. We build the matrix up from this narrowest level of analysis to the broadest level, which is the entire mural. The implications of what we have discovered through this type of analysis are immense. We have determined that strict rules governed the order in which the paint was applied in Pecos River style murals. The artists applied all black paint first, followed by red, then yellow and finally white.

Identifying the order in which the artist applied paint, colour by colour, figure by figure, has provided irrefutable evidence that Pecos River style murals are planned compositions in which figures and colours are organized to communicate a very specific idea. Nothing about these murals is random – not the order in which the paint was applied or the attributes assigned to a figure by the artist. Each is part of the artist’s graphic vocabulary.

Attributes include physical characteristics (such as size, colour and shape), paraphernalia (weaponry, staffs and darts) and body adornments (feather hip-clusters, headdresses and wrist and elbow adornments). It is information that can be classified, measured and counted. It is by recognizing the attributes that we recognize the characters and the stories and so help to crack the codes of much mythological and religious painting. The attribute isn’t there because it is a casual part of the scene, but because it is deliberately included to indicate significance beyond its physical existence.

Attribute data is critically important. It is not simply decorative. We collect over 150 pieces of attribute data for each figure. These data are entered into Shumla’s searchable rock art database for analysis. Analysing attribute data through database queries reveals patterns that can be used to begin the process of interpretation. Patterns are the clues to ‘making sense’ of past human behaviour.

The patterns we have identified in Pecos River style rock art equate in stunning detail to the mythologies of Uto-Aztecan speaking peoples in Mexico, most notably the ancient Nahua and the contemporary Huichol. We are beginning to ‘read,’ if you will, these ancient visual texts.

The results of 25 years of analysis has culminated with the publication of The White Shaman Mural: An Enduring Creation Narrative. In this manuscript, I identify core Mesoamerican beliefs in Pecos River style rock art, revealing that a shared ideological universe was already firmly established among forgers living in desert regions of northern Mexico and south Texas as longs as four thousand years ago.

My appreciation of the Lower Pecos murals began as an artist, not an anthropologist, archaeologist or historian. Today, after decades of research and countless hours of painstaking transcription, I recognize them not only as artistic masterpieces, but as literary masterpieces as well. These ancient manuscripts exquisitely detail sophisticated cosmological and mythological concepts through the use of graphic vocabulary. As I stated at the beginning of my presentation, they are, perhaps, the oldest known ‘books’ in North America.

The Lower Pecos is a special place, with the best-preserved record of hunter-gatherer material culture in North America protected in the dry rockshelters as well as monumental rock art murals on the walls of the canyons. The opportunities afforded to us in this place likely do not exist anywhere else in the world. Through analysis of the ancient texts left behind by desert foragers we are rewriting the prehistory of North America. It is time to erase the political boundaries and explore the full library of ancient manuscripts. And to do this, we must work together to establish a unified methodology for the documentation and analysis of not just Pecos River style rock art, but all graphic manifestations of this shared ideological universe.

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Estado del conocimiento y conservación de las cactáceas del Desierto Chihuahuense con especial referencia al Estado de Coahuila

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El arte rupestre como patrimonio cultural de las regiones áridas del norte de México

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El arte rupestre como patrimonio cultural de las regiones áridas del norte de México

Julio Amador BechFacultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México

ResumenEn numerosos sitios de México, las manifestaciones gráfico-pictóricas rupestres son el principal vestigio cultural en el cual se ha conservado un registro de los sistemas simbólicos utilizados por culturas hoy desapa-recidas, sin embargo, su estudio sistemático y generali-zado en nuestro país es algo muy reciente. La dimensión e importancia de este fenómeno contrasta con el hecho de que las investigaciones de carácter científico sobre la cuestión son muy escasas. En los últimos años, el arte rupestre comienza a despertar un interés cada vez ma-yor entre los investigadores y ha comenzado a ser con-siderado como un componente esencial del patrimonio cultural de la humanidad. El día de hoy resulta funda-mental conocer sus principales características, cobrar conciencia de su importancia y desarrollar proyectos interdisciplinarios, transfronterizos, que promuevan de manera rigurosa y sistemática su registro, documenta-ción, difusión y protección.

El arte rupestre y su importancia como parte esencial del patrimonio culturalEntiendo por manifestaciones gráfico-pictóricas rupes-tres todas aquellas formas de expresión plástica y gráfica que se realizan sobre un soporte de roca —ya sea en un afloramiento superficial, en una peña, sobre la pared de una cueva o de un abrigo rocoso poco profundo— por me-dio de la aplicación de pigmentos de color o por medio de técnicas directas o indirectas de grabado, así como por la combinación de procedimientos pictóricos y de grabado.

Llamamos pinturas rupestres a aquellas realizadas por la aplicación de una materia pictórica sobre la su-perficie de un soporte de piedra. Por materia pictórica comprendemos un pigmento de color, ya sea de origen mineral o vegetal, y un aglutinante o medio que tiene la función de pegar las partículas de pigmento entre sí y al soporte rocoso (Doerner, 1982, pp. 2-5) (Figura 1). Preferimos utilizar un concepto general, como lo es el de pinturas rupestres, que comprende las diversas manifes-taciones pictóricas y funciones semánticas, a diferencia del concepto pictogramas, que tiene un sentido más espe-cífico y restrictivo que no sería correcto emplear en todos los casos.

Figura 1. Pinturas en Arroyo Seco, Guanajuato.

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El arte rupestre como patrimonio cultural de las regiones áridas del norte de México

Utilizamos el concepto de petrograbados en vez del de petroglifos, ya que este último puede referirse a for-mas de escritura grabadas en piedra (glifos), lo cual sería inexacto para la mayoría de los casos, debido a que han sido producidos por sociedades de oralidad primaria, en las cuales no existía la escritura. Los petrograbados son aquellos realizados por medio de las técnicas de incisión, abrasión, percusión directa o indirecta sobre el soporte de piedra, mismas que se pueden utilizar de manera úni-ca o combinada (Figura 2).

Además de las pinturas y los grabados sobre piedra, tenemos que tomar en consideración los geoglifos e inta-glios, realizados sobre el suelo del desierto. Se trata de diseños de gran escala que pueden llegar a medir más de 100 m y que presentan formas antropomorfas y zoo-morfas muy esquemáticas o abstractas (geométricas y biomórficas). Se las puede hallar formando grupos o de manera aislada. Algunos autores de habla inglesa han propuesto los términos ground figures (Hayden, 1982, pp. 581) y earth figures (Vanderpot y Altschul, 2008, pp. 364), para designar de manera genérica tanto a los in-taglios como a los geoglifos. Los primeros se realizan le-vantando las rocas para dejar expuesto el suelo liso del desierto; los segundos, alineando piedras sobre el suelo, para dar forma a las figuras. En el caso de los intaglios, la variedad de figuras es más grande, mientras que en los geoglifos predominan los círculos, las espirales, las figuras geométricas combinadas y algunos zoomorfos es-quemáticos (Vanderpot y Altschul, 2008, pp. 364-376).

Al definir al arte rupestre por sus aspectos básicos (el soporte rocoso, los materiales, las herramientas y las técnicas de producción), no queremos dejar de lado otro aspecto sustantivo: los soportes rocosos sobre los cua-les se encuentran están situados en un entorno natural y, por ello mismo, su producción constituye una forma de acción consciente para modificar simbólicamente el paisaje (véase Chippindale y Nash [eds.], 2004). David Whitley afirma que el simbolismo del paisaje, amplia-mente documentado por la etnohistoria y la etnografía en los casos que él estudió en California y la Gran Cuenca, en el oeste de Norteamérica, es una característica funda-mental, asociada a la producción de pinturas y grabados rupestres. Considera que uno de los factores decisivos que definen al arte rupestre es su ubicación en sustratos

geológicos, es decir, su ubicación en el paisaje natural, lo que implica que el arte rupestre es una forma de “arte del paisaje” (landscape art) (Figura 3). Para el autor, esa característica implica la necesidad de definir al arte ru-pestre también a partir de su atributo contextual y, en ese sentido, ser congruentes con los principios básicos del análisis simbólico, para el cual, la importancia del con-texto es fundamental (Whitley, 1998, pp. 11).

En una obra posterior, Whitley (2011, p. 153) desta-ca que el término paisaje se refiere a la tierra “tal como es percibida y conceptualizada por una cultura particular”. De aquí resulta que el propósito de estudiar el paisaje consiste en descubrir y comprender los modos culturales de habitarlo y entenderlo (Amador, en prensa; Young, 1992; Criado Boado y Santos Estévez, 1998; Ingold, 2000; Iwaniszewski, 2011; Whitley, 2011). Whitley señala que

Figura 2. Petrograbados en el Cerro San José, Sonora.

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dentro de los registros etnográficos y etnohistóricos del suroeste de los Estados Unidos se ha demostrado que fac-tores como la ubicación en el paisaje, los atributos geo-morfológicos y los frentes rocosos de los paneles poseían, en sí mismos, un significado simbólico tan importante como el significado de los propios motivos (Whitley, 1998, p. 16).

A partir de constatar lo anterior, podemos deducir que es la asociación simbólica paisaje-sitio-panel-moti-vo la que permite potenciar el significado pleno del arte rupestre. El sitio y el panel rocoso nunca han sido ele-mentos neutros sobre los cuales se pintaran o grabaran signos significativos, simbólicamente hablando. En nu-merosos casos, a esos cuatro factores (simbolismo general del paisaje, significado particular del sitio, importancia específica del panel rocoso y simbolismo de los motivos representados) podemos añadirle la orientación astronó-mica como un elemento importante en cuanto a su signi-ficación social (Ballereau, 1991; Bostwick y Krocek, 2002; Bostwick y Bates, 2006; Sofarer et al., 2008).

Miguel Olmos Aguilera (2011, p. 93) considera que el arte rupestre remite a diversos significados de las re-presentaciones simbólicas y a las diferentes maneras de explicar dichas significaciones; así, puede ser entendido como un complejo sistema de comunicación simbólica. Nuria Sanz (2011, p. 43) destaca que: “el arte rupestre, en forma de pinturas y grabados, constituye un vestigio claro y duradero de la transmisión de pensamientos y creencias del ser humano a través del arte y las represen-taciones gráficas. Resulta difícil interpretarlo sin datos etnográficos y se requieren su conservación y protección específicas”.

Como bien lo ha señalado Polly Schaafsma (2009, p. 2), el arte rupestre pone de manifiesto, en el registro arqueológico, las identidades del pasado, las formas de interacción social, así como los cambios e intercambios culturales. Francisco Mendiola (2002, p. 24) expresa cla-ramente la necesidad del estudio estilístico del arte ru-pestre, destacando que éste refleja pautas de conducta social ubicadas en un mismo tiempo y espacio, y responde a necesidades estético-utilitarias de representación, co-nocimiento y control de la realidad por parte de la so-ciedad o del grupo cultural que lo produjo. Por su parte, Beatriz Braniff (200, p. 163), al referirse a las relacio-

nes culturales entre Mesoamérica y el noroeste/suroeste, pone de manifiesto que los símbolos iconográficos son sis-temas de comunicación, integración social y construcción de identidad.

El arte rupestre posee cualidades que lo inscriben dentro de un concepto de arte que sólo cobra sentido al interior de un campo semántico más amplio, que exce-de lo meramente estético y comprende un conjunto muy amplio de prácticas culturales, entre las que destacan los rituales y los sistemas mitológicos, situándolo dentro de la noción de lo sagrado que cada cultura posee (Amador, 2008; Layton, 2003 y 2006). Las funciones utilitaria, sim-bólica y estética, lejos de oponerse entre sí, se comple-mentan, son interdependientes (Amador, 2008). El arte rupestre, entre otras funciones, ha sido portador de un simbolismo religioso y esa cualidad es la que le permite compartir entre los miembros de la comunidad los ele-mentos arquetípicos que aparecen en su cosmovisión cul-tural (Olmos, 1998).

En tanto que esta forma de arte participa esencial-mente del pensamiento mágico-mítico y forma parte sus-tantiva de prácticas rituales, su función principal no es la vivencia estética, como en el arte moderno occidental, sino, en la mayoría de los casos, la de ser vehículo de energías propias que tienen el sentido de potenciar la experiencia religiosa profunda (Westheim, 1980). Desde este punto de vista, podemos entender que la producción artística de los grabados y pinturas rupestres operaba a

Figura 3. Escena de cacería ritual, Cerro San José, Sonora.

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partir de una lógica que estaba en función de su servicio al ritual mágico-religioso. Esto nos lleva a concluir que tanto los paneles rocosos sobre los cuales se grabaron las figuras, como el lugar específico donde se sitúan, deben de haber estado fuertemente cargados de significado ri-tual y religioso y debe de haber existido una importante relación simbólica de carácter sagrado con el paisaje.

El valor estético no se opone al sentido espiritual, sino que le sirve de medio idóneo de expresión. Es por ello que, junto con el canto y la recitación ritual de las tradi-ciones míticas orales, el arte rupestre forma parte de un tipo de práctica cultural que tiene que ver con enunciar, mostrar y evocar las cosas verdaderas. El arte es parte sustantiva del ritual y el ritual es el lugar donde aconte-ce la verdad, donde se manifiesta de manera palmaria, donde se revela. El arte de la palabra, el arte del canto, el arte de la imagen, el arte de la música y de la danza son, todos ellos, los medios propios y propiciatorios de la manifestación tangible de lo sagrado (Amador, 2008).

El arte rupestre y su contexto regional Debemos comenzar por situar regionalmente al arte ru-pestre que estudiamos, para establecer las claras relacio-nes que han existido entre las tradiciones del norte, del centro-norte y del occidente de México entre sí, y con las del suroeste de los Estados Unidos, algo que queda de ma-nifiesto tras el análisis iconográfico sistemático del arte rupestre. Durante la larga historia prehispánica, y aún a comienzos del siglo XX, en esa gran región de América, predominantemente árida, los movimientos migratorios masivos, los intercambios económicos, las relaciones po-líticas y las influencias culturales y religiosas entre los diversos grupos indígenas fueron no sólo posibles, sino necesarias y constantes. Queda, así, muy claro, que la co-municación del norte y del occidente de México con Me-soamérica y con el suroeste de los Estados Unidos era muy importante, por lo cual debemos destacar lo que algunos investigadores que habitan en los dos lados de la actual frontera a veces olvidan: que ésta no existía en aquel en-tonces y que las relaciones entre los grupos humanos eran totalmente distintas de las actuales.

Esta parte de Norteamérica contiene la mayor con-centración de arte rupestre del continente, con ejemplos que se han podido datar alrededor de los 11,000 A. P.,

para el periodo Paleoindio.1 La producción de arte rupes-tre se generalizó durante el periodo Arcaico (8,000 A. P.-150 N. E.), y continuó realizándose durante el periodo de-nominado Arcaico Tardío/Agricultura Temprana (3,500 A. P. a 150 N. E.) y más tarde por las grandes tradiciones culturales agrícolas de nuestra era, hasta la llegada de los europeos y, en algunos casos, durante el periodo colo-nial (Amador, en prensa). Entre estas últimas destacan, en el noroeste/suroeste, las tradiciones: Casas Grandes, Trincheras, Hohokam, Pueblo y Jornada Mogollón.

El comercio, la guerra, las transformaciones cultu-rales y religiosas, las alteraciones climáticas, como las sequías prolongadas, las lluvias torrenciales y las con-secuentes inundaciones dieron lugar a una multiplici-dad de formas de migración y movilidad social que han podido observarse en los registros arqueológicos, etno-históricos y etnográficos (Amador, 2011). Tenemos, así, frente a nosotros, una región que ha compartido múlti-ples rasgos culturales, desde que llegaron los primeros pobladores.

Dado que durante siglos no existió la actual frontera que separa a México de los Estados Unidos y los contac-tos culturales eran constantes, por lo que calaron hondo en la cosmovisión de los grupos indígenas, los estudios actuales deben realizarse, necesariamente, mediante la colaboración binacional, es decir: transfronteriza.

Hoy existen importantes experiencias de este tipo de cooperación científica. Uno de los ejemplos más recien-tes es la realización del congreso internacional “Trans-Rio Grande-Rio Bravo Research Collaborations”, orga-nizado por la Texas Archaeological Society, de Houston, Texas, en octubre del 2015. En él participamos investi-gadores de los dos lados de la frontera; dentro de las ac-tividades del mismo presentamos una ponencia conjun-ta Shumla-Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El congreso se centró principalmente en la co-laboración binacional para la investigación arqueológica, particularmente, la referida al arte rupestre.

No obstante la importancia cultural que el arte ru-pestre tiene en México, las zonas arqueológicas monu-mentales han recibido, desde la época colonial, la mayor

1 La abreviación A. P. se refiere al término antes del presente, tomándo-se como base la fecha de 1950.

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atención de los investigadores y conservadores, en detri-mento de otras relacionadas con el arte rupestre. Éste no es sólo un fenómeno nacional, Nuria Sanz (2011, p. 36) señala que, en sus comienzos, la Lista del Patrimonio Mundial se basaba en un concepto “monumental” del pa-trimonio cultural y que en los últimos años esos criterios han ido cambiando para incluir fenómenos culturales de carácter complejo y multidimensional, que incluyen al arte rupestre.

Desde hace tres décadas, en México, el arte rupestre ha comenzado a recibir la atención que amerita (Miram-bell, 2005, p. 13). Continuar avanzando en ese sentido re-quiere de un trabajo sistemático y cuidadoso. Atendien-do a esta urgente necesidad, investigadores mexicanos y estadounidenses de distintas especialidades decidimos agruparnos para cumplir con este objetivo de la manera más eficiente.

El proyecto binacional que proponemos, dentro del cual participan distintos institutos y facultades de la UNAM, varios centros regionales del Instituto Na-cional de Antropología e Historia (INAH) y el Centro de Investigación Arqueológica y Educación Shumla de Comstock, Texas, es, en ese sentido, original e inno-vador pues, el uso de las tecnologías de punta y el re-gistro riguroso y sistemático, en términos científicos, se ha practicado de manera sumamente limitada en México, lo que hemos podido constatar, desde hace más de una década, en congresos nacionales y en algunos casos, ocurre también en otros países del mundo, tal como hemos observado en las reuniones anuales del Rock Art Interest Group de la Society for American Archaeology.

El diagnóstico del estado de conservación de los si-tios con arte rupestre es prácticamente nulo en México o, en el mejor de los casos, no se ha realizado con una meto-dología rigurosa, la cual está aún por diseñarse. La ma-yoría de los sitios con arte rupestre en México no cuentan con la protección adecuada para su preservación, ni son considerados una parte fundamental del patrimonio ar-queológico nacional, por lo cual resulta urgente el diseño de estrategias de conservación y el estudio de la conve-niencia de involucrar a las comunidades locales en la protección de los sitios. Desgraciadamente, muchos sitios con arte rupestre han sido víctimas de distintas formas

de vandalismo que van desde el robo de paneles comple-tos, hasta la alteración de los diseños originales por me-dio del grafiti o el haber sido blanco de disparos con arma de fuego (Figura 4).

Consideramos que además debe plantearse la po-sibilidad de iniciar los procedimientos conducentes a la declaración de Patrimonio Mundial de algunos sitios con arte rupestre de México por parte de las autorida-des mexicanas y de la UNESCO, tal como lo señala el Programa HEADS (Evolución Humana: Adaptaciones, Migraciones y Desarrollos Sociales [Sanz, 2011, p. 43]). El arte rupestre mexicano, dada su calidad, extensión y variedad, reúne las características y valores, seña-

Figura 4. Ejemplo de vandalismo contra el arte rupestre, Cerro San

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lados por la UNESCO para poder formar parte de los programas de protección, incluidos en el concepto de Pa-trimonio Mundial: 1) estado de conservación, 2) calidad estética, 3) cantidad y distribución espacial, 4) valor ejemplar de las imágenes y los temas, 5) constituir los principales vestigios de una larga tradición cultural y artística, 6) la existencia de un potencial cultural que pueda ser el tema principal de la investigación científi-ca interdisciplinaria, 7) contener elementos sustantivos que permiten la comprensión de las sociedades del pa-sado, 8) poseer un significado importante para los gru-pos sociales, descendientes de los artistas originarios, y su asociación con la historia oral de las comunidades (Sanz, 2011, p. 42).

Hipótesis de trabajo para una investigación sistemáticaLa documentación, difusión y diagnóstico del estado de conservación y diseño de estrategias de protección del patrimonio rupestre de México deben sustentarse en un riguroso registro científico que utilice las tecnologías de punta idóneas. Asimismo, requiere de la elaboración de un sistema de clasificación tipológico de motivos sumamente preciso, sustentado en una descripción exhaustiva de sus atributos, que permita definirlos con el menor margen de error posible (Figuras 5 y 6). El procesamiento de la información necesita de la elaboración de las estrategias más adecuadas y de la selección del software idóneo, así como de la construcción de bases de datos funcionales, de

Figura 5. Cérvido 1, Cerro San José, Sonora.

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fácil acceso, que permitan su uso en el análisis y la posi-bilidad de continuar agregando información.

Las tecnologías de punta deben también aplicarse al diseño de metodologías para el diagnóstico del estado de conservación y de estrategias de preservación del patri-monio rupestre. La difusión del acervo rupestre, mediante materiales audiovisuales y publicaciones, tendrá el obje-tivo de educar a la población nacional en la apreciación, conocimiento y generación de una conciencia de la necesi-dad de su cuidado como parte fundamental del patrimonio de México. Su riqueza y variedad es enorme, su calidad artística puede equipararse, en la mayoría de los casos, con el de las grandes obras del arte internacional. Ya decía Picasso, cuando conoció el arte de África y de Oceanía, que

por la profundidad de su visión y su autenticidad expresi-va, el arte de las sociedades de pequeña escala era insu-perable (Figura 7). Sabemos, obviamente, que el concepto occidental moderno de arte es distinto de la manera en la cual se ha concebido al arte rupestre en las distintas cul-turas que lo han producido (Amador, 2008; Layton, 2003). Esto no quiere decir que desde sus orígenes, en el Paleo-lítico Superior, el arte rupestre haya sido rudimentario, todo lo contrario, a diferencia de lo que han pensado los in-genuos y mal documentados historiadores y antropólogos evolucionistas, el arte, desde la primera vez que surgió, entre los 40,000 y 35,000 años A. P., fue sumamente so-fisticado y era la expresión de complejos sistemas simbóli-cos (Dickson, 1996; Leroi-Gourhan, 1971 y 1982; Whitley,

Figura 6. Cérvido 2, Cerro San José, Sonora.

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Figura 7. Mural con petrograbados,

Cerro San José, Sonora. © Julio Amador Bech

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2000 y 2009). Autores tan prestigiados como Jean Clottes (1998 y 2008), Ignacio Barandiarán (1999), Polly Schaafs-ma (1980), David Whitley (2000 y 2009) y Carolyn Boyd (2003) han descrito en detalle las elaboradas técnicas em-pleadas para la creación de arte rupestre por muy distin-tos grupos culturales.

La observación reiterada de patrones muy definidos en la producción de arte rupestre, en la región referida y en muchas otras partes del mundo (Amador, en prensa), nos conduce a la conclusión de que éste constituye una construcción cultural estructurada y que su estructura puede ser mostrada por el análisis sistemático. Se realiza sobre soportes de piedra ubicados en afloramientos roco-

sos en laderas de cerros y montañas; farallones y abrigos rocosos poco profundos (Figura 8). Es visible desde el pai-saje circundante. Se produce en sitios fuertemente signi-ficativos que se hallan cerca de recursos alimenticios y de fuentes naturales de agua; son sitios ubicados en rutas de caza-recolección, de intercambio o de peregrinaje ri-tual; casi siempre son sitios considerados como lugares sagrados. Los motivos son antropomorfos, zoomorfos y abstractos; en la mayoría de los casos, aparecen combi-naciones de los tres tipos de motivos (Figura 9). El esti-lo del dibujo es fuertemente esquemático y simplificado. Cada estilo genera un repertorio iconográfico limitado de figuras y tipos claramente definidos.

Figura 8. Petrograbados geométricos, Chaco Canyon, Nuevo México.

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En cuanto a las funciones sociales atribuidas a las pinturas y grabados rupestres, podemos encontrar di-versos enfoques. La definición de las funciones que te-nía la producción de pinturas y grabados rupestres im-plica reconocer, en primer término, la complejidad del sistema de funciones en el que se debieron situar, lo que descarta las aproximaciones simplistas y reduccionistas que tienden a limitarse a una perspectiva unifuncional. Pensamos que las diversas funciones atribuidas a estos vestigios arqueológicos no son excluyentes entre sí, que debieron ser múltiples y complementarias. Intentando ordenar las más importantes que se les han atribuido, podemos definirlas de la siguiente manera:

• Función mnemotécnica: sirven como un medio vi-sual de representación que apoya, con imágenes, los métodos de memorización de las tradiciones orales, míticas y rituales.

• Función territorial o grupal: sirven para rubricar un territorio que pertenece a una comunidad, tribu, clan o sociedad secreta que delimita su espacio, mar-cándolo con sus símbolos y emblemas culturales.

• Función ritual: forman parte de una ceremonia re-ligiosa o mágico-religiosa que deja una huella ritual en un espacio considerado como sagrado.

• Función documental: forman parte de un sistema de representación que sirve para registrar determi-

Figura 9. Petrograbados antropomorfos, zoomorfos y geométricos, La Proveedora, Sonora.

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nados eventos sociales y naturales, los cuales suelen formar parte de la vida comunitaria o de las narrati-vas míticas; en muchos casos, las actividades colec-tivas terminan adquiriendo un carácter mítico, debi-do al proceso constante de mitificación de la historia que se da en las sociedades tradicionales (Amador, 2004).

• Función cognitiva: permite conservar y transmitir cierto tipo de conocimientos prácticos y tradicio-nes culturales, como, por ejemplo, los de señalar la ruta hacia el mar con grabados rupestres en forma de conchas marinas o referirse a la localización del agua y los alimentos (Hartley y Wolley, 1998; Hay-den, 1972, pp. 74-75).

La etnografía y la etnohistoria juegan un papel fun-damental en la investigación orientada a comprender el significado social del arte rupestre y nos permitirán co-nocer los distintos puntos de vista de la población que habita en las cercanías de los sitios con arte rupestre, respecto del mismo (véase: Keyser et. al. [eds.], 2006). En particular, tendrán valor los materiales etnográficos que nos permitan conocer el pensamiento de los grupos in-dígenas actuales sobre el arte rupestre del pasado, atri-buido por ellos a sus antepasados y que consideren que forma parte de su propia tradición; lo cual nos permitirá conocer el modo actual de concebirlo y las posibilidades de que contribuyan a su preservación.

Objetivo general de la investigaciónEl objetivo particular es el de desarrollar una orientación sistemática de registro, documentación, clasificación e interpretación del arte rupestre que nos permita apro-ximarnos a la comprensión de aspectos importantes de su simbología, de sus patrones estilísticos y de sus va-riaciones, de las razones de su ubicación en sitios espe-cíficos, de las funciones sociales que desempeñaron y de los aspectos relevantes de sus formas de producción. La interpretación de los símbolos presentes en el arte rupes-tre de culturas que desaparecieron hace siglos, sin haber dejado una tradición oral que pueda ser atribuida a ellos con certeza, es una tarea sumamente difícil. Tal como ha señalado Nuria Sanz (2011, p. 44), el arte rupestre se re-siste a las formas rígidas de clasificación:

Es difícil encontrar criterios estandarizados para su estudio y catalogación. Las singularidades despis-tan al más avezado de los expertos. A pesar de los in-tentos internacionales de clasificación, la definición de unidad de sitio o de su unidad de paisaje, o las formas de documentación y catalogación resultan tan diversas en su formulación, que parecen asumir la misma rebeldía de las formas artísticas, en cons-tante resistencia a encajar en rígidos parámetros de validez mundial.

Como vemos, su estudio requiere de una gran flexi-bilidad de pensamiento, pero, paradójicamente, de rigor y sistematicidad en los procedimientos de investigación. En los casos en los cuales no existe información testi-monial o documental disponible, los métodos formales como la arqueología de paisaje, el análisis estructural (estilístico e iconográfico) y la arqueoastronomía, así como el sustento en fuentes documentales, etnohistóri-cas y etnográficas de tradiciones emparentadas o per-tenecientes a la misma región, y el uso de los métodos comparativos, como la analogía etnográfica, son el úni-co camino posible a seguir para lograr una aproxima-ción con un adecuado sustento científico, que siempre tome en cuenta las características culturales específicas (Amador, 2007 y en prensa; Taçon y Chippindale, 1998, pp. 6-9). A estas orientaciones metodológicas podemos agregar que la hermenéutica hace posible la labor de contrastar, de manera rigurosa, los elementos surgidos de los métodos anteriores y dar coherencia y sistema-ticidad al conjunto de la interpretación (Amador, 2008 y en prensa; Durand, 1971, 1993; Gadamer, 1999; Ri-coeur, 1999, 2001, 2003, 2006 y 2007).

Para lograr lo anterior, resulta fundamental di-señar un conjunto de procedimientos metodológicos y técnicas de registro de pinturas y grabados rupestres, así como su clasificación y el procesamiento de la in-formación recabada en campo. Serán aplicadas a ca-sos específicos, con las adaptaciones particulares a las condiciones de cada sitio. Principalmente se trata de incorporar las tecnologías de punta a los procedimien-tos sistemáticos de registro, clasificación tipológica de los motivos que permitan un análisis fundado en datos científicos, recolectados de manera más rigurosa de lo

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que hasta ahora se ha hecho, y la creación de una base de datos eficiente.

En segundo lugar, nos proponemos diseñar una me-todología que nos permita utilizar las técnicas idóneas para diagnosticar el estado de conservación del arte ru-pestre y, en función de eso, proponer estrategias para su conservación y protección. La formación de recursos humanos que se capaciten en el uso de las metodologías y técnicas, así como la difusión de los resultados a tra-vés de eventos de divulgación científica como congresos, publicaciones especializadas, la creación de un Manual Operativo para el Trabajo de Campo, la elaboración de un documental, la publicación de un libro sobre el arte rupestre del norte de México y el suroeste de los Estados Unidos y la elaboración de una plataforma digital, a la cual se pueda tener acceso, vía internet.

Objetivos específicos1. Diseño de métodos y técnicas de registro de pin-

turas y grabados rupestres, utilizando tecnologías de punta y la prueba en campo de la pertinencia de las mismas: fotografía aérea para el mapeo, ubicación en un sistema georreferenciado, uso de una estación total, fotografía digital de alta reso-lución, fotogrametría para levantamientos en 3D, uso de software DStretch para una mejor defini-ción de los motivos, elaboración de reproducciones de alta resolución a partir de las fotografías, uso de técnicas no invasivas para la documentación, análisis, fechamiento y divulgación del rico acervo rupestre de México.

Partiendo de los principios de la arqueología de paisaje, diseñar una metodología para ubicar

Figura 10. Petrograbados con posible representación del movimiento del sol sobre el horizonte, La Proveedora, Sonora.

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a las manifestaciones gráfico-pictóricas rupestres contextualmente, de acuerdo con los elementos más significativos del medio ambiente y en rela-ción con el conjunto de restos arqueológicos del sitio, en función de las particularidades de cada caso. Se definirán las técnicas más adecuadas para su fechamiento y ubicación dentro de una se-cuencia cronológica, así como el diseño de las me-todologías y técnicas para la medición de fenóme-nos astronómicos relacionados con el arte rupestre (Figura 10).

2. Analizar la caracterización mineralógica y magné-tica de los diferentes soportes con el objetivo de formular inferencias sobre el proceso de manufac-tura del arte rupestre.

3. Diseño de procedimientos para el procesamiento de la información (imágenes y textos) que resulta del registro, la elaboración de bases de datos y la elección del hardware y del software idóneos para cumplir con esos objetivos.

4. Diseño de un sistema de categorías tipológicas bien definidas que permita la clasificación de los motivos de la manera más precisa. Para lo cual se definirán los atributos que son propios de cada ca-tegoría, de manera exhaustiva. Éste sistema per-mitirá generar una base de datos funcional que posibilite una consulta rápida y eficaz.

5. Formación de especialistas en los métodos y téc-nicas referidos y la implementación de un sistema de trabajo interdisciplinario.

6. Diseño de metodologías para realizar mediciones astronómicas en los sitios que alberguen conjun-tos de pinturas y grabados rupestres. Realizar re-construcciones 3D para construir un mapa textu-ral y posicional de los diversos motivos rupestres en el espacio, determinando sus parámetros de orientación astronómica y definiendo los ángulos de iluminación, solar o lunar, que incidan en esos planos, así como detectar el registro de fenómenos astronómicos por medio del arte rupestre.

Figura 11. Petrograbados, Cerro San José, Sonora.

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Figura 12. Petrograbados antropomorfos, La Proveedora, Sonora.

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7. Diseño de una metodología y de técnicas de diag-nóstico del estado de conservación del arte rupestre y, en función de las mismas, definir estrategias con-cretas para su protección, como parte fundamental del patrimonio arqueológico nacional (Figura 11).

8. Publicación y difusión de los resultados de la in-vestigación.

9. Elaboración de un documental para dar a conocer la importancia del arte rupestre como parte sus-tantiva del patrimonio cultural.

MetodologíaLa metodología se compone de cinco grandes áreas de trabajo: 1) registro en campo, 2) metodología de labo-ratorio, 3) métodos y técnicas para el diagnóstico del estado de conservación del arte rupestre, 4) diseño de estrategias de conservación y protección del arte rupes-tre y 5) metodología etnográfica para conocer el punto de vista de las poblaciones cercanas a los sitios con arte rupestre. Los cinco aspectos de la investigación forman un todo articulado como momentos diferenciados de un proceso único.Destacamos la importancia sustantiva de la relación: paisaje-sitio-área-panel-motivo, para el registro, el aná-lisis y la interpretación (Figura 12). En función de tales consideraciones, se pueden definir las estrategias para el análisis y la interpretación, tomando en cuenta conjun-tos problemáticos interrelacionados que consideramos puntos de partida básicos para la investigación: 1) la di-námica de los procesos culturales de producción del arte rupestre, el análisis iconográfico, la descripción de las técnicas, las herramientas y los materiales empleados, para intentar definir quién y cómo los hizo; 2) inserción

de los procesos de producción del arte rupestre dentro de la vida comunitaria de los grupos en cuestión; 3) las características de los procesos de deposición de los mate-riales arqueológicos en el sitio; 4) las secuencias cronoló-gicas de los restos arqueológicos y su ubicación dentro del entramado histórico. En síntesis, ubicación del sitio en relación con el paisaje, con los patrones de asentamiento, con el conjunto de la cultura material asociada, con el uso de los recursos naturales, la definición de la importancia del sitio dentro de la región cultural en la que se encuen-tra, las relaciones culturales con otros grupos sociales y el conocimiento del punto de vista de los pobladores ac-tuales sobre el arte rupestre.

Resultados esperadosDiseño de las metodologías y técnicas más adecuadas para el registro, la clasificación, el análisis y la interpre-tación de las pinturas y grabados rupestres. Selección de los equipos técnicos más eficientes para todas las etapas; diseño y creación de una base de datos para conservar la información recabada. Diseño de un sistema clasificatorio de motivos, riguroso y preciso. Elaboración de una meto-dología para el diagnóstico del estado de conservación del arte rupestre para proponer estrategias para su conser-vación y protección. Publicación de un Manual Operativo para el Trabajo de Campo. Libros colectivos, un Congreso Internacional y un Coloquio para la difusión de los resul-tados obtenidos, artículos científicos, material didáctico y una plataforma digital. Formación de especialistas en las cinco áreas metodológicas. Elaboración de un documental sobre el arte rupestre en México que ponga de manifiesto la importancia de su protección y conservación como patri-monio nacional y de la humanidad.

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Arid lands and deserts in Mongolia: new research perspectives

Troy Sternberg and Ariell AhearnSchool of Geography, University of Oxford

Mongolia – the last best place11

As one of the world’s most unique, remote and exotic coun-tries Mongolia stands over the vast Asian steppe in the shadow of Chinggis Khan. The land of nomadic pastora-lists, still a third of the population, are home to 15 times more livestock than people. In tune with the sky (tenger), countryside (xodoo), setgel (spirit) and ‘5 snouts’ (sheep, camel, horse, goat, cow) today’s mobile herders shepherd their livestock and family across steppe, deserts, moun-tains and grasslands to coax an ancient livelihood from a land of extreme winters, little rain, long horizons and in-comprehensible openness, and do it with their own pana-che and joy. A round felt ger (yurt), fermented horse milk, open doors and boiled mutton complete the scene.

This is the backdrop to Mongolia in 2017, a country that recently has had the world’s fastest growing eco-nomy, the lowest population density, gold medal wrest-lers and the only democracy between Korea and Turkey. Nadaam, the national holiday, celebrates the three vir-tues – horse racing, wrestling and archery. These are cultural touchstones, how the Mongolian heart embra-ces the past and the present. All participate; women and men of all ages, locations, beliefs and abilities are encou-raged to share ideas of friendship, tradition and society. After three days a visitor, welcomed like a local, knows they have been to an exceptional place, experience, time where past and present are blended naturally.

1 Economist. 2012. Nomadism in Mongolia. The - best place – last. http://www.economist.com/node/1487499

How does a country compose its mythos, transition from a Buddhist hierarchy to survive the purges and im-possibilities of Soviet domination and then protest for an open, free society? The key is in a resilient attitude and strong endeavour, a good-hearted nature that sha-res with friends and strangers, a willingness to exchange and learn, and encouraged by too-frequent reminders of a harsh environment with not enough water and too much cold - 400C/F – and distances as far as the desert horizon. To grow up in such a milieu, reverie, realm marks ex-ceptionality in one’s constitution, acquiescence to nature and durability of spirit; to live an existence among the earth and sky is an act of defiance, love and indomitable essence, true acceptance of centuries of nomadic expe-rience and enterprise.

The subtle joy of belonging to such a country is in the smile of the airport immigration officer, the child fet-ching water from the well as sheep baa-baa and camels snort, the long-winded story of looking for a camp or the 60 hour bus trip to the capital. Each touches, perhaps captures the local perspective as broad and ill-defined as the steppe, of fables punctuated by heroes, heroines and the enlightened monk, the grounded-ness of today jux-taposed by the wild uncertainty of tomorrow, or is that next week, when a place has only shortly been free and now stomps about a world where few hear or recognize their boot-print. Then to be dropped off at the sole air-port, snow swirling, friendly airline staff and customs officer smiling, a whiff of a smirk as they get to stay after you depart.

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Arid lands and deserts in Mongolia: new research perspectives

No, Mongolia is not like anywhere else.To reach Mongolia one flies over vast, vacant steppe grasslands from any and all directions. Out the window there is enormous brown expanse, or white in the win-ter, as far as the eye can see. Some mountains may in-terrupt, or the reflection off tin roofs in a settlement. No highways, no power lines lay underneath the flight path, only perhaps the snaking Trans-Siberian railroad with a single stop in Ulaan Baatar (Red Hero!), the capital. Arrival imparts a sense of the country’s immensity and emptiness, conveys a size that covers half of Western Eu-rope, stretching from London to Moscow. The few signs of life represent the absence all around that is yet full of Mongolian nature and tiny human steps in the remai-ning wilderness. If the place were not remote it would have been filled with Chinese peasants during the Qing dynasty, been accepted into the USSR as a constituent nation, not been left as a buffer zone between two great powers.

That goes far to explain how Mongolians - indepen-dent by nature and necessity, have able to develop their lifeways in splendid isolation, with an animals-centred life, with songs soared to the sky and where the horse is worthy of statues. Simple food of boiled mutton in many forms; milk dried, curdled, distilled and direct from the animal; salt from dried lakebeds or pine nuts added. Fish are left in the stream, eagles trained to hunt, wild gazelle watched by spyglass sweeping across the range. In sum-mer much work is done, camps move to new pasture, ‘till in winter life slows down, animals take refuge in stone and dung corrals. The crucible is spring, birthing season, when scarce grasses over the long winter weaken ewes, the biting wind wearies newborn and the frail are shelte-red in the family ger. The long cycle stands since beyond memory, marking an authentic life that defies a harsh environment.

Now goats are favoured for the money cashmere brings, as sheep are preferred to eat, horses for milk and camels as masters of the desert regions. The cow came later and struggles with the plants and the cold but the yak is strong and suited to the highlands. Just think, if a herder has enough animals he can get a bank loan to pay for expenses, university tuition, buy a motorcycle, a car, a place to live in town. All are signals of change, of the

transition Mongolia continues to walk through. During communism the animals moved but the people did not; registration cards restricted movement and rationing li-mited food to basics – flour, meat, sugar, vodka and ciga-rettes. Buddhism was banned and officially disappeared yet cultural elements persevered. Each district had three vehicles – one for the mayor, one for the hospital, one for the KGB police.

With the Soviet Union’s collapse in 1990 came Mon-golia’s great unveiling, its debut on the global stage. Yet the response was muted as a waiting world asked who, where, what was Mongolia? Independence gotten the hard way, through protest, suppression, mass demons-tration in the main square and youthful optimism forged a social democracy and open economy with a parliamen-tary form recognizable to all. The 1990s were a difficult time of shortage, struggle for subsistence, doubt and nation-building coupled with gradual awareness and engagement with the global community, organizing fi-nance in a market economy and exchange of aid, advisors and investment. Mongolia flowered as it opened itself to the international community.

Then in 1999-2001 came an extreme dzud, a new word in the international lexicon. It signifies severe, har-sh winter conditions of snow and ice that kills millions of livestock through starvation. The concept encompas-ses chronic temperatures to -400C, even -500C where animals live in open range; snow too deep for sheep and goat to forage, even up to a camel’s belly; where a crust of ice forms on the ground too thick for hooves to break through to reach nourishing grasses, or a combination of all of them. The threat to herder livelihoods was great as >20% of the national herd died. These were the physical dimensions; also important were human factors. Whe-reas during communism each town had fodder storage for emergencies the new system could not afford this. Government had limited capacity and was focused on the capital. As one dzud year followed another the toll on pastoral livelihoods was great. Thousands of herders lost their work and income, joined by many who found their lives and traditions no longer viable – or enviable.

This climate shock altered Mongolia’s trajectory, leading first to displacement, then outmigration from herding and the countryside to towns and the one city,

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Ulaan Baatar. What was first driven by desperation evol-ved into a new imagining of life away from animals, the draw and attraction of city life, perceived as modern with amenities and opportunities. Most migrants literally mo-ved their gers into outlying areas of city, creating tented ghettos without water, heat or electricity in the world’s coldest capital. The struggle was pervasive, helped by kin networks and intrinsic resourcefulness. In this way much of Mongolia reconceived itself as a contemporary culture, heirs of Chinggis Khan but with one foot solidly planted in urbanizing Asia, with languages, passports and ideas of seeing another country, trying education, and in high-heels being ‘the Europeans of Asia’.

Whilst this transformation hurdled forward, the disappointments and fiascos rubbed with the benefits and opportunities. What jobs were there for herders in a city, what long- learned skills were appreciated? A mo-dern country needed finance, investment, job creation but inexperience saw the first stock market collapse and all the money disappear. Russia raised oil prices when policies were unfavourable. China closed the border and all trade when against its wishes Mongolia welcomed the Dalai Lama. Western economic policies were a poor fit for a herding nation. Imported African aid projects from the World Bank and the UN were often inappropriate and in-deed, froze solid in the winter. Still, mobile phones were popular, cars were spreading (though at first many drove as though still on horseback), students learned English surprisingly well and summer tourists raved about the otherworldliness of time on the far steppe. Memory of the dzud faded, 1% of the population worked in Korea and sent remittances that bought apartments and education, women comprised 70% of the university students and re-cognition – Olympic gold medals, sumo champions in Ja-pan, peacekeepers in Iraq – imparted an air of progress and optimism.

For decades Mongolia’s main export and revenue source were minerals the Soviets found in abundance – uranium, coal, gold, silver. The biggest was copper and since 1974 the joint Russian-Mongol Erdenet Copper Mine alone provided half the country’s foreign earnings. With opening, other countries and companies came to ex-plore, test and invest. Australian, Canadian, Korean and Chinese firms poured over old Soviet geological surveys

as rumours of a mega-find in the Gobi circulated. Indi-vidual artisanal miners followed with tribes of Mongo-lian ‘ninja’ miners pouring over abandoned gold mines, slag heaps and stream beds for flakes and dust. This was wild west style as camps popped up overnight, known for quick money, dangerous conditions and a lack of safety and control. After the 1999-2001 dzud, displaced her-ders might become ninjas as it became a major, though irregular source of income in the countryside. To drive through the steppe in the 2000s was to be surprised by versions of mining in the desert, mountain passes, near streams and behind fenced enclosures.

The lodestar was known as Oyu Tolgoi, reputed at one point to be the largest copper and gold mine in the world. In a small country such a mega-mine changes the economy, tax revenue and importantly, the self-concep-tion of the nation. The hint of money started, new buil-dings went up in the capital, roads and schools were planned and Mongolia was labeled ‘the next Qatar’. The new confidence was palpable as the country and people looked forward to its new place in the world, progressive and independent of its Chinese and Russian neighbours. The country’s direction was changing, herding was be-coming less desired - more of a job than a lifestyle, par-ticularly amongst the young as mobile phones, internet, Facebook and conveniences of city life saw the capital’s population double in 15 years. New airlines started and ads for investing in Mongolia were shown in Hong Kong and Beijing. The country had arrived.

The global financial crisis eventually reached even Mongolia as the fall in copper and commodity prices meant tax revenues fell, investment was delayed and so-cial payments to families had to be stopped. Phenomenal GDP growth of 18% in 2011 fell to 3% and by 2016 the country asked the IMF for a bailout. The natural envi-ronment struck as well with the 2009-2010 dzud, the nation’s worst ever natural disaster. Half of all herders were affected and 3% lost all their animals. By this time ninja mining was waning and again there were few jobs in towns and cities. Disappointment grew, the govern-ment muddled on, voters choose a new political party and the country had lost its shine. The ups and downs of the market economy, greater inequality, weakening institu-tions and corruption increased general dissatisfaction

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and a certain nostalgia for the communist era among those disadvantaged or old enough to remember a more cohesive society. The capital of shiny buildings, coffee shops, foreign businessmen and Toyotas became similar to other capitals; the heart and uniqueness of the society resting in the vast countryside, away from hidden gold, karaoke and phone reception. The same mutton dum-plings, horse racing, lost animals and felt boots hold the spirit of the country and passes back and forth between the country and city. Everyone has a homeland where their families came from and were herders and that re-mains the bond of the society.

Mongolia walked into 2017 as an eclectic mix of past and present, rural and urban, livestock and mining with traditional concepts and considerations juxtapo-sed with jumbled money, debt and policy disparities, and a young population. It remains fiercely independent in spirit yet obliged to China, the IMF and Rio Tinto (owner of the Oyu Tolgoi mine). Its ‘third neighbour’ policy en-courages global friends, diverse embassies, international agencies and aid yet geography cannot be changed. Ko-rea is fondly regarded for food, TV dramas and jobs; Ja-pan offers many scholarships, launched Mongolia’s first mini-satellite and sends the ubiquitous Land Cruiser; America exudes shared values, support for democracy, Voice of America and Pizza Hut. But China and Russia matter most; confrontational, they have their own values first with Mongolia as a host, not a partner. Energy and oil comes from Russia; trade, food, investment and la-bourers from China and minerals are exported to both. Political, financial and development pressures are part modern uncertainty, part constructing a viable way forward between two unkind superpowers. This is mat-ched by environmental insecurity from an extreme cli-mate, drought, degradation and distance in a vast arid land. Herders were to become ranchers, workers would be businessmen, graduates and politicians would be jet-setters as the mineral cornucopia would shower the country with wealth, infrastructure and opportunity. It did not turn out that way.

All of Mongolia is desert or semi-arid; the southern half of the country has no surface water. Where do her-ders find shallow groundwater for the animals, where do mines find deep aquifers for digging and processing ores,

where do the 1.4 million residents of Ulaan Baatar get their drinking water? The mean annual temperature is 0oC, meaning half the year is below freezing, day and night. In such a place of extreme dry and cold live few people, the fewest per km2 in the world. The country’s 1.56 million km2 has 3 million people, with near half in the capital area. The rest of the country is without, <1 person/km2. Imagine the emptiness in the vast arid land with no comparison. Across such distance a lack of shel-ter leads to death in winter, no water means the same in summer. Over thousands of years nomadic pastora-lism evolved a symbiosis on the steppe between herder, friend, relative and stranger, offering hospitality to way-farers, welcoming guests into their home and serving tea to all in a land of placid social trust. Perhaps this comes from ancient spirit beliefs, from Buddhism, from the ma-jesty of the sky and steppe or the practicality that exis-tence engenders.

* * *

In this paper, this paean to and observation of Mongo-lia, the country portrays itself in transition, like herders looking askance from a hilltop at the past winter’s camp as they head forward into spring. Nomads, miners, ci-ty-dwellers, speakers of English, hip-hop artists, stately matriarchs and wrestlers call it home. The true test is the Chinggis blue spot on a baby’s backend. Turn the newborn over and more often than not the blue spot is evident for a year or more, a display of true Mongo-lian-ness that follows and is commented on for a life time. Such a place has few likenesses, distinguished from all neighbours in the vicinity, free to wander the steppe, drive cars like horses and regard the settled world with a certain irony born of isolation and clarity.

This essay covers the major themes that have such promise, lure and interest that western

researchers find their way to the country. It starts by chance word of mouth, misplaced time in the coun-tryside, stepping off the Trans-Siberian railroad with a missed connection. It is the fervor of the speaker, the loss for words in explanation, the ineffable knowledge of wal-king sideways into a parallel view. Then after departing the country images rummage around and refuse to leave

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‘till another encounter is realized. A perplexed counte-nance and essence of a place beckons research attraction, a desire for understanding or at least documentation, the reverie that after six weeks or six months more in the field the outsider will have some slippery grasp on what Mongolia is about, what really is going on in this place that Polo said is filled with ‘spirits which amuse travellers to their destruction with most extraordinary illusions’2.

A young country, on its own since 1990, invites exploration and investigation. Society, history and geo-graphy were locked away during the Soviet era, western research forbidden, the Mongolian canon in English wanting. Lives, work, belief, culture, environment were unknowable. Access, transport, subsistence, comfort was minimal even as the new government pushed the doors open to all. Russian was the foreign language, petrol and heat were in short supply, foodstuffs basic, the joy of a newly- birthed nation fading into the hardship of post-co-lonial collapse and reinvention. The first non-communist researchers came on the back of aid projects, through embassy outreach and willpower. Gradually word got out about this most unusual space on the steppe, the chance for original research, hosts attempting to communicate in English and the pleasure of entering an uncharted world.

Countryside hospitality morphs into academic wel-come through word of mouth, a friend of a Mongolian friend, a random email or overheard words in a museum/airport/beer garden. The first stops are the National Uni-versity of Mongolia, the Academy of Science institutes, the Pedagogical, Agricultural or Science and Technology Universities or surprisingly, the Japan Center and the American Center for Mongolian Studies. Plentiful NGOs host experts as good researchers need several funding sources, staff are well- qualified, English speaking and NGOs and agencies are interested in new ideas and in-ternational cooperation. The Mongolian listens politely, smiles, nods and appreciates the interest whilst over tea pointing out some practicalities that may have been

2 Wright, T. 1854. The travels of Marco Polo, the Venetian. The translation of Marsden revised, with a selection of his notes. London, H.G. Bohn, p.103.

overlooked. The foreigners bristle but by the second or third field visit are happy to reorganize research to be productive as well as entertaining.

As this paper highlights, there are several promising research directions in Mongolia. Predominant investiga-tion pathways are physical – climate and environmental science, and social - herders, anthropology, livelihoods and development, complimented by kinship and culture, spiritual beliefs, history, mining, archaeology, geology and zoology. The panoply of themes reflects the surpri-sing breadth and depth of research in Mongolia. This is driven by new and unexplored topics, a dynamic local academic community, ease of conducting fieldwork (no special visas needed) and engaging Mongolians, from parliament to the most isolated villages. In a virtuous circle interesting ideas promote study, as in-country academics gained skills quality improves, encouraging more research, journal articles and books, funding and a growing international reputation for Mongolian scholars.

Interest in Mongolian Studies is motivated by a unique civilization and history combined with evolution isolated from major external vicissitudes and forces. In-deed, Mongolia’s apex was as the greatest empire and realm, casting influence from the Baltic to the Persian Gulf and South China Sea. The rapid expansion in the 13th century and slow retreat in the 14th century saw the Mongol people withdraw into the vastness of its ho-meland, for centuries a nation of nomads, pastoralists, Buddhist lamas and country dwellers. The Qing dynasty claimed vague sovereignty, then the Bolsheviks and So-viets dragged the country into a version of 20th century nationhood. From this long past comes much research possibility in history, archaeology and religion. Indige-nous form and tradition present Shamanism, culture, custom, belief and language that stand alone, are inde-pendent from neighbours and offer mirrors into altered lives and landscapes.

More recently the individuality of the country has encouraged contemporary themes in greater depth. For example, pastoralism is studied as an environmentally effective livelihood, through the lens of herder labour, education, modern aid-sponsored Pasture User Groups as economic enterprises, out-migration and as reposi-tory of the national identity. Herding is then assessed

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as a socio-economic activity or how it interacts with, or is disrupted by, mining. Pastoralism is contrasted with livestock practices in China, Africa and even the US; pre-sented as original and worthy of study, or unique in its interpretation and integration of global practices. Each perspective has several avenues to engage and entangle a researcher.

The first natural science exploration documented the unfamiliar physical world – pinpointing water cour-ses and aquifers, earthquake zones, sediments, geomor-phology, permafrost; then followed plant composition, in-sects, animals and identifying mazalai, the world’s rarest Gobi bear. Then led by extreme weather variability, good long-term climate data collection drew much attention. The 1999-2001 dzud event motivated climate research and significant study into natural hazards, then risk and resilience and eventually joined with extensive social science scholarship to examine how the environment and herders were interrelated in the steppe landscape. Un-derstanding weather patterns was a Mongolian strength; this has been joined by dzud and drought analysis and recently dust and desertification investigation. Across the large country there are several findings without clear consensus about climate, causality, variability and hu-man impacts on the environment. Greater themes – the severity of natural hazards, the importance of local and regional research, changes in land cover and use patter-ns and limitations of an arid environment have become clear. The research is key because for government policy and international aid to be effective established, eviden-ce-based facts and reliable data is essential for good go-vernance and disaster mitigation.

More recently mining captured attention for its sco-pe and outsized impact on the nation’s psyche. In this academics bring a global perspective on resource extrac-tion, trajectories and side effects. From the individual to the mega-scale, study looks at ninjas and artisanal processes, mineral extraction and economics, implica-tions for communities and governance, environmental consequences for water, land and dust and social disrup-tion. Investigation often collaborates with international agencies (i.e. UN, World Bank), with community support and local and foreign NGOs. As mining is recognized as a social issue as well as having economic and tax benefits

the nuanced research draws several themes together as lives, land and livestock become entangled in a ‘wicked problem’ with questioned benefit and resolution. As with much research, the topics and trends are known elsewhe-re, yet have a uniquely Mongolia context to unravel.

These topics are complimented by study on migra-tion and urban transition; spiritual beliefs and shama-nism; kinship and culture, health, education and poli-tics. For instance, assessing degradation may evaluate vegetation cover and species richness to evaluate pasture productivity. This may be coupled with mapping of water sources and quality testing. At the same time, unders-tanding herder motivation and decision-making is vital to valuing and acknowledging how the land is being used and why livelihood patterns transition or persist. Lin-king information can then clarify the forces that affect human use of the environment. In this way degradation can be examined and addressed more holistically rather than being regarded as a solely a human or physical pro-blem.

Of similar concern is the perceived negative impact of mining whilst ninja mining continues, the state allows the number of mechanized mines to expand and environ-mental damage is documented. The contradictions are alarming and poorly reconciled without interconnected knowledge and understanding. One needs clarity about what motivates ninja miners, which could be a lack of jobs or the loss of animals to a dzud, and thus the eco-nomic importance of artisanal mining. Then examina-tion of why the state grants more licenses may identify reasons for revenue, pressure from the Mongolian elite that finds benefit, or reflect geo-political forces pushing acceptance of foreign business investment, particularly Chinese companies. Degradation may have originally re-flected poor legal and physical oversight; as laws and monitoring have changed other contexts arise. Profit, rent-seeking and corruption have become prevalent. At multiple government levels officials allowing detrimen-tal practices may be financially rewarded, state supervi-sion may be weak or miners may be part of the commu-nity and protected by social networks. Additionally, local residents, often mobile herders, may lack the technical ability and equipment to document degradation or the skills to effectively confront companies. They may be out

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Arid lands and deserts in Mongolia: new research perspectives

of an area when damage occurs or unable to afford the cost in time and money to fight intransigent corpora-tions or bureaucracy. Communities see and sense dama-ging practices emotionally; companies assess harm and impact technically and officially. The physical problem – degradation, becomes a human dilemma where rural residents are disadvantaged by elites or money.

The strength of future research in Mongolia will be that it is driven internally, by Mongolian academics pur-suing essential topics relevant to their country and inte-rest. This is a great step for a developing nation with a short history and meager education budget. This premise reflects on the academic capacity and genuine motiva-tion of scholars to address and enrich their homeland. Already several Mongolians are first authors on interna-tional journal papers, have books to their credit, lead in global conferences and have graduate degrees from top universities across Asia, North America and Europe. The standard and quality of their work is established. What is merited is for international funding bodies, universi-ties, and global agencies and institutions to step forward and place the Mongolian as grant holder, as Principal Investigator, as Director of Research with the western research community as support, docent and mentor.

Global academics have been drawn to Mongolia as a unique, open study palette. Education and academia has moved on since this initial phase; the time to recogni-ze this is due. Success now finds the student as master, that is, Mongolia skills and abilities have proved exem-plary and able to instruct and lead outsiders. The role of the international community is to treat researchers as peers and equals. In fact, this sentiment is known individually but not spoken communally. By welcoming, rather than asking, the country’s big heart has embra-ced international standards and writing in English wi-

thout complaint. The accomplishment is a great credit to the country, to the diligence and enthusiasm of foreign researchers who slogged through early times of hardship and to the government for enabling, whether through design or happenstance, positive academic exchange in the nascent country.

The future direction is to fully welcome Mongolian re-searchers, their ideas and inspiration into the global com-munity. This means encouraging and enabling research and exchanges beyond the nation’s massive borders, fos-tering exchange and field projects in other countries and continents. The natural Mongolian expertise in grass-lands, deserts and mountains has potential applicabili-ty elsewhere, as does extensive knowledge of ethnology, development, livelihoods and governance. The strength of climate science, physical hazards and natural disas-ters, resilient environments and maintaining traditional knowledge and skills speak to issues across drylands, ran-gelands, forests and steppe landscapes. Contemplate for a moment – how would a Mongolian perceive, engage and adapt in a northern Mexican desert, an Andean herding community, a desertifying Sahelian savannah? Borne of their own history, extraordinary traditions, hardiness and perseverance and recent political transformation, a Mongolian scholar offers a marvelous, out of context and unfiltered view and interpretation of the world and life around them. There is great value in originality, groun-ded self-conception and boldness to make sense of what is encountered and speak one’s mind; these are Mongolian traits. The western paradigms in place do not relieve all injustice nor address direct human challenges to satisfac-tion. It is time now to welcome and include a breadth of Mongolian fresh air, their well-grounded appreciation of the world within which they live and sense of responsibili-ty and possibility to enrich each day.

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Antropologías del desierto

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Sociedades del Desierto de Atacama. Una perspectiva socioambiental

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Indigenous Cultural Landscape Interactions in the Australian Desert

Lynley A. WallisNulungu Research Institute, The University of Notre Dame Australia, Australia

Introduction When most people think of deserts, they think of extreme landscapes – barren, hostile and anathema to life. Yet, these harsh habitats, found on every continent of the globe, have played a critical role in human evolution and expansion. In Australia, as elsewhere, deserts have shaped human cultures in unique ways, providing fertile ground for researchers seeking to understand the human past, present and future.

If we consider land that receives an annual rainfall greater than 500 mm as our benchmark for arid or semi-arid conditions, more than 70% of the Australian landmass is categorized as desert; this is equivalent to an area of approximately 5.5 million square kilometres. Owing to the presence of plant and animal life, Australian deserts are often considered ‘lush’ in comparison to the hyperarid deserts of, for example, the Eastern Desert (the section of Sahara Desert east of the Nile River), the Namib Desert and the Atacama Desert. However, the limited availability of surface water and unreliability of seasonal rainfall means the Australian deserts remain particularly challenging environments for people.

At the time of first European contact in 1788, between 60,000 and 100,000 people were estimated to have lived in the deserts of Australia, at a very low population density (one person for every 100–200km2) (Hiscock, 2008; Mulvaney and White, 1987; cf. Birdsell, 1958; Butlin, 1983; Lourandos, 1980; Mulvany and Kamminga, 1999). It was only in 1984 that the last Aboriginal people known to be living an essential traditional hunter-gatherer lifestyle in the Gibson Desert, without substantive contact with outsiders, ‘came in’ for

the first time (Myer, 1991, p. 11). These people were known as the Pintupi Nine, and their contact with the Western world made international headlines as ‘the last of the Australian nomads’. Even today, just 3% (about 574,000 people) of the entire Australian population live in the arid and semi-arid regions (Brown et al., 2008; Wells, 2013).

Hiscock and Wallis (2005) argued in their desert transformation model that the deserts of today are not direct analogues for those that existed when Australia was likely first settled – the deserts of 50,000 years ago received higher rainfalls, experienced less evaporation and had somewhat different vegetation patterns. As they argued, people colonized the Australian interior, and then, as the process of aridification set in around 35,000 ya, people adapted their cultural strategies to the deteriorating climatic conditions leading into the extremes of the last glacial maximum, ultimately developing the lifeways and strategies that were seen to be quintessentially of the desert. In their paper, Hiscock and Wallis (2005) drew attention to various desert sites that were used to develop their model, including Puritjarra, Carpenters Gap, Riwi, GRE8, Cuddie Springs, Allens Cave, Lake Mungo and Lake Eyre. Other early sites that support notions of people being in ‘early deserts’ that have subsequently been investigated include Boodie Cave on Barrow Island off the Pilbara coastline (Veth et al., 2014), and Gledswood Shelter 1 in north-west Qld (Wallis et al., 2009). In addition, data from the site of Warratyi Rockshelter in the Flinders Ranges in South Australia convincingly demonstrate the longevity of early colonists in the heart of the desert for at least 50,000 years (Hamm, 2016).

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Indigenous Cultural Landscape Interactions in the Australian Desert

Natural Variation across Australian DesertsOf course, as yet we know precious little about the lifestyles and culture of the very earliest Australian desert dwellers. The main reasons for this are that it is a massive area, there are only about 500 archaeologists in paid employment in the entire country and most archaeologists work in cultural heritage management rather than research (Mate and Ulm, 2016; Ulm et al., 2013).

Trying to understand the history of desert occupation is made all the more challenging by the heterogeneous nature of the Australian landscape. Despite my having spoken of ‘the Australian desert’, there is no single desert. Unlike the monotonous sand dunes of the Sahara, for example, the Australian interior is highly variable – there are stony gibber plains, the spinifex-covered sand dune country, the rugged dissected uplands (though they are nothing like the mountains of Mexico and Chile), the meandering channel country to the east, the coastal deserts of the Pilbara to the west and the Nullabor Plain to the south. All of these different desert environments present unique challenges to human occupation.

The one thing that unites these varied arid landscapes is their highly restricted rainfall and thus surface water availability. While we describe these regions receiving an average of around 500 mm rain per year, it should be remembered that this is an average: it is not unusual for years to pass where almost no rain falls at all. Droughts are common and during these extreme events people and animals must forage far and wide to survive. As well as maintaining low population densities and high mobility, to further mitigate risk desert peoples developed wide-reaching complex social systems that invested all individuals with environmental and familial responsibilities, providing a robust framework for meeting the challenges the deserts present (Gould, 1982; Smith, 2013; see also Stafford Smith, 2008; Veth et al., 2014).

When the rains do eventually come, the land comes alive. Animals, especially birds, kangaroos and wallabies have reproductive cycles that allow them to rapidly breed in quick succession to take advantage of the temporary glut of water (for example, Arthington and Blacombe, 2011; Kingsford et al., 1999; Letnic and Dickman, 2009; Robin et al., 2009). People, too, come together and as the waters recede and they can move about freely again, they

re-establish relationships that will help see them through the following years when the waters dry up (Berndt and Berndt, 1992; Smith, 2013).

Cultural Variation across Australian DesertsThe variable nature of Australian deserts might lead one to think that a myriad of distinct and unique cultural groupings would exist. This is both true and false. Today we can easily recognize many unique Aboriginal cultural groups living in desert regions; identifying these groupings in the distant past is much more challenging.

Unlike in the hyperarid Namib and Atacama deserts, organic preservation in Australian deserts is generally very poor owing to the occasional large floods and the limited extent of limestone caves and rockshelters with environmental conditions conducive to organic preservation. The ubiquitous stone artefacts that do survive in almost all archaeological sites in arid Australia show limited variability across thousands of km (Holdaway and Stern, 2004; Smith, 2013). While we do have some formal tool types with differential distributions (Hiscock, 1994), they do not allow us to identify different cultural groups through time or space. And even when organic material culture does survive, it is clear that it was limited in extent, highly efficient yet flexible and designed to fit with a highly mobile lifestyle.

Likewise, subsistence strategies were very similar across all of the Australian deserts, albeit with some differences with regards to exactly what plant resources formed the staples. Everyone was a hunter-gatherer, though along desert coastal margins people incorporated marine resources into their diets and there is some evidence to indicate intensive seed grinding was occurring in some areas (Cane, 1987; Edwards and O’Connell, 1995; Smith, 2013; Veth et al., 2014; Walsh, 1990).

Where we do see variability is primarily in two aspects of desert culture, only one of which we can distinguish archaeologically.

The first of these is in language. There are thought to have been approximately 250 distinct and entirely separate languages in Australia at the time of first contact (Evans, 1997; Walsh and Yallop, 1993). The resource base of the interior is such that large populations of people can’t be sustained except for rare, short periods

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Indigenous Cultural Landscape Interactions in the Australian Desert

of time. People had to have access to massive tracts of country to ensure their survival – hence the emergence of the complex social networks mentioned earlier. Complicated systems of interpersonal and intergroup relationships allow people to legitimately access and use adjacent country when their own is in a state of drought, without causing conflict (Stanner, 1965). As such, territorial groupings – and thus language groupings – in the arid zone are substantially larger than those seen in the resource rich tropical and temperate coastal zones. However, owing to its intangible nature in cultures without a written language, the linguistic variability of Australian desert dwellers is masked archaeologically.

In contrast, the one aspect of Australian desert culture in which we can easily see archaeological variability, is in art. Art in Australia tends to take one of a limited number of forms:

Body art (for example, Biddle, 2006; Layton, 1989), in which simple motifs such as arcs, circles, wavy and straight lines and human and animal footprints depicted in different coloured ochres (although in some contemporary Aboriginal societies acrylic paints will often be used) are painted on the human body as an integral part of ceremonial practice;

Sand art, in which the motifs, often similar to those used in body art, are inscribed in patches of sand or earth. These motifs are highly ephemeral, often not lasting more than a few hours while a ceremony is being performed (Matthews, 1896);

Art produced on the trunks of trees (‘dendroglyphs’) (for example, Buhrich et al., 2015; Etheridge, 2011; Long, 2005; Matthews, 1896). This practice seems to have been of limited distribution in Australia and, given the cessation of the practice in contemporary communities and the restricted lifespan of trees, few examples are extant; and,

Portable art, and although figurines per se are rare, many utilitarian objects were decorated (for example, Aaberge et al., 2014; Akerman and Stanton, 1994; Best, 2003; Hale, 1989; May, 2003; Tacon et al., 2003). Another object type that falls into this category in the desert regions especially are items such as ‘churinga’ boards, which are decorated sacred ceremonial boards (usually wooden, but sometimes of spinifex – see De Graf, 1967)

that have a highly restricted viewing audience, and even then they are only viewed during times of ceremony (Spencer and Gillen, 1899, 1904, 1927).

Unsurprisingly, however, the main category of art is rock art, with the symbolic marking of place serving as a form of group identifier and also physically connecting people with Country (Layton, 1992). There is much speculation about the antiquity of art production in Australia, but so far there are very limited absolute age estimates available to support claims for a 50,000 year old tradition (David et al., 2013a; Langley and Tacon, 2010). The oldest directly dated rock art in Australia is from Walkunder Arch Cave in north Queensland (Campbell et al., 1996). However, there are other data, albeit indirect, that suggest art production in Australia has an ever longer history, in the form of striated ochre fragments in archaeological deposits, such as from Gledswood Shelter 1 in north-west Queensland (Wallis et al., 2014) Madjedbebe (formerly Malakunanja II) in Arnhem Land (Clarkson et al., 2015) and Warratji (Hamm et al., 2016), and also painted slabs in stratified deposits, such as at Carpenters Gap 1 (O’Connor and Fankhauser, 2001) and Nawarla Gabarnmang (David et al., 2013b).

Although not well dated thus far, the rock art of Australia’s deserts has been, comparatively speaking, well documented (for example, Galt-Smith, 1997; Gunn, 1995, 2003, 2004; Frederick, 1999; Layton, 1992; McDonald and Veth, 2008, 2013; Ross, 2005, 2013; Ross and Abbott, 2004; Ross and Davidson, 2006). Unlike lithic technologies or subsistence strategies, desert rock art shows considerable variation, between engraved and painted forms, and geometric and figurative styles. There are elements of the rock art suites that are widespread, such as the so-called Panaramitee tradition (Franklin, 2004, 2011; Maynard, 1977, 1979; Mott, 1998), characterized by geometric forms and animal tracks, which seem to be ubiquitous to all regions, but distinct styles have also emerged, such as linear painted geometric forms that are highly correlated with the Central Desert (for example, Gunn, 2003). Figurative forms, too, are widespread but the greater range of style that can be incorporated in such motifs allows distinct figurative styles to be identified across the desert regions (Bird and Hallam, 2006; Flood, 1997; Franklin, 2004;

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Indigenous Cultural Landscape Interactions in the Australian Desert

Layton, 1992; Ross, 2013; McDonald and Veth, 2008, 2013; Mulvaney, 2015; Wallis et al., 2015; Wright, 1968).

Challenges and Opportunities for Aboriginal Desert PeoplesA key challenge for Aboriginal people of the Australian deserts is how to participate in the modern economy while living sustainably and maintaining cultural traditions (Altman and Whitehead, 2003; Davies et al., 2008). The typically limited availability of water, followed by its excess precluding movement during the deserts’ boom and bust cycles challenges contemporary people in this effort, just as it did people of 50,000 ya (Stafford Smith and McAllister, 2008).

One option is mining, with huge expanses of the desert uplands of the Pilbara region currently being explored or mined for iron ore (Holcombe, 2004; Taylor and Scambary, 2005). Other regions, such as the Tanami Desert, have large gold deposits that also attract attention (Barnes, 2013; Lawrence, 2005). However, many Australian deserts do not possess desirable mineral resources, placing them under minimal threat from mining-related interests. The exception to this is when the explicit absence of mineral, oil or gas resources, coupled with stable land surfaces and low population densities, mean some desert regions offer enticements to governments as potential sites for nuclear waste dumps (Nuclear Fuel Cycle Royal Commission, 2016). This is currently the case in the Flinders Ranges, the traditional desert homeland of the Adnyamathanha people in South Australia.

Tourism affords another option for sustainable desert livelihoods though, like other industries, its potential is constrained by water availability, the long distances involved and the fact that not all parts of the desert are equally picturesque (cf. Carson and Taylor, 2008; Friedel and Chewings, 2011; Tremblay, 2008).

Perhaps most importantly in the context of this Forum, in recent years we have seen the emergence of various new economic options that draw strongly on traditional knowledge coupled with substantive scientific research.

Scientists have recently recognized that low intensity burning releases far fewer carbon emissions into the atmosphere than do late season wild fires.

As such, and in partnerships with scientists and entrepreneurs, some remote communities in desert and savannah regions have begun engaging in the ‘carbon economy’, recommencing forms of so-called ‘fire-stick farming’ to look after the landscape in both a traditional and contemporary fashion (for example, Davies et al., 2013; Hansen, 2015; Heckbert et al., 2008; Richards et al., 2012; Whitehead et al., 2008).

The harvesting of wild bush foods, such as gubinge (native plum) (Terminalia ferdinandiana), wattle seeds (Acacia spp.) and bush tomatoes (Solanum spp.) is another avenue of sustainable economies for people in desert regions (for example, Davies et al., 2008; Gorman et al., 2006; Holcombe et al., 2011; Walsh and Douglas, 2011). Of course the patchy nature of the resource and the variable rainfall across the deserts means in order for ventures such as this to be viable, geographically expansive networks are required so the availability of the product can meet demand – and in this the development of co-operatives across widespread communities involved in the harvesting mimics traditional social network structures.

Similarly, another innovative approach relates to bush plants, but this time for non-food products, such as spinifex resin (Amiralian et al., 2014; Gamage et al., 2012; Mondal et al., 2012, 2013). The resin of this widespread plant, ubiquitous in most Australian deserts, was used for thousands of years by Aboriginal people for a myriad of purposes, including hafting stone implements into wooden handles (Pitman and Wallis, 2012).

Initiatives such as have been above-mentioned, afford Aboriginal people in the desert regions of Australia new opportunities to participate on their terms in contemporary economies, while drawing on traditional knowledge. They will continue to survive and thrive in these harsh environments, continuing the cultural legacy of the world’s longest surviving living tradition.

AcknowledgementsThis paper draws on more than twenty years of research by the author in the Australia and she is grateful to the many colleagues, communities and organizations with whom she has worked during that time. Thanks also to the UNESCO Office in Mexico for their seamless organization of a fascinating forum in Saltillo, Mexico, in May 2016.

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Sociedades del Desierto de Atacama. Una perspectiva socioambiental

Victoria CastroDepartamento de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile-Universidad Alberto Hurtado, Chile

Calogero SantoroLaboratorio de Arqueología y Paleoambiente, Instituto de Alta Investigación, Universidad de Tarapacá, Chile

Resumen¿Cuán sostenible es la vida en los desiertos? A través de un pro-grama de investigación de largo aliento hoy representado por el proyecto Anillo SOC 1405 sobre cambios climáticos y cambios sociales en el Desierto de Atacama, hemos docu-mentado esta pregunta con información de que 15 mil años atrás grupos humanos pudieron escoger el desierto, específi-camente la Pampa del Tamarugal, para habitarla amplia-mente. Un ejemplo que nos permite asegurar que, por mile-nios, desde esos tiempos y hasta el presente, se ha ocupado el desierto para desarrollar un modo de vida de alta adap-tabilidad en el ámbito del extenso Desierto de Atacama, en donde la gente se ha asentado en la costa, en quebradas y tierras altoandinas cercanas a los 4,500 metros de altitud, preservando costumbres ancestrales que denotan profun-das continuidades y al mismo tiempo las necesarias trans-formaciones que condicionan la vida en la modernidad. En este habitar, las poblaciones originarias han logrado un co-nocimiento y comprensión profunda de sus paisajes, demos-trando cuán exitosa puede ser la vida en estos ambientes.

IntroducciónEn Chile, el Desierto de Atacama es un vasto territorio que comprende desde el límite con el Perú, en el extremo norte del país (18° S), hasta Copiapó (27° S). En este es-pacio, las interacciones entre los seres humanos y la na-turaleza se han manifestado desde tiempos tempranos. En efecto, hace 13 mil años, grupos de cazadores-recolec-

tores se asentaron en espacios del Desierto de Atacama, contribuyendo a una historia de larga duración en el nor-te de Chile.

Para ejemplificar estos modos de vida desde una perspectiva socioambiental, nos referiremos en particu-lar a dos espacios dentro del Desierto de Atacama, uno septentrional, la Pampa del Tamarugal, y uno meridional, en la cuenca del Río Loa. En el primero, básicamente nos referiremos a tempranas ocupaciones recientemente des-cubiertas por investigaciones interdisciplinarias (Santoro et al., 2011; Latorre et al., 2013; Núñez et al., 2016; Santoro et al., 2016); en el segundo caso, ejemplificaremos la con-cepción cultural de pueblos originarios que aún habitan en Atacama, llevando un modo de vida tradicional.

AmbienteLa zona norte del país recibe su mayor aporte hídrico de las lluvias originadas en los vientos del este provenientes de la cuenca amazónica que durante el verano alcanza estas latitudes y se concentran en el altiplano con una gradiente que decrece de norte a sur, alimentando los ríos que llegan al mar entre Arica y Antofagasta (Santoro et al., 2011; Latorre et al., 2013; Núñez et al., 2016; Santoro et al., 2016). Diversos estudios han mostrado variaciones en el clima durante el Pleistoceno tardío y el Holoceno. Desde el término de la última glaciación hasta comienzos del Holoceno, las condiciones ambientales fueron de ma-yor humedad que las de hoy en la zona andina; así hubo

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más lagos que hoy son salares, hubo más vertientes de agua dulce y una vegetación más abundante que alcanzó niveles inferiores a los actuales en la gradiente altitu-dinal. En la Pampa del Tamarugal debió de haber una mayor cantidad de cursos de agua (Schittek, 2014). En términos generales, hacia el 9500 A. P., las condiciones serían más áridas hasta aproximadamente el 3000 A. P. Por último, las condiciones de humedad para el Holoceno tardío serían similares a las actuales (Maldonado et al., 2016). En el presente, el Desierto de Atacama en su con-junto es considerado uno de los ecosistemas de “extrema fragilidad” por sus condiciones climáticas de temperatu-ras y aridez extremas.

La Pampa del TamarugalLa gente ocupó esta región desde el Pleistoceno terminal, hacia los 13 mil años A. P. Uno de los sitios arqueológi-cos que documenta esta historia humanal inicial es el de Quebrada de Mani 12 (QM12), donde se encontraron conjuntos líticos de herramientas, huesos quemados y cortados, artefactos de madera y un fogón socavado en el suelo. Estos elementos muestran que este campamento fue reutilizado esporádicamente durante un máximo de 800 años, lo que ha sido refrendado por diferentes fechas radiocarbónicas realizadas sobre distintos materiales (Santoro et al., 2011; Latorre et al., 2013; Joly et al., 2016). Esta ocupación demuestra que el desierto no fue un obstáculo para bandas de cazadores-recolectores del Pleistoceno terminal que se dispersaron por este territorio, aumentando progresivamente su población. A diferencia de los grupos litoraleños del Pacífico que conservaron un modo de vida sustentado por una eco-nomía de pesca, caza y recolección, la sociedades del interior, de oasis y quebradas, fueron diversificando, ampliando y mejorando las tecnologías de aprovecha-miento de los recursos, como así también los sistemas de organización social, hasta constituir sistemas aldea-nos, aglutinados y dispersos, que caracterizan el inicio de la producción de alimentos en esta zona, con distintos niveles de complejidad.

Los estudios arqueológicos recientes en la Pampa del Tamarugal, específicamente en las aldeas Pircas, Case-rones, Guatacondo 1 y Ramaditas y la Capilla, reafirman la idea de que el periodo Formativo (ca. 900 A. C.-800

D. C.) es la continuación de un largo proceso de experi-mentación iniciado desde el Arcaico (ca. 6000-1000 A. C.), en el cual las distintas sociedades estuvieron marcadas por desarrollos desiguales y combinados, que hicieron un modo de vida con matices, diferencias y semejanzas dentro de un proceso de diversas selecciones y eleccio-nes (Rivera, 2005; Urbina et al., 2012; Uribe et al., 2012; Adán et al., 2013; García et al., 2014; Vidal et al., 2015; Urbina et al., 2016). En este sentido, los contextos ar-queológicos evidencian una heterogeneidad significativa de prácticas, tales como la caza, la pesca, la recolección, la silvicultura y la agricultura, entre otras, unidas por una fuerte ritualidad expresa físicamente en el patrón habitacional de estas aldeas, arte rupestre, funebria con elaboradas ofrendas (Núñez y Santoro, 2011; Mcrostie, 2013; Cabello y Gallardo, 2014; Uribe, 2015).

Desde el Arcaico, las comunidades de la costa inclu-yeron prácticas de complementariedad con el interior, distantes entre 40 y 60 km, con lo cual el litoral se fue ar-ticulando con la Pampa del Tamarugal, dominada por los bosques de Prosopis y los valles endorreicos que descien-den desde la Puna. Los testigos arqueológicos de esta in-teracción son elocuentes en los basurales domésticos y en los múltiples senderos que comunican ambos espacios a través de las serranías costeras (True et al., 1970; Núñez, 1985; Berenguer, 1994; Briones et al., 2005; Núñez y Santoro, 2011; Pimentel et al., 2011). De este modo, esta temprana articulación de las tierras bajas constituye un rasgo de continuidad entre el Arcaico y el Formativo y, con ello, un elemento central para comprender el proceso aldeano (García y Uribe, 2012; Urbina, 2014).

No es casual que el lugar de emplazamiento de las al-deas formativas en esta región se halle en las desemboca-duras de las quebradas endorreicas de la región, principal-mente las de Tarapacá y Guatacondo. En dichos espacios, la Cordillera de la Costa constituye una barrera infran-queable que los ríos que descienden desde la Puna con baja capacidad fluvial no pueden traspasar. Al desaguar en la Pampa, estos sistemas riparianos propician un ambiente singular, donde las napas freáticas acumuladas hacia fi-nales del Pleistoceno generaron ricos suelos que permitie-ron sustentar los primeros experimentos agrícolas durante el Formativo, además de grandes extensiones de bosques de Prosopis que constituyeron fuentes de maderas, forra-

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je y alimentos apreciadas por los indígenas desde tiempos arcaicos (Niemeyer, 1961; True et al., 1970; Núñez, 1979, 1982; Briones et al., 2005, en García et al. 2012, 2014).

En la actualidad, la Pampa del Tamarugal consti-tuye una enorme faja monótona de terrenos desérticos e improductivos, de 17.253 km2, debido a la depredación que sufrieron los bosques durante los inicios del ciclo salitrero, cuando se requerían enormes volúmenes de combustible para hacer funcionar el sistema de paradas (Bermúdez, 1963; Couyoumdjian y Larraín, 1975; Hidal-go, 2009). Ya a fines del siglo XIX, un estudio de factibili-dad agrícola reconocía esta depredación y la consiguiente necesidad de repoblar el bosque de tamarugos (Billin-ghurts, 1887, cit. en Castro, 2004). Mucho después, en la década de 1960, este llamado lo concretó la Corporación de Fomento (CORFO), reforestando lo que actualmente

constituyen las mayores extensiones verdes de la Pampa del Tamarugal (Urbina et al., 2012).

Región puneña de las tierras altas de AntofagastaTambién en esta zona hubo presencia humana durante el arcaico, en diversos espacios: oasis, quebradas y altipla-no. Esta situación presenta una población prehispánica que fue poblando paulatinamente estos territorios, desa-rrollando un modo de vida que aún perdura no exento de dificultades, particularmente por la asociación entre el agua, recurso vital, y la minería. Los procesos extrac-tivos que se han sucedido cada vez a mayor escala en la región, así como el deterioro y desaparición de lagunas y bofedales, atentan fuertemente contra la forma de vivir con y en la naturaleza que caracteriza a estos pueblos. No obstante, las comunidades altoandinas han heredado

Figura 1. Vicuña, uno de los mamíferos que habitan el Desierto de Atacama.

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un modo ancestral de comprender su medio ambiente, lo que les permite integrar múltiples facetas de su rea-lidad y experimentar la naturaleza como cultura. En su conceptualiza-ción, este mundo está vivo y habitado por fuerzas positivas y negativas. La tierra, las montañas, los ancestros, son sagradas. Son ellos quienes ha-cen posible la reproducción de la vida y deben ser respetados y recordados en ritos y ofrendas.

El paisaje cotidiano tiene tam-bién una dimensión sagrada. En sus zonas ecológicas la gente no sólo obtiene el forraje para sus rebaños, sino también numerosas plantas que tienen poderes medicinales o poseen eficacia simbólica, entre otros usos. En el caso de estudio que presenta-mos, mostraremos esta percepción del ambiente a través de uno de estos mundos andinos: las comunidades surandinas de la provincia de El Loa en las tierras altas de la región de Antofagasta (22° 68’ latitud Sur).

Estos territorios han estado habitados al menos desde el noveno milenio antes de Cristo. Constituyen un ejemplo de las formaciones naturales e influencias culturales altipláni-cas más meridionales de los Andes. Durante el periodo prehispánico, su historia fue influenciada por gentes de los señoríos altiplánicos y luego por el Inka. En tiempos coloniales (siglo XVII), estos territorios pertenecieron al Arzobispado de Charcas (Alto Perú, Bolivia) y estuvieron sujetos a procesos de extirpación de idolatrías. Durante el siglo XVIII, participaron de las rebeliones de Túpac Amaru. En el periodo republicano, a fines del siglo XIX, estas tierras fueron anexadas al Estado chileno. En el presente, la población indígena se reconoce como descen-diente de sus ancestros prehispánicos, siempre presentes en sus tradiciones orales. Desarrollan un modo de vida tradicional agropastoril, con actividades de recolección, normado por un calendario económico ceremonial, que

interdigita ritos de origen prehispánicos con otros de la cristiandad.

El área de estudio en las tierras altasEsta área de estudio se localiza en las tierras altas de la región de Antofagasta, específicamente en la región del Río Loa Superior, subregión del Río Salado. En este espacio se encuentran cuatro comunidades de población indígena: Caspana, Toconce, Ayquina y Cupo.

Cada una de ellas posee, además, estancias (vi-viendas aisladas, vinculadas a espacios de uso pastoril o agrícola) dentro de su territorio. Aunque nuestras in-vestigaciones se han realizado con mayor énfasis en los territorios pertenecientes a Toconce, la comprensión del paisaje, sus categorías y clasificación son extensivas a las comunidades de Ayquina y Cupo, ya que poco antes de me-

Figura 2. Salar en el Desierto de Atacama.

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diados del siglo XX, Toconce y Cupo se conforman como pueblos, siendo antes territorios estancieros de Ayquina. Se trata, por tanto, de una misma población en su origen.

En cuanto a Caspana, en la subregión de Río Salado y otras en el área del Salar de Atacama, comparten, con singula-ridades locales, esta percepción, arraigada en la tradición cultu-ral de los Andes del Sur. Por otra parte, estas comunidades han mantenido históricamente estrechos lazos sociales y culturales con comunidades hermanas del altiplano de Bolivia, de modo que nuestras apreciaciones pueden tener una significación muchísimo más amplia.

La mayor parte del paisaje del área de estudio co-rresponde a un plateau riolítico que es producto de su-cesivas efusiones ígneas de edad miopliocénica a cuater-naria, desde donde emergen los volcanes Panire, León y Toconce. El clima sobre los 3,000 metros de altitud es de estepa marginal de altura. En un sentido amplio, el área de estudio puede categorizarse como un semidesierto de altura, con una vegetación dominada por matorrales xé-ricos, gramíneas y plantas en cojín. Esta vegetación se distribuye en la gradiente altitudinal en cuatro pisos ve-getacionales (Villagrán et al., 1981):

a) piso prepuneño, un plano semiárido a los 2,700 msnm, caracterizado por una cobertura dispersa de pequeños matorrales que se interrumpe hacia los 3,000 msnm, por la vegetación azonal de las vegas de Turi;

b) piso puneño (sobre los 3,000 msnm), el más extenso de los pisos altitudinales y que presenta la más alta densidad de plantas;

c) piso altoandino, sobre los 3,850 msnm, caracterizado por gramíneas (Stipa venusta, Festuca chrysophy-lla) y plantas en cojín (vgr. Azorella compacta) como dominantes, y

d) piso subnival, entre 4,200 y 4,350 msnm, el límite superior de las plantas vasculares en el área, con una vegetación muy escasa, dominada por hierbas perennes y algunas plantas en cojín.

Durante los años lluviosos, los dos pisos altitudina-les más bajos (prepuna y puna), se cubren con una capa densa de plantas efímeras, compuestas principalmente por pastos, dicotiledóneas y algunas rosetas perennes.

Toconce está localizado a 3,400 metros de altitud y a 106 kilómetros al este de la ciudad de Calama, entre 22º 06’ - 22º 22’ S y 68º 15’ - 68º 07’ W.

Percepción indígena del paisaje La gente originaria de Ayquina y Toconce reconoce va-rias zonas ecológicas diferentes dentro del paisaje regio-nal. Estas unidades son componentes de otras unidades mayores de la utilización del paisaje, asociadas directa-mente con su modo de subsistencia (véase Aldunate et al., 1981; 1983). Las zonas ecológicas percibidas por los lugareños son distinguidas por diferencias en los tipos de suelos, geomorfología, microclimas y vegetación. Estas distinciones nativas son similares a la zonación fisionó-mica descrita por los botánicos (Villagrán et al., 1981).

Pampa, tolar, cerroLa pampa es descrita localmente como un área semide-sértica de sustrato arenoso, situada alrededor de la Vega de Turi (un bofedal utilizado por los ganados de caméli-dos y ovinos de la gente de Ayquina y Toconce), y domi-nada por el matorral rica rica (Acantholoppia punensis).

El nombre tolar denota una zona poblada por tolas. La población distingue muchas clases diferentes de ma-torrales. Estas especies son las que también dominan el piso de puna o puneño de los botánicos (Villagrán et al., 1981). En el tolar, los toconceños mencionan la existen-cia de áreas discontinuas de sustratos arenosos, general-mente pobres en especies, caracterizadas por la abun-dancia de la planta lampaya (Lampaya medicinalis). Estas áreas son conocidas como médanos. Sobre el tolar, la vegetación recibe el nombre de pajonal. De hecho, esta zona está dominada por pajas y plantas en cojín.

El pajonal es interrumpido ocasionalmente por pro-fundas quebradas, surcadas por depresiones, las que localmente son denominadas hoyadas, que se caracteri-zan por una flora particular de acuerdo con los botánicos (Villagrán et al., 1981). El piso altitudinal más alto es nombrado como paniso y se caracteriza por incluir la ve-getación del piso puneño (Aldunate et al., 1983).

Pasakanas, sichas y yaretasAlrededor del 75 % de las plantas silvestres usadas como alimento se encuentran en el tolar y en el médano. La

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Figura 3. El Volcán Licancabur, bordeado por la Laguna Verde.

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pasakana, fruto de una Cactaceae, es consumida por los pastores que pasan mucho tiempo en el campo. Las si-chas, un engrosamiento radical de algunas plantas, simi-lar a un rizoma, son también populares. Éstas se recolec-tan después de las lluvias para ser consumidas frescas. Parte de la sicha se almacena seca, para confeccionar ha-rina que se ofrece en ceremonias tradicionales, como un signo de gratitud hacia la tierra, el agua, las montañas sagradas y los ancestros.

Las plantas son también una fuente de energía muy significativa para la población indígena de la región. Aunque varias especies leñosas se incluyen dentro de esta categoría, la yareta es la más valorizada de todas. Por esta razón, los yaretales (zonas de alta densidad de yaretas) cercanos a los pueblos de Toconce y Ayquina han sido distribuidos por sus pobladores en partes iguales en-tre las familias, con el fin de preservar la especie y evitar conflictos territoriales (Aldunate et al., 1983).

Varias especies, no sólo de valor económico, desem-peñan roles importantes en ceremonias tradicionales. La planta ritual más importante en las comunidades del área de estudio y para gran parte de los indígenas de las tierras altas del norte de Chile, Bolivia y el noroeste argentino es la koa (Fabiana bryoides), que se quema como incienso durante las ceremonias del calendario tradicional anual. Particularmente significativa en re-lación con los ritos de la muerte es la planta alma tola (Fabiana denudata, Solanaceae), que se utiliza princi-palmente para alejar el alma del difunto del mundo de los vivos, especialmente de las personas más cercanas, durante las ceremonias que preceden al entierro (Cas-tro, 1997a).

Las plantas también se utilizan en labores artesana-les; por ejemplo, del cactus columnar gigante Heliantho-cereus atacamensis se usa su madera. Además, de otros cactus se utilizan las espinas, que las mujeres escogen y cuyas puntas queman con el fin de usarlas para el tejido “a palillo” de calcetas, guantes, gorros y bolsas de lana. Todas las plantas que proveen materiales para estas ocu-paciones son incluidas en la categoría de artesanales.

Con respecto al valor de las plantas para la cons-trucción, basta mencionar que en la mayoría de las vi-viendas de la subregión de Río Salado se utiliza la paja Fes-tuca crysophilla para techar y que las ventanas, puertas

y estructuras de soporte de las viviendas están hechas de la madera que provee el Helianthocereus atacamensis.

Entre las especies que se reconocen en la categoría de “otros usos”, están aquellas asociadas con las ceremo-nias, como es el caso de la “santa hoja”, como ellos nom-bran a la hoja de coca (Erythroxylum coca). Aunque esta especie no crece en el área de estudio, se obtiene por in-tercambio. La coca se consume ocasionalmente y no debe faltar en las ofrendas, principalmente en las ceremonias. Para potenciar sus propiedades cuando se consume, se prepara un panecillo hecho con las cenizas de las flores de algunas especies de Chenopodium. Este panecillo es llamado llipta o chile. También se incluyen en la catego-ría de “otras” algunas especies mencionadas como posi-bles sustitutos de la coca (Urmenetea atacamensis).

FaunaExisten clasificaciones sobre la fauna que la población nativa considera significativa y que son integradas en su visión de mundo. Este conocimiento indígena es expresa-do en categorías generales y específicas.

Indudablemente, el color tiene un rol fundamental a la hora de describir, reconocer y comparar la fauna. Por otra parte, hay etnocategorías que tienen equivalencias con la taxonomía universitaria, tales como libre (silves-tre) y criado (doméstico). Los lugareños distinguen otras categorías, tales como animales del campo, del jardín o chacra y de los cerros. Otras, más específicas, refieren al tamaño o belleza de una especie.

Contamos con un catálogo basado en los aspectos denotativos y connotativos de la descripción y categori-zación ofrecida por la población, sobre alrededor de 40 es-pecies. En general, las categorías que ellos emplean para distinguir y clasificar a los animales no necesariamente se excluyen unas con otras. En muchos casos, estas cate-gorías se combinan puesto que apuntan diferentes con-textos de uso o función (Castro y Rottman, 2016).

Una primera distinción clasifica a los animales como libres y criados. Estamos aquí en el dominio de lo sil-vestre y lo doméstico. Dentro los animales libres, los to-conceños distinguen también entre aquellos que pueden criarse, como la guallata (Cloephaga melanoptera) y las especies que definitivamente no pueden criarse. Muchas especies se incluyen en esta subcategoría, pero se men-

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cionan particularmente la perdiz (Tinamotis petlandii) y la vicuña (Lama vicugna).

La perdiz es libre porque sencillamente no puede ser criada, a pesar de todos los intentos que ellos han hecho. Las vicuñas son siempre libres y no han intentado nun-ca domesticarla. Dentro de los animales domésticos se incluye, entre otros, a las llamas, ovejas, cabras, burros, conejos, cuyes y perros.

Un segundo ordenamiento empleado por los tocon-ceños es la designación de la fauna con relación a las etnocategorías del paisaje, las que encuentran sus equi-valencias con el sistema clasificatorio empleado por los científicos.

Algunos ejemplosLos toconceños nombran algunas aves pequeñas como pertenecientes a la chacra o jardín, tales como la palomi-ta, la catita, la chiriwa (Sicalis auriventris, Sicalis uropy-gialis, Sicalis olivascens), el ch’oto (Phrygilus atriceps), el colibrí (picaflor), el zorzal, el chingolito (Zonotrichia capensis) y la chiribita (Bolborhynchus aurifrons). Las arañas, sapos, culebras, gusanos y lagartijas son clasifi-cados como animales del campo. Entre los animales del cerro, incluyen la vicuña, el wanaku (Lama guanicoe) y un ave, el culiculi.

Una tercera clasificación que contiene a la primera distingue la fauna de acuerdo a clases.

Algunas de éstas se relacionan con el sistema cientí-fico de clasificación de las especies. Es el caso de animales libres como los felinos, parinas y patos. Entre los anima-les criados, los camélidos también son categorizados en clases. Pero la naturaleza de éstas no se corresponde con el sistema científico, porque tanto llamas como alpacas (Lama pacos) son clasificadas según el color, nombrado preferentemente en lengua nativa, por ejemplo: “Hay va-rias clases de llamas [...] Lloraj llama es la llama blanca. Chuchi es de color sucio. O’ke es gris. Ch’umpi es de color blanco, como el de las cabras. Las llamas con manchas se nombran Ajta, aj’chua, T’ajcha” (Castro, 1986, p. 10; Castro y Rothman, 2016).

El dominio de lo sagradoOtra distinción significativa que provisionalmente hemos llamado de cualidad, constituye una cuarta forma de cla-

sificar. Esta categoría incluye a varias otras, teniendo en común que comprenden una cantidad de animales que son altamente considerados en el sistema de creencias de los toconceños y que no se corresponde con el sistema ta-xonómico de la ciencia universitaria. Me refiero por ejem-plo a los cargueros (o animales específicos dentro de este sistema, que cumplen la tarea de transportar riquezas entre cerros); otros usados para los pagos (ofrendas ritua-les) y aquellos especialmente utilizados para propósitos medicinales o para el bienestar de los seres humanos en el sentido de una eficacia simbólica, ya sea que se utilicen solos o en compuestos preparados con plantas.

Entre los cargueros están aquellos animales que lle-van la riqueza de los mallku (algunos cerros considera-dos tutelares por cada comunidad) a otros cerros general-mente considerados femeninos (mallku t’alla). Como en los casos previos, esta categoría se asocia a esta función singular que cumplen ciertos animales, sin excluirlos de otras. En este sentido, la vicuña, el sapo, el cóndor y el águila son ocasionalmente clasificados juntos como car-gueros de los mallku.

Es preciso clarificar que entre los pueblos originarios muchos elementos de la naturaleza son potencialmente sagrados y pueden estar cargados de fuerzas negativas o positivas. Este es el modo en que ellos construyen su paisaje. Sin embargo, para los efectos de este escrito nos referiremos con más énfasis al tema de las montañas sa-gradas o mallku (Berenguer et al., 1984; Castro y Varela, 1993; Castro y Martínez, 1996; Castro, 1997a), que es un buen ejemplo de la compleja construcción de la naturale-za como cultura.

El lugar gravitante que ocuparon los cerros en cier-tos aspectos de la ideología inka y de pueblos del Tawan-tinsuyu ha quedado establecido a través de muchos escritos de los siglos XVI y XVII. Obras como Dioses y hombres de Huarochiri, de autor anónimo, recogida a fi-nes del siglo XVI por el padre Francisco de Ávila (1966), y Extirpación de la idolatría del Perú, de Pablo José de Arriaga, escrita a comienzos del siglo XVII (1978), así como los escritos de Waman Poma de Ayala (1956), Ber-nabé Cobo (1890) y el padre José de Acosta (1962), entre varios otros, dan cuenta de esta práctica religiosa en los Andes. Por otro lado, E. P. Benson (1972) y Ch. Donan (1978) han argumentado que la importancia de los cerros

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en la andinoamérica prehispánica posee una profundi-dad temporal muchísimo mayor a la del Inka (Berenguer et al., 1984).

La adoración de los cerros es hoy una práctica muy difundida en los Andes y que los indígenas mantienen simultáneamente con las prácticas de culto cristiano. En estos pueblos existe la creencia de que en los cerros resi-den ciertos espíritus o divinidades cuya imagen “resulta a ojos no andinos, movediza y confusa, de contenidos a veces contradictorios” (Martínez, 1983).

Uno de los elementos de mayor valoración y que im-pregna toda la vida cotidiana de los lugareños es el pai-saje. Su percepción denota un saber íntimo y coloquial lleno de sacralidad, que se integra y subordina en un con-cepto del paisaje que, en el mundo andino, pareciera ser uno de los niveles privilegiados de clasificación y signifi-cación (Martínez, 1976, 1989). En este contexto, diversos autores han demostrado la importancia que tienen los cerros para la población indígena de la región de estudio (Mostny et al., 1954, pp. 94-95; Mariscotti, 1978; Rein-hard, 1983; Berenguer et al., 1984; Barthel, 1986; Castro y Varela, 1993; Castro y Martínez, 1996; Castro 1997a).

Mariscotti (1978) ha realizado un extenso estudio sobre Pachamama y las concepciones vinculadas a la tie-rra, centrado principalmente en la vecina puna de Jujuy y que también remite a las poblaciones del sur del salar de Atacama (Socaire, Peine). Salvo algunas referencias aisladas a esta divinidad en otros puntos de la provincia, desconocemos su integración en un sistema más comple-jo (Lagos et al., 1982; Berenguer et al., 1984). Pero hay ciertos indicios; por ejemplo, un pastor de Lequena, lo-calidad situada en el Alto Loa, relataba que los cerros y volcanes tenían distinto origen. Los primeros son estre-llas que bajaron a la tierra y se transformaron en cerros, en tanto que los volcanes regulan el funcionamiento de la tierra, puesto que existen volcanes de fuego (el Licanca-bur), de agua (el San Pedro) y de viento. De éstos últimos depende, en gran medida, el que haya tormentas y lluvia (Castro y Martínez, 1996).

Aparentemente, el sistema de veneración a las altas cumbres está relacionado con el culto de los antepasados en tres niveles de sacralidad ascendentes: el nivel más inmediato estaría compuesto por los parientes fallecidos, cuya disposición (p. ej., en el actual cementerio de Tocon-

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Figura 4. Diversidad de paisajes en el Desierto de Atacama.

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ce), guarda cierta relación con la ubicación de los volca-nes tutelares, que reciben ofrendas y sacrificios durante el ritual fúnebre. El segundo nivel sería el de los “abue-los”, “gentiles” o “antiguos”, moradores precolombinos de la región, los que son profundamente reverenciados y a los que se hacen ofrendas y sacrificios en los lugares en que moraron (clasificados por ellos como abuelares, gen-tilares o antigüedades): poblados, silos, corrales, terrazas de cultivo, canales y otros vestigios hoy abandonados, es-pecialmente cuando hacen uso de ellos. Esta reverencia de que son objeto los gentiles, se basa en su “sabiduría” e “inocencia” (Castro, 1988). El tercer nivel, representa-tivo de la más alta sacralidad, estaría compuesto por las achachilas —combinación de antepasados elevados a ni-veles míticos y lugares de origen de los linajes—, que han adoptado la forma de cerros, volcanes, piedras u otros lugares prominentes y que son denominados mallku. En estas alturas se encuentran “mesas” donde las divini-dades gozan de una muy buena vida, tomando alcohol y mascando coca (Aldunate et al., 1981).

Un número importante de cerros pareciera perso-nificar ciertas entidades sagradas, de carácter local o regional, que pueden aparecer como: a) deidades pro-veedoras de ganado y dinero, muchas veces vinculadas con las riquezas minerales del interior de los cerros y re-lacionadas con lagunas y agujeros o manantiales; esta representación de la deidad tiene una cierta carga nega-tiva o peligrosa; b) como una deidad relacionada con las labores agrícolas y ligada a los fenómenos atmosféricos (rayo, trueno, etc.), con capacidad de fertilizar la tierra, y c) como una deidad protectora de la vida, de la salud o prosperidad de la gente. En el primer caso podrían citarse algunos de los cerros de la hoya del Río Loa. El León (5,771 msnm), por ejemplo, llamado “mallku Agua de León”, es considerado como muy rico en ganado, tiene “riquezas de los antiguos” y tiene propiedades de como “aviador” (proveedor). Este mismo cerro, Agua del León o Puma Orko, junto a los cerros Potrero, San Pedro, San Pablo y Cupo, “habilita para Chuqui”, frase que alude a que estos cerros contribuyen a la gran riqueza del mine-ral de Chuquicamata.

Correspondientemente, los cerros de Cupo y los de Chuquicamata son considerados femeninos, en oposición a los primeramente mencionados que son masculinos

(Berenguer et al., 1984), división sexual también pre-sente en Caspana, entre los cerros considerados tutela-res por la comunidad (Delano, 1982; Castro y Martínez, 1996; Villagrán et al., 2000). Asimismo, la connotación peligrosa de estos cerros y de los manantiales vincula-dos al ganado, se puede advertir en relatos específicos recopilados en el área de estudio. Habría que señalar, sin embargo, que el caso de las confluencias de ríos y el arte rupestre prehispánico, aun cuando reciben ofrendas, no podrían ser considerados intrínsicamente en la concep-tualización de lo sagrado. Estos casos, y particularmente el arte rupestre, son respetados con temor. Ellos pueden activar fuerzas negativas hacia los humanos, en condicio-nes especiales (transitar al atardecer, transitar sin com-pañía). Las fuerzas negativas pueden hacerse presentes en el ámbito de lo sagrado, si no se cumplen debidamente los rituales (Castro y Martínez, 1996).

Respecto a la segunda configuración de los cerros, como entidades vinculadas a las labores agrícolas, la et-nografía realizada en las comunidades de Santiago de Río Grande (3,380 msnm) y Socaire (3,500 msnm), am-bas en la cuenca del salar de Atacama, revela que, con ocasión de la “limpia de acequias” —ceremonia destina-da a la limpieza de los canales de regadío—, en ambas localidades se rinde culto a los cerros. En Santiago de Río Grande los puricamanes, dirigentes de la limpia de canales, piden con sus ofrendas a los volcanes viento y lluvia (entre otros) y permiso para realizar la limpia (La-gos et al., 1982; en tanto que en Socaire la importancia de los cerros es tal que hay una ceremonia especial para rogarles que den bastante agua. Durante la misma, se hacen ofrendas a varios cerros para “concentrar el agua de otras montañas importantes en el cerro Chiliques” (Barthel, 1986). Las ofrendas se hacen a dos listas de nombres de cerros, ubicados al norte y sur del pueblo, respectivamente (Barthel, 1986). Hay referencias simila-res para las comunidades de Peine (Mostny et al., 1954, p. 91) y Toconce (Berenguer et al., 1984; Castro, 1988; Castro, y Varela [eds.], 1994).

CerrosCon relación a la vinculación de los cerros como deidades dadoras de salud y suerte, hay descripciones de varios lu-gares en los que se hacen “pagos” u ofrendas a los cerros,

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para protegerse de las enfermedades. Qhawarina punta es uno de ellos, en Toconce, desde donde se pide a Paniri mallku por la salud de quien está enfermo.1

Otros testimonios que tenemos disponibles hacen recaer responsabilidades, especialmente acerca de la salud en los “gentiles”. Martínez (1983) se refiere breve-mente a los límites vagos y confusos entre la imagen del “dios de los cerros” y la del gentil, “...al punto que, algu-nas veces, ambas figuras casi se superponen” y en otras ocasiones la “distinción es tajante”. Aun cuando confusa, la identidad entre cerro y gentil resulta plausible a la luz de algunos datos citados por este autor, especialmente cuando señala que en muchos lugares tanto el “dios de los cerros” como el gentil son designados con el correspon-diente quechua o aymara para “abuelo” o “antepasado” (Berenguer et al. 1984).

Elementos de la cristiandad y deidades andinasLas capillas cristianas que hay en varios lugares de la zona muestran una relación con estas montañas. Tanto la capilla de San Santiago —situada en el sector central del sitio arqueológico de Likan, en Toconce— como aque-lla situada en el interior del cementerio actual de esta comunidad orientan su acceso hacia los cerros.

Igualmente, en el trayecto entre Ayquina y Tocon-ce se observa desde el camino un total de cinco de estas capillas, cuyas orientaciones son, según el orden con que aparecen en el viaje, las siguientes: Volcán Línzor, Vol-cán Paniri, Volcán Toconce, Volcán Tatio y Volcán Tocon-ce. Algo similar se puede decir de la orientación del vano del cementerio y de las “cajas” de la plaza de sacrificios (Berenguer et al., 1984).

Este paisaje, en sus más distintos planos (económico, social y ritual), conforma un todo significativo que, por una parte, posibilita su ordenamiento y por otra, su manejo.

1 Es preciso hacer notar que fue el ayquineño Tomás Panire quien en el siglo XVIII lideró la rebelión regional vinculada a las rebeliones de Túpac Amaru (Hidalgo, 1986). Mallku Panire es la deidad tutelar más significativa para la gente de Ayquina. Aunque es invocado en la mayoría de las costumbres tradiciona-les, su capacidad de hacer producir lluvias benéficas para una buena siembra y para los pastos del ganado es explicitada en las peticiones que se le hacen con ocasión de la limpia de canales (Castro y Varela [eds.], 1994).

En este sentido, no sólo los espacios productivos son los considerados en una topografía y una toponimia sig-nificantes. También los son aquellos que, en nuestra lógi-ca, podríamos considerar improductivos o no utilizables (Castro y Martínez, 1996). En el área de estudio, hemos recopilado relatos orales que documentan claramente es-tas situaciones (véanse, por ejemplo, Castro, 1988; Cas-tro y Varela, 1993).

Palabras finalesCon estos ejemplos, alcanzamos a atisbar una filosofía diferente, producto de hombres y mujeres que van desa-rrollando un discurso hundido en lo concreto, en rasgos del ambiente que dicen relaciones.

Como la totalidad de las costumbres de un grupo hu-mano siempre forma parte de un sistema, en este trabajo quisimos acercarnos un poco a un pensamiento a través de sus propios modelos reales, porque aunque esta per-cepción ha surgido del mito, la magia y el saber empírico, no por ello dejan de ser historia. Nos asomamos así a un mundo en donde el transcurrir cotidiano está presente en el ritual y el mito que reafirma la vida, y ambos aspectos contienen lo natural y lo sobrenatural.

Esta realidad está profundamente arraigada en la religión que se crea a partir de la concepción que una sociedad tiene sobre la naturaleza, las personas y sus re-laciones. Para comprenderlo, es preciso un acercamiento hacia los valores andinos que tome en cuenta la conducta de hombres y mujeres insertos en sociedades reales, en donde lo sagrado, surgido de la naturaleza y la vida co-tidiana, se extiende también a otros planos, no por ello menos reales.

Desde esta perspectiva, el saber indígena es un com-plejo proceso en el que toman parte los sentidos y el in-telecto de quienes participan en él. Está hecho para los dioses y para los seres humanos, para crear ese vínculo de comunicación social que incluye ideas, sentimientos, normas y valores.

Ningún aspecto de la vida es ajeno a la dimensión de lo sagrado. En esta percepción no hay un interés por los objetos en sí, sino en cuanto expresan su carga positiva y negativa. De ahí la importancia del rito que enfrenta la vida emocional en sus dimensiones más profundas: una realidad comprometida, donde la decisión mágica se

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afirma y se logra; un sentimiento de unidad de la vida, de unidad de todas las cosas en un universo sacralizado en donde todo es mutuamente dependiente. Así, el saber indígena es una forma de participación religiosa en las fuerzas de la vida y una manera de existir en el mun-do porque, en definitiva, todos los modelos que permiten construir su mundo provienen de la realidad. Se trata de imágenes de su ambiente natural, empleadas como signos para denotar contenidos propios; un sistema me-talingüístico mediante el cual es posible conceptualizar el mundo (Castro, 1990). Hemos intentado remitir a un pensamiento indígena en el que la complejidad, la sutile-za y el manejo de las posibilidades de producir significa-ción parecen ser una constante.

Nuestro profundo desconocimiento de todo este ám-bito en las diferentes comunidades bastaría para refle-jar lo enorme de la tarea etnográfica pendiente (Castro y Martínez, 1996).

Los estudios etnográficos en las tierras altas del norte de Chile son de mucha prioridad, porque la explo-tación del agua con fines industriales y urbanos han ido reduciendo dramáticamente extensas áreas de pastizales naturales, ojos de agua y cursos de agua, haciendo cada vez menos posible la vida de los seres humanos, la flora y la vegetación en estos territorios, y produciendo la migra-ción forzosa y paulatina hacia los centros urbanos. Hay varios ejemplos, pero sin duda la población de Toconce es una de las más afectadas por esta situación (véanse Al-dunate, 1985; Castro, 1997b). No obstante, su población originaria hasta ahora ha permanecido en su territorio.

ConclusionesHemos pretendido documentar, en parte, nuestros casos de estudio, demostrando cómo el desierto se pobló desde temprano, por elecciones nacidas de los grupos humanos, y cómo desde hace 15 mil años los asentamientos humanos se han hecho continuos por los modos de vida tradicionales y por los coyunturales, estos últimos de épocas históricas y fundamentalmente vinculados a la abundante minería.

Con el ejemplo de las tierras altas, pretendemos mostrar algunos de los fundamentos que permiten consi-derar a Ayquina y Toconce (y lo mismo podría decirse de Caspana y Cupo, en la misma subregión de Río Salado), como paisajes culturales asociativos, en concordancia

con el Reporte de la reunión de expertos sobre Paisajes culturales europeos de valor universal (UNESCO, 1996; Castro, 2002).

Por razones de espacio, hemos dejado fuera inves-tigaciones realizadas y en curso (Alliende et al., 1993; Parcero-Oubiña, 2012) que dan cuenta de la arqueología y paleotecnologías agrohidraúlicas, y la etnohistoria en el área de estudio, las que documentan otras categorías de paisajes culturales, como por ejemplo paisaje cultural fósil o relicto o paisaje de continuidad, que están incor-porados en la concepción de los lugareños para su cons-trucción social del paisaje. Adicionalmente, este ejemplo en la cuenca del Río Salado, principal afluente de El Loa, representa la estribación más meridional dentro del área andina, de influencias altiplánicas desde el punto de vis-ta histórico cultural y la última estribación del altiplano sur andino, desde el punto de vista fisiográfico y vege-tacional, lo que le otorga su carácter único y universal. Como modelo, es factible encontrar categorías análogas en toda la región andina.

Este panorama, aún vigente en este siglo XXI, apa-renta fragilidad. Por un lado, hay una resistencia cultu-ral que se manifiesta en la revitalización de las identi-dades localistas aún unidas por este sustrato de visión de mundo macroandino, y, por otro lado, la expansión capitalista, que a partir del siglo XIX ha inducido trans-formaciones que han impactado e impactan directamente sobre identidades étnicas, nuevas formas de exclusión de social y, muy especialmente, en la exacerbación de los conflictos relacionados con el acceso, uso y control de los recursos naturales (Skewes et al., 2012), especialmente el agua dulce en toda la transecta altitudinal, mineros en las tierras altas y marinos en la costa, lo que ha llevado a las poblaciones costeñas unidas por su quehacer, a re-definir y modelar constantemente un paisaje dinámico y cada vez más restringido para poblaciones asociadas al litoral, el que tradicionalmente han explotado.

Hay tareas pendientes y de urgencia, como cons-truir relaciones sólidas y cooperativas con las comuni-dades que actualmente habitan el Desierto de Atacama, compartiendo y haciendo comprehensivo y participativo el acercamiento científico, una de las tareas que nos he-mos propuesto dentro del proyecto FONDECYT-Anillo SOC 1405, del que somos parte, junto con el desarrollo

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de nuestra línea de trabajo interdisciplinaria. En este contexto, estamos atentos al conjunto de estudios que se avocan a la vida en el desierto y las posibilidades de un buen vivir.

AgradecimientosEste trabajo está dedicado a la gente de Toconce, espe-cialmente a Natividad Berna Anza, Víctor Berna Anza y Juan Ayavire, hombres sabios de este pueblo, por sus generosas enseñanzas, y a las pastoras de Turi, origi-narias de Toconce y Ayquina, como la Sra. Jerónima y la Sra. María. Nuestros agradecimientos al Dr. Jürgen Rothmann, por la identificación de las especies faunís-

ticas. Para las tierras alto andinas de la Provincia de El Loa, desde la década de los setenta, las investigaciones han sido realizadas gracias a los aportes de la Dirección de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chi-le (de 1975 a 1992), de FONDECYT Proyectos 1148-90, 1970908 y 1970528 (1990-2000) y FONDECYT 1011068. Luego se realizaron estudios avanzados y en profundi-dad con el proyecto FONDECYT 101196, sobre Caminos y Senderos prehispánicos en Atacama (2001-2004). En el presente, nuestros estudios avanzan en la Pampa del Ta-marugal dentro de un programa interdisplinario liderado por el Dr. Calogero Santoro, bajo los marcos del proyecto FONDECYT-Anillo SOC 1405.

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Carlos ReynosoUniversidad de Buenos Aires

ResumenEsta contribución tiene por objetivo realizar una bre-ve presentación de algunas de las numerosas técnicas de modelado de la complejidad, aplicables (más que efectivamente aplicadas) a problemáticas de cambio climático y desertificación, con énfasis en la posible implementación de estrategias adaptativas tendien-tes a optimizar la vida sostenible en tales escenarios.

La hipótesis de trabajo que subyace a la presen-tación de estas técnicas se vincula con el carácter no lineal, autorganizado, emergente y contraintuitivo de los procesos de cambio en general y de cambio cli-mático e impacto ambiental en particular. Cuando se modela conforme a esas premisas, bien conocidas en la llamada ciencia de la complejidad, se ganan nuevas formas de acceso a la comprensión de esos procesos. La clave de esta comprensión se finca en el modelado de abajo hacia arriba, el cual permite no sólo articular una percepción dinámica de estas realidades sino en proporcionar insight sobre las es-trategias requeridas para cambiar dicha realidad en un sentido sostenible.

A tal efecto, y habida cuenta de que la sostenibi-lidad y el pensamiento complejo han sido a menudo buzzwords que responden a propósitos de lucro encu-bierto, se suministran aquí estudios de casos y punte-ros a herramientas de modelado de estricto dominio público. Toda la bibliografía compilada, por otra par-te, se encuentra asimismo disponible en línea.

Sistemas complejos adaptativosLas acaso mal llamadas ciencias de la complejidad (sin el menor punto de contacto con el pensamiento del mismo nombre) constituyen una colección abierta de algoritmos y formalismos de modelado sumamente heterogéneos, pero que comparten un amplio conjunto de características. Los modelos complejos comprenden campos tales como dinámica no lineal, la geometría fractal, las gramáticas recursivas complejas, las meta-heurísticas basadas en la cultura o la naturaleza, los análisis de series temporales no lineales, la dinámica de redes y los sistemas complejos adaptativos propia-mente dichos, entre otros. Estos últimos incluyen autó-matas celulares, redes booleanas, modelos basados en agentes, sociedades y vida artificial. Dada la gestión en paralelo, la no-linealidad de la conducta colectiva, las interacciones contraintuitivas entre los elementos y la divergencia en la trayectoria del sistema ante los más pequeños cambios, el uso de herramientas computacio-nales de complejidad es inevitable. Mediante tal uso, se pretende predecir y comprender a mano alzada la di-námica de sistemas complejos; pero incluso en los que aparentan ser poco numerosos y fáciles de abarcar dicho fin se ha demostrado por completo imposible. Incluso los modelos informáticos tradicionales “de arriba hacia abajo” fundados en principios mecánicos de linealidad y sentido común son inadecuados en estos escenarios.

Por motivos de espacio, en esta contribución no es posible siquiera describir sumariamente las algorítmi-

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cas de complejidad escogidas para la demostración. He ejemplificado ampliamente aplicaciones antropológicas de todos estos estilos de modelado en dos libros de am-plia escala, dedicados respectivamente a complejidad y caos: Una exploración antropológica (Reynoso, 2006) y Análisis y diseño de la ciudad compleja: perspectivas desde la antropología urbana (Reynoso, 2009). Un tercer volumen, Redes y complejidad: modelos interdisciplina-rios en la gestión sostenible de la sociedad y la cultura (Reynoso, 2010), estudia en particular las relaciones en-tre la teoría de grafos, el análisis de redes sociales y la ciencia de la complejidad, siempre desde una concepción antropológica. La confluencia del análisis de redes y las técnicas complejas ha producido enormes avances en la comprensión en todo el campo de la teoría, los métodos y las técnicas. Otro estudio relacionado con las caracte-rísticas de no-linealidad, emergencia y sensitividad ex-trema a las condiciones iniciales (que es lo que se conoce más expresivamente como el efecto de las alas de mari-posa), es Antropología y estadísticas: batallas en torno de la hipótesis nula (Reynoso, 2011), en el que se comprueba la inadecuación de los modelos estadísticos usuales en la descripción de sistemas en escenarios de complejidad. Los tres tipos de modelos desarrollados en las demostra-ciones multimedia que acompañan a esta conferencia son los que se conocen como autómatas celulares, modelos ba-sados en agentes y análisis de redes sociales.

Hoy está comenzando a desarrollarse un conjunto de estudios que aplica modelos complejos adaptativos a pro-blemáticas de intervención en contingencias, resiliencia urbana, impacto ecológico, cambio climático, arqueología y agroalimentación. En particular he abordado tales pro-blemáticas desde esas perspectivas en una presentación sobre antropología del desierto realizada en Tijuana en el año 2007, disponible en línea en mis páginas académicas (carlosreynoso.com.ar/condiciones-extremas-antropolo-gia-del-desierto/). Para esta contribución, he preparado un conjunto de materiales que se actualiza permanente-mente, que expanden el breve detalle de esta presenta-ción y que se encuentra disponible en línea en <carlosrey-noso.com.ar/desertificacion>.

El trabajo canónico que demostró la sostenibilidad de los propios modelos de complejidad en general y de los sistemas complejos adaptativos en particular es un

conjunto de estudios realizados por el antropólogo J. Stephen Lansing en Bali, Indonesia, orientados a com-prender el funcionamiento de los sistemas agrícolas tra-dicionales y a poner de manifiesto su sostenibilidad, en contraste con las políticas insensibles al contexto ema-nadas de las multinacionales de la agricultura y del go-bierno central (Lansing, 1991; 2006). El modelo de Lan-sing especula sobre la forma en que la coordinación cara a cara entre los agricultores pudo haber evolucionado como resultado de las interacciones locales. Cada agri-cultor miembro de un subak toma una decisión respecto del patrón de trabajo a utilizar cada año. Observando a sus vecinos, establece cuál de ellos tuvo ese año la me-jor performance y copia su estrategia. Al cabo de pocos años todo el sistema se estabiliza en un nivel que se en-cuentra muy cerca del óptimo posible. La totalidad del sistema se organiza (en forma emergente) a partir de interacciones puramente locales. El sistema, en suma, es sostenible, y su carácter adaptativo; su eficiencia está garantizada por su perpetuación en el tiempo. Lo mismo es aplicable, por supuesto, a las formas tradicionales de agricultura y adaptación a ambientes siempre cambian-tes, independientemente de la escala de los cambios im-plicados. Tras haber realizado trabajo de campo en Bali varios años después que se llevara a cabo el estudio de Lansing, he desarrollado precisamente esa problemáti-ca en “Etnicidad y redes territoriales: perspectivas de la complejidad” (Reynoso, 2012), a la que remito a efecto de que se consulten los detalles sobre las técnicas de modelado.

En este terreno son también relevantes los estu-dios de Acosta et al. (2014), sobre una evaluación rea-lizada en modelos basados en agentes sobre uso de la tierra y cambios en el ecosistema en el paisaje agrícola tradicional en Portugal, así como la investigación de Badmos et al. (2015), sobre la degradación del suelo en un agroecosistema en una región semiárida de Ghana. En lo que respecta a la situación en México, es invalora-ble un antecedente como el trabajo de Mariana Benítez et al. (2014), sobre evolución, ecología y complejidad, el cual incluye oportunamente un capítulo sobre la milpa (una policultura tradicional), considerada como sistema complejo adaptativo. La capacidad de rápida adapta-ción y respuesta a situaciones cambiantes depende en

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gran medida de estrategias que integren una policultu-ra y una diversidad constitutiva, las cuales entran casi siempre en conflicto con las estrategias basadas en mo-nocultivos (característicamente hibridados o transgéni-cos) y con escasa sensibilidad a las condiciones ecológi-cas y climáticas específicas que son propias de la gestión verticalizada e insensible al contexto de los intereses multinacionales.

Lo importante de esta línea de estudios no es sólo que se ha logrado reproducir el comportamiento dinámi-co de los sistemas reales en el interior de los respectivos modelos computacionales, sino que se ha demostrado con-tundentemente que las estrategias que a la larga resultan más adaptativas y sostenibles no son las que se planifican “de arriba hacia abajo” (como las de la malhadada y fallida “revolución verde”), sino las que promueven la recupera-ción de las técnicas tradicionales basadas en la autorga-

nización, la horizontalidad, la diversidad y la emergencia (véase también Herrera Wassilowsky, 2011).

ConclusionesLas experiencias realizadas a este respecto en antropo-logía aplicada, en geografía, en agroalimentación y en otras disciplinas han demostrado acabadamente que las estrategias de modelado complejo han sido eficientes no sólo en la comprensión de los problemas, sino en la emer-gencia de estrategias adaptativas orientadas a modificar el estado de cosas. Es particularmente importante a este respecto que exista un isomorfismo profundo entre los sistemas sociales y culturales que se autorganizan y los diversos paradigmas de modelado “de abajo hacia arri-ba”, microscópicos o emergentes. No es casual que los unos y los otros se hayan considerado en sus respectivas disciplinas como sistemas complejos adaptativos.

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Desarrollo sostenible: planificación y gestión del territorio.¿Cuáles son las claves?

Roberto MolinariAdministración de Parques Nacionales, Dirección Nacional de Conservación de Áreas Protegidas, Programa Manejo de Recursos Culturales, Argentina

Introducción¿Cómo se alcanza el desarrollo sostenible? Sabemos que un proceso como tal debería tomar en cuenta e in-terrelacionar cuatro dimensiones: la sociedad, el medio ambiente, la cultura y la economía; pero generalmente comprobamos que en la realidad cotidiana esos aspectos a menudo se toman en cuenta bastante separados. Si bien existen convenios internacionales que pautan los cursos de acción hacia un desarrollo justo y sostenido, con foros específicos y con agendas de cumplimiento y evaluación periódica de avances, también es cierto que corren el riesgo de convertirse en realidades indepen-dientes o ser potenciales víctimas de la fragmentación reinante (Bohm, 1998).

¿El desarrollo sostenible es meta, paradigma, objeti-vo, utopía, proceso? Lo cierto es que desde la construcción del concepto resulta difícil escuchar decir “hemos alcan-zado el desarrollo sostenible”, mientras que sí podemos verificar formas de pensar y actuar que se relacionan con el camino hacia un desarrollo sostenible. Entonces cree-mos que por un lado la sostenibilidad es una aspiración, una gran aspiración producto de una gran inspiración, y por otro lado, que el desarrollo sostenible consistiría en una estrategia producto de la transición hacia un nuevo paradigma.

El presente trabajo intenta analizar el concepto y proponer algunos componentes teóricos y metodológicos que tal vez nos permitan conseguir resultados que se aproximen a la idea del desarrollo sostenible.

Desarrollo sostenible: ¡qué concepto!Allá por el año 1972, la Conferencia de las Naciones Uni-das sobre el Medio Humano, llevada a cabo en la ciudad de Estocolmo (Suecia), proclama la necesaria visión inte-grada de aquellos aspectos señalados en la introducción. Considera la globalidad de la problemática del deterioro del medio ambiente y los recursos naturales que abaste-cen nuestras necesidades y establece una serie de prin-cipios, de los cuales el primero y el segundo constituyen la antesala de la construcción del concepto del desarrollo sostenible, cuyas partes sustantivas son:

• El hombre tiene el derecho fundamental a la libertad, la igualdad y el disfrute de condiciones de vida adecuadas en un medio de calidad tal que le permita llevar una vida digna y gozar de bienestar, y tiene la solemne obligación de proteger y mejorar el medio para las generaciones presentes y futuras.

• Los recursos naturales de la tierra, incluidos el aire, el agua, la tierra, la flora y la fauna y espe cialmente muestras representativas de los ecosistemas naturales, deben preservarse en beneficio de las generaciones presentes y futuras mediante una cuidadosa planificación u ordenación, según convenga.

En el año 1983, la Asamblea General de las Nacio-nes Unidas crea la Comisión Mundial sobre el Medio Am-

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biente y el Desarrollo, a través de la Resolución 38/161, la cual comienza a reunirse en 1984 con el objetivo de crear una agenda global para el cambio, dirigida a cons-truir un futuro más próspero, más justo y más seguro.

Al cabo de varios años de trabajo durante los cuales realizó una serie de reuniones públicas en todas partes del mundo, relevando observaciones y declaraciones de dirigentes oficiales, científicos y expertos, organizaciones no gubernamentales y del público en general, la Comi-sión elaboró un informe originalmente llamado “Informe Brundtland”, en alusión a la Presidenta de la Comisión, la Primera Ministra de Noruega, Gro Harlem Brundt-land, y finalmente, publicado en 1987 con el nombre de “Nuestro Futuro Común”.

El Informe Brundtland acuña el término de desa-rrollo sustentable o sostenible, cuyo concepto alude a “aquél que satisface las necesidades del presente, sin comprometer las necesidades de las futuras generacio-nes”. El informe se centró en seis temas prioritarios: po-blación, seguridad alimentaria, pérdida de especies y de recursos genéticos, energía, industria y asentamientos humanos.

El mensaje principal del mismo es que no puede haber un crecimiento económico sostenido sin un medio ambiente sostenible, por lo que ha llegado el momento de elevar el desarrollo sostenible a la categoría de “éti-ca global”, en el que la protección del medio ambiente se reconozca como el cimiento sobre el que descansa el desarrollo económico y social a largo plazo.

Según la Comisión, los enfoques antiguos del de-sarrollo y de la protección del medio ambiente aumen-tarán la inestabilidad social y ambiental. Sostiene que no cambiará el mundo real de los sistemas económicos y ecológicos -mutuamente relacionados- si no cambian las políticas e instituciones interesadas, o en otras pa-labras, dejar de ver, entender y actuar respecto al de-sarrollo y el ambiente como si fueran problemáticas separadas.

La Comisión sentó las bases para que, en la Segun-da Cumbre de la Tierra o Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo —reali-zada en Río de Janeiro en el año 1992 (la primera fue 20 años antes, en Estocolmo)—, se desplegara el concepto de desarrollo sostenible, se elaboraran cursos de acción,

programas y agendas, como la denominada “Siglo XXI” (Programa o Agenda 21).

En su Principio 1, la Declaración de Río menciona que “Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sosteni-ble. Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza”. El Principio 4 a su vez menciona que “Para alcanzar el desarrollo sostenible, la protección del medio ambiente debe ser parte del proceso de desarrollo y no puede ser considerado por separado”.

Una de las importantes consecuencias de esta Cum-bre de la Tierra de 1992 es el surgimiento del Convenio sobre la Diversidad Biológica, cuyos objetivos son: “la conservación de la biodiversidad, el uso sostenible de sus componentes y la participación justa y equitativa en los beneficios resultantes de la utilización de los recursos ge-néticos”, promoviendo medidas para ser adoptadas por todos los Estados Partes firmantes del convenio.

Se le considera el principal instrumento internacio-nal para el desarrollo sostenible. Algunas de sus consi-deraciones o criterios principales apuntan a lo siguiente:

• Los ecosistemas, las especies y los recursos genéticos deberían ser utilizados en beneficio del ser humano, pero de manera que este beneficio no lleve a la pérdida de la diversidad biológica.

• Para conservar la diversidad biológica, hacen falta cuantiosas inversiones, pero se obtendrán considerables beneficios ambientales, económicos y sociales.

• El enfoque ecosistémico, una estrategia integrada para gestionar recursos, es el marco de acción del Convenio.

• Según el principio de precaución, cuando haya peligro de considerable reducción o pérdida de diversidad biológica, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas que impidan o minimicen dicho peligro.

Ahora bien, consideramos que llevar a la práctica ta-les criterios, metas y objetivos, resulta bastante en vano si continuamos sosteniendo contenidos de pensamien-to semejantes a los de la conciencia global en la que se

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originaron. Es decir, si nuestro proceso de pensamiento siguiera teniendo los mismos parámetros y escalas de va-lor y contenidos conceptuales, entonces es muy probable que nuestros resultados —las acciones que deriven de nuestro pensamiento— no conduzcan a transformar la realidad, mucho menos a un “cambio global”.

En otras palabras, creemos que se ha constituido una “agenda global para el cambio”, pero ese cambio requiere de nuevos enfoques y una estructura diferente para la toma de decisiones.

Desarrollo sostenible y enfoque ecosistémicoHabíamos mencionado más arriba que el Convenio sobre la Diversidad Biológica, principal instrumento interna-cional para el desarrollo sostenible, considera al enfoque ecosistémico (EE) como el marco de acción del convenio para la planificación y gestión de los recursos.

En principio, reconocemos que desde hace casi tres décadas el EE ha contribuido a ampliar el horizonte de comprensión de la conservación de áreas protegidas, y de la protección y uso de la biodiversidad, y ha tendido a mejorar la toma de decisiones en torno a la planificación y gestión del territorio y sus recursos. No obstante, se reconoce que no ha sido adoptado suficientemente en la gestión territorial a pesar de su extensa promoción desde ámbitos internacionales relacionados con la conservación de la biodiversidad (UICN, CBD, UNESCO, etc.) (Andra-de et al. 2011).

Desde nuestra perspectiva de trabajo en los Progra-mas de Manejo de Recursos Culturales y de Pobladores y Comunidades en la Administración de Parques Nacio-nales de Argentina, analizamos los alcances del EE y los principios sobre los que se apoya su conceptualización y aplicación, rescatando la importancia trascendental que posee para mejorar la efectividad del manejo de los espa-cios protegidos y su relación con la gestión territorial a escala regional.

Sin embargo, creemos que existen también otros apor-tes conceptuales y metodológicos, criterios o principios que pueden sumarse al enfoque de la planificación y gestión de las áreas protegidas y el territorio en general, surgidos de la visión y el enfoque propio de aquellos equipos de trabajo.

Para comprenderlos, necesitamos realizar una críti-ca constructiva al EE porque en ella se basa la fundamen-

tación de los nuevos elementos propuestos y que creemos complementan la visión reveladora del EE. Nuestras observaciones sobre su planteamiento y los principios consecuentes se basan en la publicación mencionada más arriba, y consisten en:

• El EE se centra en la gestión de la naturaleza: “es una estrategia para la gestión integrada de tierras, extensiones de aguas y recursos vivos…”.

• El EE reconoce al hombre y su diversidad como parte integrante de los ecosistemas: “se reconoce que los seres humanos, con su diversidad cultural, constituyen un componente integral de muchos ecosistemas”.

• El EE, no obstante, posee una definición de ecosis-tema con sesgo de naturaleza: “Por ecosistema se entiende un complejo dinámico de comunidades vege-tales, animales y de microorganismos y su medio no viviente que interactúan como una unidad funcional”.

• El Principio 1 del EE reconoce a las comunidades y a la diversidad cultural como involucrados en la gestión de los recursos naturales, más no decididamente como una parte indisociable y relevante de los ecosistemas. El EE resalta su importancia sólo en función de tener en cuenta sus derechos, intereses y opiniones.

• El Principio 5 del EE plantea que para mantener los servicios ecosistémicos, el objetivo prioritario reside en la conservación de la estructura y funcionamiento de los ecosistemas, los cuales dependen de la “relación dinámica entre las especies, y entre éstas y su entorno abiótico, así como las interacciones físicas y químicas en el medio ambiente”. No incluye la relación dinámi-ca entre estos elementos y los de carácter sociocultu-ral. Para nuestra opinión su planteamiento teórico/metodológico está percibiendo y actuando desde y hacia una parte de la realidad y no sobre “el todo”.

• El Principio 11 del EE reconoce la importancia de los conocimientos, las innovaciones y las prácticas de las comunidades indígenas y locales, pero en función de su ventaja para la gestión de los ecosistemas.

• El Principio 12 del EE resalta la importancia de la intervención de todos los sectores de la sociedad, pero ese involucramiento está centrado en identificar mejor los problemas de gestión de la diversidad biológica.

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Por todo lo expuesto, resulta muy claro que el EE in-corpora la importancia de la dimensión sociocultural en la conservación de la diversidad biológica y la gestión del territorio y sus recursos, lo cual resulta un paso gigantes-co hacia adelante en la historia de la conservación: incor-porar, valorar y tener en cuenta las opiniones, intereses, derechos, conocimientos y prácticas de las comunidades locales e indígenas.

Pero basados en lo mencionado al inicio, considera-mos que es diferente “dejar participar”, considerar los derechos, escuchar las opiniones y tomar en cuenta los conocimientos de las poblaciones, que considerar que las poblaciones, su historia, su patrimonio material e inma-terial forman parte de la realidad de los ecosistemas y de la caracterización de la unidad por planificar, y, en mu-chos casos, tales elementos constituyen también valores y recursos por conservar, mejorar, mantener, rehabilitar o restaurar.

Consideramos que en la perspectiva del EE, la di-versidad sociocultural interesa para mejorar la planifi-cación y la gestión de la naturaleza, mientras que para nuestra visión esa diversidad es además una parte de la realidad natural-sociocultural indisociable, con fortale-zas, debilidades y problemáticas que también deben ser parte de la planificación y la gestión.

Razonamientos para el desarrollo sostenibleLos ecosistemas que protegen las áreas protegidas de Ar-gentina y el vasto territorio en el que se insertan, consti-tuyen la realidad actual de espacios geográficos que han sido moldeados y mutuamente condicionados por la in-terrelación de elementos y factores naturales, sociales y culturales desde al menos unos 10 mil años a esta parte.

En amplias zonas del territorio argentino se reco-noce que en el devenir de las fluctuaciones climáticas y ambientales ocurridas durante el Holoceno (los últi-mos 10 mil años), la configuración del ambiente actual se asemejaría a la imperante desde 3 mil años A. P. (los denominados “momentos tardíos” de la prehistoria del territorio), pero sin contar los drásticos cambios experi-mentados en los últimos 500 años, como consecuencia de la conquista y colonización europea, la industrialización, la economía de mercado y la producción agropecuaria tec-nificada, más las transformaciones derivadas de estos úl-

timos aspectos (profundos cambios en el uso de la tierra, introducción de especies exóticas, desmontes, embalses, producción a gran escala, explotación de minerales e hi-drocarburos, etc.).

Toda consideración sobre el uso y conservación de los valores y recursos del territorio debería apuntar a proteger, mantener, restaurar, rehabilitar o preservar a largo plazo sus condiciones (“...satisfacer las necesidades del presente, sin comprometer las necesidades de las fu-turas generaciones”), para lo cual el conocimiento y va-loración de los componentes y relaciones que han dado forma a esos ecosistemas resulta esencial a su manejo.

Relacionando otros enfoques en la problemática del desarrollo sosteniblePartimos entonces desde otra visión, la de considerar que los ecosistemas constituyen más realmente “ecosistemas socioculturales” (Hurtado Mendoza, 1988) y que el objeti-vo de un cambio global hacia el desarrollo sostenible con-servando la biodiversidad —porque ella es fuente de vida y deberá abastecer a las futuras generaciones— es una cuestión que no solamente tiene que ver con la naturale-za misma, sino también con la diversidad sociocultural, su historia y su actualidad.

Miller (1996) se pregunta cómo podríamos hacer para sostener poblaciones, producir bienes materiales y servicios ambientales, acceder a beneficios culturales, estéticos y espirituales, manteniendo los elementos de la naturaleza, sus especies, rasgos genéticos, poblaciones, hábitats y ecosistemas. Su obra se encuentra inserta en lo que él considera como “la búsqueda de un nuevo equi-librio”.

Y ello tiene que ver, para nosotros, con nuevos enfo-ques y una nueva estructura para la toma de decisiones. Existe una serie de interrogantes básicos que deberíamos responder cuando planificamos acciones de intervención sobre los ecosistemas, y los deberíamos responder en un marco de reflexión participativa, como lo proponía el en-foque ecosistémico o el manejo holístico (Savory, 1999):

• ¿Conocemos nuestra realidad ambiental? • ¿Qué recursos y valores naturales y culturales

tenemos? • ¿Cuál es su estado y condiciones?

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• ¿Cuáles constituyen valores prioritarios (claves)? • ¿Cómo manejamos nuestros recursos? • ¿Qué cambios han ocurrido en nuestros

ecosistemas a lo largo del tiempo? • ¿Cuál es nuestra economía? • ¿Cuál es nuestro nivel de calidad de vida? • ¿Qué brecha existe entre los ciclos o ritmos

de la naturaleza y nuestros ciclos económicos y administrativos?

Los espacios de participación y acción brindan una oportunidad para que las comunidades y las agencias de gobierno sean más conscientes de las relaciones e inter-dependencias entre el patrimonio y el desarrollo. Tam-bién sobre cuáles serían los componentes claves de los ecosistemas, más conscientes de los cambios globales y de cuáles son los problemas que afectan a ambos, a los ecosistemas y a las comunidades.

El camino hacia la sostenibilidad o el de la búsqueda de un nuevo equilibrio necesita vencer los problemas de enfoque que tienen que ver con la “disociabilidad” que percibimos en aspectos que poseen bastante relación, como son la conservación y el desarrollo, la protección y el uso, la naturaleza y la cultura. Y por otro lado, aque-llos problemas que se relacionan con la estructura para

la toma de decisiones tienen que ver considerablemente con la separación que realizamos respecto de qué secto-res son los que saben y quiénes los que deciden y hacen.

En la gestión del ambiente, por un lado relacio-namos el “saber”, la ciencia, con la conservación, y por otro, vinculamos el “decidir y hacer” —el resto de la so-ciedad—, con el desarrollo (Figura 1). Las posturas del manejo integrado (Hurtado Mendoza, 1988), del manejo holístico (Savory, 1999) y del manejo biorregional (Miller, 1996), por el contrario, plantean un espacio común para la construcción de las decisiones, en el cual confluyan las fuentes de conocimiento, percepciones y visiones de am-plios sectores de la sociedad en una estructura de saber hacer.

Tanto a través del Manejo Biorregional (Miller, 1999) como de las Ciencias de la Sostenibilidad (Martin, 2012), y dentro de aquella estructura participativa del saber hacer, se abordan de manera directa y relacionada las problemáticas de la conservación de la biodiversidad y el desarrollo, partiendo de identificar cuáles son los componentes claves del ambiente, qué bienes y servicios brindan, y qué aportan al desarrollo humano, como for-ma de relacionar directamente a las fuentes que proveen vida con el desarrollo y la conservación. Constituye una forma práctica de emprender un ordenamiento territorial

Figura 1. Esquema de gestión del ambiente.

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Viabilidad EcológicaPotencial EconómicoOportunidad Social

Bienes y servicios de manejo ambiental

Hace posible la producción Que provee valores y productos para la actividad humana

Nutrientes Agricultura Nutrición

Suelos Silvocultura Energía de biomasa

Desechos Pesca Vivienda

Aire Farmacia Papel p/ educ. y literatura

Vida salvaje Medicinas

Recursos genéticos Salud humana y ambiental

Micro-clima Ingreso

Identidad culturalAgua para uso dom., indust., energía, naveg. y recreación

Valores espirituales

Recreación y Turismo

Madera y biomasa

Secuestro carbono

Figura 2. Viabilidad ecológica, potencial económico y oportunidad social. Tomado de Miller (1999).

Figura 3. Sistema socioecológico. Tomado de Martin (2002).

CIENCIAS BIOGEOFÍSICAS

ECOSISTEMAS

BIODIVERSIDAD

• Genes,

• poblaciones,

• especies,

• comunidades y diversidad funcional

SERVICIOS DE ECOSISTEMAS

• Abastecimiento

• Regulación

• Culturales

CIENCIAS SOCIALES

BIENESTAR HUMANO

• Material básico para vivir

• Salud

• Seguridad

• Buenas relaciones sociales

• Libertad de acción y elección

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Desarrollo sostenible: planificación y gestión del territorio.¿Cuáles son las claves?

Preparación

o una planificación estratégica, buscando un equilibrio más adecuado como camino hacia el desarrollo sostenible (Figuras 2 y 3).

De esta forma vemos cómo la identificación territo-rial de lo que ahora llamamos “sistemas socioecológicos” o “ecosistemas socioculturales” requiere entonces de la caracterización de su estructura, funciones y el cambio a lo largo del tiempo, entendimiento que se relaciona di-rectamente con la ecología del paisaje (Morláns, 2005), poniéndose énfasis en los componentes clave. La carac-terización debe estar definida por las percepciones de los residentes (científicos o técnicos, administradores gu-bernamentales y miembros de la comunidad), sobre todo en atención a su sentido de pertenencia a un lugar y su problemática.

De esta forma se establecerán:

• las propiedades biofísicas (p. ej., variables climáticas, litológicas, geomorfológicas, hidrología superficial y subterránea, suelos, flora y fauna, y

• las propiedades sociales y culturales (p. ej.: actores sociales, economía, demografía, saberes y valores, tradiciones, instituciones, sistema de gobernanza o aspectos políticos).

Recíprocamente se trata de contestar los siguientes interrogantes:

• ¿Qué componentes y procesos de los ecosistemas son esenciales para la gestión de los sistemas socioculturales?

• ¿Qué componentes y procesos de los sistemas socioculturales son esenciales para la gestión de los ecosistemas?

Planificando la gestión del territorioBasándonos en la visión de nuevos enfoques y una nueva estructura para la toma de decisiones y la acción, desple-gada en los títulos anteriores, la Figura 4 nos ilustra el modo y las etapas que debería comprender el proceso de planificación y gestión del territorio en un enfoque que contribuya al desarrollo sostenible.

En todo ese proceso, el desafío y la responsabilidad de los sectores gubernamentales consiste principalmente en impulsar su desarrollo como parte de una política de Estado, disponer de un espacio de reflexión, facilitar la realización de las distintas etapas que conlleva e instru-mentar la ejecución de lo planificado.

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Figura 4. Proceso de planificación y gestión del territorio.

Participación gubernamental, científico técnica y social

Intercambio de visiones, percepciones, conocimiento y valores

Construcción de la identidad territorial

Caracterización y diagnóstico

Propuestas y prácticas

Establecimiento de objetivos, metas y estrategias

Identificación de proyectos, su ejecución y monitoreo

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ConclusionesConsideramos que un cambio hacia el desarrollo soste-nible implica fundamentalmente cambiar los criterios de referencia y los planteamientos teórico/metodológicos que constituyeron el punto de partida y desarrollo de la realidad que no nos conforma, al menos ampliar nuestros horizontes de innovación frente al desafío de sostener las fuentes que nos dan vida y alcanzar un desarrollo más justo y equilibrado, en términos de la calidad deseada para nuestros ecosistemas socioculturales (naturaleza, sociedad y cultura).

Creemos que algunos de los factores más importan-tes para ese cambio es la incorporación, a nuestros con-tenidos de pensamiento, de la visión o idea de la indiso-ciabilidad existente entre naturaleza (o biodiversidad) y cultura, de la estrecha relación existente entre desarrollo y conservación, del vínculo equilibrado que debe existir entre la protección y el uso, y finalmente, considerar que todos los saberes y conocimientos son importantes a la hora de reflexionar para planificar y tomar decisiones en torno al manejo de nuestros ambientes.

Algunas frases reflexionadas desde nuestra práctica

del manejo del patrimonio cultural que nos han ayudado a crear una propia visión del manejo integrado natural/cultu-ral y a compartirla con quienes se dedican a la conservación de la biodiversidad son las siguientes:

“La cultura no sólo se expresa en valores, conoci-mientos, prácticas o expresiones materiales e in-materiales creadas por el hombre, sino también a través de los bienes naturales del ambiente donde aquella se desarrolla.”

“La naturaleza no sólo se expresa en la fauna, flo-ra y gea, sino también a través de la cultura que se desarrolla en su seno.”

“En las culturas en que la biodiversidad se percibe como la base de la vida, son la naturaleza y el hom-bre el todo integrante de los ecosistemas y paisajes.”

“Nuestra tarea pone énfasis en explicar la natura-leza a través de la cultura y en explicar la cultura a través de la naturaleza.”

Referencias

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Can We Save the World? Lessons from an Endangered Microbial Oasis in the Chihuahuan DesertValeria Souza y Luis EguiarteInstituto de Ecología, UNAM, México

Jim ElserFlathead Lake Biological Station University of Montana, USA

Gabriela Olmedo-AlvarezCINVESTAV - Irapuato, México

Janet L. Siefert Rice University - Houston, USA

Michael TravisanoUniversity of Minnessota, USA

Once Upon a Time…Earth’s biological history is preserved in the rock record and in the genetic repertoire of extant organisms. Each event that science is able to tease out of these records provides another piece of the much larger puzzle that details how life has transformed and been transformed by our planet. One of the most outstanding transformations is the one that changed our anoxic planet into today’s beautiful blue and oxygen-rich planet. Earth’s rock record of fossils and isotope fractionation has contributed significantly to our understanding of the billions of years of history of a growing, eating, spreading, dying biology that metamorphosed the physical environment. The process has left no rock untransformed and no element cycle unchanged.

Bio-signatures occur as biomolecules are processed by the metabolic process of life. This endless molecular dance is driven by the fundamental machinery of cells and fuel, the biogeochemical cycles. These cycles can be thought of as a clock, where the gears are the atoms and molecules get either oxidized or reduced as they move into

different energy states. The metaphor can be extended to the architects of the cycles, the tiny creatures known as bacteria that evolved from a ‘primordial soup’ into modern metabolically complex and often compartmentalized cells. These cells were and still are fuelled by chemical energy based on breaking the molecular bond between two phosphates (PO4) in a molecule universal to life - ATP (Adenosine-Tri-Phosphate). ATP is assembled by an incredible molecular turbine, an enzyme called ATPase, where electrons flow from one side to the other of a membrane to turn an ultra-microscopic turbine, generating enough energy in each rotation to bond a new PO4 to a PO4-depleted molecule of ADP (Adenosine Di-Phosphate).

The blueprint for these molecular machines, in fact, the blueprint for the entirety of all living cells, is stored in the biomolecule known as DNA (DeoxyriboNucleic Acid). Built from an alphabet of four nucleotides, each identified by a letter (A, T, G, C) they are bonded together using the energy freed from ATP, bonded through a

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phosphate group. Furthermore, P plays another essential role in the processing of that genetic information, when another P-rich nucleic acid (RNA) is synthesized during transcription to produce the genetic message (messenger RNA) that travels to protein synthesis factories (ribosomes) that themselves are also made up of (~50 %) P-rich nucleic acid (ribosomal RNA). Acknowledging that carbon (C), nitrogen (N) and oxygen (O) atoms form most of the mass of a cell, we see in this core biology that P is critical for all of the energetic processing in a cell as well as in the storage and processing of genetic information.

This reliance on P presents a conundrum. In the universe, including the planets and in particular, on the Earth, P is a relatively rare element that is often not found in a form that can be used by living organisms. Early Earth had most of its P trapped in calcium, forming a mineral rock called apatite. So, since the very origin of life, living organisms likely had to dissolve rocks to extract phosphorus, an atom so essential for energy processing and genetic functions that cannot be substituted by any other.

There is a place in this world where that fighting for rare nutrients is still similar to the process found in early Earth, a site where the ancient engineering bacterial lineages persisted, where they survived together in a similar community structure to the ones they formed nearly four billion years ago, while assembling ‘the gears of the clock of life’. Similar communities are the first fossils in the fossil record and are known as microbial mats, which, in the presence of calcium carbonates, can form layered fossil remains called stromatolites. Carbonate rock fossilized the gross structure of the community as well as its microfossils. This is the rock record that demonstrates the flourishing and longevity of stromatolite communities in the Precambrian shallow seas. But stromatolites are still alive in the form of microbial mats and are diverse and abundant in an unusual oasis in the Chihuahuan Desert named for its wetlands, the Cuatro Ciénegas Basin (CCB) (Souza et al., 2012b).

A Microbial Time MachineWikipedia, the online encyclopaedia, provides the publicly accessible details of the CCB. It is located at 26°59′N 102°03′W and is at an average elevation of 740 meters (2,430 ft) above sea level. The protected area was decreed in November 1994 and

encompasses 150,000 ha within the valley that contains unique wetland environments with unusually high levels of endemism and diversity. It has also been named a RAMSAR site, a site of high relevance for conservation for WWF and Natural Conservancy and a priority site for CONABIO, the Mexican National Commission for Knowledge and Use of Biodiversity. There are more than 150 recorded different plants and animals endemic to the valley and its surrounding mountains (for example, Fouquieria shrevei, an endemic relative to the more widespread ocotillo and the world’s only aquatic box turtle, Terrapene coahuila), including some 30 aquatic species in the Reserve, 8 of which are fish (for example, Herichthys minckleyi). As an example, a tiny copepod, Leptocaris stromatolicolus, is known only from the interstices of the stromatolites and bottom sediments in the saline pools.

Viewed from space, the valley has the shape of a ‘white butterfly’. The western wing is encompassed by a very old mountain called La Fragua. This is not just any mountain, this is the precise site where the Northern Hemisphere split from the Southern Hemisphere and broke Pangea in several pieces. Coahuila and the CCB moved from the shore in the latitude of the equator, c. 200 million years ago to the Chihuahuan Desert. This giant rupture let the ancient ocean Panthalassa form a new coast, the site where the CCB would later form. The sea entered, along with its shoreline inhabitants that included ancient marine microbial communities, crustacean, molluscs, diatoms and fish, as well as ocean reptiles and dinosaurs. This event heralded the plate tectonics of the Jurassic, a period when the core masses of the continents moved like toys in a sandbox. There was so much magma pouring from under the sea floor that the ocean got enriched with large quantities of sulphate to the point the molluscs made their shells with calcium sulphate (gypsum) instead of calcium carbonate, the typical constituent of shells in most parts of the world. This rock record demonstrates the value of recognizing the worldwide geochemical signature of gypsum for the Jurassic.

In the CCB, the ‘white’ of the butterfly is starkly displayed in the western wing of the butterfly by the gypsum dunes of the Churince. The sea thrived in the region for more than 160 million years, despite the extinction of dinosaurs that marked the end of the Cretaceous period. When the Sierra Madre Occidental uplifted, it isolated the CCB from the Pacific coast as it became part of the large seaway that communicated Canada to the proto-Gulf of Mexico coast.

The border of the eastern wing of the butterfly valley is a peak named La Purísima, part of the larger Sierra Madre Oriental. This range’s uplift marked an end of the sea times for the CCB shore,

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around 35 million years ago, isolating this valley from the newly formed Gulf of Mexico. What was unexpected is that, despite those enormous environmental changes, the marine microbial flora persisted tenaciously in the CCB. The complex marine bacterial communities survived intact, able to efficiently recycle all the necessary elements of life. The CCB’s living bacteria today use those very same old biogeochemical strategies in the desert oasis environment. However, the concern now is whether changes to the environment, given modern human activities, will allow the survival of these strategies.

Let us consider how ancestral bacteria may have maintained its marine heritage in the absence of its ocean habitat. We think that the answer is complex, but a large part of the explanation

may be in the long-term stability of the hydrologic system. The stability and maintenance of a continuous aquatic environment with similar and only slowly changing climatic conditions is likely the sustaining factor of the CCB’s biology today. These specific dynamics are likely due to the ‘body of the butterfly’ formed by the Sierra San Marcos y Pinos. This Sierra has a magmatic pouch under its arrow shape, several kilometres below (Wolaver et al., 2012). The magmatic influence of this pouch on the groundwater contributes to the resiliency of the oasis wetland and its unique inhabitants. Rainwater, as well as wetland water, slowly drips towards the heat of the magma, crossing layer upon layer of different ancient marine sediments. When the heated water returns to the surface, it carries minerals, microbes and

Figure 1. Cuatro Ciénegas, Coahuila, Mexico.

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sulphur, cooling on its way to the surface. This deep warm ground water erodes the soft floor of the valley, forming small springs and pools (pozas); now surface-dwelling microbes that are used to life on the surface initiate new communities.

The water has been recycled so many times from the wetlands to the deep aquifer that it is rich in many minerals but mostly devoid of available P. This anomaly is due to the rock cycle of P. P in the form of apatite is incorporated into living organisms that in turn create P-rich organic compounds. Some of these compounds are very hard to degrade and have a long time residence in the soils and sediments, become sequestered in fossils or very slowly becoming apatite again. However, because the minerals that store P (apatite) at the CCB have been digested over and over again over a very long period of time, our studies show that all the free P has been sequestered mostly in the biomolecules created by the biology. The result is that the CCB biology has found various methods of recycling the biomolecules. Given P scarcity, the communities in the CCB are crafty in their enzymatic tools to degrade any source of P (Tapia-Torres et al., 2015; Tapia-Torres et al., 2016). This limited P is the reason that algae do not readily grow in the CCB, with the additional consequence that slowly growing stromatolites and microbial mats thrive in the turquoise blue waters of the lakes, smaller ponds (pozas) and the CCB rivers.

This is the paradox of life in the CCB: in a place so limited in resources, particularly phosphorus, how is such high diversity maintained? Our sixteen years of research has focused on answering this question. The short reply is: if there is ‘no food’ (i.e. there is little P) for a very long time, there is no ‘sex’ (no recombination or horizontal gene transfer, see below) and there is no travel (no migration or dispersal), the result is a high local adaptation and micro-splitting of available niches by bacteria, due to the cooperation of the members of a local community to survive in these harsh conditions (Souza et al., 2012a).

This is interesting and relevant from an evolutionary point of view. In most environments, the original communities that arrive after a perturbation slowly ‘erode’ through immigration of newcomers. The newcomers have an opportunity to establish themselves and take advantage of conditions ripe for their development. In the CCB, this effect has limited impact because the community is already extremely diverse and cohesive within its local environment. Any newcomers that might migrate, especially from more human-impacted environments, cannot survive due to the scarcity of P. They are doubly handicapped

because they are not likely to house the genes that provide the clever tools for scavenging P that have evolved in the resident CCB communities.

However, in communities that are as uniquely evolved and isolated as those in the CCB, there are even more nuanced reasons that diversity and cohesiveness are maintained and newcomers are repelled. Two factors likely dominate in the CCB. The first is that all the possible or available ecological niches are occupied. The second factor is that the local competition is extreme and only the members of the community with the right cell signals are recognized and tolerated by the other bacteria; the ones with the wrong membership signals are digested for dinner using an extensive palette of antibiotics. Supporting this are the extensive studies we have completed of the inhibition and coexistence of Bacillus, Pseudomona, Vibrio and Fungi (Perez-Gutierrez et al., 2013) (Aguirre-von-Wobeser et al., 2014; Ponce-Soto et al., 2015a) Velez et al., in press). In addition, based on whole community metagenomic annotation we have inferred an astounding diversity of genes associated with the production or resistance to antibiotics, as well as a large number of genes related to signalling (Breitbart et al., 2009; Peimbert et al., 2012) (Aguirre-von-Wobeser et al., 2014; Ponce-Soto et al., 2015b) de Anda et al., in press).

Furthermore, the CCB’s lack of promiscuity with regards to microbial sex (in the form of signals of recombination in the genetic record) is striking. Related but distinct lineages with few or no signals of recombination persist in the CCB, devoid of the intense exchange of genes that microbes are found to engage in in most other environments (Avitia et al., 2014; Rebollar et al., 2012; Valdivia-Anistro et al., 2015). We suspect that the exquisite coadaptation of a complex community that has evolved recycling strategies for all available food sources in the CCB would be broken in an instant by the acquisition of new genes that are not co-adapted to that environment nor to their community neighbours. Adding genes would also be a disadvantage, burdening genomes with increased P-rich DNA. This aspect of recombination and sexuality in bacteria is costly at the time of replication as each letter of the DNA utilizes one P atom. We suspect that at the CCB this introduces an especially sensitive throttle on sex,

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since the acquired genes must be tested over time and the CCB biota are already sensitive to the scarcity of P through optimization of gene expression and ribosome production (Valdivia-Anistro et al., 2015).

Nevertheless, some rare and very adaptive events of exchange have occurred in the ancient bacterial lineages of the CCB. This rare recombination and/or horizontal gene transfer seems to be a by-product of a DNA repair process called SOS. SOS is a condition where selection versus recombination is no longer relevant. The bacteria are in life or death situations. Repairing DNA damage becomes of vital importance and obtaining new genes in the process provide a large survival advantage. When the bacterial SOS system kicks into gear, gene exchange can signal the birth of new lineages. This seems to be the case of Bacillus coahuilensis, a recently described species of bacteria that received genes from other microbial lineages in the community. B. coahuilensis acquired genes from an ancient marine cyanobacterium that provided the opportunity to alter its membrane composition by inserting sulpholipids in addition to phospholipids. Thus, the by-product of the gene transfer event was a strategy to adapt to scarce P at the CCB. The genome of B. coahuilensis also codes for a pigment called rhodopsin, also from a cyanobacterial lineage. This pigment might be an electron pump for ATP production that would allow using sunlight when there is nothing else to eat (Alcaraz et al., 2008; Gómez-Lunar et al., 2016).

We can estimate the divergence time of different lineages at the CCB using DNA sequence and sophisticated modern methods of molecular clock analyses. For instance, we have estimated that B. coahuilensis diverged (separated) from its marine ancestors c. 200 million years ago, when the sea entered the CCB. Other more ancient Bacillus lineages (Alcaraz et al., 2010; Moreno-Letelier et al., 2012), as well as some cyanobacterial lineages (Dominguez-Escobar et al., 2011), split from their marine ancestors even earlier, perhaps as early as the end of the Precambrian and are extinct everywhere else.

Sadly, the amazing feat of evolution and survival represented by B. coahuilensis perhaps now is extinct in nature, due to the disappearance of the lagoon (Laguna Grande in the Churince system) where it used to live

in the CCB (Cerritos et al., 2011). The primary reason for the lagoon’s disappearance, along with 80 to 90 % of the wetland at the CCB in the last 20 years, is due to overuse of groundwater. Deep well drilling and spring and river water canal irrigation have been used for alfalfa field agriculture within the valley of the CCB and in the adjacent valleys. To understand this use of the hydrologic system for agricultural demands at the CCB, we have to understand the history and the perception of natural resources by the inhabitants of the region. In turn, we will understand the value and impact on this unique oasis and indeed the precious role of water in desert ecosystems in general.

Life is Hard in the Desert and the Human Era: the AnthropoceneThe Anthropocene is a long time from the perspective of a person’s life but it is only a blink of an eye considering the long life of our planet. At the end of the Ice Age (ad 10,500), along with human migration from Asia to the Americas, a group of hunter-gatherers stepped into the shallow waters of a lagoon that covered the butterfly-shaped valley of the CCB, leaving their footprint marks in the soft white sands (Felstead et al., 2014). Palaeoclimate reconstructions (Minckley and Jackson, 2008) showed that woodland covered the mountains that border the CCB valley 11,000 years ago but never covered the valley floor. Microbial communities have thrived along with turtles, fish, molluscs and shrimps, as well as other small creatures in the extensive wetland for a very long time. Around that time, it seems that the weight of the ice in the Sierra La Madera (the northern limit of the butterfly’s left wing) opened an old fault and most of the lake water drained towards the deep aquifer, leaving traces of travertine (hardy microbial mats surrounded by gypsum minerals) in its fast retreat (W. L. Minckley, 1969; Wolaver et al., 2012). Some 3,000 years later, probably another group of humans stepped again in the same site but by then the large lake had mostly drained and was just travertine and muddy sediments. The c. 7,200-year-old tracks also turned up traces of ancient pollen from trees like pecan and willow, suggesting that the region was cooler and wetter than it is today (Felstead et al., 2014).

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During those early years of human occupation of the CCB, wetlands and humans coexisted in a dynamic equilibrium. Ancient human communities changed due to different migration waves and climatic changes after the Pleistocene, with different groups leaving their marks in the caves in the form of impressive rock art showing that the water at the CCB was as precious as the stars. This sense of magic related to water in the desert comes as no surprise when we see, even today, its magnificent mountains contrasting with the flat and bright colours of water holes in the desert landscape. Ancient tribes lived off of the basin resources (W. L. Minckley, 1969), leaving remains of turtles, waterfowl and fish in the caves where they lived. They also left their own corpses enfolded in reed woven mats in funerary caves surrounded by arrows, baskets, bows, beads and sandals.

Thousands of years later during Spanish colonization, the Cuatro Ciénegas region was nothing more than a stop on the way to the north and in 1674 Manuel de la Cruz founded a Catholic mission there. The mission did not last due to the attack by the native tribes generally called ‘Coahuitlecas.’ They were considered barbarians during most this period of Mexican history. Maps of this epoch show four big lagoons (‘Cuatro Ciénegas’) connected by streams to a large spring. In the early nineteenth century, the town of Cuatro Ciénegas was established with a mestizo population, exterminating the native tribes. The land tenure was regulated, creating large haciendas and ranches and the first canals that moved the water from the wetland to the agricultural fields were built. Vineyards, pecan trees and orchards with pears, plums, peaches and pomegranates started to flourish in this desert due to the water input of the canals; the town church was built with travertine and old stromatolites.

By the twentieth century, maps no longer showed four large lagoons. Instead, several more canals had been constructed to divert even more water from the shrinking wetlands to the agricultural fields several kilometres away from the valley, towards the east of the state of Coahuila (W. L. Minckley, 1969). Two American naturalists were witnesses of this environmental disaster. W. L. Minckley and D. J. Pinkava started to describe its unique biodiversity

in early 1960s, focusing on the aquatic biota, as well as the plants in the valley floor and nearby mountains. For the first time, they described the high endemicity in macro-organisms, suggesting that an even greater biodiversity remained to be described in microorganisms of the CCB. They also documented the decline of the wetlands, especially as the gypsum deposits started to be exploited in the late 1980s. As a result, Minckley earnestly sought to motivate the international and Mexican scientific community to save this unique site. This led the Mexican Government to declare it a protected area (Area de Protección de Flora y Fauna, APFF) in 1994. Nevertheless, due to the complexities of Mexican laws, even though the fish were protected, their aquatic habitat was not.

Perhaps the major challenge was out of focus, since the APFF was created around the endemic species and the dunes’ fragile environment and not around the aquatic habitats that are under Mexico’s National Waters Law. So our aim now is to convince people that water is the most essential part of a desert, a somewhat ironic view in that deserts are usually defined by their absence of water. People at the CCB have been used to seeing the water since their childhoods, around their homes and the town’s ‘acequias’ (water courses), so they do not realize how little rain they have. In the alfalfa fields, they have the canals and deep water wells. Indeed, ranchers talk about drought when actually the normal status of a desert is permanent drought. The issue is that the people who live in the town are not really connected to the pozas since the pozas are distant and can only be reached by rugged vehicle. There has been a lot of water at the CCB for a very long time so its inhabitants are used to thinking that water is an infinite recourse and not a limited essential molecule. Another challenge is the idea of conservation, that one can and should preserve the natural environment for the enjoyment and benefit of future generations, rather than either being dominated by it or dominating it. What seems obvious to us scientists is somehow completely insane to others.

Frustrated by all these incongruities, Minckley, who was by then a faculty member at Arizona State University in Tempe, USA, saw an opportunity with Astrobiology, a new NASA programme. Minckley capitalized on the enthusiastic reaction of several people, including the young ©

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Figure 2. Cuatro Ciénegas,

Coahuila, Mexico.

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and bright James Elser, an expert on the key element P in continental waters. Elser had the idea that if he could find an analogue of the low P conditions of early Earth he could evaluate if the Cambrian explosion occurred along with a peak in the fossil record of biological available phosphate (PO4) just before the Cambrian. Minckley suggested there was no better place to understand early Earth than the CCB and, by extrapolation, to understand early Mars, since both planets had a parallel early start.

When Elser arrived with Minckley and other Arizona State faculty to the CCB in 1996, they fell in love with the landscape and the desert’s mysteries. They wrote a proposal for the National Astrobiology Institute (NAI), a multidisciplinary programme at NASA. However, it did not pass the first time. The NAI claimed that they had two problems: no microbiologist in the team (a big problem if you are studying an analogue of early Earth) and most importantly, they needed to involve Mexican scientists since the CCB is in Mexico and they needed collecting permits.

Minckley’s son, Robert, knew precisely what they needed and he gave Elser the names of some Mexican scientists he met whilst visiting the UNAM University a few years earlier. This couple and their co-workers studied the evolution and ecology of bacteria and plants, and their names (Luis Eguiarte and Valeria Souza), rang a bell for Elser. Other friends had also advised him to contact them. So Minckley flew to Mexico City to convince Eguiarte and Souza to engage in the adventure. Eguiarte claimed that they were busy with two young children and an early career. Souza, the adventuress of the family, loved the pictures of the turquoise blue pools in the middle of nowhere and imagined that each one of them was an isolated evolutionary experiment. She remembered the work she had done as postdoctoral student of Richard Lenski and deducted that they were very close to studying a model system such as Escherichia coli in which a simple community could be studied in a beautiful landscape. She thus convinced Eguiarte to engage in the adventure by meeting the collaborators in Tempe, Arizona, and eventually to go to the blue pools and see if their microbes liked Petri dish food. Eguiarte was, with good reason, worried about Souza’s enthusiasm since she had the habit of passionately following her instincts and disregarding pure logic.

The Eguiarte-Souza family went to the CCB in early 1999, where the children loved getting into the pools to collect samples and check for the growth of bacteria on the Petri dishes. To Souza’s surprise, the colonies on the Petri dishes were highly diverse in shape and colour, and the idea that the ecosystem was simple was not holding up. Minckley was his most charming self (apparently not always evident) and took them to all his favourite spots in an old pickup with his friend, Beto Lugo, and a student of Tom Dowling, a very young Evan Carson. Of course, Eguiarte was right: Souza fell completely in love with the landscape and its possibilities but, most importantly, Minckley’s apparently wild claims about the evolutionary history of the CCB spiked her curiosity.

He showed them the very small snails eating from the springhead in La Becerra spring and declared with all seriousness that these snails were marine and that 220 million years ago their ancestors were eating sulphur bacteria in hydrothermal vents in the ancient ocean. Due to reasons he could not totally understand (he was a mainly fish naturalist), now they were here in the CCB, a time machine preserved despite big extinctions elsewhere, in the middle of the continent. He told them that it was their duty as Mexican scientists not only to discover if the hypothesis was true but, most of all, to save the CCB from human impact. So, Eguiarte, Souza and the Arizona State Team (Elser, Thomas Dowling and Jack Farmer, among others) wrote a new grant proposal to the Astrobiology Institute, with success this time, and started work in 2000.

Minckley was right, of course: this was an ancient sea although he did not know how ancient. We got the first molecular signals of these marine bacteria in 2002, just after he had died of cancer. Eguiarte and Souza, as Mexicans with molecular tools and with hard molecular data, had the enormous responsibility of describing the ancient sea and of convincing the scientific community that the CCB was truly a time machine. It was an additional gift from science that the CCB was also a wonderful analogue of an early, wet Mars. They could not do this task by themselves so they enlarged the team, calling upon old friends, such as Michael Travisano, and meeting new friends along the way, such as Janet Siefert, Gabriela Olmedo and Felipe García Oliva, among many

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others, each of them with new visions and new tools to describe this microbial paradise as fast as we could.

After sixteen years of research founded by two NASA grants and three CONACyT (the Mexican National Council for Science and Technology) grants, as well as the UNAM, CINVESTAV research centre grants and notably much support from the WWF Alliance-the Carlos Slim Foundation (Alianza WWF-Fundación Carlos Slim), we have used limnology, biogeochemistry, microbiology, molecular ecology and evolutionary tools, and we can now brag that the CCB and, in particular the wetland of Churince within the basin, are among the best-studied sites on our planet.

Can we Save the World a Place at a Time?The first NASA grant was very important in many ways, not only in providing seed money for research but also in driving all of us to learn each others’ disciplines and to ‘think outside the box’ and discovering that science carried out together is much more fun than expected. However, Minckley (who passed away in 2001) had left Eguiarte and Souza with a task: to save his time machine. They did not know how to engage in conservation politics. But in 2002, they had to plunge ‘into the cold waters’ of politics and policy. The Government of Coahuila had decided that year to expand the agricultural frontier of alfalfa from the declining and arsenic-rich aquifer around the cities of Torreón and Gómez Palacios to the valley of El Hundido, just south of the CCB. But by then, the scientific team had come to understand how water moved between the valleys, connecting them underground.

However, little did Souza and Eguiarte know that the fight was against powerful politicians and that local people that claimed, against all logic, that water was an infinite resource and that by divine design humans were to use it all. For Souza and Eguiarte, it was a matter of principles and responsibility towards their children and to their position as ecologists with the national University: the health of the planet faces many challenges and one has to show children that fighting for the well-being of nature is an important and essential fight for their future. Minckley had shown them how the water within the town was declining as the river of the canyon between the Ocampo Valley (Figure 1, map with the three valleys googlemaps) and the CCB dried a few years later, leaving pecan trees dead, as well as stranding aquatic fauna. The cause was obvious to everyone in town: it was the result of the exploitation ‘next door’ (never their own). Indeed,

the Government of the State of Coahuila, as well as federal water authorities, would not believe that the new development in Los Hundidos (250 deep wells to irrigate a very large portion of that valley) could hurt the protected area, even though the fault system between the valleys was well known.

Souza and Eguiarte thought that one did not need to be a ‘rocket scientist’ to understand that water is a rare commodity in a desert and that deep aquifers are not easily replenished, not even with large storms. Unexpectedly, the strength of their conviction, as well as the power of molecular ecology fingerprints, showed that the CCB and Los Hundidos were indeed connected as they share microbial communities. This led to the shutting down of 220 of those wells in 2003 in Los Hundidos. But it was not

Figure 3. Cuatro Ciénegas, Coahuila, Mexico.

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enough. The turning point had reached the deep aquifer and their favourite desiccation lagoon (Laguna Grande, as mentioned above) and others in the Churince drainage dried in 2006. Laguna Grande was 3 km wide when they came for the first time with their children, who swam to collect samples from the shallow blue waters. In 2004, it became a muddy hell to reach a small water patch at the centre. At the time of writing, it has not recovered. Sadly, one can now easily walk from end to end without sinking.

After a grassroots movement led by Dr Francisco Valdés Perezgasga, an expert on heavy metals from Instituto Tecnológico de La Laguna in Torreón, the dairy giant Lala agreed to shut down their development and funded a programme of environmental consciousness through art developed by CONCENTRARTE, led by the talented educator and artist, Liliana Riva Palacio. The art and the children worked marvellously and soon we received the support of local teachers and happy parents, along with TNC, Pronatura Noreste and WWF, as well as other unexpected new and powerful allies. The tide is beginning to turn in the battle to save the CCB. Most importantly, the children at the CCB are the agents of a profound change in the perception of water as a limited and precious resource in the desert. The children and young people have been transformed and inspired by the work of many extraordinary scientists through classes and workshops with high school teachers and students from the local schools. Talented educators and artists for kindergarten and primary children are using art and directed play to instil environmental consciousness, ensuring a fundamental change of attitude in the upcoming generations. At the CCB, the local rural high school has become an educational beacon for demonstrating what the future can hold. For instance, 15 to 18 year old students participate in courses and workshops in an in-house molecular biology lab, learning how to extract DNA from soil, plants and local bacteria to keep a census of the biota. Other students go to the field several times a week in efforts to rid the ecosystem of an invasive fish from Africa (the jewel fish Hemichromis bimaculatus, Cichlidae), in turn feeding the pigs from school with the fish’s dry corpses. The students now have knowledge of how the local spiders can change seasonally according to the vegetation types in the Churince wetland. Most

important and telling, the education has whet their appetites for more understanding of their desert and its oasis and has inspired them to seek university-level instruction, an aspiration never achieved before in most of their families. They have learnt how to explain this new eagerness to the middle school children and their families. They are teaching the parents and grandparents that sustainable agriculture in the desert is a true option. At school, they have experimented with fields that can be more efficiently managed through drip irrigation and that the microbial excreta of earthworms can act as fertilizer. They have learnt that the power of knowledge can change the course of their future and save their local paradise. They are hungry for knowledge, they want to understand the why, the where and the how.

Lessons from the PastAs we mentioned in the beginning, early Earth had most of its P trapped in calcium, forming a mineral rock called apatite. This apatite mineral is running low all around the world as modern agriculture uses large amounts of it to make fertilizer, but massive applications are causing enormous problems of eutrophication in the lakes (Diaz and Rosenberg, 2008; Smith, 2003). Too much of a good and essential element makes algae and cyanobacteria grow in excess, often producing toxic compounds and using up all the oxygen when they die and decay. This is a concern that nations are now taking seriously and are beginning to put scientific knowledge and engineering innovation to use and produce fertilizers more wisely (Elser and Bennett, 2011). Within the CCB, this is a tremendous threat since the use of fertilizers in the agricultural plots is unregulated and the sewer oxidation lagoons are untreated. At the moment, much of this excess P seems to been absorbed by the calcareous mineral matrix. Luckily, the distance between the town’s population (14,000 persons) is more than 10 km in average from most of the pozas. Our field experiments have shown that P fertilization leads to major disruption of the microbial communities and deleterious effects on the snails that feed upon them (Elser et al., 2005a; Elser et al., 2005b; Lee et al., 2015). Protecting the pozas from the external inputs

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of P is essential as these communities have evolved and assembled under conditions of extraordinary P limitation.

Nevertheless, population demands for food show that, even with better management, affordable rock phosphate from mines may be becoming scarce (Elser and Bennett, 2011). Scientists are searching for new methods and strategies to improve the efficiency of P use in agriculture and to recover and recycle P from various sources. Few living organisms are still capable of dissolving rocks to extract phosphorus, as well as using all the possible sources of this element. Such biota can be found in the CCB (Gomez-Lunar et al., 2016) and will come in handy as

genetic resources for agriculture. The CCB, without doubt, is a ‘treasure trove’ of adaptations to P limitation, since it has been evolving in these conditions for a very long time. Thus, conservation of the CCB’s ecosystems in their ancestral state of extreme P limitation is essential so that future scientists can draw on the wealth of evolutionary knowledge stored in its microbial genomes. Undoubtedly, we have to keep this amazingly beautiful and important oasis alive and with clean and abundant water, not only for its scientific relevance but also for all the promised future that it holds, connecting future generations to those who first expressed their wonder on the walls of the CCB ‘s mountain caves.

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Estado del conocimiento y conservación de las cactáceas del Desierto Chihuahuense con especial referencia al Estado de Coahuila

Héctor M. HernándezInstituto de Biología, UNAM, México

ResumenCualquier alusión a modelos de uso sostenible de los de-siertos mexicanos exige considerar el uso racional de los elementos de la biodiversidad, de manera que se garan-tice la preservación de su integridad a largo plazo. Es un hecho común que los desiertos sean concebidos como terrenos estériles, poco productivos y carentes de vida. Sin embargo, en el caso de lo que en México reconocemos como desiertos, esta percepción está lejos de la realidad. De hecho, los desiertos mexicanos son sistemas ecológi-cos complejos, con una muy rica biodiversidad, aunque también se debe reconocer que existen algunas áreas sometidas a condiciones de aridez extrema en donde la diversidad de especies está reducida considerablemente.

Un fenómeno biológico que le da un valor excepcio-nal a los desiertos mexicanos es su alto índice de ende-mismo; es decir, la elevada proporción de especies pro-pias de estos ecosistemas (plantas, animales, hongos, microrganismos) que únicamente se localizan dentro de los límites de una unidad geográfica determinada, en ocasiones en áreas extremadamente reducidas. Las especies endémicas son elementos insustituibles que le conceden un alto valor a la biodiversidad de un país o región, y que al mismo tiempo obligan a los ciudadanos y sus instituciones a poner los medios necesarios para garantizar su sobrevivencia. Resulta paradójico que la

más alta proporción de especies y géneros endémicos de México se localice en sus zonas áridas y semiáridas y no en las regiones que albergan la más alta biodiversidad, como los bosques templados y tropicales.

Además de los valores biológicos y ecológicos inherentes a su biodiversidad, los desiertos mexicanos son relativamen-te ricos en especies que históricamente han proporcionado algún beneficio directo al hombre en forma de alimentos para su consumo o el de sus animales domésticos, medici-nas, combustibles, herramientas de trabajo, etc. Destacan, en este sentido, algunas especies útiles, como es el caso del guayule (Parthenium argentatum), la candelilla (Euphorbia antisyphilitica), la jojoba (Simmondsia chinensis), el mez-quite (Prosopis spp.), los nopales (Opuntia spp.) y la lechu-guilla (Agave lechuguilla), por mencionar sólo algunas.

En esta contribución se hace una breve reseña so-bre el estado del conocimiento que se tiene sobre la di-versidad, los patrones de distribución y el estado de conservación de las cactáceas en la región del Desierto Chihuahuense, poniendo énfasis en las que crecen en el Estado de Coahuila.

La familia de las cactáceasSin temor a exagerar, las cactáceas son la familia de plan-tas más emblemática de la flora de México y constituyen un grupo muy reconocible al que generalmente se le iden-

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tifica con los desiertos mexicanos. Algunas de sus espe-cies, como los nopales (Opuntia spp.), poseen un alto valor simbólico al ser uno de los elementos del escudo nacional, además de sus numerosos atributos que las hacen tener un valor económico considerable. Además, se debe mencio-nar que muchas de las especies de esta familia poseen un evidente potencial para ser usadas como plantas de ornato y, de hecho, muchas de ellas ya han sido incorporadas por viveristas y propagadores industriales en el comercio hor-tícola. Más aún, las cactáceas son un grupo muy diverso en el país y con una alta proporción de especies endémicas geográficamente restringidas. Sin embargo, como conse-cuencia de varios factores, numerosos miembros de esta familia están en un estado crítico de conservación. En las siguientes líneas se presentan algunos datos y argumen-tos que ilustran la enorme importancia de estos elementos clave de los desiertos mexicanos.

La familia Cactaceae contiene unas 1,500 especies distribuidas a lo largo del continente americano, desde el

sur de Canadá hasta Patagonia. Esta notable diversidad de especies no está distribuida de manera uniforme en el espacio geográfico, sino que existen áreas en donde las condiciones ecológicas y climáticas han hecho propicio el establecimiento y la evolución de grandes concentraciones de especies. De esta manera, está bien establecido que al-gunas regiones como el norte de Argentina, Chile y Boli-via, el noreste de Brasil y, de manera destacada las zonas áridas de México, incluyendo las áreas adyascentes en los Estados Unidos de América, son centros importantes de diversidad de estas especies.

Los estudios sobre la familia de las cactáceas mues-tran que en México existe un número estimado de 560 especies, distribuidas en aproximadamente 50 géneros. A excepción de los ecosistemas de alta montaña y los muy húmedos, casi en cualquier región de la República Mexicana existen especies de cactáceas; sin embargo, la mayor diversidad de especies se concentra marcadamen-te en las tres principales zonas desérticas del país: el De-

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112°N 104°N 96°N Figura 1. Configuración

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Chihuahuense.

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sierto Chihuahuense, el Desierto Sonorense y el Valle de Tehuacán-Cuicatlán. En este escrito nos concentraremos en la primera región.

Las cactáceas en el Desierto ChihuahuenseEl Desierto Chihuahuense es una gran región ecológi-ca que contiene una enorme extensión de zonas áridas y semiáridas, limitada por la Sierra Madre Oriental y la Sierra Madre Occidental. Con más de medio millón de kilómetros cuadrados, es el desierto más grande de Nor-teamérica, y destaca en el ámbito global por ser una de las regiones desérticas más ricas en biodiversidad. Se ex-tiende desde el sur de Nuevo México y el suroeste de Texas hasta el sur de San Luis Potosí, comprendiendo grandes porciones de los estados de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Durango, Zacatecas y San Luis Potosí. Hacia el sur, incluye también tres áreas disyuntas relati-vamente pequeñas en Guanajuato, Querétaro e Hidalgo, que corresponden a la región conocida como Zona Árida Queretano-Hidalguense-Guanajuatense (Figura 1).

Es conocido que el Desierto Chihuahuense alberga una biodiversidad extraordinaria, incluyendo un rico repertorio de especies endémicas. Así, por ejemplo, se estima que su flo-ra comprende unas 3,500 especies de plantas vasculares, de las cuales casi una tercera parte son endémicas. En cuanto a su fauna, se reportan 176 especies de mamíferos (3 endémi-cos), 325 de aves, 156 de reptiles (24 son endémicos) y 45 de anfibios. Sin embargo, esta rica biodiversidad está muy lejos de ser conocida desde el punto de vista científico, como lo in-dica, por ejemplo, la carencia de un inventario publicado de la flora. Más aún, es poco lo que se sabe en cuanto a aspectos básicos de la biología y ecología de las especies endémicas, lo cual representa una limitante para desarrollar estrategias para su conservación, pero, al mismo tiempo, implica desde luego grandes oportunidades para la investigación.

Está bien documentado que el Desierto Chihuahuense es el principal centro de diversidad y endemismo de cactá-ceas a nivel global. De los 50 géneros de esta familia que están en México, 39 se distribuyen en esta región y 17 de éstos (43 %) son endémicos; algunos ejemplos de géneros endémicos al Desierto Chihuahuense son los siguientes: Acharagma, Ariocarpus, Astrophytum, Aztekium, Leuchen-bergia, Obregonia y Turbinicarpus. Además, de las 560 es-pecies de cactáceas que se reportan para México, 329 crecen

en el Desierto Chihuahuense y llama la atención que 70 % (229 spp.) de éstas están restringidas a sus límites geográ-ficos. De esta manera, esta región desértica alberga una di-versidad de cactáceas que no tiene paralelo en ninguna otra región de México ni fuera de este país, y su rico conjunto de especies endémicas es también extraordinario.

La rica variedad de especies de cactáceas tampoco está repartida de manera uniforme en el Desierto Chihuahuen-se. Una región que destaca por su riqueza sobresaliente es el municipio de Guadalcázar, localizado en el norte de San Luis Potosí, cerca del límite sureste del cuerpo principal de la región. Aquí se ha confirmado la presencia de 75 especies, 10 de las cuales son microendémicas locales, en una peque-ña área de 2,855 km2. Otras regiones dignas de mención por albergar repertorios de especies más ricos que el promedio son Cuatro Ciénegas (Coahuila), Mier y Noriega (Nuevo León), Tolimán (Querétaro) y Xichú (Guanajuato), sólo por mencionar algunas de las más conocidas.

Cuadro 1. Especies de cactáceas estrictamente endémicas de Coa-

huila y su estado de conservación de acuerdo con la Norma Oficial

Mexicana (NOM-059) y los criterios de la Lista Roja de la UICN.

Especie NOM-09 UICN

Acharagma aguirreanum Pr CR

A. roseanum Pr VU

Coryphantha werdermannii P LC

Cylindropuntia anteojoensis Pr VU

Echinocereus longisetus A LC

E. mapimiensis VU

E. nivosus Pr CR

E. primolanatus

Grusonia bulbispina EN

Mammillaria lenta A LC

M. luethyi VU

Thelocactus lausseri DD

Th. macdowellii A NT

Turbinicarpus mandragora A CR

NOM-059: Pr = Sujeta a protección especial, A = Amenazada,

P = En peligro de extinción. UICN: LC = Preocupación menor,

NT = Cercanamente amenazada, VU = Vulnerable, EN = Amenazada,

CR = Críticamente amenazada, DD = Deficiente de datos.

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Estado del conocimiento y conservación de las cactáceas del Desierto Chihuahuense con especial referencia al Estado de Coahuila

Figura 2. Algunas especies de cactáceas de Coahuila: A) Ariocarpus fissuratus, B) Cylindropuntia anteojoensis,

C) Coryphantha werdermannii, D) Echinocereus stramineus, E) Grusonia bradtiana, F) Turbinicarpus beguinii.

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Con 127 especies de cactáceas registradas (Figura 2), el Estado de Coahuila ocupa el segundo lugar en ri-queza de especies a nivel nacional, sólo siendo superado por San Luis Potosí (141 especies, 17 endémicas). De és-tas, 14 especies son estrictamente endémicas de Coahuila (Cuadro 1) y 16 más son casi endémicas, pues sus áreas de distribución se extienden de forma acotada en áreas adyascentes de Nuevo León, Durango y Texas. Según la Norma Oficial Mexicana, de las 14 especies de cactáceas endémicas de Coahuila, 1 está en peligro de extinción, 4 están amenazadas, 4 bajo protección especial y 5 no han sido evaluadas. Asimismo, de acuerdo con los criterios de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Con-servación de la Naturaleza (UICN), 9 están en alguna de las categorías de riesgo: 1 cercanamente amenazada, 4 vulnerables, 1 amenazada y 3 críticamente amenazadas.

Aunque Coahuila cuenta con una gran extensión te-rritorial dedicada a la conservación de la biodiversidad, la destacada diversidad de especies de cactáceas repor-tada para el estado exige ser considerada en los planes

de conservación a nivel estatal y federal. De manera es-pecial, el estado de conservación de las poblaciones na-turales de las especies endémicas o casi endémicas del estado debe ser evaluado, independientemente de que estén o no dentro de los polígonos de las áreas naturales protegidas, con el objeto de establecer estrategias para su protección efectiva. De igual forma, se deben de analizar las causas que han llevado a las especies a una condición de riesgo de desaparecer, ya sea por factores asociados a la destrucción de su hábitat (p. ej., ganadería, minería o desarrollo urbano) o a la colecta ilegal de especímenes para el mercado de coleccionistas.

Finalmente, se debe de evaluar la efectividad del sistema de áreas naturales protegidas de Coahuila para garantizar la integridad de los ecosistemas; en particu-lar los de especies sensibles, como las cactáceas. Además se debe de considerar la creación, con bases científicas, de nuevas áreas dedicadas a la conservación, incluyendo microrreservas diseñadas para la protección de especies altamente vulnerables, como las microendémicas.

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El consumo de agua y la vida en el desierto: la historia ambiental del Río Nazas

Hernán Salas QuintanalInstituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM, México

ResumenEl patrimonio corresponde a esos recursos culturales que representan la memoria colectiva de las comunidades que dieron origen a una región y un sentido de identidad y pertenencia a un territorio. Las políticas culturales, económicas y jurídicas, dentro de las posibilidades del desarrollo, han reducido el valor del pasado a lo que es significativamente necesario para justificar el presente. Atender el tema de la sostenibilidad de la vida en el de-sierto (en este caso una región semidesértica) va en un sentido adverso, es decir, conocer el pasado, y con ello las formas de vida que se adecuaron a condiciones de se-quedad climática, para entender el presente y proyectar modelos sociales sostenibles en tiempo y espacio.

Esta exposición tiene por objeto presentar un pa-norama nacional de las principales problemáticas del consumo de agua y al mismo tiempo exponer el caso de una región, la Comarca Lagunera, que se alimenta de las aguas del Río Nazas. Este río, que nace y atraviesa par-te del Estado de Durango y desemboca en una cuenca endorreica en el Estado de Coahuila, ejemplifica la orga-nización, uso y aprovechamiento de un territorio, un es-cenario, paisaje cultural y entorno, donde ha tenido lugar el origen de una identidad colectiva y el desarrollo de la sociedad. Aceptada la idea de que la sociedad construye y preserva su patrimonio, sus bienes, ideas, legados del pasado, la diversidad ecológica, las tradiciones, la cultu-ra material, las tecnologías y mentalidades populares, valorables y valoradas, se puede hablar de patrimonios regionales, rescatando, de acuerdo con cada época, en un

proceso continuo, el reconocimiento contemporáneo de los valores del pasado.

La Comarca Lagunera es fruto de las históricas aguas del Nazas, las que han visto transitar a los antiguos nómadas, los primeros asentamientos coloniales y las mo-dernas ciudades. A modo de inventario, este caso reúne ideas, bienes, legados del pasado, la diversidad ecológica, las tradiciones, la cultura material, las tecnologías y men-talidades populares, valorables y apreciadas, un reconoci-miento contemporáneo de los valores del pasado.

La investigación inició con inquietud por los proble-mas ambientales de La Laguna, los que han devenido en particulares formas de relación entre la sociedad, la na-turaleza y la cultura. En otras palabras, la articulación entre la población, el medio ambiente y su historia, en un tipo de sociedad, en este caso anclada en la cultura del desierto que, buscando las razones del pasado, construya modelos que perduren en el tiempo y mejoren la vida de las especies que lo habitan.

Panorama nacional del consumo de agua De acuerdo con el último censo de población, México tie-ne en la actualidad 119,530,753 habitantes en 1,964,375 km2 (INEGI, 2016b). El país posee una amplia diversidad biológica y cultural que otorga una gran riqueza natural y humana. Se encuentra entre los cinco países megadiver-sos, alberga 12 % de la diversidad, es decir, 12 de cada 100 especies conocidas en el mundo se encuentran en México. Un ejemplo de la riqueza cultural se observa en las nume-rosas culturas que habitan el territorio nacional; se tienen

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registradas entre 59 y 291 lenguas diferentes, según la perspectiva del análisis lingüístico con que se registren; si consideramos la segunda cantidad, representa 30.2 % y 4.2 % de las lenguas reconocidas en el ámbito continental y mundial, respectivamente (CONABIO, 2006).

México posee 11,222 km de litoral (CONAGUA, 2014, p. 12), más de 12,000 km2 de lagunas costeras (SE-MARNAT, 2015) y 29,000 km2 de cuerpos de agua distri-buidas en cuencas hidrológicas abiertas que desembocan en el mar y cerradas que lo hacen en lagos y lagunas. Las aguas del país circulan por 50 ríos principales (CONA-GUA, 2014, p. 39) que se almacenan en 70 lagos y 125 sis-temas laguneros costeros (Centro Virtual de Información del Agua, 2012) y se han construido 5,1631 presas para acopiarla, con el fin de evitar inundaciones y al mismo tiempo racionalizar su uso, principalmente para la irri-gación de tierras cultivables.

Una buena parte del agua dulce proviene de las llu-vias. En el país se produce una precipitación media anual de 760 mm,2 lo que equivale a 1,488,000 millones de m3, de los cuales 71.6 % se evapora, 22.2 % escurre por ríos y arroyos y únicamente 6.2 % se filtra al subsuelo para alimentar los acuíferos (CONAGUA, 2014, p. 27). De las cifras anteriores, resulta una disponibilidad de agua dul-ce renovable de 471.5 mil millones de m3 (CONAGUA, 2014, pp. 27 y 61), la que, en términos generales, se utili-za de la siguiente manera: 75.72 % para el riego agrícola, 14.65 % para el abastecimiento público, 4.09 % para la industria, 5.55 % para generar electricidad (excepto hi-droeléctricas).

La problemática del agua se centra en tres fenóme-nos que no son naturales, no son provocados por compor-tamientos naturales del agua, sino que son sociales, es decir resultado de las acciones de las sociedades huma-nas: a) cantidad – disponibilidad – uso, b) concentración del agua y c) calidad.

1 Número aproximado, debido al subregistro de los bordos (CONAGUA, 2014, p. 81)

2 Cabe destacar que este promedio corresponde al periodo 1971-2000. De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial debe considerarse una fase uniforme y relativamente larga, por lo menos de 30 años, para recabar información que se considere mínimamente representativa (CONAGUA, 2014, p. 29).

La disponibilidad de agua por habitante ha variado en el tiempo debido al aumento de la población y de las actividades económicas. En 1950, la disponibilidad per cápita del líquido era de 17.74 m3 por año; en el 2012 esta cifra se reduce considerablemente, a 4.03 m3 por habitan-te al año. Las cifras anteriores representan un promedio nacional, pero la disponibilidad de agua por habitante al año es diferenciada por región y temporada. Así tenemos, por ejemplo, que en la Ciudad de México es de 153 m3 por habitante al año, en Baja California es de 1,187 m3 por ha-bitante y en la región del sureste es de 22,185 m3 por habi-tante (SEMARNAT, 2014). Cuando el agua no es suficien-te para la población se genera el índice de estrés hídrico.

Las dos imágenes siguientes nos muestran el estrés hídrico del país y el grado de presión sobre el recurso (mapa 1) que la disponibilidad de agua diferenciada re-gionalmente genera (mapa 2).

Mapa 1. Grado de presión sobre los recursos hídricos por región

hidrológico-administrativa, 2012. Región hidrológico-administrativa:

I Península de Baja California; II Noreste; III Pacífico Norte; IV Balsas;

V Pacífico Sur; VI Río Bravo; VII Cuencas Centrales del Norte; VIII

Lerma-Santiago-Pacífico; IX Golfo Norte; X Golfo Centro; XI Fron-

tera Sur; XII Península de Yucatán; XIII Aguas del Valle de México.

Las cifras entre paréntesis corresponden al grado de presión de los

recursos hídricos.

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La calidad del agua, tanto de la que se almacena en lagos, lagunas y presas como la de la que escurre por ríos y canales, depende de su operación y del manejo de las aguas residuales, contaminadas por efecto del uso doméstico, urbano, industrial y agropecuario. De esta manera, tenemos que 67 % de las aguas residuales muni-cipales (domésticas) y 84 % de las industriales se vierten en espacios naturales sin ningún tipo de tratamiento, contaminando los cuerpos de agua superficiales o sub-terráneos. Los principales contaminantes se pueden cla-sificar, a grandes rasgos, en materia orgánica (microor-ganismos fecales, metales e hidrocarburos, químicos y combustibles derivados de actividades industriales, mi-neras y agrícolas).

A partir de estas cifras se puede concluir, brevemen-te, que el modelo de desarrollo del país se ha sustentado en la industrialización y en el consumo, lo que, sumado al crecimiento demográfico y aumento en las demandas de agua ha ocasionado que 101 de 653 acuíferos subte-rráneos del país se encuentren sobreexplotados (INEGI, 2016b); 26 de las 37 regiones hidrográficas en déficit (CO-NAGUA, 2014); cifras alarmantes que son aún más gra-

ves en el centro y norte del país. Los problemas sociales derivadas de esta situación son:

1. Acceso desigual de la población al agua (hay con-centración del recurso)

2. Pérdida y desperdicio de agua, por fugas (30 a 40 % del consumo urbano; 50 % de las actividades agropecuarias)

3. Desperdicio de agua pluvial al mezclarse con aguas residuales o fósiles que contienen tóxicos como arsénico y otros minerales

4. Uso irresponsable del agua, es decir, el derroche de agua por parte de los usuarios; mientras más disponibilidad más derroche

Historia social y ambiental del Río Nazas3

A partir de una investigación realizada en la Comarca Lagunera, en particular sobre el Río Nazas, aquí se pre-senta un caso que puede ilustrar lo que ocurre en una cuenca, para comprender la apropiación y uso del agua en regiones semidesérticas que han alojado la vida hu-mana en un periodo de larga duración, en las cuencas del norte de México, cuyas condiciones físico-climáticas son particulares. La existencia del Río Nazas, junto con otor-gar la posibilidad de desarrollar la agricultura, la caza y la recolección y actualmente la ganadería, constituye un elemento material, porque ha permitido la reproducción de amplias poblaciones en este ecosistema, y simbólico, en torno al cual se ha construido una identidad regional. El río, la historia de sus aprovechamientos, su papel en la construcción de una región y en los sistemas producti-vos, su paisaje cultural y natural, constituyen un patri-monio cultural de sus habitantes.

La región lagunera conforma una cuenca cerrada que se alimenta fundamentalmente de las aguas del Río Nazas y de manera secundaria por el Aguanaval. Desde hace unas seis décadas, el agua de los ríos se ha comple-

3 Este apartado sintetiza algunas de las principales ideas y con-clusiones a las que se arribaron en el proyecto titulado “Cami-nando el Nazas”, financiado por CONACYT (clave 52730) y cu-yos resultados fueron publicados en el 2011 (véase Salas, 2011). La investigación obtuvo el Premio Fray Bernardino de Sahagún en el área de Etnología y Antropología Social en la categoría de “Mejor investigación”, por CONACULTA-INAH, 2012.

Mapa 2. Disponibilidad natural media per cápita por región hidrológi-

co-administrativa, 2012. Las cifras entre paréntesis corresponden a la

disponibilidad natural media per cápita y debajo de ellas se indican

los millones de habitantes por RHA. ©

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Mapa 3. División municipal y ubicación

de la Comarca o Región Lagunera.

Fuente: elaboración de Rafael Aragón,

en Salas, 2011.

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mentado con aguas subterráneas para continuar desarro-llando un sistema productivo con base en la agricultura y la integración con la ganadería lechera y la agroindus-tria. Estas aguas han hecho posible ocupar un territorio y el desarrollo de una identidad.

En una imagen del territorio mexicano de 1816 se puede apreciar el paisaje lagunero conformado por tie-rras semiáridas, pero enclavado en un valle altamente productivo. Esto atrajo la atención de los primeros pobla-dores de la región, nómadas en busca de recursos para su alimentación, lo mismo que de los primeros conquistado-res y poblaciones sedentarias que vieron aquí un buen ambiente para desarrollarse.

La región lagunera toma su nombre de las lagunas que se formaban con las aguas del río desde épocas pre-históricas. Esta condición de gran diversidad biológica y densidad de recursos abastecerá amplias poblaciones desde antes de la conquista hispana del territorio. El co-mienzo de su historia y la formación de una región cen-tral en el norte del país, dará fuerza a la naciente nación, soberanía en el gran norte, y creará las condiciones para establecer nuevas relaciones con el vecino país del norte: puentes, ferrocarriles, caminos y movimientos de pobla-ción caracterizaran las últimas décadas del siglo XIX en la región y en gran parte del país.

La historia de la región ha llegado a formar uno de los principales centros urbanos del norte de México, don-de se integran las ciudades de Lerdo, Gómez Palacio y Torreón, como puede apreciarse en esta imagen, fotogra-fía aérea, ortofoto de 1995, intervenida para dibujar el lecho del río (Figura 1).

En las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del XX, que se caracterizó por las épocas revolucio-naria (1910-1924) y cardenista (1934-1940), los conflictos por el control del agua del Nazas, la evidente inquietud por emplear los recursos hidráulicos para la irrigación, así como la falta de estimaciones del potencial hidroló-gico y de sus limitaciones en la región y el país, provo-caron que el papel del gobierno federal obedeciera “más que a un afán de equidad en el otorgamiento de derechos, a los lineamientos de una política hidráulica dirigida a impulsar la modernización productiva” (Clifton Kroeber, en Romero, 2006, p. 149). En este contexto, se generaría un sistema agrícola de los más significativos del país. Pa-

ralelamente a estas culturas agrarias nace la identidad lagunera, anclada en un paisaje que se culturaliza en la medida que la población se apropia de él, asentándose en la región y aprovechándola, lo que generó un vigoroso sentido de pertenencia regional, a través de la actividad agrícola.

La capacidad de planeación en un marco de injusti-cias sociales y distribución desigual de recursos escasos hará de los laguneros gente de decisión. Esto se verá ex-presado en diferentes etapas de construcción histórica de la Comarca Lagunera: como escenario de la revolución mexicana, del reparto de tierras y de modernización ur-bana y sociocultural, la construcción de obras hidráulicas y la domesticación de las aguas del Nazas, para controlar las inundaciones y aprovecharlas para el riego de gran-des extensiones.

En esa época surgen las primeras organizaciones de usuarios de las aguas del Nazas, que promueven norma-tividades que consideran el agua como propiedad de la nación, estableciendo los principios de dominio público y uso común de las corrientes y cuerpos de agua y la in-tervención federal en conflictos de interés público, princi-pios que fundamentaron la Constitución de 1917.

Ya desde mediados del siglo XIX se conforma una cultura agrícola con base en un sistema de irrigación a través de haciendas algodoneras en las cuales giraba la vida social, económica, la organización territorial y la dis-tribución del agua. La cultura algodonera se expresará en una forma de integración con el medioambiente apto para la sobrevivencia humana, una articulación de clases sociales en función de un objetivo común: un sistema eco-nómico-productivo articulado con los mercados nacionales e internacionales.

La riqueza productiva en una zona semiárida se verá reflejada en una cultura, donde el cultivo de algodón fue mucho más que el centro del desarrollo económico, representó un modo de vida, la apropiación del entorno y las bases del sistema socioeconómico que ostentan en la actualidad. La especialización productiva, los altos ingre-sos por la comercialización y el monopolio ejercido sobre el mercado nacional les confirieron aquella mentalidad que los impulsó a reinvertir las utilidades en actividades industriales y financieras, no de carácter especulativo, sino con el fin de modernizar el sector productivo.

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La construcción de canales y obras hidráulicas van a caracterizar la perseverancia, la voluntad, el esfuerzo de una región por formar parte de un Estado-nación y de una red económica que verá sus frutos en la construc-ción de ciudades señoriales, en acuerdos institucionales

y relaciones sociales basadas en la planeación del futuro. De esta fuerza surge la señal que recibe a los visitantes “vencimos al desierto”.

En la década de 1950 caen los precios del algodón en el ámbito mundial debido al desplazamien-

Mapa 4. Mapa de toda la frontera de los dominios del rey en la América septentrional de 1816. Fuente: De la Fora, 1816, en Salas, 2011.

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Mapa 4. Mapa de toda la frontera de los dominios del rey en la América septentrional de 1816. Fuente: De la Fora, 1816, en Salas, 2011.

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to por la invención de fibra sintética, y la acti-vidad y el uso del suelo en la región deben re-orientarse. Para mediados del siglo XX, la región inicia nuevamente: esta vez será la ganadería la que ocupe su lugar, enriqueciendo esa cultura agra-

ria. La agricultura se reconvierte hacia la producción forrajera, originando, de este modo, la cuenca lechera de La Laguna, una de las más importantes del país (Salas, 2002).

El crecimiento de la superficie agrícola y el tipo de cultivo centrado en alfalfa, considerado el mejor forraje por los ganaderos, que es altamente consumidor de agua en el riego, va a crear nuevos desafíos ambientales. Ésta es la época en que inicia la extracción desmesurada de los mantos acuíferos, de cuyas consecuencias han sido testi-gos las generaciones presentes: escasez, contaminación y desecación, bajo un régimen de aprovechamiento que, definido de acuerdo con una economía política, es concen-trador y excluyente.

La importancia de este trabajo es que busca esclare-cer y darle relevancia al significado del Río Nazas como escenario, paisaje cultural y entorno, donde ha tenido lu-gar el origen de una identidad colectiva y el desarrollo de la sociedad lagunera en condiciones de desertificación continua. Aceptada la idea de que la sociedad construye y preserva su patrimonio, sus bienes, ideas, legados del pasado, la diversidad ecológica, las tradiciones, la cultu-ra material, las tecnologías y mentalidades populares, valorables y valoradas, se puede hablar de patrimonios regionales, rescatando, de acuerdo con cada época, en un proceso continuo, el reconocimiento contemporáneo de los valores del pasado (Florescano, 1997, p. 15). En este caso, conocimiento, saberes y habilidades para asentarse en condiciones geográficas semiáridas; este conjunto de destrezas, aprendidas con base en experiencias de larga data, es lo que llamamos cultura del desierto.

La Comarca Lagunera es fruto de las más históricas aguas, las aguas del Nazas. Ellas han visto transitar a los antiguos grupos nómadas que recolectaron sus frutos, has-ta los primeros asentamientos coloniales que pusieron en práctica la fabricación de vinos, la crianza de animales y el cultivo de plantas. Los primeros pobladores utilizaban cestas de mimbre llamadas nasas para capturar peces en el río y sus lagunas. Para los primeros visitantes y luego para la sociedad colonial el lugar fue conocido como el río de las nasas por la gran cantidad de gente que pescaba y explotaba los frutos de las corrientes y cuerpos de agua que conformaban sendas lagunas; de ahí la denomina-ción de laguneros. Así el Río Nazas ha sido considerado

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la columna vertebral de la región, en torno al cual se esta-blecen sociedades productivas centradas en el cultivo del algodón, en la extracción de minerales y en la crianza de ganado. Por sus aguas ha pasado la historia de la región y una buena parte de la historia del país.

Esta investigación es parte de la historia ambien-tal de la Comarca Lagunera, para comprender la actual problemática del agua que ha devenido de particulares formas de relación entre la sociedad, la naturaleza y la cultura. A partir del interés de las ciencias sociales por los problemas ambientales, la relación naturaleza-sociedad, que había sido considerada tradicionalmente como una oposición, debe ser repensada y reconstruida como un úni-co objeto de estudio. El deseo de los científicos de dividir el mundo en dos polos separados, el de la naturaleza y el de la sociedad, parece haber perdido su poder explicativo. El agua, así como otros objetos del entorno, conforma redes de procesos que son simultáneamente humanos y natura-les, reales y ficticios, mecánicos y orgánicos (Swyngedouw, 2004, pp. 12-14).

En general, la naturaleza, desde el punto de vista occidental, comparte tres definiciones utilizadas indiscri-minadamente. La primera se refiere a la separación on-tológica entre lo social y una naturaleza que es concebi-da como externa a la humanidad (Smith, 1996, p. 40); la segunda la considera como una característica inherente, como una cualidad esencial, inmutable y definida, rela-cionada con el determinismo ambiental, aquel en que el medio físico impone ciertas características al modo de ser humano, donde la naturaleza es determinada, rígida e intransigente; la tercera es aquella que le otorga un ca-rácter universal, que envuelve todo y que es parte de un sistema ecológico global, incluyendo a los seres humanos como entidades biológicas (Castree, 2001, pp. 6-7).

Es innegable que el significado y el lugar de la natu-raleza se han modificado a lo largo de la historia huma-na, dependiendo de factores culturales, socioeconómicos y políticos. Esta discusión ontológica, positivista y dialó-gica es alimentada en este trabajo con el estudio de los territorios llamados desérticos, aquellos considerados in-apropiados para albergar la vida.

Diversos estudiosos del tema (Escobar, 1999; Des-cola y Pálsson, 2001; Beck, 2003; Latour, 2007) argu-mentan que estamos presenciando el fin de la ideología

moderna relacionada con el “naturalismo”, al asegurar que la idea de una naturaleza “natural”, prístina, aparte de la historia y del contexto humano, está fuera de lugar y ha dejado de ser un dominio independiente y auténtico en el imaginario social, aunque no signifique la nega-ción de la existencia de una realidad biofísica (Escobar, 1999, p. 1). De acuerdo con esta forma de pensar, por ejemplo, para Ulrich Beck, seguir hablando de una na-turaleza que no es social es hablar con las categorías de otros siglos que no captan la realidad en la que vivimos; de manera que las destrucciones, crisis y catástrofes naturales ya no pueden atribuirse al medio ambiente, sino a contradicciones culturales, económicas, políticas y sociales generadas por la industrialización universal (Beck, 2006, p. 256).

Aquí se parte del supuesto de que la naturaleza está socialmente construida y que su existencia no es inde-pendiente a su conocimiento social, por lo cual la percep-ción de esa realidad está mediada por el bagaje sociocul-tural (Demeritt, 2001), con lo cual se acepta el papel que la naturaleza representa en las interacciones entre los seres humanos y el medio ambiente. De esta manera, el análisis temporal de las transformaciones socionaturales es corto cuando se presupone que los procesos ecológicos sólo son visibles cuando han sido construidos o produci-dos por los seres humanos, por la sociedad.

Con el fin de entender el estilo del desarrollo dis-puesto por la región lagunera, en este texto se ha vincu-lado su historia, compartida con la del patrimonio cultu-ral, dentro del proceso de construcción y de integración social de una región que tiene por finalidad poner en sintonía las dimensiones cultura y territorio, cuyos ras-gos comunes son la fuente de agua, un cauce que da vida al lugar.

Dentro del discurso y práctica institucional, el Río Nazas ha construido un símbolo paradójico. Por un lado, su agua representa una región que ha logrado vencer las inclemencias del clima semiárido y, por otro, ha sido ob-jeto de conflictos locales y deliberaciones nacionales que han tenido como resultado reglamentar y legislar sobre las aguas nacionales, patrimonio indiscutible de la nación. En este sentido, desde lo local, cobra importancia nacional un instrumento de cohesión y sentido de región, mediante el cual las complejidades culturales son transformadas en

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mensajes sobre la identidad de una región, para legitimar las desigualdades contenidas en su interior.

El análisis del concepto de naturaleza-social con David Harvey (1998), representante de los geógrafos crí-ticos, en la década de 1970, hizo frente al problema de la sobrepoblación y la escasez de recursos, haciendo una crítica al argumento malthusiano de que la escasez de recursos naturales se debía a la explosión demográfica. A partir de entonces, han surgido diferentes perspecti-vas relacionadas con la socialización de la naturaleza que coinciden en que la naturaleza no es universal, intrínse-ca o externa (las definiciones modernas y occidentales), que se pueden agrupar en la idea de que la naturaleza es social, porque la manera de aproximarnos a ella es a través de nuestras representaciones socioculturales y, por lo tanto, es diferente en cada sociedad. Además, las

dimensiones sociales de la naturaleza no se reducen a su epistemología, porque también existe la parte física y material de la misma, y la naturaleza está inserta en prácticamente todos los procesos sociales, porque a tra-vés de la ciencia y la tecnología, hoy, la naturaleza se puede llegar a fabricar.

De acuerdo con estas discusiones, la ecología cultu-ral propone entender la interacción entre la sociedad y la cultura con el medio ambiente dentro del contexto de la globalización, la trasnacionalización, el deterioro am-biental y los agudos cambios globales. Más que insistir en determinar cómo se adaptan las sociedades a sus en-tornos ambientales, se busca analizar el comportamiento social diferenciado para entornos naturales similares, expuestos a profundas transformaciones, donde son las organizaciones sociales las que cumplen con los meca-

Figura 1. La imagen presenta el trazo del Río Nazas entre la zona conurbada y el uso del territorio, las ciudades, pueblos y ejidos que se organi-

zan en torno a su lecho. Fuente: elaborada por Paola Velasco con base en ortofotos del INEGI de 1995; en Salas, 2011.

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nismos reguladores de adaptación (Comas, 1998, p. 126), sin caer necesariamente en un relativismo ecológico en el cual cada sociedad era el producto de la adaptación a su propio y único medio ambiente (Descola, 2001).

La ecología política logró ampliar el análisis de la interacción entre sociedad y naturaleza al incluir las ac-tividades culturales y políticas de los humanos dentro del análisis del medio ambiente (Greenberg y Park, 1994, p. 1), es decir, incluir factores como las diferencias so-ciales en el acceso a los recursos, el papel de los factores políticos en el uso y gestión de tales recursos, las diná-micas de desarrollo y sus efectos en el medio ambiente y la consecuente articulación entre los contextos locales y globales (Comas, 1998, pp. 115-116), de manera que la forma neoliberal, por ejemplo, de percibir y construir a la naturaleza como un conjunto de recursos explotables al servicio del ser humano juega un papel central en los conflictos socioambientales actuales. En el caso del mun-do neoliberal capitalista, esto ha provocado la propaga-ción de un cúmulo de normas culturales relacionadas con la naturaleza que pretenden convertirse en universales. Debido a que existen diferentes percepciones del mundo y la naturaleza, es que estos fenómenos no son “pura-mente” ambientales, sino sociales; de ahí que la expre-sión socionaturaleza o socioambiental es eminentemente política, como lo es lo que se denomina desierto.

Aunque la forma en la que las relaciones de poder se entretejen en torno a las socionaturalezas están condicio-nadas por las historias político-económicas y culturales particulares y por su inserción en el sistema global, el marco de la ecología política está basado en la noción de que todo medio ambiente está politizado, tal como ocu-rre en La Laguna, donde las relaciones de la sociedad con los recursos naturales, en este caso particular con las aguas del Río Nazas, junto con determinar un modo de apropiación racional, la sociedad ejerce una posesión simbólico-afectiva que es altamente significativa para construir su identidad colectiva, es decir su pertenencia a una comunidad y a un territorio.

Las tradiciones, la historia, los recursos culturales que rodean al Nazas o, mejor dicho, que son los cimientos de la Laguna, se convierten en el fundamento de su exis-tencia, pervivencia y desarrollo, cuyos patrimonios consti-tuyen la esfera donde se articula y comunica un pueblo en

un proceso de iniciativa social que conjuga lo político con lo cotidiano, económico y social. La finalidad de este trabajo es contribuir a la reflexión sobre el quehacer cultural res-pecto al patrimonio lagunero, que responde a definir quié-nes somos dentro de un territorio habitado por múltiples diversidades. Éstas se han enmarcado en la idea de cul-tura regional, que sustenta los sistemas de vida compar-tidos, aquellos en los cuales se produce la coexistencia de culturas diferentes. En esta definición, la cultura vincula a las personas y grupos, a los humanos con las demás es-pecies y con la naturaleza en una relación de diálogo, para estimular la convivencia en un contexto intercultural, en un entorno caracterizado por la aridez.

Las últimas dos décadas y, de manera más evidente, a inicios del presente siglo, la disponibilidad de agua en el planeta, en los diferentes países y regiones, se presen-ta de manera alarmante, lo que en torno a la cuenca del Nazas se expresa en una competencia constante por el agua para el riego, que involucra diversos agentes socia-les, productores, empresarios, una disputa permanente por las asignaciones de agua, la incorporación de nuevos usuarios y las necesidades crecientes de centros urbanos y de nuevas actividades. Para enfrentar esta situación, se ha creado un discurso en torno al ahorro de agua y el mantenimiento de la infraestructura, la construcción de nuevas obras, el control de la contaminación y el desarro-llo e inversión en innovaciones tecnológicas.

En esta sociedad rural que recogió el legado algo-donero y que protagonizó la “cultura del algodón”, hoy se asientan establos lecheros altamente tecnificados, las agroindustrias lácteas, aquellas más vinculadas a los mercados nacionales y articuladas con el comercio global, las principales empresas trasnacionales que alimentan con insumos industriales y tecnológicos a los sistemas lácteos regionales. Aquí se asientan también las empre-sas maquiladoras de juguetes, autopartes y microchips —tradicionalmente de carácter industrial urbano—, compitiendo con las actividades ganaderas y agrícolas por la mano de obra barata, flexible, disciplinada; por los recursos naturales, por los mercados, por el agua y por los conductos para canalizar sus desechos.

El carácter regional de la Comarca Lagunera se ca-racteriza por tres procesos: la relación socioeconómica-mente diferenciada entre los grupos; la relación entre la

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El consumo de agua y la vida en el desierto: la historia ambiental del Río Nazas

cultura y la naturaleza en el acceso diferenciado a los recursos naturales, y la articulación rural-urbana, en la misma medida que se articula lo agropecuario con lo in-dustrial. De aquí se derivan sus problemas regionales, las cuales es importante señalar al concluir esta investi-gación: acceso limitado y diferenciado a los recursos na-turales; concentración productiva; uso desmesurado del recurso agua que afecta no sólo la región sino también zo-nas aledañas e incluso protegidas; diferenciación socioe-conómica, y debilitamiento de los referentes culturales que han dado lugar a identidades productivas centradas en la cultura agraria.

Los problemas actuales sobre el uso del agua en la Comarca Lagunera, tanto de las superficiales que arras-tra el río como de las subterráneas, acuíferos que han sido un complemento primordial para la conformación cultural y productiva de la región, sitúa las aguas del Nazas en un contexto social que las coloca en una pers-pectiva local y nacional, un modelo que en la historia reciente ha tenido una amplia difusión y que ayudará a fortalecer la vida en la región como base de la cultura del desierto.

Conclusiones El Río Nazas hizo posible el desarrollo de actividades mi-neras e industriales, agrícolas y pecuarias, y ha sido la columna vertebral para una creciente población. Hoy el agua es escasa, contaminada, y su uso se concentra en la ganadería (actividad forrajera) y en las industrias auto-motriz, minera y urbana. En el caso presentado existe un dilema entre producir y proteger el medio ambiente y los estilos de vida (cultura) regionales, impuesto por un mo-delo de desarrollo que se basa en una visión productivista y consumista, cuyas consecuencias pueden observarse en el deterioro y contaminación de los recursos naturales, agua y tierra; en la concentración de los recursos natu-rales y productivos; en la desigualdad y falta de equidad socioeconómica, y en la vulnerabilidad de los sistemas culturales originarios de la región, lo que repercute en la identidad y el arraigo de sus habitantes, así como en el debilitamiento de las culturas algodonera, agrícola y ganadera.

Ante el panorama nacional del consumo, disponi-bilidad y gestión del agua, el caso del Nazas ilustra un ecosistema en condiciones particularmente difíciles, por eso el deterioro ambiental y social solamente se puede revertir con intervenciones integrales. La GIRH (gestión integral de recursos hídricos) no puede revertir la situa-ción actual; parte de las condiciones actuales para un manejo sostenible, sin descuidar ninguna dimensión: la ambiental, la económica y la social.

Este paso rápido por la historia de una región, con el Río Nazas como entidad central, permite concluir que es necesario:

1. Crear condiciones culturales para las transformacio-nes productivas de manera que la modernización no corra en sentido opuesto al desarrollo económico y social para todos.

2. Fomentar la participación y organización de los usuarios de los recursos naturales, tierra y agua.

3. Fortalecer una cultura del agua con base en la edu-cación, para percibir la importancia de los recursos naturales, la calidad de agua, los riesgos de su dete-rioro y la necesidad de establecer acuerdos para una distribución que beneficie a todos los involucrados.

4. Difundir una cultura que ponga énfasis en dos as-pectos complementarios: los riesgos (ambientales y sociales) y la sostenibilidad productiva en el uso de los recursos, para definir estrategias de uso y de pro-ducción acordes con la protección social y ambiental.

5. Reorientar las políticas y estrategias relacionadas con la gestión del agua en el país.

6. Promover una educación ambiental, un manejo res-ponsable, que incluya a toda la población para recu-perar el paisaje social, cultural y económico.

A pesar de los presagios de que el agua no es suficiente para sostener el sistema económico-productivo, es posible vislumbrar en el futuro la recuperación social y cultural, la restauración ecológica del Río Nazas en su cauce a través de las ciudades, la remembranza de lo que fue, la rehabi-litación de lo que es y la imaginación de lo que será, para alimentar material y culturalmente a sus habitantes.

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El consumo de agua y la vida en el desierto: la historia ambiental del Río Nazas

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Agroforestación por escorrentía: manejo sostenible de cuerpos de agua en el Néguev

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Manejo de las aguas residuales en la gestión de los recursos hídricos en zonas áridas como un elemento de innovación y desarrollo sostenible

Ismael Leonardo Vera PuertoCentro de Investigación y Desarrollo en Recursos Hídricos, Universidad Arturo Prat, Chile

Las zonas áridas en el mundo están principalmente lo-calizadas alrededor del Trópico de Cáncer y del Trópico de Capricornio. Territorios del norte de Chile, como la Región de Tarapacá —cercana al Trópico de Capricor-nio y ubicada en el Desierto de Atacama—, presentan una disponibilidad hídrica de sólo 1,050 m3/hab-año, que es el 16 % del promedio mundial de 6,600 m3/hab-año, y es cercana al límite de escasez hídrica de 1,000 m3/hab-año (MOP, 2013; Vera et al., 2016a). En este escenario de potencial escasez para mantener un desa-rrollo sostenible es necesario innovar en la necesidad de tener alternativas a los recursos hídricos tradiciona-les. Una oportunidad de innovación es el tratamiento y reutilización de aguas residuales, puesto que con el tratamiento se pueden obtener nuevos recursos aprove-chables y con la reutilización de efluentes se tiene una nueva fuente de agua. Por tanto, esta contribución pre-senta conceptos básicos de las aguas residuales, su tra-tamiento y reutilización, haciendo énfasis en las aguas servidas. Además, presenta cómo un agua servida es una oportunidad para la innovación en una condición de extrema aridez, a través de una introducción general y de la discusión de trabajos desarrollados por el Cen-tro de Investigación y Desarrollo en Recursos Hídricos (CIDERH), Universidad Arturo Prat (UNAP), en el De-sierto de Atacama.

Aguas residualesLas aguas residuales son todo tipo de residuos líquidos o sólidos combinados con agua que son desechados por un proceso o actividad y que no poseen un valor económico para el proceso o actividad misma. La Tabla 1 presenta los diferentes tipos de aguas residuales.

Tabla 1. Tipos de aguas residuales (CIDERH-UNAP, 2015).

Nombre Definición

Aguas grises Residuos líquidos generados en las duchas, lavamanos y lavadora.

Aguas residuales domésticas

Mezcla de aguas grises con residuos del sanitario y la cocina. Son los residuos líquidos producidos en los hogares. Además, se incluyen los residuos de sitios institucionales (p. ej., los colegios) y comerciales.

Aguas residuales industriales

Residuos líquidos producidos por una actividad industrial. Están fuertemente influenciados por el proceso industrial.

Aguas de escorrentía pluvial

Si bien podrían no considerarse como aguas re-siduales por sí mismas, los primeros minutos de la escorrentía generada por la lluvia presenta características similares a las aguas residuales domésticas.

Aguas servidas Corresponde a la mezcla de las aguas residuales domésticas, las aguas residuales industriales y las aguas pluviales, cuando son transportadas por la misma tubería en el sistema de alcantarillado.

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Manejo de las aguas residuales en la gestión de los recursos hídricos en zonas áridas como un elemento de innovación y desarrollo sostenible

Este capítulo de libro profundizará sobre las aguas servidas. La Figura 1 presenta los constituyentes prin-cipales que poseen las aguas servidas. Son de especial importancia para la reutilización los constituyentes inor-gánicos no metálicos cómo el nitrógeno y el fósforo, dado su potencial para aplicaciones posteriores. Por su parte, la Tabla 2 presenta valores característicos de aguas ser-vidas generadas en zonas áridas del norte de Chile.

Respecto a la producción de aguas servidas, Henze et al. (2002) indicaron que varía entre 0.05 y 0.4 m3 dia-rios por habitante (50 - 400 L/[hab-d]). El amplio rango se explica porque la producción está influenciada por el con-sumo, el que a su vez varía por diversos factores, como el clima, la capacidad socioeconómica, las costumbres, la actividad industrial, entre otras. Por ejemplo, para zonas rurales se estima una producción media de 0.15 m3 al día por habitante (150 L/[hab-d]) (Barrera, 1999), mientras que para ciudades, se estima como media una producción de 0,2 m3 al día por habitante (200 L/[hab-d]) (Henze et al., 2002).

Tratamiento de aguas servidasLas aguas servidas se colectan mediante sistemas de alcantarillado y se tratan en instalaciones físicas deno-minadas plantas de tratamiento. Una planta de trata-

miento está constituida por etapas secuenciales: a) trata-miento fisicoquímico (primario), b) tratamiento biológico (secundario) y c) tratamiento fisicoquímico o biológico avanzado (terciario) (Romero, 2004).

En el tratamiento primario se eliminan sólidos de tamaño mayor a 5 mm, para seguidamente, eliminar sólidos más pequeños sedimentables y flotantes, junto a compuestos orgánicos susceptibles de sedimentación. Posteriormente, en el tratamiento biológico o secundario, se eliminan los compuestos orgánicos biodegradables, co-loidales y disueltos. En la etapa final, en el tratamiento fisicoquímico o biológico avanzado o terciario, se elimi-nan compuestos específicos cómo el nitrógeno, el fósforo o los patógenos (Vera, 2012). La Figura 2 resume el esque-ma general de tratamiento aplicado al mejoramiento de calidad de las aguas servidas. Además, presenta rangos de eliminación de los principales parámetros utilizados para evaluar la calidad del agua e integra el proceso de reutilización.

En el caso del Desierto de Atacama, Chile presen-ta una cobertura de tratamiento de 100 % del agua co-lectada para las zonas urbanas. En las zonas rurales, la cobertura general del país llega a un máximo de 20 % (Vera et al., 2016a). Además, la tecnología utilizada en más del 50 % de plantas de tratamiento se divide en dos

Tabla 2. Características del agua servida generada en el norte de Chile (modificado a partir de Vera et al., 2016b).

Parámetro Unidades Media + D. E. Rango

pH Uni. 7.4 + 0.4 6.2-7.9

Temperatura (T) ºC 18.3 + 4.7 12.4-25.8

Conductividad eléctrica dS/m 2.4 + 0.2 2.1-2.8

Potencial de oxidorreducción mV -250.2 + 70.8 –327.1- –141.0

Demanda química de oxígeno (DQO) mg/L 537.1 + 134.7 324.0-750.0

Sólidos suspendidos totales (SST) mg/L 137.4 + 54.5 73.0-283.0

N-NH4+ mg/L 54.0 + 13.7 29.0-76.0

N-NO3- mg/L 0.3 + 0.6 0.0-2.0

Nitrógeno total (NT) mg/L 67.5 + 18.3 35.5-96.6

P-PO4-3 mg/L 4.1 + 2.7 1.0-8.7

Fósforo total (PT) mg/L 5.7 + 2.0 2.9-9.5

Coliformes fecales Log10 NMP/100 ml 6.4 + 1.0 5.1-78

D. E.: Desviación estándar.

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Manejo de las aguas residuales en la gestión de los recursos hídricos en zonas áridas como un elemento de innovación y desarrollo sostenible

Figura 1. Compuestos presentes en las aguas servidas (CIDERH-UNAP, 2015).

Figura 2. Esquema general de tratamiento y reutilización de aguas servidas (Vera, 2014).

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Híd

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(CID

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Compuestos orgánicos (Demanda biológica de oxígeno a

los 5 días (DBO5); demanda química de oxígeno (DQO)); grasas y aceites

Constituyentes biológicos Coliformes totales, coliformes fecales,

salmonella, huevos de helminto, enterococos

Compuestos orgánicos particulares (microcontaminantes)

Antibióticos; hormonas; compuestos farma-céuticos de uso general; productos de limpieza;

fungicidas, herbicidas, pesticidas

Metales Cadmio (Cd); Cromo (Cr); Cobre (Cu); Hierro (Fe); Plomo (Pb); Manganeso

(Mn); Mercurio (Hg); Níquel (Ni); Zinc (Zn)

Propiedades físicas Sólidos suspendidos totales (SST);

sólidos suspendidos volátiles (SSV); sólidos sedimentables; turbiedad; color; temperatura; conductividad

Constituyentes inorgánicos no metálicos

pH; Cloruro (Cl-); alcalinidad; Nitrógeno Total (NT); Nitrógeno amoniacal (N-NH4+); Nitrógeno

del Nitrato (N-NO3-); Fósforo Total (PT); Fósforo del fosfato (P-PO4-3);

Potasio (K); Magnesio (Mg); Sulfato (SO4-3); gases

Reco

lecc

ión

(alc

anta

rilla

do) Planta de

tratamiento de aguas servidas (PTAS)

Tratamiento fisicoquímico

(primario)

Tratamiento biológico

(secundario)

Tratamiento biológico y/o fisicoquímico

avanzado (terciario)

Entrada

Porcentajes de eliminación (%)

(Eliminación de sólidos)

(Eliminación de materia orgánica

biodegradable)

(Eliminación de compuestos

específicos)

Reutilización

Rest

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SST 50 – 90 60– 95 –

DBO5 30 – 50 60 – 95 –

N 10 – 15 20 – 60 >80

P 10 – 15 10 – 50 >80

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Manejo de las aguas residuales en la gestión de los recursos hídricos en zonas áridas como un elemento de innovación y desarrollo sostenible

tipos: tratamientos biológicos (de tipo secundario), cómo los sistemas lagunares, y sistemas de disposición, cómo los emisarios submarinos.

La reutilización y el tratamiento cómo un elemento de innovaciónLa Figura 3 presenta el marco general para entender cómo a partir del agua servida se pueden obtener recur-sos aprovechables durante la etapa de tratamiento y en el efluente.

En la Figura 3 se divide la obtención de recursos de acuerdo con el tipo de tecnología aplicada en el tra-tamiento biológico (secundario). Para tecnologías anae-róbicas existe mayor potencial de recuperación de re-cursos por la generación de biogás. El biogás generado por reactores UASB (del inglés Upflow Anaerobic Sludge Blanket) posee entre 33 y 80 % de metano, requiriéndo-se una concentración superior al 65 % de este compuesto para obtener energía (Belmonte, 2012). Si este biogás es quemado, por ejemplo, en una caldera con 85 % de efi-

Tabla 3. Categorías para reutilización de aguas residuales (Vera et al., 2016a).

Categoría Nombre Ejemplos de aplicación

1 Riego agrícola Riego de cultivos, viveros comerciales

2 Riego de áreas verdes Riego de parques, jardines, campos de golf, cementerios

3 Reciclaje industrial y reutilización

Agua de enfriamiento, agua de caldera, aguas de proceso, aguas para construcción

4 Recarga de acuíferos Recarga subterránea, control de cuñas salinas, control de la subsidencia

5 Usos recreacionales y ambientales

Lagos y lagunas, mejora de pantanos, reservas naturales, regulación de caudales, pesquería

6 Usos urbanos no potables Provisión contra incendios, climatización, agua para sanitarios

7 Reutilización potable Ablandamiento del agua, mezcla con agua natural para potabilización

Figura 3. Alternativas de tratamiento biológicas.

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Tecnologías anaeróbicas

Energía

Producción de calor

Producción de energía

eléctrica

Efluente a sistema de tratamiento (concepto de reutilización)

Recreación pasiva

Nuevos ecosistemas

Contenido en el lodo estabilizado y esterilizado

Contenido en el agua

Nutrientes Agua Espacios verdes

Tecnologías aeróbicas

Tecnologías naturales

AGUA SERVIDA

Alternativas de tratamiento

biológicas

Recursos que se pueden

obtener

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Manejo de las aguas residuales en la gestión de los recursos hídricos en zonas áridas como un elemento de innovación y desarrollo sostenible

ciencia, es posible generar alrededor de 3.0 kWh/kg DQO de energía térmica (Belmonte, 2012). Por su parte, la ge-neración de energía eléctrica se realiza mediante el aco-plamiento de unidades de cogeneración. Este tipo de uni-dades presenta una eficiencia global sobre el 80 %, siendo la eficacia de generación de electricidad del 30 %, y el res-tante 50 % es relativo a la energía térmica (Belmonte, 2012). Pese al beneficio de obtención de calor y energía eléctrica en las tecnologías anaeróbicas, existen cuidados para su aplicación que se relacionan con diversos facto-res como la complejidad del proceso microbial asociado, las necesidades de temperatura de los reactores, las con-diciones de pH, la ausencia completa de oxígeno, entre otras (Romero, 2004).

En cuanto a las tecnologías aeróbicas, una de sus características como sistema de tratamiento es producir de forma media entre 4 y 8 kg-Lodo/hab-año (Vera et al., 2013). Esta producción de lodos es considerada cómo in-tensiva. El lodo producto de tecnologías aeróbicas posee, una vez digerido, concentrado y secado, un porcentaje de humedad inferior al 85 %, siendo alcanzado en la zona sur de Chile un promedio de 82 % (Vera et al., 2013). Ade-más, presenta características variables influenciadas por el agua servida y parámetros operativos del proceso de tratamiento. Este lodo o biosólido posee dos componentes que son técnica y económicamente factibles de reciclar: a) nutrientes, nitrógeno (2.4-5.0 % de los sólidos totales) y fósforo (0.5-0.7 % de sólidos totales), y b) materia or-gánica por el contenido de carbono (Healy et al., 2015). Sin embargo, en el reciclaje de lodo existen tres grupos de parámetros importantes de controlar: a) metales, b) compuestos orgánicos traza y c) organismos patógenos. Su reciclaje principal ha sido para darle funciones de enmendador de suelos y fertilizante. Otros productos o usos relacionados con el manejo del lodo han sido el ma-terial de construcción, la producción de bioplásticos y de algunos tipos de enzimas (Healy et al., 2015). También, es importante señalar que el aprovechamiento dado al lodo generado por tecnologías aeróbicas se aplica al lodo generado por tecnologías anaeróbicas. No obstante, en tecnologías anaeróbicas la producción es menor, siendo entre tres y cinco veces inferior (Vera, 2012).

El caso de las tecnologías naturales es diferente. Tecnologías como los humedales construidos brindan la

posibilidad de que junto al tratamiento, se creen nue-vos espacios verdes que puedan ser nuevos ecosistemas e incluso integrarse a la comunidad (Brix et al., 2011; Calheiros et al., 2015). Otro aspecto destacable de los humedales construidos es los beneficios posteriores que se pueden obtener con el aprovechamiento de la biomasa de las plantas utilizadas en el proceso de tratamiento. En la literatura se ha propuesto la revaloración de esta biomasa por fabricación de artesanías, uso en fertilizan-tes, forraje para alimentación de animales, material de construcción, combustible en procesos termoquímicos, fabricación de papel, producción de flores de corte (Chia-rawatchai et al., 2008).

Finalmente, el recurso transversal que se obtiene en todas las tecnologías es el agua. Éste es el concep-to clásico de reutilización. Al respecto, el agua residual en general (incluida el agua servida) que se ha tratado y adecuado a una calidad de uso, representa una nueva fuente de agua, siendo muy importante para las condicio-nes áridas. La Tabla 3 presenta las diferentes categorías de reutilización con ejemplos de aplicación. Es importan-te señalar que cada categoría requiere características di-ferentes del efluente, características que pueden variar de acuerdo con la legislación de cada país. Pese a esto, la Organización Mundial de Salud (OMS) ha establecido que para la utilización de agua servida en actividades agrícolas se requieren menos de 1,000 UFC/100 ml de coliformes fecales (WHO, 1989). Este valor sólo puede ser alcanzado en aguas servidas luego de un proceso de tratamiento.

Reutilización de agua y nutrientes para la producción de flores de corteUna de las categorías de reutilización más desarrollada ha sido el riego de productos agrícolas (Norton-Brandao et al., 2013). Esto por el aprovechamiento de los nutrientes contenidos en el agua, especialmente nitrógeno y fósforo, para los cultivos. En un proyecto de reutilización de agua servida tratada, además de la producción agrícola, los as-pectos más importantes se relacionan con el ambiente y la salud humana, a través de la prevención de contami-nación de suelos y aguas (superficiales y subterráneas), la calidad y seguridad de los productos agrícolas y los problemas de salud asociados al riego (Norton-Brandao

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Manejo de las aguas residuales en la gestión de los recursos hídricos en zonas áridas como un elemento de innovación y desarrollo sostenible

et al., 2013). En el caso de Chile, más del 60 % de plantas de tratamiento posee sistemas de tratamiento biológico secundario con desinfección final, con un potencial de reutilización sobre los 15 m3/s (Vera et al., 2016a). Sin embargo, sólo se reutiliza en términos de cantidad de plantas de tratamiento (no de cantidad de agua) menos del 5 % (Vera et al., 2016a).

Tomando en cuenta lo anterior, el Centro de Inves-tigación y Desarrollo en Recursos Hídricos (CIDERH), Universidad Arturo Prat (UNAP), encabezado por el Dr. Jorge Olave, realiza en el 2012 una propuesta a la empre-sa sanitaria local para reutilizar aguas servidas tratadas en riego. Dados los problemas del suelo en zonas áridas, se propuso cómo alternativa de cultivo el sistema aeropó-nico. Éste es un sistema de cultivo sin suelo compuesto por contenedores cerrados, donde las raíces de las plan-tas se encuentran en el aire dentro de una atmósfera sa-turada de humedad, en la que son fertirrigadas continua o discontinuamente con una mezcla de agua y nutrientes (Urrestarazu, 2004). Al ser un sistema de contenedores cerrados, el cultivo presenta ventajas ambientales y de seguridad acordes con lo que se necesita de un proyecto de reutilización en una zona árida: a) el agua de riego se recircula, optimizando su uso; b) se protegen el sue-lo y las aguas subterráneas por el uso de contenedores impermeables que evitan la infiltración, y c) se reduce el nivel de exposición al agua de riego durante la produc-ción. Como cultivo se propusieron flores de corte. Este producto no se ingiere, y además, cómo la única parte de la planta expuesta al riego es la raíz, que no es parte del producto final, puede considerarse como un producto inocuo y seguro para ser comercializado.

La primera unidad experimental se construyó e imple-mentó en el 2013, en la comuna de Alto Hospicio (Región de Tarapacá, Chile). Se construyó en estructura de fierro con doble puerta de acceso y cubierta con malla antiáfido (superficie: 60 m2). Dentro de la unidad experimental se instalaron tres mesas de cultivo aeropónico. Cada mesa de cultivo aeropónico fue construida en madera, con una su-perficie de 6 m2 (largo × ancho, 6 m × 1 m) y 1 m de altura. El interior se recubrió con plástico negro y el exterior con plástico bicolor (negro interior y blanco exterior). La parte superior fue cubierta con planchas de poliestireno de 1 m × 1 m × 0.05 m (largo × ancho × espesor). Las planchas de

poliestireno se utilizaron para alojar el cultivo. Cada mesa de cultivo tuvo un total de 198 unidades de cultivo. Una unidad de cultivo está compuesta de soporte, sustrato, y material vegetal. Para el soporte se utilizaron canastillos plásticos perforados de 8 cm de altura y un volumen útil de 232 cm3. Como sustrato se utilizó arlita (8-16 mm). Para el material vegetal, se emplearon dos variedades de la espe-cie Lilium: Tresor y Litouwen. Por el tamaño de la unidad de cultivo, se utilizaron bulbos de Lilium calibre 12-14. El cultivo se realizó en octubre de 2013, y durante su opera-ción (tres meses) la temperatura varío entre 13 y 33 °C, con humedades relativas entre 34 y 89 %. La Tabla 4 resume valores medios de crecimiento y desarrollo.

Los resultados de la Tabla 4 muestran que el crecimien-to se vio afectado. Esto porque para las especies trabajadas se esperaban alturas medias por sobre 50 cm. Además, en las hojas de las plantas se evidenció el fenómeno de necrosis foliar. Dos variables podrían explicar estos comportamien-tos. Por un lado, el elevado contenido de sales disueltas en el agua servida reutilizada, la que presenta valores por sobre 2 dS/m, llegando incluso a 3.68 dS/m al aplicar el comple-mento de soluciones nutritivas. Para mitigar este efecto, se realizó mezcla con agua potable en una proporción de 50 %. Sin embargo, la conductividad eléctrica siempre se mantuvo sobre 1.5 dS/m, que es el umbral indicado para no afectar cultivos (INN, 1987). De otro lado, la elevada radiación so-lar que existe en el desierto de Atacama, que supera los 2.2 kWh/m2 en un día (CNE-PNUD, UTFSM, 2008), también pudo tener efecto sobre el crecimiento. Por su parte, la Fi-

Tabla 4. Datos medios de crecimiento y desarrollo para el cultivo de Lilium.

Variable Variedad Tresor Variedad Litouwen

Largo de planta (cm) 44.78 50.8

Diámetro de tallo (cm) 0.68 0.5

No. de hojas 120 66

Largo de hoja (cm) 4.24 3.7

Ancho de hoja (cm) 0.84 1.09

No. de botones florales 4 3

Diámetro de botón floral (cm) 1.5 2.1

Largo del botón floral (cm) 5.8 7.78

No. de flores 4 3

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gura 4 presenta el desarrollo del cultivo dos meses después de ser implantado.

Durante el 2015 y el 2016, con el apoyo de la Fun-dación para la Innovación Agraria (FIA), dependiente del Ministerio de Agricultura de Chile, y a través del proyec-to “Reuso de agua servida para la producción de flores de corte en un sistema aeropónico recirculante (Código PYT-2015-0171)”, se implementa el primer invernadero industrial de 200 m2 en la comuna de Pozo Almonte (re-gión de Tarapacá, Chile), para el cultivo de Lilium en el Desierto de Atacama. Los resultados preliminares mues-tran que en el ciclo primavera-verano 2015-2016 la lumi-nosidad varió entre 15 y 70 klux y la temperatura prome-

dio en el área circundante del bulbo fue de 24 °C; además, se logró obtener una producción de hasta 100 plantas/m2, con un largo de vara de 55 a 73 cm y tres botones florales (promedio), que presentaron una vida en florero de seis a ocho días. En cuanto a la eficiencia hídrica, el consumo promedio de agua fue de 0.56 litros por planta al día. Por tanto, los resultados preliminares permiten establecer que es factible la producción de Lilium sin afectarse el largo y diámetro de la vara, así como tampoco el número de botones florales, en un ambiente de invernadero que controla la alta oscilación térmica (mayor de 25 °C) y la baja humedad relativa (30 a 35 %) del Desierto de Ataca-ma (CIDERH-UNAP, ESAA, AIANI, 2016).

Figura 4. Vistas del cultivo en la unidad experimental (diciembre del 2013): a) vista general, b) detalle de desarrollo de sistema radicular,

c) Lilium, variedad Litouwen, d) Lilium, variedad Tressor.

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Tratamiento de aguas residuales mediante humedales construidos en zonas áridasLos humedales construidos son sistemas de ingeniería diseñados y construidos para embalsar el agua bajo di-ferentes condiciones operativas, aprovechando así los procesos naturales que involucran vegetación, suelos y bacterias, para tratar residuos líquidos cómo las aguas servidas (Vera, 2012). Son sistemas de tratamiento re-comendados para zonas rurales y aisladas —como las de zonas desérticas— dado que se pueden construir con recursos locales, no requieren equipamiento mecánico avanzado, y cuando éste se necesita está limitado sólo a equipos de bombeo. Además, en su operación y manteni-miento, es prácticamente nula la producción de lodos, se requiere poco personal (0.6 h/d de operario), consumen poca energía (0 a 17.7 kWh/hab-año), que es entre 59 y 60 % menos que un sistema de lodos activados, y cómo se mencionó previamente, tienen el potencial de integrarse como zona verde a la comunidad (Vera et al., 2016a).

De acuerdo con la dirección de flujo y aplicación del agua, se clasifican en tres tipos principales: a) humedal construido de flujo horizontal superficial (HC-FHS), b) humedal construido de flujo horizontal subsuperficial

(HC-FHSS) y c) humedal construido de flujo vertical subsuperficial (HC-FVSS) (Fonder y Headly, 2013). En condiciones áridas se han utilizado principalmente hu-medales construidos de tipo subsuperficial (horizontal y vertical), con experiencias en Egipto, Israel, Túnez y Jordania, entre otros (Sellami et al., 2009; Tencer et al., 2009; Abou-Elela et al., 2014; Albalawneh et al., 2016). La Figura 5 presenta la vista en corte de un humedal construido de flujo horizontal subsuperficial con sus prin-cipales partes.

En cuanto a su funcionamiento, en condiciones ári-das, los humedales construidos aplicados al tratamiento de aguas residuales domésticas y aguas servidas han pre-sentado eficiencias en la eliminación de la materia orgánica (DBO5, DQO) y sólidos (SST) por sobre 50 %, mientras que la eliminación de nutrientes (NT y PT) ha variado entre 10 y 70 %. Por su parte, la eliminación de organismos patóge-nos utilizando indicadores como los coliformes fecales (CF) ha variado entre 1 y 3 unidades logarítmicas (Mandi et al., 1998; Gross et al., 2008; Tencer et al., 2009). Estos rangos de eliminación son similares a los reportados para humeda-les construidos en zonas climáticas diferentes a las zonas áridas (Vera et al., 2011; Zhang et al., 2014).

Figura 5. Vista esquemática de un humedal construido de flujo horizontal subsuperficial con sus partes (adaptado de Vera et al., 2012).

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Dada la similitud de comportamiento depurativo de zonas áridas con otras zonas climáticas, para la aplicación de humedales construidos y la reutilización son importan-tes dos aspectos adicionales: a) la reducción de la cantidad de agua en el efluente y b) el efecto de esta reducción en la salinidad. Respecto al primero, el proceso de evapotrans-piración es el único involucrado en la pérdida de agua en un humedal construido. La evapotranspiración es la suma de la evaporación y la transpiración de la planta desde la superficie de la Tierra a la atmósfera. La evapotranspira-ción de una planta depende de varios factores abióticos, como la temperatura, la radiación solar, el viento y la hu-medad relativa, así como también de las propiedades fisio-lógicas de la planta (Freedman et al., 2014).

En el caso de las zonas áridas, se ha documentado el uso de Phragmites australis, Phragmites nana, Canna Lily, Spartina patens, Cyperus papyrus, Cyperus alope-curiodes, Bacopa monnieri, Hydrocotyle vulgaris, Litrum salicaria, Juncus acutus, Schoenoplectus vallidus, Iris louisiana, Iris pseudoacurus, Typha latifolia, Juncus al-pigenus, Cyperus haspen, Arundo donax y Schoenoplectos americanus como especies de plantas aplicadas a hume-dales construidos (Vera et al., 2016b). La Tabla 5 pre-senta el promedio de la pérdida de agua de las planta Cyperus papyrus y Schoenoplectus americanus para cua-tro humedales subsuperficiales, a escala mesocosmo, en las condiciones del desierto costero de Atacama, e imple-mentados por CIDERH-UNAP. Las menores pérdidas de agua se relacionan con Schoenoplectus americanus, espe-cie adaptada a las condiciones del Desierto de Atacama, mostrando la importancia del uso de especies locales.

Por su parte, respecto al segundo aspecto, Vera et al. (2016b) indicaron que las pérdidas en volumen inferiores a un 23 % en condiciones áridas no representan cambios sig-nificativos (α >0,05) en la conductividad eléctrica efluen-te. Este resultado sería consistente con valores de Travis et al. (2012) en el Desierto del Néguev (Israel), quienes reportaron pérdidas de agua inferiores a 23 %, con nulo efecto significativo en la conductividad eléctrica efluente.

Junto con las plantas, los humedales construidos presentan otros parámetros de diseño y operación impor-tantes. Entre éstos se encuentran las características del medio de soporte, el tiempo de retención hidráulico, la profundidad del medio de soporte y del agua, el modo de

alimentación (continuo, discontinuo, por tandas), la car-ga hidráulica y orgánica aplicada. Una correcta selección de parámetros brindará al éxito de la implementación de un humedal construido en zonas áridas. Sin embargo, la información de estas variables en condiciones áridas es limitada, y probablemente, esta falta de conocimiento explica la baja aplicación para esta condición climática (Albalawneh et al., 2016). Por tanto, existe la necesidad de mayor investigación y conocimiento de sistemas de humedales construidos como una alternativa de trata-miento de aguas servidas y residuales, en general para zonas áridas, trabajo que está siendo impulsado por el CIDERH-UNAP en el caso del Desierto de Atacama.

Reflexiones finalesEn el desarrollo sostenible de las zonas áridas, el ma-nejo eficiente de los recursos hídricos disponibles será una herramienta fundamental. Esta contribución mostró una breve introducción al tema de uno de los potenciales recursos hídricos para las condiciones áridas, las aguas residuales y, especialmente, las aguas servidas. Con lo discutido, se mostraron la posibilidad de recuperar recur-sos a partir del proceso de tratamiento y la de reutilizar el agua tratada en actividades con potencial económico. Es importante que el lector tome conciencia de las po-sibilidades que ofrece la planificación adecuada de un proceso de tratamiento de aguas residuales en una zona árida, y además, de la importancia que reviste el trabajo integrado entre entidades académicas, gubernamentales e industriales, siendo los centros de investigación, gene-radores de ideas y conocimiento, necesarios para el desa-rrollo sustentable de las zonas áridas.

Tabla 5. Promedio de pérdida de agua en volumen para tres meses de

operación de humedales construidos de manera subsuperficial en el

Desierto de Atacama.

Especie de plantaPorcentaje de agua perdida ( %)

TRH: 4 d TRH: 7 d

Schoenoplectus americanus

24.58 + 2.53 25.95 + 2.96

Cyperus papyrus 30.87 + 4.18 40.94 + 8.98

TRH: Tiempo de Retención Hidráulico

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Agroforestación por escorrentía: manejo sostenible de cuerpos de agua en el Néguev

Pedro BerlinerInstituto Jacob Blaustein para la Investigacion del Desierto, Israel

ResumenEsta contribución trata del sistema de irrigación desa-rrollado en el Desierto del Néguev por el Instituto Jacob Blaustein para la Investigación del Desierto. La agrofo-restación por escorrentía, como es llamada por sus desa-rrolladores, tiene sus fundamentos en el pueblo nabateo, que desapareció durante la segunda mitad del primer siglo de nuestra era. Los siguientes párrafos describen, mediante figuras y descripciones, la adaptación y el fun-cionamiento de esta antigua técnica de abastecimiento en la época actual.

AntecedentesAl observar una fotografía de satélite del Medio Oriente en la que se ve con claridad que la zona es extremada-mente árida (el color verde denota la presencia de plan-tas). La precipitación en Israel varía desde cerca de 1,000 mm, en el norte, hasta 20 mm, en el extremo sur del país. La isoyeta de los 200 mm determina el límite norte del desierto del Néguev.

El paisaje típico del Néguev central, presenta coli-nas no demasiado altas y valles. El Néguev constituye el 60 % de la superficie de Israel y solamente el 9 % de la población vive en él. Esta asimetría es típica de zonas desérticas. El Instituto Jacob Blaustein para la Investi-gación del Desierto (BIDR) de la Universidad Ben-Gu-rión está localizado en medio del Desierto del Néguev. La precipitación anual promedio es baja (82 mm), con una gran variancia, típica de las zonas áridas. El clima es mediterráneo, llueve durante cuatro meses en invierno

y durante todo el verano es completamente seco. La eva-poración anual del tanque de evaporación clase A es de aproximadamente 2,500 mm anuales.

Evidentemente, no es una zona ideal para que haya desarrollo de una civilización. Lo que llama la atención es que en estas zonas desérticas se encontraron ruinas de ciudades antiguas. Estas ciudades fueron construidas durante la época nabatea y agrandadas durante la época bizantina. Los nabateos eran nómadas que vivían en esta zona de la península arábica y transportaban bienes del este al Mar Mediterráneo. Para hacerlo debían cruzar el desierto, y la pregunta que se hizo todo el mundo fue: ¿cómo se podría cruzar ese desierto en el que no hay ríos ni oasis? Los camellos pueden aguantar dos, tres días sin agua, pero no pueden cruzar todo este desierto. La respuesta está en los eventos extremos de lluvia que su-ceden en el desierto. El suelo no puede absorber toda el agua que llega a la superficie durante los pulsos de lluvia de muy alta intensidad, y la parte de la precipitación que no es absorbida por el suelo fluye por gravitación como escorrentía a las partes más bajas del paisaje. La forma-ción de la escorrentía es un proceso físico muy complejo del que no nos vamos a ocupar en el presente contexto.

Lo que hicieron los nabateos fue desviar la escorrentía hacia cisternas excavadas en las rocas de dolomita y conser-varlas para su uso. En estas cisternas podían acumularse varias decenas de metros cúbicos por evento de lluvia. Esta red de cisternas es lo que permitía a los nabateos cruzar el desierto con las caravanas de camellos. Cuando los ro-manos llegaron a esta zona, a principios de la era cristia-

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na, por cuestiones políticas y militares cortaron el acceso al Mediterráneo. Los nabateos no tuvieron más alternativa que adaptarse a las nuevas circunstancias y utilizaron la técnica de captación de escorrentía para inundar parcelas rodeadas de diques de retención de 30 y 40 cm de altura, construidos de tierra. El agua colectada se infiltraba en el suelo y los cultivos se plantaban directamente en estas par-celas. Éstas se ubicaban secuencialmente, de manera que el exceso de una parcela llenaba la siguiente, aguas abajo.

Esta zona fue abandonada aproximadamente en el año 700 de nuestra era y, si bien las razones no están muy claras —aunque probablemente haya sido la inva-sión musulmana aunada al cambio climático—, la idea de que se había podido vivir en esta zona llevó al gobierno de Israel a establecer el BIDR en 1973. Este Instituto fue creado con el objetivo expreso de crear la base cientí-fica para el desarrollo del desierto. Está dividido en tres áreas en las que se estudia, respectivamente, la agricul-tura, el medio ambiente y el agua. El BIDR tiene también un Colegio de Posgraduados que otorga másters y docto-rados en Ciencias del Desierto. Los estudios se cursan en idioma inglés y los estudiantes trabajan en cualquiera de los tres institutos. En la actualidad, hay aproximada-mente 200 estudiantes y posdoctorantes, además de 80 miembros del plantel académico.

La agroforestación por escorrentíaEn el Desierto del Néguev, la fuente de agua inmedia-tamente disponible son las escorrentías. La calidad de esta agua es excelente y puede ser utilizada sin ningún

tipo de tratamiento. El sistema que desarrollamos esta-ba basado en una idea autóctona: concentrar el agua de escorrentía en parcelas. El agua colectada puede ser per-dida por percolación, al drenar por debajo de la máxima profundidad radicular; por evaporación directa a la at-mósfera, y también por transpiración directa, mediante los árboles. Para minimizar las pérdidas por evaporación directa desde la superficie del suelo entre las hileras de árboles, plantamos un cultivo intermedio. Este sistema es conocido como agroforestación, y debido al sistema pe-culiar de irrigación que empleamos lo hemos bautizado como agroforestacion de escorrentía (runoff agroforestry).

En este caso utilizamos árboles de leguminosas (Acacia saligna), que son capaces de absorber nitrógeno por medio de asociaciones bacteriales en las raíces. Los troncos y ramas pueden ser utilizados para hacer fuego, las hojas para alimentar directamente al ganado caprino o alternativamente compostarlas y agregarlas al suelo como fertilizante para el cultivo intercalado.

El sistema descrito es sostenible a largo plazo, ya que el nivel de nutrientes es mantenido sin necesidad de utilizar fertilizantes exógenos. Para maximizar la producción de biomasa, los árboles son podados antes de plantar el cultivo intermedio. Bajo estas condiciones, no hay competencia por agua entre las dos especies y la eva-poración desde la superficie del suelo es muy reducida, ya que la superficie está cubierta por el cultivo. Cuando el follaje de los árboles se desarrolla, el cultivo intercalado llega a la madurez y no consume agua. Los árboles ab-sorben agua de las capas más profundas, a las cuales las

Figura 1. Cisterna llena de agua (a) y parcelas inundadas después de un evento con escorrentía (b).

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raíces del cultivo intercalado no llegan. Los resultados aparecen en la Figura 3, en la que la biomasa de los ár-boles aparece en la abscisa y la producción de los árboles en la ordenada. La producción máxima de cultivo inter-calado obtenida en una parcela sin la presencia de árbo-les está conectada por una recta a la producción máxima de árbol, obtenida sin la presencia de cultivo intercalado. Todos los puntos a lo largo de esta línea indican que au-mentar (o disminuir) la biomasa de un componente dis-minuye (o aumenta) la del otro, de manera tal que no hay beneficio para el sistema en su conjunto. Pero en el caso de los árboles, la alta densidad, entre cuyas hileras fue plantado el cultivo de manera intercalada —mismo que había sido previamente podado—, hace que la producción sea más alta de la que se produciría si los árboles y culti-vo intercalados hubiesen sido cultivados de forma sepa-

rada. La razón para esto es muy simple: en la medida que contamos con un cultivo intercalado, disminuimos la eva-poración directa que tendríamos si hubiese solamente ár-boles, y este volumen de agua es utilizado por el cultivo.

El agua de escorrentía puede también ser utiliza-da para forestación. El sistema desarrollado consiste en construir una pared de retención a lo largo de líneas de contorno. La escorrentía producida entre dos paredes de retención es retenida en la más baja y se infiltra. Los ár-boles son plantados en la zona que recibió la escorrentía, típicamente a 6 m de distancia.

La evaporación directa del agua desde el suelo es un problema serio en zonas áridas. Estas pérdidas ocu-rren con todos los sistemas de irrigación. Para estimar-las y al mismo tiempo explorar las posibilidades agro-técnicas de disminuirlas, hicimos un experimento de

Figura 2. Radio de tierra equivalente.

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Figura 3. Descripción esquemática de un

sistema de agroforestación con escorrentía.

P) precipitación; R) escorrentía;

E) evaporación de agua de la superficie

del suelo; T) Transpiración del componente

vegetal; W) pared de retención; S) spillway;

D) drenaje.

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campo en el que cubrimos la zona entre una hilera de un cultivo de maíz con polietileno negro, con las mangue-ras de agua del sistema de goteo localizadas por debajo del polietileno. Para estudiar el proceso en un sistema de irrigación no sofisticado, cubrimos la zona entre hi-leras de un cultivo de maíz irrigado por canales con el mismo material. Sistemas sin cobertura de polietileno sirvieron de estándar. Los resultados indicaron que, si bien no hubo efectos del polietileno sobre la eficiencia de la utilización de agua a nivel de hoja de cultivo, en ambos sistemas de irrigación, aproximadamente el 405 de agua aplicada fue perdido por evaporación directa. La presencia de la cobertura soluciona este problema y permite irrigar áreas más grandes con la misma canti-dad de agua, o tener los mismos niveles de producción con menos agua.

Estas conclusiones son de importancia en el contex-to de cambio climático. Además, el caso concreto de la adaptación de este antiguo sistema de irrigación a las necesidades actuales de una zona desértica, subraya la importancia de estudiar, desde perspectivas técnicas e históricas, las tecnologías desarrolladas en el pasado.

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Figura 4. Descripción esquemática del sistema de agroforestación irrigado por escorrentía.

Figura 5. Agroforestación por escorrentía. En el frente, árboles de aca-

cia saligna vuelven a crecer después de haber sido radicalmente poda-

dos; maíz empezando a crecer y tubos transparentes de minirhizotron

cubiertos con material aislador blanco. Al fondo, árboles no podados.

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La Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, criterios para su inscripción a la Lista del Patrimonio Mundial y el valor de su biodiversidad

Miguel Ángel Grageda García, Federico Godínez Leal y Horacio Ortega MoralesReserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, México

ResumenEl 10 de junio de 1993 fue decretada la Reserva de la Bios-fera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, ubicada al no-roeste del Estado de Sonora con un total de 714,566.5 ha. El 21 de junio del 2013 fue inscrita en la Lista del Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), siendo el quinto sitio natural dentro de esta categoría.

Para poder formar parte de esta lista, tuvieron que considerarse tres criterios: a) contener fenómenos natu-rales superlativos o áreas de excepcional belleza natural e importancia estética; b) contener ejemplos representa-tivos de las grandes etapas de la historia de la tierra, in-cluyendo el registro de la vida, los cuales son importantes en procesos geológicos en curso; c) contener los hábitats naturales más importantes y significativos para la con-servación in situ de la diversidad biológica, incluyendo aquellos que contienen especies amenazadas de destaca-do valor universal.

La Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran De-sierto de Altar es un área de condiciones extremas, ve-ranos calurosos y secos, con temperaturas muy bajas en invierno. Las especies tanto de flora como de fauna han evolucionado con adaptaciones a este tipo de ecosistema, lo cual ha generado que su biodiversidad sea única y que forme uno de los valores más importantes del área. Cuen-

ta con una lista de 560 especies de plantas, 225 de aves, 44 de mamíferos, 44 de reptiles, 5 de anfibios y 2 de pe-ces. Además incluye especies vulnerables que se encuen-tran en la categoría de peligro de extinción de acuerdo con la NOM-059-SEMARNAT-2010, como el berrendo sonorense (Antilocapra americana sonoriensis), el águila real (Aquila chrysaetos), el mochuelo de los saguaros (Mi-crathene whitneyi), el pez cachorrito del desierto (Cypri-nodon macularius), el lagarto cornudo de cola plana (Phrynosoma mcallii) y el cactus acuña (Echinomastus erectocentra acunensis). Además se encuentra una colo-nia de murciélagos magueyeros (Leptonycteris curasoae yerbabuenae) que durante el verano llega a reproducirse a la cueva de maternidad. Existen también dos especies de anfibios en categoría de protección especial, 12 espe-cies de reptiles amenazadas y 10 en protección especial; cuatro especiaes de mamíferos amenazadas y una como protección especial.

Descripción y justificaciónLa Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar pertenece a la ecorregión conocida como De-sierto Sonorense, uno de los cuatro grandes desiertos de Norteamérica y el de mayor diversidad biológica. Esta área se caracteriza por tener condiciones extremas, con escasa precipitación, intensa radiación solar, alta evaporación

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y baja humedad relativa, veranos calurosos y secos, con temperaturas máximas promedio de 49 °C y una máxima extrema de 56.7 °C. Durante el invierno, la temperatura puede llegar a bajar hasta –8 °C.

Dentro de la Reserva de la Biosfera podemos en-contrar un conjunto de formaciones geológicas únicas por sus extraordinarias geoformas desarrolladas por un escudo volcánico compuesto de más de 400 conos cine-ríticos; la mayor concentración en el mundo de cráteres tipo Maar, así como flujos de lava solidificada, que con-trasta con los inmensos médanos formados por dunas de arena que llegan a alcanzar hasta los 300 m de altura (CONANP, 2013).

Las especies tanto de flora como de fauna han evo-lucionado con adaptaciones para sobrevivir en este tipo de ecosistema, lo cual ha generado que su biodiversidad sea única y que forme uno de los valores más importantes del área. Cuenta con una lista de 560 especies de plan-tas, 225 aves, 44 mamíferos, 44 reptiles, 5 anfibios y 2 peces. Además incluye especies vulnerables que se en-cuentran en la categoría de peligro de extinción de acuer-do con la NOM-059-SEMARNAT-2010, como el berrendo sonorense (Antilocapra americana sonoriensis), el águila real (Aquila chrysaetos), el mochuelo de los sahuaros (Mi-crathene whitneyi), el pez cachorrito del desierto (Cypri-nodon macularius), el lagarto cornudo de cola plana (Phrynosoma mcallii) y el cactus acuña (Echinomastus erectocentra acunensis). Además se encuentra una colo-nia de murciélagos magueyeros (Leptonycteris curasoae yerbabuenae) que durante el verano llega a reproducirse a un sitio específico conocido como la cueva de la materni-dad. Existen también 2 especies de anfibios en categoría de protección especial, 12 especies de reptiles amenaza-das y 10 en protección especial; 4 especies de mamíferos amenazadas y 1 en protección especial.

Por otra parte, esta zona tiene antecedentes históri-cos importantes de ocupación humana, que se remontan a 40 mil años atrás aproximadamente (Hayden, 1976, 1998). En este lugar, la ocupación, el abandono de la tie-rra y el aprovechamiento de los recursos naturales han estado vinculados a prolongados periodos de sequía prin-cipalmente. El proceso de ocupación humana en la Sierra Pinacate tuvo lugar a través de tres periodos clásicos ob-servados en todo el noroeste de México:

1. El Paleoindio, que comprende los complejos Mal-país y San Dieguito.

2. El Arcaico, que incluye a los complejos Amargosa y Hohokam.

3. El Prehistórico Tardío, representado por los Hia-ced O’odham, también conocidos como areneños o pinacateños, y los Tohono O’odham o pápagos.

Los primeros habitantes pertenecían al Complejo San Dieguito y las primeras fases del complejo se deno-minan Malpaís. Estos eran cazadores-recolectores que vi-vían de la tierra, transladándose desde la montaña hasta el océano, buscando alimento. Esta etapa de ocupación parece haber terminado al principio del periodo glacial, alrededor de 20 mil años atrás, cuando la sequía forzó a la población a abandonar la sierra (Hayden, 1998).

Al término de la glaciación, se dio una segunda ocu-pación por el mismo grupo San Dieguito, el cual regresó pero con mejores y más variados tipos de herramientas de piedra. Durante ese periodo, el clima era más templa-do que el actual y abundaban los enebros, piñoneros, ro-bles y pastos. El área estaba poblada por mamíferos que habitan actualmente y algunos otras que se han extinto, como equinos, camélidos, mamuts, bisontes, entre otros (Hartmann, 1989).

Hace aproximadamente 5 mil años inició el perio-do climático presente, con temporadas de mucha lluvia e inundaciones. Con esto llegó una población del norte, perteneciente al Complejo Amargosa. Ellos fueron los antecesores de los pimas y pápagos (O’odham) actuales. Aquellos que colonizaron El Pinacate y Gran Desierto de Altar son conocidos como los Areneños Pinacateños, gen-te de arena o del desierto o Hia C’ed O’odham. Por pri-mera vez aparecieron en la zona los dardos y lanzas con puntas de piedra con las que cazaban pequeñas presas (Hartmann, 1989).

Los amargosanos también introdujeron instrumen-tos para moler semillas, tales como el metate, el mortero y el molino giratorio, el cual fue utilizado para procesar vainas del mezquite (péchita) en harina (Hayden, 1969).

En el año de 1698, un grupo de europeos llegó comanda-do por el Padre Kino y encontraron cerca de 200 pinacateños viviendo en el área, quienes sobrevivían de raíces y pescado. En 1850 la población fue exterminada por la fiebre amari-

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lla y los sobrevivientes emigraron hacia el norte. El último residente Hia C’ed O’odham que vivió en la zona fue Juan Carvajales, quien abandonó el área en 1912. Después, los O’odham visitan el área para realizar ceremonias sagradas o como ruta en su viaje al Golfo de California para colectar sal y conchas marinas (CONANP, 2013).

Criterios para la inscripción como Patrimonio Mundial de la UNESCOPara poder justificar un sitio como Patrimonio Mundial de acuerdo con la Convención del Patrimonio Mundial de la UNESCO se han establecido 10 criterios; los primeros 6 se refieren a valores culturales y los últimos 4 son valo-res naturales. En este caso la justificación para incluir a la reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar se basó en los criterios vii, viii y x, que se describen a continuación:

• Criterio vii. Contener fenómenos naturales super-lativos o áreas de excepcional belleza natural e im-portancia estética.

• Criterio viii. Contener ejemplos representativos de las grandes etapas de la historia de la tierra, inclu-yendo el registro de la vida, los cuales son impor-tantes en procesos geológicos en curso.

• Criterio x. Contener los hábitats naturales más im-portantes y significativos para la conservación in situ de la diversidad biológica, incluyendo aquellos que contienen especies amenazadas de destacado valor universal.

GeologíaEl aspecto geológico de El Pinacate y Gran Desierto de Al-tar es el principal atractivo del área, debido a las caracterís-ticas tan variadas y contrastantes de su geomorfismo, y es el valor que más aporta para justificar tanto el criterio vii como el viii, ya que se pueden encontrar cuerpos volcánicos con sus cráteres y derrames de lava, dunas de arena conso-lidadas y móviles, lechos de arroyos, abanicos aluviales y macizos montañosos de basalto y granito.

Los afloramientos de roca en el área son de origen ígneo, metamórfico y sedimentario, con edades represen-tadas desde el Precámbrico hasta el Reciente. Este gran espectro en naturaleza y tiempo da como resultado una

amplia variedad de geoformas con orígenes e historias evolutivas diferentes, lo que hace del área un sitio geoló-gicamente complejo (CONANP, 2013).

La región experimentó una intensa actividad volcá-nica desde fines del Terciario y es la actividad volcánica más joven reconocida en Sonora. Este vulcanismo culmi-nó con la formación del escudo volcánico de El Pinacate durante el Pleistoceno tardío y gran parte del Holeoceno. Este escudo volcánico representa uno de los complejos geológicos más destacables del Gran Desierto de Altar, ocupando una superficie aproximada de 2,000 km2, la cual presenta tres cimas principales: el Pico Pinacate, el Pico Carnegie y el Pico Medio. Al conjunto se le denomina Volcán Santa Clara o Sierra Pinacate. Estos tres picos fueron las fuentes de emisión de la mayoría de los derra-mes de lava que delimitan el escudo volcánico y que ma-terializan la actividad efusiva en el área extendiéndose por más de 20 km. Son coladas de composición basáltica y naturaleza alcalina, generalmente muy vesiculares, que producen en su mayoría lavas de tipo aa (apróx. 95 %) y raras lavas tipo pahoehoe y en bloques. El volumen total de lava basáltica emitida se estima entre 150 y 180 km3

(CONANP, 2013).Otro elemento geológico relevante son los más de

400 conos volcánicos que abundan en la zona, éstos se pueden agrupar en tres tipos principales: conos cineríti-cos, conos de brechas tobáceas y conos de agregados (Cor-tés et al., 1976; Gutmann, 1976; Lynch, 1989). Asociados a los conos cineríticos y flujos de lava es común encontrar depósitos de ceniza volcánica, lapilli y escasas bombas. Este material de origen piroclástico, junto con el de conos cineríticos, es el más transportado por efecto de grave-dad, y en los casos más extremos ha sido transportado y redepositado por las corrientes intermitentes de los arro-yos que descienden pendiente abajo del escudo.

A todo el conjunto de ceniza, lapilli, bombas y blo-ques que se encuentra como constituyente esencial de los conos cineríticos o de los depósitos piroclásticos se le denomina, común y comercialmente, con el término de Morusa.

Por otra parte, del lado occidental de la Reserva se encuentra el componente geológico dominante, los cam-pos de dunas (Figura 1). Éstos forman un mar de arenas activas, también llamado Erg, de más de 550,000 ha

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(Lancaster et al., 1989). Estas dunas son lineares, cres-cénticas (transversales) y en estrella. Todas éstas pueden ser además simples, compuestas y complejas (Beveridge et al., 2006; Lancaster et al., 1989). Aunque las dunas lineares son dominantes, las dunas crescénticas comple-jas y las dunas de estrella son de mayor importancia ya que sólo existen en unas cuantas localidades en el mundo (Breed et al., 1984).

El aspecto más espectacular entre todas las carac-terísticas geológicas de El Pinacate y Gran Desierto de Altar son los nueve cráteres distribuidos alrededor del campo de lava (Cuadro 1). Estos cráteres y los campos de dunas son los que dan mayor identidad a la región. Los cráteres gigantes son el resultado de una actividad frea-tomagmática, es decir, una actividad volcánica explosiva producida por el contacto del magma con agua subterrá-

nea superficial que da como resultado explosiones de va-por muy poderosas. Estos cráteres se llaman “Maar”; en varios de éstos existían flujos de lava y conos de ceniza previos a las explosiones de vapor y es posible apreciarlos en las paredes de los cráteres (Hayden, 1998).

Decreto y nombramientosLa Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas pu-blicó en el Diario Oficial de la Federación el decreto de la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Al-tar, el día 10 de junio de 1993, con un total de 714,566.5 ha. El decreto establece, entre otras, las siguientes con-sideraciones: que en la región conocida como El Pina-cate y Gran Desierto de Altar, los ecosistemas frágiles son representativos de las zonas desérticas, así como la vegetación de dunas móviles y estabilizadas, que alber-

Figura 1. Campo de dunas del Desierto de Altar con el Volcán Pinacate al fondo.

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gan una gran riqueza de vida silvestre. En esta región viven especies en peligro de extinción como el berrendo sonorense, el borrego cimarrón, el monstruo de Gila, la tortuga de la taza y el camaleón; también hay un gran número de especies de plantas endémicas en esta región. Además presenta un gran interés geológico, por lo que se necesita establecer la naturaleza de la Reserva de la Biosfera, Área Natural Protegida, denominada El Pina-cate y Gran Desierto de Altar, con el fin de preservar los hábitats naturales de la región y los ecosistemas más frá-giles, asegurar el equilibrio y la continuidad de sus proce-sos evolutivos ecológicos, hacer uso racional y sostenible de sus recursos naturales, salvaguardar la diversidad genética de las especies existentes, en particular las en-démicas amenazadas y en peligro, así como proporcionar áreas para la investigación científica y el estudio de los ecosistemas (Diario Oficial de la Federación, 1993).

Después de la declaratoria, en el año de 1996, se pu-blica el Programa de Manejo que representa el principio rector para el manejo y uso de los recursos naturales en la zona, para garantizar la continuidad de los procesos biológicos, eventos geomorfológicos y geológicos, así como aspectos culturales y paisajísticos.

Posteriormente, 20 años después del establecimien-to del decreto oficial, la Reserva de la Biosfera El Pina-cate y Gran Desierto de Altar fue incluida en la Lista Indicativa de la UNESCO, esto en el año 2003, pero no fue sino hasta febrero del 2012 cuando se realizó una so-licitud formal para su nombramiento. Una vez iniciada

Cráter Diámetro (m) Profundidad (m) Edad (años) Tipo

El Elegante 1,609 244 32,000 Maar

El Verdugo 1,896 131 185,000 Maar

Kino 798 20 N/A Maar

Carvajales 366 30 N/A Maar

Cerro Colorado 1,116 133 18,000 Tuff Ring/Maar

El Grande 1,004 219 N/A Maar

Celaya 1,010 79 N/A Maar

La Luna 450 23 N/A Maar

Badillo 350 11 N/A Maar

El Trébol 600 76 N/A Maar

Cuadro 1. Principales cráteres del escudo volcánico de El Pinacate, basado en J. Gutman (1989).

Figura 2. Camote del desierto (Pholisma sonorae) creciendo en las

dunas de la Reserva.

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la propuesta, la Misión de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)/UNESCO decidió realizar una evaluación que ayudaría a tomar una decisión definitiva para realizar la inclusión formal de la Reserva a la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO el día 21 de junio del 2013, convirtiéndose en el quinto sitio natural dentro de esta categoría. El certi-ficado oficial fue entregado en la Ciudad de México por el Presidente de la República Mexicana el 29 de julio del año 2013, para finalmente develar la placa conmemora-tiva en la Reserva en octubre del 2013. Este importan-te nombramiento incluye un polígono con superficie de 455,207.35 ha, además de una zona de amortiguamien-to de 259,349.15 ha.

Como parte de los compromisos contraídos tras la inscripción de la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar se encuentra realizar una eva-luación constante de los indicadores clave que fueron se-leccionados para medir de manera constante el estado de conservación de la Reserva. Estos indicadores se mencio-nan a continuación:

• Extensión del campo de dunas• Cambios en el paisaje• Cobertura de especies exóticas• Uso del terreno por el ganado• Extensión y localización de los caminos• Número de actividades ilícitas causadas por turistas• Número y tamaño de tinajas• Calidad del agua• Extensión de la comunidad riparia• Área invadida por pino salado y gramíneas exóticas• Volumen de extracción de agua• Número de pozos• Número de personas que adopta prácticas sostenibles• Presencia de descargas de agua en el Río Sonoyta• Tamaño poblacional de murciélagos• Estructura poblacional de murciélagos• Estado de salud de colonias en reproducción• Tamaño poblacional del berrendo• Fragmentación del hábitat del berrendo• Extensión de cercos inadecuados• Extracción en volumen de escoria• Tamaño poblacional de peces nativos

• Presencia de peces exóticos• Uso del terreno y agua en el Río Sonoyta

BiodiversidadLa riqueza biológica única de la región y el estado de con-servación de los hábitats son los principales valores que ayudan a justificar el criterio x de la inscripción de Sitios Patrimonio Mundial de la UNESCO.

FloraEl tipo de vegetación en la Reserva de la Biosfera El Pi-nacate y Gran Desierto de Altar es representativa del Desierto Sonorense y está conformada principalmente por especies adaptadas a climas cálidos y secos. Los tipos de vegetación que se encuentran en la zona están com-prendidos principalmente por matorrales xerófilos, que de acuerdo con Rzedowski (1978) es toda la vegetación que se encuentra en los climas áridos y semiáridos.

Los bosques de cholla son importantes agrupaciones de plantas representadas por el género Cylindropuntia. Este tipo de vegetación se le puede encontrar en comu-nidades heterogéneas o en asociaciones con mezquites (Prosopis spp.), generalmente en zonas con acumulación de humedad.

También está la vegetación halófila que se encuen-tra circundando a las dunas de arena, representada prin-cipalmente por la gobernadora (Larrea tridentata), con presencia secundaria de especies del género Ambrosia, Atriplex y Encelia, según Rzedowski (1978).

Los campos de dunas carecen casi completamente de cubierta vegetal, aunque hay algunas especies adap-tadas a estas condiciones como el camote del desierto (Pholisma sonorae) (Figura 2), planta fungiforme sucu-lenta que almacena agua en el tallo y cuya raíz puede llegar a medir hasta dos metros de profundidad.

De acuerdo con estudios realizados en la región por Felger (1992), la región cuenta con al menos 560 especies de plantas vasculares divididas en 315 géneros y 85 fa-milias.

Dentro de la Reserva se encuentran especies bajo alguna categoría de protección por la NOM-059-SE-MARNAT-2010 como el cactus Acuña (Echinomastus erectocentrus acunensis) que es una especie endémica y está en peligro de extinción, o la biznaga (Ferocactus

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cylindraceus), el palo fierro (Olneya tesota) y la reina de la noche (Peniocereus greggii), que se encuentran en protección especial.

Fauna silvestreBerrendo sonorense El berrendo sonorense (Figura 3) es una subespecie de berrendo que habita exclusivamente en el Desierto So-norense, en los estados de Sonora, Arizona y California. Dentro de la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar existe actualmente una población cer-cana a los 100 individuos, número que se ha triplicado en los últimos 15 años, cuando en el año 2000 se tenía registro únicamente de 37 individuos (Figura 4). El berrendo sonorense, a diferencia de otras subespecies de berrendo, es más delgado y pequeño. Se ha adaptado a la vida en

el desierto sonorense migrando a través de los campos de dunas, encontrando refugio entre los bosques de cholla, lugar donde obtienen agua al alimentarse del fruto de la cholla en verano; además busca los sitios con presencia de herbáceas anuales y arbustivas en floración para com-plementar su dieta. La disponibilidad de alimento varía con la estacionalidad y la precipitación, razón por la cual los berrendos tienen que mantenerse en movimiento y búsqueda constante.

Lagarto cornudo cola planaEl lagarto cornudo cola plana, también conocido lo-calmente como “camaleón”, es un reptil endémico del Desierto Sonorense, específicamente de la zona de tran-sición entre los campos de dunas y el escudo volcánico, donde la superficie del suelo está completamente cubier-

Figura 3. Berrendo sonorense macho entre un bosque de sahuaros.

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ta de arena, pero aún es posible encontrar cobertura ve-getal. Es de hábitos diurnos, con mayor actividad en las primeras horas después del amanecer, y pasa parte del día enterrado en la arena. Debido a su reducida área de distribución se le considera como una especie frágil y está incluida en la NOM-SEMARNAT-059 en la categoría de peligro de extinción. Su hábitat fuera de la Reserva se ha visto amenazado por el uso continuo de vehículos “todo terreno” en los campos de dunas, por lo que actualmente se lleva a cabo un monitoreo demográfico para conocer la dinámica poblacional de esta especie en sitios con dife-rentes grados de perturbación.

IctiofaunaNo obstante la escasez de agua, en esta región existen dos especies de peces nativos endémicos que sobrevi-ven dentro de la Reserva, el pez cachorrito del desierto (Cyprinodon eremus) y el charal de aleta larga (Agosia chrysogaster). Su hábitat histórico original incluye el cauce del Río Sonoyta, pero diversos factores como la extracción de agua de los mantos freáticos para la agri-cultura, la construcción de represas y el aumento de es-pecies de plantas exóticas de alto consumo de agua como

el pino salado (Tamarix ramossisima) han provocado que actualmente el hábitat haya sido reducido a un segmento que no supera los 2 km de longitud.

El pez cachorrito del desierto es una especie que mide alrededor de 3 cm de longitud y es relativamente abundante dentro de su área de distribución. Tiene pre-ferencia por cuerpos de agua someros por lo que puede sobrevivir aun cuando el nivel de profundidad del Río Sonoyta sea muy baja (< 10 cm). Por otra parte, el cha-ral de aleta larga tiene un tamaño promedio de 8 a 10 cm, es mayor que el del cachorrito del desierto y prefie-re cuerpos de agua con mayor profundidad. Desafortu-nadamente, debido a la disminución del cauce del Río Sonoyta, es difícil encontrar sitios con profundidades mayores a los 30 cm, lo cual ha afectado al charal de aleta larga, provocando una importante disminución en su población, tanto que en los últimos tres años no se ha tenido registro alguno durante los monitoreos. En el presente, el charal aleta larga ha sobrevivido gracias a cuatro refugios que han sido establecidos para la recu-peración y reproducción de esta especie, esperando lle-gar a tener suficientes individuos para repoblar el Río Sonoyta nuevamente.

Figura 4. Número de individuos de berrendo sonorense registrados dentro de la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar

durante los censos bianuales desde el año 2000 hasta el año 2015.

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La Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, criterios para su inscripción a la Lista del Patrimonio Mundial y el valor de su biodiversidad

Murciélago magueyero y otros quirópterosEl murciélago magueyero (Leptonycteris yerbabuenae curasoae) llega a la Reserva de la Biosfera El Pinacate durante el verano después de pasar el invierno al sur de México en los estados de Guerrero y Jalisco. Su estancia en el Desierto Sonorense inicia en el mes de mayo y ter-mina en septiembre, siendo en esta temporada cuando más de 300 mil hembras viajan para dar a luz a sus crías en una cueva localizada al sureste de la Reserva conocida como la cueva de la maternidad (Figura 5).

Los sahuaros abren sus flores durante la noche y atraen al murciélago magueyero con su aroma y sabor. Es tal la relación entre estas dos especies que inclusive las proporciones de aminoácidos encontradas en el néctar es la misma que necesitan los murciélagos para llenar sus requerimientos mínimos de energía para el vuelo y la

proteína de su polen provee las cantidades que necesitan diariamente (Dimmitt, 2000).

Además del murciélago magueyero, dentro de la Re-serva se pueden encontrar otras nueve especies de quiróp-teros, todos ellos con una dieta a base de insectos, como el gran murciélago café (Eptesicus fuscus), murciélago páli-do (Antrozus pallidus), murciélago pipistrelo (Pipistrellus hesperus), murciélago nariz de hoja (Macrotus californi-cus), murciélago de California (Myotis californicus), mur-ciélago orejas grandes (Corynorhinus townsendii), murcié-lago (Myotis thysanodes), murciélago cola libre de bolsillo (Nyctinomops femorosaccus) y el murciélago mexicano de cola libre (Taradida brasiliensis).

La mayoría de ellos aprovecha cuevas y cavidades que se forman en el escudo volcánico para refugiarse de las altas temperaturas durante el día y salir a buscar ali-

Figura 5. Murciélagos magueyeros iniciando su vuelo al salir de la cueva de la maternidad.

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mento y agua durante la noche. De acuerdo con informa-ción recabada durante los 10 años de esfuerzos de moni-toreo en la Reserva, las áreas con mayor concentración de quirópteros son las de la parte oeste del escudo volcánico, donde decenas de ellos visitan un cuerpo de agua conoci-do como Pozo Nuevo. Mientras que los sitios con mayor diversidad de especies son los del cuerpo de agua natural conocido como Tinaja de los Pápagos, al norte.

AvifaunaLa Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar cuenta con una lista de 225 especies de aves, una cuarta parte del registro nacional de especies de aves en México, por lo que es evidente la importancia de su conservación, ya sea para aves residentes o mi-gratorias.

En el año 2000, la Reserva fue considerada por la Co-misión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodi-versidad (CONABIO) como un Área de Importancia para la Conservación de la Aves (AICA) debido a la riqueza de especies y por ser parte del corredor de aves que migran a través de la ruta del Pacífico (Arizmendi y Márquez, 2000).

Hay especies de amplia distribución dentro de la Re-serva, pero la mayoría tiene preferencias de hábitat más específicas, especialmente en lugares con mayor cobertu-ra vegetal y disponibilidad de agua, como el Río Sonoyta o los arroyos que se forman en las cañadas del Volcán Pinacate. También los bosques de sahuaros son sitios con una alta diversidad de aves y es aprovechado como refugio y fuente de alimento por pájaros carpinteros (Me-lanerpes spp., Picoides spp. y Colaptes spp.), tecolotes enanos, bolseros (Icterus spp.) y palomas de alas blancas.

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Retos y estrategias para la conservación

de los desiertos mexicanosLuis Fueyo Mac DonaldCoordinador Nacional de la Red Mexicana de Acompañamiento a la Agenda 2030 y los ODS de la ONU

Santiago Gibert IsernDirector de Dimensión Natural

Cesar Sánchez IbarraDirector de Conectividad y Nuevas Áreas Naturales Protegidas de la CONANP

ResumenMéxico, en la parte norte y centro de su territorio, con-centra los ecosistemas áridos y semiáridos más extensos, que abarcan entre 57 y 79 millones de ha, lo que repre-senta entre 30 y 40 % de la superficie terrestre con cober-tura natural del país.

Estos ecosistemas se caracterizan por sus ambien-tes extremos, las oscilaciones en altas y bajas temperatu-ras, así como las precipitaciones pluviales escasas, irre-gulares, intempestivas o erráticas (González, 2012). Con volúmenes promedio inferiores a la evaporación poten-cial máxima, estos territorios naturales son lugares al-tamente limitados para el establecimiento y crecimiento de asentamientos humanos, el desarrollo de actividades económicas agropecuarias e industriales y condicionan las capacidades productivas regionales. Las sequías fre-cuentes y prolongadas son características de los desiertos y semidesiertos, en los que de uno a dos años las lluvias se encuentran por debajo del promedio (FAO, 2004). Es por ello que registran las densidades poblacionales más bajas del territorio nacional y han permitido que a través del diseño y establecimiento de áreas naturales protegi-das se conserven íntegramente vastas regiones con un alto valor natural.

A pesar de las características extremas climáticas que prevalecen en los desiertos de México, es notable la variedad de especies botánicas que han logrado adaptar-se y que se calculan en más de 6 mil especies, de las cua-les 50 % son endémicas del país (Cervantes, 2005). Como

dato adicional, cabe destacar que entre ellas se encuen-tra un sinnúmero de plantas para las que la composición mineralógica del suelo juega un papel relevante en su distribución (Alcaraz, 2012). Es tal la relación íntima en-tre las plantas y el sustrato en los desiertos y semidesier-tos mexicanos que estos ecosistemas poseen el número más alto de endemismos en todo el territorio nacional. Esta riqueza florística ofrece un considerable potencial de recursos naturales forestales no maderables, con posi-bilidades de ser aprovechados de manera racional y sos-tenible, para contribuir al mejoramiento de los niveles de vida del sector rural en particular, ya que ofrecen múl-tiples alternativas de apropiación, como recursos made-rables, alimenticios, forrajeros, industriales, energéticos, ornamentales, artesanales o medicinales.

Presiones y amenazas en los desiertosDebido a la singularidad de las características abióticas que presentan los desiertos, éstos se revelan en un prin-cipio como ecosistemas frágiles; sin embargo, su alta re-siliencia, es decir, la capacidad de recuperarse a situacio-nes adversas, es notable cuando este ecosistema no se ve afectado por actividades desarrolladas por el hombre que inciden negativamente en su equilibrio ecológico.

Las actividades desarrolladas por el hombre gene-ralmente propician la degradación de los ecosistemas naturales, específicamente por pérdida de suelo y cober-tura vegetal (compactación, inundaciones, sequías, ero-sión, salinización), y en una mayor escala por pérdida

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de biodiversidad y transformación del paisaje natural (FAO, 2004).

Ahondando un poco más en la problemática, estas ac-tividades se pueden agrupar mediante su escala de impac-to, es decir, a nivel micro (pequeña escala) o macro (gran escala). Esta clasificación coincide con los periodos en que se restaura el daño causado. Si hablamos a nivel micro, estas actividades afectan directamente a especies específi-cas de flora y fauna. La extracción ilícita para el comercio ilegal es una práctica común en los desiertos, debido al ca-risma de muchas de estas especies, pues la flora única, con formas casi artísticas, se encuentra en el foco de atención de muchos traficantes para su uso ornamental.

A nivel macro, o de mayor escala, las principales causas de la pérdida de los desiertos, su biodiversidad y los servicios ambientales que nos ofrecen son: el avance de la frontera agropecuaria a través de actividades como el sobrepastoreo por ganado vacuno y caprino, y la im-plementación de monocultivos extensivos que arrasan con la flora y la fauna de grandes extensiones y deman-dan el uso excesivo de un recurso hídrico inexistente en estos ecosistemas, y si existe, su explotación es costosa, inviable y perecedera en un corto lapso, lo cual conlleva al abandono e invasión por parte especies exóticas u opor-tunistas, como la gobernadora (Larrea divaricata), y a la pérdida de biodiversidad. Por otro lado, la alta y creciente demanda de sustancias de origen natural en los mercados para su uso con fines industriales propicia la expoliación de especies a una escala mayor de la que hablamos en el párrafo anterior. El cambio de uso de suelo no sólo es pro-piciado por las actividades agropecuarias, sino también por el aprovechamiento inadecuado y muchas veces no regulado de los bancos de materiales pétreos y a una es-cala mucho mayor por la minería extensiva a cielo abierto para la obtención de materiales metálicos.

El desierto y las Áreas Naturales ProtegidasActualmente, y para contribuir a la conservación de los desiertos en México, el Gobierno Federal, a través de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), propone al Titular del Ejecutivo Federal el establecimiento de nuevas Áreas Naturales Protegidas (ANP). Actualmente ya están establecidas 176 ANP fede-rales en 25.3 millones de ha, las cuales representan casi

13 % del territorio nacional, y al menos en 44 de éstas se protegen ecosistemas áridos y semiáridos, es decir, 8.4 millones de ha, que significan el 14.5 % del total del eco-sistema reportado para México. Cabe mencionar que en tan sólo en 10 ANP que se ubican en el norte de México se concentra el 30 % del ecosistema protegido.

Algunas de las especies de flora icónicas, endémicas, registradas bajo alguna categoría de riesgo de acuerdo con la NOM-059-SEMARNAT-2010 o de mayor relevan-cia para México, que se distribuyen en las Áreas Na-turales Protegidas, entre muchas otras, son: el sotolín, sollate barrigón o pata de elefante (Beaucarnea gracilis) y la biznaga tonel grande (Echinocactus platyacanthus), que se encuentran en la Reserva de la Biosfera de Tehua-cán-Cuicatlán, en Puebla y Oaxaca. Además, están tam-bién los cirios (Fouquieria columnaris) que se encuentran en el Área de Protección de Flora y Fauna Valle de los Cirios en Baja California; el Cephalocereus senilis y el bonete o birrete de obispo (Astrophytum myriostigma), que se encuentran en la Reserva de la Biosfera Barran-ca de Meztitlán, y la biznaga tonel dorada (Echinocactus grusonii), que se distribuye en la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda de Querétaro.

En cuanto a la fauna, las especies bandera que se encuentran en alguna categoría de riesgo de acuerdo con la NOM-059-SEMARNAT-2010 y que se encuen-tran protegidas en las ANP con desierto son: el berrendo (Antilocapra americana), distribuido en la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar; el borrego cimarrón (Ovis canadensis), ubicado en la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, y la zorra del desierto (Vulpes ma-crotis), ubicada en el Parque Nacional Cumbres de Mon-terrey, entre otras.

Sin embargo, el grupo de los reptiles es el que más presión sufre debido a la colecta ilegal para su cautiverio, por ejemplo: el camaleón cornudo (Phrynosoma cornu-tum) y la tortuga del desierto o tortuga galápago de Ma-pimí (Gopherus flavomarginatus), que se distribuye en la Reserva de la Biosfera de Mapimí; la tortuga bisagra o tortuga de Cuatro Ciénegas (Terrapene coahuila), que se distribuye en el Área de Protección de Flora y Fauna de Cuatro Ciénegas; ofidios coloridos y el monstro de Gila (Heloderma suspectum) están entre las principales espe-cies amenazadas por estas malas prácticas.

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Retos y estrategias para la conservación de los desiertos mexicanos

Dentro del nuevo marco estratégico para la con-servación de estas especies y ecosistemas, la CONANP prevé para la presente administración (2013-2018) in-crementar en al menos 17 nuevas Áreas Naturales Pro-tegidas federales, y así mejorar la representatividad de los desiertos y semidesiertos. Este aumento significa la protección de más de 3 millones de ha y alcanzar el 35 % de la superficie protegida de desiertos y semidesiertos en México (Cuadro 1 y Mapa 1).

Caso de estudio: proyecto de creación de la nueva ANP en el Desierto Semiárido de ZacatecasHoy, para cumplir las metas de Aichi inscritas en el Convenio de Diversidad Biológica (CBD), la CONANP ha propuesto la creación de la Reserva de la Biosfera para el Desierto Se-miárido de Zacatecas, con una extensión de 2,577,126.7746 ha, a la que únicamente le preceden las Reservas de la Bios-fera del Vizcaíno y la de Valle de Cirios, que se encuentran entre las más extensas de estos ecosistemas a nivel mundial.

RB: Reserva de la Biosfera; APFF: Área de Protección de Flora y Fauna; APRN: Área de Protección de Recursos Naturales; MN: Monumento

Natural; SANT: Santuario. * En trámite de publicación, el Aviso en el Diario Oficial de la Federación.

Cuadro 1. Proyectos de nuevas ANP federales con desierto y semidesierto, 2013 - 2018.

Categoría prevista

Nombre Entidad federativaFecha de aviso en

Diario Oficialde la Federación

Representatividad de desierto

y semidesierto (ha)

1 RB Desierto Semiárido de Zacatecas Zacatecas 23 de junio del 2014 1,603,147.57

2 RB Sierras La Giganta y Guadalupe Baja California Sur 26 de junio del 2014 1,302,197.66

3 RB Wirikuta San Luis Potosí 15 de octubre del 2012 91,378.95

4 RB Sierra Mójet Iimtóoj Sonora * 68,533.68

5 RB Islas del Pacífico de Baja CaliforniaBaja California y

Baja California Sur3 de junio del 2005 45,111.54

6 RB Bahía de San Quintín Baja California * 31,203.02

7 RB Sierra de Tamaulipas Tamaulipas 5 de junio del 2006 27,665.53

8 APFF Sierra Pinta Sonora27 de noviembre

del 201225,233.79

9 APFF Sierra de Arteaga Coahuila27 de noviembre

del 200218,993.08

10 RBConstitución de 1917

(corredor de bosque mesófilo)Hidalgo * 4,564.44

11 APFF Bahía de Santa María Sinaloa27 de noviembre

del 20123,872.37

12 APRN Peña Colorada Querétaro 25 de julio del 2014 1,759.89

13 APFF Sierra Huérfana Sonora27 de noviembre

del 2012276.36

14 MN Estero El Soldado Sonora 5 de junio del 2008 164.14

15 MN Cerro Tetakawi Sonora 30 de agosto del 2011 92.37

16 MN Arco de Cabo San Lucas Baja California Sur 1 de febrero del 2008 49.85

17 SANT Cueva de la Boca Nuevo León 5 de junio del 2006 19.09

3,132,884.38

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Con la creación de esta nueva área (Mapa 1) se busca proteger alrededor de 80 especies de fauna, 9 de las cua-les son endémicas y 19 con alguna categoría de riesgo de acuerdo con la NOM-059-SEMARNAT-2010, entre las que destacan el águila real (Aquila chrysaetos), el perrito de la pradera (Cynomys mexicanus), el gorrión de Worthen (Spi-zella wortheni) y la mariposa monarca (Danaus plexippus).

Estudios de inventario base indican que en la región se distribuyen 467 especies de flora, 16 de éstas incluidas en alguna categoría de riesgo conforme a la NOM-059-SEMAR-NAT-2010 como diferentes especies de biznagas de los géne-ros Echinocactus, Ariocarpus y Ferocactus, el pino piñonero (Pinus pinceana) y el piñón enano (Pinus johannis).

Conforme al “Análisis de vacíos y omisiones en conser-vación de la biodiversidad terrestre de México”, realizado por instituciones públicas y civiles, el proyecto considera 29 sitios prioritarios para la conservación. Entre ellos se desta-ca la Laguna de los Ahorcados, denominada como humedal de importancia internacional por la Convención Ramsar, la cual se ubica dentro de la Región Hidrológica Prioritaria (RHP-51), misma que es vital debido a la presencia de zo-nas de recarga de acuíferos. A su vez, la creación de esta Reserva de la Biosfera facilitará la derrama económica para sus pobladores, ya que es un sitio de alto interés para el desarrollo de actividades cinegéticas con especies como el venado bura (Odocoileus hemionus), el venado cola blanca

Mapa 1. Proyectos de nuevas ANP federales con desierto y semidesierto, 2013-2018.

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(Odocoileus virginianus), el guajolote silvestre (Meleagris gallopavo), las palomas (Zenaida spp.) y el pecarí (Tayassu tajacu), además de actividades ecoturísticas. Este proyecto también contempla la conservación de un área importante de matorral desértico, que es único en el mundo por su ri-queza biológica, pues contiene el mayor número de especies vegetales endémicas de México.

Garantizando un futuro para los desiertos mexicanosEs innegable la vasta extensión que ocupan los desiertos en el territorio nacional, por lo que estos ecosistemas re-quieren de una especial atención por parte de la sociedad mexicana, ya que parte de nuestra identidad cultural está íntimamente ligada a ellos. Un claro ejemplo es el águi-la real (Aquila chrysaetos), la víbora de cascabel (Crotalus molossus) y el nopal (Opuntia spp.), especies que aparecen en el escudo nacional de México, y representativas de las regiones áridas y semiáridas. Las metas y los retos a los que CONANP se enfrenta en la actualidad están enfoca-dos a salvaguardar el capital natural mexicano a través de la implementación y funcionamiento de las áreas natura-les protegidas, así como la atención y manejo de políticas públicas multisectoriales, que no comprometan el capital natural y que propicien mejores condiciones de vida. En es-tas regiones del país, las ANP son la principal herramienta con la que contamos para detener las recientes presiones que afectan el equilibrio de estos espacios naturales.

Es necesario implementar innovadoras alternativas de desarrollo enfocadas a mejorar los sistemas tradicio-nales de producción rural y ordenar y regular correc-tamente aquellas actividades de mayor impacto, como pueden ser la minería y las actividades agropecuarias extensivas, teniendo como base la protección de los espa-cios naturales decretados como áreas protegidas.

Asimismo, la implementación de alternativas con el fin de lograr un mayor desarrollo socioeconómico con-templa la diversificación de actividades que sean más sostenibles. En este aspecto, la CONANP, a través de sus programas de apoyo en ANP, busca la capacitación de sus habitantes para que éstos desarrollen y establezcan actividades que directamente conlleven a la conservación de la biodiversidad como su forma de ingreso económico, considerando en esta línea el ecoturismo, la observación de fauna e incluso su participación como guardaparques.

Otra línea trazada en nuestro gran esfuerzo para garantizar en la medida de lo posible la conservación de los ecosistemas áridos es la de divulgar la excelencia de estos ecosistemas a través del uso de herramientas de co-municación, como la fotografía, las cápsulas informativas y los ciclos de entrevistas en los medios informativos diri-gidos a la sociedad mexicana. Solamente así, a través de la divulgación del capital natural y la consecuente identifica-ción social con estos valores, lograremos la permanencia de estos ecosistemas para legarlos a las generaciones futuras.

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La paleontología en México, del estudio del pasado a la sostenibilidad del futuro

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Cuatro Ciénegas, example of Non-Sustainable Agriculture

SummaryThe Cuatro Ciénegas Basin (CCB), in Coahuila, Mexico, is a unique desert due to the fact that water has been kept underground as a result of its geological history. This water emerges to the surface and can be observed in wetlands and spectacular ponds. The presence of water indeed marked the valley’s biology and history, but a mistake was made when water in the desert was taken as an opportunity to cultivate one of the most water requiring crops, alfalfa (Medicago sativa L.). Open canals distributed water long distances, day and night, disregarding loss through evaporation and with no concern of whether it was even needed, and this resulted in blatant waste. Water levels have dropped considerably, resulting in the disappearance of some ponds and deteriorating wetlands. There is no a big water shortage in the city of Cuatro Ciénegas, and thousands of walnut trees that used to be a feature of the CCB have died.

The State of Coahuila depends strongly on li-vestock for meat and milk production. Nationally, Coahuila ranks seventh in the production of alfalfa, (1, 742,149.70 Mg) whose primary destination is to feed the livestock in the country’s largest milk-producing area: the Comarca Lagunera. For this reason, the al-falfa produced at Cuatro Ciénegas is not used locally but transported to other regions, which adds to produc-tion costs. Alfalfa is, in fact, a direct water export out of the valley.

In the CCB, evapotranspiration demand is higher than precipitation and this generates a water deficit throughout the year. For this reason, the majority of soils have a high salt concentration on the surface and therefore are very vulnerable to desertification. The-se climate and soil conditions strongly constrain agri-cultural activities. For several years now, our group

Figure 1. Map of the Chihuahuan Desert (this is not the final one)

Gabriela Olmedo-AlvarezCINVESTAV – Irapuato, México

Valeria Souza and Luis E. EguiarteInstituto de Ecología, UNAM, México

Silvia PajaresFacultad de Ciencias, UNAM, México

Felipe García-OlivaInstituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES), UNAM, México

Yunuen Tapia-TorresENES Morelia, UNAM, México

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Cuatro Ciénegas, an Example of Non-Sustainable Agriculture

has studied how nutrients are cycled in this particular site of the CCB with present-day agricultural practi-ces. The transformation of native grassland into agri-cultural land induces drastic changes in soil nutrient dynamics, as well as in the bacterial community that decrease in biodiversity in soil with alfalfa crops. The bacterial diversity (an indication of a soil’s health) of the native grassland soil is higher than in the mana-ged plots. Furthermore, the soil processes associated with phosphorus, an essential element for plants and microorganisms, are very vulnerable to management due to the low phosphorus content naturally present in the CCB. After ten years of study, we have obser-ved that with the suspension of agricultural practices, some of the soil characteristics slowly recover their na-tural state. Unfortunately, when land is limited by wa-ter there is a reduction in soil nutrient availability, as is the case of organic carbon, dissolved organic nitro-gen and phosphorus recycling, and this reduction defi-nitively constrains the productivity of the ecosystem.

We have also been working with teachers and stu-dents at CBTA22, the CCB rural high school, for many years now. These projects aim to understand diversity and also try to bring new agricultural technologies. We think that there is much to improve by technification, alternative crops and applications of biotechnology, to conciliate the reality of the water shortage with sustai-nable agriculture in the CCB.

1. Introduction. The Chihuahuan Desert and Cuatro Ciénegas, CoahuilaThe Chihuahuan Desert is the most extensive in North America (507,000 km2). It starts south in the States of Zacatecas and San Luis Potosi, covering large portions of the States of Chihuahua and Coahuila, and reaches up into Arizona, southern New Mexico and Texas in the United States (Figure 1). Two extensive mountain ran-ges, the Sierra Madre Occidental on the west and the Sie-rra Madre Oriental on the east, border the Mexican part of the Chihuahuan Desert.

These mountains block most of the moisture from the Gulf of Mexico and the Pacific Ocean and this is the principle reason that the desert developed, as the mois-ture did not reach land. In addition, Hernandez and

Gómez-Hinostrosa have proposed that the Chihuahuan Desert be delimited by the patterns of distribution of endemic flora (Hernandez an Gómez-Hinostrosa, 2005). As in other deserts, barrel cacti and prickly pear can be observed, but creosotebush, mesquite, agave and ocoti-llo appear throughout the Chihuahuan Desert (indicator plants). However, one plant, the lechuguilla, a kind of agave, is endemic to the Chihuahuan Desert.

Cuatro Ciénegas and Mapimí are the two areas of this desert that have the lowest altitude, registering the highest temperature in summer and the least pre-cipitation. Within the Chihuahuan Desert, the Cuatro Ciénegas Basin is a unique oasis, a Ramsar Site and Protected Area since July 1994 and is considered a hi-gh-priority site for conservation by the Mexican Natio-nal Commission for the Knowledge and Use of Biodi-versity (Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad – CONABIO) and the World Wild-life Fund (WWF). Furthermore, the CCB is exceptional given that water is preserved as a result of its geolo-gical history. This water emerges to the surface as a consequence of a magmatic pouch, deep in the middle mountain of San Marco. This water can be observed in wetlands and spectacular ponds. The presence of wa-ter indeed marked the valley, but it was a mistake to interpret having water in the desert as an opportunity to cultivate one of the most water requiring crops, the alfalfa (Medicago sativa L.).

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Evaporation

Figure 2. Monthly precipitation and evaporation at the Cuatro Ciéne-

gas weather station (26°58’00” N and 102°04’00” W). Source: http://

smn.cna.gob.mx/

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Open canals were built that distributed water long distances, with the consequent evaporation and water delivered straight-out, day and night, even if it did not serve a purpose. People had the right to receive it and waste it. Over the last few years, water levels have consi-derably dropped, resulting in the disappearance of some ponds and the deteriorating of wetlands. Cuatro Ciéne-gas now has a strong water shortage, and thousands of walnut trees and vineyards that used to be a feature of the CCB have now died.

2. Environmental Conditions of the CCB, Research on Soil and Nutrients Recycling The CCB is located in the Chihuahuan Desert in the central-northern of Mexico (26°45’- 27°00’ N and 101°48’- 102°17’ W). It comprises an area of 150,000 km2, of which 60% corresponds to flat areas in the bottom of the valley at an altitude about 740 metres above sea level and the other 40% is occupied by mountains (Molina, 1991). This basin is surrounded by mountains and therefore is consi-dered as a closed basin (endorheic basin). The climate is seasonally arid with two contrasting seasons (http://smn.cna.gob.mx/). The first, from November to April, is cold (with minimum and maximum temperatures of 4 and 31°C, respectively) and dry (with 51 mm precipitation, on average, during the season). The second season, from May to October, is hot (with minimum and maximum temperatures of 15 and 35°C, respectively) and more

than 60% (155 mm) of the total annual rainfall is concen-trated within this season. Consequently, the evapotrans-piration demand is higher than precipitation, generating a water deficit throughout the year (Figure 2). Further-more, the annual rainfall has a substantial variability from year to year, with some years receiving 415 mm y-1 (i.e.: 1958), while other years can be very dry, such as the year 2011 (36 mm y-1), which had a rainfall amount with low prediction. The San Marcos Sierra divides the CCB into two valleys. On the western side of the basin, Juras-sic-era gypsum is the dominant parental material while Jurassic-era limestones dominate the eastern side (Mc-Kee et al., 1990). According to the World Reference Base for soil resources (WRB 2015), the dominant soils are Gypsisols and Calcisols for the western and eastern si-des, respectively (Tapia-Torres et al., 2015a). These soils are alkaline with pH higher to 8.5 (López-Lozano, 2012; Tapia-Torres et al., 2015a, 2015b), and the soil electrical conductivity is between 9 to 15 mS m-1, thus these soils are considered to have high salinity (Martínez-Piedragil, 2013). For this reason, the majority of soils have a high salt concentration on their surface and are therefore hi-ghly vulnerable to desertification.

These soils are also characterized by low nutrient content. Soil carbon and nitrogen concentrations are low (range 6 to 13 mg g-1 and 0.3 to 0.9 mg g-1 for carbon and nitrogen, respectively; Tapia-Torres et al., 2015b). In ad-dition, the soil nitrogen can quickly be lost by volatiliza-

Table 1. Regional production of two of the main crops for cattle feeding.

Cultivated land (ha) Yield (Ton) Value of Production (pesos x 1000)

Yield Ton/ha

Alfalfa (Medicago sativa L.)

San Pedro 4,750 429,794 184,700 90.49

Cuatro Ciénegas 3,100 158,100 110,812 51

Torreon 1,587 126,254 60,561 79.5

Forage Corn San Pedro 2,265 98,745 63,264 27.93*

Cuatro Ciénegas 2,422 128,364 89,855 37.09*

Torreon 1,018 44,554 26,241 25.77*

Data from INEGI, 2014.

Note: For the statistics, an 18-month period was considered, from planting to harvesting in both Autumn–Winter and Spring–Summer cycles,

and the yield of perennial cultures.

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tion, because these soils have low availability of organic carbon (López-Lozano et al., 2012; Tapia-Torres et al., 2015b). Similarly, the soil phosphorus concentration is lowest among soils of the Chihuahuan Desert (Tapia-To-rres and García-Oliva, 2013) and it is strongly bound to calcium, resulting in inhospitable to life (Perroni et al., 2014). Consequently, the soil microorganisms must de-velop different strategies to acquire the phosphorus of different molecules (organic and inorganic). For exam-ple, Tapia-Torres et al. (2016) described that the CCB’s native bacteria can obtain phosphorus from stable inor-ganic molecules (Calcium phosphate) by solubilization, using acid sulphate compounds and from different orga-nic molecules (i.e. phosphomonoesters, phosphodiesters and phosphonates) by producing different exo-enzymes. Furthermore, these authors found that the DNA is the primary source of available phosphorus for microbial community. These results suggest that the composition

of the soil microbial community play an important role in soil phosphorus dynamics. This is why, changes in the composition of the microbial community can reduce its capacity of obtaining phosphorus from unavailable for-ms. In conclusion, the soils in the CCB are very limited in terms of nutrients, i.e., mainly phosphorus. These nu-trient conditions, along with climate and soil salinity, strongly constrain agricultural activities.

3. Regional Agriculture Activities. The State of Coahuila depends strongly on livestock for meat and milk production. Nationally, Coahuila ranks seventh in the production of alfalfa (1, 742,150 Mg), whose main destination is to feed the livestock in the country’s largest milk producing area: the Comarca Lagunera in the State of Durango. For this reason, the alfalfa produced at Cuatro Ciénegas is not used locally but transported to other regions, which adds to the cost

Figure 3. Alfalfa field with waternin by logging, ejido de Cuatro Ciénegas

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Cuatro Ciénegas, an Example of Non-Sustainable Agriculture

of production. In the Municipality of Cuatro Ciénegas, the surface area for agricultural activities ranged from 3,200 to 6,600 ha year-1 in the last decade (2001–2010). Sometimes, parts of this area are used for sorghum and maize production, but generally, the area is used for the cultivation of alfalfa (Table 1; around 50 to 100%; INEGI, 2014). In conclusion, the cultivation of alfalfa by flooding unequivocally represents the major drive of the degrada-tion of the ecosystem on a regional scale.

4. The Impact of Alfalfa in CCB soils In the 80s, in the CCB, alfalfa (Medicago sativa L.) plan-ting intensified, mainly in the eastern side of the ba-sin, whereby the surface of native grasslands declined. Nowadays, the production of alfalfa by means of gravity irrigation involves flooding the fields with oasis water, which is channelled through open canals for hundreds of kilometres. This practice certainly threatens the sus-tainability of the wetlands at the CCB and degrades the soil and vegetation system. Over several years, our group has studied how nutrients are cycled in this particular site of the CCB with present-day agricultural practices. The transformation of native grasslands into agricultu-ral land induces drastic changes in soil nutrient dyna-mics, as well as reduces the diversity of bacteria in the soil where alfalfa crop grow (Hernández-Becerra et al., 2016). As a result, the soil pH decreases to 7 and the ni-trification strongly increases. Therefore, nitrogen is more vulnerable to losses from the soil. Similarly, the soil bac-terial community of the native grassland soil is distribu-ted in higher numbers of phyla than the managed plots, suggesting that some functional groups are being lost. Among them, the more significant group is the Cyano-bacteria, proposing that the soil has a reduced capability for nitrogen fixation from the atmosphere and in turn, increases the need for fertilizers. Additionally, the soil processes associated with phosphorous availability (i.e. formation of organic molecules by life) are very vulnera-ble to management due to the low phosphorous soil con-tent naturally present in the CCB and, as a consequence of the decrease of bacteria associated with phosphorous transformation (Tapia-Torres et al., 2015a). For exam-ple, the phosphatase activity decreased significantly in the cultivated plots in relation to native grassland soil

(Hernández-Becerra et al., 2016). In conclusion, the dy-namics of soil nutrients are strongly disrupted and the soil structure of the soil bacteria community is modified with present-day agricultural practices.

Furthermore, the reduction of soil water content due to agricultural management affects nitrogen recy-cling. First, the input of soil organic matter decreases in natural grassland and heterotrophic bacteria reduce their rate of nitrogen conversion into organic compounds within the cells, which results in lower N (ammonium) availability, higher nitrification rates and, therefore, ni-trogen in the nitrate form is susceptible to be lost from the system as it has been reported for the driest vege-tation type within the CCB (López-Lozano et al., 2012; Tapia-Torres et al., 2015b).

Unfortunately, the agricultural plots must be aban-doned after 10 years of use in agriculture mainly due to soil salinization. For example, the soil’s electrical conduc-tivity increased four times in the plots in use for agricul-ture compared to those that were abandoned (3.4 to 15.6 mS m-1, respectively; Hernández-Becerra et al. 2016). The soil phosphorus was also affected after abandon-ment, the organic phosphorus decreased two times and the proportion of the more occluded inorganic phosphorus forms (those only extracted with H2SO4) increased from 3% to 18% in the native grassland soil and abandoned plot soil, respectively (Martinez-Piedragil, 2013). These results suggest that the release of available phosphorus is more difficult in the abandoned plots. Additionally, the biodiversity of soil bacteria was reduced around 72% in the abandoned plots in comparison with the cultivated plot, and the bacteria community was also dominated by fewer bacterial species in comparison with the bacte-rial communities from the cultivated plot and the native grassland soil (Hernández-Becerra et al., 2016). The-se results submitted that the soil microbial community probably lost the bacterial species that had the ability to release phosphorus from different normally unavai-lable forms. As a consequence, some of the soil charac-teristics slowly returned to their natural state after the agricultural activity was stopped (Hernández-Becerra et al. 2016). These results suggest that this dry ecosystem has a low resilience and that it is highly vulnerable to intensive agricultural management. Unfortunately, the

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local alfalfa producers have mentioned that the surface area of abandoned plots has been increasing over the last few years. Therefore, the actual agriculture system is not sustainable and it is compromising the services that can offer the ecosystems within the CCB.

6. Candelilla, Overexploitation and the End of a Risky Business Candelilla (Euphorbia anthisyphilitica Zucc.) is a small succulent that grows in clusters of thin vertical stems of opaque bluish colour, with a thick wax coating (Figure 6). The name candelilla could be translated as ‘little cand-le’. As a plant adapted to the desert, it withstands high temperatures and dry conditions (its wax prevents water loss). It has very tiny leaves, where the stem is in char-ge of photosynthesis and beautiful tiny flowers grow all along the stem. Candelilla is considered a non-wood fo-rest product. It is the source for one of few natural waxes of commercial value and is used in industrial products like chewing gum, candles, varnishes, pharmaceuticals

and cosmetics. Even with severe competition from syn-thetic waxes, natural waxes remains in demand due to specific properties they have. Non-wood forest products have received international attention as a result of the increasing awareness of biodiversity conservation and the sustainable and protective use of forest resources. It is proposed that sustainable exploitation of these resour-ces could improve their livelihood through supplemental income and employment.

The Candelilla plant is native to several States in northern and central Mexico and small areas of New Mexico and Texas in the United States. Commercial production and export of candelilla wax from this plant takes place only in Mexico. Historically, the production of candelilla wax has been concentrated in the State of Coahuila (80% of candelilla wax comes from Coahuila) (Candelilla Institute: http://www.candelilla.org) .

The traditional method of candelilla exploitation for the wax, involves the total removal of the plant (shoot and root), so despite its great regenerative capacity,

Table 2. Technologies available or to be developed for farming in the desert

Known technologies Biotechnology

Soil Microorganisms, compost to increase organic material, which holds more water and decreases the amount of evaporation.

Periodic soil analysis.Water management, proper irrigation techniques to avoid soil

salinization.

Discovering microbes that improve soil water re-tention, fertility and plant resistance to pathogens

and parasites.

Water Farming methods that use much less water, getting away from flood irrigation and move into drip irrigation; combined with plastic mulch, further reducing evaporation and using it to deliver fertilizer. Protected agriculture (tunnels and green

house).

Aeroponic and hydroponic systems do not require pesticides, require less water and space than

traditional agricultural systems with sun power, to limit energy costs.

Plants/seeds Choose the right crops.Choose seeds adequate for the type of soil and management.

Develop drought resistant seeds.Alternative crops.

Salt and drought tolerant plants, both from GMOs and traditional breeding.

Plagues/weeds Hydroponics, soil free crops, new fertilizers, compost, biological control, improved plant nutrition.

Adequate preparation of the land, crop rotation.

Genes that could be the source of biomolecues of biotechnological relevance.

Management Conservation tillage.

Access to information

Technology for arid regions, policy and culture.Directory of regional universities and research centres.

Workshops and education.

Applications for access to remote support and communication with experts; Applications

(drones set up) with sensors to obtain data on land topology, water excess, weeds and other

anomalies.

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many of the natural populations have been eliminated (Gómez-Lorence, 2011). To get the wax, workers, known as candelilleros, gather the plant from the wild. It takes about 50 pounds of the candelilla plant to make a pound of wax, so candelilleros first process it in the field, boi-ling the plants in a mixture of water and sulphuric acid, which they sometimes obtain from old car batteries. Boi-ling releases the wax, which floats to the surface where it is collected and dried. By doing the first processing, candelilleros can obtain much more wax that they can take to the market, than if they were just transporting the plants themselves. The high heat and the sulphuric acid the candilleros use to extract the wax in such rudi-mentary conditions pose serious risks, but the candille-ros deem these necessary for the extra money they can earn from it.

The candelilla plant was included in the Conven-tion on International Trade in Endangered Species of Wild Fauna and Flora (CITES) in 1975 due to levels of harvesting that had significantly reduced its native po-pulation during the 1940s. Since 1938 (documented in a thesis by Roblero-Flores, 2012), it was already known that collecting candelilla by uprooting the plants by hand was ‘irrational’ (probably the term non-sustainable was not used back then), as this resulted in destruction and low regeneration. Through this practice, the resource de-pleted and the gatherers are displaced or its source of income limited.

In a documentary by Lorenzo López Basbosa, that can be watched on YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=o9S-fDDfTNA), a candelillero is observed ri-ding his donkey to collect candelilla. At one point, the

Figure 4. Abandoned plot.

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candelillero remarks that uprooting the plant by its roots is a bad idea, because it won’t grow back, which means that they’ll have to ride further in order to find it in the future. It is then obvious that the candelilleros know that the practice of uprooting the plant is not sustainable, but they lack proper tools and technical advice. Sadly, despite the hardship and health risks, they earn very little money from it and generally live in poverty.

Since 1999, there is a Mexican regulation (NOM 018 Recnat-1999) that dictates the right moment to cut the candelilla, depending on its size and stage of deve-lopmental, in order to ensure that it is used in sustai-nably. The most important aspect is the regeneration of its populations. In order to exploit the candelilla, specific permission must be obtained, and a persona must be technically trained. There used to be around 300 people at Cuatro Ciénegas, Ocampo and San Pedro that worked with candelilla for wax production. The National Forestry Commission of Mexico (Comisión Nacional Forestal – CONAFOR) and CONABIO are in the process of creating an inventory of candelilla in the State of Coahuila to learn the real dimension of the problem of the reduced populations. Given that people who collect candelilla have to walk longer distances to obtain the plant, it has been suggested that the plant be introduced in nurseries and even into modernized pans and furnaces in order to extract the wax with less effort and in safer conditions. Mexican researchers are working towards the production of candelilla seedlings through cuttings, analysing different ecotypes with a variety of treatments. In candelilla tests with plants obtained from various localities, Villa-Castorena et al. (2010) determined that, under tunnel-type green hou-se experiments, the plant from Cuatro Ciénegas was superior to other ecotypes in its ability to regenerate. Given these positive results, it would be interesting to finance a project to cultivate candelilla in the CCB. It would be an excellent idea to pursue this project if it were, in fact, possible to introduce candelilla not just in the wild but also in nurseries and set up the techni-cal conditions to safely extract the wax. This would be a long-term project and could benefit many generations of candelilleros.

7. Workshops for Knowledge Transfer and Environmental Education at the Cuatro Ciénegas High SchoolIn the CCB there is much to improve by technification, alternative crops and applications from ‘green biotech-nology’ to conciliate the water shortage reality with sus-tainable agriculture. Furthermore, we believe that the children and young people in the CCB are the agents of a profound change in the perception of water as a limi-ted and precious resource in the desert. For this reason, we have worked for many years now with teachers and students at CBTA #22, the CCB rural high school, not just in projects aimed towards understanding biodiversi-ty but also on workshops and activities whose objectives are to bring new environmentally friendly agricultural technologies to the CCB.

Furthermore, with the help of talented educators and artists, we have used environmental education through art as a tool to raise elementary school children’s environmental consciousness. We have also approached biotechnological companies who focus on agriculture that have generously contributed knowledge or implements, such as Azul Natural and, ENCORE Biotechnology INC.

The authorities of the CBTA #22 high school were hi-ghly receptive and lent one of the school’s classrooms and changed it into a molecular biology laboratory. This labo-ratory is fully equipped for different workshops, including sophisticated equipment for Molecular Biology. To make teachers comfortable with the laboratory and the new me-thods, we first carried out a living science workshop for ten teachers at the Cinvestav Irapuato research centre.

Through different courses and workshops, our team of researchers and graduate students has tau-ght the high school students how to extract DNA and amplify molecular markers from soil, plants and local bacteria in order to identify unseen microbial diversity and to understand its role in the complex ecosystem of the CCB. For instance, students found that alfalfa seeds (normally legumes form a symbiosis with Rhizobium) that farmers (ejidatarios, the land owners) used in the CCB did not develop nodules as they do not have the symbiotic bacteria capable to fix nitrogen, even though the seeds they buy are inoculated with a generalistic strain of Rhizobium, named Nitragin. That would ex-plain the very low nitrogen content of these agricultu-

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Figure 5. Accumulation of salts

on the soil surface, CCB.

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ral soils, which then forces landowners to use larger amounts of fertilizers. One possible solution would be to seek endemic nitrogen-fixing bacteria to develop bio-fertilizers suitable for these soils, which is one of the projects that students are conducting in the Molecular Biology Laboratory at CBTA #22. They have also lear-ned to detect genes that are related to crops’ diseases and understood that the microbiome of earthworms can act as suitable bio-fertilizer for crops and to recover the degraded soils of the CCB. But more importantly, these students have learnt how to explain this new knowled-ge and the importance of environmental conservation to their families. In workshops and with the help of our re-search team, high school students are teaching their pa-rents and grandparents, the ejidatarios of the CCB, that sustainable agriculture in the desert is a true option. In this way, students have managed to attract their pa-rents’ interest by the eagerness of new knowledge and biotechnology for the sustainable management of their agricultural soils.

During one of the workshops, we visited different ejidos in the company of crop experts from different com-panies. The aim was to detect problems and provide ad-vice to farmers to improve their agricultural practices. To our surprise, the ejidatarios at Antiguos Mineros readily asked the engineers from Beta Santa Monica (the most successful alfalfa growing enterprise in the vicinity of the CCB) questions regarding the types of seeds they used, what kind and how much fertilizer they used, their yield, etc. It was the first time that they had had this kind of in-teraction! Even more surprising was a question by one of the ejidatarios: ‘How do you deal with ducks?’ It took us some time to understand the question, so he added, ‘the ducks mess up our alfalfa’. We finally understood: they use such an excess of water that their fields flood and migratory ducks and geese land there. In fact,, flooding fields is a practice used for duck and geese hunting in other parts of the world. However, wet soils create condi-tions suitable for diseases that may kill seedlings, reduce forage yield and kill established plants. It turns out that in the CCB many of the problems associated with crop cultivation are due to the excess of water!

We also visited some ejidatarios at ejido el Venado on the west side of the valley. They have a major problem with

weeds in their alfalfa plots. Enormous orange coloured pat-ches can be observed, revealing the presence of the parasite plant, Cuscuta. It is very hard to control and its tiny seeds readily disperse. The plant reduces the productivity of al-falfa as it sucks the nutrients from it. The cropped alfalfa also has a lot of Cuscuta and has, therefore, less quality, so the farmers get a reduced price for it. Alfalfa requires we-ll-drained soil for optimum production and, in contrast, at the CCB it is common to observe bluish-greenish soils that indicate anoxic conditions due to flooding..

We were invited to visit the home of one of the eji-datario, who owns a piece of land by a creek, with an amazing orchard! How can anyone living in such a place think that he lives in the desert? How can they believe that water is an issue? At this point, many of the ejida-tarios are more worried about being old and not having the energy to cultivate their lands. As is the case throu-ghout the country, the topic of aging farmers is a concern and issue. This farmer and his wife felt they would be unable to tend their alfalfa plot and thus selling their land seemed a better option than getting technical help. They believed the money would solve their problems and ensure their future.

The ejidatarios at el Venado do not have the problems that other farmers have in arid area that have fields with scarcity of water. Their crops have problems associated to places with an excess of water, even though they have allo-tted very little water in comparison to the richer producers of ejido Cuatro Ciénegas, as the water that comes in the canals has a price determined by the National Commis-sion of Water (Comisión Nacional de Agua – CNA).

8. Sustainable Agriculture and Alternatives through BiotechnologyThe sustainable production of food in regions where tradi-tional or conventional methods of agriculture are difficult or impossible to implement can be ensured by developing agrotechnologies and biotechnologies. Traditional agri-culture systems use large quantities of fresh water and fossil fuels (to power machinery and for transportation) with only marginal returns (Pfeiffer, 2003). New proce-dures that limit further water waste and degradation of farmlands are needed while still meeting the needs of people for food and freshwater.

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Most farming technology has been developed by and for developed countries and, with the exception of Israeli technology, most research is not directed to solving the water shortage in the desert. However, most technologies that are developed for the desert will become extremely useful for most of the world’s regions: 1) Most countries are starting to be affected by water scarcity, albeit at di-fferent paces, and arid regions are extending due to cli-mate change; 2) Most water expenditure (in almost all regions at least 60%) is used for farming.

Innovation is heading towards finding different substrates (not soil) and very little water, part of this trend is directed to food that is produced locally and not necessarily transported long distances, given the added cost and the waste of produce. Transferring knowledge through workshops and a network of experts in arid zo-nes should be possible in the short-term. Many effective solutions to the water crisis have already been found and they only need to be implemented. In the long-term, the task of generating drought tolerant crops for the poor should be globally undertaken with international finan-cial institutions like the World Bank and the Internatio-nal Agricultural Research System. Other solutions will have to come from research. Scientists with expertise in desert biology, agriculture in arid environments, micro-biology of the plant-soil ecosystem and plant endosym-bionts should work on technology to enhance agriculture for arid environments and make it sustainable (Table 2).

Many improper farming procedures have so far re-sulted in bad yield, soil degradation, water waste and ultimately, impoverishment. The CCB is a unique case of a desert where many farming problems are not the result of a water shortage but of water management and improper irrigation techniques. Most of these are simply the result of a lack of technical advice.

The CCB itself has many of the solutions in the form of microorganisms already adapted to the harsh conditions of the desert. Together with the CBTA #22, scientists can actively work on developing processes and discovering microbes that improve soil water retention, fertility and plant resistance to pathogens and parasi-tes. There is great potential in the unique diversity of bacteria and the many unknown genes that could be the source of biomolecules of biotechnological relevance. Fi-

nally, our working group is committed to a project ca-lled ‘Biotech for the People’, a new revolutionary way to change the fate of the CCB under the Nagoya Protocol on Access to Genetic Resources and the Fair and Equi-table Sharing of Benefits Arising from their Utilization to the Convention on Biological Diversity, adopted at the Convention on Biological Diversity summit in Nagoya, Japan, in 2010). This Protocol aims to regulate scientific access to genetic resources and the equitable distribution of profit made from such research to local peoples. Dr Va-leria Souza obtained a permit from the federal govern-ment allowing her team to market useful genes from the region to explore the possibility of developing new drugs and new ways to clean our planet. So far, our research team has found genes that can breakdown complex orga-nic compounds, which could be useful for bioremediation

Figure 6. Candelilla plant

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and other genes that enable the use of phosphorus forms that are normally unavailable to life, and which could be used to create plants that thrive without fertilizers. Thus, we hope that sharing profit from patents and com-mercialization of such technologies with the local com-munities for water sustainability will encourage them to keep the water where it is, rather than extracting it for ranching and dairy farming.

There are alternative crops that could be introduced or extended with appropriate agricultural management techniques such as cotton, sorghum, corn, pomegrana-te and grape vines. Some cultivators are experimenting with nopal forrajero, the prickly pear plant variety used to feed cattle. Surprisingly, some ejidatarios at the CCB introduced a nopal and have started up a small enterpri-se with it, and are producing several cosmetics.

Interestingly, even the inhabitants of the CCB have started to consume the nopal leaf, a staple that is very common in many parts of Mexico, but uncommon in the CCB. The cleaned (spines free) and chopped nopal leaves were distributed to small stores where demand started to grow. This is an example of how change is possible throu-gh the introduction of alternative, desert-friendly plants.

At the CCB, water has not been seen as a valua-ble resource and has been wasted. Technological advice has been almost absent, and productivity has been low. If there is poverty even when water has not been scare, what is to be expected when water really becomes limited for farming? Good will or research will not be enough if the authorities look away from the problem and the tap is kept open. Turning to sustainable agriculture in the CCB is a must, not an option.

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Cuatro Ciénegas, an Example of Non-Sustainable Agriculture

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El arte rupestre como patrimonio cultural de las regiones áridas del norte de México

Conclusiones y recomendaciones

Arte rupestre,

Cuatro Ciénegas

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Para la instalación del Centro de Documentación e Información del Desierto de Coahuila

Dedicación principal del CentroEl Centro de Información y Documentación Ambiental del Desierto de Coahuila será un recinto para investigar, compilar, generar y sistematizar información sobre la di-versidad biológica y cultural de los ambientes áridos y semiáridos de Coahuila, para el apoyo y desarrollo de las comunidades humanas que habitan en el desierto. Será una fuente pública de información y conocimiento, acce-sible para toda la sociedad.

A continuación se enlistan los temas, las tareas y propuestas de actividades para el Centro de Infor-mación y Documentación Ambiental del Desierto de Coahuila, así como de una propuesta de marco legal de la institución.

Líneas temáticas • Ciencias de la tierra• Conocimiento, uso y conservación de los recur-

sos naturales • Ciencias sociales y humanidades• Ciencias de la vida• Ingeniería ambiental• Ordenamiento territorial y ecológico• Desastres naturales y antrópicos• Vulnerabilidad ambiental y social

Tareas • Investigación• Compilación de información

El día 27 de mayo de 2016, tras dos jornadas de trabajo en las que expertos nacionales e interna-

cionales presentaron los casos de formas sostenibles de vida en diferentes desiertos del mundo

—así como de formas de funcionamiento de distintos centros de estudio fundados en desiertos

como el de Atacama, Néguev o Sahara—, el Foro Internacional “Futuro sostenible de la vida en

el desierto” se centró en una serie de mesas de trabajo en las que los expertos, en conjunto con

actores del Estado de Coahuila, sentaron las recomendaciones para la instauración del Centro

de Información y Documentación Ambiental del Desierto de Coahuila.

A continuación se presentan los resultados de estas mesas, en las que se definieron obje-

tivos, institucionalización u contenidos para establecer el Centro. Asimismo se desarrollaron

criterios de actividades, líneas de estudio, formas de gobernanza y estrategias de cooperación

internacional.

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Conclusiones y recomendaciones para la instalación del Centro de Documentación e Información del Desierto de Coahuila

• Sistematización y evaluación de información• Generación de nuevos productos y actualización• Innovación• Publicación• Establecimiento de convenios y acuerdos nacio-

nales e internacionales para fortalecer el flujo de información de uso público y de investiga-ción.

• Difusión• Aportación de información para la toma de de-

cisiones• Aportación de información para generar políti-

cas públicas• Promoción de la información

Propuestas de actividades Investigación• Realizar registros, diagnósticos y evaluaciones

para sistematizar y ordenar información. Conservación• Identificar necesidades de conservación y recu-

peración del patrimonio natural y cultural.• Establecer curadurías especializadas. Documentación • Producir y compilar la información que ya exis-

te sobre los temas principales del centro, del en-torno físico, biológico y social.

• Generar sistemas de información para vincular a las diferentes instituciones.

Capacitación• Para el uso de la plataforma de información• Para el uso eficiente y eficaz de la información• Capacitación del personal del Centro• Capacitación para los diferentes sectores de la

sociedad Promoción • A través de políticas públicas del Centro• Construcción de procesos patrimoniales y de

resguardo

• Promoción de iniciativas de investigación• Promoción de políticas públicas• Otras, de acuerdo con las necesidades o proble-

máticas que el Centro identifique o la comuni-dad solicite

Institucionalidad y marco legal

• Creación del Centro a través de una ley que sea discutida por el Congreso Local para su análisis y aprobación.

• Que tenga la naturaleza jurídica de un Organis-mo Público Descentralizado, con personalidad, patrimonio y autonomía, esto con el fin de que tenga la característica de permanencia y estruc-tura que permita la continuidad de gestión.

• La ley para este Organismo Público Descentra-lizado deberá explicitar los objetivos, funciones y alcances del mismo.

• Se debe preveer la asignación de recursos sufi-cientes para la consolidación, operación y fun-cionamiento del Centro.

• Que funcione como un organismo multidiscipli-nario y diverso que en su órgano de dirección (Consejo Directivo) incluya a todos los actores: gobierno, academia, sector social y sector eco-nómico.

• Que considere la territorialidad en la integra-ción del Centro.

• Que este nuevo organismo tenga como fin inte-grar la información existente y la que se genere.

• Que su órgano máximo de dirección pueda emi-tir recomendaciones y tenga facultad de super-visión de acciones que se lleven a cabo.

• Que el Centro no sustituya a instancias de gobierno. Que se encargue de sistematizar in-formación del desierto, documentar, acopiar, investigar y comunicar la información para fa-cilitar la toma de decisiones, proponer líneas de investigación, formular recomendaciones para la implementación de políticas públicas, reali-zar acciones, etcétera.

• Que tenga atribuciones de documentación e in-vestigación.

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Conclusiones y recomendaciones para la instalación del Centro de Documentación e Información del Desierto de Coahuila

• Que cuente con capacidad de asociación, coordi-nación y colaboración con otras instancias.

Los recursos humanosEl perfil de los miembros del Centro deberá atender las necesidades y asegurar conocimiento en materia de do-cumentación (manejo de archivos, sistematización y aná-lisis de datos), investigación y promoción. Por lo tanto, se sugiere integrar personal con experiencia en las áreas sociales, culturales, económicas, biológicas, de urbanis-mo, sistemas, educación, recursos naturales, ciencias de la tierra y de comunicación.

Asimismo, el Centro deberá considerar un equipo de administración eficiente y eficaz para su funcionamiento óptimo.

Fórmulas de operación y coordinaciónSe propone que la sede del Centro sea en la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC).

El Centro podrá establecer convenios de coordina-ción y concertación con instituciones académicas y orga-nismos locales, estatales, nacionales, internacionales, de carácter público, social y privado.

El proceso de toma de decisionesEl Centro tendrá un Consejo Directivo, que fungirá como órgano máximo de dirección y será el que deter-mine la atribución de tomar decisiones y definir líneas de acción.

El Centro deberá contar con un titular, bajo la fi-gura de Director General, que ejecutará las decisiones y líneas establecidas por el Consejo Directivo, el cual podrá

Inauguración del Foro “Futuro Sostenible de la Vida en el Desierto”.

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contar con la estructura orgánica necesaria para su ope-ración y funcionamiento.

Estrategia de comunicaciónDentro de la estrategia de comunicación se contemplarán las siguientes acciones:

• Deberá desarrollarse una plataforma lo suficien-temente amplia para la promoción del Centro, que permita garantizar el acceso a la información sobre el desierto de la comunidad coahuilense.

• Crear eventos de difusión de información sobre las culturas del desierto y los usos de su biodiversidad.

• Debe ser un órgano receptivo, que promueva el intercambio y conocimiento de información exis-tente, así como la retroalimentación y bidireccio-nalidad de la información.

• Que cuente con unidades de atención a usuarios.• Que el portal prevea el manejo sistemático de re-

des sociales para la promoción del Centro y de sus actividades.

Formas de gobernanzaEl Consejo Directivo, como órgano máximo del Centro, ten-drá las atribuciones generales siguientes:

• Aprobación del presupuesto anual• Aprobación del plan estratégico • Evaluación de las actividades institucionales• Definición de las líneas y directrices de operación

del Centro• Aprobación del reglamento interior• Creación de comités asesores regionales y temáticos

El Director General tendrá la función de ejecutar las acciones y decisiones del Consejo Directivo, así como la de operar el Centro con la estructura que se le autorice.

Alianzas y cooperación

SectoresEl Centro deberá atender a gobierno, sociedad civil, or-ganismos no gubernamentales, académicos y científicos.

Habrá de contar con experiencia en manejo de datos e información de tipo geográfica, poblacional, etc. (por ejemplo, el INEGI puede elaborar nuevas investiga-ciones o aportar nuevos datos). De esta forma podrán desarrollarse nuevos proyectos a través de comités que permitan la cooperación interinstitucional.

Autonomía El Centro deberá estar instalado en la UAdeC, pero no pertenecer sólo o exclusivamente a la Universi-dad. Buscará impulsar los decretos del Gobierno Es-tatal para ello y deberá servir a toda la sociedad. Es necesario garantizar el apoyo institucional de todas las secretarías estatales.

Deberá generar alianzas con fundaciones y con la iniciativa privada. Además, el centro será un es-pacio orientador del desarrollo del estado y brindará apoyo a los investigadores. La información y conoci-miento que éste resguarde deberá estar al servicio de la sociedad. Debe tener capacidad para recibir fondos públicos. Dirigido por un cuerpo colegiado compuesto por una comisión mixta con especialistas de los ám-bitos académicos, de gobierno, artistas, etc.; el Cen-tro tendrá carácter estatal, pero descentralizado. El Cuerpo Colegiado deberá sesionar periódicamente y contar con una Comisión Consultiva. Asimismo, de-berá tener la capacidad para financiar proyectos (con monitoreo del mismo Centro) y ser multidisciplina-rio.

Protocolos claros de transferencia de información El Centro deberá generar alianzas muy claras, to-mando en cuenta que hay instituciones que no brin-dan información. Es por ello que deberá tener legiti-midad como institución para solicitar información a otras instituciones.

Buscará recoger y producir información que tenga impacto en la vida del desierto. De esta forma contendrá información permanentemente, se le dará continuidad y certeza en pro de la defensa de la vida en el desierto. Lo anterior le permitirá trascender los mandatos académico y de política pública.

Se buscará que toda la información sea accesible y con los equipos técnicos y humanos adecuados.

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Conclusiones y recomendaciones para la instalación del Centro de Documentación e Información del Desierto de Coahuila

Compromiso social El Centro se prestará para realizar acciones multidisci-plinarias y que resulten útiles para el visitante.

Se propone considerar la formación de un patronato que sea receptor, productor y proveedor de información, que tenga recur-sos para organizar eventos nacionales e internacionales.

Asimismo, deberá tener alguna singularidad. Por ejemplo, que el Centro esté ubicado en Coahuila, pero con posibilidades de contextualizarse regional y globalmente, no sólo a nivel científico sino también en materia de conocimiento de los saberes tradicio-nales. Será transdisciplinario, ya que generará puentes entre cul-tura y naturaleza. La cultura del desierto debe ser el tema central de esta idea, de su propósito, y su voluntad, dirigido al contexto regional y transfronterizo.

Actores involucrados • Nivel ejecutivo: Gobierno del Estado de Coahui-

la, Secretaría del Medio Ambiente, UAdeC, Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN), Secretaría de Cultura.

• Consultivo municipal: IMPLAN• Consultivo estatal: Consejo Ciudadano Estatal

para el Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente de Coahuila (COCEEEPA), Cámara Nacional de la Industria de Transformación (CANACINTRA), Confederación Patronal de la

República Mexicana (COPARMEX), sector ga-nadero, sector agrícola, sector forestal, Consejo de Cuencas, academia, intelectuales y artistas.

• Consultivo regional: Plataforma de Cooperación de los Estados del Norte de México, Universi-dad Juárez del Estado de Durango (UJED), Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).

• Consultivo Nacional: Consejo Consultivo Nacio-nal para el Desarrollo Sustentable, Secretaría de Cultura, Consejo Nacional de Ciencia y Tec-nología (CONACyT), El Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politéc-nico Nacional (CINVESTAV), Universidad Na-cional Autónoma de México (UNAM), Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indí-genas (CDI).

• Fuentes de información y generadoras de infor-mación: Comisión Nacional de las Zonas Áridas (CONAZA), Comisión Nacional Forestal (CONA-FOR), Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CO-NANP), Instituto Nacional de Investigaciones

Participación de la Sra. Nuria Sanz durante el Foro “Futuro Sostenible de la Vida en el Desierto”.

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Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), Centro de Investigación en Química Avanzada (CIQA), Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), Insti-tuto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA), Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarro-llo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), Co-misión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO).

Y en cada una de estos temas, la representación co-rrespondiente de la sociedad civil organizada.

Marco internacional de cooperación• Internacional: Organización de las Naciones

Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultu-ra (UNESCO, Sede en París y Oficina en Méxi-co), Centros 1 y 2 UNESCO, Cátedras UNESCO, Unitwin UNESCO, Agenda 2030 para el Desa-rrollo Sostenible de las Naciones Unidas, Ins-

tituto Internacional de Migración, Agenda del Cambio Climático, COP-16, Decenio para los De-siertos y la Lucha contra la Desertificación 2010-2020, Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS), Convención Internacional para el com-bate a la Desertificación (CNULD), Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Cooperative Research Centre for Re-mote Economic Participation (CRC REP), Desert Knowledge Australia (DKA), World Achaeologi-cal Congress (WAC), Consejo Internacional de Museos (ICOM), International Union for Quater-nary Research (INQUA), International Associa-tion For Aeolian Research (ISAR), Scientific Fra-mework Of The European Commission, National Science Foundation (NSF), Ambassadors Fund for Cultural Preservation (AFCP), Universidad Ben-Gurión del Néguev, Centro de Investigación del Hombre en el Desierto (CIHDE, en Arica), Centro del Desierto de Atacama (CDA), Centro

Mesa de trabajo de los expertos del Foro.

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Conclusiones y recomendaciones para la instalación del Centro de Documentación e Información del Desierto de Coahuila

Regional de Investigación y Desarrollo Susten-table de Atacama (CRIDESAT), Centro de In-vestigación Científico para la Minería (CICTEM, Antofagasta), Grupo de Trabajo de Pueblos Indí-genas de las Naciones Unidas, Quivira Coalition, centros de los desiertos Néguev, Tarapacá, Ata-cama y Patagonia.

• América Latina y El Caribe: Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), Organización de los Estados Americanos (OEA), Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CE-LAC), Comisión Económica para América Lati-

na y el Caribe (CEPAL), Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), Comunidad del Caribe (CARICOM).

• América: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Latin Ameri-can Studies Association (LASA), Tratado de Li-bre Comercio (TLC), acuerdos transfronterizos, Agencia Mexicana de Cooperación Internacio-nal para el Desarrollo (AMEXCID-Centroamé-rica), Society for American Archaeology (SAA), American Anthropological Association (AAA).

• Pacífico: Pacto del Pacífico

Mesa de trabajo de los expertos del Foro.

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Futuro sostenible de la vida en el desierto La concepción y edición de esta publicación estuvo a cargo de la Oficina de la UNESCO en México.