De la muerte narrada a la muerte callada en Chile
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7/21/2019 De la muerte narrada a la muerte callada en Chile
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Cuadernos de Historia Cultural1
Comisin Directiva:
Pablo Castro HernndezDirector y Editor General
Boris Araya ValenciaCoordinador de Historia de la Cultura
Daniel Nieto OrriolsCoordinador de Historia de las Mentalidades
Fabin Andrs Prez PrezCoordinador de Historia Econmica y Social
Comisin Cientfica:
Virginia Iommi Echeverra, Doctor en Estudios de la Antigedad, Medioevo y
Renacimiento de la Universidad de Florencia. Magster en Historia y Licenciada en
Historia de la Pontificia Universidad Catlica de Valparaso. Actualmente es
Acadmica del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Catlica de Valparaso.
Su rea de especializacin se centra en la Historia Intelectual del Renacimiento.
Juan Cceres Muoz, Doctor en Historia de El Colegio de Mxico A.C., Mxico.
Magster en Historia y Licenciado en Historia de la Universidad de Chile. Actualmente
es Acadmico del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Catlica de
Valparaso y del Departamento de Ciencias Histricas de la Universidad de Chile. Su
rea de especializacin se centra en la Historia Social y Poltica de Amrica Latina y
Chile.
Mara Gabriela Huidobro,Doctora en Historia de la Pontificia Universidad Catlica
de Chile. Licenciada en Ciencias de la Educacin, Licenciada en Humanidades,
mencin en Historia y Pedagoga en Educacin Media de la Universidad Adolfo Ibez.
Actualmente es Directora de Licenciatura en Historia y Pedagoga en Historia y
Geografa de la Universidad Andrs Bello, Sede Via del Mar. Su rea deespecializacin es la Antigedad Clsica y su influencia en los poemas y crnicas de la
conquista de Amrica.
Christian Baez, Licenciado en Historia y Licenciado en Esttica de la Pontificia
Universidad Catlica de Chile. Magster en Historia de la Universidad de Santiago de
Chile y Doctor en Historia de la Pontificia Universidad Catlica de Chile. Acadmico e
1El grupo de estudios Cuadernos de Historia Culturales una organizacin autnoma e interuniversitaria
dedicada a fomentar los estudios de Historia de la Cultura en Chile. Realiza una publicacin anual y
actividades educativas y acadmicas. Adems, la revista posee el ISSN 0719-1030, asignado por el
CONICYT para las Publicaciones Seriadas Chilenas, correspondiente al Programa de Revistas CientficasChilenas. Asimismo, se encuentra indexada en LATINDEX, sistema regional de informacin en lnea
para revistas cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal.
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investigador, su actividad se ha centrado en reas relacionadas con
la religiosidad popular, el mundo indgena de Amrica y la fotografa. Actualmente es
profesor de un par de ctedras en el pregrado y en el doctorado en Historia, Instituto de
Historia, PUCV y es jefe de la Seccin de Patrimonio Cultural del Consejo Nacional de
la Cultura y las Artes
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El paso de la muerte narrada a la muerte callada en Chile, siglos XVI-
XIX. Reflexiones para una hermenutica de la muerte.
Daniel Ovalle PastnMagister en Historia, por la Pontificia
Universidad Catlica de [email protected]
Resumen
La presente investigacin tiene como figura principal el conjunto de actitudes ante la muerte en
Chile desde el siglo XVI hasta el XIX centrando su atencin en el lento cambio producido desde
finales del siglo XVIII hacia el siglo siguiente. Para tal efecto se ha querido postular una
hermenutica de la muerte en dilogo con la filosofa ontolgica de Paul Ricoeur, principalmente
su tesis en Temps et rcit (1983-1985), donde se expone que tiempo humano y tiempo narrado
son caras de la misma moneda cultural. Planteamos desde este prisma que existi una muerte
narradahasta fines del siglo XVIII caracterizada por la sociedad barroca, en donde la muerte fue
asumida como un verdadero signo cultural en toda la sociedad bajo la fe catlica. De esta manera
asumimos las diferencias sociales de las distintas capas en la sociedad colonial como formas
culturales propias de los respectivos grupos, donde en todas ellas se asumi la muerte como el
paso necesario hacia el ms all. Esta conceptualizacin de la muerte en sociedad paulatinamente
fue cambiando producto de las nuevas ideas ilustradas y el proceso de secularizacin que termin
por lo que se ha denominado la privatizacin de la muerte, en donde para nuestro caso, hablamosde una muerte callada. Muerte que sigue asumida como signo cultural, pero ahora desde y para el
individuo, por tanto fenomenolgicamente significada en otra temporalidad y hermenuticamente
asumida en otro lenguaje. El resultado de este proceso es una nueva actitud ante la muerte ms
cercana al silencio y a su negacin, propia del siglo XX.
Introduccin.
El trabajo que se presenta asume la historicidad de la muerte como una articulacin
del lenguaje que permite realizar lo que en la hermenutica se ha denominado comprensin;
la materia prima por tanto, ms que la fuente misma del documento, viene a ser una
discusin historiogrfica acerca de la muerte en va de un acceso inteligible para una
hermenutica histrica. El sustento terico para tal efecto estar dado por la hermenutica
propuesta por el filsofo Paul Ricoeur, en especial la tesis central de su obra Temps et
mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected] -
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rcit1. Lo central en la propuesta, es posicionar la muerte como fenmeno histrico no
desde la ptica emprica, sino ms bien como una articulacin del lenguaje humano (de la
intersubjetividad) visto en la narracin. Se articula por tanto, una propuesta epistemolgica
para el estudio del pasado como aporte directo a lo que hoy denominamos en historiografa
Historia Cultural.
El estudio de la muerte sigue, se enmarca dentro de un proceso cultural de larga
duracin. Nuestro recorrido parte desde la cultura barroca chilena2que nos da cuenta de
una sociabilizacin de la muerte en la vida diaria hasta el nuevo pensamiento liberal
centrado en la secularizacin de la vida, proceso que termin en el fenmeno de
privatizacin y personalizacin de la muerte. Proceso secularizador generador de una
sociedad civil que, por lo menos desde el discurso de los grupos gobernantes, aspir a la
llamada modernidad. Este es el mbito histrico que pretende enmarcar nuestro recorrido:
el paso de una concepcin de la muerte narrada (o comunicada) en las formas de
sociabilidad barroca a una callada3(privatizada) de corte moderno. Esta apuesta, que puede
parecer peligrosa al lector, tiene eco en la llamada larga duracin histrica. La muerte,
como lo ha demostrado la historiografa francesa (en especial M. Vovelle y P. Aries),
asume una cierta inmovilidad que compromete al historiador al estudio de siglos. En esto
seguimos al mismo Aries cuando en su introduccin a la Historia de la Muerte en
Occidentenos deca: el historiadorde la muerte no debe tener miedo de abarcar los siglos
1Quil existe entre lactivit de raconter une histoire et le caractr temporel de lexprience humaine unecorrlation qui nest pas purement accidentelle, mais prsente une forme de ncessit transculturelle: que letemps devient temps humain dans la mesure o il est articul sur un mode narratif, et que le rcit atteint sasignification plnire quand il devient una condition de lexistence temporelle En Paul Ricoeur Temps etrcit I. Lintrigue et le rcit historique. Paris, Seuil, 1983, p. 105. Traducido como entre la actividad denarrar una historia y el carcter temporal de la existencia humana existe una correlacin que no es puramenteaccidental, sino que presenta la forma de necesidad transcultural. Con otras palabras: el tiempo se hace tiempohumano en la medida que se articula en un modo narrativo, y la narracin alcanza su plena significacincuando se convierte en una condicin de la existencia temporal. La traduccin es nuestra.2 En adelante entindase por sociedad barroca la configuracin de un imaginario social que concilia lo
efmero de la vida y lo trascendente: el primero visto en la inseguridad ante la arremetida de la muerte encualquier momento de la vida y el segundo, en la aspiracin colectiva a la salvacin eterna narrada en eldiario vivir, ac nuestra hermenutica de la muerte ya no como objeto cientfico de estudio sino como
problema a interpretar: en nuestro caso, el de la muerte aceptada que se observan en los distintosmecanismos de poner el alma en carrera de salvacin mediante el testamento colonial. El hombre del barrocohispanoamericano vive en la angustia del paso del tiempo y el temor a la muerte, y a la vez en la esperanza enla salvacin del alama despus del trance final.3Cabe anotar que tal conceptualizacin no pretende dar cuenta de un fenmeno de la muerte no comunicada,ms bien pretende fenomenolgicamente hacer la diferencia con la muerte barroca. El autor pretende que elestudio que se presenta logre explicar tal uso del concepto.
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() los errores que no puede dejar de cometer son menos graves que los anacronismos de
comprensin a los que lo expone una cronologa demasiado breve4.
Nuestra empresa intenta dar luces explicativas de lo que creemos y vaya ac
nuestra hiptesis fue una disposicin hacia la muerte barroca centrada en la aceptacinde la misma y por tanto narrada, hacia una de heredera del pensamiento moderno: la
muerte callada y arrojada socialmente hacia la esfera privada, fenomenolgicamente
negada por influencia del pensamiento progresista e ilustrado. .
Un repaso al morir desde la colonia: la muerte narrada.
Un buen ejemplo introductorio para adentrarnos en la forma de asumir la muerte en
la poca de estudio es el caso de Lucas Martnez Vegazo, conquistador y encomendero del
Per hacia el siglo XVI. Su testamento muestra las angustias premonitorias y la ltima
voluntad de un hombre de la poca. Martnez Vegazo poco antes de morir presentaba una
precariedad econmica que lo apremiaba para realizar sus ltimas disposiciones y acceder
al tan necesario buen morir.5Por lo mismo, y a diecisis das de su deceso, se cas con la
hija del alcalde de Lima, lo que le permiti tener los recursos para cancelar sus deudas,
cumplir con el ritual funerario y con las limosnas a repartir para el descargo de su
conciencia. Lo a que Martnez le importaba en primer orden lo mismo que a la mayora
de los hombres y mujeres que testaban era el hecho de salvar su alma. Dice suTestamento Jesucristo Dios y hombre verdadero sea conmigo y me de gracia pa que
acierte lo que hago como conviene a su servicio y a la salvacin de mi nima.6Para lo
anterior, lo comn era mandar a ofrecer misas en favor del fallecido. Con respecto a esto
contempla: Yten mando que entre clrigos y frailes, como a mis albaceas les pareciese, se
digan ciento zinquenta misas. Zinquenta por las nimas del Purgatorio en cuya compaa yo
pienso ir mediante la misericordia de Dios, y zinquenta por la conversin destos naturales y
4Philippe Aries Historia de la Muerte en Occidente. De la Edad Media hasta nuestros das. Barcelona. ElAcantilado. 2000, p. 17.5La buena muerte se entiende como la disposicin de espera de la misma: en paz con Dios, con los hombres yconsigo mismo. Para el caso de los hombres santos esto era real por la buena vida de la que venan
precedidos. Para el resto de los mortales era necesario el descargo de la conciencia para poner el alma encarrera de salvacin. En Isabel Cruz de Amenabar La muerte transfiguracin de la vida. Santiago.Ediciones Universidad Catlica de Chile, 1997, p. 67.6Efran Trelles El testamento de Lucas Martnez Vegazo Revista Historia N23. Pontificia UniversidadCatlica de Chile. 1988, p. 280.
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zinquenta por las personas que yo soy a cargo, y dese la limosna acostumbrada7 El
testamento de Martnez nos permite trazar un recorrido que es comn para toda la sociedad
colonial americana: la muerte debe observarse como un fenmeno pensado, asumido en la
cotidianidad de la vida. Su preparacin en el testamento es slo un paso dentro de un sin
nmero de gestos e imaginarios que pensaron y ms importante para nosotros, narraron la
muerte. Esa cotidianeidad de la muerte tuvo su correlato en lo que Lucas Martnez y la
sociedad colonial prepar: la salvacin del alma8.
La creencia en el rigor de la justicia divina, el paso obligado para el comn de los
hombres por el Purgatorio y el principio de la comunin de los Santos constituyeron
algunos de los pilares de la fe catlica desde tiempos coloniales. Mismos pilares que
establecieron las directrices a seguir por hombres y mujeres que pensaron y se anticiparon a
su propia muerte. Segn la creencia el alma al pecar perda su estado de gracia. Era
menester recuperarla. Para eso servan el arrepentimiento y la confesin. Pero para reparar
completamente la falta deba realizarse penitencia y as expiar la culpa. Si esto no se haca
en vida, antes de acceder a la gloria, el alma deba pasar por las penas y penurias del
Purgatorio. De esto sigui que para alcanzar la vida eterna el cristiano se preocupara de
enmendar las faltas cometidas y hacer bien por su alma. Los medios para lo anterior fueron
las misas, oraciones, ayunos, limosas, bulas, indulgencias, jubileos y obras de beneficencia.
De todas ellas, la misa fue la ms elegida, pues por lo dems, se consideraba el medio mseficaz para despejar el camino hacia el cielo.9
La vida cotidiana de los chilenos en la colonia tampoco fue fcil. Guerras,
calamidades, enfermedades y la criminalidadcomo anota Marco Antonio Lentendan
a quitarle al momento final ese aspecto de recogimiento y entrega que se esperaba. Con
todo, continua nuestro autor, el esquema mental de los siglos coloniales, la muerte ideal, el
7Ibid., p. 281.8 Si bien el caso citado corresponde al Per, el lector debe saber que la historiografa asume una cierta
homogeneidad en los aspectos relativos al morir para toda la Amrica colonial. El caso de Lucas Martnez, eneste sentido, sirve para la realidad colonial chilena .Sobre todo considerando que en el siglo XVI no existanlas divisiones estatales que ahora conocemos.9 Mara del Pilar Martnez El costo de una pronta salvacin en Nueva Espaa, siglos XVI-XVII. EnPalimpsesto. Departamento de Historia. Universidad de Santiago de Chile, N2, 2004.
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Bien Morir, era ms que una utopa, era una meta que los creyentes, algunos ms otros
menos, buscaban alcanzar.10
Sociedad estamental acostumbrada a marcar las diferencias entre los vivos, tambin
lo hara a la hora de afrontar la muerte. Si bien podemos creer que la actitud ante unamuerte cristiana quiso, en su ncleo interno, acceder a la vida eterna aprendida de la Iglesia
Catlica; tambin podemos afirmar as lo hace nuestra historiografa que las formas y
gestos pensados hacia el morir no fueron los mismos para toda la sociedad. Existi en las
familias ms connotadas la necesidad por demostrar al resto de la sociedad quines haban
sido en vida. Los momentos adecuados para manifestar tales virtudes fueron el velatorio y
el funeral; as como las herramientas para poner el alama en carrera de salvacin:
capellanas de misas fundadas en su mayora por nuestros notables, y cofradas,
asociaciones ms populares que a la hora de la muerte de alguno de los cfrades, ponan a
su disposicin todo que tena a mano para ayudarlo en lo que respecta, no tan slo a su
funeral, sino tambin a su propia salvacin.
Religin y realidad social estaban fuertemente entrelazadas en nuestra sociedad
colonial. Una explicacin plausible de ampliar a este fenmeno para el caso chileno nos la
entrega Henry Kamen, al explicar que la religin estaba condicionada a nivel de la fe por
smbolos, relacionados con el universo no material, y a nivel social por modos de actuar
que surgan del entorno material11. Para la sociedad colonial, el cristianismo era ms que
un cuerpo de credos y conductas establecido por la Iglesia; consista tambin actitudes y
prcticas heredadas que se relacionaban con el mundo invisible y el visible, y que estaban
tan profundamente arraigadas como la cultura oficial. La relacin entre la fe oficial y las
prcticas no era fcil. Esto va de la mano con el hecho innegable en la preocupacin de
notables y hombres de capas medias y bajas en ceremoniales y preparativos de su muerte.
Si los hombres ricos se preocupaban en sus testamentos por el cumplimiento de misas ad
eternum, por la calidad de la cruz (preciosa, metal o madera) y su tamao (alta o baja),
acompaantes al cortejo, procesin, etc.; otros lo hacan bajo la teatralidad directa de las
10Marco Antonio Len Muerte y Buena Muerte en Chile colonial. En Snchez, Marcial (Director) Historiade la Iglesia en Chile. En los caminos de la conquista espiritual. Santiago. Editorial Universitaria. 2009, p.222-223.11 Henry Kamen Cambio cultural en la sociedad del siglo de Oro: Catalua y Castilla siglos XVI-XVII.Madrid. Siglo XXI Editores. 1998, p. 76.
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cofradas, en cantos, msica, campanas, llantos, oraciones y caminatas.12Somos parte de
una interpretacin razonada y fundamentada acerca de las diferencias sociales de la poca
tan marcadas en lo que a aspectos mortuorios se refiere. En esto seguimos decididamente
los apuntes de Marco Antonio Len: La capacidad de ostentacin fnebre de la elite, debe
entenderse no slo a partir de su afn figurativo o de su represin por parte de la Corona,
sino tambin como una caracterstica cultural propia de un medio que deseaba marcar las
jerarquas en los actos cotidianos de la vida y de la muerte. Poner el alama en carrera de
salvacin no fue un rasgo atribuible slo a la elite, pues tanto espaoles pobres, como
mestizos e indgenas y negros aculturados, mostraron tambin preocupacin por una
ostentacin mnima en sus ltimos momentos, brindadas por las cofradas.13
Marcada por los referentes de tipo religioso, desde el lenguaje hasta lo cotidiano,
vemos en la caracterizacin de la muerte desde la colonia tres caractersticas claves: a) la
muerte presenta una significacinsea cual fuese la posicin social del individuo como
signo cultural aprendida de la fe catlica. As mismo, b) existieron un sin nmero de
smbolos patentes, siguiendo a Kamen, en lo material e inmaterial (desde lo social y la fe
respectivamente), y c) tambin huellas en las cuales historiogrficamente podemos
acercarnos a una hermenutica histrica como nos lo hemos propuesto: el testamento. De
esta manera queremos acercarnos en profundo a esta sociedad colonial que pens y vivi la
muerte de una manera diferente comparativamente como lo veremos para siglosposteriores. Para lo anterior, evocamos el estudio hecho por Juan Carlos Luengo sobre la
semitica de los testamentos. El autor en un estudio sobre las capellanas, que bien
podramos trasladar para el conjunto de testamentos colonialesplantea la cuestin de un
dilogo inmaterial, comunicacin con los muertos, a travs de ellos hacia la eternidad. El
testamento es visto como un ritual de oracin y de accin generador de varios resultados,
entre los que destacamos: disminuir los sufrimientos de quienes habitan el Purgatorio;
12Marco Antonio Len Muerte y Buena Muerte en Chile colonial, p. 208. Habra que agregarque muchosindgenas testaron con la preocupacin de salvar su alma. Ver el libro de Julio Retamal Testamentos de Indiosen Chile colonial1564-1801. Universidad Nacional Andrs Bello. Santiago. 2002.13dem, nota al pi N40. Cabe destacar la crtica del autor hacia la interpretacin de la sociedad colonial
planteada por Jaime Valenzuela en su libro Las liturgias del poder. Celebraciones pblicas y estrategiaspersuasivas en Chile colonial (1609-1709). En sus palabras: es cuestionable interpretar este fenmenohistrico slo como una estrategia re-monopolizada por dicho sector (la elite) y auto-controlada a nivel de sudespliegue particular, como afirma de manera rebuscada y obsesivamente politolgica el trabajo de JaimeValenzuela.
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lograr la propia salvacin del alma y con ello el acceso al Paraso; salvaguardar,
materialmente, a uno o varios miembros de la familia; mostrar el esfuerzo de la Iglesia por
mantener sus preceptos espirituales; y la mantenencia del rango aristocrtico en el mundo
de los vivos14.
Otra herencia colonial que va a conformar parte del carcter de los cambios
modernos lo fue la festividad barroca. En una sociedad donde el imaginario colectivo era
fuertemente cristiano-religioso, existieron mecanismos sociales de ratificacin de tales
creencias. Esta religiosidad barroca se mostr en procesiones espectaculares, exposicin del
Santsimo Sacramento, misas por los diferentes tiempos litrgicos, funerales de notables,
etc. La caracterstica principal de todo este aparataje, fue el fuerte vnculo entre poltica y
moral. Como indica Jaime Valenzuela, el ciclo de la vida y el momento de la muerte se
orientaba ntima y pblicamente al reencuentro con un ms all tenebroso, donde el caso
de los Reyes era particularmente especial, pues -aunque providencialismo y absolutismo
competan ferozmentesiempre tenan, por su carcter real, ganado este ms all.15
La fiesta en particular represent una manera de sociabilidad muy ajena a nuestros
das, donde la muerte y la vida se unan en una mezcla homognea y bien entendida: el
valor a la vida efmera y pasajera, pero que se intenta vivir en toda su dimensin. Siguiendo
la tesis (ms cercana a la historia cultural) de Isabel Cruz de Amenabar acerca de la fiesta,
diremos desde una visin antropolgica, que fue parte de la vida desde un prisma que no
conoca bien la separacin de lo pblico y lo privado. Como explica la autora en cuestin:
la institucin festiva como un interludio de sacralidad en el transcurrir de todos los das
() como una catarsis depuradora que llevaba al reencuentro del hombre con Dios, con los
dems y consigo mismo, en el olvido de s.16
Siguiendo la lnea trazada, diremos que existi una temporalidad distinta en las
personas que asumieron una especie de tiempo escatolgico: se viene de Dios y se va a
14Juan Carlos LuengoLa sociedad de aqu y la del ms all. Preparando a Dios para la mantencin del estuquo aristcrata. En Jornadas de Historia de las Mentalidades. Homenaje a Georges Duby. MonografaCuadernos de Historia N1. Universidad de Chile. Santiago. 2000.15 Jaime Valenzuela. Las liturgias del poder. Celebraciones pblicas y estrategias persuasivas en Chilecolonial 1609-1709. DIBAM. Santiago, 2001, p. 119.16Isabel Cruz de Amenabar.La fiesta. Metamorfosis de lo cotidiano. Ediciones de la Universidad Catlica deChile. Santiago, 1995, p. 13.
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ste, la muerte es un paso necesario, aunque temido. Cabe mencionar ac la fuerte tradicin
de nuestra elite criolla en la fundacin de obras pas como preparacin a la muerte. La ms
comn de ellas para quienes tenan el poder para hacerlo fueron las ya nombradas
capellanas de misas17. Otra manera ms horizontaldesde el punto de vista social de la
preparacin para la muerte y descargo de conciencia en la bsqueda de una vida agradable
a Dios ya no como obra pa, sino como devocin tangible y corporativa fueron las
cofradas. Tipo de asociaciones seglares que dependan del orden eclesistico y que
operaban con cierta libertad gracias a que se solventaban con los recursos de sus propios
miembros. En el perodo colonial apunta Sol Serrano haban tenido un carcter
estamental que ya no se encuentra en el republicano, donde se distinguen solo por las
advocaciones de culto que profesaban. En Chile se dedicaron al culto y servicio funerario,
as como a la ayuda a los miembros ms necesitados de la agrupacin18.La revisin detodos estos tpicos nos parece hablar de una comunidad que vive cercana a la muerte no
olvidemos las baja esperanza de vida, las dificultades mdicas, las epidemias y terremotos
constantes, as como la inseguridad generalizada de la vida la acepta (en el miedo) y
convive con ella. Somos parte de una visin humana, en tanto que lo material queda
supeditado a un rasgo de la vida en sociedad19, de las costumbres coloniales. Incluida la
muerte.
Con todo, quiz una de las caractersticas ms importante del significado que le diola sociedad barroca a la muerte fue el amor y apego a la vida, pues el mismo significado de
una muerte presente haca que el hombre colonial valorara positivamente el paso por esta
17Las capellanas de misas fueron fundaciones piadosas heredadas de tradiciones europeas. De carcter legal,buscaban salvaguardar el alma de quien testaba. Una o varias personas realizaban sufragios en beneficio delalma que se crea estaba en el Purgatorio. Para esto se contaba con una renta que le aseguraba su perpetuidaden el tiempo. Se nombraba un capelln quien realizaba las misas por el alma y un patrono, el cual velaba porel buen funcionamiento de la fundacin. La capellana se mantena gracias a que el fundador pona a censouna cantidad de dinero, bien inmueble o propiedad rural, la cual generaba una hipoteca del 5% anual, de
donde se sacaban la manutencin del capelln y patrn, as como lo necesario para las misas. La mscompleta investigacin en Chile para el caso es de Mara Eugenia Horvitz.18Sol Serrano. Qu hacer con Dios en la Repblica? Poltica y Secularizacin en Chile (1845-1885) . FondoCultura Econmica. Santiago, 2008, p. 98-99.19Llamamos la atencin de los anlisis histricos que parecen borrar del mapa al sujeto y sus propios temores,dando explicaciones que preponderan las diferencias de clases y los discursos que de estos se desprenden. Lodecimos pues el estudio de Jaime Valenzuela nos llama profundamente la atencin en este sentido. Siendo untrabajo documental de incalculable valor histrico y rescate de la memoria, la interpretacin de la cultura
barroca nos parece errada: centrar el anlisis en el discurso y las mentalidades puede llevar a ese olvido: el delsujeto y su cotidianeidad.
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vida. Los frutos de este apego, en palabras de la historiadora chilena fueron: la vanidad,
las riquezas, el poder, los placeres, que aparecen en la iconografa catlica como las
grandes posibilidades de este mundo pero, a su vez, como los insalvables obstculos.20
Quizs por la misma razn la muerte haya sido un fenmeno verdaderamente narrado, pues
en su misma temporalidad, narracin, aceptacin y esperanza en la vida del ms all,
siempre fueron de la mano.
Ahora iremos en la bsqueda de huellas que nos den pistas del cambio que gener
toda una serie de nuevos comportamientos hacia el problema de la muerte dentro de la
modernidad. El declive del barroco y la arremetida del pensamiento ilustrado es parte de
esta ruta.
Hacia una muerte callada: el cambio y su proyeccin hacia el siglo XX.
El siglo XIX chileno debemos entenderlo como un perodo de cambios no tan slo
desde el plano poltico a causa de las revoluciones independentistas, sino tambin como una
etapa de crisis en las prcticas sociales, entre las cuales nos son de especial inters para
nuestro objeto de estudio, las prcticas religiosas que poco a poco se fueron modificando.Llamamos la atencin al lector: la sociedad chilena decimonnica sigui siendo muy
religiosa, aunque entr en un perodo de quiebre. Tal proceso signific un lento caminar
hacia una nueva forma de entender la muerte.
La llegada del nuevo siglo nos enfrenta con los problemas que trajo al Chile
tradicional la modernidad. El mundo moderno comenz a ser el resultado del surgimiento
del individuo como punto central del hombre en sociedad desde finales del siglo XVIII.
Mutacin ideolgica que, como recuerda Ana Mara Stuven, se vincula directamente con el
pensamiento ilustrado europeo.21 Fue una realidad para toda Latinoamrica que las
20Isabel Cruz de Amenabar.La Muerte. Transfiguracin de la Vida. Ediciones de la Universidad Catlica deChile. Santiago, 1997, p. 57.21 Ana Mara Stuven La seduccin de un orden. Las elites y la construccin de Chile en las polmicasculturales y polticas del siglo XIX. Santiago. Ediciones Universidad Catlica de Chile. 2000, p. 16.
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revoluciones independentistas produjeron gran cantidad de desacuerdos a nivel de las lites
polticas, pero cierto fue tambin (en trminos generales), que se aceptaron muchos de los
aspectos de la concepcin liberal individualista de la sociedad. Chile no fue la excepcin.
No debemos entender este proceso como una polaridad intransigente entre las nuevas ideas
racionalistas con las tradicionales. En este sentido existi un consenso en torno a la
legitimidad de los elementos estables de nuestra clase dirigente, y en donde la polmica
en esto seguimos a Stuvenexisti como medio articulador del disenso posible. La visin
catlica del mundo, el republicanismo y la valoracin del orden definieron el marco en el
que era culturalmente legtimo polemizar.22 El cambio que la misma elite chilena vea
venir le resultaba inevitable, por lo que el grupo deba acomodarse al nuevo escenario, sin
que esto significase romper con la estructura de poder ya consolidada.
Siguiendo al profesor Eduardo Cavieres, tenemos que decir que el grupo dirigente
chileno - el cual nos importa pues fue la puerta de entrada a los nuevos aires liberales,
racionalistas e ilustradoscorrespondi a un grupo social homogneo slo desde la lgica
del mantenimiento del poder, el cual en sntesis busc pasar de aristcrata a ciudadano. 23El
influjo de las nuevas ideas racionalistas dentro de estos grupos, lo entendemos como un
lento proceso hacia el cambio y en donde la secularizacin de la vida toma un papel
primordial. Eso no signific que se borraran rpidamente imaginarios, creencias y formas
de sociabilizar que se arraigaban desde la misma conquista. De lo anterior slo un ejemplo:el doctoro Francisco Javier Tocornal muerto en su hogar en el ao 1885, no fue llevado al
cementerio en un atad como lo dispona la nueva norma, sino que fue llevado a un templo
en su coche llevado con levita y sombrero para ser enterrado clandestinamente cerca del
campo santo. 1885 y el vnculo de los vivos con los muertos parece estar ms ligado a la
solidaridad para alcanzar la otra vida que en el culto a sus restos 24. Siguiendo lo dicho
anteriormente, el punto est en centrar la mirada, en que desde el siglo XIX el liberalismo
recogi y puso en marcha elementos modernizadores en diferentes planos: desde la poltica,la vida social, el plano econmico, el religioso, etc.
22Ibid., p. 21.23Eduardo Cavieres Anverso y reverso del liberalismo en Chile (1840-1930).Historia(Santiago) [online].2001, vol.34 [citado 2011-06-08], pp. 39-66.24Sol Serrano Qu hace con Dios en la Repblica, p. 221.
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La nueva idea del ciudadano que debe lealtad a la nacin y no a la autoridad
eclesistica lleg tambin a Chile. El ideal de un Estado secular, con ciudadanos libres e
iguales ante la ley se hizo notar y con fuerza. Como indica Charles Hale,fue el elemento
del liberalismo clsico que se dio con matices en toda Latinoamrica. De esta manera
algunas prcticas deban de ser cambiadas, como por ejemplo la misma idea de ciudadano:
Como ciudadanos tenan un estatuto civil que deba regular y administrar el Estado. Las
estadsticas vitales, los procesos fiscales, el procedimiento judicial, la educacin, incluso el
calendario y los nacimientos, las bodas y las defunciones, todo ello deba apartarse del
control de la Iglesia.25 Sentido histrico de moderacin en palabras de Alfredo Jocelyn-
Holt para el caso chileno, que se dej caer desde las esferas pblicas y que centra en la
figura de Andrs Bello, en quien se plasma esta idea de bsqueda del equilibrio entre el
autoritarismo y los excesos libertarios por otro.26
La conformacin del pensamiento liberal tendr fuertes repercusiones en la
sociedad, las dos instituciones centrales del pasado colonial Iglesia y Estado, vivieron
cambios significativos. Por un lado el nuevo Estado se opone a la tradicin, y a medida que
pasa el siglo gana la batalla no solo contra conservadores, sino ms bien sobre los rasgos
tradicionalistas de la misma sociedad27; rasgos que de alguna manera hemos querido
sintetizar en nuestra primera parte, pensando que no es posible entender en escala global
los cambios sucedidos que pasan de una muerte narrada a otra silenciada si no hacemoseste recorrido. As, lo que hemos afrontado como formas de sociabilidad colonial en la
primera parte de este estudio tienen una transformacin de largo aliento que tarde o
temprano llevaron a las representaciones de la muerte hacia lo que hemos denominado una
muerte callada. El siglo XIX trajo consigo la lenta personalizacin de la misma, pues
aunque siempre el que muere es la persona, los modos de cmo la sociedad vivi tal suceso
cambiaron en los dispositivos de esta nuevasociedad civil.
25Charles Hale Ideas polticas y sociales en Amrica Latina 1870-1930. En Leslie Bethell (Ed.) Historia deAmrica Latina. 8. Amrica Latina: Cultura y Sociedad 1830-1930. Crtica. Barcelona, 1991, p. 10.26Alfredo Jocelyn-Holt El Liberalismo moderado Chileno, siglo XIX Centro de estudios Pblicos N 69,1998, p. 440.27Eduardo Cavieres. Anverso y reverso del liberalismo en Chile (1840-1930). Historia (Santiago) [online].2001, vol.34 [citado 2010-07-01], pp. 39-66
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Entrando de lleno en lo que entendemos por secularizacin, hacemos el llamado a
relacionarlo siempre con esta nueva idea de ciudadano. La secularizacin del Estado fue el
intento de construccin de una nueva soberana ahora fundada en la voluntad de los
ciudadanos. Esa era la fuente de legitimidad de un Estado representativo que a la vez se
constitua en la fuente del derecho para todos por igual. Como apunta Sol Serrano, esto
implicaba sustraer el elemento religioso y por tanto reajustar la posicin de la Iglesia.28
La historiografa del tema en cuestin ha puesto en evidencia que la tesis clsica de
la sociologa, aquella que sostena que la privatizacin de la religin llevaba tambin a su
decadencia, est quedando atrs. De esa misma idea nuestra historiografa se aliment, ya
sea en su bando liberal o conservador.29Con las nuevas visiones de la historia poltica y su
relacin con lo religioso se ha podido apuntar ms a los actores culturales del proceso de
secularizacin, y no tanto a lo meramente estructural.30 En este sentido, como apunta
Serrano, es necesario creerle a quienes crean (por ejemplo en la resurreccin de los
muertos o en la comunicacin con los muertos del Purgatorio) y no mirarlos con ese
prejuicio desde el presente que observa la prctica religiosa del pasado como alienacin o
28Serrano, Sol Qu hacer con Dios en la Repblica?..., p. 20.29 Sol Serrano ha sido muy lcida al poner en evidenciar que la historiografa chilena no ha asumido la
profundidad histrica del fenmeno de la secularizacin. Nos llama la atencin al decirnos que continanlatentes interpretaciones heredadas del liberalismo del siglo XIX. Para estos, en la construccin de la nacinmoderna la religin aparece como una fuerza antagnica finalmente derrotada. As, sta pasa a ser estudiada
por especialistas de la historia de la Iglesia, saliendo del objeto de estudio de la historia poltica y social. Parael siglo XX la historiografa de la laicizacin del Estado separa a dos escuelas: la conservadora y la liberal, lascuales interpretan desde ngulos distintos el sentido de la historia del siglo XIX. De esta manera, si para losliberales es una historia poltica que relata el ensanche de la liberta y la tolerancia, de la autonoma de la raznante las ideas religiosas; para la historiografa conservadora es la historia de la prdida del poder del Estadocentral autoritario que se disuelve ante el liberalismo. Las dos, desde veredas distintas, coinciden con la tesisclsica de la sociologa en que la separacin de las esferas religiosa y civil significaron no slo laprivatizacin de la religin, sino su decadencia. Con un cierto criterio evolutivo, la religin, sera algo que
finalmente tendera a desaparecer del dominio pblico. En Serrano, Sol Espacio pblico y espacio religiosoen Chile republicano. Teologa y Vida. Vol. XLIV. 2003, p. 346-355. En especial ver pp. 346-347. Para unamayor profundidad su libro Qu hacer con Dios en la Repblica? Poltica y secularizacin en Chile (1845-1885).30Elisa Crdenas subraya acertadamente que por mucho tiempo la historiografa latinoamericana se esforzen pensar por separado las esferas religiosa y poltica, lo que trajo la dificultad de pensarlas combinadamente.De esta dificultad la autora vislumbra otra, cual es la idea de reducir los universos a cuestiones institucionales:el Estado y la Iglesia. De ah la tendencia a escribir sobre los conflictos desde el plano institucional, porencima de otras mltiples posibilidades. Crdenas explica que al juntar ambas limitaciones se estudian laIglesia y el Estado como entidades separadas. Por otro lado, al reunirlas como es necesario para el procesode secularizacin el problema radica en pensarlas como parte de un mismo universo, en donde vnculospolticos, sociales y culturales se entremezclan. En Crdenas, Elisa Hacia una historia comparada de la
secularizacin en Amrica Latina en Palacios, Guillermo (coord.) Ensayos sobre la nueva historia polticade Amrica Latina, sigo XIX. Mxico D.F. El Colegio de Mxico. 2007, p. 199.
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como parte de la dominacin. Ese desdn epistemolgico del historiador que se aproxima
a los creyentes y sus prcticas como perdonndolosporque no saben lo que hacen () se
bate en retirada.31
Con todo, entenderemos en nuestro estudio el proceso de secularizacin de lasociedad chilena del siglo XIX como la reubicacin de lo religioso en una nueva sociedad
civil, que le otorga un nuevo espacio al separar las esferas privadas y pblicas. Tal
fenmeno es de largo aliento, proceso cultural en donde la tendencia fue a la privatizacin
del culto religioso, a diferencia del pasado barroco en donde la publicidad pblica y privada
se entreteja en un mismo entorno. Corresponde abordarlo como un proceso de
construccin de mbitos especializados para lo poltico y lo religioso, dentro del marco de
la nueva esfera pblica racionalizada.32
El cambio est dado, para nosotros, en que si los smbolos de la muerte barroca
hacan de sta un fenmeno comunicado, vivenciado en la cotidianidad de la vida; ahora
en las postrimeras del siglo XIX se proyecta una idea de la muerte privatizada, que sale del
espacio pblico barroco para habitar el espacio privado y mezclarse con las ideas impuestas
por la modernidad. Es la reubicacin de la esfera religiosa, en donde se observa el paso de
la bendicin sagrada y comunitaria de la fosa al atad como la expresin ms fuerte y
material de la secularizacin del espacio pblico.33
La privatizacin del morir, a diferencia de lo ocurrido en la colonia donde la muerte
barroca se viva en comunidad, avanz no slo hacia la privatizacin del lugar del entierro
que ahora pasaba a ser propiedad privada, comprada sino que tambin hacia un morir
individualizado. Este caminar no es el nico factor de importancia, pero s suma a la hora
de pensar en lo que hemos llamado la muerte callada. La privatizacin de cementerios es
un rasgo ms de entre otros que nos hacen hablar de un caminar hacia el individuo y no
hacia la comunidad.
31Serrano, Sol Qu hacer con Dios en la Repblica?..., p. 20. En parte a esto nos referamos cuando en unmomento anterior nos referamos a la crtica hecha por Marco Antonio Len a la mirada historiogrfica deJaime Valenzuela, quien observa en el aparataje del barroco un modus operandi de dominacin de las elites
por sobre la sociedad colonial.32Elisa Crdenas Hacia una historia comparada de la secularizacin en Amrica Latina, p. 198.33Sol Serrano Qu hacer con Dios en la Repblica?..., p. 221.
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Queremos resaltar el distanciamiento de la idea de la muerte comunitaria propio del
perodo colonial. Ahora se observa la personalizacin de la muerte, vista sobre todo en la
tumba familiar e individual. Todo esto dentro del marco del proceso de afianzamiento de
los cementerios extramuros. Es el tiempo del culto a los muertos en los cementerios, a
diferencia del culto por la comunicacin de salvacin que era habitual en la poca colonial.
Es un lento caminar, pero sin retorno. Esta individualizacin de la muerte no debemos
confundirla como hemos dicho anteriormente con la idea de descristianizacin. En un
mundo donde muchas cosas podan empezar a cambiar, el morir sin ser sacramentado no
era imaginable
Como hemos dicho siguiendo a Sol Serrano, la secularizacin de los cementerios no
signific la secularizacin de la muerte, la autora prefiere hablar del pluralismo de los
vivos. Lo que a nosotros nos compete en cuanto a la comunicacin de la muerte en
comparacin con la muerte barroca, es que la misma secularizacin de los cementerios en
nuestro pas es reflejo del proceso de cambio de actitudes ante la muerte que esta
investigacin quiso mostrar. Existe ahora la primaca del valor de la propiedad, y ms aun
de los derechos individuales: la muerte se personaliza y sale poco a poco del espacio
pblico al espacio privado y burgus: propiedad privada que tiene valor monetario, la
tumba.
A modo de conclusin.
La llegada de la muerte en el paso de la segunda mitad del siglo XIX pas de una
muerte compartida por el otro (desde cofradas, capellanas o la misma festividad de la
muerte barroca) a una individualizacin de la misma. La desaparicin progresiva de la
comunicacin de la muerte en los otros, vino a dar paso a un nuevo proceso cultural de la
muerte. Todo esto sumergido en los vaivenes de la modernidadllmense salud pblica, la
secularizacin de los cementerios, el ideal liberal, las prcticas burguesas, el aumento
progresivo de los estndares de vida, la bsqueda de los derechos individuales, etc. hizo
que la narratividad de la muerte pasara de la sociedad al hogar; de la Iglesia al atad; del
rito religioso a la compra de una propiedad para el entierro. El resultado del andar de los
siglos parece inclinarse por una negacin de la muerte. Sabemos que son ideas para un
anlisis ms exhausto. Dejamos la puerta abierta para aquello.
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