El Amigo Secreto
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EL AMIGO SECRETO
EN MI CASILLERO ENCONTRE un bombón Relleno de almendras sobre un pequeño Papel con untexto escrito a mano :¡ que Suerte seas tu !. no decía nada mas Mire alrededor , pero en la salade profesores Todo parecía normal :el idiota de Rommel
Martínez quejándose con la susy Rivas de Que un estudiante malcriado se había orinado
En su clase de música, mi amiga dominica Calificando al apuro los exámenes
Siempre dejaba para el ultimo el resto de las notas,
La muy vaga y juanito, e3l conserje ,
Cambiando el agua de la cafetería . volvía a
Leer la nota y me quede estática sobre el
Mueble de los casilleros, pensando en que
Quería decir eso de ¡ que suerte que seas
Tu! . los demás profesores que se habían
Inscrito para jugar al amigo secreto con motivo
De la navidad se hallaban en clases , asíQue mis sospechas recayeron de inmediato
Sobre el ROMMEL, la SUSY y la DOMENICA,
Quienes habrían estado al menos treinta minutos
En la sala antes que yo llegar ,
Tiempo mas que suficiente para dejar el regalo
En mi casillero .descarte al profesor de música
Porque los varones jamás son detallistas,
Y menos el ROMMEL, que siempre
Hacia apendejadas cuando jugaba al amigo secreto.
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El año aterior,le dio a la rectora ,
Abstemia desde que se convirtió en militante
De la iglesia de la risa santa, una botella
De champán , advirtiéndole que se trataba
De una marca tan fina, que al beber , se le
hincharía la boca .¡que bruto, como va a darle
eso a la rectora! Pero hace dos navidades fue peor:
la victima fue la pobre de la MARICRUZ VALLEJO,
la parvularia de los conejitos
que recibió en DVD de una sangrienta
Película de zombis, de esos que se comen el cerebro
y las tripas de la gente .¡ nauciabundo!
Y ni siquiera eran DVD original,
Sino uno de esos pirateados que venden en
La calle a un dólar , chimbisimos .habíamosAcordado que la base era 15 dólares , pero el
ROMMEL siempre fue un avaro . no se para
Que la asociación de profesores lo invito a
Jugar de nuevo si nunca colabora con algo ,
Ni siquiera da las golosinas de rigor , ni se esfuerza
En la menos comprar los caramelitos que venden doña patty en el bar
Para entretener al amigo secreto ,¡nada! Así que el no
Puede ser el chocolate. Pero la nota exhibía
Una espantosa falta de ortografiaseas
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La DOMENICA no es tan ignorante y menos
La susy , a ellas jamás les he pescado un error
Tan grande es las pancartas educativas que
Suelen elaborar para las clases .bueno , cierto
Que la Dominica dijo una vez que Estocolmo
Era la capital de noruega , ¡era una reunión
De padres de familia ! y la susy dibujo
A las arañas entre los arbustos , cuando todos
Saben que son crustáceos , creo. fue un
Papelón , ya que varios papas se fueron a
Quejar con la rectora de lo que consideraron
El dudoso nivel académico de nuestro colegio.
¡yo no pago tantos miles de dólares para que
Los maestros ignoren donde quedan
Estocolmo , !, gritaba el banquero NorbertoQuintana , mientras el ministro Fabricio ,
Semper tegui no entendía como una profesora
Se atrevía a rebuznar (eso dijo mano fiando en la mesa
De la rectora y tumbando el precisión equilibrista plateado
Que adornaba al despacho) delante de los niños.
Bueno , no sabes geografía o zoología era
Una cosa , pero escribí seas era demasiado
Grave .mas bien parecía obra de Rommel ,
Cuya vulgaridad suele obligarlo es escupir
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Gargajos en la cancha de coliseo cuando los
Alumnos se forman para el minuto cívico .
Pero obsequiar golosinas no era su estilo .
Conclusión provisional: ninguno de los
Tres eran mis amigos secretos , así que me guarde
El papelito en la carpeta y Salí apretando
Y paso así a mi aula y masticando el bombón
Al cruzar el umbral , me choque con
Fabricio , el único maestro realmente guapo
Del colegio, cuyos ojos azules
Se llenaban de lagrimas después de que el
Grueso lomo de mi carpeta se estrellara en
Su entrepierna . quisiera ofrecerle disculpas , pero
Tenia el chocolate atragantado y apenas pude balbucear
Un insípido. ¡que papelón!Fabricio extendió la palma de la mano para
Indicar que todo estaba bien , pero su contenida
Mueca de dolor me puso nerviosa .en
En realidad , el Fabricio me puso a temblar desde
Que llego al colegio con su cabellera castaña
Como un no se que magnéticamente
Perturbador. Las profesoras y las chicas del colegio se morían
Por el y se daban modos para abordarlo con escusas bobas .
Profe, no entiendo esto de la epistemología, ¿me
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Podría dar unas clases en mi casa? y le escuche
Decir a la Tania laurina, la reina del
Colegio, que usaba una mini de escándalo
Mientras yo fingía escribir en la boleta de reportes
Académicos. pero el Fabricio no se dejo
Intimidar:señorita laurina, usted no
Necesita clases extras , con limitarse a atender
Las mías será suficiente para probar , le
Respondió para luego mandarla a volar .
¡bien ,así se hace !pero , aquella mañana en
Que lo lastimen, hubiera querido remediar el
Golpe que le di, pero ya estaba bastante atrasada
Para iniciar la clase de ingles con los
Mugrosos del tercer curso, y tampoco tenia
Idea de que hacer en el caso de una lesión enEse lugar tan peculiar. anda nomas, Natalia
, estoy bien , me aseguro con voz entre cortada.
Tome la carpeta y tragando la almendra sin
Masticarla corrí hacia mi aula,
Asustada y temblorosa. No regrese a mirar
Si Fabricio se había recuperado o si había
Entrado a la sala de profesores. Y apenas
Tuve la puerta de mi clase en la mano, la
Madera .contemplando la guerra de mochilas
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Que entablaban mis alumnos, rogaba
A mi corazón que dejara de latir con tanta
Fuerza. Hello,Miss Natallie,me saludaron
Los guambras mientras corrían a sus asientos
Al día siguiente, encontré una rosa y
Otro papelito en mi casillero. Espantada, cubría
La flor con mi carpeta y lance una mirada
Alrededor. La sala estaba repleta: el Fabricio
Leía el periódico muy concentrado, cruzado
la pierna y exhibiendo esos zapatos
de gamuza que le daban el toque perfecto
para hacer profesor de filosofía. ¡que estilo
que tenia para combinar los colores !a lado
Contrastaba la dominica , fachosa como
Siempre , cortando con una tijera unas abejasque le estaban quedando desproporcionadas
en relación al canal dibujado en su
cartel. Mas allá , la sus y, otra que solía estar
divorciada de la moda, tomaba café mientras
charlaba con los profesores de educación física.
Al fondo, el asqueroso de Rommel
Devoraba con avidez unas papas fritas que
Habían comprado en el bar de los estudiantes
Y se limpiaba las manos del aceite ¡En su saco!
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También estaba los inspectores de las
Áreas sociales , ellos si con corbatas y sacos en
Perfecto orden, mirando los horarios de clase
Colgados en las carteleras , y mis colegas
Del área de ingles , maquillándose rápidamente para ganarles
A la campana del fin del recreo .
tratando de ser lo mas natural posible,
Agarre la rosa, la metí en la carpeta para
Ocultarla y camine hacia e3l baño de profesoras.
Apenas estuve sola ,abrí el papel y leí:
no sabes cuando espere un pretexto para
Acercarme a ti . emocionada , reí en voz
Baja y cerré los ojos para pensar en quien era
Mi amigo secreto. Pero no me engañe :no
Tenia idea de quien se trataba aunque miCorazón quería creer que Fabricio se habían
Animado a fijarse en mi . ¡en mi !,que siempre
Me mostraba tan torpe e insegura y que,
Como todas en el colegio, también era tan
Poca cosa. Pero luego desperté y me dije:
Natalie , tienes otros veinte compañeros
Varones que estaban jugando al amigo secreto
Puede ser cualquiera. me levante, camine
Asia la puerta del baño y la entreabrí para
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Espiar a la sala. El Fabricio ya se había retirado,
Pero el Rommel seguía tragando sus
Papas y dejando manchas de aceite en su ropa
Y en el mantel de la mesa. Como un rayo
me fulmino una idea terrible:¡los dos
únicos varones solteros eran el Rommel y el
Fabricio! El resto eran casados y gente mayor,
Así que no había por donde perdersea
Menos que un adultero me hubiera hachado
El ojo. si así fuera , no tendría la menor
Oportunidad conmigo. Pero. ¿Hasta qué
punto se arriesgaría un profesor casado para
involucrarse con una novata como yo,que apenas tenía 23 años y que jamás
usaba prendas provocativas para exhibir
las piernas torneadas que nunca tuve ni
el par de atributos que los hombres suelen
mirar cómo idiotas y que, en mi caso, eran
tan pequeños que debía usar un sostén con copas
para no quedar plaña como tabla? La rigidez
de la Rectora no permitía relaciones de ese
tipo entre el personal docente, y un buen
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empleo como este no valía la pena ser
cambiado por una aventura sin sentido.
Pero no pude seguir pensando más:
la puerta se abrió y me golpeó en toda la frente.
¡Perdón, mija, no te vi! Es que voy corriendo
al baño, que ya no me aguanto... dijo
la Dolménica, que luego enmudeció al
clavar la vista en la rosa, desparramada
por la baldosa junto a mis papeles y mi dignidad.
eso, qué es?, preguntó con ese tono de
voz chismoso que tanto pavor solía
provocarme. Una rosa, contesté
mientras mi mano tocaba la frente
para comprobar si la Dominica no me
había roto la cabeza. , Una rosa?,¿en serio?, no me di cuenta, creí que era un
elefante... ¡Ya sé que es una rosa,
no soy tarada! Pero, ¿quién te la dio? se
exaltó la Dolménica. Cállate, no hagas
escándalo, me levanté aterrada para cerrar
la puerta. Sorry, pero sabes bien que no
podemos meternos con los alumnos de
cursos superiores sermoneó la Doménica
con una risita bobalicona y hablando más
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bajito. Quise darle un par de cachetadas
para que no dijera estupideces, pero me
contuve y le expliqué con voz pausada
que la rosa me la dio mi amigo secreto.
Los ojos de Doménica se desorbitaron.
Tu novio secreto, querrás decir, me dijo
mirándome de arriba abajo como si su vista
fuera de rayos X y estuviera, analizando mi interior.
A regañadientes, le confié todo lo que pensaba
al respecto, excepto mis sentimientos sobre
Fabricio. Eso era demasiado íntimo.
¡ojalá fuera el Fabricio, eso sí sería
colosal!, exclamó la Doménica con
las manos en la cara: Yo no supe hacer
otra cosa que imitar su mueca abriendola boca y riendo exactamente como ella.
En ese momento, sonó el timbre del
cambio del fin del recreo. Quería irme
a mi clase antes de que otra guerra de
mochilas se desatara, pero, al salir del baño,
la Doménica me tomó del brazo.
¡Compañeros, escuchen! anunció ella
para luego decir: antes de que se vayan
a sus clases, les recuerdo que solo quedan
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cuatro días para jugar al amigo secreto.
Al quinto, nos reuniremos aquí, en el
recreo largo, para el intercambio de
regalos. Así que, si no han dado golosinas,
¡aprovechen, avaros! Y me refiero al mucho
que me tocó, que no me ha dejado nada,
así que ya estoy perdiendo la esperanza
de que me regale el último CD de Juan Fa Velarizo.
Me quedé fría, pues me había olvidado de darle
algo a mi amiga secreta, que era la Rectora.
En toda la semana no le había dejado ni
un M&M. ¡Qué vergüenza! Mientras
caminaba al aula, pensaba en el delicado
compromiso de buscarle un regalo
a alguien como ella. Obviamente, la Rectorano recibió con beneplácito la botella de
champaña que le regaló el Rommel el año
anterior, aunque se comportó con diplomacia
pues conoce del talante del profesor de
música. Pero yo no podía permitirme el
Lujo de darle cualquier cosa, sobre todo
porque era conocida de mi mamá, quien
me palanqueó e] puesto después de
que me despidieron del Banco del Futuro
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por quiebra.
Tranquila, no andes con esa cara,
me susurró al oído la Doménica, que
me había alcanzado hasta lograr caminar
a mi paso. Sabremos antes del intercambio
de regalos quién es tu amigazo secreto, ¡te lo juro!.
Al otro día, la mano me temblaba más
de la cuenta: otra rosa, otro chocolate
y otro mensaje aguardaban en mi
casillero. Ansió que llegue el momento
de nuestro encuentro. La Doménica me
dijo que había estado vigilando desde
la primera hora (desde la ventana de su
aula se divisa con claridad la entrada
de la sala de profesores), pero que nohabía visto a nadie con flores hasta el inicio
del recreo. Decidimos pedirle al conserje
que echara un ojo y nos avisara si alguien
se acercaba a mi casillero, aunque sabíamos
que era perder el tiempo, ya que no había nadie
más despistado que don Juanito, a quien
los alumnos le gastaban bromas pesadas
con frecuencia, como en aquella ocasión
en que incendiaron los botes de basura
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de todos los pasillos: el pobre Juanito
corría con baldes de agua en forma
desesperada para apagar las llamas. Cuando
se acabó la jornada, y antes de abordar el
bus de regreso a casa, fuimos las últimas
en salir de la sala de profesores. Incluso
pusimos un candado de propiedad de
Doménica, quien se guardó en la cartera
el que pertenecía a la sala.
¿Estás loca?, ¿cómo se te ocurre llevarte
un candado del colegio y poner uno tuyo?,
le reclamé, aterrada. No quiero que nadie entre
aquí hasta que lleguemos mañana. Y en lugar de
quejarte, al menos deberías averiguar si Fabricio
es tu amigo secreto. Solo yo pienso las estrategias, me reclamó.A la mañana siguiente, un tumulto se había
acumulado en la entrada de la sala de profesores.
Me acerqué y vi con horror al pobre de don
Juanito lidiando con decenas de llaves atadas
con un sucio cordón. El anciano tomaba una
y, con lentitud proverbial, la probaba en el
candado que había dejado la Doménica,
pero sin suerte: ninguna calzaba, como
era natural. Muévase, don Juanito,
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estamos atrasados a clases, se quejaban
los compañeros mirando el reloj y agitando
los brazos. Pero don Juanito, impasible y
en silencio, porfiaba con su llavero. Después
de quince minutos, todos los profesores se
habían marchado a sus aulas, enojados y
resignados porque no pudieron retirar de
sus casilleros los libros de texto ni las guías
didácticas. Yo estaba en el mismo aprieto,
aunque podía improvisar algo con mis guambras.
Pero me quedé junto a don Juanito hasta que
todos se fueron. Entonces le dije: olvídese de
eso y mejor rompa el candado. Don Juanito
respondió: nunca en mis 44 años de servicio
en este colegio he perdido una llave, Miss Natalie,y hoy no será ese día. En ese instante, llegó
la Domenica con una de sus alumnas atrapada
del brazo. Sin saludar, empujó al anciano, abrió
el candado y metió a la niña dentro de la sala
de profesores. Qué haces, Doménica?,
pregunté con asombro. Sin escucharme,
la Doménica ordenó a la niña que no se
moviera del mueble de los casilleros y que,
apenas alguien dejara una flor en el mío,
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corriera a la clase a avisarle. La alumna asintió,
feliz de la vida. Bueno, vamos a clases,
que estamos atrasadísimas, ordenó chasqueando
los dedos. La Doménica tenía la mala costumbre
de hacerse la mandona y esa actitud me provocada
ronchas en la piel, aunque a mí me inquietaba otro
asunto, mucho más delicado: Oye, ¿vas a dejar
a la hija del Ministro de Gobierno cuidando mi
casillero?, ¿se te corrió la teja? La
Doménica me dijo que no me preocupara,
que Estefanía era sumamente confiable.
.Cómo sabes?, pregunté. La Doménica
solo me dijo cree en mí. Quise aclararle
que tampoco confiaba en ella, pero
me limité a insistir en la poca idoneidadde Estefanía como mi guardia privado.
Entonces mi amiga confesó que Estefanía
conservó un terrible secreto: ¡pescó a la
Doménica besándose con el anterior
entrenador de fútbol del equipo Sub 18
en la kermesse pasada! Me quedé
petrificada cuando escuché semejante
barbaridad. ¡Qué... dejen... qué
bueno que la niña se portó comprensiva
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y no te delató!, exclamé con
alivio exagerado después de digerir la
noticia. ¿Comprensiva? Ja, no me
hagas reír. Le dije a Estefanía que
le regalaría la Barbie Anarquice a cambio
del silencio. No sé- por qué empecé a
sentir pánico y mejor cerré la boca.
Apenas sonó la campana del recreo,
volé hacia la sala de profesores. Ahí estaba
Estefanía, muy sonreída. Atrás de mí entró,
jadeando, la Doménica, quien inspeccionó
todos los casilleros. Ajá, no hay rosas!,
me guiñó el ojo. Claro, pues, pendeja,
quién me va a dejar nada si la niña está
aquí parada como bulldog?, me enfadeLos nervios se me empezaban a destrozar.
Cierto, tienes razón, ¿qué te parece si
mejor la escondemos en el baño de mujeres
propuso mi amiga. No!, respondí. , Crees
que es adecuado que la pongamos bajo la
mesa de los profesores? Podría espiar mejor,
insistió mientras miraba por debajo del mueble.
Aguantando las ganas de agarrar a la
Doménica por el cuello, le dije a
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Estefanía que se fuera a jugar al recreo y
que no regresara a la sala de profesores.
Ok, pero la profesora Doménica ofreció
darme una recompensa. Doménica miró
al cielo y simuló no saber nada del asunto.
Yo no tenía en ese instante una Barbie
para dársela. Es más, yo ni siquiera poseía
una en mi casa, porque mi padre, que era
izquierdista, siempre me regalaba muñecas
de trapo y peluches, pero nunca me
quiso dar una Barbie porque decía que
eran muñecas del imperialismo norteamericano.
Bueno, solamente tengo este paquete de
chocolates,.. No pude decir nada más porque
Estefanía exclamó ¡no importa! y se losllevó, Me quedé estática, mirando a la
hija del Ministro de Gobierno llevándose
los chocolates que eran para la Rectora.
Clavé una mirada feroz sobre la
Doménica y estaba a punto de usar
esas palabras de grueso calibre que
solo salen de la boca de los alumnos
secundarios cuando juegan al fútbol,
pero entraron los profesores. Preferí
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sentarme para
revisar las guías calmarme con
un café. Cuando ya estaba sentada
con los papeles frente a mí, me di
cuenta que el café necesitaba más
azúcar. Iba a levantarme a buscarlo,
pero una mano me tocó el hombro.
Yo lo pondré por ti. ¿Una o dos?.
Alcé la mirada y era el Fabricio.
¡Qué lindo se veía desde ahí abajo!
, Una o dos, qué?, pregunté cómo
estúpida. Cucharadas de azúcar. ¿Cuántas
te hacen falta?, insistió mientras tomaba
de mi mano el plato y la taza. Ah, sí, dos
nomás, respondí.El Fabricio se fue hasta la cafetera, agregó
el azúcar y regresó con una sonrisa tan
cálida que me provocó tembleque. Las
manos me sudaban y sentí que los
colores se me subían al rostro. Le agradecí
la molestia y, después de recibir el plato
y la taza, pasé velozmente a revisar la
guía para las clases que me faltaban. Fabricio,
¡qué se había sentado a mi lado!, abrió el
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periódico y. murmurando para sí mismo,
rayaba algunos titulares con un resaltador amarillo.
No podía mantener la concentración en mis guías
porque el perfume del Fabricio y su voz me
hipnotizaban. De repente, crucé la mirada con
la suya, y casi me infarto del miedo. A la
primera, me había pescado in fraganti
espiándolo, y me dio pánico imaginar
las ideas que estuvieran pasando por su cabeza.
Perdón, ¿te molestan mis ruidos? Es un mal
hábito mío, siempre lo hago cuando leo,
se excusó. Aliviada, le respondí que no me
había molestado, pero mentí al añadir
que me daba curiosidad su lectura.
Es para mi clase, explicó, extraigode los periódicos los temas para discutir
sobre filosofía, así logro que mis chicos
se interesen por sucesos actuales y no
por amanerados viejitos en bata de la
Grecia antigua rió Fabricio. Yo
también reí y le comenté que su idea
me parecía buena. Ojalá me hubieran
enseñado así la filosofía, quizás hubiera
hecho algo más que copiar en los
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exámenes, exclamé con osadía, porque
no me gustaba confesar que no había sido
una alumna rescatable, A lo mejor, si no
lo consideras muy tarde, yo podría enseñarte
algo, propuso el Fabricio. No pude
responder nada porque, en ese instante,
llegó un mensaje a mi celular. Conteniendo
las iras, busqué en mi cartera el teléfono.
Pensé que era mi mami y que se trataba
de algo muy importante, ¡porque le tenía
prohibido molestarme en el colegio. Pero
no era mi mami, ¡era la Doménica!, que me escribió:
aprovecha para ver si Fabricio tiene faltas
de ortografía. Alcé la mirada y vi a mi
amiga sosteniendo su celular, escondidaen el baño de damas. Quería matarla.
Pasa algo?, me preguntó Fabricio al
percatarse de mi mueca de enfado. Quise
decir que no era nada de importancia,
pero al agitar la mano para acompañar
la negación, tiré mi taza de café sobre los
periódicos del Fabricio. ¡Qué vergüenza!
El profesor se levantó de golpe, con unas
cuantas manchas sobre su pantalón y exclamando
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¡arrayar!. Intenté levantarme para hacer algo,
pero al mover la mesa, la taza de café del Fabricio
cayó sobre su maleta. ¡Me quería morir! Busqué un
trapo por el lavabo, o al menos una toalla de papel
, pero no hallé nada y, perturbada de la
desesperación, me puse a llorar. Natalie,
no te preocupes, mejor ayúdame a limpiar
mi maleta mientras pongo en la basura
estos periódicos inservibles, pidió
Fabricio como si nada terrible hubiera
ocurrido. Pero, ¿y tu clase?, me
angustié. Fresca, puedo pedir un (Bario
prestado a la Rectora. Pero ayúdame a
sacar mis cosas de la maleta antes que
de que se manchen. Fabricio se fueal baño a botar los papeles y yo, al
abrir su elegante maletín de cuero,
encontré una rosa del mismo color
y con la misma envoltura de las que
me habían dejado en mi casillero. Nerviosa
y al apuro, pendiente de la puerta del baño
de caballeros, empecé a sacar sus cosas: un
esferográfico completamente empapado,
un borrador de queso protegido por un estuche,
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una agenda salvada de milagro y un paraguas
intacto. En ese momento dejó de escucharse ruido
en el baño e intuí que Fabricio ya había
colocado todos los periódicos en la basura.
Luego corrió la llave del agua: se estaba
lavando las manos. Me armé de valor y
abrí la agenda de Fabricio. Leí sus datos
personales (su película favorita era La
Insoportable levedad del ser, su color
favorito era el rojo, ¡era bincha de la Liguita. qué
Bacán!, y era fanático de un grupo de rock llamado
The Mugre Mu sic Band pero no encontré nada raro.
El agua dejó de correr y se accionó el secador automático.
Entonces abrí al azar una página y encontré lo que buscaba:
la revolución filosófica del mundo: guía de materias paraquintos cursos. Primero: el ser humano y su libertad para
Elegir ¡hermosas frases escritas de su puño y
letra! Cerré la agenda y la dejé encima
De la mesa, con el corazón latiendo a mil de felicidad.
Después de que las clases terminaron, caminaba en
silencio junto a la Doménica, que en cambio no
paraba de decir pendejadas sobre los inexorables
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caminos que toma el amor secreto, lo afortunada
que era yo por haberlo flechado, que ella ya le
había lanzado los perros una vez pero que el
Fabricio le había ignorado (¡casi me regresó a
golpearla!) y tonteras de ese estilo. Yo caminaba, feliz...
Los dos siguientes días encontré dos
rosas y dos mensajes más: el primero
decía Estamos cerca de intercambiar
los regalos, y tengo una pregunta que
acerté, pero no sé si tendré el valor.
El otro decía: Tengo miedo de
enfrentarte, pero no me perdonaré si pierdo
esta oportunidad. Los leía y releía
mientras esperaba que mis chicosterminaran el examen de fin de trimestre.
Creo que esta vez mis alumnos
aprovecharon mi guardia baja para
copiarse de lo lindo. Trinqué a una
chica traduciendo la prueba de inglés
en su celular (¡qué no inventan ahora
estos guambras tramposos!), pero estaba
tan alegre que yo misma le puse la respuesta
correcta, aunque le pedí que apagara el aparato.
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Miss Natalie. ¿Está enamorada?, me preguntó
la Tita Tupín cuando entregó la prueba.
Speak in English, miss Tupín, ordené
poniéndome roja de la pena. ¡Qué mocosa tan metiche!
Sorry, eeehhh, Are you in love, miss
Natalie, insistió. ¡Mierda!, ¿quién
le habría enseñado eso?, qué
precoces son los niños en estos
tiempos. Why?, pregunté severa
juntando las manos. Because. you...
hummm... creo que se dice... because your
face is... ugly, me señaló la cara. Ugly?,
grité aterrada. No, no quise decir ugly...
quise decir.., bueno.., no sé cómo traducirlo,
pero usted ha pasado con la misma cara devolada que pone mi hermana de diecisiete
años cuando habla por teléfono con su no¡
vio, explicó la Tita. Me levanté, puse las
Manos en la cintura y dije con voz clara: Miss
Tupín, you must speak in English with
me, always. La niña sonrió y me
respondió: para qué, si ya se acabó
la clase. Juré ponerle cero en su
examen, aunque luego recordé que,
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al día siguiente, por fin me
Vería cara a cara con mi amigo
secreto, y preferiría relajarme,
disfrutar del momento y pasar
por la sala de profesores retirando
mi última rosa y mi último mensaje.
Pero me pegue un baldazo cuando,
al entrar, vi al Rommel poniendo una
rosa y un papelito en mi casillero.
Me escondí y contuve las ganas de
llorar de la decepción de haber visto
la zarpa del Rommel tocando las
rosas que yo, con tanto cariño e ilusión,
luego guardaba y ponía a secar en misdiccionarios. Casi vomito del asco. Me
agaché y por el orificio que deja la
bisagra, espié al Rommel, que se alejaba
de mi casillero rumbo al baño para
caballeros. Cuando cerró la puerta,
entré a la sala de profesores, dejé una
funda de chocolates en el casillero de
la Rectora por fin pude darle algo
a la pobre y, conteniendo las arcadas,
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tomé el papelito y la rosa, como quien
agarra un mosco aplastado. Abrí la carta
y leí: Mañana seremos felices, te lo
prometo. Lo estrujé con furia y decidí
entrar al baño para decirle al Rommel
que no pensaba exponerme a una humillación
pública, y que jamás podría haber nada entre
los dos. Entrar al baño de hombres era una
incorrección, pero era mejor a que todo el
personal docente me viera recibir un regalo
romántico de semejante jabalí. Me arrué
de valor y caminé decidida hacia el baño,
pero no entré; la voz del Fabricio salió de
dentro me detuvo en seco: , Nadie te vio
poniendo la rosa y el papel?, preguntó, Lavoz de Rommel respondió: no, para nada,
todo fresco tu secreto estará a salvo un
día más, jejejeje. Fabricio replicó: gracias,
hermano, gracias, En ese instante me aparté
de la puerta y, luego de unos pasos
dados hacia arras, di media vuelta y huí
de la sala de profesores.
Por fin llegó el gran día. Acudí al
colegio con un look especial: mi
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mami me había maquillado y peinado
desde la madrugada por fin mija quiere
verse alhaja) y me vestí con un traje
sencillo pero elegante, de color celeste
. Mi madre me prestó unos aretes y un
collar de perlitas falsas que combinaban
cori mi estilo. Mis alumnos me silbaron
con piropos cuando entré a mi aula, y los
colegas me habían desconocido cuando
entré a la sala de profesores, para el acto
de intercambio de regalos (señorita, se
equivocó de institución, la escuela de
modelos está en la otra calle, me coqueteó
[el Fabricio!). Pero estaba muy tensa y
aguantando el dolor en los pies, ya quetenía poca costumbre de usar zapatos de
taco alto. Casi me mato en el bus del colegio,
pero me alcancé a agarrar del pasamanos
antes de estamparme contra el suelo. Y
dar clase con tanta elegancia no fue muy
saludable que digamos. Por fin, todos los
profesores estaban reunidos cuando entró
la Rectora. Hubo un pequeño saludo navideño,
risas fingidas, la Susy que pasaba una bandeja
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de papas fritas, la Doménica que servía las bebidas,
yo que me secaba el sudor de las manos con toda
servilleta que venía con los vasos, hasta que se
anunció el momento esperado. Se hizo un sorteo
y fue el Fabricio el encargado de dar su regalo.
Tomó un paquete forrado con papel de regalo
rojo, caminó hacia mí y se detuvo cerca de mi
barbilla. Bueno, Natalie, yo no sé cómo decírtelo,
estoy muy apenado, pero tengo un secreto que llevo
varias semanas guardado, me ha estado consumiendo
poco a poco y prometí no revelarlo hasta hoy...
balbuceó el Fabricio. Yo no creí que fuera a decírmelo
así de entrada, delante de todos, era un loco y yo,
Dios, yo estaba enamorada de él, solo esperaba que
me lo dijera para abrazarlo y darle las gracias porhaberme dado la mejor Navidad de mi vida. Pero
Fabricio seguía hablando: , Creo que eres muy
especial, muy chévere y estoy orgulloso de
decirte que... ¡tu amiga secreta es la
Doménicaaaaaaaaafl!!. Un segundo después,
la Doménica me abrazaba mientras me decía
caíste, pendejajajajajaja y me daba el regalo
que el Fabricio sostenía al principio. Después
de unos eternos segundos de risas y aplausos
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de todos mis colegas, me tocó dar el regalo a
la Rectora. Ella me abrazó con cariño, me
dijo gracias por ser tan buena maestra,
para luego hacer entrega de un regalo... a
Rommel: ¡la misma botella que el profesor
de música le había dado el año anterior
Para que su boca se hinche, le espeté con
risas la Rectora. El resto de la reunión transcurrió
alegre, aunque yo luchaba con todas mis
fuerzas para no llorar y humillarme más.
Cuando todos los regalos se hubieron repartido,
todos comimos los bocaditos y, mientras yo
masticaba en silencio unos insípidos sánduches
de pavo, la Doménica y el Fabricio me contaban,
salpicando de risas sus palabras, cómo ellos sehabían puesto de acuerdo para jugarme la broma
y hacerme creer que el profesor de filosofía estaba
enamorado de mi. Todo fue un
truco planeado al detalle. Yo respondí con sonrisas
y así me mantuve hasta que llegue a casa, arrogue
los zapatos en la alfombra me senté en la peinadora
y viéndome al espejo por fin pude llorar todo lo que
necesitaba para sacar a Fabricio de mi corazón.
Desde entonces, ya no juego
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al amigo secreto. Después
de varios años, veo a mis
alumnos jugar a esa idiotez.
Ilusionados y felices. No les
aliento a hacerlo, pero tampoco
les prevengo de nada. A veces,
ellos me invitan a participar,
pero yo me niego. Why not, miss
Natalie?, me preguntan siempre. Y
yo respondo, clarito y en español: prefiero
tener amigos públicos, para luego empezar
a dictar la tarea.