Cuarteles de Invierno - Osvaldo Soriano

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libro pal colegio

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  • Osvaldo Soriano, 1980

    Editor digital: TitivillusePub base r1.2

  • CAPTULO I

    Los dos hombres que esperaban en la estacintenan cara de aburridos. El que pareca ser el jefellevaba un traje negro brilloso y tena un pucho enlos labios. El otro, un gordo de mameluco azul,agitaba una lmpara desfalleciente en direccin almaquinista. Levant la valija y avanc por elpasillo. El coche estaba casi vaco y la gentedorma a pata suelta. Salt al andn y miralrededor.

    Del vagn de primera baj un tipo que andarapor los dos metros y los cien kilos; se qued unrato mirando para todas partes, como si esperaraque alguien le pusiera un ramo de flores en lasmanos. El gordo toc pito y empez a insultar almaquinista. El hombre de negro se me acerc y mesalud con una sonrisa.

    Usted es Morales dijo sin sacarse elpucho de los labios.

  • Le devolv la sonrisa.No, yo soy Galvn.Andrs Galvn me tendi la mano.

    Carranza, jefe de la estacin. A qu pensin va?Iba a preguntarle cul me recomendaba cuando

    vi a los soldados. El ms alto me apuntaba sinmucha conviccin; el otro, un morocho que tena elcasco metido hasta las orejas, se qued ms atrs,casi en la oscuridad. El suboficial llevaba uno deesos bigotes que ellos se dejan para asustar a loscolimbas.

    Documentos me dijo.El jefe de la estacin sac una voz ronca y

    pastosa:Es Galvn, el cantor. Buen muchacho,

    parece.Le alcanc la cdula. El milico la mir un

    minuto, le dio unas cuantas vueltas y anot losdatos en una libreta.

    Viene a la fiesta? pregunt sin mirarme.S. Contratado por el seor Surez.

  • Capitn Surez corrigi.Capitn Surez repet.Me devolvi la cdula, mir sobre mi hombro

    y peg un grito:Alto!El grandote que haba bajado de primera clase

    estaba a punto de piantarse por la puerta que dabaa la sala de espera. Los dos soldados le apuntarona la espalda; no haca falta ser un campen paramantenerlo a tiro porque el punto tena una espaldajusta para servir un banquete.

    Dej el bolso en el suelo y los mir sinsorpresa. Tena la cara tristona y pareca cansadode arrastrar ese cuerpo por el mundo. Llevaba unacampera de cuero larga y unos jeans gastados.

    Contra la pared dijo el suboficial y leindic el cartel de propaganda de un restaurante.El grandote no se hizo rogar: levant las manos,ech las caderas para atrs y apoy las palmascontra el aviso. El soldado morocho lo empez apalpar pero se cans enseguida. El suboficial se

  • mantena a distancia y miraba la cdula bajo la luzamarillenta.

    Rochita dijo el jefe de la estacin a miespalda.

    El tren arranc y me perd lo que agreg acontinuacin.

    Qu me deca?Rochita seal al grandote que miraba

    tieso cmo le desarmaban el bolso, buenpegador el pibe. Un poco lento para mi gusto, no?

    Lo mir. Rpido no pareca. Ni nervioso, peronunca se sabe con tipos de ese tamao.

    No s le dije, nunca lo vi.Por la televisin dijo el jefe, cuando lo

    volte al paraguayo. Tiene una pia de bestia, peroes muy lento. Se me acerc y agreg en voz baja: Es cierto que est terminado?

    Por qu est terminado?Dicen. Usted que es de Buenos Aires debe

    saber.Le repet que no lo conoca y sal por la sala

  • de espera desierta. Una avenida con rbolesflorecidos pareca llevar al centro. Empec acaminar despacio. En la esquina haba un baldocubierto de yuyos entre los que alguien habaconstruido una especie de rancho sostenido pordos rboles robustos. Un par de cuadras ms allpas frente a un boliche donde seis tipos jugabanal truco y tomaban copas. Mir a travs del vidrio,sin pararme, y cruc la calle. Un aire clido,sereno, acariciaba las hojas de las acacias. Por laavenida pas un jeep del ejrcito en el que ibanlos tipos que nos haban controlado en la estacin.Me acord que antes de salir me haba preparadoun sndwich de jamn y queso. Apoy la valijasobre el cap de un auto y saqu la bolsita. Seguandando, mordiendo el pan gomoso, mirando lasviejas casas grises, tratando de adivinar qu harala gente de ese pueblo a las diez de la noche.Entonces escuch a mi espalda un estruendo depasos, como si King Kong se hubiera escapadootra vez. Me di vuelta, discreto, y vi al grandote

  • que caminaba apurado por el medio de la calle.Apoyaba los pies contra el asfalto como si vinieraaplastando hormigas. Me par a verlo llegar. Eracierto que no tena mucho juego de cintura, ni derodillas, ni de tobillos. Caminaba con la cabezaechada hacia adelante y llevaba el bolso sobre laespalda. Se par delante mo, agitado.

    Lo alcanc dijo con una voz que parecasalir de una cueva.

    Tena los ojos algo pequeos para esa cara y lanariz tan aplastada como la de cualquier veterano.Lo mir un rato sin saber qu decirle. Por fin mesali algo.

    Todo bien?Sonri y dej el bolso en el suelo.S dijo y me mir con cierta timidez.

    Yo tengo un disco suyo, sabe? Ese que tiene Laltima curda.

    Lo deca como si fuese el nico tipo del pasque tuviera un disco mo. Mastiqu el ltimobocado del sndwich y lo dej venir.

  • Va a cantar aqu? me pregunt mientrassacaba un pauelo y se lo pasaba por el cuello.

    En la fiesta. Maana es el aniversario delpueblo.

    No haba terminado de decrselo que yasacuda la cabeza, asintiendo, como si eso lopusiera contento.

    Usted tambin vino a hacerse unos mangos,eh?

    La pregunta era un poco atrevida considerandoque tena un disco mo. Abr los brazos comodiciendo ya lo ve y l volvi a sacudir lacabeza.

    Rocha, encantado dijo y me tendi unbrazo largo y grueso como una manguera deincendios.

    Encantado dije.Levant el bolso y empez a moverse hasta

    que todo su cuerpo estuvo listo para dar el primerpaso. Caminamos en silencio y me estuvo mirandotodo el tiempo. Al llegar a la esquina me palme

  • la espalda, compinche, y me dijo:Usted canta lindo, carajo.

  • CAPTULO II

    La vieja nos mostr el cuarto del fondo. La puertadaba a un patio amplio, lleno de flores, al querodeaba una galera abierta. Sobre una de lascamas dorma un gato que apenas despeg los ojospara ver quin entraba. Rocha mir las paredes, eltecho y los crucifijos sobre las camas.

    No me gusta dijo, no tiene ventanas.La vieja lo mir, un poco molesta, y se acerc

    a la puerta esperando que nos decidiramos.No tiene a la calle? Pareca deprimido

    . Yo necesito ventana, aire, mucho aire. Soyboxeador, sabe?

    Nadie hubiera pensado que era cura, ni hombrede negocios.

    Y mi amigo canta agreg. Los dosvivimos de los fuelles, seora.

    Les puedo preparar un cuarto a la calle,pero es otro precio.

  • Rocha movi la cabeza.Me gusta, abuela, est bien dijo,

    satisfecho.Les cuesta cien ms que esta porque tengo

    que prepararla especialmente.Era ms de lo que yo hubiera querido gastar,

    pero Rocha se me adelant.No se haga problemas por el precio, abuela.

    Si nos da la llave nos vamos a comer algo. Esmuy tarde para comer en este pueblo?

    A la vieja no le gust lo de este pueblo peronos indic el lugar.

    Yo me hubiera conformado con el sndwich,pero el grandote irradiaba una vitalidad contagiosay decid acompaarlo.

    Era el restaurante donde la gente va a estrenarla ropa. Rocha se par a poco de atravesar lapuerta y mir el saln. Cualquier forastero hubierallamado la atencin, pero aquel gigante era unafuncin aparte. Atravesamos la mitad del local yya toda la gente nos miraba. Rocha sonrea y

  • saludaba a todo el mundo con cadas de cabezaque nadie devolva. Haba media docena de mesasocupadas y casi todas estaban en el postre. Yo meapur a llegar al fondo para escapar de loscuriosos, pero cuando iba a ocupar la ltima mesaescuch un chistido que vena desde lejos.

    Ac, Galvn, ac est fenmeno.No gritaba, pero tampoco tena la voz justa

    para pasar quiniela. Se haba sentado en el centroy miraba al mozo, sorprendido de que no loatendiera todava. Camin lo ms discretamenteposible y me sent frente a l.

    Por qu se esconde? No ve que ac somospersonajes?

    Haba una calurosa ternura en su mirada. Elmozo se acerc y nos dijo Seores? pero sediriga solo a m; era un colorado de calvavergonzante mal cubierta por el pelo quearrastraba desde la nuca. Yo eleg un bife conpapas fritas. Rocha pidi parrillada para dos y unlitro de vino, pero el mozo sigui mirndome

  • como si fuera yo el que invitaba.Entonces no va el bife me dijo.S, para m contest.Y parrillada para dos insisti Rocha.Mire que viene abundante me dijo el tipo.Rocha le puso una mano sobre un brazo y lo

    hizo girar sin dulzura.Para dos le dijo, serio.El pelado se fue sin hacer ms comentarios.Nunca hay que hacer enojar a los mozos

    coment Rocha, arrepentido; le pueden arruinarla comida antes de traerla. Le digo porque yo fuimozo.

    No en los pueblos le dije, esperanzado.Aqu hay menos maldad.

    Empez a rerse. Su risa me pona nervioso.Cmo se ve que usted sale poco de la

    Capital dijo al fin y se pas la mano izquierdapor el pelo abundante y grasiento. Entonces vi lacicatriz que le cruzaba todo el dorso. En la mesavecina, dos hombres nos observaban y hablaban en

  • voz baja. Uno vesta traje gris, era joven, y nopareca un notable; el otro, petiso, cincuentn,luca un enorme moo rojo en el cuello de lacamisa blanca. El traje negro era impecable, peroel chaleco le apretaba la barriga.

    El mozo trajo la comida y el vino. Rochaacerc la cabeza a los platos y estuvo mirando unrato.

    Coma tranquilo me dijo, ni rastro degargajo.

    A pesar de todo, com. Antes de que yoacabara con las papas fritas, Rocha habadevorado la parrillada y vaciado la botella devino. Despus chist al mozo como si llamara untaxi. Esta vez el pelado se mantuvo a distancia.

    Frutillas para dos y caf pidi.Estuve mirndolo un rato, con bronca, mientras

    l masticaba el ltimo pedazo de pan.Vine a trabajar, no a comer como un bacn

    dije. Se cree Cassius Clay?Me mir como si no entendiera un pito.

  • Usted lo vio alguna vez a Cassius Clay? murmur.

    Era imposible mantenerse enojado mientrassus ojos se ponan ansiosos.

    Un par de veces, por televisin dije.Se qued callado y fue cargndose de un aire

    fingidamente modesto.Yo hice guantes con l en la Federacin

    Argentina, cuando vino la primera vez.Se qued esperando el efecto que me haca.Y?Usted se cree que todo el pas hace guantes

    con Clay?El mozo trajo las frutillas y el caf, pero

    Rocha ni se dio cuenta. Corri la silla hacia atrsy se puso en guardia.

    Yo lo tena junado. Todos lo dejan venir, lodejan jugar con la zurda y venir. Eso es palizasegura.

    No demos un espectculo dije.No me oy. Tir la derecha desde afuera y

  • dej que el puo se detuviera a diez centmetrosde mi cara. Mir discretamente a los costados. Unapareja joven se iba; el muchacho ayudaba a surubia a ponerse el abrigo. El petiso de moo rojose haba quedado solo y nos miraba con ganas departicipar.

    As es como toda la gilada va a la lona, ve?Pero si yo me le meto entre los brazos, qu pasa?

    Dej caer los puos y estuvo esperando que lecontestara.

    Las frutillas le indiqu.Pareci sorprendido de tener la copa adelante.

    En menos de un minuto la haba vaciado.Si me acompaa tomara otro medio

    seal la botella.Tem que el vino lo pusiera peor.Vamos a otro lado. Aqu van a cerrar.Mir a los costados. En el saln no quedaba

    ms que el petiso que no se perda detalle.Tena una impecable peinada a la gomina con

    la raya alta y su pecho apenas asomaba encima de

  • la mesa.Est bien suspir y chist al mozo que

    vino apurado, contento de que nos furamos.Rocha sac una billetera de cuero deshilachado.

    Yo pago dijo. Tena un endeble aire desuperioridad. Dispuesto a no dejarme atropellar ledije:

    No, no, pagamos a medias.Sonri. Su sonrisa subrayaba mi pequea

    miseria y agrandaba su falsa dignidad. Sac unosbilletes y se los tendi al mozo. El pelado sonri asu vez y se qued inmvil mirando a Rocha.

    Ya est pago, seor dijo y mir a la mesadonde el petiso se haba puesto de pie.

    El doctor los invita agreg el mozo con untono que mostraba cunto respeto tena por eldoctor.

    Me prepar a agradecerle como corresponda,pero Rocha ya estaba preguntando con el tonoresentido de un mocoso al que le quitan el chupetnde la boca:

  • Qu doctor?Doctor Exequiel vila Gallo, para servirles

    dijo el petiso que ya estaba junto a nuestramesa. Nos tendi una mano pegajosa y blanda.Luego levant un bastn tallado en madera yseal la puerta.

    Les molestara acompaarme con una copa,seores? Sonrea y al hablar el moo brincabasobre el cuello regordete. Quisiera conversar unmomento con ustedes.

  • CAPTULO III

    Atravesamos la plaza. La noche era tibia y laprimavera haba florecido los canteros. El doctorvila Gallo cort un clavel rojo y lo pusodelicadamente en la solapa de su saco. Nohablbamos; el doctor apoyaba su bastn conelegancia y Rocha se esforzaba por no sacarleventaja. Yo me fui quedando atrs, oliendo elperfume del aire, mirando las dbiles luces de laplaza. De pronto vila Gallo se detuvo, levant lacabeza, abri los brazos como abarcando eluniverso entero y exclam:

    Seores, as como lo ven, este pueblo hasufrido tanto.

    Rocha se fren, hizo un difcil corte de cinturay se qued mirando al doctor. Yo me par tambinde modo que lo dejamos en el medio, en unaposicin un poco ridcula, con los brazosextendidos y el bastn apuntando a la torre de la

  • iglesia. Suspir, dej caer sus pequeos brazos ybaj el tono de la voz.

    Nos haca mucha falta tener una fiesta dijo. Despus me seal con un dedo: Usted vaa cantar en el teatro Avenida para gente selecta,intachable; tambin estarn los militares y sipromete no cantar alguna pieza subida de tonovendrn los tres miembros de la Iglesia. Ser unpoco aburrido, pero para eso le pagan, no? Loimportante es que le paguen.

    Despus mir a Rocha.Lo suyo es ms popular, claro. En el club

    Unin y Progreso. Y cudese porque Seplveda esuna luz con la derecha. Siete nocauts seguidos.

    Rocha escupi contra un rbol.Si le gana a usted, el chico pelea por el

    campeonato.Rocha escupi otra vez, pero no dijo nada. Yo

    estaba pensando en mi pblico.Quiere decir que no cualquiera va a poder

    ir a escucharme?

  • Naturalmente que no.El tono de su voz quera mostrarme la

    distincin de que las autoridades me hacan objeto.No podramos tomar algo? dijo Rocha,

    que estaba apoyado contra el mismo rbol queantes haba escupido. El doctor lo mir y se rio unpoco por compromiso.

    A eso bamos. En casa tengo unas botellasde borgoa. O whisky, si prefieren.

    Frente al cine teatro Avenida haba dos taxis ydos soldados con cascos y ametralladoras, comolos de la estacin. El doctor salud y el tipo delprimer taxi le contest cmo est, doctor. Unode los soldados se llev la mano desocupada alcasco y le hizo una venia respetuosa.

    Hicimos diez cuadras a pie. Viva en un viejocasern de frente claro, recin pintado. Junto a lapuerta principal una chapa anunciaba DoctorExequiel vila Gallo, Abogado. Haba unaventana a cada costado y ms all una pequeapuerta de hierro que deba llevar al fondo de la

  • casa. El doctor abri la puerta y nos invit a pasar.Desde alguna habitacin lejana llegaban las vocesde los Bee Gees. Entramos al estudio, una piezaamplia, con una biblioteca de vitrinas donde habauna coleccin encuadernada de La Ley hasta 1967.El escritorio del doctor estaba cubierto por unamontaa de carpetas. Haba tres sillones sobre losque se amontonaba el polvo y, al fondo, contra unapared que se descascaraba, un leo de San Martntriunfante en Chacabuco. A su derecha colgaba lafoto de un tipo de peinada antigua y miradasombra. Como me qued mirndolo un rato, eldoctor me dijo:

    Ortiz, el nico presidente civil valiente yhonesto que tuvo el pas.

    Rocha asinti. El doctor nos indic lossillones y tom posicin detrs de su escritorio.Yo me sent con cuidado para no ensuciarme, peroel grandote sac el pauelo y empez a sacudir elpolvo de la manera ms grosera. Encend uncigarrillo; vila Gallo me mir, vaci un cenicero

  • en el cesto de papeles y vino a alcanzrmelo justocuando yo me paraba para ir a buscarlo. Nosencontramos a mitad de camino entre mi silln y suescritorio; el doctor me apret el brazofraternalmente y acercando su cara a mi odo dijoen tono confidencial:

    Qu gustara tomar? Whisky? Un buenvino? Caf?

    Luego se dirigi a Rocha.Usted toma un buen borgoa, verdad?Rocha haba hecho desaparecer el silln bajo

    su cuerpo y pareca cmodo.Mientras no sea blanco dijo.vila Gallo dej escapar una risita suave y

    alegre que termin en tono de amonestacin.El borgoa nunca es blanco, mi amigo, por

    eso es borgoa. Ahora va a ver.Sali por la puerta que daba al pasillo. Nos

    quedamos un rato en silencio hasta que Rocha mechist. Estbamos a dos metros uno del otro peroera evidente que tena la mana de chistar. Lo mir.

  • Simptico el petiso, no? dijo.Me llev un dedo a los labios para pedirle

    silencio y l asinti. Nos miramos un rato sinhablar hasta que el doctor hizo su reaparicin.

    Amigos dijo, y volvi a esconderse trasel escritorio, los he invitado a compartir unacopa porque ustedes son personas de mi agrado,pero no puedo ocultarles que tambin me gua unsentimiento profesional.

    Empezaba a interesarme. Hizo una brevepausa, algo teatral, y pareci agrandarse de golpe.

    Llevar una fiesta a buen trmino no es lamisma zoncera de antes, seores, y ustedes losaben tan bien como yo. En estos tiempos tandifciles para la nacin conseguir que una fiestasea fiesta hasta el final no es moco e pavo,perdonen la expresin.

    No, claro dijo Rocha.As es, usted tiene razn el doctor lo mir

    con aire cmplice, usted sabe bien que hoy hastapara cantar la marcha Aurora en la escuela hace

  • falta coraje.Nos estudi un rato. Yo apagu el cigarrillo sin

    dejar de mirarlo.Coraje, disciplina y patriotismo sentenci

    y dej caer las manos sobre la mesa. Por eso uncerebro organizador, que vengo a ser yo, dicho seacon toda modestia.

    Rocha segua asintiendo, serio.Entonces usted es el que va a ocuparse de

    conseguirme la bata dijo.El doctor se qued de una pieza.Un boxeador de su vacil

    envergadura no tiene su propia bata?Me pareci que Rocha se sonrojaba.Me la olvid dijo, y mir el suelo como si

    quisiera esquivar los ojos severos del doctorExequiel vila Gallo.

    Nuestro organizador iba a decir algo, pero enese momento la puerta se abri y entr ella.

    Estaba vestida con una solera floreada,cerrada en el escote y quiz un poco larga. Era

  • alta, delgada, con una cara simple y limpia demaquillaje. El cabello negro era largo y lo habarecogido con una peineta. Andara por los veinteaos y no tena el estilo para romper los jvenescorazones de Colonia Vela. Su mirada era ingenua,cuidadosa, como si sus ojos no vieran otra cosaque aquello que les est permitido ver. Nos dedicuna sonrisa tierna y deposit la bandeja sobre elescritorio.

    Mi hija dijo el doctor. Martita.Nos pusimos de pie y ella nos tendi una mano

    blanca y frgil. Mientras yo se la estrechabasuavemente, o al doctor pronunciar una de esasfrases que ya no se escuchan:

    Ella es la luz de mis ojos.Sus palabras quedaron flotando un rato. Volv a

    sentarme y los mir: el doctor segua parado detrsde su escritorio, con las palmas de las manosapoyadas sobre las carpetas, admirando orgullosoa su hija; los pequeos ojos marrones de Rocharodaban por el cuello suave de la piba, por el

  • escote que no prometa demasiado, por los brazosflacos y plidos. Ella sac delicadamente su manode entre las pinzas del grandote y se volvi paraservirnos. Despus dijo permiso y se fue tansilenciosa como haba entrado. Rocha se sentmuy despacio, mirando la puerta que Marta habacerrado.

    Esto es un verdadero borgoa dijo eldoctor, reteniendo por unos instantes el trago en elpaladar. Rocha pareci despertar, se llev la copaa los labios y la vaci de un viaje.

    Rico dijo y se qued mirando la copa.vila Gallo se dej caer en la silla,

    decepcionado.Qu bata necesita? le pregunt.Cmo dice? El grandote estaba pensando

    en otra cosa.El doctor tom un lpiz y abri una agenda.Ya veo que tienen sueo, as que no voy a

    retenerlos ms tiempo por hoy. Le preguntaba qutipo de bata necesita.

  • Ah, una bata cualquiera, como para m.Trat de imaginarme dnde podra conseguir

    vila Gallo una bata de ese tamao. Quiz unacarpa de circo le anduviera bien. El doctor anotalgo en la agenda y me mir.

    Usted tiene todo lo necesario, me imagino.Maana puede escuchar a la orquesta y ensayar. Elbandonen no es malo.

    Asent, termin el caf y puse cara de cansado.Una ltima cosa, muchachos. En su lugar yo

    tratara de evitar el contacto con el pblico hastael da del espectculo. Por otra parte, en caso deencuentro con la prensa local yo les pedira, y estees un favor personal, cranme, que no dejen dedestacar el esfuerzo y la voluntad de las fuerzasarmadas al organizar esta fiesta para laciudadana.

    Anot algo ms en la agenda y se pusobruscamente de pie.

    Seores, nos veremos maana en la misa.Antes de que pudiramos decir nada fue hasta

  • la puerta, la abri suavemente y llam.Martita! Los seores se retiran!Rocha y yo nos miramos. Marta lleg sin que

    sus pasos se escucharan. Se haba soltado el peloque ahora se le ondulaba sobre los hombros. Tenaen las manos un pasqun de cuatro pginas, casiilegible, cubierto de publicidad. Lo despleg y selo mostr a Rocha.

    Su foto est en el diario dijo con una vozempujada por la timidez.

    La cara de Rocha tena diez aos menos y eracasi irreconocible en esas dos columnasrecargadas de tinta. El ttulo deca: Llega hoy aColonia Vela el fuerte pegador Tony Rocha.

    Es la misma foto que sali en Crnica dijo Rocha, agrandado; el da que le gan aMurillo en el Luna Park.

    Salud a Marta y al doctor y salimos a lavereda. Me di cuenta de que me dola la cabeza ysent que la noche era ms calurosa. En el pasillo,Rocha se despidi de Marta con un cuchicheo

  • apurado. vila Gallo nos dio la mano otra vez ynos dedic grandes sonrisas. Tena apuro portirarme en la cama. En la esquina Rocha me diouna palmada en la espalda y me dijo:

    Maana firmes en la misa, eh?No abr la boca. Estaba empezando a

    arrepentirme de no haber alquilado una pieza param solo. El grandote insisti:

    Qu le pasa? No cree en Dios?Segu caminando sin contestarle. Me agarr de

    un brazo y suaviz el tono.Hgame la gauchada, Galvn. Siempre voy a

    rezar antes de cada pelea.Me duele la cabeza le dije.Cruc la calle y apur el paso. En un instante

    estaba otra vez conmigo.Me hubiera dicho, viejo! Cuando lleguemos

    a la pensin le hago un masaje en la frente y listo.Yo s mucho de estas cosas. Como ando sinentrenador Imagnese que me duela la cabezaantes de pelear Tengo que saber, no?

  • Me par en seco.Djeme de joder! grit. Vaya a misa o

    trese al ro, pero djeme de joder! No quieroorlo ms en toda la noche!

    Esta vez no me sigui. Cuando llegu a lapensin apagu la luz enseguida.

  • CAPTULO IV

    Me sacudieron como si la casa se incendiara. Medespert sobresaltado y vi la mano de Rocha quesegua zamarrendome un hombro. Haba prendidotodas las luces y estaba parado al costado de micama, vacilante. Tard unos instantes endespabilarme y sentir que la cabeza me seguadoliendo. Antes de que pudiera gritarle quedesapareciera de mi vista hizo un mohn y dijo:

    Le traje un admirador.Parado en el umbral haba un tipo petiso,

    vestido con traje de pantaln bombilla y unsombrero a lo Gardel. Apoyaba la guitarra en elpiso y haca pinta como para una fotografa.

    Perdnenme dije, no me siento bien yquisiera dormir si no les molesta.

    Rocha pareci decepcionado.Este muchacho es cosa seria con la guitarra

    dijo y lo seal con el pulgar.

  • Pase Romerito! Venga a saludar almaestro! grit.

    Romerito casi se me tira encima para darme lamano.

    Gran muchacho dijo Rocha y empez adesvestirse. El muchacho tendra unos sesentaaos bajo el sombrero.

    Encantado de conocerlo, seor Galvn dijo y volvi a la posicin de arranque, apoyadoen la guitarra.

    Mucho gusto le contest. Un placerconocerlo. Qu le parece si maana tomamos uncaf y charlamos? Ahora estoy un poco cansado,se imagina.

    La intensidad que usted alcanza enMadreselva sobrepasa el sentido mismo de lameloda solt, imperturbable.

    Gracias le dije, maana hablamos deeso.

    Uno puede tocar las madreselvas con elodo al escucharlo.

  • Me di cuenta de que no iba a sacrmelo deencima as noms. Tend la mano hacia el atado decigarrillos, pero antes de que lo agarrara Romeroya estaba ofrecindome uno de los suyos.

    Ahora, los tangos nuevos que usted hizo,esos digamos de protesta esos se meescapan, le soy sincero.

    Me dio fuego.A m tambin le dije, hace tiempo que

    ya no los canto.Abri el brazo libre, hizo un gesto de

    comprensin y ech el cuerpo ligeramente haciaadelante.

    El horno no est para bollos dijo.Busc con la mirada un lugar donde sentarse

    pero no se decidi.Por otra parte murmur acentuando un

    aire crtico, el tango no tiene que mezclarse conla poltica.

    Como no le contest dio una pitada alcigarrillo y agreg:

  • Digo, no?As que usted tambin canta coment por

    decir algo.Puso cara de modesto, mir la guitarra y la

    acarici como a un perro compaero.Tengo alguna experiencia dijo. De

    chico noms ya estaba inclinado para el arte.Iba a contarme su vida. En la otra cama Rocha

    empez a roncar como un elefante, pero Romerono lo escuchaba.

    Entonces tuve la suerte de conocerlo almaestro.

    Otro ms, pens. Su voz se hizo ms solemne.Cuando fue a Tandil, en el 33. Yo era un

    purrete, claro.Y Carlitos le dijo que usted tena el futuro

    en la garganta.Exactamente entrecerr los ojos; me

    llev al camarn y me pidi que cantara. Le hiceMedallita de la suerte. Con una guitarrita asnoms, una Parkington, me acuerdo.

  • Pens que Gardel debi haber sido un tipo depaciencia infinita.

    Ahora, despus, ya de grande hice algunasincursiones por la Capital, pero no tuve suerte.

    Baj la vista, como si un mal recuerdo se lehubiera acercado de golpe. De pronto pusodescaradamente un pie sobre mi cama, se ech laguitarra sobre el pecho del que colgaba unacorbata finita y negra y se mand el punteo de algoque quiso ser Volvi una noche. Se interrumpi.

    Uno que hoy es famoso, y no quiero nombrarpor delicadeza, me movi el piso cuando yo estabapor entrar en la orquesta de DAgostino hizo unapausa. Ao 48.

    Asent para seguirle la corriente. Me amagcon Malena, pero volvi a pararse.

    En ese tiempo para hacer carrera haba queser peronista

    Me estudi. Como yo segua impvido agreg:No es que yo fuera contrera, no crea hizo

    sonar una nota grave.

  • Y ahora? Lo apur.Bueno, ahora A veces me parece que ya

    es un poco tarde para m. Siempre hay unaesperanza, claro, y ms cuando un cantor de sucategora tiene la oportunidad de escucharme.

    Quise decir si ahora las cosas son distintas.Se puso serio y empuj otra vez la nota grave.Bueno, mire se decidi, a m la poltica

    siempre me trajo mala suerte, por eso le deca quetango y poltica no van. Fjese que sin ir ms lejos,en el 74 habamos formado una orquestitasubvencionada por la municipalidad, por donIgnacio Fuentes, que era delegado municipal y enpaz descanse, cuando se vino la maroma y losmuchachos quemaron casi todo el pueblo.

    Maroma?Ac, en Vela y agreg, orgulloso:

    veintids muertos en un solo da. No fue un chiste,le aseguro. Felizmente hace tres aos que tenemosa los militares aqu. Ya hicieron una escuela y uncuartel.

  • Rocha se dio vuelta en la cama, buf y cambiel ritmo de los ronquidos. Yo apagu el pucho ehice ademn de acomodar la almohada. Como eltipo no se dio por aludido y segua all parado,bostec y lo mir fijo.

    Le agradezco mucho su atencin dijo, yvolvi a rascar la guitarra. Le voy a dedicaresta pieza que compuse con don Juan Honorio yque todava no ha sido estrenada. De ms estdecirle que si usted la encuentra bonita tienenuestra autorizacin para incluirla en surepertorio. Se intitula Tristeza de olvido.

    Antes de que yo pudiera decir nada se larg.Tena una voz aguda y gastada y un borrachocantando el himno hubiera pegado ms notas.Cuando promediaba se mand un gorjeolamentable. Rocha, alarmado, peg un salto y sesent en la cama como sonmbulo.

    Qu pasa? pregunt mientras abradesmesuradamente sus ojos pequeos. Romerosigui adelante, como quien ignora a un pblico

  • desatento. Le dio una paliza a las cuerdas y cuandoelev la voz Rocha se par, lo agarr del saco, lolevant medio metro y empez a transportarlohacia la puerta.

    And a gritar a la cancha, jetn! rugi.Impasible, Romerito segua dndole a la guitarramientras sacuda las piernas en el aire. Los visalir, escuch la guitarra y la voz de Romerito unossegundos ms y luego el estruendo de algo que seestrella contra el suelo.

    Rocha volvi y enfil derecho para su cama,todava embotado. Antes de acostarse me grit,furioso:

    Est loco? Cmo me trae un tipo a cantaren la pieza a esta hora?

  • CAPTULO V

    A las siete y media de la maana nos despert unsoldado que vena de parte del doctor vila Gallo.Dijo que la misa era a las nueve y se quedesperndonos en la puerta. Abr una celosa, mirhacia la calle y vi un gran auto negro al que habanlustrado hasta los neumticos; de la antena colgabauna pequea bandera argentina y la patente tena elescudo y unos pocos nmeros.

    Rocha se ba y se afeit en cinco minutos. Yole dije al soldado que prefera ir caminando, loque lo oblig a telefonear a alguna parte parapedir la autorizacin de no llevarme. Salieron.Mir por la ventana y vi que Rocha se sentaba enel asiento trasero y el soldado le cerraba la puertaantes de ir al volante. Tres viejas y dos tipos conpinta de jubilados aplaudieron hasta que el cochearranc. Termin de vestirme y sal a la calle.

    Era un pueblo chato, de calles anchas, como

  • casi todos los de la provincia de Buenos Aires.El edificio ms alto tena tres pisos y trataba

    de ser una galera a la moda frente a la plaza. Lagente caminaba en familia y los altoparlantesgruan una msica pop ligera que de pronto seinterrumpi para indicar, quiz, que la misa iba acomenzar. Lentamente la gente fue desapareciendo,como si las campanas de la iglesia anunciaran elcomienzo de un toque de queda matinal.

    En la esquina haba un bar. Ped un caf conleche con medialunas, pero como era da de fiestatuve que comer tostadas. No s si el mozo mereconoci, pero antes de servirme estuvo hablandoal odo del patrn. Detrs del mostrador haba unafoto de Carlitos con Leguisamo. Estuve un ratomirndole la estampa al Morocho hasta que unavoz amable me hizo girar la cabeza.

    Me paga un caf con leche, don?El tipo estaba envuelto en un impermeable de

    gabardina gris claro que tena ms manchas que uncielo de tormenta.

  • Claro le dije. Pedilo.De golpe, escuchndome tutear a ese tipo de

    edad incierta, me sent incmodo.Sintese agregu.El hombre se sorprendi. Mir al patrn y me

    pregunt:Seguro?No quera tomar un caf con leche?Y me puedo sentar?Asent. Se sent con cuidado, como quien

    prueba si la silla va a resistir. Del bolsillo delimpermeable sac un termo viejo y limpio y lodej sobre la mesa. Despus se estuvo mirando unrato largo mientras yo peda su caf con leche yms tostadas. Se estudiaba, se vea estirar laspiernas por debajo de la mesa como si ellastuvieran autonoma propia. Luego encontr elespejo a su derecha y ech un vistazo a la escenacompleta: l y yo. Yo le estaba ofreciendo uncigarrillo; l lo mir, acerc la mano, se frot losdedos entre s para quitarse cualquier cosa que

  • pudiera impedirle gozar el tacto, y lo tom.A usted lo conozco dijo.Se fue desabotonando el piloto con cierta

    delicadeza, con un gesto que le sala desde muyadentro y tena algo de elegancia echada a perder.El mozo trajo el pedido y lo mir feo antes de irse.

    Cmo no lo voy a conocer. De escucharlo,digo.

    Volvi a mirarse en el espejo.El tiempo que hace que no me sentaba

    aqu Este bar lo hice yo, sabe?Cmo es eso?Mi voz debe haber sonado incrdula o

    sobradora porque me tir encima los ojos duros,de un gris acero. Con los dientes amarillos semordi algunos pelos de la barba.

    Yo fui albail.No dije nada y empec a tomar el caf con

    leche a sorbos lentos.Primero este fue un lugar para gente bien

    hizo una pausa. Eso fue hace aos.

  • Mord una tostada. La calle segua desierta yen el bar estbamos solos, aparte de un muchachoque hablaba con el mozo.

    Despus se vino abajo y empez a venircualquiera. Pero igual a m no me dejaban entrar.Vengo a mangar el caf, lo meto en el termo y melas tomo antes que el patrn se cabree. Casisiempre hay alguien que le paga el caf al loco.

    Una mosca revolote sobre la mesa y fue apegarse contra el vidrio que mostraba la plaza.

    Quin dice que usted es loco?La gente del pueblo.Bueno, y es o no es?Qu importa? En este momento para el

    patrn del bar el loco es usted por dejarme sentaraqu. Si usted se levantara para ir a mear, mesacara a patadas.

    Estuvimos ocupados en el desayuno por unrato, sin hablar, mientras los cigarrillos seconsuman apoyados en el cenicero.

    Usted vino para la fiesta dijo al fin.

  • Le contest que s.Y nunca haba estado en Colonia Vela?No.Entonces no sabe lo que eran las fiestas de

    antes, sin que nadie venga a decir hoy es fiesta ymaana no. Duraban hasta que uno quera o hastaque no daba ms el cuero.

    Hasta cundo fue eso?Uf, hace mucho; yo era pibe y recin llegaba

    del sur.Y despus?Se rio un poco, espant la mosca y me hizo una

    sea para que le diera otro cigarrillo.Despus los tiempos cambiaron y yo me fui

    haciendo viejo. Todos nos fuimos haciendo viejos.Ya ve, casi no hay gente joven en el pueblo.

    Y eso?Me mir un rato, como para adivinar si era

    tonto o me haca. Al fin se encogi de hombros ylarg el humo con fuerza.

    A muchos los mataron, otros se fueron.

  • Le pregunt si quera tomar un cognac y medijo que con mucho gusto. Los ped. Las campanasde la iglesia empezaron a sonar otra vez y la gentesali de misa. Al rato la plaza volvi a estar viva.Era imposible imaginar de dnde sala tanta gentea no ser que la iglesia tuviera lugar para milpersonas. El bar empez a llenarse y no habanadie que no nos mirara al entrar. La cosa mediverta y poda ver de reojo cmo hablaban denosotros en voz baja.

    Me dan lstima dijo de golpe. Soncapaces de vender el alma por unos pesos ydespus van a misa para hacerse perdonar.

    No todo el mundo es as.No, claro, no soy tan tonto para pensar eso.

    Pero estos, los del domingo a la maanamrelos. Casi todos tienen un pariente muerto. Elpariente ms joven, el loco de la familia. Seconsuelan unos a otros como si se los hubieramatado la epidemia.

    Y usted qu haca cuando la epidemia?

  • Yo? Lo mismo que ellos. Ver, or ycallarme la boca. Ms viejo es uno, ms se agarraa las cosas mezquinas, ms acepta, ms miedotiene de perder las poquitas porqueras queconsigui.

    Los abarc a todos con una mirada dedesprecio y detuvo los ojos sobre el cenicero.

    Por qu me dice todo esto? le pregunt.No s. Ganas de hablar, noms. Yo tena un

    amigo antes y a veces nos quedbamos la nocheentera hablando. Un filsofo, el tipo. Deca queandar con poca plata no arregla nada y esaburrido, entonces mejor no tener nada.

    Quin era el filsofo ese?Un croto como yo. No podra decirle que

    era un tipo que tena esto o aquello para que ustedlo ubique. Era pelado, eso s. Un tipo que sabasobre la vida.

    Y qu se hizo de l?Lo mataron. Apenas si lo pude poner en una

    bolsa para enterrarlo.

  • Por qu?Lo confundieron con un pibe que andaba

    escapando a la noche. Era cuando los milicosrecin llegaban y no dejaban perro con cola.

    Por la puerta de la esquina entr Marta conpaso inseguro, como si no tuviera la costumbre demostrarse ante tanta gente. No debe haberaguantado las miradas porque se colg del brazodel doctor vila Gallo que vena detrs saludandoa todo el mundo. Despus entr Rocha, seguido deotros dos tipos que no le llegaban a los hombros.Rocha se par, mir mesa por mesa y por fin,inevitablemente, me encontr y vino hacianosotros.

    Qu le pas? me dijo con pinta de matnbarato.

    Qu le importa contest.Lo esperamos en la misa. El doctor est

    furioso. Lo hizo quedar como la mona con la gente.Entonces vio al tipo que estaba conmigo. Lo

    estudi un rato sin entender muy bien y lo seal

  • con un toque de cabeza.Y a este ciruja de dnde lo sac?El tipo se mir otra vez al espejo y sonri.El seor me invit a desayunar dijo.Rocha lo mir otra vez. Estuvo a punto de

    creerlo, pero el tono de su voz no son muyconvencido.

    Oiga, no joda. Anoche se trajo un tipo ameter bochinche en la pieza y ahora se junta con unciruja. Est loco?

    Sintese. Qu quiere tomar?Se inclin para hablarme al odo, gesto que

    poda verse desde la estacin.El doctor est enojado con usted susurr.Porque no fui a misa?Asinti gravemente.Los deportistas y los artistas tenan que estar

    en la iglesia dijo.El croto nos miraba, divertido. Rocha se

    agach otra vez y volc una de las tazas con elcodo.

  • Venga murmur y me gui un ojo, voya tratar de amigarlo con el doctor.

    No me interesa le dije. Yo vine atrabajar, no a confesarme.

    Pareci no entender. Se dio vuelta y mirinquieto a la mesa donde vila Gallo bromeabacon sus amigos. El croto termin de sacudirse elcaf con leche que Rocha le haba tirado encima,mir por la ventana y dijo:

    Ya me voy yendo.Se levant, se abroch lentamente el

    impermeable y me tir la mano.Gracias por la invitacin dijo.Me par y le di la mano. A medio camino hacia

    la puerta se detuvo y se volvi para mirar a losparroquianos. El pelo largo, la barba despareja yel bigote desteido le cubran la cara, pero tenalos ojos encendidos y su mirada se abra pasoentre el humo del bar. Dijo algo que no entend acausa del ruido y sali. Rocha me agarr de unbrazo y acerc su bocaza a una de mis orejas para

  • gritar:Venga al bao, tengo que hablarle.Dgamelo aqu. No quiero saber nada con

    usted.Se sent de mala gana en la silla que haba

    dejado el croto.El doctor est cabrero con usted.Eso ya me lo dijo. Por qu se hace mala

    sangre?Vio la pintada?Qu pintada?En la calle. Frente a la iglesia. Andrs

    Galvn, cantor de asesinos, dice.Qu? Salt en la silla. Me di cuenta de

    que no bromeaba.As deca. Los soldados la estn tapando

    con cal.Me miraba apenado. Estir su largo brazo

    sobre la mesa y me sacudi fraternalmente unhombro.

    Anduvo metido en los, viejo?

  • Le dije que no. Cerr sus dedos sobre miomplato y con la voz ms ronca que pudo sacarme dijo:

    Cuente conmigo, che.Segua agarrndome del hombro y la gente

    empezaba a divertirse.Es por eso que el doctor anda cabrero, no?

    dije.Baj el brazo.El doctor tir la bronca porque usted no fue

    a misa.Despus que vio los carteles.S, pero eso no es culpa suya, Galvn. Por

    ah fue alguno que quiso darle la canaUsted no entiende. Cunto hace que no lee

    los diarios?Qu tiene que ver? Lo le ayer el diario.

    Sali mi foto y la suya no, por eso ustedNo sea pelotudo! Me di cuenta de que

    haba gritado. Rocha no se movi; me fij sus ojosaguachentos y me pareci que enrojeca un poco.

  • No me diga eso murmur. Nuncadelante de la gente.

    Vamos a discutir afuera dije manteniendoel tono cortante.

    Sus ojos echaban chispas.Antes retir lo dicho.Empec a sentir el silencio de las mesas

    vecinas. Un silencio que nos dejaba como nicosprotagonistas y que tena sin cuidado a Rocha.

    Est bien dije, retiro lo dicho.Se afloj y suspir aliviado por no tener que

    romperme el alma. Iba a sacarme un cigarrillopero se acord de que todava estaba un pocoofendido y se qued jugando con una cucharita.

    Tengo que volver con el doctor dijo.Antes acompeme a ver la pintada.Vacil, mir hacia la mesa de vila Gallo y se

    levant. Lo empuj suavemente hasta la puerta y sedej llevar.

    Cruzamos la plaza. Era casi medioda y habamenos gente paseando. Frente al teatro haba un

  • Falcon verde. Un gordo en mangas de camisaapoyaba su ametralladora en el cap y sudaba amares. Un poco ms all, sobre el paredn de laSociedad Espaola haba un jeep del ejrcito. Dossoldados cargaban baldes y brochas mientras otroesperaba al volante. Una docena de curiososmiraban desde la vereda de la plaza.

    Ah dijo Rocha. Ah estaba escrito.Los soldados haban pintado la pared con cal,

    pero an poda leerse:

    Andrs Galvncantor de asesinos

    Espere que se vayan dije.El jeep arranc y cuando dobl en la esquina

    cruzamos la calle. Desde cerca, el letrero se leams claramente: lo haban escrito con aerosolnegro y hubieran hecho falta cinco manos depintura blanca para taparlo. En la ochava podaleerse todava lo que yo buscaba. Tom de unbrazo a Rocha y lo llev hasta all. Se qued

  • mudo, acercndose y alejndose de la pared recinteida de blanco para convencerse de que no erauna ilusin.

    En cada Rochaun torturador

    Lo ley cinco o seis veces, moviendo apenaslos labios, subrayando su nombre. Despus se diovuelta y me mir desolado.

    Nunca le hice nada a nadie dijo. Yo nome meto con nadie, por qu escribieron eso?

    Fue hasta la plaza y se sent en un banco.Pareca vencido, como si alguien acabara deanunciarle una noticia terrible.

    La campana de la iglesia dio las doce y laplaza se qued desierta de repente. El sol estabahacindome transpirar y empec a sentir sed. Iba adecrselo a Rocha cuando el Falcon que estabafrente al teatro se movi lentamente y se acerc anosotros. El gordo de la ametralladora se baj ydetrs de l vino un morocho de unos veinticinco

  • aos que estaba montado sobre tacos altos. Vestapantaln y campera jeans y llevaba anteojosnegros. De la cintura le asomaba la culata de unrevlver. Deba creerse Gary Cooper. El gordo seapoy la ametralladora sobre un hombro paramostrar que la mano vena amable.

    Andrs Galvn, la voz de oro del tango dijo.

    Me qued mirndolo. El gordo se volvi y ledijo a Gary Cooper:

    Goyeneche, Rivero y Galvn; despus, parde contar hizo una pausa. Aparte del Mudo,claro.

    El morocho no dijo nada. Por la pinta parecams cliente de los Rolling Stones. El gordo mir aRocha.

    Usted no es ningn Monzn dijo y se riocortito, pero no me gustara recibir una piasuya.

    Rocha mir la ametralladora. Seguadeprimido. El gordo volvi a hablarle al morocho.

  • A vos te gusta el boxeo, no? Aprovechpara pedirle un autgrafo.

    El pibe arrastr los zapatones, fue hasta el autoy volvi con un cuaderno. Tena un andar perezosoy tard en llegar hasta Rocha. Le tendi elcuaderno abierto. El gordo sac una lapicera y sela dio. El grandote firm y le devolvi elcuaderno. Despus el gordo me lo pas a m.

    No firmo autgrafos dije.El gordo me estudi un rato y al fin se rio.No joda dijo, Rivero me firm. Con

    dedicatoria y todo.Rivero firma. Yo no tengo costumbre.El gordo baj la ametralladora del hombro y la

    apoy en el suelo. Estaba empapado de sudor y notena ganas de discutir.

    Cuando agarre al que escribi eso en lasparedes se lo voy a traer mansito dijo. Metendi el cuaderno pero yo no me mov.

    El aire empezaba a ponerse pesado.Dele, firme, no se haga el estrecho dijo.

  • No lo tome a mal, pero no firmo leexpliqu.

    Se qued callado un rato y fue a sentarse albanco, junto a Rocha. Se golpeaba una rodilla conel cuaderno donde la caligrafa de Rocha ocupabamedia hoja.

    Cantor de asesinos dijo. Loescracharon lindo los muchachos! empez arerse sin ganas. Sac un pauelo y se lo pas porla frente. Dej de rerse y empez a gritarme comoen la colimba.

    Yo me rompo el culo para que usted andepaseando tranquilo! Hace una semana que duermodos horas y como snguches para que la giladatenga fiesta y usted me niega un autgrafo!

    Mire argument, es una costumbre yPeg un alarido que debe haberse escuchado a

    diez cuadras a la redonda:Mtaselo en el culo! Me oy? En el culo!Rocha nos mir y se qued esperando que yo

    hiciera algo. Tal vez quisiera que yo me sacara el

  • saco y lo invitara a pelear. Me o decir unaestupidez:

    Retire lo dicho.Si uno se junta con tipos como Rocha puede

    llegar a decir cosas as. El gordo se par y mir almorocho como pidindole confirmacin de lo quehaba odo.

    Cmo dijo? Se me acerc con pasofatigado, arrastrando la ametralladora y me aliviver que no pareca dispuesto a usarla. Pens queera mejor disculparme. Entonces Rocha, con vozfirme y desafiante, dijo:

    Le pidi que retire lo dicho!El gordo lo estuvo campaneando un rato y

    sonri sin ganas.Compadritos, eh? dijo con tono cansado

    . Se creen que porque salen en los diarios sepueden cagar en la polica, no?

    El morocho se acerc y mientras se peinabacon los dedos, le dijo:

    Ac no, Gordo. Mejor los llevamos.

  • Era un tipo prctico. Sac el revlver y noshizo seas de que furamos hacia el auto. Arribade los tacos medira un metro sesenta. Rocha separ y lo mir con desprecio.

    Con un bufoso cualquiera es macho dijo yescupi sobre el csped.

    Cuando vio que el morocho sacaba el revlver,un hombre ms viejo, flaco y gastado, se baj delcoche.

    Qu pasa? pregunt y nos seal con lametralleta corta que le colgaba del brazo derechocomo si fuera una mano deformada.

    Se hacen los piolas dijo el morocho.Estn en pedo? Estos vienen a la fiesta.

    Vamos, djense de joder.Empezaron a moverse. El morocho se dio

    vuelta de golpe y estrell el cao del revlvercontra la mano izquierda de Rocha. El grandote seagach y se tom los dedos con la otra mano.

    A ver cmo sacs la zurda ahora dijo elmorocho.

  • Subieron al auto y arrancaron despacio. Elgordo, que llevaba un brazo colgando de laventanilla, asom la cabeza y me grit:

    Acordate, Voz de Oro, me debs unautgrafo.

    Me acerqu a Rocha. Entre los nudillos de lamano izquierda tena un poco de sangre. Abra ycerraba los dedos mientras apretaba los dientes yresoplaba por la nariz. Me mir sin buscarcompasin, sin reprocharme nada.

    Deme un cigarrillo dijo.

  • CAPTULO VI

    Envolv unos cuantos cubitos de hielo en unaservilleta y Rocha se los puso sobre la manolastimada. Estaba sentado contra el respaldo de lacama, las piernas estiradas sobre la colcha y mepidi que le sacara los zapatos. Calzaba el 46 y lequedaban tan ajustados que tuve que usar el mangode una cuchara para quitrselos. La vieja de lapensin me vendi dos cervezas y las estuvimostomando de a poco mientras yo trataba deconvencerlo de que lo mejor era agarrar el tren dela noche y volver a Buenos Aires. Pero ms se lehinchaba la mano, ms se empecinaba.

    No es cuestin de amor propio insist.Usted no est en condiciones de pelear y cualquiermdico va a decirle lo mismo que yo. En cuanto am, si la polica toca a un compaero yo no cantoni que me paguen el doble.

    Si usted se cag es cosa suya. Yo voy a

  • pelear. A m no me basurea nadie.EscchemeNada que hacer, mi viejo. Vyase usted si

    quiere. Deje la guita para la pieza y se va. Yo mequedo y los peleo a todos si hace falta. Se creeque no me doy cuenta? Esos carteles y los matonesestaban ah para achicarme. Eso es ms viejo queel pedo en el oficio. En el interior es siempre lomismo

    Iba a intentar explicarle cuando golpearon a lapuerta. Antes de que pudiera levantarme, el doctorvila Gallo y un rubio bigotudo, trajeado denegro, entraron en la pieza. El doctor parecanervioso y cuando vio a Rocha en la cama pusocara de dolido.

    No sabe cunto lo lamento, campen dijoy se abalanz sobre la mano del grandote. Hayque ir al hospital enseguida. Un par de pastillitas ymaana est como nuevo. Vamos, tenemos el cochedel comisario afuera.

    Y despus pasamos por la comisara a hacer

  • la declaracin dijo el bigotudo. Antes queustedes se vayan vamos a agarrar a los tipos esos.

    Ellos dijeron que eran policas dije.El bigotudo me mir feo y luego sonri.Lo de siempre dijo, cualquiera que

    tiene un arma se dice polica y as queda elprestigio de la institucin. Pero ya estamosterminando con eso. Yo les aseguro que maanamismo esa gente estar detenida. Tengo a todo eldestacamento buscndolos.

    Vio? dijo Rocha. Es una campaa paradesalentarme, para que el chico de ac me agarredesmoralizado. En estas cosas yo ya estoy devuelta.

    Tiene razn se entusiasm el doctor.Por eso tiene que poner el corazn para no perdersu invicto.

    Bueno, invicto no soy dijo Rocha, enVilla Mara me hicieron como ac y me robaron lapelea. Por eso le digo que estas me las s todas.

    Escupi entre la cama y la pared. Yo mir al

  • bigotudo que estaba firme como un poste.Usted es el comisario? pregunt y me

    recost en la silla.S, seor. Comisario inspector Baltirrez.Quin pint los carteles en la pared?

    Largu.Me mir de la misma manera que lo haba

    hecho el gordo cuando le dije que no firmabaautgrafos. Por fin me contest:

    Muchachones, bandidos, algn tonto quecomo siempre est contra lo que se hace por elpueblo. Pero para su tranquilidad le digo que ya noquedan ms que unos pocos y lo nico que puedenhacer es pintar paredes sonri y baj la voz:triste trabajo pintar leyendas contra los dolospopulares, no?

    Tan triste como cuidar el teatro con unmontn de matones que amenazan con revlverespara conseguir un autgrafo.

    Se puso las manos en los bolsillos y vino haciala silla donde yo estaba sentado. Se me par tan

  • cerca que la hebilla de su cinturn casi me tocabala nariz.

    Usted est nervioso, seor Galvn meorden.

    Muy nervioso dijo vila Gallo que sepasaba un pauelo por la frente. Y se les puedeperdonar, comisario, se han pegado un sustobrbaro.

    Guard el pauelo y se dirigi a Rocha:Usted, campen, pngase los zapatos que

    vamos al hospital.No es para tanto protest el grandote;

    no hay nada roto.No importa insisti vila Gallo, que lo

    vea el doctor Furlari y yo me quedo ms tranquilo.El doctor Furlari va a ser el mdico de la pelea.

    Levant los zapatos y se los alcanz.Tome mhijo, mtale.Rocha me busc con cara de perro apaleado;

    le puse los zapatos mientras el comisarioconsultaba su reloj dos veces seguidas y el doctor

  • deca con voz firme, incontestable:Y despus usted se viene a mi casa para que

    lo cuidemos hasta la hora de la pelea.No, si yo estoy bien aqu con el amigoNada de amigos el doctor era rotundo,

    lo primero es el deporte y la obligacin con elpblico. El seor Galvn no tendr problemas enquedarse una noche solo. Despus de la pelea hagalo que quiera pero antes, perdneme, lo tomo bajomi responsabilidad. Tiene que llegar en forma a labalanza.

    Rocha mir cmo el doctor agarraba su bolso.Tena ganas de protestar pero estaba demasiadopreocupado por la mano, que ya se haba puestogrande como una guitarra.

    Venga a verme me dijo Rocha. Si sequeda y me quiere saludar antes de la pelea,aquello que me dijo ya se lo disculp, as que

    Gracias le dije. Maana paso avisitarlo. Y cudese, dicen que el muchacho deaqu es peligroso

  • Me arregl la corbata con la mano derecha.Lo saco en el tercero pel un billete

    grande y me lo puso ostentosamente en el bolsillodel pauelo.

    Pague la pieza y despus me da el vuelto.Salieron. Antes de cerrar la puerta, el

    comisario se volvi y con cara desafiante mepregunt:

    A usted quin lo contrat?El capitn Surez dije. Y remarqu

    capitn.Cerr la puerta con demasiada fuerza.Tena hambre. Le ped a la vieja de la pensin

    que me hiciera un sndwich y me tir a hacer unasiesta.

    A eso de las cinco de la tarde golpearon lapuerta con algo ms fuerte que un puo. Pegu unsalto, me calc el pantaln y abr. Si los recuerdosde la colimba no me fallan lo que haba all era unsargento primero y detrs de l un soldado alto yflaco. El soldado tena el fusil por el cao, como

  • al descuido.Andrs Galvn dijo el militar.S.Tiene que acompaarme.Fui a ponerme la camisa y los zapatos mientras

    el sargento y el soldado entraban a la pieza ymiraban los rincones.

    Adnde vamos? pregunt.Al comando dijo el sargento.El asunto no me gustaba, pero no era cuestin

    de ponerse a discutir. Cinco minutos ms tardesubimos al jeep. La duea de la pensin nos siguihasta la puerta sin decir nada pero se asegur queyo no me iba con la valija. Pasamos tres puestosde control en los que nos revisaban como si lostipos que me llevaban fueran extraos. El jeepparaba a cien metros de la barrera, el sargento, elsoldado y yo bajbamos, nos parbamos en elmedio de la calle y el sargento empezaba a losgritos diciendo quines ramos y para dndebamos. Un suboficial y un soldado se adelantaban

  • y venan hasta nosotros, miraban los documentos,el jeep y mis bolsillos. En el ltimo puesto,despus de toda la ceremonia, el que nos revis ledijo al sargento cmo te va, Carrizo.

    Me dejaron en una pieza amplia donde habacuatro colimbas descansando sobre bancos demadera. Cada vez que sacaba los cigarrillos se mevenan como moscas para que los convidara, perono hablaban y se guardaban los fasos en losbolsillos. Una hora ms tarde vino un soldadorubio, me dijo que lo siguiera y me hizo pasar auna oficina donde estaban colgados los retratos detodos los milicos habidos de San Martn para ac,menos Pern.

    El capitn Surez estaba vestido con ropa defajina. Tena los borcegues lustrados como para iral cine. Se haba arremangado la camisa y losbotones le abrochaban dificultosamente en elpecho amplio. Tena poco ms de cuarenta aos yuna cara apropiada para ese trabajo. A su ladohaba un tipo impecable, sonriente, al que yo

  • conoca de la televisin.El seor Morales present el capitn.Le di la mano y aunque alguna vez nos

    habamos tuteado, Morales me dijo Cmo le va,tanto tiempo (marcando el tanto tiempo) yvolvi a sentarse. No haba silla para m, as queme qued parado cerca del escritorio. Surez serepantig, forz un gesto serio de militarpreocupado y me larg:

    Lamentablemente, seor Galvn, suactuacin en Colonia Vela ha tenido que sersuspendida.

    No dije nada y lo dej venir.Voy a serle franco agreg. Cuando lo

    contratamos no sabamos que usted haba sidobusc la palabra exonerado de latelevisin inmediatamente despus de constituidoel gobierno militar.

    Mir a Morales que asenta. l haca sutrabajo despus de quince aos sin que nadie lomolestara y haba quienes lo llamaban un hombre

  • de bien.Puedo saber la causa? pregunt el

    capitn.Nunca la supe contest: quiz siendo

    usted un miembro de las fuerzas armadas puedaexplicrmela.

    Encendi un cigarrillo. Yo segua parado all,como un chico en penitencia.

    Permtame que le recuerde que solo fueronretirados del servicio los extremistas y loscorruptos.

    En cul de los rubros me habrn incluido?pregunt.

    No tenemos nada contra usted en el plano delo delictivo econmico dijo y hoje una carpetaque tena delante suyo. Hubiera dado cualquiercosa por echarle un vistazo yo tambin. Mir lafoto del presidente, que colgaba a espaldas delcapitn Surez.

    Usted insina que soy un extremista, capitn.Le doli que no le dijera mi capitn.

  • Yo no insino nada dijo, enojado,cuando yo quiero decir algo lo digo sin vueltas.Usted hizo la conscripcin?

    S, seor, en Campo de Mayo.Entonces sabr muy bien que un militar tiene

    una sola palabra.Se par de golpe, tirando la silla para atrs de

    manera que hiciera suficiente ruido. Lo debihaber ensayado porque le sala bastante bien.

    Seor Galvn dijo, el doctor vilaGallo va a pagarle sus honorarios puesto que mipalabra estaba empeada y vale como cualquierpapel firmado, pero le recomiendo que regrese aBuenos Aires esta misma noche.

    Despus volvi a sentarse y agreg:Buenas tardes.Morales no hizo ademn de saludarme. Sal al

    pasillo donde estaba el conscripto rubio.Cmo hago para volver al centro? le

    pregunt.Doy parte al sargento primero dijo y se

  • fue a buscarlo.Despus que pasamos las tres barreras de

    control me dejaron cerca de la estacin.

  • CAPTULO VII

    Empezaba a caer la tarde cuando llegu a lapensin. Mientras cruzaba el patio la vieja mesali al paso y me dijo que haban estado unosseores preguntando por m. La puerta de la piezaestaba abierta. Haban revisado mi valija sintomarse el trabajo de acomodar nada. La camaestaba deshecha y el colchn colgaba hasta el piso.Llam a la vieja.

    Eran tres seores armados. Ya vinieronotras veces; cada vez que llega al pueblo algunoque no conocen vienen a mirar. Como estn lascosas nunca se sabe, no?

    Le pagu. Me dijo que el tren para BuenosAires pasaba a las 22.35 as que me puse a hacerla valija. Tena un par de horas para despedirmede Rocha, cobrarle a vila Gallo y comer algoantes de salir. Dej la valija en la pensin y sal alas ocho y media. Las calles estaban vacas y al

  • llegar a la plaza vi a los obreros que instalabanluces y palcos para la fiesta que comenzara al dasiguiente. Sobre la misma pared donde a lamaana alguien haba pintado los carteles, dossoldados terminaban de pegar un gran afiche queanunciaba:

    Tony Rochachallenger al ttulo nacional

    vs.Marcial Seplveda

    invicto local

    Domingo a las 22 hs en Unin y ProgresoPueblo y Fuerzas Armadas unidos en el comn

    destino de Paz y Grandeza

    Cinco metros ms all haba otro cartel:

    Gran Circo Hermanos CorralesAcrbatas-Payasos-Fieras SalvajesLunes 18 hs. Terreno del exsindicato

    de la ConstruccinAnimacin: Jorge Omar Morales

  • Pueblo y Fuerzas Armadas unidos en el comndestino de Paz y Grandeza

    Sobre la vidriera del teatro un empleadosacaba el ltimo cartel que deca:

    nico gran recital deAndrs Galvn

    La Voz de Oro de Buenos AiresLunes 22 hs. Teatro Avenida

    Pueblo y Fuerzas Armadas unidos en el comndestino de Paz y Grandeza

    Un muchacho de guardapolvo estabaimprovisando un cartel en letras negras sobrefondo amarillo:

    Gran recital deCarlos Romero

    La Voz Varonil de Colonia VelaLunes 22 hs. Teatro Avenida

    Pueblo y Fuerzas Armadas unidos en el comndestino de Paz y Grandeza

    Como la ltima frase no le entraba entera en el

  • afiche, el dibujante haba empezado a achicar lasletras desde la palabra comn.

    Romero tena por fin su oportunidad, quiz laltima de su vida, pero no la olvidara nunca.Pensaba en eso cuando lo vi salir del teatro conotros dos tipos, ms altos que l aunque no msjvenes. Se los vea contentos.

    Amigo Galvn! me grit, y se vino. Medio la mano sacudindome el brazo. Despus pusocara de preocupado.

    Me llamaron hace un rato dijo. Medijeron que usted estaba indispuesto Lagarganta?

    Mov la cabeza para confirmarle.Hay que cuidarse me apoy un dedo en el

    pecho en los cambios de estacin sobre todohay que estar atento. Pero no se preocupe, voy adejar bien sentados los prestigios del tango yespero que usted est en primera fila, Galvn yame haba sacado el seor, porque piensodedicarle Sur.

  • Gracias, pero me tengo que ir esta mismanoche.

    Una pena pareca realmente dolido unaverdadera pena. Dnde puedo mandarle el recitalgrabado? Porque estuvimos instalando ungrabador, sabe?

    El doctor vila Gallo me lo har llegar. Leagradezco mucho.

    Le di la mano y cruc la plaza. Frente a lamunicipalidad estaban terminando de instalar elpalco forrado de celeste y blanco. Junto al barhaba un Torino negro con la puerta trasera abiertasobre la vereda. La entrada del boliche se abricon violencia y un ropero que tena en la manoizquierda una pistola sali arrastrando del pelo aun pibe de unos diecisis aos. En la vereda loenderez, le peg con la culata de la pistola en laespalda y el cuerpo aterriz adentro del auto. Elropero se calz el arma a la cintura y entr detrsdel pibe. El coche arranc y se perdi en el fondode la calle. Nadie sali del bar, ningn curioso se

  • asom por las ventanas. Pens en comer algo, perome di cuenta de que no tena hambre. Entr a tomarun caf al mostrador; habra diez mesas ocupadasy la gente me mir cuando empuj la puerta.Haban dejado de hablar, pero cuando me oyeronpedir un caf reiniciaron un cuchicheo montono.El patrn me llam seor Galvn, pero no mesonri.

    Todava se acordaba de que a la maana lehaba sentado al croto en su bar. Le pregunt quhaba pasado, pero se hizo el distrado; se diovuelta, agarr la medida, tom una botella de OldSmuggler y me contest:

    Medio?Le dije que no, pero tampoco repet la

    pregunta. Por las dudas no se me volvi a acercar.Haba terminado el caf y puesto la plata sobre

    el mostrador cuando entr el doctor vila Gallo,seguido de un petiso ancho y morrudo que llevabauna campera cerrada y amplia donde podraguardar todo el arsenal de Campo de Mayo sin que

  • se le cayera una municin. El doctor se hizo el queno me vio; salud a la gente de un par de mesas yse sent junto a la vidriera. El otro fue hasta elfondo del bar y se acomod de frente a la entrada yal doctor. Camin hasta la mesa de vila Gallo yel morrudo no me sac la mirada de encima nicuando pas delante suyo una rubia de caderasanchas que me gan de mano y se sent a la mesadel doctor. Dud un instante pero ya estaba encamino, as que me acerqu, me disculp, y dije:

    Doctor, tengo que hablar con usted.La rubia prendi un cigarrillo y se hizo la que

    miraba llover. vila Gallo estaba como siemprede traje, chaleco, moo y su impecable peinada ala gomina. Solo faltaba el bastn.

    No tengo tiempo ahora dijo, sealando miimpertinencia. Vame maana al medioda.

    Tengo que irme esta noche anunci.Me mir un rato y sonri.Esta noche? No se va a quedar a ver la

    fiesta?

  • Usted sabe que no le dije.Yo? Yo no s nada, amigo Galvn.

    Solamente me avisaron que usted estabaindispuesto y que le buscara un reemplazante.

    Pona toda su hipocresa sobre la mesa y me dicuenta de que no iba a pagarme as noms.

    El capitn Surez me dijo que lo viera austed y me fuera hoy mismo.

    Se rio un poco y sac un cigarrillo del paquetede la rubia.

    Ya sabe cmo son los militares. Les gustadar rdenes, pero del decir al hacer hay un trecho.Venga a verme maana.

    Empezaba a impacientarme.Ya dej la pensin.Tmela otra vez. Siempre tienen cuartos.Me sent sin pedir permiso.Esccheme trat de poner cara

    amenazadora; yo tengo algunas cosas que hablarcon usted, a solas o aqu, como ms le guste.

    Mir a la rubia que pareca decirle sactelo de

  • encima.Venga dijo y se cambi de mesa.Me sent frente a l.Usted no trabaj me larg de entrada.Pero hay un acuerdo y no soy yo el que lo

    rompe.Tampoco yo puso cara de contrariado.

    La cosa viene de arriba.Del capitn Surez dije. Estuve con l

    esta tarde.De arriba, de arriba baj la voz. De los

    serviciosEsperaba que me asustara.Aj. Y cmo lo sabe?Sonri, canchero, sobrador, como asomando el

    as de espadas.Yo s hasta el color de calzoncillos que

    usted usa.La sangre me subi a la cabeza.Le gusta meter las manos en las valijas

    ajenas, no?

  • Se rio de m. Despus se toc el moo y memir; ahora me mostraba el as.

    Yo no hago el trabajo sucio, Galvn.Asent. La rubia paseaba los ojos entre su reloj

    y nuestra mesa.Nosotros nos morimos de ganas de

    escucharlo sigui, pero lleg la orden y nohay nada que hacer.

    Est bien, yo tambin iba a cumplir el sueode mi vida cantando en Colonia Vela. Paciencia,usted me debe

    Me interrumpi.No sea grosero, Galvn, yo no le debo nada;

    es el ejrcito quien lo contrat, no?No era de los que se dejaban correr con la

    vaina. Encima, insultaba.Mire, doctor, a m me contrat un tal Surez

    que se puso en contacto con mi representante enBuenos Aires. Ahora Surez me dice que cobre yme vaya hoy mismo. Y el que tiene que pagarme esusted. Est claro?

  • No es tan fcil, yo necesito una orden escritadel capitn.

    Pdasela le seal el telfono. Me mostrlos dientes desparejos y una muela de oro.

    Usted cree que se llama por telfono alComando como si fuera el cine?

    Muy bien. Cmo arreglamos, entonces?Mire, si usted quiere irse esta noche mismo,

    yo le mando maana la plata por un cheque Nopensar que voy a quedarme con lo que no es mo,no?

    Yo no pienso nada, doctor. Y si no me voy?Se ech para atrs, mir a la rubia de reojo y

    despus baj la vista a sus manos pequeas.Usted me cae bien, sabe? Usted no tiene

    pinta de malandra. Firm algunas solicitadas, dijoalgunas zonceras polticas por la radio y como esun poco ingenuo cant en algn festival de lajuventud. Bueno, esta gente est muy sensibilizadapor el terrorismo y no se anda fijando en matices.O s, y se fija ms de lo que debera, qu s yo.

  • Tienen buenas intenciones, quieren sacar al pasdel pozo y si uno est dispuesto a andar derechosaben olvidar.

    Baj la voz y agarr la cuerda confidencial.Yo, por ejemplo se toc el pecho con el

    pulgar, yo defend presos polticos en el ao 71,en Azul. Muchachos que estaban metidos hasta lasorejas, mi viejo, y sin embargo aqu me tiene.

    Y a cuntos sac?Eso no tiene importancia. Yo me jugu en

    aquel momento por lo que crea que era justo.Tengo una carta de Pern que me felicita, s seor.Ahora es otra cosa. Yo nunca fui peronista, pero elviejo era sabio. Si le hubieran hecho caso nohabra pasado lo que pas. Pero no, se crean msperonistas que Pern y ah tiene La revolucin!Sonri, paternal. Se crean que era soplar yhacer botella Claro, entonces vino esta gente ypuso orden.

    No s por qu me contaba todo eso. Faltabancuarenta y cinco minutos para que saliera el tren y

  • estbamos all, perdiendo el tiempo.Y ni hablar de los otros insisti, los

    bolches de opereta que atacaban cuarteles conpibes recin destetados. De esos no qued niuno

    No me gustan los discursos polticos en losbares dije.

    Mostr otra vez el diente de oro. Le hizo unasea a la rubia que se revolva en la silla como situviera hormigas y me dijo con voz seca:

    Haga lo que quiera. Si se va, le mando elcheque. Si se queda, le doy una entrada para lapelea.

    Gracias le dije, me voy esta noche,noms. Cmo est Rocha?

    Se par y le sonri a la rubia.Bien. El doctor dice que con una inyeccin

    va a estar en forma. Ese muchacho es un toro.Me gustara despedirme de l.No le aconsejo. Lo dej durmiendo como un

    bendito. Martita lo vigila de cerca, est bien

  • cuidado, no se preocupe. Le voy a dar sus saludos.Se fue a instalar a la mesa de la rubia y me di

    cuenta de que hablaba de m porque ella me mircomo al ltimo de los giles. Cuando vino el mozole dije que ya me iba. Afuera haba empezado acaer una lluvia finita que apenas humedeca lacalle y me oblig a levantar las solapas del saco.Fui hasta la pensin a buscar la valija. Caminpegado a las paredes para no mojarme demasiadoy en todo el trayecto no encontr un alma. La viejaestaba comiendo un bife con ensalada cuandollegu. Me dio la valija y hasta me hizo unasonrisa cuando nos despedimos. Me quedabanveinticinco minutos para llegar a la estacin y lalluvia era demasiado suave como para tenerlemiedo. Segu pegado a las paredes; mientraspasaba frente a las ventanas escuchaba el ruido delos televisores o el fragmento indescifrable dealguna conversacin. Pero todas las persianasestaban cerradas. Cuando llegu a la esquina, antesde cruzar la explanada de la estacin, escuch una

  • voz que me llamaba pero no pude ubicar el lugarde donde vena. Me par, prend un cigarrillo ymir para el baldo de reojo. Por las dudas caminunos pasos hasta salir del pedazo de veredailuminado por el foco de la esquina. La voz delcroto me avis que estaba all, entre los rboles ylos arbustos. Apenas lo distingua, con suimpermeable cerrado y un sombrero que loprotega de la lluvia. Tena algo en la manoderecha.

    Venga a tomarse unos mates me dijo casien voz baja.

    No puedo, se me va el tren.Dio un paso adelante, le peg una chupada a la

    bombilla y mir la luz del foco.Llueve finito pero parejo coment.Aj.Que no lo vean venir dijo. Deje la

    valija ah, d vuelta la esquina y entre por la otracalle.

    No entend nada pero dej la valija.

  • Vamos! Me apur. Camine que se vana avivar!

    Evit la luz del farol, di vuelta en la esquinacaminando despacio y me pegu a un rbol. ElPaleon estaba all, frente a la entrada de laestacin. Me acord del gordo que me pidi elautgrafo en la plaza y del Gary Cooper de tacosaltos. Tuve miedo, mucho y de golpe; un temorinfantil, lleno de sombras y de silencios. El crotoapareci entre los yuyos.

    No se avivaron dijo. Ya le entr lavalija. Venga.

    Mientras separaba los arbustos mojadosrecord vagamente cuando los pibes del barrio nosescondamos entre los yuyales y hablbamos envoz baja y fumbamos hojas de gusto amargo sintragar el humo y sobamos con la mujer delbicicletero.

    La casa que el croto se haba hecho conpedazos de demolicin no era muy diferente a lasque construamos nosotros en aquel tiempo. Era

  • imposible verla desde afuera durante el verano,cuando las hojas brotaban y lo cubran todo; tenael mismo clima acogedor, salvo el olor agrio de lamugre, el tabaco y la fruta podrida. Sobre el pisode tierra haba un colchn de color oscuro y unacobija que alguna vez haba sido marrn. Tambindos cajones, uno que serva de mesa y otro dondeel croto se sent antes de echarle agua al mate. Elmayor confort, casi absurdo all, era la pequeagarrafa de gas. Arriba de una lata de aceite habados velas encendidas, yerba, azcar, un cuchillo yalgunas cosas ms que no me atrev a curiosear.Sac un pan que haba sobre el otro cajn y mehizo seas de que me sentara. Lo mir un largorato; me alcanz un mate espumoso y caliente y elprimer trago me hizo sentir el cuerpo otra vez. Lalluvia acariciaba las hojas y traa un olor quevolva casi agradable respirar all adentro.

    Creo que esta maana no le pregunt sunombre dije.

    Ah, nadie me lo pregunta se rio,

  • raramente me presentan en sociedad.Sonre y le devolv el mate.Luciano dijo; Luciano Melencof, o

    Maleancof, ya no me acuerdo cmo. Hace mil aosque no lo uso. Me dicen Mingo.

    Cmo se enter? Mov la cabeza para ellado de la estacin.

    Porque vinieron a verme, a preguntarme dequ habamos hablado esta maana y despus separaron ah enfrente.

    Por qu?, me dije a m mismo.Me alcanz otro mate.Ahora andan con menos trabajo. Preguntan,

    eligen. Cuando el tren se vaya y vean que usted nolleg se van a poner nerviosos. Y el gordo esbravo.

    Usted los conoce bien?Aqu en el paredn del baldo bajaron a tres

    pibes, delante mo. Ya los traan arruinados, peroantes de meterles bala los hicieron pomada.

    Yo quera esconder el miedo, pero casi me

  • haba descompuesto. Chup el mate fuerte paracontener las ganas de vomitar.

    Le pas el mate y lo dej sobre la lata.Sabe lo que vamos a hacer? Cuando ellos

    se vayan cruzamos las vas y nos vamos para elcampo. Si camina toda la noche, a la maanapuede llegar a Tandil. De ah se toma un mnibuspara la Capital.

    Estuvimos un rato en silencio. Por fin omosque el tren se iba. En menos de dos minutos elruido se apag por completo. Entoncesescuchamos un coche que dobl en la esquinaderrapando sobre el asfalto mojado. Iba a respirarcuando otro auto, de motor ms suave, mscauteloso, vino a pararse delante del baldo.

  • CAPTULO VIII

    El croto se llev el ndice a los labios, ms comogesto instintivo que por miedo a que yo hicieraruido. Una puerta del auto se abri y alguien grit:

    Che, Mingo!Helado de fro y de miedo mir a Mingo que se

    pona de pie. Pens que si no sala pronto, el tipovendra hasta el rancho; pens, tambin, que elcroto iba a entregarme. Se desabroch elimpermeable mugriento y se lo sac. La voz, mscercana, volvi a llamar:

    Sal, che!Mingo me hizo sea de que me corriera contra

    la pared y sopl las velas. Despus se calz unamanga del impermeable, corri las arpilleras quecubran la entrada y sali. Acerqu los ojos a unaranura, entre las bolsas, y vi cmo, mientras seabra paso entre el yuyal, Mingo terminaba deponerse el impermeable. Los faros del auto abran

  • dos largos huecos en la oscuridad y dejaban veruna lluvia suave y perezosa.

    Estaba durmiendo dijo Mingo con un tonoque se me ocurri desafiante.

    Lo volviste a ver? dijo el gordo, que sehaba metido un pulver oscuro.

    A quin? pregunt Mingo, enojado, y sedetuvo antes de llegar a la vereda.

    Quin! grit el gordo: El porteo!Mingo levant los hombros.No dijo.Anduviste por la plaza?Cmo?Despertate, che! Te digo si anduviste por

    la plaza!Cundo? Se le estaba yendo la mano. Me

    pareci que el gordo miraba hacia el rancho y meapret contra la pared.

    Te ests haciendo el piola dijo y empeza entrar en el baldo.

    Estaba durmiendo, djenme de joder

  • gru Mingo y empez a volver. El gordo se quedun rato en el mismo lugar, sin moverse siquiera yal fin grit, divertido:

    Un da de estos le prendemos fuego a losyuyos as te limpiamos la piojera.

    Mingo entr al rancho y el gordo al auto quearranc en direccin al centro. El croto se puso atantear el suelo buscando los fsforos. Yo prendlas velas con el encendedor.

    Qu hora tiene? me pregunt.Once menos cuarto.Bueno, hay que darle pata por el campo. Yo

    lo acompao hasta el quilombo y ah le digo cmoseguir. Si le mete parejo llega a Tandil a la maanay se toma el mnibus.

    Se puso el sombrero y fue hasta la puerta dearpilleras.

    Si tiene en la valija algo que precise ahora,squelo. La vamos a dejar entre los yuyos y yo laentierro cuando vuelva.

    La abr y busqu el saco del traje negro y un

  • libro que haba ledo hasta la mitad en el tren. Nos por qu desdobl la ltima pgina leda antesde volver a meterlo en la valija. Mingo me mir,respetuoso.

    Mi padre lea mucho dijo.Despus se fue hasta el fondo del baldo y vi

    apenas su silueta oscura acomodando la valijaentre los matorrales. Me puse el saco encima delque ya tena. Me apretaba, pero podra protegermede la gara. Mingo fue hasta la vereda, mir a loscostados y cruz la calle. Desde la esquina deenfrente me hizo seas de que lo siguiera. Dimosun rodeo para eludir la estacin y cruzamos lasvas corriendo hasta un vagn de carga,enganchado para siempre a una locomotoraherrumbrada. Nos agachamos contra las ruedas dela mquina y no s por qu pasamos por debajo,arrastrndonos, cuando era ms fcil dar la vueltarodendola. Delante nuestro se abra un horizonteoscuro en el que apenas distingu uno de esoslargos galpones que son idnticos en todas las

  • estaciones. La lluvia me iba impregnando la ropa ycuando me toqu la cabeza me di cuenta de que yano estaba peinado y el pelo me caa sobre lasorejas. Pasamos entre los hilos de un alambrado ynos metimos en un campo de avena. Mir haciaatrs y vi que las luces del pueblo ibancubrindose con la borrasca. Ya no tena miedo.Al alejarme de las luces iba dejando atrs lasensacin de ahogo y sent que en la oscuridad y elsilencio del campo poda reconocerme vivo.Habamos caminado una hora cuando empec asentir un fro intenso en las piernas y un saboramargo en la lengua. Fui hasta el tronco de unrbol y me apoy con el hombro para prender uncigarrillo. Mingo caminaba unos metros ms all yla llama del encendedor lo detuvo. Vino hastadonde yo estaba y le pas un cigarrillo. Delbolsillo del impermeable sac una botella deginebra y le dio un trago que me pareciinterminable; despus me la pas y nos sentamosen el piso hmedo, las espaldas contra el tronco.

  • Cambiamos la botella de mano tres o cuatro veces.Cerca, cant un grillo. Mingo extendi un brazo yseal un lugar entre los yuyos.

    Suerte, compaero me dijo, va a tenersuerte.

    Lo mir empinar el codo. Baj la botella y mela pas.

    El grillo dijo; si canta trae suerte.Siempre cantan. No sirven para otra cosa,

    no?Cmo se ve que usted es de Buenos Aires

    dijo, decepcionado.El grillo volvi a cantar, ahora largo y tendido.

    Mingo se puso de rodillas, peg una oreja al sueloy avanz hacia los yuyos. Anduvo metiendo lasmanos entre unas ramas y el grillo dej de cantar.Cuando volvi lo traa cuidadosamente encerradoen un puo. Prend el encendedor para verlo.Mingo lo tena delicadamente agarrado del cuerpo.El bicho agitaba sus largas patas traseras. Me lotendi.

  • Con cuidado, son dbiles de las patas.Lo tom con un poco de aprensin; me hizo

    cosquillas en los dedos buscando un hueco pordonde escapar. Cerr las dos manos en cuenco y lehice un buen lugar. Otra vez tuve la sensacin devolver en el tiempo, de ser un chico. Solo queahora no tena a quin contarle la aventura.

    Bueno dijo. Vamos.Abr los dedos y el grillo salt sin que yo

    pudiera verlo. En las manos me qued una brevesensacin de vaco.

    Lo segu. En voz baja le fui contando lo quenos haba pasado a Rocha y a m durante el da. Enrealidad hablaba para m mismo pues Mingocaminaba adelante, apartando las matas de yuyos,sealando los pozos con su andar vacilante y nointervino hasta que termin el relato.

    Y por qu le neg el autgrafo?Segu un rato en silencio y despus dije:Usted se lo hubiera firmado?Se par, se dio vuelta y estuvo mirando algn

  • punto lejano en la oscuridad. Despus baj lacabeza y rasc la tierra con un pie. Pensaba odemoraba la respuesta. Al cabo de un rato dijo:

    No s. Cada uno en su lugar. Tengo pinta deandar firmando autgrafos, yo?

    Con la lluvia se haba levantado un vientofresco. A lo lejos vi la silueta de un galpnrecortada entre las sombras: pens que allpodramos descansar un rato y encender fuego parasecarnos las ropas. Atravesamos otro alambrado ydimos un rodeo para evitar un maizal.Desembocamos en un campo abierto y fuimoshacia el galpn. Junto a la entrada vi el esqueletonegro, torcido, a medio tumbar de un avioncito. Elyuyal le haba cubierto las ruedas y se meta en loque haba sido la cabina del piloto. La puertaabierta colgaba de una sola bisagra y tena por lomenos veinte agujeros redondos y gruesos comodedos. Unos pocos metros ms all, cerca de unossauces, haba dos cruces de madera clavadas en latierra.

  • Mir aquello con una vaga curiosidad, comocuando se entra a un cementerio. Me agach frentea las cruces; aun protegindolo con las manos elencendedor se apag varias veces antes de quepudiera leer los nombres grabados con una letradespareja que se hunda en la madera. Volv haciael avin y me refugi bajo la osamenta oxidada deuna de las alas. Mingo apart los yuyos, se acerca la cabina y mir al interior como si buscaraalguna cosa perdida haca mucho tiempo. Estuvoquieto un rato, con medio cuerpo dentro del aviny cuando enderez la cabeza el sombrero roz eltecho y cay al pasto. Lo sacudi antes de volver aponrselo y vino a agacharse a mi lado. Me hizosea de que le diera un cigarrillo y seal lascruces.

    Los milicos se cansaron de arrancarlas perosiempre alguno las volva a poner. Al final lasdejaron.

    Record la historia que me haba contadoRomero. Mingo sac la botella, se la llev a los

  • labios y fue inclinando la cabeza hastaconvencerse de que estaba vaca. La tir haciaatrs, contra la pared del galpn.

    Qu lo pari dijo.Estuvimos un rato fumando en silencio. Pens

    en lo absurdo de aquella huida y me imaginatravesando el campo solo, caminando horas bajola lluvia hasta llegar al pueblo vecino, empapado,hecho un andrajoso, agotado, todo eso para subir aun mnibus que me llevara a Buenos Aires. Unavez all, lejos del gordo, de Gary Cooper, lahistoria habra terminado? Hasta dnde meseguira aquel legajo que el capitn Surez mehaba mostrado? De pronto me acord de Rocha.Su nariz aplastada y su cuerpo de orangutn meestuvieron rondando en la cabeza un rato. Sindarme cuenta busqu en el bolsillo del saco elbillete que me haba dejado. Era demasiadogrande y no deba quedarle otra plata encima.Estuve jugando un rato con l, doblndolo comouna carta hasta que Mingo me sobresalt con su

  • voz.Tenemos que ir yendo.Le dio la ltima pitada al pucho, lo apag

    contra la tierra y se puso de pie.Anda en la buena dijo y seal el billete.Me hizo rer. l tambin se rio un momento,

    brevemente, un poco por compromiso. Despus,sin que hubiese ninguna malicia en su voz, agreg:

    Pagan bien los milicos.Me qued callado. Sent un ligero malestar en

    el estmago, como si hubiera fumado mucho.Es de Rocha. Me lo dej para la pensin.Fue hasta la cabina del avin y volvi a mirar

    adentro.Ese pibe va al amasijo me grit al

    descuido y tuve la sensacin de que su voz sedemoraba unos instantes entre los hierros delaparato. Despus estuvo arrancando las ramas queenvolvan la hlice.

    Yo se lo dije murmur.Me dej estar, sentado en el suelo contra el

  • fuselaje, oyendo la gara y la respiracin pesadade Mingo. No tena ganas de seguir. No me sentacapaz. Al otro lado del campo no haba nada.Guard el billete.

    Tan bueno es el Seplveda ese?Mingo se haba sentado en la cabina, con las

    piernas afuera. La puerta abierta no me dejabaverle ms que el sombrero.

    Muy rpido dijo. Y no van a dejarloperder el da que dan la fiesta, no? Lo tienenencerrado hace tiempo en el Comando, todos losdas dndole a la bolsa y a la soga.

    En el Comando?Y si no dnde. Hasta le trajeron un sparring

    de Mendoza. Al sparring lo mandan a varearsepor el pueblo para que muestre cmo tiene la jetade tanta pia que le mete el milico.

    Es colimba el pibe?Se par y me mir por encima de la puerta.Me est cargando?Por qu?

  • No sabe que es teniente primero?Seplveda?Volvi a sentarse y dijo como para s mismo:Lo crea ms vivo, compaero.Me qued unos instantes callado, queriendo

    pensar, intentando establecer una relacin entre elhecho de que Seplveda fuera oficial del ejrcito yel inters que el doctor y su hija mostraban por elgrandote.

    Rocha no sabe nada.Para l qu ms da dijo Mingo, l sabe

    que va al muere. Se gana unos mangos y listo Sies vivo se tira cuando sea el momento.

    No, no sabe. l cree que gana fcilMingo se estuvo riendo de Rocha, se levant y

    vino a pedirme otro cigarrillo.Si tuviramos un poco de ginebra Qu le

    parece si vamos yendo?Hay que avisarle.Avisarle? Ya se va a enterar maana.Usted cree que le arruinaron la mano a

  • propsito?Abri los brazos.No s. No creo, para qu iban a arriesgar

    una suspensin de la pelea?Si Rocha tuviera la mano sanaSe rio otra vez, pero ahora sin ganas.No sea tonto, Galvn, nadie puede ganarle a

    ese muchacho aqu. Sera como tocarles el culo atodos los milicos juntos. No joda.

    Las piernas se me estaban entumeciendo. Melevant y camin hasta los rboles.

    Volvamos dije.Quiere meterse en el pueblo otra vez?Voy a hablar con Rocha. Adems tengo esta

    plata que devolverle.Es todo al pedo dijo. Por el momento a

    usted quieren darle una paliza, pero si se mete arevolver la mierda le van a hacer la boleta. Ac nose andan con chiquitas.

    Me estuvo mirando un rato y creo que estabacontento de que me quedara. Golpe el fuselaje

  • del avin con una mano y su voz son ms viva.Vamos. Volvamos por el camino del

    quilombo y compremos una botella. Estabateniendo fro; y usted?

  • CAPTULO IX

    Cuando vimos a los cuatro soldados que montabanguardia en el frente nos agachamos detrs de unosmatorrales. Estaban al reparo contra las paredes,enfundados en capas de plstico. Desde adentro,trada por el viento, nos llegaba la voz deLeonardo Favio.

    Si hay soldados es que los milicos estn dejoda dijo Mingo. Son los suboficiales.Cuando vienen los otros cierran todo y traen latropa completa para cuidar.

    Quin maneja esto? pregunt.El doctor.vila Gallo?Los ojos de Mingo me hicieron sentir otra vez

    como un cado del catre.Estar all ahora? pregunt.Debe estar. Donde estn los milicos est l.Tengo que asegurarme.

  • Me mir. Esperaba que le dijera de qu tenaque asegurarme.

    Tengo que saber si l est ah. As puedo ira buscar a Rocha aprovechando que se qued solo.

    Por ah lo trajo con l.Lo pens un rato.No creo. Eso ya sera demasiado.Le parece? dijo. Se burlaba de m.Empec a inquietarme. Si Rocha estaba en el

    quilombo tena que buscar el medio de hacerlosalir sin alertar al doctor.

    Los soldados lo conocen?A quin?A usted.Tan famoso no soy pero creo que la mayora

    me tiene visto.Se anima a charlrmelos?Qu les digo? Que ando tomando fresco?Dgales cualquier cosa. Mientras, yo voy a

    echar una mirada.Mingo mir la casa iluminada, los autos, un

  • jeep que estaba estacionado junto a una alameda ylos soldados que se paseaban pegados a la paredcon las ametralladoras colgndoles de loshombros.

    Voy a tener que retroceder hasta los rbolesy venir caminando por la calle. Si no me llegan areconocer me van a cagar a tiros.

    Se anima o no se anima?Qu importa? Tengo que ir, no?Se fue bordeando el alambrado hasta que

    desapareci de mi vista. Unos minutos despusescuch un silbido que vena de lejos, desde elcamino. Fui hasta el alambrado, me quit el sacomojado y pas entre los hilos. Me qued quieto,agachado en la cuneta. La llovizna haca bastanteruido como para apagar el crujido de las pisadassobre los yuyos. Me deslic hasta escondermedetrs de un auto. Un soldado grit:

    Alto!Salt a la vereda y acomod la ametralladora.

    Otro colimba vino a parapetarse contra el mismo

  • auto que me ocultaba a m. Contuve la respiracin;el muchacho toc algo en la ametralladora quehizo un ruido seco y la apoy sobre el bal delcoche. Pareca muy concentrado para darse cuentade que yo estaba a poco ms de un metro de l. Depronto, una luz potente ilumin el camino y tuveque agacharme contra una rueda para que mivecino no me viera. Alguien haba encendido losfaros del jeep. Entre los charcos, caminandodespacio, Mingo agitaba su sombrero comosaludando a la multitud.

    No tiren, carajo! grit. Despus empeza rerse. El soldado que estaba cerca mo se aflojy busc un cigarrillo en el bolsillo de la capa. Alencenderlo su cara se ilumin, pero era imposibleverle rasgo alguno; tir el fsforo a mis pies ysali al encuentro de Mingo.

    Cruc el camino por detrs del jeep. Loscuatro soldados rodeaban a Mingo. Escuch queuno de ellos le preguntaba Qu mierda hacs vospor ac? y me fui por el patio iluminado que

  • rodeaba al casern. Camin como si fuera uncliente ms y me acerqu a una de las dos ventanasabiertas. Ahora sonaba DArienzo y se bailaba.No habra ms de quince mujeres para cuarenta ocincuenta borrachos. Los que no tenan parejabromeaban con los cortes y quebradas queintentaban los otros. Recorr el saln con los ojos,mirando de vez en cuando hacia atrs porque tenala sensacin de que alguien podra reconocerme.En una mesa, vila Gallo gesticulaba ante cuatrotipos que hacan esfuerzos para no dormirse. Mirdetenidamente a los que bailaban y Rocha noestaba entre ellos. Reconoc a la rubia que sehaba encontrado con el doctor en el bar y alsargento que haba ido a buscarme a la pensin.Contra el mostrador dos curdas sujetaban a ungordo que quera pelear con alguien y gritabacomo un marrano. No quedaba lugar ni paraescupir y por la puerta de atrs entraban y salanalgunos aburridos que dudaban entre tomar airebajo la lluvia o aguantar la pestilencia del tabaco y

  • el sudor. Lo ms naturalmente que pude fui hasta elpatio trasero. Haba cuatro piezas cerradas pero atravs de las cortinas de pao se distinguan lasluces del interior. En una galera que abarcabatodo el ancho de la casa haba tendida una mesapara unas cincuenta personas, cubierta de botellasvacas y platos sucios. Media docena de tiposestaban sentados, riendo con los ltimos cuentosde la noche. En el centro del patio haba una granparrilla protegida por chapas de la que todavasala humo. La puerta de una de las piezas se abriy sali un morocho que se puso el saco y en unarranque de gentileza le dio la mano a la mujerdesnuda que lo acompaaba. Los seis de la mesaaplaudieron. Uno de ellos grit Te sacaste elafrecho, Negro!; otro dio un salto, tropez, hizouna ese perfecta y enfil para la pieza sin muchaconviccin. La mujer, cubierta de sudor, mir unpoco la llovizna, se fij en m y cerr la puerta. Elque haba salido se sent a la mesa y dej que lopalmearan. Estaba menos borracho que los otros.

  • Atraves el patio lo ms lejos que pude de lasluces y fui hacia la salida. A un costado del jeep,Mingo les contaba algo a tres soldados. El otro sehaba metido en la cabina y fumaba. Habanapagado los faros. Parecan bastante distrados asque fui hasta la vereda para alejarme lo msdiscretamente posible. Pas sin mirar frente a laprimera ventana; la gran puerta estaba entreabiertay por all sala clarita la voz de Miguel Monteroque cantaba Antiguo reloj de cobre. Una botellarompi la ltima ventana y los vidrios sedesparramaron a mis pies. El ruido me sobresalt.Mir hacia el interior, nervioso. Tres borrachosempujaban al mismo gritn que antes haba estadocontra el mostrador. Alguien me agarr delhombro.

    Empez la joda dijo.Me di vuelta despacio. El hombre me sac la

    mano de encima y termin de abrocharse labragueta. Se haba meado toda la pierna izquierdadel pantaln.