El Diccionario Aymara de Ludovico Bertonio

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El diccionario aymara de Ludovico Bertonio y la creación de un léxico cristiano Resumen Así como otras partes del mundo recién descubiertas por los pueblos europeos, también el espacio andino fue sometido a la evangelización desde la llegada de los colonizadores. En esa región, como en el resto de la América más tarde llamada “latina”, se establecieron “lenguas generales” que durante la mayor parte de la época colonial desempeñaron un rol importante en las actividades misioneras. Éstas se consideraban como instrumentos imprescindibles para la catequesis. Si bien el quechua, como lengua misionera, constituye un peso mayor en la parte meridional del altiplano andino, el aymara, lengua hablada hasta hoy por unos dos millones de personas, pasó igualmente por un proceso de descripción y codificación casi concomitantemente con el quechua. Sabemos que estas actividades fueron iniciadas ya a fines del siglo XVI, como lo demuestran el Arte breve de la lengua aymara (primera versión de 1603) y el Vocabulario de la lengua aymara (1612) de Ludovico Bertonio. Igual que los misioneros de otras partes de América, Bertonio se enfrentó a las dificultades de idear un vocabulario cristiano en base a diferentes recursos lingüísticos inherentes a la lengua aymara o ajenas a ella. No fue la primera vez que misioneros se vieron obligados a adaptar léxicamente una lengua a las necesidades evangelizadoras. Esta necesidad surgió en la propia Europa con la propagación de la fe cristiana en griego y en latín y siguió dándose en otros dominios lingüísticos. Mientras que en la Romania, fuera de la Península Balcánica, se recurrió mayoritariamente a los propios latinismo o greco- latinismos en forma de cultismos o semicultismos, en las restantes dos grandes familias lingüísticas de Europa, las de las lenguas germánicas y eslavas, los procedimientos creadores, que se observan desde la Edad Media, eran múltiples.

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El diccionario aymara de Ludovico Bertonioy la creación de un léxico cristiano

Resumen

Así como otras partes del mundo recién descubiertas por los pueblos europeos, también el espacio andino fue sometido a la evangelización desde la llegada de los colonizadores. En esa región, como en el resto de la América más tarde llamada “latina”, se establecieron “lenguas generales” que durante la mayor parte de la época colonial desempeñaron un rol importante en las actividades misioneras. Éstas se consideraban como instrumentos imprescindibles para la catequesis. Si bien el quechua, como lengua misionera, constituye un peso mayor en la parte meridional del altiplano andino, el aymara, lengua hablada hasta hoy por unos dos millones de personas, pasó igualmente por un proceso de descripción y codificación casi concomitantemente con el quechua.

Sabemos que estas actividades fueron iniciadas ya a fines del siglo XVI, como lo demuestran el Arte breve de la lengua aymara (primera versión de 1603) y el Vocabulario de la lengua aymara (1612) de Ludovico Bertonio. Igual que los misioneros de otras partes de América, Bertonio se enfrentó a las dificultades de idear un vocabulario cristiano en base a diferentes recursos lingüísticos inherentes a la lengua aymara o ajenas a ella.

No fue la primera vez que misioneros se vieron obligados a adaptar léxicamente una lengua a las necesidades evangelizadoras. Esta necesidad surgió en la propia Europa con la propagación de la fe cristiana en griego y en latín y siguió dándose en otros dominios lingüísticos. Mientras que en la Romania, fuera de la Península Balcánica, se recurrió mayoritariamente a los propios latinismo o greco-latinismos en forma de cultismos o semicultismos, en las restantes dos grandes familias lingüísticas de Europa, las de las lenguas germánicas y eslavas, los procedimientos creadores, que se observan desde la Edad Media, eran múltiples.

Para algunas lenguas de estas dos “familias” disponemos de estudios. Sería, por lo tanto, interesante comparar algunos de estos procesos léxicos aplicados a ciertas lenguas europeas con los lexemas lexicalizados o acuñados por Bertonio.

Emeterio Villamil de Rada y el aymara

Edgar Ruiz Botello

Emeterio Villamil de Rada nació en el pueblo de Sorata el 3 de mayo de 1804 y falleció en Río de Janeiro-Brasil en 1880. Sus padres fueron doña Isidora Rada y don Ildelfonso Villamil, personas muy acomodadas. Emeterio fue políglota (hablaba muy bien 22 idiomas y otros 10 medianamente), filólogo (lingüista), empresario, político, investigador y escritor. Estudió en el Seminario de la ciudad de La Paz que estaba a cargo de frailes y clérigos, adquiriendo

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conocimientos de latín y religión, empleando el método de estudio memorístico, propio de esa época.

Se dice que en 1825, año de la Independencia (naciendo la República de Bolivia), dio un discurso de bienvenida en la ciudad de La Paz a Simón Bolívar y Antonio José de Sucre.

En 1826, gracias a su posición económica muy acomodada, acompañó a Lord Behring (etnógrafo y filólogo), trasladándose a Londres-Europa, donde prosigue estudios relacionados con el griego, latín, inglés, sánscrito y otros. Asimismo aprovechó la oportunidad para visitar varias ciudades, incluida París.

Emeterio retornó a Bolivia en 1833, recibiendo de la Universidad San Andrés el título de Doctor en Bellas Artes, es así que ejerce la docencia en la materia de literatura. Ulteriormente incursionó en la política llegando al cargo de diputado.

Por otro lado irrumpió también como empresario minero en el rubro del cobre, actividad que subsecuentemente abandonó.

Por problemas políticos, Emeterio tuvo que salir de Bolivia y vivió en Lima-Perú, contrayendo matrimonio en 1842, así nació de esa unión Octavio, el cual posteriormente falleció. Prosiguió sus actividades empresariales, en el norte peruano, esta vez en el rubro de la quina, pero no le fue bien. Más tarde se trasladó a San Francisco, California-Norteamérica, donde formó un periódico que editaba en cuatro idiomas, actividad que le redituó muy bien económicamente, fortuna que la invirtió en la importación de casas de madera desde New York, pero debido a un incendio, Emeterio quedó en la calle.

Posteriormente viaja a México, donde empresarialmente continúa fracasando. Acompañado por un pastor decide emigrar hacia Sydney-Australia, donde laboralmente sólo le espera el sufrimiento, pero siquiera logra aprender algunas lenguas del lugar.

Regresa a Bolivia en 1856 y es elegido diputado nacional por Sorata. Pugnas políticas le obligan a huir al Perú. En 1861 retorna a Bolivia y funda un periódico, “La Bandera Tricolor”.

En 1861 es diputado nuevamente, e incursiona como empresario aurífero en Tipuani, como su padre lo había hecho décadas antes. Es nombrado comisario demarcador de los límites entre Bolivia y Brasil fijando su residencia en Río de Janeiro-Brasil, donde conoce al varón de Cabo Frío.

Se dice que en el Brasil es donde logra escribir las obras literarias de su propiedad, gran parte de este su trabajo lo envía a Bolivia y por los azares de la vida, se quema en el incendio del 20 de marzo de 1875 en el Palacio Quemado de la Plaza Murillo. En vista de que nadie había puesto interés en su trabajo literario, en 1880, muy deprimido, pobre y viejo, se suicida en Río de Janeiro.

Según el estudioso Nicolás Acosta, la obra de Villamil de Rada incluye obras tales como: “El sistema de la primitividad americana”, “Nacionalidades americanas emanando del Perú”, “La localidad del Edén y su mapa de los cuatro ríos que designa con precisión el Génesis”, “La historia prehistórica, generante de la ulterior”, “Introducción al vocabulario en aymará teutónico”, “De los radicales aymaras en lenguas arianas”, etc. Se dice que todos estos trabajos iban destinados a conformar una obra denominada “La filosofía de la humanidad”.

Empero, con el tiempo, de las obras de Emeterio Villamil de Rada se logró recuperar o elaborar una denominada “La lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco”, obra donde Emeterio (políglota y estudioso), lanza su “teoría”, mencionando que la lengua aymara pudiese ser la primera lengua en hablarse sobre la Tierra, de la cual emergieron otras. Asimismo en consecuencia, el “relato de la historia de Adán y Eva” debió transcurrir en la lengua aymara (los personajes de Adán y Eva hablaban aymara).

Por otro lado, comparando “lingüísticamente” los nombres actuales de algunos de los ríos de la provincia Larecaja (Mapiri, Tipuani, Challasuyo, Challana y Coroico), con los nombres de los ríos que circundaban el “Edén” bíblico (Tigris = Coroico, Eufrates = Mapiri, Phison = Tipuani y Gehon = Challana o Challasuyo), Emeterio ubica al “paraíso terrenal” con un centro en

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Sorata y siquiera con un radio de por lo menos cien kilómetros alrededor, especialmente hacia el noreste.

“Preguntáronle al aymara ¿dónde están tu literatura y monumentos, dónde tu poesía y tu historia? En todo el globo, responde. Soy el modelo, formé las lenguas y las naciones”.

Para los amantes de la literatura y el aymara, la obra se encuentra a la venta en el Pasaje Núñez del Prado de la ciudad de La Paz y también se expone en Internet.

www.tequeje.blogspot.com