El príncipe ó el pensamiento político en el periodo renacentista
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EL PRINCIPEó
EL PENSAMIENTO POLITICO EN EL PERIODO RENACENTISTA
Nicolás Maquiavelo
Luis Enrique López HernándezAlan Ventura Rodríguez
Doctrinas Políticas y Sociales I
“Un cuerpo muerto no venga injurias”
William Blake
Proverbios del Infierno
Introducción
Entendemos al renacimiento como un periodo en el que “renace” el pensamiento y la cultura
europea, después de la etapa llamada el oscurantismo (siglos V al XV) y que dio paso a la edad
moderna (circa 1453) después de la caída de Constantinopla (ahora conocida como Istanbul) en
la cual se dio un desarrollo grandioso del secularismo, racionalismo e individualismo.
Aunque por lo general se relaciona al renacimiento entre los siglos XV y XVI, suele haber es-
critos y opiniones que datan incluso del siglo XIV donde se considera al renacimiento desde
entonces.
Toda la idea del renacimiento entabla que Europa tuvo su momento de mayor iluminación en el
periodo clásico (cultura grecoromana) , que se perdió el pensamiento, y que pronto se redescu-
brió la gloria del pensamiento europeo.
Durante el renacimiento se ve cómo florecen las artes, primordialmente las visuales, pero tam-
bién en cierto grado las literarias. El arte visual renacentista suele tener un cierto enfoque sobre
la figura humana idealizada como la habían planteado los griegos siglos atrás. Este amor por lo
griego se ve repetido en la arquitectura, donde hay muchas variedades de elementos griegos
como columnas, frentes triangulares, arcos y domos.
También uno un redescubrimiento de textos y formas de pensamiento clásico, cuyas personas
que estudiaban y teorizaban sobre estos textos se llamaban “humanistas”, aunque no tuvieran
un enfoque absoluto sobre el hombre, siempre teniendo el valor de la importancia religiosa so-
bre todo. El título de humanistas ahora se relaciona más con aquello que estudiaban: literatura,
filosofía, historia.
Aunque el renacimiento se regó por toda Europa, es propio decir que el verdadero movimiento
(si se le puede llamar así) empezó en Italia por una simple razón: dinero. Una sociedad que
busque apoyar a las artes (Mecenas) tiene que tener gran riqueza, y las ciudades-estado ital-
ianas tenían vasta. Porque muchas de las ciudades-estado estaban centradas en una industria
específica como Florencia telas y Milán armas, así como Génova y Venecia que se hicieron de
dinero por el comercio, especialmente porque podían hacer intercambio con el imperio Oto-
mano, casi siempre moviendo telas hechas desde Florencia, que eran especialmente valiosas
porque su color se mantenía brillante por mucho tiempo, gracias al alumbre, un mineral que se
encontró en grandes depósitos en Italia, donde el papa Pío II otorgó los derechos de explotación
del alumbre a los Medici, una familia de Florencia que fue la misma que mandó a encarcelar a
Maquiavelo por sospecha de conspiración.
Biografia de Maquiavelo
Nicolas nacio en florencia, 1469 y fue escritor y estadista. Nacido en el seno de una familia
noble empobrecida, vivió en Florencia en tiempos de Lorenzo y Pedro de Médicis. Fue secre-
tario de la cancillería encargada de los Asuntos Exteriores y de la Guerra de la ciudad, y realizo
importantes misiones diplomáticas ante el rey de Francia, el emperador Maximiliano I y César
Borgia, entre otros.
Su actividad diplomática desempeñó un papel decisivo en la formación de su pensamiento
político, centrado en el funcionamiento del Estado y en la psicología de sus gobernantes. Su
principal objetivo político fue preservar la soberanía de Florencia, siempre amenazada por las
grandes potencias europeas, y para conseguirlo creó la milicia nacional en 1505.
Intentó sin éxito propiciar el acercamiento de posiciones entre Luis XII de Francia y el papa
Julio II, cuyo enfrentamiento terminó con la derrota de los franceses y el regreso de los Médicis
a Florencia.
Como consecuencia de este giro político, Maquiavelo cayó en desgracia, fue acusado de trai-
ción, encarcelado y levemente torturado.
Tras recuperar la libertad se retiró a una casa de su propiedad, donde emprendió la redacción
de sus obras, entre ellas su obra maestra, El príncipe, que terminó en 1513 y dedicó a Lorenzo
de Médicis.
En 1520, el cardenal Julio de Médicis le confió varias misiones y, cuando se convirtió en Papa,
con el nombre de Clemente VII, Maquiavelo pasó a ocupar el cargo de superintendente de for-
tificaciones.
En 1527, las tropas de Carlos I de España tomaron y saquearon Roma, lo que trajo consigo
la caída de los Médicis en Florencia y la marginación política de Maquiavelo, quien murió poco
después de ser apartado de todos sus cargos.
Dentro del gran esquema de los príncipes, Maquiavelo inicia su libro presentando dos tipos de
principados: Hereditarios y Nuevos.
Principados hereditarios
Acostumbrados a ver reinar a la familia de su príncipe. Todo estará bien mientras el príncipe no
pase los límites establecidos por sus mayores (entiéndase no abusar de su poder). Si no causa
ofensas a sus gobernados es casi seguro que será amado natural y razonablemente.
Principados nuevos.
Surgen como un todo completo o aparecen como miembros añadidos al estado. La gente que
vive bajo estos principados puede ser subdividida en aquellos que están habituados a vivir bajo
un príncipe, o aquellos que son tomados a la fuerza.
Principados mixtos
Podemos llamarlos así cuando el principado en cuestión no es nuevo, sino añadido a un princ-
ipado antiguo.
Muchas veces los gobernados suelen creer que su situación va a mejorar, cuando no siempre
es el caso. De aquí que el nuevo príncipe tenga por enemigos a cuantos ha ofendido al ocupar
el principado y no pueda conservar a sus amigos al no poder saciar la ambición de éstos.
El príncipe que se encuentre en esta situación ha de tener en mente que no importa lo poderoso
que pueda ser su ejército, preferentemente requiere el favor de los habitantes de la provincia.
En caso de los principados mixtos, también se tienen que considerar lo elementos culturales
que separan al príncipe de sus gobernados como lo son el lenguaje y las costumbres. Aquí
Maquiavelo presenta varias recomendaciones sobre si un nuevo principado ocupa el lugar de
uno anterior, suponiendo que su lenguaje y costumbres no difieren demasiado, recomienda:
-Extinguir el linaje del príncipe anterior.
-No alterar las leyes previas o aumentar los impuestos.
Si su lenguaje y costumbres no son en absoluto parecidas:
-El príncipe debe ahora ir a residir a su nueva residencia.
Así evitará desórdenes en el territorio, reprimiéndolos rápidamente y se apacigua la posible
codicia de sus empleados. Además, los súbditos prefieren recurrir a un príncipe presente. Frente
a este príncipe y la forma en la que actúen, podrán encontrar amor o temor dependiendo de
cómo se comporten.
-Crear pequeñas colonias cercanas en las afueras de su residencia, como pequeñas haciendas
que no estén en contacto directo con todos sus gobernados. Al crear estas colonias evita hacer
gastos monetarios mayores, o, si los hace, no puede molestar a muchos fuera de las pocas per-
sonas que arrebató de sus tierras para su colonia.
-No recomienda poner tropas en lugar de las colonias, porque es un gasto monetario mayor,
al igual que los recursos que se han de invertir en los alimentos y hospedaje de dichas tropas,
tanto eso como que los habitantes habrán de sentirse relativamente incómodos con la presencia
de milicias.
Sobre los príncipes vecinos
Uno como príncipe nuevo tiene que reconocer la importancia de todos los otros príncipes que
lo rodean. Cuando no comparta su idioma ni cultura natal con la de su pueblo, Maquiavelo pre-
tende que el príncipe se debe de volver una especie de protector de los príncipes cercanos, de
aquellos menos poderosos y en la medida de lo posible debilitar a los príncipes más fuertes que
él. Tiene que ser visto como un aliado para los príncipes más débiles, para que recurran a él,
siempre evitando que los príncipes débiles tomen más poder que el príncipe.
“El que no gobierne hábilmente, perderá todo lo adquirido y aún mientras conserve el poder,
encontrará tropiezos y obstáculos.”
Este caso de los príncipes protectores de los débiles, dice Maquiavelo, que es una técnica
parecida a lo que hacían los pueblos romanos, precaviendo los problemas presentes y futuros.
A lo largo de éste libro, Maquiavelo toma y reflexiona su pensamiento sobre varios personajes
históricos y gobernantes a lo largo de la historia. El que viene a continuación es el primero sobre
el cual hinca sus ideas.
El ejemplo fallido de Luis XII
Luis XII de Francia fue un rey contemporáneo de Maquiavelo, el cual recibe la corona de un
principado hereditario, poco después de la muerte de su primo. Luis XII estuvo enfrascado en
una especie de conquista en varios territorios de Italia, donde recibe varias victorias. Maquiavelo
lo ocupa para expresar sus ideas sobre el gobernante hábil.
Luis XII ocupa fácilmente el territorio de Milán, y aún más fácil lo pierde. Porque los milaneses
se sintieron inmediatamente defraudados por la forma de gobierno del nuevo príncipe. Cuando
toma Milán por segunda vez, regresa a castigar a “los sospechosos” que creyó habían sabo-
teado su reinado. En cuanto otro ejército italiano entra a la ciudad, todo Milán se va en contra
de Luis XII, forzándolo a huir.
Maquiavelo propone que si tan solo hubiera hecho “amigos” con los principados cercanos, hu-
biera podido poseer tres cuartas partes de Italia.
“Los hombres que adquieren cuando pueden, serán alabados. Pero cuando no pueden, ni quier-
en hacerlo como conviene1 serán tachados de errados ”
Ergo, a la Maquiavelo.
Luis XII falló porque no tomó posesión de Nápoles cuando pudo, destruyó las potencias ital-
ianas cercanas, en lugar de hacerlas amigas, volvió más poderoso a un príncipe ahí, puso un
extranjero débil en Milán, no residió en Italia ni puso colonias.
“El que ayuda a otro a volverse poderoso, provoca su propia ruina”
Cómo gobernar estados previamente soberanos.
Maquiavelo dice que al respecto de éste tema hay tres vías de solución posibles: Arruinar al
gobierno actual, ir a vivir con ellos, o dejar al pueblo en su código tradicional, cobrar una contri-
bución anual y crear un tribunal que consolide el poder del príncipe en el estado.
Las tres opciones que presenta son bastante directas en cuestión de lo que se logra con cada
una. Sin embargo, hay que tener presente que en las repúblicas previamente libres es más prob-
able que tengan una disposición de lucha contra un príncipe impuesto.
El valor y la fortuna.
Aquí Maquiavelo presenta dos conceptos que son fáciles de entender y que él considera que
juegan un gran papel en el principado.
Primero, los principados adquiridos con valor personal y armas propias: Empieza planteando
que el hecho de obtener un nuevo principado parece dar la idea de valor del príncipe nuevo,
aunque no sea siempre el caso.
Hay quienes con sólo valor, han llegado a ser príncipes. Dice Maquiavelo que éstos son los más
dignos de imitación, éstos adquieren su soberanía con mucho esfuerzo y arduo trabajo, pero la
conservan más fácilmente.
Como príncipe es difícil imponer nuevos estatutos o leyes porque se ponen en contra de aquel-
los beneficiados por los estatutos anteriores. El príncipe entonces puede rogar u obligar. Y el
que obliga siempre consigue lo que busca. Cuando uno ha triunfado y es respetado, queda ase-
gurado, reverenciado, poderoso y dichoso.
“Todos los profetas armados han sido vencedores y todos los desarmados, abatidos.”
El segundo tipo son los principados adquiridos con fortuna y con armas ajenas: Éste tipo de
príncipe se gana su estado sin mucho trabajo, ya sea porque fue comprado, o porque le fue
dado por favor de otro más poderoso que él.
Por ende, dichos príncipes dependen por completo de la fortuna y la voluntad de los hombres
que lo exaltaron en primer lugar. A ésta extirpe de príncipes suele arruinarlos el primer golpe de
adversidad, ya que no tienen la capacidad de conservar lo que se les ha puesto en las manos.
Ahora Maquiavelo empieza a expresar algo de lo que opina sobre César Borja, persona sobre
la que se inspira para varias de las ideas de su libro, refiriéndose a él directamente aquí.
Presentando la diferencia de un príncipe por valor y por fortuna usa de ejemplos a Francisco
Sforza que sirvió bajo los ejércitos de Nápoles, Milán ,Venecia y muchos otros después de que
probó ser un estratega experto y un comandante de campo muy preparado. Todo con su valor y
recursos propios ganó el principado de Milán.
Por el otro lado esta César, que logró sus estados por la fortuna de su padre, y aunque tuvo
todos los recursos posibles, no logró mucho a los ojos de Maquiavelo. El papa no podía hacer
presencia de César en un estado que no perteneciera a la iglesia. Cuando César empieza sus
propósitos de conquista, cinco años después de la muerte de su padre, sin toda la influencia que
tuvo en un momento y con los ejércitos franceses en su contra, pierde su influencia, es encarce-
lado y obligado a huir, antes de morir.
Es importante el que un principado nuevo necesite asegurarse de sus enemigos, ganar nuevos
amigos, hacerse amar y temer por los pueblos, de los soldados, deshacerse de los que quieran
perjudicarle conservar la amistad de los monarcas cercanos para que ya sea que lo ayuden o
no lo perjudiquen.
También es importante recordar que los nuevos beneficios no hacen olvidar las viejas injurias.
“Los hombres ofenden por odio u por miedo”
Principado por maldad.
También se puede elevar al principado, por lo que llama Maquiavelo, una vía malvada y detest-
able, con acciones que causen fatiga y riesgo.
Menciona brevemente a Agátocles, que cae en el principado actual por sus acciones:
-Traicionó a sus amigos.
-Causó matanza de sus conciudadanos.
-Falta de humanidad y religión.
Por esto dice Maquiavelo que adquirió el dominio, pero no la gloria. Aquí, sin embargo, pre-
senta Maquiavelo la idea de que por esto que hizo no hay que verle como inferior a alguien de
diferente especie moral, así como que un súbito e inaudito temor es válido cuando hacen a la
gente obedecer.
Algo importante viene aquí, ya que Maquiavelo no cree en la maldad como un modo de gober-
nar, que los actos severos de un príncipe deberían ir en grado de disminución, con una finalidad
clara o ser ejecutados de golpe, inmediatamente, o tendrá que “tener una cuchilla en mano” para
cuidarse de todos a los que ofende y hace daño.
Principado civil.
Otra forma de adquirir un principado es con el favor y ayuda de sus conciudadanos, logrando
una gran reputación. Al decir “conciudadanos”, Maquiavelo presenta dos tipos de personas: los
grandes y el pueblo.
Los grandes son aquellos que poseen cierta influencia política, mercantil, monetaria o religiosa;
el principado a través de los grandes suele ser más difícil de mantener. El pueblo es, pues… el
pueblo, no hay más que eso. Pero es importante ya que una persona exaltada por el pueblo esta
rodeado de personas que quieren apoyarlo.
El problema del príncipe es que ambos grupos quieren el apoyo del príncipe, los grandes para
oprimir al pueblo, y el pueblo para no ser oprimido.
Es importante el amor del pueblo, siendo el príncipe hay que buscar la manera de que la necesi-
dad del principado sea constante ya que cuando se encuentra en un momento pacífico, los
ciudadanos necesitan al estado, cuando el estado necesita de los ciudadanos, pocos van en su
ayuda. Por esto es que el príncipe requiere la necesidad de su principado, para hacerlos fieles
para siempre.
Principados eclesiásticos.
Es el más fácil principado de adquirir y de mantener, no requiere afecto de los gobernados, valor
o fortuna. Sólo basta el hecho de que se esta representando una institución poderosa. Estos
príncipes tienen estados sin defenderlos y súbditos sin la molestia de gobernarlos.
Sobre la milicia y los merecenarios
Es necesario para el príncipe tener buenas leyes. Pero sólo puede tenerlas si tiene buenas ar-
mas; y si tiene éstas, entonces tiene aquéllas. Veamos el caso de un príncipe que no disponga
de ejército propio y deba alquilar mercenarios. Éstos, son inútiles y peligrosos. Como sólo luch-
an por dinero, no tienen interés en morir por otro y se escapan de la lucha o la retrasan. Además
de ser desleales, son indisciplinados, carecen de unidad y tienen ambiciones propias. Incluso
si son buenos y logran ganar, luego quitarán el poder al príncipe. Por todo ello, un príncipe debe
disponer de ejército propio, yendo él al frente de la batalla y asegurándose de la valentía de los
ciudadanos que conduce.
Los soldados auxiliares son aquellos que ayudan a un príncipe pero pertenecen a otro. Como
los mercenarios, son inútiles y peligrosos. Incluso son preferibles los mercenarios. Porque los
auxiliares, si ganan, permitirán al verdadero príncipe al que ellos deben fidelidad que se apodere
de los territorios. De modo que en este caso se está al arbitrio de la fortuna. El príncipe debe
preferir perder con su propio ejército a vencer con el de otros, pues la victoria con ejército ajeno
no es verdadera victoria.
La guerra es la tarea fundamental y específica del príncipe, quien no debe delegarla. De ella de-
pende mantenerse y elevarse en el poder, así como su mala realización deriva en la pérdida del
Estado. Ser hábil en la guerra hace a un príncipe estimado y le vale la fidelidad de sus soldados,
mientras que no saber desempeñarse en ella lo hace caer en desprecio. Ni siquiera en la paz
debe dejar de ejercitarse en ella. Y ello debe hacerlo tanto con acciones (organizar de la milicia,
ir de caza, conocer el terreno) como con la mente (estudiar historia, examinar las acciones de
los grandes hombres, analizar sus batallas y elegir un modelo a imitar).
Por qué los príncipes son alabados o censurados
Maquiavelo comienza exponiendo su método para evaluar las virtudes que debe tener un prínc-
ipe: ser guiado por la verdadera realidad y no por utopías irreales; atenerse a lo que es y no a lo
que debe ser. “Porque un hombre que quiera hacer en todo profesión de bueno, fracasará.” “Es
necesario aprender a no ser bueno.”
Para conservar el poder lo que se valora (o sea, lo que resulta exitoso) no es seguir la moral
sino hacer lo que se tenga que hacer para la conservación del Estado. Hay que reconocer que
de todas las cualidades morales positivas (liberalidad, generosidad, compasión, fidelidad, recti-
tud, etc.), aunque sería deseable tenerlas, en verdad no se las puede tener ni en su totalidad ni
en su plenitud.
Por ello hay ciertamente que evitar todos los vicios que asimismo hacen perder el Estado, pero
también hay que tener los vicios que sean necesarios si sirven para conservar el poder.
Es virtuoso ser liberal y generoso, pero esta virtud colisiona contra la realidad del poder. Si el
príncipe practica la liberalidad como se debe (es decir, sin que se note), parecerá mezquino. Si
la práctica de modo que todos lo tengan por generoso, le será perjudicial: para mantener la rep-
utación deberá gastar todo su patrimonio en los poderosos que lo rodean, caerá en la pobreza,
acabará por tener que cobrar fuertes impuestos al pueblo y éste lo odiará, de modo que por
beneficiar a unos pocos ofenderá a la mayoría.
En cambio, si se renuncia a ser liberal, vale la pena hacerse ganar fama de mezquino, pues
con el tiempo, al no deber cobrar fuertes impuestos al pueblo, podrá ganar la guerra y financiar
empresas, de modo que como resultado beneficiará a la mayoría sólo por no beneficiar a unos
pocos. Y esa mayoría popular lo amará y lo considerará generoso. Esta estrategia tiene sólo dos
excepciones: es necesario ser realmente liberal antes de conseguir el poder y útil si el patrimo-
nio que se gasta es el de otro (mediante saqueos, botines o rescates).
Es virtuoso ser compasivo. También conviene serlo, sólo que dependiendo del uso que se haga
de esa compasión. No debe el príncipe preocuparse de ser cruel si ello le resulta efectivo. De
hecho, le resulta efectivo y, además, si se pretende ser compasivo se acaba necesariamente
teniendo que ser más cruel que si se es cruel desde el inicio. La diferencia está en que si des-
de el inicio se cometen las crueldades necesarias, luego no se tendrá que seguir ese camino;
mientras que si se lo evita, se acabará por tener que cometer, para conservar el Estado, muchas
más y mayores crueldades.
De lo anterior surge la pregunta de si es mejor ser amado que temido o lo contrario. Maquiavelo
aconseja a los príncipes que deben ser amados y temidos simultáneamente. Pero como estas
relaciones raramente existen al mismo tiempo, aclara que es preferible ser temido que amado.
Fundamenta su pensamiento en que en el momento de una revolución, el pueblo puede que se
olvide del amor, pero el temor siempre lo perseguirá. En consecuencia, si un soberano es temido
hay menos posibilidades de que sea destronado.
Además Maquiavelo aconseja que sobre todas las cosas uno siempre debe evitar ser odiado,
ya que en esa situación nada impedirá que termine destronado. Para evitar ser odiado el prínc-
ipe nunca debe proceder contra la familia de sus súbditos pero especialmente debe cuidarse
interferir con los bienes de sus súbditos ni con sus esposas: “Los hombres olvidan antes la
muerte del padre que la pérdida del patrimonio”. Además, es necesario ser cruel con el ejército
para mantenerlo unido y bien dispuesto.
La virtud es con frecuencia perjudicial al poder. El Estado obliga a obrar “contra la fe, contra la
caridad, contra la humanidad y contra la religión”. De modo que hay que estar dispuesto a ad-
aptarse y hacer el mal cuando sea necesario, ocupándose a la vez de parecer virtuoso, pues la
mayoría -que es lo que importa- sólo juzga por las apariencias y por los resultados.
Es de absoluta necesidad evitar ser despreciado u odiado. Son éstos los únicos defectos real-
mente perjudiciales. Se evita el odio absteniéndose de ser rapaz y usurpador de los bienes y las
mujeres de los súbditos (la mayoría se contenta sólo con eso, con que no le quiten aunque no le
den). Se evita el desprecio guardándose de tener los defectos que quitan prestigio (ser voluble,
frívolo, afeminado, cobarde o irresoluto) y adoptando las cualidades contrarias. Ello hace que los
ciudadanos no engañen ni ataquen a su príncipe. Es una táctica excelente al respecto hacer que
sean otros los que apliquen los castigos mientras que el príncipe se reserva para sí el otorgar los
beneficios. Finalmente, si el ejército es más poderoso que el pueblo (como en la Antigua Roma)
es fundamental no ser odiado ni menospreciado por aquél, o el poder le será arrebatado.
Sobre el Armamento de tropas y súbditos
En cuanto a armar o mantener armados a los súbditos, un príncipe nuevo debe hacerlo, pues
siempre es mejor tener armas propias y es necesario que los súbditos se mantengan fieles y no
tengan sospechas de su gobernante (en este caso, sólo los armados deben recibir beneficios,
de modo que se los mantenga fieles). Un príncipe que añade un territorio nuevo a un principado
antiguo, empero, debe desarmar o mantener desarmados a sus nuevos súbditos. pues le con-
viene mantener concentradas las armas en el propio ejército que ya tiene.
La táctica de generar discordias entre los súbditos para mantener el poder es perjudicial, porque
siempre la facción más débil acabará por aliarse con algún extranjero. Sí conviene ganarse la
confianza de los que eran enemigos cuando se realizó la conquista.
Es una necesidad para el príncipe saber elegir los secretarios o ministros que sean compe-
tentes, fieles y se entreguen plenamente al servicio, de modo que coloquen los intereses del
príncipe y del Estado por encima de todo interés personal. Hay además que saber beneficiarlos
en la medida justa, de modo que mantengan su fidelidad pero no se excedan. Es tarea difícil
para el príncipe rechazar a quienes lo adulan y animar en cambio a que quienes lo rodean le
digan la verdad. El príncipe debe preguntarles sobre todo lo que sea necesario, pero jamás dejar
que decida otro por sí mismo ni modificar una decisión ya tomada.
Al final de la obra, luego de haber explicado por qué Italia ha caído en mano de extranjeros,
como carencia de ejércitos propios, malas relaciones con el pueblo con los poderosos, falta de
previsión y luego falta de decisión a la hora de actuar, Maquiavelo señala que es el momento
más apto para que alguien emprenda su recuperación, pues si se es virtuoso el pueblo no estará
mejor dispuesto a acompañar. Ese papel deben asumir ahora los Medici, a quienes está dedica-
da la obra y de quienes el autor espera obtener protección.
Lecturas Alternativas
Muchos autores han argumentado históricamente que “el libro es, ante todo, una sátira, por lo
que muchas de las cosas que encontramos en ella que son moralmente absurda, engañosa y
contradictoria, hay muy deliberadamente con el fin de ridiculizar, la noción de gobierno tiránico
“la sátira tiene un propósito moral firme -. Para exponer la tiranía y promover un gobierno repub-
licano”
Esta posición fue la norma en Europa durante el siglo 18, entre los filósofos ilustrados. Diderot
pensó que era una sátira. Y en su libro El Contrato Social, el filósofo francés Jean-Jacques
Rousseau dijo:
Maquiavelo era un hombre correcto y un buen ciudadano, pero, al estar conectado a la corte de
los Medici, que no podía ayudar velando su amor por la libertad en medio de la opresión de su
país. La elección de su ídolo detestable, César Borgia, muestra claramente su objetivo oculto,
y la contradicción entre la enseñanza del Príncipe y el de los Discursos sobre Tito Livio y la His-
toria de Florencia demuestra que este profundo pensador político hasta ahora se ha estudiado
sólo por los lectores superficiales o corruptos. El Tribunal de Roma severamente prohibido su
libro. Yo también puedo creer que, porque es esa Corte que retrata con mayor claridad.
En resumen, el Príncipe puede leerse como enfatizando deliberadamente los beneficios de
repúblicas libres, en oposición a las monarquías.