Egloga I

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Egloga I El dulce lamentar de dos pastores, Salicio juntamente y Nemoroso, he de contar, sus quejas imitando; cuyas ovejas al cantar sabroso estaban muy atentas, los amores, 5 (de pacer olvidadas) escuchando. Tú, que ganaste obrando un nombre en todo el mundo y un grado sin segundo, agora estés atento sólo y dado 10 el ínclito gobierno del estado Albano; agora vuelto a la otra parte, resplandeciente, armado, representando en tierra el fiero Marte; agora de cuidados enojosos 15 y de negocios libre, por ventura andes a caza, el monte fatigando en ardiente jinete, que apresura el curso tras los ciervos temerosos, que en vano su morir van dilatando; 20 espera, que en tornando a ser restituido al ocio ya perdido, luego verás ejercitar mi pluma por la infinita innumerable suma 25 de tus virtudes y famosas obras, antes que me consuma, faltando a ti, que a todo el mondo sobras. En tanto que este tiempo que adivino viene a sacarme de la deuda un día, 30 que se debe a tu fama y a tu gloria (que es deuda general, no sólo mía, mas de cualquier ingenio peregrino que celebra lo digno de memoria), el árbol de victoria, 35 que ciñe estrechamente tu gloriosa frente, dé lugar a la hiedra que se planta debajo de tu sombra, y se levanta poco a poco, arrimada a tus loores; 40 y en cuanto esto se canta, escucha tú el cantar de mis pastores. Saliendo de las ondas encendido, rayaba de los montes al altura el sol, cuando Salicio, recostado 45 al pie de un alta haya en la verdura, por donde un agua clara con sonido atravesaba el fresco y verde prado, él, con canto acordado al rumor que sonaba, 50 del agua que pasaba, se quejaba tan dulce y blandamente como si no estuviera de allí ausente la que de su dolor culpa tenía; y así, como presente, 55 razonando con ella, le decía: Salicio: ¡Oh más dura que mármol a mis quejas, y al encendido fuego en que me quemo más helada que nieve, Galatea!, estoy muriendo, y aún la vida temo; 60 témola con razón, pues tú me dejas, que no hay, sin ti, el vivir para qué sea. Vergüenza he que me vea ninguno en tal estado, de ti desamparado, 65 y de mí mismo yo me corro agora. ¿De un alma te desdeñas ser señora, donde siempre moraste, no pudiendo de ella salir un hora?

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Poema de la era de oro española

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Egloga I

El dulce lamentar de dos pastores,Salicio juntamente y Nemoroso,he de contar, sus quejas imitando;cuyas ovejas al cantar sabrosoestaban muy atentas, los amores, 5(de pacer olvidadas) escuchando.T, que ganaste obrandoun nombre en todo el mundoy un grado sin segundo,agora ests atento slo y dado 10el nclito gobierno del estadoAlbano; agora vuelto a la otra parte,resplandeciente, armado,representando en tierra el fiero Marte; agora de cuidados enojosos 15y de negocios libre, por venturaandes a caza, el monte fatigandoen ardiente jinete, que apresurael curso tras los ciervos temerosos,que en vano su morir van dilatando; 20espera, que en tornandoa ser restituidoal ocio ya perdido,luego vers ejercitar mi plumapor la infinita innumerable suma 25de tus virtudes y famosas obras,antes que me consuma,faltando a ti, que a todo el mondo sobras.

En tanto que este tiempo que adivinoviene a sacarme de la deuda un da, 30que se debe a tu fama y a tu gloria(que es deuda general, no slo ma,mas de cualquier ingenio peregrinoque celebra lo digno de memoria),el rbol de victoria, 35que cie estrechamentetu gloriosa frente,d lugar a la hiedra que se plantadebajo de tu sombra, y se levantapoco a poco, arrimada a tus loores; 40y en cuanto esto se canta,escucha t el cantar de mis pastores. Saliendo de las ondas encendido,rayaba de los montes al alturael sol, cuando Salicio, recostado 45al pie de un alta haya en la verdura,por donde un agua clara con sonidoatravesaba el fresco y verde prado,l, con canto acordadoal rumor que sonaba, 50del agua que pasaba,se quejaba tan dulce y blandamentecomo si no estuviera de all ausentela que de su dolor culpa tena;y as, como presente, 55razonando con ella, le deca:

Salicio:

Oh ms dura que mrmol a mis quejas,y al encendido fuego en que me quemoms helada que nieve, Galatea!,estoy muriendo, y an la vida temo; 60tmola con razn, pues t me dejas,que no hay, sin ti, el vivir para qu sea.Vergenza he que me veaninguno en tal estado,de ti desamparado, 65y de m mismo yo me corro agora.De un alma te desdeas ser seora,donde siempre moraste, no pudiendode ella salir un hora?Salid sin duelo, lgrimas, corriendo. 70

El sol tiende los rayos de su lumbrepor montes y por valles, despertandolas aves y animales y la gente:cul por el aire claro va volando,cul por el verde valle o alta cumbre 75paciendo va segura y libremente,cul con el sol presenteva de nuevo al oficio,y al usado ejerciciodo su natura o menester le inclina, 80siempre est en llanto esta nima mezquina,cuando la sombra el mondo va cubriendo,o la luz se avecina.Salid sin duelo, lgrimas, corriendo.

Y t, de esta mi vida ya olvidada, 85sin mostrar un pequeo sentimientode que por ti Salicio triste muera,dejas llevar (desconocida!) al vientoel amor y la fe que ser guardadaeternamente slo a m debiera? 90Oh Dios!, por qu siquiera,(pues ves desde tu alturaesta falsa perjuracausar la muerte de un estrecho amigo)no recibe del cielo algn castigo? 95Si en pago del amor yo estoy muriendo,qu har el enemigo?Salid sin duelo, lgrimas, corriendo.

Por ti el silencio de la selva umbrosa,por ti la esquividad y apartamiento 100del solitario monte me agradaba;por ti la verde hierba, el fresco viento,el blanco lirio y colorada rosay dulce primavera deseaba.Ay, cunto me engaaba! 105Ay, cun diferente eray cun de otra maneralo que en tu falso pecho se esconda!Bien claro con su voz me lo decala siniestra corneja, repitiendo 110la desventura ma.Salid sin duelo, lgrimas, corriendo.

Cuntas veces, durmiendo en la floresta,(reputndolo yo por desvaro)vi mi mal entre sueos, desdichado! 115Soaba que en el tiempo del estollevaba, por pasar all la sienta,a beber en el Tajo mi ganado;y despus de llegado,sin saber de cul arte, 120por desusada partey por nuevo camino el agua se iba;ardiendo yo con la calor estiva,el curso enajenado iba siguiendodel agua fugitiva. 125Salid sin duelo, lgrimas, corriendo.

Tu dulce habla en cya oreja suena?Tus claros ojos a quin los volviste?Por quin tan sin respeto me trocaste?Tu quebrantada fe d la pusiste? 130Cul es el cuello que, como en cadena,de tus hermosos brazos anudaste?No hay corazn que baste,aunque fuese de piedra,viendo mi amada hiedra, 135de m arrancada, en otro muro asida,y mi parra en otro olmo entretejida,que no se est con llanto deshaciendohasta acabar la vida.Salid sin duelo, lgrimas, corriendo. 140

Qu no se esperar de aqu adelante,por difcil que sea y por incierto?O qu discordia no ser juntada?,y juntamente qu tendr por cierto,o qu de hoy ms no temer el amante, 145siendo a todo materia por ti dada?Cuando t enajenadade mi cuidado fuiste,notable causa diste,y ejemplo a todos cuantos cubre el cielo, 150que el ms seguro tema con receloperder lo que estuviere poseyendo.Salid fuera sin duelo,salid sin duelo, lgrimas, corriendo.

Materia diste al mundo de esperanza 155de alcanzar lo imposible y no pensado,y de hacer juntar lo diferente,dando a quien diste el corazn malvado,quitndolo de m con tal mudanzaque siempre sonar de gente en gente. 160La cordera pacientecon el lobo hambrientohar su ayuntamiento,y con las simples aves sin ruidoharn las bravas sierpes ya su nido; 165que mayor diferencia comprendode ti al que has escogido.Salid sin duelo, lgrimas, corriendo.

Siempre de nueva leche en el veranoy en el invierno abundo; en mi majada 170la manteca y el queso est sobrado;de mi cantar, pues, yo te vi agradadatanto que no pudiera el mantuanoTtiro ser de ti ms alabado.No soy, pues, bien mirado, 175tan disforme ni feo;que an agora me veoen esta agua que corre clara y pura,y cierto no trocara mi figuracon ese que de m se est riendo; 180trocara mi ventura!Salid sin duelo, lgrimas, corriendo.

Cmo te vine en tanto menosprecio?Cmo te fui tan presto aborrecible?Cmo te falt en m el conocimiento? 185Si no tuvieras condicin terrible,siempre fuera tenido de ti en precio,y no viera de ti este apartamiento.No sabes que sin cuentobuscan en el esto 190mis ovejas el frode la sierra de Cuenca, y el gobiernodel abrigado Estremo en el invierno?Mas qu vale el tener, si derritiendome estoy en llanto eterno! 195Salid sin duelo, lgrimas, corriendo.

Con mi llorar las piedras enternecensu natural dureza y la quebrantan;los rboles parece que se inclinan:las aves que me escuchan, cuando cantan, 200con diferente voz se condolecen,y mi morir cantando me adivinan.Las fieras, que reclinansu cuerpo fatigado,dejan el sosegado 205sueo por escuchar mi llanto triste.T sola contra m te endureciste,los ojos an siquiera no volviendoa lo que t hiciste.Salid sin duelo, lgrimas, corriendo. 210 Mas ya que a socorrerme aqu no vienes,no dejes el lugar que tanto amaste,que bien podrs venir de m segura;yo dejar el lugar do me dejaste; ven, si por slo esto te detienes; 215ves aqu un prado lleno de verdura,ves aqu una espesura,ves aqu una agua clara,en otro tiempo cara, a quien de ti con lgrimas me quejo. 220Quiz aqu hallars (pues yo me alejo)al que todo mi bien quitarme puede;que pues el bien le dejo,no es mucho que el lugar tambin le quede.

Aqu dio fin a su cantar Salicio, 225y suspirando en el postrero acento,solt de llanto una profunda vena.Queriendo el monte al grave sentimientode aquel dolor en algo ser propicio, con la pesada voz retumba y suena. 230La blanca Filomena,casi como doliday a compasin movida,dulcemente responde al son lloroso. Lo que cant tras esto Nemoroso 235decidlo vos Pirides, que tantono puedo yo, ni oso,que siento enflaquecer mi dbil canto.

Nemoroso:

Corrientes aguas, puras, cristalinas,rboles que os estis mirando en ellas, 240verde prado, de fresca sombra lleno,aves que aqu sembris vuestras querellas,hiedra que por los rboles caminas,torciendo el paso por su verde seno:yo me vi tan ajeno 245del grave mal que siento,que de puro contentocon vuestra soledad me recreaba,donde con dulce sueo reposaba,o con el pensamiento discurra 250por donde no hallabasino memorias llenas de alegra.

Y en este mismo valle, donde agorame entristezco y me canso, en el reposoestuve ya contento y descansado. 255Oh bien caduco, vano y presuroso!Acurdome, durmiendo aqu alguna hora,que despertando, a Elisa vi a mi lado.Oh miserable hado!Oh tela delicada, 260antes de tiempo dadaa los agudos filos de la muerte!Ms convenible fuera aquesta suertea los cansados aos de mi vida,que es ms que el hierro fuerte, 265pues no la ha quebrantado tu partida.

D estn agora aquellos claros ojosque llevaban tras s, como colgada,mi nima doquier que ellos se volvan?D est la blanca mano delicada, 270llena de vencimientos y despojosque de m mis sentidos le ofrecan?Los cabellos que vancon gran desprecio al oro,como a menor tesoro, 275adnde estn? Adnde el blando pecho?D la columna que el dorado techocon presuncin graciosa sostena?Aquesto todo agora ya se encierra,por desventura ma, 280en la fra, desierta y dura tierra.

Quin me dijera, Elisa, vida ma,cuando en aqueste valle al fresco vientoandbamos cogiendo tiernas flores,que haba de ver con largo apartamiento 285venir el triste y solitario daque diese amargo fin a mis amores?El cielo en mis dolorescarg la mano tanto,que a sempiterno llanto 290y a triste soledad me ha condenado;y lo que siento ms es verme atadoa la pesada vida y enojosa,solo, desamparado,ciego, sin lumbre, en crcel tenebrosa. 295

Despus que nos dejaste, nunca paceen hartura el ganado ya, ni acudeel campo al labrador con mano llena.No hay bien que en mal no se convierta y mude:la mala hierba al trigo ahoga, y nace 300en lugar suyo la infelice avena;la tierra, que de buenagana nos producaflores con que solaquitar en slo vellas mil enojos, 305produce agora en cambio estos abrojos,ya de rigor de espinas intratable;yo hago con mis ojoscrecer, llorando, el fruto miserable.

Como al partir del sol la sombra crece, 310y en cayendo su rayo se levantala negra escuridad que el mundo cubre,de do viene el temor que nos espanta,y la medrosa forma en que se ofreceaquello que la noche nos encubre, 315hasta que el sol descubresu luz pura y hermosa:tal es la tenebrosanoche de tu partir, en que he quedadode sombra y de temor atormentado, 320hasta que muerte el tiempo determineque a ver el deseadosol de tu clara vista me encamine.

Cual suele el ruiseor con triste cantoquejarse, entre las hojas escondido, 325del duro labrador, que cautamentele despoj su caro y dulce nidode los tiernos hijuelos, entre tantoque del amado ramo estaba ausente,y aquel dolor que siente 330con diferencia tantapor la dulce gargantadespide, y a su canto el aire suena,y la callada noche no refrenasu lamentable oficio y sus querellas, 335trayendo de su penaal cielo por testigo y las estrellas;

desta manera suelto yo la riendaa mi dolor, y as me quejo en vanode la dureza de la muerte airada. 340Ella en mi corazn meti la mano,y de all me llev mi dulce prenda,que aqul era su nido y su morada.Ay muerte arrebatada!Por ti me estoy quejando 345al cielo y enojandocon importuno llanto al mundo todo:tan desigual dolor no sufre modo.No me podrn quitar el doloridosentir, si ya del todo 350primero no me quitan el sentido.

Una parte guard de tus cabellos,Elisa, envueltos en un blanco pao,que nunca de mi seno se me apartan;descjolos, y de un dolor tamao 355enternecerme siento, que sobre ellosnunca mis ojos de llorar se hartan.Sin que de all se partan,con sospiros calientes,ms que la llama ardientes, 360los enjugo del llanto, y de consunocasi los paso y cuento uno a uno;juntndolos, con un cordn los ato.Tras esto el importunodolor me deja descansar un rato. 365

Mas luego a la memoria se me ofreceaquella noche tenebrosa, escura,que siempre aflige esta nima mezquinacon la memoria de mi desventuraVerte presente agora me parece 370en aquel duro trance de Lucina,y aquella voz divina,con cuyo son y acentosa los airados vientospudieras amansar, que agora es muda. 375Me parece que oigo que a la cruda,inexorable diosa demandabasen aquel paso ayuda;y t, rstica diosa, dnde estabas?

Ibate tanto en perseguir las fieras? 380Ibate tanto en un pastor dormido?Cosa pudo bastar a tal creza,que, conmovida a compasin, odoa los votos y lgrimas no dieras,por no ver hecha tierra tal belleza, 385o no ver la tristezaen que tu Nemorosoqueda, que su reposoera seguir tu oficio, persiguiendolas fieras por los monte, y ofreciendo 390a tus sagradas aras los despojos?Y t, ingrata, riendodejas morir mi bien ante los ojos?

Divina Elisa, pues agora el cielocon inmortales pies pisas y mides, 395y su mudanza ves, estando queda,por qu de m te olvidas y no pidesque se apresure el tiempo en que este velorompa del cuerpo, y verme libre pueda,y en la tercera rueda, 400contigo mano a mano,busquemos otro llano,busquemos otros montes y otros ros,otros valles floridos y sombros,do descansar y siempre pueda verte 405ante los ojos mos,sin miedo y sobresalto de perderte?

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Nunca pusieran fin al triste llorolos pastores, ni fueran acabadaslas canciones que slo el monte oa, 410si mirando las nubes coloradas,al tramontar del sol bordadas de oro,no vieran que era ya pasado el da,la sombra se veavenir corriendo apriesa 415ya por la falda espesadel altsimo monte, y recordandoambos como de sueo, y acabandoel fugitivo sol, de luz escaso,su ganado llevando, 420se fueran recogiendo paso a paso.