Etica y Política -...

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Etica y Política María Teresa Uribe de H."" L a pregunta por la ética surge siempre en momentos de crisis, en tiempos oscuros, cuando las sociedades, al borde del abismo, sien- ten amenazada su supervivencia; los sujetos confrontados con ellos mismos, vuelven a preguntarse por sus raíces, por su devenir, por el sentido de sus vidas, en fin, por lo que podríamos llamar la condición humana. En esta coyuntura de la vida nacio- nal, cuando todo parece confundido y trastocado, no resulta extraño que los temas referidos ala ética vuelvan a estar en elprimer plano delas preocupaciones de los colombianos. Por ello, puede resultar de interés plantear algunas notas sobre la relación entre ética y política, no sólo como un ejercicio aca- démico sino también con el propósito de avanzar en lo que algunos han lla- mado la construcción de una nueva ética ciudadana y secularizada; es de- cir;deuna ética pública. Mi propósito esplantear una de las aristas de esa múltiple y compleja rela- ción entre ética y política: la que se .• Profesora del Instituto de Estudios Regio- nales. Universidad de Antioquia Institw(o de Esru- ;"5 Pe, í"r'~ Jefe Unidad de CoclJm,~: .'d, .011 expresa en la noción de lo público o, mejor aún, en la dicotomía público- privado. Una nueva mirada a estos conceptos puede contribuir a situar analíticamente la discusión sobre una ética ciudadana o civil y, a su vez, res- ponder por algunas de las facetas más criticas de la realidad colombiana actual. 1. Lo público, lo común y lo colectivo. El asunto de lo público ha tenido una suerte muy desigual en la ciencia política y tiene una innegable raíz en los griegos y en la filosofía tomista del medioevo, aunque bajo perspectivas analíticas esencialmente distintas. El advenimiento de la modernidad y del contractualismo produjo el reemplazo de la vieja dicotomía por otra, la de sociedad civil-estado, y dejó la primera circunscrita a la órbita del derecho: de- recho público y derecho privado. La preocupación por el Estado, su carác- ter, su naturaleza, sus formas de expre- sión y de dominación y consenso ocu- paron el panorama de la ciencia políti- ca, y la noción de lo público, de alguna manera, se subsumió en el concepto de 67

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Etica y Política

María Teresa Uribe de H.""

La pregunta por la ética surgesiempre en momentos de crisis,en tiempos oscuros, cuando las

sociedades, al borde del abismo, sien-ten amenazada su supervivencia; lossujetos confrontados con ellos mismos,vuelven a preguntarse por sus raíces,por su devenir, por el sentido de susvidas, en fin, por lo que podríamosllamar la condición humana.

En esta coyuntura de la vida nacio-nal, cuando todo parece confundido ytrastocado, no resulta extraño que lostemas referidos ala ética vuelvan a estaren elprimer plano delas preocupacionesde los colombianos. Por ello, puederesultar de interés plantear algunasnotas sobre la relación entre ética ypolítica, no sólo como un ejercicio aca-démico sino también con el propósitode avanzar en lo que algunos han lla-mado la construcción de una nuevaética ciudadana y secularizada; es de-cir;deuna ética pública.

Mi propósito esplantear una de lasaristas de esa múltiple y compleja rela-ción entre ética y política: la que se

.• Profesora del Instituto de Estudios Regio-nales. Universidad de Antioquia

Institw(o de Esru- ;"5 Pe, í"r'~Jefe Unidad de CoclJm,~: .'d, .011

expresa en la noción de lo público o,mejor aún, en la dicotomía público-privado. Una nueva mirada a estosconceptos puede contribuir a situaranalíticamente la discusión sobre unaética ciudadana o civil y, a su vez, res-ponder por algunas de las facetas máscriticas de la realidad colombiana actual.

1. Lo público, lo común y locolectivo.El asunto de lo público ha tenido

una suerte muy desigual en la cienciapolítica y tiene una innegable raíz en losgriegos y en la filosofía tomista delmedioevo, aunque bajo perspectivasanalíticas esencialmente distintas. Eladvenimiento de la modernidad y delcontractualismo produjo el reemplazode la vieja dicotomía por otra, la desociedad civil-estado, y dejó la primeracircunscrita a la órbita del derecho: de-recho público y derecho privado. Lapreocupación por el Estado, su carác-ter, su naturaleza, sus formas de expre-sión y de dominación y consenso ocu-paron el panorama de la ciencia políti-ca, y la noción de lo público, de algunamanera, se subsumió en el concepto de

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Estado moderno.En la actualídad, corno resultado

de lo que se ha llamado la posmoder-nidad, yquizá también corno expresiónde la crisis de los grandes paradigrnas,ha vuelto al primer plano del interés delos teóricos e investigadores la dicoto-mía público-privado, desde disciplinassociales distintas: desde la historia conG. Duby YP. Ariés,' desde la ciencia .política con Hanna Arendt- y NorbertoBobbíor' y desde el pensamiento críticoy La Escuela de Frank.furt con J. Ha-bermas.' En el contexto latinoamerica-no estereencuentro con lo público no hasido menos fructífero; baste citar lostrabajos de Juan Carlos Portantiero,"Rubén Mata" y O'Donelf y algunas delas investigaciones que se vienenhaciendo en el CINEpBen Colombia.

No pretendemos hacer aquí unareconstrucción histórica del conceptosino más bien, señalar algunos de lostemas que se debaten contemporánea-mente a propósito de lo público.

El referente teórico de muchos delos analistas que se ocupan en dilucidarconceptualmente la.J.1Qciónde lo públi-co, Hannah Arendt entre ellos, es elregreso a las raíces griegas y, más espe-cíficamente, al pensamiento aristotéli-co; el rescate que esta autora hace delconcepto es muy rico en posibilidadesinterpretativas para volver a pensar losasuntos de una ética civil y ciudadana.

Según el pensamiento griego, lacapacidad del hombre para la organi-zación política, no sólo es diferente sinoque está en directa oposición a la orga-nizaciónnaturalcuyocentroeselhogar,la familia, el oikos. El nacimiento de lapolis significó 'que el hombre se cons-truyera otro espacio, otra vida diferente

asucontexto natural,la biospolitikos, conlo cual se acentuó la diferencia entre loque es suyo, lo que pertenece a la vidaprivada y lo que es colecti vo o común atodos los ciudadanos.

En este sentido, cualquier princi-pio de ciudadanía está referido al accio-nar público del hombre.no en defensade lo propio -de sus intereses parti-culares-, sino en tanto que partícipe,con otros, en la defensa y preservaciónde lo colectivo o común a todos; lafundación de lo público o de la bios po-liiika supone, pues, la superación de loprepolítico, osea, de lasunidades socia-les organizadas con base en el parentes-co, el oikos, corno la gens o la patria.

Para que exista realmente bios po-litikos y los hombres puedan participaren ella, es decir, para que exista ciuda-danía, se requieren dos actividadesfundamentales que hoy adquieren es-pecial significación: ltl praxis)J la [eris. ]aacción eld· Esta percepción dela política le define perfiles bien intere-santes a lo público ,los cuales sólo seránaquíenunciado~ _

En primer lugar, el discurso, vistoen esta perspectiva, no es únicamentelenguaje, comunicación, información.Es, además, persuasión, argumenta dón,forma de contestar y de replicar, desopesar y, también, de reconocer al otro,alinterlocutor,comosercapazdeaa::ióny de discurso. El discurso incluye elconsenso corno posibilidad para llegara acuerdos sobre aquellos aspectos quetienen que ver con lo político, con lopúblico o con lo que les es común atodos los ciudadanos.

Ser políticos significa que todo sedice por medio de palabras, de discursoy no por la fuerza y la violencia. Esta

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última y la imposición se corresponde-rían con lo doméstico, con elmundo deloikos; allí, el pater familias, el dómine,ejerceelpoder despótico sobre su familiay sobre sus esclavos; se trata de unpoder que no puede ser interpelado,locual quiere decir que carece de discur-so, y en el cual la acción está orientadaa la solución de las necesidades, a lasubsistencia o al ámbito de la necesidad.

Así, el mundo del oikos, de laeconomía doméstica, es también elmundo de la necesidad; la polis, lo pú-blico, por oposición, es el mundo de lalibertad; la política es, ante todo, liber-tad de pensamiento y de discurso.

La esfera de la política, así pensa:..da, excluye la violencia; ésta es prepo-lítica y, por tanto, debe estarcircunscri-ta a la esfera doméstico-privada; la vio-lencia es muda y carece de discurso,pues es su negación.

Del mismo modo, para que la ac-ción sea realmente política, debe estarorientada hacia lo común y lo colectivoy debe ser ejercida en el espacio de lopúblico, a la vista de todos y sujeta alescrutinio de los ciudadanos. Serequie-re, pues, lavisibilidad, la transparencia,la posibilidad de acceder a lo que seconstru ye para el público. Las tesis de J.Habermas sobre la acción comunica ti-va parten de este doble presupuesto, lapraxis y la lexis, la acción y el discurso;allí está anclada su propuesta sobre laética y.sobre la legitimidad del Estado.

, Finalmente, lo público se diferen-cia también del oikos o de la esferadoméstica en que el primero es unasociedad de pares, de iguales, en tantoque la segunda es esencialmente des-igual. Ser libre significa, en la concep-ción griega, no estar sujeto a la necesi-

dad, al sometimiento o la violencia; esdecir, no estar subyugado por nadie nimandar sobre nadie; ser libre significavivir y tratar sólo entre iguales.

Desde esta perspectiva, no se pue-de ser libre individual o privadamente,'se es libre si se vive en una sociedad delibres, de iguales; no en el sentido deuna igualdad jurídica o económica, talcomo se la concibió después, sino como.la posibilidad de vivir entre seres capa-ces de discurso y de acción, en unasociedad de interlocutores que se con-fronten en el espacio público, visible yconstatable por todos, y cuya acciónrepresente intereses colectivos y co-munes.

Esta mirada sobre lo público per-mite plantear una primera distinción;lo público no se agota en lo estatal, en loinstitucional, lo comprende pero lodesborda; esta noción remite a lo colec-tivo, a aquello que nos es común atodos, a lo que compartimos conjunta-mente en tanto patrimonio históricoproducto de una vida en común.

Lo público tendría, pues, dimen-siones materiales o físicas: el espaciopúblico de las ciudades, el territorio dela nación, su soberanía, los recursosnaturales,la 1::iodiversidad;aspectosqueel Estado, en su sentido restringido,solamente tutela y salvaguarda. Estanoción tiene también dimensiones in-tangibles como los referentes colecti-vos, los sentidos de pertenencia, lasrepresentaciones simbólicas, los valo-res,las tradiciones y la cultura. La esferade lo público es también el espacio d~los proyectos políticos y culturales, enfin, el espacio privilegiado de la ética,como condición de participación en elcorpus social y en la vida política y

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ciudadana. Así, la construcción de unaética ciudadana, civil y secularizada,sólo es posible en tanto que lo públicosea una realidad vivida por los sujetossociales: si no existe lo público oha sidoprivatizado y eclipsado, dicha éticatendrá muy pocas posibilidades deconsolidarse.

2. Lopúblico como comunidadcristiana o como entidadestatal.La decadencia de la polis, de la

vida política, fue también ladecadenciade lopúblico. Eloscurantismo que se leatribuye al Medioevo fue ese replieguehada la vida doméstica del oikos, haciala fragmentación del poder y su confu-sión con lo privado en los ámbitos feu-dales. En la Edad Media lo públicocambió de emplazamiento y de signi-ficado; fué la Iglesia Católica la queofreció a los hombres un referente co-lectivo representado en elbien común yen la comunidad cristiana; de esta ma-nera la esfera pública se impregnó dereligiosidad, se universalizaron los va-lores morales y fué la comunidad enCristo la que sustentó la igualdad entrelos hombres.

Ese tránsito de lo común y lo colec-tivo -propio de la polis- hacia lacomunidad cristiana, desdibujó lo pú-blico, casi hasta desaparecerlo, y pusoen su lugar una comunión de bienesespirituales, de creencias ymeta-relatoscentrados en una divinidad extratem-poral. La moral católica se centró, fun-damentalmente, en la reglamentaciónde la vida privada, de la esfera domés-tica, orientada a hacer de los hombresbuenos cristianos y a salvar sus almas,

pero dejó en un plano muy secundariolas virtudes cívicas y ciudadanas.

La constitución de la Edad Moder-na y del mundo capitalista significó,también, la irrupción de una esfera hí-brida, la social, en la vieja dicotomíapúblico-privado, lo cual, tuvo un tripleefecto reestructurante.

En primer lugar, descompuso lasviejas socíabilidades parentales y do-mésticas, así como las formas producti-vas propias de la sociedad tradicional,sustituyéndolas por relaciones socialescapitalistas entre individuos, formal-mente iguales, portadores de mercan-cias diferentes, las cuales se intercarn-bian por sus valores en un mercadoindeterminado. La destrucción de laesfera doméstica y la consolidación delo social o el ascenso de la sociedad demasas, puso el acento no tanto en laacción sino en el comportamiento, en laadministración, más que en la política,y en lo instrumental y procedimental,más que en la razón; esta esfera lubridasocializó el mundo de la necesidad, elde la producción y el del consumo,haciéndolos públicos y visibles; ensuma, se socializó lo privado.

Así mismo, se estatizó lo público;el avance ininterrumpido del aparatoestatal terminó cooptando lo público,subsumiéndolo, inscribiéndolo en suslímites yensu extensa corporeídad hastacasi confundirse con él. Lo común y locolectivo pasaron a ser, entonces, repre-sentados por lo estatal formal y co~ocontrapartida se fortaleció al mismoritmo la individualización sustentadaen la propiedad privada, en la igualdadjurídica y en la libertad de los sujetossociales. De esta manera, el Estadoapareció como el único referente pú-

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blico visible; como el lugar privilegia-do de la acción y el discurso político=-conquísta y toma del poder o su con-servación- en el cual, los referenteséticos se confunden con los mandatoslegales y normativos.

Y, por último, se transitó de unmundo centrado en los meta-relatosreligiosos y míticos a una sociedad re-gida por los meta-discursos de la razón,del derecho, de la ciencia y de la secu-larización.

Las nuevas realidades de la mo-dernida desplazan, de alguna mane-ra, la dicotomía úblico- rivado y, ensu lugar, se instaura la relación Estado-socieda civil, desde la cual se explica bcomplejidad política de la vidamoderna.

Elmundo de la desencantada pos-modernidad, que se revela contra laspromesas incumplidasde la ilustración,unido a la crisis de los estados y alhundimiento de los grandes paradig-mas vuelve a interrogarse sobre los te-mas de siempre. La ética, la acción y eldiscurso vuelven al primer plano delinterés de los teóricos. Acción comuni-cativa, ética de consensos, Estado míni-mo, desmonte del Estado benefactor,son otros tantos de los temas que sedebaten contemporánea mente y lo pú-blico-privado reaparece con un nuevointerés, no sólo teórico sino político, entanto que alternativa posible para lasolución de las grandes crisis de fin desiglo.

3~¿Ha existido lo público enColombia?En Colombia, lo público no ha sido

un referente colectivo de identidad yensu lugar una supuesta comunidad cris-

tiana mantuvo precariamente, por va-rios siglos, la cohesión social de unmundo tradicional y premoderno, im-poniendo, con la fuerza de lo extratemporal simbólico, valores moralesuniversales centrados, más que todo,en la esfera de lo privado parental. Lasrelaciones sexuales extramatrimonia-les, la desobediencia paterna, elalcoho-lismo, el juego y los delitos contra lapropiedad constituían el ideario moralde aquellos que, de alguna manera,estaban incluidos en el corpus social dela patria, pues, los excluidos respon-dían a referentes culturales forjados enla resistencia y la supervivencia y pocarelación tenían con la comunidad cris-tiana y con los valores morales de lasociedad mayor.

La Iglesia Católica, a su vez, ledisputó al Estado precariamente for-mado, el espacio de lo público; su rela-ción orgánica con uno de los partidostradicionales, el Partido Conservador,terminó por involucrarla en las guerrasciviles declaradas y no declaradas queatraviesan de lado a lado la historiarepublicana, lo cual, le otorgó a eseespacio público, representado en la co-munidad cristiana, rasgos devenidosde la lógica de la guerra. De allí quenuestra ·esfera público-religiosa hayaestado tejida por los hilos del autorita-rismo, la ortodoxia, el dogmatismo, labúsqueda de poder, la domínación y laviolencia.

En la trama de lo público religioso,así constituida, ~enutrió la cultura y elquehacer político de los colombianos;de allí la intolerancia, el total irrespetopor la vida humana, las prácticas exclu-_yentes y la incapacidad de ver en el otroun interlocutor y no un enemigo. En

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este contexto no hubo espacio para laacción ni para el discurso, no existióvida política en el estricto sentido deltérmino y los valores morales antes quepropiciar el surgimiento de una éticaciudadana, civil y secularizada, la obs-truyeron.

Por eso resultan tan patéticos losnostálgicos de un pasado que se fue,arrasando los valores tradicionales dela sociedad colombiana; a ellos habríaque preguntarles a qué momento delpasado deberíamos regresar para recu-perar esos supuestos valores, pues, enla trama de lo público-religioso searraigaron y se reprodujeron las menta-lidades autoritarias eintolerantes, inca-paces de construir colectiva y consen-sualmente un minimum ético que per-mita, siquiera, la supervivencia social.

La irrupción de la industrializa-ción, de los fenómenos asociados con laurbanización, la emergencia de lasmasas en la política y en el mercado, larevolución educativa, la ampliación delos sectores medios y la presencia de lamujer en la vida pública, como ciuda-dana ycomo trabaja dora ,desintegraronlas tramas parentales, locales y pueble-rinas en las cuales se sustentaban losdispositivos de poder del bipartidismo,los referentes morales de la comunidadcristiana y los frágiles lazos de una na-cionalidad inacabada.

El advenimiento de procesos mo-demizadores carentes de dimensionesde modernidad, terminó por debilitarla esfera de lo público-religioso, agudi-zando fenómenos de privatización, enlos cuales, la seguridad, bien públicopor excelencia, pasó a manos de parti-culares que la ejercieron por cuentapropia. La presencia de actores sociales

de violencia como el narcotráfico, lasorganizaciones guerrilleras y paramili-tares, así como las de la delincuencia.organizada, terminaron por precipitaruna crisis de amplias proporciones dela cual no logra salir todavía la sociedadcolombiana.

Algunos perfiles relievantesde esacrisis de legitimidad, además de la ge-neralización de la violencia, son: laatomización del tejido social y la pérdi-da de dimensiones ético culturales co-lectivas que provean un mínimo decohesión social: la pérdida de sentido yde referentes simbólicos que orienten elquehacer público y privado de los su-jetos y de los actores sociales, y, la pri-vatización de lo público y de lo estatalinstitucional, los cuales son apropiadosprivadamente por grupos de interésparticular para su propio beneficioeconómico opara lareproducción de supoder. La corrupción, la impunidad, laclientelización y las aberrantes formasde justicia privada serían facetas o di-mensiones del fenómeno al que veni-mos aludiendo.

Dicha crisis se expresa, también,en la personalización del Estado y de lasinstituciones políticas y partidistas, lascuales, en lugar de ser percibidas comoentes abstractos y representativos de locolectivo, se ven a través de la imagende los personajes que están al frente deesas instituciones, y en la fragmentacióndel poder, tanto institucional como te-rritorial, expresión de una sociedadsegmentada, disgregada ydispersa queno encuentra mínimos elementos deidentidad para reconocerse comocopartícipe de una misma realidad na-cional y de una misma historia.

Del mismo modo, los procesos que

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disuelven la vida social, producidospor la generalización de la violencia, lapriva tización de lo público y la pérdidade referentes ético culturales, posibili-tan el surgimiento de nuevas represen-taciones simbólicas que pasan a legiti-mar la fuerza, la violencia, el uso de lasarmas y la intimidación como métodosválidos para relacionarse con los otros.Estas se han convertido en prácticascorrientes y tácitamente aceptadas ycompartidas por núcleos más o menosgrandes de la sociedad, otorgándolereconocimiento a los poderes autorita-rios y arbitrarios, provengan éstos delas fuerzas de seguridad del Estado, delcontraestado, del para-estado o decualquier grupo delincuencial queofrezca algún tipo de protección, deseguridad o de orden.

Estos perfiles de la crisis, suscinta-mente expresados, están mostrando re-laciones directas o indirectas con la faltade un real espacio público, del cual unaética ciudadana, civil y secularizadaestá ausente. Por eso, hoy se plantea enColombia el problema de la construc-ción de lo público, visto como el espaciode la vida política -sustentada sobre eldiscurso y la acción- como un corpussocial diferenciado del aparato estatalpropiamente dicho, en el cual se con-fronten iguales, en tanto que actoresdiversos con capacidad de interlocu-ción, de reconocimiento y de acción,orientados hacia la construcción de unnuevo sentido enlasociedad colombiana .

4. Laconstrucciérrde 10público,una vía para la instauraciónde una ética ciudadana.De acuerdo con los ejes temáticos,

teóricos e históricos que hemos venidoexponiendo, para reconstruir lo públi-co sería preciso instaurar una nuevamanera de hacer y de pensar la política,cambiándole la lógica y el sentido a lasprácticas tradicionales. Es necesario,entonces.la instauración de la lógica dela política contrapuesta a la de la guerrapues ésta última no reconoce adversa-riossino enemigos, no admite discursossino imposiciones, y no reconoce accio-nes sino prácticas asociadas con la vio-lencia y la exclusión de los contrarios.

Se requiere, así mismo, la instau-ración de la lógica de la concertacióncontraria a la lógica de la imposición. Esnecesariosa ber que se impone media ntela fuerza, la represión y la violenciapero también desde la aplicación denormas y leyes que, imaginariamente,se corresponden con intereses genera-les o con el bien común; se imponeutilizando procedimientos de planifi-cación técnico-económica que no con-sultan las realidades diversas de lospobladores a los cuales van dirigidas y,en fin, se impone cuando alguien searroga la representación de otro parahablar por él, cuando se priva del dis-curso y de la acción a actores y a fuerzassociales que pueden ser interlocutoresautónomos.

Se debe entender, además, que laexistencia de lo público y la gestaciónde nuevos referentes ético culturales nose garantiza desde la identidad y launanimidad sino desde la diferencia,desde los conflictos y las divergenciaspropias de cualquier sociedad comple-ja que se transforma. Lo común y locolectivo no desdibujan los conflictos,por el contrarío, los reconocen y los pnrveen de canales de tránsito y solución.

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Y, finalmente, se debe admitir quelos referentes éticos se construyen con-sensualmente; es decir, no provienende losmeta-relatos y los meta-discursosreligiosos, míticos oracional-legales, noson eternos e inmodificables y no sóloguían el. quehacer político sino queconstituyen su fundamento.

Lo público es lo_que se hace enpresencia de otros, loque todos puedenoír, rebatir, criticar; es lo visible, lo quese puede comunicar; por tanto, lo públi-co hace parte también del mundo de losimbólico, de lo representado, de laesfera de las mediaciones y contribuyea relacionar las distintas subjetivida-des. Lo íntimo, por el contrario, apela aaquello que no es comunicable, a lo quesólo puede ser vivido por el sujeto demanera personal e intrasferible, comoel dolor fisico, que es una de las cosasmás reales pero no puede comunicarse.

Lo público, en tanto que simbólico

y representado, demanda la existenciade mediadores, de terceros, de referen-tes éticos y de reglas de procedimientopara establecer puntos de acuerdo so-bre intereses susceptibles de generali-zarse; es decir, si no existen referenteséticos comunes, tampoco existe la di-mensiónde lo público, así exista un enteesta tal e instituciones formalmenteconstituidas.

Así,la superacióndela abmizaciónsocial y de la fragmentación del poder,la reconstrucción de las tramas de rela-ciones inscritas en un proyecto de mo-dernidad, la formación de nuevas so-ciabilidades más ajustadas a los proce-sos modernizantes de la economía, lareducción de la violencia a umbralesmás tolerables, el fortalecimiento de lavigencia de la ley y la posibilidad desuperar la crisis, son todos objetivoscuya referencia fundamental es lareconstrucción de lo público.

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«Lapluralidad humana, básica condición tanto de la accióncomo del discurso, tiene el doble carácter de igualdad ydistinción. Si los hombres no fueran iguales, no podríanentenderse ni planearyprever para El futuro las necesidadesde los que llegarán después. Si los hombres no fuerandistintos, es decir, cada ser humano diferenciado decualquier otro que exista, no necesitarían el discurso y laacción para entenderse. Signos y sonidos bastarían paracomunicar las necesidades inmedia tas e idénticas.»Hannan Arendt

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