El Evangelio "Alegría de la Familia"
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La Pastoral Familiar es la acción de la
Iglesia para ayudar a la familia a cumplir
con su misión de llegar a ser una
pequeña comunidad de vida y amor,
superando problemas y situaciones de
diversa índole, a la luz del Evangelio.
La Pastoral Familiar siguiendo el
mandato de Jesús, acompaña a las
familias desde sus diversas situaciones,
compartiendo con ellas la alegría de
haber encontrado al Señor y ser sus
testigos en medio de los hermanos.
Temas
La Alegría
del
Evangelio.
La Alegría
del
Perdón.
La Alegría
de dar
gracias.
La Alegría
de pedir
permiso.
“Y fue grande la alegría de aquella ciudad…”
(Hech 8,8)
Dios
Palabra
escrita
Nosotros
Crecimiento en
la fe, el amor y
solidaridad
familiar.
Inserción en la
Iglesia y
comunidad
cristiana.
“Felipe bajó a una ciudad de
Samaría y allí predicaba a Cristo. Al
oírlo y al ver los milagros que hacía,
todos recibían unánimemente las
palabras de Felipe.
Los espíritus inmundos salían de los
poseídos dando grandes gritos;
muchos paralíticos y lisiados se
sanaban y la ciudad rebosaba de
alegría.
Presenta la
actividad misionera
de Felipe.
Uno de los siete
diáconos de la
comunidad cristiana
en sus comienzos
evangelizadores.
Persecución y muerte de Esteban
(Hech 6, 1-7).
Persecución de Pablo de Tarso
(San Pablo) contra la Iglesia de
Jerusalén (Hech 7,54-8,4).
Los cristianos y evangelizadores se
dispersaron, echo que sirvió para la misión
y así cumplir la tarea encomendada por
Jesús Resucitado a los suyos.
Los judíos y
samaritanos
eran
descendientes
de Jacob
(Jn 4,4-9).
Se habían
dividido por
diversos
motivos
culturales y
religiosos.
1 Rey 16,24,
2 Rey 17,
1-23,
Esdr 4, 1-5.
Anuncia la
palabra de la
salvación.
Libera y
transforma a los
destinatarios,
como en toda
evangelización
Hace que la
ciudad rebose de
alegría, gracias
a la acción del
Espíritu Santo.
Cuando comenzaron las tarea evangelizadoras, tanto
por Jesús, como por sus discípulos, éstas fueron
ocasión para la alegría, pues el anuncio del Evangelio
se convierte en tiempo de alegría para todos los
destinatarios (Lc 5, 34, Mt 9,15).
Que nuestras
comunidades vibren de
gozo y alegría por el don
de la fe y de la salvación
que esta tarea
evangelizadora y
catequética suscita en
los fieles y en las
comunidades. En
especial en nuestras
familias que son las
primeras que transmiten
y comparten la fe en el
seno del hogar.
La alegría del Evangelio llena el corazòn y la vida
entera de los que se encuentran con Jesús.
Quienes se dejan salvar por El son liberados del
pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y
renace la alegría.
En esta exhortación
quiero dirigirme a los
fieles cristianos para
invitarlos a una nueva
etapa evangelizadora
marcada por esa
alegría, e indicar
caminos para la
marcha de la Iglesia
en los próximos años.
La familia escucha la Palabra de Dios
Cuando los esposos comparten su
vida de casados.
Cuando catequizan a sus hijos, oran
juntos, participan de la vida litúrgica
y comunitaria en la parroquia
cristiana donde viven.
Cuando comparten con las demás
familias y vecinos la amistad y la
vida de cada día.
Todo aquello que se realiza en el seno del
hogar, en nombre de Cristo y en comunión con
la Iglesia, que la alegría sea el tono el talante
dominante.
Y que como en aquella ciudad, nuestras
comunidades rebosen de alegría, al conocer a
Cristo y a sus enseñanzas, desde nuestra
realidad familiar.
“El joven le dijo: “Padre , pequé contra el cielo y
contra tí; ya no merezco se llamado hijo tuyo”
(Lc 15,21)
Dios
Crecimiento en
la fe.
Perdón mutuo.
La alegría de
que, al perdonar,
vuelve la vida y
el gozo, el júbilo
y la confianza.
Alegría
del
perdón
Trato con
los demás.
Familia.
Convivencia.
“…Entonces partió y volvió a
la casa de su padre. Cuando
todavía estaba lejos, su padre
lo vio y se conmovió
profundamente, corrió a su
encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: “Padre, pequé
contra el cielo y contra tí; no
merezco ser llamado hijo
tuyo”…
El hijo pródigo, regresa
a su padre, confiesa su
pecado y quiere
ponerse a nivel de los
jornaleros de su
progenitor.
El muchacho no pide
perdón directamente a
su padre, pero sí
reconoce haber
ofendido a Dios y a su
papá.
Descubrir al verdadero padre
acogedor y alegre que no le
permite hablar ni casi
disculparse.
La alegría del muchacho de
haber perdido perdón o al
menos reconocer su pecado
es de suponer fue muy
grande. Se había recobrado a
sí mismo y su padre lo había
recobrado.
“Y como todos nosotros nos equivocamos, aquella
otra palabra que es difícil decir, pero que es
necesario decirla: perdona, por favor, ¿eh?
¡Disculpa! ¿Cómo era? Permiso, gracias y
disculpa. Repitámoslo juntos: Permiso, gracias y
disculpa…”
Jesucristo, nos
invita a perdonar
de corazòn y hacer
fiesta con quienes
nos han ofendido o
a quienes hemos
ofendido.
Solamente así
estaremos felices y
contentos.
“Uno de ellos, al comprobar que estaba
curado…se arrojó a los pies de Jesús, con el
rostro en tierra, dándole gracias” (Lc 17,15ª.16)
Dios
Alegría de
dar
gracias.
En la familia,
en la
comunidad y
en trato con
otros.
“Es de bien
nacidos ser
agradecidos”.
Forma de
nobleza, que
debe
caracterizar
nuestra vida
diariamente.
El leproso agradecido
“Uno de ellos, al comprobar que
estaba curado, volvió atrás
alabando a Dios en voz alta y se
arrojó a los pies de Jesús, con el
rostro en tierra, dándole gracias.
Era un samaritano”.
Historia de los diez
leprosos sanados por
Jesús.
Solo un leproso
samaritano, doblemente
marginado por los
judíos, se devuelve a
agradecerle a Jesús.
“Es una cosa bellísima la vida
matrimonial y tenemos que
custodiarla siempre, custodiar a los
hijos. Algunas veces yo he dicho
aquí, que una cosa que ayuda tanto
en la vida matrimonial son tres
palabras. No sé si ustedes
recuerdan las tres palabras. Tres
palabras que se deben decir
siempre, tres palabras que tienen
que estar en casa: “permiso,
gracias, disculpa”. ¡Gracias!
Agradecer al cónyuge: “pero
gracias por aquello que hiciste por
mí, gracias por esto”. La belleza de
dar las gracias…”
Es importante “dar gracias” no solo como
señal de buenos modales o de buena
educación o hasta de cortesía, sino
porque es nuestra forma más elemental y
bella, de corresponder al cariño, a la
dedicación y el buen trato que se nos
brinda en la familia.
“Déjame ir a recoger espigas al campo, detrás
de alguien que me haga ese favor” (Rt 2,2).
Dios
Alegría
de pedir
permiso.
Aprenderemos
ejercer ese
derecho.
En
nuestra
familia.
En nuestra
comunidad.
Reglas
para pedir
permiso
Háblales
bonito.
Escoge el
momento
ideal.
Pórtate
bien.
Se
respetuoso.
Sigue las
reglas.
“Noemí tenía, por parte de su
esposo, un pariente muy rico
llamado Booz, de la familia de
Elimèlec. Rut, la moabita, dijo
una vez a Noemí: “Déjame ir a
recoger espigas al campo, detrás
de alguien que me haga ese
favor”. “Puedes ir, hija mía”, le
respondió ella. Entonces Rut se
puso a recoger espigas en el
campo, detrás de los que
cosechaban, y tuvo la suerte de
hacerlo en una parcela
perteneciente a Booz, el de la
familia de Elimèlec…”
Gracias al permiso Ruth se quedó a trabajar
allí. Con los años Ruth se caso con Booz y
logró tener un hogar. Booz fue un hombre
caballeroso y logró salvarlas (necesitaban
subsistir. Gracias al permiso fueron volvió
la felicidad y la alegría para ellas.
“Tres palabras que se deben decir
siempre, tres palabras que tienen
que estar en casa: “permiso,
gracias, disculpa”. Las tres
palabras mágicas, ¿eh? Permiso
para no ser invasivo en la vida de
los cónyuges. “Permiso, pero “que
te parece, eh? Permiso, me
permito ¿eh?”
Con estas tres palabras, con la
oración del esposo por la esposa y
de la esposa por el esposo y con
hacer las paces siempre, antes de
que termine el día, el matrimonio
irá adelante. Las tres palabras
mágicas, la oración y hacer las
paces siempre. El Señor los
bendiga y recen mí. ¡Gracias!
Es importante, como dice el Papa Francisco, saber
tomar el parecer de los demás en casa, hacerlos
partícipes de las decisiones valiosas y lograr que la
familia viva unida, en un ambiente de concordia,
respeto y confianza mutuos.
“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, por haber ocultado estas cosas
a los sabios y a los prudentes y
haberlas revelado a los pequeños. Si,
Padre, porqué así lo has querido Todo
me ha sido dado por mi Padre, y nadie
sabe quién es el Hijo, sino el Padre,
como nadie sabe quién es el Padre sino
el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo
quiera revelar” (Lc 20,21-22).