.El Libro Egipcio de Los Muertos

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El libro egipcio de los muertos

El título "Libro de los Muertos" se debe a su primer editor y traductor, el egiptólogo alemán Karl Richard Lepsius, quien lo publicó en 1842 como “Das Todtenbuch der Ägypter”, aunque se dice también que el título procede del nombre que los profanadores de las tumbas dieron a los papiros con inscripciones que hallaron junto a las momias: Kitab al-Mayitun, en árabe, que significa "Libro del difunto". Su nombre original es Peri Em Heru “Libro para salir al día”, data de la época de Imperio Nuevo pero sus raíces se encuentran en los “Textos de las Pirámides” del Reino Antiguo. Se trata de los sortilegios y ritos funerarios egipcios más antiguos que existen hasta el momento y tradicionalmente se considera a Dyedefhor, famoso sabio y adivino, como su autor.

Según el Libro de los Muertos, cuando el difunto completaba con éxito la larga travesía por el inframundo, se encontraba con Osiris, el dios egipcio de los muertos. Aquí daba comienzo la escena de la psicostasis, o peso del alma. Ante la mirada atenta de 42 jueces divinos y del propio Osiris, el difunto era sometido a la más dura prueba, en la que el dios Anubis procedía a pesar su corazón –para los egipcios un símbolo de su conciencia y sede del alma– en uno de los platos de la balanza. En el otro, se colocaba la la pluma de Maat, símbolo de la justicia y la verdad. Otro dios, Thoth, actuaba como notario y dejaba constancia escrita del veredicto. Si el pesaje resultaba favorable al difunto, éste era recompensado con la vida eterna. Si, por el contrario, la balanza se inclinaba del lado desfavorable, el difunto era devorado por las fauces del temible Ammit, criatura de aspecto monstruoso, híbrido de león, cocodrilo e hipopótamo.

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Estas redacciones fueron creadas para ayudar a los difuntos en el paso hacia el otro lado y salir airosos del juicio de Osiris. El libro además contiene pasajes que auxilian a los muertos a reconocer los dioses que serían benefactores para su transición, para que puedan encontrar el rumbo en el camino de las 12 Regiones de la Duat, (el inframundo de la mitología egipcia) y poder llegar al fin al Aaru.

Para los egipcios, en el corazón se centraba la vida por ello 4 hechizos en el libro se especializan en la protección de este órgano. El sortilegio 23, por ejemplo, llamado “Apertura de la Boca”, pretende ayudar a recobrar los sentidos del difunto para su vida después de la muerte.

En la actualidad se han descubierto 192 capítulos pertenecientes al Libro de los Muertos, de los cuales el más renombrado es el nº 125, el Papiro de Ani, donde se redacta la “Fórmula para entrar en la sala de las dos Maat”, sitio donde el alma del muerto se presenta ante el tribunal de Osiris para que su corazón sea pesado. Maat era la diosa que gobernaba las leyes físicas, el orden del universo y la verdad. Disponía de una pluma de avestruz, que colocaba en uno de los platillos de la balanza donde se pesaba el corazón del difunto; si éste era más ligero que la pluma se le concedería la vida eterna en los campos de Aaru. Los campos de Aaru (Yaaru, Iaru, o Aalu), era el lugar paradisiaco donde reinaba Osiris, según la mitología egipcia. Se situaban al Este, generalmente, por donde se eleva el Sol. Y se describen como campos eternamente fértiles o una serie de islas cubiertas de cañas (campo de Juncos), similares al terrenal delta del Nilo: una zona de caza y pesca ideal. El lugar donde moraba Osiris también fue denominado, a veces, campo de ofrendas, Sejet Hetepet en egipcio antiguo.

En uno de los capítulos más extensos y complejos, se destacan las “Confesiones negativas” que el muerto declaraba ante los dioses para justificar sus acciones en vida, detalle que marca fehacientemente la importancia que la moral tenía para el pueblo egipcio. Pero la vida nueva, que comienza después de un juicio favorable no es, al principio, mejor o más espiritual que la vida en la tierra. El justo sigue siendo un caminante en un viaje largo y difícil para lograr alcanzar la dicha y seguridad en los fértiles campos de Aaru. En este viaje estaba expuesto a múltiples peligros y, para evitarlos, el espíritu del difunto dependía de la energía y conocimientos que hubiera adquirido en la vida pasada, así como de las palabras mágicas registradas en el libro de los muertos.

Además necesitaba la ayuda proporcionada por los parientes y amigos que aún vivían en la tierra, pues eran ellos los que aseguraban la conservación de su cadáver para que él pudiera volver y utilizarlo como tumba indestructible, hogar y abrigo de su Ka, necesitando alimento y bebida para su sustento, rezos y sacrificios para su salvación, de la misma forma que mantener su recuerdo inscribiendo en los muros de la tumba, o en rollos de papiro, capítulos del libro de los muertos, introducidos también entre los vendajes de su cuerpo momificado.