Dulce et decorum est pro debito mori
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1
DULCE ET DECORUM EST PRO DEBITO MORI
(Es dulce y honorable morir por la Deuda)
Jon Bárcena
RESUMEN
La ponencia analiza cómo se han
configurado algunos de los elementos del
modelo económico imperante a partir de la
obra de autores como K. Polanyi o D.
Graeber como punto de partida para una
crítica de la razón económica imperante.
Esta revisión crítica, en la medida en que
permita desvelar los sobreentendidos
implícitos en el modelo se considera un
punto de partida necesario de cualquier
discusión para la superación de las
contradicciones actuales.
ABSTRACT
In the paper we describe how some of the
key concepts of the current economic model
have been elaborated, based on the work of
thinkers as K. Polanyi or D. Graeber.
We use this starting point to set the basis of
a critique of the economic reason, where we
can reveal and discuss the underlying
assumptions of our hegemonic economic
model, as a precondition to any discussion
focused on overcoming the current
contradictions of our system.
No deja de parecer un anacronismo titular una ponencia para un Congreso de Filosofía
Joven, en la mesa dedicada a tratar un tema que parece tan propio y específico de la
contemporaneidad como la crisis del Estado de Bienestar (Welfare), con un antiguo
aforismo. Y sin embargo, y así esperamos poder mostrar a lo largo de estos minutos, la
vuelta a los orígenes quizá sea una de las condiciones para poder superar el estado actual
de la cuestión.
Para aquellos que, razonablemente, no estén al tanto del origen del latinismo, el original
(Dulce et decorum est pro patria mori – Es dulce y honorable morir por la patria-) nos
remite al poeta Horacio (65 aC – 8 dC) que, protegido del emperador Augusto y amigo
2
de Mecenas, pudo dedicar su vida a la poesía; entre sus obras del periodo de madurez
ocupan un lugar privilegiado las Odas –composiciones de carácter lírico- , entre ellas
figura la que este inmortal verso.
“Dulce et decorum”, escrito desde la sosiego en su villa al borde del Tíber, establece el
tópico de exaltación de la virtud a través de la defensa hasta la muerte de la patria. Su
bella factura le he convertido en leyenda de numerosas instituciones militares.
Y sin embargo, su fama actual está asociada a otro poema y otro poeta: Wilfred Owen
(1893 – 1918), el más conocido de los denominados “poetas de la guerra” ingleses,
muerto en acción de combate una semana antes de finalizar la Primera Guerra Mundial.
Owen, cuya obra pese a su brevedad no ha dejado de crecer en influencia, escribió el
poema “Dulce et decorum est” poco antes de morir, casi como una premonición de lo que
iba a ocurrirle. En el mismo describe de forma cruda y al mismo tiempo realista los efectos
de un ataque de gas: cuerpos retorciéndose, llagas supurantes, vómitos, ... en definitiva,
la realidad que se esconde tras el Dulce et decorum. A partir de este momento, parecería
entre ridículo y pretencioso volver a utilizar el motto horaciano en su sentido original.
Sirva esta larga introducción para abordar lo que formará el núcleo de la ponencia: la
importancia de la simbología en la configuración del imaginario social. Y, paralelamente,
la importancia de contraponer a los modos de representación asumidos, a los presupuestos
en los que nos movemos, una indagación sobre la realidad que se esconde tras ellos: Más
que las dramatizaciones o los discursos grandilocuentes, lo que nos muestra la historia es
que lo que permite desmontar los mitos es su disección, someterlos a escrutinio. Esto es
lo que intentaremos realizar en los siguientes minutos para el caso de la deuda.
El concepto de capitalismo
La historia del capitalismo es larga; de hecho, no es tan fácil consensuar una definición
sobre el término ni sus orígenes. Dado que no es nuestro objetivo el intentar establecer
una caracterización siquiera mínima, recogeremos la acepción planteada por Boltanski al
analizar las transformaciones del capitalismo: [este] “hace hincapié en la exigencia de
acumulación ilimitada de capital mediante medios formalmente pacíficos […] La
acumulación de capital no consiste en un acaparamiento de riquezas, es decir de objetos
deseados por su valor de uso, por su función ostentatoria (sic) o como signos de poder.
3
Las formas concretas de riqueza (inmobiliaria, bienes de equipo, mercancías, moneda,
etc.) no tienen interés en sí y pueden suponer incluso, debido a su falta de liquidez, un
obstáculo para el único objetivo realmente importante: la transformación permanente
del capital, de los bienes de equipo y de las distintas adquisiciones (materias primas,
componentes, servicios, …) en producción, de la producción en dinero y del dinero en
nuevas inversiones1
No insistiremos más en estos preliminares. Ya en este definición, elaborada en el cambio
de siglo, se identifica la progresiva sustitución de los conceptos tradicionales marxistas
basados en la dicotomía medios de producción –relaciones de producción hacia un
proceso autosostenido de crecimiento infinito; en cierta forma podríamos visualizar la
imagen que se nos acaba de presentar a una metástasis cancerígena, en la que la infinita
reproducción del capital parece condenada a devorar el cuerpo social que la sostiene.
¿Cuáles son las condiciones en las que a lo largo de los dos últimos siglos se ha llegado
a este desarrollo del sistema económico de Occidente?
Parece evidente que, más allá de lecturas absolutamente acríticas, resultaría absurdo
afirmar la racionalidad de una organización económica y social caracterizada por esta
modelo de producción y de uso de los medios, transformados ambos en fines.
Y sin embargo, no hemos sido capaces de generar una alternativa creíble al modelo en el
que nos encontramos inmersos: si bien es posible adoptar actitudes –individuales y
colectivas- opuestas al sistema capitalista expuesto, no dejan de ser respuestas
específicas, caracterizadas habitualmente como utópicas y esencialmente contrarias a
conceptos tan potentes como “la ciencia” o “lo natural”.
Si nos remitimos a este último lugar común (la naturalidad intrínseca del modelo
capitalista) resulta, a nuestro entender, crítico establecer cuándo y cómo ha adquirido
carta de naturaleza la afirmación de que el modelo capitalista de economía de mercado
descrito corresponde al orden natural.
Una arqueología del capitalismo neoliberal
1 BOLTANSKI y CHIAPELLO (2002) 35
4
Es difícil establecer cuándo empezó todo; sin embargo es quizá más fácil saber cuándo
cristalizó. Por recoger un momento, quizá fue L. Robbins, a quien hay que atribuir la
fortuna de acuñar en su obra An Essay on the Nature and Significance of Economic
Science (1932) lo que se considera la definición canónica de economía: “Economía es la
ciencia que estudia el comportamiento humano como una relación entre fines y medios
escasos que tienen usos alternativos”2
El establecimiento de la economía como una ciencia será el primer paso de una serie que
conducirán a establecer los procesos económicos como necesarios (debido a su origen
natural) y a establecer que la economía como ciencia solo puede entenderse bajo los
criterios que asumirán el mercado no como el modelo más eficiente y productivo (hecho
difícilmente cuestionable atendiendo a las experiencias alternativas), sino como el que
corresponde al orden de la naturaleza.
Si bien el paso dado por Robbins es crítico en el proceso de naturalización de la economía
de mercado, K. Polanyi, doce años más tarde, escribirá una obra a caballo entre la
economía, la antropología y la historia, donde describirá el proceso de reificación de las
relaciones sociales y culturales en las civilización occidental, fruto de la Gran
Transformación producida en el ámbito de la economía.
Sin ánimo de intentar una recensión del pensamiento de Polanyi, recogeremos aquí solo
las ideas que necesitamos para nuestra tesis:
1. La transformación de (i) los relaciones de trabajo y de (ii) propiedad sobre los
bienes de producción en mercancías, con lo que se equiparan al resto de objetos
intercambiables en el mercado
2. La sumisión de todo tipo de relaciones sociales (políticas, culturales, familiares)
a los procedimientos de la economía; en definitiva, la alteración del orden habitual
en el que la economía formaba parte del tejido social a quedar este embebido3 en
la economía
2 ROBBINS (1932) 15. Aunque espuria, la versión habitualmente recogida en las clases de economía de muchas facultades resulta aún más esencialista, al exponerla como “la asignación racional de recursos finitos a necesidades infinitas”. De hecho, la teoría microeconómica neoclásica necesita este postulado para poderse dotar de toda la artillería analítico-matemática en torno suyo. 3 Utilizamos esta traducción para mantener el término original embedded, que en otros textos se traduce por incrustada.
5
3. La globalización del modelo de economía de mercado fruto de la lógica expansiva
universalizadora.
A partir de estas constataciones, la tesis de Polanyi gira en torno a la autodestructividad
intrínseca del modelo, que en su búsqueda infinita de la productividad provocará
necesariamente crisis periódicas en el sistema, dada su incapacidad para autorregularse.
Polanyi plantea la necesidad de establecer una actividad política que contrarreste los
efectos perversos –y pervertidos- de la economía de mercado ante la demostrada
inexistencia de la famosa mano oculta que según describe A. Smith aseguraba la
autorregulación del mercado y la consecución del máximo bienestar social.
Una genealogía de las estructuras de poder en la economía de mercado
Polanyi, sin embargo, no precisa las condiciones concretas que tendrá que atacar la
actividad política mencionada. Fundamentalmente deberían centrarse en la
desmercantilización de las relaciones sociales y de volver al orden natural en el que lo
social y lo político prime sobre lo económico4-
Pero tampoco incide en las condiciones que han posibilitado esta transformación, lo que
podríamos determinar, en lenguaje filosófico, las condiciones de posibilidad de la
reificación (mercantilización) de los medios de producción5.
Aunque Polanyi alude los hechos históricos que por una parte posibilitaron y por otra
desencadenaron esta transformación, es necesario, a nuestro juicio, indagar en una
motivación más profunda: la que permite que un régimen económico suplante al orden
social consuetudinario, en especial si el nuevo orden imperante demuestra ser un modelo
en desequilibrio permanente, condenando a la sociedad que lo asume a procesos de crisis
cíclica.
4 Para un comentario más extenso, ver LAHERA SANCHEZ, A. La crítica de la economía de mercado en Karl Polanyi: el análisis institucional como pensamiento para la acción en Reis, 86/99 págs. 27-54 5 De hecho, el caracterizar el trabajo humano (lo que en Economía denominamos factor trabajo –L-) ya implica de facto un lenguaje con un contenido deshumanizador. Si posteriormente profundizamos en las funciones de producción neoclásicas, expresadas habitualmente como Q = f(L,K) (L-Trabajo, K-Capital), ya implica por la vía de la utilización del lenguaje matemático, la reificación del trabajo, haciéndolo sustituible por la utilización de maquinaria.
6
En el fondo, y por hacer un paralelismo –que ya hemos dejado evidente en los títulos de
las diferentes partes de esta ponencia- esta búsqueda recrea el método foucaltiano: desde
la arqueología de los modelos instituidos –con sus largos periodos y sus escansiones-
hacia la genealogía de las instituciones que dan soporte, carta de naturaleza y apuntalan
el orden social.
Entre otras muchas genealogías posibles, queremos llamar la atención hacia los
planteamientos de D. Graeber y su concepto de Deuda Primordial6
Sin entrar en el original y profusamente documentado trabajo de Graeber, uno de los más
lúcidos y originales pensadores, a nuestro entender, de la situación actual, quisiéramos
fijar la atención sobre el concepto mencionado: Deuda Primordial.
Si uno de los objetivos de En Deuda es desmontar el mito del origen de dinero como
elemento sustitutorio en el trueque –la famosa función de dinero como medio de cambio
en las transacciones económicas7- de la forma más efectiva para realizar la
desmitificación: con la investigación empírica. Graeber explora desde la antropología el
famoso origen mítico del dinero como medio de intercambio que aparece en cualquier
explicación al uso, para concluir que no hay ninguna referencia antropológica conocida
de una economía de trueque –estadio previo a la aparición del dinero-. Todos los casos
analizados muestran que las sociedades reales generan modelos de crédito entre los
agentes sociales con una anterioridad notable a la invención del dinero8.
A partir de esta constatación9, Graeber desarrolla una genealogía de la economía de
mercado que entronca directamente con los planteamientos de Polanyi. La pregunta
deviene, por tanto, no en cómo se produce la transformación de la economía de mercado
hacia la reificación que caracteriza el capitalismo actual, sino en los motivos para
perpetuar el mito fundacional del mercado.
6 GRAEBER (2012) Cap. 3 7 Recordemos que, tradicionalmente, las funciones que realiza el dinero en la economía son esencialmente tres: medio de cambio, unidad de cuenta y reserva de valor. De forma derivada de las anteriores, otros autores incorporan otras como: transferencia del poder adquisitivo, instrumento de política económica, etc. que en último término acaban siendo reducibles a las tres primeras. 8 GRAEBER (2012) 55 9 “Rara vez una teoría histórica ha sido refutada de manera tan absoluta y sistemática” GRAEBER (2012) 57
7
La respuesta que da Graeber es taxativa, a la vez que iluminadora: “La respuesta parece
ser que el Mito del Trueque no puede desaparecer porque es fundamental para todo el
discurso de la economía.”10
El trueque, el intercambio y la generación de crédito se transforman así, en manos de
Graeber el dispositivo que permite asentar las bases de la institución social conocida como
economía de mercado. Si, como es bien conocido desde los trabajos de Mauss y
Malinowski, la economía de mercado no solo es uno de los posibles modelos de
organización de la vida económica (junto a la donación y la redistribución) sino que no
es el modelo natural de orden, como hemos visto, Occidente desarrollará desde los
albores de la Ilustración un episteme que, como ya analizó Foucault11, incorpora de forma
esencial la función económica de cambiar como una de las transformaciones esenciales.
Así la economía (la ciencia de las riquezas) se convertirá junto a la gramática y la historia
natural en una de las ciencias fuertes12 dentro de ese término siempre difuso denominado
Ciencias Sociales.
La función de crédito (la Deuda) se impone como condición necesaria para establecer un
dominio político por parte del Estado que obligue a todos los agentes a someterse a las
regulaciones establecidas.
Y es en ese entorno donde entra en juego un agente preexistente pero que en este proceso
mutará para adquirir un rol que no ha dejado de crecer a lo largo de los últimos siglos: el
dinero.
Ya hemos comentado que, de acuerdo a las investigaciones de Graeber, podemos
considerar como un mito el surgimiento del dinero como elemento para agilizar el
trueque. De acuerdo a su visión, el dinero se configura fundamentalmente como una
unidad de medida del elemento básico en el que se sustenta el mercado: la deuda. De
acuerdo a esta concepción, el dinero obtiene su valor en la medida en que refleja la
existencia de deudas en el seno de la sociedad (lo que podemos denominar teoría de la
deuda primordial). Según esta tesis, la existencia de deuda no es una consecuencia de los
procesos de transacción, sino una condición necesaria para el funcionamiento del sistema
10 GRAEBER (2012) 60 11 FOUCAULT; M. (1997) Cap. 6 12 FOUCAULT (1997) 205
8
(“… el préstamo no se ha pagado. Nunca se pagará. Si alguna vez esto ocurriera, todo
el sistema monetario británico dejaría de existir.”13)
Sin poder establecerse más que como una hipótesis, la teoría de la deuda primordial nos
da una forma de entender la creación del mercado con sus mecanismos de intercambio
como una necesidad política en la que se configuran las relaciones de dependencia
basadas en la aparición de deudas. Este mecanismo devendrá el principal elemento de
sometimiento y dominación, sustituyendo la utilización de medios violentos (invasiones
militares, ejércitos, etc.)
Si adoptamos esta lectura, lo que claramente se rompe son los principios que han
determinado el desarrollo de la economía como ciencia positiva: el dinero deja de ser una
elemento de intercambio que sirve como unidad de medida (precio) de los bienes
intercambiados; pasa a ser un esquema de representación, un simulacro que define el
grado de vinculación de los agentes sociales –desde los individuos hasta los estados- al
ciclo infinito de capital-producción-consumo-capital. ¿Es posible identificar algún
indicio que nos permita apuntalar esta hipótesis?
Quizá podamos vislumbrar algo de lo que supone el sustrato de todos los procesos
monetarios acudiendo a los datos estadísticos. Utilizaremos una medida tremendamente
básica, incluso grosera para los economistas puristas, pero que puede ser ilustrativa para
nuestro propósito.
Según las estadísticas del Banco Mundial, el PIB mundial (valor de todos los productos
y servicios generados en el mundo) en 2013 –último año para el que se tienen estadísticas-
ascendió a 75,6 billones de dólares (billones españoles). En este mismo año, las cifras de
la deuda institucional (la que corresponde a los Estados y las empresas) y la de las deudas
de los particulares ascendías respectivamente a 100 y 97,2 billones de euros.
Un simple cálculo aritmético muestra que solo las deudas existentes suponen el 250% de
la producción anual. No acaba aquí el cálculo: si consideramos lo que se denomina
cuasidinero o técnicamente M2 (dinero y depósitos) agregado mundial supone un 125%
del PIB mundial.
13 GRAEBER (2012) 67
9
Sin entrar en más disquisiciones, por mera aritmética, circula en el mundo casi cuatro
veces los medios de pago (en forma de dinero o deudas) necesarios para comprar todos
los bienes y productos producidos. Y esta ratio no deja de incrementarse. ¿Cuál es el
sentido económico de esta magnitud? Si, como parece claro, existe un progresivo
desacople entre la realidad –productos y servicios producidos-, sus formas de
representación -el dinero, las deudas- y lo que estos mismos conceptos representan para
nosotros –capacidad de adquirir bienes y realizar intercambios, en último término- ¿qué
valor tiene los procesos y mecanismos en los que estamos inmersos?
El dinero como marco de representación
Tras este largo excursus sobre los cambios que nos han llevado hacia el capitalismo global
(frutos de la Gran Transformación) y nos han permitido explicar los mecanismos
institucionales de poder que sustentan el modelo de economía de mercado (la Deuda
Primordial), solo nos queda completar el esquema intentando aducir algún motivo que
haya permitido que un modelo autodestructivo –como se ha demostrado a lo largo de las
crisis padecidas en los últimos cien años14-- y cuyo mecanismo de dominación se sustenta
en una falacia económica –la desvalorización progresiva del dinero como capacidad de
adquisición de bienes- haya llegado a ser omnímodo.
En primera instancia, hay que dejar constancia de que la resiliencia del modelo económico
en el que nos encontramos no deja de ser paradigmática: su hegemonía se basa en la
inviabilidad manifiesta del resto de modelos propuestos como alternativas del capitalismo
a gran escala. Desde los experimentos bienintencionados del socialismo utópico, hasta la
implantación de modelos centralizados, la experiencia solo ha servido para revalorizar el
capitalismo neoliberal por la vía de los hechos, de tal forma que hoy en día vivamos en
una situación en la que los defensores del mismo ni se molestan en intentar analizar las
deficiencias –notables y notorias- del sistema, sino que utilizan como arma arrojadiza
ante cualquier crítica la petición de una alternativa como paso previo para permitir
cuestionar el modelo vigente.
14 De acuerdo a diferentes estudios, más allá de los modelos teóricos de crecimiento cíclico –donde el concepto de ciclo es un eufemismo para crisis y burbujas-, la historia demuestra empíricamente que desde 1775 la periodicidad de las crisis económicas y financieras es un dato incontrovertible: el promedio apunta al desencadenamiento de una crisis cada 15 años.
10
Como comentamos al inicio, el objetivo de esta disertación presentar la crítica de los
modos de representación para identificar los fundamentos no cuestionados de los
paradigmas dominantes como medio de forzar una discusión que supere la ingenuidad
inconsciente de los posicionamientos apriorísticos, sino que atienda a esas categorías
sobre las que establecemos nuestras creencias.
En este sentido, quisiéramos centrar la atención en un elemento que considero una de las
claves del debate para plantear una crítica fundada al modelo del capitalismo neoliberal.
Y tiene que ver con el dinero y su representación.
A juicio de algunos autores, entre ellos Polanyi, uno de los aspectos más influyentes en
la configuración actual del capitalismo global ha sido el abandono del patrón oro. No cabe
dedicarnos ahora a establecer las virtudes y defectos del metalismo; pero sí nos
referiremos a un efecto inducido por el evento del abandono de la convertibilidad del
dólar en 1971.
Lo que nos interesa remarcar es que, aceptando en general cualquiera de las teorías
monetarias, el dinero estaba asociado, de forma más o menos directa, con los fenómenos
económicos reales: intercambio de mercancías, valor del trabajo realizado, medida de la
utilidad relativa de los diferentes bienes, etc.
En la configuración de este episteme el dinero se conforma como un elemento dentro del
sistema, cuya aparición y manejo está en relación directa con las funciones económicas.
Sin embargo, con la ruptura del patrón oro, y la posibilidad de multiplicación infinita del
dinero se produce una transformación radical de la percepción y de la función del dinero
dentro de la sociedad. El dinero se convierte, al transformarse en una magnitud infinita,
en la nueva forma de sensibilidad social, en una intuición pura.
Hemos utilizado la terminología kantiano porque, a nuestro entender, la transformación
producida es similar a la experimentada en la consolidación de la revolución científica.
Si recordamos bien, todo comienza en Newton: este postula en los Philosophi Naturalis
Principia Mathematica las nociones de espacio y tiempo absolutos como marco de
referencia para poder desarrollar su teoría del movimiento. En primer lugar procede a
negar las nociones vulgares de espacio y tiempo, por utilizarse siempre en términos
relativos. Posteriormente postulará los conceptos de espacio y tiempo absolutos:
11
El tiempo absoluto, verdadero y matemático, por sí mismo, y por su propia
naturaleza, fluye con serenidad y sin relación con nada externo, y por otro nombre
se llama duración: tiempo relativo, aparente y común, es alguna medida sensible
y externa de duración por los medios de movimiento, que se utiliza comúnmente
en lugar de tiempo verdadero ...
El espacio absoluto, por su propia naturaleza, sin tener en cuenta nada externo,
permanece siempre semejante e inmóvil. Espacio relativo es una dimensión móvil
o medida de los espacios absolutos…15
Como vemos, Newton imagina unos conceptos, útiles para su teoría, pero que pese a su
insistencia en la propia definición, difícilmente pueden ser relacionados con nada real.
Y sin embargo, serán estos conceptos los que utilizará Kant para establecer el marco en
el que se desarrollan las condiciones de posibilidad de nuestro conocimiento: en
definitiva, la física matemática logra no solo crear unos conceptos sino transformarlos
por la vía de la filosofía en el eje central de toda nuestra epistemología. Y en este proceso,
los conceptos tienen que adquirir esa condición de infinitud que permite que el Hombre
esté inmerso, viva en ellos, sin cuestionarlos. El desarrollo de la ciencia y su justificación
a través de la productividad tecnológica llevarán a imposibilitar el cuestionamiento de la
verdad absoluta sobre la que se sustenta la ciencia moderna. Y, sin embargo, podemos
rastrear en sus orígenes artificios conceptuales creados de forma explícita como premisas
del modelo, sin justificación.
Con el dinero ha ocurrido algo similar; mientras estaba ligado a los procesos sociales
mantenía un carácter relativo, en el que percibimos los mismos atributos que tenían las
nociones vulgares del espacio y tiempo relativos. Pero la desaparición de cualquier
vinculación externa, en su multiplicación infinita a través de la creación de instrumentos
financieros no soportados en ninguna transacción real, convierten al dinero en una
magnitud ilimitada, y a partir de ese momento, adquiere el mismo carácter absoluto del
espacio y tiempo kantianos: se convierten en una forma a priori de la sensibilidad.
Aproximadamente del mismo modo en que la geometría se ocupa de las relaciones
dimensionales de las cosas sin relacionarlas con la sustancia en la que, sin
embargo, es donde aquellas se materializan […] la misma economía, por así
15 Definición VIII, Escolio, apartados I y II.
12
decirlo, reside en una abstracción real de la realidad general de los procesos
valorativos16
La realidad de nuestro mundo actual nos muestra que la medición en términos económicos
ha pasado a ser el principal –si no único- elemento de comparación para todas y cada una
de las actividades sociales, incluso más allá de las puramente económicas: desde el valor
artístico hasta la propia medida de la voluntad humana o social (que abarca desde el valor
de unos estudios en función de su coste económico o la envergadura de una acción
humanitaria a partir del dinero donado).
Este cambio en nuestra forma de representación es probablemente más sutil y, por tanto,
más insidioso. Es el que está, a nuestro entender, en la dificultad de pensar fuera de la
lógica establecida, la basada en la medición de la actividad social en términos monetarios,
de forma similar a la que nos obligan a pensar en términos de espacio y tiempo para
atender al mundo físico.
Y pese a su apariencia inicua, incorpora una capacidad autodestructiva superior a la
identificada por Polanyi o Graeber: la asociada a la ruptura esencial que se produce entre
la economía real y la financiera, la hegemonía progresiva de esta última y la incapacidad
de los medios habituales de crítica sociopolítica para limitar sus excesos.
La ideología de la representación: Las enseñanzas del Dulce et Decorum
Tenemos, por fin, los tres elementos que configuran nuestra comprensión del estado
actual de la cuestión:
- Un saber, la ciencia económica desarrollada a partir de la Gran Transformación,
que, al transformar en mercancía intercambiable en mercado, homogeneiza toda
la realidad social bajo una lógica de desarrollo infinito del capital
- Una institución central (la Deuda Primordial) que combina política y moral para
conducir todos los comportamientos sociales hacia un modelo de extensión
infinita de las relaciones de poder
16 SIMMEL (1976) 46
13
- Una forma de la sensibilidad (el dinero) que se establece como la dimensión
básica de medición de las relaciones sociales en su más amplia concepción.
¿Qué nos cabe hacer desde la filosofía?
Polanyi nos remitía al final de su libro al conocimiento de la sociedad y de la libertad en
la que se basa como la forma de superar el proceso autodestructivo en el que veía inmerso
al mundo occidental. Abogaba por volver a comprender el valor real del trabajo como
algo claramente diferente del valor de mercado y a partir de este hecho, una vuelta a los
orígenes en los que las personas no fueran tratadas por sus ingresos sino por la dignidad
que merecen.
Graeber, que explícitamente evita hacer propuestas concretas, no puede menos que
finalizar su obra con una17, en gran medida emparentada con la anterior: la necesidad de
superar la moral absoluta que fuerza al pago de todas las deudas sin atender a las
circunstancias. En concreto, su visión es que no todos tenemos que pagar nuestras deudas,
si no que plantea la necesidad de atender al origen de las mismas y las circunstancias de
cada deudor.
Obviamente no podemos menos que estar de acuerdo con ambos posicionamientos. Sin
embargo, creemos que más allá de la moral y la política asociadas a los planteamientos
de estos autores, es necesario repensar los fundamentos conceptuales de nuestro modelo:
qué es el dinero y qué función representa –y debe representar- dentro de la Sociedad.
No es un proyecto sencillo. Por el momento tenemos que conformarnos con identificar
algunas de las inconsistencias de la forma de representación en la que nos encontramos
inmersos. Quizá así podamos empezar a desembarazarnos de algunos de los
sobreentendidos ideológicos en los que nos movemos: la configuración de la economía
como una ciencia natural¸ la naturaleza absoluta del dinero como forma de representación
y medición de las interacciones sociales, la condición definitiva de la economía de
mercado y el capitalismo financiero como estadio final de la evolución económica de las
sociedades.
17 GRAEBER (2012) 390-391
14
Y fruto de esta toma de conciencia, podamos plantear alternativas esenciales que
propongan algo más elaborado que la negación a asumir la realidad sin cuestionarla.
Desde la configuración de un modelo económico donde se asuma la existencia de
diferentes modelos de relación superando la hegemonía totalizadora del mercado hasta la
comprensión de la esencial arbitrariedad de las llamadas “leyes económicas”. Y en
especial, la vuelta a los orígenes de la finalidad moral implícita en la economía de
mercado18, desaparecida con su conversión en ciencia natural. En esta búsqueda de
alternativas, una revisión de los implícitos asumidos en la concepción del dinero y su
representación constituye a nuestro entender, un elemento clave para la comprensión de
la naturaleza real de las transacciones económicas y de la multiplicidad de conceptos
diferentes incorporados de forma indiferenciada en el término dinero.
En definitiva, de lo que se trata es de encontrar la misma fuerza representativa que hizo
que Owen con unos pocos versos pudiera contribuir a cambiar la concepción de una
sociedad sobre la guerra:
Amigo mío, no volverías a decir con ese alto idealismo
A los ardientes jóvenes sedientos de gloria
La vieja mentira: Dulce et decorum est pro patria mori.
18No olvidemos que A. Smith escribió The Theory of Moral Sentiments (1759) de forma previa a The Wealth of Nations (1776) donde desarrolla el concepto de simpatía como la tendencia natural de los seres humanos que debe sustentar y guiar los intercambios de mercado.
15
BIBLIOGRAFIA
BOLTANSKI, L. y CHIAPELLO, E. (2002) El nuevo espíritu del capitalismo, Madrid,
Akal
FOUCAULT, M. (1997) Las Palabras y las Cosas, Madrid Siglo XXI
GRAEBER, D. (2012) En Deuda. Una historia alternativa de la Economía. Barcelona,
Ariel
POLANYI, K. (2001) The Great Transformation. The Political and Economic Origin,
Boston, Beacon Press
ROBBINS, L. (1932) An Essay on the Nature and Significance of Economic Science,
London, McMillan
SIMMEL, G. (1976) Filosofía del dinero, Madrid, Instituto de Estudios Políticos