Escatología La Esperanza de Toda La Humanidad

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UNIVERSIDAD INTERAMERICANA DE PUERTO RICO RECINTO METROPOLITANO ESCATOLOGÍA: LA ESPERANZA DE TODA LA HUMANIDAD ESTE TRABAJO ES PRESENTADO AL DR. JORGE R. COLÓN EN CUMPLIMIENTO PARCIAL DE LOS REQUISITOS DEL CURSO THEO 7000 TEMAS FUNDAMENTALES DE LA TEOLOGÍA CRISTIANA POR EDGARDO ROSADO CRUZ

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UNIVERSIDAD INTERAMERICANA DE PUERTO RICORECINTO METROPOLITANO

ESCATOLOGÍA:LA ESPERANZA DE TODA LA HUMANIDAD

ESTE TRABAJO ES PRESENTADO AL DR. JORGE R. COLÓN EN CUMPLIMIENTO PARCIAL

DE LOS REQUISITOS DEL CURSO THEO 7000TEMAS FUNDAMENTALES DE LA TEOLOGÍA CRISTIANA

POREDGARDO ROSADO CRUZ

SAN JUAN, P. R.LUNES 13 DE ENERO DEL 2014

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TABLA DE CONTENIDO

I. Introducción ..……..………………………………………………………………… 1

II. La escatología: una promesa de vida …………………………………………......... 2

A. La vida no termina con nuestra muerte ……..…..……………………………… 3

B. La muerte: un estado intermedio ..…….……....…..…………………………….. 4

C. Gracia más allá de la muerte ……...……………….….….………………..…….. 6

III. La escatología: recompensas y castigos …………………….…………...….…….. 7

A. Una fiesta eterna ………………………………………………………………… 8

B. Una vida eterna ………………………….……………………………………….. 9

C. Un castigo eterno …………………………………………………………………. 10

IV. La escatología: la esperanza de un mundo nuevo ……………………………….…… 11

A. Un cielo nuevo y una tierra nueva …….......…………………………………..…. 12

B. Una nueva realidad de vida ………………….……………………………………. 13

C. Un “tabernáculo” nuevo …………………………..………………………………. 14

V. Conclusión ……………………………………………………………………………. 15

VI. Bibliografía ……..…..……………………………………………………………….. 17

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I. Introducción

En un mundo donde no existe una verdadera esperanza, donde reina la incertidumbre y en

donde el dolor y la desesperación imperan, la palabra de Dios nos brinda unas promesas de

seguridad y de esperanza que son casi inesperadas. Las promesas escatológicas esbozadas por

Dios a través de los escritores bíblicos son la base de la esperanza y la confianza del creyente de

una vida mejor, de una vida que trasciende la esfera de nuestra realidad cotidiana plagada por el

dolor y la incertidumbre, de una vida en donde nuestra obediencia y dedicación a Dios serán

recompensadas y en donde el presente orden de vida dejará de existir porque todas las cosas

serán hechas nuevas a través del poder de nuestro Dios. En su epístola a los tesalonicenses, el

apóstol Pablo instaura que “El mismo Señor bajará del cielo con clamor, en voz de arcángel y

con trompeta de Dios, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después

nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al

encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor”1 (1 Tesalonicenses

4:16-17). En estas palabras, Pablo mismo resume la esperanza final o escatológica del pueblo de

Dios de vivir por siempre con el Señor.

La realidad es que el estudio de la escatología es uno muy abarcador y que contiene

interpretaciones que podemos catalogar como divergentes emitidas por las diversas tradiciones

de fe. No obstante, a pesar de nuestras diferencias, todos estamos de acuerdo en que la Biblia

nos presenta un cuadro de tipo escatológico y, por consiguiente, es necesario que lo estudiemos,

lo entendamos y lo apliquemos a la praxis de nuestra esperanza como pueblo de Dios. De

acuerdo al diccionario teológico “Beacon” la escatología puede ser entendida como “…la

enseñanza bíblica concerniente a los eventos que ocurrirán al final de la historia del mundo”2, y

1 Nueva Biblia de Jerusalén, 1 Tesalonicenses 4:16-17. 2 R. Taylor. Beacon Dictionary of Theology. Kansas City, Beacon Hill Press 1983, 188.

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ésta se deriva de dos palabras griegas, “eschata” que significa último o las últimas cosas, y

“logos” que significa conocimiento.3 Por consiguiente, la escatología se concentra en el estudio

de o en el conocimiento de las últimas realidades pertenecientes a la historia de la humanidad, o

más bien, cuando lo aplicamos a nuestra fe cristiana, en la esperanza de vida que se proyecta más

allá del plano actual.

II. La escatología: una promesa de vida

Las promesas escriturales claramente declaran una esperanza de vida que trasciende o que va

más allá del plano físico en donde transcurren nuestros días. Textos tan conocidos como Juan

3:16 nos hablan de esta promesa de vida en base a nuestra fe en Jesucristo, el hijo de Dios. Las

buenas nuevas de salvación son buenas nuevas porque en ellas se incluye esta esperanza

escatológica de vida que abarca todos los aspectos de nuestras vidas y de nuestro entorno.

Jürgen Moltmann explica que “La escatología cristiana enseña esperanza no sólo para el

alma… sino también para el cuerpo; no sólo para el individuo, sino también para la

comunidad…”4. Por consiguiente, las escrituras no nos hablan de escatología en términos

meramente espirituales, sino que en realidad nos hablan de una promesa que se materializa en

nuestras vidas tanto en términos espirituales como en términos físicos.

Es evidente que esta esperanza o promesa de vida está centrada en la persona de Jesucristo.

En el evangelio según San Juan, en medio del recuento de la resurrección de su amigo Lázaro,

Jesús es presentado como el autor y el consumador de la esperanza de resurrección. Los escritos

joánicos reseñan las siguientes palabras de Jesús concernientes a la resurrección: “Yo soy la

resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y creé en mí no morirá

jamás…”5 (Juan 11:25-26). Obviamente, Jesús estaba hablando del milagro que estaba a punto

3 Ibid., p. 188.4 J. Moltmann. La venida de Dios: escatología cristiana. Salamanca, Sígueme 2004, p. 46.5 Nueva Biblia de Jerusalén, Juan 11:25-26.

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de ocurrir (i.e. la resurrección de su amigo Lázaro), pero a la misma vez, Jesús estaba hablando

en términos escatológicos; en términos de la esperanza de vida eterna que albergan todos

aquellos que han depositado su fe en las promesas divinas y en la persona de Jesucristo. Por

consiguiente, podemos declarar sin temor a equivocarnos que la escatología nos provee una

esperanza que nos eleva sobre el poder y la aparente finalidad de la muerte.

A. La vida no termina con nuestra muerte

En 1 Corintios 15 el apóstol Pablo nos habla acerca de un día donde nuestro ser corruptible

(i.e. mortal) habrá de ser transformado o vestido de lo que él llama “incorruptibilidad” (i.e.

inmortalidad) en una confirmación fehaciente del cumplimiento de las promesas eternas de

nuestro Dios y como demostración patente de la victoria de Cristo sobre los poderes del sepulcro

y de la muerte actualizadas en cada una de nuestras vidas, demostrando así, que en Cristo, la vida

no termina con nuestra muerte actual o física. Pablo claramente declara que el poder de la

muerte queda completamente absorbido por el poder de Cristo que es manifestado en nuestras

vidas a través de la transformación (i.e. redención) efectuada por el poder del Espíritu Santo por

los méritos de la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Las Escrituras claramente manifiestan que

“...La muerte ha sido devorada por la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde

está, oh muerte, tu aguijón?”6 (1 Corintios 16:54b-55). En otras palabras, ya que Cristo murió

por nuestros pecados y resucitó al tercer día en una victoria indiscutible sobre la muerte, nosotros

tenemos una esperanza real de vida que no termina el día de nuestro funeral. J. Kenneth Grider

sostiene este punto cuando escribe que Jesús, “…Nuestro mejor amigo tiene el poder sobre

nuestro peor enemigo, como la resurrección de Cristo nos lo asegura”7.

6 Ibid., 1 Corintios 16:54b-55.7 J. K. Grider. A Wesleyan-Holiness Theology. Kansas City, Beacon Hill Press, 1994, p. 530.

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Jürgen Moltmann explica que la esperanza de una vida que no termina con la realidad de la

muerte nos impulsa a vivir verdaderamente, ya que no tenemos dudas ni aprensiones con

respecto a nuestro destino eterno. Por consiguiente, cuando ciframos nuestras esperanzas en las

promesas que Dios nos ha dado en Cristo, vivimos plenamente porque reconocemos que nuestra

vida no termina. Moltmann escribe que “…nosotros nos entregamos a esta vida; nos vaciamos

de nosotros mismos para llegarnos al ámbito mortal de la no identidad, y lo hacemos en virtud

de la esperanza de que Dios nos va a encontrar sacándonos de la muerte y nos va a resucitar y a

congregar”8. En otras palabras, Moltmann nos asegura que nuestra vida cobra verdadero sentido

cuando nos damos cuenta de que, aún después de la muerte, Dios continúa sosteniendo nuestras

“vidas” en una muestra de su amor eterno que nunca nos deja ni nos desampara.

B. La muerte: un estado intermedio

Ahora, aunque el apóstol Pablo declara que no todos moriremos (1 Corintios 15:51), no

podemos negar que la muerte es parte de las últimas realidades para todos y cada uno de

nosotros. Jürgen Moltmann escribe que “Toda vida humana se encamina irremediablemente

hacia su muerte. Este es un hecho que no podemos modificar. El que hayamos de morir algún

día es lo que constituye la diferencia entre los hombres y los dioses…”9. Sin embargo, la Biblia

nos enseña que la muerte no es el final para el ser humano sino un paso intermedio hacia el

destino eterno preparado por Dios y esbozado a través de las páginas de las Escrituras.

Aunque algunas tradiciones de fe descartan abiertamente la idea de la muerte como un paso

intermedio, el texto bíblico nos muestra, de una forma fehaciente, una imagen o realidad

escatológica que presenta la muerte con visos, en mi opinión, de carácter intermedio. En la

narrativa del hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19-31), Jesús nos presenta una imagen detallada

8 J. Moltmann. La venida de Dios, p. 100.9 Ibid., p. 85.

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que ilustra este paso intermedio de la muerte. De acuerdo a las palabras de Jesús, Lázaro muere

y es llevado al “seno de Abraham” mientras que el hombre rico es llevado a un lugar de tormento

llamado el “Hades”. Aunque el contexto de la historia no lo declara directamente, estos lugares

(i.e. el seno de Abraham y el Hades) no son lugares de “descanso” eterno. Aún más, de acuerdo

a los postulados paulinos, en la “παρουσία”, los que hayan muerto en Cristo resucitaran para

unirse con los que quedemos para ser arrebatados y juntos encontrarnos con el Señor en las

nubes, para así pasar al lugar de “descanso” eterno (1 Tesalonicenses 4:16-17). Si observamos

detenidamente ambos pasajes nos damos cuenta de que, claramente, ambos contextos proponen

un lugar intermedio, antes de llegar al lugar o al destino final.

La escatología católica reconoce este lugar como el purgatorio o como el lugar “…en donde

aquellos que han muerto en un estado de gracia se les da una oportunidad de purgar la culpa de

sus pecados antes de entrar finalmente al cielo”10 basados, en parte, en declaraciones

encontradas en 2 Macabeos 12:39-45. Cándido Pozo sostiene que es necesario entender la

estructura de la escatología en base a dos elementos, un elemento final y un elemento intermedio.

A este respecto Pozo nos explica que “la estructura general de la escatología católica implica,

como ya hemos indicado, dos fases: sin duda, una escatología final, que corresponde al hombre

resucitado; pero también una escatología intermedia, que se extiende para cada individuo desde

su muerte hasta la resurrección de los muertos, hasta la parusía”11. Por consiguiente, sin

importar cuál sea el nombre que utilicemos para describirlo, la Biblia nos muestra un lugar

intermedio donde cada individuo reposa desde el momento de su muerte hasta el momento en

que la trompeta suene como señal del comienzo del regreso de nuestro Señor Jesucristo.

C. Gracia más allá de la muerte

10 A. McGrath. Christian Theology: An Introduction. Oxford, Blackwell Publishing 2001, p. 570.11 C. Pozo. Teología del más allá. Madrid, BAC 1968, p. 48.

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En la epístola a los Hebreos, el autor nos insta a continuar nuestra carrera hacia la vida eterna

teniendo en cuenta la gran nube de testigos (Hebreos 12:1) que nos animan a despojarnos de todo

aquello que nos impide poner nuestra mirada y nuestra fe en Cristo, quien es el “ἀρχηγός” y el

“τελειωτής”, el que comienza y culmina (i.e. perfecciona) nuestra fe mediante la gracia

divina. Estas palabras guardan una gran semejanza con las aseveraciones joánicas utilizadas en

el libro de la revelación para pintar una imagen clara y concisa de los eventos relacionados a los

últimos tiempos. Juan escribe que en aquel gran día final, una gran multitud de hombres y

mujeres estarán presentes delante del Señor como testigos de su fidelidad y de su poder. Juan

describe esta imagen de la siguiente forma: “Después miré y había una muchedumbre inmensa,

que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y

delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos”12.

De acuerdo a uno de los “ancianos” que se encontraban junto a los ángeles y a los cuatro

seres “vivientes” en la revelación, esta gran muchedumbre es la suma de aquellos que han lavado

sus vestiduras y han sido blanqueados en la sangre del Cordero (Apocalipsis 7:13-14) y que

disfrutan de la esperanza de vida al final de los tiempos. En realidad, esta expresión de vida más

allá de la muerte presentada por Juan es una expresión tangible de la gracia de Dios hacia la

humanidad. Thomas Oden da validez a este punto cuando escribe que “La vida más allá de la

muerte no es una posesión humana intrínseca… más bien la vida que Dios da, Dios continúa

sosteniendo. Este sustento ocurre no por duración o mérito natural sino por medio de la

gracia”13. En otras palabras, las promesas de vida esbozadas por Dios son una muestra tangible

de su gracia y de su amor, el cual ha sido actualizado en la vida, pasión, muerte y resurrección de

Jesucristo.

12 Nueva Biblia de Jerusalén, Apocalipsis 7:9. 13 T. Oden. Life in the Spirit: Systematic Theology Volume III. Massachusetts, Prince Press 2001, p. 387.

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III. La escatología: recompensas y castigos

Las Escrituras nos muestran claramente una escatología expresada en términos de

recompensas para aquellos que procuran vivir de acuerdo a los estatutos y mandamientos divinos

y en términos de castigos para aquellos que insisten en vivir una vida separada de los deseos y de

los parámetros establecidos por Dios. Las parábolas de Jesús nos muestran una imagen clara de

las recompensas que aguardan a aquellos que son obedientes a la voluntad de Dios a través de

expresiones de agrado para aquellos siervos que son fieles (i.e. siervo bueno y fiel, entra en el

gozo de tu Señor, etc.), a la vez que nos pintan un cuadro de los castigos que esperan a aquellos

que viven en desobediencia a través de expresiones de condenación para aquellos son infieles

(i.e. siervo negligente y referencias a un lugar de oscuridad, llanto y crujir de dientes).

En Mateo 25, Jesús declara que al final de los tiempos, en el día del juicio, el “pastor”

separará los cabritos (i.e. los que viven de acuerdo a sus propios designios) de las “ovejas” (i.e.

los que viven de acuerdo a los designios divinos) para que reciban su justa retribución. Al final

de este capítulo Jesús declara, “E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna”14

(Mateo 25:46). Estas palabras claramente demuestran que en los planes divinos figuran

recompensas y castigos atribuidos, no en base a una medida arbitraria establecida por Dios, sino

en base a los méritos de nuestras propias acciones de aceptación o rechazo a la dádiva divina.

Cándido Pozo resume el magisterio de la iglesia en referencia a la justa retribución al mencionar

que tanto la posición de los Padres Apostólicos como las de la Biblia Hebrea y la Biblia cristiana

enseñan acerca de las recompensas (i.e. recompensas y castigos) que aguardan tanto a los fieles

como a los infieles. Pozo explica que “…hay afirmaciones de retribución en seguida después de

14 Nueva Biblia de Jerusalén, Mato 25:46.

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la muerte expresadas con fórmulas que suenan totalmente a bienaventuranza celeste”15 junto con

su contraparte para los que mantienen una práctica de vida opuesta a los decretos divinos.

A. Una fiesta eterna

Una de las imágenes escatológicas presentadas en las escrituras para hablar de la esperanza

de vida, de libertad y de exaltación que el Señor desea realizar en las vidas de los seres humanos

es la imagen de una fiesta convocada, preparada y consumada por Dios, en donde su creación

redimida viene a jugar un rol, no de mera expectación, sino de participación activa mediante un

gozo continuo en la presencia de Dios mismo. Jürgen Moltmann da fuerza a estas aseveraciones

cuando escribe que “El mismo Jesús ha comparado una y otra vez el Reino de Dios predicado y

vivido por él con una ‘alegría de boda’. Su vida terrena fue una vida festiva, liberadora y

redentora. Cuanto más debe entonces la cristiandad comprender su resurrección de entre los

muertos como comienzo de una alegría imperecedera y celebrarla como una felicidad sin fin.

Como ‘primogénito de entre los muertos’ y ‘conductor de la vida’ contra los poderes de la

muerte, él es ‘el que guía las danzas místicas’ y la comunidad es la ‘esposa que baila con

él…’”16. Moltmann nos recuerda que la obra redentora de Cristo (su vida, su pasión, su muerte

en la cruz y su resurrección) viene a ser el fundamento en donde esta esperanza escatológica de

vida y de libertad es otorgada a la humanidad, la cual es actualizada en términos de una

celebración que nos exalta por encima de todos los poderes del mal y de toda la influencia

ejercida por el pecado como parte de la recompensa eterna de los fieles.

Esta fiesta sin fin no puede ser vista solo como un concepto futurístico o escatológico; en

realidad, esta fiesta está ligada a un principio proléptico que comienza en el día de hoy y

encuentra su completa actualización en la “παρουσία”. Por consiguiente, el poder liberador y

15 C. Pozo. Teología del más allá. Madrid, BAC 1968, p. 236.16 J. Moltmann, Temas para una teología de la esperanza. Buenos Aires, Editorial La Aurora 1978, 119.

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exaltador de Cristo sobre los poderes del mal y sus promesas de vida eterna se hacen efectivas

sobre el género humano, no como una abstracción futurística sino como una realidad presente y

se hace extensivo sobre todas y cada una de las circunstancias enfrentadas día a día por los

hombres y mujeres creados por Dios. Moltmann explica que “El Resucitado actúa sobre la débil

y frágil vida humana no sólo por medio del perdón y de sus preceptos, sino más aún, por medio

de su… gracia experimentada…”17 en todas las esferas de la vida cotidiana para así llevarnos a la

realización de esta fiesta sin fin inaugurada por el poder de Cristo, la cual encontrará su máxima

expresión cuando la trompeta suene y Cristo regrese a buscar a su pueblo.

B. Una vida eterna

Los enunciados paulinos nos hablan claramente acerca de nuestra recompensa en términos de

resurrección y de vida eterna. Aún más, de acuerdo a Pablo, la esperanza de la vida eterna es

fundamental para la fe cristiana y está inexorablemente entrelazada a la resurrección de Cristo.

Pablo escribe “Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe”18

(1 Corintios 15:14), mostrando así que nuestra esperanza de recompensa eterna es real. Ahora,

no todos están de acuerdo o sostienen esta esperanza de vida eterna como una realidad patente.

Muchos niegan la resurrección y la esperanza de vida eterna ya que ésta no se atempera a la

realidad de nuestro conocimiento científico y de nuestra existencia física. Paul Tillich instaura

que las declaraciones escriturales concernientes a la vida eterna deben ser vistas o entendidas en

términos estrictamente simbólicos ya que no existe vida física más allá de la realidad final de la

muerte. Estas declaraciones de Tillich niegan, básicamente, la esperanza de vida eterna esbozada

por los autores escriturales.

17 Ibid., p. 119.18 Nueva Biblia de Jerusalén, 1 Corintios 15:14.

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En una propuesta un tanto platónica, Tillich declara que “La participación del hombre en la

vida eterna más allá de la muerte es expresada más adecuadamente por la altamente simbólica

frase ‘la resurrección de la carne’”19 y que solo lo eterno del ser humano regresa al Dios eterno.

Como vimos en las amonestaciones paulinas a la iglesia en Corinto, si abandonamos la esperanza

de la resurrección de Cristo como primicia de lo que habrá de acontecer en la vida de todos los

seres humanos al final de los tiempos, entonces nuestra predicación y nuestra fe (i.e. nuestra

esperanza en el cumplimiento de las promesas divinas) son simplemente palabras vacías sin

ningún significado y sin ningún peso eterno. Las buenas nuevas son que, a pesar de las

objeciones ontológicas de muchos, Cristo venció la muerte y sus promesas de vida eterna son

una realidad para aquellos que fielmente procuran vivir de acuerdo a los preceptos divinos.

C. Un castigo eterno

Ya establecimos que, al final de los tiempos, va a haber un juicio y el Señor va a separar las

“ovejas” de los “cabritos” y que unos recibirán recompensas mientras los otros recibirán castigos

(Mateo 25:46). Aunque muchos traten de descartar o de negar la idea de un infierno físico o un

lugar de castigo eterno, la realidad es que la Biblia nos habla acerca de una realidad escatológica

que incluye un lugar de castigo eterno para aquellos que murieron sin Cristo. En Mateo 5

(versos 22, 29 y 30), en lo que conocemos como el sermón del monte, Jesús habla claramente

acerca de un lugar de castigo eterno conocido como “γέεννα”, el cual es traducido como

infierno. Grider explica que “Jesús es el único que utiliza el término gehenna—la palabra para

infierno que siempre se refiere al castigo eterno”20. Aún más, en sus parábolas, Jesús hace

referencia al castigo eterno para aquellos que insisten en permanecer en desobediencia e

infidelidad a los preceptos divinos haciendo referencia a un lugar de oscuridad, separación y

19 P. Tillich. Systematic Theology: Three Volumes in One. Chicago, The University of Chicago Press 1967, p. 412.20 J. K. Grider. A Wesleyan-Holiness Theology, p. 546.

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llanto y a un lugar donde lo que hay es un dolor indescriptible el cual se asemeja a un gusano que

no muere, a un fuego eterno o a un constante crujir de dientes.

Los enunciados paulinos también hacen referencia a un castigo eterno el cual comienza luego

del juicio de Dios que sucede después del regreso de Cristo. Pablo escribe que los injustos (i.e.

los pecadores) recibirán un castigo “…eterno, alejados de la presencia del Señor y de la gloria

de su poder”21 (2 Tesalonicenses 1:9) cuando Cristo regrese a buscar su iglesia y los libros sean

abiertos y la humanidad sea juzgada en el gran día final. Este castigo eterno (i.e. la separación

eterna de la presencia del Señor) es llamado la segunda muerte por Juan en el libro de la

revelación (Apocalipsis 20:14) y está reservado para todos aquellos cuyos nombres no se

encuentran escritos en el libro de la vida, es decir aquellos que no han aceptado a Jesús como su

salvador y continúan viviendo una vida reprobada.

IV. La escatología: la esperanza de un mundo nuevo

El libro de Génesis nos muestra la magnitud del problema que la introducción del pecado

trajo a las vidas de nuestros primeros padres y, por extensión, al resto de la raza humana.

Aunque Dios creó todo perfecto y para el disfrute y beneficio del género humano, el pecado

introdujo el dolor, la fatiga, el llanto, la maldición y la muerte a la realidad de la condición

humana. El testimonio de las Escrituras claramente demuestra que esta nunca fue la intención

divina. Por el contrario, Jeremías declara que los pensamientos de Dios para la corona de su

creación siempre han estado marcados por la paz, el bienestar y la esperanza (Jeremías 29:11).

Lo maravilloso es que, aún en medio de esta situación de desesperanza, las promesas divinas

brillan diáfanas y constantes a través de la esperanza que tenemos en Cristo.

La escatología nos recuerda que, no obstante la presente condición en que se encuentra la

creación, Dios ha prometido un tiempo en donde todas las cosas han de ser reconciliadas en

21 Nueva Biblia de Jerusalén, 2 Tesalonicenses 1:9.

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Cristo y donde todas nuestras esperanzas serán actualizadas en la inauguración de la

“παρουσία”. En otras palabras, en la plenitud del tiempo (i.e. en el tiempo final) el Señor

mismo regresará para restaurar todas las cosas y para establecer un orden que solamente puede

ser descrito como un mundo nuevo.

A. Un cielo nuevo y una tierra nueva

Hacia el final, el libro de la “revelación” nos muestra una imagen de la completa

actualización de las promesas de redención y transformación esbozadas por las Sagradas

Escrituras. La Palabra de Dios declara, “Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva—porque el

primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya. Y vi la ciudad santa, la

nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada

para su esposo”22 (Apocalipsis 21:1-2). Las palabras de Juan son maravillosas y nos presentan

con una imagen del cambio radical que el Señor desea traer sobre toda su creación que gime con

dolor por la influencia y la marca del pecado sobre ella. Podemos entender que estas palabras

inauguran un tiempo y un espacio donde el pecado ya no tiene control sobre las vidas de los seres

humanos y donde las realidades de vida, comunes a todos, ya no son las imperantes.

Juan habla de este tiempo haciendo referencia a esa novia engalanada (i.e. la Iglesia) para

recibir a su esposo (i.e. Cristo), lo cual nos recuerda la esperanza escatológica de la fiesta sin fin

que comienza cuando Cristo regrese y nos lleve a las fiestas de boda del Cordero. Juan también

hace referencia a un mundo nuevo donde la ciudad santa, la nueva Jerusalén, reemplaza las

ciudades en las cuales habitan los seres humanos junto con todos los problemas y necesidades

pertenecientes a éstas. En esta nueva ciudad, Dios, su arquitecto, transformará todas las cosas

que son propias a la existencia humana de tal forma que ya no habrá más necesidad, porque Dios

22 Ibid., Apocalipsis 21:1-2

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mismo suplirá todo lo que necesitemos, como siempre ha sido su intención. Este cambio es tan

radical que la única forma para describirlo es como un cielo nuevo y una tierra nueva.

B. Una nueva realidad de vida

De acuerdo a la revelación, la actualización de la esperanza de cielo nuevo y tierra nueva trae

consigo una nueva realidad de vida. En el versículo cuatro del capítulo veintiuno de Apocalipsis,

Juan declara que Dios mismo se convierte en el portador de esa nueva realidad de vida, ya que él

“…enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas,

porque el mundo viejo ha pasado”23. Esta descripción final del cumplimiento de las promesas

divinas es maravillosa. Juan nos habla de un tiempo donde el Señor ha de recrear todas las cosas

y donde el dolor, el llanto, la fatiga y los demás problemas de la condición humana dejan de

existir porque el mundo que sostenía y hacia posibles todas estas cosas ha pasado y, en su lugar,

ahora existe un mundo nuevo (cielo nuevo y tierra nueva) donde el Señor mismo ha establecido

su morada en medio de toda la humanidad.

Bruce Metzger explica que esta transformación radical efectuada por Dios cambia verdadera

y radicalmente el orden de las cosas. Él escribe, “…no está claro si este cosmos va a finalizar y

una nueva creación lo ha de remplazar. De cualquier forma, la palabra “nuevo” utilizada por

Juan no significa otro, sino una nueva clase de cielo y tierra”24, donde el centro de todo es Dios

y donde él sostiene todas las cosas en sus manos. Lo que si queda claro es que, al final de los

tiempos, ya no habrá más llanto ni dolor porque nuestro Señor se encargará de enjugar toda

lagrima de nuestros ojos y comenzaremos a vivir en la plenitud del cumplimiento de las

promesas de esperanza y paz.

C. Un “tabernáculo” nuevo

23 Ibid., Apocalipsis 21:3-4. 24 B. Metzger. Breaking the Code: Understanding the Book of Revelation. Nashville, Abingdon Press 1993, P. 98.

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En el evangelio según San Juan, Jesús es presentado como aquel que se encarnó y

“σκηνόω” entre nosotros. La palabra “σκηνόω”, en conexión con el milagro de la

encarnación de Cristo, denota el establecimiento de un tabernáculo o el habitar en tiendas de

campaña en medio de la humanidad. Por consiguiente, Juan nos habla de cómo Cristo estableció

su tabernáculo en medio de la humanidad al venir a habitar junto a nosotros. En el libro de la

revelación, Apocalipsis, Juan nos presenta con la realidad del establecimiento de un nuevo

tabernáculo que sirve de morada para Dios y para los hombres en esta nueva ciudad. Juan

declara: “Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: ‘Esta es la morada de Dios con los

hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él, Dios-con-ellos, será su

Dios”25 (Apocalipsis 21:3). Es en este nuevo tabernáculo, en esta nueva morada, donde tiene

lugar la realización de las promesas escatológicas y donde nuestras esperanzas se cumplen

cabalmente en Cristo.

Moltmann explica que en esta nueva ciudad (i.e. la ciudad de Dios) todo es perfecto porque

todos los anhelos de la humanidad son realizados en ella a través de la presencia misma de Dios.

Moltmann escribe que en este nuevo “tabernáculo” o morada divina “…reaparecen la plenitud

de vida y la belleza del jardín de Edén… Como ciudad, satisface la necesidad y el anhelo

humanos de edificar un lugar de residencia propia que sea adecuado para la comunidad y la

cultura humanas”26. En otras palabras, en esta nueva morada, la esperanza de toda la humanidad

encuentra su culmen en el cumplimiento cabal de las promesas escatológicas esbozadas en las

páginas de las sagradas Escrituras.

V. Conclusión

25 Nueva Biblia de Jerusalén, Apocalipsis 21:3. 26 J. Moltmann. La venida de Dios, p. 398.

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El verso cinco del capítulo veintiuno de libro de Apocalipsis expresa la veracidad y la

magnitud de la revelación divina. “Entonces dijo el que está sentado en el trono: Mira que hago

nuevas todas las cosas. Y añadió: Escribe: Estas son palabras ciertas y verdaderas”27. Por

consiguiente, podemos concluir que el cumplimiento de las promesas escatológicas en realidad

representa la esperanza de toda la humanidad. Claramente, las esperanzas escatológicas

presentadas a través de las páginas de las Escrituras están delineadas en promesas de una vida

verdadera, de una vida que trasciende la finalidad de la muerte en la base de la obra redentora de

nuestro Señor Jesucristo. Las Escrituras claramente demuestran que la vida, pasión, muerte y

resurrección de Cristo son nuestra garantía de que, a su debido tiempo, también seremos

partícipes de nuestra propia resurrección, ya que Dios promete no abandonarnos al sepulcro.

Más allá de promesas que trascienden el plano físico donde nosotros habitamos, las promesas

escatológicas aseguran recompensas gloriosas para aquellos que procuramos vivir de acuerdo a

la voluntad divina y un castigo formidable (i.e. separación eterna) para aquellos que insisten en

vivir de acuerdo a sus propios designios. La evidencia manifiesta de esta recompensa es

actualizada a través de una fiesta eterna, la fiesta de bodas del Cordero, la cual comienza en el

día en que Cristo toma residencia en nuestros corazones pero se actualiza en la “παρουσία”,

cuando nos encontremos con nuestro Señor en las nubes. Obviamente, esta recompensa gloriosa

está expresada en términos de una vida eterna en la misma presencia de Jesucristo y en la

actualización de las promesas de un mundo nuevo donde los sufrimientos y condiciones

imperantes en el mundo actual dejan de existir ya que, en Cristo, Dios hará nuevas todas las

cosas. Moltmann concluye su explicación de la visión y promesas escatológicas, que son la base

de nuestra esperanza, hablando de un lugar abierto para todos los seres humanos y donde la

presencia misma de Dios nos lleva al reposo verdadero. Moltmann declara que “En su reposo,

27 Nueva Biblia de Jerusalén, Apocalipsis 21:5.

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todas las criaturas encuentran su felicidad eterna”28. Ésta es nuestra esperanza, el verdadero

descanso de toda la humanidad en el regazo de nuestro “ἀββα ὁ πατήρ” (Marcos 14:36) a

través de la obra de nuestro Señor, Jesucristo.

Bibliografía

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28 J. Moltmann. La venida de Dios, p. 403.

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