Teología de La Revelación y Elementos de Cristología Fundamental
Entre pneumatología, cristología, antropología y … · Introducción 1. Pneumatología y...
Transcript of Entre pneumatología, cristología, antropología y … · Introducción 1. Pneumatología y...
-
F A C U L T A D D E T E O L O G A
D E P A R T A M E N T O D E T E O L O G A D O G M T I C A Y F U N D A M E N T A L
Entre pneumatologa, cristologa, antropologa y
soteriologa
Divagaciones sobre una costura teolgica
necesaria y pendiente
Tesina para la obtencin del grado de Licenciatura
Autor: Salvatore Collura, SJ
Director: Prof. Dr. Gabino Urbarri Bilbao, SJ
MADRID
Enero 2017
-
- I
-
- II
A mis compaeros. De ayer, de hoy y de maana.
A mis directores espirituales: Cecil y Pablo.
A mis superiores Ignazio, Nacho y Carlo.
A mis profesores de Palermo y Madrid.
A mi familia y a todos los amigos.
A los peregrinos que no dejan huellas.
Al Dios Uno y Trino.
-
- III
Siglas y abreviaturas
AG: Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia Ad gentes
AAS: Acta Apostolicae Sedis
BPat: Biblioteca Patrstica
CChr.SL: Corpus Christianorum. Series Latina
CEC: Catecismo de la Iglesia Catlica, 1992
CG: TOMMASO D'AQUINO, La somma contro i Gentili
DPAC: Dizionario Patristico e di Antichit Cristiana, 1983
DS: DENZINGER H., Enchiridion Simbolorum
GS: Constitucin Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes
LG: Constitucin Dogmtica sobre la Iglesia Lumen Gentium
NDE: DE FIORES S. GOFFI T., Nuevo Diccionario de Espiritualidad, 19915
NDPAC: Nuovo Dizionario Patristico e di Antichit Cristiana, 2007
OT: Decreto sobre la formacin sacerdotal Optatam Totius
PG: Patrologa Greca
PL: Patrologa Latina
ST: TOMMASO D'AQUINO, Summa Theologiae
UR: Decreto sobre el Ecumenismo Unitatis redintegratio
-
Entre pneumatologa, cristologa, antropologa y soteriologa. Divagaciones sobre una costura teolgica necesaria y pendiente.
Pneumatologa y teologa: ms que unas preguntas - 1
Introduccin
1. Pneumatologa y teologa: ms que unas preguntas
En el 2004, examinando la situacin de la teologa ecumnica, W.
Kasper1, al recoger las tesis de unos telogos ortodoxos y protestantes,
comentaba que, adems de la cuestin del ministerio eclesial (sacramento
del orden en sus grados y ministerio petrino), lo que sigue separando a los
cristianos y a sus Iglesias sera la consideracin ofrecida al Espritu en su
accin ad intra et ad extra Trinitatis.
De un tiempo de olvido del Espritu hablaba J. Moltmann2 en
1991. Despus, sin embargo, aada que, en el intento de dar nueva
atencin al tema y llenar el vaco, en la literatura teolgica ms reciente se
habra podido incluso hablar de un aluvin de escritos sobre el Espritu,
una autntica obsesin. De hecho, los estudios bblicos, patrsticos y
dogmticos de todo tipo, desde las intuiciones de finales del siglo XIX
hasta ahora, se han multiplicado.
Cabe decir que todava estamos lejos de una recepcin plena de
estas aportaciones en el desarrollo sistemtico de los tratados teolgicos:
muchos intentos de encontrar nuevas formulaciones, a pesar de la cantidad
de veces que se haban solicitado por parte del mundo teolgico, se han
encontrado bajo la sospecha de querer constituir una va de salvacin
alternativa a la nica mediacin del Verbo Encarnado y de la Iglesia.
1 Cfr. K. KASPER, La Teologa Ecumnica: situacin actual, en Dilogo Ecumnico,
123 (2004), 87-105.
2 Cfr. J. MOLTMANN, El Espritu de la Vida. Una pneumatologa integral, Sgueme,
Salamanca 1998, 13-16.
-
Introduccin
1. Pneumatologa y teologa: ms que unas preguntas - 2
A mi modo de ver, desde una perspectiva muy limitada y todava
incipiente, uno de los nudos principales para la integracin del desarrollo
teolgico que se ha dado en la pneumatologa reciente consiste en la
relevancia que se le otorga en soteriologa. En la introduccin de uno de
sus textos ms conocidos3, A. J. Mhler declaraba:
Comincio dallo Spirito Santo. Potr sembrare strano che
non cominci da Cristo, centro di tutta la nostra fede []. Ho
preferito evitare di prendere le mosse da ci che tutti
conoscono []. La mia intenzione stata di cominciare da
ci che per la nostra via sta all'inizio in ordine di tempo.
No tengo reparo en admitir que esta afirmacin ha condicionado
todo mi inters teolgico personal, desde el 1999, ao de mi matriculacin
en la Facultad Pontificia San Juan Evangelista de Palermo. El telogo
que elabora su teologa es un ser humano y creyente como los dems:
entonces, cmo se podra prescindir de lo que Mhler sostena? La
existencia misma de la Iglesia se da en la fuerza del Espritu de
Pentecosts, no solo su unidad y su santidad. Es ella misma la que, a partir
del Smbolo de fe en su tercer artculo, se entiende como existente por y
en la persona del Espritu. Me atrevera incluso a decir que no puede haber
soteriologa sin una slida impostacin pneumatolgica (Cfr. Jn 16, 13).
Tampoco puede pensarse ni ejercitarse la vida espiritual, comunitaria o
personal, fuera de la accin del Espritu (Cfr. Gal 4, 6-7; Rm 8, 14-17).
Lo dicho se aplica en todos los lugares de la vida de la Iglesia,
desde la misma teologa sacramental y su actuacin litrgica: el don de la
eucarista llega a los creyentes por la mediacin del Espritu, segn la
epclesis de nuestras celebraciones. La reflexin teolgica, adems, o se
entiende en el marco de los dones del Espritu o se reduce a algo
meramente fenomenolgico, perdiendo, de hecho, lo ms central de su
3 Cfr. A. J. MHLER, L'Unit nella Chiesa, cio il principio del cattolicesimo nello
Spirito dei Padri della Chiesa dei primi tre secoli, Citt Nuova, Roma 1969, 4.
-
Introduccin
1. Pneumatologa y teologa: ms que unas preguntas - 3
estatuto epistemolgico, a saber, la fe que busca su auto-comprensin.
Parece increble que haya pasado desapercibida durante siglos esta
exigencia central, si queremos dar fe a cuanto sostenan Moltmann y
Kasper. Sin embargo, an no se le reconoce la adecuada importancia si
miramos bajo una perspectiva sistemtica a la organizacin de los tratados
teolgicos y de los grados acadmicos4.
Si este es el caldo de cultivo en que quiere insertarse la presente
tesina, an falta un marco general bien definido. Lo que estoy intentando
proponer, de hecho, encuentra su rea ms amplia en el tratado de
soteriologa. La caracterizacin ms prxima se hallara en la bsqueda de
la especificidad pneumatolgica propia de ese tratado. Claro que, si es as,
el estudio asume un corte sistemtico, ad intra del tratado de soteriologa
y ad extra, mirando a su ubicacin en el conjunto de la dogmtica cristiana.
Dicho de otra forma, pretendera responder a una pregunta
candente: Sera posible y deseable redefinir en sentido (tambin)
pneumatolgico y de forma explcita la soteriologa? Y, si as fuera,
cules seran entonces los efectos sobre los otros tratados de la
dogmtica? Ese enfoque, adems, implicara unas determinadas
caracterizaciones epistemolgicas: entrara en el cuadro de los
prolegmenos de la dogmtica.
Por ser, justamente, este el objetivo que se quiere alcanzar, la
investigacin, ya por s misma, se caracteriza como dogmtica en sentido
propio: cmo dar razn de un protagonismo soteriolgico del Espritu,
siempre en el marco ms amplio de la comn accin trinitaria, para que
pueda constituirse como objeto formal en una organizacin epistemolgica
coherente? Dnde y cmo se encuentran sus races?
4 No son muchas las facultades que proponen un curso de pneumatologa, que yo sepa.
Sin embargo, en la gran mayora de los casos, el tema viene tratado en el segundo
ciclo de estudios.
-
Introduccin
1. Pneumatologa y teologa: ms que unas preguntas - 4
Sin embargo, este planteamiento excede con creces las
posibilidades reales de una tesina de licenciatura y supera mis capacidades
personales. Cmo proceder sin abandonar el tema y ajustndonos a los
lmites y posibilidades reales?
Un autor muy cercano a nuestra institucin acadmica ha realizado
aportaciones significativas, que se sitan en el trasfondo de la cuestin. Un
estudio, sencillo y gil, recoge unas publicaciones redactadas por l mismo
entre 1976 y 2006, a lo largo de sus aos de servicio y de ministerio. Me
refiero al obispo jesuita Luis F. Ladaria y a la obra Jess y el Espritu: la
Uncin5.
Como ya se da a entender en el ttulo, ms que el desarrollo
sistemtico de una pneumatologa, el texto quiere articular esta ltima con
la reflexin cristolgica, a partir del misterio de la uncin en el Jordn6. El
autor, volviendo su mirada a algunos Padres de la Iglesia, se propone
profundizar en el evento de la vida de Jess de Nazaret que lo hace
Cristo, es decir, Ungido. De este modo descubre, entonces, que, en el
Jordn, la persona del Espritu Santo parece haber tenido un insospechado
protagonismo, siempre en el marco de una ms amplia arquitectura
teolgica en la que toda la Trinidad se encuentra comprometida.
De hecho, el trasfondo prximo de esta intuicin se puede rastrear
muy probablemente en un texto de 1961 de Antonio Orbe7. De entre los
Padres de la Iglesia, parece haber sido de importancia decisiva la
aportacin de Ireneo de Lyon, fruto ms maduro de la escuela asitica8.
5 L. F. LADARIA, Jess y el Espritu: la Uncin, Monte Carmelo, Burgos 2013. De
aqu en adelante lo cito como JE y doy el nmero de pgina de esta edicin.
6 Sin considerar aqu la distincin que se da entre el relato de los sinpticos y el
evangelio de Juan.
7 A. ORBE, La uncin del Verbo. Estudios Valentinianos Vol. III, Libreria editrice
dell'Universit Gregoriana, Roma 1961. En adelante, UV ms el nmero de pgina.
8 Ha resultado interesante en este sentido la lectura de L. F. LADARIA, El P. Antonio
Orbe: la gnosis y la teologa prenicena, en Revista espaola de Teologa, 67 (2007),
417-463.
-
Introduccin
1. Pneumatologa y teologa: ms que unas preguntas - 5
Sin entrar ahora en la discusin de las cuestiones que afrontar
detenidamente ms adelante, cabe decir que detrs de estos estudios,
patrsticos y dogmticos a la vez, late una preocupacin de fondo: en qu
relacin estn la naturaleza humana y la naturaleza divina en la persona de
Cristo? Y cul es el papel de su libertad humana a la hora de acoger el
plan salvfico del Padre y actuar coherentemente con l?
En efecto, para entender bien la soteriologa, tanto en clave
cristolgica como segn las coordenadas pneumatolgicas, hay que volver
al Concilio de Calcedonia y al proceso que all condujo. Y medir, pesar y
examinar, una y otra vez, la consideracin ofrecida a la naturaleza humana
de Cristo y la(s) antropologa(s) que estaban detrs. El tema ha sido
recientemente investigado por G. Urbarri9 con interesantes conclusiones,
que entrarn en la reflexin del presente trabajo con consecuencias
determinantes.
Hay tres jesuitas, entonces, Orbe, Ladaria, Urbarri que, de
alguna forma, coinciden en considerar este espacio, entre cristologa,
antropologa y pneumatologa, como de los ms desafiantes campos de
investigacin de la teologa contempornea.
Lo que se perfila es un comn denominador en apariencia rido,
sutil y secundario que, efectivamente, encierra, segn la orientacin que se
asume a la hora de contestar, unos grados de complejidad y de resultados
de hondo calado, especialmente de cara a la credibilidad de la fe cristiana
en su conjunto.
Basta con pensar que desde Arrio hasta el intenso debate entre K.
Rahner y H. U. von Balthasar, pasando por Cirilo de Alejandra, Anselmo,
Duns Escoto y Lutero, una y otra vez, vuelven elementos que hay que
poner bajo especial atencin: qu son la voluntad y la libertad en Cristo
9 G. URBARRI, La singular humanidad de Jesucristo. El tema mayor de la
cristologa contempornea, San Pablo - U. P. Comillas, Madrid 2008.
-
Introduccin
1. Pneumatologa y teologa: ms que unas preguntas - 6
y en nosotros? Cmo se da la salvacin para los hombres, si el hecho de
la salvacin encuentra su cumbre en Jesucristo y en su singular
humanidad? Cmo puede darse una salvacin universal realmente
abierta a toda naturaleza humana fuera de una confesin explcita de la fe?
Para contestar a estas preguntas hay que mirar, primero, a la
Escritura y a las teologas pre-calcedonenses, para ver cmo los Padres,
desde el inicio, interpretaban estos asuntos. Solo as se puede dar razn de
unas respuestas que hoy en da parecen adquiridas y que, sin embargo,
siguen desembocando en polarizaciones y tensiones no precisamente
suaves. Una de estas tensiones es la que se genera exactamente a nivel
ecumnico y, ms all, a nivel interreligioso, con el tema de la nica verdad
y que, con toda su fuerza, volvi durante el Vaticano II, especialmente en
los debates que llevaron a la composicin de Lumen Gentium, Unitatis
redintegratio, Dignitatis humanae y, finalmente, Gaudium et spes.
Segn el enfoque elegido, entonces, el presente trabajo quiere
profundizar, a partir de la aportacin de Ladaria, en el misterio de la uncin
(primer captulo) como clave hermenutica para comprender la
articulacin entre naturaleza humana y naturaleza divina en Cristo, tema
estudiado por Urbarri (segundo captulo), evidenciando las consecuencias
que, desde aqu, se determinan para la pneumatologa y la cristologa a la
hora de pensar la salvacin (tercer captulo). Los resultados de la
investigacin as desarrollada pretenderan, por lo menos segn una
primera aproximacin, tener una valencia para la sistematizacin interna
del tratado de soteriologa y la sistemtica teolgica general.
Al fin y al cabo, intentar contestar a dos preguntas: 1) Los
estudios de Ladaria permiten lograr un equilibrio slido entre cristologa y
pneumatologa? 2) Bajo qu presupuestos y con qu consecuencias?
-
Introduccin
2. Las razones del tema - 7
2. Las razones del tema
Pero qu legitimidad tiene ese modo de proceder? Sobre qu se
fundamenta? Las preguntas no aseguran cientificidad por s solas. Ahora
bien, a pesar de todas las dificultades del tema y de mis limitaciones
personales, no por ello puedo permitirme huir de las exigencias
epistemolgicas del mundo acadmico y de la finalidad concreta del texto
que presento. Tales exigencias son de coherencia, lenguaje preciso,
sistematicidad y metodologa, en lnea con la tradicin de esta Facultad
teolgica.
Ladaria posee una larga bibliografa1 y, una y otra vez, ha vuelto
sobre estos temas, tanto en sus manuales como en artculos y otras
publicaciones 2 . Adems, como ya anticip, hay que contar con las
aportaciones de los otros autores, en la medida en que se quiera dar
horizonte y alcance realmente sistemtico y comparativo a la tesina. Tiene
sentido, entonces, explicitar las razones y los criterios de coherencia
interna que he tenido en cuenta durante la investigacin.
Primero, hay que admitir que, de alguna manera, me han sido
proporcionados directamente por el texto de Ladaria. Los primeros cuatro
captulos de su libro Jess y el Espritu recogen otras tantas publicaciones3
1 Vase la bibliografa final.
2 Especialmente dos textos, L.F. LADARIA, Jesucristo, salvacin de todos, U. P.
Comillas, Madrid 2007, en adelante JS. Tanto ese libro como JE, recogen, con
pequeas revisiones, artculos y contribuciones redactados en diferentes contextos y,
a veces, temporalmente muy distantes entre ellos. Esto testimonia la gran atencin
que nuestro autor ha otorgado al tema de la mediacin nica y universal de Cristo en
su doble vertiente cristolgica y pneumatolgica y la evidente coherencia de sus
presupuestos. Adems, no extraa la atencin que dedica al mismo tema en las obras
que se consideran como manuales, sobre todo: id., El Dios vivo y verdadero. El
misterio de la Trinidad, Secretariado Trinitario, Salamanca 20104, 92-111; 139-163;
443-471; id., Antropologia Teologica, PIEMME, Casale Monferrato 20023, 48-62;
421-444; id., La Trinidad, misterio de comunin, Secretariado Trinitario, Salamanca
2002, 173-236.
3 Cfr. id., Humanidad de Cristo y don del Espritu, en Estudios Eclesisticos 51 (1976),
-
Introduccin
2. Las razones del tema - 8
que han aparecido, progresivamente, entre los aos 1976 y 2001.
Curiosamente, con el captulo V se interrumpe el criterio temporal, con la
introduccin de cinco artculos datados en 1989, 2000, 2000, 2002, 2006
respectivamente. Se encuadra, as, una segunda parte del texto, cuyo
enfoque se hace ms marcadamente patrstico. El autor se centra en tres
autores de la Iglesia antigua: Hilario de Poitiers, Gregorio de Elvira y
Atanasio de Alejandra.
Por temtica y mbito de investigacin se puede pensar que el texto
est dividido en dos partes: la primera de carcter bblico, dogmtico y
sistemtico y la segunda como coleccin de testimonios patrsticos 4 ,
aproximadamente, del siglo IV, trados a colacin para profundizar y
aclarar el tema segn la perspectiva del autor.
Concentrando la mirada sobre la primera parte, antes que nada, se
puede subrayar una fuerte continuidad temtica interna: en todos los ttulos
de los trabajos recogidos se menciona, implcita o explcitamente, la
segunda y la tercera persona de la Trinidad. Nos encontramos, por
supuesto, en el punto de interseccin entre la cristologa y la
pneumatologa.
Hay algn tipo de una progresin interna?
La primera contribucin, adems de ser la ms antigua, tiene como
objetivo el:
[] intento de estudiar desde un punto de vista de teologa
bblica y sistemtica las relaciones entre la humanidad de
Jess y el don del Espritu Santo. Ocasin de semejante
321-345; id., Cristologa del Logos y cristologa del Espritu, en Gregorianum 61
(1980), 353-360; id., La uncin de Jess y el don del Espritu, en Gregorianum 71
(1990), 447-471; id., Jess y el Espritu Santo en la obra de la salvacin. A propsito
de la declaracin Dominus Iesus, en Revista espaola de Teologa 61 (2001), 321-
330.
4 En este sentido, he preferido no centrarme en la segunda parte del libro de Ladaria.
-
Introduccin
2. Las razones del tema - 9
ensayo son las conclusiones positivas obtenidas en mi [sc.
Ladaria] estudio sobre la pneumatologa de San Hilario de
Poitiers (tesis doctoral defendida en junio de 1975 en la
Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y publicada ms
tarde: El Espritu Santo en San Hilario de Poitiers, Eapsa,
Madrid 1977)5.
Por otro lado, en este primer captulo, a pesar de la referencia a
Hilario, sorprende la abundancia de citas de textos de Ireneo y de estudios
llevados a cabo por Orbe6. Hay que subrayar un dato ya desde el principio:
el tema de la humanidad de Cristo viene evocado a partir de una tesis
doctoral cuyo enfoque principal es de carcter pneumatolgico. Se dibuja
as un horizonte que tiene que ver, por lo menos, con tres dimensiones: por
supuesto, la pneumatolgica, la cristolgica, ambas en el marco amplio de
la teologa trinitaria, y, en ltimo, la antropolgica.
El aspecto de la articulacin entre la naturaleza divina y la
naturaleza humana en Cristo parece quedar slo en el trasfondo del
segundo artculo. De hecho, aqu la reflexin es de carcter sistemtico y
quiere desarrollar la integracin entre la cristologa del Logos y la del
Espritu. Parece evidente, entonces, que el marco es cristolgico. En este
sentido, hay que reconocer plena ciudadana a una intuicin fundamental,
es decir que para desarrollar una teologa de la uncin y una pneumatologa
de hondo calado hay que poner de manifiesto la fundamentacin y la
incidencia que ambas tienen dentro del tratado de cristologa y, de manera
especial, en la articulacin entre naturaleza humana y naturaleza divina en
5 JE, 15, n. 5.
6 En la voluminosa obra de Orbe, frente a la continua referencia a Ireneo, se encuentran
solo dos pginas dedicadas explcitamente al Santo de Poitiers: cfr. UV, 615-616.
Cabe precisar que Orbe fue el director de la tesis de Ladaria y que lo anim a que
profundizase el mismo tema en Clemente Alejandrino, cfr. L. F. LADARIA, El
Espritu Santo en Clemente Alejandrino: estudio teolgico antropolgico, U. P.
Comillas, Madrid 1980.
-
Introduccin
2. Las razones del tema - 10
la persona del Verbo encarnado. La aportacin de los estudios de Urbarri,
aqu, por lo tanto, ser central a la hora de profundizar en el tema.
En el tercer artculo, Ladaria intenta buscar las consecuencias
soteriolgicas de lo dicho anteriormente: sobre todo en lo que esto
significa en la donacin por el Seor resucitado del Espritu a la Iglesia y
a los hombres...7.
El objetivo de la ltima contribucin de esta primera parte del libro,
entonces, aparece con toda claridad: comentar la Dominus Iesus abre las
puertas a cuestiones de teologa fundamental y, por ende, de dogmtica, si
queremos tomar en serio la gran ventaja que viene de la vinculacin
estrecha entre los aspectos ms epidrmicos de la fe y su corazn ms
autntico.
Por lo tanto, bajo el re-descubrimiento del trmino uncin y de su
significacin teolgica, Ladaria parece ser consciente de que hay
diferentes niveles de reflexin que resultan afectados:
1) Un primer nivel es de carcter bblico y patrstico. Cada
afirmacin teolgica o sistemtica tendr que encontrar aqu su raz
primera:
Parto de la base de que no se pueden aplicar, como punto
de arranque, nociones de teologa trinitaria para explicar la
cristologa. Slo a partir de Jess sabemos lo que es la auto-
comunicacin de Dios en su Hijo y en su Espritu. Pero, por
otra parte, la misma teologa trinitaria se convierte en
necesaria para explicar, en un segundo momento, la persona
y la obra de Jess8.
Se puede concordar con este presupuesto. Sin embargo, no se puede
7 JE, 58.
8 JE, 46.
-
Introduccin
2. Las razones del tema - 11
prescindir de la historia de Cristo relatada en los Evangelios y en la
Tradicin de la Iglesia. Pero hay que explicitar tambin el sujeto de esta
afirmacin, a saber, el hombre. Desde su misma interioridad el ser humano
se encuentra movido hacia la percepcin de su finitud y de su contingencia.
En otras palabras, el encuentro con el misterio sagrado se realiza si se
toman en serio dos movimientos: tanto el adviento de Dios cuanto el
xodo del hombre hacia l9. Adems, desde la perspectiva cristiana, si
el Dios de Jesucristo es el Dios de la historia, parecer secundario buscar
cul es el movimiento que tiene la precedencia. Por supuesto, el mismo
adviento de Dios no solo es anterior, sino que crea al hombre. Sin
embargo, en rigor, no habra revelacin ninguna sin un destinatario de ella.
Si Dios es el Dios de la historia, de la que es Creador, tenemos que
someternos a su misma decisin: la asuncin de esta historia como
historia suya, historia de Dios. De alguna manera, con la creacin y con
su cumbre ltima, la encarnacin, es como si Dios se impusiera a s mismo
un inicio: empez all a existir para y con el hombre. Esto es si
queremos tomar radicalmente en serio la historia humana y su sentido,
poniendo a salvo, por supuesto, al mismo tiempo la absoluta libertad y
voluntariedad del acto creativo de Dios. Todo lo que desde una perspectiva
teolgica parece absolutamente vinculado a la eterna libertad y
omnipotencia de Dios, desde nuestra perspectiva, queda entrelazado con
una absoluta contingencia10. Es el gran misterio de la knosis de Dios: nos
impone la asuncin de la historia como punto de partida por la misma
decisin de Dios, que esta misma historia ha asumido en su Hijo hecho
carne. Es imprescindible, entonces, partir desde la perspectiva del xodo
del ser humano para, despus, en un segundo momento, reconocer la
anterioridad del adviento de Dios desde dentro de lo ms profundo de la
9 Cfr. B. FORTE, La parola della fede, San Paolo, Cinisello Balsamo 1996, 57-63.
10 Cfr., entre otros, Santo Toms en CG I, 84; ST I, 19, 8.
-
Introduccin
2. Las razones del tema - 12
historia humana. Ningn telogo, por brillante que sea y por grande que
sea la importancia que atribuya a la Tradicin recibida, podr dejar de lado
su misma corporeidad y su historia si quiere encontrar personalmente a su
Creador y desde all empezar su labor teolgica. Historia, corporeidad,
libertad, racionalidad: estas dimensiones del ser humano son parte del acto
teolgico en modo propio y originario, con anterioridad a toda distincin
entre epistemologa y ontologa, que, por ser tales, constituyen ya una
reflexin a posteriori. Fuera de la relacin creatural y personal con Dios
no puede darse teologa. En este sentido, habr que considerar, ya desde el
principio, una explcita accin del Espritu sobre Cristo y, desde all,
examinar, sistematizar y elaborar las dems consecuencias.
2) El segundo nivel, que Ladaria parece proporcionar, es relativo a
la humanidad de Cristo: la uncin est vinculada estrechamente al tema de
su naturaleza humana. Es imprescindible, entonces, un detenido anlisis
de la cuestin, tanto en la ontologa (articulacin de las naturalezas en la
persona del Verbo encarnado) como en la dimensin histrica
(autoconciencia y desarrollo personal a lo largo de la vida de Cristo).
Desde aqu la exigencia de dirigir nuestra mirada a los estudios de Urbarri
acerca de la humanidad de Cristo aceptando el reto de examinar las dos
cristologas que parecen convivir en el Nuevo Testamento: la del Logos
y la del Espritu11.
11 Habra aqu que tener en cuenta otra senda que los estudios de Ladaria abren,
especialmente en lo que pertenece a la resurreccin de Cristo en relacin con su
humanidad y con la nuestra. Es un tema que no entrar directamente en la tesina. Sin
embargo, hay que decir que Ladaria nota cmo, en la teologa reciente, se ha dado un
cambio de visin en la valoracin teolgica de la resurreccin de Jess; sin tener
en cuenta este elemento era imposible a la ltima teologa escolstica apreciar
debidamente el papel mediador de la humanidad glorificada de Cristo en la donacin
del Espritu, la importancia de la vida histrica del hombre Jess a que nuestra
existencia ha de asociarse, etc.... (L. F. LADARIA, El hombre como tema teolgico,
en Estudios Eclesisticos, 56 (1981), 938). En el citado artculo se analizan las
implicaciones ms propiamente antropolgicas del tema objeto del presente trabajo.
En el mismo sentido iran tambin id., Naturaleza y Gracia: Karl Rahner y Juan
-
Introduccin
2. Las razones del tema - 13
3) En un tercer nivel, nos encontramos con una exigencia
epistemolgica radical: bajo el tema de la uncin se hace explcito algo
que, de fondo, pertenece a toda cristologa, es decir, su relacin con la
pneumatologa. La cuestin es espinosa. Por un lado, no se da experiencia
trinitaria que no est marcada por el encuentro con Cristo. Por otro lado,
el encuentro con Cristo est siempre mediado por el Espritu, como nos ha
recordado Mhler 12 . Cmo se articulan, entonces, cristologa y
pneumatologa? Tambin este desafo lo recoger Ladaria en su
aportacin.
4) Por ltimo, el horizonte ms amplio sera la soteriologa y su
significatividad. Ladaria lo expresa, de alguna manera, entre el tercero y,
sobre todo, el cuarto artculo de su libro. El telogo jesuita all
especialmente subraya que el para qu de la uncin sera la salvacin de
los hombres. Por eso, entonces, pasa a ser oportuno explicitar el papel
especfico del Espritu en la soteriologa y en la sistemtica. Hay que
asumir el reto de una organizacin de los tratados teniendo en cuenta no
slo las exigencias ecumnica e interreligiosa sino tambin, por supuesto,
la coherencia interna de la reflexin teolgica. Ya hemos visto cmo este
asunto, a lo largo de la historia, ha sido puesto de manifiesto. No cabe duda
de que legtimos cristocentrismo y eclesiocentrismo soteriolgicos, a
veces, se han convertido en monismos. En rigor, se puede hablar de un
cristo-centrismo en soteriologa sin hablar, a la vez, de un espritu-
centrismo?
Desde aqu nacen, entonces, los tres captulos del presente estudio
Alfaro, en Estudios Eclesisticos, 64 (1989), 53-70.
12 Cfr. p. 2, n. 3 (al indicar exclusivamente nmero de pgina y nota har siempre
referencia al presente trabajo).
-
Introduccin
2. Las razones del tema - 14
que, por lo tanto, incluso a nivel metodolgico, presentarn sus
peculiaridades. Mientras que la atencin a los textos bblicos y patrsticos
y a su relectura sistemtica ser preponderante en el primero, que lleva por
ttulo Ladaria y la teologa de la uncin, el anlisis especulativo en el
marco de la cristologa encontrar empleo ms significativo en el segundo,
Urbarri y la cuestin de la libertad de Cristo. El tercero, En bsqueda
de una sntesis se caracterizar por una dinmica ms comparativa,
intentando poner de relieve los temas conseguidos y las cuestiones abiertas
a partir de las intuiciones de los dos profesores de Comillas.
Acerca de la bibliografa secundaria y de los otros autores que
dialogarn con las tesis de Ladaria hay, al igual, que decir algo. No sin
razn Orbe ser el primer testigo al que volver. Adems de ser, sin duda,
uno de los mayores estudiosos del tema de la uncin, est directamente
enlazado, por espiritualidad y enseanza, al obispo jesuita13. En el tercer
captulo, dado el mbito soteriolgico de las reflexiones, hay que hacer
referencia a Sesbo, escogindolo no tanto por ser jesuita, sino por su
trabajo en materia, que representa una referencia fundamental para los que
empiezan a dar pasos en este contexto. Adems, para dar cuenta del
carcter comparativo que da forma a la ltima parte de la tesina, habr que
contrastar hasta qu punto se dan diferencias entre la dogmtica actual14 y
las sugerencias que nos llegan de los estudios acerca de la uncin y de la
humanidad de Cristo.
Entre pneumatologa, cristologa, antropologa y soteriologa.
13 En este sentido encuentra justificacin la constante referencia a la escuela asitica y
a San Ireneo en particular: de las tres [tradiciones teolgicas de la antigedad,
n.d.a.], la tradicin asitica es la ms fina, inmediata y fiel a las autnticas esencias
joaneas y paulinas; pero tambin la ms ignorada y difcil...: as se expresa L. F.
LADARIA, El P. Antonio Orbe op. cit., 424. Vase, en la misma pgina, la n. 17.
14 Har referencia sobre todo a T. SCHNEIDER (ed.), Manual de teologa dogmtica,
Herder, Barcelona 1996, y G. L. MLLER, Dogmtica. Teora y prctica de la
teologa, Herder, Barcelona 1998.
-
Introduccin
2. Las razones del tema - 15
Divagaciones sobre una costura teolgica necesaria y pendiente es, por
lo tanto, el ttulo que me permite resumir el objetivo del presente trabajo,
con la conciencia que lo que aqu escribo se circunscribe a una primera
aproximacin a un tema muy vasto y complejo.
Si se me permite, quiero terminar esta introduccin con una nota
de carcter ms personal. Si algo he aprendido a lo largo de este tiempo de
estudio, sin duda, puedo afirmar que consiste en que, desde mi punto de
vista, no se puede hacer teologa sin que esta nazca desde una
espiritualidad vivida, esto es, desde una experiencia concreta e histrica
del Espritu. A veces, parece que el sentido moderno de ciencia no se
adapta a la teologa en la medida en que esta ltima quiere conservar su
dimensin de reflexin acerca de una salvacin experimentada y vivida.
Sin embargo, la dimensin de la experiencia y de la hermenutica
de esa experiencia que, para los cristianos, es salvacin sigue siendo un
aspecto fundamental de mi propio proceder en teologa, a pesar del hecho
de que pueda alejar mi trabajo de un rgido esquematismo propio de
tradiciones de bsqueda y de investigacin que, a pesar de haber
evidenciado sus lmites y su impracticabilidad, siguen siendo tenidas en
consideracin por ser ms cientficas.
Mi tesina, en este sentido, quiere alejarse explcitamente de una
disertacin, en la medida en que esto signifique alejar la teologa de la
vida. Recoger, ms bien y con agradecimiento, las diferentes aportaciones
vividas a lo largo de los estudios y no dejar a un lado las sugerencias que
llegan, con plena legitimidad, de la vida espiritual de un joven jesuita que
ha intentado vivir lo que ha estudiado y reflexionar acerca de esta vivencia.
Si acaso alguien viera en este modo de proceder alguna inconveniencia,
me disculpo de antemano.
-
Entre pneumatologa, cristologa, antropologa y soteriologa. Divagaciones sobre una costura teolgica necesaria y pendiente.
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 16
Captulo I
Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema
1.1. Humanidad de Cristo y don del Espritu
1.1.1. La uncin en la Escritura
El primer artculo con el cual Ladaria abre su libro, lleva por ttulo
Humanidad de Cristo y don del Espritu1. Empieza con traer a colacin
una intuicin precisa, de carcter especulativo, que surge directamente del
debate teolgico contemporneo: dos tendencias parecen darse, hoy, en
cristologa. Una, primera, de tipo descendente, que pone la encarnacin del
Verbo como dato fundamental para cualquier afirmacin posterior y, otra,
de tipo ascendente, que, de alguna forma, quiere reaccionar a la primera
subrayando ms la humanidad de Cristo y su proceso de crecimiento.
La intuicin de Ladaria se ampla, adems, hacia la eclesiologa y,
curiosamente, segn una observacin opuesta: frente a una primera
corriente que subrayaba la dimensin visible de la Iglesia, la recuperacin
de una cristologa ascendente ha dado lugar a una reflexin que privilegia
el principio invisible de la Iglesia, su ms profunda e interior identidad:
mientras en un caso se pretende redescubrir lo humano de Jess, se
intenta en el otro un conocimiento ms profundo de lo divino en la
1 JE, 13-44.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 17
Iglesia2.
A travs de esta primera aclaracin, el autor dirige su mirada a los
escritos bblicos, proponindose el estudio de las relaciones entre Jess y
el Espritu en el Nuevo Testamento. Sobresale un primer dato: la accin
del Espritu sobre Mara en el momento de la concepcin (Lc 1, 35; Mt 1,
20)3. La razn para esa intervencin perece encontrarse en la identidad
misma de Hijo de Dios que caracterizar la existencia de Jess. No falta
un matiz escatolgico, sobre todo en Lc. Se puede leer el incipit de su
evangelio en paralelo con el de Hch 2: la bajada del Espritu sobre la
naciente Iglesia como anticipacin del tiempo ltimo.
Pero es en la percopa del bautismo en el Jordn donde se da una
accin especfica del Espritu sobre Jess (Mc 1, 9-11; Mt 3, 13-17; Lc 3,
21-22; cfr. Jn 1, 32-34)4. La obra lucana se refiere a este acontecimiento
utilizando el trmino uncin (Lc 4, 18; Hch 4, 27; 10, 38). Mirando a los
gneros literarios habra que pensar, en primer lugar, en una uncin
proftica, teniendo en cuenta el lugar en que viene puesto el relato, o sea
al inicio de la actividad pblica de Cristo, junto con otros elementos
textuales. Ladaria precisa que no se trata simplemente de una fuerza que
se apodera de Jess, sino de un principio interno en virtud del cual lleva
acabo su obra5. La afirmacin no es casual. Desde el principio, quiere
evitar todo peligro de subordinacionismo de Cristo al Espritu, apoyndose
en la exgesis de E. Schweizer que pone de relieve cmo el mismo intento
se encuentra ya entre los escritos neotestamentarios, en los cambios que se
dan entre la redaccin de Mc y la de Lc6.
2 JE, 15.
3 As tambin en id., El Dios vivo op. cit. 92-93.
4 La afirmacin est todava ms clara en ibid., 93-94, haciendo referencia a Y.
CONGAR, El Espritu Santo, Herder, Barcelona 1983, 42.
5 JE, 17.
6 Por ejemplo, en Mc 1, 12 es el Espritu el que empuja a Jess hacia el desierto. Lo
mismo pasa en Mt 4, 1 y en Lc 4, 1. Pero este ltimo se expresa as:
,
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 18
La accin del Espritu sera evidente a lo largo de toda la vida de
Cristo, tanto en sus decisiones (cfr. Mc 1, 12), en sus milagros (cfr. Lc 4,
18) como en la misma entrega en la Cruz (cfr. Jn 19, 30). Incluso hasta la
resurreccin, si queremos tener en cuenta la aportacin paulina (cfr. Rm 1,
3-4). Sin embargo, nunca como en el Jordn parece darse algo tan nico.
La accin extraordinaria del Espritu no vendra a ser una consecuencia
directa de la encarnacin, sino, ms bien, una caracterizacin en un sentido
determinado. En efecto, no se puede prescindir de que ser justo la accin
del Espritu Santo en el Jordn y a lo largo de la vida de Cristo que
dar lugar a la pregunta y a la profundizacin de su identidad personal.
Desde aqu brotar la afirmacin del misterio de la encarnacin.
Por un lado, la uncin del Jordn explicita la filiacin divina de
Jess, si queremos hacer referencia a la voz que la acompaa. Por otro
lado, se presenta como el primer paso de cara al envo y a la misin.
Adems, aunque la afirmacin de la preexistencia del Logos es igual de
antigua que otros temas bblicos7, se fue desarrollando a lo largo del primer
y segundo siglo sin llegar nunca a desmentir la presencia del Espritu en
Jess. Ms bien se reconocer que el Espritu sigui permaneciendo
sobre/en l a lo largo de toda su vida. Ladaria, en base a estas aportaciones
exegticas, opina que el destinatario de la accin divina es en todo caso
Jess en cuanto hombre8. De hecho, la uncin no determina la filiacin
divina. Sin embargo, hay relacin tanto entre uncin y filiacin como entre
[Trad.: Jess, lleno del Espritu Santo, volvi del Jordn, y fue llevado por el Espritu
al desierto] y al v. 14 precisa:
. ' [Trad.: Jess
volvi en el poder del Espritu a Galilea, y se difundi su fama por toda la tierra de
alrededor]. Se pone as en evidencia el intento de mostrar a Cristo como al Seor del
Espritu, lleno de Su plenitud, pero no subordinado a l. En Jn no se encuentra el
relato, pero se hace ms evidente una cierta subordinacin del Espritu a Cristo, cfr.
Jn 1, 32-33.
7 Cfr. Flp 2, 6-11; 1Cor 8, 6, al menos por algunos, considerados pre-paulinos; y
frmulas de envo, como Gal 4, 4-6.
8 JE, 20.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 19
uncin y misin. Por lo tanto, el destinatario de la accin del Padre por el
Espritu en el Jordn hay que buscarlo necesariamente en la naturaleza
humana de la persona del Verbo.
1.1.2. La uncin entre la escuela asitica y la alejandrina
Nuestro autor deja seguir a estas primeras notaciones de carcter
bblico algunas consideraciones acerca de la recepcin patrstica que se dio
del tema de la uncin y que ha puesto de manifiesto, por lo menos, dos
tendencias. Una, primera, la ofrece Ireneo:
Et ubique in passione Domini nostri et humanitate et
mortificatione eius, Christi usus est nomine, quemadmodum
in illo1: 'Noli esca tua illum perdere proquo Christus mortuus
est' et iterum2: 'Nunc autem in Christo vos qui aliquando
fuistis longe facti estis proximi in sanguine Christi' et
iterum3: 'Christus nos redemit de maledicto Legis, factus pro
nobis maledictum, quoniam scriptum est: 'Maledictus omnis
qui pendent in ligno!' et iterum4: 'Et periet infirmus in tua
scientia frater, propter quem Christus mortuus est',
significans quoniam non Christus inpassibilis descendit in
Iesum, sed ipse Iesus Christus cum esset passus est pro nobis,
qui decubuit et resurrexit, qui descendit et ascendit, Filius
Dei Filius hominis factus, quemadmodum et ipsum nomen
significat: in Christi enim nomine subauditur qui unxit et ipse
qui unctus est et ipsa unctio in qua unctus est; et unxit quidem
Pater, unctus est vero Filius, in Spiritu qui est unctio;
quemadmodum per Esaiam ait Sermo5: 'Spiritus Dei super
me propter quod unxit me' significans et ungentem Patrem et
unctum Filium et unctionem qui est Spiritus6.
1 Rm 14, 15.
2 Ef 2, 13.
3 Gal 3, 13; Deut 21, 23.
4 1Cor 8, 11.
5 Is 61, 1; Lc 4, 18.
6 Adversus Haereses III, 18, 3 citado por UV, 505. En adelante, al citar esta obra, que
se encuentra en PG 7, 431-1224, pondr sencillamente Adv. Haer. y, seguidamente,
el nmero del libro, el captulo y el prrafo, aadiendo una traduccin personal
cotejada con la de Orbe entre parntesis. Aqu: [Trad.: Y en todas partes de la pasin
de nuestro Seor, y de su humanidad y muerte, viene usado slo el nombre de Cristo,
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 20
Como se puede ver, se subrayaba claramente la dimensin trinitaria
del evento: el autor de la uncin fue el Padre; el ungido es el Hijo; y
la uncin es el Espritu. Interpretaciones parecidas darn otros Padres
como, por ejemplo, Atanasio7, Eusebio de Cesarea8, Hilario9, Basilio10 y
hasta Cirilo de Alejandra11. Sin embargo, sus lecturas, progresivamente,
insistirn sobre otro matiz hermenutico: la directa uncin del Verbo (o, al
final, del Padre) sobre la naturaleza humana de Cristo, sustrayendo al
Espritu el espacio que el Nuevo Testamento y la escuela asitica parecan
reconocerle12. Adems, como bien nota G. Hernndez Peludo:
para Cirilo, no parece que la accin del Espritu en Lc 1,
35 indique tanto la santificacin de la humanidad del Hijo
cuanto la prueba de la santidad personal de ste en cuanto
Dios a la que corresponde su singular concepcin humana.
No obstante, en otros textos, Cirilo reconoce una accin del
Espritu santificando la humanidad del Verbo ya en la
como en: "No vayas a destruir por cuestiones de comida a aquel por quien Cristo
muri" y de nuevo: "Mas ahora en Cristo vosotros, los que un tiempo estabais lejos,
os habis acercado en la sangre de Cristo" y otra vez: "Cristo nos rescat de la
maldicin de la ley, hacindose maldicin por nosotros; porque est escrito: Maldito
todo el que cuelga del madero" y nuevamente: "Tu hermano dbil se pierde por tu
ciencia, aquel por el que muri Cristo", porque quiere significar que no descendi
sobre Jess el Cristo impasible, sino que, por ser l mismo Jesucristo, sufri por
nosotros, y que l muri y resucit, y que l descendi y ascendi, Hijo de Dios hecho
Hijo del Hombre, segn lo que el nombre mismo significa: de hecho, en el mismo
nombre de Cristo se dan a entender el que ungi, el que fue ungido, y la uncin misma
con la que fue ungido; y el mismo Padre ungi, el Hijo realmente fue ungido, en el
Espritu, que es la uncin; como la Palabra dice por medio de Isaas: "El Espritu del
Seor sobre m, por eso me ungi" indicando al Padre que unge, al Hijo el ungido, y
la uncin que es el Espritu].
7 Cfr. ATANASIO DE ALEJANDRA, Oratio I contra Arianos, 46-48 [PG 26, 106-
114].
8 Cfr. EUSEBIO DE CESAREA, Commentaria in Lucam, en PG 24, 533-534, A-B.
9 Cfr. HILARIO DE POITIERS, De Trinitate XI, 18-19; VIII, 25 [PL 10, 411-414;
254-255].
10 Cfr. BASILIO DE CESAREA, De Spiritu sancto XVI, 39 [PG 32, 139-142].
11 Cfr. CIRILO DE ALEJANDRA, In Johannis evangelium. Liber quintus, 2 [PG 73,
749-794].
12 Para ver la aportacin de San Justino, cfr. UV, 39ss. Desde Justino, al igual, empieza
el anlisis de L. F. LADARIA, La Trinidad, misterio op. cit., 174-184.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 21
encarnacin...13.
Como fcilmente se puede entender, las dos tendencias se
afirmaban a la vez. En el fondo, quin acte en la uncin no es una
cuestin que afecte a la eficacia de la salvacin: ya sea por efecto de la
encarnacin del Verbo, por accin directa del Padre en el Jordn, o en la
mediacin del Espritu, la comprensin soteriolgica sigue siendo la
misma, por ser una accin trinitaria. El problema nace a la hora de
considerar el para qu de la uncin, es decir, su finalidad y, sobre todo,
el papel de la humanidad de Cristo, verdadera y plena como la nuestra, los
dems seres humanos, que para nuestra propia plenitud necesitamos de la
accin especfica del Espritu14.
Al cerrar la primera parte de su exposicin, Ladaria vuelve a citar
a Ignacio de Antioqua e Ireneo de Lin15, ambos de la misma escuela,
para sustentar la tesis segn la cual Jesucristo, adems de recibir el
Espritu, es el que lo derrama. Jess parece recibir el Espritu para
repartirlo a toda la humanidad. Slo con su glorificacin definitiva este
proceso encontrar su cumbre (cfr. Hch 1, 5; 2, 1ss.; 11, 16; Jn 7, 39; 16,
13 G. HERNNDEZ PELUDO, Encarnacin y uncin del Hijo. La aportacin de San
Cirilo de Alejandra, en La uncin de la Gloria: en el Espritu, por Cristo al Padre.
Homenaje a Mons. Luis F. Ladaria, sj, BAC, Madrid 2014, 31. Volver sobre las
consideraciones de este autor.
14 El cambio de paso entre la uncin concebida como actuacin propia del Espritu y su
reduccin a mera consecuencia de la encarnacin parece haberse dado entre la labor
de Atanasio, de los capadocios y de Cirilo de Alejandra. En modo sinttico, Ladaria
vuelve a presentar la cuestin en L. F. LADARIA, El Dios vivo op. cit., 94-101).
En JE, 55-58 el jesuita retoma el asunto y presenta las mismas consecuencias.
Adems, es interesante notar cmo Orbe, citado por Ladaria, relea el tema en su
conjunto con relacin a los gnsticos: he ah, entre otras, algunas categoras
paganas que hacen continuo acto de presencia en la cristologa sectaria, enervando el
sentido del Evangelio. Todo se subordina a la verdad espiritualmente concebida. Lo
sensible, umbrtil, no tiene valor en el mundo, ni en el hombre ni en el propio
Cristo... (L. F. LADARIA, El P. Antonio Orbe op. cit., 429). Estas palabras dan
una idea de cmo el tema de la uncin y las interpretaciones que se ofrecen,
inevitablemente afectan la cristologa, la antropologa y la soteriologa en general.
15 Cfr. JE, 22, n. 18.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 22
7)16.
En efecto, Jn y Lc son las referencias ms inmediatas para entender
el don del Espritu a la Iglesia como consecuencia de la resurreccin de
Cristo. A partir de Ireneo, si en el Bautismo el que ungi era el Padre,
despus de la glorificacin definitiva, los sujetos activos de la uncin, que
siempre acontece mediante el Espritu, son tanto el Padre como el Hijo.
Pablo llegar a caracterizar la tercera persona de la Trinidad como
Espritu de Cristo (cfr. Rm 8, 9; en el mismo sentido cfr. tambin Flp 1,
19; 2 Cor 3, 17-18; Gal 4, 6). El don recibido de l habilita para el
anuncio y la misin de la Iglesia, incluso all donde, formalmente, todava
no haba tenido lugar una mediacin bautismal (cfr. Hch 10, 44-47). Es
interesante tambin subrayar cmo en la misma concepcin bblica se
determina algo novedoso: el Espritu, concebido como don escatolgico
en el Antiguo Testamento (cfr. Is 44, 3; Ez 36, 26ss.; 37, 14; 39, 29; Jl 3,
1-5), al ser derramado indica que ha llegado el tiempo ltimo, aspecto que
Ireneo subraya17.
De todo esto Ladaria saca, por lo menos, dos consideraciones:
primero, que la accin del Espritu, tanto antes como despus de la
resurreccin de Cristo, siempre la implica (a la resurreccin) y lo implica
(a Cristo), personalmente. Segundo, que la accin de Cristo sigue despus
de su resurreccin siempre en la mediacin del Espritu: l es el motor de
la predicacin apostlica y del testimonio de Jess18. Nuestro autor llega
incluso a definir el Espritu como en su aparicin histrico-salvfica,
... la fuerza divina que configura segn Cristo la nueva vida de la
comunidad de los creyentes en Jess y la de cada uno de estos en
16 Cfr. id., El Dios vivo op. cit., 139-145.
17 Cfr. Demostracin de la Predicacin Apostlica, 6. Utilizo aqu la versin IRENEO
DE LIN, Demostracin de la predicacin Apostlica, Ciudad Nueva, Madrid 1992
[FP 2], en adelante, Demostr. Al profundizar en el texto utilic tambin la versin
italiana empleada por UV.
18 JE, 27.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 23
particular19. No es casual, entonces, que nuestro autor afirme que:
no hay presencia del Espritu Santo en el mundo despus (y
an antes) de la resurreccin de Jess que no tenga que
explicarse a partir de esta ltima Este dato no puede ser
indiferente para la teologa. La presencia del Espritu Santo
en la historia salutis tiene a su vez una historia, ligada a la de
Jess. De este hecho tiene que arrancar la pneumatologa20.
Ladaria parece encontrar el punto de inflexin de la relacin entre
cristologa y pneumatologa exactamente en la resurreccin de Cristo. En
efecto, despus de la resurreccin, la accin del Espritu se encontrar
como dependiente de ella. Antes de la resurreccin se podra incluso hablar
de lo contrario21. Si se da esta premisa, como puede intuirse, se hace
necesaria una reflexin sobre la articulacin entre cristologa ascendente y
descendente, es decir, entre la comprensin teolgica acerca de los hechos
antecedentes a la resurreccin de Cristo, que culminan con su exaltacin
gloriosa a la derecha del Padre (cfr. Sal 110, 1 y Flp 2, 9-11) y todo lo
que pertenece a la preexistencia y glorificacin del Hijo, all donde se
supera la dimensin histrica para poder expresar algo de la inmanencia
del Dios Trinitario. De hecho, es a estas alturas de la reflexin teolgica
cuando se dan las condiciones para hablar del Dios de Jesucristo como
eterna voluntad de auto-comunicacin22.
Estas dos direcciones de la cristologa no estn y no pueden estar
desligadas. La primera y ms grande consideracin que Ladaria saca de la
unidad entre ellas es que no hay economa de la salvacin que no pase a
19 JE, 29.
20 JE, 29.
21 JE, 30, 62. El jesuita habla de una inversin trinitaria en sentido balthasariano. De
accin del Espritu que precede a la del Hijo, se habla en id., El Dios vivo op. cit.,
93.
22 La cuestin de la voluntad libre de Dios que crea para comunicarse, ms antigua que
la atencin que se le ha otorgado en unos autores de la teologa del siglo XX, puede
encontrarse, ya entre los Padres, en Demostr., 11, 72. Adems, entre los autores de la
Escolstica, es interesante ver J. DUNS ESCOTO, Obras del doctor sutil. Dios uno
y trino, BAC, Madrid 1960, 411, 414 [Libro I, p. I, d. II, n. 89 y n. 94-95].
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 24
travs de la humanidad de Cristo y de la encarnacin; y consiguientemente
de la resurreccin como culminacin de aquella23. Con la resurreccin
llega a su cumplimiento un proceso que incorpora, por Cristo en el
Espritu, a la humanidad en el abrazo trinitario: es el punto ms alto de
la soteriologa cristiana.
Siguiendo a nuestro autor, lejos de contraponer en Cristo el existir
segn la carne, propio de la existencia histrica antes de la resurreccin,
y el existir segn el Espritu, tpico del estado de glorificacin, se
subraya la continuidad que se da entre estos dos estadios lgicos en la
unidad personal del mismo Jesucristo. El Glorificado es el Crucificado y
el nacido de la Virgen. Esta continuidad, segn Rm 1, 3ss. (cfr. tambin
Rm 8, 11) es adems asegurada por la accin del Espritu, que lleva a
plenitud la constitucin del hijo de David segn la carne en Hijo de Dios
con poder, por su resurreccin de entre los muertos. Entonces, no slo hay
una continuidad personal y subjetiva, sino tambin una continuidad
objetiva, histrica24, garantizada por Dios mismo en su Espritu. La vida
en el Espritu que Cristo ahora vive se convierte en condicin de
posibilidad de la resurreccin y de la plenitud para los dems25, en cuanto
que al hacerse Espritu ha sido exactamente la humanidad de y en Cristo.
Por lo tanto, la filiacin divina de Cristo y la uncin del Espritu
son misterios inseparables, pero no confundibles. La participacin que, en
cuanto hombres, obtenemos de su filiacin divina deriva directamente de
23 JE, 32.
24 No me atrevo a considerar solamente histrico el conjunto de las consecuencias de la
resurreccin, pero s que no renuncio a individuar en la historia la raz de todo
acontecimiento ulterior. De todas formas, no es este el lugar para profundizar en el
tema de la relacin entre historia y resurreccin.
25 En la misma lnea de Demostr., 4-6, preciso que tal condicin solo se explicita y
concretiza en la resurreccin. Sin embargo, de alguna forma, estaba ya contenida en
la misma creacin del hombre y toda la historia que lleva a Cristo sera una larga
preparacin, narrada por muchos Padres, incluso alejandrinos, a travs de la categora
de Paideia, cfr. G. GRESHAKE, Heil Gottes Glck des Menschen. Theologische
Perspektiven, Freiburg/Basel/Wien 1983, 50-79.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 25
su misma uncin. Excluir la uncin del Espritu y su procesualidad de la
vida espiritual de Cristo y de los dems hombres implicara dar peso
exclusivo a la sola filiacin divina y dejar inexplicada nuestra adopcin.
Claramente, nunca su divina filiacin habra podido darse en nosotros
como se ha dado en Cristo. l slo es el Verbo encarnado. Su singularidad
personal implicara, por principio, otra mediacin, que, por primera vez y
de forma eminente, parece haberse dado ya en su misma humanidad, con
la participacin del Espritu en su personal proceso de glorificacin. Una
vez llegado a plenitud26, este proceso convierte a Cristo en el donador del
Espritu que nos permite desarrollar nuestro propio camino, personal y
comunitario, de filiacin adoptiva, camino que nos hace coherederos suyos
(cfr. Rm 8, 17)27.
Ladaria concluye el artculo afirmando que:
la encarnacin, acto libre y soberano de Dios en su amor
a los hombres, lleva como necesaria consecuencia la
comunicacin del Espritu divino, fuerza y vida de Dios, a la
humanidad de Jess; esta presencia del Espritu en l tiene en
primer lugar un significado para el mismo Jess, en cuanto
es a la vez el presupuesto y la consecuencia de su filiacin
divina. Pero tiene a su vez, inseparablemente, un significado
histrico-salvfico en cuanto la misin y la vida entera de
Jess estn destinadas a traer la salvacin a los hombres; este
es el nico sentido de la encarnacin. La plenitud de la
posesin del Espritu por Jess no puede en modo alguno
separarse de su funcin salvfica...28.
Si es as, entonces, la uncin podra revestir un papel hermenutico
no secundario en sus consecuencias soteriolgicas.
26 Significativa, en este contexto, sera la palabra acostumbrarse en Ireneo, que ha
sido objeto de estudio por M. NAMIKAWA KIYOTA, Paciencia para madurar:
"acostumbrar" para la comunin en San Ireneo de Lyon, U. P. Comillas, Madrid
2014.
27 En efecto, los escritos de Pablo relatan de manera admirable este proceso, cfr. L. F.
LADARIA, El Dios vivo op. cit., 148-151.
28 JE, 42.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 26
1.2. Cristologa del Logos y Cristologa del Espritu
1.2.1. Desde la pneumatologa hasta la cristologa
La relacin entre cristologa ascendente (o pneumtica) y
descendente es el centro de atencin del segundo artculo que Ladaria nos
propone en su texto1.
Lo primero que nota es un dficit en la cristologa tradicional
acerca de la accin del Espritu en Cristo. Su propuesta mira a la
integracin de los dos esquemas, ascendente y descendente, segn las
conclusiones que ya se dibujaban al final del primer captulo del libro.
Explicita, entonces, los dos puntos de arranque para su reflexin:
1) La teologa trinitaria no puede ser aplicada para explicar la cristologa;
2) sin embargo, en un segundo momento, no se puede prescindir de ella
para entender la vida y la obra de Cristo.
No hay duda en admitir que la afirmacin de la divina filiacin de
Cristo est fundamentada en la experiencia pascual. Por otro lado, tanto la
Pascua de Cristo como la afirmacin de su preexistencia encuentran su
lugar hermenutico en el marco de su vivencia histrica y de su relacin
personal con los discpulos y la gente de su alrededor.
La condicin filial, entonces, se acompaa a una existencia filial
que el Nuevo Testamento atestigua como acompaada por el Espritu.
Ladaria se mueve, as, en bsqueda de la relacin entre la
afirmacin de la filiacin divina de Cristo y la presencia especialsima del
Espritu en l. Acude, entonces, a la identidad personal declarada por el
1 Cfr. JE, 45-54.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 27
Nuevo Testamento entre el Logos preexistente y Jess de Nazaret: l es el
eterno Hijo de Dios. Esta identidad personal entre Jess y el Logos, lograda
evidentemente slo desde la existencia histrica de Jess 2, no se da
entre Jess y la presencia en l del Espritu. Jess no es el Espritu, pero
en l el Espritu acta a lo largo de toda su vida y, por su resurreccin,
incluso ms all.
1.2.2. La aproximacin sistemtica de Ladaria como integracin
Una intuicin de Ladaria resulta, as, sobresaliente:
Cristologa de Logos (o del Hijo) y cristologa del Espritu
no tienen que verse como alternativas sino como
complementarias 3.
Es aqu que el jesuita nos ensea la originalidad de su
aportacin, invitndonos a una nueva comprensin que valore el et
et de la argumentacin teolgica, lejos de todo aut aut
tpico del modo dialctico de proceder.
La clave de la propuesta de Ladaria consiste en rescatar la
cristologa ascendente del rincn donde la neo-escolstica la haba
puesto y, en ella, destacar la esencialidad de la humanidad de Jess y
de la historia de su existencia. Realiza todo esto sin sacrificar la
cristologa del Logos, sino ofreciendo un cambio de perspectiva:
Lo que la cristologa del Logos ve realizado de una vez para
siempre en la encarnacin es contemplado desde el punto de
vista de la cristologa pneumtica como un proceso histrico
que se consuma en la resurreccin 4.
2 Cfr. JE, 48.
3 JE, 49.
4 JE, 49-50.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 28
Descartando la hiptesis de Schoonenberg que acaba con
identificar el Cristo preexistente tanto con el Logos como con el
Espritu y la de Kasper, que segn l no toma en serio hasta el final la
especificidad de la naturaleza humana del Verbo encarnado, Ladaria
propone su solucin:
partiendo de la distincin a que ya me he referido varias
veces entre la identidad de Jess con el Hijo y su no identidad
con el Espritu y, a la vez, del hecho que es el Espritu y no
el Hijo el que acta en el hombre Jess a lo largo de su vida,
podemos afirmar que, precisamente por ser el Hijo la total
respuesta a la auto-comunicacin del Padre, la total apertura
sin posible cerrazn, pura relacin al Padre del que es el T
original, completo reflejo de su gloria, Jess, Hijo encarnado
no pone ni puede poner ningn obstculo a la accin del
Espritu Santo en l como conductora de su camino histrico
hacia Dios Padre, como principio de la respuesta humana a
la accin de Dios. La oposicin de Jess a la obra del Espritu
divino en l sera contradictoria, teniendo en cuenta que su
ser personal de Hijo est constituido por su relacin al
Padre... 5.
Es una afirmacin programtica explcita y me parece que
representa el momento ms alto de la reflexin del jesuita.
La cristologa del Logos y la cristologa del Espritu en
ningn momento pueden verse como contrapuestas; deben
ser integradas las dos, as como han de complementarse la
cristologa de encarnacin y la de exaltacin. La cristologa
del Logos (descendente), al poner el mayor nfasis en la
divinidad, explica por qu Jess es la presencia definitiva de
Dios en el mundo, su absoluta irrepetibilidad y por qu su
persona y su mensaje son insuperables en el ulterior devenir
histrico la cristologa del Espritu explica por qu Jess,
en su irrepetibilidad, es el principio de la vida nueva de toda
5 JE, 51-52.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 29
humanidad...6.
Como se puede ver, Ladaria intenta resolver la tensin existente
entre las dos cristologas invitando a una estrecha vinculacin y
subrayando la dimensin pneumatolgica que se desprende de la
cristologa ascendente.
Por otro lado, vuelve con fuerza al tema de la humanidad de Cristo.
La invitacin de Ladaria hacia una composicin sistemtica ms armnica
entre cristologa ascendente y descendente, pneumatologa crstica y
cristologa pneumtica, encuentra como reto ineludible la bsqueda de un
punto firme a este nivel.
Jess, Hijo de Dios desde el principio, llevando a cabo el proceso
perfeccionador de su vida humana y en su vida humana, bajo la accin del
Espritu, realiza, en fin, la plenitud de su unin con el Padre que, por la
accin del mismo Espritu, se convierte en nuestra herencia principal.
En efecto, la consecuencia ms importante de la integracin entre
cristologa ascendente y descendente se da en el mbito soteriolgico. A
la identidad del Hijo de Dios no se aade su funcin salvadora: los dos
aspectos, aunque sean distinguibles se dan inseparablemente. Jess de
Nazaret, Hijo de Dios, es el Cristo salvador: esta afirmacin, tanto en la
vida de Cristo como en la experiencia de la comunidad eclesial de todo
tiempo es siempre, a la vez, afirmacin cristolgica y pneumatolgica. Y
aqu est su credibilidad y su fundamentacin de cara a nuestra salvacin.
Ladaria termina su segundo artculo notando cmo la misma
teologa de la gracia y, consecuentemente, toda reflexin en el mbito de
la cristologa y de la antropologa teolgica encuentran a este nivel su raz:
6 JE, 52-53.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 30
El Espritu universaliza, por as decir, la irrepetibilidad de Jess, hace su
persona nica relevante para todos 7.
1.3. La uncin de Jess y el don del Espritu
1.3.1. Hacia los tratados de pneumatologa y cristologa
En el primer prrafo de este captulo he intentado seguir a Ladaria
en su lectura de los padres prenicenos para aclarar el significado del
misterio de la uncin en la vida de Cristo segn los relatos de la Escritura
y la historia de su recepcin en la patrstica. En el segundo, he puesto de
manifiesto la correlacin que este tema tiene con la articulacin, en Cristo,
de sus dos naturalezas, desarrollando la intuicin de Ladaria desde la
pneumatologa hacia la cristologa y, especficamente, hacia el valor de la
humanidad de Cristo. He subrayado, adems, cmo, para poder
profundizar en la reflexin sobre la accin y persona del Espritu, el
secretario de la Congregacin para la Doctrina de la Fe percibe la exigencia
de un movimiento que vaya de la historia a la teologa, plantendolo a
partir de la relacin entre la Cristologa del Logos y la Cristologa del
Espritu, segn un matiz claramente sistemtico8. A travs de la relacin
que, en la persona de Cristo, se da entre ambas naturalezas, integralmente
entendidas, se perfila un doble papel del Espritu. Por un lado, desde la
perspectiva de la cristologa pneumtica, el Espritu caracterizara la vida
y misin de Cristo radicalmente, mientras que, desde la pneumatologa
crstica, el mismo Espritu, don del Resucitado, determinara en nosotros
7 JE, 54.
8 Cfr. JE, 51.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 31
los presupuestos para la salvacin. Ahora bien, cabe precisar que esta
salvacin siempre, tambin, implica una asuncin personal, es decir una
toma de postura, por parte del ser humano, que sea, por lo menos, libre y
voluntaria.
Entre todos los aspectos, destaca que, segn Ladaria, si por un lado
hay que admitir una singularidad de la naturaleza humana de Cristo, por
otro, se da por supuesto que habr que mirar a la dimensin histrica de su
existencia y, desde all, ir hilvanando la dimensin descendente de su
divina preexistencia9. Ladaria est muy lejos de minusvalorar la teologa
de la divinidad de Cristo: quiere, ms bien, dar razn del proceso,
propiamente espiritual e histrico, que se da tanto en la persona de Cristo,
segn se mire juntamente la encarnacin y la uncin, como, mutatis
mutandis, entre l y sus discpulos, que con l compartieron la vida hasta
recibir el don de afirmar su divinidad y anhelar as la plenitud de su mismo
ser divino.
En la tercera contribucin recogida en su libro10, el jesuita vuelve
al tema de la uncin, profundizando ms an en el horizonte soteriolgico
en el que el tema se enmarca11.
En la apertura, Ladaria reconstruye el cambio que se dio, en la
primera Iglesia, entre Justino e Ireneo, por un lado, y Atanasio y Gregorio
de Nacianzo, por otro, del protagonismo del Espritu en la uncin a la auto-
uncin del Verbo hacia su humanidad. Esta ltima interpretacin se fue
afirmando en la patrstica posterior, incluso en Agustn. Alrededor de la
9 Cfr. JE, 48.
10 Cfr. JE, 55-86.
11 No es algo novedoso. En este sentido destaca ya la intuicin de F. Schleiermacher
segn el examen de . CORDOVILLA PREZ, La soteriologa pneumatolgica de
F. Schleiermacher, en La Fe cristiana, en GARCA DE CASTRO J.
MADRIGAL S. (eds.), Mil gracias derramando op. cit., 559-578.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 32
segunda mitad del siglo IV, el bautismo de Jess se convierte en la mera
declaracin del misterio de la encarnacin y en la prefiguracin del
sacramento celebrado por la Iglesia. Quitar espacio al crecimiento de Jess
en su humana vivencia correspondi a quitar espacio al papel del Espritu
en su vida. Seran, por lo tanto, dos caras de la misma moneda. Los dos
extremos Jess simplemente hombre, lleno de Espritu Santo y Jess
simplemente Verbo, sin exigencia del Espritu son lo que hay que evitar:
la una lleva al adopcionismo, la otra al monofisismo.
Reseando unos autores anteriores 12 , Ladaria empieza por H.
Mhlen, reconocindole que fue el primero en haber recuperado la relacin
recproca entre encarnacin y uncin y reflexionado sobre ella. El objetivo
del telogo de Una Mystica Persona era eminentemente eclesiolgico: la
Iglesia sera continuacin de la uncin de Cristo por el Espritu. Se limitaba
as la percepcin de una encarnacin que se extendiera, inevitablemente,
a la vida de la Iglesia. La diferencia entre la vida del Hijo y la vida de la
Iglesia, demasiado implcita en la imagen de cuerpo de Cristo, se hace
explcita en otras imgenes, como la de Esposa. Pero Mhlen parece
interesarse en otra distincin, fundamentada a partir de las dos misiones,
la del Hijo y la del Espritu. La primera se dara en la encarnacin y sera
la fundamental, mientras que la segunda acontecera en el bautismo del
Jordn. Entre las dos, la sucesin es lgica: la uncin presupone la
encarnacin. En cuanto a la temporalidad, le parece ms bien que la
naturaleza humana de Cristo es ungida por el Espritu ya desde la
encarnacin. El crecimiento que se da en Cristo tendra, entonces, que ver
con la sola manifestacin de la gracia. En el fondo, el Espritu sera de
Cristo y se tratara de una auto-uncin, en la lnea de Atanasio y Cirilo de
12 Lo mismo hace en id., El dios vivo op. cit., 101-111 y en id., La Trinidad,
misterio op. cit., 186-201.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 33
Alejandra.
Otro autor al que Ladaria dedica su atencin es Balthasar. En su
anlisis, la precedente actuacin del Espritu sobre Cristo viene reconocida
ya respeto a la encarnacin, por haber sido justo el Espritu quien la hizo
posible. Se vuelve a subrayar, entonces, una cierta inversin en el orden
de la vida intradivina, reconociendo el papel jugado por el Espritu en la
economa.
Es interesante en Balthasar la ntima unidad que enlaza la accin
del Espritu tanto al Padre como al Hijo: el Espritu es, de hecho, enviado
por el Padre sobre Mara. A la vez, el Hijo deja que la encarnacin se
determine: da su consentimiento. Uncin y encarnacin, as, de alguna
manera, coincidiran, en una actuacin diferenciada y compenetrada por
parte de las dos personas trinitarias, bajo la voluntad del Padre.
Los puntos dbiles de la argumentacin de Balthasar se hacen
evidentes a la hora de examinar los textos del Nuevo Testamento. Si
reconocemos una accin del Espritu en la encarnacin, estamos delante
de una precedencia temporal evidente. Por otro lado, en trminos estrictos,
la accin del Espritu en la encarnacin tendra que ver con Mara, para
que acoja y participe con su voluntad en el plan de Dios. Por supuesto, el
sujeto de la encarnacin es el Verbo: la accin del Espritu, en este sentido,
es indirecta.
El obispo jesuita pasa, entonces, a presentar su tesis recogiendo
unos datos de los autores antes mencionados:
1. En la encarnacin del Hijo hay que contar con una anterioridad de
la accin del Espritu.
2. As es en todos los momentos sucesivos de la vida del Hijo, all
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 34
donde se subraya que el Espritu baj (o vino) sobre l.
3. La humanidad del Verbo de Dios queda excluida de la
preexistencia del Verbo.
4. Jess siempre recibir el Espritu en cuanto Hijo encarnado: la
unin hiposttica, realizada por la intervencin del Espritu sobre
Mara, estar ya en acto a la hora de la uncin, en cualquier caso.
Por lo tanto, hay una precedencia lgica de la encarnacin sobre la
uncin de la naturaleza humana, a pesar del hecho que tal naturaleza sea
engendrada por el Espritu.
Dando un paso ms all, se pasa a examinar la uncin del Jordn.
Aqu, los escritos de Lc13 son los que ms ayudan a distinguir lo que
pertenece al nacimiento virginal de Cristo y lo que tiene que ver con la
uncin. El bautismo se seala como momento especfico de la uncin justo
en el evangelio que ms importancia da a los relatos de la infancia.
En la pg. 68, Ladaria llega a un punto central:
Ontologa e historia no tienen por qu oponerse. La
humanidad asumida por el Verbo en la encarnacin tiene una
historia, que culmina en la resurreccin, que el Nuevo
Testamento nos muestra como guiada por el Espritu. Y,
sobre todo, en dos momentos, a saber, en el bautismo al
comienzo de la vida pblica del Seor y en su resurreccin
de entre los muertos, esta accin del Espritu adquiere una
especial intensidad. Jess es desde siempre el Hijo de Dios y
lo es tambin como hombre desde el primer momento de su
concepcin, pero nada nos impide, ms bien lo contrario, ver
desarrollada en el tiempo, en el crecimiento de su humanidad,
en la sucesin de los diferentes momentos en la realizacin
de su obra salvadora, en la intensificacin de su relacin con
el Padre (en cuanto a esta humanidad asumida), esta verdad
que la teologa de la encarnacin considera, con razn, ya
13 Cfr. Lc 4, 18; Hch 4, 27; 10, 38.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 35
adquirida desde el primer instante. Las dos perspectivas no
se contradicen, sino que se completan.
He aqu que se plantea, entonces, la justa relacin incluso entre los
dos tratados, la cristologa y la pneumatologa: se complementan. Y
mientras que al primero pertenece pensar la pneumatologa crstica, es
decir, la misin del Espritu para la salvacin de los hombres que solo se
da a partir de la resurreccin, a la luz del segundo hay que entender la
cristologa pneumtica, as es, la misin misma de Cristo hacia la plenitud
de su Pascua redentora.
Jess adquiere conocimiento de su misin concreta,
recibe la fuerza para predicar el evangelio y para pasar la vida
haciendo el bien (cf. Hch 10,38), se hace consciente de su
condicin de siervo de Dios. En el momento solemne del
comienzo de su misin mesinica pblica recibe Jess el don
del Espritu que para ella necesita14,
y todo esto sin miedo de dibujar un superhombre, sino, ms bien, dando
peso a una historia escogida por Dios como suya.
La cristologa pneumtica as pensada, adems de la encarnacin y
del bautismo, tendra en cuenta el tiempo del desierto y de las tentaciones
(cfr. Mc 1, 12 y los otros relatos con sus especificidades), la predicacin
pblica (desde Lc 4, 14) y los milagros (por ejemplo, en Mt 12, 28 o Mc
3, 28-30), hasta la cuestin misma de la autoconciencia de Jess (cfr. Lc
10, 21) y de su entrega al Padre, pasando por la pasin (cfr. Hb 9, 14). La
evidente recuperacin de los sinpticos, as entendida, sera, en el fondo,
una restitucin de dignidad a la historia como condicin de posibilidad de
cualquier otra afirmacin teolgica.
14 JE, 69.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 36
Por eso, desde esta perspectiva pneumtica se desarrollara la idea
de la comunicacin de esta uncin de Cristo a los hombres y a la Iglesia15,
es decir, la pneumatologa crstica.
Jess no es slo el Hijo de Dios encarnado (identificacin
personal), sino que es tambin el Ungido, el Cristo, el que
posee en plenitud el Espritu Santo recibido en el Jordn. Los
dos elementos son igualmente necesarios para que Jess
pueda ser el salvador de los hombres y lleve a cumplimiento
su misin16.
Si el primer elemento caracteriza la identificacin personal, el
segundo esclarece su dimensin soteriolgica, esto es, su significatividad
soteriolgica. Porque, sin duda, el que es desde siempre el Hijo de Dios
realiza histricamente la vida filial en la fuerza del Espritu Santo17, pero,
al mismo tiempo es a travs de esta realizacin histrica que los discpulos,
por la gracia del Espritu, libre y voluntariamente, lo reconocen como Hijo
de Dios. Para que sea as, todos estos acontecimientos han de tener una
significacin real para la vida de Jess18 y para la nuestra. No hay slo la
encarnacin, entonces: [] decir lo contrario significara desconocer la
verdad profunda de la economa de la encarnacin19 concluye, lapidario,
Ladaria.
Retomando la funcin del Espritu en el Jordn segn los Padres,
se van expresando las relaciones recprocas entre cristologa pneumtica y
pneumatologa crstica.
El Espritu del Jordn, Espritu paterno, es pues el de
Pentecosts. El Espritu que viene sobre Jess es el que l
15 JE, 70.
16 JE, 71.
17 JE, 71.
18 JE, 71.
19 JE, 71.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 37
otorga. Los efectos que en l produce son los que ha de
producir en los hombres. Ms an, los produce en l para
poderlos producir en los hombres20.
Es decir, la pneumatologa crstica encuentra sus races en la cristologa
pneumtica. No solo por lo que signific en la vida de Cristo, sino por lo
que determin en nuestras vidas, incluso el reconocimiento ms profundo
de la identidad misma de Cristo como Hijo de Dios.
Como ya hemos dicho, con Atanasio y, sobre todo, con Gregorio
Nacianceno, las cosas no sern tan claras. Solo Basilio21, en dependencia
de Ireneo, volver a distinguir la uncin del Jordn de la encarnacin y de
sus efectos, identificando, a la vez, el Espritu que Cristo recibe por el
Padre del Espritu que derrama en cuanto Hijo. En Atanasio, por contrario,
el Verbo, con su auto-uncin, no dejar espacio para una cristologa
pneumtica. Ser slo cristologa. Y desde esta cristologa as entendida
se desarrollar una pneumatologa crstica, como apndice histrico y
eclesial, con repercusiones en la teologa sacramentaria, en la liturgia y en
la moral. Por otro lado, y por consecuencia, todo aspecto descendente de
la cristologa tomar consistencia y se mirar con sospecha cada retorno a
un esquema ascendente. Sin un sustrato pneumatolgico real, el riesgo de
confesar una humanidad que puede hacerlo todo ser real (cfr.
pelagianismo y, siglos despus, la crtica fuerte del luteranismo y el mismo
neo-calcedonismo ms reciente). Adems, ser este cristocentrismo
terico lo que dar lugar, de hecho, a un cierto cristo-monismo prctico
que caracterizar, sobre todo, buena parte de la tradicin occidental. A
pesar del hecho que no es este el lugar para tratar de la tradicin oriental,
20 JE, 75.
21 Cfr. BASILIO DE CESAREA, De Spiritu op. cit., XII, 28; XVI, 39 [PG 32, 115-
118; 139-142].
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 38
cabe precisar que, de hecho, tambin all se dar algo parecido, otorgando
centralidad al Espritu en el marco de la vida litrgica y espiritual, aunque
renunciando a un desarrollo sistemtico de una cristologa ascendente y
autnticamente histrica, llevando as a un cierto monofismo prctico
que, en unas formas, ha asumido incluso carcter terico.
El ltimo punto que nuestro autor toca en el tercer captulo de su
libro est dedicado a la distincin entre Espritu del Padre y Espritu de
Cristo. Nota, pues, que el Espritu que acta sobre Jess siempre es
enviado por el Padre. Despus de su resurreccin, el Seor lo enva junto
con el Padre (cfr. Jn 15, 26), o lo enva el Padre en el nombre de Jess (cfr.
Jn 14, 16. 26). Es evidente que es el mismo Espritu, pero, al descender
sobre el Hijo, no es propiamente Espritu del Hijo, sino de Dios: as se
explicara la funcin de gua que desarrolla a lo largo de la vida histrica
de Jess. Es este Espritu el que lo constituye Hijo de Dios en poder (cfr.
Rm 1, 4) y configura su humanidad para la resurreccin. Al comunicarlo,
despus de la resurreccin, ser Espritu del Hijo y tendr como fuente
la misma humanidad santificada y glorificada de Jess resucitado.
La plena revelacin y la plena manifestacin del Dios trinitario
encuentra aqu su consumacin22. En la humanidad glorificada del Hijo se
dan las condiciones para la in-habitacin del Espritu entre los hombres en
el nico cuerpo del Hijo, partcipes de su filiacin.
Ladaria llega as a plantear la relacin fundamental entre dos
procesos: la donacin del Espritu por parte de Dios Padre y la vida de
Jess. La solidaridad23 de Jess con la humanidad se convierte en canal
por el cual el mismo Espritu fluye y viene comunicado a todos los
22 San Ireneo habla en este sentido de fin de los tiempos, cfr. Demostr. 6.
23 JE, 84.
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 39
hombres. Llevada a cabo en Jess la obra de reconciliacin de los hijos de
Adn con Dios, el Espritu empieza la configuracin crstica de la
humanidad, hasta realizar en nosotros lo que en Jesucristo ha realizado.
Ladaria subraya que no hay otro modo de pensar la participacin en la
condicin del Hijo de Dios sino en la mediacin del Espritu que ahora es
Espritu del Hijo24.
La cristologa del Logos y la del Espritu, en su ntima
relacin, nos muestran cmo, sin que se altere en lo ms
mnimo la irrepetibilidad de Jess, ms an, precisamente en
virtud de sta, su condicin de Hijo puede ser compartida por
los hombres sus hermanos. Si, como Hijo, Jess es unignito,
en cuanto Hijo ungido en su humanidad con el Espritu que
despus comunica a los hombres, se hace primognito entre
muchos hermanos. Para la cristologa y la soteriologa no es
por tanto indiferente la consideracin de la uncin de Jess
por el Padre en el Espritu25.
Aqu se pone de manifiesto el horizonte ms amplio de lo que
hemos desarrollado hasta ahora. Desde el anlisis se pasa aqu a una
conclusin que tiene carcter sistemtico no indiferente. El equilibrio entre
cristologa y pneumatologa da razn de la soteriologa cristiana y
constituye y robustece su credibilidad. La antropologa, en este sentido,
viene tocada por la soteriologa por lo menos en dos direcciones: primero,
en Cristo por el Espritu enviado del Padre y, segundo, en el mismo
Espritu, que, de Cristo, llega a toda carne26. La mediacin, entonces, sera
24 En este sentido habra que leer tambin id., La concepcin del hombre como imagen
de Dios y su reinterpretacin en Cristo, en Miscelnea Comillas: Revista de ciencias
humanas y sociales, 43 (1985), 392-397, donde est subrayado el insustituible papel
del Espritu en la accin que vincula Jess y los hombres en esta relacin con Dios
que llamamos filiacin y que posibilita que los hombres reproduzcan a su modo la
vida de Jess (p. 394).
25 JE, 86.
26 Llama la atencin un pequeo pasaje de la Cronica acerca del Congreso teolgico
internacional de Pneumatologa del 1982, redactado por Ladaria y Granado: Cerr
la jornada Mons. Carlo Maria Martini, Arzobispo de Miln, cuya disertacin sobre
-
Captulo I: Ladaria y la teologa de la uncin
1. Los cuatro artculos y el marco del tema - 40
doble, juntamente, de carcter pneumtico y crstico. nica es la economa
de la salvacin, pero da razn de s solo en la doble vertiente cristolgica
y pneumatolgica. La nica mediacin de Cristo, a pesar de suponer la
pneumatologa, al no explicitarla reduce la soteriologa a cristologa y, de
hecho, vaca de significacin la riqueza y la credibilidad histrica de la
revelacin trinitaria.
1.4. Jess y el Espritu Santo en la obra de salvacin
1.4.1. Una sistematizacin a la luz de la Dominus Iesus
El cuarto captulo del texto de Ladaria objeto de la presente tesina1,
fue publicado por primer