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(Trujillo, España, 1478-Lima, 1541) Conquistador español. Hijo natural del capitán Gonzalo Pizarro, desde muy joven participó en las guerras locales entre señoríos y acompañó a su padre en las guerras de Italia. En 1502, embarcó en la flota que llevaba a las Indias a Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Española. Hombre inquieto y de fuerte carácter, no logró adaptarse a la vida sedentaria del colonizador, razón por la que decidió participar en la expedición de Alonso de Ojeda que exploró América Central (1510) y luego en la de Vasco Núñez de Balboa que descubrió el océano Pacífico (1513). Entre 1519 y 1523, sin embargo, se instaló en la ciudad de Panamá, de la cual fue regidor, encomendero y alcalde, lo que le permitió enriquecerse. Conocedor de los rumores que hablaban de la existencia de grandes riquezas en el Imperio Inca, decidió unir la fortuna que había amasado con la de Diego de Almagro para financiar dos expediciones de conquista (1524-1525 y 1526-1528), que se saldaron con sendos fracasos. A causa de las penalidades sufridas en el segundo intento, Pizarro se retiró a la isla del Gallo con doce hombres, mientras Almagro iba a Panamá en busca de refuerzos. Los «trece de la fama» aprovecharon para explorar parte de la costa oeste de América del Sur, región que denominaron Perú, tal vez por la proximidad del rio Virú, y tuvieron constancia de la existencia de una gran civilización. No obstante, ante la negativa del gobernador de Panamá a conceder más hombres a Almagro, en 1529 Pizarro viajó a España a fin de exponer sus planes al rey Carlos I, quien, en las capitulaciones de Toledo (26 de julio de 1529), lo nombró gobernador, capitán general y adelantado de las nuevas tierras, designación real esta que provocó el recelo y la frustración de Almagro. De regreso en Panamá (1530), Pizarro preparó una nueva expedición de conquista, y en enero de 1531 embarcó con un

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Biografias de Conquistadores españoles

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(Trujillo, España, 1478-Lima, 1541) Conquistador español. Hijo natural del capitán Gonzalo Pizarro, desde muy joven participó en las guerras locales entre señoríos y acompañó a su padre en las guerras de Italia.

En 1502, embarcó en la flota que llevaba a las Indias a Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Española. Hombre inquieto y de fuerte carácter, no logró adaptarse a la vida sedentaria del colonizador, razón por la que decidió participar en la expedición de Alonso de Ojeda que exploró América Central (1510) y luego en la de Vasco Núñez de Balboa que descubrió el océano Pacífico (1513).

Entre 1519 y 1523, sin embargo, se instaló en la ciudad de Panamá, de la cual fue regidor, encomendero y alcalde, lo que le permitió enriquecerse. Conocedor de los rumores que hablaban de la existencia de grandes riquezas en el Imperio Inca, decidió unir la fortuna que había amasado con la de Diego de Almagro para financiar dos expediciones de conquista (1524-1525 y 1526-1528), que se saldaron con sendos fracasos.

A causa de las penalidades sufridas en el segundo intento, Pizarro se retiró a la isla del Gallo con doce hombres, mientras Almagro iba a Panamá en busca de refuerzos. Los «trece de la fama» aprovecharon para explorar parte de la costa oeste de América del Sur, región que denominaron Perú, tal vez por la proximidad del rio Virú, y tuvieron constancia de la existencia de una gran civilización. No obstante, ante la negativa del gobernador de Panamá a conceder más hombres a Almagro, en 1529 Pizarro viajó a España a fin de exponer sus planes al rey Carlos I, quien, en las capitulaciones de Toledo (26 de julio de 1529), lo nombró gobernador, capitán general y adelantado de las nuevas tierras, designación real esta que provocó el recelo y la frustración de Almagro.

De regreso en Panamá (1530), Pizarro preparó una nueva expedición de conquista, y en enero de 1531 embarcó con un contingente de 180 hombres y 37 caballos hacia Perú. Informado de la guerra que enfrentaba al emperador inca Atahualpa con su hermanastro Huáscar, el 16 de noviembre de 1532 el conquistador español se entrevistó en la ciudad de Cajamarca con Atahualpa y, tras exhortarle sin éxito a que abrazase el cristianismo y se sometiera a la autoridad de Carlos I, lo capturó en un sangriento ataque por sorpresa.

El inca acordó con los extranjeros llenar de oro, plata y piedras preciosas una habitación a cambio de su libertad, pero de nada le sirvió cumplir su parte del pacto, pues Pizarro, reforzado por la llegada de Almagro al frente de un centenar de arcabuceros, acusó a Atahualpa de haber ordenado el asesinato de Huáscar desde la prisión y de preparar una revuelta contra los españoles y ordenó su ejecución, que se cumplió el 29 de agosto de 1533. A continuación se alió con la nobleza inca, lo cual le permitió completar sin apenas resistencia la conquista de Perú, empezando por Cuzco,

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la capital del Imperio (noviembre de 1533), y nombrar emperador a Manco Cápac II, hermano de Huáscar.

Poco después, Pizarro y Almagro se enemistaron por la posesión de Cuzco, y si bien primero unieron sus fuerzas para sofocar la rebelión indígena dirigida por Manco Cápac contra el dominio español (1536), acabaron por enfrentarse abiertamente en la batalla de las Salinas, en abril de 1538. Derrotado y prisionero, Almagro fue procesado, condenado a muerte y ejecutado por Hernando Pizarro, hermano del conquistador (8 de julio de 1538).

La venganza de los partidarios de Almagro, liderados por su hijo, se produjo el 26 de junio desde 1541, fecha en que Pizarro murió asesinado en su palacio de Lima, ciudad que él mimo había fundado a orillas del río Rímac seis años antes.

La muerte de Pizarro no hizo sino avivar la Guerra Civil peruana que duraría hasta 1548, como una enorme tragedia que acabaría tragando a las personalidades más destacadas de la conquista. Carlos I ya había nombrado en 1540 a un nuevo Gobernador con poderes especiales para que pusiera orden en tan inquieta provincia, al Licenciado Vaca de Castro, pero al llegar éste al Perú le dieron la noticia del asesinato del Marqués y la rebelión de Almagro El Mozo. En la batalla de Chupas, Vaca de Castro venció a los almagristas y mandó ejecutar al desventurado Almagro; pero nuevos y graves problemas habrían aún de entorpecer el normal poblamiento y desarrollo de aquellas ricas provincias.

La figura de Francisco Pizarro ha sido una de las más alabadas y de las más denostadas por los cronistas y por los historiadores que han tratado de sus hazañas. De entre los numerosísimos narradores que le acompañaron o que relataron sus proezas, Fernández de Oviedo mostró siempre una especial inquina contra “la secta pizarreña” de la que deseaba su exterminio, “como Castilla lo ha menester”; los demás, aunque exaltan las cualidades del Conquistador, no dejan por ello de describir con detalle las crueldades que se cometieron.

A su muerte dejó Francisco Pizarro un hijo y una hija habidos de su relación con la princesa Inca Doña Inés Yupanqui Huaylas, hija del gran Inca Huayna Cápac y hermana de Atahualpa y de Manco Cápac. El pequeño murió de niño y la hija, Francisca Pizarro Yupanqui (Jauja, 1534), quedó como heredera universal de su inmensa fortuna. Aunque su tío Gonzalo la pretendió en matrimonio, cuando en 1552, llegó la joven mestiza a Sevilla, aún no se había casado, trasladándose a Trujillo donde su familia tenía el mayorazgo de la Zarza (Conquista de la Sierra).

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http://www.biografiasyvidas.com/biografia/p/pizarro_francisco.htm

http://trujillopatrimoniodelahumanidad.com/blog/historia/biografia-de-francisco-pizarro

Nació en 1479 en la Villa de Almagro, España, y murió ajusticiado en El Cuzco, Perú, en 1538. Fue hijo de Elvira Gutiérrez y de Juan Montenegro, quienes no llegaron a casarse. Como su padre no cumplió con la promesa de matrimonio hecha a Elvira, ella decidió esconder a su hijo y enviarlo al cuidado de Sancha López del Peral.

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A los cinco años de edad, Diego fue acogido por su padre, pero este murió al poco tiempo, debido a lo cual quedó al cuidado de su tío materno, Hernán Gutiérrez, de cuya casa huyó a la edad de 15 años.

Su triste y solitaria niñez, y una juventud incierta, no le permitieron estudiar; no sabía leer ni escribir, lo que no oscurece las virtudes que le reconocen los cronistas: honrado, franco, generoso y de gran ánimo. Según Cieza de León, Diego de Almagro "era de pequeño cuerpo, de feo rostro e de mucho ánimo, gran trabajador, liberal aunque con jactancia, de gran presunción, sacudía con la lengua algunas veces sin refrenarse. Era avisado y sobre todo muy temeroso del rey".

Participó en las empresas de Conquista de Panamá y el Perú. Desde este último territorio emprendió en 1535 la exploración de Chile.

La Conquista del Perú

Almagro llegó a América en 1514, con la expedición que, bajo el mando de Pedrarias Dávila —o Pedro Arias de Ávila—, conquistó Panamá. Allí conoció a Francisco Pizarro, quien llegaría a ser su socio en una serie de proyectos, siendo el más grande de ellos la Conquista del Perú, a donde llegaron en 1532. En la formación de esta empresa también intervino Hernando de Luque, clérigo que prestaba sevicios en Panamá y el que invirtió una gran cantidad de dinero en el proyecto.

Es importante señalar que todas las empresas conquistadoras de América eran financiadas por sus propios integrantes y que, eventualmente, el Estado podía realizar algunos aportes, pero siempre en especies, nunca en dinero.

La amistad entre Pizarro y Almagro empezó a quebrarse en 1526 cuando el primero, a nombre de todos los inversionistas, firmó con el Rey la Capitulación de Toledo. Esta era un instrumento mediante el cual la Corona autorizaba la Conquista del Perú y se fijaban las recompensas que cada uno de los socios recibiría. Con anterioridad, estos se habían comprometido a repartir equitativamente los beneficios; sin embargo, al tratar con las autoridades hispanas, Pizarro logró para sí una mayor cantidad de premios y títulos. A pesar de ello, Almagro obtuvo de todos modos una importante fortuna, y por sus servicios el Rey se le concedió —en noviembre de 1532— el tratamiento de don y se le asignó un escudo de armas.

Riqueza mítica

Deseando alcanzar mayor prestigio, en 1534 Almagro obtuvo la gobernación de Nueva Toledo, la que según la Capitulación que su representante había firmado con Carlos V, comprendía las tierras ubicadas entre los paralelos 14 y 25 de latitud sur, es decir, desde El Cuzo hasta Taltal. Según los indígenas, estas tierras eran abundantes en oro, lo que justificaría cualquier esfuerzo.

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Almagro demoró 6 meses en alistar su expedición. No tuvo problemas en conseguir a los hombres, que mandó reclutar en El Cuzco y en Lima. Con su fortuna personal equipó a los soldados que no tenían recursos. Se compraron armas, herramientas, herraduras, pólvora, y otros utensilios necesarios. En total, se calcula que la empresa habría costado un millón y medio de pesos castellanos.

Cuando Almagro salió hacia Chile, el 3 de julio de 1535, quedaba pendiente en el Perú la disputa con Pizarro por la ciudad del Cuzco, que ambos creían entraba en su gobernación.

Llega al Valle de Copiapó

La ruta utilizada por Almagro para conducir a su hueste —integrada por alrededor de 500 españoles, 100 esclavos negros y 10.000 indígenas— pasaba por el Altiplano boliviano, bordeando el río Titicaca para llegar a Paria, Tupiza y desde ahí a Chicoana, girando luego hacia el suroeste para cruzar la Cordillera de los Andes por el paso de San Francisco.

El camino fue duro y extenuante. La fase más difícil fue el cruce de la cordillera: a casi 4.000 metros de altitud, el frío, el hambre y el cansancio significaron la muerte de españoles e indígenas, pero mayoritariamente de los esclavos, poco acostumbrados a climas tan rigurosos. La tradición dice que en algunas ocasiones algún soldado se detenía a descansar y moría congelado; que otro, al sacarse una de sus botas vio con horror como los dedos de sus pies estaban pegados a ella.

Entonces, una oportuna decisión de Almagro salvó lo que ya era un fracaso: ordenó a un pequeño grupo que se adelantase en el camino y buscase auxilio entre los indígenas. Por fortuna, estos hombres encontraron en el Valle de Copiapó a un español llamado Gonzalo Calvo Barrientos, un delincuente que había sido castigado por sus fechorías cortándosele las orejas y que ayudó a los expedicionarios gracias a sus vínculos con los naturales de la zona. Allí, en el valle del río Copiapó, Almagro tomó posesión de Chile a nombre de Carlos V.

Exploración del territorio

Diego de Almagro emprendió la exploración del territorio, dirigiéndose hacia el valle del río Aconcagua donde fue bien recibido por los indígenas. Sin embargo, las intrigas de su intérprete, un indígena llamado Felipillo, convencieron a los naturales de que la intención de Almagro era asesinarlos. Felipillo instó a los indígenas a atacar a los españoles por sorpresa, pero aquellos se desistieron.

Con el propósito de seguir el reconocimiento de las tierras y encontrar las riquezas de las cuales le habían hablado, Almagro organizó la expedición al Sur. Para ello envió a Gómez de Alvarado, quien junto a 70 hombres de a caballo avanzó sin encontrar mucha resistencia (julio-septiembre de 1536), llegando a la confluencia de los ríos Ñuble e Itata. En ese lugar, se produjo el primer enfrentamiento armado entre españoles y mapuche, la Batalla de Reinohuelén.

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En forma paralela, Almagro envió a Juan de Saavedra a reconocer las costas en la embarcación que le había traído refuerzos desde el Perú. Saavedra alcanzó hasta la zona de Alimapu, que llamó Valparaíso

—que quiere decir Valle del Paraíso—. El reconocimiento que el mismo Almagro hizo de la región central y las negativas noticias de Gómez de Alvarado, le hicieron pensar que quizás las riquezas se encontraban más allá de esa inmensa cordillera. Sin escuchar consejos decidió, en pleno invierno, enviar una expedición que al segundo día de marcha decidió volver; la empresa era irrealizable.

Decepción y desencanto

Diego de Almagro no encontró oro ni ciudades, sólo comunidades indígenas agricultoras y otras más belicosas en el Sur; no obstante esto, pensó en quedarse e incluso en fundar una ciudad. El optimismo inicial había hecho que Almagro trajera a estas tierras al hijo nacido de su relación con la indígena panameña Ana Martínez, el que también debía servir al Rey. Su primera intención fue quedarse; si no hubiera sido por las recomendaciones de sus compañeros de empresa —quienes lo instaron a volver al Perú a tomar definitiva posesión de su cargo, para asegurar la herencia de su hijo—, quizás Almagro habría emprendido la Conquista del país. Fue así como, decidido a volver al Perú, inició el viaje de regreso en septiembre de 1536.

La salida de los españoles de los valles de Chile fue violenta: Almagro autorizó a sus soldados a saquear a los indígenas, dejando sus tierras desoladas; no hubo ni un solo español que no tomara naturales para su servicio. Los amarraban y los obligaban a cargar sus pertenencias, actuando sin ninguna compasión.

Marcha por el desierto

De manera unánime, se decidió tomar la ruta del Desierto de Atacama. Antes de partir, Almagro, en un acto de gran generosidad, juntó a sus hombres y delante de ellos rompió las escrituras que documentaban las deudas contraídas con él antes de partir del Cuzco. Con este gesto quería recompensar, aunque fuera en una mínima parte, la ayuda recibida de estos toscos y ambiciosos aventureros.

La travesía del desierto no fue fácil debido a las condiciones climáticas imperantes; al igual que en el trayecto que habían realizado por el Altiplano, los conquistadores obtenían los alimentos de los indígenas, fuera de buena o mala forma.

Finalmente, la expedición llegó al Cuzco (1537). Según algunos autores, aquí nació la figura del roto chileno, debido, fundamentalmente, a las condiciones en que la hueste de Almagro arribó a su lugar de partida, con sus ropas hechas jirones y prácticamente deshecha.

La ciudad estaba sitiada por tropas indígenas al mando del Inca Manco II. Almagro era amigo del Inca, razón por la que le solicitó una entrevista, pero el encuentro no fue posible. Temiendo un entendimiento entre Almagro y Manco, el Gobernador

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Hernando Pizarro sembró la desconfianza entre los sitiadores, quienes atacaron la ciudad. Las tropas de Almagro se dispersaron, pero con los hombres que se quedaron a sus órdenes, logró poner fin al cerco, apresando a los hermanos Hernando y Gonzalo Pizarro.

http:// www.biografiadechile.cl/detalle.php?IdContenido=353&IdCategoria=8&IdArea=35&TituloPagina=Historia%20de%20Chile

(Quito, 1500 - Cajamarca, actual Perú, 1533) Emperador inca (1525-1533). Hijo del emperador Huayna Cápac y de Túpac Paclla, princesa de Quito, fue favorecido por su padre, quien, poco antes de morir, en 1525, decidió dejarle el reino de Quito, la parte septentrional del Imperio Inca, en perjuicio de su hermanastro Huáscar, el heredero legítimo, al que correspondió el reino de Cuzco. Aunque inicialmente las relaciones

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entre ambos reinos fueron pacíficas, la ambición de Atahualpa por ampliar sus dominios condujo al Imperio Inca a una larga y sangrienta guerra civil.

En 1532, informado de la presencia de los españoles en el norte del Perú, Atahualpa intentó sin éxito pactar una tregua con su hermanastro. Huáscar salió al encuentro del ejército quiteño, pero fue vencido en la batalla de Quipaypán y apresado en las orillas del río Apurímac cuando se retiraba hacia Cuzco. Posteriormente, Atahualpa ordenó asesinar a buena parte de los familiares y demás personas de confianza de su enemigo y trasladar al prisionero a su residencia, en la ciudad de Cajamarca.

En ese momento, el emperador inca recibió la noticia de que se aproximaba un reducido grupo de gentes extrañas, razón por la que decidió aplazar su entrada triunfal en Cuzco, la capital del imperio, hasta entrevistarse con los extranjeros. El 15 de noviembre de 1532, los conquistadores españoles llegaron a Cajamarca y Francisco Pizarro, su jefe, concertó una reunión con el soberano inca a través de dos emisarios. Al día siguiente, Atahualpa entró en la gran plaza de la ciudad, con un séquito de unos tres o cuatro mil hombres prácticamente desarmados, para encontrarse con Pizarro, quien, con antelación, había emplazado de forma estratégica sus piezas de artillería y escondido parte de sus efectivos en las edificaciones que rodeaban el lugar.

No fue Pizarro, sin embargo, sino el fraile Vicente de Valverde el que se adelantó para saludar al inca y le exhortó a aceptar el cristianismo como religión verdadera y a someterse a la autoridad del rey Carlos I de España; Atahualpa, sorprendido e indignado ante la arrogancia de los extranjeros, se negó a ello y, con gesto altivo, arrojó al suelo la Biblia que se le había ofrecido. Pizarro dio entonces la señal de ataque: los soldados emboscados empezaron a disparar y la caballería cargó contra los desconcertados e indefensos indígenas. Al cabo de media hora de matanza, varios centenares de incas yacían muertos en la plaza y su soberano era retenido como rehén por los españoles.

A los pocos días, Atahualpa, temeroso de que sus captores pretendieran restablecer en el poder a Huáscar, ordenó desde su cautiverio el asesinato de su hermanastro. Para obtener la libertad, el emperador se comprometió a llenar de oro, plata y piedras preciosas la estancia en la que se hallaba preso, lo que sólo sirvió para aumentar la codicia de los conquistadores.

Unos meses más tarde, Pizarro decidió acusar a Atahualpa de idolatría, fratricidio y traición; fue condenado a la muerte en la hoguera, pena que el inca vio conmutada por la de garrote, al abrazar la fe católica antes de ser ejecutado, el 29 de agosto de 1533.

La noticia de su muerte dispersó a los ejércitos incas que rodeaban Cajamarca, lo cual facilitó la conquista del imperio y la ocupación sin apenas resistencia de Cuzco por los españoles, en el mes de noviembre de 1533.

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http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/atahualpa.htm

Cuzco, Perú, 1491-Cotabamba, id., 1532) Soberano inca. Llamado oficialmente Tupic Cusi Hualpa, fue el duodécimo Inca del Tahuantinsuyo. Era hijo de Huayna Cápac y de su esposa legítima Araua Ocllo. Tras la conquista de Quito, su padre la convirtió en segunda capital y residencia del Inca, viviendo en ella con una princesa quiteña y el hijo

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que había tenido con ésta, Atahualpa. Huáscar, por su parte, siguió residiendo en Cuzco junto a su madre.

Cuando su padre decidió marchar hacia Quito, para sofocar los conatos de rebelión que inquietaban a los pueblos del Norte y afianzar así sus conquistas, Huáscar quedó a cargo del gobierno en la ciudad imperial (1524). A poco se extendió una peste, que causó grandes estragos en todas las poblaciones. Gravemente enfermo, Huayna Cápac designó como heredero a otro de sus hijos, llamado Ninan Kuyoshi, pero señalando que en su lugar debía reconocerse a Huáscar si los augurios eran adversos a aquél; y como Ninan Kuyoshi murió en Tumibamba, antes de serle anunciada la decisión paterna, fue reconocido Huáscar como Inca.

En tanto que la nobleza acudía a Cuzco para rendirle vasallaje, su hermano Atahualpa limitóse a enviarle desde Quito un mensaje político, y al frente del ejército sofocó la rebelión de los huancavilcas. Y aunque Huáscar no se mostró receloso, pronto hubo de cambiar su actitud: porque le denunciaron una presunta conspiración para darle muerte, y le hicieron concebir que los aprestos militares efectuados por Atahualpa no estaban dirigidos tanto contra los rebeldes cuanto a satisfacer su propósito de arrebatarle el trono.

Ordenó de inmediato exterminio de los conspiradores, entre los cuales se contaba su hermano suyo e incluso un tío que debía ser su consejero; trató con dureza a los orejones que habían marchado desde Quito con la procesión fúnebre que acompañaba al cadáver de Huayna Cápac, y sometió a tortura a algunos de ellos para obtener informaciones sobre los planes de Atahualpa; y llevó a cabo algunas reformas religiosas que movieron a descontento (por ejemplo: dispuso que se representase a Viracocha con la imagen del Sol; suprimió las panacas y el culto a los Incas difuntos; se burló de la intangibilidad de las acllas, al ordenar que los bailarines desahogasen en ellas sus apetitos durante una fiesta efectuada en Pomabamba).

Y, ya fuera para seguir la costumbre de que los gobernadores regionales acudiesen periódicamente a Cuzco para dar cuenta de sus actos, ya fuera para separar a Atahualpa de las fuerzas militares que lo obedecían, Huáscar lo conminó a presentarse en la corte. En su lugar envió aquél unos mensajeros, con presentes; pero el Inca los acogió con ira, dio a muerte a algunos, y a otros les infirió vejámenes antes de despedirlos con el encargo de entregar vestiduras femeninas a su jefe. A la postre sobrevino la ruptura entre los dos hermanos; y, tras una larga y sangrienta guerra civil, que no sólo dividió el Imperio, sino que se eclipsó para siempre, porque facilitó la conquista de los españoles.Mientras tanto los españoles al mando de Francisco Pizarro desembarcó en Tumbes en 1532 y con fingida hipocresía prometieron ayudar a ambos bandos, fueron adentrándose en el Imperio. Huáscar entonces envió una comitiva para darles la bienvenida en Tangarará, Pizarro entonces pide castigo para el usurpador Atahualpa.

Mientras éste se dirige a Cajamarca con 20,000 hombres y luego al Cuzco para coronarse emperador del Imperio. Las tropas de Huáscar se enfrentan en Tacaray

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cerca al Cuzco y salen triunfantes, pero fue tanto la vanagloria que se despreocupo en reorganizar las tropas y ante esto aprovecharon para atacar sorpresivamente y derrotar a Huáscar en la batalla de Cotabambas fue hecho prisionero y sus tropas quedaron derrotadas, cruelmente atado con una soga al cuello, fue conducido a Cajamarca por los generales Quisquis y Calcuchimac.En pleno camino cruzóse con los conquistadores Hernando de Soto y Pedro del Barco, que marchaban a Cuzco; y se dice que les ofreció cuadruplicar el rescate de Atahualpa a cambio de su libertad. Mientras esto sucedía en Cuzco en Cajamarca caía prisionero Atahualpa en manos de Pizarro, Así aceleró su fin, pues, enterado de ello, el cautivo de Cajamarca temió que pudiera enterderse con los españoles y ordenó a sus capitanes que le dieran muerte en Jauja (1532) muriendo ahogado en el río Andamarca, así como todos sus descendientes.

http://incasdeltahuantinsuyo.carpetapedagogica.com/2008/07/huascar-1525-1532.html