El caso del castillo encantado - megafilesxl.com
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Pepa Pistas y Maxi Casos descubrirán que el librero de su barrio escondemuchossecretos…
PepayMaxihandecididoabrirunaagenciadedetectivesenlacasitademaderaabandonadadePulgas,elperrodePepa.Ensuprimercaso,deberándescubrirquésecretoescondeelcastillodelafamiliaVamp…
¡Notelopierdas!¡ConviérteteendetectiveconPepaPistasyMaxiCasos!
TeresaBlanch
ElcasodelcastilloencantadoLosBuscaPistas-1
ePubr1.0Titivillus23.04.2021
Títulooriginal:ElcasodelcastilloencantadoTeresaBlanch,2013Ilustraciones:JoséÁngelLabariEditordigital:TitivillusePubbaser2.1
MaxiCasossedetuvofrentealaverjadeljardíndePepaPistas.Asulado,lamadredeMaxidabalasúltimasinstruccionesasuhijo para el fin de semana, mientras Mouse, su mascota,asomabaelhocicodesdelacapuchadelasudadera.—¡Pórtate bien! —advirtió la señora Casos, y estampó un
sonorobesoenlamejilladelniño—.Ydiviértetemucho.
Maxiasintióy laobservóalejarseapresuradamentehaciaelsupermercado en el que trabajaba. Luego se dirigió hacia lapuertaprincipalehizosonareltimbre:
—¡Hola!—saludóelniñocuando laseñoraPistasabrió,conunacríadecobayaensusbrazos—.¿Yeste?—Unodemispacientes.—LamadredePepaeraveterinaria
yacostumbrabaa llevaracasaasusclientesmáspacíficos—.¿Preparadoparaunincreíblefindesemanaconelabuelo?Maxisonrió.Bebito,elhermanopequeñodePepa,apareció
cabalgandosobreellomodePulgas.
—¡Bájate de ahí! ¡Menudo trasto estás hecho!—Era la vozdel señor Pistas que asomaba la nariz desde la puerta de suestudio. El padre de Pepa pasaba casi todas las horas del díaencerrado frente a su ordenador, escribiendo novelas demisterio.—Pepaestáensuhabitación…Adelante,conoceselcamino.
—YlaseñoraPistasvolvióasusquehaceres.
Maxi conocía aquella casa como la palma de su mano,porque pasaba allí la mayor parte del tiempo libre. Y es quePepayMaxieranamigosdesde…
Elniñosonrióal recordareldíaenqueseadueñaronde lacasita de Pulgas y la convirtieron en laAgencia deDetectivesLosBuscapistas.Maxi se apresuró a subir las escaleras hasta la primera
planta.Cuandoentróenlahabitación,loprimeroqueviofueaPepapeleándoseconsubolsadeviaje.
—¿Quéhaces?—Maxidejólamaletasobrelacama.—¡La cremallera se ha atascado! —exclamó la niña con la
caraenrojecidaporelesfuerzo.—Déjamever.Sitiroconfuerzaseguroque…Y ante la cara de asombro de Pepa,Maxi se quedó con la
cremalleraenlamano.—¡Uy!Seharoto…—dijomirandoatónitolalengüeta.
Pepa dejó escapar un leve suspiro de resignación y sinperdertiemposedirigióalarmarioenbuscadeotrabolsaenlaqueguardarsuscosas.—¿Hastraídoelkitdedetectives?—quisosaberPepa.—Nolovamosanecesitar.Pepapensóquesuamigoteníarazón.Losfinesdesemana
con el abuelo eran tranquilos: excursiones por el bosque,salidasenbicicleta,juegosdemesa…PoresodecidióllevarseellibrodeDetectivesysabuesos,suseriefavoritaprotagonizadaporel inspectorLupitaysusabuesoOlfato,queteníaamedioleer.—Porcierto,¿adóndeiremos?—preguntóMaxi.—¡Ni idea!—respondióPepa—.Solo séque conoceremosa
unosviejosamigossuyos.¡Nadamás!Enaquelinstante,unautorojoydestartalado,queparecíaa
punto de desarmarse en cualquier momento, se detuvo
bruscamente frente a la verja del jardín de la familia Pistas ehizosonarsuavementeelclaxonunpardeveces.—¡Elabuelohallegado!—exclamódesdeelexteriorlamadre
dePepa.Pepa y Maxi se apresuraron a recibirlo y, tras dejar el
equipajeenelmaleteroydespedirsedelafamilia,ocuparonlosasientostraserosdelcoche.
—¿Nohabéisolvidadonada?—preguntóelabuelo.PepayMaxiasintieronconlacabeza.—¡Entonces pongamos rumbo a…! —El abuelo puso en
marchaelvehículo.—¡¿Haciadónde,abuelo?!—exclamóPepaimpaciente.—¡Hacia…!—Elabueloenmudeciódeinmediato.LamadredePepaseplantódeunsaltoaunladodelcoche.
Llevabaelmóvilpegadoalaorejayhacíamovimientosconlos
brazos pidiendo que se detuvieran. Cuando estuvo segura dequenosemovían,corrióalinteriordelacasa.
Elabuelosevolvióhacialosniños:—¿Seguroquenohabéisolvidadonada?Pepa y Maxi volvieron a afirmarlo con un movimiento de
cabeza,yMouseasomóelhocicodesdesuesconditemientrasroía un pedacito de queso. En el exterior había empezado aoscurecer y caían las primeras gotas de lo que acabaría entormenta.LamadredePepaapareciócargadaconunabolsaylasillita
paracochedeBebito.—¡Abrid!—ordenóalosniños.Acontinuación,aparecióelseñorPistasconsuhijopequeño
enbrazos.—Bebitoiráconvosotros—dijoelseñorPistas.—Pero¿cómovoya llevarmeaunbebéa…?—Elabuelose
rascólacabezapensativoydescendiódelcoche.
—Setratadeunaurgenciaquepuedetenermefueratodoelfin de semana —explicó la madre de Pepa—. Una de mispacientesdaráa luzencualquiermomento,y tengoque irmedeinmediato.—¿Yestaveznopuedesteneratupacienteencasa,como
acostumbrashacer?—preguntóelabuelo.—¡Cómovoyatraerunavacaacasa!Yelabuelo,sinapenaspestañear,miróalpadredePepa:—¿Ytúnopuedescuidarde…?—¡Imposible!Deboterminarunanovela.Mieditordiceque,
sino laentregoel lunes,rodaráncabezas.—ElpadredePepatragósalivaysepasólamanoporelcuello.Unterriblerelámpagoiluminóelcielo.Elabueloseacomodó
denuevoensuasientoypusoelautoenmarcharumboa…—¿A…?—preguntóMaxi.Peronoobtuvorespuestaporqueel
abueloestabademalhumor.Asípues,elautodestartaladodelabueloenfilóunacarretera
de curvas que discurría por una elevada colina. El vaivén del
vehículoacunóalosniñosdetalformaquelosdurmió.
Cuandoel cochesedetuvo, todavía llovíay los relámpagosdaban un aspecto fantasmagórico al paisaje. El abuelo hizosonarelclaxonyseabrióunaenormepuertadehierroforjado.Se pusieron nuevamente en marcha hasta detenerse porcompleto frente a un espléndido castillo coronado por untorreón.Lapuertaprincipalseabrióyde lapenumbraaparecióuna
siluetagigantescaqueconpasospesadosseacercóalvehículo.
Trasecharunvistazoycomprobarquelosniñosdormían,elabuelo se apresuró a abandonar el coche. En ese mismoinstante, la silueta corrió hacia él y lo envolvió por completo.Luego se oyeron susurros entremezclados con el ruido de lostruenos,elfuertevientoyunasonorarisotadaqueestremeciólatierra.
AMouseseleerizaronlospelosdelasorejasyserefugióenlacapuchadeMaxi.
Maxiabrió losojosy se incorporóen laespaciosacamaen laqueyacía.Asulado,PepayBebitodormíanplácidamente.Escudriñóenlaoscuridadparasaberdóndeseencontraban.
Eraunaestanciamuyamplia,detechosaltísimosconmolduras,ydeparedestapizadasen lascualescolgabangrandes lienzosde caballeros de otras épocas. En un rincón cercano a losventanales,destacabaunachimeneafantasmagórica.Maxisesobresaltóalnotaruncosquilleoenlanuca.—¿Mouse?Entonces el ratón asomó el hocico y el niño respiró
realmentealiviado.LuegoseacercóaloídodePepa.—Despierta…—lesusurró.—¿Qu-qué? —Su amiga abrió los ojos y echó un rápido
vistazoasualrededor—.¿Dóndeestamos?Maxiseencogiódehombros.Pepaselevantóyconpasofirmesedirigióhacialapuerta.—¿Adóndevas?
—Abuscaralabuelo—respondiólaniñaapuntodealcanzarlasalida.Peroeneseinstanteunarisotadaestrepitosa…
… la hizo retroceder rápidamente hacia la cama yacurrucarsejuntoaMaxi.Ambossecubrieronlacabezaconlassábanas.—¿Quéhasidoeso?—exclamóPepa.
—¡N-n-not-t-tengoniidea!PepayMaxipermanecieronensilencioyexpectanteshasta
que, ¡fiuuu!, un sonoro y misterioso suspiro proveniente de
algúnlugardelaestancialossobresaltódenuevo.—¡Corre!¡Hayquesalirdeaquí!¡Estonomegustanaday…!
—exclamóPepa.¡AMaxi leparecióuna idea tanbuenaquedeunbrincose
plantóenlapuertaydesapareciótrasella!
Segundos después, Pepa estaba frente a Maxi con el ceñofruncido.—¡Mehasdejadosola!—lerecriminó.—Has dicho corre y he corrido. ¡Además, no estabas sola!
Estabascon…¡Bebito!
—¡¿Cómo hemos podido olvidarnos de mi hermano?! —exclamóPepaconlasmanosenlacabeza.Entonces,Bebitocomenzóagimotear.—¡Pobrecito!Debedetenerunapesadilla—susurróMaxi.—Hayqueiraporél—sugirióPepaconmiedo.Pusolamano
enelpomodelapuertayabriólentamente.Depuntillasymirandoaunoyotrolado,sedirigieronhacia
la cama. Pepa y Maxi se abalanzaron sobre el niño paracomprobar si estaba despierto. A modo de respuesta, Bebitoestornudóyelchupetesobrevolólahabitaciónhastacaercercadeloscortinajesquecubríanlosventanales.Elbebégimoteódenuevo.—¡Oh,no!—gritóPepa,y,conMaxifuertementeagarradoa
subrazo,sedispusoarecuperarelchupete.A trompicones, avanzaron hacia los ventanales y Pepa se
agachóarecogerlo.
—Es como si nos observaran —susurró Maxi sin dejar demirarlosretratosdelasparedes.—Dejadedecirbobadas…—respondióPepa.—En serio, Pepa… ¡Fíjate en el del sombrero de plumas
rojas!Pepa le echó un vistazo… Se trataba del retrato de un
caballero bien parecido pero con cara de pocos amigos. Lucíauna cuidada perilla y un espeso bigote. Tal y como habíaapuntado Maxi, su cabeza estaba cubierta por un gransombrero de alas anchas repleto de plumas rojas. Tenía unas
cejas negras y espesas y unos ojos de un azul intenso que…¡¿parpadeaban?!
—¡Aaaaaah!—chillaronalavez.
Bebito, sobresaltado, comenzó a llorar de formadesconsolada.
¡CLIC!,alguienencendiólaluzdelahabitación.—¿Sepuedesaberaquésedebetantoalboroto?Elabueloacababadeaparecer.—¡Novasacreernos!—gritóPepa.—¡Claro que sí! Acabáis de descubrir que estamos en un
castillofabuloso—anuncióelabuelo—.Peroestardeytendríaisqueestardormidos.ElabueloseacercóalacamaytomóaBebitoenbrazos.El
niño dejó de llorar de inmediato y señaló a su hermana, quetodavíasujetabaelchupete.—Pepa,¿sepuedesaberporquétieneselchupetedelniño?—Yo…Esedeahínosestámirando—afirmólaniña.
—Dejaosdetonterías.—ElabuelodejóaBebitodenuevoenla cama y se dirigió hacia el retrato—. ¡Tenéis demasiadaimaginación!Alacama.
Pepa y Maxi se miraron. Tal vez fuera cierto, ¿y si laoscuridadleshabíajugadounamalapasada?
—Hasta mañana… ¡Uaaah! —Bostezó el abuelo, y cerró lapuertatrassí.
Durante unosminutos, un silencio sepulcral inundó toda laestancia.MaxiabrazóaMouse.—¡Chissst!—¿Qué?—respondióMaxi.—¿Hasvistolomismoqueyo?—susurróPepa.—¿Terefieresa lamaneraenqueparpadeabanlosojos?—
sugirióMaxi—.¡Sí!—Silosdoshemosvistolomismo…Maxiescuchababoquiabierto.—…entonces,¡noesfrutodenuestraimaginación!
Una nueva risotada les dejó sin aliento. Los dos niñospermanecieronexpectantesunbuenratohastaque,porfin,sedejaronvencerporelcansancioysedurmieron.
Por lamañana, los rayosdel sol iluminaban lahabitacióny ledabanunaspectomásacogedor.Juntoalacama,losniñosencontraronunanotamanuscrita
del abuelo con detalladas indicaciones para llegar hasta lacocinadondelesesperabaunsuculentodesayuno.Porlovisto,elabuelosehabíallevadoaBebitoconél.—¿Creesquelodeanochefueunsueño?—preguntóMaxi.Pepa asintió con una sonrisa. Pero, al echar un vistazo al
retrato del caballero del sombrero de plumas rojas, unescalofríolesrecorriólacolumnavertebral,yseapresuraronaabandonarlahabitación.Así pues, con la nota del abuelo en mano, recorrieron un
largo pasillo de paredes tapizadas y descendieron por unasampliasescalerasdemármol,alpiedelascualessedetuvieron.
—¿Yahora?—preguntóMaxi,aquiennoparabanderugirlelosintestinos—.¿Haciadóndehayqueirparallegaralacocina?Pepaobservólanotacondetenimiento:
—¡Buenosdías!—exclamaronunasvocesdesdelacocina.
Pepa y Maxi frenaron en seco. Frente a ellos estaba elpropietario de la risa estridente. Se trataba de un hombrecorpulento,altoycargadodeespaldas.Su rostroerapálidoyestaba surcado por profundas arrugas. A su lado, vieron alabuelo con Bebito en su regazo, y a una anciana de aspectoafableypeloblancoalaquelefaltabanunoscuantosdientes.
—Chicos, os presento a mis viejos amigos, el señor y laseñora Fantom,propietariosdeeste fabuloso castillo—explicóelabuelosatisfecho.—¿Cómo habéis dormido? —se interesó la señora Fantom
mientraslesinvitabaasentarsealamesa.—La verdad… —Pepa no tenía claro si tenía que mentir y
quedarbienodecirlaverdadysalirdedudas.Buscólamiradacómplice del abuelo, pero no la encontró porque estabademasiado ocupado dando el desayuno a Bebito—. Nodemasiadobien…Le pareció que el abuelo, sin levantar la vista, hacía una
muecadedesaprobación.
—Las risas de mi esposo no os han dejado pegar ojo,¿verdad?—Entoncesseñalólachimeneadelacocina—.Vuestrahabitaciónquedajustoencimayseoyetodo.Leadvertíquenoeranhorasdearmarjaleo.ElseñorFantomagachólacabezacontimidez.—¡Hacía tanto tiempoquenoveíaavuestroabuelo! ¡Yme
reítanagusto!—sedisculpóelseñorFantomyentoncesestallódenuevo—:
PepayMaxisesobresaltaron.—¡Estás asustándoles! —le recriminó la señora Fantom—.
¿Osapeteceunchocolatealataza?Losniñosasintieron. ¡Estabanhambrientos!Mousenopudo
evitar asomar el hocico desde la capucha de la sudadera deMaxialolisquearelaromaacacao.
—¡Alto,chico!—advirtiólaseñoraFantom—.Setehametidounarataenla…Mousesaltódelacapuchaysalióalacarreraporlacocina.—¡IIIH! —chilló el señor Fantom mientras su esposa se
apoderabadelaescobadelrincóndelacocina.—¡Esmimascota!—Maxicorriótraslaanciana.
LaancianaseñoraFantomsedetuvo,yrespiróaliviada.—Mi marido, con lo corpulento y valentón que parece, no
soportaalosroedores.Levienedefamilia…—Olvidemos el incidente y desayunad. Luego exploraréis
este castillo repleto de fantasmas, ¡uuuuuuh! ¡Je, je, je!—Alabueloleencantababromear.LosFantommiraronalabuelosorprendidos.—Hay zonasa lasquenopodréis accederporqueestánen
malestado.Eselcasodeltorreón.Permanececerrado,aunquesedicequehayunpasadizosecretodesdeelcualseaccedeaél—advirtióelseñorFantomsecándoseelsudordelafrente—.Nosotrosnolohemosencontrado.
Entonces, laseñoraFantomyelabuelo lessirvieronunpardetazasllenasdechocolatehumeante.—¿Os gustan lasmagdalenas caseras?—preguntó el señor
Fantomofreciéndolesunplato—.¡Reciénsacadasdelhorno!Asípues,trasunsabrosodesayuno,losniños,acompañados
deBebitoyMouse,sedispusieronaexplorartodosycadaunodelosrinconesdelcastillo.—¡Ni rastro de pasadizos secretos! —exclamó Maxi—.
¿Vamosaexplorareljardín?PeroPepasedetuvofrenteaunapuertademaderamaciza
entrecerrada. La observó con atención e intentó imaginar quéincreíblemisteriohabríatrasella.—Todavía no hemos entrado aquí —advirtió a su amigo
mientrasempujabaelpomoylapuertacomenzabaaabrirse.Los dos amigos quedaron boquiabiertos. Frente a ellos se
extendíanestantesrepletosdelibros.
—¡Unabiblioteca!—dijoMaxi,ycorrióalinterior.Prontosedieroncuentadequemuchosdeloslibrosestaban
recubiertosporunadensacapadepolvoyllenosdetelarañas.Sobresuscabezashabíaunoscuantosestandartesapolilladosyunalámparagigantescaquebailabaalsondelairequeentrabaporunodelosventanalesabiertos.Enunodelosrinconesdelasaladescubrieronunaviejaarmaduradehierro.
—Es la primera vez que veo una—dijo Pepamirándola decerca, y, cuando estaba a punto de tocar uno de losguanteletes,Maxidistrajosuatención…—¿Habrálibrosdedetectives?—¡Achís!
—¡Salud!—dijeronalavezlosdosniñosaBebito.Bebitolosobservósorprendidoconelchupeteenlaboca.—¿Nohassidotú?—preguntóPepa.Elpequeñonegóconlacabeza.—Sinohasidoél,¿quiénhasido?—advirtióMaxi.¡ÑIIIGUI!¡ÑAAAGO!¡ÑIIIGUI!¡ÑAAAGO!Unoschirridosdehojalatalesalertarony,alvolverse,¡vieron
quelaarmaduraavanzabaconpasofirmehaciaellos!Losniñosquedaronparalizadosporelterror.¿Desdecuándo
lasviejasarmadurassemovíansolas?—¡Tenemosquesalirdeaquí!—gritóMaximirandohacia la
puerta.
¡Demasiado tarde! La armadura les acababa de cortar elpaso.Pepa,MaxiyBebitosedetuvieronsinsaberquéhacernihaciadóndeir.—¡Piensaenalgo,yrápido!—exclamóMaxiaPepa.—N-n-nosemeocurrenada…—APepalecastañeteabanlos
dientes.¡Yentonces,Bebitoescupióelchupete!Saliódisparadocon
tantafuerzaquechocócontraelyelmoyrebotóhaciael lomodeunviejolibroconlascubiertasdepiel.Inesperadamente,laestanteríacomenzóadesplazarsehaciaunladoy…¡seabrió!
—¡El pasadizo secreto!—Pepa yMaxi tomaron a Bebito envolandas,sinapenasdarletiempoarecuperarsuchupete,yseapresuraronhaciaelinterior.
Trasellos,laestanteríasecerródenuevo.
—¿Creesqueestamosasalvo?—dijoPepa.—¡Loúnicoqueséesquequierosalirdeaquí!—respondió
Maxisindejardetemblar.Elpasadizo,débilmente iluminado,dejabaentreverparedes
completamente desconchadas y repletas de moho. El olor ahumedaderainsoportable.—Elsueloestámuyresbaladizo—advirtióPepa.
Maxicayótendido.—¡Ni que lo digas! —dijo, y mientras Pepa lo ayudaba a
ponerseenpie,oyeronunsonidoquelesresultófamiliar.
—¡Hayqueesconderse! ¡Esemontónde chatarra conoce laentradaynosvienepisandolostalones!—exclamóPepa,yconBebitodelamanosalióalacarrera.—¡Mamááá!—gritóMaximientras palpaba la capucha para
asegurarsedequellevabaconsigoaMouse—.¡Esperadmeee!Súbitamente,PepayBebitodesaparecierondesuvista.Maxi
sedetuvouninstante.Frenteaél,elpasadizosedividíaendos.
Sinsaberquécaminotomar,susurró:
Maxi prestó atención a la voz de Pepa y se adentró en elpasadizo.—¿Dónde estáis? —preguntó, y de repente una mano lo
agarródelbrazoytiródeélhaciaelmurodepiedra.—¡Chissst!¡Agáchate!—leadvirtióPepa.EllayBebitoestabanagazapadosenunrecododelestrecho
pasadizo.Permanecieronocultosyensilenciounosminutoshastaque
el chirriar de la armadura se alejó por el otro pasadizo y seperdióalolejos.—Podemossalir—propusoPepa.Enaquel instante,Mouse saltó de la capuchay comenzóa
correrolisqueandoportodaspartes.—¡Espera!—exclamaronlosniñosysalieronvelozmentetras
él.Mouse se detuvo delante de unas escaleras de piedra que
parecíanperderseen loalto.De inmediato,seencaramóa lospeldañosyprosiguiósucamino.
Así pues, los niños iniciaron la escalada por los altos ydesigualespeldañoshastaalcanzaralratón.Enesaocasión,sehabíadetenidofrenteaunaportezuelaoxidada.Enunode loslateraleshabíaunapalanca,y,altirardeella,lapuertaseabrióydescubrieronunhuecorepletodehollínyenformadeboca,encuyofinalseentreveíaluz.
—Menosmal quea tumascotano se le haocurrido seguirsubiendo peldaños… ¡Esas escaleras no parecen tener fin! —exclamóPepasinaliento.Sin dudarlo, se introdujeron por el hueco, al final del cual
estaba…
—¡Nuestrahabitación!—exclamaron.Decidieron ir al encuentro del abuelo y contarle todo lo
sucedido. Estaba en el jardín, tumbado en una hamaca ycharlando animadamente con los Fantom. Al ver llegar a losniñoshizounamueca:—¿Dedóndesalís?¡Parecéisdeshollinadores!
—¡Unfantasma!¡Enelpasadizosecreto!Y Pepa y Maxi, todavía temblando, relataron los últimos
acontecimientosvividosantelaatentaysuspicazmiradadelosFantomyelabueloqueparecíannodarcréditoasurelato.—¡Je, je, je! ¡Ya os dije que tienen una imaginación
desbordante!—comentóel abuelodirigiéndosea losancianos,quienes escuchaban a los niños con el rostro desencajado—.¿Nocreéis?LosFantomnegaronconlacabeza.
—Tansolohaceunpardemesesquenos instalamosenelcastillo, propiedaddeunos tíos a los queno llegué a conocerjamás,ynohanparadodeocurrircosasextrañas.El señor Fantom se secó el sudor de la frente. La señora
Fantomprosiguió:—Lostíosdemiesposoteníanunúnicohijoobsesionadoen
convertir el castillo en un casino. Al oponerse sus padres, sepeleóconellosydesapareció. Jamásvolvieronasaberdeél…Poresomimarido,alserelúnicodescendientevivodelasagadelosFantom,recibióelcastillocomoherencia.
ElseñorFantomsepusoenpie.—Laprimeranochequenosinstalamos,nopudimosdormir.
Se oían ruidos extraños; pisadas y crujidos que se ibansucediendonochetrasnoche…—¡Y entonces fue cuando decidimos comprarnos tapones
paralosoídos!—lointerrumpiólaseñoraFantom.—¿Eh?—Pepa, Maxi y el abuelo se quedaron pasmados—.
¿Tapones?
—¡Nos pareció la única solución para conciliar el sueño!—explicólaseñoraFantom—.¡Aruidosnecios,oídossordos!—Lo peor sucedió hace dos días, una noche en la queme
levantéparairalbaño.¡Alabrirlapuertadelahabitación,meparecióverquelaarmaduradeambulabaporelpasillo!
PepayMaxisemiraronconlosojosabiertosdeparenpar.La señoraFantombajó lavoz, comosinoquisieraquenadie,conexcepcióndelospresentes,pudieraoírsuspalabras:—Leíque laarmadurapertenecióaunode losantepasados
de los Fantom… ¡Seguro que es su fantasma quien deambulacomoalmaenpenaporelcastillo!
—¡Pamplinas!—exclamó de repente el abuelo—.Dejaos dehistorias,estáisasustandoalosniños.Elabueloselevantódelatumbona,ysedispusoaentraral
interior del castillo cuando el ruido de una puerta que secerrabalosdejóparalizadosatodos.
—Tansoloeselviento—aseguróelabuelo.—Perosinosoplanipizcade…—quisoaclararMaxi.—Estoy sediento, ¿vosotros, no? —Estaba claro que el
ancianonocreíaenaqueltipodehistorias,ysealejóagrandeszancadashacialacocina,seguidoporelmatrimonioFantom.
—Silosfantasmasnoexisten—insistióelabuelo.—Peroabuelo,hemosvistoalfantasmadelaarmaduraenla
biblioteca.—Tonterías —repitió el abuelo—. Esto lo soluciono rápido.
Niños,llevadnoshastalafamosaarmaduradelantepasado.Pepa, Maxi y Bebito condujeron a los Fantom y al abuelo
hastalabiblioteca.Laarmaduraestabaenelrincón.—¡A-a-a-híestá!—cacarearonlosniños.El abuelo se dirigió hacia el supuesto fantasma de la
armaduraylepropinóunosgolpecitossuavesenelpeto.
—¿Veis? —dijo volviéndose a todos—. Es una simplearmadura.Yahora,decidme,¿dóndeestáelpasadizosecreto?
PepayMaxiecharonunvistazoaloslomosdeloslibros.¡Norecordabancuáldeellosabríaelestante!—¡Ajá! —exclamó el abuelo—. Ni pasillos secretos, ni
fantasmas…¡Todosonbobadas!Y tomó de la mano a Bebito y abandonó la biblioteca con
pasofirme,seguidoporlosFantom.
CuandoPepayMaxisequedaronsolos,seempecinaronenencontrarcuáldeaquellos libroseracapazdeabrirelestantequeconducíaalpasadizosecreto.Delocontrario,elabuelonolos creería jamás. Y entonces cayeron en la cuenta de unpequeñodetalle:loslomosdetodosaquellosviejosvolúmenesestaban repletos de polvo, ¡excepto uno que destacaba entrelos demás por estar repleto de huellas! De inmediato, sinplantearse a quién pertenecían aquellas huellas dactilares,presionaron sobre el libro hasta que, por fin, ¡el estante seabrióylosniñosseapresuraronaentrar!
—¡Abuelo!—gritarondesdeelinterior.
Súbitamente,laestanteríasecerróyquedaronatrapadosenelinterior.—¡Porlachimenea!¡Rápido!Pepa y Maxi recorrieron el pasadizo hasta llegar a la
bifurcación. Luego, siguieron por el pasadizo de la derecha ysubieron lasescalerashasta laportezuelaoxidadaquedabaasuhabitación.
—¡Esta vez el abuelo va a tener que creernos! —aseguróPepatirandodelapalanca—.¡Noseabre!
Unestornudo.
Pepa y Maxi se miraron. ¡El mismo estornudo de labiblioteca!¡Elfantasmadescendíaporlasescaleras!—¡Ay! Nos va a pillar. —Maxi miraba hacia lo alto de las
escaleras—.¡Tirafuerte!—¡Ayúdame!Maxi agarró la palanca y sumaron fuerzas hasta que la
portezuelaseabrióyentraronatrompiconesenlahabitación.—¿Sepuedesaberdóndeestabais?—Elabueloacababade
entrar—.¡Pepa,estáspálida!—Elfa-fantasma.—CacareóPepa.—¡Pobrecita!—Elabuelopuso lamanocariñosamenteen la
frentedePepa—.Tienesfiebre.Acuéstate.—Deverdad,abuelo—insistió laniñamientrasseacostaba
—.Hemosvueltoaveralfantasma…Elabuelolaobservóconaireinquieto.—Voy a buscar un termómetro. —Y entonces prosiguió—:
Mañana,aprimerahora,regresaremosacasa.Haceunrato,hehabladocontupadreylehecontadovuestrasvisiones.Sehaquedadoalgopreocupadoyestádeacuerdoenqueacortemoslaestancia.Dicho esto, desapareció por la puerta y dejó a los niños
solos.Maxi tenía la cara empapada por el sudor. Hacía unos
extrañosmovimientos con los ojos; primeromiraba a Pepa yluego miraba de reojo hacia el retrato del caballero delsombrerodeplumasrojas.Así,unayotravez.—¿Quépasa?—preguntóPepa.Maxisusurró:—Nosobservan.
Pepa,disimulando,miróhaciaelretrato.¡Maxillevabarazón!
Porfortuna,elabueloregresóenseguidaconuntermómetro,acompañadodeBebitoylosFantom.Elabuelopusoeltermómetroasunietamientraselseñory
laseñoraFantomrodeabanaMaxiconairedepreocupación.Mientras,enelexteriordelahabitación,unaextrañasilueta
enmascaradasemovíasigilosamente.Hizogirarelpomode lahabitacióncontiguaaladelosniñoseinmediatamente…
Unportazo.
¡Elgirardeunallave!El ruido dejó paralizados a todos y cada uno de los
ocupantesdelahabitacióndelosniños.—Sitodosloshabitantesdelacasaestamosaquídentro,¿se
puede saber qué ha sido eso? —se atrevió a decir el abuelo
ahoraalgoasustado.—Hasonadoagolpedepuerta…—insinuólaseñoraFantom
—.Yalgirardeunallave.—¡Creoquemevaadaralgo!—dijoelseñorFantomconvoz
débil.Y,eneseinstante,oyeronunosgritosenlahabitacióndeal
ladoqueleshelaronlasangre.
LosFantom,elabueloy los tresniñossalieronalpasillo.APepa le pareció distinguir una silueta enmascarada que sealejaba corriendo escaleras abajo. Pero, como tenía fiebre,pensóqueeranalucinacionesyprefiriónodarlemásvueltas.—¡Quierosalir!—Losgritosnocesaban.La señora Fantom dio la vuelta a la llave y entraron en
tropel.Enelinteriordescubrieronaunhombrecillosubidoaunasillapegadaalapared.¡Eraelsupuestofantasma!—¡Eh! —exclamó el abuelo—. ¿Se puede saber quién es
usted?
El hombre se bajó de la silla. ¡Era idéntico al individuodelretrato!—¿Usted es un…? —El abuelo estaba desconcertado—.
¿Fant…?—¡Achís!¡UnFantom!—loincrepóelhombrecillosonándose
lanariz.—¡Elhijodemistíos!Todosestabanboquiabiertos.—¡Achís!ElestornudoprovocóqueMouseseasustaraysaltaradela
capuchadeMaxi.—¡Socorrooo! —gritó el hombrecillo—. ¡Una rata! ¡No las
soporto!—Pero ¿qué pretendías?—exclamó el señor Fantommucho
mástranquiloahoraquesabíaquenoselasteníaqueverconunfantasma.—¡El castillo me pertenece! —exclamó el hombrecillo
dirigiéndosealmatrimonio—.Llevounosdosmesesentrandoysaliendoamisanchasydeambulandocomounfantasmaporla
casa con la intención de echaros y viviendo en el torreónabandonado.¡Achís!Menosmalquenoseoshaocurridosubiraloaltoporlasescalerasdelpasadizosecreto.¡Achis!Peronosolo no he conseguido ahuyentar a los ancianos, sino queencima se ha llenado la casa con otro anciano, dosmetomentodo y… ¡un bebé! ¡Los bebés me producen alergia!¡Achís!Pornohablardeesarata.¡Brrr!—¡Ratoncito!—exclamóMaxienojado.
—¡Menos mal! No hay fantasmas —gritó alegremente elancianoFantom.—Másbien,hayunfantoche—dijolaseñoraFantom.A lo lejos, oyeron la sirena de un coche de policía. Los
Fantom y el abuelo cortaban el paso al hombrecillo y noparecíantenerintencióndemoverse.—¿Quiénhallamadoalapolicía?—preguntóMaxi.—¿Hola?—dijounavoztrasellos.
ElseñorPistas,acompañadodePulgas,acababadeirrumpirenlahabitación.—¡Papá!—exclamóPepa.
—La llamada del abuelome dejó intranquilo. ¡Me habló defantasmas!—Luego,dirigiéndosetímidamentealosFantom,lesdijo—: He entrado por la puerta trasera de la cocina. Estabaabierta, procuren cerrarla… ¿Quién es ese tipo con cara depocosamigos?—¡Oh, es una larga historia! —le contestaron Pepa y Maxi
sonriendo.ElseñorFantomhabíarecuperadoelcoloryvolvíaareírse.
TERESABLANCH(Barcelona,1969)estudioCienciasdelaComunicaciónenla Universidad Autónoma de Barcelona, y un máster de Edición en laUniversidadPompeuFabra (Barcelona).Enelaño2003elgobiernoalemán leconcedió una beca para realizar estudios de investigación en la InternationaleJugend Bibliothek de Múnich. Ha publicado diversos cuentos y narracionesdirigidas al público infantil. Colabora con algunas publicaciones europeas deprestigio,especializadasenliteraturainfantilyjuvenil.
JOSÉÁNGELLABARIILUNDAINnacióenPamplonaen1977yeslicenciadoen Bellas Artes por la Universidad de Barcelona. Desde que publicó susprimeras páginas a la edad de 12 años en el fanzine Detritus tremens, hapublicado diversos cómics con el pseudónimo de Jali por los que ha sidonominadoanumerosospremios.HatrabajadoenseriesdeanimacióncomoLastresmellizas,MinimanyJuanitoJones.Ycompaginasulaborenelcómicconlailustracióndelibrosinfantiles.