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    LA RELIGIN DEL MERCADO

    Autor/Author: David R. Loy*

    Artculo presentado en la Conferencia "Justicia ambiental: tica global para el siglo XXI" realizada en

    la Universidad de Melbourne, octubre 1-3 de 1997.

    , l i

    Resumen

    En este artculo se sugiere que ms que un sistema econmico, el mercado es una religin y que la

    economa es su teologa, aunque pretenda ser una ciencia. Su autor analiza, a la luz de los trabajos de

    Weber, Polanyi y Tawney, los problemas causados por la visin individualista y atomista heredada por

    la economa de las tradiciones que equiparaban el xito econmico con el favor divino --el desmo y elutilitarismo-- y sugiere que la injusticia y la desigualdad extremas o la crisis ambiental y sus posibles

    soluciones tienen, tambin, una dimensin religiosa. Propone fundir la sensibilidad por la justicia propia

    de las religiones semticas con el nfasis en la superacin de la ilusin que ensean las tradiciones

    asiticas de iluminacin. No se trata de un retorno a los valores religiosos sino de reconocer que las

    obsesiones seculares creadas por la religin del mercado son sntomas de una necesidad espiritual que

    ste no puede satisfacer.

    Abstract

    This article suggests that more than an economic system, the market is a religion, and that economicsis its theology even though it c a ms to be a science. The author analyzes, in light of the work of

    Weber, Polanyi, and Tawney, the problems caused by the individualistic and atomistic vision, inherited

    by economics from the deist and utilitarian traditions --which equated economic success with divine

    favor-- and suggests that those problems -- extreme injustice and inequality or the environmental

    crisis, for example-- and their possible solutions also have a religious dimension. He proposes a fusion

    of the sensitivity of the Semitic religions to justice with the emphasis in the Asiatic traditions on

    Enlightenment in the transcendence of delusion. This would not mean a return to religious values, but

    rather a recognition that the secular obsessions created by the religion of the market are symptoms

    of a spiritual need that it cannot satisfy.

    Es muy difcil definir qu es la religin. Sin embargo, si adoptamos una visin funcionalista y laentendemos como aquello que nos sirve de fundamento y nos ensea qu esel mundo y cul es nuestro

    papelen el mundo, es obvio que las religiones tradicionales cumplen cada vez menos esa funcin, la cualha sido remplazada --o avasallada-- por otros sistemas de creencias y de valores. La ciencia es laexplicacin del mundo ms influyente en la actualidad y el consumismo, el sistema de valores msatractivo. Su vstago acadmico es la economa, la `ciencia social' quiz ms influyente. En esteartculo se argumenta que nuestro sistema econmico actual debe ser considerado como una religinporque desempea una funcin religiosa. Ms que una ciencia, la economa es la teologa de esa religin

    y, su Dios, el Mercado, es un crculo vicioso de produccin y consumo siempre crecientes que pretende

    ofrecer una salvacin secular. El colapso del comunismo --una `hereja' capitalista-- evidencia que elMercado se ha convertido en la primera religin verdaderamente mundial que difunde por todo elplaneta una visin del mundo y un conjunto de valores cuya funcin religiosa nos pasa inadvertida sloporque insistimos en pensar que son `seculares'.

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    No es coincidencia que esta poca de catstrofe ecolgica sea tambin una poca de retosextraordinarios para las religiones ms tradicionales. Aunque ofenda nuestra vanidad, es ridculopensar que las instituciones religiosas convencionales de hoy en da pueden jugar un papel significativoen la solucin de la crisis ambiental. Su problema ms inmediato es si pueden sobrevivir --igual que losbosques de lluvia que protegemos ansiosamente-- en una forma reconocible a la embestida de la nuevareligin. Las principales religiones an no estn moribundas, pero cuando no comparten el lecho con lospoderes econmicos y polticos existentes, se preocupan demasiado por problemas y concepcionesobsoletas (por ejemplo, la defensa de la natalidad) que las hacen cada vez ms irrelevantes (como elfundamentalismo) o triviales (como el evangelismo televisivo). El resultado es que hasta ahora noofrecen lo que ms se precisa, una oposicin deliberada al proselitismo agresivo del capitalismo demercado, la religin ms exitosa de todos los tiempos, que ha ganado ms adeptos y con mayor rapidezque cualquier otro sistema de creencias o de valores en la historia de la humanidad.

    La situacin de las religiones es hoy tan crtica que la crisis ambiental puede ser favorable para la

    religin. La catstrofe ecolgica demuestra que necesitamos una fuente de valores y de significadoms profunda de la que ofrece el capitalismo y, tambin, que esta religin contempornea tampocosatisface esa necesidad.

    LA ECONOMA COMO TEOLOGA

    Es intolerable que los problemas esenciales de la subsistencia humana se decidan teniendo en cuentanicamente las ganancias de las compaas transnacionales [Daly y Cobb 1994, 178].1

    En 1960, los pases del Norte eran casi veinte veces ms ricos que los pases del Sur. En 1990 --despus de ingentes cantidades de ayuda, comercio, prstamos y esfuerzos de industrializacin--lospases del Norte eran cincuentaveces ms ricos. El ingreso del 20 por ciento ms rico de la poblacinmundial es casi 150 veces mayor que el del 20 por ciento ms pobre, y la brecha sigue creciendo[Korten 1995, 107-108]. De acuerdo con el Informe del Desarrollo, 1996de las Naciones Unidas, los358 multimillonarios que existen en el mundo poseen una riqueza mayor que el ingreso anual de ungrupo de pases en los que habita el 45 por ciento de la poblacin mundial. Como resultado, 250 milnios mueren de desnutricion o de infecciones cada semana, mientras que varios cientos de millonesms sobreviven en un limbo de hambre y enfermedad... Por qu aceptamos esta injusticia? Quracionalizacin nos permite dormir tranquilamente en las noches?

    [La] explicacin reside en nuestra aceptacin de una religin tpicamente europea u occidental (y hoyglobal), de una religin individualista de economas y mercados que explica todos esos resultados comola consecuencia inevitable de un sistema objetivo en el que... la intervencin es contraproducente. Elempleo es apenas un costo de los negocios y la naturaleza una fuente de recursos para la produccin.Segn este clculo, el mundo de los negocios es tan esencial y tan disociado del medio ambiente... quela intervencin en el funcionamiento del sistema econmico es una amenaza para el orden natural de lascosas y, por tanto, para el bienestar futuro de la humanidad. Segn esta forma de pensar, eseresultado es el producto inevitable del funcionamiento natural de este sistema econmico y de la`sabidura del mercado' en la que se basa. La hegemona que ha alcanzado esta construccinintelectual particular --una `religin europea' o religin econmica-- es notable; se ha convertido en un

    dogma de aplicacin casi universal, en la religin dominante de nuestro tiempo, que apuntala y justificaun status quopatentemente inequitativo. Y ha ganado tal influencia que domina todas la actividadeshumanas contemporneas [Dobell 1995, 232].

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    Para Dobell, esta teologa se basa en dos proposiciones contraintuitivas pero ampliamente aceptadas:que es correcta y justa(por ello, lo que `el mercado me obliga a hacer' es una justificacin aceptablede muchas actividades moralmente cuestionables) y que los precios indican el valor en forma adecuada.Puesto que los recursos naturales no tienen precio, ciertas tcnicas de explotacin --como las redesde arrastre y el arrasamiento de los bosques-- no slo son aceptables sino que son necesarias para sercompetitivos, pese a que "casi todo el mundo sabe que el sistema de mercado tiene grandes fallas, entanto que si se deja a su propio impulso, con los precios y las prcticas actuales, lleva de modoinevitable al deterioro ambiental y a la destruccin de sistemas ecolgicos irremplazables" [Dobell1995, 237].

    El supuesto bsico de ambas proposiciones es que ese sistema es `natural'. Cuando el capitalismo demercado funciona de acuerdo con leyes econmicas tan naturales como las de la fsica o la qumica --sila economa fuese una ciencia autntica-- sus consecuencias parecen inevitables, pese a que han llevadoa una desigualdad extrema y estn llevando a una catstrofe ambiental. Sin embargo, nada es

    inevitable en nuestras relaciones econmicas. Este equvoco es justamente el que hay que aclarar, y esaqu donde la religin entra en escena, puesto que con la creciente prostitucin de las universidades yde los medios de comunicacin por esas mismas fuerzas del mercado no parece haber otra perspectivamoral que ayude a aclararlo. Por fortuna, las visiones alternativas del mundo que ofrecen las religionesan pueden ayudarnos a entender que la victoria global del capitalismo de mercado no se traduce en lalibertad econmica sino que refleja el predominio de una forma particular de entender y valorar elmundo que no se puede aceptar sin reservas. Lejos de ser inevitable, este sistema econmico es unaforma histricamente condicionada de organizar y reorganizar el mundo; es una visin del mundo, consu ontologa y su tica correspondientes, que compite con otras formas de entender qu es el mundo ycmo deberamos vivir en l.

    Desde una perspectiva religiosa, lo ms sorprendente de los valores del mercado no es su`naturalidad' sino la extraordinaria efectividad y persuasin de sus tcnicas de conversin. Comoprofesor de filosofa, s que cualquier cosa que haga con mis estudiantes durante unas pocas horas ala semana es prcticamente intil contra las influencias proselitistas que los bombardean por fuera declase; esos atractivos mensajes publicitarios (a menudo hipnticos) de la televisin, la radio, lasrevistas, los buses que los asedian continuamente dicindoles "cmprame si quieres ser feliz". Si noestamos enceguecidos por la distincin usual entre lo secular y lo sagrado, podremos ver que esosmensajes prometen otra forma de salvacin, es decir, otros medios para superar la infelicidad. Puestoque esto toca el ncleo de una perspectiva verdaderamente religiosa --la cual ofrece una explicacinalternativa de nuestra incapacidad para ser felices y un camino diferente para llegar a serlo-- lasreligiones no cumplen su responsabilidad cuando ignoran esta dimensin religiosa del capitalismo ycuando no subrayan que esta seduccin es decepcionante puesto que esa solucin a nuestra infelicidadslo lleva a una insatisfaccin mayor.

    En vez de demostrar su inevitabilidad, la historia de los sistemas econmicos muestra la contingenciade las relaciones de mercado que hoy damos por sentadas. Aunque tendemos a considerar que lamotivacin del beneficio es universal y racional (la benvola `mano invisible' de Adam Smith), losantroplogos han descubierto que sta no es tradicional para las sociedades tradicionales. Cuando estamotivacin existe en dichas sociedades, juega un papel muy circunscrito y se juzga con prudenciadebido a que tiende a disolver las relaciones sociales. La mayora de la sociedades premodernas nohacen distinciones claras entre la esfera econmica y la esfera social, y las funciones econmicas

    estn subsumidas en las relaciones sociales ms generales. El hombre precapitalista "no acta paraproteger su inters individual en la posesin de bienes materiales; acta para proteger su posicinsocial, sus ambiciones sociales, sus activos sociales. Slo valora los bienes materiales en la medida enque le sirven para este fin". Pero en la sociedad capitalista "en vez de que la economa est

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    incorporada en las relaciones sociales, las relaciones sociales estn incorporadas en el sistemaeconmico" [Polanyi 1957, 46, 57].

    Tawney descubri que el Occidente renacentista preciba en forma semejante la fuerzas del mercado:"en la teora medieval no hay lugar para una actividad econmica que no se relacione con un fin moral, yla fundacin de una ciencia de la sociedad basada en el supuesto de que el apetito de gananciaseconmicas es una fuerza constante y mensurable, que debe ser aceptada como otras fuerzasnaturales, como un datumevidente e inevitable, habra parecido al pensador medieval apenas menosirracional e inmoral que convertir en premisa de la filosofa social la accin desenfrenada de rasgoshumanos tan necesarios como la belicosidad y el instinto sexual" [Tawney 1926, 31].

    La transformacin esencial comenz a finales de la Edad Media, que no por coincidencia es la poca enque la interpretacin religiosa del mundo predominante empieza a perder influencia en la vida de laspersonas. A medida que el beneficio se converta en el motor del proceso econmico, apareci una

    tendencia a reorganizar el sistema social en su conjunto y no slo el componente econmico, puesto queno existe una diferencia natural entre ellos.2 "El capital haba dejado de ser el siervo y se habaconvirtido en el amo. Asumiendo una independencia y una vitalidad separadas, reclam para s laatribucin de un socio mayoritario a imponer la organizacin econmica compatible con sus propiasconveniencias". [Tawney 1926, 86]. ste es un ejemplo ms de la paradoja tecnolgica: creamossistemas complejos para hacer que nuestras vidas sean ms confortables, slo para encontrarnosprisioneros de la lgica inexorable de su propia evolucin. El monstruo del Frankesteinde Shelley loexpresa en forma ms brutal: "t eres mi creador, pero yo soy tu amo".

    Max Weber fue el estudioso que ms contribuy a descubrir las races religiosas del capitalismo demercado. Su polmica teora no slo ubica los orgenes del capitalismo en el `ascetismo profano' de la

    tica puritana, tambin sugiere que el capitalismo sigue siendo esencialmente religioso en suestructura psicolgica. De acuerdo con La tica protestante y el espritu del capitalismo, la creenciacalvinista en la predestinacin foment lo que se convertira en una necesidad irresistible dedeterminar si se era parte de los escogidos. La predestinacin hizo innecesarios los sacramentos yllev a la desvalorizacin de lo sagrado. En su lugar, se acept que el xito econmico en este mundoera la demostracin del favor divino. Con ello se crearon las condiciones psicolgicas y sociolgicaspara trasladar los valores ascticos del monasterio a las profesiones, pues se hacan esfuerzos porprobar que uno se salvaba invirtiendo el excedente en vez de consumirlo. Este objetivo original seatenu gradualmente; sin embargo, el ascetismo profano no desapareci cuando Dios se hizo msdistante y el cielo menos relevante. En nuestro mundo moderno, esa motivacin original desapareci,pero nuestra preocupacin por el capital y por la ganancia no desapareci con ella; por el contrario, seconvirti en nuestra principal obsesin. Como no tenemos ninguna otra meta, y no hay una salvacinfinal en la que creer, dejamos que los medios se conviertan en fines.

    El ensayo de Weber muestra que la intencin original que inspira a una actividad puede eventualmentetransformarse en algo bastante diferente: "los puritanos querantrabajar en una profesin; nosotrosdebemoshacerlo. Desde el momento en que el ascetismo abandon las celdas de los monasterios parainstalarse en la vida profesional y dominar la moralidad mundana, contribuy todo lo que pudo a crearel imponente cosmos del orden econmico moderno que, limitado a los presupuestos tcnicos yeconmicos de la produccin mecnica y maquinista, hoy en da determina con fuerza irresistible elestilo de vida de cuantos individuos nacen en l (y noslo de quienes se ocupan directamente de las

    actividades econmicas) y que quiz lo determine hasta que se consuma la ltima tonelada decombustible fsil. En opinin de Baxter, la preocupacin por los bienes externos slo debera pesarsobre los hombros de los santos como `un manto sutil que se puede arrojar al suelo en cualquier

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    momento'. Pero la fatalidad llev a que el manto se convirtiera en una jaula de hierro" [citado porScaff 1989, 88].

    Estamos muy lejos de la mano invisible de Adam Smith. La metfora de Weber es menos esperanzada:el ethos calvinista profesional "hoy ronda nuestras vidas como el fantasma de creencias religiosasmuertas", derrotado por una civilizacin racionalista de produccin a gran escala y consumo voraz quehoy se erige sobre fundamentos puramente mecnicos [Scaff 1989, 89].3

    La sociologa de la religin de Weber diferencia las religiones ms ritualistas y legalistas, que seadaptan al mundo, de las religiones de salvacin, ms hostiles al mundo. Las religiones de salvacinsuelen ser revolucionarias, debido a la profeca y al carisma que las motiva, y misioneras en tantobuscan introducir un nuevo mensaje o promesa en la vida cotidiana. Sus esfuerzos para garantizar laperpetuacin de la gracia en el mundo exigen el reordenamiento del sistema econmico. Weberadvirti que los adherentes a este tipo de religin usualmente "no disfrutan de reposo interior porque

    estn desgarrados por tensiones internas".Este ltimo punto --que no slo describe a los puritanos que analiza en La tica protestantesino quetambin evoca nuestra propia situacin-- sugiere que el capitalismo de mercado comenz como unaforma de religin de salvacin y que an puede entenderse como tal: insatisfecha con el mundo talcomo es, obligada a introducir una nueva promesa en el mundo, motivada (y autojustificada) por la feen la gracia del beneficio e interesada en perpetuar esa gracia, y con celo misionero para expandir yreorganizar (racionalizar) el sistema econmico. Los argumentos de Weber implican que as pensemosque el mundo moderno es secular, sus valores (como la racionalizacin econmica) no slo se derivan devalores religiosos (la salvacin mediante la introduccin de una nueva promesa revolucionaria en la vidacotidiana) sino que son valores religiosos, aunque modificados por la prdida de referencia a una

    dimensin distinta de la profana. O, quiz ms precisamente, que esos valores han sido distorsionadospor el hecho de que nuestras motivaciones no terrenales pero an orientadas hacia el futuro se hanvuelto inconscientes.

    Weber subray que el ethosasctico profesional puede haber perdido su sentido original pero que nopor ello es menos influyente. Nuestro tipo de salvacin an se orienta hacia el futuro. Como dijoNorman Brown, "ya no damos nuestro excedente a Dios; el proceso de producir un excedente cada vezmayor es nuestro Dios" [Brown 1961, 261]. En contraste con el tiempo cclico de las sociedadespremodernas, y sus rituales estacionales de expiacin, nuestro tiempo econmico es lineal y dirigidohacia el futuro, y persigue una reconciliacin que ya no puede alcanzar porque ha desaparecido comomotivacin consciente. Sin embargo, an funciona como motivacin inconsciente, puesto que seguimospersiguiendo un fin que se aleja continuamente. Nuestra reaccin colectiva se convierte entonces en lanecesidad del crecimiento: el deseo siempre insatisfecho de un `nivel de vida' siempre mayor (porqueuna vez nos definimos como consumidores nunca tendremos demasiado) y el evangelio de la expansineconmica permanente (porque las corporaciones y el PIB nunca sern suficientemente grandes).4

    LA GRAN TRANSFORMACIN

    Engels cuenta que una vez coment a un fabricante de Manchester que nunca haba visto una ciudad

    tan fea y tan sucia: "El hombre escuch atentamente hasta el final, y en la esquina en que nosseparamos dijo: `y sin embargo aqu se hace mucho dinero; buenos das, seor'" [Sale 1995, 58].

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    La fase decisiva del desarrollo del capitalismo de mercado ocurri durante la revolucin industrial definales del siglo XVIII, cuando la nueva tecnologa produjo un mejoramiento sin precedentes en losinstrumentos de produccin. Esto llev a la `liberacin' de una masa crtica de tierra, trabajo ycapital, que la mayora de las personas experiment como una catstrofe sin precedentes porquedestruy los vnculos de la comunidad; una catstrofe que hoy se repite en buena parte del mundo `endesarrollo'. La gran transformacinde Karl Polanyi [1944] es una expresin de indignacin contra susconsecuencias sociales y, a la vez, una lcida explicacin de los fundamentos de esa deformacin, delmodo en que el mundo se convirti en un mercado de mercancas intercambiables. Para que las fuerzasdel mercado interactuaran libre y productivamente, el mundo natural tuvo que convertirse en lamercanca tierra, la vida tuvo que convertirse en la mercanca trabajo y el patrimonio en la mercancacapital. Ya antes, la comercializacin de la agricultura inglesa haba llevado a cercar las tierrascomunales, los pastizales que tradicionalmente pertenecan a la comunidad. La peste de lamercantilizacin industrial result ser mucho peor. La tierra (nuestra madre y nuestro hogar) seobjetiv en un conjunto de recursos explotables. La vida humana se objetiv en trabajo o tiempo de

    trabajo valorado de acuerdo con la oferta y la demanda. El patrimonio social, la herencia acumuladaamorosa y laboriosamente a fin de preservarla para los descendientes, se objetiv en capital fungible,algo que tambin poda ser comprado y vendido, una fuente de ingreso no ganado para unos pocosafortunados y una fuente de deudas aplastantes para los dems.

    La interaccin entre esos procesos de mercantilizacin llev a una acumulacin de capital casimilagrosa y a un colapso igualmente asombroso de la vida comunitaria tradicional cuando los aldeanosfueron expulsados de sus tierras por esas nuevas fuerzas econmicas. "Separar el trabajo de otrasactividades vitales para someterlo a las leyes del mercado signific aniquilar todas las formasorgnicas de existencia y remplazarlas por un tipo de organizacin diferente, atomista eindividualista", subraya Polanyi. Ese sistema "no poda existir durante un largo perodo de tiempo sin

    aniquilar la esencia humana y natural de la sociedad". El principio del laissez-faire--que el gobierno nodebe interferir en la operacin del sistema econmico-- se aplic en forma selectiva: aunque seexhortaba al gobierno para que no se inmiscuyera en la industria, sus leyes y sus polticas fueronnecesarias para convertir el trabajo en una mercanca. Lo que se denomin no interferencia fue enrealidad una interferencia para "destruir las relaciones no contractuales entre los individuos e impedirsu reconstitucin espontnea" [Polanyi 1957, 163].

    Es una coincidencia que hoy se propague ese mensaje equvoco? Al tiempo que los conservadorespredican la liberacin del sistema de libre empresa de las restricciones del gobierno, buscan subsidiosfederales para apoyar industrias no econmicas (como la energa nuclear) y sanear las quiebraseconmicas (el escndalo de las cajas de ahorro y prstamo), mientras que las polticas internacionalesbuscan que el mundo sea ms seguro para nuestras corporaciones multinacionales (Gatt, Nafta yGuerra del Golfo). Hace pocos siglos no haba grandes diferencias entre Iglesia y Estado, entreautoridad sagrada y poder secular, hoy sus vnculos son de nuevo muy estrechos. Lejos de manteneruna actitud reguladora efectiva o incluso neutral, el gobierno de Estados Unidos es el principaldefensor de la religin del capitalismo de mercado como forma de vida, y en realidad quiz no tengaotra eleccin porque se ha convertido en un alcahuete que depende de las ganancias ms suculentas delmercado.

    Hay una lnea directa que va desde la mercantilizacin de la tierra, de la vida y del patrimonio duranteel siglo XVIII hasta el agujero en la capa de ozono y el calentamiento global de hoy en da. Adems,

    esos procesos de mercantilizacin tambin han llevado a otra forma de destruccin ambiental que, enforma bastante diferente, es igualmente problemtica: el agotamiento del `capital moral', un trminohorrible que slo pudo haber sido inventado por los economistas para describir otra terribleconsecuencia social de las fuerzas de mercado. Como Adam Smith subray en su Teora de los

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    sentimientos morales, el mercado es un sistema peligroso porque corroe los valores compartidos por lacomunidad y que sta requiere para refrenar los excesos de aqul. "Aunque est impulsado por elinters propio, el mercado an depende en forma absoluta de una comunidad que comparta valorestales como la honestidad, la libertad, la iniciativa, la frugalidad y otras virtudes cuya autoridad nopuede ser reducida por mucho tiempo a un gusto personal, como hace explcitamente la filosofa delvalor positivista e individualista en la que se basa la teora econmica moderna" [Daly y Cobb 1994,50]. Una contradiccin fundamental del mercado es que para funcionar eficientemente requiere rasgosde personalidad tales como la confianza en el orden, pero su mismo funcionamiento tiende a socavar laresponsabilidad personal con los dems. Esta contradiccin lleva a una descomposicin que ya estbastante avanzada en muchas corporaciones. La `fragmentacin' de las empresas [downsizing] y eltraslado de los trabajadores a empleos de tiempo parcial demuestran una menor preocupacin de lascorporaciones por sus empleados, al tiempo que los astronmicos aumentos de salarios en la cspide(con lucrativas opciones de compra de acciones) y otras prcticas moralmente ofensivas --como losautoprstamos-- revelan que los ejecutivos a quienes se confa el manejo de las empresas son cada vez

    ms propensos a explotarlas o canibalizarlas en su propio beneficio. Entre 1980 y 1993, las 500empresas de Fortune aumentaron sus activos 2.3 veces, pero eliminaron 4.4 millones de empleos,mientras que las bonificaciones de los Chief Executive Officers (CEO) aumentaron ms de 6 veces, yel CEO promedio de una gran corporacin reciba en 1995 un paquete de bonificaciones de ms de 3.7millones de dlares al ao [Korten 1995, 218].

    En esa forma, el mercado no acumula `capital moral' sino que lo `agota' y, por lo tanto, depende de lacomunidad para regenerarlo, del mismo modo que depende de la biosfera para regenerar el capitalnatural. No es sorprendente que las consecuencias de largo plazo sean similares: as como hemosllegado al punto en que se ha deteriorado la capacidad de la bioesfera para recuperarse, nuestrocapital moral colectivo ha llegado a ser tan escaso que nuestras comunidades (o, ms bien, nuestras

    colecciones de individuos atomizados que buscan ser el `nmero uno') son cada vez menos capaces deregenerarlo, y las consecuencias sociales son muy preocupantes para todos nosotros. Hay que insistiren este punto porque el sistema de proteccin econmica que se cre para corregir las fallas delcapitalismo hoy es culpado por las fallas del capitalismo. El desorden social que afecta a muchassociedades `desarrolladas' no puede ser corregido con una aplicacin ms eficiente de los valores delmercado (como eliminar la ayuda a las madres solteras para que su trabajo contribuya a la sociedad)porque es, ms bien, una consecuencia directa de esos valores del mercado. La mercantilizacin queest destruyendo la bioesfera, el valor de la vida humana y la herencia que deberamos legar a lasgeneraciones futuras tambin sigue destruyendo las comunidades locales que mantienen el talantemoral de sus miembros. La degradacin de la tierra y la degradacin de nuestras sociedades son elresultado de ese mismo proceso de mercantilizacin del mercado que racionaliza su funcionamientocomo algo natural e inevitable.

    El agotamiento acumulativo del `capital moral' nos recuerda violentamente que una comunidad es msque la suma de sus partes, que el bienestar general es necesario para el bienestar de cada uno de susmiembros. Sin embargo, esto es algo que la teora econmica contempornea no puede introducir ensus ecuaciones. Por qu? La respuesta nos lleva a los orgenes del pensamiento econmico del sigloXVIII, orgenes que estuvieron marcados por la filosofa individualista del utilitarismo predominanteen ese tiempo. La filosofa ha avanzado mucho desde entonces, sin embargo, la teora econmica sigueuncida a los valores utilitaristas, tanto ms cuanto que ignora su herencia.5 Segn el utilitarismo, lasociedad est conformada por individuos discretos que buscan sus propios fines personales. Los

    valores humanos se reducen a un clculo que maximiza los placeres (sin ninguna distincin cualitativaentre ellos) y minimiza el dolor. La racionalidad se define, entonces, como la bsqueda inteligente de laganancia privada. En la visin de Adam Smith, "los individuos pueden relacionarse con los dems endiversas formas, bien sea por benevolencia o por amor propio, pero esas u otras relaciones no los

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    constituyen. Los individuos existen en una separacin fundamental y se relacionan a partir de esaseparacin. Sus relaciones son exteriores a su identidad personal" [Daly y Cobb 1994, 160].

    Pese a que la economa parece haber logrado el primer lugar entre las ciencias sociales (no hay premioNobel para la sociologa o la ciencia poltica, mucho menos para la filosofa o la religin), su visin de lahumanidad ha llegado a ser predominante en la misma poca en que sus supuestos estn totalmentedesacreditados por la filosofa, la psicologa y la sociologa contemporneas; para no mencionar lareligin, que siempre ha propuesto una visin diferente de lo que significa ser un ser humano. Noobstante, a medida que los valores de mercado deterioran la calidad de nuestras relaciones sociales "lasociedad se parece cada vez ms a esa yuxtaposicin de individuos que postula la teora econmica. Elmodelo `positivo' empieza a funcionar inevitablemente como norma a la que la realidad debeconformarse por obra de las polticas derivadas del modelo" [Daly y Cobb 1994, 162]. Hemos aprendidoa desempear los roles que se adaptan a las tareas que debemos desempear y a las imgenescomerciales que nos asedian constantemente.

    En vista de la influencia del pensamiento neomalthusiano acerca de la poblacin, es necesario advertirque Malthus pertenece a esa tradicin. Su Ensayo sobre el principio de la poblacin[1798] defendauna ley de hierro de los salarios: el salario de subsistencia es el salario justo porque unos salariosmayores dan lugar a un rpido crecimiento de la poblacin hasta que la pobreza detiene el crecimiento.De ah deduce que la pobreza no es un resultado de las instituciones humanas sino la condicin naturalde la vida de la mayora de las personas. La influencia de esa forma de pensar guarda una relacininversa con la (falta de) evidencia emprica, puesto que las tendencias demogrficas mundiales no larespaldan. El rpido aumento de la poblacin en la Inglaterra del siglo XIX, que ocurri despus de quemuchas personas fueron expulsadas de sus tierras y obligadas a trabajar en las fbricas, apoya laconclusin contraria: las personas no son pobres porque tienen familias grandes sino que necesitan

    familias grandes porque son pobres (en esa poca haba una gran demanda de trabajo infantil). Desdeel punto de vista moral, el malthusianismo tiende ignorar la cuestin de quin consume realmente losrecursos de la tierra. Desde el punto de vista terico, su proposicin principal --que la poblacinaumenta en progresin geomtrica mientras que los alimentos aumentan en forma aritmtica-- aslaarbitrariamente, de toda la compleja gama de factores histricos, dos variables causales, al tiempoque supone constantes las variables tal vez ms importantes de todas: la `naturalidad' de un mercadosin trabas y el tipo de personalidad correspondiente, el individuo competitivo, egosta y `racional' quepresupone la economa neoclsica.6

    Como toda la filosofa occidental moderna, el utilitarismo que Smith y Maltus aceptaron sin reservasestaba en deuda con Ren Descartes. Su dualismo metafsico diferenciaba los fines de los sereshumanos de todas las dems cosas existentes y, como consecuencia, las desvaloriz al convertirlas ensimples medios para lograr esos fines. A pesar del esfuerzo de la filosofa del siglo XX por criticar eldualismo cartesiano y la separacin entre sujeto y objeto, la teora econmica contempornea anpresupone una teora del valor subjetiva que slo percibe el valor en la medida en que satisface losdeseos personales.

    La humanidad se ve reducida a fuente de trabajo y a una coleccin de deseos insaciables; lascomunidades se transforman en agregaciones de individuos que compiten por conseguir sus finesprivados; la tierra y todas su criaturas se cosifican en recursos que deben explotarse para satisfaceresos deseos. Deja este dualismo radical algn lugar para lo sagrado?, para sentir asombro y temor

    ante los misterios de la creacin? Creamos o no creamos en Dios, podemos intuir que olvida algo.Recordemos el papel esencial que pueden cumplir las religiones: plantear las preguntas fundamentalesque ignora esta visin reduccionista de lo que es el mundo y de lo que puede ser nuestra vida.

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    UNA PERPETUA ANSIEDAD... Y YA ALCANZAMOS LA FELICIDAD?

    Lo que hoy podra liberar al mundo no es la transformacin de la conciencia del proletariado sino latransformacin de la conciencia del consumidor [Miller 1995, 19].

    Desde una perspectiva religiosa, el capitalismo de mercado y sus valores crean dos problemas: codiciay desilusin. Por un lado, el mercado sin restricciones acenta y precisa de la codicia al menos por dosrazones. El deseo de ganancia es necesario para aceitar la maquinaria del sistema econmico, y esnecesario generar un deseo insaciable de consumir cada vez ms para crear mercados para todo lo quese produce. La dimensin moral de la codicia ha desaparecido de modo inevitable en la teoraeconmica y, cada vez ms, en los mercados que sta promueve; hoy parece quedar en manos de lareligin la tarea de aliviar los problemas que ocasiona un rasgo humano que en el mejor de los casos es

    moralmente ofensivo y, en el peor, perjudicial. Las visiones religiosas del mundo tienden a percibir lacodicia como algo en cierta forma natural; sin embargo, en vez de desencadenarla considerannecesario refrenarla. El problema espiritual de la codicia --de la codicia por las ganancias y elconsumo-- no se refiere tan slo a la mala distribucin de los bienes terrenales que ocasiona (aunque,por supuesto, es necesaria una distribucin ms equitativa) o a sus efectos sobre la biosfera sino aalgo an ms esencial, a que la angustia se basa en la desilusin: la desilusin de no alcanzar la felicidadpor esos medios. La bsqueda de la satisfaccin a travs de la ganancia o haciendo que el consumo dsentido a la vida personal lleva a la idolatra, es decir, a una perversin demonaca de la verdaderareligin; y cualquier institucin religiosa que haga las paces con lasprioridadesderivadas de los valoresde mercado no merece el nombre de religin autntica.

    En otras palabras, la codicia forma parte de un sistema de valores defectuoso (la forma en que vivimosen este mundo) basado en un sistema de creencias errneo (qu es el mundo). El subjetivismo extremodel cartesianismo y el individualismo atomista del utilitarismo, que `naturalizan' esa ansiedad, debenser rechazados y refutados no slo intelectualmente sino sobre todo por la forma en que vivimosnuestras vidas. La gran sensibilidad de las religiones semticas hacia la justicia (para las que el pecadoes un defecto moral de la voluntad) debe ser complementada con el nfasis que las tradicionesasiticas de iluminacin dan a la visin [seeing through] que trasciende y disipa la desilusin (laignorancia como incapacidad de comprender). Personalmente, intuyo que la sensibilidad sin la visinest condenada a ser ineficaz en esta poca de cinismo. Es poco probable que lleguemos a resolver elproblema de la justicia social distributiva sin que tambin abandonemos la ilusin de que es posiblealcanzar la felicidad a travs de la acumulacin y el consumo individualistas, as no hubiese otra raznque la capacidad de quienes controlan los recursos mundiales para manipular las cosas de acuerdo conla ventaja que perciben; y porque, como ha demostrado el siglo XX, las revoluciones violentas paraderrocar a esas lites slo consiguen remplazarlas por otras.

    Para el historiador francs Fernand Braudel, la revolucin industrial fue "en ltimas, una revolucin dela demanda", o, ms exactamente, "una transformacin de los deseos" [Braudel 1982, 183]. Puesto quehemos llegado a pensar que nuestros deseos insaciables son `naturales', es necesario recordar quenuestro modo de desear es apenas un sistema de valores particular condicionado histricamente, unconjunto de hbitos tan elaborado como los bienes que se ofrecen para satisfacerlo. Segn la revistacomercial Advertising Age, que deberamos leer, los gastos de Estados Unidos en propaganda llegaron

    a 147 mil millones de dlares en 1994, mucho ms de lo que se gast en educacin superior. Esto setradujo en una andanada de 21 mil comerciales de televisin, un milln de pginas publicitarias en lasrevistas, 14 mil millones de catlogos, 38 mil millones de folletos de propaganda ramplona y otros milmillones de anuncios, carteles y vallas publicitarias. Esa suma no incluye las diversas industrias que

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    afectan los gustos y los gastos de los consumidores, como la promocin y las relaciones pblicas, elmercadeo, el diseo y, por encima de todo, la moda (no slo en el vestuario) que generaron otros 100mil millones de dlares [Durning 1992, 142]. Considerado en conjunto, ste es el mayor esfuerzo demanipulacin mental que jams haya padecido la humanidad, sin otra finalidad que la de crearnecesidades de consumo. No importa que el impacto ambiental de un nio de los pases desarrolladossea 30 veces mayor que el de un nio del Tercer Mundo.

    Si el mercado fuera la forma ms eficiente de satisfacer nuestras necesidades, por qu requiere deesas gigantescas industrias? La teora econmica, igual que el mercado, no hace diferencias entre lasnecesidades autnticas y los deseos creados en forma por dems dudosa. Ambos tienen carcternormativo. No importa por qu alguien desea algo. Las consecuencias de este enfoque son, sin embargo,importantes. El patrn de consumo que hoy consideramos natural proporciona el contexto para elrpido deterioro de los sistemas ecolgicos del ltimo medio siglo: segn el Worldwatch Institute, laspersonas que vivieron entre 1950 y 1990 consumieron ms bienes y servicios (medidos en dlares

    constantes) que todas las generaciones anteriores en la historia de la humanidad [Durning 1992, 38].Si esto no es suficientemente preocupante, pueden aadirse las consecuencias sociales de nuestraconversin a los valores de consumo que, por lo menos en Estados Unidos, ha revolucionado la forma enque nos relacionamos con los dems. "Con la ruptura de la comunidad a todos los niveles, los sereshumanos se parecen cada vez ms al homo economicustradicional. Ir de compras es el gran pasatiemponacional... Con base en un endeudamiento generalizado y unas ventas masivas de los activos nacionales,los estadounidenses han dilapidado su herencia y empobrecido a sus hijos" [Daly y Cobb 1994, 373].

    Esto en cuanto a su patrimonio. Nuestra inmensa riqueza no nos ha bastado y hemos tenido queaumentarla acumulando grandes cantidades de deuda. Y usamos todo nuestro ingenio para disear un

    sistema econmico que nos permita expoliar los activos futuros de nuestros descendientes! Lamercantilizacin nos permite lograr algo que se sola considerar imposible, viajar a travs del tiempo:hoy tenemos medios para colonizar y explotar el futuro.

    La irona final es que esta mercantilizacin casi completa del mundo poco sorprende a quien estfamiliarizado con lo que ha llegado a ser un comportamiento adictivo para 59 millones de habitantes deEstados Unidos [Domnguez y Robins 1993, 171]. Las comparaciones a travs del tiempo y entresociedades muestran que hay pocas diferencias en la felicidad que decimo disfrutar. El hecho de queen el mundo desarrollado consumamos demasiado no parece tener mayores efectos sobre nuestrafelicidad [Durning 1992, 38-40].

    Esto tampoco sorprende a quienes tienen una orientacin ms religiosa. La mejor crtica de estaansiedad de consumo sigue siendo la que ofrecen la enseanzas religiosas tradicionales, que no slo nossirven de fundamento sino que nos muestran cmo transformar nuestras vidas. En el budismo, paracitar el ejemplo de mi propia religin, los deseos insaciables del ego son el origen de las frustraciones

    y de la falta de paz que experimentamos en nuestra vida cotidiana. El consumo excesivo, que nosdistrae e intoxica, es uno de los principales sntomas de este problema. Infortunadamente, esacompulsin no alivia nuestra ansiedad sino que la agudiza.

    En respuesta, el budismo ensea la renuncia y la generosidad. Como dice Shunryu Suzuki-roshi,renunciar no significa sacrificar las cosas de este mundo sino aceptar que son efmeras. Para vivir con

    serenidad es necesario percibir y aceptar que todo desaparece, incluidos nosotros mismos. Sloalguien cuya identidad no est atada a la adquisicin y al consumo puede renunciar verdaderamente almundo. La expresin de la renuncia es la generosidad, que es enaltecida por el budismo as como portodas las principales religiones.7 La generosidad verdadera no slo es una expresin de evolucin moral

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    sino tambin de comprensin: "La necesidad de poseer y adquirir disminuye a medida que disminuye lanecesidad de definirnos y representarnos a nosotros mismos. Eventualmente podemos llegar a ver queel sentimiento de posesividad se funda en la desilusin. Algo es mo slo si no es tuyo. Pero si puedo verque nada me separa de t, y que nada nos separa de los fenmenos del mundo, la idea de propiedadempieza a perder significado. En esencia, quien de nada carece no siente necesidad de adquirir"[Jeffrey 1995, 12]. El consumismo no slo ignora el gozo supremo de dar a otros, tambin impide lacomprensin ontolgica de que no hay dualidad entre uno y los dems. Esa comprensin lleva a la visintransformadora de que no es necesario ser adquisitivo cuando no se carece de nada.

    Otras religiones expresan en otras formas la importancia de la generosidad pero, en mi opinin, susdiferentes caminos llevan a una comprensin semejante de nuestra interrelacin. Si comparamos esasperspectivas con el adoctrinamiento del mercado acerca de la importancia de la adquisicin y delconsumo --un adoctrinamiento indispensable para que el mercado siga funcionando-- la lnea de batallaqueda clara. Todas las religiones autnticas son aliadas naturales contra lo que equivale a una idolatra

    que socava sus enseanzas ms importantes.En conclusin, el mercado no es slo un sistema econmico sino tambin una religin, aunque no es unabuena religin por que slo funciona prometiendo una salvacin secular que nunca proporciona. Sudisciplina acadmica, la `ciencia social' de la economa, se entiende mejor como una teologa quepretende ser una ciencia. As, cualquier solucin a los problemas que sta ocasiona tambin tiene unadimensin religiosa. Esto no significa que debamos retroceder de los valores seculares a los valoresreligiosos sino que debemos entender que nuestras obsesiones seculares se han convertido ensntomas de una necesidad espiritual que no pueden satisfacer. A medida que consciente oinconscientemente nos hemos alejado de la visin religiosa del mundo, perseguimos esos fines profanoscon un fervor religioso cada vez mayor porque nunca podemos alcanzarlos.8 La solucin a la catstrofe

    ambiental que padecemos y al deterioro social en que vivimos llegar cuando este impulso espiritualreprimido vuelva a su senda verdadera. Mientras llega ese momento, el camino pasa por la lucha contrala falsa religin de nuestra poca.

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS

    Boulding, Kenneth E. 1968. Beyond EconomicsUniversity of Michigan Press, Ann Arbor.

    Braudel, Fernand. 1982. The Wheels of Commerce, traduccin de Sian Reynolds, Harper & Row, NuevaYork.

    Brown, Norman O. 1961. Life Against Death: The Psychoanalytic Meaning of History, Vintage, NuevaYork.

    Daly, Herman E. y Cobb, John B. 1994. For the Common Good, 2d ed. Beacon Press, Boston.

    Dobell, A. Rodney. 1995. "Environmental Degradation and the Religion of the Market", Coward, Harold,editor, Population, Consumption, and the Environment, 229-250. State University of New York Press,Albany.

    Domnguez, Joe y Robin, Vicki. 1993. Your Money Or Your Life, Penguin, Harmondsworth.

    Durning, Alan. 1992. How Much is Enough?, Norton, Nueva York.

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    Jeffrey, Meg.1995. "Consumerism in the Monastery", Turning Wheel, verano, 11-13.

    Korten, David. 1995. When Corporations Rule the World, Kumarian Press, West Hartford, CT.

    Loy, David. Lack and Transcendence: The Problem of Death and Life in Psychotherapy, Existentialism,and Buddhism. Atlantic Highlands, NJ: Humanities Press. 1996.

    Miller, Daniel. 1995. "Consumption as the Vanguard of History", Acknowledging Consumption: A Reviewof New Studies, 1-57, Routledge, Londres.

    Polany, Karl. 1957. The Great Transformation, Beacon Press, Boston.

    Rao, Mohan. 1994. "An Imagined Reality: Malthusianism, Neo-Malthusianism and Population Myth",Economic and Political Weekly, 29 de enero, 40-52.

    Sale, Kirkpatric. 1995. Rebels against the Future: The Luddites and Their War on the IndustrialRevolution, Addison-Wellesley, Reading, Ma.

    Scaff, Lawrence. 1989. Fleeing the Iron Cage: Culture, Politics, and Modernity in the Thought of MaxWeber, University of California Press, Berkeley.

    Tawney, R. H. 1926. Religion and the Rise of Capitalism, Harcourt, Brace, Nueva York.

    (*)Profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Bunkyo University, Chigasaki 253, Japn.

    (1)Este ensayo debe mucho a Daly y Cobb, quienes hacen una crtica detallada de la teora econmicamoderna y demuestran que nuestros problemas sociales y ambientales pueden ser resueltos si tenemosla voluntad de resolverlos.

    (2)Esto implica que la alternativa a la religin del mercado no exigira la eliminacin del mercado (y elfracaso del socialismo del siglo XX sugiere que ste no debera ser eliminado) sino restituir a lasfuerzas del mercado su papel delimitado por las relaciones sociales de la comunidad.

    (3)No estoy en condiciones de evaluar el debate acadmico que suscit la tesis de Weber; una revisinde ese debate se encuentra en Eisenstad [1968, 67-86].

    (4)Puesto que todo Dios necesita un Demonio y toda religin una teora del mal, los creyentes en lareligin del mercado consideran maligno aquello que amenaza la expansin permanente del excedente,especialmente los impuestos, la inflacin y las regulaciones del gobierno, como por ejemplo lasbarreras al comercio.

    (5)"La economa debe al menos la mitad de su desarrollo a las ideas de Adam Smith, a quien es lcitoconsiderar el fundador de la economa como discurso abstracto y unificado, y casi sin saberlo, anbebe en las fuentes del racionalismo y el desmo del siglo XVIII" [Boulding 1968, 187].

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    (6)Para una crtica incisiva del malthusianismo, ver Rao [1994].

    (7)La generosidad (dna, en snscrito) es la primera y ms importante de las virtudes trascendentales(pramits) del Mahyna debido a que implica a todas las dems.

    (8)Este fenmeno se analiza ms extensamente en Loy [1996].