Ensayo Marsilio Ficino
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Pontificia Universidad JaverianaFilosofía y Literatura – Anna María BriganteMaría Paula Ávila Nicole Santamaría
Marsilio Ficino y la relación de Filosofía & Literatura
Hacia el año 1433 en Figline (Italia) nace Marsilio Ficino, figura fundamental en el renacimiento
italiano. Ficino como filólogo y filósofo realizó numerosas traducciones de las obras platónicas
del griego al italiano. Además de convivir con Cosme de Médicis y de sus sucesores, incluyendo
Lorenzo de Médici (a quien dedicó su Epítome al Ión de Platón), Ficino logra integrar las
perspectivas cristiana y filosófica griega en su filosofía humanista. Por sus planteamientos
neoplatónicos, encabeza la Academia Platónica Florentina hacia el año 1459 junto a personajes
influyentes de la época como Plethon, el Cardenal Bessarion y Pico della Mirándola. Su visión
acerca de las artes, en particular la poesía como representante de la Literatura, y la filosofía será
la discusión de este ensayo que tiene como idea central la poesía como una actividad humana que
acerca el hombre a la divinidad. En un primer momento se expondrá la idea de Filosofía, en
segundo lugar el papel de la Poesía y por último la relación de las dos ideas en el pensamiento
global de Marsilio Ficino.
La filosofía de Ficino integra lo cristiano y griego, en una perspectiva en la que la
dignidad humana es central. Se establecen cinco niveles en la relación de la espiritualidad y el
hombre: Dios, Ángel, el alma, la cualidad, y el cuerpo humano. En Ficino la interpretación de
Dios estará orientada a un ser inmanente que tiene una presencia en la naturaleza del mundo, y
de forma simultánea un ser trascendente e intangible (qué está “más allá”). Colomer hará una
breve descripción de cómo se pueden entender los niveles que Ficino considera para la
experiencia humana: “Ficino comprende todo cuanto existe como una sucesión decreciente de
grados del ser: Dios, ángel, alma, cualidad y cuerpo. Los dos primeros grados y los dos postreros
se contradistinguen entre sí como mundo inteligible y mundo sensible. El alma, en cambio,
constituye el <tercer reino>, la región esencialmente intermedia y fronteriza, cuyo lugar sin lugar
es la misma linde entre los otros dos reinos, el superior inteligible y el inferior sensible”, el alma
será la que se acerque a la divinidad o se estanque en lo terrenal dependiendo de sus acciones
humanas que realiza a base de la corporalidad y la materia, acciones con las que busca descubrir
la verdad divina de las cosas y acercarse a lo que Platón llamaría “la llanura de la verdad” o el
mundo de las ideas.
El hombre será claramente el mediador entre lo terrenal o material y lo divino o
espiritual; lo que deja ver una gran afinidad con Platón en La República con la imagen del alma
tripartita que en una analogía como la del cochero/auriga y los caballos se explicará como una
estructura en necesidad de armonía y equilibrio entre las tres partes. Ficino pondrá al hombre
tanto como a Dios en posición de creadores. La diferencia principal entre Dios creador y el
hombre creador será que Dios como ser natural se relacionará con la materia desde su interior,
mientras que el hombre se relacionará con la materia desde el exterior y la develación de los
misterios de las cosas divinas desde su propia inspiración.
Debido a la importancia del hombre como creador y mediador, las acciones humanas
tendrán como resultado el acercamiento constante a lo divino o por otro lado el estancamiento en
lo terrenal; las acciones humanas se relacionarán el eros y la belleza. Ficino se distanciará de una
visión de belleza únicamente desde la forma (belleza como armonía) en la que se destacaban la
pintura y la escultura con artistas como Leonardo Da Vinci; por lo contrario intentará darle
importancia al color y la luz (belleza como esplendor). En cuanto al eros, allí expondrá las artes
liberales o del espíritu: la música y la poesía.
Ficino se acerca a la concepción de Platón en el Fedro que distingue dos tipos de locura,
una humana que hace perder al hombre en el deseo y otra divina que lo hace volar y elevarse
hacia la llanura de la verdad; para Platón habrá entonces cuatro especies de locura divina, la de
los sacerdotes, la de los profetas, la de los filósofos y la de los poetas: “La Musa crea inspirados
y por medio de ellos empiezan a encadenarse otros en este entusiasmo. De ahí que todos los
poetas épicos, los buenos, no es en virtud de una técnica por lo que dicen todos esos bellos
poemas, sino porque están endiosados y posesos” (Platón, Ión). Ficino distinguirá entonces
cuatro furores divinos que se relacionarán con un dios, diosa o ser en específico: “Al haber
cuatro especies de furor divino –según le parece bien a nuestro Platón- amor, adivinación,
misterio y poesía, también el amor se le atribuye a Venus, la adivinación a Apolo, el misterio a
Dionisios y la poesía a las Musas”. (Ficino, 1993).
La poesía entonces será uno de los furores divinos que serán necesarios para alcanzar la
divinidad por medio de las acciones humanas en lo terrenal. Es clara una concepción platónica de
las musas y la inspiración como algo inherente a la poesía: “La locura divina es, pues, una
iluminación racional del alma, mediante la que la divinidad vuelve a elevar el alma, descendida a
regiones inferiores, a encumbradas sedes (…) Es necesario en primer lugar que la locura poética
mediante los tonos de las musas suscite todo aquello que yace soñoliento, y que a través de la
suavidad armónica calme aquello que ha sido turbado y que, finalmente, mediante el consenso de
las diversas partes, expulse la disonancia y tempere las diversas facetas del espíritu” (Ficino,
1993). Concordará con Platón en varios aspectos que resaltan la necesidad de las artes y en
especial la poesía para conocer la verdad y sobrepasar el nivel de corporalidad humana a algo
espiritual. Tatarkiewicz (2004) describe que la poesía para Ficino no estaba enteramente entre las
artes, ya que la consideraba originaria de la inspiración divina y nada más que eso, por lo que la
técnica y la imitación que se ve en Platón no estarán muy presente en el furor poético de las
musas en este personaje renacentista; la poesía estará más cerca de la naturaleza que de las artes.
Lo anterior de por sí plantea la discusión de Ión y Sócrates en el Ión de Platón, en la que
se toma como temática central si la técnica o la inspiración es lo necesario para ser buen rapsoda,
poeta o narrador épico. Ficino realmente no tomará un polo entre la inspiración y la técnica o la
habilidad, ya que entre las que considera sus artes liberales estará la gramática, la retórica, la
poesía, la arquitectura, la música y el canto. Siendo las artes liberales las más bellas en el
momento, la gramática y la arquitectura son ejemplos de que la técnica era necesaria para un
equilibrio en el manejo de una disciplina o arte. Es necesario resaltar la idea de un artista con
agencia, y con un papel activo en la creación del arte ya que más que imitación, Ficino figurará
que el arte y la poesía estarán originados de la inspiración.
La relación de la poesía y la filosofía será la mediación del acercamiento del hombre a la
divinidad, por su naturaleza de tener un alma que a través de sus acciones humanas en la materia
alcanza a develar la verdad en las cosas. Ficino tiene gran afinidad con Platón, más es una de las
interpretaciones neoplatónicas que integran lo cristiano, lo filosófico griego y las demás
corrientes que pueden encontrarse en un periodo tan fructuoso como el renacimiento italiano.
Referencias
Colome, E. (1997) Movimientos de renovación. Humanismo y Renacimiento. Madrid, Akal.
Ficino, M. (1993). Sobre el furor divino y otros textos. Anthropos. Barcelona.
Platón, Ión, Timeo, Critias, Alianza Editorial, Madrid, 2009.
Platón, Fedón, Fedro, Alianza Editorial, Madrid, 1998.
Tatarkiewicz, W. La historia de la estética. III 1400 – 1700. Madrid, Akal.