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El análisis del ente y el constitutivo de la persona en el tomismo del siglo XX Varios trabajos relativamente recientes han hecho aparecer de vez en vez claramente que las tesis metafísicas, las más fundamentales de santo Tomás de Aquino han hecho el objeto, todo particularmente desde los años treinta del siglo XX. Interpretaciones no sólo divergentes, sino también contradictorias 1 . O la cultura de inspiración católica a sido marcada , al curso del mismo periodo, por un fuerte interés hacia la ontología de la persona, lo que explica bastante en los contextos de ideologías deshumanizantes, que se trata de totalitarismos y relativismo de hoy. Hay que esperar a eso que los tomistas han desarrollado concepciones bastante diferentes de la persona, y es precisamente este tema el que quisiéramos tratar en este estudio. Además de las quaestiones sobre la persona de santo Tomás 2 , aquellas reconocen un alcance normativo, la especulación tomista sobre esta problemática se apoya inicialmente su inspiración, al siglo XX, a dos fuentes fuertemente alejadas una de la otra. La primera se encuentra en las dos tradiciones interpretativas que se volvieron canónicas en la Orden de Predicadores, aquella de Juan Cabrol alias Capréolus, y aquella de Thomas de Vio alias Cajetano, cuyas tesis han sido formalizadas y vehiculadas por los tratados y manuales de metafísica o de teología desde el Renacimiento hasta la Neoescolástica 3 . La otra fuente coincide con el personalismo contemporáneo, por la cual la atención de la filosofía debe focalizarse de aquí en adelante sobre la persona, en la doble 1 Cf. G. Prouvost, Thomas d’Aquin et les thomismes, Essai sur l’histoires des thomismes; G. Ventimiglia, Differenza e contraddizione, 6-45. 2 Cf. THOMAS D’AQUIN, sobre todo Commentarii in quattuor libros sententiarum [en adelante: Scriptum] I, d. 23; Summa theologiae [en adelante: ST] I, q. 29; III, q. 2. a. 2 et 3; Quaestiones disputatae De Potentia [en adelante: De Potentia], q. 9, a. 1 a 3; Quaestio disputata De Unione Verbi incarnati [en adelante: De Unione], a. 1. 3 Para un ejemplo típico de esta formalización, ver R. GARRIGOU-LAGRANGE, De Christo Salvatore, 103-124.

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El análisis del ente y el constitutivo de la persona en el tomismo del siglo XX

Varios trabajos relativamente recientes han hecho aparecer de vez en vez claramente que las tesis metafísicas, las más fundamentales de santo Tomás de Aquino han hecho el objeto, todo particularmente desde los años treinta del siglo XX. Interpretaciones no sólo divergentes, sino también contradictorias1. O la cultura de inspiración católica a sido marcada , al curso del mismo periodo, por un fuerte interés hacia la ontología de la persona, lo que explica bastante en los contextos de ideologías deshumanizantes, que se trata de totalitarismos y relativismo de hoy. Hay que esperar a eso que los tomistas han desarrollado concepciones bastante diferentes de la persona, y es precisamente este tema el que quisiéramos tratar en este estudio.

Además de las quaestiones sobre la persona de santo Tomás 2, aquellas reconocen un alcance normativo, la especulación tomista sobre esta problemática se apoya inicialmente su inspiración, al siglo XX, a dos fuentes fuertemente alejadas una de la otra. La primera se encuentra en las dos tradiciones interpretativas que se volvieron canónicas en la Orden de Predicadores, aquella de Juan Cabrol alias Capréolus, y aquella de Thomas de Vio alias Cajetano, cuyas tesis han sido formalizadas y vehiculadas por los tratados y manuales de metafísica o de teología desde el Renacimiento hasta la Neoescolástica3. La otra fuente coincide con el personalismo contemporáneo, por la cual la atención de la filosofía debe focalizarse de aquí en adelante sobre la persona, en la doble dimensión del sujeto que se revela a él mismo gracias a su actividad, y del “yo” que no es él mismo en tanto que él se da a un “tú” diverso que él: se habrán reconocido las tesis centrales del “personalismo dialógico” puesto en obra por Buber y Lévinas4. La reflexión crítica sobre estas dos fuentes y sobre el texto tomista a dado lugar a tres grandes análisis metafísicos de la persona:

1. Para los autores más numerosos y más variados que han podido suponer de principio, la doctrina de Cajetano no ha perdido nada de su pertinencia. La persona es constituida tal gracias a la “subsistencia” que cierra la naturaleza racional sobre ella misma, y la hace así capaz de existir en ella misma, y, por esta razón, de entrar en relación con los otros existentes.

2. Según una amplia corriente de pensamiento que quiere integrar el método trascendental o bien el cuestionamiento fenomenológico, es necesario de

1 Cf. G. Prouvost, Thomas d’Aquin et les thomismes, Essai sur l’histoires des thomismes; G. Ventimiglia, Differenza e contraddizione, 6-45.2 Cf. THOMAS D’AQUIN, sobre todo Commentarii in quattuor libros sententiarum [en adelante: Scriptum] I, d. 23; Summa theologiae [en adelante: ST] I, q. 29; III, q. 2. a. 2 et 3; Quaestiones disputatae De Potentia [en adelante: De Potentia], q. 9, a. 1 a 3; Quaestio disputata De Unione Verbi incarnati [en adelante: De Unione], a. 1.3 Para un ejemplo típico de esta formalización, ver R. GARRIGOU-LAGRANGE, De Christo Salvatore, 103-124.4 A. LOBATO integra brillantemente este “ser por otro” de la persona en La dignità della persona umana, Privilegio e conquista, notablemente 118-136. Este fue también un tema de predilección para J. DE FINANCE, por ejemplo en su tratado De l’un et de l’autre, Essai sur l’altérité.

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refundar la metafísica y de pensar de aquí en adelante el ser a partir del hacer. En esta perspectiva, la persona será concebida como la autoposesión dinámica y ontológica de sí, es decir, como subjetividad en sentido pleno.

3. Un tercer grupo se ha aplicado a redescubrir el esse tomista, respondiendo a la vez la debilidad formalista que ha hecho Cajetano y la devaluación dinamista a la cual arriesga de someter un acercamiento demasiado apresurado con la modernidad. Se trata de comprender la persona creada como el sujeto constituido por la recepción del acto de ser en una esencia parcialmente o totalmente espiritual.Nosotros queremos exponer los grandes ejes de cada una de estas tres aproximaciones para liberar los presupuestos ontológicos. Esta búsqueda nos permitirá proponer, en una cuarta y última parte, una evaluación.

I. La personalidad como modo de subsistencia

Fue solamente cuando llego al hecho de su carrera intelectual, en el marco cristológico de su comentario sobre la IIIa pars, que Cajetano elabora una metafísica de la persona destinada a perdurar hasta nuestros días, a pesar de todas las revoluciones culturales que debió afrontar el tomismo desde entonces5. Su doctrina reposa sobre la distinción entre haec humanitas e hic homo. “Esta humanidad”, es tal naturaleza humana individual, aquella de Pedro o aquella de Jesús, que yo puedo indicar gracias a un pronombre deíctico, pero en la cual yo ignoro si ella existe en ella misma o en otra. ”Este hombre” en revancha, es tal sujeto o supuesto, cuya naturaleza no es solamente individuada, sino también subsistente, de tal suerte que ella existe o que ella es capaz de existir en ella misma. Para Thomas de Vio. Esta subsistencia de subsistente requiere una entidad metafísica particular:

Tota vis rationis consistit in hoc, quod constitutivum rei in hoc quod et esse per se primo susceptivum entitatis realis, oportet esse realitatem aliquam: sed hic homo in hoc differt ab hac humanitate , quod claudit in se aliquid quod est per se primo susceptivum alicuius entitatis realis repugnantis huic humanitati: ergo claudit in se realitatem constitutivam in esse quod differt ab hac humanitate. Sed non differt nissi in esse personali, quo hic homo est hypostasis sive persona, haec humanitas non. Ergo personalitas huius hominis addit aliquam realitatem intrinsece constitutivam personae humanae, supra hanc humanitatem6.

Cómo él llega frecuentemente, Cajetano recurre a un lenguaje tan técnico, que se vuelve un poco críptico; también nosotros debemos explicar su propósito. Haec humanitas significa una quididad individualizada, es decir, la “realidad” formal común a todos los hombres (substancia segunda, compuesta, viviente, sensitiva, racional) a la

5 Sobre la doctrina de Cajetano en cuanto al constitutivo de la persona, cf. U. DEGL’INNOCENTI, Il problema della persona nel pensiero di S. Tommaso, 43-57; E. FORMENT, Ser y persona, 197-210 y 386-391; J. HEGYI, Die Bedeutung des Seins, 141-148; y sobre todo G. DE TANOÜARN, Cajétan, le personnalisme intégral, ch. 3, 210-275.6 CAJETANO, In Summa theologiae III, q. 4, a. 2, n. VII, 75b-76a.

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cual se agregan las notas individuantes que la restringen a ésta humanidad. Porque ella releva exclusivamente de la esencia, “esta humanidad” no puede recibir ningún predicado extraño a la quididad o a la individualidad, como lo serían por ejemplo la relación predicamental de filiación o bien la existencia. En ese sentido preciso, la naturaleza humana individual, considerada en su pura constitución esencial, incluye ciertamente la singularidad, pero ella excluye todo aquello que no forma parte de la humanidad a titulo quiditativo o individual. Todo al contrario, hic homo, denota el sujeto de naturaleza humana individualizada, en tanto que el recibe la atribución de sus accidentes propios y predicables , luego, sobre un registro superior, aquel de la existencia gracias a la cual él es puesto fuera de la nada y de sus causas. En breve, “este hombre” agrega a “esta humanidad” la capacidad de poseer en propio los accidentes y la existencia. O esta capacidad no se identifica a ninguna de las instancias que ella enlaza, porque ella no releva propiamente ni de la esencia substancial, ni de la forma accidental, ni de la efectuación existencial. Por consiguiente, la diferencia entre la humanidad individualizada de una parte, y el hombre que es sujeto de la existencia y de sus accidentes de otra parte, requieren de una entidad mediana, la personalitas o subsistentia, gracias a la cual, la esencia individual es constituida en persona, es decir, en suposito de naturaleza espiritual.

Bien que ella sea “real”, a los sentidos o ella es anterior a la consideración del intelecto, la subsistencia no deja de ser una entidad del todo particular. En efecto, ella no es una forma, porque ella no agrega ninguna determinación formal actual a la esencia substancial individuada, pero ella no es además un acto, porque ella no actua nada en la esencia, y que ella es otra que la existencia en acto.Cajetano explica esta originalidad ontológica de la subsistencia describiéndola como “terminus ultimus, ac ut sic purus, naturae substantiae”7: ella termina últimamente la naturaleza substancial porque ella la hace pasar del estatuto de acto formal especifico , al cual no puede agregar nada, a aquel del sujeto, que podrá recibir la actuación ulterior de la existencia y de los accidentes; y este termino es puro, porque él no ejerce ningún tipo de causalidad sobre la naturaleza que él termina8.

La ontología de la persona, y más ampliamente del suposito creado, reposa así sobre un sistema con tres componentes, donde cada uno es realmente otro que los otros dos: la esencia, por la cual la persona o la cosa es aquello que es; el esse, en virtud del cual ella es o existe; y la subsistencia, gracias a la cual ella es un sujeto que es. A la raíz de esta ternaridad, hay heterogeneidad de la esencia y del esse, que Cajetano a profesado desde su comentario sobre el De ente et essentia, y que siempre ha sostenido por lo siguiente: “del mismo modo que hay otros dosel ser de esencia y el

7 Ibidem, n. X, 76b.8 Ver ibídem, n. X, 76b. “ Quod autemtertio addi, ut sic purus, ad maiorem explicationem, non ad necessitatem oppositum est: ad instruendum novitios quod terminare, ut terminare, nullam dicit causalitatem; et explanandum quod personalitas, ut terminans naturam, nullam causalitatem dicit respectu naturae terminatae; ita quod non solum est extra genera causarum extrinsecarum, sed etiam extra causas intrinsecarum; quoniam nec in genere causae formalis, nec in genere causae materialis se habet ad naturam, sed ut terminus eius”.

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ser de existencia, del mismo modo hay dos realidades, la realidad de la esencia y la realidad de la existencia”9. El ser de esencia es la pura consistencia formal que corresponde a un predicado quiditativo, y que ciertamente es susceptible de existencia, pero que es de entrada y por sí un cierto “alguna cosa” debajo de la existencia. En oposición, el ser de existencia es aquello por el cual el ser de esencia existe formalmente fuera de sus causas y se encuentra así puesto en la “naturaleza de las cosas”, es decir, en el universo. El primer ser, el esse essentiae es sin duda una potencia en relación a lo segundo, es decir, al esse existentiae, y es esta misma potencialidad que permite de distinguir la esencia del puro ser de razón; pero el punto capital, es aquí que la esencia no es directamente potencia de ser, porque, todo al contrario, la esencia debe comprenderse como una cierta actualidad formal10. Para que el ser de esencia no solamente acceda al ser de existencia, sino sobre todo lo reciba como suyo, es estrictamente necesario que la esencia, que por sí es solamente un cierto acto formal, sea constituido potencia inmediata de la existencia, es decir, de su propio acto existencial. Es precisamente en esta disposición próxima de la esencia a la existencia que consiste formalmente el modo terminativo de subsistencia. Gracias a esta instancia mediana, la actualidad formal de esencia deviene un suposito, o una persona si ella es de naturaleza racional, de tal suerte que ella subsiste, es decir que ella es entonces el sujetode su propia actualidad existencial y de sus formas accidentales.

Hay que insistir sobre la coherencia de esta doctrina: si la perfección originaria de la substancia creada realmente proviene de la esencia y de la existencia como de dos actos subordinados, pero irreductibles, un medio termino unitivo se impone. El análisis del ente subsistente abre luego necesariamente sobre una tricotomía, que nosotros reencontramos sin sorpresa al siglo XX con los tomistas por los cuales la refutación de filosofías nominalistas o existencialistas exige que la esencia posea una consistencia ontológica autónoma, como por ejemplo Tomas Tyn11, o todavía Michel

9 CAJETANO, In De ente et essentia Divi Thomae Aquinatis commentaria, ch. V, q. 12, ad 4m, 158: “sicut esse est dúplex scilicet existentiae et essentiae, ita dúplex est realitas essentiae et existentiae, et licet nulla res componat cum sua realitate, tamen cum hoc stat, quod componat cum realitate existentiae ; unde essentia hominis absolute in realit praedicamento, substantiae scilicet, reponitur: posita autem in rerum natura fit realis realitate existentiae”.10 Este “pensamiento del ser en parte doble” ha sido bien puesto en evidencia por G. DE TANOÜARN, Cajétan, Le personnalisme intégral, 254-255: “al contrario, la esencia y la existencia son dos totalidades en sí, la esencia es potencia por relación a la actualidad del esse. Ella es potencia receptora del esse, pero ella no está en potencia de este esse, como la materia está en potencia de la forma. Se puede poner el mismo problema de otro modo: la materia desea la forma como lo femenino desea lo masculino, notó Aristóteles al principio de la Física. Al contrario, no hay en las esencia ningún deseo de ser, el ser es bien de otro orden que la esencia, que no aspira por ella misma, sino únicamente por el libre deseo de Dios creador”.11 Cfr. T. TYN, Metafisica della sostanza, 841: “El subsistir compete a la forma que mediante la subsistencia, en el termino suposicional, recibe el ser. En la substancia finita hay una triplice dimensión: el suposito terminante la forma (la esencia) y el ser

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Louise Guérard des Lauriers12. Para estos autores, la personalidad no es nada otra, formalmente, que la subsistentia de una naturaleza intelectual creada, la cual no difiere, en tanto que tal, de aquellas naturalezas inferiores. Resulta que su interés se concentra, cuando estudian la persona humana, en principio sobre nuestra naturaleza específica, luego sobre su subsistencia y que ellos rechazan toda definición de la personalidad creada por la relación hacia otros, que debe restar un privilegio de Personas Divinas13como lo nota en algún otro lugar justamente santo Tomás14. En total, la persona existente- Pedro o Pablo- consiste en la síntesis de tres instancias ontológicas: la naturaleza humana y sus propiedades, en el orden de la esencia; el esse, en el orden de la existencia; y de la subsistencia, modo substancial que une los dos ordenes.

En la carta del texto cajetano, y además todavía cerca de sus continuadores neoescolásticos, este sistema puede parecer extremadamente formal. No contiene menos virtualidades de relectura existencial, que Jacques Maritain se apegó a explicitar con brío. Como cada uno lo sabe, el existencialismo de los años cuarenta y cincuenta focalizan su atención sobre el sujeto y su obrar libre, se oponen por ahí también al esencialismo presuntamente del pensamiento griego y medieval, que al idealismo de inspiración kantiana que reinó en maestría en la filosofía universitaria de antes de la guerra. Para el filósofo de Meudon, la eminencia del esse que caracteriza la metafísica tomista le permite de asumir el primado del existente revindicado por el existencialismo, y el realismo del sujeto subsistente que ella profesa debe aclarar las profundidades de la subjetividad que Søren Kierkegaard (tradujo en aquellos años), Gabriel Marcel, y algunos otros, entendieron explorar15.

que la esencia recibe en su suposito y por su trámite. En toda la entidad finita difiere el ser de la esencia y, por consiguiente, el sujeto recibiente el ser y dispone la esencia a tal recepción de la misma esencia que ello así dispone”.

12 Cfr. M.-L. GUÉRARD DES LAURIERS, “La struttura ternaria dell’ente creato” 443-479.13 Ver a este propósito G. CAVALCOLI, “Sostanza e persona in Tomas Tyn”, 163-173.14 Cfr, THOMAS D’AQUIN, Summa theologiae I, q. 28, a. 4, ag 4: “persona in hominibus et angelis non significat relationem, sed aliquid absolutum”. Este principio es confirmado en la respuesta a la objeción, Ibid. Ad 4: “[…] licet in significatione personae divinae contineatur relatio, non autem in significatione angelicae personae vel humanae”. Sobre la imposibilidad de proyectar sobre la persona humana la teología de las relaciones subsistentes, cf. C. DE BELLOY, “personne divine, personne humaine selon Thomas d’Aquin: l’irréductible analogie”, 163-181.15 A este propósito ver por ejemplo J.MARITAIN, Court traité de l’existence et de l’existant, 65: “En razón misma del existencialismo (del intelectualismo existencialista) de esta filosofía [la filosofía tomista], la noción de sujeto juega un rol capital , nosotros podemos decir que los sujetos tienen todo el lugar en el universo del tomismo, en ese sentido que para el tomismo los sujetos solos existen, con los accidentes que ahí inhieren y la acción que emana y las relaciones que los sostienen entre ellos; no hay más que sujetos individuales que ejercen el acto de existir”.

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Es en la segunda redacción de un anexo de los Degrés du savoir, reeditados en Princeton en 1954, que nuestro autor desarrolla de la manera más técnica su concepción de la subsistencia, y por tanto de la persona, él apoya todo su análisis sobre la ontología dual que él impronta a la tradición de Cajetano, y que resulta la substancia creada en dos actos originarios:

La esencia es potencia por relación a la existencia, al acto de ser, que es el acto y la perfección por excelencia. La esencia es forma o acto en un cierto orden (el orden de la especificación), pero potencia o capacidad en otro (el orden del ejercicio) o por relación al esse. Entre la esencia y la existencia , hay una relación análoga a aquella que nosotros constatamos entre la inteligencia y el acto de intelección16.

En ella misma, la esencia es pues un acto formal en potencia cara a cara de el esse comprendido como existencia; y, en razón misma de la analogía con el acto intelectivo, la existencia es concebida como un ejercicio de ser especificado por la esencia, de la misma manera que la intelección es un ejercicio de la facultad intelectual, especificada por la especie inteligible. O si la esencia determina eso que la cosa es, ella no es ni por ella misma, ni por la sola virtud de el esse un sujeto que es. Para que el ente creado sea verdaderamente un sujeto, y no la simple efectuación de una esencia substancial, hace falta que ejerza la existencia como suya. La subsistencia es así, para el Maritain de la plena madurez, la instancia ontológica gracias a la cual la esencia substancial es constituida sujeto de su propio acto de ser:

[…] siendo potencia al esse, la esencia como tal suficiente por lo mismo a limitar, apropiar o circunscribir a ella misma la existencia que ella recibe (por aporta el sujeto). Pero para ejercer la existencia se necesita otra cosa además de la sola esencia, hace falta el suposito o la persona, actiones sunt suppositorum, las acciones revelan los supositos, y en particular y por excelencia el acto de ejercer la existencia, hace falta que la esencia sea completada por la subsistencia y se convierta en suposito17.

Ejerciendo la existencia, que le da su actualidad real primera en tanto que substancia creada, el suposito es igualmente apto a ejercer como suyos todos los actos segundos que le convienen en tanto que causa creada. A este punto, la doctrina de Maritain integra y excede las exigencias formuladas por las filosofías existenciales. En efecto, cuando la subsistencia termina una naturaleza humana individual, ella es de hecho un sujeto donde toda la intencionalidad cognitiva, afectiva y productiva, procede, y hacia la cual la reflexividad concomitante a esta misma intencionalidad regresa. La persona es así consciente de ella misma no solamente como de un yo cognoscente y operante, sino sobre todo como de un sujeto donde la sobreexistencia intencional se enraiza en la existencia real, y encara a otros supositos y otras personas. En breve, Maritain se esfuerza por reconciliar la filosofía del ser y la filosofía de la conciencia, con ayuda de la tricotomía heredada de Cajetan: la esencia individual

16 J. MARITAIN, Les Degrés de savoir, Annexe IV, Seconde rédaction, 1044.17 Ibidem, 1045.

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funda la identidad estructural de la persona; la existencia substancial y las existencias accidentales o operativas la hacen presente al mundo en un sentido fuerte; y la subsistencia unifica sus actos formales y existenciales en una subjetividad que se posee ella misma18.

II. La personalidad como conciencia de sí.

Para toda la tradición en la cual se inscribe Maritain, a filosofía nació con la cuestión sobre las causas del ente material. Numerosos filósofos católicos, a lo largo de los últimos ciento cincuenta años, han estimado que, después de Descartes y Kant, el initium philosophandi debe ser transferido del mundo hacia la conciencia, porque sólo la operación humana es inmediatamente accesible, y por tanto absolutamente evidente19. Parece que inmediatamente este postulado genera una cercanía a la persona fuerte diferente de la precedente, y es ahí que nosotros queremos mostrar aquí a partir de un autor particular, el Padre Johannes Baptist Lotz S.J, que fue uno de los más brillantes representantes del “tomismo trascendental”20.

De modo coherente con el método trascendental, este autor a contruido de entrada su metafísica a partir de las condiciones de posibilidad del juicio, que es el acto alrededor del cual converge toda la vida de nuestra inteligencia. O juzgar, es afirmar un cierto estado de cosas (Sachverhalt) atribuyendo un predicado a un sujeto por la via de la cópula “est”. Para que esta operación sea posible, nuestro espíritu debe disponer, anteriormente al acto judicativo mismo, de tres registros cognitivos a priori : se necesita que de entrada se pueda sintetizar un todo concreto gracias a un sujeto; falta todavía que se pueda objetivar una quididad gracias al predicado; y falta sobre todo que se pueda anticipar, por medio de la cópula, todo aquello que puede ser. Antes y al final de decir “esta es una de cal”, yo debo poder: aislar un “esto” en el fluir de la percepción; abstraer la quididad de “cal” y toda otra quididad sensible; y preconocer implícitamente, es decir atemáticamente, el ser como totalidad de posibles, porque la cópula “es” puede unir no importa cual predicado a no importa cual sujeto desde que ellos no sean contradictorios. La primera de estas tres condiciones trascendentales de posibilidad llamada la segunda, que requiere a su vez la tercera. Todo juicio, sea elementario, revela así un cierto ente (Seindes), designado por el sujeto, sobre un

18 Para un análisis de la persona en la perspectiva de Maritain, ver P. VIOTTO, “La persona secondo Maritain”, 431-455; o, más recientemente, M. FERRANDI, “Le príncipe de subsistence et l’aspiration trascendantale de la personne humaine”, 203-210.19 Cf. J. B. LOTZ, Metaphysica operationis humanae, 23-24: “Operatio humana ita intellecta, prout ipsa omnem analysim philosophicam praecedit, est unicum datum a nobis immediate habitum; omnia autem alia nobis solum mediate hac operatione manifestantur. Nulla alia via homini aditus ad mundum rerum externum, ad ceteros homines, ad Deum, immo et ad proprium ego aperitur”.20 Para una breve presentación en conjunto de “tomismo trascendental” en lengua alemana, así como una bibliografía, ver a O. MUCK, “Die deutschsprachige Maréchal-Schule – Transzendentalphilosophie als Metaphysic: J. B. Lotz, K. Rahner, W. Brugger, E. Coreth u. a.”.

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cierto aspecto, explicitado por el predicado, sobre el horizonte del ser, (Sein), anticipado por la cópula, de tal suerte que nuestra actividad intelectual se despliega en el campo de la diferencia ontológica entre el ser infinito que ella proyecta, y el ente finito que ella objetiva21.

Hacia el final de su carrera, el P. Lotz expandió su dominio de investigación, para aplicar su método trascendental a diferentes fenómenos antropológicos, tales como el lenguaje, el diálogo interpersonal, o la vida social. Privilegió aún más, la actividad judicativa y multiplicó los puntos de anclaje de su “antropo-onto-logía”22

21 El P. J. B. LOTZ expone largamente estos tres nieveles de el a priori judicativo en Die identität von Geist und Seind, Eine Historisch-systematische Untersuchung, 162-226. 22 Tal fue el titulo de un curso impartido en la Gregoriana. Cfr. J. B. LOTZ, Antropo Onto Logia, 42-47.