Cuento el ángel

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Cuento el ángel

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  1. 1. Cuento el ngel
  2. 2. EL NGELCada vez que muere un nio bueno, baja del cielo un ngel de Dios Nuestro Seor, tomaen brazos el cuerpecito muerto y, extendiendo sus grandes alas blancas, emprende elvuelo por encima de todos los lugares que el pequeuelo am, recogiendo a la vez unramo de flores para ofrecerlas a Dios, con objeto de que luzcan all arriba ms hermosasan que en el suelo. Nuestro Seor se aprieta contra el corazn todas aquellas flores,pero a la que ms le gusta le da un beso, con lo cual ella adquiere voz y puede ya cantaren el coro de los bienaventurados.He aqu lo que contaba un ngel de Dios Nuestro Seor mientras se llevaba al cielo a unnio muerto; y el nio lo escuchaba como en sueos. Volaron por encima de losdiferentes lugares donde el pequeo haba jugado, y pasaron por jardines de floresesplndidas.-Cul nos llevaremos para plantarla en el cielo? -pregunt el ngel.Creca all un magnfico y esbelto rosal, pero una mano perversa haba tronchado eltronco, por lo que todas las ramas, cuajadas de grandes capullos semiabiertos, colgabansecas en todas direcciones.-Pobre rosal! -exclam el nio-. Llvatelo; junto a Dios florecer.Y el ngel lo cogi, dando un beso al nio por sus palabras; y el pequeuelo entreabrilos ojos.Recogieron luego muchas flores magnficas, pero tambin humildes rannculos y violetassilvestres.
  3. 3. -Ya tenemos un buen ramillete -dijo el nio; y el ngel asinti con la cabeza,pero no emprendi enseguida el vuelo hacia Dios. Era de noche, y reinaba unsilencio absoluto; ambos se quedaron en la gran ciudad, flotando en el aire poruno de sus angostos callejones, donde yacan montones de paja y cenizas;haba habido mudanza: se vean cascos de loza, pedazos de yeso, trapos yviejos sombreros, todo ello de aspecto muy poco atractivo.Entre todos aquellos desperdicios, el ngel seal los trozos de un tiesto roto;de ste se haba desprendido un terrn, con las races, de una gran florsilvestre ya seca, que por eso alguien haba arrojado a la calleja.-Vamos a llevrnosla -dijo el ngel-. Mientras volamos te contar por qu.Remontaron el vuelo, y el ngel dio principio a su relato:-En aquel angosto callejn, en una baja bodega, viva un pobre nio enfermo.Desde el da de su nacimiento estuvo en la mayor miseria; todo lo que pudohacer en su vida fue cruzar su diminuto cuartucho sostenido en dos muletas; sufelicidad no pas de aqu. Algunos das de verano, unos rayos de sol entrabanhasta la bodega, nada ms que media horita, y entonces el pequeo secalentaba al sol y miraba cmo se transparentaba la sangre en sus flacosdedos, que mantena levantados delante el rostro, diciendo: S, hoy he podidosalir. Saba del bosque y de sus bellsimos verdores primaverales, slo porqueel hijo del vecino le traa la primera rama de haya. Se la pona sobre la cabezay soaba que se encontraba debajo del rbol, en cuya copa brillaba el sol ycantaban los pjaros.
  4. 4. Un da de primavera, su vecinito le trajo tambin flores del campo, y, entreellas vena casualmente una con la raz; por eso la plantaron en unamaceta, que colocaron junto a la cama, al lado de la ventana. Habaplantado aquella flor una mano afortunada, pues, creci, sac nuevasramas y floreci cada ao; para el muchacho enfermo fue el jardn msesplndido, su pequeo tesoro aqu en la Tierra. La regaba y cuidaba,preocupndose de que recibiese hasta el ltimo de los rayos de sol quepenetraban por la ventanuca; la propia flor formaba parte de sus sueos,pues para l floreca, para l esparca su aroma y alegraba la vista; a ella sevolvi en el momento de la muerte, cuando el Seor lo llam a su seno.Lleva ya un ao junto a Dios, y durante todo el ao la plantita ha seguido enla ventana, olvidada y seca; por eso, cuando la mudanza, la arrojaron a labasura de la calle. Y sta es la flor, la pobre florecilla marchita que hemospuesto en nuestro ramillete, pues ha proporcionado ms alegra que la msbella del jardn de una reina.-Pero, cmo sabes todo esto? -pregunt el nio que el ngel llevaba alcielo.-Lo s -respondi el ngel-, porque yo fui aquel pobre nio enfermo que sesostena sobre muletas. Y bien conozco mi flor!
  5. 5. El pequeo abri de par en par los ojos y clav la mirada en el rostroesplendoroso del ngel; y en el mismo momento se encontraron en el Cielo deNuestro Seor, donde reina la alegra y la bienaventuranza. Dios apret al niomuerto contra su corazn, y al instante le salieron a ste alas como a los demsngeles, y con ellos se ech a volar, cogido de las manos. Nuestro Seor aprettambin contra su pecho todas las flores, pero a la marchita silvestre la bes,infundindole voz, y ella rompi a cantar con el coro de angelitos que rodean alAltsimo, algunos muy de cerca otros formando crculos en torno a los primeros,crculos que se extienden hasta el infinito, pero todos rebosantes de felicidad. Ytodos cantaban, grandes y chicos, junto con el buen chiquillo bienaventurado yla pobre flor silvestre que haba estado abandonada, entre la basura de lacalleja estrecha y oscura, el da de la mudanza.
  6. 6. ANA MILENA ESCOBAR PANTOJAID 000337179DENIN YURANI ORTEGAID 000322643