España 2010 2
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cuadrado. Tienen un tiempo de tres meses
para salir a la superfi cie, para poder ger-
minar y también para procrear, antes de
que las altas temperaturas acaben con sus
vidas.
El verdadero rostro de este desierto es
duro. Los turistas que se acercan en
cualquier momento del año a enfrentar-
se con la inmensidad soportan tempera-
turas extremas, que varían más de 30
grados centígrados entre el día y la noche.
Así, la matinal oscila entre los 4 a 10 °C
y la máxima puede alcanzar los 45°C a
plena irradiación solar. Entonces la piel
y los ojos sufren ante el altísimo volumen
de radiaciones ultravioletas que hacen
imprescindible el uso de gafas y cremas
protectoras.
Cuando han logrado asomarse a la
superfi cie tras décadas sin atisbo de ve-
getación, esas fl ores y plantas muestran
curiosos mecanismos de supervivencia.
Son capaces de penetrar por debajo de la
costra salada sobre la que se asienta la
superfi cie desértica atacameña, patrones
de reproducción rápida, adaptaciones
E N P O RTA DA
para fabricación de baterías, además de
boro, nitrato de sodio y sales de potasio.
Los depósitos líquidos de salmuera de
litio se esconden bajo la seca capa de cor-
teza del desierto. El contenido de esos
depósitos es bombeado a la superfi cie. Esta
salmuera se esparce luego en lagunas de
evaporación, donde se deja que el desier-
to haga su trabajo evaporando el agua y
dejando como resultado un barro de sal-
muera con altas concentraciones de litio.
Muchas de las baterías de nuestros telé-
fonos móviles nacen de las entrañas de
este lugar de Chile donde el mundo ha
geométricas de las semillas para poder
rodar mejor.
Pero cuando está libre de plantas –es
decir, casi siempre–, el rasgo caracterís-
tico más definitorio de este rincón del
planeta no es el litio de las baterías, con-
vertido en el nuevo «oro negro». Atacama
es un auténtico mar de sal, una visión que
no deja indiferente a nadie. El salar de
Atacama es el depósito salino más grande
de Chile cuya superfi cie, blanca y rugosa,
oculta a simple vista un gran lago salobre.
Su tamaño es de 300.000 hectáreas y pue-
de ser apreciado en su totalidad gracias
a que el aire está completamente seco. Sin
embargo esta grandiosa visibilidad dis-
torsiona la apreciación de las distancias.
Todo parece estar cubierto por la sal, lo
que implica unas irremediables ganas de
beber agua. Es el sulfato de calcio el que
confi ere a las rocas el aspecto blanqueci-
no, como si una mano divina lo hubiera
cubierto todo.
Los habitantes de la zona, no dejan de
sorprenderse cuando el marrón habitual
deja paso a una nueva paleta de colores
gracias a esas copiosas precipitaciones
que regaron el secarral. Brunilda Gonzá-
lez, la alcaldesa de la localidad de Calde-
ra, explica que «resulta impresionante
ver cómo un lugar donde normalmente
no existe vegetación, marrón, de repente
se transforma en una increible alfombra
tupida de vivos colores. Cómo las fl ores,
los insectos y los caracoles aparecen de
la nada, es realmente impresionante».
«Un buen método para saber dónde
saldrán las flores es observar si en la
superfi cie del suelo hay caracoles, éste es
el animal más voraz del desierto. Si los
hay, lo que quiere decir es que el terreno
está plagado de semillas», aconseja Bru-
nilda.
La cultura changuita, a la que pertene-
cían los ancestros de la alcaldesa, ya
utilizaban las flores como aliño de sus
comidas, como remedio para curar todo
tipo de enfermedades, para mejorar la
leche de las madres primerizas o para
fabricar tejidos. Eso sí, al igual que ahora,
una vez cada muchos años, sólo cuando
las lluvias tiñen de vivos colores el desier-
to de Atacama.
No todas las plantas brotan al mismo tiempo y en la misma zona. Cada una obedece a propios patrones genéticos
EFE
puesto los ojos a raíz de la odisea de los
mineros.
OLOR A VIDA
En estos días, la fl oración masiva engaña
al visitante, pues es un espectáculo que
sólo verán unos pocos afortunados. Ata-
cama es la antítesis de esta alfombra de
fl ores cuyas semillas estaban latentes bajo
la tierra. No huele tanto a vida porque
habitualmente no hay ni rastro de esas
patas de guanaco, lirios, cebollinos, mal-
villas, botones de alforja, añañucas... más
de 200 especies de fl ores, siete por metro
ÁNGEL SASTRE
El desierto cambia estos días su árida imagen habitual
El altísimo índice de radiaciones ultravioletas hace imprescindible el uso de gafas y crema solar
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