Descartes, Meditaciones

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Descartes, Meditaciones metafísicas [1641 en latín, 1647 en francés]. En: Obras escogidas, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1967. Traducción de Ezequiel de Olaso. “Meditaciones sobre filosofía primera en las cuales se demuestra la existencia de Dios y la distinción real entre el alma y el cuerpo del hombre” Primera Meditación: De las cosas que se pueden poner en duda “desde mis primeros años había admitido como verdaderas una cantidad de opiniones falsas y […] lo que después había fundado sobre principios tan poco seguros no podía ser sino muy dudoso e incierto”. (p. 216) “me era parecido intentar seriamente, una vez en mi vida, deshacerme de todas las opiniones que hasta entonces había creído y empezar enteramente de nuevo desde los fundamentos si quería establecer algo firme y constante en las ciencias.” Estando en la más tranquila soledad, se dan las condiciones para aplicarse seriamente y con libertad en “destruir en general todas mis antiguas opiniones”. (p. 216) Bastará con el menor motivo de duda que se encuentre para rechazar por entero una idea. “la destrucción de los fundamentos necesariamente arrastra consigo todo el resto del edificio”. (p. 217) “Todo lo que he admitido hasta ahora como más verdadero y seguro lo he tomado de los sentidos o por los sentidos; pero he experimentado a veces que estos sentidos eran engañosos y es propio de la prudencia no confiar jamás enteramente en los que nos han engañado una vez”.

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Descartes, Meditaciones metafsicas [1641 en latn, 1647 en francs]. En: Obras escogidas, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1967. Traduccin de Ezequiel de Olaso.

Meditaciones sobre filosofa primera en las cuales se demuestra la existencia de Dios y la distincin real entre el alma y el cuerpo del hombre

Primera Meditacin: De las cosas que se pueden poner en duda

desde mis primeros aos haba admitido como verdaderas una cantidad de opiniones falsas y [] lo que despus haba fundado sobre principios tan poco seguros no poda ser sino muy dudoso e incierto. (p. 216)

me era parecido intentar seriamente, una vez en mi vida, deshacerme de todas las opiniones que hasta entonces haba credo y empezar enteramente de nuevo desde los fundamentos si quera establecer algo firme y constante en las ciencias.

Estando en la ms tranquila soledad, se dan las condiciones para aplicarse seriamente y con libertad en destruir en general todas mis antiguas opiniones. (p. 216)

Bastar con el menor motivo de duda que se encuentre para rechazar por entero una idea.

la destruccin de los fundamentos necesariamente arrastra consigo todo el resto del edificio. (p. 217)

Todo lo que he admitido hasta ahora como ms verdadero y seguro lo he tomado de los sentidos o por los sentidos; pero he experimentado a veces que estos sentidos eran engaosos y es propio de la prudencia no confiar jams enteramente en los que nos han engaado una vez.

Hay cosas, sin embargo, de lo que no es razonable dudar. Que uno est en un lugar haciendo lo que hace, que se tienen manos y pies y que son propios, son cosas de las que no se duda razonablemente.

veo tan manifiestamente que no existen indicios concluyentes ni seales lo bastante ciertas por medio de las cuales pueda distinguir con nitidez la vigilia del sueo (p. 218)

Imaginemos que estamos soando y que nuestro cuerpo no es ms que una ilusin. Y, sin embargo, hay que admitir que lo que ocurre como ilusin se da siempre como copia, tal como los artificios de la pintura.

Pero aunque nuestro cuerpo no sea ms que algo imaginario, es preciso reconocer que hay cosas aun ms simples y ms universales, que son verdaderas y existentes, de cuya mezcla [] estn formadas todas estas imgenes de las cosas que residen en nuestro pensamiento, ya verdaderas y reales, ya imaginadas y fantsticas. (p. 219)

La naturaleza corprea es realidad de la cual no se puede tener total seguridad, ya que se trata de cosas compuestas por otras ms simples (y ms universales). Por lo tanto, la fsica, la astronoma, la medicina y todas las dems ciencias que dependen de la consideracin de las cosas compuestas son muy dudosas e inciertas.

Sin embargo, la geometra, la aritmtica y las ciencias de esta naturaleza no tratan las cosas compuestas, sino las simples y generales.

Pues aunque est despierto o duerma, dos y tres juntos formarn siempre el nmero cinco, y el cuadrado jams tendr ms de cuatro lados: y no parece posible que verdades tan claras puedan ser sospechosas de falsedad o incertidumbre alguna.

Pero considero que existe un Dios, y puede ser que l haya querido que yo me equivoque siempre que hago la suma de dos y tres, o que cuento los lados de un cuadrado, o que juzgo acerca de algo aun ms fcil. (p. 220)

Pero quiz Dios no ha querido que fuese engaado de esta manera, pues es soberanamente bueno.

Me ocurre, a pesar del ejercicio realizado, que aquellas antiguas y habituales opiniones todava vuelven a menudo a mi pensamiento, ya que el largo y familiar trato que han tenido conmigo les otorga derecho a ocupar mi espritu sin mi anuencia y a aduearse casi de mis convicciones. Y no perder jams la costumbre de afirmarlas y de confiar en ellas mientras las considere tal como son en efecto, a saber, de algn modo dudosas, como acabo de mostrarlo, y, sin embargo, muy probables, de manera que existe mucha ms razn para creer en ellas que para negarlas. (p. 221)

Ser mejor, entonces, engaarme a m mismo por todos los medios, fingiendo que todos estos pensamientos son falsos e imaginarios, hasta que, habiendo contrabalanceado mis prejuicios de tal modo que no puedan hacer inclinar mi parecer de un lado ms que de otro, no se vea mi juicio, sin embargo, dominado por malos hbitos y apartado del recto camino que lo puede conducir al conocimiento de la verdad.

ahora no es cuestin de actuar, sino solamente de meditar y de conocer.

Supondr, pues, que existe, no por cierto un verdadero Dios, que es la soberana fuente de verdad, sino cierto genio maligno, tan astuto y engaador como poderoso, que ha empleado toda su habilidad en engaarme. Pensar que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todas las cosas exteriores que vemos no son sino ilusiones y engaos de los que se sirve para sorprender mi credulidad. Me considerar a m mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, sin sangre, como falto de todo sentido, pero [/] en la creencia falsa de tener todo esto. (pp. 221-22)

Segunda Meditacin: De la naturaleza del espritu humano y que es ms fcil de conocer que el cuerpo

Hace falta encontrar, en medio de todo puesto en duda, encontrar algo fijo y seguro, para a partir de ah seguir con la investigacin, teniendo ya al menos una conviccin absolutamente segura, de la que no se pueda dudar.

Supongo, pues, que todas las cosas que veo son falsas; me convenzo de que jams ha existido nada de cuanto mi memoria llena de mentiras me representa; pienso que no tengo sentido alguno, creo que el cuerpo, la figura, la extensin, el movimiento y el lugar no son sino ficciones de mi espritu. Qu podr considerarse verdadero, pues? (p. 223)

he llegado a convencerme de que no haba absolutamente nada en el mundo []. Acaso no me he convencido tambin de que no exista en absoluto? No, por cierto; yo exista, sin duda, si me he convencido, o si solamente he pensado algo.

Y aun si existe el genio maligno, el engaador que me muestra las cosas como si existieran, l, para engaarme, necesita confirmar de que yo existo y de que yo pienso.

No hay, pues, ninguna duda de que existo si me engaa, y engeme cuanto quiera, jams podr hacer que yo no sea nada en tanto que piense ser alguna cosa. (p. 224)

Se llega, pues, a la siguiente conclusin: yo soy, yo existo. Es una proposicin necesariamente verdadera siempre que la pronuncio o que la concibo en mi espritu.

Pero no conozco an bastante claramente lo que soy, yo que estoy cierto de que soy.

considerar de nuevo lo que yo crea ser antes de haber penetrado en estos ltimos pensamientos; y de mis antiguas opiniones suprimir todo lo que puede ser combatido con las razones que acabo de alegar, de modo que quede precisamente slo lo que enteramente cierto e indudable.

Consideraba que tena un cuerpo, que me alimentaba, que andaba, senta, pensaba, que tena un alma.

Consideraba que el alma era una cosa extremadamente rara y sutil, como un viento, una llama o un aire muy tenue que estaba insinuado y difundido en mis partes ms groseras. (p. 225)

Consideraba que un cuerpo era todo lo que puede ser limitado por alguna figura; que puede ser circunscrito en algn lugar, y llenar un espacio de tal modo que todo otro cuerpo est excluido de l. Algo que tiene que ver con los sentidos y que no se mueve por s mismo.

Pero quin soy yo, ahora que supongo que existe alguien que es extremadamente poderoso, y, si me atrevo a decirlo, maligno y astuto, que emplea todas sus fuerzas y toda su habilidad en engaarme?

Dudo de que, al no estar seguro de mi cuerpo, pueda alimentarme y caminar, sentir.

El pensar, sin embargo, s lo puedo asegurar como algo que me pertenece: nicamente l no puede ser separado de m. Yo soy, yo existo: esto es cierto. (p. 226)

Pero quiz podra suceder que si yo dejara de pensar, dejara al mismo tiempo de ser o de existir.

ya no soy, pues, hablando con precisin, ms que una cosa que piensa, es decir, un espritu, un entendimiento o una razn. As, pues, yo soy una cosa verdadera y verdaderamente existente: una cosa que piensa.

No soy un cuerpo humano, no soy un aire difundido por el cuerpo.

Rechazo a la imaginacin como algo confiable para el descubrimiento de verdades absolutamente seguras sobre lo que soy: s ya que las cosas que me imagino pueden ser no ms que una ilusin, que sueos.

qu soy, pues? Una cosa que piensa. Qu es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que concibe, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que tambin imagina y siente. (p. 227)

Algunos de esos atributos, puede ser distinguido de mi pensamiento o puede decirse que exista separado de m mismo? Pues es de suyo tan evidente que soy yo el que duda, el que entiende y el que desea, que no es necesario aadir nada aqu para explicarlo (p. 228)

aunque pueda suceder [] que las cosas que imagino no sean verdaderas; sin embargo, esta potencia de imaginar no deja de existir realmente en m, y forma parte de mi pensamiento.

Lo mismo pasa con los sentidos: yo soy quien siente: el sentir es verdadero, aunque lo sentido pueda ser falso.

Tomemos, por ejemplo, este pedazo de cera que acaba de ser extrada de la colmena: no ha perdido an la dulzura de la miel que contena, conserva todava parte del perfume de las flores de que fue hecho; su color, su figura, su tamao, son manifiestos; es duro, es fro, puede ser tocado y si se lo golpea produce cierto sonido. (p. 229)

Pero se lo acerca al fuego y todas esas caractersticas de sensacin desaparecen.

Subsiste la misma cera despus de este cambio? Es preciso confesar que subsiste y nadie puede negarlo. Qu es lo que se conoca, pues, con tanta distincin en este pedazo de cera?

No lo que se captaba por los sentidos.

Quiz fuera lo que ahora pienso, a saber, que la cera no era, ni esta dulzura de la miel, ni este agradable perfume de las flores, ni esta blancura, ni esta figura, ni este sonido, sino solamente un cuerpo que poco antes se me apareca bajo estas formas, y que ahora se muestra bajo otras.

yo no sabra concebir por medio de la imaginacin lo que es esta cera, es slo el entendimiento el que la concibe. (p. 230)

qu es esta cera que no puede ser concebida sino por el entendimiento o el espritu? Por cierto es la misma que veo, toco, imagino, y la misma que conoca desde el principio; pero lo que hay que advertir es que su percepcin, o bien la accin por medio de la cual se la percibe, no es una visin, ni un tacto, ni una imaginacin, y no lo ha sido jams, aunque antes pareciera serlo as, sino solamente una inspeccin del espritu, que puede ser imperfecta y confusa, como lo fue antes, o bien clara y distinta, como lo es ahora, segn que mi atencin se fije ms o menos en las cosas que hay en ella y de las cuales est compuesta.

No sorprende que mi espritu sea dbil para captar esa verdad, estando inclinado hacia el error.

Pues aunque yo considero todo esto en m mismo sin pronunciar palabras, las palabras, sin embargo, me estorban, y me siento casi engaado por los trminos del lenguaje ordinario (p. 230)

Creemos, en ordinario, que conocemos la cera por la visin de los ojos y no por la percepcin del espritu.

Esto error se hace evidente con el ejemplo de los hombres que se ve por la ventana: es por la inspeccin del espritu que sabemos que son hombres, no simplemente sombreros y capaz.

Pero, finalmente, qu podra decir de ese espritu, es decir, de m mismo? Pues, hasta el momento, no admito en m ms que un espritu. Qu afirmar, digo, de m, que parezco concebir con tanta claridad y distincin [/] ese pedazo de cera? (pp. 231-32) Autoconocimiento.

Pues puede suceder que lo que veo no sea efectivamente cera; puede tambin suceder que no tenga incluso ojos para ver nada; pero no puede suceder que cuando veo, o (lo que ya no distingo) cuando pienso que veo, yo, que pienso, no sea alguna cosa. (p. 232)

si la nocin y el conocimiento de la cera parece ser ms claro y ms distinto, despus de haber sido descubierta no solamente por la vista o por el tacto, sino por muchas otras causas, con cunta mayor evidencia, distincin y claridad me debo conocer yo mismo, puesto que todas las razones que valen para conocer y concebir la naturaleza de la cera o de cualquier otro cuerpo, prueban mucho ms fcil y ms evidentemente la naturaleza de mi espritu! (p. 232)

no concebimos los cuerpos ms que por la facultad de entender que existe en nosotros, y no por la imaginacin ni por los sentidos.

No conocemos las cosas porque las vemos o porque las tocamos, sino porque las concebimos mediante el pensamiento.

As pues, no hay nada que me sea ms fcil de conocer que mi espritu.