El terremoto de 1985 supuso un acontecimiento inolvidable para la mayoría de los mexicanos

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El terremoto de 1985 supuso un acontecimiento inolvidable para la mayoría de los mexicanos, porque fue uno de los más significativos para la historia mexicana, ya que dejó tras de sí miles de muertos. Se produjo un 19 de septiembre de 1985 en la capital mexicana, en realidad en la zona centro de México. Y por tanto la ciudad más perjudicada y con mayor índice de defunción fue esta ciudad. El sismo tuvo lugar a las 7’19 horas, con una duración de dos minutos aproximadamente. Y con un 8’1 grados en la escala Richter. Y por si no fuera poco, al día siguiente se produjo una réplica a las 19’38 con una magnitud de 7’8 grados en la escala Richter. Y de nuevo se estremecieron las ciudades, aunque por suerte solo ocasionó daños materiales. El epicentro se localizó en las costas de Guerrero y Michoacán, pero un informe del 25 de septiembre del mismo año revela que el punto exacto es la desembocadura del río Balsas a las 7’17 de la mañana. Y por eso llegó a la capital a las 7’19. Un punto fundamental fue ‘La Brecha de Michoacán’. Como toda la energía sísmica no se liberó el día 19, el siguiente día acabó por liberar toda la energía. Además porque anteriormente se habían producido otros terremotos similares. En 1911 cuando Madero entraba triunfante en la ciudad se produjo un sismo de 7’9 grados en la escala Richter. Y posteriormente, en 1981 en Playa Azul, con una gravedad de 7’3 grados en la escala Richter, tuvo lugar otro pero ocasionó daños menores porque no se liberó toda la energía elástica acumulada. Las zonas más afectadas estaban en la zona de Michoacán, como Lázaro Cárdenas o Playa Azul. Y otras como en la zona de Guerrero, en ciudades como Zihuatanejo, Ixtapa o Acapulco ocasionó daños sin importancia. O en la Ciudad de Guzmán en Jalisco, donde cincuenta personas perdieron la vida. Y sobre todo, la más afectada fue el Distrito Federal de México con miles de muertos. Al principio el número de víctimas era desconocido porque el presidente, Miguel de la Madrid, declaró una censura. Además rechazó la ayuda internacional, pero al verse impotente la tuvo que aceptar. Al principio se estimó entre seis y siete mil fallecidos. Pero posteriormente se declaró una cifra aún mayor y

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El terremoto de 1985 supuso un acontecimiento inolvidable para la mayoría de los

mexicanos, porque fue uno de los más significativos para la historia mexicana, ya que dejó tras

de sí miles de muertos. Se produjo un 19 de septiembre de 1985 en la capital mexicana, en

realidad en la zona centro de México. Y por tanto la ciudad más perjudicada y con mayor índice

de defunción fue esta ciudad. El sismo tuvo lugar a las 7’19 horas, con una duración de dos

minutos aproximadamente. Y con un 8’1 grados en la escala Richter. Y por si no fuera poco, al

día siguiente se produjo una réplica a las 19’38 con una magnitud de 7’8 grados en la escala

Richter. Y de nuevo se estremecieron las ciudades, aunque por suerte solo ocasionó daños

materiales.

El epicentro se localizó en las costas de Guerrero y Michoacán, pero un informe del 25 de

septiembre del mismo año revela que el punto exacto es la desembocadura del río Balsas a las

7’17 de la mañana. Y por eso llegó a la capital a las 7’19. Un punto fundamental fue ‘La Brecha

de Michoacán’. Como toda la energía sísmica no se liberó el día 19, el siguiente día acabó por

liberar toda la energía. Además porque anteriormente se habían producido otros terremotos

similares. En 1911 cuando Madero entraba triunfante en la ciudad se produjo un sismo de 7’9

grados en la escala Richter. Y posteriormente, en 1981 en Playa Azul, con una gravedad de 7’3

grados en la escala Richter, tuvo lugar otro pero ocasionó daños menores porque no se liberó

toda la energía elástica acumulada.

Las zonas más afectadas estaban en la zona de Michoacán, como Lázaro Cárdenas o Playa Azul.

Y otras como en la zona de Guerrero, en ciudades como Zihuatanejo, Ixtapa o Acapulco ocasionó

daños sin importancia. O en la Ciudad de Guzmán en Jalisco, donde cincuenta personas

perdieron la vida. Y sobre todo, la más afectada fue el Distrito Federal de México con miles de

muertos.

Al principio el número de víctimas era desconocido porque el presidente, Miguel de la Madrid,

declaró una censura. Además rechazó la ayuda internacional, pero al verse impotente la tuvo

que aceptar. Al principio se estimó entre seis y siete mil fallecidos. Pero posteriormente se

declaró una cifra aún mayor y escalofriante, es decir, de treinta y cinco mil muertes. Y cuatro mil

fueron las personas rescatadas de ese infierno.

El desastre natural ocurrió porque la madre naturaleza así lo decidió, pero en realidad se podía

haber evitado la mayoría de las muertes ocurridas en esos días. Para empezar la cantidad de

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edificios colapsados recientemente construidos provocó el derrumbe de la mayoría. Y todo por la

negligencia del gobierno, porque se había construidos en terrenos arcillosos, y se requería una

construcción más precisa. Y todo era debido a la corrupción urbanística y a la mala planeación de

ellas. Y curiosamente los edificios antiguos habían soportado el terremoto. Y por si fuera poco, al

final se demostró que los edificios caídos eran a causa de la construcción penosa que se había

realizado, y encima nadie fue declarado culpable. Por ejemplo, un caso alarmante es la

destrucción de las escuelas primarias donde una multitud de niños fueron aplastados a causa del

derrumbe del edificio.

Se cuenta que un señor tuvo que robar fruta y comida para repartirla a quien no tenía nada,

porque las ayudas se las daban a los ricos, mientras que los pobres estaban abandonados.

Terremoto de México de 1985

El terremoto del jueves 19 de septiembre de 1985, conocido como Terremoto de México de 1985, ocurrió en la zona centro de México y ha sido el más significativo de la historia escrita de este país. El Distrito Federal, la capital del país, resultó la más afectada. Cabe remarcar que también la réplica del viernes 20 de septiembre de 1985 tuvo una gran repercusión para la Ciudad de México. Este fenómeno sismológico se suscitó a las 7.19 con un registro máximo de 8,1 grados en la escala de Richter, cuya duración aproximada fue de poco más de 2 minutos. Al siguiente día (20 de septiembre) a las 19.38 una réplica de menor intensidad con una magnitud de 7,9 grados en la escala de Richter vuelve a estremecer a la ciudad.

Monumento a los caídos el 19 de septiembre de 1985, en donde se demostró la solidaridad de los

mexicanos y la ineptitud del gobierno de ese tiempo, aquí se encontraba el Hotel REGIS

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Origen y epicentro del temblor del 85

Hotel REGIS Copalsado ubicado en Av Juarez y Balderas

El Epicentro se localizó frente a las costas de Guerrero y Michoacan. Un informe de la UNAM del 25 de septiembre de 1985 detalla más aún que el epicentro fue localizado frente a la desembocadura del Rio Balsas, a las 7.17 alcanzando la Ciudad de México a las 7.19 con una intensidad de 8,1 grados según la escala de Richter. Este movimiento tuvo afectación en la zona conocida como la "brecha de Michoacan". Una de la múltiples apreciaciones en cuanto a la energía que se liberó en dicho movimiento fue su equivalente a 1.114 bombas atómicas de 20 kilotones cada una.

Zonas afectadas

Recorrido del sismo desde su inicio hasta el final• Lázaro Cárdenas, Mich. Daños medianos a graves en un 80% de las viviendas, 5 muertos (dos de ellos en un accidente en carretera). Daños graves en hoteles, edificios públicos, hospital general. No hubo desquiciamientos en labores ni perturbación de orden público o de las comunicaciones. La normalidad se restableció unas horas después del sismo. Se sintió una secuencia de sismos fuertes con duración de un minuto. No hubo pánico. • Playa Azul, Mich. Derrumbe parcial del antiguo hotel playa azul; varias muertes. el maremoto alcanzó a inundar la planta baja de algunos hoteles situados sobre la playa pero no ocasionó perjuicios de consideración. • Otras localidades de Michoacán. Daños menores en pequeños poblados de la sierra desde Coalcomán hasta Coahuayana. Sin embargo, no hay derrumbes en la sierra. • Zihuatanejo, Gro. Maremoto en la bahía, con alturas de ola menores a 4 metros. Daños medianos o menores en viviendas. Se reporta un muerto. • Ixtapa, Gro. Daños interiores (no estructurales) en los principales hoteles. • Acapulco, Gro. • Manzanillo, Colima. • Ciudad Guzmán, Jal. Cerca de 50 muertos. Grave destrucción en viviendas y edificios públicos.

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• México, Distrito Federal. Las intensidades en el Distrito Federal variaron. El sismo se inició en forma leve e intensificó su movimiento en unos cuantos segundos; posteriormente empezó a disminuir su movimiento como si el sismo fuera a terminar; repentinamente incrementó su intensidad a un movimiento oscilatorio con una duración apróximada de 2 minutos. Fue en las colonias Tlaltelolco, Centro, Doctores, Roma y Obrera donde se presentó el mayor nivel de afección.

Replicas Se presentaron varias replicas del fenómeno siendo la más significativa la del día siguiente (20 de septiembre de 1985) a las 19.38 con una magnitud de 7,9 en la escala de Richter, causando daños materiales sobre construcciones dañadas previamente por efecto del primer sismo.

Consecuencias Nunca se sabrá el número exacto de víctimas debido a la censura impuesta por el gobierno en México en aquel año. La ayuda internacional fue rechazada en un inicio por el presidente Miguel de la Madrid, pero, al ver sobrepasada las capacidades del gobierno, éste decidió aceptarla. Años después se hicieron las siguientes apreciaciones al respecto : • Muertos: el gobierno reportó el fallecimiento de entre 6 y 7 mil personas e incluso llegó a suponer que la suma final fue de 10 mil. Sin embargo años después con la apertura de información de varias fuentes el registro aproximado se calculó en 35 mil muertos aunque hay fuentes que aseguran que la cifra rebasó los 40 mil muertos. El estadio de béisbol del Seguro Social se usó para acomodar y reconocer cadáveres. Se utilizaba hielo para retrasar la descomposición de los cuerpos. • Las personas rescatadas con vida de los escombros fueron aproximadamente más de 4 mil. Hubo gente que fue rescatada viva entre los derrumbes hasta diez días después de ocurrido el primer sismo. • El número de estructuras destruidas en su totalidad aproximadamente fue de 30 mil y aquellas con daños parciales 68 mil. • Entre los edificios destruidos se cuentan hospitales como el Hospital Juárez, Hospital General y Centro Médico Nacional donde se llegó a rescatar a poco más de 2.000 personas a pesar de que en el derrumbe quedaron atrapados tanto el personal como los pacientes que se encontraban en ellos, muchos murieron, en Tlatelolco los edificios Nuevo León y Juárez, Televicentro (actualmente Televisa Chapultepec) una fabrica de costura en San Antonio Abad (en la cual murieron varias costureras), y el lujoso Hotel Regis ubicado en la Alameda Central. • La Torre Latinoamericana fue un caso excepcional pues este terremoto no le causo absolutamente daño alguno. Es remarcable el hecho de que en los hospitales que se derrumbaron, una parte de los recién nacidos algunos de ellos en incubadora, se lograron rescatar. A esos bebes se les llegó a conocer como "los niños del temblor" o

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"los niños milagro". • 12 edificios multifamiliares de la Unidad Nonoalco en Tlaltelolco, se demolieron. y en los primeros 6 meses se demolieron más de 152 en toda la ciudad. Se recogieron 2 millones 388 mil 144 metros cúbicos de escombros; tan sólo para despejar 103 vías consideradas prioritarias se retiraron un millón 500 mil t de escombro (110 mil 600 viajes de camiones de volteo). • Más de un millón usuarios del servicio electrico quedaron sin servicio y a los tres días del suceso, solo se había restablecido el 38% de este. Entre los daños a este servicio se cuentan 1.300 transformadores, 5 líneas de transmisión, 8 subestaciones y 600 postes de luz. • El Sistema de Transporte Colectivo Metro quedó afectado en 32 estaciones. La mayoría reanudó el servicio en los días subsecuentes de ese mes, sin embargo la estación Isabel la Católica no lo hizo hasta el 4 de noviembre. • El servicio de autobuses de la Ruta 100 operó gratuitamente en el tiempo de recuperación de la ciudad • Las alertas de sanidad se dispararon, siendo una de las más trascendentes la de que había pruebas de la existencia de sangre (proveniente de las víctimas del sismo) en el agua potable de toda la red de la ciudad. • Hubo escasez de agua reportando averias en el Acueducto suroriente con 28 fracturas, la red primaria con 167 fugas y la red secundaria con 7 mil 229 fugas. Drenaje afectado: Río La Piedad, 6 mil 500 metros afectados; en menor grado, el Río Churubusco. Filtraciones de la lumbrera 9 a la 14 del Emisor Central y en 300 metros del Interceptor Centro-Poniente. • Más de 516 mil m² de la carpeta asfáltica de las calles resultaron afectados por fracturas, grietas y hundimientos (equivalentes a más de 80 kilómetros de una carretera de un carril). También quedaron destruidos o afectados más de 85 mil metros cuadrados de banquetas (algo así como 12 canchas del tamaño del Estadio Azteca), más sus respectivas guarniciones (37 mil 744 metros). • Era imposible la comunicación exterior via teléfono pues fue seriamente dañada su estructura. No fue sino hasta marzo de 1986 que se restableció en su totalidad el servicio de larga distancia nacional e internacional. Debido a esto, el número de telegramas y telex sumo 685 mil 466, mientras que los comunicados por radio y televisión fuerón más de 39 mil. • El número de empleos perdidos por los sismos se estima entre 150 y 200 mil. • Se crea la agrupación civil "Brigada de Rescate Topos Tlatelolco", grupo de rescate que ha auxiliado a la población incluso a nivel internacional llegando en la actualidad a participar en las labores de rescate del Terremoto del Océano Índico de 2004, fenómeno que generó una ola gigante conocida como Tsunami.

Orígenes del desastre Todos los edificios colapsados presentaban estructuras inadecuadas para terrenos arcillosos, principalmente a causa de la corrupción y la mala planeación, pues la mayoría de los edificios colapsados eran de reciente

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construcción, la negligencia del gobierno fue el principal culpable del enorme número de muertos, mientras que estructuras muy antiguas y adecuadas al tipo del terreno arcilloso soportaron el sismo. A pesar de que los peritajes mostraron que la mayoría de los edificios caídos tenían especificaciones inferiores a las exigidas en los contratos, nadie fue declarado culpable. Particularmente grave fue el caso de la constructora estatal encargada de la construcción de escuelas, cuyos directivos quedaron impunes, pese al número elevado de escuelas primarias destruidas y escolares que resultaron muertos.

Respuesta inmediata y organización civil De inmediato la población civil se organizó improvisando estaciones de auxilio y la gente que podía donaba artículos y contribuía como le fue posible al esfuerzo de recuperación; esto incluyó mover piedras a mano, regalar linternas, cascos de protección, etcétera. Automóviles civiles se tornaron en vehículos de auxilio. Líneas de personas movían medicamentos para ser inspeccionados para después ser suministrados. Las primeras acciones organizadas fueron realizadas por los grupos scouts de las localidades afectadas, mismas que fueron sostenidas durante varios meses con la atención de damnificados; Cruces dibujadas con un color rojo sobre papel eran suficientes para identificar personal o locales de auxilio. Fue notoria la ausencia de una respuesta inmediata y coordinada de parte del gobierno de Miguel de la Madrid. El propio presidente demoró tres días en dirigirse a la nación y tomó otro tanto en comprender la magnitud de la desgracia. Debido a la ausencia y demora de acción por parte del gobierno federal, la población civil tomó en sus manos las labores de rescate. Eso implicó la auto-organización de brigadas, reforzadas especialmente por estudiantes de las carreras de medicina, ingeniería y ciencias, principalmente. La UNAM, a pesar de no haberse visto afectada directamente, cerró sus puertas una semana suspendiendo clases para que los universitarios que así lo desearan pudieran integrase a las brigadas de rescate y ayuda. Fue notable también el hecho de que la policía y el ejército demoraron en hacer presencia y su labor inicial se limitó a "resguardar" los edificios destruidos.

Así se vivió el terremoto de 1985 en México

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México recordó con ceremonias solemnes el aniversario 26 del terremoto de 8.1 grados,

es escala Ritcher, que en 1985 devastó parte de la capital del país y dejó miles de

víctimas.

Duración, magnitud y víctimas

La tierra tembló durante algo más de dos minutos, tiempo suficiente para causar el susto en algunos y la tragedia sobre otros. Las imágenes quedaron inmortalizadas en varias cadenas de radio y televisión, Televisa por su parte sufrió el derrumbe de su edificio. El programa ‘Hoy mismo’ con la conocida periodista Lourdes Guerrero transmitió el momento del temblor mientras su conductora intentaba calmar a su audiencia hasta la pérdida de la señal.

El caos se había desatado en la ciudad, 30.000 edificios caían desplomados a lo largo de la zona metropolitana, otros 68.000 sufrían grandes daños.

Por aquel entonces el presidente de la Nación era Miguel de La Madrid, su gobierno guardó gran hermetismo durante horas. El saldo preliminar era de 24 muertos, muy lejos de los 7.000 que luego fueron contabilizados oficialmente y de los 10.000 extraoficiales. Las personas rescatadas entre los escombros sumaron algo más de 4.000.

El terremoto fue categorizado con 8,1 grados en la escala de Richter, destruyó edificios importantes como el A1, el edificio nuevo León, Televicentro, el Hotel Regis, el Hotel D’carlo y Del Prado, hospitales enteros, fábricas y viviendas.

Según las cifras oficiales el terremoto del 85 dejó un saldo de seis mil 500 muertos, aunque

años después se reconoció que las cifras pudieron haber llegado a 20 mil muertos y 30 mil

heridos, los daños materiales se calcularon en cuatro mil millones de dólares.

http://www.jornada.unam.mx/2005/09/19/terremoto.php

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Larga noche de la política del pasmo

RENATO DAVALOS

FABRIZIO LEON DIEZ

El hotel Regis, emblemático centro de reunión de políticos y artistas, fue uno de los primeros edificios en colapsarse

En los portales de la Plaza de la Constitución las campanas de Catedral doblaron por los muertos de los temblores. Aún no concluían las largas noches del septiembre de hace 20 años y en las oficinas del entonces Departamento del Distrito Federal (DDF) la comisión metropolitana evaluaba el desbordamiento social que rodeaba Los Pinos, extendía un plantón permanente en la entonces Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología (Sedue) y en varios puntos de la derruida geografía capitalina.

En México, hace dos décadas, hubo información confusa y contradictoria sobre el número de muertos y un pasmo del gobierno de Miguel de la Madrid, que se entreveró con una descarnada lucha al interior de su gabinete.

El propio ex presidente lo resume en su relato del libro Cambio de rumbo, de 871 páginas, editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), que condensa su sexenio y en el que apenas dedica 24 de ellas a los sismos:

"La coyuntura tenía a la sociedad tan agitada como en 1968. Había una combinación explosiva. En todo el proceso tuve muy presente a Díaz Ordaz para asegurarme de no caer, como él, en la tentación de reprimir. El sismo no cambió las reglas del juego político, pero sí las concentró en el tiempo. Trajo un gran desgaste, neurosis colectiva y provocó un alto riesgo político.

"El suceso me dio la oportunidad de ver a mis colaboradores como realmente son. La crisis provocó un granstriptease. Además de errores individuales, hubo faltas de coordinación graves, situaciones que calificaría de kakfianas."

En un ensayo publicado en el libro Veinte años después, los sismos de 1985, editado por la UNAM, Manuel Aguilera Gómez, cercano colaborador de Manuel Camacho en la Secretaría de Desarrollo Urbano, aceptó que el gobierno "daba la impresión de estar pasmado y absorto ante la tragedia. Pretendió afrontar el problema de la reconstrucción apelando a las fórmulas autoritarias con el apoyo de las estructuras partidistas y sólo consiguió exacerbar el ánimo social".

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Uno de los protagonistas de aquella administración -quien requirió el anonimato- confesó que los riesgos sobre la gobernabilidad se agudizaron en medio de un gobierno frágil y sin liderazgo, con una estructura centralizada y corporativa que pretendió echarse a andar de nueva cuenta ante las circunstancias.

Al respecto rememoró un encuentro en la casa presidencial, con un palpable enojo de De la Madrid:

-¡Estamos al límite del acuerdo político!

En el primer círculo todos querían ganar tiempo, añadió el ex funcionario. Cada uno ofrecía sus cifras de edificios afectados y del número de muertos. Había una propensión "casi natural" al "lucimiento" y a los reacomodos de los distintos grupos.

En el gabinete del temblor confluían Manuel Bartlett, en Gobernación; Carlos Salinas de Gortari, en Programación y Presupuesto; Juan Arévalo Gardoqui, en la Defensa; Jesús Silva Herzog, en Hacienda; Francisco Labastida, en Energía y Minas; Guillermo Carrillo Arena, en Desarrollo Urbano; Ramón Aguirre Velázquez, en el Departamento del Distrito Federal, y Ramón Mota Sánchez, en la Secretaría de Protección y Vialidad.

La sensibilidad del FMI

El mismo 19 de septiembre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) suspendió un crédito a México de 900 millones de dólares, previamente pactado, que procedía de un paquete negociado en 1983. La estrategia económica también estalló en pedazos, porque el país pagaba anualmente 12 mil millones de dólares y los efectos de los temblores, según estimaciones oficiales posteriores, representaron seis por ciento del producto interno bruto.

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FABRIZIO LEON DIEZ YJESUS VILLASECA

Imágenes de la avenida Juárez que dieron la vuelta al mundo

Frente al estremecimiento, De la Madrid decidió la creación de dos comisiones: una metropolitana, coordinada por Aguirre Velázquez y el subsecretario de Gobernación, Jorge Carrillo Olea, y otra nacional, a cargo de Bartlett Díaz; esas instancias no concluyeron en los mejores términos.

"Estamos preparados para regresar a la normalidad", aseguró De la Madrid el día del terremoto, en medio de los escombros de lo que fue el hotel Regis.

Apenas un par de días después de los sismos surgió la propuesta para que el bosque de Chapultepec fuera el gran albergue para los miles de damnificados sin vivienda. La reacción del entonces delegado en Miguel Hidalgo, Manuel Díaz Infante, lo marcó políticamente: "¡Se van a acabar el bosque...!"

La incapacidad técnica y política quedó reflejada en una entrevista concedida por De la Madrid a la CBS, tres días después: "Las construcciones dañadas no pasan más de 50. El gobierno cuenta con los medios materiales y humanos para hacer frente a la tragedia."

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Transcurrieron casi seis días para que el entonces presidente de la República pidiera a la comunidad internacional la "comprensión extraordinaria" por la magnitud de los daños económicos. La reconstrucción llevará años, dijo, y prometió que el gobierno mexicano "cumpliría con sus obligaciones financieras", pero era necesario que esa comunidad "evaluara" el impacto de los sismos.

Ese día, Humberto Romero, vocero de Ramón Aguirre, señalaba que el número de muertos era de 2 mil 500, pero los reportes de Protección y Vialidad de dos días antes referían más de 3 mil.

La respuesta del célebre Negro Romero a los reporteros fue: "Mejor pónganle 3 mil 100..."

A finales de septiembre, en medio de la danza de cifras, Aguirre Velázquez reconocía el ingreso a las agencias del Ministerio Público de 2 mil 329 cadáveres. Explicaba la diferencia con el resto de las cifras a partir de que muchos muertos "no fueron trasladados" a esos sitios.

Pero el 28 de septiembre ya no hubo cifras oficiales. Empezaban las marchas rumbo a la casa presidencial. Cuatro mil personas recorrieron ese día del Angel de la Independencia a Los Pinos. El 26 de octubre, 30 mil repitieron la protesta, con la participación de 28 organizaciones.

El primero de octubre, Aguirre Velázquez admitió: "No estábamos preparados para hacer frente a la tragedia."

Tres días después, el informe de la comisión metropolitana resumió finalmente daños a mil 381 edificios, de los que 757 sufrieron colapso total. Fueron afectados 123 inmuebles públicos, mil 294 escuelas, 49 hospitales, 105 teatros y cines, mil 133 edificios particulares, 11 centros deportivos y 112 mercados, en una catástrofe que se concentró en 12 hectáreas de cuatro delegaciones en las que habitaban 6 millones de personas.

En esa larga noche de la política del pasmo, el último reporte de la comisión metropolitana ofreció una cifra fatal que se cuestionó tanto al interior como al exterior del país: 6 mil 299 muertos, 5 mil heridos y 40 mil damnificados.

El 6 de octubre, Ramón Aguirre Velázquez ya ni siquiera informó del desastre. Se había derruido también el edificio de los discursos.

En tanto, en un Congreso de mayoría priísta, el líder camaral, Eliseo Mendoza Berrueto, se hacía eco de las prácticas políticas de la costumbre y negaba la necesidad de un decreto de emergencia. Sí se habían creado comisiones de emergencia, pero los legisladores desechaban un clamor que se extendió por días: congelamiento de rentas y suspensión de juicios de desahucio.

No faltaron los reclamos por el tráfico con la ayuda internacional, que fue detonante de muchas de las protestas. Pero la realidad desnudó otras condiciones del sistema político, como la de aquellos tres colombianos encontrados muertos en los sótanos de la procuraduría capitalina, con huellas de tortura. Una realidad a la que nunca respondió la procuradora Victoria Adato de Ibarra, después ministra de la Suprema Corte.

Entre las débiles respuestas gubernamentales figuró la remoción de Rodrigo Moreno de la Secretaría de Gobierno de Aguirre Velázquez, para ceder su sitio a Guillermo Cosío

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Vidaurri, y el cese del delegado en Cuauhtémoc, Carlos Fabre del Rivero, quien dejó su lugar a Enrique Jackson.

También, a mediados de octubre, se expidió un decreto expropiatorio de 5 mil predios, que atemperó la situación, pero generó más protestas por la gente que quería sumarse y la oposición empresarial que finalmente logró una reducción del número de expropiaciones.

La impunidad y la negligencia que desnudó la catástrofe impidieron la aclaración integral y castigo a los responsables de aquellas construcciones que se habían derrumbado por impericia o corrupción, requerimientos que se diluyeron con los años.

Un estudio de la Comisión de Vigilancia de la Cámara de Diputados señaló que la Ley de Obras Públicas no fue respetada por el DDF a la hora de construir muchas de las escuelas. Finalmente, se colapsaron mil 294 de los 4 mil planteles existentes entonces.

Meses después, la presión social empujó a modificar el Reglamento de Construcciones del Distrito Federal y se estableció que no se construiría en los sitios en los que se habían colapsado edificios. Pero ello fue letra muerta. No se respetó.

Cuando habían transcurrido cuatro meses de los sismos y miles de damnificados continuaban en la calle, uno de los funcionarios de entonces, presente en uno de los encuentros de la comisión metropolitana, evocó las palabras del entonces secretario de Gobierno, Guillermo Cosío Vidaurri -después gobernador jalisciense y señalado por las explosiones del Sector Reforma en Guadalajara-, frente al estallido social que se avecinaba derivado de la parálisis gubernamental: "¡No podemos dialogar con líderes comunistoides. No hay condiciones para atender a todos!99

Carencia de un plan global: De la Madrid

En su testimonio de apenas 24 páginas en su libro Cambio de rumbo, el ex presidente acepta que el sismo rebasó la capacidad institucional para hacerle frente, y aquello fue así, se actúo en forma acertada "dentro de las limitaciones". La principal carencia fue un plan global de acción frente al desastre.

Los errores indiscutibles que se cometieron, añade, y las críticas que surgieron en la sociedad, pusieron muy nerviosos a mis colaboradores. En general creo que tuvieron una "respuesta adecuada". En ocasiones "sus celos son positivos, pues se refieren al deseo de que las instituciones a su cargo cumplan su cometido, pero frecuentemente son personales".

En el texto hay una preocupación especial de De la Madrid acerca de la descentralización planteada en esos momentos. Para salvar el reclamo que se reprodujo entonces sobre el castigo a los responsables de negligencia o corrupción en la construcción de muchos edificios, señala: "Satisfacer este deseo sin caer en la creación de comités de terror, me parece imposible. Veo inmanejable un Distrito Federal gobernado por distintos partidos."

Tal fue la respuesta del mandatario al clamor de abrir políticamente a la capital, que se hizo realidad 11 años después.

En una larga disquisición burocrática, el ex presidente centra parte de su relato en la Comisión Nacional de Reconstrucción. También culpa a los legisladores del Congreso de "ser incapaces" de subdividir los temas para tratarlos en comités.

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En este punto, recuerda que varios ejecutivos de la empresa Volkswagen acudieron a darle un donativo para el fondo de reconstrucción, pero le trataron temas laborales. "Me pareció como si alguien en un velorio diera el pésame y aprovechara el momento para tratar un negocio con los deudos. Tuve que aguantarme. ¡Todo en aras de la unidad nacional!"

Sin embargo acepta que Tlatelolco sí podía convertirse en una "bomba" política, por el grado de preparación de sus habitantes.

Cuando anticipa la remoción de Guillermo Carrillo Arena en la Sedue, refiere la "brusquedad con que trató a los damnificados". Al respecto cita que tuvo que recibir a Cuauhtémoc Abarca, líder de los tlatelolcas.

En otro pasaje rememora que una vez decididas las expropiaciones de 5 mil predios, le encaró Claudio X. González, líder del Consejo Coordinador Empresarial, quien reclamó que no se les hubiera consultado.

Irritado -relata De la Madrid- le dije que me parecía inaceptable que los empresarios me trataran como si fuera uno de sus gerentes. El decreto es excesivo, reparó. Sí se nos pasó la mano, admití, le señaló el Presidente.

-No es posible seguir aceptando como argumento que haya errores de instrumentación -aceptó.

Resume De la Madrid: "Estoy actuando y voy a seguir haciéndolo, porque en estas circunstancias me parecía mucho más grave no actuar."

De las costureras, sólo señala que la situación "destapó grandes irregularidades en la situación laboral de la industria".

Se hablaba -recrimina- de una transformación radical, "como si México pudiera renacer. Se cayó en excesos", asienta.

Para ilustrar las pugnas en el gabinete relata que el domingo 22 de septiembre llegaron a verlo Carlos Salinas, secretario de Programación; Manuel Bartlett, de Gobernación, y Arsenio Farell, del Trabajo, para plantearle la posibilidad de que la sede de esta última dependencia se trasladara a la Universidad Pedagógica y otorgar a la Secretaría de Comercio la antigua Escuela Militar de Popotla.

"Les pregunté si ya lo habían consultado con el secretario de Educación (Miguel González Avelar) y con el de la Defensa (Juan Arévalo Gardoqui), y me dijeron que no. Irritado, les dije que era absurdo que me presentaran alternativas no suficientemente estudiadas."

El primer burócrata del país

Aunque también alude a la reconstrucción de escuelas.

"A mediados de octubre me di cuenta que el DDF no había actuado porque no había recibido el dinero. La situación me sublevó. Encontré que la SEP sí había pasado la lista de prioridades, pero que el fondo no se había entregado porque no había recibido las especificaciones.

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JESUS VILLASECA

Rescate durante las primeras horas del desastre

"Los reuní a todos y les dije que era una reunión de métodos, porque así como soy jefe de Estado, soy el primer burócrata del país. Pedí que me escribieran a máquina las órdenes para dárselas por escrito. Veo que entre ustedes no se hablan y que cada uno quiere tener su feudo y que la sociedad reconozca que resolvieron un problema. La gente dice que el gabinete no me hace caso, y tiene razón. Ahora serán por escrito y al que no me obedezca lo ceso...

"La indiferencia de algunos funcionarios ante la emergencia me produjo el enojo más grande que había sentido en el tiempo que había gobernado.99

Ausencia de organización y mando: Manuel Aguilera Gómez

En su ensayo, Manuel Aguilera Gómez asegura que en el discurso no hubo nada capaz de despertar en la sociedad la confianza en un liderazgo suficientemente vigoroso para enfrentar la tragedia. El DDF careció de organización y mando para coordinar el esfuerzo de la sociedad civil.

En una actitud "irreflexiva y de soberbia" el gobierno rechazó en las primeras horas la ayuda internacional. El impacto empezó a reflejarse en la inconformidad social, indica. Había 22 mil personas viviendo en albergues y 8 mil en campamentos instalados en las calles.

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En el transcurso de los días los medios electrónicos insistían en el "retorno a la normalidad". En opinión de muchos líderes, la campaña era un intento para combatir los temores por la eventual suspensión del Campeonato Mundial de Futbol de 1986.

Dos decenios después de los temblores, Tlatelolco, el Multifamiliar Juárez, la Roma, la Juárez, el Centro Médico, el Conalep y San Antonio Abad, quedaron resguardados por la movilización histórica civil de entonces. Miles de damnificados evocaron tiempos de guerra en la búsqueda de desaparecidos, vagando por las calles de una ciudad desdibujada.

Reportear el dolor me permite abrazar a la gente: Elena Poniatowska

BLANCHE PETRICH

ANDRES GARAY

Durante el sismo del 20 de septiembre, frente a la plaza de Garibaldi

De la mano de Elena Poniatowska , los lectores de La Jornada de hace 20 años, zarandeados todavía por los sismos, caímos junto con los edificios desplomados: "Se me hundieron los pies en el suelo y empecé a gritar"; sentimos el pánico atávico de quedar enterrados vivos bajo los escombros; volvimos a temblar cuando nos arrastramos junto con un rescatista voluntario por un túnel estrecho, sorteando cuerpos prensados hasta llegar al pequeño hueco donde esperaban ser rescatados los muchachos sobrevivientes del Conalep. Esos días de 1985, sin falta durante cuatro meses, con el café del desayuno, la escritora en su faceta de periodista nos ayudaba a mantenernos en contacto con las venas reventadas de nuestra ciudad.

Una entrevista tras otra, una serie de testimonios que cubrieron todos los ángulos de la catástrofe -sobrevivientes, familiares, rescatistas, voluntarios, los derrumbes, la solidaridad, el abuso y la negligencia de las autoridades, la ira del pueblo- fueron entregadas cada noche en el viejo edificio de Balderas 68 hasta que, poco antes de la Navidad de ese año, la reportera cayó exhausta.

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¿Por qué cubrir así, hasta el agotamiento físico, los sismos y sus secuelas? ¿Por qué el afán de escuchar y registrar todas las voces, de escribir todos los días sin descanso? Su mamá, Paulette, le preguntaba: "¿Por qué te haces esto, Elena?"

Ella responde hoy: "Porque era mi responsabilidad. En un país que te da estas buganvilias y que tú no le devuelvas nada, que te la pases muy 9viva la virgen9 y que cada cual se rasque con sus propias uñas, como que no. Y más siendo periodista, porque esto es un gran privilegio, te hace partícipe de las cosas." Y mira a través de la ventana la enredadera que se exhibe bajo el sol.

Nada, nadie no ha alcanzado el éxito de ventas de La Noche de Tlatelolco. Pero en este libro, que recopila los artículos que La Poni publicó en este diario, está plasmada la crónica más fiel de esos días y uno de los momentos más trascendentes del oficio periodístico de Poniatowska.

Sobre esa experiencia nos brinda esta entrevista.

De brigadista a reportera

"Ese día me iba a ir a Veracruz. Miguel Capistrán me había invitado a una cosa cultural, pero a él se le cayó su edificio, murió su hermana, sus familiares. No se hizo el viaje. Así que el mero 19 mi primer impulso fue ir a ayudar. ¡Qué iba yo a estar pensando en reportear! Luego empecé a ir a Ciudad Universitaria, donde se organizaron unas brigadas. Me acuerdo que te vacunaban contra el tétanos antes de salir, te daban un tapabocas. Escogí los turnos de la noche. Salíamos en autobús al oscurecer. Nos llevaban a los edificios derrumbados de la Juárez y la Roma. Eso sólo fue los primeros días, porque me habló Julio Scherer y me dijo que qué diablos estaba haciendo, que en lugar de juntar ropa debería estar reporteando. Entonces yo, muy obediente, ahí me fui y empecé a escribir.

"Llevé mis artículos a Novedades. Pero a los pocos días me dijeron que ya no, que deprimía a la gente y que la consigna era volver a la normalidad. Entonces salí a la calle, crucé Balderas y entré por el portón de La Jornada. Ni sé a quién le pregunté si querían ese artículo. Me dijeron que sí, y que les trajera más. Así empezó.

"Yo era accionista fundadora de La Jornada pero escribía en Novedades. Era chistoso, porque ahí no tenía trato con los jefazos. Con el único con el que yo tenía trato era con don Lino, el elevadorista, al que le entregaba mis artículos. Ahí no había ni ante quien renunciar. Cuando me fui nadie se enteró."

-¿Nunca te sentiste paralizada ante la enormidad del desastre?

-Todos los días.

-¿Te costó trabajo hacer preguntas ante el dolor de la gente?

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FABRIZIO LEON DIEZ

Usuarios del Metro salen de la estación Balderas, después del segundo temblor

-Muchísimo. Me dolía, me daba miedo, me daba pudor, sudaba frío. Pero también mucha rabia. Y luego hacía muchas otras cosas que no tenían que ver con el reportaje. Que no había colchones, corría a buscarlos. Que hacía falta una silla de ruedas para doña Consuelo Romo, voluntaria que vino de Nuevo León y en las tareas de rescate se le cayó una trabe encima y perdió las dos piernas, entonces le hablé a Camacho Solís y me mandó una, eso sí, con una tarjeta que decía: "Con los atentos saludos de Paloma Cordero de De la Madrid". ¡Qué bárbara! Otros que te pedían cosas absurdas, como una señora que quería un peine, decía que no salía si no la peinaban.

"O luego llegaban a pedir informes en los hospitales los familiares y les ponían barreras de una crueldad enorme. Entonces uno como periodista, o simplemente como una señora con collar de perlas, pues te trataban mejor y a lo mejor hasta te colabas de carrera para buscar a alguien. Pero no pongas eso porque es horrible, eso no era reportear."

Entrevistar hasta el fondo del alma

-¿No lo es? ¿No fue eso lo que te permitió llegar tan a fondo del alma de la gente?

-Es que un terremoto es la intimidad. Tú estás desnudo, expuesto a todo. Y ese acceso a la intimidad te da mucho pudor pero también ganas de abrazar, de decir yo te tapo, yo te cubro. Pero es que si lo pones en la entrevista parece que me quiero lucir.

-O simplemente describir cómo llegaste a reportear esas crónicas con algo más que tu libreta.

-Pues sí. Yo creo que ahí entra nuestra condición de mujer. Porque una reportera, por más Barbi que sea, va hacia el otro a abrazarlo, a decirle: yo te aliviano un rato.

-Sin dejar de ser reportera ¿no? Porque mientras alivianas al otro estás haciendo acopio de información.

-Sí, estás viendo cosas todo el tiempo que en algún momento van a salir en tus artículos. Pero desde que escribí sobre Jesusa Palancares nunca he escrito lo que sé que no quieren que digas, ni pregunto algo que sé que puede doler. Por ejemplo, Oscar Lewis, el de Los hijos de Sánchez, mandaba a su mujer Ruth a hacer las preguntas más

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íntimas. Yo no lo hago así. En ese momento, en general, todos los entrevistados querían hablar porque vivían una situación límite y en esas condiciones la gente tiene mucha necesidad de hablar; quiere decir cosas para darle una razón a su vida cuando se da cuenta que pudo morir. Eso es muy humano. Además todo lo que tenía alrededor me ayudaba a entender. Puedes no entender a un músico, a un escritor. Pero ahí, al pie de los escombros, las circunstancias apoyan todo lo que te dice el entrevistado.

-En las crónicas recopiladas en Nada, nadie dejaste escuela, otro modo de hacer periodismo con todos los sentidos, no sólo con lo que pueda registrar la grabadora o anotar en una libreta.

-Depende, porque muchas cosas se me van. A mí se me van todas las cosas que Carlos Monsiváis registra con su mente analítica. El llega a conclusiones a las que yo no llego.

-Y viceversa.

-No creo. (Ríe.)

-¿Cómo logras entablar esa intimidad con tus entrevistados?

-Ayuda mucho ser chaparrita, porque me puedo meter por todas partes y no me ven agresiva. Además, el tiempo. Fueron muchas horas de estar ahí con ellos, entre los escombros. Sólo llevaba libreta, no grabadora. No se puede grabar cuando alguien está llorando.

-Entrevistaste a toda la gama de víctimas y protagonistas: sobrevivientes, rescatistas, familiares, voluntarios, cada uno con un ángulo de la historia que a 20 años sigue viva. ¿A todos los encontraste al pie de los escombros?

-También iba a un centro de información, CIASES, que formaron Daniel Molina, Raúl Alvarez Garín y Javier González, en la colonia Condesa. Ahí citaban a gente que iba a dar su testimonio. Estuve en la maternidad del Hospital General. Y mucho tiempo en San Antonio Abad. Ahí había muchas monjas. De veras ellas, y en general los eclesiásticos, sí saben qué hacer en caso de desastre. Hasta el Ejército de Salvación. ¿Te acuerdas que se vestían bien extravagantes?, pues no sabes lo bien que se portaban, cómo se organizaron.

Cuatro meses al pie del desastre

-¿Nunca te ocurrió que ante tanto dolor dijeras: ya no quiero oír más, ya no puedo?

-Sí. Aguanté hasta diciembre. Pero en el momento en el que paré me entró la temblorina. Es que en esas condiciones estableces un ritmo de trabajo que te ayuda a no detenerte. En la mañana reportear, escribir en la tarde, y en la noche iba al periódico a dejar el artículo. No descansé un solo día, ni un fin de semana, porque ya se había hecho la bolita y no me dejaban de hablar, que si quería ver a una señora para escucharla, que otro señor por allá. El último artículo lo entregué cerca de la Navidad.

-O sea, te plantaste cuatro meses en un mismo tema.

-Cuando era niña mis papás me hablaban de la guerra. Mi papá era paracaidista y cuando nos venimos a México él se quedó en el frente, en Francia. Estuvo en Italia, Rusia, Alemania. Fue muy condecorado, muy heroico. Aunque yo lo conocí poco porque de los 9 a los 15 años él no estuvo. Y cuando finalmente regresó, a mí y a mi hermana

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nos mandaron a estudiar al colegio de las monjas del Sagrado Corazón, en Filadelfia. De niña, cuando yo veía los noticieros en el cine y salían en la pantalla esos bombardeos, decía yo: "Ay, Dios, no vaya a ser mi papá". Cuando viví el terremoto, como había tanto polvo, tanto cascajo, con esos edificios desplomados como si hubieran sido bombardeados, pensaba que era como la guerra de mi papá. El ya había muerto. Estar ahí era como una forma de unirme a él.

-¿Cambió algo dentro de ti luego de esta experiencia?

-Conocí por primera vez dentro de mí algo que duele mucho. Hay algo dentro de uno, quién sabe dónde está, que duele mucho cuando sucede algo, luego se adormece, luego vuelve a suceder algo y se incendia.

-¿Volviste a trabajar como reportera algo con tanta intensidad?

-Sí, lo del levantamiento zapatista en Chiapas. Pero eso me gustó mucho. Ahora, a la distancia, no sé bien qué pasa con el EZLN. Creo que Marcos es demasiado consentido, cree que uno tiene que estarlo consintiendo todo el día y nunca da las gracias. Ahora está enojadísimo, pero se le tiene que quitar. Claro, tiene razón en todo lo que dice en la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, lo mismo con su crítica a la izquierda. Su postura me parece correcta, pero sus arranques me duelen porque uno ha estado muy pendiente del sub. Y recibir burlas y regañadas todo el día, duele.

En realidad, Elena no se ve dolida. Nunca. Ríe con su modo candoroso, envuelta en un suéter rojo, en su sala inundada de sol y libros, porcelana azul y lienzos y flores amarillas.

-Antes del 85 dejaste otra marca histórica con tu trabajo periodístico sobre el 68 en La Noche de Tlatelolco. ¿También dolió?

-Fue otra cosa. De doler, dolió menos que el terremoto. Además de que cuando estaba ya armando todo lo del libro, en diciembre del 68, el día de la Inmaculada Concepción, decía mi mamá, murió mi hermano Jan, de 22 años, en un accidente. Eso lo tiñó todo. Pero como reportera fue una experiencia totalmente distinta. En el 68 era mucho de ir a Lecumberri. Pero yo ya había estado ahí en 1959 y 1960, cuando estuvieron en la cárcel Alberto Lumbreras y los ferrocarrileros.

-Parece que el periodismo que haces es siempre ir a las cárceles, a las morgues, a los escombros, hablar con las víctimas de desastres, de la represión, de los abusos.

-Pero fíjate que en la cárcel es muy fácil que la gente hable, sacarle datos de vida, porque está muy deseosa de un oído amigo. Para un periodista es meter las manos a un tesoro. A mí siempre me ha interesado todo lo que no tiene nada que ver conmigo. Hay entrevistas que se me hacen muy difíciles, actrices de cine, actores, políticos. Siempre dicen lo mismo. Pero la gente de la calle me fascina.

-¿Cuándo te diste permiso para volver a la normalidad?

-El temblor fue un jueves. Los jueves yo daba un taller de literatura para señoras, lo que se dice niñas bien. A la semana siguiente yo les dije: ahorita no va a haber clase. No vamos a sentarnos aquí a hablar de libros con lo que está pasando en la ciudad. Vamos a salir a reportear, vamos a las calles, a los albergues, hagan acopio de lo que se necesite, vamos a repartir. A raíz de eso también se recogieron los testimonios de ellas para el libro, aunque la mayor parte son míos. Fue hasta enero que reanudamos el taller. Entonces Proust, Faulkner y El Quijote volvieron a nuestras vidas.

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¿Hay alguien ahí? Si me escucha pegue 3 veces

(LA JORNADA, 29 DE SEPTIEMBRE DE 1985)

JUAN BALBOA * EL GRITO DESESPERADO de los trabajadores de las brigadas hizo enmudecer las grúas, compresoras y taladros de aire:

-¡Siiilencio! ¡Siiilencio!

Una voz débil, que surgió del fondo de los escombros de lo que fue el área de Ginecoobstetricia del Centro Médico Nacional, movilizó, en escasos minutos, a las brigadas voluntarias de Pemex y de la UNAM.

Puso a funcionar los aparatos rastreadores de los ingleses, hizo rugir al equipo de ultrasonido de los norteamericanos y provocó que los aparatos de los israelíes escupieran rayos láser sobre las losas.

Toda la atención se volcó en un pequeño orificio. La voz apenas audible cambió la rutina, a veces monótona, de los trabajos de rescate que se realizan en el Centro Médico Nacional.

Una operación agotadora que continúa. Una búsqueda afanosa de los cuerpos con vida de una mujer y un niño que se encuentran, según informaron las brigadas, en los elevadores del edificio.

El silencio se hizo a las 13:30. Los cinco socorristas ingleses, especialistas en rescate, corrieron al lugar que en forma insistente señalaban los trabajadores. El aparato de rastreo inició el trabajo. Cinco minutos después los ingleses pidieron ayuda a las brigadas de Estados Unidos e Israel.

Aproximadamente cien trabajadores de Petróleos Mexicanos y estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México continuaron los trabajos.

Hora y media había transcurrido. Las grúas lograron despejar la zona. Las brigadas norteamericanas e israelíes se encontraban listas. Se escuchó por segunda ocasión el grito:

-¡Siiilencio! ¡Siiilencio!...

Uno de los ingleses intentó, por primera vez, establecer comunicación. Repitió varias veces cinco golpes en un metal: clanc, clanc, clanc, clanc, clanc. No hubo respuesta. Ocho veces intentó obtener una respuesta del fondo de los escombros. Después con gritos:

-¿Hay alguien ahí? ¡Haz ruido. Si me escuchas pega tres veces!

En medio del silencio se volvió a escuchar la voz aguda del trabajador de Pemex.

-¿Hay alguien que se mueva? ¡Contesten por favor...!

Sólo diez minutos pudo contener sus gritos el coordinador de los socorristas ingleses. Los nervios lo vencieron:

-¡Hello! ¡Hello!

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El tiempo devoró una hora. La respuesta no llegó.

Entrada la noche la operación continuaba. Los norteamericanos buscaban insistentes con su equipo de ultrasonido y fibra óptica. La brigada de Israel ayudaba con sus rayos láser y sus colchones neumáticos. La espera se hacía eterna. Los nervios destrozaban.

Artistas e intelectuales, hombro con hombro con los rechazados sociales

MONICA MATEOS-VEGA

ARCHIVO LA JORNADA

La cantante Amparo Ochoa, durante un festival en apoyo a damnificados en la Unidad Tlatelolco

Pese a que todas las actividades artísticas y culturales de la ciudad de México se suspendieron durante los días siguientes al terremoto del 19 de septiembre de 1985, artistas e intelectuales salieron a las calles a ayudar, hombro con hombro, amalgamados con esa lúcida sociedad civil que no se confió "a la ineptitud del aparato estatal".

A 20 años de la tragedia, algunos de ellos señalan que si bien las heridas "permanecen abiertas", entre la ciudadanía "hay más conciencia, más capacidad de indignación y, sobre todo, de participación".

En su balance, lamentan que con el foxismo "la impunidad quedó garantizada", pues no se han revisado las cuentas pendientes del pasado. Recuerdan la ejemplar movilización, marcada por "la generosidad y entrega" de todos, pobres y ricos, excepto de quienes detentaban el poder.

El 21 de septiembre de aquel año la socióloga Fátima Fernández Christlieb publicaba en La Jornada una propuesta concreta: "Mientras haya un mexicano, vivo o muerto, bajo los escombros, y mientras haya alguien sin cama, comida, medicinas o sin comunicación con sus familiares, no es posible verter energías en redactar textos que

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lamenten faltas de previsiones o mala administración del país antes y después del temblor. Ya habrá tiempo para reflexionar públicamente sobre todo esto y habrá que hacerlo con profundidad."

***

En entrevista, el escritor Paco Ignacio Taibo II, quien junto con su familia participó activamente en el auxilio a los damnificados, recuerda que días después del sismo el poeta José Emilio Pacheco y él hicieron un recuento: ¿de dónde venían esos edificios que se derrumbaron?

"Alguien nos decía: 9es que el temblor estuvo muy fuerte9. Cierto, pero ¿es accidental que la macabra estadística indique que varios de los inmuebles colapsados se construyeron en los años 50, en la época del presidente Miguel Alemán? ¿O hay vigas de segunda y de tercera? ¿Hay castillos que se construyeron sin el debido requerimiento que la propia época marcaba?

"Nadie ha sido responsabilizado por lo que, evidentemente, fueron fraudes en la construcción, fraudes de quienes, sin duda, tienen responsabilidad criminal. Se vinieron abajo escuelas, hospitales, edificios públicos, ¡qué vergüenza! No se cayeron edificios coloniales.

"¿Quién era el secretario de obras públicas en el alemanismo? ¿Cómo se llamaba su jefe de obras encargado de hacer hospitales? Los responsables hoy forman parte de la nueva oligarquía mexicana, sus hijos tienen tres autos Mercedes Benz en la cochera de su casa y salen en las revistas del corazón. Sus fortunas son mal habidas y, de perdida, se les deberían incautar; que ese dinero regrese a la nación, que se les dé a los familiares de los muertos.

"Pero en México, como de costumbre, vivimos en una sociedad donde las heridas se dejan abiertas y la lógica es la impunidad."

Taibo describe la ineptitud que en 1985 demostró el aparato estatal: "Horas después del temblor, las autoridades estaban paralizadas, se limitaban a hacer cuentas regresivas. En lugar de informar, empezaron a desinformar con el propósito de minimizar los acontecimientos.

"México es el único país en donde al remover escombros el número de cadáveres descendía y no aumentaba. Conforme iban encontrando más, en las cifras oficiales había menos. Estaban mal dirigidas y organizadas las fuerzas de orden público; tardaron horas en comenzar a operar.

"Fue la sociedad civil la que salió a la calle y organizó, en principio, el auxilio y el rescate. Hubo un grupo de jóvenes punks que organizaron el campamento ubicado en el camellón de Alvaro Obregón. Y ahí se les veía, de lo más tiernos, cuidando ancianos. Era una visión paradójica: ellos que querían parecer tan duros, fuertes y malignos en su apariencia exterior, estaban convertidos en buenos samaritanos por azares de su nivel de organización."

Al respecto, la periodista Elena Poniatowska rememora que ella pasó toda una noche con esos muchachos "que son los rechazados de la sociedad", pero que en aquellos días, cuando ella ayudaba a remover escombros, le decían: "9a ver abuelita, deme la cubeta9, y me la cargaban. Luego les preguntaba quiénes eran, cómo se llamaban, y ellos me decían: 9no importa, póngame Juan9. Luego de ayudar se iban.

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"Los rechazados sociales, los ninguneados, son los verdaderos autores de la salvación de la ciudad. Mientras, las autoridades se quedaron dormidas", asevera Poniatowska.

Taibo apunta que hay que pensar: "¿Hubo saqueo, desorden o caos en la ciudad? Nada. Las pocas acusaciones fueron contra fuerzas del orden público que entraban a los edificios y salían robándose cosas.

"La ciudad se caracterizó por sacar lo mejor de sí misma. Fue una respuesta solidaria, volcada masivamente con la consigna: ayudemos de urgencia al que necesite más ayuda. Fue espectacular. Yo llegué al edificio derruido en la esquina de Alvaro Obregón e Insurgentes hora y media después del temblor, y ya había cadenas humanas retirando escombros. A la gente de la calle de Tehuantepec les tomó 20 minutos organizarse. Nada de observar y esperar a que llegaran los técnicos. ¡Ni madres!

"Lo que no hicieron las autoridades ineficientes y desbordadas, lo hizo la sociedad civil. La noche de ese día mis hermanos estaban ya en un hospital improvisado en la calle de Sullivan. Se aprovechó que había pasado el Día de la Marina, o algo así, y había un montón de catres y una cocina, la cual produjo mil 500 raciones de comida diarias, a punta de pura solidaridad de colonias de clase media que enviaban víveres, así como de un grupo de muchachos.

"Mi padre, mis hermanos y yo dirigimos el tráfico en el cruce de Sonora y Amsterdam para permitir el paso de ambulancias que venían de la Cruz Roja de Polanco. Los semáforos no funcionaban, así que los que estábamos por ahí nos organizamos para que no se demorara la llegada de auxilio a las colonias Roma y Doctores.

JESUS VILLASECA

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Los murales de la Secretaría de Comunicaciones resultaron gravemente dañados

"Hubo una brigada de estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia que se fue a las vecindades del Centro Histórico a impedir los desalojos. Porque si el pueblo desató su mayor nobleza y capacidad de organización, la oligarquía desató su capacidad de rapiña. Las autoridades querían aprovechar la catástrofe para desalojar, por fin, las vecindades y demolerlas. Pero los estudiantes llegaban a poner sellos del Instituto Nacional de Antropología e Historia que decía que esos inmuebles eran históricos y que no podían ser derrumbados."

En entrevista, Elena Poniatowska explica que la locura provocada por la catástrofe "generó muchas personas que permanecieron viviendo en las calles, en estado de shock, en tiendas de campaña. Pero también se vio que la generosidad y la entrega estaba del lado de la gente que pasaba por la calle, que salvaba una vida y se seguía caminando; eran héroes anónimos. Mientras, las autoridades estaban completamente constreñidos por el poder".

La autora del libro Nada, nadie. Las voces del temblor (Era) dice que pese al duro golpe que sufrió la ciudad "para diciembre la gente ya estaba en otra onda. Hasta hicieron un maratón, corrieron por las calles. La gente se rehace muy pronto."

* * *

Dos días después del temblor, en las páginas de La Jornada el poeta Javier Molina afirmaba: "La poesía dice lo que no explican las palabras". Fragmentos de la obra de Efraín Huerta, Octavio Paz, Charles Baudelaire, Walt Whitman, Carl Sandburg, Malcom Lowry, Virginia Woolf y Herman Melville se abrían paso, aun con pudor ante el desastre, entre las noticias que detallaban el horror.

Molina añadía que la poesía seleccionada representaba "la creación que se levanta para decir lo que hemos perdido, el canto azul, la linterna roja, la esperanza, el primer paso, el primer amor, el primer día, el polvo enamorado, la búsqueda y el encuentro de un camino, la grandeza de la ciudad y la luz del campo.

"Hay un faro en el mar que nos dice lo que sigue, hay alguien en la casa que espera al marinero, hay un barco en la tormenta que se calma. Hay, en fin, un día de amor y de justicia que se espera."

Muy lentamente, las actividades culturales se reorganizaron. Mientras algunos artistas plásticos reunían obra para realizar una subasta y empezaban las funciones de cine y teatro en beneficio de los afectados, los escritores tomaban apuntes para futuras crónicas.

En octubre nació la Unión de Vecinos y Damnificados (UVD) 19 de septiembre. En la esquina de Chiapas y Córdoba, en la colonia Roma, artistas solidarios acudían a amenizar las reuniones de esa organización, entre ellos grupos de danza como Barro Rojo y Contradanza; músicos como los Rupestres, Paco del Ruido, Roberto González, Los Folcloristas, Son de merengue, Armando Rosas y Guillermo Briseño; teatreros como Zumbón, grupo Zopilote, grupo Cero.

En esos encuentros callejeros, ampliamente reseñados en el libro Una experiencia cultural de la sociedad civil(editado en 1995 por la comisión cultural de la UVD), también estuvieron presentes los moneros de La Jornada: Magú, El Fisgón, Helguera, así como los poetas Roberto López Moreno, Gonzalo Martré, Fernando Nieto y Leopoldo Ayala, entre otros creadores.

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"Recuerdo haber visto un chingo de gente de la comunidad intelectual participando espontáneamente en las cosas más extrañas: en brigadas, en centros de abasto, en labores de rescate", señala Paco Ignacio Taibo II.

Agrega que, en particular, tiene memoria de tres libros sobre la tragedia "producidos muy rápido, por escritores mexicanos que hicieron un primer ajuste de cuentas muy importante porque recopilaron muchas anécdotas y establecieron una primera reflexión muy atinada": Los días del temblor, de Carlos Monsiváis; la novela testimonial Hemos perdido el reino, de Marco Antonio Campos, y Tierra quebrada, de Humberto Musacchio.

No obstante, a diferencia del gran número de obras inspiradas en el movimiento estudiantil de 1968 en años posteriores, el terremoto de 1985 casi no ha sido abordado en la narrativa de ficción.

Quizá "se trata de un tema sobre el cual aún se guarda luto", opina Poniatowska, quien detalla: "El 68 sí suscitó novela, cuentos, la notable poesía de José Emilio Pacheco; hubo una época en la que todos escribían acerca de algún muchacho que estuvo en el 68, incluso en Los años con Laura Diaz, de Carlos Fuentes, el nieto de la protagonista estuvo en el 68. Pero una novela del terremoto no he visto, no recuerdo alguna que hable de un sismo."

En el ámbito poético, Joseantonio Suárez, poeta y periodista damnificado de la colonia Roma, escribió un poema de largo aliento titulado Fatal acontecimiento (Editorial Fiskor), en 1987. La edición (actualmente agotada) constó de 10 mil ejemplares, los cuales se vendieron en 15 días, "algo insólito tratándose de poesía", dice el autor. El ciento por ciento de las ganancias las donó al sindicato de costureras.

El formato del libro, a manera de almanaque, contiene un texto que dice, como un rezo, una letanía, un responso: "El terremoto duele/ El terremoto cala/ El terremoto remueve/ El terremoto avispa/ El terremoto trastoca/ El terremoto mata/ El terremoto hiede/ El terremoto que entendemos mejor que nadie,/ del que nunca seremos especialistas a buen sueldo,/ o a buena reputación,/ y que nos obliga/ conmovedoramente/ a preguntarnos/ ¡Hey mexicanos! ¿Después del terremoto, qué?"

Corrupción y burocracia obstaculizaron la ayuda internacional

JOSE ANTONIO ROMAN Y ALMA E. MUÑOZ

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JESUS VILLASECA

Ramón Aguirre, regente de la ciudad; el presidente Miguel de la Madrid, y los secretarios de la Defensa, Juan Arévalo Gardoqui, y de Programación, Carlos Salinas, observan los daños provocados por el sismo

La carencia de un programa de auxilio para situaciones de desastres urbanos, que derivó en la total descoordinación en los trabajos de rescate, y la sospecha creciente de corrupción gubernamental, fueron dos de los obstáculos que enfrentó la ayuda internacional prestada a México por los sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985, el mayor cataclismo sufrido por la capital del país en toda su historia.

Las brigadas de socorristas extranjeros se quejaron por las escasas facilidades que les brindaban para su trabajo. Muchos consideraron que existía un "auténtico vacío administrativo y de autoridad" en el Departamento del Distrito Federal (DDF). El Plan DN-III E, aplicado por el Ejército Mexicano en casos de desastres naturales, se vio totalmente rebasado y sólo funcionó lo relativo a la vigilancia, obstaculizando criminalmente las labores de rescate de sobrevivientes y de cuerpos de personas fallecidas.

A estas quejas se sumaron las múltiples denuncias de corrupción, porque los víveres enviados desde el extranjero nunca llegaron a los damnificados y sí, en cambio, podían encontrarse en tianguis y mercados. En el mejor de los casos esta ayuda llegaba a sus destinatarios a cuentagotas y racionada.

Las denuncias fueron insistentes. Basta recordar que el principal eslogan de campaña del entonces presidente de la República, Miguel de la Madrid, había sido la "renovación moral de la sociedad", obligado a deslindarse de la corrupción por los excesos cometidos por los gobiernos de sus antecesores.

Aunque las primeras informaciones en el extranjero magnificaron la dimensión del desastre -se habló incluso de la desaparición de gran parte de la ciudad de México-, muchos países enviaron rápidamente ayuda solidaria, tanto en asistencia técnica de emergencia para el rescate de víctimas, como de mediano y largo plazos para apoyar las tareas de reconstrucción.

La movilización ciudadana y la rápida y cuantiosa ayuda internacional tomaron por sorpresa al gobierno del presidente De la Madrid, que no valoró inicialmente su importancia.

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En las horas siguientes al sismo del 19 de septiembre el jefe del Ejecutivo federal declaró que el gobierno tenía los medios y los recursos necesarios para hacer frente a la desgracia.

En el mismo tenor, el entonces regente de la ciudad de México, Ramón Aguirre Velázquez, informaba en la Cámara de Diputados, increíblemente, que el Distrito Federal volvía a la normalidad con relativa rapidez. Pero cualquier posibilidad de hacer frente a la tragedia con recursos propios se vino abajo abruptamente un día después, cuando la noche del 20 de septiembre ocurrió un segundo sismo, de menor intensidad que el de la víspera, pero lo suficientemente fuerte como para causar más daños y agravar la situación.

Ante la devastación, la ayuda internacional se hizo presente, primero con equipos de rescate y el envío de víveres y medicinas. Las brigadas de socorristas extranjeros apoyaron con equipo y recursos técnicos de los que no disponía el país, pero no en todas las circunstancias se les dio el apoyo que requerían.

Un segundo envío de aportaciones de la comunidad internacional estuvo integrado por donaciones de artículos en especie. Aquí también hubo problemas. Mucho se escribió en la prensa nacional de productos extranjeros que se vendían en tiendas comerciales. Ante estas denuncias crecientes, el 3 de octubre de 1985 el gobierno federal decretó la creación del Comité Supervisor de los Donativos en Especie, con representantes de toda la sociedad, con el propósito de evitar el manejo político de estos hechos.

Después de un año de ocurridos los sismos, el Fondo Nacional de Reconstrucción alcanzó un total de 42 mil 898 millones de pesos y 14 millones 112 mil dólares, incluyendo donativos e intereses generados desde su creación.

La ayuda internacional para damnificados que recibió México entre el 19 de septiembre de 1985 y el 15 de enero de 1986 provino de 45 países mediante 296 vuelos internacionales, y de seis naciones que enviaron ayuda en 99 embarques terrestres.

Del total de 5 mil 709 toneladas de productos donados, 3 mil 898 fueron destinadas al gobierno federal y el resto las recibió la Cruz Roja Mexicana, varias embajadas y algunos particulares, según el deseo expreso de los donantes.

De acuerdo con el Atlas de la Ciudad de México, editado por el DDF en 1986, la ayuda internacional se recibió mediante un puente aéreo que permitió a diversos países enviar equipo médico, fármacos, ropa, alimentos, tiendas de campaña, herramientas, maquinaria y equipo de rescate, entre los artículos más representativos.

En septiembre de 1985, la recién constituida Comisión Intersecretarial de Auxilio a la Zona Metropolitana delegó a la coordinación de asesores del regente la recepción y canalización de la ayuda internacional.

Varias misiones humanitarias llegaron precedidas por jefes de Estado, alcaldes o altos funcionarios, como en los casos de Brasil, Perú, Estados Unidos y Argentina. También se recibió solidaridad de Argelia, Austria, Belice, Bélgica, Bulgaria, Canadá, Colombia, Costa Rica, Corea, Cuba, Checoslovaquia, Ecuador, España, El Salvador, Francia, Gran Bretaña, Grecia, Guatemala, Haití, Honduras, Hungría, India, Israel, Italia, Japón, Noruega, Nicaragua, Panamá. Polonia, República Dominicana, República Federal de Alemania, Suiza, Uruguay, Unión Soviética, Venezuela y Yugoslavia.

Durante la etapa de emergencia, 19 países enviaron mil 167 especialistas en medicina, socorro y rescate de sobrevivientes y víctimas de siniestros. Este contingente trajo

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consigo equipo especializado y perros entrenados para el salvamento de sobrevivientes y el rescate de cadáveres.

Misiones extranjeras de cooperación técnica internacional, integradas por ingenieros expertos en estructuras, sismólogos y peritos en organización de medidas frente a desastres, entre otros, fueron enviadas por sus países para apoyar a la ciudad de México en su etapa de reconstrucción.

La Secretaria de Relaciones Exteriores canalizó a los técnicos extranjeros con sus homólogos mexicanos, con la finalidad de aprovechar adecuadamente la ayuda e intercambiar tecnología.

En el IMSS, restructuración obligada: García Sainz

ANGELES CRUZ MARTINEZ

FABRIZIO LEON DIEZ

En las instalaciones del Centro Médico del Seguro Social

El Centro Médico Nacional (CMN) "murió de pie". No se derrumbó un solo muro, pero la mayoría de los hospitales sufrió daños severos que obligaron a su demolición y dieron la oportunidad de replantear la organización de los servicios del Instituto Mexicano del

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Seguro Social (IMSS). Así se dio paso a la creación de unidades de alta especialidad en diferentes zonas de la República, recuerda Ricardo García Sainz, quien en septiembre de 1985 era director general del organismo.

Con este proyecto, agrega, la capacidad de atención del que sería el nuevo Centro Médico Nacional Siglo XXI se redujo a la tercera parte: de 2 mil 400 camas que tenía hasta el 19 de septiembre de 1985, pasó a 800.

El plan, comenta García Sainz, consistió en edificar otros centros médicos en las ciudades de Monterrey, Mérida, Veracruz, Puebla y Torreón, así como en fortalecer el de Guadalajara y el de La Raza, en el Distrito Federal. Hasta entonces estos dos nosocomios eran los únicos con que contaba el instituto, además del CMN, para atender la demanda de atención médica de alta especialidad de los derechohabientes. Por eso de las 31 entidades federativas llegaban enfermos a la ciudad de México para recibir el servicio clínico requerido, con el costo económico que esto implicaba.

En entrevista, García Sainz comenta cómo pocos minutos después del terremoto los trabajadores se organizaron para evacuar los hospitales e instalar en la explanada del Centro Médico un gran pabellón, donde por algunas horas se dio continuidad a los tratamientos de los pacientes que después fueron trasladados a otras unidades médicas del propio instituto.

El esfuerzo de la sociedad civil nos desbordó "y también nos ayudó a realizar muchas tareas, como la de reubicar a los pacientes en otros hospitales" del IMSS.

RECUENTO DE LOS DAÑOS EN INSTITUCIONES DE SALUD* En los hospitales derruidos a causa de los sismos murieron mil 107 personas; cien eran médicos, 266 trabajadores de diferentes áreas y el resto pacientes: niños y adultos.

* En los 10 días posteriores a los temblores se rescató a mil 228 personas con vida y se proporcionó atención médica a 11 mil 770 lesionados. Otros mil 510 fueron hospitalizados, de los cuales 212 fallecieron.

* Se perdieron 4 mil 387 camas en 13 nosocomios, equivalentes a la cuarta parte de la capacidad hospitalaria instalada en la ciudad de México.

Desaparecieron o tuvieron severos daños 50 unidades médicas de primer nivel de atención, en las que había 526 consultorios.

* Durante el desplome de la torre de hospitalización del Hospital Juárez, de 14 pisos, murieron 561 personas, de las cuales 251 eran pacientes, 266 trabajadores y 44 médicos especialistas y residentes.

* El derrumbe de la unidad de ginecobstetricia, de seis pisos, y de la residencia médica, de ocho, del Hospital General de México, causó la muerte de 305 personas; 48 eran médicos y el resto pacientes.

* El Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado tenía nueve hospitales generales y de especialidades en el valle de México, así como mil 427 camas. El movimiento telúrico afectó dos unidades hospitalarias y provocó la pérdida de 867 camas.

Los daños materiales fueron calculados entre 300 y 550 millones de dólares, incluido 90 por ciento de los hospitales del Centro Médico Nacional del Instituto Mexicano del

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Seguro Social, que dos meses después fueron demolidos a causa de los daños estructurales provocados por los sismos.

Fuente: Experiencias en América Latina en materia de mitigación y estudios de vulnerabilidad, editado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Secretaría de Salud y Comisión Metropolitana de Emergencias.

Angeles Cruz Martínez

A este recuerdo se suma el de Carlos Capetillo, jefe de Servicios Generales del IMSS en ese momento, quien, junto con el director general, llegó al Centro Médico a bordo de motocicletas del servicio de mensajería del instituto. El panorama en la ciudad, señalan los entrevistados, era desolador: edificios derruidos, personas semivestidas que deambulaban sin rumbo fijo y, en general, un total descontrol.

Las calles, agrega García Sainz, te-nían un tono gris, había olores extraños, un polvo muy fino en el ambiente y en algunos tramos un silencio casi sepulcral. Para ambos fue mayúscula la sorpresa cuando al llegar a la avenida Cuauhtémoc tuvieron frente a sí el hospital de la Secretaría de Salud y la unidad habitacional Benito Juárez semidestruidos.

Aunque el Centro Médico Nacional seguía en pie, era evidente el riesgo que corrían derechohabientes y trabajadores. La evacuación era obligada.

Una vez que se puso a buen resguardo la integridad de enfermos y empleados, y se reorganizaron los servicios, vino la siguiente decisión: reconstruir el CMN. Sí, pero ¿dónde y cómo?

El ex director del IMSS comenta que, a pesar de lo ocurrido, el Centro Médico -que en adelante se llamaría Siglo XXI- tenía que seguir en el mismo sitio, por tradición y porque los inmuebles que no tuvieron afectaciones podían aprovecharse, entre otros, el Hospital de Cardiología y la Unidad de Congresos.

Otros hechos que vienen a la memoria de García Sainz son los días en que el extinto parque de beisbol del Seguro Social se convirtió en morgue, en centro de identificación de los cadáveres rescatados de los escombros.

De los trabajadores del IMSS, el ex funcionario destaca la colaboración que mostraron hacia las autoridades. Justo el 20 de septiembre iniciaban las negociaciones por la revisión del contrato colectivo de trabajo.

De los 20 años que García Sainz laboró en el instituto, la de 1985, señala, fue la revisión más sencilla de todas. El sindicato se solidarizó con el esfuerzo de la colectividad para lograr la reconstrucción de las instalaciones y esa misma actitud la tuvieron los 8 mil empleados que aceptaron cambiar su lugar de adscripción a los estados. Esto tuvo una gran utilidad en la tarea de restructuración de los servicios médicos, concluye.

El despertar de la sociedad civil

VICTOR BALLINAS

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JESUS VILLASECA

Auxilio a un lesionado sobre el Eje Central Lázaro Cárdenas

 

En los sismos de 1985 la sociedad rebasó al gobierno para hacer frente a la emergencia y constituyó las primeras agrupaciones para demandar solución al problema de la vivienda. Hoy, a dos décadas de distancia, las organizaciones sociales y civiles se han diversificado y han tenido un crecimiento espectacular en el país: en 1998 sumaban 21 mil 916.

En el libro Organizaciones no lucrativas: visión de su trayectoria en México, Gustavo Verduzco, investigador de El Colegio de México, destaca que en 1993 existían 12 mil 485 agrupaciones de ese tipo en el país, de las cuales mil 137 eran sociales y civiles.

Para 1998, agrega, crecieron 119 por ciento, al sumar 21 mil 916 organizaciones, de las cuales 3 mil 940 eran sociales y civiles de todo tipo (de mujeres, para la atención de menores, de indígenas, minusválidos, homosexuales, ecología y derechos humanos, entre otras).

A finales de los años 80 y mediados de los 90 proliferaron las organizaciones de derechos humanos, sobre todo a partir de las acciones que el Ejército Mexicano emprendió contra comunidades indígenas guerrerenses y chiapanecas. Cuando se agravó la represión, eran sistemáticas las detenciones arbitrarias, la tortura y la fabricación de delitos para consignar a inocentes.

El sacerdote jesuita Jesús Maldonado, ex director del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, quien impulsó la creación de las organizaciones no gubernamentales (ONG) de derechos humanos en varios estados, resalta: "La razón fundamental para que la congregación de la Compañía de Jesús se interesara en la defensa de los derechos humanos fue que los jesuitas trabajábamos en varias entidades y nos dimos cuenta que la represión se agravaba."

Recuerda que en mayo de 1987, "en una reunión de 20 jesuitas", se dijo: "Sería interesante que estuviéramos presentes en la lucha por la defensa de los derechos humanos".

Maldonado sostiene que las primeras organizaciones y centros de derechos humanos surgieron en un contexto en que "había descontento social por la crisis económica de 1982 y las medidas que tomó el presidente Miguel de la Madrid Hurtado. Estaba en

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pleno el cambio estructural que impulsó De la Madrid: venta de paraestatales, reducción del gasto social. Y después, los sismos de 1985 fueron un parteaguas; la gente se organiza, toma conciencia y se da cuenta que puede exigirle al gobierno soluciones".

Para 1986 se hablaba ya de reconversión industrial, globalización, neoliberalismo, y en este contexto se incrementa la represión contra los trabajadores y se agudiza en el campo. Maldonado abunda: a eso se agrega la llegada del presidente Carlos Salinas de Gortari, en medio de una elección fuertemente cuestionada.

Asimismo, el jesuita Edgar Cortés, secretario ejecutivo de la Red Nacional de Organismos Civiles de Derechos Humanos Todos los Derechos para Todos, dice: en 1984 se crea el Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria; en 1988, la Academia Mexicana de Derechos Humanos; en 1989, el Fray Bartolomé de las Casas -en San Cristóbal de las Casas, Chiapas-, y en 1989 se funda la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos en la Sierra Tarahumara.

Después de los sismos de 1985, con la experiencia obtenida, se buscó construir nuevas formas de participación social, de organismos independientes que no estuvieran controlados por el gobierno, como se hacía con los sindicatos y las centrales campesinas.

Así se crearon organizaciones de mujeres, de educación, de vivienda, de menores y de ecología, entre otras, con la participación de gente progresista de la Iglesia católica y personas vinculadas a la academia.

En 1990, destaca Cortés, se crearon el Centro de Derechos Humanos Tepeyac, en el istmo de Tehuantepec; el Centro Potosino de Derechos Humanos, en San Luis Potosí; el Comité de Derechos Humanos de Tabasco, y la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, y en 1992 el Centro de Derechos Humanos Tlachinollan, en la Montaña de Guerrero.

Maldonado explica que en 1987 "sólo había seis organizaciones de derechos humanos", y que ese año él hizo un estudio para conocer cuántas ONG existían en el país. "Lo que encontré en esa investigación fue que los grupos existentes estaban muy enfocados a Centroamérica, El Salvador y Guatemala."

En 1989 había 24 grupos de derechos humanos, y 64 en 1990. Para 1992 sumaban 300.

La proliferación de estas ONG, que denunciaban públicamente las represiones contra campesinos, casos de tortura y las constantes violaciones de garantías, llevó al gobierno a crear la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), sostienen Cortés, Maldonado y el padre Miguel Concha.

Maldonado narra una anécdota de la creación de la CNDH: "En 1989 Salinas de Gortari negociaba un crédito por 5 mil millones de dólares, pero las agencias internacionales empezaban a poner cláusulas democráticas. Salinas creó la comisión para que le dieran el préstamo. La víspera de la ceremonia, que se realizaría en Palacio Nacional, me llegó una invitación, y muchos de mis compañeros que estaban invitados no pudieron entrar porque no les llegó la invitación.

"Yo pregunté a un funcionario de Presidencia por qué no podían entrar. Me respondió: 9no les llegó su invitación porque en dos días tuvimos que repartir todas, las de los 31 gobernadores y procuradores de los estados, así como las de los funcionarios del

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gobierno federal, invitados especiales, intelectuales, académicos y organizaciones sociales9."

En su libro, Gustavo Verduzco sostiene que en 1994, cuando irrumpió en la escena política el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, las organizaciones civiles y sociales tuvieron una destacada participación después del levantamiento.

Dos décadas después de los sismos de 1985, las organizaciones sociales han registrado un crecimiento espectacular. El Centro Mexicano para la Filantropía señala que tiene registradas 555 ONG en el país, y que 199 se ubican en el Distrito Federal.

Desplazamientos humanos y deterioro ecológico

JOSEFINA QUINTERO

JESUS VILLASECA

Centro de acopio para damnificados

Los sismos de septiembre de 1985 devastaron el centro de la ciudad de México y marcaron el inicio de una nueva etapa de deterioro ambiental, cuyo origen fue la invasión de zonas de reserva ecológica en el norte de la urbe, donde surgieron asentamientos humanos al amparo de los gobiernos priístas, que violaron límites, fomentaron y permitieron que los damnificados ocuparan los cerros.

Mientras la capital retomaba su ritmo de vida y los habitantes guardaban luto por la muerte de miles de personas, en los cerros de la delegación Gustavo A. Madero empezaron a comercializar terrenos de la Sierra de Guadalupe, considerada entre los principales pulmones del Distrito Federal, que en años recientes ha experimentado profundas adecuaciones por la consolidación de zonas urbanas.

La más reciente, señala el gerente de la Comisión de Recursos Naturales de la Sierra de Guadalupe, Manuel Machena Hernández, ocurrió en 2002, al quedar excluida de la reserva una porción de tierra que fue urbanizada. Esto provocó que la zona de preservación ecológica quedara en 196 hectáreas.

Cifras oficiales indican que en la ciudad de México existen 199 asentamientos irregulares de alto riesgo en barrancas, lechos de ríos y laderas, donde habitan 28 mil 176 personas. La mayoría de esos terrenos fue ocupada a partir de 1985.

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El desdoblamiento de familias, es decir, cuando los hijos demandan para sí vivienda propia, dio como resultado un aumento de población en Gustavo A. Madero. La jefa delegacional, Patricia Ruiz Anchondo, considera que el número de habitantes creció a 325 mil sólo en la zona de Cuautepec, en las faldas de los cerros de la Sierra de Guadalupe.

Asegura que la invasión de zonas de reserva ecológica comenzó hace 20 años. "Mientras la atención en materia de vivienda se concentraba en la parte más afectada de la ciudad, se permitió que los habitantes poblaran los cerros, como ocurrió en la Sierra de Guadalupe y las barrancas, en Gustavo A. Madero, así como en la Sierra de Santa Catarina, en Iztapalapa, y parte del Ajusco, en Tlalpan."

La gente aprovechó esa situación para irse a vivir a zonas protegidas sin que nadie lo impidiera. "En ese entonces el gobierno priísta permitió la invasión de cerros, y durante la gestión del delegado José Parcero López fue derribada la barda que protegía la zona; esto propició el desastre ecológico que ahora vivimos", agrega Ruiz Anchondo.

Además, "la gente se asentó en zonas donde existe riesgo permanente, y eso fue provocado por la corrupción, porque las autoridades hicieron grandes negocios y se enriquecieron sin importarles los peligros que enfrentarían las familias que compraron los terrenos".

La ex dirigente de la Asamblea de Barrios -organización que surgió a raíz de los sismos de 1985- aclara que las personas que ocuparon zonas de reserva ecológica no eran damnificados, sino integrantes de organizaciones sociales ligadas al PRI, como Antorcha Campesina, que aprovecharon la ocasión para hacerse de terrenos".

También hay grupos provenientes de varios estados, "muchos son de Oaxaca. Antes estaban afiliados al Revolucionario Institucional, pero en la actualidad pertenecen a diferentes partidos."

José Flores, oriundo de la zona de Cuautepec, recuerda que desde la cima de los cerros era posible ver grandes valles, y ahora sólo mira "muchas áreas grises, porque las zonas verdes fueron pobladas por gente que venía de la colonia Morelos, Tepito y la Candelaria de los Patos".

Al llegar esas personas a Cuautepec aumentó la densidad poblacional y se generó una descomposición social en las 25 colonias de la zona, "porque ahora hay robos, drogadicción y pleitos", agrega Flores.

Pero los desdoblamientos siguen y también la invasión de tierras de reserva ecológica en la Sierra de Guadalupe, motivo por el cual la Comisión de Recursos Naturales ha iniciado 16 procedimientos administrativos contra los invasores, señala Manuel Machena Hernández, gerente de la dependencia en esa zona.

Indica que hace un mes fueron derribadas siete viviendas en el predio Tlapexco, y se clausuró una obra por el riesgo que provocó un desdoblamiento que afectaría la reserva ecológica.

En tanto, las familias asentadas en el predio irregular denominado La Parva informan que adquirieron los terrenos mediante contratos privados, y los documentos respectivos, fechados en 1985, demuestran que compraron "de buena fe" las tierras a los ejidatarios.

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Tlapexco ha crecido sin planeación. Las familias adecuan las obras urbanas según sus necesidades, y en la actualidad construyen una red de drenaje y escaleras para subir al cerro. Ante el riesgo que enfrentan, edifican muros de contención con costales de arena para proteger sus viviendas de un posible deslizamiento.

También tienen servicios urbanos. De manera clandestina se conectaron a un transformador de energía eléctrica, toman agua de una llave y la distribuyen a todas las familias mediante mangueras que ellos mismos instalan.

Por cada terreno de 120 a 150 metros cuadrados los habitantes pagaron entre 38 mil y 50 mil pesos. Saben que habitan en una zona irregular, pero aseguran que ellos no son responsables, "porque las autoridades saben del predio y que son los ejidatarios quienes venden, pero no hacen nada".

La Gustavo A. Madero, comenta la jefa delegacional, es un buen negocio para los políticos, porque es la que tiene más presupuesto. Y se pregunta: "¿Cómo es que en 20 años ha tenido 18 delegados y presenta un rezago enorme que debe corregirse?, porque los diferentes grupos que han llegado al poder la toman como botín, sacan dinero y se van sin importarles la gente".

Construcción y protección civil, más de una década de desfase

RAUL LLANOS SAMANIEGO Y GABRIELA ROMERO

FABRIZIO LEON DIEZ

Llanto y luto entre damnificados

La experiencia que vivió la ciudad de México al enfrentar la intensidad de un sismo de 8.1 grados mostró otras caras a la sociedad: la del desapego a las leyes y normas vigentes en materia de construcción, la discrecionalidad y laxitud en el otorgamiento de licencias y permisos, y la carencia absoluta de políticas en materia de protección civil. Pero sirvió también para el establecimiento de un renovado marco legal para la edificación de nuevas obras y la incorporación de lineamientos en materia de protección civil.

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Sin embargo, a 20 años de esa tragedia la vulnerabilidad para los habitantes de la ciudad está latente, no sólo porque el tiempo hizo que se olvidara el cumplimiento de esa legislación, sino por el surgimiento de mayores factores de riesgo producto del crecimiento acelerado de la metrópoli.

Antes de los movimientos telúricos del 19 y 20 de septiembre de 1985, en la ciudad de México estaba vigente el reglamento de construcciones de 1976, que por obsoleto era sistemáticamente violado. Este ordenamiento incluía, por ejemplo, la figura del "perito", única persona facultada para firmar planos y diseños de proyectos de construcción.

Ricardo Rodríguez Segura, especialista en mecánica de suelos, precisa que hasta 1985 el entonces Departamento del Distrito Federal tenía registrados 3 mil peritos privados, "pero la corrupción hizo que más que garantizar la seguridad estructural de las nuevas edificacione, muchos se dedicaran a vender su firma y, junto con la laxitud del reglamento de construcciones, provocaron que con los sismos de 1985 se dañaran o colapsaran miles de inmuebles".

El reglamento no ponía límites en el número de pisos para una edificación; los diseñadores copiaban modelos arquitectónicos más occidentales, con formas más audaces (como los conjuntos habitaciones de Tlatelolco), sin que existieran en la ley especificaciones acordes con esos modelos; tampoco se respetaba la norma en cuanto a la separación que debía existir entre construcciones, lo que agravó los daños aquella fatídica mañana.

Cinco semanas después de ese desastre, el gobierno federal emitió un código de emergencia para hacer frente a la situación que vivía la ciudad, introduciendo una serie de disposiciones conocidas como Normas Técnicas Complementarias de Diseño, aplicables a nuevos inmuebles, como los estándares de sismorresistencia.

Dos años después, en 1987, las disposiciones de ese código se integraron al reglamento de construcciones, que establecía especificaciones en cuanto a cimentaciones, estructuras de concreto, escaleras de emergencia, extintores y simulacros, y también se fijaron niveles más drásticos de sismorresistencia.

Asimismo, desaparecieron los "peritos" y se crearon las figuras de director responsable de obra -para quien se establecieron drásticos requisitos-, y de "corresponsable de obra", quien sería responsable solidario con el director y en quien recaería la aplicación de las normas en seguridad estructural, diseño urbano y arquitectura, e instalaciones.

Posteriormente, entre 1993 y 2004, se hicieron otras modificaciones al reglamento de construcciones, que introdujeron los temas de mecánica de suelos, clasificación de edificaciones según su complejidad, obligatoriedad de programas de prevención ante siniestros, normas de diseño ante sismos o vientos, pruebas de carga y otros aspectos. Incluso se reitera la obligación de revisar ese marco legal cada 10 años.

Para especialistas de la Academia Mexicana de Ciencias, la ciudad de México cuenta con "uno de los reglamentos de construcción más avanzados y vanguardistas del mundo". Sin embargo, hasta el momento en el gobierno local no existe una instancia que garantice el pleno cumplimiento de esas normas.

En cuanto a protección civil, el panorama es similar. En 1991 la entonces Asamblea de Representantes del Distrito Federal aprobó el primer Reglamento de Protección Civil, y se creó una área en la materia en la Secretaría de Seguridad Pública, que después pasó a la Secretaría de Gobierno.

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De acuerdo con Carlos Sáinz Luna, director de Protección Civil en el periodo 1992-1998, fue hasta 1995 -10 años después de los sismos- cuando se creó la Dirección General de Protección Civil del Distrito Federal, con facultades plenas, y la primera ley en la materia.

Un año después se emitió el reglamento respectivo, y éste experimentó sus primeras reformas en 1997, cuando se especificó la creación de los Términos de Referencia, que son disposiciones para establecer los programas internos de protección civil.

El ex funcionario puntualiza que en 2002 se emitió una nueva ley en la materia sustituyendo todo lo anterior; fue modificada en 2005, pero carece de un reglamento y esto se subsana al aplicar el de 1996, que normaba la ley de 1995, "y se hace un galimatías jurídico, pues seguimos con un reglamento que tiene 11 años de desfase".

Sáinz Luna apunta: "Hasta el momento no existe una política pública fehaciente, viviente y actuante en cuanto a protección civil, y sólo se le da importancia cuando ocurre un siniestro o en septiembre; cuando no es así se le relega hasta el último espacio, y no se le tiene como una política pública prioritaria, a pesar de la vulnerabilidad del Distrito Federal".

Jorge Antonio Ortiz Torres, experto en protección civil, resalta que los cambios que se han hecho en esta materia se han limitado a atender los sismos y no se ha ido a fondo en la prevención de otros riesgos que por doquier existen, o bien hay una ley que, aunque es buena en el papel, poco se aplica.

Ejemplifica: hay unidades habitacionales recientes que carecen de programas de protección civil; edificios nuevos sin escaleras de emergencia; invasión de áreas comunes en puntos de alta concentración de personas, como las estaciones del Metro; carritos de comida con tanques de gas en espectáculos públicos.

Y como antaño, señalan Sáinz Luna y Ortiz Torres, "tampoco hay capacidad del gobierno para fiscalizar el cumplimiento de la ley y sancionar a quienes no cumplen con lo establecido. Así, seguimos siendo muy vulnerables a un sismo u otra catástrofe".

Nuevas normas y tecnologías para la edificación de hospitales

ANGELES CRUZ MARTINEZ

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FABRIZIO LEON DIEZ

Personal médico del hospital Juárez su sumó a las tareas de rescate

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) recopiló información sobre las afectaciones que provocó el sismo del 19 de septiembre de 1985 en la infraestructura médica y hospitalaria de la ciudad de México.

Con base en las investigaciones realizadas por autoridades de todos los niveles, el organismo internacional concluyó que los hospitales derrumbados y los que resultaron con daños severos se ubicaban en una zona lacustre, donde el suelo rocoso se encuentra a más de 20 metros de profundidad. Esa área se caracteriza por estar cubierta por suelos aluviales y rellenos artificiales que condicionan el comportamiento de las edificaciones.

A partir de esta experiencia, las autoridades del gobierno federal y de las propias instituciones de salud modificaron las normas de construcción con el propósito de subsanar las carencias sobre la difusión de la literatura acerca de la vulnerabilidad en áreas de proyectos arquitectónicos de las instituciones médicas.

En el caso del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), que resintió los mayores daños por la pérdida de 90 por ciento de las instalaciones del Centro Médico Nacional (CMN), el reporte de la OPS refiere que la metodología de construcción incorpora ahora estudios de ubicación, características del suelo, orografía, climatología, exposición a inundaciones, precipitación pluvial, mecánica de suelos e identificación de zonas sísmicas.

Existe además el Manual de Obras Civiles de la Comisión Federal de Electricidad, en el cual se divide el país en cuatro franjas reconocibles, que van desde las identificadas como de escasa o nula sismicidad (zonas del noreste y sureste de la República), hasta las de riesgo más elevado (como las de la costa sur y la porción septentrional de Baja California).

Con estos y otros instrumentos, señala OPS, se han elaborado mapas que muestran los diferentes niveles de intensidad sísmica que podrían experimentarse en distintas zonas del Distrito Federal.

Una de las políticas adoptadas por la Secretaría de Salud después de los sismos indica que las construcciones nuevas no deben ser mayores de dos niveles. Las unidades construidas desde entonces son de una sola planta.

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En el Centro Médico la mayoría de los edificios tenían de 10 a 12 pisos. Después de 1985 las autoridades decidieron que las nuevas edificaciones tuvieran seis niveles como máximo. El Seguro Social cumple con el reglamento de construcción vigente en el Distrito Federal y además tiene su propia normatividad.

Grandes trabes y columnas son la base de la mayoría de los inmuebles del instituto. La nueva tecnología incorpora los disipadores de energía en edificios vulnerables, que consisten en la aplicación de elementos metálicos que convierten en calor los ciclos histeréticos de los elementos estructurales, lo cual se traduce en que los edificios no resistan, sino que disipen la fuerza o energía sísmica. Esta técnica se aplicó en el reforzamiento de la estructura del Hospital de Cardiología del Centro Médico Nacional Siglo XXI.

Otra tecnología que se aplica en el IMSS, documentada por la OPS, es la de aisladores de base, formados por placas de caucho o hule que se colocan en la cimentación del terreno, los cuales soportan la edificación y reciben la fuerza del terremoto sin transmitirla hacia arriba.

Por su parte, la Secretaría de Salud decidió reubicar el Hospital Juárez en la zona norte de la ciudad, donde la seguridad del subsuelo es mayor. Mientras que en el Hospital General de México fue reconstruida la Unidad de Ginecobstetricia, y sobre el área que ocupaba el viejo inmueble se edificó la Unidad de Medicina Experimental de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México. Además, la residencia médica fue reubicada en uno de los pabellones del nosocomio, y el lugar del derrumbe ahora lo ocupa un jardín.

Los topos, rescatistas nacidos en la tragedia, hoy ciudadanos del mundo

ALFREDO MENDEZ ORTIZ

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JESUS VILLASECA

Los topos, en el multifamiliar Juárez

 

Tienen vidas paralelas. Están casados. Han procreado hijos. Algunos padecen el desempleo. Otros creen en Dios. Dicen gozar la vida por ser irrepetible. Su constante: la búsqueda de sobrevivientes atrapados entre escombros, aunque en su récord personal sobresalga el rescate de cuerpos despedazados, sin vida.

A algunos les molesta ser llamados héroes. A otros, en cambio, los mueve el reconocimiento internacional y anhelan salir en los encabezados de los diarios influyentes. Por eso pelean todo: el dinero que puedan aportar empresas y gobiernos para sus viajes, los diplomas expedidos por alguna autoridad y, en muchos de casos, hasta se arrebatan los cadáveres para salir con ellos en la foto.

Unos y otros se hacen llamar los auténticos Topos Mexicanos.

Veinte años atrás, la mañana del 19 de septiembre de 1985, surgieron como hormigas tras el suave balanceo que gradualmente se intensificó hasta llegar a los 8.1 grados en la escala de Richter, y que un día después se repitió con una magnitud menor, 7.3 grados.

Ciudad de México: un polvorín tras los temblores. Gritos de dolor, caos, incertidumbre, miedo y peticiones de auxilio de gente desesperada. Se acuña ahí, entre lo expuesto de las llagas de familias enteras que lo han perdido todo, la frase que es un himno, una reminiscencia: solidaridad con los necesitados.

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La sociedad civil parió a los improvisados de la pala, el pico, las cubetas y cualquier instrumento que sirviera de apoyo para remover residuos de lo que un día fueron construcciones.

Había de todo entre los voluntarios: choferes, doctores, artistas, jóvenes inquietos, amas de casa, incluso niños. Todos sin conocimiento sobre técnicas de rescate. Entonces eran un solo grupo. Después, otra fue la historia.

Entre los rescatistas voluntarios de 1985 siempre hubo bromas. Era necesario conservar el buen humor para aguantar las largas horas de búsqueda, recuerdan.

Familiares y amigos desesperados pedían rescatar a los suyos de entre los fierros retorcidos y el concreto vuelto lápidas. Mientras, los topos recobraban fuerza al ver y escuchar rostros de alegría y palabras de agradecimiento. "Pídele a ellos que te auxilien, son topos y se meten donde sea", refiere Héctor Méndez, mejor conocido como El Chino -quien dirige la Brigada Internacional de Rescate Tlatelolco Azteca-, al recordar la respuesta que daban los funcionarios a las personas que solicitaban el rescate de hijos, padres y conocidos.

Fueron días aciagos, largos, con sabor a muerte. La tragedia les dio vida y afloró, en muchos de ellos, su verdadera vocación: "rescatistas nacidos en la tragedia, y ahora ciudadanos del mundo", como ellos mismos se denominan.

Para Edmundo Delgado, topo independiente por convicción, ex asambleísta por oportunidad y líder de transportistas, porque "de algo hay que vivir", el amor por la vida lo hizo comprender que "todos tenemos una segunda oportunidad para seguir en este mundo".

Intenta estar en todas las catástrofes que puede, pero reconoce que desde 2004 ha tenido que sortear su propio terremoto y rescatarse a sí mismo. Ese año fue encarcelado, acusado del robo a un camión cargado de abarrotes. Su libertad le costó, entre fianza y abogados, más de 300 mil pesos. Hoy, a sus 50 años de edad, sigue siendo topo.

Tras los sismos de 1985, los topos continuaron sus labores. Primero en otras entidades del país, y de ahí, hasta dar el paso a la internacionalización.

Su experiencia se nutrió con el rescate en diversas tragedias naturales: Arabia, Japón, India, Turquía, Irán, Estados Unidos, varios países de Centroamérica, Indonesia y actualmente, por segunda ocasión, en el vecino país del norte, atendiendo a los damnificados del huracán Katrina.

Ahora, sin embargo, ya no forman una sola brigada. En México coexisten al menos cinco agrupaciones de voluntarios dedicados al rescate de víctimas de desastres. Muchos prefieren prestar sus servicios independientes en acontecimientos de ese tipo.

El Chino asegura que no todos acuden a las ciudades o pueblos devastados por el don de la generosidad. "Abundan los transas y los que buscan ser considerados superhéroes".

Desde los hechos de 1985 pudo observar a "los chacales y los buitres" que fingen ser rescatistas y usan uniforme, pero nunca arriesgan la vida. Están a la espera de que alguien saque un cadáver para luego "quitárselo a putazos, arrebatarle la camilla a los verdaderos topos, y así salir en la televisión o en los periódicos, con el uniforme limpio".

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No hay de qué asombrarse, dice, "los vi en Tlatelolco, tras los temblores; después, con 20 años de servicio, ya te imaginarás, los he visto en la India, El Salvador, Irán, también en la zona cero de Nueva York, en 2001 (cuando el ataque a las Torres Gemelas). Imagínate, estamos hablando de la cuna de la democracia, y ahí vi cómo los policías se madreaban a los bomberos por buscar el reconocimiento. Eso es normal, son una especie humana".

Rafael López, quien se autodefine "pionero de la protección civil" y dirige actualmente la Brigada Topos Tlatelolco, asegura que los temblores de 1985 le cambiaron la vida.

"Me gustó esta actividad, le vi futuro y, aunque tuvimos muchos comentarios en contra cuando surgimos como agrupación, el tiempo y la necesidad de participación nos dieron la razón. Nacimos con estrella. La brigada logró en 1985 participar en el rescate de 15 sobrevivientes, se rescataron 447 cadáveres en todo el tiempo que participamos en distintos puntos de la ciudad y estos logros fueron equivalentes a un grupo especializado. Nuestro principio estuvo adelantado para su época", rememora con orgullo el comandante.

Actualmente se dedica de manera profesional y de tiempo completo a la protección civil -recibe un sueldo del Gobierno del Distrito Federal-, "y por eso complemento esa actividad con mi participación voluntaria en la agrupación".

Asegura que de los veteranos rescatistas que surgieron con los temblores de septiembre de 1985, "la mayoría sigue en nuestra agrupación, la original. Continuamos trabajando juntos, tendiendo una hermandad estrecha, pero también existieron aquellos compañeros que al concluir sus actividades de rescate en el 85 se reintegraron a su vida normal y otros vuelven a participar cuando hay una catástrofe, aunque de manera voluntaria".

Agrega que 20 años después de la tragedia "nos hemos fortalecido, estamos bien unidos e incluso hemos trascendido las fronteras y grupos de rescatistas extranjeros de países del primer mundo nos admiran; hablan con respeto de los Topos Mexicanos".

El Chino, directo y sin censuras al hablar -se define a sí mismo como "cábula de la colonia Guerrero"-, desmiente a López y lo desnuda sin temor.

"Ni madres que hay unión, todos se dicen los auténticos topos, mentira, en el 85 yo organicé a los brigadistas, siempre he salido al paso desde entonces. Otros que estaban en el grupo se volvieron verdaderos pillos o caza reconocimientos", indica el topo mayor, cabeza de la Brigada Internacional de Rescate Tlatelolco Azteca, quien en septiembre de 1985 "usaba una mata larga, por eso me pusieron el mote de El Chino".

-¿Usted trabajaba con el comandante López? -le preguntamos.

Reacciona de inmediato.

-Al revés, a Rafa nosotros lo jalamos; él era de los chavitos en el 85. Que no salga con que su grupo es el de los auténticos topos, ni presuma que conoce todo el mundo. En Indonesia, con lo del tsunami, no salió del aeropuerto, mientras mis muchachos arriesgaron todo. Hay otro pillo, se llama Roberto Hernández, lo conocí desde la Prepa 9 y estuvimos en el rescate en Tlatelolco. Después de los temblores se agarró a unos chavitos de la calle para justificar la lana que le dio el ex presidente Miguel de la Madrid; se dedicó a las transas y cada que hay desmadre en algún país ahí anda

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sacando dinero, engañando a la gente con su farsa de ser el jefe de los topos que se hacen llamar Los Perros.

A El Chino, igual que a la mayoría de sus compañeros dedicados al rescate voluntario, le queda claro que su labor "es pura vocación" de la que "no debemos buscar nada a cambio", porque "se trata de un acto netamente humano. ¿Héroe yo? No, ni madres, sólo soy el pinche Chino".

Dotación de vivienda, deuda pendiente

LAURA GOMEZ FLORES

FABRIZIO LEON DIEZ

Un niño observa el hueco donde estaba su hogar, en el multifamililar Juárez

A 20 años de los sismos de 1985, muchas familias damnificadas aún esperan su incorporación a un programa de vivienda; otras habitan desde hace dos años en el "campamento más grande de América Latina, en Peña y Peña, sin ningún servicio público y sin la seguridad de que ese espacio les pertenezca", y unas más fueron "beneficiadas" de última hora para desmantelar el último campamento en vía pública, en la cerrada de Doctor Márquez.

Sin embargo, para las autoridades capitalinas los damnificados de 1985 representan un capítulo cerrado en materia de reconstrucción y dotación de vivienda, porque "todos los que contaban con el certificado original de afectado, otorgado por la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, tienen un techo donde vivir. Si no lo pelearon en su

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momento es su responsabilidad", afirma Raúl Bautista, subdirector del Programa de Mejoramiento de Vivienda del Instituto de Vivienda del Distrito Federal.

A casi dos décadas de haber hecho su aparición comoSuperbarrio, un "superhéroe" dedicado a gestionar con marchas y plantones un techo para los demandantes de vivienda de siempre, Bautista aclara que el problema del último damnificado se resolvió hace más de 10 años, pero el continuo reciclamiento de campamentos en diversos puntos de la ciudad "ha creado la sensación de que hay gente no atendida, cuando todas las personas que abandonaron la capital y volvieron tiempo después, demostrando su calidad de afectado por los sismos, fue incorporada a algún programa de vivienda. Así que no existe ninguna deuda pendiente".

Cuauhtémoc Abarca, fundador de la Coordinadora Unica de Damnificados; Alejandro Varas, dirigente de la Unión de Vecinos y Damnificados, y Lucas Alvarez, del Frente del Pueblo, lamentan que "por decreto se cierre uno de los capítulos más trágicos de la ciudad, cuando cientos de personas aún deambulan por sus oficinas para hacer valer su derecho a una vivienda o acreditar la propiedad de algún inmueble derrumbado o desaparecido aquel 19 de septiembre de 1985".

Por ejemplo, Mario Larrañaga, sobreviviente del edificio Nuevo León, quien perdió a los integrantes de su familia durante el movimiento telúrico, carece de un documento que demuestre la propiedad del departamento. Los testimonios de vecinos u organizaciones no son válidas, y hoy mendiga en Tlatelolco el apoyo de la gente para salir adelante.

Un centenar de ex residentes de esa unidad habitacional enfrenta una situación similar.

Las señoras Alejandra y Cándida, quienes habitan desde hace 16 años en alguna de las 12 casetas ubicadas en Zacatecas número 6, luego de la venta del terreno de Monterrey e Insurgentes a una institución bancaria, confían en que "ahora sí el gobierno se acuerde que también fuimos víctimas de los sismos y que merecemos una vivienda digna".

La vida en campamentos no es fácil. Menos cuando se tienen familiares; se vive al día, se debe convivir con decenas de familias y se carece de un mínimo de intimidad para platicar o hacer otras cosas, dice la señora María, quien desde hace 20 años habita con sus hijos en una de las casi 200 casetas existentes en el predio ubicado en Retorno 13, en Lindavista. La mayoría son personas desalojadas de edificios dañados o nuevos solicitantes de vivienda, no damnificados.

Ellas confían en que sus sueños no se esfumen después del 20 aniversario de los sismos, como ocurrió en años anteriores, porque las autoridades "no tienen ningún interés en ayudarnos. Solamente les servimos para lucirse, pero a la hora de la verdad nos olvidan o nos usan con fines electorales o de lucro, como sucedió en la calle de Peña y Peña, donde las 65 familias supuestamente beneficiadas carecen de servicios públicos y un título que acredite su propiedad".

Esa situación seguirá, explica Lucas Alvarez, de la coordinación del Frente del Pueblo, mientras el Instituto de Vivienda se niegue a entregar a la gente los contratos de compra de los inmuebles. "Hacerlo permitiría conocer el gran negocio que representó para Dolores Padierna la venta del terreno donde se construyeron los edificios, en 2.5 millones de pesos, cuando nosotros adquirimos otro a un lado en 270 mil. La promesa de contar con una vivienda digna a cambio de desmantelar el campamento que

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ocupábamos en la Plaza del Estudiante fue sólo eso, porque hoy vivimos en las mismas malas condiciones que hace 20 años", señala.

Otro caso es el de cerrada de Doctor Márquez. Ahí se condicionó a los ocupantes la entrega de viviendas si desmantelaban el último campamento de damnificados que existía en vía pública, aunque sólo se atendió la demanda de 15 de 45 familias, "lo cual es mucho, según el director de Vivienda en Conjunto del instituto, David Granados, quien sólo reconocía una vivienda", afirman José Antonio Salas y Alejandra Romero, de la Unión de Vecinos y Damnificados.

En tanto, las 110 familias que habitan desde hace una década en la calle de Alzate números 257 y 261, que fueron de las primeras beneficiadas con vivienda nueva, esperan que al cubrir el costo les entreguen las escrituras de sus inmuebles para acabar con la incertidumbre jurídica en que se encuentran, porque "no podemos reclamar seguros, heredar o traspasar la vivienda a nuestros hijos, y corremos el riesgo de que nos desalojen", señalan.

Los sismos de 1985 exhibieron con crudeza la negligencia de las autoridades para cumplir el reglamento de construcción vigente, lo que provocó la muerte de miles de personas que quedaron sepultadas bajo toneladas de concreto y varillas de edificios viejos, nuevos, de lujo o con necesidades de mantenimiento correctivo, como el Nuevo León, señalan Leslie Serna, de la Unión Popular Nueva Tenochtitlán-Sur; Armando Palomo, del consejo ejecutivo de la Unión de Vecinos de la Colonia Guerrero, y Cuauhtémoc Abarca, de la Coordinadora Unica de Damnificados.

Entre las grandes deudas pendientes que tienen el país y la ciudad con la sociedad está la justicia, porque nunca se castigó a un solo culpable, así como la falta de voluntad política para atender a las familias afectadas, afirman.

Lunes 19 de septiembre de 2005

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  FABRIZIO LEON DIEZ

Demolición en la zona centro de la ciudad de México

Siguen en pie 27 edificios colapsados

BERTHA TERESA RAMIREZ

A 20 años de los sismos de 1985, el recuento de los daños aún es impactante. Tras la traumática experiencia 727 edificios se colapsaron y prácticamente se vinieron abajo, mientras que 2 mil 800 resultaron severamente dañados y tuvieron que ser demolidos, salvo 27 que todavía siguen en pie porque sus propietarios se ampararon para evitar que fueran derribados por el entonces Departamento del Distrito Federal y todavía hoy representan un alto riesgo, pues en su mayoría están habitados por personas que los invadieron, señala el director de Protección Civil del Gobierno del Distrito Federal, Luis Wintengerst.

Esos no fueron los únicos daños materiales; los sismos afectaron a 53 mil inmuebles más que fueron catalogados como los que sufrieron daños "de una o de otra manera", mientras que durante la etapa de reconstrucción medio millón de residentes de la delegación Cuauhtémoc emigraron de la ciudad, indicó.

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A pesar de que el trauma del 85 despertó a la sociedad capitalina y a todo el país, la lección no ha sido suficiente; muchas veces se vuelven a cometer errores, se repiten vicios; apenas el año pasado la dependencia a cargo de Wintengerst se tuvo que oponer a la construcción de varios inmuebles en calles muy angostas, principalmente en la delegación Benito Juárez.

Explica que se trata de calles en donde si no se cuenta con el número suficiente de cajones de estacionamiento, muchos vehículos se van a tener que estacionar en la vía pública, y "en el caso de una emergencia el trabajo de las unidades de rescate, principalmente las de bomberos y ambulancias, se van a ver obstaculizadas al transitar por ellas".

Nos hace falta mayor conciencia, "los sociólogos dicen que ante este tipo de experiencia es necesario que las personas pasen por varias etapas; la primera es que reconozcan el riesgo, la segunda que lo acepten y la tercera que lo manejen" indica.

En ese tenor, al referirse al repoblamiento que se impulsa en las cuatro delegaciones localizadas en el Centro de la ciudad, el funcionario advierte que no puede haber errores o vicios. Resalta que actuar con responsabilidad nos hace menos vulnerable, y dice que un desastre no se presenta intempestivamente. "Las consecuencias de un fenómeno natural también son resultado de una serie de errores; el comportamiento humano tiene mucho que ver en la generación de sus desastres."

En la ciudad de México siempre ha temblado y seguirá temblando. "Si vengo y me instalo en una zona de riesgo sísmico o habito una construcción que fue severamente dañada, empiezo a participar en un futuro desastre" agrega.

Esto es lo que debe entender la población. "Si me ubico en una zona baja o en el cauce de un río, en la ladera de una barranca, estoy participando en el desarrollo de un futuro desastre por deslizamiento o por inundación."

Wintengerst indica que como resultado de la experiencia del 85, la ciudad de México cuenta con un reglamento de construcciones actualizado el cual, entre otros aspectos, delimita el suelo según la zona: la dura, que se ubica en la parte surponiente, donde se localizan las delegaciones Milpa Alta, Tláhuac, Xochimilco, Tlalpan, Magdalena Contreras, Alvaro Obregón, Cuajimalpa y Miguel Hidalgo, aunque en ésta también existe una franja que cruza Benito Juárez, Coyoacán, parte de Xochimilco y Tláhuac.

La parte blanda, también conocida como la zona de lagos, que abarca el sur oriente de la delegación Gustavo A. Madero, todo el territorio de Cuauhtémoc, Venustiano Carranza, Iztacalco, y una franja que integra a las delegaciones Benito Juárez, Xochimilco y Tláhuac.

Esto debiera significar que todo aquel que haya construido después de 1985, debe haber levantado edificaciones sismorresistentes, "es decir, estructuras que en el caso de que se presentara un sismo similar al de 1985, no deben colapsarse" .

Acerca de los grandes edificios que se construyeron en la Plaza Juárez -donde antes se ubicaron otros que se colapsaron con el sismo de aquel año-, dos de los cuales albergan a la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Tribunal de Justicia del Distrito Federal, el ingeniero menciona que éstos, además de cumplir con la normatividad vigente, retomaron la normatividad internacional.

Explica que estos dos edificios, al igual que el hotel Sheraton, que se ubica frente a la Alameda, fueron construidos sobre cimientos que incorporaron el sistema de pilotes;

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indica que además de que las nuevas construcciones deben estar cumpliendo con la normatividad vigente, la ciudad de México cuenta con el Plan Permanente de Anticontingencia Sísmica, y recientemente se dieron a conocer los mapas de peligros sísmicos que elaboró el Servicio Geológico Metropolitano.

Respecto de estos mapas comenta que son resultado de un serie de estudios realizados a la conformación de las distintas capas del subsuelo de la ciudad, con el propósito de conocer cómo actúan en el momento en que se presenta un movimiento telúrico.

De acuerdo con estos estudios, los principales efectos que podría sufrir la ciudad a causa de un fenómeno de este tipo están relacionados con los sismos que se pueden presentar en las costas de Guerrero, frente al puerto de Acapulco, donde se localiza una brecha de apróximadamente 200 kilómetros de longitud.

Explica que en esta zona no se han presentado movimientos telúricos desde principios del siglo pasado. "Los últimos que se presentaron tuvieron lugar en 1911; entonces, los sismólogos y los geofísicos consideran que ya pasaron demasiados años y que podría darse otro evento de gran magnitud que provenga de aquella entidad."

El entrevistado señala que los mapas permitirán delimitar las zonas de mayor riesgo en caso de un temblor de gran intensidad, así como planear las estructuras que se pueden ubicar según el terreno, y lo más importante es que mediante estos planos se va a poder observar cuáles son las zonas que más afectación podrían llegar a tener.

Agrega que además de la realización de un simulacro cada año, la dirección a su cargo ha procedido a asesorar a la población después de cada temblor, como el que ocurrió el 23 de enero de 2003; ese año la dependencia a su cargo recibió 3 mil solicitudes para llevar a cabo revisiones a casas y edificios, acción que permitió detectar que algunos inmuebles localizados en zonas como Izazaga y la colonia Roma, y construidos antes de 1985, "tuvieron problemas, pues sus estructuras chocaron contra las que se encontraban al lado".

El funcionario considera que este es uno de los errores que corrigió el reglamento de construcciones actualizado, por lo que los edificios que se han levantado después de 1985 están obligados a guardar una separación.

Para concluir, Wintengerts apunta que un gobierno se responsabiliza "siempre y cuando la población cumpla con la normatividad". En ese sentido, dice, los inversionistas y la población en general tienen una gran responsabilidad "Si la población aprende a comprar un inmueble, seguramente que los inversionistas tomarán en cuenta esto para sus futuras inversiones, pero si no sabe, aquéllos pueden hacer de las suyas; es una corresponsabilidad que nos tiene que poner en un nivel de adultos en materia de protección civil".

Concluye que si bien existen las normas adecuadas, también pueden existir lastres como la corrupción; ante esto hay que recordar que "Dios perdona siempre, el hombre perdona a veces, pero la naturaleza nunca."

Urgenciólogos, nueva especialidad para atención en desastres naturales

ANGELES CRUZ MARTINEZ

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JESUS VILLASECA

Los hospitales públicos recibieron a cientos de heridos, pero no contaban con personal capacitado en urgencias médicas

 

Antes, durante y después de cualquier desastre natural los hospitales deben mantenerse en pie, tanto en su estructura como en el servicio que prestan a los pacientes. Para los médicos, ésta es la principal lección que les dejaron los sismos de septiembre de 1985, cuando muchas vidas se perdieron por los derrumbes de edificios y por la desorganización en las unidades de salud.

Así lo reconoce Sergio Cordero Reyes, jefe del servicio de urgencias del Hospital General Balbuena del Distrito Federal, quien vivió y padeció el caos generado cuando, después del terremoto del 19 de septiembre, empezaron a llegar decenas de lesionados al nosocomio, donde no había un solo especialista de esta rama de la medicina, al igual que en ningún hospital del país.

A partir de esa experiencia, los Servicios de Salud del Distrito Federal comenzaron la formación de médicos de urgencias: urgenciólogos.

En 1985 los galenos que estaban en el hospital hicieron lo que pudieron, pero "nos rebasó la situación. No tuvimos capacidad de respuesta a pesar de que casi toda la plantilla de médicos permaneció varios días en el nosocomio, descansando por turnos unas cuantas horas, para luego seguir atendiendo heridos".

Los quirófanos funcionaron 24 horas. No obstante, el deseo de ayudar del personal fue insuficiente. Se agotaron los insumos, las medicinas, y hubo "muchas muertes", indica Cordero Reyes, quien entonces trabajaba en el área de terapia intensiva del hospital Balbuena.

Los médicos, dice en entrevista, "no nos aferramos a mantener con vida al paciente. Sabemos en qué momento debemos detenernos. Esa es nuestra misión", pero en 1985 fue un caos, "queríamos salvar a todos y no pudimos hacerlo".

Aún más, la ausencia de cultura sobre protección civil en el país hizo que un grupo de médicos formara parte de las improvisadas cuadrillas para rescatar personas atrapadas bajo los escombros. "No era así, no nos tocaba", dice Miguel Angel Valladares,

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coordinador de programas médicos de la División de Apoyo en Contingencias y Desastres del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

Ante el desastre, agrega, "todos le entramos", aunque esa mano de obra especializada hiciera falta en los quirófanos para salvar vidas.

Por eso hoy, a 20 años de distancia, la perspectiva se ha modificado y la prioridad está enfocada a que los hospitales sean seguros y se mantengan en pie en todos sentidos, apunta Valladares.

En función de lo anterior, y debido a que el IMSS resultó severamente dañado en 1985, se creó el Programa Hospital, con personal preparado para enfrentar situaciones de desastre. Hoy los aproximadamente 250 hospitales de segundo y tercer nivel del IMSS en el país tienen un plan integral de respuesta, en el que participa todo el personal.

Funcionan cinco brigadas en cada turno, incluido el de los días festivos, con funciones específicas para garantizar el soporte básico de vida, el funcionamiento de la red de fluidos y energéticos, la vigilancia, la evacuación en caso necesario y el control de incendios.

Además, el IMSS tiene identificadas zonas de alto riesgo donde se pueden presentar dos o más desastres naturales. Se trata de los estados de Quintana Roo, Veracruz, Tamaulipas, Puebla, Oaxaca, Guerrero y la zona metropolitana de la ciudad de México, en los cuales ya comenzó el proceso de certificación de los hospitales del IMSS, que se extenderá al resto del país, explica Valladares.

Al mismo tiempo, con el apoyo de expertos, el IMSS ha revisado las estructuras de sus edificios con la finalidad de garantizar al máximo posible la seguridad de los inmuebles para que, ante una eventualidad, continúen en pie.

En el plano de los servicios médicos de urgencias, a partir de la experiencia de septiembre de 1985, por iniciativa de los Servicios de Salud del Distrito Federal la Secretaría de Salud (Ssa-DF) creó en 1986 la especialidad en urgencias médico-quirúrgicas.

El diseño estuvo a cargo de Cordero Reyes, actual titular de ese nivel para la Ssa-DF, quien en 1993 también participó en la formación de la especialidad en medicina de reanimación.

Antes, dice Cordero Reyes, las áreas de urgencias eran consideradas lugares de castigo para los médicos, o el primer contacto de quienes deseaban entrar a trabajar a un hospital. Llegaban internistas, siquiatras, oftalmólogos y cirujanos, entre otros, que a la primera oportunidad se cambiaban al servicio de su especialidad.

El resultado era que en urgencias los médicos no tenían un perfil ni se identificaban con su lugar de adscripción. Las consecuencias se reflejaban en que 24 por ciento de los pacientes moría. Actualmente, en los hospitales que ya tienen especialistas los decesos representan 4 por ciento.

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Además de los beneficios en el número de pacientes que salvan la vida, las instituciones de salud ahorran recursos materiales y humanos, porque se termina con la duplicación de tratamientos y, en general, el servicio de urgencias trabaja en congruencia respecto del resto del hospital, explica Cordero Reyes.

Desde que salió la primera generación de urgenciólogos, a la fecha se han formado alrededor de 600 especialistas. Cada año egresan 16 de los hospitales de la Ssa-DF, y entre 50 y 60 del IMSS. De las cifras oficiales destaca que de la Secretaría de Salud federal, sólo en el Hospital Manuel Gea González existe la especialidad con tres plazas, y en el ISSSTE, que se sumó al programa este año, 18.

Considera que pasarán varios años antes de que todos los hospitales del país tengan los especialistas en urgencias médicas que necesitan.

Esto en el ámbito interno de los servicios de salud. Afuera está pendiente concretar la creación del centro regulador de urgencias médicas. Ahí participarían todas las instituciones de salud ubicadas en la zona metropolitana de la ciudad de México.

Actualmente el proyecto, en su primera fase, plantea la existencia de una red de comunicación y la regulación de las ambulancias que circulan en esta área, con el propósito de que cuenten con equipo y personal capacitado en la atención prehospitalaria de urgencias médicas.

La perspectiva del personal de salud ante las emergencias se ha modificado, aunque aún es largo el camino por recorrer para garantizar la máxima eficiencia.

EXICO TENDRA UNA MEGALOPOLIS DE 36 MILLONES DE HABITANTES

Jun 25th, 2010 | By admin | Category: NOTICIAS, UNIVERSITARIOS

25 de junio 2010. En 30 años el país

contará con una megalópolis de 36 millones de habitantes formada por la ciudad de

México, Toluca, Cuernavaca, Cuautla y Pachuca; la cual requerirá de 114 mil litros de

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agua por segundo para satisfacer las necesidades de sus habitantes. La única forma en

que el Valle de México podrá solventar la cantidad de agua que le corresponde será

reactivando sus ríos, lagos y manantiales.

Estas afirmaciones son tomadas del libro Ríos, lagos y manantiales del Valle de México,

coeditado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y la Secretaría del Medio

Ambiente del Distrito Federal y coordinado por el doctor Jorge Legorreta Gutiérrez,

investigador del Departamento de Evaluación del Diseño en el Tiempo de la Unidad

Azcapotzalco.

Hasta ahora, los ríos de la ciudad de México se han utilizado como vertederos de aguas

residuales, la publicación plantea la limpieza de sus caudales para aprovechar el agua de

manantial que corre por ellos para consumo humano, así como la construcción de

infraestructura para la captación de agua de lluvia con el mismo fin.

El texto argumenta que la extracción de agua del subsuelo resulta inviable porque

causaría hundimientos y se presentarían derrames en las fracturas de ductos y drenajes.

Ante ello, el rescate de los 12 ríos perennes del Valle de México es inaplazable, sobre

todo tomando en cuenta que esta cuenca hídrica es la más rica en precipitaciones, sólo

después de la de Chiapas.

En el proyecto se propone recuperar, inicialmente, los ríos de Tepoztlán, Cuautitlán,

Tlalnepantla, Magdalena y San Rafael, así como los lagos de Zumpango, Chalco, Xico, y

las lagunas de Tetecomulco, Tocha y Apan. También es posible dar un uso adecuado a

los manantiales de Peña Pobre, Fuentes Brotantes y Santa Fe.

Estas iniciativas de recuperación hidrológica fueron expuestas durante la presentación del

libro, realizada en la Unidad Iztapalapa, y se encuentran reforzadas por la exposición

fotográfica Transformación lacustre de la cuenca del Valle de México, siglos XVI al XXI,

montada en el pasillo de la Sala del Consejo Académico de esa sede universitaria.

Durante la presentación del libro Legorreta Gutiérrez afirmó que es necesario informar a la

sociedad y vincular a la universidad en la búsqueda de soluciones sobre el problema del

agua en la capital. La idea es establecer una visión de que nuestra forma de actuar debe

ser corregida, pues de seguir como en el presente se prevé una desigualdad en el acceso

del vital líquido.

También alertó sobre una crisis por la dotación del agua en los sectores medios de la

sociedad en la ciudad de México, en virtud de las políticas inadecuadas en la materia;

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sobre todo por la marginación de la sociedad en el diseño de las políticas hídricas, las

cuales son implantadas por una elite técnica.

El doctor David Barkin Rappaport, investigador del Departamento de Producción

Económica de la Unidad Xochimilco, señaló que el libro es extraordinario dentro del

contexto actual del país y representa un pasaje histórico de la tragedia del agua que vive

la ciudad de México desde hace 400 años.

El profesor aseveró que el desastre del sistema hidráulico en la capital es resultado de

componendas, corrupción y autismo en la gestión del agua; consideró que traer el recurso

de otras cuencas, como se ha hecho hasta ahora, representa un crimen histórico y

ecológico que ha contado con la participación de estudiosos.