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ERNST BLOCH EL PRINCIPIO ESPERANZA [3] Edición de FRANCISCO SERRA EDITORIAL T R O T T A

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ERNST BLOCHEL PRINCIPIO ESPERANZA [3]E d i c i n de F R A N C I S C OE D I T O R I A L

S E R R AT R O T T A

rOLECCIN ESTRUCTURAS Y PROCESOS S e r i e Filosofa

Ttulo o r i g i n a l : D a s Prinzip H o f f n u n g . In fnf Tellen Editorial Trotta, S . A . , 2 0 0 7 Ferraz, 5 5 . 2 8 0 0 8 Madrid Telfono: 91 5 4 3 0 3 61 F a x : 91 5 4 3 14 8 8 E - m a i l : [email protected] http://www.trotta.es S u h r k a m p V e r l a g , Frankfurt a m M a i n , 1 9 5 9 H e r e d e r o s d e Felipe G o n z l e z V i c n , p a r a l a t r a d u c c i n , 2 0 0 7 I S B N : 9 7 8 - 8 4 - 8 1 6 4 - 6 6 2 - 7 ( o b r a completa) I S B N : 9 7 8 - 8 4 - 8 1 6 4 - 7 5 7 - 0 (volumen 3) Depsito L e g a l : M-25790-2007 Impresini H c i i o l o g i a O r f i c a , S. L.

Parte Q u i n t a {Identidad)

IMGENES DESIDERATIVAS DEL INSTANTE COLMADO(MORAL, MSICA, IMGENES D E LA M U E R T E , R E L I G I N , NATURALEZA ORIENTAL, S U M O BIEN)

El t o d o en su sentido identificante es lo general de aquello que los h o m b r e s , en el f o n d o , quieren. EstiJ identidad de todos los sueos soados despierto, de todas las esperanzas, utopas, se encuentra en el fondo o s c u r o , pero es asimismo el fondo de o r o sobre el que se han pintado las utopas concretas. T o d o sueo diurno serio apunta a este o b \ e u n i a m e m o t o m o ^. s\i suelo patrio; es la experiencia todava inencontrada, la experunentada todava-no-experiencia en todi e x p e r i e n c i a llegada a ser hasta ahora.

{El principio

esperanza,

vol. 1, p. 3 6 9 )

4 3 . NO ESTN CLARAS LAS CUENTAS C O N UNO MISMO

Viaja a donde quieras. (Adagio) Desde muy t e m p r a n o se quiere retornar a s. Pero no sabemos quines s o m o s . L o tnico que aparece claro es que nadie es lo que quisiera o podra ser. D e ah la envidia c o m n respecto a aquellos que parecen tener, ms an, que parecen ser lo que a uno le c o r r e s p o n d e . D e aqu tambin e"! p l a c e r por comenzar algo nuevo, algo que empieza c o n nosotros m i s m o s . Siempre se ha intentado vivir de acuerdo c o n nosotros m i s m o s . E n nosotros se e s c o n d e lo que se puede llegar a ser. Se nos muestra c o m o el desasosiego de no estar suficientemente determinados. La manifestacin ms visible, aunque n o la nica, de este sentimiento es la juventud. As la muchacha que se acicala para el h o m b r e s o a d o que ella n o c o n o c e . As el adolescente que se tiene p o r este hombre soado y tambin capaz de realizar grandes cosas, slo que no sabe en qu t e r r e n o . E n esta situacin el h o m b r e se tiene en la punta de la lengua, s l o que no c o n o c e todava cul es su sabor. T o d o lo que ha llegado a ser hasta e n t o n c e s causa el efecto de una r e m o r a , y en el m e j o r de los casos, de una costra provisional de la que hay que desprenderse. El interior trata de entrar en m o v i m i e n to, busca la accin que pueda conformar autntica y e x t e r i o r m e n t e . La juventud, sin e m b a r g o , lo nico que h a c e es manifestar lo que vale p o r doquier, siempre que un h o m b r e n o est todava a c a b a d o . T a m b i n el hombre m a d u r o , siempre que n o es un msero o un zafio, redondear a m e n u d o su vida, no la t e r m i n a r nunca; esto ltimo ni lo querr ni estar en situacin de llevarlo a c a b o . L o que se desea es que lo nuestro, o s c u r o y significativo, sea manifestado y sea t e n i d o . Ello se intenta solitariamente, o entre dos, o en un grupo; lo que se quiere siempre es una vida que no se aparte de nuestras inclin a c i o n e s y energas. T o d o ello es muy vago, porque la mayora de las personas ni siquiera c o n o c e n sus propias inclinaciones, y tambin, sobre rotio, porque nadie puede tener las cuentas claras consigo mis-

IMGENES

DESIDERATIVAS

DEL INSTANTE

COLMADO

m o cuando las cuentas no estn todava claras en las relaciones entre ios hombres. N o obstante lo cual, aqu, en el m b i t o de la propia actitud, uno se pregunta, sin e m b a r g o , qu es lo que hay que buscar y qu es lo que hay que eludir. El h o m b r e aparece tal c o m o l quisiera actuar, y el quererlo as hace posible, a la vez, que o t r o s puedan convencerlo de c m o l se quisiera a s mismo. Por doquier est bien lejos de hallarse en forma. Todo el m u n d o puede escapar de su propia piel, porque ninguno la lleva ya.

4 4 . EL HOGAR Y LA ESCUELA INICL\N

Todo hombre tiene ante s una imagen de lo que debe llegar a ser. (Rckert) El joven tiene que llegar a ser algo, hay que hacer algo de l. A la juventud se la educa; la carne cruda no se c o m e . Por ello precisamente se la muele o se la guisa, se la convierte en los n o m b r e s que figuran en las cartas de los restaurantes. Un h o m b r e decente, una persona honesta: nada puede decirse en su c o n t r a y s m u c h o a su favor. Ninguna comunidad podra subsistir en o t r o caso; la aplicacin en el trabajo es necesaria. Pero lo utilizable desde el punto de vista burgus es querido c o m o algo p e q u e o , c o m o especialmente disminuido, de m o d o artificiosamente ahistrico, c o n toda una serie de c o l o r e s desvados. N o fumes, n o bebas, no juegues a las cartas, no mires a las chicas: es el someterse y el ser sometido c o m o una caricatura m o r a l . El h o m b r e decente piensa en s en ltimo t r m i n o . De aqu que la regla sea: y ahora, personita, qu hacemos? Incluso cuando ya ha sonado una llora despus de las doce, el h o m b r e decente tiene que ser juicioso. Nadie ha nacido para ello, sino que todo ello tiene que lograrse en lugares adecuados. En los jvenes hay en s m u c h o s procesos audaces de direccin todava p o c o precisa. Estos p r o c e s o s , sin embargo, son sometidos a n o r m a en el hogar y en la escuela; nadie se doblega t e m p r a n a m e n t e , porque nadie quiere que se le tenga p o r dcil. N o obstante lo cual, lo que los amaestradores en el hogar y en la escuela persignen es algo inverosmil: que el h o m b r e consienta en todo lo que despus se va a c o m e t e r c o n l. L a voluntad es desviada amablem e n t e o quebrada rigurosamente hasta que pasa a ser una sonrisa o niia reverencia. El entendimiento es ejercitado de tal manera que no salga ya ms del crculo de las preguntas y respuestas estereotipadas i|ue esperan al empleado. Desde el puni de vista burgus lo linico

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EL H O G A R

Y LA E S C U E L A

INICIAN

que se trata de lograr son servidores, y de ninguna m a n e r a , desde luego, lo que debera estar tan p r x i m o a los oprimidos: vengadores. E n trminos generales, el escolar debe ser llevado al denominador c o m n de la p o c a en que ha nacido. Y de modo muy especial, al d e n o m i n a d o r del estrato al que p e r t e n e c e por razn de sus padres. N o fue considerado durante m u c h o t i e m p o c o m o un estamento que d o m i n a r a el leer y el escribir el t e r c e r estado, para n o hablar ya del c u a r t o . Y si la s o c i e d a d burguesa, q u e precisa m u c h a m s fuerza de trabajo adiestrada que la sociedad feudal, ha situado una especie de fundamento c o m n en el leer, escribir y contar, esto es slo c o m o un fundamento en el que el trabajador tiene que detenerse, mientras que los seores de ms categora llegan a los idiomas y a otras cosas. T o d o ello, sin e m b a r g o , confluye en el m o d e l o empleado, el ms diluido que existe. Toda educacin, desde luego, est orientada a un m o d e l o , slo desde el cual se deduce la especie de disciplina, y slo hacia el cual est dirigida la especie del c a m i n o formativo. E n tanto que laxitud, la disciplina proviene del tipo burgus inseguro y desintegrado, mientras que, en tanto que severidad, proviene de una disciplina anterior, que imitaba o falsificaba una aristocracia que todava era vinculante. La disciplina laxa se llama ltimamente una disciplina progresiva, o, lo que es lo mismo, una disciplina que n o acta sobre nadie, pero que t a m p o c o tiene un objetivo cierto. H a c e superficial, y bajo la apariencia de un saber, hace ignorante; es de esta especie de escuela de la que p r o c e d e el playboy. D e la vieja y severa escuela, hoy pasada de moda, de la escuela del rigor, procede, sin e m b a r g o , el h o m b r e a toda prueba. En ambos casos, el mtodo de formacin, en t a n t o que Instituto de Segunda Enseanza de Ciencias Naturales, responde a la vida capitalista inmediata, mientras que en los sedicentes Institutos de Segunda Enseanza Humanistas, responde casi siempre a las olvidadas musas de escayola, fabricadas o heredadas necesariamente, a fin de que no se nos presenten tan p o c o bellas o tan vacas. Bien sea que vaya a travs de resultados tiles o bien a travs de versos griegos, la finalidad de la formacin es siempre el m i e m b r o sumiso de la sociedad burguesa. Un miembro que n o se arrepiente nunca de lo que ha aprendido, p e r o que no hace jams uso de ello para experimentar y aprender lo que puede ser i n c m o d o a las clases superiores. Esta escuela no termina ni siquiera en las personas m a y o r e s ; c o m o tuce un refrn r o m a n o , ellos tenan que saberlo, el h o m b r e es siempre un recinta. Sobre t o d o ello ejerce su sedncciini el fittlrituiii i o n b n i n o s ingresos, el inco t|iie lia llot;,ul(> a ser < ilizf/i snslaiK ialineiilc. l o s alemanes, ^ulcni.is, diri^'.cn l,i inn.id.i .1 los csln

I I

IMAcINlS

DLSIDfKAIIVAS

DEL INSTANTE

COLMADO

ili.mtcs tic las corporaciones, al militar, y anhelan para sus hijos esta esplendorosa magnificencia. C o n el sonido de sus armas atraviesan los ltimos caballeros los sueos que van a dar el ltimo toque; a travs lie una especie de imitacin que nunca se hace verdad. El pequeo burgus medio est absorbido por tales imgenes y dirige su mirada a una vida superior y ms decisiva. E n esta vida n o podra encontrarse ni siquiera algo despreciable; el profesor en el Instituto no ha sabido ser m o d e l o , y en la vida profesional posterior lo que domina n o es precisamente el c o r d e r o . Pero de lo que se trata es de cul es la especie de vida ms decisiva, de en qu consiste su m a y o r altura respecto a la anterior. Tal c o m o las cosas son, la educacin sigue siendo hasta su final la labor ms c o n f o r m e de todas las labores, sin que ni uno solo de sus modelos sea un m o d e l o del maana. ltimamente ha aparecido el sedicente trabajo educativo social, la formacin hacia un pueblo estatal y cosas semejantes. Aqu se tiende, en primer lugar, a la calidad de m i e m b r o til, p e r o , en ltimo t r m i n o , a la calidad de m i e m b r o til para el estrato oprimido, para su voluntad propia entendida. Al c o n t r a r i o , en tanto que conciencia de clase, esta ltima debe ser impedida, y es as c o m o en la formacin burguesa del h o m bre maduro n o slo se ofrece un saber estril, sino, cada vez ms, una mentira radical. Pero en verdad slo puede educarse hacia el modelo cantarada, tal y c o m o es ya el c a s o en un gran pas. Esta es, a la vez, la nica forma de utopa de la que puede decirse que es utpica en el buen sentido, o, lo que es lo m i s m o , una educacin que comprende y aprende lo viejo desde lo nuevo, no al revs, y que no lleva a lo agostado o impedido c o n s c i e n t e m e n t e la estructura c a n n i c a del querer y del saber. Aqu surge el paso erguido, el ser uno mismo en el ser en c o m n , y tanto los escolares c o m o los maestros viven hacia adelante, en fronteras que avanzan constantemente. Viven all donde el objetivo m i s m o es joven, hacia all donde el que aprende se hace lcido y llega a su forma.

4 5 . PROTOTIPOS DESTINADOS A HACERSE SEMEJANTES AL HOMBRE

Un hombre que no lleva en s una especie de imagen soada de s mismo es tan monstruoso como un hombre sin nariz. (Chcsterton) Ninguno de n o s o t r o s podra dejar de ser o t r o . Un arbusto hace basi.uiu- con ser un arbusto. Un h o m b r e , cii c a m b i o , c o m o ser inacabado que es, puede serlo todo, por as d i i i r l o . O s c u r o e inditermiua-

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PROTOTIPOS

DESTINADOS

A HACERSE

SEMEJANTES

AL

HOMBRE

do c o m o lo es en s m i s m o , en sus pliegues. Entregada a s misma, u n a mujer a la que le va mal es, p o r as decir, capaz de t o d o . Un h o m b r e llevado a una situacin precaria, o arrojado violentamente de su situacin anterior, es capaz de caminar entre dragones. Los ejemplos de ello son tan numerosos c o m o la arena sobre la que se hallan edificados. Se encuentran t a n t o en la vertiente sombra del quin lo hubiera p e n s a d o de l, c o m o en la otra de la admiracin p o r los logros alcanzados. Desde luego, aqu hay algunos elementos elaborados de a n t e m a n o , porque ningn h o m b r e es slo cera y ninguno t a m p o c o una rueda que ruede libremente de por s. En lugar de la cera tenemos disposiciones innatas, aunque son disposiciones ms de la aptitud que del carcter. E n lugar de la rueda que rueda libremente por s misma, tenemos la clase, tenemos la sociedad y la p o c a determinadas en las que nacen los h o m b r e s con todas sus disposiciones innatas. Aqu se dan modelos heredados de singularidad, modelos conformados histricamente slo merced a los cuales puede aprehenderse el suelo del propio papel que desempear. L a juventud buena y n o pervertida, sobre todo, desea asemejarse a personafidades firmes y fuertes. Precisamente porque los h o m b r e s son en s todava algo indeterminado, necesitan un e l e m e n t o intermedio de espejo o de pintura hacia el cual puedan dirigir la mirada. Aqu se les refleja, intensificada c o m o n o b l e consejo o incluso c o m o obligacin, la imagen de lo que, de acuerdo c o n sus disposiciones y con la p o c a , deben llegar a ser para disfrutar de una paz n o slo interna. Esta orientacin es, sin embargo, slo posible por el h e c h o de que nadie se es semejante. Nuestro ncleo permanece oscuro e indeterminado, y nadie sabe cul es su n o m b r e . Pero en la misma medida se es determinable, lo que, por lo que se refiere a la actitud en el seno de una voluntad ordenada, slo significa: determinable ticamente. Slo por razn de la cera que se halla en el fondo es posible tanta presin en la educacin y tanta forma coactiva tambin despus. Pero slo p o r virtud de la determinabilidad inconclusa del h o m b r e han aparecido social-histricamente tantas de sus posibles fisonomas y se hallan tambin tantas de sus determinaciones en el futuro. D e t e r m i naciones en su doble sentido: c o m o definitio y destinatio de la incgnita humana. Los hombres siguen siendo experimentables en relacin con su verdadera fisonoma, j u n t o con el objetivo hacia el que est dirigida la actitud y la accin correspondiente, en otras palabras, junto con la actividad ilel c a r c t e r surgido en ri'iaciS>6.

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PARADIGMAS

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DE F R O N T E R A S :

FAUSTO

N o , desde luego, en el s e n d d o de una idea abstracta y de su p a r c o esquema, de los cuales iba a mofarse G o e t h e adelantndose a esquemticos e intelectuales ajenos al arte. El p o e m a vital de Fausto se mueve, ms bien, en direccin a una idea concreta, tan concreta, que no representa ya una idea, sino un experimento, aunque, eso s, un e x p e r i m e n t o c o n un objetivo, un e x p e r i m e n t o tendente a la plenitud. E s t a plenitud ps buscada p o r un h o m b r e entre h o m b r e s , a saber, c o m e n zando en el stano de Auerbach hasta llegar al pueblo libre sobre un suelo libre, y ms all; y, sin embargo a fin de que no quede la ms m n i m a duda acerca de su carcter e x t r a m u n d a n o , la aspiracin c o m o la consecucin de la ms alta existencia discurre en el m i s m o sentido que la aspiracin a la naturaleza. C o n su maana, sobre t o d o , con su m a a n a tan significativa:Tambin esta n o c h e , t, tierra, has p e r m a n e c i d o y respiras n u e v a m e n t e c o n f o r t a d a a mis pies; c o m i e n z a s a r o d e a r m e y a c o n delicia, i n c i t a n d o y a n i m a n d o u n a intensa decisin a aspirar siempre a la m s elevada existencia.

I|Para Fausto, por eso, n o hay en la plenitud de s mismo ningn subjetivismo ya, sino un abrir los ojos del m u n d o e x p e r i m e n t a d o ; y de ah la perfecta mirada e x t e r i o r en la mirada interior, incluso en el ser i n t e r n o del sujeto Fausto. La incgnita del contenido impulsador en la galera de las situaciones y situaciones finales intentadas, que Fausto recorre en la m i s m a medida en que ella se mueve a su travs; esta incgnita existente se extiende aqu de la persona hacia el m u n d o y es descrita, a la vez, con figuras universales. En su hopalanda m g i c a , que le lleva p o r los aires, Fausto vive y traspasa t o d o lo que h a llegado a ser para l, y lo hace desde la ms densa y a m p h a voluntad del instante, desde la misma voluntad que determina el pacto. El c e n t r o fustico atraviesa el mundo c o m o el cielo, que se nos muestran en mediacin progresiva c o m o smbolos, si bien, en ltimo t r m i n o , ni el mundo ni su cielo abarcan todava este centro. Es decir, que este y o est por doquier en c a m i n o , y n o se despoja hasta el final de su hopalanda. Fausto se experimenta, aprende en ruta, en una ruta permanentemente viva de m o d o objetivo. Fausto ampla su yo, tanto a la existencia que le ha sido concedida, o que pudiera haberles sido concedida a t o d o s los hombres, c o m o a la c o m u n i d a d con el b o s q u e , la pradera, la t o r m e n t a , el fuego, las estrellas. L o infinito lo alcanza quien en lo finito avanza en todasIOS

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DESIDERATIVAS

DEL INSTANTE

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direcciones; de ah que el sujeto penetre constantemente en nuevos crculos universales, para abandonarlos tan enriquecido c o m o insatisfecho. L a accin del Fausto es la de un viaje dialctico, en el que cada goce alcanzado es b o r r a d o por el nuevo apetito que el m i s m o g o c e despierta. Y t o d a arribada conseguida es refutada por un nuevo m o v i m i e n t o que la c o n tr a d ic e . Y es que algo falta, el bello instante est todava pendiente. Desde el stano de Auerbach, G o e t h e hace notar que el placer envilece; en la tragedia de Gretchen surge la culpa del a m o r y en la H e l e n a antigua estalla la guerra: nada incondicional se halla en el objetivo. L a ltima escena terrena, la de la fundacin del pas, se halla mezclada, de m o d o anticipadamente capitalista, c o n la rapia y el asesinato: M i superior posesin n o es pura. E l viaje dialctico universal de Fausto, con sus constantes c o r r e c c i o n e s , slo tiene un paralelo en la Fenomenologa del espritu, de H e g e l " . Fausto se modifica con su m u n d o , el m u n d o se modifica c o n su Fausto: una experiencia y una esenciahzacin en estratos siempre nuevos, hasta que el yo y lo o t r o pueden c o n c o r d a r puramente. E n Hegel esto significa determinacin alternativa creciente del sujeto sobre el o b j e t o , del objeto sobre el sujeto, hasta que el sujeto n o se halla afectado por el o b j e t o c o m o algo e x t r a o . D e esta voluntad hacia el ahora y el ser-para-s colmados p r o c e d e precisamente el agente del pacto, tal y c o m o ste impulsa el m o v i m i e n t o propio y universal de la o b r a potica usque ad finem. G o e t h e dio al pacto una formulacin jurdica precisa y la ms profunda formulacin utpica. El permanece todava; eres tan bello, dirigido al instante, caracteriza k a t e x o c h e n la utopa de la existencia. Por doquier falta el m o m e n t o que da sosiego, la existencia objetivizada que permanece en s: en la constitucin de un pas paradisaco, el permanece todava aparece l m i s m o c o m o pas. En su presentimiento, la ftaca real, congruente c o n el anhelo, la coincidencia del impulso de la intencin h u m a n a se roza c o n su c o n t e n i d o . Este presente n o tiene, ni siquiera al margen, algo de conin c o n la fugacidad que vive en el da o tambin en el instante. El dominio de s, la potencia sobre el ser, no es carpe diem; en o t r o caso, Fausto terminara ya en el stano de Auerbach. Y as se ve claro que tambin el placer ms profundo y penetrante, la lascivia en que se nos muestra a D o n Giovanni, una figura tan afn a Fausto,

39. Sobre la influencia del motivo de Fausto en la Fenomenologa del espritu, cf. en el libro de Bloch dedicado a Hegel, Sujeto-objeto. El pensamiento de Hegel (FCE, Mxico, 1982) pp. 5 9 ss., y su Thinger Einleitug in die Philosophie, en Werkausgahe, vol. 13, Suhrkamp, Frankfurt a.M., 1977, pp. 4 9 - 8 4 .

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que tambin la nuit et le moment p e r m a n e c e n en el vestbulo del instante real. En los brazos de Gretchen, y aun de Helena, incluso, por t a n t o , en la antigua belleza presente, Fausto n o ha expresado el presentimiento que le hace perder en el p a c t o y ganar la bienaventuranza. El motivo para el goce del instante supremo es presentado slo al final, aunque representativamente c o m o la accin que se h a c e con el pas, pero c o n un pas paradisaco, cuya fundacin desde la cinaga queda as eliminada. Se seala la presencia de un navio que, p o r fin, se apresta a estar aqu; hay que interpretar la obra maestra del espritu humano, un trozo del sptimo da de la creacin. Si D o n J u a n elude lo dionisaco, en Fausto, en cambio, se halla vivo P r o m e t e o : n o m e r a m e n t e el Prometeo titnico, sino el que vuelve los ojos a lo humano. L a iiltima accin de Fausto tiene lugar bajo el signo de esta vuelta, es decir, en la p r o x i m i d a d humana; ms an, es esta misma proximidad: el m a c r o c o s m o s se convierte en pueblo libre sobre suelo libre, pura obra humana. E n ella el m a c r o c o s m o s o la ampliacin c o s m o l g i c a de Fausto tiende el arco hacia una cosa necesaria: hacia la m o r a l . T o d o lo verdaderamente i n c o n d i c i o n a d o arriba a la moralidad y tiene en ella su praxis aprehensible, la praxis que rene el mundo e n t e r o en un punto de concentracin. L o incond i c i o n a d o de la aspiracin n o es lo infinito, ni lo falso infinito c o m o p r o c e s o eternamente vaco y formal, el cual, c o m o dice Hegel, no se c o n c e n t r a en s y no sabe llevar lo negativo a lo positivo; ni lo incond i c i o n a d o de la aspiracin es t a m p o c o un infinito con c o n t e n i d o que, si es llamado Dios, se encuentra all a lo lejos en una trascendencia ajena. L a pura obra h u m a n a que Fausto interpreta al final, y en la que e x p e r i m e n t a el presentimiento del instante supremo, es, ms bien, m o r a l i d a d del final; p o r q u e t o d o final, si es sustancial, es moralidad. L o p e n s a d o c o m o D i o s o c o m o el bien supremo se inchna tambin en Fausto, c o m o en t o d a intencin autntica de lo incondicionado, hacia el regnum hominis. Este algo incondicionado y su c o n e x i n c o n la p r o x i m i d a d humana es lo que se hace visible en el final de Fausto y lo que h a c e decir todava a K a n t : Dios y el o t r o m u n d o son el objetivo nico de todas las indagaciones filosficas, si bien para hacerle c o n cluir: Y si Dios y el o t r o m u n d o no se hallaran en c o n e x i n c o n la moralidad, n o serviran de nada. En t a n t o que al instante de Fausto le falta el trasfondo supramundano, aparece de m o d o especialmente inconfundible el carcter utpico-humano de la proximidad. Independientemente del a c o n t e c e r celeste, o de las esferas superiores, o del desasosiego superior: porque tambin en las altas montaas trascendentes del cielo fustico lleva Gretchen consigo el instante. En el

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e t e r n o femenino, G o e t h e designa tanto el eros, en el que t o d o tiene su principio, c o m o el ms hermoso humanum, en el que el m o m e n t o desasosegado de todo lo que comienza simboliza una arribada. C o n el c o n t e n i d o final del p a c t o fustico, G o e t h e ha hecho perceptible, por eso, el problema ltimo h u m a n o - m u n d a n o ; la adecuacin de lo que ms profundamente persigue, intensifica y realiza en el a h o r a y aqu e l instante c o l m a d o , de su c o n t e n i d o . El instante es el enig ma del quid del ser que alienta en todo m o m e n t o c o m o tal m o m e n t o , y que quisiera estimularse, en ltimo t r m i n o , a su quo o solucin de c o n t e n i d o . D i c h o al instante, permanece todava; eres tan be llo, significa el paradigma metafsica para la existencia plena y sin trasmundo. El estremecimiento es la parte m e j o r de la humanidad, a saber, cuando las figuras del desasosiego concuerdan c o n el cantus firmus del hic et nunc en el mundo, en este perseguido nunc stans. Fausto, la F e n o m e n o l o g a de Hegel y el acontecimiento

El h a m b r e de una vida c o l m a d a no espera a ser descrita. Pero el m o vimiento burgus ascendente la hizo especialmente rica, resonante en una amplia juventud. N o es casual que de M a r l o w e a Lenau la aten cin se haya c o n c e n t r a d o sin pausa en Fausto. N i es t a m p o c o casual que, cuando el yo del Sturm und Drang c o m e n z a aprender c o n la experiencia, Fausto entrara en relacin c o n la incipiente novela di dctica. L a obra de G o e t h e vive de los dos elementos: del asalto c o n tra el m u n d o y de la educacin restauradora por el mundo; y durante su nacimiento crece del uno al otro. Fuera del material, M a r l o w e tiene pocas c o n e x i o n e s c o n el Fausto ansioso de poder, y slo el t o n o final se roza c o n el drama de la gracia divina de Caldern, que c o r o n a el esfuerzo hacia lo alto. El Fausto de G o e t h e , en cambio, se ilumina desde lo bueno, desde lo mejor que tanto temporal corno objetiva m e n t e se halla en sus proximidades, y ello independientemente de si G o e t h e lo c o n o c i o n o : desde el concepto al que lleva el c a m i n o que va del Sturm und Drang a la novela didctica. C o m o ya se ha indicado en el apartado anterior, lo ms p r x i m o a la dinmica de Fausto es la dinmica en la Fenomenologa del espritu de Hegel. El m o v i m i e n t o de la c o n c i e n c i a desasosegada por la galera del mundo, la insuficien cia c o m o devenir a c o n t e c i m i e n t o : esta impetuosa historia de trabajo y formacin entre sujeto y objeto une a Fausto y a la Fenomenologa. D e la manera ms visible en el ductus de la mediacin i n m a n e n t e , tal c o m o tiene lugar, cada vez en grados ms elevados, entre el h o m b r e y el curso del mundo. En el fondo se halla la partida o la salida del suje-

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PARADIGMAS

DE LA T R A S P O S I C I N

DE F R O N T E R A S :

FAUSTO

to burgus de situaciones que se han h e c h o demasiado angostas, a la busca de ms amphos horizontes. El Sturm und Drang se o p o n e , por lo m e n o s en Alemania, y as aparecen G o t z , Karl M o o r , el placer del desencadenamiento, el d e r e c h o infinito del c o r a z n , el riesgo p r o p i o . Pero el crecimiento robustecido en el m u n d o burgus, junto c o n su m i s m o desarrollo, se convierte en una fuerza contraria; y el curso del mundo o p e r a en contra del ser inmediato, natural. Esta reaccin se encuentr'a expresada justamente en la novela didctica con el sujeto c o m o receptividad y su trmite a lo largo de aos de aprendizaje. El Wilhelm Meister se convirti as, a trechos, en un anti-Werther y un anti-Gotz, en la misma medida en que la sociedad dada adquira buena c o n c i e n c i a , e incluso imperativa conciencia, y, sobre t o d o , a medida que los elementos feudales se recuperaban frente a los j a c o b i n o s . El o b j e t o histrico-social se recuperaba frente al sujeto, aunque de tal m a n e r a que el sujeto permaneca presente en l: con la salida de s que haba conquistado, c o n el ndice de la salida y experiencia fundamental que haba puesto en juego, c o n la ratio hecha concreta ante la que tena que legitimarse el mundo llegado a ser. La estructura del Fausto y la de la Fenomenologa est compuesta interrumpidamente de partida y curso del mundo. Fausto recorre en su estrecho cobertizo el crculo e n t e r o de la creacin, mientras que el espritu de H e g e l participa de todas las figuras del m u n d o por el recuerdo. Hegel reproduce en el espritu universal la aventura de la necesidad o la paciencia de repasar todas estas formas en la larga extensin del tiempo, haciendo suyo el i n m e n s o trabajo de la historia universal, en el cual sta da c o n f o r m a c i n a todo su contenido'"'. En la Fenomenologa, Hegel realiza el gran viaje del caballero por las cortes del m u n d o , y si bien es verdad que carece de la hopalanda mgica de Eausto, posee, en c a m b i o , las botas de siete leguas del c o n c e p t o . En Fausto, c o m o en el espritu de la Fenomenologa, arde siempre de nuevo el placer de percibirse a s mismo c o m o pregunta y al m u n d o c o m o respuesta, pero tambin de percibir al m u n d o c o m o pregunta y a s m i s m o c o m o respuesta. U n a y otra vez el sujeto traspasa el objeto c o m o un objeto que responde en direccin a la especie de sujeto del m o m e n t o ; una y otra vez se llega a un nuevo grado del sujeto por medio del objeto m is m o , en su experiencia fundamental. N o es el mismo Fausto el que c o m i e n z a en el stano de Auerbach y el que c o mienza en el palacio imperial. Y termina la Fenomenologa de H e g e l :

4 0 . Ci. W. K Hcgcl, l'eiiomenologa del Espritu, trad. de W. Roces con la colaboracin de K. Guerra, Fundo de Cultura Econmica, Madrid, '20, p. 2 2 .

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IMGENES

DESIDERATIVAS DEL INSTANTE

COLMADO

Si, por tanto, este espritu comienza su formacin, que parece partir slo de s, una vez ms desde un principio, hay que decir que comienza, a la vez, desde un grado superior. El reino del espritu que se forma de esta manera en la existencia constituye una sucesin en la que uno releva al otro, y en la que cada uno recibe del precedente el reino del mundo. Su objetivo es la revelacin de la profundidad, y sta es el concepto absoluto; esta revelacin es, por tanto, la superacin de su profundidad o su extensin, la negatividad de este yo que es en-s-mismo, la cual es su enajenacin o sustancia; y su tiempo, que esta enajenacin se enajene en l mismo, de tal manera que sea en su extensin como en su profundidad, para el yo mismo"'. Una intencin e x t r e m a d a m e n t e afn recorre la accin del Fausto, en la que el y o propio se ampla al de la humanidad. Y este sujeto quiere ser afn c o n toda fuerza que conduce a las cosas, incluso con el espritu de la tierra: el agente del mundo entero es Fausto, y Fausto se desarrolla en todas las conformaciones de este agente del mundo. El viaje parte de lo insuficiente, siempre atormentado por la sed, y va hacia el a c o n t e c i m i e n t o , en el que termina la enajenacin. C o n tanto frescor c o m o adecuacin, el y o arranca una y otra vez, y sus ojos cambian. El h o m b r e ante el jarro del que bebe es o t r o que el h o m b r e ante la mujer, ante el cargo y dems cosas que le han de saciar. Bien entre Fausto en el stano de Auerbach, o bien en las amplias plazas, este algo amoldado tiene su prehistoria: es la historia del sujeto que comprende escalonadamente. E s c a l o n a m i e n t o del yo en relacin con el no-yo del caso, en mediacin con l, es comportamiento reflejo en el mundo. L a obra de G o e t h e lleva implcito este escalon a m i e n t o , mientras que la Fenomenologa lo lleva explcitamente, en una arquitectura ordenada. Y la prehistoria de eo c o m i e n z a claram e n t e en la mstica medieval y sus itinerarios hacia D i o s . El viajero m i s m o modifica en el recorrido su equipo y aprestos de acuerdo con el terreno y el objeto c o n los que se enfrenta. L a primera alma fustica, alma del saber que se nos aparece claramente, fue Agustn, y el agustino H u g o de San V c t o r es el primero que traza la serie escalonada de estados por los cuales un Fausto piadoso se acerca piado.sam e n t e al eritis sicut Deus. Estos estados son cogitatio, meditatio, con templatio, c o m o los tres ojos por los que se c o n o c e ; y a estos estados les corresponden c o m o objetos: materia, alma, D i o s . E n el mismo itinerario, Nicols de Cusa sealaba cuatro estados del sujeto del con o c i m i e n t o : sensus, ratio, intellectus, visio, a los que se corresponden

41.

/Wd., p. 47,3.

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49.

PARADIGMAS

DELATRASPOSICIN

DEFRONTERAS:

FAUSTO

las cosas singulares, los distintos gneros, el m u n d o dialctico de los nmeros y la unin mstica de todas las contraposiciones, tambin de la contraposicin entre sujeto y objeto. Y es, a su vez, un itinerarium, un itinerarium sin teologa, el que h a escalonado respectivamente los puntos de arranque del Fausto. C o m o rejuvenecimiento, c o m o r e n o vacin acentuada: en la pradera florida en busca de Gretchen, en las altas montaas a la busca de H e l e n a , c o m o ceguedad ante la visin activa, c o m o marioneta celeste. Y es tambin el itinerarium del conc e p t o lo q u e , junto c o n toda una serie de terrazas del mundo, h a enlazado en la Fenomenologa puntos de arranque de conformacin cientfica: la certeza sensible o el esto; la percepcin o la cosa; c o n ciencia de s; razn; espritu; saber absoluto. Y es muy instructivo que el itinerarium escalonado indicado, tal c o m o es aplicado metdicamente en el Fausto y en la Fenomenologa, encuentre simultneamente dos paralelos o pendants menores. El u n o en una poesa de Schiller, engarzada en el curso del caminar; el otro en un trabajo de Schelling trazado sobre la pauta del estudio. L a hopalanda mgica de Fausto aparece atenuada en El paseo ( 1 7 9 5 ) , de Schiller, y las botas de siete leguas del c o n c e p t o en Hegel, a travs del c a m p o del saber, aparecen aminoradas en las Lecciones sobre el mtodo del estudio universitario ( 1 8 0 3 ) , de Schelling''^. La poesa de Schiller hace que el caminante, en sucesin aparentemente casual, vaya llegando a lugares que se suceden tambin histricamente. El sujeto es engalanado, por as decirlo, c o n los elementos de la pradera, del bosque, de la montaa azul, de las tierras de labor y las aldeas, de la ciudad rica en artesana, de la corriente fluvial y de las riquezas lejanas que arrastra; se vislumbra el aposento del sabio y asimismo, en lo alto, el puro altar de la naturaleza. T o d o ello se halla enlazado c o n abundantes asociaciones que parten del caminante y retornan a l, un poema didctico en forma de historia, en la sucesin de puntos de vista. E l vademcum de Schelling, en c a m b i o , se mueve totalmente en la ciudad misma, ms an, en las sombras de las aulas. Pero de tal manera, que da a b e b e r sangre a las sombras, y eas nos informan c o m o si se hubieran alejado, por breve tiempo, del m u n d o en el recuerdo. E l higar es exclusivamente la universitas litterarum, y la gua el turnus de las lecciones de ctedra, el cual se inserta en el proceso del m u n d o c o m o la universitas en el t o d o . El c o n o c i m i e n t o primario del universo debe surgir del c o n o c i m i e n t o de s m i s m o ; el m u n d o de los nme-

42. C f . I'. W. |. Silu-llinn, Lecciones Editora Nacional, Madrid, 1984.

sobre el mtodo

de los estudios

acadmicos.

1I I

IMGENES

DESIDERATIVAS DEL INSTANTE

COLMADO

ros al inicio; el m u n d o ms pleno de ideas del c o n c e p t o filosfico; las distintas ciencias aparecen c o n su m u n d o ; el m u n d o t e o l g i c o , jurdico, fsico, mdico, y, al final, la ciencia del arte. El p r o c e s o total tiene lugar en el m a r c o del estudio, o ms e x a c t a m e n t e , de la c o n s truccin de un saber originario, el cual, en su curso a travs de las facultades, debe interiorizarse en la misma medida en que se despliega. El trnsito por las facultades est dispuesto c o m o si recapitulara un trnsito de ideas p o r el mundo; las especialidades de la erudicin se convierten en escritos abiertos, ms ain, en montaas en las que la esencia resplandece. Pero volviendo a Fausto: su lnea no es, desde luego, slo la del mundo recorrido, sino la del pacto que se plasma en el instante. El instante perfecto contina siendo el problema fundamental del sujeto fustico, el potente m o m e n t o que no se desgarra en la enajenacin. Pero aqu se muestra tambin la novedad del giro goethian o , y se muestra precisamente en aquel e l e m e n t o comn que tantas veces se revela entre la forma fustica y la Fenomenologa. Q u e se revela tambin en la poesa del caminante de Schiller y en la pedagoga transparente de Schelling, y, pese a t o d o , en el entrecruzamiento o sucesividad del Sturm und Drang y la novela didctica. El perman e c e todava con el que es apostrofado el instante es originariamente tanto origen como su fin mismo, es la metafsica sin par, durante t a n t o t i e m p o inaprehendida, de la obra del Fausto. De tal suerte que el c o n t e n i d o del pacto arroja luz sobre la filosofa anterior, y n o al revs. Incluso significaciones que penetran intensamente en el existere son iluminadas por Fausto ms de lo que Fausto es iluminado por ellas; aqu el pacto tiene un m o n o p o l i o . El mismo itinerario p o r las esferas, el itinerario de un Fausto que se modifica y despus se identifica c o n l, es algo afn a la Fenomenologa, y si bien el Fausto lleva en s, desde luego, una filosofa de su accin, en la filosofa de su ncleo se invierte la relacin: el ser-para-s de Hegel es iluminado y reviste importancia exclusivamente desde el trasfondo del pacto. La forma de la accin en el Fausto se legitima a la manera hegeliana, es decir, por la constante relacin dialctica de la conciencia c o n su obj e t o , por virtud de la cual ambos se determinan constantemente de m o d o ms preciso, hasta que se ha desarrollado una identidad de suj e t o y objeto. Pero la dialctica nuclear de la Fenomenologa se legitim a slo p o r la plena intensidad y morafidad del instante p r e t e n d i d o en el Fausto; slo aqu se pone de manifiesto en su lugar lo que Hegel p r o p o n e c o m o mejor saber del ser-para-s. El pacto solo es lo que convierte el ser-para-s en reflexin superada o en realidad abarcada. S l o por el camino hacia el instante se convierte la Fenomenologa

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PARADIGMAS

DE L A T R A S PO S I C I N D E F R O N T E R A S :

FAUSTO

realmente en aquello que H e g e l celebra: El p r o c e s o hacia este objetivo es, p o r e s o , imparable y en ningn estadio anterior puede e n c o n trarse satisfaccin. Fuera de la m e r a conciencia refleja, la Fenomenologa se convierte en una manifestacin, a saber, del absoluto en el yo y en el m u n d o ; se convierte realmente en el c a m i n o del alma que recorre la serie de sus c o n f o r m a c i o n e s c o m o estaciones predispuestas por su naturaleza, para que se depure en espritu, alcanzando por la experiencia'total de s misma el c o n o c i m i e n t o de lo que es en s misma''^ N o s l o al c o m i e n z o , tambin al final est para Fausto la accin, y, sobre todo, la a c c i n de la identidad afanosa. Kierkegaard, y antes Scheing, haban r e p r o c h a d o a Hegel el carcter slo c o n c e p tual del p r o c e s o de s desde la inmediatez; exageradamente, ya que en H e g e l y en el marco del c o n c e p t o , de lo nico que se habla es de que el espritu se hace para s, retorna a s, se cierra con l m i s m o . Pero n o Kierkegaard, sino las palabras centrales permanece todava un instante; eres tan h e r m o s a , superan la c o n c i e n c i a eternamente en distancia. Estas palabras n o slo interpretan, sino que revelan lo que la Fenomenologa quiere, en ltimo trmino, del proceso de la c o n ciencia:E n t a n t o que avanza a su verdadera existencia, la conciencia alcanzar u n punto en el que se despojar de su apariencia, cesar de ser a f e c t a d a p o r un e l e m e n t o e x t r a o que slo es p a r a ella y c o m o algo distinto, es decir, p o r un elemento en el que la apariencia se h a c e igual a la esencia''''.

El plan fustico, c o n su secuencia constantemente actualizada, es decir, a h o r a actual esfera conformadora histricamente ramificada existencia informada y, sin embargo, n o saturada, este plan subjetivo sujeto-objeto es el modelo fundamental del sistema dialctic o - u t p i c o de la verdad material. Y el acontecimiento del instante, de ese instante que todo lo impulsa y todo lo contiene, constituye la conciencia de este plan; c o m o consecucin del qu o de la aspiracin misma. El contenido de la obra de G o e t h e se halla en c o n e x i n con la especulacin de la p o c a , caracterizndola ms all de ella misma, en tanto que caracteriza las estaciones del itinerario p o r el m u n d o de acuerdo c o n el instante c o l m a d o , o, lo que es lo m i s m o , de acuerdo c o n un m u n d o c o m o ser-para-s. Y de igual manera, en el c o n t e n i d o del pacto fustico, y slo en l, se encuentra caracterizada4.3. 44. G. W. F. Hcjel, Fenomenologa del Espritu, cit., p. 5 4 . Ihid., p. fiO.

IMGENES

DESIDERATIVAS DEL INSTANTE

COLMADO

en detalle la metafsica exactamente correspondiente, a la que se dirigen trasposiciones de fronteras. Una metafsica que n o es burlada a fuerza de lejanos trasmundos o supramundos; cuanto m s lejos, t a n t o mejor aparentemente, y cuanto ms elevado, tanto ms sublime aparentemente. En el l e m a inmanente de Fausto se halla precisamente latente una autntica metafsica utpica, una metafsica que sabe t a n t o de la esencia de lo terreno c o m o de lo celeste. Una metafsica que lleva tanto del ms all a la terrenidad ms profunda, es decir, a la terrenidad ms terrena, c o m o utiliza t o d o el largo c o n d u c t o del desasosiego, de la amplitud y la utopa del mundo, a fin de percibir lo verdaderamente ms p r x i m o : el instante. A fin de cerciorarse, por m e d i o del instante, del verdadero n u d o del mundo, es decir, tambin de la gran alegra que sella posiblemente su desenlazamiento. Y todava algo ms, casi lo ms importante: a diferencia de la Fenomenologa de Hegel, el Fausto goethiano n o presiente ni roza de ninguna manera el ser-para-s del instante c o l m a d o c o m o prdida de la objetividad, c o m o superacin de todo carcter objetivo, es decir, n o slo de la objetividad alienada en un sujeto que, en liltimo t r m i n o , carece de m u n d o . M u y al c o n t r a r i o : precisamente el roce por Fausto del instante colmado lo es porque tiene en t o r n o a s la esfera n o alienada de este instante, una objetividad, al fin, rozada adecuadamente (conquista de la tierra, r e i n o e t e r n o ) . El instante de este ser-para-s n o es, p o r tanto, de seguro, una retirada, aunque se encuentra en la situacin lmite y el ideal lmite de una situacin del m u n d o y de la vida que ya n o tiene situacin. Fausto, c o m o una de las e x t r e m a s figuras paradigmticas de la trasposicin de fronteras, se mueve puramente en el instante h u m a n o y su mundo c o n t r a el estatus de la m e r a situacionalidad, para e x c l a m a r : tierra. Permanece todava: estas palabras dirigidas al instante se convierten as en smbolo del r e t o r n o e x a c t o , del todo i n m a n e n t e , de la Itaca real. Slo un s m b o l o , porque a la literatura y a la filosofa n o se les logra ms que la intencin a lo u t p i c o , n o , en c a m b i o , la c o n f o r m a c i n del contenido de l o utpico c o m o algo entitativo. Entrgate al jtibilo! Se ha logrado!, o bien La ciencia se nos presenta c o m o un crculo entrelazado: nada de esto constituye el p u n t o ctspide del Fausto o de la Fenomenologa. L a cspide del Fausto es el presentimiento cierto del instante suprem o , en el lugar e x a c t o , y en l el carpe diem nostrum in mundo nostro. Q u e el esfuerzo en la aspiracin n o puede terminar todava en ninguna figura de la trasposicin es lo que le presta su grandeza. El esfuerzo no slo n o ceja, sino que el m i s m o cielo fustico s l o c o n o ce movimiento y ningn smbolo finito del descanso en la arribada.

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PARADIGMAS

DE LA T R A S P O S I C I N

DE FRONTERAS:

FAUSTO

Ulises no muri en haca; viaj al mundo inhabitadoOh, tormenta, propgate ms y ms, y toma sobre tus alas vigorosas a la estrella ms alta, al gusano ms bajo, y condcenos a todos por fin a casa! (Lenau, Fausto) Es ms que justo que el h a m b r i e n t o anhele la comida. El que tiene fro quiere estar al lado de la estufa; el extraviado, en su casa; el viajero piensa c o n alegra en su mujer y en su hijo. Pero cuando el padre de familia que vaga por el m u n d o se llama Ulises o algo semejante, el r e t o r n o n o es algo tan claro ni t o d o se ha solucionado con el l e c h o propio. E l extraviado n o desempeaba slo un papel pasivo, sino que era tambin el viajero que haba visto muchos hombres, ciudades y pases, y entre ellos tambin a Calipso y a Nauscaa. Interpretaciones pueriles han visto, desde luego, la moraleja de esta historia en el h e c h o de que un buen padre de familia tiende siempre, pese a t o d o s los peligros, al retorno a los suyos. Pero D a u m i e r ha dibujado a este Ulises c o n el gorro de dormir, j u n t o a la esposa nariguda, el casco y la espada colgados c o m o un a d o r n o en la pared: et habet bonam pa-

cem, qui sedet post fornacem*. El retorno al hogar es, sin duda, unacategora importante, p e r o t a n t o mayores son sus peligros y perversiones, iguales a los de la tranquilidad. Si Itaca n o fuera un s m b o l o sera un problema, y una vez dada satisfaccin al derecho de la casa, H o m e r o deja caer el teln ante ella. Pero la leyenda no cesa, sino que, c o m o una especie de m o t i v o del barco fantasma, sigue laborando sobre Ulises, sobre un Ulises ulterior, desenfrenado, desconocido. Segn esta leyenda, Ulises n o retorna siquiera seguro a Itaca, sino que sigue el viaje hacia lo inconmensurable, haciendo de su destino anterior el rasgo fundamental de su carcter. Este giro sorprendente se nos muestra en la Divina Comedia (Infierno, X X V I , vv. 7 9 - 1 4 2 ) ; el personaje, paciente de mala gana, llega as a una audacia cualquier cosa m e n o s involuntaria, convirtindose incluso en un Fausto de los mares. Virgilio pregunta a Ulises envuelto en llamas por el final de su vida terrena, y Ulises le responde que, despus de haberse alejado de Circe, n o haba encontrado sosiego alguno; ni el cario por el hijo, ni el afecto hacia el anciano padre, ni el a m o r p o r Penlope haban podido c o n l:

*

Que tenga una paz venturosa el que se siente junto a esta chimenea.

u.s

IMGENES

DESIDERATIVAS

DEL INSTANTE

COLMADO

N a d a pudo v e n c e r en m el ardor de h a c e r m e e x p e r t o en el m u n d o , en los vicios y valores humanos''^.

Y as es c o m o Ulises se embarca de nuevo con un puado de marineros; las velas cuadradas en braza, navegan empujados p o r una brisa magnfica al m a r abierto, siguiendo la costa africana hacia Espaa, hacia las C o l u m n a s de Hrcules, los viejos lmites del m u n d o antiguo. All, sin e m b a r g o , aunque ya viejo y fatigado, arenga a los marineros al viaje ms audaz de todos: hacia una taca de la confirm a c i n y plenitud:iOh h e r m a n o s ! d i j o , que a travs de cien mil peligros habis llegado a Occidente. N o queris n e g a r lo que an nos queda, no queris negar la experiencia

de seguir al sol hacia el mundo inhabitado {Diretro al Sol, del mondo senza gente).Tened en c u e n t a p a r a qu os ha sido d a d o el ser: n o p a r a vivir c o m o brutos, sino para seguir la virtud y el c o n o c i m i e n t o

{Considrate la vostra semenza: fatti non foste a viver come bruti Ma per seguir virtute e conoscenza). El viaje sigue hacia el Atlntico, estrictamente hacia el oeste; luego, hacia el sur, y, al c a b o de cinco meses, Ulises ve tierra, una alta m o n t a a en la lejana, en el mondo senza gente, al otro lado del mundo. Pero un tornado se levanta de la m o n t a a , porque se trata del m o n t e del purgatorio, que ningn ser vivo puede hollar, ni t a m p o c o el pagano Ulises c o m o m u e r t o . La trasposicin humana de fronteras llega a su final: el purgatorio del otro m u n d o c o n el paraso terrenal en la c i m a queda a la vista, pero no h o l l a d o . Hasta aqu la sorprendente versin, en la que, partiendo de la aventura, nos aparece un Ulises muy distinto, un Ulises gtico. E n el antiguo personaje paciente se hallaba implcito ya un Simbad, para el que los peligros del mar y las maravillas se haban convertido en e l e m e n t o vital; algo que n o se lleg a percibir nunca. Y contra Poseidn, que se haba conjurado c o n t r a l, faltaba el tesn j u n t o con el gigantesco crculo de la lejana, ajeno a la Antigedad. E l b a r c o fantasma de la leyenda b a r r o c a quiso doblar el c a b o de B u e n a Esperanza a pesar de los vientos celestes en45. Dante Aligheri, La Divina Comedia, en Obras completas, cit., pp. 147-149.

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PARADIGMAS

DE LA T R A S P O S I C I N DE F R O N T E R A S :

FAUSTO

contra; p o r esta razn fue c o n d e n a d o a navegar hasta el fin de los tiempos p o r los mares. C o m o capitn de la hybris Ulises muere, p e r o en D a n t e n o s aparece c o m o el primer h o m b r e titnico, cuya p r o c e dencia se halla en el caballero, n o en el personaje pasivo. Ulises es el primer personaje hecho de la esencia m o n o m a n i a c a , de la incondicionalidad que ms tarde nos aparecer en D o n J u a n y en Fausto, y que a r r o j a r j a s sombras de su comicidad en D o n Quijote. Este viajero es extrao, y n o slo lleva en s su propia nudosidad. Porque, a la vez que Fausto, se vislumbra aqu tambin de a n t e m a n o una persona real: Coln. Para ninguno de los dos dio motivo ni el Ulises h o m r i c o ni t a m p o c o su posterior versin helenstica y r o m a n a . El viajero h o m r i c o , es verdad, fue ampliado y M . Terencio Varrn escribi un Ulises vez y media que pintaba al protagonista navegando en singladuras errantes durante otros cinco aos. Luciano c o n c e n t r en el visionario Ulises su stira del viaje, la Vera historia referida a pases occidentales fabulosos. Pero todo ello era stira, no admiracin; la madurez literaria postuma del personaje paciente era la de un barn Mnchhausen, n o la del valor desbordado. En H o m e r o , es verdad, Ulises se pone de nuevo de viaje, pero de ninguna manera en un viaje voluntario para cumplir el cometido que el augur Tiresias le haba confiado en el Hades {Odisea, X I , 1 1 9 ss.): ponerse otra vez en ruta y seguir caminando c o n un r e m o al h o m b r o , hasta que alguien le preguntara qu extraa clase de pala de grano llevaba consigo, para luego h a c e r un sacrificio a Poseidn. Pero lo que Ulises recuerda as y relata a Penlope, anuncindolo c o m o una nueva separacin {Odisea, X X I I I , 2 6 7 ss.)'**', no se refiere, sin embargo, de ninguna manera, aun cuando significa un peregrinaje hacia lo lejano y desconocido, a la navegacin, y menos an a la intencin de seguir al sol, c o m o ocurre en D a n t e . E l viaje, al c o n t r a r i o , lleva a un pas tan lejano a la navegacin que se tiene a un r e m o p o r una jabalina; y, sobre todo, n o acta la hybris. Al contrario, se trata de aplacar a un dios poderoso, incluso quiz de e x t e n d e r su culto; ste es el motivo principal de esta nueva salida conformista''^. E n t r e los pasajes h o m r i c o s en tierra firme y los p u r a m e n t e martimos y audaces de D a n t e n o existe c o n e x i n alguna, a n o ser, c o m o presume Filaletes, la puramente formal de que D a n t e entremezcl o s c u r a m e n t e el viaje al averno de Ulises c o n el viaje posterior profetizado por Tiresias. Pero esta sedicente mezcla

46. 2.1,3 ,ss. 47.

Cf. Homero, Odisea, versin de C. Garca Cual, Alianza, Madrid, 2 0 0 4 , pp. Cf. F. Dornsciff, Odysseus' letzte Fahrt: Hermes (19.37), pp. 3,S1 .ss.

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IMGENES

DESIDERATIVAS

DEL INSTANTE

COLMADO

trajo consigo el novum ya indicado de un Fausto de los m a r e s , dispuesto a ver el m u n d o y a descubrir t o d o , hasta llegar a la m o n t a a que ningn hombre vivo puede hollar. E l Ulises h o m r i c o r e t o r n a , en c a m b i o , una vez ms a taca despus de su peregrinaje poseidnico y, de acuerdo con la profeca de Tiresias, la muerte le sorprende c o m o s o b e r a n o y padre de familia a c o m o d a d o en medio de los suyos {Odisea, X X I I I , 2 8 1 ss.)'*'*. E n la poca de D a n t e la Odisea, es verdad, era casi desconocida en sus detalles; en D a n t e , sin embargo, surge en la imagen general de este navegante la imagen del nuevo ensayador del Atlntico. En las columnas de Hrcules se hallaba la inscripcin Non plus ultra; el Ulises de Dante las atraviesa y, al hacerlo as, lleva a c a b o una sorprendente anticipacin del viaje de C o l n . Q u e este Ulises descubri, por as decirlo, Amrica, se desprende de la direccin de su viaje, aunque n o de la calificacin mondo senza gente, la cual, en la geografa medieval, se refera a t o d a la tierra al sur del ecuador, pensada entonces c o m o absolutamente inhabitada. Y tambin, desde luego, al frica profunda. E n 1 2 9 1 haba partido de G e n o v a , c o n escala en Ceuta, una expedicin al m a n d o de Vivaldi, que se propona circunnavegar frica; la expedicin p e r e c i , pero es posible que esta hazaa c o n t e m p o r n e a inspirara a D a n t e su figura de Ulises. Pero la referencia a frica se ve contradicha t a n t o p o r la direccin occidental diretro al Sol, c o m o p o r la acentuada audacia del viaje e n s o a d o , por los c i n c o meses de soledad, por la falta de t o d a costa a la vista. Y se ve contradicha, en ltimo t r m i n o , por el h e c h o de que D a n t e localiza en una isla el m o n t e del purgatorio; el i n m e n s o continente africano, pensado tambin c o m o una masa en su parte meridional, n o poda, de ninguna manera, surgir c o m o una m o n t a a del mar. L a tierra del purgatorio se halla en la otra mitad de la tierra; slo esta lejana se adeca a la audacia y a la trasposicin de fronteras c o n que D a n t e orna a su posterior Ulises. La noticia del descubrimiento de Amrica p o r el groenlands Leif Ericson, trescientos aos antes, n o poda haber llegado a F l o r e n c i a ; incluso en G r o e n l a n d i a fue p r o n t o olvidada. D e la Antigedad r o m a n a , sin embargo, se nos ha transmitido un salto sorprendente, ms all de la tierra c o n o c i d a , contenido en un pasaje de Sneca, al que C o l n se refiri repetidas veces. El pasaje del c o r o de la Medea de S n e c a era c o n o c i d o , c o m o se sabe de c i e r t o , en la p o c a de Dante: Venient annis saecula seris I Quibus oceanus vincula rerum / Laxet et ingens pateat tellus I Thetisque novos detegat orbes /

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Homero, Odisea, cit., pp. 4,S6 ss.

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PARADIGMAS

DE LA T R A S P O S I C I N

DE FRONTERAS:

FAUSTO

Nec sit terris ultima Thule'*^. El Ulises de D a n t e fue as inserto en los siglos venideros que S n e c a m e n c i o n a : En los que el o c a n o r o m p a las ataduras y se abra la tierra en toda su e x t e n s i n ; en los que Tetis, la diosa de los mares, descubra nuevos orbes y Tule n o constituya el ltimo confn de la tierra. Ulises desgarr l mismo los lazos que hacan de l un rey en su rincn, algo as c o m o un capitn de marina jubilado. Ulises n o slo p o s e e la inquietud de ver el mundo, sino que es esta inquietud en la que se contiene su propia y decisiva existencia. L a vida se equipara aqu c o n trasposicin constante de fronteras, perseguir virtute e conoscenza. E n medio del m u n d o medieval, D a n t e formula as el lema de la burguesa temprana: trepassar del segno. Ulises, adems, se hizo comprensible c o m o una especie de caballero de un ciclo artrico desconocido, o ms bien c o n este crculo en su nave. Ulises n o parte desde una perspectiva cristiana, pero s, tanto m e n o s protegido, hacia un viaje fantstico ms all del m u n d o c o n o c i d o ; su coraje es todava mayor que el de Gawain o el de R o l a n d o . Y en l no se encuentran t a m p o c o reflejos cmicos c o m o en muchos de los hroes de la leyenda de A r t u r o , o c o m o , sobre t o d o , en el ltimo de los grandes ensoadores de las aventuras caballerescas: en D o n Q u i jote. Porque el objetivo del Ulises de Dante siempre saberse en accin, en ruta hacia una tierra desconocida es algo que, c o m o ideal caballeresco, n o puede envejecer. El objetivo se halla presente en un mondo senza gente, en un m u n d o que no es todava del hombre, entre hombres que n o tienen todava su mundo adecuado; pese a la difcil travesa, c o m o tambin p o r razn de la difcil travesa. Hamlet, voluntad hermtica; Prspero, alegra sin fundamento

Y as alienta, siempre de nuevo, la angustia de n o poder existir en absoluto. L a necesidad externa es ms que bastante para ello; las preocupaciones ms sutiles del subsistir causan en ella la impresin de burla. N o , en c a m b i o , las preocupaciones ms fundamentales; stas quedan fundamentadas, a largo plazo, en la misma vida incierta. Aun cuando profundamente seguros de s y peculiares, los h o m b r e s de esta especie no acaban de salir de las sombras de la no-existencia. Su desasosiego no es impulsivo, sino divagante, falto de accin. H a m l e t nos ofrece un ejemplo literario de ello: aun siendo voluntad en todos los pun-

4 9 . C;f. I,. A. Sneca, Medea, en Tragedias, introd., trad. y notas de J. Luque Moreno, (;redos, Madrid, 1987, vol. I, pp. ,308-309.

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DESIDERATIVAS

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tos, constituye el p o l o opuesto del h o m b r e impulsivo. L a voluntad de enfrentarse con los h o m b r e s y con la situacin queda aqu cegada, la c o n c i e n c i a le impele a la accin, pero la cavilacin solitaria le impide esta misma accin. H a s t a tal e x t r e m o es su propio prisionero, que ni siquiera el objetivo de la venganza, en t a n t o que se halla u n i d o a la accin, es capaz de quebrantar esta existencia al margen. H a m l e t se halla saturado con la c o n c i e n c i a de s en el sentido de una distancia, de un mdium que n o hace posible que llegue a s ni t a m p o c o a las cosas. Al contrario que los dems caracteres de Shakespeare, que son caracteres concentrados, H a m l e t es un carcter cncavo y disperso. Su distancia de la existencia le convierte en amigo de los c m i c o s , y l m i s m o es capaz de representar la c o m e d i a de la locura. Su mundo sigue siendo, por eso, sombro, m e l a n c h c o , un aprisionamiento saturnal en s m i sm o , un m u n d o que es esta especie de b l o q u e o en potencia, a saber, el c e m e n t e r i o ; H a m l e t , el despacioso siempre, slo aqu se nos muestra vivo, gozoso y claro. E n trminos generales es un soador del gran estilo utopizante, p e r o el sujeto de este sueo n o es aguijoneado por la anticipacin del objetivo, c o m o n o es siquiera paralizado por una anticipacin excesiva del objetivo (sucedneo de la a c c i n ) . Su indecisin proviene, ms bien, de una e x a g e r a c i n peculiar de la conciencia de la distancia, una exageracin que aqu se llama palidez del pensamiento. Al formular este diagnstico tan cleb r e c o m o general, hay que preguntarse, sin embargo: qu estructura especfica reviste el pensamiento que aqu empalidece?; y, sobre t o d o , cundo aparece su e l e m e n t o paralizante? Se trata aqu del t i e m p o fuera de su quicio, es decir, la poca nada simple del trnsito de entonces, una poca feudal-burguesa mezclada y tensa en sus dos elem e n t o s . El hombre c o m e n z a b a a ser ms que nunca un l o b o para el h o m b r e , y la agudeza enseaba a tener tanta confianza en el suelo de la c o r t e c o m o en un nido de vboras. L a palidez del pensamiento a la que h e m o s aludido n o es, desde luego, la de la vivida ratio burguesa de la poca, ni la del pensamiento renacentista en el estilo de un Giord a n o B r u n o o del nada paralizado B a c o n . L a filosofa de H a m l e t s se corresponde, en c a m b i o , en gran medida, c o n el estado de n i m o de la n o c h e , e incluso de la nada, que llena el manierismo, ese estilo vital y artstico desgarrado postrenacentista en el seno del B a r r o c o . Caracterstica del manierismo es la vivencia de la muerte inmediatam e n t e junto a la vida; a l pertenecen las alegoras del memento mori iluminadas por la palidez de este pensamiento. Una de estas alegoras, una cabeza partida en la cual una mitad aparece c o m o fisonoma viva y la otra c o m o calavera, reproduce tambin perfectamente

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PARADIGMAS

DE LA T R A S P O S I C I N

DE FRONTERAS:

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la visin del mundo de H a m l e t , la misma que fundamenta, una vez ms, filosficamente la clausura en s mismo del melanclico. Porque desde el trasfondo de muerte de la vida n o hay ninguna empresa ni ninguna a c c i n c o n sentido permanente; el lugar de verificacin que, a la vez, desvaloriza todo n o es otro, por eso, precisamente que el c e m e n t e r i o . Aqu se muestra, a la vez, en la actitud de Hamlet el elem e n t o neoijtedieval del manierismo, a saber, n o una liberacin p o r el materialismo germinalmente latente en la ratio burguesa, sino, al contrario, un horror religioso ante la propia irreligiosidad. O lo que es lo m i s m o , el ms all suprimido enva al malamente desengaado aqu s l o frigidez, intensificando as adems csmicamente su distanciamiento de lo real, de lo realizable c o n sentido. La reaccin al anticlericalismo que el prncipe de Shakespeare ha aprendido en las escuelas superiores no es, p o r eso, otra cosa que un doble memento mori que desvaloriza de m o d o total la vida y la accin. D e ah que la nica y ltima perspectiva sea la de cmo un rey puede proseguir su c a m i n o p o r las tripas de un mendigo, o tambin: El gran C sar, m u e r t o y convertido en b a r r o , / tapa un h o y o frente al N o r t e . Aqu la materia universal n o sonre a los hombres con frescor sensible c o m o en B a c o n , y sobre t o d o c o m o en B r u n o , sino que es, ms bien, lo que B r u n o hubiera rechazado acremente: un estercolero de materiales qumicos. Esta fe, la nica que se ha h e c h o negativa, paraliza as t o t a l m e n t e el surgimiento a la existencia: Maldicin y afliccin, / que yo haya venido al m u n d o para instaurarlas!. Y as quedan paralizados, n o la venganza particular por el padre, sino tambin los planes trazados para la reforma del mundo; y as el asco por el mundo impide tambin toda aproximacin al ahora y aqu dados, a la presencia en la existencia. E s t o es lo que constituye la esencia especulativa de Hamlet, m o s t r a n d o , a la vez, t o d o s los rasgos de una c o m o se deca de m o d o manierista especulacin sollozante. Por medio de la especulacin sollozante, H a m l e t intensifica, al final, su propia c o n c i e n c i a de la distancia en un distanciamiento de la idea del m u n d o , un distanciamiento desesperanzado. L a voluntad resulta as d o b l e m e n t e paralizada y hermtica, y su incondicionalidad en la apariencia general, d o b l e m e n t e melanclica. Qu significa el rey chapucero y feln, trapacero del poder y del reino? cQu puede significar la venganza particular pedida por el fantasma, frente a la venganza y la reforma del m u n d o entero? Pero de un mundo en el que todos los hombres son bellacos y todas las mujeres prostitutas, en el que lo que se manifiesta es mentira, y el resto, silencio. H a m l e t se convierte as en la paradoja de un gran soador que no cree en

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S U S esperanzas y objetivos; de un franqueador de fronteras que n o ve ms que la nada tras las fronteras constituidas, una nada que es, en ltimo trmino, algo que se contrapone a t o d o proyecto y a toda a c c i n . E l objetivo perseguido c o n toda fuerza no surge n u n c a de las sombras, y es, a la vez, lo que se trata de evitar con toda fuerza. El h e c h o salvador, si es que, pese a todo, tiene lugar, aparece c o m o algo episdico y casual: c o m o el golpe de daga desapasionado en la agona. El moribundo apuala al rey culpable cuando ya n o tiene nada que perder, ni siquiera su melancola. E l distanciamiento h e r m t i c o e intensificado de H a m l e t es, por eso, un contrapunto del impulso de Fausto hacia el instante enfrentado, arrancado de la indecisin. E l prncipe se hubiera acreditado, sin duda, c o m o un gran rey, dice Fortinbras, y ordena a las tropas que abran fuego. Esta acreditacin se hallaba, c o m o bien se ve, antes todava de la existencia, y en ningn p u n t o se ve ms claramente en sentido negativo lo que significa esta empresa represada y lo que lleva implcito. J u n t o a la angustia del n o existir se da t a m b i n la v e r s i n c o n sistente en no afirmar esta angustia. Ello tiene lugar en el sueo, el cual se mueve consigo m i s m o , en colores resignadamente h e r m o s o s , insondablemente vivos. H a m l e t esquiva el ahora y el aqu, p e r o el Prspero de La tempestad quiere, en c a m b i o , que precisamente en el sueo se ornen floridamente c o m o algo potico. En el medio se encuentran las figuras emprendedoras de la inquietud, escuetas, agudas, incondicionadas, utpicas. L a poca de Shakespeare conoca muy bien estas figuras, c o m o aventureros y personajes desaforados, fantsticos, obsesos. Tirso de M o l i n a haba llevado a escena a D o n J u a n ; M a r l o w e , a Fausto; Cervantes haba creado a D o n Quijote; p e r o ninguna figura de este g n e r o aparece en Shakespeare. En el m b i t o del creador universal de caracteres, estas figuras hubieran sido demasiado abstractas, pero tambin demasiado acerbas, demasiado dilaceradas. S o n figuras que n o tienen nada si n o tienen t o d o , y este t o d o es algo distinto del t o d o universal; ms an, n o se halla c o n t e n i d o en l necesariamente: riqueza no es incondicionalidad. El t o d o al que tienden los franqueadores de fronteras n o es el todo de Pan al que p e r t e n e c e la plenitud de Shakespeare, c o n hartura por doquier. Sea cual sea la validez de la frase de Schlegel, de que con las obras de Shakespeare podra reconstruirse el m u n d o perdido, lo cierto es que los aventureros de lo incondicional no se encuentran, precisamente p o r este carcter p n i c o , en el grandioso mbito vivo. T a n t o ms intensamente, en c a m b i o , estn caracterizadas las figuras marginales de lo incondicionado: H a m l e t y Prspero, all la voluntad h e r m t i c a ,

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DE L A T R A S PO S IC I N DE F R O N T E R A S :

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aqu la brillante alegra esttica infundada, y ambas antes de la n o che. E s decir, antes del silencio que Shakespeare vea en el teatro del m u n d o , t a n t o para H a m l e t c o m o para Prspero: all entenebreciendo la trasposicin de fronteras, aqu rodendola precisamente c o n los sueos ms abigarrados, e incluso con la m a y o r jovialidad. Slo que falta lo insaciable; en alemn, Prspero significa el favorecido, el que prospera, no el c o m b a t i e n t e . Es verdad que Prspero ha sido c o m p a r a d o especialmente c o n Fausto; la varita mgica, la sabidura, la comunidad fundada en la dicha y el valor parecan legitimar esta c o m p a r a c i n . Pero el h o r i z o n t e fustico de Prspero se nos muestra sin tentaciones ni interrogantes; ningn demonio asoma su cabeza en la soledad fustica; no hay ninguna bienaventuranza que se pacte para la c o n s e c u c i n de la codiciada verdad, sino que la existencia aparece c o m o un don tras una maldicin y permanece en el mbito de la fbula, sin salir nunca de l. Aqu n o es necesario t a m p o c o ningn R i c h m o n d que repare los desafueros, ningn Fortinbras que establezca la realidad; Shakespeare n o les confa ya esta tarea. Sus ltimos tres dramas tienden al romance, es decir, al desenlace fabuloso, c o m o si t o d o estuviera en orden, a la gracia esttica: Cimbelino, Un cuento de invierno y La tempestad p o n e n a disposicin e n constante apariencia ensoada medios mgicos que h a c e n posible lo imposible. En La tempestad este e l e m e n t o mgico es precisamente la existencia poetizada, la apariencia h e c h a , p o r as decirlo, impoluta, ambas alentando en fcil contigidad. Prspero y su hija M i r a n d a huyen de su patria, en la que los malvados se apoderan del p o d e r ; huyen hacia la soledad, all donde la virtud se mantiene y puede mantenerse en existencia. El sitio que escogen es una isla lejana de acuerdo con la vieja tradicin utpica, pero n o , desde luego, para alabar ni para imitar la b o n d a d primigenia de sus habitantes. A ello se haba inclinado todava Shakespeare en Cimbelino; el drama incluso se hallaba orientado en su totalidad a la c o n t r a p o s i c i n entre u n a civilizacin pervertida y una naturaleza intacta. Pero ni siquiera aqu, para n o hablar ya de La tempestad, se equipara la naturaleza intacta c o n el pueblo bajo. Calibn, el salvaje, es, a la vez, ingrediente del populacho, slo diferenciado del animal por su maldad. En su acentuada liviandad, el pas de la belleza slo c o n o c e al pueblo bajo c o m o algo desagradable, de la misma manera que en El sueo de una noche de verano, y en un m a r c o semejante de aparecidos y fantasmas, slo sirve para p r o t a g o nizar escenas de ordinariez, de tal suerte que los artesanos ni siquiera son hechizados en la n o c h e de San Juan. Es verdad que el viejo ministro de Prspero alaba un estado de naturaleza, libre de propiedad,

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civilizacin y erudicin {La tempestad, I I , 1)^"; pero el h e r m a n o de Prspero, y a la vez usurpador de su t r o n o , observa al respecto que un estado semejante slo servira para que hicieran su aparicin un p o p u l a c h o ocioso, prostitutas y bribones. Prspero mismo ve los C a libanes c o m o nacidos para la servidumbre; el Estado ideal slo puede alzarse sobre la plena desigualdad, para que as se mantenga el florecim i e n t o de la cultura y se eliminen sus fallos. Pero incluso esta actitud, apenas soportable y p r o c e d e n t e de la veta cortesana en Shakespeare, se alimenta, en lltimo t r m i n o , de una apariencia esttica ensoada, del reino florido que en La tempestad oculta el ahora y aqu en la misma medida en que lo orna florecientemente. En las escenas de H e l e n a frente al c o r o , G o e t h e nos ofrece, c o n una autarqua esttica semejante, una injusticia tambin semejante. Prspero tiene consigo sus libros, los mejores productos del espritu selecto, y slo seres de este espritu estn llamados a participar en la nueva alianza. H o m b r e s que son ellos mismos c o m o obras de arte construyen su x o d o hacia otra salida, hacia el e x t r a c t o : arte llegado a la meta. Este ser aristocrtico abarca los seres inferiores slo si estos r e c o n o c e n la ley m o r a l , esa ley que vincula amistosamente; y es que tambin el bien forma parte de lo bello, de la kalokagatha en el pas del r o m a n c e . L a b o d a de M i r a n d a y Fernando aade a esta perspectiva la elevada pareja: se desposan el arte y la fuerza moral. Y el arte de Prspero subsiste siempre, en liltimo t r m i n o : un escenario h e c h o de la apariencia ardiente del aqu en un m u n d o sonoro. Y es as c o m o en esta pretendida ornamentacin del alto y del supremo instante actiian siempre el juego y la tonalidad. E m e r g e vagorosa una apariencia ensoada, y en ella, sin que pueda ser hollado c o r p o r a l m e n t e , un pas esttico de la liviandad escapada servido por Ariel, el espritu alado. Acta el arte en el objetivo y no c o m o manifiesta pre-apariencia; porque, c o m o en H a m l e t , tambin aqu t o d a manifestacin es mentira, y el resto, silencio. Pero justamente en su perfeccin esttica la manifestacin ofrece este g o c e de belleza i n s o n d a b l e m e n t e c h i s p e a n t e , un goce t a n t o ms raro y precioso en la medida en que tiene lugar con el trasfondo de t o d o un silencio, sueo y noche. La plenitud artstica es aqu t o d o un triunfo frente al nihilismo, cuyo silencio n o es aqu, desde luego, desvalorizador, n o es ni siquiera nihilismo, sino enigma. Pero un enigma que c o n d u c e cada uno de sus pasos desde la incondicionalidad de la plenitud artstica del r e in o florido de su ahora y aqu hacia un r ei no n o - m e d i a d o , no-humano. L a trasposicin de fronteras n e n e , p o r eso,

50.

W Shakespeare, La tempestad, cit., p. 20 I.

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DE LA T R A S P O S I C I N

DE FRONTERAS:

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aqu un final; lo i n c o n d i c i o n a d o , tal y c o m o es alcanzable para el h o m b r e , surge c o m o isla esttica encantada en el o c a n o del enigma. D e ah la ltima sabidura de Prspero: Como la fantasmagora de edificios en el aire, se hundirn y desaparecern un da las torres coronadas de nubes, los palacios suntuosos, los templos sublimes, la tierra entera y los que la habitan. Nada, ni un soplo, quedar de esta vanagloria. Estamos hechos de la materia de la que se hacen los sueos, y nuestra corta vida la abarca un sueo^'. Sueo p o r doquier, t o d o un mundo de embromados, como el mismo Flstaff dice, y tambin el crculo aristocrtico, y precisamente ste, envuelto en un sueo. Puede concluirse, p o r ello, que esta imagen grandiosa, lgubre y reluciente del mundo es un legado del sueo total-desesperanzado de H a m l e t , de su esperanza desesperanzada, de su utopa suspendida en s misma.' S y n o ; s, p o r q u e n o tiene lugar ninguna ruptura, y no, p o r q u e la ya indicada falta de sentido n o desvaloriza, sin embargo, la apariencia mgicamente ligera de un objetivo. L a m e l a n c o l a de c e m e n t e r i o de Hamlet n o alcanza ni se acerca a la veloz, relampagueante fugacidad en la isla encantada; Prspero es tan p o c o premioso, que incluso su renuncia burbujea. Es un teatro representado p o r spirits, the baseless fabric ofthis visin'', y por eso se disuelven, de nuevo, en el aire, de tal suerte que incluso el paraso que quieren h a c e r presente n o tiene ni fundamento ni duracin: pese a lo cual, el m u n d o de Ariel en el que se encuentran Prspero y los suyos puede ser llamado un permanece todava, un permanece en un pas fugaz y aparente, p e r o , sin embargo, descansando en su belleza. N o se trata de un sostn triunfante, tal c o m o lo haba buscado Fausto, lejos de los trasgos y fantasmas afines de las escenas de H e l e n a ; en la isla de Prspero la existencia de N i k no tiene apoyo absoluto. N o obstante lo cual, la renuncia de Prspero no sera tan indiferente frente a la fugacidad, ni su sabidura sera tan consoladora frente a lo inconsolable, si la ensoacin tal y c o m o aqu emerge no tuviera tambin su potencia. Y as se pone, en ltimo trmino, de manifiesto que la enigmtica ligereza, incluso en la renuncia de Prs-

,51.

Ibid.,p.^5^-3SS.Espritus, tejido sin fundamento de esta visin.

lis

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DESIDERATIVAS

DEL INSTANTE

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p e r o , n o est servida, de ninguna m a n e r a , tan slo por espritus alados ni slfides teatrales, porque, en ltimo trmino, no es en absoluto slo esfera ensoada y mgica. Incluso la melancola de la despedida, c u a n d o Prspero se desprende de la varita mgica, no se h u n d e en el sueo c o n el que l r o d e a tanto la vida pequea c o m o el gran arte: en la seriedad que renuncia permanece, ms bien, tambin la seriedad de la alegra. Esta seriedad es caracterizada exactamente p o r aquella arribada que no tiene fundamento, por la alegra sin fundamento del humor. C o n esta seriedad Prspero n o queda, en ltimo t r m i n o , en la autarqua esttica, en el acto de fuego ante el cielo de la n o c h e ; ni en el arte, ni menos en la ilusin, el h u m o r subsiste c o m o objetivo. H u m o r es algo distinto de la gracia esttica y no toma en serio su seriedad, ni siquiera la nada; y as t e n e m o s aqu, sin embargo, a fin de cuentas, una pre-apariencia, n o del arte, p e r o s de la sonrisa. sta a c o m p a a la arribada enigmticamente lejana, nunca garantizada; y en posesin de esta arribada c o m p l e t a m e n t e no-poseda, puede dejarse de la m a n o la varita mgica, puede despedirse a Ariel, el espritu alado. Y, sin embargo, lo que queda n o es desesperacin, sino que llega la ligereza, tiene lugar la permanencia, y no slo en un m e r o ser bello, n o refutado p o r la nada, sino t a m b i n en una fe ante cuyo escepticismo la misma nada n o concuerda consigo misma. E n la entrada c o m o en la salida de Prspero aparece la alegra sin fundamento, sin garanta; slo M o z a r t hubiera p o d i d o escribir la msica adecuada para ella. E n esta salida hay una entrada, de tal suerte que n o se despliega ya ninguna manifestacin, y que lo no manifiesto posee tal finura que renuncia al relmpago y el trueno de la culminacin. Pero todas las figuras de la trasposicin de fronteras, fuego juvenil, Ulises, Fausto, y tambin el penetrante h u m o r de Prspero quieren venir del ms all del deseo al ms ac del deseo. A la p o t e n c i a del instante, all donde se deshoja algo ms que un da dado; a la pot e n c i a de una existencia conquistada; de una evasin escalonada de la manifestacin, tal y c o m o lo deca el viejo G o e t h e , es decir, en el seno de la manifestacin exacta, existente, devenida ligera y p o t e n t e . D e tal manera que los sutiles y profundos contactos que mantiene precisamente el h u m o r c o n esta potencia n o se nos muestran c o m o conquista, ni siquiera en t o n o mayor. Se nos muestran, al c o n t r a r i o , finos y fugaces, c o m o Ariel en el mismo m u n d o c o m p a c t o : c o n una gracia nada pattica. ,

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PARADIGMAS

DE LA T R A S P O S I C I N

DE F R O N T E R A S : D O N

QUIJOTE

50. PARADIGMAS DE LA TRASPOSICIN DE FRONTERAS, ABSTRACTA Y MEDIADA, MOSTRADOS EN DON QUIJOTE Y FAUSTO Cunto espacio a la meditacin no da una nave que flota entre el cielo y la tierra! Las velas ondulantes, la nave siempre oscilante, el rumor de las olas, la nube que se desliza, el amplio, infinito crculo del aire! En tierra se est clavado en un punto muerto y encerrado en el crculo estrecho de una situacin. * (Herder, Dwno de viaje, 1769")

Ahora bien, en la prctica de la vida es mucho ms importante que la totalidad sea buena uniformemente a que el detalle sea casualmente divino; y por eso, si el idealista es un sujeto ms hbil para despertar un gran concepto de lo que es posible a la humanidad, insuflando respeto por su destino, slo el realista puede realizar este destino con constancia en la experiencia. (Schiller, Sobre poesa ingenua y sentimental")

El humanismo espaol no se contenta con el lema Nihil humanum nihil alienum. De la exigencia de que nada humano debe ser ajeno, avanza a la concepcin de que todo lo extrafio, singular y maravilloso nos afecta humanamente. (Vossler, Introduccin La voluntad en a la literatura espaola^'^)

fermentacin

La gente dbil suea tan s l o , n o sale de s. L a gente valiente acta, su fuerza se proyecta al exterior. Pero si n o se limita a manotear en t o r n o de s, tambin el valiente tiene su sueo. Tambin l proyecta hacia el e x t e r i o r deseos y objetivos que, en principio, slo se hallan en su cabeza. Ello se descarga, empero, a m e n u d o , en el vaco, porque nadie est solo, p o r q u e la vida ha c o m e n z a d o ya m u c h o antes que u n o ; p o r q u e la juventud n o posee todava la madurez, es decir, no ha e x p e r i m e n t a d o todava lo que es, ni t a m p o c o lo que fuera de ella llegar a ser y puede llegar a ser. Y es as c o m o la accin se hace la ms solitaria all donde quisiera ser la ms general.

52. J . G. Herder, Diario de mi viaje del ao 1769, en Obra selecta, prlogo, trad. y notas de P. Ribas, Alfaguara, Madrid, 1982, p. 82. 53. F. Schiller, Sobre poesa ingenua y sentimental, ed. de E Aulln de Haro sobre la versin de J. Probst y R. Lira, Verbum, Madrid, 1 9 9 5 , pp. 106-107. 54. K. Vossler, Introduccin a la literatura espaola del siglo de oro. Visor, Madrid, 2 0 0 0 , p. 79. 127

IMGENES

DESIDERATIVAS DEL INSTANTE

COLMADO

Un zumo que fermenta no puede ser en seguida claro. Y tambin una voluntad todava inmediada c o n el exterior, en fermentacin consigo misma, aparece turbia. Y cuanto ms incondicionadamente lo es, tanto ms se halla inserta al principio en el spleen, justamente all d o n d e se comienza inmediadamente, y muy en especial, en las explosiones repentinas o incluso quijotescas de los aos tardos. All d o n d e un hombre quiere recuperar t o d o lo que ha desaprovechado, all donde tiene que ser intercambiada t o d a una vida hasta el m o m e n t o mediocre. All d o n d e aparece un a m o r que hace t o d o nuevo, pero tambin un objetivo al que puede u n o aproximarse, n o slo inmediadamente, sino tambin sin desviaciones. Y ya aqu se p o n e de manifiesto: en tanto que algo as no mediado puede darse, a la vez, p o r lo m e n o s a trechos, c o m o algo no desviado, la cosa no es simple ni se agota con el spleen. Un obrar slo inmediato no es o t r a cosa, es cierto, que un obrar abstracto, y su derrota produce el efecto, la mayora de las veces, de algo risible. Pero si la accin participa en el o b r a r n o desviado, se nos presenta c o m o abstractamente m o r a l y el efecto que causa su derrota es, la mayora de las veces, e m o c i o n a n te. Pero el obrar wedfldo-equilibrado est en situacin, en c a m b i o , de ser tambin objetivamente moral, y, sobre t o d o , franqueador de fronteras, y no hacia el vaco o lo manido. Es menos h e r o i c o en la presentacin, pero ms viril en el golpe descargado; tiene m e n o s floracin, pero ms fruto. Pese a lo cual, los sueos no mediados atraen constantemente en t a n t o que no desviados, ya que no slo constituyen una advertencia, sino tambin la a d m o n i c i n de no t o m a r nunca las cosas tal y c o m o son. Y ello pese a que, so pena de p e r e c i m i e n t o , y de un perecimiento evitable, y, por tanto, risible, las cosas tienen que ser tomadas tal y c o m o son, a saber, experimentadas activamente en el sentido de la prudencia del mimdo, c o n c r e t a m e n t e . L o n o mediado, que quiere salirse a toda costa con la suya, tiene su inconveniente, su h o n o r y su juventud, mientras que lo mediado, con su cautela y su experiencia dominada, tiene su ventaja, su dignidad y su madurez. ^ Y si el ltimo ofrece gua, el primero brinda seduccin y tambin valor desengaado y c o n c i e n c i a ardiente. Por eso es ocasin aqu de volver la mirada detenidamente a D o n Q u i j o t e . Entre los soadores incondicionales, D o n Q u i j o t e fue el ms inflexible, y por eso su accin es tan risible c o m o grandiosa: una advertencia y una admonicin simultneamente. Ajeno al mundo, el viejo y utpico D o n Q u i j o t e persigue una figuracin desaparecida en parte, y que, en parte, n o ha existido nunca.

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50.

PARADIGMAS

DE LA T R A S PO S I C l N DE F R O N T E R A S : D O N

QUIJOTE

La triste figura de Don Quijote

y la ilusin

dorada

El h o m b r e se halla lleno de b u e n a voluntad y nadie le va a la zaga en ello. All, e m p e r o , donde tiende su mano para ayudar, all causa un estropicio. Aun arrostrando gran dao, ofrece su proteccin compasiva a las doncellas: l, D o n Quijote, un loco solitario que suscita la ms profunda compasin l mismo. Alto, enjuto, amarillo, con mejillas que p a r e c e n tocarse la una c o n la otra por su parte interior, consumido por el desvaro. D o n Q u ijo te abandona as la casa y la hacienda, su simple sobrina, la vida limitada, a fin de ser lo que ha soado, a fin de hacer lo que ha ledo. E n la edad en la que la melancola empaa el n i m o , quiere renovarse, hacerse un caballero andante m o d e l o . Por muy descarriados que sean estos sueos, D o n Quijote, un h o m bre de a c c i n incondicionada en alma y cuerpo, los saca adelante. Es verdad, c o m o sabemos, que en la empresa slo cosecha palos, y que el h o m b r e que no saba de chanzas se convierte en objeto de chanza para los dems. El noble sueo repercute de mala manera en l, y el mundo, m e n o s hermoso, n o se pone en absoluto a su disposicin. T o d o en el hroe desvariado es a medias, pero, eso s, de m o d o decidido. C o m o se cree ms de lo que es y ms de lo que puede, se excede sin pausa y se extiende ms all de sus dimensiones corporales. Se atribuye, sin ms, tres c o n d a d o s , sin que le a c o m e t a la ms mnima duda acerca de su misin. Esta misin, sin embargo, haba sido extrada de toda una serie de libros, que eran los que le haban insuflado su indecible exigencia y su o p o s i c i n frente a la manifiesta insustanciaHdad del ambiente. C u a n d o c o m i e n z a a arder el punto del desvaro en el c e r e b r o de D o n Quijote, lo que tiene lugar es la inflamacin automtica de la lectura acumulada. Ello trae c o m o consecuencia que, tras la fantstica salida, todos los afectos se hacen literarios, hasta convertirse en una serie de secuencias sutiles de peripecias ledas en los Hbros. Y as, cuando D o n Quijote, en un r e p o s o de sus andanzas, tiene la ocurrencia de h a c e r penitencia por su amada, comienza ya a reflexionar si sera mejor t o m a r c o m o m o d e l o a Amads en su m e lancola o a R o l a n d o en su frenes, decidindose, p o r fin, a elegir a Amads y su soledad elegiaca. D e esta suerte, el caballero es llevado, una y otra vez, al pasado, a la creencia de que en su propia poca, tan distinta, tenan todava validez acciones caballerescas, representaciones de c o m b a t e s , de amor, de fidelidad y formas sociales caballerescas. El caballero viaja, por principio, sin dinero, n o slo porque n o lo tiene, sino porque, c o m o dice a S a n c h o , no ha ledo en ninguna historia que un caballero andante haya nunca pagado. Al principio del

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pago al contado, D o n Quijote opone por doquier un gran c o r a z n de anteayer, extrado de los libros de caballera. Para su desgracia, D o n Quijote cree que la caballera andante y su ideal son compatibles c o n t o d a forma e c o n m i c a de la sociedad. El viejo lanzn en el soporte o lancero n o poda ya prestar servicio, pese al ms denodado esfuerzo; lo que en el siglo Xlll era espritu de la p o c a , se haba c o n v e r t i d o en el XVI en un instrumento inofensivo, en un juguete. Si D o n Qui j ot e fuera slo la fuerza activa y n o tambin la fantasmagora de los viejos tiempos, habra que dar la razn a Jensen, quien en su novela La rueda invierte justamente los trminos interpretando a D o n Quijote c o m o a un norteamericano rezagado en Europa. D o n Quijote est fuera de lugar, n o por su armadura, sino porque el m u n d o antiguo n o sabe ya qu hacer con la energa y la aventura: Los godos han seguido su c a m i n o , talan los bosques en C o n n e c t i c u t y R h o d e Island; slo D o n Q u i j o t e , su hermano, vive todava en E u r o p a y constituye, p o r eso, algo estrafalario. Pero los sedicentes godos en Connecticut se c o n virtieron en capitalistas, mientras que, incluso en la p o c o capitalista Espaa, D o n Quijote llama la atencin c o m o un aparecido, c o m o el fantasma de un caballero en la vida cotidiana. C o n la esencia del aparecido se combina su fe inquebrantable en encantadores y hadas, una fe que la poca comparta en gran medida, pero que aplicaba a los procesos de hechicera, n o a la accin y el trato diario. Al e x t r a e r de sus lecturas anacrnicas un ms all en el m u n d o diario, D o n Qui j ot e nos aparece doblemente c o m o fantasma, y un fantasma de c a r n e y hueso causa la sensacin de la locura. El caballero mismo es un l o c o en c o m p a r a c i n c o n su poca, un loco cuya locura consiste en no haber comprendido la modificacin de ideologa, en el vaco de D i o s ; lo que lograron los caballeros andantes legendarios n o lo logra ya D o n Quijote. A su leyenda le falta el p o r t e n t o que acude en su ayuda, le faltan las piedras mgicas del ciclo de Arturo que haban prestado una perfeccin alucinante al arco defectuoso. Tambin la c r e e n c i a en esta m x i m a construccin medieval forma parte del r o m a n t i c i s m o en D o n Quijote, de un r o m a n t i c i s m o t a n t o ms perfecto c u a n t o que el caballero comprenda menos todava el ms all en sombras que el feudalismo desaparecido. El resto lo h a c e el domicilio a p a r t a d o del caballero en la desrtica meseta de La M a n c h a , de la tierra seca (manxa), que es c o m o los rabes llamaban este desierto del sur de Castilla. Es aqu donde iba a germinar esta lejana del m u n d o y esta fantasa, donde iba a florecer la flor caballeresca tropicai-utpica de D o n Quijote. A ningn h o m b r e gtico, sobre t o d o cuando obr aba, se le apareci el mundo ms penetrado de espritu. Un ilenso Ihiiidcrito-

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PARADIGMAS

DE LA T R A S P O S I C I N

DE F R O N T E R A S :

DON

QUIJOTE

nium en t o r n o , mientras que la estrella de la caballera andante luce desde un cielo aparentemente