Dieu Lo Volti

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Dieu lo volti. Entre la fe y el poder…. Yéssica González Gómez. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- 1 "Dieu lo volti"'. Entre la fe y el poder. Una aproximación al estudio de las cruzadas en la Edad Media Yéssica González Gómez Historia Medieval "Mis más queridos hermanos: urgido por la necesidad, yo, Urbano, con el permiso de Dios obispo en jefe y prelado de todo el mundo, he venido hasta estos parajes en calidad de embajador, portando una admonición divina a vosotros, servidores de Dios. He guardado la esperanza de encontraros tan fieles y celosos en el servicio del Señor como es de esperarse. Pero si hay alguna deformidad o flaqueza contraria a la ley divina, invocando su ayuda haré lo más que pueda para erradicarla. Porque el Señor os ha puesto como servidores ante su familia. Felices seréis si os encuentra fieles a vuestro ministerio. Sois llamados pastores, esmeraos por no actuar como siervos. Pero sed buenos pastores, llevad siempre vuestros báculos en las manos. No durmáis, sino que guardéis todo el tiempo al rebaño que se os ha asignado. Porque si por vuestra negligencia viene un lobo y os arrebata una sola oveja, ya no seréis dignos de la recompensa que Dios ha reservado para vosotros. Y después de haber sido flagelados despiadadamente por vuestras faltas, seréis abrumados con las penas del infierno, residencia de muerte. Ya que vosotros habéis sido llamados en el Evangelio la sal de la tierra (Mateo 5:13), pero si faltáis a vuestros deberes, cómo, se preguntarán todos, ¿se podrá salar la tierra? En todo caso, es necesario que vosotros corrijáis con la sal de la sabiduría a todos aquellos necios que están entregados a los placeres de este mundo, no sea que el Señor, cuando quiera dirigirse a ellos, los encuentre putrefactos en medio de sus pecados apestosos y sin curar. Pues si Él encuentra dentro de ellos gusanos, es decir, pecados, porque vuestra negligencia os impidió asistirlos, El los declarará como inservibles, merecedores únicamente de ser arrojados al abismo donde se dejan las cosas sucias. Y ya que vosotros no pudisteis evitarle al Señor estas graves pérdidas, seguramente El os condenará y os apartará de Su dulce presencia. Aunque, Oh hijos de Dios, vosotros habéis prometido más firmemente que nunca mantener la paz entre ustedes y mantener los derechos de la Iglesia, aún queda una importante labor que debéis realizar. Urgidos por la corrección divina, debéis aplicar la fuerza de vuestra rectitud a un asunto que os concierne al igual que a Dios. Puesto que vuestros hermanos que viven en el Oriente requieren urgentemente de vuestra ayuda, y vosotros debéis esmeraros para otorgarles la asistencia que les ha venido siendo prometida hace tanto. Ya que, como habréis oído, los turcos y los árabes los han atacado y han conquistado vastos territorios de la tierra de Romania (el imperio bizantino), tan al oeste como la costa del Mediterráneo y el Helesponto, el cual es llamado el Brazo de San Jorge. Han ido ocupando cada vez más y más los territorios cristianos, y los han vencido en siete batallas. Han matado y capturado a muchos, y han destruido las iglesias y han devastado el imperio. Si vosotros, impuramente, permitís que esto continúe sucediendo, los fieles de Dios seguirán siendo atacados cada vez con más dureza. En vista

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Dieu lo volti. Entre la fe y el poder…. Yéssica González Gómez.

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"Dieu lo volti"'. Entre la fe y el poder. Una aproximación al estudio de las cruzadas en la Edad Media

Yéssica González Gómez Historia Medieval

"Mis más queridos hermanos: urgido por la necesidad, yo, Urbano, con el permiso de Dios obispo en jefe y prelado de todo el mundo, he venido hasta estos parajes en calidad de embajador, portando una admonición divina a vosotros, servidores de Dios. He guardado la esperanza de encontraros tan fieles y celosos en el servicio del Señor como es de esperarse. Pero si hay alguna deformidad o flaqueza contraria a la ley divina, invocando su ayuda haré lo más que pueda para erradicarla. Porque el Señor os ha puesto como servidores ante su familia. Felices seréis si os encuentra fieles a vuestro ministerio. Sois llamados pastores, esmeraos por no actuar como siervos. Pero sed buenos pastores, llevad siempre vuestros báculos en las manos. No durmáis, sino que guardéis todo el tiempo al rebaño que se os ha asignado. Porque si por vuestra negligencia viene un lobo y os arrebata una sola oveja, ya no seréis dignos de la recompensa que Dios ha reservado para vosotros. Y después de haber sido flagelados despiadadamente por vuestras faltas, seréis abrumados con las penas del infierno, residencia de muerte. Ya que vosotros habéis sido llamados en el Evangelio la sal de la tierra (Mateo 5:13), pero si faltáis a vuestros deberes, cómo, se preguntarán todos, ¿se podrá salar la tierra? En todo caso, es necesario que vosotros corrijáis con la sal de la sabiduría a todos aquellos necios que están entregados a los placeres de este mundo, no sea que el Señor, cuando quiera dirigirse a ellos, los encuentre putrefactos en medio de sus pecados apestosos y sin curar. Pues si Él encuentra dentro de ellos gusanos, es decir, pecados, porque vuestra negligencia os impidió asistirlos, El los declarará como inservibles, merecedores únicamente de ser arrojados al abismo donde se dejan las cosas sucias. Y ya que vosotros no pudisteis evitarle al Señor estas graves pérdidas, seguramente El os condenará y os apartará de Su dulce presencia. Aunque, Oh hijos de Dios, vosotros habéis prometido más firmemente que nunca mantener la paz entre ustedes y mantener los derechos de la Iglesia, aún queda una importante labor que debéis realizar. Urgidos por la corrección divina, debéis aplicar la fuerza de vuestra rectitud a un asunto que os concierne al igual que a Dios. Puesto que vuestros hermanos que viven en el Oriente requieren urgentemente de vuestra ayuda, y vosotros debéis esmeraros para otorgarles la asistencia que les ha venido siendo prometida hace tanto. Ya que, como habréis oído, los turcos y los árabes los han atacado y han conquistado vastos territorios de la tierra de Romania (el imperio bizantino), tan al oeste como la costa del Mediterráneo y el Helesponto, el cual es llamado el Brazo de San Jorge. Han ido ocupando cada vez más y más los territorios cristianos, y los han vencido en siete batallas. Han matado y capturado a muchos, y han destruido las iglesias y han devastado el imperio. Si vosotros, impuramente, permitís que esto continúe sucediendo, los fieles de Dios seguirán siendo atacados cada vez con más dureza. En vista

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de esto, yo, o más bien, el Señor os designa como heraldos de Cristo para anunciar esto en todas partes y para convencer a gentes de todo rango, infantes y caballeros, ricos y pobres, para asistir prontamente a aquellos cristianos y destruir a esa raza vil que ocupa las tierra de nuestros hermanos. Digo esto para los que están presentes, pero también se aplica a aquéllos ausentes. Más aún, Cristo mismo lo ordena. Todos aquellos que mueran por el camino, ya sea por mar o por tierra, o en batalla contra los paganos, serán absueltos de todos sus pecados. Eso se los garantizo por medio del poder con el que Dios me ha investido. ¡Oh terrible desgracia si una raza tan cruel y baja, que adora demonios, conquistara a un pueblo que posee la fe del Dios omnipotente y ha sido glorificada con el nombre de Cristo! ¡Con cuántos reproches nos abrumaría el Señor si no ayudamos a quienes, con nosotros, profesan la fe en Cristo! Hagamos que aquellos que han promovido la guerra entre fieles marchen ahora a combatir contra los infieles y concluyan en victoria una guerra que debió haberse iniciado hace mucho tiempo. Que aquellos que por mucho tiempo han sido forajidos ahora sean caballeros. Que aquellos que han estado peleando con sus hermanos y parientes ahora luchen de manera apropiada contra los bárbaros. Que aquellos que han servido como mercenarios por una pequeña paga ganen ahora la recompensa eterna. Que aquellos que hoy en día se malogran en cuerpo tanto como en alma se dispongan a luchar por un honor doble. ¡Mirad! En este lado estarán los que se lamentan y los pobres, y en este otro, los ricos; en este lado, los enemigos del Señor, y en este otro, sus amigos. Que aquellos que decidan ir no pospongan su viaje, sino que renten sus tierras y reúnan dinero para los gastos; y que, una vez concluido el invierno y llegada la primavera, se pongan en marcha con Dios como su guía". Discurso de Urbano II en el concilio de Clermont de 1095 según Fulquerio de Chartres, Historia Hierosolymitana. Recoge: A. Lozano y E. Mitre, Análisis y comentarios de textos históricos, Madrid, 1979, p. 182. (fragmento)

1.- INTRODUCCIÓN. El contexto que acompaña a las cruzadas.

Con toda probabilidad, cuando el Papa Urbano II pronunció este encendido discurso, durante la celebración del Concilio de Clemont1, no alcanzó a dimensionar el efecto que el mismo tendría sobre la cristiandad occidental, ni menos aún sobre el conjunto de las estructuras sociales y materiales de la sociedad medieval de aquel entonces. Los concilios eran asambleas generales convocadas y celebradas por la iglesia católica con el objeto de ratificar el imperio de la Fe, fortalecer aspectos doctrinarios, tratar sobre los asuntos de disciplina interna y externa y analizar el contexto político y las relaciones Iglesia-Estado.

1 El Concilio de Clermont fue un sínodo mixto de eclesiásticos y laicos, celebrado en

noviembre de 1095.

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En el caso del Concilio de Clemont, éste fue convocado de modo particular, a raíz de los acontecimientos desencadenados en oriente a propósito de la expansión de los Selyucidas que, desde finales X, habían iniciado su avance sobre oriente, causando verdaderos estragos en las provincias bizantinas, y provocando de paso el colapso del Califato Abbisida2.

La solicitud específica de apoyo militar efectuada por el Emperador Bizantino Alejo I, en cierta medida obligó a un pronunciamiento por parte de occidente no sólo en términos doctrinarios, sino también materiales. En dicho contexto, los hechos de oriente brindaron, la oportunidad de depurar, ante la opinión de la comunidad los objetivos y alcances del discurso de la Iglesia, al tiempo que relevaba la necesidad de avanzar en el fortalecimiento de los acuerdos y alianzas entre el mundo laico y el eclesiástico.

En palabras del cronista Fulqueiro de Chartres (1097), la asamblea, se extendió por diez días y fue, esencialmente de carácter mixto. A ella fueron convocados y participaron cerca de 300 clérigos de toda Europa y un número no menos significativos de nobles feudales. A lo largo de los diez días que duró la asamblea, fueron debatidos múltiples temas, entre los que destacaron esencialmente tres. En primer lugar los problemas de índole disciplinarios en términos de los efectos de la relajación de la norma y que, como ya era habitual, formaba parte de las declaraciones oficiales de la Iglesia, particularmente en lo que dice relación con la simonía3 y la violación de la Tregua de Dios4; pero también otros de naturaleza

2 Estos acontecimientos están a la base del cisma que afectará el dominio musulmán en la

península Ibérica, siendo la antesala de los movimientos que serán inicio a la empresa de reconquista por parte de los reinos cristianos del norte. 3 Básicamente la simonía consistía en la compra o venta ilícita de bienes espirituales por

bienes materiales. Esta práctica se hizo particularmente extensiva durante la Edad Media, como resultado del fortalecimiento de la nobleza señorial, pues los señores feudales reclamaban que las iglesias y sus bienes formaban parte de su patrimonio personal. En dicho contexto, fue común el otorgar las parroquias a sacerdotes elegidos por ellos a cambio de la retribución de una parte de los dineros u otros donativos de los fieles. El escándalo y la crítica que supuso el abuso de estas prácticas motivó el pronunciamiento oficial de la alta curia a través concilios, y en particular de la denominada “Cuestión o querella de las Investiduras” en que el Papa Gregorio VII (1073), y en el marco de las reformas clunisense y gregoriana, condenó la práctica de la simonía, provocando un quiebre político con los reyes y príncipes católicos. Más tarde, nuevas asambleas volvieron sobre el mismo tema a propósito de la persistencia de dicha práctica, éste fue el caso de el tercer concilio lateranense y el propio Concilio de Trento ya entrado el siglo XVI. 4 Se entiende por Tregua de Dios al movimiento social iniciado desde el siglo XI en adelante

en atención distensionar los altos índices de violencia tan propios del modelo feudal. Dado a que dicha violencia incidía de modo directo sobre la capacidad productiva y afectaba esencialmente a los sectores populares y campesinos, éstos reaccionaron en contra de los abusos y en ello encontraron apoyo por parte de la Iglesia. Dicho apoyo no fue del todo desinteresado, pues a partir de este rol de garante de la paz, la Iglesia tuvo oportunidad de reforzar su imagen de cercanía hacia los sectores desprotegidos y marginados de la sociedad. Originalmente, el derecho de paz consistió en decretar una zona libre del ejercicio de la violencia alrededor de las iglesias y abadías, bajo pena de excomunión, a esto se denominó “derecho de la Sagrera”. Estas sagrerías más tarde derivaron en las Asambleas de Paz y Tregua de Dios que prohibían el uso de cualquier forma de violencia dentro de todos los territorios cristianos durante determinadas etapas, especialmente asociadas a festividades de orden religioso. Como se observa, si bien la tregua de Dios permitió aumentar el prestigio moral de la Iglesia, su origen es más bien popular. De igual modo, debe tenerse en cuenta que sobe la base de esta práctica también la Iglesia evitó un estallido revolucionario de los sectores populares y de paso aumentó los niveles de gobernabilidad que facilitaron por bastante tiempo la sustentación de las estructuras del poder Feudal de la nobleza y el clero.

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política, como era el caso de la excomunión de Felipe I de Francia5. En segundo lugar la naturaleza y alcances políticos y territoriales que tendría sobre occidente la emergencia de esta nueva amenaza de invasión. En tercer lugar, se debatiría acerca de la posturas que la iglesia y Occidente asumiría frente a este llamado efectuado por el Emperador bizantino.

Sobre el primer punto, el pronunciamiento de la asamblea fue el esperado. La fehaciente condena de los abusos referentes a la simonía y la tregua de Dios, ratificando la postura eclesiástica de los sínodos anteriores, así como también respecto de la condena de la conducta de Felipe I de Francia.

Sobre el segundo punto, la lectura era más compleja, pues a juicio de los asistentes, en esta nueva invasión no sólo estaba en juego la estabilidad de oriente, sino de algún modo una nueva sombra ideológica y doctrinaria se cernía sobre el mundo cristiano occidental. Considerados como los antepasados de los Turcos Occidentales, los selyúcidas irrumpieron desde Asia Menor a mediados del siglo IX, proyectando su expansión hasta finales del siglo XIII, periodo durante el que causaron una serie de impactos territoriales, políticos y culturales sobre las provincias del Imperio Bizantino y el califato Abbisida. Esta irrupción, no sólo darían una nueva configuración al mapa de las zonas orientales, sino que actuarían como una verdadera barrera de contención y protección del mundo islámico frente a las oleadas mongolas y frente a las incursiones de los cruzados occidentales.

Sobre el tercer punto, la asamblea debía actuar con prudencia, pero al mismo tiempo con la energía y claridad que exigía el desarrollo de una estrategia políticamente correcta. La solicitud de apoyo militar por parte de los Bizantinos era una clara señal que potenciaba el acercamiento entre oriente y occidente, frente a la noción de un enemigo peligroso y común. Dicha solicitud no sólo tenía que ver con la remisión de apoyo material, pues desde mucho antes de la irrupción turca, los bizantinos acostumbraban a requerir la prestación de servicios militares a mercenarios occidentales, pero ahora el escenario era distinto. Las oleadas turcas habían demostrado su superioridad bélica y de paso, desintegrado la unidad político territorial del imperio. Si su contención no era un proyecto común para ambas facciones, entonces qué podía serlo. Así las cosas, la defensa de Bizancio no era sólo un tema de Estado, sino un asunto de seguridad para toda Europa Occidental6. En efecto, la conquista de Siria y Palestina llevada a cabo por los Selyucidas islámicos alarmó a toda la comunidad cristiana occidental. El miedo tan presente en la visión y cosmovisión de los hombre y mujeres medievales parecía más presente que nunca ahora que la noticia de los acontecimientos de oriente se confirmaba. A juicio de G. Duby, el temor a los nuevos posibles invasores fue manipulado y exacerbado casi hasta la psicosis, en lo que probablemente también fue una estrategia de

5 Felipe I, perteneciente a la dinastía de los Capeto, había sido excomulgado por el Obispo de

Lyon, a propósito de haber roto su matrimonio con Berta de Holanda para unirse a Bertrada de Montfort, hija de Cecilia de Francia. Durante el Concilio de Clemont. Urbano II, ratificó la medida, ofreciendo levantar el castigo si Felipe I retornaba al lado de su primera esposa, cosa que no ocurrió. Esto explica que el monarca no apoyara ni participara directamente la primera cruzada. 6 La penetración de las tribus turcas seleyúcidas, acaudilladas por Alp Aíslan, califa de Bagdad,

consiguieron arrebata Jerusalén y Siria a los fatimíes de Egipto, aniquilando de paso al ejército bizantino en la batalla de Mancierta hacia el año 1071. a partir de entonces e abre una

época e intolerancia religiosa que rompe las relaciones entre Oriente y occidente, pero que por otra parte, acerca más que nunca antes las posturas de Bizancio y roma, frente a la noción del enemigo común. Al respecto ver, Zinder, Herman. Ediciones Itmo. Madrid. 1982. Tomo I, pp 156-7.

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posicionamiento de la Iglesia como Garante de la fe y la seguridad y de la nobleza señorial como el segmento más poderoso de la sociedad de la época7.

Sin embargo, sería cuando menos ingenuo pensar que la reacción de occidente frene a los sucesos de oriente se reducían pura y exclusivamente a razones ideológicas o de fe. Al respecto basta con considerar los elementos del contexto. Desde el siglo X en adelante, las sociedades occidentales habían asistido a un sistemático despegue de sus economías y desarrollo de relaciones comerciales, dentro de las cuales, el contacto, las rutas y productos que circulaban a través de los corredores orientales y occidentales resultaban esenciales, particularmente para las economías italianas, verdadera bisagra de la circulación de sujetos, productos y capitales. Así mismo, la revitalización de los espacios urbanos contrastaba con el clima de efervescencia y rivalidad que era posible observar entre la nobleza señorial, que por la misma época luchaba enfrascada en el intento de delimitar sus áreas de influencia y poder en distintos sectores. Fue el caso de los Francos, y el de los hispanos cristianos que, entre la reorganización política y los intentos de reconquista de los espacios territoriales, parecían especialmente sensibles al tema de la guerra como mecanismo de resolución de los conflictos8.

En otras palabras, la consolidación del feudalismo terminó por gatillar un doble fenómeno. Mientras por una parte logró asignar un orden a cada sujeto dentro de un sistema conocido y regido por la lógica de la unidad de fe (sistema cristiano occidental), por otro, generó las bases para la emergencia de todo un proceso de expansión comercial, política y territorial, a partir de cual se provocaría, unos cuantos años más tarde, los primeros síntomas de descomposición del sistema feudal9. La Iglesia no fue ajena a las señales ni vicisitudes del entorno, con la diferencia que en su caso, logró sortear con éxito las crisis y salir fortalecida de ellas. En efecto, si para la época del tratado de Verdún (843)10 el sistema social cristiano occidental se extendía por Francia, parte de Alemania, una porción sur de las Islas Británicas, y la mitad norte de España e Italia, desde el siglo XI en adelante se iniciaría una expansión que facilitó la occidentalización y cristianización latina de toda Italia hasta Sicilia, Escocia, Gales, cerca de la mitad de la Península Ibérica, Polonia y Escandinavia, ampliando el control de occidente sobre espacios tan remotos como Constantinopla o Jerusalén, Lituania, Irlanda o Bohemia, escenario en donde el discurso de las cruzadas, resultó esencial para afianzar la presencia de la Iglesia.

Si n embargo, si por una parte la expansión y consolidación el feudalismo ha sido interpretada por algunos como una clara señal de mejoramiento de las condiciones generales de la sociedad y economía europea11, otros han visto en el mismo fenómeno la emergencia de nuevos problemas, especialmente de orden

7 Duby, G. La huella de nuestros miedos. Año 1000, año 2000. Editorial Andrés Bello, Santiago

de Chile. 1995, pp. 60 y ss. 8 Glick, Tomas. Cristianos y musulmanes…..

9 El feudalismo como sistema no sólo logró proporcionar estabilidad a sociedades que parecían

desagarradas por la inestabilidad y la violencia, sino que de paso generó las condiciones necesarias para que se iniciara la expansión agrícola y del comercio que facilitaría la concentración de la riqueza. 10

El tratado de Verdún, fue el acuerdo político celebrado por Lotario I del Sacro Imperio Romano Germánico, Luis el Germánico y Carlos el Calvo y que puso término a las rivalidades y hostilidades por el control total del imperio carolingio. El efecto más importante de dicho tratado fue poner término definitivamente a sueño de la reconstrucción política del Imperio Romano, al paso que se sentaron las bases para la emergencia de las naciones de Francia, Alemania, Bélgica y Holanda. 11

Duby, George. Guerreros y campesinos.

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demográficos que habrían afectado a las sociedades medievales y que, en alguna medida explicarían el éxito de convocatoria del llamado a las cruzadas.

De acuerdo a estas ideas, el mejoramiento de las condiciones de vida, la disminución de los índices de violencia, el aumento de la producción agrícola habría provocado, entre muchos otros factores, el despegue demográfico, generando con ello un problema de presión que intentó ser resuelto por la vía de la expulsión del excedente demográfico hacia las nuevas zonas de expansión. La idea de que a través de las peregrinaciones y la participación en las cruzadas se podría obtener un nuevo espacio, y aún más compensaciones materiales habría sido un poderoso disuasivo para quienes, en occidente no tenían nada o tenían muy poco12. Aunque las investigaciones actuales dan cuenta de que en la práctica las cruzadas fueron un pésimo negocio a nivel individual y colectivo para quienes apostaron a cuestiones materiales junto con aquellas motivaciones espirituales, es probable que un porcentaje de sujetos vieran en la marcha hacia oriente un derrotero cuya materialización implicaría mejorar su calidad de vida.

En síntesis, las Cruzadas fueron, en parte, una reacción a todos los sucesos de oriente, aunque más bien debe considerarse que en este fenómeno se entrecruzaron intereses materiales, espirituales, sentimientos místicos y ambiciones tanto a nivel individual como colectivo. Así, si bien las cruzadas fueron el brazo armado de la iglesia, también lo fueron de los grupos de nobles que por primera vez en mucho tiempo se focalizaban en un objetivo en común más allá de sus luchas intestinas en función de los lindes de su autoridad sobre los espacios y las personas. Para los desarraigados y marginados, serían la esperanza de construir un mañana menos incierto, la posibilidad de formar parte de una comunidad que tradicionalmente los había excluido y frente a la cual la idea de la fe se transformaba en un excelente medio no sólo de inclusión, sino la validación como un par. Frente a los sucesos de oriente, la comunidad occidental reaccionaba como un conglomerado de buenos cristianos en ayuda de los hermanos amenazados, aunque bajo aquel sayo de declaraciones de buena crianza se ocultaran intereses personales y colectivos, algunos más o menos mezquinos que otros.

2.- Los fundamentos ideológicos implícitos en el ideal de los cruzados.

Uno de los factores que ayudan a comprender el fenómeno de las cruzadas medievales, está asociado al cambio en el discurso de la iglesia respecto de la guerra como mecanismo de resolución de conflictos dentro de la sociedad medieval. La

clásica distinción hecha por la iglesia respecto de la denominada militia Christi o

milicia de Dios, inspirada en la idea de la lucha espiritual contra el mal, y la militia

seculares, cuya expresión era la prestación de servicios militares con fines materiales, comienza lentamente a disuadirse a partir del siglo XI13.

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Algunas de las explicaciones al fenómeno de las cruzadas han sobredimensionado la reacción de la sociedad medieval frente a la expansión demográfica. En tal sentido, han interpretado las cruzadas como el medio de encontrar un amplio espacio donde acomodar parte de esa población en crecimiento y, dar paso a las ambiciones de nobles y caballeros, ávidos de tierras. 13

Desde el punto de vista de los teólogos medievales, sólo aquella lucha que era emprendida en nombre del imperio del bien y en una perspectiva netamente defensiva podía ser considerada como justa. Este principio inspirado en los dichos de San Agustín darían origen a la primera orden militar en España hacia el siglo XI, y más tarde permitirían justificar, ideológicamente la idea de la guerra de los cristianos en contra de los musulmanes, pues éstos constituirían una amenaza para la fe, o sea para el imperio del bien. Esta misma idea es la que ha sido malamente comparada con la noción de Guerra Santa.

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En efecto, hacia el año 1000 podemos constatar un cambio en la base teórica

respecto de la guerra y el uso de la violencia como medio justo de defensa de la fe amenazada. Bajo este precepto comenzaron a ser admitidas las expediciones militares como parte de las acciones de defensa y expansión del cristianismo en Europa.

Una de las excepciones admitidas por la Iglesia fue la interpretación de la

guerra de reconquista de los territorios hispanos en poder de los musulmanes en España14. La idea del grave daño material, pero por sobre todo espiritual ocasionado por los musulmanes a los reinos y poblaciones cristianas de la región hispana fue la punta de lanza que facilitó el apoyo de la Iglesia al proyecto de reconquista. La clara simpatía y sintonía entre los miembros de la Iglesia y la nobleza señorial terminó por sellar una alianza que pretendía hacer de la reconquista de los territorios cristianos el nuevo bastión de la cristiandad occidental. Al mismo tiempo la emergencia de centros de peregrinación, como Santiago de Compostela, fortalecieron aún más aquel proyecto político e ideológico.

Fue con el papa Gregorio VII que la diferenciación entre militia secularis y

militia Christi comienzó a desaparecer. Gregorio VII es considerado como el gran ideólogo de las cruzadas, no en vano Karl Erdmann lo tipifica como el papa más guerrero de toda la historia de la Iglesia durante la edad Media. Al respecto, Ivo de Chartres, canonista contemporáneo a los acontecimientos de desencadenron las cruzadas escribía, hacia el siglo XI:

“para los que alaban verdaderamente a Dios también aquellas guerras son pacíficas ya

que se llevan a cabo, no por obediencia o por crueldad sino por amor de la paz, para

castigar a los malos y elevación de los buenos.(…) la guerra justa es la que se hace

para recuperar los bienes o para la represión de los enemigos15”.

Uno de los efectos directos de esta variación en el discurso sobre la guerra

justa, tiene que ver con la extensión de la responsabilidad de la defensa de la fe a toda la comunidad cristiana. A partir de las ideas de Gregorio VII, toda la comunidad de cristianos católicos eran potencialmente un ejército que combatiría en nombre de la fe y por la defensa de Dios. Sus ideas fueron de la mano con los planteamientos de los segmentos reformistas de la Iglesia, de los cuales él fue impulsor. Así, el llamado de Urbano II a los fieles para combatir a los bárbaros de oriente no fue más que la continuidad de un movimiento más profundo y que formó parte de la reforma de la iglesia iniciada con Gregorio VII. Los turcos, por tanto, sólo proporcionaron una excusa para legitimar un proceso iniciado años antes en el seno de la Iglesia Occidental.

Si las cruzadas deben ser interpretadas como una guerra Santa o no, es una

cuestión que aún no está del todo clarificada por la historiografía moderna. En lo que si parece existir acuerdo, es en la interpretación del rol que le cupo a la nobleza, y particularmente, a la caballería en la puesta en marcha del ideal cruzado. Dicha participación para muchos no es producto del azar, como tampoco es la expresión de un profundo sentido religioso. Por el contrario y sin desmerecer la piedad de muchos cruzados, lo cierto es que las cruzadas como fenómeno político y económico, vino a resolver muchos de los problemas que afectaban la estabilidad, prestigio y fortuna de este grupo, especialmente para el caso de la nobleza y caballería franca.

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Para muchos historiadores modernos, sería éste el modelo que luego serviría de base a la

justificación de las cruzadas. En el hecho, la reconquista española es interpretada por muchos como una suerte de cruzada permanente en el periodo medieval. 15

Chartres, Ivo. Colección de Cánones. 1191-1195.

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Las cruzadas proporcionaron, como en ningún otro minuto de la historia de occidente, la posibilidad de aproximar y estrechar vínculos entre Iglesia y Nobleza y entre los propios nobles, que para aquella fecha parecían desgarrarse en verdaderas luchas intestinas que, junto con debilitarlos política y socialmente, los habían mermado económicamente de modo profundo. Tres son los elementos a considerar sobre la simpatía de los nobles señores feudales frente al llamado de Urbano II. En primer lugar, la marcha contra los sarracenos proporcionaba la posibilidad de poner fin a las disputas internas y de paso aumentar el prestigio de una nobleza cuya violencia y mezquindad, eran figurados por la mayoría de la sociedad como la principal causa de la escalada de violencia y miseria que afectaba especialmente a los sectores campesinos y urbanos menos afortunados de la sociedad.

Junto con recobrar el prestigio perdido, las cruzadas proporcionaban a los

feudales la posibilidad de involucrarse en expediciones de las cuales podían extraer sendos beneficios: riquezas materiales, pero por sobre todo nuevos espacios territoriales que dominar y nuevos vasallos que reclutar y someter a su autoridad, manteniendo así su influencia y status dentro de la sociedad.

El llamado a las cruzadas fue coincidente con el período de la disgregación feudal donde los deseos de cada príncipe de tener un gran número de vasallos bien pertrechados para poder defenderse, imponer su propio influjo y recaudar los impuestos necesarios para sus rentas, chocaban con la continua división de territorios que implicada el régimen de herencias, situación agravada por el amplio número de caballeros que, para la fecha, proliferaban por los caminos y espacios rurales en busca de un señor o un feudo que dominar. Bajo tales circunstancias, era imposible seguir dividiendo la ya limitada propiedad de las tierras.

Por otro lado, la emergencia de nuevas costumbres como “la fraternitia”, por la

que se impedía la división del alodio, sólo dejaba a los nuevos nobles un camino, la migración lejos de las tierras familiares, ya fuese para procurarse su propio feudo u obtener la protección de algún feudal poderoso a cambio de obediencia y servicios militares. Para aquellos jóvenes que veían constreñidas sus posibilidades de prosperidad material, prestigio y fortuna, las proyecciones tampoco resultaban halagüeñas. La alternativa entonces era faida, pequeñas guerras privadas que

suponía el enfrentamiento con los vecinos próximos como estrategia de expansión territorial e imposición de autoridad de unos sobre otros. Muchos optaron por la última alternativa asociándose a feudales poderosos en sendas incursiones, como la del Duque Guillermo de Normandía cuando conquistó Inglaterra en 1066, o la de los caballeros franceses que en 1064 decidieron apoyar a sus vecinos hispanos contra los musulmanes en la lucha de reconquista.

Son estos acontecimientos los que permitan hoy afirmar que las cruzadas no estuvieron constreñidas territorialmente sólo a los espacios considerados como Santos en oriente, sino por el contrario, todo espacio o región que fue considerada como “amenazada”, podía ser objeto de la acción de los ejércitos feudales, ya por profundos sentimientos de piedad, ya por la promesa de sendas riquezas materiales, ya por la búsqueda de nuevas oportunidades.

Otra de las ideas que figura a la base del movimiento cruzado, es la idea de “peregrinaje”. La peregrinación fue una de las características más distintivas de la

espiritualidad medieval. En el hecho, desde mucho antes del llamado de Ubano II, eran frecuentes las visitas de peregrinación a lugares como las tumbas de S. Pedro y S. Pablo en Roma, o las tumbas de S. Martín en Tours, Santiago de Compostela, en España o Sto. Tomás Becker en Canterbury. Estas expediciones de piedad fueron complementadas, desde comienzos del siglo XI, con el peregrinaje hacia Jerusalén y

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oriente medio, vale decir, la Tierra Santa. No podemos dejar de mencionar que fueron precisamente estas incursiones las que impactaron de modo directo en la reactivación de los núcleos urbanos y el desarrollo del comercio, tanto a escala local como interregional. La movilización de verdaderos mares humanos hacia estos lugares demandando alimento, pertrechos, lugares de hospedaje, etc, ciertamente que aparecen como uno de los fenómenos más interesantes de analizar.

Hacia el siglo XII, sin embargo, proliferaron los rumores, acerca de terribles vejámenes experimentados por los peregrinos a manos de los musulmanes en oriente. Este hecho, aunque no es real predispuso los ánimos de manera negativa hacia los musulmanes, allanando el camino que legitimaría la acción de los cruzados en Europa y Oriente. Hacia el siglo XI, la Princesa Anna Comnena16, escribía en la Alexiada, el siguiente fragmento:

“Un hombre celta, de nombre Pedro… se puso en marcha para ir a venerar el Santo

Sepulcro, pero sufrió tan manos tratos de los turcos y sarracenos que devastaban Asia

entera, que, apenado decidió volver a su patria. Disgustado por haber fracasado en su

empeño, quiso volver allí, pero comprendiendo que no podría hacerlo sólo, recurrió a

una hábil estratagema, que consistía en anunciar por doquier lo siguiente: “Una voz

divina me ordena a instar a todos los condes de Francia a que abandonen sus tierras

juntos para llevar a cavo la peregrinación y veneración del Santo Sepulcro y se

empleen con todas sus fuerzas y entendimiento para rescatar a Jerusalén del poder de

los agerenos (esto es, musulmanes, hijos de Agar)”17

De acuerdo a la cita, en la cruzada se produjo la conjunción del ideal del peregrino con la idea de la guerra justa, elementos que están a la base de la legitimación ideológica de estas “expediciones armadas”, en las que junto con el deseo cristiano de expiar las culpas a través del sacrificio, se imponía también el deber de cargar las armas a fin de defender la causa de Dios de la amenaza pagana. Desde un punto de vista ideológico-político, las cruzadas también tuvieron una fundamentación en el deseo de reunión de las iglesias bizantina y cristiana, a través de la campaña militar en contra de los musulmanes. Así lo explican no sólo el llamado de Urbano a la comunidad cristiana, sino también la misiva que enviara a Enrique IV, en la que junto con deponer las históricas rivalidades que los separaban y solicitar su apoyo a la primera cruzada, se ofrecía él mismo para marchar a la cabeza de un ejército occidental en Oriente que combatiera a los infieles. En el mismo documento, ofrecía a Enrique IV, reconocerlo como protector de la Iglesia de Roma, a cambio del apoyo militar que pidiera brindar a la expedición18.

Recientemente se ha insistido en un nuevo elemento de análisis expresado en la noción de cruzada como la Cruzada como movimiento escatológico-mesiánico, presente especialmente en las denominadas cruzadas de los pobres o de los campesinos, esto es, en las denominadas cruzadas irregulares. Esto parece concordar con la condición de dichos sectores dentro de la sociedad medieval de aquellos siglos. La deprivación económica, social e incluso moral de que eran objeto, los hizo un campo particularmente fructífero a la aceptación de un discurso mesiánico

16

Anna Comneno (1081-1118), era hija del Emperador de Bizancio Alejo I. La crónica Alexiada, escrita por ella es una de las principales fuentes de conocimiento sobre las cruzadas, su organización e impacto sobre las sociedades orientales y cristiana. 17

Citado por Cardini, Francisco. En Revista El Mundo medieval. Un pasado por descubrir. Nº3, España. Pp. 19 18

Cardini, Francisco. Ob. Cit. Pp. 19

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y fundamentalista, según el cual, tras la liberación de Jerusalén estaba la posibilidad cierta de acceder a la gloria celestial y alcanzar con ello las bondades del paraíso. Este fue el escenario que antecedió a la cruzada de los pobres por ejemplo, que será analizada más adelante. La mayoría de estas cruzadas, denominadas populares por irregulares, fueron acompañadas de acciones en contra de los judíos en Europa. Finalmente la concesión de bienes espirituales (Indulgencias) por parte de la Iglesia a quienes participaran de modo directo en las cruzadas aparece como un motivo de base en las cruzadas. El canon 2 del llamado formulado Urbano II a los fieles expresa:

“Todos aquellos que mueran por el camino, ya sea por mar o por tierra, o en batalla

contra los paganos, serán absueltos de todos sus pecados. Eso se los garantizo por

medio del poder con el que Dios me ha investido19”.

Urbano II pensaba en la Cruzada como un medio de expiación de las penas

impuestas por la Iglesia en el ámbito de la administración del Sacramento de la Penitencia, que hasta entonces eran redimidas en base a prácticas como ayunos, oraciones, abstinencia sexual conyugal, entre muchas otras. Desde esta nueva óptica la cruzada también podía ser una forma de expiación de los pecados terrenales.

Cada uno de los factores enunciados con anterioridad favoreció el apoyo a las

cruzadas, aunque el fervoroso discurso enunciado por Urbano II, no alcanzó para que éste papa o sus sucesores conservaran el control de tal empresa. Por el contrario, de manera rápida, las cruzadas pasaron convertirse en expediciones de nobles cuyo objetivo central no era ni ir en ayuda de Alejo I de Bizancio, ni defender la cristiandad occidental, sino más bien liberar a Jerusalén. Sin lugar a duda sería en Francia donde las cruzadas tuvieron mayor adhesión, en tanto que otros espacios como Alemania, el apoyo fue, por decir lo menos, modesto. La persistencia de las diferencias entre la Iglesia y el Estado, así como la prevalencia el concordato de Woms, serían algunas de las razones de esta tibia, o más bien fría respuesta al llamado de Urbano.

Si Urbano II es el responsable del llamado a las cuzadas, será Inocencio III el encargado de definir los deberes y derechos de los cruzados, hecho que quedó establecido a partir del IV Concilio Lateranense. Estas reglas fueron resumidas en la obligación de los cruzados de efectuar un juramento según el cual se comprometían a defender la fe y liberar Jerusalén, a cambio de lo cual la Iglesia se comprometía a reconocer y compensar a los cruzados poniendo bajo su protección sus bienes hasta su regreso a tierra europea. Esto benefició especialmente a la Institución eclesiástica, que se convirtió en la más grande albacea de la historia, y en la principal heredera de los bienes y regalías de los cruzados, pues, muchos de los que marcharon, no volvieron. 3.- Las cruzadas:

A partir del llamado de Urbano II (1088-1099) fueron organizadas sucesivas expediciones militares que se extendieron por más de un siglo, tal como lo grafica el siguiente cuadro.

19

Fulquerio de Chartres, Historia Hierosolymitana. Recoge: A. Lozano y E. Mitre, Análisis y

comentarios de textos históricos, Madrid, 1979, p. 182

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Cruzada Fechas y características

Primera Cruzada 1096-1099.Tras la conquista de Antioquía, en 1099 los cruzados se apoderaron de Jerusalén y crearon varios Estados feudales.

Segunda Cruzada

1147-1149. Predicada por San Bernardo de Claraval, fue dirigida por Luis VII de Francia y el emperador Conrado III y concluyó en fracaso. En 1187 Jerusalén fue reconquistada por Saladino.

Tercera Cruzada

1189-1192. Dirigida por Federico I Barbarroja, Ricardo Corazón de León y Felipe II de Francia. Aunque no lograron recuperar Jerusalén, Ricardo Corazón de León, tomó el control de Chipre y de San Juan de Acre.

Cuarta Cruzada

1202-1204. originalmente esta cruzada iba dirigida a Egipto, pero los cruzados venecianos la dirigieron contra el Imperio bizantino. El resultado fue la conquista de Constantinopla, y la creación del Imperio latino de Oriente a partir de año 1203, imperio que se mantuvo hasta el año 1261.

Quinta Cruzada

1217-1221. Encabezada por Andrés II de Hungría alcanzó a conquistar la fortaleza de Daimieta.

Sexta Cruzada

1128-1229. Organizada por el emperador Federico II ocupó Jerusalén, Belén y Nazaret gracias al pacto con el

Sultán de Egipto en 1229. sin embargo, Jerusalén, volvió de modo definitivo a poder de los musulmanes desde el año 1244.

Séptima y Octava cruzada

1248-1254 y octava Cruzadas 1270. Dirigidas por Luis IX de Francia, o San Luis contra Egipto y Túnez, terminando en un rotundo fracaso.

Fuente: Elaboración propia, en base a Hermann Kiner. Atlas histórico mundial. Tomo I. Ediciones Itmo.

Madrid. España. Pp.156 y ss.

3.1.- La primera Cruzada (1096-1099): Como ya fue enunciado con anterioridad, antes de comenzar la Cruzada regular, según la quería Urbano II, ya se habían reunido varios grupos de hombres, mujeres y niños de Francia central y oriental, de los Países Bajos y de Renania bajo la guía de Pedro el Ermitaño20, quien al mando de un ejército más estructurado e indisciplinado avanzó a.C. oriente, pasó por Constantinopla para ser derrotado en Asia Menor en una emboscada de los turcos. Esta derrota, coincidirá con una serie de episodios de persecución en distintos puntos de Europa sobre los Judíos a manos de hordas de campesinos. El relato del cronista Alberto de Aquisgrán, describiendo los acontecimientos de mayo de 1096, daban cuenta del ensañamiento de los cruzados contra las poblaciones judías de algunas ciudades, especialmente en la región de Lorena, previo a iniciarse la cruzada regular a oriente.

“ Allí, no se si por decisión de Dios o por un error de su ánimo, les dio por ensañarse

contra los judíos de algunas ciudades, a los que causaron tremendos estragos,

especialmente en Lorena, afirmando que aquella era la manera justa de empezar la

20 La expedición de Pedro el Ermitaño es conocida también como la cruzada de los pobres o de

los campesinos que terminó e un rotundo fracaso sin llegar a alcanzar tierra Santa.

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expedición, pues aquel fin merecían los enemigos de la fe cristiana. Aquellas matanzas

de hebreos fueron primero obra de los ciudadanos de Colonia, que, al toparse con un

grupo de judíos hirieron de muerte a muchos de ellos. Luego fueron a sus casas y

sinagogas repartiéndose el botín. En vista de tamaña crueldad, unos doscientos

hebreos aprovecharon la noche para escapar en barca a Neuss, pero los peregrinos y

cruzados se encontraron con ellos y los masacraron a todos, apropiándose de sus

bienes. Seguidamente sin demora, los cruzados se precipitaron en masa sobre

Maguncia, como habían establecido. Entonces los hebreos, viendo que los cristianos no

perdonaban la vida ni a los niños y no tenían piedad con nadie, empezaron a matarse

entre ellos; lo más desgarrador fue ver que las mismas madres cortaban el cuello a sus

hijos lactantes los ahogaban, prefiriendo matarlos con sus propias manos que dejar

que lo hicieran los incircuncisos…”21.

Con este marco, la expedición oficial hacia oriente, vale decir, la primera

cruzada regular, sólo se inició luego que el emperador Bizantino consiguiera que los cruzados firmaran un acuerdo según el cual cada jefe cruzado se comprometía a restituir a Bizancio las regiones conquistadas o por conquistar en oriente (1097). Este acuerdo será fundamental a la hora de analizar la emergencia de desacuerdos entre lo cruzados orientales y el emperador Bizantino, pues finalmente, ninguno de los jefes cruzados honró el acuerdo contraído, repartiéndose entre ellos los beneficios alcanzados luego de la conquista de Jerusalén, y años más tarde en el propio asalto y toma de Constantinopla por parte de los cruzados francos. El desconocimiento de dicho acuerdo, arranca de la división interna de quienes serían los máximos líderes occidentales al mando de los cruzados: Gofredo de Boglione, Duque de la baja Lorena y Baldovino de Boglione (ambos hermanos), y el normando Boimondo de Taranto, primogénito de Roberto el Guiscardo.

Baldovino tomó en 1098 el emirato de Edesa, transformándolo en un condado propio, al que luego uniría la conquista de Antioquia en 1098. Ni Baldovino ni Boimondo respetan el acuerdo jurado con el emperador bizantino de restituir los territorios conquistados. El resto de los cruzados marcha hacia Jerusalén tomándolo el 15 de julio del 1099. La toma de Jerusalén por parte de los cruzados sólo dejó al descubierto la profunda transformación del sentido inicial de las expediciones cruzadas, pues todos los cronistas coinciden en describir el episodio como una cruenta demostración de fuerza y barbarie por parte de los cristianos en contra de los orientales. No sólo la ciudad fue tomara y saqueada, sino que sus habitantes, incluyendo mujeres y niños fueron cruelmente masacrados.

“Al verlos tan tenaces -contará Ibn al-Atir-, los frany construyeron una torre de

madera que llegaba a la altura de las murallas. Algunos musulmanes, presas

del pánico y desmoralizados, pensaron que podrían defenderse mejor

fortificándose en los edificios más elevados de la ciudad. Abandonaron, pues,

los muros, desguarneciendo así los puestos que ocupaban. Otros siguieron su

ejemplo y quedó abandonado otro punto de la muralla. Pronto quedó toda ella

sin defensores. Los frany treparon con escalas y, cuando los musulmanes los vieron en lo alto de la muralla, perdieron el valor.”

Habiendo entrado peregrinos en la ciudad, persiguieron y degollaron a los

sarracenos hasta el Templo de Salomón, donde hubo tal carnicería que los

nuestros caminaban con sangre hasta las rodillas. Los cruzados corrían por

toda la ciudad arrebatando oro y plata, caballos y mulas, haciendo pillaje en

las casas que sobresalían por sus riquezas. Después felices y llorando de

21

Cardini, Francisco. Ob. Cit. Pp. 23.

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alegría, se fueron a adorar el sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo,

considerando saldada la deuda que tenían con El22

".

Respecto de la actuación de los francos, Ibn al-Athir cronista árabe y testigo

presencial de los hechos menciona: “...los francos degollaron a más de setenta mil

personas, entre las cuales había una gran cantidad de imanes y de doctores musulmanes, de

devotos y de ascetas, que habían salido de su país para venir a vivir, en piadoso retiro, a los

lugares santos". En tanto que Guillermo de Tiro describirá del siguiente modo el

exterminio provocado por los cruzados en Jerusalén

"Se ordenó sacar fuera de la ciudad todos los cuerpos de los sarracenos muertos, a

causa del hedor extremo, ya que toda la ciudad estaba llena de sus cadáveres...

hicieron pilas tan altas como casas: nadie había visto una carnicería semejante de

gente pagana. Las hogueras estaban dispuestas como mojones y nadie, excepto Dios,

sabía su cantidad".

Más allá del horror desatado por los cruzados, el efecto de aquel fanatismo cristiano fue la emergencia de un fuerte fanatismo musulmán, que más temprano que tarde habría de ocasionar un duro revés a las pretensiones de los cruzados en Oriente. El efecto inmediato de tanta violencia, fue la caída sistemática de otras ciudades como Palestina, en parte gavillada por la superioridad bélica de los cristianos, en parte por los efectos psicológicos provocado sobre la población frente a los acontecimientos desatados en Jerusalén.

Ocurrió, sin embargo, que a pesar de que el objetivo inicial de la cruzada, el

rescate de la ciudad Santa de Jerusalén, había sido alcanzado, muchos cristianos rehusaron volver a Europa, fascinados por las ventajas y el lujo de la cultura occidental, provocando una suerte de colonización espontánea de cristianos sobre las zonas de Siria y Palestina. Los nuevos colonos, seducidos culturalmente por sus enemigos de fe, fueron esencialmente caballeros francos y a sus descendientes se les denominó Ulani23. Foucher de Chartres, describe del siguiente modo estos acontecimientos:

"...nosotros, que éramos occidentales, hemos llegado a ser orientales; aquel que

era romano o franco, ha llegado aquí a ser Galileo o habitante de Palestina;

quien habitaba en Reims o Chartres, se ha hecho ciudadano de Tiro o de

Antioquía. Hemos olvidado incluso los lugares de nuestro origen; de hecho, son

desconocidos para muchos de nosotros, y hay quienes nunca han oído hablar de

ellos. Algunos ya poseen en esta tierra casa y sirvientes, que les pertenecen

como por derecho hereditario; aquel otro se ha casado con una mujer que no es

de su mismo origen, una Siria o una Armenia, o incluso una sarracena que ha

recibido la gracia del bautismo; otro tiene aquí yerno o nuera, suegro y

descendencia; uno cultiva viñas y otro ara sus campos; hablan lenguas diferentes y todos han llegado ya a entenderse. Los idiomas más diversos son

ahora comunes a una y otra nación y la confianza acerca a pueblos tan

extraños.

22

Raimundo de Aguilers, cronista presencial 23

Como resultado de la primera Cruzada surgieron cuatro pequeños principados, frágiles estados latinos a lo largo de la costa mediterránea: Reino de Jerusalén, Condado de Trípoli, Principado de Antioquía, Condado de Edesa. Las instituciones de estados latinos, sobre todo las del Reino de Jerusalén, recalcaron las de las monarquías occidentales.

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(...) El que era extranjero, ya es ahora un nativo, el peregrino ha llegado a

establecerse; día a día nuestros parientes y amigos se nos vienen a reunir aquí,

abandonando los bienes que poseían en Occidente. Aquellos que eran pobres en

su país, Dios los hace ricos aquí; los que no tenían más que una pocas monedas,

tienen aquí un número infinito de besantes; y a aquellos que no tenían sino una

pequeña casa, Dios les ha dado una ciudad aquí. ¿Por qué habrían de volver a

Occidente si aquello que encuentran en Oriente es tan favorable? Dios no

querría que quienes, portando su cruz y haciendo voto de seguirlo, cayeran aquí

en la indigencia24

".

De la fusión de elementos cristianos y orientales surgió una nueva forma de

interacción y de organización de los nuevos espacios conquistados en Oriente. De partida se instauró el mismo sistema de organización eclesiástica, entronizando a un patriarca latino junto a la Iglesia del Santo Sepulcro. Surgieron también monasterios latinos, como el de los benedictinos o franciscanos. Sin embargo, uno de los mayores aportes hechos por la Iglesia de Jerusalén al mundo latino occidental, fue la emergencia de dos nuevas formas de vida religiosa: la orden de los Hospitalarios y las Órdenes de Caballería. Junto con ello, en el plano económico, las cruzadas afianzaron los flujos comerciales entre oriente y occidente. La apertura del Santo Sepulcro, de la ciudad Santa de Jerusalén aumentaron los flujos de peregrinos, y con ello el flujo de circulación de mercancías y capitales entre oriente y occidente. De las ocho cruzadas realizadas en el periodo comprendido entre 1099 y 1270, sin lugar a dudas la más impactante sería la primera. 3.2.- La segunda cruzada(1147-1148): La segunda inclusión de los cruzados sobre oriente fue gavillada por un cambio en la política de las comunidades musulmanas de oriente. En efecto, emir Imad Ad-Din Zenghi, azuzó el discurso en contra de los cristianos bajo el precepto de la Gihad, tomando en 1144 la ciudad de Edesa, propinando un duro revés a los cristianos. Dos años más tarde, en 1146 Zenghi fue asesinado. Sin embargo, el asesinato del principal impulsor de la ofensiva entre cristianos y musulmanes no aseguró el retorno a la estabilidad, por el contrario, sus descendientes continuaron la lucha, conquistando de modo definitivo el condado de Edesa y masacrando de paso a todos los simpatizantes de los francos, a modo de ejemplo para el resto de la población nativa. Esta era la gota que rebalsaría el vaso, pues ni la respuesta de los francos en oriente, ni la de los cristianos occidentales se hizo esperar.

El principal impulsor de la nueva gesta sería San Bernardo de Claraval25 y sus principales aliados nobles, los monarcas Luis VII rey de Francia y Corrado III emperador de Alemania. Sin embargo, y pese al gran despliegue de recursos y de la señal política dada por la unificación de los dos líderes europeos, la expedición estuvo condenada al fracaso. Desde un principio, los objetivos y las estrategias de ambos

24

Foucher de Chartres. Histoire des Croisades, LVII (éd. Guizot, J.L.J. Brière, 1825, Paris), pp. 241-242. El original latino: FULCHERIO CARNOTENSI, Historia Hierosolymitana. Gesta Francorum Hierusalem peregrinantium, III, XXXVII, Recuil des Historiens des Croisades, Historiens Occidentaux, Imprimerie Impériale, Paris, 1866, Vol. III, p. 468.

25 Bernardo de Claraval, fue un místico francés perteneciente al monasterio de Claraval.

Opositor de los Benedictinos, fue llamado el monje blanco, por el color de su hábito y sería un gran impulsor de las órdenes militares y su actuación en el escenario de las cruzadas. Si influencia fue decisiva en la consolidación de la Orden del Temple y en la justificación de la segunda cruzada a Tierra Santa.

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monarcas chocaron. Mientras el rey alemán actuaba motivado por intereses exclusivamente militares, el rey francés tomó la empresa como una peregrinación personal a tierra santa para expiar sus pecados26. Por otro lado, la reacción de los occidentales al conocer los detalles bajo los cuales los cruzados habían logrado el control sobre Jerusalén, había hecho perder legitimidad al movimiento. Muchos nobles y aún gente común, consideraron una exageración los niveles de violencia y crueldad empleados sobre los vencidos. Es más la puesta en marcha de la segunda cruzada

chocó en más de un sentido con la emergencia de una fuerte ola de oposición hacia la guerra que se mantenía contra los sarracenos en el nombre de Dios. Ni siquiera entre los líderes de la expedición había consenso. Sobre el particular, el analista alemán Würzburg, describió así la situación:

"Dios permitió que la iglesia occidental, a causa de sus pecados, fuera echada

abajo. Se presentaron, de hecho, ciertos pseudo profetas, los hijos de Belial, y

los testigos de Anticristo, que sedujo a los cristianos con palabras vacías.

Obligaron a toda clase de hombres, por la predicación inútil, a colocarse en

contra de los sarracenos para liberar Jerusalén. La predicación de estos

hombres era tan enormemente influyente que los habitantes de cada región, por

los votos comunes, se ofrecieron libremente para la destrucción. No solamente

la gente ordinaria, sino reyes, duques, marqueses, y otros hombres poderosos de

este mundo también lo hicieron; todos creyeron que mostraban así, su lealtad a

Dios. Los obispos, los arzobispos, abades, y otros ministros y prelados de la

iglesia se unieron para cometer este error, lanzándose de cabeza al gran peligro

de cuerpos y de almas.

Las intenciones de los hombres eran diferentes. Algunos, codiciosos después de

saber de las novedades del Oriente, fueron para conocerlas. Los otros fueron

conducidos por la pobreza, estaban en una posición difícil en su propio país;

estos hombres fueron a luchar, no solamente contra los enemigos de la cruz de

Cristo, sino también contra los amigos del nombre cristiano, dondequiera que

apareciera la oportunidad, para aliviar su pobreza interior. Hubo otros quienes,

oprimidos por deudas, intentaron escapar del servicio debido a sus señores;

también hubo otros que, aguardando el castigo merecido por sus hechos

vergonzosos buscaron una salida. Tales hombres simularon un celo para con

Dios y aceleraron su partida, para escaparse de tales apuros y ansiedades.

Algunos podrían, con dificultad, ser encontrados entre los que no habían

arqueado sus rodillas a Baal, sólo que fueron dirigidos por un propósito santo

como es ser inspirado por su divina majestad para pelear, o incluso derramar

sangre por el Santo de Santos27

".

Así las cosas, no resulta tan extraño el fracaso de la expedición, ni la derrota de los francos y alemanes frente a los contingentes islámicos liderados por Normandino, quien, en 1155 tomó el control de Damasco, reuniendo así bajo el dominio islámico la provincia de Siria. La utilización política del discurso sobre la Jihad, brindó a los líderes islámicos la posibilidad de reestablecer el orden social y la unidad

26

Durante la guerra de Luis VII en contra del Conde de Champagne, el rey habría mandado quemar una iglesia con todos los feligreses dentro, hecho que había provocado en él una suerte de desquiciamiento que se tradujeron en un empeño enfermizo por alcanzar la tierra Santa, provocando una serie de equívocos que finalmente llevaron a la derrota de los cruzados francos en manos de los musulmanes. . 27

Fragmento tomado de Annales Herbipolenses, s.a. 1147C

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política del estado islámico, a lo que se sumaba la importancia que para el muno musulmán tenía Jerusalén y la tierra Santa.

Saladito, sucesor de Normandino, gozó de las ventajas de la extensión del

discurso sobre la guerra santa y de la reunificación del estado islámico, logrando en un lapso de nueve años tomar el control absoluto de Siria, hecho que le valió no sólo la odiosidad de los francos y latinos, sino de las propias facciones disidentes de la dinastía de los Zenghi, quienes lo consideraron como un usurpador, a lo que también se sumaba la oposición de las facciones chiitas.

Desde 1176 Saladino impuso a los francos una guerra sin tregua, cuyo objetivo era expulsarlos definitivamente de oriente o conseguir su rendición incondicional al dominio oriental. Siete años más tarde la estrategia en contra de los francos combinó el ataque por tierra y el bloqueo marítimo con lo que fue, poco a poco provocando una verdadera asfixia económica sobre los reinos cristianos, sin contar el efecto psicológico que significó el sentirse acorralados frente a las facciones islámicas que habían demostrado ser más poderosas y eficientes en el diseño de sus estrategias que los cruzados. Desde 1183, el reino de Saladino se extendió hasta el Yemen y a los confines orientales de Túnez. Estos acontecimientos, sumados a la falta de apoyo desde occidente, obligó a los cruzados de oriente a pedir una tregua a las huestes de Saladito, ese mismo año, quien accede por un lapso de cuatro. Sin embargo, la tregua sería rota a causa del ataque y asalto de los cristianos a una caravana musulmana por parte de Reynaldo de Châtillon. La reacción de Saladino fue inmediata atacando con todas sus huestes a los cristianos infringiéndoles una dura derrota en la batalla de

Hattin, en Galilea junto al lago de Genesaret, el 4 de julio de 1187. La masacre fue

total. Los cuerpos cristianos podían ser apilados en el campo de batalla, en tanto que Saladino contaba entre sus prisioneros a ilustres representantes de la monarquía y nobleza cristiano-oriental, entre los que se contaban al rey Guido de Jerusalén y el Gran Maestre de los Templarios y de los Hospitalarios.

En una muestra de piedad, Saladino regaló la vida al rey de Jerusalén, no

ocurrió lo mismo ni con los templarios, ni hospitalarios, quienes fueron ejecutados al igual que el gran promotor de este desacierto Reynaldo de Châtillon, quien murió a manos del propio Saladino. La suerte de Jerusalén estaba sellada y habría de caer bajo las huestes de Saladino el 2 de octubre de 1187. Tomada la ciudad, los cristianos fueron expulsados de ella, aunque con prohibición de llevar consigo sus bienes. Del mismo modo, el santo sepulcro fue cerrado y las mezquitas abierta en un acto simbólico que denotaba la supremacía de los musulmanes sobe los cruzados y cristianos. 3.3.- La tercera cruzada (1188-1192). La tercera expedición hacia tierra santa fue gatillada por la pérdida de Jerusalén y la derrota infringida por Saladino a los cristianos. A diferencia de las dos expediciones anteriores, ésta fue la cruzada mejor organizada que conozca la historia del movimiento.

Entre sus líderes estuvo Federico I Barbarroja y los reyes de Inglaterra Ricardo Corazón de León y el de Francia Felipe II Augusto. Aunque Federico Barbarroja muere, al igual que su hijo en la travesía, los cristianos lograron sellar el control sobre Acre y Chipre, instaurando así un reino cristiano en oriente que fue reconocido por el propio Saladino. Sin embargo, los intentos de instaurar nuevos reinos en oriente habían fracasado de modo definitivo, en tanto que el dominio cristiano sobre Acre se extendería hasta 1291.

3.4.- La cuarta cruzada (1202-1204). Esta nueva expedición fue motivada por el papa Inocencio III, quien desde el inicio de su gestión como papa, consideró la liberación de

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Jerusalén como un objetivo de primera envergadura. A diferencia de las cruzadas anteriores que fueron consideradas como cruzadas soberanas, en el entendido de que si bien participaron sujetos comunes, éstas eran organizadas, costeadas y dirigidas por nobles y monarcas, a partir de la cuarta cruzada asistimos a una suerte de discurso popular que impelía a todos los fieles a tomar las armas para ir en rescate del Santo Sepulcro.

Un antecedente importante al respecto emana de la Encíclica sobre las cruzadas publicada por Inocencio III, en agosto de 1198, documento dirigido a prelados, condes, barones y a todo el mundo cristiano en condición de movilizarse a oriente. La principal motivación promulgada por la Iglesia era la Indulgencia, beneficio espiritual que el Papa hacía extensión no sólo a los nobles, sino a todo aquel que hubiese enviado un representante a la cruzada, o hubiese aportado recursos para su materialización. Según muchos historiadores, este es en inicio de una estampida de europeos a oriente en busca de fortuna, cuestión que en alguna medida explicaría el vuelco de la ruta de los cruzados hacia Constantinopla y su saqueo. En efecto, uno de los principales episodios de esta cruzada tiene que ver con el asalto y toma de Constantinopla por los cruzados. Favorecieron particularmente este lamentable episodio los profundos problemas dinásticos experimentados pro el Imperio Bizantino en aquella época, lo que se vio reforzado por un vuelco de profunda hostilidad entre los europeos hacia los bizantinos a partir justamente de los resultados de las cruzadas. En alguna medida los estragos de la pérdida de Jerusalén, la masacre de los templarios y hospitalarios por parte de Saladino sin que mediara un apoyo directo de los Bizantinos a los cruzados de oriente, habían reforzado aquella visión. En todo caso, los sentimientos de desconfianza eran mutuos, pues los Bizantinos estaban conciente de la fragilidad de las alianzas con los occidentales, especialmente los francos.

El 17 de julio de 1203 Constantinopla cae en las manos de los cruzados,

siendo entronizado Isaco II como nuevo emperador bizantino. Las revueltas antilatinas no se hicieron esperar, pero sólo consiguieron aumentar el grado de la violencia y el latrocinio empleado por los cruzados en contra de la capital imperial. De nada había valido el llamado del papa Inocencio III a no desviar la ruta de la cruzada hacia Constantinopla, como tampoco había valido la excomunión aplicada por la Iglesia a todo el ejército cruzado. Los hechos eran ya incontenibles y el 13 de abril del 1204 Constantinopla era tomada de modo definitivo por los cruzados.

De acuerdo a los cronistas de la época, los saqueos y la violencia sobre la

ciudad duraron tres días. Los tesoros fueron repartidos, la población diezmada, las mujeres y niños fueron cautivados y los hombres ejecutados. Algunos de los tesoros fueron sacados y llevados a occidente, como se deduce del siguiente relato:

“El viernes 9 de abril, quinta semana de ayuno, atacaron [los francos] la

ciudad y aunque no lograron apoderarse de ella, alrededor de cien griegos

fueron muertos por los francos. Estos permanecieron allí durante tres días

continuos hasta que el lunes, al iniciarse la semana de palmas, nuevamente

atacaron la ciudad. A la salida del sol se hallaban a la vista de la iglesia del Santo Redemptor, a la cual llaman tou Evergetou y del Ispigarum de

Blaquernas. Entonces se dirigieron a la ciudad con cuarenta naves amarradas

las unas a las otras; en ellas hombres provistos de toda clase de armas

montaban caballos lorigados, en tanto que otros vigilaban en las popas a fin de

que la escuadra no fuese incendiada. Ya antes, el día de San Basilio, los griegos

habían enviado a medianoche diez navichuelas igníferas contra la escuadra de

los francos, pero no la destruyeron. Y anticipándose al ataque contra la

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escuadra de los francos, el hijo de Isaac había advertido a éstos que aquellas

navichuelas en modo alguno los dañarían.

He aquí cómo fue conquistada la gran Constantinopla. El viento impulsó hacia

la ciudad la nave provista de pequeñas y grandes escalas que igualaban en

altitud las almenas de los muros. Desde las altas escalas los francos arrojaron

piedras, flechas y viruta ignescente sobre los griegos y varangos que estaban en

la ciudad y valiéndose de las más bajas aterraron sobre Bizancio y así la

tomaron. Murzuflo exhortaba a los caudillos y a todos sus hombres a que

peleasen con los francos, pero en lugar de obedecerlo, huían. El emperador los

siguió y habiéndolos alcanzado en el foro equino, quejóse amargamente de sus

príncipes y de toda su gente. Luego abandonó la ciudad y con él fugaron el

patriarca y todos los notables, El lunes 12 de abril, aniversario de San Basilio

confesor, habiendo penetrado en la ciudad del universo la totalidad de los

francos, acamparon en el lugar que antes había ocupado el emperador de los

griegos, junto al Santísimo Redemptor, donde también pernoctaron.

Con el día, a la salida del sol, invadieron Santa Sofía y utilizando las puertas

que habían arrancado, destruyeron el púlpito sacerdotal adornado con plata, y

doce columnas argénteas; cuatro celdas, cuyas paredes estaban decoradas con

imágenes, fueron arruinadas, y el altar y las doce cruces que estaban sobre él,

así como tenebrarios más altos que un hombre y los sostenes del ara asentados

en medio de las columnas, todo ello fabricado en plata. Arrebataron también la

magnífica mesa .engalanada con gemas y grandes perlas; tales las acciones que

insensatos cometieron. Luego destrozaron cuarenta cálices que estaban en el

altar y candelabros de plata de los cuales había tal cantidad, que no podríamos

enumerarlos, y vasos argénteos usados por los griegos en los días de sus

festividades magnas. Se llevaron el Evangelio que se empleaba habitualmente

en los oficios y sagradas cruces e imágenes singulares y el tapete que estaba

bajo la mesa y cuarenta incensarios de oro puro; y fue tanto todo lo que

encontraron de oro y plata, excepto vasos inestimables que estaban en los

armarios, paredes y nichos, que no podríamos enumerarlos.

(…) Saquearon todos los otros edificios y monasterios, tanto dentro como fuera

de la ciudad, cuyo número y belleza nos sería imposible describir; despojaron a

los monjes, religiosas y presbíteros matando a algunos de ellos y expulsaron a

los griegos y varangos que permanecieron en la ciudad.

Los francos atacaron a Constantinopla desde diciembre hasta abril, mes en que

la ciudad fue conquistada.

El 9 de mayo los notables eligieron al conde de Flandes emperador latino y se

repartieron el poder entre sí: la ciudad para el emperador, el sumo tribunal

para el marqués, abundantes diezmos para el dux. Así feneció el imperio de la

ciudad de Constantino, custodiado por Dios; la tierra de los griegos dejó de

estar entre los reinos y los francos se apoderaron de ella”28

.

Uno de los hechos de mayor efecto provocado por el saqueo de la capital

estuvo en la profanación de las iglesias y el saqueo de reliquias. Sin lugar a dudas, más allá del significado material, aquel hecho desvanecía las posibilidades de acercamiento entre las Iglesias de oriente y occidente, aumentando la brecha entre griegos y latinos. Si bien los efectos del saqueo son expuestos con especial

28

En"La Cuarta Cruzada según el cronista Novgorodense", en: Anales de Historia Antigua y Medieval, 1950, Buenos Aires, pp. 136-141.

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vehemencia por los cronistas, también lo son los avatares de la huída y la masacre de los habitantes de la ciudad, tal como lo deja entrever el siguiente relato:

Después de permanecer en la ciudad durante cinco días tras su caída,

marchamos. A la altura de la iglesia del noble mártir Mokios, un bárbaro

libertino y vil agarró delante de nuestros ojos, cual el lobo apresa al cordero, a

una doncella de finas trenzas, joven hija de un juez. (…) El padre de la

muchacha, achacoso por los años y por la enfermedad, se tambaleó y cayó en

un charco, quedando tendido de costado mientras gemía y se golpeaba contra el

lodo; volviéndose a mí con inefable indefensión... me pidió que hiciera lo

posible por liberar a su hija. Al punto retrocedí en pos de los pasos del

malvado; con lágrimas en los ojos grité contra el secuestro, y convencí con

gestos de súplica a las tropas que pasaban (…). Cuando llegamos a los

aposentos del vil mujeriego (…). Señalándole, dije: "Éste es el felón, que a

plena luz del día ha desobedecido las órdenes de vuestros jefes bien nacidos...

Este hombre se ha burlado de vuestros mandatos ante muchos testigos y no teme

desafiar como un asno salaz el suspiro de virtuosas doncellas. Defended, pues, a

los que protegen vuestras leyes y han sido puestos a vuestro cargo...".

Con tales argumentos desperté las simpatías de estos hombres, que insistieron

en la liberación de la muchacha. Al principio, el bárbaro mostró desprecio,

pues era presa de las dos pasiones más tiránicas, la lujuria y la ira. Mas al ver

que los hombres se enfurecían en su rabia y le amenazaban con colgarle de una

estaca como a hombre de baja ralea, injusto y vergonzante... se rindió, aun

reacio, y entregó a la muchacha. El padre se alegró sobremanera al recuperar a

su hija, derramando lágrimas como libaciones de Dios por haberla salvado de

esta unión no ungida por las arras del matrimonio y los himnos de boda. Al

cabo, se levantó y continuó camino con nosotros”29

.

Toda la expedición de la cruzada fue un exceso y una marcada muestra de soberbia y desobediencia de la nobleza hacia la autoridad papal que ponía en tela de juicio la legitimidad del ideal cruzado y con ello, la legitimidad de la propia Iglesia y su líder. En el hecho, en la fundación del Imperio latino de Constantinopla 1204, así como en la designación de Baldovino de Flandes como su emperador, sólo hubo cuentas políticas y ningún hecho de misticidad. La aversión de los griegos contra occidente sólo se acrecentó con la latinización de la iglesia griega tras la caída de la ciudad, pues muchas de las iglesias orientales fueron transformadas en centro de veneración exclusivo de francos, venecianos y genoveses.

A modo de epílogo de lo que fueron los acontecimientos de la cuarta cruzada y

toma de Constantinopla, hacia el año 1212, se produjo un episodio singular que la historiografía ha denominado como la Cruzada de los Niños. Esta se habría organizado en el marco de la serie de expediciones en nombre de la fe que por aquellos años ocurrían en distintas partes de Europa. Según las crónicas de entonces, miles de niños y niñas fueron atraídos por un “profeta” de 13 años, de nombre Esteban, quien aseguraba que Dios llamaba a los niños a combatir en contra de los infieles a través de la cruzada. En virtud de lo anterior se embarcaron en Marsella, y fueron embaucados por dos comerciantes genoveses que luego los llevaron a las costas de África donde fueron vendidos como esclavos. Este fue un nuevo golpe a la credibilidad de la iglesia y a la efectividad de las cruzadas, sin embargo habrían de

29

Harry Magoulias (tr.), O City of Byzantium, The Annals of Niketas Choniates (Detroit, Wayne State University Press, 1984), pp. 323-25, en: Miscelánea Medieval, Selección y Edición de J. Herrin, Grijalbo, 2000 (1999), Barcelona, pp. 196-197.

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ocurrir nuevas expediciones y ahora nuevos fracasos que harían de estas expediciones un hecho del pasado en la historia de la Iglesia cristiana Occidental. 3.5.- La quinta (1228-1229): Encabezada por el emperador Federico II , quien había sido excomulgado por el papa por haberse negado a participar en una anterior cruzada hacia la ciudad de Palestina. Evidentemente, esta cruzada tuvo el carácter de peregrinación en búsqueda de la indulgencia papal. Sin embargo, una vez en oriente Federico II, conduje sus ejércitos hasta San Juan de Acre, donde estableció relaciones de negociación con el Sultán egipcio El Kamil, de quien, tras el acuerdo de firma de un tratado obtiene las ciudades de Jerusalén, Belén y Nazareth30.

Esta será la última vez que los cristianos tengan el control momentáneo de Jerusalén. Pese al despliegue de diplomacia, el acuerdo sólo alcanzó a durar un año, tras lo cual comienzaron nuevamente las hostilidades. Finalmente los musulmanes recuperaron el control sobre la ciudad Santa que desde 1244 pasó a estar bajo dominio islámico.

3.6.- La sexta cruzada 1248-1254. Como se desprende de los resultados de la

quinta cruzada, el antecedente directo de ésta fue la conquista de Jerusalén por parte de los musulmanes. Organizada y liderada por Luis IX de Francia, tenía por objetivo aniquilar Egipto, centro político de los musulmanes en aquellos días. En este contexto se produce la toma de la ciudad de Damieta en el año 1249, pero es derrotado con todo su ejército en Mansura. Luis IX, fue cautivado con todo su ejército y sólo se conciente su liberación luego del pago de un elevado rescate, tras lo cual regresará a San Juan de Acre, luego de fortificar la ciudad de la cosa palestina, vuelve a Francia a reorganizar su ofensiva hacia tierra Santa en una nueva cruzada. 3.7.- La séptima cruzada (1270). Esta también fue organizada por Luis IX, quien esta vez se dirige al país de Túnez, esperando reconvertir a los cristianos en tierras moras y de ese modo aumentar su contingente de cruzados. Sin embargo, una epidemia de peste diezmará su ejército y al propio monarca. En 1291 los mamelucos reconquistan San Juan de Acre, último bastión de los cristianos en oriente. Acto seguido, las ciudades de Tiro, Beirut y Sidón son evacuados, mientras Chipre se mantiene bajo de la casa de Lusignan hasta 1489 y los hospitalarios dominan en Rodos hasta 1523. 4.- Balance sobre el fracaso de las cruzadas De acuerdo a la historiografía la gran causa del fracaso de las expediciones militares efectuadas hacia oriente bajo el nombre de cruzadas estuvo en la imposibilidad de aunar esfuerzos y objetivos entre los sectores laicos y eclesiásticos. Asó, mientras la Iglesia pensaba en el fortalecimiento de la unidad d ela fe a partir de la empresa de rescate de los lugares santos amenazados por la presencia islámica, los sectores laicos, nobles, buscaban satisfacer sus apetitos de poder, riqueza o simple aventura.

Desde el comienzo entonces se produjo el choque y las discrepancias entre el papa y los reyes y emperadores de las distintas sociedades europeas que acogieron el llamado origina de Urbano II. Así, mientras Bizancio buscaba apoyo militar para defender sus fronteras del ataque inminente de los selyucidas, las ciudades italianas, particularmente Venecia deseaban proteger sus intereses económicos y ampliar su área de influencia comercial hacia el oriente. Los Franceses y Normandos por su parte proyectaron a las cruzadas como el medio más eficaz de reposicionar a la nobleza dentro de la sociedad, superar las disputas internas y fortalecer su ámbito de poder

30

Kinder, F.. ob. Cit. Pp. 159.

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político. Para ellos Oriente era la posibilidad de conseguir nuevos feudos y vasallos que dominar y de paso rentas feudales que incrementar.

Otro factor que explica el fracaso de las cruzadas tiene que ver con las grandes

distancias que debían cubrir los cruzados a la hora de enfrentar a sus enemigos de fe. En el hecho para alcanzar oriente dependían del avituallamiento que podían proporcionar no sólo las ciudades italianas, sino especialmente Bizancio. Sin embargo la permanente rivalidad y a partir de la tercera cruzada la conquista de Constantinopla había hecho de griegos y latinos enemigos irreconciliables.

A lo anterior, se sumaba las diferencias culturales y el impacto que ello logró

provocar en las conciencias y actitudes de muchos cristianos que, luego de conocer las bondades de la cultura islámica y de la vida en oriente, no quisieron regresar jamás a occidente.