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Entre la integración y la diferenciación: La lucha por la reivindicación de los
sordos como comunidad lingüística en Colombia
Monografía de grado
Adriana Hurtado Tarazona
Daniel Aguirre Licht (director)
Junio de 2003
Departamento de Antropología
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de los Andes
Bogotá D.C.
La lucha por la reivindicación de los sordos 2
Contenido
INTRODUCCIÓN....................................................................................................................... 4
DEFINICIÓN DE CONCEPTOS................................................................................................. 12
PANORAMA MUNDIAL DE LA HISTORIA DEL SORDO: PASADO Y PRESENTE......................... 16
EL SORDO EN COLOMBIA: UNA HISTORIA SILENCIADA....................................................... 28
POBLACIÓN SORDA COLOMBIANA: ESTADÍSTICAS.............................................................. 28
¿LUCHA DE SORDOS O PARA SORDOS?: EL PROCESO DE CONFORMACIÓN DE UNA
COMUNIDAD CON SU PROPIA AGENDA POLÍTICA. ...................................................... 30
VALIDAR UNA CULTURA: LOS SORDOS COMO COMUNIDAD MINORITARIA SEÑANTE......... 43
LA LENGUA DE SEÑAS: DESCRIPCIÓN ESTRUCTURAL Y ESTATUS LINGÜÍSTICO. ................. 44
LA LENGUA DE SEÑAS COLOMBIANA COMO AGENTE FORJADOR DE UNA CULTURA........... 55
IDENTIDAD SORDA: MÁS QUE UNA HISTORIA Y UNA LENGUA COMUNES . ........................... 64
PANORAMA ACTUAL: ENTRE LA INTEGRACIÓN Y LA DIFERENCIACIÓN. ............................ 75
LA COMUNIDAD SORDA COLOMBIANA. ............................................................................. 75
INSTITUCIONES PÚBLICAS Y PRIVADAS: CASO BOGOTÁ...................................................... 76
LA CUESTIÓN JURÍDICA: SITUACIÓN Y CONFLICTOS DE LOS SORDOS ANTE LA LEY ............. 86
CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS HACIA EL FUTURO .......................................................... 97
La lucha por la reivindicación de los sordos 3
Resumen
Este trabajo pretende identificar los actores de la lucha por la reivindicación delos sordos como comunidad lingüística y penetrar en los aspectos mediante losque la Comunidad Sorda colombiana se intenta constituir como tal, a saber: lahistoria, la lengua y la identidad sorda. Esto se logrará por medio de un estudioque inscribe el fenómeno local en un contexto histórico mundial y establece elmarco teórico de la discusión acerca de los sordos y la sordera. Después seprofundiza –partiendo de investigaciones de archivo institucional, observación yentrevistas- en la dimensión práctica de las acciones concretas de comunidadesde sordos e instituciones públicas y privadas, tanto en general como con respectoa la discusión sobre los conflictos de los sordos ante la Ley 324 de 1996, que rigeactualmente en Colombia. De esta manera se esclarecerá la situación actual delos sordos, su posición ante el problema y el tipo de identidad que constituyenpara autodefinirse no sólo como sordos, sino como una minoría lingüísticaseñante colombiana.
La lucha por la reivindicación de los sordos 4
Introducción
En países con gran diversidad cultural como Colombia, el conflicto entre integración
y diferenciación en relación con los grupos sociales que por una u otra razón se consideran
minorías, ha sido un objeto de estudio muy popular en los últimos años. Muchos científicos
sociales han penetrado en este tema, con miras a generar políticas acordes con los
principios de un estado social de derecho que se ha declarado pluriétnico y multicultural. El
estado general de las minorías culturales en Colombia radica en
Una voluntad de integración y de modernización sin pasar por laasimilación ni el mestizaje biológico o cultural, sino por lainstrumentalización de la identidad, o sea, de la diferencia; todo estocon el objetivo de obtener el reconocimiento de derechos particulares yla defensa de intereses colectivos. (Gros, 1997: 21)
El autor se refiere en este caso a las minorías indígenas, que son actualmente los
grupos más estudiados en Colombia. Sin embargo, otros grupos sociales minoritarios, cuyo
carácter de etnia y cuya identidad como minoría radica en otros factores, se encuentran en
una situación similar. Este es el caso de los sordos.
El problema central con respecto a los sordos se refiere a la categoría en que se
encuentran –y en la que se quieren encontrar- con respecto a la sociedad nacional. Siempre
se ha sabido que los sordos constituyen una minoría, pero hasta hace muy poco se ha
considerado que puedan existir como grupo social con una identidad y una lengua propia.
Ni en la Comunidad Sorda ni entre los oyentes involucrados en el tema se ha logrado un
consenso, y el problema entre la integración y la diferenciación se hace evidente en muchos
niveles. Pero la discusión en Colombia se ha enfocado históricamente hacia el ámbito
educativo casi como el único aspecto que se debe problematizar con respecto a los sordos
La lucha por la reivindicación de los sordos 5
colombianos, siendo ésta la preocupación principal del Estado, las instituciones educativas
y las mismas asociaciones de sordos.
Éste no es un proceso sencillo, dado que existen concepciones contradictorias acerca
de la manera ideal como los sordos se deben comunicar para lograr un buen nivel de
educación. Los actuales proyectos que abogan por una educación bilingüe para sordos se
ven cuestionados en la medida en que no se ha llegado a un acuerdo donde se establezca si
es o no válida la enseñanza de la lengua de señas como lengua materna y el idioma nacional
como segunda lengua. El argumento central para que la lengua de señas sea considerada
como materna se basa en la premisa de que las lenguas de señas son verdaderas lenguas
naturales cuyo proceso debe ser incentivado desde muy tempranas edades.
Los niños que adquieren la lengua de señas de manera natural muestrandiferencias significativas a favor en cuanto a resolución de problemas,comparados con los niños que han pasado por un proceso deoralización, ya que el lenguaje cumple una función reguladora en losactos de pensamiento. (Sánchez 1992: 90).
En Colombia se ha venido adelantando - desde 1993 a nivel institucional- una serie
de investigaciones a este respecto, orientadas al diseño de planes de educación más
efectivos en todos los niveles del aprendizaje para los colombianos sordos. Pero son más
los interrogantes que han surgido a partir de las investigaciones que las respuestas a las que
se ha podido llegar. Las posiciones de los investigadores, los docentes de las instituciones
para sordos y la comunidad no oyente en general difieren sustancialmente en muchos
aspectos relacionados con la identidad cultural de los sordos, el estatus lingüístico de la
lengua de señas, el manejo que se le debe dar a la educación bilingüe para sordos y la
inserción de los sordos en el sistema educativo nacional en todos los niveles de la
educación.
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Los puntos principales de discordia se remiten al debate entre la tradicional escuela
oralista y la escuela gestual (Skliar, 1997) en cuanto a la educación para sordos. Los
primeros afirman que es indispensable tratar de integrar totalmente al sordo a la sociedad de
oyentes en la que nace, oralizándolo lo más posible, pues la lengua de señas sólo logra
aislarlo de la sociedad y marginarlo más. Los segundos abogan por una diferenciación de
los sordos como grupo social, en la que la educación mediante la lengua de señas acelera en
gran medida su proceso de aprendizaje y los sitúa intelectualmente en el mismo nivel de los
oyentes, sólo que con una forma diferente de comunicación.
La profunda oposición entre oralistas y gestualistas se manifiesta desde la misma
concepción que se tiene de los sordos: la mirada clínica, que es la que se ha ejercido
tradicionalmente en el mundo –y la más dominante hasta la segunda década del siglo XX-,
a cargo generalmente de profesionales de la salud, psicólogos y pedagogos, considera a los
sordos en términos de su deficiencia física y su limitación en la capacidad comunicativa.
Los sordos no son, de acuerdo con esta mirada, un grupo social como tal, sino individuos
aislados que culturalmente pertenecen a la sociedad oyente en la que nacen y, por lo tanto,
se debe luchar por una oralización para poder integrarlos como seres normales.
Una mirada socioantropológica –mucho más reciente- los reconoce como individuos
con un sistema de comunicación diferente (en lugar de deficiente), organizado en
comunidades con un entorno cultural propio, cuyos rasgos particulares se derivan
principalmente de la convivencia en el ámbito educativo desde la infancia. Se han
comenzado a concebir como un “otro” que conforma una minoría y tiene derecho a la
diferencia, en el marco de un país multicultural como Colombia.
La lucha por la reivindicación de los sordos 7
Estas dos miradas confluyen en la lucha por la reivindicación del sordo en la sociedad
nacional: los de la línea oralista intentan que el sordo incremente su estatus social mediante
una integración que les permita introducirse en el ámbito educativo convencional y, de esta
forma, en la sociedad nacional en general, mientras los de la escuela gestual abogan porque
la meta de los proyectos de educación bilingüe para sordos en Colombia sea radicar una
diferenciación de los sordos como minoría lingüística. Ambas visiones intentan reivindicar
al sordo y se han constituido en la bandera de muchas instituciones.
El debate, tanto en el mundo como en Colombia, se ha visto limitado hasta hace muy
poco a establecer el estatus de los sordos, y si son una comunidad minoritaria o no, con el
único fin de definir la manera más adecuada de educarlos, como si éste fuera el único
aspecto que le concerniera a la sociedad nacional. Pero el contexto particular de la situación
de los sordos en Colombia no presenta tensiones y contradicciones únicamente en la
educación: la lucha del sordo está inscrita en aspectos culturales mucho más generales,
como el conflicto entre la pertenencia del sordo a dos mundos –el de oyentes en el que
nacen y el de sordos con el que se involucran -; la capacidad comunicativa de un lenguaje
viso-gestual y la incidencia que éste tiene en la percepción del mundo y las relaciones
interpersonales; y el tema de la identidad y constitución del sujeto en los sordos.
La necesidad de esclarecer este tipo de aspectos es evidente ante conflictos como el
de la situación de los sordos ante la ley. En la Ley 324 de 1996 “por la cual se crean
algunas normas a favor de la población sorda” se establece que “El Estado Colombiano
reconoce la Lengua Manual Colombiana, como idioma propio de la Comunidad Sorda del
país” (art.2), y que “El Estado auspiciará la investigación, la enseñanza y la difusión de la
Lengua Manual Colombiana” (art. 3); además de exponer ciertas regulaciones con miras al
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respeto y la garantía de los derechos de la población sorda colombiana. Sin embargo, esta
ley fue muy controvertida y, gracias a la demanda de una mujer sorda educada en la
corriente oralista, el artículo 2 fue declarado inexequible, y los artículos 3 y 7 (este último
se refiere al uso de intérpretes para sordos) condicionalmente exequibles, mediante la
sentencia C 128-02 de la Corte Constitucional.
La sentencia expone que, al no existir un consenso que privilegie la oralidad o la
lengua de señas en cuanto a educación de los sordos, no se puede reconocer oficialmente ni
una lengua de señas ni una comunidad sorda colombianas. Según la demandante, por otra
parte, “La lengua Manual Colombiana no puede ser reconocida por el Estado como idioma
oficial propio de la Comunidad Sorda de Colombia, porque esta comunidad no está
determinada como grupo étnico con territorio propio, la lengua oficial propia de los sordos
es el castellano” (sentencia C 128-02 de la Corte Constitucional).
La Comunidad Sorda se encuentra todavía en el intento de reemprender un proceso
legal para revalidar los artículos no aprobados, pues en el reconocimiento de su lengua
radica la oportunidad de reivindicarse como comunidad ante la sociedad nacional y hacer
valer sus derechos, no sólo en cuanto a educación sino en cuanto al papel del sordo en la
vida social del país. La idea es que la Ley de los Sordos entre a ser parte de la Carta Política
como en Venezuela, para que no pueda ser invalidada.
Para este fin se necesita mover a la población, tanto sorda como oyente,a que apoye esta causa mediante votación. En el momento se estáideando la manera de divulgar al mundo de los oyentes todo lo que lespasa a los sordos, pues es una realidad desconocida para la mayoría. Sedebe cambiar la mentalidad, la concepción del sordo. Por otra parte, sedebe hacer una recopilación de la historia de la Comunidad Sorda enColombia, para validar la cultura del sordo, y por ende su lenguapropia. (Osorno, FENASCOL 2003, comunicación personal (c.p))
La lucha por la reivindicación de los sordos 9
La empresa de recoger, precisar y difundir las características principales de la cultura
del sordo en Colombia es entonces una prioridad para continuar en la lucha por su
reivindicación. Las asociaciones de sordos adelantan gestiones para este fin, pero hasta el
momento no han emprendido un estudio académico dedicado al aspecto cultural de la
Comunidad Sorda colombiana. Este trabajo intenta entonces destacar los aspectos centrales
de la lucha por la reivindicación de los sordos como comunidad lingüística minoritaria en
Colombia, así como identificar a los gestores de la lucha cultural de los sordos –tanto
sordos como oyentes-, sus roles, influencia relativa y la posición teórica desde la que
realizan su gestión. Se analizarán a su vez los elementos que influyen en la autodefinición
de los sordos como comunidad lingüística y el papel que juegan los sordos colombianos en
el diseño tanto de políticas sociales como de planes de educación.
En primer lugar se penetrará en la historia del sordo, primero a nivel mundial y luego
en Colombia. Esto debido a la necesidad de recopilar una historia que en nuestro país se
encuentra muy dispersa y es ignorada debido a que para muchos es desconocida. Al
condensar el pasado común, el origen y el recorrido histórico de los sordos colombianos, se
podrán exponer los principales elementos históricos por los que éstos pueden ser
reconocidos como grupo cultural minoritario. En este punto se hará la debida distinción
entre lo que es la historia del sordo a nivel institucional; la que es contada por los oyentes; y
la historia concebida por los mismos sordos como elemento constituyente de su identidad.
Ante el panorama establecido, y con miras a aportar elementos que ayuden a sustentar
los argumentos de la Comunidad Sorda para formular un nuevo proyecto de ley que
reconozca su estatus y garantice sus derechos, se penetrará en los dos aspectos que,
La lucha por la reivindicación de los sordos 10
sumados a la historia, pueden legitimar el carácter del sordo como minoría: la lengua y la
identidad.
El estatus de la Lengua de Señas Colombiana (LSC) es uno de los aspectos más
controvertidos y es donde radica el conflicto del sordo ante la ley. Se procederá entonces a
definir el carácter de la LSC, sus alcances y limitaciones al establecerse como lengua
materna, sus capacidades comunicativas y su capacidad de forjar identidades particulares de
acuerdo con la manera particular de percibir el entorno que produce el lenguaje viso-
gestual. Esto partiendo de estudios teóricos nacionales e internacionales y de la experiencia
personal en el curso básico de LSC en la Federación Nacional de Sordos de Colombia
(FENASCOL).
El aspecto de la identidad sorda se habrá elaborado en gran medida hasta este punto
de la investigación, dado que está íntimamente relacionado tanto con la historia del sordo
como con su lengua. Sin embargo, existen ciertos elementos en los que faltaría penetrar,
que apuntan a cuestionamientos como: ¿Hay alguna estructura social o política en esta
comunidad? ¿Además de las fronteras lingüísticas con la sociedad de oyentes existen
fronteras culturales? ¿Existe una identidad sorda que se manifieste en ámbitos diferentes al
educativo? ¿De qué manera el tipo de educación recibida por los sordos influye en su forma
de constituirse como sujetos y en su identidad social?
Estos cuestionamientos serán estudiados basándose en lo poco que se ha escrito sobre
el tema, los escasos testimonios y trabajos de sordos colombianos. Pero estas fuentes no son
suficientes. Es necesario establecer contacto directo con los sordos para penetrar en los
aspectos más cotidianos de la vida social, las relaciones interpersonales y la autoconcepción
tanto de los sordos oralizados como la de los que fueron formados en la Comunidad Sorda
La lucha por la reivindicación de los sordos 11
señante. A partir de entrevistas y diálogo informal con ciertos individuos sordos, y de la
observación de la interacción sordo-oyente en instituciones tanto oralistas como en las que
promueven el uso de la lengua de señas, se ilustrarán aspectos fundamentales de la
identidad del sordo colombiano.
En seguida se pasará a establecer el panorama del sordo colombiano en el presente,
penetrando específicamente en el caso de Bogotá: las instituciones y organismos
involucrados en la gestión de la lucha de los sordos y las miradas y concepciones del sordo
que ellos manejan. Se ahondará luego en la situación de los sordos ante la ley, identificando
las posiciones y perspectivas de los interventores en el proceso de la Ley 324 de 1996 y los
elementos que se deben fortalecer para justificar el reconocimiento de la Comunidad Sorda
colombiana como minoría lingüística.
De esta manera, quedará plasmado en este trabajo tanto el pasado como el presente de
un grupo de individuos que, por no comunicarse con el lenguaje que es socialmente
aceptado, han sido considerados como seres limitados. Al recoger y divulgar aspectos del
mundo de los sordos que se encontraban dispersos u ocultos, será mucho más fácil para los
oyentes el reconocimiento de una comunidad que comparte una historia, una lengua y una
identidad particular, como una cultura más de tantas que existen actualmente en nuestro
país y que por ser diferente requiere que sus derechos le sean garantizados para suplir sus
necesidades particulares.
La lucha por la reivindicación de los sordos 12
Definición de conceptos
Antes de penetrar en la situación del sordo a través de la historia es necesario
delimitar algunos conceptos que pueden ser propensos a diversas interpretaciones. Esto,
porque no sólo las personas ajenas a estudios sobre sordos, sino los mismos autores que se
refieren a temas relacionados con la sordera, manejan conceptos muy distintos aplicados a
un mismo término. No es que existan conceptos “verdaderos” o “falsos”, la diversidad de
interpretaciones es más bien un producto del contexto cultural en el que se desarrollan
dichos conceptos.
En el presente capítulo se intentará definir las categorías relacionadas con la
sordera tomando como referencia en primera medida la Ley 324 de 1996, que rige
actualmente en Colombia y cuyo artículo primero aclara una serie de conceptos para
delimitar su alcance, y las definiciones que varios autores, tanto sordos como oyentes -
(Infante 1984), Skliar (1997), Mejía (1996)-, han propuesto para unificar los términos al
abordar cuestiones relacionadas con los sordos y la sordera.
La Ley 324 propone una distinción de términos entre limitado auditivo (todo el que
posea una pérdida auditiva), sordo (quien presenta una pérdida auditiva mayor de noventa
decibeles que le impide adquirir y utilizar el lenguaje oral en forma adecuada) e
hipoacúsico (o cófosis, disminución parcial de la audición menor de noventa decibeles).
Para Infante (1984) es necesario también hacer la diferencia entre sordo y sordomudo:
sordomudo es aquel que padece algún impedimento en el sistema fonador, que le impide la
articulación de palabras, además de la sordera. Los que no padecen este problema son
únicamente sordos, pues tienen la capacidad potencial de desarrollar un lenguaje oral;
aunque tradicionalmente se les haya denominado sordomudos. Existe también una gran
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diferencia entre los sordos pre y post lingüísticos: mientras los primeros nacen sordos o
adquieren la sordera antes de la edad para desarrollar el lenguaje oral, los segundos pierden
la capacidad auditiva después de desarrollar la lengua hablada, sin importar en qué edad o
qué nivel de desarrollo del lenguaje se alcance.
El término sordo es utilizado por algunos autores con mayúscula para denominar a
quienes se consideran culturalmente sordos (esto es, que se identifican con la Comunidad
Sorda, término que entonces aparece también en mayúsculas), a diferencia de cuando se
está haciendo referencia únicamente a la condición de pérdida auditiva. Otros autores
utilizan para este mismo fin el término Persona Sorda (Erting, 1994:19), pero a este
respecto no existe una unidad en la literatura sobre sordos. En este trabajo no se utilizará la
mayúscula sino para denominar la Comunidad Sorda colombiana, grupo de sordos que
protagoniza la lucha por su reivindicación como minoría lingüística en el país, a diferencia
de los sordos que defienden el oralismo.
El término sordera también puede ser propenso a diversas interpretaciones: si bien
en sentido estricto la sordera se refiere a la pérdida auditiva, de acuerdo con Skliar la
sordera es definida como “una experiencia visual, una identidad múltiple y multifacetada,
que se construye en una diferencia políticamente reconocida y localizada, la mayor parte de
las veces, dentro del discurso sobre la deficiencia” (Skliar y Lunardi, 1998:7)
El concepto que presenta más diversidad de términos entre los estudiosos es el del
lenguaje natural de los sordos. Se ha hecho referencia a éste bajo las denominaciones de
lengua de señas, lenguaje de signos, lenguaje gestual o lengua manual (Oviedo 1996:7),
entre otras. Casi por unanimidad se ha reemplazado el término lenguaje por el de lengua,
dado que el lenguaje hace referencia a la capacidad comunicativa mientras la lengua
La lucha por la reivindicación de los sordos 14
constituye el código convencional de significantes y significados empleado por un grupo
social particular. La Ley 324 emplea la denominación Lengua Manual Colombiana y la
define como una lengua que se expresa en la modalidad viso-manual. Pero teniendo en
cuenta que, como la misma ley lo plantea, “La lengua también utiliza el espacio, dirección
y velocidad de movimientos, así como la expresión facial para ayudar a transmitir el
significado del mensaje”, es claro que las señas no se hacen sólo con las manos. La
Comunidad Sorda colombiana y el presente trabajo prefieren entonces el uso del término
‘lengua de señas’, que en el caso de nuestro país adquirirá el nombre propio de Lengua de
Señas Colombiana o LSC.
Tradicionalmente se ha considerado que los sordos necesitan rehabilitación,
llegando en ocasiones a referirse con este término a la educación para sordos en general.
Algunos sordos, teniendo en cuenta que en su sentido estricto la palabra significa “volver a
habilitar”, manifiestan que “no nos parece justo que nosotros, sordos de nacimiento,
debamos rehabilitarnos e integrarnos al mundo del sonido. Porque no volvemos a
habilitarnos. Se nos debe habilitar de una vez a nuestro mundo para que desde ese mundo
comprendamos mejor el mundo oyente” (Infante, 1984:79). Proponen entonces el término
capacitar, que implica “habilitar para enfrentar cualquier circunstancia de la vida” (Infante,
1984:80).
Por último, es necesario aclarar la definición de un término que ha cobrado especial
importancia en el contexto de la lucha por la reivindicación del sordo: educación bilingüe.
En general,
La educación bilingüe debe considerarse como la formación integral endos lenguas, partiendo de la realidad del grupo étnico en que seproduce, con el fin de promover las prácticas culturales en o fuera deuna comunidad para mantenerlas, enriquecerlas y desarrollar las
La lucha por la reivindicación de los sordos 15
especificidades étnicas en un diálogo entre la cultura oficial y lasdemás, reduciendo así las tensiones interculturales (CCELA, 1988,citado en De Mejía 1996:21)
En el caso particular de los sordos se está haciendo referencia al principio de
impartir los conocimientos académicos en LSC como primera lengua y adoptar como
segunda lengua el español escrito como método ideal de educación, siendo esto totalmente
acorde con la meta de incentivar el desarrollo de una cultura sorda diferenciada como
minoría lingüística.
Ya establecido el sentido de las denominaciones que podrían dar lugar a
ambigüedades, el trabajo manejará una unidad de términos que hará más claro el desarrollo
del problema de investigación.
La lucha por la reivindicación de los sordos 16
Panorama mundial de la historia del sordo: pasado y presente
Hacer un recuento de la historia de los sordos es volver a contar algo que ya está
dicho. Varios autores se han dedicado a estudiar las maneras como se ha manifestado
históricamente (Infante 1984, Sánchez 1990, Baynton 1992, Skliar 1997) la necesidad de
comprender a esos sujetos que se comunican de una manera diferente en todas las épocas y
en muchos lugares del mundo.
No obstante, la historia de los sordos no es unívoca, y se ha contado desde muy
distintas perspectivas: existe la historia clínica –que se refiere a los distintos intentos de
rehabilitación y al desarrollo de tecnologías y tratamientos para disminuir o prevenir los
problemas auditivos-; la historia educativa –encargada de señalar la adopción de distintos
métodos de enseñanza en los diferentes tipos de instituciones, su validez y sus resultados a
nivel de aprendizaje-; la historia laboral –donde se penetra en los distintos oficios que han
ejercido y su rol frente a la sociedad en la que viven-; y la historia de la discriminación
social hacia los sordos, entre otras.
En este capítulo se hará un breve recuento de lo que es la historia de los sordos en
general, tomando elementos principalmente de la historia educativa y la historia de la
discriminación. Esto, para demarcar el contexto histórico en el que se inscribe el fenómeno
actual de la lucha del sordo por su reivindicación como comunidad lingüística. La historia
clínica será apenas mencionada, pues el interés de este trabajo no reside en los métodos de
rehabilitación oral, sino más bien en aspectos sociales de la sordera. El aspecto laboral será
abordado con detalle en el contexto particular colombiano.
La lucha por la reivindicación de los sordos 17
Sin embargo, la intención no es hacer una recopilación enumerativa de datos
históricos sino plantear una serie de argumentos que se siguen del proceso histórico,
esclarecer quién es el que ha contado la historia del sordo, y desde qué posición tanto
académica como social. Esto para cuestionarse en últimas por qué la historia del sordo ha
sido protagonizada en su mayoría, y hasta hace muy poco, exclusivamente por oyentes.
La historia del sordo se hila siguiendo el argumento de Baynton (1992) quien señala
la importancia de las construcciones metafóricas de la sordera en la historia. Su trabajo se
limita al siglo XIX, pero la idea de una concepción del sordo que cambia según los
paradigmas que rigen en cada época puede ser muy útil para la historia en toda su
extensión. Se podría incluso afirmar que son los cambios en la concepción de la sordera los
que producen transformaciones tanto en los métodos educativos como en la concepción del
sordo como persona que la sociedad mayoritaria elabora en cada contexto específico. Sin
embargo, las distintas concepciones de sordera, desde los comienzos de la historia
documentada hasta nuestros días, han estado invariablemente regidas por la discusión entre
la posición oralista y la posición gestual - que serán descritas más adelante- sin apartarse de
este debate.
La aparición del sordo como objeto de estudio tiene sus orígenes en la Europa del
siglo XVIII, especialmente en países como Francia, Alemania e Italia (Skliar, 1997). El
debate entre las diferentes corrientes de pensamiento se traslada a América Latina a
comienzos del siglo XX, y en Colombia especialmente nace alrededor de los años sesenta,
pero consolidándose realmente sólo hasta la década de los noventa. Tanto en el ámbito
internacional como en el nacional las discusiones siguen vigentes, lo que ha impedido una
unificación en aspectos tan importantes como los proyectos de educación para sordos. Al
La lucha por la reivindicación de los sordos 18
contrario, cada vez salen a flote nuevas variables que intervienen en el tradicional debate
entre la escuela oralista y la escuela gestual, apuntando hacia una dimensión que trasciende
lo puramente lingüístico, psicológico y pedagógico, para enfocarse más en aspectos
sociales, culturales y de identidad.
Históricamente se ha visto una transformación desde el mismo concepto de los sordos
y de la sordera. La mirada clínica los concebía como enfermos que necesitan terapia, y en la
Europa clásica se equiparaban a los disminuidos psíquicos, lo que los privaba de los
derechos de los individuos “normales” (Skliar 1997:10). Sólo a partir del siglo XVI la
concepción de los sordos como personas que necesitan y tienen derecho a la educación
comienza a tomar fuerza en países como España e Italia.
En 1544, el español Fray Pedro Ponce de León aplicó en Madrid el primer método
oral de enseñanza a sordos de bajos recursos económicos (lo que es hoy conocido como
terapia de lenguaje). El primer alfabeto manual fue plasmado oficialmente casi un siglo
después (en 1620) por Juan Martín Pablo Bonet, sin ser concebido como algo más que una
transcripción manual del español hablado o escrito (Infante, 1984). Pero en esa época la
sordera no era aún considerada como un fenómeno separado del mutismo y la enseñanza
tenía todavía un gran énfasis terapéutico, efectuándose únicamente a nivel individual. Los
sordos, no obstante, ya se comunicaban por medio de señas, pero clandestinamente, pues
este tipo de lenguaje no era concebido como humano, sino que los acercaba al hombre
La lucha por la reivindicación de los sordos 19
primitivo, casi al simio1. Se sabía de la existencia de la lengua de señas pero no se
considerada como algo digno de ser estudiado.
Sólo hasta el siglo XVIII se manifestó una “construcción científica” de la sordera
(Behares 1997:23). Bajo los paradigmas de la ilustración, se intentó por primera vez
sistematizar los programas de educación para los sordos desde una dimensión académica,
apartándose de la visión clínica. Pero los métodos educativos no fueron, por lo demás,
uniformes, es en este momento histórico donde se consolida conceptualmente el debate
entre oralistas y gestuales.
En la segunda mitad del siglo XVIII el abad Charles-Michael de L’Epèe comenzó a
dar una dimensión colectiva a la educación para sordos en Francia. Se creó la primera
escuela pública para sordos en 1760, institución que jugó un papel determinante en la
socialización de estos sujetos y el principio de su concepción como grupo social. El
lenguaje gestual comenzó a ser concebido como un código que permite una relación con los
referentes equiparable a la que se establece con la lengua oral. De esta manera, L’Epèe
desarrolló un método que partía del gesto para llegar a la idea y luego convertirla en una
palabra escrita, los sordos se comunicaban gestualmente pero escribían en francés. Los
resultados académicos fueron invaluables y los mismos sordos egresados se convirtieron en
los profesores de este método. Así se consolida la escuela gestual, cuya visión del sordo y
su forma particular de comunicación es aún la bandera de quienes abogan por un modelo
1 Esta posición es totalmente coherente si se tiene en cuenta el pensamiento de uno de los filósofos másinfluyentes de la época: René Descartes (1596-1650), quien afirmaba que el hombre y el animal sediferenciaban por la capacidad del habla, y que el principio de razonamiento creativo y el lenguaje humano lohace superar el automatismo animal. El problema es que aquí se equipara el concepto de “lenguaje” al de“habla”, lo que no es necesariamente de esta forma, como se verá en el capítulo acerca del lenguaje de lossordos.
La lucha por la reivindicación de los sordos 20
bilingüe de educación con el lenguaje de señas como lengua materna. Con L’Epèe se
introdujo la idea del lenguaje gestual como la comunicación “natural” de los sordos
(Infante 1984: 19).
La oposición surgió por la misma época en Alemania, con el educador Samuel
Heinecke como impulsor del método oral de educación para sordos. Una álgida discusión
teórica por escrito tuvo lugar entre el educador alemán y L’Epée, conocida como la
“controversia de los métodos” (Skliar 1997: 30). En la escuela de Heinecke, fundada en
1778, se hizo evidente una gran influencia de la mirada clínica, pues la meta consistía en
“la recuperación completa del sordo en la sociedad, gracias a la palabra hablada” (Skliar
1997:34). Las instituciones educativas en Alemania se convirtieron gradualmente en
centros clínicos de rehabilitación que, al lograr la oralización del sordo, lo insertaban en el
sistema educativo regular con muchos años de retraso académico invertidos en la
oralización y con grandes deficiencias en el aprendizaje, dado que la sordera en la mayoría
de los casos no se “cura” totalmente. Los argumentos de la escuela oralista se basaban en la
premisa de que el lenguaje de señas provocaba confusión en las ideas e impedía el
desarrollo total de la inteligencia humana, provisto únicamente por el lenguaje oral. Por
otra parte, al ser considerada la lengua como uno de los principales factores aglutinantes en
una nación, de no ser oralizado, el sordo nunca podría ser incluido totalmente como un
ciudadano normal partícipe en un proyecto de nación. Este enfoque aún subsiste,
influenciando en gran medida a quienes abogan por la integración total del sordo a la
sociedad y la cultura oyente y su inserción en el sistema educativo regular.
En Inglaterra surgió otra posición en cuanto a la educación de los sordos. Thomas
Braidwood postuló el “método inglés” (Behares 1997:23), que constituía una posición
La lucha por la reivindicación de los sordos 21
intermedia entre el gestualismo y el oralismo, combinando los dos tipos de enseñanza según
las posibilidades del individuo y la situación específica en la que se requiere la
comunicación. Esta escuela podría ser considerada como la precursora del más reciente
método de “comunicación total”, que reúne tanto estrategias de rehabilitación auditiva y
oral como enseñanza en lengua de señas.
El mencionado método mixto fue adoptado también en Estados Unidos por Gallaudet,
quien fundó una escuela donde el énfasis mayor era la educación en lengua de señas para
todas las áreas del conocimiento, sin dejar a un lado los intentos terapéuticos para lograr un
lenguaje articulado. Esta institución (el Gallaudet College) se convertiría en la universidad
para sordos más importante del mundo hasta nuestros días, pionera en investigaciones y
publicaciones de sordos y sobre sordos.
Al terminar el siglo XVIII ya estaba planteado el debate que constituiría el eje de la
discusión acerca de los sordos hasta la actualidad. Las dos posiciones –gestuales y oralistas-
se habían consolidado ya y habían formado escuela cada una con su respectivo fundador y
líder. Sin embargo, teóricos de la época que no estudiaban directamente la sordera la
concebían como una condición que impide el completo desarrollo de la razón humana. Este
es el caso de Immanuel Kant, quien en su obra “Antropología en sentido pragmático”
(escrito en 1789) se refiere al sentido del oído como sigue:
El oído no da la forma del objeto, ni los sonidos del lenguaje llevandirectamente a representársela, pero son precisamente por esto, yporque en sí no significan nada, o al menos ningún objeto, sino, enrigor, meros sentimientos íntimos, los medios más idóneos paradesignar los conceptos, y los sordos de nacimiento, que precisamentepor serlo resultan de necesidad mudos (sin lenguaje), no pueden llegarnunca a nada más que a un análogon de la razón. (Kant 1935/1991:54)
La lucha por la reivindicación de los sordos 22
En el siglo XIX el debate se agudizó hasta el punto de materializarse en una serie de
congresos para tratar de unificar ideas y generar proyectos internacionales de educación. El
más importante fue el Congreso de Milán, que tuvo lugar en Italia en 1880. Después del
enfrentamiento entre los exponentes de las dos corrientes –donde en ninguno de los casos
se tuvo en cuenta la visión de los mismos sordos - el oralismo salió triunfante y la
enseñanza de la lengua de señas fue prohibida en las escuelas (Skliar 1997:45). Su uso fue
restringido a constituir un último recurso para lograr la comprensión de la lengua nacional
hablada y escrita. Se trataba de asemejar lo más posible la enseñanza de los sordos a la de
los oyentes, intentando en teoría considerar al sordo como un sujeto normal, pero en la
práctica –y dadas las evidentes dificultades en la oralización -, conducía a un retraso en el
aprendizaje que desembocaba en discriminación y necesidad de rehabilitación clínica.
En la escuela oralista subyacía un temor a que los sordos socializaran entre ellos y
conformaran comunidades con una cultura y una lengua diferenciada, pues de esta manera
se alejarían más de la condición de “normalidad”, e incluso se pensaba que si se
relacionaban unos con otros y se casaban entre ellos, perpetuarían su condición de sordos
en vez de mimetizarla si se mezclaban con la sociedad oyente. En esto se basaba el
argumento eugenésico de personajes como Alexander Graham Bell, quien publicó tres años
después del Congreso de Milán un ensayo titulado “Sobre la formación de una variedad
sorda de la raza humana”, en el que postulaba que el matrimonio entre sordos (que en 1880
en E.U ascendía al 80%) constituía una amenaza para la sociedad. Claro que este temor de
los oralistas se puede traducir en términos más políticos: lo que se trataba de evitar era que
los sordos hicieran una cultura propia que los alejara de la identidad nacional –tan
importante en el siglo XIX - y por lo tanto de la subordinación al poder. Una vez más, el
La lucha por la reivindicación de los sordos 23
paradigma político, que traducía una fuerte intolerancia a la diversidad, influye en la
concepción de la sordera y el papel social del sordo.
Este tipo de concepciones generaron los primeros mecanismos de resistencia por
parte de los sordos –lo que hace evidente su carácter de grupo social-, materializados en
eventos como el Congreso Internacional de Sordos, celebrado en París en 1889, donde
ningún oyente fue invitado y hubo manifestaciones contra el método implementado contra
su voluntad y sin tomar en cuenta las ideas de los mismos sordos.
Hasta este punto tenemos dos enfoques distintos que han persistido a través de la
historia: el de la escuela gestual –que concibe a los sordos como comunidad lingüística y
apoya la educación diferenciada en lengua de señas- y el de la oralista – que concibe a los
sordos como individuos aislados con una deficiencia de comunicación y aboga por una
educación terapéutica para insertarlos después en la educación “normal”-. Está, por otra
parte, la visión de la misma comunidad de sordos, que tiende a apoyar el primer enfoque.
Cabe resaltar, sin embargo, un aspecto importante en este debate: las dos corrientes,
en principio opuestas, presentan una gran similaridad, pues ambas conciben al sordo como
un “otro”, como un grupo de seres marginados de la sociedad debido a su particular manera
de comunicarse, que se ven en la necesidad de ser casi “redimidos” por los oyentes, ya sea
haciéndolos hablar, ya sea elevando el estatus de la lengua de señas. La diferencia es que
unos los consideran individuos discapacitados mientras los otros los consideran grupos de
personas diferentes, pero, en general, los sordos han estado hasta hace muy poco al margen
de la discusión.
Manualistas y oralistas tienen en común el paternalismo y mucho más.Ambos grupos tienen una visión de la sordera desde sus basesculturales, y pretenden reformar el concepto de sordera de acuerdo a
La lucha por la reivindicación de los sordos 24
ellas. Ambos se valen de metáforas que retratan al sordo como carente,aislado, dependiente e incompleto. Y ambos utilizan este imaginario, nosólo para justificar métodos de educación, sino para legitimar laautoridad de los oyentes sobre los sordos. Eso no ha cambiado.(Baynton 1992: 236)
Los sordos asumen un papel más activo únicamente a partir de la década del 70,
cuando los postulados del Congreso de Milán comienzan a ser revaluados, dando paso a
nuevas alternativas educativas que parten de una renovación en los conceptos de la sordera,
la identidad del sordo y su pertenencia a un grupo culturalmente diferenciado. Los nuevos
enfoques se remiten a muchos postulados de los anteriores al Congreso de Milán, pero
ahora contemplando una dimensión mucho más social - que involucra factores que van más
allá del sordo como individuo y lo concibe en un contexto cultural - que genera nuevos
problemas y puntos de discusión.
La visión médico-terapéutica (Skliar, 1995:87) –que viene a constituir la nueva
versión de la oralista- se remite a la concepción del sordo como un enfermo que debe ser
curado e insertado, en lo posible, en la sociedad y la educación oyente para evitar su
marginación. La visión socio-antropológica (Skliar, 1995:88) –de la misma línea de la
gestual- defiende al sordo como ser culturalmente diferente, ya que “los sordos conforman
comunidades donde el factor aglutinante es la lengua de señas, a pesar de la represión
ejercida por la sociedad y por la escuela” (Massone 1993, citado en Skliar 1995:89). Los
sordos comparten la comprensión y el uso de los códigos de una lengua de señas en
particular –pues ésta no es universal-, lo que desemboca en actitudes y comportamientos
sociales diferenciados. Esta visión pudo ser desarrollada en gran parte gracias a la labor de
William Stokoe, del Gallaudet College, quien en 1960 publicó el Diccionario de Lengua de
Señas Americana, y un artículo sobre la estructura del lenguaje de señas (Stokoe, 1980),
donde establece no sólo los principios de su estatus lingüístico como lengua natural y su
La lucha por la reivindicación de los sordos 25
capacidad comunicativa, sino también el carácter de comunidad de quienes la comparten.
Fue Stokoe, en compañía de algunos colegas, quien en 1974 organizó el primer simposio
sobre lengua de señas y comunidades sordas para la reunión anual de la Asociación
Antropológica Americana. Esto constataba la pertinencia del tema de la sordera para las
ciencias sociales y humanas, en particular la antropología.
Estas nuevas posturas que tienen en cuenta la relación de los sordos con los oyentes -
la primera a nivel individual e integrador y la segunda a nivel social y diferenciador- son las
que han entrado en juego en los más recientes proyectos de educación para sordos. Además,
desde la década de los 80, el concepto de educación bilingüe para sordos comenzó a
adquirir forma, con la intención de lograr cierto equilibrio entre la integración a la sociedad
mayoritaria por medio de la lengua escrita y la diferenciación como grupo minoritario con
la lengua de señas como primera lengua.
En 1989 se celebró en Washington la Conferencia y Festival Internacional del “Estilo
Sordo”, donde participaron asociaciones y federaciones a nivel mundial para poner en
contacto la lengua, la cultura, la historia y el arte común a las personas sordas en el mundo.
Se propuso además la comparación intercultural de las lenguas de señas y de las
comunidades sordas (Erting 1994:27). Esto es ya un gran paso hacia la conformación de
una comunidad que trasciende los límites de la nacionalidad y se inscribe en una identidad
común a partir del rasgo de la sordera. De esta manera, el debate contemporáneo –de
finales del siglo XX y principios del XXI- se caracteriza por la emergencia de la visión y
los intereses de los mismos sordos y su creciente influencia en la formulación de proyectos
y políticas educativas.
La lucha por la reivindicación de los sordos 26
El hecho de recoger en términos generales las grandes tendencias que se han
manifestado históricamente con respecto a los sordos en diversos países, tiene como
finalidad última mostrar que el concepto de sordera tiene un significado que sobrepasa la
dimensión de una particularidad física y no puede ser tomado de manera absolutamente
unívoca. Como sucede con categorías relacionadas con aspectos físicos como edad, raza y
género (Baynton, 1992), lo que se esconde bajo estas palabras es el resultado de una
construcción metafórica que se va formando históricamente y es sujeta a una continua
interpretación.
La sordera ha sido concebida de muy distintas formas a través de la historia, pero la
mayoría de las veces con algo en común: la exclusión. En la antigüedad el sordo no
compartía el rasgo humano del lenguaje, luego era un primitivo. En la edad media el sordo
no podía acceder fácilmente a la fe, luego era un hereje. En el siglo XVII, en medio de la
revolución científica, el sordo pasó a ser tratado por los médicos, luego era un enfermo que
necesitaba rehabilitación. En el siglo XVIII el problema era que el sordo no tenía las
mismas capacidades para adquirir conocimiento, luego no podía ser ilustrado. En el siglo
XIX el sordo no podía compartir todos los rasgos de la identidad nacional si se insistía en
educarlo por señas, luego era un extranjero. Durante el siglo XX el sordo ha vuelto a ser
considerado como un enfermo, en la misma categoría de los minusválidos y personas con
retraso mental. El contexto contemporáneo, bajo los postulados de la postmodernidad y el
multiculturalismo, lo quiere en cambio concebir como miembro de una minoría lingüística
con identidad propia.
El método de educación varía, de esta manera, de acuerdo con los cambios en la
concepción de sordera. Si bien a mediados del siglo XIX el lenguaje de señas era
La lucha por la reivindicación de los sordos 27
considerado el más apropiado para los sordos a finales de ese siglo fue condenado y
desplazado por la oralidad. De acuerdo con el paradigma de cada época las categorías y los
proyectos educativos cambian. En el contexto de la multiculturalidad y la diferenciación,
abogar por la lengua de señas está más acorde con el respeto a la diversidad y las
necesidades particulares de cada grupo social.
Cualquiera que sea la metáfora utilizada por los manualistas, elmanualismo permite la posibilidad de construcciones alternativas de lasordera por parte de los mismos sordos. Desde que los sordos tengan supropio lenguaje y su propia comunidad, se abren para ellos espaciosculturales para crear significados alternativos para sus vidas. En eseespacio se puede generar resistencia a las concepciones de los oyentes,así como una reelaboración de las mismas (Baynton 1992:237)
Después de este recuento se puede ver cómo la historia que se conoce del sordo ha
sido hasta hace muy poco una construcción por parte de los oyentes, no porque en su
mayoría sean estos últimos los autores de las recopilaciones sino porque la historia del
sordo ha sido literalmente protagonizada por los oyentes. Las concepciones de la sordera,
los distintos métodos educativos y su aplicación han sido casi completamente elaborados
por personas oyentes e instituciones que se denominan “de sordos” pero que realmente son
“para sordos”, lideradas invariablemente por oyentes. Sólo hasta hace unas pocas décadas
ha comenzado esto a cambiar, los sordos en muchos países han asumido –en la medida en
que se les ha permitido- el protagonismo de su propia historia y se han fijado un
compromiso con el futuro, conformando una agenda política que los hace modeladores de
su propio porvenir.
La lucha por la reivindicación de los sordos 28
El sordo en Colombia: una historia silenciada.
Población sorda colombiana: estadísticas
Los estudios sociodemográficos no son simples números y porcentajes, sondatos que se deben tener en cuenta al momento de estructurar programas yrealizar acciones en beneficio de las poblaciones sordas. (Revista Señales, p.6)
En 1996 FENASCOL se encargó de elaborar un censo para determinar las principales
características demográficas de los sordos en Colombia. Esto con el fin de esclarecer cuál
es la envergadura de la población con la que se está tratando, para poder optar por los
proyectos educativos y culturales más acordes con un grupo social que, por estar tan
disperso en todo el territorio colombiano, tiende a ser invisibilizado.
Según este censo el 2 por ciento de la población total de Colombia padece algún tipo
de sordera, esto es, cerca de 800 mil colombianos son sordos. De estos el 48% está
compuesto por mujeres. El 16% de la población sorda es menor de 15 años, el 50% está
entre 16 y 30, el 29% entre 31 y 40 y el 5% es mayor de 41 años. El 18% es casado, el 71%
soltero, el 4% separado y el 7% vive en unión libre.
Con respecto al tipo de sordera y al nivel de educación recibido, el 58% de los sordos
lo es de nacimiento, el 27% quedó sordo antes de los 5 años, el 5% después de los 5 años,
el 8% no sabe cuándo adquirió la sordera y el 2% no responde. El 14% llegó hasta primero
de primaria, el 10% hasta segundo, el 12% hasta tercero, el 10% hasta cuarto y el 54%
hasta quinto. El 21% llegó hasta sexto, el 19% hasta séptimo, el 25% hasta octavo, el 8%
hasta noveno, el 8% hasta décimo y el 19% hasta undécimo. El primer año de universidad
(la mayoría en carreras técnicas y tecnológicas) lo ha cursado el 20% de los graduados del
colegio, el 30% llegó hasta el segundo año, el 25% llegó hasta el cuarto año, el 5% hasta el
quinto y el 20% hasta el sexto año.
La lucha por la reivindicación de los sordos 29
En cuanto a la competencia lingüística, el 17% de los sordos no sabe leer, el 48% lee
sólo avisos, el 18% lee pero no entiende, el 14% lee y entiende y el 3% no responde. El
16% no sabe escribir, el 43% sólo escribe palabras, el 29% escribe frases, el 11% escribe
párrafos y el 1% no responde.
El factor económico se midió a partir del nivel de ingresos, del que el 15% ganaba
menos de cien mil pesos mensuales, el 26% ganaba entre 100 y 200 mil pesos, el 33% entre
200 y 300 mil pesos, el 14% entre 300 y 500 mil pesos, el 2% entre 500 y 800 mil pesos y
el 10% ganaba más de 800 mil pesos (esto hasta 1996). En cuanto a actividades económicas
el 62% está compuesto de empleados, el 8% de trabajadores con honorarios, el 22% de
independientes, el 1% de empresarios, y el 7% no responde. El 44% tiene independencia
económica, contra un 51% que depende de la ayuda de familiares. El 40% no está afiliado a
ninguna asociación mientras el 60% si lo está.
De acuerdo con una fuente de la Fundación CINDA (Centro de Investigación e
Información en Deficiencias Auditivas), 4 de cada 1000 niños en Colombia nacen con
pérdidas auditivas severas. El 90% de los casos de sordera en los niños se da en los
segmentos socioeconómicos más bajos de la población, y de éstos sólo el 2.5% tienen
acceso a algún tipo de tratamiento.
Las estadísticas permiten vislumbrar ciertos fenómenos que reflejan realidades
sociales, si bien un gran porcentaje de los sordos alcanza grados superiores en el sistema
educativo muy pocos logran una buena posición económica o un alto nivel de ingresos.
Esto quiere decir que no por poder graduarse de bachilleres o cursar una carrera técnica el
sordo ya tiene oportunidades garantizadas de ingreso a la vida laboral. Se hace evidente que
el problema de los sordos en Colombia no se soluciona únicamente haciendo que éstos
La lucha por la reivindicación de los sordos 30
puedan graduarse del colegio o la universidad, es necesario que tengan acceso a una
educación de calidad, que les permita desarrollar habilidades de acuerdo con sus
capacidades particulares. De otra parte, la integración del sordo en la vida social no se
limita al ámbito educativo y es por esto que es imprescindible penetrar en otros aspectos de
la sordera.
¿Lucha de sordos o para sordos?: El proceso de conformación de una comunidad con
su propia agenda política.
La situación actual de la comunidad de sordos en Colombia, donde se lleva a cabo
una lucha por lograr su reconocimiento como comunidad lingüística minoritaria, hace
evidente la necesidad de legitimar una identidad sorda que justifique su demanda. Y para
consolidar una identidad es realmente importante que ésta se haga válida a partir de
elementos como un origen y un recorrido histórico común, lo que tiene mucha influencia en
la formación de una cultura particular. De esta manera, al condensar el pasado común de
los sordos colombianos se podrán exponer los principales elementos históricos por los que
éstos pueden ser reconocidos como grupo cultural minoritario. Y es en este punto donde
radica la necesidad apremiante de recopilar la historia de los sordos colombianos.
No es fácil encontrar estudios publicados acerca de la historia de los sordos en
Colombia. Esto no sólo se debe a la falta de relatos del pasado que sirvan como fuentes de
información sino también al poco interés que ha generado una empresa de esta índole, tal
vez porque la preocupación teórica de los que se dedican a estudiar la sordera ha estado en
este país más enfocada hacia el contexto educativo reciente y su proyección hacia el futuro.
Entre los intentos de recopilación de la historia del sordo en Colombia se destaca el de
Paulina Ramírez (2000), fonoaudióloga de la U. Nacional, quien estudia los cambios en la
La lucha por la reivindicación de los sordos 31
representación social del sordo a través de la historia, a nivel mundial y local. Otro trabajo
es la reseña histórica del sordo en Colombia de Pilar Orozco (1990), donde se definen
períodos históricos particulares para el contexto local. Sin embargo, estos trabajos son
documentos institucionales inéditos: la historia del sordo no ha sido difundida ni al público
general ni a comunidades académicas fuera de las instituciones estatales. Se va a recoger
entonces la información ofrecida en estos trabajos, pero además se rescatarán datos
dispersos en otros documentos, cuyo fin directo no es histórico sino que aportan elementos
aislados y pistas importantes para esta reconstrucción. Se incluirá también información
obtenida directamente de personas sordas que han vivido esta historia –particularmente la
entrevista con Martha Lucía Osorno, líder sorda miembro de FENASCOL-. De esta
manera, se intentará aportar elementos útiles para la búsqueda del origen de la comunidad
de sordos en Colombia, lo que es fundamental para definir con más precisión la identidad
sorda en nuestro país.
El sordo como objeto de estudio no se hizo presente en Colombia sino hasta el siglo
XX. Antes de esto sucedía lo mismo que en Europa y Estados Unidos, donde los sordos
eran aislados y no recibían ningún tipo de educación especial. El papel de los sordos en la
historia de Colombia, al igual que en el resto del mundo, ha sido determinado por los
cambios en la concepción de la sordera y el individuo sordo, los que han moldeado a su vez
los proyectos de educación. La constante en todos ellos es la tendencia de la cultura
mayoritaria a segregarlos, a concebirlos como “anormales” (León, FENASCOL 2003,c.p).
Términos como “sordomudo”, “discapacitado” y “minusválido” enfatizan esa segregación.
En los siglos XVI y XVII los sordos eran encerrados y escondidos debido a su
anormalidad. Se mantenían como individuos aislados y así transcurría su vida, sin aprender
La lucha por la reivindicación de los sordos 32
lo que las otras personas podían aprender y sin tener un papel activo en la sociedad. Los
sordos eran “invisibilizados” por sus familias, quienes se limitaban a proporcionarles el
alimento y los cuidados esenciales. Los mantenían muchas veces en condiciones
infrahumanas
En una época posterior (siglos XVIII y XIX) los sordos fueron concebidos de igual
manera que el resto de individuos con desequilibrios mentales o deficiencias físicas. Eran
enviados a asilos donde se convertían en sujetos de lástima y caridad, que recibían cuidados
por parte de voluntarios pero tampoco se les enseñaba nada.
Una etapa más reciente, cuyas huellas se encuentran todavía en algunas instituciones,
fue la común asociación de los sordos con los ciegos. Las escuelas de ciegos y sordos
trataban a sus alumnos de la misma manera, siendo seres que ni siquiera se podían
comunicar entre sí. En las primeras décadas del XX los sordos eran concebidos en la misma
categoría que los ciegos y otras personas con limitaciones físicas y mentales para la
educación. Por esta época los únicos estudios sobre sordos eran llevados a cabo por la
medicina y los primeros educadores fueron los misioneros religiosos.
En todas estas etapas la lengua de señas ha sido desprestigiada, relacionándola con
lacomunicación animal –en algunas escuelas se les amarraba las manos a los sordos y se les
mostraba ilustraciones de micos, diciéndoles que así se veían cuando señaban – y se
abogaba por una oralización que constituía más que una forma de educación una terapia.
Los sordos debían ser rehabilitados e ir a terapias en vez de ir a escuelas. La lengua de
señas, sin embargo, ha sido históricamente fortalecida de manera clandestina (en las
escuelas mientras no se encontraba el profesor o a escondidas de los padres). Las reuniones
La lucha por la reivindicación de los sordos 33
de sordos, debido al rechazo a su forma natural de comunicación, fueron adquiriendo un
carácter subversivo (Osorno, FENASCOL 2003, c.p).
En el aspecto laboral, hasta hace muy poco tiempo, los sordos fueron destinados
exclusivamente a oficios especiales, que requerían de habilidades manuales y muy poco
pensamiento –eran empleados como auxiliares en los talleres, por ejemplo -. Los sordos
carecían de habilidades lingüísticas, pero no porque no tuvieran la capacidad para
desarrollarlas sino porque no habían tenido la oportunidad de adoptar una lengua materna
que les permitiera moldear su pensamiento (León, FENASCOL 2003, c.p).
Orozco (1990) propone la división de la historia del sordo en Colombia en cuatro
períodos: el primero, de 1924 a 1954, se caracteriza por grandes influencias extranjeras, lo
que introdujo en nuestro país el debate entre oralistas y gestuales. La escuela para sordos
comenzó a ser conformada de manera independiente de las demás escuelas “especiales” –
los sordos fueron por primera vez separados de las personas con retraso mental, pero
todavía se les educaba junto con los ciegos-, con la aparición del Instituto de Nuestra
Señora de la Sabiduría.
Este instituto fue inaugurado el 17 de marzo de 1924 en San Jacinto, Meta, por la
madre Ives del Corazón de Jesús, religiosa francesa especializada en la enseñanza del
sordo. Según la religiosa, Cristo en alguna ocasión pronunció la palabra effera, que
significa ‘ábrete’, y dio oído a un sordo. Para ella, “esta palabra podía resonar también en
Colombia y hacer salir de las sombras de la ignorancia y del olvido a una muchedumbre de
hermanos nuestros a quienes la naturaleza privó del gozo de percibir el sonido” (Lasso,
2001). Su método recogía rasgos de los distintos métodos discutidos en Europa en la época,
La lucha por la reivindicación de los sordos 34
y se concentraba en el desarrollo del lenguaje hablado, la lectura labiofacial y la escritura.
No se contemplaba el uso del lenguaje de señas en la escuela.
En 1925 se llevó a cabo en Londres la Conferencia Internacional sobre Educación
para Sordos. Allí, un delegado colombiano introdujo por primera vez la situación local del
sordo en el contexto mundial, compartiéndola con los representantes de muchos países del
mundo. Por esta época también se logró una ayuda económica importante para los sordos,
el 2% del dinero de las loterías en el país estaba destinado a la rehabilitación oral y auditiva
para sordos –nótese todavía la concepción clínica de la sordera-.
En 1926 se constituyó la Ley 80, la cual reconocía y autorizaba el funcionamiento de
centros educativos y de rehabilitación de sordos – sin garantizarles apoyo económico-,
entre estos la Escuela Departamental de Sordomudos, sede en Bogotá del Instituto de
Nuestra Señora de la Sabiduría. La Ley promulgaba que
La educación que se procura a los niños privados del oído y de lapalabra en la Escuela Departamental de Sordomudos corresponderá aaquellos conocimientos elementales que los pongan en capacidad parallevar la vida normalmente, asegurando la comprensión por medio designos externos y adquiriendo el uso de la expresión hablada. (Ley 80del 22 de Noviembre, 1926)
Hacia 1950 había solo dos colegios de sordos, uno en Bogotá y otro en Medellín. Los
sordos de otras ciudades tenían que viajar hasta allá para ser educados, y cuando volvían a
su ciudad se encontraban solos, sin nadie que compartiera la cultura adquirida durante su
aprendizaje. En 1953 fue fundada la Institución San Luis de Mondort – que ejercería
actividades hasta 1981-, donde la educación se impartía por medio de la lectura de labios y
se practicaba terapia con audífonos. Fue la primera institución con una metodología
radicalmente oralista, de muchas que surgirían posteriormente.
La lucha por la reivindicación de los sordos 35
La importancia de este período radica en la concepción mucho más global de un
problema que hasta el momento había sido concebido como anormal, aislado e indigno de
un estudio serio; y los primeros vestigios de una concepción de los sordos como grupo y no
únicamente como individuos aislados. Sin embargo, los sordos todavía eran un objeto de
estudio, estaban muy lejos aún de ser considerados sujetos diferentes en vez de enfermos.
El segundo período se ubica de 1955 a 1965. La Federación de Ciegos y Sordomudos
fue liquidada legalmente en el 55, dada la evidente necesidad de educar a los ciegos y a los
sordos de manera separada. De tal forma, en ese año nacieron dos institutos oficiales: el
INCI para los ciegos y el INSOR para los sordos.
En 1956 se creó la primera asociación de sordos en Bogotá. Dos años más tarde se
creó una asociación en Cali, ASORVAL (asociación de sordos del Valle). A este hecho le
siguió la creación de asociaciones por todo el territorio colombiano. Estas asociaciones se
constituyeron en espacios culturales y sociales donde se aprendían cosas que no se podían
aprender en la sociedad externa y donde se fortalecía de manera determinante el sentido de
los sordos como comunidad y su identidad. Esto marcó un giro determinante en la historia
del sordo colombiano, pues constituyó el primer paso hacia la formación de una
Comunidad Sorda activa cultural y políticamente y hacia el desarrollo de la lengua de
señas.
En estos centros de reunión, las asociaciones, los sordos comenzaron a tomar el
ejemplo de la comunidad de sordos en algunos sitios de Estados Unidos, donde ya estaba
muy consolidada. Evangelizadores protestantes viajaron de EE.UU a Colombia para llegar
a muchas comunidades. Manejaban la Lengua de Señas Americana, pero se entendieron
fácilmente con los sordos colombianos. Esto hizo que los colombianos se dieran cuenta de
La lucha por la reivindicación de los sordos 36
que a su lenguaje le faltaba muchos elementos, y adoptaron características y vocabulario de
la LSA (Osorno, FENASCOL 2003, c .p).
El enfoque de la educación en esa época seguía siendo sin embargo oralista, partiendo
del principio de considerar la enseñanza del lenguaje exclusivamente como un proceso
formal de repetición e imitación (Ramírez, 2000). Los gestores de proyectos hablaban aún
de rehabilitación y terapia, y los asuntos de sordera se asociaban con filantropía y caridad.
Sin embargo, ya la integración como meta educativa comenzaba a adquirir fuerza: la idea
de que el sordo no debía limitarse a recibir terapia y de acuerdo a su nivel de “curación”
desarrollar actividades laborales especiales –y por cierto, muy restringidas- comenzó a ser
difundida. El aprendizaje académico comenzó a ser visto como una necesidad, ya que los
sordos habían emprendido su lucha por ser considerados como personas con los mismos
derechos que los oyentes.
El tercer período, según Orozco, abarca desde 1966 hasta 1984. En esta época,
además del entrenamiento auditivo, se comenzó a aplicar la llamada clave Fitzgerald, que
proponía el aprendizaje del lenguaje oral por medio de la memorización de palabras
aisladas. De esta manera se intentaba mejorar las habilidades lingüísticas de los sordos,
pero de una forma totalmente descontextualizada.
En 1968, mediante el decreto 3157, se crea la División de Educación Especial del
Ministerio de Educación Nacional, encargada de todo lo concerniente a la educación de los
sordos, de nuevo agrupándolos con las demás limitaciones físicas. En 1973, un grupo de
terapeutas, psicólogos, psicopedagogos, trabajadores sociales y médicos redactan el decreto
2499, que regula la educación de los sordos por primera vez de manera independiente de
los ciegos y los minusválidos. Para este momento, la concepción del sordo sufrió ciertas
La lucha por la reivindicación de los sordos 37
transformaciones: comenzaron a ser concebidos como un grupo de personas cuyo rasgo
diferenciador era la carencia de audición, que debían ser educadas para integrarse a la
sociedad nacional y no permanecer marginadas del aprendizaje. Así, los sordos debían ser
agrupados según el grado de pérdida auditiva que presentaran (artículo 8) para una mejor
integración, lo que implicaba una especie de jerarquía dentro del grupo de sordos. Esto sin
embargo era una condición impuesta, pues en las emergentes asociaciones de sordos se
luchaba contra esta idea que significaba una perjudicial discriminación dentro de la misma
comunidad de sordos.
Se abrieron cupos para sordos “rehabilitados” en las escuelas normales, pero el sordo
tenía que ingresar a un curso mucho más bajo que el que le correspondería en el pénsum
académico para su edad. Por esto surgen estrategias como la Rehabilitación Temprana
(Orozco, 1990), que intentaban mitigar los efectos del retraso educativo, sin mucho éxito.
Las leyes emitidas y los métodos adoptados en este período legitimaban una educación
absolutamente monolingüe y oral que perduró por más de veinte años en nuestro país
(Ramírez, 2000).
Lo que sí tuvo mucha acogida inicialmente fue el método de Comunicación Total,
que llega a Colombia en 1974 con un miembro de la Universidad de Gallaudet. Este
método se centra más en el individuo, sus capacidades y sus condiciones particulares, que
en aplicar reglas inmutables a todos los sordos y, lo más importante, admitía el uso de señas
como herramienta válida en los casos en que fuese necesario. Cabe aclarar, sin embargo,
que la comunicación gestual no era concebida como un lenguaje en sí mismo, sino que se
utilizaba como acompañante simultáneo de la producción oral para facilitar su
comprensión. En 1982 se comienza a aplicar también el sistema verbotonal, basado en la
La lucha por la reivindicación de los sordos 38
cadencia o ritmo del lenguaje hablado. Este método había sido desarrollado en 1952 por un
profesor en Yugoslavia y fue aplicado por el Instituto Colombiano de Audición y Lenguaje
ICAL.
En el aspecto laboral, en 1983 el Centro de Rehabilitación Profesional y el Seguro
Social desarrollaron capacitación para individuos con limitaciones físicas –donde se incluía
a los sordos- para desarrollar oficios técnicos. El Servicio Nacional de Aprendizaje-SENA
ofrecía en educación superior para sordos solamente el curso de panadería. Y en cuanto a
acciones por parte de los mismos sordos, entre 1970 y 1980 se crearon 12 asociaciones de
sordos alrededor del país, que trabajaban para conseguir apoyo y para evitar la violación de
sus derechos.
La Sociedad de Sordomudos de Colombia, que venía desde la década de los 70,
constituía un organismo de ayuda mutua que propendía por el mejoramiento de las
condiciones de vida de quienes padecen la ausencia del sentido del oído, de la función de la
locución o de ambos atributos. Su sede estaba localizada en Bogotá y sus objetivos eran
crear establecimientos docentes, escuelas de artes manuales, centros de rehabilitación y
tecnología, una bolsa de empleos, establecimientos comerciales, programas de educación
física y deporte, y espacios de intercambio cultural para sordos. Todavía tiene existencia
formal pero su nombre ha cambiado a Sociedad de Sordos de Bogotá, tanto por evitar el
calificativo de “sordomudo” como por establecerse como asociación local, no nacional, ya
que a nivel nacional está FENASCOL.
El cuarto período, de 1984 a 1990 (fecha del artículo de Orozco), se caracterizó por
un interés creciente en las estrategias cognitivas y las representaciones mentales que el
sordo construía de su entorno. La comunicación se vio por fin como un fenómeno inmerso
La lucha por la reivindicación de los sordos 39
en un contexto particular, lo que se denomina aspectos paralinguísticos de la comunicación
(Orozco, 1990). En este período se avanzó enormemente en la constitución de la
Comunidad de Sordos colombianos –mediante la creación de diversas asociaciones- y en la
visión de los sordos como grupo social por parte de la sociedad nacional oyente.
Este proceso se materializó en 1984 con la creación de la Federación Nacional de
Sordos de Colombia, FENASCOL, la cual constituía la unión de asociaciones de sordos a
nivel nacional cuyo propósito era dar más fuerza a la voz de los sordos ante el Gobierno y,
sobre todo, promover el uso y la enseñanza de la lengua de señas. Se vio la necesidad de
ampliar la educación especial para sordos a la secundaria y los sordos comenzaron a
participar activamente en el diseño de políticas educativas.
En noviembre de 1984 se llevó a cabo la Primera Conferencia Nacional sobre la
Situación Actual del Sordo en Colombia, a cargo de FENASCOL (Mejía, 1993:3). Esto
significó un giro fundamental en la historia del sordo en Colombia: era la primera vez que
la Comunidad Sorda se reunía oficialmente a reflexionar sobre su propia situación. Y que
existiera esta autorreflexión implicaba un grado importante de construcción de identidad, de
voluntad política, de apropiación de su historia y de compromiso con su presente y su
futuro.
En 1985 la comunicación gestual comenzó a ser impartida oficialmente. Se comenzó
por la enseñanza del español signado (corresponder un signo con cada palabra del español,
respetando la misma estructura gramatical de la lengua oral), pero muy pronto se vio que
esta estrategia era, además de difícil, lenta e ineficaz (Mejía 1993). En 1988 lingüistas y
fonoaudiólogos de la Universidad Nacional de Colombia emprendieron el proyecto de
La lucha por la reivindicación de los sordos 40
investigación “Caracterización de la Comunidad Lingüística del Sordo Colombiano”,
inacabado por falta de financiación.
La difusión cada vez creciente de la lengua de señas llevó a un proceso de
estandarización que se venía dando espontáneamente desde la formación de asociaciones,
donde el intercambio permitía establecer una unidad de signos para lograr la comunicación.
Los líderes de cada asociación se reunieron para escoger y estandarizar las señas que
conformarían la Lengua de Señas Colombiana para todo el territorio. De esta manera, la
comunicación no verbal de los sordos dejó definitivamente de ser un lenguaje espontáneo y
marginal para convertirse en una lengua con su estructura particular. Con esto se lograría
no sólo una cohesión idiomática sino también cultural de la Comunidad Sorda.
Un quinto período sería la década de los 90 y lo transcurrido del 2000 hasta ahora,
donde la prioridad en cuanto a educación ha sido la promoción del bilingüismo lengua de
señas-español, con la primera como lengua materna. En 1992 se creó el primer colegio
bilingüe para sordos, Nuevo Mundo. Este fue el primer espacio donde se enseñó la Lengua
de Señas Colombiana con su estructura particular e independiente del español, y donde se
concibió a los adultos sordos como capaces de transmitir conocimiento y de ejercer labores
docentes.
En 1995 surgió en el INSOR un proyecto de atención al niño sordo, donde se le
intentaría proporcionar un entorno lingüístico apropiado desde etapas muy tempranas. El
niño sordo hijo de oyentes, al no tener un espacio para desarrollar su lengua materna,
asistiría a jornadas diarias de intercambio con adultos sordos. Así, entraría en contacto con
la Lengua de Señas Colombiana desde la edad apropiada para desarrollar lenguaje de
manera natural en cualquier niño, adquiriendo luego el español escrito en la educación
La lucha por la reivindicación de los sordos 41
formal, como segunda lengua. Proyectos como este demuestran los inmensos avances que
se han logrado en materia de educación para que los sordos no sigan retrasando su
aprendizaje a causa del no reconocimiento de su forma particular de comunicación.
Se debe tener también en cuenta que la educación bilingüe no se puede limitar
únicamente al aspecto lingüístico, debe abarcar una reorganización ideológica, curricular y
cultural (Ramírez, 2000), lo que se lograría por medio de una oferta educativa realmente
significativa para esta población, donde no sólo se consideren las necesidades de los sordos
a nivel de desarrollo de lenguaje sino que se tenga en cuenta el contexto social de la
comunidad. Y para esto es absolutamente necesario que los mismos sordos se conviertan en
evaluadores de su situación, formuladores y constructores de sus propios proyectos.
La Comunidad Sorda se ha apropiado en gran medida del proceso de lucha por su
reivindicación en la sociedad nacional, queriendo constituirse como una minoría lingüística.
Los sordos ya no permiten ser vistos como objetos o como seres inferiores que no pueden
asumir una posición política activa ni un papel digno en la sociedad. Esto se hace evidente
en diversos movimientos sociales con un creciente fundamento teórico que apunta hacia
una visión socio-antropológica de la sordera. Precisamente, se ha dado una gran
movilización de grupos de sordos bajo la consigna de “Nada sobre nosotros sin nosotros”
(lema del Día Mundial del Sordo, 2001).
De esta manera se puede ver que, desde finales del siglo XX, el contexto particular
colombiano, aunque sigue en general el mismo camino que muchos otros países, ha
impreso un carácter algo diferente al enfoque del debate internacional. El concepto de
nación que subyace al debate de la inclusión de los sordos y la manera de educarlos es, en
cierta forma, diferente al de los países europeos, dado que el país se ha visto envuelto en un
La lucha por la reivindicación de los sordos 42
proceso de no sólo respetar sino fomentar la diferencia y la diversidad tanto cultural como
étnica y lingüística a partir de la Constitución del 91. Esto resulta especialmente favorable
para la conformación de comunidades sordas, pero implica a su vez la necesidad de
consolidar, legitimar y divulgar que existe una identidad sorda colombiana, proceso que
hasta ahora está comenzando a tomar fuerza en nuestro país.
La lucha por la reivindicación de los sordos 43
Validar una Cultura: los sordos como comunidad minoritaria señante
El papel de la lengua de señas en la conformación de los sordos como grupo social es
definitivo, como se ha visto en el contexto histórico. Su carácter particular hace de los
usuarios de la Lengua de Señas Colombiana personas diferentes a los hablantes de español
como primera lengua. Para declararse una minoría los sordos deben validar su identidad a
partir de una historia y una lengua común. El papel de la historia, como se ha mencionado
en capítulos anteriores, ha sido fundamentado en la opresión y la discriminación social que
han soportado los sordos como individuos aislados, la que intentan erradicar al agruparse.
Con respecto al lenguaje el asunto es más complicado, pues existen muchos problemas en
cuanto a su concepción como lengua natural y la necesidad de hacerla oficial.
Estas trabas, que muchos actores –incluso algunos sordos- han intentado poner al
proceso de diferenciación lingüística de los sordos, están en gran medida basadas en
concepciones miopes acerca de la capacidad comunicativa de la Lengua de Señas y su
estatus lingüístico. Por esto, la primera parte de este capítulo penetrará en los aspectos
fundamentales de las lenguas de señas - en particular la LSC-, su estructura general y su
dimensión práctica. Con esto se pretende establecer un marco general para esclarecer las
discusiones que trascienden el ámbito puramente lingüístico.
En seguida se pasará al aspecto social de la lengua de señas, esto es, al tipo de grupo
que la utiliza, a la lucha de los sordos colombianos por ser concebidos como una
comunidad lingüística minoritaria y a la relación entre su lengua natural y el español. Esto
se estudiará bajo los parámetros de la educación bilingüe para minorías linguísticas, que en
La lucha por la reivindicación de los sordos 44
Colombia hasta hace muy poco eran sólo los indígenas. Los avances en cuanto a
etnoeducación son entonces de gran utilidad, si se revisan ajustándolos al caso de la
Comunidad Sorda colombiana.
La Lengua de Señas: descripción estructural y estatus lingüístico.
En primera medida, se debe establecer que al hablar de lenguaje humano no se está
hablando necesariamente de lenguaje oral, como históricamente se ha concebido. El
lenguaje, siendo entendido como la capacidad para comunicar, es un atributo exclusivo y
universal de la especie humana. Lo que varía de cultura en cultura es la lengua, o código
específico de símbolos y significados establecido convencionalmente. El acto de habla es la
materialización de la lengua en el intercambio oyente-hablante. Pero este acto de habla
puede darse por medio de canales diferentes al oral-auditivo, como el viso-gestual. El rasgo
oral-auditivo no es indispensable para determinar lo que es el lenguaje humano, pues
pertenece al campo de cierto tipo de habla en particular, no al de la lengua en general.
Pero, aunque hoy en día parezca muy claro, esta diferenciación entre lenguaje, lengua
y habla no ha sido establecida desde siempre. Hay toda una discusión histórica, desde
definiciones de lenguaje como la de Sapir, quien reconoce que el lenguaje “en cuanto a
estructura, constituye en su cara interior el molde del pensamiento”, pero establece también
que “El lenguaje es primordialmente, un sistema auditivo de símbolos” (Sapir
1956/1984:25); hasta las concepciones más recientes que incluyen el aspecto gestual como
una forma de lenguaje, dejando a un lado así la idea de la lengua como exclusivamente oral.
Hay que hacer, sin embargo, una diferenciación entre lo que es la capacidad natural
humana de comunicar ciertas ideas por medio de gestos y la elaboración de una lengua de
La lucha por la reivindicación de los sordos 45
señas. Por años se denominó “lenguaje gestual” a la forma de comunicación de los sordos,
dando a entender que, careciendo de habilidades verbales, los sordos se tenían que
contentar con los gestos, mientras los oyentes podían usarlos para precisar o acentuar lo que
se decía, como complemento del lenguaje oral. Se dice que “El lenguaje gestual es más
universal que la palabra, es un lenguaje natural. Las manos constituyen también un
prodigioso reservorio de signos potenciales.” (Georges, 1989:32).
Pero las lenguas de señas son mucho más complejas y no se limitan a constituir una
forma de comunicación primaria y universal, como tiende a ser la creencia popular.
Postular un universalismo en la lenguas de señas sería desconocer el carácter cultural de las
mismas (Osorno, FENASCOL 2003, c.p). Las lenguas de señas –al igual que las orales-
presentan variaciones si los grupos sociales que las construyen y las emplean no tienen
contacto. La diferencia que ha llevado a malentendidos es que éstas parecen universales
porque los sordos tienen más facilidad para hacerse entender por los extranjeros utilizando
recursos externos a su lengua particular como la mímica, lo que se hace más difícil para
aquellos que no están acostumbrados a señar.
Siendo los gestos un accesorio del lenguaje oral para los oyentes, hay culturas para
quienes el lenguaje está construido báscicamente sobre el canal viso-gestual. Incluso
existen grupos sociales que, sin tener problemas de audición, han optado por lenguajes de
señas como forma principal de comunicación. Este es el caso de los claustros de las órdenes
de Cluny, de Cîteaux y de la Trappe (Georges, 1989:35). Estos monjes renunciaron a la
palabra hablada y establecieron un sistema de comunicación por medio de gestos, bajo la
orden de San Benito, hacia el año 1000 de nuestra era. Se materializó el vocabulario
mediante una lista de 296 signos gestuales, los que reemplazaron en su totalidad a la
La lucha por la reivindicación de los sordos 46
palabra hablada, pues el lenguaje silencioso era más funcional para la vida mística de los
monjes. Otro caso es el de los Sioux, grupo indígena norteamericano que adoptó
voluntariamente una lengua de gestos, aunque los miembros de la comunidad eran oyentes
en su mayoría (Jean, 1989:37).
El uso de las manos y demás partes del cuerpo para transmitir significado es entonces
universal. Lo que no es universal es el hecho de formar frases a partir de esto. En el caso de
las lenguas de señas, las señales corporales aisladas se convierten en signos que van a
pertenecer a un sistema gramático-sintáctico particular (Stokoe, 1980), construido por los
grupos de sordos. No existe un lenguaje de señas en general, lo que existe son diferentes
lenguas de señas particulares, que son resultado de las construcciones culturales de cada
grupo de sordos.
Las lenguas de señas son verdaderas lenguas naturales con unaestructura y léxico propios que permiten una cantidad indefinida deenunciados sobre cualquier aspecto de la realidad o de la fantasía, ycuya única diferencia con las lenguas orales es que se realizan en elespacio tridimensional y utilizan, por lo tanto, el canal de comunicaciónviso-gestual.(Tovar, 2001:45)
Con esta definición se está dejando en claro que la lengua de señas tiene la
complejidad y la funcionalidad de cualquier otra lengua. Esto, que constituye el argumento
central de las comunidades sordas para ser reconocidas como minorías lingüísticas, es lo
que ha hecho que cada vez más lingüistas se interesen en hacer un estudio de las diferentes
lenguas de señas con parámetros muy similares a los utilizados para analizar la estructura
de las lenguas orales, tanto desde una perspectiva diacrónica (los procesos de cambio y la
relación con otras lenguas a través del tiempo) como sincrónica (la estructura de la lengua
en un momento histórico determinado). Para este estudio se va a tener en cuenta
principalmente el trabajo de Stokoe (1960), Sign Language Structure, pionero en este tipo
La lucha por la reivindicación de los sordos 47
de estudios, que parte del análisis de la ASL, o Lengua de Señas Americana. Para el caso
colombiano se tendrá en cuenta el trabajo de Oviedo (1998) Una aproximación a la Lengua
de Señas Colombiana, junto con lo aprendido en los módulos de sensibilización teórica de
las clases de LSC en FENASCOL (enero-mayo, 2003).
En primer lugar, se ha establecido (Sánchez, 1992) que las lenguas de señas, como
lenguas naturales, reúnen ciertas características: fueron creadas por los propios hablantes,
son transmitidas por los adultos a los niños - quienes las aprenden de manera espontánea-,
tienen una estructura fonológica, semántica y sintáctica, están sometidas a cambios
funcionales y pragmáticos, y tienen la capacidad potencial de adaptarse a los nuevos
requerimientos producidos por el cambio social.
Sánchez (1992), hace una diferencia -muy útil para el caso de las lenguas de señas-
entre lengua materna y lengua nativa. La lengua materna es aquella que se habla en el hogar
de un individuo particular y la nativa es la que tiene lugar en la comunidad específica en la
que dicho individuo se desarrolla. En la mayoría de sociedades la lengua materna y la
nativa coinciden, no siendo el caso de los niños con padres extranjeros al país en el que
viven su infancia, o de niños sordos hijos de padres oyentes. Éstos no pueden aprender
espontáneamente ni su lengua materna ni la nativa, la primera por diferencias en los canales
de comunicación, la segunda por barreras sociales que, aunque se estén intentando eliminar,
todavía se hacen evidentes en el ámbito social y educativo.
Desde el triunfo del método oralista en el Congreso de Milán (1880) la lengua
hablada ha imperado sobre la lengua de señas en cuanto a educación de sordos, por cuanto
La lengua hablada se promovía como más precisa, más abstracta, y elúnico medio por el cual se podía lograr la igualdad con las personasoyentes y la comunicación con Dios. La lengua de señas se consideraba
La lucha por la reivindicación de los sordos 48
como limitada a referencias concretas, demasiado imprecisa paratransmitir sutilezas y matices del pensamiento, e incapaz de promoverel desarrollo del alma. Se consideraba como una lengua inferior entérminos evolutivos, inadecuada para seres humanoscivilizados”(Bayton, 1993, citado en Erting, 1994:20).
Hoy en día esta concepción ha sido revaluada, sobretodo desde la segunda mitad del
siglo XX, con planteamientos como los de Stokoe. Este lingüista postuló que la Lengua de
Señas Americana era “ciertamente una lengua con una estructura análoga en complejidad y
riqueza a la estructura de las lenguas habladas, pero fundamentalmente independiente de
ellas” (Stokoe,1960:22), y que sufría, al igual que las lenguas orales, procesos de
criollización y variaciones según localización y grupos afines. Gracias al estudio de Stokoe
la lengua de señas ha logrado apartarse del estatus inferior y primitivo en el que se
encontraba y su estructura ha sido estudiada como la de cualquier otra lengua.
Para Stokoe las lenguas de señas no son una especie de pidgins derivados de lenguas
orales. No son una transcripción y mucho menos una imitación de la lengua oral dominante
en cada sociedad sino códigos simbólicos que tienen características lingüísticas concebidas
como universales (complejidad, capacidad de expresar cualquier idea y de ser expandidas al
surgir nuevos referentes, capacidad de evolución y capacidad de expresar diferentes
tiempos verbales), pero que cuentan con una organización sintáctica y una estructura
autónoma e independiente. Cabe aclarar que por ser una lengua minoritaria recibe mucha
influencia de la que habla la mayoría. Estos fenómenos serán estudiados en la segunda
parte de este capítulo.
Un último factor que ha sido causa del desprestigio de la lengua de señas, es el hecho
de considerarlo un lenguaje icónico, lo que lo apartaría del carácter arbitrario y de la doble
articulación atribuída a las lenguas orales desarrolladas (Vygotsky, 1991) –la doble
La lucha por la reivindicación de los sordos 49
articulación se refiere a la posibilidad de descomponer un signo en una serie de rasgos
articulados y a la vez poder articular cada signo con los demás en una gama infinita de
posibilidades en una frase-. Algunos estudiosos de las lenguas de señas luchan
permanentemente por mostrar que la lengua de señas es un lenguaje doblemente articulado,
y que sus símbolos son completamente arbitrarios, tratando de eliminar el carácter icónico
que es evidente en algunas señas.
Pero a este respecto cabría preguntarse ¿por qué se lucha tanto por dejar en claro que
el lenguaje no es icónico si en eso precisamente podría residir la importancia de esta lengua
como una manera óptima de comunicación viso -gestual? El mismo Stokoe aclaró que “El
malentendido de que la iconicidad es la antítesis del lenguaje desarrollado viene de suponer
que la lengua es un sistema basado por completo en la palabra”(Stokoe 1960.382),
concluyendo que los signos lingüísticos pueden perfectamente ser icónicos y arbitrarios al
mismo tiempo. De hecho, es evidente que muchas señas se refieren al contenido simbólico
y cultural del referente en el grupo social particular en el que se desarrollan, no siendo esto
señal de primitivismo, sino al contrario, evidencia de la construcción cultural que subyace
al lenguaje. Un ejemplo de esta iconicidad cultural es el de la seña para matrimonio, que en
el caso de ser católico se representa simulando el movimiento de poner la argolla en el dedo
anular y en el caso de ser civil es representado por el movimiento de ajustarse una corbata.
Estos ejemplos hacen evidente que la lengua de señas se transforma con la sociedad a
través del tiempo y de cultura en cultura como cualquier lenguaje. Por lo demás, ya
Vygotsky (1991) ha anunciado que “Todas [las lenguas], incluidas las de las sociedades
más arcaicas, construyen lenguajes plenamente desarrollados, no menos complejos en su
género que el inglés o el francés”. De ahí se podría seguir que las lenguas de señas, por lo
La lucha por la reivindicación de los sordos 50
tanto, no son ni más ni menos desarrolladas que las orales. La realidad para el hombre es
casi siempre más visual que auditiva, siendo más fácil representarla por medio de símbolos
visuales. Esto hace que las lenguas que se basan en el canal viso-gestual estén mucho más
relacionadas con el referente en sí mismo, lo que hace que sean concebidas como lenguas
icónicas.
Se pueden distinguir dos grados de iconicidad en las señas de la LSC (Osorno,
FENASCOL 2003, c.p): existen los llamados signos transparentes, que son aquellos que al
manifestarse transmiten su significado a cualquier público, pues son representaciones
directas del acuerdo simbólico de la cultura en la que se manifiestan (como la seña de
comer, que consiste en llevarse la mano a la boca y hacer un movimiento que hasta los
oyentes emplean cuando pronuncian el verbo); y los signos translúcidos, cuya iconicidad se
hace evidente después de hacer explícito el significado (como la seña de horno, que imita el
movimiento de abrir la puerta e introducir una lata). En todo caso, la iconicidad no significa
que no exista una elaboración cultural en el signo, no existe tal cosa como signos
totalmente transparentes, pues el observador tiene que hacer parte del acuerdo simbólico
para entender la representación, por más evidente que parezca. La iconicidad no puede ser
por lo tanto un argumento para considerar las lenguas de señas como inferiores a las
lenguas orales. Su aparente incompetencia se debe únicamente a la falta de reconocimiento
por parte de las sociedades mayoritarias y de apoyo necesario para desarrollarse
oficialmente. Desde que sean marginadas las lenguas de señas no podrán alcanzar el estatus
que tiene la lengua oral.
La lucha por la reivindicación de los sordos 51
Siguiendo la línea de Stokoe y Oviedo, en las lenguas de señas se pueden identificar
los mismos niveles de análisis que en las lenguas orales, a saber: el fonético, el
morfológico, el sintáctico, el semántico y el pragmático.
Los fonemas, que en las lenguas orales se refieren a las unidades de sonido del habla,
en las lenguas de señas se refieren a los fenómenos físicos simultáneos que se conciben
como una unidad visual independiente, es decir, una seña. La doble articulación consiste en
poder descomponer la seña en sus diferentes rasgos y en que el número finito de señas de
una lengua se pueda combinar de muchas maneras para transmitir ideas con sentido, es
decir, frases.
Así como en cada fonema se pueden distinguir rasgos como el punto y el modo de
articulación, la sonoridad o la sordez, en las señas se pueden distinguir ciertos rasgos que,
combinados, resultan en una unidad particular con sentido. La diferencia principal es que
los rasgos de los fonemas de las lenguas orales existen de manera unidimensional, aespacial
y en un tiempo lineal; y los rasgos de las señas tienen lugar de manera tridimensional,
espacial y simultánea. Hay que tener en cuenta también que todo lo que sucede en el cuerpo
del señante de la cintura hacia arriba hace parte de la seña, del acto de habla. Un error
común es considerar que la seña sólo se refiere al movimiento de las manos –por eso se ha
optado a veces por la denominación “lenguaje manual”-, cuando en realidad el fenómeno
físico está compuesto por muchas más expresiones corporales y faciales que afectan
directamente el sentido de lo que se está diciendo. Y ésta es una de las mayores dificultades
para los oyentes al aprender la LSC: es difícil asimilar las expresiones faciales y algunos
movimientos corporales como parte fundamental del mensaje que se está transmitiendo y
no como simples accesorios, como lo son usualmente para las lenguas orales.
La lucha por la reivindicación de los sordos 52
En una seña se pueden distinguir, según Oviedo (1998), rasgos como la
Configuración Manual (CM), que se refiere a la postura y forma de la o las manos en una
seña determinada. Hay un gran número de combinaciones posibles, teniendo en cuenta la
posición de las puntas de los dedos, las yemas, las membranas interdigitales, los nudillos, el
dorso y la palma de la mano, las muñecas, los antebrazos, el cúbito y el radio. En la Lengua
de Señas Colombiana, Oviedo ha distinguido CM clasificadoras, en las que la posición de
la mano puede representar la entidad como un todo, el objeto manipulado o la superficie de
una acción. Otros rasgos importantes para analizar una seña son el lugar de articulación, el
movimiento (compuesto de direccionalidad, modalidad y frecuencia) y la orientación de las
manos (posición global en relación al cuerpo del señante).
Es claro que si en una consonante de una lengua oral se cambia un rasgo, ésta se
convierte en otra consonante que hace que la palabra de la que forma parte varíe. Esto
mismo sucede con las señas, si se reemplaza un rasgo por otro el sentido total de la seña
puede cambiar.
En el plano morfológico se estudian las unidades mínimas de significado teniendo en
cuenta las clases, distribución, derivación, modificación y combinación de los signos
visuales (Stokoe 1980). Los morfemas corresponden a signos visuales que pueden coincidir
con señas simples. Pero existen señas compuestas, donde se juntan dos simples para crear
una nueva unidad de significado, por ejemplo comedor, que se compone de la seña que
denota cuarto y la que denota comer, o la seña de nieto, que es la misma de hijo pero
seguida de la misma seña, en una duplicación consecutiva.
La construcción de las frases en la LSC no es una réplica del español. De hecho, la
estructura gramatical, sus categorías y el orden de las señas en una frase son
La lucha por la reivindicación de los sordos 53
sustancialmente diferentes a los de la lengua hablada y escrita. Este es otro aspecto en el
que se dificulta el aprendizaje de la LSC para quienes han recibido una educación oralista y
para los oyentes, pues se tiende a asimilar cada seña a una palabra del español y a construir
las frases de la misma manera que la lengua oral.
Entre las muchas diferencias cabe resaltar la inexistencia de verbos cópula (ser y
estar), los que se encuentran directamente implicados en el predicado de la oración. Al
expresar verbos, en la misma seña se puede estar indicando tanto el sujeto como el
complemento de objeto directo o indirecto, sin necesidad de auxiliares. Esto se da porque la
lengua de señas es mucho más dependiente del contexto particular al que se está refiriendo
con relación al contexto en el que se está realizando el acto de habla.
Los tiempos verbales se indican con un movimiento de los dedos hacia abajo para el
presente, hacia atrás para el pasado y hacia adelante para el futuro. Claro que existen ciertas
variaciones: expresiones como la semana pasada se modifican según el día en que se esté
hablando y el tiempo relativo que haya pasado desde el hecho –la seña es más amplia
cuando se habla un viernes que cuando se habla un lunes, por ejemplo- (Mejía, 1993:49).
Otras diferencias con el español son la ausencia de preposiciones y conjunciones – de
haberlas, son resultado de préstamos del español - y el obviar los pronombres pues ya se
encuentran incluidos en la direccionalidad de la seña del verbo.
Como marcadores de significado, o aspectos que modifican el sentido principal de la
oración, se encuentran: la intensidad (los pronombres personales se distinguen de los
posesivos por la fuerza con la que se hace la seña); el tamaño (como en el caso de la seña
de nosotros, donde si se está refiriendo a un grupo presente se hace un círculo amplio con la
mano que incluye al emisor y si es un grupo ausente se hace un círculo estrecho); el
La lucha por la reivindicación de los sordos 54
ademán corporal (que distingue por ejemplo una oración afirmativa de una interrogativa por
el movimiento del tronco y los hombros, donde para preguntar se hace una inclinación
hacia adelante); y las expresiones faciales (cuando se hace la seña de un sustantivo, el
adjetivo puede hacerse simultáneamente por medio de expresiones faciales: se abren los
ojos y la boca para decir grande, se infla la boca para significar pluralidad o intensidad, y
se arrugan los ojos para atribuir el calificativo de pequeño al sustantivo que están indicando
las manos). La duplicación se puede expresar de varias formas, siendo una de las más
usadas la repetición de la misma seña una o varias veces consecutivas, como indicador de
prolongación en el caso de los verbos, de intensidad en el caso de los adjetivos o de
cantidad en el caso de los sustantivos.
En la construcción de frases se mide también la intensidad del mensaje, que se
interpreta de acuerdo con el espacio entre el cuerpo del sujeto y los órganos donde se
efectúa la seña. Se distinguen principalmente tres espacios: el cercano, donde el mensaje
transmitido es íntimo o triste (sería el equivalente de un susurro); el espacio medio,
empleado para expresar alegría; y el distante, donde se expresa euforia o disgusto (sería el
equivalente de gritar).
Estas particularidades de la Lengua de Señas Colombiana –y en general de las
lenguas de señas- ponen en evidencia su estructura independiente y su carácter autónomo
con respecto a la lengua oral mayoritaria. No es posible traducir palabra por palabra, hacer
una correspondencia precisa entre palabras del español y señas de la LSC, pues a la hora de
encadenar estas unidades en frases no se llegaría a las mismas elaboraciones de sentido. Las
dificultades a la hora de traducir son también una muestra de la independencia de las
lenguas. Y, teniendo en cuenta que las fronteras lingüísticas se apoyan a menudo en
La lucha por la reivindicación de los sordos 55
fronteras culturales, es necesario conocer la cultura del grupo que emplea la lengua de
señas para comprender lo que subyace a las diferencias en su forma de comunicación con
respecto a la lengua dominante en nuestro país.
La Lengua de Señas Colombiana como agente forjador de una cultura.
La Declaración Universal de Derechos Lingüísticos (1996) establece en su artículo
séptimo que “Todas las lenguas son la expresión de una identidad colectiva y de una
manera distinta de percibir la realidad”, y que debe haber una igualdad de derechos
lingüísticos sin distinciones entre lenguas oficiales y no oficiales, nacionales y regionales,
mayoritarias y minoritarias, modernas y arcaicas. Sin embargo, ésta no es la situación que
se ha dado históricamente con respecto a las lenguas de señas alrededor del mundo que, por
el contrario, han sido constantemente reprimidas y prohibidas como forma válida de
comunicación. La opresión a las lenguas de señas ha venido disminuyendo con la aparición
de estudiosos encargados de demostrar el estatus de éstas como lenguas naturales y tan
válidas como las orales, pero aún se encuentran en una posición de desprestigio, hasta en
países que se centran en reconocer la diversidad lingüística como Colombia.
Hoy en día es mucho más clara la competencia lingüística de la Lengua de Señas
Colombiana, pero el carácter de minoría lingüística de los sordos es aún muy cuestionado.
Existen quienes luchan por establecer esta diferencia a favor de la Comunidad Sorda, y
quienes quieren omitirla para integrarse completamente al mundo de los oyentes
hispanohablantes colombianos. Debe recordarse que cuando se hable de la Comunidad
Sorda colombiana se estará haciendo referencia al grupo de individuos sordos que se
reconocen como tales, que comparten la identidad sorda y que luchan por establecerse
La lucha por la reivindicación de los sordos 56
como minoría lingüística –es decir, que son hablantes de LSC como primera lengua, siendo
el español una posible segunda lengua-.
Para los sordos es importante constituirse en una comunidad lingüística minoritaria,
pues esto significaría para ellos ocupar una posición definida frente a la comunidad
mayoritaria, lo que daría lugar a establecer con ésta un diálogo más que estar simplemente
sometidos a ella. En las manifestaciones lingüísticas existe una evidente influencia de las
relaciones de poder. En primera medida se da un proceso de dominación – expresado de
diferentes maneras como la interferencia, la diglosia, o la glotofagia que ejerce la lengua
mayoritaria sobre las minoritarias-; y en segunda medida un proceso de emancipación –
donde la lengua minoritaria se concibe como vehículo de unión, de resistencia contra el
poder opresor-. “La lengua, así como impone un poder o sirve para imponerlo, también
sirve para oponerlo, a fin de, a partir de la lengua como elemento cohesionador y de
espacio, luchar contra un poder” (Rico, 1981:153).
Estas relaciones de poder, cuyo claro ejemplo se encuentra en el caso de la relación
español- lenguas indígenas en Colombia, se pueden distinguir también en el caso de la
relación español- Lengua de Señas Colombiana. Las lenguas minoritarias podrían ser
concebidas como saberes sometidos en términos de Foucault (1976), quien los describe
como saberes que históricamente se han “sepultado” por ser concebidos como
incompetentes o inferiores frente al saber dominante. En el caso de la lengua de señas este
fenómeno de opresión y sometimiento del saber es claro, no sólo en la historia –donde las
lenguas de señas han sido tradicionalmente reprimidas- sino también en la actualidad,
donde todavía hay quienes no reconocen su competencia lingüística. De ahí la importancia
La lucha por la reivindicación de los sordos 57
de la emancipación de este tipo de saber particular como aspecto fundamental de la
legitimación de una identidad sorda en el contexto contemporáneo.
Para comenzar, es necesario definir lo que se entiende por comunidad lingüística y
luego aplicar la definición y sus características al caso de los sordos. La Declaración
Universal de Derechos Lingüísticos define a las comunidades lingüísticas como los grupos
que comparten una historicidad, una territorialidad, una autoidentificación como pueblo y
obviamente una lengua común como medio usual de comunicación entre sus miembros.
En el caso de los sordos, la historicidad común se puede establecer en términos de
discriminación y barreras de acceso a la cultura de los oyentes. La autoidentificación como
pueblo es la que define quiénes hacen parte de la Comunidad Sorda, los sordos
colombianos, y quienes son sordos pero no se reconocen como miembros de dicha
comunidad. La lengua común es la LSC, que constituye el medio más usual de
comunicación entre sus miembros cuando no necesitan transmitir su mensaje a personas
oyentes.
La territorialidad, que a primera vista sería el factor del que carece la Comunidad
Sorda para establecerse como tal (pues los sordos generalmente no habitan agrupados, a
menos que hagan parte del mismo núcleo familiar), puede establecerse de acuerdo con los
términos de la misma declaración de derechos, donde se propone que el territorio no se
refiere exclusivamente al espacio geográfico, sino también al “espacio social y funcional
imprescindible para el pleno desarrollo de la lengua” (art. 1.3). Se establecen también en la
declaración algunas circunstancias especiales para considerar comunidades a grupos sin
territorio físico particular, como la de grupos que “están asentados en un espacio geográfico
compartido con los miembros de otras comunidades lingüísticas de historicidad similar”
La lucha por la reivindicación de los sordos 58
(art. 1.3). De esta manera se puede argumentar que los sordos comparten un territorio en
cuanto a espacio social donde se desarrolla la lengua (el ámbito educativo y el ámbito
social de las asociaciones de sordos) y que constituyen una comunidad asentada en el
mismo territorio de los miembros de la cultura mayoritaria, compartiendo con ellos una
historicidad similar (en el ámbito familiar y en otros círculos sociales con oyentes).
Según Gumperz (1968) una comunidad lingüística es un grupo social, que puede ser
mono o multilingüe, unido por un patrón de interacciones sociales y apartado de las áreas
que lo rodean por debilidades en las líneas de comunicación. La definición se adaptaría al
caso de los sordos, aclarando que lo que los aparta de las áreas que los rodean son fronteras
lingüísticas y culturales edificadas en las diferencias de los canales de comunicación y no
un área física. Queda por evaluar el aspecto del mono o multilingüismo (para el caso de los
sordos se va a abordar el bilingüismo, porque el dominio de más de dos lenguas no es un
patrón generalizado en los sordos colombianos).
En la Comunidad Sorda colombiana el bilingüismo español- LSC más que una opción
es una necesidad apremiante. Mientras la LSC constituye para los sordos la manera natural
de expresarse, ya que son hablantes nativos de esta lengua –un hablante nativo es el que
domina el uso de un vocabulario específico de una lengua en situaciones específicas de la
vida diaria (Pietrosemoli, 1994)-, el español es el medio para integrarse a la comunidad
mayoritaria. Ambas lenguas sirven como herramienta de aprendizaje y como objeto
socializador en diferentes ámbitos de la vida del sordo. Se podría hablar, en términos de
(Mackey, 1968), de un “bilingüismo funcional” donde el aprendizaje de la segunda lengua
constituye un vehículo casi obligatorio para socializar en la comunidad en la que se nace.
La lucha por la reivindicación de los sordos 59
Según Mackey (1968) el bilingüismo consiste en el uso alterno de dos o más lenguas
por un mismo individuo. En este fenómeno intervienen muchos aspectos como el grado de
utilización de cada lengua, su función en la vida de los individuos, la alternancia con la
segunda lengua y la interferencia que una de ellas ejerce sobre la otra. Teniendo en cuenta
que el bilingüismo es un fenómeno individual más que social, éste se manifiesta de distintas
maneras y en distintos grados en las personas sordas (hay quienes llegan a desarrollar
lenguaje oral, otras escrito, y otras ambos). Sin embargo, el sistema educativo es el
encargado de hacer que no sólo existan individuos aislados que manejen las dos lenguas,
sino que los sordos colombianos se conviertan realmente en comunidades bilingües.
Washabaugh (1981) describe tres tipos de comunidades sordas: las diglósicas,
caracterizadas por un rechazo unánime a la lengua minoritaria (la lengua de señas) y
totalmente influenciadas por aspectos políticos y de dominación; las aisladas, donde la
lengua minoritaria se desarrolla de manera informal y no sufre ninguna discriminación,
aunque no existe un fuerte sentido de comunidad sorda (ya que no los une el rechazo); y las
comunidades en desarrollo, donde se sufre un proceso de aceptación de la lengua
minoritaria (Gerner de García, 1994). En Colombia se podría decir que la Comunidad
Sorda es una comunidad en desarrollo pero fuertemente afectada por la diglosia, hasta el
punto de existir lenguajes derivados de la lengua mayoritaria como el español signado.
Washabaugh planteó que la lengua de señas se encontraba en una situación de
diglosia con respecto a la lengua nacional en la mayoría de países del mundo, esto es, que
aunque se intenta que las dos lenguas convivan, una de ellas goza de privilegios tanto
sociales como políticos sobre la otra, lo que hace que su uso sea preferencial. En el
contexto contemporáneo se trata de eliminar esa situación mediante el establecimiento de
La lucha por la reivindicación de los sordos 60
límites claros entre los contextos en que la lengua de señas debe ser empleada –a saber: la
comunicación cotidiana y oficial con los pares sordos-, y las situaciones en que se debe
recurrir a la lengua nacional escrita –en la comunicación cotidiana y oficial con la sociedad
de oyentes-, lo que permite un equilibrio entre la diferenciación y la integración, y de
diglosia se pasaría a una forma de bilingüismo donde la lengua más prestigiosa es la que se
adquiere de forma natural, en el caso de los sordos, la lengua de señas, y la lengua escrita
hace las veces de apoyo cuando la comunicación falle.
A la LSC le hacen falta señas y frases para expresar algunos referentes que sí pueden
ser expresados por medio del español. Eso se debe al aislamiento cultural al que se ha visto
relegada históricamente la LSC y por esto se ve forzada a transformarse en el proceso de
integración, asimilando ciertos elementos del español. La influencia del español en la
formación de la Lengua de Señas Colombiana se hace evidente al observar ejemplos como
los frecuentes préstamos lingüísticos (las preposiciones, por ejemplo) y en estrategias como
la metaforización (la seña para óxido se compone de la seña comer seguida de la de hierro)
y la inicialización (donde la configuración manual adopta la forma de la inicial de la
palabra en español, como en las señas de vino, viernes, o cuñado) (Oviedo, 1998).
La Declaración Universal de Derechos Lingüísticos anuncia que “toda comunidad
lingüística tiene derecho a codificar, estandarizar, preservar, desarrollar y promover su
sistema lingüístico, sin interferencias inducidas o forzadas” (artículo 9). Para incrementar
su estatus, y aparecer como una lengua con estructura totalmente definida, la Comunidad
Sorda colombiana se ha dedicado a estandarizar las señas para lograr una unidad nacional
en la lengua. Este es un proceso provocado y no natural, pues la creación espontánea de
señas se da de maneras diferentes en territorios que no tienen contacto entre ellos, pero no
La lucha por la reivindicación de los sordos 61
es una estandarización forzada sino más bien un esfuerzo por mejorar los canales de
comunicación entre los sordos de Colombia para lograr una mayor unidad en la Comunidad
Sorda y así avanzar en su lucha. En esto radica la importancia de instituciones (como la
Federación Nacional de Sordos) que se encargan de establecer una especie de modelos de
prestigio en las lenguas de señas (Oviedo 1998) para que unas señas puedan regir sobre
otras y sean convertidas en las señas oficiales a nivel nacional.
Toda comunidad lingüística tiene derecho a una educación que permitaa todos sus miembros adquirir el pleno dominio de su propia lengua, enlas diversas capacidades relativas a todos los ámbitos de uso habituales,así como el mejor dominio posible de cualquier otra lengua que deseenconocer. (Declaración Universal de Derechos Lingüísticos, art. 26)
El ejercicio de la educación es una de las tareas más complejas y determinantes con
las que el hombre se ha visto comprometido en todas las sociedades a través de la historia.
Educar a un niño es determinar cómo va a ser la sociedad en unos años, por lo que la
enseñanza debe ser ejercida a partir de una seria reflexión y un claro establecimiento de los
métodos y los objetivos que se quieran alcanzar.
El caso se hace aún más complicado cuando se trata de establecer un sistema
educativo en una sociedad que no obedece a los patrones de la mayoría. La educación para
sordos, en este caso, presenta grandes problemas que deben ser minuciosamente evaluados
para mantener un punto de equilibrio donde se logre una integración – propiciar las
herramientas para que los sordos estén en capacidad de relacionarse de igual a igual con la
sociedad nacional- y al mismo tiempo una recuperación y preservación de la particularidad
de cada cultura. La riqueza de la nación colombiana radica en la diversidad de sus culturas
con su multiplicidad de manifestaciones. Es por esto que una de las manifestaciones
culturales más importantes, la lengua, debe ser involucrada en el proceso educativo de tal
La lucha por la reivindicación de los sordos 62
manera que se logre garantizar la supervivencia de la lengua de señas, pero al mismo
tiempo fomentar el aprendizaje del español para lograr así un bilingüismo real en las
comunidades.
En los proyectos de educación bilingüe para sordos que se han llevado a cabo
recientemente en Colombia hay una clara intención de generar un aprendizaje inmerso en la
realidad particular de la Comunidad Sorda y no desligado del contexto. Se trata de lograr
una integración, intentando mantener un equilibrio en cuanto a la tensión entre dicha
integración y la conservación de la diferencia. Tanto el alumno sordo como el educador se
sitúan en una especie de cuerda floja en la que pueden caer en dos extremos: o pierden el
equilibrio y caen en una asimilación total de la cultura mayoritaria –como las comunidades
sordas diglósicas a las que se refiere Washabaugh- o se desploman ante el propósito de
defender a sangre y fuego la supervivencia de la identidad sorda, negándose a desarrollar
los canales de comunicación entre sordos y oyentes –el aprendizaje del español-,
desligándose así de la realidad nacional, en la que deben involucrarse para no acabar en una
especie de endogamia cultural que se elimina a sí misma. La educación para sordos debe
entonces ser planeada como una búsqueda de equilibrio, donde se intente mantener un
balance entre integración y diversidad para así generar una enseñanza más útil y más
apropiada a la situación de los sordos colombianos.
Según Álvaro Rodríguez, que se refiere a la educación bilingüe en el caso de los
grupos indígenas en Colombia, “educar es una recontextualización o recreación del acervo
cultural y el currículo puede entenderse como la recirculación de la cultura en la escuela”
(Rodríguez 1999:221). Siendo el ámbito educativo el espacio donde se da la circulación de
la cultura –más aún en el caso de los sordos, ya que es en este ámbito donde tienen el
La lucha por la reivindicación de los sordos 63
mayor contacto con los que comparten su condición-, los asuntos de políticas educativas
están inevitablemente inmersos en las relaciones entre la mayoría y las minorías lingüísticas
en Colombia, y entrelazados con las construcciones de identidad sorda en muchos niveles,
aspecto que se desarrollará en el siguiente capítulo.
La lucha por la reivindicación de los sordos 64
Identidad Sorda: más que una historia y una lengua comunes.
La cultura del sordo es en principio la misma del oyente, pues nace enel mismo contexto que su familia. Pero existe una gran diferencia queparte de la manera como se percibe la realidad, el mundo se percibe deforma diferente cuando no existe la dimensión sonora. Un oyente chocaen muchos detalles con el sordo: en los chistes, en ciertas actitudes, enlos gustos. Se ha puesto en evidencia que hay algo queinternacionalmente une a los sordos y que hace que tengan muchasactitudes en común. (Osorno, FENASCOL 2003, c.p)
El concepto de identidad sorda, tal y como lo conocemos hoy en día, no ha existido
desde siempre. Éste se ha venido desarrollando de diferentes maneras en cada país y en
cada época de la historia. Es en el contexto actual de la lucha por el respeto a la diversidad
que construir y sustentar una identidad como grupo minoritario no sólo es posible sino
también favorable, pues los estados están en la obligación de garantizarles ciertos derechos
específicos.
“Al principio los sordos no tenían conciencia de lengua ni de identidad propia. El
impacto de los sordos en la sociedad se orientaba hacia una imagen de personas no
inteligentes. Esto puede deberse a la asociación - que viene desde la filosofía clásica- entre
la inteligencia, la condición humana y el lenguaje” (Osorno, FENASCOL 2003, c.p). En
Colombia, la subestimación generalizada del sordo, presente hasta hace muy poco –y cuyas
huellas no se han borrado del todo-, ha reprimido históricamente el desarrollo de
identidades sordas.
La “normalización” como meta impuesta desde el triunfo del oralismo en 1880 –en
Colombia específicamente entre 1924 y 1980- dio pie a diferenciaciones sociales dentro de
los grupos de sordos: los más oralizados, generalmente hipoacúsicos o ensordecidos, eran
considerados como superiores, no sólo por los oyentes sino por los mismos sordos. Y
La lucha por la reivindicación de los sordos 65
aunque la Comunidad Sorda intenta actualmente construir una identidad igualitaria, aún se
hacen diferencias en cuanto al momento de pérdida auditiva en relación con el desarrollo
del lenguaje (sordos pre y post lingüísticos) y en cuanto al grado de bilingüismo al que
llegan. Las ideas de normalización no han desaparecido del todo.
El proceso de conformación de identidades, tanto a nivel individual como grupal y
frente a la sociedad en general, en el caso de los sordos puede ser visto a la luz de la teoría
de Ervin Goffman, con respecto a lo que él denomina individuos o grupos ‘estigmatizados’.
El estigma es un medio que establece la sociedad para categorizar a las personas que por
una u otra razón no encajan en lo concebido como “normal”. Para Goffman existen tres
tipos de estigma: el que se da por características físicas del individuo –como
deformaciones, ceguera, patologías mentales-; el que se impone por rasgos del carácter o
posición social del individuo –criminales, viciosos, homosexuales, gente de la calle-; y el
de los grupos minoritarios –étnicos, raciales-. Los estigmatizados sufren un proceso de
formación de identidad y concepción del yo en relación tanto con su mismo estigma y el de
quienes comparten esa discriminación, como con la sociedad de “normales”, a la que se
enfrentan cotidianamente. La sociedad que estigmatiza encuentra en los estigmatizados
características que los hacen “no humanos”, por lo que la identidad de estos se construye a
partir de lo cerca o lejos que se encuentren de la “normalidad” (Goffman, 1970/1986).
El caso de los sordos es abordado apenas tangencialmente por Goffman, quien se
limita a mencionarlos en algunos ejemplos. Pero si se tratara de hacer encajar la historia de
los sordos –tanto a nivel mundial como local- en la teoría de Goffman, muchos problemas
saldrían a flote. El tipo de estigma dirigido hacia los sordos, que en principio podría
pertenecer al grupo de las “abominaciones del cuerpo”, se aparta de esta clasificación en el
La lucha por la reivindicación de los sordos 66
momento en que los sordos comienzan a concebirse como una minoría lingüística, lo que
los ubicaría en el tercer tipo de estigma, el de las minorías étnicas.
Los sordos son actualmente concebidos como personas que, aunque no nacen ni viven
juntas, están unidas por su cultura, sus valores, su idioma y su autoidentificación como una
cultura visual, en oposición a la cultura auditiva mayoritaria (Ovalle, FENASCOL). Esta
identidad cultural, sobre la que se va a producir una movilización política, es construida a
partir de tres fenómenos: la subjetividad, la igualdad y la solidaridad (Gilroy, 1997).
La identidad, según Gilroy, surge del plano subjetivo, pues es desde la construcción
del yo que nace cualquier tipo de identificación. Un cuestionamiento no reflexivo sobre la
identidad subjetiva hace que el individuo caiga en la trampa en la que la sociedad es la que
le da las respuestas sobre quién es él, lo que hace que lo absorban las categorías sociales
que rigen en la sociedad de la que hace parte. En el caso de los sordos, la identidad ha
tratado de ser inculcada a partir de cuestionamientos como ¿por qué soy sordo? ¿por qué es
importante la lengua de señas para mí? Esto genera identificación con los grupos, pero para
que sea auténtica debe partir de un cuestionamiento reflexivo. De no ser así, el individuo
acogerá la explicación del medio en el que nace, donde probablemente se haría énfasis en
su sordera como enfermedad y por lo tanto en su categoría de discapacitado, que lo
excluiría de desarrollar cualquier otro tipo de identidad.
Existe una diferencia sustancial entre sordos hijos de oyentes e hijos de padres sordos
en la construcción subjetiva del yo, ya que los hijos de sordos demuestran un desarrollo de
la autoimagen mucho más positivo, pues cuentan con la lengua de señas como medio de
comunicación natural en el hogar desde que nacen y la familia no sufre el impacto de la
noticia de la sordera (Meadow, 1969) que, en el caso de una pareja de oyentes con un hijo
La lucha por la reivindicación de los sordos 67
sordo, puede llevar a un sentimiento de rechazo, de culpa, de subestimación,
sobreprotección y subvaloración de las capacidades del niño.
En todo caso, la identidad subjetiva es producto de la interrelación de muchos
factores que varían de individuo en individuo. La categorización de un sordo –la
estigmatización en términos de Goffman- es un poco más complicada que la de otros
individuos pertenecientes a minorías, pues en la imagen de un sordo no hay símbolos
físicos que transmitan información social, sólo hasta el momento de la comunicación. Cada
individuo maneja la información que transmite de sí mismo de modos diferentes y esto es
parte constituyente de su identidad, es lo que proyecta. Entonces, la identidad del sordo
podría ser una sumatoria entre la información de sí mismo transmitida por los que lo
rodean, su historia personal y social, y su grado de afiliación con la comunidad de pares
sordos.
Claro que la identidad no puede quedarse en el ámbito de lo subjetivo, siempre es
necesaria la presencia de un referente que observe el sujeto, permitiendo así su existencia.
El yo no se podría construir si no es en relación con la existencia de un “otro” en el que
pueda encontrar similitudes y diferencias. Entonces entra en juego el segundo fenómeno de
Gilroy, la identidad a partir de la igualdad. En este plano se pasa del yo al nosotros,
adquiriendo el sujeto así una conciencia colectiva, o en términos de Moscovici “la identidad
social se levanta como una construcción representativa de sí en su relación con los otros y
con la sociedad (…) es la conciencia social que el actor tiene de sí mismo, pero en la
medida en que su relación con los otros confiere a su propia existencia cualidades
particulares” (Moscovici, 1981: 157).
La lucha por la reivindicación de los sordos 68
El individuo sordo busca a las personas con las que encuentra afinidad por compartir
su manera particular de comunicarse. El agente principal de la unidad en la identidad sorda
es entonces el uso de la lengua de señas como forma natural de comunicación.
Esta lengua es la que nos ha permitido crear nuestras asociaciones desordos y prácticamente no existe una región o país, donde la lengua deseñas esté desarrollada, que no cuente con una asociación o un club desordos, y si éstos no existen los sordos se reúnen permanentemente. Alcontrario, en las regiones donde la lengua de señas está prohibida o noestá muy difundida, la Comunidad Sorda prácticamente está dispersa,desunida e ignorada.(...) los únicos que no desean reunirse o compartirmomentos culturales, recreativos, deportivos o sociales con laComunidad Sorda son aquellos que les hace falta una identidad comopersona sorda, ya que aquella que se identifica como tal no le importaninguna clase de prohibición, ni siquiera de los padres, para reunirse,aunque sea a escondidas, con sus compañeros sordos.(Mejía, 200:17)
Los sordos están unidos por vínculos sociales que los constituyen en una comunidad
con pautas y valores culturales particulares, a veces apartados de los propios de la
comunidad mayoritaria en la que nacen (Sánchez, 1992). Para Behares (1987) que la
diferencia entre las comunidades de sordos y las de oyentes radique en el lenguaje y no en
la mera condición biológica de la pérdida de audición, los asemeja a comunidades étnicas,
que comparten un origen, una historia y un patrimonio cultural común construido por ellos
mismos.
Volviendo a Goffman “los integrantes de una categoría particular de estigma tienden
a reunirse en pequeños grupos sociales, cuyos miembros derivan de la misma categoría;
estos grupos están, a su vez, sujetos a organizaciones que los engloban en mayor o menor
medida.” (Goffman 1970/1986:53). Esto podría ilustrar el panorama del sordo colombiano,
que comenzó por establecer asociaciones aisladas y ahora una organización más global
(FENASCOL) los une a nivel nacional e incluso a nivel internacional con la Federación
Mundial de Sordos. Esto los hace salir de la categoría de grupo local para convertirse en
La lucha por la reivindicación de los sordos 69
una comunidad global, donde el sordo de Colombia siente que algo lo une con las demás
comunidades de sordos alrededor del mundo, algo que trasciende el ámbito de la lengua de
señas y que se actualiza en el plano cultural. Hoy en día las comunidades de sordos han
trascendido las fronteras territoriales por medio de las asociaciones formales y de la
comunicación informal a través de la tecnología (existen numerosos chats y foros de sordos
de todo el mundo en Internet).
Sin embargo, no todos los sordos se afilian a la Comunidad Sorda, pues algunos no
comparten la identidad particular y prefieren ser adaptados - o “normalizados”- y compartir
la identidad de los oyentes. Desde muy niños los sordos perciben que de cierta forma
pertenecen a dos mundos: el de oyentes –su familia, en la mayoría de los casos, y sus
terapeutas y profesores en los otros - y el de sordos –sus compañeros, si estudian en un
colegio de niños sordos-. Entre otros factores, aquí reside la importancia de tener maestros
sordos, pues éstos no constituirían únicamente sujetos que enseñan contenidos sino
verdaderos modelos culturales (Erting, 1994). En todo caso, el conflicto entre los dos
mundos es inminente y cada uno le transmite un mensaje diferente al individuo.
La situación especial del estigmatizado reside en que por una parte lasociedad le dice que es un miembro del grupo más amplio, lo cualsignifica que es un ser humano normal, y por otra, que hasta ciertopunto es diferente y que sería disparatado negar esa diferencia(Goffman 1970:146)
Esta interacción entre los dos mundos no se da en igual proporción en todos los
individuos. La historia familiar, social y el tipo de institución que imparte la educación son
factores que moldean diferentes identidades sordas dentro de la misma comunidad. Esto
hace evidente que la comunidad de sordos, como suele pasar con casi todas las minorías, no
puede ser concebida en términos homogenizadores, sino que es necesario reconocer la
diversidad e incluso las contradicciones que existen dentro de ella. Por otra parte, es claro
La lucha por la reivindicación de los sordos 70
que un individuo sordo no se afilia únicamente a su identidad como sordo, existen niveles
identitarios (Franky 2001, citado en Aguirre, 2002) impuestos por la interacción en
diferentes círculos sociales, el sordo se reconoce como hombre o mujer, como niño, joven,
adulto o anciano, como colombiano, como bogotano, como perteneciente a un estrato
social, miembro de algún grupo de afinidades, etc. Y así como la identidad sorda es sólo
uno de los niveles identitarios de un sujeto, como fenómeno social presenta en sí misma
una gran heterogeneidad.
Para Glickman (1993, citado en Fisher, 2001) existen cuatro tipos generales en los
que se podrían clasificar las identidades sordas: la identidad oyente (o más bien
“oyentista”), la marginal, la inmersa y la bicultural. La oyentista es en la que, a partir de
una visión médica de la sordera, se niega todo su carácter cultural y el individuo hace todo
lo posible por normalizarse. Esta identidad se produce por falta de contacto con otras
personas sordas o por la influencia de estereotipos sociales discriminatorios: “Existen
algunos sordos oralizados que no se reconocen a sí mismos como sordos, pues comparten la
identidad de los oyentes. Éstos no hacen parte de la comunidad de sordos como tal, solo
comparten su condición física, nada de su cultura, pues se sienten mejor siendo de la
comunidad de oyentes, aunque les cueste trabajo comunicarse. Por eso dicen que la lengua
de señas los va a aislar de la sociedad, ven a la lengua de señas como una amenaza, pero
eso se da sólo por los prejuicios” (Osorno, FENASCOL 2003, c.p).
La marginal es una identidad ambivalente, donde el individuo fluctúa entre la
identidad sorda y la oyente, a veces sintiéndose cómodo como parte de una comunidad, a
veces de la otra. La inmersa es en la que el individuo se apropia de la identidad sorda hasta
el punto de discriminar a los oyentes e idealizar a los sordos. Por último, la bicultural es
La lucha por la reivindicación de los sordos 71
aquella en la que el individuo –que puede o no ser bilingüe- se reconoce primero como
persona y luego como parte integrante de las dos comunidades, reconociendo las fortalezas
y las debilidades de cada una.
El grado de envolvimiento en la cultura sorda puede estar muy relacionado con el
momento de la pérdida de la audición. Los sordos de nacimiento o los prelinguísticos
tienden a estar más inmersos en la identidad sorda que aquellos que fueron ensordecidos
más adelante en sus vidas, estando ya formada su identidad como oyentes. Los sordos más
involucrados en la identidad sorda son los que protagonizan la lucha por su reconocimiento
como comunidad lingüística y como grupo étnico minoritario.
La diversidad al interior de la Comunidad Sorda colombiana puede ser vista de
acuerdo con estas clasificaciones y posiblemente con muchas más, pues son numerosos los
factores que se combinan para producir diferentes maneras de vivir la sordera. Retomando a
Goffman,
Las relaciones del individuo estigmatizado con la comunidad informal ycon las organizaciones formales a las que pertenece por su estigma son,pues, decisivas. Estas relaciones señalarán, por ejemplo, una grandistancia entre aquellos cuya diferencia apenas los provee de un nuevo“nosotros” y aquellos que, como los miembros de un grupo minoritario,se encuentran formando parte de una comunidad bien organizada conuna tradición establecida: una comunidad que formula apreciablesreclamos de lealtad e ingresos, definiendo al miembro como a alguienque debe enorgullecerse de su enfermedad y no buscar una mejoría(Goffman, p 53)
El tercer fenómeno planteado por Gilroy como modelador de identidades es el de la
solidaridad, donde la identificación de un individuo con un grupo lleva a acciones sociales.
Aquí el sujeto se politiza y entra en relación directa con las estructuras de poder. En el caso
de los sordos es claro que la historia de la diferencia se encuentra inmersa en conflictos de
poder y exclusión, lo que da pie a la formación de una red de solidaridad que, a partir de
La lucha por la reivindicación de los sordos 72
una opresión compartida, emprende una lucha por sus derechos: “el límite social entre los
sordos y los oyentes se mantiene gracias a una tensión dinámica entre las fuerzas sociales al
interior del grupo y aquéllas que se encuentran al exterior del mismo. En este sentido, por
lo tanto, la sordera se convierte también en una fuerza política” (Johnson 1994:142).
Se parte de la idea de que todos los sordos, en Colombia y en el mundo entero, tienen
que resolver los mismos problemas, tienen los mismos objetivos. Se intenta entonces
convertir la discriminación negativa que se ha venido dando históricamente en el agente de
cohesión de la comunidad, que tiene como meta lograr una “discriminación positiva” (Gros,
1997:23), es decir, que los sordos como comunidad sean discriminados en el sentido de ser
tomados en cuenta. La discriminación positiva es una verdadera necesidad, pues en la
mayoría de grupos sociales se da una especie de invisibilización de la Comunidad Sorda, y
la intención de mantenerlos como individuos aislados, como casos patológicos, es clara.
Para luchar contra ella se requiere que las personas sordas luchen por sus derechos y
establezcan alianzas con otros movimientos comunitarios y de derechos civiles en cada
país.
La solidaridad trasciende a menudo las fronteras nacionales, los sordos a veces
sienten que tienen más cosas en común con los sordos de otros países que con los oyentes
de su propio país. Claro que todo esto es producto de la discriminación negativa, pues si no
hubiera situación de marginación no habría solidaridad, y sin solidaridad no hay
sentimiento de pertenencia ni identidad sorda. En las sociedades en las que las fronteras
sordo/oyente son difusas (donde existen adultos oyentes señantes y la oportunidad de
acceso completo a los bienes) la identidad es más débil y menos política, pues no hay
La lucha por la reivindicación de los sordos 73
necesidad de emprender una lucha. Claro que sociedades como ésta son verdaderamente
difíciles de encontrar, de haberlas.
Sin embargo, no se puede concebir la identidad de los sordos de una manera
idealizada y absolutamente inocente, pues como todo grupo social los sordos no componen
una unidad absolutamente armónica. Hoy en día, las diferencias sociales entre los sordos no
se producen sólo en términos de normalización (donde los menos sordos son los más
normales y por lo tanto los más aceptados), sino también en términos de acceso a los
recursos para consolidar su identidad. La identidad sorda, que se constituye como reacción
a una exclusión por parte de la sociedad mayoritaria, puede ser también excluyente dentro
de sí misma:
Tales estadísticas indican que hay una élite privilegiada de individuoscon discapacidad auditiva vinculados a la educación, mientras lamayoría no tiene acceso. Eso tiene otras implicaciones: mientras sehabla tanto de la "Lengua Manual Colombiana" y la "ComunidadSorda", se observa claramente que sólo un grupo minoritario depersonas con sordera, de manera centralizada, superficial y tal vezromántica, está tomando las decisiones por toda una población; y que elporcentaje más importante de las personas limitadas auditivas del paísno tienen siquiera la oportunidad de adquirir formalmente un códigomanual básico para la subsistencia, lo cual demuestra su "minusvalíasocial", ni de opinar sobre su papel dentro de esa deseable ficción de la"comunidad sorda" (Pardo, 2002:1).
La concepción del sordo, como se ha visto a través de este capítulo, ha sufrido un
cambio de paradigma que aún no finaliza. Si antes se trataba de “normalizar” lo más
posible a los sordos poniéndoles audífonos, haciéndoles rehabilitación oral y
denominándolos personas con “dificultades auditivas” para suavizar el término “sordo”, y
se tenía la idea de que cada muestra de poder hacer las actividades de la sociedad oyente
representaba un paso adelante para el individuo (lo que implicaba un estigma menos
fuerte), desde hace unos años se ha dado un proceso inverso. El sordo (culturalmente
La lucha por la reivindicación de los sordos 74
hablando) intenta apropiarse de su estigma y convertirlo en algo favorable, en un elemento
de identidad grupal para crear una comunidad de personas que comparten la misma
“diferencia”, donde por ende serán vistos como iguales. Siendo la sordera ya no concebida
como deficiencia sino como diferencia se convierte en un elemento de poder
emancipatorio, así como sucede con la lengua de señas.
En el contexto contemporáneo el conflicto sordo/oyente se separa gradualmente de
sus implicaciones tradicionales de estigmatizado/normal para traducirse en un conflicto
entre dos maneras diferentes de percibir el mundo, donde la comunicación se da de manera
auditiva entre los oyentes y de manera visual entre los sordos, y donde el aislamiento
cultural es el que provoca la mala comprensión entre los diferentes lenguajes. La diferencia
radica entonces en una percepción diferente de la realidad, donde los sordos comparten una
posición estética diferente a la de los oyentes, por lo que su cultura en consecuencia
presenta grandes particularidades y es por tanto forjadora de identidades heterogéneas y
dinámicas.
La lucha por la reivindicación de los sordos 75
Panorama actual: entre la integración y la diferenciación.
La relación de integración es un derecho y un deber, no significando esto laasimilación de la cultura mayoritaria. (Declaración de Derechos Lingüísticos,1996:14)
La Comunidad Sorda colombiana.
En un principio la pregunta de investigación de este trabajo consistía en establecer si
la lucha de los sordos en Colombia era provocada verdaderamente por líderes sordos, o si
constituía una mera gestión institucional, donde la comunidad oyente seguía tomando las
decisiones sobre qué les convenía y qué no a los sordos, como se ha visto históricamente.
Sin embargo, desde los comienzos del trabajo de campo, la duda quedó en gran parte
esclarecida, pues la presencia y actividad de la Comunidad de Sordos en Colombia es cada
vez más fuerte. Cada vez más sordos colombianos desean ser reconocidos como tales y se
unen a las causas que defiende la Comunidad ante las leyes y ante la sociedad nacional.
Formalmente, la Comunidad de Sordos está organizada de la misma manera que la
mayoría de comunidades sordas alrededor del mundo, en cada ciudad existen diferentes
asociaciones de sordos en las que participan individuos de los diferentes establecimientos
educativos o del ámbito laboral. Estas asociaciones se unen a nivel nacional en torno a la
Federación Nacional de Sordos de Colombia, donde confluyen todas las propuestas, los
proyectos y las acciones de la Comunidad Sorda colombiana. Este organismo hace las
veces tanto de entidad unificadora de las asociaciones de sordos (con un papel tan
importante como el de dirigir el proceso de estandarización de la LSC) como de mediador
entre la Comunidad y el Gobierno, y de conexión entre la comunidad colombiana con la
La lucha por la reivindicación de los sordos 76
mundial (FMS). Cada año se lleva a cabo una asamblea nacional de las diferentes
asociaciones y cada cuatro años las federaciones nacionales de muchos países se reúnen en
la Asamblea Internacional para compartir experiencias, resultados de investigaciones y
proyectos e informarse de la situación de los sordos en los diferentes contextos nacionales y
regionales.
Cabe aclarar que esta organización general de la Comunidad de Sordos, desde lo
local hasta lo internacional, no cobija a todos los individuos que padecen de sordera en
Colombia. Si así fuera, el proceso de lucha por la reivindicación como minoría lingüística
no presentaría tantos problemas. Existen hoy en día personas, grupos e instituciones de
sordos con una perspectiva totalmente oralista, que no se acogen a los principios y a los
objetivos de la lucha. Los no oralistas han decidido autodenominarse la Comunidad Sorda,
dejando por fuera a los oralizados, pues éstos no comparten la identidad del sordo, para
ellos lo importante es integrarse a la sociedad mayoritaria, tratando de omitir la diferencia.
Al hablar entonces de la Comunidad Sorda como gestora y protagonista de su propia
lucha, nos estamos refiriendo al grupo de líderes y seguidores sordos que comparten los
mismos principios, la misma identidad y los mismos objetivos de hacer respetar su igualdad
en medio de la diferencia. En este sentido, y ya planteada la brecha que existe entre los
diferentes grupos de sordos en Colombia, la pregunta ya no sería si el sordo es o no el
gestor de su propia lucha sino cómo se da ese conflicto entre integración y diferenciación a
nivel institucional, educativo y jurídico.
Instituciones públicas y privadas: caso Bogotá.
Existe en la educación de los sordos un pasado lleno de violencia,injusticia e incomprensiones; un presente por lo menos ambiguo –expresado porlas intensas polémicas lingüísticas, comunicativas y cognitivas que aún
La lucha por la reivindicación de los sordos 77
subsisten entre los oyentes -; y finalmente, existe un futuro ya prefigurado porla existencia y la oposición formal y funcional entre la teoría y la práctica de laspolíticas de integración escolar y la teoría y la práctica de las políticas deeducación bilingüe para sordos. (Skliar 1997:11)
La segunda mitad del siglo XX y lo que va corrido del XXI se han caracterizado en
Colombia por una agudización en la lucha entre integración y diferenciación con respecto a
la educación de los sordos, la que se hace evidente en el carácter y los objetivos de las
diferentes instituciones. En el caso de Bogotá existen instituciones con perspectivas y
visiones de la sordera completamente opuestas, tanto educativas (ICAL, Nuestra Señora de
la Sabiduría), como de rehabilitación (CINDA), gremiales (FENASCOL) y
gubernamentales (INSOR). La oposición entre la visión integradora y la diferenciadora
modelan el curso de las políticas educativas, en el caso de Colombia con una mayoría de
instituciones y organismos que abogan por la diferenciación.
La visión socio-antropológica de la sordera es la que sustenta las políticas
diferenciadoras que se han impuesto en los últimos años, abogando por un modelo
educativo basado en la concepción de los sordos como grupo lingüístico minoritario, cuya
lengua natural es la LSC, y que comparte una identidad particular independiente de la de la
cultura oyente. Por eso proponen una educación básica en la LSC, para que el sordo tenga
acceso a los contenidos educativos regulares -sin retrasar su aprendizaje por acudir a
terapias rehabilitadoras- y luego pueda ingresar a los niveles superiores con ayuda de un
intérprete.
Pero no todos los sordos ni todas las instituciones se acogen a esta visión. Esto ha
causado grandes conflictos, no sólo en asuntos de proyectos de educación sino hasta en el
estatus de los sordos y la lengua de señas ante la ley. Lla visión integradora –influenciada
La lucha por la reivindicación de los sordos 78
por el enfoque clínico terapéutico- argumenta que la diferenciación sólo produce más
discriminación, y que el sordo no debe ser considerado aparte del contexto cultural de
oyentes en el que nace y al que pertenece su familia (en la mayoría de los casos), pues de
esta forma se está excluyendo del proyecto de nación. Por esto aboga por una inserción del
sordo a los establecimientos educativos regulares -previa terapia de rehabilitación oral y
auditiva- para que el sordo, desarrollando la lectura labiofacial y con el uso de audífonos o
implante coclear, pueda desarrollarse en medio de la cultura oyente.
Como resultado de estas discusiones se ha llegado a una propuesta que no cierra sus
puertas a la diferenciación total o a la completa integración del sordo, en la que se intenta
adoptar el español escrito como segunda lengua en los sordos y el oral, en la medida de las
posibilidades particulares de cada individuo. Esto desemboca en un modelo:
Bilingüe y Bicultural para la educación de los sordos, enfoque queseñala la importancia de la identificación personal y comunitaria, lareivindicación de la lengua de señas como lengua natural y la primera,autónoma, propia de una comunidad lingüística minoritaria y el reconocimientodel derecho a la educación básica para todos los sordos. (Duhart y Castilla,2000:99)
Aunque esta alternativa parece la más favorable no todas las instituciones la adoptan,
pues los proyectos de educación bilingüe para sordos aún no se han culminado en su
totalidad y no se han difundido completamente en las instituciones. Por otra parte, la
perspectiva de la diferenciación con integración a través de la segunda lengua aún cuenta
con sectores de oposición, como se verá en la descripción de las perspectivas
institucionales.
Las contradicciones persisten, entre otras razones, porque la discusión tiene grandes
implicaciones que sobrepasan los límites del mero hecho de educar a los sordos, e involucra
La lucha por la reivindicación de los sordos 79
concepciones más generales acerca del grado de carácter cultural que pueda tener un grupo
de individuos unidos por una carencia física –o una manera diferente de comunicarse, desde
la perspectiva socioantropológica-. “La educación bilingüe para los sordos no puede
restringir su acción al plano puramente lingüístico, sino que debe abarcar una
reorganización ideológica, curricular y cultural al interior tanto de las escuelas como del
sistema educativo en general” (Ramírez 1997:50). Y es precisamente esta reorganización
ideológica la que no se ha manifestado de manera uniforme en el país, por lo que aún no se
ha llegado a un acuerdo en las instituciones.
Cabe aclarar que el uso que se ha dado a los términos integración y diferenciación en
los trabajos sobre sordos no es unívoco, lo que hace que éstos sean interpretados y
acomodados a la intención de quien los usa. Para los oralistas la integración, como meta
fundamental para los sordos, es el envolvimiento del sordo desde su niñez en el entorno
educativo regular (Di Colloredo-Mels, CINDA 2003, c.p). La integración escolar conduce
en esta medida a la integración en la sociedad nacional mayoritaria. Para los
diferenciadores este concepto, que ha significado en ocasiones más bien una asimilación de
la cultura oyente dominante, debe ser interpretado como un “proceso dirigido a posibilitar
el reconocimiento mutuo entre oyentes y sordos y la participación de éstos como
integrantes de una comunidad escolar” (Pardo 2000:104). Como con muchos otros términos
relativos a la sordera cada autor maneja los conceptos con ciertas variaciones –algunos no
aceptan el término integración sino que optan por hablar de inclusión del sordo-, en general
se tratará la integración en su sentido más amplio, haciendo las precisiones del caso
particular al que se esté refiriendo.
La lucha por la reivindicación de los sordos 80
En Bogotá existen varios tipos de instituciones que trabajan con los sordos, ya sean
dirigidas por ellos mismos o por oyentes. En el sector público se encuentra el Instituto
Nacional para Sordos INSOR, que es una “institución gubernamental descentralizada
adscrita al Ministerio de Educación Nacional, encargada de asesorar y liderar las políticas
educativas dirigidas a la población sorda del país” (Ramírez y Cruz, 1999:79). El INSOR
tiene como función principal el servir de investigador y liderar planes y programas para
mejorar la calidad de la educación de los sordos en Colombia y su inclusión en todos los
niveles educativos. Como producto de sus investigaciones y del contacto con otras
instituciones gubernamentales en el mundo, el INSOR ha sido pionero en la formulación de
proyectos de educación bilingüe basados en una perspectiva del sordo como grupo
lingüístico minoritario. Esto se ha logrado mediante una conveniente cooperación entre
FENASCOL, que aporta la visión de la Comunidad de Sordos; la Universidad del Valle,
que estudia a fondo el fenómeno de bilingüismo LSC-Español, y el INSOR (Tovar, 2000).
El resultado de este convenio académico interinstitucional es la concepción de los sordos
como una minoría lingüística que debe volverse forzosamente bilingüe (Rodríguez, 1998).
A partir de esta concepción la educación para sordos “debe tener como meta el
bilingüismo en lengua de señas y lengua escrita. La oralización debe ser un ideal extra, pero
no debe presentarse como la meta obligada, para no perpetuar el enfoque clínico-patológico
que ha llevado a los sordos a crisis de identidad” (Tovar 2000:90). Las diferentes
investigaciones han resultado en la aplicación de proyectos concretos como el “Modelo
Bilingüe Lengua de Señas Colombiana-Español de Atención Integral para Niños Sordos de
Cero a Cinco Años”.
La lucha por la reivindicación de los sordos 81
La Federación Nacional de Sordos de Colombia parte de la misma visión de la
sordera que el INSOR. Su meta principal es dar más fuerza a la voz de los sordos ante el
Gobierno, servir de puente tanto entre el Estado y la comunidad como entre la comunidad a
nivel local y mundial . Para esto se dedica a promover la formación de líderes sordos, a
abogar por el respeto y la divulgación de la LSC, a fomentar la investigación científica y
tecnológica para sordos y a servir de órgano consultivo a instituciones públicas y privadas,
así como a particulares. Es un organismo no gubernamental prestador de servicios.
Funciona como una entidad gremial privada, sin ánimo de lucro, que afilia asociaciones de
sordos a nivel nacional. Actualmente 23 de las 28 Asociaciones de Sordos que existen en el
país están afiliadas a FENASCOL, la que está asociada a su vez a la Federación Mundial de
Sordos (el presidente de FENASCOL, Henry Mejía Royet, es el presidente del secretariado
de América Latina), y cuenta con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo para
algunos de sus proyectos (esto hace que deje de ser concebida como una institución de
caridad para discapacitados y tenga los medios para emplear gente capacitada para la
gestión política del sordo).
FENASCOL fue fundada en 1984 por dos líderes sordos y actualmente la junta
directiva está conformada en su totalidad por representantes sordos de las diferentes
asociaciones. La federación no está en contra del oralismo, simplemente considera que la
oralización no es la esencia de la educación del sordo, no es la meta a la que se debe llegar
sino uno de los medios –al que no todo sordo puede acceder- para enriquecer sus
habilidades lingüísticas como segunda lengua. Si la educación incluye o no la oralización,
depende de las habilidades específicas de cada individuo (depende también del tipo de
La lucha por la reivindicación de los sordos 82
sordera que padezca). Lo importante es lograr un cambio en la mentalidad del oyente sobre
el sordo y la sordera en Colombia.
Cabe anotar que tanto INSOR como FENASCOL se dedican a investigar y a formular
proyectos, pero no son directamente quienes educan a los sordos. Para esto existen las
diferentes instituciones educativas, cada una con sus métodos particulares. Entre las más
importantes de las que adoptan la diferenciación del sordo como principio y la educación
bilingüe como objetivo se puede citar el tradicional Instituto de Nuestra Señora de la
Sabiduría, que ya ha sido nombrado en la historia del Sordo en Colombia, y el Instituto
Colombiano de Atención al Niño Sordo.
Nuestra Señora de la Sabiduría, fundado en 1924 y localizado en el sur de Bogotá,
“atiende a niños y jóvenes sordos sin problemas asociados entre 1 y 7 años para el ingreso y
sin edad para el egreso, siendo el progreso individual el único criterio para la capacitación”
(Lasso 2001). Tiene preescolar y primaria completas, secundaria en proceso de aprobación.
El egresado obtiene el título de bachillerato técnico con énfasis en un oficio determinado
(confección, tejidos, ebanistería, metalmecánica, panadería, cerámica). La educación se
imparte según las capacidades de cada uno. Paralelo a la formación profesional se ofrecen
sesiones de audiología, fonoaudiología terapéutica y pastoral.
El instituto se ocupa también de los padres de familia y de la comunidad en general,
principalmente de bajos recursos. Cuenta con talleres y “Escuela de Padres” donde les dan
información para comprender a sus hijos y colaborarles en el proceso de enseñanza-
aprendizaje. A pesar de ser la institución más antigua del país, sus principios han
evolucionado hasta el punto de contar actualmente con una enseñanza basada
La lucha por la reivindicación de los sordos 83
principalmente en la LSC, donde las terapias son algo secundario y adicional a la
educación.
El Instituto Colombiano de Atención al Niño Sordo -ICAL es una institución
educativa de corte completamente diferenciador. Cuenta con un sistema educativo
(materno, preescolar, primaria) en LSC con profesores sordos, para después introducir al
sordo en un bachillerato normal con intérprete. Aplica la visión del sordo como alumno y
no como paciente, pues el año académico va acorde con el sistema educativo normal, no
hay ningún retraso. Vincula a los niños con las asociaciones de sordos para involucrarlos en
la vida de la Comunidad Sorda colombiana desde la infancia. Es uno de los institutos donde
se da más peso a la LSC como lengua materna, y sin embargo muchos de sus alumnos
alcanzan habilidades lingüísticas importantes en cuanto al español escrito.
Pero existen aún muchas instituciones que, aplicando métodos terapéuticos de
oralización, intentan servir como vía de inserción del sordo al sistema educativo regular y
no como instituciones educativas en sí mismas. Establecimientos privados como la
Fundación CINDA, en Bogotá, se encargan de “rehabilitar” al sordo en sus competencias
lingüísticas por medio de terapias. Hace las veces tanto de organismo consultor e
investigador como de ejecutor de las sesiones de terapia. En este tipo de instituciones la
lengua de señas sólo llega a manifestarse en un contexto puramente informal, pues en las
sesiones sólo se usa cuando las demás vías de comunicación fallan. Es nuevamente un
medio y no un fin el emplear la lengua de señas para comunicarse. Incluso a los padres de
familia se les sugiere no comunicarse con sus hijos por medio de señas para forzarlos a
hablar.
La lucha por la reivindicación de los sordos 84
Fundada en julio de 1993, la Fundación CINDA es una organización sin ánimo de
lucro, cuyo objetivo es promover e implementar programas de prevención, detección e
intervención en Bogotá y Colombia para el tratamiento de discapacidades auditivas.
También lleva a cabo sesiones de entrenamiento para padres y familiares del sordo y
programas para alcanzar habilidades orales y facilitar el envolvimiento del niño en la
escuela regular, dándole apoyo y entrenamiento tanto a los niños como a las instituciones
educativas que los acojen. Mediante la habilitación del lenguaje oral y la integración
escolar se pretende mejorar la calidad de vida del sordo. El sordo debe estar integrado a los
colegios regulares para ser incluído y participar activamente en el país.
La labor investigativa de esta fundación difiere de la de INSOR y de la de
FENASCOL porque sus intereses no son tanto pedagógicos ni sociales sino centrados en
aspectos terapéuticos y en encontrar las causas de la sordera para generar programas de
prevención. Para CINDA lo importante es darle a los sordos la oportunidad de hablar. El
proceso de rehabilitación de un niño dura en promedio 5 años, después de los cuales ya se
encontraría en capacidad de insertarse en la escuela regular, claramente a un ritmo más
lento que un niño normal y a una edad mucho mayor, debido al tiempo invertido en las
terapias.
La meta de CINDA es disolver la diferenciación del sordo y sumergirlo en la cultura
oyente mayoritaria a partir de la integración escolar. “Cuando un niño nace sordo –
manifiesta Paola Di Colloredo-Mels (2003), directora de la Fundación - tiene dos caminos a
seguir: el oralismo o el gestualismo. La familia es la que tiene el poder y la responsabilidad
de decidir por él. Hay que tener en cuenta que los que se rotulan en institutos para sordos
rara vez alcanzan el nivel de educación universitario, y muchos se quedan en niveles
La lucha por la reivindicación de los sordos 85
educativos muy bajos mientras que los oralizados pueden fácilmente convertirse en
profesionales.”
Los principios y objetivos de CINDA se pueden sintetizar como su misma directora
lo manifiesta:
Buscamos para ellos [los sordos] un óptimo desarrollo que les permitauna alternativa de integración como garantía de sus derechos, dentro de unasociedad que en el futuro los necesita como seres partícipes de su progreso (...)procurando que cada niño y niña constituya su propio proyecto de vida y que ladeficiencia auditiva se constituya sólo en un peldaño más a superar” (DiColloredo-Mels, CINDA 2003, c.p)
La perspectiva del INSOR y de FENASCOL choca de esta manera con los principios
de fundaciones como CINDA y cada una tiene sus argumentos para defender y plantear
proyectos educativos, pues los primeros abogan por la diferenciación y la segunda por la
integración del sordo en la sociedad nacional. Para los primeros, la sordera es una
diferencia en los canales de comunicación que forja identidades diferenciadas a las que se
les deben respetar sus derechos, mientras para la segunda, la deficiencia auditiva (pues se
evita el uso del término sordera) es una enfermedad que debe ser curada, los que la padecen
deben ser “normalizados” y reinsertados en la sociedad de oyentes. Ambos tienen como
meta la integración del sordo pero de maneras absolutamente distintas.
Es claro que tanto el oralismo como la educación bilingüe están vigentes, no es que
una alternativa sea más “evolucionada” que la otra. Lo importante es ver qué alternativa es
más apropiada para el contexto social colombiano. Y si los mismos miembros de la
Comunidad Sorda abogan por la educación bilingüe y por la LSC como lengua materna, es
porque el camino de la diferenciación es el más conveniente para ellos. Esto es claro en
materia de educación, pues un sordo oralizado invierte el tiempo que normalmente se
La lucha por la reivindicación de los sordos 86
emplea en el aprendizaje escolar regular en terapias de rehabilitación, mientras mediante la
LSC se puede transmitir el contenido curricular regular a las edades apropiadas, y la
comunicación sordo-oyente puede darse fácilmente por medio del español escrito. El
problema es cuando el sordo accede a los niveles superiores de educación, pues no siempre
se tiene el acceso ni la facilidad económica para contar con un intérprete permanente en
clase. Pero esto pasa a ser responsabilidad del Estado, que debe por ley garantizar este tipo
de herramientas para la población sorda en Colombia.
En todo caso, y así no se pueda establecer radicalmente qué método es el mejor- pues
los dos tienen sus ventajas e inconvenientes-, es claro que la integración no es cuestión
solamente de compartir un aula de clase ni de intentar a toda costa que el sordo se
comunique mediante el mismo lenguaje que el oyente, es más una cuestión de aceptación
social y de políticas claras en torno a la diversidad. Si de verdad se quiere lograr una
integración armónica de los sordos en la vida social del país, se debe partir por valorarlos
como seres humanos, tener en cuenta lo que ellos mismos proponen y ser conscientes de lo
que pueden aportar de diferente, de nuevo y de especial al panorama nacional.
La cuestión jurídica: situación y conflictos de los sordos ante la ley
Toda comunidad lingüística tiene derecho a usar su lengua y a mantenerla ypotenciarla en todas las expresiones culturales (Declaración Universal deDerechos Lingüísticos, art.4)
El reconocimiento de la lengua es el primer paso para la visiónsocioantropológica de la identidad sorda (Tovar 2001:47)
El conflicto entre integración y diferenciación tiene una gran repercusión en el
ámbito legal, pues cuando se intenta elaborar una ley que favorezca a todos, los conflictos
entre las dos posiciones frente a la sordera salen a flote y aparecen en ocasiones
La lucha por la reivindicación de los sordos 87
irreconciliables. Este es el caso de Colombia, donde no se ha podido llegar a un consenso
para formular una legislación con la que todos los actores estén conformes.
La Ley 324 de 1996 “por la cual se crean algunas normas a favor de la población
sorda” nació del trabajo de miembros de la Comunidad Sorda, en un trabajo conjunto con
FENASCOL y el INSOR. Con esta ley y con el Decreto 2369 de 1997, que la reglamenta
parcialmente, Colombia se había convertido en el primer país en América, y el cuarto en el
mundo, en el que el gobierno reconoce legalmente una lengua de señas.
Esta ley comienza con una definición de conceptos con relación a los sordos y a la
sordera en Colombia (véase capítulo de definición de conceptos). En seguida, en su artículo
2, plantea que “El Estado colombiano reconoce la Lengua Manual Colombiana como
idioma propio de la Comunidad Sorda del país”. El artículo 3 afirma que “El estado
auspiciará la investigación, la enseñanza y la difusión de la Lengua Manual Colombiana”.
Los artículos 4 y 5 se refieren a la presencia obligatoria de la Lengua Manual en algunas
emisiones televisivas y el apoyo económico obligatorio para estos servicios. El artículo 6 se
refiere a la integración del sordo en el ámbito educativo. El artículo 7 afirma que “El
Estado garantizará y proveerá la ayuda de intérpretes idóneos para que sea éste un medio a
través del cual las personas sordas puedan acceder a todos los servicios que como
ciudadanos colombianos les confiere la Constitución”. Sus artículos 8 y 9 se refieren a la
obligación del Estado de facilitar el acceso a tecnologías especiales para sordos (equipos,
comunicaciones y otros). El 10 establece la vinculación laboral obligatoria de sordos en
ciertas empresas y establecimientos públicos. El artículo 11 ratifica la protección legal para
los padres y acudientes de los sordos y el 12 asevera que el Estado buscará el medio de
ayudar financieramente al cumplimiento de la Ley.
La lucha por la reivindicación de los sordos 88
El Decreto 2369 de 1997, por el cual se reglamentó parcialmente la ley mencionada,
añade el concepto de educación bilingüe para sordos en su artículo 14: "las instituciones
educativas que ofrezcan educación formal de acuerdo con lo establecido en la Ley 115 de
1994, dirigida primordialmente a personas sordas, adoptarán como parte de su proyecto
educativo institucional la enseñanza bilingüe Lengua Manual Colombiana y lengua
castellana".
La intención de esta nueva reglamentación era buscar la igualdad de participación
(en la vida social, política, económica, cultural, científica y productiva), la autonomía
lingüística y el desarrollo integral del sordo, en contraste con la legislación anterior. En
ella, el Título XXIX del Código Civil, en sus artículos 559 y 560, proclamaba que “los
bienes de los sordomudos serán invertidos en aliviar su condición y procurarles educación”,
y en el artículo 1504 se afirmaba que “Son absolutamente incapaces los dementes, los
impúberes y sordomudos, que no pueden darse a entender por escrito. Sus actos no
producen ni aun obligaciones naturales y no admiten caución.”. La expresión “por escrito”
fue después declarada inexequible por la Corte Constitucional, pues iba contra los derechos
de la dignidad humana, los principios de igualdad real y efectiva y el libre desarrollo de la
personalidad. Se concluyó que el hecho de que los sordos se expresen de una manera
diferente no puede dar lugar a afirmar que carecen de madurez volitiva y no se puede
afirmar que son incapaces absolutos.
Esta transformación jurídica apuntaba aparentemente a un triunfo de la Comunidad
Sorda y sus proyectos de integración a partir de la diferencia. Sin embargo, una mujer sorda
educada con el método oralista, María Soledad Castrillón Amaya, quien es abogada juez de
la República, formuló una demanda a esta ley el 26 de febrero de 2002.
La lucha por la reivindicación de los sordos 89
Los argumentos de la demandante desencadenaron toda una discusión en la que
intervinieron actores de diferentes sectores del país y con distintas perspectivas de la
sordera; tanto oralistas como promotores de la LSC se pronunciaron ante la ley, el decreto y
la demanda. Este debate condujo a la expedición de la sentencia C 128-02 de la Corte
Constitucional, donde se declaró inexequible el artículo 2 de la ley, y condicionalmente
exequibles los artículos 3 y 7. Pero la discusión está lejos de acabarse, actualmente los
defensores de la LSC y la Comunidad Sorda intentan reemprender un proceso legal para
reformular los artículos rechazados e incluso hacer que sean incluídos en la Carta Política,
lo que hace que las confrontaciones entre integradores y diferenciadores se manifiesten aún
después de proclamada la sentencia.
El debate gira en torno a ciertos puntos, tanto sobre las corrientes de educación en
general como sobre el estatus de la LSC. La discrepancia se manifiesta principalmente en
cuanto al alcance de la norma, pues en la sentencia se afirma que “si las actuales
discusiones muestran que tanto el lenguaje de señas como la oralidad tienen resultados
exitosos en la rehabilitación de sordos, el apoyo estatal preferente a una sola de esas
metodologías aparece constitucionalmente problemático”.
Para llegar a una solución se necesitaría definir si con esta ley se está imponiendo la
LSC como única forma de educar a los sordos –lo que sería inconstitucional- o si se está
dejando abierta la alternativa del oralismo. Lo que alegan los oralistas es que al dar apoyo a
la LSC se está quitando el apoyo a los métodos de rehabilitación oral, violando de esta
manera los derechos de igualdad, libre desarrollo de la personalidad, garantías a los
disminuídos físicos y derecho de los padres a escoger la educación de sus hijos,
establecidos en la Carta Política. Los promotores de la norma defienden que la Ley no está
La lucha por la reivindicación de los sordos 90
cerrando las puertas a otras alternativas educativas sino proporcionando el apoyo a una
comunidad cuyos derechos como miembros de la nación han sido históricamente
irrespetados.
La demandante alega que la disposición acusada viola los artículos 2, 5, 10, 13, 15,
16, 25, 26, 27, 28, 38, 42, 44, 45, 46, 47, 54, 67, 68, y 93 de la Carta Política. Sus
acusaciones, con el apoyo de los representantes de instituciones oralistas, abordan una gran
diversidad de temas, de los que se mencionarán los más controversiales, frente a los que se
genera un debate entre la integración y la diferenciación.
La acusación principal radica en el hecho de considerar que el apoyo preferencial a
la educación en LSC es excluyente y cierra las puertas y la ayuda económica a la alternativa
de rehabilitación oral, mediante la que tantos sordos han podido integrarse social, educativa
y laboralmente a la sociedad nacional. Se está imponiendo una lengua incompatible con el
castellano, lo que dificulta la inserción del individuo en la sociedad y hace imprescindible
la ayuda de un intérprete, atentando contra la autonomía y la intimidad del individuo, al
mismo tiempo que se presenta un gasto que no todos los sordos pueden cubrir, pues la
posibilidad de pagar un intérprete no está garantizada.
Los defensores de la Ley responden que ésta no está impidiendo ni prohibiendo
ningún tipo de educación para los sordos, pues los padres tienen la libertad de escoger la
opción que consideren más adecuada para sus hijos. Además, sostienen que el lenguaje oral
y el de señas no son incompatibles ni excluyentes, sino complementarios, por lo que las
normas acusadas no están violando los derechos de la población sorda. Tan claro es lo
anterior, que el Decreto reglamentario dispone que las instituciones educativas que atienden
niños hipoacúsicos a partir de rehabilitación oral podrán continuar prestando servicio
La lucha por la reivindicación de los sordos 91
educativo sin ninguna restricción. Además, el artículo 9 prevé subsidios "a las personas
sordas con el propósito de facilitarles la adquisición de dispositivos de apoyo, auxiliares
electroacústicos y toda clase de elementos y equipos necesarios para el mejoramiento de su
calidad de vida", lo que evidentemente está dando cabida a los instrumentos de oralización
en la educación del sordo.
El reconocimiento de la Lengua Manual como idioma propio de la Comunidad
Sorda (artículo 2) es el tópico que genera más controversia. La Corte Constitucional
manifiesta en el fallo que “al reconocer que el idioma propio de la comunidad sorda es la
lengua de señas, y al hacer derivar de ese reconocimiento unas obligaciones a las
autoridades de comunicación en ese lenguaje, en el fondo [la ley] está estableciendo un
idioma oficial, que es distinto a los previstos en la Carta, a saber, el castellano y las lenguas
y dialectos de los grupos étnicos en sus territorios”, y por lo tanto el artículo 2 debería ser
retirado del ordenamiento, por vulnerar el mandato constitucional sobre reconocimiento de
idiomas oficiales. Pero esto ya se había refutado en la discusión:
Del contenido del artículo 10 de la Constitución se deriva que elreconocimiento de un idioma como "propio" de una comunidad nopuede equipararse con su consagración como "oficial". Ese carácteroficial significa que todas las relaciones del Estado con los ciudadanosdeben darse en ese idioma, inclusive a través de los medios decomunicación utilizados por los órganos estatales. Más aún, cuando unidioma es oficial las relaciones jurídicas y todos los actos que de ellasse derivan, y por supuesto aquellos donde participe el Estado, debenadelantarse en ese idioma. La lengua manual se constituye entonces enun apoyo para las personas sordas que por diversos motivos no accedena la oralidad, sin que pueda afirmarse que se desplaza el carácter oficialdel castellano. (Sentencia C 128-02)
El representante a la Cámara Colin Crawford, en contra de la demandante, establece
en la sentencia que el reconocimiento de la LSC como propia de la población sorda
constituye la base legal para que se comiencen a “eliminar los obstáculos de la
La lucha por la reivindicación de los sordos 92
incomprensión en actividades sociales como la educación, la enseñanza, el aprendizaje, la
actividad profesional y el trabajo. Así, esta acción de inconstitucionalidad no está llamada a
prosperar, pues las normas acusadas no elevaron a rango oficial el lenguaje de señas, y su
consagración como lenguaje propio de la comunidad sorda de Colombia sólo intenta que
los limitados auditivos accedan a todos los espacios sin discriminación alguna”.
La demandante afirma que la LSC no puede ser aceptada como idioma propio pues
es un lenguaje “pobre y limitador del conocimiento” y asevera que los sordos educados por
el oralismo llegan a niveles superiores de educación. Con respecto a lo primero, el capítulo
dedicado a la LSC demuestra la capacidad comunicativa de ésta como cualquier otro
lenguaje. Y en cuanto a la educación, defensores de la Ley -como los representantes del
INSOR- afirman que las experiencias de otros países donde se ha educado a la población
sorda en lengua de señas, demuestran que los sordos pueden alcanzar altos niveles
educativos (por ejemplo en Suecia, Finlandia y Estados Unidos).
Otro objeto de discusión en el asunto legal es el de la integración. Para la
demandante “la imposibilidad para los sordos de adquirir el lenguaje oral fomenta su
aislamiento y marginamiento de la sociedad y de su propia familia”. Representantes de la
Fundación CINDA afirman a su vez que los sordos tienen derecho a hablar y entender el
lenguaje de sus padres y familia cercana a través de la oralidad. Y si bien es cierto que si el
individuo sólo se puede comunicar en LSC podría tener problemas en los canales de
comunicación con los oyentes, es precisamente por eso que se está intentando difundir los
programas de educación bilingüe. Lo que produce el aislamiento no es el uso de la LSC en
sí mismo, sino la carencia de competencias en castellano o la falta de un intérprete. De
acuerdo con Ribeiro (2001) “la lengua de señas es una lengua legítima y por ende
La lucha por la reivindicación de los sordos 93
cultural(...) la lengua de señas no obstaculiza el desarrollo del habla y por lo tanto no
bloquea la “normalización”.
El oralismo no garantiza tampoco una integración del sordo a la sociedad
mayoritaria. Si se tiene en cuenta que los sordos han sido vistos históricamente como
personas discapacitadas a quienes es necesario “normalizar” mediante cuidados clínicos, la
estigmatización del sordo como un ser limitado e inferior y la discriminación han
constituido desde siempre barreras para su inclusión en el mundo de los oyentes. Tal vez es
considerándolos como una comunidad con una identidad diferenciada con su propia lengua,
y no como individuos inferiores, que se puede lograr una integración más auténtica a partir
de la diferencia y no de la deficiencia.
Pero el carácter de comunidad lingüística para los sordos es muy discutido a lo largo
de la sentencia. Según el artículo 10° de la Constitución Política conforme al cual "El
castellano es el idioma oficial de Colombia.", siendo la única excepción la de los "dialectos
de los grupos étnicos", que son oficiales únicamente en sus territorios, no sería posible que
“un grupo de colombianos que no configura un grupo étnico tenga un idioma propio
distinto del castellano”, discute la demandante. Y no figura como grupo étnico por no estar
asentada en un territorio determinado. Pero ya se ha visto que la identidad del sordo, lo que
lo hace parte de una comunidad lingüística minoritaria, no radica en un espacio geográfico
determinado sino en una historia de opresión, una lengua común y una identificación con
un grupo que percibe el mundo de una manera distinta y lucha en medio de la sociedad
mayoritaria para satisfacer las mismas necesidades. De acuerdo con esto, se podría
replantear el concepto de etnicidad y aplicarlo al caso de los sordos. De hecho, “los
antropólogos que han estudiado el fenómeno social de la sordera, señalan que ésta daría
La lucha por la reivindicación de los sordos 94
origen a una forma de organización social que técnicamente se ha denominado etnicidad”
(Erting,1994). Este carácter étnico se basa en dos criterios: la naturaleza involuntaria de la
sordera y la cultura de grupo que se expresa a través de un conjunto de normas de
comportamientos y símbolos compartidos. “La cultura que constituye el patrimonio del
grupo se crea, modifica, comparte y mantiene en el transcurso de la interacción entre los
miembros de la comunidad, así como en la relación con otros grupos”. (Adamo, Acuña,
Cabrera y Cárdenas, 1998:9)
Sin embargo, como no se está intentando mediante el artículo establecer la LSC
como lengua oficial sino como lengua propia, la argumentación de la demandante no
tendría efecto alguno para declararlo inexequible. En efecto, la Corte no encuentra
teóricamente incorrecta la Ley, el problema es que sí resulta excluyente si se evalúan sus
consecuencias, dado que si la LSC es considerada idioma propio los recursos financieros
favorecerían sólo a una de las alternativas.
De todos modos, la Corte falló a favor de la demandante y los oralistas, declarando
inexequible el artículo 2 por privilegiar un método educativo cuando todavía no existe un
consenso de su superioridad frente al otro, y por violar el mandato de la Constitución sobre
reconocimiento de idiomas oficiales.
Martha Lucía Osorno, líder sorda de FENASCOL, manifiesta su descontento con la
decisión de la Corte y hace una interpretación muy particular de la visión oralista:
Los sordos y los oyentes que han tenido una educación oralizada, tienenbarreras mentales contra la lengua de señas debido a los prejuicios quese les han inculcado. Hablar, leer y escribir se han consideradoaptitudes imprescindibles para tener un papel en la sociedad. En el casode los sordos, se va contra la lengua de señas por ignorancia, pues sesabe que la educación en un individuo se logra de manera mucho máseficaz si se le permite desarrollar su lengua natural como materna, y el
La lucha por la reivindicación de los sordos 95
castellano como segunda lengua, si es posible. El oyente tiene unavisión superficial de la lengua de señas porque no la entiende. Y lossordos que la atacan es porque se niegan a sí mismos la pertenencia aesa cultura, por el afán de no distinguirse de la cultura mayoritaria. Vencomo símbolo de estatus el expresarse en español, así sea a medias ycon muchos años de esfuerzo.Hoy en día, viendo el evidente fracaso educativo con respecto a lossordos en la oralización, se quiere implementar una educación bilingüereal, no superficial. Es lo mismo que se da en el caso de laetnoeducación para los indígenas: para la preservación de la cultura ylos valores lingüísticos, se necesitan maestros capacitados en las doslenguas y el reconocimiento de la lengua como parte integrante de lacultura.En cuanto al artículo segundo de la Ley 324, es necesario hacer otroproyecto de ley para lograr lo propuesto, para que el Estado garantice laprotección de los derechos del sordo. Se necesita redactar la propuestaen otros términos que no estén propensos a malas interpretaciones. Labúsqueda de estos términos es uno de los proyectos de FENASCOL. Laidea es que la Ley de Sordos entre a ser parte de la Carta Política comoen Venezuela, para que no pueda ser invalidada. Para este fin senecesita mover a la población, tanto sorda como oyente, a que apoyeesta causa mediante votación. En el momento se está ideando la manerade divulgar al mundo de los oyentes todo lo que les pasa a los sordos,pues es una realidad desconocida para la mayoría. Se debe cambiar lamentalidad, la concepción del sordo. Por otra parte, se debe hacer unarecopilación de la historia de la Comunidad Sorda en Colombia, paravalidar la cultura del sordo, y por ende su lengua propia. (Osorno 2003,c.p)
De este debate se desprende la necesidad de tener en cuenta, como ya se ha
elaborado en el capítulo de identidad y en el de las instituciones, que la Comunidad Sorda
no representa a todos los sordos, es un término en el que no se incluyen quienes se quieren
integrar completamente a la cultura del oyente por medio del lenguaje hablado. El problema
legal podría ser resuelto hasta cierto punto con un artículo que aclare que el reconocer la
LSC como lengua propia de la Comunidad Sorda colombiana no está cerrando las
posibilidades de seguir una educación oralista para quienes así lo decidan, sino ofreciendo
la oportunidad a quienes se identifican con la Comunidad Sorda de desarrollarse como un
La lucha por la reivindicación de los sordos 96
grupo minoritario que se integra con la cultura mayoritaria a través de un bilingüismo. Es
necesario ver las contradicciones más bien como alternativas. La Ley no debe ser
excluyente pero sí apoyar un movimiento que pretende resaltar el valor y los aportes que
puede dar una cultura que percibe el mundo desde otra perspectiva.
De esta manera, se deben divulgar las ventajas y desventajas de cada alternativa y
las implicaciones en la constitución del sujeto y la vida social del individuo en cada una de
las maneras de educar. Así se dará paso a una elección más consciente por parte de las
familias de los niños sordos –que en muchas ocasiones ignoran las profundas consecuencias
de cada forma de educación-, lo que desembocará en una mejor relación entre el sordo y el
oyente colombiano.
Un aspecto que sí queda muy claro después de exponer todo este debate es que los
sordos son actualmente protagonistas de su propia lucha en nuestro país, pues fueron ellos
los que formularon la Ley y fue una sorda quien la demandó. En el debate se vieron
involucrados muchos oyentes, pero los sordos siempre tuvieron la palabra. Y esto ya es un
gran paso adelante, pues demuestra que realmente se está avanzando en su proceso de
inclusión. Sean oralistas, o aboguen por el reconocimiento de la LSC, los sordos
colombianos están saliendo poco a poco de la invisibilización en la que históricamente se
han encontrado.
La lucha por la reivindicación de los sordos 97
Conclusiones y perspectivas hacia el futuro
Para los oyentes, asomarnos al mundo de la sordera es como viajar a unlejanísimo país, con un lenguaje y una cultura completamente distinta, sin tenerque salir de nuestra ciudad. ¿Quién no ha fantaseado alguna vez sobre qué sesentiría carecer de un sentido?, ¿cómo sería nuestra percepción del mundo?,¿Cómo nos afectaría personal y socialmente? (compañía mexicana de teatro desordos Seña y Verbo en Smith,1988:3)
A lo largo de este trabajo se establecieron los aspectos generales de la lucha del
sordo por su reivindicación como minoría lingüística, los actores que la emprenden y los
aspectos de los sordos colombianos que necesitan ser divulgados para legitimar su cultura:
la historia, la lengua y la identidad. Pero el trabajo está lejos de ser completado, mientras
más se penetra en el problema de los sordos más cuestionamientos surgen. Se comenzó con
una pregunta de investigación muy específica –definir si la lucha en Colombia ha sido
protagonizada por los mismos sordos o si constituye en cambio una gestión meramente
institucional donde los oyentes toman la palabra-, pregunta que al ser solucionada –dejando
en claro que la Comunidad Sorda en Colombia es actualmente la principal gestora de su
propia lucha- abrió un panorama de conflictos que son hasta ahora muy poco conocidos por
la sociedad en general. Uno de los propósitos del trabajo es, entonces, hacer que más
personas se percaten de la realidad de un grupo social que está luchando contra la
concepción tradicional de la sordera como deficiencia y contra la posición marginal que
históricamente ha ocupado el sordo frente a la sociedad mayoritaria. Pero aún queda mucho
camino por recorrer, el presente estudio puede constituir una especie de ventana y su
divulgación tendría como meta abrir los ojos a los oyentes hacia la problemática actual del
sordo en Colombia para generar un cambio, no sólo en las concepciones sino en las
prácticas sociales.
La lucha por la reivindicación de los sordos 98
Uno de los lemas de la Comunidad Sorda colombiana, manifiesto en la celebración
del ‘Día Mundial del Sordo, 2001’ en Bogotá, ilustra perfectamente la formación de una
comunidad que se está convirtiendo en protagonista de su propia historia y gestora de su
propia lucha, “nada de nosotros sin nosotros” (revista Señales: 7). Esto hace evidente que es
muy difícil estudiar al sordo o proponer alternativas de legislación y proyectos de
educación apropiadas desde la visión del oyente. Pero para aproximarse a concebir los
problemas desde la perspectiva de los sordos se necesitaría mucho tiempo de inmersión en
su lengua y su cultura. Por esto, y para evitar imprecisiones o juicios errados, además de la
aproximación a la Comunidad Sorda colombiana -a través de investigación en las
instituciones, observación, entrevistas y un curso de LSC-, este trabajo se sometió a la
evaluación y revisión ocasional de una persona sorda, Martha Lucía Osorno, presidenta del
consejo directivo de FENASCOL.
Como se ha podido ver a lo largo del desarrollo de este trabajo, en el contexto
contemporáneo, la sordera –al igual que la mayoría de objetos de estudio- ya no es un tema
de dominio exclusivo de la medicina o la fonoaudiología. Cada vez más lenguajes distintos
van a intervenir en las discusiones alrededor de los sordos y la sordera, tratándose de un
grupo humano. Esto, en parte porque se ha comprendido la complejidad del tema, y en
parte porque ya no existen los objetos de estudio como propiedad exclusiva de cada
profesión, estos son independientes, y cada disciplina se acerca al objeto desde sus
principios y perspectivas y lo aborda desde su lenguaje particular. Así como la sordera se
puede abordar desde una visión clínica, lingüística, jurídica o educativa, se puede abordar
también desde la antropología -concentrándose en los procesos de constitución de
identidad, que están estrechamente relacionados tanto con el campo biológico como con el
La lucha por la reivindicación de los sordos 99
sociolinguístico y tiene repercusiones tanto en los ámbitos jurídicos como educativos- o
desde los denominados Estudios Culturales - haciendo referencia a la lucha del sordo en
cuanto a relaciones de poder y conocimiento, multiculturalismo, ideologías dominantes,
discursos hegemónicos, prácticas de resistencia (Skliar y Lunardi, 2000) y empoderamiento
(Muñoz Baell y Ruiz, 2000)-. De acuerdo con Martín-Barbero (2003) existe una necesidad
de desbordar los saberes especializados hacia la meta de generar un tipo de conocimiento
que se haga cargo de la multidimensionalidad de los problemas actuales. La concepción de
un problema debe abordarse desde la transdisciplinariedad, pues un saber no se puede
apropiar de fragmentos de la realidad, dado que ésta no es en sí misma fragmentada.
Al terminar este trabajo queda la sensación de haber planteado un problema
inminente para la resolución de los conflictos en un futuro. Se ha demostrado que el
problema de la lucha de los sordos no sólo concierne a la identidad sorda en sí misma sino
también a su construcción con respecto a la identidad oyente y las relaciones entre los
diferentes individuos y grupos sociales. Con razón dicen los sordos que “no sufrimos por
causa de nuestra sordera sino por la manera como otros nos tratan como resultado de
nuestra sordera” (Mottez, 1995: 35).
Si se tiene en cuenta la problemática del sordo en el contexto multicultural
colombiano con ánimo de generar cambios reales, se deberá tener también presente que lo
primero que hay que restablecer es el diálogo entre el sordo y el oyente, y entre los mismos
sordos que sostienen diferentes ideologías: “El pluralismo cultural no descansa en la
diferencia sino en el diálogo de las culturas y en el reconocimiento por parte de cada una de
ellas de su parentesco con las otras (...). Puede haber una comunicación entre culturas si
cada una reconoce en las otras una intención de cultura” (Touraine, 1995:21-22). Pero éste
La lucha por la reivindicación de los sordos 100
tiene que ser un diálogo que logre una comunicación efectiva desde la igualdad, pues “las
personas sordas son discapacitadas más a causa de las transacciones con el mundo oyente,
que a causa de la patología de su trastorno auditivo” (Muñoz, Baell y Ruiz, 2000:41).
Lo que hace difícil la construcción de un diálogo en este caso es la brecha entre la
visión del mundo de sordos y oyentes - o entre sordos oralistas y los que defienden la
identidad sorda -, que puede aparecer como irreconciliable, es fruto de toda una historia de
discriminación que separa a los unos de los otros y desemboca en profundos conflictos en
el presente. Pero para intentar cerrar esta brecha y construir relaciones más armónicas entre
sordos y oyentes, se puede adoptar la posición de Washabaugh (1981), quien concluye que
los conflictos con respecto al tratamiento y la concepción de la sordera y las relaciones
negativas entre sordos y oyentes tienen su raíz en la distorsión de la comunicación entre los
dos grupos, provocada por malentendidos y lecturas erróneas de los mensajes, que resultan
en rechazo al otro y desconfianza en su sistema comunicativo. Y la recurrencia de esta
comunicación distorsionada ha llevado históricamente a una tipificación del otro como no
confiable o incompetente, lo que da lugar a estigmas o estereotipos negativos, tanto del
oyente hacia el sordo como del sordo hacia el oyente, tanto del defensor de la identidad
sorda hacia el oralista como viceversa. Todo esto perjudica el acuerdo entre estos dos
grupos con respecto a asuntos específicos como el legal o el de las políticas de educación.
Sólo cuando se trata de establecer un diálogo con la cultura que se está estudiando
es que ésta aparece en toda su complejidad. A partir de la experiencia personal a raíz de
este trabajo, las barreras de comunicación oyente-sordo - es decir, entre lenguajes viso-
gestuales y lenguajes orales- se hicieron más que evidentes. A la hora de entrevistar
personas sordas no dejaba de haber cierta tensión en cada una de las partes por hacerse
La lucha por la reivindicación de los sordos 101
entender y por entender lo que se estaba diciendo, ya fuera oralmente (donde el
entrevistador tenía la ventaja), en LSC (donde el sordo tenía una ventaja inmensa, dado que
se estaba comunicando con una entrevistadora con conocimientos muy básicos) o con la
ayuda de un intérprete. En el último caso, la presencia de esta tercera persona disuelve
hasta cierto punto las tensiones de la interacción, pues constituye un mediador no sólo entre
palabras sino entre sistemas completamente diferentes de comunicación, producto de
percepciones de la realidad muy distintas. Esto constata que la diferencia de los sordos no
radica solamente en una característica física y que vale la pena dejar que el proceso de
diferenciación cultural de los sordos apunte hacia un cambio efectivo en su papel en la
sociedad.
Como se puede ver, hasta en el simple acto de conversar, las relaciones entre sordos
y oyentes se inscriben en mecanismos de poder, donde los dos tipos de comunicación se
encuentran en una competencia permanente. Esto es lo que ha llevado históricamente al
desprestigio de los sordos y las lenguas de señas por un lado y, por el otro, a la formación
de grupos de sordos que se manifiestan contra la opresión negándose a aprender el español.
Ninguna de estas posiciones favorece el diálogo, y en vez de atentar contra las estructuras
de dominación las están perpetuando.
Sin embargo, el poder-sobre no es la única opción existente. Elempoderamiento puede también entenderse como poder–para, quealude al poder como sinónimo de capacitación – es decir, la necesidadde incrementar la capacidad de toma de decisiones de las personas -.También puede aludir a poder–con, que remite a la idea de que la gentese siente más poderosa cuando está organizada y trabaja persiguiendoun mismo objetivo; en este sentido, el poder–con promueve elfortalecimiento de las organizaciones, las redes sociales y las alianzas.Finalmente la transferencia de poder puede entenderse también comopoder–adentro, que se basa en el incremento de la autoestima, laautoaceptación y el auto-respeto de las personas. (Muñoz Baell y Ruiz,2000:43)
La lucha por la reivindicación de los sordos 102
Es este cambio en el empleo de la noción de poder el que debe ser asimilado para
acabar con la discriminación del sordo de manera auténtica y definitiva y lograr un
verdadero diálogo para llegar a soluciones conjuntas en el futuro. De esta manera el
conflicto con respecto a la Ley 324 podría ser solucionado y se llegaría a redactar una ley
incluyente que apunte a una verdadera integración (no en el sentido de asimilación sino en
el de inclusión) del sordo tanto en el ámbito educativo como en el laboral, cultural y social.
Pero para lograr esto tiene que darse primero un proceso de horizontalización de las
relaciones sordo-oyente, a partir de un empoderamiento del sordo que genere cambios “de
abajo hacia arriba (de la comunidad a quienes toman las decisiones)” (Muñoz Baell y Ruiz,
2000:43), es decir, partiendo de las acciones concretas de los sordos –por ejemplo mediante
la gestión en las asociaciones y federaciones como prácticas de resistencia-, pero también a
partir de un cambio en la mentalidad de los oyentes con respecto a los sordos. Como bien
lo muestran las estadísticas (véase capítulo sobre población sorda, p. 28), por más que se
avance en materia de educación para sordos, y muchos de éstos puedan acceder a niveles
educativos superiores, la discriminación permanece y se ve reflejada en la poca aceptación
del sordo en la vida laboral y social del país. Desde que no se dé la horizontalización en las
relaciones sordo-oyente, acabando con el llamado oyentismo - “prácticas discursivas y
dispositivos pedagógicos colonialistas, donde el ser/poder/conocer de los oyentes
constituye una norma, no siempre visible, a partir de la cual todo es medido y
juzgado"(Skliar y Lunardi, 2000:8)- el cambio no podrá materializarse en el
reconocimiento de los sordos como grupo cultural minoritario.
Si bien se ha utilizado el término identidad sorda para referirse al grupo minoritario
en cuestión, no debe olvidarse que dicha identidad no constituye un bloque homogéneo y
La lucha por la reivindicación de los sordos 103
estático con características uniformes que al conocerlas permiten acceder completamente a
su cultura. Como cualquier otra identidad, “Hablar de identidad sorda significa referirse a
identidades construidas en un proceso histórico y verlas siempre en permanente proceso de
construcción y reconstrucción” (Skliar, 2000:13). Por esto se debe adoptar una visión
dinámica e inmersa en el contexto nacional de la cultura sorda colombiana, nunca se llega
a una versión definitiva de ésta.
Un fenómeno que muestra el dinamismo de la identidad sorda es que las
comunidades sordas han sufrido las transformaciones que el contexto contemporáneo
impone sobre muchos grupos sociales alrededor del mundo. Los sordos han comenzado a
construir y formar parte de comunidades globalizadas, desde las más formales (como la
Federación Mundial de Sordos, donde los países más desarrollados se comprometen a
cooperar en la lucha de los países en desarrollo) hasta las más espontáneas -existen foros
cibernéticos y comunidades virtuales de sordos donde se da un intercambio permanente de
información e ideas de toda índole-. En el espacio virtual los sordos encuentran un lugar de
empoderamiento pues, siendo el visual el principal canal de comunicación, no se
encuentran en desventaja frente a los oyentes. Los miembros de estas comunidades sordas
virtuales aprovechan este espacio para promover desde una posición de horizontalidad
frente al oyente sus ideas diferenciadoras y su agenda política. Transformaciones como ésta
en las comunidades de sordos pueden constituir un gran paso adelante en la conformación
de identidades sólidas con las que se logre establecer un diálogo que respete la igualdad en
medio de la diversidad.
Así como las concepciones del sordo y la sordera han modificado históricamente
las prácticas, la relación teoría-práctica no es unidireccional. Para Foucault (1966/1969) las
La lucha por la reivindicación de los sordos 104
prácticas pueden hacer posibles las teorías, pues constituyen la consolidación de sus
nociones. Queda entonces una posibilidad abierta para el presente y el futuro: la concepción
de los sordos como minoría se está difundiendo con éxito dentro de algunos círculos, pero
las prácticas se han quedado en ocasiones relegadas por concentrarse tanto en la discusión
teórica. Con un cambio inducido en las prácticas sociales –que ya se está dando en
Colombia a partir de la conformación de una Comunidad Sorda con una agenda política
clara- se hará mucho más fácil un cambio en lo formal, en lo que rige la teoría, es decir en
la ley. Sólo de esta manera el cambio puede ser real y los preceptos de respeto a la
diferencia que promulga la Constitución colombiana se formalizarán legalmente y se
traducirán en una mejor calidad de vida para el sordo colombiano.
La lucha por la reivindicación de los sordos 105
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