Ensayo a Mi Madre
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8/20/2019 Ensayo a Mi Madre
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or Sivela Tanit
Mi madre fue la mujer más maravillosa del mundo. Puedo comenzar así, pero
yo sé que no es cierto, porque la madre de cada uno de nosotros fue la más
maravillosa del mundo. Así que seré más realista y quiero aprovechar que tengo la
capacidad de describir a mi madre en una sola palabra: aguantadora (para bien y
para mal).
Aguantó decepciones, dolores, partos, amenazas, miedos, pérdidas, a sus
hijos, un matrimonio que torció su camino, un marido irresponsable, trabajar toda
su vida, el amor de sus hijos, el amor de sus nietos, su cansancio, su vejez, sus
enfermedades… el peso del mundo.
Mi madre fue un enorme bloque, siempre de pie, firme y en sus momentos de
flaqueza, (pues fue una persona muy sensible) sólo se rajaba ese bloque, a veces se
le caían moronas y se convertían en guijarros que su enorme orgullo hacía a un
lado, a veces, ese mismo orgullo recogía los guijarritos y los pegaba con saliva, de
regreso a su gran monolítico bloque.
A veces nos contaba sobre su infancia, y me encantaba oírla porque ella, era
una gran narradora, su voz y sus flexiones en la voz hacían que sus palabras fueran
interesantes. Recuerdo que una ocasión, para la escuela me dejaron de tarea
escribir una historia familiar, de mi madre yo recordaba dos o tres historias muy
interesantes, así que fui a la cocina y le pedí que me las contara, así lo hizo,
recuerdo que tomé nota hasta copie algunas de sus expresiones. Y cuando leía mis
apuntes, su voz quedó allí, tatuado en mi cerebro y taladrado en mi memoria
auditiva. Ella estaba allí.
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Desde niña siempre la vi como una mujer firme y fuerte, sólo es hasta ahora
de adulta, que me doy cuenta que en realidad era una mujer frágil y sensible, a
quien las circunstancias de la vida la llevaron a tornarse en lo que yo conocí. Mis
hermanas mayores, me imagino, conocieron más a mi madre. Quizás ellas vieron
más esa parte sensible, yo no. A mí me tocó vivir la madre luchona, trabajadora,
madre soltera con un marido inútil, me tocó vivir el enojo, la decepción. Siempre
pienso que cada uno de mis hermanos y hermanas tuvo una madre diferente.
De la biografía de mi madre sólo tengo lo que ella me contó, no tengo tíos o
parientes a quienes pudiera preguntarle sobre ella. A mi abuela materna María no
la conocí, murió quizá cerca de nueve años antes de que yo naciera, mi abuelo
materno Víctor falleció aproximadamente 35 años después que mi abuela. Por
supuesto que lo conocí, pero nunca me aproximé a él. Tengo dos tíos vivos
mayores que mi madre, pero con una se rompió la relación hace tanto que en
realidad es una completa desconocida, mi tío, el mayor de los hermanos es muy
grande de edad y divaga enormemente. De mi tío sólo puedo citar un adjetivo para
mi madre: Era una cabrona. Una sentencia dura, tajante e inamovible.
La infancia de mi madre es desde mi perspectiva y jugando a los adjetivos
inapelables: incomprendida. Por supuesto, que yo no tengo más que la referencia
de mi madre, no puedo confirmar si era así o no. Esto nace por una enfermedad
física que ella presentaba. Comentaba que de la nada, estando parada se
desvanecía. Desmayada. Los doctores nunca supieron darle nombre a su
padecimiento, sólo decía que no tenía nada. Y así con la nada siguió creciendo y
desmayándose, por precaución no la dejaban salir mucho.
Una vez nos contó que se desmayó y su familia llegó a pensar que
seguramente estaba fingiendo, así que la nalguearon, pero hablo de las nalgadas
del siglo XX, fuertes, firmes, con la mano marcada en los glúteos. Para su sorpresa
no se despertó, así que decidieron que ella no fingía. Por supuesto que se despertó
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y entonces sí sintió el residuo de esos golpes. Y aquí es donde yo pienso que la
ignorancia es brutal, después de fallecida mi madre, descubrimos que ella padecía
una enfermedad hereditaria llamada Síndrome Síncope Congénito. Lo cual, a su
vez, me sorprende, porque su corazón aguantó cuatro partos, una operación de
cadera, varias caídas fuertes, huesos fracturados y simbólicamente su corazón roto.
También nos contaba de los deberes que le correspondían, lavar el patio todos
los días, asear la casa y vivir con la diabetes de mi abuela, mi abuelo fue un
personaje deambulante, se convirtió en pastelero y consiguió un trabajo en
Ferrocarriles Nacionales, por lo tanto viajaba mucho al año. Era un hombre
trabajador y responsable, pero a veces se iba por meses y no enviaba dinero a su
casa, entonces estaban en apuros económicos para pagar la renta y comer.
Una de mis historia favoritas era que a su casa llegaba de visita una ancianita
blanca como la nieve, peinada con su larga trenza blanca, era pariente de mi
abuela, llegaba de Michoacán y les llevaba suficiente pinole para llenar una olla
tamalera. A mi madre le gustaba el pinole y lo llevaba a su escuela, allí sus
compañeras le pedían y a ella se le ocurrió venderlo, ponía un poco en pequeños
cucuruchos y lo daba a 5 centavos, esto pasaba por la década de 1950. Con el
dinero que ganaba compraba timbres con los que llenaba una planilla, era algo que
se acostumbraba en su escuela, eso lo hacía con la maestra, al final del año escolar
se les daba a los padres el dinero que habían ahorrado en todo el curso escolar.
Con la venta del pinole pudo comprar muchos timbres, cuando terminó su
curso la maestra no le quiso dar el dinero a mi mamá, dijo que era mucho y tenía
que dárselo a sus papás. Mi madre obedeció, mi abuela estaba escéptica, no se
explicaba cómo era posible que por unos cuentos pesos la hicieran ir. Su sorpresa
fue enorme cuando la felicitaron porque su hija era una excelente ahorradora.
Llegó a juntas algo así como 20 pesos (casi millonarios) por supuesto que cuando le
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preguntaron a mi mamá de dónde había salido todo… pues ya no había nada de
pinole para cocinar.
La escuela a la que fue mi madre todavía existe, es la Primaria Benito Juárez
ubicada en Jalapa 272, colonia Roma Sur. Asistía por la tarde y nos describía que
estaba dividida en dos secciones, una para niños y otra para niñas. Una reja los
separaba. Decía que ella llevaba una pequeña canasta y a veces las de sexto grado
la usaban como correo entre ellas y los muchachos, le daban las cartas que
escondía en su canastita y con su manita las pasaba entre la reja, mi madre les
cobraba con dulces u otra cosa esos favores.
Mi madre siempre me pareció muy astuta y hábil en el comercio, entre otras
cosas. No sé bien que habrá pasado con aquellas habilidades, cuando uno está
fuera del contexto de la vida se le hace muy fácil ver todo el éxito que la persona
pudo llegar a tener, pero no es fácil tener esa capacidad estando sus zapatos.
Extraño a mi madre, cada día desde su fallecimiento la extraño. Con todo y sus
defectos la echo de menos. Mi madre no fue maravillosa, ella simplemente fue un
humano que me enseñó de límites, cambios, errores, aciertos. Ella sólo fue una
persona aguantadora.
05 de marzo de 2016