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Capitulo VIl

CAPITULO XII. EL REVERSO DE LA EXISTENCIA CRISTIANA

PECADO Y CONVERSION

La moral cristiana se autodefine como una llamada a la santidad en el seguimiento, imitacin e identificacin con Jesucristo. Pero el realismo cristiano sabe, por la Biblia y por la experiencia, que el hombre es un ser ticamente frgil, pues en su vida aparece con excesiva frecuencia adems del mal fsico, el mal moral.Por eso, el pecado es un tema central en la tica teolgica, pues si el hombre ha de identificarse con Cristo, necesariamente ha de evitar el pecado. Ahora bien, la comprensin del pecado en la historia del cristianismo sigue diversos ritmos: una poca de gran sensibilidad ante el mal moral es sustituida por otra que apenas si lo tiene en cuenta. Segn repite el Magisterio, la nuestra se encuentra ms cerca de esta segunda situacin.Pero el tema del pecado no solo es importante en s mismo, sino que en l repercuten los diversos problemas de la teologa moral, hasta el punto que, del concepto y valoracin que se haga del pecado, depende en gran medida la interpretacin de la moral catlica. Las cuestiones de la moral fundamental se cifran en ltimo extremo en buscar un juicio objetivo que interprete el mal moral, que denominamos pecado. De ah que los valores de la teologa moral se reflejen en la concepcin que se tenga de l.Con el fin de evitar una excesiva racionalizacin, se elige el mtodo histrico, se trata de descubrir a travs de la literatura acristiana, la existencia, la nocin y la valoracin que el cristianismo ha hecho del pecado a lo largo de su historia. I. LA REALIDAD DEL PECADO

El Magisterio, desde el Papa Pi XII, denuncia que nuestra poca ha perdido sensibilidad por el pecado. El hecho es en s grave, porque si una idea bblica clave es la llamada a la conversin, el hombre no sentir la necesidad de convertirse si no tiene conciencia de pecado. Pero, en este supuesto, tampoco apreciar la obra redentora de Jess ni valorar lo que significa el nervio cristiano que entraa la historia salutis.1. Diversas consideraciones acerca del pecado

El tema del pecado y sus repercusiones en la vida humana es tratado habitualmente de las Ciencias del Hombre. En efecto, la literatura, el arte, la filosofa, el derecho, la psicologa, etctera, hacen continuas referencias al mal moral del hombre y a sus consecuencias en la vida social. Pero han sido precisamente algunas de estas corrientes culturales las que han desvirtuado su verdadero sentido.

Como es lgico, la realidad del pecado es tema muy recurrido en las distintas religiones, sin excluir, por supuesto, del cristianismo se ha dicho que las dos palabras claves que resumen la historia de la salvacin son gracia y pecado. Pues bien, las concepciones religiosas se han visto libres de interpretar parcialmente la realidad y el sentido del pecado.2. El pecado en la teologa catlica. Inculpaciones

La exposicin manualstica de la teologa moral escolar a partir del siglo XVII gir marcadamente en torno al pecado: se trataba de preparar al sacerdote para el ejercicio de la confesin sacramental. Ello demandaba una valoracin de los casos concretos para orientar al penitente. Es sentencia comn afirmar que, fruto de esa coyuntura, fue una moral casustica en exceso, centrada ms en lo negativo del pecado que en lo positivo de la santidad y la gracia. Pues bien, estos excesos son criticados de continuo, con el riesgo de inclinarse pendulantemente al extremo opuesto. Por ejemplo, se censura que la exposicin de la moral catlica de ese periodo que concluye con el Vaticano II ha deformado el sentido de culpabilidad agobiando las conciencias; que ha fomentado un legalismo exagerado; que ha privatizado la penitencia con la prctica exclusiva de la confesin personal, que ha cado en un reduccionismo moral al insistir solo en algunos pecados, silenciando otros de graves repercusiones sociales e incluso le acusa de haber cado en un lenguaje mtico al hablar del pecado, al subrayar sus consecuencias, etctera.II. EL PECADO EN LA REVELACION

Para conocer el origen, el sentido y la valoracin del pecado, el recurso de la Biblia se hace imprescindible, dado que los datos revelados sobre el tema son muy abundantes. Ello ayuda no solo a evitar ciertos errores, sino a precisar el juicio real que Dios tiene del pecado.

Adems de la condena de los pecados, la Biblia distingue entre el pecado de origen y de los dems pecados cometidos por el pueblo o por las personas singulares. Asimismo, repite de una forma u otra que el origen del pecado es triple: el demonio, un principio de mal en el hombre mismo (la concupiscencia) y el contexto social o lo que en lenguaje catequtico se denomina mundo. Los tres influyen decididamente en que el hombre haga mal uso de su libertad.

1. Antiguo Testamento

El estudio se reparte en tres breves apartados: terminologa, actitudes y enseanzas concretas. a. TerminologaComo es sabido, el recurso a la filologa es til para conocer el verdadero concepto de un trmino. Pues bien, el Antiguo Testamento contiene una terminologa abundante y rica en significacin para mencionar el pecado. Los trminos ms frecuentes son hattat, pesa y awon.Hattat significa desviarse, separarse del camino o de la norma, dar un paso en falso. Aparece 523 veces, en la forma verbal (232) o en sustantivo (291).

Pesa significa revelarse o sublevarse. Por ello, quien peca comete un delito y es infiel. Se encuentra en 135 textos.

Awon se menciona 244 veces con la significacin de equivocarse culpablemente, por ello significa tambin iniquidad, delito y culpa.

Adems de esta triloga se mencionan otros trminos, como: nebalah = infamia, locura; nbalah = crimen e impiedad; asam = delito; maaI = accin mala, perfidia; raa = mal, maldad; siklut = necedad.

El simple recuento de la significacin etimolgica da este resultado: pecar es desviarse, separarse del camino, incumplir una norma, dar un paso en falso, rebelarse y sublevarse, ser infiel. El que peca comete un delito, una infamia, una locura, un crimen, una maldad, una necedad. El balance de tantos males indica la gravedad del pecado en la Biblia.b. Actitudes ante el pecadoSi la historia salutis discurre entre la gracia de Dios y el pecado del hombre, la actitud divina frente al pecado es la alternancia entre castigo o perdn segn sea la reaccin del hombre.

Los once primeros captulos del Gnesis narran el origen y desarrollo de la humanidad, pero el hilo conductor es la actitud de Dios frente a la conducta del hombre. Pues bien, el Paraso, Can y Abel, Noe y el Diluvio, la extensin del mal hasta el punto de que Dios se arrepinti de haber creado al hombre (Gen 6,6), y como conclusin la dispersin de la humanidad despus del castigo a los constructores de la Torre de Babel concreta la prehistoria humana como la crnica de los pecados del hombre.

La eleccin de Abrahn da constancia de su fidelidad frente a la corrupcin del resto de la humanidad, de ah el castigo a las ciudades de Sodoma y Gomorra (Gen 18,22; 23, 28-29). Pero, constituido Israel, las relaciones de Dios con su pueblo se miden por la Alianza y ante ella destaca en todo momento la fidelidad de Dios y el cumplimiento del compromiso por parte del hombre.

En resumen, la colosal historia del Antiguo Testamento, entre Dios y el hombre se resume siempre en una contradiccin: gracia y pecado, fidelidad-infidelidad, llamada-desobediencia.c. Enseanzas sobre el pecadoPero esos hechos van cargados de enseanzas bblicas. Estas son las que ms se subrayan:

El pecado supone la trasgresin de un precepto de Yahv.

Los pecados despiertan siempre el celo de Dios.

La lista de pecados es muy variada. Los ms mencionados son: la idolatra y el alejamiento de Yahv, posponer a Dios por motivos polticos o prosperidad temporal, los desrdenes sexuales, la injusticia contra el pobre y el desamparado.

Yahv exige siempre la expiacin y la penitencia por los pecados cometidos.

Dios siempre est dispuesto al perdn. Y su perdn es para siempre.

Adems de los pecados personales, se mencionan los pecados cometidos por el pueblo.

En toda ocasin, el pecado en el Antiguo Testamento tiene siempre una connotacin religiosa: se refiere como ofensa a Dios.

2. El pecado en el Nuevo Testamento

La doctrina del Nuevo Testamento en torno al pecado es aun ms abundante. Se pueden distinguir tres fuentes principales: los Sinpticos, San Juan y San Pablo.

a. Los Sinpticos

Las enseanzas ms destacadas de los Evangelios Sinpticos sobre el pecado cabe resumirlas en los epgrafes siguientes: Los trminos ms usuales son amarta (24 veces) que traduce el trmino hebreo hattat, con la significacin de desviarse; anomia (4 veces) que significa iniquidad. Tambin se menciona adika = injusticia y asbeia = impiedad.

Se subraya que todos los hombres son pecadores (Mt 7, 5; Mc 144, 24).

De los 21 catlogos de pecados que cabe mencionar en el Nuevo Testamento, solo uno se encuentra en los Sinpticos (Mt 7,21-22).

Se condenan los pecados internos (Mt 5, 17-18) y los pecados de omisin (Mt 11, 12-14, 20-21; Lc 16, 19-31; Mt 25). Especial gravedad tiene el pecado de escndalo (Mt 18, 1-7; Mc 9,46-47). Jess condena acciones concretas, no reducibles a la opcin fundamental (Mt 5,22, 23-26). Especialmente se condenan los pecados contra el prjimo (Mt 25, 31-46; Lc 10, 29-37).

Se explica el pecado como deuda con Dios (Lc 15, 18. 21)

Es continua la invitacin a la conversin y a la penitencia (Mt 18, 11; Lc 19, 10). Una excepcin a obtener el perdn es el pecado contra el Espritu (Mt 12, 31-32).

b. El pecado en San Juan

He aqu algunas tesis mas destacadas:

El trmino ms usado es amarta (34 veces); anomia no se encuentra en el Evangelio, pro si en las Cartas.

Se subraya que todos somos pecadores (Jn 8, 1Jn 1, 8-10).

La misin de Jess es quitar el pecado del mundo (Jn 1, 39; 1Jn 3, 5).

El hombre comete el pecado a instancias del diablo (Jn 3, 8). El origen del pecado esta en las tres concupiscencias (1 Jn 2, 16-17).

El pecado es no cumplir los mandamientos (Jn 15, 10-14: 1Jn 3, 4; 2,3-6; 3, 22-24), especialmente el mandato nuevo (1 Jn 1,15; 1, 3.11,

23; 4, 20).

El pecado y la gracia se contraponen como muerte y vida (Jn 5, 24; 1Jn 3, 14); luz y tinieblas (Jn 1, 5; 3, 19); verdad y mentira (Jn 8, 44-46; 1Jn 1,6-8).

San Juan subraya el pecado de algunas de las primeras comunidades (Apoc 2, 12-16).c) El pecado en San Pablo

La riqueza del concepto de pecado en San Pablo ha dado lugar a una amplia literatura. Cabra destacar estas afirmaciones fundamentales: El origen del pecado lo sita en Adn (Rom 5, 12). A partir de esta primera constatacin, el Apstol subraya otros dos datos: la importancia decisiva del demonio (2 Cor 2, 11: 11, 3), pues es un maquinador (1 Tes 3, 5) y el hecho de que todos somos pecadores (Rom 3, 10; Ef. 2,3). San Pablo destaca el cristocentrismo soteriolgico: si en Adn hemos pecado todos, en riguroso paralelo, tambin todos hemos sido liberados por Cristo (Rom 6, 1-14; 1 Cor 15, 21-22). Jess expi los pecados del pueblo (Hebr 2, 17). Los catlogos de pecados. En sus cartas cabe mencionar hasta quince listas de pecados. De estas, dos recogen tambin las virtudes contrarias (Gal 5, 19-23Ef 4, 31-32). Renuncia absoluta al pecado. El estilo literario de Pablo da fuerza especial a la condena del pecado. Al Apstol se le pone como modelo de imperativos morales (Rom 6).

Diversa gravedad de los pecados. A este respecto, la terminologa paulina es muy matizada (1 Cor 8, 11; Rom 14-23).

III. EL PECADO EN LOS PADRES

No es posible seguir paso a paso el desarrollo doctrinal de la Tradicin en torno a este tema. Los Padres, desde el principio, conforme al estilo bblico, se expresan con una gran espontaneidad, parten del hecho del pecado, destacan las malas consecuencias para los creyentes y para las comunidades y, lentamente, formulan la distincin especfica entre los pecados. La doctrina la desarrollan con ocasin del estudio de las verdades cristianas, especialmente, la redencin, y lo hacen en los diversos estilos: en la enseanza doctrinal, en la exgesis bblica en las catequesis y en las homilas.

Cabria sealar algunos jalones ms decisivos. En concreto: Desde el comienzo, los Padres Apostlicos enuncian catlogos de pecados. Una reflexin ms amplia se encuentra ya en el Pastor de Hermas. Estas mismas listas se repiten en los Apologistas del siglo II, que comparan la nueva vida de los bautizados frente a la corrupcin de los paganos. Asimismo destacan la redencin alcanzada por Jesucristo: por El hemos sido salvados. Por el contrario, los paganos se condenaran si no se convierten en la fe. Los apologistas destacan tambin la causa de que el hombre peque se encuentra en el pecado de origen: de el derivan todos los dems pecados.

El siglo III cuenta con las valiosas aportaciones de los grandes telogos de este siglo: en Oriente; Clemente de Alejandra y Orgenes y en Occidente: Tertuliano, San Cipriano, San Irineo. A pesar de la rudeza de la disciplina que legisla la penitencia pblica, estos autores destacan la accin redentora de Cristo. El rigorismo de la penitencia frena en buena medida la vida moral de los bautizados. En el siglo IV destaca la enseanza de los grandes Padres San Basilio y San Juan Crisstomo en Oriente y de San Jernimo y San Ambrosio en Occidente. Y sobre todo sobresale la doctrina de San Agustn.En este periodo cobra fuerza la doctrina acerca del pecado que viola las exigencias de la ley eterna y de la ley natural. Asimismo, est plenamente desarrollada la distincin entre pecado mortal y pecado venial. Ante la vida de pecado que afecta a los miembros de las comunidades, los Padres redoblan su condena e invitan a la conversin. Tambin se deben numerosos sermones alentando a los fieles a una justa distribucin de los bienes.IV. LA TEOLOGA DEL PECADO EN SANTO TOMS DE

AQUINO

Los telogos de los siglos V-Xll repiten las enseanzas de los Padres. El verdadero sistematizador de la doctrina teolgica en torno al pecado ha sido Santo Tomas.

En la Suma Teolgica dedica 19 cuestiones (II-lI, qq. 71-89) al tema, y a lo largo de 108 artculos expone una doctrina completa y sistematizada, conforme a este esquema: Naturaleza del pecado (q. 71); Distincin de los pecados (q. 72); Comparacin de los pecados (q. 73); Sujeto del pecado (q. 74); Causas del pecado (qq.74-84); Efectos del pecado (qq. 84-89).Desde la sistematizacin de la Suma, la teologa posterior repite las definiciones y la divisin que sobre el pecado que introdujo Santo Tomas. Asimismo, sobre ese esquema se estudian tambin las virtudes, a cuya exposicin el Aquinate dedica 15 cuestiones (lI-lI, qq. 55-69), que anteceden al estudio del pecado. Este modelo de exposicin, o sea, que el tratado sobre las virtudes preceda al estudio de los pecados, indica la calidad teolgica del esquema moral propuesto por Santo Tomas, que fue seguido por sus comentaristas ms cualificados.V. EL PECADO EN EL MAGISTERIO

Las intervenciones magisteriales sobre problemas relacionados al pecado han sido constantes en la historia de la Iglesia. Desde la Carta de San Clemente Romano a los cristianos de Corinto, Papas y Obispos, Concilios Universales y Snodos Particulares repiten la doctrina y los cnones que condenan, catalogan y especifican los distintos pecados. Algunas intervenciones fueron especialmente solemnes, por ejemplo:

El Concilio XVI de Cartago (a. 418) contra los errores pelagianos en torno al pecado original, los pecados personales y la relacin gracia-pecado. El Papa Inocencio III (a. 1201) especifica los efectos del bautismo y distingue claramente entre pecado personal y pecado original. El Concilio IV de Letrn (a. 1215) determinan la obligacin de confesar al menos una vez al ao. El Papa Len X (a. 1520) condena diversos errores de Lutero en relacin al modo de obtener el perdn. El Concilio de Trento (aa. 1547-1551) dedica diversas sesiones (V-VI; XIV-XV) a cuestiones muy decisivas para la teologa del pecado, para la conversin y para la confesin sacramental, expone la doctrina en torno al pecado original y la justificacin, subraya la distincin entre pecado mortal y venial, introduce la distincin especifica y numrica de los pecados en orden a la confesin sacramental, etctera.

El Papa Alejandro VIII (a. 1690) condena la doctrina del llamado pecado filosfico; es decir, el que no ofende a Dios, sino que tan solo se opone a la recta raznDespus de Trento, la teologa moral repite constantemente hasta pocas muy recientes las enseanzas de ese Concilio. El primer Documento Magisterial que alerta contra una tendencia a desfigurar el pecado original y, en consecuencia, la doctrina del pecado personal fue la Encclica Humani Generis de Pi XII (a. 1950).

Desde esa fecha, en Discursos y Cartas la Jerarqua advierte acerca del deterioro moral de la vida cristiana y la prdida del sentido del pecado que afecta a grandes sectores de la sociedad actual.

Pero el Documento especfico sobre el tema fue la Exhortacin Apostlica, Reconciliacin y Penitencia de Juan Pablo II (a. 1984). Este documento reasume el conjunto de la doctrina catlica sobre el pecado, hace una exposicin sistemtica sobre la reconciliacin y sale al paso de algunos errores de la teologa de nuestro tiempo. En concreto: Denuncia la situacin actual en la que, a causa del pecado, el hombre sufre una cudruple fractura: con Dios, consigo mismo, con los dems y con la naturaleza. Expone su origen y sus afectos: la naturaleza del pecado responde al misterio de la iniquidad de que habla San Pablo; con el se repite la desobediencia primera y conlleva la ruptura y la exclusin de Dios de la vida y de la sociedad. Constata que la cultura actual padece una prdida progresiva del sentido del pecado. El Papa enumera una serie de causas que motiva este mundo en pedazos. Consigna la distincin entre pecado personal y pecado social. Este toma origen en la abundancia de los pecados personales del hombre. Matiza en que sentido cabe hablar de pecado social.

Subraya la divisin del pecado en mortal y venial y rechaza la distincin entre mortal, grave y venial. Hace una reinterpretacin de lo que es vlido en la teora acerca de la opcin fundamental.Se puede afirmar que la Reconciliatio et Paenitentia es el documento que recoge la enseanza oficial de la iglesia desde el comienzo, la pone al da de nuevas aportaciones y a ella acuden los documentos posteriores.

En efecto, los dos ltimos documentos magisteriales: el Catecismo de la Iglesia Catlica y la Encclica Veritatis Splendor hacen continuas alusiones a la exhortacin apostlica. El Catecismo expone una enseanza sistemtica, mientras que la Encclica toca temas puntuales, saliendo al paso de algunos errores en la enseanza moral de nuestro tiempo.1. La negacin de la distincin entre actos morales y pre- morales

Esta distincin se propone por algunos moralistas actuales con el fin de justificar una autonoma a la libertad y a la conciencia frente a una concepcin excesivamente rigorista de la normativa moral cristiana. Para ello distinguen dos mbitos: el orden tico, en el que el hombre decide teniendo como guia los grandes principios morales del cristianismo y el orden de la salvacin, a los cuales el cristiano debe someter su conducta, dado que contiene los grandes compromisos con Dios y con el prjimo:Queriendo mantener la vida moral en un contexto cristiano, ha sido introducida por algunos telogos moralistas una clara distincin, contraria a la doctrina catlica, entre el orden tico que tendra origen humano y valor solamente mundano-, y un orden de la salvacin, para el cual tendran importancia solo algunas intenciones y actitudes interiores ante Dios y el prjimo. En consecuencia, la palabra de Dios se limitara a proponer una exhortacin, una parnesis genrica, que luego solo la razn autnoma tendra el cometido de llenar las determinaciones normativas verdaderamente objetivas, es decir, adecuadas a la situacin histrica concreta (VS, 37).El primer orden sealara los llamados valores premorales y el segundo los constituiran los valores morales propiamente dichos. As, por ejemplo, algunos de los actos cometidos en el cuerpo humano no mereceran la categora de pecado, dado que son actos fsicos y por ello representan tan solo valores pre-morales. Tambin este error tiene en su origen el deseo de salvar la autonoma de la libertad humana, incluso independizndola del cuerpo:

Una libertad que pretende ser absoluta acaba por tratar al cuerpo humano como un ser en bruto, desprovisto de significados y de valores morales hasta que ella no lo revista de su proyecto. Por lo cual, la naturaleza humana y el cuerpo aparecen como presupuestos o preliminares, materialmente necesarios para la decisin de la libertad, pero extrnsecos a la persona, al sujeto y al acto humano. Sus dinamismos no podran constituir puntos de referencia para la opcin moral, desde el momento que las finalidades de estas inclinaciones seran bienes fsicos, llamados por algunos `premorales(VS, 48).

El Papa aade que tal interpretacin rompe con una idea fundamental en la antropologa: la unidad radical entre cuerpo y alma.

A partir de esta teora, estos autores de la htica teleologica intentan justificar la licitud de todos los valores pre-morales, es decir, aquellos actos que solo afectan al cuerpo (VS, 75).2. La distincin entre pecado mortal y venial

En dos amplios nmeros (VS, 69-70), el Papa vuelve a rechazar la teora que, con deseo de mantener una opcin fundamental radical, sostiene una divisin tripartita del pecado en leve, grave y mortal:Segn estos telogos, el pecado mortal, que separa al hombre de Dios, se verifica solamente en el rechazo de Dios, que viene realizado a un nivel de libertad no identificable con un acto de eleccin ni al que se le puede llegar con un conocimiento solo reflejo. En este sentido aaden - es difcil, al menos psicolgicamente, aceptar el hecho de que un cristiano, que quiere permanecer unido a Cristo y a su Iglesia, pueda cometer pecados mortales tan fcil y repetidamente, como parece indicar a veces la materia misma de sus actos (VS, 69).

Seguidamente, la Encclica rechaza esta enseanza y revisa el verdadero concepto de opcin fundamental (VS, 70).3. Aceptacin de actos intrnsecamente malos

En la existencia de los actos intrnsecamente malos se concentra en cierto sentido la cuestin misma del hombre, de su verdad y de las consecuencias morales que se derivan de ello (VS, 83). Algunos actos o comportamientos concretos como intrnsecamente malos, no admiten ninguna excepcin legitima; no dejan ningn espacio moralmente aceptable para la creatividad de alguna determinacin contraria (VS, 67). Ante normas morales que prohben el mal intrnseco no hay privilegios ni excepciones para nadie (VS, 96).

Y menciona la condena bblica: Hay, de los que llaman al mal bien, y al bien mal, que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad; que dan amargo por dulce, y dulce por amargo! (Is 5, 20).4. La misericordia de Dios

Ante la posibilidad de que se pueda deducir un rigorismo tico que empae el ser mismo de Dios, la Encclica destaca la misericordia de Dios, que sobrepasa todo lmite en perdonar al hombre y en reconocer su debilidad:En este contexto (la muerte redentora de Jess) se abre el justo espacio a la misericordia de Dios para el pecado del hombre que se convierte, y a la compresin por la debilidad humana. Esta compresin jams significa comprometer y falsificar la medida del bien y del mal para adaptarse a las circunstancias (VS, 104).

VI. CMO PRESENTAR HOY EL TEMA DEL PECADO

La crisis del concepto y de la conciencia de culpa del Propio pecado personal, que afecta a un sector considerable de la cultura actual, obedece a causas muy diversas que no son fciles de diagnosticar. Pero, sin duda que la causa principal es la disminucin y en algunos casos la perdida del sentido religioso de la existencia. Si desaparece Dios del horizonte de la vida moral, no cabe el concepto de culpa, que es el aguijn ms fuerte para despertar la situacin de pecado. Por eso, cualquier intento de proponer la gravedad del pecado a las nuevas generaciones, sin despertar el sentido religioso de la vida, est condenado al fracaso.No obstante, se pueden sealar algunas pautas que deben tenerse en cuenta:

Recuperar las constantes bblicas, o sea, algunos modos concretos, como el pecado fue presentado por Jess al pueblo y a los apstoles a los primeros creyentes: Aunar razn y revelacin, es decir, hacer ver que las condenas del pecado, son razonables, dado que el pecado ofende a Dios, pero tambin denigra la vida personal y social: es mejor el amor que el odio, la paz que la guerra, el recto uso de la sexualidad que ser dominado por las pasiones, la justicia que el desorden social, etctera. Presentarlo en el marco de la salvacin. No se trata de fustigar los vicios, ni abusar de una actitud moralizadora, sino de hacer caer en la cuenta de que el pecado ofende a Dios, por cuanto el creyente tiene un compromiso con l. Es el amor de Dios y la muerte redentora de Cristo en la Cruz lo que demanda la buena conducta del hombre. Atencin a los derechos humanos. No se trata de tcticas por cambiar signos: de los derechos de Dios pasar a los derechos del hombre, sino de atender a esa nueva sensibilidad que tiene nuestra cultura hacia los derechos humanos. Adems, se da la verdadera interpretacin de la moral cristiana, pues el pecado lesiona el amor de Dios, incluso cuando no se respeta la dignidad de que gozan todos los hombres. Pecado y libertad. La contraposicin entre moral y libertad no es exclusivamente terica, sino que es muy sentida por una parte de nuestra generacin: se piensa que la libertad queda mermada con las exigencias morales. Aqu debe tener lugar una constante ilustracin acerca del verdadero sentido de la libertad y se debe mostrar como la vida moral acaba con las esclavitudes a las que el pecado somete al hombre. Y, ante la impotencia que en ocasiones se siente para vivir conforme a las exigencias ticas del cristianismo, se ha de alentar el esfuerzo por educar la voluntad y a confiar en el auxilio de Dios.

Sin duda, se deben tener a la vista otros presupuestos. En todo caso, es decisivo el testimonio de otros cristianos; tal como afirma la Encclica Veritatis Splendor (VS, 89- 93), as como alentar a la fortaleza, que en la historia de la iglesia incluye el martirio, al que la Encclica tambin dedica amplios espacios (VS, 90-94).

El Catecismo de la Iglesia Catlica seala estos males:

El pecado convierte a los hombres en cmplices unos de otros, hace reinar entre ellos la concupiscencia, la violencia y la injusticia. Los pecados provocan situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad divina. Las estructuras de pecado son expresiones y efectos de los pecados personales. Inducen a sus vctimas a cometer a su vez el mal (CEC, 1869).