El Único Diario de Verdad Íntimo...

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El único diario de verdad íntimo es el que nos avergonzaría hallar publicado. Lo demás es una ficción autobiográfica que adopta la estrategia narrativa del «diario». Todo lo que se escribe está destinado a la lectura, incluso aquello que se fragua en la intimidad de una alcoba con la sospechosa convicción de que jamás será revelado. Los buenos diarios funcionan como cuadernos de bitácora sin los cuales el derrotero de una nave, y la nave misma, parecerían desvanecerse en soplos efímeros. No es un pañuelo, ni un secuaz, ni un confesionario, sino una helada estepa mnemotécnica. Mi diario no puede ser íntimo, porque mis realidades subjetivas sólo merecen vivir en cuanto se transforman y vierten en mis expresiones o creaciones objetivas. Muchas veces he tenido la tentación de transformar estas notas esquemáticas (de datos y hechos, para mí simple recordación) en un verdadero diario íntimo. Me detiene siempre un doble sentimiento: si se trata de ideas, encuentran mejor acomodo en mis libros; si de sentimientos personales, el pudor más allá de la tumba. No quiero que, después de muerto, escarben mi corazón. Y no quiero en vida causar penas inútiles a la gente con la exhibición de mis miserias (pues estos cuadernos pueden pasar por sus manos en cualquier momento).

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El único diario de verdad íntimo es el que nos avergonzaría hallar publicado.Notas sobre diarios de escritores.

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El único diario de verdad íntimo es el que nos avergonzaría hallar

publicado. Lo demás es una ficción autobiográfica que adopta la

estrategia narrativa del «diario».

Todo lo que se escribe está destinado a la lectura, incluso aquello que

se fragua en la intimidad de una alcoba con la sospechosa convicción

de que jamás será revelado. Los buenos diar ios funcionan como

cuadernos de bitácora sin los cuales el derrotero de una nave, y la

nave misma, parecerían desvanecerse en soplos efímeros.

No es un pañuelo, ni un secuaz, ni un confesionario, sino una helada

estepa mnemotécnica.

Mi diario no puede ser íntimo, porque mis realidades subjetivas sólo

merecen vivir en cuanto se transforman y vierten en mis expresiones

o creaciones objetivas.

Muchas veces he tenido la tentación de transformar estas notas

esquemáticas (de datos y hechos, para mí simple recordación) en un

verdadero diario íntimo. Me detiene siempre un doble sentimiento: si

se trata de ideas, encuentran mejor acomodo en mis libros; si de

sentimientos personales, el pudor más allá de la tumba. No quiero que,

después de muerto, escarben mi corazón. Y no quiero en vida causar

penas inútiles a la gente con la exhibición de mis miserias (pues estos

cuadernos pueden pasar por sus manos en cualqu ier momento).

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Si algún Diario íntimo merece ese nombre es, sin duda, el de Paul Léautaud:

sigue escrupulosamente la marcha del calendario y a su autor pu ede

reprochársele todo menos la insinceridad. Misántropo, soli tario, irreverente,

descreído del progreso y de la li teratura, con más afecto por los animales que

por las personas, el autor del vastísimo Diario li terario merece seguramente la

calificación de imbécil moral que le otorgó Malraux, pues su persona carece

tanto del cimiento como de la piedra de fundación de toda moral: el tabú del

incesto y la piedad filial . A cambio, tenemos a un hombre que puede expresar

el deseo por su madre y asistir, sin conm overse pero con una curiosidad de

entomólogo, a la agonía de su padre. Escandalosa intimidad, si se quiere, pero

a la que no podemos negarle ni la pasión ni la sensibil idad ni la inteligencia ni

la curiosidad extremas.

Viernes 13 de enero de 1933 . Esta mañana, visita de M.D. Yo estaba

de pie ante la gran mesa, separando la correspondencia del paquete

del correo. Me dijo: “¿Quieres venir a cenar el domingo conmigo?”

“No”, respondí. “¿Por qué?” –“Porque me aterra salir de noche... Y

además estoy harto de hacer que las señoras me inviten a cenar.” “¡Si

serás tonto!”, dijo. “¡Conque no quieres venir! No te habrías

arrepentido...” Está de pie a mi lado. Me vuelvo hacia ella: “¿Por

qué?” Me responde con cierto tonito: “¡Por qué?”, luego se me pega

y me ofrece la boca. Un beso. Paso mi mano por el escote de su vestido

y le manoseo un pecho. Se me pega cada vez más. Vuelve a ofrecerme

la boca. Otro beso. La mano otra vez en su blusa, para tomar uno de

sus pechos (no tiene mucho), la otra mano toqueteando cierto lugar

bajo su vestido. Le pregunto: “¿Pero qué tienes?.. .” Con tono

lánguido: “No sé”. Le digo que espere un poco, a qu e termine mi

revisión. No hay modo. Tiene prisa. Una cita con su abogado para ver

algo de su departamento. Termino por decir que sí. Domingo por la

noche en su casa hacia las seis y media.

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Pocos textos acogen de forma tan intensa la oscilación entre escritura

y secreto, entre lo que puede decirse y lo que debe callarse. Así, Gide

fue puritano y hedonista; rentista y trabajador; creyente y agnóstico;

tacaño y generoso; se adhirió al comunismo y, sin embargo, fue crítico

con la evolución de la URSS; un hombre, en fin, casado y, sin

embargo, permanentemente infiel a la dulce y retraída Madeleine

Rondeaux, prima suya.

¿Cómo hacer compatible su pederastia con la vida matrimonial? He

aquí el verdadero nudo gordiano de su vida privada, escindida entre

el placer y el deber: a un lado la furiosa atracción que sentía por los

adolescentes de 14 a 16 años, al otro la devota Madeleine, trasunto de

su madre fallecida. Ambas pulsiones nunca pudieron conciliarse y la

gran perdedora fue Madeleine, a la que Gide no sólo vio desde el

principio como una sustituta materna, siéndole imposible el

acercamiento sexual, sino que le ocultó, o intentó ocultarle, su intensa

vida sentimental: su homosexualidad, sus largas relaciones con otros

hombres o el nacimiento de su hija Catherine en 1923.

Gide sabía que el «Diario» podía proporcionar su retrato más

veraz.

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30. Sand a Flaubert

"(...) También yo he sido joven, y he estado sujeta a las indignaciones. ¡Se acabó! Desde que empecé

a meter la nariz en la verdadera naturaleza, he encontrado en ella un orden, una continuidad, una

placidez de revoluciones que le faltan al hombre, pero que el hombre puede hasta cierto punto hacer

suyas, cuando no está directamente atado a las dificultades de la vida que le es propia".

Nohant 14 de junio de 1867

34. Sand a Flaubert

(...) Yo amo todo lo que caracteriza un entorno, el rumor de los coches y el faenar de los obreros en

París, el canto de mil pájaros en el campo, el movimiento de las embarcaciones en los ríos. También

amo el silencio absoluto, profundo, y en definitiva amo todo lo que hay a mi alrededor, no importa

donde esté. Es el idiotismo auditivo, variedad nueva. También es verdad que escojo mis entornos y

no voy al senado ni a otros lugares de mala vida".

Nohant, 21 de Junio de 1868

40. Sand a Flaubert

"(...) Y si no la tomas así, la vida, no la puedes tomar por ningún lado, y entonces, ¿cómo hacer para

soportarla? Yo la considero divertida e interesante, y aunque lo acepte todo soy tanto más feliz y

entusiasta cuando encuentro lo bello y lo bueno. Si no tuviera un gran conocimiento de la especie, no

te habría comprendido tan rápidamente, conocido tan rápidamente, amado tan rápidamente. Puedo

tener una indulgencia enorme, tal vez banal, tanto que la he tenido que ejercitar. Pero el aprecio es

otra cosa, y no creo que eso se haya desgastado todavía (...)"

Nohant, 15 de octubre 1868

47. Sand a Flaubert

"El individuo llamado George Sand se encuentra bien (...). No ha estado nunca tan bien como ahora.

Cometió la estupidez de ser joven, pero como no hizo daño, ni conoció las bajas pasiones, ni vivió

para la vanidad, goza de la felicidad de ser apacible y divertirse con todo (...) Somos, creo yo, los dos

trabajadores más distintos que existen. Pero cuando se ama como nostros, todo va bien. Si uno pienasa

en el otro al mismo tiempo, es que tiene necesidad de su contrario. Uno se completa identificándose

en determinados momentos con quien es diferente (...)

Nohant, 17 de enero 1869

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Estoy harto de vivir en un maldito país donde sale el sol con tanta frecuenci a

como un diamante en el ano de un cerdo (…) Creo que llegué a esta tierra

cenagosa transportado por el viento, pero en realidad nací en otro lugar, porque

siempre he tenido una suerte de memoria o instinto de las ostas aromáticas y

los mares azules. Nací para ser emperador de la Cochinchina, para fumar pipas

de cincuenta metros de largo, pa ra tener seis mil esposas y mil cuatrocientas

concubinas, una cimitarra para cortar la cabeza de cualquier persona a la que

me enfrentase, yeguas númidas y piscinas revestidas de mármol .

Soy el hombre-pluma. Siento a través de ella, a causa de ella, con relación a

ella y sobre todo con ella”. “[lo que me gustaría escribir] es un libro so bre nada,

un l ibro sin ataduras exteriores, que se sostuviera por sí mismo con la fuerza

interna de su estilo, como la tierra que flota en el aire, un l ibro que casi no

tuviera tema o en el que éste fuera casi invisible, si estuviera a mi alcance (…)

Por ello no existen temas bellos ni sórdidos; uno podría es tablecer como

axioma, desde el punto de vista del Arte puro, que no existe ningún tema, que

el esti lo es la única manera absoluta de ver las cosas .