EL SURI

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EL SURI

¿Está en peligro de extinción?

13/11/2013

Luis Angel Daniel

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INTRODUCCION:

Una rara excepción en el reino de los animales es la que se da con el SURI o Avestruz Andino, donde el macho, y no la hembra, es quien empolla, alimenta, cría y protege a sus polluelos. Este proceso de evolución donde el

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macho juega ese rol decisivo se inició hace millones de años, cuando probablemente recién se formaba la Cordillera de los Andes, mucho antes que los humanos nos convirtiéramos en desafinados y desorientados guionistas de la naturaleza, enseñoreándonos de un reino que no terminamos de comprender y que hemos puesto al borde mismo de la extinción, por nuestro sesgado y limitado accionar.

A fines de julio, cada SURI macho trata de expulsar a los otros machos de su grupo social. Cada suri emite llamados y ataca a los otros pateando, atropellando con su pecho y lastimando con los espolones de sus alas, que posiblemente sólo sirvan para el combate, ya que no sirven para volar. Se picotean y entrecruzan sus cuellos, hasta que uno de los dos huye agachando la cabeza o aplastando sus plumas en señal de sumisión. Y la lucha termina, sólo que ahora algo ha cambiado.

Uno, sólo uno permanece con las hembras. Él las cortejas a todas, y si algún macho se acerca, lo ataca y expulsa. Y por fin las hembras se acercan, se tienden a su alrededor y todas copulan con él. Lo descrito aquí apenas dura unas semanas en la vida del SURI, pero nadie pasa por millones de años de evolución para tener sólo unas semanas de "gloria".

Luego, el SURI construye varios nidos usando exactamente lo mismo que usó en la lucha: sus patas, pico, alas y pecho. Y termina seleccionando el mejor de los nidos, el cual cubre con follaje seco. Después, con el mismo cuidado con que las cortejó, llama a sus hembras para que pongan sus huevos en los alrededores del nido. Cada hembra pone hasta diez huevos, y cuando ellas se han ido, el macho se queda solo y comienza su verdadera tarea.

Se echa y empolla, y durante cuarenta días será el guardián de su tesoro, de esos treinta a sesenta huevos que él mismo selecciona y con su largo cuello trae hacia el centro del nido. Pero su labor no se limita a posarse sobre ellos para empollarlos, también debe protegerlos alejando a los perros, lagartos, zorros, aves de rapiña y todo lo que se dirija hacia sus huevos. Sólo al mediodía se aleja del nido para buscar algo de comida, pero regresa muy pronto y no lo hace en línea recta sino dando un largo rodeo, alejándose y

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acercándose en aparente comportamiento anómalo, pero que sirve para despistar a cualquier predador que lo haya seguido para encontrar su nido.

Allí está ese bicho amarronado, deslucido, cubierto de polvo, silencioso y extremadamente tímido, cuyo mayor mérito es ser un buen padre por su tenacidad y perseverancia.

Cuarenta días. Sólo cuarenta días contra lo poco que dura el cortejo. Echado, moviendo el cuello de un lado para el otro y girando los huevos hasta que salgan las crías del cascarón, haciendo que éstas permanezcan algunos días más bajo su cobijo. Y luego abandonan el nido, pero lo siguen a él, caminado entre sus largas patas.

Aprenden a comer de él, de él aprenden a ocultarse en medio del pajonal altoandino, y a pelear con sus cazadores o darse a la fuga, distrayendo a predadores como los feroces pumas y rapaces, todo ello con el propósito de alejarlos de sus crías.

Para estas crías el universo tiene tres elementos: el campo, ellos y su padre. Y al padre le cantan y le trinan para llamarlo y pedirle que esté con ellos. Por supuesto, la realidad es dura a veces: algunas crías mueren, se pierden, se ahogan o se enferman, o quizá los pumas logran matar al padre. Sin embargo, allí van él y sus hijos, desde antes que los humanos aparecieran sobre la faz de la tierra.

A veces alguna cría perdida que pertenece a otra nidada se une al grupo, y él lo toma por hijo fortaleciendo su nidada con un grupo más grande. Este padre criador y custodio de nuevas vidas, espera pacientemente la llegada del otoño para formar nuevamente los grupos y hacer que gire una vez más la rueda de la vida: los machos peleando por sus hembras, empollando los huevos, críando a sus polluelos y todo lo demás.

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El SURI es visto en el firmamento, en la constelación de las Pléyades, por alguna tribu que todavía suele ver su pata de tres dedos reflejada en la inmensidad del cielo y representando la vida eterna. Y así será por siempre, el SURI permanecerá incansable en la llanura infinita caminado con pasos desgarbados y venciendo al tiempo camino a la eternidad, orientándose con las estrellas, a menos que la mano insensible y materialista de los hombres lo extingan como está sucediendo en nuestro país y en toda América del Sur, que es donde aún sobreviven sólo unos cuantos.

Rhea pennata

El ñandú de Darwin (Pterocnemia pennata), también conocido como suri, ñandú del norte, choique, ñandú petiso, o ñandú cordillerano es una especie de ave Struthioniformes de la familia Rheidae nativa de Sudamérica.2 3

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Similar en aspecto y estructura al ñandú común (Rhea americana), algunos estudios han indicado que debe incluirse en el género Pterocnemia y recuperar así la antigua clasificación de George Gray.

DISTRIBUCIÓN Y HÁBITAT

El SURI, también conocido como ñandú petizo, vive en las zonas altoandinas de Sudamérica, desde el Altiplano peruano hasta los páramos y pampas de la Patagonia, desde hace 20 millones de años, habiéndose hallado en los Andes

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argentinos restos fósiles de 10 millones de años de antigüedad de uno de sus parientes próximos como es el avestruz o ñandú.

En el Perú, el SURI vive en los departamentos de Moquegua, Puno y Tacna, entre los 3,000 y 4,700 msnm, y se ha adaptado a uno de los climas más hostiles del planeta, habitando principalmente los tolares, bofedales, pajonales y en algunos casos los lagos cálidos de origen volcánico que existen en las ecorregiones de la Serranía Esteparia y la Puna o Altos Andes.

MORFOLOGÍA

Tamaño: El SURI es el ave no voladora más grande del Perú y una de las mayores de América, llegando a medir hasta 1.5 m de alto con el cuello estirado... < Ver Imagen >

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Peso: Es el ave de mayor peso del Perú, logrando alcanzar los 25 kg cuando llega a la madurez.

Plumaje: El SURI presenta plumas largas muy flexibles de color gris amarronado, con algunas manchas blancas, hecho que le permite pasar desapercibido en los pajonales donde vive.

Patas: Tiene patas largas, gruesas, ágiles y muy resistentes que le permiten correr velozmente. Sus patas poseen sólo tres dedos con garras de color negruzco, que pueden convertirse en armas muy eficaces a la hora del combate.

COSTUMBRES

Hasta hace poco el SURI conformaba grupos de 15 a 40 individuos de ambos sexos, distintos tamaños y variadas edades; sin embargo, la dramática disminución de su población debe haber alterado su estructura social. Esta ave es muy buena nadadora y se le ha visto atravesar algunos ríos de ancho cauce y lagunas en las alturas de la región andina.

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Los grupos de SURI suelen estar asociados a herbívoros como la taruca y la vicuña, mamíferos que al excretar atraen numerosos insectos que le sirven de alimento. Además, la excelente visión y alzada del SURI, en combinación con el olfato sensible de las vicuñas y tarucas, crea una simbiosis que les permite detectar predadores a grandes distancias, dándose señales de alerta.

Pero cuando los predadores ya están cerca, el SURI o petizo escapa de sus enemigos con velocidades de hasta 60 km/h, semejando a un correcaminos andino y corriendo tan rápido como un caballo. Para burlar a sus predadores el SURI se detiene bruscamente sentándose en el suelo, mimetizándose con el entorno gracias a la coloración críptica de su plumaje... así escapa del peligro.

Sin embargo, la inocencia del SURI es tal que un jinete a galope puede inmovilizarlo y atraparlo con sólo poner su mano sobre la cabeza del ave.

REPRODUCCIÓN

Aunque no se tienen datos específicos del tiempo de vida del SURI, se sabe que alcanza la madurez sexual entre los 20 y 24 meses de edad, en el segundo invierno de su vida, que es donde empieza a mostrar las primeras conductas reproductivas como rezongos, cantos y conatos de pelea.

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Durante la época de reproducción el SURI macho forma un harén con 3 a 15 hembras, que pueden llegar a colocar hasta 10 huevos cada una. Los huevos son grandes, miden unos 19 cm de largo y 9 cm de diámetro, presentan un color amarillento, pesan entre 620 y 650 gr, y es el macho el encargado de incubarlos por un período de 35 a 40 días, luego de los cuales éstos eclosionan.

Cabe resaltar que en cada nidada sólo eclosiona el 40% de los huevos, y de éstos sólo sobrevive el 60% de los polluelos. Algunos huevos son dejados exprofesamente fuera del nido con el fin de atraer moscas y otros insectos al momento de su putrefacción, los cuales servirán de alimento a los recién nacidos y al padre.

Los polluelos de SURI nacen con un peso promedio de 420 gr, lo que equivale aproximadamente al 65% del peso inicial del huevo, y en sus primeras semanas de vida se nutren de la yema o saco vitelino que conservan como reserva dentro de su abdomen.

ALIMENTACIÓN

El SURI es predominantemente herbívoro. Se alimenta con inflorescencias de tola (Parastrephia lucida), planta resinosa propia de los Altos Andes, también de una gran variedad de pequeñas gramíneas, frutos de cactáceas como la tuna (Opuntia ficus-indica), raíces de hierbas, brotes tiernos de ichu y, ocasionalmente, pequeñas lagartijas y roedores.

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Sin embargo, el uso intensivo de la tola como combustible para las cocinas de los pobladores altoandinos, es otro motivo que agrava la situación que ya enfrentan las cada vez más escasas poblaciones de SURI en el Perú.

AMENAZAS

Las principales amenazas que enfrenta el SURI son mayoritariamente de origen antrópico, es decir, son causadas por el hombre. Entre ellas tenemos:

> La cacería para obtener su carne para el consumo humano. También se le caza por sus plumas grandes y flexibles, que en otras épocas solamente la nobleza incaica podía usarlas, y hoy sí son parte del atuendo de los

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danzarines del Suri Sicuri, practicada en el Altiplano peruano-boliviano desde hace siglos, y fiestas carnavalescas donde los participante quizá sin quererlo propician la extinción de la especie.

> La creciente expansión agrícola y ganadera que transforma los pastizales naturales alto andinos en tierras de cultivo, con la consiguiente erosión del suelo.

> La extracción de sus huevos para alimento y la atribución de propiedades medicinales.

> La destrucción de sus nidos por la construcción de carreteras e inundaciones.

> Su crianza en cautiverio y tratamiento como ave de corral como si fuera un especie doméstica la que hay que vacunar.

> El robo y comercio ilegal de sus polluelos.

Las amenazas al SURI requieren de un Plan Nacional que garantice su conservación, en el que participen instituciones públicas y privadas, comunidades campesinas, científicos, profesionales independientes y centros educativos, a fin de lograr un incremento poblacional de esta especie en el futuro cercano.

Si no logramos hacer esto, el SURI se convertirá en un mal emblema de la política de conservación que se lleva a cabo en el país con tanto esfuerzo.

ESTATUS DE LA ESPECIE

El SURI es una especie en inminente peligro de extinción cuya población hasta hace unos años apenas alcanzaba los 300 ejemplares en todo el Perú, temiéndose que se haya reducido a 200 individuos debido a las malas prácticas veterinarias que lamentablemente se han llevado a cabo en el Centro de Rescate de Animales del poblado de Umajalso, donde sin mayor

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criterio se vacunó a 53 SURI, ocasionándoles la muerte por intoxicación. Lo mismo ocurrió años atrás en la Granja Tupalá en Puno, donde perecieron 20 ejemplares.

De acuerdo con el D.S. Nº 034-2004-AG publicado el 22 de setiembre de 2004 por el Instituto de Recursos Naturales (INRENA), el SURI se encuentra en Peligro Crítico, a punto de desaparecer de nuestro territorio y de la faz de La Tierra, tal como casi sucede con la pava aliblanca (Pennelope albipenis), el pingüino de Humboldt (Spheniscus humboldtii) o el Zambullidor de Junín, para citar sólo algunas aves amenazadas, empobreciéndonos en lugar de enriquecernos y haciéndonos responsables de no conservar ni saber apreciar nuestra herencia natural... "la cultura de un pueblo se mide por el respeto que éste le da a su naturaleza".

Para proteger al SURI el Estado Peruano ha creado la Zona Reservada Aymara Lupaca con 280,000 ha de superficie en las provincias de Yunguyo y Chucuito, en el departamento de Puno. Allí también se prevé proteger al cóndor andino (Vultur gryphus), gallareta gigante (Fulica gigantea), halcón peregrino (Falco peregrinus), perdiz grande (Tinamotis pentlandii) y otras aves consideradas en peligro de extinción.

El SURI se encuentra en la lista de especies en peligro de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) como una especie Casi Amenazada, mientras que en el Convenio Internacional Sobre el Tráfico de Especies Amenazadas (CITES) el SURI aparece en el Apéndice I, lo que indica que su caza, extracción, transporte y/o exportación con fines comerciales está totalmente prohíbida.

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