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]avier fresán París, años setenta. Una joven licenciada llama a la puerta de un catedrático de griego de la Sorbona, con la intención de que le dirija su tesis doctoral. El profesor la recibe amablemente, le ruega que se acomode en el magnífico salón con vistas a los jardines de Luxemburgo, toma asiento junto a ella y la observa unos segundos, antes de espetarle: oEntonces, ¿será Platón, como su tía, o Diofanto, como su papá?,. Tras salir de allí disparada, aquella joven enseñó literatura francesa durante años en distintas universidades americanas, y hoy es autora de una decena de libros, entre los que cabe destacar A ruew YorR it n'y a pas de tremblements de terre (ParÍs: Flamarion, 1984), que le valió el premio George Sand, o las novelas que componen el ciclo dedicado al más ilustre comentador de la Biblia y del Talmud: Shlomo Yitzhaki, alias Rashi. Sin embargo, tuvieron que pasar cuatro décadas desde aquel encuentro para que Sylvie Weil se decidiera a escribir En casa de los Weit. André y Simone (Madrid: Trotta, 2011), el retrato de esa familia tan extraordinaria con la que siempre se la asocia: su padre, André Weil, fue uno de los mejores matemáticos del sislo xx, y su tía, la filósofa Simone Weil, forma parte del ima$inario colectivo -casi como un personaje de ficción- desde su prematura muerte poco después de que Sylvie naciera. CLARIN 15

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]avier fresán

París, años setenta. Una joven licenciada llama a la puerta de un catedrático de griego de la Sorbona, con

la intención de que le dirija su tesis doctoral. El profesor la recibe amablemente, le ruega que se acomode

en el magnífico salón con vistas a los jardines de Luxemburgo, toma asiento junto a ella y la observa unos

segundos, antes de espetarle: oEntonces, ¿será Platón, como su tía, o Diofanto, como su papá?,. Tras

salir de allí disparada, aquella joven enseñó literatura francesa durante años en distintas universidadesamericanas, y hoy es autora de una decena de libros, entre los que cabe destacar A ruew YorR it n'y a pas

de tremblements de terre (ParÍs: Flamarion, 1984), que le valió el premio George Sand, o las novelas que

componen el ciclo dedicado al más ilustre comentador de la Biblia y del Talmud: Shlomo Yitzhaki, aliasRashi. Sin embargo, tuvieron que pasar cuatro décadas desde aquel encuentro para que Sylvie Weil se

decidiera a escribir En casa de los Weit. André y Simone (Madrid: Trotta, 2011), el retrato de esa familia tanextraordinaria con la que siempre se la asocia: su padre, André Weil, fue uno de los mejores matemáticosdel sislo xx, y su tía, la filósofa Simone Weil, forma parte del ima$inario colectivo -casi como un personaje

de ficción- desde su prematura muerte poco después de que Sylvie naciera.

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CONVERSACIONES

-Sus /ectores diríamos que En casa de los Weil es un li-bro que siempre la ha acompañado. ¿Por qué le ha hecho fattatanto t¡empo para escribirlo?

-Es cierto que me ha acompañado durante años, peromis recuerdos aún no habían tomado forma, no se integrabanen un todo. Ya había tratado varios de estos mismos temasen mi novela Les Reines du Luxembourg, que se publicó en1991. En ella utilizaba aún la máscara de la ficción y de lossueños, porque hay cosas que una no se atreve a decir. Erala primera vez que escribía sobre mi familia, y quise crear unpersonaje que era y que no era yo al mismo tiempo. Creo queahora los jóvenes escritores hablan con mucha más tranquili-dad de sí mismos, pero yo pertenezco a una generación en laque nadie te animaba a hacerlo, ni siquiera en la escuela. Recuerdo que en el instituto escribí una redacción para la clase defrancés en la que había una frase sobre mi padre que me habÍaparecido un buen ejemplo. Sin embargo, el profesor me devolvióel teKo con la nota "Demasiado personal,. Tenía trece años. NohabÍa que hablar de sí mismo, de modo que escribir En casade los Weil era un proyecto difícil.

Confieso que el primer motivo que me decidió por fin a es-cribir el libro el año pasado fue un poco vulgar: era el cente-nario de mi tía, y me di cuenta de que todo el mundo conta-ba su visión de Simone Weil. Asíque me dije: "¿y por qué nolo hago yo?,. No tengo nada que perder, y es un poco ridícu-lo que todo el mundo salvo yo lo haga. Me divertí muchísimo,nunca me había gustado tanto escribir un libro, aunque tam-bién hubo momentos tr¡stes. Lo hice en tres meses, lo escri-bía en todas las direcciones y, cuando terminé, extendí porel suelo los distintos fragmentos e intenté hacer un mosai-co buscando el orden que más me gustaba. Al principio esta-ba convencida de que el libro no interesaría a nadie, así quellamé a mi editor y amigo Raphael Sorin, de Buchet-Chastel,para ver si podÍa echarle un vistazo y darme algunos conse-jos. Lo leyó y me dijo: *Me lo quedo, ¡es muy bueno!,. Es evi-dente que se llega a una cierta edad en la que se puede al findecir lo que se tiene ganas de decir. Por supuesto, hay gen-te a Ia que eso no le ha gustado. Por ejemplo, al final de unaconferencia que di en el Lycée Henri lV de ParÍs, un señor seme presentó con la siguiente frase: nBuenos días, yo soy unade las cucarachas,. Es así como llamo en el libro a los cu-ras que venían a ver a mi abuela. Me dijo que era injusta conellos, pero yo tengo derecho a describir el punto de vista de lafamilia de Simone.

-¡Simone Weil no había caído del cielo!

-En efecto, quería realmente mostrar que Simone teníauna familia, que no había nacido de la nada, algo que se ha

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olvidado con frecuencia. En primer lugar, su biógrafa SimonePétrement inició una especie de "desjudificación,, que consis-te en borrar a conciencia los orígenes judíos: se dice que ve-nía de una familia judía liberal, cosmopolita, en la que nadieiba a la sinagoga. Sin embargo, eso no es cierto: iban a la si-nagoga; eran, de hecho, judios muy normales. También me hasorprendido el efecto que han causado mis capítulos sobrelos antepasados de Europa central, que formaban parte deuna población que fue aniquilada, A la gente le ha chocado:me han dicho que jamás habían asociado a Simone Weil, la fi-lósofa francesa judía que quiso convertirse al catolicismo, conlas poblaciones de Europa central; tampoco a mi padre, AndréWeil, aunque él vivió mucho más tiempo y hablaba con mayorlibertad sobre sus orígenes judíos. Por eso he disfrutado mu-cho haciendo un retrato de los antepasados en el que nadaes ficticio. Al contrario, lo que es ficción lo presento como fic-ción, como cuando habló del antepasado al que se comieronlos lobos: es cierto que le mordió un lobo, pero no se lo co-mieron. Juego con los temas de la estepa, pero no hay ficción.Asítenía la impresión de dar carne a Simone, de construirla,de mostrar que no era de generación espontánea.

-El suceso que más ha marcado su vida fue que ustednació poco antes de la muerte de Srmone Weit y que físicamen-te se /e parece mucho. Esto ha dado lugar a encuentros contoda una galería de personajes rarísimos...

-Es como siyo hubiese sido una especie de residuo deSimone, No tengo la misma personalidad que ella: mis inte-reses intelectuales no son los mismos, yo no soy una perso-na torturada; yo era extraordinariamente normal, quería tenerun marido, me gustan los niños. Es cierto que comparto algu-nos rasgos de carácter con Simone, pero son más bien ras-gos de carácter familiar. Cuando era más joven me parecíamás ella; hoy podría ser la madre de Simone Weil en el mo-mento en que ella murió: de hecho, era más joven que mi hijoahora. Digamos que me parezco sin parecerme, porque ellano se cuidaba. En una época en la que las mujeres jóvenestenían que llevar sombrero, se decía que era muy fea: Geor-ge Bataille escribió que era de una fealdad insoportable. Creoque hoy en día ya no lo diríamos: han cambiado de tal modolas convenciones, que su apariencia fÍsica ya no causaría tan-to escándalo.

En cuanto a la galería de personajes, le contaré que, unavez hace veinticinco años, fui a una conferencia de una seño-ra en Nueva York. La ponente era amiga de una colega queme dijo: nAnda, ven, seguro que le gustará porque va a hablarde tu tía,. Fui por cortesía, sin siquiera poder imaginarmeque le iba a jugar una muy mala pasada a la conferencian-

te. También por cortesía, me puse en primera fila con mi cole-

ga,y la pobre señora no daba crédito durante su conferencia:le parecía que estaba hablándole a una especie de Simoneresucitada. Era gracioso, pero al mismo tiempo me di cuen-

ta de que habría sido mejor sentarme en Última fila. No era,

en absoluto, un episodio excepcional, Con motivo de la inau-

guración de la sala Simone Weil en la École Normale Supé-

rieure de Paris, dos mujeres se acercaron para preguntarme

si podían tocarme el pelo. Les contesté: «iToquen, toquenl,.Lo tocaron y dijeron: nAh, es igualito al suyo,. Sin hacer nada,

cons¡go crear situaciones un poco histéricas. De hecho, hace

mucho que tengo un cuaderno que se llama *Nieta de,, en el

que voy escribiendo pequeñas frases sobre todos los inciden-

tes de este tipo que me ocurren. Basándome en este cuader-

no, al principio quería escribir solo sobre la figura de SimoneWeil, pero enseguida el proyecto fue más allá de estas anéc-

dotas.

-¿Siempre se /o ha tomado con humor?

-No siempre: cuando era adolescente, me trastornabamucho. Intentaba, por ejemplo, peinarme de forma distintapara atenuar el efecto. La razón principal era que me sentíainferior a Simone: ella era genial, y yo, a mis quince años, te-

CONVERSACIONES

Para mi padre, matemático,hablar para no decir nada erael horror; era humo

nía ganas de divertirme con mis amigas; no era exactamenteel mismo programa. Era buena en la escuela, gané incluso un

primer premio de redacción en el concours général, pero teníaganas de pasarlo bien y no me sentía digna de este extrañoparecido. Al mismo tiempo, estaba orgullosa; es un poco pa-

radójico, pero tengo la impresión de que es algo que les ocu-

rre a menudo a quienes han crecido junto a un pariente que

es un genio, famoso, profundo. La parte santa era sin dudael lado más duro: se puede ser la "nieta de», pero ¡no la nie-

ta de una santa!Hace poco tuve una revelación. Cuando el sistema de

educación nacional decidió que ya había enseñado suficien-te y que podía ir a descansar, decidí regalar a la universidadlos libros de los que me servía para preparar mis clases, que

no tengo ninguna intención de releer, Al deshacerme de todosesos libros, comencé a mirar las obras de algunos pensado-

res muy reputados, más o menos de la misma generación que

mi tía, y comprendí que ella era muy diferente. Mientras leÍa

-no recuerdo dónde- que «La muerte es la literatura, y la li-teratura es la muerte,, no pude evitar decirme: uBravo, Simo-

¡s»; tuve un momento de orgullo. A veces mi tía escribió co-

sas completamente falsas sobre temas que no conocía bien,pero al menos no dijo nunca «La muerte es la literatura, y laliteratura es la muerte,, Para ella las palabras significabanalgo. Podemos estar de acuerdo o no con lo que escribe, pero

siempre hay un pensamiento detrás.A menudo me han dicho que escribo de manera muy s0-

bria: creo que es porque, para mi padre matemático, hablarpara no decir nada era el horror; era humo, 0diaba a los filó-

sofos y a los que más odiaba era a los filósofos de las mate-máticas. Decía con maldad que era gente que no había sidolo bastante buena para hacer matemáticas y que por eso ha-

bían elegido un área en la que podÍan escribir cualquier cosa.

Es quizás un rasgo que tengo en comÚn con Simone y con An-

dré: una familia en la que no nos gusta decir cualquier cosa.

-¿Cuál es el primer recuerdo que guarda de su padre?

-Es del día en el que cumplí cuatro años. Mis prime-

ros recuerdos no son de mis padres, sino de mis abuelos: mi

abuela Selma en el barco que nos llevaba a Brasil, o mi abue-

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CONVERSACiONES

lo Biri, que lloraba al enseñarme la foto de su hija. Mi primerrecuerdo de André es el día en que cumplÍ cuatro años. Mimadre me llevó a que me cortaran el pelo y, cuando volví acasa, André salió, se acercó a mí -desde mi punto de vista¡era muy grande!- y me dijo: nAh, eso es, una auténtica carade cumpleaños». Estaba muy orgullosa de escuchar que mipadre reconocía que tenía cara de cumpleaños.

-Para usted André Weil no era solo et matemát¡co cultogue se enfadaba si no se escandían bien los yersos de /a llÍa-da, síno tamb¡én el padre al que acompañaba en targos pa-seos. ..

-Me llevaba a menudo a caminar con é1. Como he dichoantes, tengo el cuaderno nNieta de,, pero tengo también otrocuaderno que se llamaba nMis paseos con André,. Es un libroque aún no he escrito, aunque ha entrado parcialmente Encasa de losWeil. Las grandes conversaciones que he tenidocon mi padre siempre han sido caminando, paseándonos. Nohay que olvidar que fue viudo durante doce años, y que yo loacompañaba en sus numerosos viajes; pasaba una gran par-te del año con é1. Normalmente se quedaba en América mien-tras yo daba clase, y luego volvíamos juntos a Francia. Tam-bién estaba mi hermana, pero, para ser objetivos, me queríaun poco más a mÍ. André era un auténtico papá. Mucha gen-te se sorprende cuando cuento que le gustaba llevarnos a pa-tinar sobre hielo: le encantaba. También jugar a croquet en laplaya, y había sido muy aficionado al tenis, aunque nunca lopracticamos juntos. Era todo lo contrario de un padre terro-rífico, aunque pudiera dar esa impresión; era sobre todo al-guien a quien le gustaba jugar. Me llevaba a los museos, aconciertos, jugaba conmigo a las damas. Nunca he compren-dido bien cómo funciona el ajedrez; creo que le decepcionabaun poco, porque Ie encantaba el ajedrez. pero lo que le gusta-ba por encima de todo era leer para nosotras. Cuando aún nohabia telev¡sión, André nos leÍa cosas que pudieran interesar-nos, en general del siglo xvrr. Leía a Moliére imitando las vo-

ces de cada personaje, ¡era fantástico! Mi hermana, mi madrey yo escuchábamos, a veces mientras hacíamos pequeños tra-bajos. También leía las cartas de Madame de Sévigné. Es unrecuerdo maravilloso.

-¿Les contaba también /as histonas de sus Memorias deaprendizaje?

-Nos hablaba mucho de la lndia. Lo más normal es quedijera: "¿Pero no te he contado nunca...?, y que luego empe-zarc una historia. A mÍ me parece que Memonas de aprendiza-je es un libro muy bello, pero hace poco estuve comiendo conlos matemáticos AIain Connes, Plene Cartier y Caterina Con-sani en el lnstitut des Hautes Études Scientifiques, y esta úl-tima investigadora me explicó que ella consideraba que Me-morias de aprendizaje es un libro demasiado formal: creía queera un magnífico ejercicio de cultura, pero que mi padre no seentregaba lo suficiente. Por eso me animó a escribir mis "pa-seos con André,, en los que saldría a la luz un aspecto máspersonal de su vida. Yo, sin embargo, tengo la impresión deque élya lo escribió todo...

-En el capítulo nCosas de Japón, de En casa de los Weil,usted cuenta el viaje a Japón en compañía de André Weil cuan-do le entregaron el premio Kyoto. Esto me ha recordado el re-lato de una comida china en Nueva york con Claude Lévi-Straussl. ¿Llegó a conocerlo?

-Sé que mi padre conoció a Lévi-strauss en Nueva yorkdurante la guerra y que le ayudó a encontrar el modelo mate-mático que permitía explicar algunos matrimonios de los quese ocupaba la antropologÍa estructural, pero yo no lo conocÍhasta mucho más tarde y, en cualquier caso, nunca tuvimosdemasiada relación. De todas formas, le estoy muy agrade-cida porque gracias a Lévi-Strauss mi familia pudo ir a Bra-sil. En América había poquísimo trabajo, y Lévi-strauss hizoque crearan una cátedra para André en la Universidad de SaoPaolo, donde conservaba muy buenos contactos. A los ameri-canos no les gustaba la idea de que André fuera porque pre-ferían enviar a un americano, pero los responsables de SaoPaolo dijeron: «iNo, queremos a André Weil!,. La cátedra ha-bía sido creada para ély no para otro. A raizde esta disputa,mi familia tuvo muchos problemas para obtener el saiting per-mit, el permiso para salir de los Estados Unidos, porque erala única forma que tenían de impedir que André fuera. Me hancontado cómo toda la familia esperaba en Nueva Orleans elsalvoconducto que no llegaba nunca, para poder subirse albarco. Pero al final ganó Lévi-Strauss.

1 Claudine Hermann, nClaude Lévi-Strauss á New york,, dans Émile Joulia(ed.), LévrStrauss. L'homme deriére l'euvre,JC Lattés, parís, 200g.

Mi padre Gonoció aLévi-Strauss en Nueva Yorkdurante Ia guerra

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-¿Quería André Weil pasar en Francia los últ¡mos años de

su vida?

-Quería volver a Francia, pero sobre todo no quería es-

tar solo, y sus h'rjas estábamos en los Estados Unidos' Hubo

un momento en que mi marido, que es psiquiatra, recibió una

oferta para trabajar en el hospital americano de París' Mi pa-

dre estaba encantado porque Íbamos a poder vivir de nuevo

todos juntos en ParÍs: mi marido, él y yo. Sin embargo, lo que

a mi marido más le gusta de su profesión es curar a los po-

bres, y en el hospital americano de París solo se cura a los ri-cos, así que terminó rechazando la oferta. Yo vivía en Nueva

York, y André estaba en Princeton, pero me habÍan organizado

muy bien el horario en la facultad, de manera que podía pasar

dos días por semana con mi padre: lunes, martes y miércoles

estaba en la universidad;jueves y viernes con mi padre; sába-

do y domingo con mi marido.

-Usted no recibió n¡nguna formación relig¡osa por parte

de su familia, pero tuvo un flechazo con el iudaísmo cuando es-

cuchó habtar por primera vez de Rashi, uno de los comentado-res rnás erninentes de la Biblia y del Talmud...

-A los diez u once años, me interesaba el catolicismoporque todas mis amigas en la escuela eran católicas: hice in-

cluso la primera comunión. Después de haber leÍdo varios tex-

tos de Simone, estaba completamente or¡entada hacia el ca-

tolicismo. Por aquel entonces, hice un retiro con las monjas,

con muchas chicas de mi edad, que me pareció espléndido'porque nos pasábamos el día cantando; era muy agradable.

Luego me aparté totalmente, y en los siguientes años me con-

vertÍ en una volteriana convencida. Fue al conocer a mi segun-

do marido Erik, con el que llevo casada treinta años, cuando

me atrajo de nuevo la religión, porque él venía de un medio ju-

dío extremadamente ortodoxo. Hubo un verano en que mi hijo

estuvo muy enfermo, y yo me pasé todo el día en el hospitalcon é1. No podÍa seguir escribiendo. Hay gente que en una si-

tuación similar decide hacer punto de cruz; yo me puse a leer

la Biblia en hebreo.Sabía ya un poco de hebreo, pero evidentemente ¡lo cono-

cía mucho mejor al final del veranol En mi edición de la Biblia

había notas a pie de páginas de un tal Rashi, de modo que

me pregunté quién era Rashi y, a medida que lo descubría, me

apasionaba más y más por é1. De hecho, le dediqué después

cuatro novelas: tres para los jóvenes y una para los adultos'Para documentarme bien, asistí a muchos cursos; Nueva York

es la ciudad ideal para hacerlo, porque hay varias grandes

universidades judías: en el Jewish Theological Seminary, por

ejemplo, hay algunos eruditos extraordinarios a los que iba a

CONVERSACIONES

escuchar. Por la mañana iba a clase como estudiante y por la

tarde yo era la profesora, en la City University of New York: te-

nía un horario muy completo. Lo más sorprendente es que mi

padre también se habÍa interesado por Rashi; cada vez que

nos veíamos me preguntab¿; n¿Cómo está Rashi?,

-En su /ibro se sirve de la noción iudía de «tzedaka» para

expticar algunos rasgos del pensamiento místico de Simone

Weil. ¿Qué si§nifica exactamente?

-A decir verdad, no quería explicar nada; simplementeobservé, como todo el mundo ha observado -es un lugar común-, que Simone Weil estaba obsesionada por la compa-

sión, por dar a los pobres, por compartir con ellos y extraer de

sus acciones una inspiración mística. Cuando empecé a ho-

jear en la historia familiar, vi que también era una obsesiónde nuestros antepasados, un mandamiento de la Biblia: el

buen judío tiene que dar sistemáticamente, siempre hay que

dar, así que elaboré un poco este tema de la caridad judía y la

compasión católica en una conferencia en el lnstituto Henri lV

en octubre del 2009, en el marco del coloquio -Simone Weil,

el pensamiento como arte de lectura,. Confieso que no domi-

no el tema católico; conozco mucho mejor el judaísmo, pero

no soy ni talmudista ni filósofa. Solo comprendí que la medi-

tación de Simone sobre este tema tenía algo que ver con una

tradición judía. Se trataba de nuevo de darle un back§roundque ella llevó evidentemente mucho más lejos.

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CONVERSACIONES

-Otra tradición judía que el libro eyoca es la del compa-ñero de estudios. Usted cree que el de André Weil sería el ma-temát¡co suizo Leonhard Euler...

-En efecto, estoy orgullosa de haberle encontrado unmuy buen compañero de estudios a André, pero aún no hedado con el de Simone, iy eso que he buscado muchol ¿Sele ocurre alguno? Seguro que no es Sartre. Tampoco la va-mos a poner con Alain porque sería un poco tonto, demasia-do evidente. Es complicado, habría que encontrar a alguien enel pasado; quizá Homero. Se trata de una tradición estable-cida desde hace siglos que forma parte de la vida en el másallá, en el Gan Eden, el mundo después de la muerte, dondetambién hay otra tradición muy bella, según la cual los hom-bres viven todas las edades. Siempre se habla de hombres y

nunca de mujeres, así que no estoy muy segura de lo que ha-

cen ellas en el más allá: están en algún sitio, las chicas sonsin duda felices, pero su vida es mucho menos detallada. En

cuanto a los hombres,juegan cuando son niños, después cre-cen y empiezan a estudiar, luego son viejos y siguen estudian-do. En la vida judía siempre se estudia y siempre se hace porparejas, tanto en la universidad como en la sinagoga. Con uncompañero, uno se hace preguntas y convierte el estudio enuna especie de diálogo entre un maestro y un alumno. Alvol-ver a hablar del tema, pienso que esta tradición tal vez repro-duzca un texto muy hermoso sobre Moisés enseñando en eldesierto.

-Me interesa el contraste con la tradición europea del sa-bio encerrado en su torre de marfil...

-De hecho, esta fue una de las cosas de las que hablóAndré en la ceremonia de entrega del premio Kyoto. Pronuncióun discurso muy emocionante sobre la historia de Bourbaki,que encantó a los japoneses, siempre tan sensibles a los fe-nómenos colectivos. Era un grupo de jóvenes idealistas que ni

En la vida judía siemprc se

estudia y s¡empre se hace porpare¡as, tanto en la universidadGOmO en la sinagoga

siquiera ponían su nombre en los artículos: firmaban solo Ni-

colás Bourbaki, Universidad de Nancago, que era una contrac-ción de las ciudades Nancy y Chicago; todo anónimo. Sé que

ha habido muchas polémicas en las que se ha acusado a An-

dré de no haber citado no recuerdo a quién a propósito de laconjetura de Taniyama-Shimura-Weil, pero todo el mundo que

lo conoció coincide en que era una persona extremadamen-te generosa con sus ideas. En un homenaje en Princeton elaño después de su muerte, Armand Borel habló de cómo An-

dré entraba en una habitación y lanzaba seis ideas que él mis-mo habría podido desarrollar: nToma, mira esto. Creo que a tite vendría bien..., Mi padre era de un inmenso idealismo. He

oÍdo que se tomaba Ia propiedad de las ideas un poco a la li-gera. Al no ser matemática, no tengo mucho que decir al res-pecto, pero sé que creía en las ideas, no en su propiedad. Almismo tiempo, condenaba a los poetas que copiaban versosde otros poetas haciéndolos pasar por propios: el poema ya

había sido creado, ya no estaba en potencia. Que nadie seconfunda: no estoy diciendo que André Weil pensara que pla-giar era algo maravilloso, pero sí que era alguien que creíaque las ideas matemáticas formaban parte de una obra co-lectiva.

-También la memoria es una obra colect¡va, y por ello solopuede ser motivo de celebración que se publique En casa delos Weil, un bello retrato que permite descubrir aspectos desccnocidos de dos de /os espíritus más genrales delsislo x. I I

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