Fung-Otros_El Estado Del Arte de La Ciencia Politica

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Editoria

l Félix

Varela

Edición y corrección: Lic. Niurka Casanovas HerreroDiseño interior y de cubierta: Frank Herrera GarcíaDiagramación: Yohanka Morejón Rivero

© Thalía M. Fung Riverón(coordinadora), 2005© Sobre la presente edición:

Editorial Félix Varela, 2005

ISBN 959-258-878-3

Editorial Félix VarelaSan Miguel No. 1111,e/ Mazón y Basarrate,Vedado, Ciudad de La Habana.

III

ÍNDICE

A modo de presentación / V

Primera Parte. La ciencia política en boga

1. Talcott parsons y la complejidad del sistema socialJOSÉ LUIS MÉNDEZ MÉNDEZ / 3

2. El pensamiento político de Mancur Olson a través de Lalógica de la acción colectivaRAFAEL GARCÍA GUILARTE / 24

3. La “teoría de la acción” de Hannah ArendtMARTHA M. PÉREZ GÓMEZ / 35

4. Michel Foucault: la inquietud del poderHIRAM HERNÁNDEZ CASTRO / 69

5. Karl Deutsch y su concepción del poderOLGA DOTRES ROMAY / 93

6. Reflexiones de Robert Dahl en torno a los sistemas políticosJUAN SIMÓN ROJAS / 100

7. Norberto Bobbio: una concepción dinámica de la políticaMAURA SALABARRÍA ROIG / 110

8. Arend Lijphart: su nuevo institucionalismoANA KARELIA GONZÁLEZ ROSELLÓ / 142

9. Acerca de la teoría neocontractual de John Rawls:una valoraciónALICIA MORFFI GARCÍA / 152

IV

10. La concepción del sistema político en David EastonJOSÉ FERNÁNDEZ OLIVERA / 185

11. Una vez más acerca del liberalismo políticoMANUEL QUINTANA PÉREZ / 194

12. Daniel Bell y la sociedad posindustrialMARÍA ANTONIA ROMÁN MOTAS / 204

13. La teoría de las olas civilizatorias: Alvin TofflerALBERTO GONZÁLEZ TEJEDA / 220

Segunda Parte. Una ciencia política alternativa

1. Globalización y hegemonía. Fundamentos teóricosy prácticos de la filosofía política actualJUAN FRANCISCO FUENTES PEDROSO / 245

2. La epistemología y la ciencia política: una aproximaciónen la primera década del siglo XXICARLOS JESÚS DELGADO DÍAZ / 255

3. La cultura política y su dimensión actual: una miradadesde el surELSIE PLAIN RAD-CLIFF / 276

4. Una ciencia política desde el surTHALÍA M. FUNG RIVERÓN / 286

De los autores / 360

V

A MODO DE PRESENTACIÓN

Para el Grupo de Ciencia Política de la Facultad de Filosofía eHistoria de la Universidad de la Habana y para la Sección de Cien-cia Política de la Sociedad Cubana de Investigaciones Filosóficases una satisfacción introducir el libro El estado del arte de la cien-cia política, estructurado en dos partes: La ciencia política en bogay Una ciencia política alternativa.

En esta obra se presentan diversos enfoques de estudiosos cu-banos de la ciencia política que, a la asunción crítica de la teoríapolítica occidental, unen sus experiencias teóricas y prácticasen las reflexiones y metarreflexiones de los postulados de dichadisciplina, en busca de salidas a la complejidad del mundo polí-tico de hoy.

Cada ciencia posee su propia historia epistemológica, de la queno se excluye la ciencia política sistematizada a partir de Maquia-velo en una línea euronorteamericana que lejos de complejizarsecon el devenir, se hace cada día más unicentrista. En este libro nose pretende instrumentar salidas a la emergente complejidad delmundo de hoy, aunque constituye en sí la búsqueda de una alter-nativa; más bien es un camino que se sabe lleno de vueltas, retro-cesos, así como de las espinas que enfrenta todo lo que se oponeal pensamiento consensuado; pero, como decía Marx, a la cienciano se transita por una calzada real, y ese desafío lo han asumidolos autores, que presentan su visión en lucha, precisamente, con-tra paradigmas al parecer intocables.

Comparta, lector, nuestras inquietudes. Sus críticas ayudarána nuestro trabajo, es más, usted, con ellas, devendrá también unconstructor de lo que resultaría una ciencia política alternativa.

PRIMERA PARTE

LA CIENCIA POLÍTICA EN BOGA

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TALCOTT PARSONS1 Y LA COMPLEJIDADDEL SISTEMA SOCIAL

JOSÉ LUIS MÉNDEZ MÉNDEZ

Sociólogo estadounidense, fundador de la escuela del funciona-lismo en sociología y considerado un clásico de la ciencia socialcontemporánea. Una aproximación a Talcott Parsons nos revelaque su trabajo se centró en formular un sistema teórico generalpara analizar a la sociedad, cuya idea principal era la visión deesta como un organismo, en contraste con la escuela del estructu-ralismo2 que veía a la sociedad como una estructura en la cualcada parte tenía un papel que desempeñar en la preservación deun equilibrio dinámico vital, punto de vista expuesto en su libroThe Social System (El sistema político, 1951).

En esta obra, Parsons argumenta de forma esencial que la ca-racterística fundamental de las sociedades, al igual que en orga-nismos biológicos, es la homeostasis, es decir, el mantenimientode un estado estable y que sus partes pueden ser interpretadassolamente en los términos de su totalidad.

Comenzó su carrera como biólogo y más tarde se interesó en laeconomía y en la sociología. Enseñó economía en la Universidad deHarvard, desde 1931, hasta su retiro; dirigió allí el Departamento deRelaciones Sociales. Publicó más de 150 libros y artículos. Fue titu-lar de la cátedra de Sociología de esa universidad. Se distinguió por

1 Nació en Colorado, Springs; graduado de Amherts College, bachiller en artesen 1924, de la Escuela de Economía de Londres, Inglaterra, y de la Universi-dad de Heidelberg, Alemania, donde se doctoró en 1927; estuvo en Harvarddesde 1927 hasta su retiro entre 1973 y 1974. Talcott dirigió en la Universidadde Harvard la revista The American Sociologist.

2 Se convirtió al funcionalismo bajo la influencia del antropologista BronislavMalinowski.

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sus aportes a la teoría sociológica desde el punto de vista estruc-turalista-funcionalista que tiende a privilegiar los aspectos estáticosde la realidad social respecto a los de cambio y conflicto.

En su mundo intelectual coincidió en Harvard con el sociólogoruso nacionalizado estadounidense Pitirim Alexandrovich Sorokin,quien desde 1930 dirigió el Departamento de Sociología en esa uni-versidad y se especializó en trabajos sobre la sociología rural y delconocimiento. También con David Reisman, quien impartió cla-ses de ciencias sociales en Harvard entre 1958 y 1981, y cuyaobra más relevante es Abundance por What?, una aguda crítica ala sociedad de consumo; y con Robert King Merton,3 sociólogoestadounidense, egresado, y profesor en Harvard y director de suDepartamento de Investigación Social Aplicada desde 1942. Comose sabe, Merton dio grandes aportes a la teoría sociológica, a la socio-logía del conocimiento y, al igual que Parsons, al análisis funcio-nal-estructural de la sociedad estadounidense, que lo convirtieronen una de las figuras máximas de la sociología anglosajona.

Después de obtener su doctorado, Parsons regresó a EstadosUnidos para dedicarse a la enseñanza de la economía. En 1954,asumió un puesto como profesor de Sociología en la Universidadde Harvard. Traía en su currículum una obra de envergadura comolo fue The Structure of Social Action (La estructura de acción so-cial), publicada en 1937,4 en la cual pasó revista a lo que él llamó“sociología positivista” y realizó críticas a la obra de AlfredMarshall, Vilfredo Pareto,5 Émile Durkheim, y la del alemán MaxWeber, que él tradujo al inglés.

3 Nació en 1910, sus principales obras son: Social Theory and Social Structure,1949; Sociology of Science, 1973.

4 También Free Press publicó, en 1964, The Social System.5 Pareto (1873-1960), economista y sociólogo italiano, fue conocido por su teoríasobre la interacción de las masas y elites, y por la aplicación de la matemáticaal análisis económico. Escribió en 1916 su obra sociológica de mayor enverga-dura, La mente y la sociedad, donde trató de dar solución a los problemas queél aseguraba que la economía no podía resolver.Bajo la opinión de que había problemas que la economía no podía resolver,Pareto se volcó hacia la sociología. En La mente y la sociedad, postuló que lasclases sociales emergen de las personas de habilidades superiores que buscansiempre mejorar y confirmar su posición social. Aquellos de las clases bajasintentan siempre utilizar sus habilidades y con ello mejorar, mientras que en-tre las elites el proceso es inverso. De esta manera las personas mejor equipa-das de las clases bajas ascienden a retar a los de las clases altas por su posición

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Como este último, Parsons quiso describir de manera convin-cente los tipos lógicos de relación social que se pueden aplicar atodos los grupos, sean pequeños o grandes. Su logro más impor-tante consistió en construir un sistema o teoría general de acciónsocial para incluir todos sus aspectos, basándose en diferentesdisciplinas y reinterpretando teorías previas. Su primer intentocon relación a esta sistematización apareció publicado en la obraLa estructura de acción social, en 1937, seguida de Ensayos sobreteoría sociológica, pura y aplicada, de 1942.6

El sociólogo-politólogo Gabriel Almond y sus seguidores, bajola influencia de Talcott Parsons, definieron el desarrollo polí-tico en términos de la secularización de la cultura política y deldesarrollo organizacional, también llamada diferenciaciónestructural. Obviamente los dos mencionados síndromes definenel bajo desarrollo de la secularización cultural y organizacional.7

Parsons intentó también integrar todas las ciencias socialesdentro de la ciencia de la acción humana. Para entender todo elmovimiento intelectual creativo que lo rodeó, es necesario con-sultar obras como: Foundations of Social Theory, de JamesColeman, publicada en Cambrige, MA: Belknap Press of HarvardUniversity Press; Philosophy of Social Science, de AlexanderRosemberg, Boulder, CO., Westview Press; Max Weber: Essays inSociology, de Hans H. Gerth y Wright C. Mills, New York, OxfordUniversity Press; y de Robert K. Merton, Social Theory and SocialStructure, 3rd edition, New York, Free Press. En todos ellos abun-dan las formulaciones que Parsons expresó en su obra.

Esta también fue criticada por otros sociólogos, como el esta-dounidense Charles Wright Mills8 de ideas progresistas, el cual

social, produciendo de esta manera una continua “circulación de elites”. Debi-do a esta teoría sobre la superioridad de aquellos que pertenecen a la elite, aPareto a veces se le asocia al fascismo.

6 Véase Talcott Parsons: Politics and Social Structure, New York, Free Press.7 Véase “Political Culture and Democracy in Cuba: Comparative Reflections”de Mauricio Salaún, Statement for Conferencie of the Association for the Studyof the Cuban Economy (ASCE), august 1998, tomado de Internet.

8 Vivió entre 1916 y 1962, fue un profundo analista de la alienación del hombre,en la doble esfera del consumo y el ocio, dentro de las sociedades capitalistascontemporáneas. Sus obras principales son: The New Men of Power, 1948; WhiteCollar, 1953; The Elite, 1956; The Sociological Imagination, 1959, y The Marxists,1962, que es una antología crítica de los textos marxistas fundamentales.

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cultivó una sociología crítica que opuso a la sociología tradicionalde su país, y de manera especial a la de Parsons. Frente a losexcesos de la teoría abstracta y a los de un empirismo reducido alos fenómenos microsociológicos, reivindicó la necesidad de la“imaginación sociológica”.

Cuando se estudia la sociología clásica, es imprescindible co-nocer los planteamientos fundamentales clásicos de la teoríasociológica de Max Weber y Talcott Parsons, considerando suspresupuestos ontológicos y epistemológicos, sus formulaciones teó-ricas y metodológicas, y las condiciones histórico-sociales que con-tribuyeron a la constitución de las tradiciones sociológicas, así comoevaluar la vigencia de las propuestas de estos autores.

Cuando Parsons profundizó en los valores del sistema social,fue el primero que dio a los valores un lugar preciso en una es-tructura de la acción humana. Para él, el sistema social tenía dosaspectos básicos:1. La orientación motivacional o “expectativa estructurada”, com-

puesta de elementos para analizar problemas que tienen inte-rés para el actor social. Esta orientación incluye, entre otrascosas, el conocimiento y la evaluación de lo que los actoressociales pueden obtener al emprender una acción determina-da, y cuáles “costos” habrán de pagar al participar en ella.

2. La orientación de valor. Es la que “da los criterios que son lassoluciones satisfactorias a los problemas planteados en la orien-tación motivacional”, incluidos los criterios morales, que sonparticularmente importantes. El valor, según Parsons, es “unelemento de un sistema simbólico compartido que puede ser-vir de criterio para la selección entre las alternativas de orien-tación que se presentan intrínsecamente abiertas en unasituación”.9

La orientación motivacional formula los problemas a los quecualquier actor social se enfrentaría al participar en una acciónconcreta; la orientación de valor propone los criterios que de-ben ser considerados para solucionar los problemas por la orien-tación motivacional. Ambas orientaciones son momentosdiferentes y complementarios en el proceso de la toma de deci-siones. Las dos llevan al actor social al límite donde la acción debe

9 Parsons, Talcott (1966): “El sistema social”, en Revista de Occidente, Madrid,p. 33.

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comenzar, pero ninguna de ambas orientaciones constituye la ac-ción social.

La integración de estos dos componentes del sistema social cons-tituye un núcleo central en la obra de Parsons. Ambos son los com-ponentes esenciales del célebre “teorema dinámico funda-mentalde la sociedad”, que se enuncia así: “La estabilidad de cualquiersistema social... depende, hasta cierto punto, de (la) interacción...de una serie de pautas de valores comunes con la estructura de ladisposición de necesidad internalizada (de los actores)”. Parsonsconsidera que este teorema es “el punto principal de referenciade todo análisis que pretenda ser un análisis dinámico del procesosocial”.10

Cuando se analiza la obra de este científico a la luz del marxis-mo, hallamos diversos análisis de su obra, entre los que se en-cuentran el trabajo de Manuel Guerrero Antequera, titulado“Estratificación social en Talcott Parsons y lucha de clases enCarlos Marx”.11

Parsons ve la necesidad de actualizar el concepto de clasesocial, debido a los cambios estructurales ocurridos en la for-ma de complejización de la ocupación; complejización del mer-cado y complejización de las formas de propiedad. Estos cambiosestructurales han afectado a la distribución de los intereses. Comonovedad, Parsons integra al análisis de las clases sociales las re-laciones de la estructura del parentesco.

La clase social puede ser considerada una pluralidad de unidadesde parentesco. Lo que habría, entonces, es un sistema de clasescon aspectos de parentesco, de “status de clases”.

De esta manera, Parsons ve como rasgo distintivo de la “estra-tificación social”, el hecho de que esta estructura ubica a los indi-viduos en una jerarquía social general y no en un contextoespecífico. Así, Parsons ve dos contextos específicos de la socie-dad industrial moderna, desde el cual surge esta estratificación:la estructura que se organiza en torno al trabajo realizado por loshombres y la del parentesco.

El sistema ocupacional forma parte de lo que Parsons llamó “elcomplejo industrial”, que estaría compuesto, además de la ocupa-

10 Ibídem.11 Fuente: “A 150 años del Manifiesto: las críticas de Talcott Parsons a Marx”, en

revista Pluma y Pincel, Santiago de Chile, 1998.

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ción, por el intercambio y la propiedad. Estos tres elementos soninterdependientes, pero el sistema ocupacional tiene la caracte-rística de que, a un alto nivel de diferenciación estructural de unsistema social, es el menos variable y, por tanto, estructu-ralmenteel más importante.

Esto debido a que un sistema de roles ocupacionales muydesarrollado y dominado por consideraciones funcionales, tiendea poseer algunos rasgos de constancia relativa. Por ejemplo, elcarácter individualista. Así, señala Parsons, el status del individuose determina en función de sus propias cualidades personales, sucompetencia técnica y sus decisiones individuales respecto desu carrera profesional, decisiones en las cuales no se identificacon ningún grupo solidario.

De esta manera, Parsons puede argumentar que la distribu-ción de status y de rol, y los procesos de movilización de status astatus, no se constituye en términos de grupos solidarios, sino entérminos del individuo como unidad.

Por estas mismas razones, dicho sistema social es intrínse-camente jerárquico, es decir, el carácter de diferenciación inter-na del sistema es intrínseco. Así, los individuos se diferencianbien sea por cualidades originales que posean (destreza técnica,por ejemplo), o bien por la centralización y diferenciación deliderazgo y autoridad. El sistema es, como vemos, altamente indi-vidualista y competitivo, y tiende a diferenciar, según los gradosde responsabilidad y mando, a los individuos entre sí.

El segundo contexto mencionado es el del parentesco. La di-ferencia con el sistema ocupacional es que en las relaciones deparentesco sí prima solidaridad de grupo entre los miembrosde la unidad del parentesco. El status es compartido más alláde si todos los miembros de la familia tienen habilidades pecu-liares o no.

Parsons entiende, por tanto, por clases sociales la articulacióndel complejo instrumental y el parentesco. El status de clase deun individuo es el compartido con los otros miembros de una uni-dad de parentesco efectiva. Así, Parsons señala que:

“Tenemos un sistema de clases sólo en la medida en que lasdiferenciaciones inherentes a nuestra estructura ocupacional, consus relaciones diferenciales con el sistema de intercambio y propie-dad y remuneración, etc., se han ramificado para constituir unsistema de estratos que implican diferenciaciones de modos devida familiar, basados en parte por los ingresos, el nivel y el estilo

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de vida, y [...] en el diferente acceso que tiene la generación másjoven a las oportunidades...”.12

¿Cuáles son los elementos que dan pie, por tanto, a una teoríade la estratificación social, y que expliquen de una manera actua-lizada el conflicto social? El carácter individualista del sistema ocupacional que esta-

blece una competencia injusta. La racionalidad interna del sistema de producción implica dis-

ciplina y autoridad. La relación desigual entre patrones y trabajadores, relación

que no se reduce al de la explotación. La existencia de subculturas, es decir, la internalización de pau-

tas de valoración diferenciadas. La relación entre el parentesco y la orientación del actor en el

sistema laboral. El predominio de la estructura del parentesco por sobre la me-

dición estandarizada del desempeño y logro.El mayor desacierto de Marx, según Parsons, es el de haber

quedado atrapado en su concepto de clase en la teoría de la explo-tación, lo que lo llevó inevitablemente a la idea de que el únicoconflicto social por excelencia es el del conflicto de clases.

Ello debido a su tendencia, en palabras de Parsons, a tratarla estructura socioeconómica de la empresa capitalista comouna única entidad indivisible. Por esto, Marx habría pensado en lainevitabilidad del conflicto de clases.

Frente a esta percepción que pudiera ser totalizadora de Marx,Parsons propone la fragmentación analítica. Y es respecto a estepunto donde existen opiniones diferentes que han suscitado cons-tantes discusiones, el problema de la “universalización” del con-flicto de clases y de la “estructura socioeconómica de la empresacapitalista” y sus efectos sobre la estructura social.

Lo que más critica Parsons de la teoría de Marx, es la vincula-ción de este último a criterios “extrasociológicos”, en el fondo,“extracientíficos”. Es posible que esta misma opinión, pero a lainversa, hubiese tenido Marx sobre las posiciones de Parsons,quien todo lo explicaba, no obstante ser economista, por medio de

12 Tomado de: Guerrero Antequera, Manuel: “A 150 años del Manifiesto: lascríticas de Talcott Parsons a Marx”, en revista Pluma y Pincel, Santiago deChile, 1998.

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la sociología. Parsons interpretó lo estudiado por Marx, de acuer-do con las condiciones concretas que vivió en su medio, económi-co, político y social.

De ahí que le resulte difícil distinguir un Marx importante parael desarrollo de la ciencia social, y un Marx fundador ideológicodel “socialismo científico”; una perspectiva del conflicto de cla-ses importante para la sociología moderna, “un primer paso fun-damental más allá del punto alcanzado por los utilitaristas”, y unaperspectiva del conflicto de clases que lleva a la utópica sociedadsin clases que “puede cuestionarse muy seriamente”.

También Parsons cuestiona con fuerza la teoría de Marx so-bre el proletariado y la vinculación de esta teoría con la luchapor el comunismo. ¿Cómo pudo unir Marx ambas cosas?, se pre-guntó este.

Según Parsons, en primer lugar, lo que Marx postula es quela teoría de las clases sociales, y de modo más específico, lateoría del proletariado y su vinculación con la lucha por el co-munismo, no es posible desligarla de las dinámicas de los con-flictos y contradicciones sociales entre los segmentos de lasociedad realmente existentes.

Marx ve en el proletariado, tanto teórica como empíricamente,o sea, en la praxis, como una fuerza social real, que crece en elcapitalismo, y cuyo enfrentamiento con la burguesía podrá darlugar a una sociedad nueva. Es decir, la perspectiva revoluciona-ria se asocia a unas fuerzas sociales presentes en la sociedad, yencuentra así una base social “realista”.

¿Qué es el comunismo?, se pregunta Parsons: es el movimientoreal que anula y supera al estado de cosas actual, movimiento quese nutre de premisas actuales, existentes. En el siglo XIX, Marxidentificó a este movimiento comunista con el movimiento de losproletarios en lucha contra la burguesía, y está condicionado porla explotación a que son sometidos, por la forma en que se insertanen el modo de producción capitalista; pero, por sobre todo, por elgrado de universalización de estas relaciones.

El efecto universalizante de este modo de producción es anali-zado por Marx en el contexto concreto que le tocó vivir, en dossentidos: el “intercambio universal” en las condiciones mate-riales que genera el capitalismo, de las cuales una de ellas es laexplotación y el sojuzgamiento universal; y, en el sentido de lasuperación de estas condiciones, con el derrocamiento del ordensocial existente por obra de la revolución comunista.

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Es el proceso mismo de producción material capitalista el que ge-nera los efectos universalizantes, que permite a su vez que la histo-ria, por medio de la revolución, se convierta en historia universal.

Es decir, lo universal no es entendido como manifestación de unespíritu en la historia, ni como un ente trascendental del cual somosun momento y actualización constante, ni como el cierre categorialsistemático de un mundo cibernético, sino como el conjunto derelaciones —un modo de producción— que en cada época con-creta implica a todos los hombres. Dado que tiene un carácterconcreto, material, es inútil buscar el proletariado descrito porMarx en nuestro momento concreto.

Pero sí es posible, por sobre todo, captar el efecto totalizante,universalizante que tiene el modo de producción que nos consti-tuye, ordena, asimila, organiza. Sus claves y estrategias son lasque debemos abordar.

No es novedad, por tanto, que hayan cambiado los referentes em-píricos en las condiciones actuales, que hayan habido cambios es-tructurales que requieren actualización. Si esto corre para las cienciassociales es porque también corre para la política. Parsons critica aMarx, por cuanto este privilegia en exceso la división clasista en suanálisis de lo social. Así también se expresa Daniel Bell:

“La sociología marxista probablemente puede ser resumidaen una sola frase: toda estructura social es, fundamentalmente,una estructura de clases. Esta es la fuerza del marxismo, perotambién es su problema. Decir que todas las divisiones de lasociedad derivan de las clases es brindar un poderoso prismapara examinar la conducta social. Postula un solo eje que divi-de intereses básicos, identifica diferentes concepciones delmundo (y hasta verdades) y diferentes estilos de vida en térmi-nos de clase. La dificultad es que el enunciado es más metafó-rico que demostrativo. Empieza a derrumbarse cuando sepregunta: ¿qué significa clase?”.

Y claro, Marx nunca habló de las clases como si fueran el re-flejo de la verdad en sí, tal como lo intentan las ciencias sociales.Marx nunca creyó en la verdad “objetiva”, si de ello se deriva launidad del objeto con la exclusión del sujeto. La concepción declases y lucha de clases que en su estructura económica en últi-ma instancia o filosófica en su contradictorio devenir respondede modo principal a la política, a la práctica política que esta-blece una necesidad política de unas sociedades y unas circuns-tancias históricas, materiales, concretas.

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Así, Marx no solo habló del proletariado y de la burguesía, tam-bién habló de los terratenientes, los agricultores, los pequeñosburgueses, en fin, el término “Clase” es utilizado con interés polí-tico para indicar, definir, desnudar los conflictos relacionados conlos procesos de explotación, de lucha, visto como lucha entre po-los, condicionados por los modos de producción concretos, conlos mecanismos económicos, y con las relaciones de apropiación.Con el concepto de clases se puede aludir, por tanto, a categoríasheterogéneas.

Por ejemplo, en su trabajo Las luchas de clase en Francia de1848 a 1850, Marx habla de la aristocracia financiera, la burgue-sía industrial, los pequeños burgueses, los campesinos, los obre-ros, los domésticos, los empleados, etcétera. En El Capital Marxhabla de profesiones ideológicas como fuerzas sociales extremasdel cuadro clasista, como el gobierno, el clero, las gentes de leyes,los militares, etcétera.

En este sentido, la enorme brecha que separa a Marx deParsons, es que este último escribe como si lo hiciera describien-do la sociedad de modo contemplativo, mientras que Marx lo haceen forma activa en un movimiento de ruptura: con antropología yla política tradicionales.

Si los análisis del momento posmoderno en la antropología de-bieron empezar por hacernos observar que la construcción de laantropología moderna se debía a un doble juego de ausencia ypresencia, como lo expresara Malinowski, al parecer Parsons con-sigue resumir toda la antigua querella posmoderna contraMalinowski, en su ensayo Malinowski y la teoría de los sistemassociales, donde en una de sus partes expresa: “Era tan realista yracional como cualquier europeo moderno, poseía un conocimientoempírico considerable del mundo en que vivía y lo aplicaba de unmodo enteramente racional para satisfacer sus necesidades. Pero,al mismo tiempo, la autenticidad y la seriedad de su creencia en laeficacia del ritual, en la necesidad de realizar ritos mágicos endeterminadas ocasiones y en la verdad de los rituales religiososcon la inclusión de los mitos expresados en ellos [...] esto era paraMalinowski13 un dogma central [...] el problema de Malinowski fueel de hacer ambos tipos de conducta humanamente comprensiblesa los europeos contemporáneos, usando para ello una determina-

13Véase a Talcott Parsons: Malinowski y la teoría de los sistemas sociales.

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da teoría de función”.14 La cita explica cómo Parsons establece jus-tamente las estrategias de representación de Bronislav Malinowski,que ha sido criticado con profusión al considerarse que lo que éldenomina teoría, no lo es en absoluto, sino una guía para la reco-lección y la ordenación de datos, una especie de vademécum parael investigador de campo, como dijera Evans-Pritchard (1987:254).15

Mientras Parsons con su teoría sistemática hace el recorridológico desde lo abstracto a lo concreto, el marco de referenciadentro de las cuales se lee a los datos empíricos, Marx no es queoponga la infantil “primero actúo, luego pienso”.

Marx tiene otro concepto de la actividad humana, de la cual supropio pensamiento y escritos son muestra: es crítico-práctico enun mismo movimiento. Es decir, es una práctica orientada poruna teoría abiertamente crítica a “lo real”, es una crítica orien-tada hacia una práctica; y es una práctica que critica (niega) elestado de cosas existente. Su pensamiento se inserta en lo que él lla-mó la “praxis revolucionaria”, o sea, aquella práctica que trans-forma al mismo tiempo las circunstancias y al hombre.

Talcott Parsons y la familia

Sobre este tema es muy atendible el análisis de Familia, culturade paz y valores democráticos, de José Tuvilla Rayo, quien señalaque tanto desde el punto de vista sociológico como desde el jurídi-co, la familia es una de las instituciones que posee una existenciamás dilatada en el tiempo, pero también la que está sufriendo pro-fundos cambios.

Se ha repetido con mucha frecuencia que como representantemás destacado del funcionalismo sociológico, Talcott Parsons con-sideraba que el equilibrio era la característica fundamental de lafamilia, cuyo papel esencial era la estabilización y entre cuyasfunciones socializantes la transmisión de valores, normas y mode-los de comportamiento establecidos constituían un importante ele-mento hacia la autorregulación y la autosuficiencia de la sociedad,manteniendo determinadas necesidades humanas, entre las quese incluían la preservación del orden social, el abastecimiento de

14 Parsons, T. (1997): “Malinowski y la teoría...”, tomado de: Tani, Rubén y Nico-lás Guigou (2001): Por una antropología del “Entre”, pp. 64-65.

15 Ibídem.

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bienes y servicios, y la protección de la infancia. Sin embargo, enun mundo que experimenta una evolución tan rápida como el dehoy, es difícil mantener esta teoría.

Parsons y la modernización y el desarrollo

Estos dos términos aparecen con fuerza como una pareja de laposguerra. El término “modernización” se institucionaliza en lasociología académica durante los años cincuenta en los ámbitosanglosajones, para referirse a las consecuencias sociales y políticasgeneradas por el crecimiento económico que por entonces seestaba produciendo en los países llamados en “vías de desarrollo”y de aquellos descolonizados tras la Segunda Guerra Mundial, loscuales se suponían que debía transitar el mismo camino de los paí-ses desarrollados, de desarrollo autosostenido. La modernizaciónse marcó sobre la base del modelo occidental y específicamenteanglosajón: británico primero y norteamericano después.

Al partir del enfoque estructural-funcionalista de TalcottParsons, se desarrolló entonces la llamada Escuela de Moderni-zación, que sostenía la existencia de un proceso de moderniza-ción único, con un carácter fuertemente normativo. Se introdujoel término de diferenciación institucional, que fue acuñado porParsons y hace referencia a la subdivisión, diversificación y es-pecialización de las formas organizativas de la sociedad. Este esun concepto clave en la Escuela de Modernización16 de la cual sederivó la Escuela de Desarrollo Político, también enmarcada enel modelo teórico estructural-funcionalista de Parsons, que pos-tulaba una especie de determinismo socioeconómico según el cual,conforme se desarrolla el proceso de industrialización, sus efec-tos se trasladarían espontáneamente al subsistema político.

La jurisprudencia en la obra de Talcott Parsons

La obra y el aporte de Parsons a la ciencia social es amplio y vi-gente. Cuando se evalúa el estudio de la justicia se ha llegado a la

16Para profundizar sobre este aspecto recomendamos leer las obras de: Rostow,Smelser, Macllelland y en América Latina a Gino Germani.

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conclusión de que es necesario conjugarla con las actividades des-criptivas de la jurisprudencia sociológica. En las ciencias socialesse ha tomado una mayor conciencia de que las cuestiones de políti-ca y de justicia aún deben ser precisadas después de que la cienciasocial se ha desarrollado. Disciplinas como la economía, muchasveces se someten a las directrices de la política y la justicia.

En el libro de Parsons, The Structure of Social Action, esbozóun amplio enfoque sobre el conocimiento social, que respetaba ladiferencia entre hechos y valores, dando un lugar a cada uno. Des-pués en su obra The Social System,17 continuó este impulso, quefue llevado a un programa especializado de investigación sobreSocial Values and Public Policy, por el Departamento de CienciaPolítica de la Universidad de Pennsylvania, el cual comenzó en1960 e integró en su diseño la totalidad de problemas, entonces enestudio, sobre este tema y su ubicación en las ciencias sociales.

La década de los sesenta significó un incremento en el desarrollode todas las esferas de las ciencias, en particular de las cienciassociales, incluso se incursionó en la teoría de la necesidad desistematizar su estudio y llegar hasta los esfuerzos de su precursormás activo en ese momento que fue Parsons con su “sistema social”.

El pensamiento sociológico contemporáneo desarrollado poralgunos de los resultados de Parsons, busca un marco capaz deentendimiento de los datos provenientes de la sociedad, que per-mitan ver el “sistema social” como un equilibrio integrado dedecenas de sistemas operativos de valores e instituciones inclui-dos dentro de él.

Parsons influyó de forma decisiva en los cambios de horizon-tes en la jurisprudencia sociológica, aunque debió transitar y ven-cer obstáculos que mantenían “congelados” los conceptos, que lavida misma hizo obsoletos por el desarrollo propio de la sociedady de sus instituciones.

Hasta su muerte en 1979 dejó un reto para los juristas socioló-gicos del futuro, cuando las investigaciones afines se encontra-ban en pleno apogeo. En esos momentos, ya entonces se había

17 Entre las obras de Parsons se destacan: The Structure of Social Action,1937; The Social System, 1951; Structure and Process in Modern Societies,1960; Social Structure and Personality, 1964; Societies, 1965; SociologicalTheory and Modern Society, 1967, y Politics and Social Structure, 1969, queaunque son eminentemente sociológicas posibilitan derivarse al contexto yla acción política.

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generalizado lo necesario de un enfoque de los problemas jurídicoscomunes a través de un análisis amplio del contexto social, orien-tados a buscar respuesta desde el conocimiento social más diverso.

La muerte en la obra de Parsons

Las contribuciones tanatológicas de Talcott Parsons a la sociolo-gía médica y a la medicina, desempeñaron un destacado papel,junto a las de Foucault, que hizo mucho por la estética de la vidaal estudiar las formas manifiestas y ocultas del poder, o a Comte,que fundó una suerte de religión científica, en la cual la muertetiene su papel.

La mayoría de los antropólogos y de los científicos sociales hanaceptado en la actualidad la teoría del desempeño de las funcionessociales de los miembros de la sociedad, después de que las funcio-nes han sido distribuidas entre ellos. Esta teoría es importante enla sociología de Parsons. La noción de función, como apuntabaNadel, descansa en el hecho de que provee un concepto intermedioentre “sociedad” e “individuo”, lo cual facilita el entendimiento decómo el comportamiento individual puede convertirse en conduc-ta social y cómo se transforman en normas sociales.

El análisis realizado sobre el funcionalismo, neofuncionalismoy teoría crítica, por los profesores Horacio Conrado y KarinaKalpschtrej, es interesante, pues permite contribuir a la actuali-zación en la teoría sociológica de enfoques que, por distintos mo-tivos, quedan relegados e imposibilitados de profundizar, y quemediante su problematización, pueden contribuir a desarrollarun debate entre los estudiosos de las ciencias sociales.

Al mismo tiempo, la crítica a estos enfoques como elfuncionalismo, el neofuncionalismo, la teoría crítica y otras escue-las que dieron lugar a la crisis del paradigma dominante que supollamarse “consenso ortodoxo”, tuvo gran influencia en la reestruc-turación de la teoría social contemporánea. A la luz de estos cam-bios, la teoría social presenta una nueva situación que pone enacto la posibilidad de revisar los fundamentos de la disolución del“consenso ortodoxo” y de contrastar las características de la nue-va configuración de la teoría sociológica. Dentro de estos enfo-ques se destacan los de Talcott Parsons, Jeffrey Alexander y NiklasLuhmann, principales representantes en ese orden del funciona-lismo, del neofuncionalismo y del funcionalismo radical.

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En el estudio de la sociología de la educación, la obra de Parsonstambién es utilizada con frecuencia, de él se recomienda Haciauna teoría general de la acción, y “La clase como sistema social:algunas de sus funciones en la sociedad americana”, en Alain Grass.

En la teoría social contemporánea se consideran los aportes delos autores más destacados e influyentes de nuestro tiempo, entrelos que se consideran a los pensadores clásicos del siglo XIX: Marx,Durkheim y Weber, eran algunos de cuyos aspectos han sidoretomados por los pensadores contemporáneos, como Habermas,Giddens, Talcott Parsons, Foucault y Bourdieu.

Asimismo, muchos documentos elaborados por científicos so-ciales, coinciden en que cuando se estudien las teorías sistémicas,en el entendido de la definición y el enfoque de la teoría de lossistemas, su interdependencia y el sistema de interdependenciaen cascada se consulten las obras de: Kenneth Boulding y TalcottParsons, y cuando se aborden los subsistemas se incluya a: DavidEaston y Morton Kaplan.

En resumen el aporte de Talcott Parsons para la ciencia políti-ca occidental se expresa en muy diversas aplicaciones. Fue unsociólogo encasillado en la corriente del “funcionalismo norma-tivista”, además de una variedad de apelativos, tal el caso:imperativismo funcional, teoría general de la acción, teoría de laacción social, pero se puede afirmar con justeza que el primero esel más adecuado.

Esta afirmación se sustenta por el predominio explicativodel normativismo-valorativo, lo que no se debe entender comoun determinismo culturalista, sino que a pesar de que los lími-tes posibles de acción son establecidos por las condiciones ma-teriales, estas no le otorgan dirección, sino que viene a travésde los valores culturales. Esto es, que un conjunto de condicio-nes materiales dejen entrever una variedad de cauces de ac-ción; cuál de estas será elegida, vendrá orientada por el techonormativo valorativo.

Por otro lado, concibe como un sistema de acción el adoptar,con perspectiva funcionalista, el análisis de la estructura social.Parsons parece entender el funcionalismo como la resultante dedos vertientes intelectuales, Malinowski y Pareto.

Podríamos caracterizar a la obra de Parsons como difícil, ex-tensa, cuestionable en su interior, afianzada en una particularconcepción del quehacer teórico en sociología, que le dan un per-fil distintivo y peculiar a su visión.

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Como resultado de la difícil conceptualidad y lo denso de sutrabajo, muchas veces se ha adjudicado cierto grado de inteligibi-lidad a la traducción del inglés, así se explican ciertas afirmacio-nes erróneas de su obra; en ese sentido podemos decir que la obraparsoniana no es un dechado de claridad y sencillez, mucho me-nos podemos estereotipar al “funcionalismo normativista” con unenfoque conservador.

Fue un científico prolijo en su obra con más de un centenar deartículos, traducciones y quince libros; su interpretación global seve afectada por una suerte de modismo en lo que se refiere al ataquea sus obras, con lo que podemos afirmar que se puede estar o no deacuerdo con Talcott Parsons, pero nunca ignorarlo. Hay quienes lohan bautizado como el último clásico de la sociología.

Tanto es así que se discute la existencia de más de un Parsons,a pesar de sus esfuerzos por demostrar que cada obra suya sumaal desarrollo progresivo y sistemático de ideas larvadas en teo-rías anteriores, lo que hace que diste mucho en ser reconocidacon unanimidad la continuidad y unidad interna de sus obras. In-cluso según algunos detractores, el “sistema social” supone unaruptura en la línea de pensamiento, percibiéndose dos esquemasde acción diferentes, tanto en sus premisas fundamentales comoen las perspectivas motivacionales, además del tipo de datosabarcativos, hipótesis que subsumen, carácter y alcance de la teo-ría sustentiva de inspiración.

El cúmulo de argumentaciones alienta esta dualidad parsoniana,que tiene punto de inflexión en un antes y un después de The SocialSystem, señalando el abandono del esquema voluntarista de laacción y una poco fiable adopción del modelo freudiano, dandomás importancia a la estructura que a la acción.

Desde otro ángulo, se resalta la básica unidad a lo largo deltiempo, al afirmar conceptualidad y argumentabilidad aldesarrollo de ideas implícitas en los puntos fundamentales, lo queotorga entonces cierta coherencia interna a pesar de los defectosque se le señalan a su obra.

Como ocurre con frecuencia, no existe una única y exclusivalectura tanto de la obra de Parsons como de ningún otro autor,en particular con una obra tan amplia, que incluso intentaaportar su integración con un solo enfoque de la realidad des-de un sitio de observación ubicado en la acción social y es-tructura social. O sea, conciliar en un único esquema la micro ymacrosociología.

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Al estudiar su peculiar concepción de la naturaleza del análi-sis teórico, teniendo en cuenta la coherencia lógica, encontramosun contraste neto con una concepción lógica experimental, po-niendo énfasis en el aspecto sistémico de coherencia interna,enviando a segundo plano los aspectos epistémicos. Es decir,sugiere concentrarse en aspectos sistémicos de las categoríasanalíticas, dejando en plano secundario la operativización ycontrastación empírica.

Este “realismo analítico”, que lo seguirá de por vida, se vefuertemente influido por su formación científica como biólo-go, aunque nutrida por cursos de economía, literatura, filoso-fía; en síntesis, una educación heterodoxa, pero con unmarcado sesgo a las ciencias naturales que lo llevó a realizaresquemas clasificatorios reflejando sistemática y ordenada-mente la realidad mediante hipótesis causales experimenta-les verificables; a lo que podemos decir que el significado deteoría está más cerca de la clasificación que de la explicacióncausal.

Parsons entiende a la actividad teórica como reproducción,en el ámbito analítico, de la realidad social; con la meta de ela-borar un aprendizaje completo en lo conceptual que sea capazde reflejar la realidad en forma sistemática, antes que elaborarteorías explicativas directas sobre esta. Para ello ha formadoun programa para la construcción de teorías, o aporta una serietemporal e histórica de contribuciones para desarrollar determi-nados sistemas.

En The Structure of Social Action (1937) deja ver su volun-tarismo sociológico, donde analiza a Durkheim, Weber, Pareto yMarshall, al utilizarlos para desmenuzar las relaciones entre elindividuo y la sociedad; intentando conceptualizar cómo existela sociedad y qué la hace posible, y cómo conciliar a sus distin-tos individuos miembros.

Logra demostrar el error intelectual del positivismo al negarla independencia de valores, y del idealismo al negar la impor-tancia de las condiciones ambientales.

Resulta sorprendente que, a pesar de las grandes diferenciasde estos cuatro pensadores, presenten premisas básicas en co-mún, tal el caso de superación de las aporías del individualismoy el idealismo por medio de esquemas explicativos que llevan aParsons a definir estas similitudes de “convergencias”, lo que letrajo más de una crítica, burla y dolor de cabeza.

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Fiel a su visión particular, lo lleva a concluir que teorías correc-tamente elaboradas en forma coherente y sistemática, poseenforzosamente puntos de coincidencia y todas han de reflejar larealidad, acercándose a una concepción unificada; que hacefácilmente pensable elaborar un método explicativo mínimo,el cual sirva como referencia o común denominador parasuperar la barrera casi infranqueable del problema hobbesianodel orden.

Desde su estrategia analítica, Parsons concibe al actor socialcomo un individuo atrapado por su herencia y entorno, y en me-dida mínima racional, libre y calculador. Así podemos decirque está condicionado por su entorno físico y cultural ademásdel componente biológico con cierto margen de autonomíadecisoria. Es aquí donde afirma que la mínima expresión deltejido no es el actor sino sus acciones, denominado por Parsonsacto-unidad. Este acto-unidad consta de un actor social, perse-guidor de los fines que posee los medios para alcanzarlos enmedio de diferentes condiciones, tal el caso de la herencia bioló-gica, limitaciones ecológicas, etcétera, siendo el mismo regidopor normas, ideas y valores.

Se puede señalar cierto grado de componente de “interaccio-nismo simbólico” en la concepción que la estructura teórica es in-separable de su origen; ese lazo de acto-unidad entre los enfoquesmacro y microsociológicos es definido por un significado colectivoy observable como conducta, esto cobra sentido al apreciar queeste acto actúa como bisagra articulada para compatibilizar losenfoques institucionales y subinstitucionales; y dejan en claro queel voluntarismo parsoniano no se mimetiza con el libre albedrío,sino que es el hombre el encargado de dar el impulso.

Vemos que para la óptica parsoniana, el actor social es unaequilibrada sumatoria del hombre racional, libre y calculador,con el hombre producto de su carga hereditaria y su entorno; estohace una delicada relación entre la individualidad y el condi-cionamiento; la racionalidad con la irracionalidad.

Podremos observar con detenimiento que entre ambos polosextremos, vale destacar que es ficticio e irreal, una variación demenor a mayor conflictividad y que en su extensión se ubican lassociedades históricas concretas. Parafraseando a nuestros abue-los, encontraremos en la obra de Parsons, entre lo blanco y lonegro, la zona de los grises que son indicativos en todos los ámbi-tos de la vida.

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Contribución e impacto de la obra de Parsonsa la ciencia política contemporánea

La ciencia política cuyo objetivo es el estudio sistemático del go-bierno en su sentido más amplio; el origen de los regímenes polí-ticos; sus estructuras, funciones e instituciones, y las interaccionesentre grupos e individuos en el establecimiento, mantenimiento ycambio de los gobiernos.

La ciencia política se considera parte de las ciencias socialesque incluyen la antropología, la psicología y la sociología. Losprecursores de las ciencias políticas se ocupaban de la forma dealcanzar y mantener objetivos ideales.

A lo largo de los siglos aparecieron obras clásicas, casi todosestos autores se ocupan de la forma en que una sociedad puedegenerar las condiciones necesarias para el bienestar de todos susciudadanos.

Los éxitos que se habían conseguido en el campo de las cien-cias naturales llevaron a muchos investigadores políticos a lacreencia de que, con el tiempo, empleando el análisis sistemáticoy la metodología de la física, la química y la biología, podrían de-sarrollar teorías explicativas. En sus intentos por conseguir cre-dibilidad, estos estudiosos se unieron con investigadores en loscampos de la sociología y la psicología. De los sociólogos tomaronel método estadístico para recoger y analizar el comportamientocolectivo. De los psicólogos tomaron las definiciones, propuestasy conceptos que les ayudaran a entender por qué los seres huma-nos actúan de ciertas maneras. Como resultado de estos présta-mos de otras ciencias sociales, la ciencia política se convirtió enun campo independiente.

A pesar de este llamamiento por una disciplina realista y con-creta, basada en la objetividad y las herramientas científicas, elestudio más antiguo, especulativo y normativo, siguió siendo lomás común hasta la mitad del siglo XX, momento en que el puntode vista científico empezó a dominar el campo. Este movimientofue llamado conductismo porque sus defensores sostenían que lamedición y la observación objetivas se aplicaran a todas las con-ductas humanas tal y como se manifiestan en el mundo real.

Parsons, como sociólogo, se centró en formular un sistema teó-rico para analizar a la sociedad, así sustentaba el carácter establey que sus partes pueden ser interpretadas solamente en los tér-minos de su totalidad. Parsons comenzó como biólogo y redondeó

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sus conocimientos en la economía, de manera que con suficienteerudición analizó la primacía de la conducta, concibió a la políti-ca como una variable pero condicionada por lo social y lo cultu-ral, resaltó la importancia del consenso.

La obra de Parsons contribuye ideológicamente a legitimar lasnecesidades de estabilidad y preservación del capitalismo comosistema, consolidó el enfoque de la sociología y la ciencia políticaburguesa basado en el estudio del equilibrio, la integración y lafuncionalidad de las estructuras políticas de dicho sistema.

Como padre de la corriente estructural-funcionalista norteame-ricana, Parsons se concentra en el análisis de estructura y funcio-nes, deja a un lado los procesos de desarrollo. Al mismo tiempofavorece un punto de vista subjetivista, al sobrevalorar la impor-tancia del “sentido” o “significado” de las acciones y situacionessociales. Intenta ofrecer una visión compleja de la sociedad, al en-tenderla como un sistema social conformado por varios subsistemas,aunque subestima el papel de los factores económicos.

Su obra constituyó un importante punto de referencia con im-pacto para la sociología y la ciencia política norteamericana, queencontró seguidores destacados en autores como Robert K. Merton.La obra de Parsons es criticada por sociólogos críticos de EstadosUnidos como Charles Wright Mills en la Imaginación Sociológica,y Alvin Goulder en La crisis de la sociología occidental; no obs-tante, la balanza de aportes se inclina a su favor.

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EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE MANCUROLSON A TRAVÉS DE LA LÓGICA

DE LA ACCIÓN COLECTIVA

RAFAEL GARCÍA GUILARTE

Este politólogo norteamericano se inscribe dentro de la tendenciade la elección racional que toma referentes metodológicos de laeconomía.

En el ámbito de la ciencia política, la corriente de la elecciónracional surge en la década de los setenta del siglo XX. La irrup-ción de la teoría de la elección racional en la ciencia política su-puso la superación del paradigma sociológico que limitaba elenfoque al análisis empírico de los comportamientos políticos delos individuos y de los grupos: la aplicación de algunos de los prin-cipios metodológicos propios de la economía a los análisis de larealidad política permitió el desarrollo de un enfoque alternativofrente a la escuela conductista y también abrió un nuevo punto devista sobre temas y aspectos relevantes para la ciencia política.

De la teoría de la elección racional surge un conjunto de propo-siciones explicativas (y contrastables empíricamente) mediante eldesarrollo de un discurso axiomático y deductivo que puede llegara recibir un tratamiento formal o matemático bastante sofisticado.

Con la aceptación de unos pocos axiomas o principios metodo-lógicos muy restrictivos (al mismo tiempo que intuitivamenteaceptables), y la aplicación de unos criterios de carácter económi-co al análisis de las más diversas situaciones políticas reales o hi-potéticas, ha sido posible la elaboración de nuevos modelosexplicativos en ciencia política. Estos principios metodológicos sereducen básicamente al individualismo metodológico y al supuestode racionalidad individual.

El individualismo metodológico pretende explicar, a partir delas acciones individuales, los fenómenos de carácter colectivo; a

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diferencia del enfoque sociológico predominante, destacó la im-portancia de las acciones o elecciones individuales huyendo decualquier determinismo de tipo estructural. En general, se supo-ne que estas acciones individuales responden al clásico criterioeconómico de la maximización de la utilidad: los individuos dispo-nen de un conjunto finito de alternativas entre las cuales elegir y,de manera coherente con sus fines, escogen aquella que esperanque les proporcione el mayor grado de satisfacción o utilidad (unconcepto que puede ser definido de muchas maneras, pero quesiempre responderá a una valoración subjetiva).

Uno de los primeros pensadores políticos de la teoría de la elec-ción racional es el politólogo Anthony Downs que en su artículo “Teo-ría de la democracia: una aproximación económica”, introduce unnuevo tipo de modelos explicativos en ciencia política que derivandirectamente de un enfoque económico: los modelos espaciales. Eneste tipo de modelos se supone que cada ciudadano realiza una elec-ción racional del partido en el que va a votar, estableciendo una cla-ra analogía con los mecanismos que operan en el mercado. Lospartidos políticos ofrecen diferentes “productos” —o programas—,y los electores se comportan como consumidores.

Anthony Downs sugiere que cada ciudadano votará en funciónde la distancia que haga entre sus preferencias políticas y las po-líticas o programas de los partidos que concurren a las elecciones(partidos que en su análisis estarán dispuestos en un eje unidi-mensional). El modelo espacial iniciado por Downs ha sido poste-riormente desarrollado con la elaboración de modelos queconsideran la existencia de espacios multidimensionales.

Este autor expone una de las paradojas más relevantes de lademocracia: “... si supusiéramos que los votantes se comportan comosi realizaran un simple cálculo de los costos y beneficios derivadosdel acto de votar (como hace un consumidor a la hora de escogerun determinado producto), cabría esperar que la inmensa mayoríade los ciudadanos racionales se abstuvieran dada su escasísimacapacidad para influir en el resultado final de las elecciones”.1 Estaparadoja derivada de un uso puramente “instrumental” del voto,ha sido contestada mediante los conceptos de la “persuasión” del

1 Downs, Anthony (1973): “Teoría económica de la acción política en una demo-cracia”, en Diez textos básicos de ciencia política, Editorial Ariel S.A., Barce-lona, 1992, p. 10.

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voto como “consumo” (entendiendo que el simple acto de votar yaaporta beneficios subjetivos al votante) o del voto inducido por lasinstituciones.

Cabe destacar que la racionalidad individual no implica demanera alguna la existencia de una “racionalidad colectiva”; pre-cisamente gran parte de las paradojas analizadas por este nuevoenfoque residen en la incoherencia existente entre las preferen-cias individuales y los resultados colectivos.

Así, la economía ha inspirado o inducido algunos de los principiosfundamentales en los que se basa el nuevo enfoque metodológicoque ha permitido los más recientes desarrollos a la ciencia políti-ca occidental contemporánea.

Este nuevo enfoque también supone una nueva perspectiva so-bre los temas y preguntas que son considerados relevantes para laciencia política. Bajo los parámetros de la teoría de la elecciónracional, se han elaborado nuevos modelos explicativos que serefieren al objeto que fuera “clásico” de la disciplina de la cienciapolítica: las instituciones políticas. El énfasis en el estudio de los“comportamientos” está siendo actualmente sustituido por unretorno al análisis de las instituciones políticas que de ningunamanera supone una vuelta al enfoque jurídico de antaño, sino queprecisamente responde al enfoque “económico”, derivado de lateoría de la elección racional: “un nuevo institucionalismo”.

La obra de Mancur Olson es una de las de mayor influencia en elenfoque “económico” de la política. Analiza la capacidad de un gru-po de individuos para promover la consecución de bienes públi-cos que sean de interés común a todos los miembros. El principalinterés de M. Olson reside en el tamaño del grupo: “... de maneracontraria a lo que comúnmente pudiera pensarse, cuanto mayor seael grupo, menos incentivos tendrán los individuos que lo componenpara asumir los costos en tiempo, esfuerzo y dinero de participar enuna acción que les permitiría la obtención del bien público deseado,dicho en otras palabras, cuanto mayor sea el grupo, cabrá esperaruna mayor pasividad entre sus miembros que los que se produciríanen grupos reducidos [...] La solución de esta paradoja reside en los‘incentivos selectivos’ (ya sean de carácter negativo o positivo), unosincentivos que favorecen la acción colectiva y que no dependen delos bienes públicos hacia los que se orienta la misma”.2

2 Olson, Mancur (1965): “La lógica de la acción colectiva”, en Diez textos..., p. 97.

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Uno de los descubrimientos de Olson en su obra La lógica de laacción colectiva es que los servicios que prestan colectivos comolos sindicatos, las asociaciones profesionales, las organizacionesagrarias, los carteles y los grupos de presión, se parecen a losservicios básicos del Estado, desde un punto de vista claramentedecisivo. Los servicios de dichas asociaciones, al igual que los ser-vicios básicos o “bienes públicos” brindados por los gobiernos, sison proporcionados a alguien llegan a todos los miembros de unadeterminada categoría o grupo. Del mismo modo que la ley y elorden, la defensa o la lucha contra la contaminación, tal como losponga en práctica el gobierno, favorecen a todos los habitantes deun país o de un área geográfica; la tarifa obtenida gracias al esfuer-zo de una organización agraria sirve para que suban los preciosen beneficio de todos los productores del artículo que se trate.Igualmente el aumento salarial conseguido por un sindicato seaplica a todos los trabajadores de la categoría correspondiente.

Este mismo razonamiento aplicado de forma más general a cadagrupo de presión que obtiene un cambio global de la legislación ode las reglamentaciones, consigue con ello un bien público o co-lectivo para todos los que se ven beneficiados por ese cambio,cualquier combinación —es decir, cualquier “cartel”— que utilicela acción en el mercado o en la industria para lograr un precio oun salario más elevado, cuando restringe la cantidad suministra-da eleva el precio para cada vendedor, creando así un bien colec-tivo para todos los vendedores.

El principal argumento de M. Olson defendido en La lógica dela acción colectiva, comienza con una paradoja que se manifiestaen la conducta de los grupos: “A menudo se da por supuesto quesi todos los miembros de un grupo de individuos o de empresastienen determinado interés en común, el grupo manifestará unatendencia a satisfacerlo. Así muchos estudiosos de las cienciaspolíticas en los Estados Unidos han supuesto durante mucho tiem-po que los ciudadanos que tienen un interés político común seorganizarán y lucharán a favor del mismo. Cada individuo de lapoblación estaría en uno o en varios grupos y el vector de laspresiones de estos grupos en competencia explicaría los resul-tados del proceso político. De igual modo a menudo se ha su-puesto que si los trabajadores, los productores agrícolas o losconsumidores tuviesen que enfrentarse con monopolios perjudi-ciales para sus intereses acabarían por obtener un poder com-pensado a través de organizaciones como los sindicatos laborales

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o las organizaciones agrícolas, que han conseguido determinadopoder dentro del mercado y una acción protectora por parte delgobierno.

”A mayor escala, las clases sociales dan pie a pensar con fre-cuencia que van a actuar en interés de sus miembros. La formamás típica de esta creencia está enmarcada, por supuesto, en laafirmación marxista según la cual en las sociedades capitalistasla clase burguesa hace que el gobierno sirva a sus propios intere-ses. Una vez que la explotación del proletariado ha llegado a de-terminado nivel, y ha desaparecido la ‘falsa conciencia’, la claseobrera se revelará en su propio beneficio y establecerá una dicta-dura del proletariado. De modo general si los individuos de deter-minada categoría o clase social tuviesen un grado suficiente deinterés propio, y si toda ella coincidiese en un interés compartido,el grupo actuaría también a favor de sus propios intereses”.3

“Si examinamos con cuidado la lógica de la frecuente suposi-ción que se recoge en el párrafo anterior, cabe apreciar que esbásica e indiscutiblemente errónea. Imaginémonos qué tendríaque hacer un trabajador que pensase que una amenaza de huelgao una ley de salario mínimo elevaría su jornal, si el consumidor oel trabajador dedicó unos cuantos días y un poco de dinero a orga-nizar un boicot o un sindicato, o a ejercer presiones para lograruna legislación que proteja sus intereses, habrá sacrificado tiempoy dinero. ¿Qué obtendría con este sacrificio? En el mejor de loscasos, el individuo logrará que la causa avance algo (a veces im-perceptiblemente). Sea como fuere habrá conseguido una minús-cula participación en la ganancia que obtenga de la acción. El hechomismo de que el objetivo o el interés sea algo común al grupo ycompartido por éste, lleva a que las ganancias conseguidas median-te el sacrificio que realice un individuo para servir a esta metacomún sean compartidas por todos los miembros del grupo. Si elboicot, la huelga o las presiones tienen éxito, mejorarán los precioso los salarios para todos los miembros de la categoría correspon-diente de manera que al individuo que forma parte de un gran gru-po con un interés común sólo le tocará una participación diminutaen los beneficios logrados a través de los sacrificios que lleve acabo el individuo con objeto de lograr este interés común”.4

3 Olson, M.: Ob. cit., p. 98.4 Ibídem, p. 99.

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El argumento empleado por M. Olson en este razonamiento parademostrar su “lógica de acción colectiva” revela el comportamien-to de los individuos que pertenecen a un grupo con interés comúnsobre la base de la empiria. Al aplicar los principios metodológicosque se reducen al individualismo y al supuesto de racionalidadindividual derivados de las relaciones económicas de la sociedadburguesa, en realidad fundamentan la razón instrumental que setraduce en la reducción que hace el capitalismo de los logros dela razón humana —la ciencia, tecnología y cultura— para obtenerla máxima ganancia económica para los grandes monopolios.

Esta razón instrumental de la sociedad burguesa expresa eldesquiciamiento de la razón humana al ser apropiados los bienesproducidos por la burguesía para resolver sus necesidades eco-nómicas egoístas a expensas de la explotación de las grandes masasde trabajadores de todo el mundo, lo cual genera una sociedadque funciona de una manera irracional, que expresa una parado-ja mayor por cuanto mayor desarrollo de la ciencia y la tecnolo-gía originan una mayor pobreza y explotación general para lahumanidad. Esta paradoja se hace contrastable de forma empíri-ca y teórica con la aplicación de la ideología del neoliberalismo alas relaciones económicas y políticas internacionales por la cum-bre de poder de Estados Unidos y sus aliados y organizacioneseconómicas internacionales.

La teoría de la elección racional constituye una forma dereduccionismo economicista de toda acción política individual yde grupo, centrada en la lógica de la economía burguesa, que seexpresa en el supuesto de que las acciones humanas individuales—consideradas las más importantes— están fundamentadas eninterés de buscar la máxima utilidad económica, argumentandoasí que las actividades y relaciones entre las personas en la socie-dad están mediadas por esta razón instrumental que sirve de fun-damento a la “lógica de la acción colectiva”.

Esta lógica es expresión de la propia situación del individuo“atomizado” en la sociedad capitalista, que obliga a los ciudada-nos a luchar solo para alcanzar los medios necesarios para la vida,condicionado por las relaciones monetario-mercantiles y el mer-cado, donde la ley del valor y el dinero constituyen la fuente detodo valor. La “lógica de la acción colectiva” encuentra su refe-rente en la propia realidad de la sociedad burguesa, por cuantola explicación que da del comportamiento y acción de los indi-viduos, grupos e instituciones en las relaciones políticas posee

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determinado grado de objetividad, sobre todo, en el escenario po-lítico de la sociedad norteamericana, donde el autor hizo todossus estudios. Aunque como señaló el propio autor, “... los datosdispersos que poseía de otros países, eran coherentes con los queposeía sobre los Estados Unidos...”.5

La paradoja que resulta de la acción de los grupos numerosos—sindicatos, asociaciones de agricultores— y la acción del go-bierno, con respecto a los mínimos beneficios colectivos obteni-dos para cada miembro del grupo, se explica por el autor, por losllamados incentivos selectivos. En el caso de los gobiernos, la res-puesta se fundamentó en que los gobiernos están respaldados porla obligatoriedad de los impuestos. A veces la oposición a dichaobligatoriedad es escasa, acaso porque mucha gente comprendede manera intuitiva que los bienes públicos no podrían venderseen el mercado, ni financiarse por un mecanismo voluntario. Comose ha señalado anteriormente, cada individuo obtiene solo unamínima participación en los servicios gubernamentales que hapagado y, en cualquier caso, conseguirá el nivel de servicio quehaya sido proporcionado por los demás.

En el caso de las organizaciones que brindan bienes colectivosa sus grupos a través de una acción política o comercial, la res-puesta no ha sido obvia, pero no es menos tajante. Las organiza-ciones de este tipo —por lo menos cuando representan grandesgrupos— tampoco reciben apoyo debido a los bienes colectivosque proveen, sino porque han tenido la suerte en encontrar lo queOlson denomina: “incentivos selectivos”. Un incentivo selectivoes el que se aplica de forma selectiva a los individuos según con-tribuyan o no a procurar el bien colectivo.

Los incentivos selectivos los clasifica en negativos y positivos.Puede tratarse, por ejemplo, de una pérdida o de castigo impuestoúnicamente a quienes no ayudan a proporcionar el bien colectivo.Como es natural, el pago de los impuestos se consigue con la ayudade incentivos selectivos negativos dado que quienes no pagansus impuestos deben someterse, al mismo tiempo, a la exacciónfiscal y a una penalización. El tipo de grupo organizado de interésmejor conocido en las sociedades burguesas —según Olson—, elsindicato, también suele ser respaldado, en parte, a través de in-centivos selectivos negativos. La mayoría de las cuotas que perci-

5 Olson, M.: Ob. cit., p. 99.

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ben los sindicatos más fuertes se obtienen a través de conveniosde sindicación obligatoria, que convierten el pago de cuotas enalgo más o menos coactivo y automático. También se aplica unatécnica que se denomina como piquete de cuotas que funcionabacon gran sencillez, donde un grupo de miembros que pagaban lacuota seleccionados por el director del distrito (generalmente máspor su corpulencia que por su tacto) se colocaban a la puerta de lafábrica con una palanca de hierro o un bate de béisbol en las ma-nos, y se encaraban con cada trabajador que se incorporaba a suturno. La fase inicial de la sindicalización supone, a menudo, elempleo de la violencia por parte de los sindicatos y de los patro-nos, y de trabajadores que se oponen a la sindicalización.

Los incentivos selectivos positivos también son frecuentes,como lo muestran diversos ejemplos que aparecen en La lógica dela acción colectiva. Las organizaciones agrarias norteamericanasbrindan ejemplos elocuentes, muchos de los miembros de las orga-nizaciones agrarias más poderosas forman parte de ellos porque sucuota se deduce automáticamente de los dividendos de patronatosde las cooperativas rurales o están incluidos en las primas que pa-gan a las campañas de seguros mutuos vinculados a sus organiza-ciones. Existen muchas asociaciones con clientes urbanos quebrindan incentivos selectivos del mismo tipo en forma de políticasde seguros, publicaciones, tarifas, áreas para viajes en grupo y otrosbienes privados que solo están a disposición de sus miembros. Lasreivindicaciones sindicales suelen ofrecer también incentivosselectivos dado que las peticiones planteadas por los miembrosactivos son las que a menudo atraen el máximo de atención.

Estos ejemplos que aparecen en La lógica de la acción colecti-va son tomados de situaciones reales del escenario político deEstados Unidos del tercer tercio del siglo XX.

La principal limitación de esta teoría es que toma el interés eco-nómico individual como fuente o causa del comportamiento o ac-ción de los individuos aislados o formando parte de una organización,cuando encuentra incentivos selectivos positivos o negativos.

Los argumentos que se emplean para contradecir la posiciónmarxista acerca de la actuación de un grupo tan numeroso a escalasocial como la clase de los trabajadores cuando tienen concienciade su situación y los intereses comunes, movidos más por interesespolíticos y sociales que expresan la necesidad de su emancipacióna través de la revolución social, solo recogen la situación específi-ca del escenario político de Estados Unidos, donde la sociedad

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burguesa ha tratado por todos los medios de asimilar al movimien-to obrero a través del modo de vivir y pensar a la manera capitalis-ta, creando la ilusión de que todos pueden llegar a escalar el statusde burgués, comprando acciones en la bolsa, eliminando así la resis-tencia de los trabajadores y su capacidad organizativa, al redu-cirlos al egoísmo extremo y al individualismo.

En su obra, Olson no refleja la situación y el comportamientode los trabajadores en otras partes del mundo y con sentido histó-rico, donde sobran ejemplos de la capacidad del movimiento obreropara organizarse y luchar para alcanzar, no solo los bienes colec-tivos de carácter material, sino para alcanzar el poder político ypoder realizar su plena emancipación.

En la propia sociedad norteamericana, también existen com-portamientos individuales y colectivos de carácter político queestán fundamentados en motivaciones e intereses humanistas, quebuscan el bien común, y no solo intereses egoístas, reducido a lamáxima utilidad económica; ejemplos de grupos que luchan porintereses políticos y sociales comunes se pueden identificar conlos grupos pacifistas, ecologistas, los cuales buscan la igualdadracial; religiosos y los millones de inmigrantes indocumentadosque viven en Estados Unidos.

Otros de los incentivos que se analizan en la obra son la censu-ra, o incluso el ostracismo, aplicados a quienes no comparten lasobligaciones de la acción colectiva, ya que en la sociedad moder-na, el confinamiento en soledad es, después de la infrecuente penade muerte, el castigo legal más grave.

Uno de los razonamientos que se realizan en el trabajo de Olsonacerca de los incentivos selectivos y su limitación cuando se quie-ran aplicar a los grupos o categorías que se beneficiarán de un biencolectivo, es el relativo a cuando el grupo es heterogéneo. La ob-servación cotidiana reveló que la mayoría de los grupos socialmenteinteractivos son bastante homogéneos, y que muchas personasrehúsan entablar una interacción social amplia con los sujetos aquienes atribuyen un status inferior o unos gustos muy diferentes.

Otro problema que se plantea para organizar y mantener grupossocialmente heterogéneos es que parece menos probable que estosse pongan de acuerdo acerca de la naturaleza exacta del bien co-lectivo del cual se trate, o sobre qué cantidad vale la pena adquirir.

En otra parte del análisis que hace Olson en su obra, este señalalas razones que hacen que los ciudadanos norteamericanos con-vertidos en votantes típicos, cada día presten menos interés por

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conocer los asuntos públicos y se conviertan en “racionalmenteignorantes”, por cuanto la lógica de la probabilidad hace que elvotante típico considere que su peso en que se produzca un cam-bio en el resultado de la elección es pequeño. Con frecuencia lainformación acerca de los asuntos públicos resulta tan interesanteo entretenida que vale la pena recibirla únicamente por eso. Estoparece ser la fuente más importante de excepciones a la generali-zación según la cual los ciudadanos típicos son racionalmente ig-norantes de los asuntos públicos.

Por otra parte, los individuos que ejercen ciertas actividadesespecíficas pueden recibir una recompensa muy considerable enbienes privados, si adquieren un reconocimiento excepcional delos bienes públicos. Los políticos, los integrantes de los grupos depresión, los periodistas y científicos sociales, por ejemplo, pue-den ganar más dinero, poder o prestigio gracias a su conocimien-to de tal o cual asunto público. En alguna ocasión, un conocimientoexcepcional de la política de la administración pública generacuantiosos beneficios a través de la bolsa de valores o de otrosmercados. Al mismo tiempo el ciudadano típico se encuentra conque su renta y sus posibilidades vitales no mejorarán debido a unmeticuloso estudio de las cuestiones públicas o de algún bien co-lectivo en particular.

A su vez, el limitado conocimiento de los asuntos públicos esun factor necesario para explicar la eficacia de los grupos de pre-sión. Si todos los ciudadanos hubiesen obtenido y asimilado la infor-mación pertinente, no los influiría la publicidad u otros medios depersuasión. Con ciudadanos perfectamente informados, los car-gos gubernamentales electivos no estarían sometidos a los halagosde los integrantes de los grupos de presión, ya que los votantessabrían cuándo se traicionan sus intereses, y en la elección si-guiente, el representante infiel resultará derrotado.

En su razonamiento, Olson realiza una crítica a los medios dedifusión masiva por tergiversar la realidad política de EstadosUnidos, y los hace responsables de una buena parte de la ignoran-cia de los ciudadanos en cuanto a los asuntos públicos y la gestiónde los gobernantes influida por los grupos de presión.

Uno de los elementos esenciales que incorpora a las cienciaspolíticas la teoría de la elección racional es el “individualismometodológico” que pretende explicar, a partir de acciones y moti-vaciones individuales, los fenómenos de carácter colectivo y des-taca la importancia de las acciones o elecciones individuales

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huyendo de cualquier determinismo de tipo estructural que pre-domina en el enfoque sociológico (propio de la teoría conductista).

Trata de explicar, de manera general, que las acciones indivi-duales responden al clásico criterio económico de la maximizaciónde la utilidad. Sus supuestos metodológicos son importados de laeconomía a los cuales se adicionan los principales componentesde la teoría política de la elección racional. Destaca los elementoscomo los “incentivos selectivos” que explican la acción de los gru-pos de forma paradójica con respecto a los intereses y motivacio-nes de los individuos pertenecientes a dichos grupos. Esta teoríaes de las más actuales en ciencia política y coexiste con la teoríade enfoque sociológico en el pensamiento occidental.

Bibliografía

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TAYLOR, M. (1978): The Possibility of Cooperation, CambridgeUniversity Press.

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LA “TEORÍA DE LA ACCIÓN”DE HANNAH ARENDT

MARTHA M. PÉREZ GÓMEZ

Nació en Hannover en 1906 del seno de una familia judía declase media, ilustrados, partidarios de la asimilación y próxi-mos a posiciones socialistas. Estudió en las universidades deMarburgo (donde recibe influencia de su profesor MartinHeidegger), de Friburgo y de Heidelberg (aquí conoce a KarlJasper, profesor que también ejercería gran influencia en sudesarrollo teórico).

Son dos los acontecimientos que en los años veinte marcaronsu pensamiento político y nos permiten comprender ¿por qué ycuáles son sus preocupaciones? Al primer acontecimiento se ledenomina “Shock filosófico” y no es otro que la filosofía delexistencialismo de Martin Heidegger y de Karl Jasper. Con am-bos mantuvo una larga e intensa amistad, aunque con Heideggeresta se vio salpicada de silencios e incomunicación debido a susdiferentes posiciones políticas.

Con Jasper mantuvo una activa correspondencia, confiándoleideas que incluso no había madurado: “... sospecho que la filoso-fía no es totalmente inocente en este lío. Naturalmente no en elsentido de que Hitler tenga que ver con Platón. Más diría en elsentido de que la filosofía occidental no ha tenido nunca un con-cepto claro de la realidad política, y no podía tener uno, ya que,por necesidad, ha hablado del hombre y sólo tangencialmente seha ocupado de la pluralidad. Pero no debería haber escrito todoesto, se trata de ideas todavía sin madurar”.1

1Arendt, Hannah: ¿Qué es la política?, p. 13.

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En su obra se ve la huella de Heidegger en: la relación de losconceptos con la experiencia, la importancia del lenguaje, su in-terpretación de la acción como revelación del sujeto y lahistoricidad del ser; y la huella de Jasper en: la temporalidad, laruptura entre la existencia y el pensamiento, y las consecuenciasnegativas del desarrollo de la técnica para el hombre.

Al segundo acontecimiento se le nombra “Shock de la realidad”, elcual constituye la consolidación del movimiento nacional-socia-lista y el surgimiento del totalitarismo que merced al terror y laideología hacen cristalizar una nueva forma de gobierno y domi-nación como un hecho establecido que no se puede aprehendermediante las categorías habituales del pensamiento político, rom-piendo la continuidad de la historia de Occidente. No podemosolvidar que ella misma fue víctima de esta forma de dominación,teniendo que emigrar por su origen judío.

En 1933, al conocer que su nombre y el de su primer esposoestaban en manos de la GESTAPO, emigra a París donde estánhasta la caída de la ciudad en manos del nazismo alemán, reem-prendiendo el camino del exilio, ahora hacia New York, en Esta-dos Unidos, donde se radicó definitivamente, aunque en añosposteriores viajó en varias ocasiones a Europa.

Es en Estados Unidos donde desarrolla una intensa actividadpública y teórica manifestándose en:– Dirigió la Conferencia sobre Relaciones Judías (1944-46).– Dirigió la Jewisch Cultural Reconstrucción Inc.– Fue catedrática de la Universidad de Chicago, impartió con-

ferencias en las universidades de Columbia, Princeton yBerkeley.

– Algunos de sus libros provocaron polémicas.La década del cincuenta es la más fructífera, en ella escribe

sus obras más importantes:– Los orígenes del totalitarismo (1951).– La condición humana (1958).– Entre el pasado y el futuro (1961).

También podemos citar:– Eichman en Jerusalén (1963).– Sobre la revolución (1963).– Crisis de la República (1973).– La vida del Espíritu (1978) fue publicada póstumamente.– ¿Qué es la política?, recopilación de artículos (1997).

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Se le considera como la primera pensadora política, en el mun-do anglosajón, en aplicar el método fenomenológico a la compren-sión de la política.

Al tratar de clasificar su obra resulta difícil, pues “... en elfondo de la mayoría de sus reflexiones lo que descubrimos sonsucesivos intentos por repensar la tensión entre el pensamientoy la acción, sin recaer en la dialéctica ni precipitarse hacia unfácil pragmatismo... cosa que convierte su obra en un lugar ver-daderamente incómodo...”2 al moverse entre lo reaccionario y lorevolucionario, entre el neoaristotelismo y el kantismo, o entrelo conservador y lo radical. De hecho su obra está marcada porsu condición de exiliada, su pensamiento carece también de unatierra fácilmente reconocible.

Es criticada y cuestionada por muchos teóricos políticos sobretodo por su análisis histórico del fenómeno del totalitarismo,específicamente por su ecuación entre nazismo y estalinismo, porsu tesis (1963) de “la trivialidad del mal” en nuestro siglo y elanálisis del lugar que ocuparía Marx en la tradición de la filosofíapolítica. Muere en Estados Unidos en 1975.

En su obra madura se da a la tarea de tratar de solucionar losproblemas no resueltos de la edad moderna y del mundo moder-no; la primera va desde el siglo XVII hasta la primera década delsiglo XX y la segunda comienza con las primeras explosiones ató-micas hasta nuestros días. Dicha división “... surge con las cien-cias naturales en el siglo XVII, llega a su clímax político en lasrevoluciones del siglo XVIII y despliega sus repercusiones genera-les después de la Revolución Industrial del siglo XIX —y el mundodel siglo XX, que llegó a la existencia a través de la cadena decatástrofes por la primera Guerra Mundial”.3 Según ella estos pro-blemas surgen cuando los pensadores perciben un mundo invadi-do por hechos e incertidumbres que su tradición de pensamientopolítico era incapaz de enfrentar.

“Vivimos en un mundo en que el propio cambio se ha converti-do en algo tan obvio que corremos el riesgo de olvidar incluso quées lo que ha cambiado...”.4

Su propia experiencia en el enfrentamiento a lo nuevo la lleva aun constante intento de traducir en el lenguaje de la experiencia

2 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 38.3 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 33.4 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 37.

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el brutal choque del hombre moderno con los hechos, ante su ne-cesidad “... de evitar que la realidad devenga opaca al pensamien-to...”5 no hace más que “... sucesivos intentos por repensar la tensiónentre el pensamiento y la acción, sin recaer en la dialéctica ni pre-cipitarse hacia un fácil pragmatismo...”.6 “... con sus experimen-tos de pensamiento, realizados a menudo en registros diversos yno siempre exitosos, ofrece redes conceptuales que le permitenretornar a las preguntas y tratar de decir y de comprender el mundomoderno, un mundo en el que las ideas más comúnmente acepta-das se han visto ‘atacadas, refutadas, sorprendidas y disueltas porlos hechos’.”7

Teoría de la acción

La acción es el centro de su pensamiento político, pero para com-prenderla es necesario conocer previamente algunos de los con-ceptos que conforman dicha teoría. Conceptos como: labor,trabajo, esfera privada y esfera pública, mundo, natalidad ypluralidad, entre otros.

Comenzaremos explicando que para H. Arendt la vida activatiene tres actividades centrales: la labor, el trabajo y la acción,que se diferencian entre sí, caracterizando la labor y el trabajo dela siguiente forma:

La labor: está ligada a la necesidad, al ciclo de repetición de lanaturaleza, donde se produce lo necesario para mantener vivo alorganismo humano y a la especie; sus productos están destinados aser del Animal laborans, de la condición humana la vida misma.

El trabajo: la fabricación multiplica algo que ya tiene existen-cia; produce la variedad inagotable de cosas que forman el mundoen que vivimos; sus resultados son para ser usados, no consumi-dos; son estables y duraderos, lo que hace posible la objetividad;la cosa fabricada es un producto final, es solo un medio paraproducir tal fin; la fabricación y el uso son dos procesos diferen-tes. La fabricación tiene un comienzo definido y un fin determi-nado predecible; es proyectable, productiva; hay siempre

5 Ibídem, p. 15.6 Ibídem, p. 38.7 Ibídem, p. 39.

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elementos de violencia, actividad utilitaria por su naturaleza; sedesarrolla en la esfera privada, propia del Homo faber, de la con-dición humana, la mundanidad.

Su diferenciación entre labor y trabajo es el núcleo de la críti-ca que hace a Marx, la de no diferenciar ambas actividades, pueseste, según Arendt, considera toda labor como trabajo, elevándolaa la más alta actividad humana; lo que según ella lo lleva a enten-der la política como dominación y violencia igual que el trabajodomina la naturaleza. Aunque esta crítica donde más la desarro-lla es en su libro La condición humana, en otros como Entre elpasado y el futuro hace referencia también a este asunto.

“...‘El trabajo creó al hombre’ significa, primero, que el trabajoy no Dios creó al hombre; segundo, significa que el hombre, en lamedida en que es humano, se crea a sí mismo, que su humanidades el resultado de su propia actividad; tercero, significa que loque distingue al hombre del animal, su diferencia específica, noes la razón sino el trabajo, que no es un animal rationale sino unanimal laborans; cuarto, significa que no es la razón, hasta enton-ces el atributo máximo del hombre, sino el trabajo, la actividadhumana tradicionalmente más despreciada, lo que contiene lahumanidad del hombre. De modo que Marx desafía al dios tradi-cional, la tradicional apreciación del trabajo y la glorificación tra-dicional de la razón”.8

Es cierto que el postulado marxista “El trabajo creó al hom-bre” es un desafío al dios tradicional, a la apreciación del trabajoy a la glorificación tradicional de la razón porque rompe con todoel pensamiento filosófico anterior al demostrar que el trabajo pro-ductivo del hombre no es solo un acto de mediación entre el hom-bre y la naturaleza, desempeña también una función de mediaciónsocial. Como explicara el mismo Carlos Marx: “... el hombre mis-mo se diferencia de los animales a partir del momento en que em-pieza a producir sus medios de vida [...] Al producir sus medios devida, el hombre produce indirectamente su propia vida material”.9

“... La organización social y el estado brotan constantemente delproceso de vida de determinados individuos; pero de estos indivi-duos, no como puedan presentarse ante la imaginación propia oajena, sino tal y como realmente son; es decir, tal como actúan y

8 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 27.9 Marx, Carlos: La ideología alemana, p. 19.

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como producen materialmente y por tanto, tal como desarrollansu actividad bajo determinados límites, premisas y condicionesmateriales, independientes de su voluntad”.10

Y si aún queda duda de que la humanidad es el resultado de supropia actividad, debe recordar otro fragmento de su obra La ideo-logía alemana:

“Las relaciones entre unas naciones y otras dependen de laextensión en que cada una de ellas haya desarrollado sus fuerzasproductivas, la división del trabajo y el intercambio interior [...]también toda la estructura interna de cada nación depende delgrado de desarrollo de su producción y de su intercambio interiory exterior...”.11

Con esto no niega que el atributo máximo del hombre sea la ra-zón (entendida como conciencia), sino, al contrario, que esta surgeen el trabajo, al producir su propia vida material. “No es la con-ciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina laconciencia”.12

Según Arendt la labor, el trabajo y la acción tienen una jerar-quía ascendente en un proceso de culturización y de emancipa-ción respecto a la naturaleza donde la verdadera antítesis se daentre labor y acción por ser la primera la más antipolítica de lasactividades al no requerir de la presencia de otros hombres. Paraella la labor pertenece a la esfera privada donde las relacionesestán regidas por la necesidad y la violencia, mientras que la ac-ción pertenece a la esfera pública donde las relaciones son deigualdad, garantizándose la pluralidad.

Cuando se refiere a la esfera privada y la pública establece unarígida separación en la cual cada una tiene sus propias activi-dades. Siempre que alude al espacio público lo hace contrapo-niéndolo y diferenciándolo del privado.

Esfera privada: “... lugar en que los hombres estaban domina-dos por la necesidad y la coacción, sino también, y en estrechaconexión con ello, el lugar donde la vida era garantizada, dondetodo estaba listo para rendir satisfacción a las necesidades vita-les...”.13 Por tanto, la identifica con el hogar, la familia, con el es-pacio donde se desarrolla la labor y encontramos los sentimientos.

10 Ibídem, p. 25.11 Ibídem, p. 19.12 Ídem.13 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 73.

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Esfera pública: “... el ámbito público implica el contraste másagudo posible respecto a nuestro ámbito privado, donde, en laprotección de la familia y del hogar, todo se remite a asegurar elproceso vital y debe servir para ese...”.14

“... Contrariamente a lo que sucede en la privacidad y en lafamilia, en el recogimiento de las propias cuatro paredes, aquítodo aparece a aquella luz que únicamente puede generar la publi-cidad, es decir, la presencia de los demás [...] Este espacio públi-co sólo llega a ser político cuando se establece en una ciudad,cuando se llega a un sitio concreto que sobreviva tanto a las gestasmemorables como a los nombres de sus autores [...] Esta ciudades la polis”.15 Las polis son el ámbito de hablar y actuar en co-mún, en ellas los ciudadanos se reconocen como iguales en unespacio de apariencia.

A pesar de la rígida separación entre ambas esferas reconoceque en la sociedad moderna existe cierta conexión: “Normalmen-te, el niño entra en el mundo cuando empieza a ir a la escuela.Pero la escuela no es el mundo ni debe pretender serlo, ya que esla institución que interponemos entre el campo privado del hogary el mundo [...] Quien exige la asistencia a la escuela no es la fami-lia sino el Estado, es decir, el mundo público...”.16 Ese espacio deconexión lo identifica con la esfera social característica de la épocamoderna, donde lo público irrumpe en lo privado y viceversa.

Percibe la existencia de un mundo necesario para la vida hu-mana. En su libro Entre el pasado y el futuro escribe:

“... la vida humana en sí misma requiere un mundo, porquenecesita un espacio sobre la tierra mientras dure su estancia enella. Cualquier cosa que hagan los hombres para darse cobijo yponer un techo sobre sus cabezas —incluso las tiendas de las tri-bus nómadas— puede servir como un hogar sobre la tierra paraque vivan en esos momentos; pero esto no implica que esos actosden origen al mundo, y mucho menos a la cultura. En el sentidopropio de la palabra, ese hogar mundano se convierte en mundosólo cuando la totalidad de las cosas fabricadas se organiza demodo que pueda existir el proceso consumidor de la vida de laspersonas que habitan en él y, de esa manera, sobrevivirlas...”,17

14 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 168.15 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 74.16 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 200.17 Ibídem, p. 221.

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pero no cualquier espacio, sino aquel organizado de una maneraespecífica, resultado del trabajo, se compone de objetos construi-dos y por las instituciones políticas creadas a través de la accióny el discurso, proporcionando estabilidad y durabilidad.

En su libro ¿Qué es la política? identifica el mundo con la esfe-ra pública al entenderlo “... como comunidad de cosas, que nosune, agrupa, a través de relaciones que no supongan fusión...”.18

“Si es aniquilado un pueblo o un Estado o incluso un determinadogrupo de gente, que —por el hecho de ocupar una posición cual-quiera en el mundo que nadie puede duplicar más— presentanuna visión del mismo que sólo ellos pueden hacer realidad, nomuere únicamente un pueblo o un Estado o mucha gente, sinouna parte del mundo...”.19

Para ella el mundo no es más que espacio de aparición: “... Don-dequiera que los hombres coincidan se abre paso entre ellos unmundo y es en este ‘espacio entre’ donde tienen lugar todos losasuntos humanos. El espacio entre los hombres que es el mundo,no puede existir sin ellos, por lo que un mundo sin hombres, adiferencia de un universo sin hombres o una naturaleza sin hom-bres, sería en sí mismo una contradicción. Pero esto no significaque el mundo y las catástrofes que tienen lugar en él sean diluiblesen puros sucesos humanos, ni mucho menos que se deban a algoque sucede a ‘el hombre’ o la esencia de los hombres. Pues elmundo y las cosas del mundo, en cuyo centro suceden los asuntoshumanos, no son la expresión o, como quien dice, la reproducciónimpuesta al exterior de la esencia humana, sino [...] al contrarioel resultado de que los hombres son capaces de producir algo queno son ellos mismos, a saber, cosas [...] Este mundo de cosas enque los hombres actúan les condiciona y por este motivo cadacatástrofe que sufre repercute sobre ellos y los afecta [...] Perosiempre será [...] el curso del mundo el que causará la destruc-ción de los hombres y no ellos mismos...” (por eso afirma) “... dela misma manera que no se cambia un mundo cambiando a loshombres [...] tampoco se cambia una organización o una asocia-ción empezando a influir sobre sus miembros. Si se quiere cam-biar una institución, una organización, cualquier corporaciónpública mundana, sólo puede renovar su institución, sus leyes,

18 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 2119 Ibídem, p. 117.

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sus estatutos y esperar que todo lo demás se dé por sí mismo. Queesto sea así tiene relación con el hecho de que siempre que sejuntan hombres —sea privada, social, pública— políticamentesurge entre ellos un espacio que los reúne y a la vez los separa.Cada uno de estos espacios tiene su propia estructura, que cam-bia con el cambio de los tiempos y se da a conocer en lo privadoen los usos, en lo social en las convenciones y en lo público enleyes, constituciones, estatutos y similares...”.20

Es cierto que no se puede cambiar un mundo cambiando a loshombres, pero son precisamente quienes cambian las leyes,constituciones y estatutos, mas no podemos olvidar que “... lascircunstancias hacen al hombre en la misma medida en queéste hace las circunstancias...”,21 es decir, el hombre transfor-ma el mundo en la medida que las condiciones materiales se lopermiten, no es a su libre arbitrio. El mundo no es un espaciodonde los hombres se relacionan, sino las relaciones mismas yel resultado de ellas “... los hombres son productores de susrepresentaciones, de sus ideas, etc., pero los hombres son rea-les y actuantes tal y como se hallan condicionados por un de-terminado desarrollo de las fuerzas productivas...”.22 Cuandohablamos de mundo no solo nos referimos a las cosas construi-das por los hombres, sino también a las relaciones sociales quese establecen en esta producción. Arendt no puede llegar a estasencilla conclusión, pues en todo momento mantiene separadasla economía de la política.

Según Arendt: “Frente a la creación, propia del trabajo, la ac-ción como natalidad apunta exclusivamente al hecho del inicio [...]Nacer es entrar a formar parte de un mundo que ya existía antes,nacer es aparecer, hacerse visible, por primera vez, ante los otros;entrar a formar parte de un mundo común, no sólo estamos enel mundo, sino que formamos parte de él”. Y ello a raíz de que,en tanto que agentes, somos al mismo tiempo sujetos percepto-res y objetos percibidos, formamos parte de un contexto. “Es-tar vivo significa vivir en un mundo que ya existía antes, es laintersubjetividad del mundo lo que nos asegura el pertenecer a lamisma especie”.23

20 Ibídem, p. 57.21 Marx, C.: Ob. cit., p. 39.22 Ibídem, p. 25.23 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 18.

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La natalidad política es el momento de aparición y revelacióndel sujeto en la esfera pública por medio de la acción.

Una condición indispensable para la acción política es la plu-ralidad —continúa planteando— “... que queda expresada en elhecho de que somos alguien y no algo ...”;24 pues esta es una ca-racterística de la condición humana, que implica una diferenciabásica de la acción respecto a la labor y el trabajo, pues estospueden hacerse en solitario mientras que la acción requiere de lapresencia de los otros “... tiene que ver con distinción, tiene quever con lo que se muestra a través de la acción y del discurso [...]En la medida que pluralidad significa distinción, es posible la re-velación —en el medio público— de la individualidad de cada uno,de la identidad...”.25 Sin la distinción no es posible el discurso ymucho menos la acción, pues es la diferencia entre los hombreslo que hace necesaria la creación de instituciones políticas parallegar a ser iguales sin reducir lo diverso a lo idéntico e invaria-ble y esto solo se logra en el acto político al autorizar la posibili-dad de las palabras y las acciones; por tanto, preservar la distinciónen el curso de la acción implica rechazar el establecimiento deidentidades colectivas que para Arendt son apolíticas

Actuar para los griegos es “... realizar y llevar a fin lo empezado [...](y para San Agustín) [...] el hombre mismo es un comienzo, un ini-cio...”.26 La acción es un don particular de los hombres y estos “... enla medida en que pueden actuar, son capaces de llevar a cabo loimprobable e imprevisible y de llevarlo a cabo continuamente,lo sepan o no...”.27 “La acción humana, como todos los fenómenosestrictamente políticos, está ligada a la pluralidad humana, que esuna de las condiciones fundamentales de la vida de los hombres,hasta el punto en que descansa sobre el hecho del nacimiento, por elque el mundo humano se ve invadido sin cesar por extraños, reciénllegados cuyas acciones y reacciones no pueden prever los que es-tán en él y van a dejarlo al cabo de poco tiempo...”.28

Además de la natalidad y la pluralidad, también es importantela acción y la palabra, porque es gracias a estas que el mundo serevela como un espacio habitable donde es posible la vida en su

24 Ibídem, p. 21.25 Ibídem, p. 20.26 Ibídem, p. 77.27 Ibídem, p. 66.28 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 69.

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sentido no biológico; con ella nos insertamos en un mundo dondeya están otros, por lo que es importante la categoría natalidad;cada acción debe contener la respuesta a la pregunta hecha a todorecién llegado: ¿quién eres tú?

La acción se transforma en política cuando va acompañada dela palabra, del discurso, solo hablando se puede comprender des-de todas las posiciones cómo es el mundo en realidad; “... la ac-ción sin discurso ya no sería acción porque ya no habría actor, yeste, el agente de los hechos, sólo es posible si al mismo tiempopronuncia palabras”.29

A pesar de que acción y palabra están muy relacionadas no sonlo mismo; la primera tiene afinidad con natalidad y el segundocon distinción, revela la singularidad del sujeto, su identidad, loque implica que dicha identidad solo tiene lugar en la esfera pú-blica, es decir, en un espacio de apariencia. Coincide con Heideggeren que ser y apariencia son coincidentes, pues aparecen en públi-co en la realidad misma. En estas no tienen cabida los elementosinstrumentales, pues su uso implicaría convertirlos en violencia,ni los elementos sociales y morales que destruirían la misma na-turaleza de la acción.

“... A la acción le es peculiar poner en marcha procesos cuyoautomatismo parece muy similar al de los procesos naturales, y lees peculiar sentar un nuevo comienzo, empezar algo nuevo, to-mar la iniciativa o, hablando kantianamente, comenzar por sí mis-mo una cadena. El milagro de la libertad yace en este podercomenzar [...] que a su vez estriba en el factum de que todo hom-bre en cuanto por nacimiento viene al mundo —que ya estabaantes y continuará después— es él mismo un nuevo comienzo”.30

“La libertad de expresar las opiniones, el derecho a escucharlas opiniones de los demás y ser así mismo escuchado [...] desban-có muy pronto a una libertad que, sin ser contradictoria con esta,es completamente de otra índole, a saber, la que es propia de laacción y del hablar en tanto de acción [...] Esta libertad consisteen lo que nosotros llamamos espontaneidad, que desde Kant sebasa en que cualquiera es capaz de comenzar por sí mismo unanueva serie. Que la libertad de acción signifique lo mismo quesentar un comienzo y empezar algo...”.31

29 Ídem.30 Ibídem, p. 35.31 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 76.

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Aunque la acción tiene un comienzo definido, su fin es impre-decible, porque: “... Toda acción cae en una red de relaciones yreferencias ya existentes, de modo que siempre alcanza más lejosy pone en relación y movimiento más de lo que el agente podíaprever. Así la acción se caracterizará por ser impredecible en susconsecuencias, ilimitada en sus resultados y, también a diferen-cia de los productos del trabajo, irreversible...”.32

“... la acción, como los griegos la descubrieran, es en sí y por símisma absolutamente fútil: jamás deja detrás un producto final.Si tiene alguna consecuencia, en principio será una nueva cadenainterminable de acontecimientos cuya consecuencia eventual, elagente, es totalmente incapaz de conocer o controlar con antici-pación. Lo máximo que puede es hacer que las cosas vayan endeterminada dirección, e incluso nunca está seguro de ello...”33

porque los asuntos humanos son procesos de naturaleza históri-ca, “... de procesos que no transcurren en forma de desarrollosnaturales, sino en las cadenas de acontecimientos en cuyos en-garces este milagro de ‘improbabilidades infinitas’ acontece contanta frecuencia que nos parece extraño hablar de milagros...”.34

Ya a principios del siglo XX con los descubrimientos nuclearessomos capaces de iniciar procesos naturales que jamás habríanexistido sin la acción directa del hombre, “... el mundo al que he-mos venido a vivir está determinado por las acciones del hombresobre la naturaleza, por las que se crean procesos naturales y selos dirige hacia lo artificial...”.35

“La tecnología, el terreno sobre el que los dos reinos, historia ynaturaleza, se han encontrado e interpenetrado en nuestro tiem-po, vuelve a señalar la conexión entre los conceptos de naturalezae historia tal como aparecieron con el surgimiento de la épocamoderna en los siglos XVI y XVII. La conexión descansa en el con-cepto de proceso: ambas implican que pensamos y consideramostodo en términos de procesos, y no nos preocupan las entidadessingulares o los acontecimientos individuales y sus causas sepa-radas especiales...”.36

32 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 32.33 Ibídem, p. 68.34 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 65.35 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 68.36 Ibídem, p. 70.

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“La idea de proceso no denota una cualidad objetiva de la histo-ria o de la naturaleza: es el resultado inevitable de la acción hu-mana”.37

Hannah Arendt ve que con los descubrimientos nucleares seabre para el hombre la posibilidad de iniciar procesos naturalesque jamás abrían existido sin su acción directa, alerta sobre lapeligrosidad que adquiere el carácter impredecible de las con-secuencias de la acción en la naturaleza, en un campo donde exis-ten fuerzas que tal vez jamás podremos controlar. Esta alertamantiene su vigencia en la actualidad, cuando la acciónindiscriminada del hombre sobre la naturaleza pone en peligro lasupervivencia de este.

“Es bastante peligroso actuar en la naturaleza, llevar la huma-na índole impredecible a un campo en que nos enfrentamos conlas fuerzas elementales que, tal vez, jamás podremos controlar conseguridad. Aún más peligroso sería ignorar que, por primera vezen la historia, la capacidad humana para la acción ha comenzado adominar a todas las otras, a la capacidad de asombro y pensamien-to en la contemplación, no menos que a las capacidades del homofaber y del animal laborans humano...”.38 Aquí encontramos, aun-que muy modesta, una llamada de alerta ante el peligro de la in-tervención indiscriminada del hombre en la naturaleza.

Es en el campo político donde siempre se conoció la libertadporque “... la acción y la política, entre todas las capacidades yposibilidades de la vida humana, son las únicas cosas en las quepodemos pensar sin asumir al menos que la libertad existe [...]Sin ella, la vida política como tal no tendría sentido. La raisond´être de la política es la libertad, y el campo en que se aplica esla acción”.39

La libertad se entendió “... como la condición del hombre libre,la que le permitía marcharse de su casa, salir al mundo y conocera otras personas de palabra y de obra [...] para ser libre el hombretiene que haberse liberado de las necesidades de la vida. Pero lacondición de libre no sigue automáticamente del acto de libera-ción [...] necesitaba, además, de la mera liberación, de la compa-ñía de otros hombres que estuvieran en la misma situación y de

37 Ibídem, p. 71.38 Ídem.39 Ibídem, p. 158.

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un espacio público común en el que se pudiera tratarlos, en otraspalabras un mundo organizado políticamente en el que cada hom-bre libre pudiera insertarse de palabra y de obra [...] Sin un ámbi-to público políticamente garantizado, la libertad carece de unespacio mundano en el que pueda hacer su aparición...”.40

Esta idea la volvemos a encontrar en su libro ¿Qué es la política?“... Ser libre significaba originariamente poder ir a donde se

quisiera, pero este significado tenía un contenido mayor [...] queda-ba a la voluntad del hombre libre abandonar el hogar, que era nosólo el lugar en que los hombres estaban dominados por la necesi-dad y la coacción, sino también [...] el lugar donde la vida eragarantizada, donde todo estaba listo para rendir satisfacción a lasnecesidades vitales. Por tanto sólo era libre quien estaba dispues-to a arriesgar su vida”.41 “... Este espacio público sólo llega a serpolítico cuando se establece en una ciudad, cuando se liga a unsitio concreto que sobreviva tanto a las gestas memorables comoa los nombres de sus autores”.42 “... para la libertad no es necesa-ria una democracia igualitaria en el sentido moderno sino unaesfera restringida, delimitada oligárquica o aristocráticamente,en que al menos unos pocos o los mejores traten los unos con losotros como iguales entre iguales [...] Lo decisivo de esta libertades su vínculo a un espacio...”.43

Relación entre libertad y política

“... La libertad como hecho demostrable y la política coinciden yse relacionan entre sí como las dos caras de una misma mone-da...”.44 “... política y libertad son idénticas y donde no hay estaúltima tampoco hay espacio propiamente político. Por otro lado losmedios con que se funda este espacio político y se protege su exis-tencia no son siempre ni necesariamente medios políticos. Lo im-portante para nosotros es que entendamos la libertad misma comoalgo político y no como el fin supremo de los medios políticos y que

40 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 160.41 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 73.42 Ibídem, p. 74.43 Ibídem, p. 70.44 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 161.

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comprendamos que coacción y violencia eran ciertamente mediospara proteger o fundar o ampliar el espacio político pero comotales no eran precisamente políticos ellos mismos. Se trata de fe-nómenos que pertenecen sólo marginalmente a lo político”.45

La libertad relacionada con la política no es un fenómeno devoluntad sino la de dar existencia a algo que no existía. “... Laacción para estar libre, ha de estar libre de motivaciones, por unaparte, y de su presunta finalidad como efecto predecible [...] Estono significa que motivos y finalidades no sean factores importan-tes en cada acción independiente, sino que son sus factores deter-minantes y que la acción es libre en la medida que es capaz detrascenderlos...”.46

La ecuación de libertad y capacidad humana de voluntad tra-jo consecuencias fatales para la teoría política, pues fue una delas causas por las que en la actualidad identificamos el podercon la opresión.

Cuando habla de la política destaca cómo en todos los grandespensadores, incluido Platón, es llamativa la diferencia entre su fi-losofía política y el resto de su obra. Para ella casi todas las deter-minaciones o definiciones de lo político son justificaciones, “... engeneral todas estas justificaciones o definiciones vienen a desig-nar la política como un medio para un fin más elevado, fin último,por cierto, cuya determinación ha sido muy diversa a través delos siglos. Aun así, toda esta diversidad se puede resumir en unospocos términos fundamentales...”.47 Pero cuando es la autora laque define política dice:

“... La política trata del estar juntos y los unos con los otros delos diversos...”.48

– “... lo político [...] sólo empieza donde acaba el reino de las ne-cesidades materiales y la violencia física...”.49

– “... es una necesidad ineludible para la vida humana, tantoindividual como social. Puesto que el hombre no es autárqui-co, sino que depende en su existencia de otros, el cuidado deésta debe concernir a todos, sin lo cual la convivencia sería

45 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 79.46 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 163.47 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 67.48 Ibídem, p. 45.49 Ibídem, p. 71.

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imposible. Misión y fin de la política es asegurar la vida en elsentido más amplio...”.50

– “... el hombre es apolítico. La política nace en el Entre-los-hom-bres, por lo tanto completamente fuera del hombre. La políticasurge en el Entre y se establece como relación...”.51

– “... la política organiza de antemano a los absolutamente diver-sos en consideración a una igualdad relativa para diferenciar-los de los relativamente diversos”.52

– “... el punto central de la política es siempre la preocupaciónpor el mundo y no por el hombre...”.53

Si nos fijamos en las citas, podemos concluir que ella tambiénpadece del mismo problema que critica a los que la precedieron,con la diferencia de que no la ve como un fin último, sino comocondición de existencia del hombre.

En su teoría excluye de la esfera política sentimientos y valo-res tales como la compasión y la piedad, pues para ella son pro-pias de la esfera privada, no de la pública, y su accionar en estaúltima pudiera traer graves consecuencias como es la inclusiónde la violencia en la política.

“La compasión es, desde un punto de vista político, irrelevantee intrascendente, debido a que anula la distancia, el espacio mun-dano interhumano donde están localizados los asuntos políticos[...] no se propone transformar las condiciones del mundo a fin dealiviar el sufrimiento humano, pero, si lo hace, evitará el largo yfatigoso proceso de persuasión, negociación y compromiso en queconsiste el procedimiento legal y político y prestará su voz al pro-pio ser que sufre, que debe reivindicar una acción expeditiva ydirecta, esto es, una acción con los instrumentos de la violencia”.54

“La piedad, en cuanto resorte de la virtud, ha probado teneruna mayor capacidad para la crueldad que la crueldad misma...”.55

Para Arendt la piedad es la perversión de la compasión, mien-tras que la solidaridad es su alternativa, “... esta solidaridad pesea que puede ser promovida por el padecimiento, no es guiada porél y abarca tanto a los ricos y poderosos como a los débiles y po-

50 Ibídem, p. 67.51 Ibídem, p. 46.52 Ibídem, p. 47.53 Ibídem, p. 57.54 Arendt, H.: Sobre la revolución, p. 87.55 Ibídem, p. 90.

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bres [...] En términos estrictos, la solidaridad es un principio quepuede inspirar y guiar la acción, la compasión es una pasión y lapiedad es un sentimiento...”.56

Sin embargo, el valor es una virtud política cardinal porque:“... Se necesita valor incluso para abandonar la seguridad protec-tora de nuestras cuatro paredes y entrar en el campo público [...]porque hemos llegado a un campo en el que la preocupación porla vida ha perdido su validez. El valor libera a los hombres de suspreocupaciones por la vida y la reemplaza por la de la libertad delmundo. El valor es indispensable porque en política lo que se juegano es la vida sino el mundo”.57

Aunque para ella la veracidad no es una virtud política, la ver-dad la encontramos en una relación conflictiva con la política;establece diferentes tipos de verdad: la factual y la racional.

La factual: sus posibilidades de sobrevivir ante el ataque delpoder son muy escasas, su opuesto es la falsedad deliberada o lamentira, es política por naturaleza, “... siempre está relacionadacon otras personas: se refiere a acontecimientos y circunstanciasen que son muchos los implicados; se establece por testimoniodirecto y depende de declaraciones; sólo existe cuando se hablade ella, aunque se produzca en el campo privado...”.58

La racional: sus posibilidades de sobrevivencia son mayores,producidas por la mente humana son matemáticas, científicas yfilosóficas.

“... el conflicto entre verdad y política surgió de dos modos devida diametralmente opuestos: la vida del filósofo [...] y la vida delos ciudadanos. A las siempre cambiantes opiniones ciudadanasacerca de los asuntos humanos, que a su vez estaban en un estadode flujo constante, el filósofo opuso la verdad acerca de las cosasque, por su propia naturaleza, eran permanentes [...] la antítesisde la verdad sea la opinión...”.59

En la actualidad, a pesar de que encontramos mucha más tole-rancia respecto a opiniones diversas, si estas se oponen al prove-cho de un grupo determinado se enfrentan a una mayor hostilidad, y silas verdades factuales son incómodas, se transforman en opinio-nes, por ejemplo: “... el apoyo que tuvo Hitler, la caída de Francia

56 Ibídem, p. 89.57 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 168.58 Ibídem, p. 250.59 Ibídem, p. 245.

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ante el ejército alemán en 1940 o la política del Vaticano durantela II Guerra Mundial no fueron hechos históricos sino una cues-tión de opiniones...”.60 Esta tendencia de transformar las verda-des factuales incómodas en opiniones pone en peligro la realidadcomún y objetiva, y este es un problema político, según Arendt.

Aunque los hechos y las opiniones no son la misma cosa pertene-cen al mismo campo: “... Los hechos dan origen a las opiniones, y lasopiniones inspiradas por pasiones e intereses diversos, puedendiferenciarse ampliamente y ser legítimos mientras respeten laverdad factual. La libertad de opinión es una falsa, a menos quese garantice la información objetiva y que no estén en discusiónlos hechos mismos. En otras palabras, la verdad factual configurael pensamiento político tal como la verdad razón configura a laespeculación filosófica”.61

“Vista con perspectiva de la política. La verdad tiene un carác-ter despótico. Por consiguiente, los tiranos la odian, porque conrazón temen la competencia de una fuerza coactiva que no pue-den monopolizar, y no le otorgan demasiada estima los gobiernosque se basan en el consenso y rechazan la coacción [...] El proble-ma es que la verdad de hecho, como cualquier otra verdad, exigeun reconocimiento perentorio y evita el debate, y el debate es laesencia misma de la vida política...”.62 “En otras palabras, la ver-dad de hecho no es más evidente que la opinión, y esto ha de estarentre las razones por las que quienes sustentan opiniones encuen-tran relativamente fácil desacreditar esta verdad como si se tra-tara de una opinión más...”.63

“... La atenuación de la línea divisoria entre la verdad de hechoy la opinión es una de las muchas formas que puede asumir lamentira, todas ellas formas de acción...

”Mientras el embustero es un hombre de acción, el veraz, yadiga verdades de razón o de hecho, no lo es de ningún modo... (elembustero) [...] dice lo que no es porque quiere que las cosas seandistintas de lo que son, es decir, quiere cambiar el mundo. Tomaventaja de innegable afinidad de nuestra capacidad para la acción,para cambiar la realidad [...] nuestra habilidad para mentir —perono necesariamente nuestra habilidad para ser veraces— es uno de

60 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 249.61 Ibídem, p. 258.62 Ibídem, p. 253.63 Ibídem, p. 256.

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los pocos datos evidentes y demostrables que confirman la libertadhumana. Podemos cambiar las circunstancias en que vivimos por-que tenemos una relativa libertad respecto a ella...”.64

Reconoce como virtud de los políticos la valentía, niega la deser veraz, dándole más crédito a la mentira que sí la reconocecomo una virtud política, pues con ella el hombre aspira a cam-biar el mundo.

Prejuicios contra la política

Todos, según H. Arendt, albergamos prejuicios contra la política.“Estos prejuicios, que nos son comunes a todos, representan porsí mismo algo político en el sentido más amplio de la palabra [...]No podemos ignorarlos porque forman parte de nosotros mismos yno podemos acallarlos porque apelan a realidades innegables y re-flejan fielmente la situación afectiva en la actualidad y sus aspec-tos políticos. Pero estos prejuicios no son juicios. Muestran quehemos ido a parar a una situación en que políticamente no sabe-mos —o todavía no sabemos— cómo movernos. El peligro es que lopolítico desaparezca absolutamente. Pero los prejuicios se antici-pan, van demasiado lejos, confunden con político aquello que aca-baría con la política...”.65 “... representan algo político en el sentidomás amplio de la palabra, es decir, algo, que constituye un compo-nente integral de los asuntos humanos entre los que nos movemostodos los días [...] el hombre no puede vivir sin prejuicios y sóloporque su buen sentido o discernimiento no serían suficientes parajuzgar de nuevo todo aquello sobre lo que se le pidiera algún jui-cio a lo largo de su vida sino porque una ausencia tal de prejuiciosexigiría una alerta sobrehumana. Por eso la política siempre hatenido que ver con la aclaración y disipación de prejuicios”.66

Ejemplo: “... el temor de que la humanidad provoque su desa-parición a causa de la política y de los medios de violencia puestoa su disposición”.67

“Sin embargo, los prejuicios contra la política, la idea de que lapolítica interior es una sarta fraudulenta y engañosa de intereses

64 Ibídem, p. 263.65 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 49.66 Ibídem, p. 52.67 Ibídem, p. 49.

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e ideologías mezquinos, mientras que la exterior fluctúa entre lapropaganda vacía y la violencia son considerablemente más anti-guos que la invención de instrumentos con los que poder destruirtoda la vida orgánica...”.68

El prejuicio como criterio para juzgar en la vida cotidiana soloes válido cuando estos son auténticos prejuicios. “... Uno puedereconocer los prejuicios auténticos en el hecho de que apelan contoda naturalidad a un ‘se dice’, ‘se opina’, sin que, por supuesto,dicha apelación deba constar explícitamente. Los prejuicios noson idiosincrasias personales, las cuales, si bien nunca puedenprobarse, siempre remiten a una experiencia personal en la quetienen la evidencia de percepciones sensibles. Los prejuicios notienen una evidencia tal, tampoco para aquel que les está someti-do, ya que no son fruto de la experiencia. Por eso, porque no de-penden de un vínculo personal, cuentan fácilmente con elasentimiento de los demás, sin que haya que tomarse el esfuerzode persuadirles. Ahí es donde se diferencia el prejuicio del jui-cio, con el que por otra parte tiene en común que a través suyo lagente se reconoce y se siente afín, de manera que quien estépreso en los prejuicios siempre puede estar cierto de algún re-sultado, mientras que lo idiosincrásico apenas puede imponerseen el espacio público-político y sólo tiene validez en lo privado eíntimo. Consiguientemente el prejuicio representa un gran papelen lo puramente social”.69

“Uno de los motivos de la eficacia y peligrosidad de los prejui-cios es que siempre ocultan un pedazo del pasado. Bien mirado,un prejuicio auténtico se reconoce además en que encierra unjuicio que en un día tuvo un fundamento legítimo en la experien-cia; sólo se convirtió en prejuicio al ser arrastrado sin el menosreparo ni revisión a través de los tiempos [...] El peligro del pre-juicio reside precisamente en que siempre está anclado en el pa-sado y por eso se avanza al juicio y lo impide, imposibilitando conello tener una verdadera experiencia del presente. Si queremosdisolver los prejuicios primero debemos redescubrir los juiciospretéritos que contienen, es decir, mostrar su contenido de ver-dad...”.70 Esto hace que sea limitada su legitimidad a épocas his-

68 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 51.69 Ibídem, p. 52.70 Ibídem, p. 53.

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tóricas donde lo nuevo es raro en las estructuras políticas y socia-les predominando lo viejo.

“En toda crisis histórica los prejuicios se tambalean, ya no seconfían en ellos y justamente porque ya no pueden contar con elreconocimiento en esos ‘se dice’, ‘se piensa’ no vinculantes, enese terreno delimitado en que se justificaban y usaban...”.71

Juicios políticos

“... la capacidad de juicio consiste y debe consistir en juzgar di-rectamente y sin criterios, [...] al juzgar en general le sea propioalgo irrefutable es ello un prejuicio...”72 su poder “... descansa enun acuerdo potencial con los demás, y el proceso del pensamientoque se activa al juzgar algo, no es, como el meditado proceso de larazón pura, un diálogo entre el sujeto y su yo, sino que se encuen-tra siempre y en primer lugar, aun cuando el sujeto esté aisladomientras organiza sus ideas, en una comunicación anticipada conotros, con los que sabe que por fin llegará a un acuerdo. De esteacuerdo potencial obtiene el juicio su validez potencial [...] (paraque sea válido) [...] depende de la presencia del otro; es decir, queestá dotado de cierta validez específica que jamás es universal.Sus alegatos de validez nunca pueden extenderse más allá de losotros en cuyo lugar se ha puesto la persona que juzga para plan-tear sus consideraciones”.73

“La capacidad del juicio es una habilidad política específica enel propio sentido denotado por Kant, es decir, como habilidad paraver cosas no sólo desde el punto de vista personal sino tambiéndesde la perspectiva de todos los que estén presentes; incluso esejuicio puede ser una de las habilidades fundamentales del hom-bre como ser político, en la medida en que le permite orientarseen el ámbito público, en el mundo común [...] La del juicio es unaactividad importante, si no la más importante, en la que se produ-ce este compartir-el-mundo-con-los-demás”.74

71 Ibídem, p. 54.72 Ibídem, p. 55.73 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 232.74 Ibídem, p. 233.

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La autoridad y las diferentes formas de gobiernos

“La autoridad siempre demanda obediencia y por este motivo es co-rriente que se la confunda con cierta forma del poder o de violencia.No obstante, excluye el uso de medios externos de coacción: se usa lafuerza cuando la autoridad fracasa. Por otra parte, autoridad y per-suasión son incompatibles, porque la segunda presupone la igual-dad y opera a través de un proceso de argumentación. Cuando seutiliza argumentos, la autoridad permanece en situación latente.Ante el orden igualitario de la persuasión se alza el orden autori-tario, que siempre es jerárquico. Si hay que definirla, la autoridadse diferencia tanto de la coacción por la fuerza como de la persua-sión por argumentos...”.75

La autora al referirse al vocablo y concepto autoridad reconocesu origen romano, este se diferencia tanto de la coacción por lafuerza como de la persuasión por argumentos; según Platón ha deser aquello que comprometa sin usar la violencia, es decir, el mitode recompensas y castigos en el más allá. Aristóteles realiza elsegundo intento estableciendo la autoridad en términos de gober-nantes y gobernados siendo “... el primero que estableció la dife-rencia [...] entre el viejo y el joven, destinó a los unos a ser gober-nados y a los otros a gobernar”;76 pero esta relación es en esenciaeducativa. “En términos políticos la autoridad puede adquirirun carácter educacional sólo si presumimos con los romanos que,en todas las circunstancias, nuestros antepasados representan unejemplo de grandeza para toda generación posterior...”.77

Los esfuerzos de la filosofía griega en la búsqueda de un con-cepto de autoridad —continúa exponiendo la autora— fueron in-fructuosos, pues “... en el campo de la vida política griega no habíaconciencia de una autoridad basada en la experiencia política in-mediata [...] (por tanto) [...] la pauta para comprender el contenido dela autoridad salieron de experiencias no políticas, surgieron de laesfera del ‘hacer’ y de las artes...”.78

Para la política romana, el compromiso político significa la cus-todia de la fundación de la ciudad de Roma echando raíces verda-deras, donde la palabra patria deriva todo significado. Para ellos la

75 Arendt, H.: Entre el pasado..., p. 102.76 Ibídem, p. 127.77 Ibídem, p. 130.78 Ídem.

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religión implicaba estar unido al pasado, al legendario esfuerzo deponer cimientos, de fundar para la eternidad; por lo que la activi-dad religiosa y la política podían considerarse casi idénticas. Es eneste contexto que aparece el concepto de autoridad.

“El sustantivo auctoritas deriva del verbo augere, ‘aumentar’,y lo que la autoridad o los que tienen autoridad aumentan cons-tantemente es la fundación. Los provistos de autoridad eran losancianos, el Senado o los partes, que la habían obtenido por suascendencia y por transmisión (tradición) de quienes habían fun-dado todas las cosas posteriores [...] La autoridad a diferencia delpoder, tenía sus raíces en el pasado...”.79

Los que tienen autoridad no tienen poder. “... La autoridad quesirve de base al ‘aumento’ brindado por los ancianos reside enque se trata de una simple opinión, que no necesita ni la forma deuna orden ni el apremio exterior para hacerse oír...”.80 La fuerzavinculante de la autoridad está conectada con la fuerza religiosa.“... También los dioses tienen autoridad entre los hombres, másque poder sobre ellos; las divinidades ‘aumentan’ y confirman lasacciones humanas, pero no las guían...”.81

La trinidad romana de religión, autoridad y tradición pasó unaprueba decisiva cuando “... la Iglesia se convirtió en romana yse adaptó de una manera tan completa al pensamiento romanoen asuntos de política que hizo de la muerte y resurrección deCristo la piedra fundamental de una nueva fundación...”82

politizándose la Iglesia.Es en la Edad Moderna —continúa planteando Arendt— que

desaparece esta trinidad, primero fue la pérdida de la tradición yel debilitamiento de las creencias religiosas institucionalizadas“la decadencia de la autoridad tradicional y religiosa minó la au-toridad política y ciertamente anticipó su ruina...”.83

“Vivir en un campo político sin autoridad y sin la concienciaparalela de que la fuente de autoridad trasciende al poder y losque están en el poder, significa verse enfrentado de nuevo [...]con los problemas elementales de la convivencia humana”.84

79 Ibídem, p. 133.80 Ibídem, p. 134.81 Ídem.82 Ibídem, p. 136.83 Arendt, H.: Sobre la revolución, p. 117.84 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 153.

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La pérdida de la autoridad política resulta fatal para las institu-ciones políticas, pues debilita a los gobiernos facilitando su caída,la ruina de la autoridad política, según la autora, es la causa no laconsecuencia de las revoluciones. No obstante, reconoce que noes la única causa:

“... Aunque sea patente la pérdida de la autoridad, las revolu-ciones sólo pueden estallar y alcanzar la victoria cuando existeun número suficiente de hombres que están preparados en elmomento en que se produce el colapso y, al mismo tiempo, ansíanasumir el poder, estando prestos para organizarse y actuar uni-dos para la consecución de un objetivo común...”.85

En su análisis de la autoridad precisa las diferencias estructu-rales entre: gobiernos autoritarios, tiránicos y totalitarios.

“... Para la imagen de un gobierno autoritario, propongo la formade una pirámide, bien conocida en el pensamiento político tra-dicional. La pirámide es, sin duda, una figura muy adecuadapara una estructura gubernamental cuya fuente de autoridadestá fuera de sí misma, pero cuya sede de poder se sitúa en lacúspide, desde la cual la autoridad y el poder descienden haciala base, de un modo tal que cada una de las capas sucesivastiene cierta autoridad, pero siempre menos que la superior, ydonde, precisamente por este cuidadoso proceso de filtro, todaslas capas desde el vértice hasta la base están no sólo integradasen el conjunto con firmeza, sino que además se correlacionancomo rayos convergentes, cuyo punto focal común es la cimade la pirámide y también la fuente trascendente de un podersupremo...”.86

“Todas las teorías políticas referidas a la tiranía admiten suestricta pertenencia a las formas igualitarias de gobierno, el tira-no es el señor que gobierna como uno contra todos, y los ‘todos’ alos que se oprime son todos iguales, es decir, todos carecen depoder. Si nos ceñimos a la imagen de la pirámide, es como si sedestruyeran todas las capas que están entre la base y el vérticede modo que este último queda en el aire, apoyado sólo por lasbayonetas proverbiales, por encima de una masa de individuos alos que se mantiene en cuidadoso aislamiento, total desintegra-ción y absoluta igualdad...”.87

85 Arendt, H.: Entre el pasado..., p. 116.86 Ibídem, p. 108.87 Ibídem, p. 109.

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“... la imagen adecuada del gobierno y la organización totalita-rios es la estructura en capas concéntricas, o de cebolla, en cuyocentro, en algo así como un espacio vacío está el jefe; haga lo quehaga este conductor [...] lo hace desde dentro y no desde fuera nidesde arriba...”.88

La historia y la política en época moderna

En la historiografía griega existe una estrecha conexión entre losconceptos de naturaleza e historia que no es de oposición, cuyodenominador común es la inmortalidad que la naturaleza la poseesin esfuerzo ni asistencia de nadie y que los mortales deben tratarde lograr. “... La historia recibe en su recuerdo a los mortales que através de hechos y palabras se han mostrado dignos de la naturale-za, y su forma imperecedera significa que a pesar de su caráctermortal, pueden seguir en compañía de las cosas perdurables”.89

Homero (padre de la historia) era imparcial cuando contaba a lavez las gestas de troyanos y aqueos para que no quedaran sin glo-ria las proezas de ambos. “La historia recibe en su recuerdo a losmortales que a través de hechos y palabras se han mostrado dig-nos de la naturaleza, y su fama imperecedera significa que a pe-sar de su carácter mortal, pueden seguir en la compañía de lascosas perdurables”.90 También eran objetivos cuando “... apren-dieron a comprender, no a comprenderse como individuos sino amirar al mismo mundo desde la posición del otro, a ver lo mismobajo aspectos muy distintos y a menudo opuestos...”.91

En el moderno concepto de la historia se mantiene la estrechaconexión con el moderno concepto de la naturaleza al surgir enlos siglos XVI y XVII, siglos donde se da un gran desarrollo de lasciencias naturales.

“La época moderna empezó cuando el hombre, con la ayuda deltelescopio, volvió sus ojos corporales hacia el universo, [...] y supoque sus sentidos no eran adecuados para captar el universo [...]Pero su consecuencia más inmediata fue el ascenso espectacu-lar de las ciencias naturales, que por largo tiempo se mostraron

88 Ídem.89 Ibídem, p. 56.90 Ídem.91 Ibídem, p. 60.

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liberadas [...] de aquí en adelante, segura de la falta de fiabilidadde las sensaciones y de la consiguiente insuficiencia de la meraobservación, las ciencias naturales se volvieron hacia la experi-mentación...”92 y con esta se introduce un factor subjetivo en elproceso objetivo de la naturaleza quedando atrás la antigua dispu-ta entre la subjetividad de la historia y la objetividad de la física.

Al cambiar la época desaparecen las condiciones que sustenta-ban la imparcialidad homérica y la objetividad de Tucídides “... enel cristianismo, ni el mundo ni el ciclo recurrente de la vida esinmortal, sólo el ser vivo aislado; el mundo es el que pasa, loshombres vivirán eternamente...;93 a esto se agrega el énfasis queponen a la importancia del desinterés personal: “... El desinteréstodavía puede ser una virtud religiosa o moral; pero apenas sipodía ser una virtud política...”.94

“... la historia emergía como algo distinto de lo que antes habíasido. Ya no se componía de las proezas y sufrimientos de los hom-bres y ya no narraba los hechos que afectaban a las vidas huma-nas, sino que se convirtió en un proceso realizado por los hombres, elúnico proceso envolvente de la totalidad que debía su existenciaexclusivamente a la raza humana”.95 Es decir, la atención se des-plazó de las acciones y proezas a los procesos convirtiéndose losprimeros en subproductos casi accidentales confiriéndose a lasecuencia temporal una importancia que jamás tuvo.

Este concepto moderno de proceso separa la época moderna delpasado: “... Los procesos invisibles han invadido todas las cosasconcretas [...] El proceso de por sí solo da sentido a lo que lo llevaadelante, ha adquirido un monopolio de universalidad y significa-do”.96 Separa los conceptos modernos y antiguos de historia.

Según Arendt este concepto nuevo aparece con la RevoluciónFrancesa al surgir una poderosa fuerza “... capaz de constreñir asu capricho a los hombres y frente a la cual no había reposo, nirebelión, ni escape: la fuerza de la historia y de la necesidad his-tórica”,97 de ahí que todos aquellos que siguieron la huella de estarevolución se consideraron agentes de la historia y no como sim-

92 Arendt, H.: Entre el pasado..., p. 63.93 Ibídem, p. 60.94 Ibídem, p. 61.95 Ibídem, p. 66.96 Ibídem, p. 73.97 Arendt, H.: Sobre la revolución, p. 53.

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ples sucesores de los hombres de acción, trayendo como resultadola sustitución del concepto de libertad por el de necesidad comocategoría principal del pensamiento político y revolucionario.

“El encanto mágico que la necesidad histórica ha vertido sobrelos espíritus de los hombres desde el comienzo del siglo XIX sehizo más poderoso con la Revolución de Octubre [...] quienes ibana la escuela de la revolución aprendían y sabían de antemano elcurso que debe tomar una revolución. Imitaban el curso de losacontecimientos, no a los hombres de la Revolución...”.98

“Hay una grandiosa ridiculez en el espectáculo de estos hom-bres —que habían osado desafiar a todos los poderes existentes yretar a todas las autoridades de la tierra y cuyo valor estaba fuerade toda duda— capaces de someterse de la noche a la mañana,con toda humildad y sin un grito de protesta, a la llamada de lanecesidad histórica...”.99

Reconoce que el moderno concepto de la historia como procesotiene orígenes diversos, ya en el siglo XX la tecnología se convier-te en el campo de encuentro entre la naturaleza y la historia. “Latecnología, el terreno sobre el que los dos reinos, historia y na-turaleza, se han encontrado e interpenetrado en nuestro tiempo,vuelve a señalar la conexión entre los conceptos de naturalezae historia tal como aparecieron en el surgimiento de la épocamoderna de los siglos XVI y XVII. La conexión descansa en elconcepto de proceso. Ambas implicaban que pensamos y consi-deramos todo en términos de procesos, y no nos preocupan lasentidades o acontecimientos individuales y sus causas separa-das especiales”.100

Este concepto moderno de historia trae consecuencias negati-vas para el concepto de política pues lo ha desplazado “... los acon-tecimientos políticos y la acción política se desenvuelven en eldevenir histórico y la historia se entiende en sentido literal comoun río...”.101

“La época moderna no sólo produjo en su comienzo mismo unafilosofía política nueva y radical [...] sino también y por primeravez, filósofos que deseaban orientarse según los requisitos de unámbito político, y esta nueva orientación política está presente en

98 Ibídem, p. 58.99 Ibídem, p. 59.

100 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 70.101 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 72.

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Hobbes [...] en Locke y Hume...”,102 provocando el ascenso repen-tino de la historia y la disminución del interés por el pensamientopolítico, quienes aún siguieron interesados en este, afirma Arendt,terminaron “... En la confusión de la política con la historia...”,103

como le critica a Marx por identificar la acción con elaboraciónde la historia.

“... Lo decisivo es que la filosofía política de Marx no se basabaen un análisis de la acción y de los hombres de acción sino, por elcontrario, en el interés hegeliano en la historia. Por el mismomotivo, la antigua identificación de la acción con la producción yfabricación se suplementó y perfeccionó, por decirlo así, identifi-cando la mirada contemplativa del historiador con la contempla-ción del modelo [...] que guía a los artesanos y precede todaproducción. El peligro de estas combinaciones no está en que loque antes fuera trascendente se vuelva inmanente, cosa que se aducea menudo, como si Marx intentara establecer sobre la tierra unparaíso localizado antes en el más allá. El peligro de transformarlos ‘objetivos elevados’ desconocidos e incognoscibles en inten-ciones planeadas y deliberadas estaban [sic] en el significado y lafalta de significado se convertían [sic] en fines, que fue lo quesucedió cuando Marx adoptó la significación hegeliana de toda lahistoria —el despliegue y actualización progresivo de la idea deLibertad— como una meta de la acción humana y cuando él, ade-más, según cuenta la tradición, vió este ‘objetivo’ último como elproducto final de un proceso de manufacturación...”.104

“... La lucha de clases: para Marx esta fórmula parecía develartodos los secretos de la historia, tal como la ley de gravedad pare-ció descubrir todos los secretos de la naturaleza [...] no fue sino elprimero, y por cierto el más grande entre los historiadores, queconfundió un esquema con un significado...”.105

Además le critica su tesis de que la pobreza también puedeconstituir una fuerza política de primer orden, transformaciónque está contenida en su término explotación, pues para ella laconclusión de que la pobreza es el resultado de la explotaciónoperada por una clase gobernante que posee los instrumentos dela violencia, carece de valor para las ciencias históricas porque

102Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 85.103Ibídem, p. 86.104Ibídem, p. 87.105Ibídem, p. 90.

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“... se inspira en una economía de esclavos, en la que una clase deseñores domina sobre un sustrato de trabajadores, pero sólo esválida aplicada a las primeras etapas del capitalismo, cuando lapobreza a una escala sin precedentes fue resultado de la expro-piación por la fuerza...”.106

Para ella su principal dificultad está al identificar la necesidadcon las urgencias perentorias del proceso vital, llevándolo a “... laidea de que la vida constituye el bien más alto y que el procesovital de la sociedad constituye la trama de la actividad humana.De esta forma, el objetivo de la revolución cesó de ser la libera-ción de los hombres de sus semejantes y mucho menos la funda-ción de la libertad, para convertirse en la liberación del procesovital de la sociedad de las cadenas de la escasez...”.107 Con esto,Marx da una connotación política a las condiciones sociales y eco-nómicas, es decir, introduce un elemento político en la nueva cien-cia de la economía con fines revolucionarios, convirtiendo a estaen una economía que dependía del poder político.

No obstante reconoce en él al teórico más importante de todaslas revoluciones, “... él es el último de esos pensadores que estánen la frontera entre el interés en la política más antiguo de la eramoderna y su posterior preocupación por la historia...”.108

Volvemos al mismo punto, Arendt critica a Marx justo aquellastesis que remueven la vieja filosofía porque no solo plantea dichastesis, sino las demuestra. Ante semejante crítica nos limitaremosa citar algunos fragmentos de La ideología alemana escrita porMarx y Engels:

“... la primera premisa de toda existencia humana y también,por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para‘hacer historia’, en condiciones de poder vivir. Ahora bien, paravivir hace falta comer, beber, alojarse bajo un techo, vestirse yalgunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguien-te, la producción de los medios indispensables para la satisfac-ción de estas necesidades, es decir, la producción de la vidamaterial misma...”.109

“... la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condi-ciona el estado social y que, por tanto, la ‘historia de la humanidad’

106 Arendt, H.: Sobre la revolución, p. 63.107 Ibídem, p. 65.108 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 91.109 Marx, C.: Ob. cit., p. 27.

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debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historiade la industria y del intercambio”.110

“... todas las luchas que se liberan dentro del Estado, la luchaentre la democracia, la aristocracia y la monarquía, la lucha porel derecho del sufragio, etc. [...] no son sino las formas ilusoriasbajo las que se ventilan las luchas reales entre las diversas clases[...] toda clase que aspire a implantar su dominación [...] tiene queempezar conquistando el poder político...”.111

En el Manifiesto Comunista plantea: “La historia de todas lassociedades que han existido hasta nuestros días es la historia delas luchas de clases.

”Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y sier-vos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidosse enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, vela-da unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siemprecon la transformación revolucionaria de toda la sociedad...”.112

Además Arendt plantea: “Marx al saltar de la filosofía a la po-lítica, llevó las teorías de la dialéctica a la acción, con lo que hizoque, mucho más que antes, la acción política fuera más teórica,más dependiente de lo que hoy llamaríamos ideología...”.113

Este planteamiento puede ser contestado con las Tesis sobreFeuerbach del propio Carlos Marx.

“Tesis 8 – Toda vida social es esencialmente práctica. Todoslos misterios que inducen a la teoría al misticismo, encuentran susolución racional en la práctica humana y en la comprensión deesta práctica...............................................................................................................

”Tesis 11 – Los filósofos se han limitado a interpretar el mundode distintos modos, de lo que se trata es de transformarlo”.114

Sistemas totalitarios

Su teoría sobre los sistemas totalitarios llevó a un amplio debateen los años cincuenta del siglo XX. Debate que llevó a muchos

110Ibídem, p. 34.111Ídem.112Marx, C.: “El Manifiesto Comunista”, Obras Escogidas en 2 tomos, tomo I, p. 111.113Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 36.114Marx, C.: “Tesis sobre Feuerbach”, p. 36.

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politólogos a dar criterios sobre esta teoría, e, incluso, a identifi-car a todo régimen que se autodenominara comunista como tota-litario, tendencia con la cual Arendt no estaba de acuerdo, puessolo reconocía como regímenes autoritarios a: el nazismo alemánen su última etapa y al estalinismo, aunque reconocía la posibili-dad de su reaparición por el simple hecho de que ya estabainscripta en la historia.

“... el gobierno totalitario, sino se identifica en forma directacon la democracia, al menos se ve como resultado casi inevitablede ella, es decir, la consecuencia de la desaparición de todas lasautoridades tradicionales reconocidas...”.115 “... la total elimina-ción de la espontaneidad misma que, de entre las manifestacio-nes más generales y elementales de la libertad humana, es laúnica a la que apuntan los regímenes autoritarios con sus diver-sos métodos de condicionamiento...”.116

Sin embargo, en su libro ¿Qué es la política? afirma: “... lo pro-piamente nuevo y espantoso de ello no es la negación de la liber-tad o la afirmación de que la libertad no es buena ni necesariapara el hombre; es más bien la convicción de que la libertad delhombre debe ser sacrificada al desarrollo histórico cuyo procesopuede ser obstaculizado por el hombre, únicamente si éste actúay se mueve en libertad...”.117 Y en su artículo “Responsabilidadcolectiva” plantea: “... la libertad de verse libre de la política. Estalibertad era desconocida a la Antigüedad y ha sido abolida asímismo, con notable efectividad, en un buen número de dictadu-ras del siglo XX; en especial, por supuesto, en las de corte totalita-rio. En estas últimas, en contraste con el absolutismo y con otrasformas de tiranía en que la participación iba de suyo y no eraobjeto de elección, nos encontramos con una situación en que laparticipación va de suyo (y puede llegar a significar complicidaden actividades criminales, como sabemos), mientras que la noparticipación es objeto de decisión”.118

Respecto a su imagen de gobierno la identifica con “... la es-tructura en capas concéntricas, o de cebolla, en cuyo centro, enalgo así como un espacio vacío está el jefe; haga lo que haga este

115 Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 108.116 Ibídem, p. 106.117 Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 72.118 Arendt, H.: “Nazismo y responsabilidad colectiva”, Revista Claves de la Ra-

zón, No. 95, sept. de 1999, p. 10.

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conductor —integre los poderes políticos, como en la jerarquía au-toritaria, o bien oprima a los gobernados, como un tirano— lo hacedesde dentro y no desde fuera ni desde arriba. Todas las muy di-versas partes del movimiento —las organizaciones de primera lí-nea, las distintas agrupaciones profesionales, los miembros y laburocracia de los partidos, las formaciones de élite y los grupos depolicía— están relacionados de tal modo que cada uno forma lafachada en una dirección y el centro en otra, es decir, desempeñael papel del mundo exterior normal para una capa y el papel deextremismo radical para otra. La gran ventaja de este sistema esque, aun en condiciones de gobierno autoritario, el movimiento daa cada una de sus capas la ficción de un mundo normal, a la vez quela conciencia de ser distinto de él y más radical. De este modo, lossimpatizantes de las organizaciones de primera línea [...] rodeantodo el movimiento y forman una fachada engañosa de normalidadante el mundo exterior por su carencia de fanatismo y extremismo,mientras que a la vez, representan el mundo normal del movimien-to autoritario, cuyos miembros llegan a creer que sus conviccionesdifieren de las de los demás sólo por su grado, de modo que nonecesitan tener conciencia del abismo que separa su propio mundodel mundo real que los rodea. La estructura de capas concéntricashace que organizativamente el sistema esté a pruebas de golpesante la factualidad del mundo real”.119

Estos gobiernos “... han descubierto los medios políticos parasumergir al hombre en la corriente de la historia, de modo quequedara atrapado tan exclusivamente por la ‘libertad’ de ésta, queya no pudiera frenar su ‘libre’ fluir sino, al contrario, convertirseél mismo en un momento de su aceleración. Los medios por lo queesto sucede son la coacción del terror, recibida del exterior, y lacoacción, ejercida desde el interior, del pensamiento ideológico,esto es, un pensamiento que en cierta medida también internamentesigue la corriente del río de la historia...”.120 “... Lo propiamenteapolítico [...] de esta forma de dominación es la dinámica que hadesencadenado y que le es peculiar: todo y todos los que hasta ayerpasaban por ‘grandes’ hoy pueden —e incluso deben— ser abando-nados al olvido si el movimiento quiere conservar su ímpetu...”.121

Institucionalizaron el terror sobre la base de la necesidad históri-

119Arendt, H.: Entre el pasado y el futuro, p. 109.120Arendt, H.: ¿Qué es la política?, p. 72.121Ibídem, p. 50.

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ca “... cuyo curso estaba determinado por el movimiento y elcontramovimiento, por la revolución y la contrarrevolución, detal forma que ciertos ‘crímenes’ contra la revolución tenían queser descubiertos...”.122

La tesis fundamental de su teoría es la esencia del sistema: laambición del dominio mundial y total bajo el terror, una concep-ción del poder enteramente nueva y sin precedentes: la del poderpor el poder sin intereses utilitarios negando así la existencia deintereses de clases y en específico los intereses de la burguesía.

“... lo que respecta a la política interior, no se conforma conamedrentar a los individuos sino que aniquila mediante el terrorsistemático todas las relaciones interhumanas. A él correspondela guerra total, que no se contenta con la destrucción de unos cuan-tos puntos concretos militarmente importantes sino que persigue—y la técnica ahora ya le permite perseguirlo— aniquilar el mun-do surgido entre los humanos”.123 “Sabido es que esta hoy denomi-nada guerra total tiene su origen en los totalitarismos, con los queestá indefectiblemente unida; la de aniquilación es la única guerraadecuada al sistema totalitario. Fueron países gobernadostotalitariamente los que proclamaron la guerra total y, al hacerlo,impusieron necesariamente su ley al mundo no totalitario...”.124

Aunque tiene que reconocer que la primera bomba atómica no fuelanzada por un gobierno totalitario ni a un gobierno totalitario. “... Loindignante del caso es, entre otras cosas, que Japón era ciertamen-te una potencia imperialista pero no totalitaria”.125 Viéndose en lanecesidad de justificar el hecho: “... ninguno de los científicoshabría pensado en construir la bomba atómica si no hubiera temi-do que la Alemania de Hitler lo hiciera y la utilizara...”.126

Conclusiones

Aunque culpa a la filosofía de las indeterminaciones de la política,su teoría política está marcada por la filosofía no solo aristotélicay kantiana, sino también por la filosofía existencialista de M.Heidegger y K. Jasper.

122 Arendt, H.: Sobre la revolución, p. 101.123 Ibídem, p. 106.124 Ibídem, p. 104.125 Ibídem, p. 105.126 Ídem.

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Toda su teoría es un intento de explicar el enfrentamiento delhombre con el mundo moderno, rescatando los conceptos tradi-cionales del pensamiento político occidental. En realidad la ma-yoría de sus reflexiones huyen de la dialéctica al no buscar lascausas internas de los nuevos fenómenos, quedándose en la des-cripción de estos, aunque se ve obligada al reconocimiento de loscontinuos cambios y la participación del hombre en estos.

En su teoría excluye las relaciones sociales como condicionantedel mundo y la política, sin embargo, cuando explica sus concep-tos de natalidad, pluralidad y acción no puede menos que recono-cer la existencia de dichas relaciones.

No ve el nexo entre la política y la economía al considerar estaúltima un eslabón inferior a la acción política.

No obstante, se le considera como la primera pensadora políticaen el mundo anglosajón en aplicar el método fenomenológico a lacomprensión de la política; reconoce la existencia de una esferasocial en el mundo moderno y, muy importante, alerta sobre el pe-ligro de la intervención indiscriminada por parte del hombre en lanaturaleza, peligro que en la actualidad llega hasta la superviven-cia o no de la especie humana; también alerta sobre la posibilidadde que vuelvan a aparecer en el mundo sistemas totalitarios.

Bibliografía

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––––––– (1979): La ideología alemana, Editora Política, La Habana.VALLESPÍN, FERNANDO (1997): Historia de la teoría política, 6, Edi-

torial Alianza, Madrid.

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MICHEL FOUCAULT: LA INQUIETUDDEL PODER

HIRAM HERNÁNDEZ CASTRO

Comienza a despejarse el cruento debate que en las tres últimasdécadas del pasado siglo protagonizaron firmes seguidores y mo-lestos detractores de las irreverentes tesis foucaultianas. Si bienese debate continúa, ahora se hace dominante la idea de auscultarcuál ha sido la contribución o impacto de su empresa intelectual enlos distintos campos de las ciencias sociales y humanas. En Cuba,en cambio, aún sentimos una ausencia relativa de la obra en tintade su autor, llenando el vacío con críticas y comentarios de terce-ros; que, por supuesto, no importa cuán buenos puedan ser, no po-drán satisfacer del todo nuestras necesidades. No obstante, estosacercamientos nos han sido útiles y permitirán conocer a Foucault,aunque sea de forma polémica y desordenada, quizás como a élmismo no le hubiera molestado.

A Foucault se le presenta ya como historiador o como filósofodel estructuralismo francés, aunque constantemente él reniegade ambos títulos, autodefiniéndose solo como un “genealogista”.En realidad son sintomáticas las dificultades que ejerce su obra aser enmarcada en una disciplina o paradigma específico.

Original y contradictorio su pensamiento es de ruptura con latradición filosófica occidental, pero no lo hace de manera compul-siva, sino metódica y detectivesca. En sus posturas desafiantes sele conecta directamente con Nietzche, lo cual no ha sido negadopor Foucault. De hecho una lectura de su obra desde una inter-pretación no obtusa de Nietzche nos abre un imaginario antias-cético que seduce y nos revela un pensamiento maldito, fruto deun carácter profundamente revolucionario.

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Michel Foucault nace en 1926 en Portiers y estudia Filosofía enla Escuela Normal Superior de París, donde fue discípulo deAlthusser; se graduó en 1950 presentando una tesis sobre la historiade la locura en la época clásica, que fue publicada en 1962. Comoprofesor del College de Francia sorprendió tanto por su vastísimacultura como por sus incendiarias disertaciones, donde mezclabacon genialidad la literatura con el análisis filosófico y político.

Al morir de SIDA en 1984 ya era un verdadero símbolo de in-telectual y docente. Su quehacer teórico y acción militante contramuchas de las arbitrariedades políticas de su tiempo, en las cua-les se manifestó junto al estudiantado francés, le concedieron envida fama singular en medios académicos y públicos. Como partede una excelente generación de cientistas sociales (PierreBourdieu, Roland Barthes, Paul Veyne y Guilles Deleuze), supodestacarse y ganar un respeto que ha trascendido fronteras.

Un hecho que sin dudas marcó su evolución teórica y políticafue mayo de 1968, a este momento se refiere recurrentemente ensus disertaciones. La rebelión del 68, como gran ensayo revolucio-nario, intentó ante todo subvertir el sentido común burgués, mar-cado por una racionalidad ilustrada en el molde de las relacionesde poder. Es decir, el discurso que santifica que los atributos delsaber generan una asimetría de los roles sociales, donde los “ilumi-nados” tienen el deber de conducir a los Otros a una tierra prome-tida sin que medien resistencias ni actitudes subversivas; aquelmovimiento “juvenil” con epicentro en las universidades hacía blan-co de su lucha al conservadurismo moralizante, al orden capitalis-ta y al autoritarismo político de aquella sociedad. Una característicaimportante de aquella “nueva izquierda” sería su rechazo por igualal régimen del capital y al modelo burocrático instalado en Europadel Este, como deudor de una lógica relacional de dominaciónsimilar a la de sus enemigos occidentales. Así gritaba un grafitisparisino: “La humanidad sólo será feliz el día en que el últimoburócrata sea colgado con las tripas del último capitalista”.

Foucault, representativo de aquel ambiente contestatario y anar-quizante, constituye un típico ejemplo intelectual de la fuerza ylucidez, así como de las contradicciones y limitaciones de aqueltemblor revolucionario en busca de emancipaciones sociales.

Fue un momento de crisis para el “marxismo”. Aquellos jóve-nes subversivos prefirieron llamarse radicales de izquierda antesque marxistas o comunistas. El marxismo de cátedra y de parti-do, dirigido desde el Kremlin, no constituyó una alternativa váli-

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da a la altura de aquel contexto. Esmerados en justificar al mo-delo eurosoviético y sus prácticas de poder, los “marxistas blan-dos”, como Foucault los clasificara, se alejaron por completodel estudiante que lanzaba un adoquín contra los muros delorden imperante.

Así Foucault devino de militante a agudo crítico del PartidoComunista Francés. Él debe gran parte de su formación e infor-mación teórica al marxismo y hasta podría decirse que parte desus intenciones intelectuales e intereses políticos se dirigen pre-cisamente a la controversia con las posturas marxianas. Esto nolo convierte en un autor antimarxista como en ocasionesmalsanamente se ha observado, incluso podría decirse que suobra nos complementa a Marx o “la imprescindibilidad de unaapropiación del legado foucaultiano desde las posiciones del marxis-mo revolucionario”.1

“... Marx permitió pensar, ya que él estableció un determina-do número de planos, un determinado número de mecanismosy modos de funcionamientos. Si podemos hacer todos estos aná-lisis se lo debemos a Marx. Y esto es algo absolutamente claro.Pero, después de todo, incluso si Marx no hubiese llegado a decirabsolutamente todo lo que es necesario pensar actualmentesobre el Estado, con los instrumentos que nos proporcionó po-dríamos reflexionar sobre una realidad histórica y hacer avan-zar el análisis, y ello no sólo en lo que se refiere al contenidosino también en las formas, los instrumentos, y esto ya me pare-cería suficiente”.2

No obstante, el autor no se conforma con el tratamiento que sele ha dado a Marx por sus disciplinados seguidores y en su siem-pre indócil crítica afirma:

“Los marxistas, algunos marxistas que consideran el marxis-mo como una ciencia, deben saber, en nombre de esa ciencia y apartir de ella, en qué se equivocó Marx. Cuando un marxista medice que el marxismo es una ciencia yo le respondo: creeré queusted practica el marxismo como una ciencia el día en que memuestre en nombre de esa ciencia, en qué se equivocó Marx”.3

1 Acanda, Jorge Luis: “De Marx a Foucault: poder y revolución”, en Inicios departida, p. 77.

2 Foucault, Michel: “En qué se equivocó Marx”, en http://www.galeon.vblbook.com3 Ídem.

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Además del reproche político y el reproche de academicismo yfalta de inventiva que el autor hace a marxistas ortodoxos, hay enél una controvertida disposición de rechazo a toda teoríaglobalizadora y a toda pretensión de autodefinirse ciencia.

“Las ‘ciencias del hombre’ forman parte de la episteme moder-na como la química, la medicina o cualquier otra ciencia; o tam-bién como la gramática y la historia natural formaban parte de laepisteme clásica. Pero decir que forman parte del campoepistemológico significa tan sólo que su positividad está enraizadaen él, que allí encuentran su condición de existencia, que, portanto, no son únicamente ilusiones, quimeras seudocientíficas,motivadas en el nivel de las opiniones, de los intereses, de lascreencias, que no son lo que otros llaman, usando un nombre ca-prichoso, ‘ideología’. Pero, a pesar de todo, esto no quiere decirque sean ciencias”.4

“Cuando os veo esforzaros en establecer que el marxismo esuna ciencia no pienso de hecho que estáis demostrando de unavez por todas que el marxismo tiene una estructura racional yque, por consiguiente, sus proposiciones son el resultado de unproceso de verificación; para mí estáis haciendo ante todo otracosa, estáis atribuyendo, al discurso marxista y a todos aquellosque tienen estos discursos, los efectos de poder que el Occidente, alfinal de la Edad Media, ha asignado a la ciencia, ha reservado a losque hacen un discurso científico”.5

En su rechazo a lo totalizador, su propuesta es tomar las teo-rías solo como “caja de herramientas” para el análisis local y es-pecífico. “... se trata de construir no un sistema sino un instru-mento: una lógica propia a las relaciones de poder y de las luchasque se establecen alrededor de ellas”.6. Esto se suma a la oposi-ción de la racionalidad científica dirigida a la síntesis y al ordenen detrimento de la diferencia y la multiplicidad. Es la genealo-gía, en resistencia a los proyectos de una inscripción de los saberesen las jerarquías propias de la ciencia, el método que el autorllama a fundar un “saber histórico de lucha” que articula conoci-mientos eruditos y memorias locales, cuestionando los caminostrillados por el discurso científico que, en condición de tal, mar-gina y somete otros saberes.

4 Foucault, M.: Las palabras y las cosas, p. 354.5 Foucault, M.: Microfísica del poder, p. 131.6 Ibídem, pp. 7-29.

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“En realidad se trata de hacer entrar en juego los saberes loca-les, discontinuos, descalificados, no legitimados, contra la instan-cia teórica unitaria que pretende filtrarlos, jerarquizarlos, orde-narlos en nombre del conocimiento verdadero y de los derechosde una ciencia que está detentada por unos pocos. Las genealo-gías no son, pues, retornos positivistas en una forma de cienciameticulosa o más exacta; las genealogías son precisamente anti-ciencias”.7

Quizá se contradice el autor cuando constantemente nos vaordenando su propuesta, donde señala tres líneas o propósitosfundamentales. La primera, considerada su etapa arqueológica,se caracteriza por el análisis de enunciados y las prácticasdiscursivas a través de las cuales nos convertimos en objetos delconocimiento. ¿Qué tipo de saber, por ejemplo, constituyen lasciencias que nos investigan como sujetos hablantes en la lingüís-tica o seres que viven en la biología o seres que producen y serelacionan en la economía y la sociología? Referencia fundamen-tal en Las palabras y las cosas (1966) y La arqueología del saber(1969). La que se considera su etapa genealógica, donde hace unahistoria de las “prácticas divisorias” de los sujetos (locos, cuer-dos, enfermos, sanos y criminales) y de las respectivas prácticasde poder (encierro, disciplina, adoctrinamiento y confesión); for-mas de entender la historia no como discurso de verdad, sino comohistoria del poder en su relación con los roles del sujeto. Es elcaso de un grupo importante de obras como: El orden del discursoy Vigilar y castigar (1975). Finalmente la llamada “etapa degobernabilidad” donde nos propone un análisis de “los modos enque los seres humanos se transforman a sí mismos en sujetos”8 yse elige la sexualidad como el campo donde el sujeto despliega lastécnicas del yo; se puede mencionar en este sentido los últimosdos volúmenes de La historia de la sexualidad, El uso de los pla-ceres y La inquietud de sí (1982).

No obstante, es significativo que al seguir sus tesis sea necesa-rio tener en cuenta no una obra o etapa específica, sino el conjuntode su producción teórica, incluyendo muchas entrevistas y confe-rencias donde arrastrado por la pasión del debate dejaba de ser

7 Ibídem, p. 130.8 Foucault, M. (1984): “Por qué estudiar el poder: la cuestión del sujeto”, en Rev.Liberación, No. 6, p. 3.

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riguroso en los términos. Observamos así una constante evolu-ción de conceptos e ideas originalmente encadenadas en una em-presa intelectual que asume el reto de ofrecer una historia de lasobjetivaciones que ha sufrido el sujeto a partir de los discursos dela ciencia, el poder y el sexo. Es evidente que Foucault insiste enescoger y poner a prueba los temas más dolorosos para el hombremoderno.

En ese rastreo de los discursos y sus prácticas se busca el pro-ceso de formación del sujeto a través de las formas del saber que lodominan y la tecnología de poder que lo constituye. En la historiade la locura, la sexualidad y las prisiones asume la crítica del suje-to modelado por una realidad instalada en la episteme. De estamanera se desnudan los mecanismos de sometimiento de los cuer-pos y la función fundacional que tiene y ha tenido el poder en laestructura social, en tanto que es régimen y política de la verdad.

A la pregunta ¿qué tipo de poder produce los discursos a queestamos sometidos?, él nos propone primero la observación depoderes periféricos, redes capilares donde el poder circula sal-tando por encima de las reglas de derecho que lo organizan y de-limitan. Nos propone invertir el camino clásico fundado por ElLeviatán para situarnos en un análisis ascendente que parte delos “mecanismos infinitesimales” del poder, donde este se ejercede manera efectiva, a través de escuelas, manicomios, prisiones ysobre nuestro propio cuerpo.

Asistimos a la ampliación de los reductos donde se hallan rela-ciones de poder y, por tanto, políticas sin la exclusiva referenciaal gubernativo, sino que contiene la multiplicidad de poderes quese ejercen en la esfera social. En esta noción el poder es, ante todo,un fenómeno relacional que circula por una red de individuos quelo comunican y reproducen, una red donde todos participamos.

“El individuo es un efecto del poder, y al mismo tiempo, o jus-tamente en la medida en que es un efecto, es el elemento de co-nexión. El poder circula a través del individuo que ha constituido”.9

Otra preocupación de método se refiere a la ideología, a la quedefine como constructo político y no como dato social, por lo cualsu propuesta se dirige hacia instrumentos que no generan unaideología de clase pero sí un discurso de saber y, por tanto, unarelación de dominación.

9 Foucault, M.: Microfísica..., p. 142.

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“No soy de los que intentan estudiar los efectos de poder al nivelde ideología. Me pregunto, en efecto, si antes de plantear la cues-tión de la ideología, no fuese más materialista estudiando la cues-tión del cuerpo y los efectos de poder sobre él”.10

Foucault: “El subversivo”

Junto a un grupo importante de intelectuales, Foucault participóactivamente en el llamado Grupo de Información sobre las Pri-siones (GIP), convencido de la efectividad de acciones militantespuntuales. El GIP manifestaba así su desprecio hacia los aparatosde represión y dominación ideológica franceses, los tribunales, es-cuelas, manicomios, el servicio militar, la prensa, la televisión y so-bre todo la prisión eran los culpables de reproducir el autoritarismoy el conservadurismo moral dominante. “¡Intolerable!” fue el nom-bre del manifiesto que aquel grupo de intelectuales lanzara contralo que percibía como una derechización del sistema político y social.

“Hoy más que nunca el control policial de nuestras vidas dia-rias se hace más estrecho: en las calles y en las carreteras, sobrelos extranjeros y los jóvenes, una vez más es un delito expresaruna opinión; las medidas antidrogas están llevando a un incre-mento de las detenciones arbitrarias. Vivimos el signo de la gardeà rue (detención por averiguación de antecedentes). Nos dicenque los tribunales están empantanados. Podemos verlo, pero ¿y sifuera la población la que estuviera siendo sobreencarcelada?”11

La acción puntual o micropolítica es en teoría y praxis la res-puesta válida de Foucault. Fundar múltiples frentes de batallas,atacar al sistema punitivo y tocar las fibras más íntimas de la so-ciedad son los objetivos de las micropolíticas. “Mientras lasmacropolíticas aspiran a transformar el mundo, las micropolíticasapuntan a conseguir transformaciones a nivel molecular: Institu-ciones, relaciones personales, prácticas grupales, no piramidales. Setrata de lograr aplicaciones no coercitivas del poder, resistenciascreativas, acciones liberadoras mínimas, cotidianas, constantes,personales y sociales”.12

10 Ibídem, p. 106.11 Declaración fundacional del GIP.12 Díaz, Esther (1993): “Prólogo a Michel Foucault”, en Las redes del poder, Edi-

torial Almagesto, Buenos Aires, p. 2.

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En la entrevista que se le hiciera, junto a G. Deleuze, él señalasu recusar al intelectual como consejero y guía, erguido en con-ciencia suprauniversal y dueño de la verdad. El intelectual, paraFoucault, lo que puede hacer es aportar su “caja de herramien-tas” para una comprensión de la realidad en su campo específico.

“... es que las masas no tienen necesidad de ellos para saber, sa-ben claramente, perfectamente mucho mejor que ellos; y lo afirmanextremadamente bien. Pero existe un sistema de poder que obs-taculiza, que prohíbe, que invalida ese discurso y ese saber. Po-der que no está solamente en las instancias superiores de lacensura, sino que se hunde más perfectamente, más sutilmenteen toda la maya de la sociedad”.13

El papel del intelectual no es situarse —explica— frente a lasmasas, sino en luchar contra las formas de poder allí, donde rea-liza su labor, en el terreno del “saber” y de la verdad, el intelec-tual debe elaborar su croquis del terreno de lucha, pero abstenersede pretender dirigir la batalla a nombre de la representación.

“A mi juicio —dice G. Deleuze— usted (Foucault) ha sido elprimero en enseñarnos algo fundamental, a la vez en los libros yen un terreno práctico: La indignidad de hablar por los otros”.14

¿Cómo luchar contra los mecanismos de represión sin redun-dar en denuncias reformistas? Es otra de las preguntas a que sesomete Foucault a propósito de uno de sus más controvertidoslibros: Vigilar y castigar. El libro de la prisión supuso untremendísimo debate en los medios jurídicos. El poder visto en sumultidimensión relacional y tecnológica en los predios carcelariosconmovió las bases del discurso humanista que propone refor-mar el sistema ideológico sin cambiar la institución, o la puracaridad discursiva que propone mejorar las condiciones penalessin cambiar su lógica.

Vigilar y castigar penetra en las instituciones penales para ana-lizar los orígenes de las formas de disciplina o “tecnología política”que producen una determinada subjetividad. Para Foucault el po-der disciplinario lejos de reprimir o anular la individualidad, laproduce dentro de una determinada estrategia de normalización.

“La prisión es el único lugar en que el poder puede manifestar-se de forma desnuda, en sus dimensiones más excesivas, y justifi-

13Foucault, M.: Microfísica..., p. 79.14 Ibídem, p. 80.

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carse como poder moral. Tengo razón para castigar puesto quesabéis que es mezquino robar, matar [...] Es esto lo que es, no seenmascara, se muestra como tiranía llevada hasta los más ínfi-mos detalles, poder cínico y al mismo tiempo puro, enteramente‘justificado’ ya que puede justificarse enteramente en el inte-rior de una moral que enmarca su ejercicio: su tiranía salvajeaparece entonces como dominación serena del Bien sobre el Mal,del orden sobre el desorden”.15

El autor cuestiona el discurso que se justifica en el supuestofin de reeducar cuando es sabido que en ese sentido son muy es-casos los éxitos de las prisiones. Se propone así desentrañar elsistema de racionalidad de la práctica punitiva y los principiosteóricos del sistema penal con el objetivo de lograr cambios rea-les en su lógica.

“Yo no he dicho que sea forzosamente necesario librarse de él,pero creo que es muy importante saber cuando se quiere llevar acabo una transformación y una renovación, no sólo qué son lasinstituciones y cuáles sus efectos reales, sino también cuál es eltipo de pensamiento que lo sustenta: qué es lo que se puede admi-tir todavía de ese sistema y cuáles son, por el contrario, las dimen-siones que deben ser relegadas, abandonadas, transformadas”.16

El fracaso de la prisión en términos normativos es absuelto porsu eficiencia como medio de identificación del cuerpo social endelincuentes vs honrados o culpables vs los inocentes que prota-gonizan una cruzada por la justicia. Es el discurso que se amparaen un infalible derecho a castigar donde el poder se justifica cons-tantemente, y es ahí donde la existencia del delincuente se con-vierte en la necesidad de mecanismos y aparatos “panópticos” devigilancia, delación y disciplina, como mal menor ante los peli-gros que corre la sociedad frente al delito.

“Sin delincuencia no hay policías. ¿Qué es lo que hace tolera-ble la presencia de la policía, el control policial a una población sino es el miedo al delincuente?”17

Ese es el carácter inconfundible de Michel Foucault, siempreforzándonos a dejar a un lado nuestras certezas y situacionesacríticas, pensar lo no pensado o lo impensable en nuestra con-cepción moderna, dejar a un lado todo dogmatismo y entrar en un

15 Ibídem, p. 81.16 Foucault, M.: Las redes del poder, p. 84.17 Foucault, M.: Microfísica..., p. 96.

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escenario de combate donde todo discurso, práctica y regla es asu-mida como estrategia diseñada desde el poder que detenta la ver-dad. Es, sin duda, un pensamiento violento que se ejerce contra laracionalidad de toda ley, un pensamiento que podemos calificarde paranoico si olvidamos el contexto de su origen.

Hay además en su estilo un movimiento lúdico e, incluso, poé-tico de las ideas, de hecho pudiera decirse que es uno de los filó-sofos de su generación que más se acercó a la literatura para reñircon el sentido común hegemónico y sus aberraciones.

“Me parece que existe la posibilidad de hacer funcionar la fic-ción en la verdad, de inducir efectos de verdad con un discurso deficción, y hacer de tal suerte que el discurso de verdad suscite‘fabrique’ algo que no existe todavía, es decir, ficcione. Se ficcionahistoria a partir de una realidad política que la hace verdadera,se ficciona una política que no existe todavía a partir de una rea-lidad histórica”.18

¿Cómo lo que era irracional llegó a convertirse en aceptable?Pudiera considerarse la pregunta central de su empresa filosófi-ca adscripta, según la mayoría de sus críticos, al capo delestructuralista.

Foucault: ¿Estructuralista?

El estructuralismo como método de investigación y tendencia fi-losófica contemporánea se desarrolló principalmente en la Fran-cia de los sesenta. Se le ha definido como “un estilo de pensar”que unió bajo un signo común a diferentes autores y a diferentesdisciplinas sociales, como el psicoanálisis de J. Lacan, la antropo-logía de Lévi-Strauss, la crítica literaria de R. Barthes y la filoso-fía marxista de Althusser. En Foucault, muy a pesar de susrenuncias: “No veo quién puede ser más antiestructuralista queyo”.19 Existen elementos para acercarlo a esta corriente.

Los estructuralistas de manera general rechazan las ideas delsubjetivismo, el historicismo y el humanismo, estudiando al hom-bre como un fenómeno natural cualquiera. Quizá su característicafundamental sea investigar “sistemas,” o sea, relaciones recípro-

18Ibídem, p. 162.19 Ibídem, p. 179.

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cas entre distintos hechos, sin detenerse en casos concretos aisla-dos o superficiales. Su objetivo es indagar las relaciones sistemá-ticas y constantes que existen en el comportamiento humano,individual y colectivo. Relaciones que no son evidentes, sino quedeben ser explicadas, ya que no se perciben conscientemente porel individuo. El estructuralismo hace énfasis en los distintoscondicionamientos y límites de la conciencia, la libertad y la ac-ción humana.

En primer lugar es evidente que en Foucault aparece la ideade una estructura real tras las apariencias: el llamado estructu-ralismo epistémico foucaultiano, que identifica la episteme comoun dispositivo de poder discursivo. En Las palabras y las cosasintenta demostrar cómo el orden epistémico que determinó ohizo posible la exaltación del hombre como sujeto se encuentraen crisis, una vez que el hombre no puede pretender ser sujetoabsoluto, ya que de hecho se encuentra atrapado en estructurasque lo desbordan.

Así mismo rechaza el mito del progreso, como discurso occi-dental que pretende representar una continuidad heroica inexis-tente. La historia es para él carente de continuidad, sentido y finesúltimos. La genealogía es la arqueología que estudia la historia entanto discontinuidad, que si bien toma los datos históricos paraexpresar sus ideas, no es —según M. Foucault— ni aun función deun ser humano que sería sujeto de la historia. Se reconoce aquícierto antihumanismo estructuralista que afirma la prioridad dela estructura sobre lo individual sea este sujeto u objeto real. Seanuncia la crisis del humanismo moderno o la muerte de un hom-bre dotado de conciencia trascendental. En ese sentido se planteaque Foucault lleva el estructuralismo hasta sus máximas conse-cuencias. Sin embargo, no encontramos en Foucault señales delobservador frío estructuralista, sino al nietzscheano sanguíneo.

El estructuralismo, o quizás más justo, el medio camino haciael posestructuralismo foucaultiano, se identifica por su aparatoconceptual: redes de poder, objetivación, mecanismos de domi-nación, disciplinarización, normalización y prácticas de sujeción.Las prácticas de sujeción se corresponden tanto al significado deestar sometido a otro, mediante la práctica efectiva del poder, comoa la sujeción a nuestra propia conciencia o al conocimiento de símismo. Las distintas relaciones sistémicas del poder con el saber,con el placer, con la cultura, con el cuerpo, con la ética, con losdiscursos y, en fin, con todos los dispositivos que conforman la

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red social donde los individuos somos estructurados y sometidos.Sin duda, el autor asume la inmortalidad del poder, lo que no quieredecir que no apruebe la resistencia o el proyecto contrapoder,incluso su objetivo declarado es la libertad del hombre y su em-presa desarticular teóricamente las redes de dominación; pero lalucha es infinita a la vez que múltiple.

“Porque somos más libres de lo que creemos, y no porque es-temos menos determinados, sino porque hay muchas cosas conlas que aún podemos romper —para hacer de la libertad un pro-blema estratégico, para crear libertad, para liberarnos de noso-tros mismos”.20

Citar a Foucault entre los estructuralistas nos recuerda aquellafrase de M. Proust al decir que las escuelas y las teorías, comoglóbulos y microbios, se devoran entre sí para asegurar lacontinuidad de la vida.

Foucault: ¿Historiador?

“Mis libros no son tratados de filosofía ni estudios históricos; a losumo, fragmentos filosóficos en canteras históricas”.21

Toda su obra constituye un desafío a las formas tradicionalesde construir la historia. En primer lugar, Foucault se une al yaamplio coro de intelectuales que rechazaban el mito del progresocomo patrón de unidad entre la filosofía y la historia. Él encuentraen Kant el camino para abrir una “historia crítica contemporánea”tanto en el sentido de análisis de los conocimientos verdaderos comode los contextos racionales en que esos conocimientos se han crea-do, lo que conlleva a una profunda indagación de las relacionesentre la producción de la “verdad” y todo el sistema de poder quese despliega a su alrededor. Sus investigaciones resaltan las condi-ciones que han hecho funcionar determinados tipos de valor o creen-cias como modelos racionales infalibles. Intenta deshacer la divisiónque se ha construido entre historia de los hechos e historia de lasideas o entre positivismo e idealismo, a la vez que rechaza esecontinuo cronológico que el historicismo pretende imponer.

20Foucault, M.: Tecnología del yo, p. 45.21 Foucault, M. (1993): “Debate con los historiadores”, en Michel Foucault: El

discurso del poder. Selección de Oscar Terán.

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“Para Foucault la historia debe abandonar las nociones clási-cas de totalidad, continuidad y causalidad, y producir así una ‘ge-nealogía’ que permita comprender y precisar las rupturas”.22

No existe para él ese acumulado racional de la experiencia,sino un constante conflicto de racionalidades que se superponenconstantemente en los discursos verdaderos. De lo que se trataes de operar con un proceso de eventualización que permitiríareconocer el azar de la lucha como la verdadera fuerza que muevela historia.

“Creemos que nuestro presente se apoya sobre intenciones pro-fundas, necesidades estables; pedimos a los historiadores que nosconvenzan de ello. Pero el verdadero sentido histórico reconoceque vivimos, sin referencias ni coordenadas originarias, enmiríadas de sucesos perdidos”.23

En virtud del uso que el autor hace de la crítica kantiana y dela genealogía nietzscheana llega a la pregunta sobre la noción delsujeto de la historia y los límites de sus múltiples formas de racio-nalidad. Se abre así una crítica al antropocentrismo sobre la quese apoya la teleología de la historia moderna, cimentada sobre unsupuesto sujeto soberano concebido como fundamento trascen-dental del pensamiento y la acción. Por eso se afirma que Foucaultanunció, sin más, la muerte del hombre como sujeto de la histo-ria. Algunos de sus críticos, por ejemplo, Habermas, han inter-pretado esta postura como deudora de una lógica conservadoraque desprecia las energías utópicas del hombre encadenándolo aleterno retorno del poder.

Los estudios de Foucault se articulan siempre a partir de pro-blemas e interrogantes que lo urgen en el presente. Sin pretensio-nes de neutralidad su análisis es conducido con evidente parcia-lidad hacia la definición de problemas contemporáneos. Cambiarlas preguntas que se le hacen a los hechos es su estrategia paracrear el campo de tensión que supone su crítica histórico-políticade la verdad.

Según Foucault lo que él hace es sustituir la historia totalizantepor un análisis diferenciado de los discursos, describir los dife-rentes tipos de historia y sus combinaciones, permanencias y

22 Díaz, María del Pilar (2000): “Foucault la quimera del origen”, en Inicios departida, p. 22.

23 Foucault, M.: Microfísica..., p. 21.

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transformaciones. “Yo pienso que lo que hago es historia del dis-curso. Una arqueología del conjunto de reglas que en una socie-dad determinada definen: ¿Qué temas se pueden hablar? ¿Cuálesserán los enunciados olvidados y cuáles serán los conservados?¿Cómo se determina la apropiación de los discursos por los dife-rentes individuos, grupos y clases? ¿Cómo se desenvuelve la luchapor la apropiación de los discursos? Consideren mi trabajo comouna tentativa para introducir la diversidad de los sistemas y eljuego de las discontinuidades en la historia de los discursos”.24

Por supuesto, estas impugnaciones a las tradicionales formasdel quehacer de los historiadores no fueron bien recibidas portodos en el gremio, se plantea, entre otras razones, que Foucaultcae en teoricismos exagerados, sus fuentes no son confiables yque subordina los hechos a un esquema de análisis del discursoque suele ser forzado. Otros como Erik Midelfort consideran quelas hipótesis foucaultianas son puramente filosóficas y que, portanto, no poseen valor como historia.

La respuesta de Foucault estuvo cargada de toda la ironía quelo caracteriza: “Es cierto que no soy un historiador, [...] pero bue-no, nadie es perfecto”.25

No obstante, hoy son evidentes sus aportes en la “nuevahistoriografía.” Su presencia como aval conceptual tanto en ins-trumentos y estilo como su fundamental ampliación del conoci-miento aparece con fuerza en la microhistoria, la nueva historiacultural y la sociología histórica.

El poder

Porque sus intenciones son evidentemente comprometidas y susmétodos son confesamente sesgados hacia determinadas postu-ras políticas, él necesita transgredir el régimen de saber. El saberse sostiene por ciertos dispositivos de poder y se reproduce en uncomplejo reticulado de relaciones y luchas políticas. Cada dispo-sitivo: sea gobierno, escuela, clínica o iglesia, defiende un deter-minado saber como forma de ejercer su poder. Por supuesto, quien

24Foucault, M. (1970): “Saber y verdad”, en Revista ESPRIT, No. 371, p. 850.25 Iglesias Utset, M. (2000): “Foucault, la genealogía y la nueva historia”, en Ini-

cios de partida, p. 32.

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ejerza el poder puede imponer lo que considera verdadero y nin-gún saber podrá ser verdadero si carece absolutamente de poder.Es decir, la verdad nunca estará al margen del poder y sus efec-tos, sino en estrecha dependencia.

“No hay ejercicio de poder posible sin una cierta economía delos discursos de verdad que funcionan en, y a partir de esta pare-ja. Estamos sometidos a la producción de verdad desde el poder yno podemos ejercitar el poder más que a través de la producciónde la verdad”.26

Se apunta que el poder ha sido históricamente analizado enesquemas jurídicos como el de la soberanía, concentrando así suobservación en su legitimidad o ilegitimidad. Sin embargo, la leyy el Estado no pueden ser los puntos de partida para la explora-ción del poder sino, en todo caso, sus puntos de llegada. El poderno es algo que se impone a la sociedad después de formada, sinoque es una de las fuerzas que construye a la sociedad a su imageny semejanza.

“Que los juristas hayan sido servidores del rey o hayan sidosus adversarios, de todas maneras es siempre del poder real de loque se habla en esos grandes edificios del pensamiento y del sa-ber jurídico”.27

Como su objetivo es indagar las formas de subjetivación delser humano, la cuestión que le interesa no es el poder en sí, sinocómo se ejerce, es decir, sus tácticas y estrategias, sus mecanis-mos de disciplina, control y normalización. Apartándose de losenfoques tradicionales, sus tesis reconocen el entramado de po-deres microscópicos que se deslizan por la red social, donde elpoder no es un atributo específico del Estado o la clase dominan-te; sino que existen relaciones de autoridad entre hombre y mu-jer, alumno y profesor, médico y paciente, que posibilitan laexistencia de zonas especiales como las instituciones políticas ypúblicas. Por tanto, no hay un poder en la sociedad, sino una mul-tiplicidad de relaciones de poder que se apoyan mutuamente y semanifiestan de manera sutil creando el sustrato donde el podercircula y se afianza.

El poder, para Foucault, merece ser analizado como fuerza quefunciona en cadena, donde no existe una instancia específica en

26 Foucault, M.: Microfísica..., p. 56.27 Ibídem, p. 149.

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la cual ubicarlo, pues se trata de una verdadera red de relacionesdonde todos participamos. Si bien —aclara— no significa que estesea distribuido ni de forma anárquica ni democrática, ya que existecierta organización, jerarquía y coordinación del reticulado socialpor donde el poder circula transversalmente.

Él reconoce las dificultades que entraña separar el poder de laprohibición. Al hablar de poder —explica— inmediatamente lo iden-tificamos con la ley, con el Estado o con los hombres que militar yeconómicamente están investidos con los atributos de fuerza.

“Occidente nunca tuvo otro sistema de representación, de for-mulación o de análisis que no fuera el sistema de derecho, el sistemade la ley. Y yo creo que es la razón por la cual, a fin de cuentas, notuvimos hasta recientemente otras posibilidades de analizar el po-der excepto nociones elementales [...] de las que es necesario ahoraliberarse si queremos proceder a un análisis del poder, no desdesu representación sino desde su funcionamiento”.28

Foucault penetra en lo que algunos han llamado su ontologíadel poder. Comienza por definir el “cómo del poder”, es decir, “porqué medios es ejercido”, apuntando que el poder es un modo deacción que actúa sobre otras acciones. El poder reside en la ca-pacidad de lograr que otros actúen conforme a los fines y deseosde quien lo ejerce. En ese sentido hace notar la comunicación comoacción paradigmática que exhibe variadas formas de articularrelaciones de obediencia, disciplina y normalización.

“Aquello que debe ser entendido por disciplinamiento de lassociedades europeas desde el siglo XVIII, no es, por supuesto, quelos individuos que forman parte de ella se hayan vuelto cada vezmás obedientes, o que ellos comenzaran a juntarse en barracas,escuelas o prisiones; sino que un incontrolado proceso de ajustescrecientemente mejorado ha sido buscado —cada vez más racio-nal y económico— entre las actividades productivas, los recursosde comunicación y el papel de las relaciones de poder”.29

Cuando Foucault habla de relaciones de poder no excluye ni laviolencia ni el consenso, pero estos suelen ser más bien sus resul-tados o instrumentos, no los principios básicos como de hechosería la acción de “conducir” o “liderar” a otros. Otros que paraser conducidos o gobernados deben ser, como precondición fun-

28Foucault, M.: Las redes..., p. 56.29 Foucault, M.: La verdad y las formas jurídicas, p. 16.

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damental, libres; no tiene sentido hablar de relaciones de poder sino hay libertad, es decir, si no existe la posibilidad de actuar de otramanera. “Cuando los factores determinantes saturan la totalidad, nohay relacionamiento de poder, la esclavitud no es una relación depoder en tanto los hombres están encadenados. (En este caso se tra-ta de una cuestión de relaciones de constreñimiento físico.)”30

Todo poder implica, entonces, la posibilidad de resistencia, yaque él presupone la existencia de libertad, la resistencia es unfenómeno agónico entre libertad y obediencia.

“Que no existen relaciones de poder sin resistencias; que éstasson más reales y más eficaces cuando se forman allí mismo dondese ejercen las relaciones de poder; la resistencia al poder no tieneque venir de fuera para ser real, pero tampoco está atrapada porser la compatriota del poder. Existe porque está allí donde el poderestá: es como él, múltiple e integrable en estrategias globales”.31

Para focalizar las relaciones de poder se puede acudir a lasinstituciones, que si bien no son los únicos dispositivos de la red,es donde el poder se concentra de manera aguda; siendo su carac-terística la eficiencia en la regulación social. Una gran familia deformas de institucionalización: clínicas, escuelas, ejército, cár-cel, la academia científica, la familia, han sido analizadas porFoucault para concluir que todas y entre todas se sustenta, repro-duce y comunica una malla de relaciones societales investidas depoder. Para el análisis foucaultiano de esas relaciones se estable-ce un determinado número de planos que se deben observar:1. La diferenciación que permite actuar sobre las acciones de los

otros, diferencias que pueden estar fundamentadas en la tradi-ción, la riqueza, el conocimiento, etcétera. La diferenciaciónactúa en tales casos como condición y como resultado.

2. Objetivos que persiguen y definen las acciones de unos sobreotros; ejemplo: mantener privilegios, acumular beneficios, elejercicio de una determinada función, etcétera.

3. Medios por los cuales se ejerce el poder; ejemplo: por las ar-mas, por amenaza, por el saber, por la economía o por sistemasde vigilancia y control.

4. Especificidad de la institución analizada: su historia, estructu-ra, discurso, dependencia dentro del sistema y distribución realde las relaciones de poder en su seno.

30 Ibídem, p. 18.31 Foucault, M.: Microfísica..., p. 171.

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5. Grado de racionalidad, es decir, el nivel de elaboración alcan-zado por los instrumentos, su efectividad, su costo económicoo político, sus necesidades de ajustes y cambios de acuerdo conla situación concreta que se presenta.Las estrategias del poder es otro de los temas que aborda

recurrentemente en su obra, asumidas como totalidad de medios,modelo de acción o elección de la fórmula ganadora. Las estrate-gias en tanto mecanismos de las relaciones de poder dependen engran medida de las resistencias constantes al poder, provistas estastambién de estrategias de lucha, o sea, que existen permanente-mente estrategias en confrontación que de hecho dan sentido a laexistencia del poder. “En efecto, entre una relación de poder yuna estrategia de lucha hay una atracción recíproca, una uniónperpetua y un perpetuo revés. En cada momento una relación depoder puede transformarse en una confrontación entre adversa-rios. Igualmente la relación entre adversarios en una sociedadpuede, en cada momento, dar lugar a la puesta en funcionamientode mecanismos de poder”.32

Foucault avanza hacia una nueva economía de las relacionesde poder tomando las estrategias de lucha y las resistencias comopuntos neurálgicos que nos ubican y ayudan a comprender de qué setratan esas relaciones, sus características, sus métodos y aplicacio-nes. Las dicotomías que se expresan en las diferentes oposicionesque existen en el cuerpo social: “la oposición del poder del hombresobre la mujer, la de los padres sobre los niños, la de la psiquiatríasobre la enfermedad mental, la de la medicina sobre la población,la de la administración sobre la forma de vivir de la gente”.33

Estas luchas tienen en común que no se limitan a un Estadodeterminado, su objetivo radica en el efecto del poder en sí; sonluchas inmediatas; subrayan el derecho a la diferencia; comba-ten el régimen de saber y atacan directamente a las técnicas delpoder. Foucault prefiere estas microluchas o micropolíticas quebuscan transformaciones a nivel molecular fundando un nuevoesquema de politización. Para el autor esa teoría política estápor inventar, ya que la política ha estado siempre subyugada alesquema jurídico por la derecha o pensada como macropolíticautópica desde la izquierda.

32Foucault, M.: La verdad..., p. 23.33 Ibídem, p. 5.

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“Hoy en día, la lucha contra las formas de sujeción —contra lasumisión de la subjetividad— se está volviendo cada vez más im-portante, incluso cuando las luchas contra las formas de domina-ción y explotación no han desaparecido, más bien lo contrario”.34

Explica Foucault que el Estado —como forma de poder deter-minante desde el siglo XVI— ha ido combinando su dominación detotalidad con la individual desplegando una tecnología que va des-de mecanismos de control social hasta el control del cuerpo huma-no. El poder pastoral, que tuvo su origen en la institución eclesiástica,pasó al Estado como forma especial de poder político, que atiendeno solo a la comunidad en tanto “rebaño”, sino al individuo como“oveja” que puede y debe ser salvada “en el reino de este mundo”,esto significa garantizar su seguridad y nivel de vida.

Así mismo se multiplicarían las instituciones y todo un ejércitode profesiones que en ejercicio policial garantizan la disciplinadesde el cuerpo social hasta sus átomos individuales. La disciplinacomo proceso que ordena toda acción sea individual o colectivadentro de determinados parámetros de normalidad necesita de unatecnología política a la vez que global también individualizadora.

Una gran familia de técnicas disciplinarias son puestas en fun-cionamiento para el control del cuerpo. Se trata tanto de vigilary controlar conductas como de multiplicar su rendimiento y efi-ciencia económica. La anatomo-política reflejada en el ejército,los colegios, hospitales, etcétera, donde se vigila y se atomiza alindividuo. “Actualmente ustedes son ubicados en fila, los ojos delprofesor pueden individualizar a cada uno, pueden nombrarlos parasaber si están presentes, qué hacen, si divagan, si bostezan, etc.Todo esto, todas estas futilidades, en realidad son futilidades peroson futilidades muy importantes, porque finalmente, al nivel detoda una serie de ejercicios de poder, en esas pequeñas técnicasque estos nuevos mecanismos pudieran investir, pudieran operar.Lo que pasó en el ejército y en los colegios puede ser visto igual-mente en las oficinas a lo largo del siglo XIX. Y es lo que llamarétecnología individualizante de poder, y es tecnología que enfoca alos individuos hasta en sus cuerpos, en sus comportamientos; setrata a grosso modo, de una especie de anatomo-política, una polí-tica que hace blanco en los individuos hasta atomizarlos”.35

34 Ibídem, p. 7.35 Foucault, M.: Las redes..., pp. 60-61.

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Así surge también la biopolítica, que hace su blanco no en elindividuo específico, sino en la masa, en la población. Técnicascomo la estadística, la arquitectura, los controles de migración,natalidad, productividad y eficiencia, permiten administrar bie-nes societales e individuos, a la vez que se vigila el comporta-miento a nivel macrosocial. En ese sentido —afirma— el sexo setornará, entre otros, un instrumento importante de normaliza-ción y disciplinarización del cuerpo social, funcionando comobisagra entre la anatomo-política y la biopolítica.

“Ahora existen cuerpos y poblaciones. El poder se hace ma-terialista. Deja de ser esencialmente jurídico. Ahora debe li-diar con esas cosas reales que son el cuerpo, la vida. La vidaentra en el dominio del poder, mutación capital, una de las másimportantes sin duda, en la historia, y, es evidente, que se pue-de percibir cómo el sexo se vuelve a partir de ese momento, elsiglo XVIII, una pieza absolutamente capital, porque en el fondo,el sexo está exactamente ubicado en el lugar de la articulaciónentre las disciplinas individuales del cuerpo y las regulacionesde la población”.36

El aparato estatal moderno asumió comportamientos pastoralescomo forma de dominación que se sirve de todo un mecanismo desaber sujetante que inserta en el individuo la necesidad de confe-sar sus pecados para ser purificado, creándose una convenienterelación entre el cuerpo y la ley, entre el cuerpo y los mecanis-mos de control y vigilancia social. Así el poder puede ser vistocomo un ojo central circulante, que vigila, sigue y persigue des-de adentro y desde afuera al individuo, el poder panóptico. ElEstado panóptico capaz de observar desde arriba sin ser obser-vado, capaz de controlar y ejercer el poder disciplinario sobre eltodo social, llegando hasta sus propios átomos, hasta el cuerpoindividual que siente sobre él las sanciones normalizadoras dela moral y el control permanente de las instituciones punitivas.

“A través del panoptismo apunto a un conjunto de mecanismosque operan en el interior de todas las redes de procedimientos delos que se sirve el poder. El panoptismo ha sido una invencióntecnológica en el orden del poder, como la máquina de vapor en elorden de la producción”.37

36Ibídem, pp. 62-63.37 Foucault, M.: Microfísica..., p. 118.

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De esta manera Foucault teje su red, donde localiza efectos yfuncionamientos de las relaciones sociales atravesadas porvectores de fuerza y luchas del y por el poder. Mecanismos desujeción y control ramificados en la sociedad a través de la sexua-lidad y el despliegue de una amplia tecnología reguladora de laconducta humana que termina con la “creación” de la subjetivi-dad desde el poder; al punto de que nuestras acciones respondanprimero a los fines del poder antes que al propio sujeto.

Quizás advertido de algunas debilidades de sus formulacionesmás generales sobre el poder, Foucault insistió en que sus objeti-vos no estaban en la línea de análisis y fundamento del poder,sino en la historia de los diferentes discursos que desde el poderhacen del ser humano un sujeto o el problema de la formación deciertos determinados dominios del saber a partir de relaciones defuerza y relaciones políticas en la sociedad.

“Mi propósito es demostrar en estas conferencias cómo, dehecho, las condiciones políticas y económicas de existencia noson un velo o un obstáculo para el sujeto de conocimiento sinoaquello a través de lo cual se forman los sujetos de conocimientoy, en consecuencia, las relaciones de verdad. Sólo puede haberciertos tipos de sujetos de conocimiento, órdenes de verdad, do-minios de saber, a partir de condiciones políticas, que son comoel suelo en que se forma el sujeto, los dominios de saber y lasrelaciones con la verdad”.38

Así en La verdad y las formas jurídicas —por ejemplo— el au-tor pone énfasis en las prácticas judiciales que, apoyadas en lossaberes normativos de la justicia, la moral y la ética, desplieganun sistema de relaciones que identifica y separa los sujetos queson aceptados por el poder de los que se consideran inadaptadoso asociales. De hecho Foucault ha logrado desentrañar el entra-mado que produce y reproduce los discursos de poder que confor-man nuestra subjetividad a partir de la capacidad de estos deregular nuestras relaciones con la verdad.

Importancia capital adquiere esta tesis cuando su autor nospropone no mirar estos fenómenos como filósofos, sino como mi-litantes políticos, comprender que la lucha revolucionaria con-siste, ante todo, en lograr desarticular los discursos del derechoburgués constitutivo, en última instancia, de los mecanismos másgenerales del poder en la red social.

38 Foucault, M.: La verdad..., p. 59.

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“A diferencia de la revolución burguesa, que simplementereadecua los mecanismos de dominación, la revolucióndesenajenante no puede menos que implicar una subversión de lalógica de funcionamiento de las estructuras de poder”.39

Para sabernos capaz de tal empresa es necesario tener en cuen-ta que el poder es, ante todo, una relación, como nos recuerdaP. Veyne: el poder no es el rey, ni el alfil, ni las torres; el poderes lo que en cada momento del juego su posición en el tablerohaga de ellas. De hecho el famoso secreto del poder es que noestá en la cúspide, sino en la asimetría de los roles sociales queconstituyen la base de la sociedad.

Conclusiones

¿Quién es Michel Foucault? ¿Un historiador, un docente subversi-vo, un filósofo, un anarquista? Nos queda claro que como pensadorpertenece a la estirpe de los inquietos. Como Marx, como Nietzsche,como Bakunin, asume el estilo de quien encaja su puñal en lasmentalidades más poderosas de su tiempo. Foucault sabe del altonivel de complejidad alcanzado por la sociedad y de la incapacidadde la visión y el entendimiento moderno para dar respuesta efec-tiva a los conflictos y tensiones que enfrenta. El sujeto moderno—afirma— no es más que un ente enjaulado entre los metarrelatosy los discursos que desde el poder lo enajenan e instrumentalizan.Se necesita expropiar al poder de ese dominio exclusivo del saber,se necesita fundar un saber histórico de lucha como contenido deun poder personal y social no coercitivo y sujetador.

¿Cuál es el aporte de Foucault a las ciencias sociales? Al pare-cer sus intenciones en un principio no fueron fundacionales, sinobásicamente polemizar con potentes paradigmas y ciertos saberesinfalibles de su tiempo; pero para esto tuvo que atacar los pode-res que lo sustentaban, es decir, subvertir ciertos regímenes deverdad garantes de la reproducción de la sociedad tal cual la co-nocemos. Pero si el poder en verdad es indestructible como con-tenido esencial de las relaciones sociales, solo nos es posiblecambiarlo o transformarlo de manera creadora. Para desarticu-lar el poder pastoral, el poder conquistador, el poder dominador

39Acanda, J.L.: “De Marx a Foucault...”, p. 94.

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se necesita aprehender su funcionamiento y sus estrategias. Esaquí donde Foucault encuentra el nudo de la tradición filosóficaoccidental, y desentrañarlo se nos presenta como su proyecto másgeneral. Una nueva concepción del poder y la denuncia de susmúltiples mecanismos de objetivación, disciplina y placer lo con-vierten en el autor imprescindible que, sin duda, es.

Si al prologar la edición norteamericana de El Anti-Edipo deG. Deleuze, Foucault la denominara “introducción a la vida nofascista”, la obra de Foucault en su conjunto es quizás la articu-lación más original que se ha escrito sobre los diversos modosen que “los fascismos que residen en cada uno de nosotros” pe-netran en nuestras cabezas, guían nuestras conductas, asumennuestra cotidianidad acrítica, se apropian de nuestras verdades ynuestros cuerpos.

Nunca faltará quien vea en Foucault solo al intelectual que po-lemizó con los marxistas o al político que criticó duramente alsocialismo eurosoviético y al Partido Comunista Francés. Otrosverán un anarquista, para quien el poder es esencialmente negati-vo, pervertido y corruptor, o simplemente un homosexual resenti-do y un académico egocéntrico. No faltarán tampoco los que,haciendo uso indiscriminado de sus tesis, las pongan al servicio deintereses políticos conservadores sin tener en cuenta el contextoespecial en que fueron planteadas y “olvidando” su diario de vida.“¿Desde dónde habla usted?” es la pregunta que este pensador acon-seja, en cada rincón de su obra, para alertarnos sobre la necesidadde mantener una actitud insumisa ante los saberes. Hoy es necesa-rio hacer la pregunta a todos los que utilizamos el saber sísmicofoucaultiano parapetados en el poder de su nombre.

En palabras de Marx: “Un ser no se considera a sí mismo inde-pendiente si no es su propio amo, y es su propio amo sólo cuandodebe su existencia a sí mismo”,40 Foucault es continuador de eselegado cuando nos seduce con la idea de que nuestro poder libe-rador espera por nuestra acción, espera porque nuestro carácterrevolucionario lo ejerza desde y hacia nosotros mismos. MichelFoucault como maestro enseñó que el pensamiento crítico cum-ple su función solo cuando se vuelve pensamiento criticado.Reimaginar, repensar, resistir, es el ejercicio coherente con elmejor anhelo del hombre: la emancipación personal y social.

40 Marx, Carlos (1977): Manuscritos económicos y filosóficos, Ed. Tauros, p.138.

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Bibliografía

ACANDA, JORGE LUIS (2000): “De Marx a Foucault: poder y revolu-ción”, en Inicios de partida, Ediciones Juan Marinello, LaHabana.

––––––– (2003): “Amor y poder o la relación imposible”, en Temas,No. 35, oct.-dic., La Habana.

DÍAZ, ESTHER (1993): Michel Foucault. Los modos de subjetivación,Editorial Almagesto, Buenos Aires.

FOUCAULT, MICHEL (1978): Las palabras y las cosas, Editorial Si-glo XXI, Madrid.

––––––– (1983): El discurso del poder, Folios Ediciones, México.––––––– (1984): La verdad y las formas jurídicas, Editorial Gedisa,

Barcelona.––––––– (1990): Tecnología del yo, Editorial Paidós, Barcelona.––––––– (1992): Microfísica del poder, Editorial La Piqueta, Ma-

drid.

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KARL DEUTSCHY SU CONCEPCIÓN DEL PODER

OLGA DOTRES ROMAY

Su condición del primero que introdujo la noción de sistema en elanálisis de las relaciones internacionales, no hizo ajeno a Karl W.Deutsch de la comprensión de los problemas de la supervivenciade la humanidad y el análisis de la imbricación de lo interno yexterior en relación con el poder.

Según Deutsch nos encontramos en condiciones de afrontar elhambre..., pero todavía los Estados y los individuos no son capa-ces de manejar el poder de las armas y menos aún los comporta-mientos como Estados-nación.1

Es revelador el tratamiento que hace Deutsch de las minoríasen todas las esferas, los asuntos globales pasan por un númeroabsoluto de minorías, políticas, económicas, poblacionales, étnicas,culturales, religiosas.

Cuando analizamos la política, a través del concepto de poder,se da por sentado que las relaciones de poder figuran entre los as-pectos más significativos de la política. El análisis del poder afloradesde cualquier nivel del sistema político internacional, nacional olocal. Estos criterios de Deutsch han permeado a los cientistas po-líticos, quienes consideran que la configuración y el reparto delpoder constituyen elementos fundamentales de la ciencia política.

La distribución del poder entre los distintos grupos, clases, in-dividuos, tiene una constante común que es el papel de las elites ysu interidentificación.

1 Deutsch, Karl W.: Análisis de las relaciones internacionales, pp. 1-4.

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Para Deutsch, la política “consiste en el control más o menosincompleto del comportamiento humano, por medio de hábitosvoluntarios de acatamiento combinados con amenazas de unacoacción probable. En esencia, la política está basada en lainteracción de los hábitos de cooperación según se vean modifi-cados por amenazas”.2

Dicho acatamiento constituye la base invisible, en palabrasdel propio Deutsch, pero “enteramente real del poder de todogobierno”.3

Es muy importante conocer que, en la concepción de Deutsch,la relación entre el acatamiento y la coacción radica en una fór-mula que expresa dimensiones de frecuencia. A un mayor nivelde acatamiento, la coacción tiende a disminuir y viceversa.

Dos conceptos: gobierno o dominio se relacionan de forma es-trecha con la política. Para Deutsch es impensable que sin acep-tar su concepción de la política pueda evaluarse certeramente loque entiende por gobierno o dominio. Debido a lo que considerasu doble naturaleza, la política puede ser un “área de tensión re-currente entre la centralización y la descentralización”.4

Esta última parte, donde expresa el concepto dual que asume lapolítica, es lo que le permite manejar con habilidad y destreza lostérminos de centralización, donde prevalece el temor, la domina-ción, la obediencia y el acatamiento. Por otro lado, cuando emplea ladescentralización, donde se conjugan ambos términos en política,muestra la importancia que tiene la ciencia y el arte de gobernar.

En este problema de la centralización y la descentralización, hayque tomar en cuenta la idea que tiene Deutsch sobre la determi-nación que ejerce sobre la política, la dimensión de una nación.“El tamaño de las naciones, de los estados y de otras unidadespolíticas y de la migración del poder entre los distintos nivelesdel gobierno local, nacional [...] En este lugar, sólo es preciso no-tar que por sus vastas consecuencias y ‘raíces’ tienen la doblenaturaleza de la política”.5

En nuestro criterio, Deutsch fundamenta, con datos estadísti-cos, dos cuestiones: a) que el poder es relativo, b) que el podercambia conforme a factores externos e internos.

2 Deutsch, Karl W.: Ob. cit., p. 23.3 Ibídem, p. 24.4 Ibídem, p. 27.5 Ídem.

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Entre sus resultados, contenidos en tablas, se extrae que paraDeutsch, el poder depende de factores, momentos, actores y de suinteracción. El concepto de dominio no es exclusivo del poderpolítico, se extiende a dominios del conocimiento, la tecnología ylos sistemas de armamentos, e incluso del PIB.

En relación con Estados Unidos, es interesante hacer notar queun elemento central del concepto nación constituido por su po-blación, hace que este país pueda calificarse como una nacióncompuesta por extranjeros, los cuales han tributado al desarrollode dicho Estado, aunque esa heterogeneidad no le permite asu-mir a Deutsch criterio de identidad y comportamiento respectoa tal país ante conflictos mundiales. No obstante, la inmensa mayoríade dichos inmigrantes eligieron ese sistema político para de-sarrollar su vida, aunque no sientan identificación ideológica ypatriótica con la nación norteamericana.

En relación con el poder político, discrepa de los que se handedicado al estudio de este concepto como centro, sin tomar enconsideración el carácter dual de la política. Contradice, pues,las posiciones que mantuvieron Maquiavelo, Hobbes, así comoMorgenthau y Schuman, los cuales basaron sus teorías sobre lapolítica, fundamentadas en la noción de poder.

Deutsch se pregunta cuál es el elemento de verdad que contie-ne ese concepto y cuáles son sus límites. Al partir de esta pregun-ta, expone su estructura del poder y del Estado-nación, en la cualpretende analizar el poder de los gobiernos, los grupos de interésy las elites. Retomo la definición que expresa Deutsch sobre elpoder: “Es la capacidad de prevalecer en los conflictos y superarlos obstáculos”.6

De entre los elementos que constituyen el poder del Estado-nación enfatiza el poder potencial, de cuyos elementos destacalos pertrechos de guerra7 y, por esa vía, demuestra la relatividaddel poder, ya que grandes potencias como Estados Unidos y laUnión Soviética, detentoras de gran poder, pueden, no obstante,en un momento dado, colapsar. La historia le ha dado la razón enrelación con la debacle que se produjo en la ex Unión Soviética,

6 Ibídem, p. 29.7 Además, otros elementos del poder potencial lo constituyen, según Deutsch, losrecursos, territorio, población, desarrollo tecnológico, niveles culturales, cientí-ficos; pero a nivel de las relaciones mundiales, un Estado-nación, por poderosoque sea, siempre sus potenciales son menores que el resto del sistema mundial.

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de la cual Rusia ha tratado de rescatar algunos despojos para per-manecer entre las potencias mundiales, aunque ahora conformea la concepción de Deutsch y el tratado firmado por Putin, elloparece haber decaído notablemente.

Al seguir el análisis del “poder potencial”, señala que la “basedel poder” que fomentan las grandes potencias al apoyar el de-sarrollo de los países pequeños se retribuye en esferas de influen-cia de aquellos sobre los cuales se encuentran en vías de desarrolloo profundamente subdesarrollados. Esa base del poder la deno-mina “valor de base” para obtener influencias sobre el comporta-miento de los países que reciben la ayuda y que condicionan loque llama “valor de proyección”. Ello se constata claramente enla forma en que se expresan políticamente dichos países en lasorganizaciones mundiales y en las comisiones de Naciones Uni-das, incluso en la Asamblea General.

La conceptualización de Deutsch refleja de modo certero larealidad del mundo de hoy, y puede extrapolarse de las relacio-nes internacionales a las relaciones al interior de los países en elejercicio del poder.

En la Antigüedad, había un poder más absoluto que en lo con-temporáneo, donde las relaciones internacionales se han comple-jizado extraordinariamente. En nuestra opinión, dicha complejidadmuestra, a su vez, la debilitación del Estado-nación, lo cual semanifiesta en las pocas posibilidades de desarrollarse como tal,por su imbricación con grandes potencias y una sociedad civilinternacional de progresiva dimensión condicionante.

Los términos de dominio, nivel y alcance, ínsitos a su concep-ción del poder8 toma en cuenta, en relación con el dominio, elconjunto de personas cuyo comportamiento probable cambiasignificativamente con su afiliación. Dicho dominio se refiere alas personas, a los recursos de que disponen, y puede poseer unagobernabilidad adecuada o controvertida. El dominio no secircunscribe al comportamiento político o económico, tambiénincluye la dominación económica, poblacional, étnica, ideológi-ca, psicológica, religiosa, filosófica y no es permanente, sino estáen constante cambio.

El nivel y el alcance son manifestaciones del dominio y desus grados respectivos que poseen la misma relatividad queacusa el poder.

8 Deutsch, Karl W.: Ob. cit., p. 43.

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En el escenario hipotético de la primera década del siglo XXI,los principales centros del poder mundial continuarán siendo losEstados-nación. Ahora bien, de acuerdo con las clasificacionesque expone, no aparece ningún Estado-nación del Tercer Mundo,solo de modo ocasional cita a Chile, a Argentina y a Brasil.

Si analizamos la obra de Deutsch, nos parece evidente su con-cepción primermundista de las relaciones internacionales y, porende, de la ciencia política. Los pequeños Estados, e incluso con-tinentes como África, no son objeto de sus proyecciones, ni de losescenarios de poder internacional, aunque en su pensamiento sondichos Estados los que deben acercarse a los modelos europeo ynorteamericano.

Otra definición aportada por Deutsch sobre el poder, lo cualifi-ca como la capacidad de prevalecer en el conflicto, lo cual es vá-lido tanto para lo internacional como para lo interno. Con estadeterminación Deutsch presupone la conflictualidad de las re-laciones de poder, y, si tomamos en cuenta su jerarquización delos recursos en armamentos, es obvio la preeminencia de domi-nio de las grandes potencias y de los Estados en relación con lospequeños Estados y con las sociedades civiles internas a los Esta-dos-nación.

El concepto de interdependencia entre los distintos países esun factor que se debe considerar priorizadamente en las relacio-nes de poder, ya que “ningún pueblo o país podría haber llegado asu nivel actual de tecnología, prosperidad y salud, ni podría sos-tener su índice actual de progreso, sin la ayuda decisiva de losdescubrimientos y contribuciones del exterior”.9

El incremento del poder de los países altamente industrializadosse debe a una concentración de la que carecen los países que seencuentran en una primera etapa de desarrollo. En estos últimos,el peso del poder interno varía considerablemente.

Desde la teoría de sistemas, Deutsch con Easton son los auto-res más significativos en relación con el modelo cibernético —suconcepción de la estructura y funcionamiento del sistema es aná-logo a los servomecanismos— como un sistema abierto, pero ade-más dotado de mecanismos de retroalimentación “que le permitenun comportamiento intencional”.10

9 Ibídem, p. 4.10 Véase: “El poder y los sistemas políticos”, en Caminal Badía, Miguel (ed.):

Manual de Ciencia Política, p. 61.

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No considera Deutsch a las elites políticas como las únicas, másbien se inclina por la interrelación de elites diversas en los dife-rentes sistemas políticos. En ello difiere de Apter (1971) que defi-ne a las elites políticas por su acceso al gobierno, mediante suocupación, o su influencia o control sobre el mismo.11

En su análisis del poder, Deutsch expresa que el poder es elsímbolo de “la capacidad para alterar la distribución de resulta-dos y, en particular, los resultados del comportamiento humano”.12

También plantea Deutsch que el “poder puede ser pensado comoel valor corriente de la política. En este sentido, el poder es elvalor corriente o el medio que facilita el intercambio de decisio-nes más o menos aplicable por su apoyo, más o menos confiable”.13

Destaca Deutsch que la ciencia política no puede convertirse“ni se convertirá” sencillamente en la economía del poder; peropuede beneficiarse de las limitadas similitudes entre el dinero yel poder, utilizando como vía para llegar a las similitudes y dife-rencias, que aunque escasas, no son triviales en absoluto. “De igualmodo, el prestigio es para el poder lo que el crédito es para eldinero”.14 Por último, en relación con el poder como medio paraobtener otras cosas que los hombres valoran, “el concepto de po-der parece implicarse a sí mismo o ser tautológico, esperar a unautilidad, riqueza, bienestar, respeto, afecto o cualquier otra cosa,necesariamente implica aspirar al poder de conseguirla”.15

Conclusiones

Karl W. Deutsch intenta describir objetivamente la realidad polí-tica actual sobre la base de la teoría de los sistemas y la interdepen-dencia. Su utilización de las categorías de la ciencia política y lasrelaciones internacionales es descriptiva y explicativa, e, inclusi-ve, se propone devenir pronosticadora. Destaca adecuadamenteel carácter conflictual de las relaciones políticas y es válida,aunque parcial, su aproximación a la conceptuación de poder.

11 Ibídem, p. 65.12 Deutsch, Karl W.: Ob. cit., p. 62.13 Ídem.14 Ibídem, p. 63.15 Ibídem, pp. 63-64.

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No obstante, su mundo que pretende ser global queda en los mar-cos de Europa y Estados Unidos.

Bibliografía

DEUTSCH, KARL W. (1990): Análisis de las relaciones internaciona-les, 3ra edición, Editorial Gernika, Méjico.

CAMINAL BADÍA, MIGUEL (1999) (ed.): Manual de Ciencia Política,2da edición, Editorial Tecnos, Madrid.

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REFLEXIONES DE ROBERT DAHL EN TORNOA LOS SISTEMAS POLÍTICOS

JUAN SIMÓN ROJAS

Introducción

Robert A. Dahl es un conocido exponente de la ciencia políticacontemporánea y, en particular, de la escuela anglonorteame-ricana. Se desempeña como investigador y profesor en la Univer-sidad de Yale.

Es uno de los representantes más importantes del “elitismopluralista”, a partir del cual analiza los procesos de toma dedecisiones para el trazado de las políticas públicas en generaly en Estados Unidos en particular, concediéndole, a diferenciade las concepciones neocorporativistas, un papel decisorio alos “grupos” como “motores” de la sociedad al establecer lasdemandas al sistema y que al gobierno solo le queda solucionaresas demandas.

Es continuador de las concepciones teóricas de Harold Lasswell,Raymond Aron y de P. Bachrach.

Desde el punto de vista teórico no coincide con los criterios deotro de los más destacados teóricos del elitismo político, WrightMills, el cual sostiene un enfoque monista en el análisis de laselites, conocido como la concepción de las “elites cerradas”.

Dentro de sus detractores se puede resaltar a Floyd Hunter,partidario y defensor de la teoría de las elites cerradas.

Entre sus obras más conocidas se encuentran: A Critique ofthe Ruling Elite Model (1958), Who Governs? Democracy andPower in an American City (1961), La poliarquía y Análisis po-lítico moderno.

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Concepciones de Robert A. Dahl sobre los sistemaspolíticos y las relaciones políticas

Para Dahl las relaciones políticas y los sistemas políticos estánestrechamente vinculados, se condicionan mutuamente. “Proba-blemente nadie discutiría la idea de que un sistema político es unmodelo de relaciones políticas”,1 con lo cual le otorga al sistemapolítico la sustantividad de ser el marco donde se desempeñan lasrelaciones políticas, el entramado resultante del conjunto de re-laciones políticas societales.

Ahora bien, ¿qué entiende Dahl por “relaciones políticas”?Parece ser que este cientista político asume la concepción de

Max Weber acerca de que la dimensión política de determinadasrelaciones sociales está caracterizada por la determinación territo-rial y por el uso de la fuerza como elemento coercitivo por parte delEstado; resaltando en torno a las relaciones políticas que “... aun-que Weber puso énfasis en el reparto territorial de toda asocia-ción política, al igual que Aristóteles, especificó que la relaciónde autoridad o mando era una de sus características esenciales”.2

Asimismo, Dahl coincide con el politólogo norteamericanoHarold Lasswell en lo concerniente a la definición de la cienciapolítica “como una disciplina empírica encargada del estudio dela formación y distribución del poder”.3

“Está claro que todo lo que Aristóteles y Weber llamen polí-tico, Lasswell también. Pero Lasswell considerará políticas al-gunas cosas que Weber y Aristóteles quizás no consideraríancomo tales; por ejemplo una empresa o un sindicato tendránaspectos políticos. Los estudiosos contemporáneos de la políti-ca estudian en realidad los aspectos políticos de las empresas,de los sindicatos y de otras ‘asociaciones privadas’, y el análisispolítico contemporáneo tiene tendencia a aceptar una definiciónde lo político más amplia que la de Aristóteles. Por lo tanto, va-mos a definir audazmente un sistema político de la manera si-guiente: Un sistema político es cualquier modelo persistente de

1 Dahl, Robert A.: Análisis político moderno, p. 32.2 Ibídem, p. 37.3 Dahl, Robert A.: “Análisis político moderno”, tomado de: Rajland, Beatriz yDaniel Campione: Estado, política e ideología, p. 56.

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relaciones humanas que implique, en una extensión significativa,poder, mando o autoridad”.4

Pero Dahl no diluye lo político en lo social en general, ni en loeconómico en particular, aunque reconoce las relaciones conco-mitantes existentes entre estos elementos. “El análisis políticotrata de poder, de mando o autoridad. La economía se interesapor los recursos escasos o por la producción y distribución debienes y servicios. La política es un aspecto de una gran varie-dad de instituciones humanas: la economía es otro aspecto. Porlo tanto, un economista y un politólogo pueden ambos estar es-tudiando la misma institución en concreto, por ejemplo, el siste-ma federal de reserva o el presupuesto, pero donde el economistase interesaría básicamente por los problemas relacionados conla escasez y con el uso de los recursos escasos, el politólogo tra-taría principalmente de los problemas que implican relacionesde poder, mando o autoridad.

”Sin embargo, al igual que la mayoría de las distinciones entreobjetos de investigación intelectual, la división entre política yeconomía no está perfectamente delimitada”.5

Por otra parte Dahl profundiza, a partir de una óptica catego-rial-conceptual, en las diferencias existentes entre un sistema po-lítico y un sistema económico, otorgándole una especificidadnecesaria al primero.

“Muchas personas aplican indiscriminadamente los términos‘democracia’, ‘dictadura’, ‘capitalismo’ y ‘socialismo’, tanto a lossistemas políticos como económicos. Esta tendencia a confundirlos sistemas políticos con los económicos proviene de la falta de unconjunto estandarizado de definiciones, de la ignorancia de los orí-genes históricos de tales términos y, probablemente, en algunoscasos, de un deseo de explotar términos políticos muy favorables odesfavorables, como son democracia o dictadura, a fin de influen-ciar [sic] en la actitud respecto a los sistemas económicos”.

Sin embargo, se deduce de lo que se acaba de decir, que losaspectos políticos de una institución no son lo mismo que sus as-pectos económicos. Históricamente, los vocablos “democracia” y“dictadura” se han usado normalmente al referirse a sistemas po-líticos, mientras que “capitalismo” y “socialismo” se refieren a

4 Dahl, R.A.: “Análisis político moderno”, p. 56.5 Ibídem, p. 58.

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instituciones económicas. Dada la manera como se han usado es-tos términos en la historia, las definiciones siguientes pueden serapropiadas:1. Una democracia es un sistema político en el cual la oportuni-

dad de participar en las decisiones es ampliamente comparti-da por todos los ciudadanos adultos.

2. Una dictadura es un sistema político en el cual la oportunidadde participar en las decisiones está limitada a unos pocos.

3. Capitalismo es un sistema económico en el cual la mayoría delas actividades económicas importantes son realizadas por em-presas de propiedad y control privados.

4. Socialismo es un sistema económico en el cual la mayoría delas actividades económicas importantes son realizadas por agen-cias de propiedad del gobierno y controladas por el mismo.Cada par de palabras implica una dicotomía y las dicotomías son, a

menudo, poco satisfactorias. En realidad, muchos sistemas políticosno son ni totalmente democráticos ni totalmente dictatoriales; y, enmuchos países, las operaciones privadas y gubernamentales estánmezcladas en todo género de formas complejas. Estas mezclas nosolo demuestran los defectos de la dicotomía “capitalismo-socia-lismo”, sino que también subrayan el hecho de que algunas institu-ciones y procesos pueden ser considerados parte del sistemaeconómico para ciertos propósitos y parte del sistema político paraotros. El punto que uno ha de recordar es que, a pesar de esta mez-cla o incluso a causa de ella, se ha comprobado que era intelectual-mente fructífero el distinguir algunos aspectos de la vida como“económicos” y otros aspectos como “políticos”.6

En lo referente a la concepción de Dahl respecto a qué es un“sistema”, merece señalarse que le otorga un carácter relativo ala delimitación de un sistema determinado, así como una ne-cesaria interrelación entre los elementos estructurales del mis-mo. “Cualquier colección de elementos que de algún modoactúan interdependientemente entre sí puede ser consideradaun sistema: una galaxia, un equipo de fútbol, una legislatura,un partido político”.7

“Un sistema puede ser un elemento, un subsistema, de otro. Latierra es un subsistema de nuestro sistema solar, el cual, a su vez,

6 Ibídem, p. 59.7 Ibídem, p. 61.

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es un subsistema de nuestra galaxia, que es un subsistema deluniverso. El Comité de Relaciones Exteriores es un subsistemadel Senado de los Estados Unidos, el cual es un subsistema delCongreso, etcétera”.8

A partir de esta visión de lo que constituye un sistema, Dahlplantea que un sistema social está conformado por variossubsistemas, incluyendo entre estos al sistema político.

¿Qué es una sociedad democrática? ¿Una sociedad libre? ¿Unasociedad socialista? ¿Una sociedad autoritaria? ¿Una sociedadinternacional? ¿En qué se diferencia un sistema social de un sis-tema político?

Las preguntas como estas son especialmente difíciles de contes-tar, porque los términos “sociedad” y “sistema social” son usadoslibremente, incluso, por los expertos en ciencias sociales.

Sin embargo, en general se pretende que la palabra “social”tenga una cierta extensión; las relaciones económicas y políticasson tipos específicos de relaciones sociales. Aunque “sistema so-cial” es un término al cual se da un sentido más específico, tam-bién es un concepto amplio. Por todo ello, Talcott Parsons, uno delos principales sociólogos americanos, define al sistema social portres características:1. Dos o más personas actúan entre sí.2. En sus acciones tienen en consideración cómo es probable que

las otras actúen.3. A veces actúan conjuntamente para conseguir objetivos comu-

nes. Por tanto, es evidente que un sistema social es un tipo deorden muy amplio.Según la definición de Parsons, un “sistema político o un sistema

económico serían partes, aspectos o subsistemas de un siste-ma social”.9

Es importante resaltar que dentro de los elementos estructu-rales y funcionales de los sistemas políticos, Robert A. Dahl ledepara un papel preponderante al gobierno, al Estado y a los hom-bres que realizan la política.

“En todas las sociedades, la gente tiende a desarrollar suposi-ciones más o menos estandarizadas de cómo se comportarán ellosy otras personas en diversas situaciones. Uno aprende a compor-

8Dahl, R.A.: “Análisis político moderno”, p. 62.9 Ibídem, p. 56.

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tarse como un anfitrión o como un invitado, un padre o un abuelo,un buen perdedor, un soldado, un empleado de banco, un fiscal, unjuez, etcétera. Modelos como estos, en los que un cierto número depersonas comparten expectativas bastantes similares sobre su for-ma de comportamiento en situaciones determinadas, se denomi-nan ‘roles’. Todos nosotros tenemos varios ‘roles’ y muchas vecescambiamos rápidamente de uno a otro. Un jugador de fútbol que vaa clases antes de un partido importante y que después sale con unaamiga, tiene que cambiar de un ‘rol’ a otro, estudiante, atleta ypretendiente, casi tan de prisa como cuando avanza en el campo”.

Cuando un sistema político es complejo y estable, los “roles”políticos se desarrollan. Quizás los “roles” políticos más obviosson representados por personas que crean, interpretan e impo-nen leyes que obligan a los miembros de un sistema político. Es-tos “roles” son cargos, y el conjunto de cargos de un sistemapolítico es lo que constituye el gobierno de este sistema. En cual-quier momento dado, estos cargos o “roles” (aparte de los vacan-tes) son ejercidos por individuos determinados, personasconcretas: el senador Forghorn, el juez Cranky, el Mayor Twimbly.Pero en muchos sistemas los “roles” se mantienen igual, inclusocuando son ejercidos por una sucesión de individuos. Seguramentediferentes actores pueden interpretar, y normalmente lo hacen,el “rol” de Hamlet u Otelo de diferentes maneras, a veces de formastotalmente distintas. Lo mismo sucede con los “roles” políticos.Por ejemplo, Jefferson, Jackson, Lincoln, Theodore Roosevelt,Wilson y Franklin Roosevelt. Cada uno de ellos amplió el “rol” depresidente yendo más allá de los límites de lo que había heredadode sus predecesores, creando nuevas expectativas en el conceptoque la gente tiene sobre lo que un presidente debe o legítimamen-te puede hacer al ejercer su cargo. Nelson Polsby dice que haytantas formas distintas de ser presidente como hombres desean-do ejercer el cargo. Sin embargo, las expectativas sobre cuál es el“rol” adecuado de un presidente, limitan el campo dentro del cualÉl puede hacer lo que quiera, hecho dramatizado por la decisióndel presidente Johnson, en 1968, de no presentarse a reelecciónporque ya no podía ejercer el papel presidencial de la forma queel creía que su cargo requería.

Pero el lector se preguntará: al definir “gobierno” tal comoacabamos de hacerlo ¿no nos creamos un nuevo problema? Si hayuna gran variedad de sistemas políticos, desde los sindicatos yuniversidades hasta los países y organizaciones internacionales,

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¿qué pasa con el gobierno? Después de todo, en Estados Unidos,como en la mayoría de los países, cuando se habla de gobiernoparece que todos saben a qué se refiere. De todos los gobiernos detodas las diferentes asociaciones de un territorio en particular,por regla general uno es reconocido de alguna manera como elgobierno. ¿En qué se diferencia el gobierno de otros gobiernos?Consideramos tres respuestas posibles:1. El gobierno persigue fines “más altos” y “nobles” que otros

gobiernos. Al menos hay tres dificultades en esta proposición.Primero, porque la gente no está de acuerdo en que los objeti-vos más elevados y nobles sean los que persigue el gobierno, niincluso en si un objetivo particular es perseguido o no en unmomento dado; por lo tanto, este criterio puede que no sea demucha ayuda, al intentar decidir si este o aquel gobierno es elgobierno. Segundo, a pesar de que muchas veces la gente noestá de acuerdo en la manera de clasificar objetivos o valores yquizás incluso sostengan que el gobierno está persiguiendo fi-nes perjudiciales, todos continúan estando de acuerdo en lo quees y lo que no es el gobierno. Un anarquista no duda que Él estáoprimido por el gobierno. En tercer lugar, ¿qué sucede con losgobiernos malos?; por ejemplo, ¿persiguen tanto los gobiernosdemocráticos como los totalitarios fines nobles? Este puntoparece lógicamente absurdo.Luego nuestra primera respuesta propuesta confunde el pro-blema de definir gobierno con la tarea más difícil e importantede decidir cuáles son los criterios para un gobierno “bueno” o“justo”. Antes de que alguien pueda decidir cuál es el gobiernomejor, primero ha de saber qué es el gobierno.

2. Aristóteles proponía otra posibilidad: el gobierno se diferencia(de los otros gobiernos) por el carácter de la asociación a la cualpertenece; esto es, una asociación política que se abastece a símisma, en el sentido que posee todas las cualidades y recursosnecesarios para una vida próspera. Esta definición adolece dealgunas de las mismas dificultades que la primera. Además, sila aplicáramos estrictamente, tendríamos que llegar a la con-clusión de que no existe ningún gobierno. La idealizada inter-pretación de Aristóteles acerca de la ciudad-Estado estaba muylejos de la realidad, incluso en su tiempo. Atenas no se satisfa-cía cultural, ni económica, ni militarmente. En realidad erabastante incapaz de garantizarse su propia paz o independen-cia. Sin aliados, no podía mantener la libertad de sus propios

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ciudadanos. Lo que era cierto para las ciudades-Estados grie-gas es igualmente válido hoy en día.

3. El gobierno es cualquier gobierno que define con éxito su de-recho a la regulación exclusiva del uso legítimo de la fuerzafísica para imponer sus normas dentro de un área territorialdada. El sistema político formado por los residentes de estaárea territorial y el gobierno de esta área es un Estado.10

Conclusiones

Robert A. Dahl es uno de los representantes del “elitismo pluralista”en la ciencia política; al centrarse en el estudio de los procesos detoma de decisiones políticas en los sistemas políticos en general, yen el norteamericano en particular, arriba a la conclusión de queno es una sola elite la que dispone de todo el poder para adoptar lasdecisiones vinculantes y realizar el trazado de las políticas públi-cas, sino que ese poder global está dominado por varias elites, queson las que toman decisiones en el marco de la esfera de ejerciciode su autoridad; de ahí su teoría de la “poliarquía”.

La práctica política actual ha demostrado que esas “elites abier-tas” se han impuesto en diversos sistemas políticos, debido a queestos no administran directamente el poder, sino que disponen detodo un conjunto de mecanismos (legales, gubernamentales) paraque sean ellos los que instrumenten el poder.

Plantea también que el poder económico y el político puedencoincidir en determinadas elites, pero que no siempre (ni tampo-co necesariamente) las elites económicas son las que ostentan elpoder político; llegando incluso a otorgarle una mayor cuota depoder a las elites políticas que a las económicas en lo concernien-te a la toma de decisiones políticas, con lo que hace una marcadadistinción entre unas y otras.

Dahl es partidario también del enfoque psicologista, otorgán-dole un papel decisivo a las personalidades políticas (y a suscualidades) en todo el proceso decisional en la esfera del poderpolítico societal.

Por otra parte, no se identifica con las tendencias del deter-minismo sociológico, sosteniendo que el poder político debe ser

10 Dahl, R.A.: “Análisis político...”, p. 66.

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analizado con sus especificidades, sobre todo en lo referente a lasdecisiones vinculantes que emanan del Estado como única y legí-tima fuente de autoridad societal; Estado este conformado porvarias elites que se reparten el poder.

Robert A. Dahl considera a un sistema político como el conjun-to, el entramado resultante de las relaciones políticas, en el mar-co del cual se adoptan las diferentes decisiones vinculantes porlas elites que disponen del poder societal. Otorgándole a las rela-ciones políticas la especificidad de ser las referidas, precisamen-te, a los aspectos concernientes al poder en la sociedad, poder queejerce en primer lugar el Estado.

Por tanto, para Dahl, el Estado, las elites políticas y los líderespolíticos, así como las relaciones que se establecen entre estossujetos en el proceso de toma de decisiones políticas, son los ele-mentos esenciales del sistema político.

De estos planteamientos se puede inferir que Dahl es un teóricoestatista, potenciando al Estado del modelo keynesiano.

Evidentemente aquí Robert Dahl cae en contradicciones teóri-cas: por un lado es partidario de las elites abiertas, plurales, y,por otro, es monista en relación con el Estado, considerándolocomo el centro único de poder legítimo societal.

A su vez, el panorama político actual que se observa tanto en elsistema internacional como en el interior de los sistemas políticosnacionales, pone de manifiesto cierta idealización y distanciamien-to entre las concepciones teóricas de Dahl y el referente real, dondeel pensamiento y la práctica neoliberales han erosionado,redimensionado y debilitado el papel del Estado en la vida social.

Asimismo, merece resaltar que sus concepciones teóricas entorno al sistema democrático, donde existan —idealmente— lasoportunidades y posibilidades iguales de participación política detodos los ciudadanos son, en nuestro criterio, acertadas. El ladodébil de estas teorías acerca de la democracia de Dahl estriba enque se abstrae de todo el conglomerado de contradicciones socia-les que, de facto, las hacen inviables y muy poco realistas.

Bibliografía

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RAJLAND, BEATRIZ Y DANIEL CAMPIONE (1992): Estado, política e ideo-logía, Editorial Letra Buena, Buenos Aires.

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NORBERTO BOBBIO: UNA CONCEPCIÓNDINÁMICA DE LA POLÍTICA1

MAURA SALABARRÍA ROIG

Sistema político

En la concepción política de Bobbio se presentan tres ejes funda-mentales:– El problema de la paz y la guerra.– Los derechos humanos.– La democracia.

Los tres aparecen estrechamente vinculados en su obra, puesla preocupación fundamental del autor gira alrededor de la efica-cia de la democracia. El presente trabajo parte de sus criteriossobre la teoría de las formas de gobierno en algunos momentosdestacados de la historia del pensamiento político, donde preten-de encontrar temas recurrentes para el análisis politológico, ta-rea en la que formula su concepción de sistema político, a pesarde que sigue con mucha fidelidad lo planteado por los diferentespensadores a los que analiza.

Para el autor, las formas de gobierno no son más que formasdiferentes de dar organización al sistema político en cuya defi-nición se refleja un rasgo inherente a todas las épocas: que es

1 Destacado filósofo político italiano. Nació en Turín en 1909, procedente de unafamilia de la clase media, se formó en Filosofía y Derecho, fue miembro de laresistencia antifascista y arrestado en 1935. Se hizo profesor de Derecho en laUniversidad de Siena y posteriormente en la de Padua, allí se alió al socialismoliberal y militó en el Comité Nacional de Liberación de la región. Fue arrestadopor segunda vez por el régimen de Mussolini en 1943; en otoño de ese mismoaño participó en la formación del Partido de Acción.

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“la forma más intensa y vinculadora de organización de la vidacolectiva”.2

Del análisis de las clasificaciones de constituciones deriva losmomentos estructural y funcional del sistema político: quién go-bierna y cómo gobierna, y a ellos se atiene en la determinacióndel buen o del mal gobierno, siguiendo a los autores clásicos anti-guos3 que a partir de estos dos momentos elaboran criterios paradistinguir las formas buenas de las malas y en los que Bobbioredescubre categorías inherentes al sistema político: “Debemosresaltar otro aspecto, [...] se trata del criterio o los criterios conbase en los cuales Platón distingue las formas buenas de las ma-las [...] los criterios sustancialmente son dos: violencia y consen-so, legalidad e ilegalidad. Las formas buenas son aquellas en lasque el gobierno no está fundamentado en la violencia y por endelo está en el consenso, en la voluntad de los súbditos; o son aque-llos que actúan de acuerdo con leyes establecidas y por tanto node manera arbitraria”.4 “El criterio de Aristóteles es diferente:no es el consenso o la fuerza, la legalidad o la ilegalidad, sino prin-cipalmente el interés común o el individual. Las formas buenasson aquellas en las cuales los gobernantes ejercen el poder te-niendo presente el interés público, en los malos los gobernantesejercen el poder de acuerdo con el interés individual”.5 Bobbioasume estos criterios estructural y funcional, y los busca en lafilosofía política subsiguiente otorgándole un papel relevante enla determinación de la estabilidad del sistema político y el gobier-no mixto; el autor se refiere también a la forma en que se consti-tuyen ambos momentos del sistema político: “... reglas del juegoactores y movimientos hacen un todo [...] En la teoría de las re-glas se distinguen las reglas constitutivas de las reglas regulati-vas: mientras las segundas se limitan a regular comportamientosque los hombres realizan, [...] las primeras constituyen en sí mis-mas los comportamientos previstos [...] Muchas de las reglasdel juego político son constitutivas: el comportamiento electo-ral no existe fuera de las leyes que instituyen y regulan las elec-ciones [...] reglas del juego, actores y movimientos están vinculados

2 Bobbio, Norberto: La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensa-miento político, p. 7.

3 Se refiere a las concepciones políticas de Heródoto, Platón y Aristóteles.4 Bobbio, N.: Ob. cit., p. 32.5 Ibídem, p. 37.

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entre sí porque actores y movimientos le deben su existencia alas reglas”.6 Esta característica le resulta muy peculiar, a la horade definir las formas de gobierno se apoya fundamentalmente enelementos formales.

Alrededor del tema de la estabilidad del sistema político elautor encuentra argumentos de todo tenor en las obras deAristóteles, Polibio, Maquiavelo, Bodino; al respecto aduce: “... lacapacidad de una constitución de durar, de no corromperse fácil-mente, de no degradarse, de no convertirse en una constituciónopuesta, es uno de los más importantes —si no el principal— cri-terio que se emplea para distinguir las constituciones buenas delas malas”.7 Como vemos, Bobbio se adhiere al criterio aristotélicode constitución = gobierno congruente con su formación comoabogado, al igual que en la referencia anterior donde buen go-bierno está asociado al respeto a las leyes establecidas. Este tema(el de la estabilidad como condición necesaria para la durabilidaddel sistema político) absorbe, a nuestro juicio, la atención deBobbio en su recorrido desde el pensamiento más antiguo: “Lla-mo la atención sobre este tema: la estabilidad. Asunto verdadera-mente central en la historia de las reflexiones sobre el buengobierno porque uno de los criterios fundamentales con base enlos cuales se acostumbra a distinguir el buen gobierno del maloes si este es y en qué medida, estable”.8

De las clasificaciones de los diferentes tipos de constitucionesde Platón y Aristóteles,9 de la teoría de los ciclos de Polibio10

deviene la conclusión de que todas las formas de gobierno soninestables por naturaleza, por lo que la más apreciada debe ser laque tienda más a la estabilidad.

Es nuestra opinión que Bobbio se identifica con el criterio delpunto medio que permea toda la ética aristotélica que, aplicada alas clases que componen la sociedad, deriva hacia el “elogio de la

6 Bobbio, N.: El futuro de la democracia, p. 54.7 Bobbio, N.: La teoría de las formas..., p. 20.8 Ibídem, p. 43.9 Platón y Aristóteles señalan que las diferentes formas de gobierno se van suce-diendo unas a otras, como resultado de la degradación de la forma anteriorsurge una nueva.

10 Polibio considera la existencia de seis formas de gobierno fundamentales, lascuales se suceden unas a otras según cierto ritmo, constituyendo un procesocíclico que se repite en el tiempo.

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clase media” (Bobbio, 1976:43) cuyo predominio determina el pre-dominio de la estabilidad. En aras de aceptar argumentos para fun-damentar la recurrencia del tema acude a las teorías de diferentespensadores, Maquiavelo, por ejemplo: “... el éxito para el príncipenuevo se mide por su capacidad de conservar el Estado: La utiliza-ción del criterio del éxito como única medida del juicio políticopermite a Maquiavelo distinguir también, dentro de la categoríadel tirano malvado, al buen tirano, del malo [...] la crueldad [...] fueusada para los fines del resultado, que es lo único que cuenta enpolítica, bien, de manera útil para la conservación del Estado”.11

El tema de la estabilidad del sistema político aparece asociadoa otro que para el clásico italiano también es recurrente en lafilosofía política: “Sobre el tema del gobierno mixto todo gran es-critor político tendrá algo que decir”.12 A través de este temaBobbio desarrolla el aspecto estructural del sistema político, enla búsqueda de la imprescindible estabilidad.

Ya en Aristóteles, Bobbio valora la racionalidad de la idea delpunto medio como solución al problema de la búsqueda del buengobierno, el cual resulta de una combinación de formas diferen-tes (Bobbio, 1976:43); no obstante, donde encuentra más desarro-llada esta tesis es en Polibio, donde la combinación de las tresformas clásicas impide el desarrollo de una y la consiguiente de-generación de la forma simple: “El arreglo de las tres formas degobierno consiste en que el rey es frenado por el pueblo que tieneuna adecuada participación en el gobierno, y el pueblo a su vez loes por el senado”.13 El gobierno mixto es definido como: “una cons-titución no simple ni homogénea que juntó [...] las peculiaridadesde las constituciones mejores” (Bobbio citando a Polibio, p. 50,ob. cit.); su excelencia está en el equilibrio de poderes que se asien-ta en su control recíproco (Bobbio aclara que no se trata de lateoría de los tres poderes de Montesquieu, pero que ambas cami-nan paralelamente), poderes que son distribuidos entre las dife-rentes clases de la sociedad.14 Para Polibio el equilibrio se encuen-tra en el nivel institucional (constitución mixta), para Aristóteles

11 Bobbio, N.: La teoría de las formas..., p. 71.12 Ibídem, p. 43.13 Ibídem, pp. 50-51.14 Se refiere a la distribución de las funciones legislativa, ejecutiva y judicial, en

un sistema político mixto entre cada una de las tres partes de la sociedad.

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en el nivel social (clase media). El gobierno mixto, aunque es másestable que las constituciones simples, también está sujeto a cam-bios que, sin embargo, se efectúan a un ritmo más lento y poruna razón diferente debido a la contemporización de las trespartes que integran la sociedad, por lo cual los conflictos sonresueltos dentro del propio sistema político, no producen dese-quilibrio intempestivo sino un reasentamiento del mismo equili-brio en grado diferente.

En diversos momentos aparece esta concepción sobre el cam-bio del sistema político, como algo que no debe ocurrir o al menosde modo tan frecuente,15 pero no queda preciso a qué se debe esecambio, a menos que se refiera a la propia degeneración del go-bierno mixto que, cuando se inclina hacia una de las tres partes,degenera. El propio Bobbio dice que el tema del equilibrio apare-ce junto con el miedo al cambio, especialmente cuando este llevaal pueblo al poder: “cuando el gobierno está compuesto y cadaparte cumple su función dentro del todo, [...] no hay una razón porla cual el gobierno degenere y de la degeneración nazca una for-ma de gobierno completamente nueva [...] el elogio de la estabili-dad corre paralelamente con el miedo al cambio, especialmentecuando este lleva a la turba et confusio del gobierno popular”.16

Bobbio dedica atención al tema de la representatividad en suanálisis de la necesidad de mayor democracia; en principio, noacepta que ese reclamo pueda ser resuelto con el paso a la demo-cracia directa, esta no es posible debido al volumen elevado deciudadanos que deberían participar en las decisiones y las vecesque deberían ser convocados para ello, dada la cantidad de vecesque se requeriría su concurso, dada la creciente complejidad quealcanza la sociedad, no obstante, señala que el hombre revolucio-nario quizás pueda responder a esa demanda constante de totalmovilización, sin embargo: “las revoluciones no se hacen apli-cando las reglas del juego democrático”.17 (Tener presente la de-finición de democracia como reglas formales.)

Parte de que no se debe reducir el carácter representativo algobierno central, la representatividad significa que: “... las deli-beraciones colectivas [...] no son tomadas directamente por quie-

15 Bobbio, N.: La teoría de las formas..., p. 49.16 Ibídem, p. 56.17 Bobbio, N.: El futuro de la democracia, p. 33.

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nes forman parte de ella, sino por personas elegidas para este fin;eso es todo. El Estado parlamentario es una aplicación importan-tísima desde el punto de vista histórico, del principio de repre-sentación...” y esto se ha extendido a muchas otras instanciasdonde se efectúan deliberaciones colectivas. El complejo proble-ma es objeto de un agudo debate: “La complicación deriva delhecho de que cuando digo que entre dos personas o entre unapersona y un grupo de personas existe una relación de represen-tación, esta expresión puede ser entendida de muchas maneras[...] el debate secular sobre la representación política está domi-nado al menos por dos temas que dividen los ánimos y llevan apropuestas políticas contradictorias. El primer tema se refiere alos poderes del representante, el segundo al contenido de la re-presentación. En términos simples se acostumbra a decir que elproblema de la representación puede tener diversas solucionesde acuerdo con las diversas respuestas que, una vez que nos he-mos puesto de acuerdo que A debe representar a B, se den laspreguntas: ¿cómo lo representa? y ¿qué cosa representa? Son co-nocidas las respuestas más comunes a estas dos preguntas. A laprimera: A puede representar a B como delegado o como fiducia-rio. Si A es un delegado, es simple y sencillamente un portavoz[...] un medio de sus representados, y por tanto su mandato esextremadamente limitado y revocable [...] Si en cambio A es unfiduciario, tiene el poder de actuar con cierta libertad en nombrey por cuenta de los representados, en cuanto goza de su confian-za, y puede interpretar a discreción los intereses de ellos [...] Parala segunda pregunta (‘qué cosa’) también se pueden dar dos res-puestas: A representa a B con respecto a sus intereses generalescomo ciudadano, o bien respecto a sus intereses particulares, porejemplo, como obrero, como comerciante, como profesionista, etc.[...] la diferencia sobre el ‘qué cosa’ repercute también en la dife-rencia sobre el ‘quién’ [...] lo que caracteriza a una democraciarepresentativa es que el representante sea un fiduciario y no undelegado; con respecto al ‘qué cosa’, que dicho fiduciario repre-sentará los intereses generales y no los intereses particulares (pre-cisamente porque representa intereses generales y no interesesparticulares de sus electores, rige el principio del mandato impe-rativo) [...] las democracias representativas que nosotros conoce-mos son democracias en las que por representante se entiendeuna persona que tiene las siguientes características: a) en cuantogoza de la confianza del cuerpo electoral, una vez elegido ya no es

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responsable frente a sus electores y en consecuencia no es re-vocable; b) no es responsable directamente frente a sus electo-res, precisamente porque él está llamado a tutelar los interesesgenerales de la sociedad civil y no los intereses particulares deesta o aquella profesión”.18

El término intereses particulares se usa de forma reduccionista,solo lo refiere a los de una profesión, pero hay otras esferas a lasque puede y debería aplicarse para dar mayor claridad a los aná-lisis de los usos de la representatividad. Respecto a la cuestióna), Bobbio reconoce que ha sido una demanda del pensamientosocialista en la elaboración de una concepción de democraciaopuesta a la ideología de la burguesía; esta innovación de hecholograría que la mayoría —que según Bobbio debe participar enlas decisiones tratándose de un gobierno democrático— pudieraexpresar su criterio sobre la calidad del desempeño de su elegidopara la representación de sus intereses, ya sea de los interesesgenerales de la comunidad o particulares de un grupo, esto con-tribuiría a hacer el sistema más democrático, sin ser directa lademocracia. Bobbio no entra al análisis de esta cuestión, aceptaque el instituto de la representación revocable está más cerca dela democracia directa, pues no rompe del todo el “cordón umbilicalque une al delegado con el cuerpo electoral”,19 sin embargo, insis-te en que sigue siendo un intermediario y que debe contar concierta libertad de movimiento para llegar a una deliberación co-lectiva, así como en el hecho de que no se puede efectuar la revo-cación, ya que al hacerlo se corre el riesgo de paralizar lanegociación. Bobbio tiende a la superficialidad en el tratamientodel tema, pues, a nuestro juicio, es preferible detener una nego-ciación en pro de su mejoría, que dejarla avanzar por derroterosalejados de los intereses de los representados; de la misma forma,la llamada libertad de movimiento de representante debe ajus-tarse a los límites que establecen lesos intereses, si no, pierdesentido el propio hecho de la representación.

La desviación del representante respecto a los intereses quedebe defender, se puede deber a diversas causas:a) Ineptitud técnica.b) Se están representando realmente otros intereses.

18 Bobbio, N.: El futuro de..., p. 49.19 Ibídem, p. 56.

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c) Necesidad de que la estructura representativa deba ser remo-vida por la gran pluralidad de intereses de la comunidad y estanecesite más de un representante. En los tres casos la solucióntiene que ver con la revocación o, al menos, con el cambio de laestructura del sistema político, como en otras ocasiones Bobbioelude este análisis que es el que, a nuestro juicio, arrojaría cla-ridad sobre el tema.Al final Bobbio considera la representación revocable como un

punto intermedio entre la democracia representativa y la demo-cracia directa, y debido a esto llega a la conclusión de que ambaspueden constituir un “sistema de democracia integral” que “puedeabarcar a las dos, a cada una de acuerdo con las diversas situacio-nes y las diferentes necesidades, porque son, en cuanto adaptablesa diversas situaciones y a diferentes necesidades, perfectamentecompatibles entre ellas. De hecho eso implica que la democraciarepresentativa y la democracia directa no sean dos sistemas al-ternativos, en el sentido de que allí donde existe uno no puedeexistir el otro, sino que son dos sistemas que pueden integrarserecíprocamente [...] en un sistema de democracia integral las dosformas de democracia son necesarias, pero no son, consideradasen sí mismas, suficientes”.20 Aunque puede considerarse como algoaceptable la presencia de formas diferentes de desenvolverse lademocracia, Bobbio no renuncia a la democracia representativa,eso es lo que nos llama la atención en la idea anterior dado sureconocimiento de que pueden existir procedimientos directos deacercar el representante al representado, a pesar de lo cual niegala sustitución por estas formas, de la democracia representativa,lo que de todos modos es muy difícil en las sociedades complejas.

El tema de la representación de los intereses es para el autoritaliano un obstáculo para que la representatividad sea efectiva,pues cuando se refiere a los intereses particulares tiene en cuentaa grupos económicos y profesionales. Este tipo de representacióntiene sentido en un ámbito determinado, sin embargo, cuando setrata de los intereses de los ciudadanos, el representante debedirigir su atención a los intereses más generales de la comunidad,para lo cual debe caracterizarlo una visión más global de losproblemas, la que se ostenta “no por la pertenencia a esta o aquellaprofesión, sino por la identificación con este o aquel movimiento

20 Ibídem, p. 33.

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político”.21 Nos preguntamos si el hombre cualquiera que sea, querepresenta los intereses ciudadanos, puede ser en algún momentoneutro, si tendrá o no una orientación hacia un grupo profesionalo de otro tipo, incluso ese hombre en el orden personal, será pobre,rico, joven o no; no obstante, debe afiliarse a determinados interesesque debe defender, a mi juicio el problema reside en la congruenciaentre ambos tipos de intereses, en hallar la correspondencia entrelo grupal y lo comunitario, ¿cómo logra eso el representante?, esnecesaria una ecuación que priorice lo más esencial para lacomunidad y no dañe la capacidad de realización del grupo, asícomo su contribución a aquella. Aquí desempeña un papel laposición socioeconómica del hombre en la sociedad —el propioBobbio reconoce que a medida que aumenta la influencia de loeconómico en las decisiones políticas, aumentan las demandas departicipación en la esfera económica— de gran incidencia en lacapacidad del representante para abstraerse de lo particular ydar preeminencia a los intereses más generales de la comunidad.

En el tratamiento del tema de la legitimidad del sistema políti-co, Bobbio deja ver su doble condición de jurista y politólogo, puesopera inicialmente con dos criterios: la legitimidad en la legali-dad y la legitimidad en el consenso, ambos son tratados conjunta-mente, desde Platón hasta Polibio (en la obra de referencia); elprimero califica mal gobierno a aquel que funciona arbitraria-mente, desconociendo las leyes o la voluntad de los súbditos (verreferencia 4), lo mismo se observa como resultado del análisis delpensamiento polibiano, que sigue a Platón con algunas diferencias(Bobbio, 1976:44-54) y maneja estos dos criterios en su clasifica-ción de las constituciones. Incluso encuentra en Aristóteles argu-mentos para fundamentar el papel del consenso, pues aquel valoraque no hay verdadera tiranía cuando el poder despótico se ejercesobre pueblos como los bárbaros que lo aceptan sin dificultad, deahí que adquiere legitimidad por su aceptación (Bobbio, 1976).

Está presente, además, otro criterio, sobre el cual consideroque aparece una cierta contradicción, pero que puede ser tam-bién una muestra de una evolución de pensamiento. En el análi-sis de la concepción platoniana señala a la discordia como causade la corrupción del Estado: “El tema de la discordia como causade la disolución del Estado es uno de los grandes temas de la filo-

21 Bobbio, N.: El futuro de..., pp. 34-36.

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sofía política de todos los tiempos”,22 sin embargo, más adelantevalora positivamente el papel de los choques de intereses socialesen el logro de la estabilidad y aceptación del sistema político, osea, hurgando junto a Maquiavelo en la sociedad civil apareceotro criterio para fundamentar la legitimidad: “los tumultos [...]no produjeron destierro o violencia en perjuicio del bien común,sino leyes y reglamentos en beneficio de la libertad pública”(Bobbio citando a Maquiavelo); sobre esto dice Bobbio: “La im-portancia de una observación de este tipo [...] jamás será exaltadalo suficiente, tal aseveración expresa claramente una nueva vi-sión de la historia que podríamos llamar justamente moderna, deacuerdo con la cual el desorden, no el orden, el conflicto entre laspartes contrapuestas, no la paz social impuesta desde arriba, ladesarmonía, no la armonía, los tumultos, no la tranquilidad deri-vada de un dominio insustituible, son el precio que se debe pagarpor el mantenimiento de la libertad. Además mediante esta visiónbenéfica del contraste entre las dos partes opuestas [...] de los doshumores presentes en toda república, la concepción del gobiernomixto, es decir, del gobierno en el cual las diversas partes convi-ven aunque en una situación de antagonismo permanente, adquiereuna profundidad que la teoría meramente constitucional del go-bierno mixto no había tenido hasta entonces. El gobierno mixtono es solamente un mecanismo institucional, es el reflejo (¡La su-perestructura!) de una sociedad determinada: es la solución polí-tica de un problema —el del conflicto entre las partes antagónicasque nace en la sociedad civil”.23

Como vemos, Bobbio afirma como contenido de la sociedad ci-vil la esfera de los choques de intereses donde conviven en pugnaconstante diferentes partes de la sociedad, pugna que a su vezconstituye fuente de la estabilidad del gobierno, en ella sigue aHegel en la Filosofía del Derecho: “... la sociedad civil es el lugardonde surgen y se desarrollan los conflictos económicos, socia-les, religiosos, que las instituciones estatales tienen la misión deresolver mediándolos, previniéndolos o reprimiéndolos. Los su-jetos de estos conflictos y por tanto de la sociedad civil, precisa-mente en cuanto contrapuesta al Estado, son las clases, o másampliamente los grupos, los movimientos, las asociaciones, las

22 Ibídem, p. 39.23 Ibídem, pp. 78-79.

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organizaciones que las representan o se declaran sus represen-tantes; al lado de las organizaciones de clase, los grupos de inte-rés, las asociaciones de diverso tipo con fines sociales e indirec-tamente políticos, los movimientos de emancipación de gruposétnicos, de defensa de derechos civiles, de liberación de la mujer,los movimientos juveniles, etcétera”.24 En este caso él la ve aso-ciada a la concepción del gobierno mixto que aquí adquiere unnuevo carácter, un nuevo realce, y es para nosotros la muestra desu identificación con estas tesis extraídas de la filosofía política.

El propio autor valora esta como una concepción moderna delsistema político al cual la sociedad civil está integrada, y esta comoesfera de conflictos, nacimiento de alternativas, desde la cual sedirigen demandas al Estado y desde donde precisamente: “... elcontraste entre sociedad civil y Estado se presenta como el con-traste entre cantidad y calidad de las demandas y capacidad delas instituciones de dar respuestas adecuadas y rápidas”;25 unasociedad civil opuesta a la esfera de las elites políticas y en tantotal, fuente de equilibrio, donde tienen su sede los poderes queatentan contra la legitimidad conseguida y pretenden represen-tar una alternativa.

Bobbio opera con la idea de que la sociedad genera al Estado ypor eso es que puede considerarla fuente de legitimidad para aquel,de ahí su acuerdo con que: “... hoy no estamos igualmente dis-puestos a considerar que la primera causa del éxito o fracaso deun pueblo sea su constitución, ahora tendemos a trasladar el aná-lisis del sistema político al sistema social subyacente, de la anato-mía de las instituciones políticas a la anatomía, como diría Marx,de la sociedad civil, de las relaciones de poder a las relaciones deproducción...”26 tendencia a la que, a nuestro juicio, contribuye elanálisis marxista de la economía, aunque Bobbio no encuentra laconexión entre “la anatomía de la sociedad civil y la anatomía delas instituciones políticas”, como la encuentra Marx en la pre-eminencia de una clase social en el poder como resultado históri-co de los antagonismos de clase, clase dominante que impone suvoluntad a otra, precisamente mediante las instituciones. Por esoBobbio acusa a Marx de ofrecer una concepción negativa del Es-

24 Bobbio, N.: Estado, gobierno y sociedad, p. 43.25 Ibídem, p. 44.26 Bobbio, N.: La teoría de las formas..., p. 52.

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tado: “Para encontrar en la historia otra concepción negativa delEstado [...] es necesario llegar a Marx [...] que parte de una con-cepción negativa de la historia; por lo menos hasta el momento dela resurrección mediante la revolución [...] inicia desde una con-cepción de la historia de acuerdo con la cual todas las sociedadesque han existido hasta ahora (salvo las primitivas) están dividi-das en clases antagónicas y afirma que la clase dominante tienenecesidad de una fuerza represiva [...] para mantener el domi-nio”.27 De este análisis concluye que a partir de Marx pierde vali-dez la clasificación en uno u otro tipo de Estado, ya que si todoslos Estados por el hecho de serlo tienen carácter represivo, cual-quier Estado vale por otro.

Bobbio no se percata de que reconocer en la concepción marxis-ta del Estado el predominio de una clase determinada, significallenar de contenido cualitativamente diferente a otro el tipo deEstado de que se trate en un determinado momento histórico; deahí la necesidad metodológica del análisis clasista para compren-der la concepción marxista del Estado. Por otro lado, Bobbio cri-tica a Marx porque designa el Estado con una forma que siempreha indicado un poder exclusivo y absoluto; olvidando su prefe-rencia por la concepción de soberanía de Bodin y Hobbes28 quecalifican de igual forma el poder del Estado.

Un aparte merece su afirmación sobre el carácter contestata-rio de la sociedad civil; él mismo asocia la noción de sociedadcivil al nacimiento del mundo burgués; momento que se identifi-ca con la aceptación de una esfera de relaciones interindividualesque no requieren la presencia de un poder coactivo para su regu-lación, la cual se verifica a partir de los propios intereses de losindividuos, los que se contraponen a los de la clase política; con-sidero que este elemento es esencial en esa característica que le

27 Ibídem, p. 60.28 Jean Bodin (1530-1596), magistrado, filósofo y economista francés, de origen

judío; profesor de Derecho. En su concepción de la soberanía afirma que estase asienta en el poder de un órgano, a diferencia de los teóricos del gobiernomixto que conciben la soberanía a partir de la distribución de poderes, reco-noce un solo poder sobresaliente que en definitiva es el verdadero poder sobe-rano y varios otros poderes subordinados que no constituyen el régimen, sinoel gobierno. Por su parte Hobbes señala que el poder soberano no puede serdividido, ya que se corre el riesgo de destruirlo. Bobbio afirma que ese razo-namiento es de una simplicidad ejemplar, pues si se divide el poder soberanodeja de ser tal (La teoría de las formas..., p. 102).

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adjudica el autor, pues el advenimiento del capitalismo estuvosignado por la diversificación y complejización de los estratos quecomponen la sociedad, así como por la multiplicación de sus con-flictos. Bobbio añade algo más a la noción de sociedad civil opuestaque contribuye a la crítica a lo que él considera una definiciónnegativa de la misma: “... pero incluso en una noción tan vaga sepueden distinguir diferentes acepciones según si predomine laidentificación de lo no estatal con lo pre-estatal, con lo antiestatalo con lo post-estatal [...] bajo la primera de estas acepciones sequiere decir [...] que antes del Estado hay diversas formas deasociación que los individuos forman entre sí para satisfacer susmás diversos intereses y sobre los cuales el Estado se sobreponepara regularlas, pero sin obstaculizar su desarrollo e impedir surenovación continua [...] Bajo la segunda acepción la sociedad civiladquiere una connotación axiológicamente positiva e indica el lu-gar donde se manifiestan todas las instancias de cambio de lasrelaciones de dominio, donde se forman los grupos que luchanpor la emancipación del poder político, donde adquieren fuerzalos llamados contrapoderes. Además de esta acepción también sepuede dar una connotación axiológicamente negativa, cuando setoma en cuenta el punto de vista del Estado y se consideran losfermentos de renovación que porta la sociedad civil como gérme-nes de disgregación. Bajo la tercera acepción, sociedad civil tieneal mismo tiempo un significado cronológico como la primera y unsignificado axiológico, como la segunda: representa el ideal deuna sociedad sin Estado destinada a surgir de la disolución delpoder político”.29

Otro aspecto al cual se refiere dentro de su concepción de so-ciedad civil es el lugar que se le otorga a los diferentes movimien-tos sociales en el mismo; como una nueva forma de hacer política,mediante la unión de intereses parciales: “Cuando la unión deintereses es la expresión de una vasta categoría, como la de losobreros, la organización y las organizaciones que los reúnen tie-nen una influencia política mayor que la ejercida por asociacio-nes de oficios menores [...] Si observamos con atención todas estasdiversas formas de unión de intereses constituyen una forma in-directa de hacer política en el ámbito del sistema”.30 (Obsérvese

29 Bobbio, N.: Estado, gobierno..., p. 42.30 Bobbio, N.: El futuro de..., p. 56.

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la referencia a clases condicionadas económicamente que en otrosmomentos de su análisis no se menciona.) “Estos movimientosson reconocidos, y hasta un cierto límite, variables de país a país,tolerados, en un sistema democrático con base en los dos princi-pios fundamentales de la libertad de asociación y libertad de opi-nión” que “... esta forma de hacer política mediante movimientossociales o movimientos de opinión, precisamente en cuanto esconocido y tolerado por el sistema e incluso forma parte constitu-tiva de las reglas del juego no puede tener como efecto la trans-formación del sistema”.31 Aquí aparece la idea de la sociedad civilcomo algo que puede no contraponerse directamente al sistemapolítico que le pone determinados límites, lo cual contradice loque el propio autor plantea antes sobre el carácter de la misma;yo le preguntaría: ¿es esto válido solo para la sociedad capitalista?

Sobre la democracia

Parto de la hipótesis de que en su concepción de la democracia seadscribe básicamente a la corriente liberal burguesa a pesar delo cual la considera la existencia de sistemas políticos democráti-cos como vía para la solución de problemas socioeconómicos yculturales de la actual sociedad (lo cual no está implícito en lapráctica de los países que ostentan esta forma de gobierno, perosí en su discurso político).

Su posición actual respecto a la democracia podría resumirseen lo siguiente: “La democracia, sí ha vencido, pero su victoria noes definitiva [...] ¿va hacia una mayor expansión o hacia una gra-dual extinción?”. Considera que la democracia actual lo es, perole plantea problemas que ella no ha sido capaz de resolver;32 diceestar desilusionado a pesar de que la democracia formal parecehaberse impuesto en todas partes y que una coalición de centroizquierda gobierna su país. “Está naciendo un nuevo sujeto: el sier-vo contento. Esto puede incluso parecer una solución. Pero no esciertamente aquello a lo que aspirábamos durante toda nuestra vidalos que creímos en el avance de la democracia en el mundo”.33

31 Ibídem, p. 57.32 Bobbio, N.: “Democracia y progreso”, en La Jornada Semanal, 27-9-98,

Internet.33 Bobbio, N.: De Senectude, p. 58.

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Para Bobbio la existencia de un gobierno democrático exige lapresencia de ciertos prerrequisitos entre los que se destaca: laexistencia del Estado liberal como presupuesto histórico y jurídi-co del Estado democrático y a partir del cual se ha constituido elestado de derecho: “Las normas constitucionales que atribuyenestos derechos no son propiamente reglas del juego: son reglaspreliminares que permiten el desarrollo del juego”.

“De ahí que el Estado liberal no solamente es el supuesto his-tórico sino también jurídico del Estado democrático. El Estadoliberal y el Estado democrático son interdependientes en dos for-mas: 1) en la línea que va del liberalismo a la democracia, en elsentido de que son necesarias ciertas libertades para el correctoejercicio del poder democrático; 2) en la línea opuesta, la que vade la democracia al liberalismo, en el sentido de que es indispen-sable el poder democrático para garantizar la existencia y la per-sistencia de las libertades fundamentales [...] es improbable queun Estado no liberal pueda asegurar un correcto funcionamientode la democracia, y por otra parte es poco probable que un Estadono democrático sea capaz de garantizar las libertades fundamen-tales. La prueba histórica de esta interdependencia está en el he-cho de que el Estado liberal y el Estado democrático cuando caen,caen juntos”.34

Si nos remontamos al origen del liberalismo y su significaciónhistórica podemos colegir que Bobbio asocia la democracia alEstado liberal burgués y esa toma de posición que lo caracterizamatiza toda su concepción.

Al definir la democracia Bobbio se atiene, como él mismo loplantea, a una definición mínima, la cual se inserta en los marcosdel Derecho: “... la única forma de entenderse cuando se habla dedemocracia, en cuanto contrapuesta a todas las formas de gobier-no autocrático, es considerarla caracterizada por un conjunto dereglas (primarias o fundamentales) que establecen quién estáautorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo qué proce-dimientos [...] por lo que respecta a los sujetos llamados a tomar(o a colaborar en la toma de) decisiones colectivas, un régimendemocrático se caracteriza por la atribución de ese poder [...] aun número muy elevado de miembros del grupo [...] en una socie-dad, en la que quienes tienen derecho al voto son los ciudadanos

34 Bobbio, N.: El futuro de..., pp. 15-16.

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varones mayores de edad, es más democrática que aquella en laque solamente votan los propietarios y, a su vez, es menos demo-crática que aquella en la que tienen derecho al voto también lasmujeres. Cuando se dice que en el siglo pasado en algunos paísesse dio un proceso continuo de democratización se quiere decir queel número de quienes tienen derecho al voto aumentó progresiva-mente [...] la regla fundamental de la democracia es la regla de lamayoría, [...] con base en la cual se consideran decisiones colecti-vas y, por tanto, obligatorias para todo el grupo, las decisiones apro-badas al menos por la mayoría de quienes deben tomar la decisión[...] también para una definición mínima de democracia [...] es in-dispensable que aquellos que están llamados a decidir o a elegir aquienes deberán decidir, se planteen alternativas reales y esténen condiciones de seleccionar entre una u otra”.35

En esta definición se refleja la concepción bobbiana de siste-ma político, o sea, la alusión a los momentos estructural y funcio-nal cuando recaba la necesidad de un aparato o estructuracompuesta por los individuos que deciden y las reglas que esta-blecen la forma en que se toma la decisión. Aquí se trata de unadefinición en el plano formal concebida como forma de gober-nar, desde arriba, desde la clase política, sin embargo, en suanálisis concebido integralmente Bobbio traspasa estos límitesformales, dando vida a una contradicción importante en su teo-ría. Aunque para el autor no es concebible un gobierno demo-crático que no admita la posibilidad de cambio en sus reglas, esaposibilidad no existe para el autor cuando se refiere a la regla dela mayoría a la cual se le otorga especial preeminencia: “... alestar de acuerdo con la tesis de que las reglas del juego puedenser cambiadas, no hace avanzar un milímetro la solución delproblema más difícil de resolver; si pueden ser cambiadas todas,cuáles pueden ser y cuáles no [...] no se vuelve todavía más abier-tamente otra cosa si ciertas reglas como la de la mayoría, sonpuestas en discusión”.36

Aunque él refiere que esta es solo una definición mínima, en elámbito conceptual se aprecia su adhesión a esos elementos bási-cos a partir de los cuales la democracia se concibe exclusivamen-te como forma de gobernar, no como elemento consustancial a la

35 Ibídem, pp. 14-15.36 Ibídem, pp. 52-53.

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vida de las personas que integran la comunidad. Bobbio se resistea extender su concepto a otras áreas de la sociedad.

Para Bobbio la democracia se puso en marcha a partir de lanoción de individuo que defiende el liberalismo y con la que él seidentifica desde donde se afirma la preeminencia del individuorespecto al Estado y la sociedad en general: “... me mantengo en lainterpretación individualista según la cual la democracia liberalse apoya en la prevalencia del individuo. El único avance real quepuedo observar en todo este siglo, el reconocimiento universal delos derechos del hombre se refiere a los derechos del individuo [...]El valor que hace frente al Estado, que quiere serlo todo, es el indi-viduo. Y ese derecho irrenunciable del individuo frente a cualquiertipo de multitud, masa o comunidad pertenece desde el final delfascismo a mis categorías éticas y políticas fundamentales”.37 Enla base de la democracia se encuentra la noción de individuo libree igual, depositario de los considerados derechos humanos uni-versales y a quien no cabe asignarle deberes solo en tanto es centrode imputación de los derechos fundamentales. Está en desacuer-do con la expresión “defensa de los derechos del pueblo”, ya quepara él no existe un pueblo cuya existencia sea prioritaria frentea los individuos, no es de interés para él la correlación masa-indi-viduo. El pueblo es una abstracción a la que solo se puede enfren-tar el individuo como ente individual.

Partiendo de esta concepción el filósofo italiano inicia su críti-ca a la democracia actual pues, a su juicio, esta no ha cumplidocon el ideal de “un Estado sin cuerpos intermedios, [...] una socie-dad política en la que entre el pueblo soberano, compuesto pormuchos individuos [...] y sus representantes, no existiesen las so-ciedades particulares [...] Lo que ha sucedido en los Estados de-mocráticos es exactamente lo opuesto: los grupos se han vueltocada vez más los sujetos políticamente pertinentes, las grandesorganizaciones, las asociaciones de la más diferente naturaleza,los sindicatos de las más diversas actividades, los partidos de lasmás diferentes ideologías y, cada vez menos, los individuos. Noson los individuos sino los grupos los protagonistas de la vida po-lítica en una sociedad democrática, en la que ya no hay un solosoberano, ni el pueblo, o la nación, compuesto por individuos que

37 Bobbio, N.: “Fascismo y comunismo siempre fueron reaccionarios”, en perió-dico El País.

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adquirieron el Derecho de participar directa o indirectamente enel gobierno, el pueblo como unidad ideal (o mística), sino el pue-blo dividido objetivamente en grupos contrapuestos, en compe-tencia entre ellos, con su autonomía relativa respecto al gobiernocentral (autonomía que los individuos específicos perdieron yque jamás han recuperado más que en un modelo ideal de gobier-no democrático que siempre ha sido refutado por los hechos)”.38

Estos conceptos le vienen a Bobbio de la época del predomi-nio del fascismo en Italia, cuando la masa era seguidora de unaideología capaz de destruir y aniquilar la más mínima oposiciónindividual.

Asociado al tema del individuo aparece el tema de los derechosy su papel en la conservación de lo democrático en el Estado, aun-que él parte de libertades preexistentes, la igualdad y la libertadson concebidos no como existencia, sino como deber ser: “los de-rechos humanos son cosas deseables, es decir, fines que merecenser perseguidos y que, pese a su deseabilidad, no han sido aunreconocidos todos en todas partes y en igual medida, y nos vemosimpulsados por la convicción de que encontrar su fundamento, osea, aducir motivos para justificar la elección que hemos hecho yque quisiéramos fuese hecha por otros, es un medio adecuado paraobtener su más amplio reconocimiento. (‘El hombre ha nacidolibre y se halla encadenado en todas partes’, Bobbio citando aRousseau.) La Declaración conserva un eco de todo eso porquelos hombres, de hecho, no nacen ni libres ni iguales [...] El proble-ma al que nos enfrentamos, en efecto, no es filosófico sino jurídi-co y, en sentido más amplio, político. No se trata tanto de sabercuáles y cuántos son esos derechos, cuál es su naturaleza y sufundamento, si son derechos naturales o históricos, absolutos orelativos, sino cuál es el modo más seguro para garantizarlos, paraimpedir que pese a las declaraciones solemnes resulten continua-mente violados”.39 Este reconocimiento de que a pesar de que losderechos son reconocidos y dan lugar a una concepción del Estado,donde este ya no es absoluto, sino limitado, es un medio paraalcanzar fines que se conciben fuera de él, punto de partida para

38 Bobbio, N.: El futuro de..., pp. 17-18.39 Sobre el fundamento de los derechos del hombre. Estos criterios son desplega-

dos alrededor de la idea del papel desempeñado por la Declaración Universalde los Derechos del Hombre (ONU).

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la institución de un verdadero sistema de derechos positivos yefectivos; implica que aunque mejoraron las condiciones para quelos derechos sean más protegidos, estos valen solo en el ámbitodel Estado que los reconoce. Desentrañar este problema requiereel empleo de un argumento dentro de lo socioclasista que Bobbiose resiste a utilizar e, incluso, forma parte de su crítica al marxis-mo. Esto resulta aún más incongruente si tenemos presente sureconocimiento de la necesidad de ciertas condiciones económi-cas y políticas para la protección de los derechos; Bobbio reconoceque hay un número de países que no reúnen estas condiciones y seda cuenta, incluso, que son subdesarrollados. ¿Por qué no continúael análisis?, ¿por qué no va a las causas?, ¿por qué no examina elproblema de los intereses y a qué responden?, ciertamente estees un problema recurrente en la evolución de la concepción polí-tica de este pensador, toca el problema, pero no lo analiza.

“Para la realización de los derechos del hombre son necesariasa menudo condiciones objetivas que no dependen de la buena vo-luntad de los que los proclaman ni de las buenas disposiciones dequienes tienen a su cargo los medios para protegerlos. Es sabidoque el tremendo problema ante el cual se encuentran hoy los paí-ses en vías de desarrollo en encontrarse en condiciones económi-cas tales que no permiten, pese a los programas ideales, desarrollarla protección de la mayor parte de los derechos sociales. El dere-cho al trabajo nació con la revolución industrial y se encuentraestrechamente vinculado a su cumplimiento. No basta con funda-mentar o proclamar tal derecho. Ni siquiera basta con protegerlo.El problema de su realización no es un problema filosófico ni mo-ral. Ni siquiera es un problema jurídico. Es un problema cuyasolución depende de un cierto desarrollo de la sociedad, y como taldesafía incluso a la constitución más progresista y hace entrar encrisis hasta el más perfecto mecanismo de garantía jurídica”.40

Otro momento de esta concepción radica en la contraposiciónque el autor plantea entre libertades y poderes; para él las prime-ras tienen que ver con los derechos garantizados cuando el Esta-do no interviene, llama poderes a los que requieren la intervencióndel Estado. Según su criterio ambos son incompatibles (ejemplo:posibilidad de elegir el tipo de escuela/derecho social de asistir ala misma/derecho a la vida/derecho de la colectividad a defen-

40 Bobbio, N.: El futuro de..., p. 13.

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derse de la agresión externa), uno crece en detrimento del otro yen su relación se expresa la contraposición entre la concepciónliberal y socialista, las cuales pueden llegar a lo sumo a un com-promiso: “La diferencia entre ambas concepciones consiste jus-tamente en la convicción de las dos de que entre los dos tipos dederechos es necesario hacer una elección o al menos establecerun orden de prioridad, y por lo tanto en el distinto criterio de laelección y del orden de prioridad. Aunque cada una de las dospretende lograr la síntesis, la historia ha sometido a dura pruebaa los regímenes que las representan. Lo que podemos esperar deldesarrollo de los dos tipos de regímenes no es una síntesis defini-tiva sino, a lo sumo, un compromiso (es decir, una síntesis, sí,pero provisoria). Pero, una vez más, ¿cuáles serán los criteriosde valoración sobre cuya base se intentará el compromiso? Tam-poco existe nadie que pueda dar a esta pregunta una respuestaque evite a la humanidad el peligro de incurrir en trágicos erro-res. Por medio de la proclamación de los derechos del hombrehemos hecho surgir los valores fundamentales de la cavilaciónhumana hasta el momento presente. Ciertamente, pero los valo-res últimos son antinómicos: ese es el problema”.41

La respuesta que el autor no puede dar se refiere al criteriosegún el cual se contraerá el compromiso; qué predominará y nolo logra, porque desde el inicio de esta tesis que fundamenta lademocracia en el individuo, en los derechos del mismo, se obviala correlación entre este momento y el momento social, lo socialse considera no real y a pesar de que al Estado se responsabilizacon la realización de los derechos, la comunidad se considera comouna suma mecánica de cada individuo, no como un sujeto integra-do, capaz de actuar políticamente y de garantizar como conjuntolos intereses de sus miembros: “... sobre la base de ¿qué criteriode valor puede resolverse una cuestión semejante. Mi conciencia,el sistema de valores del grupo a que pertenezco, la concienciamoral de la humanidad en un determinado momento histórico?”.42

A pesar de lo anterior se acerca al enfoque histórico clasista alabordar la evolución de los derechos del hombre y reconoce lanecesidad de la evolución de estos derechos a tenor del cambiosocioeconómico y tecnológico que ha experimentado la sociedad

41 Ídem.42 Ibídem, p. 12

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donde al incrementarse la importancia de la influencia del podereconómico en las decisiones políticas, aumentan las exigenciasde los hombres respecto de su participación en la vida económicacuando ya está reconocido su derecho a participar en las decisio-nes políticas: “el desarrollo de la técnica, la transformación decondiciones económicas y sociales, la ampliación de conocimien-tos y la intensificación de los medios de comunicación podránproducir tales cambios en el orden de la vida humana que crea-rán ocasiones favorables al nacimiento de nuevas necesidades ypor tanto a nuevas exigencias de libertades y poderes” [...] “Laexpresión ‘derechos del hombre’, que es ciertamente enfática, aun-que oportunamente enfática, puede inducir a error, porque hacepensar en la existencia de derechos pertenecientes a un hombreabstracto y como tal substraído al flujo de la historia, a un hom-bre esencial y eterno de cuya contemplación derivamos el cono-cimiento infalible de sus derechos y deberes. Hoy sabemos quetambién los derechos denominados humanos son el producto, node la naturaleza, sino de la civilización humana; en cuanto dere-chos históricos son cambiantes, o sea, susceptibles de transfor-mación y expansión” —actualmente— “se han proclamado losderechos sociales que expresan la maduración de nuevas exigen-cias, digamos incluso de nuevos valores, como los del bienestar yla igualdad no sólo formal, y que podrían denominarse libertadesa través de o por medio del Estado. Si a Locke, campeón de losderechos de libertad, alguien le hubiera dicho que todos los ciu-dadanos habrían debido participar en el poder político y peor aúnobtener un trabajo remunerado, habría respondido que eran lo-curas. Y sin embargo Locke había escrutado a fondo la naturale-za humana; pero la naturaleza humana que él había observadoera la del burgués o la del comerciante del siglo XVIII y no habíaleído en ella, porque no podía leerla desde ese punto de vista, lasexigencias y reclamos de quien tenía otra naturaleza o más preci-samente no tenía ninguna naturaleza humana (puesto que la na-turaleza humana se identificaba con la de quienes pertenecían auna determinada clase)”.43

Como puede apreciarse, dicho enfoque no le es ajeno y lo asu-me en determinados momentos, sobre todo en etapas más recien-tes donde, con su posición social como politólogo ya consolidada,

43Bobbio, N.: El futuro de..., p. 8.

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no le crea problemas de congruencia con el sistema político, laevolución de su pensamiento tiende a la admisión de la necesidadde prestar atención a los problemas más acuciantes de nuestrotiempo para que la democracia sea un hecho real y para que loproclamado universalmente sobre los derechos del hombre pue-da convertirse en realidad: “La realización de una mayor protec-ción de los derechos del hombre se vincula con el desarrollo globalde la civilización humana [...] no puede ser aislado so pena (no deno resolverlo, sino de no comprenderlo en toda su magnitud)[...]No se puede plantear el problema de los derechos del hombre ha-ciendo abstracción de los dos grandes problemas de nuestro tiem-po, que son el problema de la guerra y el de la miseria del absurdocontraste entre el exceso de potencia que ha creado las condicio-nes para una guerra de exterminio y el exceso de impotencia quecondena al hambre a grandes masas. Sólo en este contexto pode-mos aproximarnos al problema [...] con sentido realista”.44

Nuevamente se pone de manifiesto un cuestionamiento a lasproblemáticas socioeconómicas del mundo moderno que incidenen el no cumplimiento de las promesas que la democracia le hizoa la humanidad, sin embargo, llama la atención que un analistacapaz de llegar a esas conclusiones no se pregunte los motivos detales situaciones o al menos no intente asomarse a las conexionesentre ellos y la imposibilidad de la democracia; incluso habiendoanalizado anteriormente el problema de la gobernabilidad, Bobbioparece que dejara pasar conclusiones a las que ya había llegadocon anterioridad.45

Pudiéramos comparar este análisis con el realizado por el nor-teamericano Noam Chomsky: “En general el mundo está siendo

44 Ibídem, p. 14.45 En su obra El futuro de la democracia se plantea el problema que él mismo

llama de la “ingobernabilidad de la democracia”, pues el liberalismo y la de-mocracia han emancipado la sociedad e incrementado el número de sus deman-das y presenta esto como un obstáculo para la realización de las expectativas dela democracia. Si Bobbio admite como lógico que al ampliar el derecho al sufra-gio, o sea, el número de personas que participan en la toma de decisiones, impli-ca el incremento de las demandas que las personas le plantean al Estado y quereducir estas demandas, es decir, atentar contra el Estado benefactor ha sido elobjetivo del incremento del aparato burocrático que se opera en la actualidad,solo sería necesario preguntarse a quién beneficia este Estado mínimo (formaque reviste en nuestros días el Estado neoliberal) para saber por qué la demo-cracia está dejando de serlo y a qué sectores perjudica eso realmente.

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movido hacia un tipo de modelo del Tercer Mundo, por una políti-ca deliberada de Estado y de las corporaciones, con sectores degran riqueza, una gran masa de miseria y una gran población su-perflua, desprovista de todo derecho, porque no contribuye ennada a la generación de ganancias, el único valor humano”.46 Paramantener a esta población controlada y en la ignorancia se em-plean mecanismos favorecidos que incluyen el terror a gran es-cala, escuadrones de la muerte, la limpieza social, etcétera. Desdeeste ángulo qué derechos puede defender ese Estado si parte deuna proyección que anula a las mayorías, las que en la definiciónmínima de democracia deben tomar las decisiones; nos damoscuenta de que Bobbio padece de una limitación que, a nuestrojuicio, es incluso para él evidente, no tiene en cuenta el papel delos intereses que tienen condicionamiento económico.

El autor italiano nos propone analizar el contraste entre lasexpectativas que el ideal democrático sembró en la humanidad ylo que realmente se ha logrado, a su juicio, equilibrio, participa-ción, gobernabilidad y un sujeto políticamente activo debieran serlos productos de su puesta en práctica; el resultado ha sido muydiferente: “Me parece más útil para nuestro objetivo concentrarnuestra reflexión en la diferencia entre los ideales democráticos yla democracia real [...] Lo que fue concebido como noble se ha vueltouna cruda realidad [...] debemos hablar del contraste entre lo quehabía sido prometido y lo que se realizó efectivamente”.47

En este análisis, Bobbio expresa su concepción sobre los prin-cipios de control de la democracia, o sea, plantea como tales lospilares de la democracia liberal burguesa y a pesar de que se dacuenta de que el funcionamiento de esos pilares ha sido trastor-nado por las desviaciones implícitas en su propio contenido semantiene en su aseveración de que deben servir de base a un ré-gimen democrático.

Critica a los grupos, a los diversos centros de poder económicoque se han convertido en los verdaderos sujetos políticos, centrosque ostentan diferentes intereses económicos, tienen autonomíarelativa con respecto al gobierno central y están en competenciaentre ellos.48 Estos grupos no permiten que los individuos defien-dan en mayoría los intereses del pueblo y la nación pero opta por-

46Chomsky, Noam y Dieterich, Heinz: La sociedad global, pp. 45-46.47 Bobbio, N.: El futuro de..., p. 16.48 Ibídem, p. 45.

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que: “... en el juego político democrático —donde se entiende jus-tamente por sistema democrático un sistema cuya legitimidad de-pende del consenso que se verifica periódicamente por medio deelecciones libres por sufragio universal— los actores principalesson los partidos [...] y la manera principal de hacer política parala inmensa mayoría de los miembros de la comunidad nacionalson las elecciones”.49 Sabemos a quién representan los partidos,precisamente a los grupos con intereses diferentes, pero Bobbiono se pregunta por este nexo aún cuando otro momento de su crí-tica está asociado al hecho de que los Estados democráticos nohan logrado eliminar el poder de las elites políticas, de las oligar-quías; sin embargo, está de acuerdo con Schumpeter en cuanto aque: “... la característica del gobierno democrático no es la au-sencia de elites, sino la presencia de muchas elites que compitenentre ellas por la conquista del voto popular”.50 En este sentido suvaloración se completa con la crítica al poder invisible que seconserva en los Estados democráticos: “Es bien conocido que lademocracia nació bajo la perspectiva de erradicar para siemprede la sociedad humana el poder invisible, para dar vida a un go-bierno cuyas acciones deberían haber sido realizadas en público[...] El modelo de la democracia moderna fue la democracia de losantiguos, especialmente la de la pequeña ciudad de Atenas, losmomentos felices en los que el pueblo se reunía en el Ágora ytomaba libremente, a la luz del sol, sus propias decisiones des-pués de haber escuchado los diversos puntos de vista de los ora-dores [...] Una de las razones de la superioridad de la democraciacon respecto a los Estados absolutos [...] está basada en la convic-ción de que el gobierno democrático pudiese finalmente dar vidaa la transparencia del poder, al poder sin máscaras [...] ¿qué Esta-do podría declarar públicamente en el mismo momento en queestipula un tratado internacional, que no lo respetará?, ¿qué fun-cionario puede declarar en público que utilizará el dinero del pue-blo para intereses privados? [...] la obligación de la publicidad delos actos gubernamentales es importante no sólo, como se dice, parapermitir al ciudadano conocer las acciones de quien detenta elpoder y en consecuencia de controlarlos, sino también porque lapublicidad es en sí misma una forma de control, es un expediente

49 Ibídem, p. 53.50 Ibídem, p. 21.

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que permite distinguir lo que es lícito de lo que es ilícito) [...] elcontrol público del poder es más necesario por cuanto estamos enuna época en la que los instrumentos técnicos de los que puededisponer quien detenta el poder, para conocer con precisión todolo que hacen los ciudadanos, ha aumentado enormemente, de he-cho es prácticamente ilimitado [...] La vieja pregunta que recorretoda la historia del pensamiento político: ¿quién cuida a loscuidadores? Hoy se puede repetir con la siguiente interrogante¿quién controla a los controladores? Si no se logra encontrar unarespuesta adecuada a esta pregunta, la democracia como adveni-miento del gobierno visible, está perdida”.51

Considero que un pensador tan agudo como Norberto Bobbiodebía conectar los intereses ocultos que se oponen a los ciudada-nos comunes con los centros de poder que los sustentan e impi-den el adecuado desenvolvimiento de la democracia, así como quela conservación del poder central deviene de su identificación conesos intereses, del hecho de que los partidos que se alternan en elpoder son en gran medida los vehículos de aquellos; sin embargo,el tema es soslayado: “La democracia se puede definir de muchasmaneras, pero no hay definición que pueda excluir de sus conno-tados la visibilidad o transparencia del poder [...] Es indiscutibleque la permanencia de las oligarquías, o de las élites en el poder,se opone a los ideales democráticos. Esto no evita que siempreexista una diferencia sustancial entre un sistema político, en elque hay muchas élites en competencia en la arena electoral, yun sistema en el que existe un solo grupo de poder que se renue-va por cooptación. Mientras la presencia de un poder invisiblecorrompe la democracia, la existencia de grupos de poder que sealternan mediante elecciones libres permanece, por lo menos hastaahora, como la única forma en la que la democracia ha encontra-do su realización concreta”.52

Desde otro ángulo la crítica de Bobbio se dirige a la falta deamplitud de los espacios democráticos, este problema que pudié-ramos llamar el de la extensión de la democracia a la sociedadcivil: “... la esfera política está comprendida a su vez en una esfe-ra mucho más amplia que es la esfera de la sociedad en su con-junto, y que no hay decisión política que no esté condicionada o

51Bobbio, N.: El futuro de..., pp. 23-24.52 Ibídem, p. 8.

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incluso determinada por lo que sucede en la sociedad civil [...]una cosa es la democratización del Estado, lo que sucedió gene-ralmente con la institución de los parlamentos, y otra cosa es lademocratización de la sociedad, por ello puede darse perfecta-mente un Estado democrático en una sociedad en la cual la mayorparte de sus instituciones, la familia, la escuela, la empresa, laadministración de servicios, no sean gobernadas democráticamen-te [...] Es posible la sobrevivencia de un Estado democrático enuna sociedad no democrática? Esta pregunta también puede serformulada de la siguiente manera: la democracia política ha sidoy es necesaria, con el objeto de que un pueblo no caiga bajo unrégimen despótico pero, ¿es suficiente? [...] hasta hace poco, cuandose quería dar una prueba del desarrollo de la democracia en undeterminado país, se tomaba como indicador la amplitud de losderechos políticos, desde el sufragio restringido hasta el sufragiouniversal. Se consideraba como indicador principal la amplituddel derecho de participar, aunque fuese indirectamente, en la for-mación de los órganos en los cuales se toman las decisiones polí-ticas. Si sólo tomamos en cuenta este aspecto ya no hayposibilidades de un mayor desarrollo, ya que el sufragio se haampliado también a las mujeres y el límite para la edad ha sidodisminuido a los dieciocho años [...] Si hoy se quiere tomar unindicador del desarrollo democrático, este ya no puede ser el nú-mero de personas que tienen derecho a votar, sino el número delas sedes, diferentes de las sedes políticas, en las cuales se ejerceel derecho de voto. Para dar un juicio sintético pero eficaz delgrado de democratización de un determinado país, el criterio yano debe ser el de ‘quién’ vota, sino el de ‘dónde’ vota (y que quedeclaro que aquí entiendo ‘votar’ como el acto típico y más comúnde participar, pero de ninguna manera pretendo limitar la parti-cipación al voto [...] De cualquier manera, una cosa es cierta: losdos grandes bloques de poder descendente y jerárquico en todasociedad compleja, la gran empresa y la administración pública,hasta ahora no han sido afectados por el proceso de democratiza-ción; y hasta que estos dos bloques resistan la presión de las fuer-zas que vienen de abajo, no se puede decir que la transformacióndemocrática de la sociedad se haya realizado. Ni siquiera pode-mos decir que esta transformación de hecho sea posible; solamentepodemos decir que de ahora en adelante el avance de la democra-cia se medirá por la conquista de los espacios que hasta ahoraestán ocupados por los centros de poder no democráticos. Son

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tales y de tanta importancia estos espacios que la democracia in-tegral, en el supuesto de que sea no solamente una meta no desea-ble sino también posible, todavía es lejana e incierta”.53

Aquí el análisis resulta un poco más profundo, la democraciapolítica está vacía si no hay democracia social, se lo plantea comometa, como imperativo y la evalúa como lejana e incierta. ¿Quéhace falta para que una sociedad pueda llegar a ese nivel de par-ticipación que rebase incluso el voto (esencial forma de partici-pación política para el autor)? ¿Cómo pueden “las fuerzas quevienen de abajo” quebrar la resistencia de esos grandes bloquesde poder descendente y jerárquico? En un régimen donde las le-yes (“las reglas del juego”) “refrendan y formulan”54 esos pode-res. El italiano se asoma al problema de la propiedad en tantopretende abordar la democratización en otras esferas, al por quéese poder es fuerte, más que los que tratan de quebrarlo. Cuandoel derecho al voto era reducido al círculo de personas que osten-tan la propiedad, era natural que el Estado pidiese al poder públi-co el ejercicio de una sola función: la protección de aquella, perocuando este derecho fue ampliado a otras capas y clases socialesdesposeídas “a aquellos que no tenían otra propiedad más que sufuerza de trabajo” se convirtió también en algo natural que estospidieran al Estado protección contra el desempleo, seguridad con-tra las enfermedades, vejez, maternidad, vivienda barata, etcéte-ra; dando lugar al Estado social, que ha sido un producto de laaplicación de las reglas del juego democrático.55

Estamos en presencia de uno de los momentos más avanzadose integrales de los autos; por un lado el cuestionamiento de losproblemas sociales más agudos, asociados a la carencia de pro-piedad, planteados por las masas, las cuales disponen, en el ámbi-to del sistema político democrático, de la vía para hacer efectivassus demandas; por el otro se reconoce que estas demandas nopueden quebrar la resistencia de los que tienen el poder en aque-llas esferas donde dichos problemas debían ser resueltos. De aquíderiva entonces una crítica al burocratismo, a la complejidad ylentitud de los mecanismos que impiden que las demandas, lascuales son cada vez mayores y se plantean en rápida secuencia,

53Bobbio, N.: El futuro de..., pp. 43-45.54 Lenin, V.I. (1919): “Una gran iniciativa”, en Obras Escogidas en 3 tomos, tomo 3,

Editorial Progreso, Moscú.55 Bobbio, N.: El futuro de..., pp. 27-28.

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lleguen a ser respondidas. Para Bobbio este proceso es un re-sultado de la emancipación de la sociedad civil a partir de lapropia democracia política,56 no obstante el análisis iniciadopor el autor, pero no completado, de la naturaleza de las fuer-zas que se enfrentan en el juego de demandas y respuestas, arro-jaría a mi modo de ver, más luz sobre las causas de esasincapacidades del proceso.

Sin embargo, al apreciar la relación entre democracia y socia-lismo él condena la eliminación de la propiedad privada por cons-tituir una de las principales libertades que implica un régimendemocrático 57 y expresa que el socialismo ha prometido una trans-formación de la sociedad, pero no la ha logrado, aunque reconoceque el pensamiento socialista proclama la democracia social comouna premisa de esa transformación y no se atreve a negar las ex-pectativas de equidad que el socialismo plantea (año 1989): “Sevolvió una opinión común que el socialismo, que era consideradoincompatible con el liberalismo, de ninguna manera resultaba serincompatible con la democracia...”.58 Esto ha sido fundamentadopor dos tesis:

“... el proceso de democratización habría favorecido el adve-nimiento de una sociedad socialista, basada en la transforma-ción del instituto de la propiedad y en la colectivización, al menosde los principales medios de producción; en segundo lugar, sólola llegada de la sociedad socialista habría reforzado y ampliadola participación política y por tanto hecho posible la realizaciónplena de la democracia, entre cuyas promesas, que la democraciasolamente liberal, jamás habría podido mantener, estaba tambiénla de una distribución equitativa, o por lo menos más igualitaria,del poder económico además del poder político”.59 “... ¿era posi-ble, deseable y lícito, comenzar inmediatamente la transforma-ción socialista de la propiedad con un salto cualitativorevolucionario, y en consecuencia renunciando, al menos provi-sionalmente, al método democrático?60 (Téngase en cuenta quelas transformaciones económicas socialistas parten de la liquida-ción de la propiedad privada.)

56 Ibídem, p. 28.57 Bobbio, N.: Liberalismo y democracia, p. 90.58 Ídem.59 Ibídem, pp. 90-91.60 Ibídem, p. 91.

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Reconoce que en la literatura del siglo XX aparecen tres argu-mentos:a) La democracia socialista sería democracia de todo el pueblo,

directa, sin representantes.61

b) La democracia burguesa solo permite la participación median-te el sufragio, en la socialista participación popular directa entoma de decisiones económicas “gracias a la apertura de nue-vos espacios para el ejercicio de la soberanía popular en lo quereside la esencia de la democracia”.

c) En la democracia socialista es más equitativa la distribución,lo cual es uno de los objetivos fundamentales del cambio derégimen económico.“La democracia social pretende ser respecto a la democracia

liberal, una fase superior en cuanto incluyó en su declaración dederechos los derechos sociales además de los de libertad; en cam-bio, con respecto a la democracia socialista solo pretende ser unaprimera fase”.62 Obsérvese que se las arregla para no establecerla relación ascendente que él mismo planteó en 1984, no reconoceque el cambio social que propone el socialismo puede generarpresupuestos favorables para la democracia política, lo critica porser una transformación con carácter de premisa, no de contenidopleno; sin embargo, en enero del 2001 expresa una opinión queesclarece sus vacilaciones anteriores respecto a la relación socia-lismo-democracia, así como las causas de su contradicción: “No-sotros que hemos combatido el nazismo como aliados de loscomunistas (y afortunadamente ha existido esa alianza, que hadeterminado la victoria de la democracia), siempre hemos inten-tado legitimar y justificar en cierto modo a los comunistas [...]porque respecto a la libertad de la democracia liberal y burguesa,nazismo y comunismo son hermanos, tienen el mismo enemigo[...] contrariamente a la opinión común según la cual son ideolo-gías opuestas tienen matrices comunes: los dos combaten el libremundo burgués del mercado y de los Estados parlamentarios [...]los dos se oponen al individualismo y son partidarios del organi-cismo social [...] la historia del siglo XX se caracteriza por tresprotagonistas: fascismo, comunismo y democracia [...] Tambiénhe mantenido siempre que la victoria habría correspondido a los

61Ibídem, p. 92.62 Ibídem, p. 94.

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dos de los tres que se hubieran aliado. La Segunda Guerra Mun-dial fue vencida por la alianza entre democracia y comunismo[...] en cuanto se derrotó el nazismo, comenzó la guerra fría entrelos dos vencedores, una guerra que acabó sin necesidad de dispa-rar, porque con Gorbachov los comunistas tiraron la toalla”.63 Eneste artículo Bobbio responde algunos de los porqués que ante-riormente le hemos dirigido, no puede dar respuestas incongruen-tes con su filiación clasista y al hecho de que a pesar de tenerinquietudes que, a nuestro juicio, lo definen como un politólogoprogresista, él mismo le pone, o mejor, le tiene que poner frenos.

El análisis sería incompleto si no tenemos en cuenta uno delos principales resultados de todo este proceso de democratiza-ción de las sociedades: la apatía política. En la historia de la filo-sofía política se encuentra la idea de que la democracia necesita ydebe fomentar “el amor a la cosa pública”,64 sin embargo: “En lasdemocracias más consolidadas se asiste impotentes al fenómenode la apatía política, que frecuentemente involucra a cerca de lamitad de quienes tienen derecho al voto [...] también se puedendar interpretaciones benévolas de la apatía política, pero inclusolas interpretaciones más moderadas no me pueden quitar de lacabeza que los grandes escritores democráticos sufrirían al reco-nocer en la renuncia a usar el propio derecho un buen fruto de laeducación de la ciudadanía [...] existen buenas razones para creerque esté disminuyendo el voto de opinión y esté aumentando elvoto de intercambio, el voto de clientela basado frecuentementeen la ilusión del [...] (apoyo político a cambio de favores persona-les)”.65 Su crítica va dirigida hacia la degeneración de las costum-bres públicas provocada por la propia práctica del juegodemocrático, a la pregunta de cómo es posible la indiferencia delas mayorías respecto al ejercicio político que le permitiría hacerprevalecer sus intereses como pueblo o nación. Resulta intere-sante la explicación del problema en boca del propio Bobbio: “elsistema democrático [...] resiste cada vez peor, pero ha resistido,[...] quiero decir que sus principales actores, los partidos tradi-cionales, continúan sobreviviendo y recogiendo a su alrededor, apesar de las imprecaciones, las lamentaciones y las protestas, lainmensa mayoría de los consensos; los ritos electorales continúan

63 Bobbio, N.: Entrevista al periódico El País, lunes 29 de enero del 2001, p. 24.64 Bobbio, N.: El futuro de..., p. 24.65 Ibídem, pp. 25-26.

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realizándose con regularidad [...] la apatía política de ninguna ma-nera es un síntoma de crisis de un sistema democrático sino, comohabitualmente se observa, un signo de su perfecta salud: es sufi-ciente interpretar la apatía política no como un rechazo al siste-ma, sino como benevolente indiferencia [...] a los partidos que viveny prosperan en un sistema democrático caracterizado por la granabstención, como los partidos norteamericanos, el hecho de que lagente no vaya a votar no les da ni frío ni calor; incluso, mientrasmenos gente vote, menos presiones reciben. Nuestros partidos po-líticos fingen estar preocupados por el creciente abstencionismo”pero en realidad es por “... el hecho de que las abstenciones favo-rezcan al partido contrario. En sustancia les preocupa que los elec-tores del propio partido sean más abstencionistas que los de losdemás [...] Aquellos que en un cierto punto han querido hacer polí-tica fuera del sistema de partidos y de los partidos del sistema, handado vida, [...] a un partido nuevo que a pesar de su novedad es unpartido como todos los demás”.66 ¿Se muestra resignado ante laimposibilidad de una real apertura de la democracia?

Conclusiones

En Norberto Bobbio resulta significativo el planteamiento de pro-blemas cruciales de la política en la divisoria de los siglos XX yXXI, en su argumentación se destacan:– Lo político como esfera particular, específica de la sociedad

que se genera a partir del establecimiento de ciertas reglas quela constituyen. El sistema político es una producción de la pro-pia sociedad que genera dentro de ellas mecanismos de legiti-mación y estabilidad para el mismo.

– El tratamiento a las complejidades del problema de la represen-tatividad, en el cual revela las contradicciones de la propiademocracia representativa, a la que no puede renunciar.

– La caracterización de la sociedad civil como un entorno diná-mico en relación con la esfera política, así como sus relacio-nes, en cuyo análisis revela la flexibilidad que lo caracteriza.

– La precisión en la definición de democracia donde esclarecesus premisas y contenidos fundamentales, así como el proble-

66Ibídem, p. 55.

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ma de su apertura hacia nuevos contenidos donde se planteanproblemas sociales importantes de la contemporaneidad.

– Su filiación clasista y posición social no le permite profundizarmás en las causas de los problemas que él mismo plantea yacercarse a soluciones congruentes con la calidad de las valo-raciones que realiza.

Bibliografía

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CHOMSKY, NOAM Y HEINZ DIETERICH (1997): La sociedad global, CasaEditora Abril, Cuba.

142

8

AREND LIJPHART: SU NUEVOINSTITUCIONALISMO

ANA KARELIA GONZÁLEZ ROSELLÓ

Una aproximación al pensamiento de Arend Lijphart obliga a co-menzar por la obra Democracia en las sociedades plurales, cuyaprimera edición data de 1977 de la Universidad de Yale y queobtuvo el premio de Pluralismo Étnico y Cultural 1979 de la Con-vención Americana de Ciencia Política.1 Arend Lijphart es consi-derado exponente principal de una tendencia importante del nuevopensamiento institucionalista como él mismo se ha catalogado.2

Sus postulados son seguidos por los alumnos de su Escuela deMichigan de Investigación e Inspección. Esta escuela tiene sieteenfoques comunes:1. El enfoque del análisis nacional y el énfasis en las compara-

ciones.2. Preocupación por la conceptualización taxonómica (aplicación

nacional y temporal poder explicativo, en lo cual coincide conotras tendencias mejor conocidas del nuevo institucionalismo)3

y por la medida que permita operar con los datos conocidos.

1 Arend Lijphart es profesor de investigación de Ciencias Políticas en la Univer-sidad de California, San Diego. Ha fungido como presidente de la AsociaciónAmericana de Ciencias Políticas y vicepresidente de la Asociación de EstudiosInternacionales. Es miembro de la Academia Americana de Artes y Ciencias,la Academia Inglesa y la Academia de Ciencias de Holanda. Sus libros inclu-yen Democracia en las sociedades plurales (1977), Democracia (1984), Com-partir el poder en Sudáfrica (1985), entre otros.

2 Ver Arend Lijphart (1984): Democracies: Patterns of Mayoritarian andConsensus Government in Twenty One Countries, p. 2.

3 El autor constantemente hace referencia a varios representantes de esta ten-dencia y propone un modelo matemático para el análisis de los cuatro modelos

143

3. Énfasis en la necesidad de identificar las variables.4. Hay una ausencia de dogmatismo y una fuerte creencia de que

las instituciones son importantes, sin que sean de ningún modoel panorama total.

5. Visión de que un ingrediente necesario en una investigaciónson las preguntas importantes.

6. Creencia de que las instituciones no solo son restricciones delas relaciones de poder existente, sino que, de modo general,también son soluciones a problemas importantes de la sociedad,por ejemplo, el de crear una estabilidad política en una sociedadétnicamente dividida al interior de un entorno democrático.

7. Existe el deseo de mantener las cosas tan simples tanto comola realidad lo permita y, por tanto, con la posibilidad de sercomprendido.En sus primeros trabajos, el autor se identifica con el enfoque

consociacionalista,4 cuando cita a Holanda y establece la polari-dad existente entre las formas mayoritarias de gobierno Wetmintery la forma consensual de las democracias.

Trata a las instituciones como soluciones a los problemas,ejemplifica con el problema de los conflictos de religión o etnias enuna sociedad dividida donde las instituciones pueden estar unidasa la naturaleza e importancia de la toma de decisión respecto a lacuestión en disputa, manteniéndose como tal o no; por otra parte,dichas instituciones pueden convertirse en restricciones de los re-sultados en dependencia del modelo empírico que se siga.5

“Al igual que las montañas, aun las instituciones más fuertespueden caerse con el tiempo o desmoronarse”.6

de democracias plurales: Bélgica, Austria, Holanda y Suiza, que más adelanteabordaremos como ejemplo de cómo una democracia puede ser un sistema es-table de gobierno y efectivo en las sociedades plurales a través del unificacio-nalismo como norma. Ver Arend Lijphart (1984): Nuevo Institucionalismo, p. 5.

4 El término consociacionalismo (consociational) se deriva del concepto deJohannes Althusius de consociatio en su Política Methodice Digesta, 1603.Aunque esta idea no fue nueva de Lijphart, brindó cuatro criterios: 1. Estabili-dad política. 2. Bajo nivel de violencia. 3. Grado de legitimidad del que disfrutael régimen. 4. La efectividad en la toma de decisiones en un régimen unido einterdependiente.

5 Lijphart, A. (1977): Democracia en las sociedades plurales, p. 89.6 Ibídem, p. 14.

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Su principal aporte es el análisis de las democracias en las so-ciedades que él denomina como plurales, o sea, sociedades divi-didas en sectores que pueden ser de naturaleza religiosa,ideológica, lingüística, regional, cultural, racial o étnica. Estossectores son los partidos políticos, grupos de interés, medios decomunicación, escuelas, asociaciones voluntarias.

El concepto de democracia lo utiliza como Dalh, quien la lla-ma poliarquía, siendo un sistema de gobierno que no incluye com-pletamente todos los ideales democráticos, sino uno que loaproxima a un grado razonable, es decir, ya que no es realizablecompletamente la democracia dentro del sistema político por-que el proceso de decisiones políticas tendría que ser patrimo-nio de todos.

No obstante, se hace necesario lograr la estabilidad política quepara él es un concepto multidimensional que combina ideas comomantenimiento del sistema, orden civil, legitimidad y efectividad,y que solo es posible si se tienen en cuenta:1. La probabilidad de permanecer democrático.2. Tener un bajo nivel de violencia civil tanto actual como

potencial.Esta última es un prerrequisito e indicador de la primera para

garantizar la estabilidad democrática, la democracia unificadoraentendida como la cooperación política entre las elites sectoria-les (por tanto, aplicable solo a las sociedades plurales), distin-guiéndose del análisis comparativo del unificacionismo de GerhardLehmbrach a través de la democracia concordante.7

Considera, por tanto, que la estabilidad política de las democra-cias unidas se debe explicar en términos de un factor adicional:cooperación de los líderes de los diferentes grupos que trasciendalas divisiones sectoriales o subculturales al nivel popular en vez deasignarlas a una posición intermedia en la variable interpretativade la cultura política. Por ello establece cuatro modelos de demo-cracia: el de Bélgica, Suiza, Holanda, Austria, estables a pesar delas profundas divisiones sectoriales de su sociedad.

A diferencia de Almond y Furnival quienes consideran las di-ferencias culturales como una de las características de las socie-dades plurales, o de Clifford Geertz quien plantea lo que denomina

7 Estrategia de dirección del conflicto a través de la competencia y decisión dela mayoría, lo que significa pluralismo sectorizado.

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lealtades primordiales basadas en el lenguaje, religión, costum-bres, regiones, razas o lazos sanguíneos asumidos, Arend desta-ca la necesidad de tener en cuenta las diferencias cualitativas ycuantitativas dentro de la amplia categoría de sociedades pluralescomo diferencias entre las diversas clases de divisiones sectoria-les y diferencias en el grado en que una sociedad es plural, contrarioa lo que ocurre en las políticas occidentales.

Para la existencia de un gobierno democrático es un prerre-quisito la homogeneidad, contentiva de la concreta predicción deque muchos de los nuevos Estados independientes pueden tantodisolverse en secciones culturales separadas o mantener su iden-tidad, pero solo bajo condiciones de dominación y subordinaciónen sus relaciones entre los grupos.8

Conceptualmente, casi siempre ha incluido dos dimensiones:democratización e integración nacional o construcción nacionaly el desarrollo de funciones diferenciadas y especializadas en es-tructuras eficientes. La cuestión nacional se convierte en una prio-ridad y la primera tarea de los líderes de los Estados en desarrolloconsiste en la erradicación de ataduras primordiales subnacionalesy su remplazo por la lealtad nacional.

La autonomía aumenta la naturaleza plural de una sociedad, locual implica un acercamiento que, aunque no anula o evita lasdivisiones sectoriales, sí permite reconocerlas y convertirlas enelementos constructivos de una democracia estable. Por ello pro-pone al federalismo como un método unificador en una sociedadplural, siempre que esta sea una “sociedad federal a la que consi-dera como una sociedad en la que cada porción está concentraday separada territorialmente de las otras partes, es decir, dondelas divisiones sectoriales coinciden con las divisiones regionales”:Constituye, además, una forma especial de autonomía sectorialcoincidente con la teoría unificacional no solo al garantizar laautonomía a las partes que constituyen el Estado como aspectomás importante, sino también la sobrerrepresentación de lassubdivisiones más pequeñas en la cámara federal, que es un tipoespecial y limitado de teoría unificacional, ya que el gobierno enel nivel subnacional está siempre organizado a lo largo de las lí-neas territoriales y cada individuo debe tener derecho a declararen qué nacionalidad desea permanecer.

8 Lijphart, A. (1977): Ob. cit., p. 63.

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“La autonomía sectorial ha sido establecida en el principio dela personalidad en donde las partes están geográficamente dise-minadas”.9 Para Lijphart, el federalismo y la autonomía sectorialno deben excluirse de las prácticas reguladoras del conflicto enlas sociedades plurales; de hacerse, habría que valorar en las de-mocracias unidas:1. Si el veto mutuo o la amenaza de este puede ser invocada con

frecuencia o con insistencia por otro sector con el fin de elimi-nar las concesiones extraordinarias a otros (un abuso del vetopuede provocar un conflicto violento).

2. Si la insistencia de un sector de cambiar la proporcionalidado la sobrerrepresentación es un favor con condiciones que lojustifiquen.

3. Si la imposición de un sistema democrático unitario y centrali-zado podrá prevenir la separación en el caso de que el ingre-diente básico del sentimiento separatista tuviera fuerza.10

“La separación por tanto no debe ser considerada como un re-sultado indeseable de las tensiones de una sociedad plural bajotodas las circunstancias’’.11

La democracia unificada sirve no solo como una explicaciónempírica de la estabilidad política de un grupo de pequeñas de-mocracias europeas, sino también como un ejemplo normativopara las sociedades plurales en cualquier parte del mundo, siendonecesario evaluar su debilidad real:1. La democracia unida puede ser criticada por no ser lo sufi-

cientemente democrática.2. Por no ser capaz de lograr un gobierno estable y eficiente.3. Presencia de una fuerte oposición como un ingrediente esen-

cial de la democracia.4. No lograr la trinidad democrática de libertad, igualdad y frater-

nidad.“Una sociedad altamente homogénea puede tener el mismo efec-

to desalentador en la libertad individual’’.12

Señala los elementos que inciden en ello:1. La democracia unida tiene mayor interés por el tratamiento igual

y proporcional de los grupos que por la igualdad individual.

9 Ibídem, p. 43.10 Lijphart, A. (1984): Democracies: Patterns of..., p. 83.11 Ibídem, p. 48.12 Ibídem, p. 53.

147

2. El aislamiento sectorial y la autonomía pueden ser obstáculopara el logro de una igualdad social.

3. Predominio estructurado de la elite y un rol pasivo y diferentede todos los grupos que no pertenecen a la elite.

4. El gobierno por una gran coalición influye en la toma de deci-siones haciéndola más lenta.Esto significa que es mucho más fácil llegar a acuerdos con

una pequeña coalición de opiniones políticas más estrechas quecon una gran coalición.

La crítica más severa a las democracias unidas no solo es porsu carácter poco democrático, sino por la falta de potencial paralograr la estabilidad política, su inmovilismo en el modelo queseñala gobierno-contra-opinión.

Siguiendo el método “principio de la proporcionalidad’’13 se tie-ne la ventaja de que los ciudadanos descontentos pueden votar encontra del gobierno, aunque no contra el régimen.

Si se aplica el modelo unificacional,14 el gobierno y el régimencoinciden, y de ocurrir esto sería una debilidad. Pone como ejemploel caso de Holanda, a fines de los sesenta, período en que se cambióde un régimen unificacional a uno democráticamente competitivo:

“Debido a que el sistema electoral típico de democracia unidaes la representación proporcional, es fácil para los nuevos parti-dos (si se moviliza el descontento de los votantes, estos puedenser partidos contra el sistema o contra el régimen) ganar una vezen el proceso político”.15

Condiciones favorables para la democracia unida

1. Cooperación de los líderes sectoriales.Los líderes deben sentir compromiso por mantener la unidad

del país, a pesar de las diferencias de los distintos sectores,

13 Este método ahorra tiempo para distribuir los recursos y mandatos (véaseDemocracia en las sociedades plurales, p. 54).

14 Se refiere al modo y efectividad de la toma de decisiones. Por ejemplo, Steinerarguye que en Suiza, por virtud de la estructura federal, las demandas se re-parten entre los diferentes niveles políticos, disminuyendo las presiones de latoma de decisiones a ese nivel. Ver Steiner, Jurë: “Principles of mayority andproportionaly”, en Political Science Review, p. 69.

15 Lijphart, A.: Democracia en las..., p. 69.

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de forma moderada y ser capaces de retener el apoyo de sus se-guidores.2. Rol de la elite en la explicación de la estabilidad política.

El comportamiento de la elite parece más difícil de entender ymenos susceptible a la generalización que el fenómeno de ma-sas.16 Y más adelante prosigue: “Si una forma unificadora de demo-cracia ha estado en operación por algún tiempo, un análisis desus mecanismos institucionales y el código operacional de la elitedaría algunas bases para predecir su continuación exitosa’’.17

Al seguir un análisis comparativo de la democracia unida enalgunos países europeos y otras democracias occidentales, consi-dera que para lograr una democracia unida en una sociedad plu-ral, mantenerla y reforzarla sobre la base de la cooperación entrelas elites, se hacen necesarios los siguientes factores:1. Un balance múltiple de poder.2. Tamaño reducido del país involucrado.3. Reunir lealtades.4. Aislamiento territorial.5. Tradiciones anteriores de reconciliación de la elite.6. Presencia de divisiones que se entrecruzan.

Un balance múltiple de poder significa la fuerza numérica delos sectores, que en una democracia puede ser expresada comofuerza electoral y traducida en puestos parlamentarios, por lo queuna sociedad con pocos sectores tiene una base más favorableque una sociedad altamente fraccionada, y la cooperación es másdifícil al ser mayor la participación en las negociaciones.

La coalición es el mediador imparcial en las negociaciones. Paraque haya equilibrio de poder, no debe existir un sector mayorita-rio en su criterio.

Para Lijphart lo más importante es el número y no la distribu-ción del poder.

Le otorga un papel importante a los partidos, a los que conside-ra en las sociedades plurales como sectores concentradosregionalmente y con una constitución federal que propicia que lafunción de representación pueda ser realizada por los gobiernosestatales en la legislatura y el ejecutivo nacional.

El multipartidismo es óptimo para una sociedad plural, lo quecontradice la política tradicional de preferir los sistemas biparti-

16 Ibídem, p. 6.17 Ibídem, p. 68.

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distas como superiores a los multipartidistas. En Austria, su esta-bilidad se debe a la cooperación de las elites rivales en una grancoalición, en la cual el papel del sistema de dos partidos produjotensión en la cooperación.

El establecimiento numérico proporcional es importante en lademocracia unida, esto permite su éxito y contribuye a un espíri-tu mejor de colaboración y reconciliación al reducir las tensio-nes, lo cual hace que el país sea más fácil de gobernar. Lijphartreafirma la idea de que lo importante es el número y no la distri-bución de poder el que realiza un efecto interno o externo, directoo indirecto: de acuerdo con el tamaño del país y su influencia enla toma de decisiones.18

Efecto directo interno

En un país pequeño, las elites se conocen mejor y pueden llegar aun consenso en la toma de decisiones, aunque sus posibilidadesde talento político también son pequeñas.

Efecto directo externo

Los países pequeños se encuentran de forma más probable en si-tuación de ser amenazados por otros poderes que los países másgrandes, por lo que los líderes políticos tienden a mantenerse jun-tos al aprobar la cooperación intersectorial o al enfrentar gravesamenazas externas.

Hay ejemplos de democracia unida que se asumió ese tipo derégimen en momentos de crisis internacional o amenazas especí-ficas de existencia del país, como fueron los casos de Austria yHolanda. En el caso de Austria, la coalición se logró como res-puesta al conflicto civil de la primera república, pero se instaurómientras estaba ocupada por los poderes aliados después de laSegunda Guerra Mundial.

Para que las amenazas externas tiendan a imprimir en las elitesen pugna la necesidad de unidad y solidaridad, debe ser percibidacomo un peligro común por todos los sectores con el fin de tenerun efecto unificador.

18 Lijphart, A.: Democracies: Patterns of..., p. 20.

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Efectos indirectos del tamaño en la toma de decisiones

La estabilidad de cualquier régimen puede ser considerada en tér-mino de equilibrio entre sus capacidades y las demandas que tie-ne que asumir. Un gobierno es más estable si no tiene que cargarpresiones demasiado pesadas y la pequeñez reduce la carga y lasposibilidades de contradicciones en la toma de decisiones, haciendoel país más fácil de gobernar, al ser menos complejo que un paísgrande, ya que son menores el número y variedad de grupos eindividuos cuyos intereses y actitudes tienen que ser tomados enconsideración.19

En su análisis de los cuatro modelos de democracia unida, sonsectores ineludibles el lenguaje, los partidos, las clases y la reli-gión, así como el grado de entrecruzamiento que existe entre ellos,reafirmando nuevamente su idea de que lo más importante es elnúmero y no la distribución del poder.

Al seguir la tesis del entrecruzamiento entre los distintos secto-res o divisiones sectoriales, plantea que Suiza es una sociedad me-nos plural que los otros tres países, al no definirse claramente sussectores.20 Si se toma en cuenta determinadas esferas de actividad(educación, medios masivos, organización política y socioeco-nómica, y actividad de tipo libre) y el grado en que están organiza-das a lo largo de las líneas de las divisiones sectoriales, el modelounificador en Bélgica es el más alto; le siguen Holanda y Austria.

La extensión territorial de los países contribuye a que las elitesaprueben la cooperación intersectorial al enfrentar graves ame-nazas externas; existen ejemplos de democracias unidas donde selogró en momentos de crisis internacional o de amenazas especí-ficas como en Austria y Holanda.

Conclusiones

Arend Lijphart desarrolla su pensamiento político a través de unmodelo normativo empírico de la democracia que determina la

19 Ibídem, p. 68.20 Para Lijphart, el entrecruzamiento es la forma en que las divisiones sectoria-

les y divisiones del sistema de partido, se encuentran relacionadas. Cuandohay dos o más divisiones se debe examinar cómo se relacionan entre sí y si

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estabilidad efectiva de un gobierno por el grado de cooperaciónentre las elites, es decir, democracia unificadora para el mante-nimiento del sistema (orden civil, legitimidad y efectividad). Paraél se hace necesario un balance múltiple de poder mediado poruna coalición entre las elites que reduzca las presiones de los gru-pos de interés en la toma de decisiones, lo cual permitirá gober-nar al país y que esto continúe de modo exitoso.

Utiliza como método preeminente el análisis comparativo. Suparadigma de sistema político es el modelo euronorteamericano,a pesar de reconocer la existencia de condicionantes diversas enrelación con otros países.

Le confiere gran peso a los aspectos etnosociales para explicar losconflictos, así como valora como prioridad en la creación de política,los comportamientos políticos asociados a los problemas nacionales.

Para que exista desarrollo político, la democratización y la integra-ción nacional deben ser partes consustanciales de la especializacióny diferenciación de los sectores a los efectos de aumentar la naturale-za plural de la sociedad.

La autoridad y el ejercicio del poder se encuentran directa-mente relacionados con la adopción de decisiones en nombre dela sociedad y con la realización de los actos necesarios para laejecución de dichas decisiones.

Sugiere un esquema de clasificación de estructuras basadas endimensiones básicas del sistema político: grado de diferenciación,grado en que el sistema se manifiesta o es visible, estabilidad delas funciones, distribución de poder, jerarquía y negociación, las cua-les se encuentran presentes en todas las sociedades.

Bibliografía

LIJPHART, AREND (1984) (a): Democracia en las sociedades plura-les. Una investigación comparativa, Ediciones Prismas, NewInstitucionalism.

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tienden a entrecruzarse o coincidir. En la forma en que se entrecruzan, sedeterminará si es posible la democracia unida o no, al afectar los números ylos tamaños relativos a los sectores.

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ACERCA DE LA TEORÍA NEOCONTRACTUALDE JOHN RAWLS: UNA VALORACIÓN

ALICIA MORFFI GARCÍA

John Rawls nace en 1921 en Baltimore, Maryland, EE. UU., pro-fesor de Filosofía desde 1962 de la Universidad de Harvard, haelaborado una amplia y detallada Teoría de la Justicia (T.J.) pu-blicada en su primera edición en inglés en 1971.

En 1993, atendiendo las múltiples críticas, escribe su segundaobra cumbre, dirigida más al campo de la justicia en el plano po-lítico, Liberalismo Político, texto de obligada referencia metodoló-gica en la filosofía política anglosajona.

Rawls entra en el mundo académico internacional con Teoríade la Justicia, en dicha obra manifiesta que hasta ese momentoen la filosofía moral han predominado las concepciones utilita-ristas e intuicionistas como una tendencia en la época moderna,para desarrollar y formular una concepción de la justicia, por loque se propone con su libro generalizar y llevar a un orden supe-rior de abstracción la teoría tradicional del contrato social repre-sentada en sus máximos exponentes (Locke, Rousseau y Kant)por una alternativa que, según su propuesta, concierne no solo acuestiones estrictamente morales, sino a una amplia gama de ac-tividades humanas: sistemas jurídicos, instituciones políticas, for-mas de organización social y otras.

Sus antecedentes teóricos se encuentran en los clásicos de lateoría contractualista, como se ha señalado, siendo consecuenteen sus planteos conceptuales, en la búsqueda de resolver los pro-blemas de legitimidad del Estado, manteniendo en su obrapremisas comunes con la teoría tradicional del contrato social quese pueden resumir en:1. El supuesto de que el acuerdo de contrato social implica una

aprobación de los derechos y deberes que se deriven de él.

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2. El supuesto de que los ciudadanos se enfrenten en igualdadesde derechos como personas libres y morales.

3. Existe plena convicción que con el acuerdo contraído social-mente se puede fundamentar la aceptación de un orden consti-tucional y una convivencia social.A pesar de mantener estos preceptos comunes, la teoría de

Rawls se puede clasificar como neocontractualista, ya que, deaquel clásico contrato para establecer una determinada forma degobierno, su propuesta será los principios de justicia, que intro-duce para la estructura básica de la sociedad, siendo este objetoprimario para alcanzar la justicia social. Estos principios se selec-cionan en una posición originaria de igualdad. Los acuerdos bási-cos de este nuevo tipo de contrato serán justos y equitativos, puesla sociedad para Rawls será un sistema equitativo de coopera-ción, bajo determinadas condiciones.1

La Teoría de la Justicia de J. Rawls se ubica en el centro delactual debate filosófico, en las concepciones de: libertad, igual-dad, justicia, que no ha alcanzado consenso en el pensamientofilosófico “democrático”.2

De aquí, la importancia del estudio de este autor para la teoríapolítica contemporánea, al presentar una alternativa en el logrode la justicia social y de una cooperación ciudadana, que si bien seconstruye sobre un modelo hipotético, ofrece ideas que se pudieranalcanzar en un futuro al que la humanidad no debe renunciar. Sinembargo, en su afán de proponer una sociedad justa y equitativa,justifica constantemente las desigualdades existentes, que él mismodenomina “inevitables”.3

La justicia como imparcialidad lograda a partir de una posi-ción original tras un velo de ignorancia, donde hipotéticamentetodos tendrían oportunidades para la selección de los principiosde la justicia, provocó amplios debates en el mundo académico,motivando, entre otros aspectos, que Rawls escribiera su segun-da obra cumbre, en 1993, Liberalismo Político, en la cual des-borda lo moral de su filosofía abordando lo político, para tratar

1 Rawls, John: Teoría de la Justicia, p. 28.2 Llamadas de la autora a conceptos de marcada polémica en el marco científico eintelectual-político y filosófico de la actualidad. (Democracia.)Aclaro que estas cuatro funciones se corresponden al modelo seleccionado por elautor de las etapas en que se divide la actual Constitución de Estados Unidos.

3 Rawls, J.: Ob. cit., p. 24.

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de salvar su concepción omnicomprensiva y atender la diversi-dad. En la presente síntesis analizaremos sus principales puntosde vista referidos a la Teoría de la Justicia. En un segundo mo-mento, se hará referencia a su segunda y contrastante obra.

John Rawls ha sido valorado, al formular una concepción de lamoral, la política, el derecho y sus relaciones entre sí, como elmás audaz de los intentos realizados con la pretensión de salvarlas inconsistencias de la clásica teoría del contrato social. A estavaloración volveremos.4

La metodología desarrollada por el autor en Teoría de la Justi-cia nos lleva a transitar, desde las definiciones teóricas, relacio-nando los conceptos e ideas centrales de su propuesta, como: lajusticia como imparcialidad, los principios de la justicia y la posi-ción original, a una segunda parte, donde describe un modelo hi-potético, con las normativas que serían desarrolladas por lasinstituciones sociales, logrando la aplicación de los principios dela justicia, a través de tres capítulos, referidos a: “Igualdad de lalibertad”, “Porciones distributivas” y “El deber y la obligación”.La tercera y última parte de su obra denominada “Fines”, abarcamás de la filosofía moral, refiriéndose a: “La bondad como racio-nalidad”, “Sentido de la justicia” y “La bondad de la justicia”. Enesta última parte realiza unas “Observaciones finales”, justifica-ción de su teoría y aunque el autor reconoce, que no es, quizás,plenamente satisfactoria, la ofrece como la alternativa más efec-tiva a la interpretación utilitarista que ha ocupado un lugar tanrelevante en la filosofía moral en los últimos años.5 Esta estructu-ra se resume en tres grandes partes, con nueve capítulos, lo quemuestra la magnitud significativa de la teoría rawlsiana.

La consideración metodológica de su libro constituye una refe-rencia importante que se debe tener en cuenta, por cuanto dilu-cida el método investigativo utilizado por el autor para lograr elobjetivo propuesto y conocer en definitiva la calidad científica desus planteamientos.

Es, en la primera parte de su libro, “Teoría”, capítulo primero,donde realiza las definiciones en sus aspectos elementales, lo quedenomina justicia como imparcialidad, expone que la justicia esla primera virtud de las instituciones sociales, así como la verdad

4 Mejía Quintana, Oscar: Justicia y democracia consensual, p. 2.5 Rawls, J.: Ob. cit., p. 648.

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lo es de los sistemas de pensamiento por lo que, aunque las leyese instituciones estén ordenadas y sean eficientes, si no son justashan de ser reformadas o abolidas.6 El autor define otros concep-tos como los de: sociedad, sociedad bien ordenada, justicia comoimparcialidad, personas racionales y razonables, persona moral,entre otros, que por su importancia referiremos a continuación.7

Sociedad: asociación, más o menos autosuficiente, de personasque reconocen ciertas reglas de conducta como obligatorias ensus relaciones, y que en su mayoría actúan de acuerdo con ellas.

Sociedad bien ordenada: se trata de una sociedad en la que:1) cada cual acepta y sabe que los otros aceptan los mismos princi-pios de la justicia, y 2) las instituciones sociales básicas satisfacengeneralmente estos principios y se sabe que lo hacen. La justiciacomo concepción pública constituye un rasgo fundamental paralograr este ordenamiento social.

Justicia como imparcialidad: es un ejemplo de lo que llamauna teoría contractualista, transmite la idea de que los principiosde la justicia se acuerdan en una situación inicial que es justa. Elnombre no significa que los conceptos de justicia y equidad seanlos mismos. La imparcialidad y la prudencia constituyen virtudesesenciales para lograr la justicia. Un rasgo de este concepto es elpensar que los miembros del grupo son personas racionales ymutuamente desinteresadas.

Personas racionales: al explicar qué significado tiene, el autorexpone que serán aquellos individuos que aunque no sean egoís-tas “se les concibe como seres que no están interesados en losintereses ajenos”, es decir, que maximicen sus propios interesesa partir de un conjunto de preferencias que se les ofrecen comoalternativas. “Esta persona jerarquiza estas opciones de acuerdocon el grado con que promuevan sus propósitos [...] el plan quesatisfaga el mayor número de sus deseos [...] el que tenga másprobabilidades de ejecutar con éxito”.8

Personas razonables: aquellas que están dispuestas a propo-ner o reconocer cuando lo proponen otras, los principios necesa-rios para fijar los términos de cooperación y saben que debenrespetar porque esos términos son justos.

6 Ibídem, p. 19.7 Ibídem, pp. 19-223.8 Ibídem, pp. 31-33.

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Persona moral: en la que se pretende establecer una conexiónadecuada entre una concepción particular de la persona y los prin-cipios de la justicia, lo cual respondería a la concepción más acep-table de la justicia en un régimen constitucional democrático conlo que se cumpliría la misión fundamental de la filosofía política,especificando los términos justos de cooperación entre ciudada-nos considerados libres e iguales, racionales y razonables, mora-les, miembros de una sociedad para la vida entera.

Posición original: la intención del autor con esta definición esubicar a las personas en un “status quo inicial apropiado que ase-gure que los acuerdos fundamentales alcanzados en ella sean im-parciales” (justicia como imparcialidad). En esta posición originalse supone que nadie esté colocado en una posición ventajosa conrelación a otra ni por causas naturales o circunstancias socialesen el momento de seleccionar los principios de la justicia, paraesto es necesario un velo de ignorancia.

Velo de ignorancia: en la situación inicial o posición originarialas partes contractuales no conocen su lugar en la sociedad, suposición o clase social, por lo que seleccionan imparcialmente losprincipios y ello lo harán justos, solo se da por sentado el conoci-miento general sobre la sociedad humana que pueda afectar laelección de estos principios. Estas restricciones de informacio-nes particulares en la posición original son de esencial importan-cia, ya que sin ellas no sería posible elaborar una teoría de lajusticia. En esa información general se incluirá el conocimientode los bienes primarios que todos desean y quieren tener.

Principios de justicia: una vez desarrollado el enfoque contrac-tual a partir de un velo de ignorancia en una posición original, laspartes podrán elegir los principios de la justicia que son dos: 1) cadapersona ha de tener un derecho igual al esquema más extenso delibertades básicas iguales que sea compatible con un esquemasemejante de libertades para los demás y 2) las desigualdadessociales y económicas habrán de ser conformadas de modo talque a la vez sean ventajosas para todos y existan empleos y car-gos con igualdad de oportunidades para todos. Más adelante, enla fundamentación de estos principios, Rawls explica el orden se-rial dando prioridad al primero sobre el segundo, de aquí la invio-labilidad del primer principio. Con estos se establecen principiosde prioridad y principios de diferencia.

Estructura básica de la sociedad: “Objeto primario de los prin-cipios de la justicia social...”. Aquí Rawls refiere que los princi-

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pios de la justicia para las instituciones no se aplicarán igual a losindividuos ni a sus acciones, ya que son objetos diferentes y poreso los analiza separadamente empezando por la estructura bási-ca o “más exactamente el modo en que las instituciones socialesmás importantes distribuyen los derechos y deberes fundamenta-les y determinan la división de las ventajas provenientes de lacooperación social”.9 De aquí que la estructura básica sea el obje-to primario de la justicia, pues sus efectos —según Rawls— sonmás profundos y, además, casi inevitables.

Institución: “Sistema público de reglas que definen cargos yposiciones con derechos y deberes, poderes e inmunidades [...]Estas reglas especifican ciertas formas de acción como permisi-bles, otras como prohibidas; y establecen ciertas sanciones y ga-rantías para cuando ocurren violaciones a las reglas”.10 Lasinstituciones sociales más importantes, según el autor, serán laconstitución política y las principales disposiciones económicas ysociales como, por ejemplo, la protección jurídica de la libertadde pensamiento, la competencia mercantil, la propiedad privadade los medios de producción y la familia monogámica.

Justicia social: “... aquella que proporciona, en primera ins-tancia, una pauta con la cual evaluar los aspectos distributivosde la estructura básica de la sociedad. Esta pauta no debe serconfundida, sin embargo, con los principios definitorios de lasotras virtudes [...] Una concepción completa que defina los prin-cipios para todas las virtudes de la estructura básica [...] es másque una concepción de la justicia: es un ideal social”.11 La justi-cia solo es una parte —afirma Rawls—, aunque quizás la másimportante, de ese ideal social. Sería entonces suficiente, siguiendoel razonamiento rawlsiano, que los principios de la justicia seapliquen a los casos más importantes de la justicia social, estoes, a la estructura básica de la sociedad.

Equilibrio reflexivo: se refiere a cuando los juicios y los princi-pios coinciden, es decir, logran un equilibrio; será reflexivo cuandola persona puede sopesar alternativas y después de madurar susjuicios puede o no cambiar sus principios, “juicios meditadosreflexivamente”.12

9 Rawls, J.: Ob. cit., p. 23.10 Ibídem, p. 76.11 Ibídem, p. 26.12 Ibídem, pp. 70-71.

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Racionalidad deliberativa: una vez logrado el equilibrio reflexi-vo (racionalidad moral) la persona moral y racional, decide a par-tir de alternativas que se le presenten aquel proyecto de vida quemejor responda a su máxima satisfacción. “El bien de un indivi-duo es la hipotética composición de las fuerzas impulsivas queresulta de la reflexión deliberativa...”.13

Estos conceptos esenciales tratados por Rawls posibilitan que secomprueben las ideas básicas propuestas para ofrecer una teoría dela justicia alternativa a las del utilitarismo y el intuicionismo, busca-da en las raíces de la concepción clásica del contrato social, aunque—según el propio Rawls— se elevan a un nivel conceptual más alto.

Este nivel más alto radica en proponer un modelo, a partir deuna situación hipotética contractual, donde se podría llegar aacuerdos realmente justos para los contratistas, partiendo de unaposición original de igualdad donde se desconocerán las posicio-nes sociales, niveles de ingreso, posibilidades físicas naturalescon relación a dotes de inteligencia, fuerza; es decir, a través deun velo de ignorancia, que posibilitaría esa posición de igualdadinicial, y que haría posible seleccionar los principios de la justi-cia, para la estructura básica de la sociedad, como nivel más im-portante para lograrlo en una primera instancia y aunque estosprincipios no satisfagan todas las “virtudes” de la estructura bá-sica, si se logra para las instituciones sociales fundamentales yasería un logro —según Rawls— para aplicar una concepción de lajusticia en una sociedad democrática.

Los principios logrados a partir de este nuevo tipo de contrato,en que las personas serán personas racionales, razonables, libresy morales, facilitarán el alcance de la justicia como imparciali-dad, es decir, acuerdos basados en la imparcialidad de las partes,ya que las instituciones sociales encargadas de la distribución deriquezas y de la igualdad de oportunidades lo harían posible conmétodos procedimentales, teniendo en cuenta que la situacióninicial o posición original no posibilita la selección a partir deintereses personales porque solo se encuentran informados de losaspectos generales de la sociedad.

Rawls sostiene que su concepción de la justicia como impar-cialidad “es un ejemplo [...] de una teoría contractualista”14 al ex-

13Rawls, J.: Ob. cit., p. 461.14 Ibídem, p. 33.

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plicar que este término de contrato aplicado a teorías moralesrequiere de un elevado nivel de abstracción, “... hay que recordarque el contenido del acuerdo apropiado no es ingresar en una so-ciedad dada o adoptar una forma de gobierno, sino aceptar cier-tos principios morales”.15 Esto constituye uno de sus aportes a lateoría tradicional del contrato social.

Se diferencia y opone a la concepción utilitarista, puesto queesta justifica la maximización de las ventajas, aunque existan otraspersonas menos aventajadas, si esto resulta de beneficios máxi-mos. Rawls se opone a esta concepción y defiende que “entre elutilitarismo clásico y la justicia como imparcialidad está implíci-ta una diferencia en las concepciones subyacentes de la sociedad.En la primera, pensamos en una sociedad bien ordenada como unesquema de cooperación para ventajas mutuas, regulado por prin-cipios que las personas escogerían en una situación inicial quefuera equitativa; en la otra, se piensa en una administración efi-ciente de recursos sociales para maximizar la satisfacción de unsistema de deseos construidos por un espectador imparcial a par-tir de muchos sistemas individuales de deseos aceptados comodados. La comparación con el utilitarismo clásico en su deriva-ción más natural produce este contraste”.16 La justicia como im-parcialidad no es una teoría maximizadora.17

En la concepción de la justicia como imparcialidad, lo correctoes prioritario con relación al bien, ya que la situación en que seseleccionan los principios de la justicia, las instituciones justastienen que ser capaces de una distribución equitativa de liberta-des, oportunidades, ingresos y si esto último generara algún tipode desigualdad, tendría que ser más ventajoso para todos. Se deberecordar que en la posición original se restringen los deseos yfines particulares a través del velo de ignorancia y que el primerprincipio tiene un carácter prioritario e inviolable. De aquí que laprimera virtud para una teoría contractual sea la justicia social,sobre otras virtudes, esto es una idea básica de la teoría del con-trato social tradicional. Mientras que el utilitarismo consideraexcluyente aquellas predisposiciones y deseos si esto trajera unbalance neto menor de satisfacciones.18

15 Ibídem, p. 34.16 Ibídem, p. 52.17 Ibídem, p. 561.18 Ibídem, pp. 50-51.

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Con relación al intuicionismo, en su sentido amplio, se planteacon dos características que la excluye de ser una teoría contractiva,por lo tanto, no es una alternativa para solucionar una concep-ción de la justicia, ya que el intuicionismo plantea en su primeracaracterística una pluralidad de primeros principios y una segunda,que no presentan un método explícito para dar prioridad a esosprincipios. Esto provocará un conflicto, dadas las diferencias queexisten entre los hombres de valorar sus principios finales, lo cualtraería como efecto concepciones diferentes de la justicia. Rawlsno niega de forma absoluta la intuición en algún momento, perotrata de reducirla al mínimo por no ser constructiva y propone,solo a medias, una concepción de la justicia. Por esto darle unacierta prioridad a los principios, en la concepción de la justiciacomo imparcialidad, podrá llenar la laguna del intuicionismo,hasta ahora generalizado en la filosofía moderna, logrando unacercamiento al ideal filosófico.19

El autor de la Teoría de la Justicia concluye que la concepciónmás amplia de la justicia sería, según su propuesta, la siguiente:

“Todos los valores sociales —libertad y oportunidad, ingreso yriqueza, así como las bases sociales y el respeto a sí mismo— habránde ser distribuidos igualitariamente a menos que una distribu-ción desigual de alguno o de todos estos valores redunde en unaventaja para todos”.20

Por esta razón el autor, en el sentido de asegurar que los princi-pios de la justicia sean seleccionados contractualmente, garantizaque ese contrato tenga todas las condiciones necesarias entre hom-bres libres, morales, razonables y racionales, que no permitan quela elección se contamine con juicios y fines particulares y que,por lo tanto, sean imparciales.

Esta primera obra, como ya se había esclarecido, trata de salvarlagunas del contractualismo clásico, sin perder, como es conoci-da, la esencia moral de la filosofía kantiana; pero introduciendoalgunos conceptos que caracterizan su teoría como neocon-tractualista. Un concepto medular para su fundamentación con-sensual del contrato social es la definición de persona moral, queya en escritos anteriores había ido perfilando y que al llegar a suTeoría de la Justicia constituye uno de los pilares básicos de su

19Rawls, J.: Ob. cit., pp. 60-66.20 Ibídem, p. 84.

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concepción de la justicia, mostrando con claridad que su teoría des-cansa en la noción de persona moral, libre e igual autónoma y racio-nal, derivada del kantismo sin ser propiamente kantiana, segúncriterio de la valoración realizada por Oscar Mejía.21 La persona mo-ral, desde sus escritos en Distributive Justice, en 1968, sería aquellacapaz de elegir en condiciones de igualdad, en el estado hipotéticode la posición original y de forma desinteresada, los principios dejusticia a partir de una argumentación racional. Pero ya se habíaexplicado que en esa posición original el mecanismo del velo de ig-norancia es fundamental, sin embargo, estas personas tendrán lainformación acerca de los bienes primarios sociales que le permiti-rán tener criterios sólidos para una selección adecuada de esos prin-cipios. Los bienes sociales que Rawls identifica como primarios loscita en su Teoría de...: “El argumento para los principios de la justi-cia no supone que los grupos tengan fines particulares, sino sola-mente que desean ciertos bienes primarios. Estas son cosas que esrazonable querer, sea lo que fuere lo que se quiere. Así, dada la natu-raleza humana, el querer estas cosas es una parte de su racionalidady aunque se presume que todos tienen alguna concepción acerca delbien, no se conoce nada acerca de sus objetivos finales. La preferen-cia por los bienes primarios se deriva, entonces, de las suposicionesmás generales acerca de la racionalidad de las condiciones de lavida humana”.22 Estos bienes se resumen en: los derechos básicos ylibertades políticas; libertad de movimiento para escoger ocupacióna partir de un espectro amplio de oportunidades; acceso a oficios yposiciones de responsabilidad en las instituciones políticas y econó-micas de la estructura básica de la sociedad; la renta y la riqueza; lasbases sociales de autorrespeto.23

Con esta aclaración del conocimiento previo de los bienes pri-marios sociales que serán distribuidos por las instituciones de laestructura básica de la sociedad y que los principios de la justiciale garantizarán para su vida ciudadana, las personas libres, mo-rales y en igualdad de condiciones, realizarán una selección ade-cuada de los principios, salvando la abstracción en la que habíancaído otros modelos de justicia.24

21 Mejía, O.: Justicia y..., p. 51.22 Rawls, J.: Teoría de..., pp. 289-290.23 Mejía, O.: Ob. cit., p. 47.24 Ibídem, p. 46.

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Una vez seleccionados los principios de la justicia, Rawls propo-ne en su modelo un orden serial o, como lo llamara, “lexicográ-fico”, esto es, darle prioridad a estos principios donde el primerotendría prioridad sobre el segundo. Por lo que para pasar al segun-do principio habrá que cumplir que las libertades básicas se apli-quen equitativamente y esto no admite, según Rawls, ningúnintercambio entre los principios, sino su estricto cumplimiento comométodo procedimental para llegar a una concepción de la justicia.

Los principios seleccionados en esta situación contractual legi-timados por personas morales en condiciones de igualdad, regulanel funcionamiento de la estructura básica de la sociedad y este or-den serial posibilitará que el primer principio, referido al de laslibertades, defina un ordenamiento constitucional, y el segundo,una distribución específica de las desigualdades que sean inevita-bles, para lograr la mayor ventaja para todos. Por lo que la priori-dad será la libertad, sobre la eficacia y el bienestar.25 De aquí sederivan el principio de diferencia y el principio de prioridad.

Las normas de prioridad se determinan de la siguiente forma:26

– Primera norma de prioridad (la prioridad de la libertad)Los principios de la justicia han de ser clasificados en un or-

den lexicográfico, y, por tanto, las libertades básicas solo puedenser restringidas en favor de la libertad en sí misma.

Hay dos casos:a) una libertad menos extensa debe reforzar el sistema total de

libertades compartidas por todos;b) una libertad menor que la libertad igual debe ser aceptada por

aquellos que detentan una libertad menor.– Segunda norma de prioridad (la prioridad de la justicia sobre

la eficacia y el bienestar)El segundo principio de la justicia es lexicográficamente anterior

al principio de la eficacia, y al que maximiza la suma de ventajas; y laigualdad de oportunidades es anterior al principio de la diferencia.

Hay dos casos:a) la desigualdad de oportunidades debe aumentar las oportuni-

dades de aquellos que tengan menos;b) una cantidad excesiva de ahorro debe, de acuerdo con un exa-

men previo, mitigar el peso de aquellos que soportan esta carga.

25Rawls, J.: Ob. cit., pp. 340-341.26 Ibídem, p. 341.

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El autor comenta que estos principios y normas de prioridadson incompletos y que han de hacerse otras modificaciones, perocuando se alude a una teoría no ideal este orden parece razonableen cuanto a la prioridad que debe establecerse; para una teoríaideal, la graduación de los principios de la justicia reflejará y di-rigirá la aplicación práctica de estos principios.27

Recordemos, como ya se había señalado, que esta propuesta esde la justicia como imparcialidad, aplicada a la estructura básicade la sociedad, si bien no era el ideal filosófico, sería, de aplicar-se, la alternativa más cercana a ese ideal de la justicia.

Pero Rawls no considera estos principios permanentes, sinoque se deberán ir confrontando con las circunstancias que pue-den hacer variar las condiciones del contrato inicial, aquí es don-de introduce la idea del equilibrio reflexivo.

En el compilado de las definiciones se resumió a qué le llama elautor equilibrio reflexivo, anotando que esto se refiere cuando losjuicios después de reflexionados se ajustan a los principios, queirán ajustándose y reajustándose a partir de las condiciones y cir-cunstancias hasta lograr una perfecta correspondencia. Es decir,los juicios intuitivos que cada persona tiene acerca de la justiciacon los principios asumidos en la situación original del contrato.

Una vez asumidos estos principios racionales, que se corres-ponden con los juicios reflexivos de las partes, se debe entonces,“elegir por nosotros mismos, [...] qué es lo que más desea y eljuicio acerca de la importancia comparativa de sus varios propó-sitos [...] introduce la noción de Racionalidad Deliberativa [...]”.28

Rawls plantea que se deben razonar sobre una serie de proble-mas morales que pondrán a prueba principios éticos de los indivi-duos, por lo que “el proyecto racional para una persona es el queelegiría con racionalidad deliberativa [...] Es el proyecto sobre elque recaería la decisión, como resultado de una reflexión cuida-dosa, en la que el agente reconsideraría, a la luz de todos los he-chos pertinentes, lo que probablemente realizaría aquellos proyectos,investigando así el modo de acción que mejor cumpliría sus másfundamentales deseos”.29 La racionalidad moral se ha convertidoen racionalidad deliberativa, en la que el individuo como personaracional buscará aquel proyecto que satisfaga varias de sus condi-

27 Ibídem, p. 34.28 Ibídem, p. 462.29 Ibídem, p. 461.

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ciones mínimas; se supone que esta persona es competente y pue-da decidir, conociendo los rasgos generales de sus deseos y de susobjetivos tanto presentes como futuros, valorando la intensidadde sus deseos y decidiendo si es realmente necesario lo que de-sea.30

Rawls aclara la diferencia que existe, para la construcción deeste proyecto racional, con la teoría utilitarista, ya que, en esta,cada cual elabora su proyecto con toda la información, procediendola sociedad después a elevar, al máximo, el agregado cumplimientode los proyectos resultantes; en la teoría defendida por él, es de-cir, en la concepción de la justicia como imparcialidad, los prin-cipios son los primeros acordados donde se fijan los interesesmutuos y la construcción de los proyectos deben correspondersecon ellos, los que no sean compatibles tendrán que revisarse.31

Así la situación ideal es contrastada y enjuiciada por lascircunstancias, es decir, por la razón práctica, posibilitando quelos imperativos morales abstractos se vayan transformando enaquellas normas ideales específicas que el individuo comociudadano moral se compromete a cumplir por ser el fruto de unaelección libre y racional en un procedimiento consensual.

De esta manera con el equilibrio reflexivo los principios de lajusticia se asumen por los contratistas en el acuerdo inicial con laposibilidad de cuestionarlos en dependencia de nuevas circuns-tancias, sin que esto los obligue a tomar decisiones que, aunquesean de la mayoría, no las consideren justas o convenientes. Porlo que el argumento de una voluntad mayoritaria no será moral-mente legitimada, sino es asumida libremente por los individuos.

De aquí la importancia que le otorga al equilibrio reflexivo,que es lo que posibilitará que lo individual articule con la voluntadgeneral, y que se puedan replantear los principios así como laestructura social que se deriva de estos, siempre que las convic-ciones de los individuos como ciudadanos morales lo promuevan.Se pretende salvar una de las inconsistencias del contractualismoclásico: la autonomía individual y la voluntad colectiva.

En la parte final de su obra donde realiza las “Observacionesfinales sobre la justificación”, Rawls plantea: “... la justicia es la pri-mera virtud de las instituciones sociales. He tratado de exponer

30Rawls, J.: Ob. cit., p. 462.31 Ibídem, pp. 623-624.

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una teoría que nos permita comprender y valorar estos sentimien-tos acerca de la primacía de la justicia. El resultado es la justiciacomo imparcialidad: articula estas opiniones y mantiene su ten-dencia general. Y aunque no es, naturalmente, una teoría plena-mente satisfactoria, ofrece, en mi opinión, una alternativa a lainterpretación utilitarista que durante tanto tiempo ha ocupadoel lugar preeminente en nuestra filosofía moral. He tratado depresentar la teoría de la justicia como una doctrina sistemáticaviable, de modo que la idea de elevar al máximo el bien no man-tenga el predominio por omisión.

”Por último, podemos recordar que la hipotética naturaleza dela situación original invita a preguntar: ¿por qué hemos de teneralgún interés en esto, ni moral ni de otro género? Recordemos larespuesta: las condiciones incorporadas a la descripción de estasituación son unas condiciones que nosotros, realmente, acepta-mos. O, si no las aceptamos, podemos persuadirnos de hacerlo,mediante las consideraciones filosóficas del tipo ocasionalmenteintroducido”.32 Estas consideraciones introducidas harán posiblevalorar la ambigüedad del modelo rawlsiano, fundamentalmenteen lo referido a las posibilidades de la “no-aceptación” de las con-diciones en la situación inicial.

Todo este modelo hipotético, como afirmará el propio Rawls, sedesarrolla en una sociedad de democracia constitucional bajo un sis-tema capitalista, ya que, según él, sería la sociedad con mayores posi-bilidades para llegar a una “sociedad bien ordenada” y aunque planteaque su tema es el de la teoría de la justicia y no el de la economía, hayaspectos que él subraya, como morales, de la economía política quetendrá en cuenta. Aquí aborda entonces la necesidad de diferenciaruna economía de propiedad privada de una economía socialista,33 parael alcance de instituciones sociales justas.

Los aspectos más relevantes que refiere son, entre otros, losdel problema del ahorro, las porciones distributivas, la forma enque deben ser proyectadas las instituciones básicas para latributación y la propiedad, que por ser aspectos que complemen-tan su concepción de la justicia en la práctica, reseñaremos bre-vemente, citando textualmente sus conclusiones para que secomprenda su alcance.

32 Ibídem, p. 648.33 Ibídem, pp. 302-322.

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Rawls resume que “... los problemas de la economía políticason planteados únicamente para obtener la base práctica de lajusticia como imparcialidad, aunque los principios de la justiciano están diseñados para un régimen en especial ya que puedenser compatibles con diferentes regímenes”. “El esquema ideal des-crito [...] utiliza los esquemas de mercado [...] un sistema ideal depropiedad privada que sea justo, no implica que las formas histó-ricas sean injustas o, incluso tolerables y, desde luego, lo mismoocurre con el socialismo”.34

En su fundamentación llega, después de ir analizando cada unode los aspectos o problemas principales, para las institucioneseconómicas justas, que una sociedad con propiedad privada ymecanismos de libre mercado sería la utilizada en su modelo, porser esta más conocida y con mayores posibilidades en la aplica-ción de los principios de la justicia, por lo que “el régimen es, unademocracia de propiedad privada”.35

Al abordar los problemas del ahorro expone que la teoría con-tractual contempla el problema desde la posición original obligan-do a que las partes adopten un principio adecuado, por lo cual losprincipios de la justicia han de adaptarse a esta determinación.36

De esta manera al seguir un principio justo de ahorro implica-rá que cada generación aporta una contribución similar a la reci-bida por sus antecesores. “La generación presente no puede hacerlo que le plazca, sino que está sujeta a los principios elegidos en laposición original y que definen la justicia entre las personas enlos diferentes momentos del tiempo”.37

Por último, con relación al ahorro y su debida magnitud paralograr la justicia entre las generaciones, Rawls señala que no ha-brá preferencia por el tiempo, ya que en esto el velo de ignoranciaes hermético, no obstante, las partes, sí conocen que son contem-poráneos, por lo que habrá que asumir, para llegar al acuerdo deun ahorro racional, que las mismas representan líneas familia-res, en primer lugar, que se preocuparán por sus descendientes y,en segundo lugar, que los principios acordados serían los desea-dos, incluso, por generaciones anteriores.38

34Rawls, J.: Ob. cit., p. 303.35 Ibídem, p. 312.36 Ibídem, p. 325.37 Mejía, O.: Ob. cit., p. 64.38 Rawls, J.: Ob. cit., p. 327.

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De aquí que: “El principio de ahorro representa una interpre-tación, obtenida en la posición original, del deber natural, previa-mente aceptado, de sostener y fomentar las instituciones justas[...] Lo que parece justo a las personas en la posición original,define la justicia tanto en este momento como en los demás”.39

Con relación a las porciones distributivas, se señalan toda unaserie de ventajas de las instituciones económicas justas bajo unrégimen de propiedad privada y libre mercado. “El principal pro-blema de la justicia distributiva es la elección del sistema social”.40

Su elección se fundamenta, entre otros aspectos, en la descrip-ción de las instituciones básicas en ese régimen democrático ade-cuadamente organizado “que permite la propiedad privada delcapital y los recursos naturales”.41 Aquí es donde, según el autor,se adaptan a los dos principios de la justicia.

La estructura básica estará regulada por una constitución justaque asegure la libertad de los ciudadanos así como una legislaciónjusta. Se podrá alcanzar una igualdad de oportunidades, tanto en elacceso a la educación como en la libre elección de la ocupación.42

Estas instituciones básicas logradas harán posible que el go-bierno elegido cumpla con las cuatro funciones encargadas depreservar condiciones económicas y sociales: función de asigna-ción, de transferencia, estabilizadora y la de distribución.

Al ir describiendo lo que logrará el gobierno con cada una deestas funciones, Rawls destaca el papel y la eficacia de la econo-mía de mercado. Así, por ejemplo, la primera función será capazde “medir exactamente los costes y beneficios sociales” a partirde errores en los precios que pueden afectar la eficacia, se aplica-rán entonces subsidios e impuestos que rectifiquen estos, o revi-sando los derechos de propiedad, que evitarán que se forme unpoder irracional del mercado...43

La segunda función, en síntesis, logrará “un pleno empleo” alexistir la posibilidad de encontrar trabajo siempre que se deseeasí como una libre elección de la ocupación. Estas funciones ha-rán posible la eficacia de la economía de mercado.44 Se refiere ala primera y segunda funciones.

39 Ibídem, p. 330.40 Ibídem, p. 312.41 Ibídem, p. 313.42 Ídem.43 Ibídem, p. 315.44 Ibídem, p. 316.

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La tercera función, la de transferencia, garantizará un mínimosocial, un cierto nivel de bienestar. Este mínimo adecuado me-diante transferencias hará posible y perfectamente “justo” que elresto de la renta total se determine por el sistema de precios, “su-poniendo, que sea moderadamente eficaz y libre de restriccionesmonopolísticas...”.45

La cuarta y última función sería la de distribución, en esta tam-bién destaca lo superior de la economía de propiedad privada, dado,entre otros, por la cantidad mínima de ceder recursos al gobierno,en esencia, plantea el autor, “su tarea es la de preservar la justiciade las porciones distributivas mediante la tributación y los reajus-tes necesarios sobre los derechos de propiedad [...] y prevenir lasconcentraciones de poder perjudiciales para la equidad de la liber-tad política y de la justa igualdad de oportunidades”.46

Los aspectos donde admite Rawls que habrá desigualdades, se-rán los de la herencia de riquezas y herencia de inteligencias,aunque la primera es más controlable, lo esencial es “que en loposible, las desigualdades basadas en cualquiera de los dos as-pectos satisfagan el principio de la diferencia”.47

Otra parte importante de la función de distribución que se hade tener en cuenta, es la de los recursos sociales que han de sercedidos al gobierno para uso de bien público y plantea que “unimpuesto proporcional sobre el gasto puede ser una parte del mejoresquema impositivo”.48

Más adelante señala: “Los impuestos [...] y la definición legaldel derecho de propiedad, han de asegurar las instituciones de lalibertad en una democracia de propiedad privada”.49

“El objeto de la función distributiva no es, desde luego,maximizar el balance neto de satisfacción, sino establecer insti-tuciones básicas justas”.50

Aunque Rawls reitera que los principios de la justicia son com-patibles con cualquier régimen social, suponiendo siempre que elsocialista sea liberal, es decir, con economía de libre mercado,reitera, así mismo, las ventajas de la democracia de la propiedad

45Rawls, J.: Ob. cit., p. 315.46 Ídem.47 Ibídem, p. 316.48 Ibídem, p. 317.49 Ídem.50 Ibídem, p. 319.

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privada, aludiendo que una economía de libre mercado: primero,los precios se determinan por la oferta y la demanda; segundo,concuerda con las libertades justas y la igualdad de oportunida-des, no hay razón para una dirección centralizada del trabajo; ter-cero, descentraliza el ejercicio del poder económico; cuarto, laproducción de bienes está regida por la cantidad y calidad por laspreferencias de los consumidores que se reflejan en sus comprasen el mercado, no se dirige la producción por decisiones colecti-vas o preferencias de los proyectistas...51

Contradictoriamente concluye que aunque él selecciona esemodelo de economía privada y libre mercado como el justo e idealpara que se adopten los principios de la justicia “no se intentaprejuzgar la elección de régimen en casos concretos, ni tampocoimplica que las sociedades actuales que tienen propiedad privadade los medios de producción no sufran grandes injusticias”.52

Esta segunda parte de su libro, donde continúa describiendoun esquema de instituciones que satisfagan los principios de lajusticia, concluye con el Capítulo VI “El deber y la obligación”,referidos a los principios del deber y la obligación natural, peroaplicados a los individuos y su papel en el logro de una coopera-ción estable.

En sus argumentos plantea el por qué las personas en la posi-ción originaria elegirían esos principios de la justicia. “Son parteesencial de una concepción del derecho: definen nuestros lazosinstitucionales y cómo se produce nuestra dependencia respectoa unos y otros”.53

La elección de los principios de la justicia por las personas seríamás sencilla, ya que estos han sido adoptados por las instituciones—según Rawls— definiendo que el deber natural de la justicia apo-ya y promueve los acuerdos que satisfagan estos principios.54

Interpretando esta idea, el deber natural de la justicia se acor-daría entre las personas, como una exigencia fundamental de lateoría de la justicia.

Continúa abordando otros deberes, como el de: mutuo respeto,la ayuda mutua, y aunque reconoce que no tiene una propuestaespecífica para dar una prioridad a ninguno de estos deberes en

51 Ibídem, pp. 308-312.52 Ibídem, p. 312.53 Ibídem, p. 374.54 Ibídem, pp. 374-375.

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caso de conflicto y aunque estén desordenados, serían reconocidospor la persona moral, que adopta una concepción de la justicia acor-dada y que toma en consideración el bien de los demás. 55

Por lo tanto, los deberes no se pueden anteponer a las accionesen las que se hace más de lo que se debe, o a las obligaciones, perosí se puede afirmar que las obligaciones se derivan del principiode imparcialidad,56 recordando que este principio contempla, pri-mero, un acto de voluntariedad de las partes cuando se aceptanlos beneficios de las instituciones y, segundo, que las institucio-nes son justas e imparciales cuando estas satisfagan los dos prin-cipios de la justicia. Por lo que, si las instituciones que se aceptanson injustas o imparciales, no se tendría obligación ninguna.

Concluye Rawls señalando que el deber que se derive del prin-cipio de la imparcialidad serán las obligaciones, el resto de lasexigencias morales de las personas serán los deberes naturales.57

Entre otras obligaciones señala la evidencia de obedecer leyesjustas bajo una constitución justa, en una sociedad bien ordenaday solo se podrían obedecer leyes injustas, de manera obligatoria,cuando estas se dan en determinadas circunstancias bajo una es-tructura básica de la sociedad razonablemente justa y que no seaexcesivo el límite de la injusticia. De nuevo el carácter ambiguode la teoría rawlsiana, admitiendo lo justo de lo injusto en unateoría ideal-no ideal. Para esto, es razonable, argumenta Rawls:“En un estado casi justo, tenemos normalmente el deber de obe-decer leyes injustas, en virtud de nuestro deber de apoyar unaconstitución justa [...] El deber de urbanidad impone la acepta-ción de los defectos de las instituciones y ciertos límites para po-der beneficiarnos de estos defectos. Sin el reconocimiento de estedeber, la fe y la confianza mutua están expuestas a desaparecer.Por tanto en un estado próximo a la justicia, existe normalmenteel deber [...] de obedecer las leyes injustas”.58

Es decir, el deber de urbanidad sería un deber natural, ya queno se deriva del principio de imparcialidad, sin embargo, esnecesario, para cubrir toda una serie de situaciones que se pue-

55Rawls, J.: Ob. cit., pp. 377-379.56 Ibídem, p. 383.57 Ibídem, pp. 384-385.58 Ibídem, p. 396.

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den dar y tener alguna idea del deber político, según criteriodel autor.

Al abordar en este mismo aspecto el status de la regla de lamayoría, cae de nuevo en contradicción su modelo, ya que antesse afirmó, en su primer capítulo “La justicia como imparciali-dad” que: “Cada persona posee una inviolabilidad fundada en lajusticia que incluso el bienestar de la sociedad como un todo nopuede atropellar [...] por lo que la justicia niega que la pérdida delibertad para algunos sea correcta por el hecho de que un mayorbien sea compartido por otros...”.59

Ahora plantea que “alguna forma de la regla de mayorías ofre-ce su justificación como el medio más eficaz de garantizar unalegislación justa y efectiva”.60

Así, “la utilidad del procesamiento de la regla de mayorías comomedio de solución política”.61

En cuanto a los principios que se abordan del deber natural yla obligación, la desobediencia civil la trata Rawls para explicarsu papel en un régimen constitucional casi justo, lo cual serviría,según su criterio, como alternativa a la violencia: “Cualquier in-terferencia con las libertades civiles de los demás, tiende a oscu-recer la cualidad de la desobediencia civil...”.62

Esta desobediencia civil no constituye una amenaza, pues se-ría dar a conocer públicamente una forma de petición, lo que norompería con la “fidelidad” de la ley, sino que expresa pública-mente su desobediencia, enfrentando criterios de la minoría, quereclaman “legítimas” pretensiones que deben escuchar la mayo-ría. Trata así de conciliar “la posibilidad de cambios” propuestoscon su equilibrio reflexivo y la reflexión deliberativa, solo que,como se podrá apreciar más adelante, esto se dará en los marcosde esa sociedad de democracia privada, que contempla desigual-dades económicas y sociales.

De esta manera, la desobediencia civil se aparta de las rebelio-nes y la resistencia violenta organizada, casos, que el autor reco-noce pueden existir, de darse una estructura básica sumamente

59 Ibídem, p. 20.60 Ibídem, p. 396.61 Ibídem, p. 402.62 Ibídem, p. 407.

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injusta, por lo que no serán abordados, ya que se apartan de lapropuesta de un régimen constitucional casi justo. Este régimen“casi justo” posee fuerzas internas capaces de reajustar las des-viaciones de la justicia.63

Concluyendo, el papel de la desobediencia civil como teoríaque se describe dentro de los principios del deber natural y laobligación, sería de gran utilidad para lograr la estabilidad deuna constitución justa, dentro de los límites de la fidelidad a laley. Y se justificaría “como un medio moral correcto de mantenerun régimen constitucional”.64

En este orden de lo moral, también se aborda por Rawls la posibi-lidad de evadir un mandato legislativo de forma consciente, o, comoél lo denomina, objeción de conciencia. El autor de la Teoría de laJusticia reconoce que al separar esto de la desobediencia civil esrestringir esta, sin embargo, lo hace por un criterio de utilidad.

Resumiendo esta idea, de lo que se trata es de referir las dife-rencias que existen entre la forma propiamente de acudir a unadesobediencia civil y la de objetar conscientemente un mandato oprecepto legal. Este último no se realiza públicamente, ni se sometea la justicia de la mayoría, ni se basa solo en principios políticos,sino que pueden ser desacuerdos de principios religiosos, entreotros, con el orden constitucional. Tanto una forma como otra sir-ven para la interpretación de desobediencia civil y de su papel enesa sociedad democrática descrita, “porque emplear el aparatocoercitivo del estado para mantener instituciones manifiestamenteinjustas, es una forma ilegítima a la que los hombres tienen dere-cho a resistirse”.65

La tercera y última parte, denominada “Fines”, abarca todolo relacionado con: la bondad como racionalidad, el sentido dela justicia y la bondad de la justicia. Cada aspecto se desarrollapor capítulos respectivamente, sin embargo, solo se hará refe-rencia a los que pueden ser de interés para el completamientodel conocimiento.

En la bondad como racionalidad es interesante el planteamientorawlsiano acerca del significado del “bien” y su definición aplica-da a las personas. Se retoma lo que él denomina “principio

63Rawls, J.: Ob. cit., p. 505.64 Ibídem, p. 426.65 Ibídem, p. 433.

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aristotélico”, este se corresponde con el bien primario de su teo-ría, es decir, con el autorrespeto, ya que, según este principio, “enigualdad de circunstancias, los seres humanos disfrutan con elejercicio de sus capacidades realizadas (sus facultades innatas oadquiridas), y este disfrute aumenta cuantas más capacidades serealizan, o cuanto mayor es su complejidad”.66

Al aceptar este principio, Rawls concluye que se podrá expli-car qué cosas pueden ser reconocidas como buenas para los sereshumanos, además, que al enlazar con el bien primario podrá ocu-par, definitivamente, un lugar fundamental en la psicología mo-ral que subyace en la justicia como imparcialidad.67

El bien para una persona estaría, entonces, en poder realizarun proyecto racional de vida que abarcaría los bienes primariosacordados en la posición original (libertad, oportunidades,ingresos, riquezas, autorrespeto) por lo que estos serán aceptadoscomo concepción del bien y de la justicia. Se debe recordar que locorrecto, lo justo en esta propuesta, es prioritario al bien que, aldarse desde la posición originaria, se resuelve como virtud moralen la concepción de la justicia como imparcialidad.

Con esta misma finalidad, la teoría del bien descrita, la divideRawls en dos: teoría específica del bien y teoría general.

La específica, relacionada con la ejecución del proyecto racio-nal de vida a partir de establecer los bienes primarios para alcan-zar los principios de la justicia; la general que ya incluirán esosprincipios como establecidos y que se usarán para la definiciónde otros conceptos morales, que, como la bondad, ocupan un lu-gar importante en la filosofía moral rawlsiana.

De esta manera, la noción de la bondad como racionalidad, alestar implícita en los principios de la justicia, hará posible quelas personas actúen voluntariamente según la concepción públi-ca de la justicia consolidando las instituciones sociales que adop-tan estos principios.

También en esta concepción el autorrespeto o autoestima esconsiderada como un bien primario, para lo cual será importanteel convencimiento de la persona de que el proyecto de vida vale lapena desarrollarlo así como tener confianza en sus posibilidadesde lograrlo.

66 Ibídem, p. 471.67 Ibídem, p. 478.

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Los conceptos de lo “bueno” y lo “justo” se desarrollan con ma-tices contrastantes en la Teoría de...; Rawls alude que estos sonconceptos esenciales porque explican el valor de lo “moral”.68

Estos contrastes se encuentran en las propias característicasde la teoría contractual, en la cual se prioriza el derecho y la jus-ticia sobre otras virtudes. Aunque, como se podrá valorar, el au-tor de la Teoría de..., en su afán de propuesta “ideal” o mejoralternativa, interrelaciona todas las virtudes, que se harán com-patibles con los principios de la justicia inicialmente acordados.

“La Justicia como Imparcialidad, conduce mejor que ningunaotra teoría a una interpretación más real de lo que consideramosnuestros juicios y facilita el modo de expresión de lo que se nece-sita afirmar [...]”.69

En el sentido de la justicia, al retomar la significación de unasociedad bien ordenada, puntualiza que no solo es una sociedadproyectada para incrementar el bien de las personas considera-das sus miembros, sino que se rige por una concepción pública dela justicia —así explica el autor—, al obrar justamente ya estoforma parte del bien y, por ende, de la bondad, quedando resueltala “congruencia” entre justicia y bondad, lo que haría de esta, supropuesta, la teoría de mayor “estabilidad”para los ciudadanosiguales, libres y morales, con relación al resto de las alternativastradicionales presentadas.70

Estabilidad y equilibrio se lograrán en esa sociedad que alcancela justicia en la estructura básica conformada a través de las insti-tuciones políticas, sociales y económicas que satisfacen los princi-pios de la justicia, correspondiéndose con las actitudes morales delos individuos que lo acordaron desde la posición original.

La estabilidad en este marco, se refiere, que aunque cambienlas circunstancias sociales, las instituciones se mantendrán igua-les o aproximadamente iguales, ya que la “sociedad bien ordena-da” bajo este sistema de democracia privada, genera fuerzaspropias que detendrá con eficacia las inevitables desviaciones dela justicia. El sentido de la justicia desempeña un papel primor-dial en esas fuerzas con que cuenta el sistema.

Rawls lo plantea de la siguiente manera: “Las inevitables des-viaciones de la justicia son eficazmente corregidas o se mantie-

68Rawls, J.: Ob. cit., pp. 439-486.69 Ibídem, p. 499.70 Ibídem, pp. 501-508.

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nen dentro de unos límites tolerables gracias a la acción de lasfuerzas del sistema. Entre esas fuerzas, yo supongo que desempe-ña un papel fundamental el sentido de la justicia compartido porlos miembros de la comunidad. En cierta medida, pues, los senti-mientos morales son necesarios para asegurar que la estructurabásica es estable con respecto a la justicia”.71

Su forma de analizar estas definiciones de equilibrio y estabili-dad son intuitivas y reconoce su vaguedad al abordarlas, no obs-tante, para que se tenga la idea exacta, lo trataré sucintamente.Para el autor de Teoría de..., el sistema que interesa será el de laestructura básica en una sociedad bien ordenada, es decir, aquelconjunto de instituciones que adopten los principios de la justi-cia y que esta sea una comunidad nacional autónoma, no se con-templa lo externo. De aquí que esta sociedad tiene un equilibrioestable cuando es capaz de mantener una concepción de la justi-cia que se corresponda con las actitudes morales de los indivi-duos y que de darse desviaciones, las fuerzas internas del sistemasean capaces de regresarlo al sistema de equilibrio, es decir, laestabilidad depende de la intensidad de esas fuerzas, si el siste-ma cambia profundamente entonces el equilibrio será inestable.Sin embargo, esto no sucederá si el sentido de la justicia, comofuerza que desempeña un importante papel, es compartida porlos miembros de la comunidad con sentimientos morales necesa-rios para asegurar la estabilidad de la estructura básica con res-pecto a la justicia.

Otro aspecto interesante es con relación a la base de la igual-dad, donde se plantea que “la capacidad de personalidad moral esuna condición suficiente para tener derecho a una justicia igual”.72

Esto es a lo que él le llama derecho natural, el valor especial de unapersona que lo protege el primer principio de la justicia. El siste-ma de libertades iguales es absoluto, por lo que solo será necesarioen la posición original tener la capacidad de persona moral, su po-tencialidad es el requerimiento mínimo para gozar de la igualdadde la libertad, no es necesario que esta capacidad se realice.

Citando a Rawls: “... aunque los individuos tienen, probable-mente, distintas capacidades de un sentido de la justicia, este he-cho no es una razón para privar de la plena protección de la justicia

71 Ibídem, p. 506.72 Ibídem, p. 558.

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a los que tienen una capacidad menor. Dentro de un determinadomínimo, una persona tiene derecho a una libertad igual, en lamisma medida que cualquier otra”; más adelante señala: “Los be-neficios especiales que una persona recibe por su ejercicio hande regirse por el principio de la diferencia [...] la aplicación delprincipio de la libertad igual no se ve afectado por esas diferen-cias. Se cree a veces que los derechos y las libertades fundamen-tales deberían variar según la capacidad, pero la justicia comoimparcialidad lo niega: siempre que se alcance el mínimo de per-sonalidad moral, una persona tiene derecho a todas las garantíasde la justicia”.73

Al concluir esta sección de la capacidad natural como base dela igualdad, esta capacidad entendida como mínima del sentidode la justicia, es suficiente para asegurar que todos tengan dere-chos iguales. Se hace evidente la continua contradicción que refle-ja Rawls en su hipótesis de la igualdad de la libertad, presentandoesta como derecho absoluto de todos los miembros de la ideal so-ciedad bien ordenada, dentro de un determinado mínimo de capa-cidad del sentido de la justicia, y ¿los que no llegan a ese mínimo,cuál será el mínimo...? “La bondad de la justicia”, capítulo final desu obra, culmina el segundo aspecto de lo referido a la estabilidady su fundamentación, exponiendo la congruencia entre la justiciacomo imparcialidad y la bondad como racionalidad.

En esa sociedad bien ordenada que se ha venido analizando,con sus instituciones justas, posibilita que los seres humanos ex-presen libremente su naturaleza como individuos libres e igualesy, por tanto, tengan un efectivo sentido de la justicia; se facilita launidad del “yo”, es decir, la autonomía de las personas y la obje-tividad de sus juicios, lo cual atenúa o elimina la tendencia a lainestabilidad.

En este momento aborda Rawls los conceptos de autonomía yobjetividad, donde, según su propio criterio, sigue la idea kantianade una teoría contractual. La posición original posibilita que laspersonas morales, libres e iguales, elijan los principios de la jus-ticia actuando autónomamente bajo determinadas circunstanciasde justicia, que harán que estos principios sean objetivos. La ela-boración de una concepción justa se dará sobre bases razonablesque se podrán idear independientemente por cada uno.

73Rawls, J.: Ob. cit., pp. 557-559.

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Rawls argumenta racionalmente esta compatibilidad entre laautonomía y la objetividad como sigue: “Una sociedad bien orde-nada afirma la autonomía de las personas y estimula la objetivi-dad de los que se consideran sus juicios de la justicia”.74

Se continúa con la propuesta de la unión social, donde se tra-ta por el autor de justificar la individualidad desarrollada entodo su modelo, “es a través de la unión social fundada en lasnecesidades y posibilidades de sus miembros como cada perso-na puede participar en la suma total de los valores naturalesrealizados de los otros”.75

La finalidad de Rawls en este apartado no es precisamentepriorizar lo social, sino tratar de hacer compatibles, en una socie-dad bien ordenada, la finalidad de lograr los proyectos racionalesde vida de los individuos con su naturaleza social humana. Por lacomplejidad contradictoria que trata de resolverse, realizaremosalgunas citas textuales para su interpretación, así como una sín-tesis de ideas fundamentales desarrolladas por el autor.

Entre estas se consideran necesarias las siguientes:– En la situación inicial, donde se conoce por las partes, las cir-

cunstancias de la justicia y la concepción del bien para cadaindividuo, existe un conflicto de intereses en cuanto a sus de-mandas personales; por otra parte, existe identidad en cuantose desarrolla una cooperación para asumir cargas y beneficiosmutuos. La Teoría de la Justicia adoptará la del conflicto, yaque, según Rawls: “... Las premisas de la teoría serían condi-ciones sencillas y razonables que todos o casi todos aceptarían[...] Y al propio tiempo, cuanto mayor sea la colisión inicial dedemandas en la que los principios pueden introducir un ordenaceptable, más amplia deberá ser la teoría”.76

– La comunidad del género humano es interpretada como el con-sentimiento general que complace a todos, lo cual lo realizanlas instituciones justas a través de las individualidades.77

– La historia de la sociedad como un conjunto de comunidadessemejantes a lo largo del tiempo. La realización de facultadesindividuales solo se podrá efectuar a partir de la cooperación

74 Ibídem, p. 574.75 Ibídem, p. 578.76 Ibídem, p. 575.77 Ibídem, p. 578.

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de muchas generaciones, esto es, según Rawls, el hombre comoser histórico.78

– Solo el sexo es la afinidad que hace más necesaria a unos indi-viduos con otros.79

– Cualquier asociación puede considerarse como unión social,desde la familia hasta las amistades.

– La unión social es necesaria por cuanto es la que complementael individuo.

– Una sociedad bien ordenada puede considerarse como “uniónsocial de uniones sociales”.80

– Los miembros de esa unión se proponen cooperar en conjuntopara realizar su propia naturaleza y la ajena dentro de lo per-misible de los principios de la justicia.81

– Es necesario superar los problemas de la división del trabajo,para que todas las personas se puedan emplear en aquello quele brinde satisfacciones, “dentro de una justa unión social deuniones sociales, en la que todos pueden participar librementesegún sus inclinaciones”.82

Esta síntesis de ideas facilitará la comprensión de la valora-ción final acerca de la teoría propuesta para alcanzar la justiciacomo imparcialidad.

En los fundamentos para la prioridad de la libertad, la realiza-ción efectiva de todas las libertades es la tendencia de los dosprincipios de la justicia y reglas de la prioridad, por tanto, es elpropósito, en este apartado, concertar las razones de la prioridadde la libertad, desde la situación inicial.

“Tras haber elegido una concepción de la justicia que trata deeliminar la significación de las ventajas económicas y socialesrelativas como apoyos de la autoconfianza de los hombres, es esen-cial que se mantenga firmemente la prioridad de la libertad. Así,pues, también por esta razón los individuos se ven impulsados aadoptar un ordenamiento sucesivo de los dos principios”.83

Se ofrecen por Rawls toda una serie de fundamentaciones paraestablecer que las personas desde la situación inicial, establecidas

78Rawls, J.: Ob. cit., p. 581.79 Ídem.80 Ibídem, p. 582.81 Ibídem, p. 583.82 Ibídem, p. 585.83 Ibídem, p. 602.

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las instituciones justas, en una sociedad bien ordenada, donde elrazonamiento de cada uno de sus miembros sea público, es decir,que al acordar los principios de la justicia y, por ende, su concep-ción, ya conocen los hechos generales de una sociedad, la envidia yotros sentimientos aberrantes, no tendrán cabida en esa sociedad.84

Contradictoriamente había señalado Rawls que, de acuerdo conel segundo principio, el de la diferencia, era “excusable” la envi-dia para los menos afortunados, aunque estas condiciones debeneliminarse, ya que en una concepción pública de la justicia secontemplan los aspectos más simples, solo en caso necesario, lasexpectativas de los menos afortunados debe comprenderse en lainclusión del bien primario, la autoestima.85

Hemos ofrecido un esbozo de las argumentaciones principalesdesarrolladas por John Rawls en Teoría de la Justicia, siguiendo,en lo esencial, la estructuración metodológica expositiva de estaobra; solo quisiera añadir algunas de sus conclusiones recogidasen el apartado “Observaciones finales sobre la justificación”, conlo cual finaliza.

En la página 645 Rawls plantea una de las ideas rectoras de supropuesta como sigue: “Si la justicia como imparcialidad es másconvincente que las presentaciones más antiguas de la doctrinacontractual, creo que esto se debe a que la situación original, comose ha indicado más arriba, reúne, en una sola concepción, un pro-blema de elección, razonablemente claro, con condiciones que,según se reconoce ampliamente, son adecuadas para influir en laadopción de principios morales”. Más adelante señala: “... inte-grar en un solo esquema todas las perspectivas individuales, yalcanzar, conjuntamente, unos principios reguladores que pue-den ser confirmados por todos al vivir de acuerdo con ellos, cadauno de acuerdo con sus propios puntos de vista. La pureza de co-razón, si pudiera alcanzarse, consistiría en ver claramente y enactuar con indulgencia y autodominio desde esta posición”.86

Pensamos que, si bien es una síntesis lo que se ha presentado eneste trabajo referativo, con los planteamientos seleccionados esposible su valoración, y como se señalara al inicio, conocer el al-cance científico de sus planteamientos. A continuación ofreceré

84 Ibídem, p. 605.85 Ibídem, p. 604.86 Ibídem, pp. 645-649.

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mis consideraciones, teniendo presente tanto el entorno social delautor como su ubicación contextual internacional.

Reflexiones finales y valoración crítica

– La teoría de la justicia, como propuesta alternativa para alcan-zar una verdadera justicia social, que sea capaz de la imparcia-lidad y la igualdad, a través de un contrato social entre personas,que solo con la capacidad mínima de poseer un sentido de lajusticia serán personas acreedoras, desde la posición original,de una libertad e igualdad absoluta, pasa de ser, más que unmodelo hipotético, un modelo completamente subjetivo, alejadodel referente real. El entorno en que vive y se desarrolla elautor, evidencia relaciones de poder societal, donde un contra-to solo podría asegurar la distribución autoritaria de valoressocietales.

– Durante toda la construcción metodológica de la obra se fue-ron desarrollando concepciones ambiguas. Si los principios dela justicia fuesen elegidos por personas morales, racionales eiguales, por qué admitir diferenciaciones, ¿será posible lograrlibertad absoluta e igualdad inviolables con estas diferenciasreconocidas? Estimo que la única forma de lograr la libertad eigualdad es eliminando las diferenciaciones sociales.

– En el concepto de equilibrio reflexivo y racionalidad delibera-tiva, considera que los principios de la justicia no tienen quemantenerse intactos, sino que, al ir madurando los juicios, laspersonas pueden modificarlos; sin embargo, Rawls no nos es-clarece cómo hacerlo. Si, según explica después, las institucio-nes sociales adaptan tan adecuadamente esos principios, queaunque cambien las circunstancias sociales estas se podránmantener intactas o modificarse solo dentro de los límites deesa sociedad bien ordenada, sociedad que establece de demo-cracia privada, entonces, ¿cómo modificar los principios?, ¿cuá-les serían esas alternativas?

– De igual manera aborda la obligación de obedecer leyes injus-tas, si estas se dictan bajo una estructura básica “razonable-mente justa” y esto no excede ciertos límites de injusticia¿cuáles serían esos límites? Y ¿por qué la necesidad de leyesinjustas en una sociedad hipotéticamente bien ordenada? Es-tos aspectos quedan también en lo no cuantificable.

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– En su concepción de la justicia como imparcialidad, la hipóte-sis será que las partes que se enfrentan en el contrato socialdeberán beneficiarse, de manera imparcial, recibiendo equita-tivamente, por las instituciones justas, el derecho a la libertad,igualdad, oportunidades, ingresos y riquezas. Pero tambiénadmite que, si la distribución de ingresos y riquezas generaraalguna desigualdad, sería para mayor ventaja de los menos fa-vorecidos. Aquí también omite cuáles son las ventajas que po-drán disfrutar los menos favorecidos. Y de hecho, la existenciade las desigualdades.

– En su análisis de los problemas morales de la economía políti-ca, aunque afirma que su teoría es de la justicia no de la econo-mía, establece toda una serie de requerimientos y premisas parala selección del sistema social en que mejor se adaptarán losprincipios de la justicia, llegando a la conclusión de que unaeconomía privada de libre mercado, es decir, un régimen dedemocracia privada sería el elegido para su modelo. Al recono-cer la propiedad privada sobre el capital y los recursos, admitey legitima la desigualdad, la acumulación de los poseedores através de sus ingresos, ¿cómo se forman esos ingresos, cómolos no propietarios de capital pueden mantener los principiosseleccionados bajo el velo de ignorancia, al saberse desposeí-dos? ¿A qué capital y a qué recursos se refiere? ¿Se podrán man-tener legitimadas esas instituciones cuando la distribución nosea equitativa? Es obvia la contradicción del autor porque, sibien la propiedad personal, obtenida producto del trabajo so-cial, no genera desigualdades sociales, ya que mantiene los re-cursos y el capital para su distribución equitativa, la propiedadprivada sobre el capital y los recursos incrementa las desigual-dades, alejando a los ciudadanos cada vez más de posiciones deigualdad e imparcialidad.

– La desobediencia civil y la objeción de conciencia es otro re-curso utilizado con limitaciones. La minoría puede hacer pú-blico su desacuerdo y la mayoría tendrá que escuchar y atenderesos reclamos, y ¿si es la mayoría la que estuviera en desacuer-do después del análisis de sus proyectos racionales de vida,cómo se harían los reclamos, hasta dónde la mayoría tendría elderecho de ser escuchada? Volvemos al inicio, ¿se podrían cam-biar los principios de la justicia seleccionados en la posiciónoriginal? ¿No se volvería desordenada esa sociedad? Si Rawlsfuera consecuente con sus planteamientos elementales, hubie-

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ra seguido esa lógica, pues la mayoría puede legitimar o noel poder y, por supuesto, las instituciones sociales de la es-tructura básica. Como él mismo señalara, si estas institucio-nes son eficientes y ordenadas pero no son justas, deberíandesaparecer.

– La base de la igualdad al sistema de libertades lo plantea paratodas aquellas personas con personalidad moral que tengan lacapacidad mínima del sentido de la justicia; aunque esta capa-cidad no se realice, nos preguntamos, ¿podrán las personas norealizadas en sus capacidades disfrutar de ese sistema de li-bertades e igualdad? ¿Cómo se podrán realizar a través de lasdiferencias “inevitables”?

– La estabilidad de una sociedad depende de la legitimidad delos ciudadanos a su Estado y gobierno, y se refleja en una par-ticipación real y objetiva en la toma de decisiones de sus clasespolíticas; esto nos da la legitimación observable, lo que se pue-de medir. La estabilidad a la que se refiere Rawls en su pro-puesta es abstracta e inalcanzable, lo que hace de su modeloalgo no real, solo en su mente y en el afán de justificar lo injus-tificable del sistema capitalista actual.

– Las desviaciones de la justicia justifican las injusticias, por loanalizado en Teoría de..., esto se podrá detener por las propiasfuerzas internas generadas por el sistema, las fuerzas referi-das estarían en las personas morales libres e iguales, ¿esas per-sonas estarán dispuestas a defender instituciones donde esinevitable la distribución desigual? Otro aspecto del modelo hi-potético que no esclarece su complejidad.

– El análisis sistémico que trata de realizar Rawls es insuficientepara lograr las satisfacciones necesarias a las demandas de li-bertad e igualdad, se queda, al igual que sus antecesores y con-temporáneos, en el deber ser, sin llegar a la solución del ser.Omite las transformaciones sociales, tratando de sustituirlas

con la unión social, en la que plantea un orden eterno, que man-tendrán las futuras generaciones. De igual manera niega el papelde lo social, serán suficientes las instituciones justas para la rea-lización de las facultades individuales. Afirma que solo la afini-dad sexual es lo que hace más necesario a los individuos. Otraargumentación que confirma su propuesta puramente hipotética,alejada del contexto real.

Rawls omite, de igual manera, todos los conflictos social-polí-ticos epocales como: los conflictos electorales, los de goberna-

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bilidad, la existencia cada vez más clara de los grupos de presión,entre otros, lo que hace aún más idílica su propuesta.

Estas valoraciones, que he tratado de resumir y que quizás nosean todas las que se pudieran realizar, son, desde mi punto devista, medulares para comprender por qué la Teoría de la Justicia,del filósofo norteamericano John Rawls, no podría aplicarse comoalternativa para lograr la justicia social ni la igualdad, ya que en símisma es justificativa de las desigualdades, no alcanzando a ofre-cer un modelo que permita la realización individual de las capaci-dades humanas. No tiene en cuenta el referente real ni nacional niinternacional, queda entonces en pie la problemática de la con-temporaneidad: lograr naciones justas en un mundo justo.

El no tener un referente histórico acerca de la posibilidad deun contrato social, aleja el nuevo contrato propuesto, aún más,como alternancia social, al menos, en el futuro inmediato. Una delas razones por las que discrepo de Oscar Mejía en su afirmaciónacerca del neocontractualismo, según el cual: “... tiene una vigen-cia y actualidad innegables para países como los nuestros, parti-cularmente en su interpretación rawlsiana...”.87

Países como los de América Latina, el Caribe y, en general, losdel llamado Tercer Mundo, no tienen opción con esta alternativacontractual, ni se conciben tan siquiera en la propuesta rawlsiana,que, como él mismo establece, se ofrece para una sociedad“cerrada” y autónoma. Lo primero que se debe lograr por estospaíses es su autonomía, a partir de modelos que respondan a sureferativo real, con sus complejidades y conflictos, enfocados, nohipotéticamente, sino atendiendo la posibilidad, en este contextointernacional, globalizado y a la vez excluyente de, si no eliminar,atenuar las abismales diferencias sociales; es de esta manera y node otra, la única de lograr legitimidad y, por tanto, la verdaderajusticia social.

Bibliografía

FUENTES, JUAN FRANCISCO (2001): “Algunas consideraciones sobrela filosofía política contemporánea”, Ponencia, U.H., Ciudadde La Habana.

87 Rawls, J.: Ob. cit., p. 44.

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KYMLICKA, HILL (1995): Filosofía política contemporánea, EditorialAriel S.A., Barcelona, España.

MEJÍA QUINTANA, OSCAR (1997): Justicia y democracia consensual,Ediciones Uniandes, Colombia.

RAWLS, JOHN (1979): Teoría de la Justicia, Ed. Fondo de la CulturaEconómica, España.

VALLESPÍN, FERNANDO (1995): Historia de la Teoría Política, 6, Edi-torial Alianza, Madrid, España.

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LA CONCEPCIÓN DEL SISTEMA POLÍTICOEN DAVID EASTON

JOSÉ FERNÁNDEZ OLIVERA

La obra teórica de David Easton,1 es consulta obligada para losestudiantes de la ciencia política. Introduce como aporte funda-mental un modelo para el análisis del funcionamiento de los sis-temas políticos. Con un enfoque estructuralista, estudia lossistemas como un circuito de compartimentos que se relacionancon su entorno sociocultural.

En la investigación se busca solución a una problemática cen-tral: ¿Cómo lograr hacer persistir los sistemas políticos en un mundodonde coexistan la estabilidad y el cambio?

1 David Easton nació en Toronto, Canadá (1917), y desde 1943 se estableció en Es-tados Unidos; es eminente profesor e investigador del departamento de CienciasPolíticas de la Universidad de Toronto. Dedica su atención investigativa funda-mentalmente a la estructura de los sistemas políticos. Profesor Titular de la Uni-versidad de Chicago (1955), fue presidente de la Asociación Americana de Artes yCiencias. En la edición inglesa de la Enciclopedia Internacional de Ciencias So-ciales (1968), ya se hace referencia a la obra de este destacado cientista político.Entre su copiosa producción bibliográfica podemos citar: Children in thePolitical System: Origins of Political Legitimacy (1969); A Framework of PoliticalStructure (1979); The Analysis of Political Structure (1990); An Approach to theAnalysis of Political System (1993); Regime and Discipline Democracy andthe Development of Political Science (1995).El profesor Easton ha escrito también ampliamente acerca del Estado y deldesarrollo de la ciencia política; tiene una obra destacada sobre la socializa-ción de los niños.Su obra es clásica para el estudio de modelos de sistemas políticos, ha dirigidovarios proyectos de colaboración investigativa en centros científicos de Améri-ca Latina.

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En la búsqueda de la respuesta se nos revelan los procesos vi-tales de los sistemas políticos, cuestión a través de la cual pode-mos sistematizar su obra.

La definición de sistema político en la obra de David Easton

Un sistema es un conjunto de variables, independientemente delgrado de relación existente entre ellas, que nos ayuda a com-prender y explicar algún aspecto de la conducta humana que nospreocupa.

En el caso del sistema político, Easton sostiene:“. . . puede denominarse sistema político a aquellas

interacciones por medio de las cuales se asignan autoritariamentevalores a una sociedad dada, esto es lo que lo distingue de otrossistemas de su medio”.2

Nos parece conveniente para una mejor comprensión del esque-ma eastoniano fijar la atención en dos aspectos fundamentales:

Primero: el hecho de que asigne autoritariamente valores a unasociedad, supone que sus miembros se sientan obligados por esaasignación. Se consideran miembros a las personas que intervie-nen en la vida política, término genérico que se objetiviza en losroles políticos, por lo que no todo sujeto es miembro, ni todo miem-bro desempeña el mismo rol.

Segundo: se considera a la vida política como un sistema deconductas que interactúan con su ambiente, interacción que de-termina la dinámica de este sistema con otros de la sociedad.

La asignación de valores societales escasos:variable independiente del sistema político

La asignación de valores solo se materializa desde el ejercicio delpoder, ya que puede privar a una persona o grupo de un valor queya poseen, obstaculizar la obtención de valores que de otra formaserían obtenidos, o dar acceso a valores para unas personas entanto se les niega a otras.

2 Easton, David (1996): “A system analysis of political life”, Capítulo II, en Dieztextos básicos de ciencia política, Editorial Ariel S.A., Barcelona.

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Las bases de esta aceptación van desde el temor al empleo dela fuerza, el compromiso o interés propio, el temor a la sanciónpsicológica, la tradición de obediencia al poder o la prudenciaante este.

El modo característico de conducta del sistema dependerá dela capacidad que tenga para tomar decisiones que son aceptadaspor la mayoría de sus miembros el mayor tiempo posible.

La relación de los sistemas políticoscon su entorno o ambiente. El límite

Referente a este aspecto el autor plantea:“En la medida que logramos aislar analíticamente la vida polí-

tica como sistema, es notoria la inestabilidad de interpretar estesistema como existente en el vacío. Es preciso verlo rodeado deambientes, físicos, biológicos, sociales, y psicológicos [...] si hi-ciéramos caso omiso de esto, nos resultaría imposible echar loscimientos de un análisis sobre la forma en que un sistema lograpersistir en un mundo de estabilidad o cambio”.3

La vida política es un sistema abierto que interactúa con suambiente, por lo que se considera expuesto a influencias del me-dio en el que se encuentra inmerso, y necesita poseer la capaci-dad de responder a las circunstancias en que funciona, contandocon mecanismos que le permitan adaptarse a sus ambientes, todoaquello que rodea al sistema político y que, formando parte de lasociedad o no, interactúa con él.

El concepto de límite nos delimita la demarcación que carac-teriza a los roles políticos de los no políticos. La importancia deeste término dependerá del grado de desarrollo que tenga el sis-tema político.4

3 Ídem.4 En las sociedades actuales suele haber una clara demarcación de estos rolespolíticos; según el autor, el grado de diferenciación de los sistemas políticoscon respecto a otros sistemas sociales se manifiesta en:El grado en que los roles y actividades políticas se distinguen de otros roles yactividades sociales; el grado en que se inserten en estructuras sociales comola familia; en que los que desempeñan roles políticos formen un grupo en lasociedad con sentido de solidaridad y cohesión interna; en el que se adoptan laforma de jerarquías que se diferencia de otras fundadas en otros criterios no

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El ambiente se divide en intrasocietal y extrasocietal, el pri-mero se constituye por aquellos sistemas que pertenecen a la mis-ma sociedad sin ser sistemas políticos, también se denominansistemas paramétricos, ambientales o parapolíticos, y se refierena la familia, organizaciones de profesionales y otros.

Debemos tener presente que constituyen subsistemas del sis-tema social, y solo distribuyen valores societales que tengan rela-ción con el grupo del cual se trate.

El poder que tiene el sistema político para regular diferenciaso posibles conflictos es mayor que el de los sistemas paramétricos,incluso tiene la facultad de movilizar recursos o emprender ac-ciones en nombre de toda la sociedad, sobre todo en períodos decrisis transicionales.

Los sistemas intrasocietales comprenden series de conducta,actitudes e ideas como la economía, la cultura y la estructura so-cial, que constituyen segmentos funcionales de la sociedad y fuen-tes de muchas influencias que crean y dan forma a las circunstanciasen las que tiene que desarrollarse el sistema político.

El desarrollo de la vida política contemporánea resulta demostra-ción fehaciente del impacto que produce en los sistemas políticos, laeconomía, el desarrollo tecnológico y la estructura social o cultural.

El ambiente extrasocietal comprende a todos los sistemas queestán fuera de la sociedad dada y son componentes funcionales dela sociedad internacional, que es el suprasistema del que formanparte todas las sociedades individuales, por ejemplo, el sistemacultural internacional; el sistema político internacional, demográ-fico, ecológico, etcétera.

Las tensiones o estrés. Formas regularespara mantener el equilibrio

Las influencias que se originan con estos ambientes son fuente detensión para el sistema político. La tensión es todo lo que afecta el

políticos, como la riqueza, el prestigio, etcétera, así como el grado en que los pro-cesos de reclutamiento y los criterios de selección de aquellos que desempeñanroles políticos se diferencian de los procesos de reclutamiento para otros roles. Sedenomina autoridades a aquellos miembros del sistema que se encuentran rela-cionados con la labor cotidiana del mismo, y que son reconocidas por la mayoríade los miembros, por lo que sus acciones son aceptadas como obligatorias.

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equilibrio o estabilidad del sistema y origina perturbaciones, que sehacen presentes cuando existe el peligro de que las variables esen-ciales del sistema sean impulsadas más allá de su margen crítico.

Suponer la certidumbre en el desarrollo de un sistema dinámicoautorregulado, resultaría contradictorio con el modelo de análi-sis que se desarrolla, por lo que se asume la coexistencia del sis-tema con disturbios que pueden llegar a originar cambios en suestabilidad.

Los disturbios o perturbaciones pueden ser benignas o causan-tes de tensiones, siempre que esto ocurre, la persistencia del sis-tema corre peligro si las autoridades no tienen la posibilidad deactuar sobre ellas para evitar que el sistema colapse.5

Las tensiones pueden proceder de fuentes internas o externas;las internas son aquellas que tienen que ver con las relaciones en-tre los miembros del sistema, o entre sus autoridades. Las externasson aquellas que proceden del ambiente interno o extrasocietal.

Se establece una dialéctica de respuesta que Easton caracteri-za con la introducción de dos conceptos operacionales: inputs youtputs.

Los inputs o insumos y los outputs o productosen la respuesta de los sistemas políticosante las tensiones o estrés

Nos parece conveniente, para mejor comprensión de este concep-to, citar al autor:

“... Debido a la distinción analítica que hemos venido hacien-do entre un sistema político y sus sistemas paramétricos o am-bientales, nos será útil interpretar las influencias asociadas a laconducta de las personas del ambiente como intercambio o tran-sacciones para destacar que un efecto actúa en determinadadirección [...]”.

Luego pasa a definir los inputs o insumos:“... Podríamos concebirlo en su sentido más amplio compren-

diendo todo acontecimiento externo al sistema que lo altere, mo-difique, o afecte de una manera u otra. Pero si empleáramos el

5 Easton presenta su análisis como una “caja negra”, nombre con el que tambiénse conoce el esquema.

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concepto con esa amplitud nunca agotaríamos la lista de Inputsactuantes. De hecho, todo acontecimiento y toda situación, tendríaalguna importancia para el funcionamiento de un sistema político,y este concepto tan amplio es incapaz de ayudarnos a organizar ysimplificar la realidad, estaría en contradicción con sus propiosfines. Pero la tarea se simplifica si nos limitamos a ciertos tipos deInputs que pueden servir de indicadores sintéticos de los efectosmás importantes —en términos de su contribución a la tensión—que atraviesan la frontera existente entre los sistemas paramétricosy los políticos. Ello nos exime de tratar por separado las conse-cuencias de cada tipo de suceso ambiental. Como instrumento teó-rico es útil considerar, a tal efecto, que las influencias ambientalesmás destacadas se centran en dos tipos de Inputs principales, de-mandas y apoyos. A través de ellos se encausa, refleja, resumee influye en la vida política una amplia serie de actividades [...]”.6

Podemos decir que es en las fluctuaciones de los inputs de de-mandas y apoyos donde habremos de encontrar los efectos de lossistemas ambientales que se transmiten al sistema político.

Las demandas son deseos o expectativas sociales de los miem-bros de un sistema que son expresados a sus autoridades, adqui-riendo la categoría de demanda política; por ejemplo, demandasde bienes y servicios, de oportunidades de empleo; o demandasde participación política, como el derecho al voto, el acceso a car-gos públicos, o el derecho a que sus demandas sean escuchadas ytenidas en cuenta a la hora de diseñar políticas públicas.

Si las demandas son sistemáticamente incumplidas, pueden ge-nerar tensiones que disminuyan el apoyo al sistema político. Elcontenido y la cantidad de las demandas no pueden superar la ca-pacidad del sistema de generar respuestas so pena de que disminu-ya el rendimiento y se ponga en peligro su persistencia.

La regulación de las demandas es un indicador del robusteci-miento del sistema, ningún sistema tiene posibilidades infinitasde canalizar demandas, por lo que existen varios parámetros quese constituyen en reguladores de demandas:

Primero: no todos los miembros pueden dar voz a una deman-da, la posición que ocupan los miembros con respecto a las auto-ridades o su status social, les facilita canalizar demandas; loslíderes de opinión, dueños de los medios de difusión masiva, gru-

6 Easton, David: Diez textos básicos.., p. 5.

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pos de interés, partidos políticos, etcétera, se encuentran en mejorposición que otros para dar voz a las demandas políticas.

Segundo: el desarrollo de la cultura política acota la cantidad ycalidad de las demandas que sus miembros pueden presentar alas autoridades; la cultura determinará la cantidad de deseos quelos miembros puedan convertir en demandas políticas.

Tercero: la reducción del volumen y variedad de demandas querealizan los partidos políticos, a través de la conversión de dos omás demandas en una sola.

Cuarto: la capacidad que pueda mostrar el sistema ante grancantidad de demandas de aumentar la rapidez para canalizarlas yconvertirlas en rendimientos.

El otro tipo de input o insumo son los apoyos, segunda dimen-sión de entrada al sistema político.7

Se pueden distinguir tres objetos diferentes de apoyo: hacia lasautoridades, hacia el régimen y hacia la comunidad política; estodefine dos tipos de apoyo: el específico, el cual se debe a los bene-ficios concretos y a las ventajas que tienen los miembros por elhecho de pertenecer al sistema y que resulta de la satisfacciónpolítica alcanzada cuando la mayoría de las demandas, o al me-nos las más importantes, han sido debidamente canalizadas.

El otro tipo es el apoyo difuso que se debe a los sentimientos delealtad, afecto, legitimidad, o por la noción de que el bien comúnlogrado trasciende al bien individual. En la reproducción de estetipo de apoyo, sin el cual ningún sistema puede persistir por mu-cho tiempo, desempeña un importante papel el desarrollo de laideología política que produce en los miembros los sentimientosque promueven el apoyo difuso.

La combinación de ambos tipos de apoyo hacen robusto al sis-tema que también puede responder a las tensiones a través de laproducción de outputs o productos.

El concepto de outputs nos ayuda a organizar las influenciasque provienen del propio desarrollo interno del sistema, de la con-ducta de sus miembros. Al respecto Easton señala:

“Pero las actividades de los miembros del sistema pueden muybien tener importancia por las acciones o circunstancias subsi-guientes. En la medida en que esto es así, no cabe menospreciarpor completo las acciones que fluyen de un sistema a su ambien-te, ahora bien, como ocurre en los Inputs, dentro de un sistema se

7 Ibídem.

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lleva a cabo una extensa actividad. ¿Cómo aislar la parte que re-sulte relevante para comprender la persistencia de los sistemas?Un modo útil de simplificar y organizar nuestras percepciones dela conducta de los miembros de un sistema (tal y como se reflejaen las demandas y apoyos) consiste en averiguar los efectos deesos outputs sobre los que podríamos denominar outputs políti-cos, las decisiones y acciones de las autoridades. Es decir, la pro-ducción de outputs o productos provenientes de las autoridades(decisiones y acciones administrativas, decretos y reglamentos).De esta forma los outputs se convierten en enlaces que sirvenpara vincular al sistema con lo que sucede en su medio”.8

El autor nos alerta de que este cuadro es fundamentalmenteestático, solo si nos contentamos y nos detenemos en este puntodel análisis, la problemática fundamental consiste en averiguarcómo se emplea la influencia para formular y poner en prácticavarias clases de políticas o decisiones; en este sentido, no ten-drían ningún valor los productos del sistema si estos retornan almismo para brindar información a sus autoridades, influyendo deforma decisiva en su conducta posterior.

Con el término de retroalimentación o feeback se nos explica ladinámica de respuesta que poseen los sistemas políticos, y se com-pleta el ciclo que va desde el punto inicial del producto hasta el re-torno a las autoridades, que son las acreedoras de los productos.

La retroalimentación resulta un mecanismo eficaz para enfrentarlas tensiones, y modificar su comportamiento, anticipándose a las cir-cunstancias que podrían llevar al retiro del apoyo al sistema político.

El ciclo de retroalimentación o loop, proporciona datos sobrela disposición de los miembros a prestar apoyos, una vez que co-nocen los efectos surtidos por los productos.

Conclusiones

David Easton aporta un análisis que parte del concepto de sistemapolítico y se sumerge en la complejísima dialéctica de las relacio-nes políticas, descubriendo el papel fundamental que ejerce el am-biente político en el desenvolvimiento de cualquier sistema.

Al desarrollar un acoplamiento de conceptos y categorías alre-dedor del sistema político, nos sugiere un modelo para investigar

8 Ibídem.

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los complejos intercambios que se producen en este, a fin de re-ducir su diversidad a proporciones técnicas empíricamentemanipulables.

A pesar de su valía, en el análisis no se piensa como una teoríanormativa, sino descriptiva, que analiza el deber ser en el funcio-namiento de cualquier sistema político; aquí radica una de sus li-mitaciones, además de una cierta desvinculación del sistema políticocon otros sistemas y con las relaciones económicas de su ambiente,se pretende desconocer las diferencias existentes entre los diver-sos sistemas políticos que coexisten en la actualidad, ignorando elpapel que desempeñan las condiciones iniciales; en este caso, raí-ces históricas, en el potencial desenvolvimiento de todo sistemarobusto constituido, y los sistemas políticos no son la excepción.

Esto nos induce al imperativo de desarrollar una visión alter-nativa a la ciencia unicéntrica propugnada por el autor, enfren-tando este esquema de análisis a otros, aspecto indispensable paraalcanzar una profunda crítica al respecto.

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UNA VEZ MÁS ACERCADEL LIBERALISMO POLÍTICO

MANUEL QUINTANA PÉREZ

Introducción

Political Liberalism, de 1993, culmina el proceso de revisionesque John Rawls hace de su libro A Theory of Justice, de las quetambién forman parte El constructivismo kantiano en la teoríamoral (1971) y, con posterioridad, Las libertades básicas y su prio-ridad (1981). En su nuevo texto, Rawls se distancia de la filosofíamoral kantiana y la definición de un constructivismo com-prehensivo, como columna metodológica de su teoría. Además deeste giro, Rawls convierte su justice as fairness en una concep-ción política de la justicia que constituye la esencia misma de suidea de liberalismo político.1

Además de lo dicho, Rawls introduce la noción de “consensoentrecruzado”, para describir el objetivo último de su liberalismo

1 Rawls cree haberse constituido el creador de lo que él llama liberalismo políti-co, aunque reconoce los rasgos básicos de esta doctrina en la obra de contem-poráneos suyos como son: Charles Lamore, de quien puede verse PoliticalLiberalism, Political Theory, XVIII, 3, agosto, de 1990; y la última de JudithShklar, “The liberalism of fear”, en Nancy Rosemblum (comp.): Liberalismand the Moral Life, Cambridge, Harvard, 1989. Para Rawls, al menos dos as-pectos se encuentran en el libro de Bruce Ackermann Social Justice in theLiberal State, New Haven, Yale, 1980. También hay que mencionar el punto devista de Joshua Cohen en “Deliberation and democratic legitimacy”, en AlanHamlin y Philipp Pettit (comps.): The Good Polity, Cambridge Blackwell, 1989.A este respecto véase la nota 2 de su “Réplica a Habermas”, en Vallespín, Fer-nando (comp. e introducción) (1998): J. Habermas y J. Rawls. Debate sobre elliberalismo político, Editorial Paidós, Barcelona, p. 77.

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político; y la noción de “razón pública”, para mostrar los meca-nismos que garantizan los principios de justicia en un régimenconstitucional. Ambas nociones representan el énfasis social dela teoría rawlsiana de la justicia y confirman su distanciamientode las teorías abstractas y su propuesta de un nuevo contrato so-cial que supere las debilidades morales del utilitarismo.

También Rawls destaca en Political Liberalism la noción de“equilibrio reflexivo” como mecanismo de auditoría desde el cualel sujeto, ya sea como ciudadano o sujeto colectivo, replantea con-tinuamente un juicio sobre el sistema social en el que vive. Rawlsretoma, asimismo, otras categorías de trascendencia sociopolítica.Tal es el caso de la concepción del ciudadano como persona mo-ral complementada con la noción de sujeto colectivo.

Rawls y su concepción política de la justicia

Rawls parte de la pregunta acerca de cuál es la concepción másapropiada para especificar los términos de cooperación socialentre ciudadanos libres e iguales, contextualizados por una cul-tura democrática caracterizada por la diversidad de doctrinascomprehensivas. Ello implica definir el carácter que debe com-portar un “pluralismo razonable” en el marco de una cultura tole-rante y unas instituciones libres. El instrumento propuesto porRawls es la concepción política de la justicia, orientada a definirel marco de la estructura básica de la sociedad y la forma en quese articulan las instituciones en un sistema unificado de coopera-ción social, tal como se había expuesto en A Theory of Justice.2

Para él, una concepción política de justicia razonable sobre laestructura básica de la sociedad no está comprometida con nin-guna doctrina comprehensiva de carácter moral, filosófico, eco-nómico o sociopolítico. Sus contenidos se expresan en términosde las ideas fundamentales implícitas en la cultura política de lassociedades democráticas, que parten de una tradición pública depensamiento e instituciones que constituyen su trasfondo cultu-ral. En una sociedad democrática, es imposible disponer y com-partir, salvo por imposición, una perspectiva comprehensiva,porque resultaría contradictorio con la necesidad del consenso

2 Rawls, J.: A Theory of Justice, pp. 453-462.

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sobre las instituciones básicas de la sociedad, sin abjurar las pro-pias posiciones, para lograr condiciones mínimas de estabilidad ypluralismo.

Esta concepción política de la justicia se complementa con unaconcepción política de la persona, en la que los ciudadanos sonconsiderados personas morales, libres e iguales, en la medida enque poseen la concepción del bien y reclaman su independencia,capaces de asumir su propia responsabilidad por la selección yconsecución de sus propios fines, ajustando sus aspiraciones a loque pueden esperar de la estructura básica de la sociedad.

Para Rawls, el dominio político se convierte así en el espaciodonde todas las perspectivas sociales confluyen sin necesidad deabandonar sus propias concepciones comprehensivas, lo que al-gunos autores consideran un acercamiento al comunitarismo.3 Nopuede, por lo tanto, ser una concepción totalizante que entre enconflicto doctrinario con las otras concepciones sino garantizar,por su imparcialidad y transparencia, los procedimientos políticosque todas las doctrinas puedan apoyar y que asegure el pluralismorazonable de una sociedad democrática.

El fundamento de la concepción política rawlsiana de la justi-cia reside en lo que su autor llama “constructivismo político”, locual define la nueva base metodológica de su teoría de la justicia.Este constructivismo viene determinado por el procedimiento deargumentación de los principios públicos de justicia política, querepresentan el resultado de un procedimiento de construcción, fun-damentado en principios de una razón práctica y no teórica, queincluye una concepción completa tanto de la persona como de lasociedad, que da forma al mismo procedimiento de construcción.Por último, especifica una idea de razonabilidad que se aplica a lasinstituciones, personas, juicios y principios, según la interpreta-ción que hace Rawls de la filosofía moral kantiana, en particularla prioridad que establece de lo razonable sobre lo racional.

Rawls con su ordenamiento político no busca negar o afirmarel intuicionismo racional, sino plantear un orden más apropiadoen busca del pluralismo democrático razonable, sin ceder alcomunitarismo. Él considera que un juicio es correcto cuando seatiene a un procedimiento razonable y racional de construcción,

3 Mejía, O. (s/f): Justicia y democracia consensual. La teoría neocontractualistaen John Rawls, Ediciones Uniandes, Siglo del Hombre Editores, Bogotá.

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de acuerdo con la distinción que Rawls establece de lo razonabley lo racional.4 Este procedimiento de construcción se mantieneindefinidamente a través del mecanismo del “equilibrio reflexi-vo” que supone autonomía doctrinal en tanto presenta valorespolíticos que no se someten a requerimientos morales externos.

La edificación política rawlsiana, aunque mantiene varios ele-mentos kantianos, separa a ambos autores. Mientras en la doctri-na moral comprehensiva kantiana el ideal de autonomía cumpleun rol regulador para todas las instancias de la vida, la concep-ción de justice as fairness rawlsiana persigue un consensoentrecruzado que no busca una base moral sino pública de legiti-mación. Rawls rechaza igualmente el idealismo trascendentalkantiano, pues considera que los principios de la razón prácticano pueden constituir un orden previo de valores de la actividadde la razón humana, sino ser fruto exclusivo del procedimiento deconstrucción. Contrariamente a la concepción kantiana de per-sona y sociedad, que tiene su base en la metafísica idealista tras-cendental, la concepción rawlsiana de la justicia es uninstrumento de construcción y organización de ideas políticas.Finalmente, el alcance del constructivismo político se limita aldominio político y no a propuestas morales como el construc-tivismo kantiano. Para Rawls, en un consenso entrecruzado ra-zonable, cada uno encuentra la concepción política de la justicia,aunque su propio criterio deba ser corregido. Y es que, aceptadoel hecho del pluralismo razonable como condición permanentede la cultura pública bajo instituciones libres, la idea de lo razo-nable es preferible a la de la verdad.

¿Define Rawls la concepción de justice as fairness comoconstructivista? Como constructo procedimental de representa-ción, la “posición original”5 no es en sí construida, solo es pues-ta de presente como razonamiento para imponer condiciones de

4 Rawls, J.: El constructivismo kantiano..., pp. 135-154.5 Rawls diseña los trazos de una situación imaginaria, a la que llama “posiciónoriginal”. En esa situación los miembros de una sociedad todavía no saben quécaracterísticas naturales y sociales van a tener: están cubiertos por un “velo deignorancia”. Y tienen que decidir qué principios quieren que les gobiernen.Cada uno de ellos piensa que le puede tocar en el futuro ser el peor situado:pobre, enfermo, miembro de una raza discriminada. Por eso tratará de“maximizar los mínimos”: proponer unos principios que beneficien al máximoal peor situado (T.J., pp. 35-40).

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argumentación y concertación razonables a las partes. El construc-tivismo se basa en la idea de formular una representación procedi-mental en la cual se incorporan los criterios de correcto razona-miento que se abren a la fiscalización. En la propuesta rawlsianalo construido es el contenido de la concepción política de la justi-cia expresado en dos principios de la justicia como imparciali-dad.6 Por último, Rawls afirma que las formas del procedimientoy sus rasgos son inferidos de las concepciones del ciudadano y dela sociedad bien ordenada tomadas como básicas, sin ser ellasmismas construidas. En este sentido, solo los principios de justi-cia, que especifica los contenidos de justicia política y derechosfundamentales, son construidos, si bien el sentido de justicia esmodelado por el procedimiento común todo.

Los ciudadanos son razonables y racionales simultáneamente,si bien en la posición original las partes son, ante todo, razonables.Tal distinción la afirma Rawls en Political Liberalism, al contras-tar entre la autonomía racional, como una autonomía artificial y nopolítica, y la autonomía plena, como autonomía política no moral.7

El constructivismo político de Rawls se adapta mejor a la con-cepción política de la justicia que el constructivismo kantiano, elcual constituye una concepción filosófica comprehensiva, porquesu objetivo fundamental es que la sociedad compuesta por múlti-ples concepciones razonables alcance un consenso entrecruzadoque permita la estabilidad del sistema democrático.

La teoría de la justicia de Rawls, cuya fuerza reside en la am-plitud y transparencia del procedimiento político sustantivo deargumentación e interrelación ciudadana, supone la existenciaen el seno de la sociedad de varias doctrinas comprehensivas8

6 Rawls sugiere dos principios de justicia: “Primer principio: cada persona hade tener un derecho igual al más amplio sistema total de libertades básicas,comparable con un sistema similar de libertad para todos-Igual libertad-. Se-gundo principio: las desigualdades económicas y sociales han de ser estructura-das de manera que sean para: a) mayor beneficio de los menos aventajados, deacuerdo con un principio de ahorro justo -Principio de diferencia- y b) unido aque los cargos y las funciones sean asequibles a todos, bajo condiciones dejusta igualdad de oportunidades-Principio de la justa igualdad de oportuni-dades-”. T.J., p. 83.

7 Rawls, J.: Political Liberalism, pp. 72-80.8 La comprehensividad alude aquí, como ocurre con todas las perspectivas reli-giosas y en muchas filosóficas, a su capacidad para cubrir un amplio campo dela realidad y ofrecer respuestas a cuestiones tales como cuál es el valor de la

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comunitaristas de carácter moral, religioso o filosófico razonables,cada una con su propia concepción del bien, aunque compatiblescon la racionalidad plena de los seres humanos y el pluralismodemocrático constitucional, este último como principio de legiti-midad del poder político. Pero los principios y valores políticosconstitucionales deben ser lo suficientemente amplios, que inte-gren y superen los valores en conflicto, sin pensar que las cuestio-nes de justicia deben solucionarse solo con valores políticos. Sonlos ciudadanos, los que de su libertad de conciencia y perspectivapolítica comprehensiva, acomodan los macrovalores y principiosde justicia como imparcialidad, a saber, libertad civil y política,justa igualdad de oportunidades, reciprocidad económica, basessociales de respeto mutuo, y los mecanismos de razón pública, consus valores políticos comprehensivos particulares en un marco decooperación social y política.

La idea del consenso entrecruzado de Rawls

En Political Liberalism, Rawls introduce la fórmula del consensoentrecruzado9 de doctrinas comprehensivas razonables, como ins-trumento procedimental sustantivo, mediante el cual puede serestabilizada y garantizada la convivencia democrática. Los ciu-dadanos que respalden el consenso, lo hacen desde sus propiasperspectivas que en él tienen cabida, sin necesidad de abdicar delas mismas. Se trata de un marco de deliberación y reflexión quebusca acuerdos políticos sobre cuestiones constitucionales y dejusticia básica para la gobernabilidad de la vida social, cuya esta-bilidad depende del respeto al pluralismo.

vida humana, o cuál es la naturaleza del bien. Según Rawls, la capacidad deestas teorías comprehensivas para generar principios con pretensión de vali-dez general es escasa, dada su predisposición a abarcar un amplio espectro dela realidad moral; por otro lado, depende directamente de la verdad de un de-terminado sistema metafísico, epistemológico o religioso, que es algo siemprecontrovertido. La única condición que Rawls atribuye a los contenidos de lasteorías comprehensivas para que se produzca el consenso sobre los principiosbásicos de la justicia es el de su “razonabilidad”. Razonables serían, segúnRawls, únicamente aquellas que reconocen las “cargas del juicio” y las conse-cuencias que de ello se derivan para su uso público (véase P.L, pp. 85 y ss.), asícomo las condiciones de la reciprocidad y la generalidad.

9 Rawls, J.: Political Liberalism, pp. 133-172.

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El constructo consensual debe proceder del siguiente modo. Unaprimera etapa denominada por Rawls “constitucional”, permitiráacceder con posterioridad al consenso entrecruzado propiamentedicho. Esta etapa satisface los principios de justicia política acep-tados, sin incluir ideas sobre la sociedad y las personas. Definesolamente los fundamentos constitucionales10 de un sistema polí-tico democrático. Concretada la etapa constitucional se pasa a laetapa del consenso entrecruzado. Rawls sostiene que la profundi-dad del mismo dependerá de que sus principios estén fundados enuna concepción de la justicia tal como él la describe en su A Theoryof Justice.11

Las fuerzas que presionan para que el consenso constitucionaldevenga consenso entrecruzado son los grupos rivales que rompensu estrecho círculo y acceden al foro público de discusión a pre-sentar públicamente a la ciudadanía sus perspectivas políticas dela justicia básica, sin renunciar a sus principios, pero sosteniendolos macrovalores políticos que garantizan el consenso y la estruc-tura básica del sistema constitucional. Para ello se necesita unalegislación que no solo garantice libertades políticas, sino de con-ciencia y pensamiento, así como el mínimo de bienes, educacióny entretenimiento, sin los cuales los individuos no pueden tomarparte de la sociedad como ciudadanos.

La idea de la razón pública de Rawls

La idea del consenso entrecruzado impone una serie de limitacio-nes, tanto a la concepción pública de la justicia como a las distin-tas teorías comprehensivas. A la primera, en tanto que necesaria-mente debe acotar el enfoque y el objeto sobre el que se aplica laestructura básica de la sociedad; y a las segundas, en tanto queninguna de ellas puede ver reflejada la totalidad de sus valores yprincipios en dicha concepción pública. Basta con que todas ob-

10 Los fundamentos constitucionales abarcan la organización y los poderes delEstado y el proceso político, así como el sistema de libertades básicas quedeben respetar las mayorías gobernantes. Las cuestiones de “justicia básica”,por su parte, inciden sobre los aspectos esenciales de la justicia distributiva,los niveles de desigualdad, las condiciones para la igualdad efectiva de opor-tunidades y la dimensión económica en general.

11 Rawls, J.: A Theory of Justice, pp. 340-341.

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tengan cuanto “razonablemente” puedan desear o, por decirlo conpalabras de Scanlon, que la concepción pública no pueda ser re-chazada razonablemente desde cada concepción del bien.12 La con-cepción política de la justicia rawlsiana limita las concepcionesdel bien no en términos comprehensivos, sino en lo que se refierea los fundamentos constitucionales que determinan los bienesbásicos13 que los ciudadanos, como personas morales, libres e igua-les, pueden incluir en sus argumentaciones sobre la justicia, yque se requieren para el desarrollo razonable y racional de susplanes de vida. Las únicas restricciones están dadas por su com-patibilidad con los principios públicos de la justicia. Para Rawlsla sociedad política posee una idea civil del bien que realizan losciudadanos en tanto personas y en tanto cuerpo corporativo, man-teniendo un régimen constitucional justo y conduciendo en elmarco del mismo sus asuntos privados. En otras palabras, los ciu-dadanos comparten un objetivo común que provee la base del biensocial e individual simultáneamente. Así, dimensión pública ydimensión privada coinciden en y a través de ello. Una concep-ción razonable y racional de justicia política mutua, en el marcodel consenso entrecruzado, confirma que la libre constitucio-nalidad permite suficiente espacio para vivir dignamente y serleal a los principios constitucionales, sin caer en la politizaciónde la vida civil que el comunitarismo radical proyecta. Esto con-lleva una idea de razón pública como garantía política delconstructivismo procedimental.

La noción de razón pública de Rawls difiere de la razón abs-tracta ilustrada, porque según él, una sociedad democrática po-see foros concretos donde la razón pública se expresa de variasformas. Se manifiesta en la razón pública ciudadana que comocuerpo colectivo ejerce el poder político promulgando leyes y

12 Scanlon, T. (1982): “Contractualism and utilitarism”, en Sen, A. y Williams, B.(comps.): Utilitarism and Beyond, Cambridge University Press, pp. 103-128.

13 Tales bienes básicos, fundamentales para el individuo en tanto persona moraly ciudadano, cuya noción profundiza Rawls (véase Rawls, J.: “Unidad social ybienes primarios”, en Justicia como equidad, pp. 187-211), son: 1) Derechosbásicos y libertades políticas claramente establecidas. 2) Libertad de movi-miento y libertad de escoger ocupación entre un espectro amplio de oportuni-dades. 3) Poder y prerrogativas de acceso a oficios y posiciones de respon-sabilidad en las instituciones políticas y económicas de la estructura básica dela sociedad. 4) Renta y riqueza. 5) Bases sociales de autorrespeto.

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enmendando los fundamentos constitucionales de justicia básicacuando fuere necesario. El ideal de la razón pública no solo go-bierna el discurso público sobre estas cuestiones sino, además, laconsideración ciudadana sobre ellos. Por lo que la razón públicano se circunscribe al foro legislativo, sino que es asumida por losciudadanos desde el seno de sus propias doctrinas constructivasrazonables como criterios de legitimación. Otra expresión de larazón pública son las cuestiones de justicia básica, según se ex-presa en la visión política de la justicia como imparcialidad, entanto especifica derechos, libertades y oportunidades, asignán-doles una prioridad lexicográfica y garantizándoles las medidasnecesarias para cumplirlas.

La principal manifestación de la razón pública es, ante todo, laCorte Suprema de Justicia. Es en ella donde se defienden los prin-cipios fundamentales que especifican la estructura general delEstado y los procesos políticos, así como los derechos básicos igua-les y las libertades ciudadanas que deben ser respetados por todos.La razón pública es, aunque no exclusivamente, la razón de suCorte Suprema de Justicia como la máxima instancia de interpre-tación judicial, sin ser la máxima representación de la ley. LaCorte Suprema de Justicia es, a la vez, la rama del Estado queejemplariza la razón pública, esto se explica por los “principiosdel constitucionalismo”14 sintetizados por Rawls:– La diferencia entre el poder constituyente del pueblo y el poder

ordinario del gobierno y el electorado para desarrollar políticas.– La distinción entre leyes supremas y leyes ordinarias, siendo

las primeras expresión de la voluntad constituyente del puebloy sus representantes y, por lo tanto, guía de las ordinarias.

– El hecho de que la constitución democrática es la principal ex-presión de la ley suprema del ideal político de un pueblo paragobernarse de determinada manera.

– La fijación, a través de ello, de los esenciales constitucionales,ratificados constitucionalmente por el cuerpo de ciudadanos y alos que deben adaptarse las leyes ordinarias y procesos políticosde esa sociedad.

– La responsabilidad fundamental de las tres ramas por mantenerel equilibrio armónico del régimen constitucional como expre-sión de una sola soberanía.

14 Rawls, J.: Political Liberalism, pp. 212-254.

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Conclusiones

En Political Liberalism, Rawls introduce una distinción entre la“verdad” que reconocen para sí las diferentes teorías moralescomprehensivas, y la “razonabilidad” de la concepción de la jus-ticia. La validez de la concepción política de la justicia se liberaasí de los criterios específicos que informan a las distintas con-cepciones religiosas, filosóficas o morales, y pasa a depender úni-camente de lo “razonable”, de los presupuestos que todos han dereconocer necesariamente con pretensión de validez general.

La idea del consenso entrecruzado y la noción de razón públi-ca, Rawls las pone a gravitar en torno a un constitucionalismopragmático, cuya legitimidad procedimental y argumentativa dela concepción política de la justicia invalida al utilitarismo. Sudiálogo con la filosofía anglosajona, y anglonorteamericana,revitaliza el pensamiento social progresista norteamericano re-primido por el contexto social y político neoliberal que ha carac-terizado a Estados Unidos en las últimas décadas.

Bibliografía

RAWLS, J. (1971): A Theory of Justice, Cambridge University Press(trad. Esp.: F.C.E., Madrid, 1978).

––––––– (1986): “El constructivismo kantiano en la teoría moral”,en Justicia como equidad, Editorial Tecnos, Madrid.

––––––– (1993): Political Liberalism, New York, Columbia UniversityPress (trad. Esp.: Antoni Domenech, El liberalismo político,Barcelona, Crítica, 1996).

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DANIEL BELL Y LA SOCIEDADPOSINDUSTRIAL

MARÍA ANTONIA ROMÁN MOTAS

Introducción

El escenario de las ciencias políticas en que se inscribe la teoría deDaniel Bell, periodista, sociólogo y futurólogo norteamericano, pre-senta una marcada complejidad por las tendencias prevalecientesen el denominado Primer Mundo, fuertemente comprometidas conla reproducción del sistema capitalista contemporáneo.

Una mirada desde la ciencia política del Tercer Mundo permi-te identificar las formulaciones planteadas por este autor, junto aotras teorías coetáneas que también demostraron su caducidadtanto en el orden ideológico como práctico, pero que respondie-ron a los intereses de los grupos de poder norteamericanos.

El autor objeto de estudio nació en New York, el 10 de mayo de1919. Se licenció en 1939 y ejerció el periodismo por más de veinteaños en The New Leader (1941-1945) y en el Fourtune (1948-1958).Alcanzó el doctorado en la Universidad de Columbia (1960) dondefue profesor de Sociología y posteriormente desempeñó igual cáte-dra en la Universidad de Harvard (1969). Ha mantenido su activi-dad periodística paralelamente hasta la actualidad. Una etapa departicular importancia intelectual estuvo comprendida entre 1956-1957, durante su participación como director del Seminario de laorganización denominada Congreso para la Libertad Cultural(Congress for Cultural Fredom) con sede en París.1

1 En 1950 fue creada esta organización con sede en París y secciones en 21 países,en la que participaban más de cien intelectuales de diferentes naciones, cele-brando 20 simposios y congresos internacionales. Diferentes autores afirman

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Sus principales enfoques teóricos aparecen expuestos en lossiguientes libros: Marxian Socialism in America (1952, reeditadoen 1967); The End of Ideology (1960); The Radical Right (1963);The Reforming of General Education (1966); The Coming of Post-Industrial Society (1973); The Cultural Contradictions ofCapitalism (1976); The Winding Passage (1980). Es autor de otrasobras como Toward the Year 2000, Work in Progress y de numero-sos artículos en revistas de Estados Unidos y España.

Sus concepciones acerca del fin de la ideología y la sociedadposindustrial le confirieron notoriedad entre exponentes de lasciencias sociales de su tiempo.2

Bell se ubica en mayor medida en el campo de las teorías so-ciológicas contemporáneas —junto a Norbert Elías, AlainTouraine, Anthony Giddens— que como teórico de las cienciaspolíticas, no obstante su inserción y utilización de campos pro-pios de esta disciplina, de la cual no es posible deslindarlo.

Por el conjunto de su obra es considerado también unfuturólogo, al abordar perspectivas de la sociedad capitalista vin-culadas a aspectos sociales, históricos y económicos. Desde elpunto de vista de la sociología describió, desde su noción, el pro-ceso de transformación social que se producía en Estados Unidoscomo líder del capitalismo mundial.

En términos de política se inscribe en el conservadurismo yla derecha norteamericana. El propio autor se autodefinió como

que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos financió estaorganización como parte de la guerra de ideologías contra los países socialis-tas. En 1967 fueron denunciados los vínculos de esta organización con la CIA,en la cual aparece involucrado Daniel Bell junto a otros intelectuales, los queafirmaron que la CIA y sus fundaciones amigas daban ayudada económica sincondiciones.Puede ampliarse información en:Saunder, Frances Stornor (2000): Quién pagó: La CIA y la Guerra Fría, Cultu-ral, Londres, Ed. Granta Brook.Letras Libres Interactivas-En Linea. Daniel Bell pagado por la CIA.http://www.letraslibres.com/enlinea2.asp2secc=ee&eeint=foros&desple-gar=2&seccion-id=22&temas-id=1026&statusForo=1Rebelión: Noticia Daniel Bell y la CIA http://www.eurosur.org/rebelion/letras/090101cia.htm

2 Han sido publicados a la lengua castellana sus libros más conocidos: El fin dela ideología, El advenimiento de la sociedad post-industrial y Las contradic-ciones culturales del capitalismo.

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liberal en política, socialista en economía y conservador encultura.3

Lo identifican, además, como anunciador del posmodernismo,mencionado entre teóricos que retomaron durante la segundamitad del pasado siglo las discusiones generales en torno a lamodernidad y posmodernidad, junto a Michel Foucault, JurgenHabermas, Martín Heidegger, Alasdair McIntyre, Richard Rorty,y que planteaban la necesidad de interpretar los problemas polí-ticos y sociales derivados de la economía capitalista.

Por el sustento teórico de sus obras se sitúa entre los pensadoresoccidentales de esa etapa que contribuyeron a estudiar con una pers-pectiva histórica de largo plazo los cambios que tenían lugar en lasociedad capitalista de su tiempo, marcada por el auge del capita-lismo monopolista de Estado, con Estados Unidos al frente, de ahíque constituya un autor de necesaria consulta.

Sobre los paradigmas elaborados por Bell, apuntamos la defi-nición que aparece en el Diccionario de Sociología,4 el que atri-buye la idea del fin de la ideología al surgimiento de una concep-ción ideológica, como resultado de la recuperación económica delos países occidentales tras la Segunda Guerra Mundial y el deseode mantener la paz entre los bloques (con alusión al grupo depaíses capitalistas y socialistas en contingencia). Refiere que eltexto emblemático en el que sustentó esta concepción fue la obrade Daniel Bell, El fin de la ideología, editada en 1960, comple-mentada con El advenimiento de la sociedad post-industrial y Lascontracciones culturales del capitalismo.5

En el período en que se inscriben las teorías de Bell, predomi-nan entre politólogos, sociólogos y economistas, conceptos acer-ca de los cambios que se manifestaban en la naturaleza delcapitalismo en lo concerniente a la distribución de la propiedad ylos ingresos. Este cambio —afirmaban— daría lugar a las deno-minadas revolución de los gerentes y revolución de los ingresos,

3 Ampliar información en: http://www.sociologyonline.co.uk/Pbell.htmLetras Libres Interactivas-En Linea http://www.letraslibres.com/enlinea2.asp2secc=ee&eeint=foros&desplegar=1&accion=mensaje

4 Giner, Salvador; Llamo de Espinosa, Emilio; Torres, Cristóbal: Diccionario deSociología.

5 La teoría del fin de la ideología de Daniel Bell fue presentada por primera vezen 1955, durante el Congreso de Milán, organizado por el ya mencionado Con-greso por la Libertad de la Cultura.

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y a la democratización del capital, lo que evolucionaría a un nue-vo sistema social resultado del ya creciente desarrollo científicoy tecnológico, con significativo aumento de la producción y pro-ductividad del trabajo, con beneficios tangentes en la prosperidady enriquecimiento de esa sociedad.

Una conclusión evidente resultaba de este enfoque: el capita-lismo tenía la capacidad de solucionar sus contradicciones al con-vertir a sus trabajadores en propietarios de los medios deproducción, eliminar la pobreza y crear una sociedad de la abun-dancia, sin diferencias esenciales entre sus grupos societales, loque fue conocido como Estado de bienestar general.

Paralelamente, proliferaban análisis y trabajos sobre el térmi-no “ideología” en sus diversas manifestaciones, pero con una par-ticularidad, este concepto se modifica y comienza a tratarse comofenómeno social. Al respecto, el politólogo alemán H. Kuhr seña-laba: “La ideología merece el más atento examen de los científi-cos, no solo porque bajo su amparo la ciencia social descubrenuevos problemas, hasta ahora desconocidos, sino porque la ideo-logía ejerce diversas influencias en la conciencia social y el com-portamiento social de los individuos”.6

Es decir, la ideología estaba signada a asegurar en el terrenode las ideas la legitimidad del sistema capitalista en el mundo, locual resulta válido si consideramos que precisamente en los añossetenta se intensifican los estudios por encargo de institucionesdel gobierno norteamericano sobre la ideología y la economía dela entonces comunidad socialista del este europeo, y es aprobadapor el Congreso de Estados Unidos la aplicación de medidas paraincrementar la guerra psicológica contra esos Estados.

Contexto histórico

La categorización utilizada por el autor se incorpora a un dinámi-co y particular panorama económico, sociopolítico y militar, queobliga a reseñar los principales rasgos que caracterizan el mo-mento histórico en que transcurre la política exterior norteame-ricana y que definen el capitalismo reinante en Estados Unidos.

6 Kuhr, H. (1977): Ideologietheorie und Ideologiekritik. Aus politik undZeitgeschichte, Bonn, RFA, No. 2, p. 3.

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En los años cercanos en que vio la luz la primera obra de Da-niel Bell, había concluido en 1947 la Segunda Guerra Mundial, dela que Estados Unidos sale fortalecido, sin la devastación ni otrasgraves afectaciones que sufrieron la entonces Unión Soviética ylos restantes países europeos, entre ellas las potencias occidenta-les, convirtiéndose en el centro principal del mundo capitalista.7

Paralelamente, surgían nuevos Estados socialistas en Europaque cambiarían el espectro geopolítico mundial de esa época.

Ante estos hechos se proclamaba en 1947 la doctrina Truman,la que constituyó una nueva política de Estados Unidos de alcan-ce global, con objetivos estratégicos y militares, y que declarabanla guerra fría a los países de la comunidad socialista.8

Estados Unidos firmaba el Plan Marshall, a través del cual asig-naba financiamiento para la reconstrucción de las economías oc-cidentales europeas fuertemente dañadas por la guerra, enparticular de Alemania, como forma de contención del “peligrocomunista soviético”. Este plan estableció dependencias econó-micas de larga data de estos países con el norteamericano.

Con la firma del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1949, seincorporan los ejércitos de Europa occidental en un pacto militarencabezado por Estados Unidos. Esa hegemonía militar se consolidócon el monopolio de la bomba atómica y las amenazas y condicio-namientos que caracterizaron la política exterior de ese país. Sur-gía como respuesta el Pacto de Varsovia, que unió las fuerzasmilitares de la comunidad socialista, con la URSS al frente.

Posteriormente la URSS anunciaba la tenencia de la bombaatómica, lo que rompió el hegemonismo bélico norteamerica-

7 Daniel Bell reconocía años más tarde que el futuro de Estados Unidos estabaen afirmar su liderazgo en la economía mundial y que tendría que enfrentarsea los desafíos económicos y políticos mundiales, “… la lucha por mantener suliderazgo en la alta tecnología, aviones, el espacio, productos farmacéuticos ybiotecnológicos, servicios financieros, agricultura y entretenimiento”. Ver: “Unaño de Bill Clinton”, en revista Claves de la Razón Práctica, No. 40, pp. 45-46.

8 Bell señalaba al respecto: “El período inmediatamente posterior a la SegundaGuerra Mundial devino en la guerra fría, con los Estados Unidos convertidosen la potencia política y militar predominante de Occidente y aliados a las na-ciones de Europa occidental en la OTAN, la cual pretendía contener la expan-sión soviética y de los países del Pacto de Varsovia, donde Alemania era elcampo de batalla entre los dos bandos [...] A partir de ese momento, y por másde 40 años, Alemania estuvo bajo la amenaza de los misiles de Estados Uni-dos”. Ver: “Las caras del siglo XX”, en revista Letra Internacional, No. 66, p. 26.

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no, lográndose así la paridad y equilibrio militar en ambosbloques.

A lo anterior se unió la conocida política de contención del co-munismo internacional dirigida contra las democracias popularesde Europa oriental, para lo cual utilizaron el chantaje político, laspresiones económicas y la diplomacia atómica. A la contención leseguiría la doctrina de la liberación con similares objetivos.

En los años sesenta surgieron otras doctrinas dirigidas a lo-grar una estrategia de paz entre los dos sistemas, esbozada pri-mero por el ex presidente norteamericano John F. Kennedy,9 la quefue conocida posteriormente como tendido de puentes y proclamadapor el entonces presidente de ese país, Lyndon B. Johnson. A dife-rencia de las primeras (políticas de contención y liberación), propo-nía una sustitución paulatina y pacífica hacia el capitalismo enlos gobiernos socialistas europeos. La misma podía lograrse, su-puestamente, con la aplicación de la diplomacia flexible; el otor-gamiento de créditos financieros; el establecimiento de puentesde comercio ampliado, de ideas y de turistas; la ayuda humanita-ria y la estimulación de fuerzas internas de oposición política.Aseguraban que la ampliación de las relaciones con Occidentedaría las perspectivas de progreso a las naciones socialistas deEuropa.

Se iniciaban así nuevos enfoques sobre la confrontación entrelos bloques beligerantes, partiendo del criterio de que la guerrano podía ser la solución de los problemas entre el capitalismo y elsocialismo, y se imponía la coexistencia pacífica.

En tanto, en la década de 1960 crece la concentración ycentralización del capital, la fusión del capital industrial y bancario,y se fortalecen las instituciones financieras mundiales y de grandesempresas transnacionales, así como surge impetuoso el desarrollocientífico, técnico y la informática. Transcurría un período deplenitud del capitalismo monopolista de Estado.

La sociedad posindustrial

Entre los años 1960-1970 prevalecieron teorías sobre una deno-minada civilización posindustrial, que emergía como alternativa

9 Kennedy, John F. (1960): Strategy of Peace, New York, pp. 8-10.

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al agotarse las anteriores concepciones que sustentaban las so-ciedades industriales.

El concepto de sociedad posindustrial atribuido a Daniel Bell aprincipios de 1970, fue también objeto de estudio por importantescientíficos norteamericanos, con denominaciones tales como so-ciedad tecnotrónica por Zbigniew Brzezinski y la nueva sociedadindustrial por John K. Galbraith, las que convivieron con teoríasque planteaban, en esencia, la necesidad de explicar los cambioseconómicos y sociales que tuvieron lugar a finales del siglodecimonónico y que superaban las concepciones inherentes a lasociedad industrial, con mayor atención a los problemas socialesy al hombre, y que sustentaban la existencia de una civilizaciónposindustrial.10

Pero no es hasta 1973, con la aparición del libro El adveni-miento de la sociedad post-industrial de Daniel Bell, que esta teo-ría cobra representación en el marco del pensamiento socialnorteamericano, al presentarse como alternativa y presentar so-luciones virtuales y explicaciones a las contradicciones del capi-talismo de ese momento.

De acuerdo con el autor, la sociedad posindustrial no respondea un sistema político capitalista ni socialista, constituye un nuevotipo de vida social que disuelve los límites entre los dos sistemasopuestos, y declaraba etapa pasada de la historia a la sociedadcapitalista basada en la propiedad privada.

Definió el cambio de la economía de producción de bienes a unaeconomía de servicios, en la que mayoritariamente los trabajado-res ocupan las esferas de comercio, transporte, finanzas, investi-gación científica, administración pública, sanidad y recreo; conpredominio de profesionales, técnicos y el crecimiento de la tasade científicos e ingenieros en la población activa. A su vez, los avan-ces científicos, técnicos y de la computación conllevaban a un sis-tema de bienestar material no conocido antes, proceso que daríalugar a elevados niveles de productividad e ingresos en una estruc-tura esencialmente urbana. La sociedad posindustrial cambiaríael modo de vida del hombre del siglo decimonónico, en la queprácticamente todos sus ciudadanos serían ricos y acomodados.

10El término “sociedad posindustrial” asumió otras denominaciones como civi-lización terciaria, sociedad de la información, sociedad posmoderna, del ocio,de consumo, organizada, de masas.

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Valoró la desaparición de la propiedad privada capitalista comoresultado de nuevas formas de regulación de la economía, al con-vertirse los monopolios privados en entidades controladas por losgerentes y el Estado. Los monopolios armonizan los intereses delos que participan en la producción, estimulan la iniciativa perso-nal para crear en sus miembros un modo de vida satisfactorio,una nueva calidad de vida que garantiza la seguridad social, lajusticia y el respeto.

Con este modelo, al desaparecer la propiedad capitalista tam-bién desaparecen las principales clases, al separarse la propie-dad del propietario, y se disuelven, por tanto, los antagonismosentre el trabajo y el capital, rasgo característico de la anteriorsociedad industrial.

Este razonamiento conduce a aseverar que la división de lasociedad no se define, entonces, por los que poseen los medios deproducción, sino por los que poseen el poder de decisión. De ahíque las relaciones sociales y de poder se trasladan de los monopo-lios a las instituciones científicas y académicas, al convertirse lasuniversidades, de conjunto con el gobierno y los monopolios, enlas instancias con poder de decisión.

Consideró que dado el valor predominante que alcanza el co-nocimiento, la estructura social depende de la influencia de laciencia, los teóricos se convierten en formuladores de la política,y, por tanto, el futuro estará determinado por la tecnología.11

Desde una perspectiva sociológica utilizó como instrumentode análisis el concepto “estructura social”, la que clasificó en tresdimensiones: horizontal, vertical y de la estructura social.

La dimensión horizontal la integran los profesionales, lostécnicos y semiprofesionales, los empleados y trabajadores delcomercio, y los obreros, estos últimos dedicados al trabajo físico.Entre los profesionales consideró cuatro estados: científico, tec-nológico (en los cuales incorpora a los ingenieros, economistas ymédicos), administrativo y cultural. La dimensión vertical incluyela economía, administración, universidades, centros de investiga-ción científica y los denominados complejos sociales, dondeincluye los sistemas hospitalarios, centros de asistencia social yla esfera militar. La tercera dimensión se corresponde con el sis-tema político, la cual comprende las instituciones estatales, los

11 Bell, D.: El advenimiento de la..., p. 14.

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partidos, organizaciones profesionales, grupos étnicos y las diver-sas asociaciones.12

Para explicar este soporte social utilizó una versión contempo-ránea de meritocracia,13 con el cual identificó el sistema políticode la sociedad posindustrial, donde los miembros más dotados sonlos elegidos para gobernar la sociedad, en los cuales ubicó a loscientíficos, investigadores, profesionales, profesores, ingenieros.Definió el talento humano como un bien social, a cuyos frutostodos deben tener acceso, especialmente los menos afortunados.14

Según el autor, la burguesía no figura en la estructura socialpropuesta y elimina las contradicciones de clase al desaparecerlas clases principales. Asimismo, los obreros ocupan el nivel infe-rior de la dimensión horizontal de esa estructura social, y los gru-pos calificados de la clase obrera y trabajadores intelectuales sedisuelven en las restantes dimensiones.

La disminución de la fuerza de trabajo y del proletariado indus-trial conlleva, según el autor, a la pérdida de la posición preponde-rante que esta ocupaba con respecto a los trabajadores en su conjunto.

De este esquema se desprende que el marxismo no representauna teoría válida en esa época, ya que al abolirse los obreros in-dustriales pierde su base más importante. El lugar decisivo seráocupado por la elite posindustrial que representa a los monopo-lios, integrada por la comunidad financiera, jurídica, empresa-rial, de los negocios, intelectual, lo que disuelve los antagonismosentre las clases que conforman esa sociedad.

Al respecto, Bell reafirmó este enfoque al plantear: “… Pero enlo que estaba equivocado Marx fue en suponer que con el paso deltiempo la estructura social de la sociedad iba a reducirse a dosclases: las pequeñas clases medias, el pequeño comercio, la gentede negocio [...], los artesanos, [...] todas estas clases se hundiríanen el proletariado, y de ese conflicto de clases iba a venir el golpefinal del sistema capitalista. Pero hoy en día —agregaba—, el pro-letariado, si pensamos en él como clase obrera industrial, está

12Ibídem, p. 375.13 La meritocracia es un término utilizado desde la antigüedad en la que toman

como base los méritos personales para ocupar cargos oficiales. En el siglo XX

Gran Bretaña y Estados Unidos lo retoman y extienden el concepto a la socie-dad en la que el poder político y la posición social dependen de manera exclu-siva de las cualidades naturales y de la formación de los individuos.

14 Bell, D.: Ob. cit., pp. 433-435.

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reduciéndose. Marx fue el teórico de la sociedad industrial, peroésta está siendo reemplazada a través de la tecnología, por unasociedad postindustrial”.15

Para sustentar tales afirmaciones, en este mismo artículo cita-ba: “En los Estados Unidos —refiriéndose al año 2000— el sectorde las manufacturas se ha reducido a menos del 20 % de la fuerzalaboral y los servicios (que en su gran mayoría son servicios pro-fesionales y de negocios) componen el 80 % de las actividades dela economía”.

Estos argumentos develan que el autor consideró posible quelos grupos societales en condiciones económicas o sociales venta-josas, renunciarían a sus intereses como grupos dominantes, yactuarían en bien de la sociedad y por la justicia suprema.

Estos enfoques atribuyeron a las ideas de Bell un sentidohumanista y justiciero del Estado de bienestar que pretendía pro-tagonizar la sociedad norteamericana. Sin embargo, estos paradig-mas caían en sus propias contradicciones.

Al considerar la meritocracia como sistema político capitalistaincurría en una apreciación irreal que no se corresponde con lapropia naturaleza de ese sistema, en el cual su control está concen-trado, justamente, en manos del capital. Desde otro ángulo, estesistema propuesto posee un carácter antidemocrático, al dividir lasociedad, de una parte, en una elite escogida entre los dotados, y dela otra, en una masa impersonal de inferior categoría.

Sobre este último aspecto, presenta particular interés el análisisposterior realizado por el Bell sobre las elites, al explicar que lamayor preocupación de sus integrantes ha sido la política exteriorde Estados Unidos, como resultado de sus conocimientos e inte-reses, reconociendo que, en cambio, la mayor parte de la sociedadnorteamericana estaba preocupada por los problemas internos,la economía, la seguridad social, el bienestar, los derechos civi-les, y más recientemente, el deterioro urbano, el crimen, lasdrogas, la violencia y por cuestiones sociales como el feminismoy los derechos de los homosexuales.16

Los elementos teóricos que sostienen la sociedad posindustrialpresentan profundas incongruencias, al omitir el lugar decisivo

15 Bell, D.: “Las caras del siglo XX”, en revista Letra Internacional, No. 66, p. 30.16 Bell, D.: “Un año de Bill Clinton”, en revista Claves de la Razón Práctica,

No. 40, pp. 43, 45.

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que ocupa la propiedad y el nivel de las fuerzas productivas en elsistema capitalista contemporáneo y su función en la vida social.Por tanto, presupone que los monopolios renuncien voluntaria yaltruísticamente al poder económico y a su influencia determi-nante sobre la política, la que deben transferir, a su vez, a losconsejos de científicos e ingenieros.

En este sentido, el desarrollo científico, tecnológico y el augede la computación son presentados como vectores independien-tes y autónomos de las relaciones sociales y de la propia estructu-ra social, desvinculado de los intereses de los grupos de poder.

En síntesis, la teoría de la sociedad posindustrial presenta unmodelo de sociedad capitalista científicamente administrada, or-ganizada, orientada a un crecimiento económico, sin crisis, sinlucha entre las clases, ni otros obstáculos y, por tanto, respondeexclusivamente a los desafíos del progreso, la ciencia y la técnicaen todos los órdenes.

El fin de la ideología

En el contexto antes expuesto confluyen y se sustentan las princi-pales líneas del pensamiento de Bell, de modo que el estudio de lasociedad posindustrial aparece indisolublemente ligado a las con-tradicciones culturales del capitalismo y a la desaparición de lasideologías, en una especie de trilogía.

En este engarce de teorías conviene ampliar lo referente al tra-tamiento que el autor confiere a la ideología.

Las teorías que en los años sesenta consideraban agotadas lasgrandes ideologías, tienen entre sus exponentes a Daniel Bell,Edward Shils, Raymond Aron y Seymour Lipset.17

En años posteriores fueron reformuladas estas posiciones queargumentaban la declinación de las ideologías, dada la necesidadde crear políticas activas con respecto a la ideología, como fór-mula de lucha contra el comunismo. Otras tendencias estabandirigidas a aseverar que no era el momento de teorías ni de ideo-logías, ya que estas habían demostrado su fracaso, por lo que ar-

17El concepto “fin de la ideología” había sido utilizado en esa misma etapa porEdward Shils y Seymour Lipset, mientras que Lewis Feuer hizo mención aMás allá de las ideologías.

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gumentaban que la caducidad de las ideologías revelaban el agota-miento del debate sobre la interpretación de un mundo real y abríanpaso al liberalismo. Era el momento de definir nuevos caminos deestabilización del capitalismo.

Pero Bell había establecido las bases teóricas en las que argu-mentó el final de la era de las ideologías, a partir de la concepciónde la sociedad del bienestar, la desaparición de las contradiccio-nes entre las clases y la extinción de ellas mismas, argumentadaen el modelo casi perfecto de la sociedad posindustrial, coinci-dente con los valores del crecimiento industrial, la eficienciatecnológica y la administración de los tecnólogos. En este es-quema no cabían las grandes ideologías cruzadas. Los motivosque la originaron habían desaparecido de la faz del mundo capi-talista. Para este autor el fin de la ideología era el fin de las ideasdel marxismo-leninismo.

Bell había dejado para la historia precedente los conflictos ideo-lógicos que se produjeron en la guerra fría y la intensa confronta-ción política, económica, militar, ideológica y psicológica queemprendió Estados Unidos contra los países socialistas. Años mástarde este autor reconocía entre los hechos políticos de mayortrascendencia histórica en el mundo, la guerra de ideologías en-tre el comunismo y el fascismo por la supremacía en Europa.18

Mantuvo un compromiso político y de naturaleza ideológica conlos grupos de poder económico, político y de gobierno de la socie-dad norteamericana, lo que era visible al argumentar y proponeracciones que conformaran la práctica política de Occidente contrael comunismo. Al respecto reconocía que la política de ese momen-to no reflejaba ninguna diferencia entre las clases internas, sinoque esta se formaba al influjo de los acontecimientos externos, yque cualquier política exterior, como expresión final de la políticaen general, era el resultado del efecto ejercido por factores diver-sos, el principal atribuible a la evaluación de los propósitos de lossoviéticos y la necesidad de la contención del comunismo.19

Este autor mantuvo sus criterios iniciales al afirmar que en lospaíses de Occidente no existe ideología predominante, sino sola-mente ciencia social pura, relacionada directamente con el avancecientífico y técnico, y la racionalidad de la vida social.

18 Bell, D.: “Las caras del siglo XX”, en ob. cit., p. 23.19 Bell, D.: The End of Ideology, pp. 70-78.

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Más tarde volvía a referirse a la validez de su teoría con res-pecto a la declinación de las ideologías, al señalar: “… Puesto quelas viejas ideologías políticas han periclitado —tema sobre el cualescribí por primera vez hace 35 años en El fin de las ideologías—por un giro actualmente acelerado por la caída del comunismo,las nuevas políticas de identidad, etnicidad, género y religión hanquedado en primera línea...”.20

El autor reconoció en 1976 en su libro Las contradicciones cul-turales del capitalismo, donde sometió a juicio sus reflexionesexpuestas en El fin de la ideología, que había subestimado el pa-pel de la política en sus enunciados iniciales. Asimismo, afirmóque el fin de la ideología no era precisamente el fin de la utopía.

Cuando Bell reflexionó sobre los principales momentos políti-cos del siglo XX planteó: “Se ha dicho que todo esto presagia el ‘finde la historia’. Creo que no es así. El fin de la historia, a partir delsentido hegeliano original, era la creación de una sociedad univer-sal. Pero lo que estamos viendo no es el fin de la historia, sino lareanudación de la historia [...] El rasgo principal del siglo XX fue elesfuerzo por imponer un punto de vista único —principalmente elcomunismo— en el mundo como si fuera un manto, por decirlo dealguna manera, que sirviera para acabar con las profundas divisio-nes históricas y las grietas entre las sociedades y dentro de ellas”.21

Bell valoró con posterioridad que en los países capitalistas noexiste un mecanismo social para evaluar las necesidades socialesde manera consciente y sobre una concepción clara del interéssocial. Mencionaba que en todo el mundo industrial avanzado, elEstado de bienestar se batió en retirada por el alza de los costos yel despilfarro, que han hecho que estos servicios alcanzados poresa sociedad resulten demasiado pesados.22

Pero esta pálida alusión del autor no revela en su magnitud laincapacidad del capitalismo de darle respuesta y soluciones a lasnecesidades de las mayorías que no clasifican en las elites de po-der ni en la intelectualidad tecnocrática, así como tampoco reco-noce las reacciones internas que tales circunstancias generan yestán latentes en la sociedad capitalista contemporánea.

20Bell, D.: “El fundamentalismo islámico”, en revista Claves de la Razón Prácti-ca, No. 46, p. 23.

21 Bell, D.: “Las caras del siglo XX”, en ob. cit., p. 31.22 Bell, D.: “Un año de Bill Clinton”, en ob. cit., p 45.

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Conclusiones

Las tesis planteadas por Daniel Bell difieren de toda sustentaciónmarxista y en ellas omite los innegables aportes que Marx realizarasobre la teoría objetiva del valor, el proceso de producción y circula-ción de mercancías, la reproducción ampliada o la acumulación delcapital, por solo mencionar las que guardan íntima relación con lascategorías utilizadas por el autor. Constituye un error mayor, no habertenido en cuenta la contradicción fundamental entre el capital yel trabajo que Marx ya había enunciado un siglo antes.

Bell protagonizó, junto a otros intelectuales de su tiempo, unabierto enfrentamiento al ideario marxista, y el lenguaje literarioutilizado estuvo impregnado de adjetivos anticomunistas que lerestaron rigor científico.

En el campo de las ciencias sociales contemporáneas los apor-tes de Daniel Bell tienen una fundamentación esencialmente so-ciológica, por lo que el énfasis recayó en el comportamiento delos grupos sociales, y en especial el tratamiento dado a las elites,aunque sin tener en cuenta sus contradicciones ni su acción so-cial, al concebir la extinción de las clases contendientes. Desdesu óptica no desvinculó los factores económicos de los sociales, loque constituyó un aspecto de valor al incorporar elementos polí-ticos y culturales en sus concepciones.

El autor no esclareció ni tampoco demarcó las diferencias en-tre régimen social y sistema social, ni realizó estudios específicossobre sistema político, lo cual identificó con una meritocraciaadaptada al siglo XX, que aborda la era del conocimiento y la po-tencialidad de las fuerzas productivas, donde los que dominan elconocimiento gobiernan la sociedad, aunque sin prever la unidadde acción entre la ciencia y el gobierno.

El autor se inscribe entre los teóricos que defendieron la re-producción del sistema capitalista, al contribuir con doctrinas queimpulsaron acciones para mantenerlo y prolongarlo, situándoloentre los precursores de doctrinas que abrieron caminos en elcampo de las ideas prevalecientes de Occidente en la segundamitad del siglo decimonónico.

Las concepciones esbozadas por Bell fueron objeto de críticasentre diversos medios intelectuales, y sobre las que el propio au-tor se vio precisado, con posterioridad, a reconocer algunas deestas limitaciones. Asimismo, el comportamiento de la historiadel capitalismo mundial demostró la obsolescencia e invalidez del

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sistema de interpretación de la realidad práctica y téorica utilizadapor el autor.

Como representante del noeconservadurismo norteamericano,en su actividad téorica y práctica reflejó este compromiso políti-co y también ideológico. Defendió el papel hegemónico de Esta-dos Unidos como potencia y gendarme mundial, como modo degarantizar la relación de este y las naciones aliadas del PrimerMundo con las áreas y problemas que interesaron al poder y lapolítica norteamericana. Reconoció como válidas las políticas decontención al comunismo y la guerra de ideologías, por lo que sudoctrina estaba dirigida, en mayor medida, a justificar el fin de laideología marxista.

Sin embargo, el impacto de estas teorías tuvo repercusión pos-terior, donde politólogos contemporáneos han reflexionado para-lelos en los objetivos finales planteados por autores recientes ylos de Bell, como en el caso del norteamericano Francis Fukuyamacon la versión de El fin de la historia, del año 1989.

Es importante apuntar que con la desintegración de los Esta-dos socialistas europeos, las teorías que sustentaron el final delas ideologías tomaron nuevamente fuerza en el Primer Mundo,retrotrayendo las añejas doctrinas que había inaugurado Bell enlos años sesenta.

Esta polémica en torno al aporte y la vigencia teórica de Da-niel Bell al capitalismo resulta de obligado estudio, evaluación yanálisis desde la ciencia política del Tercer Mundo.

Las concepciones de Bell sobre la ideología y la sociedad posin-dustrial constituyen actualmente materia recurrente en cursosacadémicos de diferentes universidades e instituciones del mun-do occidental.

Bibliografía

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––––––– (1973): The Coming of Post-Industrial Society (A venturein social forecasting), Ed. Basic Books, New York.

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––––––– (1995): “El futuro de África”, en revista Claves de la Ra-zón Práctica, No. 52, mayo, Madrid.

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GIL, CELMA Y JUAN M. (1999): “Las contradicciones culturales delcapitalismo, de Daniel Bell”, en Nueva Revista Política, Cul-tura y Arte, No. 62, abril, Madrid.

GINER, S.; E. LLAMO DE ESPINOSA Y C. TORRES (1998): Diccionario deSociología, Editorial Alianza, Madrid.

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LA TEORÍA DE LAS OLAS CIVILIZATORIAS:ALVIN TOFFLER

ALBERTO GONZÁLEZ TEJEDA

El objetivo del presente trabajo es realizar una exposición orde-nada de las tesis fundamentales de Alvin Toffler1 en el campo dela ciencia política, quien con la publicación en 1970 de su obra Elshock del futuro, se convertiría en el cientista político más divul-gado de la actualidad.

Sus obras principales, además de la mencionada, son: La terce-ra ola (1980), Cambio de poder (1990) y La creación de una nue-va civilización. La política de la tercera ola (1994).

Las fuentes teóricas de Alvin Toffler

Las ideas de Toffler siguen la línea de pensamiento abierta a fina-les de los sesenta por Marshall Mc Luhan,2 Zbigniew Brzezinski3

1 Alvin Toffler: Nueva York (1928), politólogo, sociólogo y escritor estadounidense,después de obtener un Doctorado, fue profesor en la New School for Social Research.Sus libros, escritos en estrecha colaboración con su esposa Heidi Toffler, sonauténticos éxitos de venta; han sido, además, divulgados en seriales de televi-sión, que lo han dado a conocer al gran público. Goza de una gran influencia enel mundo político, ha sido interlocutor de hombres como: Ronald Reagan, GeorgeBush, Indira Gandhi, Mijail Gorbachov, Henry Kissinger y Colin Powel.

2 Mc Luhan, Marshall (1968): War and Peace in the Global Village, Bantam, N.York. Donde realiza por primera vez un análisis de los cambios culturales queestaban ocurriendo en el mundo bajo la égida de la revolución tecnológica apli-cada a los medios masivos de comunicación.

3 Brzezinski, Zbigniew (1969): Between Two Ages. America’s Role in theTecnotronic Era, Vicking Press, N. York. Out of Control, 1993. Donde refiere laera tecnotrónica y la pérdida de control.

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y Daniel Bell,4 todos pertenecientes al entorno norteamericano,donde se daban las primeras muestras del cambio de paradigmatecnológico y cultural que hoy se está desarrollando, primeros enreconocerlo y reflexionar sobre las implicaciones que tendría.

Continuador de ellos, Toffler intenta ofrecernos una concepciónglobal de la historia a partir de tres grandes revoluciones de pro-ducción. Pero tratando de superar una visión que desde este puntode vista quedaría bastante rígida, recurre a la imagen de “olas” enconstante flujo, reflujo e interacción. En vez de presentar a la his-toria como una secuencia de “estadios”, como si cada uno de ellosfuese una fotografía fija, la teoría de la oleada social nos permitever a todas las sociedades en procesos. Por ejemplo, podemos vermás de una sola ola de cambio pasar a través de la misma sociedadal mismo tiempo. En Japón, el sistema familiar se está moviendoaún hacia la forma nuclear. Constituye una parte del cambio de laSegunda Ola, la ola de la industrialización tradicional que se com-pletó en sí misma, por así decirlo. Pero simultáneamente, veremosmuchos aspectos del comienzo de la Tercera Ola.

“Por ello, en vez de una sociedad como algo unitario, la repre-sentamos como formada por movimientos concurrentes, olas decambios asociados. Las que pueden compararse en términos deuna mezcla de elementos de la Primera, la Segunda y la Terceraolas, y en términos de los diferentes índices de cambio en cadauno de ellos, y así por el estilo. El modelo de la ola está basado enel proceso, no sólo en la estructura”.5

Por su apego al tema histórico, se puede descubrir en Toffleruna gran influencia hegeliana, en el gran peso que le da en suobra al fenómeno del cambio, tan característico de las tesis deHegel: “Nuestra argumentación se basa en lo que denominamos la‘premisa revolucionaria’. Esta plantea que, siendo incluso proba-ble que las décadas inmediatamente venideras rebosen de agita-ción, turbulencia y quizás hasta de violencia generalizada, no nosdestruiremos por completo. Parte de la idea de que los cambiosbruscos que ahora experimentamos no son caóticos ni aleatorios,sino que, de hecho, forman una pauta definida y claramente

4 Bell, D. (1973): The Coming of Post-Industrial Society (A venture in socialforecasting). Bell planteó que se había entrado en una nueva era, que calificócomo posindustrial, en la que el desarrollo tecnológico ejercía el papel rector.

5 Toffler, Alvin: Avances y premisas, pp. 219-220.

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discernible. Da por sentado, además, que esos cambios sonacumulativos, que sumados representan una transformación gigan-tesca de nuestro modo de vivir, trabajar, actuar y pensar, y que esposible un futuro cuerdo y deseable. En resumen, lo que sigue co-mienza con la premisa de que lo que ahora sucede es ni más nimenos que una revolución global, un salto de enorme magnitud.

”En otras palabras, partimos del supuesto de que somos la ge-neración final de una vieja civilización y la primera generaciónde otra nueva, y de que gran parte de nuestra confusión, angustiay desorientación personales tiene su origen directo en el conflictoque —dentro de nosotros y en el seno de nuestras institucionespolíticas— existe entre la civilización moribunda de la segundaola y la civilización naciente de la tercera ola, que pugna, tonante,por ocupar su puesto”.6

Sin embargo, la más notable influencia en su pensamiento es lade Marx: “Después de Marx, ya no fue posible pensar en la tecno-logía de la misma forma que antes. Ya no resultó posible ignorara las clases. Ya no fue posible ver la Historia como una continui-dad sin rupturas. Ya no resultó posible considerar la política y laeconomía como unas categorías separadas herméticamente. Elignorar a Marx en el mundo de hoy es ser semianalfabeto. La mi-tad de la población del planeta considera sus palabras como sifuesen las Escrituras. Pero el propio Marx fue una expresión dela Segunda Ola clásica, o sociedad industrial, formada por suspresunciones, y muchas de esas presunciones ya no pueden con-siderarse ciertas.

”Mi obra hoy aún se enfoca con fuerza sobre los temas acerca delos que él escribió: el cambio social, el papel de la tecnología, el con-flicto, la discontinuidad y la revolución en el más amplio sentido”.7

Aunque Toffler se cuida de tomar distancia de las tesis de Marxreiteradamente, a lo largo de toda su obra, hasta el punto de ca-lificar a la teoría marxista como: “fuera de moda y equívoca”,8 lees imposible negar la influencia del marxismo, pues los factoresen los que divide la historia son económicos, incluso el peso quele da al conocimiento en La tercera ola (planteado como factordeterminante de los cambios sociales), está referido fundamen-

6 Toffler, A.: La creación de una..., p. 24.7 Toffler, A.: Avances..., p. 214.8 Ídem.

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talmente al mundo de la producción y desde allí se extiende alresto de la vida de la sociedad. A pesar de afirmar que: “Una dife-rencia clave tiene que ver con la primacía que el marxismo asig-na a la economía. Intelectualmente, se hizo evidente que elmarxismo era un instrumento equívoco y anticuado para com-prender la realidad en el mundo de la alta tecnología. Emplear almarxismo para diagnosticar la estructura interior de las socieda-des de elevada tecnología de hoy, es como limitarse uno mismo auna lupa de aumento en la edad del microscopio electrónico. Paralos marxistas lo no económico es sólo una ‘superestructura’ cons-truida sobre una base económica. Y yo disiento de ello”.9

La teoría de las olas

La visión toffleriana de la sociedad parte de la construcción de unmodelo para su análisis que, según él, se fundamenta en torno alconflicto y que tiene implicaciones para la teoría del conflicto.10

Para Toffler la sociedad queda estructurada de la siguiente forma:“Comencé de una forma más o menos inductiva o empírica, al

identificar lo que todas las civilizaciones parecen tener en co-mún. Por ejemplo, todas las civilizaciones tienen alguna clase desistema energético. Todas tienen algún método para producir losbienes y servicios necesarios para la supervivencia. Poseen al-gún sistema para distribuir los bienes y servicios. El sistema deenergía, el sistema de producción y el sistema de distribución es-tán todos ellos muy íntimamente ligados, y juntos puede decirseforman una ‘tecnosfera’.

”Todas las civilizaciones tienen una ecología de institucionessociales, una ‘sociosfera’. Dentro de diferentes civilizaciones, esasorganizaciones o instituciones están relacionadas unas con otrasde diversas formas. En las nuestras, por ejemplo, vemos que lafamilia nuclear prepara a los hijos para la vida en una escuela deeducación de masas, que prepara a los jóvenes para la vida encompañías o en las empresas socialistas de producción. Por tantodentro de lo que yo llamo sociosfera, existen diferentes subsis-temas en interacción.

9 Ibídem, pp. 214-215.10 Ibídem, p. 222.

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”La tecnosfera y la sociosfera están rígidamente interconectadas.Todas las civilizaciones tienen así mismo sistemas para la comu-nicación de la información. Algunas sociedades no requieren mu-cho intercambio de información, por lo que enviaban corredoresa través del país o creaban, como lo hicieron los persas, torresencima de las cuales un hombre de buenos pulmones gritaba aotro hombre de la siguiente torre, el cual a su vez, hacía circularel mensaje. Pero fuera del nivel local, fue necesaria una muypequeña transmisión de noticias, por ello, los sistemas de comu-nicación estuvieron subdesarrollados no obstante, todas las socie-dades poseen alguna clase de estructura de comunicación,rudimentaria o no, a la que yo denomino ‘infosfera’.

”Una vez más la infosfera está rígidamente unida con latecnosfera y la sociosfera. A mayor abundamiento, todas las so-ciedades operan dentro de la ‘biosfera’, y las condiciones dentrode esta biosfera pueden variar dramáticamente, de vez en cuandoen cualquier tipo de civilización. Todas las civilizaciones poseentambién una ‘esfera de poder’, en la cual la autoridad está locali-zada a través de instituciones políticas, tanto formales como in-formales. Y, por último, todas las sociedades poseen lo que puededenominarse una ‘psicosfera’, una esfera de las relaciones ínti-mas, de lo subjetivo, de la personalidad.

”Si se ponen todas juntas —tecnosfera, sociosfera, infosfera,biosfera, esfera de poder y psicosfera—, abarcarán mucho (perono todo) de lo que comprende cualquier civilización o sociedadcon su ruptura, se puede comenzar, de forma sistemática a son-dear las interacciones, tanto dentro como entre esas diferentesesferas de acción”.11

“Sí, las diferentes esferas que he descrito son lo que podríadenominarse elementos estructurales de cualquier civilización.Pueden reunirse en varias formas complejas. Pero existe otra di-mensión completa que, por así decirlo, corta a través de todasestas esferas.

”Por ejemplo, cada civilización desarrolla también su propia‘superideología’ para justificarse a sí misma, para explicar su lu-gar en la Historia y en el universo, y para vindicar o racionalizarsus operaciones. Y es la cubierta cultural la que cubre todo elconjunto y ayuda a moldear su estructura. Esa ideología se refle-ja en todas las esferas, desde la vida familiar a la tecnología.

11Toffler, A.: Avances..., pp. 218-219.

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”Además, cada civilización parece operar de acuerdo con cier-tos principios identificables que son parte de su cultura. En lacivilización industrial, que es una en la que más sistemáticamentehe aplicado este modelo, todas las esferas se ven afectadas por elprincipio de estandarización, centralización, concentración,maximización, etc., los principios básicos organizativos de lassociedades industrializadas”.12

“Este modelo nos ayuda a examinar cualquier civilización y aestablecer diferencias entre civilizaciones. Pero es también alta-mente fluido. Nos permite ver los diversos elementos de una so-ciedad tal y como han comenzado a ser, usualmente como partede una ola de cambios asociados e interestimulaciones. Esa es larazón de que emplee como metáfora lo de la ola”.13

Una “ola de cambio” no es para Toffler un cambio específico,por ejemplo, exclusivamente tecnológico, se refiere a todas comouna cadena de cambios asociados que se refuerzan unos a otrosy se aceleran mutuamente, moviendo al sistema en una direc-ción definida.

“Cabría denominar ‘análisis de ondas de choque’ a un enfoquenuevo y eficaz que considera la historia como una sucesión deencrespadas olas de cambio y se pregunta a dónde nos lleva lalínea de avance de cada una. Centra la atención no tanto en lascontinuidades, innovaciones y puntos de ruptura. Identifica laspautas fundamentales de cambio a medida que surgen, para quepodamos ejercer una influencia sobre su evolución.

”Comienza por la sencilla idea de que el nacimiento de la agri-cultura constituyó el primer punto de inflexión en el desarrollosocial humano y de que la evolución industrial representó la se-gunda gran innovación. Concibe a ambas no como un aconteci-miento instantáneo y diferenciado, sino como una ola de cambioque se desplaza a una determinada velocidad”.14

En sus propias palabras analiza la historia de la humanidad dela siguiente forma: “Esto comenzó a suceder con la Primera Olade cambio, la extensión de la agricultura. Una nueva forma devida se difundió con sus propias instituciones sociales, políticas yreligiosas y sus propios principios para hacer frente al medioambiente que la rodeaba.

12 Ibídem, p. 220.13 Ídem.14 Toffler, A.: La creación de una..., pp. 24-25.

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”Cuando la revolución industrial lanzó la Segunda Ola de cam-bio, también comenzó por extender una nueva forma de vida yunas nuevas instituciones, valores y principios que entraron enintenso conflicto con las instituciones existentes de la PrimeraOla de la civilización agrícola.

”Naturalmente, la noción de olas es, meramente, una metáfo-ra. Los que hacen esas olas de cambio son personas, individuos,grupos organizados, ejércitos, iglesias, laboratorios de investiga-ción, hombres de negocios, partidos políticos, etcétera.

”Aquellos cuyas economías u otros intereses se habían derivadode la forma agrícola de vida, se encontraron combatiendo contra losgrupos ‘en ascenso’, que estaban creando la revolución industrial”.15

Para Toffler, la Tercera Ola de cambio llegó primero a EstadosUnidos, en 1956, cuando, por primera vez, el número de trabaja-dores de la esfera de los servicios (empleados del comercio, laadministración, las comunicaciones, la enseñanza, etcétera) su-peró al de los trabajadores industriales. “Dentro del mismo lapsode vida, la sociedad ha conseguido, por primera vez en la historiahumana, no solamente liberarse no sólo del yugo de la agricultu-ra, sino también, en unas pocas décadas, del yugo del trabajomanual. Así nació la primera economía de servicios del mundo”.16

Pero la Tercera Ola de cambio trae un elemento nuevo, muchomás traumático para la sociedad que las anteriores, la velocidad a laque se produce el cambio. “La información fluye con tal rapidez enla sociedad, y los radicales cambios tecnológicos se producen tansúbitamente, que solo unas nuevas formas de organización, de reac-ción aún más instantánea, tendrán que caracterizar el futuro”.17

“En esta economía, el recurso crucial es el conocimiento y estoes lo que hace a la economía de la Tercera Ola revolucionaria,pues en oposición a los recursos finitos de la tierra, las materiasprimas e incluso del capital, el conocimiento es inagotable, puedeser utilizado por muchas empresas y puede ser usado para gene-rar más conocimiento”.18

En la visión toffleriana, la nueva economía está basada en elconocimiento; el valor de una empresa se mide por la capaci-dad para adquirir, generar, distribuir y aplicar estratégica y

15Toffler, A.: Avances..., pp. 223-224.16 Toffler, A.: El shock del futuro, p. 21.17 Ibídem, p. 155.18 Toffler, A.: La creación de una..., pp. 50-51.

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operativamente los conocimientos; la producción se desmasifica(se caracteriza por series cortas de productos para satisfacerdeterminadas necesidades de segmentos específicos del merca-do); las escalas se reducen, tanto en el número de obreros de lasempresas (son colectivos laborales pequeños y diferenciados),como en las series de productos, hay un predominio de las firmaspequeñas; en ella la innovación es vital para poder sobrevivir enla competencia. La organización de la empresa cambia, ahora esnecesario realizarla en torno a los procesos productivos y no a losmercados.

Desde el punto de vista clasista, Toffler enfoca el cambio de lasiguiente forma: al disminuir las tareas manuales en la economía,el “proletariado” es ahora una minoría, crecientemente rempla-zada por un “cognitariado”,19 o sea, por un trabajador que utiliza elconocimiento como herramienta fundamental en su trabajo. Estaconcepción de “trabajadores de la mente” es una generalización dedudosa cientificidad, ya que engloba tanto a trabajadores de losservicios, como a trabajadores de la producción material. Sin em-bargo, para los capitalistas no prevé ningún cambio, solo planteaque existe un conflicto entre los propietarios de las empresas de laSegunda y Tercera olas. Cómo es posible, que el cambio generadopor la Tercera Ola, transforme toda la sociedad capitalista, inclu-yendo al propio capital, y no genere ninguna transformación en laclase portadora de la sociedad capitalista.

“Esta profunda reconsideración de las fuentes del valor añadi-do está preñada de consecuencias. Desbarata, por igual, los supues-tos del mercado libre, los del marxismo y los del materialismo quedio origen a ambos. Así, pues, se revelan falsas y equívocas, tantopolíticas como económicamente, la idea de que el valor sólo procededel sudor de los trabajadores y la de que es obra del glorioso em-presario capitalista, implícitas ambas en el materialismo”.20

Sin más argumento, descalifica toda la teoría económica clásicay la marxista, sin reconocer que el valor, en tanto trabajo mate-rializado en la mercancía, es desgaste de energía física y mental,y el hecho de que en virtud del acelerado desarrollo tecnológico,el desgaste de energía física disminuya, no elimina, muy por elcontrario, amplía el desgaste de energía mental, pues según él

19 Ibídem, p. 68.20 Ibídem, p. 75.

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mismo, el “cognitariado” se caracteriza por el empleo intensivode los conocimientos en su labor. Confunde la posibilidad quebrinda la tecnología de almacenar y emplear el conocimientointensivamente en la producción, con la eliminación del trabajohumano creador de valor.

Reconoce que el trabajo durante la sociedad industrial fue bru-tal y miserable y que: “En realidad la brutalidad del trabajo con-tribuyó de forma directa a los beneficios. Cuanto más fuertementese exprime a la gente, más dinero se consigue”.21

Sin embargo, plantea que en las empresas de la Tercera Ola labrutalidad es contraproducente y que las empresas ya no aumen-tan sus beneficios esclavizando a sus empleados. Toffler identifi-ca brutalidad con explotación, si bien es cierto que las luchasobreras han logrado reducir la brutalidad y que en las nuevascondiciones de la producción, la atmósfera que requiere un tra-bajo creador prácticamente la descarta, no nos aclara cómo esasempresas ahora obtienen sus “beneficios” y mucho menos no pre-cisa con propiedad de quién son los nuevos conocimientos queconstituyen el fruto del trabajo.

También tiene que reconocer que el incremento del número detrabajadores de los servicios, no elimina a los trabajadores indus-triales, solo se reduce su número. En su criterio, Estados Unidosseguirá siendo un país con producción industrial, como lo es en laactualidad, con una desarrollada producción agrícola a pesar deque esta rama ocupe menos del cuatro por ciento de la poblacióneconómicamente activa de ese país, y es muy probable que el nú-mero de obreros se aproxime a esa cifra.

Toffler es inconsecuente con su propia teoría, pues según él, loque está ocurriendo en el mundo actual no es una recesión, sinouna reestructuración de la base técnico-económica de la socie-dad, la que define con el concepto de crisis de sociedad industrial.

“La crisis no es capitalista o comunista, sino que es industrial.Tanto la economía capitalista como la comunista se encuentrandesequilibradas. Históricamente, la economía creada por la ci-vilización de la Segunda Ola se está aproximando a su crisisterminal”.22

Por lo tanto, son obsoletos tanto el capitalismo como el socia-lismo, en tanto productos del industrialismo.

21Toffler, A.: Avances..., p. 49.22 Ibídem, p. 28.

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Expone que el socialismo, con una economía centralmente pla-nificada, es incapaz de hacerle frente a la “carga de decisiones”de una economía en rápido desarrollo, como la de la Tercera Ola.“Esta clase de sociedad es mucho más difícil de dominar desdearriba. La ‘capacidad de decisión’ de los planificadores llega ahacerse, literalmente, ingobernable.

”Aquí está la clave: cuanto más diversa o diferenciada se hacecualquier sociedad, más se modifican las condiciones locales,más rápidos se hacen los cambios y más variación existe de unmomento a otro. Y la tercera ola nos brinda ambos procesos: di-versificación y aceleración.

”Los planificadores centrales se ven forzados a tratar con ten-dencias, en las decisiones ampliamente generalizadas. No puedenadoptar unas decisiones flexibles y a la medida del cliente, ade-cuadas a lo local o a las condiciones a corto plazo. No saben losuficiente, lo que está pasando en cada localidad específica y,cuando tratan de averiguarlo, por lo general no lo consiguen”.23

“El asunto radica en si las economías en la actualidad plani-ficadas centralmente, pueden transferir una sustancial toma dedecisiones hacia abajo, y no existe la menor prueba de que lasatrincheradas elites en la Unión Soviética, y en otras economíasplanificadas centralmente, estén dispuestas a hacer eso sin unaamarga lucha; si tuviesen que llevar a cabo un cambio, y permi-tir, de modo significativo, una mayor autonomía local, ya no es-tarían planificadas centralmente, en el sentido que estamosdiscutiendo”.24

Ahora bien, no toma en cuenta lo siguiente:a) La posibilidad para el socialismo de descentralizar su econo-

mía, conceder mayor autonomía y perfeccionar la gestión desus empresas.

b) Perfeccionar la planificación.c) Las diferencias en la construcción de los proyectos socialistas

en los distintos países.Al llegar a afirmar, en 1994, que el socialismo había muerto

porque había chocado con el futuro, ignora a los países que conti-nuaban la construcción del socialismo y que habían logrado índi-ces de crecimiento económico superiores a las grandes potencias

23 Ibídem, p. 113.24 Toffler, A.: La creación de una..., p. 115.

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capitalistas y(o) que habían sido capaces de transformaciones so-ciales imposibles para el capitalismo.

Sin embargo, la sociedad capitalista, producto del industrialis-mo, no estaba condenada a chocar con el futuro. A pesar de habersumido a la humanidad en el subdesarrollo y de imposibilitar, enlas actuales condiciones, el progreso económico de los países ca-pitalistas del Tercer Mundo, e incluso cuando para Toffler, en elPrimer Mundo, único objeto de su análisis, sufriría un choque deolas, predice que el capitalismo sería capaz de adaptarse a losnuevos requerimientos de la nueva ola civilizadora, por lo tanto,apuesta por su carácter permanente.

La política de la Tercera Ola

Es incuestionable que en este nuevo milenio la sociedad sufrirágrandes transformaciones. Para Toffler, el origen del conflictopolítico que vive el mundo actual tiene su base en el advenimien-to de la Tercera Ola y en su colisión con las anticuadas economíase instituciones remanentes de la Segunda Ola.

“Siempre que una ola de cambio predomina en una determinadasociedad es relativamente fácil columbrar la pauta del desarrollofuturo. Escritores, artistas, periodistas, entre otros, descubren la‘ola del futuro’. Así, en la Europa del siglo XIX muchos pensadores,empresarios, políticos y gente corriente tenían ya una imagen claray básicamente correcta del futuro.

”Percibían que la historia caminaba hacia el futuro final de laindustrialización sobre la agricultura premecanizada y previeron,con notable exactitud, muchos de los cambios que traería consigola segunda ola: tecnologías más eficaces, ciudades mayores, trans-porte más rápido, instrucción de las masas, etc.

”Esta claridad de visión produjo efectos políticos directos. Par-tidos y movimientos políticos pudieron trazar sus planes respectoal futuro. Los intereses agrícolas preindustriales organizaron unaacción de retaguardia contra la invasión de la industrialización,contra las grandes empresas, contra los ‘cabecillas sindicales’,contra las ‘ciudades pecaminosas’. Trabajadores y empresariosse hicieron con el control de los resortes principales de la nacien-te sociedad industrializada. Las minorías étnicas y raciales, de-fendiendo sus derechos en términos de un papel acaecido en elmundo industrializado, exigieron acceso al empleo, puestos en las

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instituciones, viviendas urbanas, mejores salarios, educación pú-blica general, etc.

”Por el contrario, la imagen del futuro se fractura cuando lasociedad se ve asaltada por dos o más gigantescas olas de cambioy ninguna de ellas predomina claramente. Se torna en extremodifícil precisar la significación de los cambios que surgen. Lacolisión de las olas crea un océano embravecido, rebosante decorrientes contrarias, vorágines y remolinos que ocultan mareashistóricas más profundas e importantes”.25

“El conflicto entre los grupos de la segunda y la tercera olasconstituye, de hecho, la tensión política crucial en nuestra socie-dad actual. Como veremos, la cuestión política fundamental no esquién domina en los últimos días de la sociedad industrializada,sino quién configura la nueva civilización que surge rápidamentepara reemplazarla. A un lado están los partidarios del pasado in-dustrial; al otro, cada vez más millones de personas que compren-den que los problemas más urgentes del mundo no puedenresolverse ya dentro de la estructura del orden industrial. Este esel conflicto, la ‘superlucha’ por el mañana”.26

Para la ciencia política el gobierno es divisible analíticamenteen dos funciones: primera, decidir; y segunda, ejecutar la deci-sión. Es objeto de un extenso análisis a lo largo de toda la obra deToffler la primera función.

“La diversidad y la complejidad de una sociedad de la terceraola funden los circuitos de organizaciones muy centralizadas. Laconcentración de poder en la cima era, y sigue siendo, un modoclásico de la segunda ola para tratar de resolver los problemas.Pero aunque a veces se requiere centralización, la supercentra-lización desequilibrada actual significa poner en la misma cestademasiados huevos en lo que a decisiones. El resultado es una‘sobrecarga de decisiones’. En Washington, el Congreso y la CasaBlanca se afanan ahora en tomar demasiadas decisiones acercade cuestiones complejas, que cambian velozmente y sobre las quecada vez saben menos.

”En contraste, las organizaciones de la tercera ola desplazan enla medida de lo posible la toma de decisiones desde la cumbre ha-cia abajo y a la periferia. Las empresas se apresuran a ‘apoderar’ a

25 Toffler, A.: La creación de una..., pp. 27-28.26 Ibídem, p. 30.

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sus empleados, no por altruismo, sino porque los de abajo a menu-do disponen de mejor información y pueden reaccionar con ma-yor rapidez que los jerarcas de la cima tanto ante la crisis comoante las oportunidades”.27

Acierta, cuando plantea que cada sociedad necesita, para fun-cionar, cierta cantidad y calidad de decisiones políticas. Cuantomás variadas, frecuentes y complejas sean, mayor será la “cargade decisiones” y la forma en que se reparte esta carga influye,fundamentalmente, sobre el nivel de democracia de la sociedad.

“Por lo tanto, mientras aumente la carga de decisiones del sis-tema social, la democracia se convertirá no en materia de elec-ción sino en necesidad evolutiva. Resulta imprescindible para elsistema”.28

Para Toffler, mucho depende de la flexibilidad e inteligencia delas elites, subelites y superelites de hoy. La superlucha por el po-der entre las elites de la Segunda y Tercera olas ya dio comienzo.

Si nos guiamos por su óptica, y la teoría del conflicto que lasostiene, en la interrelación de dichas elites, aunque en un ini-cio sea conflictiva, siempre existirá un mínimo de entendi-miento y reciprocidad, reglas de lucha, o quizás el acuerdo dehallarse en desacuerdo.

Como toda relación humana, estará entrecruzada por dos pro-cesos estrechamente relacionados entre sí, el conflictivo y elintegrador.

Si ambas elites pertenecen al mismo grupo social (empleemosese término, ya que el de clase social no es bien visto por Toffler)y se dedican a actividades económicas en sectores diferentes,persiguiendo ambas el mismo objetivo, la maximización de susganancias, además por las propias características que impone larevolución científico-técnica, el uso intensivo de los conocimien-tos científicos penetra cada vez más en las industrias de la Segun-da Ola, podemos ver que dichas elites tienen más elementosintegradores que conflictuales. Las elites emergentes necesitanmodernizar el sistema político, para poder garantizar la realiza-ción de sus intereses.

Ahora bien, la lucha por el poder ¿será solo una lucha entre laselites?, si, según su criterio, se impone como necesidad evolutiva

27Ibídem, pp. 108-109.28 Ibídem, p. 134.

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una mayor democracia. A pesar de reconocer que para crear lanueva civilización se requiere de las energías de pueblos enteros,¿qué papel desempeñan esos pueblos en la superlucha que avizo-ra? Toffler es incongruente en sus planteamientos al no conside-rarlos como sujetos políticos a tomar en cuenta, al reducir elconflicto político a lucha entre elites de diferentes olas.

Para el cientista: “Tres cosas van a afectar nuestro futuro polí-tico. Una es el incremento del trabajo de la mente. La segunda,será un nuevo y vacilante salto en la carga decisional. Y la tercerala constituye la computadora”.29

Reconoce, con gran previsión, que las computadoras causanun increíble número de impactos en el sistema político. Su exten-sión a través de toda la sociedad, hogares, escuelas, iglesias, em-presas, así como su integración en redes de computadoras, brindanposibilidades insospechadas.“Las computadoras alteran, radical-mente, la estrategia del equilibrio militar, los sondeos políticos,incluso la forma en que los asuntos políticos pueden definirse”.30

Es bueno destacar que no reduce a la computadora el enormeimpacto de las nuevas tecnologías sobre la vida política y plan-tea que estas nos brindan vías insospechadas hacia una demo-cracia futura.

¿Cuáles son, en su opinión, los principales fundamentos de lapolítica de la Tercera Ola? El primero es el poder de la minoría.

“El principio primero y herético del gobierno de la tercera olaes el poder de la minoría. Este sostiene que cada vez es más anti-cuado el imperio de la mayoría, principio legitimador fundamen-tal de la era de la segunda ola. No son las mayorías, sino lasminorías, las que cuentan. Nuestros sistemas políticos deben re-flejar crecientemente ese hecho.

“Expresando las creencias de su generación revolucionaria, fuede nuevo Jefferson quien afirmó que los gobiernos debían com-portarse con ‘absoluta aquiescencia a las decisiones de la mayo-ría’. Estados Unidos y Europa —todavía en el alba de la era de lasegunda ola— apenas iniciaban entonces el largo proceso que aca-baría por convertirlos en sociedades industriales de masas. Elconcepto de imperio de la mayoría se adecuaba perfectamente alas necesidades de esas sociedades. Nuestra presente democracia

29 Toffler, A.: Avances..., p. 136.30 Ibídem, p. 138.

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de masas es la expresión política de la producción en serie, elconsumo masivo, la educación de masas, los medios de comuni-cación de masas y la sociedad de masas”.31

“En lugar de una sociedad muy estratificada, en la que unoscuantos bloques importantes se atraen para constituir una ma-yoría, tenemos una sociedad configurativa, donde miles de mino-rías, muchas de las cuales son temporales, se arremolinan y pautasnuevas y transitorias, convergiendo rara vez en un consenso so-bre temas importantes. El avance de la civilización de la terceraola debilita así la legitimidad misma de muchos de los actualesgobiernos.

”La tercera ola pone además en tela de juicio todos nuestrossupuestos convencionales sobre la relación entre el imperio dela mayoría y la justicia social. A lo largo de la civilización de lasegunda ola, la lucha por el predominio de la mayoría era hu-mana y liberadora. Sigue siéndolo en países aún en vías de in-dustrialización como Sudáfrica. En las sociedades de la segundaola, el imperio de la mayoría significa casi siempre una opor-tunidad mejor para los pobres. Pues los pobres eran mayoría”.32

“Ahora, sin embargo, en países sacudidos por la tercera ola, sueleocurrir precisamente lo contrario. Los pobres no tienen ya necesa-riamente el número de su parte. En muchos países se han con-vertido —al igual que todos los demás— en una minoría.

”Por tanto, el imperio de la mayoría no sólo es inadecuadoya como principio legitimador, sino que además no es necesa-riamente humanizador ni democrático en sociedades que seadentran en la tercera ola.

”Los ideólogos de la segunda ola suelen lamentarse de la quie-bra de la sociedad de masas. En lugar de ver en esta enriquecidadiversidad una oportunidad para el desarrollo humano, la tachande ‘fragmentación’ y ‘balcanización’ y la atribuyen al despertardel ‘egoísmo’ de las minorías. Esta explicación trivial reemplazala causa por el efecto, pues el creciente activismo de las minoríasno resulta de un súbito acceso de egoísmo; es, entre otras cosas,reflejo de las necesidades de un nuevo sistema de producción queexige, para su propia existencia, una sociedad mucho más varia-

31 Toffler, A.: La creación de una..., pp. 119-120.32 Subrayado en el original lo que aparece en cursivas. (En La creación de

una...)

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da, abigarrada, abierta y diversa que ninguna de cuantas haya-mos conocido jamás.

”Podemos oponer resistencia al avance hacia la diversidad, enun último e inútil intento por salvar nuestras instituciones políti-cas de la segunda ola, o, por el contrario, reconocer la diversidady modificar en consecuencias esas instituciones”.33

“El conflicto en la sociedad no sólo es necesario sino también,dentro de ciertos límites, deseable. Si cien hombres desean deses-peradamente todos el mismo anillo, tal vez se vean obligados aluchar por conseguirlo. Por el contrario, si cada uno de los cientiene un objetivo distinto, les resulta más provechoso negociar,cooperar y formar relaciones simbióticas. Supuestas unas dispo-siciones sociales adecuadas, la diversidad puede originar una ci-vilización segura y estable.

”Es la falta actual de instituciones políticas apropiadas la queagudiza innecesariamente hasta el borde de la violencia el con-flicto entre minorías. Es la falta de tales instituciones la que tor-na intransigente a la minoría. Es la ausencia de esas institucionesla que hace cada vez más difícil encontrar una mayoría”.34

“La respuesta radica en medidas imaginativas y nuevas paraacomodar y legitimar la diversidad, en nuevas instituciones sen-sibles a las necesidades en rápida mudanza de minorías que cam-bian y se multiplican.

”Es posible que algún día los futuros historiadores considerenla votación y la búsqueda de la mayoría como un arcaico ritualpracticado de una época de comunicaciones primitivas. Pero hoy,en un mundo peligroso, no podemos permitirnos delegar en nadieun poder total; no es posible renunciar ni siquiera a la débil in-fluencia popular que existe bajo los sistemas mayoritarios, y nopodemos tolerar que minorías insignificantes adopten grandesdecisiones que tiranicen a todos los demás”.35

El cientista refleja correctamente, cómo va emergiendo una so-ciedad muy diversa, con nuevos actores, que surgen y desaparecena gran velocidad. Pero cómo es posible sostener que los pobres sonuna minoría, cuando su número se incrementa aceleradamente, entodo el mundo, incluyendo a las sociedades de la Tercera Ola.

33 Toffler, A.: La creación de una..., p. 120.34 Ibídem, p. 122.35 Ídem.

236

El segundo principio del sistema político del futuro, es el prin-cipio de la “democracia semidirecta” que Toffler lo refleja de lasiguiente forma:

“La Segunda piedra angular de los sistemas políticos del ma-ñana debe ser el principio de la ‘democracia semidirecta’, el pasode la dependencia de unos representantes a representarnos noso-tros mismos. La combinación de ambas circunstancias constituyela democracia semidirecta.

”Como hemos visto, el colapso del consenso subvierte el con-cepto mismo de representación. ¿A quién ‘representa’ realmenteun representante sin un acuerdo entre votantes? Al mismo tiem-po, los legisladores han ido apoyándose cada vez más en sus equi-pos de expertos y asesores para la elaboración de leyes”.36

“Nuestros representantes elegidos saben cada vez menos acer-ca de las innumerables medidas sobre las que deben decidir y seven obligados a confiar cada vez más en el criterio de otros. Elrepresentante ya ni siquiera se representa a sí mismo.

”Básicamente, los parlamentos, congresos o asambleas eran lu-gares en los que, en teoría, cabía conciliar las pretensiones deminorías rivales. Sus ‘representantes’ podían negociar en su nom-bre. Con las anticuadas y romas herramientas políticas de hoy,ningún legislador es siquiera capaz de seguir la pista a los nume-rosos grupúsculos que nominalmente representa y mucho menosnegociar efectivamente en beneficio de sus intereses”.37

“Esto ayuda a explicar por qué se tornan intransigentes los gru-pos de presión centrados en una sola cuestión política. Al advertircuán limitadas son las oportunidades de un trato o un ajuste com-plejo a través del Congreso o de las legislaturas, sus exigencias alsistema se hacen innegociables, cae también por tierra la teoríadel gobierno representativo como intermediario último.

”La quiebra de la negociación, el atasco en la adopción de me-didas y la parálisis cada vez más grave de las instituciones re-presentativas determinan a largo plazo, la posibilidad de quemuchas de las decisiones que ahora toman unos cuantospseudorepresentantes [sic] tengan que retornar gradualmenteal propio electorado. Si las leyes que elaboran son cada vez más aje-nas o insensibles a nuestras necesidades, tendremos que hacer-

36Toffler, A.: La creación de una..., pp. 124-125.37 Ibídem, p. 125.

237

las nosotros. Pero para ello necesitamos también nuevas institu-ciones y nuevas tecnologías”.38

Se hace necesario el politólogo, cuando refleja los crecientesproblemas de la democracia representativa y la creciente influen-cia de la burocracia en la toma de decisiones.

“El tercer principio vital de la política del mañana tiende a des-hacer el atasco en la toma de decisiones y atribuirlas al lugar quecorresponde. Esto y no simplemente el cambio de líderes, es el an-tídoto de la parálisis. Lo llamamos ‘distribución de decisiones’.

”Ciertos problemas no pueden resolverse en el ámbito local,otros no pueden resolverse en el ámbito nacional. Algunos requie-ren acciones simultáneas en varios ámbitos. El lugar adecuadopara resolver un problema no es además inmutable. Cambia conel tiempo.

”Para remediar el actual atasco en la toma de decisiones, con-secuencia de la sobrecarga institucional, tenemos que repartirlasy reasignarlas, ampliando la participación y variando el lugar desu adopción según exijan los problemas.

”La organización política actual viola ferozmente este princi-pio. Los problemas se han desplazado, pero el poder de tomar de-cisiones no se ha movido. Demasiadas decisiones continúan aúnconcentradas y la arquitectura institucional resulta sumamentecompleja en el ámbito nacional. Por el contrario, no se adoptansuficientes decisiones en el plano internacional y las estructurasde éste se hallan radicalmente subdesarrolladas. Se reservan ade-más muy pocas decisiones para el ámbito subnacional: regiones,estados federados, provincias y localidades o agrupaciones socia-les no geográficas”.39

“La razón es que cualquier estructura política —incluso conbaterías de ordenadores— sólo puede manejar un volumen deter-minado de información, sólo es capaz de adoptar cierta cantidady calidad de decisiones, y la implosión de medidas ha empujadoya a los gobiernos más allá de este punto de ruptura.

”Las instituciones del gobierno deben guardar, además, unacorrelación con la estructura de la economía, el sistema de infor-mación y otras características de la civilización. Presenciamosahora una nueva descentralización y una regionalización de la

38 Ibídem, pp. 126-127.39 Ibídem, pp. 128-129.

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actividad económica. De hecho, muy bien puede ocurrir que launidad básica no sea ya la economía nacional”.40

“No es posible que una sociedad descentralice la actividad eco-nómica, las comunicaciones y muchos otros procesos crucialessin verse obligada también, tarde o temprano, a descentralizarigualmente el proceso de toma de decisiones en el plano político.

”Todo esto exige algo más que meros cambios cosméticos enlas instituciones políticas existentes. Implica grandes batallas porel control de los presupuestos, los impuestos, la tierra, la energíay otros recursos. La distribución de las decisiones no sobreven-drá con facilidad, pero es absolutamente inevitable, uno tras otro,en los países supercentralizados”.41

Cómo se alcanzará esta distribución de decisiones, ¿será el re-sultado de enconadas luchas y conflictos sociales? La respuestade Toffler es idílica: “Nuestras elites rectoras se tambalean bajola imposible carga decisional. Esto forzará a las elites a permitirque participen más personas, para que les ayuden a soportar lacarga decisional. Esta es la razón de que oigamos hablar más dedirección participativa y también acerca de implicar también alos trabajadores. No por altruismo, sino porque el antiguo siste-ma de decisiones ya no funciona.

”Políticamente, esto sugiere así mismo más implicación públi-ca. Apelar a una ulterior expansión de la clase media. Esto puedeensanchar la democracia. Pedir participación se llame como sellame, significa que más gente es atraída hacia la toma de decisio-nes y que cada vez son excluidos menos de una forma total”.42

“Una carga pesada tendrá en definitiva que ser compartidamediante una participación democrática más amplia. Por lo tan-to, mientras aumente la carga de decisiones del sistema social, lademocracia se convertirá no en materia de elección sino en nece-sidad evolutiva. Resulta imprescindible para el sistema”.43

“Sin embargo, en ninguna parte es la obsolencia tan manifiestao peligrosa como en nuestra vida política. Y en ningún terrenoencontramos ahora menos imaginación, menos experimentación,menos disposición a considerar un cambio fundamental”.44

40Toffler, A.: La creación de una..., pp. 130-131.41 Ibídem, pp. 132-133.42 Toffler, A.: Avances..., p. 137.43 Toffler, A.: La creación de una..., p. 134.44 Ibídem, p. 136.

239

“Pero lo que nos espera en tanto se intensifica la superlucha noes otra representación de ningún drama revolucionario anterior,ningún derrocamiento de las elites gobernantes a manos de un‘partido de vanguardia’ que arrastre tras de sí a las masas, nin-gún levantamiento popular, espontáneo y supuestamente catárti-co provocado por el terrorismo. La creación de nuevas estructuraspolíticas para una civilización de la tercera ola no surgirá del pa-roxismo de una sola convulsión, sino como consecuencia de milinnovaciones y colisiones en muchos niveles, en muchos lugaresy durante un período de décadas.

”Esto no excluye la posibilidad de la violencia en el tránsitohacia el mañana. El paso de la civilización de la primera ola a lade la segunda fue un largo y sangriento drama de guerra, revolu-ciones, hambres, éxodos, golpes de estados y calamidades. Lo queahora está en juego es mucho más, con menos tiempo, acelera-ción más rápida y peligros aún mayores.

”Mucho depende de la flexibilidad e inteligencia de las elites,subelites y superelites de hoy. Si estos grupos demuestran ser tanmiopes, poco imaginativos y asustadizos como la mayoría de los gru-pos dirigentes del pasado, se opondrán rígidamente a la tercera olay aumentarán los riesgos de violencia y de su propia destrucción.

”Si por el contrario, se dejan llevar por la tercera ola, si reco-nocen la necesidad de una democracia ensanchada, podrán inte-grarse en el proceso de creación de una civilización de la terceraola, del mismo modo que las elites más inteligentes de la primeraola previeron la llegada de una sociedad industrial de base tecno-lógica y se sumaron a su establecimiento”.45

Otra cuestión clave es ¿qué decisiones serán distribuidas?, ¿pa-sará el poder a las amplias masas? En su libro entrevista Avancesy premisas, precisado por el entrevistador, Toffler se ve obligadoa responder a esta interrogante, nunca aclarada por él.

“Sí, no estoy sugiriendo que sean necesarios [sic] un gran nú-mero de personas para tomar las decisiones clave. La mayoría denosotros seremos arrastrados hacia decisiones diarias, de bajonivel, de la clase que se necesita para mantener en marcha losnegocios, las comunidades o las organizaciones: la cola del ratónde la toma de decisiones.

45 Ibídem, pp. 136-137.

240

”Pero eso da a la gente, por lo menos, ciertos intereses en elsistema, alguna identidad, un status. Y de ninguna forma debe-ríamos burlarnos de ello.

”P.: No estoy seguro de poder llamar a eso una expansión de lademocracia, sino más bien unos derechos simbólicos para mantenerel barco a flote. ¿Y no puede tratarse de cierto tipo de tecnocracia?

”R.: Emplee el término que prefiera. De todos modos, el hechoes que el porcentaje de personas que están apartadas por comple-to de la toma de decisiones sociales, organizativas y políticas, aun nivel u otro, se reduce cuando la carga de decisiones se hacedemasiado pesada para que las elites existentes se las compon-gan por sí solas.

”No quiero tampoco decir que todo esto suceda sin conflicto. Enrealidad anticipo tremendos conflictos por derecho a participar”.46

En sus propias palabras, está claro en manos de quién queda elcontrol de los procesos a través de los cuales se adoptan y ejecutanlas decisiones públicas, de las elites de la Segunda y Tercera Olas.

Si la política gira en torno a los repartos investidos de autori-dad de bienes o recursos escasos, que son societales en su alcancey consecuencias, como señala D. Easton,47 y la toma de esas deci-siones clave siguen estando en manos de elites dominantes, nopodemos hablar de un nuevo sistema político, sino de un cambioen las formas, no de los contenidos; de una evolución en el siste-ma político, no de un cambio del sistema.

Conclusiones

Las ideas de Toffler son un curioso sincretismo en el que se des-cubren elementos del liberalismo del siglo XIX, junto a categoríasy premisas provenientes del pensamiento de Hegel y Marx.

Las opiniones que vierte en sus libros reflejan, a las claras, elpensamiento e intereses de sectores de la burguesía, que se for-mó a partir del desarrollo de las empresas del sector terciario dela economía.

El modelo toffleriano de las olas brinda una visión netamenteeconomicista de la historia de la humanidad, no concibe al hom-

46 Toffler, A.: Avances..., pp. 137-138.47 Easton, David (1953): “A system analysis of political life”, Cap. II, en Diez

textos básicos..., Editorial Ariel S.A., Barcelona, 1996, p. 2.

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bre como sujeto que a partir de su actividad transformadora estable-ce objetivamente relaciones sociales históricamente determinadas.Su análisis manifiesta la tendencia a construir sus argumentos a par-tir de un conjunto de hechos tomados al azar y expuestos de mane-ra espectacular.

Al tener al conocimiento como fundamento de sus tesis de laTercera Ola, lo hace como si este elemento impusiera de formaautomática al desarrollo de la sociedad, condiciones de libertadesencialmente democráticas para su desarrollo, aunque es ciertoque su pensamiento y categorías han marcado a las elites del pen-samiento político actual y que la dimensión del conocimiento esmayor cualitativamente que nunca antes, su distribución siguesiendo desigual y podríamos decir que en grado superlativo. Latecnología ha distanciado a los grupos elitiarios de las grandesmasas en el conocer, aunque, a su vez, es cierto que la tecnologíafavorece, contrario sensu, a las masas en formas nuevas de oposi-ción a través de mecanismos de comunicación y otros.

Su enfoque desde la óptica de la Tercera Ola del futuro políticoes manipulador de la realidad que, por demás, es absolutamenteminoritaria y excluyente, se encuentra fuertemente politizado,ofreciéndonos una imagen idílica que justificaría el papel de lasmegacorporaciones en los cambios políticos; su proyecto de cam-bio queda a nivel cosmético, porque se dejan intactas las relacio-nes de poder y dominación. Por otra parte, nos presenta una posibleevolución del sistema político norteamericano, fuente y paradig-ma de sus reflexiones como una transformación cualitativa queposibilitaría la creación de una nueva democracia semidirecta que,de todos modos, tiene que dejar al futuro su definición.

Bibliografía

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za & Janés, Barcelona.––––––– (1995): La creación de una nueva civilización. La política

de la tercera ola, Plaza & Janés, Barcelona.

SEGUNDA PARTE

UNA CIENCIA POLÍTICA ALTERNATIVA

245

1

GLOBALIZACIÓN Y HEGEMONÍA.FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y PRÁCTICOS

DE LA FILOSOFÍA POLÍTICA ACTUAL

JUAN FRANCISCO FUENTES PEDROSO

El actual proceso de globalización o mundialización como algoinevitable y en el cual se pretende encaminar o encauzar porpolíticas neoliberales, no es solo un fenómeno económico, es tam-bién una expansión de la dominación, la cual amenaza los me-jores valores de la cultura humana, los aportes éticos y hastasatanizar la subjetividad de los sujetos sociales. Es en este sen-tido que pudiera tener validez la famosa sentencia de MaxWeber ante esta universalidad dominadora de la famosa “jaulade hierro en que quedaría atrapado el último hombre de nues-tra civilización”.

Se pudiera afirmar que la tesis marxista de la enajenación tie-ne mucho más vigencia que en los tiempos de Marx, ya que setrata de un fenómeno no solo de la esfera productiva y de la circu-lación de mercancías, sino que se refuerza mucho más por mediodel enorme papel que desempeña la ideología a través de las gran-des industrias culturales, de símbolos o imágenes que se imponena todo el universo, o parafraseando a T. Adorno y M. Horkheimer“la industria cultural se convierte en un negocio de ideología”, esdecir, “el hombre paga el acrecentamiento de su poder con elextrañamiento de aquello sobre lo cual lo ejercitan”.1

Nunca antes la ciencia, la cultura y la ideología habían estadotan al servicio de la dominación, el mercado ha acrecentado sus

1 HORKHEIMER, M. Y TH W. ADORNO (1969): Dialéctica del iluminismo, BuenosAires, p. 22.

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valores de uso a la esfera espiritual, impone normas, gustos, etcéte-ra, así como una industrialización que invade más los dominiosde la vida humana, no solo en valores de uso material, sino enel dominio de la conciencia de muchos sujetos, lo que agudiza laya histórica contradicción entre el progreso científico-técnico y elmoral. Estamos en una época de acrecentamiento de la industriacultural y de conciencia, donde los medios de comunicación masi-va y la informática han alcanzado un nivel de diseminación nun-ca antes visto en la historia de la humanidad; pero estos mediosal servicio de las sociedades con todo lo que poseen de positivotienen, a la vez, un lado muy tenebroso y es su incesante utiliza-ción para ejercer el control y dominio de la mente humana, asícomo una pérdida de identidad y perspectiva, unido a un proce-so de desilustración que profundiza el ya histórico proceso deenajenación postulado por Marx en su época.

Se pretende inculcar a través de estos medios que los ciudada-nos manifiesten una apatía cívica circulada por la industria cul-tural (¿por qué no monopolio cultural transnacional?) y la políticaen detrimento de un sujeto educado culturalmente con una parti-cipación activa como base de una verdadera democracia.

La utilización de la ciencia y la tecnología —en el sentido ne-gativo— crea una especie de corporativismo donde la complejaespecialización y coordinación profundiza un abismo entre lamayoría de los sujetos y la minoría que domina (tecnocracia po-lítica), es en este sentido, que nunca antes la política se habíatecnificado tanto ni la técnica se había politizado al nivel quehoy conocemos.

Una aclaración ineludible es que la globalización es tan nece-saria a la humanidad como lo fue el surgimiento de las naciones oEstados nacionales, vino para quedarse y desarrollarse, e inclusosi se aspira a otro mundo o modelo, este necesariamente tendráque ser globalizado, lo que planteamos es una globalización queno sea unipolar, sino diversa, plural, y no solo para metrópolis onaciones desarrolladas; en otras palabras, menos dominadora ymás democrática.

Otro problema que se presenta en este universo alterado esque el neoliberalismo ha llevado a su máxima expresión un pen-samiento único, donde, aparentemente, se pierden las metas enaras de un solo punto de referencia. Ello es producto de la hege-monía unilateral que trata de dejar a la humanidad sin opciones,al dictaminar un nuevo rumbo sin oposiciones, de ahí que la tota-

247

lidad aparezca dispersada en aras de una centralización de lospuntos de vista de la dominación, por lo cual el fin de las ideolo-gías es en aras de una sola ideología.

Si bien reconocemos que siempre ha existido la tendencia a unpensamiento único aunque su universalización ha sido a partir delos paradigmas de las revoluciones Inglesa y Francesa, quiero se-ñalar que todo pensamiento único ha sido, por esencia, excluyen-te. Todo poder político ha tenido como base este pensamiento y elmismo ha aparecido como el de la razón y la justicia y el paradig-ma de toda realización. Sin embargo, la sustitución de una formade pensamiento por otra ha estado encabezada por objetivos quepueden ser valorados progresivos o no, de acuerdo con las tareashistóricas que se quieran realizar.

Con la internacionalización de las relaciones sociales esto traeaparejado un pensamiento único, lo que ocurre es que el proble-ma no es si es único, sino si es viable o inviable, ya que este siem-pre ha existido. Thalía Fung apunta con toda razón: “... launipolaridad tiende a la preeminencia en el pensar de la justifica-ción de dicho hecho”, “mientras exista la unipolaridad su sistemaorganizativo e ideológico buscaría devenir no solo paradigma sinosu paulatina extensión mundial”.2

En la actualidad, el pensamiento único neoliberal presenta almercado como panacea y centro rector de todo lo real existente,así las cosas, relación oferta-demanda y la espontaneidad irra-cional del mismo se colocan en el centro de todo quehacer hu-mano como una especie de esfera autónoma. Según este tipo depensamiento, el mercado ya no es solo esfera de eficiencia, sinoasume el sentido de la justicia, es decir, sus leyes dictaminanque es democrático y no democrático. Por lo tanto, se nos pre-senta como una esfera autónoma que pretende contrarrestar lapolítica, o mejor dicho, ya no es necesario un pensamiento polí-tico de bienestar social, inversiones sociales, etcétera, por cuantola esfera autónoma del mercado con su eficiencia resuelve todo.Esto, por supuesto, es una falacia, pues el mercado siempre seha desenvuelto en un marco político-jurídico, además, la racio-nalidad económica es parcial —la del mercado—, no es la econo-mía, sino los individuos los que deciden que es racional.

2 FUNG RIVERÓN, THALÍA (1999): Ponencia presentada al evento internacional anualdel Centro de Estudios de Europa.

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Fundamentos metodológicos de un pensamiento crítico

Solo un pensamiento crítico que en mi opinión debe ser teórico,práctico y ético es donde debe residir la función de la filosofíapolítica actual. En el plano teórico es necesario ubicarnos en lasnuevas coordenadas en que nos desenvolvemos, de que las cosasya no son tan textuales como antes pensábamos y que para nues-tras aspiraciones, el exceso de triunfalismo o una políticaultraizquierdista sería catastrófica; siempre he partido de la divi-sa leninista de “análisis concreto de situaciones concretas”. Fijé-monos que el marxismo es un hecho histórico concreto y lassituaciones prácticas poseen mucho más riquezas que cualquierteoría en un contexto determinado. No por gusto las herramien-tas epistemológicas son más eficientes para el pasado que para elpresente y futuro, entre otras, por las limitaciones epocales y queno ha aflorado toda la diversidad de elementos constitutivos de latotalidad.

En el mundo teórico actual se exige creación y no dogmas, elmarxismo no puede estar ajeno a esta situación, ya que si no escreativo desaparece como teoría emancipadora. La primera pre-gunta no es qué aportó —cosa importantísima— sino qué debeseguir aportando. ¿Es el sujeto de cambio la clase obrera o es unsujeto inmovilizado? ¿Por qué no atender más el problema delpoder que a la toma del poder? ¿Cuáles son los retos marxistasante la incapacidad de la burguesía de obtener más plusvalía y suapelación a la especulación en detrimento del capital productivo?¿Por qué no incorporar aportes de algunos teóricos no marxistasal marxismo como hicieron Marx, Engels, Lenin, sin caer en eleclecticismo? Todo parece indicar que el futuro socialismo no ten-drá las mismas regularidades y dictámenes para todos, sino queserá más diverso, plural y globalizado, por lo menos la praxis enlos momentos actuales demuestra esto, como son los casos de Chi-na, Vietnam, Cuba.

El marxismo no puede desenvolverse en conceptos estáticos,ni finalistas, pienso que se debe fundamentar teóricamente unaconcepción de filosofía política que priorice y(o) incluya la liber-tad, la justicia y la moral ciudadana, para lo cual tiene muchoselementos prácticos para realizarla.

Un pensamiento crítico y autocrítico debe ser no solo teórico,sino práctico transformador, de ahí que en el orden práctico tratede crear una conciencia negativa y de propuesta que busque una

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vía de canalización o especie de realización de la razón, es decir,¿cómo insertar la participación de los dominados en el actual pro-ceso de globalización neoliberal? Pensamos que solo una críticatransformadora de unidad y no dispersa pudiera lograr dicho ob-jetivo, esto, por supuesto, sin renunciar a la pluralidad y la dife-rencia, siempre y cuando no sea para reforzar la centralizaciónde la dominación.

Quisiera precisar algunas cuestiones sobre el problema de unpensamiento crítico para que no se vaya a interpretar que esta esla solución del problema y es que el mundo de la razón solo tienesentido si esta puede penetrar y transformar la realidad. Todosconocemos que está muy de moda la ética kantiana e, incluso,desde pensamientos diversos como es el caso de Jurgen Habermasy John Rawls, entre otros.

Sin embargo, la razón práctica de Kant (la figura cumbre de laIlustración) intenta eliminar los límites de la razón pura y, en lapráctica, la liberación del hombre a través de la ley moral devienecomo una ruptura con los límites que impone la vida teórica. Piensoque una concepción de razón práctica entendida esta como ámbi-to y circulación de las ideas, así como actividad de ejercicio oactuación de los sujetos, no negaría la tesis de Marx de prácticacomo actividad transformadora, por lo tanto, debemos ver unarelación muy estrecha entre circulación de ideas y actividadtransformadora de los sujetos sociales; un fundamento que debe-mos tomar en cuenta —y en esto Marx fue mucho más allá queKant— es la ruptura o aniquilamiento de las resistencias estruc-turales de la realidad para el triunfo definitivo de las ideas o ra-zón. Es decir, una praxis para transformar necesita de ideas quecirculen siempre y cuando sea para volatizar aquella realidad queinstrumentaliza las ideas, de lo contrario se seguirá en el eternodilema de lo que promete la razón y lo que no puede realizar.

Voy a referirme a un aspecto muy polémico y que quizás nopueda resolver, pero, al menos, plantearemos el problema, y esque partiendo del principio de que en una verdadera relación desujetos sociales entendidos estos como participativos con capaci-dad y opinión crítica donde los problemas sean de interés general,con una opinión pública no tanto de cantidad como de calidad, sehace necesaria la acción comunicativa, en lo que concuerdo conHabermas; por lo tanto, es imprescindible retomar un enfoquecomunicativo no al estilo de condiciones ideales o neocon-tractual (Rawls), pienso que la relación sujeto-objeto debe partir

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de la relación sujeto-sujeto, es decir, complementarse en el marcode la intersubjetividad, interacción entre individuos; esto puederesumirme en que quien es objeto de mi comunicación einteracción en medios, fines, y otros, es un sujeto que participaconmigo. Ni él es mi objeto ni yo el suyo, sino que ambos interac-tuamos hacia un objeto con un fin determinado. Como vemos, noexcluye el objeto sino que lo enriquece, por supuesto, el error deHabermas es que excluye el objeto (por lo menos en teoría), ysolo entiende relaciones intersubjetivas.

No obstante, el mundo actual no tiene las condiciones idealespara este diálogo, prácticamente lo que existe es lo monológico,ya que el diálogo actual es decisionista, se impone con carácterdominante en el mundo globalizado neoliberal.

Lo que apunto es a una acción comunicativa en las condicionesactuales de los afectados que debe ser plural, sin exclusiones, siem-pre crítica y no de adaptación a partir de una ética comunicativade entendimiento, de lo contrario todo intento de diálogo no seríafactible en el estado actual de cosas porque solo dialogarían losque dominan y estos, por supuesto, lo impondrán a los domina-dos; lo que existe actualmente es una acción comunicativadominadora de las grandes urbes capitalistas.

La acción comunicativa que excluye la dominación como una delas fórmulas de las relaciones intersubjetivas sujeto-sujeto, podríaevitar el diálogo impuesto, esta pretensión es factible porque ya noes una clase que busca la liberación a toda la sociedad, sino en laactualidad mediata le corresponde luchar en la concepción de to-dos los afectados dominados, empleados, técnicos, intelectuales,obreros, etcétera; el capitalismo corporativista actual atenta no solocontra los pobres, sino contra toda la clase media en general, pe-queños y medianos propietarios. El fenómeno de la enajenación yano es solo privativo de los obreros en la esfera productiva comoapunté en una parte del trabajo, sino de toda la sociedad laboral.

Es necesario condiciones ideales pero sobre la base de una cier-ta dosis de objetividad donde primen los mismos intereses y lasafectaciones. No obstante, una verdadera comunicación debe ba-sarse en la identidad de intereses, no todos pueden conversar, yaque la supervivencia del que afecta es sobre la base de los afecta-dos, además habría interlocutores que utilizarían a otros comoobjetos para sus propios fines.

Un momento necesario en esta exposición es la llamada salidaética ante los problemas del mundo de hoy y en la cual la encargada

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de realizar esto es la filosofía; pienso que es un tema interesantesiempre y cuando no se reduzca la filosofía solo como eticidad,aunque estamos de acuerdo en que la ética representa una fuerzaen el desarrollo humano, también hay que plantearse el tipo deética que necesitamos, y más importante que es cómo formar va-lores en circunstancias difíciles.

Para una salida ética se necesita una conformación estructuraly funcional tanto de participación en los modelos creados al igualque una normatividad teórica, es decir, los voceros deben ser su-jetos activos y no propiciar una ética impuesta como un sistemade creencias impulsadas. La ética ha de ser formada ante la reali-dad de los sujetos con un sentido crítico, de lo contrario, seríaforjar ciertas místicas o ilusiones.

La palabra ética al igual que democracia ha sido utilizada pordiversas tendencias o corrientes, con esto apunto a que se hablamucho y se aplica poco, no por gusto se observa en el mundo con-temporáneo y muy principalmente en Estados Unidos, España yotros, que la actual filosofía política tiene una gran carga de éticadesde perspectivas y posiciones que convergen y se diferencianen cuanto a estilos o determinados métodos, pero todas poseen elmismo sentido más bien “reformista” que revolucionaria. (Éticadialógica, justicia liberal, comunitarista, utilitarista, libertarismo,etcétera.) Sin embargo, resulta necesaria una ética-crítica, no solode cuestionamiento, sino de transformación. Muchas de estas filo-sofías políticas con una fuerte carga de ética y de filosofía moralen sus planteos parten de condiciones ideales cuando el mundono tiene actualmente tales condiciones ideales de diálogo comu-nicativo, distributivo; por el contrario, la acción comunicativa esmás monológica que dialógica, cuya distribución se concentra enunas cuantas transnacionales, y la universalización es de particu-lares o de unos cuantos, al resto de la humanidad.

Por eso la propuesta es ¿qué ética necesitamos? Una definiciónaproximada sería la de buscar formas de cómo aplicarla, pero pararealizarla es necesario tener en cuenta que vivimos en un mundodonde los medios de comunicación masiva vinculados como parteinseparable a los mecanismos de mercado tienden más a desilus-trar. En este sentido la salida ética es equivalente a una nuevaética y no necesariamente la transmisión de ciertas virtudes ovalores éticos que se repiten de generaciones a generaciones (sinser nihilista), y no buscar la buena vida sin tener en cuenta lamala vida social que genera un acérrimo individualismo. Con esto

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señalamos el carácter elitista de la ética y la democracia que hapadecido la humanidad. En la actualidad en ese mundo, el futu-ro socialismo tiene que tener obligatoriamente una salida ética—entre otras— que dé sentido a partir de una ética cívica quepara ser democrática tiene que ser de masas que conlleve a unalegitimación moral, puesto que todo sistema económico necesitaun espíritu moral el cual debe vincularse a determinado sistemapolítico. El espíritu moral se basa en la relación teoría y prácti-ca donde se espera que la filosofía como “guardiana de la razón”sea capaz de conservar y mantener despierto un determinado sen-tido de humanidad.

El gran problema de la ética y el de la democracia es la noidentidad o separación entre pensar y actuar, en que la racionali-dad medios-fines (cumbre suprema de la racionalidad) siempreha escapado a sus propuestas.

Es en este sentido que no puede haber separación entre ética yrazón (algo no muy tratado en la filosofía), por eso debe entender-se a la ética como encargada de fundamentar un punto de vistamoral que nos permita establecer criterios de racionalidad parael ámbito práctico, pero no solo esto sino que debe tener un papeltanto ilustrador como normativo de lo que es bien y mal, ya queestos conceptos son muy cambiables y manipulables.

La salida ética solo puede tener éxito sobre la base de un ca-rácter transcendental (Apel) o universal (Habermas) a partir deun concepto de razón intersubjetivamente válido tanto para elámbito del conocimiento como para la actuación y decidir huma-no, de esta forma el tema de la ética debe insertarse junto con lafilosofía al tema de la racionalidad (guardiana de la razón y de lasaptitudes y comportamientos humanos). En este caso la razónen ética debe ser un predicado que puede aplicarse a las perso-nas y a sus manifestaciones, la ética en este mundo es más un usopúblico y esto no excluye lo normativo.

Este es un tema complejo y es una aspiración del espíritu hu-mano, su semilla de crecimiento —lamentablemente— es flore-cer ante las grandes crisis y tragedias sociales. Nuestra aspiraciónestá en su realización, por eso la ética debe ser un talante críticoy de uso público donde nada ni nadie pueda sustraerse a la mis-ma. Si la Ilustración del siglo XVIII planteaba a la razón como pie-dra de toque de todo lo existente como medio de ilustrar a travésde la educación y de someter todo ante el foro de la razón, la vidademuestra que esto es mucho más complejo, pues razón y reali-

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dad no pueden estar separadas. Pero queda lo fundamental y esdestruir las resistencias estructurales e instrumentales de la rea-lidad (mercado-poder-unipolarismo, etc.), esto significa romperlos mecanismos que instrumentalizan la razón, la mayor dificul-tad no es la proclamación de las cosas sino su realización, se pue-den proclamar grandes valores, estar todos de acuerdo y nocumplirse los mismos, es este el gran dilema humano y el papelque le debe corresponder a la filosofía política actual. No obstan-te, queda por decir que quizás el hecho de no tener una salidaclara ante el mundo en que nos enfrentamos no significa adapta-ción, por el momento, no tengo por qué aceptar un mundo aunqueno encuentre una alternativa, no bastaría solo asumir tener ungran rechazo.

Pero lo más importante es que las soluciones siempre salen yafloran de las grandes crisis.

Uno de los grandes problemas del Tercer Mundo, términoque no me agrada mucho, porque todos vivimos en un solo mun-do, es que los países subdesarrollados, principalmente sus teó-ricos (izquierda y derecha), no han elaborado una concepciónde filosofía política ni mucho menos de la ciencia política acor-de con nuestras estructuras, tradiciones, cultura, etcétera. Deahí el gran esfuerzo del Grupo de Ciencia Política (GCP) de laFacultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habanade promover y realizar una ciencia política tercermundista des-de el sur.3 Esto, por supuesto, sin renunciar a las conquistas teó-ricas ni a la universalidad y aportes de autores del mundodesarrollado; no se trata de una xenofobia o nihilismo, sino deenmarcarnos en nuestras realidades, de lo que se trata es de nocopiar al pie de la letra otros paradigmas que nada tienen quever con nuestras condiciones iniciales, emergentes, es decir,nuestras realidades.

No obstante, esta tarea tiene que ser asumida por los propiosteóricos y políticos tercermundistas, ya que los politólogos de lasgrandes potencias es difícil que puedan abstraer sus teorías delmundo en que viven, así que nada de extraño tiene que nosotrospensemos en problemas políticos de acuerdo con las complejida-des del mundo en que vivimos, aunque, repito, sin renunciar a los

3 Grupo de Ciencia Política dirigido por la Dra. Thalía Fung, adscripto al Dpto.de Filosofía. Especialidad, Universidad de La Habana.

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aportes de la cultura universalista, es decir, insertarnos dentro deese mundo acorde con nuestras especificidades.

En resumen, política y dominación, así como la antinomia de larazón del poder y el poder de la razón, adquieren una gran signi-ficación y actualidad en estos momentos, si se tiene en cuenta lapresente etapa de globalización neoliberal que marca el final delsiglo XX y el principio del XXI. Nos encontramos inmersos en unproblema que ha padecido la historia de la humanidad y que ad-quiere una forma evidente en los actuales procesos políticos don-de se expresa la dominación con el carácter de legitimidad. Ya nose trata del “estado natural” con su estructura de poderes (Hobbes,Locke, Montesquieu, etc.) resultado de una teoría del contrato so-cial, que se nos decía que legitimaba pueblos y naciones, ni lasfamosas tesis paliativas del estado de bienestar social (Keynes,Habermas) que intentaban garantizar algunas conquistas socia-les mínimas.

Consideramos que la forma de dominación actual se nos aparececon un grado mayor de refinación, dado que las nuevas ramasdel saber (telemática, tecnologías de punta en procesos producti-vos, etc.) hacen que el poder político alcance una mayor domina-ción mucho más eficiente que las cárceles, la policía, los serviciossecretos. La dominación se extiende incesantemente a la esferade la cultura, la ciencia y la técnica, y así el dominio de la razóndel poder se expande a todos los confines del universo; en estesentido al llamado universalismo ético-político (Ilustración sigloXVIII) se le opone una “ética” dominadora mucho más refinada yencubierta a través de símbolos, imágenes, en la cual el poderdominador “educa” más que reprime violentamente. Los grandesideales del sujeto liberal (si es que alguna vez existieron) se sus-tituyen progresivamente por un sujeto acrítico, desmemoriado,débil. La razón de dominio aparece como racionalidad social y seintenta que el poder de la razón se despoje de su capacidademancipadora.

En este sentido, la política como arte o ciencia de la direcciónde la totalidad social es mucho más tecnócrata y actúa sobre con-ciencias que permitan un tipo de comportamiento acorde con larazón de dominio.

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2

LA EPISTEMOLOGÍA Y LA CIENCIA POLÍTICA:UNA APROXIMACIÓN EN LA PRIMERA

DÉCADA DEL SIGLO XXI

CARLOS JESÚS DELGADO DÍAZ

Se ha argumentado ampliamente en diversos escritos científicos,la esencia de la crisis de identidad por la que atraviesa la cienciacontemporánea.1 Ella tiene en su base la incapacidad de los mo-delos científicos constituidos para aprehender la complejidad delmundo, y se expresa en la rivalidad explicativa y metodológica dedos racionalidades, que se contraponen en la ciencia al concebirel conocimiento, la realidad y los modos de relación del hombrecon el mundo.

La ciencia contemporánea se encuentra en proceso de transi-ción entre los ideales de conocimiento propios de la racionalidadclásica que ha predominado de un modo u otro desde la moderni-dad, y la racionalidad no clásica emergente en diversas teoríascientíficas desde principios del siglo XX ––en especial la física delmicromundo y la lógica. Desde la segunda mitad del siglo XX di-cha racionalidad emergente ha cobrado fuerzas y rostro metodo-lógico propio en diversas teorías que intentan superar lasimplificación del mundo por las ciencias, y que han sido agrupa-das bajo el término “complejidad”.

Para hablar consistentemente sobre estos ideales de racionali-dad clásico y no clásico es importante tomar en consideraciónnociones más generales acerca de la ciencia, el conocimiento cien-tífico y su estructura. El modo superficial de concebir la cienciaúnicamente como sistema de conocimientos olvida los atributos

1 Véase Cuba verde. En busca de...

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que le son inherentes como forma de conciencia e instituto so-cial, y la reduce al saber como producto. Este modo simplificadode concebir la ciencia, supone la existencia de objetos de estu-dio inamovibles y una relación directa y única entre el sujetocognoscente y el mundo. Corresponde plenamente a la raciona-lidad clásica.

En los marcos de esta racionalidad los ideales y otras es-tructuras propias de los sujetos involucrados en la relacióncognoscitiva se excluyen del análisis como inexistentes o entodo caso como elementos valorativos de orden subjetivo quesolo pueden entorpecer la labor científica. Se pasa por alto quela estructura de la ciencia incluye varios elementos que deter-minan la producción de conocimientos al generar marcos con-ceptuales en los cuales el conocimiento puede ser producido yentendido.2 Pero no se trata de olvido u omisión. La exclusiónde la subjetividad es propia del ideal de racionalidad clásico,donde un sujeto trascendental intenta comprender el mundosobre la base de la correspondencia existente entre el ordenracional del mundo y la razón humana. Sujeto y objeto estánseparados de modo que es posible entender la objetividad cien-tífica a partir de la superación de las interferencias subjetivasen el discurso científico. Se supone la existencia de una reali-dad objetiva exterior e independiente del sujeto, portadora deinformación y accesible a su conocimiento. Es la relación delsujeto con la realidad, su capacidad para aprehender la infor-mación que el objeto porta, quienes garantizan la posibilidadde obtención de conocimientos. Objetividad, determinismo ysimplificación del mundo marchan unidos en los marcos de laracionalidad clásica. Existen sujeto y objeto separados, una rea-lidad y un universo.3

2 En el transcurso del siglo XX diversas concepciones metodológicas intentarondescribir y expresar conceptualmente esos elementos estructurales ––el para-digma en la versión de Kuhn, el programa de investigación según la conceptua-lización de Lakatos, o el tercer nivel en la estructura de la ciencia, las “basesde la ciencia”, según la escuela de la actividad. Si nos concentramos en estaúltima versión ––que es la más elaborada desde el punto de vista conceptual––,podemos identificar en el terreno de las bases de la ciencia el asunto problémicosubyacente en el debate entre las racionalidades clásica y no clásica. VéaseCarlos Delgado: “El cambio de racionalidad y la matematización del saber”,pp. 63-83.

3 Véase José Rozo: “El sujeto en las ciencias sociales”, pp. 78-79.

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La racionalidad no clásica parte de presupuestos metodológicosdistintos.

La existencia del sujeto y el objeto absolutamente separadose independientes resulta problemática. Esto conduce a una com-prensión también distinta de la realidad y el universo. Existenmuchas realidades y un universo múltiple.

Estas ideas se han expresado de diversos modos y concrecio-nes especiales en las teorías contemporáneas que tributan a lanueva racionalidad. Una de las primeras expresiones teóricas fuela solución de la paradoja de la observación de la realidadondulatoria o corpuscular por Heisenberg. La explicación deHeisenberg consiste en afirmar no la existencia de una duali-dad en el objeto, sino una particularidad de la relación entre elobjeto y el sujeto que parte del sujeto y su posición especialcomo observador. Son el observador y sus condiciones de ob-servación quienes privilegian la posición, e indeterminan elestado de movimiento dando lugar a la observación de la reali-dad corpuscular; o, por el contrario, al privilegiar el movimientoe indeterminar su posición, hacen posible la constatación delfenómeno ondulatorio.

Las consecuencias de este enfoque son sumamente impor-tantes. Sujeto y objeto aparecen aquí no separados como entida-des ontológicas absolutamente opuestas e independientes. Todaobservación es transformación. Asimismo, es necesario consi-derar la complementariedad entre las realidades emergentes delos observadores y sus condiciones de observación.

Otro tanto ocurre con relación al principio de indecibilidadexpuesto por Gödel en su conocido teorema al afirmar la impo-sibilidad de que una teoría sea a la vez consistente y completa.4

Ambas propuestas teóricas, además de los asuntos sustantivosde la física y la lógica que expresan, cambiaron radicalmentelas nociones de objetividad, determinismo y predictibilidad,a la vez que reconocen un lugar nuevo para el sujeto, los instru-mentos y las condiciones de la observación en el proceso delconocimiento.

A ellos han seguido desarrollos más profundos en diversos cam-pos, tales como las ideas de Prigogine, Thom, Von Foerster,

4 Para un análisis más detallado de los aportes de Heisenberg y Gödel véase elartículo de José Rozo citado.

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Lovelock, Naess, Gell Man, lo que ha conducido a la conforma-ción más nítida del paradigma complejo.

Los elementos básicos de este paradigma pueden ser descritosresumidamente en los siguientes aspectos:1. El cambio en la noción misma de complejidad. En sentido clá-

sico, la medida de la complejidad está dada por el grado dedificultad para la comprensión, la complicación de los apara-tos matemáticos (los sistemas de cálculo y ecuaciones) emplea-dos, y se considera lo complejo como un atributo indeseable de larealidad, en gran medida producto de nuestra incapacidad paraexpresarla mejor. En todo caso, un atributo reducible, posible deser expresado y entendido mediante sistemas más o menos com-plicados de formulaciones más simples, sean estas verbales o laexpresión matemática a través de un sistema de ecuaciones li-neales. La nueva noción de lo complejo lo entiende como atri-buto irreductible de la naturaleza. Un atributo ordinario ycotidiano que no habíamos tomado en consideración antes.Lo complejo se manifiesta sobre todo en que los sistemas de lanaturaleza no solo no son dados de antemano, sino que devienenen el transcurso mismo de la interacción. Las propiedades delmundo y sus objetos son emergentes. Esto es de suma impor-tancia para nuestra consideración del universo social, donde laemergencia es un atributo característico permanente.

2. La naturaleza tiene un carácter sistémico, integrador, no redu-cible al campo de ninguna disciplina científica especial. Desdeel punto de vista metodológico el holismo tiene preeminenciasobre el reduccionismo. Para la distinción de lo social es perti-nente tomar en consideración este aspecto metodológico, puesla consideración de la integralidad de lo social implica aceptarque los enfoques científicos separados y desligados uno de otroson incompetentes para juzgar y comprender la naturaleza delos fenómenos que se investigan.

3. Las relaciones de determinación se caracterizan por la emer-gencia del orden a partir del desorden, y la superposición del“caos” y el “anticaos”. En el conocimiento del orden del mundoson tanto o más importantes los patrones que se configuran en eldevenir de los sistemas, que las determinaciones rígidas. La pre-dicción es posible, pero dentro de los marcos de indetermina-ción que el propio sistema porta al ser entidad no hecha, devenir.El cambio que el pensamiento complejo está produciendo en

nuestra idea del mundo y la ciencia, en nuestra noción de los idea-

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les y normas del saber científico, es sumamente profundo. Sedevela una dialéctica distinta donde la comprensión de la solu-ción de las contradicciones se aparta de los grandes modelos ex-plicativos elaborados en la historia del pensamiento filosófico,desde la filosofía clásica alemana a nuestros días. La dialécticade la interrelación predomina sobre la dialéctica de la contradic-ción. Con relación a la cosmovisión en su conjunto, el cambio nopuede ser más profundo: una nueva comprensión de la relaciónparte-todo; un nuevo planteo del problema de la correlacióndeterminismo-indeterminismo, ahora como determinismo caótico,confluencia de las tendencias al orden y al desorden implícitas enlos sistemas, del “caos” y el “anticaos”; un audaz cuestionamientode la singularidad de la ciencia, el papel de las matemáticas y lasciencias formales; y, por último, una fuerte tendencia antiposi-tivista que se expresa en la superación de los paradigmaspositivistas en filosofía de la ciencia, así como en nuestro modode concebir la relación del hombre con el mundo.

El pensamiento complejo rechaza la postulación de undeterminismo universal. Según las palabras de E. Morín: “El Uni-verso no está sometido a la soberanía absoluta del orden, sinoque es el juego y lo que está en juego de una dialógica (relaciónantagonista, competidora y complementaria) entre el orden, eldesorden y la organización”.5 Se trata de la formulación de unaidea absolutamente opuesta a la dicotomía cartesiana del sujetoy el objeto. Se afirma la primacía del sujeto en la relacióncognoscitiva. El sujeto que conoce tiene primacía absoluta por-que el conocimiento implica un sujeto cognoscente y no tienevalor fuera de él.

Dicho de otra manera, el sujeto del cual estamos hablando noestá obligado de postular (o de excluir) la existencia o la no exis-tencia de una realidad que le sea extranjera. Desde esta perspec-tiva, lo desconocido no es más que un conocible en instancia deactualización. Aunque también podríamos decir en “instancia deser”. ¿Por qué de ser?, por cuanto si nos apoyamos en el términoautopoiesis —acuñado por Maturana, Varela y Uribe— podremosdarnos cuenta, como lo afirma Von Foerster, que este señala unhecho fundamental que ocurre en todos los organismos vivos. Enefecto, los componentes de estos están organizados de modo tal

5 Véase Sergio González: “Notas para una epistemología de la complejidad”, p. 65.

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que los resultados de sus interacciones reproducen a esos mismoscomponentes, de allí la “autogeneración”, la autopoiesis. De ahí—concluye Von Foerster— que conocer sea “ser”.6 En resumen,que el sujeto construye “un conocimiento de la realidad que no esotro que el de su propia experiencia de la realidad”.

Si indagamos con mayor profundidad, podríamos preguntar-nos sobre los postulados epistemológicos que subyacen en los plan-teamientos del pensamiento complejo.7 Entre ellos se encuentranlos siguientes:1. La hipótesis fenomenológica, la estrecha relación existente

entre el acto de conocer un objeto y el acto de conocerse queejerce el sujeto: esta interacción cognitiva entre el objeto o elfenómeno por conocer y el sujeto conociente forma simultá-neamente el conocimiento del objeto (“organización del mun-do”) y el modo de elaboración del conocimiento por el sujeto(la inteligencia organizándose a sí misma). En una formula-ción fuerte, la hipótesis fenomenológica asocia a la concepciónestricta del conocimiento (es decir, lo real conocible es un realfenomenológico, aquel que experimenta el sujeto) a una con-cepción activa: el conocimiento que construye el sujeto a tra-vés de su experiencia, organiza simultáneamente el modo deconstrucción de este conocimiento, o su inteligencia, incluso sidebe distinguirlas.Lo que queremos plantear es que la inteligencia, es decir, laacción de conocer, no es un resultado “estático”, sino que es unproceso activo que produce dicho resultado. La aparente com-plejidad de esta hipótesis no debe asustar, por cuanto podemosexpresarla en términos familiares. En efecto, ¿no nos dice ellaque la realidad es una realidad en actividad y que el sujetoconstruye su experiencia de la realidad a través de representa-ciones simbólicas (esquemas, letras, cifras, fonemas, etc.)?“Nada está dado, todo es construido”, “caminante no hay ca-mino, se hace camino al andar” nos dicen Bachelard y Macha-do, invitándonos, de esta manera, a concebir una realidad

6 Véase Sergio González: Ob. cit., p. 66.7 En el artículo “Notas para una epistemología de la complejidad”, el colombia-no Sergio González resume los elementos epistemológicos fundamentales quesubyacen en el pensamiento complejo. En el tratamiento de este asunto segui-remos las ideas sistematizadas por este autor.

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construida por el acto de conocer más que dada por la percep-ción objetiva del mundo.8

2. La hipótesis teleológica, no en el sentido de la postulación decausas finales, sino como reconocimiento de la intencionalidaddel sujeto. Ante el habitual rechazo a la hipótesis teleológica,González se pregunta: “... si tomamos el carácter intencional, yen consecuencia finalizado y finalizante del acto cognitivo ¿noes legítimo entonces atribuir este mismo carácter al conoci-miento construido por dicho acto?...¿No debemos convenir queel fenómeno modelizado es construido a través de la accióncognitiva de su representación? Desde el momento en que seentiende teleológicamente el conocimiento construido de unfenómeno ¿no podemos forjar hipótesis sobre las finalidadesque se pueden eventualmente atribuir para interpretar de esamanera su comportamiento?”.9

Otra formulación radical de estas ideas la encontramos en laobra de Heinz von Foerster, quien ha legado su contribución cien-tífica a la idea de la autoorganización con el principio del orderfrom noise, y la profunda reflexión epistemológica crítica,autodenominada “constructivismo radical”. Sus dos tesis centra-les, la construcción del conocimiento por el sujeto y el carácterno adaptativo del conocimiento que sirve a la organización delmundo experimental del sujeto y no al descubrimiento de unarealidad ontológica objetiva, colocan en el centro de atención asun-tos que, aunque de alguna forma han sido debatidos en el terrenoepistemológico a lo largo de la historia, expresan la médula de loscambios que tienen lugar en nuestros ideales de explicación cien-tífica, objetividad y comprensión de la correlación del objeto y elsujeto del conocimiento.

Independientemente de la valoración final que reciba elconstructivismo radical, es indudable su contribución al análi-sis epistemológico de los límites culturales del saber y la objeti-vidad científicas, a la reconsideración del papel de la subjetividady los valores en el concepto de objetividad científica compleja,entendida como cierta objetividad subjetivada. Asimismo, suaporte al cuestionamiento de los límites de nuestra noción delmundo inteligible.

8 Ibídem, p. 68.9 Ibídem, pp. 70-71.

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Un influjo importante al pensamiento complejo ha sido dadodesde el ecologismo debido a la naturaleza del problema ambien-tal, así como a la búsqueda de un enfoque transdisciplinar paraencontrar soluciones. El ecologismo ha cuestionado directamen-te una de las bases del modelo vigente de pensamiento científicoal revelar la concatenación de los fenómenos planetarios y la im-posibilidad de continuar los modelos de desarrollo asentados enlas ideas científicas legitimadoras del dominio del hombre sobrela naturaleza a partir de un conocimiento supuestamente objetivoy verdadero capaz de garantizarlo. Por otra parte, ha extendidoperspicacias surgidas en terrenos científicos especiales a laglobalidad, y mostrado que el pensamiento holista no es necesa-riamente vago y difuso, epítetos que hacían desestimarlo en elmodelo de ciencia anterior y todavía en gran medida vigente.

El nuevo paradigma de la complejidad arroja luz sobre el pro-blema de los condicionamientos sociales de la ciencia, más alláde la constatación de condiciones sociales específicas e influen-cias personológicas. Hace posible la elaboración de una compren-sión de las formas culturales que condicionan el pensamientocientífico. Por muy radicales que sean las ideas de algunos auto-res como Heinz von Foerster, es indudable que están reabriendoel camino que en su tiempo abriera Kant, cuando con el aprioris-mo planteó por primera vez el papel de las categorías de la cultu-ra en el conocimiento humano y la idea que tenemos del mundo.

¿Estaremos ante un devaneo intelectual con las posiciones delidealismo subjetivo de la modernidad, o se trata de una posiciónmás profunda que cala en la dialéctica del mundo más hondo, yque —atrevámonos a pensarlo—, puede considerarse, incluso, quecoincide con planteos fundamentales del pensamiento dialécticomaterialista desarrollado por Marx en el siglo XIX?

En el pensamiento marxista del siglo XX predominó la formula-ción de la relación cognoscitiva que emana directamente de lacrítica de Lenin al empiriocriticismo. Para contrarrestar la “coor-dinación de principios” propuesta por Mach y Avenarius, Leninpropuso el concepto de realidad objetiva y sostuvo el concepto deverdad relacionándolo con los de materia y práctica. Entre loslineamientos metodológicos de su crítica está la apelación cons-tante al sentido común en preguntas concretas como la referida a siconsideraban los empiriocriticistas la existencia de la Luna y otrosobjetos semejantes, anteriores al hombre. Con este tipo de argu-mento, Lenin interpretó la materialidad en términos muy cer-

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canos a la cotidianeidad, y suprimió el problema de la artificialidaddel mundo del hombre. La cuestión de la contraposición absolu-ta entre la verdad y el error, que para Marx y Engels tenía lí-mites históricos notables debido a su carácter práctico, recibióun tratamiento un poco diferente. Lenin defendió la objetividady relatividad del conocimiento y la verdad, pero inclinó la ba-lanza hacia el extremo de la objetividad sin percatarse que conello se apartaba de sus propios juicios sobre el carácter prácticode la cognición.

En su análisis de la práctica y el lugar que a esta le correspondeen el proceso del conocimiento, Lenin plantea dos conceptos im-portantes: la práctica como base y como fuente del conocimiento.

Entender la práctica como base del conocimiento significa asumirque el objeto del conocimiento está “dado”, pero no en el sentidoclásico que lo entiende presente como objeto cosa, sino “dado” enforma de práctica, quiere decir, su existencia se delimita en losmarcos de la actividad práctica humana y no puede despojarse deella. Pensarlo al margen de la actividad es una extrapolación.Nuestro conocimiento y los modelos de realidad que manejamosen nuestra idea del mundo dependen entonces de la práctica. Enesta idea seminal de Marx, objeto y sujeto del conocimiento apa-recen indisolublemente unidos y no pueden ser separados sin caeren el error de diferenciar lo indiferenciable. Sujeto y objeto delconocimiento son entonces categorías gnoseológicas funcionalesy no entidades ontológicas separadas que pueden entenderse ensentido naturalista, y como ocurrió en el marxismo del siglo XX,en el espíritu de una relación de reflejo de la realidad. Si la prác-tica es la base del conocimiento, el objeto está “dado” en forma depráctica y es inconsecuente establecer la objetividad de lo realhacia un extremo de la relación.

Aun cuando Lenin restableció el curso de razonamiento marxis-ta originario en su debate sobre la dialéctica de la verdad absolu-ta y relativa, donde reconoce como esencial el punto de vista deMarx sobre lo ideal —lo material traspuesto en la cabeza del hom-bre y transformado en ella— y la práctica, su coincidencia con elrealismo de la vida cotidiana tuvo consecuencias negativas parael desarrollo de la filosofía posterior. Su apelación al sentido co-mún para criticar las posiciones empiriocriticistas simplificó elproblema y esta simplificación fue asumida como elemento bási-co de la filosofía marxista-leninista desarrollada en la URSS. Enlos autores posteriores se asumió el asunto en términos ontológicos,

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y cualquier desviación de la conceptuación dogmática de un mundomaterial realmente existente y reflejado por los órganos de lossentidos era estigmatizada como desviación idealista. La idea delmundo “dado”, que tenía en Lenin una connotación antiagnóstica,en el sentido de cognoscible, fue interpretada con frecuencia enel sentido clásico del mundo “dado” como totalidad de relacionesconocidas. La dimensión epistemológica del problema, a la queLenin confirió importancia en su definición de materia, fue rele-gada a un plano secundario.

El giro hacia el lado clásico y dogmático puede verse mejor, sivolvemos a Engels y su análisis crítico de la filosofía de la natura-leza propuesta por Dühring. Aquí Engels desarrolló sus ideasdialécticas sobre la relatividad del conocimiento y su carácterpráctico. El Anti-Dühring está lleno de ironía y juicios agudos so-bre cuestiones filosóficas esenciales. Una de ellas es la referida alpostulado de la unidad del mundo. Engels afirma:

“La unidad del mundo no consiste en su ser, aunque su ser esuna premisa de su unidad, ya que el mundo tiene ante todo queser, para ser una unidad. En general, el ser se plantea como pro-blema a partir del límite donde termina nuestro círculo visual. Launidad real del mundo consiste en su materialidad, que no tienesu prueba precisamente en unas cuantas frases de prestidigita-dor, sino en el largo y penoso desarrollo de la filosofía y las cien-cias naturales”. (Engels, 1973: p. 58)

En este fragmento está presente no solo la crítica a Dühring, ladeclaración de una posición materialista, sino también el matizesencial del nuevo materialismo que delimita el objeto del cono-cimiento en el contexto de la práctica y no fuera de él; el recono-cimiento explícito de la materialidad y subjetivación humana delmundo y su inagotabilidad:

“En general, el ser se plantea como problema a partir del lími-te donde termina nuestro círculo visual”.

A diferencia de Kant, Engels reconoce la subjetivación delmundo por el hombre y lo problemático de afirmar el ser del mundoal margen de la actividad humana, no en el sentido agnóstico oidealista subjetivo de imposibilidad o inexistencia de un mundoobjetivo, sino como límite de la cognición humana, y atributo quele confiere relatividad. La objetividad y veracidad del conocimien-to tienen sentido en el universo de la práctica y no fuera de ella.La extrapolación del ser del mundo más allá del “círculo visual”es ciertamente problemática. Es sumamente interesante que en

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la mayoría de los manuales de filosofía marxista-leninista dondese hacía referencia al debate de Engels con Dühring y a su defen-sa de la unidad material del mundo, la oración intermedia quehemos repetido aparece omitida, y cuando era incluida la expre-sión completa, no promovía comentario de los autores.10 Aunqueel marxismo-leninismo posterior renunció a la médula del pensa-miento marxista originario en este aspecto, y afirmó la materiali-dad del mundo en sentido ontológico netamente naturalista, laomisión no fue ni mucho menos total. En particular dentro de laescuela de la actividad recibió un desarrollo ulterior profundoque reelaboró los fundamentos epistemológicos del marxismo enuna dirección muy cercana a los planteos modernos más radica-les provenientes del pensamiento complejo.

En el análisis de la propuesta de los representantes de la con-cepción activa del conocimiento debemos prestar atención a dosmomentos fundamentales: la superación de la división rígida en-tre el sujeto y el objeto del conocimiento, y la idea de la ciencia ysu estructura.

En un artículo de 1991, V.S. Stiopin —uno de los filósofos másdestacados de esta línea de pensamiento marxista—, expresó demodo condensado el asunto polémico básico que posibilitó el de-sarrollo de la concepción activa del conocimiento en la URSS enla segunda mitad del siglo XX. El tema en cuestión era la conside-ración del concepto de actividad y la delimitación de su significa-ción fundamental para la teoría del conocimiento marxista. Doscuestiones resultaban de especial interés: la delimitación de lasustancia primaria de la actividad y la construcción de una onto-logía del mundo exterior.

En cuanto a la segunda cuestión, existía unidad al considerarque cualquier representación humana sobre la estructura delmundo, formada y desarrollada en el curso de la evolución histó-rica de la cognición, constituye una mirada al mundo desde elprisma de la actividad, y en correspondencia, las estructuras con-ceptuales del pensamiento teórico constituyen un pliegue o re-ducción de la actividad.

10 Sirva de ejemplo el conocido manual Fundamentos de filosofía, de A.G. Spirkin,publicado en 1988 por la Editora de Literatura Política de Moscú. El manus-crito de este libro había sido premiado en un concurso de libros de texto paraestudiantes de institutos de educación superior de la URSS.

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Del grupo de jóvenes filósofos, V.S. Stiopin destaca las ideas deIgor Serafimovitch Alekseev, quien sostenía criterios más radi-cales al entender la actividad como sustancia primaria.

“Tenía divergencias con Igor Alekseev concernientes a unaserie de cuestiones. Ellas estaban relacionadas con la filosofíade la actividad. I.S. Alekseev defendía el enfoque de la activi-dad como sustancia primaria. Incluso medio en broma, medioen serio se autodenominaba materialista subjetivo, evocando,por analogía con la clasificación ‘idealismo subjetivo–idealis-mo objetivo’, introducir la división de los materialistas en doscategorías: objetivos, que consideraban primaria la materia, ysubjetivos, para los cuales era primaria la sustancia de la activi-dad”. (Stiopin, 1991: p. 132)

Stiopin defendía un criterio opuesto, al concebir la posibili-dad de un status sustancial para la actividad humana solo alcaracterizar la sociedad, puesto que, a su juicio, para la activi-dad siempre es necesario concebir un medio exterior en el cualella está incluida y sobre el cual ella se desarrolla. Precisa-mente la actividad fragmenta el medio, forma sus estructurasobjetuales a partir de dicho material, pero no puede conside-rarse primaria con respecto al medio y no puede, por tanto, serbase del mundo.

La polémica incluía la respuesta a preguntas tan aparente-mente simples como aquellas a las que se refirió Lenin en Mate-rialismo y empiriocriticismo, o Russell en su Autobiografía, ocomo las siguientes: ¿Qué sentido tiene para un investigador laafirmación de que la Luna y las estrellas existen como objetoscon independencia de la actividad humana? ¿Si nuestro modode fragmentación del mundo está determinado por el nivel dedesarrollo histórico de la práctica, entonces, cómo esto se ma-nifiesta en relación con los objetos astronómicos? ¿Cómo tratarlos objetos que delimitamos mediante nuestra observación di-recta? ¿Dónde está —en este último caso— la actividad? ¿Puedeacaso ser interpretada en términos de la relación práctica acti-va del hombre con el mundo la observación de la Luna, el Sol, lasestrellas, las nebulosas, etcétera?

Al abordar estas interrogantes la escuela de la actividad y laconcepción activa del conocimiento como parte de ella, desarrollóen la década del setenta una respuesta estructurada. Cualquierobservación astronómica guarda una relación de analogía directa

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con la práctica del experimento y consiste en la creación de unasituación instrumental.11

Por su parte, Igor Alekseev desarrolló una explicación distintatomando como punto de partida la sustancia de la actividad. Laexistencia de la Luna o las estrellas como objetos portadores derasgos específicos está determinada por su inclusión en la estruc-tura de la actividad.

En su análisis de esta propuesta, Stiopin critica su rigidez ysupone más aceptable afirmar que la actividad delimita del con-junto infinito de rasgos actuales y potenciales del objeto solo unasubclase limitada de ellos, y en este sentido, en tanto el objetoestá delimitado por un conjunto de rasgos, él es una construcción,que esquematiza y simplifica la realidad.

La posición de Igor Alekseev no era simplemente más rígida.Su criterio era más osado al no afirmar la existencia de los obje-tos fuera de la actividad.

¿Cuál es el asunto de fondo en esta discusión que ha permeadola historia del pensamiento filosófico desde la modernidad, y queincluso está presente en el pensamiento marxista?

La coincidencia en afirmar el carácter construido de los ob-jetos y la realidad percibida por el hombre no es un simple vi-cio filosófico, o una tendencia infeliz hacia posiciones extremasy erróneas, deslegitimadoras del valor del conocimiento. El asun-to filosófico básico que se intenta resolver es —como afirmaStiopin—, profundo y delicado: es el problema de la estructuradel mundo y la delimitación de lo artificial y lo natural en losobjetos con que el hombre se relaciona.

La solución presente en la escuela de la actividad —que refuerzala comprensión de la artificialidad de la relación del hombre conel mundo—, es extremadamente valiosa para comprender la posi-bilidad de una ciencia de lo complejo y para estructurar de unamanera nueva la relación del hombre con la naturaleza en la cien-cia y en la actividad productiva.

11 Entre los trabajos de Stiopin donde se prueba que la delimitación de los objetosastronómicos en la observación sistemática se realiza mediante el estableci-miento de la estructura operacional de una situación instrumental, se encuen-tran “Hacia una fundamentación empírica de las hipótesis en la física”, enCiencias Filosóficas, No. 2, Moscú, 1973, y el trabajo conjunto con L.M. Tomilchik:La naturaleza práctica de la cognición y los problemas metodológicos de lafísica contemporánea, Editorial Ciencia y Técnica, Minsk, 1970.

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“Podemos suponer, que los objetos, que son incluidos en la ac-tividad, existían antes y con independencia de ella y que la activi-dad no constituye, sino que sólo delimita aquello que está presenteen los objetos. Pero podemos suponer otra solución. El mundo noestá constituido por objetos estacionarios como cosas, que tienenpropiedades actuales dadas. Él es, más exactamente, un conglo-merado de posibilidades potenciales, de las que sólo una partepuede hacerse actual. La actividad realiza aquellas posibilidadesque no se realizan en la naturaleza por sí mismas. Ella crea obje-tos, cuya inmensa mayoría no surgen por vía natural. Para estaafirmación existen fundamentos sólidos, puesto que la naturalezano ha creado ni la rueda, ni el automóvil, ni el ordenador sobre labase de cristales, ni la mesa de la cocina; ella crea solamente aná-logos de tales tipos de estructuras; su surgimiento no contradicelas leyes de la naturaleza, pero en la evolución natural, fuera de laactividad humana su surgimiento es muy poco probable. Peroentonces es necesario concluir, que el hombre en su actividad serelaciona sólo con objetos artificiales, que él mismo ha construi-do. Y puesto que en la cognición él comprende y aprehende elmundo a través del prisma de su actividad, entonces todos losobjetos y todas las estructuras, que él delimita en el mundo, sonproductos de su actividad propia”. (Stiopin, 1991: p. 135)

Un enfoque semejante acerca de la artificialidad de los objetosde la cognición y la práctica humana fue desarrollado por GastónBachelard, y no hay dudas que comparte un fundamento comúncon las ideas y los debates epistemológicos que tienen lugar ennuestros días acerca del pensamiento complejo y la idea del mun-do hacia la que avanza la ciencia contemporánea.

Estas nociones nada clásicas estaban presentes en el pensa-miento de Marx de forma clara. Hasta qué punto es definitorio enel pensamiento de Marx el concepto de actividad humana, y cómola concibió en términos que rompían con las nociones objetuales dela ciencia clásica, que en su teoría se esboza una idea del mundo,otra, dependiente del contexto de la actividad y definido por ella;todo esto puede constatarse en sus brevísimas y esenciales Tesissobre Feuerbach. En estas líneas tan conocidas, Marx contraponesu concepción materialista a todo el materialismo anterior.

La primera tesis enfrenta el concepto de actividad a la delimi-tación del mundo de los objetos y su contraposición al sujeto:

“La falla fundamental de todo el materialismo precedente (inclu-yendo el de Feuerbach) reside en que sólo capta la cosa (Gegenstand),

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la realidad, lo sensible, bajo la forma de objeto (Objekt) o de lacontemplación (Anschauung), no como actividad humana senso-rial, como práctica; no de un modo subjetivo. De ahí que el ladoactivo fuese desarrollado de un modo abstracto, en contraposi-ción al materialismo, por el idealismo, el cual, naturalmente, noconoce la actividad real, sensorial, en cuanto tal. Feuerbach aspi-ra a objetos sensibles, realmente distintos de los objetos concep-tuales, pero no concibe la actividad humana misma como unaactividad objetiva (gegenständliche). Por eso, en La esencia delcristianismo, sólo se considera como auténticamente humano elcomportamiento teórico, y en cambio la práctica sólo se capta yse plasma bajo su sucia forma judía de manifestarse. De ahí queFeuerbach no comprenda la importancia de la actividad ‘revolu-cionaria’, de la actividad ‘crítico-práctica’.” (Marx, 1982: p. 633)

La segunda expresa el concepto de verdad objetiva entendidasu posibilidad únicamente en el contexto de la actividad:

“El problema de si puede atribuirse al pensamiento humanouna verdad objetiva no es un problema teórico, sino un problemapráctico. Es en la práctica donde el hombre debe demostrar laverdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pen-samiento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad del pensa-miento —aislado de la práctica— es un problema puramenteescolástico”. (Marx, 1982: p. 634)

La tercera resume su idea de la posibilidad del cambio social yla educación en términos de actividad:

“La teoría materialista del cambio de las circunstancias y de laeducación olvida que las circunstancias las hacen cambiar loshombres y que el educador necesita, a su vez, ser educado. Tiene,pues, que distinguir en la sociedad dos partes, una de las cualesse halla colocada por encima de ella.

”La coincidencia del cambio de las circunstancias con el de laactividad humana o cambio de los hombres mismos, sólo puedeconcebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucio-naria”. (Marx, 1982: p. 634)

Y otro tanto resume en su conclusiva tesis 11:“Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distin-

tos modos; de lo que se trata es de transformarlo”.¿Acaso desconocía Marx el esfuerzo de los filósofos de todos

los tiempos en introducir cambios en la vida social? ¿Carecía decultura filosófica e histórico-filosófica? ¿Le eran ajenos el conoci-miento del intento platónico de realizar su utopía, la prédica y

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la lucha de los iluministas y los promotores de la revoluciónburguesa?

Es obvio que la respuesta a las preguntas anteriores solo puedeser negativa. Marx conocía perfectamente que a lo largo de lahistoria los filósofos habían participado de la vida social y habíantratado de realizar sus ideales emprendiendo acciones de todotipo. ¿Qué sentido puede tener la contraposición de “interpretar”y “transformar” en su oncena tesis?

¿Por qué no concebir que Marx contrapone en esta tesis la “in-terpretación” del mundo —hecha por toda la filosofía anterior almargen de la actividad—, a la “transformación” que le es inheren-te a esta última? La idea del mundo como realidad externa a laactividad humana, entidad natural, puede ser únicamente extra-polación, “interpretación” del mundo. La idea del mundo como rea-lidad interna a la actividad humana, entidad artificial, creaciónhumana, puede ser únicamente “transformación” del mundo. Delo que se trata es de transformar el mundo: comprenderlo en elcontexto de la actividad que es hacerlo, producirlo, transformarlo.

La idea de la actividad como sustancia primaria no está reñidacon el ideal de racionalidad no clásica presente en el pensamientooriginal de Marx, forma parte de él. Para una comprensión heurís-tica de lo ambiental es fundamental. El mundo del hombre es arti-ficial. Sus creaciones no están reñidas con lo natural, pero puedenestarlo puesto que son el resultado de su actividad. Quiere decir: elmundo del hombre, un producto dotado de sentido espiritual desdeel instante mismo de su creación y, por tanto, dotado de valor in-trínseco. Que el hombre comprenda la artificialidad de su relacióncon el mundo, es un paso decisivo en la superación de los enfoquescientíficos objetivistas que han conducido desde lo epistémico aldaño ambiental, y puede servir de base para la superación de lasbarreras culturales más fuertes que tiene ante sí la educación am-biental en la civilización occidental: las ideas de la legitimidad ab-soluta del conocimiento, su independencia con respecto de losvalores humanos, y la legitimidad del conocimiento objetivo paragarantizar el dominio del hombre sobre la naturaleza.

Con relación a la ciencia, la concepción activa del conocimien-to la estudió como actividad instrumental, correlacionándola conla estructura de la práctica. Si esta última incluye elementos estruc-turales estables tales como el sujeto, el objeto, los medios e ins-trumentos y el producto de la actividad, y si la correlación específicade cada uno de ellos delimita la propia actividad concreta, enton-

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ces la investigación sobre la ciencia debe integrar los diversoselementos constituyentes y no restringirse a la ciencia como sis-tema de conocimientos. De esta forma quedó superado uno de loserrores básicos de la concepción positivista.

La escuela de la actividad, y en especial la concepción activadel conocimiento, desarrolló en la segunda mitad del siglo XX ideasbásicas del pensamiento marxista originario en epistemología, yprodujo una reflexión sobre la ciencia que permitió esclarecer laexistencia de tres niveles estructurales: nivel empírico, nivel teó-rico y bases de la ciencia. En el marxismo-leninismo soviético sereconoció la existencia de estos tres elementos estructurales, peroel tercero fue considerado como nivel de metarreflexión filosóficay, por tanto, de hecho quedó fuera de la estructura de la ciencia.

En su desarrollo de la concepción activa del conocimiento, au-tores como V.S. Stiopin han caracterizado el tercer nivel estruc-tural como constituido por el cuadro científico del mundo, el estilode pensamiento científico, los ideales y normas de la ciencia y losfundamentos filosóficos más alejados. Al entender cada uno deestos subniveles como parte de la realidad de la ciencia en la cul-tura, lo valorativo ha dejado de ser una entidad que se acerca a laciencia desde la sociedad. Se le interpreta desde dentro como partede ella. Son constitutivos de la actividad y, por tanto, de la estruc-tura de la ciencia.

En todas las concepciones anteriores los valores forman partede la ciencia como un atributo exportado desde la sociedad, unaespecie de imposición al sujeto científico de criterios necesariosdesde el punto de vista social, pero innecesarios desde la idealidadde la ciencia como sistema de conocimientos objetivos, cuya ob-jetividad depende de la exclusión del sujeto de la actividad. Conla interpretación promovida desde la concepción activa del cono-cimiento se ha abierto el camino para la interpretación de los va-lores en la estructura de la objetividad científica, y existe unabuena base para desarrollar una noción distinta de la correlacióndel objeto y el sujeto del conocimiento. Ambos están incluidos ydelimitados dentro de la actividad humana, y no existen con inde-pendencia de ella como entidades ideales opuestas.

Con estos postulados de la concepción activa del conocimientose pueden fundamentar posiciones científicas más coherentes yargumentar una pertenencia responsable de la ciencia al mundoespiritual y material del hombre, como parte de su actividad.Este punto de vista puede fundamentar una relación nueva con

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la tecnología, y una argumentación coherente y productiva al de-bate contemporáneo que se realiza desde las más diversas y en-contradas tendencias sociopolíticas.

La construcción del conocimiento por el sujeto, y la intencio-nalidad inherente a la cognición, tienen una importancia relevantepara las ciencias sociales y el reconocimiento de sus objetos. ¿Quéimportancia relativa tiene para lo social que el conocimiento se ex-prese en términos de fines probables, más que en términos de cau-sas probables? ¿Tendrá importancia el reconocimiento del sujetosocial como unidad de lo múltiple que se presenta a la vez comosujeto cognoscente y objeto a conocer? ¿No es acaso fundamentalque esta multiplicidad y unidad del sujeto/objeto presente el co-nocimiento social como evento autorreflexivo que se pliega sobresí mismo?

La consideración del conocimiento social como evento autorre-flexivo tiene consecuencias fundamentales.

La aceptación de la reflexividad sujeto/objeto “muestra que unoy otro son susceptible no sólo de cambio, sino que ese cambio esposible, porque la reflexión del sujeto es la reflexión del objeto enel sujeto, que a su vez es comunicada a los otros sujetos (indivi-duales y/o colectivos) que conforman el objeto que así se ve re-flexionado-reflexionando y con posibilidades de cambio en unarelación horizontal. El objeto se nutre de neguentropía por la acti-vidad observadora, comunicadora/informacional del sujeto”.12

Hablamos no solo de perspectivas metodológicas de la racionali-dad no clásica para entender un nuevo tipo de objetos en la naturale-za, para comprender la distinción entre lo objetivo, lo subjetivo, lasubjetividad y el subjetivismo, el conocimiento y la relación entreel observador y el observado. Aspectos todos de importancia cardi-nal para entender los fenómenos pedagógicos y políticos.

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12 Véase José Rozo: Ob. cit., p. 108.

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3

LA CULTURA POLÍTICA Y SU DIMENSIÓNACTUAL: UNA MIRADA DESDE EL SUR

ELSIE PLAIN RAD-CLIFF

Es criterio consensuado de los especialistas, que la cultura políti-ca constituye un subsistema de la cultura general, lo que imponela obligada reflexión acerca del término “cultura”, sobre todo enlos momentos actuales, en que este fenómeno está siendoreevaluado en cuanto a su lugar en el logro de nuevos desarrollosemancipatorios del ser humano.

Ante todo debo señalar que sobre cultura existen varias decenasde definiciones, cuyo análisis constituiría por sí solo objeto de unensayo científico. Comenzaré por decir, pues, que a nivel coloquialo cotidiano, la cultura es entendida básicamente como “... la esferade la producción intelectual en general”; mientras que “... una de-finición más técnica, desde el punto de vista sociológico, incluyetodas las formas y productos intelectuales, materiales einstitucionales que caracterizan a una comunidad humana”.1

Por su parte, la UNESCO define la cultura como “todas las ca-racterísticas distintivas —espirituales y materiales, intelectualesy emocionales— de una sociedad o grupo social”.2 Al respecto,Ioanna Kuçuradi señala la necesidad de distinguir entre dos con-cepciones sobre el tema: una tradicional, que puede expresarsecomo “... la totalidad de la actividad humana que permite a losindividuos la posibilidad de cultivar —actualizar y/o desarrollar—sus potencialidades”, la cual no denota las diferencias entre unacultura y otra, ni los cambios que se evidencian durante la evolu-ción de una misma cultura.3

1 Agazzi, Evando (1993): “Introduction”, in Philosophy and CulturalDevelopment, International Federation of Philosophical Societies, PhilosophicalSociety of Turkey, Ankara.

2 UNESCO (1983): Conferencia General de la UNESCO, XXII Sesión, París.3 Kuçuradi, Ioanna (1993): Philosophy Questioning, “Cultural development”, inPhilosophy and Cultural Development, International Federation ofPhilosophical Societies, Philosophical Society of Turkey, Ankara.

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De tomarse en cuenta esta última —precisa Kuçuradi— podríancompararse las diferencias que distinguen una cultura históricade otra, como es el caso de la griega, la musulmana, la europea, lajaponesa, etcétera, lo cual haría posible expresar la cultura en lostérminos de una segunda concepción, referida “... a lo que es va-lioso, lo que perdura por un largo o corto tiempo en un grupohumano (cuyos límites pudieran definirse de acuerdo a diversospuntos de vista), así como lo que determina el modo de vida deeste grupo y las expresiones de dicho modo de vida”.4

Kuçuradi también considera insoslayable el problema de la“identidad cultural”, tema que constituye una de las cuestiones máscandentes de la pasada década de los noventa en diversas catego-rías de países del Tercer Mundo, especialmente aquellos que fue-ron colonizados por Occidente y que ahora, una vez independizados,se han dado a la búsqueda de su propia identidad.5

Tal diversidad de enfoques no es ajena al tema de la culturapolítica, categoría que también adolece de la complejidad inhe-rente a la cultura general, de la cual es parte sustantiva. Ello loconfirma el hecho de que a pesar de la vigencia y actualidad de lacategoría “cultura política”, aún no se ha logrado un consensoacerca de su conceptualización entre los científicos políticos.¿Cómo explicar este problema?

Ante todo, fue la autorreflexión sobre el desarrollo de la propiaciencia política lo que permitió un acercamiento a su génesis, cuan-do al abordar el objeto de la ciencia política hoy, Thalía Fung seña-la con acierto que se trata de una ciencia emergente que padece deindefiniciones e indeterminaciones, que atañen no solo al objeto ya los métodos, sino a la propia conceptualización de la política, locual ha propiciado que el abordaje del fenómeno político haya sidodisputado por otras ciencias sociales como la Historia, el DerechoPúblico, la Filosofía Política, la Filosofía del Derecho, la Sociolo-gía Política y hasta la Psicología Social, entre otras.6

Por otra parte, como puntualiza T. Fung, ninguna ciencia puedeliberarse absolutamente de la coasociación con otras disciplinassociales; pero en la ciencia política esta incidencia quizá sea ma-yor, no solo por el amplio espectro de las políticas y de la política

4 Ídem.5 Ídem.6 Fung, Thalía (1998): Reflexiones y metarreflexiones políticas, Editorial FélixVarela, La Habana, pp. 61-69.

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en cualquier sociedad diferenciada internamente en grupos so-ciales, sino por la subyacencia de la política en otros fenómenoshumanos.7

Todo ello también facilita, a mi entender, que los enfoques so-bre el fenómeno político se contaminen por los presupuestos teó-ricos y el empleo de métodos empíricos propios de otras ciencias,lo cual necesariamente tiene su reflejo en la producción científi-ca que desarrollan los especialistas en esta esfera del saber.

Este problema de la indefinición del objeto de estudio, en miopinión, trasciende también al aparato categorial de esta discipli-na, de lo cual no se excluye el concepto de “cultura política”, queha sufrido las mismas vicisitudes que el objeto y los métodos, a locual se añade otra dificultad, la que suponen las propias peculia-ridades de la terminología política.

De acuerdo con la semántica política, dichas características seresumen así: 1) En su mayoría, los términos políticos son polifun-cionales, es decir, sin cambiar radicalmente su status semántico,ocupan espacios —indistintamente— en el discurso científico, enel lenguaje político-ideológico y en el cotidiano. 2) El significadosemántico de sus elementos posee límites imprecisos, lo cual puedeinterpretarse como plurivalencia de los términos. 3) Los aspec-tos pragmáticos del significado, referidos a la situación extralin-güística y los rasgos de los participantes en la comunicación,son más acentuados en la política que en otros saberes. 4) Sonmayores la movilidad y el dinamismo en la acepción de los con-ceptos políticos.8

Tampoco puede desconocerse la incidencia del enfoquesociologista y psicologista de los pioneros que intentaron sus pri-meras definiciones, influidos por la tradición intelectual que lesprecedió, signada por los análisis psicoculturales realizados enlas décadas de los treinta y los cuarenta. En dichos análisis, y apartir de los descubrimientos del psicoanálisis y la antropologíacultural, se pretendió “ofrecer una comprensión más profundadel comportamiento político nacional”.9

7 Ídem.8 Petrov, Vasili (1982): “La semántica lógica y el lenguaje de la política”, enCiencias Políticas: Metodología de la Investigación Política; Problemas delMundo Contemporáneo (87), Redacción “Ciencias Sociales Contemporáneas”,Academia de Ciencias de la URSS, Moscú, pp. 106-107.

9 Pye, Lucian W. (1974): Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales, vol. III,Artículo sobre Cultura Política, Editorial Aguilar, Madrid.

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No obstante, los estudiosos que dedicaron su atención al temade la cultura política se fueron distanciando de esta última posi-ción, oponiendo el argumento de que la esfera política constituyeuna subcultura diferenciada, con sus propias normas de conduc-ta y sus procesos específicos de socialización.10

La primera referencia obligada en este sentido la constituyenAlmond y Verba, quienes definieron la cultura política como “... unsistema de orientaciones y pautas cognoscitivas, emocionales yvalorativas de los individuos sobre el sistema político y los dife-rentes institutos, así como también sobre su propia personalidad,en el proceso político”.11

A partir de esta, se sucedieron otras aproximaciones, entre lasque se puede citar la de Pye, quien la concibe como “... el conjun-to de actitudes, creencias y sentimientos que orientan y dan sig-nificado a un proceso político y proporciona los supuestos y normasfundamentales que gobiernan el comportamiento en el sistemapolítico”. Especifica, asimismo, que la cultura política abarca losideales políticos y las normas de actuación de una comunidadpolítica, al tiempo que señala que “... una cultura política es, a lavez, el producto de la historia colectiva de un sistema político ylas biografías de los miembros de dicha comunidad política”.12

Kavanagh resume “taquigráficamente” su concepción, enten-diéndola como “... las actitudes y creencias que tiene la gente acer-ca del sistema político”.13 Más recientemente, Ronald Landesafirma que una cultura política comprende tanto la índole comoel ámbito de la legítima actividad política y el rol del individuo enel gobierno o el Estado.14

En David Robertson encontramos una expresión sintética deeste concepto, en la que aparecen elementos no mencionados an-teriormente, al considerar la cultura política como “... el conjuntode ideas y actitudes hacia la autoridad, la disciplina, las respon-sabilidades gubernamentales y los derechos, así como las formas

10 Ídem.11 Almond, Gabriel y Sidney Verba (1963): The Civic Culture, Princeton, p. 13.12 Pye, Lucian W.: Ob. cit.13 Kavanagh, Dennis (1972): Political Culture, McMillan, London, p. 10.14 Landes, Ronald (1987): The Canadian Politics. A Comparative Introduction,

2nd Ed., Prentice Hall, Ontario, Canada, p. 217.

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de transmisión cultural, tales como el sistema de educación y hastala vida familiar”. Asimismo, señala que, aunque nadie ha logradodefinir el concepto con suficiente precisión, para hacerlo verifi-cable, está claro que algunas ideas generales acerca de la natura-leza y la utilidad del gobierno y la autoridad, pueden considerarsecomunes para todas las sociedades, así como factores importan-tes en las decisiones y el tipo de gobierno.15

Hay que señalar que a partir de Almond y Verba se desarrollóentre los científicos políticos el llamado enfoque cultural, en vir-tud del cual se atribuye a la cultura política la potestad de influiren el comportamiento del sistema político y en el funcionamientode sus instituciones, así como de toda la vida política.

Algunos partidarios del enfoque cultural también le otorganincidencia en la economía, apoyándose en Max Weber, quien sos-tiene la tesis sobre la influencia de la ética protestante en el diná-mico desarrollo capitalista del norte de Europa y entre las minoríasprotestantes en los países católicos, el cual se explica por las acti-tudes de aquellos hacia el trabajo, el ahorro y la acumulación.16

Desde la última década de los noventa se realiza un debate acadé-mico entre los sostenedores de esta corriente y los que, negando a lacultura política ese rol, les dan un mayor peso a las instituciones.

De los que asumen el mencionado enfoque cultural, FrancisFukuyama representa un caso particular, por el papel decisivo queél le asigna a la cultura en el funcionamiento del sistema político,específicamente la democracia. Generalización a la que llega apartir de observar su comportamiento en sociedades asiáticas (lascuales difieren notablemente de otros referentes reales) en las queaprecia la influencia determinante del “confucianismo cotidiano”,no el “político”, el cual —según Fukuyama— está presente en lasestructuras sociales y no en las instituciones políticas.17

Hay que señalar que la falta de consenso acerca de la categoríacultura política no es privativa de los científicos políticos de Occi-dente. En la literatura soviética de los años ochenta también seaprecia tal ausencia de coincidencia entre los politólogos de ese

15Robertson, David (1985): A Dictionary of Modern Politics, EuropeanPublications Limited, London, p. 263.

16 Weber, Max (1958): The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism,Scribner’s, New York.

17 Fukuyama, Francis (1995): “The primacy of culture”, in Journal of Democracy,vol. 6, # 1, January, 1995.

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país,18 a quienes debió afectar igualmente la indeterminación delobjeto de la ciencia política y la contaminación de sus enfoques porlos de otras disciplinas como la Filosofía, la Sociología, la Historia,el Derecho y otras, tal como ha sucedido en el mundo occidental.

Lo expuesto anteriormente pone en evidencia que se trata deuna categoría de la ciencia política que carece de una elaboracióndefinitiva, aun para la ciencia occidental. En la actualidad toda-vía se discute acerca de su definición por los propios especialis-tas que son considerados autoridades sobre la materia, entre losque se cuenta Gabriel Almond, a cuya autoría se debe el primerintento de conceptualización de cultura política, aparecida en losaños cincuenta del siglo XX.19

De ello da fe el hecho de que en septiembre de 1994 se celebróla “90 Reunión Anual” de la Asociación Americana de CienciaPolítica, donde se desarrollaron siete actividades distintas sobreesta temática, entre las cuales tuvo lugar una mesa redonda en laque se trató sobre el concepto de “cultura política”, con la parti-cipación de Gabriel Almond, Sidney Verba, Bingham Powel, en-tre otros, lo cual pone de manifiesto que ella es aún objeto dedebate por sus principales promotores.20

No obstante, parece existir un criterio consensuado por partede varios autores (Pye, Kavanagh, Landes, etc.) en cuanto a larelación existente entre lo individual y lo público; sobre algunosde los contenidos de la cultura política y acerca de su génesis,donde la historia, las tradiciones, las creencias, los valores, lasactitudes, los sentimientos, etcétera, tanto personales como co-lectivos, tienen un papel preponderante.

De ahí que al estudiar los sistemas políticos es imprescindibletomar en consideración la relación inevitable que existe entre los

18 Kóvler, Anatoli (1982): “Metodología para investigar la participación políti-ca”, en Ciencias Políticas: Metodología de la Investigación; Problemas delMundo Contemporáneo (87), Redacción “Ciencias Sociales Contemporáneas”,Academia de Ciencias de la URSS, Moscú.

19 Almond, Gabriel (1956): “Comparative political system”, in Journal of Politics,18, pp. 291-409.

20 Bell, David y Lorne Pipperman (1979): The Roots of Desunity, Toronto, Canada.Pye, Lucian W. y Sidney Verba (1965): Politics, Political Culture and PoliticalDevelopment, Princeton Univ. Press.Kavanagh, Dennis: Ob. cit.Almond, Gabriel y Bingham Powell (1966): Comparative Policy: DevelopmentAproach, Little Brown, Boston.

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acontecimientos públicos y los comportamientos individuales. Osea, es necesario integrar el microanálisis que aborda el comporta-miento político de los individuos, con el macroanálisis que estudialos fenómenos políticos al nivel de la comunidad o de la sociedad.

Por otra parte, los avances obtenidos en los empeños científi-cos por develar su esencia, ponen en evidencia que la cultura polí-tica, como integrante del patrimonio inmaterial, pertenece a lasuperestructura, lo cual implica que —de aceptarse la tesis delcondicionamiento de esa esfera por la base económica— la culturapolítica está determinada por las relaciones económicas. Ello indi-ca, pues, que se trata de una categoría histórica que depende, a suvez, del status socioclasista de sus portadores, así como de otrasmediaciones como la herencia histórica y cultural; las creenciasreligiosas, las diferencias étnicas, geográficas, lingüísticas, etcé-tera, en caso de que existan o coexistan diversas nacionalidades.

Acerca de lo anterior, y a manera de ejemplo, se puede apuntarque existen notables diferencias entre la cultura política de unanación islámica y la de otra que no lo es; y aun entre estas puedehaber distinciones, según se hallen situadas en Latinoamérica,Asia o África. Incluso, dentro de un mismo Estado, como Canadá, semantiene latente una subcultura política de importante dimen-sión en la población de origen francés. Asimismo, la cultura polí-tica puede diferir de acuerdo con la pertenencia clasista, sobretodo entre las clases antagónicas.

Es de destacarse que en la literatura soviética consultada, se re-chaza la idea de una cultura política única en la sociedad socialistade los ochenta; por el contrario, se reconoce la existencia de diferen-cias entre los distintos grupos sociales de esa etapa, atribuibles afactores objetivos y subjetivos, mediatizados por el lugar de residen-cia, la ubicación territorial, el desarrollo de la infraestructura y losmedios de información, la labor educativa, entre otros.21

Ello conduce a pensar que, además de que no existe una cultu-ra política única ni homogénea, tampoco es inmutable. Es decir,que los cambios en el referente real determinan modificacionesen su contenido y estructura, en tanto fenómeno superestructuralque es, cuyos portadores reales son los individuos concretos.

Asimismo, es necesario tener en cuenta que los principalescomponentes de la cultura política: cognitivos, axiológicos, afec-

21Kóvler, Anatoli: Ob. cit., p. 93.

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tivos, normativos, etcétera, entre los cuales existe una estrecharelación, no permanecen estáticos. Quiere decir que si bien la cul-tura política no cambia totalmente de una vez, sí puedenmodificarse elementos de ella, lo cual le permite ajustarse yreacomodarse a nuevas situaciones, según los requerimientos decada coyuntura histórica.

Tal es el caso de los procesos revolucionarios, donde a la cultu-ra política de los grupos dominantes se contrapone la de los nue-vos actores políticos que acceden al poder o intentan hacerlo, cuyosvalores fundamentales son asumidos por los sujetos que apoyany legitiman el cambio revolucionario.

De especial interés resulta esta reflexión en períodos transi-cionales, por el peso que en ellos tiene la política, y por la urgen-cia de contar con una cultura política diferente que responda alas exigencias del nuevo sistema político que se instaura. Al decirde Fidel Castro, “... la revolución no es sólo hacer leyes; es crearuna cultura política nueva”.22 Lenin también se pronunció por lanecesidad de una cultura política de nuevo tipo.23

Aquí resulta interesante señalar que es unánime el criterio encuanto a que la socialización política es el proceso en virtud delcual las sociedades transmiten la cultura política a sus ciudada-nos. Al respecto, Fred I. Greenstein señala que “concebida en unsentido estrecho, la socialización política consiste en la inculcacióndeliberada de prácticas, información y valores políticos medianteagentes instructores a los que se les ha atribuido formalmente estaresponsabilidad”.24 Este propio autor reconoce que, en países comoEstados Unidos, los grupos de interés (industriales, profesionales,asociaciones conservadoras y liberales, sociedades patrióticas, gru-pos étnicos, organismos gubernamentales) ejercen su influencia através de la escuela, de los medios masivos, etcétera, inculcandoasí sus concepciones a los niños y los adultos.25

22 Castro, Fidel (1998): “Yo nací con la Revolución”, periódico Juventud Rebel-de, Suplemento Especial del domingo 8 de noviembre de 1998.

23 Lenin, V.I. (1986): “Discurso en la conferencia de toda Rusia de los organis-mos de educación política de las secciones provinciales y distritales de ins-trucción pública”, 3 de noviembre de 1920, Obras Completas, tomo 41, EditorialProgreso, Moscú, pp. 407-417.

24 Greenstein, Fred I. (1977): “Socialización política”, en Enciclopedia Interna-cional de Ciencias Sociales, vol. X, Editorial Aguilar, Madrid.

25 Ídem.

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Por tanto, es incuestionable que una sociedad en transición, le-jos de dejarlo a la espontaneidad, tiene que apelar a vías y métodosexpeditos de la educación política, en correspondencia con el sen-tido estricto que le atribuye Greenstein a la socialización política,con vista a la transmisión de los elementos de la cultura políticaque demandan las nuevas circunstancias, sin renunciar a la cultu-ra general heredada del pasado, tal como lo formulara Lenin.26

Todo lo anterior da cuenta de la importancia en el tratamientoactual de ambas categorías y del nexo indisoluble que existe en-tre ellas, por cuanto se considera que “... el estudio de la sociali-zación política es el eslabón de enlace entre el análisis micro ymacropolitológico”,27 mientras que “... la cultura política es la querealiza la vinculación entre el sistema político, como el conjuntode los elementos estructurales, y el sistema del individuo, con supsicología y sus orientaciones políticas”.28

Esto último tiene especial interés por la relevancia que se leotorga al hecho de que en tanto la cultura política se refiere a loscomportamientos, se hace posible su medición, lo cual le confierecapacidad de diagnóstico y de predicción sobre las conductas in-dividuales o grupales, con relación a la esfera política.

De igual forma se le atribuye crucial importancia a la sociali-zación política, por cuanto se estima que dicho proceso puedecontribuir a la estabilidad o a la inestabilidad, a la continuidad oal cambio, a niveles más bajos o más altos de participación políti-ca pública.29

Por último, quisiera resaltar y puntualizar algunas ideas quehan tomado forma como consecuencia de la elaboración del pre-sente trabajo:

Primero: no es una novedad el criterio de que la cultura políti-ca no es única ni homogénea; así lo reconocen los propios espe-cialistas occidentales y pioneros en esta materia. Sí difiero encuanto al carácter paradigmático que se le atribuye a la culturapolítica del Primer Mundo y en especial a la de Estados Unidos.Considero necesaria la diferencia, en tanto existen diversos refe-rentes reales. Para mí no hay culturas políticas mejores o peores,

26 Lenin, V.I.: Ob. cit.27 Kóvler, Anatoli: Ob. cit., p. 89.28 Ídem.29 Greenstein, Fred I.: Ob. cit.

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sino exactamente las que corresponden a determinadas circuns-tancias históricas.

Segundo: no comparto la formulación que proponen algunosautores cuando valoran el nivel de la cultura política o se plan-tean la necesidad de su elevación, por cuanto lleva implícita lacomparación con un modelo previo. Ello podría conducir a la si-guiente interrogante: ¿Cuál es el grado o nivel óptimo? En mi opi-nión, de lo que se trata es de la adecuación de la cultura política alos requerimientos del nuevo sistema político, de modo quecoadyuve a su reproducción o autoperpetuación.

Tercero: quiero insistir en la idea de que independientementede la relevancia que tiene el elemento cognoscitivo de la culturapolítica, para lo cual la capacitación y la instrucción tienen unpapel significativo, estimo que la praxis desempeña un rol pree-minente como agente de cambio y consolidación de una nuevacultura política, tal como lo requiere una sociedad en transición.Esto lo constata el caso cubano.

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4

UNA CIENCIA POLÍTICA DESDE EL SUR

THALÍA M. FUNG RIVERÓN

Si el proyecto socialista ha sido la alternativa surgida en el senode la modernidad a la realidad económico-política objetivada delcapitalismo en su evolución desde el antagonismo con el sistemacerrado feudal hasta la situación de pérdida de sentido en su re-novación tecnológica tardía, habría que buscar cuáles puntosnodales han estado presentes en el marxismo que adquieren uncarácter fundacional en relación con un enfoque diferenciado delextendido pensamiento único del sistema hegemónico prevale-ciente. Por ello, contrario sensu de lo que plantean la mayoría delos teóricos unificados —sin excluir a los marxistas—, es mi criterioque hay que volver a leer a Vladimir Ilich Uliánov.

En la compleja ¿caótica o cosmótica? apertura del siglo XXI,1 apesar de que Lenin ha sido punto de mira para filósofos, científi-cos sociales, y para los políticos propiamente dichos, como un an-tagonista no solo vigente, sino vivo, de haber sido el autor mástraducido y publicado del mundo, ha pasado mayoritariamente acenizas en los países del antiguo “sistema socialista mundial” y,en otros, cuyas fuerzas de izquierda identifican al leninismo conel stalinismo. Aunque Marx ha sufrido en su dimensión y valora-ción en el proceso de “pérdida de sentido de los comienzos delsiglo XXI” y, de modo particular, por su condicionamiento y, encierto modo, comprometimiento con la modernidad, como traba-jó de modo fundamental en el campo de la teoría general y de las

1 La autora trata in extenso sobre este asunto en el artículo “¿Ciencia política enLenin? Hipótesis y conjeturas”, en revista internacional Marx, Ahora, Nos. 4-5,1997-1998, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.

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teorías económica y social, puede ser un “abuelo” para loscientistas sociales de hoy, disminuido en sus concepciones sobreleyes y regularidades y metasujetos, mientras que a Lenin se le haintentado borrar del pensamiento filosófico y político. Es más,aquellos intelectuales que, quizás por desconocimiento, o acep-tan sus conceptos o llegan a ellos, como le pasó al jovencísimoMarx al caer en las primeras proposiciones de la teoría de Hegel,cuando conocen de la paternidad de los mismos, se arrepienten ose alejan del primer sustentador de dichas ideas. No es fácil, pues,pedir que Lenin sea releído con mayor neutralidad, lo cual reve-laría muchos aspectos aún no explotados de su obra.

En el campo de la ciencia política, el papel de Lenin respecto almarxismo puede calificarse de fundacional. En efecto, ningúnantecesor, con la inclusión de Engels, llegó a través de diversasmediaciones desde la dinámica entre las relaciones económicas yotros vínculos en el seno de la sociedad civil hasta el Estado, losinstrumentos mediadores constituidos por los partidos, las insti-tuciones, las formas espontáneas y sistematizadas en que de formaindividual y grupal se manifiestan, las costumbres, las tradicio-nes, las normas morales, los sentimientos estéticos, las psicolo-gías, la relación hombre-naturaleza, y de modo sintético, a aunartodo ello en las acciones políticas, los comportamientos, las cul-turas, las conciencias y las motivaciones de los hombres.

Lenin fue el agente político decisorio en el surgimiento de labipolaridad entre un sistema histórico-social que contaba cercade cinco siglos y el planteado por Marx como su necesario suce-sor, lo cual implicó cambios reales y conceptuales.

Se estrenaron nuevos conceptos que, aun a pesar de la hegemo-nía político-militar actualmente existente, y aunque en extremoconstreñidos por la tendencia refleja constituida por el pensamientoúnico occidental, pesan en la cultura política de países periféricos,distanciados sus referentes reales de los dogmáticos moldes de his-torias económico-sociales esencialmente diferentes.

La evolución del capitalismo es no solo sintetizada por Lenindesde sus escritos económicos de la década de los noventa y de suculminación en El desarrollo del capitalismo en Rusia —dondeavanza la tesis de la ruptura del sistema por su eslabón más dé-bil—, sino que lo refleja precisamente cuando la polarización declases planteada por Marx comienza a modificarse en el sentidode agrupar a un pequeño número de países elites y la mayoríade la población mundial que lo lleva a cambiar la consigna del

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Manifiesto Comunista por la de “Proletarios y pueblos oprimidosdel mundo, uníos”. Al incorporar a las masas populares de lospaíses coloniales en el concepto de nuevos agentes de la historia,introduce un cambio esencial en la valoración de la conducción yparticipación en los sucesos políticos, que obliga a tomar en cuentala intervención de otros sujetos en la reflexión política, caracteri-zados por su heterogeneidad y posibilidades de consunción conestructuras con mayor experiencia en la esfera política. Dichacreación leninista ofrece una originalidad metodológica para laciencia política, constituida por su necesaria dialéctica, en el sen-tido de considerar no solo los elementos estructurados para lainversión en el poder, sino también aquellos que se plantean otrosobjetivos macrocondicionados, como son la dominación de la me-trópoli; pero que al asumir el gobierno se verán obligados a pen-sar en nuevas formas de gobernabilidad que no existen en lassociedades simplificadas que siguieron la historia de Occidente,que buscaban la estabilidad de sus territorios nacionales sobre labase de la dominación y el desorden de las tierras colonizadas yneocolonizadas.

Sabemos, además, que Lenin operacionaliza el concepto de clasede Marx en “Una gran iniciativa”, al develar sus condicionamientosy jerarquizaciones al interior de las relaciones económicas e, in-cluso, de sentimientos como la simpatía.

Dicha obra es considerada como la contentiva de: a) la concep-ción del trabajo voluntario en la sociedad de nuevas característi-cas, y b) la asunción de una conceptuación de clase diferente a laexpresada como un todo conjunto y flexible por Marx en “El die-ciocho Brumario de Luis Bonaparte”. Sobre este último asunto,los analistas que toman partido por Marx, precisamente por loque consideran una suerte de pragmatismo economicista en Lenin,olvidan que toda la obra se dirige a valorar los sentimientos yconciencia por la sociedad futura de los obreros rusos. De todosmodos, es cierto que el concepto de Lenin de clase se operacio-naliza en dicha obra, lo cual valoramos, no con la disminución dela connotación que hace Marx en “El dieciocho Brumario de LuisBonaparte”, sino como dos niveles, este último con un sentido fi-losófico, el de Lenin, en la esfera de la cognición y del comporta-miento político.

En la base de los planteamientos leninistas se encuentra suanálisis cotidiano del poder y de las relaciones de los sujetosgrupales y de los individuos en relación con las vinculaciones es-

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tablecidas por el Estado, considerado a la sazón como la estructu-ra esencial del poder. Su evaluación de la organización autocráticadel zarismo, por otra parte, corroído por la penetración progresi-va de las relaciones económicas capitalistas, hace que considereinoperante el papel, funciones y formas organizativas de los par-tidos socialdemócratas europeos, incluso el modelo per se, el Par-tido Obrero Socialdemócrata Alemán. Este concentraba lasdemandas sociales de los obreros y había alcanzado una votacióncuasi insuperable para un partido clandestino; pero las salidasque propugnaba no convenían a la situación rusa. En el seno delos marxistas, Lenin lucha por ofrecer una solución diferenciadacontra el pensamiento consolidado de la dirigencia del PartidoAlemán para los marxistas europeos. Parecía un grave atrevimien-to del creador del Partido Bolchevique; pero Lenin, que alcanzóla madurez antes de los dieciocho años —como la objetividad desus posiciones, incluso ante situaciones emocionales serias y pro-fundas—, demostraba que las concreciones de la heterogénea ehíbrida sociedad rusa así lo reclamaban de una parte, en particu-lar, de la relación Estado-sociedad, y de la otra, que el centro delmovimiento obrero mundial se había movido, primero, de Ingla-terra a Francia, de esta a Alemania y de Alemania a Rusia, con locual se marcaba un sistemático rumbo hacia el Oriente, que secontinuaría a posteriori.

Hasta la Revolución Cubana, este rumbo no cambiaría. En esesentido, prácticamente, Cuba marcha en contra del sentido de lasagujas del reloj histórico. ¿Cuáles serían los fundamentos de dicharuptura, de ese retorno a Occidente? Sería un asunto a analizarcon profundidad.

Lenin, ante la pérdida de sentido que parece cualificar el findel siglo XX y la apertura del XXI, comenzaría por replantearse losproblemas, conforme a su metodología de fines del siglo XIX, locual implicaría un minucioso análisis de los problemas globales yglobalizados, económicos y políticos mundiales, regionales, y enel ámbito de Estados y naciones, nacionalidades, municipalida-des, macro y microgrupos sociales intraclase y de conjunto, losintermediarios políticos entre las demandas sociales de los gru-pos políticos y las salidas del poder, el papel de las institucionestradicionales y las nuevas, con prioridad para las organizacionesno gubernamentales, el redimensionamiento de los Estados y laformación de nuevas fuentes del Derecho, el surgimiento de unio-nes supraestatales, el nuevo papel para el que la Iglesia Católica

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ha lanzado su candidatura desde el seno de la sociedad civil inter-nacional, las turbulencias que origina el comportamiento de losgrupos fundamentalistas, religiosos o no, y no por ubicarla en úl-timo lugar en esta enumeración que podría parecer, no sabemossi caótica o cosmótica, la no menos importante Organización deNaciones Unidas y sus antinómicas tendencias, el hobessianistaConsejo de Seguridad y la democratización que piden los paísesmayoritarios de la Asamblea General.

Este camino, como hemos dicho anteriormente, se ha estrena-do con anterioridad, es cierto que ante sociedades menos comple-jas y diferenciadas que las actuales; pero también de menorcomunicación, rápida diseminación y socialización. A pesar delas formas comunicativas de la época, Lenin pudo evaluar de con-junto el movimiento obrero y llegar a la importantísima conclu-sión política de que con los nuevos escenarios surgían nuevosagentes de la historia, plurales y, por ello, con objetivos diversosperseguidos por variados medios de lucha.

Lenin valora positivamente la desorganización y falta de estabi-lidad que causan los populistas en el sistema autocrático ruso, aun-que antagoniza con la ideología anarquizante de conjunto, porqueante el imperio zarista se haría necesario buscar una respuestaalternativa equivalente, un organismo capaz de comportarseprofesionalmente y tomar decisiones firmes y, a la vez, flexibles,en un plazo breve, para dirigir el comportamiento político de losobreros y de los que serían sus aliados.

En relación con las masas de los países colonizados yneocolonizados como nuevos agentes históricos, en el ámbito filo-sófico y social, Lenin considera que deben devenir en clase políti-ca, término que se ha reducido en la ciencia política occidentalpara nominar solo a las elites dirigentes. En ese propio sentidohay que evaluar el papel que reconoce que desempeñará el cam-pesinado, influido por un referente real condicionante en la Ru-sia que le era contemporánea, donde su peso era el más importante,hasta el punto de que, a pesar de los 10 millones de obreros quehabía en los primeros 15 años del siglo XX, dicho país se conside-raba como campesino.

La posibilidad de reflexión científica sobre las relaciones polí-ticas de Lenin se demuestra en la gran tarea que se impone dedesterrar el trabajo “de aficionado” del militante revolucionarioy transformarlo, lo que implicaba interiorizar la cultura políticaque se diseminaba y hacerla devenir en convicción y conciencia

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política progresiva. Consideraba como elemento fundamentaldevelar la función del actor social principal de la época y vincular-lo a los movibles escenarios en que se desempeñaría en el cual losagentes políticos podrían variar. Por ello, Lenin valora incluso hastael papel que desempeñaron en un momento dado los esquiroles.

Las mediaciones necesarias a la ley filosófico-social expuestapor Marx en la carta a Weydemeyer de 5 de marzo de 18522 lascontrae Lenin a pautar el comportamiento de individuos, estratosy grupos al interior de las clases, de las clases en su identidad y alconjunto de clases ante situaciones y escenarios determinados.

Utiliza el método comparativo para afirmar, distinguir, deter-minar y peculiarizar las particularidades, heterogeneidades y ca-racterísticas del movimiento obrero ruso en relación con elmovimiento obrero europeo que utiliza como modelo o paradigma.Esa característica de la comparación en la ciencia política, comoen toda ciencia, toma siempre un supuesto ideal, que realmente sedistancia de lo real. En el caso de Lenin, le era imprescindible po-líticamente, porque en tanto líder político se veía obligado a propo-ner otras estructuras, funciones y estrategia para la políticainsurgente rusa que contradecía la tradición europea, asentada enla cultura política socialdemócrata de la época. Posiblemente, ellosucede también hoy con los cientistas políticos occidentales quetoman la línea Hobbes-Locke-Montesquieu-Rousseau-Tocquevillecomo un pensamiento que debe modelar las organizaciones políti-cas en el ámbito planetario; pero si ello era imprescindible para elpolítico Lenin, para el cientista Lenin le era perfectamente eviden-te que se comparaban dos respuestas políticas que no constituíanalternativas para los sistemas políticos a los que se oponían.

No obstante, había puntos comunes a un macronivel quepodríamos resumir en:

a) El desarrollo del capitalismo en Europa y la verificación o node su extensión a la Rusia zarista, anticapitalista (feudal-buro-crática); b) la transmisión de la cultura política socialdemócrata,en particular, la marxista, a través de los círculos plejanovianos;c) las características del macrogrupo de obreros rusos —desde sucuantificación empírica—, crecimiento del proletariado indus-trial y aumento numérico de los círculos obreros, así como la

2 Marx, C. y F. Engels (1963): Obras Escogidas, tomo único, Editora Política, LaHabana, p. 748.

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progresiva utilización de la huelga económica y política comomedios de lucha, modeladas por la socialdemocracia europea.

La utilización de la comparación ofrece dos salidas evidentes:primera, son situaciones distintas que la comparación afirma ycuyas similitudes se basan en un interés político; segunda, estassituaciones demandan un macroanálisis, en el ámbito de totali-dad social, lo cual implica la elaboración de un modelo de mayorgrado de globalidad y complejidad por la concurrencia de facto-res nuevos hibridados con los existentes, así como un análisis demayor concreción ante cada situación, particularmente, en el ni-vel del comportamiento y de las acciones políticas.

Hacia 1900, predice que el movimiento ruso llega a una épocade agitación y explosión, y busca el modo de convertir lo que lla-ma “tormenta espontánea” en un movimiento consciente del pro-letariado a la cabeza de todo el pueblo, ya que diversos elementostales como la desorganización de las manifestaciones obreras, lano-jerarquización de sus reivindicaciones donde se entremezcla-ban las de contenido solidario internacional con las pequeñasmejoras locales, le permiten avizorar hasta dónde son capaces dellegar los obreros por sí solos.

Por otra parte, Lenin examina la estratificación al interior delas clases. El sentir cuasi unánime extendido a la clase por deter-minadas reivindicaciones es un buen punto de partida para unaestrategia para todo el proletariado, además de que la táctica seindica precisamente por la atención a aquellas demandas no rei-vindicadas que incorporen nuevos grupos a las acciones políti-cas, lo cual requiere una conducción adecuada.

Según Lenin, la clase obrera rusa reproduce lo universal delcomportamiento de la clase, junto con sus especificidades, por loque los fines generales de la socialdemocracia tenían que sermediados por objetivos tácticos concretos y a través de mecanis-mos apropiados.

Los análisis económicos de Lenin muestran en forma eviden-te su significado e intención política. Sus análisis sociales sebasan en el estadio de las relaciones económicas con un fin in-mediato: la búsqueda cognitiva de las raíces de las conductaspolíticas de las capas, sectores y grupos para actuar en conse-cuencia. Lo político es una constante en su obra, como conoci-miento y conducción, en cierto sentido, podríamos calificarlocomo medida de todas las situaciones, con lo cual funcionaríaen la sociedad que le fue contemporánea al creador del primer

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Estado alternativo al sistema mundial del capitalismo como va-riante independiente.

En los años 1895, 1896, Lenin había propuesto una primerarespuesta al “¿Qué hacer?” de la izquierda rusa con un proyectode programa que transformaba los círculos socialdemócratas, conun sustrato ideológico similar, pero de comportamiento monádico,sobre la base del análisis histórico del movimiento de los hechosy sujetos políticos —macro y micro— en un instrumento unitario,capaz de estructurar como una fuerza de poder multiplicado, laactividad de las clases, capas, sectores, grupos, individuos.

En dicho análisis pone en evidencia las limitaciones políticasde los sujetos actuantes, resultado de su propio status y culturapolítica, en función de: a) su constitución; b) la necesidad de quevinculen sus problemas a los asuntos del Estado, lo que cualifica-ría su cultura política; c) lo imprescindible de que en su culturapolítica se afiance el hecho de que cada Estado es una dictadura yde que para mejorar su situación es necesario “una revoluciónpolítica” que sustituya la dictadura de la burguesía por la dicta-dura del proletariado.

La estrategia de comportamiento de la clase obrera rusa se fun-damenta en la formación de su conciencia de clase sobre la basedel incremento progresivo de su cultura política a partir de suscomportamientos políticos. Para Lenin, la conciencia de la claseobrera —que consideraba que se formaba por los siguientes ele-mentos: conocimiento del papel del Estado en la lucha de clases,el valor político de la aprehensión de las contradicciones entretodas las clases y esferas de dominio societal y la dirección de lascoyunturas conflictuales con la proyección del desarrollo de larevolución— importada desde fuera por el requerimiento siste-mático del análisis complejo que implicaba develar los mecanis-mos mediatorios entre las actividades políticas espontáneas de laclase y las tareas estratégicas a la clase, venía comprometida porla proyección histórica de la misma.

A Lenin se le conoce por su exigencia de producir un análisisconcreto de la situación concreta: pero asimismo habría que cali-ficarlo como un teórico de la mediación en filosofía política y ensu concreción mayor en la ciencia política.

Al llevar al poder político a masas de trabajadores que divergíanen otros patrones objetivos —nivel de desarrollo, capacidad de or-ganización, razas, etnias, tradiciones, religión, cultura— y que in-corporaron a su cultura la posibilidad de gobernar por sí mismos,

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la democratización que significa la participación de grandes sec-tores sociales, el antirracismo, la antixenofobia, el internaciona-lismo, y una visión nueva del nacionalismo, muestra la capacidadde Lenin como cientista político de nivel mundial, al integrar deforma consecuente determinados elementos políticos, que origi-nan cambios en la cultura política y, asimismo, jerarquizar di-chos elementos dentro del conjunto para sentar las bases, en lapráctica política, de la posibilidad de diseñar una alternativa alcapitalismo imperialista.

Esta alternativa en el orden político había tenido su antece-dente espontáneo en los sucesos del llamado año loco de 1848 ydurante la Comuna de París, conflictos en los cuales el papel delas elites políticas de izquierda se vio desbordado por los obreros,no obstante su legitimación teórica. La opción que Lenin ofrecefue el resultado de sus reflexiones como científico y de su magni-tud y arte de estadista político, capaz de enfrentar la estrategia dederrocamiento de un sistema. Si en el desmontaje de la UniónSoviética y del socialismo este-europeo confluyeron la diversidadde factores internacionales y de orden interno, en la formación deun Estado alternativo al sistema absoluto y en desarrollo del ca-pitalismo, el trabajo del liderazgo del partido de cuadros concebi-do e instrumentado por Lenin con los macrogrupos y grupossociales de diversas dimensiones y composición, constituye unabrillantísima urdimbre, tejida sobre la base del estudio del com-portamiento y de las acciones de los grandes grupos sociales, ysobre una secuencia de toma de decisiones que condujeron a laelección del momento clímax o de diversos momentos clímax parainvertir el hasta entonces orden establecido.

La comprensión de lo que sería la conciencia de clase para Leniny su importación a los obreros ha sido multívoca, aventuramosnuestro juicio en el sentido de que la profesionalidad de los diri-gentes partidarios radicaba en: a) su conocimiento de la relaciónde las clases con el Estado; b) la vinculación de los objetivos es-tratégicos y la toma de decisiones y curso de acción en situacio-nes concretas; c) el análisis de los portadores políticos, de losgrupos e individuos en un momento histórico-concreto que de-mandaba un dominio que incluía el estadio de desarrollo de lastendencias y coyunturas mundiales junto a la correlación del com-portamiento de los grupos políticos; d) la capacidad de formularcursos de acciones en función de la toma del poder y de su con-servación. No es el saber lukacsiano que, por otra parte, posee

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una dosis importante de validez, en particular, para el campo delconocimiento filosófico, sino la cognición política y su capacidadde expresión en los comportamientos en relación con lacomplejísima subversión de aquellos que se encontraban despro-vistos de poder estatal.

Dichos elementos requerían de una mediación que poseía susprecedentes, incluso con éxitos reconocidos desde el siglo XIX,los partidos; pero estos como tales mediaciones implicaban suajuste a las necesidades de los sujetos portadores y a las condi-ciones que sustentaban a sus antagonistas. Luego, el Partido deLenin poseía el diseño que correspondía a su comunicación ydirección con los obreros y otras clases explotadas —lo cual cons-tituye una novedad política en la teoría marxista— y a sus objeti-vos estratégicos, así como las implementaciones tácticas de susacciones.

Por su composición clasista, al representar los intereses delas mayorías, era un partido más democrático que cualquiera delos existentes, incluso, más aún que los partidos obreros que nohabían considerado al campesinado, aunque ya en 1894, F. Engelshabía resuelto teóricamente la posibilidad de pertenencia delos campesinos al Partido Obrero Socialdemócrata Alemán; noobstante, al requerir de un núcleo fuerte, profesional, que sebasara en un mecanismo como el centralismo democrático, fuer-za organizativa que potenciaba su capacidad de acción, deveníaobjetivamente en un partido de cuadros políticos y no de masas.

Para la ciencia política es una respuesta pautada por las nece-sidades del cambio revolucionario ante una autocracia atrasada;pero fuerte, enraizada no solo en la sumisión a los comportamientosdiseñados por el poder, sino a su capacidad para elidir en la men-te de los individuos el concepto y la acción de libertad civil y polí-tica. Aunque las bases del feudalismo en Rusia, como bien observóTolstoi en la década de los sesenta —no por casualidad le llamaLenin, espejo de la revolución rusa—, se encontraban minadas, laentrada subrepticia del capitalismo no favoreció su reflejo en elpensar y actuar políticos, los siervos devenían semiproletarios; perono ciudadanos.

En ese sentido, se hacía más necesaria la conducción política.La filosofía política marxista puede prescindir de una dosis im-portante de pragmatismo, aunque ningún pensar se encuentra li-berado del reduccionismo, del que la reflexión es una primerareducción.

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Como hemos dicho en otros trabajos, el bolchevismo mantuvo comosu principio esencial la necesidad del Partido y la disciplinaintrapartido. Si analizamos la dinámica de la relación Estado-socie-dad y Estado-sociedad civil en la Rusia de la época, nos parece quela creación leninista como mediación entre el Estado autocrático yla sociedad, y entre el Estado y su asentamiento en la sociedad civiltambién autocratizada responde a una elección verdaderamente ge-nial, pues introduce un elemento que negaba al gobierno y estre-mecía la gobernabilidad del aparato estatal; pero más aún, formabauna cohesión estratégica y de comportamiento no solo entre losprofesionales del Partido, sino en los individuos de la sociedad ci-vil, a los que convertía singular y grupalmente en agentes políticos.

Este Partido esclarecía el movimiento de las clases y los puntosfuertes y débiles del sistema político, en función de ello requeríade un comportamiento monolítico, aunque los macrogrupos a losque intentaba dirigir poseyeran diferencias de cultura política, étni-cas, religiosas, morales, “que podían superarse ante determinadosobjetivos comunes y coyunturas específicas”.

De especial importancia para la teoría revolucionaria es la con-notación histórico-concreta del concepto de pueblo, de su incre-mento o constreñimiento ante el curso de los acontecimientos y,por supuesto, ante el cumplimiento de determinados fines. Elmundo se había complejizado en relación con la simplificaciónavizorada por Marx, por el surgimiento de nuevos agentes polí-ticos, capaces de asimilar la cultura política de grupos que losavanzaban en sus relaciones económicas y por el hecho de espe-cial caoticidad —a la manera tradicional— constituida por la tran-sición en una sociedad concreta, híbrida, con pluralidad de modosde producción, en la cual el capitalismo luchaba por imponerse,aún con una superestructura feudal y, por ende, contraria, dondese intenta, por vez primera, crear las bases de una formaciónsocioeconómica socialista.

Hasta la revolución rusa, las transiciones entre formacionessocioeconómicas diferentes se habían producido de modo objeti-vo, sin la conciencia del cambio, aunque con algunos elementosde cultura política acerca de su necesidad. De lo que se tratabaahora era de que la política creara no solo cultura y concienciapolítica, sino, asimismo, cultura y conciencia económicas, y, másaún, relaciones materiales económicas sin precedentes en la his-toria de la humanidad. Tamaña hazaña implicaba cambiosconductuales de la mayor envergadura.

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Por dicha razón, el centro de su reflexión se dirige a los proble-mas del poder y, a lo que valoraba como esencial de dicho poder, alEstado y a la transición hacia el socialismo que, en las condicio-nes de Rusia, radicaba en obtener la unidad de la masa campesi-na dispersa y aislada.3 De estas conclusiones se extrae un valormetodológico para la ciencia política que tome como asunto lassociedades transicionales entre sistemas políticos esencialmentedistintos, la necesidad de los que se proponen subvertir el ordenexistente de conservar la unidad de los grupos sociales, ya que elpaso de la posibilidad de recorrer el camino previsto dependerá deun necesario proceso de aglutinación de capas y sectores, y de ob-tención de la máxima efectividad en la actividad que en el sentidode la revolución, dichos grupos sean capaces de aportar.

Por otra parte, el desarrollo desigual del capitalismo y los pro-cesos de incrementación posteriores, lejos de favorecer el creci-miento cuantitativo de la clase obrera, favorecen, quizás, el aumentode islotes diferenciados cualitativamente en el interior de la clasey estratifican los grupos no propietarios de modos diversos, en locual las revoluciones tecnológicas no desempeñan poco papel, asícomo propician la falta de movilidad al interior del campesinado ysu desplazamiento hacia las ciudades, no como antes hacia las filasdel proletariado, sino hacia los grupos marginales, cuyas dimen-siones devienen progresivamente de mayores dimensiones.

El estudio que hace Lenin del Estado, aunque privilegia elautocrático anticapitalista ruso, no descuida conocer y develar lanaturaleza de Estados como el suizo, francés e inglés, porque buscadetrás de sus formas metamorfoseadas su verdadera naturaleza,por cuanto el Estado constituía, a la sazón, la fuente principal delpoder y del derecho.

Para Lenin no es un secreto que la toma del poder político noresuelve los problemas de su conservación, es más, podría de-cirse que aquel gran paso trae consigo otros metadesafíos, parti-cularmente, cuando se rompe un sistema socioeconómico ypolítico global, aunque sea en un país de las dimensiones del“país de los soviets”.

Nos permitimos detenernos algunas líneas en este problema,de gran importancia para el mundo del siglo XXI. Es mi criterio

3 Lenin, V. I. (1963): “Discurso en la sesión del CEC”, en Obras Completas, tomo 28,Editora Política, La Habana, p. 21.

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que el socialismo devino un sistema mundial, con Estados como laUnión Soviética, China, Vietnam, Corea del Norte, Europa orien-tal y Cuba, y los países africanos que declararon su intención detransitar por la vía socialista; pero este sistema mundial se en-contraba en un macromarco constituido por el sistema capitalistaglobal dominante y hegemónico que imponía las normas en lasrelaciones mercantiles globales, por ello, el socialismo se inscri-bió en el sistema global del capitalismo que lo precedía y lo ro-deaba y que, además, poseía la ventaja de la formación espontánea,contra la pensada, necesitada de socialización subjetiva y de unacultura política concientizada del proyecto socialista. La rupturade la globalidad del sistema capitalista sigue siendo, para mí, lahazaña sociohistórica mayor del siglo XX, no obstante, los desafíosque enfrentaba extrapolaban lo político, al abarcar los retos eco-nómicos y científicos, independientemente de los reconocidos ydifundidos errores de los dirigentes de los países socialistas en laformación y asunción de sus políticas internas e internacionales,entre las cuales no fue la menor, el menosprecio al estudio sis-temático del comportamiento, conductas y cultura políticas de losgrupos sociales de toda dimensión, incluyendo la relación entrepoder e individuo.

Es de notar que para la ciencia política occidental, los princi-pios fungen como mediadores. Lenin valoraba como principio desu política, la flexibilidad táctica que dependía de los objetivosque perseguía. Nunca confirió a ningún medio de lucha un carác-ter absoluto. Su importancia y validez dependían de la situaciónhistórico-concreta y de la voluntad política del grupo y macro-grupo portador.

La conducta del Partido Bolchevique que trabajaba con orga-nizaciones legales e ilegales elevó a regularidad la pluralidad derespuestas ante la cambiante realidad política, y sus alianzas, coa-liciones y uniones coyunturales respondían a los problemas y asun-tos que se planteaban. Tanto el sujeto y(o) los sujetos de la revoluciónsocialista como las formas que asumiría el Estado alternativo alexistente, tenían que ser objeto de un análisis profundo.

Un aspecto que adquiere significación relevante en el mundode hoy es la cuestión nacional. Aunque en el campo de la cienciapolítica y en la política en general se trata del Estado-nación, enuna situación internacional en la cual dicha categoría sufre losembates del reduccionismo de sus dimensiones en sus referentesreales, ello no ha influido de igual modo en la relación con la na-

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ción; es más, podríamos decir que esta posee un sentido nuevo,más fuerte, lo cual se hace extensivo a las nacionalidades y aun a laslocalidades. El reverdecimiento con formas nuevas de las comu-nidades, de lo comunitario, la constante apelación a lo local, traea colación metodológica el tratamiento de Lenin de la cuestiónnacional, muchas veces minusvalorada por los marxistas en arasde lo universal. Ambos términos no solo no son excluyentes, sinoque se complementan e, incluso, pueden calificarse como esta-dios diferentes de desarrollo de un mismo fenómeno complejo.No obstante, su peso en las coyunturas varía, y ahora puede de-cirse que, quizás frente a una globalización económica y políticaque no representa necesariamente lo universal, adquiere un lu-gar de mayor protagonismo en el escenario político lo local, lanacionalidad, lo nacional.

De Lenin4 se pueden extraer conclusiones metodológicas so-bre la cuestión nacional que se vinculan al estadio de desarrollodel capitalismo. Hoy diríamos que el análisis debe tomar en cuenta:a) La dinámica del capitalismo “tardío”, “multinacional”, “trans-

nacional”, como se le ha llamado indistintamente, por autoresvarios. Considero que lo fundamental de este estadio del capi-talismo es la enorme dimensión del capital ficticio, su extraor-dinaria movilidad, su asiento fundamental en la sociedad civilinternacional, su hegemonía sobre los Estados y su reduccio-nismo elitiario que hace cuasi inoperante el tratamiento que sehacía de la clase burguesa, en tanto tal.

b) Lo nacional debe tratarse de forma histórico-concreta, con unpeso mayor de lo histórico, de lo étnico, de lo tradicional, de locostumbrista, de lo religioso, lo cual puede llevar a privilegiarel abordaje de lo local en la formación de las políticas.

c) El abordaje no puede separarse de la situación internacional,en ese análisis la vinculación de lo global, globalizado e inter-nacional puede adquirir un peso decisivo.Por supuesto, como hemos dicho en otros trabajos, estos son

bosquejos aproximativos que no pueden revelar la genialidad enel análisis de las totalidades complejas que hace Lenin, lo cual sedemuestra en que en una misma obra “¿Quiénes son los amigosdel pueblo y cómo luchan contra la socialdemocracia?”, se con-nota la categoría más compleja del marxismo en relación con la

4 Fung, Thalía: “¿Ciencia política en Lenin?...”, en ob. cit., p. 68.

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evolución de la humanidad: formación económico-social, junto aldevelamiento de una categoría de la ciencia política como es elreconocimiento de un grupo político en la compleja madeja sub-versiva de Rusia y de sus formas de actuación.

Del propio modo que la opresión nacional y colonial engendra,según Lenin, un antagonismo irreconciliable entre los pueblos so-juzgados y el capitalismo monopolista, y lanzó a los pueblos opri-midos a la lucha contra la sujeción imperial, la globalizaciónneoliberal está deviniendo en elemento aglutinador de losglobalizados locales y nacionales, e incluso de una gran mayoría deEstados contra los centros de globalización económica y política, ycontra el pensamiento homogeneizador y único que los propugnacomo paradigmas.

Parece increíble que Lenin comprendiera lo global que se asoma-ba en el mundo y la necesidad del cambio de línea política, expre-sado en el II Congreso de la Internacional Comunista5 cuando diceque debe utilizarse en lugar del concepto “democrático-burgués”,el de “movimiento nacional-revolucionario”, que no es solo uncambio de denominación sino de objetivos y contenidos de la lu-cha de las colonias y de las masas de los países colonizados yneocolonizados, lo cual muestra, en otro contexto, el principio deflexibilización de su análisis y, a su vez, desde el punto de vista dela ciencia política y de la política, la capacidad de negociar, lo queimplicaba que ante situaciones y sujetos nuevos, también la nego-ciación posee otros puntos de partida y fines diversos.

El sentido global del pensamiento leninista se expresa en elamplio lugar que en él ocupó el destino de los pueblos oprimidos,una vez accedido al poder, y enfrentado a las innumerables tur-bulencias de la formación de un Estado sin precedentes históri-cos. Si Lenin hubiera tenido un ápice de utopismo en su quehacerpolítico, podríamos considerar que este habría sido el de mayordimensión. En mi criterio, ello no es así, precisamente por su con-sideración de que: a) si el socialismo triunfaba en un país de los“adelantados”, Rusia dejaría de ser la vanguardia del proletaria-do mundial; b) la relación política progresivamente íntima entrelos obreros y el resto de las masas populares; c) la nueva e impor-tantísima vinculación entre las fuerzas progresistas del mundo yla nueva criatura histórica que se creaba; d) las condiciones

5 Lenin, V.I. (s.f.): Obras Completas, ed. en ruso, tomo 41, pp. 161-168.

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etápicas de las formaciones socioeconómicas que obligaban a larecién estrenada a mundializarse en un marco hegemónico domi-nante capitalista. Mientras que de las tres primeras se encuentraamplia bibliografía en la tradición marxista-leninista, no sucede lomismo con la última idea, quizás por motivos políticos —el recono-cimiento del mayoreo del capitalismo—, o por cuestionesepistemológicas. Es muy difícil abstraerse de lo inmediato y coti-diano, aunque este exprese relaciones mundiales, y reflexionar deforma global, prácticamente como si, recordando la frasealthusseriana, el pensador se hubiera salido de “su” problemática.

Dicho distanciamiento no implicó nunca el no atender la tomade decisión ante los asuntos de ingobernabilidad, gobernabilidady estabilidad del Estado, aun en el caso en que fueran atisbos oproblemas en germen. “Una gran iniciativa” es una excelente prue-ba de ello. Conocida por dos planteamientos esenciales, la defini-ción leninista de clase, tan vituperada por los cientistas socialesal confundir aviesamente lo reductivo operacional con lo concep-tuoso, y por la fructífera idea tomada de la práctica de los obrerosferroviarios, del trabajo voluntario a lo comunista, se encuentranotros valores que desmienten el economismo absoluto de la antesdicha definición que, incluso, obligan al cientista político a tomaren cuenta en su evaluación a factores como la simpatía y otros deun tenor espiritual que hoy son también sometidos a codificaciónen encuestas a individuos.

Para mí, Lenin aporta, por primera vez en la historia, una alter-nativa de modos políticos que aúna la ciencia política y el arte deejercer la política. Ciencia de pensar la política y arte en su con-ducción, de lo cual la onerosa paz de Brest-Litovsk fue un ejem-plo. Firma la paz y funda el Ejército Rojo, convence y vence consus extraordinarias dotes de mando y persuasión a los que desdela derecha e izquierda, dentro del Partido —para usar los tradi-cionales términos inaugurados con la Revolución Francesa— seoponían al cese de la guerra. Nunca anteriormente, una opciónpolítica fue tan compleja y, a la vez, acertada. Cuando se propu-sieron los créditos de guerra, los diputados bolcheviques y serviosvotaron en contra, ante la sumisión de los socialdemócratas enaras de un pretenso patriotismo, lo cual validó la razón de Lenin alplantear que era necesario participar en la Duma Negra, aun paradeclarar que esta no servía. Al propio tiempo, Lenin deseaba quese produjera la guerra interimperialista para transformarla enguerra civil y desencadenar la revolución. Ello es, en mi opinión,

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una muestra de su capacidad de analizar los contrarios y su mutuatransformación en el campo de la filosofía política y de las media-ciones necesarias para ello —lo cual correspondería a la cienciapolítica— y de su personal contribución en tanto líder político node la oposición a un gobierno, sino de la oposición a un sistemaque resumía lo universal del capitalismo y lo histórico-atrasadodel modo de producción feudal.

Por supuesto, a medida que se intenta crear la nueva sociedad,aparecen los inconmensurables problemas de la Transición, queescribimos con mayúscula porque consideramos que la Transi-ción consciente, o sea, entre la formación socioeconómica capita-lista y la comunista, plantea complejidades que a su vez sonintegradas por otros fenómenos complejos que se tienen que re-solver en el ámbito de la cultura y conciencia políticas de losmacrogrupos, de los microgrupos, de los sectores sesgados de lasclases, de comunidades, nacionalidades, naciones y, a la vez, dedeterminados individuos. Lenin consideraba que en un individuopodía condensarse una clase. En el mundo de hoy, la tradicionalburguesía parece haber sido sustituida por las elites circularesde poder que son verdaderos grupúsculos, e, incluso, un estadiodeterminado del desarrollo de un sistema económico puede serrepresentado por un hombre. Estoy segura que Bill Gates repre-senta la potencialidad económica que otorgó la revolución infor-mática al capitalismo, mientras que George Soros muestra el artedel manejo global del capital ficticio, con la peculiaridad de queambos son sujetos de pensamiento y que el propio Soros ha avizo-rado las consecuencias del estrechamiento de las cúpulas econó-micas de poder en relación con los problemas globales que padecenmasas y poblaciones enteras de los países oprimidos.

Un profundo y acuciante problema de la transición a una so-ciedad de comportamientos políticos nuevos, en los cuales la es-pontaneidad instintiva y utilitaria no ocupe el primer lugar, es elde la formación de una cultura política nueva, sin la cual no esposible objetivar los valores y sentimientos éticos mejores, perosu producción, salvo situaciones límites, no se forma sin una pe-dagogía política y social nueva. En teoría ello plantea la relaciónentre la ética y la política. Esta relación fructífera para la socie-dad siempre que tienda a ser armónica, puede devenir antagóni-ca. A la larga, dicho antagonismo encuentra una salida, pero estapuede ser extremadamente convulsiva que no concluya con laderrota del que muestre una falta de ética humanista o, incluso,

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tendencialmente más adecuada a la sociedad en su conjunto, porlo cual se hace necesario que el discurso ético busque y encuen-tre asidero político.

La ciencia política occidental no carece de ética, sino que estacorresponde a situaciones donde los sujetos políticos cubrían es-cenarios diferentes, es más, eran distintos a los sujetos políticosactuales. Hoy la ética de una gran parte de los marginados delsistema6 se rige por preferir ser explotado a excluido, lo cual im-plica un comportamiento político diferente. Este hecho tuvo suantecedente en la obrerización del campesinado y hoy se extien-de en la urbanización en el ámbito planetario. Se vuelve a Hobbesy al contrato social, aunque con un contenido nuevo, por su carác-ter global y particularmente globalizado.

Por ello a la educación política de las masas populares en latransición que implica no solo que alcance una cultura políticaprogresivamente socializada, se une la necesaria interiorizacióny activación en el comportamiento de dicha cultura, es decir, suconcientización política. Este proceso hasta ahora ha trascendidoa los cientistas políticos, que han dejado el terreno a los filósofospolíticos y a los éticos, por su relación con la libertad y la equi-dad, no obstante, del propio modo que el componente histórico seacrecienta en el tratamiento de la ciencia política en los países ter-cermundistas, las macrocategorías de libertad y equidad poseenuna dimensión en la actuación de sujetos cuyo comportamiento tieneque ser más consciente, o sea, de una proyección subjetiva de ma-yor dimensión. En el juego suma cero, lo recíproco, la importanciadel derecho a la alteridad no se circunscribe a la reflexión ética,deviene imprescindible para el incremento y la reproducción am-pliada de los elementos que avanzan a la nueva sociedad. Por su-puesto, la cultura política demanda una instrucción generalizadaal nivel del estadio de la sociedad en cuestión, tomando en cuentalas tendencias de la sociedad en el ámbito mundial.

Por otra parte, el análisis de las posibilidades y debilidades delos macrosujetos políticos requiere de objetividad comportamen-tal. Como sabemos, esta trasciende al discurso en ambos sentidos,o se enajena de su pensar político en sentido positivo o negativo.Para la ciencia política, es más importante cómo se conduce elindividuo que cómo piensa, y ello tiene un valor universal en un

6 Elemento consensuado en la ciencia política de uno u otro signo.

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momento determinado. Esa es la razón por la cual Lenin decía quelos esquiroles también habían servido a la revolución de 1905. Ala larga, no obstante, su pensar real, metamorfoseado por suconducta política, puede ocasionar graves daños. Pero mientrases fácil evidenciar y cuantificar el comportamiento, no lo es tantosu reflexionar. Además, los sujetos políticos se manifiestan enescenarios que cambian constantemente, lo que también ocurrecon sus roles. La conducción de dicha dinámica muestra que laciencia política tiene que tomar también como objeto el arte dedirigir y no solo al nivel societario, sino también en las comuni-dades de menor dimensión.

Fue más difícil para Lenin convencer a los antinepistas que alos que se opusieron de forma acérrima a que se firmara la paz deBrest-Litovsk. En ambas ocasiones, Lenin mostró su capacidadde analizar el curso de acontecimientos futuros a partir del com-portamiento de los sujetos políticos principales con que contaba,el Partido Bolchevique y el Ejército Zarista en el primer caso;una clase obrera diezmada por la guerra contra la Entente y susaliados internos, un macrosujeto constituido por campesinos me-dios, pequeños propietarios, y una intelectualidad escasa formadaen las universidades del régimen autocrático en el segundo. Comopolítico, Lenin decidió con la firmeza que lo caracterizaba la únicaconducta posible ante una situación insostenible. Su pensamientocientífico se impuso a sus deseos de acelerar el proceso. Como he-mos dicho en otros trabajos, a muchos revolucionarios, cuya cul-tura política sobre los contrarios les impedía ver el tránsito entreambos, les eran ajenos los meandros a que obligó una solitariaruptura inesperada.

Lenin devela lo que constituye el centro de gravedad en unpaís en el cual el capitalismo no ha simplificado la relación entrela economía y la política, o por lo menos no ha clarificado la im-portancia central de la organización de la contabilidad y el con-trol, y se han superpuesto conductas políticas de pretenso mayorrango, aunque aquella adquiere una importancia vital, porque setrata de solventar las necesidades crecientes no de partes cadavez más minoritarias de la sociedad, sino de grandes mayorías, loque resumía en el imprescindible aumento de la productividaddel trabajo.

Alrededor de las innumerables problemáticas tratadas porLenin, de forma teórica, y que consideramos heurísticamente vá-lidas para una ciencia política tercermundista de valor fundacional

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—entre las que incluimos los abordajes metodológicos— distin-guimos las siguientes:7

– El análisis del comportamiento de los grupos en relación conlas contradicciones por el poder, por la asunción del gobiernoo por la alternancia de Estados.

– El análisis científico de tendencias y coyunturas, y el arte detomar una decisión en un complejo escenario político, que puedecoincidir en una misma persona o ser el resultado de un traba-jo de grupo conducido por un líder.

– La distinción entre el gobierno y el aparato estatal, el examende sus coherencias o divergencias.

– El análisis de la normación política y de su eficacia en la con-ducción de los grupos políticos.

– El examen de los mecanismos mediatorios y su cambio deposición y utilidad en los diferentes escenarios políticos.

– La función del Partido en la sociedad transicional hacia elcomunismo.

– La intervinculación entre el diseño geoestratégico del poder yla lucha por los nuevos repartos de esferas de influencia.Lenin conceptúa entre los agentes formadores de cultura, con-

ciencia política y conductas por el socialismo, en primer lugar, alos partidos comunistas, no obstante, busca lo que en su día llamócorreas de transmisión, mecanismo que se ha querido entendercomo en un solo sentido, cuando dichas correas reciclan constan-temente lo recibido y en dicho reciclaje, se crean factores y ele-mentos nuevos, porque para ello destaca con la categoría de praxisen el terreno de la filosofía política y de conducta y comporta-miento políticos en la ciencia política, los aportes de los referen-tes concretos, su sistemático aporte a la dinámica de la lucha porel acceso al poder y a su conservación. Junto a los partidos comu-nistas destaca todo movimiento que actúe contra el sistema capi-talista o contra alguno de sus elementos, así reconoce el papel delos movimientos obreros, de los movimientos de liberación nacio-nal, movimientos nacionalistas de los países colonizados yneocolonizados, democráticos y de lucha por la paz. Hoy, elmedioambientalismo, los grupos de científicos anticapitalistas, losmovimientos feministas, cabrían en dicha conceptuación por supapel en el cambio y en las relaciones de la sociedad-naturaleza.

7 Véase: “¿Ciencia política en Lenin?...”, pp. 71-72.

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Reafirmamos nuestro criterio8 de que las aperturas de Leninen el campo de una ciencia política alternativa, para los paísestercermundistas, aunque de alcance global, o mejor dicho, pre-cisamente global por tener a aquellos países como sustrato prin-cipal, se hacen perentorias en un mundo como el de hoy, abocadoa estallidos sociales por el acrecentamiento acelerado del distan-ciamiento de las cúspides y de su base, por el pensar de las elitesque con las revoluciones tecnológicas el ser humano ha perdido odisminuido su valor, donde se produce una mezcla acrítica delindustrialismo, el posindustrialismo y el preindustrialismo quepueden coincidir en un mismo suelo, donde lo global no reduce laimportancia de lo local, y la propia globalización neoliberal o larecién iniciada globalización solidaria devendrán ellas mismasglobales según la dimensión que logren sus voluntades políti-cas; la pérdida de sentido de los valores humanos que se trans-forman en políticos con un peso pragmatizado y asuntos de untenor similar, hacen que los comportamientos políticos inter-nos e internacionales parezcan signarse con el metarrelatoposmoderno.

Ante tal transición en el ámbito global, ante las formas diversasde transición por regiones, países, Lenin se hubiera interrogado,sin prejuicios, el papel del Estado-nación o su ausencia deprotagonismo, la clarificación lingüística o su reducción elitiariapara los iniciados, el valor de la memoria histórica o los escena-rios sincrónicos montados a partir de la debacle del llamado so-cialismo real, la peligrosa relación existente ante la agresivasociedad mundial y su contrario y soporte, la naturaleza. Elcientista político que era Lenin pensaría el mundo a partir deldevelamiento de esos nudos de problemas, en los cuales lo globalcapitalista prevaleció al sistema inaugurado del socialismo y exa-minaría aquellos elementos como el redimensionamiento del Es-tado, el papel creciente de la sociedad civil internacional y sudinamizador mayor, el mercado mundial, así como el multilate-ralismo económico, el estadio de la cultura política mundial y delos diferentes focos antagónicos de cultura política regional y lo-cal, los cambios sufridos por los agentes políticos, su ampliacióny(o) reducción, y el surgimiento de emergentes, el pensamientoúnico occidental y su viabilidad o no en los innúmeros referentes

8 Ibídem, p. 73.

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reales, la coexistencia del realismo y la posmodernidad en la polí-tica internacional, el pretenso gobierno mundial y los organismosinternacionales que representan las cúspides de poder y las orga-nizaciones que representan intereses antihegemónicos, y busca-ría una salida global, sin descuidar las mediaciones locales queles eran factibles y próximas, y los medios de lucha correspon-dientes a escenarios completamente nuevos.

Para mí, Lenin desempeña un papel fundacional en una cien-cia política alternativa, tercermundista; pero atención, releer aLenin no quiere decir repetir a Lenin. En su dialéctica política,ello hubiera sido una macronegación de sí. Tampoco él repitió aMarx, sino utilizó sus armas teóricas en el campo de la economíay de la filosofía para examinar los escenarios políticos mundialesen los cuales se encontraba Rusia y el movimiento socialdemó-crata ruso imbricados, lo que considero su primera y permanenteenseñanza fundacional para un pensar original y creador. La cien-cia política nueva requiere de una dimensión mayor del compo-nente histórico, de una relación más estrecha de la ética y lapolítica, de un distanciamiento del pensamiento único de las elitesy una aproximación a las posibilidades políticas comportamentalesde los explotados y excluidos, y de una forma de pensar despro-vista de prejuicios y rezagos.

La ciencia política en su encuentro con la compleja unidad

En la entrada del siglo XXI, convención universalmente aceptada,así como el reconocido tercer milenio de nuestra era, se ha hechoun lugar común, obligado por su carácter global, el tratamientodel otro yo de la humanidad, la naturaleza de la cual es portadorindividual. De esa cuestión no podía abstraerse la ciencia políticacontemporánea. Es más, su relevancia partió de un análisis cien-tífico de lo que sucedía con el entorno natural y hoy se refleja enlas políticas globales asumidas en las cumbres, en las que partici-pan los jefes de Estado sobre la Tierra. El propio análisis de laformación y adopción de estas políticas inter e intraestatales esun objeto relativamente nuevo para la ciencia política.

Como sustrato de este problema indiscutiblemente global exis-te una relación que se encuentra en la filosofía, de formas diver-sas, la vinculación sociedad-naturaleza. Su emergencia ha sido unresultado de las revoluciones tecnológicas que con su progresivo

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dominio sobre la naturaleza han puesto en peligro la propia exis-tencia del hombre y de su habitat natural.

Al avanzarse como política interestatal, ello implica la conju-gación de intereses internacionales, nacionales y locales, muchasveces contradictorios e, incluso, antagónicos. Y es natural que asísea, pues el gran distanciamiento entre los grupos humanos en suacceso a los bienes, y a una distribución basada en las desmesu-radas diferencias en la propiedad, además de la progresiva abs-tracción que se hace de lo objetivo que denominamos real, por laobjetivación de lo subjetivo en lo subjetivo (capital ficticio, len-guajes de diferentes grados de mediación simbólica y sus costo-sos mecanismos portadores, revolución mediática, alteración delos códigos genéticos, simulación artificial de la vida, robotización,recomposición del ser humano con extensiones o atributos queafectan su identidad en tanto persona) obliga a una ciencia quetrata hasta el presente de comportamientos y conductas, y de susmotivaciones inmediatas, a tomar en cuenta, de modo global, larelación del hombre con su entorno natural.

La actual relación sociedad-naturaleza ha traído como conse-cuencia epistemológica central, el acercamiento y la intradisci-plinariedad de las ciencias llamadas naturales, exactas y sociales.Si antes sus distinciones y connotaciones poseían una gran dosisde discrecionalidad, ahora los campos limítrofes se sustituyen porla coincidencia en un mismo problema real que la investigaciónno puede abordar sino como uno.

La unicidad sociedad-naturaleza toma carta de naturaleza enla ciencia política contemporánea y, en general, en todas las dis-ciplinas, a la vez que ha creado nuevas que responden de maneramás integrada a una cuestión de índole tan compleja. Si el pensa-miento complejo es necesario en todos los asuntos objeto de in-vestigación, en la relación entre el hombre y su no-yo natural esindispensable, precisamente por su condición de asunto global, ypor la siempre presente antinomia entre los dos entes sustan-tivados y a la vez obligados a dialogar en el mundo de hoy.

Su vinculación interactiva ha existido siempre; pero el hombreen tanto interlocutor no constituía un sujeto de importancia devida para la naturaleza, pero ahora, esta se ve amenazada por supropio producto y se vuelve un antagonista respetable.

Respecto a la política, tanto interior como internacional, comometaestatal, gobierno mundial, organizaciones internacionalesgubernamentales, no trae consigo la necesaria pluralidad de nue-

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vos asuntos que tienen que ser objeto de políticas públicas y quesurgen desde la sociedad civil o desde el Estado en sus diversasvariantes. La pluralidad de sus motivaciones no altera la impres-cindibilidad de su adopción, aunque, a la vez, esta pasa por meca-nismos mediatorios diversos.

La biodiversidad y la sociodiversidad se han enfrentado en el cam-po de la ciencia política contemporánea, al pretender esta, sobre labase de un pensamiento único de países altamente urbanizados yposindustriales, globalizar el quehacer de toda la humanidad, sintomar en cuenta las diferencias de sus correlatos reales.

Al analizar los problemas globales los distingo de los proble-mas globalizados —aunque para mí la globalización es tambiénun problema global—, y de las cuestiones mundiales, en primerlugar por sus características de macromarco, es decir, que afec-tan a todo el globo y a la humanidad en su conjunto, mientras quelos asuntos mundiales pueden poner en debate a grandes mayo-rías de la humanidad; pero admiten una dimensión objetiva demayor envergadura, pongamos un ejemplo que hemos esbozadoanteriormente: considero como mundial al sistema socialista porsu territorio y población, que existió durante unas siete décadas;pero siempre se encontró no solo en competencia con el capitalis-mo, sino con este como macrorreferencia y dominante en las re-laciones materiales productivas a través de elementos como elmercado mundial, el desarrollo científico y tecnológico, en parti-cular, en el plano de los armamentos.

A pesar de que hice la anterior distinción de modo lato, mepareció oportuno dejar sentado mi criterio de forma más clara, porel carácter absolutamente global de los problemas medioam-bientales que, además, trascienden a las relaciones intersubjetivas, apesar de expresarse en ellas hacia las intervinculaciones de la espe-cie y el planeta, y de este con el sistema galáctico a que pertenece.

La jerarquía de los problemas globales responde no a un ordenque podría remontarse, para algunos, a una axiología platónica,sino a las urgencias histórico-político-sociales de la humanidad yde sociedades y pueblos. Dicha jerarquía no empece a que en unasociedad concreta, asuntos particulares adquieran el carácter deprincipal, lo propio sucedería con el problema global de los dere-chos humanos, considerados en su integridad y en su expresiónen un país, región, sector social dado.

Ahora se hace evidente, que se encuentra sensiblemente afec-tada la relación sociedad-hombre-naturaleza y ello que es un

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problema global, es, a la vez, en primer lugar, un asunto globa-lizado. Cerca de treinta años atrás, un reporte para el Club deRoma,9 así como el Informe para el Dr. Aurelio Peccei, que inspi-ró a muchos a pensar sobre los problemas a largo plazo del mun-do,10 fueron tempranas alertas a las consecuencias nefastas decarácter irreversible que causaba el hombre a la naturaleza, sinque, a pesar de las reuniones mundiales de jefes de Estado, “Ríode Janeiro” y “Río + 5”, se hayan producido las acciones públicasmundiales suficientes para detener la ahora acelerada afectacióncatastrófica a nuestro entorno natural. Luego, el derecho de lahumanidad a la supervivencia se encuentra severa y progresiva-mente atacado y dañado.

Son harto conocidas las formas múltiples de afectación a lanaturaleza en los comienzos del tercer milenio, las que podría-mos resumir en la invasión de los espacios interiores del hom-bre y el atentado sistemático a la sociodiversidad y a la biodi-versidad.11 Con la clonación de la célula somática se ha originado unreduccionismo biológico, cuyas consecuencias político-sociales,además de las biológicas, son imprevisibles e invaluables aún,pero de modo inmediato, podríamos decir que la marginalidadsocial es una forma de exclusión de parte de la especie humana,quizás de su mayor parte, que parece condenada en plazos bre-ves a desaparecer, porque su fuerza productiva se remplaza pro-gresivamente por los ingenios robóticos y en un futuro mediatopor individuos biotecnológicamente adecuados a determinadosparámetros elitiarios.

En nuestra opinión, los problemas globales condicionan losderechos humanos globales o derechos de la humanidad. No obs-tante, la supervivencia de la especie comienza por el propio indi-viduo, por aquel hombre suelto de una sociedad concreta, y elloimplica que en nombre de un problema de alcance mundial, nopuede desfavorecerse absolutamente a un ser humano. La salva-guarda de las reservas ecológicas del planeta no es un argumento

9 Referenciado por Renée-Marie Croose Parry en ponencia a la IX Conferenciade filósofos cubanos y norteamericanos, celebrada en la Universidad de LaHabana, en junio de 1997.

10 Earth Island Limited, London, March, 1972, y el libro A Blueprint for Survival,Goldsmith, Edward et al., Penguin Specials, England, 1972.

11 Ver Vandana Shiva (1997): Biopiracy. The Plunder of Nature and Knowledge,Southern Press, Boston.

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sólido ni humano para excluir a grupos sociales y a colectivoshumanos, y hasta exceptuarlo de un lugar económico y políticoen el siglo que se estrena.

La cuestión de los derechos humanos es un problema global endoble sentido, en cuanto concierne a todos los hombres y, asimis-mo, es global en tanto globalizado.

La carga condicionante histórica y sociopolítica de los dere-chos humanos se revela en su devenir como categoría político-social desde su surgimiento como resultado de la revoluciónfrancesa de 1789 hasta su ampliación actual en la DeclaraciónInternacional de Derechos Humanos y en las Convenciones deNaciones Unidas y de Acuerdos Sectoriales.12 Su vinculaciónprivilegiada con la revolución francesa de 1789 y con la forma-ción económico-social que coronó, determinó la primacía deque disfrutaron y aún disfrutan los derechos civiles y políti-cos individuales en el conjunto de los derechos humanos, endetrimento de los derechos económicos y sociales individualesy colectivos.

La ciencia política occidental privilegia los derechos civiles ypolíticos individuales hasta el rango de que constituyen, en la prác-tica, un paradigma único, aun en el caso de que algunos autores(Rawls, Peffer) los cualifiquen en grados diversos con la justi-cia social. Es nuestro criterio que hoy dichos derechos, violadossistemáticamente cuando de excluidos y excluibles se trata, po-seen un carácter abstracto, porque si bien en su surgimiento enel siglo del enciclopedismo respondió a las necesidades pensa-das por sus hombres más preclaros, en la actual era de larobotización, de la deslocalización de la fuerza de trabajo, de lasnuevas pandemias, del hambre extendida a muchos países a másde 80 % de su población, del exacerbado odio entre etnias y nacio-nalidades hasta ayer coexistentes, se requiere de una reflexiónnueva y de políticas jerarquizadas también nuevas.

En boga se encuentra y se disemina por el neoliberalismo unmodelo paradigmático homogeneizador de los derechos civiles ypolíticos, el cual se enfrenta a las realidades múltiples y muy va-riadas de las distintas regiones y sociedades del planeta. Ello noquiere decir que dicho modelo no posea algunas características

12 Acces to Human Rights. Documentation. Division of Human Rights. Democracyand Peace, UNESCO, 1994, pp. 1 y 2.

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universales, en tanto refleje problemas que afectan a la naturale-za humana; pero su jerarquización, al nivel de colectividad dada,podría demandar otras prioridades causadas por niveles diferen-tes de desarrollo histórico y económico. Lo anterior nos lleva a laconsideración de que para muchos países tercermundistas, losderechos socioeconómicos como el derecho a la educación, al tra-bajo, a la salud, a llevar una vida decorosa, alcanzan un primerrango, aunque no constituyan derechos de la llamada primera ge-neración. Esta es una gran ausencia en el pensar de los cientistaspolíticos occidentales, es decir, mantener una reflexión retro, apesar de los crecientes desafíos en relación con la política sobrelos derechos humanos y la humanidad en un momento en que lasupervivencia de la especie se encuentra en juego y no solo la delos excluidos y excluibles.

En cierto sentido, además de constituir problemas globales, losderechos civiles y políticos son asimismo globalizados, porqueexiste una voluntad política de imponerlos como los derechoshumanos per se, para lo cual se cuenta con un espectro que recorredesde los mecanismos políticos internacionales hasta los massmedia, y a la inversa, las grandes mayorías desposeídas, los ex-cluidos y excluibles se encuentran, en innumerables ocasiones,desprovistos de las posibilidades de hacerlos valer.

Aunque los derechos socioeconómicos han sido acogidos porla ONU, se toman como expectativas y no con igual grado deexigencia que los civiles y políticos individuales, a pesar de queconstituyen el sustrato necesario para los titulados de primerageneración, porque aquellos fueron alcanzados en gran partepor los países económicamente desarrollados en su devenir his-tórico, también con una ayuda prioritaria resultado de la domi-nación colonialista. Además, los derechos socioeconómicos sonlas mediaciones necesarias para el ejercicio de los derechos de lahumanidad.

Del propio modo que los derechos civiles y políticos seglobalizan, los derechos socioeconómicos y los derechos de su-pervivencia de la humanidad tendrían que ser globalizados, jun-to a su condición objetiva de globales. Pienso que dichaglobalización, por favorecer la supervivencia de la especie hu-mana, de colectividades, sectores y grupos en peligro propicia-ría un verdadero, por consciente, ejercicio de los derechos civilesy políticos de los hombres.

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Nos preguntamos si se podría considerar antinómica o unitariala relación entre la globalización y los derechos humanos.13 Siambos términos se conceptúan, a la vez, científica e ideológica-mente, sería necesario un descortezamiento que identificara losderechos humanos de carácter global y la propia globalizacióncomo fenómeno también global. La globalización neoliberal olibertariana se inclina a privilegiar los derechos civiles y políti-cos, con lo cual es consecuente con su política de exclusión hacialos seres humanos marginados del sistema que no han alcanzadola “cédula” de ciudadanía porque su status real los obliga a priorizarel necesario sustento para sí y para su familia y la propia nociónde civilidad les es ajena en estos momentos ante otras prioridadescomo el ser y existir. Los derechos civiles y políticos individualestrascienden la naturaleza humana en el sentido de vincularse aun estadio de socialidad del hombre que tiene que ser objeto deuna defensa sistemática y consagrar en cada individuo, los dere-chos del ciudadano: pero no es menos cierto que aunque laglobalización minimiza al individuo por su condición de hombresuelto, no sucede lo mismo cuando dicho individuo posee una di-mensión ciudadana y política preeminente, por lo tanto, no es alindividuo en tal, sino aquel que pesa o no en las relaciones depoder. Por otra parte, con la deslocalización del capital, el indivi-duo pierde su vinculación con un colectivo que le permite inte-grarse y oponerse al variar la función del Estado en su posibledefensa. El individuo deviene hombre suelto más que nunca an-tes. A dicha globalización libertariana o neoliberal tiene que res-ponder una respuesta también globalizadora, de signo contrario,y con formas creativas nuevas.

Respecto al hombre en tanto ser humano, la globalizaciónneoliberal tiende a ser antinómica, lo que demanda la elaboraciónde una política pública globalizadora desde los grupos de interés,de los sectores y grupos sociales, de movimientos sociales yambientalistas que tengan como punto común la naturaleza en susmanifestaciones varias, entre ellas, fundamentalmente todavía, lanaturaleza humana. La globalización tiene que, progresivamente,

13 Ver Thalía Fung (1999): “Globallesme ve Insam Haklari: Uniter ya daAntinomik Bir Iliski mi?”, en el libro 50 yillik deneyimierin isiginda de la Uni-versidad Hacettepe y la UNESCO, Ankara, pp. 245-250.

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tender a dejar sus lados negativos para que lo unitario de sus posi-bilidades ofrezca un balance positivo en el balance de los dere-chos humanos y en la supervivencia de la especie y del planeta.Deviene de hecho un imperativo. Toca a los cientistas políticosque representen los intereses de la mayoría absoluta del planetaelaborar una respuesta que favorezca la red compleja e indisolu-ble de los derechos humanos, trama única y, por lo tanto, la de-fensa de un grupo de derechos no solo no excluye la defensa delos demás, sino que todos se encuentran vinculados; es más, sujerarquía interna implica que el ejercicio específico de los dere-chos humanos individuales, los más reconocidos, implican la sa-tisfacción aunque sea mínima de otros que devienen de formadiacrónica, su base.

La existencia de una conciencia ecológica, resultado de nuevasrelaciones materiales entre la sociedad y la naturaleza, entre elfactor humano y su, hasta ahora, objeto de trabajo, al cual trató deforma fundamentalmente utilitaria, implica el pensar la forma-ción inédita de políticas públicas que responda a las necesidadesreflejadas por dicha conciencia y a las contradictorias relacionesintersubjetivas que se crean a escala global, regional, local.

La extensión de la conciencia ecológica no ha logrado —y con-sideramos que aún tardará bastante tiempo en lograrlo— univer-salizarse por su imprescindible contaminación con intereses demacrogrupos y microgrupos sociales, lo cual hace, en mi opinión,por una parte, más difícil el acercamiento científico a la relaciónsociedad-naturaleza y, por otra, aporta cierto esclarecimiento enel campo del medioambientalismo sobre el hecho de que la situa-ción objetiva de los grupos, capas y estratos sociales, e, incluso, omejor dicho, principalmente, de las elites mundiales, influye deforma decisiva en la diseminación de la cultura ecológica y de suinteriorización en conciencia, único modo de contribuir con efi-cacia a preservar el entorno natural que pasa por el cambio en lasrelaciones intersubjetivas.

Aunque sin pretender abstraernos de la polémica de los llama-dos eco-marxistas ortodoxos y marxistas humanistas, en la cualnos inclinamos sin rubores a la posición sostenida por HowardParson,14 sí consideramos que se hace imprescindible no solo unasíntesis entre el socialismo y el ecocentrismo, sino que, desde el

14 Marx and Engels on Ecology, Westport, Conn.; Greenwood Press, 1978.

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punto de vista político, esta pasa necesariamente por un diálogo delos “verdes” y “rojos” y que, sin menospreciar el valor cognitivo yheurístico de ambas posiciones, el objeto real de ambos tiende ahacerse común en tanto en cuanto la naturaleza es conciencia en elhombre y este es un elemento biodiverso de la misma que poseeuna cualidad cognitiva y valorativa —aun en la más acusada razóninstrumental— que la naturaleza no puede perder, sin negarse.

Alrededor del corte epistemológico que se planteó entre el jo-ven Marx y el Marx maduro, del que fue Althusser su principalsustentador y que se retoma en relación con la ecología, me pare-ce que no es ocioso recordar el papel que Marx otorga a la histo-ria en La ideología alemana, por una parte; y, por otra, el hechoconstatable de que la unidad de la sociedad y la naturaleza seencuentra presente en toda su obra. Si es cierto que en su juven-tud buscó la humanización de la naturaleza y del hombre median-te la recuperación de los sentidos,15 la teoría marxista en suconjunto concibe al desarrollo humano como un proceso históri-co-natural y en su sistema conceptual se encuentra la huella deesta unidad; por ejemplo, en categorías, como la angular de for-mación económico-social que no oculta su pasado geológico ni,como plantea Enzensberger,16 la referencia biológica en la com-posición orgánica de El Capital.

No obstante, cuando Marx estructura las diversas formas de laconciencia social no incluye la ecológica entre los macrorreflejosde las relaciones materiales sociales, lo cual lo hace consecuenteconsigo mismo, al no anticipar problemas que no habían alcanza-do un grado de madurez real. Por ello, los utopistas son másreferenciados que Marx por sus anticipaciones.

El hombre es la única especie que puede conocer su origen,precisamente en su presunto contrario, y, a la vez, “saber” a este.Ahora bien, este conocimiento no se impone sin lucha teórica ypráctica. Esta lucha no se inscribe solo, por supuesto, en el planocognitivo, también en ella ocupa un lugar decisorio la actividaddel hombre sobre su entorno en función de su propia superviven-cia. El hombre ha trabajado con la naturaleza como su objeto,

15 Marx, C. (1962): “Manuscritos económico-filosóficos de 1844”, en Escritoseconómicos varios, Editorial Grijalbo, Ciudad México.

16 Enzensberger, Hans Magnus (1996): “A critique of political ecology”, enTed Benton (ed.): The Greening of Marxism, The Guilford Press, Nueva York-Londres.

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ahora se le plantea trabajar para ella en tanto un sujeto respetable.Estas interrogantes estuvieron presentes en el pensamiento deMarx y Engels, tanto en El Capital como en Dialéctica de la natu-raleza; es de notar que ambos insisten en el perjuicio ecológicoque significaba la tala de bosques de Cuba. Los asuntos ecológicosno habían alcanzado, en el orden cognitivo sistematizado y empí-rico común, las dimensiones que harían extender esos conocimien-tos y la actividad preventiva consecuente.

No es hasta avanzado el siglo XX que las cuestiones ecológicascomienzan a ser patrimonio de numerosos grupos. Por supuesto,su acercamiento ha diferido según las culturas, tradiciones y, enprimer lugar, las necesidades. A medida que el hombre se afirmócomo identidad sustantiva frente a la naturaleza comenzó a asu-mir una actitud antropocéntrica que no se ha perdido hasta hoy.De la integración sincrética de las comunidades primitivas, alpasarse a las diferenciaciones sociales, la mayoría de los hom-bres fueron cosificados en las mentes de los grupos dominantes eindiferenciados de la naturaleza, a pesar del hecho de que se haceprogresivamente indudable que el estado objetivo de un sujeto nopuede librarse, en última instancia, de su condición natural.

Hoy, cuando se extiende el conocimiento del peligro de la afec-tación irreversible que se causa sobre la naturaleza y su sistemá-tica extensión, y sus consecuencias en la especie humana, estatambién lucha por sobrevivir hombre a hombre y ya no por nece-sidades con acusado carácter artificial, sino respondiendo a ne-cesidades primarias. Porque la especie humana, en tanto natura-leza, necesita reproducirse continuadamente, hombre a hombrey de modo ampliado. Eso es lo que sucede en los países subde-sarrollados; para esta mayoría poblacional el hecho de que la es-pecie humana aparezca en los programas matemáticos con unavida no superior a 8 000 000 de años en nuestro planeta, carece designificación vivencial.

Como se sabe, el pensamiento relativo a la necesidad de unaracionalidad ecológica también ha sido un resultado del pensa-miento moderno, precisamente ante la irracionalidad que condi-cionó el despilfarro en la utilización de los recursos materiales,en un principio referidos a la naturaleza, excluido el hombre, paradespués incluirlo como su causa principal y el mayor receptor desus efectos.

La conciencia ecológica surge en un momento del desarrollosocial, cuando los problemas de la relación sociedad-naturaleza-

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sociedad o naturaleza-sociedad-naturaleza han alcanzado una di-mensión imperativa y no descriptiva y utilitaria como hasta en-tonces, y en un período que parece que la naturaleza no humanase eleva hasta devenir en un sujeto respetable, con cuya reacciónhay que contar día a día. Es como si surgiera una nueva concien-cia en la naturaleza que se erige en la defensa del todo, incluido elhombre, o como si esta, silenciosa hasta ahora, hubiera sido ca-paz de hacer oír su voz ante la inminencia de una gran catástrofe.

A pesar de lo anterior, sería utópico pensar que este llamadoobjetivo pueda ser escuchado si no es intuido, sistematizado y di-seminado por grupos de hombres, portadores de sus concienciasrespectivas, conciencias plurales por las condiciones de sus por-tadores, económicas, sociales y cognitivas, y solo con la tenden-cia a la unificación de dichas conciencias plurales se haría posiblela instauración de una conciencia ecológica global.

Esta conciencia requiere de políticas públicas y privadas conrelación a sus actores desde las sociedades civiles, desde sus Es-tados, desde la sociedad civil internacional y desde Naciones Uni-das y sus organismos internacionales, que no puede contraersesolo al Fondo de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, porcuanto tal concertación lleva como soporte la solución, o por lomenos un trabajo serio y profundo dirigido a resolver las contra-dicciones sociales, de la cual el hegemonismo; la globalizaciónneoliberal; el incremento de la pobreza, de la miseria, dellimitadísimo acceso a la educación y a la salud a escala mundial; elabismal distanciamiento entre un pequeño conjunto de países ri-cos y la mayoría absoluta de países pobres, encabezan el listado yque se interiorizan pluralizando progresivamente las conciencias,lo cual hace difícil un pensar unificado respecto a las cuestionesecológicas globales e, incluso, a las locales ante las urgencias in-mediatas de supervivencia de la mayoría de la población mundial.

Es mi criterio metodológico que la conciencia ecológica poseeun contenido material más vinculado a su referente que sus me-diaciones; pero es la dimensión particularmente inmaterial la quese nos presenta como antagónicamente contradictoria. Para no-sotros, las conciencias ecológicas global y locales las encontra-mos contaminadas en grado severo con otras expresiones de laconciencia colectiva e individual, que pasan, precisamente, a tra-vés de aquellas y, a veces, deviene su enfoque discriminante.

Consideramos que no es imposible alcanzar una concienciaecológica global, por otra parte, imprescindible hacia las primeras

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décadas del siglo XXI, aunque no creemos que ella tenga un carác-ter totalizador en ese período, sino que será integrada por ele-mentos de alerta roja, que sean capaces de sensibilizar a lasconciencias plurales, a las sociedades civiles internas e interna-cionales, a la absoluta mayoría de los Estados, y, por supuesto, a losorganismos internacionales, en particular, a su cúspide, NacionesUnidas, lo cual requiere cognición, diseminación, educación, ne-gociación, concertación, y que esta sensibilización actúe, de formarecíproca, desde los macroorganismos internacionales hacia losEstados y las sociedades civiles internas a cada país, es decir, undiálogo interactivo que posibilite la asunción de una política con-cordada de elementos múltiples y asimétricos.

Esta relación interactiva requiere, asimismo, de un trabajo es-colar, de psicología y pedagogía sociales, mediático, de políticaspúblicas específicas, mundiales y globales, científico y tendentea lo sistémico. El recorrido de dicha escala en ambas direccionesse hace necesario si pretendemos salvar la unidad de nuestro pla-neta. En ese trabajo, la dimensión inmaterial de la preservacióndel entorno natural y social desempeña un papel fundamental.

Para mí, la dimensión inmaterial de mayor peso en las concien-cias plurales en relación con la conciencia ecológica global es lacomprensión de la unidad de nuestro sistema-Tierra, y el conoci-miento de que el hombre es su peculiaridad de mayor complejidadque hay que preservar como cualidad que sustantiva a este plane-ta. Ello demanda que las contradictoriedades intersubjetivas cau-sadas por la abismal diferencia entre las elites mundiales y al nivelde estado de la población mundial debe ser resuelta para que pue-da ejercitarse una actividad consecuente de la inmensa mayoríade la población del planeta hasta ahora inconscientementenegadora, lo cual contribuirá a la formación de un decisivo patri-monio inmaterial mundial en el siglo que se inicia.

¿Podemos tratar, hoy, de la revolución social?

Al analizar el siglo XX, los marxistas calificaron durante la ma-yoría absoluta del siglo —quizás durante cerca de siete déca-das—, a la época, como época de revoluciones sociales, mientrasque otros filósofos, cientistas políticos, científicos en general,de ningún modo coincidían con dicha caracterización, y la rele-gaban al siglo XIX.

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Hoy, cuando se hace un balance del siglo que cierra el segundomilenio de la era cristiana —como se dice en el State of the World(1999)—, de los pronósticos que hicieron las mejores cabezas cientí-ficas pensantes a escala mundial para su transcurrir a fines del XIX, sehan cumplido tres.17 (Se refiere a la emancipación de la mujer, a laelectrificación y al comercio a escala mundial.) Nosotros conside-ramos que aún en dichas realizaciones existen gradaciones y je-rarquías, porque el único que parece haberse cumplidoenteramente, es la extensión del comercio a todo el mundo. Porotro lado, y volviendo a la caracterización, el concepto de revolu-ciones sociales parece haber desaparecido o por lo menos relega-do, y, en su lugar, se han afirmado tres grandes revoluciones comolas cualificadoras del siglo XX: la del quantum y, asimismo, la de lascomputadoras y de la biotecnología, las cuales se encuentran enposibilidades de integración en una macroteoría en el siglo XXI,también según científicos relevantísimos de fines del XX.18

Apreciamos la certidumbre de tales aseveraciones, aunque nopodemos concordar en descartar a las revoluciones como aconte-cimientos sociales de inmensa magnitud que conmovieron alplaneta, y que política e ideológicamente pesan. Tres de ellas, larusa, la china y la cubana, de modos diferentes, aun en sucontradictoriedad, dejan sentir su influjo.

También ese otro problema, el distanciamiento y, por qué no,el aislamiento de ambos procesos, expresado en la diferenciaesencial —y permítanos la palabra, no tenemos otra— quizásabismal entre lo empírico y lo teórico, que recorrió el pensa-miento científico, particularmente, a partir de Kuhn (1964), seintegra en una sola corriente, la relación siempre presente einteractuante entre lo cuantitativo y lo cualitativo, y el hechode que las revoluciones no corresponden a una de las dos esferasexclusivamente, en detrimento de la otra.

De la era del conocimiento, como ha dado en llamársele —apesar de hoyos negros en la gnoseología y la epistemología— no pue-den excluirse las diferencias entre los distintos grupos sociales y

17 Ver de Thalía Fung (1982): En torno a las regularidades y particularidades dela Revolución Socialista en Cuba, 1ra edición, Editorial de Ciencias Sociales,La Habana, p. 49.

18 Ver de Michio Kaku (1997): Visions, Doubleday Dell Publishing Group Inc.,New York.

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entre zonas del planeta. El hombre no ha logrado dominar sus re-laciones intersubjetivas, sino solo en una pequeñísima parte,luego, los atisbos de una era de la revolución verdaderamenteintegradora que se dieron en el siglo XX, están por alcanzarse, yquizás como un imperativo categórico de la humanidad, tenganque lograrse en el XXI, al cual se le responsabiliza, como en unmomento se hizo con el siglo XX, de todas las cargas, incluso la dela salvación del planeta. Como fue concebido por el pensamientomarxista, y en cierta medida llevado a la práctica, en el seno de larevolución social actual se producen otras revoluciones, educati-va, cultural, científica, tecnológica, axiológica, encabezadas porla revolución política que inicia el gran desplazamiento de siste-ma social que requiere para realizarse plenamente de cambioseconómicos esenciales en la propiedad de los medios fundamen-tales de producción. Estas revoluciones se imbrican necesaria-mente, no obstante, la mayor amplitud y esencialidad la asume, esnuestro criterio, la revolución política, porque deviene rectorade los demás grandes cambios, al transformar las conductas delos hombres. Dicha condición no implica que otras revolucionesno puedan producirse, incluso primero; pero solo la integralidadse da cuando el sujeto centra las transformaciones en sumultidimensionalidad, deviene centro de las transformaciones ensu multidimensionalidad.

Ahora bien, la propia revolución política trae en su seno trans-formaciones cognitivas y epistemológicas en la esfera del com-portamiento de los actores políticos, por lo cual la reflexión científicasobre la política deviene imprescindible para pautar la conjuga-ción acertada entre la estrategia y la táctica ante las relaciones depoder y ante las perspectivas y límites que ofrecen e imponen losotros procesos revolucionarios involucrados. Cuando abordamosla revolución social lo hacemos de modo sustantivo, por lo cualentendemos que en su seno, junto a los cambios esenciales, seproducen otros que no niegan aquellos, sino que también formanparte del macrosistema y que, por tanto, cualifican con sus ele-mentos integrativos.

Y no por mencionarlo último, constituye este su lugar, sinopodríamos decir que es el primero, por su valor ontológico,cognitivo y epistemológico: la existencia real de revoluciones so-ciales que transitan hacia el siglo XXI y el hecho mundial de que elcapitalismo como sistema social no ha resuelto y parece —con laexperiencia que nos han aportado las naciones y nacionalidades

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que integraron la Unión Soviética y los países de Europa del este—que no puede resolver los problemas primarios de los macrogrupossociales, sino que, por el contrario, donde se habían resuelto enalgún grado, se han desmontado sus resultados positivos.

Cosmos o caos: una salida para la ciencia política

Aunque la antinomia caos y cosmos parece tener solo una impor-tancia relativa en la encrucijada actual de la ciencia, lo que suce-de al interior de cada uno de los puntos caóticos o cosmóticos esde gran importancia epistemológica. En el caso de la ciencia polí-tica, por concernir al comportamiento de los seres humanos, suestatuto y cada una de sus dimensiones trasciende la cogniciónpara adentrarse en lo axiológico y, fundamentalmente, en el futu-ro y en el sentido del ser humano en relación con la direcciónpolítica determinante o condicionada. En un período en el cual, lapolarización actual hace marginadas a la inmensa mayoría de lapoblación mundial y constriñe su contrario a elites cada vez másminoritarias, las alternativas a dicha situación son un problemaprioritario para la ciencia política contemporánea.

Una metarreflexión sobre la situación anteriormente descritaimplicó, para nosotros, una propuesta de salida, una fuente al-ternativa para un contenido nuevo de la ciencia política en laapertura del tercer milenio en función de que las grandes masasmarginadas sean consideradas en los escenarios políticos delsiglo XXI y se les reconozca su derecho a supervivir y a vivir.

El pensar la totalidad no nos liberó de dos órdenes de reflexio-nes: la relación entre lo singular y los procesos mundiales yglobales, y la dimensión actual de la tradición en sus manifesta-ciones esenciales de grados diversos. Sobre tales bases, hemosvuelto a un tema que nos es recurrente: la Revolución Cubana.

La Revolución Cubana: ¿fuente alternativapara una ciencia política tercermundista?Ciertas premisas

Ahora, cuando parece que lo sólido, existente y consolidado “tien-de a desvanecerse en el aire”, cuando incluso el sujetoepistemológico pierde la objetividad hasta ahora reconocida para

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asumir una posición de género, cuando se hace evidente que sedistancian cada vez más, los centros y las periferias a escala mun-dial, pero también en la esfera interna; cuando la naturaleza se exami-na como la alteridad respetable por su demostrado caráctercondicionante, el conjunto de las ciencias sociales y sus afines, se venobligadas a repensar sus enfoques, quizás alternativos, de lo cualno se encuentra exenta la ciencia política, desarrollada hasta hoy,como se ha dicho de forma sistemática, por el pensar occidental.

El problema del poder, constante de la política y de su reflexión,problema eterno por cuanto se refiere en su sentido lato a la posi-bilidad de tomar decisiones en cualquier esfera, posee un carác-ter hegemónico y específico en cuanto a la conducción delcomportamiento de los hombres ante determinados fenómenossocietales.

Con la cuestión del poder político se relacionan de un modo uotro un espectro amplísimo de cuestiones que, a veces, con unreduccionismo racional o no, se constriñen a la asunción del go-bierno, el cual se identifica con el poder político en algunas teo-rías dominantes, al tomar como referencia o paradigma eterno laexistencia del Estado o de un tipo de Estado.

Desde la desaparición esencial de las comunidades primitivas,la gran revolución política constituida por la formación del Esta-do y su deificación, en cierto modo, desproveyendo a los dioses deciertos atributos, o haciéndose cargo de ellos en su nombre, hastaque, quizás a su imitación, también la multiplicidad de deidadesse identifica con un aparato unificador y único en un determina-do territorio que, a la vez, las relega a un terreno supraterritoriale intemporal hasta hoy, el Estado ha poseído una posición de pree-minencia en relación con la sociedad.

En nuestro criterio, la política, el Estado y la revolución sonconceptos inseparables, del propio modo que sus fuentes reales,por cuanto considero que el primer gran acto político global loconstituye la revolución que posibilitó que algunos se apropiarande los excedentes productivos y dicho hecho fuera acatado y acep-tado por las mayorías, lo cual implicó que la conducta y el pensary hasta sentir de grandes masas de individuos siguieran patronesnormativos externos respecto al poder, en lugar de los reconoci-mientos internos que habían peculiarizado las jefaturas anterior-mente. Y ello sucedió no solo en el desarrollo de la hasta ahoraconsiderada esencialidad de mayor progresión, sino cuando lospaíses y sistemas que alcanzaron grados tecnológicos más

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complejizados, impusieron sus sistemas e ideas políticas a otrosque no habían alcanzado el mismo grado intrasociedad y en vezde valorar a la naturaleza como un no-yo útil, todavía se encon-traba más integrada a ella.

Después de la que valoramos como primera y decisoria, a es-cala planetaria, revolución política, no surge una revolución detal naturaleza hasta que se intenta, por primera vez, la inversiónhacia las grandes mayorías del poder conductor de comportamien-tos —movidos por ideales, ideas, sentimientos, voluntades, pro-yectos— de grupos progresivamente mayores de hombres. Si laprimera gran revolución política posee, para nosotros, un extraor-dinario grado de objetividad, por la dimensión mínima de la com-prensión de lo que se formaba, en la revolución que intenta cambiarla formación socioeconómica del capitalismo, es esencial el papelde la conciencia de la necesidad del cambio; pero más aún, el co-nocimiento de cómo este debe producirse, por lo cual, sigue toda-vía siendo patrimonio de determinados individuos el impulsar,propulsar y dirigir el movimiento transformador.

No podemos dejar de reconocer la existencia de revolucionesen otras esferas; el surgimiento de la especie humana, de la con-ciencia en la naturaleza, de la afirmación del hombre como serdistinto de su entorno natural, constituye una extraordinaria re-volución global. La naturaleza produce su no-yo, y este, de modoprogresivo, intenta relegarla consciente o inconscientemente asu campo de acción y utilidad. Miles de años después, por diver-sas vías, el hombre busca de nuevo su integración con lo que con-sideró su otredad, lo cual es, a su vez, una revolución cognoscitivay ontológica, aunque no pensamos que ello pueda ser posible, sinque la preceda una revolución política, es decir, una revoluciónde las relaciones comportamentales e ideológicas de los indivi-duos y colectividades humanas.

Las macrocontradicciones en la Revolución

Cuando se ha transitado por un proceso revolucionario por más decuatro décadas, no solo uno ha sido marcado por dicho devenir,sino aun en los períodos o momentos elusivos, ha actuado con uncierto grado de protagonismo ante los fenómenos políticos. Por ello,la autora de este artículo no pretende distanciarse de los aconteci-mientos en aras de una cientificidad no contaminada. En primer

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lugar, la contaminación posee un espectro vario, social, históri-co, étnico, tradicional, cultural, familiar y personal, aun cuandono se encuentre el individuo en el centro decisorio; pero el noencontrarse en el vórtice, no excluye de las fuerzas en curso aningún sujeto y, en consecuencia, de influir su pensar y, en par-ticular, su conocer.

De entrada, pues, acepto que mi visión no es neutra, aunque, a lavez, es difícil —es un criterio personal— que otro analista puedaconsiderarse absolutamente libre de cualquier forma de condi-cionamiento, no obstante, quizás, pueda considerar a la RevoluciónCubana de una forma más objetual que la mía. No lo pretendo,aunque puedo hallar elementos coincidentes con otros especialis-tas, lo que reflejaría un grado mayor de objetividad por mi parte,en la expresión de lo tendencial y lo valorativo; pero pienso, poruna experiencia de largos años de análisis, que la subjetividadindividual no logra eliminarse.

Mirando hacia atrás, hacia los muchos años en que el entusias-mo y la pasión dificultaban la reflexión, me pregunto, cuáles sonlos aportes de la Revolución Cubana a la filosofía política, a lateoría de la sociedad, a la teoría del cambio social, a la teoría de larevolución; cuáles elementos transitaron los puentes hacia el nue-vo siglo. Dichas meditaciones trascendentes implican jerarquíasteóricas y niveles de grados diferentes de complejidad que en-frentan las esencias a fenómenos de alto grado de concreción, y,por ende, a multiplicidad de factores de determinación relativa-mente conocida y a otros en que el grado de incertidumbre esmuy elevado. Ante dichos “conjuntos de determinaciones” coin-ciden en la reflexión niveles diversos, en los cuales, la filosofíapolítica ocupa el de mayor abstracción, y en cuyas mediaciones,las ciencias del comportamiento y de la decisión son las de menorgrado de teorización por los marxistas, y por el pensamiento ter-cermundista con visión propia. Con estas ópticas nos proponemospensar el proceso revolucionario cubano.

A las múltiples periodizaciones realizadas sobre la RevoluciónCubana, uno la que presento en este trabajo que toma como hiloconductor las relaciones de poder. Para mí, ante el proceso revo-lucionario cubano actual se distinguen dos grandes etapas: a) lasluchas por el derrocamiento de un gobierno, la asunción del po-der y el inicio de los cambios democráticos favorecedores de lasgrandes masas populares; y b) la asunción del poder como instru-mento de la transformación del sistema político en función de una

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sociedad con nuevas características políticas, económicas,socializadoras y axiológicas. Dicha periodización no excluyesubperíodos de base económica y de específica connotaciónaxiológica, ideológica y teórica.

Ante estos macroperíodos, acontecimientos que desvelaron amuchos y se hicieron el centro de agudos debates académicos enalgunos momentos, examinados con este prisma de lasmacrocontradicciones del poder político, parecen decrecerse ydisminuirse hasta desvanecerse u obligar a los actores en pugna apreguntarse si las causas se volvieron motivos, o si, realmente,estos poseían dimensiones suficientes para entorpecer relacionesintersubjetivas.

Por supuesto, me enfrento a la utilización sistemática, sintéti-ca y asimétrica de un concepto que fue excomulgado por el pen-samiento neopositivista y pospositivista: la contradicción.

Hoy, parece haber recuperado su dimensión en la literaturacientífica de la política, por cuanto se ha llenado de lo que se hadado en llamar “la tozudez de los hechos”, de todos modos, em-pléese antinomia, u otro término similar; para mí, su valor teóri-co y metodológico es indudable, por cuanto se avala por lapráctica política y la lógica correspondiente a cada uno de susobjetos y sujetos.

La premisa teórico-metodológica de la primera etapa recae enla contradicción externa que ha rectorado el devenir de la pobla-ción de Cuba, aun desde las plurales comunidades primitivas hastael día de hoy. En otros términos, todo análisis de las relacionespolíticas en Cuba, conmina a evaluar el factor externo que gene-ró, en sus inicios, la negación de lo existente, lo cual implicó lasustitución de los grupos que poblaban la isla de Cuba porasentamientos extranjeros en oleadas sucesivas, determinados pormacrointereses de orden económico.

América y Cuba son fuente indiscutible de la modernidad, a la vezque se insertan en ella; pero la diversidad de estadios de desarrollode los pueblos llamados americanos, hace que las respuestas polí-ticas sean diversas y múltiples. El choque de las comunidadesprimitivas cubanas con una política de dominación que había tran-sitado por modos de producción sucesivos asentados en la propie-dad privada, y caracterizados por el antagonismo de sus sujetossociales y sus sistemas de valores, hace que ante una resistenciaque se sabe impotente ante la agresión, prefiere la negación de símisma, antes de claudicar ante el invasor. El choque entre un sis-

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tema de cooperación basado en la propiedad colectiva con el máseficiente de una propiedad privada con miles de años de experi-mentación política y económica, dio como saldo una desapariciónmasiva de los primeros pobladores de Cuba. Donde existieron otrasformas de propiedad e incluso ejercicio de formas colonizadoras,la salida fue, como se sabe, diferente.

No obstante, el asentamiento de los colonizadores tendría quetransformarlos, por cuanto su exterioridad fue remplazada por elapegamiento a su nuevo entorno natural y social, y con él, el sur-gimiento de contradicciones, esta vez de carácter interno, al des-brozar las relaciones económicas y políticas privadas y públicasgrupales, el coyuntural sistema de valores obligado y conscienteante la magna empresa colonizadora.

La política de poder asentada en la propiedad privada destruyóla ingenua relación de mando de las comunidades primitivas. Dehecho, la contradicción interna aunque subordinada, subyaceríapara diferenciar, posteriormente, a españoles y a criollos.

Al condicionar la política, la vida del territorio en Cuba, no esde extrañar que el pensamiento político y social haya formado elacervo mayor y nuclear de la reflexión a lo largo de más de cincosiglos, y que la relación entre gobierno y población, entre la so-ciedad civil y el gobierno y el Estado, la estabilidad, las formaspolíticas —que dio municipios, cuando Inglaterra y Portugal po-seían colonias, para luego convertir dichas estructuras munici-pales en típicas coloniales—, así como las relaciones entre lasotras potencias colonizadoras y sus entes públicos y privados yla población, hayan estado siempre presentes en los diseñadoresde la política de la Corona de España para sus territorios de ul-tramar, y, en particular, para Cuba, que fue de los territoriosque permanecieron el mayor tiempo bajo sus dominios, aun cuan-do ya sus relaciones económicas habían escapado del control dela Metrópoli.

Como consecuencia de dichas transformaciones se asentó unacultura política de la resistencia, una cultura política de la suble-vación, una cultura política de la insurrección que son aprehensio-nes sucesivas y, a la vez, coexistentes de mayorías de la poblaciónresidente en Cuba que informa y sustantiva su transformación pau-latina en pueblo, y a la cual tributaron los aborígenes cubanos, losnegros esclavos, los coolíes chinos y, también, las formas oposito-ras de canarios, andaluces y otras nacionalidades, además de ex-tranjeros que adoptaron a Cuba como su patria.

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La naciente sociedad cubana comienza a distanciarse en formaprogresiva del Estado y gobierno de la Metrópoli, en ocasionesacrecentada por la formulación y ejecución de la política para laIsla por el Gobernador General. La propia sociedad se escindía amedida que transcurrían los decenios, se cualificaba en elemen-tos que conformaban la sociedad civil, y organizaciones políticasque respondían de forma directa al gobierno español.

Todo este conglomerado, que inicialmente fue contradictoriocon la base poblacional de Cuba y luego devino sistémico al coin-cidir, de forma inicial, objetivos políticos, intereses económicos yportadores sociales, comienza a estructurarse de modo interno,lo cual obliga a examinar: a) de una parte, la relación dinámicaentre los elementos estaduales y societales en su conjunto, y b) larelación entre la sociedad civil que se ampliaba y la cada vez másestrecha sociedad política, lo cual demanda el incremento de loselementos represivos del Estado español. Ello corresponde al aná-lisis de la ciencia política, amén del de otras disciplinas, a partir desus enfoques propios; pero, además, en relación con lametapolitología, habría que examinar, lo cual constituirá nues-tro objeto en lo adelante, la valoración del significadocomportamental de los acontecimientos políticos en las tenden-cias integrativas y desintegrativas de una población que seescinde en el seno de la sociedad civil, aunque la sociedad políti-ca conserva su identidad consustancial.

Para mí, cada sociedad, en tanto organismo vivo, lleva consigoun conjunto propio y específico de contradicciones. Dicho siste-ma forma parte —en las complejizadas condiciones actuales— auncuando de localismos se trate, de la expresión de macrocon-tradicciones globales e internacionales sincrónicas o no, y queellas, a su vez, incluyendo las internas, se intercondicionan y sehegemonizan en tiempos diversos, aunque el automovimiento dedicha sociedad sea resultado de sus contradicciones internas.

No obstante, existe una especificidad en el caso de Cuba, por elhecho de que sus interacciones son peculiarizadas por factoresque la trascienden, no solo por su pertenencia a un determinadosistema social dominante, sino también por otros factores que lavinculan más que otros territorios a lo global, quizás excepcional,por su privilegiada posición geográfica; por ser de las últimasposesiones de España en el Nuevo Mundo; por la apetencia de-mostrada sobre ella por diversas potencias, en particular, porEstados Unidos, que fue apoderándose de su economía, incluso

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aún bajo la sujeción política de la Isla a España, y lo que se mues-tra por haber sido objeto de la “primera guerra moderna imperia-lista”, lo cual obliga a no sustraer el movimiento interno de com-plejas relaciones internacionales.

La contradicción externa de Cuba con la Metrópoli que se haceevidente y cognitivamente extendida en el siglo XIX, se sustituye porotra principal: la correspondiente a la dominación asumida por Es-tados Unidos. Los sucesivos gobiernos norteamericanos —queseguían la geopolítica ya convertida para ellos en tradición, cons-tituida por las teorías de la “fruta madura” y el “destino manifies-to”—, mantienen una estrategia permanente hacia Cuba que causaque se mantenga aquella como su contradicción principal, aun alo largo del siglo XX.

Esta contradicción externa aparece acrecentada ante el bipo-larismo, sujeto y objeto de contradicciones mundiales, y agudizadaante el hegemonismo unipolar de la década de los noventa quehoy atrae una sin precedentes concentración de fuerzas económi-cas y políticas globalizantes contra Cuba.

Ante la complejidad de las relaciones políticas en que se inser-ta Cuba hoy, su política tiene necesariamente que poseer una basecientífica y manejarse con especial arte, no solo en las coyuntu-ras sino también en el avizorar las grandes tendencias. Pareceque esto no es solo especial para Cuba, sino que particulariza alos países que constituyen la periferia, los cuales se ven constre-ñidos a potenciar el papel de la política —y ya ello tiene carácterconclusivo para nosotros— por las debilidades económicas a quese ven compelidos en el mercado mundial.

La relación economía-política que, al nivel de los macrosiste-mas, hace evidente la primacía de las relaciones macroeconómicas,muestra, incluso en países periféricos correspondientes a su propiaformación, la dominación económica en última instancia asenta-da en los centros económicos mundiales. Para estos, así como, enespecial, en los países que intentan un desarrollo relativamenteautónomo, la política adquiere un significado creciente, como laforma comportamental de equilibrar espontáneos modos de domi-nación de la economía. Es decir, la política necesita hacerse másconsciente —cognoscitiva y epistemológicamente— y, nos pare-ce, que este es un segundo rasgo para una ciencia política queintente la emancipación.

La ciencia política occidental busca su extensión teórica ymetodológica al Tercer Mundo, lo cual sería factible en el caso de

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que se logre un pensamiento único en política, que condicionaríala reflexión de todos los sujetos. No obstante, las realidades ter-cermundistas como hechos al fin, mantienen la objetividad fácticapor la pluralidad real que objetivamente enfrenta la antes dichaglobalización abstracta, que de hecho causa dos niveles: a) la ra-cionalidad política instrumental occidental, asentada en sujetosmedios y valores de tradición euronorteamericana; b) la plurali-dad económica, social, nacional y tribal con su lógica propia, don-de podría estar presente, en cierto grado, la racionalidad occiden-tal; pero no su identidad y absolutización. Asimismo, este nivelpodría cualificar como elemento de significado para una visiónnueva de la ciencia política, válida también para Cuba.

Los hitos intelectuales de la historia de Cuba coinciden con lasdos líneas conceptuales de la modernidad: el pensamiento libera-dor de las revoluciones burguesas y el pensamiento marxista. Delprimero se informó la revolución de 1868, y las relaciones de po-der se cuestionaban a partir de lo establecido o lo que necesaria-mente debía establecerse en las constituciones mambisas. Elconcepto de Patria, consagrado por Dionisio Recino y Ormacheaen su escudo en un temprano siglo XVII, integra contenidos objeti-vos y subjetivos a lo largo de los siglos XVIII y XIX,19 pero a diferen-cia de su formación en Europa, se encuentra condicionada por untipo de dominación colonial iniciada con la modernidad.

Una cuestión abordada por la filosofía política y que, al parecer,trascendía a la ciencia política, es el tratamiento del tiempo. Noobstante, las diferencias en el tiempo histórico no solo competena macroasuntos, macronarrativas y tendencias, pesan también y,en algunos casos, de forma decisiva, en los modos comportamen-tales de grupos y coyunturas. La aceleración en los procesos deemancipación indica elementos que se han de tener en cuenta enlos análisis políticos, del propio modo que la lentitud en el trans-currir, originada por la coexistencia en equilibrio de modos deproducción, desarrolla, a su vez, tiempos diversos. Luego el tiempopolítico en las formaciones sociales consolidadas y de un gradomayor de definición, varía en un sentido positivo o negativo en lospaíses periféricos.

19 Torres-Cuevas, Eduardo y otros (1997): Obras de Félix Varela, Casa de Al-tos Estudios Fernando Ortiz, tomo I, Imagen contemporánea, La Habana,p. XVIII.

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Las corrientes de ideas a lo largo del siglo XIX centralizan loscuestionamientos en las relaciones de poder. Reformismo,anexionismo, independentismo, poseen un denominador común:son corrientes políticas, de relaciones objetivas y de pensamien-to, que se refieren a:a) Relaciones en los ámbitos del poder societal.b) Relaciones entre la Metrópoli y la colonia.c) Relaciones entre Cuba y Estados Unidos, es decir, se anuncian

y se afirman los vínculos neocoloniales —existentes desde ladécada de los ochenta— durante el propio siglo.Si ninguna sociedad es completamente simplificada —solo ello

puede considerarse de modo virtual—, menos lo son las socieda-des coloniales, donde se produce un abigarramiento de ideas,concepciones, conductas, culturas políticas, en las que se interre-lacionan objetiva y subjetivamente los macrogrupos y microgrupossociales, lo cual obliga al cientista a pensar que a esta moderni-dad le son ínsitos los rezagos de la premodernidad, de una dimen-sión cualitativamente mayor que los existentes en las sociedadeseuropeas y norteamericanas, y en el momento actual, no es deextrañar que factores que podrían caracterizarse como narrati-vas locales posmodernas sean parte importante del fenómeno. Elloconstituye una especificidad del fenómeno político tercermundistaque requiere su consideración en el ámbito de la teoría política yde la ciencia política.

El remplazo de una macrocontradicción condicionante de la con-ducta del pueblo cubano, por otra de esencia diferente, que res-pondía a un sistema mundial nuevo, trajo como consecuencia quela sociedad civil cubana de la cual habían nacido los elementosinsurgentes contra el sistema político de la Metrópoli, se enfrenta-ra a una transformación interior, que continuaba las relaciones dedominación económica establecidas a fines del siglo XIX y que traenconsigo formas también nuevas de comportamiento político.20

En los primeros años de la República, se perciben dos corrien-tes políticas definidas: la prolongación del independentismo en lalucha “mayor” contra la Enmienda Platt, que de forma paulatinalogra aglutinar a la mayoría absoluta de la población, y otra intro-

20 Ver conferencia de Thalía Fung: “La ciencia política: su devenir en Cuba”, enla Fundación Antonio Núñez Jiménez (El hombre y la naturaleza), 14 de enerode 1998, en proceso de publicación en un libro de dicha Fundación.

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ducida por mecanismos de poder coercitivos e ideológicos, entrelos últimos, el aparato escolar —a pesar del papel concientizadorde gran parte del magisterio cubano— que hace del pragmatismola filosofía dominante en los modos de actuar y en la economía delpensar. Incipientes, marginados y muy reducidos encontramos elactuar y la reflexión marxistas, aunque considerados como oposi-ción alternativa combativa. De todos modos, en los primeros vein-ticinco años de la República, se encontraban deprimidas las otroradecididas fuerzas políticas nacionales; pero se mantuvo la políti-ca como arte del ciudadano, que incluyó ejercicios opositores defuerza en los campos.

Puede decirse que tras el clímax de la guerra de liberación, ycomo resultado legal del Tratado de París, la dominación del go-bierno de Estados Unidos sobre la Isla impuso un sistema políticono solo estigmatizado por la Enmienda Platt, sino que seguía elmodelo gestado en Europa como consecuencia de las revolucio-nes burguesas; pero peculiarizado por la recién estrenada rela-ción neocolonial.

De este proceso se extrae el acomodo necesario de una nuevasociedad política a una sociedad civil que no solo no estaba pre-parada para ella, sino, precisamente, para devenir en su contra-rio, a excepción de las relaciones económicas dominadas por elcapital emergente. De todos modos, el factor externo decidió larelación contradictoria anterior por dos vías: la igualación de laorganización política y su funcionamiento al paradigma foráneo,de una parte; y, por otra, el incremento de la absorción de laspropiedades del capital cubano y español por el norteamericano,o su dominación indirecta.

Al propio supuesto elemento del nuevo Estado constituido porel Ejército Mambí, y basado en las constituciones de la Repúblicaen Armas, se le hace desaparecer del escenario político, lo mismoque al Partido de Martí. Hubo, pues, desmantelamiento de ele-mentos autóctonos de la revolución en el nuevo Estado; se instaurael Estado-nación de la República de Cuba sin su ejército que ha-bía ganado la guerra y con la destrucción del órgano político de larevolución, elemento esencial de la sociedad política cubana, or-ganizador, sintetizador y unificador de clases, sectores y gruposde la sociedad. Se produce un divorcio que se acrecienta entre elEstado y la sociedad.

De entrada, esta nueva estructuración de la sociedad cubanafavorecía comportamientos de deslegitimación de los procesos

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electorales legales que, además, contenían un elemento caracte-rístico de muchas sociedades latinoamericanas, la corrupción delos gobiernos de turno. No obstante, la estructura del sistema po-lítico occidental se asentó sustentada sobre la base condicionantede un centro neocolonial, lo cual perdura, a pesar de períodos decrisis revolucionarias, incluso, de una crisis general nacional enla década de los años treinta, hasta 1959.

La deslegitimación del sistema político cubano no se detuvocon el transcurrir de las décadas, por el contrario, se acentuó ha-cia principios de la década del cincuenta. Dos guerras mundialesno lograron cambiar el estatuto político de la sociedad cubana. Sulegalidad se mantenía intocada, dentro de los marcos del sistemapolítico occidental, con la peculiaridad relacional de la neocoloniay su centro, caracterizada por las formas de dominación de los paí-ses latinoamericanos, en particular, de la mayoría de los centro-americanos —excepto México— y el norte de América del Sur. Elcomportamiento político no difería de los cánones establecidos,aunque la oposición se manifestó con particularidades tales como:1. La clase obrera azucarera, incluidos los obreros agrícolas, se

agrupó en un solo sindicato, y todos los trabajadores en unaCentral Obrera Unida a partir del IV Congreso Nacional Obre-ro convocado bajo la consigna que le dio nombre: “De unidadsindical”.

2. El Partido Comunista de Cuba se funda en 1925, en la magnaoleada de la III Internacional, de modo similar a lo ocurrido enlos grandes países del Cono Sur, a diferencia de la absolutamayoría de los países de América Latina, y en particular deCentroamérica. Con Julio Antonio Mella se establece para unapolítica científica desde la sociedad civil, la imprescindibilidaddel vínculo entre los estudiantes y los obreros, del propio modoque para Mariátegui había que incorporar a la actividad políti-ca a las masas indígenas en la América. Aunque los sujetossociales eran diferentes, en ambas relaciones se plantea ungrado de autoctonía y, a la vez, de universalidad de la conduc-ción política.

3. Se desarrolla una gran crisis política, influida por la crisis eco-nómica mundial de 1929; pero decidida por la política dicta-torial de Machado, que originó un cambio revolucionario enel gobierno, así como aglutinó el comportamiento de masasalrededor de la consigna opositora y subversiva de huelgageneral.

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4. En la cultura política del campesinado pesó la pérdida de sussitios de labor en 50 % desde 1899 hasta 1934, con lo cual en-grosa las filas del proletariado agrícola y pasó al precarismo,lo que hace su situación la más miserable, así como se conser-va una tradición de lucha política formada durante las guerrasde independencia.

5. El descrédito de las elecciones se acentúa, precisamente, conel proceso revolucionario de los treinta, donde un gobierno po-pular surge, en contra del sistema de urnas electorales. Es con-veniente recordar que solo en 1944 y 1948 se realizaron eleccionesen Cuba más conformes al esquema occidental, y hoy se sabeque se debió a la anuencia indicativa del gobierno de Roosevelt.Durante el gobierno de Batista de 1952 a 1959, el subsistema departidos entra en crisis total, de la cual no se excluye el propioPartido del Pueblo Cubano (Ortodoxo). Su causa mayor radicaen la crisis del sistema político cubano, a la que contribuyó, deforma decisiva, el propio golpe de Estado de 1952.

6. Un hito importante lo constituye la movilización, ordenación ysistematización forjadas alrededor de la Constitución de 1940,posiblemente la constitución política más progresista de sutiempo; nunca verdaderamente implantada por la ausencia deleyes complementarias.Luego el distanciamiento entre la sociedad política y varios

procesos constitutivos de la sociedad civil, como las necesidadesde la familia cubana de la época, el crecimiento de las organiza-ciones profesionales, recreativas y no lucrativas, en general, y, enprimer lugar, de los sindicatos, que ya en la década del cincuentase escinden, en una cúspide sometida al diktat del gobierno, y lasgrandes bases que manifiestan de varios modos su oposición, yque se agudizan hasta antagonizarse a medida que se madura elfactor subjetivo de la situación revolucionaria.

Todo ello fue horadando la confianza general en la sociedadpolítica existente en Cuba y afincando la idea de que la solución alos problemas de la mayoría absoluta de la población no avendríade los partidos tradicionales. Al surgir el Partido del Pueblo Cu-bano (Ortodoxo) de amplia base popular, y con él, la posibilidadde reformar el sistema político cubano, de entrada, enfrentó laoposición del gobierno de Estados Unidos, con todos los recursosde poder de que disponía.

Y, en efecto, la opción propuesta fue anticipada negativamentepor el gobierno norteamericano y sus aliados nacionales, quienes

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elaboraron, como se sabe, la estrategia del golpe de Estado —ac-ción que se produjo en 13 países de América Latina en ese períododando al traste con la pseudodemocracia de que hacían gala yafirmando el dominio estadounidense emergido de la SegundaGuerra Mundial, con el desmantelamiento en el Cono Sur de losintereses económicos y políticos de Alemania, Italia e Inglaterra.

El golpe del 10 de marzo de 1952 en Cuba destruyó la forma delsistema político, aunque su esencia quedó intacta, porque no hubodesplazamiento de grupos sociales en el gobierno, sino de indivi-duos. La desactivación de los partidos políticos, la eliminación de laCámara de Representantes y el Senado, la posposición indefinida delas elecciones, desacreditarían por completo la sociedad política quehabía imperado, y favorecerían la cultura de la política de resisten-cia armada, con una larga tradición en el pueblo cubano. De entra-da, los estudiantes universitarios y sectores del pueblo pidieronarmas para luchar contra el golpe de Estado; pero dichas respuestaspopulares espontáneas no podían sostenerse frente al aparato policía-co-militar que generalizó inmediatamente su apoyo a Batista.

El gobierno de Carlos Prío Socarrás, electo constitucionalmen-te, fue sustituido por Batista, pero el Estado se mantuvo incólume,a pesar del hecho de que hubo individualidades en la Judicaturaque se negaron a jurar los Estatutos Constitucionales con que seremplazó la constitución vigente. Nunca como antes se hizo evi-dente que la división de funciones Locke-Montesquiana existíade modo formal, mientras reproducía el status quo, aunque care-cía de sentido cuando se afectaba la estabilidad del sistema dedominación.

A posteriori, fue muy larga la recuperación de la confianza enla sociedad política que tenía que pasar por la oposición a lacorrupción e ineficacia del sistema político y a su manifestaciónmás evidente, el subsistema de partidos.

De todos modos, es necesario esclarecer que la oposición arma-da no se impuso sin lucha política e ideológica, aunque encontró unterreno abonado en la cultura política popular, fundamentalmen-te entre los jóvenes, y cuya tradición se retrotraía a la lucha ar-mada de los cubanos por liberarse de la Metrópoli como únicaalternativa válida. Durante el proceso insurreccional, la luchaarmada se incrementó con nuevos conceptos y acciones estraté-gicas y tácticas.

En dicha estrategia política de cambio, Fidel Castro desempe-ñó el papel decisivo que comenzó por probar lo inoperante de las

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acciones civiles y constitucionales contra el golpe de Estado queno solo contaba con el apoyo del gobierno de Estados Unidos,sino que formaba parte de su estrategia mundial de guerra fría,de su política hemisférica con respecto a América Latina y, enparticular, con relación al escenario que consideraba su “patiointerior”.

Luego, podríamos enumerar, a partir de lo expuesto, algunasconsideraciones generales:a) La implantación del sistema político resultado del Tratado de

París, surge de forma legal; pero no se asienta legítimamente,como habría sido la República por la que luchó el Partido Re-volucionario Cubano.

b) Como una continuación de la lucha por la libertad en el siglo XIX,se manifiesta una contradicción externa con el gobierno deEstados Unidos que asume la dirección de los procesos políti-cos desarrollados en Cuba, lo cual conforma las contradiccionesinternas. Respecto a ambas, los comportamientos políticos sonunitarios o difieren en la medida en que se afectan el conjuntode intereses de todos los grupos sociales o algunos de ellos.

c) Los elementos de la cultura política dimanada del sistema polí-tico impuesto, cualificado por las peculiaridades correspondien-tes a la neocolonia, demeritaban los mecanismos de recambioal interior del sistema, y mantenían subyacente la necesidadde un cambio radical, como integrante de la cultura política deoposición.

d) Por ello, aunque Fidel Castro tuvo que convencer a dirigentespolíticos de que la única vía de oposición al gobierno de Batistaera la lucha armada, esta representó, a los ojos del pueblo cu-bano, la nueva épica de la lucha martiana, y entre los jóvenesmás progresistas del pueblo, único mecanismo idóneo para li-berar a la sociedad de la tiranía batistiana.

e) El subsistema de partidos perdió, progresivamente, importan-cia hasta convertirse, por falta de credibilidad y de efectividadante las necesidades de la sociedad civil, en nulo.En esas condiciones, triunfa la Revolución Cubana a partir de

una fuerza política emanada de la sociedad civil, no contaminadacon la sociedad política, o mejor dicho, en contra de dicha socie-dad política, y se propone no la alternancia en el gobierno, sino elremplazo del Estado existente y el inicio del tránsito hacia unanueva sociedad. Se rompía el esquema tradicional de que trataMarx en “El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”.

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El protagonista político y su agenda

Es interesante notar que fue una preocupación inmediata del go-bierno de Batista, el establecer una legalidad sobre el vacío cau-sado por el derrocamiento del gobierno de Prío. La permanentedeslegitimidad del gobierno de Batista no significó su ilegalidad,la cual nunca fue cuestionada por ningún organismo internacio-nal o gobierno; pero a su vez, su falta de legitimación afectó a lasociedad política y al sistema político, los cuales se deslegitimarony se divorciaron totalmente de la sociedad cubana.

Surgido en el seno de la sociedad civil, el Movimiento 26 de Ju-lio se integra por un conjunto de estructuras: el Ejército Revolu-cionario 26 de Julio, el Movimiento Clandestino nucleado en suscélulas y sus colaboradores, y el apoyo del Movimiento de Resis-tencia Cívica. Y diferentes grupos, asociaciones de índole diversae individuos que aportaban al sostenimiento de los organismos decombate y al desarrollo general de la lucha. Dichas estructurasrespondían a sus funciones, asignadas y recibidas atendiendo a lanaturaleza del portador, en la cúspide de las cuales se encontrabala vanguardia político-militar encabezada por Fidel Castro.

La capacidad de dirigir y combinar conductas y comportamien-tos en la lucha contra la dictadura batistiana y de modo paulatino,en función del cambio del sistema político, corresponde induda-blemente a Fidel Castro. Con él se funda una macrorrespuestapolítica de un país neocolonizado, tercermundista, en las condi-ciones de dominación económica del imperio más grande de laera moderna, en una coyuntura internacional de guerra fría, parael cambio de un sistema político que era antagónico con la socie-dad cubana desde su surgimiento.

De entrada el Movimiento 26 de Julio no integra la sociedadpolítica existente, sino que la niega de plano; por ello, cuando adicho Movimiento 26 de Julio se le aplican los parámetros tantode los partidos burgueses como los de los partidos de la clase obre-ra, se proponen similitudes, en cierto modo forzadas, que no res-ponden a la flexibilidad creada para la incorporación a tareasmúltiples y necesarias al proceso revolucionario, y tampoco alrégimen militar de la lucha clandestina en las ciudades y de lasguerrillas primero y de ejército después, en el campo.

No cualifica el Movimiento 26 de Julio ni entre los partidospolíticos tradicionales, ni tampoco como la oposición constituidapor el Partido Socialista Popular. Su característica de Movimien-

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to lo hacía integrador, en el comportamiento opositor de grupossociales diferentes, lo cual implicaba la aglutinación de la mayo-ría del pueblo en la conciencia de la necesidad del macroobjetivoinsurreccional, y, a la vez, mostraba la capacidad del M-26-7 deconjugar estrategias y tácticas conforme a los intereses, portado-res, culturas políticas y voluntades de los grupos de la sociedadcubana, los cuales tributaron de forma diversa al proceso revolu-cionario. De todo ello, es de destacar la concientización políticade la necesidad de un cambio radical que se logró de forma pro-gresiva y un tanto acelerada, en el pueblo cubano, que implicó lalegitimación de la oposición insurreccional, y la ilegitimidad quetransita desde los ejecutores del golpe hasta la sociedad política yel sistema político en su conjunto.

El Movimiento 26 de Julio fue una respuesta creadora, basadaen una ideología esencialmente martiana, de tradición en Cuba yrepresentante de una identidad nacional que hizo que se llamaraa los asaltantes del Moncada, la “Generación del Centenario delApóstol”. Por esa razón, su documento-programa puede ser asu-mido por la mayoría absoluta del pueblo. Ello no niega el dominioni la aprehensión de las ideas de Marx, Engels y Lenin por diri-gentes del Movimiento; pero dichas ideas y su base teórica subya-cente, no aparecen en la esfera del comportamiento de su mem-bresía. Quizás el concentrar su trabajo estratégico y táctico en lasmedidas en función de la eliminación de la dictadura de Batista,aunque sin perder de vista sus objetivos últimos, no distrajo niredujo su base social, lo que hubiese ocurrido o por intereses an-tagónicos o por temores ideológicos. La valoración exacta de ladimensión de la influencia de sentimientos anticomunistas fomen-tados a finales de la década del cuarenta, ante el creciente augede la guerra fría, también es un elemento de la maestría en lapolítica de Fidel. Nunca se planteó tareas que no estuvieran losgrupos en posibilidades de acometer, lo cual era resultado de unanálisis realista de la dinámica política.

La adecuación del Movimiento 26 de Julio a las necesidadesde la lucha en un país donde varios grupos sociales poseíanposibilidades y reservas revolucionarias, constituyó un diseñocomportamental de extraordinario valor para países neoco-lonizados, tercermundistas, donde el subsistema de partidos nosolo es débil, sino que tampoco responde a las necesidades queplantea su sociedad civil y a los necesarios ajustes de su socie-dad política, aun dentro del mismo sistema político. Como Marx,

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Fidel logró encontrar la lógica especial que correspondía a la rea-lidad y a la situación de Cuba.

Mucho se ha debatido acerca de la lucha armada en el procesorevolucionario cubano, e, incluso, a partir de la guerra de guerrillasque peculiarizó la forma inicial de combate en los camposorientales, se cuestionó si ella es la causante de la llamada teoríadel foco guerrillero o foquismo. Realmente, la experienciarevolucionaria cubana no se distancia de la teoría marxista de lasformas de lucha que plantea que las mismas responden a lasnecesidades del proceso y a las capacidades, voluntad y posiblescomportamientos de sus portadores.

El marxismo nunca preconizó el radicalismo táctico, las condi-ciones y situaciones son las que determinan la elección de uno uotro medio. Ahora bien, su instrumentación, el diseño de la tác-tica, la conjugación de formas diversas requiere de un análisiscientífico, pero también el arte de la política. Puede decirse quela elección de la vía, la oportunidad de su puesta en práctica, ladiferenciación en los medios atribuidos a los distintos sujetos so-ciales, fueron el resultado de una estrategia y tácticas extraordi-nariamente bien ajustadas por Fidel Castro y la vanguardia delMovimiento 26 de Julio.

Si la insurrección contra un gobierno con gran aparato repre-sivo representa una tarea compleja y dura, cuando del remplazode un estado se trata, la cuestión alcanza niveles sin precedentesdesde las revoluciones burguesas —que además tenían a su favorlas precedentes transformaciones económicas— y desde las revo-luciones políticas rusa y china. Si, además, se produce en un paísdel hemisferio occidental, en un período de guerra fría y en unpaís neocolonizado, las complejidades se multiplican hasta pare-cer contradicciones insolubles. En el caso de Cuba, el análisis delas contradicciones existentes y la ordenación de su solucióncorrespondió al nivel político. Su agenda estratégica se diseñó parael derrocamiento de la tiranía batistiana y se basó en la búsquedade la unidad popular, con el Ejército Rebelde, encabezado porFidel Castro, como su vanguardia y elemento más dinamizadordel cambio de la sociedad.

Desde el punto de vista de la ciencia política en un país tercer-mundista, resultado de un proceso de dominación colonial yneocolonial, la contradicción externa asume un papel decisorioen el sistema de contradicciones, no como una condicionante enuna coyuntura del movimiento de dicho sistema, sino como un

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elemento permanente, mientras no se resuelva enteramente, por-que se manifiesta también como contradicción interna cuando dela independencia real se trata.

Metarreflexiones sobre las particularidadesde la insurrección en Cuba

Fidel, como también el Che, han aportado ideas, conceptos, metaes-trategias a la filosofía política, quizás, en el propio grado, que lahistoria política del proceso insurreccional cubano. A partir desus obras teóricas y de sus prácticas, pensamos acerca de cuáleshan sido las peculiaridades de la insurrección en Cuba, en com-paración con otras experiencias anti-dictadura política y anti-capitalismo.

Habíamos recordado que la elección de la lucha armada por lavanguardia, dirigida por Fidel Castro, no se impuso sin lucha yque se cuestionó hasta bien avanzado el proceso insurreccional,incluso por la izquierda reconocida y batalladora. Independiente-mente de los motivos humanitarios que justificaban la posiciónde algunos, lo más importante desde la ciencia política era plan-tearse si hubiese sido posible la victoria del modo por ellos plan-teado. Creo que este es un decisivo aporte de Fidel Castro en laconquista del poder político en Cuba. La Historia me Absolveráproporciona los elementos teóricos de dicha opción, sus determi-nados sujetos portadores políticos y sociales, y un programa sufi-cientemente amplio para abarcar una extensa base política, yprofundo, por cuanto al examinar los males que aquejaban a lasociedad cubana, su valoración estremece a la sociedad política,pero también a la sociedad civil existente.

La propia estructura y funcionamiento del Movimiento 26 deJulio y sus apoyos institucionales e individuales, indica que tendíaa extenderse a la inmensa mayoría de la sociedad cubana y quesus ideas devenían valores políticos para todas las edades, inclu-so, hasta la adolescencia temprana. De esta concepción filosófi-co-política no se ha apartado nunca el proceso revolucionariocubano, en el cual la coexistencia de generaciones no ha implica-do oposiciones políticas.

El Movimiento 26 de Julio no se comprometía con ningún partidodel sistema que desaparece con el golpe de Estado de 1952; peroel mismo no es un partido, ni al modo liberal burgués; pero

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tampoco sigue el esquema del partido leninista que había probadosu eficacia en la Rusia zarista de principios de siglo. El pensar enla conjugación de las estrictas estructuras del Ejército Guerrilleroy del Movimiento Clandestino, y en la amplitud y flexibilidad desus instituciones e individuos colaboradores, lo hizo excepcio-nalmente adecuado en un país en el cual la clase obrera, combativay unida, así como pequeña —por el gran desempleo y subempleoexistente en la ciudad y en el campo—, tenía opciones mayores delucha que podían decidir en momentos cruciales; pero no poseía ladimensión que alcanzaba en países industrializados y la influenciade su peso ideológico para la población que no tenía vinculacióndirecta con el capital.

Ya Lenin había planteado, como consecuencia del análisis dela sociedad rusa, que las masas populares serían los nuevos agen-tes de la historia en los países colonizados y neocolonizados. Estapremisa fue válida también para el proceso revolucionario cuba-no, no obstante, el modo de instrumentar el agente político delcambio es propio del proceso revolucionario cubano. En el senti-do anterior, más integración posee el Movimiento 26 de Julio conel Partido Revolucionario Cubano de José Martí que con el Partidode Lenin, en el proceso insurreccional.

En relación con las concepciones políticas imperantes en Cubarespecto a que se podía hacer una revolución con el ejército o sinél, pero nunca en su contra, estas fueron desmentidas por la prác-tica revolucionaria y podría cualificarse como una táctica exitosadel proceso insurreccional cubano, no obstante, hay que acotarque ello fue válido contra un ejército numeroso, bien armado,asesorado por militares norteamericanos como el de Batista, perosin ningún prestigio ante el pueblo cubano, por lo cual dicho he-cho tiene que valorarse conforme a las condiciones concretas decada país.

Un elemento valioso fue la excelente comunicación política pormedios clandestinos que se estableció entre el Movimiento 26 deJulio y la población, que podría registrarse en la esfera del com-portamiento. Incluso, a pesar de las reiteradas amenazas del ré-gimen batistiano de la obligatoriedad de acudir a las urnas en laselecciones de 1958, en ciudades como Santiago de Cuba fue impo-sible la constitución de la mayoría de las mesas de los colegioselectorales, por ausencia de sus miembros, y por la abstenciónpopular orientada por el M-26-7, así como, anteriormente, la con-signa nacional de “O 3 C” que propugnaba O compra, O cine, O

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cabaret los días jueves de cada semana, lo cual servía para cono-cer la medida de respuesta que encontraban en la sociedad cuba-na las orientaciones del M-26-7. Un hito de excepcionalimportancia fue la huelga popular espontánea ante el asesinato,en Santiago de Cuba, de Frank País.

Otro hecho importante fue la elección del lugar de las accionesen la provincia de Oriente, primero, con el asalto al cuartelMoncada y al Carlos Manuel de Céspedes, luego con el desembar-co del Granma y la constitución del Ejército Revolucionario 26 deJulio. Esta elección conjugó los escenarios de la lucha: pero fun-damentalmente sus protagonistas y su retaguardia, entre los cua-les, los campesinos orientales, con una tradición combativa desdelas guerras de independencia, avalados por las experienciasexpropiatorias de los monopolios y la dominación desembozadade la oligarquía burguesa-terrateniente, así como la presencia enGuantánamo de la Base Naval de Estados Unidos, hacían eviden-te ante el imaginario colectivo la necesidad del cambio y la juste-za de los medios elegidos para lograrlo.

Aunque se ha difundido como experiencia de la insurreccióncubana, la táctica guerrillera de “muerde y huye”, que no se des-cartó nunca, a medida que avanzaba la lucha, el M-26-7 tendió alestablecimiento de un ejército para la lucha de posiciones, lo cualapreció el Estado Mayor del ejército de Batista como lo planteaen sus documentos de la guerra. Por lo que hubo una conjugaciónde la estrategia hacia la formación de un instrumento de comba-te con fuerza suficiente para oponerse al Ejército Regular, asícomo la utilización táctica de todas las formas de lucha, confor-me a: 1) las necesidades de la lucha, 2) los sujetos políticos, 3) losescenarios de los combates, 4) la difusión de los avances de lainsurrección, su ética en la lucha y las acciones contra los revolu-cionarios y la población por parte del gobierno.

A pesar de que había una experiencia no solo internacional,sino en Cuba, en los años treinta, acerca del papel de la huelgageneral, y que se desarrolla una asunción política espontánea porel pueblo de Santiago de Cuba y otras ciudades ante el asesinatode Frank País, así como una planificada y fallida por el M-26-7 enabril de 1958, no se tomó la huelga como “el método”, más bien,se consideró como una culminación de las formas de lucha, en laque la población toma un papel participativo generalizado. Susfracasos no detuvieron el proceso, aunque sí proporcionó elemen-tos valiosos para la estrategia política definitiva.

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La propia estructura y funcionamiento del Movimiento 26 deJulio y sus apoyos institucionales, grupales e individuales, indicaque tendía a extenderse a la inmensa mayoría de la sociedad cu-bana y que incluso sus ideas devenían valores políticos para todaslas edades hasta los entusiasmos de la adolescencia temprana. Deesta concepción filosófico-política no se ha apartado nunca el pro-ceso revolucionario cubano, en el cual la coexistencia de genera-ciones no ha implicado oposiciones políticas.

Desde la toma del poder político

La ciencia política occidental ha acumulado una enorme expe-riencia en los procesos surgidos de las revoluciones burguesasInglesa y Francesa; particularmente, tiende a perfeccionar los pro-cesos de alternancia en el gobierno a través de las elecciones, quehan ampliado su base desde la igualdad de los hombres blancos ypropietarios, hasta la no-exclusión del hombre negro y de la mu-jer. No obstante, los mecanismos procesuales por los cuales seiguala a unos ciudadanos con otros, como son el acceso al trabajo,a la educación, a la salud, a la cultura política, a la expresión di-fundida de sus criterios políticos, siguen permaneciendo exclu-yentes en su mayor parte, lo cual ha incidido en que en muchosprocesos electorales, la abstención de la gran mayoría de los ciu-dadanos ocupa el protagonismo conductual. Pueden catalogarsecomo experiencias históricas notables el triunfo de Allende y lavotación por una Asamblea Constituyente de nuevo corte propug-nada por Hugo Chávez para Venezuela.

Para la Dirección del Movimiento 26 de Julio fue claro que conel triunfo de la insurrección se iniciaba un proceso de cambioestadual, ya no se refería a la alternancia en el gobierno, sino quese producía una alternativa de Estado y, en consecuencia, del sis-tema político. Ello no se valoró por los especialistas de ese mododesde el primer momento, causado por la ubicación de determi-nadas figuras que ocuparon las posiciones cimeras en el reciénestrenado Gobierno Revolucionario Provisional, no obstante, elposible alcance de las medidas que se anunciaron, como la Ley deReforma Agraria, por otra parte, contenida como principio en lapropia Constitución de 1940, enemistó a los terratenientes y a susaliados, los grandes burgueses —que coincidían incluso en laspersonas—, con el proceso revolucionario.

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Se conjugó una estrategia principista con la asunción de medi-das políticas tácticas adecuadas al cambio esencial, necesaria-mente turbulento, y que demandaba inteligencia, valor, decisióny rapidez en su proyección y ejecución. Dicha vorágine políticaha pasado a formar parte de la psicología del cubano de estos tiem-pos, que lo conmina a no desligarse de los acontecimientos decada día, a intentar conocer todas las noticias y a efectuar su propiaevaluación.

Por ello, cuando se crean las Milicias Nacionales Revoluciona-rias (MNR), fue masiva la integración popular, en ellas se unifi-caron estudiantes, obreros, empleados, campesinos, intelectuales, locual origina no solo una preparación para la defensa, sino favore-ce un sentido de identidad en tanto pueblo y un aumento delsentido de pertenencia a la nación. Aunque las MNR se formanpor sectores, universitarios, sindicatos, cuando se reúnen en loscentros de entrenamiento desaparecen dichas diferenciacionesal responder a la voz de mando de los miembros del Ejército Re-belde que fungían como instructores, y después a los propios je-fes surgidos de las filas de las MNR. Si la constitución de lasmilicias populares data de la Comuna de París, lo cual implica uncambio esencial en la oposición al Estado desde la sociedad civil,hecho que se profundiza en la Revolución Rusa al formar parteobreros y campesinos del Ejército Rojo contra la Entente y la con-trarrevolución interna, en Cuba se ha prolongado a lo largo decuarenta años con formas diversas: Milicias Nacionales Revolu-cionarias, Milicias Campesinas, Defensa Civil, Milicias de Tro-pas Territoriales, entre otras, lo que, independientemente de laubicación laboral y ocupacional del ciudadano, lo hace formarparte activa de la defensa del sistema político, desde la sociedadcivil o desde el Estado, o desde ambos.

En el proceso de integración de la nueva organización políticaque intenta devenir en sistema, la participación de la Central deTrabajadores de Cuba y sus sindicatos en la defensa, en la contri-bución económica voluntaria con 4 % del salario de los sindicaliza-dos a la industrialización del país, en la formación de contingentesde maestros voluntarios para las zonas campesinas, desempeñaun papel importantísimo, particularmente, cuando desde el triunfode la insurrección hasta fines de 1960 es la única organización demasas del período.

La creación de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) yde la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) constituye elementos

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políticos que favorecen la participación política masiva y la cons-titución del nuevo sistema político con las características de unaintegración progresivamente coherente del Estado y la sociedadcivil, lo cual favorece un nuevo tipo de gobernabilidad, al estable-cerse una relación esencialmente diferente entre ambos elemen-tos del binomio político. Por ello, es evidente que el desplazamientodel poder estatal de una oligarquía burguesa-terrateniente hacialas masas populares es un hecho constatable que se expresa enelementos nuevos en la cultura y en la socialización políticas: par-ticipación en el poder público, en su defensa y en la expresión desus intereses de la comprensión del antagonismo con las elites ycon sus aliados internacionales, en particular, con el gobierno deEstados Unidos.

Mientras que la FMC posee antecedentes universales en lasorganizaciones de defensa de los derechos de la mujer, no sucedelo mismo con los CDR, que además fecundan lo que 30 años des-pués se experimenta en América Latina y otras zonas del mundocomo proyectos comunitarios por las tareas que asumen en la sa-lud, en la educación, en la protección del medio ambiente. En ciertomodo, los CDR anticiparon la creación especializada del trata-miento de las comunidades casi tres décadas después, precisa-mente, por el debilitamiento, primero, y la retirada consciente aposteriori, del estado de bienestar social.

Otro elemento muy interesante por la condición económica desus integrantes —pequeños propietarios— es la constitución de laAsociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), organi-zación de masas en el campo, que surge como consecuencia de laLey de Reforma Agraria —19 de mayo de 1959— al otorgárselelas fincas a quienes las laboraban. Por una parte, poseían accesoa la propiedad en pequeña escala, por la otra, no se favorecía elaislamiento competitivo; por el contrario, se tendía a su reconoci-miento como grupo social comprometido con el cambio.

La alfabetización, cuyos precedentes se basan en las necesida-des surgidas de la revolución industrial, fue una sabia decisióndel Gobierno Revolucionario Provisional, que seguía la conocidamáxima martiana. De hecho es la premisa indispensable en unpaís tercermundista, de gran envergadura, por cuanto el porcen-taje de analfabetos alcanzaba 30 %, requería de la movilizaciónde toda la población apta, la cual la acogió de forma voluntaria yentusiasta, con una incorporación de niños hasta de doce años deedad. Su significado político es plural, no solo por la necesidad de

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formar de modo más acelerado posible un capital axiológico ma-sivo en consonancia con las ideas y el comportamiento ciudada-nos, el incremento de la cultura política de la mayoría absoluta dela población, sino también por la conjunción de generaciones, conuna especie de reeducación de las adultas y, en particular, segúnnuestro criterio, por asegurar la legitimidad creciente del proce-so revolucionario desde el poder.

En todos estos primeros años se favoreció la utilización de for-mas de democracia directa como las asambleas en la Plaza de laRevolución, hay que recordar que la población cubana era infe-rior, en ese período, a los 6 000 000 de habitantes. Dichas formas dedemocracia directa fueron una particularidad política que carecíade tradición en Cuba, y que ejerció una influencia que trascendióhacia fuerzas progresistas de América Latina en particular, conla diseminación de los contenidos de las declaraciones de Santia-go de Cuba y la I y II de La Habana.

Los mecanismos electorales característicos de la democraciarepresentativa estuvieron ausentes en este período, lo cual obe-deció a: 1) diferencias esenciales entre la revolución burguesa yla Revolución Cubana, entre ellas, el hecho de que la toma delpoder político culmina las transformaciones económicas en laprimera, mientras que en la Revolución Cubana, las relacioneseconómicas contradecían el desplazamiento del poder hacia lasmasas populares; 2) el deterioro sufrido por la democracia re-presentativa en Cuba desde la instauración de la República en1902, hasta el extremo de que las elecciones habían perdido todacredibilidad y capacidad de legitimación en el imaginario colec-tivo. Todo ello implica peculiaridades del proceso revolucionariocubano que se prolongan de otras formas, cuando la complejizaciónsocial obliga a utilizarlas en conjugación con el ejercicio de lademocracia directa.

Para algunos especialistas, en un momento dado, dos cuestio-nes fueron objeto de especial debate: a) el lapso entre la toma delpoder político y las transformaciones de corte socialista, y b) sieste se produjo por la vía armada, por la vía pacífica o por unaconjugación de ambas según el lugar de decisión de los fenóme-nos políticos. Independientemente de la asunción de una u otraposición, consideramos que lo importante para la teoría y parala práctica es la adecuación de las medidas políticas a las situa-ciones específicas de los cursos políticos, sin perder el derroteroestratégico.

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Por supuesto que, a medida que avanzaba el proceso, secomplejizaban los problemas, hasta el extremo de pasar Cuba aser un objeto de conflicto de alcance mundial durante la Crisis deOctubre de 1962, en la cual los conjuntos de gobernantes y analistasde Estados Unidos y la Unión Soviética originaron un enfrenta-miento de peligrosidad máxima, y lo desaceleraron por medio denegociaciones al más alto nivel gubernamental, del cual se exclu-yó la participación de Cuba, aunque la Dirección del país sentó suposición de principios. De todos modos, al producirse una movili-zación unánime de formas varias, aun ante el trabajo productivo,se mostró de nuevo la afirmación legitimadora de la política delgobierno de Cuba, como antes se había hecho en Girón, al des-mantelar la invasión mercenaria en 72 horas, a la vez que seinmovilizaba cualquier presunto movimiento interno con la par-ticipación popular.

Por otra parte, Cuba vuelve a encontrarse como objeto, siendoel sujeto principal en un conflicto mundial, también entre siste-mas sociales de signos diferentes.

Un acto de extraordinaria significación comportamental fue laproyección de la transformación política de la sociedad en unsistema político nuevo, lo cual implicaba la solución jurídico-políticade la contradicción entre el Estado revolucionario y las relacioneseconómicas privatizadas. Ello llevó consigo una toma de medidasestratégicas como fueron: a) la nacionalización del capital interno(octubre de 1960) y b) la unificación de las tres organizaciones quellevaron el peso de la lucha durante la insurrección y su integraciónen las ORI (1961), que posteriormente pasarían a asumir ladenominación de Partido Unido de la Revolución Socialista deCuba (PURSC) (1962), con lo cual los movimientos revolucionariosperdían la huella orgánica de la sociedad civil para devenir íntegra-mente la sociedad política y, más tarde, como Partido Comunistade Cuba (1965), asumir la dirección del sistema político.

El Estado revolucionario y sus medidas económicas transfor-madoras de las relaciones económicas capitalistas fundamenta-les en 1960, la Segunda Ley de Reforma Agraria (1963) y launificación de los movimientos 26 de Julio, Directorio Revolu-cionario 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular, constituye-ron una proyección estratégica de largo alcance que favorecióla ampliación de la base popular del proceso revolucionario y elincremento de su cultura política en función de una sociedadsocialista.

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La decisión de Blas Roca de disolver el Partido Socialista Po-pular en aras del proceso unificador se destaca como una estrate-gia pensada científicamente a favor del socialismo en Cuba. El papeldecisivo en dicho proceso unificador corresponde a Fidel Castro,que impidió cualquier exclusión de orden político, precisamente,por la condición victoriosa del Movimiento 26 de Julio en la insurrec-ción. Dichas asunciones políticas no implicaban la eliminación dediferencias ideológicas de modo absoluto entre las organizacionesunidas, aunque el comportamiento político general tendió a serunitario, lo que hizo más estable el cambio revolucionario.

En ese período, se trata de lograr instaurar por los sujetos afec-tados por las medidas revolucionarias un proceso de desobedien-cia civil, además de apoyar las agresiones sistemáticas desde elexterior en búsqueda del desencadenamiento de una guerra civil,o, por lo menos, del establecimiento de un soporte territorial paraestablecer un gobierno que sería de inmediato reconocido por elgobierno de Estados Unidos y sus aliados. De hecho, la Revolu-ción Cubana constituye un acto de insurgencia política a lacompacticidad gubernamental del continente surgida después dela Segunda Guerra Mundial.

El proceso de desobediencia civil interna no pudo ser instru-mentado por la legitimidad que el pueblo cubano reconocía alGobierno Revolucionario Provisional y su sentido de pertenencia alnuevo Estado. Podría decirse que se acentuaba la tendencia a iden-tificarse la nación y el Estado cubano. No hay que minusvalorar laeficiencia política de la gestión del gobierno de Cuba que se identifi-caba de varios modos, entre ellos: a) la incorporación masiva en latoma de decisiones cruciales para el país, mecanismo político esta-blecido desde el triunfo de la insurrección. Al inicio, las intervencionesde los organismos e instituciones estatales fueron realizadas, funda-mentalmente, por miembros del Movimiento 26 de Julio o simpati-zantes revolucionarios, elegidos por su confiabilidad política, con lapeculiaridad de que no tenían otro interés que apoyar el cumpli-miento de una tarea provisional; b) el reconocimiento de la legitimidadpolítica e histórica de los nuevos gobernantes; c) la identificación de losgrandes intereses de las masas populares con la proyección socialdel Gobierno Revolucionario Provisional; d) la desmixtificación ydemitificación del socialismo como un régimen totalitario, deshu-manizado, al propugnar los héroes de la Sierra, en particular, FidelCastro, su adscripción a dicha ideología y su caracterización que seidentificaba con los objetivos sociales y humanos de la revolución;

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e) los sistemáticos ataques del gobierno de Estados Unidos que favo-recieron el desentrañamiento de su política exterior agresiva contraCuba; f) la pedagogía político-social ejercida por Fidel Castro; g) latoma de medidas que ampliaban los sujetos portadores de la Revolu-ción Cubana; h) la unificación ante los mismos objetivos políticos ehistóricos de generaciones diferentes, lo cual incrementó el consensodel pueblo, y no solo ante las generaciones con derecho al voto; i) lasmovilizaciones masivas ante tareas cuasi epopéyicas en la defensa,en la educación y en la agricultura que favoreció la movilidad socialy ocupacional.

Todo ello produjo, contradictoriamente a lo que sucede en so-ciedades de formaciones sociales consolidadas, una mayor goberna-bilidad basada en el dinamismo con que se producían los cambiosy su interiorización como necesidades asumidas por la Direccióndel país, por lo cual se disminuyó de forma progresiva el grado deconflictualidad portado por los grupos sociales desplazados quetrasladaron su centro-base de agresión a territorio norteamerica-no. Los partidos que perdieron su clientelismo durante la etapainsurreccional desaparecieron también de la memoria histórica,como antes habían dejado de existir para el comportamiento políti-co. Es nuestro criterio que la dialéctica de una estabilidad y gober-nabilidad crecientes se encuentra vinculada directamente a lamovilidad entre gobernantes y gobernados en un país tercermun-dista en función de los intereses de los últimos y que ello constituyeun aporte político reflexivo de la Revolución Cubana.

Junto a los aconteceres políticos y la pedagogía sociopolíticaen curso, y quizás como una influencia política —por su expe-riencia anterior— de los anteriores dirigentes del Partido Socia-lista Popular, se hizo principal la enseñanza de los rudimentosdel marxismo-leninismo en centros de trabajo y se creó el Siste-ma de Escuelas del Partido, del cual emergieron trabajadores conun mayor conocimiento de las teorías de Marx y de Lenin, funda-mentalmente, en el campo sociopolítico y económico. Este hechoproporcionaba una posibilidad cosmovisiva y metodológica nue-vas a grupos mayoritarios, así como la comprensión de la inser-ción de Cuba en un mundo ampliado desde su concepciónindividual, no solo desde el punto de vista geográfico, sino, y demodo fundamental, social y de estrategia política mundial.

Una cuestión que ocasionó varios debates en el campo teórico delos países socialistas fue la problemática de la transición. Especia-listas alemanes consideraron que la transición formaba parte de la

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formación socioeconómica comunista, por la dirección consciente delproceso. Entre la mayoría de los académicos soviéticos se encontra-ban dos posiciones fundamentales: a) los que consideraban a la tran-sición siguiendo su interpretación del planteamiento de la Críticadel Programa de Gotha como el período de transición entre la socie-dad capitalista y la sociedad socialista, entre los que menudeaban losfilósofos políticos; b) especialistas de la Teoría del Comunismo Cien-tífico que valoraban como los alemanes a dicho período de transicióncomo una primera etapa de la formación comunista. A dicho criteriose unieron algunos especialistas cubanos. El interés para la cienciapolítica occidental acerca de estos cuestionamientos radica en unatercera posición, no estrenada anteriormente, y que se califica como“transición democrática” o “transición a la democracia”, a la cualnosotros denominamos como “reversión del socialismo”.

Para nosotros, el concepto de transición adquiere una macro-dimensión en la filosofía, no se reduce al campo político, pues losprocesos transicionales son ínsitos a todo cambio y en el caso delas sociedades, en las complejidades de sus interacciones se ma-nifiestan en una misma formación, entre formaciones diferentes,intrasociedad, y de pluralidad de modos y formas. El período po-lítico de transición al socialismo se caracteriza por un combatecotidiano entre ambas formaciones socioeconómicas con sus modoseconómicos y axiológicos propios, lo cual explicaría la posibilidadde su reversión, que atribuimos a un resultado de la política, adiferencia de la “situación revolucionaria” cuyo carácter objeti-vo fue constatado por Engels y por Lenin.

En el campo de la ciencia política, el concepto de “transición ala democracia” se inaugura con éxito con la debacle del camposocialista, precisamente con la victoria de la eficiencia económicaalcanzada por el capitalismo en tanto sistema global y no solo mun-dial, como erróneamente creíamos, lo cual implica que el proyectosocialista se inscribía en los marcos macrodimensionales del siste-ma político-hegemónico capitalista no solamente por sus avancesmilitares y tecnológicos, sino por el dominio —que nunca perdió—de las relaciones mercantiles en el campo internacional.

Al triunfo de la insurrección, la sociedad cubana inicia una tran-sición encaminada a resolver la conflictualidad entre el Estado yla sociedad civil en aras del establecimiento de un nuevo sistemapolítico. Resuelta dicha contradicción comienza, para nosotros,el período de “transición al socialismo” que, en los marcos delsocialismo a escala mundial, mantiene un crecimiento estable,

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por cuanto puede sostener una dinámica incluso acelerada en de-terminados momentos, aún con sus pasos atrás. Las peculiarida-des que en la toma de decisiones políticas y en las reflexiones sobrela formación de políticas públicas se encuentran en el proceso re-volucionario cubano, son el resultado de las propias particulari-dades de la realización de un proyecto socialista en una exneocolonia de Estados Unidos en cuyo diseño de política respectoa Cuba, en estos cuarenta años, no se diferencia su política inter-na de la exterior, o mejor dicho, la política exterior se condiciona,en múltiples aspectos, por cuestiones incentivadas por grupos depresión que incluso actúan como grupos políticos suprapartidos.

En otros términos, para producir el mismo nivel de comunica-ción en relación con la transición y, en particular, con la transi-ción hacia el socialismo en Cuba, se hace necesario esclarecer elgrado de generalización con que se trata el concepto “transición”.Playa Girón marcó un hito en la maestría de la conducción políticade Fidel Castro, al manejar una compleja situación que implicaba:a) destruir la intervención armada del enemigo; b) inmovilizarsus posibles aliados internos; c) incorporar a todo el pueblo a laparticipación activa en la defensa e, incluso, a jubilados y amasde casa (con lo cual se distancia del criterio de porcentajes depoblación económicamente activa); d) mantener la tarea de la al-fabetización (cívica y cultural por excelencia) aun en las zonas deguerra; e) desarrollar una lucha política en la arena internacio-nal, en particular, en Naciones Unidas, donde se contó con el per-fil profesional personal del bien nominado “Canciller de laDignidad” Raúl Roa García; f) incrementar la cultura política delpueblo cubano en relación con la proyección socialista. En Girónse combatió por la independencia, pero también por el socialismo.Dicha vinculación pasó a formar parte de la cultura política delpueblo cubano. En el entierro de las víctimas del bombardeo a losaeropuertos cubanos (16 de abril de 1961), Fidel declaró el carác-ter socialista del proceso, lo cual mostró, como en otros momentosdel proceso revolucionario (la decisión de “Patria o Muerte” antela agresión alevosa y masiva del vapor La Coubre, la informaciónal pueblo de que no se alcanzaría la meta de los 10 millones detoneladas de azúcar en 1970, ante la euforia con que el pueblocelebró el rescate de los pescadores secuestrados y otros de simi-lar índole), maestría en la comunicación política con las masas yelección de extraordinaria significación para incorporar nuevoselementos por el socialismo a la cultura política del pueblo cubano.

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Es de resaltar la capacidad de Fidel Castro para elegir el mo-mento oportuno en el cual plantear una determinada política, de-linear un curso dado o develar el contenido de un término, enparticular cuando sobre este pese una tradición ideológica nega-tiva. Esta facultad de comunicador excepcional es, según nuestraopinión, muy personal e intransferible, porque se basa en unprotagonismo en los acontecimientos históricos nacionales,hemisféricos y mundiales de más de medio siglo y que trasciendea la organicidad y sistematicidad científicas para adentrarse enel terreno del arte de la política.

Cuba produce en América, en el plano internacional, un aportehistórico y político, la ruptura de la hegemonía absoluta de la políti-ca norteamericana, comenzada con la Segunda Guerra Mundial.

La confesa unidad del poder, en el período de transición al so-cialismo en Cuba, aunque no es particularidad de la RevoluciónCubana, por su tradición teórica en Marx, Engels y Lenin, quecontradice la, por otra parte, formal división de poderes Locke-Montesquiana, responde a una política pública elaborada por laDirección del país; pero que encontró su legitimación en las asam-bleas populares y en la práctica política cotidiana de las grandesmayorías a la que hicimos referencia anteriormente. Incluso elrestablecimiento de relaciones diplomáticas con la URSS y China—lo cual implicaba cambios esenciales en la política exterior deCuba— fue objeto de la consulta en un nuevo ágora.

En esa dirección se establece el subsistema electoral cubanoque ofrece como peculiaridad fundamental, su falta de vincula-ción con un subsistema partidario como en las democracias re-presentativas, puesto que el Partido Comunista de Cuba no eselectoral, sino que conforme dispone el Artículo 5 de la Constitu-ción de la República de Cuba, dirige el sistema político. Trascien-de, pues, a la alternancia en la dirección del gobierno. Dichosubsistema electoral autóctono, adecuado a la sociedad transicio-nal cubana, tuvo la posibilidad de probarse en tanto experienciasocial en una provincia del país antes de su implantación.

Otro asunto del cual no podemos hacer abstracción es la nece-saria capacidad de revisión de las políticas estratégicas en la tran-sición al socialismo. En Cuba, la rectificación se produjo en variosmomentos de su transcurrir, lo cual casi obliga a una periodizaciónespecífica, que trasciende nuestro objeto; no obstante, el procesode rectificación que se inicia a mediados de la década de los ochentaposee una especificidad singular, precisamente, porque parecen

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moverse ideas, mecanismos y sentimientos nuevos en el seno deldenominado campo socialista. Precisamente la perestroika se pro-clamó como una vía de perfeccionamiento de un socialismoesclerosado. Nosotros vemos el problema de otra forma que no esoportuno examinar en este trabajo,21 aunque nos parece convenienteseñalar que en el mejor de los casos, la ciencia política no recuerdaingenuidades de la naturaleza de las asumidas por quienes teníanuna larga y probada gestión en el Partido Comunista de la UniónSoviética. Se recuerda habitualmente, que en Cuba el proceso derectificación se inició un poco antes al comparársele con laperestroika. Para mí, ello, aunque no carece de importancia, no eslo fundamental, sino que ambas políticas son esencialmente distin-tas. El proceso de rectificación en Cuba no intentó deconstruir losvalores del socialismo, ni negar la historia y la continuidad del sertradicional del país; por el contrario, algunos valores que no ha-bían sido justipreciados fueron reevaluados y nunca el sentimientointernacionalista se desvinculó del sentimiento patrio: ambos sepensaron como unidad histórica y política inseparable de la cubanía.La solidaridad de la proyección socialista se perdió en Europa conla debacle e, incluso, relaciones comerciales mutuamente benefi-ciosas para Cuba y los países esteuropeos que continuaban las es-tablecidas con las antiguas repúblicas socialistas fueron rechazadascon un sentido ideológico muy marcado.

Como se sabe, ello condujo a Cuba a una situación especial-mente grave, aunque no nueva de forma absoluta, lo cual llevó aalgunos especialistas a la comparación con los acontecimientosde principios de la década del sesenta, cuando Estados Unidosnos privó de la cuota azucarera y dejó tecnologías sin posibilida-des de utilizarlas, así como sin combustible. Dichas similitudes,que parecían repetir la historia, se movían en marcos de esencialdiferencia. La bipolaridad existente ofrecía la posibilidad de laalteridad. En la década del noventa, los países ex socialistas, in-cluyendo a los que constituyeron la URSS, caían en la órbita deun sistema hegemónico absolutamente global. Por ello, loscientistas políticos occidentales apostaban no a la caída del siste-ma político cubano, sino al tiempo en que ello se verificaría.

21 Ver al respecto Fung y Martínez Barroso: “Período de transición. Hipótesis yconjeturas”, publicado por el Boletín Nro. 2 de la Dirección Política de lasFAR, La Habana, 1991. Y en el libro de un Colectivo de autores titulado Teoríasociopolítica, Editorial Félix Varela, La Habana, 2000.

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Considero que si Cuba ha atravesado coyunturas de extrema gra-vedad, como la propia Crisis de Octubre, se enfrentaba en esa dé-cada a la de mayor profundidad de su historia, porque tenía queasumirla desde dentro y desde la cotidianeidad. En realidad, lagobernabilidad de Cuba nunca había sido objeto de cuestionamiento,salvo en los trabajos interesados, dogmáticos y fundamentalistasde los cubanólogos; pero ahora la legitimidad del proceso revolu-cionario y de su sistema político pasaban por la supervivencia eco-nómica y física de los hombres y mujeres del país. La política delgobierno de Estados Unidos y el aguijonamiento sistemático delgrupo de presión constituido por la Fundación cubano-americanatrajeron como consecuencia “otras vuelcas de tuerca” a la situa-ción cubana que había perdido su capacidad de importación encinco mil millones de dólares y una parálisis de su capacidad in-dustrial en 80 % por falta de maquinarias y combustibles. Anteesta situación, cuasi innombrable, se mantuvo la estabilidad y lagobernabilidad en el sistema político cubano.

Solo en períodos de guerra contra enemigos externos, hubierasido posible sostener la gobernabilidad de un país y ello por mediosmilitares. Incluso, a la sazón, la Constitución de la República deCuba no poseía en su articulado el estado de emergencia y la políti-ca de suspensión de las garantías constitucionales. Ante una guerraeconómica, declarada y acrecentada por leyes extraterritorialesdictadas por Estados Unidos, las políticas públicas asumidas por elgobierno de Cuba de priorizar la defensa, la salud y la educaciónfueron comprendidas y compartidas por la inmensa mayoría delpueblo cubano. Entre dichas medidas, inicialmente emergentes yluego formando parte de la estrategia económica del sistema polí-tico —por otra parte, algunas de ellas databan de principios de ladécada del ochenta—, surgieron las concernientes a nuevas for-mas de propiedad: mixta, pequeña propiedad privada en servi-cios, Unidades Básicas de Producción Cooperativa y otras formastambién de cooperación. Todo ello implicó un cambio en el binomioo en la ecuación Estado-sociedad civil, con un evidente fortaleci-miento de esta última, por el papel que en ella desempeña el mer-cado, al que concurren diversas formas de propiedad.22

22 Ver de Thalía Fung (1997): “Dinámica del Estado y la sociedad civil enCuba”, en Reflexiones y metarreflexiones políticas, Editorial Félix Varela,La Habana.

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Las comparaciones y similitudes históricas, a las cuales tende-mos los especialistas, casi imponían el retorno a la NEP (NuevaPolítica Económica), planteada por Lenin.23 Siguen siendo válidas,en mi criterio, para la transición, las políticas propuestas por Lenin,contrario sensu de las nacionalizaciones de los pequeños negociosde servicios que se hicieron en Cuba a fines de la década del sesen-ta que fue una experiencia en las condiciones concretas de Cuba,no obstante, la globalización y los problemas globales actuales dis-tancian a la NEP de la situación unipolar hegemónica de la décadade los noventa. Sobre esta base, los cientistas políticos occidenta-les no podían encontrar que hubiera resquicios de solución parala supervivencia de una proyección socialista en Cuba.

De la NEP considero que podemos asimilar el principio teóri-co general de la inoperancia del radicalismo táctico, separadode la estrategia general del proceso revolucionario que requieremomentos de afirmación y consolidación, así como de revisión,para no perder el derrotero y, fundamentalmente, porque parasalvar a una revolución, la negociación y la cesión, cuando seannecesarias, son armas de su arsenal,24 elementos que enseña laciencia política.

No hay dudas que siendo la globalización un problema global,Cuba no escapa de dicha influencia, por lo tanto, se requería bus-car aquellos eslabones más fuertes, entre los cuales se encontra-ba un elemento vital de la cultura política del pueblo cubano quemencionamos antes: la identificación como inseparables de la in-dependencia y el socialismo. Los desafíos, empero, eran muy difí-ciles y complejos, y la compactividad basada en una bastantegeneralizada igualdad se perdía ante la desigualdad basada eningresos progresivamente diferenciados, lo cual decidía accesoal consumo e, incluso, a la propiedad también distintos.

En este proceso, a la cabeza del cual se ha encontrado la dialéc-tica política de Fidel Castro, también otros dirigentes mostraroncualidades adecuadas a las nuevas complejidades del proceso re-volucionario y comenzó a formarse en la cultura política popular

23 Ver “¿Ciencia política en Lenin?...”.24 Ver de Carlos Delgado: “El papel de la comunidad científica en la formación

de una política pública sobre el medioambiente en Cuba”, en los libros Cien-cia política: indagaciones desde Cuba, Editorial Félix Varela, La Habana, 1997;Ecología y sociedad. Estudios, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1999;Cuba verde..., Editorial José Martí, La Habana-Madrid, 1999.

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un mayor respeto por la eficiencia económica, lo cual implicabaque a la legitimidad histórica, popular y carismática, se añadíauna apreciación de una nueva forma de legitimación funcionalvinculada a necesidades inmediatas, precisamente, a partir delhecho objetivo del redimensionamiento del Estado, que no puedeasumir el papel anterior de benefactor totalizador que lo acompa-ñó durante décadas.

Estas experiencias inauguran una reflexión nueva que funda-mentaría a la Revolución Cubana como una alternativa válida parauna ciencia política de enfoque tercermundista.

El “período de transición” a escala mundial se halla en unasituación que no podía ser prevista por los fundadores delmarxismo y por otros marxistas destacadísimos como Gramsci,Althusser. Lenin intuyó, dada la vitalidad política del capitalismo,la posibilidad del surgimiento de una segunda y tercera guerrasmundiales, no obstante, consideramos que la experiencia de estaúltima década es inédita, por lo tanto, más que mirar al pasado,habría que pensar en el futuro. La globalización de las políticaspúblicas del capitalismo y de su pensamiento único dogmático yfundamentalista —con una sola respuesta previamente elaboradapara condiciones y situaciones diversas— es, objetivamente, unproblema global, que influyó en la construcción y deconstruccióndel socialismo en países del esteuropeo y del que, por su naturaleza,no se elide ningún proyecto social.

La comprensión de los dirigentes políticos y de cientistas polí-ticos cubanos de esta cuestión basamenta una respuesta políticapensada a partir de las dimensiones múltiples de esta macrocon-tradicción con las realidades plurales y las diferencias quedevienen emblemáticas entre una cúspide todopoderosa auxilia-da eficazmente por la revolución informática en el manejo decapitales ficticios, y una mayoría absoluta de la población mun-dial, más atrasada en términos relativos que la que existió en lascomunidades primitivas.

La otra cuestión de importancia global es el problema medioam-bientalista, causada, en esencia, por las políticas utilitarias yhedonistas de las cúspides económicas y políticas del polo domi-nante, de lo cual tratamos con anterioridad. No obstante, aunquela posición oficial de los Estados en las cumbres que se han con-vocado con dicha agenda es, en términos normativos, favorable,se encuentra muy lejos de haber detenido las consecuencias ca-tastróficas de las políticas en las cuales se divorcia el hombre y la

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naturaleza, porque los acuerdos de las cumbres han carecido deefectividad a escala global y local.

Como se sabe, Fidel Castro ha asumido, desde muy temprano,una actitud científica y humana ante el ser del planeta, defen-diendo a esa especie que llama en extinción, “el hombre”. Desdeel punto de vista marxista es, sin lugar a dudas, el pensamientomás avanzado entre jefes de Estado. La comunidad científica cu-bana también ha pensado de modo profundo sobre este problemaglobal, incluso por las afectaciones que a nuestro sistema isleñoocasionan los cambios globales, regionales y locales del medioambiente.25 Luego, se produce una tendencia entre los cientistassociales, naturales y tecnólogos a unirse en la ecología, como úni-ca forma de abordarla científicamente y como un nuevo sabertransdisciplinario.

La complejidad de la elaboración de las políticas para gober-nar sin los impactos extendidos mundialmente por la globalización,implicaba estrenar reflexiones, mecanismos, políticas, concien-cia y cultura políticas contra la espontaneidad generadas por elmercado y por la despenalización de la tenencia del dólar y susistema axiológico pragmático.

En las medidas de esta década, la política tuvo que utilizar elensayo para detectar la verdad y el error en la conducción. Bus-car la estabilidad en el momento más profundo de la crisis parainiciar la recuperación. Además, en el proceso de rescate del niñoElián González, se probó el desarrollo político y de ideas denumerosísimos jóvenes, adolescentes e incluso niños, sobre unabase ya comprobada por los organismos internacionales de elevadainstrucción académica, que llevaba consigo la progresiva extensiónde actores políticos para los nuevos escenarios.

Si de ciencia política tratamos, existen elementos suficientes, apartir del devenir de la reflexión política en Cuba, desde el pen-samiento independentista, el complejo curso del proceso revolu-cionario cubano desde la insurrección hasta la inserción del paísen un mundo globalizado neoliberalmente, para ofrecer respues-tas alternativas a la dogmatización del pensamiento único norte-americano y europeo sobre la política y los sistemas políticos.

Sin otra pretensión que la de esbozar conjeturas en el ámbitode la ciencia política, nos parece que existen algunos elementos

25 Delgado, Carlos: Obs. cits.

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que destacan el papel de Fidel Castro en la reflexión política y enel desarrollo de la cultura política del pueblo cubano. Si la pre-sencia de Cuba en la arena internacional y su estabilidad ygobernabilidad se deben a la validez de su política en las ten-dencias y en las coyunturas, ello requiere que junto al profe-sionalismo de políticos y cientistas políticos se plantee comoimprescindible la comprensión del hombre medio de dichos pro-blemas, por cuanto aquellos aportan “los músculos y la sangre”.En dicha diseminación y formación, Fidel Castro ha desempeña-do un papel excepcional.

La maestría política de Fidel Castro en el tratamiento de lascoyunturas y su conocimiento del transcurrir de las tendencias yde sus fisuras y vueltas atrás, puede alcanzar la condición de artede la política, sobre una reflexión científica de base, amén de suscondiciones personales de firmeza, valentía, inteligencia e intui-ción políticas. Triunfó en la insurrección y en el ejercicio del po-der, en la conjugación del quehacer de generaciones sucesivasante objetivos épicos que expresaron continuidad en la acción y enel pensar.

Algunos de los basamentos que fundamentan estas aseveracio-nes podríamos resumirlos como sigue:a) Encabeza un proyecto socialista en un pequeño país subde-

sarrollado situado en un hemisferio que era dominado absolu-tamente por el sistema capitalista, por lo cual inaugura labipolaridad en América.

b) Logra establecer una relación no desigual entre un país queasume la ideología marxista y leninista desde el Tercer Mun-do, con sus peculiaridades y fisonomía políticas e históricaspropias, incluso, en ocasiones, enfrentada al diseño del paíslíder del campo socialista.

c) Maneja una relación históricamente contradictoria con el go-bierno de Estados Unidos, con momentos de especial agudiza-ción a lo largo de cuatro décadas.

d) Conduce al país en un proceso de supervivencia en un mundodevenido unipolar y hegemonizado por el imperio norteame-ricano.

e) La propuesta y apuesta por el desarrollo en las difíciles condi-ciones de una economía que pasó a formar parte de la divisióninternacional del trabajo del sistema del CAME a la proyec-ción socialista en un mundo dominado por el mercado mundialen el cual Cuba tiene necesariamente que insertarse.

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f) La capacidad intelectiva de Fidel Castro, que le ha permitidoenfrentarse con éxito a poderosos tanques pensantes, y que havalorizado el papel de la política sobre la economía para paísesde subdesarrollo económico.Además de algunas tesis expuestas a lo largo de este trabajo, a

partir de las experiencias y pensamiento políticos cubanos, en elorden metódico, nos parece oportuno destacar que en una cienciapolítica de enfoque tercermundista, o más bien del sur, en tantoconcepto sociopolítico a escala mundial, habría que tomar en cuen-ta otras tales como:1ra El análisis de la situación concreta en la búsqueda de la

invariante “relaciones políticas”.2da La relación íntima entre las categorías de la ciencia política

y el constituyente histórico, en un grado superior a las me-tódicas de la ciencia política occidental, lo cual permite unregistro comportamental de mayor complejidad, profundi-dad y certidumbre.

3ra Un análisis de la pluralidad de los agentes políticos, sus agen-das, posibilidades y límites de forma eminentementeparticipativa.

4ta La falta de aceptación a priori de modelos primermundistas,a excepción de la abstracción resultante de categorías histó-ricamente globales.

5ta En el método comparativo, priorizar la diferencia específi-ca, y tomar en cuenta la historia del problema, así como elsurgimiento de condiciones emergentes.

6ta Valorar en sistema las lógicas diferentes de lo universal ylo singular, así como la resultante de la conjugación deambas.

7ma El grado de objetividad de una hipótesis, e incluso de unaaseveración, encuentra su condicionamiento en el nivel desu referente real y en la relación epistemológica que se esta-blece entre el sujeto interactuante y el sector de la realidadpolítica que asume.

8va Priorizar aun en matemática, el empleo de las variables cua-litativas, y conjugar el grado cierto de incertidumbre enlos fenómenos sociales con lo que aparece como cienciaconsolidada.

9na Tratar los asuntos sin el macrocondicionamiento de la me-cánica newtoniana, por el contrario, favorecer el tratamientode los grandes números en las relaciones intersubjetivas.

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10ma Reconceptualizar las categorías con los contenidos no com-prendidos en ellas.

11na Atender a la logicidad universal resultante de la relaciónsociedad-naturaleza, relaciones intersubjetivas al nivel demacrosujetos, grupos, mediaciones e individuos.

12ma Valorar los métodos plurales de lucha, atendiendo a suje-tos, situaciones, escenarios.

13ra Favorecer la diseminación de los conceptos de una cienciapolítica de enfoque tercermundista, como medio de oposi-ción a la dogmaticidad y fundamentalismo del pensamien-to único en política, originado en los centros mundiales depoder.

Si en algún aspecto Cuba ha tenido un destaque mayor en suhistoria como nación-Estado, ha sido en la dialéctica política quese concretó en la guerra necesaria de José Martí contra la Metró-poli y en la revolución de Fidel Castro contra el sistema políticoimplantado en Cuba por el gobierno de Estados Unidos. En di-chas flexibles y personales dialécticas políticas, el fundamentoaxiológico-ético desempeña un papel esencial, lo cual ha favore-cido el lugar ganado por Cuba en el hemisferio y en el mundo.

En la primera encrucijada consciente de dos milenios, consi-dero que para una ciencia política portada por grandes masaspoblacionales, en aras de la sociodiversidad y biodiversidad, paraproducir un necesario enfoque tercermundista y, por tanto, ten-dente a una globalidad alternativa, plural y real, el pensamientopolítico de la Revolución Cubana constituye una fuente válida.

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De los autores

Delgado Díaz, Carlos Jesús. Doctor en Ciencias Filosóficas; Pro-fesor Titular de la Facultad de Filosofía e Historia; miembro delTribunal Nacional Permanente de Ciencias Filosóficas; especia-liza en Filosofía de la Ciencia y Bioética; miembro de la JuntaDirectiva Nacional de la Sociedad Cubana de Investigaciones Fi-losóficas (SCIF).

Dotres Romay, Olga. Licenciada en Filosofía; Máster en CienciaPolítica; profesora de Filosofía de la Facultad de Filosofía e Histo-ria; especializa en Filosofía de la Religión; miembro de la SCIF.

Fernández Olivera, José. Licenciado en Filosofía; Máster enCiencia Política; profesor del ISPJAE; especializa en políticaseducativas; miembro de la SCIF.

Fuentes Pedroso, Juan Francisco. Doctor en Ciencias Filosó-ficas; Profesor Titular de la Facultad de Filosofía e Historia, dela cual es jefe del departamento de la especialidad de Filosofía;miembro del Tribunal Nacional Permanente de Ciencias Filosó-ficas; especializa en Filosofía y Pensamiento Políticos; miembrode la SCIF.

Fung Riverón, Thalía M. Doctora en Ciencias; Profesora Titu-lar consultante de la Facultad de Filosofía e Historia; presidentadel Tribunal Nacional Permanente de Ciencias Políticas y miem-bro del similar de Filosofía; especializa en Filosofía Política, Cien-cia Política y Bioética. Preside la Sociedad Cubana deInvestigaciones Filosóficas.

García Guilarte, Rafael. Licenciado en Ciencias Sociales; pro-fesor de Filosofía en el Instituto de Ciencias Militares; Máster enCiencia Política; miembro de la SCIF.

González Roselló, Ana Karelia. Profesora de Filosofía y Cien-cias Sociales; docente en la Facultad de Ciencias Médicas de Girón;Máster en Ciencia Política; miembro de la SCIF.

González Tejeda, Alberto. Licenciado en Filosofía; ProfesorAsistente en el ISPJAE; Máster en Ciencia Política; especializaen Ciencia Política; miembro de la SCIF.

Hernández Castro, Hiram. Licenciado en Historia; Máster enCiencia Política; profesor de Filosofía en la Facultad de Filosofíae Historia de la Universidad de La Habana; especializa en TeoríaPolítica; miembro de la SCIF.

Méndez Méndez, José Luis. Doctor en Ciencias Jurídicas;Máster en Ciencia Política; investigador; académico; especializa

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en Ciencia Política; labora en el Centro de Investigaciones Histó-ricas del Ministerio del Interior; miembro de la SCIF.

Morffi García, Alicia. Licenciada en Economía; Máster en Cien-cia Política; Profesora Asistente de la Facultad de Filosofía e His-toria de la Universidad de La Habana; especializa en RelacionesPolíticas Internacionales; secretaria de Finanzas de la SCIF.

Pérez Gómez, Martha M. Profesora de Filosofía y CienciasSociales; Máster en Ciencia Política; Profesora Asistente de laFacultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana;especializa en Cultura Política; activista de la Junta DirectivaNacional de la SCIF.

Plain Rad-Cliff, Elsie. Licenciada en Ciencias Políticas; Docto-ra en Ciencias Filosóficas; Profesora Titular adjunta de la Facul-tad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana; tambiénlabora en el ISRI; especializa en Cultura Política y en Metodolo-gía de la Investigación; miembro de la Junta Directiva Nacionalde la SCIF.

Quintana Pérez, Manuel. Licenciado en Filosofía; Doctor enCiencias Filosóficas; Profesor Asistente de la Universidad de LaHabana; especializa en Filosofía Política y Pensamiento Político;miembro de la SCIF.

Román Motas, María Antonia. Licenciada en Ciencias Políti-cas; Máster en Ciencia Política; investigadora del Centro de In-vestigaciones Históricas del MININT; especializa en TeoríaPolítica; miembro de la SCIF.

Salabarría Roig, Maura. Profesora de Filosofía y Ciencias So-ciales; Máster en Ciencia Política; Profesora Asistente delISPJAE; especializa en Cultura y Socialización Políticas; miem-bro de la Junta Directiva Nacional de la SCIF.

Simón Rojas, Juan. Profesor de Filosofía; Máster en CienciaPolítica; Doctor en Ciencias Políticas; profesor de la AcademiaSuperior de Guerra Generalísimo Máximo Gómez; especializa enCultura Política; miembro de la Junta Directiva Nacional de laSCIF.