Estructuras Del Parentesco y El Problema Del Incesto
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8/18/2019 Estructuras Del Parentesco y El Problema Del Incesto
1/13
· fi : ¡
PíTULO 1 .
NATURALEZA Y CULTURA
ENTRE los pr incIpIOs que formularon los precursores de
la
sociología sin
duda· ninguno fue rechazlldo con t an ta s eg ur id ad como el que atañe a la
dis tinción entre estado de naturaleza y estado de sociedad
n
efecto es im-
posible referirse sin incunir en contradicción a una fase de la evolución
de·la humanidad durante la cual ésta a un en ausencia de toda organización
social no haya desarro llado formas de act iv idad que son parte integrante de
la cul tura Pero la dis tinción propues ta puede admit i r interpretaciones más
válidas ·
Los etnólogos de la escuela de Elliot Smith y de Perry
la
retomaron
p ar a d es ar ro ll ar u na teo rí a q ue p uede di scut ir se p er o qu e más a ll á del
detalle arbi t rario del esquema his tórico pone claramente de manif iesto la
oposición profunda entre dos niveles de la cultura humana y el carácter revo·
lucionario de la transformación neolítica No puede considerarse que el
hombre de Neander thal con su probable conocimiento del lenguaje sus
industrias líticas y sus ritos funerarios existe en est ado de n atur al eza: su
nivel de cul tura se opone s in embargo al de sus sucesores neolí ticos con
un
rigor comparable si b ien en un sentido distinto al que les conferían
los autor es de los siglos XVII y XVIII P ero sobre todo hoy comienza a
co mp rend erse q ue la d ist in ción ent re est ad o de n atur al eza y est ad o de
so-
ciedad
l
a fal ta de una significación histórica aceptable tiene
un
valor lógico
que justifica plenamente que la sociología moderna la use como instrumento
metodológico El hombre es
un
ser biológico al pa r que
un
individuo social
Entre las respues tas que
da
a las excitaciones externas o internas a lgunas
corr esp ond en ínt eg ramente a s u n atur al eza y o tr as a s u s ituación : n o s er á
difíci l encon tr ar el o rigen r es pec tivo de l r ef le jo p up il ar y el d e
la
posición
qu e toma la mano del j inete ante el s imple contacto con las r iendas Pero la
distinción no siempre es
tan
simple: a menudo los estímulos psicobiológicos
y el est ímulo psicosocial provocan reacciones del mismo tipo y puede pre ·
guntarse como
ya
lo h ac ía Locke s i el miedo de l n iñ o
en
la
oscuridad se
explica como manifes tación de su naturaleza animal o como resul tado de los
cuentos de la nodriza
2
Aun más: en la may or ía d e los casos ni siquiera
se dis tinguen bien las causas y la respues ta del sujeto const ituye una ver·
dadera integración de las fuentes biológicas y sociales de su comportamiento
1 Hoy dir ía mos mej or : es ta do de nat ural ez a y e st ado de c ul tu ra
2 n
efecto parece que el temor a la oscuridad
no
aparece antes del vigesimoquinto
mes Cf
C
W Valentine The Innate Basis of Fear Joumal enetic Psychology
vol :3 193
LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59
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8/18/2019 Estructuras Del Parentesco y El Problema Del Incesto
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INTRODUCCION
Eso sucede en l a a ct it ud de la madre hac ia su n iño o en las emociones com
ple jas del espec tador de
un
desfile militar.
La
cul tu ra no est á
ni
simple
mente yuxtapuesta
ni
simplemente superpuesta a la vida. En un sentido
la
sus ti tuye ; en otro, la uti li za y
la
transforma
para
realizar una sintesis de
un nuevo orden.
Aunque resulta relativamente fácil establecer
la
distinción de principio,
la dif icul tad comienza cuando se quiere efectuar el aná li si s. Esta dif icul tad
es doble:
por
una
parte , se puede intenta r def inir ,
para cada
actitud,
una
c ausa de orden b io lógi co o de orden soci al ; por otra, buscar el mecanismo
que permi te que ~ t u d e s de origen cultural se injerten en comportamientos
que son, en sí mismos, de nat ur aleza biológica y l og ra int egrársel os. Al
negar o subestimar
la
oposición se cerrará l a pos ibil idad de comprender los
fenómenos sociales, al otorgarle su pleno alcance metodológico se correrá el
r iesgo de erigi r como miste rio insoluble el problema del pasaje ent re los dos
órdenes. ¿Dónde termina
la
naturaleza? ¿Dónde comienza
la
cultura? Pue
den conceb ir se var ia s maneras de responder a es ta dob le pregun ta. Sin
embargo, has ta ahora todas estas maneras resul ta ron parti cula rmente frus
trantes.
El método más simple consistiría en aislar a un recién nacido y observar
sus rel; -cciones f re nt e a d is ti nt as excit aci ones duran te l as p rime ra s horas o
días que siguen al nacimiento. Podría suponerse, entonces, que las respuestas
obtenidas en tales condiciones son de origen psicobiológico y no corresponden
a síntesis culturales posteriores. Mediante este método
la
psicología contem·
poránea obtuvo resultados cuyo interés no puede hacernos olvidar su carácter
fragmentario y limitado.
En
primer lugar, las únicas observaciones válidas
son l as que se h acen
en
los primeros días de vida,
ya
que
es
probable que
aparezcan condicionamientos en el término de pocas ·semanas y ta l vez de
pocos días; de este modo, sólo a lgunos t ipos de reacc iones muy elementales ,
tales como ciertas expresiones emocionales, pueden estudiarse
en
la práctica.
Por
otra parte, las pruebas negativas presentan siempre un carácter equívoco,
porque siempre queda planteada
la
pregunta de s i la reacción está ausente a
causa de
su
ori gen cul tu ra l o a c ausa de que en el per íodo temprano en que
se hace
la
observación los mecanismos fisiológicos que condicionan su apa
r ic ión no e st án aún desar ro ll ados. A
partir
del hecho de que un niño
pequeño no camine no puede conclui rse
la
necesidad del aprendizaje, puesto
que,
por
lo contrar io, se sabe que e l niño camina en forma espontánea desde
e l moment-o en que
su
organismo está capacitado
para
hacerlo.
3
Se puede
presentar una s ituación aná loga en otros dominios. El único medio para eli
minar estas incert idumbres sería prolongar
la
observación durante algunos
meses o inc luso 'años , pero entonces nos encontramos con dif icul tades inso·
lubles, ya que el ambiente que pudie ra sat is facer las condiciones r igurosas
de aislamiento exigidas
por l a
experienc ia no es menos art if ic ia l que el am
biente cul tura l a l que se pre tende sus ti tuir .
Por
e jemplo, los cuidados de la
3
M.
B.
McGraw, The Neuromuscular Maturation 01 t he Human Inlant, Nueva
York, 1944.
NATURALEZA Y CULTUR 7
madre duran te l os p rime ros años de l a v ida humana cons ti tuyen una con.
dición natural del desarrollo del individuo. El experimentador se encuentra,
pues, encerrado en un círculo vicioso.
Es
~ i e r t o
~ u e a veces el azar parec ió lograr lo que no podría a lcanzarse
p?:
medios a r t ¡ f l ~ l a l e s : e l_caso de los niños salva jes perdidos en la cam
pma desde sus pnmeros anos y que por una serie de casualidades excepcio
nal?s
: p u d i e r ~ n
~ u ~ s i s t i r y desarrollarse s in inf luencia a lguna del ambiente
SOCIal ImpresIOno mtensamente la imaginación de los hombres del siglo
XVIII.
Sin
e m ~ ~ r g o ;
de las antiguas relaciones surge claramente que
la
mayoría de
estos nmos fue ron anormal es congén it os y que es necesa ri o busca r en l a
imbecil idad, mostrada en grado diferente
por
c ad a uno de ellos
la
causa
inicial de
su
abandono
y
no, como se quiere a veces, su r e s l l l t a d ~
Observaciones rec ientes confi rman este punto de vis ta . Los supuestos
niños lobos encont.rados en
la
India jamás alcanzaron plenamente
un
des
arrol lo normal . Uno de ellos anichar j amás pudo habla r,
ni
siquiera
cuando a d u l t ~ : Kel log informa que de dos niños , descubier tos juntos hace
unos vemte anos , e l menor nunca
fUe
capaz de hablar y e l mayor vivió has ta
los sei s años, pero con un nivel ment al de dos años y medio y un vocabu
lario de sólo cien palabras.
5
Un informe de 1939 considera como idiota con
génito a un niño-babuino de Africa del Sur , descubier to en 1903 a la edad
probab le de doce a cat orce años.
6
Por otra
parte,
la
mayoría de las veces
puede sospecharse de las circunstancias dei encuentro.
Además, estos ejemplos deben descartarse p or un a razón de princ ipio
que de ent rada nos s it úa en el co razón de l os probl emas cuyo anál isi s es el
objeto de esta Int roducc ión. Blumenbach, desde 1811, en
un
estudio con
sagrado a uno de estos niños, Peter' el salvaje , decía que nada podía
esperarse de fenómenos de este orden. Señalaba, con intuición profunda,
que, de ser
un
animal
doméstiGO
el hombre es el único que se domest icó a sí
mismo.
7
Es/posible 'observar que
un
animal doméstico un gato por ejemplo,
o un perro o
un
animal de
corraL
s i se encuent ra perdido y a is lado vuelve a
un comportamiento natural que fue e l de
la
especie antes de
la
intervención
externa de
la
domesticación. Pero nada semejante puede ocurrir con el
hombre,
ya
que en su caso
no
existe comportamiento natural de la especie
al que el individuo a is lado pueda volver
por
regresión. Como más o menos
4 J M. G. tard, Rapports et mémoires sur le sauvage
de
l Aveyroll, etc. París,
1894.
A.
von Feuerbach, Caspar Hauser, traducción al inglés, Londres, 1833, 2 vols.
5 G. C.
Ferris, Sanichar, the Wolj·boy 01 India, Nueva York, 1902. P. Squires,
Wolf Children of India. American Joumal 01 Psychology, vol. 38, 1927, pág. 313.
W. N. Kellog, More about the ' 'WoH-chi ldren' ' of India , ibid., vol. 43 1931, págs. 508
509;
A Fur th er Note cm the ' 'Wolf-children '' of India , ibid., vol. 46 1934, pág. 149.
Véase también, para esta polémica, J
A.
L. Singh y R M. Zingg, Wolj-children and
Feral
Men, Nueva York, 1942, y A. Gesell, Woll-child and Human Child, Nueva York,
1941.
6 J . P . Foley, J r. , The Baboon-boy of Sou th Afr ic a, American Journal 01 Psy
chology
vol.
5 3 1 94 0. R . M .
Zingg, More about the Baboon-boy of South Africa, ibid.
7 J
F. Blumenbach, Beitriige zur Ndturgeschichte, Gotinga, 1811, en Anthropo.
logical Treatises 01
J F
Blumenbach, Londres, 1865, pág.
339.
LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59
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INTRODU ION
t odav ía más marcadas: Los p rima te s of recen aun más d iver sidad
en
sus
preferencias alimentar ias que las ratas , las palomas y las gal linas. 12 En el
dominio de
la
vida sexual también encontramos en los primates un cuadro
que
cubre
casi
por
completo la conducta sexual del hombre
, tanto en sus
modal idades normales como en las más notables de las manifes taciones que
po r
lo común se denominan anormales , porque chocan con las convenciones
sociales .13 Esta individuación de las conductas hace que el orangután ,
el
gor ila y el chimpancé se parezcan al hombre de modo s ingular.
14
Malinowski
se equ ivoca cuando esc ribe que todos los f ac to re s que def inen
la
conducta
sexual de los machos antropoides son comunes al comportamiento de todos
los miembros de
la
especie,
l a
que funciona con
tal
uniformidad que
para
cada
especie animal sólo necesitamos
un
g rupo de datos
pues las var ia-
ciones son
tan
pequeñas e ins ignificantes que el zoólogo está plenamente
autorizado para ignorarlas .16
¿
Cuál es,
por
lo contrario,
la
realidad? La poliandria parece
reinar
en
los monos aulladores de
la
región de Panamá aunque
la
proporción de los
machos en relación
COn
las hembras sea de 28 a 72.
Se
observan, en efecto,
relaciones de promiscuidad entre
una
hembra en celo y var io s machos pero
s in que puedan def in irse preferencias, o r d ~ n de prioridad o v í n c u l ~ s
duraderos.1
6
Los gibones de las selvas de
Slam Vlven a l parecer-
en famI-
lias monogámicas relativamente estables; sin e m b a ~ g o las
r e l a c i o ~ e s
sexuales
se presentan , s in discr iminación alguna, entre mIembros del
~ l s m o
fami li ar o con i ndi vi duo s q ue pertenecen a otros grupos y
aSl
se venfIca
-podría decirse- la
creencia indígena de los
g i ~ o n e
son reencar-
nación de los amantes desgraciados.l7 MonogamIa y pohgamla coeX1sten entre
los rhesus;
18
las bandas de chimpancés salvajes observadas en Africa varían
entre cuatro y catorce individuos, lo cual
deja
p lanteado el p roblema de su
régimen matrimonial.
19
Todo pa re ce suceder como si los gr and es monos,
12 A. H. Maslow, Comparative Behavior of Primates VI: Food Preferences of
Primates,
Joumal
Comparative Psychology vol.
16,
1933 pago 196.
la G.
S. Mil ler, The Primate Basis of Human Sexual Behavior,
Quarterly Review
Biology
vol.
6 n
Q
1931, pág.
392.
14 R. M. Yerkes,
A
Program of Anthropoid Research, American J o u r n a ~ Psy-
chology
vol. 39 1927, pág. 181 R. M. Yerkes y S. H. Elder,
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5/13
4 INTRODUCCION
este conjunto complejo de creencias, costumbres, estipulaciones e instituciones
que se des igna b revemente con el nombre de p rohibi ción del in ce sto.
La
p r o ~ i b i c i ó n
del inces to p re sent a, s in el menor equ ívoco y r eunido s de modo
mdIsoluble los dos caracteres en los que reconocimos' los atributos contradic
t o r ~ o s de dos órdenes excluyentes: constituye una regla, pero
la
única regla
socIa l que posee , a la vez, un carácter de universalidad.
20
No
necesita demos
t rarse que
la
prohibición del incesto constituye una regla;
bastará
recordar
que l a p rohibi ción del mat rimonio ent re pa ri en te s cer cano s puede t ener un
campo de apl icación var iable según el modo en que.
cada
grupo def ine lo que
entiende
por
pariente
próximo;
sin embargo, esta prohibición sancionada por
penalidades sin duda var iables y que pueden inclu ir desde ejecución inme
d ia ta de los culpables has ta la r epr oba ci ón va ga y a veces sólo
la
burla,
s iempre está presente en cualquier grupo. socia l.
Aqu í no pod rí an
invocarse , en efecto, las famosas excepciones de las
que l a soc io log ía t radi cional se con tent a, a menudo, con señal ar el escaso
número. Puesto que toda sociedad exceptúa la prohibición del incesto si se
la
con side ra desde el pun to de v is ta de otra sociedad cuya reg la es más
es
tricta
que la suya. Uno se e st remece a l p en sa r en e l número de excepciones
que deber ía registrar en es te sent ido un indio paviot so. Cuando se hace
referencia a las t res excepciones clásicas: Egipto,
Perú,
Hawai, a las que
por ? t ra par te es necesario agregar algunas otras (Azandé, Madagascar, Bir
mama, etc.)
no
debe perde rse de v is ta que es tos s is temas son excepciones
sólo en r el ac ión con
el
nuestro en
la
med ida en que
la
prohibición abarca
allí un dominio
más
restringido que en nuestro caso.
Sin
embargo,
la
noción
de excepción es totalmente relat iva y
su
extensión sería muy diferente para
un austral iano , l in thonga o un esquinIal .
.
La
cuestión
no
es, pues, saber si existen grupos que permiten matrimo
que otros exclu en, ~ i n o más b ien s i
hay.grupos
en los que no se prohíbe
tIpo alguno
de
matrImomo. La respuesta debe sér, entonces, totalmente nega
tiva y por dos r azones : en primer lugar , nunca se autor iza. e l m¡¡ tr imonio
entre todos los par ientes próxinIos sino sólo entre ciertas categor ías (semi.
hermana
con exclusión de la hermana;
hermana
con exclusión de
la
madre,
etcétera) ; luego, porque estas uniones consanguíneas tienen a veces un carácter
t empo ra rio y r it ua l y o tr as un
carácter
oficial y permanente, . p ero en est e
último caso peJ:IDanecen como privilegio de
una
categor ía socia l muy res
tringida. En Madagascar,
la
ma9.re,
la
hermana y a veces t ambién
la
prima,
son cónyuges prohibidos
para
las
g e n ~ e s
comunes; IDientras que
para
los
grandes jefes y los reyes, sólo la
madre -pero
de cualquier modo
la
madre
es lady prohibid¡¡. . No obstante, existe
tan
poca excepción frente
fenómeno de la prohibición del jncesto que la conciencia indígena se muestra
muy suscept ib le ante ella: cuan90 un matrimonio es estér il se postu la
una
20 Si se pidiera a diez etnólogos contemporáneos que ind.icaran una insti tución
humana universal es probable que nueve de ellos e ligieran la prohibición del , incesto;
varios ya
la
señalaron como la única institución universal. Cí.
A. 1.
Króeber, Totem
and Taboo in Retrospect, American Journal
Sociology vol. 45 n
9
3 1939, pág. 448.
NATURALEZA Y ULTUR 4
relac ión inces tuo sa , aunque ignor ada, y se cel eb ran automá ti camente l as
ceremonias 'expiatorias prescriptas.
2I
El caso del ant iguo Egipto resul ta más sorprendente, ya {me descubri
mientos recientes
22
sugieren que los matrimonios consanguíneos
-sobre
todo
ent re hermano y
hermana-
tal vez representaron una costumbre genera·
lizada en los pequeños funcionar ios y artesanos, y no se limitaron
--como
.antes se
creía-
a
la
cas ta r einant e y a l as d in as tí as más t ar dí as .
Sin
em-
bargo , en
materia
de incesto no
habría
excepción absoluta. Nuestro emi
nente colega Ralph Lin ton nos hacía notar un
dí a
que, en
la
genealogía de
una farni-lianoble de
Samoa
estudiada por él, de ocho matrimonios consecu
tivos ent re hermano y hermana , sólo uno imp li caba a una
hermana
menor,
y que la opinión indígena lo había condenado como inmoral. El matrimonio
entre un hermano y
su
hermana
mayor
aparece, pues, como una concesión
al derecho de mayorazgo y
no
excluye
la
prohibición del incesto puesto que,
además de
la
madr e y de la
hija,
la
hermana menor
es un cónyuge prohibido
o
por
lo menos desaprobado .
Ahora
bien, uno de los pocos textos que
poseemos acerca de la organización socia l del ant iguo Egipto sugiere
una
interpretación
análoga;
se trata del Papiro de Boulaq N
9
5, que
narra
la
historia de
una
hija de r ey que quier e despo sa r a su hermano mayor .
y
su
madre señala: Si
no tengo ot ro s ni ños a demá s de estos d os hij os , ¿aca so
no es
l a ley casar lo s uno con otro? 24
Aquí
también parece
tratarse
de una
fórmula de prohibición que autor iza
el
matrimonio con
la hermana
mayor,
pero que lo condena
con
l a menor. Más adel ante se ver á que 10s anti guos
textos' japoneses describen el incesto como una unión
c on l a
hermana menor,
con exclusión de
la
mayor, ampliando así el campo de nuestra interpretación.
Incluso en estos casos, que estaríamos tentados
de
considerar como límites, la
regla ·de universalidad no es menos man if ie st a que el car ác te r norma tivo
de
la
institución.
He aquí, pues, un f enómeno que p re sent a a l mi smo t iempo el car ác te r
distintivo de los hechos
de
naturaleza y el carácter distintivo -teóricamente
contradictorio con el precedente-
de
los hechos de cul tura .
La
prohibición
del incesto posee , a
la
vez,
la
unive rsal id ad de l as t endenc ia s y de los ins
tintos y el car ác te r coerc it ivo de l as leyes y
de
las instituciones.
¿De
dónde
proviene? ¿Cuál es su ubicación y su significado? Desbordando, de modo
inevi table, los l ímites siempre históricos y geográf icos de
la
cultura (coex
tensiva en
el
tiempo y en el espacio con la especie
biológica ,
pero refor
zando doblemente, mediante
la
prohibición social,
la
acción espontánea de las
21 H.
M.
Dubois,
S.
J., Monographie des Betsiléo. Travaux et Mémoires
de
l In·
stitut d Ethnologie
París, vol. 34, 1938, págs. 876-879.
M. A. Murray, Marriage in Ancient Egypt , en Congres intemational des Scien-
ces
anthropologiques . Comptes rendus Londres, 1934, pág. 282.
28 E. Amelineau,
Essai sur l évolution historique
philosophique des idées m
rales dans l Egypte ancienne
Bibliotheque de I'Ecole Pratique des Hautes Etudes. Sciences
religieuses, vol. 6, 1895, págs.
72-73.
W.
M.
Flinders·Petrie,
Social Li le in Ancient Egypt
Londres, 1923, pág.
no
y sigs.
.
4 G. Maspero, Contes populaires de l Egypte ancienne París, 1889, pág.
171.
LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59
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6/13
INTRODU ION
fuerzas naturales a las que,
por
sus característ icas propias, se opone a
la
vez
que se ident if ica en cuanto al campo de apl icación, la prohibición del incesto
se p re sent a a la reflexión sociológica como un terrible misterio.
En
el seno
mismo de nuestra sociedad son pocas las prescripciones socia les que preser
varon de tal modo la aureola de
terror
respetuoso que se asocia con las cosas
sagradas. De modo significa tivo , que luego deberemos comentar y explicar,
el incesto, en s u f orma p ro pi a
y
en la forma metafór ica del abuso del menor
( del
que ,
dice
la
expresión popular,
p odr ía s er
el.
padre :),
se une en
algunos países con
su
antítesis: las relaciones sexuales mterraClales,
por o tr a
parte forma extrema de la exogamia, como los dos e s t ~ u l n t e s más p o d e ~ o ~ o s
del
horror
y de
la
venganza colectivas. Pero este ambIente de temor magIco
no sólo de fine e l c lima en el seno del cual, aun en la sociedad moderna, evo
luciona la institución sino que también envuelve, en el nivel teórico, los deba
tes a los que -la soc iolog ía se dedicó desde sus o rígenes con una tenacidad
ambigua:
La famosa cuestión de
la
prohibición del incesto
-escribe
Lévy
Bruhl- esta
vexata qzuestio
para la cua l los e tnóg ra fo s y los s o c i ó l o g o ~
tanto buscaron la solución,
no
requiere solución alguna. No hay
por
que
plantear el problema. Respecto de las sociedades de que t e r ~ i n m o ~ ,de
hablar, no hay por qué preguntarse la razón de que el mcesto este prohIbIdo:
esta prohibición
no
existe
; no se piensa en prohibir el incesto. Es algo
que
no
s ucede. O b ie n, s i po r imposible esto sucede, es algo asombroso, un
monstrum
una transgresión que despierta horror y espanto. ¿Acaso l as
ciedades primitivas conocen
una
prohibición
p ara l a
autof ag ia o el
fratn
c id io ? No t ienen
ni
más
ni
menos razones
para
prohibir el incesto .25
No debe asombrarnos encontrar tanta timidez en un autor que , s in em
bargo,
no
vaciló f rente a las h ipótesis más audaces , s i se con side ra que los
soció logos están casi todos de acuerdo
en
manifestar ante este problema la
misma repugnancia y
la
misma timidez.
25 L. Lévy·Bruhl, e Surnature l e t l Nature ns mentalité primitive París,
1931, pág. 247.
•
CAPíTULO
II
EL PROBLEMA DEL INCESTO
EL
PROBLEMA
de la prohibición del incesto se presenta a nuestra ref lexión
con toda la ambigüedad que, en un plano diferente, explica sin duda el carác
ter sagrado de
la
prohibición misma. Esta regla, que por ser lo es socia l, es
al mismo tiempo presocial en dos sentidos: en primer lugar
po r
su universa
lidad, luego
por
el ti po de relaciones a l as qu e impone su norma.
La
vida
sexual en s í es ext er na a l grupo en un doble sen tido . Expresa el grado má
ximo de
la
naturaleza animal del hombre y atest igua, en el seno de la humani
dad, la supervivencia más característ ica de los instintos; en segundo lugar ,
y
de nuevo en un doble sen tido , sus f ines son trascendentes: sat isface
:lea
deseos indiv iduales que, como bien se sabe, se cuentan entre los menos respe
tuosos de las convenciones sociales, sea tendencias específicas que sobrepasan
igualmente, aunque en o tr o sen tido , l os fines p ropios de
la
sociedad. Por
o tra par te , seña lemos que s i b ien
la
reglamentación de las relaciones entre
los sexos constituye un desborde de
la
cultura en el seno de la naturaleza,
por
su par te
l a vi da sexual es, e n el seno de
la
naturaleza,
un
i nd ic io de l a
vida social, ya que, de todos los inst intos, el s exual es el único q ue para
def in ir se necesita del est ímulo de otro. Deberemos volver sobre este punto;
el instinto sexual,
po r
ser
él
mismo
natural,
no con st it uye el p aso de
la
natu
ra leza a la cultura, ya que eso sería inconcebible, pero explica una de las
razo,nes por l as cua le s en el t er reno de la vida sexual, con preferencia a cual
qu ie r o tr o, es donde puede y debe ope ra rse, f or zosamente, e l t ráns it o ent re
los dos órdenes . Regla que en
la
sociedad
abarca
lo que le es más extraño
pero, a l mismo tiempo, reg la socia l que ret iene en la naturaleza aquello q·ue
es
susceptible de superarla, la prohibición del incesto se encuentra , a la vez,
en el umbr al de
la
cultura, en la cul tura y, en cierto sen tido , como tra tare
mos de mostrar lo , es
la cultura
misma.
Po r
e l momento bas ta señal ar a qué
dualidad debe su carácter ambiguo y equívoco. En de
dar
cuenta de esta
ambigüedad los sociólogos
se
preocuparon casi exclusivamente
por
reducirla
a o tr a cosa. Sus t en ta ti va s de expl ic ac iones pueden r esumir se en t re s t ipo s
principales, que aquí nos l imitaremos a caracterizar y a analizar en sus rasgos
esenciales.
El primer tipo de explicación q ue sigue por o tr a p ar te l a creencia popular
vigente en muchas sociedades, incluso
la nuestra-
inten ta mantener el doble
carácter de la prohibición, disociándola en dos fases distintas: po r ejemplo,
LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59
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9/13
INTRODUCCION
Un segundo t ipo de expl icaci ón t iende a e limina r uno de los t érminos de l a
ant inomia ent re los carac te res, natural y social , de
la
institución. Para mu
chos sociólogos y psicólogos, cuyos principales representantes son Wester
marck y Havelock Ellis,
la
prohibición del incesto no es más que
la
proyec
ci ón o el r ef lej o, sobre el p lano soci al , de sen timi ent os o t endenci as para
cuya explicación sólo es necesario considerar
la
naturaleza del hombre. Puede
observarse un buen número de variaciones importantes entre los defensores
de esta posic ión; a lgunos hacen derivar el
horror
al incesto, postulado en el
origen de
la
prohibición, de
la
naturaleza fisiológica del hombre; otros más
bien de sus tendencias psíquicas. De hecho, todos se limitan a retomar el viejo
prejuicio de la voz de la sangre , que se encuentra expresado aquí en forma
más negativa que posit iva. Ahora bien, está perfectamente establecido que el
supuesto
horror
a l inces to no puede derivarse de una fuente instintiva, puesto
que
para
que se manifieste es preciso suponer un conocimiento previo o esta·
blecido posteriormente de la relación de parentesco entre los culpables. Queda
por
considerar la interpretación
por
est imul aci ón act ual , o más b ien por
carencia de la misma. De es te modo , para Havelock Ellis, la repugnancia
frente al incesto se explica
p or l a
influencia negativa de las costumbres coti
dianas sobre
la
excitabil idad erótica, mientras que Westermarck adopta una
interpretación del mismo tipo pero transpuesta a un plano más estrictamente
psicológico.
12
Se podría obje ta r a estos autores que confunden dos t ipos de acostum
bramiento: el que se desarrolla entre dos individuos sexualmente unidos y del
que se sabe que l leva,
por
lo general , al debil it amiento del deseo (hasta el
punto, declara
un
biólogo contemporáneo, de introducir un elemento de
desorden en todo sistema social ) 13 y el que reina ent re parientes próxinlOs,
a l que se adjudica el mismo resul tado, s i bien el uso sexual , que en el p rime r \
caso desempeña
una
función determinante, está manifiestamente ausente en
el
segundo.
La
interpretación propuesta conduce, pues, a
una
petición de
p ~ i n
c ipio: en ausencia de toda verificación experimental no se puede saber 81 la
supuesta observación sobre
la
que Uno se apoya l a menor frecuencia de los
deseos sexuales entre parientes próximos se explica
por
el acostumbra
miento f ís ico o psicológico o como consecuencia de los tabúes que const itu-
12 Havelock Ellis
Sexual Selection in Man
Filadelfia, 1906. E. Westermarck, The
History 1 Human Mar:iage
vol. 1, pág. 250 y s igs. ;
vol.
2, pág.
207
y sigs.
La
posición
de Westermarck presenta curiosas fluctuaciones. Part ió de una interpretac ión de base
instintiva
m uy
próxima a
la
de Havelock
Ell is
en
la
primera edición de su History
1
Human Marriage
y evolucionó hacia una concepción más psicológica que puede encon
t rarse en la segunda edición de la misma ob ra. A l f in d e su vida (E. Wes termarck ,
Recent Theories of Exogamy,
Sociological Review
vol. 26, 1934), sin embargo, en contra
de B.
Z.
Seligman y Malinowski
retornó
no sólo a su posic ión de 1891, s ino h a s ~ a a la
c re enci a de que el o ri gen ú lt imo de la prohibición debe buscarse en una
conCienCIa
con-
fusa de las consecuencias nocivas de las uniones consanguíneas. (E. Westermarck,
Three
Essays on Sex and Marriage Londres, 1934, pág. 53 y sigs.)
13 G. S. Miller,
The
Primate Basis o.f Human seXual Behavior, Quarterly Review
1 Biology vol. 6, n
Q
4,
1931, pág. 398. El horribre t iene en común con los monos supe
r io re s e st a t endenc ia i nnat a a cansa rse de su parej a sexua l ( ib íd ., pág . 386).
EL PRO LEM
EL
INCESTO
yen l a pr oh ib ici ón misma. De este modo se la pos tu la , c uando l o que se
pretende es explicarla.
Pero nada más sospechoso que esta supuesta repugnancia instintiva, ya
que el inces to, s i bien prohibido por
la
ley y l as cost umbres , ex ist e y, s in
duda, es más f recuen te que l o que dej a suponer la convención colectiva de
silenciarlo. Explicar la universalidad teórica de
la
regla
por
la universalidad
del
sentimiento o de
la
tendencia es
abrir un
nuevo problema, puesto que
el
hecho que se supone un iver sal no l o es en manera al guna.
Por
lo tanto,
si se desea tratar las muchas excepciones como perversiones o anomalías se
deberá def in ir en qué consi st en est as anoma lí as en el ún ico ni vel en que
se l as puede invocar s in tautología, vale dec ir , sobre el plano fis iológico;
esto será, s in duda, más dif íc il en la medida en que una importante escuela
contemporánea tomó
respecto
de este problema una act it ud que se en
cuentra en contradicción total con la de Havelock Ell is y
la
de Westermarck:
el psicoanálisis descubre un fenómeno universal no en la repulsión frente a
relaciones incestuosas sino,
por
lo contrar io, en su búsqueda.
Tampoco es c ie rto que e l hábito s iempre deba considera rse fatal para
el m a ~ r i m o n i o Muchas sociedades piensan de modo diferente.
El
deseo de
mujer comienza con e l deseo de la hermana dice e l proverbio azande. Los
hehe just ifican su práctica del matrimonio entre primos cruzados
por
la laraa
int imidad que reina ent re los futuros cónyuges , verdadera causa seg6n
ellos de la a tracción sentimental y sexua l.
14
El mismo t ipo de relac iones
que Westermarck y Havelock Ellis consideran como el origen del
horror
del
incesto las ven los chukchis como modelo del mat rimonio exogámico:
La
mayoría de los matrimonios entre parientes (vale decir, entre primos) se reali
.za a edad muy t emprana , a veces cuando el novi o y l a nov ia se encuen tr an
en
l a pr imer infancia. Se celebra
la
ceremonia y los niños crecen jugando
juntos. Un poco más t arde comienzan a forma r
un
grupo aparte. Natural
mente entre ellos se desarrolla un vínculo muy profundo, más fuerte, a me
nudo, que · la muerte; s i uno muere , el otro también muere , de t ri steza o por
que s.e suicida
Los matrimonios entre familias unidas por lazos de amistad
pero sin parentesco entre ellas siguen el mismo modelo. Estas familias a veces
se ponen de acuerdo para c asar a sus respect ivos h ij os , a un an tes de que
éstos hayan nacido. 15 Inc luso en los indios del r ío Thompson, de la Colom
bia Bri tánica , donde el mat rimonio ent re primos de segundo grado se con
s idera incesto y es objeto de burlas, esta hosti lidad a los mat rimonios con
sanguíneos, incluso entre parientes lejanos, no impide que algunos hombres
se prometan
en
mat rimonio con muchachas vei nt e años más j óvenes que
ellos.
16
Podrían
citarse una infinidad de hechos semejantes.
14
G. GOJ, don Brown,. Hehe-Cross-cousin Marriage, en Essays Presented to C. G
Seligman
•
Londres, 1934, pág. 33.
, 15
W. Bogoras , The Chukchee. Jesup Nor th Pac if ic Exped it ion, vol. 9
Memoirs
the Americán Museum
o/
Natural History
vol.
n
1904-1909), pág. 577.
16 James Tei t, The Thompsón lndians of Bri ti sh ·Columbia , Memoirs 1 the Ame-
rican Museum o/ Natural History voL 2, parte 4: Anthropology 1, págs. 321 y 325.
LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59
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5 INTRODUCCION
Sin embargo det rá s de
la
act it ud a que nos r ef er imos exi st e una con·
fusión infinitamente más grave. Si el
horror
al incesto resultase de tendencias
fisiológicas o psicológicas congénitas
¿por
qué se exp re sa rí a con la forma de
una p rohibi ción que es a l mismo t iempo tan solemne y tan esencial como
para que se la encuent re en todas l as soc iedades humanas con la misma
aureola de prest ig io sagrado? No habría razón alguna para prohib ir lo que,
s in prohibición , no correr ía el r iesgo de ejecutarse. Se pueden fórmular dos
respuestas a este argumento:
la
primera consiste en decir que la prohibición
nó est á des tinada más que a caso s excepciona les en l os que la naturaleza
falla en s u mis ión. P ero, ¿cuál es
la
proporción existente entre esas excep
ciones que la hipótes is obl iga a considerar como r ar as en extremo y la im
portancia de
la
reglamentación que apunta hacia ellas? Y sobre todo, s i no
se las concibiera como posibles y peligrosas,
¿por
qué en muchas sociedades
los desvíos ser ían prohibidos y, aun más , cas tigados con el r igor extremo que
se conoce? Sea que el pel ig ro exi st a para el grupo, para los individuos inte
resados o
para
su descendencia, en el grupo
en
la
re ali dad que se le
otorgue es donde debe buscar se el o rigen de la prohibición . Así , de modo
inevi table, volvemos a la explicación anter ior. Es cierto que se podría invo·
car una comparación con el suicidio, a l que combaten mediante múltiples
sanciones las cos tumbres y, a menudo,
la
ley,
por
más que
la
tendencia a la
preservación sea natural para todo ser viviente. Pero l a ana logía ent re in
cesto y suici dio no es más que aparente. Si en ambos casos la sociedad
prohíbe, esta prohibición se apl ica,
en
e l p rimero , a
un
fenómeno natural,
que se r ea li za comúnmente ent re los anima le s y, en
el
segundo, a un fenó
meno extraño
por
completo a
la
vida animal y que debe considerarse como
una función de la v ida soc ial . La s oc iedad no p rohíbe más que lo que ella
misma susci ta . Además, y
por
encima de todo,
la
sociedad condena el sui ·
cidio por considerarlo perjudicial para sus intereses , y no porque const ituya
la negación de
una
tendencia congéni ta . La mejor p ru eb a de ello es que,
mientras que toda s oc iedad p rohíbe el incesto, no hay n inguna que no haga
lugar al suicidio y deje de reconocer su legit imidad en ciertas circunstancias
o
para
ciertos motivos : aquel los en los cuales la actitud individual coincide
accidentalmente con
un
interés social.
Por
lo tan to ,
aún
tenemos que des ·
cubrir las razones
por
las que el inces to implica
un
perjuicio para el orden
social.
Las expl icac iones de l t er ce r t ipo y las que acabamos de p re sentar t ienen en
común
la
p resunc ión de e limina r uno de los t érminos de
la
ant inomia. En
este s en tido ambas se oponen a las expl icac iones de l p rimer t ipo, que mano
t iene los dos t érminos a l mismo t iempo que int en ta d isoci ar los . P ero mien
tras que los par ti da rios de l s egundo t ipo de expl icac ión quier en r educ ir l a
prohibición del inces to a un fenómeno psicológico o fisiológico de carácter
ins tint ivo, el tercer grupo adopta una pos ición s imétrica , pero inversa: ve en
la prohibición del incesto una regla de origen puramente sociar cuya expresión
en términos biológicos es un rasgo accidental y secundario. La exposición de
EL
PRO LEM DEl
INCESTO
5
esta concepción, de mayor diversidad según los distintos autores debe hacerse
con un poco más de detalle que las precedentes.
. La prohibición ?el incesto, considerada como institución social, aparece
baJO . , aspectos
d l ~ e r e n t e s En
ocasiones , sólo estamos en presencia de la
prohlblClOn de
la
umon sexual entre consanguíneos próximos o colaterales
a.
veces, esta ~ o r m a de prohibiciones , fundada en un cri terio bio lógico
d e f i ~
mdo, no es
ma.s un
aspecto de un sistema más amplio que parece carecer
de toda.
b a s ~
blOloglca: en muchas sociedades
la
regla de
la
exogamia prohíbe
matnmomo e n ~ r e c a t e g o r í a ~ sociales que incluyen parientes próximos pero,
lunto con. ellos, mcluye
un
numero considerable de indiv iduos entre los que
no es poslhle establecer relación alguna de consanguinidad o de colateralidad
o
en todo caso, sólo relaciones muy lejanas.
En
este último caso, es el capri
a ~ a r e n t e de . la . n?menc la tu ra el que l leva a conside ra r como par ient es
blOloglCOS a los mdlvlduos afectados
por l a
prohibición.
Los par tidarios de las interpretaciones del tercer t ipo conceden gran im.
por tanc ia a est a forma amp li a y soc ia li zada de
la
prohibición del incesto.
Descartemos ya a lgunas sugest iones de Morgan y de F raze r que ven en los
sistemas exogámicos métodos destinados
para
impedir las uniones incestuo
sas: vale dec ir , una p eq ueña fracc ión de to das l as uniones que de hecho
p r o h í b e ~ Se po.dría obtene.r,
e.n
e fecto, el mismo resul tado (e l e jemplo de
las SOCIedades sm c lanes m mItades lo p rueba) s in el ed ifi cio embarazoso
de
las reglas exogámicas. S i e st a p rimer h ipótes is exp li ca l a exoO amia de
~ o ~ ?
poco satisfactorio, no proporciona explicación alguna
para la
prohi.
blClOn del mcesto. Desde nu est ro p un to de vista son te orí as mucho más
importantes q ~ e al mismo tiempo que aportan una interpretación sociológica
de
la exoganua, dejan abier ta
la
pos ib il idad de hacer de
la
prohibición del
incesto una derivación de la exogamia, o hien afi rman categór icamente la
existencia de esta derivación.
En
el
primer grupo ubicaremos las ideas de McLennan, de Spencer y de
Lubbock,17 en el segundo las de Durkheim. McLennan y Spencer v ieron en
las prácticas exogámicas la fijación por la costumbre de l os háb itos de l as
tribus guerreras cuyo medio normal de obtener esposas era el rap to . Lubbock
t raza el e squema de una evolución que habría consagr ado el pas aj e de un
ma tr imonio de g rupo , de car ác te r endogámico , a l mat rimonio exogámico
p.o r rap to . Las esposas obtenidas por este ú lt imo procedimiento , en oposi .
ClOn con las precedentes, sólo habrían poseído el status de bienes individuales
y de este modo ser ían el pro to tipo del matrimonio indiv idualista moderno .
Todas estas concepciones pueden descartarse por una razón muy simple: sí no
quieren estab lecer conexión alguna entre la exogamia y
la
prohibición del
incesto son extrañas a nuestro estudio ; si , por lo contrario ofrecen solucio
nes
apl icables no sólo a las reglas de exogamia s ino a esta forma par ticu lar
J.
F. McLennan,
n Inquiry into the Origin o Exogamy
Londres, 1896. H.
Spencer,
Principles
Sociology
3 vols. , Londres, 1882-1896. Sir John Lubbock, Lord
Averhury,
The Origin
ivilization and the Primitive ondition Man
Londres 1870
pág. 83 Y siga.; Marriage Totemism and Religion Londres 1911.
LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59
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5 INTRODUCCION
de exogamia que cons tituye la prohibición .del inces to s on del todo rechaza
bIes ya que pretenderían derivar una ley general l a p ro hi bi ci ón d el i n
cesto de
ta lo
cual fenómeno especial de carácter a menudo anecdótico
p ro pi o s in duda d e c ie rt as s oc ie da de s p er o c uy a p re su nc ió n n o p ue de c on si
derarse univers al. Este vicio metodológico junto con algunos otros también
corresponde a
la
t e or ía d e D ur kh ei m f or ma m ás c on sc ie nt e y m ás s is te má
t ic a d e i nt er pr et ac ió n por causas puramente sociales.
La
hipótesis presentada
por
D ur kh ei m e n el i mp or ta nt e trabajo que
i na u gu ra e l p ri me r v ol um en d el Année Sociologique 18 tiene un triple carác
t er : en p ri m er l ug ar se b as a s ob re
la
u ni ve rs al iz ac ió n de l os h ec ho s q ue se
observaron en un grupo limitado de s ociedades ; luego hace de
la
prohibición
del inces to una consecuencia lejana de l as r eg la s de e xo ga mi a. E st as últi
mas
por
fin se interpretan en f un ci ón de f enó men os de o tr o o rd en. S egú n
Durkheim la obs ervación de las s ociedades australianas consideradas como
la ilus tración de un tipo primitivo de organización que antes era c om ún a
todas las s ociedades humanas proporciona
la
so lu ci ón de l p ro bl em a del
i nc es to . L a v id a r el ig io sa d e e st as s oc ie da de s e st á c om o s e s ab e d om in a
da
por
creencias que afirman una i de nt id ad s us ta nc ia l e nt re el c la n y el t ót em
epónimo.
La
creencia en esta identidad s us tancial explica las prohibiciones
e sp ec ia le s q ue a fe ct an a
la
s an gr e c on si de ra da como sí mbo lo s ag ra do y el
o ri ge n de
la
comunidad mágico-biológica que une a los miembros de
un
mismo clan. E st e t em or
por
l a s an gr e del c la n es p ar ti cu la rm en te i nt en so
en el c aso d e la s an gr e m en st ru al y e xp li ca
por
qué en la m ay or ía d e l as
sociedades primitivas las mujeres son en p ri nc ip io a c au sa d e s us m en st ru a
c io ne s y l ue go d e una manera más general objeto de creencias mágicas y de
p ro hi bi ci on es e sp ec ia le s. L as p ro hi bi ci on es q ue a fe ct an a l as m uj er es y a s u
s egregación tal como s e expresa en
la
r eg la d e la exogamia no s erían otra
cosa q ue la repercusión lejana de creencias religiosas que primitivamente
no harían d is cr im in ac ió n e nt re l os s ex os p er o q ue se t ra ns fo rm a n bajo la
i nf lu en ci a d el a ce rc am ie nt o q ue se e st ab le ce e n la m en te d e l os h om br es
entre
la
s an gr e y e l s ex o f em en in o.
En
ú lt im o a ná li si s s i d e a cu er do c on l a
r eg la de
la
exogamia
un
h om br e n o p ue de c on tr ae r m at ri mo ni o e n el seno
de su p rop io cl an ello se debe a que s i a ct ua ra de otra manera entraría en
contacto o correría el riesgo de hace rlo con esta s ang re q ue es el signo
v is ib le y
la
e xp re si ón s us ta nc ia l de l p ar en te sc o c on s u t ót em . T al p el ig ro
n o e xi st e
para
l os m ie mb ro s d e o tr o cla n ya que al tótem de otro no lo
a fe ct a p ro hi bi ci ón a lg un a n o e s e l d ep os it ar io d e n in gu na f ue rz a m ág ic a;
de ahí
la
d ob le r eg la del m at ri mo ni o i nt er cl án ic o y d e
la
prohibición del
m at ri mo ni o e n el i nt er io r del c la n.
La
p ro hi bi ci ón d el i nc es to t al c om o l a
concebimos en la actualidad no sería entonces más que el ves tigio la super
vivencia de este conjunto complejo de creencias y prohibiciones cuyas raíces
se hunden en
un
s is tema mágico religioso donde
en
definitiva reside la
explicación. As í pues al s eguir un camino analítico vemos que para Durk
heim
la
p ro hi bi ci ón d el i nc es to e s
un
res iduo de
la
e xo ga mi a; q ue é st a
se
18 E.
Durkheim La prohibition de l inceste. L Année Sociologique vol.
1
1898.
EL PRO LEM DEL INCESTO 55
explica por l as p ro hi bi ci on es esp ec ia le s q ue a fe ct an a l as m uj er es y que
éstas por fin s ólo expresan ciertos s entimientos que provienen de
la
creencia
en l a c on su st an ci al id ad del i nd iv id uo m ie mb ro de
un
clan con su tótem.
La fuerza de esta interpretación radica en s u capacidad
para
organizar
en un mis mo y único s is tema fenómenos muy diferentes que tomados cada
uno en particular parecen difíciles de entender.
Su
d eb il id ad re si de en el
hecho de q ue l as c on ex ion es qu e se e st abl ece n de es ta m an er a so n fr ági les
y a rb it ra ri as . D ej em os de l ad o
la
o bj ec ió n p er ni ci os a e xt ra íd a de l a
no .
universalidad de las creencias totémicas: Durkheim en efecto postula esta uni
versalidad
y
es veros ímil s uponer que frente a las obs ervaciones contempo
rá neas q ue no
la
j us ti fi ca n de n in gu na m an er a p er o q ue t am po co p ued en
y c on r az ón i nv al id ar e st a e xi ge nc ia t eó ri ca m an te nd rí a s u p os ic ió n. P er o
incluso al s ituarnos
por
un in sta nt e en el m ar co de la hipótesis no perci
bimos el p aso ló gi co q ue p er mi te d ed uc ir l as d if er ent es e ta pa s a partir del
postulado inicial. Cada una s e encuentra relacionada con
la
precedente por
una relación arbitraria de la que a priori n o p ue de a fi rm ar se q ue n o se p ud o
producir pero que nada i ndi ca q ue se haya producido efectivamente. Con
sideramos en primer lugar la creencia en la s us tancialidad totémica: s abe
mos que no es obstáculo
para
el c ons umo de l t ót em p er o q ue c on fi er e a éste
sólo un carácter ceremonial. Ahora bien el matrimonio
y
en muchas socie
dades hasta el acto s exual presentan
un
c ar ác te r c er em on ia l y r it ua l q ue
no
es e n a bs ol ut o i nc om pa ti bl e c on l a o pe ra ci ón s up ue st a de c om un ió n t ot é·
mica que s e quiere discernir allí.
En
segundo lugar el horror por l a s an gr e
y en particular
por
la s angre menstrual no es un fenómeno universaJ.19 Los
j óve ne s w in ne ba go v is it an a s us a ma nt es a pr ov ec ha nd o el s ec re to a q ue l as
condena el aislamiento prescripto durante
la
duración de las menstruaciones.
o
. Por otra parte allí donde el horror a
la
s angre mens trual parece llegar
a su p un to c ul mi na nt e no es en abs oluto evidente que la impureza tenga
p re di le cc io ne s o l ím it es . L os c ha g a son b an tú es q ue vi ve n s ob re l as pen
Clientes
del Kilimanjaro; s u organización s ocial es patrilineal. S in embargo
l as i ns tr uc ci on es q ue se dan a las hijas durante la iniciación las ponen en
g ua rd ia c o nt ra l os p el ig ro s g en er al es d e la s an gr e m en st ru al y n o c on tr a
ri es go s e sp ec ia le s a l os q ue e st ar ía n e xp ue st os l os d ep os it ar io s d e la misma
s angre. Aun más es
la
madre
n o el padre q ui en p ar ec e c o rr er e l m ay or
peligro:
No
la
m ue st re s a
tu
m ad re e ll a m or ir ía . N o
la
m ue st re s a t us
compañeras ya que puede encontrars e una m al a qu e t om ar á el l ie nz o c on
que te has secado y tu m at ri mo ni o s er á e st ér il . N o la m ue st re s a u na
. mala mujer que tomará el lienzo para ponerlo en lo alto de su choza
de
tal forma que no p odr ás t en er hi jos. No a rr oj es el lienzo sobr e el sendero
Q e n l a m al ez a. Una m al a p er so na p ue de h ac er c os as f ea s c on él. E nt ié rr al o
19
M.
van Waters The Adolescent Girl among Primitive People
Journal Reli-
ous Psychology vol. 6 1913.
20 P. Radin The Autobiography oí a Winnebago Indian University of California
Publications in American Archaeology and Ethnology vols. 16-17 1920 pág. 393.
LÉVI-STRAUSS, Claude. 1969. "Naturaleza y Cultura" y "El problema del incesto". En Las estructuras elementales del parentesco. Paidos, Buenos Aires. pp.35-59
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INTRODUCCION
en el suelo. Esconde la .sangre a la
mirada
de tu pad re , de tus hermanos y
de tus hermanas. S i lo dej as ver , cometes un pecado. 21
Los al eu te s no copulan con sus mujer es dur an te l a menst ru ac ión por
t emor a t ener una mala caza, p ero s i el padre ve a su
hija
durante la duración
de sus primeras menstruaciones ella cor re el r iesgo de volverse muda y ciega.
s ella, no él , quien corre todos los pel igros.
22
En general una mujer es im
pura durante la duración de. su menstruación, no sólo para sus par ientes de
clan sino también
para
su mar ido exogámico y, en gene ra l,
para
t odo el
mundo. Este punto es esencial, puesto que Durkheim pretende derivar la exo
gamia de un conjunto de costumbres y prohibiciones l s que se r ef ie ren
a las mujeres de las qu e en c ier ta forma s er ía la consecuencia y de dif i
cul tade s a l as que e ll a
aportaría una
solución. Ahora bien, estas prohibipio
nes no se anulan con la aplicación de la r eg la de exogamia y a fect an, de
manera ind istinta, tan to a los miembros endogámicos como a los miembros
exogámicos del grupo.
Por otra
par te , s i la reg la de exogamia debiera der i·
varse enteramente de prejuicios acerca de la sangre menstrual, ¿cómo habría
aparecido? La prohibición de las relac iones sexuales con la
mujer
en el
período menstrual basta
para
prevenir e l r iesgo de polución. Si las reg las
de exogamia no t ienen otra función , su existencia es superflua e incompren
sib le , sobre todo cuando uno se representa las complicaciones innumerables
que i nt rodu ce n e n l a vi da del grupo. S i se cr ea ro n estas reglas es porque
responden a otras exigencias y cumplen otras funciones.
Todas las interpretaciones sociológicas, tanto
la
de Durkheim como la
de McLennan, l a de Spencer y l a de Lubbock, p re sent an , en def in it iva , un
vicio común y fundamental . I nt en tan funda r un fenómeno universal sobre
una
secuencia histórica cuyo desarrollo no
es en
modo alguno inconcebible
en un caso par ticu lar, pero cuyos episodios son tan contingentes que debe
excluirse por completo la pos ib il id ad de que se haya repe tido s in cambio en
todas las sociedades humanas. La sucesión durkheimiana, por
ser
la más
compleja, es,
una
vez más,
la
que resulta principalmente afectada por esta
cri tica . Puede concebirse que, en una sociedad determinada, el nacimiento
de t al i ns ti tu ción par ti cu la r se exp lique por transformaciones de carácter
muy arbitrario. La historia nos proporciona ejemplos de ello, pero también
muestra que procesos de este tipo desembocan en instituciones muy diferentes
según la sociedad que se considera y que, en el caso en que insti tuciones aná
logas nacen independientemente en diversos puntos del mundo, las sucesiones
históricas que prepararon su apa ri ción son muy des iguale s. Es lo que se de
nomina fenómenos de convergencia. Pero si a lguna vez nos encontrásemos
(como ocurre en las c iencias f ís icas) con resul tados siempre idént icos, se
podría concluir con certeza que estos acontecimientos no son la r azón de ser
del fenómeno sino que manifiestan
la
existencia de una ley, en l a que r es id e
21
O.
F Raum, Ini tiat ion among the Chaga, merican nthropologist vol.
41,
1939.
22 W Jochelson, Contes aléoutes Ms. , en New·York Pub li c L ib ra ry , comp. por
R Jakobson, nO 34-35.
EL PRO LEM OEL INCESTO
exclusiva.mente l e ~ p l i c c i ó n Ahora bien, purkheim no p ~ o p o una ley
que exphque el pasaje necesano,
para
el esplntu humano, de l a c reenci a en
s u s t n c i l i d ~
totémica al horror por l a sangr e, de és te a l t emor super st i.
CIOSO
a l as mUjeres de este ú lt imo sentimiento , a
la
instauración de las
reglas de exogamia. La misma crí tica puede formularse a las reconstruccio .
neS fantasiosas de lord Raglan.
Por
lo contrar io hemos señalado que no hay
,nada más a rb it ra rio que es ta ser ie de pasaj es . Supon iendo que es tuvi esen
presentes sólo en el origen de
la
prohibición del incesto, hubieran permitido
muchas o tr as solu ciones de l as que por lo menos algunas deber ían haberse
realizado
por
el .s imple juego del azar.
Por
ejemplo, las prohibiciones que
afectan a las mUjeres duran te la duración de sus menstruaciones proporcio
nan una respuesta muy. sat isfactor ia al problema, y muchas sociedades hu
bieran podido contentarse con ella.
El equívoco es, pues, más grave de lo que parece. No alcanza, exclusiva
ni p rinc ip almente, al v alor de los hechos invocados s ino t ambién a l a con
cepción de la prohibición misma. McLennan, Lubbock , Spencer , Durkheim
ven en la prohibición del incesto la supervivencia de un pasado enteramente
heterogéneo en relación con las condiciones actuales de
la
vida socia l. A par
t ir de este momento se encuent ran s it uado s f rent e a un d il ema: o b ien est e
carácter de supervivencia agota el conjunto de la insti tución y el modo de
comprender
la
universalidad y
la
vitalidad de una reg la de l a que sólo a qui
y
allá deber ían desenterrarse vestigios informes, o b ien la prohibición del
incesto responde, en
la
sociedad moderna, a funciones nuevas y diferen tes.
Pero en est e ca so debe reconocerse que l a exp li cación h is tó ri ca no ago ta el
problema; luego,
y
por enc ima de todo, se p lant ea el p roblema de saber s i
el
origen de la insti tución no se encuentra en estas funciones siempre actua .
les y verificables
por
la experiencia más que en un esquema histórico vago
e hipotético. El probl ema de la prohibición del incesto no consiste tan to
en buscar qué configuraciones históricas, diferentes según los grupos, expli
can las modal idades de la institución en tal o cua l soc iedad par ti cu la r. El
problema consiste en preguntarse qué causas profundas
y
omnipresentes hacen
que, en todas las sociedades y en todas las épocas, exista una reglamentación
de las relac iones entre los sexos. Querer proceder de otra forma ser ia come
ter el mismo error que el l ingü is ta que c reer ía ago ta r,
por
la historia del
voc¡ lbulario, el conjunto de las leyes fonéticas o morfológicas
que
presiden
el desarrollo de la lengua.
l análisis decepcionante al cual nos acabamos de dedicar explica , por lo
menos
en
parte,
por
qué la socio logía contemporánea prefi rió a menudo
confesar su impotencia antes que afanarse en una tar ea que , a cau sa de t an to s
fracasos, parece haber obstruido sucesivamente todas las salidas. En
vez
de
admit ir que sus métodos son inadecuados pues no permiten enfrentar un pro
blema de esta impor tancia e iniciar la rev isión y el r ea ju st e de sus p rinc i·
pios, p ro cl ama que la p rohibi ción del in ces to e st á f ue ra de su dominio. De
esta maner a, en su
Traité
sociologie primitive
al que se debe la renova ·
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8 INTRODUCCION
c ión de tantos problemas , Robert Lowie concluye a propósi to del tema que
nos ocupa: N o pertenece a l e tnógrafo s ino a l biólogo y a l p s i c ó ~ o g o ~ x p l i c a r
por
qué el hombre experimenta
tan
profundamente el horror hacIa el Incesto.
El observador de una soci edad se con tenta con el hecho de que el t emor
del incesto limita el número de las uniones biológicamente posibles. 3 Res
pecto de es te mismo tema otro espec ia li sta escr ib.e:
Ta l
vez sea imposible
explicar una costumbre universal y encontrar su OrIgen; todo lo que podemos
hacer es establecer
un
sistema de correlaciones con hechos de otro tipo ,24
l o que equi val e a la renuncia de Lowie.. embar.go, .la prohibición del
ces to ser ía el único caso en que se p ed irl a a las
CIenCIas
naturales
la
explI.
cac ión de
la
existencia de
una
regla sancionada
por la
aut or idad de los
hombres.
s ver dad que, por s u universalidad, la prohibición del
i n c e s ~ o
tIe?e
que ver con
la
naturaleza, vale dec ir con
la
b io logí a, o con
.l a
p S 1 C o l o g I ~
o con ambas ; pero no es menos ci er to que, como reg la , c o n s t I t ~ y e un feno
meno soc ia l y que proviene del universo de las reglas, .vale
deCIr
de cul
t ura, y en conse cuenci a a tañe a
la
soc iología, cuyo objeto es el
e s t u ~ I O .de
la
cul tu ra . Lowi e perci bi ó b ien este hecho , de t al modo que en el Apend ice
del Traité volvió a considerar la declaración citada en el párrafo p ~ e c e ~ e ~ t e :
Si n embargo , no creo , como c re ía ant es , que el
i n c e s t ~
r e p u g ~ e zns mtwa-
mente a l hombre
Debemos
considerar la averSIOn haCIa
el
Incesto
como
una
ant igua adaptac ión cul tura l. El fracaso cas i general las
t eo rí as no au to ri za a ext ra er
una
conclusión diferente.
Po r
lo contrarI?,
aná li si s de las causas de es te fracaso debe permi t ir el rea juste de los
prInC I-
pios y de los métodos que son los únicos que pueden fundar una e t ~ o l o g l a
viable.
En
efecto, ¿cómo pre tender ana liza r e interpretar las reglas SI ante
la Regla
por
exce lenc ia , l a única universal y que asegura poder de
la
cultura
sobre
la
naturaleza,
la
etnología debiera confesarse impotente?
Mostramos que los ant iguos teóricos que se dedicaron a l problema. de
la
prohibición del incesto se s ituaron en uno de los tres puntos de VISta
s iguientes: a lgunos invocaron el doble carác te r, natural y
c u l t ~ a l
de , la
regla , pero se l imi taron a establecer ent re uno otro una o n ~ o n extrIn
seca establecida mediante
un
procedimiento racIOnal del p e n s a ~ r n e n t o Los
o t r o ~ o bien quisieron explicar la prohib.ición. del incesto
e x c l u s l v ~
o predo
minantemente, por causas naturales; o bIen VIeron en ella, exclusIva o pre-
:
dominantemente,
un
fenómeno cultural . Se comprpbó que una de estas
tres perspectivas conduce a callejones sin salida o ,a
c o n t r a d I C C I O ? ~ S : En
c?n-
secuencia, queda abierta
una
sola v ía : l a que
hara
p s ~ r
del
~ n a l I s l s
estatIco
a la síntesis dinámica. La prohibición del incesto no tIene OrIgen puramente
cultural, ni puramente nat ural , y t ampoco es un compuesto de e l ~ m e n t o s
tomados en par te de
la
nat ur al eza y en par te de la cultura. ConstItuye el
3
R.
H.
Lowie, Traité de sociologie primitive t rad. por Eva Métraux, París , 1935
pág.
B. Z.
Seligman, The Incest Taboo as a Social Regulat ion,
Sociological Review
vol. 27 n
Q
1 1935, pág. 75.
25 R. H. Lowie, op. cit., págs. 446 447.
EL
PRO LEM
DEL INCESTO 9
movimiento fundamental gracias al cual, por el cual, pero sobre todo en
el
cual, se cumple el p asaj e de l a nat ural eza a l a cul tur a.
En un
sentido
pertenece a
la
naturaleza, ya que es
una
condición general de la cultura y
por
lo tanto, no debe causar asombro comprobar que t iene el carác te r formal
de la naturaleza, vale decir,
la
universalidad. Pero también en cierto sen
t ido es ya cul tu ra , pues act úa e impone su regla en e l seno de fenómenos
que no dependen en pri nc ip io de ell a. La relación entre
la
existencia bio
lógica y la existencia soc ial del hombre nos l levó a plantear el problema del
incesto y comprobamos enseguida que la prohibición no corresponde con
exactitud
ni
a una
ni
a o tr a.
En
este trabajo nos proponemos proporcionar
la soluc ión de esta anomalía a l mostrar que
la
prohibición del incesto cons
t ituye precisamente el vínculo de unión entre una y o tra.
S in embargo , es ta uni ón no es es tá ti ca
ni
a rb it ra ri a, y en el momento
en que se establece modifica por completo la si tuación total . En efecto, es
menos una unión que
una
transformación o
un
pasaje; antes de el la ,
la
cul
tura aún no existe; con el la , la naturaleza deja de existir, en el hombre, como
reino soberano. La prohibición del incesto es el proceso por el cua l la natu
raleza se supera a s í misma; enc iende
la
chispa bajo cuya acción una estruc
tura nueva y más complej a se forma y se superpone integrándolas a las
estructuras más simples de
la
vida psíquica, así como estas últ imas se super
ponen integrándolas
l as est ructuras más s imples de la vida animal.
Opera, y
por
sí misma constituye el advenimiento de un nuevo orden.
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