El mundo posmoderno cerca a "Un mundo feliz"
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Universidad Industrial de SantanderFacultad de Ciencias HumanasEstética, tv y culturaSolvey Rocío Delgado Jaimes
Posmodernidad o los primeros años de Ford
Nunca antes necesitamos de la literatura como ahora; a través de la inventiva de los escritores
cortamos el cordón umbilical con la cotidianidad para darnos cuenta de que estamos inmersos en
procesos económicos, políticos y culturales que antes pasaban desapercibidos, captamos el poder de
la intencionalidad y la pérdida de antiguos valores. La creatividad literaria se convierte en el oráculo
del hombre ¿moderno o posmoderno?
Hoy nos enfrentamos a la discusión entre estas dos épocas, o más bien, desde cuándo hubo
una disyunción con la modernidad, por qué ya no nos sentimos identificados con ella. Tal vez nos
adelantamos en el análisis de estos acontecimientos por ser recientes, sólo una mirada más lejana
nos da cuenta de que estos son los primeros años de una nueva etapa de eso que llamamos
civilización. Es así como entre las diversas obras literarias hemos de elegir Un mundo feliz, escrito
por Aldous Huxley en 1932, él nos vaticina un futuro ambicioso y a la vez desgarrador. Estas son las
primeras fases de la era descrita por Huxley, quién nos dirá si perteneceos a la modernidad o a la
posmodernidad, o si nos enfrentamos a un época sin comprensión alguna.
Al enfrentarnos al encuentro entre dos épocas, identificarnos con una de ellas es imposible,
nos desenvolvemos en un nuevo espacio con los pensamientos y valores del pasado “Miramos el
presente en un espejo retrovisor. Entramos en el futuro retrocediendo”( McLuhan,1969,p.75).
Distinguir entre modernidad y posmodernidad es arduo, por tanto hemos de recurrir a alguien que
haya comprendido las diferencias, en este caso Gilles Lipovesky es capaz de hacer dicha
caracterización en La era del vacío, donde dedica un capítulo a esta divergencia y que será nuestra
base teórica.
Había una vez, un mundo no muy lejano donde todos eran felices. El soma era la droga que
permitía la continua felicidad del hombre. “Un solo centímetro cubico cura diez pensamien…” (Huxley,
1995, p.76), decía Lenina a Bernard. La sociedad había alcanzado gran estabilidad, todo gracias a la
implantación del modelo T introducido por Ford siglos atrás, este fue el inicio de una nueva era,
donde se acabaría la reproducción humana a través del coito dando paso a la decantación.
Posteriormente, se logarían multiplicar los fetos que produce la unión de los gametos, a este proceso
se le denomina método de Bokanovsky.
Las nuevas formas de fecundación originan castas humanas, a saber, los alfas; un ovulo por
persona, encargados de dirigir la sociedad, poseen los cargos burocráticos más importantes, su
contextura física es superior a las demás castas, es decir, la masa muscular está directamente
relacionada con el poder. Los betas encargados de trabajos de producción con cierta relevancia, eran
impulsados a una fuerte aberración hacia las castas inferiores, además poseían gran capacidad de
consumo. Finalmente, estaban gammas y épsilones quienes eran sometidos al método Bokanovsky,
gemelos idénticos por centenas, eran condicionados para los trabajos más serviles, se caracterizaban
por tener una contextura corporal menor.
Todos habían sido educados a través del método hipnopedico, éste consistía en repeticiones
de frases que inducen a la higiene, el cuidado, el consumo, los gustos, los saberes básicos y la
eterna juventud. Nadie acudía a la duda, a la inconformidad, a la revolución; para eso está el soma, el
sensorama, el sexo, la música sintética, los perfumes. La relaciones sentimentales son vulgares;
crear un lazo intimo es un atropello contra los valores, “Todo el mundo pertenece a todo el mundo”
(Huxley, 1995, p. 129), la promiscuidad se ha convertido en algo normal, cuando se desea al otro sólo
es necesario expresarlo, no existen sentimientos tales como el amor. Todo se reduce a constructos
sociales, como algún día lo fueron Jesucristo, la maternidad, los dioses, el amor, el deseo. En esta
sociedad cosas que fueron características de la naturaleza humana son obsoletas, de ahí que hayan
censurado la literatura, la libre expresión y la intimidad.
Bernard Marx y Helmholtz Watson tal vez sean los únicos capaces de darse cuenta del poder
de dominación al que han sido llevados en su sociedad: el primero, es rechazado porque no posee
las características físicas de su casta, además no alivia sus frustraciones a través del soma sino que
prefiere sentirse humano, el segundo se siente diferente porque posee una capacidad intelectual
superior a la de su casta; “‹‹Competente›› era el veredicto de sus superiores. Y, haciendo un gesto de
asentamiento con la cabeza y bajando significativamente la voz, añadían: ‹‹Quizá demasiado
competente››” (Huxley, 1995, p.81). Helmholtz quería expresar cosas que los principios hipnopedicos
no podían, quería sentirse libre, expresar lo que se siente cuando el soma, el sensorama y el sexo ya
no bastan. Ellos fueron capaces de superar su sociedad, prefirieron indagar un más allá, no quedarse
con los distractores de la civilización, respondieron al pensamiento del todo vale dejando de lado la
hipnopedia.
Si este es el futuro afortunados nosotros que aún podemos ser individuos. ¿La problemática
que se describe en Un mundo feliz, donde un sistema domina las comprensiones que se tienen y le
quita al hombre sus herramientas de revolución es a lo que nos estamos acostumbrando? ¿Será que
lo que llamamos posmodernidad es la apertura a la era fordiana? Con el ánimo de responder lo
anterior será preciso hacer una distinción entre modernidad y posmodernidad, porque dado lo
próxima de esta nueva era tendremos que empezar por hacer historicidad y así dar una respuesta
satisfactoria.
Según Gilles Lipovesky la modernidad es una época que se caracteriza por ir en contra de la
tradición y alabar la creación de lo nuevo, es una rebelión contra la costumbre, pretende estar en un
constante movimiento dialéctico, la estabilidad de las formas de pensar, de los gustos, es lo efímero
mismo. La modernidad intenta explotar toda la creatividad posible e induce a que nos guste lo nuevo,
y que esto sea reconocido socialmente, todo con el fin de elevar la importancia del Yo, aquel que es
capaz de conocer y conquistar el mundo.
A su vez, la modernidad se constituye como el triunfo de la democracia; entre los principales
valores se encuentra la igualdad. Ésta no equivale sólo al reconocimiento de pares, sino a estar en
las mismas condiciones sociales del otro, el mismo acceso a la educación, a la salud. La democracia
ha alcanzado todo los ámbito de la vida, ya no pertenece exclusivamente a la política, no es la
capacidad de elegir a tal o cual por ser hombres, es poseer las mismas posibilidades de conquista, de
tener la capacidad se subvertir y a la vez de tener éxito en ello. La democracia permite hacer arte,
que aunque efímero resulta ser revolucionario, tal es el caso de Duchamp pues “el urinario, el porta
botellas entran en la lógica del museo, aunque sólo sea para destruir irónicamente sus fundamentos”
(Lipovesky, 1986, p.88).
La ansiedad por lo nuevo se apacigua en el tiempo en que todo se ha reinventado, por
ejemplo la moda se dan por temporadas para ver simplemente pequeñas variaciones. La modernidad
llega a su ocaso cuando todos se han convertido en revolucionarios, cualquiera es artista a través de
él mismo, de su propio hedonismo. Esto es posmodernidad, el todo vale se ha vuelto parte del
pensamiento, ya no importa la política, ni la economía; desde ahora estos son organismos autónomos
que atienden sus propios movimientos y que aunque viven en medio de crisis consiguen
sobrellevarlas por la pura indiferencia de la gente. Lo que prima es el consumo, poseer para
conseguir estatus.
Para la posmodernidad el Yo se ha perdido en sí mismo, se dedica a la satisfacción de los
deseos más próximos como el sexo, las drogas. La satisfacción personal se convierte en el eje de la
sociedad, ya no es necesario pensar cuando el placer se hace patente y donde el consumo ha
permitido el culto al cuerpo; es necesario estar en forma, estar a la moda, conocer los hechos más
recientes para tener de que hablar y llenar el vacío de una nada donde hemos dejado de ser el
fundamento de la civilización. La posmodernidad es el reflejo de una crisis, hemos elevado un edificio
social sin cimientos. La existencia se ve perdida, nunca nos preguntamos qué somos, para qué
estamos, simplemente estamos, y cuándo intentamos hacer preguntas como esas, inmediatamente
somos distraídos por el mundo, por una ocupación, por una necesidad.
El hedonismo es la comprensión que rige nuestra sociedad, todos vivimos en el afán de
satisfacernos, de ser felices. Puede que aún conservemos algunas de las tradiciones del pasado, o
que aún tengamos ansias de nuevas experiencias, pero también hemos dejado de lado la esfera de
lo cultural, de la construcción a partir de identidad comunal. La posmodernidad nos lleva a cumplir
con las obligaciones como parte del proceso de satisfacción personal; en tanto que contribuimos a la
economía y política como una herramienta entonces ocultamos las preguntas a través de las
distracciones, de la misma forma como les sucede a los habitantes de un mundo feliz, concebidos
como individuos reemplazables que sólo tiene como fin ayudar a la estabilidad del sistema, sin
hacerse preguntas de índole existencial1. Coinciden los placeres de la civilización fordiana con la
posmodernidad, también la indiferencia hacia lo cultural, la intimidad, la religión y la autonomía.
De acuerdo con lo anterior, la obra literaria se ha convertido en la ventana al futuro, si hoy
buscamos la constante satisfacción de nuestros deseos, y nos concentramos en el consumo
entonces somos iguales que los ciudadanos del Mundo Feliz, estos se conforman con suplir las
necesidades y ocultar sus problemas a través de las drogas, el sexo, y el sensorama, tal como lo
hacemos en la posmodernidad donde coincidimos en las distracciones. ¿Acaso no son muy parecidos
estos dos mundos? Las similitudes no se hacen esperar, ya han saltado a la vista. Entonces cabe
concluir que definitivamente nos encontramos en los primeros años de Ford, ¡aún no somos felices
pero vamos en camino hacia ella! Paradójico se vislumbra la ruta de la humanidad, buscando
autonomía he individualidad, parecemos estar destinados a la dominación de nuestra naturaleza por
el ansia de una felicidad perpetua.
Bibliografía
HUXLEY, Aldous. Un mundo feliz. España: Plaza & Janes. 1995
LIPOVESKY, Gilles. Modernismo y posmodernismo. En La era del vacío. Barcelona: Anagrama. 1986
1 Cabe señalar que se hace referencia como ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿cuál es el carácter de mi exitencia?