EL SECTOR SECUNDARIO EN ESPAÑA.
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EL SECTOR SECUNDARIO EN ESPAÑA.
El sector secundario de la economía comprende todas las actividades relacionadas con la
extracción y transformación de fuentes de energía y de materias primas de origen mineral y la
elaboración de productos, sea de forma artesanal (que tiene una importancia residual
actualmente), sea de forma mecánica, con máquinas, lo que en sentido estricto denominamos
industria. Entendemos por industria toda transformación de bienes realizada a gran escala, con
el empleo de maquinaria moderna y con una división especializada del trabajo.
En España, este sector supone el 16% del PIB y el 14% del empleo.
LAS MATERIAS PRIMAS.
Las materias primas son los recursos que
la industria transforma en productos
elaborados o semielaborados. Hay
distintos tipos de materias primas:
Orgánicas (de origen animal o
vegetal), que proceden del sector
primario; España tiene abundancia
de materias primas orgánicas
destinadas a la industria
alimentaria, pero es deficitaria
en las textiles (algodón, lino, lana
de calidad), en cuero y en madera,
que debe importar.
De origen geológico, que proceden de la minería, que a su vez pertenece a la industria
extractiva. De origen geológico son tanto las rocas (que se utilizan para construcción y
que se extraen en canteras o graveras) como los minerales.
España ha sido un país rico en minerales metálicos, pero actualmente la mayor parte de
los yacimientos están agotados. Con todo, hay reservas importantes de cobre, cinc,
plomo, níquel, wolframio y oro, que podemos encontrar sobre todo en Huelva, Sevilla,
Badajoz, Salamanca y Asturias.
También hay algunos minerales no
metálicos, como la sal marina, la sal
gema o el cuarzo.
La minería es una actividad extractiva que se
ocupa de obtener estos minerales y
actualmente es un sector con serios
problemas, por los costes y peligros de
extracción, el agotamiento de los filones, que
la encarece aún más, la inseguridad y
precariedad laboral de los trabajadores y las
repercusiones que tiene sobre el medio
ambiente, con el rechazo social que conlleva.
LAS FUENTES DE ENERGÍA.
España no es un país rico en fuentes de energía: el consumo supera ampliamente a la producción
y tenemos que importar el 72% de la energía que necesitamos.
Las energías más utilizadas son las no renovables, es decir, aquellas que proceden de elementos
de los que existe un volumen limitado en el subsuelo, y que además son muy contaminantes;
estas fuentes de energía son el petróleo, el carbón, el gas
natural y la energía nuclear. Tienen un alto rendimiento y
producen energía de manera continua, por eso actualmente son
más competitivas que las energías renovables.
El carbón es una roca formada por la descomposición
de restos vegetales durante millones de años. Se
destina sobre todo a calefacciones domésticas, y a
generar electricidad en centrales térmicas. Es la única
fuente de energía de la que España tiene reservas significativas; en España hay 13
cuencas mineras entre las que destacan las de Asturias- León, Teruel y Puertollano. Pero
estas minas (que también pertenecen a la industria extractiva) tienen los mismos
problemas que las de otros minerales y en el año 2018 se cerraron muchas de ellas que
no eran competitivas y tenían
costes superiores a los beneficios
que proporcionan. Por otro lado, el
uso del carbón es muy
contaminante y las centrales
térmicas no han podido adaptarse
a la nueva normativa sobre
emisiones de gases de efecto
invernadero, además de que cada
vez son menos rentables, de forma
que desde el año 2010 también se
están cerrando las centrales
térmicas que utilizan carbón: solo
en el año 2020 se cerraron ocho
de las quince que estaban en activo
y este año 2021 se cerrarán tres
más (está previsto que estas
centrales desaparezcan el año
2025).
El petróleo es un aceite mineral
compuesto por una mezcla de
hidrocarburos que se ha formado
por la descomposición y
almacenamiento, en capas geológicas muy profundas, de restos de animales y plantas que
vivieron hace millones de años en medios acuáticos. Se destina a producir electricidad
en centrales térmicas y, sobre todo, a obtener derivados
(gasolina, gasoil, fueloil, asfalto, aceites lubricantes…) en
las refinerías (industrias que están sobre todo en la
costa mediterránea y en Puertollano). España tiene una
producción insignificante de petróleo (en la plataforma
continental de Tarragona) y para cubrir sus necesidades
importa petróleo de Irán, Arabia Saudí y Nigeria, entre
otros países, a través de barcos petroleros. La
necesidad de importar petróleo genera en España una
gran dependencia energética y es en gran medida responsable del déficit de la balanza
comercial española.
El gas natural es una mezcla de hidrocarburos gaseosos entre los que predomina el
metano; aparece en yacimientos subterráneos, solo o asociado al petróleo, y su destino
principal es la producción de electricidad en centrales térmicas, sobre todo a través de
un sistema llamado ciclo combinado que ha venido a sustituir muchas de las centrales
térmicas de carbón. La producción de gas natural en España es insignificante (hay
pequeños depósitos en el golfo de Cádiz) y casi todo el que se consume en España se
importa a través de barcos metaneros (desde países como Nigeria o Qatar) o
gasoductos (que proceden de Argelia, Noruega y Portugal).
La energía nuclear por fisión
genera electricidad a partir
del calor que resulta de la
fisión (rotura) de átomos de
uranio pesado. Esta
electricidad se destina sobre a
la industria y al consumo
doméstico y en 2017 suponía el
22, 4% de la electricidad
consumida en España. Se
produce en centrales
nucleares a partir del uranio
que se importa sobre todo de
Níger. Actualmente hay en España seis centrales nucleares en activo (Almaraz I y II
(en Cáceres), Ascó I y II y Vandellós (en Tarragona), Cofrentes (Valencia) y Trillo
(Guadalajara). Este tipo de energía tiene muchos problemas por las dificultades que
supone deshacerse de los residuos nucleares, la necesidad de controlar cuidadosamente
el proceso y el rechazo social, lo que ha motivado el cierre de centrales nucleares en los
últimos años. No obstante, ha sido decisiva para afrontar el pico de consumo de enero
de 2021.
Las fuentes de energía renovables son aquellas que no se agotan ni contaminan pero producen
energía de forma más discontinua y son menos competitivas (porque requieren más inversiones)
que las fuentes de energía renovables.
Entre este tipo de energías está la energía hidroeléctrica, que es la que se obtiene
haciendo saltar el agua retenida en un embalse por una tubería en cuya base mueve una
turbina; un generador convierte la energía
cinética del agua en energía eléctrica; desde
1910 se introdujeron transformadores que
permiten llevar la energía desde las centrales
hidroeléctricas hasta destinos alejados. La
producción de electricidad en centrales
hidroeléctricas fluctúa en función del caudal
de los ríos, que en muchos de ellos que es
bastante irregular. Desde su aparición, este
tipo de energía creció mucho, pero desde
1950 hasta la actualidad su importancia ha
disminuido por la competencia de la energía térmica, nuclear y, últimamente, eólica y
solo supone un 10% en la producción de electricidad.
La energía eólica es la que convierte la fuerza del viento en electricidad: el viento
mueve las aspas de los aerogeneradores que tiene en su
cabeza una turbina y un generador en los que tiene lugar
el proceso* que antes hemos visto. Se produce en
parques eólicos, que están sobre todo en las zonas
elevadas y expuestas a los vientos de ambas Castillas,
Galicia, Aragón, Navarra y, en Cádiz, Tarifa. Se destina al
consumo eléctrico doméstico e industrial. Desde 1991 ha
tenido un crecimiento espectacular: actualmente, España
es la mayor potencia eólica después de Alemania y el 21%
de la electricidad producida en nuestro país procede de
la energía eólica.
La energía solar convierte la radiación solar en calor o electricidad y tiene diferentes
tipos.
o La energía fotovoltaica aprovecha la luz solar que
llega a las placas solares que contienen células de
silicio para transformarla directamente en
electricidad. Las mayores centrales
fotovoltaicas de España están en Toledo, Madrid
y Alicante. También hay pequeñas estaciones
fotovoltaicas llamadas “huertos solares”, que
están ubicadas en espacios rurales.
o La energía solar térmica recoge el calor del sol
para calentar agua, que puede aprovecharse para
calefacción o agua caliente para los hogares, empresas, gimnasios, etc.
o La energía termosolar produce electricidad mediante espejos que concentran los rayos
solares en pequeñas superficies, en las que se alcanzan enormes temperaturas con las
que se produce vapor de agua; éste, a presión, mueve unas turbinas que generan la
electricidad.
La energía de la biomasa convierte los residuos orgánicos (restos de poda o limpieza de
los bosques, basura doméstica, restos de la industria alimentaria, excrementos del
ganado, etc…) en energía térmica (que su vez sirve para generar electricidad o bien se
utiliza directamente como combustible en la calefacción doméstica) y también para
producir biogás; se produce en explotaciones relativamente pequeñas, sobre todo en el
medio rural, que es donde más se generan este tipo de residuos.
Hay otros tipos de energía renovable que tienen menos peso en España, como la marina o
undomotriz, que convierte el movimiento de las olas en electricidad, o la geotérmica, que
aprovecha el calor interno de la tierra para la calefacción doméstica o para centrales
térmicas.
El consumo y producción de
energía ha ido cambiando a los
largo de nuestra historia
reciente, como se ve en este
gráfico. Actualmente hay un
crecimiento muy importante de
las energías renovables, sobre
todo la energía solar y, en primer
lugar, la energía eólica.
CLASIFICACIÓN DE LAS
INDUSTRIAS (PARA EL GLOSARIO).
Por el destino de la producción:
Industrias de base: son aquellas que producen productos semielaborados, como, por ejemplo, la
siderurgia.
Industrias de equipamiento: son las que elaboran bienes que se utilizan para obtener nuevos
bienes, como las máquinas y herramientas.
Industrias de uso y consumo: son las que fabrican productos finales, aptos para ser consumidos
directamente por la población, como las textiles.
Por la materia prima que utilizan:
Industrias pesadas: son aquellas que trabajan con materias primas de gran peso y volumen para
obtener productos de gran tamaño y gran tonelaje, como la siderurgia.
Industrias semipesadas: son aquellas que transforman y obtienen productos de peso y volumen
intermedio, como la construcción de máquinas herramientas.
Industrias ligeras: son aquellas que elaboran productos de pequeño tamaño, como en el caso de
la industria de confección textil.
Por el tipo de productos que elabora:
La industria siderometalúrgica* es la que elabora productos de todo tipo de metales, entre los
que destacan el hierro y acero (entonces hablamos de industria siderurgia). Es una industria de
base y pesada.
Industria textil, la que elabora tejidos y confecciona ropa.
Industria alimentaria, que elabora alimentos más o menos procesados a partir de las materias
primas del sector primario.
Industria química, que elabora todo tipo de productos sintéticos; a su vez puede ser pesada (a
este grupo pertenecen las fábricas de hormigón y cemento) o ligera (farmacéutica, de
explosivos, plásticos, pinturas, adhesivos….).
Industria de automoción, industria aeronáutica, etc.
EL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN EN ESPAÑA.
La industrialización española fue un proceso muy tardío. A lo largo del siglo XIX todos los
países de Europa occidental se industrializaron de una forma más o menos rápida, pero España
lo hizo de forma muy puntual e incompleta. La auténtica industrialización tuvo lugar en España
en los años 60 del siglo XX, con los planes de desarrollo franquistas.
La industria despegó tarde en España debido a diferentes causas.
- Una de las más importantes fue la falta de capitales: La burguesía española había
acumulado capital durante el siglo XVIII con el comercio ultramarino, pero no lo invirtió
en las nuevas industrias, sino que prefirió comprar finas rústicas (sobre todo las que el
Estado desamortizó y vendió en 1836 y 1854) y edificios urbanos y vivir cobrando las
rentas que generaban, siguiendo el modelo rentista que marcaba la nobleza.
- Tampoco había demanda para los productos industriales. En 1824, España perdió su
imperio colonial, donde hasta entonces tenía el monopolio de las exportaciones, y solo
quedaba el mercado local, que era pequeño (había poca población) y pobre (la mayor
parte de la población estaba formada por campesinos con poco poder adquisitivo).
- Había muchas aduanas interiores: todos los productos que entraban en las ciudades
pagaban impuestos. Además había muy malas comunicaciones. Todas estas circunstancias
perjudicaban al comercio.
- Todavía había minas de metales de cierta importancia, que estaban sobre todo en el sur
(Huelva, Ciudad Real…) y también había yacimientos de carbón, pero estos estaban sobre
todo en el norte y entre unas y otros se dispone una orografía transversal muy
desfavorable.
No obstante, en el siglo XIX se desarrollaron en España dos tipos de industrias.
La industrial textil
catalana, dedicada sobre
todo a manufacturar un
tipo de tela de algodón
llamada “indiana”. Esta
industria ya había
despegado en el siglo
XVIII con máquinas
hidráulicas y de vapor
como las que se utilizaban
en las fábricas inglesas;
tras la guerra de Independencia y la pérdida de las colonias entró en crisis pero, gracias
a la repatriación de capitales y a la demanda urbana, creció mucho durante el siglo XIX.
La industria siderúrgica tuvo tres focos: Málaga (que decayó pronto por la falta de
carbón), Asturias y, sobre todo Vizcaya. El esplendor siderúrgico vasco se inició en
1880: en esa fecha se fundaron “La Vizcaya” y “Altos Hornos de Vizcaya”, luego
fundidas con el nombre de la 2ª, que
siguió creciendo gracias a la demanda de
barcos para la marina.
Hacia 1900 se inició la llamada “segunda
revolución industrial”, en la que comenzaron a
utilizarse nuevas fuentes de energía (el petróleo
y la electricidad), y se desarrollaron la industria
química (medicinas, tintes, explosivos,
cosméticos….), la eléctrica y la de automoción. En
España, estos avances apenas se notaron, pero,
en la periferia de las grandes ciudades
proliferaron pequeñas industrias ligeras (de calzado, textiles, envasados, destilerías…), debido
sobre todo a la repatriación de capitales tras la pérdida de Cuba.
Durante la Primera Guerra Mundial, España permaneció neutral y se benefició mucho de la
demanda de todo tipo de productos por parte de los países beligerantes. Terminada la guerra,
en los años ´20, el estado promovió importantes obras públicas que favorecieron a la industria.
No obstante, los capitalistas españoles no aprovecharon estas oportunidades para reinvertir
sus capitales y modernizar el tejido
industrial del país.
A esto se sumaron otras circunstancias
desfavorables: el crack de 1929, la
depresión de los años 30, la Guerra
Civil y la Segunda Guerra Mundial, en la
que España apoyó al bando del Eje.
Tras la derrota del Eje y hasta
mediados de los años 50 España, que
estaba muy empobrecida, estuvo
además aislada, y trató de salir
adelante con sus solos recursos, evitando
las importaciones, tanto de productos
elaborados como de materias primas y
fuentes de energía, y la entrada de
capitales extranjeros: es lo que se conoce
como autarquía.
En el año 1941, el gobierno fundó el
Instituto Nacional de Industria (INI)
para favorecer la creación de empresas
públicas (entre 1941 y 1945 se fundaron
RENFE, Iberia, Endesa, y la Compañía
Telefónica Nacional) y priorizó las inversiones en sectores vinculados a la defensa militar
(hidrocarburos, vehículos de transporte, siderurgia, construcción naval, etc.).
Los resultados fueron modestos pues las empresas no eran rentables y la tecnología era
obsoleta.
En 1959, un nuevo gobierno franquista (el de los tecnócratas), puso en marcha una política
económica también nueva que priorizaba el desarrollo económico. Desde 1963, se pusieron en
marcha los Planes de Desarrollo para conseguir, en periodos de cuatro años, el crecimiento
industrial. También fomentó el turismo y facilitó a la salida de emigrantes a países europeos
como Suiza, Alemania o Francia.
Permitió la entrada de capitales extranjeros que, junto a las remesas de los emigrantes
y el dinero de los turistas, impulsaron la economía.
El Estado daba incentivos fiscales, subvenciones y otro tipo de ventajas a los
empresarios que instalasen industrias en lugares estratégicos: los llamados “polos de
desarrollo” en zonas que ya estaban industrializadas, pero débilmente (La Coruña, Vigo,
Oviedo, Zaragoza, Logroño,
Valladolid) y “polos de
promoción industrial” en zonas
no industrializadas todavía
(Huelva, Granada y Córdoba),
con intención de equilibrar así
la economía nacional.
La productividad industrial aumentó
mucho y la industria se convirtió en la
actividad que más contribuía al PIB.
Las industrias se asentaron en polígonos industriales porque el precio del suelo urbano se
encareció mucho en esta época, y se definieron dos ejes industriales: el del Ebro y el del
Mediterráneo.
Este crecimiento afectó a otros ámbitos:
El crecimiento de la industria atrajo a las ciudades mucha mano de obra procedente del
campo (éxodo rural).
Los agricultores que permanecieron en el campo vieron crecer sus salarios, introdujeron
maquinaria para las tareas agrícolas y demandaron cada vez más productos industriales
(no solo maquinaria agrícola sino también productos de consumo).
Creció el comercio exterior, tanto las importaciones (sobre todo el petróleo, principal
fuente de energía del desarrollo económico) como las exportaciones.
Pero este crecimiento tenía algunas debilidades:
Había un gran contraste entre las empresas grandes (tanto las que pertenecían al INI
como las filiales de las multinacionales), que tenían mucho crecimiento, y las empresas
pequeñas, que eran menos competitivas.
Las industrias españolas estaban anticuadas respectos a las extranjeras y dependían
mucho de las importaciones de capitales, maquinaria y tecnología.
Todo este crecimiento dependía en gran medida del crecimiento económico mundial.
En 1973 se disparó el precio del
petróleo (de nuevo lo hizo en 1979) y
todos los precios lo hicieron a su vez,
los costes industriales crecieron y la
demanda se contrajo: se inició una
crisis económica mundial.
En España, las empresas vieron
disminuir sus beneficios, se
endeudaron y dejaron en el paro a
muchos trabajadores. Además, el país
estaba pasando por una coyuntura
política delicada: los últimos años y el
fin de la dictadura de F. Franco y el cambio político que vino a continuación.
Ya en la década de los 80, distintos gobiernos se emplearon en la restructuración económica.
Pusieron en marcha el proceso de reconversión industrial, que se alargó toda la década
de los años ´80 e incluso primeros ´90; la reconversión industrial pretendía hacer
viables y competitivos los sectores industriales maduros (textil, siderometalúrgico,
naval y eléctrico) ajustando la producción a la
demanda, que era entonces muy baja, facilitando
los despido y las prejubilaciones y también
proporcionando ayudas para la modernización.
Este proceso afectó sobre todo a las grandes
empresas más anticuadas, y desmanteló sobre
todo las industrias siderúrgicas como los Altos
Hornos del Mediterráneo (Sagunto) y los Altos
Hornos de Vizcaya (Bilbao), y los astilleros de
Cádiz. La reconversión industrial fue una fuente continua de conflictos (huelgas) para
los primeros gobiernos de la democracia.
También pusieron en marcha un proceso de reindustrialización para recomponer, con
nuevas actividades, el tejido industrial de las zonas afectadas por la reconversión. Se
crearon las ZUR (zonas de urgente reindustrialización), como el Ferrol, Vigo o la zona de
la ría del Nervión, en las que el gobierno daba subvenciones a las empresas industriales
que contrataran parados, y las ZID (zonas industriales en declive), en la Cordillera
Cantábrica y Extremadura.
Todas estas políticas lograron eliminar muchas industrias deficitarias, sobre todo en el norte
de España, pero no lograron corregir la endémica debilidad del tejido industrial español.
LA INDUSTRIA ESPAÑOLA EN LA ACTUALIDAD
En la década de los ´90 del siglo XX hubo un crecimiento económico generalizado que favoreció
a la industria española, que experimento un repunte importante en torno a 1992 y 1994.
Además, el ingreso en la CEE (en 1986) facilitó la entrada de inversiones extranjeras.
Pero a cambio, en esta misma década crecieron espectacularmente los NPI, Nuevos Países
Industriales, como Taiwan, Corea o la ciudad de Hong Kong, que fabricaban productos
tecnológicos baratos y muy competitivos con los que inundaron en poco tiempo el mercado.
Además, el crecimiento de esos años no solucionó los problemas estructurales de la industria:
La mayoría de las empresas industriales son PyMES, pequeñas y medianas empresas con
menos de 50 trabajadores; el 84,9% de las empresas industriales españolas tienen
menos de 10 trabajadores. Estas pequeñas empresas se adaptan mal a los cambios que
requieren las industrias actuales, sobre todo las TIC. Además, hay muy pocas empresas
grandes, con más de 250 trabajadores (0,4% del total) y son sobre todo
multinacionales.
Las empresas españolas invierten muy poco en investigación y desarrollo (I+D), la mitad
que la media europea (solo invierten el 0,84% del valor de su producción frente al 1,5%
de la media europea) y un 10 % menos que invertían en 2009, mientras que en el
conjunto de Europa ese indicador ha crecido un 27,4%.
Como consecuencia, la industria está obsoleta y tiene una productividad muy baja, un
34 % por debajo de la de la de los 15 miembros más antiguos de la UE.
Tiene mucho retraso y dependencia tecnológica.
Tiene mucha dependencia energética (la principal fuente de energía sigue siendo el
petróleo).
La industria de la construcción tiene mucha importancia y es el que dinamiza muchos
otros sectores, pero es muy sensible a las coyunturas económicas.
En este contexto, la crisis financiera que estalló el año 2007 ha sido muy adversa para la
industria española. Entre 2007 y 2011 se perdió más del 30% de su producción y se cerraron
49.500 empresas manufactureras, y aún en 2017 seguía un 14% por debajo de su nivel de 2008,
mientras que el conjunto de la industria europea ya había recuperado sus niveles de producción
de aquel año.
Además, las industrias manufactureras apenas representan el 80% del sector industrial (el
otro 20% corresponde a empresas de suministro de energía, agua y similares); es verdad que
las industrias que fabrican bienes de consumo no duraderos (alimentación, bebidas, textil,
limpieza, farmacia, tabaco) se han rehecho gracias al reciente crecimiento del consumo interno,
tanto de los nacionales como del
turismo, pero la industria de bienes
de equipo duraderos, la que fabrica
vehículos, productos electrónicos,
muebles y aparatos del hogar y que
tiene un impacto más importante que
la anterior sobre el conjunto de la
actividad y el empleo industriales,
sigue produciendo el 50 % menos que
antes de la crisis.
En cuanto a la participación de la
industria en el PIB español, que en la
década de los 70 llegó a representar
casi el 40%, en 2015 era del 17,1%, prácticamente el mismo valor que en 2007 y hoy apenas
supone el 16% del PIB.
Los sectores industriales.
Hay un gran desequilibro entre los sectores industriales.
Los sectores industriales maduros están en una
situación delicada y son los que más acusan los
problemas que hemos expuesto más arriba. Tienen
poca demanda, mucha competencia y gran retraso
tecnológico.
o La industria metalúrgica continúa con el
proceso de reconversión y reducción, pero aún tiene una relativa importancia:
La industria siderúrgica integral, que elabora elementos de acero en altos
hornos, solo se mantiene en Asturias.
En Cantabria, País Vasco y Cataluña
hay industrias siderúrgicas no
integrales, dedicadas a la
transformación de chatarra.
En Avilés hay industrias de aluminio y
zinc.
En Huelva hay una importante
industria del cobre.
o La construcción naval está muy afectada por
la reconversión y la competencia extranjera,
pero se mantiene en toda la cornisa
cantábrica, Galicia y las Islas.
o La industria textil sufrió mucho el proceso
de reconversión industrial y está muy
amenazada por la competencia; solo destaca
una gran empresa: Inditex (en Galicia), que
también ha desplazado su producción manufacturera a otros países africanos y
asiáticos.
o Las industrias de papel, madera y corcho (destacando la fabricación de cartón)
tiene bastante importancia.
o También hay industrias de calzado, muebles, electrodomésticos y juguetes
(Valencia).
Los sectores industriales más dinámicos son los
más productivos y los que más demanda, tanto
interna como externa, tienen, pero se mantienen
sobre todo gracias al capital extranjero.
o Las industrias alimentarias, de bebidas y
tabaco son las más importantes y
representan casi el 25% de nuestra
producción manufacturera.
o Las industrias petroquímicas
(refinerías de Castellón y
Tarragona) y de
transformación del petróleo
(elaboran caucho sintético,
plásticos, pinturas…).
o En la industria de la
automoción España ocupa el
segundo puesto de la UE y
tiene sistemas de producción
muy modernos, como la
robotización, pero está en
manos de multinacionales y
muy amenazada por la
deslocalización.
o También es importante la
fabricación de material ferroviario
en Barcelona, destinado sobre todo
a los trenes AVE que se exportan a
Arabia Saudí, Turquía…
Los sectores industriales de tecnología
punta o de alta tecnología han aparecido
en fechas recientes y tienen todavía poca
entidad, pero tienen mucha demanda.
o En este apartado están las
farmacéuticas, que son
importantes en Madrid y
Barcelona.
o Las industrias de construcción
aeronáutica y aéreo- espacial.
La distribución territorial.
Entre las áreas industriales españolas hay un gran desequilibrio:
Las áreas industriales más desarrolladas son las áreas metropolitanas de Madrid y
Barcelona. Están muy consolidadas. Es verdad que en ellas han retrocedido las industrias
de los sectores maduros, como la industrial textil, pero han conseguido convertirse en
las sedes sociales de grandes empresas nacionales y extranjeras, por ejemplo
farmacéuticas, con una mano de obra muy cualificada.
Las áreas y ejes industriales en expansión son, respectivamente, las coronas
metropolitanas y áreas periurbanas de Madrid y Barcelona y las grandes vías de
comunicación del valle del Ebro y el litoral Mediterráneo. Surgen por la deslocalización y
expansión de los núcleos industriales importantes.
Las áreas de industrialización inducida con las que han crecido gracias a las promociones
de los años ´60 (desarrollismo) o las subvenciones de los ´90 (reindustrialización) y
también las que han acogido industrias que quieren reducir costes. Están en algunos
puntos de la costa de Galicia, en el triángulo que forman las ciudades de Sevilla, Cádiz y
Huelva y en las ciudades de Zaragoza, Valladolid y Burgos.
Las áreas industriales en declive son las que tienen sectores industriales maduros, poco
competitivos, en las que más incidió la reconversión industrial y luego fracasaron las
políticas de reindustrialización. Son la Cornisa Cantábrica, gran parte de la costa gallega
(El Ferrol), Sagunto, Puertollano y el área de Cataluña de tradición textil.
Las áreas de industrialización escasa ocupan gran parte del interior peninsular y son
sobre todo las más aisladas (Extremadura y las Islas).
La localización industrial.
En la localización industrial actual son decisivos factores como el acceso a la tecnología y a la
innovación, y las políticas territoriales, que fomentan unos emplazamientos en lugar de otros.
También siguen teniendo importancia factores tradicionales, como la proximidad a la mano de
obra, a los transportes y comunicaciones y al capital. En cambio, la proximidad a las fuentes de
energía, a las materias primas y a los mercados, que eran los factores tradicionales de
localización industrial, tiene poco peso.
Los sectores maduros tienden a la deslocalización, buscando mano de obra y suelo barato y
políticas ecológicas poco exigentes. Las empresas innovadoras, en cambio, tienden a la
concentración en parques tecnológicos o clusters.
En España, los emplazamientos más habituales de la industria son:
Los polígonos industriales, espacios
planificados que están a las afueras
de las ciudades pero que no son
urbanos y que albergan, en su
mayoría, industrias, pero también
almacenes, oficinas e incluso algunos
servicios (hipermercados,
restaurantes…). Las ciudades suelen
promover su creación para atraer
industrias.
Los parques tecnológicos, espacios
planificados en el entorno de
ciudades grandes o medianas,
que tienen industrias
innovadoras y de alta
tecnología, centros de
investigación, buenas
comunicaciones y gran calidad
ambiental y estética. En muchas
ocasiones, estos parques surgen
en torno a una gran
multinacional. Un ejemplo sería
el parque tecnológico de
Pozuelo (Madrid), dedicado a la tecnología biomédica.
¿CÓMO HA APARECIDO ESTE TEMA EN LA EvAU?
La energía en España.
1. Tipos de fuentes de energía.
2. Política energética en España.
La industria en España.
1. Tipos de industria.
2. Principales regiones industriales.
CONCEPTOS:
Astillero
Deslocalización industrial
Energía de biomasa
Energía nuclear
Energías no renovables
Energías renovables
Industria extractiva
Industria ligera
Industria pesada
Industria siderometalúrgica
Materia prima
Oleoducto
Parque tecnológico
Plataforma logística (sector terciario)
Polígono industrial
Puerto seco (sector terciario)
Reconversión industrial
Sector secundario