Cuadernillo clásico 11

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 1 CUADERNILLO DE TEMAS GRIEGOS Y LATINOS Constantino el Grande REDACCIÓN Diego Ribeira María Mercedes Schaefer Raúl Lavalle Editor responsable: Raúl Lavalle Dirección de correspondencia: Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina tel. 4811-6998 [email protected]  Publicación auspiciada por la Asociación Cultural Helénica Nostos nº 11   2015  Nota: La Re dacción no necesariam ente com parte las o piniones verti das en esta  publicación .

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Cuadernillo clásico 11

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    CUADERNILLO DE TEMAS GRIEGOS Y LATINOS

    Constantino el Grande

    REDACCIN

    Diego Ribeira

    Mara Mercedes Schaefer Ral Lavalle

    Editor responsable: Ral Lavalle

    Direccin de correspondencia:

    Paraguay 1327 3 G [1057] Buenos Aires, Argentina

    tel. 4811-6998

    [email protected]

    Publicacin auspiciada por la Asociacin Cultural Helnica Nostos

    n 11 2015

    Nota: La Redaccin no necesariamente comparte las opiniones vertidas en esta

    publicacin.

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    NDICE

    Karel Poborsky. Culpa, castigo, destino y coraje a partir de dos

    mitos griegos; Un recorrido por Edipo rey y Prometeo

    encadenado desde Kundera, Patocka y Borges p. 3

    Maximiliano Hnicken Segura. Eptome de la melancola p. 20

    Ral Lavalle. Una pequea Eneida de Martin Freundorfer p. 22

    Martin Freundorfer. De itinere Dacico (Carmen) p. 26

    Minucias griegas y latinas p. 28

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    CULPA, CASTIGO, DESTINO Y CORAJE A PARTIR DE DOS MITOS GRIEGOS;

    Un recorrido por Edipo rey y Prometeo encadenado desde Kundera, Patocka y Borges

    KAREL POBORSKY

    A los que creen que los regmenes comunistas de Europa Central son exclusivamente producto de seres criminales, se les escapa una cuestin esencial: los que crearon estos regmenes criminales no fueron los criminales, sino los entusiastas, convencidos de que haban descubierto el nico camino que conduce al paraso. Lo defendieron valerosamente y para ello ejecutaron a mucha gente. Ms tarde se lleg a la conclusin generalizada de que no exista paraso alguno, de modo que los entusiastas resultaron ser asesinos.

    En aquel momento todos empezaron a gritarles a los comunistas: Sois los responsables de la desgracia del pas (empobrecido y despoblado), de la prdida de su independencia (cay en poder de Rusia), de los asesinatos judiciales!

    Los acusados respondan: No sabamos! Hemos sido engaados! Creamos de buena fe! En los ms profundo de nuestra alma, somos inocentes!

    La polmica se redujo por lo tanto a la siguiente cuestin: En verdad no saban? O slo aparentaban no saber?

    Toms segua atentamente esta polmica (la seguan los diez millones de habitantes de la nacin checa) y opinaba que haba comunistas que no eran del todo inocentes (inevitablemente tenan que haber sabido algo de los horrores que haban ocurrido y no cesaban de ocurrir en la Rusia posrevolucionaria). Sin embargo, es probable que la mayora de ellos, en efecto, no supiera nada.

    Y lleg a la conclusin de que la cuestin fundamental no es: saban o no saban?, sino: es inocente el hombre cuando no sabe?, un idiota que ocupa el trono est libre de toda culpa slo por ser idiota?

    Supongamos que un fiscal checo que a comienzos de los aos cincuenta pidi la pena de muerta para un inocente engaado por la polica secreta rusa y por el gobierno de su pas. Pero cmo es posible que hoy, cuando sabemos ya que las acusaciones eran absurdas y los ejecutados inocentes, ese mismo fiscal defienda la limpieza de su alma y se d golpes en el pecho? Mi conciencia est limpia, no saba, crea de buena fe! No reside precisamente su irremediable culpa en ese No saba!, crea de buena fe!?

    Y fue entonces cuando Toms record la historia de Edipo: Edipo no saba que dorma con su propia madre y, sin embargo, cuando comprendi de qu se trataba, no se sinti inocente. Fue incapaz de soportar la visin de lo que haba causado con su desconocimiento, se perfor los ojos y se march de Tebas ciego.

    Toms oa los gritos de todos los comunistas que defendan su limpieza interior y se deca: Por culpa de vuestro desconocimiento este pas ha perdido quiz por siglos su libertad, y vosotros gritis que os sents inocentes? Cmo sois capaces de seguir presencindolo? Cmo es que no estis aterrados? Es que conservis la vista? Si tuvieseis ojos, deberan atravesrselos y marcharos de Tebas!1

    1 Kundera, Milan: La insoportable levedad del ser. Tusquets, Barcelona, 2000, pp. 180-

    181.

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    El pasaje de Kundera, extrado de La insoportable levedad del

    ser, nos habla, como queda a la vista, del tema de la culpa (y, en menor

    grado, del castigo), pero, al mismo tiempo (aunque posiblemente de

    manera menos evidente) tambin acerca del coraje. En las siguientes

    lneas de la novela, incluso, el primer conflicto ante el que se enfrentar

    el personaje rondar precisamente el tema de la cobarda, anttesis del

    coraje. Inmediatamente posterior a la solicitud y recomendacin del

    Director del hospital en que Toms trabaja, a que ceda ante el pedido del

    Partido de que confeccione una declaracin retractndose de sus

    reflexiones sobre Edipo, leeremos: Toms se dio cuenta de una cosa curiosa. Todos le sonren, todos desean que escriba esa declaracin,

    todos se alegraran! Los primeros se alegran de que la inflacin de

    cobarda trivialice su actitud y les devuelva el honor perdido. Los otros

    ya se han acostumbrado a considerar su honor como un privilegio

    especial al que no quieren renunciar. Por eso tienen por los cobardes un

    amor secreto; sin ellos su coraje se convertira en un esfuerzo corriente e

    intil que no suscitara la admiracin de nadie.1 Sin embargo, no ser sobre el valor de Toms (que finalmente no

    renegar de sus palabras) sobre el que nosotros nos detendremos. En el

    pasaje citado lo que se subraya es, sobre todo, el castigo que Edipo se

    aplicar a s mismo sin excusarse en el hecho de si l conoca o no la

    realidad de los acontecimientos.

    Lo que pareciera querer descubrir Kundera a travs del personaje

    de Toms son las dos actitudes contrarias que surgen ante la revelacin

    de la culpa. Entendiendo la culpa como no otra cosa que el momento

    puntual en el que se nos presenta el destino en el peor de sus formas.

    Entre Edipo y los comunistas checoslovacos que se excusaban en

    su ignorancia para poder declararse irresponsables de las consecuencias

    que sus propios actos haban generado, la diferencia esencial reside en el

    coraje y el valor que requiere reconocer que somos mucho ms que

    nuestra mera conciencia. Que la imagen que tenemos de nosotros es

    mucho menos poderosa que el alcance de nuestros actos. Y, sobre todo,

    y esto es lo ms trgico, que con esos actos se corresponder nuestro

    destino, por fuera de cual fuera que sea la imagen que de nosotros

    tengamos.

    1) La culpa (y el problema de saber)

    Volvamos a la cita inicial de Kundera: libera el desconocimiento

    al hombre de las consecuencias de sus actos? O, lo que vendra a hacer

    exactamente lo mismo: Hasta qu punto es el hombre culpable de su

    ignorancia?

    1 Ibdem, p. 186.

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    Jan Patocka afirma que, en el personaje de Edipo, los problemas

    del alcance del saber se manifiestan en toda su ambigedad: Edipo es el hombre que representa el estar-al-descubierto del hombre, el saber

    sobre el bien y el mal. Representa ese saber en su ambigedad. l es

    quien salva a la comunidad del terror en que la hunde el dominio de un

    monstruo terrible, que exige todos los das un tributo de sangre. Con sus

    respuestas precipita a la esfinge al fondo de la roca. Pero en el que

    momento en que se convierte en rey, en que hace su entrada en el

    escenario de la gloria, este salvador aparece como la ltima hez de la

    humanidad.1 Ms adelante diferencia a Tiresias, el portavoz de los dioses, de quienes saben en sentido absolutamente positivo todo aquello

    que el hombre slo conoce en uno solo de sus aspectos,2 del resto de los hombres, ya que estos slo conocen al mundo en su parcialidad; y

    sostiene que Edipo cree poseer el saber sobre el bien. Pero su bien es en realidad todo lo contrario. En todo momento, su sostn, lo que l cree

    firme y slido puede aparecer como todo lo contrario. (). En esa despiadada indagacin que es el dilogo con Tiresias, Edipo en persona

    se desvela como lo que es.3

    Patocka analiza el mito de Edipo para describir cun

    profundamente el hombre (y por eso tambin el mito) se mueve

    permanentemente entre dos mundos: aquel que se nos manifiesta (en

    Edipo, conformado por la historia personal que tiene l de s mismo:

    hijo de Plibo, natural de Corinto, etc.); y el otro, ese en donde se

    desarrolla, de forma secreta, la verdadera trama (que se le revelar a

    Edipo a travs de los orculos y de Tiresias, intermediario de los

    dioses): Por un lado se nos ofrece el mundo caluroso de nuestra proximidad que aun cuando no sea fcil, aun cuando haya que rescatar

    cada da y cada minuto mediante un trabajo penoso y perseverante, no

    por ello es menos slido ni deja de calentarnos y de alimentarnos; y por

    otro lado est este otro mundo, temible, en cierto modo continuamente

    presente. Es verdad que se sita en la periferia, pero puede estallar aqu

    mismos, en cualquier instante, est presente en cada uno de nosotros4. Ese mundo que estalla frente a Edipo ante la revelacin de su verdadero

    pasado.

    1 Patocka, Jan: Platn y Europa. Pennsula, Barcelona, 1991, p. 50.

    2 Ibdem, p. 51.

    3 Ibdem, p. 186.

    4 Ibdem, p. 47

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    El primero de esos mundos, explica Patocka, se corresponde con lo

    prximo, lo recto, lo diurno1; el otro, ser el de lo nocturno, lo extrao, en el que acechan el terror, la locura, el mal oscuro e

    indescriptible2. La tragedia en Edipo (y tambin la de cualquiera de los hombres) comienza cuando este segundo mundo se hace presente y

    condena al individuo a enfrentarse a un universo desconocido que se le

    aparece de pronto, y para el que no est preparado.

    Cuando Kundera opone a los comunistas checos excusados en su

    ignorancia sobre los crmenes de la Rusia posrevolucionaria a Edipo, a

    quien expone como ejemplo de carcter y coraje al no despojarse de sus

    propios actos bajo ninguna excusa y autoinfligirse un castigo con el que

    declara y acepta su culpa, sita, en un plano tico existencial, a este por

    encima de aquellos. Y Sin embargo, en otro extracto de esa misma

    novela (y en sintona con ese mundo extrao y oculto del que nos habla Patocka) afirma que las decisiones de los hombres no son del todo

    condicionantes de los hechos venideros.

    No existe posibilidad alguna de comprobar cul de las

    decisiones es la mejor, porque no existe comparacin

    alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin

    preparacin. Como si un actor representase su obra sin

    ningn tipo de ensayo. Pero qu valor puede tener la vida

    si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso

    la vida parece un boceto. Pero ni siquiera boceto es la

    palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador

    de algo, la preparacin para un cuadro, mientras que el

    boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un

    borrador sin cuadro.3

    Es tarde en la noche, y un borracho revela a Edipo que no es hijo

    natural de sus padres. Edipo consulta a quienes cree sus progenitores,

    pero la respuesta de estos no lo tranquiliza. Se dirige al orculo de

    Delfos y all la peor de las revelaciones le es otorgada: Sin que supiera nada de mis padres me fui a Delfos, donde Febo me rechaz, sin

    creerme digno de obtener contestacin a la preguntas que hice; pero me

    revel los males ms afrentosos, terribles y funestos, diciendo que yo

    me haba de casar con mi madre, con la cual engendrara una raza

    odiosa al gnero humano; y tambin yo sera el asesino del padre que

    me engendr.4

    1 Ibdem, p. 46.

    2 Ibdem.

    3 Kundera, Milan: op. cit., p. 16.

    4 Sfocles: Edipo rey. En Tragedias completas, Librera Perlado, Buenos Aires, 1944,

    p. 103.

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    A partir de ese momento el personaje resuelve irse lejos de su suelo, buscando un lugar donde jams viera el cumplimiento de las

    atrocidades que de m vaticin el orculo.1 No existe posibilidad alguna de comprobar cul de las decisiones

    es la mejor. Edipo se aleja de sus tierras en busca de asegurarse no

    cometer el infausto crimen que se le acaba de anunciar, y es durante ese

    mismo alejamiento que el crimen es llevado a cabo. Engaado por su

    falso saber Edipo no ha tenido la posibilidad de elegir la mejor de las

    decisiones.

    Pero si la vida no fuera un mero borrador, un nico ensayo que nunca llegar a la versin final de la obra, y Edipo pudiera volver

    atrs para enmendar sus decisiones, acaso no renunciara a iniciar el

    viaje que terminar por conducirlo al asesinato de su padre? Volveran

    los partidarios comunistas checos luego de la invasin rusa del `68 a

    apoyar al rgimen si pudieran reescribir el drama sobre el cual se apoya

    sus vidas?

    No existe posibilidad alguna de comprobar cul de las decisiones

    es la mejor, porque no existe comparacin alguna. El hombre lo vive

    todo a la primera y sin preparacin. Como si un actor representase su

    obra sin ningn tipo de ensayo. Y Kundera acepta que en ello recae la

    trampa del mundo. Edipo (cada uno de nosotros) se aleja, vive en la

    falsa certeza que denuncia Patocka, amenazado por ese otro mundo que nos aguarda agazapado. Y sin embargo la trampa no puede servir de

    excusa, debido a que no hay hombre que no se enfrente a ella. Es, a fin y

    al cabo, esa misma trampa lo que nos distingue como seres humanos.

    La excusa de los comunistas checos no sirve porque la trampa est

    extendida a todos los hombres, y la ignorancia nos rodea a cada uno de

    nosotros; situacin que quita al hecho el carcter extraordinario

    necesario de todo elemento que intente atenuar la culpa.

    Si Edipo se encuentra culpable, es porque sabe que juzgarse a

    partir de su ignorancia sobre los hechos sera no juzgarse, ya que nadie

    puede juzgarse como algo que no es. Y la trampa en la que est tendido

    no es otra, repetimos, que la trampa en la que existe cada hombre.

    La claridad advierte Patocka es el dominio de los dioses2, y pretender escudarse en la imposibilidad de conocer en su totalidad la

    completitud de los hechos es pretender que slo aquellos que posean ese

    don puedan ser juzgados, afirmando de esa manera la imposibilidad de

    juzgarnos a nosotros mismos, pues el pleno saber est fuera de nuestro

    dominio.

    1 Ibdem.

    2 Patocka, Jan: op. cit., p. 57.

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    El orculo representa lo que est en la realidad, en l

    las cosas se muestran tales como son; y aqu se ve que el

    mostrarse de las cosas no es dominio de los hombres sino

    de los dioses. Los hombres no saben. Son, es verdad,

    partcipes. Pero, en qu sentido? En el sentido en que se

    han extraviado de este mundo. El hombre participa en el

    mundo all donde los dioses saben, all donde estos

    poseen la claridad relativa de las cosas, pero participa en

    tanto errante, en tanto extraviado; entra en este mundo al

    extraviarse y no deja de errar.1

    Por eso es que el valor (y valor tambin, o sobre todo, como

    sinnimo de coraje un coraje que ya le hemos atribuido) de Edipo radica por sobre todas las cosas en no abjurar de su naturaleza humana y

    en asumir la ignorancia como una parte indisoluble de su ser; y ante

    ella, quizs la ms ntima de nuestras debilidades, doblegarse,

    considerndola un rasgo propio irrenunciable, sobre la cual no le asiste

    derecho a desprendimiento.

    Ni de ella, ni de sus resultados.

    2) El castigo de los dioses

    Los que se apiadan del nio yerran. Yerran todos los

    que de alguna manera entran en contacto con su destino,

    como su padre adoptivo, que engaa al nio y se engaa as

    mismo y a los dems sobre lo que ocurre con el nio, y que

    engaa de buena fe, por humanidad, por bondad de

    corazn () La claridad es el dominio de los dioses. All el hombre

    se ha extraviado; all, el hombre yerra. Quienes por

    humanidad se han apropiado de Edipo yerran tanto como el

    propio Edipo, y no solo en los momentos de cometer los

    terribles crmenes que son el asesinato de su padre y el

    casamiento con su madre. Yerra tambin en el momento en

    que, aparentemente, triunfa por completo, es decir, cuando

    libera a Tebas de la dominacin del monstruo. Libera a la

    ciudad con la ayuda de un saber, de una claridad que

    detenta, que le han inspirado los dioses pero no es la suya.2

    1 Ibdem.

    2 Ibdem.

  • 9

    La claridad es el dominio de los dioses. Pero parte de esa claridad,

    de esa inteligencia, que no es otra que la que permite a Edipo resolver

    el enigma de la esfinge y coronarse rey, es transmitida en el inicio de

    los tiempos por alguien, y ese alguien es Prometeo, al otorgarles, luego

    de robarlo a los dioses, el fuego (maestro de todo arte)1 a los hombres. En la relacin de Prometeo con nosotros puede verse el reflejo de la que

    mantiene Edipo con la ciudad de Tebas.

    En el anverso ambos protagonistas se erigen como benefactores: el

    primero otorgando el preciado don a los hombres; el segundo liberando

    a Tebas del terror de la esfinge. En la trama secreta, sin embargo, las

    desgracias sobre los hombres y la ciudad, respectivamente, caern por

    culpa de uno y de otro. Ante el hurto de Prometeo, Zeus jur que se vengara. Orden a Hefesto que fabricara una mujer de barro, y a los

    cuatro Vientos que le infundieran aliento, y a todas las diosas que la

    adornaran. (). Epimeteo, alarmado pora la suerte de su hermano, se apresur a casarse con Pandora, a quien Zeus haba creado tan insensata,

    traviesa y perezosa como bella. Al poco tiempo abri una jarra que,

    segn Prometeo haba advertido a Epimeteo, deba mantenerse cerrada,

    y en la cual haba encarcelado con dificultad a todos los Males que

    podran plagar a la humanidad, tales como la Vejez, la Fatiga, la

    Enfermedad, la Demencia, el Vicio y la Pasin. Todos salieron en una

    nube, picando a Epimeteo y a Pandora y atacando luego a la raza de los

    mortales.2

    La claridad es el dominio de los dioses. All el hombre se ha

    extraviado; all, el hombre yerra. Pero Prometeo no yerra en el sentido

    en que lo hacen los hombres, que actan (tal es como es el caso de

    Edipo, de Yocasta, de Plibo, en fin, de cada uno de los personajes de

    Edipo) apoyados en un mundo de lo prximo, lo recto, lo diurno (siguiendo la descripcin de Patocka) que los llevar a obtener

    resultados diametralmente opuestos a aquellos que anhelan. No hay

    confusin en Prometeo, no hay equivocacin, no hay sorpresa en los

    resultados, no hay engao. Err, s, pero fue de manera consciente; no lo niego. A los hombres ayud y me atraa con ellos sufrimientos.3 En la decisin del dios de robar el fuego a los dioses para

    otorgrselo, a espaldas de Zeus, a los hombres, no existe el comn yerro

    humano. Pues no se contempla accin que no haya (y recordemos aqu

    1 Esquilo: Prometeo encadenado. En Tragedias completas, Gradifco, Buenos Aires,

    2007, p. 278. 2 Graves, Robert: Los mitos griegos, Hyspamrica, Buenos Aires, 1985, pp. 61-62.

    3 Esquilo: op. cit., p. 284.

  • 10

    el significado de su nombre)1 sido prevista por Prometeo, aun cuando no

    haya alcanzado a imaginar del todo el carcter de su condena.

    El castigo pasa a ser entonces no tanto una penalidad que se

    impone para castigar una falla, sino, ms bien, una aceptacin voluntaria

    de una penalidad asumida.

    Por ello es que encontramos, siguiendo lo hasta aqu dicho, en

    Prometeo, la repeticin de aquellos rasgos que se destacan en Edipo

    sobre el final de la obra: La aceptacin en su totalidad de las

    consecuencias que han generado sus propios actos, el coraje para aceptar

    el destino en la peor de sus formas. Vale decir, como castigo.

    3) Acerca del castigo

    Coro: Qu atrocidad has cometido! Cmo tuviste valor

    para arrancarte as los ojos? Qu demonio te incit?

    Edipo: Apolo es el culpable. Apolo, amigos mos: l es el

    fautor de mis males y crueles sufrimientos. Pero nadie me

    hiri, sino yo mismo en mi desgracia. Para qu me serva

    la vista, si nada poda mirar que me fuese grato ver?2

    La razn indica que a cada tipo de falta debera corresponder un

    castigo distinto y que, segn la gravedad de aquella, debera depender la

    intensidad, la duracin e, incluso, cuando se acte con la mayor

    precisin y justicia posible, tambin, la naturaleza de este.

    Pues lo justo nunca ha consistido en repartir a todos por igual,

    sino, a cada cual aquello que se merece. Ral Lavalle recuerda que el poeta latino Claudio Claudiano (s. IV d. C.) dice que Radamantis, uno

    de los jueces del mundo infernal, da a los malvados los castigos segn lo

    que hicieron,3 y distingue, en un primer momento, la serie de castigos que mantienen una proporcin directa, por as decir con la falta cometida (poner en osos las almas de los crueles; en zorros, las de los

    1 Es propicio aqu recordar la etimologa de su nombre, formado por las races del

    prefijo pro (antes) y de metis (sabidura, pensamiento, visin). Es decir, el que sabe, el

    que ve desde antes. De all radicar su facultad de predecir la cada de Zeus a lo largo

    de la obra. 2 Sfocles: op. cit., p. 119.

    3 Lavalle, Ral: Castigos inversamente proporcionales y castigos ejemplares. En

    revista digital mnibus. Nro. 22, Ao IV, septiembre 2008. Artculo disponible en

    omnibus.com/n22/lavalle.html.

  • 11

    engaadores; en lobos, las de los amantes de rapias; en cerdos, las de

    hombres entregados al vino y a una Venus inmoderada), de aquellos en los que el castigo no es por lo similar sino por lo contrario, lo que ilustra con un ltimo ejemplo que da Claudiano: Aquel hombre que habl ms de lo justo y acostumbr revelar / secretos, se dice que en las

    aguas, llenas de peces, revivir, / para compensar con un eterno silencio

    sus muchas palabras. 1

    La misma distincin (que ser reutilizada un milenio despus por

    Dante en la Comedia, recordemos a Paolo y Francesca arrastrados por

    su pasin y luego por los vientos infernales, o la cuarta fosa del octavo

    crculo, en la que magos y adivinadores el propio Tiresias, por caso caminan con la cara vuelta hacia atrs, tras pasar su vida arrogndose la

    visin del porvenir) es aplicable a las obras de Sfocles y Esquilo.

    De los mltiples modos en que puede interpretarse el castigo que

    se impone Edipo elegiremos nosotros el siguiente, en el que la

    proporcin directa se hace presente, y aquella pregunta que Kundera hiciera acerca de la culpa sobre la ignorancia (la culpa por el no saber)

    es capaz de encontrar respuesta.

    Edipo descubre su verdadera historia, y le es imposible escapar de

    la culpa y el castigo. Descubre que con quien ha compartido el lecho es

    su madre, que a quien ha quitado la vida es su padre, se enfrenta al

    suicido de Yocasta, todo resultado de la trama hasta aquel da oculta, e

    inmediatamente se quita los ojos.

    La idea que planteamos es la de afirmar que la culpa que impulsa

    en Edipo su castigo no radicar en el crimen e incesto por l cometidos,

    sino en haber permanecido, durante todos esos aos, ciego ante la

    verdadera trama y las atrocidades que durante aos no ha conseguido

    ver.

    No hay en los actos sobre los que se apoya la tragedia en realidad

    culpa alguna del personaje. La trama de Edipo ha sido ya escrita por el

    hado y ninguna decisin, ningn accionar posible por parte suya podra

    haber cambiado lo que los orculos haban advertido. Las elecciones de

    marcharse de Corinto, de alejarse de sus padres demuestran que todo acto es intil, pues la trama de su vida ya haba sido resuelta.

    La falta, lo imperdonable, en el caso de Edipo, ha sido el no saber,

    no alcanzar a ver, no poder aceptar, que las acciones y las decisiones de

    los hombres son nada al lado de los designios de los dioses.

    1 Todas las citas, pertenecientes al artculo citado.

  • 12

    Hay un gesto de soberbia en la pretensin humana de creer que sus

    actos puedan llegar a ser capaces de modificar el destino, que tambin es

    castigada. Pero por sobre todas las cosas, lo que se condena en la

    tragedia de Sfocles es la culpa de no haber querido ver aquello que,

    incluso a Edipo, ya se le haba revelado: Sin que supieran mis padres me fui a Delfos, donde Febo me rechaz, sin creerme digno de obtener

    contestacin a las preguntas que le hice; pero me revel los males ms

    afrentosos, terribles y funestos, diciendo que yo me haba de casar con

    mi madre, con la cual engendrara una raza odiosa al gnero humano; y

    tambin que yo sera el asesino del padre que me engendr.1 As observamos la proporcin directa del castigo: El hroe, vencedor de la Esfinge, ha pasado sus aos errante, perdido, dirigindose por caminos

    que lo llevaran a la meta exactamente opuesta a la que l buscaba; y

    errante y ciego, expulsado de Creta, terminar su vida, una vez ms, con

    la imposibilidad de descifrar el camino que le espera adelante.

    Edipo no ha sabido ver, ha vivido ciego a la verdadera trama y es

    con la ceguera que expa su culpa. Una culpa que radica en el no saber,

    en la ignorancia, ms que en los trgicos actos cometidos, de cuya

    responsabilidad se desligar, para atribursela a Apolo.

    Apolo es el culpable. Apolo, amigos mos: l es el fautor de mis

    males y crueles sufrimientos.

    Inversamente, la relacin del castigo y la falta en Prometeo no ser

    por similar sino por el contrario. En primer lugar, la cualidad doble del castigo, ya presente en

    Edipo (a travs de la ceguera y el exilio) en la obra de Esquilo se ver

    reforzada. Y si en la obra de Sfocles la segunda pena pareciera una

    acompaante secundaria de la principal, en Prometeo ser mucho ms

    difcil poner una por encima de la otra.

    Prometeo es encadenado en lo alto de un peasco en los confines

    del mundo. Y a travs de esta privacin de la libertad observamos el

    modo en que el castigo se aplica por el contrario. La falta de Prometeo ha sido otorgar el fuego a los hombres luego

    de engaar a Zeus y robrselo a sus pares, elevando, a travs de ese

    obsequio, al ser humano de su mera condicin animal, acercndolo a los

    dioses. Es por eso que el fuego es aceptado universalmente, y descripto

    en la tragedia de Sfocles como smbolo del despertar del hombre, del

    inicio de la conciencia, de la inteligencia y del discernimiento. Prometeo

    entrega el fuego a los hombres y, junto al fuego (o a travs del fuego), la

    posibilidad de discernir, de distinguir, de elegir. Es decir, la posibilidad

    de ser libres.

    1 Sfocles: op. cit., p. 103.

  • 13

    Y como penitencia por otorgar esa libertad es que el dios amigo de

    los hombres terminar siendo, no casualmente, encadenado.

    El segundo castigo al que es sometido Prometeo consiste en el

    guila que devora cada da, uno detrs de otro (pero siempre dejando la

    noche para que se regenere y el sufrimiento no encuentre fin) su hgado.

    El guila, la ms majestuosa de su especie, bien podra ser considerada,

    repitiendo el sentido de la pena anterior, smbolo de la libertad, si

    pensamos a las aves como la nica especie que no se encuentra sujeta a

    ninguna superficie. Pero, por otro lado, el guila no deja de ser, al

    mismo tiempo, una hermana del hombre, ms an al tipo de hombre que

    poda llegar a ser el ser humano antes de recibir el don del fuego.

    Hombre y guila pertenecen al mismo reino, el animal, y antes de la

    distincin con que honra Prometeo al hombre las similitudes entre uno y

    otra deberan ser muchas ms que sus diferencias.

    Por eso en esta otra lectura de la significacin del guila el castigo

    vuelve a ser por el contrario. El ser que devora el hgado de Prometeo no dista demasiado del ser al que l ha elegido por sobre sus pares al

    traicionar a Zeus. As, el repetitivo sufrimiento que lo acosa nuevamente

    cada da es infringido por un ser de la misma naturaleza que aquel al que

    l ha decidido enaltecer.

    Una ltima interpretacin posible. Ya lo hemos mencionado:

    Prometeo no desconoce el castigo que lo espera. Ante el anuncio de

    Hermes de los planes que Zeus prepara, leemos: Yo no ignoraba lo que ese vocear me transmite y resulta muy puesto en razn que un enemigo

    al que odia haga mal.1 En la decisin de actuar, sabiendo que luego ser condenado se genera, aunque sea de manera parcial, una

    apropiacin del castigo. La aceptacin pasiva funciona sin duda tambin

    como un acuerdo. No existe rebelda por parte de Prometeo, sabe que

    ser castigado, y la opcin de no actuar siempre se encuentra abierta.

    Esto quiere decir que en sus manos ha estado dispuesta la evasin del

    castigo, la manera de no ser condenado, eligiendo la opcin que

    implicaba simplemente no robar para los hombres el fuego. Y sin

    embargo decide cometer el delito. Elije, si bien no el castigo, el hecho

    de ser castigado.

    As, el encadenamiento a las rocas, el guila que devora su hgado,

    una y otra vez, se convierten de alguna manera tambin en una eleccin

    suya. Prometeo entre no actuar y evitar el castigo o robar el fuego, con

    la conciencia de que ser castigado, elige la pena.

    En este sentido, el castigo Prometeo, al igual que el de Edipo,

    tambin puede ser considerado como un castigo autoinfligido.

    1 Esquilo: op. cit., p.313.

  • 14

    La idea de Prometeo castigndose a s mismo no deja de ser

    tentadora, especialmente, si lo reubicamos en su naturaleza de dios y nos

    ubicamos a la altura de ellos. El dios benefactor de los hombres es para

    los otros, para los que habitan el cielo, quien comete para muchos (para

    Dante, por ejemplo) el peor de los pecados, el de la traicin. Y la

    participacin en su castigo de un espritu animado que lo asalta durante

    el da y le da tregua por la noche no deja de sugerir el desdoblamiento y

    la figura del doble.

    En su libro La sociedad del cansancio, el coreano Byung-Chul

    Hal, ensaya sobre la idea de que vivimos en una sociedad en donde la

    exigencia y la competencia (externa e interna) extrema dominan nuestra

    vida y definen nuestra salud, llevando al individuo al lmite de

    explotarse voluntariamente a s mismo hasta el grado de la extenuacin.

    Y utiliza, en sus primeras lneas, para retratar ese autocastigo del

    hombre hacia s mismo la figura de Prometeo, personificando al guila

    como su alter ego.

    El mito de Prometeo puede reinterpretarse considerndolo

    una escena del aparato psquico del sujeto de rendimiento

    contemporneo, que se violenta a s mismo, que est en

    guerra consigo mismo. En realidad, el sujeto de

    rendimiento, que se cree en libertad, se halla tan

    encadenado como Prometeo. El guila que devora su

    hgado en constante crecimiento es su lter ego, con el cual

    est en guerra. As visto, la relacin de Prometeo y el

    guila es una relacin consigo mismo, una relacin de

    autoexplotacin. El dolor del hgado, que en s es indoloro,

    es el cansancio. De esta manera, Prometeo, como sujeto de

    autoexplotacin, se vuelve presa de un cansancio infinito.1

    Esta forma de leer el castigo quizs no pueda ser clasificable como

    directo o contrario, pero nos habla del da a da de nosotros mismos.

    3) Destino y coraje

    Nadie rebaje a lgrima o reproche

    esta declaracin de la maestra

    de Dios, que con magnifica irona

    me dio a la vez los libros y la noche2.

    1 Han, Byung-Chul: La sociedad del cansancio, Herder, Barcelona, 2012, p. 9.

    2 Borges, Jorge Luis: Obras completas, Tomo II, Emec, Buenos Aires, 2005. P. 198.

  • 15

    El Poema de los dones de Jorge Luis Borges, rene, sin duda, casi todos los tpicos claves del escritor argentino. No estn los

    cuchillos, ni los tigres, es cierto, pero s nos encontramos con el tema

    del doble (Cul de los dos escribe este poema/de un yo plural y de una sola sombra?), con el universo de libros, con la ceguera, el laberinto (al errar por las lentas galeras yo fatigo sin rumbo los confines/de esta alta y honda biblioteca ciega), la enumeracin catica, la irona, la paradoja, la muerte. Y sin embargo, deslumbrados por la belleza y la

    maestra del poema, por la fuerza del tema principal, pareciramos

    muchas veces no percatarnos de algo, de ese otro elemento clave de la

    obra de Borges, que sin embargo rige el poema, y marca firmemente su

    intencin.

    Funciona como una advertencia, como un atajarse, y pareciera

    buscar una clara intencin de querer anticiparse al lector, y al mundo,

    sentando posiciones. El autor lo ubica en la nica estrofa que el lector

    no puede saltear, que no puede dejar de ser leda; la primera. Borges

    inicia sus versos subrayando una aclaracin que le importa dejar en

    claro desde un primer momento: No hay lamento en el poeta, no hay

    debilidad, nadie se est quejando, no han sido concebidas con la ms

    mnima intencin de reproche las siguientes lneas. Le han tocado los

    libros y tambin la ceguera, que lo priva de esos libros, as Dios lo ha

    querido, as el destino lo ha marcado, y sin lamento esa suerte es

    aceptada.

    Que nadie rebaje esas palabras (lo que implicara rebajar al poeta).

    Renegar de quines somos, y de lo que nos ha tocado, (es decir,

    lamentarse), es la ms grande de las cobardas.

    En la antologa de Borges Nadie rebaje a lgrima (antologa que,

    por cierto, desde su ttulo rescata los versos citados e incluso alude a

    ellos brevemente, tambin, desde el coraje: all define tambin, el tono de su obra que no es el del llanto ni el del reproche siempre el coraje es mejor-, sino, frecuentemente, el de la irona)

    1 Mara Gabriela Barbara

    Cittadini realiza una clasificacin de los hroes en la obra de Borges

    que, aunque simplificadora (como toda clasificacin, por otra parte, lo

    es), ser til a este trabajo.

    1 Nadie rebaje a lgrima, Estacin Mandioca, Buenos Aires, 2010. Cita texto de

    contratapa.

  • 16

    All diferencia a los compadritos del suburbio como Nicanor Paredes, Jacinto Chiclana, Rosendo Jurez, del antihroe hombre de letras opuesto al hombre de armas, lo que rompe con la antinomia propuesta por el literato barroco, y que liga los dos linajes en un destino

    comn, como es el caso de Juan Dalhmann, dejando por ltimo al hroe familiar, unido al destino de la patria, como en Poema conjetural, donde elige a Laprida pariente lejano por parte de la rama de su familia materna- para la exaltacin de la muerte heroica.1 La clasificacin es til porque reconoce ciertas diferencias en

    aquellos tipos de personajes que Borges exalta, fundindolos con la

    figura del hroe. Al mismo tiempo que los enlaza y agrupa bajo una

    misma tipologa, sin dejar del todo al descubierto qu es precisamente

    aquello que los une. Especialmente si coincidimos en que el ttulo del

    apartado El culto del coraje2 que elije para hacerlo, an sin dejar de ser acertado, no alcanza a revelar ese elemento comn que los enlaza.

    Y lo que nosotros observamos en comn en ellos ser, justamente,

    aquella absoluta aceptacin que sealramos de los personajes centrales

    de las tragedias acerca de su destino.

    No calificar a Rosendo Jurez (aquel personaje de Hombre de la esquina rosada y tambin de Historia de Rosendo Jurez) de valiente resultara extrao a cualquier lector. Pero tambin nos debera resultar

    extrao identificar con el coraje a un hombre que ha rechazado un duelo

    a cuchillo, para luego pasarse la vida en apacible monotona, en un

    almacn de San Telmo. Y lo mismo podra afirmarse de Dahlmann, que

    no ha empuado un arma en toda su vida; o de Laprida, un hombre que

    muere huyendo. Y sin embargo, los tres personajes son incluidos en la

    seleccin de Barbara Cittadini, y esa inclusin no nos parece errada.

    Seguramente, porque no hay uno slo de los tres personajes y es esto aquello que los une que no se haya apropiado de su destino, sea cual fuera la forma en la que a cada uno de ellos les ha tocado.

    El mote de la cobarda acompaar a la figura de Jurez por el

    resto de sus das, pero no habr pena, ni rechazo por esa carga: No tengo miedo de pasar por cobarde. Pods agregar, si te halaga, que me

    has llamado hijo de mala madre y que me he dejado escupir. Ahora,

    ests ms tranquilo?.3 Un caso contrario podemos hallar en ese mismo relato en la figura de Luis Irala, ese hombre que, por recuperar un honor,

    que quizs no ha perdido, se hace matar tontamente, por carecer del

    coraje de asumir que una mujer lo ha dejado.

    1 Barbara Cittadini, Mara Gabriela en Nadie rebaje a lgrima, Estacin Mandioca.

    Buenos Aires, 2010, p. 16. 2 Ibdem, p. 15.

    3 Borges, Jorge Luis: op. cit., p. 444.

  • 17

    El coraje que demanda la aceptacin del destino se encuentra

    tambin en figuras torpes y que, seguramente, se hubieran declarado a s

    mismos como cobardes, como son los casos del ya citado Dahlmann, o

    de Pedro Damin. En ambos cuentos El sur y La otra muerte, respectivamente, los personajes son elevados a la categora del coraje al

    no revelarse ante su suerte. Dahlmann no reniega de su fin (no desea

    unos das ms, no se lamenta la temprana muerte, no anhela los das

    perdidos), slo una cosa desea: Salieron, y si en Dahlmann no haba esperanza, tampoco haba temor. Sinti, al atravesar el umbral, que

    morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera

    sido una liberacin para l, una felicidad y una fiesta, en la primera

    noche del sanatorio, cuando le clavaron la aguja.1 Pedro Damin, que se ha comportado como un cobarde durante la batalla de Masoller,

    tambin acepta ese destino: no reniega de aquel combate, ya no insiste

    en su valenta, se retira, se priva (lo cual tambin puede leerse como un

    castigo, un autocastigo, ya que del castigo como aceptacin de la culpa

    y del destino, tambin hemos hablado) de la compaa de los hombres,

    sin falsear nunca acerca de los hechos que han ocurrido. Y, nicamente

    al final, por medio de la pasin (porque la pasin, tal como l mismo

    Borges, en su comentario al pasaje de Paolo y Francesca de la Comedia

    de Dante, observa, es capaz de redimir el castigo) muere finalmente

    como un valiente.

    Tambin en Poema Conjetural, el momento clave es la revelacin, el hallazgo, la aceptacin, y la identificacin con el destino

    lo que resalta al hroe, justo antes de morir: Yo que anhel ser otro, ser un hombre / de sentencias, de libros, de dictmenes, / a cielo abierto

    yacer entre cinagas; / pero me endiosa el pecho inexplicable/un jbilo

    secreto. Al fin me encuentro / con mi destino sudamericano.2

    La repeticin del rasgo sealado atraviesa por entero la obra de

    Borges. No nos desviaremos tanto, iniciando un anlisis de cada uno de

    los casos, bastar con recordar otro retiro y la nula resistencia al destino

    de muerte, en La espera; la apropiacin de Emma Zunz de la venganza (sin reclamar, sin quejarse, por el sacrificio que requiere); la

    inglesa de ojos claros a quien esperaba lo salvaje en Historia del guerrero y la cautiva; o la ausencia de lamento en esos dos hermanos a los que se les ha entregado un amor inaccesible, en La intrusa.

    1 Borges, Jorge Luis: Obras completas, tomo I, Emec, Buenos Aires, 2005, p. 567.

    2 Borges, Jorge Luis: Obras completas, tomo II, Emec, Buenos Aires, 2005, p. 261.

  • 18

    Borges asevera que hay un momento en la vida de cada hombre en

    que a este se le revela para siempre quin es y quin ha sido. Ese

    momento lo vive Edipo cuando se descubre a s mismo, y se impone

    actuar en consecuencia. Ese momento le est vedado a Prometeo ya que

    l en un dios y todo es claro para ellos.

    En Biografa de Tadeo Isidoro Cruz leemos que Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo

    momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quin es1 y que un destino no es mejor que otro, pero que todo el mundo debe acatar el que lleva adentro.2 Prometeo lo ha acatado, a pesar de ya conocerlo, y a lo largo de

    la tragedia de Esquilo prcticamente no escuchamos momentos de

    arrepentimiento ni de temor de su boca: Tengo que resignarme a llevar lo mejor posible este destino sabiendo que luchar no cabe contra el

    hado3 Entonces, aunque vnculos crueles as de oprobio me cubran, habr menester de m el rey de los dioses, porque yo slo s cul es la

    intriga que hoy surge y que le ha de privar de su cetro y sus honras

    tambin. Y no habr melifluo conjuro capaz de vencerme ni dura

    amenaza que me acoquine y obligue a contarle4, Err, s, pero fue de manera consciente; no lo niego. A los hombres ayud y me atraa con

    ellos sufrimientos5, Ocano: Depn, entonces, desdichado tu iracundia y procrate un modo de que cesen sos sufrimientos. (). No eres humilde ni a la adversidad cedes y quieres agregar otras calamidades a

    las que padeciendo ests. Prometeo: () Si partcipe hubieses sido de mis audacias, con gusto te recibira; pero t me dejaste y ahora tambin

    djame, de m no te ocupes. Porque yo est sufriendo no por ello deseo

    que me acompaen muchos6, Corifeo: Entonces deja de ayudar con exceso a los hombres mientras tus propias penas desatiendes. Prometeo:

    No, no es ese el decreto de la Mera que todo lo cumple: slo despus de

    mil fatigas y mil calamidades escapar a estos tormentos7, Corifeo: El expresarte as no te infunde temor? Prometeo: Qu temer, si no es

    mi destino el morir? Corifeo: Pero puede imponerte castigos an peores.

    Prometeo: Pues bien, que los imponga, nada hay que yo no espere8

    1 Borges, Jorge Luis: Obras completas, tomo I, Emec, Buenos Aires, 2005, p. 601.

    2 Ibdem, p. 602.

    3 Esquilo: op. cit., p. 278

    4 Ibdem, p. 280.

    5 Ibdem, p. 284.

    6 Ibdem, pp. 285-286.

    7 Ibdem, p. 292.

    8 Ibdem, p. 307.

  • 19

    Edipo es la figura que descubre, para Kundera, la cobarda de

    aquellos comunistas checos que encontraban, en la ignorancia, la excusa

    perfecta para no hacerse cargo de los actos y las consecuencias que de

    ellos se haban desprendido. Es una forma, adems, de recordar al

    hombre que tambin es parte de su responsabilidad no vivir ciego al

    mundo que nos rodea, no permitir que el mundo (y los acontecimientos

    que suceden en l) nos sean indiferentes.

    Edipo es un ejemplo del coraje del hombre que acepta

    plenamente la existencia que le ha tocado sin desligarse de una sola de

    las decisiones que ha elegido, de los actos que ha ejecutado, de los

    castigos que le correspondan,

    Es este tipo de coraje, que aqu hemos intentado descifrar (el

    coraje de la aceptacin -sin lamentaciones ni reclamos, sin excusas- de

    nuestras culpas y castigos, de nuestro propio destino, an en la ms

    dolorosa de sus formas) lo que sentimos trasladarse de Edipo y Prometeo

    a los sueos que Borges, desde Buenos Aires y durante gran parte del

    siglo XX, ha ido soando.

    Mi alimento es todas las cosas.

    El peso preciso del universo, la humillacin, el jbilo.

    Debo justificar lo que me hiere.

    No importa mi ventura o desventura.

    Soy el poeta.1

    KAREL POBORSKY

    Bibliografa

    Borges, Jorge Luis: Obras completas, tomo I, Emec. Buenos Aires, 2005.

    ------------------------ Obras completas, tomo II, Emec. Buenos Aires, 2005.

    ------------------------ Obras completas, tomo III, Emec. Buenos Aires, 2005.

    Barbara Cittadini, Mara Gabriela. Nadie rebaje a lgrima, Estacin Mandioca. Buenos Aires, 2010.

    Esquilo: Prometeo encadenado. En Tragedias completas, Gradifco. Buenos

    Aires, 2007.

    Graves, Robert: Los mitos griegos, Hyspamrica. Buenos Aires, 1985.

    Han, Byung-Chul: La sociedad del cansancio, Herder. Barcelona, 2012.

    Kundera, Milan: La insoportable levedad del ser. Tusquets. Barcelona, 2000.

    Lavalle, Ral: Castigos inversamente proporcionales y castigos ejemplares. En mnibus, 22, ao IV, septiembre 2008 (omnibus.com/n22/lavalle.html).

    Patocka, Jan: Platn y Europa. Pennsula. Barcelona, 1991.

    Sfocles: Edipo rey. En Tragedias completas, Perlado. Buenos Aires, 1944.

    1 Borges, Jorge Luis: El cmplice. En Obras completas, tomo III, Emec, Buenos

    Aires, 2005, p. 357.

  • 20

    EPTOME DE LA MELANCOLA

    La soledad de Filoctetes

    obra hecha con programa Paint

    Tras el eptome de las sombras, juegan victoriosas las borrosas palabras de la congoja. Se trata de aquel compendio que ana con intensidad los dolores humanos. Y as con la menesterosidad se reiventa el ingenio, al tener que condensar la cepa del fermento. Aquel eptome de la melancola resulta del mosto de la afliccin, y despus de mil extractos se conjuga el vino con el ardor.

  • 21

    Para olvidar con sentencias siderales, la bruma del sufrimiento y sus avatares. Para calmar a la pena jugosa, y as jugar con paradojas sintiendo el frenes de quien emite discursos. Y a los cien das cobija en su alma la maravillosa desdicha del eptome. Tomar de las desgracias el meollo de su sustancia, cantar con vehemencia, mil odas sedientas; y sentir la repeticin de la vida antes de proferir las muletillas.

    MAXIMILIANO HNICKEN SEGURA1

    1 El autor adems es creador de obras plsticas en el programa Paint, como lo muestra

    la ilustracin. [R.L.]

  • 22

    UNA PEQUEA ENEIDA

    RAL LAVALLE

    Martin Freundorfer es austraco y cultiva la poesa latina. En

    2013 envi a sus contactos un mensaje electrnico que contena un

    simptico poema inspirado en la Eneida. He querido traducirlo aqu y

    comentarlo muy brevemente. Sus versos estaban precedidos por las

    siguientes palabras, segn las cuales l hall una supuesta ltima parte

    del libro VI del poema virgiliano. Vario y Tuca, editores romanos, la

    suprimieron: Ecce, extremam sexti Aeneidos libri partem, quam a Vario Tuccaque abscissam esse reor, inveni.1 Copio el poema en cuestin.

    Ad superas mirans regressus Dardanus auras, cui pater Anchises ostenderat ipse futura quique per horrida regna errantes viderat umbras. En, proficiscere nunc! sociorum turba poposcit, Ast animo incenso Romae respondit amore: 5 Non libet ire. Prius nobis caupona petenda est dixit enim vates ubinam liquor optimus esset et potanda mihi cervisia. Prosit, amici! Convenere viri, sibi quod data verba probarunt, ut peterent latices Cumanaque pocula sicci, 10 immemoresque mali tum neglexere pericla: mordax cura fugit, cum plena puella reportat pocula, nec Troiae quisquam reminiscitur arcem. Diffugiunt horae, nec iam vult ebria turba linquere cauponam, sed cantat lingua gravata, 15 dum dulces latices cupido dat cantharus ori. A Iove Mercurius caelo demittitur alto, ut potum moneat nam fata sequenda fuerunt Aenean faciatque exorta luce diei finem potandi iubeatque hinc ire sodales. 20 Invenit Aenean, modo quem vomitare coegit nausea, sed numquam liquisset litora ductor, ni monuisset eum deus, ut cito vela darentur vento. Vae! Cerebris inerat tunc maximus ardor.

    1 Para comodidad ma, la informacin sobre dichos editores la tomo de la Red. Plotius

    Tucca (fl 35 BC) was a Roman poet and a friend of Virgil's. He was in the circle of

    friends with Virgil and Maecenas, as indicated by Horace (Satires). According to

    Donatus's Life of Virgil, after Virgil's death, Plotius was one of two executors of

    Virgil's literary remainsone of two who helped publish the Aeneid on Augustus's orders (the other being Varius Rufus) (cf. http://en.wikipedia.org/wiki/Plotius_Tucca).

  • 23

    Una traduccin:

    Lleno de admiracin, el hroe dardanio retornaba a las brisas superiores, despus que su propio padre, Anquises, le haba mostrado las

    cosas futuras y despus de haber visto, en los hrridos reinos, a las

    sombras errantes. Vaymonos ahora mismo, pidi la multitud de sus compaeros. Pero l, con nimo encendido de amor a Roma, respondi:

    No nos es permitido ir. Antes debemos visitar una taberna as dijo la profetisa donde haya ptima bebida y pueda tomar cerveza. Salud, amigos! Acudieron los varones, porque aprobaron lo que deca de buscar bebidas y vasos de Cumas. No se acordaron de sus males y

    descuidaron todo peligro: desapareci toda mordaz preocupacin, al

    traerles una muchacha los vasos llenos, y nadie se acordaba de la

    ciudadela de Troya. Huyen las horas y la ebria turba ya no quiere dejar la

    taberna, sino que canta su pesada lengua, mientras la copa un dulce

    lquido da a su boca. Desde lo alto del cielo Mercurio es enviado por

    Jpiter para exhortar a beber a Eneas los hados deban ser obedecidos y para que el hroe ponga fin a la bebida y ordene a sus compaeros que

    se alejen de all. Encuentra Mercurio a Eneas, a quien las nuseas haban

    hecho vomitar; pero nunca el hroe habra dejado esas costas, si no le

    hubiese ordenado el dios dar rpidas velas al viento. Ah! Llenas de

    ardor estaban sus mentes.

    Quizs podra pensarse que Eneas encendido de amor a Roma es un error, pues la Urbe fue fundada por sus descendientes Rmulo y

    Remo. Pero creo que no. Me parece en efecto que hay aqu la idea de la

    Roma aeterna. A menudo pensamos en ella como perenne, pero hacia

    adelante: su espritu nunca cay, pues sus instituciones viven hoy. Y est

    bien, pero podemos tambin se me ocurre pensar una Roma aeterna hacia atrs; una Roma antes de Roma; una Roma que est en el ideal del

    poeta y de su hroe; una nueva Troya, que nunca ser destruida.

    Pero vayamos ahora a lo festivo, propsito del poema. Martin es

    frecuente bebedor de cerveza. Su humorada un Eneas ebrio creo que no daa nuestra imagen del antepasado de los romanos, porque est

    hecha justamente in animo iocandi. Creo que el humor en buena parte se

    basa en el absurdo. En efecto, no parece propio de sibilas profetizar de

    modo tan festivo. De cualquier forma, quod scripsi No podrn abandonar costas cumanas, si no rinden tributo a Ceres. Aqu cabra la

    pregunta: acaso estamos en Egipto? O tambin: estando en Italia, no

    corresponda ms bien beber vino?

  • 24

    Cumple aclarar que Martin es autor de un poema De laude

    cervisiae.1 Tiempo atrs escrib un articulito sobre l. Sus 173

    hexmetros alaban la rubia bebida de la diosa Ceres, y hasta la ponen por

    arriba del vino. No dar todos sus argumentos, sino uno solo, que copio:

    Vitibus ereptae nulla arte premuntur et uuae

    tunc utro corrumpuntur. Cerealia uero

    pocula producit prudentia summa coquentum.2 vv. 63-66

    Entonces, segn vemos, el poeta asoma la cabeza desde su

    Austria natal y, en vez de un Eneas vinario, nos da un amante de la

    cebada y del lpulo. Ahora bien, no soy buen bebedor ni recomiendo el

    exceso en la bebida, pero dicen que el vino (aqu, la cerveza) es bueno

    para olvidar. Muchas canciones populares podran citarse, pero baste de

    muestra Hoja seca, que cantaba el puertorriqueo Tito Rodrguez:

    Seor tabernero, srvame otra copa, que quiero olvidar.

    Una obra de Freundorfer

    1 Ex tertio libello commentariorum qui LATINITAS inscribuntur, mense Sept. A. MMV

    edito in Civitate Vaticana. 2 Sin ningn arte las uvas son arrancadas a las vides y apretadas; luego se corrompen

    espontneamente. Pero la bebida de Ceres es fruto del arte sumo de quienes hacen la

    coccin.

  • 25

    Los dioses lo saben y envan a Mercurio. El dios mensajero

    exhorta a Eneas a beber, aunque con un lmite: hasta el amanecer!

    (exorta luce diei). Sin duda surti efecto, pues huy la cruel

    preocupacin (mordax cura, v. 12). As como los compaeros de

    Odiseo, despus de probar el loto, no queran regresar al hogar, tambin

    los troyanos, post cervisiam, daban al olvido la ciudadela de Troya.

    En fin, quizs a algn lector (yo podra estar en ese nmero) le

    desagrade en cierta medida esta como desacralizacin del hroe. Ms

    an, hasta podra decirse cierto ridculo, pues el pius Aeneas no se

    modera y bebe hasta las nuseas. No obstante, la vis iocandi siempre

    existi en literatura. Adems los hroes son hombres y padecen como

    tales, non semel, las humanas miserias.

    RAL LAVALLE

  • 26

    DE ITINERE DACICO

    Versor apud Dacos; quos credite habere liquores.

    Quaedam tecta placent multaque in urbe ruunt. Euxini liquidum Ponti mihi iter cras fiet ad aequor et loca conspiciam, quae coluere Getae. Illuc eiecit Nasonem Caesaris ira, illinc sors uetuit dura redire domum. Ibo sponte mea, quo tunc iit ille coactus, nec mea sunt huius carmina causa uiae. Ne dubita, patrias quin sim rediturus in oras, parua licet placeant carmina nostra minus.

    MARTIN FREUNDORFER1

    Me encuentro entre los dacios; credmelo, hay aqu bebidas. / Algunos edificios me gustan; muchos estn descuidados en la ciudad. / Maana tendr

    hmedo viaje hasta el Ponto Euxino / y ver los lugares que habitaron los

    getas. / All desterr a Ovidio la ira del Csar; / dura suerte le impidi volver

    desde all a su casa. / Yo ir espontneamente al lugar donde l fue por fuerza /

    y mis poemas no son la causa de mi viaje. / No dudes de que yo volver a mis

    costas patrias, / aunque mis pequeos poemas gusten menos que los de l.

    Constana, la antigua Tomis de Ovidio

    1 A menudo (incluso en este nmero, en el artculo anterior) hemos publicado poemas

    de este gran vate neolatino actual. Improviso una traduccin de este epigrama sobre su

    viaje a Rumania, tierra antes ocupada por los dacios y getas; all, como bien se sabe,

    fue desterrado Ovidio. Respecto de las bebidas que menciona el primer verso, sin duda se trata de la cerveza, a la que nuestro amigo es muy afecto. En la pgina

    siguiente, otro poema. [R. L.]

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    En, mirare duos Ponti prope litora uates: Hic uiuit; sub humo conditus ille iacet. Carmina, cui signum est, scripsit meliora poeta. Vt uiuo faueat Musa, precare, mihi!

    Oye, admira a estos dos vates cerca del Ponto: / este est vivo; el otro yace oculto en tierra. / El poeta de la estatua escribi mejores poemas. / Rugale,

    Musa, que me favorezca a m, que an vivo.1

    1 Estos dsticos sin duda fueron escritos un da despus del epigrama anterior. El poeta

    austraco se tom una foto junto a la estatua de Ovidio en Constana. Las peregrinaciones literarias son muy antiguas, pero esta es realmente muy especial,

    porque une a la antigua Roma con Rumania y con Austria. Y, si se me permite oficiar

    de humilde servidor, con la extraa Urbs Bonaerensis amata. [R. L.]

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    MINUCIAS GRIEGAS Y LATINAS

    Griego antiguo hablado?

    Salvo los legos en el tema, casi todos saben que en el mundo, en

    algunos mbitos, se sigue cultivando el latn como lengua viva. Y qu

    ocurre con el griego? Yo os quiero confesar, Don Juan, primero, que no

    consideraba imposible la idea, pero s en extremo difcil. Y no voy a

    decir que es fcil, sino que es menos difcil de lo que pensaba.

    Para empezar, la Red nos indica varios sitios con informacin al

    respecto. No obstante, lo que ms me convenci fue mi propia

    experiencia, pues en febrero de 2015 tuve el honor de asistir a la reunin

    semanal del Circulus Latinus Matritensis (et Graecus). Paulus

    Villaoslada, su moderator, dirigi durante sesenta minutos nuestros

    intentos por hablar la lengua de Platn (despus siguieron dos horas de

    vivus sermo Latinus).

    Vuelvo a lo de arriba, de ningn modo me result fcil, pero

    tampoco me qued callado. Desde ya que el vocabulario latino es ms

    fcil de recordar, al menos en Europa occidental, que el griego. Como

    ejemplo digo lo que me pas: me haba olvidado de cmo se deca

    rpido, hasta que de repente, Socratico more, record: . Creo recordar que, en el manual de Historia de la filologa clsica de Kroll,

    un ilustre helenista alemn se enoj consigo mismo, porque se haba

    olvidado de cmo decir carbn en griego. No quiero que me consideres arrogante por esto, pero inmediatamente, al modo del burro

    flautista, pens en .

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    No hay casi diccionarios inversos, por as decir: v. gr. espaol-

    griego; los trminos gramaticales son casi iguales en latn y en

    castellano (sustantivo/substantivum). Me es mucho ms difcil, ya en mi

    Buenos Aires querido, vivum sermonem Graecum loqui temptare pero al menos empec a usarlo en mis cosas personales. Verbigracia, cuando

    tuve que anotarme cuntas pesetas tena en mi caja de ahorro (los

    profesores no tenemos en general sumas demasiado abultadas), escrib:

    900 duros . , .

    Los griegos de hoy con libertad latina En este nmero de nuestro Cuadernillo hemos hecho mencin

    muchas veces de Martin Freundorfer, poeta latino actual. Me parece

    bien entonces terminarlo con l, precisamente con un epigrama festivo

    relacionado con las problemas econmicos de Grecia y su lder poltico. O quantum nummos cupiens promittis, Alexi! Arguis et quereris. Denique multa uoues. Artifices scenae superas, o callide Alexi: Plauderet admirans Pseudolus ipse tibi. [Cuntos dineros deseas y prometes, Alexis!

    Arguyes y te quejas. En fin, prometes mucho.

    Astuto Alexis, superas a los actores del teatro:

    el mismsimo Psudolo te aplaudira admirado.]

    Recordemos que Psudolo era un muy sagaz esclavo, protagonista

    de la comedia homnima de Plauto.

    R.L.