FRANCISCO DE LA TORRE Y SU MUY PROBABL PATRIAE : SANTA...

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FRANCISCO DE LA TORRE Y SU MUY PROBABLE PATRIA: SANTA FE DE BOGOTA* En mi libro Los. 1,001 años de la lengua española (1989), que es un intento de contar la historia de nuestra lengua a los legos —o, con eufemismo, a los lectores de "cultura general"—, de- dico unos párrafos al carácter "imperial" de la literatura escrita en castellano durante los tres siglos de la Colonia. No había naciones, no había fronteras, no había pasaportes. Menciono a los escritores españoles que vivieron en el Nuevo Mundo du- rante un tiempo más o menos largo (como Cetina y Esquila- che), algunos de los cuales escribieron aquí su obra (como Hernán González de Eslava y Juan de Castellanos). Menciono también a los escritores nacidos en el Nuevo Mundo que vivie- ron y escribieron en España (Garcilaso Inca, Ruiz de Alarcón). Y en la página 194 me atrevo a decir: "Es posible que Francisco de la Torre, uno de los buenos poetas de la época de Felipe II, haya sido natural de Bogotá". En vez de posible bien pude decir sumamente verosímil, pero esto me hubiera obligado a exponer * A propósito de MARÍA LUISA CERRÓN PUGA, El poeta perdido: Aproximación a Francisco de la Torre, Pisa, 1984, y de SOLEDAD PÉREZ-ABADÍN BARRO, LOS sone- tos de Francisco de la Torre, Manchester, 1997. Además de CERRÓN y PÉREZ-ABA- DÍN, emplearé estas abreviaturas: ALATORRE: ANTONIO ALATORRE, "Garcilaso, Herrera, Prete Jacopín y d o n Tomás Tamayo de Vargas", apud Elias L. Rivers (ed.), La poesía de Gar- cilaso, Madrid, 1974. COSTER: ADOLPHE COSTER, "Sur Francisco de la Torre", RHi, 65 (1925), 74- 133. M. PELAYO: MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO, Bibliografía hispano-latina clásica, t. 6 {Horacio en España), Madrid, 1951. Q. Prosa: Obras completas de don Francisco de Quevedo Villegas, ed. Luis As- trana Marín. Prosa, Madrid, 1941. Q. Verso: id.: Verso, Madrid, 1943. NRFH, XLVII (1999), núm. 1, 33-72

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FRANCISCO DE LA TORRE Y SU MUY PROBABLE PATRIA:

SANTA FE DE BOGOTA*

E n m i l ibro Los. 1,001 años de la lengua española (1989), que es u n intento de contar la historia de nuestra lengua a los legos — o , con eufemismo, a los lectores de "cultura general"—, de-dico unos párrafos al carácter " imper ia l " de la l iteratura escrita en castellano durante los tres siglos de la Co lon ia . N o hab ía naciones, no hab ía fronteras, no había pasaportes. M e n c i o n o a los escritores españoles que vivieron en el Nuevo M u n d o du-rante u n tiempo m á s o menos largo (como Cet ina y Esquila-che), algunos de los cuales escribieron aqu í su obra (como H e r n á n González de Eslava y Juan de Castellanos). M e n c i o n o también a los escritores nacidos en el Nuevo M u n d o que vivie-r o n y escribieron en E s p a ñ a (Garcilaso Inca, Ruiz de A l a r c ó n ) . Y en la pág ina 194 me atrevo a decir: "Es posible que Francisco de la Torre , uno de los buenos poetas de la é p o c a de Felipe II, haya sido natural de Bogotá " . E n vez de posible b ien pude decir sumamente verosímil, pero esto me hubiera obligado a exponer

* A p r o p ó s i t o de M A R Í A L U I S A C E R R Ó N P U G A , El poeta perdido: Aproximación a Francisco de la Torre, Pisa, 1 9 8 4 , y de S O L E D A D P É R E Z - A B A D Í N B A R R O , LOS sone­tos de Francisco de la Torre, Manches ter , 1 9 9 7 . A d e m á s de C E R R Ó N y P É R E Z - A B A ­D Í N , e m p l e a r é estas abreviaturas: A L A T O R R E : A N T O N I O A L A T O R R E , "Garci laso , H e r r e r a , Prete J a c o p í n y d o n

T o m á s Tamayo de Vargas" , apud Elias L . Rivers (ed.), La poesía de Gar­cilaso, M a d r i d , 1 9 7 4 .

C O S T E R : A D O L P H E C O S T E R , "Sur Francisco de la T o r r e " , RHi, 6 5 ( 1 9 2 5 ) , 7 4 -

1 3 3 .

M . P E L A Y O : M A R C E L I N O M E N É N D E Z P E L A Y O , Bibliografía hispano-latina clásica, t. 6 {Horacio en España), M a d r i d , 1 9 5 1 .

Q. Prosa: Obras completas de d o n Francisco de Quevedo Vi l legas , ed . L u i s As-trana M a r í n . Prosa, M a d r i d , 1 9 4 1 .

Q . Verso: id.: Verso, M a d r i d , 1 9 4 3 .

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razones, y el lugar no era el adecuado. A h o r a lo d igo 1 — y , de paso, hago otro cambio: mejor que "uno de los buenos poetas de la é p o c a de Felipe II", Francisco de la Torre es uno de los tres "grandes" (con fray Luis de L e ó n y Francisco de Aldana ) 2 .

De hecho, al decir posible no hice más que asentir a lo que hace muchí s imos años dijo Ba r to l omé J o s é Gal lardo, gigante lector y crítico gigante. A l dar la notic ia "bibl iográf ica" (Ensayo, t. 4, cols. 909-916) de la Milicia y descripción de las Indias (Madrid, 1599) del capitán Bernardo Vargas M a c h u c a — u n a noticia de las buenas, de las detalladas y jugosas, en que Gallardo nos comunica no sólo lo mejor que contiene el l ibro , sino también sus comentarios y sus reflexiones—, da cuenta de los pre l imi nares y copia el pr imer verso de las poes ía s laudatorias, y al lle-gar al soneto del "Licenciado Francisco de la Torre Escobar, natural de Santa Fe del Nuevo Re ino de Granada" , anota entre paréntes is : " Tal vez el verdadero autor de las poes ía s que algu-nos atribuyen a D. Francisco de Quevedo, su editor".

Gal lardo hizo u n l lamado de a tenc ión a los historiadores y críticos de la literatura e spaño la (los "hispanistas" en general), "mas nunca fue su voz dellos o ída" , lo cual es raro, pues Ga­l lardo no era u n d o n nadie. Yo "traduzco" así su corazonada: "Es absurdo ver en Francisco de la Torre u n he terón imo de

1 Conste desde a q u í : sostengo que e l poeta Francisco de l a T o r r e n a c i ó e n Santa Fe de B o g o t á , aunque carezco de pruebas "c ient í f icas " c o m o las que nos p o d r í a dar, c o n suerte, u n a b u e n a inves t igac ión e n archivos bogo­tanos. Se trata de u n a h ipótes i s que e x p o n g o e n f o r m a de relato de hechos. Es e l " m é t o d o " que s e g u í al a t r ibuir a M i g u e l de Barr ios l a " F á b u l a de Cr i s to y l a M a g d a l e n a " e n NRFH, 41 (1993), 401-458. Y lo que allí d igo, p . 422, se ap l ica p u n t o p o r p u n t o al presente ar t í cu lo : " N o tengo pruebas documenta le s . . . ; s implemente estoy c o n v e n c i d o . . . ; mis argumentos , que n o son pocos, i rán esparcidos. . . , cada u n o e n e l lugar que le toque". Pero si a lgu ien l lega a descubrir al "verdadero" T o r r e , o demuestra s implemente que lo que yo d igo no puede ser, e n ese m i s m o instante d e j a r é de sostener lo que sostengo.

2 Conf ieso que me a s o m b r é al ver que R O B E R T J A M M E S , u n crít ico admi­rable , cal i f ica de "mediocres " las p o e s í a s de T o r r e (en su ed. de las Soledades de G ó n g o r a , M a d r i d , 1994, p. 684). P e r o inmedia tamente m e repuse de m i a sombro . S e r í a tonto "demostrar" que J ammes se equivoca. N o se equivoca: e s tá d i c i e n d o lo que piensa. Si h u b i e r a d i s cus ión , se r ía tan sin sentido c o m o l a de q u i é n cuenta m á s en l a h i s tor ia de l a m ú s i c a , si S c h u m a n n o C h o p i n . L o ú n i c o que d igo es que me interesan las p o e s í a s de T o r r e . Son m á s imprecisas , m á s vagarosas que las de G ó n g o r a , y m á s cargadas de l lado de los "afectos", pero e s t án m u y b i e n hechas; t i enen u n a a r m a z ó n l ingüís t ica impecab le , y t i enen t a m b i é n sent imiento .

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Quevedo. L o que pasa es que nadie ha encontrado huellas de Torre en España . ¿No será porque era u n bogotano que nunca residió en E s p a ñ a y por lo tanto no dejo tras sí n i n g ú n rastro documental?". H e hecho m í a esa corazonada y la he l le-vado, creo, u n poco más allá, aunque por caminos no precisa-mente "científicos". Desde hace mucho tengo a m i cargo en la Univers idad Nac iona l u n "Seminario de poes í a de los siglos de oro" que comienza con Garcilaso y, tras u n periplo de cinco o seis años , termina con Sor Juana Inés de la Cruz. E l seminario consiste simplemente en hacer, sin prisas, una lectura dete-n ida y a fondo (cióse reading) de una sucesión de poetas. Y cuando le llega el turno a Torre , a todos se nos impone su sin-gularidad. ¡Qué poeta rarol Ese vocabulario tan fino, esa ex-quisitez en la hechura , esa intensidad lírica, esa ternura, esa melanco l í a . . . ( Y l o sentimos todos, de manera que si no es u n j u i c i o "científico", objetivo, al menos es "intersubjetivo", lo cual cuenta.) M i conclus ión es: si Torre es avis rara, ello se de­b e r á al hecho de que no per tenec ía a la escena literaria de la península : era u n solitario que, en la poco avanzada B o g o t á de la segunda mitad del siglo xvi , dio r ienda suelta a sus muy per-sonales sentimientos e imaginaciones.

Pero al mismo t iempo la poe s í a de Torre nos hace ver que, en su soledad bogotana, tuvo acceso a buenos alimentos espi-rituales. E l comercio l ibrero era muy activo. A los e spañoles y a los criollos de las Indias les l legaron en su momento —junto con libros de caballerías , tratados sesudos, ñoñer ía s devotas, etc.— los poetas que se iban publ icando en la metrópol i : p r i -mero B o s c á n / G a r c i l a s o (1543), y luego el muy italianizante Cancionero de Esteban Gabr ie l de Ná je ra (1554), el Cancionero (1554) y la Diana (1559) de Montemayor , la Floresta de Ramí­rez Pagan (1562) y las obras de Lomas Cantoral (1578), de He­rrera (1582) y de Pedro de Padi l la (1580, 1587), a d e m á s de las ediciones postumas de Castillejo (1573), Gregorio Silvestre (1582), A l d a n a (1589) y A c u ñ a (1591) 3 . Y e s t á n , a d e m á s , los l i ­bros italianos. N o pocos de los sonetos de Francisco de la Tor re son t r a d u c c i ó n / r e e l a b o r a c i ó n de sonetos toscanos, o

3 A fines d e l siglo xv i e l novohi spano G o n z á l e z de Eslava, cuyo teatro es tota lmente pre-!opesco, e s tá ya fami l iar izado c o n el R o m a n c e r o nuevo , l a g ran e x p l o s i ó n de u n a nueva p o e s í a . Cf. M A R G I T F R E N K , " G ó n g o r a , L o p e , L i ñ á n , e n siglo xvi m e x i c a n o " , Homenaje a Eugenio Asensio, M a d r i d , 1988, p p . 185-197. ( N o cuento los poemas heroicos , c o m o e l de E r c i l l a , n i las p o e s í a s devotas de u n L ó p e z de Ubeda . )

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sea que en el Nuevo M u n d o corrían las mismas antologías (la de Dolce , la de D o m e n i c h i , la de Ruscelli) que circulaban en la península .

A esto hay que añadir los manuscritos poét icos elaborados a u n lado y otro del Atlántico. E n las Flores de baria poesía reco­piladas en México en 1577 hay seis composiciones de Herrera (no editado hasta 1582), veinticuatro de Hur tado de Mendo­za (no editado hasta 1610) y cinco atribuidas a Figueroa (no editado hasta 1625-26). (Entre las de Figueroa están las aplau­didas octavas "Sobre nevados riscos levantado.. ." , que parecen ser de Pedro La ínez 4 . )

Pero merece especial cons iderac ión el movimiento contra­r io , el de los manuscritos poét icos llevados de las colonias a la metrópo l i para que allí se impr imieran , porque en las colonias no hab ía muchas imprentas, y sobre todo porque era ésa la úni­ca manera de que las obras tuvieran difusión 5 . Y esto vale lo mis­m o para los criollos que para los españoles residentes en Indias. Algunos de los manuscritos siguen escandalosamente inéditos, como la Silva de poesía de Eugenio de Salazar 6. Otros estarán en espera de que alguien los descubra. Otros se habrán perdido. Pero otros tuvieron mejor suerte: en 1589 se impr imió la Pr i ­mera parte de las Elegías de Juan de Castellanos, en 1591 el Petrarca traducido por Enr ique Garcés , en 1599 El peregrino indiano de A n t o n i o de Saavedra G u z m á n , en 1602 la Miscelánea austral de Diego Dávalos y Figueroa, en 1604 el Parnaso antarti­co de Diego Mej ía de Fernangi l , en 1608 el Siglo de oro en las sel-

4 H a y e n las Flores unos treinta y c inco poetas m á s o menos b i e n ident i ­ficados. Las compos ic iones que m á s a b u n d a n son las de dos poetas que vi­v i e r o n a l g ú n t i empo e n M é x i c o : C e t i n a ( m á s de 80) y J u a n de l a Cueva (32); les s iguen H u r t a d o de M e n d o z a (24), e l L i c e n c i a d o D u e ñ a s (17), P e d r o de G u z m á n (12) y V a d i l l o , amigo de C e t i n a ( t a m b i é n 12). H a y asi­m i s m o algo de Baltasar de l Alcázar .

5 D e n o haber sido p o r q u e las obras de Sor J u a n a se i m p r i m i e r o n en E s p a ñ a , l a h i s tor ia ser ía m u y distinta. Lo s impresores mexicanos n o le pu­b l i c a r o n s ino cosas breves (sobre todo v i l lancicos ) .

6 Es seguro que Salazar n u n c a p e n s ó que p u d i e r a i m p r i m i r s e en Mé­x i c o su Silva, y es natura l que se l a haya l levado a E s p a ñ a y que se conserve e n la B . N . M . , d o n d e es tán as imismo las Flores de baria poesía y e l Cartapacio de Rosas de O q u e n d o , compi lac iones a las cuales P E D R O L A S A R T E , NRFH, 45 (1997), 45-66, a ñ a d e u n a m i s c e l á n e a m e x i c a n a que anduvo p o r E s p a ñ a y fue c o m p r a d a rec ientemente p o r l a U n i v e r s i d a d de Pennsylvania . E n e l ms. 19.661 de l a B . N . M . hay c inco cosas d e l novohi spano Terrazas, de cuyo prest igio t e n í a noticias Cervantes (La Galatea): cf. A L F O N S O M É N D E Z P L A N -C A R T E , Poetas novohispanos, t. 1, M é x i c o , 1942, pp . xxi i i -xxiv .

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vas de Enfile de Balbuena, en 1610 la Historia de la Nueva México de Gaspar de Villagrá, en 1611 la Cristíada de fray Diego de Hojeda , en 1624 el Bernardo de Balbuena, en 1666 el San Igna­cio de D o m í n g u e z Camargo, en 1676 el Ramillete de Jacinto de Evia, en 1703 la Rítmica sacra de Alvarez de Velasco 7 . Las excep­ciones son pocas: el Arauco domado de Pedro de O ñ a (L ima, 1596), la Grandeza mexicana de Balbuena (México, 1604), la poes ía y el teatro de González de Eslava (México, 1610) y Los sir­gueros de la Virgen de Francisco B r a m ó n (México, 1620).

Así, pues, el hecho de que el manuscrito de las obras poéti­cas de Torre haya ido a parar en E s p a ñ a está muy dentro de la regla. (Según P A L A U , Manual del librero, t. 28, p. [512], el im­preso bogotano más antiguo que se conoce es de 1739.)

E L CAPITÁN V A R G A S M A C H U C A Y SU LIBRO AMERICANO

Bernardo Vargas M a c h u c a nac ió en Simancas en 1555; "a los quince años ciñó la espada y m a r c h ó a la guerra de Italia", y hacia 1575 e m p r e n d i ó viaje a las Indias, donde p e r m a n e c i ó m á s de veinte a ñ o s 8 . Tuvo a su cargo la "paci f icación" del re­cién creado reino de la Nueva Granada, o sea que llevó a cabo las operaciones militares y "d ip lomát icas " necesarias para te­ner bajo control las zonas de indios. Pero, como tantos otros militares del siglo xvi, era t ambién afecto a las actividades de l espíritu. Hac ia 1596, cuando regresó a M a d r i d para pedir "mercedes", pudo aducir dos méritos : sus hazañas de "pacifica­dor " y el l ibro que hab ía escrito sobre cosas de l Nuevo M u n d o .

E l " l i b r o " consta en rea l idad de tres l ibros : u n m a n u a l o v a d e m é c u m del Conquistador (la Milicia indiana), una geogra­fía de Amér ica (la Descripción de las Indias) y unas nociones ele­mentales de c o s m o g r a f í a (Compendio de la Esfera)9. Los dos

7 E l cual e m p r e n d i ó viaje a l a M a d r e Patr ia para tramitar la i m p r e s i ó n . T a m b i é n B a l b u e n a h a b í a l levado a E s p a ñ a , e n 1607, su Siglo de oro y su Ber­nardo. T o d a v í a hac ia 1670 e l jesui ta Francisco de Castro llevó a E s p a ñ a su Octava maravilla, aunque e n vano. ( L a 1- ed. es de M é x i c o , 1729.)

8 A p r o v e c h o las a n ó n i m a s "Not i c i a s " que p r e c e d e n a la Milicia indiana e n su r e e d i c i ó n de M a d r i d , 1892 (Colección de libros raros o curiosos que tratan de América, ts. 8 y 9) .

9 "Todos estos l ibros e s tán resp i rando la consumada c ienc ia y p r u d e n c i a de l autor" , dice G A L L A R D O (y a ñ a d e que se vio "precisado a n o dejar la p l u m a de la m a n o para apuntar tantas y tantas especies peregrinas c o m o encierran" ) .

38 ANTONIO ALATORRE NRFH, X L V Í Í

p r i m e r o s se e sc r ib i e ron en B o g o t á a lo largo de los a ñ o s ("mucho t iempo", dice el privilegio, de octubre de 1598), y el tercero, que es m u y breve, se e scr ib ió en M a d r i d " en tanta ca l amidad de tres años de pretensiones c o m o yo he t en ido" ( P r ó l o g o ) 1 0 . M a ñ o s a m e n t e , en la dedicatoria al presidente del Consejo de Indias da a entender Vargas M a c h u c a que, en vez de estarse mano sobre mano durante tres años (como tantísi­mos pretendientes), él ha compuesto la Milicia y la Descripción "en ratos desocupados de mis pretensiones (del premio de mis servicios).. . , tomando por blanco el real servicio, en el entre­tanto que se me manda volver a tomar las armas" para seguir sirviendo a la Corona . Pero esos "ratos desocupados" pertene­cen al Nuevo M u n d o , no a M a d r i d . Las actividades de "pacifi­cador " n o parecen haber sido de t i e m p o c o m p l e t o . E n la Milicia cita el autor constantemente, como ejemplo para con­quistadores modernos , las ilustres hazañas de Ale jandro y de Ju l io César , señas de que gozó del ocio necesario para leer la Historia de Quinto C u r d o y los Comentarios de César (segura­mente en t r a d u c c i ó n ) 1 1 . A d e m á s , aunque el núc leo de la Mili­cia y de l a Descripción es su e x p e r i e n c i a per sona l , todo e l t iempo está mostrando el fruto de las conversaciones que ha tenido con otros expertos, aunque también suele "extrapolar" a todo e l N u e v o M u n d o su e x p e r i e n c i a n e o g r a n a d i n a 1 2 . Y , finalmente, por lo menos dos de las poes ía s laudatorias mues­tran que Vargas M a c h u c a estuvo en contacto c o n gente de letras de la Nueva Granada.

1 0 E n l a ed . de 1892, el Compendio de la Esfera o c u p a apenas once pági­nas. L o " c o m p e n d i a d o " es la famosa Sphaera de Sacrobosco, que v ino a ser la e x p o s i c i ó n vulgata de la d o c t r i n a g e o c é n t r i c a de P t o l o m e o (la ú n i c a ad­mis ible e n e l orbe h i s p a n o - c a t ó l i c o ) . C ier tamente e l Compendio n o neces i tó tres a ñ o s para ser escrito, pero Vargas M a c h u c a tuvo que inf lar sus mér i to s para que le h i c i e r a n caso. Los conoc imientos c o s m o g r á f i c o s son útil com­p l e m e n t o de los g e o g r á f i c o s ; y e l autor, que evidentemente leyó la Sphaera durante sus antesalas e n el Consejo de Indias, está m u y ufano de estos co­noc imiento s r ec i én adquir idos : el retrato que se m a n d ó hacer e n 1598 (grabado impreso al final de los pre l iminares ) lo muestra c o m o soldado y c o s m ó g r a f o ; su l e m a es " A la espada y e l c o m p á s / m á s y m á s y m á s y m á s " .

1 1 E n cambio , n o parece haber l e í d o a Las Casas, n i a O v i e d o , n i a L ó p e z de G o m a r a . A q u i e n cita u n a vez, a p r o p ó s i t o de l a p i e d r a bezar, es a N i c o l á s M o n a r d e s .

1 2 Su presencia e n la N u e v a G r a n a d a parece haber sido preced ida p o r u n a estancia en las Ant i l l a s . E n todo caso, en 1578 (t. 2, p . 118) se encon­traba e n Santiago de C u b a .

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De hecho, el conjunto de las poes ías preliminares nos hace ver que Vargas Machuca fue amigo de militares y de letrados. De los diez elogiadores, cuatro llevan el título de "capi tán" y otros tantos el de " l icenciado". L a presencia de Pedro L iñán de la Riaza, del futuro segundo conde de Vi l lamediana y de Luis Tribaldos de Toledo muestra que, al volver a la patria, Vargas M a c h u c a siguió cultivando u n a afición adquir ida en la Nueva Granada, que fue donde trató a hombres de letras, fuesen espa­ñoles o cr io l los 1 3 . E n el manuscrito que llevó a M a d r i d hab ía ya por lo menos dos composiciones de alabanza debidas a poetas neogranadinos 1 4 . Digo "por lo menos" porque b ien puede ser que algunos de los capitanes y licenciados poetas hayan sido españoles residentes en la Nueva Granada, de manera que sus nombres —Lui s Bravo de Acuña , Lázaro Luis Iranzo, H e r n a n ­do de Mena , Cipr iano de la Cueva Montesdoca y Gonzalo Mateo de B e r r i o — serían tan desconocidos para el lector espa­ñol como los del capitán Alonso de Carvajal y el l icenciado Francisco de la Torre Escobar 1 5 . Carvajal, "natural de la c iudad de Tunja" , es autor de la pr imera de las diez poesías , "Epístola persuasoria al sabio y prudente lector" (especie de p r ó l o g o ver­sificado), y Francisco de la Torre, "natural de Santa Fe del Nuevo Re ino de Granada", es autor de uno de los sonetos.

Gal lardo, que observa el gran n ú m e r o de poes ías laudato­rias, hubiera podido agregar que también es grande el n ú m e ­ro de aprobaciones: hay pr imero una sin fecha, en seguida otras dos, de 1597 (octubre y d ic iembre) , y luego u n a más — l a defi-

1 3 D i c e Vargas M a c h u c a : "Todos los cr io l los de todos tres reinos [la N u e v a E s p a ñ a , la Nueva G r a n a d a y e l P e r ú ] t i enen gallardos e n t e n d i m i e n ­tos y son grandes hombres de a cabal lo , y si los empleasen para que ejerci­tasen las letras y las armas, s e r í an s e ñ a l a d o s varones" (t. 2, pp . 194-195). Esta o p i n i ó n se parece m u c h o a la que e l doc tor J u a n de C á r d e n a s t en ía (1591) sobre los cr iol los de M é x i c o . Cf . A . A L A T O R R E , " H i s t o r i a de la pa labra ga­chupín', Scripta philologica in honorem Juan M. Lope Blanch, M é x i c o , 1992, pp . 288-290.

1 4 A N T O N I O G Ó M E Z R E S T R E P O , Historia de la literatura colombiana, B o g o t á , s. a., p p . 74-76, cop ia escuetamente ("no obstante su n i n g ú n valor p o é t i c o " ) estas dos composic iones .

1 5 D i c e Ga l l a rdo : "Pocos l ibros o f r e c e r á n m á s [poes í a s laudatorias] n i de m á s aventajados ingenios : Vargas se conoce que estaba b i e n relacio­nado" . Pero exagera e n cuanto a los quilates de los " ingenios" . D e h e c h o , s ó l o dos de los alabadores, P e d r o L i ñ á n de la R iaza y Lu i s Tr iba ldos de T o ­ledo , t e n í a n cierto r e n o m b r e l i terar io . E l futuro V i l l a m e d i a n a era e n 1598 u n mozalbete de qu ince a ñ o s , p u p i l o de Tr iba ldos .

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nitiva, la que por fin hizo que se le concediera al autor el ansia­do y necesario "privi legio"—, de 8 de agosto de 1598. O sea que la larga espera (de "tres años" ) queda b ien expl icada 1 6 .

H e aqu í el soneto de Francisco de la Torre : 9-

E l e s p a ñ o l que hal ló la nueva tierra tras larga mar, tras larga desventura, g o z ó de l oro que la t ierra dura en sus ent rañas escondida encierra;

y, si de l vulgo la o p i n i ó n no yerra, ensalzando de Cristo la fe pura venció tras el despojo que asegura la m á s dudosa y m á s difícil guerra.

Vos solo, a qu ien tocó la mejor parte deste tr iunfo inmor ta l , muestra habé i s hecho que fue vuestro despojo este tesoro:

a q u í nos dais de l conquistar el arte, v i r tud que en u n hidalgo honrado pecho se estima m u c h o m á s que plata y oro.

A l igual que los otros ocho sonetos, el de Francisco de la Torre elogia exclusivamente "e l arte del conquistar", o sea la Milicia indiana17, que es lo más sobresaliente de la obra de Vargas Machuca . Es justo — d i c e — que las fatigas del conquis­tador sean recompensadas con honores y riqueza, sobre todo cuando ese conquistador ha escrito u n l ibro que es condensa­ción de u n a larga exper iencia 1 8 . Claro, qu ien habla aqu í no es el Torre que conocemos, sino u n Torre "sociable", en relación

1 6 Ev identemente , las di laciones se d e b i e r o n a l a resistencia de las au­toridades: u n l i b r o sobre c ó m o mantener subyugados a los ind ios p o d í a dar nuevas armas a los "enemigos de E s p a ñ a " , y m á s en esos m o m e n t o s en que se estaba c o n s o l i d a n d o la " leyenda negra" . P o r algo Fe l ipe II e l " P r u d e n t e " p r o h i b i ó l a p u b l i c a c i ó n de los escritos de fray B e r n a r d i n o de S a h a g ú n y m a n d ó suspender l a i m p r e s i ó n de l a Historia de F e r n á n d e z de O v i e d o .

1 7 A l o n s o de Carva ja l es e l ú n i c o que e log ia p o r pare jo l a Milicia ( " . . . r i n d i e n d o a fuerza al i n d i o i n d o m i t a b l e , / que J u l i o C é s a r n o tuvo m á s arte") y l a Descripción de las Indias ( " . . .cual P t o l o m e o d a de Indias alturas, / derrotas de mar , tierras c o n distancia") .

1 8 Las menc ionadas "Not ic ia s " a n ó n i m a s n o d i c e n si Vargas M a c h u c a rec ib ió e n efecto algunas mercedes. L o que d i c e n es que e l pre tendiente se q u e d ó e n M a d r i d , d o n d e p u b l i c ó (en 1600, 1619 y 1621) tres tratados sobre l a gineta, o sea el arte de m o n t a r a cabal lo. ( E l segundo, Teórica y exer-cicios de la gineta, l leva al c o m i e n z o u n a Ep í s to l a de l a h o r a ya conde de V i -l l amed iana , s e g ú n el cua l Vargas M a c h u c a " h a servido a S u Magestad de

NRFH, XLVII FRANCISCO DE L A TORRE Y SU M U Y PROBABLE PATRIA 41

con el pró j imo. Pero su soneto ocupa u n lugar digno entre los otros, y tiene versos — c o m o "tras larga mar, tras larga desven­tura"— aue no desdicen de la "manera" de Torre .

FRANCISCO DE LA T O R R E PRESENTADO POR Q U E V E D O

A fines de 1631 salieron a la luz las Obras de Francisco de la T o r r e gracias a d o n Francisco de Quevedo, el cual, en su dedi­catoria a Ramiro Felipe de G u z m á n , dice haber hallado el ma­nuscrito en casa de u n l ibrero, seguramente de M a d r i d , que se lo vendió "con desprecio" (por unos pocos maravedíes ) . Las Obras estaban ya "rubricadas del Consejo para la imprenta" , o sea c o n el imprimatur oficial , y su a p r o b a c i ó n estaba firmada p o r d o n Alonso de Erc i l la ; pero, por alguna razón, la impre­sión no se llevó a efecto. E l nombre del poeta estaba borrado "en cinco partes" del manuscrito, pero pudo ver Quevedo que se l lamaba Francisco de la Torre .

¿Quién sería ese desconocido? De no haber sido por el conde de Añover, Quevedo se habr ía quedado en ayunas. L a respuesta a esa pregunta —le dijo Añover— está en la Octava rima de Juan Boscán , allí donde evoca a poetas de tiempos pa­sados y, de spués de Juan de M e n a y antes de Garcisánchez de Badajoz, pone "al Bachi l ler que l l aman de la Torre" , elogián­dolo por " la fuerga de su est i lo" 1 9 . Se trataba, pues, de u n poeta ant iquís imo. E l comentario de Quevedo — " [A esta] an­t i g ü e d a d . . . se pone duda el p rop io razonar suyo tan b ien pu­l i d o " — no es una confes ión de escepticismo, sino una ponde­rac ión enfática del lenguaje del poeta, "tan p u l i d o " pese a t a m a ñ a ant igüedad .

Naturalmente, todo esto es tramposo. Quevedo tenía que ver, p o r ejemplo, que Torre traduce o imita de cerca a Guidic-

cincuenta años a esta parte".) T a m b i é n e scr ib ió Vargas M a c h u c a u n a Defensa de la conquista de las Indias que n o l l e g ó a publ icarse , qu izá p o r las mismas razones que detuv ieron durante tres a ñ o s e l permiso para i m p r i m i r la Mili­cia. ( L a so lemne defensa of ic ia l de l a conquis ta , o sea e l De justa Indiarum Occidentaliiim. inquisitione, acquisitione et retentione de S o l ó r z a n o Pere i ra , se p u b l i c a r í a e n 1629.)

19 Obras poéticas de Juan Boscán, eds. M a r t í de R i q u e r et al, Barce lona , 1957, p . 383. Quevedo n o dice " fuerca de su estilo", s ino que lo cambia en "grandeza de su estilo". Quizá lo hace adrede, para darle a T o r r e l a grandeza que Rio ja h a b í a a t r ibu ido a H e r r e r a : cf. infra, no ta 46.

42 A N T O N I O A L A T O R R E NRFH, X L V I I

cione, a V a r c h i , a Amalteo y a Torquato Tasso, poetas del siglo xvi. Por eso lo que dice de la " an t igüedad" de Torre es tan ex­quisitamente ambiguo: él sabe que Torre escribió en la se­gunda mitad del siglo xvi , pero se las arregla para que el lector quede persuadido de que fue c o n t e m p o r á n e o de Garcisán-chez, o sea muy anterior a Boscán y Garcilaso, y se quede pas­mado ante tan increíble "pul imiento" : ese "corriente de los versos" (o sea fluidez), esa "blandura" , esa " faci l idad" y, para colmo, esa lengua "no achacosa con vozes ancianas", "se puede [n] contar por milagro del i n g e n i o " 2 0 .

Los aprobantes de las Obras, Lorenzo Vander H a m m e n y J o s é de Valdivielso, no d icen nada en cuanto a la a n t i gü ed a d de Torre . Los únicos c o n t e m p o r á n e o s de Quevedo que tocan el punto son L o p e de Vega y M a n u e l de Faría y Sousa (cf. C E ­RRÓN, pp. 17-19). E l testimonio de Lope es curioso porque se escribió en 1630, cuando las Obras de Torre no se hab ían im­preso a ú n (Quevedo debe de habérselas mostrado). Es obvio que Lope no veía en Torre a u n c o n t e m p o r á n e o de Garcisán-chez, pero a tenúa su op in ión como Dios le da a entender, y dice —mentirosamente— que " [e] l divino Francisco de la To­rre" fue "celebrado de l mismo Garcilaso [!],/ a cuyo lado dig­namente corre". E n cambio Faría y Sousa, sin compromisos con nadie, dice con toda claridad (en 1639) que Torre es pos­terior a Garcilaso, reconociendo, eso sí, que "compite con él".

L a edic ión quevediana no parece haber tenido mucha demanda, y pronto q u e d ó sumida en el olvido. L o cual es natu-

2 0 L a fingida sorpresa de Quevedo se parece a l a sorpresa real de G O N ­Z A L O A R G O T E DE M O L I N A (Discurso sobre la poesía castellana, ed . L . F. T i s corn ia , M a d r i d , 1926, pp . 39-40) a l toparse, e n 1575, c o n estos e n d e c a s í l a b o s e n los Enxiemplos de d o n J u a n M a n u e l : " N o n aventures m u n c h o tu r i q u e z a / p o r consejo d e l h o m e que h a pobreza" . E l descubr imiento de l a g ran ant igüe­d a d de l e n d e c a s í l a b o , al i gua l que e l hal lazgo de versos c o m o los de T o r r e , rebajaba la fama de p r i o r i d a d de B o s c á n y Garci laso. " A l cabo de algunos si­glos que andava desterrado de su naturaleza" (esto es, de su patr ia) , el nob le e n d e c a s í l a b o , dice A r g o t e , " h a buel to a E s p a ñ a , d o n d e h a sido resce-b i d o y tractado c o m o natura l " . Pero él t a m b i é n hace algo de t rampa: da a entender que e l e n d e c a s í l a b o , de tan usado e n la E s p a ñ a medieva l , cayó e n desuso y entonces l o acog ie ron Dante y Petrarca. ( ¡ C o n r a z ó n e l endecas í ­labo es, e n nuestra l engua , " m á s liso y sonoro que a lguna vez paresce e n la ytal iana" ! ) . Quevedo h u b i e r a p o d i d o dec i r que las formas p o é t i c a s de Gar­cilaso (sonetos, canciones , liras, é g l o g a s , etc.) e s tán ya e n Francisco de la T o r r e ; pero , e s t r a t é g i c a m e n t e , se abstuvo de l levar su "tesis" hasta conse­cuencias tan extremas.

NRFH, X L V I I FPvANCISCO DE LA TORRE Y SU MUY PROBABLE PATRIA 43

ral : la poes ía e spañola andaba en 1 6 3 1 por muy otros caminos. L a fama de Torre no data de entonces, sino de 1 7 5 3 , cuando Luis J o s é Velázquez reeditó por fin las Obras. Ante la falta de tes­timonios sobre Torre , Velázquez concluyó que se trataba de u n a máscara tras la cual se ocultaba el propio Quevedo. (Fran­cisco de la Torre venía a ser así tan " h e t e r ó n i m o " suyo como Ricardo Reis lo es de Fernando Pessoa.) L ó p e z de Sedano (Par­naso, t. 1, 1 7 6 8 ) aceptó sin m á s lo d icho por Velázquez. Pedro Estala, que hilaba más delgado, hizo ver ( 1 7 8 6 ) que Torre per­tenecía a la é p o c a de Felipe II, y lo mismo di jeron Morat ín ( 1 7 8 8 ) y Quintana ( 1 8 0 7 ) . S in embargo, todavía George Tick-n o r ( 1 8 4 9 ) aceptaba la ecuac ión Torre = Quevedo (cf. C E R R Ó N , p. 2 2 ) , la cual, a juzgar por el comentario que cité al pr inc ip io , s egu ía siendo moneda corriente aun en tiempos de G a l l a r d o 2 1 .

E n 1 9 2 5 era ya tal el n ú m e r o de Franciscos de la Torre lo­calizados en toda clase de documentos, que el hispanista nor­teamericano J . P. Wickersham-Crawford pudo escribir: "S i Francisco de la Torre hubo de sufrir m u c h o por la crueldad de su amada Filis, aún más ha tenido que sufrir después de su muerte a manos de los que han tratado de recoger las noticias de su v i d a " 2 2 . Pero esta humorada n o ar redró a los detectives. E n su l ibro Entre fray Luis y Quevedo ( 1 9 8 2 ) , "verdadero monu­mento de documentac ión" , A n t o n i o Blanco hace una lista de "cuarenta y tres Francisco [s] de la Torre " , cuarenta y tres "aspi­rantes" a ocupar el v a c í o 2 3 .

E n verdad, la investigación ha quedado h u n d i d a en el Quod nihil scitur. Torre —dice C E R R Ó N , p. 3 3 — "era ya una incógnita

2 1 A u r e l i a n o F e r n á n d e z - G u e r r a y O r b e d e d i c ó su discurso de ingreso e n la A c a d e m i a de la H i s t o r i a (1857) a p r o b a r que T o r r e y Quevedo f u e r o n personas distintas. Su p r e s e n t a c i ó n d e l Francisco de l a T o r r e " rea l " es tá h e c h a de puros fantaseos (aplaudidos p o r M e n é n d e z Pelayo) , pero al m e n o s d e j ó asentado que T o r r e existió.

2 2 C i t ado p o r C E R R Ó N , no ta 50. U n a cuarta parte de este l i b r o (pp. 23-47) se ded ica a resumir l a h i s tor ia de lo que se h a especulado sobre q u i é n fue T o r r e desde que la ident i f i cac ión c o n Quevedo fue abandonada . D e al l í p r o c e d e n los datos de este p á r r a f o .

2 3 B l a n c o m i s m o se dec ide p o r u n o de los 43, j e s u í t a de f ami l i a de con­versos que vivió de 1521 a 1582. H a y u n par de candidatos salmantinos, p e r o n o l lamados Francisco de l a T o r r e : para Jorge de Sena (Francisco de la Torre e D. Joäo de Almeida, 1974), T o r r e es e l sa lmant ino M i g u e l T e r m ó n ; C O S T E R , pp . 87-92, dice que durante u n t i e m p o estuvo tentado a ver e n Franc i sco de la T o r r e u n p s e u d ó n i m o de F e r n a n d o de H e r r e r a (pero que luego a b a n d o n ó esa idea) .

44 A N T O N I O A L A T O R R E NRFH, X L V I I

al poco tiempo de su muerte". Pero como no sabemos c u á n d o mur ió , sería mejor decir que fue siempre una. incógnita . E l señor Alonso Zamora Vicente (en su ed. de Torre , Clás. casi, 1944, p. xxi) llega al franco p irronismo: no sólo no sabemos nada so­bre el poeta, sino que ignoramos "si existió siquiera, y quizá no pueda conocerse nunca". Soledad Pérez-Abadín, más cauta o más sensata, dice sólo (p. 15) que "e l problema de la ident idad. . . no ha alcanzado u n a solución concluyente". E n todo caso, Torre no es ya u n ente fantasmal. E l hallazgo de u n manuscrito de las Endechas24 le arranca a Cer rón u n como suspiro de alivio: ¡ese manuscrito "nos certifica que Francisco de la Torre existió"!25.

T O R R E Y sus CONTEMPORÁNEOS

H e dicho que a todo lector de Torre se le impone su singulari­dad, su extraordinaria concentración en ciertos temas y en cier­tos sentimientos y en cierto lenguaje. Pero si ese lector lo es también de otros poetas de tiempos de Felipe II, constantemente estará viendo que Torre no es sino uno de ellos. Todos caminan

2 4 Va le l a p e n a re f lex ionar sobre este hallazgo. Las Endechas, que cons­tituyen el l i b r o III de las Obras, e s tán e n u n manuscr i to de l a B . N . M . que p e r t e n e c i ó a d o n A g u s t í n D u r a n , e l cual incluyó en su famoso Romancero u n a de las endechas (la segunda) , que era l a ú n i c a aprovechable , p o r ser asonantada. Estas Endechas eran parte de u n manuscr i to m á s a m p l i o , de l cua l fueron arrancadas. E n ellas, dice C E R R Ó N , p. 5 0 , hay "gra f ía s a todas luces m á s arcaicas" que las de l a e d i c i ó n quevediana, lo cua l es n o r m a l : entre los ú l t imos decenios d e l siglo xvi y pr imeros d e l xvn las imprentas de l r e i n o u n i f o r m a b a n la o r t o g r a f í a (no exis t ían "ediciones p a l e o g r á f i c a s " ) . E l manuscr i to de d o n d e se a r rancaron las Endechas c o n t e n d r í a , natura lmente , todas las Obras, y todas t e n d r í a n esas graf ías que resultaban arcaicas frente a las usadas e n 1631. N o es impos ib le que fuera e l a u t ó g r a f o , pe ro es m á s veros ími l que se trate de u n a c o p i a poco poster ior a él. E l a u t ó g r a f o ser ía lo que c o m p r ó Quevedo. Y hay u n h e c h o interesante: e l n o m b r e d e l poeta en ese ms. de las Endechas es "Francisco de la T o r r e " , s in e l " b a c h i l l e r " que t ramposamente le e n c a j ó Quevedo.

2 5 D i c e t a m b i é n (p. 43) : " A l ser las p o e s í a s de Francisco de l a T o r r e tra­ducc iones e imitac iones de las de los italianos, deduc imos u n a de las pocas certezas que sobre l a v ida de nuestro poeta poseemos: o b i e n estuvo en Ita­l ia , o b i e n se r e l a c i o n ó estrechamente c o n personas que p o r a q u í anduvie­r o n " . Sí , p ienso yo: a lo me jor B e r n a r d o Vargas IVlachuca que anduvo p o r Italia en su adolescencia , se a f i c ionó allí a l a p o e s í a y a ñ o s d e s p u é s , e n Bo­g o t á , le reveló a su amigo T o r r e ese tesoro. Pero es h ipóte s i s inútil : las an­to log ía s de poetas toscanos c o r r í a n e n todas partes, y n i n g ú n poeta de hab la e s p a ñ o l a tomaba clases de i ta l iano para entenderlos .

NRFH, X L V I I FRANCISCO DE L A TORRE Y SU M U Y P R O B A B L E PATRIA 45

por el sendero que Garcilaso trazó a la poes ía española , todos se nutren de Petrarca y de modernos como Benedetto Varchi . A propós i to de la antología que seguramente tuvo Torre en las manos, dice C E R R Ó N , p. 3 2 , que "precisamente son las traduccio­nes las que marcan la pauta de lo que luego será su poes ía ori­ginal" . L o cual vale para Torre lo mismo que para sus coetáneos. Garcilaso, por lo demás , ya había asimilado mucho de la poes ía italiana (y latina). N o es invención suya el canto amebeo con que termina la Égloga III, pero cuando Torre compone cantos ame-beos en dos églogas del l ibro IV, su modelo inmediato y obvio no es Sannazaro, sino Garcilaso. Así en la primera:

Tirreno Tüiro

El álamo de Alcides escogido... El mirto a Venus y el laurel a Febo...

Alano Palemón

El fresno por la selva en hermosura... De Cibeles el pino fue preciado...,

y así t ambién en la octava:

Tirreno

Flérida para mí dulce y sabrosa...

Alano

Hermosa Fili, siempre yo te sea...

Montano

Lícida mía, más que el cielo hermosa...

Ergasto

Fílida mía, más resplandeciente...

E l homenaje de Torre a Garcilaso es especialmente vistoso en la oda 1 del l ibro I, cuasi-paráfrasis de l cé lebre soneto " E n tanto que de rosa y azucena. . ." :

.. .Agora que el Or iente de tu belleza reverbera, agora que el rayo transparente de la rosada A u r o r a abre tus ojos y tu frente dora ,

antes que la dorada cumbre de relucientes llamas de oro , h ú m i d a y argentada quede inútil tesoro

46 ANTONIO ALATOPvRE NRFH, X L V I I

consagrado al errante y fijo coro, goza, Fil is de l aura

V e n d r á la temerosa noche , de nieblas y de vientos l lena; march i t a rá la rosa p u r p ú r e a , y la azucena nevada, mustia to rnará de amena.

Para comprobar lo "no singular" de Torre , lo que tiene en c o m ú n con los poetas de su g e n e r a c i ó n 2 6 , lo mejor será ver, in nuce, algunas muestras concretas del parentesco:

1) Apostrofe a Venus:

a) M a d r e de A m o r genti l , que cuando el d í a . . . b) A l m a Venus genti l , que al t ierno A r q u e r o . . . c) Santa madre de A m o r , que el yerto suelo. . .

2) Apostrofe al Sol :

a) Rojo Sol , que c o n hacha luminosa . . . b) C laro y sagrado Sol , que c o n la viva. . .

3) Apostrofe a la N o c h e :

a) Santa y amiga N o c h e , que en tu o lv ido . . . b) N o c h e , que en tu amoroso y dulce o lv ido . . .

4) Sonetos "optativos":

a) Así las ninfas de l Sebeto ameno, de flores te c o r o n e n . . . , que escuches, nueva A u r o r a , el nuevo intento de m i zampona . . .

b) Salve, sagrado y cristalino r í o . . . : así tus ninfas te detengan. . . , que saques la cabeza, serenando este cerco de nubes . . .

2 6 Di je antes "poetas de t iempos de Fe l ipe II" , cosa n o m u y precisa, puesto que durante n o pocos a ñ o s de esa é p o c a estaban ya m u y activos L o p e y G ó n g o r a . S e r í a me jor dec i r "poetas activos hac ia 1565-1580", poetas m u y innovadores e n r e l a c i ó n c o n C e t i n a y A c u ñ a , pero ya "superados" e n 1605, pues Espinosa n o los inc luye e n sus Flores.

NRFH, X L V I I FRANCISCO DE L A TORRE Y SU M U Y P R O B A B L E PATRIA 47

5) Remate de los sonetos:

a) .. . fueron de m i pr is ión la r ed y anzuelo, y son, Filis , en vos milagro raro.

b) .. .armas fueron de l crudo A m o r t irano, y agora son trofeos de m i tr iunfo .

c) .. .mas ¿quién p o d r á excusarme lo que paso, sabiendo que ha de ser en vuestra ausencia?

d) .. .y en medio del l lorar só lo esto suena: " ¿ C u á n d o volveré, Nise, a ver tus ojos?"

é) .. . ¿quién p o d r á remediar m i perd imiento , si faltan del amor las esperanzas?

6) Los ojos de la amada:

a) . . .salir siento, claros ojos suaves, a por f ía unos rayos...

b) e l rayo que salió de vuestros ojos.. . c) y c o n los encendidos rayos rojos

que p o r los ojos en el a lma enc ierra . . .

7) L a hermosura de la amada:

a) Fil is , el sol, el alabastro y grana, el é b a n o , el coral , marf i l y o r o . . .

b) E l é b a n o , el marf i l , la nieve p u r a y las delgadas hebras de oro fino...

c) E l oro crespo al aura desparcido. . . d) e l é b a n o , marf i l , nieve, ostro, oro ,

la p ú r p u r a , coral , j ac into y rosa. . .

Si a u n amante " n o r m a l " de p o e s í a e spaño la se le dieran a leer los sonetos de donde proceden mis citas, ocul tándole el nombre de los autores, le sería imposible descubrirlo. Son ver­sos de seis poetas distintos: A ldana , Pedro La ínez , Lomas Can­toral, Herrera , fray Luis de L e ó n y Francisco de la T o r r e 2 7 . Seis

2 7 L o s autores de los versos que cito son: 1) L o m a s Cantora l , A l d a n a , T o r r e ; 2) H e r r e r a , T o r r e ; 3) L o m a s C a n t o r a l , T o r r e ; 4) A l d a n a , T o r r e ; 5) L o m a s Cantora l , T o r r e , Lomas Cantora l , fray Lu i s de L e ó n , T o r r e ; 6) L o ­mas C a n t o r a l , H e r r e r a , T o r r e ; y 7) L o m a s C a n t o r a l , P e d r o L a í n e z , fray L u i s , T o r r e . M i s citas p r o c e d e n de distintos lugares de l l i b r o de P É R E Z - A B A -D Í N (fruto de m u c h a lectura y m u c h a paciencia) e n que se d o c u m e n t a n las af inidades de T o r r e c o n sus c o n t e m p o r á n e o s . S i las apretadas notas de pie

48 A N T O N I O A L A T O R R E NRFH, X L V I I

poetas que hablan la misma lengua, imitando sonetos italia­nos; seis poetas igualmente sensibles a las exquisiteces de l C i n -quecento italiano, igualmente entregados a la gozosa tarea de crear u n nuevo lenguaje poét ico , u n lenguaje "manierista" que, desde nuestra perspectiva, está a caballo entre el lenguaje "clá­sico" de Garcilaso y sus e p í g o n o s y el lenguaje "barroco" de G ó n g o r a y sus secuaces. Y es significativo que entre esos seis se encuentre el muy sevillano Herre ra al lado del muy salman­tino fray L u i s 2 8 . Los dos poetas más afines a Torre , como clara­mente lo muestran los del icadís imos análisis de Pérez-Abadín, son Herrera y Lomas Cantora l (afinidad parecida a la que h a b í a habido entre el castellano A c u ñ a y el andaluz Cetina) .

E l pr imero que vio "e l interesantís imo problema de las se­mejanzas entre la poes í a de [Torre] y la de Herrera " (palabras de C E R R Ó N , p. 77) fue Quevedo en el p r ó l o g o de las Obras. L o vio, y acto seguido le dio u n a solución contundente. C o m o el "bachi l ler" Francisco de la Torre es muchí s imos años anterior a Herrera , n i duda cabe de que Herrera plagió a Torre , y lo p lag ió s i s temáticamente. L o dice varias veces en el p r ó l o g o , pero de manera muy comedida , y cada vez que estampa el nombre de Herre ra le acomoda u n f lor ipondio : "doct í s s imo y elegantíss imo escritor", "d ivino ingenio" , "cuidadosa l ima" , "grave y erudito maestro", que con "docto juyz io" t o m ó a To­rre "por maestro y exemplo, imitando su dicción y tomando sus frasis" hasta identificarse prác t icamente con él, de manera que resulta tan loable por haber adoptado ese lenguaje como Torre por "averio e n s e ñ a d o pr imero" .

¡Qué enorme diferencia entre estas palabras y el destem­plado tono de las que unas paginitas atrás ha estampado Que­vedo! L e dedica al j oven yerno de Olivares — d i c e — "las Obras

de p á g i n a , sobre todo las de l c a p í t u l o 3 (los temas) y las de l 5 (la estruc­tura) pasaran al texto c o n las ampl iac iones necesarias, su l i b r o b i e n p o d r í a l lamarse Los sonetos de la generación 1565-1580 e n vez de Los sonetos de Fran­cisco de la Torre.

2 8 N o suelen tomarse m u y en cuenta los sonetos manieristas de fray L u i s . Es verdad que son só lo c i n c o , pero esto m i s m o nos hace ver c ó m o , al apartarse de H o r a c i o o de la p o e s í a b íb l i ca para prestar o í d o s a los acentos d e l petrarquismo, fray L u i s a d o p t ó , se dir ía que forzosamente, e l lenguaje de sus t iempos. E l soneto " A m o r casi de u n vuelo me ha e n c u m b r a d o . . . " se in sp i r a en el muy t raduc ido de Tans i l l o , " A m o r m ' i m p e n n a Tale, e tanto i n a l to . . . " ; los sonetos "A la rgo en fe rmo el paso y vuelvo, c u a n t o . . . " y " A g o r a c o n la A u r o r a se l evanta . . . " pa recen totalmente de H e r r e r a .

NRFH, X L V I I FRANCISCO DE L A TORRE Y SU M U Y P R O B A B L E PATRIA 49

de Francisco de la Torre , que por tantos años ha ocultado con malicia a lgún ingenio mendigo, de los que, siendo hipócritas de estudios, p iden a la invidia y al trabajo ageno lo que la naturaleza y la arte negaron al suyo". N o menciona a H e r r e r a por su nombre, pero no puede tratarse sino de é l 2 9 . S e g ú n el pró­logo, H e r r e r a tuvo el gran acierto de arrimarse a los buenos; según la dedicatoria, Herrera , pobre diablo, ingenio lego, sin pizca de talento, tuvo secuestrado todo el t iempo el manus­crito de Torre (único, s egún eso) y estuvo s a q u e á n d o l o a su gusto, impunemente , mientras vivió. Olv idando esto, casi a renglón seguido cuenta Quevedo la verdadera historia: el ma­nuscrito que le c o m p r ó al l ibrero tenía a p r o b a c i ó n de Erc i l l a (muerto antes que Herrera) y estaba listo para la imprenta .

E n todo caso, la afinidad entre Herre ra y Torre es algo que salta a la vista. L a cuest ión es: ¿quién fue primero? COSTER, en 1925, concluyó que el pr imero fue Herrera . María Luisa C E R R Ó N concluye lo contrario: Quevedo se h a b r á equivocado en cuan­to a la enorme an t i güedad de Torre , pero no en cuanto a su inf luencia sobre Herrera . Acusa a Coster de haber procedido a la l igera por "llevar la contraria" a Quevedo, pues "no consigue probar la p r imac ía cronológ ica de Herrera " , siendo así que, según ella, "tenemos constancia de que las Obras de Francisco de la Torre son anteriores a 1572", y apenas dos de las composi­ciones de H e r r e r a que aquí interesan pueden fecharse antes de 1577. Pero la idea de que las poes ías de Torre son "anteriores a 1572" no puede sostenerse en pie. Coster h a b r á procedido más por intuición que por otra cosa, pero tenía razón. Y o agre­go esto: se d e s c o n o c í a a Torre en E s p a ñ a porque era u n oscu­ro vecino de Santa Fe de Bogotá . Los infinitos manuscritos poét icos que corr ían en E s p a ñ a y su imper io eran sólo de auto­res españoles . Torre , no representado en ningún cancionero manuscrito de la época , pudo en cambio conocer a Herrera y a otros a medida que iban mereciendo ser copiados en manus­crito. E n el caso de Herrera , las seis composiciones suyas que hay en las Flores de baria poesía (1577) frente a las ochenta de Cetina, etc., d icen claramente en q u é momentos c o m e n z ó su difusión. Torre debe de haber comenzado a escribir después de

2 9 L a re tór i ca de Quevedo recuerda n o p o c o l a de Prete Jaco p i n , —sobre el cua l puede verse A L A T O R R E , pp . 3 2 8 ss. P e r o Prete J a c o p í n a tacó a u n H e r r e r a vivo y capaz de contestar a los insultos ( como e n efecto suce­d i ó ) , mientras que Quevedo estalla e n i r a cont ra u n poeta m u e r t o m á s de tre inta a ñ o s antes.

50 A N T O N I O A L A T O R R E NRFH, X L V I I

1577. Además , como no sabemos en q u é a ñ o m a n d ó sus Obras a M a d r i d para que se impr imieran , hasta pudo conocer la impres ión de los Versos de Herrera , hecha en 1582.

Dice también Cerrón que Coster "no hace una compara­c ión exhaustiva entre la lírica de u n o y otro", mientras que ella sí l a hace, y su conclus ión es que "al menos catorce de las poe­sías de Herrera — n i n g u n a de ellas, curiosamente, analizada p o r Coster— pueden ser consideradas como una «variación» de otras de Francisco de la Torre " . Pero esta formulac ión se funda en el partipris de la anterioridad de Torre . Son muy de agradecerle a Cerrón sus "exhaustivas" notas 246 y 247, pero u n análisis de sus datos puede perfectamente arrojar este resul­tado: que varios de los sonetos de Torre son "variaciones" de so­netos de Herrera . P o r algo Coster estuvo tentado a creer que H e r r e r a y Torre eran u n a sola persona (supra, nota 23).

A nadie, que yo sepa, se le ha ocurr ido que fray Luis de L e ó n haya hecho "variaciones" sobre temas de Torre . N o hay d u d a de que fray Luis es anterior. Y también lo es Herrera . Las reelaboraciones de sonetos herrerianos son de la misma ín­dole que la ree laborac ión de la O d a a la vida retirada:

Del monte en la ladera por mi mano plantado tengo un huerto, que por la primavera, de bella flor cubierto, ya muestra en esperanza el fruto cierto;

y como codiciosa por ver y acrecentar su hermosura, desde la cumbre airosa una fontana pura hasta llegar corriendo se apresura;

y luego, sosegada, el paso entre los árboles torciendo, el suelo de pasada de verdura vistiendo y con diversas flores va esparciendo.

El aire el huerto orea y ofrece mil olores al sentido; los árboles menea con un manso ruido que del oro y del cetro pone olvido.

De la nevada y llana frente del levantado monte arroja la cabellera cana del viejo invierno, y moja el nuevo fruto en esperanza y hoja;

deslizase corriendo por los hermosos mármoles de Paro, las alturas huyendo, un arroyuelo claro, de la cuesta beldad, del valle amparo;

corre bramando y salta, y codiciosamente procurando adelantarse, esmalta de plata el cristal blando con la espuma que cuaja golpeando...

El regalado aliento del bullicioso Céfiro encerrado en las hojas, el viento enriquece y el prado, éste de flor, aquél de olor sagrado.

NRFH, X L V I I FRANCISCO DE L A TORRE Y SU M U Y PROBABLE PATRIA 51

Es, por lo demás , el mismo tipo de reelaboración que hizo Torre del soneto de Garcilaso (supra, pp. 45-46). Torre sigue a quienes lo han precedido, pero a su manera, Las versiones del ita­l iano, dice C E R R Ó N (cf. supra, p. 45), nos dan la oportunidad de calibrar la originalidad de Torre . L o mismo, exactamente, pue­de decirse de sus imitaciones/adaptaciones de Garcilaso, fray Luis y Herrera . Torre se extrema, Torre va más allá. Versos como "de la cuesta beldad, del valle amparo" o como "éste de flor, aquél de o lor sagrado" ya casi suenan a Góngora . Y si a los sonetos se agregan las seis canciones con comiato, las tres odas en liras gar-cilasianas, las octavas y los versos sueltos, se verá de manera aún más nítida la asidua relación de Torre con sus predecesores.

Eppur... Tenemos que volver a su originalidad, tan visible, tan nít ida como la de fray Luis de L e ó n . E l tema de la "vida re­tirada" no es or ig inal de fray Luis (ya el m a r q u é s de Santillana lo hab ía tomado de H o r a c i o ) , pero ¡qué sello tan personal le e s t ampó ! L a oda " ¡Qué descansada v ida . . . ! " nos da la tónica de fray Luis . E n ella están, como reunidas en u n acorde, las notas esparcidas en las d e m á s ; está el fray Luis en conflicto con el m u n d o , anheloso de paz inter ior pero b ien metido en el mun­danal ru ido de la Univers idad de Salamanca. Es lo pr imero que nos viene a la cabeza cuando decimos "fray Luis de L e ó n " . Tampoco el tema de la "cierva her ida" es or ig inal de T o r r e 3 0 , pero ¡qué suyo lo hizo ! L a tónica de Torre está en la canción "Doliente cierva, que el her ido lado. . . " , que es también como u n acorde (en tono menor) de varias notas. Esa cierva reapa­rece en otras composiciones suyas, como la oda "¿Viste, Filis, h e r i d a / cierva.. .?" y el soneto "Filis , no busca desangrada cier­v a / con más ardor el agua...". E n la canción está el Francisco de la Torre solitario en Santa Fe de Bogotá , retra ído , con su melancol ía , su ternura, sus obsesiones, sus ensueños de her­mosura (" . . .cuando de verde mirto y de floridas/ violetas, t ierno acanto y lauro a m a d o / vuestras frentes bell ís imas ceñis-tes..."). Es la pr imera poes í a en que pensamos cuando deci­mos "Francisco de la T o r r e " 3 1 . Y al lado de la cierva her ida está

3 0 V é a s e M A R Í A R O S A L I D A , " E l ciervo h e r i d o y la fuente" , RFH, 1 ( 1 9 3 9 ) ,

3 1 - 5 2 (las pp . 3 8 - 4 3 e s t án dedicadas a T o r r e ) . T a m b i é n P É R E Z - A B A D Í N , p. 8 0 , nota 9 9 .

3 1 U n verso de esta c a n c i ó n d i o a J o s é R i c a r d o Mora le s e l t í tulo para su a n t o l o g í a de T o r r e e n l a h e r m o s a c o l e c c i ó n " L a Fuente E s c o n d i d a " (Cruz de l Sur, Santiago de C h i l e , 1 9 4 3 ) : Del crudo amor vencido. Allí leí p o r pr i ­m e r a vez a T o r r e .

52 A N T O N I O A L A T O R R E NRFH, X L V I I

la noche. Torre es el gran precursor de l g é n e r o "Noc turno" que los poetas modernistas tomaron del romanticismo a lemán a través de la poes ía francesa. E l Francisco de la Torre bogo­tano me parece muchí s imo más convincente que el jesuita es­paño l cuya candidatura propuso A n t o n i o Blanco (cf. supra, nota 23): los jesuí tas de aquellos tiempos vivían forzosamente en u n a comunidad y eran gente de vida activa. Faltaba mucho para que fuera posible u n Hopkins . (Francisco de Medrano prefirió ahorcar la sotana).

Es muy fácil encontrar datos autobiográf icos en fray Luis . Nos habla muy concretamente, por ejemplo, de su amor a la música , y hasta entrevera en sus versos el nombre de sus ami­gos Felipe Ruiz , Pedro Portocarrero, Juan de Gr i a l y el músico Salinas. Torre no nos comunica otro dato autobiográf ico que el de esa soledad que lo deja abandonado por completo al en­s u e ñ o poét ico , fuera de sí, enajenado. Francisco de la Torre fue u n "raro", y él estaba consciente de ello, y quiso que sus lecto­res lo sup iéramos . N o puede ser otro el sentido del epígrafe que puso "en la pr imera hoja" del manuscrito comprado por Quevedo: Delirabam cum hocfaciebam, et horret animus nunc, tra­ducido así por Quevedo: " C o n frenesí escriví esto; ahora se me escandaliza el án imo" . Torre ha copiado (¿o mandado copiar?) sus versos, los ha distribuido armoniosamente en cuatro "libros" y está a punto de mandarlos a E s p a ñ a con la esperanza de que se los i m p r i m a n . Y entonces, al releerse, le salen de l alma esas palabras que significan: " A l escribir estas poes ía s estaba yo ins­talado en la locura, enajenado; ahora, al considerarlas serena­mente, soy yo el pr imero que se espanta" 3 2 .

U n a expresión "física" de la rareza de Torre es su versificación. N i H e r r e r a n i Lomas Cantoral ensayaron metros nuevos. Fray Luis introdujo en sus traducciones de Horac io dos novedades: la l i r a "agrandada" aBaBcC y la l i ra "achicada" AbAb. Pero las innovaciones de Torre son más , y m á s impresionantes: desde luego, las estrofas de cuatro versos sueltos, tres endecas í labos y u n heptas í labo , que M e n é n d e z Pelayo l lamó " t a m a ñ a s " 3 3 , y

3 2 J o s é R i c a r d o Mora le s tuvo e l acierto de encabezar c o n este ep íg ra fe , e n p á g i n a especial , su m e n c i o n a d a s e l ecc ión de p o e s í a s de T o r r e .

3 3 E n su e d i c i ó n de Cías. cast. dice Z a m o r a V i c e n t e que T o r r e " e m p l e ó , seguramente p o r vez p r i m e r a e n nuestra l i teratura , l a estrofa sáf ico-adóni-ca" , lo cua l es disparate. L a estrofa sá f ico-adónica , empleada ya p o r A n t o n i o A g u s t í n e n 1540, t e rmina c o n u n p e n t a s í l a b o . (Cf. M E N É N D E Z P E L A Y O , Estudios

NRFH, XLVII FRANCISCO DE L A TORRE Y SU M U Y PROBABLE PATRIA 53

también el empleo de heptas í labos sueltos en las odas 5 y 6 del l ibro I (novedad doble: el heptas í labo como metro a u t ó n o m o y la ausencia de r i m a ) 3 4 y el de "cuartetií las" hexasi lábicas abba en nueve de las diez endechas que constituyen el l ibro III, i n ­titulado "De los versos a d ó n i c o s " 3 5 (extraordinaria predilec­c ión ) . A estas tres innovaciones cabe añadir la rara "pol ime-tría" de las tres últ imas ég logas del l ibro IV (La Bucólica del Tajó). Están hechas en estancias de canzone, como la Égloga / de Garcilaso, pero Torre no se ciñe a las reglas y hace cambios en la estructura métr ica cuando hay, por ejemplo, tránsito de la materia narrativo-descriptiva al discurso en pr imera persona 3 6 .

" C A S T I Z O S " Y " C U L T E R A N O S "

Quevedo, dice C E R R Ó N , p. 8 3 , "se llevó el secreto de la verda­dera identidad de nuestro poeta a la tumba". N o nos consta que conociera esa "verdadera identidad" , pero el haber supri­m i d o la aprobac ión de Erc i l l a puede ser indic io de que sí la co­nocía , aunque no fuera de manera precisa. Es verdad que las aprobaciones de Vander H a m m e n y Valdivielso hac ían innece­saria la de Erc i l l a (quizá ya " inválida" por vieja), pero b ien hu-

y discursos de crítica histórica y literaria, ed. de 1 9 4 2 , t. 6 , pp . 4 1 0 - 4 1 1 . ) T o r r e sust i tuyó e l "ar t i f ic ia l " p e n t a s í l a b o p o r e l f ami l iar h e p t a s í l a b o , c o m p a ñ e r o fiel de l e n d e c a s í l a b o : " ¡e l huevo de C o l ó n ! " , comenta} . L . E S T E L R I C H , "Adap­taciones de la m é t r i c a c lás ica" , Rev. Contemporánea, M a d r i d , 1 3 3 ( 1 9 0 6 ) , 3 A

entrega. C A R A M U E L r eproduce e n su Rhythmica (Roma , 1 6 6 5 , p. 5 3 3 ) algunas estrofas turrianas, —las cuales n o parecen haber tenido éx i to , y só lo revivi­r á n durante la era neoc lá s i ca .

3 4 Vi l legas se rá gran cul t ivador de l h e p t a s í l a b o c o m o metro a u t ó n o m o , pero sus cantilenas y sus versiones de Anacreonte l levan siempre r ima . E l hep­ta s í l abo va a ser el met ro carac ter í s t i co de las " a n a c r e ó n t i c a s " . L a a n a c r e ó n ­tica " D e tus rubios cabel los . . . " , que Serrano (Parnaso, t. 7 , p. 3 7 0 ) a t r ibuyó "s in n i n g ú n f u n d a m e n t o " a C e t i n a ( como dice A N T O N I O P R I E T O , La poesía es­pañola del siglo xvi, M a d r i d , 1 9 8 4 , p. 1 7 1 ) , b i e n puede ser de l siglo XVTII.

3 5 Esto es curioso, pues e l a d ó n i c o tiene c inco s í labas (un dáct i lo y u n e spondeo) . L a ú n i c a e x c e p c i ó n es l a e n d e c h a 2 , r o m a n c i l l o (véase supra, n o t a 2 4 ) . Los antecedentes que c o n o z c o son unas coplas de siete versos abab/abc de fray A m b r o s i o M o n t e s i n o (Romancero y cancionero sagrados, ed . Sancha , p . 420b) y las "octavillas" abab/abbay abba/accaáe H u r t a d o de M e n ­doza . Pero nadie h a b í a h e c h o " redond i l l a s " de h e x a s í l a b o s .

3 6 E n la é g l o g a 6 hay c a m b i o a par t i r de l a estancia 1 9 ; e n l a é g l o g a 7 hay c ambio e n la estancia 4 , y de nuevo en la 1 0 ; y e n l a é g l o g a 8 hay cuatro cambios : estancias 7 , 1 1 , 1 2 y 1 7 .

54 A N T O N I O A L A T O R R E NRFH, X L V I I

biera pod ido reproducir la Quevedo, y con honores, pues Erc i-11a segu ía siendo u n poeta muy estimado. L a razón de que no lo haya hecho b ien puede ser que lo que allí se dec í a estaba en contradicc ión con la tesis de la enorme a n t i g ü e d a d de Torre , y lo mejor era silenciar tan molesto tes t imonio 3 7 . E n fin, "en­r e d ó tan b ien los hilos que llevaban al verdadero Francisco de la Torre , que consiguió legarnos uno de los problemas de identidad más apasionantes y contradictorios de la historia de la literatura e spaño la " ( C E R R Ó N , p. 8 5 ) .

Dice también C E R R Ó N , p. 6 6 , que Quevedo editó a fray Luis y a Quevedo "para cargar contra los andaluces", puesto que ata­ca a Fernando de Herrera . Pero yo no veo que lo ataque por andaluz: lo ataca por "culto" , por precursor de G ó n g o r a . Y el ataque a H e r r e r a sería anacrónico si no se tratara en realidad de u n ataque a G ó n g o r a . Her re ra era u n a antigualla y Góngo­ra u n f e n ó m e n o vivito y coleando, y su fama se estaba extendien­do como mancha de aceite: acababan de imprimirse ( 1 6 3 0 ) las Lecciones solemnes de Pell icer, que daban a G ó n g o r a el rango de poeta consagrado, digno de comento (a la par de Juan de M e n a y de Garc i la so) 3 8 . E n la Aguja de navegar cultos ( 1 6 2 5 ) , en el Dis­curso de todos los diablos ( 1 6 2 7 ) y en La culta latiniparla ( 1 6 2 9 ) , sátiras plagadas de chistes a veces muy ingeniosos, no hay tam­poco la m e n o r alusión al andalucismo de G ó n g o r a .

U n o de los chistes famosos está en el terceto suelto que sir­ve de remate a l a Aguja de navegar cultos: "mientras , por pre­servar nuestros Pegasos/ del mal o lor de culta j e r igonza , / que­mamos p o r pastillas Garcilasos". Garcilaso, e l d iá fano , el de vocabular io l i m p í s i m o , es l a mejor pasti l la de o l o r contra l a fetidez de l gongorismo. E n la silva "Alguac i l de l Parnaso, G o n -

3 7 U n a h ipótes i s : E r c i l l a h a b í a aprobado e n 1 5 8 2 l a e d i c i ó n de las poe­sías de H e r r e r a . L a a p r o b a c i ó n de las de T o r r e b i e n puede ser posterior, y qu izá e n e l la h a b í a u n a m e n c i ó n elogiosa de H e r r e r a , igua lmente molesta para Quevedo. Sobre la a p r o b a c i ó n de las p o e s í a s de H e r r e r a p o r E r c i l l a cf. A L A T O R R E , p p . 3 2 9 - 3 3 0 .

3 8 E n l a dedica tor ia d e l fray L u i s esgrime Quevedo cont ra los cultismos de G ó n g o r a u n pasaje de P r o p e r c i o que te rmina : "et c a ñ e q u o d quaevis nosse p u e l l a vel i t" . E n e l p r ó l o g o a T o r r e vuelve a lanzar ese dictum contra los cult ismos de H e r r e r a (y, a l parecer, cita de m e m o r i a : "Scribe quod quae­vis nosse p u e l l a vellif). Quevedo quiere hacer pasar a l r e f inad í s imo Pro­perc io p o r e n e m i g o de los cultismos; pero lo que P r o p e r c i o dice no es " N o digas palabras cultas", s ino " N o te metas e n cosas serias c u a n d o te diriges a mujeres" .

NRFH, X L V I I FRANCISCO D E L A T O R R E Y SU M U Y P R O B A B L E PATRIA 55

g o r i l l a . . . " 3 9 reaparece el chiste de las pastillas de olor, y enri­quecido: se nos cuenta c ó m o en cierta ocas ión o c u p ó Que-vedo u n a casa en que antes hab ía vivido G ó n g o r a , con lo cual " q u e d ó la casa y barrio t o d o / o l iendo a Polifemos estantíos . . . / y c o n tufo tan vi l de Soledades,/ que para per fumarla / y desen-gongorar la / de vapores tan crasos,/ q u e m ó como pastillas Garcilasos" 4 0 .

Las obras de Garcilaso no necesitaban u n a nueva edición, pues nunca habían dejado de estar a la venta 4 1 . E n la inten­c ión de Quevedo, la publ icac ión de las poes ías de fray Luis y de Torre iba a ser u n refuerzo para acabar por siempre j a m á s c o n el tufo gongorino. A h o r a sabemos que el "gongorismo" vivió con buena salud muchos decenios más , y que, u n siglo d e s p u é s de los embates de Quevedo, mur ió de viejo. N i fray Luis n i Torre volvieron a ser editados hasta la segunda mitad del siglo XVIII (el pr imero por Mayáns en 1761, el segundo por L . J . Velázquez en 1753).

( C o n la misma intención combativa, u n amigo de Que­vedo, Luis Tribaldos de To ledo , h a b í a publ icado en dos edi­ciones sucesivas de Lisboa, 1625 y 1626, las poes ías de Fran­cisco de Figueroa, otro poeta de los buenos tiempos, los aún no contaminados 4 2 . Y Figueroa tampoco volvió a imprimirse hasta 1785.)

3 9 Esta silva es u n a de las compos ic iones sat ír icas que se encuentran ex­clusivamente e n e l ms. 108 de l a B i b l i o t e c a de M e n é n d e z Pelayo. R O B E R T

J A M M E S , ed . cit. de las Soledades, p p . 676 y 694, sostiene c o n m u c h a r a z ó n (y m u c h o tacto) que esas compos ic iones son apócr i f a s : e l autor es segura­mente Jusepe A n t o n i o G o n z á l e z de Salas.

4 0 E l m u y citado soneto i n i c i a l de la Aguja, " Q u i e n quisiere ser G ó n ­gora e n u n d í a / la j e r i a p r e n d e r á gonza s iguiente . . . " , que t e r m i n a d i ­c i e n d o que "pastores y g a ñ a n e s . . . / h a c e n ya Soledades c o m o migas", fue ma­q u i l l a d o a l a h o r a de i m p r i m i r l o : " Q u i e n quisiere ser culto e n solo u n d í a . . . " y "hacen ya cultedades c o m o migas".

4 1 L a e d i c i ó n de 1622, c o n notas de T o m á s Tamayo de Vargas, es ajena a l a quere l l a gongor ina : e n sus comentar ios e log ia Tamayo p o r igual a Que­vedo ( "exemplo de las ingenios idades de los nobles de nuestra n a c i ó n " ) y a G ó n g o r a ("ilustre i n g e n i o . . . , nuestro amigo" ) . V é a s e A L A T O R R E , pp . 355-360.

4 2 Para l a r e l ac ión entre T r i b a l d o s y Quevedo véase Q.-Verso, pp . 650, 748 y 1170. Tr iba ldos n o m e n c i o n a a G ó n g o r a , que a ú n vivía, pero se vale de p roced imiento s sinuosos para e m p e q u e ñ e c e r l o . N o só lo cuenta c o n grandes ponderac iones l a h i s tor ia d e l manuscr i to que pub l i ca , l l e n o de cosas "dignas de perpetua r e c o r d a c i ó n " a h o r a fe l izmente rescatadas d e l o l ­v i d o — e l manuscr i to estuvo u n t i e m p o e n manos de d o n A n t o n i o de T o ­ledo , e l cua l se lo o b s e q u i ó a Tr iba ldos , y é s te a l c o n d e de V i l l a m e d i a n a

56 A N T O N I O A L A T O R R E NRFH, X L V I I

L a dedicatoria de las Obras de fray Luis , que de hecho es u n pró logo , comprende dos partes. L a pr imera, bastante larga, está empedrada de textos de autores griegos y latinos (y dos modernos: Erasmo y Francesco Andre in i ) que def inen lo que es el escribir bien; fray Luis se atuvo a esos preceptos, y así sus versos son "e l singular ornamento y el mejor b lasón de la habla castellana"; pero la exal tación de fray Luis va trabada, desde el párrafo pr imero , con el vituperio de los "charlatanes de mez­clas", introductores de voces "advenedizas y desconocidas", que se l laman cultos "siendo temerarios y monstruosos", "vanos o escandalosos". L a segunda parte es más breve: en ella men­ciona Quevedo dos particularidades de la lengua de fray Luis que él, obviamente, siente también como "advenedizas y des­conocidas": el h ipérbaton , que es u n a "mala invención" , y el "partir las voces" (o sea la "cisura" o encabalgamiento: "y mien­tras miserable- / mente se están los otros abrasando.. .") , "cosa que disuena y b ien á spera al o ído y a la vista". Pero se las arre­gla para edulcorar la crítica a fray Luis d ic iendo que en gran­des poetas, comenzando con Píndaro , hay "cisuras", y en grandes poetas, comenzando con Vi rg i l i o , hay h i p é r b a t o s 4 3 . ¡Hasta el Sol tiene manchas!

( "mi d i sc ípu lo e l m a l logrado s e ñ o r d o n j u á n de Tassis"), y éste a d o n V i c e n ­te N o g u e r a , y éste de nuevo a Tr iba ldos , para la i m p r e s i ó n — , s ino que en la por tada l l a m a a F i g u e r o a " laureado Píndaro español", t í tulo que daban a G ó n g o r a sus admiradores . E n la dedicator ia a N o g u e r a dice Tr iba ldos algo e n i g m á t i c o : las obras de F igueroa "salen a luz de las t inieblas a que, por cul­pa de quienes menos devieran en ella incurrir, estaban condenadas" . H a c i a 1580 F igueroa era c o n o c i d o p o r H e r r e r a y p o r P r e t e j a c o p í n , pero evidentemente las copias se h a b í a n h e c h o raras en 1625. J O S É L U I S G O T O R , "Apuntes para u n a e d i c i ó n crí t ica de Francisco de F igueroa" , e n e l c i tado Homenaje a Euge­nio Asensio, pp . 225 ss., n o m e n c i o n a s ino tres manuscri tos conoc idos . A l m o r i r F igueroa , e n 1602, h a c í a muchos a ñ o s que n o e scr ib ía versos. T o d o lo que h izo pertenece a sus a ñ o s italianos (cf. infra, p. 60); al regresar a Espa­ñ a , dice Tr iba ldos , "ya n o tratava de Poes í a , s ino de materias de diferente punto , s e g ú n la madureza de su edad". Otros poetas de la "buena" é p o c a edi­tados pos tumamente p o r admiradores son Castil lejo (1573), G r e g o r i o Sil­vestre (1582), A c u ñ a (1591) y D i e g o H u r t a d o de M e n d o z a (1610), cuya Guerra de Granada fue p u b l i c a d a p o r nuestro Tr iba ldos (1627). Otros n o tuvieron tanta suerte: l a p r i m e r a e d i c i ó n de S e b a s t i á n de H o r o z c o es de 1874, l a de C e t i n a de 1895 y l a de Alcázar de 1910.

4 3 ' Y a u n desta m a l a invenc ión n o h a n sido autores los que p re sumen de serlo". ¡Ni s iquiera e l famoso h i p é r b a t o n de G ó n g o r a es c r e a c i ó n suya! C o m o e jemplo de "esta d e m a s í a " p o n e Quevedo u n verso de F igueroa y otro de A l d a n a ("tantas le viste flores, que parece . . . " , tan g o n g o r i n o avant

NRFH, X L V I I FPvANCISCO DE LA TORRE Y SU MUY PROBABLE PATRIA 57

E l p ró logo a las Obras de Torre es mucho más corto, y se de­dica casi por completo al problema del vocabulario culto. H e ­rrera, dice Quevedo, emplea arca í smos ridículos, no tiene n i pizca de original idad, es u n ladrón, y cuando quiere dárselas de or ig inal desbarra 4 4 . Hace dos listas: la pr imera incluye pala­bras "raras" de Herrera , como apena, mientra, aura, ostro y ornar, que, por haber sido empleadas antes por el exquisito Fran­cisco de la Torre , quedan ipsofacto absueltas 4 5; la segunda lista contiene voces exclusivas de H e r r e r a que, ésas sí, quedan con­denadas sin remisión, o por excesivamente cultas o por ser "de compos ic ión áspera" : cuitoso, pensoso, ovoso, sañoso, andanza, es-pirtu, poción, ufanía, pavor, relazar, ensandecer, trayo 'traigo', vo Voy' , do 'donde' y las construcciones "crispar de ojo", "giro del fuego", "porfioso desvarío" y " con puro l a m p o " 4 6 . Es notable la impaciencia que se trasluce en estas censuras. Pero la cosa es muy explicable: cada vez que Quevedo dice Herrera, hay que entender 'Góngora ' . A l llegar, pues, al capítulo "Vocabulario" ,

la lettré), pero pasa e n s i lencio versos de fray L u i s c o m o " n i de la puesta a l b e b e d e r o / sabrosa m i e l cebado" (oda a Quer into ) . —Sobre las "cisuras" véa­se infra, pp . 65-66.

4 4 C l a r o que lo dice c o n melosos eufemismos: "d iv ino ingen io " , etc. Cf. supra, p . 48.

4 5 E n esta lista e s tán t a m b i é n la alma (o sea Valma), corona, perdimiento, conduzir, cuitado, despiadado, mustio, desparciry cerco, voces para las cuales n o necesitaba H e r r e r a e l presunto m o d e l o de T o r r e (cf. p o r e jemplo desparcir e n Garci laso , Égloga III, 225, y cerco e n e l p r o p i o Quevedo, soneto " P o r ser mayor e l cerco de oro ardiente . . . " ) y — e l c o l m o — le cuelga a H e r r e r a u n par de giros que es tán solamente e n T o r r e : "yerto i n v i e r n o " (I, oda 1, v. 42) y "errar l a selva", o sea errar transitivo (I, c a n c i ó n 1, v. 96) .

4 6 Para esta lista util izó Quevedo casi í n t e g r a m e n t e las "apostillas" que h a b í a puesto e n su e jemplar de los Versos de H e r r e r a ( ed ic ión de Pacheco , 1619), y que p u e d e n leerse e n Q-Prosa p p . 1587-1590. ( E n el p r ó l o g o a T o r r e omi te clarar, crinar, membranza, esto 'estoy' y las expresiones " a lma be­l l eza " y " e l cano rayo"; e n cambio , a ñ a d e relazar, pavor, "lasa voz" y "g i ro d e l fuego".) Las pr imeras apostillas c r i t i can e l m u y elogioso p r ó l o g o de Fran­cisco de Rio ja a H e r r e r a . D i c e R i o j a que H e r r e r a "verdaderamente fue e l p r i m e r o que d io a nuestros n ú m e r o s , e n e l lenguaje, arte y grandeza" ; y apost i l la Quevedo: " M i e n t e e l i d i o t a " (cf. supra, no ta 19). Prosigue Rio ja : " T a m b i é n redujo otras voces a su entereza, que l a l i cenc i a o i n o r a n c i a po­p u l a r h a b í a cortado y d i s m i n u i d o " , y aposti l la Quevedo: " D e T o r r e p r i m e r o lo a p r e n d i ó " . — E n t r e tantas censuras l l a m a n la a t e n c i ó n dos ju ic io s elogio­sos, sobre todo e l de la e x p r e s i ó n "eterno y sacro r ío " , comentada asi: " V o z fe l i zmente i n t r o d u c i d a " . ( N o es disparatado pensar que Quevedo, malgré lui, a d m i r a b a a H e r r e r a . Su soneto "Cargado voy de m í ; veo de lante . . . " se i n s p i r a e n e l de H e r r e r a , "Subo c o n tan gran peso quebrantado . . . " ) .

58 A N T O N I O A L A T O R R E NRFH, X L V I I

se esfuerza por pescar en Herrera algo aplicable a G ó n g o r a , y, en verdad, la cosecha es magra 4 7 . Su lista está inflada: palabras como ufanía y sañoso eran normales, y pavor se encuentra en L o p e de Vega. Y es tramposa: n i a Herrera n i m u c h o menos a G ó n g o r a puede aplicarse la bur la de las formas do y vo, elegan­cia absurda —dice Quevedo—, pues "consta no ser otra cosa sino no caber en el verso la[s] palabra[s] adondey voy", n i tam­poco la de espirtu, " s íncopa que no tiene otro misterio sino que en el verso no cabe espíritu"

E l maestro J o s é de Valdivielso, autor de la segunda aproba­ción de las Obras de Torre , se l imita a decir que éstas han sido "aprovad[a]s por d o n Alonso de Erc i l a [sic] y d o n Francisco de Quevedo.. . , y aviéndolas aprovado por el O r d i n a r i o d o n Lo­renzo Vander H a m m e n . . . , no necesitan de otra recomenda­ción, pues n inguna será más calificada que la deste triunvirato de ingenios". (Muy probablemente Valdivielso n i siquiera leyó en serio a Torre ; en 1630 era ya muy viejo.) L a a p r o b a c i ó n de Vander H a m m e n es u n cont inuo aplauso: las poes ías que Que­vedo "pretende dar a la estampa" son u n a muestra excelente de "propiedad y purega", como que se escribieron "en aque­llos [felices tiempos] en que se sabía b ien y se hablava mejor"; ahora se hacen versos que ya n i parecen estar en español , lo cual "nace de parecerles a algunos ignorantes deste t iempo que es humi lde el lenguage castellano si no le p o n e n afeytes de vozes nuevas", y así lo están c o r r o m p i e n d o 4 9 .

4 7 D o n d e suelta u n a b u e n a andanada de voces genu inamente gongor i -nas (excepto e l caricaturesco purpurada) es e n el soneto " Q u i e n quisiere ser G ó n g o r a e n u n d í a . . . " (o, e n vers ión "bowdler izada" , " Q u i e n quisie­re ser cul to e n solo u n d í a . . . " ) . L a lista de voces c o m i e n z a e n e l verso 3: ful­gores, arrogar, joven, presiente, d o n d e Quevedo aprovecha í n t e g r a m e n t e lo que dice G ó n g o r a hac ia e l c o m i e n z o de las octavas " E r a l a n o c h e . . . " (ed. Millé, n ú m . 407): "Fulgores a r r o g á n d o s e , presiente. . . " . ( E n esas octavas hay otras voces de l a lista: canoro, conculcar, erigir, impedir, librar, nocturno.) I G N A ­CIO A R E L L A N O , Poesía satírico burlesca de Quevedo, P a m p l o n a , 1984, pp . 187-188, nos ofrece u n a extensa "L i s ta de cultismos en los sonetos de sát ira ant igongo r iña o cul terana" .

4 8 Quevedo o lv ida m a ñ o s a m e n t e que espirtu es frecuente e n e l gran de­chado , Garci laso , c o m o t a m b i é n doy esto (soneto 1: "mas c u a n d o de l cami­n o stó o l v i d a d o , / a tanto m a l n o sé p o r dó he v e n i d o " ) .

4 9 V a n d e r H a m m e n se c a r t e ó c o n Quevedo (Q-Prosa, p p . 1731 ss., epís­tolas 69, 70, 75, 79) y, c o m o escr ib ió u n a elogiosa a p r o b a c i ó n de l a Perinola, n o se le a h o r r a n palos e n e l Tribunal de la justa venganza (Q.-Verso, p. 1100): " E n cuanto a l a [ a p r o b a c i ó n ] de d o n L o r e n z o V a n d e r H a m m e n , d i j e ron que l a c o n d e n a b a n y c o n d e n a r o n p o r de h o m b r e apas ionado y p o c o pru-

NRFH, X L V I I FRANCISCO DE L A TORRE Y SU M U Y P R O B A B L E PATRIA 59

CASTELLANOS Y ANDALUCES

E n nada de esto —repito lo que antes di je— puede verse una batalla de castellanos contra andaluces. Es u n a batalla de "sen­satos" (quienes escriben de manera inteligible) contra "insensa­tos" (los locos que escriben de manera inintel ig ible) ; concreta­mente, u n a batalla de Quevedo contra G ó n g o r a . N o hay razón para pensar que durante decenios y decenios hubo una conti­nua guerra literaria entre castellanos y andaluces, como la que hab ía habido entre los de Lancaster y los de York. E l castellano L o p e era amigo del andaluz Argui jo ; los Argensolas son ajenos al gongorismo, pero no por castellanos, pues eran aragoneses; y Pedro Espinosa incluye en sus Flores (1605) a andaluces como G ó n g o r a y Luis Martín de la Plaza lo mismo que a castellanos como L o p e y Quevedo.

Quien lanzó o p r o p a l ó el mito de las dos "escuelas" fue Me-n é n d e z Pelayo. H u b o , según él, u n a "guerra civil entre sevilla­nos y salmantinos", cuyo "pr imer chispazo" fue el soneto en que J e r ó n i m o de los Cobos se burló de las notas del Brócense a Gar-cilaso —soneto a que " re spondió el B r ó c e n s e por los mismos consonantes" 5 0 , tras lo cual menciona la rabiosa diatriba de Pre-te J a c o p í n . Antes ha d icho que las Anotaciones de Herrera fue­r o n , " d i g á m o s l o así, el c ó d i g o de la escuela sevillana en su segunda época , [la de] madurez y completo desarrollo", que por lo visto tuvo larga d u r a c i ó n 5 1 . T o d o esto merece u n examen

dente e n alabar c o n tan ostentoso y locuaz boato a u n sujeto tan m a l opi­nado [como Quevedo] . . . ; t a m b i é n d i j e r o n que, atento a los h i p é r b o l e s c o n que e l d i c h o d o n L o r e n z o V a n d e r H a m m e n lo a b o n a y engrandece, que su a p o l o g í a o e logio sea ten ida p o r fabulosa", etc.

5 0 M . P E L A Y O , p . 65, nota . H e r r e r a r e p r o d u c e parte de u n a t r a d u c c i ó n de H o r a c i o p o r J e r ó n i m o de los Cobos (Anotaciones, 1580, p. 109); otra tra­d u c c i ó n horac i ana d e l m i s m o se cop ia e n e l f. 56 de u n o de los cartapacios salmantinos r e s e ñ a d o s p o r M e n é n d e z P i d a l e n BRAE, 1 (1914), pp . 307 ss. E l soneto se b u r l a d e l B r ó c e n s e p o r su e m p e ñ o e n descubr i r "fuentes" a Garci laso . T i e n e que ser anter ior a 1580, pues H e r r e r a es a ú n m á s "fuen-tista" que e l B r ó c e n s e .

5 1 M . P E L A Y O , p . 62. L a " p r i m e r a é p o c a " , s e g ú n eso, fue m u y breve (pues entre e l soneto de Cobos y e l ataque de Prete J a c o p í n m e d i a n pocos a ñ o s ) . E n las Flores de Esp inosa encuentra M . P E L A Y O (pp. 92-93) seña le s de que la c o n t r a p o s i c i ó n c o n t i n u a b a e n 1605: las t raducciones andaluzas que a c o g i ó Esp inosa son "para f rás t icas y l ibér r imas , palabreras y p o c o horacianas" : ¡ q u é d i f e renc ia c o n las de l sa lmant ino fray L u i s ! P e r o l a verdadera contra­p o s i c i ó n , p ienso yo, es l a de traductores concisos y traductores parafrást i-

60 A N T O N I O A L A T O R R E NRFH, X L V I I

detenido. Caracterizar las Anotaciones como "cód igo" de los sevi­llanos es una ligereza. U n Cervantes, u n Lope , las encontraron admirables. Y lo que hubo no fue propiamente guerra, sino duelo entre un castellano y un sevillano (Prete J a c o p í n y Herre­ra). Después , pasado medio siglo, hubo otro sonado duelo en­tre un castellano y un c o r d o b é s (Quevedo y G ó n g o r a ) .

Es muy b u r d a la m a n e r a c o m o a los poetas de l a é p o c a áurea se les ha colocado u n a de dos etiquetas, tan distinguibles u n a de otra como el rojo de l azul . Consideremos el caso de Francisco de Figueroa. Es claro que Tribaldos de To ledo im­pr imió sus versos bajo el signo de l anticulteranismo: Figueroa le servía muy b ien como ejemplo de lenguaje "de los buenos t iempos" . T a l es e l de leznable fundamento de algo que h a adquir ido categoría de axioma: que a Figueroa le corresponde u n lugar en el b a n d o "cas te l lano" (o sea, s e g ú n l a mente de d o n Marce l ino , en el lado "bueno") . Pero Figueroa escribió sus versos en Ital ia , p e r t e n e c i ó a c í r cu lo s i ta l ianos , escri­b ió poes ías en italiano; fue en Italia donde lo l l amaron "divi­no" . Y una muestra curiosa de su entrañable italianismo es que haya escrito poemas en "versos alternados", uno en italiano y otro en español . A h o r a b ien , si H e r r e r a hubiera sido el autor de tales versos, no es difícil imaginar la andanada crítica que Prete J a c o p í n y d e s p u é s Quevedo le hubieran lanzado. Pero sucedió al contrario. E l escandalizado por esa "novedad", tan enemiga de la pureza de l lenguaje castellano, es Fernando de H e r r e r a . Ca l l a , discretamente, e l n o m b r e de F igueroa , y se esmera en que su crítica sea de carácter general: "Se han inc l i ­nado muchos [!] a entrelazar versos italianos i e s p a ñ o l e s . . . , mése la mal considerada i agena de la prudencia i decoro poé­tico, i grandemente h u i d a i abominada de todos" (Anotaciones, p. 173). ¿Qué hace Prete J a c o p í n ? Conocemos sus ideas lo bas­tante para c o n c l u i r que t a m b i é n él r eprobaba los versos "entrelazados"; y entonces rep l i ca que la censura de H e r r e ­ra está motivada "s in d u d a " p o r " la invidia de algunos versos castellanos e italianos que ha hecho Francisco de F igueroa" 5 2 .

eos: M e d r a n o , andaluz , es conciso ; Vi l legas , castellano, es para f rá s t i co . Véa­se A . A L A T O R R E , "Notas filológicas e n to rno a L u i s Mart ín de l a Plaza" , NRFH, 4 5 ( 1 9 9 7 ) , 4 3 8 - 4 3 9 .

5 2 N o son "algunos versos", c o m o d ice Prete J a c o p í n p a r a a tenuar l a cosa, s ino muchos : u n a e l e g í a e n octavas, dos e leg ía s en tercetos y u n so­neto . H e r r e r a u t i l i za e l recurso re tór i co inverso: exagera c u a n d o dice que " m u c h o s " e s p a ñ o l e s les h a n cop iado esa extravagancia a los i tal ianos (entre

NRFH, X L V I I FRANCISCO D E L A T O R R E Y SU M U Y PROBABLE PATRIA 61

Tamayo de Vargas, que copia a Prete J a c o p í n , es m á s cauto: "Esto quizálo d ixo por Francisco de Figueroa", pero a ñ a d e u n a defensa que Prete J a c o p í n n o se h a b í a atrevido a hacer : " [Herrera] no tubo razón [al criticar eso], porque [Figueroa] lo h i z o c o n fe l i c idad" . Desde los t iempos de Prete J a c o p í n hasta los de Tamayo de Vargas h a c o r r i d o m u c h a agua. Tamayo, amigo de G ó n g o r a 5 3 y t a m b i é n de Quevedo, da l a bienvenida a toda "novedad" que redunde en b ien de la poe­sía. Su ju ic io coincide con el que poco antes hab ía expresado Tr iba ldos de T o l e d o en su e d i c i ó n de Figueroa : esos versos alternos " [no merecen] reprehens ión , como algunos ignoran­tes p o d r á n pensar", sino todo lo contrar io , porque Figueroa los hizo "con gala".

Figueroa pertenece a u n a é p o c a en que no hab ía el menor barrunto de la muy agigantada opos ic ión entre "salmantinos" y "sevillanos" 5 4 . Es la é p o c a de las Flores de baria poesía (1577), vasto cancionero en que están representados muchos poetas no andaluces: Acuña , el Duque de Gandía , Figueroa, Damasio de Frías, Montemayor, La ínez , Gregor io Silvestre, Ramírez Pa­gan, así como Hurtado de Mendoza , andaluz de Granada, pero tan no andaluz como Boscán o Garcilaso. (Si en las Flores pre­d o m i n a n los andaluces es porque Sevilla era la verdadera "ca­pi ta l " de l Nuevo M u n d o , y porque Cet ina y Juan de la Cueva vivieron u n tiempo en México . )

M e n é n d e z Pelayo estaba absolutamente convencido de la existencia real de las dos "escuelas". A Francisco de la Torre , dice, "corresponde, sin duda, el segundo lugar [después de fray

los cuales h u b o , en efecto, n o pocos que m e z c l a r o n latín e i ta l iano, o italia­n o y provenzal : cf. e l e jemplo que trae R E N G I F O , Arte poética, 1592, cap. 51). Seguramente c o n o c í a H e r r e r a e l soneto í ta lo-español que p u b l i c ó R a m í r e z Pagan e n su Floresta (1562), p e r o q u i z á n o leyó e l " c a p í t u l o " t r i l ingüe (es­pañol- lat ín- i ta l iano) de Torres N a h a r r o , n i t ampoco las octavas b i l ingües de A l d a n a , cuyas obras n o se i m p r i m i e r o n hasta 1589/91 . Y n o conozco m á s e jemplos.

5 3 V é a s e A L A T O R R E , p p . 332-333, y cf. R. J A M M E S , ed . de las Soledades, pp . 629-630.

5 4 L o ú n i c o evidente es que durante algunos a ñ o s h u b o en Salamanca u n p e q u e ñ o g rupo de "secuaces" de fray Lu i s , c o m o e l B r ó c e n s e , e l maes­tro T e r m ó n , A l m e i d a y A l o n s o de Espinosa , a los cuales — o a " a l g ú n otro poeta de la m i s m a é p o c a y est i lo" ( M . P E L A Y O , p. 4 9 ) — h a b r á que a t r ibu i r ciertas buenas traducciones de H o r a c i o . D e l a m i s m a manera , H e r r e r a es­taba rodeado e n Sevilla de u n grup i to de " d i s c í p u l o s " c o m o J e r ó n i m o de los Cobos , D iego G i r ó n y Franci sco de M e d i n a .

62 A N T O N I O A L A T O R R E NRFH, X L V I I

Luis] entre los poetas de la escuela salmantina" ( M . P E L A Y O , p. 54); y también: Torre es "segundo en mérito entre los poetas salmantinos, a cuya escuela, y no a la sevillana, l eg í t imamente pertenece". Es lo que han opinado y siguen op inando muchos cr í t icos 5 5 , por ejemplo María Luisa Cer rón cuando dice que "la poes í a del complutense Figueroa [es] inseparable de la de Francisco de la Torre en cuanto a escuela l írica", y que "fuera o no fuera el poeta [Torre] de Salamanca, es indudable que a su escuela poét ica pertenece" (CERRÓN, pp. 39 y 50 ) 5 6 . L o que propongo es ver la re lación F igueroa /Torre bajo otra luz: los dos muestran "rarezas", los dos escribieron fuera de E s p a ñ a (uno en Italia, el otro en B o g o t á ) , los dos son ajenos a la su­puesta querel la de salmantinos contra sevillanos.

L O S PROBLEMAS DEL "APÉNDICE"

Los catorce últ imos folios de la edición de Torre (del 131 al 144) han hecho correr mucha tinta. Son u n a especie de apén­dice que consta de varios bloques no b ien conectados entre sí: 1) prologuil lo de Juan de A lme ida a u n p u ñ a d o de traducciones poéticas del Brócense ; 2) traducciones del Brócense ; 3) misce­lánea que comprende u n a traducción del Quid fies} de Horac io y las traducciones del O navisl por A l m e i d a , el B rócense y A l o n ­so de Espinosa; 4) u n parrafito narrativo ("Aviendo traduzido tres tan grandes poetas...") que sirve de introducc ión a 5) una carta de los tres "grandes" traductores a fray Luis , y respuesta de fray Luis ; 6) t raducción del O navisl por fray Luis de L e ó n , y finalmente 7) disertación sobre las "cisuras" o encabalgamien­tos del tipo "y mientras miserable- / mente . . . "

5 5 Lo s cuales parecen hacer este s i logismo: " D o n M a r c e l i n o contrapuso la escuela sa lmant ina a l a sevillana; d o n M a r c e l i n o es gran autor idad ; ergo l a c o n t r a p o s i c i ó n ex i s t ió" . P e r o la premisa m e n o r n o se sostiene: todos sabe­mos que d o n M a r c e l i n o a d o l e c i ó de varias formas de m i o p í a .

5 6 Cf . M . P E L A Y O , p . 3 1 1 : " A l lado de [Torre] debe figurar su amigo [!] Francisco de F igueroa" . D i c e P É R E Z - A B A D Í N , p . 27, nota , que " a j u i c i o de [Cr i s tóba l ] Cuevas, L a T o r r e n o fue d i s c ípu lo d i recto de fray Lu i s , mientras que A l b e r t o B l e c u a sostiene e l probable c o n o c i m i e n t o entre ambos". N o m e parecen o p i n i o n e s contradictorias : el " n o d i s c í p u l o directo" es muy con­ci l iable c o n e l "probable c o n o c i m i e n t o " . (C laro que n o es "probable" , s ino seguro, que T o r r e c o n o c í a p o r lo menos l a o d a " A la v ida ret irada" : cf. supra, p . 50.

NRFH, X L V I I FRANCISCO DE L A TORRE Y SU M U Y PROBABLE PATRIA

T o d o esto va corr ido, sin n inguna señal t ipográfica de se­parac ión (salvo entre los bloques 1 y 2, separados por u n espa­cio en blanco) , de tal manera que la traducción del Quid fies} (bloque 3), impresa a reng lón seguido de la de u n soneto de Veniero por el Brócense (final del bloque 2), parece obra tam­bién del Brócense , s iéndolo de fray Luis . E l error es obvio. Pero todo se aclara si atribuimos a Quevedo los bloques 3 a 7, que son u n ca jón de sastre. L a atr ibución a A l m e i d a de estas cinco porciones del a p é n d i c e no puede sostenerse. L o único de A l m e i d a es el prologui l lo inic ia l .

E l prologui l lo dice: "Aviendo comunicado estos versos con el maestro Francisco Sánchez de las Brogas... [aquí su elogio] , y teniendo también conocimiento de algunas traducciones suyas..., le sup l iqué las pusiesse juntamente c o n ellos" (y el B r ó c e n s e a c e p t ó ) . C o m o el a p é n d i c e se impr ime inmediatamente des­pués de l " F i n de las Obras de Francisco de la T o r r e " (f. [130]), es natural que se haya entendido que estos versos son los de To­rre. Pero no puede ser. ¿Por q u é hab ía de consultar A l m e i d a el asunto de los versos de Torre con el Brócense no siendo él el edi­tor, sino Quevedo? C o n estos versos, dice COSTER, p. 92, A l m e i d a se refiere a los de fray Luis . Los bloques 1 y 2 del " a p é n d i c e " iban a i r al final de u n a edic ión de poes ías de fray Luis al cui­dado de A l m e i d a . Este mur ió en 1572, pero las poes ía s fecha-bles de fray Luis son de 1569-1571 5 7. E l catedrát ico fray Luis nunca quiso publ icar sus versos, pero de jó que sus amigos lo hicieran, siempre y cuando se abstuvieran de mencionar su nombre. Poco d e s p u é s de la muerte de A l m e i d a , al preparar el Brócense su edic ión de Garcilaso, a medida que hac ía las notas se las mandaba a su amigo Juan Sánchez de l Mármol . E n una carta de comienzos de 1574 le dice el B r ó c e n s e a ese amigo que acepta sus sugerencias, salvo una: en las notas ha inc lu ido cuatro traducciones de Horac io hechas por cierto poeta, y no ve por q u é le aconseja él supr imir una, así que (con p e r d ó n ) la va a mantener, "por ser del mismo autor que las d e m á s que V . m d . no quita, y porque el A u t o r es conocido, y no le pesará de que se i m p r i m a , aunque no consintirá que su nombre se divulgue en este caso, por ser hombre dot í s imo, y de qu ien m u c h o se es­pera" ( G A L L A R D O , Ensayo, t. 4, col . 449). E l título que iba a tener

5 7 E n u n manuscr i to de l a H . S . A . l a dedicator ia a d o n P e d r o Portoca-rrero es tá fechada e n 1580; pero e n e l la d ice fray L u i s que las p o e s í a s son de sus a ñ o s mozos .

64 A N T O N I O A L A T O R R E NKFH, X L V I I

la abortada edición de A l m e i d a era seguramente el que adoptó Quevedo: Obras... y traducciones latinas, griegas y italianas. Co­m o final de fiesta. A l m e i d a se p r o p o n í a dar a conocer algunas muestras de las "buenas y singulares letras" de u n gran colega de fray Luis , Francisco Sánchez de las Brozas, autor de obras dignas de publicarse al lado de estos versos ("juntamente con ellos": obviamente los de fray Luis , no los de Torre ) ; van, pues, "algunos sonetos de Francisco Petrarca y otras Odas de Hora­c io " (otras, porque antes habrán estado las traducidas por fray Lri is ) ; y en efecto, lo pr imero que hay son las traducciones del Rectius vives y del Quis multa gracilis p o r el Brócense : a Fran­cisco de la Torre no se le puede considerar traductor de Hora­c i o 5 8 . L a expl icación de las incongruencias de l " a p é n d i c e " no puede ser sino ésta.

Quevedo, que mantuvo el pro logui l lo de Almeida , supri­m i ó el p r ó l o g o que éste deb ió haber escrito, o sea u n a presen­tación de las poes ías de fray Luis , y en su lugar puso otro pró­logo en forma de dedicatoria al Conde-Duque de Olivares, donde lleva agua a su m o l i n o p o r tres canales: la batalla contra la jer igonza de los "cultos", el suntuoso despliegue de erudi­ción retórica, y —last, pero quizá no least— la necesidad de ga­narse la voluntad del Conde-Duque. Son, en versión diferente, los mismos tres canales que vemos en su edic ión de Torre , sólo que a q u í la erudic ión es gramatical, y el personaje homenajea­do con la dedicatoria es el yerno de Olivares, joven de 18 años en 1630, pero astro en ascenso.

Y a Jorge de Sena l lamó la a tenc ión sobre la imposibi l idad de que Almeida , en el bloque 4 del apéndice , haya calificado de "tres tan grandes poetas" a los traductores de l O navis!, siendo él uno de los tres 5 9 . E n cuanto a Mar ía Lui sa Cerrón , lo que encuentra ajeno a la mano de A l m e i d a es e l b loque 7 del apénd ice , o sea la disertación sobre el encabalgamiento (las "cisuras").

Va ldrá la pena ver el asunto de cerca. E l bloque 7 comien­za así: " E n el discurso de estos versos se hallan algunas cisuras que

5 8 Imi tador sí, muy de vez e n c u a n d o . Cf . M . P E L A Y O , pp . 56-57 y 308-311. E n esos t iempos estaba m u y genera l izado e l a m o r a H o r a c i o . D i c h o sea de paso, u n a muestra de que la o p o s i c i ó n de salmantinos y sevillanos necesita afinarse es que e n los dos bandos h a b í a h o r á d a n o s .

5 9 C i t ado p o r C E R R Ó N , no ta 156, l a cua l d e s d e ñ a e l argumento de ma­n e r a u n tanto sumaria . E l l a se atiene a l a e x p l i c a c i ó n de A n t o n i o B l a n c o : que esas palabras " só lo aparecen en la e d i c i ó n de 1631, estando ausentes de los manuscri tos" . Pero ¿ q u é "manuscr i tos " son ésos?

NRFH, X L V I I FPvANCISCO DE LA TORRE Y SU MUY PROBABLE PATRIA 65

[parecen violar las leyes métr icas ] ; ya yo he visto disputar esto, y encarecer por cosa [muy] aborrecible esta dissonancia"; pues sepan esos hipercríticos que Horacio practicó la cisura, y no por "necessidad" métrica , sino "por enriquecer la manera del escri­bir . .., elegancia aborrecida de los deste t iempo por no alcanza­da". A diferencia del estos versos del bloque 1, donde habla A l m e i d a ref ir iéndose a los de fray Luis , aqu í estos versos son los de Torre . S e g ú n C E R R Ó N , "se hace difícil distinguir qu ién hace la expos ic ión sobre el encabalgamiento, si A l m e i d a o si el Bró­cense". Y , como el Brócense era u n "gramát ico" , se la atribuye, argumentando que en esa exposición se citan algunos ejemplos clásicos de "cisura" recogidos por Ruscell i en u n a nota de sus Fiori (1558). Pero estos Fiori (reeditados en 1569 y 1579) esta­ban igualmente al alcance de Quevedo, el cual, muy según su costumbre, no menc iona su fuente 6 0 . P o r otra parte, el Bró­cense n o necesitaba hacer u n a illustration et déjense de las "c i ­suras", practicadas p o r c o n t e m p o r á n e o s suyos, y Quevedo sí necesitaba hacerla, pues "los [lectores] deste t iempo" (los de 1630) los rechazan, — y hacen mal , porque es u n a "elegancia" de nobi l í s ima prosapia. T é n g a l o presente el lector cuando se tope con cisuras en estos versos (de T o r r e ) 6 1 . L a apo log í a está en perfecta cont inuidad con lo que ha d icho Quevedo en el pró­logo acerca de los cultismos. L e pide al lector que no tuerza el gesto al toparse con ornar, aura y otras voces así: si las usa Torre están b ien (ovoso, pavor, etc. son muy otra cosa). Y está también en perfecta cont inuidad con lo que ha d icho sobre las cisuras en su edic ión de fray Luis (cf. supra, p. 56), y hasta da u n paso

6 0 D i c e Quevedo: " Trayré a lgunos lugares d o n d e [Horac io ] usa desta manera de elegancia" . E l B r ó c e n s e hub ie ra citado t ranqui lamente a Ruscel­l i , pero a Quevedo le encantaba e x h i b i r e r u d i c i ó n vis t iendo p lumas ajenas.

61 T o r r e hace cisuras dos veces: en el l i b r o II, soneto 14 ( "ordinar ia- / mente") y e n e l l i b r o IV, é g l o g a 2 ("ligera-/ mente " ) . Exagera Quevedo al decir que e n fray L u i s hay "muchas cisuras". C r e o que hay só lo tres. — L a "c i ­sura" m á s escandalosa (debidamente notada p o r Quevedo e n el p r ó l o g o a fray Luis ) es u n a de A l d a n a : "corre , n o pares, vé , c a m i n a , perma- / neciendo siempre e n tantas desventuras" (octavas "Sobre e l b i e n de l a v ida ret irada" , v. 165). Esta "c i sura" es tá e n u n a t rad ic ión i ta l iana m á s que p indár ico-hora-ciana. Y a e n 1332 A N T O N I O D A T E M P O (Summa artis rithimici, cap. 72) h a b í a tratado " D e compos i t i one de u n o versu i n a l i u m i n e a d e m d ic t ione divisa", c o n este e jemplo : "Questo b e n si c o m p r e n d e ne Vimagi- / nedi q u a l u n c a ha nobele s en t i ré " ; y és ta se r e m o n t a , a su vez, a u n a Spielerei medieva l citada allí mi smo : " M i t t i t u r i n disco m i h i piscis ab archiepisco- / po: n o n i n c l i n o , qu ia missio fit sine v i n o " .

66 A N T O N I O A L A T O R R E NRFH, X L V I I

más , pues ahora encubre mejor su obvio rechazo personal de las cisuras 6 2 .

Esta interpretación del famoso " a p é n d i c e " es muy distinta de la que hace María Luisa C E R R Ó N (pp. 50-58). S e g ú n ella, las po­esías que hay allí —las del Brócense , las traducciones del O navis! etc.— no son " apénd ice " , sino "parte integrante, con p leno derecho, de u n vo lumen que aspiraba a convertirse en remedo de las antologías petrarquistas italianas" (las publica­das por D o m e n i c h i , Dolce y Ruscel l i ) , o sea u n cancionero sal­mantino: tras las poes ías del "salmantino" Torre venían las de otros salmantinos; pero hubo a lgún contratiempo, "resultando al final que toda la a tención se centra sólo en Francisco de la Torre" . Francamente, me parece u n a expl icación fantasiosa 6 3 . E l vo lumen publicado por Quevedo no es antología , sino "obras completas" de un poeta, al final de las cuales se meten, sin mucho m é t o d o , otras cosas.

" L a cadena de malentendidos que rodea la edic ión queve­desca", como dice C E R R Ó N (p. 61), tiene la culpa de las varias y variadas especulaciones de los críticos. Y justamente ella aña­de una especulac ión más . Convencida como está de que la d i­ser tac ión sobre las cisuras (bloque 7) es de l B r ó c e n s e , se ve obl igada a explicar p o r q u é estaba en manos de l B r ó c e n s e el manuscrito de Torre. Le hubiera bastado repetir que Torre "per­tenece" de manera " indudable" a la escuela salmantina (cf. supra, p. 62), pero ahora entra en detalles. C o m o está averi­guado — s e g ú n ella—- que fue H e r r e r a el imitador de Torre , y n o viceversa, lo que falta es imaginar c ó m o l legó a manos de H e r r e r a el manuscrito de Torre , y supone ella que Juan de M a l Lara , contertulio del Brócense y maestro de Herrera , fue quien sirvió de intermediario. Pero "contertul io" parece excesivo. L o

6 2 U n a c o n f i r m a c i ó n de que n o h u b o c h o q u e de "escuelas" es que, as í c o m o T o r r e a d o p t ó b u e n n ú m e r o de los cultismos de l sevillano H e r r e r a (no todos) , as í t a m b i é n imi tó las cisuras d e l sa lmantino fray L u i s (y las em­p l e ó c o n la m i s m a p a r q u e d a d que é l ) .

6 3 S e g ú n A l m e i d a (b loque 1), las traducciones de l B r ó c e n s e son u n a ñ a d i d o , u n " f i n de fiesta". Las otras cosas (la t r a d u c c i ó n d e l Quid fies? p o r fray Lu i s y l a " c o m p e t e n c i a " de los traductores d e l O navisl, b loques 3 a 6) h u b i e r a n estado m u y b i e n e n e l c u e r p o de las Obras de fray Lu i s , pero ha­b r á que suponer que n o se encont raban e n e l manuscr i to editado p o r Que­vedo y l l egaron tarde a c o n o c i m i e n t o suyo. (Las Flores de Espinosa , ésas sí que son u n a a n t o l o g í a a i m a g e n de las que " i n u n d a r o n Italia".)

NRFH, X L V I I FRANCISCO DE L A TORRE Y SU M U Y P R O B A B L E PATRIA 67

que se sabe es que M a l Lara y el Brócense co inc id ieron en la Univers idad de Salamanca (donde fueron alumnos del Co­mendador Griego) y que se separaron, quizá para siempre, en 1548, a ñ o en que M a l Lara regresó a Sevilla y abrió estudio de Gramática , mientras el Brócense cont inuó en Salamanca 6 4 . L a consecuencia de esta imaginac ión es que los versos de Torre serían anteriores a 1548, cosa obviamente imposible. Pudo ha­ber correspondencia epistolar entre M a l Lara y el Brócense , pero M a l Lara mur ió en 1571.

E n todo caso, ese punto no será de gran interés para quien esté convencido de l a inf luencia de Torre en Herrera . D a igual c ó m o conoc ió éste los versos de aquél . E l punto de interés es la historia del manuscrito mismo. Desde luego, si el Brócense — c o m o piensa C E R R Ó N (supra, p. 65)— es el autor de la diserta­ción sobre los dos casos de encabalgamiento que hay en Torre , es que tenía el manuscrito en su mesa; y quien se lo "entregó" fue A l m e i d a , a la vez que le "solicitaba más traducciones" (CE­RRÓN, p. 85). N o dice Cerrón c ó m o pudo llegar el manuscrito a manos de A l m e i d a 6 5 . L o que le impor ta averiguar es q u é ocu­rrió después, o sea desde por lo menos 1572 (año en que mur ió Almeida) hasta 1629, cuando Quevedo estaba a punto de man­darlo a la imprenta. Su esfuerzo especulativo ocupa buen espa­cio de l l ibro (pp. 58-65 y 81). Y l o que imagina es lo siguiente:

E l manuscrito de Torre estuvo durante largos años en poder del Brócense , y seguía en 1600 entre los "libros y papeles" suyos que m a n d ó recoger la Inqui s i c ión de V a l l a d o l i d cuando el anciano humanis ta sufrió u n proceso a causa de su l ibertad de lenguaje. C o m o el c anón igo sevillano M a n u e l Sarmiento de M e n d o z a andaba por Salamanca de paso para Val lado l id , se le confió la delicada mis ión de trasladar a Va l l ado l id lo secues­trado. A h o r a bien, en la portada de las Obras de fray Luis (1631) se dice que éstas fueron "sacadas de la l ibrería" del canónigo ; en vista de ello, "no es muy descabellado" pensar que éste, segu­ramente amigo de la poes ía , secuestró para sí mismo dos de los

6 4 Cf . H U R T A D O y G O N Z Á L E Z P A T E N C I A , Historia de la literatura española, 6 a

ed. , 1949, p. 302. L a Declaración y uso del reloj español, p r i m e r parto l i terar io d e l B r ó c e n s e (1549), va p r e c e d i d a de u n "Soneto de J u a n de Mala ra , natu­ra l de Sevi l la" ( G A L L A R D O , Ensayo, t. 4, c o l . 459) .

6 5 S i T o r r e era " sa lmant ino" , c o m o cree C e r r ó n , p u d o prestarle sus ver­sos a A l m e i d a . Pero igua l p u d o h a b é r s e l o s prestado directamente al B r ó ­cense.

68 A N T O N I O A L AT ORRE NRFH, X L V I I

manuscritos secuestrados: el de fray Luis y el de T o r r e 6 6 . Las ambigüedades de Quevedo — " e l confundir a Francisco de la To­rre con el bachil ler Alfonso de la Torre" , "e l no indicar la pro­cedencia exacta del manuscrito"— se explicarían así: Quevedo, sabedor de la procedencia non sancta del manuscrito, estaba "jugando con fuego". A l sustraer el manuscrito de Torre en momentos en que oficialmente estaba ya en poder de la Inqui­sición, Sarmiento hab ía violado una "grave responsabilidad". Así, pues, Quevedo tuvo que " ingeniárselas para publicar el vo lumen dando el mayor n ú m e r o posible de pistas falsas".

Es una imag inac ión interesante, una reconstrucción — d i ­ría y o — novelesca en el sentido bueno y en el malo: en el bueno porque tiene coherencia y dramatismo, y en el malo porque no tiene base. Si Quevedo no indica la procedencia "exacta" del manuscrito, la expl icación lógica es que no la c o n o c í a 6 7 . Si no es "descabellado" pensar que Sarmiento comet ió u n doble y serio latrocinio, no se ve por q u é en el caso de fray Luis ex­pl ica Quevedo la proveniencia del manuscrito mientras en el de Torre se esfuerza p o r echarle tierra al asunto: tan cargo de conciencia sería lo u n o como lo o t r o 6 8 .

6 6 D ice C E R R Ó N (nota 1 9 3 ) que ya A n t o n i o B l a n c o "asegura" que tam­b i é n el manuscr i to de las p o e s í a s de T o r r e (no só lo e l de las de fray Luis ) p r o c e d í a de l a b ib l io teca d e l c a n ó n i g o ; pero su razonamiento va p o r otros caminos.

6 7 N o todo lo que dice Quevedo es tramposo. Su relato de c ó m o ha l ló e n casa de u n l i b r e r o e l manuscr i to de T o r r e —cet inconnu— tiene todos los visos de la verdad; describe e l manuscr i to c o n sus pelos y seña le s : estaba listo para l a i m p r e n t a , c o n p r ó l o g o de E r c i l l a , y al p r i n c i p i o h a b í a u n a no­table d e c l a r a c i ó n d e l poeta : Delirabam cum hoc faciebam...

6 8 A l g o m á s . H u b o dos inventarios de lo que se d e c o m i s ó a l B r ó c e n s e , u n o de l 2 y otro d e l 2 2 de nov iembre de 1 6 0 0 (A. T O V A R y M . DE L A P I N T A L L Ó R E N T E , Procesos d e l B r ó c e n s e , M a d r i d , 1 9 4 1 , pp . 1 2 2 - 1 2 4 ) ; e n n i n g u n o de ellos hay obras literarias, y c o n r a z ó n , pues lo que m a n d ó "recoger" la In­qui s ic ión de V a l l a d o l i d de casa de l B r ó c e n s e fueron "los papeles o l ibros es­critos de m a n o . . . que se ha l l a ren en su poder , rreprobados o sospechosos'. Los ejecutores d e l secuestro, p o r las dudas, t o m a r o n de l a b ib l io teca , sorpren­dentemente modesta , hasta cosas m u y innocuas (unas "comedias" , unas " E t i m o l o g í a s e s p a ñ o l a s " , e l Pro Milone de C i c e r ó n . . . ) ; lo ú n i c o potencia l-mente sospechoso era c ierta Ecphrasis in Cántica canticorum. P o r torpes que fueran los secuestradores, n o i b a n a i n c l u i r los manuscritos p o é t i c o s . A d e ­m á s , los papeles que l levó Sarmiento de Salamanca a V a l l a d o l i d i b a n "cosi­dos en u n l i enzo angeo y sellados" (seguramente c o n lacre) . D e l proceso d e l B r ó c e n s e n o q u e d a r í a ya n i recuerdo e n 1 6 3 1 , y es impos ib le que los i n ­quis idores de 1 6 3 1 , t re inta a ñ o s posteriores a los que procesaron al Bró­cense, se pus ieran a atar cabos e n per ju ic io de Sarmiento . Y ¿ c ó m o suponer

NKFH, X L V I I FRANCISCO DE L A T O R R E Y SU M U Y PROBABLE PATRIA 69

Las complicaciones con que se han topado Cerrón y otros críticos nacen de la confusión entre el estos versos al comienzo del b loque 1 (Almeida ref ir iéndose a los de fray Luis) y el estos versos al comienzo del bloque 7 (no A l m e i d a , n i el Brócense , sino Quevedo 6 9 ref ir iéndose a los de Torre ) .

E n lugar de "pistas falsas", como dice Cerrón, prefiero hablar de frangol lonería y trapacería . E jemplo de lo pr imero es el caos mismo del " apéndice " . Y los ejemplos de lo segundo abundan. Quevedo sabe que Torre no es poeta del siglo xv, pero le conviene hacer la comedia para así lanzar contra Herrera (i.e. contra G ó n g o r a ) u n pr imer puñetazo : "Aprende, es túpido, a escribir como Dios manda, y reconoce la grandeza de este anti­qu í s imo poeta". Claro que la ment ira de Quevedo estaba como prend ida con alfileres; se deja en silencio la consecuencia lógi­ca: que también Garcilaso y Boscán plagiaron a Torre (cf. supra, p. 42, y el final de la nota 20). L o que le importaba era dar palos a G ó n g o r a usando a Herrera como cabeza de turco. De ahí la muy arbitraria comparac ión del vocabulario de Torre con el de Herrera : las "rarezas" de Torre están b ien ; las de Herrera , mal . Otro tanto se aplica al h ipérbaton y al encabalgamiento: si están en fray Luis , en Torre , en A ldana , están b ien ; si no , no. "Pare­ce raro —dice C E R R Ó N , p. 16— que el título de «bachiller» le sea

tan l inces en 1631 a unos Inquis idores que e n 1600 n o se percataron si­qu ie ra de que los sellos de l saco de anjeo h a b í a n sido violados? Cabe agre­gar lo que dice M . P E L A Y O , p. 525: " L a Inqu i s i c ión n o opuso o b s t á c u l o n i n ­g u n o al desarrol lo de la p o e s í a l ír ica que (entre pa rénte s i s ) no le importaba nada . — H e aqu í , finalmente, algo que parece h a b é r s e l e escapado a Ce­r r ó n : e l manuscr i to de fray Lu i s edi tado p o r Quevedo es m u y defectuoso (omite versos, inc luye cosas n o au tént i ca s , a b u n d a e n malas lecturas) ; es senci l lamente impos ib le que ese manuscr i to haya sido e l que p o s e í a e l B r ó ­cense, colega y gran amigo d e l poeta. ¿Por q u é , e n vez de i m p r i m i r e l texto que i b a a pub l i ca r A l m e i d a (cf. supra, p . 64) , pre f i r ió Quevedo u n manus­cri to m o d e r n o y n o m u y bueno? Quizá p o r q u e le c o n v e n í a adular al ca­n ó n i g o Sarmiento p r e s e n t á n d o l o c o m o d u e ñ o de u n a b ib l io teca e sp lén­d ida . (Para l a r e l ac ión entre Sarmiento y Quevedo véase Q.-Verso, pp . 890a y 1170a.)

6 9 S e g ú n noticias de C E R R Ó N , n o t a 157, t a m b i é n A n t o n i o B l a n c o atr ibu­ye e l b l o q u e 7 a l B r ó c e n s e . A N T O N I O Q U I L I S , " L O S encaba lgamientos léx icos en -mente de fray L u i s de L e ó n y sus comentaristas" , HR, 31 (1963), pp . 26-28, se lo atribuye ( como yo) a Quevedo. D i c e C e r r ó n que esta a t r i b u c i ó n a Quevedo es " impos ib le" , porque la d i se r tac ión sobre e l encabalgamiento "se repite e n manuscri tos de l siglo x v i " . P e r o , u n a vez m á s (cf. supra, n o t a 59), ¿ q u é "manuscr i tos " son ésos?

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dado [a nuestro poeta] solamente en la suma del privilegio y en la portada", pues "en los preliminares, las dos dedicatorias in ­cluidas", no hay tal "bachil ler" . Claro, lo añad ió Quevedo para que coincidiera con "e l Bachi l ler que l laman de la T o r r e " (el cual no se llamaba Francisco).

Quevedo era capaz de todo. Int rép idamente se presentó ante el mundo como traductor del hebreo, del griego y del fran­cés, y las tres cosas son m e n t i r a 7 0 . L a tramposa dec larac ión so­bre la ant igüedad de Torre , tan conveniente para sus fines, se parece a la que poco antes hab ía estampado en la dedicatoria de las Obras de fray Luis , donde le habla a Olivares, con grandes ponderaciones, de u n rarís imo manuscrito no mencionado por nadie (y que, por lo visto, es suyo): la Gaya ciencia (o Arte de trobar) de d o n Enr ique de Vi l l ena , y le dice, muy serio, que esta obra muestra con cuánto cuidado, en aquellos lejanos y felices tiempos (los de Juan de M e n a ) , "se estudiaba la lengua caste­llana, y el r igor y di l igencia con que se pul ían las palabras" (en el trasfondo están las funestas "novedades" de G ó n g o r a ) , y ter­m i n a maravillosamente dic iendo que, si no se lee la Gaya cien­cia, "mal se puede dar razón de las voces tan afectuosas [sic] de las Partidas [de Alfonso el Sabio]" . . . Pero todo es tortas y pan pintado frente al descaro con que en $u España defendida (1609), obra destinada a mostrar al universo m u n d o c ó m o E s p a ñ a ha estado y está über Alies, dice que "nuestra lengua no t o m ó de la griega n i de la latina", sino que es una de las 72 originales, las generadas durante la construcción de la Torre de Babel ; no sólo no desciende de l latín (lo cual sería una especie de des­doro) , sino que existe desde antes que el latín y el griego exis­tieran. Es de todo punto imposible que Quevedo, en estado de sobriedad (y no de f renes í ) , creyera en esa pa t r aña lanzada en 1601 por Gregor io L ó p e z Madera , chauviniste despistado; pero la acogió y la expuso con lujo retórico y erudito, aun a sabien­das de que en 1606 l a hab í a dejado b ien refutada el docto Ber­nardo de A l d r e t e 7 1 .

7 0 Véa se , para el hebreo , R A Ú L D E L P I E R O , "Las fuentes de l Job de Que­vedo" , BdFS, 2 0 ( 1 9 6 8 ) , p p . 1 7 ss.; para el griego, SYLYIA B É N I C H O U R O U B A U D ,

"Quevedo helenista" , NRFH, 1 4 ( 1 9 6 0 ) , 5 1 - 7 2 ; y para e l f r ancés , R A I M U N D O L I D A , "Quevedo y la Introducción a la vida devota , NRFH, 7 ( 1 9 5 3 ) , 6 3 8 - 6 5 6 (o e n sus Letras hispánicas, M é x i c o , 1 9 5 8 , pp . 1 2 4 - 1 4 1 ) .

7 1 Cf. R . L I D A , " L a España defendida de Quevedo y la s íntesis pagano-cris­t iana" , e n Letras hispánicas, pp . 1 4 2 - 1 4 8 .

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R E S U M E N

Reconozco que me he metido en muchos vericuetos, pero era necesario: una tesis nueva necesita atender a las tesis anterio­res, y el terreno cubierto por las ramificaciones de la crítica tu-rr iana es muy considerable.

Resumo m i tesis en forma de "entrada" de diccionario en­cic lopédico: Francisco de la Torre nació a mediados del siglo xvi en Santa Fe de Bogotá , donde parece haber pasado toda su vida. Fue hombre de letras (ostentaba el título de "licenciado") y escribió versos admirables. E n 1599 se impr imió en M a d r i d u n soneto suyo, compuesto en Bogotá , pero ya años antes hab ía enviado a E s p a ñ a el manuscrito de sus obras poét icas . Estas estuvieron a punto de publicarse, pero quedaron inédi­tas durante más de c incuenta años hasta que por fin, en 1631, se i m p r i m i e r o n por iniciativa de Francisco de Quevedo. Las composiciones de Torre t ienen mucho en c o m ú n con las de los poetas españoles c o n t e m p o r á n e o s suyos (ocupa, en el pa­norama poét ico de sus tiempos, u n iugar parecido al de fray Luis de L e ó n y Francisco de Aldana) , pero muestran a la vez u n marcado sello personal.

Creo que m i tesis deja resueltos todos los enigmas con que se han topado los críticos, y no creo haber dejado n i n g ú n cabo suelto de importancia . E l siguiente paso sería, naturalmente, encontrar las huellas que debe de haber dejado Francisco de la Torre Escobar en los archivos colombianos. Reconozco que m i argumento central en pro de la bogotanidad de Torre es el más difícil de probar more philologico. L a materia p r i m a de este argumento es de índo le abstracta: "rareza", "soledad", "margi-nal idad" . Aquí deben entrar, naturalmente, las consideracio­nes sociopolít icas, pues la Nueva Granada en que vivió Torre , comparada con la Nueva E s p a ñ a y el Perú de entonces, era a su vez u n a zona "marginal" . (Francisco de Terrazas no es "ra­r o " porque vive en México , respetable sucursal de la Poes ía Es­pañola . ) Pero t ambién deben entrar las vivencias del solitario, esas reverles que se reflejan en el cristal de sus versos; y deben entrar sus lecturas de poetas españoles —Garcilaso, fray L u i s , H e r r e r a y otros— y de poetas i tal ianos, as í c o m o sus predi­lecciones léxicas y sintácticas y sus innovaciones métricas. Fran­cisco de la Torre es tan "raro", a su manera, como lo será u n siglo después otro bogotano, Francisco Alvarez de Velasco. C o n diferencias: Torre leyó a muchos poetas y Alvarez de Velasco a

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pocos (no da señales de conocer a L o p e n i a G ó n g o r a : su dios es Quevedo); y la expres ión de su melancól ica soledad está no só lo en sus versos (que ostentan, por cierto, no pocas "rarezas" m é t r i c a s ) , s ino t a m b i é n en sus abundantes confesiones au­tobiográficas. Por otra parte, en el transcurso de la actividad creadora de Torre no hubo u n episodio tan preciso y tan tras­cendente como el descubrimiento de Sor Juana por Alvarez de V e l a s c o 7 2 —descubr imiento que lo h izo cambiar el r u m b o , dejando a u n lado el lóbrego ascetismo de sus larguís imos poe­mas sobre Muerte , Ju ic io e Infierno y sus versos a la Pasión de Cristo, a los Dolores de la V i r g e n y a "Nuestra S e ñ o r a de la Tristeza", y le e n s e ñ ó el arte de juguetear, sobre todo en los versos dirigidos a la propia Sor Juana, "paisanita querida":

.. .yo soy éste que (trasgo, amante inquieto) siempre en tu celda invisible, hac iendo ru ido estoy c o n tus papeles. . .

Pero la c o m p a r a c i ó n entre los dos bogotanos tendría que ser objeto de u n estudio aparte.

A N T O N I O A I ATORRE

E l C o l e g i o de M é x i c o

7 2 Cf . A . A L A T O R R E , " U n devoto de Sor Juana : Franci sco Álvarez de Ve-lasco", Fü, 20 (1985), n ú m . 2, 157-176.