El mercado de trabajo de las mujeres de los Países Andinos

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INFORMES EJECUTIVOS INSTITUTO DE ALTOS ESTUDIOS IDL AMG006 Avenida Caracas Nº 70ª 61 - Piso 4 PBX: (+571) 3483303 3142866 e-mail: [email protected] www.instituto-idl.com Bogotá, Colombia EL MERCADO DE TRABAJO DE LAS MUJERES DE LOS PAÍSES ANDINOS Elaborado por: El Instituto de Altos Estudios para la Integración y el Desarrollo Legislativo IDL República de Colombia - Bogotá D.C. El documento titulado “El mercado de trabajo de las mujeres de los países andinos”, publicado por el Consejo Consultivo Laboral Andino y la Coordinadora de Mujeres Trabajadoras Andinas (COMUANDE) presenta una visión respecto a la situación actual del mercado laboral para las mujeres de la subregión. Dentro de los principales aportes se destaca el hecho de que estudios realizados a nivel de la región de América Latina y del Caribe, coinciden en señalar que algunos de los efectos más importantes que afectaron el mundo del trabajo fueron la expansión acelerada del sector terciario y la informalización del empleo, con el consiguiente debilitamiento del poder de la negociación sindical, la creación de empleo desprotegido bajo modalidades de contratación temporal o a tiempo parcial, y un deterioro de los salarios reales. Como tal, la flexibilidad salarial debilitó la protección social de los trabajadores y trabajadoras de toda la región. Paralelamente a este proceso, se produjo un incremento sostenido de la tasa de participación y ocupación femenina, que se vio favorecida por una serie de factores socioculturales como la expansión de la educación básica, la reducción de las tasas de fertilidad, los cambios experimentados en las percepciones acerca de los roles tradicionales y las mayores aspiraciones de las mujeres en su desarrollo personal y profesional. Sin embargo, estos factores no modificaron sustancialmente el grado de segregación existente. En los países de subregión andina el empleo creció de manera importante y ascendente, pero gran parte de los empleos que se crearon tanto para varones como mujeres fueron en el sector informal. La participación de las mujeres en la actividad económica remunerada se ha in- tensificado, pero en condiciones más desventajosas que en el caso de los varones. En este sentido, la asignación de empleo de baja calificación, la

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EL MERCADO DE TRABAJO DE LAS MUJERES DE LOS PAÍSES ANDINOS

Elaborado por: El Instituto de Altos Estudios para la Integración y el Desarrollo Legislativo – IDL

República de Colombia - Bogotá D.C.

El documento titulado “El mercado de trabajo de las mujeres de los países andinos”, publicado por el Consejo Consultivo Laboral Andino y la Coordinadora de Mujeres Trabajadoras Andinas (COMUANDE) presenta una visión respecto a la situación actual del mercado laboral para las mujeres de la subregión. Dentro de los principales aportes se destaca el hecho de que estudios realizados a nivel de la región de América Latina y del Caribe, coinciden en señalar que algunos de los efectos más importantes que afectaron el mundo del trabajo fueron la expansión acelerada del sector terciario y la informalización del empleo, con el consiguiente debilitamiento del poder de la negociación sindical, la creación de empleo desprotegido bajo modalidades de contratación temporal o a tiempo parcial, y un deterioro de los salarios reales. Como tal, la flexibilidad salarial debilitó la protección social de los trabajadores y trabajadoras de toda la región. Paralelamente a este proceso, se produjo un incremento sostenido de la tasa de participación y ocupación femenina, que se vio favorecida por una serie de factores socioculturales como la expansión de la educación básica, la reducción de las tasas de fertilidad, los cambios experimentados en las percepciones acerca de los roles tradicionales y las mayores aspiraciones de las mujeres en su desarrollo personal y profesional. Sin embargo, estos factores no modificaron sustancialmente el grado de segregación existente. En los países de subregión andina el empleo creció de manera importante y ascendente, pero gran parte de los empleos que se crearon tanto para varones como mujeres fueron en el sector informal. La participación de las mujeres en la actividad económica remunerada se ha in-tensificado, pero en condiciones más desventajosas que en el caso de los varones. En este sentido, la asignación de empleo de baja calificación, la

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ocupación en trabajos auxiliares, así como la retribución salarial de las trabajadoras notablemente más baja que la de los trabajadores, han caracterizado al mercado de trabajo en general. Respecto al panorama general que se presenta en el documento, vale la pena destacar que en los últimos cinco años el Producto Interno Bruto (PIB) de la Subregión Andina ha crecido a una tasa promedio anual de 6,8% por encima al promedio de América Latina (2008: 5,4%), impulsados por Perú (7,6%) y Venezuela (10,4%) que registraron las tasas más altas para ese período. A partir del 2008, con la agudización de la crisis internacional se puede notar la desaceleración en el ritmo de crecimiento económico sobre todo en los países de Venezuela y Colombia, los cuales fueron los más afectados con la caída en los precios del petróleo. De igual forma, en este apartado del documento se efectúa un interrogante muy interesante y es ¿son los ingresos del trabajo los que aportan el mayor porcentaje de los ingresos de los hogares?, a lo cual se manifiesta que los salarios explican las dos terceras partes del ingreso total de los hogares. En Ecuador y Venezuela los ingresos del trabajo aportan el 84,9% y 85,2% y lo que corresponde a los salarios es alrededor de la mitad. En Bolivia representan el 82,3% y en Colombia y Perú el 79,5% y 72,5%, respectivamente; y el salario aporta alrededor del 45% de los recursos totales del hogar. En cuanto al crecimiento económico, se destaca que uno de sus principales logros ha sido la reducción de la pobreza, pues todos los países registraron niveles inferiores al 2002. En 2008, los países que más lograron reducir los niveles de pobreza fueron Perú y Venezuela. En el Perú, en el 2001 la pobreza afectaba a más del 50% de la población logrando reducir estos niveles en 18,5 puntos porcentuales al 2008 (36,2%), mientras que la pobreza extrema descendió de 24,4% a 12,6% para el período de la referencia. Venezuela es el único que tiene una tasa de pobreza que está por debajo del 30% y ha logrado reducir el nivel de indigencia a 9,9%, la tasa más baja de la subregión andina. Si bien en Bolivia más del 50% de su población vive en condiciones de privación y más del 30% se encuentran en situación de indigencia o pobreza extrema, esta ha descendido en 8,4 puntos porcentuales con respecto al 2002. En Colombia, se ha logrado disminuir la pobreza de 51,5% en 2002 a 42,8% en 2008 pero la situación de las personas que viven en condiciones más precarias, sin lograr cubrir sus necesidades de alimentación, no ha variado de manera significativa, apenas ha disminuido en 1,9 puntos porcentuales (22,9%). En Ecuador, la pobreza alcanza al

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39% de su población mientras que las personas que viven en condiciones de pobreza extrema representan el 14,2%, lográndose reducir en 10,0 y 5,2 puntos porcentuales con respecto al 2002. La persistencia en la precariedad de los empleos y el deterioro o estancamiento de los salarios reales que afecta al grueso de la población activa de la subregión andina impide que el crecimiento realmente se redistribuya. El siguiente cuadro muestra el porcentaje de hombres y mujeres que laboran en sectores de baja productividad. Todos los países han experimentado un incremento en la participación de los(as) ocupados(as) en estos sectores para los años correspondientes. Las mujeres tuvieron menos posibilidades de obtener mejores ingresos por su trabajo, de acceder a la seguridad social como salud o pensiones e incluso a otros derechos como el de asociación sindical.

Subregión Andina: Ocupados en sectores de baja productividad, áreas urbanas, hombres y mujeres

País

Años Áreas Urbanas

Mujeres Hombres

Bolivia 1989 2004

73,0 76,9

52,2 61,5

Colombia 2002 2004

75,5 77,9

56,9 63,4

Ecuador 1990 2006

60,4 62,7

50,4 53,1

Perú 1997 2003

69,0 71,4

53,5 57,4

Fuente: Panorama Social de América Latina 2008. CEPAL.

Si bien hay evidencias de mejoras en los principales indicadores laborales como el desempleo y en algunos casos se han reducido los niveles de subempleo visible, gran parte de los puestos de trabajo que se crearon han sido impulsados por sectores de baja productividad o en condiciones de informalidad donde los empleos se caracterizan por ser más inestables e inseguros, con salarios que no son suficientes para garantizar un nivel mínimo de subsistencia y con escasa o nula cobertura de protección social. Más del 50% de la población activa de las zonas urbanas está ocupada como trabajadores por cuenta propia o independiente, trabajador familiar no remunerado, en la microempresa y el servicio doméstico. Este es otro factor que contribuye a la desigualdad entre hombres y mujeres, ya que más del 60% de la fuerza laboral femenina está ocupada en estas

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condiciones y en algunos países como Perú y Bolivia los niveles sobrepasan el 70%. En varios estudios de la CEPAL se pone en evidencia que la falta de acceso a em-pleos de calidad es un factor determinante de la pobreza y desigualdades sociales que se reproducen a lo largo del tiempo y se reflejan en la elevada y persistente concentración del ingreso en la región de América Latina. Otro tema importante que se presenta en el contenido del documento es la tasa de participación de hombres y mujeres en la fuerza de trabajo, para lo cual se manifiesta que desde hace más de tres décadas la participación de la mujer en el mercado laboral se ha incrementado en forma sostenida. Esto quiere decir que las mujeres cada vez más permanecen activas por más tiempo y sin interrupciones. Según cifras de la OIT citado en Wirth (2002), revelan que en el año 2000 casi el 58% de las mujeres africanas eran económicamente activas, el 64% en Asia, el 46% en Latinoamérica y en el Caribe, el 69% en Europa y el 73% en Nor-teamérica. Se espera que para el 2010 los índices de participación de las mujeres en Latinoamérica y el Caribe aumenten un 4% alcanzando el 50%. Para los países de la subregión andina la participación femenina en la fuerza laboral ha tenido un comportamiento variable, pero creciente en el largo plazo, se han superado los niveles esperados, reduciéndose de manera continua la brecha existente en las tasas de actividad entre hombres y mujeres. En Venezuela la participación de las mujeres aumentó de 34,3% en 1989 a 50,7% en 2009; en Bolivia ya para el 2007 habían superado el 60%; en el Perú para ese mismo año, la tasa de actividad femenina había alcanzado su nivel más alto en 59,7%, aumentando en 12,2 puntos porcentuales en comparación al año 1989 que era 47,5%. En el caso de Perú, la tasa de actividad de las mujeres ascendió de 53,4% en 1980 a 70% en el 2008, respecto a Colombia, la tasa de actividad de las mujeres en 1980 era del 25,8% ascendiendo a 49,7% para el 2008. En sí, son varios los factores que han contribuido a este incremento, entre los más importantes que se suelen mencionar se encuentran la reducción en los niveles de fertilidad, el incremento en el nivel educativo de las mujeres, la caída en los ingresos reales de las familias y la pérdida de empleo formal sobre todo de los hombres. Hay una permanencia mayor de las mujeres en sus trayectorias laborales durante la época de mayor actividad reproductiva, tendencia por un lado a tener menos hijos, a retrasar la edad de los nacimientos como también la de asumir simultáneamente la vida laboral y las responsabilidades domésticas.

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En cuanto a la estructura del empleo de hombres y mujeres, en la actualidad, las mujeres representan más del 40% de la fuerza laboral de la subregión andina y más del 50% de la población considerada económicamente inactiva (PEI). Las diferencias entre hombres y mujeres en el mercado de trabajo remunerado son las que más se conocen y aunque las comparaciones entre países y en el tiempo aún son limitadas la mayor parte de los países comparten similitudes en los principales indicadores laborales. Las mayores tasas de subempleo y desempleo en las mujeres son indicadores de desigualdades de género que se mantienen a lo largo del tiempo. Pero una diferencia marcada está no sólo en la proporción de mujeres que conforman la PEI, que es cuantitativamente superior a la de los hombres, sino en su representación en los llamados quehaceres u oficios del hogar. Respecto a las diferencias salariales entre hombres y mujeres, vale la pena mencionar que las interrupciones en la trayectoria laboral de las mujeres y su menor inversión en educación (la escolar y la adquirida en el trabajo) es un factor de gran fuerza que explican la baja productividad de la mano de obra femenina y que luego derivan en salarios más bajos con respecto a los hombres. Se esperaría que las brechas salariales se redujeran para niveles educativos equivalentes; sin embargo, las diferencias salariales entre hombres y mujeres con las mismas calificaciones siguen siendo sustanciales. En conclusión, todos los países de la subregión andina han experimentado crecimientos en los índices de actividad económica de las mujeres, reduciéndose las brechas existentes entre hombres y mujeres. Además, se advierte una mayor permanencia en la fuerza de trabajo durante los años de edad fértil. Las mujeres representan más del 40% de la fuerza laboral y los varones superan el 70%. Otra tendencia son las diferencias en los porcentajes de participación en las actividades consideradas no económicas entre hombres y mujeres que refleja el lugar que ocupa la producción doméstica realizada casi mayoritariamente por mujeres. Los cambios que han venido operando en este contexto de flexibilización de las relaciones laborales y de intensificación de la competitividad basada en la reducción de los costos laborales, ha generado que disminuya la proporción de la fuerza laboral sujeta a formas de trabajo estable y con prestaciones sociales. Una buena parte de los empleos que se crearon llevaron a la población activa a engrosar el porcentaje de subempleados(as). Aún cuando se advierte que las mujeres son más susceptibles al subempleo, los varones tampoco han estado mejor situados, sin embargo las oportunidades de empleo han restringido su acceso al empleo asalariado y se han insertado en ocupaciones precarias.

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Las disparidades en las remuneraciones no pueden entenderse solo desde el punto de vista económico, referido a diferencias en las productividades del trabajo, en ello subyace la idea que las remuneraciones masculinas son suficientes para asegurar la existencia de la familia, la vida laboral de los varones es de por vida mientras que en la mujeres puede fluctuar entre la “inactividad relativa” o la actividad parcial por sus “compromisos biológicos” con el cuidado y las responsabilidades domésticas. Las mujeres suelen tener trayectorias laborales más discontinuas o una sobrecarga mayor por las presiones del trabajo doméstico no remunerado, será más fácil que acepten trabajos que no las alejen demasiado de sus hogares, a tiempo parcial y con horarios flexibles para que puedan atender estas demandas. En el caso de los varones todavía pueden mantenerse activos por más tiempo o cambiando de un empleo a otro. En general, la mayor presencia de la mujer en el mercado laboral se mueve dentro de un marco de segregación y discriminación que sostiene salarios más bajos en todos los niveles ocupacionales y en donde los puestos de mayor jerarquía siguen siendo limitados para la mayoría de las mujeres, aún para aquellas con niveles más altos de calificación.