El-Abbadi, Mustafá - La Antigua Biblioteca de Alejandría. Vida y Destino

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La Antigua Biblioteca de Alejandría V ida y D estino Mustafa El-Ab b adi

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Mustafá El-Abbadi -La Antigua Biblioteca de Alejandría. Vida y destinoEl profesor Mustafá El-Abbadi nació en El Cairo en 1928. En 1951 se graduó (Eton.) en Historia por la Universidad de Alejandría y, en 1960, se doctoró en la Universidad de Cambridge. Ha enseñado en la Universidad de Alejandría desde 1961 y en 1972 fue nombrado catedrático de Lenguas Clásicas. Destinado en la Universidad Árabe de Beirut, ha sido profesor visitante en varias Universidades: Argelia, Alemania (antigua RDA), Arabia Saudita, Austria, Estados Unidos, Irak y Kuwait. Catedrático de de Historia Clásica en la Universidad de Kuwait entre 1986 y 1990, actualmente es catedrático emérito en la Universidad de Alejandría. Su principal campo de investigación son los papiros griegos y la historia del Egipto greco-romano. Durante los últimos años, ha realizado varias contribuciones al estudio de los papiros griegos y árabes de inicios de la época islámica.IndiceMensaje de S.M. La ReinaPRESENTACIÓNAlicia Girón GarcíaCándido Velázquez-GazteluJuan Antonio Carrillo SalcedoPREFACIOFederico Mayor Zaragoza IntroducciónPrimera parte. LOS orígenesAlejandro el explorador Alejandría, capital de una nueva eraSegunda parte. La historiaEl Mouseion y las BibliotecasEl florecimiento intelectualTercera parte. El finEl destino de la Biblioteca y del MouseionEpílogo: De Alejandría a Bagdad Reseñas biográficasCronologíaReferencias BibliográficasÍndice de Ilustraciones

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  • La Antigua Biblioteca de

    AlejandraV i d a y D e s t i n o

    M u s t a f a E l - Ab b a d i

  • E l p r o f e s o r M u s t a f E l - A b b a d i

    naci en El Cairo en 1928. En 1951 se gradu

    (Eton.) en Historia por la Universidad

    de Alejandra y, en 1960, se doctor en la

    Universidad de Cambridge. Ela enseado

    en la Universidad de Alejandra desde 1961

    y en 1972 fue nombrado catedrtico de Lenguas

    Clsicas. Destinado en la Universidad rabe

    de Beirut, ha sido profesor visitante en varias

    Universidades: Argelia, Alemania (antigua RDA),

    Arabia Saudita, Austria, Estados Unidos, Irak

    y Kuwait. Catedrtico de Efistoria Clsica en la

    Universidad de Kuwait entre 1986 y 1990,

    actualmente es catedrtico em rito en la

    Universidad de Alejandra. Su principal campo

    de investigacin son los papiros griegos y la historia

    del Egipto greco-romano. Durante los ltimos aos,

    ha realizado varias contribuciones al estudio

    de los papiros griegos y rabes de inicios

    de la poca islmica.

  • La Antigua Biblioteca de Alejandra

    V i d a y d e s t i n o

    Mustaf El-Abbadi

    ArmauirumqueArmauirumque

  • Ttulo original:Life and fate o f the ancient Library o f Alexandria

    UNESCO 1990 para la edicin origins!ISBN: 026.3 2 9

    nara la presente edicin: UNESCO yAsociacin de Amigos de

  • Cuando el enemigo trat de separarlo de su flota,Csar se vio obligado a repeler el peligro recurriendo al fuego,

    que se extendi desde los astilleros y destruy la "Cran Biblioteca".

    Plu'i a r c o , Cesar, 49

  • IndiceM ensaje de S .M . La Reina 7

    P r e sen t a c i n

    Alicia Girn Garca 11Cndido Velzquez-Gaztelu 13Juan Antonio Carrillo Salcedo 15

    P r efa c ioFederico Mayor Zaragoza 17

    In t r o d u c c i n 25

    Prim era parte. Los orgenes 31Alejandro el explorador 33Alejandra, capital de una nueva era 41

    Seg und a parte. La historia 81El Mouseion y las Bibliotecas 83El florecimiento intelectual 117

    T ercera parte. El fin 161El destino de la Biblioteca y del Mouseion 163Eplogo: De Alejandra a Bagdad 201

    Reseas b io g r f ica s 215

    C r o n o io g a 253Referencias B ib lio g r f ic a s 263

    n d ice de Ilu s tra c io n e s 267

  • El recuerdo de la antigua Biblioteca de Alejandra, que ha trado hasta nosotros el ms genuino y autntico concepto de cultura universal, debe ser el faro que ilumine la gran obra del saber y el conocimiento, morada de las Letras y de las Ciencias, que la nueva Biblioteca aspira a ser.

  • b bad i, Mos tafo ILife and taie of the ancient I ibrary 01 AlexandriaLa an Li sun biblioteca de Alejandra: vida y destino/ Musta El-Abbadi; [Traduccin, Jos I ais ( jarcia-Vi I ki I ba Sotos]. Madrid: Asoci.x ion di? Amigos de la B iblioteca de Alejandra, (199 1|. 272 p.: il.Traduccin de: Life o id tato the ancient I ibrafy of Alexandria.ISBN: 64 91 39-00-8Depsito I epal: M-30932-1 994I. I it Li lo 1. Biblioteca do Alejandra 027 02 I ).

  • hoy, con el pas infatigable de los siglos y los avances cicnlfic os, la Bibloteca de Alejandra brilla con luz propia en la memoria de la humanidad como uno de sus mayores logros culturales. Alejandra, su Museo, su lielerclta poblacin y su diversidad religiosa, consltyyn un ejemplo conspicuo de la tolerancia social y el desarrollo < ient!ico, resaltando historie menle que ambos trminos dis
  • elefnica de Espaa, S.A. no poda quedar al margen de las inu iativas auspit iadas por Unes o, encaminadas a reconstruir la antao real y hoy mtica Biblioteca de Alejandra. Este proye< tu comenz a tomar cuerpo en 1988, contando desde el primer momento con el apoyo entusiasta de S.M. la Reina de Espaa, doa Sofa, que suscribi la Di'< laracin de Asun junto a otros A ltos Dignatarios de muy diversos pases. Desde entonces he seguido atento a su desarrollo, que ya cuenta entre nosotros con una

    .acin con el propsito de contribuir a la construccin y do- tac in de la Bibliothet .1 Alexandrina, en la que est previsto reunir varios millones de libros y documentos, con especial dedicacin al Mundo Mediterrneo.

    Nuestra Compaa, a la vanguardia del cada vez ms complejo mundo de las telecomunicaciones, con actividades en varios continentes, se congratula de tan feliz iniciativa y contribuye con la edicin de esta obra al logro de tan encomiables objetivos. Por lo que sabemos, los gestores de la nueva Bibliotheca Alexandrina quieren dotarse de eficientes sistemas de telecomunicaciones que permitan la futura consulta de sus fondos desde las ms lejanas universidades e instituciones; a buen seguro, Telefnica de Espaa, S.A. formar parte de esa amplia red de comunicai unos quo posibilitar el acceso a las fuentes de la informacin y del saber.

    Candido Velzquez-GazteluT i /< i t i n i c . t

  • Para la Fundacin El Monte es un honor participar en la edicin espaola de este extraordinario estudio del profesor Mustafa El-Abbadi sobre La Antigua Biblioteca de Alejandra, su historia y su enigmtico deslino, porque en la prodigiosa empresa de Alejandro (que tuvo como preceptor a Aristteles, y que fue amante de la literatura y la lectura), Alejandra, en Egipto, ocupa un lugar privilegiado. Fue sin duda un smbolo de universalidad, hasta el punto de que aparece como la capitel de una nueva era con la experiencia histrica de una sociedad multirracial y multicultural.

    Nuestro tiempo precisa de experiencias anlogas, como respuesta a la indiscutible globalizacin de la comunidad internacional contempornea, y desde Andaluca, oir realidad histrica de mestizaje enriquecedor, la Fundacin El Monte se honra en tomar parle en un esfuerzo cnkural como el que este libro represen;.i.

    Esfuerzo cultural en el que igualmente nos parece todo un smbolo que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo haya colaborado tan estrechamente con la UNESCO, pues no creemos que el desarrollo sea un proceso exclusivamente econmico sino, por el contrario, y ante todo, un fenmeno humano y, por ello, cultural y so( al.

    .Ju a n A v o n io C a r r il l o S a l c e d odel Patronato de U Fundacin El Monte

    i 5

  • Prefacio

    Js te relato ele la vida y destino do la anticua Biblioteca do Alejandra podra evocar la historia de otra bibliotec a, en este caso fictii ia, que Umberto Eco describe en El nombre de la rosa, esa lcida meditacin sobre la bsqueda humana del saber. Al ni de la novela, volviendo a las ruinas de la abada que muchos aos antes haba sido el escenario de trgicos sa; esos, el narrador emprende la ardua tarea consistente en reconstruir para la posteridad el contenido do la biblioteca devastada:

    di difie io... en ruinas, todava pareca erguirse en pie y desafiar el paso del tiempo... En el interior, la obra de arte, destruir.'?, se confunda con la obra de la naturaleza... Escarbando entre las ruinas encontraba a veces trozos de pergamino que haban volado del scriptorium y de la biblioteca y haban sobrevivido como tesoros 01 ultos en la 'ierra... Pas horas y horas intentando descifrar estos vestigios. A menudo, a partir de una palabra o de una imagen sobreviviente, reconoca la obra a la que pertenecan. Cuando con el correr de los aos encontraba otros ejemplares de esos libios los estudiaba con amor, como si el destino me hubiera dejado ese legado, como si ei haber identificado ese ejemplar destruido

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  • fuera una sea! innegable del cielo que me dijera tolle et lege. Iras mi pcK ion It1 omposic ion en mi espritu se perfil como una biblioteca menor, smbolo de la mayor desaparecida, elaborada a base de fragmentos, citas, frases incompletas, muones do libros;).

    De la antigua Biblioteca de Alejandra no queda ni una sola piedra. Las investigaciones y las excavaciones arqueolgicas prcticamente no han aportado ningn indicio material que permita reconstruir la configuracin, la evolucion a lo largo de sus aos de existencia o la desaparicin de la Gran Biblioteca y el Mouseion asociado a ella. Lo que sabemos de la Biblioteca proviene casi exclusivamente del anlisis de los textos de la antigedad, de los pacientes y apasionados trabajos de historiadores e investigadores que pasan por el cedazo la confusa masa de testimonios antiguos para reconstruir una imagen coherente y real de una institucin desaparecida.

    El autor del presente estudio ha investigado una cantidad ingente de documentos y fuentes materiales para mostrar una descripcin de la Biblioteca de Alejandra que aunque, como todo trabajo historiogrico, se vea sujeto a una evaluacin posterior, no deja.de aunar l precisin de los detalles con la amplitud del anlisis. El autor acude a los testimonios disponibles para esbozar un panorama fascinante de la fundacin del Mouseion y de la Gran Biblioteca asi como de las actividades de la comunidad de eruditos que resida en el recinto real. Por otra parte, sita la creacin de la Biblioteca en el contexto histrico ms amplio de la, conquistas de Alejandro, de la ampliacin de los horizontes del mundo mediterrneo que stas supusieron) de la fundacin de Alejandra enfrente de la isla de Faros, en el delta del Ni lu, y del desarrollo de la ciudad que, bajo la dinasta de los Ptolomeos, se convirti en una de las grandes capitales intelectuales y comerciales del mundo antiguo. Finalmente, el autor nos hace abordar una de las cuestiones ms controvertidas concernientes a la Biblioteca de Alejandra, a saber, la de su rgii o destino, opuntan-

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  • do una tesis que contribuir sin duda alguna a alimentar el eterno debate abierto en torno a esta cuestin. Quizs no est fuera de lugar decir que al ha bei procedido a esta minuciosa reconstruccin el propio autor ha reconstruido una biblioteca menor, smbolo de la mayor desaparecida.

    Una muestra simblica, podra aadirse, de otro smbolo, pues, como se deduce claramente de este estudio, si la Biblioteca de Alejandra ha c m:vado hasta tal punto la imaginacin de los hombres a travs de los siglos y ha infund do tal ardor a los investigadores por desvelar sin misterios es debido al excepcional valor que representa. A imagen de las piopias < onquistas de Alejandro, la Biblioteca encarna el sueo de la universalidad. Simboliza la tentativa, quizs sin precedente, de constituir la suma del saber, integrando tanto la sabidura de los autores griegos como la de los autores extranjeros a travs de sus traducciones. Adems, la Biblioteca parece haber estado asociada a una concepcin ms aguda del saber t orno instrumento y de la bsqueda del conocimiento como proceso de colaboracin y de sntesis. Es muy significativo, en este sentido, que la Biblioteca est ligada a algunos de los primeros progresos realizados en el campo de las ciencias, que comienzan a desligarse de la filosofa y a decantarse hacia el empirismo. Al igual que el faro que se ergua en la vecina i l^a de Faros (que fue considerado como una de las siete maravillas del mundo), la Biblioteca de Alejandra es un hito que marca una etapa en e camino del hombre hacia la ilustracin.

    El proyecto de renacimiento de la antigua Biblioteca de Alejandra que la UNESCO est emprendiendo por peticin del Gobierno de Egipto, con el apoyo financiero del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se inscribe ante todo en este marco simblico. No se trata de una tentativa nostlgica de reconstruir un monumento histrico desaparecido. Muy al contrario, lo que se propone es rememorar la Biblioteca de Alejandra de la nica manera conveniente: reafirmando su herencia universal en trminos modernos. Tiras un concurso internacional

    r9

  • de arquite< tura organizado en cooperacin con la Unin Internacional de Arquitectos, existe, de ahora en adelante, un magnfico proyecto para la Nueva Biblioteca Alejandrina Durante los prximos aos la Biblioteca va a constituir sus iondos conforme a la idea de! Gobierno de I gipto y bajo los auspicios de una comisin internacional compuesta por personalidades relevantes a fin re poner a disposicin de los eruditos y los investigadores un centro de documentacin de primer orden, especializado, sobre todo, en la cultura mediterrnea y del Oriente Medio, poro que tambin incluya las obras procedentes de todos los continentes, de acuerdo i on su vocacin universal. De este modo la Biblioteca debera contribuir al desarrollo de la regin en la que se localiza y per mitir un mejor conocimiento de sta por el resto del mundo.

    Me gustara agradecer al profesor Mustaf El-Abbadi el haber emprendido este sobresaliente estudio y que lo haya hecho con puntualidad; gracias a la luz que proyecta sobre la antigua Biblioteca debera avivar el inters por la Nueva Biblioteca Alejandrina. Del mismo modo quiero mostrar mi agradecimiento al PNUD, cuya generosa ayuda ha hecho posible la publicacin de la presente obra. Reconocemos la contribucin que ha aportado a la campaa de la UNESCO como ei mayor soporte a feste pro yeclo, que, al tratar de revivir un insigne recuerdo en la historia cultural de la Humanidad, obedece al exhorto que verdadera- mente se dirige a cada uno de nosotros: Toll'e et lege.

    Fe d e r ic o M a y o r Z a r a g o z aDirector General de UNESCO

    zo

  • La Antigua Biblioteca de Alejandra

    V id a y d e s t in o

    Mustaf El-Abbadi

  • I reseo del hipogeo greco-romano de El Wardian. Bueyes haciendo girar una noria. Museo Arqueolgico de Alejandra.

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  • introduccin

    a historia de la Antigua Biblioteca de Alejandra, y en particular su enigmtico destino, ha susc itado durante mucho tiempo el inters tanto de escritores como de lectores. Desde el siglo XVIII, erudilos e investigadores lian empeado su talento en numerosas ocasiones, a veces con autntica pasin, en desvelar su misterio. Aunque en nuestros das gran [jarte de esa pasin se hayo enfriado, debido a la creciente tendencia entre reputados eruditos a aceptar el hecho de que la Biblioteca no sobrevivi a la Conquista Arabe, todava existen entusiastas que tratan de mantener viva la controversia sobre este hecho. Con la esperanza de luminar algo ms cintas ambigedades re eremos a esle asunto, se ha dedicado un capitulo de este libro al destino de la Bibliote-

    Sin embargo, todo el libro ha sido escrito con un espritu premeditado: hacer hincapi en la historia de la Bibliotec a ms que en su destino final. Para m, la fascinacin que supone la Biblioteca Alejandrina reside en ei hecho de que se inscribe en un importantsimo movimiento cientfico sin precedente alguno hasta las pocas Moderna y Contempornea, puesto que durante ms de un milenio los logros eruditos de la Antigua Biblioteca de Ale-

  • jandrfa sirvieron de faro para los sabios del Islam y de la Cristiandad medievales, as como para los grandes humanistas del Renacimiento Europeo. Quizs sea, pues, legtimo afirmar que antes de la era de la Antigua Biblioteca de Alejandra el saber haba sido fundamentalmente regional pero tambin que con la creacin de la Antigua Biblioteca de Alejandra el saber comenz a ser, por vez primera, universal.

    Dos instituciones gemelas, la Biblioteca y el Mouseion, supusieron una nueva experiencia en la historia de la cultura que bien merece una investigacin renovadora. Siempre existe la posibilidad de abordar un gran tema histrico desde una aproxima-I ion novedosa. Tal intento no slo se justifie a desde el punto de vista acadmico sino que tambin los hombres de hoy pueden extraer una fuente de inspiracin en las importantes experiencias del pasado. Prueba de ello es el proyecto actual de una nueva Alexandrina. Sin embargo, as como me he visto personalmente involucrado en casi todos los pasos de este proyecto desde el principio y, en numerosas ocasiones, he escrito artculos y pronunciado conferencias sobre la Antigua Biblioteca de Alejandra, cuando me plante escribir el presente libro me vinieron a la mente las palabras de Teofrasto: Si un autor relee su obra se ve r obligado a reescribirla. Y esto ha sido exactamente lo que ha pasado.

    Me gustara expresar mi agradecimiento a don Federico Mayor Zaragoza, Director General de la UNESCO, que se ha ofrecido generosamente a escribir un prefacio sobre la nueva Alexandrina. Del mismo modo, agradezco especialmente su colabora- cin a Jacques Tocatlian, Director de la Oficina de Programas y Servicios de Informt in de la UNESCO, que fue el primero en sugerirme que escribiera un libro sobre la antigua Biblioteca en ingls, francs y rabe. Ha dado prueba sobrada de su paciencia y comprensin dejndome trabajar ms all de la fecha inicialmente fijada, por lo que le estoy profundamente agradecido. Las ilustraciones muestran en su mayora objetos expuestos en el Mu

  • seo Greco-Romano de Alejandra. Su Directora, Doriyya Said, su Director Adjunto, Edward Kamel, y los restantes miembros del personal del Museo me han proporcionado una solcita ayuda que aprecio sobremanera. Una parte de las fotografas se deben al trabajo de Sami Mitry, Jefe del Departamento de Fotografa del Museo Egipcio de El Cairo, al que agradezco su eficacia y diligenda. Adems, me gustara expresar mi gratitud a Abdel-Hamid Kleo, mi colega en el Departamento de Geografa de la Universidad de Kuwait, que se encarg de dibujar el plano de la antigua Alejandra en un breve plazo de tiempo.

    Durante todo mi trabajo, la solicitud y la ayuda de mi esposa, Azza, me han sido especialmente preciosas. No slo se ocupo de la revisin de la versin inglesa, a menudo apurada por el tiempo; tambin la concepi ion definitiva de la presente obra se debe a las muchas conversaciones que hemos mantenido. A ella dedico con cario este libro.

    M ustaf El-Abbad i

  • Perspectiva de la Ciudad de Alejandra, con indicacin de los edificios ms importantes. Ao 1605. (Archivo General de Simancas).

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  • Primera parte Los orgenes

  • Alejandro el explorador

    l as amplias conquistas de Alejandro Magno en el siglo IV

    a.C. en Europa, Asia y Africa se tradujeron en una creciente libertad para viajar y comerciar, as como en la apertura para la bsqueda y exploracin de regiones remotas. Los horizontes del saber humano se vieron as ampliados, de forma comparable a como lo fueron despus en la poca de los descubrimientos geogrficos del siglo XV o lo son en nuestro tiempo con las explotaciones espaciales.

    La prodigios-a empresa de Alejandro se llev a cabo en un momento histrico en el que el mundo griego haba vivido un milagro de creatividad intelectual en literatura, arte y filosofa. Sin embargo, Macedonia, situada lejos de las hegernnicas ciudades del Sur y cercana ai Norte brbaro, nunca fue plenamente aceptada como parte de a cultura clsica griega. Pero, gracias a la perspicaz poltica de sus sucesivos monarcas, progres con rapidez durante los siglos V y IV a.C., hecho del que no fueron plenamente conscientes los griegos meridionales, ms avanzados. Los reyes macednicos, desde Arquelao a filipo II, buscaron como objetivo la modernizacin, que para ellos era sinnimo ele he- lenizacin. Indisociablemente unida a su poltica, estuvo la afir

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  • macin del origen helnico de la familia real de Macedonia, que se evidencia ya desde el siglo V 1

    De acuerdo con esta actitud, la Corte, desde tiempo atrs, haba acogido y protegido a muchos distinguidos intelectuales griegos: Pndaro y Baqulides, ambos poetas lricos; Hipcrates, padre de la medicina; Timoteo, poeta y compositor de msica coral; Zeuxis, pintor; Querilo, poeta pico; Agatn, dramaturgo y, el ms memorable de todos ellos, Eurpides, el escritor de obras de teatro que abandon Atenas para pasar sus ltimos das en Pella, capital de Macedonia. Es ms que probable que fuera all donde escribi Las Bacantes, quizs la obra ms provocativa de toda la literatura griega. Griegos de todas las condiciones, especialmente refugiados polticos, fueron animados a instalarse all. Ms tarde, cuando Filipo conquist las minas de oro de la frontera oriental, el afn de lucro atrajo una marea de artistas griegos, secretarios, doctores de la escuela hipocrtica, filsofos, msicos e ingenieros de todos los confines del mundo egeo. No resulta extrao, pues, que Filipo escogiera a Aristteles como preceptor de su hijo Alejandro. Con esto se mantuvo en la mejor tradicin de la monarqua macednica2

    Sin duda alguna, Aristteles, su preceptor, ejerci gran influencia en la educacin de Alejandro, tanta como los muchos libros que ste lea, tal y como lo describe Plutarco: Alejandro era un amante de la literatura y adoraba la lectura3. Lea mucho y sus lecturas eran variadas. No slo ahondaba, como se esperaba de l, en las obras de historiadores como Herdoto4, Jenofonte o Filisto5, sino que tambin disfrutaba de los ditirambos de Te- lestes y Filoxeno, tanto como de las tragedias de Esquilo, Sfocles o Eurpides6. Prueba de su amor por la literatura es la ancdota relatada por Ateneo, quien cuenta cmo, durante una campaa en Persia, Alejandro particip en un concurso recitando de memoria una escena de la Andrmeda de Eurpides7.

    Pero, por encima de todos estos autores, Alejandro apre ciaba especialmente a Homero. La Ufada era su vitico y adon

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  • dequiera que fuera siempre la llevaba consigo; incluso cuando dorma, guardaba bajo la almohada, junto a su daga, la llamada Recensin del cofre 8, que era su ejemplar de La Ufada corregido por Aristteles y guardado con amor en un estuche enjoyado capturado a los persas.

    Alejandro posea, por otro lado, un espritu curioso y penetrante que le llevaba a cuestionarse, sin cesar, todo lo que se le presentaba. De hecho, los autores helensticos consideraron que sus conquistas supusieron una importante contribucin al conocimiento experimental y a la geografa, como dice Eratstenes9. Alejandro nunca dej de anotar observaciones sobre los pases que iba conquistando10 y, durante sus operaciones militares, una parte de su espritu estaba ocupada en observar con agudeza, explorar y extraer conclusiones.

    Desde la ms temprana antigedad, el Nilo haba sido un fenmeno que haba intrigado a las mentes ms eruditas. Las fuentes de este gran ro, que fluye de Sur a Norte, se situaban en regiones que nadie ha visto jams, pues se encuentran en el desierto. Ms an, mientras todos los dems ros comienzan a descender de nivel a partir del solsticio de verano, decayendo poco a poco durante esta estacin, slo ste se acrecienta durante ese perodo, da a da, hasta, finalmente, Inundar prcticamente todo Egipto11. Pensadores como Tales de Mileto, Herdoto y Aristteles, as como sacerdotes egipcios haban adelantado algunas explicaciones, pero el misterio permaneca sin resolver y la cuestin se planteaba, en palabras de Diodoro, como un puro ejercicio de conjeturas y suposiciones12.

    Tambin Alejandro arda en deseos de descubrir las fuentes del Nilo, que, segn el relato de Arriano, haba credo descubrir13 cuando lleg al norte de la India. En una de las bocas del Indo llamada Hidaspes, observ que las lluvias monz- nicas causaban la crecida del ro en verano. Probablemente lo mismo ocurra en el Nilo. La similitud no acababa ah, puesto que tambin en el Indo haba cocodrilos. Adems, Alejandro ob-

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  • serv la presencia de una variedad de juda que creca en las riberas de un afluente del Indo que era similar a la juda egipcia. Debi ser extraordinario su entusiasmo, puesto que elabor inmediatamente una teora segn la cual el N i lo (bajo el nombre de Indo) naca en esta regin de la India, despus atravesaba una amplia zona desrtica -donde perda su nombre original para recibir el de N i lo, que es el que le daban los etopes y los egipcios a partir del punto en el que su curso transcurra de nuevo por regiones habitadas- hasta desembocar finalmente en el Mediterrneo. No pudo contener su alegra al pensar que haba conseguido resolver el enigma del Ni i lo e inform de su descubrimiento en una carta destinada a su madre. Sin embargo, segn dicen los historiadores, suprimi el pasaje referente al Nilo antes de enviar la carta, cuando se dio cuenta de que el Indo desembocaba en el Ocano Indico y que no tena ningn tipo de conexin con Egipto14

    Siendo como era prudente y meticuloso, Alejandro exploraba y examinaba cuidadosamente el terreno por el que sus soldados deban pasar, , rriano nos ofrece una vivida descripcin del peligroso cruce del ro Acecines, durante la poca de las lluvias, en el curso de la expedicin a la India. El relato parece provenir de Ptolomeo, hijo de Lagos, uno de los compaeros de Alejandro, quien opinaba que Alejandro cruz deliberadamente el Acesines por su parte ms ancha para aprovechar la menor fuerza de la corriente en ese lugar''5.

    Es tambin Ptolomeo, hijo de I agos, quien nos cuenta que Alejandro, tras cada victoria en la India, examinaba las tropas capturadas al enemigo para seleccionar las bestias mejores con el fin de enviarlas a Macedonia para trabajar la tierra16.

    Esta curiosidad intelectual y clarividente que distingua a Alejandro se manifestaba tambin entre los compaeros de su edad, que haban sido educados con l en el Palacio Real de Pella, que haban recibido la misma educacin que l y se haban beneficiado del mismo entorno cultural. Algunos pasajes que nos

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  • han llegado de las crnicas debidas a hombres como Caistenes, Nearco y Ptolomeo as lo atestiguan.

    Nearco, por ejemplo, que dirigi la armada en la gran expedicin desde el Indo hasta el Eufrates, escribi una crnica que muestra la integridad de un narrador fidedigno, interesado en la historia natural de la India, en sus habitantes y sus costumbres. Desgraciadamente, slo han quedado fragmentos de sus trabajos recogidos en obras de Estrabn y Arriano17.

    Pero la expedicin de Nearco slo era una parte del vasto plan de exploracin nacido del espritu siempre alerta de Alejandro. De vuelta a Babilonia, en el ao 324 a.C., se lanz a los preparativos de un ambicioso proyecto de circunnavegacin de la Pennsula Arbiga, que deba llevarle hasta la ciudad egipcia de Heroonpolis, a orillas del Mar Rojo. No se escatim ningn esfuerzo para construir una flota adecuada a esta expedicin. La escuadra de Nearco remont el Eufrates desde el Golfo Prsico, mientras que algunos barcos venidos de la costa de Fenicia fueron desmontados y transportados pieza a pieza hasta Tpsaco, a orillas del Eufrates, donde fueron armados antes de descender el ro hasta Babilonia18. La mano de obra y las tripulaciones fueron reclutadas entre los pescadores de perlas y gente de mar de Fenicia y de la costa adyacente. En Babilonia, se construy un puerto totalmente equipado con capacidad para mil buques de guerra. Se mand un emisario a Fenicia y Siria con quinientos talentos para contratar o comprar gente familiarizada con el mar y la navegacin. Alejandro tena la dea de establecer asentamientos alo largo de la costa del Golfo Prsico y en las islas cercanas a la misma; pensaba que el pas podra convertirse en una regin tan prspera como Fenicia19.

    Antes de enviar la expedicin, era necesario un reconocimiento preliminar del Golfo. Con este propsito, Alejandro organiz tres expediciones independientes con objeto de recabar informacin sobre la situacin en el Golfo Prsico y en la costa Arbiga. La primera fue capitaneada por Arjias, quien inform

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  • acerca de dos islas prximas a la desembocadura del Eufrates, la ms pequea y cercana de las cuales estaba densamente arbolada y contena un templo en honor de Artemisa. Alejandro dio a esta isla el nombre de Icaros, actualmente Failaca (en Kuwait). La segunda y ms alejada de las islas, que recibi el nombre de Ty- Ius, era bastante grande, no haba ni bosques, ni vegetacin salvaje, pero pareca apropiada para cualquier tipo de cultivo. Se trataba del actual Bahrein. De las otras dos expediciones, una, dirigida por Andrstenes, sigui una ruta ms hacia el sur, doblando parte de la Pennsula Arbiga; la segunda, al mando de Hieran, dicen los cronistas que recorri mayor distancia que las otras dos20.

    La expedicin proyectada jams se llev a cabo. La muerte sorprendi brutalmente a Alejandro el ao 323 a.C. y con ella se desvanecieron todos sus sueos y aspiraciones. Pero los informes que haba ordenado hacer sobrevivieron y suscitaron un inters sin precedentes por el estudio cientfico de la Tierra, de sus riquezas naturales y de sus habitantes. Se palpaba en el aire el sentimiento de un nuevo espritu, de un renacimiento de la cultura humana. Fue en esia atmsfera en la que la Biblioteca y el Mouseion vieron la luz.

    NOTAS

    MJ Herodoto, V, 22. 1-2; VIII, 137-1.2| R. L. Fox, Alexander the Creat, p. 48 y ss. (Londres, Allen Lane, 1973) da

    una viva descripcin de la atmsfera cosmopolita en la corte de M acedonia.

    13: Plutarco, Alejandro, 8.14J W . VV. Tarn (Alexander the Great, Cambridge University Press, 1 979) tien

    de a refutar que Alejandro fut' influenciado por Herdoto (pp. 1 39, 1 1-4f, pero reconoca la influencia de Xenof:i 'pp. 82, 142). Por el contrario, H.U. Instinsky (Alexander der Grosse am Hellespont, Godesberg, 1949, pp. 46-53) eslima que Alejandro conoci a Herdoto; cf. Lionel Pearson, The Lost Histories o f Ale\ander the Great, pp. 8-13, Chico, California, 1960, 1983.

    13| Plutarco, Alejandro, 8. Filistos, historiador de Sicilia, muerto en 356 a.C.

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  • ib] Plutarco, Alejandro, 8, cuenta que Alejandro se las haba hecho enviarcuando se encontraba en plena campaa r litar en o' interior de Asia.

    (7) Ateneo, 12-5 V7D.fSj Es'rabn, 13.1.13.[91 Apucl Estrabon, ! .-1.[1 01 Eslrabn, 3 I .6; P. Pfister,

  • Alejandra, capital de una nueva eraLa experiencia de una sociedad multirracial y multicultural

    r las numerosas fundaciones de Alejandro en las cuatro esquinas de su vasto imperio, Alejandra, en Egipto, tue la mas importante y duradera de todas. La realidad y la ficcin se confunden cuando tratamos cualquier hecho relacionado con Alejandro. El conquistador se convirti en un mito, cnn todo lo que ello conlleva. La fundacin de la ciudad que lleva su nombre en la costa septentrional de Egipto no ha dejado, tampoco, de al i mentar la leyenda. Se dice que para la eleccin del emplazamiento adecuado Alejandro sigui, nada ms y nada menos, que el consejo de I iomero en persona, su mentor espiritual. Se le apa- reci en sueos a Alejandro recitando los famosos versos de La Odisea en los que Menelao se rerugia en la isla de Faros. Segn Plutarco, Alejandro, hacindose eco de su sueo, abandon inmediatamente su lecho y se dirigi a Faros que se hallaba cerca de a desembo adura del Nilo, en la boca denominada Canopica... y le pareci el emplazamiento ideal para lo que haba planeado realizar, pues se trata de una lengua de tierra bastante ancha que separa un gran lapo interior del mar, configurando una amplia baha. Esto le llev a afirmar que ''Hornero, adems de poseer otras magnficas cualidades, era un esplndido arquitecto", y

    4 i

  • M E D I X

    Far

    ISLA D E FAROSPueblo egipcio

    FuerteI emplo de Poseidn

    PU ER T O D E EU N O ST O S

    Puerta de la luna

    emplo de Isis Pharia

    OoPuente

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    PU

    Tomo

    Kibotos

    Puente Puertc

    AFuerte 'S ra Tempo

    ) Fuerte t e -

    Templo de Sera

    1

    lal navegable

    RAKO TISarrio egipcio

    Serapeum

    Kom el-Chugata Catacumbas

    Columna de Diocleciano

  • R R A N E OPiano de la antigua Alejandra. Deincrates de Rodas, arquitecto oficial de Alejandro Magno, plane un trazado regular para la ciudad.

    Cabo de Lochias

    Templo de sis Lochias-

    PR IN C IPA L

    Antirchodus

    p g-ft W ' O .

    Puerto Palacios del almirantazgo interiores

    Barrio judo

    Cdnu r Obeliscos

    dr , , Csareum y Mouseion

    LETRA D ELTA

    BETAIsis Flusia Puera del sol Puerta ( ^ anpica

    Soma Anfiteatro

    Teatro Casas romanasromano tardo Kom el-Dik

    LA C IU D A D A N T IG U AM U R O S D E

    D E

    Puerto del lago

    Puerto del ro

    LAG O M ARIOTLS

    43

  • orden que se realizaran los planos de una ciudad adaptados a las caractersticas topogrficas del lugar y a sus necesidades1. Lo que sigue os una divertida ancdota en (a que se cuenta cmo los arquitectos, habindose quedado sin cal, utilizaron harina para marcar en el suelo las delimitaciones de la ciudad. Cuando todo se dio por concluido y el rey estaba observando el diseo, una ingente cantidad de grandes pjaros de todas las especies emergi del lago, obscureciendo el cielo como una gran nube, y, posndose, se comieron toda la harina. Ante tal presagio, Alejandro se llen de pavor, pero los augures alejaron sus temores asegurndole que era una seal de que la ciudad sera bendecida con tal abundancia que las gentes de otras naciones acudiran a ella en bus< a de cobijo2.

    Pero inc luso en la Antigedad tales historias no se tomaban en serio y Estrabn, escritor del siglo I a.C., repeta en numerosas ocasiones que esas historias que se han difundido a lo largo y ancho del mundo licitando de glorificar la figura de Alejandro no son aceptables como tales y que sus artifices eran gentes que se movan ms por el afn de lisonja que por la bsqueda de la verdad3.

    Las investigaciones ret ientes han llevado a poner en duda la tradicionalmente aceptada veracidad de Arriano y de su fuente principal, Ptolomeo, y a considerar ms a los autores de la Vulgata de Alejandro, habitualmente vistos con escepticismo4. De este modo, ha sido rec onocido el valor de la semihistrica Vida de Alejandro atribuida a Calstenes, especialmente en lo con- < ernente a Egipto. Con respecto a la fund,a in de Alejandra, nos ofrece datos que parecen basarse en fuentes bien informadas. Alejandro mantuvo conversaciones con un grupo de asesores y arquitectos, entre us cuales se encontraban Cleomenes de Naucratis, Dmocrates de Rodas, Cratero de Olinto y Hern de Libia5. Desgraciadamente no tenemos conocimiento del desarrollo de esas conversaciones, pero una descripcin hecha por Hecateo de Abdera, contemporneo de Alejandro, podra arrojar cierta luz

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  • sobre lo que pudo haber pasado. Describe la costa norte de Egipto como prcticamente intil para el fondeo6. Eratstenes, erneuern,; aos ms tarde, repite la misma afirmacin y agrega que incluso el puerto mediterrneo del que ya dispona Egipto, el de Faros, no ofreca acceso posible7, lo que contribua a dificultar el acceso a Egipto por mar.

    Consideraciones de este tipo influyeron probablemente en Alejandro y sus consejeros. Es casi seguro que exista un puerto en Faros. As lo atestiguan los versos de Homero que se refieren a una escala que hizo Menelao, en su viaje de vuelta a Troya. Hay una isla en el agitado mar frente a Egipto que la gente llama Faros, a la distancia que un cascarn puede recorrer en un da con el viento a su favor. All hay una baha que sirve de buen fondeadero donde la gente bota los barcos de gran calado hacia la mar8.

    os hechos sobresalientes se desprenden He los escasos y dispersos testimonios que han llegado hasta nosotros. Primero, que los navegantes griegos encontraban dificultades para arribar a Egipto por mar porque la costa mediterrnea del pas careca de un puerto seguro y permanente; y, en segundo lugar, que el nico puerto en que los barcos podan recalar antes de entrar en Egipto, era el de la isla de Faros, conocido por los griegos desde el siglo VIII a.C., o incluso desde antes.

    De acuerdo < on Herdoto, todos los buques griegos, al menos desde el siglo VI a.C., se vean obligados a entrar por la boca Canpica9, brazo del ro situado a unos treinta kilmetros de Faros. No resulta fuera de lugar una breve digresin sobre la informacin geogrfica proporcionada por Homero. La distancia entre Faros y la vecina costa egipcia es de siete estadios luna milla), que podra recorrerse en menos de una hora y no en un da entero, como afirma I'Somero en el pasaje mencionado. Pero es obvio que cuando Homero habla aqu' de Aegyptos se est refiriendo al regalo del S'ilo"0 cuyo acceso ms prximo era la embocadura Canpica, para llegar a la cual se nec esitara por lo

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  • menos un da de navegacin en condiciones de viento favorables.

    En Canopo, los derechos de aduana se regan segn los decretos del rey Nectanebo I (378-360 a.C.)11 y, como hemos mencionado, el nico puerto en que las naves griegas podan fondear antes de entrar en el Nilo era el de Faros. Esto ha sido confirmado por restos arqueolgicos descubiertos en pleno mar, al norte y al oeste de la isla12. Por lo que se refiere a la costa situada frente a la isla, la tradicin histrica, a travs de Estrabn y de Calstenes, recoge la existencia de algunas poblaciones, entre las cuales Rakotis era la mayor. La guarnicin militar all instalada protega la entrada occidental del Delta tanto por tierra como por mar13.

    Sin duda alguna, los navegantes y mercaderes griegos estaban familiarizados desde mucho antes de la poca de Alejandro con toda la regin costera que comprenda la isla de Faros y la ciudad de Rakotis, sta en el continente, y eran conscientes de las posibilidades que ofrecan. Desde el siglo VII a.C. los griegos haban do asentndose progresivamente en Egipto, en Dafne (cerca de Damieta), en Memfis y Nucratis. Paralelamente, los intercambios comerciales entre ambos pases fueron incrementndose y algunos mercaderes griegos llegaron a amasar grandes fortunas, segn se desprende de un fragmento llegado hasta nosotros del poeta lrico Baqulides, del siglo V a.C.: El corazn de un joven bajo los efectos del vino, ebrio de deseo -dice- ansia una casa repleta de oro y marfil y buques cargados de grano, que naveguen sobre la resplandeciente superficie del mar, que le traigan grandes riquezas de Egipto14.

    Esos mercaderes, navegantes y colonos necesitaban un buen puerto permanente en tierra firme, los fondeaderos existentes en Canopo y Peluse no eran adecuados, pues eran poco profundos y el aterramiento temporal producido por las crecidas del Nilo haca que su uso fuera posible slo de forma intermitente. Ello era debido a que la corriente martima, que flua de oeste a

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  • este a lo largo de la costa egipcia, arrastraba los materiales limosos aportados anualmente por el ro. El puerto ideal deba localizarse, por tanto, al oeste del Delta.

    Alejandro no era marino de formacin, pero era un hombre inteligente que supo seguir el consejo de expertos. Tanto los condicionantes geogrficos como las condiciones meteorolgicas debieron serle explicadas durante las conversaciones y consultas previas a la eleccin del emplazamiento de la nueva ciudad portuaria que quera fundar. Probablemente se le plante la opcin obvia de construir un malecn que uniera la isla de Faros con la costa cercana a Rakotis, al oeste del Delta. De este modo, el nuevo puerto occidental estara protegido de la corriente martima y a la vez la isla constituira un baluarte contra los vientos etesios (del norte). Haba otras ventajas evidentes: el lago Mariotis, al sur, proporcionara un acceso directo al Nilo, y un corto canal desde el brazo Canpico resolvera el problema del abastecimiento continuo de agua potable. Sin duda alguna, se trataba del mejor emplazamiento para establecer un puerto ideal en la costa mediterrnea de Egipto.

    Tomada la decisin, se le encomend al arquitecto Dei- ncrates la elaboracin de los planos de la nueva ciudad. Por lo que respecta a Alejandro, march hacia occidente, continuando su peregrinaje hacia el templo de Amn en Siua durante el invierno de 332/331 a.C. En su viaje de vuelta, hizo una parada en el emplazamiento de Alejandra para inspeccionar y dar su visto bueno a los planos de Deincrates. Encarg a Clemenes de Nu- cratis, su ministro de Hacienda para Egipto, supervisar los trabajos y proveer los fondos necesarios para la construccin de la ciudad. Se supone que el 7 de abril del 331 a.C. fue el da de su fundacin15. Alejandra contina siendo en la actualidad el mejor puerto que Egipto haya tenido jams.

    Las ideas de Alejandro a la hora de fundar ciudades eran meridianas: significaban el establecimiento de una guarnicin macedonia con representantes de la poblacin autctona, a los

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  • que se aada el mayor nmero posible de griegos16. En el caso de Alejandra, se daban estos elementos: una colonia macedonia17, la poblacin egipcia originaria de Rakotis y de los pueblos adyacentes11' y poblacin griega proveniente de los asentamientos helenos de Nucratis y Memfis1 . Mientras vivi Alejandro, la ciudad estuvo bajo la enrgica y efic az. administracin de Cleomenes y fue entonces cuando se convirti en un puerto capaz de satisfacer las exigencias del comercio internacional de granos20. Cundo se convirti en la autntica capital de Egipto (algo que debi esperar hasta el siguiente milenio) es un tema por debatir entre los eruditos. Probablemente, Alejandro pretendi desde el principio que fuera la capital, si damos crdito a un pasaje de la Vulgata de Justino, donde se dice que, a su vuelta de Siua, fund Alejandra, ordenando que tuera una colonia macednica y la capital de Egipto21. Adems, la ceca de Egipto fue instalada en Alejandra y no en la antigua capital, Metritis22. Pero haca falta cierto tiempo hasta que el Gobierno pudiera instalarse en la nueva ciudad. Se deban llevar a cabo preparativos, que no se concluyeron hasta despus de la muerte de Alejandro, en el ao 323 a.L., cuando su general, Ptolomeo, hijo de Lagos, le sucedi como gobernador de Egipto. Fue l quien, finalmente, traslad su resident ia y la administracin a Alejandra en el ao 320 a.C

    La repentina muerte de Alejandro supuso la divisin de su imperio entre sus generales. Cada uno de ellos se convirti en un strapa, denominacin persa para denominar al virrey de una provincia, bajo una administracin central. Desde el principio, estuvo claro que ninguno de los generales se encontraba satisfecho con su condicin de strapa, y cada uno de ellos sigui una poltica independontista En el ao 306 a.C, se proclamaron reyes de sus respectivas provincias. Ptolomeo estableci en Egipto su propia dinasta, destinada a perdurar tres siglos.

    Como dice tcito, Ptolomeo I fue el primte de lus ma- cedonios en llevar la abundancia a Egipto cuando agreg a Alejandra, que estaba recin fundada, murallas, templos y cultos.:24.

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  • Trabajos de conservacin en las termas romanas. Alejandra.

    En la pgina anterior, Ptolomeo II Filadelfo. Busto en bronce Museo Arqueolgico de aples.

  • El nuevo culto consisti en la adopcin de Serapis como dios tutelar rio la nueva dinasta2' y de Alejandro como genio protector de la ciudad. Fsto ltimo estaba asociado a la construccin del majestuoso mausoleo conocido como Soma o Sema26, Ptolomeo puso en marcha la ereccin del famoso faro de Faros27, as como el Mouseion y la Biblioteca Real28. El Soma y el Mouseion, con su biblioteca adjunta, formaban parte de la Basileia, o zona de palacios reales, que, segn Estrabn, constitua una cuarta parte o incluso un tercio del rea de la ciudad29.

    Como es de suponer, la construccin de algunos monumentos comenzados por Ptolomeo 1 dur mas de una o dos dcadas y no fue completada hasta el reinado de su hijo PtolomeoII Filadelfo (285-240 a.C.). Por ello, la tradicin posterior, a menudo, atribuy el embellecimiento de Alejandra ms al hijo que al padre30

    tercer rey ptolemaico, Evrgetes ! (246-22 1 a.C.) enriqueci tambin el patrimonio monumental de Alejandra: reconstruy el Serapeum, en el barrio egipcio, e incorpor un anexo a la gran Biblioteca Real31. El nuevo Serapeum, con su biblioteca, se convirti en un punto de gran relevancia en la vida de la ciudad.

    Podemos afirmar que Alejandra alcanz su grandeza, esplendor y fama como capital mundial durante el siglo III a.C. F.I reinado de Filadelfo, en particular, es el que mejor ha sido representado en la literatura de la poca. El poeta Tec rito aclama su podero sobre territorios y pueblos extranjeros32 y I lerondas, en una de sus pantomimas, cuenta cmo una celestina trata de convencer a una mucha ha para que consiga un nuevo amante, puesto que el anterior no tardara en olvidarla, ya que haba partido hacia Egipto, donde poda encontrar lo inimaginable: Riquezas,. juegos de palestra, poder, prosperidad, gloria, espectculos, filsofos, oro, juventud, el templo de Adelfos, un rey generoso, el Mouseion, vino, todas las cosas buenas que uno pudiera desear, y ms mujeres que estrellas hay en el firmamento, que podran competir en belleza con las diosas sometidas al criterio de

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  • Paris?'11. Una combinacin ele atractivos suficiente como para que cualquier hombre perdiera el corazn y la cabeza.

    En efecto, las oportunidades de encontrar trabajo y hacer fortuna y fama Atrajeron inmigrantes ele todos los pases baados por el Mediterrneo y de Asia. Especialmente reseables eran los grecoparlantes y los judos, quienes, a partir del siglo III a.C., formaron una numerosa comunidad. La magnitud de las nuevas construcciones, construyendo y construyendo sin cesar, segn refiere Esirabn citando a su vez a Hornero ' , hizo que se duplicase la poblacin autctona egipcia de la ciudad En un pasaje cmico de uno de sus ms conocidos poemas, Tecrito narra el encuentro de unos griegos de dialectos diferentes en las calles de Alejandra en un da de fiesta. Un hombre ridiculiza a dos mujeres imitando su forma de hablar; ellas se encolerizan con l y exclaman vehementemente que son de Siracusa, de origen corintio como el mismsimo Belerofon, y se jactan de hablar la lengua del Peloponeso. A continuacin, dirigindose a los presentes, inquieren: Los dorios tienen derecho a hablar en drico No?35.

    Hay evidencias de que hubo contactos con pases mas all de la India, tales como el intercambio de embajadas entre l rey Asoka y Filadelfo. iras su conversion, Asoka se erigi en el apstol real del budismo, haciendo de las enseanzas de Gautama una religin universal, que reivindic que fuera adoptada por todas las naciones. Ms de treinta inscripciones, conocidas como los Edii tos de la Ro< a, han sido halladas en toda la India; en ellos, Asoka establece las enseanzas de Buda, En el decimotercer LeIicto de la Roca, en Girnar, hay una referencia explcita a cinco reyes helensticos, entre los cuales se encuentran Turamaya, a sa ber, Ptolomeo ll3b. No slo los monjes budistas, con su austera simplicidad, podan ser vistos en las calles de la Alejandra del siglo III a.C., sino que tambin us han llegado noticias de que en un desfile real, con todo boato, hat ia el ao 270 a.C,, lus alejandrinos pudieron ver mujeres hindes, perros y veintisis teses hindes de pura raza37.

    5^

  • Grabado del Faro de Alejandra. Woodward. 1926-1934.

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  • La posicin de Alejandra como centro del comercio mundial no slo atrajo a los mercaderes y hombres de negocios extranjeros que se establecieron en la ciudad, sino que tambin foment la creacin de compaas internacionales que asumieron las transacciones mas complejas y costosas. Un rollo de papiro de mediados del siglo II a.C. nos ofrece un ejemplo excepcional de una compaa de tales caractersticas38. Se trata de un contrato de flete para importar perfumes del Pas de las Esencias, regin situada al sur del Mar Rojo, conocido en poca de los faraones como Punt, la actual Somalia. El papiro se encuentra en un estado bastante lamentable, pero de lo que queda podemos inferir que de las doce personas implicadas en la misma operacin ai menos siete tenan nacionalidades diferentes: dos de Mesalia, una de '1 esalnica, una de Lacedemoma (Esparta), una do I lea, una de Cartago y otra, el banquero, probablemente romano. Excepto este ltimo, todos tienen nombres griegos. Es interesante observar cmo personas de diferentes oficios, como los tesalonios, los cartagineses o los elatas, que, en principio, se dedicaban al ejrcito o a la armada, estaban en Alejandra dedicados al comercio y a las finanzas.

    A mediados del siglo II a.C., las diferencias de origen, aunque todava recogidas meticulosamente en los documentos oficiales, no seran tan obvias para la mirada inexperta de un visitante forneo. As, Polibio, cuando visit la ciudad hacia el ao 145 a.C., dividi la poblacin slo en tres grupos: egipcios, mercenarios y alejandrinos39.

    No era difcil distinguir estas tres categoras: los mercenarios se reconocan fcilmente por sus uniformes militares, y en su mayor parte eran griegos o habitantes de las regiones heleni- zadas del Mediterrneo, puesto que alistarse en el ejrcito ptole- rnaico constitua el medio ms fcil para los jvenes del Egeo de conseguir un empleo y una buena paga. Tecrito, buscando el mecenazgo del mejor patrn que un hombre libre pueda tener, el rey Ptolomeo, se re de s mismo cuando especula que, si sus

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  • poemas no fueran de su agrado, siempre podra aecharse encima el manto de los guerreros y, con as piernas a horcajadas para resistir el embate de los robustos enemigos, partir hacia Egipto '0. fcstos mercenarios y sus desc endientes establecidos en gipto siguieron sirviendo en el ejrcito, puesto que Csar, en fecha tan tarda como el ao 48 a.C., observa que en el ejrcito ptolemai- co haba numerosos ladrones y salteadores de caminos de Siria y Cilicia y de los pases vecinos, a los que se sumaban criminales y exiliados, pues cualquier esclavo evadido encontraba una cmoda vida y un refugio seguro en Alejandra si se alistaba como soldado ;;.

    Otro elemento importante de la poblacin de Alejandra eran los egipcios. Desde el primer momento, constituyeron la comunidad ms numerosa, ya que provean la mano de obra necesaria. Principalmente se concentraban en el distrito meridional de la ciudad, alrededor del recinto del Serapeum, en la localidad de Rakotis, Vestan su ropa tradicional y llevaban su propio estilo de vida. Sin embargo, algunos de ellos, pertenecientes a la clase media y deseosos de mejorar su status social, se fueron helenizando paulatinamente, adoptando nombres griegos, la lengua griega y las vestimentas griegas. Cuando, a finales del siglo 111 a.C., la incorporacin de mercenarios extranjeros descendi, los Ptolomeos tuvieron que echar mano del reclutamiento de egipcios.

    El punto de inflexin para la masa de poblacin egipcia se produjo cuando sus soldados obtuvieron la victoria en la batalla de Rafia (21 7 a.C.) en favor de Ptolomeo IV. En palabras de Po- libio, los egipcios se exaltaron tanto con su victoria que se produjo una revuelta de la poblacin autctona que dur varios aos. Cuando la revuelta fue finalmente sofocada, el elemento egipcio haba establecido un poder en el pas que no pudo ser ignorado por ms tiempo42. Durante el reinado de Ptolomeo V Epifanio (205-180 a.C.), encontramos dos personajes egipcios, Horus y Tearos, ostentando sendos altos cargos de comandantes del selecto contingente de la guardia personal del rey'3. A conli-

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  • nuacn, en el reinado de Ptolomeo VI Filmeor (180 145 a.C.), se habla de Pioniso Petoserapis, cuyo doble nombre revela su origen egipcio, quien ocupaba un alto cargo en la Corte; disfrutaba de tal popularidad entre los egipcios, dentro y fuera de Alejandra, que lleg a acaudillar una fallida revuelta nacional''*.

    El ltimo grupo mencionado por Polibio era el que aglutinaba a todos los denominados alejandrinos. Sealaba que eran una mvzcotany. de gentes, pero aada que eran de origen griego1'. Esto no tena por qu ser necesariamente as, pues se dej llevar por las apariencias, puesto que muchos de ellos eran asiticos helenizados y no pocos de ellos judos.

    En este punto, es esencial resear que ser considerado alejandrino supona poseer la ciudadana alejandrina, un avor otorgado por el rey a un nmero limitado de gente, fundamentalmente griegos; slo ellos podan considerarse alexandreis. resto, ya fueran griegos, egipcios, judos o miembros de cualquier otra comunidad no eran considerados ciudadanos sino meros residentes en Alejandra46.

    A mediados del siglo II a.C. casi toda? las comunidades, a excepcin de los egipcios, experimentaron un alto grado de hele- nizacin. Aunque los Ptolomeos no fomentaron ninguna poltica sistemtica de heleni/acin, se tomaron determinadas medidas (Lie afianzaron esle proceso. La adopcin del griego como idioma oticial de la Administracin contribuy sin duda alguna a c onver- tirla en la lengua comn de los habitantes (lingua franca} A la vez, adems del Gymnasion pblico, que Estrabn consideraba el edificio civil ms bello en el centro de la ciudad, se erigieron otros muchos gimnasios de carcter privado, que proporcionaron la necesaria educa: in elemental siguiendo la tradicin pedaggica griega4'. No es exagerado afirmar que el griego se impuso, i n el curso de un siglo y medio no slo los diferentes dialectos haban desaparecido de las calles de Alejandra, sino que la ciudad pareca haber acuado su propio dialecto caracterstico. Se ha dicho que, a mediados del siglo II a.C., Demetrio de Adramytn escribi

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  • un libro en dialecto alejandrino'8. As pues, probablemente, cuando Polibio consider a los alejandrinos como de origen griego, lo haca desde el aspecto cultural que mostraban.

    Igualmente, a Polibio los judos no le debieron parecer diferentes de la multitud helenizada de la que Alejandra estaba plagada. Formaban una comunidad numerosa y ocupaban un barrio entero de la ciudad, el Delta. Su helenizacin y asimilacin cultural hizo necesario, desde el siglo 111 a.C., traducir al griego la Torah, los Setenta. El griego reemplaz al hebreo y al arameo como lengua usual e incluso los nombres judos son escasos en los documentos, mientras que nombres como Alejandro, Ptolomus y I lelenus aparecen con mucha frecuencia'1.

    La coexisten a de tal multitud de razas en la misma ciudad no poda sino dar lugar a fricciones cotidianas y, ocasionalmente, desembocar en el conflicto y el enfrentamiento abierto. Ptolomeo I estaba gravemente preocupado por esta situacin y por ello promovi una poltica de comprensin, entendimiento mutuo y tolerancia entre los dos principales grupos de poblacin, los griegos y los egipc ios. Algunos signos de esta poltica estn plasmados en restos arqueolgicos y en os fragmentos conservados He los escritos histricos alejandrinos del Perodo Temprano.

    Uno de los principales problemas que tuvo que afrontar Ptolomeo ! fue la elot cin de un dios tutelar para su nueva dinasta. La decisin no fue fcil, puesto que tena que poder ser aceptada tanto por los egipcios como por los griegos. En otras palabras, deba favorecer la unidad de varios componentes divergentes del reino. La eleccin de un nuevo dios no poda retrasarse, pero deba tomarse todo tipo de precauciones para no ofender la sensibilidad religiosa de los griegos o la de los egipcios. Sin duda, haba diferencias entre los respectivos panteones, pero tambin haba ciertas similitudes que podan ser hbilmente aprovechadas. As pues, Ptolomeo observ los consejos de griegos y egipcios avezados en asuntos religiosos. Se sabe que sus consejeros principales fueron dos sacerdotes: Manotn el Egipcio, versa

    57

  • do en las tradiciones de su tierra natal, y Timoteo el Ateniense, proveniente de una familia de sacerdotes ligada a los ritos mistricos de Demeter y Persfone, que tena un conocimiento directo de los santuarios griegos tic Eleusis y Delos51'.

    Sus re'exiones se centraron en el culto local del buey Apis en Memfis, que era, en cierto modo, la representacin del culto a Osiris. En la teologa egipcia Osiris estaba considerado como una potencia dual: como dios que gobernaba el mundo de la muerte y, sin ser incompatible con esto, como guardin de la vida terrena. De este modo, era representado como el ojo del sol que todo lo ve, renaciente todos los das como Osiris e identificado as en Memfis como Osiris Ptah, el Seor de la Vida51, tn cuanto a su conexin con el buey Apis, la mejor explicacin nos la ha dejado Herodoto, cuando describe su inmaculada concepcin: Apis es un becerro joven, nacido de una vaca estril. Y los egipcios dicen que el fuego descendi sobre la vaca desde el cielo y que as fue concebido Apis'2. De esta manera se concibe a Apis milagrosamente y es considerado como la encarnacin de Osiris-Ptah, Seor de la Vida. En otras palabras, el buey Apis vivo representaba las fuerzas fsicas y naturales de la vida y, tras su muerte, se rene con Osiris y es adorado con el nombre de Osi- ris-Apis u Osorapis. No slo era ampliamente venerado por los egipcios, sino tambin, en Memfis, era importante el nmero de sus seguidores entre los no egipcios, especialmente entre los griegos que se haban asentado all desde los tiempos de Psamtico I y de Amasis53.Un indicio temprano del inters de Ptolomeo I por el buey Apis lo proporciona un testigo ocular, Hecateo de Abdera, quien narra cmo poco despus de la muerte de Alejandro, cuando Ptolomeo, hijo de Lagos, acababa de tomar las riendas de ! gipto, el buey Apis muri de viejo en Memfis. Con motivo de esta ocasin Ptolomeo pag hasta cincuenta talentos de plata como contribucin personal a su costoso funeral54.

    El nuevo dios, como representacin de la dinasta ptole- maica, tena que adoptar un nombre e imagen adecuados. Los

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  • Estatuilla del dios Serapis sentado, con la mano derecha reposada sobre un Len; falta el brazo izquierdo; hay restos de policroma. Piedra caliza (poca romana). Batn Hari (Fayoum).

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  • egipcios continuaron usando el nombre tradicional, pero los griegos encontraban el nombre de Osorapis malsonante en su idioma, as que se acu el nombre de Serapis. Segn la tradicin religiosa, formaba una trada con Isis como consorte y con Horus como hijo de ambos. Se erigieron templos a lo largo y ancho del pas pero, sin ningn gnero de dudas, el Serapeum ms esplndido estaba en Alejandra, mientras que el ms venerado era el de Memfis.

    Serapis fue creado por telogos ptolemaicos con grandes capacidades re asimilac in. Su identificacin mltiple con dioses griegos y egipcios es mencionada por Hecateo de Abdera: Osiris es denominado Serapis por algunos, Jiomsos por otros, Plutn por otros, Ammn por otros, Zeus por algunos y muchos han considerado a Pan el mismo dios-'5.

    Los griegos deban considerar normal que el dios tomara forma humana, mientras que los egipcios estaban ms familiarizados con una representacin a la vez humana y animal de sus dioses. Sin embargo, hay que destacar que Osiris era la nica de- tiad que siempre era representada bajo forma humana. Pero Osi- ris-Apis u Osorapis fue adorado tanto bajo su forma animal de toro como en su representacin humana de Osiris. Esta representacin dual del dios fue sealada por Mariette cuando, al excavar el yacimiento del Serapeum de Memfis en 1851/1852, descubri un sarcfago de madera en el centro de una de las ms antiguas galeras re enterramiento de los bueyes Apis. Contra todo pronstico, no se trataba de un toro sino de un hombre y, nada menos que del Prncipe Kha-em-Wase, hijo de Ramss II. Entre dife- renies objetos preciosos, se encontraban dieciocho estatuillas con roslro humano con la inscripcin Osiris-Apis, Gran Dios, Seor de la Eternidad. Una gran estela de granito confirmaba que el sarcfago era el del propio Prncipe Kha-em-Wase, quien, como gobernador de Memfis y sumo sa< erdote de Ptah, haba dispuesto que se le enterrase junto a los bueyes Apis. En otra cmara sub terrnea, decorada con pinturas murales, Mariette pudo distinguir

    6o

  • dos escenas en las cuales se muestra a Ramss II y a su hijo Kha em-Wase ofreciendo libaciones a dos bueyes Apis6. Estas representaciones antropomorfas de Osiris-Apis del Imperio Nuevo parecen indicar que Ptolomeo no habra ofendido los sentimientos religioso^ egipcios al introducir aspectos procedentes de Grecia, el dios Osiris-Apis, alias Osorapis, alias Serapis, bajo forma humana, a pesar de que a los egipcios de su tiempo estaban ms acostumbrados a las representaciones zoomorfas de sus dioses.

    1 i paso siguiente era dar forma a una estatua para el culto, que se colocara en el nuevo santuario del dios en Alejandra. Probablemente fue Timoteo quien propuso trasladar a Alejandra la majestuosa estatua sagrada situada en Sinope (Asia Menor) y atribuida al escultor Bryaxis. Mostraba la imagen magnfica de Jpiter Dis, es decir, Pintn, como figura paterna. La idea agrad a Soter, que fue capaz de veru er el rechazo inicial del gobernador de esa provincia al traslado de dicha estatua. A su llegada a Alejandra, tanto Timoteo como Manetn declararon que se trataba de la representacin de Plutn-Serapis. Aseguraron a Ptolomeo que no se trataba de la imagen de otro dios que el mismo Serapis57.

    Una vez establecidos el nombre y la forma del nuevo dios tutelar, encontramos a Ptolomeo ansioso por llevar a cabo una de las identificaciones de Serapis, la de Dionisos58. V ello, no slo por su gran popularidad entre los griegos, sino porque los Ptolomeos se consideraban descendientes de Dionisos59. De forma gradual, Ptolomeo I consigui superponer la identificacin de Serapis Dionisos sobre el culto tradicional local de Osorapis en Memfis. Al final de la avenida de las esfinges, y contrastando fuertemente con su estilo puramente egipcio, hay una va pavimentada conocida como el dromos, de factura claramente griega en cuanto a su estatuaria y arquitectura. All se encontraba una comitiva de animales sagrados tradicionalmente asoc iados con Dionisos: estatuas de alabastro de un len, una pantera, dos pavos reales con sus colas desplegadas y un impresionante Cerbero con

    6 1

  • tres cabezas, de las cuales slo subsiste la central. Cada uno de estos animales est acompaado por un joven Dionisos, que, o bien lo monta o bien pisa hojas de vid o racimos de uvas. Esta comitiva dionisiaca se completaba con dos sirenas y dos esfinges aladas de aspecto griego, finalmente, en su extremo occidental, se erguan dos c api 1 las; una de estilo egipcio, que acoga una majestuosa estatua de alabastro del buey Apis, y otra, de estilo griego, donde, de acuerdo con las inscripciones griegas, probablemente se llevaban a cabo ritos de culto. Partiendo de todo esto, podemos concluir que Ptolomeo i quiso deliberadamente que el dromos del Serapeum memita fuera un ejemplo de fusin del culto a Osorapis con los ritos dionisacos. En otras palabras, crear una zona de culto donde egipcios y griegos pudieran unirse en una comunidad de creencias aceptadas por ambos60.

    Otra intrusin ms sorprendente del elemento griego en el emplazamiento egipcio de Memfis es la famosa estructura semicircular que acoge a las siete estatuas helensticas de los sabios y poetas griegos. Las estatuas se encuentran prcticamente destrozadas, pero se ha podido establecer su identidad con la ayuda de las inscripciones de sus nombres y sus atributos. Homero est en el c entro, flanqueado a su derecha por los filsofos Tales, Pro- tgoras y Platn, mientras que, a su izquierda, se encuentran Hesiodo, Pindaro y, probablemente, Demetrio de ! alero, apoyndose en un busto de Serapis61. Si la iderliiicacn de Demetrio es correcta, supondra un indicio fehaciente de que el complejo en su totalidad fue obra de Ptolomeo i'''.

    El inesperado descubrimiento de este monumento griego estrictamente civil en el entorno predominantemente religioso del Serapeum result bastante desconcertante para Mariette, como seala J.-P. Lauer. Todava contina intrigando a los historiadores y arquelogos contemporneos. El emplazamiento del monumento en la confluencia entre el final de la avenida egipcia de las esfinges y el inicio del dromos greco egipcio, plantea interrogantes. Podra tratarse de un tmulo helenstico que evocara las per-

    61

  • sonalidades de gente famosa? Sera una ofrenda para embellecer la rula procesional? Era un monumento consagrado a Dionisos? Sera una obra griega destinada a hacer ver a los visitantes la realidad de la transicin y de los < arabios culturales que se haban operado, de los cuales Serapis no era ms que la representacin espiritual? O bien indicara simplemente que all haba existido una biblioteca perteneciente al Serapeum como la de Alejandra?63. Todava no se ha hallado una respuesta satisfactoria, i ue- ra lo que fuere, este monumento simbolizaba la herencia cultural griega que el nuevo rgimen representaba. Se trataba, sin duda alguna, de la reafirmacin de los numerosos griego que previamente se haban establecido en Memfis.

    Hemos visto ampliamente que el culto a Serapis tuvo su origen en el de Osorapis, en Memfis. Tras su adopcin por parte de Ptolomeo I, su centro se traslad inmediatamente a Alejandra, donde, como ya se ha mencionado, parece haber coincidido con la instalacin de la estatua religiosa trada de Sinope. Sin embargo, no queda nada de ese periodo temprano; la evidencia arqueolgica ms antigua de la que disponemos sobre el nuevo culto pertenece al templo construido por Ptolomeo III Evrgetes64. Desgraciadamente, se han descubierto escasos restos y las caractersticas de la superestructura se han perdido para siempre. Pero, sin duda, presentaba una combinacin de elementos griegos y egipcios semejante a la del dromos memita. Ko obstante, como Alejandra era la ciudad griega por excelencia en todo el pas, son uestaca- bles algunas caractersticas egipcias del Serapeum alejandrino: a) fue erigido en el barrio egipcio de Sarkotis; b) en las estelas bilinges de se1 fundacin, el nombre de Serapis aparece en su acepcin egipcia de Osor-1 lapi; c) se cree que dos obeliscos se erguan all, al igual que dos esfinges re granito rojo que todava permanecen en su emplazamiento y d) haba tambin un buey Apis de basalto negro, expuesto hoy en da en el Museo de Alejandra6' La presenc ia de estas particularidades en el templo del dios protector ork ial de los Ptolomeos revela una vez ms la directriz do-

    6 4

  • Estatua del buey Apis, digno y viril, con el disco solar y el uraeus entre los cuernos, basalto negro. Proveniente de excavaciones en los pasajes subterrneos de) Serapeum de Alejandra (poca de Adriano, 117-138 d.C).

    65

  • minane de la poltica del fundador de la dinasta, que fue su inters por conciliar los dos sectores mayoritarios de la poblacin.

    Otro modo de conseguir este objetivo consisti en rees- cribir la historia, de modo que se propagaran ciertas ideas que sirvieran a sus propsitos. Habra que tener en cuenta que Ptolomeo I, amn de poltico prctico y sagaz, era un hombre culto, que escribi una historia de Alejandro por la que se gan el respeto de los autores posteriores. Sin duda, estaba familiarizado con los escritos de Herdoto y Platn, en los que se expresaba una gran admiracin hacia el pasado de Egipto. En su poca, esta escuela de pensamiento tuvo su mejor representante en Hecateo de Abdera, y Ptolomeo, sabedor de ello, le anim a fijar su residencia en Egipto y a escribir una nueva Aegyptiaca (Historia de Egip- fo)66. Pero Ptolomeo no poda contentarse con una sola visin de la historia, la griega; tambin haca falta mostrar a los egipcios una versin egipcia de su propia historia, y esta labor le fue encomendada a Manetn.

    I Agraciadamente, la Aegyptiaca de I lecateo de Abdera no ha perdurado en su totalidad, pero fragmentos importantes de ella se encuentran en la obra de Diodoro y da la impresin de que se trataba de un trabajo por encargo: es evidente en su mtodo, que consiste en contraponer insistentemente las tradiciones y logros de los egipcios con los de los griegos, muy a menudo en detrimento de eslos ltimos. Hace hincapi en la deuda contrada por los griegos con los egipcios: ...en general... los griegos se apropian de los ms renombrados hroes y dioses cgipcios67. La intencin es manifiesta. Igualmente significativos, como revelan los fragmentos, son los temas que Hecateo escoge para narrar, que pueden clasificarse en dos grupos: teologa y nomina (es decir, usos y costumbres).

    En teologa contina la tradicin, previamente expuesta por Herdoto, que identifica a los principales dioses griegos con los prototipos egipcios: Dionisos Osiris, Demeter-isis, Apolo-Ho- rus, Zeus-Ammn, Hefesto Ptah, Pan-Min; incluso las nueve mu-

    66

  • Relieve votivo que represent a Serapis, entre Demeter, [sis y Afrodita. Obra alejandrina de! siglo II d. C. Museos Capitolinos. Roma.

    67

  • Mosaico romano con motivo nillico. Siglos l-ll d.C. Detalle de un gran templo egipcio a lo largo del valle del Nilo. Museo de Prenestre. Palestrina, Roma.

    68

  • sas eran las nueve doncellas de Osiris, Versadas en las diferentes artes. Mecateo hace manifestar a sus egipcios un escepticismo ha- cia sus dioses, que l mismo haba heredado de su maestro Pi- rron: Hay dioses, dicen, que fueron terrenales, mortales en otro tiempo, pero que, gracias a su sagacidad o a los buenos servicios que prestaron a la Humanidad, alcanzaron la inmortalidad, encontrndose entre ellos muchos reyes de Egiptobi.

    Hasta aqu se podra argir que la poltica de los Ptolo- meos no es tan evidente, pero una vez que Hecateo escoge a Osiris para relatar su carrera y sus buenas obras, su intencionalidad aparece clara. Menciona que cuando Osiris accedi al trono, reuni un gran ejrcito con la intencin de recorrer toda la tierra inhspita y ensear a la raza humana como cultivar la vid y sembrare/ trigo y la cebada. Le acompaaban hombres expertos en agricultura y tambin msicos y mucha gente lo recibi como a un dios por su labor benefadora... Tambin fund muchas ciudades y d< 'spus dej tras de s hombres para que gobernaran en el pas y recaudaran los tributos. Entonces Hecateo menciona que en la estela de Osiris se lee la siguiente inscripcin: Yo soy Osiris, el Rey qtie avanz en campaa por todos los pases hasta las regiones deshabitadas de la India. Hecateo concluye afirmando que, de regreso a Egipto, Osiris recibi el don de la inmortalidad69.

    Los aspectos que aparecen en esta relacin obedecen a ms de un propsito. Al glorificar a Osiris, I let ateo rinde tributo a su forma helenstica de Serapis. La similitud entre las expediciones de Osiris y las de Alejandro es obvia y, del mismo modo, el nfasis puesto en la naturaleza humana de Osiris y su posterior deificacin sirve como justificacin para el eslablecimiento de un culto a Alejandro que puede considerarse como el allanamiento del camino hacia una posterior deificacin del propio Ptolomeo I con el nombre de Soter.

    Uno de los aspectos de la religin egipcia que poda ser cuestionado por los griegos y que, por tanto, tena que ser justifi-

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  • Representacin de Osiris eri ia tumba de Amcn-her-Khosphel c el |/le de 1
  • cado o al menos explicado, era el culto a animales sagrados. I Ic- cateo lo hace a travs de una explicacin racional basada en (los argumentos complementarios, extrados segn l de fuentes egipcias. En su primer argumento, relaciona diversos animales locales con el culto a Osiris de la siguiente manera: tras el asesinato y posterior mutilacin de su marido, Isis recogi todos sus trozos excepto los genitales. Con cada trozo, agregndole espec as y cera, molde una figura con el aspecto de Osiris. A continuacin enterro cada una de estas figuras en una region diferente y exhort a los sacerdotes locales a que la reverenciaran como dios, a que le consagraran uno de los animales caractersticos de su regin, a que le rindieran el culto que anterior lente haban ofrecido a Osiris y que a su muerte le dispensaran las mismas honras fnebres70. Por lo que respecta a los bueyes sagrados Apis, su adoracin como dioses so introdujo gradualmente entre todos los egipcios, pues estos animales, m s que ningn otro, haban servido a aquellos que descubrieron el cultivo de los cereales, tanto en la siembra como en el resto de los trabajos agr olas de los cuales se beneficia la humanidad71,

    El segundo argumento de Hecateo analiza el servicio que cada animal sagrado presta a la comunidad y a la humanidad. El perro es til para la caza y para la proteccin del hombre, era el guardaespaldas de Ositis y de Isis; el gato es til contra las spides y los reptiles, y ei ibis protege de Ins serpientes, las langostas y ios ciempis. La justificacin de los honores debidos a animales tales corno el lobo y el cocodrilo se .debe ms al mundo de la mitologa7' '.

    Cuando Hecateo pasa ele las-cuestiones divinas a las humanas mantiene la misma admiracin por los usos ^ costumbres egipcios (nomina). De vital importancia para Ptolomeo era mostrar la monarqua, en cuanto sistema de gobierno, bajo un aspecto ms favorable que los otros sistemas conocidos en las ciudades griegas. De nuevo nos encontramos que Hecateo responde perlet lamente a lab exigencias polticas de la situacin. As, en su

    7

  • descripcin del modo de vida de los reyes de Egipto, ni los muestra como tiranos ni excesivamente indulgentes. Todos sus actos estn regidos por las leyes, no slo en sus funciones administrativas sino tambin en las rutinas de su vida privada, puesto que exista una hora estipulada no slo para ofrecer audiencias o administrar justicia, sino tambin para dar un paseo, baarse o dormir con su esposa o, en otras palabras, para cada acto de su vida73.

    Hecateo tambin afronta otros temas interesantes, como la administracin de justicia y la organizacin de la clase obrera. Pero quizs el summum de su estudio sea la parte que dedica a la ciencia y a sus realizaciones. Menciona la Biblioteca Sagrada del Rameseun, en Tebas, y nos dice que los tebanos se consideraban como los hombres primigenios y los primeros en descubrir la filosofa y la ciencia exacta de las estrellas74. A continuacin, Hecateo enumera una serie de griegos que adquirieron la tama por su sabidura y conocimientos y que haban visitado Egipto anteriormente para conocer sus costumbres y su ciencia75. Tras mencionar a varios personajes legendarios, habla de Homero, el poeta; de sabios y legisladores, como Licurgo, Soln y Platn, quienes incorporaron muchas reglas egipcias a sus normas legislativas. Asimismo, cita a Pitgoras, que aprendi de los egipcios sus enseanzas acerca de la divinidad, sus proposiciones geomtricas y su teora de los nmeros, as como la transmigracin de las almas en otro ser vivo; a Demcrito, que pas cinco aos entre los egipcios y que fue instruido en muchas materias referentes a la astrologia; y a Oinpides, quien tambin pas algn tiempo con los sacerdotes y astrlogos egipcios, de quienes aprendi, entre otras cosas, el recorrido de la rbita solar y que sta era elipsoidal76.

    Todo lo anterior muestra que Diodoro no slo se apoy en Hecateo, sino que se las arregl para restituir gran parte del espritu y de las lneas maestras de su Aegyptiaca. Desgraciadamente no podemos decir lo mismo de los pasajes que nos han llega

    72

  • do de la obra de Manetn77. Se dividen en dos partes principales; la primera, el Eptome, o larga lista cronolgica de las dinastas egipcias y de sus reyes, y el suceso de la invasin de los Hicsos y su relacin con la vida de Moiss. Es extremadamente difcil desentraar en Manetn lo que es autntico de lo apcrifo o tergiversado. Las listas cronolgicas son valiosas, pero adolecen de una forma narrativa, y el largo y extenso episodio de la invasin de los Hicsos y de Moiss ha sido profundamente alterado por los apologistas judos a lo largo de los tres siglos que separan a Manetn de Josefo78.

    Dado su autorizado conocimiento de la lengua egipcia y de su historia y sus estrechas relaciones con los dos primeros Pto- lomeos79, Manetn, si hubiera tratado en profundidad temas como los que abord Hecateo, nos habra proporcionado conocimientos valiossimos. Parece que, como sumo sacerdote de Heliopolis, debera haber tenido una especial preocupacin por explicar las particularidades de la religin egipcia. Es conocido por haber recopilado los mitos de Isis, Osiris, Apis, Serapis y otros dioses80, haciendo siempre nfasis en la preeminencia egipcia. Empero, nada nos permite saber cul poda ser su actitud ante la poltica de los Ptolomeos.

    Otro autor contemporneo fue Evmero de Mesina, del que se dice fue emisario de Casandro, rey de Macedonia (301 - 297 a.C.), antes de que se estableciera definitivamente en Egipto, bajo el reinado de Soter y en los primeros aos de F i I adel fo8 *. Como intelectual, era un rebelde que manifestaba un desprecio absoluto hacia la creencia imperante en la inmortalidad de los dioses. Segn Diodoro, Evmero dijo que /os dioses que los hombres consideran inmortales por tradicin lo son gracias a sus buenas acciones, realizadas siendo humanos, pero que algunos de ellos haban adquirido tal distincin simplemente por los territorios que haban conquistado82. As se manifiesta que estuvo influenciado por Hecateo, contemporneo suyo de ms edad, y que conoca el escepticismo pirroniano del siglo IV a.C.

    73

  • Con respecto a la poltica de Soter, adopt una tendencia proegipcia, que se refleja en un libro deliberadamente titulado Narracin sagrada. Lo que podemos vislumbrar de los pocos pasajes que quedan es la descripcin de un modo de vida en una isla imaginaria, Panacea, en el ocano Indico, en la costa de la Arabia Flix. Hubo otros pobladores, aparte de los panaceos, pero Ammn los haba expulsado. Los panaceos se dividan en tres grandes castas: los sacerdotes, los agricultores y los soldados. Aunque tenan tres magistrados, eran los sacerdotes los que detentaban la suprema autoridad en todas las materias. La isla gozaba de la abundancia, y su poblacin llevaba una vida prspera y feliz. El centro de culto era un majestuoso templo dedicado al Zeus (Ammn) de la tres tribus, donde una estela de oro recoga, inscrita en jeroglficos, las bondades de los dioses13. Nos encontramos aqu con una utopa griega, aunque con ciertos elementos tpicamente egipcios6 '.

    Finalmente, debemos preguntarnos qu tipo de reaccin, si la hubo, provocaron estos escritos semi-histricos entre los griegos que vivan fuera de Egipto. Afortunadamente, conocemos la existencia de dos actitudes opuestas.

    Anticleides, el ateniense racionalista de la primera mitad del siglo ill a.C., en su libro acerca de Alejandro, del que slo nos han llegado fragmentos, parece haber incluido una digresin sobre la historia y civilizacin egipcias. En ella concede prioridad a los egipcios en geometra (moeris), en caligrafa (menes) y en algunos inventos'" . Por otra parte, nos encontramos con Zenn, el autor de una historia local de Rodas86. Llevado por su entusiasmo patritico por demostrar la antigedad de su isla de origen, elabora una historia legendaria que revela su indignada reaccin ante los mritos atribuidos a ios egipcios por autores como Hecateo y Anticleides. Asegura que uno de los Heliades (hijos riel Soh que era habitante de la isla y superior en conocimientos a todos los hombres, especialmente en astrologia, parti en barco hacia Egipto y fund una ciudad que ios hombres llaman Heliopolis. Fue ele l de

    74

  • quien /os egiptios aprendieron las leyes de la astrologia. A todo esto sigue una fantasiosa teora en la que Zenn narra que los griegos y la mayora de los seres humanos murieron a causa de una inundacin, siendo as que /os egipcios, aprovechando la ocasin, se apropiaron de los conocimientos de astrologia y, como los griegos, en su ignorancia, renunciaron al valoi de la escritura, prevaleci la idea de que los egipcios fueron los primeros hombrei que etec uaron el descubrimiento de las estrellas '^.

    Estas reivindi aciones y contrarreivindicaciones no son sino fanfarronadas en su mayor parte; en cualquier caso, sirven como muestra del espritu que imperaba en los crculos acadmicos en el siglo III a.C. En ellos detectamos dos tipos de actividades: por una parte, un ferviente inters por la historia de los inventos como apoyo necesario para la investigacin acadmica y para los dose ubrimientos cientficos que se estaban llevando a cabo en el Mouseion; y, por otra parte, la aproximacin histrica de un aficionado a las antigedades, que se transforma, paulatinamente, en una evaluacin crtica de la herencia del pasado. Tanto en un c aso como en otro, la documentacin disponible en la Biblioteca era indispensable,

    NOTAS

    ) Plutarco, Alejandro, 26.[2! Ibid., Estrabn, 17.1.6. Amiano Marcelino, 22.16.17.[31 Estrabn, 11.5 i.4| C.B. W ells I S'e Reliability o Ptolomey as an Historian, en: MiscclLinea

    di Studi Ak-nindrini in Memoria di A. Rostacnr pp. 101 1 16, Turin, 1963; A. B. Bosworth, V ian and the Alexander Vulyaie , en: Alexandre le Grand: Fnttiens Hardt, vol. 22, pp. 1-33, Oinebrj, 1 >75; R. S. Bag- naJI, recensin de Alexander the Great and the ) ogislic s oi 'he Macedonian Army!' por D. W . Engels. ( aliloinia 1978, Classical journal, >|). 348-3-lr', I

  • [9] Herdoto, II, 179; Herodoto (II, 113) cuenta cmo Paris y Helena fueron llevados por vientos desfavorables hasta la desembocadura canpica del N i lo.

    [10] La Odisea, 4. 447; Homero no encuentra otro nombre para designar alNi lo, como haba observado Arriano (.Anbasis, 6. 1. 2.). Lo cierto es que Homero emplea el nombre Egyptos en masculino para el ro y en femenino para el pas. La palabra .Neilos fue utilizada por primera vez por Hesodo, Teogonia, 338.

    [11] Batis-Combe Gunn, Notes on the Naukratis Stela, JEA, 29, 1943, 55.9.|1 2] G. Jondet, Les ports submergs de lancienne le de Pharos, Mmoires

    prsents l'Institut gyptien, vol. IX, 1916; R. Weill, Les ports ant-he- lleniques de la cte d'Alexandrie et l'empire crtois, BIFAO, vol. XVI,1919; F. Petrie, apud E. Bevan (dir.), Ptolemaic Egypt, 1927, p. 7, n. 1;P.M. Fraser, Ptolemaic Alexandria, pp. 5-6 y notas, Londres 1972.

    [13] Estrabn, I 7.1.6; Ps. Calstenes, i, 31. 2-5.(14] Baqulides, Carmina cum fragmentis, B. Shell (dir.), Teubner, 1949, I rag-

    menta, enkomei, 20B, 13-16.[ 1 5] Segn Ps. Calstenes, 1.31. 2., Alejandra celebraba en poca romana la

    fiesta de su fundacin el 2 5 de Tipe, que correspondera al 20 de enero. Pero en el 331 a.C,, con la adopcin del calendario juliano, tena lugar el 7 de abril; cf. M. El-Abbadi, El Egipto de Alejandro Magno en la conquista rabe, p. 20, n. 2, 1966 (en rabe); R. S. Bagnal, The Date of the Foundation of Alexandria, AJAH, 4, 1979, 46-9.

    [161 A. H. M. Jones, The Greek City, p. 2 y ss., Oxford O UP, 1979.[1 71 Justino, 11. 11. 13.[18] Curcio, 4, 8, 5; Ps. Aristteles, Oeconomica, ii, 33.[19] M. El-Abbadi, Clemenes de Nucratis, Bulletin o f the Faculty o f Arts,

    Alejandra, 1964, pp. 64-85 (en rabe).[20] Ibid.[21] .Caput esse Aegypti iubet Justino, 11.11.13.;22J C. Seltman, Creek Coins, pp. 211-212, Londres, Spink & Son, 1977.[23] La techa es sugerida por P. Fraser, op. cit., p. 7, . 28, segn su anlisis

    de un decreto egipcio en jeroglficos; cf. texto original en K. Sethe, Hie- roglyphische Urkunden, der Griechischen und Romischenzeit, ii, p. 11 y ss., trad, en E. Bevan (dir pub.), Ptolemaic Dynasty, pp. 28-32.

    [24] Tcito, Historias, IV, 831.[25] Ibid.[26] Estrabn, 794-8, 1 7.1.8: El cuerpo (soma) de Alejandro fue transportado

    por Ptolomeo y enterrado en Alejandra. El cuerpo recibi una sepultura temporal en Memfis antes de ser trasladado a Alejandra, Ps. Calstenes, iii, 34, Curcio Rufo, X, 10. 20.

    i 17] Suidas, s. V Pharos; Estrabn 791 -=1 7.1.6; ver ). Loeb, vol. VIII, p.25, n.2 sobre el doble sentido de la consagracin a los dioses salvadores; Plinio, Naturalis Historia, 36-83.

    [281 Plutarco, Non posse suaviter vivi secundum Epicurum, 1 3, p. 1 095 D; Eu-

    76

  • sebio, Historia Ecclesiae, V, 8. 11. Ver R. P. Pfeiffer, History o f Classical Scholarship, pp. 96 y ss., Oxford O UP, 1968; P. Fraser, op. cit. pp. 312 y ss., 321 - 122.

    [2r'! Estrabn, C. 793 I- 17. 1. 8.(30) Por ejemplo Faron, Plinio, N. H. 36-83; Mouseion, Atenas, 203 D. E,; B i

    blioteca, Ps. Aristeo, Letter to Philocrates; M. Hadas (dir.), Aristeo to Phi- loc.ral.es, Nueva York, 1955.

    I i 11 Alan Rowe, The Discovery o f the Famous Temple and Enclosure, ot Sara-pis o f Alexandria, El Cairo, 1966.

    1321 Tecrito, XVII, 86-90.[33) Herondas, Mimes, i, lneas 26-33.[341 Estrabn, C. 793-4=1 7 .1 ,8 , citado en La Odisea, 1 7. 266.[351 Tecrito, XV, 87-95. Kelerotn, heroe legendario griego que mont a Pe

    gaso y mat a la Quimera.[36) Corpus Inscriptionum Indicarum (nueva edicin de E. Hultzsch, Oxford,

    1925), vol. I, p. 48; cf. A. Parsons, The Alexandrian Library, pp, 199-202. P. Fraser, op, cit. pp. 180-181 y notas.

    (37| Caiixeno, apud Ateneo, 200F=Gr H627 F2. La mencin a los perros hindes plantea todava un problema, pero en modo alguno se puede poner en duda, como Fraser (op. cit.), la autenticidad de las vacas Fiindues; hemos visto que Alejandro haba quedado impresionado por el tamao y la belleza de ciertos bvidos hindes y que quiso llevarlos a Macedonia. Caiixeno menciona tambin la caravana de cientos de corderos de Etiopa, de Arabia y de Eubea. Un papiro de Zenn, en El Cairo, PCZ 57 (257 a. C. ) dice que Tobas, el jefe ammonita, envi a Apolonio, el ministro de Hacienda egipcio, dos bestias de carga blancas ele Arabia.

    [38) F. Preisigke, Sammelbuch griechischer Urkunden aus Aegypten, nms. 7169 y 7170.

    [39) Polibio, apud Estrabn, C 797=1 7.1.12.140) Tecrito, XIV, 58. 65-68.[411 Csar, Bellum civile, III, 110-111, donde se inclina del lado de Cleopatra

    contra el hermano de sta, Ptolomeo XIII, en el 48 a. C.)42J Polibio, V, 65. 107.[43J W . Dittenberger, Orientis Graeci Inscriptiones Selectae, p. 731.[44) Diodoro, 31. 1 5a.[45! Polibio, apud Estrabn C 797=17.1.12.[46) M.A.H. El-Abbadi, The Alexandrian Citizenship ', JEA, vol. 48, 1962, pp.

    106-123.I 17] Estrabn, 17. 1.1 0=C795, cf. P. Fraser, op. cit., vol I, p. 29, y vol. II, p. 93,

    n, 208.(481 Ateneo, 393 B.149] A. Fuchs y V. Tcherikover (dir,), Corpus Papyrorum Iudaicorum, 3 vol.,

    ver Introduccin, I, 1. 47 e Indice.[50] Plutarco, De Iside et Osiride, 28; Tcito, Historias, 4. 83.84.[51] R.E. Witt, Isis in the Graeco-Roman World, p. 51 y ss., Londres, 1971.

    77

  • [52| Herodoto, 3.28,

    [53| U. W Icker Urkunden der Ptotemvrzcil (ltere Fundo, i, pp. 25 0. Prei- sigke, Sammelbuch (SB) 2059, Delta isiglo V a. C), consagracin griega al buey Api'.; gualmnnlp idem, 1 =585103 (finales del s i y ! o IV a. C.) plagarla de Artemisa a Oserapis, cf. H. I. Bell, Cults and Creeds in Graeco- Ronian Lgypt, p. 18 y ss., Liverpool, 1953.

    [541 Apud Diodoro, I 84 8.1551 Apud Diodoro, i, 25.2.rSf.l I. P. Lauer, Saqqara. The Royal Cemetery o f Memphis, Excavations and

    Discoveries since 1850 p. 26, Londres, 1976; -.Egypt? cr>: Nagel, Encyclopdie-Guide, p. *39, G nebra, 198.3.

    I57J Tacito, Historias, 4.83.4; Plutarco, De Isidc et Osiride, 28.158] Herodoto, 2.1 44: Os/ris es aqul al que se denomina Dionisos en lengua

    griega"; Diodoro, , )6.4: Pues el rito de Osiris es el mismo que el deDionisos, y el de Isis es muy parecido al de D m ela ; slo se han cambiado los nombres.

    1.591 Satyius, apudTeotilo, ad Autolycum, 2.7i.L. Jacoby, I ragmente der grief-ch i sehen Historiker, 631 ) P (sc. Philopator Ptolemy).

    [60| j.-P. Lauer, op. cil, pp. 17, 24 y grabarlos; Nagel, op. cit. p. 337.|61) Diogenes Laercio (5.7(0 niera icma una ocasin en la que Demetrios com

    puso unas alabanzas a Serapis y que todava se cantaban en su poca.[62| C. Picard y J.-P. Lauer, Les statues ptolemaques du Serapeion de Memp

    his, p. 30 y ss. Pars, 1 9 jj; ver tambin C. Picard, Bulletin de l'institut d Egypte, vol. 38, I 935-5b, pubi. 1 962, pp. 5 1 3, para un somero estudiode ar estatuas y su antigedad; cf. P. Fraser, op. cit., vol. Il, p. 404, n.512, que se inclina por una f( cha ms antigua.

    [63] C. Picard, op. cit., p. 50 y ss., p. 80 y ss.; ).-P. I au er, op. cit., p. 18; Dorothy I. Thompson, -Ptolernaios and the "Lighthouse": Greek Cu tuce ir the Memphile Serapeum-, en: Proceedings o f the Cambridge Philological Society, 21 3, 1987, III, pp. 106-121, especialmente la p. 11 !.

    [64] A. Rowe, op. cit., p. 1 y ss.1651 P. I laser, op. cit., p. 250-265 y ss., y notas, de gran importancia biblio-

    gratca.|W>] Diodoro, I, 46.8; loseo, Contra Apionem, 1, 18.3.|67) Diodoro, i, 24.1.|68] Apud Diodoro, I, 13.i ; para su educacin, ver Diogene* Laercio, 9.69.169] Diodoro, I, 13.4-14.3; 17. 1.20.5; 27.5.]70: /b/r/., I, 21.6.[71] Ibid., I, 21.10; 88.4.[72| Ibid., I, 87. 1-5; 88.6 Hi.1.|73 Ibid., I, 70.10.(74 Ibid., I, 50.1.[751 Ibid., 1,96.1.[76] Ibid., I, 98 -4.177, Asequiblemente recopilado y traducido pot W . G. Waddell, Manethu, ].

    7

  • Loeb.178] Joseto, Contra Apionem i, 14=73 y ss.;/9 Consejero de Soter, Piusa ico i De hide et Osiride, 28) dedica ut a obra a

    ril.ictelfo, Syni'cellus, p. 72; vei .Maneton, trag. 80; apndice I.'80! Maneton, frag. 76.1ST ! Diodoro, VI, l.4=Euseliio, Praeparatio Evanglica, 2.7-59 B-61 A; cf. P.

    Fraser, op. cit., p. 289 y ss., y notos.I82) Diodoro, VI 2=,Ma1alas, p. 54.83I Diodoro, V. 12 -16.

    (84) Lact, -icio. Institutione- divinae, I, 11. Lactando, sorprendido por el ca-iicter egipcio de una oina literaiia griega, la tom equivocadamente nor

    una historia basada en las insci ipciones sagradas de los templos egipcios.(85; Diogenes Lcrelo, 8.11; Plinio, :\'jlu ra lis Historia, 7.193. Publicadas en

    Jacoby, Fragmento der griechischen Historiker, Il B, 1, l ia , se