El Iniciador
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KRIGER
El arte de tapa es del artista plástico Pablo Racciopi
SUMARIO STAFF
el iniciador es una publicación de
1 EDITORIAL
7 ¿QUE CAPITALISMO TENDREMOS?Benjamin Barber
10 LA SOCIEDAD SIN ALTERNATIVAS
FG Marin
21 ENTREVISTA A JUAN CARLOS PORTANTIERO
27 CHILE, REFORMAS Y DESPUÉS. LA EXPERIENCIA DE LA CONCERTACIÓN
Alejandro Rossi
36 RESEÑA DE “LA INVENCIÓN DEL PUEBLO” DE EDMUND MORGAN
Facundo Bey
40 RESEÑA DE “LA CONTRADEMOCRACIA” DE PIERRE ROSANVALLÓN
Facundo Calegari
43 SECTARISMO
Avishai Margalit
56 SENDEROS DE GLORIA Y TEMPESTADES DE ACERO. ADIÓS A TODO ESO
José Miguel Esteban
63 FILOSOFÍA ES FILOSOFÍA, POLÍTICA ES POLÍTICA
Paulo Ghiraldelli Jr.
66 REFLEXIONES SOBRE LATINOAMÉRICA (DOSSIER)Centro de Análisis e Investigación Política (Chile)
78 ESTRATEGIAS DE LECTURA EN EL NOTICIERO CINEMATOGRÁFICO ARGENTINO
Clara Kriger
89 ULTIMA PÁGINA / VISIÓN PRODUCTIVA Y NEODESARROLLISMO
Maristella Svampa
DirectorGabriel Palumbo
Coordinacion Generalsabrina ajmechetmartín waserman
Editoressabrina ajmechet
facundo beyfacundo calegariezequiel paura
gastón vegamartín waserman
www.ciudadaniaydemocracia.org
STAFF
1
el iniciador/ 1editorial
Gabriel Palumbo
La experiencia democrática, en búsqueda de su amplitud, puede tornarse problemática. Tanto en
el sentido teórico como en el práctico, si la democracia se experimenta como una forma vital más
que como un conjunto de procedimientos o metodologías de selección, el ejercicio político propio de
la democracia se revela esquivo, complejo, incoherente e inquietante. A estas complejidades se le
suman además, los tintes nacionales, locales y regionales propios de la historia, las tradiciones, los
conflictos y sus intentos de resolución.
La intención de El Iniciador en éste número, que con un poco de fortuna tomará la forma de un
extendido ensayo de interpretación, es reflexionar sobre aspectos del presente de la democracia
Argentina problematizando la tensión existente entre la narración centrada en las formas nacional
populares y los intentos por considerar la mirada desde la izquierda democrática como una posi-
bilidad. Una segunda dimensión, siempre presente en las preocupaciones reflexivas de Ciudadanía
y Democracia gira en torno a la inclusión de la Argentina en un universo amplio, el Americano,
universo al que imaginamos reconociendo particularidades al tiempo que se construyen puentes
para vincular perspectivas, sumar miradas, reunir actores, entre un mundo hispanoamericano y
una realidad marcada por otras tradiciones. Hacer esto sin caer en excesos de provincialismo y sin
desestimar temperamentos culturales y simbólicos particulares, es un desafío. Visto de este modo,
el mundo Americano convoca discusiones políticas importantes, reuniendo esquemas interpretativos
disímiles y hasta contradictorios.
Para hacer frente a esta discusión es hace necesario, establecer, primeramente, una breve digresión.
En los últimos años se ha extendido, tanto en ámbitos políticos como intelectuales y académicos,
una estrategia de legitimación para la narración histórico presente que tiene al populismo como su
centro de gravedad conceptual. Estas consideraciones toman al populismo casi como un sinónimo
de democracia en su versión Latinoamericana y estrechan la experiencia democrática en los límites
políticos derivados de esa opción teórico-práctica.
Más allá de las prestigiosas personalidades que reavivan el debate periódicamente y de sus innumer-
ables continuadores locales, y reconociendo además, la inevitable resemantización a la que siempre
es sometido (como todo tópico en nuestras disciplinas), el concepto de populismo se ha instalado
centralmente en la explicación del proceso político Argentino y Latinoamericano.
El uso del término, su escenificación y sus derivaciones político académicas han terminado por
constituir al populismo más como un “genero” que como una explicación satisfactoria. El exceso de
asimilación entre populismo y democracia ha obturado, en gran parte por defecto de otras presencias
argumentativas, la discusión acerca de la democracia, sus matices, sus condiciones plurales de expli-
cación. El populismo como “marca” terminó siendo el aleph por el que necesariamente hay que pasar
para poder hablar de la democracia, sin permitir discutir seriamente si éste podría comprenderse
como complementario al ejercicio democrático, si resulta finalmente un impugnador o si
diciembre de 2009
RELACIONES PELIGROSASNACIONALISMO POPULAR E IZQUIERDA DEMOCRATICA,
UNA NUEVA FORMA DE NARRAR UNA TENSION ANTIGUA
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el iniciador/ 1
solamente se trata de un pobre concepto de la
sociología política.
Estas explicaciones populistas de la democracia,
con todo y por mucho que pretendar ganar cen-
tralidad, no constituyen el problema fundamen-
tal de nuestras democracias, ni en términos de
ideas y conceptos ni en el terreno de las prácti-
cas. Para intentar retomar lo prometido habrá
que cifrar estas explicaciones como subsidiarias
de otra morfología argumentativa de orden su-
perior como la llamada nacional popular, para,
a partir de allí explorar las tensiones existentes
frente a la experiencia de la izquierda democráti-
ca.
Lo nacional popular, independientemente de sus
borrosos límites, resulta una manera, un estilo,
bien definido, claro y también sugerente de nar-
rar la historia política.
Juan Carlos Portantiero, en un artículo de 1991,
publicado en Nueva Sociedad, refiere claramente
la filiación Gramsciana del término nacional-
popular y lo sitúa en una estrecha vinculación
con otros conceptos fundamentales del pen-
sador italiano derivado, indudablemente, del
difícilmente aprehensible concepto de voluntad
colectiva nacional que Gramsci reinscribió desde
Maquiavelo.
En ese mismo trabajo Portantiero historiza y
sigue los pasos teóricos de lo nacional popular
en clave latinoamericana señalando que en esta
versión el concepto no se deriva tanto del pensa-
miento Gramsciano como del de Lenin y Stalin,
provocando una alteración del sentido “social-
ista” propuesto por Gramsci y coincidiendo, en
la teoría y en la práctica con una opción de corte
populista.
La versión del concepto de lo nacional popular
que surgida en las décadas de asimilación de las
lecturas revolucionarias por parte de los pen-
sadores argentinos y con pocas intervenciones
críticas nos acompaña hasta hoy se define mucho
más por la persistencias de rasgos paternalistas,
organicistas y estatalistas (Portantiero, 1991:
156) que por sus componentes reformistas o
revolucionarios. Las características peculiares
del proceso de modernización argentino marca-
do por Germani, la presencia de nuevos sujetos
sociales, la pervivencia de ejercicios arcaicos y
modernos en plena convivencia, hicieron que las
formas de integración política propias del mov-
imientismo nacional popular resultaran las más
eficaces al momento de delinear las estructuras
de funcionamiento del orden social.
La recuperación en el presente de los rasgos
políticos de lo nacional popular remite entonces,
inexorablemente, a la recuperación de este tipo
de tradiciones, rutinas, formas de legitimación y
delimitaciones discursivas. Sin caer en la tent-
ación de la investigación histórica, resulta nec-
esario marcar por un lado los matices que deben
advertirse al momento de examinar los caminos
de lo nacional popular, con presencias de pensa-
dores tan disímiles como Jorge Abelardo Ramos
y Arturo Jauretche. Por otro lado, resaltar las
cualidades peculiares que en nuestro país ad-
quirió la relación entre el pensamiento nacional,
el marxismo y el movimiento peronista.
Estas menciones nos son útiles para retomar el
itinerario inicialmente planteado para este en-
sayo, y definir, pagando cierto tributo al esque-
matismo, las concepciones centrales y genéricas
del temperamento nacional popular.
3
En primer lugar, un rasgo destacado es el de la
crítica a las formas europeas y norteamerica-
nas de percibir y narrar lo político. Desde este
punto de vista, el ejercicio de pensamiento con
categorías nacidas en Europa es asimilado como
una suerte de colonización y, al mismo tiempo,
una suerte de enmascaramiento de la verdadera
problemática nacional. Este punto se ve reforza-
do por un fuerte impronta antiliberal, una mar-
cación fortísima de las identidades tradicionales
de la cultura mestiza, un sentimiento de un con-
vencido antioligarquismo y, por último una po-
tente invocación antiimperialista refenciado en
el énfasis contrario y negativo frente a todo lo
“norteamericano”.
La deriva lógica, política y conceptual de lo ante-
rior se presenta bajo la forma de una idealización
latinoamericana como herramienta de resisten-
cia frente a los poderes centrales e imperiales.
El cuadro se completa, obviamente, con un juego
de símbolos que refuerzan la visión. Simbología
estética, construcción de personajes a la manera
de héroes y, como no puede ser de otro modos,
divulgadores intelectuales.
A lo largo del siglo XX y con las presencias ac-
tuales el pensamiento nacional popular pujó por
hacerse presente tanto en partidos políticos in-
stitucionalizados al modo tradicional como en las
emergencias de sujetos políticos con algún grado
de novedad. Tanto los llamados movimientos na-
cionales de los principios de la vida institucional
latinoamericana como el APRA Peruano, el Var-
guismo Brasilero y el Peronismo Argentino, como
la irrupción tras la implosión identitaria de esos y
otros referentes tradicionales, de los movimien-
tos sociales han visto argumentadas, con mayor
o menor éxito, sus prácticas, sus objetivos, sus
simbologías desde la posición nacional popular.
Lo nacional popular, en tanto lenguaje político
latinoamericano nació y se desarrollo como un
lenguaje político ajeno a la presencia social-
ista y se ha terminado por consolidar como un
práctica centrada en la estatalidad (siempre se
constituyó desde un capitalismo de estado sin
vocación alguna por terminar con sus carac-
terísticas económicas principales), con fuerte
presencia localista y regional como modo de en-
frentamiento al proceso de mundialización.
No es sencillo ensayar una definición que com-
plete la apelación “izquierda democrática”. Un
primer intento, precario, para acercarse, podría
ser entender a la izquierda democrática como el
conjunto de prácticas y de ideas (entendidas en
el sentido Deweyno, como líneas para la acción)
que combinan la tradición igualitarista propia de
la izquierda tradicional con un sentimiento vigoro-
samente vinculado a la experiencia democrática
como forma vital, más allá de metodologías y
rutinizaciones institucionales.
Por escueta y sencilla esta definición provisoria
exime a rapsódicas presencias que habitan in-
dudablemente dentro de ella. Son amplios los
matices que podemos encontrar dentro de la
familia izquierda democrática. Conviven allí lo
que comúnmente la academia ha denominado
de modo esquivo como habermasianismo de iz-
quierdas, las presencias pragmatistas de Rich-
ard Rorty, las vivas colaboraciones de la tercera
generación de Frankfurtianos como Axel Honnet
o Hans Joas, el más clásico igualitarismo Rawl-
siano y el increíble ingenio de Sloterdijk. Estas
y otras tradiciones están presentes en lo que
denominamos izquierda democrática, por com-
partir los dos sentimientos iniciales y por formar
parte de un quantum de literatura que aborda
los problemas derivados de las dificultades in-
telectuales generadas por la convivencia política
en registro democrático.
Es en este sentido que las presencias de familias
de teorías ayudan a pensar, sin agotarlas, las po-
sibilidades de la izquierda democrática. Tanto el
republicanismo, como el liberalismo y el comu-
nitarismo se presentan, no sin tensiones, como
prácticas argumentativas relacionadas con lo
que llamamos izquierda democrática y más allá
de sus diferencias, ricas y sumamente suger-
entes, conviven aportando énfasis en lo que se
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constituye en el elemento unificador, su principal
objetivo de garantizar libertades y fomentar au-
tonomías.
Las conceptualizaciones propias de la izquier-
da democrática, las que se emparentan con el
principio de ciudadanía y su ampliación prác-
tica y teórica se encuentran afectadas también
por el hilo conductor de una preocupación por
desencializar las discusiones, evitando mira-
das dogmáticas y favoreciendo actualizaciones
permanentes del debate público y de los nudos
problemáticos.
Así las cosas, y fundamental y afortunadamente
anclados en la aceptación irrestricta de la de-
mocracia, las distintas familias teóricas convo-
cadas por la izquierda democrática no convocan
el mismo consenso al momento de establecer los
“tipos” de democracia. Hay que reconocer, y será
valido detenerse brevemente en ello, una ver-
sión liberal, una republicana y una comunitarista
de la democracia, todas cobijadas bajo el apela-
tivo común de izquierda democrática.
En el primero de los casos, la habitualidad ha
hecho de la definición por la definición individu-
alista, un fuerte tópico. Con todas las discusio-
nes que propone la concepción individualista
es reconocible su presencia en la opción liberal
democrática acompañada por un énfasis claro
en las libertades individuales y en la precaución
sobre lo estatal. La versión republicana aparece
como la opción más cercana al igualitarismo, al
solidarismo y, especialmente a la participación
ciudadana. Mientras tanto, la democracia comu-
nitarista, en cambio, hace del reconocimiento su
principal aporte teórico y lo vincula fuertemente
con la presencia en las sociedades de culturas o
subculturas, portadoras de signos, lenguajes y
prácticas que deben ser rescatadas, valoradas y
sostenidas en el marco del pluralismo democráti-
co.
En definitiva, y más allá del reconocimiento de
los matices que pueden establecerse, la izquier-
da democrática puede sostenerse sobre ciertas
bases conceptuales, la ciudadanía, la sociedad
civil, el imperio de la Ley, y sobre bases pro-
gramáticas, la libertad como potencializadora de
las oportunidades en el sentido dahrendorfiano,
el reconocimiento de la necesidad de mantener,
reinscribiéndolo, el sentido de la individualidad,
la búsqueda de la cualificación de la participación
y la necesaria posibilidad de combinar y hacer
convivir a los derechos del individuo con la pre-
tensión de igualdad.
Las ligeras descripciones realizadas sobre las
formas teóricas que constituyen el interés de
este ensayo permiten establecer ciertas relacio-
nes, complejas y difusas, entre el pensamiento
nacional popular y la izquierda democrática.
Esto indudablemente revela su importancia cu-
ando el intento del pensamiento se orienta a
fortalecer las democracias del sur del continente
desplegando un temperamento crítico acerca de
nuestras democracias del presente que permita
avanzar en reformas sociales y políticas evitando
atavismos sin reducir la relevancia de la capaci-
dad instituyente del conflicto y sin minimizar lo
político realzando únicamente su faz agonal.
En términos teóricos, la relación aparece bajo la
forma de una irreductible oposición. Tanto si se
lo describe desde el propio pensamiento marxia-
no o de izquierdas convencionales o tradiciona-
les cómo si se lo mira desde las potencialidades
liberales o republicanas, los conceptos de lo na-
cional popular nos guían hacia resultados con-
servadores. La aplicación política de los postu-
lados teóricos se revela como un obstáculo para
las formulaciones institucionales de la izquierda
democrática, tanto en términos internos como
externos. Voluntad popular frente a imperio de la
legalidad, movimientos sobre partidos políticos
institucionalizados, nación y pueblo enfrentados
a ciudadanía, son solo ejemplos de este ejercicio
oposicional.
En términos políticos, en cambio, no podemos
darnos el lujo, a menos que efectivamente crea-
mos (por imperio de la metafísica o el autorita-
rismo) en la posibilidad de negar la presencia del
5
otro “in toto”, de sugerir una opción teórica por
sobre otra. La convivencia, la hospitalidad y la
tolerancia se reavivan para ayudar a reconocer
que la coexistencia de estas formas de pensar lo
social y lo político figuran entre nosotros y per-
viven y perduran.
Esta convivencia, antigua y renovada episódica-
mente a la vez, coloca a quienes ejercen la re-
flexión y a quienes toman decisiones políticas en
la responsabilidad de sugerir narraciones sobre
el presente y el futuro.
En este camino, las diferencias de énfasis, las
prioridades discursivas y prácticas, la aplicación
de determinadas políticas públicas, conforman
una verdadera cartografía de las opciones que
eligen tomarse.
De todas formas, aceptar la convivencia no nos
abstiene de formular expectativas, sugerir itine-
rarios, pensar escenarios. Tomando esa respon-
sabilidad es que propongo este ensayo como
situado en el lugar en que el sujeto político que
habría que pensar y concebir reconoce su cen-
tro en la relación planteada entre la construcción
subjetiva y la política como
espacio decisional concreto,
es decir, que creo en la fe-
cundidad de darle a la so-
noridad “sujeto político” la
tonalidad de una persona
o un conjunto de ellas en
situación política concreta.
Creo que para tratar adec-
uadamente el estudio de la
relación entre la ciudadanía
(sujeto político, politizable
o a politizar), el Estado y la
construcción democrática
es necesario reinscribirlo
desde la perspectiva según
la cual las cosas, los actos,
incluso aquello que llama-
mos lo social, resulta ser como es por la relación
que establecen con las demás cosas y que la me-
jor opción que tenemos es la de pensar el mundo
social como lo que se sostiene sobre la constan-
cia del cambio, como un flujo relacional que,
marcado por la contingencia, vuelve nuestros
actos tan importantes como flexibles y móviles.
Pensando de este modo llegaremos a la necesi-
dad de repensar los vínculos entre la ciudadanía
y la política ya no desde categorizaciones tales
como crisis orgánicas, de representación o de los
sistemas de partidos sino como un mucho más
complejo reconocimiento de la inestabilidad de
los lazos de legitimación.
Dicho de otro modo, ya no parece posible que las
opciones políticas descansen sobre una legitimi-
dad ganada por compartir una serie de visiones
del mundo o ideologías. Esto no quiere decir que
no existan formas reflexivas colectivas sobre los
problemas, lo que en realidad indica es que esos
posicionamientos no son inmutables, no remiten
a procedimientos ligados a un supuesto orden
racional y lo que es aun mas importante, no su-
ponen una linealidad o universalización de de-
seos posteriores fácilmente deducibles.
Si los sujetos políticos son vistos de este modo
entonces la política
como acción y las
ideas que giran en
torno a ella necesi-
tan de mucha más
creatividad y agi-
lidad de la que han
demostrado hasta
ahora.
Quienes hacen de
la política su activi-
dad central deberán
abandonar la idea
de ciudadanos con
puntos o referencias
fijas. Esto sugiere,
por lo demás, un
escenario en donde
las formas de la representación y de la legitimi-
dad se encuentran en una permanente revisión.
En este sentido las formas de organización de
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el iniciador/ 1
las estructuras partidarias o de representación
político electoral deben entrar en un proceso
de discusión que termine por alivianar el peso
de estructuras preexistentes permitiendo la in-
corporación de distintos espacios sociales en la
búsqueda de poder político concreto reflejado en
espacios de intervención.
Las instituciones de la democracia deben recu-
perar la centralidad del sujeto como portador de
derechos como reflejo especular de su actuar sin
los prejuicios antiliberales que tanto daño han
producido en Latinoamérica.
Llegados hasta aquí, es justo decir que, obvia-
mente, la diferencia está marcada por el énfasis
democrático y también porqué no, en la luchas
por las definiciones y los atributos que rodean
su presencia.
En última instancia, éste ensayo habrá cumplido
su breve propósito editorial si alcanzara a prob-
lematizar desde la democracia, más bien desde
la práctica democrática, frente al pensamiento
nacional popular.
Claramente instalado en una de las opciones no
se me hace posible ni deseable negar la otra,
pero con el mismo vigor promuevo la necesidad
de pensar en que las ideas tienen consecuencias
y que la situación del presente democrático ar-
gentino es subsidiario, en parte, de la discusión
presente en este trabajo. Incluso más, la propia
posibilidad de inscribir una América en términos
de colaboración y vínculo tiene como tela de fon-
do el espíritu de nuestra discusión.
En otro sentido, aunque ciertamente lo siento
complementario, propongo pensar en la preocu-
pación compartida por hombres de acción políti-
ca y por personalidades del pensamiento, por
gente como Theodor Heuss, primer presidente
de la República Federal Alemana, y por filósofos
como Avishal Margalit. Por un lado, saber que
la democracia necesita demócratas y por el otro
sostener la dignísima búsqueda de una sociedad
decente, una en que las instituciones no nos hu-
millen.
7
Mientras los Estados Unidos entran en la época
de esperanza de Barack Obama, se desarrolla
una fuerte discusión sobre el espíritu del capi-
talismo. ¿Podrá el sistema de mercado, de una
vez por todas, funcionar para los individuos? ¿O
continuará sirviéndose a sí mismo?
George W. Bush planteaba que la crisis “no es
una falla del sistema de mercado libre, y que
la respuesta no es tratar de reinventar aquel
sistema”. Estando muy lejos de poder plantear la
muerte del capitalismo, el filántropo George So-
ros acierta al afirmar que “hay algo fundamen-
talmente erróneo” en la teoría
del mercado.
La cuestión aquí no es la muerte
del capitalismo, sino qué tipo de
capitalismo queremos, con qué
forma de relacionamiento con la
cultura, con la democracia y con
la vida cotidiana.
El equipo económico del Presi-
dente Barack Obama parece
decidido a reasegurar lo existente en materia
económica, más que a innovar. Sencillamente,
arreglar lo que está roto. Pero aún de tener éxi-
to, ¿Estarían haciendo algo más que restituir el
capitalismo al statu quo anterior, resucitando to-
dos los defectos que llevaron hacia la debacle?
El plan de Obama, anunciado hace poco tiempo,
contiene pasos técnicos en el sentido correcto
y tiene la virtud de trabajar en pos de los más
necesitados, para los poseedores de hipotecas
domésticas y los trabajadores en situación vul-
nerable, y no para aquellos que se encuentran
liderando el sistema financiero. Pero los medios
por los cuales se busca solucionar la crisis siguen
siendo el aumento de la demanda y las claves
continúan basándose en que la gente gaste su
dinero.
Es muy difícil percibir algún movimiento hacia
una redefinición sistemática del rol del mercado
en nuestra sociedad.
No hay nadie que esté cuestionando el impulso
para rehabilitar el mercado de consumo como el
conductor de la economía norteamericana.
Economistas y políticos de todos los espectros
ideológicos continúan insistiendo en que el de-
safío es elevar la demanda interna.
En una economía que se ha vuelto dependien-
te del consumo interno hasta
alcanzar niveles del 70% del
producto bruto interno, com-
pradores que no compran y
consumidores que no con-
sumen son la antesala del de-
sastre. Pero es imprescindible
prestar atención no sólo a los
devenires del consumo sino
también, y especialmente, al
espíritu del capitalismo.
La crisis en el capitalismo global demanda una
revolución de espíritu –cambios fundamentales
en actitudes y comportamientos. Las reformas
no pueden apresuradamente empujar a padres e
hijos a comprar en los shopping, sino que deben
alentarlos a que gasten menos, a que ahorren en
lugar de consumir.
¿Qué pasaría si se penalizara el uso del carbón
mediante impuestos a la gasolina, para que
cueste U$4 sin importar el precio de mercado,
refrenando a los grandes consumidores de nafta
al tiempo que se promueve un transporte público
eficiente?
¿Y qué tal suena la idea de darles a los producto-
Benjamin Barber¿QUE CAPITALISMO TENDREMOS?
El Iniciador agradece al Profesor Barber la autorización para la publicación en español del presente artículo.
diciembre de 2009
Traducción del inglés de Sabrina Ajmechet
8
el iniciador/ 1
res incentivos para solucionar problemas reales,
aún cuando los necesitados estén cortos de efec-
tivo, en lugar de crear falsas necesidades para
los ricos sólo porque ellos tienen dinero para ga-
star?
O aún mejor, creámosle al falso aviso de Mas-
tercard, y consideremos todas las cosas que el
dinero no puede comprar (¡la mayoría de las
cosas!). Cambiemos algunos hábitos para recu-
perar el balance entre cuerpo y alma.
Es tiempo, finalmente, para que los encargados
del gobierno en las áreas de arte y humanidades
promuevan el pensamiento creativo, dentro de
la administración y a lo largo del país. Es tiempo
para que brinden fuertes apoyos financieros para
enseñarles a los jóvenes la dicha y el poder de
la imaginación, de la creatividad y de la cultura,
para transformarlos en hacedores y espectado-
res más que en consumidores.
La recreación y las actividades físicas piden
parques y bicisendas, no complejos de cines
gigantescos y shoppings. ¿Y por qué la nueva
tecnología de comunicación ha sido dejada
casi completamente en manos de la iniciativa
privada? Su arquitectura es democrática, y su
potencial de red es profundamente social. Sin
embargo, en la mayoría de los casos ha sido re-
galada al ámbito privado y comercial en lugar
de destinarla a fines educativos y culturales. Sus
posibilidades democráticas y artísticas deben ser
exploradas, incluso subsidiadas.
Por supuesto, mucho de lo que es necesario ha-
cer no puede ser solucionado solamente medi-
ante políticas estatales, o por un paquete de es-
tímulos y nuevas regulaciones. Un ethos cultural
diferente tiene que ser la apuesta.
Por demasiado tiempo nuestras instituciones pri-
marias –desde la educación hasta la publicidad,
desde la política hasta el entretenimiento- le han
dado un lugar estelar al consumo por sobre cu-
alquier otra cosa, incluso al precio de infantilizar
a la sociedad. Si los espíritus han de tener una
oportunidad, deben unirse a la revolución.
El camino hacia una transformación de este tipo
será empinado, ya que es probable que alargue
la recesión. Se le pedirá a los capitalistas que
creen nuevos mercados en lugar de explotar y
abusar de los existentes; que comiencen inver-
siones y negocios que generen puestos de tra-
bajo y que ayuden a crear nuevos consumidores,
personas que compren cosas útiles que los capi-
talistas harán una vez que le presten atención a
las necesidades reales (¡Intenten purificar agua
contaminada en el Tercer Mundo en lugar de em-
botellarla en el Primero!)
La buena noticia es que la gente ya está gastan-
do menos, está esperando a ganar para recién
luego comprar (utilizando aquella antigua met-
odología) y sintiéndose feliz sin moratorias. De
repente, las tarjetas de débito pasaron a ser el
plástico preferido. Los padres se están rebelando
contra aquellas marcas que tratan a sus niños de
4 años como futuros consumidores. Los adultos
están cuestionando las identidades de las mar-
cas y la infantilización que hacen de sus gustos.
Están todos allí afuera enfrentándose a los políti-
cos, quienes aún son adictos al crédito como una
cura total para la crisis económica.
¿Y Barack Obama? Elegimos un presidente com-
prometido con un cambio profundo. En lugar de
revertir el lío en el que estamos, ¿Por qué no
buscar una salida que sea diferente?
¿Qué pasaría si Obama comprometiera a los Es-
tados Unidos a reducir el gasto del consumo, que
hoy representa un 70% del producto bruto inter-
no, y llevarlo en los próximos diez años al 50%,
cifras similares a las de Alemania? Los alemanes
tienen un estándar de vida considerable y una
igualdad mucho mayor que la norteamericana.
Imaginemos todas las cosas que podríamos hac-
er sin tener que comprar: jugar y rezar, crear
y relacionarnos, leer y caminar, escuchar y pro-
crearnos –hacer arte, hacer amigos, hacer ca-
sas, hacer el amor.
Hay momentos épicos de la historia, a menudo
catalizados por catástrofes, que permiten cam-
9
bios culturales fundamentales. La Guerra Civil no
sólo terminó con la esclavitud sino que también
logró unir a un país herido al tiempo que abrió
Occidente y estimuló la inversión capitalistas en
formas que crearon la nación norteamericana
moderna. La Gran Depresión legitimó una expan-
sión radical del intervencionismo democrático, y
aún más importante, le demostró a los norteam-
ericanos lo crucial que son la equidad y la justicia
social para la supervivencia de Estados Unidos
en tanto democracia.
Hoy nos encontramos en otro momento capital.
¿Lo utilizaremos para repensar el sentido del
capitalismo y la relación entre nuestros cuerpos
materiales y la psiquis espiritual a la cual de-
berían servir? ¿Entre el consumismo que hemos
dejado que nos domine y el pluralismo, la het-
erogeneidad y el espíritu que constituyen nuestro
profesado carácter nacional?
Obama definitivamente inspira a muchos jóvenes
a pensar más allá que en ellos mismos. La con-
vergencia de su elección con el colapso global de
la economía del crédito marca un momento en el
que el cambio radical es posible.
Pero necesitamos del liderazgo de nuestro nuevo
presidente para transformar el desastre económi-
co en una oportunidad cultural y democrática;
para hacer del servicio para los otros algo tan
importante como lo es el egoísmo (¿Qué les pa-
recería un programa nacional de servicio, uni-
versal y obligatorio, unido a la educación?); para
hacer las necesidades del espíritu tan valederas
de respeto como aquellas del cuerpo (ayudar a
los artistas y no perseguir a la religión para que
desaparezca del espacio público sólo porque la
queremos fuera del City Hall); para hacer de la
igualdad algo tan importante como las oportuni-
dades individuales; para hacer que prudencia y
modestia sean valores no menos loables que es-
peculación y arrogancia (ahorrar no es sólo una
buena política económica, es un estado de ánimo
beneficioso).
Semejantes valores no son conservadores ni
liberales, sino cosmopolitas y profundamente
estadounidenses. Su restauración podría inau-
gurar una gran revolución. La lucha del espíritu
del capitalismo es, pues, la lucha entre el cuerpo
económico de la nación y su alma cívica, una lu-
cha para situar al capitalismo en su lugar debido,
allí donde sirva a nuestra naturaleza y necesi-
dades en lugar de manipular y fabricar caprichos
y necesidades.
Salvar al capitalismo conlleva una revolución del
espíritu. ¿Está el nuevo Presidente a la altura de
las circunstancias? ¿Lo estamos nosotros?
BENJAMIN R. BARBER | Distinguido academic miembro
de Demos, autor de “Jihad vs. McWorld and Consumed: How
Markets Corrupt Children, Infantilize Adults and Swallow Citizens
Whole.”
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el iniciador/ 1
La “sociedad sin alternativas” parece ser el rasgo
distintivo del nuevo orden global. Siguiendo los
razonamientos de Norberto Bobbio, podemos
decir que la crisis de las ideologías, la variabi-
lidad de los criterios de juicio ético, el complejo
carácter técnico de los problemas políticos ac-
tuales, el pluralismo socio-étnico, la dispersión
de la denominada “esfera pública” propiciada por
los mass media y la segmentación de las afili-
aciones sociales, esto sin olvidar el surgimiento
e impulso de la denominada tercera vía (que
pretende ser la síntesis histórica de los proyec-
tos antitéticos de liberalismo y comunismo, rep-
resentados por el liberalismo social, liberal-so-
cialismo o el socialismo-liberal), la irrupción de
movimientos colaterales –a nivel local, regional
y mundial de defensa del medio ambiente, de los
derechos humanos, civiles, políticos y culturales-
, la constitución de las identidades emergentes
–la identidad europea e india, verbigracia-, la
consolidación del capitalismo global, la economía
de mercado en cuanto modelo predominante del
desarrollo económico, la democracia represen-
tativa de masas en tanto paradigma de orga-
nización política y la planetarización de los va-
lores de la american life como pauta de la vida
civilizada, legan a las sociedades del siglo XXI
una ciudadanía transversal, carente de cualquier
tipo de compromiso socio-político, un intelectual
desarraigado de toda forma de militancia par-
tidista o social y una clase política ambidextra
regida por la pragmática del marketing político.
Situación que desvanece los espacios de con-
strucción, discusión y constitución de consensos
políticos sobre el proyecto socio-histórico, en las
comunidades locales del mundo globalizado.
En este contexto, las tradicionales coordenadas
de orientación que guiaban el análisis y la in-
tervención política son erosionadas de manera
paulatina hasta agostar las opciones históricas a
dos tendencias, presuntamente irreductibles en-
tre sí, a saber: por un lado, el equívoco retorno
a las fórmulas del pasado que ya probaron su
fracaso –razón por la cual se encuentran entre
los múltiples desechos del tiradero de la histo-
ria- y, por otro lado, la suscripción sin embages
a los alquímicos dictados de la ortodoxia político-
económica y cultural que impulsan los derrote-
ros de las sociedades contemporáneas hacia el
futuro histórico (representado por la emergente
unidimensionalidad socio-económica y política
del presente), único medio para participar del
festín del mundo desarrollado. En tal esquema,
sin embargo, la primera opción no significa alter-
nativa viable ninguna, puesto que representa el
dogmatismo doctrinario y la reinstalación de los
autoritarismos de Estado, en el ámbito interpre-
tativo y de gobierno, de manera respectiva. Para
los detractores, los modelos del Estado de Bien-
estar, la consolidación de los mercados internos,
la regulación estatal de la economía, la defensa
de las soberanías nacionales, la protección de
las reservas energéticas locales y los programas
de desarrollo social son tanto obstáculos para la
consolidación de los nuevos paradigmas de cre-
cimiento económico vigentes en el orbe, como
pesados lastres del pasado que detienen el cuali-
tativo salto histórico de los pueblos. Pues como
afirma Alberto Acereda (1), ningún país tiene la
oportunidad de progresar y participar en la cre-
ación y disfrute de la riqueza si no se abandonan
las fracasadas estructuras mercantilistas e inter-
FG MarínLA SOCIEDAD SIN ALTERNATIVAS
No sólo ha existido la izquierda comunista, ha existido también una izquierda, y todavía existe, dentro del horizonte capitalista.
Norberto Bobbio
11
vencionistas, para sustituirlas por el sistema de
libre mercado, con competitividad y en la guía
de la producción masiva de bajo costo, además
de la limpia y sana participación en
los mercados internacionales. En esta
lógica, no queda, pues, más que una
sola alternativa legítima y pertinente,
tal es: la macdonalización de la cul-
tura, la modernización técnico-instru-
mental de la sociedad, la reducción
del aparato de Estado, la sustitución
de las políticas de desarrollo social
por la filantropía de la sociedad ci-
vil, la consolidación de la economía
de mercado, el fortalecimiento de la
democracia electoral y la integración
funcional en los diversos segmentos
del mundo global. Las estrategias del
pasado representan más un riesgo
socio-económico que una verdadera
alternativa de gobierno, viable y per-
tinente, pues, es el momento de mirar
hacia el futuro, “no de buscar recetas
de ayer o antier” que sólo han traído
endeudamiento, devaluación, pobreza
e inflación, según señala el Presiden-
te Vicente Fox de México, en Tlaxco,
Tlaxcala (20/04/06) (2); mientras
que al decir de Acereda, la reduc-
ción de la pobreza se produce en los
países de mayor compromiso con los
logros del capitalismo y del liberalismo
económico –los países del Este asiáti-
co, por ejemplo-, en tanto que por el
contrario, la pobreza se incrementado
en aquellas sociedades más alejadas
y reticentes de la corriente mundial
del comercio –África, verbigratia-.
Y, por ende, la única senda atinente
para avanzar hacia el futuro histórico,
conjurando las falacias del pasado, lo
representa el recetario de la doctrina económi-
ca neoclásica. El libre mercado, la justa y libre
competencia –base del liberalismo económico-
genera prosperidad y el enriquecimiento de los
individuos y sus sociedades, según concluye el
catedrático de la Arizona State University.(3)
En consecuencia, las actuales pro-
puestas políticas de gobierno pre-
scinden de cualquier tentativa para
construir y presentar a la sociedad
electora un modelo alternativo de
Estado-Nación, o de organización
socio-política y económica, al para-
digma que rige en el orden global, y
sólo se limitan a plantear una serie
de diversas estrategias para acel-
erar la instauración de la economía
de mercado, reducir el aparato de
Estado y disponer las condiciones
necesarias para insertarse en la
posición más óptima de la economía
mundial, o bien, se concretan a re-
cuperar diversos dispositivos tácticos
de política social que tiendan a paliar
los excesos de la explotación inten-
siva, recurriendo a las técnicas del
pasado, pero sin renunciar de mane-
ra decidida a los dogmas de la dicta-
dura neoliberal. Los agentes políticos
que asumen una posición crítica del
liberalismo económico, tan sólo aci-
ertan a cuestionar los excesos socio-
económicos de la aplicación de este
modelo de desarrollo capitalista, pero
nunca se atreven, si es que perciben
la más remota posibilidad, a repudiar
sus tesis centrales y a perfilar los
principios de un modelo alternativo
de desarrollo socio-económico. La
competencia política, de esta forma,
se finca en la disyuntiva de consoli-
dar el predominio del capitalismo sal-
vaje, con el consecuente costo social
y ambiental pero en la promesa de
alcanzar la riqueza económica, o de humanizar
la instauración del proyecto capitalista global con
la aplicación de diversas políticas de asistencia
diciembre de 2009
12
el iniciador/ 1
social, regulación económica y defensa ambien-
tal, aun a riesgo de inhibir el flujo de capitales y
comprometer el equilibrio de las variables mac-
ro y microeconómicas. Pero, en ninguno de los
casos se intenta, siquiera, la articulación de un
proyecto socio-histórico alternativo. En la políti-
ca contemporánea existe una renuncia explícita
a la imaginación socio-histórica. La construc-
ción de la utopía es un proceso exiliado, si no
es que repudiado, de la práctica política actual.
La única esperanza que los diferentes agentes
políticos atinan a ofrecer a la sociedad, es la inci-
erta posibilidad de mejorar compensatoriamente
las condiciones de vida de la población, pero a
condición de renunciar a cualquier visión de fu-
turo histórico. Así, carentes del menor vestigio de
imaginación socio-histórica –pese a la interven-
ción de intelectuales, artistas y empresarios-, los
políticos de hoy, por lo menos en Latinoamérica
–aunque parece que en Europa la situación no
varía demasiado-, sólo saben seguir las estrate-
gias diseñadas por los especialistas de los or-
ganismos financieros, comerciales y económicos
mundiales, embozadas tras la necesidad históri-
ca. En sentido estricto, como nunca antes en la
historia, el gobierno se realiza bajo la premisa de
“mandar obedeciendo” -según la revolucionaria
propuesta del EZLN-, empero, el problema es a
quién y a qué obedece la clase política contem-
poránea, lo único seguro es que no responde a
las necesidades socio-históricas de la población.
A riesgo de parecer cínicos, debemos reconocer
que el Estado nunca ha obedecido a los intere-
ses populares y, de manera recíproca, el pueblo
nunca ha tenido un mandato efectivo sobre el
gobierno. Las necesidades sociales sólo sirven al
propósito del acceso y el ejercicio del poder. Es
claro que la dictadura prescinde de la voluntad
popular y se sirve de los aparatos de Estado para
imponer las decisiones del mandatario, pero la
democracia se funda en la imagen de la partici-
pación social en las definiciones nodales de la
administración pública, donde los dispositivos
estatales sirven tanto para recuperar la voluntad
popular como para mejorar las condiciones de
vida de la población; sin embargo, en las cir-
cunstancias de la práctica actual, los electores
sólo tienen la oportunidad de decidir sobre las
transiciones en el gobierno, no así sobre los con-
tenidos de la agenda política, mientras que el
sistema estatal opera en cuanto agente estra-
tégico del fortalecimiento de las condiciones de
operación del mercado.
Y a despecho de los que suponen que el Estado
mínimo tiene como correlato la reducción sus-
tancial del autoritarismo estatal, lo cierto es que
las estrategias y dispositivos político-económicos
del mundo globalizado, para funcionar adecua-
damente –aún dentro de los espacios de legiti-
mación contrasistémica-, requieren de un Estado
fuerte y, por ende, de gobiernos autoritarios.
Los regímenes propulsores del sistema político-
económico vigente en el orbe, en los hechos,
son tan autoritarios, y a veces más aún, como
en aquellos que pretenden una clara posición
contrasistémica –es el caso de la administración
Bush, en Estados Unidos, y del gobierno de Hugo
Chávez en Venezuela, de forma respectiva, por
ejemplo-. La imposición de las fórmulas socio-
económicas neoclásicas precisan de la imagen
de la negociación social, pero no del estableci-
miento de consensos socio-políticos. Las formas,
los medios y las características particulares de
las reformas político-económicas son nego-
ciables conforme a la disposición de las fuerzas
políticas y a las condicionantes socio-económicas
de cada país, pero los contenidos de la agenda
política y económica no admiten ningún tipo de
cuestionamiento. El contenido de las reformas
siempre se presenta como una necesidad históri-
ca insalvable. La solución del problema de la po-
breza pasa por la auténtica puesta en práctica de
políticas verdaderamente ligadas al liberalismo
económico, capaces de aunar libertad e igualdad
de oportunidades, indica Acereda (4). Entonces,
los aparatos de Estado tienen la responsabilidad
de diseñar las acciones estratégicas más perti-
nentes para adecuarse al orden global, mientras
13
que la ciudadanía tiene la obligación de obedecer
los dictados del gobierno, en aras de alcanzar la
bonanza que promete el desarrollo económico.
A diferencia de otros momentos en la historia,
donde la dictadura se sustenta en la salvaguarda
del Estado o en la preservación del orden social,
el autoritarismo estatal del mundo globalizado
se legitima y justifica en el desarrollo económico
de las sociedades; en tanto que el autoritarismo
internacional se funda en el presunto manten-
imiento de la seguridad mundial. En este esque-
ma, la obediencia ciega de los ciudadanos es la
condición sine qua non del mejoramiento de las
condiciones socio-económicas de la vida contem-
poránea. En el pasado, la dictadura erosiona el
ámbito de la vida privada de los ciudadanos para
ejercer el control social –de ahí la resistencia lib-
eral a la ampliación de los aparatos de Estado-
, mientras que en el presente, el autoritarismo
estatal se funda en la retracción voluntaria de la
ciudadanía, de los asuntos de la administración
pública.
Los actuales dispositivos de control social operan
desde la indiferencia y el desinterés ciudadano
sobre los asuntos de gobierno, ya no sobre la
formación y la vigilancia de las conciencias in-
dividuales y/o colectivas. Ahora, todo individuo
tiene la “libertad” de pensar, creer y opinar lo
que quiera respecto de cualquier cosa, siempre
y cuando restrinja su acción al ámbito de la vida
privada. Las decisiones de gobierno se traman
al margen de las tendencias de opinión social
y a discreción de los técnicos especializados en
la materia. El único compro-
miso ciudadano en este or-
den político es la participación
electoral. La democracia en
cuanto”gobierno del pueblo”
y “para el pueblo” -según re-
flexionan algunos pensadores
políticos-, de esta forma, se reduce a un simple
sistema de elección periódica de los “gerentes de
la cuestión pública”
Así ocurre que “el mercado dispone el contenido
de las reformas político-económicas, la política
constituye las condiciones de aplicación social y
la ciudadanía sólo elige los agentes políticos que
las instauran.
En este contexto de realidad es pertinente pre-
guntarse: ¿siguen vigentes las coordenadas
tradicionales de orientación e interpretación de
la práctica política?, o como plantea Norberto
Bobbio: ¿Existen aún la izquierda y la derecha?
Es claro que en el argot de la competencia elec-
toral y el análisis político se sigue recurriendo
a este antitético modelo binómico para explicar
la presunta diversidad de agentes y propuestas
de gobierno; este hecho representa para Bob-
bio un elemento nodal que avala la vigencia de
los términos, Izquierda y Derecha, para designar
el contraste ideológico que sustentan las posi-
ciones, declaraciones y acciones en el universo
político. Pero, como la dinámica de la práctica
política es compleja, multivectorial y dialéctica,
las posiciones tienden a mezclarse, desplazarse
y radicalizarse, produciendo un amplio espectro
de tendencias y propuestas políticas, a saber:
la extrema derecha o ultraderecha, la derecha
moderada o centro-derecha, el centro, la izqui-
erda moderada o centro-izquierda y la extrema
izquierda o ultraizquierda; además, de la alianza
estratégica con otros movimientos sociales y
ambientales, surgen los partidos verde-ecolo-
gistas, la social-democracia, la democracia cris-
tiana, el social-liberalismo, los separatistas, el
populismo –que encuentra expresiones tanto
de derecha como de izquierda-, etc. En la ac-
tualidad, los agentes políticos
no sólo establecen las más di-
versas y paradójicas alianzas
estratégicas, sino que ellos
mismos se desplazan por todo
el espectro político, sin ningún
sentido de pudor por las con-
vicciones y compromisos socio-históricos. En
esta dirección, advierte James Petras, lo que an-
tes se llama “centro-izquierda” se ha desplazado
hoy hacia el centro-derecha o hacia la derecha,
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14
el iniciador/ 1
y lo que era considerado como derecha se ha
convertido en extrema-derecha (5). Algunos au-
tores señalan que el verdadero político se sirve
de cualquier medio para impulsar su proyecto
socio-histórico (de ahí que la práctica política no
pueda ser enjuiciada en los términos conven-
cionales de la congruencia moral, sino bajo el
principio fundamental de la “razón de Estado”),
empero, el problema es que en el presente los
espacios políticos son ganados para impulsar el
mismo proyecto socio-político-económico, acaso
matizado por las diferencias en los grados de la
liberalización económica, o en las políticas de
compensación social. Lo que prevalece no es la
razón de Estado, sino las “necesidades del mer-
cado”.
Ante tal situación, resulta por demás evidente
que, por un lado, los criterios tradicionales de
clasificación de las posiciones y tendencias políti-
cas dentro del binomio Izquierda-Derecha han
sido pulverizados por la realidad socio-política
contemporánea y que el sostenimiento de tal
sistema requiere de una redefinición emergente y
genérica de lo que significa en la práctica política
actual cada uno de los extremos; mientras que
por otro lado, la heterodoxia de las propuestas y
gestiones de gobierno, en los distintos países del
orbe, además del eclecticismo que parece car-
acterizar a la clase política actual, complican el
reconocimiento preciso de su adscripción teóri-
co-ideológica, dentro de un esquema general de
análisis. Dado lo cual, conviene cuestionarse si
la recurrencia al modelo de explicación binómica
de Izquierda-Derecha, sigue siendo pertinente
para comprender las nuevas formas de ejercer
la práctica política, o sólo es un remanente iner-
cial del pensamiento político tradicional. Pese a
que la confluencia del desarrollo del capitalismo
global, la expansión mundial de la tercera ola de-
mocratizadora, la planetarización de los valores
de la civilización occidental, la constitución de
la sociedad del conocimiento, la transversalidad
de los problemas socio-ambientales y la con-
stitución de un nuevo orden en el mundo, sus-
tentado en la coacción económica y militar de
las sociedades particulares, dispone de nuevos
contextos de realidad socio-histórica, lo cierto es
que el pensamiento político se resiste a construir
nuevas categorías de reflexión para interpretar
con mayor precisión los nuevos fenómenos so-
cio-económicos, políticos y culturales del siglo
XXI, limitándose a refuncionalizar, en el mejor de
los casos, cuando no a escamotear la singulari-
dad de los hechos contemporáneos en los con-
ceptos tradicionales de reflexión política.
En un rápido análisis de la situación imperante
en la práctica política actual tenemos que: en
primer lugar, tanto en el ámbito de las asig-
naciones de izquierda como de la derecha, los
intereses que representan y las posiciones que
defienden no sólo combinan múltiples y diver-
sas tendencias socio-económicas y políticas, sino
que asumen proyectos contradictorios y diver-
gentes al interior de cada corriente del binomio.
Ya no se trata de diferentes estrategias de lucha
política, dentro de un espectro común de valores
y de horizonte histórico afín, según ocurre en
la segunda mitad del siglo XX, sino de la con-
fluencia de posiciones entre ambas tendencias
y de divergencias sustantivas en los valores so-
cio-históricos al interior de ellas mismas. Las
denominadas expresiones de derecha extrema
europea coinciden con las reconocidas tenden-
cias de la izquierda radical latinoamericana, al
menos en tres aspectos sustantivos: el naciona-
lismo defensivo a los procesos de globalización
–por ejemplo, Le Pen, en correspondencia con
Hugo Chávez y Evo Morales, propone la protec-
ción de la industria nacional contra los efectos de
la globalización-, la resistencia contrasistémica
–caracterizada por un beligerante discurso an-
tiestadounidense- y el recurso autoritario de los
aparatos de Estado para ejercer el control social.
Algunos pueden argüir, con toda propiedad, que
sólo se trata de un fenómeno normal de la di-
aléctica dicotómica: los extremos tienden a con-
fluir. Empero, el sostenimiento de proyectos de
gobierno concurrentes, no es un hecho exclusivo
15
de las posiciones extremas de la izquierda y la
derecha, sino que recorre transversalmente todo
el espectro político, así, gobiernos de la izquierda
de Latinoamérica y de Europa, en corresponden-
cia con sus pares de la derecha de ambas re-
giones, impulsan: los incentivos fiscales, legales
y administrativos a la inversión privada –sobre
todo a los capitales extranjeros-, la reducción
del aparato de Estado, la desregularización de
los servicios estatales, la flexibilización laboral,
el desmantelamiento de las organizaciones sin-
dicales y la apertura de los mercados nacio-
nales. Así pues, en lo general, respecto de los
regímenes de izquierda en el mundo actual,
podemos concluir, parafraseando a Carlos Edu-
ardo Carvalho, que: desaparecieron de las con-
versaciones de la política los temas tradicionales
de la izquierda, especialmente la disputa entre el
capital y el trabajo.
Hoy las asignaciones de las diferentes tenden-
cias, agentes, grupos y partidos políticos a los
extremos de izquierda o derecha responden a
los más diversos criterios de valoración histórica,
origen social, militancia política y posición frente
al sistema político-económico dominante en el
mundo globalizado, sin que sea posible reconocer
las alternativas socio-históricas de los proyec-
tos socio-políticos que sustentan, mediante los
cuales se permita diferenciar, con precisión y
claridad, el fondo ideológico de los compromi-
sos y las actuaciones políticas. De hecho, en la
competencia política contemporánea no es nec-
esario la sustentación de algún tipo de proyecto
socio-histórico para ser ubicado en alguno de
los extremos del binomio, por los analistas de la
práctica política, o más aún, para congratularse
con el favor de los electores. Históricamente,
el binomio tiene un poco más de dos siglos de
existencia analítica sirviendo para designar el
contraste de los proyectos socio-históricos, así
como las vertientes ideológicas y las acciones
socio-políticas correspondientes. En el contexto
de la revolución burguesa, la derecha aglutina
las tendencias conservadoras que pretenden la
continuidad –o la imposición en Latinoamérica-
del sistema monárquico, en cualesquiera de sus
variantes históricas, a saber: monarquía absolu-
ta como es el caso de la Rusia zarista, monarquía
parlamentaria cuyo mejor exponente se desar-
rolla en Inglaterra y la monarquía constitucio-
nal de España, por ejemplo, entre otros; por su
parte, la izquierda se conforma por los liberales
que propugnan la transformación histórica de
todo el sistema socio-político-económico here-
dado del feudalismo. Pero, con el predominio de
la cultura burguesa, del sistema de producción
capitalista y la democracia de masas, los con-
tenidos del binomio se renuevan, el proyecto lib-
eral se posiciona en la derecha, mientras que las
tendencias del comunismo ocupan el extremo de
la izquierda. El comunismo se propone la super-
ación de las condiciones socio-históricas impues-
tas por el proyecto liberal, para alcanzar nuevos
contextos de organización socio-cultural, política
y económica. De acuerdo con Wallerstein, es en
el periodo de 1815-1848, cuando se comenzaron
a utilizar los términos de conservadurismo, lib-
eralismo y socialismo –el cual, después, con la
difusión de la doctrina marxista, se sustituyó por
el de comunismo-, para designar las posturas de
oposición entre los contenidos ideológicos y las
acciones políticas de estas corrientes.
El desplazamiento histórico de los contenidos del
binomio explica la clásica confusión de vincular el
conservadurismo y el liberalismo con la derecha,
incluso, algunos análisis no establecen ninguna
diferencia entre ambas corrientes. Pertenecer
a la derecha es algo así como ser conservador-
liberal, o liberal-conservador, según se prefiera.
Empero, los valores socio-culturales, las atribu-
ciones del Estado y las concepciones del devenir
histórico que defienden, presentan diferencias
significativas entre sí, a saber: los conservadores
reconocen en la familia el núcleo de la sociedad,
en la tradición el sentido de la identidad históri-
ca, en la intervención institucional del Estado el
mejoramiento social y en la reforma gradual el
movimiento apropiado de la historia; en tanto,
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16
el iniciador/ 1
por su parte, los liberales sitúan al individuo en
el centro del sistema social, identifican en las
tradiciones un obstáculo para la racionalización
de las relaciones sociales, plantean la reducción
del aparato de Estado como condición básica de
la libertad y perciben la historicidad como el de-
sarrollo progresivo de la civilización humana. El
tiempo histórico del conservador es cuasi-estáti-
co, la temporalidad liberal es una ruptura perma-
nente con el pasado y una constante innovación
del presente. Un equívoco más recurrente es la
asociación del pensamiento transgresivo y de
vanguardia con la izquierda. De esta forma, el
impulso de las auténticas transformaciones so-
cio-históricas se identifica y se imputa a la revo-
lucionaria acción crítica de la izquierda. La dere-
cha sólo detiene o retrasa el advenimiento de
la historia –hay quienes pretenden, incluso, que
aspira a la involución-, en tanto, la izquierda po-
tencia las condiciones socio-políticas para provo-
car el avance histórico. Lo cierto es que las tres
corrientes, quienes dotan de contenido político a
los extremos del binomio, por su origen común en
el pensamiento moderno, comparten principios
de comprensión socio-histórica afines, pero en
cuanto sustentan proyectos socio-políticos dis-
tintos, son separados por profundas diferencias
de intervención social y de trazamiento del hori-
zonte de transición histórica. En este sentido,
los cambios y las resistencias a las innovaciones
históricas pueden provenir desde cualquiera de
los extremos, así por ejemplo, una devota de la
monarquía absoluta, Catalina Le Grand de Ru-
sia, enfrentando con decisión las tendencias ul-
traconservadoras del régimen zarista, propugna
la modernización del gigante asiático; mientras
que por el contrario, la izquierda postmarxista
se opone a las transformaciones socio-culturales
del mundo global y se aferran a los principios del
liberalismo tradicional, tales como el nacional-
ismo, la democracia de masas, la desobediencia
civil, el modernización técnico-instrumental de
los procesos sociales, etc. (sin importar que la
dialéctica del comunismo moderno, doctrina en
la cual suele inspirarse, plantea la necesidad de
intensificar las tensiones socio-económicas para
avanzar a un nivel más alto de organización so-
cial). Con respecto a las luchas por la equidad de
género, es un rubro donde los comunistas han
mantenido una reserva inexplicable.
De esta manera, el liberalismo y el comunismo
comparten el principio histórico de subvertir el
orden social establecido para alcanzar un grado
de civilización más elevado, mientras que los con-
servadores sospechan de cualquier tipo de mov-
imiento revolucionario, máxime si proviene o se
afianza en las bases populares. El conservaduris-
mo y el comunismo coinciden en la necesidad del
Estado para reformar la conducta humana. En
tal lógica, el liberalismo disiente del conserva-
durismo y del comunismo, en la suspicacia para
con el poder del Estado: “a mayor autoridad de
los aparatos estatales menor libertad del indi-
viduo”, “el Estado no reforma al ser humano, por
el contrario, lo corrompe”, o como sentencia el
expresidente de Estados Unidos, Ronald Reagan,
en 1981, El Gobierno no es la solución a nuestros
problemas; el Gobierno es el problema. El comu-
nismo difiere del conservadurismo y el liberalis-
mo en la necesidad del Estado, mientras que para
estos es un mal inevitable –bien como pastor o
en cuanto policía del orden social-, para aquel es
medio de transición hacia el sistema comunista,
tras el cual se desvanecerá de la historia. El lib-
eralismo y el comunismo discrepan en el sujeto
y en el horizonte de la transformación histórica,
para el primero, las acciones complementarias
de los individuos, aun cuando egoístas, provocan
el mejoramiento del sistema social, en cuanto
que para los últimos, son las acciones colecti-
vas, solidarias y filantrópicas, quienes generan
la conformación de un orden social comunitar-
ista. El conservadurismo y el comunismo recelan
de la democracia en que confía el liberalismo,
porque la sociedad no puede prescindir del tute-
laje estatal, según aquellos, o porque el pueblo
es enajenado por los instrumentos ideológicos
del Estado para reproducir el sistema de dominio
17
vigente, mediante la falsa ilusión de participar
en las decisiones de gobierno con los procesos
electorales –el Estado liberal enajena las con-
ciencias individuales, por eso mismo se requiere
la intervención del Estado proletario para de-
senajenar las conciencias sociales-. Finalmente,
el conservadurismo tiene un espíritu localista, el
liberalismo ofrece una vocación global y el comu-
nismo aspira a la integración de la especie. Sin
embargo, como en el universo de la política no
existen tendencias y prácticas puras, las alian-
zas entre las tres corrientes son diversas y con
múltiples propósitos, pero siempre como una ac-
ción estratégica para avanzar en la concreción
de su proyecto socio-histórico. El proyecto de-
fine la argumentación ideológica, las actuaciones
políticas y las confrontaciones históricas. En este
sentido, la sociedad tiene tres alternativas ge-
nerales, más las variantes particulares que dis-
ponen las alianzas estratégicas, para decidir el
rumbo de su historia.
Precisamente, lo que la mediocridad de la clase
política postmoderna y post-ideológica le sus-
trae a las sociedades contemporáneas, es la cer-
tidumbre de elegir entre diferentes alternativas
históricas. Si la ausencia de alternativas es el
rasgo característico del orden social de la glo-
balización, la mediocridad es la condición de la
clase política postmoderna, en el mundo actual.
Jorge Castañeda, excanciller mexicano, cataloga
de mediocre a la clase política latinoamericana
por su incompetencia para impulsar las trans-
formaciones mínimas necesarias a fin de adscri-
birse plenamente en las nuevas disposiciones
socio-económicas del sistema global; Acereda,
por su cuenta, atribuye este mismo defecto a los
políticos de izquierda debido a su falta de capa-
cidad para solucionar los problemas económicos,
especialmente el de la pobreza (6); empero, la
mediocridad no es un fenómeno regional o ten-
dencial, sino más bien un mal endémico y global
del sistema político contemporáneo, producto
de la ausencia de imaginación y proyección
histórica. Se renuncia al pasado para insistir en
la visión del futuro, pero este futurable previsto
por el pensamiento actual sólo alcanza la dimen-
sión de tres lustros, para concretar los objetivos
de compensación socio-ambiental en el orbe, a
saber: reducir la pobreza y el hambre, lograr la
enseñanza primaria universal, conseguir la au-
tonomía de la mujer mediante la igualdad entre
los géneros en la educación, disminuir la mortali-
dad infantil, mejorar la salud materna, combatir
las principales enfermedades, velar por la sos-
tenibilidad ambiental y reforzar la asociación en-
tre los países ricos y pobres –de acuerdo con los
Objetivos de Desarrollo del Milenio, derivados de
la Declaración del Milenio suscrita por 189 líderes
participantes en la denominada Cumbre del Mi-
lenio de las Naciones Unidas, en el año 2000-
. Luego entonces, sustituida la utopía histórica
por la pragmática política, desacreditada la in-
terpretación ideológica para proponer cualquier
alternativa socio-económica, sólo resta la incon-
trovertible objetividad histórica del mercado. Las
disposiciones económicas no son tema de ana-
crónicos debates ideológicos, sino condición sine
qua non del bienestar material de la sociedad,
aducen los economistas. La previsión política de
otro mundo posible sólo proviene de la nostalgia
ideológica, la irresponsabilidad social o la miopía
histórica. La libertad económica, con todos los
devastadores dispositivos socio-ambientales
que le son correlativos, es la única alternativa
viable y pertinente de las sociedades actuales,
según parece argumentar Alberto Acereda: …el
capitalismo –contra lo que cree Zapatero y sus
amigos de la ONU- funciona perfectamente y es
fuente de mejoramiento humano y de creación
de riqueza (7).
En este contexto, la clase política no encuentra
mejores opciones que subordinarse a los axi-
omas de la economía, mientras que a la sociedad
sólo le resta elegir sobre los diferentes paliativos
de su precaria situación socio-económica que
atinan a proponer los políticos, sobre el fondo
del mismo proyecto socio-histórico: el sistema
global del liberalismo económico. Así, las tran-
diciembre de 2009
18
el iniciador/ 1
siciones de gobierno se realizan sobre la base
de tres fenómenos concurrentes, esto es: por un
lado, el predominio de las preocupaciones socia-
les, tales como la gobernabilidad, la seguridad
social, el desempleo, la vivienda, etc.; por otro
lado, el estridentismo de los escándalos políticos,
caracterizado por las denuncias de corrupción,
ineficiencia administrativa, filiaciones políticas,
compromisos sectoriales y violaciones del orden
legal, entre otros; y por último, la emergencia
de los acontecimientos de las interacciones so-
ciales, políticas, económicas y militares en el or-
den global, entre las que destacan los flujos de
migración del hemisferio sur a los países más
ricos, las guerras preventivas, la lucha terrorista
y las tensiones en el Medio Oriente, el sudeste
asiático y Sudamérica, entre otros.
En función de la persistencia de estos fenómenos,
y como bien apunta la reflexión de Carvalho, es
posible percatarse de que los temas tradicionales
de la izquierda, tales como: el derecho a un em-
pleo bien remunerado, protección laboral, ser-
vicios sociales, equidad social, mejoramiento de
la condición humana y revolución socio-política,
por mencionar sólo algunos de ellos, desparecen
por completo del debate político contemporáneo.
Son temas que pertenecen a las nostalgias del
pasado. La sociedad, entonces, queda privada
de verdaderas alternativas socio-históricas, en
razón de lo cual, sólo tiene la opción de elegir
en el mercado de las oportunidades compensa-
torias que le oferta el marketing político. Este
fenómeno tiene como consecuencias: la crisis de
credibilidad de la clase política, la incapacidad de
los aparatos de Estado para responder de mane-
ra eficiente y expedita a las demandas sociales,
la apatía ciudadana por los asuntos de interés
público, el incremento del abstencionismo, la
ingobernabilidad, la crisis de la representación
política y la anomia social. En cuanto la política
es el espacio de articulación, coordinación y or-
ganización del sistema social, al desvanecer su
función histórica para subordinarse a los dicta-
dos de la economía, la sociedad queda expuesta
a las fuerzas disolutorias de la estructura social.
Cierto, las diferencias entre la izquierda y la
derecha no se reducen a posiciones ideológi-
cas, actuaciones socio-políticas y militancia
partidista, sino que provienen de la defensa de
proyectos socio-históricos distintos, como advi-
erte Bobbio. Empero, cuando los proyectos desa-
parecen y sólo existen variaciones de un mismo
proyecto político-económico qué sucede con los
extremos del binomio. ¿La izquierda y la derecha
sobreviven a la crisis de las ideologías? ¿Puede
subsistir la izquierda tras el derrumbe del social-
ismo real y la crisis teórica del marxismo? ¿El
arribo al final de la historia no concluye con la
tensión del paradigma dualista de construcción
socio-histórica? En principio, es preciso señalar
que el devenir de la historia no se detiene con
el derrumbe del sistema bipolar y la expansión
planetaria del capitalismo; la presunción del fin
histórico es, al propio tiempo, un síntoma del
desencanto postmoderno, del agotamiento de la
utopía y del optimismo triunfalista de los por-
tavoces del nuevo orden mundial. Ahora bien,
para algunos, los nuevos contextos de realidad
superan la visión dicotómica de la izquierda y la
derecha, razón por la cual es necesario construir
nuevas categorías de pensamiento que permitan
una percepción y explicación más pertinente de
los acontecimientos históricos actuales. En cu-
anto los conceptos del pensamiento político se
construyen para comprender y explicar fenóme-
nos socio-históricos particulares, cuando esas
condiciones que los producen se transforman,
la capacidad interpretativa de estos se agota.
La pretensión de los conceptos trascendentales,
aplicables a cualquier hecho y en todo instante
de la historia, sólo es una pulsión metafísica.
Nuevas formaciones de realidad precisan de
nuevos conceptos que las expliquen.
Para otros, sin embargo, la izquierda y la dere-
cha no desaparecen, sólo se apropian de nue-
vos contenidos. En esta perspectiva, saturan a la
derecha con un conjunto diverso de tendencias,
movimientos y posiciones socio-políticas, entre
19
las cuales se localizan: agrupaciones racistas,
xenófobas y fascistas, además de conservadores,
neoliberales y reaccionarios; mientras que por
el contrario, en la izquierda ubican a los mov-
imientos de resistencia contrasistémica, populis-
tas, laboristas, feministas, luchadores sociales,
etc. El problema central de los nuevos conteni-
dos del binomio radica en los criterios que se
utilizan para clasificar a los diferentes agentes
de la política contemporánea. Norberto Bobbio
plantea como criterio fundamental: la igualdad.
De esta forma, partiendo del reconocimiento
de la existencia de las desigualdades naturales
y sociales que separan a los seres humanos, la
derecha está más dispuesta a aceptar lo que es
natural, y aquella segunda naturaleza que es la
costumbre, la tradición, la fuerza del pasado,
pero desde la izquierda se tiende generalmente
a considerar que el hombre es capaz de corre-
gir tanto la una como la otra (8). En palabras
llanas, la izquierda propugna la igualdad de los
seres humanos, en cuanto que la derecha acep-
ta la desigualdad como un fenómeno natural y
social correlativo de la esencia humana. Manuel
López Stornell, por otro lado, en Ensayo contra el
Pesimismo en la Izquierda, pretende el concepto
de equidad eficiente como criterio de diferen-
ciación entre ambos extremos del binomio. La
equidad eficiente supone un conjunto de accio-
nes sociales, económicas y ambientales que no
sólo mejoran la calidad de vida de los individuos
en el presente, sino que además garantizan los
derechos de las futuras generaciones. La dere-
cha explota los recursos energéticos disponibles
pero no realiza una distribución justa de los ben-
eficios, ni tampoco respeta las necesidades de
las sociedades futuras; la izquierda, en dirección
opuesta, debería proponerse la equidad eficiente
del aprovechamiento de los recursos, tanto con
las generaciones actuales como con las genera-
ciones subsecuentes. Debería porque aún no es
una práctica de los agentes políticos del mundo
globalizado, sino que se ofrece como un com-
promiso posible de asumir por la izquierda, fr-
ente a la depredación de la explotación intensiva
capitalista. Para Félix Taberna, Coordinador Gen-
eral de la Izquierda Unida de Navarra, el trabajo
representa el espacio tradicional asociado a la
izquierda. La evolución de los sindicatos de clase
y de los partidos de izquierda tuvieron desar-
rollos paralelos. Obviamente, la referencia lab-
oral sigue siendo prioritaria en la izquierda (35
horas, sistema público de pensiones, estabilidad
laboral…) (9). En consecuencia, la derecha aten-
ta contra las condiciones laborales de los traba-
jadores. En tanto, James Petras, considera que
las políticas fundamentales de cualquier tenden-
cia de derecha consideran: la privatización de las
empresas públicas, recortes en los servicios del
sector público, desregulación de la economía,
debilitamiento de los sindicatos, promulgación
de leyes que precarizan el empleo y las cober-
turas sociales, así como el apoyo a las guerras
imperiales; por su parte, la máxima expresión de
la izquierda se localiza en los grandes movimien-
tos socio-políticos y en los alzamientos popula-
res de carácter organizado. Hoy en día la fuerza
significativa y dinámica de la auténtica izquierda
se encuentra en la calle, halla su expresión en
movilizaciones masivas y no en el proceso elec-
toral (10). Empero, esta diversidad de criterios
de clasificación del universo político lo único que
consigue es tornar más compleja la comprensión
y explicación de los fenómenos socio-político-
económicos del mundo contemporáneo, además
de que los agentes políticos concretos participan
de los rasgos de ambos extremos, según se ha
mostrado ya antes.
El rasgo nodal de la política en el orden del liber-
alismo económico es la pragmática del mercado,
tanto en su función cuanto por su práctica mis-
ma. Entonces, ¿por qué se sigue recurriendo a los
términos de izquierda y derecha para definir las
posiciones políticas? La permanencia del recurso
del binomio no se debe a su actualidad explica-
tiva de los nuevos contextos de la realidad socio-
histórica, sino únicamente a los remanentes del
valor histórico que le son correlativos. En efecto,
diciembre de 2009
20
el iniciador/ 1
el descrédito histórico de un extremo redunda
en la revaloración del otro. Así, la devastadora
experiencia de los excesos nazis y fascistas en
Europa, genera la expansión y fortalecimiento
de los regímenes de izquierda por todo el conti-
nente, en el periodo de la postguerra; empero,
el acceso de la comunidad internacional a los
sistemas de represión social, las purgas políticas
y los dispositivos de control de la sociedad em-
pleados por el totalitarismo comunista –lo mis-
mo en la Unión Soviética, que en China y Cuba-,
repercute en la consolidación de los gobiernos
de derecha en el mundo. De la misma manera,
la asociación de los extremos con las prácticas
socio-históricas les asignan una valoración es-
pecífica en el imaginario social: el vínculo de
la izquierda con el populismo y la corrupción le
atribuye un valor negativo, mientras que su ar-
ticulación con el progreso y las reivindicaciones
sociales le merecen un valor positivo; de forma
correspondiente, para la derecha identificarse
con los movimientos segregacionistas y fascistas
le resulta inconveniente en términos políticos,
por el contrario, relacionarse con el desarrollo
socio-económico y la libertad de los individuos le
reporta buenos dividendos en la opinión pública.
En este sentido, la pragmática política recurre
a las valoraciones provenientes del descrédito
histórico y de la asociación con los intereses so-
ciales, para situarse en cualquiera de los rangos
del espectro político establecido por el binomio
de izquierda y derecha, de acuerdo con el crédito
predominante en la sensibilidad social y en fun-
ción de sus intereses particulares. Luego enton-
ces, la clasificación tradicional del pensamiento
político moderno ha perdido toda su capacidad
interpretativa de las realidades socio-históricas
vigentes en el mundo contemporáneo, pero aún
es utilizada por sus remanentes de valoración
política. Ya no existe la izquierda y la derecha en
el universo político postmoderno, más que el uso
pragmático de su reminiscencia significativa que
los agentes preservan en beneficio propio. Dado
lo cual, conviene cuestionarse: ¿la erosión del
sistema binómico de interpretación y actuación
política, reduce las posibilidades de la historia al
presente del liberalismo económico? No, defini-
tivamente no, los horizontes históricos viables
son tan amplios y diversos como potente sea la
capacidad política de imaginar otros mundos po-
sibles.
NOTAS
1 - Catedrático de la Arizona State University.
2 - La Jornada, 21/04/2006
3 - Acereda, Alberto. La izquierda millonaria y la pobreza. En:
Colaboraciones No. 579. 22/09/2005. Grupo de Estudios Estra-
tégicos (GEES) www.gees.org
4 - Ibid
5 - Petras, James. La Polarización Izquierda/Derecha: entre
las Urnas y la Calle. Revista Electrónica Rebelión. http://www.
rebelion.org/ 1/05/2006
6 - Acereda, op. cit.
7 - Ibid
8 - Bobbio, Norberto. Derecha e Izquierda. ¿Existen aún la iz-
quierda y la derecha? Suma de Letras, S. L., Madrid 2000. pág.
144.
9 - Taberna, Félix. Nuevos retos de la izquierda: la globalización.
http://www.iun-neb.org/art-glob.htm 7/05/2006
10 - Petras, op. cit.
21
Nos interesaría saber como caracteriza la
figura, el papel, del intelectual, hoy?
Ha habido cambios muy grandes en el papel del
intelectual en la sociedad, sobretodo en su re-
lación con la política, y que tienen que ver con la
recuperación, en fin, con la implantación de un
sistema democrático, algunos cambios son posi-
tivos y otros cambios negativos.
Hay una vieja figura del intelectual en la Argen-
tina que tiene que ver, fundamentalmente, con
una dimensión crítica, un intelectual alejado
de los círculos de poder, del poder político, del
poder cultural, ubicado siempre en posiciones
de combate, de manera independiente, o vin-
culado a algunos grupos contestatarios tratando
de expresar algo así como una especie de crítica
moral.
Esa figura del gran intelectual, que se trans-
formaba en una especie de referente para la
población, que tiene antecedentes históricos en
figuras como Ingenieros, por ejemplo, que en al-
gún momento y por varias generaciones influy-
eron mucho, sobre todo en la juventud, ahora
está relativamente en un segundo plano.
Por cierto siempre aparecen algunos nombres
que con méritos o sin ellos tratan de ocupar ese
lugar, Favaloro o Sábato, a los cuales la prensa
suele convocar como grandes representantes de
la conciencia de la sociedad, pero es verdad que
ese papel de crítico social, de especie de por
tavoz de las cuestiones más profundas de la so-
ciedad, está un poco perdido. Y eso no es bueno,
no tanto por el tema de concentrar todo en las
grandes personalidades sino porque de alguna
manera la función crítica del intelectual se des-
merece.
Por otro lado, hay ahora como no lo hubo en
ningún otro momento, por la mayor permea-
bilidad del sistema político y mayor apertura
ideológica general del país una presencia de in-
telectuales, sea en funciones de gobierno o en
funciones que tienen que ver con la actividad
política como nunca hubo.
Los intelectuales, de alguna manera, siempre
estuvieron marginados del poder.
Los intelectuales, si estaban vinculados a la
política, estaban vinculados a agrupaciones que
no tenían chance alguna de ocupar el poder, y
esa situación, a partir de la democracia se ha
revertido bastante.
Hay una presencia mucho mayor, lo cual está
LOS USOS DE PORTANTIERO
Entrevista
Esta entrevista fue realizada en casa de Juan Carlos Portantiero sobre los finales de la década del 90. La publicación en la que se edito en su oportunidad, Pluma de Barro, insistía en reflexionar sobre el papel de los intelectuales. No se si es oportuna o inactual, de cualquier modo, el pensamiento de quien fuera el más importante intelectual de las disciplinas sociales argentinas es siempre una celebración
G.P.
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el iniciador/ 1
bien, pero hay un cambio en la función del in-
telectual, aquel intelectual que aparecía un poco
como la conciencia crítica, ahora más bien es
convocado como técnico. La política se ha profe-
sionalizado mucho más, el tema de los procesos
de decisión necesita de conocimiento experto
mayor de lo que antes había, y, por lo tanto hay
una presencia mucho más grande de profesion-
ales del intelecto, llamémoslo así, en funciones
sea del estado o del sistema político.
Esto ha producido un cambio en el sentido de
que si antes los intelectuales que estaban vincu-
lados a esta actividad eran sobre todo abogados,
ahora tenemos un poco la tiranía de los econo-
mistas, y en segundo lugar empiezan a aparecer
los sociólogos, los expertos en medios de comu-
nicación, que ocupan ese lugar que antes estaba
destinado casi exclusivamente a los abogados.
Entonces, yo diría, que existe por un lado, una
presencia más masiva del intelectual, redefinida
en su papel de técnico y hay una pérdida de esa
otra dimensión del intelectual que era el del ejer-
cicio de la ética, de la critica social.
Yo creo que un intelectual debería definirse por
las dos dimensiones, no debería abdicar de un
conocimiento específico que pudiera ser útil para
la política, por ejemplo, pero tampoco debería
abdicar de mantener una distancia de la políti-
ca en el sentido de no enajenar su capacidad
crítica.
Por que hay una diferencia básica entre el in-
telectual y el político por más que puedan en-
contrarse.
Malraux, que era un intelectual que actuó mucho
en política, decía alguna vez que la dificultad en
la relación entre el intelectual y el político radica
en que el político debe ser por fuerza maniqueo,
y el intelectual es, o debe ser, antimaniqueo por
excelencia, debe dudar, debe ver las cosas no
con un criterio de blancos y negros sino que
debe introducir mucho más los grises en sus ra-
zonamientos.
Entonces, si por un lado la participación de un
intelectual en política es auspiciosa, el temor es
que quede subordinado y relegue ese papel de
expresión de la sociedad que supo tener tradi-
cionalmente.
Dentro de este cambio de roles en el tipo
social del intelectual al que usted hace
mención y teniendo en cuenta la creciente
profesionalización del campo intelectual,
la recreación más institucionalizada de los
intelectuales, que espacio se reserva a la
crítica, a los espacios fundacionales de la
intelectualidad, y en el caso de creer que se
han perdido, podrán recobrarse esos espa-
cios fundantes.
Yo creo que deben recuperarse, por eso decía
que esa dimensión no debe ser soslayada.
Acá en la Argentina hubo un problema con los in-
telectuales, ellos fueron artífices importantes de
la primera modernización, desde la organización
nacional hasta la generación del ochenta in-
clusive. Jugaron un papel importantísimo en la
definición de ese país que había que construir
desde el desierto, de hecho uno no imaginaría
a un Sarmiento actual o a un Mitre actual pres-
idente de la república y lo fueron en ese mo-
mento.
Luego, cuando la política se transforma en un
hecho de masas, esa tradición la mantiene el par-
tido socialista , en donde los intelectuales, em-
pezando por Juan B. Justo tuvieron un peso muy
significativo en la construcción de ese partido,
pero luego la política tomo más un carácter de
masa, primero con el Yrigoyenismo, y luego con
el Peronismo, ambos dos fueron unos movimien-
tos que miraban más bien de reojo a los intelec-
tuales, se constituyeron como fuerzas políticas
hegemónicas despreciando un poco el rol de los
intelectuales y, por otro lado, las propias fuer-
zas conservadoras también los marginaron en el
sentido que gobernaban más bien con abogados
o con militares, pero no con intelectuales como
había sucedido en el 60 y hasta el 80.
Entonces, siempre hubo una relación muy con-
23
flictiva entre intelectuales y política, lo que qued-
aba afuera de esa relación conflictiva eran esas
grandes figuras que encarnaban un poco la voz
de la sociedad.
Con la reimplantación democrática a partir de
los 80 en la Argentina, intelectuales y política
empiezan a amigarse. En ese sentido el go-
bierno de Alfonsin fue importante en la forma en
que trató de integrar intelectuales a sus políti-
cas, pero este hecho, que parece positivo, que
aparece como una reubicación de los intelectu-
ales de donde habían sido desalojados durante
mucho tiempo por influjo de esto que habíamos
señalado del yrigoyenismo, del Peronismo y del
conservadurismo, tiene el riesgo de que los in-
telectuales queden subordinados a la política y
por lo tanto pierdan la capacidad de mantener
esa distancia, que yo creo que es imprescindible
que la sigan manteniendo.
Por lo mismo, si no se puede pensar a la política
moderna sin intelectuales, tampoco se puede
pensar en que los intelectuales sean totalmente
absorbidos por la política, sino que tienen que
mantener su independencia de criterio.
Cómo analiza la experien-
cia del período de transición
democrática desde el punto
de vista de la relación entre
los intelectuales y la política
Esto fue un signo de los tiempos
más que un mérito de Alfonsin,
es algo que esta sucediendo acá
y en todas partes del mundo.
La toma de decisiones sigue es-
tando en manos de los políticos,
de las instituciones y de los tec-
nócratas, eso es así, si nosotros
pensamos que los tecnócratas son intelectuales,
y no está mal pensarlo así, efectivamente hay
una fuerte influencia de los intelectuales, pero
ahí está lo que decíamos, el imperialismo de los
economistas, dominándolo todo, porque la si-
tuación pone a la economía en primer plano, en-
tonces, en la instancia de toma de decisiones,
eso no varió. Lo que yo creo que los intelectuales
hicieron en los tiempos de Alfonsin y lo que es-
tán haciendo ahora tiene mucho que ver con la
influencia que pudieran llegar a tener en cambiar
ciertos lenguajes de la política, ciertas formas en
que los políticos se acerquen a los problemas de
la realidad. Es más sobre el discurso que los in-
telectuales han operado, que sobre las decisio-
nes.
Al parecer, es discutible la existencia del
clásico intelectual con legitimidad para
enunciar lo social, ¿quiénes son ahora los
depositarios de esa legitimidad?
Yo creo que el proceso empieza a ser más col-
ectivo y menos individual, yo creo que ahora la
legitimidad de lo social es un problema en que
los intelectuales estarán presentes con aquellas
funciones que les tocan, operar sobre el discur-
so, operar sobre decisiones políticas en la me-
dida que sean convocados para ello, pero son
los movimientos sociales
los que legitiman o desle-
gitiman la acción política,
los que construyen la po-
sibilidad de darle voz a la
sociedad, y ya no tanto
una figura solitaria, un
Victor Hugo, un Zolá, un
Ingenieros, un Ricardo
Rojas o los casos menos
significativos y menos
interesantes de un Sá-
bato, un Favaloro, por
dar nombres que siem-
pre aparecen convocados
para hablar de cualquier tema en la medida que
algunos los consideran como depositarios de esa
verdad general.
Creo que hay una manera más colectiva de en-
tender los grandes temas, son los movimientos
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24
el iniciador/ 1
sociales los que cumplen esa función y no los
intelectuales.
En ésta forma de asumir lo social el intelectual
tiene dos formas de incorporarse, una, no olvi-
dando que el intelectual es un ciudadano, y por lo
tanto tiene los deberes y los derechos que tiene
todo ciudadano de inmiscuirse en los problemas
públicos, eso ya es una forma de participación
que la segmentamos como participación de los
intelectuales, pero tiene que ver con la necesi-
dad de participación de toda la sociedad, y otra
es la forma de su participación, también como ci-
udadano, pero más especifica, y ahí insisto, hay
dos vías, una es trabajar desde su conocimiento
técnico para formular grandes líneas de política
un testimonio, interesante de esto es lo que su-
cedió en su momento con la preparación del pro-
grama y de la plataforma de la Alianza.
Allí hubo una movilización grande de intelec-
tuales que aportaron desde su profesionalidad
específica, problemáticas y propuestas para un
gran programa, para una gran plataforma políti-
ca, y por otro lado, esta otra función que los
intelectuales han venido cumpliendo desde los
años 80 en adelante en un marco que necesita
de pluralismo y de libertad de expresión que es la
de traer los grandes temas, colocar los grandes
temas, operar sobre los discursos de los políticos
incorporando los grandes temas de discusión de
1a sociedad contemporánea.
Creo que ese es un papel bastante significativo
para la modernización de la política que los in-
telectuales pueden llevar adelante incluso sin es-
tar militando directamente en política, sino sim-
plemente teniendo un oído alerta a las grandes
problemáticas y a las grandes discusiones que se
dan en el mundo.
Teniendo en cuenta el recorrido que usted
ha trazado en relación a la figura del in-
telectual, y en la inteligencia acerca de
que la conformación de un nuevo campo
intelectual será necesariamente diferente
al que hoy merece ese nombre, podemos
aventurar algo acerca de la formación de
ese campo signado por “novelas” históri-
cas, sociales y con rasgos diferenciados en
cuanto a su formación.
En primer lugar, los que vienen ahora, tienen
la ventaja, que no hemos tenido nosotros, de
incorporarse a un campo intelectual donde las
reglas del pluralismo y de la libertad ideo1ógicas
están asentadas, y que van a durar, es decir que
pueden instalarse como actores significativos
dentro del espacio social, porque existe la po-
sibilidad del debate, de la argumentación, cosa
que estaba totalmente bloqueada por el autori-
tarismo, eso abre un campo muy grande que a
veces los jóvenes lo ven como una cosa natural
y eso no fue natural. El derecho a tener voz fue
algo que hubo que pelear mucho, así que hay
una ventaja grande.
La desventaja, quizás, pero desventaja en la
línea de lo que estamos planteando como una
participación más activa del intelectual en el es-
pacio social general es que los saberes tienden
cada vez más a parcializarse y segmentarse, y
por lo tanto, lo que aparece es una multiplicidad
de esferas específicas en donde la tarea intelec-
tual puede desarrollarse, y esto hace más difícil
visiones de conjunto, visiones más universales.
Esa multiplicidad que se da en el conocimiento
puede dar lugar de hecho a una tecnificación del
trabajo intelectual, a una particularización exce-
siva del trabajo intelectual que haga perder un
poco el sentido del intelectual mezclado en el
amplio y ancho espacio político y social.
Si la pregunta es acerca del papel de las univer-
sidades en la formación de un campo intelectual
yo diría que, con todo lo mal que está la univer-
sidad en este momento está mucho mejor que,
digamos, en los últimos 35 años, aquí hubo un
período muy breve de expansión de la universi-
dad, no mayor que 10 años, del 56 al 66 y luego
una noche negra.
Desde el 83 la universidad empieza a recuperar
esa capacidad de socialización de la gente, por
25
un lado y por el otro de producción de cono-
cimiento, y en ese sentido funciona con mucha
fuerza como un crisol importante de discusión,
creo que todavía habría que profundizarlo un
poco más, quitándole a la discusión lo que tiene
de exterior, esto es lo que aparece como simple
lucha de pequeñas capillas o sectas que pelean
las unas contra las otras y que opacan la posi-
bilidad de discusiones más profundas, pero de
todas maneras creo que la universidad esta ju-
gando un papel más importante que el que jugó
en otras épocas.
Con todas las limitaciones y necesidades de re-
formas que esta universidad tiene en este mo-
mento.
Usted mencionaba lo imposible de imaginar-
nos un Sarmiento presidente en la actuali-
dad. Vueltos a pensar en un tipo de intelec-
tual más vinculado con los problemas del
país, se pueden establecer particularidades
dentro de la intelectualidad argentina.
Históricamente la figura del intelectual en Ar-
gentina, con respecto a intelectuales de los otros
países de América Latina siempre fue más cos-
mopolita, es decir siempre estuvo más masiva-
mente atraída por lo que aparezca como lo úl-
timo, lo nuevo, en Europa y los Estados Unidos,
en ese sentido hubo una mucho mayor flexibili-
dad en la intelectualidad argentina para la incor-
poración exitosa de experiencias que venían de
otro lado, con lo cual, la intelectualidad argen-
tina en la medida que fue más cosmopolita, fue
menos nacionalista que la intelectualidad de los
otros países de América Latina.
Ese nacionalismo se replegó, primero, en las for-
mas más bárbaras del tradicionalismo con todo
el nacionalismo católico de los años 30 o lu-
ego, más que en el propio gobierno de Perón, en
esa especie de reinvención del Peronismo, que
hubo, a la que Perón, con gente como Jauretche
y Hernandez Arregui que derivó del viejo na-
cionalismo una actitud antiintelectual y cierto
populismo demagógico en la construcción de sus
categorías. Salvo esas expresiones, en general
la intelectualidad argentina en relación a otras,
estuvo más ligada a la novedad.
Esto puede ser visto como un defecto o como un
mérito, pero creo que es un rasgo, un rasgo que
en otros países de América Latina es apreciado,
apreciado no en el sentido de lo bien visto, sino
que es señalado como algo que efectivamente
caracteriza a la intelectualidad argentina.
Es decir, Chile puede producir a Neruda, Perú pu-
ede producir a Vallejos, pero un tipo como Borges
solamente puede haber surgido en un país como
la Argentina. No me imagino a un Borges mexi-
cano, tienen otros intelectuales extraordinarios,
sin duda, no se trata de establecer un ranking
intelectual, pero sí hay un tipo de intelectual que
es característico de nuestro país.
Usted forma parte, indudablemente, del
campo intelectual Argentino, que críticas
cree que le cabrían a ese espacio social de-
limitado por la acción de los intelectuales
Yo creo que el campo intelectual argentino tiene
varios defectos, es un campo que está muy mi-
nado por recelos, envidias, querellas, que tiene
que ver, especialmente, por recursos escasos
para repartir entre una capa intelectual que es
bastante numerosa, hay como peleas por posi-
ciones, por lugares que tienen que ver con la es-
casa disponibilidad que se abre para el desarrollo
de la profesionalidad en la Argentina.
Por otro lado, lo que me parece un síntoma
negativo bastante característico de los últimos
tiempos, es la poca capacidad que existe para
generar debates interesantes.
Por lo general, si uno observa lo que se publica
termina por pensar en que o bien no hay debate
o cuándo lo hay responde más a discusiones de
tono personal que a un debate de ideas, parecen
más peleas de conventillo.
Creo que le falta enormemente al clima intelec-
tual argentino un vigor polémico interesante
diciembre de 2009
26
el iniciador/ 1
que no tiene. Antes existía éste vigor polémico,
existía un espacio fuerte de debate intelectual,
ahora me parece que no.
Sobre que bases, entonces se sustenta la
posibilidad de hablar de un campo intelec-
tual?
Yo diría , tomando un poco las observaciones de
Bourdieu sobre el campo, que existe un campo
intelectual en la medida que hay relaciones de
fuerza en ese interior, pero que las peleas son
más por el capital material que por el capital
simbólico, que las peleas tienen más que ver con
ese recurso escaso que con el entrecruzamiento
de ideas y que por eso está sobreactuado en dis-
cusiones muy personalizadas, uno que agravia al
otro, o que escribe un brulote contra el otro pero
en donde lo acusa de reformista, o de revolucio-
nario o que es un montonero, en fin, ese tipo de
argumentos ad hominen, son los que más cir-
culan hoy en la discusión. Eso le quita interés
al debate.
Que sueños perduran en un intelectual en
la Argentina
Salvo en aquellos que han decidido cambiar su
independencia de criterio
por un plato de lentejas, es decir, que se han
acomodado al sistema y de lo único que tratan
es de aprovechar los beneficios que éste puede
darles a ellos personalmente, salvo los que han
dado esa pirueta, yo creo que los valores están
vigentes, creo que la idea de que es necesario
luchar por una sociedad más justa, más libre, la
mayoría la sigue teniendo.
Lo que está claro es que, salvo que se crea que
se está a salvo del paso del tiempo, aún cuando
los principios estén vigentes es necesario acor-
dar en que no así los instrumentos.
Entre otras cosas, en el mundo desde los 60 has-
ta ahora han sucedido una serie de cataclismos
que obligan a que pensar de la misma manera se
vuelva conservador.
Se termina jugando un papel absolutamente
conservador adornado con un discurso apocalíp-
tico pero que en el fondo es conservador porque
no influye ni cambia ni modifica un milímetro de
la realidad.
Podemos ser optimistas al pensar en el fu-
turo tanto del país como del campo intelec-
tual
Yo creo que sí, se puede pensar en que las co-
sas van mejorando, pero alertas siempre en que
hay necesidad de producir más cambios y refor-
mas de las que están a la mano. Las cosas ahora
están más complicadas y las instituciones y, en
éste caso, las instituciones intelectuales, si no
se ponen a tiro de la complicación de las cosas
y de el rápido desenvolvimiento de las cosas, en
muy poco tiempo quedarán obsoletas y fuera de
juego.
Creo que hay una tarea hacia adentro del campo
intelectual, de reforma, más allá de las reformas
que hay que hacer en la misma sociedad.
Esos cambios son muy significativos y pongo a la
Universidad en primer lugar en éste sentido.
La Universidad tiene que someterse a un proceso
de autocrítica muy profundo sobre cómo se está
trabajando, sobre cómo se está vinculando con
el mundo real, cómo está procesando los cambi-
os que se están verificando en el conocimiento.
Esto implica desde reformas curriculares, refor-
mas organizativas, formas de descentralización,
en fin, una serie de temas sobre los que se va a
tener que pensar, pero sobre todo actuar porque
si no la institución universitaria quedará fuera de
foco y ésto, por supuesto, influye sobre el campo
intelectual.
27
La Concertación de Partidos por la Democracia
viene gobernando Chile desde el año 1.990, cu-
ando Patricio Aylwin triunfó sobre el ex Ministro
de Economía de Augusto Pinochet, Hernán Buchi.
Luego de casi veinte años, puede decirse que las
administraciones de la Concertación han tenido
que realizar un cuidadoso equilibrio entre la con-
tinuidad de muchas de las políticas instauradas
por el pinochetismo y la posibilidad de introducir
reformas que permitieran alcanzar mayores
niveles de inclusión para una parte importante
de la sociedad chilena. Además, la Concertación
debió enfrentar las demandas de ciertos sectores
que solicitaban una revisión de los crímenes co-
metidos durante la dictadura militar y de los epi-
sodios de persecución política que habían tenido
lugar en el pinochetismo.
En este artículo intentaré
analizar los cambios que se
han introducido en las políti-
cas públicas en el período
de la Concertación, que sin
plantear una ruptura tajante
con el legado pinochetista,
han logrado generar ciertos
procesos de igualación, no
solo en cuanto a la capaci-
dad para acceder a determi-
nados bienes públicos, sino
para insertarse más eficaz-
mente en una sociedad que
se sustenta en criterios de competitividad y efi-
ciencia para la ocupación de las posiciones más
reconocidas.
Por ello, luego de hacer una breve caracter-
ización del legado con el que se encontró el go-
bierno de Aylwin, me centraré en las principales
transformaciones planteadas por las distintas
administraciones de la Concertación, enfatizan-
do algunas políticas sociales que fueron vistas
como herramientas igualadoras. Finalmente pro-
curaré identificar las limitaciones planteadas por
esa estrategia y los riesgos existentes desde la
legitimidad democrática.
Herencia que recibe el gobierno de la Con-
certación.
El 11 de septiembre de 1973 se produjo el golpe
de estado que puso fin al gobierno de la Unidad
Popular y llevó al poder a Augusto Pinochet. El
programa que se le pre-
sentó en 1.975 al presi-
dente chileno para imple-
mentar fue el de Sergio de
Castro. En un documento
se empezaron a diseñar
algunas líneas que orien-
tarían la transformación
económica: un programa
de reprivatización de em-
presas, la sustitución de
los impuestos directos por
aquellos dirigidos al consu-
mo, la ampliación del mer-
cado de capitales y la ap-
ertura al capital externo, todo ello acompañado
por la intención de reducir el gasto fiscal.
Asimismo, una vez logrado el establecimiento
del modelo económico, hacia 1.979 se puso en
Alejandro RossiCHILE, REFORMAS Y DESPUES.
LA EXPERIENCIA DE LA CONCERTACION
diciembre de 2009
28
el iniciador/ 1
marcha un plan bautizado como “las siete mod-
ernizaciones” por el cual se trataba de prolongar
hacia las diferentes áreas de la sociedad los prin-
cipios de mercado implantados en la economía.
Si bien el esfuerzo se dirigió al conjunto de las
políticas sociales, en un principio fue en los cam-
pos de la seguridad social y de las relaciones
laborales donde el plan modernizador avanzó
con más firmeza.
El Plan Laboral reconocía la libre organización
sindical, la negociación colectiva y el derecho
de huelga, aunque introdujo disposiciones que
afectaban la capacidad de negociación de los sin-
dicatos frente a las empresas. Se estableció que
la afiliación a un gremio no era obligatoria, que
la negociación se realizaría por empresa, que en
caso de conflicto las partes deberían recurrir a la
justicia civil, y además junto al derecho de huel-
ga de los trabajadores se consagró el derecho
del patrón al cierre temporal de la empresa.
Por otra parte, en el plano de la seguridad so-
cial se introdujeron principios que modificaron el
sistema: se reemplazó la capitalización colectiva
por la individual, pasando a depender el monto
de la prestación del ingreso de cada asegurado,
traspasándose además los fondos previsionales
desde el Estado hacia las Administradoras de
Fondos de Pensión.
Con el objetivo de superar la crisis de 1.981-82
se elevó el tipo de cambio, se eliminaron impues-
tos a las exportaciones y se bajaron los aranceles
a las importaciones, se simplificaron los trámites
comerciales y se mejoró la infraestructura y el
funcionamiento de los puertos. Por otra parte, se
eliminó el impuesto a la renta sobre las utilidades
reinvertidas y se hicieron grandes esfuerzos para
atraer inversiones desde el exterior.
Como un complemento de esos cambios macro-
económicos se produjo un conjunto de transfor-
maciones en las políticas sociales, que profun-
dizaron la línea descentralizadora y favorable a la
competencia adoptada por el gobierno nacional.
En el campo de la salud se produjo el desmem-
bramiento del Servicio Nacional de Salud en 27
servicios regionales autónomos, traspasándose
la administración de los consultorios periféricos
a las municipalidades. Además, se buscó canali-
zar el gasto público a través de un sistema de
bonos, de tal modo que los aportes recibidos
por los establecimientos públicos fueran pro-
porcionales al número de atenciones prestadas,
incentivando así la competencia entre ellas. Por
otra parte, se promovió el fortalecimiento de la
medicina privada, con la autorización de la for-
mación de Instituciones de Salud Previsional, a
través de los cuales los afiliados podían elegir en
el mercado los beneficios médicos en proporción
a las cotizaciones. Algo similar ocurrió en el área
de la educación donde se traspasaron los estab-
lecimientos educacionales fiscales a las munici-
palidades y se estimuló la educación privada con
el otorgamiento de financiamiento estatal a los
sostenedores (1).
Principales iniciativas de los gobiernos
democráticos.
Tras la convocatoria a elecciones prevista en la
Constitución de 1.980, representante de la Con-
certación de Partidos por la Democracia, Patricio
Aylwin alcanzó la presidencia al obtener un 55,2
% de los votos, dejando atrás a los candidatos
de la derecha, Hernán Buchi, quien obtuvo un
29,4 % de los sufragios y Francisco Errázuriz,
votado por el 15,4 % de los electores.
En términos económicos, el gobierno de Aylwin
no se desvió de la orientación favorable al libre
mercado introducida en el régimen autoritario,
aunque encaró modificaciones en materia im-
positiva y en la magnitud y la forma de utilizar
el gasto social. Para obtener más recursos, el
ministro Alejandro Foxley aumentó el Impuesto
al Valor Agregado en dos puntos y estableció un
29
tributo del 10% a las ganancias de las empresas.
Asimismo, con el objetivo de contener la inflación
se encaró un fuerte énfasis en la austeridad fis-
cal y un incremento en las tasas de interés, que
llegaron a un 10% real en 1.990 (2) , decisio-
nes éstas apuntaladas por el Banco Central, que
había alcanzado su autonomía en 1.989.
Durante los gobiernos democráticos, el gasto so-
cial se incrementó, tanto en forma global, como
en todos los sectores sociales. La participación
del gasto social en el gasto público total pasó del
64,8% en 1.989 a un 68, 7% en 1.999, siendo los
aumentos más importantes en salud (2,8% del
PBI) y educación (3%) en el gobierno de Aylwin.
Se concedió a las políticas sociales una función
integradora, dirigida a atenuar las desigualdades
generadas en la sociedad chilena durante los
años de gobierno pinochetista, asegurando a to-
dos los habitantes el acceso a los servicios bási-
cos que les permitieran integrarse al desarrollo,
mejorando la calidad de vida y generando mayor
difusión de los beneficios del crecimiento.
En tal sentido, se procuró poner el acento en los
programas desde lo asistencial y paliativo hacia
lo productivo, estimulando la participación de la
comunidad y privilegiando el apoyo a grupos y
sectores pobres organizados, priorizar los prob-
lemas relacionados con la calidad educativa, el
incremento de las inversiones y avances en la
salud pública, y profundizar el proceso de de-
scentralización aunque asegurando al Estado
central un papel como estimulador y fiscalizador
de los programas sociales dirigidos a los sectores
de bajos ingresos.
Una parte significativa del mayor gasto social fi-
nanció aumentos de costos de las prestaciones
sociales, mientras que la revisión de los sistemas
de incentivos y la eficiencia de los programas
sociales recibió poca atención en los primeros
años. Solo después de mediados de la década
del noventa se instaló con fuerza la idea de apli-
car reformas estructurales en las distintas políti-
cas sociales.
Se priorizó la educación pública en la agenda
del gobierno, centrando sus objetivos en la cali-
dad y la equidad. Entre 1.990 y 1.993 el acre-
centamiento del gasto para el sector resultó de
alrededor del 40%, especialmente el destinado a
mejorar el nivel de remuneraciones del person-
al del sector. Asimismo, en 1.996 el presidente
Frei anunció un incremento en las erogaciones
en educación, destinado a inversiones vincula-
das con la ampliación de la jornada escolar, el
mejoramiento de la profesión docente, la con-
formación de una red de establecimientos de
enseñanza media con características especiales
en relación con la calidad, capacidad de innovar
y atención de jóvenes de familias de menores
recursos.
En lo referido a la gestión del sistema, en 1.990
se puso en marcha el Programa de Mejoramiento
de la Calidad en Escuelas Básicas de Sectores
Pobres, encaminado a optimizar la infraestruc-
tura, proveer material didáctico y avanzar en el
perfeccionamiento docente en establecimientos
comprendidos en el programa, además de abrir
talleres guiados por monitores juveniles pagos,
destinados a miembros de la comunidad con di-
versos problemas de aprendizaje.
Por otra parte, se puso en funcionamiento el
Programa Piloto de Educación Básica Rural y
el Estatuto del Docente, que fue una demanda
de los gremios para compensar el deterioro de
su posición laboral durante la dictadura (3). Di-
cha medida fue acompañada en el bienio 91-92
por el Programa de Mejoramiento de la Calidad
y Equidad de la Educación Básica, con una du-
ración prevista de seis años y un fuerte caráct-
er integral. Desde el punto de vista financiero,
en 1.993 se sancionó la Ley de Financiamiento
Compartido, cuyo objetivo era completar los re-
cursos de la subvención escolar con los aportes
diciembre de 2009
30
el iniciador/ 1
de los padres de familia que pudieran contribuir
con esa asistencia.
Asimismo, en el año 1.994 se creó el Comité
Técnico Asesor del Diálogo Nacional sobre la
Modernización de la Educación Chilena, con el
objetivo de generar un diagnóstico de la edu-
cación en el país y de buscar un conjunto de lin-
eamientos generales a futuro. El Ministerio de
Educación elaboró una propuesta que permitía a
los establecimientos, sobre la base de un núcleo
curricular común, adaptar los planes de estudio
existentes o elaborar los propios de acuerdo a
requerimientos del medio en el que estaban in-
sertos.
Durante la presidencia de Eduardo Frei, la
Comisión Nacional para la Modernización de la
Educación, efectuó un planteamiento de reforma
educativa que hacía hincapié en la baja cober-
tura de la educación preescolar para los secto-
res más pobres, las fallas en el nivel básico y la
insuficiencia en los recursos humanos y mate-
riales con la que funcionaban las universidades.
También, en 1.996 se promulgaron los Objeti-
vos Fundamentales y Contenidos Mínimos de la
Educación General Básica, mediante los cuales
el Estado pasó a compartir la responsabilidad
curricular con los agentes educativos públicos y
privados. Este nuevo marco dejaba, tal como lo
estipula la Ley Orgánica Constitucional de Ense-
ñanza, un margen de libertad para que los esta-
blecimientos definieran contenidos complemen-
tarios a los del marco nacional.
La ampliación de la jornada escolar, con el ob-
jetivo de mejorar la calidad de la enseñanza de
manera equitativa, se inició en 1.997, en los es-
tablecimientos que contaban con infraestructura
adecuada y paulatinamente habría de ir imple-
mentándose en las escuelas de todo el país con
el fin de alcanzar la plena cobertura en el 2.000.
En la segunda mitad de los noventa se puso en
marcha el Programa de Mejoramiento de la Cali-
dad y la Equidad de la Educación Media, con un
objetivo similar al buscado anteriormente en la
enseñanza básica, y apuntando a la posibilidad
de fortalecer a aquellos establecimientos que
contaran con alumnos de menores ingresos.
Por otra parte, es importante remarcar que
también se continuaron con los mecanismos
de evaluación docente, que podrían influir en el
pago que recibieran, buscándose de ese modo
incentivar el mejoramiento y la capacitación en
el marco del sistema educativo. Así, ideas como
productividad y competencia eran reafirmadas
en el esquema de funcionamiento para la edu-
cación.
En materia de salud pública, se produjeron cam-
bios orientados en el sentido de priorizar la finan-
ciación de un programa de mejoras en términos
sociales. Para ello, desde un inicio el gobierno
inyectó una importante cantidad de recursos a
partir del incremento del gasto social, registrán-
dose un aumento real del 65% en las finanzas
del área salud entre 1.990 y 1.994. Asimismo, se
avanzó en un programa de inversiones en hos-
pitales públicos, lo que tuvo como resultado que
el nivel de recursos anuales destinados a tal fin
se incrementara de 15 a 90 millones de dólares
en los primeros años de la gestión democrática.
El gobierno de la Concertación procuró introducir
cambios en los procedimientos de gestión, en-
caminados a mejorar la eficiencia y calidad del
sistema público, en la creencia que durante la
década anterior se había producido un proceso
de crecimiento del sector privado que aseguraba
su eficaz funcionamiento.
Con el presidente Eduardo Frei se propusieron
nuevas formas de asignación de recursos, vía
mecanismos de financiamiento alternativos,
buscando así fortalecer la capacidad de gestión
local. Se estableció un sistema de pago per cá-
pita en la atención primaria municipal, con el
que se buscó financiar dicha atención según la
31
población inscripta en cada establecimiento de
salud, variando los pagos según la condición de
pobreza y el carácter de los municipios en que
se encontraban insertos. Además, se crearon los
Servicios de Atención Primaria de Urgencia para
atender prestamente a los sectores más pobres.
Se implementaron también una serie de pro-
gramas desde el Ministerio de Salud, dirigidos a
la población de menores ingresos. Por un lado se
creó el Programa de Salud con la Gente, orien-
tado a brindar apoyo técnico y financiero a las
organizaciones sociales de salud. Asimismo, se
continuó el Programa Nacional de Alimentación
Complementaria, propuesto para las embaraz-
adas, nodrizas y menores de seis años, que
atendía a más de un millón de niños, aunque
con una cobertura desigual según las regiones.
La focalización en este programa provenía del
gobierno militar, aunque la Concertación man-
tuvo el criterio focalizador basándose en re-
comendaciones de expertos sobre la situación
nutricional. Por otra parte, en un intento por
mejorar la atención a los usuarios del sistema
y fortalecer el proceso descentralizador, en la
segunda mitad de los noventa, se establecieron
compromisos de gestión entre el nivel central y
los sistemas de salud locales, los cuales implic-
aron un acuerdo de metas y objetivos a desarrol-
lar a corto plazo, establecido entre las entidades
administrativas de salud municipal y el respec-
tivo servicio del área jurisdiccional.
En otro plano, como es el relacionado con los
derechos humanos, Aylwin aceptó las limitacio-
nes para castigar a los militares por las violacio-
nes a los derechos humanos durante el régimen
militar, aunque designó una comisión, llamada
Verdad y Justicia, para investigar lo ocurrido,
e inmediatamente después de haber asumido
liberó a los presos políticos del régimen de Pi-
nochet que no habían cometido actos de vio-
lencia en ese período. Al frente de la comisión
investigadora se nombró al ex senador y jurista
Raúl Rettig, él cual entregó un informe el 8 de
Febrero de 1.991 donde se confirmaban 2.279
casos de muertes y ejecuciones sumarias de
opositores, torturas y cientos de desapariciones
cometidas entre Septiembre de 1.973 y Marzo
de 1.990. Asimismo, el gobierno de la Concert-
ación manifestó que si bien los responsables de
esos crímenes no serían procesados, las víctimas
y sus familiares serían compensados.
Gobierno de
Bachelet.
En Diciembre de
2.005, se llevaron
a cabo las eleccio-
nes presidenciales,
en las cuales tri-
unfó la candidata
de la Concertación
de Partidos por la
Democracia Mi-
chelle Bachelet,
con un 45, 93%, por
lo que se debió enfrentar en una segunda vuelta
con el representante de Renovación Nacional el
empresario Sebastián Piñeira, quién alcanzó el
25, 44% de los votos, aventajando al otro can-
didato de la derecha Joaquín Lavín (de la Unión
Democrática Independiente) con un 23, 23% de
los sufragios. En cuarto lugar llegó Tomás Hirsch,
de la coalición Juntos Podemos Más (en la cual
tenían un papel preponderante el Partido Hu-
manista y el Partido Comunista), con un 5,39 %
de los votos.
En los inicios de su mandato, Bachelet adoptó la
estrategia de ponerse por encima de los partidos
políticos, desplazando a algunos de los dirigen-
tes tradicionales, incorporando a nuevas figuras
en cargos importantes y dándole protagonismo a
las mujeres dentro de su gabinete. La figura pre-
dominante era Andrés Velazco, quien ocupaba la
Secretaría de Hacienda, produciéndose en un
diciembre de 2009
32
el iniciador/ 1
primer momento tensiones, no solo al interior
del gabinete, sino también por el lugar subordi-
nado en el que quedaban los partidos miembros
de la Concertación.
Durante su primer año de gobierno la presidenta
mantuvo las líneas centrales de las anteriores
administraciones democráticas, buscando la pro-
fundización de las relaciones comerciales con los
países del sudeste asiático y marcando diferen-
cias con los mecanismos de integración que se
estaban produciendo en América latina, particu-
larmente el MERCOSUR y el ALBA. Asimismo,
priorizó las relaciones bilaterales con los Estados
Unidos, ante la imposibilidad del presidente Bush
de articular el ALCA.
Sin embargo, a los pocos meses de asumir Bach-
elet sufrió un primer conflicto de magnitud con
la protesta estudiantil, conocida como “rebelión
de los pingüinos” por los uniformes escolares
que utilizaban. El reclamo de los estudiantes
estaba relacionado con las desigualdades exis-
tentes en el sistema educativo, que colocaban
a los egresados de colegios de menores recur-
sos o de zonas con bajo nivel de desarrollo en
condiciones desventajosas para poder insertarse
en la educación superior. Se exigía la reformu-
lación de planes educativos, con el objetivo de
equipararlos con aquellos implementados en las
instituciones de mayor nivel, con una adecuada
reestructuración horaria que no interfiriera en
las actividades que los sectores más posterga-
dos tenían que desarrollar en los períodos fuera
de clases. Se planteó la conformación de una
comisión encargada de analizar un conjunto de
reformas que viabilizara un mejoramiento de las
condiciones de formación para los estudiantes de
menores recursos, aunque no se han producido
propuestas de envergadura que permitan pensar
en una superación del problema.
Por otra parte, la mandataria ha tenido que
formular un replanteo del funcionamiento del
sistema previsional. La razón para ese cometi-
do, fue el problema que se planteaba para un
importante número de trabajadores, que tenían
un bajo nivel de aportes, existiendo un peligro
que no puedan acceder al beneficio jubilatorio al
retirarse del mercado laboral. Asimismo, la uti-
lización por parte del sector empresarial de un
conjunto de modalidades de contratación que
tenían exenciones impositivas, podía generar
problemas de financiamiento, que para el caso
de personas cercanas a la edad de acceder al
beneficio previsional originarían dificultades en
la obtención de las prestaciones (4) .
Para resolver algunas de estas situaciones con-
flictivas, el Estado ha decidido hacer un aporte
de 5.000 millones de dólares para mejorar las
jubilaciones. El objetivo sería que el Estado co-
locaría en las Administradoras ese dinero para
complementar y dar prestaciones a la gente que
tiene pocos aportes o a las mujeres que cobran
una jubilación un 30% inferior. En tal sentido, la
Subsecretaria de Previsión Social, Lisette García
Bustamante considera que los privados han sido
exitosos en administrar el dinero de las jubila-
ciones y que “…pretendemos corregir las inequi-
dades del sistema pero dentro del sistema de las
AFP…” (Clarín, 13 de mayo de 2.007).
Frente a las presiones cada vez mayores de sec-
tores que buscan romper con ciertos legados
del pinochetismo, en el año 2.007 el gobierno
decidió incrementar la financiación de las políti-
cas sociales. En tal sentido, en materia educa-
tiva el Estado invertiría 650 millones de dólares
para llevar el presupuesto a 5.000 millones de
la moneda americana, en un intento por mejo-
rar el funcionamiento de aquellas instituciones
que tienen peores prestaciones, situación que de
no ser resuelta favorablemente profundiza las
desigualdades existentes entre distintos secto-
res de la sociedad al dificultar la continuidad de
la formación de los sectores menos favorecidos
en un sistema educativo muy competitivo y seg-
33
mentado.
Por otra parte, se prevé en el área de la salud
la construcción de 2.700 guarderías y 12 nue-
vos hospitales, localizados en aquellas zonas
con población con un menor nivel de ingresos.
Asimismo, se ha decidido que se incrementen
de cincuentaiséis a ochenta el número de enfer-
medades atendidas gratuitamente por el Estado.
Esta medida implicaría ampliar la cobertura, par-
ticularmente la dirigida a aquellos sectores care-
cientes, pudiendo contener con mayor facilidad
la expansión de determinadas epidemias y favo-
reciendo una rápida recuperación de los grupos
que tienen un menor nivel de prevención frente
a dichas dolencias.
Es importante resaltar, que esta expansión en
materia presupuestaria y el incremento de sec-
tores que pueden estar cubiertos en las áreas
de salud y educación fortalecen a grupos que
apoyan al gobierno de la Concertación, debido a
la ampliación de derechos que se está produci-
endo. Sin embargo, las directrices del modelo
no parecen cambiar, desarrollándose políticas
focalizadas (aunque incluyendo mayor cantidad
de beneficiarios) y permitiendo la pervivencia
de mecanismos mercantiles en la asignación de
recursos. Asimismo, la continuidad de la descen-
tralización impide la consolidación de criterios
comunes en la implementación de determinadas
políticas dirigidas al área educativa, mantenié-
ndose por ello, elevados grados de fragment-
ación.
Limitaciones en el proceso de ruptura con
el pinochetismo.
Desde el punto de vista institucional el sistema
electoral binominal por distrito ha generado con-
secuencias importantes para los partidos políti-
cos más grandes ya que, en primer lugar las
negociaciones preelectorales entre líderes par-
tidarios en el seno de una alianza tienen un rol
decisivo en la selección de candidatos en cada
distrito, situación que deriva en acuerdos inter e
intrapartidarios que tienen como resultado reac-
ciones contrarias entre los miembros del partido
que ven en éstos, cálculos oportunistas de los
líderes nacionales y un intento de violar la vol-
untad popular (Scully, 1.998).
Los aliados del régimen de Pinochet han utilizado
la presencia de sus colegas elegidos, para vetar
la legislación que consideraban incompatible con
la herencia institucional del régimen militar. En
ese sentido, puede decirse que mientras los go-
biernos de Aylwin y Frei han tenido mucho poder
para llevar a cabo políticas económicas liberales,
su capacidad para consolidar un régimen político
liberal fue bastante reducida (Scully, 1.998).
Por otra parte, autores como Tomás Moulian,
critican el manejo del tema de las violaciones a
los derechos humanos durante el gobierno mili-
tar, ya que argumentan que la labor de la Comis-
ión Rettig tuvo dos grandes vacíos, en el sentido
que sus investigaciones no derivaban en una in-
stancia judicial y por otra parte, no comprendían
a los damnificados por torturas prolongadas y
prisión abusiva. Se instaló en tal sentido un prin-
cipio de la irresponsabilidad de las autoridades
supremas las cuales parecieron no saber nada
de las violaciones llevadas a cabo por sus subor-
dinados (Moulian, 1.997).
La situación conflictiva con los estudiantes for-
taleció tanto a aquellos sectores que cuestion-
aban la falta de una ruptura más fuerte con las
políticas heredadas de la dictadura pinochetista,
como a aquellos que le achacaban al gobierno
de Bachelet debilidad frente a los grupos que se
movilizaban, abogando por un endurecimiento
de la represión a los sectores que se manifes-
taban por afuera de las instituciones reconoci-
das. Además, demostró la insuficiencia que, para
ciertos sectores que abogaban por una mayor
equidad, tenían las reformas que habían venido
diciembre de 2009
34
el iniciador/ 1
introduciéndose desde los inicios de los gobier-
nos de la Concertación. La estrategia de manten-
er los lineamientos centrales del modelo liberal,
aunque agregándole componentes solidarios fue
rechazada por grupos que consideraban indis-
pensable modificar estructuralmente el sistema.
A su vez, los movimientos llevados a cabo por los
trabajadores han generado tensiones en varios
niveles. Por una parte, ha existido una reacción
desde el sector empresarial por los intentos de
promover por la vía de los hechos, cambios en
la legislación, argumentando que ello implicaría
“…un claro intento de volver a esquemas del
pasado, generando incertidumbre y desaliento…”
(Clarín, 5 de Agosto de 2.007). Por otro lado,
el conflicto ha generado importantes cruces en
el gabinete, particularmente entre el Ministro de
Hacienda Andrés Velasco y su colega del Interior
Belisario Velasco. Este último, en alianza con el
titular de Trabajo Osvaldo Andrade, procuraba
ampliar los espacios de protesta para los traba-
jadores, desechando la Ley de Seguridad que or-
dena a la policía enfrentar a los huelguistas.
Incertidumbre por el futuro e impactos so-
bre la legitimidad democrática.
Un elemento que ha ido adquiriendo importan-
cia y que debe considerarse como un factor de
incertidumbre, ya que no se sabe cuál será la
influencia sobre los alineamientos políticos, es la
pérdida de interés de la población por la política.
La caída en los índices de participación electoral,
así como las actitudes ante la política y los par-
tidos que revelan las encuestas, muestran un
alejamiento, desconfianza y desafección frente
a la política en general, que incluye gobierno,
parlamento, coaliciones, partidos y políticos
como personas. De modo que, aunque el paisaje
político no sufra fuertes modificaciones, la posi-
bilidad de una profundización de la democracia
no parece demasiado factible. La sensación de
malestar hacia el funcionamiento del sistema
político parece reflejar la incapacidad de éste
para satisfacer la extendida demanda de incor-
poración a los beneficios de la modernidad; con-
stituyéndose así en la mayor amenaza al actual
régimen político.
Tomás Moulian considera que tanta moderación
por parte de los diferentes partidos favorece esta
apatía, no solo porque no es creíble, sino porque
tanta redundancia diluye la identidad de las fuer-
zas en competencia, produciéndose la situación
en que ‘...ante un sistema tan homogeneo, en
el cual detrás de las etiquetas están los mismos
contenidos, la política parece ociosa...’ (Moulian,
1.997, pag. 76). Plantea que ante la no discusión
de los nudos esenciales del modelo de acumu-
lación y sociabilidad “... es la política misma la
que agoniza, para ser reemplazada por la de-
cisión tecnocrática, sustentada en un indisput-
able (pero no indiscutible) cientificidad…” (Mou-
lian, 1.997. pag. 58).
Considero que las tensiones producidas durante
la gestión de Bachelet, tienen mucho que ver con
los problemas para procesar la herencia del pi-
nochetismo. Las disputas entre la continuidad de
un modelo que es valorado por una parte impor-
tante de la sociedad y por diversos factores de
poder, y la búsqueda de romper con un pasado
que representó la desaparición de un proyecto
igualitario y generador de expectativas de un
cambio estructural vinculado con el socialismo,
han alcanzado un mayor grado de virulencia
tras el final de la presidencia de Lagos. El forta-
lecimiento de los sindicatos y la proliferación de
demandas encaradas por ellos representan un
problema casi irresoluble para el delicado equi-
librio entre ruptura y continuidad que se había
venido estableciendo desde la llegada a la presi-
dencia de Aylwin.
Asimismo, estos conflictos se dan en un momen-
to de recuperación de la derecha política, con el
nuevo liderazgo de Sebastián Piñera y la consoli-
dación de sectores que marcan ciertos puntos
35
de distancia con los aspectos más controvertidos
del pinochetismo, particularmente los vinculados
con las violaciones de los Derechos Humanos y
con los legados autoritarios en la Constitución. El
dilema de Bachelet se conecta con el riesgo de
perder votos moderados si no se muestra capaz
de contener a las organizaciones de trabajadores
y de garantizar que la modernización económica
no sea revertida.
Estas tensiones, sumadas a la desafección políti-
ca de buena parte de la población chilena, sin
dudas plantean interrogantes y temores sobre el
tipo de democracia que puede desarrollarse en
Chile en los próximos años.
diciembre de 2009
Notas
1- Es importante tener en cuenta estas medidas, que serán motivo de fuertes conflictos durante el gobierno de Bachelet.
2- En base a esta estrategia, la inflación descendió en forma gradual desde un 27% en 1.990 hasta alrededor del 3% en 1.999 (Marshall Rivera, 2.005)
3- Este estatuto contemplaba la implementación de la carrera docente, la titularidad, la introducción de un salario mínimo y el incremento de los recursos.
4- Se plantea una dicotomía entre el esquema de capitalización que genera buenos niveles de rentabi-lidad para los futuros jubilados (con altos montos de capital acumulado que permiten hacer numerosas inversiones en el sector productivo) y el problema de ciertos sectores que por problemas en el mercado laboral, se encuentran dificultados para asegurar un adecuado nivel de prestaciones.
36
el iniciador/ 1
¿Cuáles fueron los proyectos políticos inspirados
por la invención del pueblo soberano en el mun-
do anglosajón? ¿Qué consecuencias tuvo sobre
las significativas experiencias de Inglaterra y los
Estados Unidos la imaginación moderna de este
sujeto político? Alrededor de estos ejes, Edmund
Morgan emprende la valiosa empresa de acer-
carnos con inteligencia a los pequeños y grandes
acontecimientos que guiaron dos de las mayores
revoluciones que alumbraron el relato de la mod-
ernidad y de la democracia republicana.
Ideas y prácticas se encuentran e interpelan per-
manentemente en este texto para narrarnos una
novela que nunca nos resulta demasiado ajena.
La invención del pueblo es un destacado trabajo
de historia conceptual e historia social, una llana
y enorme pregunta. Pero también es la histo
ria de hombres y mujeres que se reconocen en
otros hombres y en otras mujeres, un aire que
se impone en nuestro ambiente y que nos solic-
ita desde la más viva conceptualidad de nuestra
época.
De pie ante los caminos a los que dirigen su mi-
rada las preguntas por excelencia de la moderni-
dad política, Morgan comienza su libro pregun-
tándose con David Hume cómo es posible que
las mayorías se sometan a las minorías, por qué
medios específicos es que los gobernados obe-
decen a los gobernantes.
De las reflexiones del filósofo escocés en torno a
la opinión y la razón se servirá el historiador de
Yale para hacer de ellas el punto de partida que
le permita relatarnos el devenir de la encarnación
del discurso político moderno en el mundo an-
glosajón.
LA INVENCION DEL PUEBLO, El surgmiento de la soberanía popular en Inglaterra y Estados UnidosEdmund Sears MorganSiglo XXI, Buenos Aires, 2006
Facundo Bey
Según una conocida frase de Epicteto, no serían los hechos los que conmueven a los hombres, sino las palabras
sobre esos hechos.
Reinhart Koselleck, “Historia social e historia conceptual”
Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, 1979.
…el medio a través del cual los hombres transmiten sus ideas agrega una nueva dificultad. Las palabras sirven
para expresar ideas; por lo tanto, la lucidez exige no sólo que las ideas se conciban con claridad, sino que se
expresen con palabras distintas y exclusivamente apropiadas a ellas.
James Madison, El Federalista, XXXVII, 1787-1788.
Los diccionarios no son más que los depósitos de las palabras ya legitimadas por el uso. La sociedad es el taller
en la que se elaboran otras nuevas.
Thomas Jefferson, citado en: John Dewey, El pensamiento vivo de Thomas Jefferson
37
En la indagación por las topografías no siempre
expresadas que opone el mundo en la búsqueda
de la consagración de un orden político legítimo,
Morgan no desatenderá en su obra ningún pa-
raje de los encuentros y desencuentros ocurridos
entre un sujeto siempre tan potente como ina-
cabado y el relato político que lo hará, inespera-
damente, demiurgo de su propia indeterminada
subjetividad.
En este atrapante reco-rrido que nos lleva de la
experiencia inglesa a la estadounidense, las cru-
entas guerras civiles, las
miserias más pintorescas,
las revoluciones sangrien-
tas y las revueltas parro-
quiales, las persecuciones
religiosas, las esperanzas
más altas y los temores
más íntimos de sus pro-
tagonistas, se delinean
indisociables del devenir
intenso que atraviesa a
los debates desplegados
por la teología política, el
problema de la autoridad
en un mundo secular, los
fundamentos del principio
de representación, los hu-
mores emancipatorios, las
nuevas institucionalidades
sociales y, finalmente, la
pugna en torno a la sobe-
ranía del pueblo y el go-
bierno republicano.
La obra se inicia con una
cita de Hume que cor-
responde a los Ensayos
y tratados sobre varios
temas (1754) (1): “sólo en
la opinión [es] donde se
funda el gobierno”. Desde
el inicio, Morgan hace pro-
pio el polémico supuesto
del escocés, aquel de que lo político es el ámbito
por excelencia de la opinión. La persuasión de
las opiniones, es presentada como el medio nec-
esario para mantener el consentimiento de los
gobernados. Un Hume eminentemente estudioso
de la historia de Inglaterra, no dudará en adver-
tir que esta situación se aplica tanto “a los más
despóticos y más militares de los gobiernos, así
como a los más libres y populares” (2).
diciembre de 2009
38
el iniciador/ 1
De modo que, siguiendo a Hume, Morgan pro-
pone que el éxito de un gobierno requiere más
de la aceptación de ficciones por parte de los
gobernados y de una concurrente y consecuente
suspensión voluntaria de la incredulidad, que de
la fuerza del fuego y la espada. En este sentido,
la legitimidad política depende en primer lugar
de las convicciones y de los artefactos que las
sostienen. Y es condición, para que la poten-
cia persuasiva de las ficciones puedan cumplir
su propósito, que estos artificios se mantengan
lo más posiblemente cercanos a los hechos: lo
contrario significaría su completo desmoron-
amiento.
Tanto para Hume como para Morgan, este
reconocimiento del carácter convencional y con-
flictivo de las instituciones sociales y políticas,
no se agota en un reconocimiento meramente
contextualista de que éstas se fundan en las
costumbres y hábitos de una sociedad dada, ni
en un ingenuo escepticismo como reacción a su
carácter voluble: la radical implicancia de la fun-
ción política de la ficción, es que todo gobierno
necesita hacer creer en algo, al tiempo que re-
sulta imposible, por naturaleza, llevar una vida
social sin creencias.
Sucede que cuando la ficción encarna en los
hombres, las esperanzas que los habitan exi-
gen, antes o después, reformar la realidad. Y,
naturalmente, ser reformados ellos mismos.
Es esa conclusión la que lleva a Morgan a decir
sin más rodeos que, en buena parte, la libertad
política moderna, los derechos universales de
los hombres y la soberanía del pueblo, dependen
de las ficciones que sostienen su propia autori-
dad. Reconocer las cualidades ficcionales de es-
tos artefactos –opina Morgan-, de los que tanto
depende nuestra vida en común, no podría de
ningún modo resultar una amenaza para nuestro
compromiso con ellos, sino más bien, por el con-
trario, una demostración permanente de fe hacia
ellos al enunciarlos día a día como verdades evi-
dentes en sí mismas.
Que el ámbito de la opinión pudiera ser com-
prendido como la localidad más auténtica de lo
político, es cosa que en 1690 se figura en un ilus-
trado John Locke. El vecino inglés de Hume daba
a la opinión un lugar central a la hora de pensar
las leyes conforme a las cuales los hombres or-
ganizan su vida en sociedad. De las tres clases
de leyes que Locke describe en el Ensayo sobre
el entendimiento humano, es la ley de la opinión
o reputación a través de la cual los miembros de
una sociedad política establecen libremente, me-
diante su estima, qué es correcto o incorrecto: es
éste el poder específico que retienen para sí los
ciudadanos frente a la fuerza estatal. Los juicios
filosóficos de la society, someten a una instancia
moral los actos públicos y lo hacen, ciertamente,
bajo un tácito y secreto consenso.
En esta historia, en la del surgimiento de la so-
beranía popular en Inglaterra y los Estados Uni-
dos, el papel de la opinión transitó caminos im-
previstos aun para el atento observador o para
los sabios del siglo. Se inició una novedad latente
en nuestra habitualidad democrática: las metas
comunes y más inclusivas, aquellas que pueden
conmover a las mayorías, no han de ser arcanos
a los que escogidos críticos y moralistas echen
luz por graciosa concesión de la razón, sino que
se delinean en nuestro entendimiento común por
nosotros mismos, por lo que atañe a nuestros
prójimos y por los valores que compartimos en
compañía de otros. (3) En la continua agitación
democrática que palpita el mundo anglosajón
visitado por el libro de Morgan, la secularización
no se caracteriza como una misión moral de la
humanidad o una ordenanza de la opinión fi-
losófica, sino más bien como una experiencia
histórica vívida, un aprendizaje colectivo con-
currente a la corrosión del deshilachado hilo de
la autoridad. Lo que estadounidenses e ingleses
han hecho, el relato de Morgan así nos sugiere
entenderlo, es hacer explícita y consecuente la
39
invención del pueblo.
Una vez más, La Invención del pueblo es el re-
lato de un cambio, la prosa de un tiempo. De
Inglaterra a los Estados Unidos y de los Estados
Unidos a Inglaterra, del derecho divino de los
reyes a la república democrática; aquí o allá: la
invención del pueblo es una ficción inacabada y
un desafío persistente, un artificio perdurable
cuyo fundamento más sensible reclama ser la
expresión de nuestros deseos y esperanzas so-
ciales junto a la posibilidad de que éstos con-
stituyan el medio más deseable de resolver los
más apremiantes conflictos sociales de forma
pacífica, sin necesidad de apelaciones trascen-
dentales a las prácticas que hablan de nosotros
y a los valores comunes que pueden llevar a ser
lúcido a un pueblo en el hablarse a sí mismo, es-
cucharse con detenimiento, e imprimir su propia
existencia conjunta en un nuevo lenguaje, en un
nuevo mundo.
diciembre de 2009
Notas
1- La cita de Morgan remite a la reimpresión realizada en 1758.
2- La invención del Pueblo, pág. 13.
3- En 1740, en su célebre Tratado sobre la naturaleza humana, Hume afirma: “No tenemos elec-
ción más que entre una falsa razón o ninguna razón en absoluto” [“We have, therefore, no choice
left but betwixt a false reason and none at all.” The Philosophical Works of David Hume. Including all
the Essays, and exhibiting the more important Alterations and Corrections in the successive Editions
by the Author. Cuatro Volúmenes. (Edinburgh: Adam Black and William Tait, 1826). Vol. 1., pág. 340.
Hay traducción española, Tratado sobre la Naturaleza Humana, Editorial Tecnos, Madrid, 2005.]. Con
esta máxima, Hume introduce una noción de racionalidad que pone en jaque a las caracterizaciones
que promueve la tradición trascendentalista.
40
el iniciador/ 1
¿Cuáles son las expresiones principales del actu-
al contexto democrático? ¿Cuáles son las limita-
ciones que encuentra la democracia para lograr
las necesarias narraciones políticas compartidas
por la ciudadanía en general?
Respondiendo a estos interrogantes y partiendo
de la categórica afirmación referente al triunfo
del ideal democrático en los tiempos que cor-
ren, Rosanvallon inicia esta obra considerando
las tensiones que -no obstante el triunfo- se
manifiestan en el vasto plexo de regímenes hoy
indicados como democráticos. En este sentido,
adjetivaciones y problematizaciones en torno a
los conceptos de “crisis”, “mutación” o “desafec-
ción” son abordadas con fuerte preocupación,
claridad sintáctica y compromiso intelectual, in-
citando al lector atento a una mirada crítica del
universo democrático que lo circunda.
Un profundo análisis de las nuevas y mutadas
formas ciudadanas que caracterizan al escenario
democrático contemporáneo se constituye como
objetivo primario del autor de la obra reseñada.
En este sentido -y no sin realizar un virtuoso y
amable camino por la historia de las ideas que
versaron sobre lo democrático- , se analizan los
tiempos que corren señalando un claro distan-
ciamiento entre la sociedad civil y las institucio-
nes democráticas que significaría, en términos
políticos, la posibilidad de un anómala relación
entre representantes y representados. Los ciu-
dadanos vigilantes, la prensa, las nuevas mili-
tancias, internet y las agencias de auditoria son
los actores primerísimos de este novedoso esce-
nario, y ello hace que el resultante dualismo
democrático que se manifieste en las relaciones
entre los nuevos poderes de control y la insti-
tución representativa sea uno de los rasgos más
problemáticos para el autor.
Las bondades de Rosanvallon en sus desarrollos
históricos cobran renovadas virtudes en el pro-
ceso de caracterización de la denominada “Sober-
anía de Obstrucción”. El pasaje de una soberanía
crítica hacia una soberanía que sólo obstruye es
el elemento clave. Nuevamente la prosa afable
hace doblemente virtuosa la lectura histórica de
las formas que asume la soberanía democrática:
ya sea en clave medieval, reformista, ilustrada,
revolucionaria a la francesa, marxista, moderna
o contemporánea. Con ello, el medieval principio
de resistencia en Calvino y Knox, la distinción en-
tre accionar e impedir presente en la obra capi-
tal de Montesquieu, el tribunado en el contrato
rousseauniano, el radicalismo de la experiencia
revolucionaria francesa, las vitales preocupacio-
nes cívicas de los Padres Fundadores, la impor-
tancia del jury en las crónicas tocquevilleanas y
las potencialidades de control de la sociedad civil
hacia el poder características del pensamiento
de John Stuart Mill, resultan importantes refe-
rencias teórico-prácticas para Rosanvallon.
De allí que la comparación con el nuevo esce-
nario nos muestra que los peligros son variados:
la metamorfosis de la oposición observada en su
tradicional papel institucional (metamorfosis que
parte de la comparación con el contexto anali-
zado por John Stuart Mill desde las ediciones de
la Westminster Review); la era de la deselección
en lo relevante al papel sancionador del electo-
LA CONTRADEMOCRACIA. La política en la era de la desconfianzaPierre RosanvallonEditorial Manantial, 2007
Facundo Calegari
41
rado; las formas de veto a lo político en general,
y el causal y consecuente peligro del populismo
en última instancia.
Entonces la declinación de la dimensión crítica
de la política y el paso a las formas de mera y
vacua obstrucción se presentan como un ver-
dadero peligro para la vida en democracia en la
medida en que la política pierde su capacidad
de representar o narrar escenarios públicos, co-
munes y compartidos.
Una nueva y cen-
tralísima categoría
aporta nuevas con-
notaciones a la
temática: “El pro-
blema contemporá-
neo no es el de la
pasividad, sino el de
la impolítica, es decir,
de la falta de apre-
hensión global de los
pro-blemas ligados
a la organización de
un mundo común.”
Surgida por la se-
paración del binomio
sociedad civil/es-
fera política y por
la imposibilidad de
lo político de narrar
escenarios públicos
comunes y compar-
tidos, la democracia
impolítica se opone
a las concepciones
“desafectadas” de la
ciudadanía al afirmar
que las expresiones
democráticas tien-
den a observarse en
la multiplicación de
formas de control y
sus derivaciones. (Al
igual que en otros
pasajes, aquí el autor logra expresar su incon-
formidad con una categoría analítica compleja y
problemática como la de “desafección política”)
La denominada Judicialización de lo Político
-cuyos antecedentes institucionales más inme-
diatos se encuentran en las históricas institucio-
nes del Graphe Paranomon griego, el impeach-
ment inglés y el Recall estadounidense- implica
un nuevo traspié para las capacidades de acción
diciembre de 2009
42
el iniciador/ 1
colectiva de lo político cuando la judicialización
significa solo y exclusivamente ello. En este sen-
tido, Rosanvallon vuelve a advertir cuales son
las limitaciones de lo político cuando ello pierde
su capacidad instituyente y su negatividad es la
nota única y excluyente.
Luego, la concatenación de caracterizaciones
contemporáneas que indican el pasaje de la so-
beranía crítica hacia la política negativa o a la
propia “impolítica” terminan de confirmar una
verdadera atrofia que paraliza el escenario políti-
co en su naturaleza formal y en los contornos de
sus prácticas principales. El argumento referente
a la limitación de la política por la propia políti-
ca nos conduce a un lugar paradojal y crítico
pero potencialmente emancipador en términos
analíticos. En otro orden de cosas, es probable
que este recurso sirva al autor para contraponer
sus argumentos a los de aquellos teóricos políti-
cos que ven en las nuevas formas de ejercicio
democrático aspectos excesivamente positivos
de cara al futuro (como los propios de Hardt y
Negri en sus presunciones de emancipación des-
de abajo o los tantos otros autores que ven una
suerte de positividad medicinal en las formas de
activación y reacción de la sociedad civil).
Es en este sentido en donde la connotación dada
al concepto de populismo cobra una dimensión
primaria para la obra en la medida en que el au-
tor logra disipar notablemente la nebulosa de
definiciones sustancialistas.
Partiendo de la aclaración de una manifiesta
asimetría entre sus propiedades connotativas y
denotativas (problema metodológico de capital
importancia en relación a esta categoría analítica
en particular), el concepto se define radicalmente
en una trilogía que lleva al lector al punto de ma-
yor intensidad de la experiencia hermenéutica:
se define entonces como la inversión perversa de
los ideales y de los procedimientos democráticos,
como patología de las instituciones representati-
vas y aun como patología y profundización de la
contrademocracia. Definido en estos términos,
el populismo representa al weberiano tipo ideal
de lo verdaderamente impolítico.
Sin dejar de recurrir a la pragmatista genialidad
deweyana, Rosanvallon finaliza su obra conside-
rando la posibilidad de transformar el escenario
actual mediante una repolitización de lo político
que permita la posibilidad de nuevas narracio-
nes comunes: es aquí en donde la deontología
democrática cobra renovados bríos en la búsque-
da de un nuevo individualismo que favorezca la
politicidad subjetiva y que a su vez se encuen-
tre en natural y permanente contacto con la ne-
cesaria objetivación del mundo más inmediato.
43
En los sombríos días posteriores a la guerra de
Yom Kippur de 1973, una delegación de intelec-
tuales de Estados Unidos viajó a Jerusalén. No
había visitantes en Israel en esos momentos, y
ellos probablemente fueron los primeros en ar-
ribar. Fue después de la guerra y justo antes
de las elecciones. Yo estaba en las filas de un
partido de izquierda llamado Moked. Era un par-
tido pequeño. Conocíamos casi a todos nuestros
votantes por su nombre. La calidad de los
seguidores nunca estaba en duda –era el partido
de la intelligentzia de izquierda– pero el número,
sí lo estaban.
En las elecciones, obtuvimos un escaño en el
Knesset, de un total de 120. El partido luchaba
por una solución de dos Estados: Israel y Pales-
tina. Esos eran los años de Golda Meir. La simple
mención de un Estado Palestino era una herejía
que garantizaba a sus adherentes un lugar en
el lago congelado del noveno círculo del Dante.
Desde aquel entonces, el hielo se ha derretido.
La idea de dos Estados se ha vuelto un consenso
israelí, algo que muchos israelíes dicen en públi-
co, pero que no suficientes lo creen en privado.
Ariel Sharon, el comandante de mi unidad en esa
guerra, era en aquella época el gran unificador
de la derecha. Forzó un bloque electoral entre
el partido de Menachem Begin y el Partido Gen-
eral Sionista –el bloque que luego tuvo éxito en
llevar a Begin al poder. Contra todas las normas
militares, Sharon inició una campaña a favor de
su bloque cuando todavía vestía uniforme. El
gobierno, preocupado de que Sharon agitara las
cosas en el ejército, ordenó que cualquiera que
estuviera afiliado a un partido fuera inmediata-
mente relevado del servicio mientras durara la
campaña electoral. Así que, junto con Sharon,
me encontré libre del servicio activo y regresan-
do a Israel desde el Canal de Suez.
En el día que llegué a Jerusalén, mi tarea fue
recibir a la delegación que provenía de Estados
Unidos para presentarles las ideas de Moked,
nuestro partido, mientras otros partidos presen-
taban las suyas. Yo era relativamente joven pero
estaba absolutamente enojado, y presumo que
di un discurso de un joven enojado, que creía
–como aún creo –que el gobierno de Meir fue el
que trajo esa horrenda guerra sobre nosotros.
Cuando la jornada había llegado a su fin, dos
personas se me acercaron. “Mi nombre es Ir-
ving Howe”. “Mi nombre es Michael Walzer”. Sus
nombres retumbaron fuertemente en mí. Estaba
sorprendido e impresionado. Luego, si mi me-
moria no me traiciona, Irving me dijo, “Estoy de
acuerdo con mucho de lo que dices. ¿Pero por
qué promueves un partido que no tiene posibili-
dades de ganar elecciones? ¿Por qué no te unes
al Partido Laborista y lo cambias desde adentro?
Seguramente le permitan a tu gente ser acti-
vos entre sus miembros. Sharon está haciendo
política, tu no.”
Después, la frase de cierre: “Permíteme decirte
algo. En mi experiencia, lo que deben evitar a cu-
alquier costo es volverse una secta. Las políticas
sectarias son un terrible desperdicio. Presiento
que están al borde de convertirse en sectarios,
como yo lo estaba en mi juventud.”
Repliqué: “No juzguen nuestra situación desde el
sistema bipartidista americano. Nuestro sistema
de representación proporcional, con gobiernos
basados en coaliciones, le da un gran peso a los
partidos pequeños. Además el Partido Laborista
es parte del problema –y no de la solución.” Esas
fueron mis palabras, o casi. Pero advertí que Ir-
diciembre de 2009
Avishai MargalitSECTARISMO
Traducción del inglés de Martín Waserman
44
el iniciador/ 1
ving había dicho algo importante e inquietante.
Durante todos los años que siguieron he estado
embrujado por su mandamiento: No serás sec-
tario.
Él agregó una enmienda a su mandamiento: “Está
bien que formen un periódico para expresar sus
puntos de vista sin diluciones. Pero no deberían
formar un partido. Un partido significa política.
No es un género literario.” De nuevo, no puedo
apelar a las palabras exactas, pero estas reflejan
el espíritu de lo que dijo. Y, en efecto, fundamos
una revista, que estuvo brillantemente editada
por un amigo de Irving, Menachem Brinker. Ir-
ving fue un adherente activo de esta publicación,
de nombre Emda.
Desde aquella primera reunión, he pensado y es-
crito mucho acerca del sectarismo.
Dos imágenes de la política
en competencia
Nuestra visión de la política está formada por dos
imágenes, que están en tensión. Una, la política
como economía; otra, la política como religión.
La economía que tengo en mente es la economía
de mercado, también conocida como capitalis-
mo. Su énfasis está en la producción de bienes y
servicios que pueden comprarse y venderse. El
intercambio subraya la idea de que en el mer-
cado todo puede sustituirse; nada tiene valor
intrínseco, sólo en relación con otros productos
intercambiables. En el mercado, todo está por
principio sujeto a pujas. Todo es negociable.
La noción de escasez es otro elemento impor-
tante de la imagen económica, puesto que en
economía se trata de desear cosas que existen
en cantidad limitada. Pero en economía la idea
de escasez está fuertemente atada a la idea de
que los recursos escasos cuentan con usos al-
ternativos.
La idea de la escasez es muy diferente a la idea
religiosa de lo sagrado, en tanto lo sagrado no
tolera usos alternativos. Cuando los judíos rezan
sobre las velas del Hanukkah, ellos dicen, “Estas
velas son sagradas. No nos está permitido usar
su luz mas que para observarlas cuando expresa-
mos las gracias y glorificamos Tu gran nombre.”
Ningún uso alternativo está autorizado.
La idea de lo sagrado es la idea de lo innego-
ciable. Los bienes transables son divisibles físi-
camente o en términos de la duración de su uso.
Lo que es divisible puede ser susceptible de un
acuerdo, porque podemos repartir la diferencia.
La idea de lo sagrado – al menos en las religio-
nes monoteístas – describe lo indivisible y por
tanto imposible de someter a un compromiso. Si
la vida de un feto es sagrada, entonces dividir el
embarazo en trimestres no está permitido.
En el sistema capitalista, más que en ningún otro
sistema del pasado, hay una separación relati-
vamente clara entre el dominio del mercado y
el dominio de la política en el sentido estricto de
controlar la violencia creando y aplicando leyes y
llevando adelante guerras. La imagen económi-
ca de la política intenta invadir el dominio de la
política tradicional tratándola cada vez más en
términos económicos. La escuela de pensam-
iento llamada “Leyes y Economía”, que propone
subyugar la violencia (legal e ilegal) a la lógica
del mercado, es una manifestación clara de esta
tendencia.
La imagen económica deja muy poco espacio
para la autoridad y la ceremonia. La autoridad
es reemplazada por el relativo poder de negoci-
ación de los participantes y la habilidad de forzar
acuerdos. La ceremonia se reduce a la propa-
ganda, algo que es básicamente manipulador
y proclive al despilfarro. La imagen económica
de la política es mundana, con los pies bien en
el suelo. Los protagonistas políticos se parecen
más a contadores de trajes grises que a héroes
de batas rojas o ángeles de togas blancas.
En contraste, la imagen religiosa de la política
es dramática. Se basa en la observación de que
el Estado, en tiempos de guerra, demanda a sus
ciudadanos estar listos para sacrificar sus vidas.
Este concepto vicia la idea economicista de que
la política se trata meramente de satisfacer de-
45
seos. Declara que la política trata tanto de sacri-
ficios como de satisfacciones.
La política como religión es un marco para dar
sentido a la vida de las personas, algo que va
mucho más allá de maximizar utilidades. La
política formada por ideología es una lucha en-
tre interpretaciones sobre lo que constituye el
bien colectivo, acorde con el que los individuos
pueden dotar de sentido a sus propias vidas. De
este modo, la política fundada ideológicamente
está bajo el influjo de la imagen religiosa. La cel-
ebrada frase de John F. Kennedy “No preguntes
lo que tu país puede hacer por ti, sino lo que tú
puedes hacer por tu país”, representa la imagen
religiosa de la política. Apela no a las satisfaccio-
nes (“lo que tu país puede hacer por ti”) sino al
sacrificio (“lo que tú puedes hacer por tu país”).
La mayoría de nosotros puede ver ambas imá-
genes de la política. Tenemos una percepción
política estéreo, que reconoce que ciertos as-
pectos de la política están mejor cubiertos por
la primera imagen, mientras otros aspectos lo
están por la segunda. En tiempos de guerra y
crisis, la imagen religiosa puede tener la venta-
ja. En un tiempo normal de negocios, la imagen
económica tiene la ventaja. Pero están aquellas
personas que no tienen visión estéreo –esa per-
cepción de profundidad que surge de utilizar los
dos ojos –y que miran el mundo político con un
ojo, y sólo uno.
El sectarismo en política es un caso extremo de
mirar la política con un solo ojo – el de la política
como religión. Esto no quiere decir que los sec-
tarios sean necesariamente religiosos. Cuando
Irving Howe me advirtió sobre el sectarismo, se
estaba refiriendo a las sectas seculares de la iz-
quierda, como los trotskistas que recordaba de
Alcoba Uno en el City College. No hace falta ser
religioso para ser un sectario – pero ayuda.
El sectarismo es un modo de operación y un es-
tado mental. La operación es la de dividir el par-
tido antes que dividir las diferencias. El estado
mental es el de proteger de compromisos a tu
posición principista, pase lo que sea. El sectaris-
mo es una disposición a mirar a cualquier com-
promiso como uno podrido. Fue Trotsky, creo, el
que acuñó la expresión de un “acuerdo podrido”.
“El acuerdo es necesario, pero no uno que esté
podrido”. Trotsky todavía creía conocer la distin-
ción entre acuerdos y acuerdos podridos, pero
los sectarios consideran que es una distinción sin
mérito alguno.
El sectario lleva la imagen religiosa al límite.
Aunque la imagen religiosa sostiene que la políti-
ca no se conduce por un espíritu de compromiso,
sin embargo no descarta acuerdos en cosas que
no sean sagradas. El sectario ve cada aspecto
de su posición como sagrada y se rehúsa a con-
certar cualquier punto. Porque, para el sectario,
acordar es venderse, capitular, una traición a la
causa.
Podemos encontrar un buen ejemplo histórico
acerca del rechazo al sectarismo extremo en
el acuerdo entre los Khawarij (“los que van
afuera”). Esta secta se originó en la primera
guerra civil islámica posicionándose sobre a
quién le correspondía liderar la comunidad mu-
sulmana después de la muerte del profeta Ma-
homa. El tercer califa, Uthman, fue asesinado,
y se desató una cruenta lucha por la sucesión
entre Alí, el hijo político y primo del profeta,
y Muawiah, el primo del califa asesinado. Los
Khawarij primero apoyaron a Alí como el legí-
timo califa. Pero se volvieron en su contra luego
diciembre de 2009
46
el iniciador/ 1
de la batalla por el Siffin (año 657 D.C.). Como
ninguno de los bando logró sacarse ventaja en
la batalla, cuando hubo terminado acordaron
a regañadientes una mediación. No pretendían
que fuera sobre quién debía ser el legítimo califa,
pero resultó de esa forma. La conformidad de Alí
con la mediación fue lo que volvió a los Khawarij
en su contra e hizo que finalmente lo asesina-
ran. La actitud básica de los Khawarij era que el
acuerdo es siempre una traición fundamental a
un principio.
Hay más en la mentalidad sectaria que la actitud
negativa hacia el compromiso, pero creo que su
rechazo es la característica sobresaliente. (Tam-
bién creo que uno puede desarrollar una men-
talidad sectaria en una situación, y tener mente
abierta para otras. Irving Howe se describió a sí
mismo como ejemplo de un caso tal.) Este repu-
dio a comprometerse es la cuerda sobre la que
se tocan las notas del sectarismo. ¿Y cuáles son
esas notas?
Actitud hacia los números
Las sectas suelen ser pequeñas, y sus ambicio-
nes grandes, sino abiertamente megalómanas.
No quieren nada menos que la salvación del
mundo. ¿Cómo dan cuenta de la brecha entre
la pequeñez de sus números y la inmensidad de
sus ambiciones?
Una vía para tratar esa brecha es negar la impor-
tancia de los números. Los números no cuentan.
No hay seguridad en los números. Había una
secta herética que prosperó en la parte Romana
de África del Norte en el siglo cuarto y quinto,
los Donatistas. Creían que la administración de
los sacramentos como el bautismo debía ser re-
alizada únicamente por sacerdotes que fueran
santos. Se oponían a aceptar la autoridad de
sacerdotes que, durante una época de perse-
cución, entregaron libros sagrados a las autori-
dades Romanas, que los quemaron.
San Agustín, representando a la Iglesia, hizo
campaña en contra de los Donatistas. Ambas
partes acordaron que el Arca de Noé era una ale-
goría idónea de la Iglesia sitiada. Los Donatistas,
sin embargo, enfatizaron el hecho de que el Arca
de Noé solamente amparase a ocho seres huma-
nos. Cuando las fichas están en baja, la humani-
dad puede salvarse por un número muy pequeño
de personas. Los números son irrelevantes; la
calidad de la gente, su santidad, es todo lo que
cuenta. Agustín, en contraste, enfatizó la idea de
que en el Arca también había bestias. El Arca fue
un refugio para un gran número de criaturas, no
sólo para la familia directa de Noé.
Los sectarios no son adoradores de Atlas. No
sostienen que una criatura heroica puede so-
portar todo el peso del mundo en sus hombros,
pero se acercan bastante. En efecto, un pequeño
grupo sería capaz, como Atlas, de evitar la caída
del cielo.
Entre los sectarios, hay dos visiones en torno
a los números pequeños. Están los sectarios
vanguardistas, y están los sectarios de lo rema-
nente. De acuerdo con el enfoque de los van-
guardistas, hallar un nuevo camino en un terre-
no inexplorado demanda una reducida avanzada
de personas hábiles y dedicadas que expondrá el
camino a las masas en avance del futuro. Análo-
gamente, en una operación militar la unidad de
reconocimiento es pequeña; el grueso del ejér-
cito avanza luego. De acuerdo con el enfoque
de lo remanente, solo unos pocos sobrevivirán
al cataclismo reservado para la humanidad, y el
futuro del mundo siempre dependerá de esos
pocos. El Arca de Noé es una expresión de la
mirada de lo remanente.
La indiferencia del sectario hacia los números
lo vuelve reacio a tomar compromisos. Uno no
se compromete por el bien del reclutamiento
político, porque el reclutamiento político no es
importante cuando los números no cuentan. Si
los números no cuentan, entonces la dilución
a través del compromiso degrada la causa. La
hace indigna de luchar por ella.
Las sectas pueden ser internamente democráti-
cas, con miembros que creen enérgicamente en
47
la igualdad entre los iniciados. Pero la actitud
general de los sectarios es antidemocrática en
varios puntos: en su actitud elitista hacia los de
fuera, en su actitud hostil hacia el compromiso,
y su indiferencia hacia los números. En la de-
mocracia los números cuentan y se cuentan. En
cuanto al compromiso, infla de vida a la democ-
racia: la democracia llama a la formación con-
stante de coaliciones. No hay compromiso, no
hay coalición posible.
Mientras escribo estas líneas, encuentro un artí-
culo de James C. Dobson publicado en el New
York Times del 4 de Octubre de 2007, titulado “El
Test del Valor”. Trata de una prueba de umbral
que los grupos evangélicos, argumenta Dobson,
deberían imponer a los candidatos de las elec-
ciones presidenciales de 2008. Cada candidato
tiene que prometer respeto a la santidad de la
vida humana, en otras palabras, tiene que tomar
una firme postura antiabortista. Si nadie entre
los candidatos republicanos pasa la prueba, los
grupos evangélicos amenazarán con formar un
tercer partido con un candidato que sí tome la
promesa, escribe Dobson. “La otra aproximación
que encuentro problemática es la de elegir un
candidato según la probabilidad de éxito o fra-
caso electoral. Las encuestas no miden el bien
y el mal: votar de acuerdo a la posibilidad de
ganar o perder puede conducir directamente a
comprometer los principios de uno.” En breve, la
sagrada “santidad de la vida” es innegociable, no
importa lo que diga el número de votantes.
Debería matizar mi precipitada afirmación de
que los sectarios no prestan atención a los
números. Su actitud puede ser más complicada
que el mero menosprecio. Es el número de las
futuras generaciones el que cuenta. Este criterio
varía, desde ya, de secta a secta. Ciertos sec-
tarios, especialmente de la izquierda, creen que
las masas están por principio de su lado, pero
que todavía no pueden expresarse, sea porque
están oprimidas o porque son engañadas por las
manipulaciones de sus explotadores. Estos sec-
tarios aceptan que son una minoría, pero sólo
temporalmente. Para que en el futuro se forme
una mayoría alrededor de la herejía de la secta,
y la transforme en la ortodoxia del mañana, el
mensaje no debe atenuarse bajo ningún com-
promiso. El credo de la secta es lo herético. El
credo de la Iglesia, del establishment en general,
es la ortodoxia. Lo que cuenta como ortodoxia y
lo que cuenta como herejía, análogamente a lo
que cuenta como lenguaje y lo que cuenta como
dialecto, depende de quién esté en el poder, pero
también depende de los números. Los sectarios
creen que la herejía de hoy es la ortodoxia del
mañana. Y que esa transformación sucederá por
una conversión masiva, no por medio de sucios
compromisos.
Narcisismo de las Pequeñas Diferencias
Érase una vez dos buenos amigos, Pet Mondri-
an y Theo van Doesburg. Mondrian, el mayor
de los dos, tomó la delantera. Van Doesburg se
convirtió a la forma de hacer arte de Mondrian,
haciéndose su amigo y discípulo. Luego, en el
año que estuvieron juntos en Paris (1924), se
separaron. La razón de la separación todavía es
tema de debate entre los historiadores del arte,
pero en una versión, que juzgo demasiado buena
para ser falsa, van Doesburg hizo algo herético:
comenzó a pintar líneas diagonales en vez de las
líneas estrictamente horizontales de Mondrian.
Eso fue más que suficiente para crear una di-
visión sobre la que terminaron por formarse dos
sectas artísticas: el Elementarismo, como van
Doesburg nombró a su enfoque diagonal, y el
Neo-Plasticismo, como Mondrian llamó al suyo.
Para los de afuera, la diferencia entre las horizon-
tales Mondriarianas y las diagonales van Does-
burgianas parece una cuestión menor. Para Mon-
drian fue toda la diferencia en el mundo. Creyó
que van Doesburg, en su acto de hibris diagonal,
fue responsable de la destrucción del orden cós-
mico, sacándolo de su delicado balance.
Tomo la historia de Mondrian y van Doesburg
como una parábola de los sectarios y su preocu-
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48
el iniciador/ 1
pación por las diferencias menores. Freud acuñó
el famoso dicho “el narcisismo de las pequeñas
diferencias”, una expresión particularmente feliz
para describir el tipo de mentalidad de los sec-
tarios.
Freud aplicó el narcisismo de las pequeñas dife-
rencias a grupos y no sólo a individuos. Observar
como menores a ciertas diferencias no es una
relación simétrica. Seymour Martin Lipset sub-
rayó el punto de que algunas diferencias vistas
como menores desde la perspectiva de Estados
Unidos no son vistas como tales por los cana-
dienses. Para empezar, la identidad de los cana-
dienses gira sobre tales diferencias, y la identi-
dad no es un tema menor.
El sectarismo es la tendencia de inflar un de-
sacuerdo menor sobre creencias o prácticas has-
ta la imposibilidad de vivir juntos. Los sectarios
se comportan como una ameba social: incluso
cuando hay sólo una célula, se las arreglan para
dividirse. En un ambiente adverso, la secta tipo
ameba tiende a convertirse en un quiste, aislán-
dose totalmente del mundo exterior para per-
manecer viva.
Recuerdo con horror la división del movimiento
kibbutz de los ’50, por la actitud a tomar hacia
la Rusia Soviética. Este tema tenía muy poca rel-
ación con la vida diaria en el kibbutz. La división
entró en las familias: amigos de muchos años
descubrieron que no podían vivir juntos después
de discrepar en sus actitudes hacia Rusia.
La relación entre el narcisismo de las pequeñas
diferencias y la actitud negativa con el compro-
miso es directa. Si las diferencias son objetiva-
mente menores hay muy poco espacio para el
compromiso, porque no hay diferencia suficiente
para repartir. Esta es una de las razones que
hace a las guerras civiles tan duras en compara-
ción con las guerras ente Estados. Luego volv-
eré a las guerras civiles.
Maniqueísmo
La mente sectaria tiende a ser maniquea. Posee
un fuerte sentido del dualismo – entre el reino
de la luz y la bondad (nosotros) y el reino de la
oscuridad y el mal (ellos). Algunas de las sec-
tas más sobresalientes fueron posiblemente ma-
niqueas en un sentido literal: a saber, aquellas
bajo la influencia de la religión dualista originada
por el profeta Mani en el siglo tercero. Tengo en
mente al Paulicianismo en Armenia y Anatolia,
entre el siglo séptimo y noveno, al Bogomilismo
en Bulgaria desde el siglo quinto hasta mucho
después, y al Catarismo en la región Languedoc
de Francia, entre el siglo séptimo y el decimoter-
cero. Todas mantenían el dualismo de los reinos
autónomos del bien y el mal. En todas sus for-
mas, al maniqueísmo se lo tomaba como una
mirada herética, minando la idea de Dios como
creador de todo lo que hay.
Mi interés en la mentalidad sectaria es gener-
al: no está limitada al problema estrictamente
metafísico del bien y el mal. Estoy interesado en
lo que llamaré maniqueísmo práctico, a saber,
mirar al mundo como si de hecho estuviese divi-
dido entre el “nosotros” bueno y el “ellos” malo
-el eje del mal, si se prefiere.
En efecto, la visión de mundo maniquea no di-
vide simplemente entre luz y oscuridad sino en-
tre una luminosidad llameante y una oscuridad
extrema. No hay crepúsculo, no hay lugar para
el compromiso: es uno u otro.
Si alguna vez hubo una secta que manifestara
la mentalidad sectaria a la perfección, esa fue la
secta del Mar Muerto (también conocida como la
secta Qumran o de los Essenos). Aunque la sec-
ta del Mar Muerto es un claro ejemplo de secta,
y sus escritos un claro ejemplo de heterodoxia,
Edna Ullmann – Margalit está en lo cierto al ar-
gumentar, en su libro “Out of the Cave: A Philo-
sophical Inquiry into the Dead Sea Sect Scrolls
Research”, en que no hay una iglesia u ortodoxia
con la que contrastar claramente a la secta y
sus escritos. Uno de los pergaminos de la secta
del Mar Muerto trata sobre la guerra apocalíptica
“entre los Hijos de la Luz y los Hijos de la Oscu-
ridad”. Esa es la guerra que los sectarios desean
49
pelear. La mente sectaria tiene una mentalidad
de sitio. Siempre está atrapada en una guerra
entre la luz y la oscuridad – no una mera guerra;
al final de la jornada esa es una guerra perma-
nente. La batalla crucial, Armaggeddon, tendrá
lugar solamente al final de los días; hasta enton-
ces, es una guerra continua. Los sectarios están
siempre en guardia. Están constantemente espi-
ando a sus camaradas sectarios para ver quién
traicionará a la causa y se sumará a los hijos de
la oscuridad. La emboscada moral es el sello del
sectario, quien incesantemente busca signos de
desviación, de no poseer la visión correcta sobre
todo. La buena predisposición al compromiso es
el primer, infalible, signo de traición.
El maniqueísmo sectario puede, sin embargo, to-
mar una forma atenuada. El sectario reclama el
monopolio sobre todos los valores. No hay bien
afuera de la secta. Pero los foráneos aun pueden
ser de valor instrumental a la secta. A ojos de los
judíos más ultraortodoxos, los judíos seculares
no poseen valores en absoluto. Pero pueden ten-
er valor instrumental si el dinero de sus impues-
tos se canaliza a la comunidad ultraortodoxa.
El Partido Revolucionario monopoliza todos los
valores. En ocasio-
nes, el partido for-
ma frentes con los
llamados “elemen-
tos progresistas”
para ganar el pod-
er. Los progresis-
tas son instrumen-
talmente valiosos
por su potencial
buena voluntad
para formar frente
con el partido. Pero una alianza así es provision-
al y enfrenta la oposición de los miembros más
sectarios del partido, que son severamente ma-
niqueos – como aquellos izquierdistas, por ejem-
plo, que creían que no había ninguna diferencia
real entre los Socialdemócratas de la República
de Weimar y los Nazis. Esto nos introduce a una
característica relacionada con la visión de mundo
maniquea, la obsesión con la pureza.
Pureza
La secta del Mar Muerto es paradigmática en su
obsesión con los rituales de pureza. El número de
baños rituales del árido complejo de los Essenos
cerca del Mar Muerto es asombroso. También lo
son sus manuales de pureza. Los sectarios es-
tán ciertamente obsesionados con la pureza, sea
ritual o higiénica, inocencia libre de mal y culpa,
castidad, la pureza de la doctrina, o incluso la
pureza del lenguaje. A los puritanos del siglo di-
ecisiete les preocupaba maldecir a Dios. A los
puritanos políticamente correctos de hoy en día
les preocupa maldecir a las minorías.
Una idea muy potente asociada a la noción de lo
sagrado es la de estar sujeto a restricciones. Las
restricciones están pensadas para proteger a lo
Divino de la polución humana, y para proteger
a los humanos de la presencia peligrosa de lo
Divino.
La administración de lo sagrado está muy pre-
sente en la mente religiosa sectaria. Es esen-
cial a las
s e c t a s
religiosas
adminis-
trar prác-
ticas re-
strictivas
y tabúes.
La idea re-
ligiosa de
la pureza
y el tabú
invade a la política, a veces con buenos efectos.
Por ejemplo, Thomas Schelling nos recuerda que
es el tabú en el uso de armas nucleares lo que
nos protegió hasta ahora de su uso – el tabú
en vez de un cálculo utilitario de ganancias y
pérdidas. Las armas nucleares son consideradas
el contaminador supremo, y así debe ser. Pero
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el iniciador/ 1
también hay efectos perniciosos en la idea de
pureza, como en la idea de pureza racial.
La pureza se basa menos en la noción de ubicar
las cosas en su lugar correcto que en el miedo
de mezclar categorías. Las categorías con más
necesidad de permanecer separadas son lo sa-
grado y lo profano. Pero lo que es sagrado para
religiones diferentes también debe mantenerse
separado. La mente sectaria, obsesionada con
la pureza, considera al compromiso como un
acto de polución. Compromiso es negociar con
aquellos que están manchados, y por lo tanto
implica mezclar categorías. Compartir lo que
para los hindúes es el lugar de nacimiento de
Rama y para los musulmanes es la Mezquita de
Babur es mezclar categorías, tanto como lo es
para judíos y musulmanes compartir lo que para
los primeros es el Monte del Templo y el Noble
Santuario para los segundos. Los creyentes ordi-
narios tal vez aceptarían la mezcla, pero para los
sectarios de Vishna Hindu Parishdan o para los
Leales al Monte del Templo, pensar en un com-
promiso, en una negociación, es odioso.
En general, el sectario está a favor de purgar
y dividir con el fin de retener la integridad de
lo que debe permanecer puro. La mierda es la
negación de lo puro. Los sectarios ansían una
vida sin mierda. El compromiso es parte inte-
grante de un mundo de mierda.
Sectarismo y Sectorialismo
Crecí en lo que Gadi Yatziv llamó una sociedad
sectorial, una sociedad dividida en diferentes
sectores. El sector al que pertenecía era el mov-
imiento trabajador. La Israel pre-estatal era sec-
torial hasta la médula, y también lo fue Israel
en sus primeros días. Estaba el sector civil, que
mis padres llamaban el sector burgués, estaba
el sector religioso y el ultra religioso. El sector
trabajador, sin embargo, era dominante. Los
periódicos que leíamos en mi hogar pertenecían
a nuestro sector; la escuela a la que asistía
pertenecía a nuestro sector; el movimiento ju-
venil, los clubes deportivos, nuestras canciones
y vacaciones estaban moldeadas por el sector;
nuestro vecindario, nuestra vestimenta, de hecho
todos nuestros uniformes eran sectoriales; y así
lo era el teatro, el cine, y el restaurant. Todas las
funciones asignadas normalmente a un estado
de bienestar, como la salud y la educación, eran
provistas por los sectores
En breve, todos los aspectos de la vida estaban
cubiertos por el sector. Habían algunas variacio-
nes estilísticas dentro de los sectores, a causa
de sus divisiones internas, pero en general eran
formas de vida que abarcaban todo. Cuando se
necesitaba formar una selección nacional de fut-
bol, los equipos del sector trabajador enviaban
cinco jugadores de Hapoel, el sector civil, cinco
jugadores de Maccabi, y los ultranacionalistas un
jugador de Betar. En una ocasión, dos hermanos
de Betar merecían estar en el equipo pero tenían
que sustituirse mutuamente porque a su sec-
tor se le otorgaba una única plaza. La sociedad
sectorial se basa primero y principalmente en la
pertenencia; los logros vienen después.
Puedo fácilmente imaginar que la realidad que
describo no es muy diferente a la realidad de
las carreras de carros en Bizancio (circa 532
d.C.), donde los Azules y los Verdes no eran sólo
equipos en competencia sino dos paquetes de
conjunto. El paquete consistía en sus puntos de
vista sobre, entre otras cosas, la naturaleza de
la Divinidad. ¿Es una naturaleza única – el equi-
po Monofisita Verde – o son dos naturalezas – el
equipo Calcedoniano Azul?
Una cosa prevenía, sin embargo, que la sociedad
sectorial de mi juventud degenerara en una so-
ciedad sectaria implicada en violencia sectaria.
Había un compromiso profundo por vivir juntos.
Se fundaba en un sentido vago, pero fuerte, de
solidaridad judía, pero para la mayoría de los
sectores también se fundaba en el tema unifi-
cador del Sionismo: la creación de un territorio
nacional para todos los judíos.
Tanto los sectarios como los sectoriales se las
51
tratan con el mundo de un modo general. Sus
puntos de vista y sus prácticas forman un con-
junto: tómalo o déjalo. Esto contrasta con la
imagen económica de la política, donde nos
manejamos con el mundo desde una perspectiva
al por menor: hay muchos tratos por cerrar y
nunca lo tomamos o lo dejamos.
Pero los sectoriales, a diferencia de los sectarios,
cuentan con el compromiso primordial de man-
tener un marco compartido. Este compromiso
requiere ciertos compromisos que los sectoriales
aceptan de mala gana pero que los sectarios re-
chazarían. Los sectarios no sienten la fuerza de
la necesidad del compromiso por el bien de sal-
vaguardar cierta forma de vida compartida con
los que están en desacuerdo con ellos. Pueden
ser forzados a compartir el espacio público con
otros. Pero coerción no es compromiso.
Los sectoriales, a diferencia de los sectarios, se
ocupan de los números. Reclutan nuevos miem-
bros y los forman en el molde de su sector. Ocu-
parte de los números te hace susceptible de
tomar compromisos. En cualquier caso, el mov-
imiento sectorial siente responsabilidad hacia
sus constituyentes, tornándose más necesitado
de compromisos aunque estén en contra de sus
instintos más profundos. Movimientos como el
Hamas palestino, el Hezbolá libanés y los Shás
Sefaradíes de Israel son movimientos sectoria-
les mas que sectarios. Pero en tiempos de crisis,
provocados por gobiernos débiles y corruptos,
los movimientos sectoriales pueden devenir en
movimientos sectarios.
Una Guerra Sectaria
Desde la Segunda Guerra Mundial hubo cinco
veces más guerras civiles que guerras entre Es-
tados. Esas guerras son muy enconadas. Si la
duración media de una guerra interestatal es de
menos de tres meses, la duración media de una
guerra civil es de cerca de seis años. El total de
muertos en guerras civiles es alrededor de cinco
veces más alto que en guerras entre Estados.
Algunas guerras civiles son guerras sectarias:
los casos paradigmáticos incluyen a la guerra
civil entre Protestantes y Católicos en Irlanda del
Norte, entre los Chipriotas Griegos y los Chipri-
otas Turcos, y entre los Shiítas y los Sunnitas
en Irak.
Toda guerra sectaria es una guerra civil, pero no
toda guerra civil es una guerra sectaria. Llama-
mos a una guerra sectaria si existe una dimen-
sión religiosa entre los grupos enfrentados. Esto
no significa que una guerra sectaria se trata nec-
esariamente de religión. Significa, sin embargo,
que las partes en conflicto se identifican con el
uso de etiquetas religiosas. Mi punto es que lo
que importa para entender las guerras civiles no
es tanto si un conflicto se trata de cuestiones
religiosas. Lo que importa saber es si los bandos
en conflicto están adheridos a la imagen religio-
sa de la política.
La imagen religiosa no es la única imagen ad-
ecuada para las guerras civiles. Nuevamente,
también está la imagen de la política como
economía. Esta es básicamente la imagen de
Hobbes, para quien la guerra civil es el resul-
tado de la desconfianza total. No hay acuerdos
o pactos que se sostengan en un contexto de
desconfianza total, y es racional para aquellos
situados en una jungla de ese estilo contar con-
sigo mismos y únicamente consigo mismos. Es
una guerra de todos contra todos y sólo un so-
berano externo puede liberar a los protagonistas
de los horrores de la guerra civil. En la versión
de Hobbes el soberano puede ser tan malo como
Saddam Hussein, pero en tanto garantice la lib-
eración de la guerra civil, el peor de los males,
su dominio está justificado. Pídase a los iraquíes
que opten entre el régimen de Sadam Hussein y
la guerra civil de ahora y encontrarán a varios de
ellos del lado de Hobbes.
Tucídides fue tal vez el primero en intentar dar
cuenta de las condiciones para una guerra civil.
Él observaba a la guerra civil con el horror que se
merece. Lo que Tucídides encontró tan horrendo
y misterioso en las guerras civiles es el encono
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el iniciador/ 1
con el que se combate. La lucha que tenía en
mente como modelo de todas las guerras civiles
fue un suceso del cuarto año del la guerra del
Peloponeso (año 427 a.C.), en Corciria. Consistió
en matanzas mutuas, traiciones
despreciables, profanación de
santuarios religiosos, ausencia
total de ley. Como advertía que
la guerra civil es algo que ocurre
en lo que se presume como una
unidad política orgánica, la con-
sidera en términos médicos,
como una enfermedad. Un or-
ganismo sano vive en armonía.
La principal observación de Tucí-
dides es que la guerra civil suele
ocurrir en el contexto de una
guerra externa, como la guerra
del Peloponeso.
Una guerra externa puede inyec-
tar tanta presión en una uni-
dad política orgánica como para
despedazarla. Si se me disculpa el anacronismo,
Tucídides habría hallado en la guerra Norteamer-
icana en Irak la principal causa de la guerra civil
allí. Por otro lado, no habría tomado a Irak como
una entidad política “orgánica”. Pero entonces
ninguna entidad política es realmente orgánica.
La imagen orgánica de la política es un influy-
ente mito de la imagen religiosa: la idea de que
la Iglesia es el cuerpo de Cristo (Corpus Christi)
es una expresión de dicho concepto.
Una guerra civil dentro de una comunidad de
creyentes es un terrible pecado religioso. Es la
noción islámica del fitna (luchas internas) dentro
del umma (la comunidad de creyentes). La prim-
era guerra civil islámica que ocasionó la división
entre Shia y Sunna cuenta como la primera y
más importante fitna. Entre los musulmanes, es-
pecialmente Sunnitas, la fitna islámica es el peor
horror religioso: es considerada sectarismo que
se ha vuelto loco.
Muchos palestinos entienden a la división actual
entre Hamas y Al- Fatah como un caso trágico de
fitna. Comparten el punto de vista de Tucídides
sobre las causas de esta fitna, a saber, la guer-
ra externa de Israel contra los palestinos, pero
ambos bandos de la lucha interna la consideran
fitna, echándose la culpa mu-
tuamente por haber ocasiona-
do ese pecado religioso.
Esta fitna palestina está
acompañada por el temor
de una guerra civil entre los
judíos de Israel, si se lograra
un compromiso con los pal-
estinos. Si los musulmanes
miran con horror a la prim-
era fitna islámica, los judíos
miran con horror a la guerra
interna librada por sus fanáti-
cos durante el sitio romano.
Los judíos llaman a ese tipo
de lucha interna milkhemet
ahkeim, a saber, guerra fra-
ternal.
Guerra Fraternal
Los colonos judíos ideologizados de los terri-
torios ocupados vacilan entre dos posiciones:
sectorialismo y sectarismo. El caso de prueba
es determinar cómo reaccionarían los colonos
frente a la decisión gubernamental, apoyada
por una mayoría parlamentaria, de evacuar los
asentamientos –todos o la mayoría de ellos – en
el marco de un acuerdo con los palestinos. ¿Op-
tarán por la guerra civil, combatiendo la decisión
por la fuerza, o sólo protestarán ruidosamente?
Los sectoriales protestarían pero no lucharían.
Están comprometidos con el principio primor-
dial de vivir juntos, y rehuirían a usar balas en
una confrontación con la mayoría. Los sectarios
están determinados a resistir la evacuación por
cualquier medio, y dispuestos a arriesgar una
guerra interna.
En los tiempos de la evacuación de la Franja de
Gaza, los sectoriales tenían la ventaja. Pero la
53
Riviera Occidental no es Gaza, y los fanáticos
sectarios parecen estar ganando peso entre los
jóvenes colonos ideologizados.
Tanto los sectoriales como los sectarios preten-
den que todos crean que están dispuestos a ir
a una guerra civil para que el centro israelí no
resista. Estiman que la mayoría de los israelíes
que respaldarían un acuerdo con los palestinos
retirarían su apoyo si el precio es la lucha in-
terna. Consideran que la mayoría de los judíos
prefieren que los judíos luchen contra los árabes
a luchar entre ellos. Entonces, los sectoriales y
los sectarios creen por igual que si transmiten
al resto del país que están listos para luchar en
contra de su evacuación, la mayoría de los judíos
de Israel se abstendrán de enfrentarlos.
Los esfuerzos corrientes para lograr un acuerdo
entre Israel y los palestinos están amenazados
por la fitna palestina, donde Hamas puede vetar
un acuerdo con Israel, y por el miedo israelí a
una guerra fraternal, donde los colonos pueden
vetar un acuerdo. Creer que se puede alcanzar
un compromiso en estas circunstancias demanda
un gran salto de fe.
La cuestión de si los colonos son por regla gen-
eral sectoriales o sectarios es de vital importan-
cia política para el futuro. Es muy difícil saber la
respuesta. Los mismos colonos la desconocen.
Pero sí sabemos una cosa: los sectarios violentos
en Israel son políticamente relevantes.
Regresando a Howe: todavía permanecemos con
una pregunta molesta, de hecho, con dos pre-
guntas molestas, que trataré a continuación.
¿Puede un socialdemócrata ser sectario, y puede
existir el sectarismo en una Socialdemocracia?
Irving Howe declaró al sectarismo un desperdi-
cio. Si por desperdicio quería decir que era in-
efectivo, estaba equivocado. El sectarismo pu-
ede ser políticamente efectivo: los colonos judíos
son una prueba parcial de ello. Parcial, porque
no podemos saber si son efectivos por sectarios,
separados de la sociedad israelí establecida, o si
son efectivos por sectoriales.
Pero Howe presentó la perspectiva de un social
demócrata – aquel que está comprometido con la
democracia. Desde esa perspectiva, hay dos pre-
guntas que abordar: ¿Puede un socialdemócrata
ser sectario? ¿Puede un socialdemócrata ser un
sectorialista? Mi respuesta breve a la primera
pregunta es, No. Mi respuesta breve a la se-
gunda es, Depende. Desafortunadamente, estas
breves respuestas son de poca ayuda.
Es obvio que el tipo ideal de un social demócra-
ta (digamos, la imagen que componen Hjalmar
Branting de Suecia, Jean Jaurès de Francia, y
Hugh Gaitskell de Gran Bretaña) es la negación
de la mente sectaria en todas sus dimensio-
nes: la indiferencia elitista hacia los números,
la visión de mundo maniquea, el narcisismo de
las diferencias menores –y debo incorporar aquí
una característica distintiva adicional: la actitud
hacia los errores.
Junto con la imagen de la política como religión
surge la imagen de que un error en política es un
pecado y no una mera falta cognitiva. El sectario
tiende a considerar los errores de sus enemigos
como un pecado mortal. No hay redención en
el pensamiento religioso ni sensibilidad hacia el
error pecaminoso. Es el concepto de la debili-
dad de los seres humanos. El sectario toma de la
imagen religiosa el concepto del error pecamino-
so pero no está en consonancia con lo que trae
acompañado, a saber, la vulnerabilidad humana.
En la versión sectaria, un pecador equivocado
no es un mortal caído sino un ángel caído –un
demonio.
De acuerdo con la imagen económica de la políti-
ca, uno debe pagar por los errores que comete.
Pero equivocarse no es una transgresión de
mandamientos más elevados (de Dios o de la
historia). Los errores son faltas cognitivas, no
morales.
En la imagen económica, hay poco espacio para
la compasión con los que se equivocan, pero
también hay poca inclinación a mirarlos como
transgresores de una ley más alta. Los sectarios
toman las peores características de las dos imá-
genes y concluyen por ver a los errores como
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el iniciador/ 1
pecados que no merecen compasión. Transfor-
man cualquier error venal en uno mortal.
La socialdemocracia trabaja a prueba y error mas
que por medio de una huella doctrinaria. Por lo
tanto al error se lo toma como un subproducto
de la actividad política, y los socialdemócratas
están comprometidos con la tolerancia hacia el
error. Los equívocos políticos no son motivos de
destierro, ostracismo o denuncia, y solamente
en casos extremos son el fundamento de una
división.
El ideal de la socialdemocracia es una sociedad
abierta, donde las formas de vida alternativas no
sólo se toleran sino también se aprecian, aún si
se las considera parcialmente equivocadas. Una
sociedad abierta tiene una relación intrínseca con
la idea de lo alternativo. Una sociedad cerrada es
una sociedad que deja poco lugar para alterna-
tivas: sean formas de vida, puntos de vista ide-
ológicos, o prácticas políticas. Una sociedad pu-
ede estar cerrada por el yugo de la tradición, por
el palo de la policía, por una mentalidad sectaria,
o por una combinación de todas. Porque, con las
alternativas, llegan sigilosamente los errores.
¿Qué hay de la actitud del socialdemócrata
hacia el compromiso? ¿Cómo se compara a la
hostilidad sectaria? Históricamente, la acti-
tud socialdemócrata ha sido delicada. Los so-
cialdemócratas se unieron a los políticos burgue-
ses en la creencia de que era posible, en el corto
plazo, mejorar las condiciones de vida de la clase
obrera por medios políticos y, en el largo plazo,
provocar la llegada del socialismo con votos en
vez de balas.
Los socialdemócratas, a diferencia de los social-
istas revolucionarios, creían que en el largo plazo
estaban destinados a ganar elecciones, e incluso
a ganarlas de forma aplastante. Aceptaron con-
venientemente el pronóstico equivocado de Marx
de que bajo el capitalismo las clases medias est-
aban destinadas a desaparecer. La clase trabaja-
dora crecería numéricamente, mientras que los
capitalistas disminuirían hasta la insignificancia.
Por un tiempo pareció ser cierto. En sus bue-
nas épocas, los partidos socialdemócratas se ex-
pandieron fenomenalmente. Así, por ejemplo, el
Partido Socialdemócrata Alemán creció de 120
mil votos en 1875 a 4.250.000 en los albores de
la Primera Guerra Mundial. Hacia 1890 ya era el
partido más grande de Alemania.
En ese entonces, la creencia de que el socialismo
se establecería por medios democráticos contaba
con cierto fundamento. Los capitalistas, desde
ya, resistirían cualquier cambio estructural en el
capitalismo, pero serían barridos por la mayoría
consignada al cambio. Con lo que finalmente su-
cedió, la esperanza se volvió desilusión. La clase
trabajadora se encogió en los países desarrol-
lados, y los partidos socialdemócratas se divor-
ciaron más y más de sus bases trabajadoras
mientras buscaban apoyo en otro lado.
En sus apogeos, los partidos socialdemócratas
se movieron en una vía rápida sectorial. Ellos y
los sindicatos buscaron crear dentro del estado
burgués una forma de vida separada, limpia de
características burguesas. Suponían que así po-
drían retener su compromiso de largo plazo con
el cambio radical. Por lo tanto, se generó una
división del trabajo entre la meta de corto plazo
de mejorar la condición de la clase trabajadora,
que requería muchos acuerdos, y la meta a largo
plazo de fundar una sociedad socialista, que no
dejaba lugar para el compromiso, además del
compromiso de hacerlo por medios democráti-
cos.
Mi tesis es que la socialdemocracia comenzó
históricamente como un movimiento sectorial.
Nadie en el movimiento tenía permiso de decirlo
en voz alta, porque la clase trabajadora se con-
sideraba a sí misma como la clase universal al-
zándose por la liberación de la humanidad toda.
Pero eran sectoriales hasta la médula. Todo esto
cambió completamente cuando los partidos so-
cialdemócratas se sumaron a los gobiernos bur-
gueses, sea como socios minoritarios o como
socios principales. Se sumaron por muchas ra-
zones, pero la más convincente es que debían
comprometerse con las clases medias porque su
55
propia clase estaba encogiéndose.
En la competencia por los corazones y las men-
tes de las clases medias, los socialdemócratas
comenzaron a hablarle a “la nación” en vez de
a los trabajadores. Fue Ben-Guiron, el líder del
Partido Laborista en Israel, que acuñó el slogan
“de la clase a la nación”. Ese slogan lo dice todo.
El sectorialismo dejó de ser una opción para los
socialdemócratas; sus bases en las clases traba-
jadoras se volvieron muy delgadas para ganar
elecciones. Necesitaron, y necesitan, aliados
entre las clases medias, que significa el final de
la opción sectorial.
Entonces aquí va mi conclusión. El sectarismo
es totalmente incompatible con la socialdemoc-
racia; para los socialdemócratas el sectarismo no
es simplemente un “desperdicio”, es lo contrario
de lo que representan. Y el sectorialismo, que
históricamente y conceptualmente fue compat-
ible con la socialdemocracia, dejó de ser una op-
ción viable.
Avishai Margalit es el fundador de Peace Now,
profesor de filosofía en la Universidad Hebrea de
Jerusalén, y actualmente detenta el cargo George
F Kennan en el Instituto de Estudios Avanzados
de la Universidad de Princeton, Nueva Jersey,
Estados Unidos. Su último libro, en colaboración
con Ian Baruma, es “Occidentalismo: Occidente
en los ojos de sus enemigos”. Este artículo es
una adaptación más extensa de la Lectura Irving
Howe pronunciada en el Centro para las Humani-
dades de la Universidad de la Ciudad de Nueva
York en octubre de 2007.
diciembre de 2009
56
el iniciador/ 1
Entre los grandes méritos de Stanley Kubrick
han de contarse sus adaptaciones de obras lit-
erarias: baste pensar en películas bien conoci-
das, basadas en novelas de Nabokov (Lolita),
Anthony Burguess (La Naranja Mecánica), Ar-
thur Clarke (Odisea 2001) o Stephen King (El
Resplandor). Su celebrada
película Senderos de Glo-
ria es también una ver-
sión cinematográfica de un
obra literaria. En las líneas
que siguen, voy a hablar-
les de lo que se narra en
Senderos de Gloria a partir
de mi lectura de otros dos
libros de la época: Tem-
pestades de Acero y Adiós
a todo Eso. Estas páginas
nos pretenden más, pues,
que añadir una distinta
reconstrucción particu-
lar de la madeja cultural
generada por la Primera
Guerra Mundial a través de
un extraordinario film y de
dos relatos que, a modo
de diarios de combate, hil-
vanaran Ernst Jünger y Robert Graves, respec-
tivamente, ambos sobrevivientes de un conflicto
bélico tan decisivo para las décadas venideras de
un siglo entero del planeta.
La película tuvo el infortunio de ser titulada en
español como La Patrulla Maldita, ubicando en el
centro de su trama conceptual una misión bélica,
una patrulla nocturna reconocimiento en tierra
de nadie que, con toda su importancia, oculta el
atinado título de Paths of Glory [Senderos de
Gloria] (1935), novela de Humphrey Cobb so-
bre la Gran Guerra. Stanley Kubrick llevó al cine
la novela de Cobb conservando su título. No sin
cierta terquedad, admito incluir Senderos de
Gloria entre las más logradas (si no la mejor) de
las películas de Kubrick.
Tempestades de Acero
(1925) son las memo-
rias de la Primera Guerra
Mundial de un soldado
alemán, un diario reedita-
do varias veces y que, jun-
to con otras obras mejor
conocidas, nutrieron a la
mentalidad germana tras
el Tratado o Diktat de Ver-
salles. Debemos la obra al
alférez Ernst Jünger, uno
de los oficiales alemanes
más condecorados en esa
guerra y, en mi opinión,
uno de los más acertados
escritores del siglo XX,
incluyendo a autores no-
germanófonos. Jünger,
además, participó en la
célebre batalla de Verdún,
donde aconteció el episodio en el que supuesta-
mente se basa el ataque al Hormiguero, contexto
del film de Kubrick: uno de los ataques franceses
al Fuerte Douaumont, tomado casi un año atrás
por los alemanes (aunque los franceses final-
mente corrieron distinta suerte de la narrada en
la novela y la película. Ello no resta verosimilitud
ni a la novela ni a la película, o al menos eso
creo). Por último, Adiós a todo Eso (1929), no
es sino una temprana autobiografía de Robert
José Miguel EstebanSENDEROS DE GLORIA Y TEMPESTADES DE ACERO:
Adiós a todo eso
57
Graves, en buena parte dedicada a unas viven-
cias en la Primera Guerra Mundial de las cuales
el lúcido autor se quiere despedir de una vez
por todas. Por el contrario, Jünger rememora la
Gran Guerra como el feliz anticipo de nuevos y
convulsos tiempos: “ No estamos dispuestos a
enterrar esta guerra en nuestra memoria. Sus
combatientes estamos indisolublemente unidos
en la sangre y en el recuerdo. Y ya, en los vacíos
que se producen entre nosotros, se eleva una
juventud más osada y resuelta. Para los tiempos
futuros tenemos necesidad de una generación de
hierro que actúe sin contemplaciones”
En esos mismos años, Jünger señalaba que, vis-
ta desde su probado potencial de aniquilamiento
tecnológico, la Gran Guerra había quebrado más
cosas que la resistencia de esta o aquella nación:
“El intercambio de proyectiles que hubo en tantos
y tan distintos frentes se acumula en un frente
único, decisivo [...] así es como se explica que
haya tanto vencedores como vencidos en cada
uno de los países … De la conciencia de todo eso
resulta una relación nueva con el ser humano y
resultan también un amor más ardiente y una
más terrible inmisericordia. Resulta la posibili-
dad de una anarquía jovial, la cual coincide a su
vez con un orden rigurosísimo... En este sentido
el motor no es el soberano de nuestro tiempo,
sino su símbolo, es la imagen simbólica de un
poder para el cual la explosión y la precisión no
constituyen antítesis …. De esa actitud, que ni el
idealismo ni el materialismo puede adoptar y a
la que por eso hay que llamar “realismo heroico”,
es de la que resulta ese grado extremo de fuerza
ofensiva de que nos hallamos necesitados. Los
portadores de tal actitud son del mismo tipo de
aquellos voluntarios que saludaron jubilosos la
Gran Guerra y con idéntico júbilo saludan todas
las cosas que vinieron tras ella y todas las que
vendrán todavía”. Jünger quiere compartir esa
anarquía jovial con los genuinos vencedores de la
Gran Guerra, los realistas heroicos, presentes en
ambos bandos. Realistas heroicos que emplean
jubilosamente el silbato: “El silbato prusiano no
deja de producir excelentes efectos: hace huir
al cerdo que domina en el corazón de los hom-
bres …. El peligro constituye el momento más
solemne: entonces el oficial ha de dar pruebas
de una virilidad superior. El horror y el espíritu
caballeresco hacen de él el dueño del momento ¿
Hay algo más noble que marchar hacia la muerte
a la cabeza de un centenar de hombres?”) Con
silbato pero sin júbilo, el oficial Robert Graves
reconocía no saber tratar a los soldados de su
pelotón con el necesario aire de autoridad. Inclu-
so llegaba a confundr a sus jerarcas y saludaba
con honores marciales al director de la banda
musical castrense.
Tampoco el silbato del oficial Dax se revela su-
ficiente en Senderos de Gloria ante la atrona-
dora artillería alemana. Necesita la amenaza
de su pistola para obligar al avance de sus tro-
pas. Y, diga lo que diga Jünger, Dax no es el
dueño del momento en el asalto al Hormigue-
ro. De hecho, es difícil encontrar en Senderos
de Gloria a algún personaje tan realista como
heroico. Sí encontramos un general cínico y re-
finado que disfruta del ejercicio del poder en
las cimas de la jerarquía. Broulard exhorta a
Mireau y a Dax a no hacer de la ejecución un
asunto entre oficiales, cuando Dax propone que
se le fusile a él o, por qué no, al oficial respon-
sable del fracaso, mirando de frente a Mireau.
Mireau es un general subordinado a Broulard,
con una cicatriz en el rostro que ostenta como
galardón, quien no duda en sacrificar más de la
mitad de sus soldados para alfombrar su sendero
hacia la prometida medalla, un colgajo honorífi-
co para alguien que hasta el final se vio como un
soldado ejemplar, pese a ser capaz de disparar
contra los suyos: “Si no se enfrentan a las balas
alemanas, que se enfrenten a las francesas”,
exclama Mireau. Por el contrario, el abogado y
coronel Dax es, como la mayoría de la tropa, un
civil en tiempos de guerra: si acepta una misión
que sabe imposible es para no dejar solos a sus
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58
el iniciador/ 1
hombres en un asalto en el que morirán más de
la mitad, una acción que tendrá lugar con o sin
él. Dax intenta defender a tres de sus hombres
con los instrumentos del estado de derecho,
para acabar sintiendo asco ante sus superiores
en el consejo de guerra por cobardía ante el en-
emigo, y más asco que lástima por el generalísi-
mo Broulard. Pero también siente asco por los
soldados franceses cuando vejan a una singular
presa: una cantante alemana que acabará por
rescatar lo que les queda de fraternidad. (Dicho
sea de paso, Kubrick terminará casándose con
esa actriz y tendrá una hija que también se dedi-
cará a la música vocal). Al finalizar la película,
los soldados franceses cantarán el lied de la jo-
ven alemana. Recordemos que Senderos de Glo-
ria comienza con la Marsellesa.
En cierta ocasión jugué con un amigo a resumir
Senderos de Gloria en una sola frase. Por reflejo
condicionado, me salió la frase de Samuel John-
son que Dax espeta respetuosamente a Mireau:
“El patriotismo es el último refugio de los cana-
llas”. Me gustó más la frase de mi amigo: “Lo
que ocurre arriba no es distinto de lo que ocurre
abajo”. Al menos me dio más que pensar: ¿actúa
la jerarquía de idéntico modo en todos los estra-
tos militares? ¿Es la microfísica del poder militar
tan continua y uniforme? Para explorar alguna
respuesta, les propongo seguir interpretando
personajes de Senderos de Gloria.
Si el general Mireau envía a sus hombres a la
muerte pensando en su propia gloria, el teniente
Roget mata con sus propias manos a uno de sus
subordinados, el soldado Lejeune, por puro mie-
do a perder su vida: puesto a elegir, hará cuanto
pueda para que se pierda la de un subalterno y
no la suya. Y cuando el cabo Paris , compañero
de patrulla de Lejeune, le escupa a Roget en la
cara lo que piensa de él -entre otras cosas, que
puede ser acusado de cobardía ante el enemigo
(la misma acusación por la que Paris será juzga-
do)- el teniente Roget lanza su amenaza con
un cinismo más titubeante que el del General
Broulard. El oficial que necesita envalentonarse
con martinis cumplirá insospechadamente esa
amenaza, cuando las decisiones de los mandos
pongan a Paris en sus manos. Dax sabe que
la decisión que Roget presenta como difícil (“ni
modo, tenía que escoger a alguien”) es en reali-
dad su venganza ante el desafío de Paris.
Si, ante el cinismo, Dax pregunta primero a
Mireau y después a Broulard : “¿de veras se cree
lo que está diciendo?”, ante las inverosímiles
mentiras de Roget, Dax emplea la ironía junto
con una lógica implacable (o “sin rodeos”, como
él dice), ordenándole comandar el pelotón de
fusilamiento. “ Como tú mismo dijiste, Roget, a
alguien tengo que escoger”.
¿Se trata de la misma práctica jerárquica?
Aunque en la ejecución le pida disculpas casi al
oído, Roget se muestra entre afligido y compla-
cido al ver a Paris como acusado en un consejo
de guerra. Por mucho que diga, Roget sabe per-
fectamente la clase de hombre que es. Pero no
vemos disfrutar a Dax ante el comportamiento
vacilante y culposo de Roget en el fusilamiento,
por lo que cabe inferir que la elección de Ro-
get representaba para él una especie de castigo
moral, como el que Dax infligirá a Mireau al de-
nunciarle ante Broulard, gracias a la declaración
del artillero Rosseau, por ordenar abrir fuego
contra sus posiciones. Acabada la junta en la que
se decidió la composición del Consejo de Guerra,
Mireau ya amenazaba con hundir en lo más bajo
del sistema jerárquico a Dax, a quien acusa de
desleal e insubordinado. He aquí la jerarquía:
bajo el disfraz de la insubordinación frente a un
sistema jerárquico presuntamente impersonal,
Mireau oculta su indignación ante un hombre
que no ha mostrado la sumisión debida a su per-
sona. También Rosseau, el capitán de artillería
que rehusó abrir fuego contra sus posiciones sin
orden escrita, será acusado por Mireau por supu-
esta falta de puntería. La acusación subyacente
es, claro está, la de deslealtad hacia su perso-
59
na, más importante para él que el reglamento.
Broulard sugiere una investigación, pero Mireau
prefiere trasladarlo de unidad. Es peligroso
para él: le ha desobedecido ergo ha sido
insumiso. Puede volver a serlo. Idéntica
acusación lanzará Mireau a Dax, tras la in-
esperada visita de éste al festín que Brou-
lard comparte con Mireau. A Mireau no se le
ocurre otra cosa que felicitara DAX -mien-
tras relame sus dedos grasientos- por la
leal entereza que sus fusilados mostraron
al morir.
Ya al comienzo, un abyecto subordinado de
Mireau, St. Auban, el comandante que ofició
de fiscal en el grotesco juicio, había clasifi-
cado a los soldados como animales, miedo-
sos y gregarios. ¿Es el mismo miedo el que
supuestamente habían sufrido sus hombres,
muchos de los cuales ni siquiera habían sa-
lido de la trinchera, que la cobardía cana-
llesca de Roget? Es cierto que Roget acusa
de injusto a Dax, cuando éste no logra salir
de la trinchera porque el cadáver de uno de
sus soldados se le viene encima: “Es senci-
llamente imposible, coronel”. Y esto da que pen-
sar. En realidad el comportamiento de los solda-
dos refleja el desconcierto doloroso de hombres
que siempre han hecho cuanto pudieron, hasta
donde llegó su arrojo. A algunos, como a Roget,
se les acabó más pronto que a otros. Dos de
los fusilados sí habían saltado trinchera y tuvi-
eron que retroceder, Ferol y Arnaud. El otro es
Paris, quien, como Dax, resulta aplastado por el
cadáver de otro combatiente francés, quedando
inconsciente y con una buena herida en la cara.
A primera vista, el miedo de Roget es ajeno al
de Arnaud, uno de los condenados que, en mi
opinión, encarna a una especie de Wittgenstein
francés. (Dicho sea de paso, Wittgenstein tam-
bién reflejó en sus Diarios Secretos sus experi-
encias, sórdidas a la vez que iluminadoras, como
soldado austriaco en la Gran Guerra). Arnaud
es una especie de pensador civil que no elude
el llamamiento bélico y que intenta mostrar a
un compañero de armas la naturaleza del mie-
do que los soldados como ellos sienten. Como
Wittgenstein, y como el Jünger maduro, Arnaud
reflexiona sobre el dolor. Nuestro filósofo mili-
tarmente movilizado piensa que no tememos a
la muerte, sino al dolor. No lo sé, quizá sea ese
tipo de miedo el que impedía que los hombres
avanzaran más, o que ni siquiera avanzaran:
sería el miedo al dolor físico y no sólo a la extin-
ción, crudamente pensada por Kubrick e inter-
pretada por el soldado Ferol en la escena de la
cucaracha.
Y es que Ferol fue elegido como víctima por ser
socialmente indeseable, gracias al sentido eu-
genésico del capitán Sancy, un oficial que consid-
erará a Ferol indigno de su propia especie. Pero
él quiere sobrevivir, mientras que aún puede.
Quiere escapar. Por eso sospecha de una última
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el iniciador/ 1
cena quizá cargada con barbitúricos. Arnaud no
ve nada malo en esa carga. Y Ferol no puede de-
shacer los muros a mordiscos. Ferol se aproxima
al patíbulo sabiendo que ha perdido, que se le
acabó la suerte, preguntándose por qué van a
sobrevivir los otros y él no. Él no es peor que
los demás. Si él merece la muerte, los demás
también. Ferol, condenado por socialmente in-
deseable, desea la socialización del sufrimiento.
Al final aceptará la venda que Roget le ofrece.
Arnaud, el pensador de la eutanasia, tendrá la
fortuna de vencer involuntariamente el miedo
al dolor por medios tan insospechados como la
lotería que le ha llevado al patíbulo. Veámos por
qué. A diferencia de la cicatriz de Mireau, has-
ta entonces profesionalmente exitosa, de nada
sirve a Paris la herida que presenta como prueba
ante la corte marcial. La decisión estaba ya to-
mada: pudo haberse provocado él mismo su her-
ida, no tiene testigos. Será fusilado. Sabiendo
que ambos están condenados, Arnaud presencia
la conducta de Paris mientras se administra un
primer narcótico, blandiendo desafiante su gar-
rafa de alcohol. Paris también se sabe perd-
edor, pero aún apuesta: como Pascal, apostará
por la creencia en la otra vida tras la muerte.
Otra manera de apostar por la supervivencia.
Cuando el sacerdote militar apruebe ceremoni-
almente su apuesta, Arnaud escupirá su despre-
cio escéptico al padre: “En mi pueblo había un
gracioso letrero sobre el bar. Decía: ‘No tema
pedirnos fiado. Se lo negaremos amablemente’…
¿A qué ha venido, padre, a torturanos? Ust-
ed no puede salvarnos”. Arnaud lanza un
volteriano puñetazo al clérigo y Paris derri-
bará con todas sus fuerzas a Arnaud, sobre
todo para defender al valedor de su apuesta.
El consejo de guerra ha impuesto las leyes de
tanathos sobre las de eros (Paris confiesa que no
ha pensado ni una vez en sexo desde el juicio).
Paris morirá sin venda, pendiente tanto de su
apuesta como del recuerdo de quienes, como su
mujer, recuerden su ejecución. Pero el puñetazo
de Paris permitirá a un Arnaud derribado morir
sin conciencia del dolor, dicte lo que dicte Mireau
y tolere lo que tolere el reglamento castrense.
Un reglamento que lo mismo permite suminis-
trar morfina al condenado como pellizcarlo para
que esté consciente en su ejecución. Como si se
ejecutara sobre todo al alma, no al cuerpo.
Arnaud, según aduce Dax en su defensa, había
mostrado heroísmo en combates anteriores.
También Jünger lo había mostrado en lo que él
llama “los desposorios de su vida con el peligro”.
Recibió más de una decena de heridas de bala
y metralla, casi tantas como sus cruces y con-
decoraciones. Luchó en dos guerras mundiales.
Y no murió: ¿Sería la suerte del héroe técnico,
del soldado tan explosivo como preciso ? Más
tardé Jünger reconocería que literaturizó la Gran
Guerra. Al fin y al cabo, tempestades de acero era
una metáfora que Jünger tomo en préstamo de
una oda medieval islandesa. Una kenning, como
Borges nos enseña en sus Literaturas Germáni-
cas Medievales. En esa época se concebía como
una bestia rubia que tan pronto empuñaba el
martillo de Thor como ofrecía su cuerpo a modo
de yunque. Pero una vida de más de un siglo
es lo suficientemente larga para cambiar varias
veces de opinión. Baste recordar al Jünger que
participó en el atentado contra Hitler o al Jünger
de escritos como Sobre los Acantilados del Már-
mol o La Paz. El entomólogo que dio su nombre a
un coleóptero acuático, o el emboscado entre re-
lojes de arena y conchas marinas, está ya muy
lejos de guerrero inmisericorde del cual, tras la
Gran Guerra, Jünger se consideraba profeta.
A diferencia de Jünger , Robert Graves no quiere
ni predecir ni desear (lo que los ingleses llaman
“wishful thinking”) nada a partir de sus expe-
riencias en la primera guerra mundial. No hay
nada de lo que sentirse orgulloso: “Me apresuro
a decir que nunca realicé hazaña alguna que hu-
biera merecido una condecoración durante toda
61
mi estancia en Francia.” Escribe para cerrar un
capítulo, para decirle adiós a todo eso. Un adiós
consciente y definitivo, bien distinto del “hasta
pronto” del Jünger que, desde su adhesión al
nacional-bolchevismo de Niekisch (un pensador
encarcelado pronta y largamente por Hitler),
veía la Republica de Weimar nacida de Tratado
de Versalles como un interregno inútil hasta una
segunda gran guerra mundial.
Como los futuristas italianos, Jünger estetizaba
la guerra, quería ver algún tipo de justificación
estética de las catástrofes: “¿qué aspecto tiene
un paisaje cuando está sembrado de cadá-
veres?”. Graves constata en sus memorias más
esperpentos que otra cosa.
El sargento Gallagher, nos dice, pensó haber
visto a un alemán en tierra de nadie, cerca de
la alambrada inglesa: “tomó una de las nuevas
granadas de percusión y la arrojó. Pero la tiró
demasiado baja, así que la granada se estrelló
contra el parapeto y éste se la devolvió.
Le arrancó un trozo de la jodida mandíbula y
buena parte de la cara”. Graves tampoco dem-
uestra mucho respecto por los tribunales mar-
ciales. Así narra el primero que acudió: “Cabo
¡su testimonio! …. Señor, en la fecha mencio-
nada, cruzaba yo el patio de barracas, cuando
vi al prisionero sentado en el suelo. Estaba pro-
duciendo excrementos señor. (Tercia el coronel)
¿Soldado, qué puede decir al respecto? … Pues
que tenía una diarrea horrible, tenía que ha-
cerlo, señor …(tras la declaración del soldado y
con un leve carraspeo, interviene el sargento :)
Señor, tuve ocasión de examinar los excre-
mentos del soldado , y habían sido hechos
con gran esfuerzo, señor …. (Y sentencia
el coronel): ha cometido usted un acto
muy sucio, deshonrando a su regimiento
y a sus camaradas. Diez días de arresto”
. Graves confiesa que siempre le abatían
estos episodios. Empleaba la ironía para
poder librarse de ellos. Nos cuenta que
el sargento encargado de la cabra del
regimiento había cometido un crimen de
lesa majestad por haber prostituído a la
Cabra Real, regalo de los establos de la
dinastía Windsor. De nada le sirvió al sar-
gento declarar que había hecho aquello
por consideración al animal, por el que
sentía gran afecto. No fue degradado por
zoofilia, sino por fornicar con su Alteza la
Cabra, perteneciente a la Corona de la In-
glaterra, de quien era súbdito.
Como en Senderos de Gloria, la locura y el
miedo de perder o a no volver a ver a la
esposa también están presentes en Adiós
a todo Eso. Graves denuncia que cuando
se producen suicidios por este motivo, se
le informa a la familia que el finado murió
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62
el iniciador/ 1
como un soldado digno, no como un hombre de-
sesperado. Pero en general predomina en su au-
tobiografía cierto humor irónico. Cuenta Graves
que en una batalla, uno de los pelotones ingleses
intervino con novecientos hombres y acabó la
refriega con novecientos uno; sin bajas y con un
menor de edad de más: el tambor de la banda
que había sido ascendido a soldado. Otro batallón
tuvo menos suerte, y en ocho meses perdió cin-
co veces a todos sus hombres. Pero permítanme
terminar con la descripción que Graves hace de
un consejo de guerra en el bando inglés. “En otra
compañía, dos jóvenes mineros detestaban a su
sargento … cuando estaban acantonados en un
sitio les acusaba de delitos que no habían co-
metido; hasta que al fin decidieron matarlo. Poco
después pidieron ver al capitán: venimos a in-
formarle que lo sentimos mucho, señor, pero que
hemos disparado contra el sargento de nuestro
pelotón. Fue un error, señor … ¿Qué quieren
decir con eso, idiotas? ¿Acaso lo confundieron
con un espía? … No señor, lo confundimos con el
sargento de nuestra compañía. Los dos soldados
fueron juzgados en un tribunal de guerra y fusi-
lados por un pelotón de su propia compañía …. El
gobernador militar francés estaba presente en el
momento de la ejecución y celebró en un breve
discurso de qué gloriosa manera sabían morir los
soldados ingleses”
Curioso que esto lo celebre un mando francés
como Broulard . Dax interrumpe la vals de Brou-
lard, intentando evitar la ejecución. Pero Brou-
lard ya está aburrido del tema y se aferra a su
decisión como puede. Según el general, para
asegurar la disciplina de los civiles, de los ciu-
dadanos de a pie enviados a la guerra, nada me-
jor que un fusilamiento : “No podemos olvidar la
moral de la tropa. Estas ejecuciones reanimarán
a toda la división. Hay pocas cosas más edifican-
tes que el ver a otro morir. Las tropas son como
niños, - como un niño ante su padre, las tropas
ansían disciplina. Una forma de lograrlo es fu-
silando”. Dax pregunta a Broulard: “¿De veras
se cree lo que dice?” Y le pide disculpas por no
haber sido totalmente sincero, por no haber de-
senmascarado antes esas patrañas de viejo de-
generado. Dax es un ante todo un civil: su visión
de la jerarquía es distinta de la de Broulard.
Por eso Kubrick se atreve sugerirle amablemente
qué puede hacer con su ascenso, qué sendero
puede tomar Broulard y la maldita carrera con
la que tienta a Dax, un sendero intestinal con el
hedor de la guerra, con la vals sonando en sa-
las versallescas expropiadas por generales como
Mireau y Broulard, tan obscenamente espacio-
sas que resulta un grotesco eufemismo llamar
angostas a las crudas marañas de trincheras
donde habitan las tropas. Una danza entre ofi-
ciales candidatos a la supuesta aura de poder
que emana de medallas, estrellas, cruces y in-
signias de rango en sus uniformes, una vals tan
obedientemente bailada que ni siquiera Jünger
vería rastro alguno de su realismo heroico. Una
vals que como la de Ravel no indica sino un Adiós
todo Eso.
63
Es difícil encontrar un pragmatista que no qui-
era examinar el lado oculto del pensamiento de
Platón. Y no es una casualidad que así sea. El
planotismo se identifica con la idea de separa-
ción entre el hombre culto y el filósofo, dándole
al segundo el derecho y el poder de gobierno
sobre el primero. Este primer punto conlleva a
que el platonismo esté relacionado con la idea de
vanguardia. El filósofo tiene la legitimidad para
conducir una ciudad y el rey-filósofo es la cabeza
de una vanguardia. Justamente es este el plan-
teo que lleva a los pragmatistas a alejarse del
pensamiento de Platón.
Las comunidades dirigidas por vanguardias
políticas tienden a ser uniformes. La uniformidad
reduce la riqueza de la experiencia, que reside,
justamente, en la multiplicidad de ideas y per-
spectivas y en la diversidad de las prácticas. El
pragmatista es aquel filósofo que cree que lo
que marca la diferencia es la prácti-
ca. Por ello, teme como nadie las
situaciones que pueden llevar
a no encontrar diferencias
en nada, aquellas en las
que la práctica se ha con-
vertido, en su totalidad, en
el mundo de la repetición.
Para el pragmatista, el pla-
tonismo es la filosofía de las
sociedades que tienen escaso
aprecio por la libertad individual,
entendida como la libertad para hacer
algo diferente.
En términos generales, el lente mediante el cual
los pragmatistas analizan el platonismo es co-
rrecto. Sin embargo, hay casos en que esos len-
tes pueden distorsionar la visión de Platón.
Platón no fue un platonista fanático.
Existe una gran polémica sobre si Platón se man-
tuvo convencido de la Teoría de las Formas y de
su relación con la idea de una sociedad dirigida
por el Rey-filósofo, aquel que podía vislumbrar
las Formas de las Formas –y no se puede perder
de vista que esta cuestión es una preocupación
más de la filosofía política que de la política.
Cuando los pragmatistas hablan de filosofía
política, ellos, a diferencia de otros tipos de filó-
sofos, ya se encuentran muy cercanos a la prác-
tica política. A menudo, el pragmatista prefiere el
análisis de las mentalidades, de los idearios y de
las ideologías que el perfeccionamiento filosófico
de los mismos. El tener tan en cuenta la práctica
lo lleva a eso. Por lo tanto, no es extraño que se
interesen más por el platonismo que por Platón.
Y en esta visión más pedestre de la filosofía, en la
que se transita muy próximo a la historia,
a la sociología y a la antropología,
a aquellos campos de la fi-
losofía social que Dewey y
los frankfurtianos desar-
rollaron, el problema de
la vanguardia continúa
siendo un problema.
La legitimidad y el actu-
ar de la vanguardia son
semejantes en la política,
en la religión y en la edu-
cación. En la política, el partido
revolucionario ve la Verdad, y en-
cuentra su límite cuando uno de los miembros
del partido desafía a la autoridad. En la religión,
las Iglesias hacen lo mismo, y los pastores y los
padres jerárquicamente designados sustituyen
a la burocracia del partido. En la educación, la
diciembre de 2009
Paulo Ghiraldelli Jr.FILOSOFIA ES FILOSOFIA, POLITICA ES POLITICA
Traducción del portugués de Sabrina Ajmechet
64
el iniciador/ 1
estructura escolar genera un escenario similar,
y los profesores, también jerárquicamente pues-
tos, actúan platonísticamente. Si aceptamos que
un grupo, por diversas razones, tiene acceso al
Bien, a lo Bello y a lo Verdadero, mientras que
otros, incapaces, deben seguir de modo obe-
diente y poco cuestionador a aquel grupo más
apto que en su cúpula está dirigido por un rey-
filósofo, nos encontramos muy lejos del pragma-
tismo.
En términos generales, esta es la relación en-
tre los pragmatistas y el platonismo en el campo
de la filosofía política. Por eso, cuando en los
años 70, 80 y 90 del siglo XX se desarrolló el
“pos-modernismo”, algunos pragmatistas fueron
considerados pos-modernos. Justamente porque
la intención de los pos-modernos era la de ti-
rar abajo al platonismo. Y así fue como Richard
Rorty fue considerado un filósofo posmoderno.
El problema que surgió en aquella época fue que
la mayoría de los pos-modernos eran críticos
del platonismo, y sin embargo, según la mirada
de Rorty –mirada que comparto- se insertaban
dentro del platonismo de una manera peculiar.
Ellos criticaban al platonismo por su realismo
metafísico, y como el platonismo determina
una sociedad no pluralista ni diversificada, los
pos-modernos comenzaron también a criticar
a la sociedad democrática moderna, ya que la
caracterizaban como una sociedad uniformizada
o, para utilizar términos cercanos a los frankfur-
tianos, una “sociedad de administración total” o
una “sociedad administrada”.
¿Por qué fue esto un problema? Por dos cosas:
En primer lugar, la idea que la mayoría de los
filósofos sostienen, de que una posición metafísi-
ca conduce a una posición política, es propia del
platonismo, y no de toda la filosofía; en segun-
do término, no es tan evidente que la sociedad
moderna y democrática pueda ser equiparada a
una sociedad falsamente pluralista y diversifi-
cada, ilusoriamente libre.
Rorty se enfrentó a estos problemas. Defendió la
sociedad democrática moderna, y de esta forma,
se alió con Habermas. Continuó haciendo una
defensa de una posición no platonista, por lo que
elogío a Derrida. Sin embargo, Rorty se mantuvo
equidistante de ambos en la medida en la que
fue mucho más antiplatonista que Habermas y
que Derrida, e incluso, más que cualquier otro
filósofo de nuestra época.
Nunca reconoció la esencia del platonismo, la
idea de que una posición metafísica conlleva
necesariamente una posición política. El pla-
tonismo unió la metafísica realista con la política
no democrática, y estableció esa articulación
como una necesidad de la visión filosófica –una
unión necesaria entre metafísica y política. Rorty,
justamente, negó el carácter necesario de este
lazo.
Para argumentar sobre esto, Rorty utilizó el prag-
matismo. Caracterizó al pragmatismo como una
teoría filosófica ad hoc e indicó que ese sería el
mejor camino para la filosofía. Para dar un ejem-
plo concreto: de gustarnos la democracia y que-
rer convencer a otros de que es un buen modo
de vida para ellos, podemos evocar para ello
razones pragmatistas. Pero esas razones prag-
matistas, justamente por ser pragmatistas, no
son necesarias. Puedo decirle a un amigo al que
no le gusta la democracia que él vive bien con
su familia en la democracia y que fuera de esta
tendría una vida peor. De esta forma, no le estoy
diciendo que la democracia es el régimen más
legítimo frente a las leyes del universo o frente a
las leyes de Dios o que es el régimen más natu-
ral para el hombre. No hay en el pragmatismo
ninguna metanarrativa filosófica o religiosa para
justificar la posición democrática, sólo existe el
argumento de que cada uno de nosotros tiene
más posibilidades de vivir mejor en la demo-
cracia que en cualquier otro régimen. Es decir,
doy un argumento pragmático como adendo, no
como algo que fue “escrito en las estrellas”, para
legitimar la democracia (he ahí el carácter ad
hoc del pragmatismo en relación a lo que va a
sostener, en este caso, la democracia).
Este argumento se parece al que John Rawls
65
evoca al pedirle al legislador que utilice un “velo
de ignoracia”. En la jerga de Rorty, para los fines
aquí propuestos, diríamos lo siguiente: es me-
jor la democracia, incluso si no sabemos qué
posición tendremos en una sociedad diferente
que creáramos. Si yo soy actu-
almente legislador y creo una
nueva sociedad en la que no sé
qué rol social me tocará ocupar
cuando se destape ese “velo de
ignorancia”, siempre me conven-
drá elegir la democracia. Y esto
es por una sencilla razón: en la
democracia, aunque tengo la po-
sibilidad de ocupar un lugar en-
tre los pobres, tendré la chance
de la movilidad social, o al me-
nos, de alguna libertad para in-
tentarlo. Por lo tanto, como le-
gislador, e ignorante respecto a
mi posición personal en la so-
ciedad que estoy creando, es
mejor que cree una democracia. Si llegara por
casualidad a ser pobre, incluso en esa situación,
perdería menos que si hubiera legislado a favor
de una sociedad de castas, por ejemplo.
Ahora, cuando intentamos convencer a alguien
para que acepte mínimamente nuestra posición
política, evocar razones metafísicas e intentar
transformarlas en necesarias para que, en nom-
bre de la coherencia, alguien con determinada
posición filosófica tenga que tener determinada
posición política, no es una gran forma de actuar.
En tiempos pos-modernos, en los que descon-
fiamos de las meta-narrativas, de las grandes
filosofías (del humanismo, del marxismo, del
cristianismo, etc), donde creemos que todas es-
tas no son más que narrativas que no podemos
afirmar que son verdaderas o que en ellas en-
contramos la reivindicación del monopolio de la
verdad, los argumentos que buscan en una de
esas metanarrativas una fuerza para legitimar
una posición política no aportan demasiado. De
hecho, en algunos casos, llega incluso a jugarles
en contra.
De esta forma, en la fi-
losofía política, Rorty fue
el filósofo que podría haber
afirmado “la política es la
política, la filosofía es la fi-
losofía”. De cierta forma fue
eso mismo lo que él plan-
teó en un brillante artículo
sobre Heidegger. En “El
hedor de Heidegger”, Rorty
inventó una historia de
vida para Heidegger, dife-
rente a la que Heidegger
realmente vivió, y mostró
que, habiendo tenido una
historia de vida como la
retratada en la ficción, él no hubiera adherido al
nazismo, sino que hubiera sido un conservador
y, por lo tanto, nada de su filosofía debería cam-
biarse. El objetivo del artículo era exactamente
este: mostrar que no hay una conexión necesar-
ia entre la posición política de un filósofo (o de
cualquier persona) y de su posición respecto a
cuestiones metafísicas y epistemológicas, o sea,
cuestiones que decimos que son “propiamente
filosóficas”. De esta forma: si bien hay una re-
lación, no hay una relación necesaria.
Esta postura de Rorty fue la gran contribución
del pragmatismo actual a la filosofía política. El
trabajo de Rawls en filosofía política podría ser
uno de los ejemplos de esta actitud, en la que la
metafísica no se hace presente para construir un
sistema de legitimidad política.
diciembre de 2009
66
el iniciador/ 1
DossierREFLEXIONES SOBRE LATINOAMERICA
Los temas tratados aquí corresponden a cuatro re-flexiones distintas elaboradas por cuatro investiga-dores del Centro de Análisis e Investigación Políti-ca, los temas tratados tienen como eje común una dinámica conflictiva, todos ellos intentan reflexion-ar sobre tensiones que se presentan en la región. Primero se presenta una reflexión de los límites del poder estatal y las manifestaciones de violencia que están fuera de su control, luego se tomará el caso colombiano y sus problemas para consolidar insti-tucionalmente su orden republicano frente a la pro-blemática reelección del Presidente Uribe, como ter-cer punto un análisis de las reformas implantadas para abrir los mercados promovidas por el gobierno de Alan García en el Perú, luego una se presenta una reflexión sobre las tensiones producidas en Latinoamérica del proyecto modernizador de inicios del siglo xx, para finalizar se intenta analizar y esbozar una respuesta para el fenómeno de la violencia política en Améri-ca Latina ocurrido en la segunda mitad del siglo xx
67
Cuando se repite la definición clásica de Max
Weber sobre el Estado como “aquel que en un
determinado territorio reclama para sí el mono-
polio de la violencia física legítima”, se tiende a
olvidar o infravalorar el concepto de qué significa
“legítima”.
¿Se refiere plenamente a su capacidad de cu-
brir todo el territorio a partir de las instituciones
destinadas para ello? o ¿se refiere a una función
que debiese involucrar no sólo deberes, sino que
derechos?
O ¿es acaso una de sus funciones legítimas en-
tregar seguridad a sus ciudadanos, por medio de
este mismo “monopolio”? (entiéndase al Estado
como único actor que ocupa el recurso de la vio-
lencia en determinado lugar).
Ante tales preguntas, muchas veces sin
respuestas, es que he querido centrar mi refle-
xión de los linchamientos como una respuesta
ante esta ‘incapacidad’ o ‘carencia’ de legitimi-
dad del Estado en los países latinoamericanos.
El sociólogo Carlos Vilas ha definido linchamiento
como “una acción colectiva de carácter privado
e ilegal, de gran despliegue de violencia física,
eventualmente culminando con la muerte de la
víctima.” Dicha definición involucra los aspectos
weberianos que el Estado no ha cumplido o no
ha logrado cumplir, por lo cual ha detonado en
estas respuestas por parte de los ciudadanos:
violencia desde la esfera privada con actores que
actúan colectivamente y legalidad propia; ambos
desde un microestado que vulnera los códigos
establecidos por un macroestado.
Vilas ha determinado que un porcentaje impor-
tante de los linchamientos ocurre en poblaciones
rurales, lo que nos indica que la capacidad del
Estado no ha llegado a todo el territorio del cual
es autoridad o simplemente existe una ‘apatía’
por parte de éste frente a la población rural.
Apatía que se ha expresado en cómo operan las
instituciones legítimas, tales como la policía local
o instituciones en donde el otorgar derechos es
un deber, como la salud o educación.
Pero, ¿es realmente una incapacidad del Estado
no llegar de manera ‘presencial’ a zonas rura-
les para impedir actos violentos en contra de los
propios ciudadanos? Si fuese por una razón de
capacidad económica, algunos Estados se exi-
mirían de dicha acusación.
Entonces, el argumento nos llevaría a considerar
una dinámica propia de los sectores rurales, los
cuales al parecer, operan de forma distinta al
sector urbano.
Dentro de los sectores rurales, se ha establecido
una dinámica de “estado dentro del Estado”, el
cual se explica por las leyes propias que han ad-
quirido los habitantes, con la cual aplican su con-
cepción de justicia, la cual es distinta a la que ha
defendido el macroestado.
Para un poblador, el castigo que debiese merecer
un delincuente por robar un cerdo o res, debiese
ser el mismo que recibe uno por cometer homici-
dio, debido al contexto de pobreza y precariedad
existente en los sectores rurales. Es por ello, que
al existir discrepancias en la aplicación del juicio y
castigo en el derecho positivo (del macroestado),
surge el derecho comunitario (del microestado),
creado a partir de sus propias necesidades. Pero
el Estado tiene la necesidad de aplicar su ley (y
monopolio de la violencia) por medio de las in-
stituciones, las cuales no son legítimas para el
poblador, por su actuar ineficiente y poco justo.
Ejemplo de ello son los cortos períodos que per-
diciembre de 2009
Ely Orrego TorresLINCHAMIENTOS COMO RESPUESTA A LA CONCEPCION
DE ESTADO WEBERIANO
68
el iniciador/ 1
manecen retenidos los delincuentes en el cuartel
policial, siendo liberados sin cargos en su contra
por el daño infringido.
La situación de vulnerabilidad en la que el pobla-
dor rural se encuentra sumido, ha generado una
situación de inmunidad entre los propios pobla-
dores: “Si te hacen daño a ti, te protegeremos,
pues eres uno de nuestra comunidad”, rol que
debería ser entregado de manera legítima por
el Estado hacia sus habitantes, sean rurales o
urbanos.
Para el poblador rural, los servicios comunitarios
o derechos que otorga el Estado en materias
como la salud y educación, son asumidos con
vehemencia para sus vidas, por el mismo entor-
no en el que se encuentran, donde la educación
y salud son “derechos precarios”. Es por este
motivo, que enjuiciarán por sus propios medios,
si un agente externo se involucra afectándoles
negativamente su vida cotidiana, y más aún, los
derechos que el Estado les otorga.
Este fue el caso de cuatro delincuentes acusados
de asaltar y matar al médico de San Blas Atem-
pa, Tehuantepec en Oaxaca (México), quienes
fueron sacados de la cárcel con el fin de linchar-
los y posteriormente, ser ahorcados y prendidos
con fuego.
Existe el caso en que los temas políticos se inmis-
cuyen con los derechos comunitarios, como fue
el conflicto acontecido entre octubre y diciembre
del 2006, en Oaxaca. La Asamblea Popular de los
Pueblos de Oaxaca (Appo), surgida a partir de
un conflicto con el profesorado de la zona por los
derechos que exigían en torno al tema educa-
cional, desató una disputa entre las autoridades
policiales y la Appo. Luego de acusar a las au-
toridades de corrupción política y usar recursos
para ocuparlo en campañas políticas y en fraude
electoral, la comunidad se reveló estableciendo
una “justicia por mano propia” (concepto apro-
piado por Vilas) y un ambiente de inseguridad
y tensión. No se permitió la intervención de las
instituciones legítimas, ante lo cual diez perso-
nas fueron ajusticiadas con linchamientos, entre
ellas, un hombre acusado por intentar violar a
una profesora.
El microestado, al igual que una nación, tiene
entre sus habitantes rasgos comunes que le ca-
racterizan: raza, lengua, religión y costumbres,
lo que les otorga unidad bajo las leyes a aplicar
en caso de que quien las viole, sea castigado por
ser contrario al concepto de comunidad y nación
que ellos poseen.
En San Miguel de Canoa, Puebla (México), un
grupo de estudiantes se aprestaba para excur-
sionar la zona, por lo que solicitaron ayuda para
buscar hospedaje. La respuesta la recibieron de
un campesino indígena que había sido acusado
de ‘capitalista’ por los pobladores. Esta situación
generó la preocupación del sacerdote de la zona,
quien acusó a los estudiantes de “romper con
la armonía del lugar”, pues eran “enviados de
Satanás que venían a implantar el comunismo”.
La población reaccionó violentamente linchando
tanto a los estudiantes como al campesino que
les ayudó, debido a que el sacerdote expresaba
que venían a matarlo, a ultrajar las imágenes del
templo y a degollar los niños. La supuesta acción
de los ‘extranjeros’ infringía las normas sociales
de la comunidad, principalmente la religiosidad,
por lo tanto su acción estaba justificada.
El caso de las “brujas de Calguasig” ejemplifica
cómo las normas sociales pueden ser una ex-
cusa para que la acción del Estado o de las au-
toridades tome forma de derecho o programas
sociales. En Calguasig, Tungurahua (Ecuador),
dos mujeres fueron acusadas de ocupar brujería
en contra de pobladores y de provocarles serios
problemas médicos, e incluso la muerte. Dichas
acusaciones, fueron expuestas por algunos diri-
gentes (que profesaban la religión evangélica) a
la población, por lo cual deciden adoptar un pro-
pio castigo, por medio del linchamiento. El hecho
provocó la llegada de las autoridades regionales
al lugar (el cual es de difícil acceso), para mediar
y negociar la situación de las mujeres. Ante ello,
prometen abrir un juicio a las mujeres y propo-
nen un programa de salud. Este último, habría
69
sido significativo, ya que las muertes y enferme-
dades se debían a una epidemia de tuberculosis
en el lugar.
La autoridad legítima no está exenta de recibir
un castigo por parte de sus ciudadanos, más aún
si aquel pertenecía a la comunidad y una vez en
el poder, olvida sus raíces, cayendo en corrupcio-
nes políticas que afectan a sus pobladores, por
los principios comunitarios que poseen.
Llave, El Collao (Perú), es una provincia en la
cual su población es mayoritariamente aymara.
Su alcalde, Cirilo Robles fue acusado por sus
pobladores de corrupción y mal manejo de los
fondos municipales, lo que provocó su lincha-
miento, y posterior muerte. Más allá de entender
la complejidad política de la situación, la acción
de Robles se considera una falta a los códigos
comunitarios, debido a que rompe la ley aymara
al actuar no virtuosamente, ya sea robando y
mintiendo, lo cual pasa a ser un problema cul-
tural por quebrantar las leyes propias.
Estos casos de linchamientos, nos hacen volver
a la pregunta inicial: ¿es realmente legítimo el
monopolio de la violencia aplicado por el Estado?
Ante las deficiencias en materia administrativa,
de reclamación de derechos y de control de la
población por medio de sus instituciones, en es-
pecial hacia la población rural en América Latina,
existen polos de violencia que ponen en duda su
rol. Y esta nueva modalidad abarca todas las es-
feras de este microestado (político, económico,
legal y cultural), con una justicia basada en sus
concepciones de vida, diferentes a las que ha
adoptado el macroestado.
Si bien, en América Latina esto se expresa en
mayor medida en las poblaciones rurales, de-
biese ser un desafío y preocupación de todo tipo
de Estados, la intervención legítima de su mo-
nopolio de la violencia.
diciembre de 2009
El próximo año, el presidente colombiano Álvaro
Uribe se convertirá en el primer ciudadano de su
país que ejerce la máxima autoridad por ocho
años consecutivos. Un hecho que significó una
revolución política y constitucional sin preceden-
tes en la historia democrática de esta nación.
La reelección consecutiva fue aprobada en 2004
tras una reforma constitucional que surgió desde
la iniciativa popular de millones de colombianos
que se movilizaron para reunir firmas.
A primera vista, un hecho que demuestra el de-
sarrollo de una nueva conciencia democrática en-
tre la ciudadanía colombiana. Sin embargo, hoy
se discute en el congreso la posibilidad de que el
actual mandatario se presente nuevamente a las
elecciones de 2010, y aunque éste goza de tre-
menda popularidad, si esta reforma se aprueba,
Colombia entrará en una lógica peligrosa que
podría ser contradictoria con su misma historia
republicana.
Desde una perspectiva política, Colombia se
caracteriza por dos hechos paralelos, aunque
aparentemente contradictorios: por un lado,
su historia cruzada por un estado de constante
conflicto armado entre diversos actores socia-
les; y por otro, una democracia, que salvo ex-
cepciones, ha tenido una continuidad envidiable
por otros países de la región, ausente de largos
periodos autoritarios. Hoy, bajo el mandato de
Álvaro Uribe esta tendencia pareciera estar re-
virtiéndose: la intensidad del conflicto armado
Patricio Imbert PuelmaALTERNANCIA Y DEMOCRACIA EN COLOMBIA
70
el iniciador/ 1
ha disminuido considerablemente, pero por otro
lado, la democracia se encuentra en un estado
de constante debilitamiento.
Es necesario argumentar de manera más deta-
llada esta última afirmación. En primer lugar, en
estos momentos no existe en Colombia un siste-
ma de partidos capaz de canalizar las demandas
de la ciudadanía, de tal manera que la demo-
cracia se fortalezca. Los dos partidos históricos
(el liberal y el conservador), incapaces de adap-
tarse a los nuevos tiempos, hoy no representan
a más que el 30% del electorado, y han debido
aliarse con nuevas fuerzas políticas para poder
sobrevivir. El 70% restante lo componen los par-
tidos que existen para el apoyo del presidente
Uribe (Partido de la U, Cambio Radical y Colom-
bia Democrática), la oposición de izquierda (Polo
Democrático Alternativo) y otros partidos de du-
dosa procedencia, destinados al caudillaje. Esta
situación de extrema fragmentación (15 partidos
tienen representación parlamentaria) y perso-
nalización del poder político, han debilitado las
bases democráticas del país, que durante déca-
das se sostenían en la alternancia entre liberales
y conservadores.
Ahora bien, se argumenta en contra, que fuer-
on los años de corrupción, negligencia y pusi-
lanimidad de liberales y conservadores, lo que
hizo que el fenómeno del outsider político sur-
giera en 2002 con la elección de Álvaro Uribe.
En ese año, durante el punto más álgido del
conflicto entre las FARC y el Estado, el último
presidente conservador Andrés Pastrana, salía
del poder en medio de un alto rechazo. En su
reemplazo, asumía un carismático ex senador
y gobernador, que se había retirado del Partido
Liberal, y cuya historia personal lo hacía asumir
un fuerte compromiso en contra de la guerrilla
(su padre había sido asesinado por las FARC).
En cosa de pocos meses, el conflicto declinó
en intensidad y la ciudadanía pedía la refor-
ma constitucional que aprobara la reelección.
En principio la reelección no tiene nada de anti
democrático. De hecho, muchas de las democra-
cias presidenciales de occidente tienen este me-
canismo incorporado (Estados Unidos siendo el
caso más emblemático).
El problema surge cuando se observa la realidad
latinoamericana, de la cual Colombia no escapa a
pesar de su excepcionalidad ya mencionada. Solo
basta recordar el caso de Perú durante el gobi-
erno de Fujimori o la Venezuela bolivariana, para
observar que el instrumento de la reelección ha
sido repetidamente mal interpretado. El ex pres-
idente peruano o el actual mandatario venezola-
no, han intentado demostrar que las instituciones
democráticas se fortalecen cuando el pueblo los
confirma y reconfirma en el poder. En realidad,
sucede todo lo contario: con cada reelección, el
poder se personaliza más, los partidos políticos
pierden su importancia y la oposición se queda
con menos posibilidades de acceder a puestos
de relevancia política. Entonces en estos casos,
solo se mantiene en pie una democracia formal,
sin partidos y sin futuro más allá del liderazgo
personal de quien ostenta en poder presidencial.
La reelección puede fortalecer a la democracia,
cuando esta se sustenta en sistema de parti-
dos sólidos y donde la oposición es escuchada
en otras instancias como la parlamentaria.
Existen contraejemplos en nuestra misma
región. Brasil, durante el gobierno de Fernando
Henrique Cardoso, aprobó la reelección con-
secutiva y hasta el momento el mecanismo se
ha aplicado de manera respetuosa y de hecho la
institucionalidad democrática ha resultado forta-
lecida. No obstante, no es el caso colombiano,
donde hoy el único futuro viable que ven los par-
tidarios de Uribe es que se apruebe la posibili-
dad de una nueva reelección, tanto que varios
de ellos han declarado que solo buscaran a un
posible sucesor si es que la reforma no prospera.
Lo anterior, va en total contradicción con lo que
se puede esperar de una democracia moderna,
basada en el poder de articulación social de los
partidos políticos, donde la labor de estos es es-
tar en un proceso de constante reclutamiento de
nuevos liderazgos.
71
Es necesario tomar algunos resguardos frente a
la posición que he manifestado. No he aseverado
que no existe democracia si no hay alternan-
cia, pero sí sostengo que la alternancia es una
condición que favorece la institucionalidad, es-
pecialmente en democracias débiles como las
latinoamericanas. En ese sentido, si es que Ál-
varo Uribe fuese elegido para un tercer periodo
presidencial, una democracia que ha exhibido
rasgos de solidez a lo largo de su historia, como
la colombiana, se vería indudablemente debil-
itada.
Pensando en el futuro próximo, las elecciones
presidenciales serán en julio de 2010, y hasta
el momento en el oficialismo solo se piensa en
la reelección de Uribe, y los pocos candidatos
que han surgido de ese sector han manifestado
que declinaran su opción si la reforma consti-
tucional prospera. En la oposición se sabe que
una nueva reelección de Uribe, significaría una
derrota segura, por lo que no se han esforzado
demasiado en buscar un candidato para enfren-
tar las elecciones. Esto último muestra que la
eternización en el poder afecta de manera es-
pecial a los opositores, que desmoralizados ante
la imposibilidad de acceder al poder, dejan de
cumplir su rol en una sociedad democrática, que
es el de participar en el proceso deliberativo y
en la toma de decisiones. Solamente, un nuevo
aspirante presidencial sin vinculaciones con al-
gún partido político ha aparecido en los últimos
meses, haciéndole frente a Uribe en las encues-
tas. Se trata del ex alcalde de Medellín Sergio
Fajardo, que de manera silenciosa ha recorrido
el país y con la utilización de redes sociales de
internet ha convocado a un grupo importante de
descontentos que rechazan declararse como uri-
bistas o anti uribistas, lo cual ha hecho que apa-
rezca en el segundo lugar de las encuestas du-
rante las últimas semanas. Habrá que observar
si este fenómeno, que de todas maneras se trata
de un outsider al igual que el actual presidente,
se convierte en una alternativa viable a la actual
situación política de Colombia.
diciembre de 2009
Hacia la liberalización del mercado
El desarrollo de las reformas económicas ori-
entadas a la liberalización de los mercados, al
igual que en cualquier parte del mundo, han
implicado para el Perú un desafío permanente
al sistema socio-político. Específicamente, aquí
es importante la resistencia social y política que
esto conlleva (1) , y donde la construcción de
consensos básicos, son la meta de la innovación
institucional que enfrenta el Estado y los demás
actores del sistema político.
De esto, se deriva la evaluación y creación de
una factibilidad política para hacer reformas
económicas frente a actores sociales que pueden
oponerse. Sin embargo, el desafío que se argu-
menta, es que la factibilidad debe ser solidificada
por el liderazgo institucional del Estado y de los
demás actores (como los partidos políticos, los
sindicatos, los empresarios, etc.) promoviendo
negociaciones de pactos sociales a nivel laboral,
tributario, salarial etc.
Claramente lo anterior requiere de un largo
tiempo, porque no sólo involucra cambios con-
tractuales, sino también cambios culturales a
nivel ideológico. Así, los sectores que presencian
las reformas deben verse estimulados por las
mismas, viendo que la estrategia va en su propio
interés, tanto a nivel individual como colectivo
(aquí destacan elementos como las expectativas
Patricio Morales FernándezEL MISMO ALAN DE SIEMPRE:
Cuando las reformas van más rápido que los consensos
72
el iniciador/ 1
populares con respecto a las posibles alternati-
vas o la eventualidad de una positiva distribución
del ingreso).
En base a lo planteado me gustaría hacer una re-
visión del estilo político que posee el Presidente
Alan García para conducir reformas económicas.
La hipótesis que se busca sustentar es que su
estilo será capaz de institucionalizar las reformas
de libre mercado que hoy presencia el sistema
peruano.
“Alan: El héroe transformador”
Los dos gobiernos que ha protagonizado Alan
García al mando del Perú han evidenciado una
similitud a la que debiese prestársele atención, y
es que en ambas instancias a existido un deseo
de protagonizar un “gran cambio” transforma-
dor, que en si mismo, no respeta los ritmos so-
ciopolíticos del pueblo peruano.
Durante el primer gobierno de Alan García
(1985-1990) y lo que va del actual (2006-2011),
anuncia un supuesto héroe transformador con
un contenido de “gran cambio”. Es claro que el
contenido de este cambio ha variado con una re-
forma estatista en el primer periodo y una pro-
fundización liberizadora del mercado en el se-
gundo.
PRIMER PERIODO PRESIDENCIAL (1985-1990)
ESTATISTA
Su primer periodo estuvo caracterizado por un
gobierno personalizado, con la intención de con-
ducir la política económica y la seguridad contra
Sendero Luminoso, radicalizando su accionar con
una marcada desconfianza en su partido político
(APRA) y en la sociedad civil. Ahora bien, cuando
el contexto peruano estuvo marcado por la crisis
económica, García como todo líder carismático
fiel a su programa, estatizo la banca comercial
y las compañías de seguro privado. Busco rela-
ciones clientelares tanto en los sectores popu-
lares, como en el mundo empresarial. Su ritmo
y velocidad de transformación paso por alto los
diálogos sociales y las instituciones como medios
indispensables para la configuración de un con-
senso peruano básico y solido que legitimara su
“gran cambio”.
SEGUNDO PERIODO PRESIDENCIAL
(2006-2011) LIBRE MERCADO
Su actual periodo es diferente, pero sólo en cu-
anto al contenido del “gran cambio”. Alan García
busca profundizar una estrategia de desarrollo
hacia una economía de mercado. Sin embargo,
repitiendo el mismo estilo transformador del
pasado, el que no respeta los ritmos y no se
hace cargo de la construcción de consensos en
el pueblo peruano.
Y es que uno de los principales problemas en
el Perú para la consecución de estas reformas
económicas, es el no evaluar la factibilidad
política que expresa la diferencia entre un Perú
mayoritario y excluido, que no se siente partici-
pe ni de la democracia ni del mercado (regiones
andinas), versus la imagen de concentración y
mundo paralelo que expresa Lima.
¿Y que hace el inversionista con esto?
Desde el punto de vista del riesgo político de in-
versión para el caso peruano, se presenta una
contradicción frente al análisis que expone el
riesgo país, específicamente en cuanto a indica-
dores como la incertidumbre, la seguridad jurídi-
ca, el consenso sobre la estrategia de desarrollo,
entre otros.
El riesgo país y las diferentes metodologías so-
bre la materia que poseen las principales cali-
ficadoras de riesgo, califican al Perú como una
economía solida, con un positivo clima de nego-
cios en el largo plazo.
El riesgo político de inversión dando una mayor
connotación al análisis político en los mismo in-
dicadores, llama a la prudencia, principalmente
73
en establecer inversiones que obvien variables
y fenómenos cualitativos como los que en este
articulo se han buscado establecer:
• La realidad desigual centro-periferia del
sistema peruano que relativiza el análisis de in-
versión.
• Las repercusiones en un mediano y lar-
go plazo de estilos político-económicos como el
que sostiene el presidente Alan García.
• La incertidumbre que implica establecer
inversiones de largo plazo en el Perú sin consid-
erar escenarios de conflictividad social (2).
diciembre de 2009
Notas
Con cuanta precisión se adecuan, en el caso
Latino Americano, las palabras de aquellos que
piensan que todo el proceso civilizatorio está
marcado por el signo de la calamidad. La civi-
lización integra inevitablemente a la barbarie.
Ambos conceptos, fueron utilizados por Faustino
Sarmiento para describir bajo su perspectiva la
antinomia cultural que se daba en su país.
El autor consideraba a la raza blanca por sobre
el mundo indígena y veía que en Latino América
la convivencia de estos dos polos era extrema-
damente problemática. La categorización de
Sarmiento es dejada de lado por la intelectuali-
dad de principios de siglo XX, cuando se retoma
la construcción de la identidad latinoamericana
basado en la valorización del mestizaje cultural.
Sin embargo la idea de lucha contra el “salvajis-
mo” es tomada por muchos proyectos políticos,
que sin quererlo, dan cita a la civilización y a la
barbarie en cada intento modernizador.
En el inicio del siglo, saltan a la vista los innu-
merables casos en que la resistencia a las ideas
iluministas, se expresaron por medio de algún
tipo de violencia. Parece sintomático que cuando
algunos países latinoamericanos se preparaban
para celebrar la centuria de su independencia
y mostrar los avances alcanzados, el malestar
incubado bajo los distintos intentos moderniza-
dores explotó manifestándose en contra del dis-
curso cultural que se intentaba imponer.
Latinoamérica vivía la construcción de un dis-
curso nacional que pretendía inscribirse con el
decálogo europeo. Para que esto fuera efectivo
1 - Por ejemplo, una privatización del sector portuario involucra cambios de lógicas sociales en
sus actores, cosa que no puede pasar por alto la ejecución de la reforma. Aquí, más allá de poseer
elementos económicos estructurales se imprime un cambio institucional que al no ser legitimado por
las partes pierde toda validez en la practica. Esto se puede ver en la concesión portuaria y el conflicto
que hoy mantiene Paita.
2 - Siguiendo el ejemplo anterior sobre la concesión portuaria, es interesante apreciar la justificación
que dieron actores privados para retirar capitales, “la excesiva conflictividad social en oposición al
establecimiento privado”. Véase Diario La República, Paita rechazó entrega de puerto, 26 de marzo
de 2009. http://www.larepublica.pe/archive/all/larepublica/20090326/13/node/183327/todos/14.
José Parada FloresCIVILIZACION Y BARBARIE AL COMIENZO DEL SIGLO XX
EN LATINO AMERICA
74
el iniciador/ 1
tendría que ser capaz de delimitar primero y
negar después todo aquello que el discurso re-
chaza y ve como opuesto. En el intento de con-
struir la identidad de las naciones latinoameri-
canas, se da una lucha cruzada que no solo está
marcada por la división de clases.
Esta lucha tiene que lidiar con una dinámica
distinta, cuando a inicios del siglo XX se instala
nuevas ideas del manejo político basadas en el
liberalismo. Con la entrada de capital extranjero,
la idea de la administración de la tierra trans-
forma la idea de propiedad comunal, esto va a
trastocar la lógica de producción de los grupos
indígenas, ahora la tierra debe circular para ha-
cerse productiva.
Además en el liberalismo el esclavo es mira-
do como poco productivo, la economía liberal
necesita nutrirse de un individuo que sea el mo-
tor del capital. Este liberalismo de principios de
siglo XX es liberal solo en términos económicos,
dejando grandes vacíos en cuanto a los derechos
individuales y libertades políticas.
Es así como las economías latinoamericanas se
transforman en mono-productoras, esta recon-
ducción económica viene dada por el surgimien-
to del nuevo trabajador. Para esto último se fo-
menta la inmigración, lo que se busca es mano
de obra que entre dentro de las lógicas del capi-
tal. A este nuevo individuo, quien le da su forma
adecuada, quien se encarga de su civilización, es
el dueño del capital y el Estado. En la hacienda
el paternalismo hace lo suyo y en la ciudad el
Estado busca someter a los poderes inestabili-
zadotes a un poder centralizador y controlador
por medio de la imposición de las ideas de orden
y progreso.
Como una expresión del orden podemos tomar
los conflictivos intentos por controlar las mani-
festaciones ocurridas el 1 de mayo de 1909 en
Argentina. Argentina fue uno de los países que
recibió más población emigrante europea, con la
idea de fortalecer la mano de obra para aumen-
tar la producción del capital en el país. Como
contra efecto, junto con lo inmigrantes y su fuer-
za laboral también venían ideas de la experiencia
urbana europea, el socialismo y el anarquismo
también experimentó su arremetida en América
Latina.
Ese día del 1 de mayo de 1909, en un acto en
la Plaza Lorea, la Unión General de Trabajadores
(UGT) y la Federación Obrera Regional Argen-
tina (FORA) se enfrentaron a la policía quien
reprimió con tal dureza la manifestación que se
desató una ola de violencia conocida como la Se-
mana Roja.
Al tiempo después el jefe de la policía al mando
de la operación murió por un artefacto explosivo
que detonó su auto, el autor fue el anarquista
Simón Radowitzky. Argentina recorría una cen-
turia de camino independiente y dejaba ver mu-
chas demandas incubadas que venían a reventar
en tiempo de celebraciones.
Como una expresión del progreso están todos los
proyectos políticos que intentan instaurar un es-
tado de higiene general para la población. Siem-
pre, esta idea de limpieza y salud está luchando
contra las prácticas cultivadas por años en al-
gunos países latinoamericanos y que ahora bajo
el prisma positivista deben ser erradicadas de la
identidad nacional, si es que se quiere avanzar
para alcanzar el progreso de países civilizados.
Las políticas de vacunación en el gobierno de
Rodrigues Alves, ideadas por el doctor Oswaldo
Cruz para controlar los problemas de viruela en
Río de Janeiro –capital federal en ese enton-
ces– se transforman en el para rayos de todo
el descontento acumulado por la población em-
pobrecida, hacinada, desempleada, atormen-
tada por las enfermedades, traumatizadas por
las olas de migración interna, que vieron en la
vacuna un intento más de poner en peligro su
integridad. En 1904 los intentos de imponer el
progreso a la población de Río fracasaron y de-
sataron –no por primera vez– violencia callejera.
Los intelectuales latinoamericanos como los pe-
ruanos Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979),
José Carlos Mariátegui (1894-1930) y Manuel
75
González Prada (1844-1918), el uruguayo José
Enrique Rodó (1871-1917), el mexicano José
Vasconcelos (1882-1959), siguiendo la línea del
cubano José Martí, se dieron cuenta del conflic-
tivo proceso de modernización que vive América
Latina y elaboraron una crítica a la sociedad lati-
noamericana por su exclusión, su individualismo
y su constante inclinación por modelos extranje-
ros. Ellos buscaron de crear un discurso que in-
tegrara las particularidades latinoamericanas. Su
pensamiento lejos de ser una síntesis aceptada
por todos entró a formar parte del conflicto por
definir lo latinoamericano.
diciembre de 2009
La historia de América Latina ha estado estre-
chamente vinculada con la violencia, especial-
mente durante la segunda mitad del siglo XX.
En efecto, crisis, revoluciones (frustradas o exi-
tosas), golpes de Estado y dictaduras militares
azotaron la región, lo que tiñó de sangre la his-
toria reciente de la casi totalidad de estos países.
Aunque el fenómeno de la ‘violencia política’ (en-
tendido como los problemas de la acción colec-
tiva y a los procesos de cambio social y político
que se relacionan con el uso deliberado del daño
físico y/o psicológico) no ha sido ajeno a la reali-
dad latinoamericana, llama la atención los altos
niveles que alcanzó en dicho período de tiempo.
También sorprende la extensión de su uso y su
justificación: desde sectores de la “derecha”
hasta la “izquierda”, incluyendo parte de la Igle-
sia Católica.
A casi diez años de finalizado el siglo XX, y con
ello teniendo una perspectiva general del pro-
ceso, es pertinente y útil sugerir una interpre-
tación del por qué de la recurrencia de la violen-
cia –tanto en el discurso como en la práctica– en
América Latina entre 1950 y 1990.
Para insinuar una respuesta satisfactoria es nec-
esario delinear brevemente el panorama desde
donde se origina la problemática: hacia media-
dos del siglo XX los Estados latinoamericanos se
vieron enfrentados a un complejo escenario de
subdesarrollo económico y exclusión social. Unas
décadas atrás estas mismas dificultades habían
sido los factores determinantes en la caída de
los regímenes oligárquicos. De hecho, se argu-
mentaba que dicho sistema político, que excluía
de la toma de decisiones políticas a los sectores
populares y a las mujeres, era el responsable
de los deficientes niveles de crecimiento, de las
grandes diferencias sociales y de la miseria en
que se encontraban sumidas las clases más des-
poseídas. Por ello, se debía apuntar a un modelo
de democracia más inclusiva, que hiciera parte
del proceso a los sectores medios y populares,
para así asegurar el desarrollo de todos los sec-
tores de la sociedad y no sólo a una parte de
ella, como se creía que hacía el sistema anterior.
En este contexto, lleno de esperanzas e ilusio-
nes frente un futuro más prometedor, emergió
el fenómeno del populismo en América Latina.
Distintos líderes políticos encarnaron este parti-
cular tipo de conducción gubernamental: Lázaro
Cárdenas en México, Getulio Vargas en Brasil y
Juan Domingo Perón en Argentina entre otros.
Todos ellos, a través de un discurso mesiánico
de carácter a-ideológico, clamaron ostentar la
fórmula definitiva para la redención de los males
que afectaban a la sociedad. Mucho se había es-
perado para las soluciones y ahora era el mo-
mento de hacerlas realidad. Como plan de acción
central se enfatizó el rol del Estado, el cual ten-
dría una orientación nacionalista y corporativista
Diego Sazo M.CONSIDERACIONES SOBRE LA VIOLENCIA POLITICA
EN AMERICA LATINA ( 1950-1990 )
76
el iniciador/ 1
tendiente a combatir las deficiencias económicas
del sistema. Sin embargo, y pese a algunas con-
tribuciones como la inclusión política, los popu-
lismos no fueron capaces de resolver los prob-
lemas que asumieron como bandera de lucha.
En efecto, el estado de subdesarrollo continuó,
al igual que la exclusión de los masivos sectores
populares. Ante este escenario de crisis, la frus-
tración de los actores sociales involucrados era
inevitable; y cómo no, si las alternativas para
combatir las problemáticas eran estériles y no
producían resultados. ¿De que servía la inclusión
democrática si las desigualdades continuaban?
¿Existía alguna alternativa efectiva para la con-
secución de los objetivos anhelados?
Ante este panorama de incertidumbre y frus-
tración, el fenómeno de las ideologías encontró
un terreno fértil para la recepción y adopción de
sus ideas valorativas. Por cierto, en ese momen-
to la ideología se presentó ante algunos sectores
latinoamericanos como una alternativa viable
a seguir pues representaba una decodificación
de la realidad que ofrecía respuestas a todas las
preguntas no resueltas. Además, brindaba un
sentido a la lucha política, delineando el enemi-
go a combatir y, esencialmente, determinando el
modelo de sociedad a seguir. En cuanto a los me-
dios para ello, la ideología, en su máxima radi-
calización, no descartaba el uso de la violencia.
Por aquella época, una vez finalizada la Segunda
Guerra Mundial, la díada ideológica extendida
por el mundo era la del marxismo-antimarxis-
mo(1) y América Latina no escapó a ella. Uno y
otro sector de la sociedad se alienaron por algu-
na de las alternativas. Aunque existía entre las
partes adversarias un consenso mínimo en torno
a la necesidad de reformas (nacionalización de
ciertas industrias, reforma agraria), el conflicto
se suscitaba en cuanto a sus límites. Así, para
algunos las transformaciones debían apuntar a
los pilares del sistema. Incluso, de ser necesario,
se debía hacer la revolución, tal como lo había
mostrado exitosamente el ‘compañero’ Fidel en
Cuba. Sin embargo, para otros sectores de la so-
ciedad, las reformas debían ser de carácter lim-
itado, sin alterar los marcos generales del sistema
establecido. Existía, en consecuencia, una dis-
puta extrema en cuanto a lo que se debía hacer.
Y si bien existían agrupaciones reformistas que
negaban adherir a una u otra opción, lo cierto
es que la radicalización de la confrontación hizo
que los bandos se agruparan en último término
en la distinción amigo y enemigo. Lo particular
de este proceso de lucha por el poder político era
que ambos modelos se excluían recíprocamente
por lo que la disputa era, en términos de Carl
Schmitt, de tipo existencial.
Según la perspectiva de los sectores reformis-
tas o revolucionarios (comúnmente asociados a
los intereses de la izquierda), el funcionamiento
de la sociedad se encontraba en una fase termi-
nal pues no existía una solución definitiva a las
necesidades básicas de la población. Las espe-
ranzas continuaban depositadas en una mayor
justicia social por parte de la elite gobernante,
pero nada hacía creer un cambio de actitud en
ella pues se suponía que dicho proyecto popular
atentaba contra sus propios intereses. Adicio-
nalmente, el sistema democrático cayó en de-
scrédito en cuanto se le percibía como un instru-
mento manipulado por las clases acomodadas.
Frente a la ausencia de voluntad de la elite y
la incapacidad del sistema, parecía una utopía
poner término al estado de miseria y exclusión
de las clases desposeídas. De este modo, a raíz
de un proceso histórico no cerrado la violencia
política se invistió de legitimidad. En efecto, pasó
a representar el instrumento que dejaría atrás
el período de desigualdades extremas; sería el
medio restaurador de una justicia social perdida.
Al no existir mecanismos que permitieron efec-
tivamente ese objetivo, los sujetos históricos se
sintieron con la potestad de hacer uso de la vio-
lencia que, en una situación de normalidad, era
ajena a sus usos.
Por su parte, para los sectores tradicionales de
la sociedad (relacionados con la derecha latino-
americana), tales aspiraciones ‘revolucionarias’
77
representaban la vanguardia de la anarquía, la
corrupción y la degeneración. Ante tal panorama
de enfrentamiento inevitable (ya que no existía
una política común de acuerdos entre los gru-
pos), las posturas se radicalizaron. Así, este sec-
tor asumió como un deber moral la defensa de
los valores ‘tradicionales’, tales como el orden,
las jerarquías de clase, la propiedad privada,
etcétera; todos ellos principios contrarios a los
discursos revolucionarios. Frente a la ‘amenaza’
patente de los vientos de la revolución, el uso
de la violencia estaba justificado por parte de
los defensores del status quo; era legítimo –ar-
gumentaban– pues se fundamentaba en la de-
fensa de algo tan trascendente como eran los
principios y valores de la sociedad tradicional.
Lo importante es comprender qué es lo que hace
que ambos bandos consideren igualmente el uso
de la violencia como medio legítimo. Las respu-
estas tentativas son dos. Primero, porque era
necesario. En efecto, los actores sociales tenían
la convicción que no recurrir a este instrumen-
to sería sinónimo de frustración para sus aspi-
raciones. La certeza de los resultados, ante tal
complejo panorama, era garantizada por la vio-
lencia. Las experiencias de Rusia (1917), y más
concretamente la Revolución Cubana (1959) da-
ban prueba de ello. Segundo, porque el uso de
la violencia era solo de carácter temporal. Los
representantes de los sectores en pugna creían
que las circunstancias extremas condicionaban
su utilización, ya que en un contexto en que el
Estado había perdido el monopolio legítimo de la
fuerza y la efectividad en su uso al no satisfacer
las demandas sociales, se asumía que los indi-
viduos recuperaban la facultad para defenderse
y para conseguir sus objetivos. En un lenguaje
hobbesiano, Latinoamérica estuvo en presencia
de un estado de naturaleza, ya que los hombres
defendieron violentamente sus intereses y aspi-
raciones, desechando la intermediación de juec-
es imparciales previamente establecidos.
En conclusión, es posible sugerir que el exten-
dido proceso de violencia política en América
Latina se debió a la estela de legitimidad que
cubrió al uso de la violencia como instrumento
de consecución de objetivos. Un conjunto de el-
ementos (contexto de crisis estructural, incapa-
cidad del Estado, desigualdad y exclusión, sen-
timiento de frustración e injusticia, descrédito de
la democracia, e ideologías antagónicas) dieron
sustento para percibir a la violencia como medio
inevitable y necesario ante la esterilidad de otras
alternativas.
Para algunos, la violencia representó un instru-
mento legitimo para el cambio radical; para
otros, una legítima acción de defensa del status
quo. Haciendo una analogía con el constructo
teórico de Thomas Hobbes, se puede conjeturar
que el escenario político y social de América Lati-
na en cuanto al modelo de sociedad a seguir fue
algo semejante al estado de naturaleza; el pacto
social había sido quebrantado (por las injusticias
sociales o por el peligro al mantenimiento de las
estructuras) por lo que la violencia asomó como
instrumento eficaz para la imposición de volun-
tades. En definitiva, revoluciones y dictaduras
militares fueron manifestación de estos desgar-
radores procesos que justificaron su uso como
recurso inevitable. Quizás, lo que no evaluaron
aquellos sectores fue las consecuencias inevita-
bles que dejaría la violencia en la vida política y
social de la región.
diciembre de 2009
78
el iniciador/ 1
Desde su nacimiento, el cine fue entendido por
algunos realizadores y teóricos como un disposi-
tivo que debía ser utilizado para engrosar el ám-
bito del entretenimiento y el ocio, mientras otros
lo pensaron como una herramienta que permitía
captar y atestiguar la realidad. Ambas líneas,
que sólo pueden plantearse de esta manera es-
quemática a los efectos de un primer
abordaje, delimitan cuestiones operati-
vas e ideológicas que en muchos casos
aún están vigentes y encuentran en el
movimiento de las imágenes su princi-
pal fuente de credibilidad.
Lo producido por la segunda línea de
trabajo descripta son las películas liga-
das a la información y la educación
desde los comienzos del siglo XX. Pri-
mero las “actualidades” y luego los no-
ticiarios / noticieros (2) cinematográfi-
cos forman un conjunto dentro de este
corpus más amplio, que tendrán una
fuerte vigencia hasta la consolidación
del espectáculo televisivo.
Estas prácticas estaban ligadas por un lado a la
idea de que la cámara tenía un efecto Frankes-
tein, es decir que podía inmortalizar los eventos
que captaba. Por otro lado la cámara se con-
vertía en un testigo privilegiado que permitía ob-
servar realidades distantes y la película en una
prueba empírica que certificaba la existencia de
las mismas.
En 1908 nace la prensa filmada con el Pathé
Journal. Su inmediato éxito provoca la creación
de una red de corresponsales que intenta alcan-
zar un panorama de la actualidad nacional e
internacional. Dos años más tarde la salida se-
manal de Gaumont Actualités se convierte en su
principal competidora.
El noticiero cinematográfico despertaba un gran
interés y entre ambas empresas abastecían el 90
% del mercado cinematográfico europeo. (3)
Estos noticieros aprovechaban la impresión de
realidad que produce el movimiento
de las imágenes para centrarse en
pequeñas historias tendientes a cau-
sar una impresión vívida en el espe-
ctador, que casi siempre giran en de-
rredor de catástrofes, celebridades,
ceremonias y deportes. Esta diversifi-
cación de las noticias es la base de la
estructura formal que se impone para
el nuevo género fílmico.
La Primera Guerra Mundial supone
un cambio rotundo para el noticiero
cinematográfico que comienza a li-
garse cada vez más a la propaganda
y el patrocinio político e ideológico.
La contienda favorece la demanda
de imágenes que sostengan las reivindicaciones
políticas de los Estados participantes y el noti-
ciero resulta un arma formidable para difundir
las principales ideas y acontecimientos bélicos
entre amigos y enemigos.
En Francia, se organiza el Service Photographique
et Cinématographique des Armées, una unidad
supeditada a la jerarquía militar, pero formada
por periodistas de diversos noticiarios.(4) En Gran
Bretaña la actividad queda en manos privadas
que firman un acuerdo con la War Office, luego
en 1917 el Comité de Cine de esa oficina orga-
Clara Kriger ESTRATEGIAS DE LECTURA
EN EL NOTICIERO CINEMATOGRÁFICO ARGENTINO(1)
79
niza un noticiario semanal similar al francés.
También las empresas radicadas en Hollywood
se abocan al género informativo y rápidamente
lograron imponer sus productos en todo el mun-
do (en 1919 Fox se asoció con United Press para
lanzar su noticiero).
Hacia los años´30 prevalecían en el mercado
cinco grandes productoras a saber Fox Film Cor-
poration (con el Fox Movietone), Universal Stu-
dios (desde 1912), y Metro Goldwing Mayer (Wil-
liam Randolf Hearst producía para esa empresa
el News of the day), Paramount (desde 1927)
y la francesa Pathé News, asociada con Warner
Bros. desde 1911.
El noticiero cinematográfico mudo demuestra
su eficacia, convirtiéndose en un elemento im-
prescindible en las salas de cine que llega con
facilidad a las masas analfabetas, más aún cu-
ando logra perfeccionar su tecnología con cáma-
ras que le van permitiendo una mayor capacidad
de movimientos (en 1921 comienzan a utilizarse
las cámaras Michel, sin manivela. Poco después
aparece la Sept, de Debrice que es más ligera
y portátil, aunque con escasa capacidad de fil-
mación. Finalmente la cámara Bell and Howell
automática, permitió aumentar dicha capaci-
dad.)
También la revolución que produce la aparición
del sonido favorece enormemente al género (más
tarde sucederá lo mismo con la introducción del
color), ya que le aporta un realismo mayor. Es en
ese momento que se reemplaza la preeminencia
de la imagen por la de una voz relatora que sub-
ordina a todos los signos visuales.
Las empresas norteamericanas cuentan con ma-
yor ventaja en el campo de la reconversión in-
dustrial y la Fox Movietone se destaca por su gran
superioridad técnica. Allí se consolida un modelo
clásico de noticiero que muestra un paralelismo
con los géneros informativos escritos, registran-
do hechos o reconstruyéndolos de manera rea-
lista. Desde el punto de vista temático comenza-
ban por lo que se consideran hechos importantes
del ámbito político para continuar con materiales
progresivamente más ligados a las noticias so-
ciales o deportivas. Luego la empresa alemana
UFA introduce elementos que serán incorporados
al modelo, como notas de mayor duración que
implican una menor fragmentación del noticiero
y la inclusión de temas musicales de enlace.
El auge de este género fílmico llega en las déca-
das de los ́ 30 y ́ 40, impulsado tanto por los to-
talitarismos europeos, como por el desarrollo de
la segunda guerra mundial. Los noticieros traba-
jan en consonancia con las ideas que los Estados
pretenden difundir, así como acompañando cam-
pañas políticas, o empresariales. Los regímenes
dictatoriales ponen el acento en el control de la
información que se emite en el cine, mientras los
gobiernos democráticos ejercen mayor o menor
presión sobre las empresas productoras para
lograr que expongan sus obras de gobierno a
través de los noticieros semanales. Luego a me-
dida que se impongan las emisiones televisivas
se aplaca la importancia del género.
En la Argentina el noticiero encuentra sus prim-
eras expresiones en las Actualidades de Max
Glücksmann y luego en el Film Revista Valle
(1920-1930) que tiene una frecuencia semanal
. (5)
Ya hacia finales de los años ´30 comenzarán a
surgir los noticieros sonoros producidos por em-
presas ligadas al universo cinematográfico fic-
cional. En diciembre de 1943 se dicta el decreto
No.18.405 para fomento de los noticiarios, que
plantea la exhibición obligatoria de los mismos
en todas las salas y todas las funciones, esta-
bleciendo que su contenido debe ser considerado
de propaganda nacional a juicio de la flamante
Subsecretaría de Información y Prensa. Este de-
creto beneficiaba al gobierno militar porque los
noticieros se convertirían en órganos de difusión
de obras públicas e ideas políticas, pero también
había sido largamente deseado por las empresas
cinematográficas que buscaban diversas formas
de protección estatal.
Desde esa fecha y hasta 1945 sólo fueron au-
torizados Sucesos Argentinos (Ángel Díaz) y el
diciembre de 2009
80
el iniciador/ 1
Noticiario Panamericano (Argentina Sono Film),
luego se sumó Noticiario Argentino y Sucesos de
las Américas (Emelco) hasta fines de 1948. A
fines de 1946 se asocian las tres empresas para
la explotación y distribución conjunta, creando
la sociedad Empresa de Películas Argentinas. En
1947 aparece Reflejos Argentinos (Estudios San
Miguel) y Noticiario Lumiton. En 1948 comienza
el Noticiario Bonaerense (dependiente del go-
bierno de la provincia) que tiene permanencia
durante cuatro años. En julio de 1952 se pre-
senta Semanario Argentino, también distribuido
por EMPA.
Esta breve reseña de la trayectoria del género
permite contar con algunas herramientas ne-
cesarias a la hora de abordar los noticiarios /
noticieros en su calidad de textos fílmicos. En-
tonces teniendo en cuenta lo expuesto es posible
decir que los noticiarios / noticieros produjeron
un rotundo impacto en el público porque fueron
sinónimo de modernidad, a través de sus for-
mas y contenidos que reafirmaban el paradigma
positivista y favorecían una nueva experiencia
comunicativa que achicaba las distancias y “traía
el mundo” para ponerlo frente a los ojos de los
espectadores.
Por el contrario no tomaron elementos de las
corrientes artísticas modernas, ya que siempre
aparecieron más vinculados al ámbito periodísti-
co que al propiamente cinematográfico.
A partir de la primera guerra mundial operaron
decididamente en el universo político, siempre a
favor de los gobiernos de turno. Esta característi-
ca puede estar dada por un lado por la frecuente
dependencia económica que los productores tu-
vieron en relación con agencias estatales y por
otro lado por la censura que siempre funcionó en
relación con estos filmes considerados de interés
didáctico e informativo por todos los gobiernos.
En cuanto a la realización, este género narrativo
se caracterizó por sostener un discurso natura-
lista plagado de certezas. Aunque en muchos
casos se recreaban o falsificaban los hechos que
protagonizaban las noticias (porque no se podían
filmar en el momento en que sucedían), la con-
signa principal del noticiero era mostrar la verdad
de lo que ocurría, como si la pantalla fuera una
ventana abierta por la cual el espectador veía
la realidad. Por lo tanto se ponían en marcha
los recursos necesarios para ocultar la instancia
enunciativa, o sea ocultar la construcción de las
imágenes y la selección arbitraria o intencionada
de los temas que conformaban “la actualidad”.
Del mismo modo el discurso de la voz over que
instalaba definiciones ideológicas y políticas so-
bre hechos e imágenes no se atribuía a ningún
enunciador. Era el discurso de la “objetividad”
que organizaba la realidad a favor del orden he-
gemónico.
SUCESOS ARGENTINOS
El exitoso empresario Ángel Díaz, dueño de la
revista Cine Argentino y de la agencia de publi-
cidad que llevaba su nombre, decidió en agosto
de 1938 diversificar sus negocios creando otra
empresa del ramo.
Con prematura intuición multimediática, Díaz
funda el primer noticiario sonoro, Sucesos Ar-
gentinos, que se convierte por su trascendencia
y duración en el noticiario cinematográfico em-
blemático de la plaza local.
Respetando el modelo ya descrito de sus pares
europeos y norteamericanos, su diseño se ase-
mejaba al de la prensa gráfica, ya que se presen-
taban en primer lugar las noticias relacionadas
con temas políticos, económicos, institucionales,
actos públicos; luego las notas que ilustran las
modas y eventos culturales; para finalizar con
reportes deportivos (fútbol, boxeo, automovilis-
mo y turf). (6)
Cada unidad de Sucesos se emitía con una fre-
cuencia semanal e incluía entre 7 y 10 notas de
un minuto de duración, en promedio. Las notas
se filmaban con dos o tres cámaras, sin sonido
directo; y eran unidas por medio de separadores
con títulos, que muchas veces se articulaban con
un tema musical acorde al tipo de noticia que se
81
presentara.
Como en todos los noticia-
rios, la voz over organiza-
ba y anclaba las imágenes;
además ésta y la portada
eran las herramientas prin-
cipales para mantener una
continuidad en los mate-
riales.
Por ello se usaba una voz
enfática, rápidamente
reconocible (Eduardo Rudy
y Enrique Alejandro Man-
cini), que describía de manera redundante las
imágenes que presentaba y agregaba los comen-
tarios sustanciosos que le otorgaban sentido.
En los primeros tiempos Sucesos Argentinos se
financia con lo recaudado por la exhibición en las
salas y también por las publicidades encubiertas
bajo notas que se ofrecen a distintas empresas.
Pero estos ingresos no parecen suficientes en
los años ´40, ya que aumentan los costos de
producción a consecuencia de los condiciona-
mientos que impone la guerra a la materia prima
necesaria en la industria fílmica. Es entonces que
Ángel Díaz se suma a los reclamos que hacen al
Estado los demás industriales del cine, en busca
de medidas proteccionistas.
Como consecuencia de la implementación de
las medidas proteccionistas Díaz se convierte
en un empresario totalmente dependiente del
Estado, más precisamente del beneplácito de la
Subsecretaría de Información y Prensa. De todas
maneras Sucesos, y los estudios cinematográ-
ficos en general, no funcionaban como empre-
sas estatales (o compradas por testaferros que
respondían al gobierno peronista) como sucedía
con gran parte de la prensa gráfica y radial. Sin
embargo a la hora de enfrentarse con la censura,
este noticiero corría la misma suerte que todo el
periodismo de la época. Desde 1949 el control
de la Subsecretaría fue tenaz, Apold debía ver
y autorizar los noticieros previamente a la ex-
hibición en las salas. Además esa oficina estatal
proponía las notas que Díaz
debía realizar, fundamen-
talmente centradas en la
obra de gobierno.
Pero el gobierno peroni-
sta no era el único favo-
recido por la exhibición
de los noticieros, también
el empresario Díaz se vio
muy beneficiado desde el
punto de vista económico.
A comienzos de 1946 el
noticiero pasa de trabajar
con 4 cámaras a hacerlo con 16 y de emplear
a 35 personas, llega a tener 96 empleados en
su plantel. Frente a esta realidad el empresario
prefería moverse respetando la lógica industrial,
es decir que se cuidaba de filmar notas que pudi-
eran comprometer la continuidad del negocio y
de ese modo nunca tuvo problemas de censura.
De todas maneras para Díaz el noticiero sig-
nificaba un trampolín que le permitía conseguir
mejores contratos, como la realización de cortos
documentales encargados por distintas reparti-
ciones estatales (la empresa realizó 154 cortos
entre 1946 y 1952) y otros tantos negocios que
surgían de las posibilidades que brindaba el no-
ticiero para acumular alguna cuota de poder.
Pasado el primer peronismo, Sucesos Argen-
tinos atravesó un brevísimo período sin contar
con subsidios (por lo que se vio obligado a au-
mentar la cuota de notas ligadas a empresas
privadas que pagaban la publicidad encubierta),
pero enseguida logró negociar con la Revolución
Libertadora y luego con Arturo Frondizi y Arturo
Illia. En todo ese período Díaz cobraba, principal-
mente, el beneficio que derivaba del “recupero
industrial” por la exhibición, por eso decidió crear
otro noticiero (con el mismo personal y muchas
veces usando las mismas imágenes) llamado
Noticiero de América que le permitía duplicar la
cuota de beneficios.
Tanto los ex-empleados de la empresa como la
investigadora Marrone coinciden en señalar que
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82
el iniciador/ 1
Sucesos Argentinos colaboró activamente en la
campaña política de Arturo Frondizi y luego re-
cibió como contrapartida favores que devinieron
en emprendimientos económicos. (7)
Después de 1955 Díaz se mueve en el plano in-
ternacional formando parte de una sociedad que
agrupaba a los noticieros hispano-luso-ameri-
canos, llamada PAINT. Allí Sucesos comienza a
trabajar, entre otros, con el NO-DO español, el
Settimana INCOM italiano y la BBC británica.
Esa internacionalización exige y permite incor-
porar al precario equipamiento que la empresa
no renovaba desde 1946, nuevas cámaras ale-
manas con sonido magnético.
Finalizando los años ´60 el cierre de Sucesos
era previsible. El género estaba fuertemente
afectado por la competencia que implicaban
los noticieros televisivos, así como por la falta
de subsidios estatales y la inexistencia de una
obligatoriedad de exhibición. Así en 1972 Án-
gel Díaz decide abandonar la empresa, aunque
el personal continúa realizando el noticiero en
forma de cooperativa hasta 1978.
Según los relatos de Tadeo Bortnowski (camera-
man, subdirector y director artístico del noti-
ciero) en 1972 Ángel Díaz vendió los negativos
de más de 1700 noticiarios en una subasta a
una productora norteamericana.(8) El material
de descarte quedó en Argentina y lo compró el
Estado (la iniciativa fue de Carlos Lacoste y Os-
valdo Cacciattore) durante la última dictadura
militar. (9)
Finalmente es importante señalar que Sucesos
Argentinos aportó un material muy rico al pa-
trimonio cultural audiovisual que aún no ha sido
clasificado ni estudiado en profundidad.
Sus operadores registraron las imágenes mante-
niendo un estándar de calidad y lograron hacer
notas tanto de eventos preparados o situaciones
reconstruidas, como de sucesos imprevistos a
los que acudían munidos de sus cámaras.
El noticiero fue, además, una reconocida escuela
de periodistas dedicados a los medios audiovisu-
ales, ya que allí hicieron sus primeros pasos los
profesionales que luego nutrieron, entre otras
cosas, los noticieros televisivos.
A continuación se analizarán brevemente algu-
nos elementos característicos utilizados para
construir las bandas de imagen y sonido de
Sucesos Argentinos, haciendo especial hincapié
en las formas de representar el Estado en el
período del peronismo clásico.
LAS FORMAS DE REPRESENTACIÓN
En el intento de comenzar una investigación so-
bre el material fílmico que ofrece Sucesos Ar-
gentinos, es posible advertir que la confección
de este noticiero presenta algunas característi-
cas generales que se respetan a lo largo de su
desarrollo, aunque pueden observarse ciertas
modalizaciones de las mismas en distintos perío-
dos. En ese sentido, cabe destacar los recursos
utilizados para sostener la construcción espacial
y temporal de las notas, estructura que otorga la
carga ideológica básica del relato.
Las notas cuentan con planos generales de situ-
ación que proveen al espectador de una referen-
cialidad espacial, para luego pasar a una frag-
mentación de planos en donde predomina una
actitud descriptiva. Dicha factura se realiza en
función de subrayar la denotación que apunta-
la la idea de objetividad. La fragmentación a la
que se hace referencia se confecciona en base
a planos medios, que en algunas oportunidades
se realizan a corta distancia para otorgar mayor
importancia al objeto, persona o espacio que
se quiere presentar. Son escasos los primeros
planos, generalmente utilizados en el cine para
la construcción de subjetividades (personajes,
emociones, etc.).
La mayor parte de las veces las tomas son
frontales y fijas, aunque algunos pocos planos
presentan angulaciones de cámara o picados y
contrapicados. El rechazo por una retórica visual
modernista se pone en función de acentuar un
discurso realista.
Sin embargo, el montaje de estos planos no
83
siempre respeta la continuidad espacial (con-
tinuidad de miradas, o en eje, por ejemplo), sino
que los planos están unidos de una manera que
en el marco del cine clásico, parece arbitraria.
De todos modos este montaje visual se ve neu-
tralizado por la voz over que proporciona la nec-
esaria continuidad narrativa como para organi-
zar y dar sentido a la noticia.
Por otro lado, la voz over que se instala en un
discurso afirmativo del orden hegemónico es pro-
fesionalmente solemne y neutra, para subrayar
la idea de eficiencia. Según Bill Nichols (1997) el
modo expositivo, característico de la etapa fun-
dacional del documental, se dirige directamente
al espectador con una voz desencarnada, exte-
rior al mundo representado en el documental
y con autoridad epistémica. El enunciador deja
poco espacio para la ambigüedad, para la con-
tradicción o para la pluralidad de textos. Estas
voces se caracterizan por poner en funciona-
miento una retórica persuasiva, que les facilita
establecer juicios de valor sobre la realidad que
presentan. Los demás elementos del filme se
subordinan a sus argumentaciones, incluyendo
las imágenes que operan a modo de ilustración.
(Weinrichter 2004)
Por lo general el texto oral funciona como un
texto propagandístico, su principio constructivo
son las estrategias de persuasión, cuyos proce-
dimientos no sólo tienden a difundir, sino a influir
en el comportamiento del espectador, especial-
mente a partir de la redundancia de imagen y
sonido, la repetición y obviedad de lo emitido por
las distintas bandas, y la aplicación de las tres
reglas básicas: claridad, sencillez y homogenei-
dad.
De esta manera, es posible observar que todos
los recursos mencionados se ponen en marcha
con el fin de enfatizar la idea de objetividad,
ocultando todos los rastros de parcialidad (por
ejemplo, se evita el uso de planos subjetivos
y de frases construidas en primera persona).
Tanto las imágenes como el sonido privilegian
la descripción, relegando la emotividad al tipo
de música extradiegética (10) que da un marco
dramático a cada nota y también a los remates
de algunas notas con contenidos humorísticos o
situaciones afectivas. Por ejemplo la nota sobre
la inauguración del monumento a la seguridad
y el festejo de la fábrica Cemento San Martín
por cumplir un año de trabajo sin accidentes, se
desarrolla describiendo los actos públicos, dis-
cursos y sucesos hasta que en el remate final se
ve un plano muy cercano de la esposa de uno
de los obreros (condecorado por haber salvado
una vida) dándole un “beso cariñoso” como re-
compensa.
Durante el peronismo se acrecientan las imá-
genes que proponen una identificación emocio-
nal intercaladas con la propaganda política, por
ejemplo en el No. 767 de 1953 se puede apreciar
la nota “Juntos, otra vez !” donde se anuncia la
llegada del trasatlántico Salta con inmigrantes
italianos “gracias al convenio del gobierno con
el Comité Intergubernamental de Migraciones
Europeas“. Al cartel “Perón cumple” le siguen
11 primerísimos planos de rostros infantiles
y adultos, llorando, besándose, abrazándose
desordenadamente.
La construcción temporal de las noticias / re-
latos obedece a un formato tradicional que se
inaugura en el noticiario mudo argentino, por el
cual el hecho que se anuncia se concibe como
solución a un problema generado en el pasado.
Es decir que el pasado se asocia al problema
o conflicto y el presente a la solución o con-
ciliación. Dicha construcción temporal perman-
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el iniciador/ 1
ente, cobra mayor fuerza durante el peronismo,
con el objetivo de difundir la idea de momento
fundacional que promovía el gobierno.
De todas maneras, en términos generales se
connota el pasado cercano por medio de adjeti-
vos que evidencian conflictividad o directamente
situaciones oprobiosas, mientras el pasado le-
jano se construye como un tiempo mítico, ideal
y ejemplar.
Otra característica que se mantiene a lo largo
de los años reside en que las acciones del sujeto
/ protagonista de la noticia se vinculan directa-
mente con los intereses de la Nación o la Patria,
dejando de ser un sujeto individual para pasar
a ser un sujeto colectivo. De la misma manera
el conflicto, problema o solución individual toma
mayor estatuto y pasa a formar parte de la es-
fera pública.
Según lo expresado en este breve análisis for-
mal, parece obvio que Sucesos Argentinos no
escapa a una constante del género a nivel in-
ternacional, por lo que se puede considerar que
operó como vocero de los distintos gobiernos
civiles y militares que se sucedieron a lo largo
de su existencia. En ese sentido la voz over se
identifica con la del enunciador para concretar
la propaganda y ejercer un didactismo basado
en la redundancia descriptiva. En los años del
peronismo la voz de Eduardo Rudy fue identifi-
cada como la voz del gobierno, que aseveraba
y aconsejaba a través de los noticieros, de di-
versos documentales y películas de ficción.(11) En
este caso la voz over dejó de lado su neutralidad
y se transformó en una voz que tomó la carnali-
dad de un actor conocido por el público, a quien
se podían adjudicar los textos.
Por otro lado, en dicho período la propaganda
del partido gobernante fue más ostentosa ya que
se agregaron a las imágenes habituales de los
líderes políticos, las de carteles con sus nombres
o del partido gobernante. El discurso oral insis-
tió en mencionar los planes quinquenales y vin-
cular todas las obras de gobierno a la voluntad
del Presidente. Es decir que más que obras de
gobierno, se transformaban en obras que Perón
le daba a la sociedad. Por ejemplo en el No. 774
(1953/4) frente a una inauguración del Club Es-
tudiantil de la UES, el relator dice “…esto dem-
uestra la preocupación del General para brindar
a la juventud …”.
En realidad los funcionarios del Estado aparecen
en todas las épocas como un conjunto separado
de la sociedad, un conjunto que ejecuta acciones
en beneficio de la sociedad.
Durante el peronismo esto se acentúa, ya que en
las notas se muestra que frente a los conflictos
de todo orden que existían, las soluciones del Es-
tado/gobierno aparecen a la manera de un Deus
ex Machina, sin especificar el desarrollo de pro-
cesos, ni la participación de diversos factores. De
una manera casi mágica el Estado resuelve sin
mediar ningún tipo de causalidad.
Esta forma de entender la realidad hace que no
sea posible presentar notas en las que se de-
sarrollen conflictos sociales en tiempo presente.
Derrocado el peronismo el noticiero comienza a
mostrar la conflictividad social, por ejemplo a
partir de las imágenes del bombardeo a Plaza
de Mayo en 1955 y también de las manifesta-
ciones más o menos violentas que se suceden.
El No.1065 presenta una nota sobre los actos
del 1º. de mayo en el marco del gobierno de
Frondizi. La nota tiene dos partes, en la prim-
era se ve la acción de “grupos que pretenden
realizar un acto en una zona vedada” y son re-
primidos por carros hidrantes de la policía. Las
imágenes son muy fragmentadas y sombrías, a
ellas se sobreimprime una música inquietante.
En la segunda parte la música disminuye su rit-
mo y la voz dice que “este no es el panorama
real de la celebración”, a partir de allí imágenes
luminosas presentan la conducta ejemplar de
una marcha de militantes que cargan pancartas
del Partido Socialista, ya que “estos ciudadanos
demuestran una vez más su cultura cívica y su
espíritu democrático”.
La representación del Estado en los noticieros
está dada por la presencia de los funcionarios
85
y las instituciones en las que trabajan. Como
se dijo, antes del peronismo se ve una mayor
tendencia a mostrarlos en planos separados del
resto de la sociedad o al menos a una distancia
amplia.
Por ejemplo en el No. 253 se ve al Presidente
Ramírez visitando la ciudad de Concordia. Los
planos lo muestran generalmente junto a las
demás autoridades, ubicado en un plano elevado
respecto de la gente que lo despide o lo recibe.
De esa manera las reglas de continuidad hacen
que el público sea tomado con cámaras en pica-
do que pronuncian la sensación de muchedum-
bre anónima. Incluso en los planos generales
que muestran a una multitud que lo recibe es
posible observar una clara diferenciación espa-
cial para los funcionarios. Luego en otra nota del
mismo noticiero Ramírez concurre al Hipódromo
en “carroza de gala” y ocupa el palco oficial en el
nivel superior de la locación.
A partir del peronismo este diseño espacial cam-
bia, mezclando planos donde los funcionarios es-
tán próximos a la gente o en locaciones peque-
ñas que permiten maniobrar la cámara para
acortar las distancias. En el No. 693 de 1952
se ve la inauguración del Autódromo 17 de Oc-
tubre donde Perón saluda a todos los corredores
y se sienta junto a su esposa en unas plateas
que no parecen estar separadas de las demás.
La cámara los toma lateralmente y consigue que
muchos espectadores entren en el mismo plano
y en el mismo nivel espacial.
En todos los números del noticiero los altos fun-
cionarios del Estado, especialmente el Presidente
de la Nación, es mostrado en situaciones proto-
colares o sociales altamente formales, haciendo
hincapié en sus palabras señeras. Por ejemplo
la nota mencionada sobre Ramírez en Concordia
se remata con la voz over que recita las palabras
del Presidente “…cuna de una raza de luchadores
que inspiraron su ideal de libertad…”. En el caso
de Frondizi se escucha su propia voz en el re-
mate, gracias a la incorporación del sonido direc-
to, recitando un fragmento de algún discurso.
Esta imagen del Presidente y su esposa se matiza
durante el peronismo, registrando importantes
cambios. Se incluyen acciones que están fuera
de todo protocolo resaltando sus gustos y emo-
ciones. Así en la inauguración del Autódromo 17
de Octubre, Perón se ocupa de bajar la bandera
de largada de la carrera de autos y en la nueva
casa de la UES, rama femenina, departe son-
riente rodeado de un grupo de mujeres que lo
acompañan en toda la visita. De todos modos se
mantiene el remate dado por la palabra ejemplar
del Presidente, pero con una frase en primera
persona para resaltar su subjetividad:
“Yo quiero, dijo Perón, que esta casa….”
Este recurso dramático se vincula a las imágenes
que ya se mencionaron, en las que se puede
apreciar la emotividad de la gente, otorgando un
suplemento narrativo a la noticia. Le permite al
espectador saber lo que sucedió, pero además
inmiscuirse con el sentimiento de esos individu-
os en relación con los hechos.
Más adelante, las notas al Presidente Frondizi
carecen de estos recursos dramáticos, pero son
muy extensas e igualmente elogiosas. En el No.
1051 se difunde la visita que hizo a Washing-
ton junto a su mujer. Ambos son mostrados ex-
clusivamente en situaciones protocolares, pero
combinando las normas con la sonrisa. En ellas
Frondizi ocupa el centro de la acción, mientras la
voz over pronuncia frases grandilocuentes, sub-
rayando la “imponente bienvenida” de que fue
objeto, así como el haber sido “aclamado” por
el Congreso norteamericano donde se asegura
que su discurso fue el más importante desde que
Churchil pronunciara el suyo en 1946.
Algunas primeras ideas para la inves-tigación
Como se observó, Sucesos Argentinos mantuvo a
lo largo de los años, determinados patrones for-
males que vincularon al noticiero cinematográ-
fico con el periodismo gráfico. El modelo clásico
de narración cinematográfica le permite reafir-
diciembre de 2009
86
el iniciador/ 1
mar su vocación por presentar las notas como
parte de un discurso objetivo que da a ver la re-
alidad. Por otro lado, existió una cierta uniformi-
dad para operar en el mundo de la política y para
representar al Estado y sus funcionarios, aunque
en las distintas épocas se acentúen algunos en
detrimento de otros.
Ahora bien, a la hora de investigar estos ma-
teriales fílmicos surgen variadas preguntas que
cuestionan la forma de abordarlos, de agrupar-
los, de desagregarlos, de entenderlos. ¿Qué se
puede buscar en ellos? ¿Tiene sentido seguir
subrayando o dando ejemplos de cómo se ven y
se oyen las marcas del discurso estatal?
¿Existe la posibilidad de estudiarlos como obras
cinematográficas, en cualquiera de sus aspec-
tos?
Para empezar, sería necesario preguntarse si
dentro de las características generales mencio-
nadas es posible reconocer sólo particularidades
especiales en relación con los distintos períodos
políticos que atravesó la argentina entre 1938
y 1972, o si es pertinente proponer una pe-
riodización que responda a otro eje.
Una hipótesis que parece plausible es que la
periodización debe atender tanto a la impronta
de los diferentes gobiernos como a la inclusión
de innovaciones tecnológicas (por ejemplo, las
cámaras con sonido directo) y al impacto de la
narratividad del noticiero televisivo, en la versión
cinematográfica.
Además, dicha periodización debería contemplar
las influencias recíprocas de las experiencias in-
ternacionales del género, ya que el intercambio
de materiales era intenso y permanente. Espe-
cíficamente es necesario contemplar las vincu-
laciones con experiencias innovadoras como la
emprendida a partir de 1959 por los noticieros
producidos por el ICAIC en Cuba.
Luego, con respecto al análisis concreto de las
piezas surgen otras preguntas. Por ejemplo si
es pertinente el frecuente abordaje de las notas
de Sucesos como si fueran documentales cor-
tos producidos por el Estado o por una empresa
que ejecuta la voluntad del Estado. Si así fuera,
habría que plantearse cuál sería el objetivo de
diversificar la propaganda política.
Este cuestionamiento hace necesario recordar la
carga de temporalidad que conlleva el noticiero,
instalando en la sociedad una agenda que define
la actualidad política. En ella se imbrican hechos
ligados a los partidos y las instituciones, pero
también a la sociabilidad y el deporte, confor-
mando un texto cuyos sentidos parecen amal-
gamarse.
El principio constructivo de la fragmentación
y la diversidad temática de los noticieros ci-
nematográficos proponen una percepción muy
matizada de la realidad, que se le impone a to-
dos los espectadores por igual de manera uni-
forme, a diferencia de la prensa gráfica que per-
mite leer algunas notas y otras no, eligiendo el
recorrido a realizar. Esa característica del soporte
tecnológico, también puede ser entendida como
una propuesta didáctica acerca del concepto de
realidad, en donde se privilegia la esfera de lo
público y lo colectivo, incorporando además la
importancia de los hechos “menores”, adjudica-
dos a individuos anónimos, así como los elemen-
tos humorísticos y las expresiones artísticas.
Desde esta perspectiva entonces, sería necesa-
rio analizar los números de los noticieros como
piezas únicas, sin desagregar temáticas. El not-
iciero nos estaría trayendo un conjunto de ideas
en las que se podrían rastrear las formas de rep-
resentar ciertas matrices culturales, más que de-
terminados hechos puntuales.
No es posible realizar un estudio de recepción
sobre estas piezas porque no existe ninguna
fuente para ello,(12) pero es posible conjeturar
acerca de los objetivos que perseguían los pro-
ductores y sus mentores en cada período. En
términos generales las herramientas y proced-
imientos utilizados son puestos en juego para
reforzar y legitimar el poder del Estado. Pero
¿Cómo entendieron esto las distintas empresas y
funcionarios que encargaban los trabajos? ¿Qué
elementos parecían legitimadores para unos y
diciembre de 2009
para otros?
Estas preguntas toman relevancia si pensamos
que desde las instancias de poder se apuesta a la
construcción de un capital simbólico, que otorgue
identidad política a la sociedad. Así el ejercicio
del poder político pasa de alguna manera por
consolidar ese capital que puede funcionar como
eficaz dispositivo de control social. Esta realidad
era evidente en Estados Unidos, Europa y Rusia
cuando surge el noticiero sonoro argentino, pero
en el ámbito local recién fue bien comprendida
por el peronismo, que puso en marcha una mo-
derna política comunicacional, en el intento de
impregnar a la sociedad de imágenes, palabras,
gestos y modismos, sintetizando sus postula-
dos y jerarquizándolos para otorgarles un grado
mayor de verdad.
El material que ofrece Sucesos Argentinos no
parece tener interés para los investigadores del
ámbito cinematográfico, quizá porque la prepon-
derancia de la palabra determina que el estudio
se vuelque a un análisis del discurso oral. Sin
embargo las imágenes, la música, la locución y
la portada de Sucesos fueron una parte sustan-
cial del espectáculo cinematográfico (tanto en
términos productivos como para la recepción) y
trascendieron en ese sentido.
Por eso este trabajo plantea las dificultades de
hallar un abordaje que evite reduplicar los ob-
vios discursos del noticiero, que proponga una
vía para jerarquizarlos en su calidad de películas
y de hecho cultural.
Notas1- Este texto es parte de la ponencia presentada en XI Jornadas Interescuelas / Departamento de
Historia, Mesa “Imaginando lo Social: la Historia y sus representaciones en el Cine”, Tucumán, Sep-
tiembre 2007
2- En general, en el ámbito cinematográfico, se utilizó el término “noticiario”. Algunas empresas
usaban el término noticiero que luego se popularizó en la televisión.
3- Otros noticieros eran el Éclair Journal, el Eclipse Journal y La Urban Training.
4- Las actividades se inician con cuatro operadores de noticieros y al final de la guerra contaban más
de 800 fotógrafos y camarógrafos en sus filas (Paranagua: 2003 : 21)
5- En 1926 la firma sufrió un incendio que destruyó íntegramente su archivo de negativos, pero
continuó sus actividades hasta su quiebra en1930. Según Domingo Di Núbila (1998), fue en ese
momento que Federico Valle intentó venderle al Estado los negativos que le quedaban, pero ante
la indiferencia de los funcionarios se sintió obligado a vender el material (en su calidad de materia
prima) a una fabrica de peines. En medio de estas dos catástrofes se perdieron las 637 ediciones de
este noticiero.
6- La nota editorial se incorpora en 1965
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el iniciador/ 1
7- El 19 de noviembre de 1964 según el Dictamen de Mayoría de la Cámara de Diputados se aprueba
el informe de la Comisión Especial Investigadora sobre Petróleo, donde se asegura que
la tramitación y negociaciones de los contratos se desarrollaron en un marco de profunda inmo-
ralidad y corrupción. Las personas que han intervenido en las negociaciones de los contratos como
intermediarios, entre otros Antonio Angel Díaz, fueron verdaderos gestores influyentes, según surge
de los capítulos correspondientes del informe de esta comisión. Ellas aparecen vinculadas directa
y personalmente al doctor Arturo Frondizi y al señor Rogelio Frigerio, por numerosos actos, como
haber servido de gestores electorales de ambos para lograr el apoyo de otras fuerzas cívicas y por
haber contribuido, de una u otra manera, a sostener la campaña proselitista del partido que lo llevara
como candidato a la presidencia de la República.
Según el informe el señor Antonio Angel Díaz resultó beneficiario de una comisión del 6% de las
ganancias netas de la compañía Southeastern Drlling Co., cuyo monto asciende a la cantidad de
600.000 dólares.
8- Otras versiones dicen que los compro una agencia estatal norteamericana
9- Se dijo que lo compraron por 2 millones de dólares. El material fue hallado por los funcionarios del
gobierno de Alfonsin en la Secretaría de Información Pública de la Nación. Una parte fue entregada
al Archivo General de la Nación y otra al Museo del Cine, aunque no es posible saber si se trata de
la totalidad del material comprado.
10- Es extradiegética cuando no se presenta la fuente que produce la música y no forma parte del
conflicto que se juega en la imagen.
11- Captura recomendada, Camino al Crimen y Nuestro Hogar 2do. Plan Quinquenal, entre otros
12- No se cobraba entrada para verlos por lo que no hay tablas de recaudaciones, tampoco existen
reseñas críticas, ni registros de que número de noticiero acompañaba a cada película.
89
el iniciador/ 1
La cuestión del desarrollo ha sido una temática
recurrente y fundadora del pensamiento social
latinoamericano. Desde la CEPAL en adelante, in-
telectuales como Raúl Prebisch o Celso Furtado,
entre otros, realizaron valiosas contribuciones
sobre el carácter estructural del subdesarrollo
latinoamericano, así como apuntaron a diseñar
estrategias de desarrollo “hacia adentro”. Sin
embargo, el paradigma del desarrollo postulado
por la CEPAL, e ilustrado por las experiencias na-
cional-desarrollistas entre los años 50 y 70, fue
criticado, desde otros posicionamientos político-
ideológicos. Desde el marxismo, tanto la corri-
ente de la dependencia como los teóricos de la
marginalidad cuestionaron el carácter reformista
de dichos modelos, así como los límites de su ca-
pacidad de integración, al tiempo que señalaron
como horizonte o “concepto límite” (la expresión
es de M.Garretón) la alternativa revolucionaria.
Recordemos que hasta bien entrado el siglo XX,
no existía lugar político e ideológico desde el
cual oponerse al irresistible credo del progreso,
ya que se desconocían –o bien, se desestima-
ban- las consecuencias destructivas que podía
generar una modernización sin freno. En rigor,
había un único paradigma de la modernización,
al cual adherían incluso las diferentes corrientes
del marxismo, cuya visión productivista y homo-
geneizadora del progreso fue puesta a prueba en
varias oportunidades y contextos históricos. En
este sentido, América Latina no fue una excep-
ción. Quizá mucho más que en otras latitudes,
las izquierdas –ya sea en su matriz anticapital-
ista como nacional-popular- se mostraron suma-
mente refractarias a las corrientes críticas que
se iban pergeñando a la luz de las revisiones del
paradigma productivista.
En las últimas décadas el escenario regional y
global cambió ostensiblemente. Por un lado, se
fue ampliando el arco temático, incorporándose
otras dimensiones ligadas al desarrollo, como
la preocupación por la preservación del medio-
ambiente, el respeto por la diversidad cultural,
en fin, la dimensión humana y social. Así, la cri-
sis de la idea de modernización en su versión
hegemónica, abrió un nuevo espacio en el cual
se fue cristalizando el rechazo y la revisión del
paradigma del progreso y la sociedad industrial
de consumo. En esta óptica, y pese a la fuerte
desconfianza de las izquierdas clásicas, los mo-
vimientos ecologistas que se desarrollaron a
partir de los años ´60, especialmente en Europa
y Estados Unidos, tuvieron un carácter alta-
mente precursor y ejemplar. Paralelamente, en
América Latina, las críticas indigenistas respecto
del carácter lineal y monocultural de las teorías
dominantes del desarrollo (y la Modernidad)
fueron horadando su solidez simbólica, haciendo
lugar al disenso y al reconocimiento de su dimen-
sión excluyente. En sintonía con las corrientes
indigenistas y la ecología política, comenzaron
a forjarse otros conceptos, de inspiración post-
estructuralista, como el de “post-desarrollo”, una
vertiente que propone la deconstrucción del de-
sarrollo hegemónico, así como la revaloración de
las culturas vernáculas y el conocimiento local no
experto y destaca, además, la importancia de los
movimientos sociales y movilizaciones de base
como modo de acercarse a una era del “post-
desarrollo” (Arturo Escobar)
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Maristella SvampaVISION PRODUCTIVISTA Y NEODESARROLLISMO
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Por otro lado, la crisis del ideario emancipatorio
(fracasos de las izquierdas y dictaduras milita-
res mediante) y el posterior desmantelamiento
del Estado nacional-desarrollista, produjeron
un eclipse de esta línea del pensamiento social
latinoamericano. Así, entre los años ‘80 y ´90
la temática desapareció casi por completo de
la agenda política y académica, a favor de una
concepción más micro-social, que situaba la
cuestión del desarrollo en una escala local, ter-
ritorial y regional.
En los últimos años, la emergencia de un nuevo
escenario económico, político y social en Améri-
ca Latina han impulsado una vuelta hacia las
“grandes preguntas”, particularmente visible en
el retorno de aquellos “conceptos límites” que al-
guna vez trazaron las líneas directrices del pens-
amiento crítico latinoamericano. Tanto la idea de
“Desarrollo” como aquella de “Emancipación” –
sucesora, en gran medida, de la idea de “Revolu-
ción”– vuelven a integrar el vocabulario político,
y paulatinamente inician un nuevo periplo en la
política y las ciencias sociales latinoamericanas.
Ninguno de estos conceptos límites ha retor-
nado intacto o simplemente como fantasma del
pasado; antes bien, sobre ellos se van operando
trastocamientos y resignificaciones, ligadas tanto
a la nueva dinámica del poder como a la acción
contestataria de los movimientos sociales con-
temporáneos. En realidad, en América Latina, el
escenario en el cual retorna la cuestión acerca
del “desarrollo” y se perfilan los debates sobre
la “emancipación”, va diseñando una trama muy
compleja y conflictiva, atravesada por no pocos
dilemas y posicionamientos irreconciliables, po-
cas veces explicitados.
No hay que olvidar que en América Latina el
impulso del capitalismo neoliberal posdictadu-
ras conoce diferentes etapas: un primer mo-
mento, en los 90, marcado por la desregulación
económica, el ajuste fiscal, la política de privati-
zaciones (de los servicios públicos y de los hidro-
carburos), como por la introducción generalizada
de los agronegocios (los cultivos de transgénicos
a través de la siembra directa).
En la actualidad, la región atraviesa un segundo
momento, caracterizado por la generalización de
un modelo extractivo-exportador, que apunta a
consolidar y ampliar aún más las brechas so-
ciales entre los países del norte y del sur, ba-
sado en la extracción de recursos naturales no
renovables, la extensión del monocultivo, la
contaminación y la pérdida de biodiversidad. La
megaminería a cielo abierto, la construcción de
grandes represas, los proyectos previstos por el
IIRSA y prontamente los agrocombustibles, ilus-
tran a cabalidad esta nueva división territorial y
global del trabajo en el contexto del capitalismo
actual.
En términos de D. Harvey, la actual etapa de ex-
pansión del capital puede ser caracterizada como
de “acumulación por desposesión”, proceso que
ha producido nuevos giros y desplazamientos,
colocando en el centro de disputa la cuestión
acerca del territorio y el medio-ambiente. Así,
estas nuevas modalidades de dominación coli-
sionan de lleno con los modos de vida de las po-
blaciones originarias y campesinas, y amenazan
en su conjunto la preservación de los recursos
básicos para la vida (tierra y territorio).
No es casualidad, entonces, que en este escena-
rio de reprimarización de la economía, caracte-
rizado por la presencia desmesurada de grandes
empresas transnacionales, se hayan potenciado
diciembre de 2009
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el iniciador/ 1
las luchas ancestrales por la tierra, de la mano
de los movimientos indígenas y campesinos, al
tiempo que han surgido nuevas formas de movi-
lización y participación ciudadana, centradas en
la defensa de los recursos naturales (definidos
como “bienes comunes”), la biodiversidad y el
medio ambiente. Dichos procesos van diseñando
una nueva cartografía de las resistencias, colo-
cando en el centro de la agenda política la dis-
puta por lo que se entiende como “desarrollo
sustentable”.
Convengamos que se ha escrito mucho acerca
de las dificultades que una gran parte de los mo-
vimientos sociales actuales tienen para compren-
der e involucrarse en la compleja dinámica de
reconstrucción del Estado, en el marco de pro-
cesos nacionales caracterizados por una retórica
anti-neoliberal y marcadamente nacional-popu-
lar. Pero muy poco se ha hablado acerca de la
ilusión desarrollista que hoy sobrevuela el conti-
nente, asociada especialmente al paradigma ex-
tractivista y la reprimarización de la economía,
así como del ocultamiento de las consecuencias
que estas dinámicas conllevan tanto en términos
de reconfiguración productiva, como de horizon-
te de expectativa social.
Así, por ejemplo, en Argentina el retorno de
la idea de desarrollo poco tiene que ver con la
inclusión, con la equidad social, mucho menos
con el cuidado del medio-ambiente y la biodi-
versidad, ni tampoco con una supuesta “respon-
sabilidad social” o el respeto de los estilos de
vida, asociados a los sectores subalternos del
interior del país. En rigor, el retorno de la idea
de desarrollo en el lenguaje político argentino
tiene como correlato la expansión vertiginosa de
los agronegocios y la generalización del modelo
extractivo-exportador (hidrocarburos, minería a
cielo abierto); en menor medida, la reactivación
de la industria.
Fue este conjunto de condiciones post-conver-
tibilidad que trajo consigo la reinstalación de un
imaginario (neo) desarrollista. El hecho no puede
ser desestimado, especialmente luego del largo
período de regresión económica del país en las
últimas décadas. Así, al menos hasta antes de
la actual crisis financiera mundial, la economía
argentina –al igual que la de otros países de la
región- se vio enormemente favorecida por los
altos precios internacionales de los productos
primarios (commodities), tal como aparece re-
flejado en las balanzas comerciales y el superá-
vit fiscal. En esta coyuntura favorable, los dife-
rentes gobiernos latinoamericanos han adoptado
una narrativa desarrollista y una visión produc-
tivista, relegando en un segundo plano o sencil-
lamente escamoteando una serie de problemas
relativos a la discusión acerca de las tensiones
visibles entre los diferentes proyectos de socie-
dad contenidos en los modelos de desarrollo hoy
vigentes.
De este modo, resulta curiosa la paradoja que
atraviesa gran parte de la región latinoameri-
cana: la crisis del consenso neoliberal, la rele-
gitimación de los discursos críticos, la emergen-
cia y potenciación de diferentes movimientos
sociales, en fin, la reactivación de la tradición
nacional-popular, se insertan en una nueva fase
de acumulación del capital, uno de cuyos núcleos
es la apropiación y expropiación de los recursos
naturales, cada vez más escasos, en el marco de
una lógica de depredación ambiental.
En este escenario, movimientos campesinos e
indígenas, movimientos socio-ambientales urba-
nos, son arrojados a un campo de doble clivaje
y asimetría, en el cual se observa no sólo un
acoplamiento entre neodesarrollismo y neoliber-
alismo, sino también, una vez más, entre neode-
sarrollismo y tradición nacional-popular.
En suma, si bien es cierto que en la actualidad
asistimos al retorno de dos ideas, de dos “con-
ceptos límites” del pensamiento social latino-
americano, Emancipación y Desarrollo, tal como
están planteadas, o su debate en cierto modo
escamoteado, las vías del desarrollo y las vías de
la emancipación amenazan con ser claramente
antagónicas.