De cuerpo entero
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Boletín del AGN6ª época • julio-septiembre 2006 • número 13
Consejo editorial
Director GeneralJorge Ruiz DueñasDirectora del Archivo Histórico CentralDulce María Liahut BaldomarDirectora del Sistema Nacional de ArchivosAraceli Alday GarcíaDirectora de Investigación y Normatividad ArchivísticaYolia Tortolero CervantesJefe del Departamento de PublicacionesCarlos MirandaAsistencia EditorialAlberto Álvarez, Elizabeth Zamudio, Beatriz Santoyo
Diseño y formaciónDiana Zacatzi Martínez
ISSN-0185-1926D.R. ©Secretaría de GobernaciónAbraham González 48,Col. Juárez, Delegación Cuauhtémoc06699, México, D.F.
D.R. © Archivo General de la Nación-MéxicoEduardo Molina y Albañiles s/n,Col. Penitenciaría Ampliación,15350, México, D.F.
Boletín del Archivo General de la Nación, publicación trimestral,julio-septiembre de 2006Edición y difusión: 5133-9900 ext. 19325, 19330. Fax: 5789-5296.Correo electrónico: [email protected]; www.agn.gob.mx.Domicilio de la publicación: Palacio de Lecumberri, Av. Eduardo Molina y Albañiles s/n, colonia Penitenciaría Ampliación,Delegación Venustiano Carranza, C.P. 15350, México, D.F.
Reserva al título en derecho de autor, certifi cado de licitud de título y certifi cado de licitud de contenido, en trámite.Derechos reservados conforme a la Ley.
Impreso en México.
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Índice
EDITORIAL
GALERÍAS
Uno de los primeros juicios de Zumárraga en el Santo Ofi cio de la
Inquisición, por adulterio, 1536
Presentación: Vanessa Cabal, paleografía: Antonio A. De Paz Palacios
En torno a un recibo de pago fi rmado por Miguel Cabrera, 1765
Presentación y paleografía: Roberto Díaz Castillo
Exploraciones de las Californias: la cartografía del siglo XVIII, 1775
Presentación y paleografía: Perla Isabel Y. Yáñez Hernández
9
13
68
73
6
El virrey conde de Revillagigedo: semblanza de un gobernante singular
a partir de su arribo al virreinato de la Nueva España, 1789
Presentación y paleografía: Aidé Rivera
La instancia de Pagola y Molina: un intento de ofi cializar los tlacos, 1790
Presentación y paleografía: Rodrigo Salomón Pérez Hernández
Juicio al presbítero Alzate por la publicación de la Gazeta de Literatura
núm. 39, 1795
Presentación y paleografía: Alexander Sánchez del Ángel
Cesión de las Floridas, 1811
Presentación y paleografía: Berenice Ballesteros Flores
Un intento de abolir el tráfi co de negros en las colonias españolas, 1818
Presentación y paleografía: Elenice Higuerón Salazar
La monja mística del convento de Carmelitas Descalzas de Guatemala,
1816
Presentación y paleografía: Fausto Cerecer y Raquel Vicencio
CALEIDOSCOPIO
Notas históricas sobre el Boletín del Archivo General de la NaciónJorge Ruiz Dueñas
Joyas del mes
Exposiciones
El Archivo viaja en el Metro
Página web
84
95
124
143
157
165
179
193
193
194
195
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PUBLICACIONES
Tierra prometida
Alberto Álvarez Ferrusquía
ILUSTRACIONES
Imágenes pertenecientes al acervo gráfi co del AGN.
197
En la portada, un tlaco.
9
Editor ial
Revisar el pasado novohispano a través de la consulta de las fuentes primarias ha sido
una práctica determinante para la historiografía mexicana. A ello ha contribuido la exis-
tencia de uno de los acervos más importantes y completos de América respecto del largo periodo
de dominación colonial española: el Archivo General de la Nación de México.
Los 115 grupos documentales que dan cuenta de la estructura política, económica, social y
cultural de la Nueva España, contienen una vasta información que, por diversas razones, no ha
sido consultada con la amplitud y las facilidades que la investigación requiere.
Una de dichas razones ha sido la heterogeneidad de los diversos instrumentos de consulta
disponibles para cada grupo. En algunos casos se cuenta con descripciones puntuales que llegan
incluso a la detallada y minuciosa relación de cada uno de los documentos. En otros, apenas se
tiene información disponible por expedientes y, en alguno más, sólo una somera descripción en
el nivel de fondo.
En peores condiciones se encontraba hasta hace poco el amplio acervo conocido como
“Indiferente General”. Se trataba de una masa documental de una dimensión mayor a la de
muchos archivos –cerca de 1,100 metros lineales– que se fue acumulando a lo largo de cinco
siglos sin que hubiese modo, así fuera general y aproximativo, de conocer su contenido.
Apenas hubo intentos en el pasado de desentrañar la madeja del “Indiferente”. De él se ha-
blaba como de una caja de Pandora llena de sorpresas, aunque los pocos documentos que se
trabajaron circunstancial y casuísticamente, volvían a sumirse en el caos de miles de cajas sin
organizar ni describir.
Desde mediados de 2005, primero con recursos proveídos por el Ministerio de Cultura
de España en razón del proyecto “El Soconusco cervantino: cartografía de una encomienda
imaginaria”, que le fue presentado por la Fundación Archivo General de la Nacion A.C., y ahora
con recursos presupuestales del propio Archivo, se lleva a cabo la identifi cación y descripción del
“Indiferente Virreinal”.
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En principio, se seleccionó la documentación correspondiente al periodo novohispano,
equivalente a 780 metros (el material en buen estado de conservación susceptible de trabajarse en lo
inmediato) de los 1,100 totales. Luego se estableció un procedimiento que ha permitido identifi car
y describir la documentación –prácticamente en el nivel de documento debido a la dispersión del
acervo– con base en la aplicación de la Norma Internacional General de Descripción Documental
(ISAD-G por sus siglas en inglés) y capturar en el Sistema de Descripción Documental desarrollado
por el propio Archivo la información en un soporte electrónico que permitirá su consulta expedita.
Por segunda ocasión consecutiva, el Boletín se dedica a revelar algunos de los hallazgos más
interesantes del “Indiferente”. Más de medio centenar de jóvenes historiadores y etnohistoriadores
se han abocado a la tarea descriptiva y a ellos ha correspondido la selección y presentación de los
documentos que ahora ofrecemos a los lectores. Además, una veintena de personas más apoya
el proceso de captura.
Ahora se presentan documentos de gran valor por su antigüedad y rareza: uno de los
primeros juicios que hubo de atender fray Juan de Zumárraga en su calidad de primer obispo de
México; un recibo de pago de Miguel Cabrera, quizás el pintor más relevante del siglo XVIII en la
Nueva España, y los planos de una exploración geográfi ca de la Alta California en 1775.
Estos últimos, así como otros relativos a la Florida y a Guatemala, dan cuenta de que el
alcance geográfi co de nuestro archivo trasciende los límites de la Nueva España y, por supuesto,
los del actual territorio de México.
Hasta junio del presente año se describieron cerca de 170 mil expedientes y documentos. El
procedimiento seguido en este empeño permitirá, a la conclusión del proyecto, la consulta de
más de 200 mil referencias en una nueva ventana para la exploración de nuestro pasado.
En este número se incluye, además, una detallada historia de las diferentes épocas de nuestro
Boletín.
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UNO DE LOS PRIMEROS JUICIOS DE ZUMÁRRAGA EN EL SANTO OFICIO DE LA INQUISICIÓN,POR ADULTERIO, 1536
PRE SE NTACIÓN: VANE SSA CAB AL MACÍAS
PALE OGRAFÍA: ANTONIO A. DE PAZ PALACIOS
Este documento se conserva bajo la
clasifi cación agn, Indiferente Virreinal,
Inquisición, caja 1378, exp. 12, México, 1536,
13 fs. Su relevancia radica en que hasta la
fecha el primer juicio que se conocía de fray
Juan de Zumárraga era uno hecho a dos
músicos que se negaron a tocar durante la
procesión realizada el día 5 de junio de 1536,
cuyo itinerario implicaba ir del Hospital de
Jesús a la sede del Santo Ofi cio; esa era la
referencia más temprana del inicio de su
labor como primer inquisidor de México.
El documento presente se remonta al 3
de abril de 1536 y concluye el 12 de mayo
del mismo año, fechas que lo convierten en
el documento más temprano encontrado
hasta el momento en el Archivo General
de la Nación; en él, fray Juan de Zumárraga
aparece como juez apostólico, además ha-
ce referencia a un juicio previo contra los
mismos acusados en el cual también había
dictado sentencia el obispo inquisidor.
Desafortunadamente, el documento se en-
cuentra incompleto, es muy probable que
sólo le falte la última foja del proceso debido
a que conserva el inicio de la sentencia
dictada por el obispo.
Así, antes de ir de manera directa al
documento, nos detendremos a revisar los
antecedentes de la Inquisición en España
y Nueva España, así como en algunas
consideraciones sobre los tipos de faltas o
delitos, preceptos de la religión católica, en
resumen, para contextualizar el expediente
en cuestión.
Breve historia de la Inquisición
Originalmente, el Consejo de la Suprema
surgió en la Edad Media como respuesta
14
1 Los albigenses deben su nombre al pueblo de Albi, en el sur de Francia.2 El término herejía proviene del vocablo griego hairesis, que signifi ca “elección propia” y se utiliza para indicar sectarismo.3 El término heterodoxia proviene del vocablo griego que signifi ca “disconformidad con el dogma católico” y, por extensión, “disconformidad con cualquier dogma”.4 Adriana Rodríguez Delgado, Catálogo de mujeres del ramo de Inquisición del agn, México, inah, 2000, p. 8.5 Yolanda Mariel de Ibáñez, El Tribunal de la Inquisición en México (siglo xvi), México, unam, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1979, p.86 Ibid., pp. 9-10.7 Solange Alberro, Inquisición y sociedad de México 1571-1700, México, Fondo de Cultura Económica, 1980, p. 16.
a los albigenses,1 seguidores de la herejía2
más importante dentro de la Iglesia católica
durante este periodo. En concreto, nació
en el siglo xiii, primero con los obispos y
más tarde con delegados pontifi cios, como
medio óptimo contra la heterodoxia,3 y se
instaló en Aragón y Alemania. A partir del
Consejo de la Suprema creció la burocracia
de la emergente Inquisición, la cual tenía
como propósito primordial “defender y
conservar la religión católica”.4 Los primeros
juicios estaban enfocados a algunas sectas
surgidas en distintas regiones de Europa
(como la mencionada de los albigenses), o
a los judíos, considerados herejes,5 de tal
forma que la religión católica poco a poco
fue ganando terreno para conservar y hacer
guardar el dogma, pero sobre todo para
conseguir la unidad político económica que buscaba el papado.
Conforme pasaron los años, la Iglesia
fue ganando terreno contra las sectas
gracias al Consejo de la Suprema, que es
el que nombraba a los miembros del Santo
Ofi cio de la Inquisición. A pesar de que en un
principio sólo se hacían juicios a los católi-
cos, es decir, a los bautizados que cometían
faltas o delitos de carácter mixto como la
bigamia y el incesto, en el Concilio de Letrán
de 1215 se defi ne con un “carácter universal
[que] con Gregorio IX se decreta la pena de
muerte a herejes [y] para 1232 se nombra a
la Orden de los Dominicos como jueces del
Santo Ofi cio”,6 con lo que queda manifi esta
la efervescencia que se vivió durante esos
años tratando de convertir a los “herejes”
(principalmente los seguidores de las leyes
de Moisés y del Islam) y es de señalar que en
un primer intento se trató de hacer por la vía
pacífi ca y luego se recurrió a la violencia.
El matrimonio de Fernando II de Aragón
e Isabel I de Castilla (en 1469) se vio ante
la necesidad de resolver dos problemas
prioritarios: primero, unifi car a los reinos
no sólo de Aragón y Castilla, sino a los
territorios vascos, castellanos, gallegos,
andaluces y catalanes, cada uno con su
propia historia, lengua e idiosincrasia;7
segundo, expulsar a los moros y judíos que
desde hacía siglos estaban asentados en
esos territorios, comenzando así una guerra
civil en pro de la cristiandad. La unidad
15
8 Jaime Contreras, Historia de la inquisición española 1478-1834. Herejías, delitos y representación, España, Arcos, 1997 (Cuadernos de la historia), p. 26.9 Ibid., p. 23.
político administrativa se logró matizando
esta guerra en el nombre de la religión
para limpiar los territorios de individuos
no católicos, argumento que propició
conversiones falsas y legitimó expulsiones
masivas y matanzas.
Podemos comprender que la unifi cación
política mediante la religión resultaba un
pretexto idóneo para negociar con el Papa en
busca de la instauración de un Tribunal de la
Inquisición Español (lo que se pretendía era
que la Corona pudiera designar al inquisidor
general) que cubriera las necesidades que
requería dicha unifi cación; en Aragón había
una Inquisición Medieval y la monarquía
española pedía la instalación de un Tribunal
en cada una de sus ciudades, este es el
punto de partida para las negociaciones
entre la Corona y el Papa, que se negaba a
otorgar el poder de elección a los monarcas.
Finalmente, el 17 de noviembre de 1478, por
bula papal, se otorgaba el poder a la reina
para dicha elección; el 13 de septiembre
de 1486 fue asesinado el inquisidor Pedro
de Arbués, en la catedral de La Seo en
Aragón, por supuestos judaizantes8 (las
investigaciones posteriores arrojaron que
las elites españolas tuvieron que ver con
dicha muerte); este hecho, sumado a las
condiciones geográfi cas de España, orilló al
papa Sixto IV a otorgar la bula a la monar-
quía española que nombró a fray Tomás de
Torquemada inquisidor general de Aragón,
Castilla y Sicilia. Así adquirió la Corona
libertad entera de elegir al inquisidor y a
la Iglesia de legislar la elección. Se trataba,
de hecho, de un funcionario de la Corona
sometido a la legislación pontifi cia, una
novedosa forma de control geopolítico.
La creación de los “nuevos” tribunales
se extendió a varias ciudades españolas,
tratando de no perder la esencia de los
Tribunales medievales para castigar la “he-
rética pravedad y apostasía”.9
De esta manera, la evolución de la Inqui-
sición en España pasa por tres etapas, de
acuerdo con Balmes:
- En la primera, los obispos eran los
encargados de realizar los juicios contra los
herejes.
- En la segunda, los delegados pontifi cios
se encargaban de dichos juicios.
- En tercer lugar, una vez otorgado el
poder a la Corona, hay una etapa de poder
inquisitorial que contiene la dualidad religiosa
civil con el Consejo de la Suprema y General
Inquisición.
16
10 Richard Greenleaf, La Inquisición en la Nueva España siglo xvi, México, fce, 1995, pp. 14-15. Apud. Francisco J. Hernández, Colección de bulas breves y otros documentos relativos a la iglesia de América y Filipinas, Bélgica, 1879, vol. i, pp. 12-14. Las transcripciones en latín se pueden consultar en la Historia eclesiástica indiana de Gerónimo de Mendieta.11 Richard Greenleaf, Zumárraga y la Inquisición mexicana 1536-1543, México, fce, 1992, p. 17.12 Hernán Cortés, Cartas de relación, México, Porrúa, 1993, p. 210.
EL TRIBUNAL DEL SANTO OFICIO DE LA INQUISICIÓN EN MÉXICO
Tras el “descubrimiento” de América, el reino
de España peleó los nuevos territorios
con el de Portugal ante Roma buscando el
derecho de evangelizar a los naturales con
base en la bula Inter Caetera10 (expedida
por el papa Alejandro VI el 4 de mayo de
1493, según la cual se tenía que “difundir
la cristiandad y su fe”). Con la intención
de terminar el confl icto, el Papa distribuyó
el territorio otorgando en la práctica a
España todas las tierras descubiertas; sería
hasta el Tratado de Tordesillas que España y
Portugal llegaron a un acuerdo recorriendo
la línea imaginaria por la cual el papa había
repartido las nuevas tierras. Por la bula
Exponi Novis u Omnimoda, otorgada por
el mismo papa, quedaron en manos de los
prelados de Nueva España casi todas las
funciones episcopales, excepto la de ordenar
obispos, situación que se mantendría de
1521 a 1532; más adelante, las funciones
que desempeñaban los prelados pasaron a la
Comisaría del Santo Ofi cio de la Inquisición,11
que es una inquisición episcopal (1533-
1571). El primer obispo de México (ordenado
en España) fue fray Juan de Zumárraga.
Para los conquistadores, la llegada al
“nuevo mundo” planteaba un contexto total-
mente diferente al que conocían, en particular
por la cosmovisión de los nativos; por ello,
los primeros años les sirvieron de acomodo
y reacomodo religioso, social, político, en
una palabra, administrativo, por parte de
la Corona. Este periodo fue uno de los más
productivos en reales órdenes que comu-
nicaban las disposiciones a seguir en los
nuevos territorios.
Para la tarea de evangelizar se hacía
necesario que las personas venidas de
España (tanto religiosas como civiles) fueran
un ejemplo a seguir en la Nueva España.
Esta preocupación no sólo era de los frailes,
podemos encontrar en las Cartas de relación
la siguiente aseveración: “porque es notorio
que la más de la gente española que acá
pasa, son de baja manera, fuertes y vicios, de
diversos vicios y pecados; y si a estos tales
se les diese libre licencia de se andar por los
pueblos de los indios, antes por nuestros
pecados se convertirían ellos a sus vicios
que los atraerían a virtud, y sería mucho
inconveniente para su conversión”.12
Del mismo modo, siguiendo a Richard
Greenleaf: “Carlos V decretó en 1530 que
los hombres casados no podían emigrar al
Nuevo Mundo sin sus esposas […] tenían que
traerlas en un tiempo límite. Los mercaderes
podían pasar tres años en el Nuevo Mundo
17
13 Richard Greenleaf, Zumárraga..., p. 128.14 Patricia Seed, Amar, honrar y obedecer en el México colonial. Confl ictos en torno a la elección matrimonial, 1574-1821, México, Alianza, 1991, p. 46.15 Adriana Rodríguez Delgado, op. cit., p. 13.
pero tenían que regresar a España por sus
esposas cuando terminara ese tiempo o se
enfrentarían a sanciones de deportación”.13
Cabe recordar que las esposas de los
primeros conquistadores se quedaban en
España aguardando junto a los hijos el
regreso de su esposo, situación que permitía
a los peninsulares venidos a estas tierras
claudicar los compromisos matrimoniales
efectuados en su patria y crear nuevas
convivencias, sin embargo, esta práctica
entrañaba dos problemas a resolver: la
bigamia y adulterio que de ello resultaban;
el segundo, el mestizaje, no bien visto por los
católicos, de tal forma la Iglesia se encargó
de regularla por medio del Tribunal del
Santo Ofi cio de la Inquisición, puesto que
como mencionamos arriba la conquista no
sólo debía ser de los territorios y las riquezas
sino, incluso, más importante, espiritual.
La tarea de evangelizar delegada en
un principio a los frailes, además de ser la
justifi cación ideológica para la conquista
de América, obedecía a que la policía,
los tribunales y el ejército estaban muy
alejados de la Nueva España y las esferas
de poder aún no se consolidaban, de tal
suerte que la religión fue el instrumento
idóneo para el control político y social. Sin
el establecimiento de una burocracia bien
asentada y “respetable” basada en la milicia,
“la Corona usó a la Iglesia para asegurar una
lealtad fundamental en la colonia”.14
Hablando del desarrollo y evolución
de la Inquisición Novohispana, algunos
autores utilizan el término “periodización”
para explicarlos mejor, como es el caso de
Rodríguez Delgado, quien los divide de la
siguiente manera:
a) 1522 a 1534, defi nido como el perio-
do monástico representado por los frailes
(franciscanos) evangelizadores.
b) 1535 a 1571, defi nido como el
periodo episcopal, en el cual los obispos
mantienen el orden.
c) 1571 a 1820, que es el periodo en
donde se instituye y opera el Tribunal del
Santo Ofi cio de la Inquisición, alcanzando
un cierto grado de “independencia con
respecto al Consejo de la Suprema”.15
Desde el surgimiento de la Inquisición
se consideró que hubiera un “periodo de
gracia” que consistía en que los domingos
o días de fi esta el pregonero publicara en la
plaza pública que se realizaría un “sermón
de fe” para que asistiera todo el pueblo; en
dicha misa se presentaba todo el clero local
y se otorgaban indulgencias para todos los
que hubiesen cometido un delito o pecado,
y quien supiese de alguien en esa situación
debía confesar o denunciar al “pecador”; si se
confesaba en un plazo de treinta a cuarenta
18
16 Yolanda Mariel de Ibáñez, op. cit., p. 18.17 Adriana Rodríguez Delgado, op. cit., p. 15.18 Richard Greenleaf, Zumárraga..., p. 33.
días, tanto el pecador como el denunciante
recibían el perdón16 tras realizar la peni-
tencia impuesta por el confesor, la cual
dependía del pecado cometido y se podía
“pagar” de diferentes formas: asistir a misa
(que podía ser pública o privada) descalzo o
con una vela en las manos y permaneciendo
de pie a mitad de la iglesia, o estar la mitad
de la misa de pie y la otra de rodillas; se podía
dar limosna o rezar una serie de oraciones o
rosarios. Las denominaciones de los delitos
tenían una clasifi cación clara y precisa
para que no se les confundiera y para no
dar lugar a ambigüedades: si un “pecador”
era llevado a juicio, éste debía ser justo e
imparcial, por lo que al instruirse la causa
el escribano asentaba y defi nía los delitos
que generalmente se escribían en latín,
por ejemplo, se defi nía como “Levi [ligero]
al delito menor […] Ve hementi [intenso]
a la falta mayor, al arrepentimiento se le
llamaba abjuración que es la renuncia a los
errores cometidos […] el no arrepentirse era
protervo [perverso, deshonesto] y pertinaz
[obstinado, tenaz]”.17
Es importante señalar que para comenzar
una investigación se ponía especial cuidado
en que el denunciante no fuera a realizar
su acusación o delación incitado por el
odio o la venganza, ya que este acto lo
llevaría a cometer un pecado por falsedad
de testimonio o mentira, acarreándole con
ello una sentencia de excomunión;18 por
esta razón, siempre se solicitaban testigos
(mínimo tres) para no caer en faltas.
Una vez hecha la denuncia, el caso se
juzgaba dentro de los primeros ocho días
siguientes al de la acusación; dentro del
proceso propiamente dicho, se llevaba a cabo
un interrogatorio protocolario a la familia del
acusado para conocer si era nuevo converso
o de raíces cristianas y su ocupación; si
poseía bienes había que inventariarlos (en
algunos casos, dependiendo de la falta,
se confi scaban para costear el proceso),
y con base en todo ello se descartaban
o reafi rmaban las acusaciones. Como se
mencionó, era obligatorio presentar por lo
menos tres testigos a los cuales se les hacían
las preguntas protocolarias (las mismas
que al acusado) para intentar prevenir
la falsedad de declaración. Finalmente,
existía una fi gura que recibía el nombre de
“familiares” que eran los delatores y testigos
con los que contaba el Santo Ofi cio; se
valían de ellos para verifi car que los testigos
y el acusado dijeran la verdad y que no se
cometieran injusticias; el “familiar” podía
ser civil o no y tenía el ofi cio de proteger y
vigilar a los miembros del Santo Ofi cio, los
cuales gozaban de indulgencias mientras se
desempeñaban como funcionarios.
Desde los primeros años de la conquista
encontramos expedientes que juzgan diver-
19
19 Patricia Seed, op. cit., p.17.
sas causas. La geografía tan relajada de la
Nueva España era propicia para cometer
delitos; no sólo los peninsulares cometían
infracciones, estaban los naturales, los negros
esclavos (que ya estaban familiarizados con
las costumbres europeas), judíos conversos,
moriscos, etcétera, pero el origen de cada
uno no los exentaba ni aumentaban o
disminuían la frecuencia de los delitos. Así
tenemos delitos por blasfemia, por doble
casamiento, adulterio y amancebamiento,
entre otras faltas.
LAS NORMAS A OBSERVAR: EL MATRIMONIO
En los casos de adulterio o bigamia se pedía
que declararan todos los involucrados y
quienes supieran del caso. El Santo Ofi cio,
como representante de la Iglesia, tenía
que velar celosamente el cumplimiento de
los sacramentos y mandamientos, entre los
cuales el séptimo menciona al matrimonio
como una de las obligaciones que todo católico
libre de votos debe cumplir; tiene por objeto
fundamental formar una familia compuesta
por el padre, la madre y los hijos que Dios
les dé, puesto que la institución familiar será
la célula de la sociedad y la piedra angular
de su convivencia. Los votos matrimonia-
les versan: “[…] ambos [hombre y mujer]
se unen para amarse y respetarse por el
resto de sus vidas […] en la prosperidad y
en la adversidad” y los pueden ofi ciar los
sacerdotes y ningún hombre podrá deshacer
la unión; el vínculo matrimonial solamente
será disuelto cuando alguno de los esposos
fallezca. Del mismo modo, el noveno
mandamiento dice claramente: “no desearás
a la mujer de tu prójimo”, lo que evidencia
que el dogma católico se enfoca a cuidar y
proteger a la familia.
Debemos mencionar que “el matrimonio
en el México virreinal no era solamente
un vínculo personal y privado entre un
hombre y una mujer, ni siquiera un vínculo
que uniera a las familias dentro de una
sociedad sino un vinculo regulado por las
instituciones de control social […] Iglesia-
Estado”.19 Estas instituciones que regían el
control social también normaban todos los
sentidos de la vida cotidiana implícitos en
la educación, honor y comportamiento que
hombres y mujeres debían guardar ante la
sociedad; sin embargo, es bien sabido que los
comportamientos van más allá del dogma,
refl ejan características, idiosincrasias, con-
diciones sociales y en general la cultura de
la sociedad; es a partir de esta cultura que
se moldean los parámetros a seguir en el
comportamiento de hombres y mujeres
dentro de una sociedad, por lo que una
“buena” esposa debe cumplir varios, ya
que en ella recae la responsabilidad de
educar a los hijos (siendo la portadora
primaria de las buenas costumbres, hábitos
y formación en general), de desempeñar las
20
20 Cecilia Vargas Martínez, Hereje mundo, la inquisición, México, unam, Facultad de Filosofía y Letras, www.dgbiblio.unam.mx
labores domésticas (labores manuales como
la costura, el bordado, el tejido, etc.), de
satisfacer a su marido (no solamente en el
plano carnal, sino en el de la administración
de los recursos materiales), de preparar
los alimentos (y distribuirlos de manera
adecuada para evitar el desperdicio) y de
estar al tanto de los esclavos y los criados
de casa; debía cuidar su comportamiento
en sociedad y las amistades que podía
frecuentar.
Todas las regulaciones penetraban los
rincones más íntimos de la vida individual y
social, regulando la política, la economía, la
cultura y el lenguaje. Por ello, es a través de
juicios como el que aquí nos ocupa podemos
acercarnos a la cultura y costumbres que los
españoles (y sus instituciones) implantaron
en los territorios recién descubiertos.
FRAY JUAN DE ZUMÁRRAGA
El 12 de diciembre de 1527, el emperador
Carlos V presentó a la Santa Sede el nombre
de un fraile llamado Juan de Zumárraga
para que ocupara el obispado de México. Por
difi cultades entre el papa y el emperador,
el obispo electo no obtuvo de inmediato
las bulas que lo acreditaban como obispo
propietario y se vio obligado a venir a
México sin ellas, colocado en una posición
débil y ambigua. Llegó en 1528 y permaneció
hasta mediados de 1532, año en que regresó
a España para regularizar su situación.
El 27 de abril de 1533 fue consagrado
obispo, en Valladolid. Para el 27 de julio
de 1535, Alonso Manrique, presidente del
Consejo Supremo, lo nombró inquisidor
de México; desde esa fecha, fray Juan de
Zumárraga fungió como juez eclesiástico
“ordinario”, es decir, con las facultades con
las que solían estar investidos los obispos,
y no como “inquisidor”, cargo que requería
nombramiento especial.20 (Consta, en efecto,
que el primer proceso en que fungió fray
Juan con carácter de juez es, precisamente,
del año 1534. Se trata de un caso de bigamia
y concubinato, actos que, si bien no se
clasifi can como herejía, eran perseguidos
inquisitorialmente por ser contrarios a los
mandatos de la Iglesia y de la ley de Dios.)
El cargo que le fue otorgado le fue revocado
indirectamente en 1543, pero quedaba con
la autorización para nombrar a los ofi ciales
y empleados que estimara necesarios para la
buena marcha de los procesos. Zumárraga
ocupa, pues, un lugar intermedio: fue el
primer inquisidor de la Nueva España sin
llegar a fundar un Tribunal del Santo Ofi cio
como tal. Aquí nos interesa estudiar el
modo en que el obispo se enfrentó con el
grave y novedoso problema de los naturales
recientemente evangelizados y convertidos
a la fe católica.
21
21 Naboría: repartimiento de indios que se hacía en América entre los conquistadores. Gran diccionario enciclopédico visual. Por extensión, se llamaba individualmente así a los indios que eran repartidos de este modo.
EL DOCUMENTO
Desafortunadamente, como se mencionó,
el documento se encuentra incompleto,
sólo se han conservado en el expediente
las peticiones de Francisco de Olmos al
obispo Zumárraga para que conozca y
remedie el caso, las declaraciones de
algunos testigos, la confesión de Rodrigo de
Guzmán, las notifi caciones del notario (de
las resoluciones de fray Juan) a Francisco de
Olmos y Rodrigo de Guzmán y, fi nalmente,
un fragmento de la sentencia dictada.
En la primera foja del documento se
encuentra el siguiente título: 1536 años
Francisco de Olmos, marido de Beatriz
Bermúdez, contra la dicha y Rodrigo de
Guzmán, por adúlteros. Juez el ilustrísimo
señor Zumárraga. Tanto el papel como la
grafía son distintos del resto del proceso (en
el vuelto de la foja aparece la fecha 15 de
diciembre de 1712 años), alguien se encargó
de poner esta portada, es difícil saber con
qué fi n, pero lo más probable es que haya
sido con objeto de archivar el documento.
El documento menciona un proceso
ya juzgado de Francisco de Olmos contra
su mujer Beatriz Bermúdez y Rodrigo
de Guzmán por bígamos. El manuscrito
comienza con la petición que hace De
Olmos de que se revise el caso de su mujer
y Rodrigo de Guzmán y además solicita que
los testigos que presente sean examinados
con las preguntas contenidas en su petición.
Presentó dos testigos: uno de ellos esclavo
de Francisco de Olmos y el otro su naboría;
cabe llamar la atención sobre la condición
de los declarantes, ya que de tal afi rmación
se desprende la casta del acusado: español
conquistador, ya que sólo a ellos se les
permitía tener una “naboría”.21 A Andresico
(su naboría, natural de Tlatelolco) y Juanito
(su esclavo, natural de Guatemala) se les
realizan cinco preguntas que al contestarlas
arrojan: conocer a Beatriz Bermúdez y a
Rodrigo de Guzmán y haberlo visto entrar
a la casa de Francisco de Olmos de noche
cuando él no estaba, y no sólo ellos lo
vieron, también hacen alusión a las esclavas
de Francisco de Olmos: Madalena, Isabelita,
Juanita y Catalina, las cuales servían de
mandaderas de Beatriz Bermúdez para
llevarle a Rodrigo de Guzmán telas, camisas
y al mismo tiempo mandarle pedir pescado,
ya que el incidente fue cerca de Cuaresma.
Se llamó a testifi car a seis vecinos de
Francisco de Olmos, los cuales afi rmaron
saber de los constantes pleitos que la pareja
tenía y de no “hacer vida maridable” gracias
a la distracción que le generaba Rodrigo
Guzmán a la mujer de Francisco de Olmos.
Todos dicen saber de la orden dada por
el obispo a De Guzmán de no entablar
conversación alguna con la mencionada
mujer y, si eso fuera poco, se le prohibía
22
22 El subrayado es mío.
el paso ya sea a pie o a caballo sobre la
calle donde vivía el matrimonio con el fi n
de evitar problemas; algunos de ellos le
habían suplicado no acercarse más, pero
el individuo reincidió de la misma forma
que ella también volvió a hablar con él y a
esperarlo en la ventana de su casa. De estos
testigos, cuatro eran hombres y dos mujeres,
todos mayores de 25 años. El último testigo
es el “familiar de su Señoría” Pedro de
Cavaría.
Uno de los testimonios presentados
por Francisco de Olmos, el de Bartolomé
Ruiz, aseveraba “que sabe este testigo que
hay escándalo en ellos a causa del dicho
Guzmán y que no se tratan bien y que vido
este testigo sobre esta causa dar el dicho
Francisco de Olmos a la dicha su mujer,
con un palo, de palos y que ella daba de
gritos asomada a una ventana de su casa
diciendo: ‘Justicia, vecinos, que me mata
este traidor’”.
Un dato sobresaliente es el hecho de
que el documento menciona que estos mis-
mos implicados ya habían sido acusados,
procesados y sentenciados por el obis-
po; incluso, Rodrigo de Guzmán “[...] Fue
preguntado si el señor obispo don fray
Juan de Zumárraga le amonestó, requirió
y mandó so pena de excomunión22 no ha-
blase ni entendiese con la dicha Beatriz
Bermúdez por sí ni por otras personas y
que no le pasase por la calle donde mora
el dicho Francisco de Olmos ni pasase por
la puerta de sus casas”, sin embargo, en el
fragmento de sentencia que se conservó en
el documento podemos leer: “[...] Visto lo
sobre dicho por el dicho señor obispo, y que
en este caso se procedió más a correctión
que no a rigor [...] dijo que mandaba y
mandó, en virtud de santa obediencia y so
pena de excomunión, al dicho Rodrigo de
Guzmán que se abstenga [...]”. Esto deja
una interrogante perdurable: ¿por qué el
obispono hizo cumplir la primera sentencia
que él mismo había pronunciado?
BIBLIOGRAFÍA ADICIONAL
Alberro, Solange, Mujeres ante el tribunal del Santo Ofi cio de la inquisición de Nueva España,México, El Colegio de México, Departamento de Publicaciones, 1987.
Gonzalbo Aizpuru, Pilar, La educación de la mujer en la Nueva España, México, SEP-El Caballito, 1985, 155 pp.
23
, Familia y orden colonial, México, El Colegio de México, 1998, 316 pp.
Larvrín, Asunción, Sexualidad y matrimonio en América hispánica, siglos XVI-XVIII, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Grijalbo, 1991, 376 pp.
Muriel, Josefi na, Cultura femenina novohispana, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1982 (Historia Novohispana, 30).
O’Gorman, Edmundo, La inquisición en México, México, SEP, 1981.
Torres de Castillo D., Alfonso, Historia de las persecuciones políticas y religiosas ocurridas en Europa desde la edad media, España, Imprenta y librería de Salvador Manero, v. 1., 1863.
Villafuerte, Lourdes, Relaciones entre los grupos sociales a través de una información matrimonial de la ciudad de México (1628-1634), México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 1991 (tesis de licenciatura en Historia).
25
[f 1] 1536 años
Francisco de Olmos, marido de Beatris Bermúdez
contra la dicha y
Rodrigo de Guzmán, por adúlteros.
Juez el Il[ustrísi]mo señor Zumárraga.
27
[Texto en f 2: Proceso de Francisco de Olmos contra Rodrigo de Guzmán.]
[f 2v] En la gran ciudad de Tenochtitlán México de esta Nueva España, lunes tres días del mes
de abril año del nacimiento de nuestro salvador Jesucristo de 1536 años ante el re[verendísi]mo
señor don fray Juan de Zumárraga, primer o[bis]po de éste obispado de México e curia [?] y en
presencia de mí, Martín de Campos su secretario y no[tari]o de esta su audiencia ep[iscop]al,
pareció presente Fran[cisc]o de Olmos,1 vecino de esta dicha ciudad y presentó una p[ro]banza
y un escrito de pedim[ient]o, el tenor de los cuales uno en pos de otro es este que se sigue:
1 A lo largo del texto original aparece escrito indistintamente el nombre como Francisco de Olmos o Francisco Dolmos; atendiendo a la portada del documento y al uso más generalizado del nexo “de” en el apellido, he decidido transcribirlo siempre de la primera manera, aun cuando la mayor cantidad de veces aparece escrito junto: “Dolmos”
29
[f 3] en primer día de abril de 1536 años ante mí, el corregidor de Çinacanteveque [sic por
Zinacantepec] por su majestad, pareció Francisco de Olmos y me presentó un pedimiento
que todo lo2 en él contenido le cumpliese de justicia y juntamente con el dicho pedimiento
me presentó dos testigos, el uno de los cuales esclavo de Rodrigo de Guzmán y el otro es su
naboría,3 de los cuales me pidió le tomase sus dichos; yo, visto todo lo susodicho les pregunté
que sabían acerca de lo que me pidió Francisco de Olmos en su pedimiento y luego les fue
preguntado cómo se se [sic] llamaban.
4
Primeramente fue preguntado al esclavo como se llamaba y dijo que se llamaba Juanito y era
de Guatemala.
Le fue preguntado con juramento que si conocía a Rodrigo de Guzmán y dijo que sí;
preguntado si conocía a Francisco de Olmos y a su mujer dijo que sí.
Dijo que oyó decir a las esclavas de Francisco de Olmos que había entrado Rodrigo de Guzmán
en casa de Francisco de Olmos y que cuando Francisco de Olmos vino de fuera o entró en su
casa que el Rodrigo de Guzmán se salió por la puerta que se la abrieron y que no sabe quién
la abrió.
Dijo que había visto darle tres camisas y que las había llevado una india de Francisco de Olmos
y que no sabe cómo se llama y que podrá haber, que se las dio, 60 días poco más o menos; y
que supo de la india como la mujer de Francisco de Olmos se las había entregado y que oyó
decir a Isabelita, esclava de Olmos, que el dicho Rodrigo de Guzmán había entrado en casa de
Francisco de Olmos dos veces de noche cuando el Francisco de Olmos estaba en su estancia o
por acá fuera [roto] Beatriz Bermúdez estas dos noches y que [roto] susodicha y que esta es
la verdad [para]
2 Entrelíneas: lo3 Naboría: repartimiento de indios que se hacía en América entre los conquistadores. Gran diccionario enciclopédico visual. Por extensión, se llamaba individualmente así a los indios que de este modo eran repartidos.4 En el original, aparece la numeración al margen con números romanos que he decidido suprimir aquí.
31
[f 3v] el juramento que hizo.
Quinta pregunta. Dijo que es verdad que su amo se partió de México para ir a las minas de
Çolteveque y que llegó antes a Altitlan y que allí supo cómo el alcaide Lope de Samaniego era
ido a Tasco y que de allí se volvió y que cuando pasó para las minas Rodrigo de Guzmán pasó
por Meteveque un día por la mañana y que era lunes y que cuando pasó por Meteveque que
iba a las minas, que Beatriz Bermúdez le envió unos manteles y un pañinzuelo de mesa y un
paño de manos y que éste que depone lo vio llevar a Andresico, naboría del dicho Rodrigo
de Guzmán y pan también le envió con lo susodicho y que cuando se volvió, que tornó por
Meteveque y que no paró en él sino que se fue camino de México y para el juramento que hizo
dice que es ansí la verdad de todo lo susodicho. Yo el corregidor susodicho, como no se pudo
haber escribano, lo escribí yo y lo fi rmé de mi nombre.
Alonso Mateos. [Rúbrica]
Primera pregunta. Fue preguntado cómo se llamaba y de donde es y dijo que se llama
Andresico, criado de Rodrigo de Guzmán y que era de Tatelulco que se dice agora Santiago y
le fue tomado juramento en forma que dijese verdad de todo [lo] que le fuese preguntado y
dijo que sí diría.
A la segunda dijo que conocía a Rodrigo de Guzmán, que era su amo, y también conocía a
Francisco de Olmos y a su mujer.
[A la tercera pregunta] Dijo que es verdad que cuando Francisco de Olmos estaba en su
estancia, que su amo Rodrigo de Guzmán fue a casa de Francisco de Olmos de noche tres veces
a dormir con Beatriz Bermúdez y que éste que depone lo vio ir y se fue con él y preguntado por
donde entró y quién iba con él dijo que iba un negro del alcayde de las atarazanas y que entró
por una ventana con una escalera las dichas tres
33
[f 4] noches. Preguntado qué es lo que le ha dado Beatriz Bermúdez a Rodrigo de Guzmán dijo
que delante deste que depone le envió Beatriz Bermúdez, mujer de Francisco de Olmos, len [sic]
envió con Juana, esclava del dicho Olmos, un pedazo de oro grande el cual dio a Rodrigo de
Guzmán la dicha esclava y que se lo enviaba Beatriz Bermúdez susodicha y que más le envió la
susodicha a Rodrigo de Guzmán dos camisas y que se las llevó Catalinita, su esclava de Olmos,
y preguntado que qué tanto tiempo podrá haber que pasó lo susodicho dijo que a su parecer
habrá siete u ocho meses poco más o menos y que esta es la verdad para el juramento que hizo
y que cuando Francisco de Olmos vino de fuera halló al dicho Guzmán en su posada y que éste
que depone supo que se le huyó al Francisco de Olmos, su amo, Rodrigo de Guzmán 5 y esta es
la verdad6 para el juramento que hizo.
[A la cuarta pregunta] Dijo que sabe cómo Beatriz Bermúdez, mujer de Francisco de Olmos,
estando en Meteveque envió a una india7 esclava suya a México a Rodrigo de Guzmán y le
enviba [sic] pedir higos y aceitunas y pescado de Castilla, que da a entender que son sardinas y
que el Rodrigo de Guzmán lo compró lo susodicho y se lo envió con éste que depone y también
lenvió un paño de ruán8 de obra de dos varas obtuzas y que la señora sabía para qué era, que
se lo diese y que otra vez la dicha mujer de Olmos envió a pedir a Rodrigo de Guzmán con
unas indias de Meteveque, dos, a pedir a Rodrigo de Guzmán unas jícamas y unos camotles
y el susodicho se lo compró y se lo envió con las dichas indias y que podrá haber obra de 20
días poco más o menos porque ya era entrada la Cuaresma y que esto es lo que sabe para el
juramento que hizo.
5 Tachado: cuarta pregunta dijo.6 Entrelíneas: y esta es la verdad.7 Al margen: que se llamaba Madalena.8 Tela de algodón estampada en colores. Tomó su nombre de la ciudad francesa donde inicialmente se fabricaba.
35
[f 4v] [A la quinta pregunta] Dijo que es verdad que su amo paratió [sic] de México domingo
por la mañana, que habrá ocho días este domingo que viene y vino a la estancia de Santa Clara
a dormir y que el lunes por la mañana se partió para las minas y que pasó por Meteveque y
que Rodrigo de Guzmán, su amo, habló [a] Andrés García, alguacil del dicho pueblo y que
antes que llegase a Meteveque dijo el dicho9 a éste que depone que fuese a decir a la señora
que le enviase unos manteles y un paño de manos y un pañinzuelo y pan, todo [lo] cual le dio
Beatriz Bermúdez para que diese al dicho su amo y que se pasó para las minas de Çulteveque
en busca del alcayde de las atarazanas y que llegó a Tescaltitan y que allí supo cómo no estaba
en las minas, que era ido a Tasco y se volvió a dormir, martes, a Tlacateveque y que miércoles
por la mañana se partió para México del dicho pueblo y pasó por Meteveque y dice que era ya
de mañana y que nunca habló el dicho Rodrigo de Guzmán a la dicha Beatriz Bermúdez sino
que se fue su camino y que esta es la verdad para el juramento que hizo. Y porque yo, el dicho
corregidor, no pude haber escribano lo escribí y lo fi rmé de mi nombre.
Alonso Mateos. [Rúbrica]
9 Entre líneas: el dicho, te.
37
[f 5] [Crismón] Muy noble señor.
Francisco de Olmos, vecino de la ciudad de México, por la mejor vía y forma que de derecho
debo pido y suplico a vuestra merced que por cua[nto] yo fui a la ciudad de México a 22 días
del mes de mayo de 1536 años desde este pueblo de Metepeç, a donde al presente tengo mi
mujer y casa y por cuanto yo en el tiempo pasado ocho meses antes de esta mi petición dada
a vuestra merced poco más o menos, tuve y tengo cierta sospecha por algunos indicios que
ha habido entre mi mujer Beatriz Bermúdez y Rodrigo de Guzmán y estando yo10 como dicho
tengo en la ciudad de México vino el dicho11 Rodrigo de Guzmán al dicho pueblo de Metepec a
donde la dicha mi mujer estaba y habló con ella de noche, durmiendo mis esclavos y guardas
y habló con ella como dicho tengo y por tanto pido y suplico a vuestra merced que todos
los testigos que ante vuestra merced yo presentare o cualquier otro que tenga mi poder que
vuestra [merced] los mande preguntar y le toméis sus dichos conforme a justicia con todas las
circonstancias y diligencias que en tal caso se requiere y para esto y para todo lo demás el muy
noble ofi cio de vuestra merced imploro y le pido justicia.
[Rúbrica]
10 Entre líneas: yo.11 Tachado: pareció.
39
12[f 6v] 13[Crismón] Muy noble señor.
Yo Francisco de Olmos, ve[cino]
[Crismón]
Probanza hecha a pedimiento de Francisco de Olmos a perpetuan ren moria [sic por ad
perpetuam rex memoria] pasó ante mí Alonso Mateos, corregidor por su majestad en
Çinacanteveque, que es fecha hoy sábado primero de abril.
[Rúbrica]
12 Folios 5v y 6 en blanco.13 Este folio comienza con la misma grafía que el anterior y también con la misma intitulación, sin embargo, está casi en blanco; sólo tiene dos líneas escritas con esta grafía. La nota posterior (que comienza así mismo con un crismón) es de la misma letra que la de las primeras fojas, es decir, la del corregidor. Se aprecian en la foja dobleces a manera de sobre, de manera que lo escrito por el corregidor quedaba en la cubierta. Podría tratarse efectivamente del sobre, sin embargo, en la actualidad el documento se encuentra cosido y la foja está en este lugar.
41
[f 7] 14[Crismón] Reverendísimo señor.
Francisco de Olmos, vecino desta ciudad, parezco ante vuestra señoría y digo que yo estoy
casado a ley y bendición de la Santa Madre Iglesia con Beatriz Bermúdez y estando así casado
y queriendo hacer lo que debo como bueno y fi el cristiano con la dicha Beatriz Bermúdez mi
mujer; un Rodrigo de Guzmán, estante en esta dicha ciudad, hombre soltero; en menosprecio
de Dios y de su conciencia ha dado, muchos días ha y agora al presente, escándalo y división
en mí y la dicha mi mujer teniendo formas y maneras, por su persona y por mensajeros, de
ofenderme en mi honra y de mi mujer poniendo mucho escándalo entre nosotros y nuestros
vecinos siendo muchas veces amonestado por vuestra señoría y mandado por la justicia de
su majestad y rogado y requerido por mí y por mis amigos y por otras personas religiosas que
cese y aparte su mal propósito y quite el dicho escándalo y ocasiones de pecar, el cual no sólo
lo ha hecho más aún contumando15 su mal propósito e inobediencia; teniendo yo a la dicha mi
mujer en un pueblo cerca desta ciudad dejándola yo allí y viniendo a esta ciudad a negociar lo
que me convenía el dicho Rodrigo de Guzmán fue al dicho pueblo y estuvo enl [sic por en él] y
tuvo maneras de hablar a mis criadas y esclavas procurando de hablar a la dicha mi mujer todo
en mi escándalo y contra mi honra y su conciencia.
Y porque a vuestra señoría como a perlado [sic por prelado] y obispo deste obispado conviene
quitar todos escándalos y materia dellos y de pecados y le es notorio lo sobredicho y la infamia
que el sobredicho me pone y causa a mi casa y honra y el delito y contumacia del dicho
Rodrigo de Guzmán:
Pido y suplico a vuestra señoría lo provea y remedie castigándole conforme a derecho y si
necesario es hago presentación desta información y ofrézcome a dar más y pido justicia y para
ello el ofi cio de vuestra señoría imploro.
Francisco de Olmos. [Rúbrica]
14 Al margen: En lunes tres días de abril de 1536 años lo presentó el contenido ante su señoría.15 Insistiendo, reincidiendo, reiterando.
43
[f 7v] Visto por el dicho señor obispo lo sobredicho y siéndole el caso notorio como es, por
quitar escándalo y proveer a lo que convenga a la ejecución de la justicia y apartalle de pecado
al dicho Rodrigo de Gu[zmán] mandó dar su mandamiento en forma contra el dicho Rodrigo
de Guzmán para que sea preso y puesto en su cárcel episcopal y mandó notifi c[ar] al dicho
Francisco de Olmos si quisiere dar mas información que la dé.
E luego, en este dicho día, mes y año susodicho, yo el dicho notario notifi qué en su persona
lo susodicho al dicho Francisco de Olmos, el cual dijo que estaba presto y aparejado de dar
información y que pedía a su señoría mandase recibir los testigos que por él en esta causa y
proceso fuesen presentados.
E después de lo susodicho, miércoles cinco días del dicho mes y año susodicho, el dicho
Francisco de Olmos presentó un escrito de preguntas, el tenor del cual es éste que se sigue:
45
[f 8] [Crismón] Reverendísimo señor.
Francisco de Olmos. Pido que a los testigos que vuestra señoría tomare enl caso que se ______
entre mí y Rodrigo de Guzmán y mi mujer, les haga las preguntas siguientes:16Primeramente se les pregunte si conocen a los sobre dichos.
Ítem. Si saben e conocen que puede haber medio año poco más o menos quel obispo don
fray Juan de Zumárraga le amonestó e requirió a dicho Rodrigo de Guzmán que no hablase ni
entendiese con la dicha mi mujer que se dice Beatriz Bermúdez y otras personas se lo rogaron
[y] dijeron de mi parte; digan lo que cerca desto saben.
Ítem. Si saben e conocen que después destas amonestaciones el dicho Rodrigo de Guzmán,
veniendo contra ellas, le habló por sí e por in[terpó]sitas personas; digan los testigos en qué
partes e lugares pasó lo suso[dicho] e qués lo que saben cerca dello.
Ítem. Pido les hagan las otras preguntas a los testigos a las pertenecientes.
Francisco de Olmos. [Rúbrica]
16 Al margen aparece la numeración en dígitos romanos.
47
[f 8v] E así presentado este dicho escrito según y en la manera que dicho es, el dicho señor
obispo dijo que mandaba y mandó a mí el dicho notario reciba los testigos quel dicho Francisco
de Olmos presentare en este pleito y causa. Y la recepción de los dichos testigos cometió a mí
el dicho notario y mandó al doctor Raphael de Cervantes, su provisor, tome la confesión al
dicho Rodrigo de Guzmán.
E después desto, el dicho Francisco de Olmos, para averiguación de lo susodicho, presentó los
testigos siguientes:
49
[f 9] en jueves seis días de abril17 del dicho año juró.
18Juan de Casares Delgado, vecino desta dicha ciudad, testigo presentado por el dicho Francisco
de Olmos en la dicha razón, habiendo jurado según forma de derecho y siendo preguntado por
las preguntas del dicho interrogatorio dijo y depuso lo siguiente:
A la primera pregunta dijo que conoce a los contenidos enlla 19al dicho Francisco de Olmos y a
su mujer de 12 años a esta parte poco más o menos, y al dicho Rodrigo de Guzmán de cuatro
años a esta parte poco más o menos tiempo.
Fue preguntado por las preguntas generales, dijo que no le toca ninguna dellas sino que venza
quien tuviere justicia y que es de edad este testigo de más de 50 años.
A la segunda pregunta dijo, que oyó decir a muchas personas en esta dicha ciudad lo contenido
en esta dicha pregunta y que sabe este testigo quel dicho señor obispo le mandó y amonestó
al dicho Guzmán que no hablase 20con la dicha Beatriz Bermúdez ni pasase por aquella calle
donde ella mora y que así es público y notorio y que se refi ere al mando quel dicho señor
obispo mandó.
A la tercera pregunta dijo que ha visto este testigo muchas veces pasar al dicho Guzmán por
la calle del hospital donde mora el dicho Olmos y su mujer y por la calle que cruza desde la
carnecería desta ciudad a la casa de don Luis de Saavedra y Carrande y que ha visto este testigo
que al tiempo que pasaba por las dichas calles a pie o a caballo alzaba los ojos a las ventanas y
casas del dicho Francisco de Olmos y que ha visto este testigo muchas veces, antes quel dicho
señor obispo se lo mandase y después, pasar cabalgando junto por la puerta del dicho Francisco
de Olmos muy paso a paso mirando a las ventanas, estando a la ventana la dicha mujer del
dicho Francisco de Olmos Beatriz Bermúdez detrás de una celosía que está en la ventana alzada
algunas veces, y que al tiempo quel dicho Guzmán llegaba en derecho de la ventana iba andando
muy poquito a poquito y hablando a la dicha Beatriz Bermúdez; lo cual a este testigo siempre
le pareció mal por lo que antes había pasado el dicho Guzmán y el dicho Olmos sobre que lo
halló en su casa que es público y notorio y que cerca deste caso ha dicho su dicho más largo
ante Villegas, alcalde desta ciudad, al cual se refi ere.
A la cuarta pregunta, de ofi cio fue preguntado si por esta causa sabe que ha habido y hay
escándalo entre el dicho Francisco de Olmos y su mujer Beatriz Bermúdez y no hacen vida
maridable como son obligados ni se tratan [bien]
17 Tachado: marzo.18 Al margen: testigo.19 Tachado: de.20 Tachado: ni pas.
51
[f 9v] dijo que sa[be] que hay escánd[al]o entre el dicho Francisco de Olmos y su mujer por esta
causa y que no se tratan bien ni hacen vida maridable como son obligados y antes vía [sic por
veía] este testigo que lo hacían y así lo ha visto y ve este testigo y el dicho Francisco de Olmos
se ha quejado [a] este testigo contándole la deshonra que por la dicha su mujer tiene en que se
haya abatido y corrido porque tiene por cierto quel dicho Guzmán se ha echado con su mujer
y quel dicho Francisco de Olmos lo halló en su casa al dicho Guzmán al tiempo que venía de
fuera desta ciudad y que sabe este testigo quel dicho Francisco de Olmos echó mano a una
espada para el dicho Guzmán y quel dicho Guzmán echó a huir y saltó por una ventana que
está enl patio de la casa del dicho Francisco de Olmos y quel dicho Francisco de Olmos volvió
por las escaleras abajo para que si pudiere tomar al dicho Guzmán en el patio o antes que
saliera de casa y que lo corrió el dicho Olmos hasta la puerta y un negro suyo corrió el dicho
Guzmán hasta la pla[za] y que así por esto como por otras cosas que después han sucedido
entre marido y mujer y Guzmán no se tratan y no hacen vida maridable y ha nacido y hay
escándalo e infamia entre el dicho Francisco de Olmos y su mujer como dicho tiene y que así
es público y notorio enl barrio donde mora este testigo y el dicho Francisco de Olmos que son
vecinos y que esta es la verdad so cargo del juramento que hizo y señalolo de su señal.
[Señal]
En este dicho día, juró.
21 Catalina González, mujer de Juan de Casares vecino desta dicha ciudad; testigo presentada
por el dicho Francisco de Olmos en la dicha razón, habiendo jurado según forma de derecho y
siendo preguntada por las dichas preguntas dijo y depuso lo siguiente:
A la primera pregunta dijo que conoce a los contenidos en esta dicha pregunta en esta dicha
ciudad.
Fue preguntada por las generales preguntas y dijo que no le toca ni enpece22 ninguna de las
generales sino que venza quien tuviere justicia y que es de edad este testigo de más de 40 años
poco más o menos.
A la segunda pregunta dijo que ha oído decir quel dicho señor obispo amonestó y mandó so
pena de excomunión al dicho Rodrigo de Guzmán que no hablase ni entendiese
21 Al margen: testigo.22 Daña, causa perjuicio.
53
[f 10] con la dicha Beatriz Bermúdez y que no pasase por su calle y que así vido este testigo
al dicho señor obispo entrar en casa del dicho Francisco de Olmos sobre esta causa, al cual
mando del dicho señor obispo se refi ere.
A la tercera pregunta dijo que sabe e ha visto este testigo que, después de las amonestaciones
y mando del dicho señor obispo, pasar el dicho Guzmán por la calle donde mora el dicho
Francisco de Olmos junto por la puerta de su casa y que le hablaba el dicho Guzmán a la
dicha Beatriz Bermúdez y la dicha Beatriz Bermúdez al dicho Guzmán y que esto ha visto este
testigo muchas veces y que al tiempo quel dicho Guzmán pasaba, tocía y luego la dicha Beatriz
Bermúdez salía y se paraba a la ventana de su casa y le hablaba al dicho Guzmán y él a ella y
que sobre esto reñían siempre el dicho Francisco de Olmos y la dicha Beatriz Bermúdez muchas
veces porque se paraba a la ventana.
A la cuarta pregunta. Fue preguntada este testigo de ofi cio si sabe que por esta causa hay
escándalo entre el dicho Francisco de Olmos y su mujer Beatriz Bermúdez y no hacen vida
maridable como son obligados ni se tratan bien; dijo que sabe este testigo que por esta causa
hay escándalo muy grande entre el dicho Francisco de Olmos y la dicha su mujer y no se
tratan bien como solía ni hacen vida maridable como son obligados y que ambos a dos le han
dicho a este testigo que no se echan ni duermen en uno en una cama sino cada uno por sí
apartados. Y que ha visto e oído este testigo que pasando el dicho Guzmán por la puerta se
puso a la ventana y que el dicho Francisco de Olmos le dijo que se quitase de la venta[na] por
evitar escándalo y convinientes [sic por inconvenientes?] y que le respondió que no quería
quitarse antes echó mano la dicha Beatriz Bermúdez a una espada para su marido Francisco de
Olmos y la sacó de la vaina y lo deshonró y deshonra muchas veces por este caso con palabras
injuriosas. Fue preguntada si sabe que la dicha Beatriz Bermúdez dio algunas joyas, oro, otras
cosas de su casa al dicho Guzmán y le ha dado de comer; dijo que sabe y que la dicha Beatriz
Bermúdez le ha dicho a este testigo que le había dado una cama de paramentos23 ricos y tres
colchones y sus sábanas en que durmiese el dicho Guzmán
23 Adornos para cubrir alguna cosa.
55
[f 10v] y que le lavaba la ropa y que le daba toda la comida que había menester y servicio o
parte dello y que este testigo vía [veía] llevar de comer de la casa del dicho Olmos al dicho
Guzmán y asimismo vido este testigo24 hacer los dichos tres colchones en casa del dicho
Francisco de Olmos y que entonces le dijo la dicha Beatriz Bermúdez a este testigo que los
hacía para el dicho Guzmán y que desde ha ciertos días preguntó este testigo a la dicha Bea-
triz Bermúdez si había enviado los dichos colchones al dicho Guzmán y le dijo la dicha Beatriz
Bermúdez que con la morisca se los había enviado al dicho Guzmán y que este testigo ha
dicho su dicho más largo ante el alcalde Villegas al cual se refi ere y que esta es la verdad so
cargo del juramento que hizo y dijo que no sabía fi rmar y rogó a su marido Juan de Casares lo
señala[se] de su señal.
[Señal]
En este dicho día juró.
25Ana de Betanzos, mujer de Pedro de Spina vecino desta ciudad testigo presentada en la dicha
razón por el dicho Francisco de Olmos, habiendo jurado según forma de derecho y siendo
preguntada por las dichas preguntas dijo y depuso lo siguiente:
A la primera pregunta dijo que conoce a los contenidos ensta pregunta en esta dicha ciudad
ha tres años poco más o menos.
Fue pregunta[da] por las preguntas generales, dijo que no le enpece ninguna dellas y que es de
edad este testigo de 35 años poco más o menos.
A la segunda pregunta dijo que oyó decir este testigo al dicho Pedro de Spina, su marido, quel
dicho señor obispo mandó26 y amonestó al dicho Rodrigo de Guzmán no hablase27 con la dicha
Beatriz Bermúdez ni pasase
24 Tachado: llevar los.25 Al margen: Testigo.26 Tachado: so pena.27 Tachado: ni.
57
[f 11] por la calle donde mora el dicho Francisco de Olmos ni por la puerta de su casa.
A la tercera pregunta dijo que ha visto al dicho Guzmán después del mando y amonestación
del dicho señor obispo pasar por la calle donde mora el dicho Francisco de Olmos junto a las
puertas de su casa de dicho Francisco de Olmos y que ha oído decir a algunas personas28 este
testigo quel dicho Guzmán ha hablado a la dicha Beatriz Bermúdez y que esto es lo que sabe
cerca desta pregunta.
A la cuarta pregunta fue preguntada este testigo de ofi cio si sabe que por esta causa hay
escándalo entre el dicho Francisco de Olmos y la dicha Beatriz Bermúdez su mujer y no hacen
vida maridable como son obligados ni se tratan bien; dijo que sabe que hay gran escándalo
entre el dicho Francisco de Olmos y su mujer por esta causa y que no hacen vida maridable
como son obligados ni se tratan bien y que así los ha visto este testigo estar riñendo siempre a
ambos a dos marido y mujer y que esto ha sido después de las amonestaciones del dicho señor
obispo y que nunca están en paz y que es público y notorio enl barrio y vecindad donde moran
los dichos Francisco de Olmos y su mujer y que esta es la verdad so cargo del juramento que
hizo y dijo que no sabía fi rmar.
En este dicho día juró.
29Bartolomé Delgado, estante en esta dicha ciudad testigo presentado por el dicho Francisco
de Olmos en la dicha razón, habiendo jurado según forma de derecho y siendo preguntado por
el tenor de las dichas preguntas, lo que dijo y depuso es lo siguiente:
A la primera pregunta dijo que conoce a los contenidos en esta pregunta tres años ha poco
más o menos.
Fue preguntado por las preguntas generales dijo que ninguna dellas le enpece ni toca y que es
de edad este testigo de 23 años poco más o menos.
28 Entre líneas: personas.29 Al margen: Testigo.
59
[f 11v] a la segunda pregunta dijo que ha el dicho tiempo en esta pregunta contenido que oyó
decir este testigo quel dicho señor obispo había amonestado y mandado al dicho Guzmán, so
pena de excomunión, que no hablase ni pasase por la calle del dicho Francisco de Olmos por
evitar escándalo entre el dicho Francisco de Olmos y su mujer.
A la tercera pregunta dijo que después que su señoría mandó al dicho Guzmán que no pasase
por la calle del dicho Francisco de Olmos ni hablase a la dicha su mujer, vido este testigo
pasar cuatro o cinco veces por la calle del dicho Francisco de Olmos al dicho Guzmán junto
por la puerta de sus casas y alzar la cabeza arriba 30 a la ventana donde estaba la dicha Beatriz
Bermúdez parada pero que no sa[be] este testigo si le hablaba y que no sabe más cerca desta
pregunta.
A la cuarta pregunta fue preguntado este testigo de ofi cio31 si sabe que por esta causa hay
escándalo entre los dichos Francisco de Olmos y su mujer y no hacen vida maridable como
son obligados ni se tratan bien; dijo que ha visto este testigo al dicho Francisco de Olmos dar
mala vida a su mujer por causa de ver pasar al dicho Guzmán por su calle y por lo que antes
desto había pasado y que por esto que dicho tiene hay gran escándalo y lo ha habido32 entre el
dicho Francisco de Olmos y su mujer. Y que todo lo que dicho tiene es público y notorio entre
los vecinos del dicho Francisco de Olmos y que esta es la verdad so cargo del juramento que
hizo y fi rmolo de su nombre.
Bartolomé Delgado. [Rúbrica]
30 Tachado: donde.31 Entre líneas: de ofi cio.32 En el original aparece de la siguiente manera: “…y lo havido entre el dicho…”. Me parece que el sentido tendría que ser “…y lo ha habido entre el dicho…”. Sin embargo, es posible que la lectura y trascripción sea: “…y lo ha vido entre el dicho…”, es decir, no estoy completamente seguro que la palabra sea una sola y derive del verbo haber o si sean dos palabras y se refi era al verbo ver.
61
[f 12] Confesión.
E después de lo susodicho, viernes siete días del dicho mes y año susodichos, el dicho señor
provisor recibió juramento en forma debida de derecho del dicho Rodrigo de Guzmán so cargo
del cual le mandó diga y declare su dicho y confesión cerca de lo que le fuere preguntado
en este caso; el cual habiendo jurado según forma de derecho, fue preguntado si conoce a
Francisco de Olmos y a su mujer Beatriz Bermúdez vecinos desta ciudad y cuánto tiempo ha
que los conoce; dijo que conoce a los dichos Francisco de Olmos y a la dicha su mujer Beatriz
Bermúdez y que ha que los conoce ocho años poco más o menos. Fue preguntado si el señor
obispo don fray Juan de Zumárraga le amonestó, requirió y mandó so pena de excomunión
no hablase ni entendiese con la dicha Beatriz Bermúdez por sí ni por otras personas y que no
le pasase por la calle donde mora el dicho Francisco de Olmos ni pasase por la puerta de sus
casas; dijo quel dicho señor obispo le amonestó y mandó so pena de excomunión no pasase
este confesante por la calle donde mora el dicho Francisco de Olmos. Fue pregunta[do] si
asimesmo otras personas le rogaron y dijeron, de parte del dicho Francisco de Olmos, que no
hablase a la dicha Beatriz Bermúdez, su mujer; dijo que algunas personas le rogaron a este
confesante33 de parte del dicho Francisco de Olmos, que no pasase por la calle donde el dicho
Francisco de Olmos vive. Fue preguntado si después que su señoría le hizo esta amonestación
y mando y después que las otras personas le rogaron de parte del dicho Francisco de Olmos
que no pasase por su calle, como dicho es, ni hablase a su mujer, viniendo contra ello le habló
[por] sí y por terceras personas y pasó por la dicha calle muchas veces; dijo que no habló
este confesante a la dicha Beatriz Bermúdez por sí ni por terceras personas después que su
señoría le mandó lo susodicho pero que ha pasado este confesante por la calle donde mora el
dicho Francisco de Olmos muchos meses después del mando de su señoría porque vive este
confesante cerca del hospital y las más mañanas se iba a oír misa. Fue preguntado si después
de haber pasado como dicho es por la dicha calle y hablado con la dicha Beatriz Bermúdez le ha
enviado y dado la dicha Beatriz Bermúdez por sí o por terceras personas algunas camisas, oro,
u otras cosas; dijo que no le ha dado ninguna cosa la dicha Beatriz Bermúdez y que lo niega
como en esta pregunta se contiene. Fue preguntado si sabe o ha oído decir que por esta causa
hay escándalo entre el dicho Francisco de Olmos y la dicha su mujer Beatriz Bermúdez
33 Tachado: que no pa.
63
[f 12v] y no hacen vida maridable como son obligados y lo manda la Santa Madre Iglesia ni se
tratan bien; dijo que34 no sabe que por esta causa35 haya escándalo entre el dicho Francisco
de Olmos y su mujer, mas que algunas veces pasando este confesante en su casa teniendo
ellos enojo y diferencia le decía su parecer este confesante al dicho Francisco de Olmos y su
mujer para que fuesen amigos y que por sus diferencias cuando el marqués del Valle se iba a la
tierra donde ha estado le dijo a este confesante el dicho Olmos que se quería ir con él porque
no podía hacer vida con su mujer y que este confesante le dijo su parecer y que cree que se
lo estorbó y que ha oído decir este confesante a algunas personas, las cuales no se acuerda
quiénes son, que hay diferencia entre los dichos Francisco de Olmos y su mujer pero que no
sabe por qué y que esta es la verdad so cargo del juramento que hizo y fi rmolo de su nombre.
Rodrigo de Guzmán. [Rúbrica]
En martes 11 del dicho mes y año juró.
36Bartolomé Ruiz, vecino desta ciudad testigo presentado en esta dicha razón por el dicho
Francisco de Olmos habiendo jurado según forma de derecho y siendo preguntado por el tenor
de las dichas preguntas dijo y depuso lo siguiente:
A la primera pregunta dijo que conoce a los contenidos en esta pregunta puede haber dos
años poco más.
A la 37segunda38 pregunta dijo que la non [no la?] sabe.
A la tercera pregunta dijo que ha visto pasar al dicho Rodrigo de Guzmán por la calle donde
mora Olmos y que ha oído decir este testigo a muchas personas, las cuales no se acuerda
quiénes son, quel dicho Guzmán hablaba a la dicha Beatriz Bermúdez mujer del dicho
Francisco de Olmos y que esto es lo que sabe cerca desta.
A la cuarta pregunta fue preguntado de ofi cio si sabe que por esta causa hay gran escándalo
entre los dichos Francisco de Olmos y su mujer Beatriz Bermúdez y no hacen vida maridable
como son obligados
34 Tachado: ha oído decir.35 Tachado: le.36 Al margen: testigo.37 Entre líneas: segunda.38 Tachado: tercera.
65
[f 13] y no se tratan bien; dijo que ha visto este testigo reñir a los dichos Francisco de Olmos
y su mujer y que oyó decir este testigo que era sobre el dicho Rodrigo de Guzmán y que sabe
este testigo que hay escándalo en ellos a causa del dicho Guzmán y que no se tratan bien y que
vido este testigo sobre esta causa dar el dicho Francisco de Olmos a la dicha su mujer, con un
palo, de palos y que ella daba de gritos asomada a una ventana de su casa diciendo: “Justicia,
vecinos, que me mata este traidor” y que esta es la verdad so cargo del juramento que hizo y
que esto es público y notorio en esta dicha ciudad y que es de edad este testigo de 30 años
poco más o menos y fi rmolo de su nombre.
Bartolomé Ruiz. [Rúbrica]
En este dicho día juró.
39Pedro de Spina, vecino desta dicha ciudad testigo presentado por el dicho Francisco de
Olmos, habiendo jurado según forma de derecho y siendo preguntado por el tenor de las
dichas preguntas dijo y depuso lo siguiente:
A la primera pregunta dijo que conoce a los contenidos en esta pregunta de ocho años a esta
parte poco más [o menos]
A la segunda pregunta dijo quel señor obispo le dijo a este testigo como le había amonestado
y puesto pena de excomunión al dicho Guzmán que no pasase por aquella calla [sic] y quel
dicho Francisco de Olmos le dijo a este testigo que le había enviado a rogar al dicho Guzmán
por terceras personas que no pasase por su calle donde tiene sus casas donde vive.
A la tercera pregunta dijo que ha visto, después que esto le mandó su señoría al dicho
Guzmán, por la dicha calle e irse al hospital de Nuestra Señora y que no sabe más cerca desta
pregunta.
39 AL M ARGE N: TE STIGO.
67
[f 13v] A la cuarta pregunta fue preguntado de ofi cio si sabe que por esta causa hay escándalo
entre el dicho Francisco de Olmos y la dicha su mujer y no hacen vida maridable como son
obligados ni se tratan bien; dijo que los ha visto reñir, a los dichos Francisco de Olmos y a la
dicha su mujer, y tratarse mal y que hay escándalo entre ellos y que cree este testigo que es
sobre el dicho Guzmán y que este testigo ha sido tercero para ponellos en concierto y paz y
que no ha aprovechado ninguna cosa y que todo lo susodicho es público y notorio y que esta
es la verdad para el juramento que hizo y que es de edad este testigo de más de 35 años y
fi rmolo de su nombre.
Pedro de Spina. [Rúbrica]
E después de lo susodicho, miércoles 12 días del dicho mes y año susodichos, el dicho señor
obispo mandó dar copia y traslado de la cabeza deste proceso y de todo lo demás al dicho
Rodrigo de Guzmán para que diga y alegue contra ello de su justicia y que se le notifi que.
E luego, en este dicho día, mes y año susodichos, yo el dicho notario notifi qué lo susodicho al
dicho Rodrigo de Guzmán en su persona; el cual dijo que no tenía qué decir ni alargar en esta
causa, sino que lo remitía y lo remitió a su señoría para que haga enllo lo que fuere justicia.
Testigos: Pedro de Cavaría, estante en esta ciudad, familiar de su señoría.
Visto lo sobre dicho por el dicho señor obispo, y que en este caso se procedió más a correctión
que no a rigor y por evitar escándalos y diferencias; dijo que mandaba y mandó, en virtud de
santa obediencia y so pena de excomunión, al dicho Rodrigo de Guzmán que se abstenga y40
40 AQU Í TE RM INA E L DOCU M E NTO.
68
EN TORNO A UN RECIBO DE PAGO
FIRMADO POR MIGUEL CABRERA, 1765
Presentación y paleografía: Roberto Díaz Portillo
Algunos datos sobre Miguel Cabrera:
nació en Antequera de Oaxaca (hoy
Oaxaca de Juárez) en 1695, y en 1719 se
trasladó a la ciudad de México. Considerado
discípulo de José de Ibarra, fue pintor de
cámara del arzobispo de México, Manuel
Rubio y Salinas; en 1753 fundó la Academia
de San Carlos, que es considerada la primera
Academia de Pintura en la Nueva España, de
la que fue nombrado presidente. Murió en la
ciudad de México en 1768.
Algunos datos sobre su obra: su trabajo
y el de su taller es extenso y variado con
cerca de 300 obras, si se toman en cuenta
las que realizó y las que se le atribuyen.
Entre ellas destacan los retratos de las
monjas sor Francisca Ana de Neve (sacristía
de Santa Rosa de Querétaro), sor Agustina
Arozqueta (Museo Nacional del Virreinato,
en Tepotzotlán) y el de sor Juana Inés de
la Cruz (Museo Nacional de Historia), hecho
por encargo del arzobispo Manuel Rubio
y Salinas, a quien también retrató (Taxco,
Chapultepec y la catedral de México).
Otros retratos que destacan son el de
doña Bárbara de Ovando y Rivadeneira, el
de doña Luz de Padiña y Cervantes (Museo
de Brooklyn) y el de la mariscala de Castilla.
Pintó a fray Toribio de Nuestra Señora
(templo de San Fernando, ciudad de México),
al padre Ignacio Amorín (Museo Nacional de
Historia), a nobles y benefactores como
el conde de Santiago de Calimaya y a los
miembros del consulado de la ciudad de
México.
Ejemplo de las obras que se conservan en
templos y conventos son las pinturas que se
pueden ver en la parroquia de Santa Prisca
y San Sebastián de Taxco y su sacristía, en
donde, entre otros, se aprecian El martirio
de San Sebastián, el Vía Crucis de la catedral
de Puebla, los cuatro lienzos ovalados del
crucero de la catedral de México y la Virgen
del Apocalipsis de la Pinacoteca Virreinal de
México, en la ciudad de México.
Obras sobre vidas de santos: los 34 lienzos
con La vida de San Ignacio en la iglesia de
La Profesa de la ciudad de México, y Vida
69
de Santo Domingo en su monasterio en
la capital; la de El Salvador, del Pasmo
de Sicilia, San Anselmo y el Apocalipsis,
localizados en la Academia de Bellas Artes,
así como San Bernardo, San Buenaventura,
Santo Tomás de Aquino, La conversión de
San Ignacio de Loyola (Museo Nacional de
Arte). En el Museo Vaticano se encuentran
las dos imágenes que pintó de la Virgen
de Guadalupe, de las cuales al menos
una conoció el Papa Benedicto XIV, por
intermedio del arzobispo Manuel Rubio
y Salinas, por lo cual Miguel Cabrera es
considerado el pintor guadalupano por
excelencia.
El documento que se comenta a conti-
nuación (Indiferente Virreinal, caja 2863,
exp. 045, 1 foja, Jesuitas) es un recibo con la
fi rma autógrafa de Miguel Cabrera fechado
el 8 de octubre de 1765. El documento se
encuentra en buen estado, tiene algunas
marcas de arrugas y aunque presenta ligeras
mutilaciones, al parecer, la información no
es afectada.
Sobre el tipo documental, es un recibo
de pago que pudo haber sido hecho por
un escribano a pesar de que está la fi rma
de Miguel de Cabrera y la redacción de la
misma es en primera persona.
Sobre la importancia de la información
contenida en este tipo de documentos
se podría suponer que un recibo de pago
con unas cuantas líneas manuscritas (en
este caso nueve) podría contener poca o
muy árida información. Sin embargo, es a
través de ellos que se podría tener noticia
de obra no adjudicada o reconocida con el
nombre del autor, entre otras posibilidades
por carecer de fi rma. Reconocer los ámbitos
de movilidad del pintor, conociendo los
nombres de quien lo contrató, como las
órdenes religiosas; los lugares en donde
trabajó, para quién y en dónde.
Las obras de arte, en general, son
estudiadas y valoradas desde el punto de
vista de la iconografía o de la estética porque
son pocos los registros documentales que
se conservan hasta el presente, por lo
cual adquiere relevancia que se tenga un
referente para saber la valoración del trabajo
del artista y de la obra en su contexto y
momento histórico.
71
Digo yo D(o)n Mig(ue)l Cabrera, que rezeví de el /
P(adre) Gaspar Marí(a) Míralla, cien p(eso)s de or(de)n de el /
P(adre) Pedro Joseph de Castañeda; los que son por el /
importe de las pechin(a)s. Tambien r(eci)vi una libran/za,
amifavor p(ar)a cobrarla yo, de d(o)n J(ose)ph Chaves /
de cien p(eso)s dela perspectiva de S(a)n Fran(cis)co y para q(u)e /
conste lo fi rmé, en ocho, de octubre, de mil seteci/entos
sesenta y cinco años= /
Son 200 p(eso)s
Miguel Cabrera.
(Normalizada)
Digo yo Don Miguel Cabrera, que recibí del /
Padre Gaspar María Míralla, cien pesos de orden del /
Padre Pedro Joseph de Castañeda; los que son por el /
importe de las pechinas. Tambien recibí una libran/za,
a mi favor para cobrarla yo, de don Joseph Chaves /
de cien pesos dela perspectiva de San Francisco y para que /
conste lo fi rmé en ocho de octubre de mil seteci/entos
sesenta y cinco años= /
Son 200 pesos
Miguel Cabrera.
73
1 En estas primeras exploraciones se empezaron a utilizar los nombres de California y mar de Cortés. “California era el nombre de un país imaginario mencionado en Las Sergas de Esplandián (Sevilla, 1510), una novela de caballería que pretendía ser la continuación del Amadís de Gaula [...]”, Íñigo Abbad y Lasierra, Descripción de las costas de California, edición y estudio de Sylvia Lyn Hilton, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científi cas-Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1981, p. 17.2 Ibid., p. 18.
EXPLORACIONES DE LAS CALIFORNIAS:LA CARTOGRAFÍA DEL SIGLO XVIII, 1775
Presentación y paleografía: Perla Isabel Y. Yáñez Hernández
Los descubrimientos marítimos a lo largo de
la historia de la humanidad han respondido
a distintos intereses en diferentes épocas.
Suele predominar el interés comercial y
político por encima del científi co y cultural.
Fue así como el centro y sur de América
fueron recorridos y cartografi ados con
rapidez pero, hacia el norte, pasaron
cerca de dos siglos para que se tuviera un
conocimiento cierto rumbo al estrecho de
Bering. Una de las primeras exploraciones al
norte de América desde la costa del Pacífi co
fue la que hizo el primo de Hernán Cortés,
Diego Hurtado de Mendoza, pero fue hasta
1533 cuando se llegó hasta las aguas del
golfo y península de California,1 y en 1542
se recorrió la costa occidental de California
hasta descubrir la bahía de San Diego.
“A pesar de que los descubrimientos
españoles de la primera mitad del siglo
xvi habían demostrado que California era
una península, a partir del viaje de Drake
se difundió la idea de que era una isla. Así
la dibujaron algunos cartógrafos de fi nes
del siglo xvi y del siglo xvii, hasta que fue
desterrado este error a principios del siglo
xviii por el padre Kino.”2
Las causas por las cuales muchas de estas
exploraciones no tuvieron continuidad en los
siglos xvi y xvii fueron los constantes ataques
de piratas y el confl icto que había entre
España e Inglaterra, aun frente a la necesidad
de fundar un nuevo puerto en California
que sirviera de refugio a los galeones de
Manila. Sin embargo, dentro del proyecto
de la Corona borbónica en el siglo xviii y
74
por las circunstancias internacionales que atravesaba, los territorios norteamericanos inexplorados serían también causa de riva-lidad, ante la curiosidad y ambición de diferentes naciones, tal como los confl ictos con Francia por Luisiana.
Fue así que, en 1719, Felipe V expresó su interés en que se fundara una colonia en San Diego o Monterrey para proteger el tráfi co comercial con Filipinas mediante el control de puertos californianos, asegu-rando la llegada de los barcos que salían de Acapulco. Este interés de proteger los territorios de la Corona dio pie a nuevas exploraciones en la segunda mitad del siglo xviii. El visitador Gálvez hizo parte de sus actividades pacifi car las provincias internas, abrir una ruta terrestre y colonizar las costas septentrionales. Así, en 1769 zarpó del puerto de La Paz el San Carlos, primer navío destinado a esta expedición marítima. Tres navíos más partieron y llegaron con dificultad a San Diego, a la bahía de Monterrey, hasta acercarse a la bahía de San Francisco. Las exploraciones más importantes se dieron entre 1773 y 1777. Así se fundó la Alta California, junto con las primeras misiones franciscanas, las cuales fueron apoyadas por el virrey Bucareli.
De los mapas que se presentan como parte del fondo Indiferente Virreinal, dos de ellos (fojas 2 y 3) corresponden a exploraciones durante el virreinato de
Bucareli. En la foja 2, de 1775, se muestra el recorrido que realizó el vasco Bruno de Eceta (o Hezeta), quien partió de San Blas con tres navíos. El primer sitio que tocó fue la punta
de Grenville y que en el mapa se señala como punta de los Mártires. Este mapa muestra los lugares importantes que se descubrieron: puerto de Monterey, punta de Pinos, punta de Año Nuevo, punta de Almejas, puerto de San Francisco, Las Llagas, punta de los Reyes, puerto de la Bodega, punta Delgada, Cerro Mendocino, punta Gorda, puerto La Trinidad, Cerro Blanco, Los Monges, Cerro de Diligencias, Cerro Toledo, Las Tres Marías, Cerro Falcón, Cerro Frondoso, entrada de Hezeta, Cerro San Roque, rada de Bucareli, punta de los Martires, Isla Dolores, Los Frailes, entre otros.
La foja 3, de 1779, corresponde a las exploraciones que hicieron Juan Francisco de la Bodega e Ignacio de Arteaga, gracias al éxito que tuvo la anterior. Habían estudiado todos los mapas y planos que tenían a la mano, junto con los descubrimientos que habían hecho los rusos. Tomaron posesión del puerto de Santiago Apóstol, en la isla Santa María Magdalena (hoy puerto de Etches, isla Hinchinbroke), tal como aparece en el mapa. En éste se resaltan lugares como isla del Carmen, Cerro de San Elías, puerto de Vera, isla de Colpas, Isla Larga, Bocas de D. Juan de Quadra, isla de Ayala, isla de San Ángel, isla de Arriaga, isla Mourcelle, volcán
de Miranda, montes de San Pedro y San
Pablo, entre otros.Lo interesante de este mapa son las
anotaciones que hay sobre un brazo de tierra fi rme, arriba de lo que hoy es San Francisco, al igual que un volcán. También se ven los trazos para navegación y medidas, cosa que los otros mapas no tienen.
75
Las fojas 1 y 4 son exploraciones posteriores
y que posiblemente se guiaron por las exploracio-
nes previas pues corresponden a 1790 y 1791.
Por la información que encontramos en la foja
1, hubo exploraciones autorizadas a extranjeros.
Algunos lugares que se registran aparecen
con nombres en inglés y en español: puerto
de Cahyocuat, puerto de San Lorenzo de Nuca,
bahía de Buena Esperanza, puerto Boyse, puerto
Brooks, ensenada de Middleton, estrecho del
Almirante Fonte, canal del Príncipe Real, isla
de la Calamidad, isla de San Estevan (sic),
isla de la Infanta Carlota.
La foja 4 son observaciones al mapa
anterior, pero esta vez a cargo de una
armada real española, en la balandra La
Princesa Real, misma que comandó Juan
Francisco de la Bodega, y que también marca
las posesiones de la Corona: puerto de San
Lorenzo de Nuca, puerto de Revillagigedo,
rada de Baldez y Bazan (sic), ensenada de
Bertodano, bahía de Núñez Gaona.
La importancia de estos mapas no radica
solamente en la habilidad del dibujante,
sino en las medidas y técnicas que se
utilizaban en la cartografía y que sirvieron
de base para otras exploraciones y conocer
la geografía del norte de América. Para
su momento representó la consolidación
territorial española frente a los ingleses,
franceses y rusos. El estudio y la aportación
de estos mapas ayudan a los investigadores
a sostener o refutar hipótesis en torno al
descubrimiento y colonización del norte de
América, específi camente de California, al
igual que el estudio geográfi co, económico
y político del momento.
Estos documentos se ubican en el fondo
Indiferente Virreinal, Acervo 49, caja 2919,
expediente 022, título Californias.
77
Núm. 87
Carta reducida de la Costa Septentrional de Californias
desde 49 hasta 58 grados, con los puertos Bocas, é Yslas reconoci-
das por el capitan inglés James Connet
Carta reducida
Que contiene parte de la Costa Septentrional de Californias desde los 49° has-
ta los 58 de Latitud N
Reconocida, y descubiertos sus Puertos, Bocas é Yslas por el capitan del Paquebot Ar-
quenot, y Balandra Princesa Real arregladas sus Latitudes, y Longitudes, y Nombres de sus
Puertos al Original que dicho Capitan Dn. Jaymes Collnett le presentó por gracia particular
al comandante de este Establecimiento Dn. Francisco Eliza en
febrero del año 1791
Puerto de Sn. Jayme
Situado en la caveza del S.E. de la Ysla
de la Ynfanta Carlota por la Latitud N de
52º 8‘ y 131º 24‘ al O del Meridiano de Greenwich
Puerto Brooks
En 50º 11‘ de Latitud N y en 128º de Meridiano de Greenwich
Longitud Occidental del Meridiano de Greenwich
79
Núm. 47
Carta reducida de las Costas y Mares
septentrionales de California construida bajo las obser-
vaciones y Demarcaciones hechas por el comandan-
te de la Expedicion y Theniente de Navio Dn. Bru-
no de Hezeta en el viage de los descubrimientos de
dichas costas y Mares que de Orden del Exmo.
señor virrey frey [sic] Don Antonio Maria Bu-
careli y Ursua hicieron el año de 1775
[Parte posterior] Planos originales de los nuevos descubrimientos de la California
Plano de las costas septentrionales de California
81
Núm. 49
Carta de la California Septentrional
Carta reducida que comprende una parte de la Costa Septentrional
de la California desde los 51 grados 30 min. hasta los 61 grados de Latitud N; descubierta y
reconocida en el presente Año de 1779, por las fragatas de S.M.
La Princesa, y Favorita al mando de Thenientes de Navio D. Ygnacio Arteaga, y D. Juan Francisco
de la Bodega, y Quadra; quienes tomaron posesion de la Tierra por N.C.M. en el Puerto de
Santiago, y en la Ensenada de N. Sra. de Regla; demarcaron dicha costa, formaron esta carta, y
levantaron los planos de sus Puertos, y Ensenadas, con escrupulosa exactitud
[el mapa va fi rmado por: Miguel Constanso]
83
Núm. 58
Carta reducida que comprende parte de la Costa Septentrional de California
Correjida y Enmendada hasta la boca del Estrecho de Fuca; y levantado el plano de el
En la Espedición que se hizo con la Balandra de S.M. Nombrada la Princesa
Real al mando del Alferez de Navío de la Real Armada, Dn. Manuel Guimpez
En el año de 1790
Construida por su primer piloto Dn. Gonzalo López de Haro;
Nota;= las cruces manifi estan la verdadera cituación en que se han tomado las posesiones;=
Longitud Occidental del Meridiano del Puerto de San Blas
84
EL VIRREY CONDE DE REVILLAGIGEDO: SEMBLANZA DE UN GOBERNANTE SINGULAR A
PARTIR DE SU ARRIBO AL VIRREINATO DE LA NUEVA ESPAÑA, 1789
PRE SE NTA CIÓ N Y P A LE O G RA FÍA : AID É RIVE RA
La importancia del estudio de un indivi-
duo en particular se origina en la tras-
cendencia que este personaje obtuviera
en la historia gracias a los hechos o cir-
cunstancias que rodearon su vida, así como
lo determinante de su papel en los mismos.
En el presente caso se trata de dar a conocer
la importancia de un documento histórico a
través de la persona que lo creó: el segundo
conde de Revillagigedo, no sólo virrey de
Nueva España sino que, en opinión de varios
historiadores, uno de los gobernantes más
notables de la historia de México.
Juan Vicente de Güemes Pacheco y
Horcasitas y Aguayo, segundo conde de
Revillagigedo, nacido en La Habana, fue uno
de los pocos virreyes criollos de la Nueva
España; pasó por primera vez a México a los
siete años, cuando su padre Juan Francisco
de Güemes fue nombrado virrey. Hombre
con vocación militar, inició su carrera en el
mismo virreinato de la Nueva España al ser
nombrado capitán de la guardia de Palacio a
los quince años de edad. Una vez fi nalizado
el gobierno de su padre, fue con su familia
a vivir a España, en donde continuó con
la carrera de armas hasta que ésta se vio
afectada por el fallecimiento de su padre.
Las disputas familiares por la herencia
paterna lo llevaron a abandonar sus res-
ponsabilidades en Panamá, a donde había
sido enviado para reorganizar y reformar las
milicias del istmo, hecho que le granjeó la
antipatía del rey Carlos III.1
La carrera del segundo conde de
Revillagigedo se recuperó gracias a la in-
tervención de su amigo el conde Florida-
blanca, quien pudo reintegrarlo a las milicias
españolas durante el asedio de los ingleses
en la campaña de Gibraltar. Una vez fallecido
Carlos III, fue propuesto para el virreinato de
Buenos Aires, pero al fi nal se le concedió el
de Nueva España.2
Su arribo al puerto de Veracruz se
1 José Antonio Calderón Quijano, Los virreyes de Nueva España en el reinado de Carlos IV, t. 1, Sevilla, Escuela Gráfi ca Salesiana, 1972, p. 91.2 Ibid., p. 93.
85
verifi có el 9 de agosto de 1789, con una
travesía buena y sin novedades, pero fue
hasta el 23 de septiembre en que el nuevo
virrey anunció su itinerario y su llegada a la
capital del reino.
El documento que origina esta presen-
tación (Indiferente Virreinal, caja 2796, exp.
006, 32 fs., Correspondencia de Virreyes) es
justamente la carta que Revillagigedo envió
al corregidor de México Bernardo Bonavia,
informándole que había determinado su
fecha de salida de Veracruz el 7 de octubre,
por lo tanto calculaba llegar a la ciudad
de México el 18 de mismo mes. Incluye en
la misiva el itinerario a seguir, dividiendo
su viaje en diez jornadas hechas entre los
mencionados días 7 y 18 de oc-tubre, y
haciendo paradas para descansar, comer y
dormir en Plan de Río, Xalapa, Perote, Soto,
Jonguitu, la hacienda betlemita Piedras
Negras, Apan, San Juan Teotihuacan,
Guadalupe y fi nalmente México.
Su fecha de llegada a la capital produjo
malestares en la Audiencia de México porque
el 18 de octubre era domingo y, en opinión
de Francisco Xavier Gamboa, regente de la
Audiencia, iba contra la etiqueta pues en
domingo no funcionaban los tribunales.
Además, se tenía el mal precedente de que
mucha gente faltó a misa durante la entrada
del virrey Martín de Mayorga, quien realizó
su llegada un domingo de 1779. Ante esto,
el virrey Revillagigedo decidió adelantar su
llegada al sábado 17, siempre que la Au-
diencia y los tribunales no detuvieran sus
funciones.3
En el documento se menciona también
que la comitiva que acompañaba al nuevo
virrey constaba de 50 personas y 70 caballos,
incluyendo a la tropa que lo resguardaba,
por lo tanto esperaba que las autoridades
de los lugares en donde planeaba detenerse
tuvieran dispuesto lo necesario para acoger
a los viajantes y atender a los caballos, todo
lo cual sería costeado por el mismo virrey.
Esto es interesante porque el mismo
Revillagigedo pedía que no se hicieran gas-
tos ni festejos ningunos a su paso, ya que
la situación económica por el invierno de
ese entonces no hacía conveniente gastar.
Además de dicha situación, estaba la in-
tención de llevar a cabo un decreto emitido
el 2 de mayo de 1789, en el que se reducía
el número de festividades, pues éstas habían
reducido a la mitad los días hábiles en
despachos y tribunales, lo cual nos mues-
tra la entrega que este personaje tenía al
cumplimiento de su trabajo. Aún así, la en-
trada a la ciudad del nuevo virrey se verifi có
con gran pompa, a bordo de un coche inglés
tirado de seis caballos adornados con pena-
chos de plumas y dos volantes bien vestidos,
causando novedad entre la gente.
El resto del documento -esta presen-
tación retoma sólo tres de las fojas que
componen el expediente- es un intercambio
3 Ibid., pp. 94-95.
86
de información entre las autoridades de la
capital y las de los pueblos donde el virrey
haría escala, informando sobre los prepara-
tivos para recibir a la comitiva y las repa-
raciones pertinentes a los caminos para el
paso de la misma, así como para el uso que
de las mismas haría el todavía virrey Manuel
Antonio Flores en su salida de la capital ha-
cia el puerto de Veracruz.
Desde el inicio de su período, el conde
de Revillagigedo se distinguió por asumir
los cargos de virrey, gobernador, capitán
general y superintendente de la Real Ha-
cienda; uno de los hechos más famosos
ocurridos durante el gobierno de este
virrey, fue la investigación del asesinato de
Diego Dongo; este personaje era conocido
porque fungió como albacea del difunto
virrey Antonio María Bucareli y, nueve días
después de la llegada del virrey Revillagi-
gedo a la capital, su casa fue asaltada y él
y toda su gente de servicio fueron muertos
por los asaltantes. Muchos historiadores
afi rman que Revillagigedo fue quien hizo
que la investigación fl uyera de forma rápida,
de tal manera que un proceso que hubiera
tomado meses o incluso años, se resolvió
favorablemente en quince días: los culpables
fueron localizados y condenados a muerte.
Sin embargo, debe tenerse presente que el
virrey no debió intervenir personalmente en
la investigación, aunque por supuesto debió
ejercer la presión sufi ciente para que ésta
corriera de manera que no terminara siendo
un caso más acumulado en los archivos de
la Sala del Crimen. De cualquier forma, este
hecho se adjudica a la pasión que el virrey
aplicaba a todo lo que tuviera relación con
el virreinato.
Otra acción importante de Revillagigedo
fue su interés de crear un Archivo General
de la Nueva España que albergara toda la
documentación importante tanto pasada
como la que se iba generando, de manera
que cualquier expediente estuviera accesible
en el momento en que fuera requerido. De
la misma forma, propuso cambios en la
organización de la Secretaría de Cámara del
Virreinato, así como en la Real Hacienda y
las intendencias; fomentó el empedrado de
calles, el alumbrado público por cuenta del
ayuntamiento; se interesó en la educación,
la minería, la agricultura y la industria, y en
el cuidado y la seguridad de los caminos,
entre muchas otras cosas.
Para conocer mejor el trabajo del
conde Revillagigedo puede recurrirse a su
“Relación reservada del segundo conde de
Revillagigedo al marqués de Branciforte
del 30 de junio de 1794”, la cual es una
interesante relación de hechos, análisis
y refl exiones sobre el estado de la Nueva
España. Como cada virrey, Revillagigedo
debió dejar una relación escrita a su sucesor
de todo lo realizado durante su gobierno,
los problemas presentados, su solución y
las propuestas de lo que debía seguirse
observando. En el caso de Revillagigedo,
su obra supera con mucho la de otros
gobernantes, pues abarca todos los aspectos
87
relacionados con la fi gura del virrey. En el
presente, la obra se ha dividido en cinco
temas que son:
1. Presidente de la Audiencia
2. Vice-patrono de la iglesia
3. Gobernador
4. Capitán general
5. Superintendente de la Real
Hacienda.4
Estos temas revelan su actividad como
administrador en la Nueva España, así como
la situación imperante en el virreinato en
cada uno de estos rubros y las soluciones
que consideraba pertinentes. En especial,
resalta su análisis de las instituciones
novohispanas pues indica los vicios en
que se incurría y la inutilidad de muchos
de ellos. También lamenta las limitaciones
que los virreyes tenían como gobernantes,
en particular en cuestiones de legislación
y la aplicación de la justicia. También
refl exionó sobre las capacidades productivas
y económicas de la Nueva España, dando
consejos para aprovechar las mismas.
Finalmente, debe mencionarse que la
actividad del virrey Revillagigedo no fue
bien vista por muchas personas, pues los
cambios que iba realizando para mejorar el
gobierno y el virreinato de la Nueva España
no siempre benefi ciaban a todos, en especial
a ciertos sectores de poder. Las denuncias
levantadas por este grupo llevaron al rey
a tomar la decisión de hacerlo entregar el
poder en julio para que volviera a España, en
donde el Consejo de Indias llevó su juicio de
residencia. Revillagigedo murió en Madrid el
2 de mayo de 1799, antes de que terminara
el juicio. Sin embargo, al fi nalizar éste quedó
demostrado que las acciones y disposiciones
del virrey no habían perjudicado al gobierno,
por el contrario, el rey dispuso la redención
de la imagen de Revillagigedo, así como el
pago de los costos del juicio por parte de la
Audiencia que lo acusó.
4 Ernesto de la Torre Villar, Instrucciones y memorias de los virreyes novohispanos, México, Porrúa, 1991, pp. cxxi-cxxii.
89
Tengo determinado salir de esta ciudad
para esa capital el dia 7 de octubre
y hacer los tránsitos de mi viaje, que
constan del adjunto ytinerario; por consiguiente
entraré en ella el 18 del mismo a no ocurrir
una de aquellas casualidades, que no es
posible prever, y que me lo retarden.
Y lo aviso a vuestra señoría para que en esta inteligen-
cia expida las órdenes convenientes à
las justicias de su jurisdicción compren-
didas en la expresada ruta, a fi n de que
en los parages donde he de parar, haya
los víveres sufi cientes para toda mi
comitiba, que contará sobre poco más
o menos de 50 personas, inclusa la tropa
que me acompaña, y correspondiente
provisión de forrage para setenta caballerías
comprehendidas también las de la citada
tropa, en el concepto de que todo se hà
de pagar por mi parte a lo precios cor-
[rientes
91
encargando vuestra señoría a dichas justicias, que
por ellas, sus pueblos, o comunidades, ni par-
titulares, no se haga gasto, obsequio, ni
festejo alguno, porque además de haber
motibos justos para impedirlo, la mala
estación actual de ynvierno no lo per-
mite, y estas fundadas razones me pre-
cisan à prevenirlo.
Dios guarde a vuestra señoría muchos años. Veracruz 23
de setiembre de 1789.
El Conde de Revillagigedo.
Señor don Bernardo Bonavia
México
93
Ytinerario que hè determinado seguir en mi viaje desde
Vera Cruz à Mexico.
Dias Jornadas Mes de Octubre Leguas
7 1ª. De Vera Cruz à comér, y dormir en el plan del Río, haciendo un corto descanso en la Rinconada hasta donde hay diez leguas para dar un pienso al ganado
15
8 2ª. Dél plan del Río à comer, y dormir en Xalapa
7
9 Descanso10 3ª. De Xalapa á comer, y dormir en Perote
haciendo un corto descanso en las Vigas hasta donde hay cinco leguas para dar un pienso al ganado.
10
11 Descanso
12 4ª. De Perote á comer, y dormir en Soto 7
13 5ª. De Soto á comer, y dormir en Jonguitu 5
14 6ª. De Jonguitu á comér, y dormir en la hacienda de los Belemitas llamada Piedras Negras, haciendo un corto descanso en San Diego hasta donde hai cinco leguas para dar un pienso al ganado
8
15 7ª. De Piedras Negras á comér, y dormir en Apan, haciendo un corto descanso en Buena Vista hasta donde hay cuatro leguas para dar un pienso al ganado
9
16 8ª. De Apan á comér y dormir en San Juan Teotihuacan, haciendo un corto descanso en Otumba hasta donde hay seis leguas para dar un pienso al ganado
8
17 9ª. De San Juan Teotihuacan á Guadalupe á comér, y dormir
6
18 10 De Guadalupe á Mexico 1
76
95
LA INSTANCIA DE PAGOLA Y MOLINA: UN INTENTO DE OFICIALIZAR LOS TLACOS, 1790
Presentación y paleografía: Rodrigo Salomón Pérez Hernández
Característica de la historia de la moneda
en el México novohispano fue la exis-
tencia de un abigarrado mosaico de signos
de cambio informales que circularon en los
distintos circuitos económicos de la época.
Desde granos de cacao hasta plata no
amonedada, en pasta y sin quintar, fueron
algunos de los valores de cambio de los que
se valió la población de la Nueva España
para realizar transacciones comerciales, so-
bre todo las de naturaleza menuda. Dentro
de ese universo, los denominados tlacos
ocuparon un papel de primer orden pues,
como veremos a continuación, vasto fue
su uso y no menores los problemas que
ocasionó.
Son los tlacos —refi ere el expediente
que motiva la presente exposición— “Unos
pedazos de cobre, sin fi gura determinada,
impresas en ellas unas marcas [que] se
inventaron desde los principios de la
población con el fi n de dividir el medio
real en quatro partes, á lo que da motivo
la abundancia de verduras, frutas, aves,
y demás viveres de el propio pais [...]”.1 En
efecto, proveniente de la palabra tlhaco,
que signifi ca mitad, estos objetos de cambio
constituyeron un sustituto de la moneda
fraccionaria de menor denominación al
tener una equivalencia de 1/8 de real.2 Su
uso se remonta al siglo XVI pero fue durante
el XVIII cuando su circulación comenzó a ser
mayor, al igual que los confl ictos que ello
ocasionó por las razones que a continuación
revisaremos.
En principio debemos decir que los
tlacos no eran una moneda pues, como
explica Ruggiero Romano, tenían las
siguientes limitaciones: a) su composición
solía ser de distintos materiales: latón,
madera, jabón o cuero, aunque es un hecho
que para fi nales del siglo XVIII la mayor parte
1 AGN, Indiferente Virreinal, Intendencias, caja 2883, exp. 7, f. 1r.2 José Enrique Covarrubias, “La moneda de cobre en México, 1760-1829. Una perspectiva administrativa”, en José Antonio Bátiz Vázquez y José Enrique Covarrubias (coords.), La moneda en México, 1750-1920, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luís Mora, 1998, p. 92.
96
estaba construido con cobre y por tanto no
tenían ningún valor intrínseco; b) tenían un
radio de circulación sumamente limitado;
c) no se prestaban para ninguna forma
de acumulación, y d) no ofrecían garantía
alguna.3 Ello se debía fundamentalmente a
las características de su emisión y función,
las cuales eran a la vez los factores que
ocasionaban los problemas. Observemos.
Los tlacos eran fabricados y emitidos por
los dueños de pulperías o tendejones, sitios
en los cuales se vendían, principalmente, los
comestibles y especias más elementales para
el modesto consumo popular. Esta condición
permitía el uso de moneda fraccionaria y
daba pie a que los tenderos cometieran
abusos con sus clientes, pues solían dar
el vuelto en tlacos con el valor reconocido
-1/8 de real- pero luego los recibían con
un valor inferior. Además, estos comercios
funcionaban también como lugares de
empeño. Recibían objetos y mercancías por
las cuales entregaban, parcial o totalmente,
las cantidades correspondientes en tlacos,
mientras que el rescate fi nal se exigía en
monedas de plata. Un tercer problema que
ocasionaba el uso de tlacos era el relativo
a la mudanza o desaparición de tendejones
y pulperías, lo cual provocaba que los
parroquianos no pudieran utilizar más los
tlacos emitidos en esos establecimientos.
Resulta de interés la forma en que el
tlaco circulaba al interior de la economía
novohispana. Ocurría que el cliente adquiría
algún producto en el tendejón o pulpería
y recibía el vuelto en tlacos. La poca o nula
oportunidad de gastarlos hacía que buscara
deshacerse de ellos mediante la compra de
más productos o vendiéndolos a quien fuera,
aun a precio más bajo de lo que se supone
valían. José Enrique Covarrubias encuentra que
muchos tenderos contaban con intermediarios
que les permitían recuperar sus tlacos emitidos
y así ponerlos de nuevo a circular.4 En otras
ocasiones iban de la pulpería emisora a
algún comercio especializado -panaderías,
boticas o carnicerías- que los aceptaba, la
mayoría de las veces con un valor menor del
emitido en el tendejón de origen. Otras veces,
los tlacos entraban al mercado a través
de vendedoras de verduras y melcocha,
quienes recibían todo tipo de objetos
de intercambio y con ellos compraban
algunas mercancías en la pulpería emisora,
o también lo ofrecían como vuelto y el
comprador se encargaba de llevarlo de nuevo
al comercio del que originalmente partió.
Una forma más de intercambio se daba
entre una pulpería y otra, cuando entre sus
propietarios existía algún acuerdo de recibir
de forma mutua sus tlacos. Así, observamos
que estos objetos de intercambio, a pesar de su
3 Ruggiero Romano, Moneda, seudomoneda y circulación monetaria en las economías de México, Arauco Chihuailaf (trad.), México, El Colegio de México-FCE, 1998 (Sección de Obras de Historia. Fideicomiso Historia de la Américas, Serie Ensayos), p. 171.4 José Enrique Covarrubias, op. cit., p. 93.
97
condición, participaban en auténticas formas
de distribución monetaria.
Estos problemas que de seguro existían
desde el momento en que empezó la fabri-
cación y circulación de los tlacos, comen-
zaron a ser observados con mayor interés y
profundidad después de la segunda mitad
del siglo XVIII, a tal grado que hubo algunos
llamados a las autoridades imperiales para
que consideraran el problema. El 3 de
diciembre de 1758, el virrey marqués de las
Amarillas ordenó publicar las Ordenanzas
para el Régimen y Gobierno de los Tenderos
y Tiendas de Pulpería, en las que mediante
29 artículos intentó poner un poco de orden
en el valor del tlaco y evitar la usura que se
cometía con su uso.5 Poco efectiva resultó
esta providencia, pues en 1768 Agustín Coro-
nas y Paredes, español avecindado en la ciudad
de México, en una amplia representación
dirigida al rey, expuso la inefi cacia de las
medidas adoptadas y en un forma clara y
precisa analizó la gravedad de la carencia
de la moneda menuda en el reino de la
Nueva España, así como los perjuicios
que ocasionaba en el pueblo la emisión
y circulación de los tlacos. Concluía con
un llamado para que la Corona se hiciese
cargo de la emisión de moneda de cobre que
sirviera como moneda de uso corriente y con
ello desapareciera el abuso que tenderos y
pulperos ejercían sobre sus clientes.6
La propuesta se topó con la férrea
oposición del poderoso Consulado de co-
merciantes de la ciudad de México, para
quienes la iniciativa de acuñación masiva de
monedas de cobre por parte del rey atentaba
contra algunas de las fases comerciales en
las que participaban activamente, y ade-
más tendía a desarticular viejas formas
de concentración de moneda acuñada en
plata. Asimismo, el enorme consumo de
cobre de la península desde mediados del
siglo XVIII, evitaba que los comerciantes de
cobre novohispanos vieran atractivo el
hipotético mercado de acuñación local. Si lo
anterior no bastaba, el superintendente de
la Casa de Moneda de México no se mostró
convencido de esa idea y adujo posibles
difi cultades de transportación para justifi car
su negativa. Fue hasta la época de la guerra
de Independencia cuando el virrey Félix
María Calleja, ante la difícil situación por
la que atravesaban la minería y la economía
del reino, decidió acuñar moneda de cobre
para el pago de sueldos a empleados de
la administración pública, así como para
sustituir paulatinamente a los tlacos y
otros objetos de intercambio informales
que tanto afectaban a la economía popular
del reino. Los abusos que se cometían con
el uso de tlacos por parte de tenderos y
comerciantes no fueron privativos de la
capital, sino de varias regiones de la Nueva
5 Miguel L. Muñoz, Tlacos y pilones. La moneda del pueblo de México, México, Fomento Cultural Banamex, A.C., 1976, pp. 37-39. 6 Ibid., pp. 41-47.
98
España. En cada una de ellas, las autoridades
locales buscaron las formas más adecuadas
para solucionar tales confl ictos y fueron
varias las propuestas y providencias que
surgieron. En ese sentido, con el título de
Ynstancia de don Antonio Pagola y don
Ygnacio Molina, Regidores de San Luis Potosi
sobre que recogiéndose los tlacos en aquella
ciudad, se sellen de nuevo por cuenta de
los fondos públicos, el expediente con la
clasifi cación fondo Indiferente Virreinal,
título Intendencias, caja 2883, expediente
núm. 7, evidencia la magnitud de la pro-
blemática en la ciudad de San Luis Potosí y
nos acerca al conocimiento de una historia
económica de alcances regionales, tan im-
portante en la actualidad para reconstruir
las distintas piezas que conformaban el
amplio mosaico económico de la Nueva
España. Presentado el 19 de enero de 1790
en sesión ordinaria del cabildo de la ciudad
de San Luis Potosí por los regidores, el
alguacil mayor perpetuo Antonio Pagola
y por el teniente de Infantería Ygnacio
González de Molina, y enviado en marzo
del mismo año a la Real Audiencia para su
conocimiento y aprobación, el expediente
referido se compone de cuarenta fojas. En
las primeras siete se funda la pertinencia
de que sea el propio ayuntamiento el que
se encargue, en primera instancia, de
recoger todos los tlacos que circulan en
la ciudad y en sus regiones aledañas para
acuñarlos posteriormente en la Casa de
Moneda de la ciudad de México, bajo su
supervisión y rúbrica. Las fojas restantes
son el seguimiento de la instancia ante las
distintas instituciones que correspondían
-Real Audiencia, Secretaría de Cámara,
la Real Hacienda y la Casa de Moneda-.
Cabe destacar que el expediente incluye
un ejemplar de los tlacos que circulaban
en la época. El documento constituye la
exposición de los razonamientos de los
regidores Pagola y Molina para oponerse a
la providencia vigente hasta ese momento,
impulsada por el resto del cabildo y que
consistía en otorgar a seis prominentes
comerciantes la facultad de sellar y emitir,
previa fi anza depositada en las arcas del
ayuntamiento, 600 pesos que equivalían
a 38,400 tlacos. En principio rechazan
esa opción porque no les parece justo
que sean unos cuantos representantes
del gremio quienes expidan un valor de
cambio que sería usado por todos y, además,
porque tal medida ya había probado su
inefi cacia al enriquecer precisamente a
los emisores y llevar a la ruina a los otros
comerciantes. En su lugar proponían que
fuera el propio cabildo el que mandara a
acuñar y emitir los tlacos como moneda de
uso fraccionario. Ello tendría las siguientes
ventajas: en primer lugar se respetaría el
valor del tlaco y no quedaría al arbitrio de los
comerciantes; la población más pobre sería
la más benefi ciada con estas medidas, pero
además haría que los pulperos, obligados a
recoger los tlacos una vez que se cerrara su
negocio y lo cual rara vez ocurría, pues no
99
existía juez ni disposición alguna que los
obligara a cumplir con ese deber, se vieran
compelidos a hacerlo y con ello se evitaría
que miles de tlacos quedaran inservibles en
manos de la población. Así, la mayor ventaja
que se obtendría si el cabildo emitía los
tlacos era permitir que tuvieran una vida
independiente de los vaivenes del comercio,
pues si cerraba alguno, los otros bien podían
recibirlos. A tono con el pensamiento político
de la época, afi rmaban que era obligación
de todo buen gobierno evitar los fraudes
a los súbditos del rey y además controlar
los intereses particulares en aras del bien
común. De manera que proponían sellar mil
pesos que equivalían a 64 mil tlacos para
controlar tanto el número de piezas emitidas
como las cantidades que se debían entregar
a cada uno de los comerciantes, lo que evitó
la falsifi cación de monedas y el fraude en
el que incurrían los comerciantes al emitir
un número ilimitado de tlacos con un valor
arbitrario. A pesar de que la instancia se
fue con el aval del ayuntamiento y del
intendente de San Luís Potosí, la parte fi nal
del expediente la conforman las obser-
vaciones del superintendente de la Casa
de Moneda de la ciudad de México, quien
aduce su incapacidad para autorizar la
acuñación de monedas de cobre, además
de los problemas técnicos y fi nancieros que
acarrearía la realización de tal idea. Así, la
instancia promovida por Pagola y Molina
resulta ser el antecedente de una propuesta
de solución a un problema que se agudizaría
en los años siguientes, ya que entre 1806
y 1807 los propios pulperos y tenderos
potosinos serían quienes acuñarían sus
propias monedas de cobre en detrimento
de la autoridad local,7 que reaccionó con
el intento de realizar las ideas vertidas en
la instancia en cuestión y corrió con la
misma suerte, es decir, con la oposición de
las autoridades virreinales. Tendrían que
pasar algunos años y ocurrir una guerra
de Independencia para que la acuñación de
monedas de cobre se efectuara.
7 Ruggiero Romano, op. cit., p. 172.
101
Febrero 22 1790
V. P. número 2 foja 91 Legajo 1 número 181 foja 92
Instancia de D. Antonio Pagola y D. Ignacio
Molina, Regidores de San Luis Potosí sobre que
recogiéndose los tlacos en aquella Ciudad, se sellen
de nuevo por cuenta de los fondos públicos.
103
Excelentisimo Señor
[Al margen:
Mexico 2 de Marzo de 1790
Al señor fi scal de lo civil]
El Regidor alguacil Mayor perpetuo Don Antonio Pa-
gola, y el teniente de Infantería Don Ignacio Gonzalez de
Molina, Regidor honorario de el Ylustre Ayunta-
miento de la Ciudad de San Luis Potosí, con conocimiento de
el grave, y estrecho cargo que les resulta por su empleo de a-
tender, y solicitar por todos los modos posibles todo quanto
sea de mayor utilidad, benefi cio, y bien común de el Público,
creen estar obligados á hazer presente a Vuestra Excelencia con toda la
sumisión reverente que deben: que en diez, y nueve de el último
Enero, estando congregado el mismo Ylustre Ayuntamiento
en su Sala Capitular, su Presidente el señor Doctor Don Bui-
no Dias de Salcedo, Corregidor Intendente de esta
Provinsia, propuso estar informado de la escases de tlacos que
se experimentaba en esta Ciudad en el día, los que hazen
notable falta al comercio de todo lo comestible. Los tlacos
se inventaron desde los principios de esta población con
105
el fi n de dividir el medio real en quatro partes, a lo que da
motivo la abundancia de verduras, frutas, aves, y demás
víveres de el propio país, y de otros. Son los tlacos unos
pequeños pedazos de cobre, sin fi gura determinada, inpresas
en ellos unas marcas, que los distinguen, al arbitrio de los
dueños de los tendejones, ó pulperías. Caven indife-
rentemente en todas las tiendas. Los han formado con
licencias de el Ylustre Ayuntamiento con fi anzas, para por
sí, ó por los fi adores satisfacer en moneda común la can-
tidad de tlacos que se les entregase, siempre que quita-
ren sus pulperías, ó tendajos. Asentada la necesidad
de el aumento de los tlacos, propuso asi mismo el ex-
presado Señor Intendente, se discutiera sobre si seria
más util al publico, que por parte de los tendejoneros
se construyesen los tlacos, como hasta aquí, ó si será de
mayor utilidad y benefi cio que se sellasen de cuenta, y
fondos de Ciudad.
Habiéndose refl exionado, y conferido estos puntos
por los individuos de el Ylustre Ayuntamiento que
asistieron a este acuerdo: los nominados Regidores Pa-
gola y Molina, fueron de dictamen, que recogiéndose
los tlacos que actualmente corren, se construyese, y se-
llase nueva cantidad de ellos por cuenta de los fondos pú-
blicos de la Ciudad, después de obtener para ello li-
cencia de la superioridad de V. E. por ser esto lo más
util al benefi cio público, y a la misma ciudad.
Los Regidores bienales Don Manuel Dias
Fernandes, Licenciado Don José Joaquín Ximenes, Don
Manuel Conde, y Don Francisco de la Peña, fueron
107
de sentir, que prosiguiese la impresión, y sello de los tlacos
como hasta aquí, y que para su aumento se mandase á seis de
los Tendejoneros más acomodados, sellase cada uno cien pesos
de tlacos, que son seiscientos pesos, y compone la cantidad de
treinta, y ocho mil quatrocientos tlacos, con que se remedia
la falta que de ellos se experimenta para el Comercio. A
esto accedió el Señor Intendente por la pluralidad de votos,
y se le ha puesto en práctica la providencia.
Las razones en que fundaron su dictamen los primeros,
y de que se sigue precisamente la mayor utilidad, y benefi cio
de el público, y de la misma ciudad, son:
La primera: porque andando muchos miles de tlacos
de diversos Tendejones, o Pulperías en las manos de todas las
gentes que componen esta Ciudad, y once Pueblos inmedia-
tos, es preciso, é indispensable, que por innumerables desimagina-
das casualidades, y contingencias, se pierdan, y extravíen tan-
tos, que al fi n de algunos años compongan considerables can-
tidades de pesos. No entregándose los tlacos perdidos, y ex-
traviados, a los Pulperos, quitadas sus Pulperías, y cesando
su comercio, no satisfacen sus importes, que es á lo que están
obligados, y todas esas cantidades quedan a su benefi cio, y uti-
lidad, con reato de restitución. Sellándose los tlacos por la Ci-
udad, quedarán á su benefi cio, y utilidad esas mismas cantidades;
pero con la notable circunstancia de que será tanto mayor el
aumento quanto sean los muchos años que puedan estar los
tlacos por cuenta de los fondos de la ciudad, á los que dura
una tienda de Pulpería, que se acaba en pocos, ó por la quie-
bra, ó por la mudanza á otro giro, ó por la muerte de el Ten-
dejonero, ó sus sucesores. Es constante, que todos los caudales
de las ciudades, por propios, arbitrios, y otros títulos hones-
109
tos, y lícitos, se empleen al fi n en cosas utiles al Común,
y por consiguiente toda la utilidad, y benefi cio, que por muchos
años resultara á esta Ciudad de la pérdida, y extravío de los
tlacos, resultaría en benefi cio y utilidad del común.
La segunda: Porque los Tendejoneros, que quitan sus
Tendejones, aunque hayan recibido de la ciudad doscientos U p
v. g. de tlacos , que son doce mil, y ochocientos, y estos, ó mu-
cha parte de ellos no buelban a su poder para entregarlos
a la ciudad, y que se les vuelva su dinero, no se apurarán
de eso; porque nada pierden. La rason es clara: y es, el que
no puede haber dado toda la cantidad de tlacos que recibió, sin
que no esté ya otra tanta cantidad de reales, ó pesos en el
fondo de su caudal, pues siempre queda el trueque sobre lo
que ha vendido, un tlaco, dos, ó tres, es, porque se queda con
el medio. No teniendo, ó todos los tlacos, ó parte de ellos,
para entregarlos a la Ciudad, para recobrar con ellos el dinero
que entregó, éste se queda en los fondos de ella, y los tlacos
quedan en el giro de el Comercio, sin daño particular de el
Tendejonero, ni de el Común, quedando aquellas cantidades
en los fondos de la Ciudad, ó para entregarlas siempre que se
les presenten cantidades de tlacos, ó á su benefi cio, si no
se entregan, por los muchos que es preciso que el tiempo de
muchos años se pierdan y extravíen.
La tercera: porque aunque es cierto que los pulpe-
ros quando ponen sus Tiendas, y sellan cantidades de tlacos, es
111
con licencia del Ayuntamiento, y con obligación, y fi anzas
de entregar en todo tiempo en dinero la cantidad que se le presentase
de sus tlacos que repartió, después de quitado el ten-
dajo, apenas la vuelven veinte, y cinco, y asi respectivamente en
mayores cantidades. La rason de esto, es, el que el dicho Pul-
pero no haze diligencia de que se le buelban los tlacos, ni le tie-
ne cuenta hazerla; porque teniendo ya en sí en reales todo lo que
importaban los tlacos, mientras menos tlacos le presentasen, menos
reales tiene que desembolsar. No cuida de esto Juez alguno,
porque no hai quien reclame sobre los dichos tlacos. No hai quien
reclame, porque como andan repartidos entre todas las gentes
de la ciudad, y pueblos, que compran y venden, son tampocos
los que tiene cada uno, que no es materia bastante para reclamo.
de todo esto se sigue un daño mui considerable, principalmente á los
pobres, á quienes una quartilla les haze mucha falta, y más
en el dia por la escasés, y carestía de alimentos que generalmente
se experimenta en esta Provincia, y es, el que nadie quiere re-
cibir los dichos tlacos, porque ya no corren, hasta que los que los
tienen, los abandonan como inservibles. Sellados los tlacos por la
Ciudad nunca se pueden verifi car estos daños, pues quítense, ó
pónganse nuevas Pulperías, siempre correran los tlacos con la
misma estimación.
La quarta: Porque en todo buen gobierno político se de-
113
ben prevenir, y cautelar los fraudes que puede haber en los
comercios, y tratos. Respecto de los tlacos, es cierto, que habien-
do sellado un Pulpero de corto principal ciento, o doscientos U p
de tlacos, con la licencia, y fi anza prevenida, tiene mui gran-
de facilidad, por lo barato de el cobre, y por tener en su poder
el molde, ó señal que él inventó, y con que selló, de volver á
sellar otra tanta cantidad, y otra tanta aumenta de pesos á
su principal con perjuicio de su conciencia, y no será ésta
un gravísimo daño de el Común. Sin duda que lo es, y un
daño irremediable, porque dado el caso, que satisfaciera to-
da la cantidad que selló con licencia, quitando su Pulpería
quien le probaría, que todos los hallan de más
los había sellado él, y que no le falsearan los suyos. Ya se
ve la difi cultad, como se ve tambien, que estos fraudes, y
daños, por remotos que sean, se van á evitar con sellarse
los tlacos por quenta de la Ciudad.
La quinta y última es: El que corriendo los
tlacos por cuenta de la Ciudad, se deberán sellar por la
primera vez á los mil pesos, que son sesenta, y quatro
mil tlacos, para repartirlos á los Pulperos, conforme á su ma-
yor, ó menor principal entregando ellos en pesos corrientes la
cantidad que recibieren. Estos mil pesos, que quedarán en los
fondos de la ciudad, ¿quándo se verifi cará, que salgan de
ella? La rason de la pregunta es, porque ellos siempre han
de correr, y tener su estimación en el comercio de las gentes
de este populoso vecindario, y sus pueblos inmediatos, quí-
tense, ó pónganse nuevas Pulperías. Es presiso, é indispen-
sable, que a los veinte, quarenta, ó muchos más años, se
pierdan muchos, por andar en innumerables manos, casas,
115
Plazas, y rincones. Los Pulperos, como ya los tienen trocada en
pesos, y recobrada enteramente la cantidad que entregaron, co-
mo se ha expresado, no tienen para qué recogerlos, porque an-
tes les es gravoso, y nada van á interesar. Los que los tienen,
no tienen para qué bolverlos, porque siempre corren; conque
es consiguiente, que quede a favor del Común aquella can-
tidad en los fondos de la Ciudad, y las demás que se congre-
gasen, quando pida la escasés sellar mas cantidad de tlacos,
y repartirlos en el mismo modo que la primera vez. Estas
cantidades, que deberán quedar en los fondos de la Ciudad,
son las mismas que quedaban á los Pulperos, por los tlacos que
se perdían, ó no se les volvían, sellándolos ellos, pero con la
incomparable diferencia, que este benefi cio resultaba á los
Particulares Pulperos, y no al Común, y este nuevo sys-
tema resultará á benefi cio de el Público, y no al de los
Particulares, pues en benefi cio de el Común se viene á con-
sumir al fi n todos los bienes de la Ciudad.
La rason en que fundaron el dictamen que dieron los
segundos, es solamente: que se debía atender al detrimento
de los fondos públicos en los casos en que estos tlacos, se fal-
searían, como varias vezes, digeron, ha sucedido. Este, á la ver-
dad, es un temor infundado, no sólo, porque en las cinco rasones
que comprueban el dictamen de los dos Regidores, se ma-
nifi esta con la evidencia lo contrario; sino porque aún concedi-
do, que se falseara cantidad de tlacos; y añadido: los gastos
de el cobre, manufactura, y cuño, ó troxel para sellarlos por
la ciudad: no son motivos para que se siga pérdida, ó de-
trimento en algún tiempo, ni caso imaginable, á los fondos de
la Ciudad. Por-
117
que ocurriendo a lo primero, la Ciudad debía sellar número
determinado de tlacos, v. g. mil pesos, que son sesenta, y quatro
mil: repartir cantidades determinadas á cada uno de los pul-
peros, y tener constancia de quánta á cada uno, para el caso
en que se verifi cara la entrega de ellos, y volverles su di-
nero. Siempre que se entregaran más tlacos de los sesenta
y quatro mil, y de los que cada uno habia recibido, éstos
se debían tener por falsos; y aumentados á los sellados por
la Ciudad, no había motivo para pagarlos, ni quien pidiera por
ellos, supuesto estar satisfecha la cantidad de los sesenta y
quatro mil, á los sugetos que la recibieron, y devolvieron:
luego por esta rason, nunca en ningún caso imaginable
se puede seguir detrimento, ni atraso á los fondos de la
Ciudad, que es a lo que se debe atender, y aún dado el ca-
so de que alguna vez recibiera perjuicio los caudales pú-
blicos con la falsifi cacion de los tlacos, siempre convendrá
sellarlos de su cuenta por la rason dicha de la utilidad que
resulta á los pulperos de sellar tlacos, aun quando se los
falsifi can (que sucede raras vezes, é inmediatamente se
conoce, y pone reparo) porque la continua ganancia que
va fundada compensa ventajosamente qualquier pérdida,
ó quebranto. En los tlacos que hubieren de sellarse por
la Ciudad, es remota la falsifi cación, asi por la disposisi-
119
ón que hubiese de darsele al cuño, ó Troxel, como porque se pue-
de proporcionar, que la materia de ellos tenga el mismo valor en
la parte posible, que si no estuviese amonedada; (como dicen se
ha hecho en el Pueblo de los Dolores con Licencia de el
Superior Gobierno de Vuestra Excelencia) en cuyo caso qualquiera que qui-
era falsear los tlacos, se sujeta á la pena, sin que le resulte al-
guna utilidad, y sí el trabajar sin provecho.
Y aunque es cierto, que verifi cándose el remotísimo
caso, y casi imposible, de que á la Ciudad se bolbieran todos
los tlacos que había sellado, y repartido, quedaría
entonces con la pérdida, y detrimento de los gastos cau-
sados en cobre, manufactura, y sello, ó troxel; pero este detri-
mento está evitado por un medio tan justo, como es: el que
sacando el total de los costos hechos por la Ciudad en la im-
presión, y sello de los sesenta, y quatro mil tlacos, y sabiéndo-
se precisamente el costo que corresponde á cada cien pesos, á
cada cincuenta, y á cada diez de tlacos, cada unos de los
Pulperos satisfaga la cantidad que corresponde á la que
recibe de tlacos. Lo que es justo pues si ellos los sellaran
su cuenta habian de tener estos precisos gastos, como los tie-
nen en la actual providencia. Luego tampoco por esta rason
podía seguirse ningún detrimento, ni pérdida á los fondos de
la Ciudad.
Por todo lo dicho, y con claridad expresado hasta
121
aquí, se muestra evidentemente: que se sellase los tlacos por
los fondos de la Ciudad, resulta mucho bien, utilidad, co-
modidad, y benefi cio á ella, al Común, y Vecindario, y
mucho más á los pobres, que en poco pierden mucho, y ningún
daño á los particulares Pulperos.
Es de notar, que en la providencia de que por seis Pul-
peros de facultades se sellen seiscientos pesos de tlacos no
se procede con igualdad; porque como á los Pulperos de cor-
tas proporciones, se les difi cultan las fi anzas, siempre éstos
carecerián de la utilidad que ofrecen los tlacos, y estarán con-
tribuyendo los treinta pesos de el nuevo impuesto anual, y
demás pensiones del comercio, y mirando utilisase á los
Pulperos ricos.
También se advierte, que el Regidor Pagola es
Pulpero, y con conocimiento de que se pierda de el benefi cio
que le traerían sus tlacos, aún siendo corto su principal, y
seguiasele perjuicio en recoger los que tiene distribuidos, co-
mo lo está ejecutando, es de el dictamen expresado. El
Regidor Molina no tiene comercio alguno; por lo que
ambos se descubren imparciales, y manifi estan con eviden-
cia su zelo de el benefi cio público, y el desinterés con que
á estimulos de sus conciencias quieren cumplir con su o-
bligacion.
Estos son, Señor Excelentisimo los justos motivos, y
fi nes que han movido á los dos nominados Regidores,
y les han dado causa á esta Representación, y á suplica
rendidamente á Vuestra Excelencia que si lo juzga conveniente, se
sirva mandar, que así se execute. Los que representan
venerará siempre, como los más acertados, las justifi -
123
cadas determinaciones de Vuestra Excelencia y las obedecerán con el
más sumiso rendimiento.
Dios Nuestro Señor guarde a Vuestra Excelencia. San Luis
Potosí, y febrero 22 de 1790.
Excelentisimo Señor
[Rúbrica de Antonio de Pagola]
[Rúbrica de Ygnacio González de
Molina]
124
JUICIO AL PRESBÍTERO ALZATE POR LA PUBLICACIÓN DE LA GAZETA DE
LITERATURA NÚM. 39, 1795
Presentación y paleografía: Alexander Sánchez del Ángel
José Antonio Alzate nació en Ozumba (hoy
Estado de México) el 21 de noviembre
de 1737. Estudió en el Colegio de San
Ildefonso de la ciudad de México, donde
se graduó como bachiller en Teología en
1756. Recibió las órdenes sacerdotales, pero
dirigió su atención de manera preferente
hacia las ciencias naturales, la medicina y
las matemáticas. En 1768 editó el Diario
Literario de México y, en 1772, Asuntos
varios sobre ciencias y artes; en 1787 fundó
la revista Observaciones sobre la física, la
historia natural y las artes útiles y, entre
1788 y 1795, la Gazeta de la Literatura de
México.
Alternaba sus trabajos de observación
astronómica, botánica y zoológica con la
divulgación de los sucesos científi cos en
todo el mundo, por lo que obtuvo reco-
nocimientos internacionales. Murió en la
ciudad de México el 2 de febrero de 1799.
En su memoria, la Academia Nacional se
llamó, al ser fundada, Sociedad Científi ca
José Antonio Alzate.
La acusación mencionada adelante fue
hecha a petición del conde de Revillagigedo
por vía de su apoderado legal -y la apoyó
el gobierno virreinal del marqués de Bran-
ciforte-, contra el presbítero Alzate por
la publicación de la obra “La Gazeta de
Literatura” número 39, donde hace una
crítica al gobierno virreinal por las obras
infructuosas para la creación de un dique
que contuviera las continuas inundaciones
de la ciudad de México. Alzate cuestionaba el
gasto indebido y la carencia de fundamentos
de arquitectura hidráulica y topografía.
Sin mencionar al virrey, soterradamente
lo acusó de inepto. Todo esto ocurrió en
1795 en una sociedad novohispana donde
la libertad de expresión era nula, donde las
publicaciones en contra de las autoridades
españolas eran severamente castigadas; en
ese momento el ex virrey viajaba a España,
de ahí que su apoderado legal iniciara el
juicio de residencia en contra del presbítero
con el apoyo abierto del virrey en turno, el
marqués de Branciforte.
125
El mismo Alzate se defendió afi rmando
que su intención con la publicación de
dicha gaceta era sólo divulgar las artes
y no ofender la fi gura de su monarca, ni
a ninguna autoridad de la Nueva España.
Sin embargo, afi rmaba que en dicho
proyecto no había ningún tipo de apoyo
en las ciencias como la hidráulica o la
arquitectura, y es de suponer que aunque
omite nombres propios los lectores de la
Gazeta sabían del proyecto que el conde
virrey de la Nueva España emprendió y
dejó inconcluso, de lo costosa, inútil y
nada provechosa que fue la obra del dique,
así como que era de mayor importancia
la limpieza de las acequias reales y de
las calles aledañas a la plaza mayor o al
mercado de los portales.
Según el propio Alzate, la obra em-
pezaría en las garitas de San Antonio Abad
para benefi ciar la hacienda de los Portales,
el pueblo de San Simón y Nativitas Ixtlatlala;
llegaría hasta la garita de la Piedad con
la fi nalidad de separarse de la laguna de
Chalco, pero no se tomó en cuenta que las
aguas corrían de sur a norte, por lo que la
construcción de las compuertas de Santo
Tomás, del puente de las Guerras y de San
Lázaro resultaron totalmente inútiles.
Este documento (AGN, Indiferente Virrei-
nal, Civil, caja 2865, exp. 004, fs. 4-6) es
de importancia por contener una de las
publicaciones del presbítero Alzate que
nos permite conocer su pensamiento, su
entorno y los problemas de su ciudad y su sociedad.
135
[Principio del documento en foja previa:] Excelentísimo señorAunque las leyes son unas mismas para todos,
en quanto á su objeto que es la justicia, pero el modo de admi-
nistrarla y practicarla, pertenece a la prudencia de los jueces,
el apoderado del exelentísimo señor conde de Revillagigedo pretende
que se recoja la Gazeta de literatura número 39 y que se hagan
á su autor bachiller don José Alzate, y al aprovante, las advertencias
correspondientes, por la concerniente a este Superior Govierno si es-
te asunto se versara en otras personas, se devería formalizar
por los trámites regulares para la califi cación de si era, ó no de
recogerse pero no dicta eso la prudencia quando de hacerse asi
resulta mayor inconveniente que de que corra la Gaceta, inte-
rezándose el decoro y estimación de un sujeto de la dignidad y
esfera del excelentísimo señor conde de Revillagigedo.
Estamos persuadidos, a que el reclamo lo dictó el
estremado zelo de el apoderado y el deseo de desempeñar las
confi anzas de Su Excelencia pero creemos que por lo mismo lo huviera
omitido, si huviera conciderado las consequencias, y que muchas
cosas movidas dañan, que si no se movieran no dañaran.
El párrafo de la Gaceta, en que funda el agravio,
137
está tan confuso, y habla con tal generalidad, que es m[…]
para entenderlo alusivo a Su Excelencia estar en el concepto con
la prevención, de que en el referido bachiller hai un desafecto
de tal grado, que ni su estado, y caracther; ni su respecto
pudieron detener su pluma, porque quien de otro modo
se podrá persuadir á que su animo fuese desacre-
ditar á Su Excelencia.
En efecto qualquiera, que sin preocupación
haya leído sus expresiones, después de haver visto que
el asunto todo de la Gaceta, es impugnar el proyecto de
mudar el gozo de las aguas para, conseguir la limpia de las
targeas de esta ciudad, de los lodos que la ocupan, cali-
fi cando por delirios los fundamentos de su autor, conoce-
rá, que toda la inventiva del párrafo notado, se dirige
contra él, dando tales señas, que sólo le faltó expresar
su nombre, y contra otros facultativos, que han opinado
en materia de policía.
Estamos mui lexos de aprovar esta modo de
explicarse, pues para discurrir en qualquier asunto, é impug-
nar otras opiniones, no es menester hacerlo con despre-
cio de los sugetos, y ese es un defecto mui grave, en que
suele incurrir el bachiller Alzate; pero de lo dicho resulta
139
[Línea faltante:] que no es fácil, que alguno [….], quando oyó la Gazeta
que las expresiones en que se funda la quexa del apodera-
do comprenhendieron á Su Excelencia y aun el más perspicaz sólo
podrá inferir, que se le nota de haver creido á los faculta-
tivos, que opinaron erróneamente según el concepto del bachiller
Alzate.
Deducese de todo, que aun quando con alguna cla-
ridad huviesen comprehendido a su excelencia las expresiones
de la quexa, huviera echo mejor el apoderado en desen-
tenderse de ellas, porque semejantes piezas, se leen una
vez, quando salen, pocos pierden el tiempo en hacer
crítica de sus discursos, y no se buelve a hacer memoria
de ellos, si ahora se recogiese la Gazeta para lo que sería
necesario publicar bando, se haría público el motivo; se
refl exaría sobre lo que acaso nadie advirtió quedaría [...]
[…] que fue su excelencia el sugeto por quien se imprimieron aque-
llas enfáticas cláusulas, y seria el asunto de las conversacio-
nes en todo el reino, quedando en livertad cada uno
según su inclinaciones para adelantar los pensamientos,
quedando de este modo público, y notorio un agravio que si
lo huvo mui pocos, ó ningunos lo entenderían, y que
aun los que lo percivieron lo tendrán olvidado.
141
Por todo lo expuesto, nos parece que Vuestra Excelencia se sir-
va declarar deverse sobre seer en el procedimiento, y man-
dar, que este expediente se ponga en el archivo reser-
vado de la Secretaría del Virreynato, sirviéndose
de prevenir verbalmente al bachiller Alzate, se abstenga en
sus escritos de expresiones que puedan causar agravio, ó que-
xa aun a personas particulares, y mucho menos á aque-
llas a quienes por su clase, y dignidad deve tratarse
con el mayor respeto y que si la parte del excelentísimo señor
conde de Revilla pidiere testimonio, se le dé este
dictamen, y el superior decreto que vuestra excelencia se sirviere
proveer. Mexico y febrero 22 de 1796.
Guevara Cacho
143
CESIÓN DE LAS FLORIDAS
Presentación y paleografía: Berenice Ballesteros Flores
Tras la caída de Tenochtitlan, importantes
territorios tanto del extremo Pacífi co
como del norte del continente fueron con-
quistados y añadidos a las colonias hispánicas
en el continente americano. Tal fue el caso
de Florida, que fue reclamada en 1565 en
nombre del rey Felipe II por Pedro Méndez
de Avilés.1
Desde el punto de vista militar, la
importancia de dicho asentamiento his-
pánico fue la protección que proporcionó
a los barcos que regresaban a Sevilla
procedentes de las Indias. La Florida se
convirtió con esto en la defensa de la
mayor vía de comunicación de España con-
tra los ataques corsarios de los franceses,
principalmente.2 Respecto a la política, la
fundación de colonias en Florida y Nuevo
México constituyó parte del proyecto de
Felipe II para la colonización de California,
pero sobre todo fortaleció los derechos
españoles que Francia desafi aba con sus
asentamientos americanos.3
La historia que durante el periodo
virreinal siguieron los territorios de la Florida
es un constante "estira y afl oja" con las
potencias inglesa y francesa -y más tarde
estadounidense-. Para la Corona, la manu-
tención de estos territorios resultaba mayor
a los benefi cios que de ellos obtenía. Además,
las constantes luchas por él ocasionaron
fuertes gastos del erario -mediante el
situado- que poco a poco mermaron la
presencia hispánica en la zona.4
En los albores del siglo XVII, ante la
precaria presencia de la metrópoli en
el norte de la Nueva España, la Corona
consideró abandonar las empresas en San
Agustín y Nuevo México, pero la presencia
de las potencias francesa e inglesa, con la
1 David J. Weber, La frontera española en América del norte, México, FCE, 2000, p. 93.2 José Antonio Cubeñas Peluzzo, Presencia española e hispánica en la Florida desde el descubrimiento hasta el bicentenario, Madrid, Ediciones cultura hispánica, 1978, p. 34.3 David J. Weber, op. cit., pp. 96-99.4 En 1571, tras el desastre de la bahía Chesapeak, tanto jesuitas como conquistadores salieron de Florida. Para 1574 los asentamientos españoles se reducían a San Agustín y Santa Elena. Finalmente, en 1586 Francis Drake se detuvo en la costa de Florida y arrasó San Agustín y, al año siguiente, Santa Elena desapareció de forma violenta por órdenes de la Corona, con el fi n de que ninguna otra potencia ocupara el sitio. Con ello, San Agustín quedó como único asentamiento español en Florida. Ibid., pp. 104-113.
144
fundación de Jamestown y Quebec en 1607
y 1608, respectivamente, echó atrás el pro-
yecto de abandono.5
Al inicio del siglo XVIII, las pugnas entre
las coronas hispánica e inglesa continuaron.
Con la fundación de Charleston cerca de San
Agustín, los ingleses casi lograron expulsar
por completo a los españoles debido a los
continuos ataques, que sólo menguaron
en 1690 durante un breve periodo, pues
se prosiguieron en 1701 con la guerra de
sucesión española a lo largo de toda la
centuria, y se prolongaron hasta el siglo XIX.6
Por un espacio de veinte años (1763-1783),
Inglaterra arrebató a España la Florida.
Durante ese lapso, el territorio se separó en
dos provincias: la Florida oriental, con capital
en San Agustín, y la Florida occidental, con
capital en Panzacola.7
En 1779, España e Inglaterra nuevamente
rompieron relaciones y en 1781, con la toma
de Panzacola, España recuperó la Florida.8
Durante este segundo periodo español, la
Florida oriental desarrolló relaciones co-
merciales con Cuba y Estados Unidos, lo que
generó relaciones de dependencia con este
último que hicieron inevitable su posterior
anexión.9
Con la independencia de las trece colonias
norteamericanas, España tuvo la oportunidad
de reconquistar la Florida y expulsar a Ingla-
terra del valle del bajo Mississippi. No fue sino
hasta 1783 que, con los tratados de París
entre las trece colonias y Gran Bretaña, se
logró el reconocimiento ofi cial del occidente
de Florida como posesión española, en
tanto que se le devolvió la Florida oriental
a España.10
A la muerte de Carlos III en 1788, España
ya había recuperado la Florida y fundado
nuevos territorios en el Pacífi co desde San
Diego hasta San Francisco. Esto se debió a
la fuerza dinámica de la política imperial de
España mediante las reformas borbónicas.11
No obstante, la buena racha terminaría
incluso antes que el siglo XVIII, cuando los
franceses se apoderaron de la Luisiana
en 1795. Aunque durante los siguientes
diez años España trató de recuperarla,
Estados Unidos la compró a Francia en
1803 creyendo que incluía el territorio de
la Florida occidental.12 Fue por ello que
el presidente norteamericano trató de
amedrentar a España para que entregara
o vendiera el occidente de Florida -como
medida adicional también quiso comprar
5 Ibid., pp. 129-130.6 Ibid., pp. 135 y 210.7 Íñigo Abbad y Lasierra, Relación de la Florida, Juan José Nieto Callén y José María Sánchez Molledo (eds.), Madrid, Iberoamericana, 2003, p. 68.8 José Antonio Cubeñas Peluzzo, op. cit., p. 45.9 La Florida occidental permanece sin explotar y desarrolla relaciones comerciales con tribus del interior y las plantaciones fundadas en el territorio inglés. Íñigo Abad y Lasierra, op. cit., p. 68.10 David J. Weber,op.cit., pp. 375-380.11 Ibid., p. 337.12 En 1795, el favorito Godoy ofreció venderle la Luisiana a Francia; no cedió con respecto a Florida pero Napoleón le arrancó la Luisiana a cambio de un trono en el centro de Italia para el hermano de María Luisa, que nunca llegó. Ibid., pp. 407-408; Íñigo Abad y Lasierra, op. cit., p. 68.
145
la zona este-, y en 1804 envió sus tropas a
los límites de la Florida occidental, pero dio
marcha atrás por no tener una justifi cación
para el ataque.13
La situación en aquellos territorios se
hacía cada vez más tirante; la población
se componía en su mayoría por residentes
norteamericanos y, los menos, se dividían
entre franceses y españoles. Esto fue
un factor importante para que el 23 de
septiembre de 1810 los colonos insurgentes
declararan a la Florida occidental una re-
pública independiente y se solicitara su
anexión a Estados Unidos. James Madison,
presidente en ese momento, se negó a
reconocer al gobierno rebelde pero insistió
en que, desde 1803, Florida occidental había
pertenecido a Estados Unidos desde el río
Perla hasta el río Perdido.14
En 1812-13, los residentes de la Florida
oriental también trataron de establecer un
territorio independiente y de hacer que éste
se anexara a Estados Unidos; de aquí y hasta
1818, éste ocupó el territorio de Florida en
lo que se conoció como la segunda guerra
de independencia (1812-1818), hasta que
el general Andrew Jackson la conquistó de
manera defi nitiva.15
Finalmente, en 1819, con el tratado
de Washington, Quincy Adams y Luis de
Onís, el enviado español a esta ciudad,
acordaron que España cedería el oriente
de Florida a E.U. y tácticamente reconocería
el dominio de facto de este país sobre la
Florida occidental. A cambio, Estados Unidos
renunciaría a su derecho a Texas y asumiría
las reclamaciones de sus ciudadanos contra
España por la cantidad de cinco millones de
dólares. Ambos ministros también trazaron
una línea clara para la separación de las
posesiones estadounidenses y españolas.16
No obstante, la posesión de las Floridas
se haría efectiva hasta 1821.17
El documento que ahora se presenta
es una carta del virrey Francisco Javier
Venegas al teniente letrado encargado de la
intendencia de Puebla. El contenido puede
dividirse en dos. En la primera parte Eusebio
Bardaxi y Azara, secretario de Estado y de su
despacho universal de Indias, comunica al
virrey Francisco Javier Venegas la Real Orden
de examinar todo lo que proceda de Estados
Unidos, ya que, menciona, en ese país se
urden "tentativas insidiosas" por parte de
los franceses u "otros no menos malvados",
quienes solamente pretenden romper la
unión que existe entre los españoles.
En la segunda parte se transcribe la
información sobre una nota secreta y
confi dencial de 1810 escrita por el mar-
qués de Wellesley, principal secretario
de Estado de Su Majestad británica para
el despacho de los negocios extranjeros,
dirigida al ministro del rey de España en
13 David J. Weber, op.cit., p. 409.14 Ibid., p. 417.15 Ibid., pp. 417-418; Íñigo Abad y Lasierra, op.cit., p. 69.16 David J. Weber, op.cit., p. 420.17 José Antonio Cubeñas, op. cit., p. 53.
146
Londres, donde le comunica las noticias que recibió el gobierno británico sobre una supuesta inteligencia entre Estados Unidos y el virreinato de la Nueva España para la cesión de las dos Floridas. Esta carta queda fechada el 22 de enero de 1811 en la ciudad de México.
Para esos momentos, España se había enfrentado ya a la invasión napoleónica y la Corona se encontraba en manos de José Bonaparte, el clima era tenso y de abierta oposición a la invasión francesa. Frente al descontrol, la Corona comenzó a perder el poder sobre la mayor parte de sus territorios, por lo que sus colonias americanas comen-zaron a írsele de las manos.
No es nuevo que se especule en torno a la cesión o venta de sus territorios en Amé-rica, sobre todo en el norte, zona a la que nunca se tuvo del todo sujeta políticamente. Tampoco lo es que se considere que Nueva España hiciera negociaciones por su cuenta para ceder territorios americanos, pues hacía unos meses apenas que había estallado la guerra de independencia a manos de Hidalgo. Lo interesante de la misiva que se presenta es la intervención británica en los envíos de información entre Nueva España y Estados Unidos; cabe preguntarse por qué no fue España propiamente quien capturó dicha noticia. Más interesante resulta que pese a las circunstancias que se presentan, aún se considere la existencia de una "cadena de unión que eslabona a todos los
españoles", aunque tal vez refi era a la unión
contra Francia.Un aspecto más a resaltar de este do-
cumento es el discurso que maneja sobre
los franceses. Como ya se mencionó, no es gratuito el odio que se manifi esta a esta potencia invasora, a la que se culpa de la inestabilidad política y social que experimentan los territorios españoles. Es por ello que se imputan a los franceses asentados en los territorios estadounidenses las "tramas" que se urdían en contra de la unión española. Además, el documento menciona a "otros no menos malvados" y con ello tal vez se refi era a los colonos asentados en E.U. que profesaban la religión protestante o a los que meses antes habían declarado independiente el territorio de la Florida occidental y que buscaron su anexión a Estados Unidos. Y es que son los afanes independentistas de estos colonos los que originaron la especulación en torno a la supuesta cesión de los territorios de las Floridas.
En el discurso, da la impresión de que se consideraba que el vecino país del norte no representaba un peligro como tal, pese a su interés en la adquisición de Florida. Si bien es cierto que las relaciones entre España y Estados Unidos fueron buenas desde el momento en que la primera reconoció la independencia de la segunda para con-trarrestar el poder del imperio británico en América, no se deben dejar de lado los hechos ocurridos en septiembre de 1810 en la Florida occidental.
En conclusión, esta carta, lejos de contener una "tentativa insidiosa", asienta un antecedente de lo que sucedería en 1819 con estos territorios y que fi nalmente otorgó a Estados Unidos la posesión de Florida, la cual ya se consideraba desde mucho antes
147
la decimocuarta colonia,18 pues como se
puede ver, a lo largo de su historia, la Florida
como parte de la frontera norte del imperio
hispánico en América, representó grandes
problemas políticos y fi scales que la llevaron
a ser siempre un territorio ambiguo.
En términos generales, resulta difícil
hablar de una posesión española real en
la Florida, pues como se vio la presencia
española se reducía a San Agustín y, tras la
destrucción de Santa Elena, dicha presencia
mermó de forma considerable. No obstante,
la importancia de este territorio para la Co-
rona es innegable cuando se considera el
proyecto imperial que desde Felipe II se
tenía pensado para el establecimiento de
colonias en el norte de América. Aunado a
esto, en términos comerciales, la posesión
Florida ofreció a España la protección
contra los corsarios y permitió la llegada
de forma segura de sus fl otas con la plata
y mercancías de la India a Sevilla. Es decir,
a pesar de que la presencia española estuvo
presente de forma intermitente, no dejó de
ser importante y menos pasó de largo.19
18 Íñigo Abbad y Lasierra, op.cit., p. 68.19 José Antonio Cubeñas menciona que las cortes de Cádiz dejaron su huella en Florida, la cual se refl ejó en la transformación del ayuntamiento de San Agustín en constitucional y la erección de un monumento a la Constitución en 1812. op. cit., p. 53.
BIBLIOGRAFÍA
Alonso Martín, Enciclopedia del idioma. Diccionario histórico y moderno de la lengua española
(siglos XII al XX) etimológico, tecnológico, regional e hispanoamericano, Madrid, Ediciones
Aguilar, 1947.
Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México, 6a. ed., México, Porrúa,
1964.
149
Reservado.
Con fecha del 10 de no-
viembre del año anterior
me comunica el excelentísimo
señor don Eusebio Barda-
xi y Azara secretario
de Estado y de su Des-
pacho universal la
Real Orden siguiente.
“Reservada= Excelentísimo
señor: El marqués de
Wellesley principal
secretario de Estado
de su majestad británica para el des-
pacho de los negocios
extranjeros, dirigió
al ministro del rey
en Londres con fecha de
151
octubre próximo, una
nota secreta y confi -
dencial acompañando
la de un papel cuyo
contenido viene a ser
la substancia de las
noticias que había reci-
bido el gobierno Bri-
tánico acerca de una
supuesta inteligencia1
entre los Estados Uni-
dos de América y el
virreinato de Mé-
xico para ceder las
dos Floridas.
"El Consejo de Re-
gencia que no ve en
tan extraño procedi-
miento sino una
continuación de los
planes iniquos de la
1 S. XVII-XIX. Trato y correspondencia secreta de dos o más personas o naciones entre sí. Martín Alonso, Enciclopedia del idioma. Diccionario histórico y moderno de la lengua española (siglos XII al XX) etimológico, tecnológico, regional e hispanoamericano, t. II, Madrid, Ediciones Aguilar, 1947, p. 2402.
153
Francia me manda
trasladar a Vuestra Excelencia copia
del expresado papel
que adjunto remito para
que reservadamente se
imponga de la mali-
cia de su contexto y
de la cautela con que
es preciso examinar
todo lo que proceda
de los Estados Unidos
como que en aquel
país se urden la ma-
yor parte de estas
tramas por una porción
de franceses y otros
no menos malvados
que a fuerza de tenta-
tivas insidiosas se li-
songean de romper
esta cadena de unión
155
que tan sólidamente esla-
bona a todos los españo-
les como que en ella tie-
nen cimentada la fe-
licidad común"
Y la traslado a
Vuestra Señoría incluyéndole co-
pia del papel que la acom-
paña para los fi nes que se
expresan en la mis-
ma soberana disposición.
Dios Guarde a Vuestra Señoría
muchos años México 22 de
enero de 1811
Venegas2
Señor Teniente Letrado encargado
de la Intendencia de Puebla
Secretaría.
2 Refi ere al virrey Francisco Javier Venegas de Saavedra (14 de septiembre de 1810-4 de marzo de 1813). Teniente coronel retirado de las milicias de Écija. Participó en la guerra contra Napoleón en España; obtuvo una victoria en Bailén y protegió la retirada del ejército en Tudela, fue derrotado en Uclés y tuvo al mando el Ejército de la Mancha en Almonacid. Fue nombrado virrey de Nueva España por la Regencia, formó y opuso divisiones de tropa a las cuadrillas de insurgentes que por todas partes se levantaban tras las acciones del cura Hidalgo. Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México, 6a. ed., México, Porrúa, 1964, p. 3703.
157
UN INTENTO DE ABOLIR EL TRÁFICO DE NEGROS EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS, 1818
Presentación: Elenice Higuerón Salazar
La introducción de esclavos africanos al continente americano no sólo signifi có
una fuente de ingresos para muchos co-merciantes, sino que también formó parte esencial de las actividades productivas
y económicas como son la minería y la
agricultura; además, su presencia infl uyó
en diversos aspectos culturales, sociales y
políticos.
A su llegada a América, los colonizadores
españoles buscaron cubrir sus necesidades
básicas como casa, vestido y sustento, así como explotar los recursos que ofrecía el
nuevo territorio. Dichas necesidades fueron
atendidas en un principio por la comunidad
nativa, pero pronto la mano de obra em-
pleada en esas labores resultó insufi ciente
debido a factores como la gran mortandad
por las epidemias, la cual se trató de paliar
con la importación de esclavos africanos.
Las peticiones para que se concedieran
licencias para importar esclavos no se hicieron
esperar y pronto la esclavitud se extendió por
las colonias españolas. Considerando que la introducción de esclavos tomó como base las características tanto económicas como políticas y sociales de cada región, puede afi rmarse que “la corona española
poseía el mercado de absorción, pero no
el de suministro y en este sentido siempre
dependió de potencias extranjeras y, por
tanto, de la coyuntura internacional. En
general, y a muy grandes rasgos, se puede
hablar que en el siglo XVI predominó la
fórmula de licencias a pequeña y gran
escala; en el siglo XVII, la de contratos
monopolistas con particulares, y en el siglo
XVIII la de acuerdos internacionales, también
en régimen de monopolio, con grandes
compañías comerciales”.1
Este comercio requería de una elevada
inversión de capitales, debido a los diversos
gastos que se generaban tales como
transporte, alimentación e impuestos, pero
a cambio ofrecía cuantiosas ganancias que
dependían de factores como demanda de
1 Enriqueta Vila, “Presencia y fuerza del esclavo africano en América: Trata, mano de obra y cimarronaje”, en Francisco de Solano, Estudios sobre la abolición de la esclavitud, Instituto de Cooperación Iberoamericana-Consejo Superior de Investigaciones Científi cas-Departamento de Historia de América, Madrid, 1986, p. 105.
158
mano de obra, precios y la calidad física
de los esclavos. Las ganancias resultaban
mayores si este comercio se realizaba de
forma ilegal.
El comercio de esclavos africanos estuvo
en manos de portugueses, holandeses e
ingleses, cuyos lugares de abastecimiento
“ocupaban una zona limitada de la Costa
occidental, desde Guinea a Angola… había
tres puertos claves: Santiago de Cabo Verde,
el más importante del siglo XVI, Santo Tomé,
en la Isla del mismo nombre, más alejado
de la zona confl ictiva internacional, y San
Pablo de Leona en Angola, que adquiriría la
máxima importancia en el sigo XVII”.2
El tráfi co de esclavos no siempre funcionó
de manera regular, muchas veces escapó del
control español; en su momento se suponía
que las fl otas debían salir desde Sevilla para
hacer los trámites necesarios para el viaje;
sin embargo, en varias ocasiones salían
directamente desde África para continuar su
destino a los “principales puertos de entrada
como Cartagena, Veracruz o La Habana,
o algunas islas que sirvieron a ingleses,
holandeses y franceses como centros de
depósito: Barbados, Curazao y Jamaica”.3
Como puede observarse, el tráfi co de
esclavos funcionó de manera compleja
pero siempre con mucho éxito gracias a la
demanda de mano de obra que requería la
explotación de los recursos naturales de
los dominios españoles; sin embargo, no es
posible dar cifras exactas de la cantidad de
negros importados por el gran contrabando
que existió y que por tanto quedaron fuera
de cualquier registro.
Para fi nales del siglo XVIII y principios
del XIX, acontecimientos como la Revolución
Industrial y los movimientos independentistas
hicieron eco a las ideas que se habían
manifestado en contra de la esclavitud.
En este sentido, Gran Bretaña presionó
constantemente a España para prohibir
el tráfi co de negros y abolir la esclavitud;
durante la primera mitad del siglo XIX
España, sólo en teoría, aceptará los acuerdos
tomados sobre el asunto pero en la práctica,
por cuestiones tanto nacionales como
coloniales y de diplomacia mostrará una
posición indefi nida hacia los británicos.4
La abolición del comercio humano y la
esclavitud durante el siglo XIX se explican en
un largo proceso dentro de las relaciones
diplomáticas entre España y Gran Bretaña,
la cual se inicia con el Congreso de Viena
en 1815 y fi naliza, de alguna manera, con la
abolición en Cuba en 1886.
En este contexto podemos ubicar el
bando que en esta ocasión se presenta (Indi-
2 Ibid., p. 106.3 Ronaldo Mellafe, Breve historia de la esclavitud negra en América Latina, México, 1793 (Sep Setentas, 115), p. 71.4 José U. Martínez, “La abolición de la esclavitud en España durante el siglo XIX”, en Francisco de Solano y Agustín Guimera, Esclavitud y derechos humanos, Consejo Superior de Investigaciones Científi cas-Centro de Estudios Históricos-Departamento de Historia de América, Madrid, 1986, p. 65.
159
ferente Virreinal, caja 2861, exp. 049, 1 foja,
título Bandos); cabe mencionar que aunque
el tema ha sido estudiado por autores como
Gonzalo Aguirre Beltrán no deja de ser
relevante, ya que nos deja testimonio de este
largo y complejo proceso de la abolición de
la esclavitud. Este documento es resultado
del tratado fi rmado entre Gran Bretaña y
de España en 1817, en un primer intento de
suprimir el tráfi co de negros en las colonias
americanas, el cual ordena la prohibición a
todos sus vasallos, tanto a los de la península
como los de América, que compren negros
en las costas de África que están al norte
del Ecuador; sin embargo, este acuerdo
no fue llevado a cabo debido a factores
como el auge agrícola de las colonias que
estaban bajo el dominio español, como Cuba
y Puerto Rico, que aún requerían de mano
de obra esclava; a partir de este momento
y hasta 1886, las relaciones diplomáticas
entre estas dos naciones estarán enfocadas
a la supresión de la esclavitud.
BIBLIOGRAFÍA ADICIONAL
Aguirre Beltrán, Gonzalo, El negro esclavo en la Nueva España. La formación colonial, la
medicina popular y otros ensayos, México, FCE, 1994, 211 pp.
161
DON JUAN RUIZ DE APODACA Y ELIZA,
López de Letona y Lasqueti, Gran-Cruz de las Reales Ordenes de San Fernando y San
Hermenegildo, Comendador de Ballaga y Algarga en la de Calatrava, y de la condecoración de
la Lis del Vendé, Ministro del Supremo Tribunal del Almirantazgo, Teniente General de la Real
Armada, Virrey Gobernador y Capitán General de esta N. E, Presidente de su Real Audiencia,
Superintendente general Subdelegado de Real Hacienda, Minas y Ramo del Tabaco, Juez
conservador de éste, Presidente de su Real Junta, y Subdelegado general de Correos en el
mismo Reyno, &c.
El Sr. Secretario del Real y Supremo Consejo y Cámara de Indias, con carta acordada de 23 de
Diciembre del año próximo pasado, me ha remitido la Real Cédula que sigue.
“EL REY.= La introducción de negros esclavos en América fue una de las primeras
providencias que dictaron mis augustos predecesores para el fomento y prosperidad de aquellos
vastos Dominios, muy poco tiempo después de haber sido descubiertos. La imposibilidad en
que estaban los indios de ocuparse en diferentes trabajos útiles, aunque penosos, nacida del
ningún conocimiento que tenían de las comodidades de la vida, y de los cortísimos progresos
que entre ellos había hecho la sociedad civil, exigió por entonces que el benefi cio de las minas
y el rompimiento y cultivo de las tierras se entregaran a brazos más robustos y activos. Esta
providencia, que no creaba la esclavitud, sino que aprovechaba la que ya existía por la barbarie
de los Africanos para salvar de la muerte a sus prisioneros, y aliviar su triste condición, lejos de
ser perjudicial para los negros de África, transportados á América, le proporcionaba no sólo el
incomparable benefi cio de ser instruidos en el conocimiento del Dios verdadero, y de la única
Religión con que este Supremo Ser quiere ser adorado de sus criaturas, sino también todas
las ventajas que trae consigo la civilización, sin que por esto se les sujetara en su esclavitud a
una vida más dura que la que traían siendo libres en su propio país. Sin embargo, la novedad
de este sistema requería mucho detenimiento en su execución, y así fue que la introducción
de negros esclavos en América dependió siempre de permisos particulares, que mis augustos
predecesores concedían según las circunstancias de los lugares y de los tiempos, hasta que la
de negros bozales fue generalmente permitida, así en buques nacionales como extrangeros,
por Reales cédulas de veinte y ocho de Septiembre de mil setecientos ochenta y nueve, doce
de Abril de mil setecientos noventa y ocho, y veinte y dos de Abril de mil ochocientos quatro,
en cada una de las quales se señalaron diferentes plazos para dicha introducción: todo esto
manifestaba bien claramente que la cristiana sabiduría de los Reyes consideraba siempre
estas providencias como excepciones de la ley sujeta a condiciones variables. Aún no había
162
espirado el concedido en la de veinte y dos de Abril de mil ochocientos quatro, quando la divina
Providencia me restituyó al trono á que me había destinado, y de que intentó pérfi damente
despojarme un injusto usurpador. Las turbulencias y disensiones suscitadas en mis Dominios
de América durante mi ausencia, fi xaron desde luego mi soberana atención; y meditando
con incesante desvelo las providencias más adecuadas para restablecer el buen orden en
aquellos remotos países y darles todo el fomento de que son capaces, no tardé en advertir
que habían variado enteramente las circunstancias que movieron a mis augustos predecesores
para permitir el tráfi co de negros bozales en las Costas de África, y su introducción en ambas
Américas. En ellas ha crecido prodigiosamente el número de negros indígenas, y aun el de los
libres, á benefi cio de la regulación suave del Gobierno, y de la cristiandad y temple humano
de los propietarios españoles: el de blancos se ha aumentado mucho, y el clima no es tan
perjudicial para éstos como lo era antes de que las tierras se desmontasen y pusiesen en
cultivo. Aun el bien que resultaba á los habitantes de África de ser transportados á países
cultos no es ya tan urgente y exclusivo, desde que una nacion ilustrada ha tomado sobre sí
la gloriosa empresa de civilizarlos en su propio suelo: al mismo tiempo la general cultura de
Europa, y el espíritu de humanidad que ha dirigido sus últimas transaciones al restaurar el
edifi cio que la depravación de régimen del usurpador había destruido hasta sus bases, han
excitado un costo general entre los Soberanos de Europa de ver abolido este tráfi co; y en el
Congreso de Viena, conviniendo con la necesidad de la abolición, se ocuparon en facilitarlo por
medio de negociaciones más amistosas con las Potencias que tenían Colonias, encontrando
en mí aquella disposición que era consiguiente a tan laudable empeño. Estas consideraciones
movieron mi Real ánimo a informarme de personas instruidas y zelosas de la prosperidad de
mis Estados sobre los efectos que en ellos produciría la abolición del tráfi co de negros. Vistos
sus informes, deseoso de asegurar el acierto en materia de tanta transcendencia y gravedad, los
remití a mi Consejo de las Indias con Real orden de catorce de Junio de mil ochocientos quince
para que me consultara lo que se le ofreciese y pareciese. Agregados todos estos copiosos
materiales y los antecedentes del asunto, y visto lo que el propio Supremo Tribunal me ha
expuesto en su consulta de quince de Febrero de mil ochocientos diez y seis, correspondiendo
a la confi anza que en él tengo depositada, y con formándome con su parecer sobre la abolición
del trafi co de negros, y convenido con el Rey del Reyno unido de la Gran-Bretaña e Irlanda por
un tratado solemne sobre todos los puntos de interés recíproco que versan en esta notable
transación, y hecho cargo de ser llegado el tiempo de la abolición, conciliados debidamente los
intereses de mis Estados de América con los sentimientos de mi Real ánimo, y los deseos de
todos los Soberanos mis amigos y aliados, he venido a resolver lo siguiente:
163
Artic. I. Desde hoy en adelante prohibido para siempre a todos mis vasallos, así á los de
la Península como á los de América, que vayan á comprar negros en las costas de África
que están al norte del Ecuador. Los negros que fueren comprados en dichas costas serán
declarados libres en el primer Puerto de mis Dominios á que llegare la embarcación en que
sean transportados: ésta con lo restante de su carga será confi scada para mi Real Hacienda,
y el comprador, el Capitán, el Maestre y Piloto irremisiblemente condenados á diez años de
Presidio en las Islas Filipinas.
Artic. 2. La pena señalada en el artículo precedente no comprehende al comprador, Capitán,
Maestre y Piloto de las embarcaciones que salgan de qualquiera Puerto de mis Dominios para
las costas de África que están al norte del Ecuador antes del día veinte y dos de Noviembre del
presente año, a los quales les concedo además el plazo de seis meses contados desde dicha
fecha para que concluyan sus expediciones.
Artic. 3. Desde el día 30 de Mayo de mil ochocientos veinte, prohíbo igualmente á todos
mis vasallos, así a los de la Península como a los de América, que vayan á comprar negros
en las costas de África que están al sur del Ecuador, baxo las mismas penas impuestas en el
artículo primero de esta mi Real cédula; concediendo asimismo el plazo de cinco meses desde
dicha fecha para que puedan completar sus viages los buques que hubiesen sido habilitados
antes de la citada fecha de treinta de Mayo de mil ochocientos veinte, en que ha de cesar
totalmente el tráfi co de negros en todos mis Dominios, tanto en España como en América.
Artic. 4. Los que usando del permiso que concedo hasta treinta de Mayo de mil ochocientos
veinte fueren a comprar negros en las costas de África que están al sur del Ecuador, no
podrán transportar más esclavos que cinco por cada dos toneladas del porte de su buque; y
si alguno contraviniere a esta disposición, será castigado con la pena de perder todos los que
transportare, los quales serán declarados libres en el primer Puerto de mis Dominios á que
arribe la embarcación.
Artic. 6. Los buques extrangeros que introduzcan negros en qualquiera Puerto de mis
Dominios, deberán hacerlo con sujeción á las reglas que se prescriben en esta mi Real cédula;
y en caso de contravención serán castigados con las mismas penas que se señalan en ella. = Y
siendo mi Real voluntad que todo lo referido se circule a mis Dominios de América y Asia para
su más puntual observancia, lo comuniqué a mi Supremo Consejo de las Indias por Decreto
señalado de mi Real mano con fecha veinte y dos de Septiembre próximo pasado; y publicado
en el propio Tribunal en primero del corriente se acordó su cumplimiento, y que al mismo efecto
se expidiese esta mi Real cédula: por la qual mando á mis Virreyes, Presidentes, Audiencias,
Comandantes generales, Gobernadores é Intendentes de las Indias, sus Islas adyacentes y de
Filipinas, guarden, cumplan y executen, y hagan guardar, cumplir y executar quanto queda
164
ordenado en esta mi soberana determinación, sin ir ni contravenir, ni permitir se vaya ni
contravenga á su tenor en manera alguna, haciéndolo publicar por Bando para el mismo
fi n, no sólo en las Capitales, sino también en los demás Pueblos cabezas de Partido de sus
respectivos distritos, y comunicándolo igualmente cada uno en su territorio á los Tribunales,
Justicias, Autoridades, y personas a quienes de qualquier modo incumba su cumplimiento. Y
de esta mi Real cédula se tomará razón en las Contadurías generales del expresado mi Consejo.
Fecha en Madrid a diez y nueve de Diciembre de mil ochocientos diez y siete. = YO EL REY. =
Por mandado del Rey nuestro Señor. Esteban Verea.”
Y para que esta soberana resolución tenga en todas sus partes el más puntual y debido
cumplimiento, mando se publique por Bando en esta Capital, y en las demás Ciudades, villas
y lugares del distrito de este Virreynato, circulándose a los Tribunales, Señores Intendentes y
demás Gefes y Ministros á quienes toca su observancia. Dado en el Real Palacio de México á
29 de Abril de 1818.
Juan Ruiz de Apodaca
Por mandado de S.E.
165
LA MONJA MÍSTICA DEL CONVENTO DE CARMELITAS DESCALZAS
DE GUATEMALA, 1816
Presentación y paleografía: Fausto Cerecer y Raquel Vicencio
Te hizo Padre tu desvelo,Dando mil Santos al Cielo,
Y al Mundo regla escogida,Con cuya recta medida
Imite á su Redemptor.Gozos a San Antonio Abad
SOCIEDAD Y EDUCACIÓN
La educación en la Nueva España fue
básicamente religiosa y con una carga
moral cómoda para los padres de familia
españoles, a quienes les bastaba guiarse por
los rígidos preceptos cristianos, tomando
como ejemplo las vidas de Jesucristo y de
innumerables santos, llenas de sufrimiento
y dolor, para pulir las almas en el camino
hacia la perfección y la gloria eterna. La
idea de un Dios justiciero que castiga seve-
ramente para purgar los pecados originó
un sentimiento de culpabilidad constante
en la sociedad. La culpa fue el principal
elemento moral para manipular y dirigir
a la sociedad. La educación se basaba en
los diez mandamientos de la fe católica,
además de los preceptos resumidos en
pobreza, castidad y obediencia, y que, lejos
de ser aplicados por convicción, era por la
confusión y la repetición de algo aprendido
desde la infancia.
La educación de la mujer estuvo parti-
cularmente cargada de reglas y normas
pues los principales atributos del sexo
femenino eran la castidad y la virginidad;
la discreción y el recato eran el adorno de
su espíritu ya que la malicia natural de la
mujer tenía que ser dirigida y controlada a
través de su formación, la cual la limitaba
a ser una buena madre, esposa y cristiana;
si deseaba leer, los libros tendrían que ser
elegidos por directores espirituales y en su
mayoría los elegidos eran libros religiosos
-las comedias y las novelas les eran reti-
radas de su alcance por ser consideradas
peligrosas para su espíritu, el cual tenía que
ser elevado en el conocimiento de Dios-.
Una buena educación remataba con una
formación en el canto o en la ejecución de
algún instrumento. Las mujeres tenían que
quedarse encerradas ya fuera en su casa o en
algún beaterio o convento; se recomendaba
166
su encierro y el recato, la contemplación de
los valores espirituales y el alejamiento de las
vanidades y placeres mundanos. Las mozas
y campesinas podían desenvolverse con una
mayor libertad -fueron de gran utilidad para
la economía-. La educación que recibían las
mujeres de acuerdo a su condición era tan
diversa como su destino, pero la formación
religiosa les pesaba de manera inconsciente;
por ejemplo, si una mujer no tenía la
posibilidad de casarse era seguro que iría
a parar a algún convento. Dependían de
manera absoluta de los hombres, desde que
los únicos trabajos que podían hacer eran
como maestras o costureras (los cuales les
aportaban muy pocas ganancias), en la búsqueda
de la aceptación del varón y de la sociedad.
Era impensable que las mujeres acce-
dieran a conocimientos de aritmética, eco-
nomía, derecho, gramática o ciencias en
general, que eran privativos de la educación
masculina, ya que en ellas recaía la res-
ponsabilidad de la crianza y formación de
los hijos.
Durante el siglo XVI se erigieron conventos
y colegios dedicados a doncellas. Para las
familias era muy importante tener parientes
dentro de los conventos pues signifi caba
un ascenso social; en 1530 se contempló
levantar recogimientos para hijas de prin-
cipales y de familias acaudaladas, a quienes
se les enseñarían las labores manuales y de
doctrina para acreditar su virtud y calidad.
Esto contribuía a la estratifi cación social.
La preocupación de algunos padres de
hijas pobres, o que no tenían padre ni un
hombre que se encargara de ellas, propició
la fundación de obras pías para dotarlas del
derecho de ingresar a un recogimiento o
beaterio; cada año se sorteaban dotes con
dinero de cofradías o de testamentos de
personas que así lo habían dispuesto. Con el
tiempo hubo que crear nuevas instituciones
y colegios debido a la sobrepoblación.
Desde la Edad Media, las mujeres se
recluían en los conventos por vocación o por
necesidad, pues no se les daban mu-chas
opciones: o se casaban o pasaban una vida de
tribulaciones y necesidades con trabajos duros
y mal pagados, expuestas a los maltratos y
vejaciones constantes de hombres reacios
y rudos, así que los conventos eran lugares
para refugiarse. En ellos aprendían doctrinas
del amor como protección de las almas de
las tentaciones del mundo por medio
de sacrificios y autoflagelación, como
medio de purificación; se les inculcaba
la aceptación de su dependencia con hu-
mildad y mansedumbre. Al progresar la
secularización de la vida diaria, los católicos
trataban de compensar su distanciamiento
de la Iglesia exigiendo a sus hijas una piedad
exagerada. Las mujeres de clase económica
baja como indias, mulatas y negras tenían
que adoptar hábitos de autodefensa rela-
cionada con su vida sexual y familiar.
En algunos conventos comenzó la
práctica de aceptar niñas, indias, mulatas
y negras, las primeras para su formación y
como ofrecimiento de sus familias a la Igle-
167
sia, las demás para el servicio y la limpieza.
Algunas monjas de jerarquía mayor tenían a
su servicio mozas y niñas de compañía que
solían ser parientas y recogieron desde la
edad de dos años, cuya formación no distó
mucho de la de una novicia; compartían la
celda y convivían en un ambiente de oración
y de ocupaciones manuales como bordado,
tejido, repostería, lectura y escritura. Las
niñas se contentaban con recibir la visita
de familiares que les daban golosinas o una
muestra de cariño a través de la reja; si al
crecer no tenían posibilidad de casarse, “las
niñas” se quedaban y se les seguía llamando
así a causa de su dependencia total. Con
la educación se pretendía instruir seglares
cultas como buenas cristianas para tener
a sus hogares en la fe verdadera. Pese a
todo, el rigor era burlado constantemente.
El contacto con mujeres seglares, sirvientas,
viudas, casadas y doncellas propició que
algunas monjas se inclinasen por cuestiones
mundanas como la moda y lectura de libros
no aptos.
VIDA CONVENTUAL DE LAS MUJERES EN LA ÉPOCA COLONIAL
Durante la época colonial se veía a la mujer
como un ser débil y peligroso que debía estar
sometido a la autoridad masculina; en-
cerrarlas fue el único medio para protegerlas
de los varones con la tentación de poseer su
cuerpo y provocar el pecado.
La Iglesia creó tres tipos de instituciones
de clausura para mujeres: los orfanatos, los
recogimientos y los conventos de religiosas.
El primer orfanato fundado en México fue
el Colegio de Niñas de Santa Isabel, llamado
también de la Caridad. Se creó con el fi n de
hospedar a las huérfanas mestizas de la
capital, pero se trasformó en una institución
elitista que sólo recibía un cierto número
de jóvenes, todas de raza blanca, entre los
18 y 40 años de edad; además, para entrar
era necesaria la virginidad. Ahí se preparaba
a las colegialas para contraer matrimonio y
reproducir y transmitir así lo aprendido, lo que
formaba nuevos fi eles y mantenía el control
moral.
Otro tipo de institución fueron los
recogimientos, donde había dos clases de
reclusión para señoras: voluntaria y forzosa.
En los recogimientos voluntarios, también
llamados beaterios, se alojaban mujeres
abandonadas, separadas o viudas, prostitu-
tas arrepentidas y huérfanas; en cambio, en
los forzosos, que en realidad eran cárceles,
se encerraba a las delincuentes, asesinas,
ladronas y demás mujeres que atentaran
contra la moral de la época. Esta forma
de clausura absoluta signifi caba grandes
cambios en la forma de vivir, ya que se tenía
que llevar una vida rígida y llena de reglas
que llegaba a causar ataques de histeria e
incluso intentos de suicidio.
A las jóvenes que querían integrarse a
un convento se les obligaba a pasar un año
de noviciado, en el cual se les enseñaban
las reglas y constituciones de la orden y
se les introducía en las prácticas de la vida
168
comunitaria. Luego del tiempo de prueba
se hacía la profesión solemne en una cere-
monia que variaba según las condiciones
económicas de los familiares. Hechos los
votos y tomado el hábito, las religiosas
entraban a un mundo reglamentario y
regulado por el repique de las campanas
que llamaban a oración y a las labores. Las
normas dictaban todo lo que la religiosa
debía ser, pensar y comportarse para llevar
una vida alejada del pecado: cuándo y cómo
ayunar, dormir y hablar. Se preocupaban por
su vida y por la sociedad, en sus oraciones
pedían por que ésta se librara de desgracias
causadas por cualquier irregularidad moral.
Como todas las instituciones, los con-
ventos estaban estratifi cados. Algunos car-
gos de alta responsabilidad eran elegidos
por la comunidad: la abadesa o priora,
vicaria, maestra de novicias, maestra de
criadas, las encargadas de la instrucción
religiosa y la tesorera, quienes también
debían vigilar que las religiosas fueran de
velo negro; para esto la familia tenía que
pagar una dote reglamentaria de tres a
cuatro mil pesos y las que no pudieran
cubrirla eran benefi ciadas por una cofradía
o un particular; también ingresaban las
que se distinguían por su buena voz o por
sus conocimientos musicales, así como las
familiares del patrono que contribuyera a la
construcción del monasterio. Las religiosas
de velo negro pertenecían a las capas
medias y aristocráticas de la ciudad o de la
provincia y todas eran criollas. Debajo de las
religiosas de velo negro estaban las de velo
blanco, que ingresaban sin dote y realizaban
los trabajos más duros, al igual que las
muchachas mestizas o indígenas que habían
sido acogidas desde pequeñas.
Además de las religiosas, en algunos
conventos vivían mujeres laicas que
formaban parte del servicio doméstico,
otras eran niñas que se educaban con alguna
religiosa y había mujeres que huyeron de
sus maridos o que fueron abandonadas que
hallaban en el claustro refugio y ayuda.
Las reglas de los conventos variaban
según las diversas órdenes religiosas: mien-
tras en los de las carmelitas y capuchinas la
vida religiosa exigía una mayor renuncia a
los placeres -por tal motivo usaban hábitos
de lana burda, comida frugal y comunitaria
servida en refectorios comunes y guisada
en cocinas comunes, un mayor número de
ayunos, penitencias y rezos-, en otros como
los de San Jerónimo las reglas eran menos
rígidas, al grado de tener hasta 500 mujeres,
ya que algunas monjas ricas habitaban
en celdas privadas como pequeños apar-
tamentos, rodeadas de servidumbre per-
sonal y de niñas que se les entregaban
para su instrucción, lo que ocasionó una
sobrepoblación que condujo a expandir los
espacios conventuales adquiriendo casas
vecinas; así, cada monasterio cobró la
forma de una pequeña ciudad en constante
crecimiento.
A pesar de vivir encerradas, nunca se
pudo evitar que las religiosas tuvieran co-
169
municación de ideas con el exterior, como
tampoco se pudo impedir que salieran no-
ticias de cuanto acontecía adentro, como las
visiones que algunas religiosas tenían del
demonio, Cristo, la Virgen y los santos.
INFLUENCIA DE LOS COLEGIOS FRANCISCANOS EN LA SOCIEDAD
NOVOHISPANA
En la sociedad novohispana, la religión tuvo
características distintas a la de otros lugares.
Su población heterogénea conformó una
identidad unida por un lenguaje y una fe
común, aunque dentro de esta misma sociedad
había diferencias muy marcadas por la edu-
cación, la riqueza, etc.
Esta integración religiosa se debió en
gran parte a la infl uencia de los colegios,
los cuales tenían dos funciones distintas:
una era convertir y proteger la fe de los
indios infi eles que vivían en las fronteras
del imperio o en lugares casi inaccesibles,
y la otra era predicar en misión a los fi eles
católicos de las provincias de la Nueva
España.
La orden que más devoción y empeño
puso en dicha tarea fue la de los francis-
canos, la cual dividió sus actividades entre
la evangelización y la predicación a los fi eles.
En las misiones franciscanas, los sermones
eran el medio para invitar a los fi eles al
arrepentimiento y a la penitencia, ejemplo
que solían dar los misioneros, cuyos dis-
cursos se centraban en la refl exión sobre
Cristo durante la pasión. Su impacto en
algunas poblaciones fue muy marcado en-
tre las mujeres devotas, muchas llegaron
a abandonar sus casas y familias para
permanecer largas horas en las iglesias e,
incluso, ingresar a los conventos. A través
de las misiones, los sermones y la disciplina
penitencial, el clero fortaleció y conservó la
fe y la moral cristiana y, aun cuando surgió
la Ilustración, la religión no perdió el control
que tenía sobre la sociedad.
La infl uencia de las misiones que pre-
gonaban el arrepentimiento y la penitencia,
recordando en todo momento la pasión de
Cristo, fue determinante en la sociedad y en
especial en la mujer.
CONCLUSIONES
Los testimonios presentes fueron escritos
para el proceso de beatifi cación de la madre
María Teresa de la Santísima Trinidad.
Solicitados por la Sagrada Congregación
del Rito, estos informes mencionan en
detalle los ayunos, penitencias, estigmas,
arrobamientos, éxtasis, mensajes telepáticos,
enfermedades, pruebas de paciencia y to-
lerancia al sufrimiento que le aplicaba a la
religiosa el señor arzobispo de Guatemala,
quien fue su director espiritual, y fi nalmente
relatan los milagros que realizó en vida y la
conservación de reliquias que sirvieron para
la realización de muchos milagros.
Todos estos sucesos se dieron a conocer
a la sociedad con el fi n de marcar pautas de
conducta, ya que era necesario controlar
170
las nacientes luchas de independencia. La
difusión pudo haber servido para fundar
la identidad nacional que buscaban los
criollos, así como para que el convento
ganara más privilegios por albergar a una
religiosa mística, lo que se traducía en un
apoyo económico mayor.
Este fenómeno alrededor de la mística
se pudo dar por toda la infl uencia de la
literatura hagiográfi ca que narra las vidas
ejemplares de los santos. Hubo casos
de monjas que fi ngieron ser elegidas
para llamar la atención y quitarse duras
obligaciones.
171
BIBLIOGRAFÍA
Gonzalbo Aizpuru, Pilar, Educación y colonización en la Nueva España 1521-1821, México,
Universidad Pedagógica Nacional, 2001.
, Las mujeres en la Nueva España, Educación y vida cotidiana, México, El Colegio de
México, 1987.
Loreto López, Rosalía, Los conventos femeninos y el mundo urbano de la Puebla de los Ángeles
del siglo XVIII, México, El Colegio de México, 2000.
Muriel, Josefi na, Cultura femenina novohispana, México, UNAM, 1994.
Ramos Medina, Manuel, Manifestaciones religiosas en el mundo colonial americano, vol. 1:
Espiritualidad barroca colonial, santos y demonios en América, México, CONDUMEX-INAH-UIA,
1993.
Rubial García, Antonio, La plaza, el palacio y el convento. La ciudad de México en el siglo XVII,México, Conaculta, 1998.
173
Fragmento de una carta del Ilustrísimo Señor
Arzobispo de Guatemala, a Nuestro Padre el Señor
Inquisidor Doctor Don Manuel de Flores. Mayo
18 de 1816.
Estoy lleno de admiración y de
consuelo con las cosas admirables que Dios
está haciendo de un modo sensible, con una
Monja Teresa, hija del Marqués de Aisinera,
hermana del Consejero de Yndias de este nom-
bre.
Sabia su Vida extatica, y asombrosas pe-
nitencias, y otras cosas ocultas de su grande es-
piritu. Mas en una enfermedad terrible, Dios há
hecho que se viese por muchos, y por las Monjas
sus extacis arrobamientos, y aun elebaciones del
Cuerpo en el ayre. Por fi n en esta quaresma se
fueron imprimiendo las cinco llagas de Jesuchris-
to, y otras señales de la Pacion en su Cuerpo.
De ellas le empesó á salir sangre el Viernes San-
to, y varios Viernes se renueva, y todos ahora des-
de el primero de la próxima pasada quaresma
una verdadera material Cruxifi xion por fuerzas
invisibles sobre humanas desde las doce hasta
las tres. Ayer estube con varios testigos quatro
horas á su cabezera viendo tan espantosa, co-
mo honrrosa y divina scena de la Pacion
sencible de Jesuchristo representada en su Cuerpo
con todas las ancias agonías horribles etcétera y
pasadas las tres horas, bolver á mi voz con
la mayor apacibilidad y sonrisa, como si
175
resucitara.
Parece repetirse lo hecho por Dios con
Santa Catarina de Risis, y especialmente
con la Beata Verónica. Hace mucho tiempo
con la mayor reserva examinava estas cosas,
y mucho más sus virtudes interiores. No du-
do de la verdad y realidad de todo lo extraor-
dinario que ya están viendo muchos ojos, y los
míos han visto repetidas veces.
Sea Dios bendito, que en tales tiempos así
nos favorece, y se manifi esta glorioso en sus
siervos.
179
NOTAS HISTÓRICAS SOBRE EL BOLETÍN
DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN
Jorge Ruiz Dueñas
¿QUÉ ES EL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN?
El Archivo General de la Nación es quizá
la institución vigente más antigua del
país. Se origina con la iniciativa del virrey
de la Nueva España Juan Vicente de Güemes
Pacheco y Padilla Horcasitas y Aguayo,
segundo conde de Revillagigedo, quien
propuso su fundación a la Corona el 27 de
marzo de 1790. Años después, previamente
al nacimiento de la República, por acuerdo
del Supremo Poder Ejecutivo del 23 de
agosto de 1823, se creó el Archivo General
y Público de la Nación a cargo de la Primera
Secretaría de Estado, cuyo titular era Lucas
Alamán.
Como es sabido, el Archivo General
de la Nación es el órgano desconcentrado de
la Secretaría de Gobernación rector de la
archivística nacional, que debe custodiar,
ordenar, describir y conservar los documentos
que conforman su acervo, con el fi n de facilitar
y promover la consulta y aprovechamiento
público e impulsar la cultura del derecho a
la información.
El archivo nacional cumple con las fun-
ciones de preservar la memoria histórica de
México, estimular la conciencia cívica del
país, exaltar el sentimiento de unidad de la
nación, fomentar la construcción de una so-
ciedad democrática, impulsar la certidumbre
jurídica, promover la transparencia de la
actividad gubernamental, difundir la cultura
del rendimiento de cuentas, establecer po-
líticas públicas relativas a la preservación
documental de las instituciones nacionales,
y fungir como entidad archivística rectora y
de consulta del Poder Ejecutivo Federal.
En el Archivo General de la Nación se
resguardan los documentos fundamentales
del Estado mexicano y sus antecedentes
históricos: más de 51 km lineales de infor-
mación en diversos formatos; 866 grupos
documentales (fondos, secciones y series)
que incluyen 115 instituciones coloniales
-algunos de esos documentos han sido
declarados Memoria del Mundo por la
UNESCO-; 70 colecciones fotográfi cas con
180
aproximadamente 7 millones de imágenes
y negativos; documentos audiovisuales a
partir de 1960, entre otros, más de 63,000
videos; así como 64 millones de imágenes de
microfi lm de carácter genealógico.
El AGN da servicio a estudiantes y profe-
sores de nivel de educación media y superior,
a las comunidades campesinas, a las depen-
dencias y entidades del gobierno federal,
a los archivos de los gobiernos estatales y
municipales y a los archivos de los sectores
privado y social, a investigadores de la
historia nacional, a funcionarios de los
diversos poderes y órdenes de gobierno,
a las autoridades judiciales de diversas
competencias, a los agraviados por delitos
cometidos contra personas vinculadas con movimientos sociales y políticos del pasado,
a los medios de comunicación y, en general,
a la sociedad civil.
Por su dinámica actual, el Archivo mu-
estra resultados que en los últimos tres años
han marcado cifras sin precedentes:
El Registro nacional de archivos cuen-
ta con 1,025 acervos históricos inscritos
con sus datos básicos además de sus ins-
trumentos de consulta y de difusión para
préstamo en sala; se expiden alrededor de
24,000 folios certifi cados al año; se captan
más de 375,000 visitas por Internet, y se
expiden a la Administración Pública Federal
543 dictámenes de disposición documental
al año (bajas), que equivalen a 2,600 to-
neladas de documentos.
Se consultan más de 1.3 millones de ex-
pedientes o documentos anuales in situ:
AñoDocumentos
o expedientes consultados
Incrementoacumulado
2002 --
2003 18.9%
2004 36.2%
2005 65.6%
802,270
954,236
1,093,054
1,328,478
181
Cuenta con cerca de 3,600 investigadores vigentes.
AñoAltas de
investigadores
Refrendosde
credencialesde años
anteriores
Investigadorescon registro
vigente(altas y
refrendos)
Incrementoacumulado
2001 1,150 -- 1,150 --
2002 1,844 -- 1,844 61%
2003 2,750 537 3,287 86%
2004 2,703 755 3,458 101%
2005 2,619 977 3,596 212%
182
Una de las diversas funciones que tiene a su cargo el AGN es la de expedir copias certifi cadas de los documentos originales existentes y que son solicitadas por el público. Esta función fue asignada a la institución desde el siglo XIX y la podemos ver plasmada en los diversos reglamentos
1 “Art. 97. Si algunos interesados, así cuerpos como personas particulares, necesitaren algunos documentos para afi anzar sus derechos ú otros usos, acudiendo al director por escrito con expresión de las causas, y no tratándose de negocios reservados, se les deberán dar las razones o las copias que pidieren, siempre que el espresado director no pulsare inconveniente alguno; mas si encontrare algún obstáculo lo manifestará á la parte, y si ella insistiere, sin embargo, en su solicitud, aquel gefe consultará al gobierno, acompañando los antecedentes á su informe para obrar según se le prevenga. “Art. 98. Todos los estractos, razones y copias que se espidan, irán marcadas con el sello de la ofi cina, autorizados por el director, y con la constancia de estar exactamente cotejados y corregidos; que fi rmará el ofi cial primero…”Reglamento del Archivo General y Público de la Nación, México, Imprenta de la Sociedad Literaria, 1846, p. 16.2 “Art. 56. Si algunos interesados, sean ya corporaciones ó particulares necesitaren algunos documentos para afi anzar sus derechos ú otros usos, los solicitarán de las autoridades judiciales con cuyo mandato el Director dispondrá la espedición de las copias que pidieren, siempre que el espresado Director no pulsase inconveniente; mas si encontrase alguno, lo manifestara al secretario de Negocios Extranjeros acompañando los antecedentes y su informe para obrar segun convenga.”“Art. 58. Todos los estractos, razones y copias que se espidan, irán marcadas con el sello de la ofi cina, autorizados por el Director y con la constancia de estar exactamente cotejados y corregidos, que fi rmará el ofi cial primero…”“Reglamento del Archivo General y Público del Imperio”, en Periódico Ofi cial del Imperio Mexicano, t. I, núm. 28, martes 22 de septiembre de1863, p. 2 [publicado en partes los días 17, 19 y 22 de septiembre].
que ha tenido el AGN. Así lo establecía en sus artículos 97 y 98 del año 1846.1 El Re-glamento de 1863, correspondiente a la Regencia del Imperio, mostraba, respecto de la mencionada atribución, modifi caciones que no afectaban su contenido.2
A su vez, el Reglamento de 1865 acusaba
Cinco de cada 10 investigaciones son académicas.
183
un solo cambio, el cual se refería a la au-toridad a la que habría de acudir el directordel Archivo en caso de inconveniencia en la expedición de copias certifi cadas.3
Por su parte, el Reglamento de 1920 esti-pulaba:4
“Art. 1º. El Archivo General de la Nación tiene por objeto:
“B. La expedición de copias certifi cadas de los títulos primordiales, mercedes, planos y demás instrumentos originales existentes en él, que de alguna manera puedan ser utilizados por el público (…)”
En tanto que el Reglamento de 1946, aún vigente, expedido por el presidente Manuel Ávila Camacho, reafi rma:5
“Art. 1º. El Archivo General de la Nación tendrá a su cargo:
“IV. La expedición de copias certifi cadas de los títulos principales, mercedes, planos y demás instrumentos originales existentes en él que de alguna manera puedan ser utilizados por el público (…)”
Más relevante aún resulta el artículo 37:
“Las copias certifi cadas y autorizadas por el Archivo General de la Nación, harán fe en
todos los Tribunales, Juzgados y Ofi cinas de la República (…)”
Con estas funciones el AGN se hermana con otras instituciones del Estado mexicano en el fortalecimiento de los principios de legalidad, certidumbre y seguridad jurídicas.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL BOLETÍN DEL AGN
Por otra parte, para difundir el patrimonio documental de nuestra patria, desde su fundación, el AGN publica colecciones his-tóricas en volúmenes fruto de sus labores llamadas en años pasados simplemente Publicaciones del Archivo General de la Nación. Entre los títulos sobresalientes del siglo pasado destacan: Proceso inqui-sitorial del Cacique de Texcoco (1910), Fr.Gregorio de la Concepción y su proceso de incidencia (1911), Procesos de indios idólatras y hechiceros (1912), Constituciónde 1812 en la Nueva España (1912,1913),El proceso del caudillo de la independencia Dn. Mariano Matamoros (1918), La vida colonial (1923), Documentos para la historia de la guerra de Independencia, 1810-1821.Correspondencia y diario militar de don Agustín de Iturbide, 1814 (1923, 1927), LaIglesia y el Estado en México (1927), Tresconquistadores y pobladores de la Nueva
España (1927), Estado general de las fun-
3 “Art. 30. […] lo manifestará al Ministerio de Estado, […]”“Reglamento del Archivo General y Público del Imperio”, en El Diario del Imperio, t. I, núm. 85, miércoles 12 de abril de 1865, p. 355.4 “Reglamento del Archivo General de la Nación”, en Diario Ofi cial, Secretaría de Gobernación, t. XVI, núm. 27, sábado 2 de octubre de 1920, p. 504.5 “Reglamento del Archivo General de la Nación”, en Diario Ofi cial de la Federación. Órgano del Gobierno Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, t. CLV, núm. 38, sábado 13 de abril de 1946, p. 1.
184
daciones hechas por D. José de Escandon
(1929), entre otros muchos.
Más tarde, en 1930, el coronel Carlos
Riva Palacio, secretario de Gobernación,
propuso al presidente de la República la
conveniencia de crear un:
“(…) órgano periódico, que a semejanza de
los que editan otras instituciones similares
en los países cultos, sirva para la publicación
y propagación de sus manuscritos históricos,
muchos de ellos importantes no sólo para
eruditos y especialistas de la materia, sino
para un mayor número de lectores na-
cionales y extranjeros, interesados en el
estudio de nuestras tradiciones históricas,
la azteca y la española, cuyo conocimiento
ayuda a explicar nuestras características
idiosincrasias raciales (…)”6
Para ello se dictó el siguiente acuerdo:
“UNICO. Se autoriza la publicación de un
Boletín Bimestral, órgano del Archivo General
de la Nación, Departamento dependiente de
esta Secretaría, y cuyo primer número deberá
de aparecer el próximo mes de septiembre.”7
6 Guadalupe Pérez San Vicente, “Guía de los tomos I al XXI, 1930 -1950. Nota”, en Boletín del Archivo General de la Nacion, México, t. XXI, núm. 4, octubre- noviembre- diciembre, 1950, p. 489.7 “Acuerdo del C. Secretario de Gobernación”, en Boletín del Archivo General de la Nación, México, t. I, núm.1, septiembre-octubre, 1930, p. 1.
LAS SERIES DEL BOLETÍN
Primera Serie
En el periodo de Rafael López como director
del Archivo General de la Nación se inició la
publicación del Boletín y su primer número
correspondió a septiembre-octubre de 1930.
Rafael López fungió en el cargo desde 1920
hasta el 16 de julio de 1943, fecha de su
muerte. A fi nales de ese mismo año fue
designado director general Julio Jiménez
Rueda, quien ocupó el cargo hasta 1952.
Posteriormente, José Romano Muñoz fue
nombrado director, pero permaneció un
periodo breve; en su lugar ingresó Manuel
Bartolomé Trens, quien se mantuvo en el
puesto hasta 1959. A todos ellos les corres-
pondió editar la primera serie.
El formato con el que nació el Boletín
fue de 20 x 16 cm, con un número de pági-
nas que fl uctuaba entre 150 y 200, con una
tirada de 1,000 ejemplares.
Las portadas de la primera serie del
Boletín fueron de tres tipos:
• El sumario de cada número apareció
inicialmente, hasta el primero del tomo VII, en
amarillo; los siguientes fueron de color gris.
185
• En 1937, cuando el Archivo General de
la Nación dejó de depender de la Secretaría
de Gobernación para ser adscrito al De-
partamento Autónomo de Prensa y Publi-
cidad, se creó el segundo tipo de portada
que muestra un águila enmarcada en una
ancha franja de color, viñeta que como
muchas de las carátulas posteriores se de-
ben a Francisco Díaz de León.
• El tercer tipo de portada fue hecho a
tres tintas con una viñeta central. Las viñetas
reproducen fi guras de códices existentes
en el propio Archivo General de la Nación,
uniformes, embarcaciones coloniales, distintas
monedas acuñadas o que, en su caso, ilustran
los documentos publicados.
Desde su creación y hasta el año de
1937 se imprimió en los Talleres Gráfi cos
de la Nación; después, en los Talleres Grá-
fi cos de la Escuela Vocacional de Tlalpan,
y al fi nal de la primera serie en la Escuela
Orientación para Varones, dependiente de
la Secretaría de Gobernación. El papel que
se utilizó al principio de la primera serie fue
marfi l, después marfi leño y, por último, fue
“discreto” chebuco.
En esta serie el Boletín contenía, entre
otros, los estudios introductorios, la presen-
tación y descripción de diversos ramos
documentales, una documentación epistolar,
una sección dedicada a la transcripción
paleográfi ca y una relación de las obras de
adquisición reciente para el Fondo Propiedad
Artística y Literaria, al igual que los registros de
personas que habían consultado manuscritos
y copias certifi cadas del Ramo de Tierras. La
última sección estaba dedicada a la lista de
publicaciones editadas por el Archivo General
de la Nación. Los periodos estudiados y
presentados van desde el siglo XVI hasta los
primeros años del siglo XIX.
El total de números publicados en esta
serie de 29 años fue de 126, distribuidos en
30 tomos, en el siguiente orden:
1930 T. I 2 núms. 1940 T. XI 4 núms. 1950 T. XXI 4 núms.
1931 T. I I 6 núms. 1941 T. XII 4 núms. 1951 T. XXII 4 núms.
1932 T. I I I 4 núms. 1942 T. XIII 4 núms. 1952 T. XXIII 4 núms.
1933 T. IV 6 núms. 1943 T. XIV 4 núms. 1953 T. XXIV 4 núms.
1934 T. V 6 núms. 1944 T. XV 4 núms. 1954 T. XXV 4 núms.
1935 T. VI 6 núms. 1945 T. XVI 4 núms. 1955 T. XXVI 4 núms.
1936 T. VII 4 núms. 1946 T. XVII 4 núms. 1956 T. XXVII 4 núms.
1937 T. VIII 4 núms. 1947 T. XVIII 4 núms. 1957 T. XXVIII 4 núms.
1938 T. IX 4 núms. 1948 T.XIX 4 núms. 1958 T. XXIX 4 núms.
1939 T. X 4 núms. 1949 T. XX 4 núms. 1959 T. XXX 4 núms.
186
Las páginas de estos números contienen
los nombres de los más destacados his-
toriógrafos de la primera mitad del siglo XX,
entre ellos Luis González Obregón, Rafael
López y Nicolás Rangel. Poco a poco, fueron
sustituidos por Julio Jiménez Rueda, Ed-
mundo O’Gorman, Francisco González de
Cossío, Ernesto de la Torre, Jorge Ignacio
Rubio Mañé, por mencionar a algunos, y
sobresalen los historiadores Fernando Oca-
ranza, Alonso Caso, Manuel Carrera Stampa,
Luis Híjar y Haro, Genaro Fernández Mac
Gregor y José Bravo Ugarte.
Segunda Serie
En enero de 1960 comienza la segunda serie
del Boletín, al tomar posesión de la dirección
Jorge Ignacio Rubio Mañé. Se conserva el for-
mato de 20 x 16 cm y el número de páginas
fl uctúa entre 150 y 800, con tiraje de 1,000
ejemplares.
Esta serie fue trimestral y de estructura
temática, cada número incluía documentos
históricos pertenecientes a un periodo.
Así mismo, presentaba dos o más grupos
documentales, trabajos paleográfi cos con
notas al calce, introducción y apéndice, así
como un apartado de facsímiles. Incluía,
además, la presentación de índices de
diversos ramos documentales y la relación
de publicaciones que había recibido el Ar-
chivo. Los principales periodos trabajados en
esta serie fueron los siglos XVII y XVIII.
El total de números publicados en esta
serie de 16 años fue de 49 (de éstos, 12 fueron
semestrales), distribuidos en 13 tomos, en el
siguiente orden:
1960 T. I 4 núms. 1965 T. VI 4 núms. 1970 T. XI 4 núms.
1961 T. II 4 núms. 1966 T. VII 4 núms. 1971 T. XII 4 núms.
1962 T. III 4 núms. 1967 T. VIII 4 núms. 1972-1976 T. XIII
1963 T. IV 4 núms. 1968 T. IX 4 núms.
1964 T. V 4 núms. 1969 T. X 4 núms.
187
Con periodicidad semestral aparecieron, del tomo v, el número 3-4; del tomo VII, el número 1-2; de los tomos VIII al XII, todos los números, y el tomo XIII se realizó para dar continuidad al Boletín, que por diversas razones no había aparecido durante varios años.
Entre las personas destacadas que colaboraron en esta etapa se encuentran el propio Rubio Mañé, Ernesto Lemoine Villicaña, Mercedes Meade Esteva, José Luis Alanís Boyso, Ramón Sánchez Flores, Miguel Civeira Taboada y Eduardo Báez Macías.
Tercera Serie
Alejandra Moreno Toscano fue designada directora general del Archivo General de la Nación en 1977 y con ella se inicia la tercera serie.
Los primeros números de esta serie del Boletín fueron misceláneos, tanto en su temática como en los periodos cronológicos tratados. Presentan temas del siglo XVI hasta el siglo XX, con pequeñas introducciones y la reproducción de documentos de forma total o parcial. Incluía una sección de avisos referentes al programa de servicio social, instituciones que prestan sus servicios,
créditos de coautoría por la colaboración y el asesoramiento documental brindado. Más adelante, el Boletín adquirió una estructura temática que permaneció hasta 1988, año en que dejó de editarse.
El primer número correspondió a abril-junio de 1977, con un nuevo formato de 27 x 22 cm, y tiraje de 1,500 ejemplares.
En la edición de esta serie se contó con un Comité Editorial en el que fi guraban José R. Guzmán Rodríguez, Celia Medina Mondragón y José Luis Mirafuentes Galván. En este primer número se anuncia el traslado del Archivo al Palacio de Lecumberri.
Esta nueva serie el Boletín mostró un cambio sustancial. Dejó de ser la publicación ocupada preferentemente de la historia colonial, para convertirse en difusora de la historia contemporánea.
En febrero de 1983 asumió la dirección Leonor Ortiz Monasterio, quien continuó con la publicación del Boletín en un formato semejante.
Esta serie se publicó de manera tri-mestral. El total de números publicados du-rante 11 años fue de 34, distribuidos en 12 tomos en el siguiente orden:
1977 T. I Núms.
1-3
1981 T. V Núms.
15-18
1985 T. IX Núm. 30
1978 T. II Núms.
4-6
1982 T. VI Núms.
18-21.
1986 T. X Núm. 31
1979 T. III Núms.
7-10
1983 T. VII Núms.
22-25
1987 T. XI Núms. 32-33
1980 T. IV Núms.
11-14
1984 T. VIII Núms.
26-29
1988 T. XII Núm. 34
188
Tras el Boletín número 18, correspon-diente a octubre-diciembre de 1981, el de enero-marzo se caracterizó por consagrar-se a la historia del Palacio de Lecumberri. El número 30, de enero-marzo de 1985, se dedicó a Toribio Esquivel Obregón. Durante el resto de ese año se dejó de publicar el Boletín, reanudándose en 1986 con el número 31, que cubría de enero a diciembre, en el cual se homenajeó a Edmundo O’Gorman. Los siguientes números, 32 y 33, fueron semestrales. El último número de esta serie (34) fue anual, dedicado a “Las patentes de invención durante el siglo XIX”.
En esta serie colaboraron personalidades como Luis González Obregón, Ernesto Lemoi-ne Villicaña, Elías Trabulse, Cayetano Reyes García, Teresa Rojas Rabiela, Erasto Brito
Brito, José Enrique Ampudia Melo y José Luis Mirafuentes Galván.
Cuarta Serie
En junio de 1994 es nombrada directora del Archivo General de la Nación Patricia
1994 Otoño Núm. 1 1995-
1996
Diciembre-
marzo
Núm. 6 1998 Julio-diciembre Núm.
111994 Invierno Núm. 2 1996 Abril-junio Núm. 7 1999 Enero-marzo Núm.
12
1995 Verano Núm. 3 1996-
1997
Julio-marzo Núm. 8 1999 Abril-junio Núm.
131995 Primavera Núm. 4 1997 Abril-diciembre Núm. 9 2001 Otoño Núm.
141995 Otoño Núm. 5 1998 Enero-junio Núm. 10
Galeana. Con ella vuelve a publicarse el Boletín, suspendido desde 1988.
La cuarta serie del Boletín retoma diferentes aspectos de las series anteriores: se publican ensayos de historiadores, artículos sobre documentos inéditos acompañados de sus facsímiles y de la transcripción corres-pondiente, descripciones de grupos do-cumentales, reseñas de publicaciones y ex-posiciones -fruto del trabajo de investigación realizado en el AGN- y una sección informativa sobre las actividades desarrolladas por la institución.
El primer número correspondió al otoño de 1994, bajo un nuevo formato de 22 x 15 cm, con una tirada de 2,000 ejemplares.
Al principio, esta serie se publicó de manera trimestral. En total, en siete años se publicaron 14 números, en el siguiente orden:
En noviembre de 1999 es nombrada directora del Archivo Stella María González Cicero. Le da continuidad a la publicación del Boletín de la cuarta serie –el cual in-terrumpió su publicación en el segundo semestre de 1999– con el número 14, publi-cado en otoño de 2001. Se tiraron sólo 300
189
ejemplares. Algunos nombres reconocidos que colaboraron en esta serie fueron SilvioZavala, Ernesto Lemoine Villicaña, Luis Jáuregui, Clementina Díaz y de Ovando, Guadalupe Pérez San Vicente, Sergio García Ramírez, Elías Trabulse, Miguel León-Portilla, Omar Guerrero, Vicente Quirarte, Javier Garciadiego, Ernesto de la Torre Villar, Virginia Guedea, Alicia Salmerón Castro, Emilio O. Rabasa y José Manuel Villalpando César.
Nueva Época (Quinta)
Stella María González Cicero, siguiendo los criterios similares, inauguró en 2001 una nueva época del Boletín, yuxtapuesta al mencionado número 14 de la cuarta serie. El número 1 comprendió enero-mayo con tiro de 1,000 ejemplares y formato de 22 x 15 cm; los números 2 al 4 tuvieron un tiraje de 300 ejemplares.
Esta época se caracteriza por haber publicado documentos históricos resguar-dados en los fondos documentales entonces estudiados, organizados o descritos por los integrantes del Archivo en su trabajo diario, así como noticias de los fondos documentales más consultados y de las instituciones nacionales y extranjeras que hi-cieron consultas en el Centro de Referencias documentales del AGN.
El total de números publicados en los dos últimos años de esa administración fue de 4, en el siguiente orden:
2001
2001
2001
2002
Enero-mayo
Julio-septiembre
Octubre-diciembre
Enero-marzo
Núm. 1
Núm. 2
Núm. 3
Núm. 4
En esta etapa se abrieron las puertas a historiadores jóvenes que laboraron en la institución como Ignacio Silva Cruz, Librado Silva Galeana, Juan Hernández López, San-tos Herrera de la Rosa, Mariana Berenice Gayosso Martínez, Adriana Jiménez Mora, Marlene Pérez García, Raúl Alberto González Lezama, Gabriela Sofi a González Mireles y Manuel Fernández de Aguado.
Sexta Época
En febrero de 2003, con la actual admi-nistración del Archivo General de la Nación, se impulsó la sexta época del Boletín. Se decidió retomar las características prin-cipales de las anteriores épocas, y se dividió su contenido en secciones: la primera, GALERÍAS, está dedicada a la reproducción de documentos y materiales gráfi cos del acervo del AGN y a la divulgación de investigaciones realizadas en el mismo; la segunda, PANÓPTICO, se concentra en un tema monográfi co elegido para cada número y reúne textos de diversos estudiosos; PORTALES
es un es-pacio pensado para dar noticia de
190
2003 Agosto-octubre Núm. 1 2004 Julio-septiembre Núm. 5 2005 Julio-septiembre Núm. 9
2003 Noviembre-diciembre Núm. 2 2004 Octubre-diciembre Núm. 6 2005 Octubre-diciembre Núm. 10
2004 Enero-marzo Núm. 3 2005 Enero-marzo Núm. 7 2006 Enero-marzo Núm. 11
2004 Abril-junio Núm. 4 2005 Abril-junio Núm. 8 2006 Abril-mayo Núm. 12
otros archivos del país o el extranjero; la sección CALEIDOSCOPIO sirve para publicar las actividades promovidas por el propio AGN; en PUBLICACIONES se incluyen reseñas breves que describen las novedades editoriales de la institución y, eventualmente, de alguna otra; y, por último, ECOS está dedicada al rescate y comentario de documentos relacionados con personajes de trascendencia, según el tema en turno.
Con un nuevo formato de 21.5 x 15 cm, el número 1, dedicado a las “Migraciones”, apareció en agosto-octubre de 2003. El nú-mero 2, con el tema “Por los archivos del sur”, correspondió al bimestre noviembre-diciem-bre de ese año y, desde entonces, volvió a ser trimestral. El número 3 corresponde al tema “Celebraciones públicas”; el 4, a “Transporte”; el 5, a “Inquisición”; “La población negra” se trató en el número 6; “Fronteras de la frontera sur” en el 7; “Ingenio musical” en el
8; el número 9 se dedicó al “Fotoperiodismo”; el 10 a “Indígenas oprimidos y rebelados”; el 11 se titula “Rincones de Oaxaca” y se ocupa de aspectos sociales, políticos, económicos y geográfi cos de dicho estado; y, fi nalmente, el número 12, el más reciente, se refi ere al tema “El Indiferente Virreinal del AGN”, del que más adelante se dará cuenta y que será
motivo de tres números más.Cada número es de 200 páginas y se
imprimen 1,000 ejemplares en papel bond ahuesado de 90 gr. Se optó por presentar un diseño atractivo y moderno con portadas de color magenta con una combinación de colores en el lomo que cambian año con año y que ostentan fotografías provenientes de la fototeca del Centro de Información Gráfi ca.
Hasta el número 12, de abril-junio de 2006, los números han tenido el siguiente orden:
191
Puesto que una de las fi nalidades
principales de esta sexta época del Boletín
es ampliar la convocatoria a diferentes di-
sciplinas, y hacerlo atractivo a lectores de
diversas formaciones, en sus páginas fi guran
nombres tan diversos como los de Margo
Glantz, Ángeles González Gamio, Justus
Fenner, Andrés Fábregas Puig, Dorothy Tank
de Estrada, José Ortiz Monasterio, Martin
Austin Nesvig, Jan de Vos, José Antonio Robles
Cahero, Antonio Corona Alcalde, Hermes
Tovar Pinzón, John Mraz, Rosa Casanova,
Dionicio Morales y Daniela Traffano.
Cabe mencionar que a partir del número
12 y los tres siguientes del ejercicio 2006,
estarán dedicados a la difusión del material
perteneciente al Indiferente Virreinal y
en proceso de clasifi cación, donde se han
descubierto documentos y mapas de enorme
valor, con escritos de jóvenes estudiantes de
historia que participan en la descripción
documental mencionada.
Este proyecto forma parte de otro
más vasto, el cual, con motivo del cuarto
centenario de la publicación de El ingenioso
hidalgo don Quijote de la Mancha, fue
convenido por la Fundación del AGN con el
Ministerio de Cultura de España. Precisamente
la tercera fase del proyecto consiste en la
identifi cación y descripción del mencionado
fondo documental Indiferente Virreinal,
valiosa documentación integrada por frag-
mentos de los 115 grupos documentales
correspondientes a las instituciones virreinales
de la época, organizadas principalmente en tres
fondos documentales: Secretaría de Cámara,
Tribunales y Patronato Eclesiástico. Luego
de una depuración, el total del Indiferente
constituye un acervo de aproximadamente
4,300 cajas de distintos tamaños que suman
cerca de 780 metros lineales de documentos.
El número de documentos sin identifi car,
ordenados parcialmente, o bien en proceso
de organización durante las diversas etapas
por las que pasó la institución, propició
el crecimiento del Indiferente por ser un
ramo “que no tenía un lugar específi co
en la administración virreinal”, se integró
con material sin clasifi car o en proceso de
clasifi cación y a la fecha quedó sin organizar.
Entre marzo y junio de 2005 se hizo una
primera exploración en el Indiferente y un
grupo de cuatro jóvenes historiadores descri-
bió 3,863 expedientes, equivalentes a cerca de
65 m lineales de documentos en 543 cajas.
De septiembre de 2005 a marzo de 2006 se
han dedicado a la identifi cación y descripción
de este acervo 33 jóvenes estudiosos de
la historia. Hasta fi nales de marzo, se han
descrito más de 94,000 expedientes o
documentos, equivalentes aproximadamente
a 425 m lineales en 3,766 cajas. La etapa de
conclusión cubrirá el periodo abril-octubre
con un grupo de 55 historiadores y 18
capturistas.
Se han encontrado en esta exploración
documentos notables como un Juicio de
1536, de Francisco de Olmos contra Beatriz
Bermúdez su mujer y Rodrigo de Guzmán,
por adúlteros, cuyo juez fue Fray Juan de
192
Zumárraga, el primer obispo de México; una
Bula de Clemente VII concedida a la orden de
Santo Domingo para las islas Fortunadas que,
entre otras indulgencias, da facultad para
dispensar en comer carne los días prohibidos,
de 1533; una Petición para que pueda correrse
a la impresión de un lunario que ya ha sido
dictaminado sin encontrarse falta alguna
en él ni ningún otro inconveniente para su
impresión (con la fi rma autógrafa de Carlos
Sigüenza y Góngora), de 1675; un expediente
con planos trazados por Manuel Tolsá para el
Establecimiento de cementerios ventilados,
de 1809; otra Bula de Julio III concedida al
general de la Orden de Nuestro Padre Santo
Domingo en que arroga cualesquier gracias
para que los súbditos ejerciten confesiones
sin aprobación de sus superiores, de 1554;
la constancia del traslado de una Copia del
testamento de Martín Cortés, y el Edicto
de excomunión del cura de Dolores, don
Miguel Hidalgo y Costilla, sólo por citar unos
ejemplos de la extraordinaria riqueza del
Indiferente Virreinal.
193
JOYAS DEL MES
Julio
Agosto
Álvaro Obregón
Asesinato de León Trotsky
EXPO
SICI
ONES
Lugar Fecha Evento
Sala de Banderas
Sala David Alfaro Siqueiros
STPC Metro• Estación Consulado
• Estación La Villa-Basílica
• Estación Candelaria
Julio–agostoSeptiembre-octubre
Julio–agostoSeptiembre–octubre
Julio
Agosto
Septiembre
LoteríaDemocracia en México
Marcas y patentesLotería
La otra ciudad de México
Marcas y Patentes
Símbolos patrios
Septiembre Aniversario luctuoso de José Clemente Orozco
Casa de culturaVenustiano CarranzaLázaro Pavin núm. 226Col. Jardín Balbuena
JulioAgostoSeptiembre
Benito JuárezMujeres del siglo xxLecumberri: de Palacio Negro a Palacio de la Memoria
197
TIERRA PROMETIDA
Alberto Álvarez Ferrusquía*
En su libro autobiográfi co De cuerpo entero, la escritora Ethel Krauze narra la llegada de su
estirpe a México:
“El 8 de febrero de 1931, el invierno veracruzano recibió con su inmenso sol a Jaya, Yoseph,
Moishe y Réizel, refugiados polacos.
“-Shíe -gritó Jaya-, ¡Shíe! -y el grito angustioso casi le hace desmayarse. Ella ya reconoció
al marido al que no había visto en un año, y que está entre la multitud.”1
El relato proviene de los recuerdos de Réizel Krauze, madre de Ethel, entonces de siete
años de edad.
Además de la memoria de Réizel, la llegada de los Krauze a México quedó consignada en
las fi chas que el Registro de Extranjeros del Departamento de Migración de la Secretaría de
Gobernación elaboraba para cada extranjero que ingresaba a territorio nacional, fi chas que
conserva el Archivo General de la Nación y que constituyen el núcleo del Estudio histórico
demográfi co de la migración judía a México, 1900-1950, CD-ROM interactivo realizado por el
Centro de Documentación e Investigación de la Comunidad Ashkenazí de México (CDICA).
El Estudio consta de diversas secciones: video histórico, estudio histórico, registros,
estadísticas y créditos. Las fi chas de registro de los Krauze son representativas tanto de la
riqueza de la información contenida en el fondo como de las difi cultades de acceso a dicha
información, previa a la realización de un instrumento de consulta específi co como lo es el CD:
las fi chas de Jaya y Réizel no están consignadas, las fechas de ingreso de Moishe y Yoseph no
coinciden (2 de febrero para Moishe, 8 de febrero para Yoseph, fecha esta última apuntada
1 Ethel Krauze, De cuerpo entero, México, UNAM, 1990, p. 21.
Bella Attie Sutton, Sofía Betech Tawil, Gloria
Carreño y David Placencia Bogarin, Estudio
histórico demográfi co de la migración judía a
México, 1900-1950 (CD-ROM), México, CDICA-AGN,
2005.
198
por Ethel y correspondiente al recuerdo de Réizel), el apellido materno fue castellanizado (Pajt
en las fi chas, Pacht en yidish), como lo fueron también los nombres de pila, lo cual deja en
manos de un anónimo funcionario migratorio mexicano uno de los más preciados recuerdos
familiares: “Una vez naturalizados mexicanos, los Krauze pasaron una noche entera pensando
y discutiendo sus nuevos nombres. Réizel se convirtió en Rosa, Moishe en Moisés, Yoseph en
José. Con Shíe tuvieron algunos problemas hasta que se decidieron por Saúl. Pero el confl icto
era Jaya; su traducción literal al español era ‘bestia’. Lo pensaron mucho. Clara -dijeron por
fi n- se va a llamar Clara. Porque sí. La familia pues, se hizo mexicana.”2
Los documentos publicados en el Estudio confi rman, complementan e incluso contradicen
también -de eso se hace la historia- los recuerdos familiares, en suma, responden a las interrogantes
que los descendientes de los inmigrantes se hacen cotidianamente: ¿de dónde venía el abuelo?,
¿cuándo llegó a México?, ¿qué edad tenía?, ¿cómo era?, preguntas planteadas mediante la
consulta de la base de datos elaborada en función de los registros consignados.
La base cuenta con campos de consulta por apellido, nacionalidad, lugar de nacimiento,
lugar y fecha de entrada; los registros completos adicionan nombre, fecha de nacimiento, sexo,
estado civil y ocupación del inmigrante. El análisis demográfi co de los datos de ingreso (por
nacionalidad, género, estado civil, ocupación, edad y año de llegada) se presenta en los gráfi cos
que conforman la sección Estadísticas.
El estudio histórico presenta tres breves pero documentados textos que se ocupan tanto
de las causas de la migración ashkenazita y sefaradita, como del proceso migratorio que
permitió su llegada a México.
Ashkenazita es la designación medieval dada a los judíos alemanes a los que la persecución
llevó a asentarse en Europa oriental, especialmente en Polonia y Rusia; sefaradita, por su
parte, es el judío de origen ibérico al que la reconquista española expulsó hacia territorios árabes
que formaban el imperio otomano. Unos y otros vivieron, en sus lugares de origen, épocas de
tolerancia y paz, pero también sufrieron, a lo largo de los siglos, discriminación y persecución que
dieron lugar a la necesidad de emigrar a otros territorios.
El Nuevo Mundo, Norteamérica, fue el destino principal de los judíos a lo largo del siglo
XIX. México, dada su vecindad, fue un destino alternativo y transitorio para todos aquellos
inmigrantes que deseaban pasar a Estados Unidos, especialmente desde que, entre 1921 y
1925, la política migratoria norteamericana fue haciéndose paulatinamente restrictiva.
2 Ibid., p. 30.
199
3 AGN, Dirección General de Gobierno, 2,360 (29) 8144, Circulares de la Secretaría de Gobernación. Citadas en “Proceso migratorio”, en el Estudio…4 Ethel Krauze, op. cit., p. 23.* Historiador
La tercera década del siglo XX fue el periodo de mayor inmigración judía en México. La creciente
restricción norteamericana coincidió con la apertura migratoria mexicana propiciada por los
presidentes Obregón y Calles (cuya xenofobia se dirigía a los chinos).
La política migratoria mexicana cambiaría a partir de la crisis económica de 1929; ante el
creciente desempleo, poco a poco se establecieron restricciones a la entrada de trabajadores
inmigrantes de diversas nacionalidades: sirios, libaneses, armenios, palestinos, árabes, turcos,
rusos y polacos, precisamente los países de los que provenía la mayoría de los judíos. La medida
exceptuaba a los que vinieran a reunirse con familiares directos -dicha excepción permitió el
ingreso de la citada familia Krauze.
Hacia 1933, documentos confi denciales del Departamento de Migración de la Secretaría de
Gobernación consignaban: “Esta Secretaría ha creído conveniente atacar el problema creado
por la inmigración judía que, más que ninguna otra, por sus características psicológicas y
morales, por la clase de actividades a las que se dedica, resulta indeseable, y en consecuencia
no podrá inmigrar al país”.3
Sin especificidad antisemita, la cardenista Ley General de Población de 1936 contrajo
aún más el margen de posible inmigración judía mediante el establecimiento de cuotas
migratorias que facilitaban el ingreso de extranjeros asimilables (europeos occidentales)
y el establecimiento permanente mediante el matrimonio con mexicanos por nacimiento
-esta medida suponía que un varón judío que se casaba con una mexicana no tendría hijos
judíos, puesto que su identidad religiosa y cultural se hereda por línea materna-. La migración
judía se mantendría limitada a la reunifi cación de familias y se modifi caría apenas durante los
años de la guerra mundial mediante el establecimiento de la categoría de refugiado.A pesar de todo, pequeña pero signifi cativa en lo económico y cultural, la comunidad judía
ha prosperado en México bajo la preciada libertad que ratifi ca día a día lo que Shíe Krauze
supo desde la llegada a la que sería su tierra prometida: “Cuando bajé del barco en Veracruz,
un niño de pantalón blanco me dijo que llevaría mi maleta al tren. Creí que me robaría. Pero
cuando vi mi maleta en el tren, dije: esta es gente buena. Nadie me detuvo en la calle para
pedirme mi tarjeta de identidad, nadie me ha revisado mis papeles. Aquí me quedo, esta es
gente buena”.4