Diálogos, Borges y Sabato
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Barone, O. (1996). Diálogos. Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato. Buenos Aires:
Emecé Editores.
14 de diciembre 1974
“Sabato: Tal vez los propósitos sirvan como trampolín para lanzarse después a aguas
más profundas. Allí empiezan a trabajar otras fuerzas inconscientes, poderosas y más
sabias que las conscientes” p. 20
“Borges: Hay una frase de Kipling que escribió al final de su vida: “A un escritor puede
estarle permitido inventar una fábula pero no la moraleja”. El ejemplo que eligió para
sostener su teoría fue el de Swift, que intentó un alegato contra el género humano y
ahora ha quedado Gulliver, un libro para chicos. Es decir: el libro volvió, pero no con el
propósito del autor” p. 22
“Barone: ¿Y qué opina de Dios Borges?
Borges: (Solemnemente irónico) ¡Es la máxima creación de la literatura fantástica! La
que imaginaron Wells, Kafka o Poe no es nada comparado con lo que imaginó la
teología. La idea de un ser perfecto, omnipotente, todopoderoso es realmente fantástica.
Sabato: Sí, pero podría ser un Dios imperfecto. Un Dios que no pueda manejar bien el
asunto, que no haya podido impedir los terremotos. O un Dios que se duerme y tiene
pesadillas o accesos de locura: serían las pestes, las catástrofes…
Borges: O nosotros (Se ríen). No sé si fue Bernard Shaw que dijo: God is in the making,
es decir: “Dios está haciéndose”. pp. 28-9.
21 de diciembre 1974
“Sabato: Bueno, también sucede entre nosotros. Pero me conmueve mucho la amistad
de los hombres.
Borges: Sí, aunque los amigos no se vean seguido. Yo soy muy amigo de Mastronardi y
nos vemos escasamente. El amor, en cambio, requiere milagros, pruebas y
confirmaciones permanentes.
Sabato: ¿Por eso durará poco? Hablo de la pasión, claro.
Barone: En el amor está la sospecha porque está el sexo.
Sabato: Puede ser, aunque sospechas también puede haber en la amistad. De todas
maneras , quizá el amor puro, platónico, tenga una grandeza y un desinterés que no se
encuentra en la pasión amorosa. (Mira el reloj).
Borges: Macedonio, recuerdo que dijo alguna vez, que el abrazo de los cuerpos no es
otra cosa que la seña que un alma hace a otras almas…” pp. 67-8.
11 enero de 1975
LO PERDIDO
¿Dónde estaré mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la del triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo
y que no fue? ¿Dónde estará el perdido
antepasado persa o el noruego,
dónde el azar de no quedarme ciego,
dónde el ancla y el mar, dónde el olvido
de ser quién soy? ¿Dónde estará la pura
noche que al rudo labrador confía
en el iletrado y laborioso día,
según lo quiere la literatura?
Pienso también en esa compañera
que me esperaba, y que tal vez me espera.
15 de febrero 1975
…
1 de marzo 1975
“Sabato: Creo que eso proviene de aplicar nociones del pensamiento hecho para un
mundo finito a algo que es esencialmente infinito. Y aplicamos nuestro principio de
contradicción, nuestra lógica airstotélica a realidades que seguramente tienen otra
lógica. Pero volviendo al sueño, Borges, digo que es imposible demostrar que la
realidad de los sueños es una ilusión, inferior a la realidad de la vigilia. Ya ve todos esos
argumentos que examinamos: no sirven para nada. Hay también el argumento de la
coherencia. Es cierto que los sueños son mas incoherentes. Pero, ¿por qué toda realidad
tiene que ser coherente? De nuevo estamos aplicando una lógica de la coherencia, que
hemos descubierto en nuestra vida diurna, para un universo que no cumple con esa
lógica.
Borges: Tampoco el olvido. Cuando uno quiere recordar algo, primero tiene que
olvidarlo, y luego la memoria lo trae. El sueño es una forma de ese olvido.
Sabato: Es bueno olvidarse cada doce horas. ¿Usted cree que se podría sobrevivir sin
esos olvidos?
Borges: Sería la monotonía, el tedio…
Sabato: Creo que sería la desesperación y la locura. Sin sueños no se podría vivir.
Tampoco sin ficciones.
Borges: (Murmurando) Almuerzos, tés, comidas periódicas, desayunos… Sin un plato
de sueño sería intolerable ¿no?” p. 125-26.
8 de marzo 1975
“Borges: (…) Antes de escribir el cuento, voy contándoselo a dos o tres personas y eso
me ayuda a apresar aún más la idea del cuento. Voy agregándole o quitándole cosas, de
manera que cuando me siento a escribirlo, ya casi está hecho. Claro, todo esto
refiriéndome al cuento. Y aquí hay algo curioso, uno al principio cuando comienza a
escribir es barroco, vanidosamente barroco, después quizá puede lograr esa secreta
complejidad. No la sencillez, sino una secreta complejidad. La poesía en cambio
siempre trabaja con el pasado. El verso exige la nostalgia, la pátina del tiempo, la
evocación. Otra diferencia en la poesía es que el final puede deparar una sorpresa.
Sabato: Pero, precisamente en el final, el de sus cuentos, ¿no los cambia nunca? Es
decir, ¿no hay algo brusco que de pronto lo hace cambiar sobre lo que había imaginado
al comienzo?
Borges: Sí, es verdad. Salvo en los cuentos policiales que están trabajados para el final.
Ahora, cuando se escriben sonetos, se trata de que el último verso sea sobresaliente. Se
tiende a buscar un final que se destaque…” p. 142.
Sabato: Cuando Bergson habla de la creación literaria dice algo muy justo. Afirma que
parte de una intuición muy oscura pero global, que luego se le va desarrollando
mediante el análisis y el acercamiento, para llegar finalmente a una intuición ñultima
que es infinitamente más rica. No recuerdo bien sus palabras, pero me quedó grabada
esta concepción que podríamos llamar dialéctica de la creación. En suma, pienso, que se
comienza de una intuición de la totalidad” p. 143
Sabato: (…) Estas obsesiones iniciales, que daban al comienzo el fin de la obra, deben
ser respetadas, por lo mismo que son obsesiones, es decir visiones profundas de una
realidad que uno todavía no alcanza a distinguir con nitidez. Como se ve, al menos en
mi caso, el final tira, por decirlo así, todo hacia él. Pienso que en esto la ficción se
parece a la vida, ya que también en la vida nos movemos hacia ciertos fines obsesivos.
En la inversa de lo que sucede con los objetos materiales, con las cosas, que responden a
las causas: una bola de billar sigue la trayectoria que le marca el golpe del jugador: el
presente produce el futuro.
Borges: (Interrumpiendo con seriedad) Sí, un mecanismo.
Sabato: Como en los relojes, el determinismo que va de atrás para adelante. En el
hombre es al revés: se va de adelante hacia atrás. La fatalidad es un hombre atraído por
un destino, no empujado por una causa. Pero volviendo al problema de la creación
novelística, creo que lo fundamental es el personaje. La isla que vislumbramos
remotamente al comienzo está habitada por hombres, y lo curioso es que esos hombres
que encontraremos cuando nos acerquemos son hipóstasis del propio autor: son como si
sus fantasmas lo estuvieran esperando allí. Cuando Dostoievsky llega a la isla, se
encuentra con sus dobles y triples: no sólo Raskolnikov sino prostitutas, generales,
tramposos, que lo representan y lo traicionan a la vez. Es en ese sentido que toda novela
es autobiográfica, no en el sentido trivial y literal del término. Los personajes de una
novela son tan autobiográfios como los de un sueño, aunque sean mosntruosos y
aparentemente tan desconocidos que aterran al propio soñador” p. 145.
“Sabato: (…) pensé en el suicidio muchas veces en mi vida.
Borges: Yo también. Hace setenta y cinco años que vengo suicidándome. Tengo más
experiencia que usted, Sabato.
Sabato: (Sonriendo.) Con muy poca eficacia, por lo que se ve.
Borges: Sí, pero con mucha vocación, realmente.” p. 153
15 marzo 1975
“Sabato: Yo creo seriamente en los horóscopos, cuando están hechos como es debido.
Xul Solar hizo los horóscopos de mis dos hijos y durante muchísimos años me resistí a
conocerlos. Siempre tuve miedo al futuro, porque en el futuro, entre otras cosas, está la
muerte.
Borges: Cómo, ¿usted le tiene miedo a la muerte?
Sabato: La palabra exacta sería tristeza. Me parece muy triste morir.
Borges: Yo pienso que así como a uno no puede entristecerlo no haber visto la guerra
de Troa, no ver más este mundo tampoco puede entristecerlo, ¿no? En Inglaterra hay
una superstición popular que dice que no sabremos que hemos muerto hasta que
comprobemos que el espejo no nos refleja. Yo no veo el espejo.
La cara de Sabato adquiere una vaga tristeza. En el fondo, el sol del mediodía cruza
una franja de polvo.
Sabato: Cuando murió Xul, Lita, la mujer, insistió más de una vez para viéramos esos
estudios sobre mis chicos. Yo no quise verlos nunca, pero Matilde sí. ¿Sabe que se han
ido cumpliendo?
Borges: (Con asombro) ¿Y cómo son? ¿Qué presagiaban?
Sabato: (Con una voz íntima casi para adentro) Un misteioros entrecruzamiento entre
fortuna y desdicha. Eso, Borges, Eso.
Final del viaje. Este trayecto inmenso del pasado y la vida. Los veo callados. Borges
aprieta débilmente su vaso y lo acerca a la boca. Sabato se reclina aún más en su silla.
Juego también un rato con el hielo que golpea contra el vidrio de mi copa. No puedo
explicar esta sensación de silencio entre Borges y Sabato. ¿En qué pensarán, ahora?
¿En qué imágenes, en qué cuentos y fantasmas que no se confesarán? Reconozco que
mi literatura es pobre para describir el silencio. Pero es esto: dos hombres que se
repliegan y se envuelven y retornan a la propia soledad.