cuando, algún descarado...

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Este libro rinde homenaje al fútbol,música del cuerpo, fiesta de los ojos,y también denuncia las estructuras depoder de uno de los negocios máslucrativos del mundo. La tecnocraciadel deporte profesional —escribe elautor— ha ido imponiendo un fútbolde pura velocidad y mucha fuerza,que renuncia a la alegría, atrofia lafantasía y prohíbe la osadía. Porsuerte todavía aparece en lascanchas, aunque sea muy de vez encuando, algún descarado carasucia

que se sale del libreto y comete eldisparate de gambetear a todo elequipo rival, y al juez, y al públicode las tribunas, por el puro goce delcuerpo que se lanza a la prohibidaaventura de la libertad. Escribiendoeste libro, el autor ha querido hacercon las manos lo que nunca pudohacer con las piernas. Cuando eraniño, Galeano quería ser jugador defútbol, pero sólo jugaba bien, y hastamuy bien, mientras dormía.

Eduardo GaleanoEl fútbol

a sol y sombra

ePUB v1.0GONZALEZ 04.12.11

© Eduardo Galeano© Siglo XXI EditoresPrimera edición: 1995

ISBN 978-843-231-134-5

Recopilación y selección de textosdisponibles en distintas páginasweb; la mayoría incluídos en ellibro «El fútbol a sol y sombra»mas otros artículos de Galeanoreferidos al fútbol aparecidos envarios medios periodisticos y re-producidos en distintos números de«Para leer por e@mail».

Ediciones P/L@

Las páginas que siguen estándedicadas a aquellos niñosque una vez, hace años, secruzaron conmigo en Calellade la Costa. Venían de jugaral fútbol, y cantaban:

Ganamos, perdimos,igual nos divertimos.

Prólogo

«Todos los uruguayosnacemos gritando gol y poreso hay tanto ruido en lasmaternidades, hay unestrépito tremendo. Yo quiseser jugador de fútbol comotodos los niños uruguayos.Jugaba de ocho y me fue muymal porque siempre fui un“pata dura” terrible. Lapelota y yo nunca pudimos

entendernos, fue un caso deamor no correspondido.También era un desastre enotro sentido: cuando losrivales hacían una lindajugada yo iba y losfelicitaba, lo cual es unpecado imperdonable paralas reglas del fútbolmoderno.»

Eduardo Galeano

Este libro rinde homenaje alfútbol, música en el cuerpo, fiesta delos ojos, y también denuncia lasestructuras de poder de uno de losnegocios más lucrativos del mundo.

Hace unos meses en alguno delos grupos de interés que suelofrecuentar, un profesor dedicado alfútbol solicitó colaboración porquequería saber el origen de «laChilena». Estamos hablando de unahabilidad futbolística que consiste enarquearse hacia atrás y en el airepegarle a la pelota con el pie. Sesuele utilizar tanto para rechazar unapelota cuanto para sorprender en unremate al arco desde una posicióninesperada. Recuerdo un gol de Enzo

Franchescoli en un Torneo de Veranojugando para River y contra algunaselección europea. Y también un golde chilena del Tano Novello contraSan Lorenzo. Y un rechazo de Mouzode chilena en plena área rodeado deatacantes.

Mientras consultaba el libro deEduardo Galeano para contestar —con esa solidaridad por compartir elconocimiento que nos caracteriza alos adictos al correo electrónico—se me ocurrió cuántas cuestiones nosdedicamos a enseñar y de las cuales

pareciera ser que sabemos muy poco.El libro de Galeano permite

acercarse a una mirada sobre elfútbol: sus mitos, su historia, suspersonajes. En una galería que vadesde Maradona a Pelé, pasando porGarrincha y Sanfilippo; desde losviejos enfrentamientos del fútbolrioplatense hasta los clásicos Fla yFlu, pasando por los Mundiales.

Es posible enterarse sobre elorigen del fútbol mismo, de la pelota,de los manejos del fútbol-negocio dela FIFA y Havelange, del gol

«olímpico», de la gambeta y delcreador de la mismísima «chilena».Y hay mucho más...

Un libro escrito por un «mendigodel buen fútbol», que recorre losestadios y pide una linda jugadita,por amor de Dios.

L

El fútbol

a historia del fútbol es un tristeviaje del placer al deber. A

medida que el deporte se ha hechoindustria, ha ido desterrando labelleza que nace de la alegría dejugar porque sí.

En este mundo del fin de siglo, elfútbol profesional condena lo que esinútil, y es inútil lo que no esrentable. A nadie da de ganar esalocura que hace que el hombre sea

niño por un rato, jugando como juegael niño con el globo y como juega elgato con el ovillo de lana: bailarínque danza con una pelota leve comoel globo que se va al aire y el ovilloque rueda, jugando sin saber quejuega, sin motivo y sin reloj y sinjuez.

El juego se ha convertido enespectáculo, con pocos protagonistasy muchos espectadores, fútbol paramirar, y el espectáculo se haconvertido en uno de los negociosmás lucrativos del mundo, que no se

organiza para jugar sino para impedirque se juegue. La tecnocracia deldeporte profesional ha idoimponiendo un fútbol de puravelocidad y mucha fuerza, querenuncia a la alegría, atrofia lafantasía y prohibe la osadía.

Por suerte todavía aparece en lascanchas, aunque sea muy de vez encuando, algún descarado carasuciaque sale del libreto y comete eldisparate de gambetear a todo elequipo rival, y al juez, y al públicode las tribunas, por el puro goce del

cuerpo que se lanza a la prohibidaaventura de la libertad.

¿E

¿El opio de los pueblos?

n qué se parece el fútbol a Dios?En la devoción que le tienen

muchos creyentes y en ladesconfianza que el tienen muchosintelectuales.

En 1880, en Londres, RudyardKipling se burló del fútbol y de «lasalmas pequeñas que pueden sersaciadas por los embarrados idiotasque lo juegan». Un siglo después, enBuenos Aires, Jorge Luis Borges fue

más que sutil: dictó una conferenciassobre le tema de la inmortalidad elmismo día, y a la misma hora, en laselección argentina estabadisputando su primer partido en elMundial del ’78.

El desprecio de muchosintelectuales conservadores se fundaen la certeza de que la idolatría de lapelota es la superstición que elpueblo merece. Poseída por elfútbol, la plebe piensa con los pies,que es lo suyo, y en ese gocesubalterno se realiza. El instinto

animal se impone a la razón humana,la ignorancia aplasta a la Cultura, yasí la chusma tiene lo que quiere.

En cambio, muchos intelectualesde izquierda descalifican al fútbolporque castra a las masas y desvía suenergía revolucionaria. Pan y circo,circo sin pan: hipnotizados por lapelota, que ejerce una perversafascinación, los obreros atrofian suconciencia y se dejan llevar como unrebaño por sus enemigos de clase.

Cuando el fútbol dejó de sercosas de ingleses y de ricos, en el

Río de la Plata nacieron los primerosclubes populares, organizados en lostalleres de los ferrocarriles y en losastilleros de los puertos. En aquelentonces, algunos dirigentesanarquistas y socialistas denunciaronesta maquinación de la burguesíadestinada a evitar la huelgas yenmascarar las contradiccionessociales. La difusión del fútbol en elmundo era el resultado de unamaniobra imperialista para manteneren la edad infantil a los pueblosoprimidos.

Sin embargo, el club ArgentinosJuniors nació llamándose Mártires deChicago, en homenaje a los obrerosanarquistas ahorcados un primero demayo, y fue un primero de mayo eldía elegido para dar nacimiento alclub Chacarita, bautizado en unabiblioteca anarquista de BuenosAires. En aquellos primeros años delsiglo, no faltaron intelectuales deizquierda que celebraron al fútbol enlugar de repudiarlo como anestesiade la conciencia. Entre ellos, elmarxista italiano Antonio Gramsci,

que elogió «este reino de la lealtadhumana ejercida al aire libre».

E

La pelota como bandera

n el verano de 1916, en plenaguerra mundial, un capitán inglés

se lanzó al asalto pateando unapelota. El capitán Nevill saltó delparapeto que lo protegía, y corriendotras la pelota encabezó el asaltocontra las trincheras alemanas. Suregimiento, que vacilaba, lo siguió.El capitán murió de un cañonazo,pero Inglaterra conquistó aquellatierra de nadie y pudo celebrar la

batalla como la primera victoria delfútbol inglés en el frente de guerra.

Muchos años después, ya en losfines del siglo, el dueño del clubMilan ganó las elecciones italianascon una consigna, ¡Forza Italia!, queprovenía de las tribunas de losestadios. Silvio Berlusconi prometióque salvaría a Italia como habíasalvado al Milan, el superequipocampeón de todo, y los electoresolvidaron que algunas de susempresas estaban a la orilla de laruina.

El fútbol y la patria estánsiempre atados; y con frecuencia lospolíticos y los dictadores especulancon esos vínculos de identidad. Laescuadra italiana ganó los mundialesdel ’34 y del ’38 en nombre de lapatria y de Mussolini, y susjugadores empezaban y terminabancada partido vivando a Italia ysaludando al público con la palma dela mano extendida.

También para los nazis, el fútbolera una cuestión de Estado. Unmonumento recuerda, en Ucrania, a

los jugadores del Dínamo de Kiev de1942. En plena ocupación alemana,ellos cometieron la locura dederrotar a una selección de Hitler enel estadio local. Le habían advertido:

—Si ganan mueren.Entraron resignados a perder,

temblando de miedo y de hambre,pero no pudieron aguantarse lasganas de ser dignos. Los once fueronfusilados con las camisetas puestas,en lo alto de un barranco, cuandoterminó el partido.

Fútbol y patria, fútbol y pueblo:

en 1934, mientras Bolivia y Paraguayse aniquilaban mutuamente en laguerra del Chaco, disputando undesierto pedazo de mapa, la CruzRoja paraguaya formó un equipo defútbol, que jugó en varias ciudadesde Argentina y Uruguay y juntóbastante dinero para atender a losheridos de ambos bandos en elcampo de batalla.

Tres años después, durante laguerra de España, dos equiposperegrinos fueron símbolos de laresistencia democrática. Mientras el

general Franco, del brazo de Hitler yMussolini, bombardeaba a larepública española, una selecciónvasca recorría Europa y el clubBarcelona disputaba partidos enEstados Unidos y en México. Elgobierno vasco envió al equipoEuzkadi a Francia y a otros paísescon la misión de hacer propaganda yrecaudar fondos para la defensa.Simultáneamente, el club Barcelonase embarcó hacia América. Corría elaño 1937, y ya el presidente del clubBarcelona había caído bajo las balas

franquistas. Ambos equiposencarnaron, en los campos de fútboly también fuera de ellos, a lademocracia acosada.

Sólo cuatro jugadores catalanesregresaron a España durante laguerra. De los vascos, apenas uno.Cuando la República fue vencida, laFIFA declaró en rebeldía a losjugadores exiliados, y los amenazócon la inhabilitación definitiva, perounos cuantos consiguieronincorporarse al fútbollatinoamericano. Con varios vascos

se formó, en México, el club España,que resultó imbatible en sus primerostiempos. El delantero del equipoEuzkadi, Isidro Lángara, debutó en elfútbol argentino en 1939. En elprimer partido metió cuatro goles.Fue en el club San Lorenzo, dondetambién brilló Angel Zubieta, quehabía jugado en la línea media deEuzkadi. Después, en México,Lángara encabezó la tabla degoleadores de 1945 en elcampeonato local.

El club modelo de la España de

Franco, el Real Madrid, reinó en elmundo entre 1956 y 1960. Esteequipo deslumbrante ganó al hilocuatro copas de la Liga española,cinco copas de Europa y unaintercontinental. El Real Madridandaba por todas partes y siempredejaba a la gente con la boca abierta.La dictadura de Franco habíaencontrado una insuperable embajadaambulante. Los goles que la radiotransmitía eran clarinadas de triunfomás eficaces que el himno Cara alsol. En 1959, uno de los jefes del

régimen, José Solís, pronunció undiscurso de gratitud ante losjugadores, «porque gente que antesnos odiaba, ahora nos comprendegracias a vosotros». Como el CidCampeador, el Real Madrid reunía lavirtudes de la Raza, aunque sufamosa línea de ataque se parecíamás bien a la Legión Extranjera. Enella brillaba un francés, Kopa, dosargentinos, Di Stéfano y Rial, eluruguayo Santamaría y el húngaroPuskas.

A Ferenk Puskas lo llamaban

Cañoncito Pum, por las virtudesdemoledoras de su pierna izquierda,que también sabía ser un guante.Otros húngaros, Ladislao Kubala,Zoltan Czibor y Sandor Kocsis, selucían en el club Barcelona en esosaños. En 1954 se colocó la primerapiedra del Camp Nou, el gran estadioque nació de Kubala: el gentío queiba a verlo jugar, pases al milímetro,remates mortíferos, no cabía en elestadio anterior. Czibor, mientrastanto, sacaba chispas de los zapatos.El otro húngaro del Barcelona,

Kocsis, era un gran cabeceador.Cabeza de oro, lo llamaban, y un marde pañuelos celebraba sus goles.Dicen que Kocsis fue la mejorcabeza de Europa, después deChurchill.

En 1950, Kubala había integradoun equipo húngaro en el exilio, loque le valió una suspensión de dosaños, decretada por la FIFA.Después, la FIFA sancionó con másde un año de suspensión a Puskas,Czibor, Kocsis y otros húngaros quehabían jugado en otro equipo en el

exilio desde fines de 1956, cuando lainvasión soviética aplastó laresurrección popular.

En 1958, en plena guerra de laindependencia, Argelia formó unaselección de fútbol que por primeravez vistió los colores patrios.Integraban su plantel Makhloufi, BenTifour y otros argelinos que jugabanprofesionalmente en el fútbolfrancés.

Bloqueada por la potenciacolonial, Argelia sólo consiguiójugar con Marruecos, país que por

semejante pecado fue desafiliado dela FIFA durante algunos años, yademás disputó unos pocos partidossin trascendencia, organizados porlos sindicatos deportivos de ciertospaíses árabes y del este de Europa.La FIFA cerró todas las puertas a laselección argelina y el fútbol francéscastigó a esos jugadores decretandosu muerte civil. Presos por contrato,ellos nunca más podrían volver a laactividad profesional.

Pero después Argelia conquistóla independencia, el fútbol francés no

tuvo más remedio que volver allamar a los jugadores que sustribunas añoraban.

¿H

El estadio

a entrado usted, alguna vez, a unestadio vacío? Haga la prueba.

Párese en medio de la cancha yescuche. No hay nada menos vacíoque un estadio vacío. No hay nadamenos mudo que las gradas sin nadie.En Wembley suena todavía elgriterío del Mundial del 66, que ganóInglaterra, pero aguzando el oídopuede usted escuchar gemidos quevienen del 53, cuando los húngaros

golearon a la selección inglesa. ElEstadio Centenario, de Montevideo,suspira de nostalgia por las gloriasdel fútbol uruguayo. Maracaná siguellorando la derrota brasileña en elMundial del 50. En la Bombonera deBuenos Aires, trepidan tambores dehace medio siglo. Desde lasprofundidades del estadio Azteca,resuenan los ecos de los cánticosceremoniales del antiguo juegomexicano de pelota. Habla en catalánel cemento del Camp Nou, enBarcelona, y en euskera conversan

las gradas de San Mamés, en Bilbao.En Milán, el fantasma de GiuseppeMeazza mete goles que hacen vibraral estadio que lleva su nombre. Lafinal del Mundial del 74, que ganóAlemania, se juega día tras día ynoche tras noche en el EstadioOlímpico de Munich. El estadio delrey Fahd, en Arabia Saudita, tienepalco de mármol y oro y tribunasalfombradas, pero no tiene memoriani gran cosa que decir.

U

El hincha

na vez por semana, el hincha huyede su casa y asiste al estadio.Flamean las banderas, suenan las

matracas, los cohetes, los tambores,llueven las serpientes y el papelpicado; la ciudad desaparece, larutina se olvida, sólo existe eltemplo. En este espacio sagrado, laúnica religión que no tiene ateosexhibe a sus divinidades. Aunque elhincha puede contemplar el milagro,

más cómodamente, en la pantalla dela tele, prefiere emprender laperegrinación hacia este lugar dondepuede ver en carne y hueso a susángeles, batiéndose a duelo contralos demonios de turno.

Aquí, el hincha agita el pañuelo,traga saliva, glup, traga veneno, secome la gorra, susurra plegarias ymaldiciones y de pronto se rompe lagarganta en una ovación y salta comopulga abrazando al desconocido quegrita el gol a su lado. Mientras durala misa pagana, el hincha es muchos.

Con miles de devotos comparte lacerteza de que somos los mejores,todos los árbitros están vendidos,todos los rivales son tramposos.

Rara vez el hincha dice: «hoyjuega mi club». Más bien dice: «Hoyjugamos nosotros». Bien sabe estejugador número doce que es él quiensopla los vientos de fervor queempujan la pelota cuando ella seduerme, como bien saben los otrosonce jugadores que jugar sinhinchada es como bailar sin música.

Cuando el partido concluye, el

hincha, que no se ha movido de latribuna, celebra su victoria; quégoleada les hicimos, qué paliza lesdimos, o llora su derrota; otra veznos estafaron, juez ladrón. Yentonces el sol se va y el hincha seva. Caen las sombras sobre elestadio que se vacía. En las gradasde cemento arden, aquí y allá,algunas hogueras de fuego fugaz,mientras se van apagando las luces ylas voces. El estadio se queda solo ytambién el hincha regresa a susoledad, yo que ha sido nosotros: el

hincha se aleja, se dispersa, sepierde, y el domingo es melancólicocomo un miércoles de cenizasdespués de la muerte del carnaval.

E

El fanático

l fanático es el hincha en elmanicomio. La manía de negar la

evidencia ha terminado por echar apique a la razón y a cuanta cosa se leparezca, y a la deriva navegan losrestos del naufragio en estas aguashirvientes, siempre alborotadas porla furia sin tregua.

El fanático llega al estadioenvuelto en la bandera del club, lacara pintada con los colores de la

adorada camiseta, erizado de objetosestridentes y contundentes, y ya porel camino viene armando muchoruido y mucho lío. Nunca viene solo.Metido en la barra brava, peligrosociempiés, el humillado se hacehumillante y da miedo el miedoso. Laomnipotencia del domingo conjura lavida obediente del resto de lasemana, la cama sin deseo, el empleosin vocación o el ningún empleo:liberado por un día, el fanático tienemucho que vengar.

En estado de epilepsia mira el

partido, pero no lo ve. Lo suyo es latribuna. Ahí está su campo de batalla.La sola existencia del hincha del otroclub constituye una provocacióninadmisible. El Bien no es violento,pero el Mal lo obliga. El enemigo,siempre culpable, merece que leretuerzan el pescuezo. El fanático nopuede distraerse, porque el enemigoacecha por todas partes. Tambiénestá dentro del espectador callado,que en cualquier momento puedellegar a opinar que el rival estájugando correctamente, y entonces

tendrá su merecido.

C

El jugador

orre, jadeando, por la orilla. A unlado lo esperan los cielos de la

gloria; al otro, los abismos de laruina.

El barrio lo envidia: el jugadorprofesional se ha salvado de lafábrica o de la oficina, le pagan pordivertirse, se sacó la lotería. Yaunque tenga que sudar como unaregadera, sin derecho a cansarse ni aequivocarse, él sale en los diarios y

en la tele, las radios dicen sunombre, las mujeres suspiran por él ylos niños quieren imitarlo. Pero él,que había empezado jugando por elplacer de jugar, en las calles detierra de los suburbios, ahora juegaen los estadios por el deber detrabajar y tiene la obligación deganar o ganar.

Los empresarios lo compran, lovenden, lo prestan; y él se deja llevara cambio de la promesa de más famay más dinero. Cuanto más éxito tiene,y más dinero gana, más preso está.

Sometido a disciplina militar, sufrecada día el castigo de losentrenamientos feroces y se somete alos bombardeos de analgésicos y lasinfiltraciones de cortisona queolvidan el dolor y mienten la salud.Y en las vísperas de los partidosimportantes, lo encierran en uncampo de concentración dondecumple trabajos forzados, comecomidas bobas, se emborracha conagua y duerme solo.

En los otros oficios humanos, elocaso llega con la vejez, pero el

jugador de fútbol puede ser viejo alos treinta años. Los músculos secansan temprano:

—Éste no hace un gol ni con lacancha en bajada.

—¿Éste? Ni aunque le aten lasmanos al arquero.

O antes de los treinta, si unpelotazo lo desmaya de mala manera,o la mala suerte le revienta unmúsculo, o una patada le rompe unhueso de esos que no tienen arreglo.Y algún mal día el jugador descubreque se ha jugado la vida a una sola

baraja y que el dinero se ha volado yla fama también. La fama, señorafugaz, no le ha dejado ni una cartitade consuelo.

T

El arquero

ambién lo llaman portero,guardameta, golero, cancerbero o

guardavallas, pero bien podría serllamado mártir, paganini, penitente opayaso de las bofetadas. Dicen quedonde él pisa, nunca más crece elcésped.

Es un solo. Está condenado amirar el partido de lejos. Sinmoverse de la meta aguarda a solas,entre los tres palos, su fusilamiento.

Antes vestía de negro, como elárbitro. Ahora el árbitro ya no estádisfrazado de cuervo y el arqueroconsuela su soledad con fantasías decolores.

Él no hace goles. Está allí paraimpedir que se hagan. El gol, fiestadel fútbol: el goleador hace alegríasy el guardameta, el aguafiestas, lasdeshace.

Lleva a la espalda el número uno.¿Primero en cobrar? Primero enpagar. El portero siempre tiene laculpa. Y si no la tiene, paga lo

mismo. Cuando un jugadorcualquiera comete un penal, elcastigado es él: allí lo dejan,abandonado ante su verdugo, en lainmensidad de la valla vacía. Ycuando el equipo tiene una malatarde, es él quien paga el pato, bajouna lluvia de pelotazos, expiando lospecados ajenos.

Los demás jugadores puedenequivocarse feo una vez o muchasveces, pero se redimen mediante unafinta espectacular, un pase magistral,un disparo certero: él no. La multitud

no perdona al arquero. ¿Salió enfalso? ¿Hizo el sapo? ¿Se le resbalóla pelota? ¿Fueron de seda los dedosde acero? Con una sola pifia, elguardameta arruina un partido opierde un campeonato, y entonces elpúblico olvida súbitamente todas sushazañas y lo condena a la desgraciaeterna. Hasta el fin de sus días loperseguirá la maldición.

E

El gol

l gol es el orgasmo del fútbol.Como el orgasmo, el gol es cada

vez menos frecuente en la vidamoderna.

Hace medio siglo, era raro queun partido terminara sin goles: 0 a 0,dos bocas abiertas, dos bostezos.Ahora, los once jugadores se pasantodo el partido colgados deltravesaño, dedicados a evitar losgoles y sin tiempo para hacerlos.

El entusiasmo que se desata cadavez que la bala blanca sacude la redpuede parecer misterio o locura,pero hay que tener en cuenta que elmilagro se da poco.

El gol, aunque sea un golcito,resulta siempregooooooooooooooooooooooool enla garganta de los relatores de radio,un do de pecho capaz de dejar aCaruso mudo para siempre, y lamultitud delira y el estadio se olvidade que es de cemento y se desprendede la tierra y se va al aire.

Y

El ídolo

un buen día la diosa del vientobesa el pie del hombre, el

maltratado, el despreciado pie, y deese beso nace el ídolo del fútbol.Nace en cuna de paja y choza de latay viene al mundo abrazado a unapelota.

Desde que aprende a caminar,sabe jugar. En sus años tempranosalegra los potreros, juega que tejuega en los andurriales de los

suburbios hasta que cae la noche y yano se ve la pelota, y en sus añosmozos vuela y hace volar en losestadios. Sus artes malabaresconvocan multitudes, domingo trasdomingo, de victoria en victoria, deovación en ovación.

La pelota lo busca, lo reconoce,lo necesita. En el pecho de su pie,ella descansa y se hamaca. Él le sacalustre y la hace hablar, y en esacharla de dos conversan millones demudos. Los nadies, los condenados aser por siempre nadies, pueden

sentirse álguienes por un rato, porobra y gracia de esos pasesdevueltos al toque, esas gambetasque dibujan zetas en el césped, esosgolazos de taquito o de chilena:cuando juega él, el cuadro tiene docejugadores.

—¿Doce? ¡Quince tiene!¡Veinte!

La pelota ríe, radiante, en el aire.Él la baja, la duerme, la piropea, labaila, y viendo esas cosas jamásvistas sus adoradores sienten piedadpor sus nietos aún no nacidos, que no

las verán.Pero el ídolo es ídolo por un rato

nomás, humana eternidad, cosa denada; y cuando al pie de oro le llegala hora de la mala pata, la estrella haconcluido su viaje desde el fulgorhasta el apagón. Está ese cuerpo conmás remiendos que traje de payaso, yya el acróbata es un paralítico, elartista una bestia:

—¡Con la herradura no!La fuente de la felicidad pública

se convierte en el pararrayos delpúblico rencor:

—¡Momia!A veces el ídolo no cae entero. Y

a veces, cuando se rompe, la gente ledevora los pedazos.

A

El mejor negocio delplaneta

l sur del mundo, éste es elitinerario del jugador con buenas

piernas y buena suerte: de su pueblopasa a una ciudad del interior; de laciudad del interior pasa a un clubchico de la capital del país; en lacapital, el club chico no tiene másremedio que venderlo a un clubgrande; el club grande, asfixiado porlas deudas, lo vende a otro club más

grande de un país más grande; yfinalmente el jugador corona sucarrera en Europa.

A

El director técnico

ntes existía el entrenador, y nadiele prestaba mayor atención. El

entrenador murió, calladito la boca,cuando el juego dejó de ser juego yel fútbol profesional necesitó unatecnocracia del orden. Entoncesnació el director técnico, con lamisión de evitar la improvisación,controlar la libertad y elevar almáximo el rendimiento de losjugadores, obligados a convertirse en

disciplinados atletas.El entrenador decía:—Vamos a jugar.El técnico dice:—Vamos a trabajar.Ahora se habla en números. El

viaje desde la osadía hacia el miedo,historia del fútbol en el siglo veinte,es un tránsito desde el 2-3-5 hacia el5-4-1. pasando por el 4-3-3 y el 4-4-2. Cualquier profano es capaz detraducir eso, con un poco de ayuda,pero después, no hay quien pueda. Apartir de allí, el director técnico

desarrolla fórmulas misteriosascomo la sagrada concepción deJesús, y con ellas elabora esquemastácticos más indescifrables que laSantísima Trinidad.

Del viejo pizarrón a las pantallaselectrónicas; ahora las jugadasmagistrales se dibujan en unacomputadora y se enseñan en video.Esas perfecciones rara vez se ven,después, en los partidos que latelevisión transmite. Más bien latelevisión se complace exhibiendo lacrispación en el rostro del técnico, y

lo muestra mordiéndose los puños ogritando orientaciones que daríanvuelta al partido si alguien pudieraentenderlas.

Los periodistas lo acribillan enla conferencia de prensa, cuando elencuentro termina. El técnico jamáscuenta el secreto de sus victorias,aunque formula admirablesexplicaciones de sus derrotas:

—Las instrucciones eran claras,pero no fueron escuchadas, —dice,cuando el equipo pierde por goleadaante un cuadrito de morondanga. O

ratifica la confianza en sí mismo,hablando en tercera persona más omenos así: «Los reveses sufridos noempañan la conquista de una claridadconceptual que el técnico hacaracterizado como una síntesis demuchos sacrificios necesarios parallegar a la eficacia».

La maquinaria del espectáculotritura todo, todo dura poco, y eldirector técnico es tan desechablecomo cualquier otro producto de lasociedad de consumo. Hoy elpúblico le grita:

—¡No te mueras nunca!Y el Domingo que viene lo invita

a morirse.El cree que el fútbol es una

ciencia y la cancha un laboratorio,pero los dirigentes y la hinchada nosólo le exigen la genialidad deEinstein y la sutileza de Freud, sinotambién la capacidad milagrera de laVirgen de Lourdes y el aguante deGandhi.

E

El árbitro

l árbitro es arbitrario pordefinición. Éste es el abominable

tirano que ejerce su dictadura sinoposición posible y el ampulosoverdugo que ejecuta su poderabsoluto con gestos de ópera. Silbatoen boca, el árbitro sopla los vientosde la fatalidad del destino y otorga oanula los goles. Tarjeta en mano, alzalos colores de la condenación: elamarillo, que castiga al pecador y lo

obliga al arrepentimiento, y el rojo,que lo arroja al exilio.

Los jueces de línea, que ayudanpero no mandan, miran de afuera.Sólo el árbitro entra al campo dejuego; y con toda razón se persigna alentrar, no bien se asoma ante lamultitud que ruge.

Su trabajo consiste en hacerseodiar. Única unanimidad del fútbol:todos lo odian. Lo silban siempre,jamás lo aplauden. Nadie corre másque él. Él es el único que estáobligado a correr todo el tiempo.

Todo el tiempo galopa,deslomándose como un caballo, esteintruso que jadea sin descanso entrelos veintidós jugadores; y enrecompensa de tanto sacrificio, lamultitud aúlla exigiendo su cabeza.Desde el principio hasta el fin decada partido, sudando a mares, elárbitro está obligado a perseguir lablanca pelota que va y viene entrelos pies ajenos. Es evidente que leencantaría jugar con ella, pero jamásesa gracia le ha sido otorgada.Cuando la pelota, por accidente, le

golpea el cuerpo, todo el públicorecuerda a su madre. Y sin embargo,con tal de estar ahí, en el sagradoespacio verde donde la pelota rueday vuela, él aguanta insultos,abucheos, pedradas y maldiciones.

A veces, raras veces, algunadecisión del arbitro coincide con lavoluntad del hincha, pero ni asíconsigue probar su inocencia. Losderrotados pierden por él y losvictoriosos ganan a pesar de él.Coartada de todos los errores,explicación de todas las desgracias.

Los hinchas tendrían que inventarlosi él no existiera. Cuánto más loodian, más lo necesitan.

Durante más de un siglo, elárbitro vistió de luto. ¿Por quién?Por él. Ahora disimula con colores.

F

El Fútbol Criollo

ue un proceso imparable. Como eltango, el fútbol creció desde los

suburbios... Lindo viaje habia hechoel fútbol: habia sido organizado enlos colegios y universidadesinglesas, y en America del Suralegraba la vida de gente que nuncahabia pisado una escuela.

En las canchas de Buenos Aires yde Montevideo, nacia un estilo. Unamanera propia de jugar al fútbol iba

abriéndose paso, mientras unamanera propia de bailar se afirmabaen los patios milongueros. Losbailarines dibujaban filigranas,floreándose en una sola baldoza, ylos futbolistas inventaban su lenguajeen el minúsculo espacio donde lapelota no era pateada sino retenida yposeida, como si los pies fueranmanos trenzando el cuero. Y en lospies de los primeros virtuososcriollos, nació el toque: la pelotatocada como si fuera guitarra, fuentede música.

Simultáneamente, el fútbol setropicalizaba en Rio de Janeiro y SanPablo. Eran los pobres quienes loenriquecían, mientras loexpropiaban. Este deporte extranjerose hacia brasileño a medida quedejaba de ser el privilegio de unospocos jóvenes acomodados, que lojugaban copiando, y era fecundadopor la energía creadora del puebloque lo descubría. Y así nacía elfútbol más hermoso del mundo,hecho de quiebres de cintura,ondulaciones de cuerpo y vuelos de

piernas que venían de la capoeira,danza guerrera de los esclavosnegros, y de los bailongos alegres delos arrabales de las grandesciudades.

V

El lenguaje de losdoctores del fútbol

amos a sintetizar nuestro punto devista, formulando una primera

aproximación a la problemáticatáctica, técnica y física del cotejoque se ha disputado esta tarde en elcampo del Unidos VenceremosFútbol Club, sin caer ensimplificaciones incompatibles conun tema que sin duda nos estáexigiendo análisis más profundos y

detallados y sin incurrir enambigüedades que han sido, son yserán ajenas a nuestra prédica detoda una vida al servicio de laafición deportiva.

Nos resultaría cómodo eludirnuestra responsabilidad atribuyendoel revés del once locatario a ladiscreta performance de susjugadores, pero la excesiva lentitudque indudablemente mostraron en lajornada de hoy a la hora dedevolucionar cada esféricorecepcionado no justifica de ninguna

manera, entiéndase bien, señoras yseñores, de ninguna manera,semejante descalificacióngeneralizada y por lo tanto injusta.No, no y no. El conformismo no esnuestro estilo, como bien sabenquienes nos han seguido a lo largo denuestra trayectoria de tantos años,aquí en nuestro querido país y en losescenarios del deporte internacionale incluso mundial, donde hemos sidoconvocados a cumplir nuestramodesta función. Así que vamos adecirlo con todas las letras, como es

nuestra costumbre: el éxito no hacoronado la potencialidad orgánicadel esquema de juego de esteesforzado equipo porque lisa yllanamente sigue siendo incapaz decanalizar adecuadamente susespectativas de una mayorproyección ofensiva hacia el ámbitode la valla rival. Ya lo decíamos elDomingo próximo pasado y así loafirmamos hoy, con la frente alta ysin pelos en la lengua, porquesiempre hemos llamado al pan pan yal vino vino y continuaremos

denunciando la verdad, aunque amuchos les duela, caiga quien caiga ycueste lo que cueste.

U

El Mundial del 30

n terremoto sacudía el sur deItalia enterrando a mil quinientos

napolitanos, Marlene Dietrichinterpretaba El ángel azul, Stalinculminaba su usurpación de larevolución rusa, se suicidaba elpoeta Vladimir Maiakovski. Losingleses arrojaban a la cárcel aMahatma Gandhi, que exigía laindependencia y queriendo patriahabía paralizado a la India, mientras

bajo las mismas banderasAUGUSTO CESAR SANDINOalzaba a los campesinos deNicaragua en las otras Indias, lasnuestras, y los marinesnorteamericanos intentaban vencerlopor hambre incendiando lassiembras.

En los Estados Unidos habíaquien bailaba el reciente boogie-woogie, pero la euforia de los locosaños 20 había sido noqueada por losferoces golpes de la crisis del 29. Labolsa de Nueva York había caído a

pique y en derrumbe había volteadolos precios internacionales y estabaarrastrando al abismo a variosgobiernos latinoamericanos. En eldespeñadero de la crisis mundial, laruina del precio del estaño tumbabaal presidente Hernando Siles, enBolivia, y colocaba en su lugar a ungeneral, mientras el desplome de losprecios de la carne y el trigoderribaban al presidente HipólitoYrigoyen, en la Argentina, y en sulugar instalaba a otro general. En laRepública Dominicana, la caída del

precio de la azúcar habría el largociclo de la dictadura del tambiéngeneral Rafael Leónidas Trujillo, queinauguraba su poder bautizando consu nombre a la capital y al puerto.

En el Uruguay, el Golpe deEstado iba a estallar tres añosdespués. En 1930, el país sólo teníaojos y oídos para el primerCampeonato Mundial de Fútbol. Lasvictorias uruguayas en las dosúltimas olimpíadas, disputadas enEuropa, habían convertido alUruguay en el inevitable anfitrión del

primer torneo.Doce naciones llegaron al puerto

de Montevideo. Toda Europa estabainvitada, pero sólo cuatroseleccionados europeos atravesaronel océano hacia estas playas del sur:

—Eso está muy lejos de todo —decían en Europa— y el pasaje salecaro.

Un barco trajo desde Francia eltrofeo Jules Rimet, acompañado porel propio don Jules, presidente de laFIFA, y por la selección francesa defútbol, que vino a regañadientes.

Uruguay estrenó con bombos yplatillos un monumental escenarioconstruido en ocho meses. El estadiose llamó Centenario, para celebrar elcumpleaños de la Constitución queun siglo antes había negado losderechos civiles a las mujeres, a losanalfabetos y a los pobres. En lastribunas no cabía un alfiler cuandoUruguay y Argentina disputaron lafinal del campeonato. El estadio eraun mar de sombreros de paja.También los fotógrafos usabansombreros, y cámaras con trípode.

Los arqueros llevaban gorras y eljuez lucía un bombachudo negro quele cubría las rodillas.

La final del Mundial del 30 nomereció más que una columna deveinte líneas en el diario italiano LaGazzetta dello Sport. Al fin y alcabo, se estaba repitiendo la historiade las Olimpíadas de Amsterdam, en1928; los dos países del río de laPlata ofendían a Europa mostrandodónde estaba el mejor fútbol delmundo.

Como en el 28, Argentina quedó

en segundo lugar. Uruguay, que ibaperdiendo 2 a 1 en el primer tiempo,acabó ganando 4 a 2 y se consagrócampeón. Para arbitrar la final, elbelga John Langenus había exigido unseguro de vida, pero no ocurrió nadamás grave que algunas trifulcas enlas gradas. Después, un gentíoapedreó el consulado uruguayo enBuenos Aires.

El tercer lugar del campeonatocorrespondió a los Estados unidos,que contaban en sus filas con unoscuantos jugadores escoceses recién

nacionalizados, y el cuarto puesto fuepara Yugoslavia.

Ni un solo partido terminóempatado. El argentino Stábileencabezó la lista de goleadores, conocho tantos, seguido por el uruguayoCea, con cinco. El francés LouisLaurent hizo el primer gol de lashistoria de los mundiales, jugandocontra México.

«U

Las Fuerzas Ocultas

n jugador uruguayo, AdhemarCanavessi, se sacrificó para

conjurar el daño de su propiapresencia en la final de la Olimpíadadel 28, en Amsterdam. Uruguay iba adisputar esa final contra Argentina.Canavessi decidio quedarse en elhotel y se bajo del autobus quellevaba a los jugadores al estadio.Todas las veces que el habiaenfrentado a los argentinos, la

selección uruguaya habia perdido, yen la ultima ocasión el habia tenidola mala pata de hacerse un gol encontra. En el partido de Amsterdam,sin Canavessi, Uruguay ganó.

El día anterior, Carlos Gardelhabia cantado para los jugadoresargentinos en el hotel donde sehospedaban. Para darles suerte,habia estrenado un tango llamadoDandy. Dos años después, se repitióla historia: Gardel volvió a cantarDandy deseando éxito a la selecciónargentina. Esa segunda vez fue en

visperas de la final del Mundial del30, que también ganó Uruguay.

Muchos juran que la intenciónestaba fuera de toda sospecha, peromas de uno cree que ahi tenemos laprueba de que Gardel era uruguayo».

J

El Mundial del 34

ohnny Weissmüller lanzaba suprimer aullido de Tarzán, el primer

desodorante industrial aparecía en elmercado, la policía de Louisianaacribillaba a balazos a Bonnie andClyde. Bolivia y Paraguay, los dospaíses más pobres de América delSur, se desangraban disputando elpetróleo del Chaco en nombre de laStandard Oil y la Shell. Sandino, quehabía vencido a los marines en

Nicaragua, caía acribillado en unaemboscada y Somoza, el asesino,iniciaba su dinastía. Mao desataba lalarga marcha de la revolución en loscampos de China. En Alemania,Hitler se consagraba Führer delTercer Reich y promulgaba la ley endefensa de la raza aria, que obligabaa esterilizar a los enfermoshereditarios y a los criminales,mientras que Mussolini inauguraba,en Italia, el segundo CampeonatoMundial de Fútbol. Los carteles delcampeonato mostraban un hércules

que hacía el saludo fascista con unapelota a sus pies. El Mundial del 34en Roma fue, para il Duce, una granoperación de propaganda. Mussoliniasistió a todos los partidos desde elpalco de honor, el mentón alzadohacia las tribunas repletas decamisas negras, y los once jugadoresdel equipo italiano le dedicaron susvictorias con la palma extendida.

Pero el camino hacia el título noresultó fácil. El partido entre Italia yEspaña fue el más triturador de lahistoria de los mundiales: la batalla

duró 210 minutos y terminó al díasiguiente, cuando varios jugadoreshabían quedado fuera de combate porlas heridas de guerra o porque ya nodaban más. Ganó Italia, sin cuatro desus jugadores titulares. Españaterminó con siete titulares menos.Entre los españoles lastimados,estaban los dos mejores: el atacanteLángara y el arquero Zamora, el quehipnotizaba en el área.

En el estadio del partidoNacional Fascista, Italia disputócontra Checoslovaquia la final del

campeonato. Ganó en el alargue, 2 a1. Dos jugadores argentinos, reciénnacionalizados italianos, aportaronlo suyo: Orsi metió el primer gol,gambeteando al arquero, y otroargentino, Guaita, sirvió el pase delgol de Schiavio que brindó a Italia suprimera Copa mundial.

En el 34, participaron dieciséispaíses: doce europeos, tresamericanos y Egipto, solitariorepresentante del resto del mundo. Elcampeón, Uruguay, se negó a viajar,porque Italia no había venido al

primer Mundial en Montevideo.Detrás de Italia y

Checoslovaquia, Alemania y Austriaganaron el tercer y cuarto puesto. Eljugador checoslovaco Nejedly fue elgoleador, con cinco tantos, seguidopor Conen, de Alemania, y Schiavio,de Italia, con cuatro.

M

El Mundial del 38

ax Theiler descubría la vacunacontra la fiebre amarilla, nacía la

fotografía en colores, Walt Disneyestrenaba Blancanieves, Einsesteinfilmaba Alejandro Nevski . El nailon,recién inventado por un profesor deHarvard, empezaba a convertirse enparacaídas y medias de mujer.

Se suicidaban los poetasargentinos Alfonsina Storni yLeopoldo Lugones. Lázaro Cárdenas

nacionalizaba el petróleo en Méxicoy enfrentaba el bloqueo y otras furiasde las potencias occidentales. OrsonWelles inventaba una invasión de losmarcianos a los Estados Unidos y latransmitía por radio, para asustarincautos, mientras la Standard Oilexigía que los Estados Unidosinvadieran México de verdad, paracastigar el sacrilegio de Cárdenas yprevenir el mal ejemplo.

En Italia se redactaba elManifiesto sobre la raza, empezabanlos atentados antisemitas, Alemania

ocupaba Austria, Hitler se dedicabaa cazar judíos y a devorar territorios.El gobierno inglés enseñaba a losciudadanos a defenderse de los gasesasfixiantes y mandaba acopiaralimentos. Franco acorralaba losúltimos bastiones de la repúblicaespañola y el Vaticano reconocía sugobierno. Cesar Vallejo moría enParís, quizás con aguacero, mientrasSartre publicaba La náusea. Y ahí,en París, donde Picasso exhibía suGuernica denunciando el tiempo dela infamia, se inauguraba el tercer

Campeonato Mundial de Fútbol bajola sombra acechante de la guerra quese venía. En el estadio de Colombes,el presidente de Francia, AlbertLebrun, dio el puntapié inicial:apuntó a la pelota, pero pegó en elsuelo.

Como el anterior, éste fue uncampeonato de Europa, Sólo dospaíses americanos, y once europeos,participaron en el Mundial del 38. Laselección de Indonesia, que todavíase llamaba Indias Holandesas, llegóa París en solitaria representación de

todo el resto del planeta.Alemania incorporó cinco

jugadores de la recién anexadaAustria. La escuadra alemana asíreforzada irrumpió dándose aires demuy imbatible, con la cruz esvásticaen el pecho y toda la simbología nazidel poder, pero tropezó y cayó antela modesta Suiza. La derrota alemanaocurrió pocos días antes de que lasupremacía aria sufriera un durogolpe en Nueva York, cuando elboxeador negro Joe Louis pulverizóal campeón germano Max Schmeling.

Italia, en cambio, repitió sucampaña de la Copa anterior. En lassemifinales, los azzurri derrotaron alBrasil. Hubo un penal dudoso, losbrasileños protestaron en vano.Como en el 34, todos los árbitroseran europeos.

Después llegó la final, que Italiadisputó contra Hungría. ParaMussolini, este triunfo era unacuestión de Estado. En la víspera, losjugadores italianos recibieron, desdeRoma, un telegrama de tres palabras,firmado por el jefe del fascismo:

Vencer o morir . No hubo necesidadde morir, porque Italia ganó 4 a 2. Aldía siguiente, los vencedoresvistieron uniforme militar en laceremonia de celebración, que elDuce presidió.

El diario La Gazzetta delloSport exaltó entonces «la apoteosisdel deporte fascista en esta victoriade la raza». Poco antes, la prensaoficial italiana había celebrado así laderrota de la selección brasileña:«Saludamos el triunfo de la itálicainteligencia sobre la fuerza bruta de

los negros».La prensa internacional eligió,

mientras tanto, a los mejoresjugadores del torneo. Entre ellos, dosnegros, Leônidas y Domingos daGuia. Leônidas fue, además, elgoleador, con ocho tantos, seguidopor el húngaro Zsengeller, con siete.De los goles de Leônidas, el máshermoso fue hecho contra Polonia, apie descalzo. Leônidas había perdidoel zapato, en el barro del área, bajola lluvia torrencial.

F

Gol de Atilio

ue en 1939, Nacional deMontevideo y Boca Juniors de

Buenos Aires iban empatados en dosgoles, y el partido estaba llegando asu fin. Los de Nacional atacaban; losde Boca, replegados, aguantaban,Entonces Atilio García recibió lapelota, enfrentó una jungla depiernas, abrió espacio por la derechay se tragó la cancha comiendorivales.

Atilio estaba acostumbrado a loshachazos. Le daban con todo, suspiernas eran un mapa de cicatrices.Aquella tarde, en el camino al gol,recibió trancazos duros de Angelettiy Suarez, y el se dio el lujo deeludirlos dos veces. Valussi ledesgarró la camisa, lo agarró de unbrazo y le tiró una patada y elcorpulento Ibañez se le plantodelante en plena carrera, pero lapelota formaba parte del cuerpo deAtilio y nadie podía parar esa trombaque volteaba jugadores como si

fueran muñecos de trapo, hasta quepor fin Atilio se desprendió de lapelota y su disparo tremebundosacudió la red.

El aire olía a pólvora. Losjugadores de Boca rodearon alárbitro: le exigían que anulara el golpor las faltas que ellos habíancometido. Como el árbitro no leshizo caso, los jugadores se retiraron,indignados, de la cancha.

N

El Mundial del 50

acía la televisión en colores, lascomputadoras hacían mil sumas

por segundo, Marilyn Monroeasomaba en Hollywood. Una películade Buñuel, Los olvidados, seimponía en Cannes. El automóvil deFangio triunfaba en Francia. BertrandRussell ganaba el Nobel. Nerudapublicaba su Canto general yaparecían las primeras ediciones deLa vida breve, de Onetti, y de El

laberinto de la soledad, de OctavioPaz.

Albizu Campos, que mucho habíapeleado por la independencia dePuerto Rico, era condenado enEstados Unidos a setenta y nueveaños de prisión. Un delator entregabaa Salvatore Giuliano, el legendariobandido del sur de Italia, que caíaacribillado por la policía. En China,el gobierno de Mao daba susprimeros pasos prohibiendo lapoligamia y la venta de niños. Lastropas norteamericanas entraban a

sangre y fuego en la península deCorea, envueltas en la bandera de lasNaciones Unidas, mientras losjugadores de fútbol aterrizaban enRío de Janeiro para disputar lacuarta Copa Rimet, después del largoparéntesis de los años de la guerramundial.

Siete países americanos y seisnaciones europeas, recién resurgidasde los escombros, participaron en eltorneo brasileño del 50. La FIFAprohibió que jugara Alemania. Porprimera vez, Inglaterra se hizo

presente en el campeonato mundial.Hasta entonces, los ingleses nohabían creído que tales escaramuzasfueran dignas de sus desvelos. Elcombinado inglés cayó derrotadoante los Estados Unidos, créase o no,y el gol de la victoria norteamericanano fue obra del general GeorgeWashington sino de uncentrodelantero haitiano y negrollamado Larry Gaetjens.

Brasil y Uruguay disputaron lafinal en Maracaná. El dueño de casaestrenaba el estadio más grande del

mundo. Brasil era una fija, la finalera una fiesta. Los jugadoresbrasileños, que venían aplastando atodos sus rivales de goleada engoleada, recibieron en la víspera,relojes de oro que al dorso decían:Para los campeones del mundo. Lasprimeras páginas de los diarios sehabían impreso por anticipado, yaestaba armado el inmenso carruajede carnaval que iba a encabezar losfestejos, ya se había vendido mediomillón de camisetas con grandesletreros que celebraban la victoria

inevitable.Cuando el brasileño Friaça

convirtió el primer gol, un trueno dedoscientos mil gritos y muchoscohetes sacudió al monumentalestadio. Pero después Schiaffinoclavó el gol del empate y un tirocruzado de Ghiggia otorgó elcampeonato a Uruguay, que acabóganando 2 a 1. Cuando llegó el golde Ghiggia, estalló el silencio enMaracaná, el más estrepitososilencio de la historia del fútbol, yAry Barroso, el músico autor de

Aquarela do Brasil , que estabatransmitiendo el partido a todo elpaís, decidió abandonar parasiempre el oficio de relator defútbol.

Después del pitazo final, loscomentaristas brasileños definieronla derrota como la peor tragedia dela historia de Brasil. Jules Rimetdeambulaba por el campo, perdido,abrazado a la copa que llevaba sunombre:

—Me encontré solo, con la copaen mis brazos y sin saber qué hacer.

Terminé por descubrir al capitánuruguayo, Obdulio Varela, y se laentregué casi a escondidas. Leestreché la mano sin decir ni unapalabra.

En el bolsillo, Rimet tenía eldiscurso que había escrito enhomenaje al campeón brasileño.

Uruguay se había impuestolimpiamente: la selección uruguayacometió once faltas y la brasileña,21.

El tercer puesto fue para Suecia.El cuarto, para España. El brasileño

Ademir encabezó la tabla degoleadores, con nueve tantos,seguido por el uruguayo Schiaffino,con seis, y el español Zarra, concinco.

A

Moacir Barbosa

la hora de elegir el arquero delcampeonato, los periodistas del

Mundial del 50 votaron, porunanimidad, al brasileño MoacirBarbosa. Barbosa era también, sinduda, el mejor arquero de su país,piernas con resortes, hombre serenoy seguro que transmitía confianza alequipo, y siguió siendo el mejorhasta que se retiró de las canchas,tiempo después, con más de cuarenta

años de edad. En tantos años defútbol, Barbosa evitó quién sabecuántos goles, sin lesionar jamás aningún delantero. Pero en aquellafinal del 50, el atacante uruguayoGhiggia lo había sorprendido con uncertero disparo desde la puntaderecha. Barbosa, que estabaadelantado, pegó un salto hacia atrás,rozó la pelota y cayó. Cuando selevantó, seguro de que habíadesviado el tiro, encontró la pelota alfondo de la red. Y ése fue el gol queapabulló al estadio de Maracaná y

consagró campeón al Uruguay.Pasaron los años y Barbosa nuncafue perdonado. En 1993, durante laseliminatorias para el Mundial deEstados Unidos, él quiso dar alientoa los jugadores de la selecciónbrasileña. Fue a visitarlos a laconcentración, pero las autoridadesle prohibieron la entrada. Porentonces, vivía de favor en casa deuna cuñada, sin más ingresos que unajubilación miserable. Barbosacomentó:

—«En Brasil, la pena mayor por

un crimen es de treinta años decárcel. Hace 43 años que yo pagopor un crimen que no cometí.»

Y

Obdulio

o era chiquilín y futbolero, y comotodos los uruguayos estaba

prendido a la radio, escuchando lafinal de la Copa del Mundo. Cuandola voz de Carlos Solé me transmitióla triste noticia del gol brasileño, seme cayó el alma al piso. Entoncesrecurrí al más poderoso de misamigos. Prometí a Dios una cantidadde sacrificios a cambio de que Él seapareciera en Maracaná y diera

vuelta el partido.Nunca conseguí recordar las

muchas cosas que había prometido, ypor eso nunca pude cumplirlas.Además, la victoria de Uruguay antela mayor multitud jamás reunida enun partido de fútbol había sido sinduda un milagro, pero el milagrohabía sido más bien obra de unmortal de carne y hueso llamadoObdulio Varela. Obdulio habíaenfriado el partido, cuando se nosvenía encima la avalancha, y despuésse había echado el cuadro entero al

hombro y a puro coraje habíaempujado contra viento y marea.

Al fin de aquella jornada, losperiodistas acosaron al héroe. Y élno se golpeó el pecho proclamandoque somos los mejores y no hayquien pueda con la garra charrúa:

—Fue casualidad —murmuróObdulio, meneando la cabeza. Ycuando quisieron fotografiarlo, sepuso de espaldas.

Pasó esa noche bebiendocerveza, de bar en bar, abrazado alos vencidos, en los mostradores de

Río de Janeiro. Los brasileñoslloraban. Nadie lo reconoció. Al díasiguiente, huyó del gentío que loesperaba en el aeropuerto deMontevideo, donde su nombrebrillaba en un enorme letreroluminoso. En medio de la euforia, seescabulló disfrazado de HumphreyBogart, con un sombrero metidohasta la nariz y un impermeable desolapas levantadas.

En recompensa por la hazaña, losdirigentes del fútbol uruguayo seotorgaron a sí mismos medallas de

oro. A los jugadores les dieronmedallas de plata y algún dinero. Elpremio que recibió Obdulio lealcanzó para comprar un Ford delaño 31, que fue robado a la semana.

G

El Mundial del 54

elsomina y Zampanó brotaban dela mano mágica de Fellini y se

echaban a payasear por La strada,sin apuro, mientras a toda velocidadFangio se consagraba campeónmundial de automovilismo porsegunda vez. Jonas Salk preparaba lavacuna contra la poliomelitis. En elPacífico estallaba la primera bombade hidrógeno. En Vietnam, el generalGiap noqueaba al ejército francés en

la fulminante batalla de Dien BienPhu. En Argelia, otra coloniafrancesa, nacía la guerra de laindependencia.

El general Stroessner era elegidopresidente del Paraguay, en reñidacompetencia contra ningún candidato.En Brasil, se estrechaba el cerco delos militares y empresario, armas ydineros, contra el presidente GetulioVargas, que poco después serompería el corazón de un balazo.Aviones norteamericanosbombardeaban Guatemala, con la

bendición de la OEA, y un ejércitofabricado en el norte invadía, matabay vencía. Mientras en Suiza secantaban los himnos de dieciséispaíses, inaugurando el quintoCampeonato Mundial de Fútbol, enGuatemala los vencedores cantabanel himno de los Estados Unidoscelebrando la caída del presidenteArbenz, cuya ideologíamarxistaleninista estaba fuera de todaduda porque se había metido con lastierras de la United Fruit.

En el Mundial del 54,

participaron once equipos europeos,tres americanos, Turquía y Corea delSur. Brasil estrenó la camisetaamarilla con cuello verde, en vistade que la anterior camiseta, blanca,le había dado mala suerte enMaracaná. Pero el color canarito notuvo efecto inmediato: Brasil fuederrotado por Hungría en un partidoviolento, y no pudo llegar ni a lassemifinales. La delegación brasileñadenunció ante la FIFA al árbitroinglés, que había actuado «alservicio del comunismo

internacional, contra la CivilizaciónOccidental y Cristiana».

Hungría era la gran favorita deesta Copa. El demoledor equipo dePuskas, Kocsis y Hidegkuti llevabacuatro años invicto, y poco antes delMundial había goleado a Inglaterra 7a 1. Pero éste fue un campeonatoextenuante. Tras el duroenfrentamiento con los brasileños,los húngaros exprimieron susenergías contra los uruguayos.Hungría y Uruguay jugaron a muerte,sin darse tregua, y se agotaron

mutuamente hasta que dos goles deKocsis definieron el partido en elalargue.

La final fue contra Alemania.Hungría ya la había derrotado porpaliza, 8 a 3, al comienzo delMundial, y en aquel partido habíaquedado fuera de combate el capitánPuskas. En la final, Puskasreapareció, jugando a duras penas enuna sola pierna, al frente de unequipo brillante pero gastado.Hungría, que iba ganando 2 a 0,acabó perdiendo 3 a 2, y Alemania

conquistó su primer título mundial.Austria obtuvo el tercer lugar.Uruguay, el cuarto.

El húngaro Kocsis fue elgoleador de la Copa, con once tantos,seguido por el alemán Morlock, conocho, y el austríaco Probst, con seis.De los once goles de Kocsis, el másgolazo fue hecho contra Brasil.Kocsis se lanzó como un avión, volóun buen rato en el aire y cabeceó alángulo.

F

Gol de Di Stéfano

ue en 1957. España jugaba contraBélgica. Miguel madrugó a la

defensa belga, se infiltró por laderecha y lanzó un centro. Di Stéfanose arrojó en plancha y desde el aireremató, de taco, al gol. Alfredo DiStéfano, el astro argentino que sehabía nacionalizado español, tenía lacostumbre de meter goles así. Todavalla abierta era una crimenimperdonable, que exigía de

inmediato castigo, y él ejecutaba lapena metiendo estocadas de duendebandido.

L

El Mundial del 58

os Estados Unidos lanzaban unsatélite a los altos cielos: la nueva

lunita giraba en torno a la tierra, secruzaba con los sputniks soviéticos yno los saludaba. Y mientras lasgrandes potencias competían en elmás allá, en el más acá comenzaba laguerra civil de el Líbano, Argeliaardía, se incendiaba Francia y elgeneral De Gaulle alzaba sus dosmetros de altura sobre las llamas y

prometía la salvación. En Cubafracasaba la huelga general de FidelCastro contra la dictadura deFulgencio Batista, pero en Venezuelaotra huelga general volteaba ladictadura de Pérez Jiménez. EnColombia, conservadores y liberalesbendecían con elecciones su repartodel poder, al cabo de una década deguerra de exterminio mutuo, mientrasRichard Nixon era recibido apedradas en su gira latinoamericana.José María Arguedas publicaba Losríos profundos. Aparecían La región

más transparente, de CarlosFuentes, y los Poemas de amor deIdea Vilariño.

En Hungría, caían fusilados ImreNagy y otros rebeldes del 56, quehabían querido democracia en lugarde burocracia, y en Haití morían losrebeldes que se habían alzado alasalto del palacio donde Papa DocDuvalier reinaba rodeado de brujos yverdugos. Juan XXIII, Juan el Bueno,era el nuevo Papa de Roma, elpríncipe Carlos era el futuro monarcade Inglaterra, Barbie era la nueva

reina de las muñecas, JoãoHavelange conquistaba la coronabrasileña en el negocio del fútbol,mientras en el arte del fútbol unmuchacho de diecisiete años,llamado Pelé, se consagraba rey delmundo.

La consagración de Pelé tuvolugar en Suecia, durante el sextoCampeonato Mundial. Participarondel torneo doce equipos europeos,cuatro americanos y ninguno de otraslatitudes.

Los suecos pudieron ver los

partidos en las canchas y también ensus casas. Ésta fue la primera vezque la Copa se transmitió portelevisión, aunque sólo llegó en vivoy en directo al ámbito nacional y elresto del mundo la recibió después.

Ésta fue, también, primera vezque un país ganó la Copa jugandofuera de su continente. En el Mundialdel 58, la selección brasileñaempezó más o menos, pero fuearrolladora a partir del momento enque los jugadores se sublevaron ypudieron imponer al director técnico

el equipo que ellos querían.Entonces, cinco suplentes se hicierontitulares. Entre ellos, Pelé, unadolescente desconocido, yGarrincha, que ya traía mucha famadesde Brasil y mucho se había lucidoen los juegos previos, pero habíasido excluido del Mundial porque losestudios psicotécnicos le habíandiagnosticado debilidad mental.Ellos, suplentes negros de jugadoresblancos, brillaron con luz propia enel nuevo equipo de estrellas, junto aotro negro de juego deslumbrante,

Didí, que desde atrás les organizabalas magias.

Juego y fuego: el periódicoWorld Sports , de Londres, dijo quehabía que restregarse los ojos paracreer que aquello era cosa de esteplaneta. En las semifinales, contra laFrancia de Kopa y Fontaine, losbrasileños ganaron 5 a 2, y otra vez 5a 2 en la final contra el dueño decasa. El capitán de Suecia, Liedholm,uno de los jugadores más limpios yelegantes de la historia del fútbol,convirtió el primer gol del partido,

pero después Vavá, Pelé y Zagalopusieron las cosas en su lugar, ante laatónita mirada del rey GustavoAdolfo. Brasil fue campeón invicto.Cuando terminó el partido, losjugadores regalaron la pelota a suhincha más devoto, el negroAmérico, masajista.

Francia ocupó el tercer lugar yAlemania Federal, el cuarto. Elfrancés Fontaine encabezó la tabla degoleadores, con una lluvia de trecetantos, ocho de pierna derecha,cuatro de izquierda y uno de cabeza,

seguido por Pelé y el alemán HelmutRahn, que metieron seis.

A

Garrincha

lguno de sus muchos hermanos lobautizó Garrincha, que es el

nombre de un pajarito inútil y feo.Cuando empezó a jugar al fútbol, losmédicos le hicieron la cruz,diagnosticaron que nunca llegará aser un deportista este anormal, estepobre resto del hambre y de lapoliomelitis, burro y cojo, con uncerebro infantil, una columnavertebral hecha una S y las dos

piernas torcidas para el mismo lado.Nunca hubo un puntero derecho

como él. En el Mundial del 58 fue elmejor de su puesto. En el Mundialdel 62, el mejor jugador delcampeonato. Pero a lo largo de susaños en las canchas, Garrincha fuemas: él fue el hombre que dió masalegrías en toda la historia del fútbol.

Cuando él estaba allí, el campode juego era un picadero de circo, lapelota un bicho amaestrado, elpartido, una invitación a la fiesta.Garrincha no se dejaba sacar la

pelota, niño defendiendo su mascota,y la pelota y él cometían diablurasque mataban de risa a la gente; élsaltaba sobre ella, ella brincabasobre él, ella se escondía, él seescapaba, ella lo corría. Garrinchaejercía sus picardías de malandra ala orilla de la cancha, sobre el bordederecho, lejos del centro; criado enlos suburbios, en los suburbiosjugaba. Jugaba para un club llamadoBotafogo, que significa prendefuego,y ése era él; el botafogo que encendíalos estadios, loco por el aguardiente

y por todo lo ardiente, el que huía delas concentraciones, escapándose porla ventana, porque desde los lejanosandurriales lo llamaba alguna pelotaque pedía ser jugada, alguna músicaque exigía ser bailada, alguna mujerque quería ser besada.

¿Un ganador? Un perdedor conbuena suerte. Y la buena suerte nodura. Bien dicen en Brasil que si lamierda tuviera valor, los pobresnacerían sin culo.

Garrincha murió de su muerte:pobre, borracho y solo.

U

El Mundial del 62

nos astrólogos hindúes y malayoshabían anunciado el fin del mundo

pero el mundo seguía girando, y entrevuelta y vuelta nacía unaorganización que se bautizaba con elnombre de Amnistía Internacional yArgelia daba sus primeros pasos devida independiente, al cabo de másde siete años de guerra contraFrancia. En Israel ahorcaban alcriminal nazi Adolf Eichmann, los

mineros de Asturias se alzaban enhuelga, el papa Juan quería cambiarla Iglesia y devolverla a los pobres.Se fabricaban los primeros disquetespara computadoras, se realizaban lasprimeras operaciones con rayo láser,Marilyn Monroe perdía las ganas devivir.

¿En cuánto se cotizaba el votointernacional de un país? Haitívendía su voto a cambio de quincemillones de dólares, una carretera,una represa y un hospital y asíotorgaba a la OEA la mayoría

necesaria para expulsar a Cuba, laoveja negra del panamericanismo.Fuentes bien informadas de Miamianunciaban la inminente caída deFidel Castro, que iba a desplomarseen cuestión de horas. Setenta y cincodemandas de prohibición sepresentaban ante los tribunalesnorteamericanos contra la novelaTrópico de Cáncer, de Henry Miller,que por primera vez se habíapublicado sin censura. Linus Pauling,que estaba por recibir su segundopremio Nobel, caminaba ante la Casa

Blanca portando un cartel de protestacontra las explosiones nucleares,mientras Benny Kid Paret, cubano,negro, analfabeto, caía muerto,aniquilado por los golpes, en el ringdel Madison Square Garden.

En Memphis, Elvis Presleyanunciaba su retiro, después devender trescientos millones dediscos, pero se arrepentía al ratito, yen Londres una empresa de discos, laDecca, se negaba a grabar cancionesde unos músicos peludos que sellamaban los Beatles. Carpentier

publicaba El siglo de las luces,Gelman publicaba Gotán, losmilitares argentinos volteaban alpresidente Frondizi, moría el pintorbrasileño Cándido Portinari.Aparecían las Primeras estórias, deGuimaraes Rosa, y los poemas queVinícius de Moraes escribió paravivir um grande amor. João Gilbertosusurraba el samba de uma nota só,en el Carnegie Hall, mientras losjugadores de Brasil aterrizaban enChile, dispuestos a conquistar elséptimo Campeonato Mundial de

Fútbol ante cinco países americanosy diez europeos.

En el Mundial del 62, Di Stéfanono tuvo buena suerte. Iba a jugar enla selección de España, su país deadopción. A los 36 años de edad, erasu última oportunidad. En vísperasdel estreno, se lastimó la rodilladerecha, y no hubo caso. Di Stéfano,l a Saeta Rubia, uno de los mejoresjugadores de la historia del fútbol,nunca pudo jugar un Mundial. Pelé,otra estrella de todos los tiempos, nollegó muy lejos en el Mundial de

Chile: sufrió de entrada undesgarramiento muscular y quedófuera. Y otro monstruo sagrado delfútbol, el ruso Yashin, anduvotambién con mala pata: el mejorarquero del mundo se comió cuatrogoles ante Colombia, porque pareceque se le fue la mano con lostraguitos que lo entonaban en elvestuario.

Brasil ganó el torneo. Sin Pelé, ybajo la batuta de Didí. Amarildo selució en el difícil lugar de Pelé, atrásDjalma Santos fue una muralla y

adelante Garrincha deliraba y hacíadelirar. «¿De qué planeta procedeGarrincha?», se preguntaba el diarioEl Mercurio, mientras Brasilliquidaba a los dueños de casa. Loschilenos se habían impuesto a Italia,en un partido que fue una batallacampal, y también habían vencido aSuiza y a la Unión Soviética. Sehabían servido spaguettis, chocolatey vodka, pero se les atragantó elcafé: los brasileños ganaron 4 a 2.

En la final, Brasil derrotó aChecoslovaquia 3 a 1 y fue, como en

el 58, campeón invicto. Por primeravez, la final de un campeonatomundial se pudo ver en directo por latelevisión en transmisióninternacional, aunque fue en blanco ynegro y llegó a pocos países.

Chile conquistó el tercer lugar, lamejor clasificación de su historia, yYugoslavia ganó el cuarto puestogracias a un pájaro llamadoDragoslav Sekularac, que ningunadefensa pudo atrapar.

El campeonato no tuvo ungoleador, pero varios jugadores

convirtieron cuatro tantos: losbrasileños Garrincha y Vavá, elchileno Sánchez, el yugoslavoJerkovic, el húngaro Albert y elsoviético Ivanov.

L

El Mundial del 66

os militares bañaban a Indonesiaen sangre, medio millón de

muertos, un millón, quién sabe, y elgeneral Suharto iniciaba su largadictadura asesinando a los pocosrojos, rosados o dudosos quequedaban vivos. Otros militaresvolteaban a N’Krumah, presidente deGuinea y profeta de la unidadafricana, mientras sus colegas deArgentina desalojaban al presidente

Illia por golpe de Estado.Por primera vez en la historia,

una mujer, Indira Gandhi, gobernabala India. Los estudiantes echabanabajo a la dictadura militar delEcuador. La aviación de los EstadosUnidos bombardeaba Hanoi, en unanueva ofensiva, pero en la opiniónpública norteamericana crecía lacerteza de que nunca debían haberentrado en Vietnam, que no debíanhaberse quedado y que debían salircuanto antes.

Truman Capote publicaba A

sangre fría. Aparecían Cien años desoledad, de García Márquez, yParadiso, de Lezama Lima. El curaCamilo Torres caía peleando en lasmontañas de Colombia, el CheGuevara cabalgaba su flacoRocinante por los campos deBolivia, Mao desataba la revolucióncultural en China. Varias bombasatómicas caían en la costa españolade Almería, y aunque no estallaban,sembraban el pánico. Fuentes bieninformadas de Miami anunciaban lainminente caída de Fidel Castro, que

iba a desplomarse en cuestión dehoras.

En Londres, Harold Wilsonmascaba su pipa y celebraba lavictoria en las elecciones, lasmuchachas andaban en minifalda,Carnaby Street dictaba la moda ytodo el mundo tarareaba lascanciones de los Beatles, mientras seinauguraba el octavo CampeonatoMundial de Fútbol.

Éste fue el último Mundial deGarrincha, y también fue ladespedida del arquero mexicano

Antonio Carbajal, el único jugadorque había estado cinco veces en eltorneo.

Participaron dieciséis equipos:diez europeos, cinco americanos y,cosa rara, Corea del Norte.Asombrosamente, la seleccióncoreana eliminó a Italia con gol dePak, un dentista de la ciudad dePyongyang que practicaba el fútbolen sus ratos libres. En la selecciónitaliana jugaban nada menos queGianni Rivera y Sandro Mazzola.Pier Paolo Pasolini decía que ellos

jugaban al fútbol en buena prosainterrumpida por versos fulgurantes,pero el dentista los dejó mudos.

Por primera vez se transmitiótodo el campeonato en directo, víasatélite, y el mundo entero pudo ver,todavía en blanco y negro, el showde los jueces. En el mundial anterior,los jueces europeos habían arbitrado26 partidos; en éste, dirigieron 24 delos 32 partidos disputados. Un juezalemán obsequió a Inglaterra elpartido contra Argentina, mientras unjuez inglés regalaba a Alemania el

partido contra Uruguay. Brasil notuvo mejor suerte: Pelé fueimpunemente cazado a patadas porBulgaria y Portugal, que lodesalojaron del campeonato.

La reina Isabel asistió a la final.No gritó ningún gol, pero aplaudiódiscretamente. El Mundial se definióentre la Inglaterra de BobbyCharlton, hombre de temible empujey puntería, y la Alemania deBeckenbauer, que recién empezabasu carrera y ya jugaba de galera,guantes y bastón. Alguien había

robado la copa Rimet, pero un perrollamado Pickles la encontró tirada enun jardín de Londres. Así, el trofeopudo llegar a tiempo a manos delvencedor. Inglaterra se impuso 4 a 2.Portugal entró tercero. En cuartolugar, la Unión Soviética. La reinaIsabel otorgó título de nobleza a AlfRamsey, el director técnico de laselección triunfante, y el perroPickles se convirtió en héroenacional.

El Mundial del 66 fue usurpadopor las tácticas defensivas. Todos

los equipos practicaban el cerrojo ydejaban un jugador escoba barriendola línea final detrás de los zagueros.Sin embargo, Eusebio, el artilleroafricano de Portugal, pudo atravesarnueve veces esas impenetrablesmurallas en las retaguardias rivales.Tras él, en la lista de goleadores,figuró el alemán Haller, con seistantos.

C

Pelé

ien canciones lo nombran. A losdiecisiete años fue campeón del

mundo y rey del fútbol. No habíacumplido veinte cuando el gobiernode Brasil lo declaró tesoro nacionaly prohibió su exportación. Ganó trescampeonatos mundiales con laselección brasileña y dos con el clubSantos. Después de su gol númeromil, siguió sumando. Jugó más de miltrescientos partidos, en ochenta

países, un partido tras otro a ritmo depaliza, y convirtió casi miltrescientos goles. Una vez, detuvouna guerra: Nigeria y Biafra hicieronuna tregua para verlo jugar.

Verlo jugar, bien valía una treguay mucho más. Cuando Pelé iba a lacarrera, pasaba a través de losrivales, como un cuchillo. Cuando sedetenía, los rivales se perdían en loslaberintos que sus piernas dibujaban.Cuando saltaba, subía en el airecomo si el aire fuera una escalera.Cuando ejecutaba un tiro libre, los

rivales que formaban la barreraquerían ponerse al revés, de cara a lameta, para no perderse el golazo.

Había nacido en casa pobre, enun pueblito remoto, y llegó a lascumbres del poder y la fortuna,donde los negros tienen prohibida laentrada. Fuera de las canchas, nuncaregaló un minuto de su tiempo yjamás una moneda se le cayó delbolsillo. Pero quienes tuvimos lasuerte de verlo jugar, hemos recibidoofrendas de rara belleza: momentosesos tan dignos de inmortalidad que

nos permiten creer que lainmortalidad existe.

F

Gol de Pelé

ue en 1969. El club Santos jugabacontra el Vasco da Gama en el

estadio Maracaná.Pelé atravesó la cancha en

ráfaga, esquivando a los rivales en elaire, sin tocar el suelo, y cuando yase metía en el arco con pelota y todo,fue derribado. El árbtro pitó penal.Pelé no quiso tirarlo. Cien milpersonas lo obligaron, gritando sunombre.

Pelé había hecho muchos golesen Maracaná. Goles prodigiosos,como aquel en 1961, contra el clubFluminense, cuando habíagambeteado a siete jugadores y alarquero también. Pero este penal eradiferente: la gente sitió que algo teníade sagrado. Y por eso hizo silencioel pueblo más bullanguero delmundo. El clamor de la multitudcalló de pronto, como obedeciendouna orden: nadie hablaba, nadierespiraba, nadie estaba allí.Súbitamente en las tribunas no hubo

nadie, y en la cancha tampoco. Pelé yel arquero, Andrada, estaban solos.A solas, esperaban. Pelé, paradojunto a la pelota en el punto blancodel penal. Doce pasos más allá,Andrada, encogido, al acecho, entrelos palos.

El guardamenta alcanzó a rozarla,pero Pelé clavó la pelota en la red.Era su gol número mil. Ningún otrojugador había hecho mil goles en lahistoria del fútbol profesional.

Entonces la multitud volvió aexistir, y saltó como un niño loco de

alegría, iluminando la noche.

E

El Mundial del 70

n Praga moría Jiri Trnka, maestrodel cine de marionetas, y en

Londres moría Bertrand Russell, trascasi un siglo de vida muy viva. A losveinte años de edad, el poetaRugama caía en Managua, peleandosolito contra un batallón de ladictadura de Somoza. El mundoperdía su música: se desintegrabanlos Beatles, por sobredosis de éxito,y por sobredosis de drogas se nos

iban el guitarrista Jimi Hendrix y lacantante Janis Joplin.

Un ciclón arrasaba Pakistán y unterremoto borraba quince ciudadesde los Andes peruanos. EnWashington ya nadie creía en laguerra de Vietnam pero la guerraseguía, según el Pentágono losmuertos sumaban un millón, mientraslos generales norteamericanos huíanhacia adelante invadiendo Camboya.Allende iniciaba su campaña hacia lapresidencia de Chile, después de tresderrotas, y prometía dar leche a

todos los niños y nacionalizar elcobre. Fuentes bien informadas deMiami anunciaban la inminente caídade Fidel Castro que iba adesplomarse en cuestión de horas.Comenzaba la primera huelga en lahistoria del Vaticano, en Roma secruzaban de brazos los funcionariosdel Santo Padre, mientras en Méxicomovían las piernas los jugadores dedieciséis países y comenzaba elnoveno Campeonato Mundial deFútbol.

Participaron nueve equipos

europeos, cinco americanos, Israel yMarruecos. En el partido inaugural,el juez alzó por primera vez unatarjeta amarilla. La tarjeta amarilla,señal de amonestación, y la tarjetaroja, señal de expulsión, no fueronlas únicas novedades del Mundial deMéxico. El reglamento autorizó acambiar dos jugadores en el curso decada partido. Hasta entonces, sólo elarquero podía ser sustituido, en casode lesión; y no resultaba muy difícilreducir a patadas al elencoadversario.

Imágenes de la Copa del 70: laestampa de Beckenbauer, con unbrazo atado, batiéndose hasta elúltimo minuto; fervor de Tostão,recién operado de un ojo yaguantándose a pie firme todos lospartidos; las volanderías de Pelé ensu último Mundial: «Saltamosjuntos», contó Burgnich, el defensaitaliano que lo marcaba, «perocuando volví a tierra, ví que Pelé semantenía suspendido en la altura».

Cuatro campeones del mundo,Brasil, Italia, Alemania y Uruguay,

disputaron las semifinales. Alemaniaocupó el tercer lugar, Uruguay elcuarto. En la final, Brasil apabulló aItalia 4 a 1. La prensa inglesacomentó: «Debería estar prohibidoun fútbol tan bello». El último gol serecuerda de pie: la pelota pasó portodo Brasil, la tocaron los once, ypor fin Pelé la puso en bandeja, sinmirar, para que rematara CarlosAlberto, que venía en tromba.

El Torpedo Müller, de Alemania,encabezó la tabla de goleadores, condiez tantos, seguido por el brasileño

Jairzinho, con siete.Campeón invicto por tercera vez,

Brasil se quedó con la copa Rimet enpropiedad. A fines de 1983, la copafue robada y vendida, después de serreducida a casi dos quilos de oropuro. Una copia ocupa su lugar en lasvitrinas.

F

Gol de Maradona

ue en 1973. Se medían los equiposinfantiles de Argentinos Juniors y

River Plate, en Buenos Aires.El número 10 de Argentinos

recibió la pelota de su arquero,esquivó al delantero centro del Rivery emprendió la carrera. Variosjugadores le salieron al encuentro: auno se la pasó por el jopo, a otroentre las piernas y al otro lo engañóde taquito. Después, sin detenerse,

dejó paralíticos a los zagueros y alarquero tumbado en el suelo, y semetió caminando con la pelota en lavalla rival. En la cancha habíanquedado siete niños fritos y cuatroque no podían cerrar la boca.

Aquel equipo de chiquilines, losCebollitas, llevaba cien partidosinvicto y había llamado la atenciónde los periodistas. Uno de losjugadores, El Veneno, que tenía treceaños, declaró:

—Nosotros jugamos pordivertirnos. Nunca vamos a jugar

por plata. Cuando entra la plata,todos se matan por ser estrellas, yentonces vienen la envidia y elegoísmo.

Habló abrazado al jugador másquerido de todos, que también era elmás alegre y el más bajito: DiegoArmando Maradona, que tenía doceaños y acababa de meter ese golincreíble.

Maradona tenía la costumbre desacar la lengua cuando estaba enpleno envión. Todos sus goles habíansido hechos con la lengua fuera. De

noche dormía abrazado a la pelota yde día hacía prodigios con ella.Vivía en una casa pobre de un barriopobre y quería ser técnico industrial.

E

El Mundial del 78

n Alemania moría el popularescarabajo de la Volkswagen, el

Inglaterra nacía el primer bebé deprobeta, en Italia se legalizaba elaborto. Sucumbían las primerasvíctimas del sida, una maldición quetodavía no se llamaba así. LasBrigadas Rojas asesinaban a AldoMoro, los Estados Unidos secomprometían a devolver a Panamáel canal usurpado a principios de

siglo. Fuentes bien informadas deMiami anunciaban la inminente caídade Fidel Castro, que iba adesplomarse en cuestión de horas. EnNicaragua tambaleaba la dinastía deSomoza, en Irán tambaleaba ladinastía del Sha, los militares deGuatemala ametrallaban una multitudde campesinos en el pueblo dePanzós. Domitila Barrios y otrascuatro mujeres de las minas deestaño iniciaban una huelga dehambre contra la dictadura militar deBolivia, al rato toda Bolivia estaba

en huelga de hambre, la dictaduracaía. La dictadura militar argentina,en cambio, gozaba de buena salud, ypara probarlo organizaba elundécimo Campeonato Mundial deFútbol.

Participaron diez paíseseuropeos, cuatro americanos, Irán yTúnez. El Papa de Roma envió subendición. Al son de una marchamilitar, el general Videla condecoróa Havelange en la ceremonia de lainauguración, en el estadioMonumental de Buenos Aires. A

unos pasos de allí, estaba en plenofuncionamiento el Auschwitzargentino, el centro de tormento yexterminio de la Escuela deMecánica de la Armada. Y algunoskilómetros más allá, los avionesarrojaban a los prisioneros vivos alfondo de la mar.

«Por fin el mundo puede ver laverdadera imagen de la Argentina»,celebró el presidente de la FIFA antelas cámaras de la televisión. HenryKissinger, invitado especial,anunció:

—Este país tiene un gran futuroa todo nivel.

Y el capitán del equipo alemán,Berti Vogts, que dio la patada inicial,declaró unos días después:

—Argentina es un país dondereina el orden. Yo no he visto aningún preso político.

Los dueños de casa vencieronalgunos partidos, pero perdieron anteItalia y empataron con Brasil. Parallegar a la final contra Holanda,debían ahogar a Perú bajo una lluviade goles. Argentina obtuvo con

creces el resultado que necesitaba,pero la goleada, 6 a 0, llenó de dudasa los malpensados, y a losbienpensados también. Los peruanosfueron apedreados al regresar aLima.

La final entre Argentina yHolanda se definió por alargue.Ganaron los argentinos 3 a 1, y encierta medida la victoria fue posiblegracias al patriotismo del palo quesalvó al arco argentino en el últimominuto del tiempo reglamentario. Esepalo, que detuvo un pelotazo de

Rensenbrink, nunca fue objeto dehonores militares, por esas cosas dela ingratitud humana. De todosmodos, más decisivos que el paloresultaron los goles de MarioKempes, un potro imparable que selució galopando, con la pelambre alviento, sobre el césped nevado depapelitos.

A la hora de recibir los trofeos,los jugadores holandeses se negarona saludar a los jefes de la dictaduraargentina. El tercer puesto fue paraBrasil. El cuarto, para Italia.

Kempes fue el mejor jugador dela Copa y también el goleador, conseis tantos. Detrás figuraron elperuano Cubillas y el holandésRensenbrink, con cinco goles cadauno.

B

El Mundial del 86

aby Doc Duvalier huía de Haití,robándose todo, y robándose todo

huía Ferdinand Marcos de Filipinas,mientras los archivosnorteamericanos revelaban, más valetarde que nunca, que Marcos, elalabado héroe filipino de la segundaguerra mundial, había sido enrealidad un desertor.

El cometa Halley visitaba nuestrocielo después de mucha ausencia, se

descubrían nueve lunas en torno alplaneta Urano, aparecía el primeragujero en la capa de ozono que nosprotege del sol. Se difundía unanueva droga, hija de la ingenieríagenética, contra la leucemia. En elJapón se suicidaba una cantante demoda y tras ella elegían la muerteveintitrés de sus devotos. Unterremoto dejaba sin casa adoscientos mil salvadoreños y lacatástrofe nuclear soviética deChernobyl desataba una lluvia deveneno radioactivo, imposible de

medir y de parar, sobre quién sabecuántas leguas y gentes.

Felipe González decía sí a laOTAN, la alianza militar atlántica,después de haber gritado no, y unplebiscito bendecía el virajemientras España y Portugal entrabanal mercado común europeo. Elmundo lloraba la muerte de OlofPalme, el primer ministro de Suecia,asesinado en la calle. Tiempos deluto para las artes y las letras: se nosiban el escultor Henry Moore y losescritores Simone de Beauvoir, Jean

Genet, Juan Rulfo y Jorge LuisBorges.

Estallaba el escándalo Irangate,que implicaba al presidente Reagan,a la CIA y a los contras deNicaragua en el tráfico de armas y dedrogas, y estallaba la nave espacialChallenger, al despegar de CaboCañaveral, con siete tripulantes abordo. La aviación norteamericanabombardeaba Libia y mataba a unahija del coronel Gaddafi, paracastigar un atentado que añosdespués se atribuyó a Irán.

En una cárcel de Lima moríanametrallados cuatrocientos presos.Fuentes bien informadas de Miamianunciaban la inminente caída deFidel Castro, que iba a desplomarseen cuestión de horas. Se habíandesplomado muchos edificios sincimientos, con toda la gente adentro,cuando un terremoto había sacudidoa la ciudad de México, el añoanterior, y buena parte de la ciudadestaba todavía en ruinas mientras seinauguraba allí el decimotercerCampeonato Mundial de Fútbol.

En la Copa del 86, participaroncatorce países europeos y seisamericanos, además de Marruecos,Corea del Sur, Irak y Argelia. EnMéxico nació la ola en las tribunas,que a partir de entonces suele movera las hinchadas del mundo al ritmode la mar bravía. Hubo partidos deesos que ponen los pelos de punta,como el de Francia contra Brasil,donde los jugadores infalibles,Platini, Zico, Sócrates, fracasaron enlos penales; y hubo dos goleadasespectaculares de Dinamarca, que

propinó seis tantos a Uruguay yrecibió cinco de España.

Pero éste fue el Mundial deMaradona. Contra Inglaterra,Maradona vengó con dos goles dezurda al orgullo patrio malherido enlas Malvinas: hizo uno con la manoizquierda, que él llamó mano deDios, y el otro con la piernaizquierda, después de haber tumbadopor los suelos a la defensa inglesa.

Argentina disputó la final contraAlemania. Fue de Maradona el pasedecisivo, que dejó solo a Burruchaga

para que Argentina se impusiera 3 a2 y ganara el campeonato cuando yael reloj señalaba el fin del partido,pero antes había ocurrido otro golmemorable: Valdano arrancó con lapelota desde el arco argentino, cruzótoda la cancha y cuando Schumacherle salió al cruce, la colocó contra elposte derecho. Valdano veníahablando con la pelota, le veníarogando:

—Por favor, entrá.Francia se clasificó en tercer

lugar, seguida por Bélgica. El inglés

Lineker encabezó la tabla degoleadores, con seis tantos.Maradona hizo cinco goles, como elbrasileño Careca y el españolButragueño.

V

Romario

enido desde quién sabe qué regióndel aire, el tigre aparece, pega su

zarpazo y se esfuma. El arquero,atrapado en su jaula, no tiene tiemponi de pestañear. En un fogonazo,Romario asesta sus goles de mediavuelta, de chilena, de volea, dechanfle, de taco, de punta, o deperfil.

Romario nació en la miseria, enla favela de Jacarezinho, pero desde

niño ensayaba la firma para losmuchos autógrafos que iba a firmaren la vida. Trepó a la fama sin pagarlos impuestos de la mentiraobligatoria: este hombre muy pobrese dio siempre el lujo de hacer loque quería, disfrutón de la noche,parrandero, y siempre dijo lo quepensaba sin pensar lo que decía.

Ahora tiene una colección deMercedes Benz y doscientoscincuenta pares de zapatos, pero susmejores amigos siguen siendoaquellos impresentables buscavidas

que en la infancia le enseñaron elsecreto del zarpazo.

J

Maradona

ugó, venció, meó, perdió. Elanálisis delató efedrina y

Maradona acabó de mala manera suMundial del 94. La efedrina, que nose considera droga estimulante en eldeporte profesional de los EstadosUnidos y de muchos otros países,está prohibida en las competenciasinternacionales.

Hubo estupor y escándalo. Lostruenos de la condenación moral

dejaron sordo al mundo entero, peromal que bien se hicieron oír algunasvoces de apoyo al ídolo caído. Y nosólo en su dolorida y atónitaArgentina, sino en lugares tan lejanoscomo Bangladesh, donde unamanifestación numerosa rugió en lascalles repudiando a la FIFA yexigiendo el retorno del expulsado.Al fin y al cabo, juzgarlo era fácil, yera fácil condenarlo, pero noresultaba tan fácil olvidar queMaradona venía cometiendo desdehacía años el pecado de ser el mejor,

el delito de denunciar a viva voz lascosas que el poder manda callar y elcrimen de jugar con la zurda, lo cual,según el Pequeño LarousseIlustrado, significa «con laizquierda» y también significa «alcontrario de como se debe hacer».

Diego Armando Maradona nuncahabía usado estimulantes, en vísperasde los partidos, para multiplicarse elcuerpo. Es verdad que había estadometido en la cocaína, pero se dopabaen las fiestas tristes, para olvidar oser olvidado, cuando ya estaba

acorralado por la gloria y no podíavivir sin la fama que no lo dejabavivir. Jugaba mejor que nadie a pesarde la cocaína, y no por ella.

Él estaba agobiado por el pesode su propio personaje. Teníaproblemas en la columna vertebral,desde el lejano día en que la multitudhabía gritado su nombre por primeravez. Maradona llevaba una cargallamada Maradona, que le hacíacrujir la espalda. El cuerpo comometáfora: le dolían las piernas, nopodía dormir sin pastillas. No había

demorado en darse cuenta de que erainsoportable la responsabilidad detrabajar de dios en los estadios, perodesde el principio supo que eraimposible dejar de hacerlo.«Necesito que me necesiten»,confesó, cuando ya llevaba muchosaños con el halo sobre la cabeza,sometido a la tiranía del rendimientosobrehumano, empachado decortisona y analgésicos y ovaciones,acosado por las exigencias de susdevotos y por el odio de susofendidos.

El placer de derribar ídolos esdirectamente proporcional a lanecesidad de tenerlos. En España,cuando Goicoechea le pegó de atrásy sin la pelota y lo dejó fuera de lascanchas por varios meses, no faltaronfanáticos que llevaron en andas alculpable de este homicidiopremeditado, y en todo el mundosobraron gentes dispuestas a celebrarla caída del arrogante sudaca intrusoen las cumbres, el nuevo rico ése quese había fugado del hambre y se dabael lujo de la insolencia y la

fanfarronería.Después, en Nápoles, Maradona

fue santa Maradonna y san Gennarose convirtió en san Gennarmando. Enlas calles se vendían imágenes de ladivinidad de pantalón corto,iluminada por la corona de la Virgeno envuelta en el manto sagrado delsanto que sangra cada seis meses, ytambién se vendían ataúdes de losclubes del norte de Italia y botellitascon lágrimas de Silvio Berlusconi.Los niños y los perros lucían pelucasde Maradona. Había una pelota bajo

el pie de la estatua del Dante y eltritón de la fuente vestía la camisetaazul del club Nápoles. Hacía más demedio siglo que el equipo de laciudad no ganaba un campeonato,ciudad condenada a las furias delVesubio y a la derrota eterna en loscampos de fútbol, y gracias aMaradona el sur oscuro habíalogrado, por fin, humillar al norteblanco que lo despreciaba. Copa trascopa, en los estadios italianos yeuropeos, el club Nápoles vencía, ycada gol era una profanación del

orden establecido y una revanchacontra la historia. En Milán odiabanal culpable de esta afrenta de lospobres salidos de su lugar, lollamaban jamón con rulos. Y no sóloen Milán: en el Mundial del 90, lamayoría del público castigaba aMaradona con furiosas silbatinascada vez que tocaba la pelota, y laderrota argentina ante Alemania fuecelebrada como una victoria italiana.

Cuando Maradona dijo quequería irse de Nápoles, hubo quienesle echaron por la ventana muñecos de

cera atravesados de alfileres.Prisionero de la ciudad que loadoraba y de la camorra, la mafiadueña de la ciudad, él ya estabajugando a contracorazón, a contrapié;y entonces, estalló el escándalo de lacocaína. Maradona se convirtiósúbitamente en Maracoca, undelincuente que se había hecho pasarpor héroe.

Más tarde, en Buenos Aires, latelevisión trasmitió el segundo ajustede cuentas: detención en vivo y endirecto, como si fuera un partido,

para deleite de quienes disfrutaron elespectáculo del rey desnudo que lapolicía se llevaba preso.

«Es un enfermo», dijeron.Dijeron: «Está acabado». El mesíasconvocado para redimir la maldiciónhistórica de los italianos del surhabía sido, también, el vengador dela derrota argentina en la guerra delas Malvinas, mediante un goltramposo y otro gol fabuloso, quedejó a los ingleses girando comotrompos durante algunos años; pero ala hora de la caída, el Pibe de Oro

no fue más que un farsantepichicatero y putañero. Maradonahabía traicionado a los niños y habíadeshonrado al deporte. Lo dieron pormuerto.

Pero el cadáver se levantó de unbrinco. Cumplida la penitencia de lacocaína, Maradona fue el bomberode la selección argentina, que estabaquemando sus últimas posibilidadesde llegar al Mundial 94. Gracias aMaradona, llegó. Y en el Mundial,Maradona estaba siendo otra vez,como en los viejos tiempos, el mejor

de todos, cuando estalló el escándalode la efedrina.

La máquina del poder se la teníajurada. Él le cantaba las cuarenta,eso tiene su precio, el precio secobra al contado y sin descuentos. Yel propio Maradona regaló lajustificación, por su tendenciasuicida a servirse en bandeja en bocade sus muchos enemigos y esairresponsabilidad infantil que loempuja a precipitarse en cuantatrampa se abre en su camino.

Los mismos periodistas que lo

acosan con los micrófonos, lereprochan su arrogancia y susrabietas, y lo acusan de hablardemasiado. No les falta razón; perono es eso lo que no puedenperdonarle: en realidad, no les gustalo que a veces dice. Este petisorespondón y calentón tiene lacostumbre de lanzar golpes haciaarriba. En el 86 y en el 94, enMéxico y en Estados Unidos,denunció a la omnipotente dictadurade la televisión, que estabaobligando a los jugadores a

deslomarse al mediodía,achicharrándose al sol, y en mil y unaocasiones más, todo a lo largo de suaccidentada carrera, Maradona hadicho cosas que han sacudido elavispero. Él no ha sido el únicojugador desobediente, pero ha sidosu voz la que ha dado resonanciauniversal a las preguntas másinsoportables: ¿Por qué no rigen enel fútbol las normas universales delderecho laboral? Si es normal quecualquier artista conozca lasutilidades del show que ofrece, ¿por

qué los jugadores no pueden conocerlas cuentas secretas de la opulentamultinacional del fútbol? Havelangecalla, ocupado en otros menesteres, yJoseph Blatter, burócrata de la FIFAque jamás ha pateado una pelota peroanda en limusinas de ocho metros ycon chófer negro, se limita acomentar:

—El último astro argentino fueDi Stéfano.

Cuando Maradona fue, por fin,expulsado del Mundial del 94, lascanchas de fútbol perdieron a su

rebelde más clamoroso. Y tambiénperdieron a un jugador fantástico.Maradona es incontrolable cuandohabla, pero mucho más cuando juega:no hay quien pueda prever lasdiabluras de este inventor desorpresas, que jamás se repite y quedisfruta desconcertando a lascomputadoras. No es un jugadorveloz, torito corto de piernas, perolleva la pelota cosida al pie y tieneojos en todo el cuerpo. Sus artesmalabares encienden la cancha. Elpuede resolver un partido disparando

un tiro fulminante de espaldas al arcoo sirviendo un pase imposible, a lolejos, cuando está cercado por milesde piernas enemigas; y no hay quienlo pare cuando se lanza a gambetearrivales.

En el frígido fútbol de fin desiglo, que exige ganar y prohibegozar, este hombre es uno de lospocos que demuestra que la fantasíapuede también ser eficaz.

L

Los dueños de la pelota

a FIFA, que tiene trono y corte enZurich, el Comité Olímpico

Internacional, que reina desdeLausana, y la empresa ISL Marketing,que en Lucerna teje sus negocios,manejan los campeonatos mundialesde fútbol y la olimpíadas. Como seve, las tres poderosas organizacionestienen su sede en Suiza, un país quese ha hecho famoso por la punteríade Guillermo Tell, la precisión de

sus relojes y su religiosa devociónpor el secreto bancario.Casualmente, las tres tienen unextraordinario sentido del pudor entodo lo que se refiere al dinero quepasa por sus manos y al que en susmanos queda.

La ISL Marketing posee, almenos hasta fin de siglo, losderechos exclusivos de venta de lapublicidad en los estadios, los filmesy videocasetes, las insignias,banderines y mascotas de lascompetencias internacionales. Este

negocio pertenece a los herederos deAdolph Dassler, el fundador de laempresa Adidas, hermano y enemigodel fundador de la competidoraPuma. Cuando otorgaron elmonopolio de esos derechos a lafamilia Dassler, Havelange ySamaranch estaban ejerciendo elnoble deber de la gratitud. Laempresa Adidas, la mayor fabricantede artículos deportivos en el mundo,había contribuido muy generosamentea edificarles el poder. En 1990, losDassler vendieron Adidas al

empresario francés Bernard Tapie,pero se quedaron con la ISL, que lafamilia sigue controlando ensociedad con la agencia publicitariajaponesa Dentsu.

El poder sobre el deportemundial no es moco de pavo. A finesde 1994, hablando en Nueva Yorkante un círculo de hombres denegocios, Havelange confesó algunosnúmeros, lo que en él no es nadafrecuente:

—Puedo afirmar que elmovimiento financiero del fútbol en

el mundo alcanza, anualmente, lasuma de 225 mil millones dedólares.

Y se vanaglorió comparando esafortuna con los 136 mil millones dedólares facturados en 1993 por laGeneral Motors, que figura a lacabeza de las mayores corporacionesmultinacionales.

En ese mismo discurso,Havelange advirtió que «el fútbol esun producto comercial que debevenderse lo más sabiamenteposible», y recordó la ley primera de

la sabiduría en el mundocontemporáneo:

—Hay que tener mucho cuidadocon el envoltorio.

La venta de los derechos paratelevisión es la veta que más rinde,dentro de la pródiga mina de lascompetencias internacionales, y laFIFA y el Comité OlímpicoInternacional reciben la parte delleón de lo que paga la pantalla chica.El dinero se ha multiplicadoespectacularmente desde que la teleempezó a trasmitir en directo, para

todos los países, los torneosmundiales. Las Olimpíadas deBarcelona recibieron de la televisiónen 1993, seiscientas treinta vecesmás dinero que las Olimíadas deRoma en 1960, cuando la transmisiónsólo llegaba al ámbito nacional.

Y a la hora de decidir cuálesserán las empresas anunciantes decada torneo, tanto Havelange ySamaranch como la familia Dasslerlo tienen claro: hay que elegir a lasque pagan más. La máquina queconvierte toda pasión en dinero no

puede darse el lujo de promover losproductos más sanos y másaconsejables para la vida deportiva:lisa y llanamente se pone siempre alservicio de la mejor oferta, y sólo leinteresa saber si Mastercard pagamejor o peor que Visa y si Fujifilmpone o no pone sobre la mesa másdinero que Kodak. La Coca-Cola,nutritivo elixir que no puede faltar enel cuerpo de ningún atleta, encabezasiempre la lista. Sus millonariasvirtudes la ponen fuera de discusión.

En este fútbol de fin de siglo, tan

pendiente del marketing y de lossponsors, nada tiene de sorprendenteque algunos de los clubes másimportantes de Europa sean empresasque pertenecen a otras empresas. LaJuventus de Turín forma parte, comola Fiat, del grupo Agnelli. El Milanintegra la constelación de trescientasempresas del grupo Berlusconi. ElParma es de Parmalat. La Sampdoria,del grupo petrolero Mantovani. LaFiorentina, del productor de cineCecchi Gori. El Olympique deMarsella fue lanzado al primer plano

del fútbol europeo cuando seconvirtió en una de las empresas deBernard Tapie, hasta que unescándalo de sobornos arruinó alexitoso empresario. El París Saint-Germain pertenece al Canal Plus dela televisión. La peugeot, sponsordel club Sochaux, es también dueñade su estadio. La Philips es la dueñadel club holandés PSV de Eindhoven.Se llaman Bayer los dos clubes de laprimera división alemana que laempresa financia: el BayerLeverkusen y el Bayer Uerdingen. El

inventor y dueño de lascomputadoras Astrad es tambiénpropietario del club británicoTottenham Hotspur, cuyas accionesse cotizan en bolsa, y el BlackburnRover pertenece al grupo Walker. EnJapón, donde el fútbol profesionaltiene poco tiempo de vida, lasprincipales empresas han fundadoclubes y han contratado estrellasinternacionales, a partir de la certezade que el fútbol es un idiomauniversal que puede contribuir a laproyección de sus negocios en el

mundo entero. La empresa eléctricaFurukawa fundó el club NagoyaGrampus, que contó en sus filas conel goleador inglés Gary Lineker. Elveterano pero siempre brillante Zicojugó para el Kashima, que perteneceal grupo industrial y financieroSumitomo. Las empresas Mazda,Mitsubishi, Nissan, Panasonic yJapan Airlines también tienen suspropios clubes de fútbol.

El club puede perder dinero,pero este detalle carece deimportancia si brinda buena imagen a

la constelación de negocios queintegra. Por eso la propiedad no essecreta: el fútbol sirve a lapublicidad de las empresas y en elmundo no existe un instrumento demayor alcance popular para lasrelaciones públicas. Cuando SilvioBerlusconi compró el club Milan,que estaba en bancarrota, inició sunueva era desplegando toda lacoreografía de un gran lanzamientopublicitario. Una tarde de 1987, losonce jugadores del Milandescendieron lentamente en

helicóptero hacia el centro delestadio, mientras en los altavocescabalgaban las Walkirias de Wagner.Bernard Tapie, otro especialista ensu propio protagonismo, solíacelebrar las victorias del Olympiquecon grandes fiestas, fulgurantes defuegos artificiales y rayos láser,donde trepidaban las mejores bandasde música rock.

El fútbol, fuente de emocionespopulares, genera fama y poder. Losclubes que tienen cierta autonomía, yque no dependen directamente de

otras empresas, están habitualmentedirigidos por opacos hombres denegocios y políticos de segunda queutilizan el fútbol como una catapultade prestigio para lanzarse al primerplano de la popularidad. Hay,también, raros casos al revés:hombres que ponen su bien ganadafama al servicio del fútbol, como elcantante inglés Elton John, que fuepresidente del Watford, el club desus amores, o el director de cineFrancisco Lombardi, que preside elSporting Cristal de Perú.

OTROS ESCRITOS

H

El Mundial del ‘90

Se venden piernas(Para Ángel Ruocco)

asta el Papa de Roma hasuspendido sus viajes por un mes.

Por un mes, mientras dure el Mundialde Italia, estaré yo también cerradopor fútbol, al igual que muchos otrosmillones de simples mortales.

Nada tiene de raro. Como todos

los uruguayos, de niño quise serjugador de fútbol. Por mi absolutafalta de talento, no tuve más remedioque hacerme escritor. Y ojalápudiera yo, en algún imposible díade gloria, escribir con el coraje deObdulio, la gracia de Garrincha, labelleza de Pelé y la penetración deMaradona.

En mi país, el fútbol es la únicareligión sin ateos; y me consta quetambién la profesan, en secreto, aescondidas, cuando nadie los ve, losraros uruguayos que públicamente

desprecian al fútbol o lo acusan detodo. La furia de los fiscalesenmascara un amor inconfesable. Elfútbol tiene la culpa, toda la culpa, ysi el fútbol no existiera, seguramentelos pobres harían la revoluciónsocial y todos los analfabetos seríandoctores; pero en el fondo de sualma, todo uruguayo que se respetetermina sucumbiendo, tarde otemprano, a la irresistible tentacióndel opio de los pueblos.

Y la verdad sea dicha estehermoso espectáculo, esta fiesta de

los ojos, es también un cochinonegocio. No hay droga que muevafortunas tan inmensas en los cuatropuntos cardinales del mundo. Unbuen jugador es una muy valiosamercancía, que se cotiza y se compray se vende y se presta, según la leydel mercado y la voluntad de losmercaderes.

Ley del mercado, ley del éxito.Hay cada vez menos espacio para laimprovisación y la espontaneidadcreadora. Importa el resultado, cadavez más, y cada vez menos el arte, y

el resultado es enemigo del riesgo yla aventura. Se juega para ganar, opara no perder, y no para gozar laalegría de dar alegría. Año tras año,el fútbol se va enfriando; y el agua enlas venas garantiza la eficacia. Lapasión de jugar por jugar, la libertadde divertirse y divertir, la diablurainútil y genial, se van convirtiendo entemas de evocación nostalgiosa.

El fútbol sudamericano, el quemás comete todavía estos pecados deleso eficiencia, parece condenadopor las reglas universales del cálculo

económico. Ley del mercado, ley delmás fuerte. En la organizacióndesigual del mundo, el fútbolsudamericano es una industria deexportación produce para otros.Nuestra región cumple funciones desirvienta del mercado internacional.En el fútbol, como en todo lo demás,nuestros paises han perdido elderecho de desarrollarse haciaadentro. No hay más que ver losseleccionados de Argentina, Brasil yUruguay en este mundial del 90. Losjugadores se conocen en el avión.

Solamente un tercio juega en elpropio país; los dos tercios restanteshan emigrado y pertenecen, casitodos, a los equipos europeos. El Surno sólo vende brazos, sino tambiénpiernas, piernas de oro, a los grandescentros extranjeros de la sociedad deconsumo; y al fin y al cabo, losbuenos jugadores son los únicosinmigrantes que Europa acoge sintormentos burocráticos ni fobiasracistas.

Parece que muy pronto cambiarála reglamentación internacional. Los

clubes europeos podrían, de aquí apoco, contratar a cuatro, o quizácinco, jugadores extranjeros. En esecaso, me pregunto qué será del fútbolsudamericano. No nos van a quedarni los masajistas.

En estos tiempos de tanta duda,uno sigue creyendo que la tierra esredonda por lo mucho que se pareceal balón que gira, mágicamente,sobre el césped de los estadios. Perotambién el fútbol demuestra que estatierra no es muy redonda, quedigamos.

(1990)

G

El mundial del ‘98

Enseñanzas del Mundial

racias a la reciente Copa delMundo, hemos podido aprender, o

confirmar:—Que las tarjetas MasterCard

tonifican los músculos, y que laCoca-Cola y las hamburguesasMcDonald’s no pueden faltar en elmenú de un buen atleta.

—Que en la final, Franciaapabulló a Brasil, y que eso tambiénsignifica; Adidas se impuso sobreNike. El amor de Nike por el fútbolbrasileño hizo que la empresapagara cuatrocientos millones dedólares a su selección, y otramillonada a su estrella, Ronaldo.Denuncias bien fundadas revelanque Nike impuso la presencia deRonaldo en el partido último; sonnumerosos los indicios de que asíRonaldo fue arrancado del hospital.Gravemente afectado por una

convulsión, jugó pero no jugó.—Que la selección triunfante

fue un equipo de inmigrantes. Segúnlas encuestas, la mitad de losfranceses cree que hay que echar alos inmigrantes, pero todos losfranceses celebraron el triunfocomo si los negros y los árabesfueran hijos de Juana de Arco.

—Que el fútbol sigue teniendo,milagrosamente, capacidad desorpresa. Por Croacia nadie dabados vintenes, y a punta de corajeconquistó el tercer lugar.

—Que el fútbol sigue teniendo,milagrosamente, capacidad debelleza. Ví todos los partidos, y nome arrepiento. El fútbol de fin desiglo, calculador, defensivo, esamarrete en hermosura; pero que lohubo, lo hubo.

Aparecido en La Jornadamiércoles 22 de julio de1998. México.www.jornada.unam.mx

Después del Mundial ‘98

FÚTBOL EN PEDACITOS

Campeones

Brasil no pudo serpentacampeón. Adidas, sí. Desde laCopa del 54, que Adidas ganócuando ganó Alemania, ésta es laquinta consagración de losseleccionados que representan lamarca de las tres barras. Adidas

levantó, con Francia, el trofeomundial de oro macizo y conquistó,con Zinedine Zidane, el premio almejor jugador del campeonato. Laempresa rival, Nike, tuvo queconformarse con el segundo y elcuarto lugar, que obtuvieron susselecciones de Brasil y Holanda. Laestrella de Nike, Ronaldo, no selució demasiado. Una empresamenor, Lotto, dio el batacazo con lasorprendente Croacia, que entrótercera.

Según un reciente estudio

científico publicado por el DailyTelegraph de Londres, los hinchassegregan, durante los partidos, casitanta testosterona como losjugadores. Pero hay que reconocerque también las empresasmultinacionales transpiran la camisacomo si fuera camiseta.

Estrellas

Los jugadores de fútbol másfamosos son productos que venden

productos. En tiempos de Pelé, eljugador jugaba, y eso era todo, o casitodo. En tiempos de Maradona, ya enpleno auge de la televisión y de lapublicidad masiva, las cosas habíancambiado. Maradona cobró mucho, ymucho pagó, cobró con las piernas,pagó con el alma. Cuando ya llevabaalgunos años en las canchas, la crisislo rompió, y enfermó gravemente porsobredosis de éxito.

El éxito espectacular de Ronaldole permite facturar mil dólares porhora, incluyendo las horas que

duerme. En el Mundial del 98, a losveintipoquitos años de edad,Ronaldo sufrió una crisis temprana,convulsiones, ataque de nervios.Dicen que la presión de Nike lometió a prepo en la final contraFrancia. El hecho es que jugóenfermo, y no pudo exhibir comodebía las virtudes del nuevo modelode botines, el R-9, que Nike estabalanzando al mercado por medio desus pies.

Precios

Al fin del siglo, los periodistasespecializados hablan cada vezmenos de las habilidades de losjugadores y cada vez más de suscotizaciones. Los dirigentes, losempresarios, los contratistas y demáscortadores del bacalao ocupan unespacio creciente en las crónicasfutboleras. Antes, los «pases» sereferían al viaje de la pelota de unjugador al otro; ahora, los «pases»aluden más bien al viaje del jugador

de uno a otro club o de un país aotro. ¿Cuánto están rindiendo losfamosos en relación a la inversión?Los especialistas nos bombardeancon el vocabulario de los tiemposoferta, compra, opción de compra,venta, cesión en préstamo,valorización, desvalorización.

El año pasado, un aviso detelevisión de Fox Sports exhortaba amirar fútbol prometiendo «Seatestigo de cómo el pez grande secome al pez chico». Era unainvitación al aburrimiento.

Afortunadamente, en el Mundial 98,en más de una ocasión el pez chicose comió al pez grande, con espinas ytodo. Eso es lo bueno que tienen, aveces, el fútbol y la vida.

Sudamericanos

De los equipos sudamericanos, elque más me gustó fue Holanda.

La selección naranja ofreció unfútbol vistoso, de buen toque y pasescortos, gozador de la pelota. Este

estilo sudamericano se debió, en granmedida, al aporte de sus jugadoresvenidos de América del Surdescendientes de esclavos, nacidosen Surinam. No había negros entrelos diez mil hinchas que viajaron aFrancia desde Holanda, pero en lacancha sí que los había. Fue unafiesta verlos Seedorf, Reiziger,Winter, Bogarde, Kluivert, Davids.Kluivert es sutil como Francescoli, ycabecea como él. Davids, motor delequipo, juega y crea juego metepierna y mete líos, porque no acepta

que los negros cobren menos que losblancos en los clubes de Holanda.

Africanos

Njanka, jugador de Camerún,arrancó de atrás, dejó por el caminoa toda la población de Austria yclavó el golazo más lindo delMundial. Pero Camerún no llególejos.

Cuando Nigeria derrotó, con sufútbol divertido, a la selección

española, y Paraguay empató, elpresidente Aznar comentó que «hastaun nigeriano o un paraguayo puedenponerte en tu lugar». Después,cuando Nigeria se fue de Francia, uncomentarista argentino sentenció«Son todos albañiles, ninguno usa lacabeza para pensar». La FIFA, queotorga los premios fair play, no jugólimpio con Nigeria le impidió sercabeza de serie, aunque el fútbolnigeriano venía de conquistar eltrofeo olímpico.

Las selecciones del Africa negra

se fueron temprano del campeonatomundial, pero algunos jugadoresafricanos o nietos de africanosdeslumbraron en Holanda, Francia,Brasil y otros equipos. Hubolocutores y comentaristas que losllamaban «negritos», aunque nuncallamaron «blanquitos» a los demás.

Mundial del 98, las pantallas dela televisión brindaron espacio a laemoción colectiva, la más colectivade las emociones, y también fueronvidrieras de exhibición mercantil.

Franceses

El padre de Zidane fue uno de losalbañiles que levantaron el estadiodonde su hijo se consagró como elmejor de todos. Zidane es de familiaargelina. Thuram, elevado a lacategoría de héroe nacional por dosgolazos, nació en el Caribe, en la islaGuadalupe, y de allí llegaron aFrancia los padres de Henry.Desailly vino de Ghana, Viera deSenegal, Karembeu de Nueva

Caledonia. Djorkaeff es de origenruso y armenio. Trezeguet se crió enArgentina.

Eran inmigrantes casi todos losjugadores que vestían la camisetaazul y cantaban La Marsellesa antesde cada partido. Una encuesta,publicada en esos días por Le FigaroMagazine, reveló que la mitad de losfranceses quería la expulsión de losinmigrantes, pero el doble discursoracista permite ovacionar a loshéroes y maldecir a los demás. Eltrofeo mundial fue celebrado por una

multitud sólo comparable a la quedesbordó las calles, hace más demedio siglo, cuando llegó a su fin laocupación alemana.

Hubo alzas y caídas en la bolsade piernas.

Aparecido en el semanariouruguayo Brechahttp//www.brecha.com.uy/numeros/n661/contra.html

El Mundial del 2002

Modelos

Son dos los campeonatosmundiales de fútbol. En uno jueganlos deportistas de carne y hueso. Enel otro, al mismo tiempo, juegan losrobots. Las selecciones humanoidesdisputan la RoboCup 2002 en elpuerto japonés de Fukuoka, frente ala costa coreana.

Los torneos de robots ocurren,

cada año, en un lugar diferente. Estees el sexto. Sus organizadores tienenla esperanza de competir, de aquí aalgún tiempo, contra las seleccionesde verdad. Al fin y al cabo, dicen, yauna computadora ha derrotado alcampeón Gary Kasparov en untablero de ajedrez, y no les cuestatanto imaginar que los atletasmecánicos lleguen a lograr unahazaña semejante en una cancha defútbol.

Los robots, programados poringenieros, son fuertes en defensa y

rápidos y cañoneros en el ataque.Jamás se entretienen con la pelota.Cumplen sin chistar las órdenes deldirector técnico y ni por un instantecometen la locura de creer que losjugadores juegan.

* * *

¿Cuál es el sueño más frecuentede los empresarios, los tecnócratas,los burócratas y los ideólogos de laindustria del fútbol? En el sueño,

cada vez más parecido a la realidad,los jugadores imitan a los robots.

Triste signo de los tiempos, elsiglo XXI sacraliza la mediocridaden nombre de la eficiencia y sacrificala libertad en los altares del éxito.«Uno no gana porque vale sino quevale porque gana», habíacomprobado, hace ya algunos años,Cornelius Castoriadis. El no serefería al fútbol, pero era como si.

Prohibido perder tiempo,prohibido perder convertido entrabajo, sometido a las leyes de la

rentabilidad, el juego deja de jugar.Cada vez más, como todo lo demás,el fútbol profesional parece regidopor la Uenbe (Unión de Enemigos dela Belleza), poderosa organizaciónque no existe, pero manda.

Ignacio Salvatierra, un árbitroinjustamente desconocido, merece lacanonización. El dio testimonio de lanueva fe. Hace seis años exorcizó aldemonio de la fantasía en la ciudadboliviana de Trinidad. El árbitroSalvatierra expulsó de la cancha aljugador Abel Vacca Saucedo. Le

sacó tarjeta roja «para que aprenda atomarse el fútbol en serio». VacaSaucedo había cometido un golimperdonable. Eludió a todo elequipo rival, en un desenfreno degambetas, túneles, sombreros ytaquitos y culminó su orgía deespaldas al arco, con un certeroculazo que clavó la pelota en elángulo.

* * *

Obediencia, velocidad, fuerza, ynada de firuletes éste es el molde quela globalización impone.

Se fabrica en serie un fútbol másfrío que una heladera. Y másimplacable que una máquinatrituradora.

Según los datos publicados haceun par de años por France Football,el tiempo de vida útil de losjugadores profesionales ha bajado ala mitad en los últimos veinte años.El promedio, que era de doce años,se ha reducido a seis. Los obreros

del fútbol rinden cada vez más yduran cada vez menos. Pararesponder a las exigencias del ritmode trabajo, muchos no tienen másremedio que recurrir a la ayudaquímica, inyecciones y pastillas queles aceleran el desgaste, las drogastienen mil nombres, pero todas nacende la obligación de ganar y merecenllamarse exitoína.

Las comunidades indígenasdisputan en Brasil su propiocampeonato de fútbol. En la Copadel año 2000, el equipo de los indios

makuxis llegó a la final después dejugar tres partidos seguidos a lolargo de ocho horas. La proeza seexplica por los prodigiosos poderesde otra droga, que el fútbolprofesional no puede pagar. Esapócima mágica, que no tiene precio,se llama entusiasmo. La palabra noviene de la lengua de los makuxissino del idioma de la Grecia antiguay significa “tener a los diosesadentro”.

* * *

Dos mil quinientos años antes deBlatter, los atletas competíandesnudos y sin ningún tatuajepublicitario en el cuerpo. Losgriegos, fragmentados en muchasciudades, cada cual con sus propiasleyes y sus propios ejércitos, sejuntaban en los Juegos Olímpicos.Haciendo deporte, aquellos pueblosdispersos decían «Nosotros somosgriegos», como si recitaran con suscuerpos los versos de La Ilíada quehabían fundado su conciencia denación.

Mucho después, durante buenaparte del siglo XX, el fútbol fue eldeporte que mejor expresó y afirmóla identidad nacional. Las diversasmaneras de jugar han revelado, ycelebrado, las diversas maneras deser. Pero la diversidad del mundoestá sucumbiendo a la uniformizaciónobligatoria. El fútbol industrial, quela televisión ha convertido en el máslucrativo espectáculo de masas,impone un modelo único, que borralos perfiles propios, como ocurrecon esas caras que se vuelven

máscaras, todas iguales, al cabo decontinuas operaciones de cirugíaplástica.

Se supone que este aburrimientoes el progreso, pero el historiadorArnold Toynbee había pasado pormuchos pasados cuando comprobó«La más consistente característica delas civilizaciones en decadencia esla tendencia a la estandarización y launiformidad».

* * *

Desde hace ya un buen tiempo, laselección brasileña parece dedicadaa dejar de ser brasileña. «Aquelfútbol de gambetas espectaculares hapasado a la historia», sentencia eldirector técnico de la selección, LuizFelipe Scolari. Mientras emite sucertificado de defunción al fútbolmás hermoso del mundo, estefervoroso de la mediocridad practicala disciplina militar. Scolari admiraal general Pinochet, adora el orden ydesconfía del talento. Condena alexilio a los desobedientes Romario y

Djalminha, como en otros tiemposhubiera fusilado a aquelingobernable rey del circo llamadoGarrincha.

* * *

El fútbol profesional practica ladictadura. Los jugadores no puedendecir ni pío en el despótico señoríode los dueños de la pelota, que desdesu castillo de la FIFA reinan y roban.El poder absoluto se justifica por la

costumbre así es porque así debe ser,y así debe ser porque así es.

Pero, ¿ha sido siempre así? Valela pena recordar, ahora, unaexperiencia que ocurrió en el país deScolari, hace no más que veinte años,todavía en tiempos de la dictaduramilitar. Los jugadores conquistaronla dirección del club Corinthians,uno de los clubes más poderosos delBrasil, y ejercieron el poder durante1982 y 1983. Insólito, jamás vistolos jugadores decidían todo entretodos, por mayoría.

Democráticamente discutían yvotaban el método de trabajo, elsistema de juego, la distribución deldinero y todo lo demás. En suscamisetas, se leía DemocraciaCorinthiana. Al cabo de dos años,los dirigentes desplazadosrecuperaron la manija y mandaron aparar. Pero mientras duró lademocracia, el Corinthians,gobernado por sus jugadores, ofrecióel fútbol más audaz y vistoso de todoel país, atrajo las mayores multitudesa los estadios y ganó dos veces

seguidas el campeonato local.

Aparecido en DiarioPágina/12 - Bs. As. 02/06/02

Sobre el autor

Eduardo Hughes Galeano nació en1940, en Montevideo, Uruguay. A los

14 años entró en el mundo delperiodismo, publicando dibujos quefirmaba «Gius», para la dificultosapronunciación castellana de suprimer apellido. Algún tiempodespués empezó a publicar artículos.Se firmó Galeano y así se le conoce.Ha hecho de todo: fue mensajero ydibujante, peón en una fábrica deinsecticidas, cobrador, taquígrafo,cajero de banco, diagramador, editory peregrino por los caminos deAmérica. En su ciudad natal fuecolaborador y posteriormente

redactor jefe (1960 - 1964) delsemanario «Marcha» y director deldiario «Época». En Buenos Aires,Argentina, fundó y dirigió la revista«Crisis». Estuvo exiliado enArgentina y España desde 1973; aprincipios de 1985 regresó alUruguay; desde entonces reside enMontevideo.

Ha escrito varios libros, entreellos Las venas abiertas de AméricaLatina (1971), Vagamundo (1973),La canción de nosotros (1975), Díasy noches de amor y de guerra

(1978) y los tres tomos de Memoriadel fuego: Los nacimientos (1982),Las caras y las máscaras (1984) yEl siglo del viento (1986). El librode los abrazos apareció en 1989. En1 9 9 3 , Las palabras andantes,[1995] El fútbol a sol y sombra;[1995] Las aventuras de los dioses;[1998] Patas arriba. La escuela delmundo al revés. También publicórecopilaciones de artículos yensayos: [1989] Nosotros decimosno; [1992] Ser como ellos; [1994]Úselo y tírelo.

En dos ocasiones, en 1975 y1978, Galeano obtuvo el premioCasa de las Américas. En 1989,recibió en los Estados Unidos elAmerican Book Award por Memoriadel fuego. En 1999, Galeano fue elprimer escritor galardonado por laFundación Lannan (Santa Fe, USA)con el premio a la libertad cultural.

Sus obras han sido traducidas amás de veinte lenguas.